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PÚBLICOS EN VENEZUELA (1790-1910)

LAS MATEMATICAS Y
LOS ASUNTOS
PÚBLICOS EN
VENEZUELA (1790-
1910)

Yajaira Freites

Introducción
« Octubre 2004 »
Navegación En todo reino de la antigüedad, el rey tenía dos Do Lu Ma Mi Ju Vi Sa
hombres de confianza: el comandante del ejercito, y el 1 2
Inicio
tesorero; este era el hombre de las finanzas, quien recogía 3 4 5 6 7 8 9
10 11 12 13 14 15 16
los impuestos y por consiguiente tenía algunas ideas acerca
17 18 19 20 21 22 23
de quienes debían pagarlos; también su tarea consistía en 24 25 26 27 28 29 30
anunciarle al soberano que no había fondos para pagar la 31
tropa, o construir palacios. Era el hombre que, aparte de su
posible honestidad y confianza del rey, sabía contar, llevar
las cuentas del monarca, que entonces eran las del reino.

Es de prever que los antiguos egipcios


también conocieron el contar y que su saber habría
ido mas allá del contar para adentrarse en problemas
de la geometría, cuya expresión las palpamos en las
pirámides y templos que aún podemos admirar.

Cuando los griegos instalaron la democracia


en la ciudad de Atenas, otra faceta del contar se hizo
presente; la asamblea de ciudadanos votaba no sólo
para apoyar tal o cual política formulada por algunos
de sus líderes, sino también para exilar a uno de sus
compatriotas, el castigo más cruel en ese entonces.
Las votaciones, si bien entre un grupo reducido de los
habitantes de la ciudad, pues el sistema descansaba
en la esclavitud, daba importancia a los números. Era
un número de votos el que convertía a un individuo en
paria o ciudadano.

Estos ejemplos nos revelan que las


matemáticas, al menos el contar, han estado
presentes en la vida de los hombres. En este ensayo
nos interesa explorar cuándo y cómo empezó la
matemática a ser parte de la sociedad venezolana y
de sus asuntos públicos. [1]

El legado colonial

En el siglo XVIII era normal que sólo pocas


gentes fueran versadas en las matemáticas, aun es lo
más sencillo de ellas: contar. Ello fue igual en la
Venezuela preindependencia. Los universitarios de
ese entonces no necesariamente tenían
conocimientos de matemáticas, pero eso no fue
excusa para que algunos de ellos pensaran que el
aprenderlas era un asunto de interés para la
colectividad. Dada la estructura de la sociedad
colonial, la propuesta vino de un destacado
representante de la elite criolla, el rector de la Real y
Pontifica Universidad de Caracas (1790) ahora
conocida entre nosotros como Universidad Central de
Venezuela, el doctor en derecho civil y sagrados
cánones, Agustín de la Torre (1750-1804).

Sintéticamente el pensamiento de la Torre


expresado en su Discurso Económico: amor a las
letras en relación con la agricultura y el comercio
(1790),[2] señalaba que la ciencia era una palanca
importante en el desarrollo de una nación. La ciencia
a que de la Torre se refería eran las matemáticas y
sus diversos usos aplicados a la industria y al
comercio. Y el rector tenía experiencia, ya que como
abogado en ejercicio, constató cómo la ausencia de
un conocimiento matemático en diversas actividades
y/o la carencia de individuos con estos saberes,
enredaban asuntos legales que hubieran tenido lógica
y expedita solución, si por ejemplo hubiese habido un
buen topógrafo en la provincia o peritos que fungían
como tal; pero éstos no tenían conocimientos de las
sencillas reglas de la aritmética o desconocían el
álgebra, y entonces cómo, indicaba el propio de la
Torre, podían acometer con éxito “el laberinto de una
mensura que hace poner en movimiento todas las
reglas de la Geometría”.[3]

En la visión de la Torre, la matemática era la


piedra angular para formar un grupo de hombres con
experticias en la construcción de caminos, en los
asuntos de la industria, la agricultura y el comercio; a
la luz de los conceptos actuales, de la Torre estaba
proponiendo la creación de una elite técnica, que al
lado de los abogados, teólogos y canonistas, se
ocupara de los asuntos relativos al bienestar de la
provincia de Caracas. De allí que solicita la creación
de una cátedra de matemáticas en la Universidad de
Caracas. Y si bien su auditorio fue el Claustro
Universitario de la universidad colonial, él estaba
también dirigiéndose a los dirigentes de la ciudad:
hacendados y comerciantes que eran los ejes de la
economía de entonces. No recibió acogida su
propuesta. Pero insistió luego ante el Real
Consulado, una institución colonial española que
agrupaba a los comerciantes y hacendados, todos
ellos “americanos” o criollos y que se ocupaba de los
juicios mercantiles y del fomento económico de la
provincia.[4] Dentro de esta institución su idea tuvo
mejor destino, aunque fue un largo camino que llevó a
que se propusiera ante el rey Carlos IV la creación de
una Academia de Matemáticas extra muros con dos
cátedras, una de matemáticas y otra de física y
química. [5]

El proyecto tropezó con una serie de intrigas


propias del pequeño mundo intelectual caraqueño. La
Universidad veía como escapaba a su control un área
del conocimiento que se suponía era de su
competencia, aunque se había mostrado incapaz de
hacer las reformas de sus propias constituciones para
introducir cátedras de matemáticas y de física, aun
cuando el propio rey Carlos III y luego Carlos IV, le
solicitaron en diversas oportunidades hacerlo;[6] uno
hoy diría que hasta esos reyes –a pesar de ser
absolutistas- eran respetuosos de la autonomía de la
universidad.

Ante las solicitudes reales, la Universidad


siempre había argumentado que no tenía rentas con
que mantener cátedras de matemática y física,
aunque si era capaz para instalar nuevas en
teología.[7] Esta prelación de intereses es lo que
también explica que fuese poco factible que ese
mundo universitario de la colonia entendiera la
importancia de crear una cátedra de matemáticas y
mucho menos una de física y química que involucrara
experimentación, cuando la propia medicina era
todavía enseñada de manera casi teórica. Y si bien la
Universidad caraqueña no era inmune a las
influencias de la ciencia y de la ilustración, las
discusiones de ciencia que se daban eran a nivel de
las ideas, de las argumentaciones;[8] estaba fuera de
lugar el uso de una búsqueda del conocimiento a
través de la experimentación. El saber o el
conocimiento era algo que se hallaba a través del
racionamiento, de los argumentos extraídos de los
textos de los autores clásicos o prominentes para ese
entonces. Y esta actitud es importante de tener en
cuenta, pues los venezolanos de entonces no
tendieron a considerarse como sujetos hacedores de
conocimientos y, por consiguiente, de contribuir a la
ciencia; a lo sumo, ésta era siempre vista como una
actividad para el goce del espíritu, adornar las
virtudes de los hombres educados y, por supuesto,
realizada por lo general por otros que no fueran los
propios venezolanos. Esta concepción va a estar
presente hasta bien entrado el siglo XIX en el país.

La república: los primeros pasos

La matemática empieza a considerarse como


parte de los conocimientos útiles a la sociedad con
los dirigentes de la primera república; éstos rescatan
la idea de la Torre, de una Academia de Matemáticas
pero ligada a los asuntos del ejercito y por
consiguiente orientada, en la tradición hispánica, a la
creación de un cuerpo profesional de oficiales del
ejercito y formación de ingenieros para el naciente
Estado; es decir se considera su aspecto pragmático.
La caída de esa primera república hizo que el asunto
quedara en nada.

En 1821, la ley que organiza la educación en


los territorios de la Gran Colombia, establece que los
niños deben tener conocimientos de aritmética, al
lado de saber leer y escribir, conocer el catecismo y
sus deberes y derechos como individuos de una
sociedad.[9] Este hecho es significativo, porque hasta
ese entonces y hasta 1870, la educación primaria era
un asunto de las provincias, las cuales tenían libertad
para disponer sobre el particular y si bien, ya en las
precarias Escuelas de Primeras Letras de la época
colonial [10] se contemplaba que los niños supieran
contar, lo relevante es que se establece como un
parámetro nacional, aunque no siempre cumplido.
Luego de establecida la república de Venezuela en
1830, la educación primaria fue la preocupación de la
Dirección de Instrucción Pública (1838) que trató de
que hubiera un pensum uniforme para todas las
escuelas, aunque infructuosamente.

Pero en la Universidad caraqueña a raíz de la reforma de 1827, que


la convierte en Universidad Central de Venezuela (UCV), las matemáticas
se convirtieron en parte de la educación básica de los universitarios, cuando
se creó la respectiva cátedra en el Trienio Filosófico que terminaba
otorgando el título, en ese entonces flamante, de Bachiller.

Si bien las disposiciones antes citadas –


buenos deseos- no influyeron mucho en que un
mayor número de la población tuviera acceso al
conocimiento por lo menos de la aritmética, el
recién instalado Estado venezolano sí consideró
para ciertos aspectos y momentos el uso de las
matemáticas para actividades relativas al
gobierno de la sociedad. Una de ellas, fue volver
a retomar el proyecto de la academia de
matemáticas ligada a las actividades del ejército
y la formación de un cuerpo de ingenieros al
servicio del Estado. De igual manera el Estado
requeriría de los servicios de cartografía para dar
cuenta del mapa de la nueva Estado-Nación;
tarea que fue encargada a Agustín Codazzi
(1793-1859) quien confeccionó el Atlas Físico y
Político de la República de Venezuela (1840);
cuya actividad no fue seguida ni actualizada en
los años siguientes, precisamente porque se
tenía una concepción estática del conocimiento.
Fue entonces, a principios del siglo XX, cuando
se crea la Comisión del Mapa Militar (1904) que
luego se convirtió en la del Mapa Físico y Político
(1911), cuando se da una renovación de la
cartografía nacional.

En tanto, la Academia de Matemáticas


graduó a egresados con un destino distinto a lo
que se esperaba, no como parte de un ejército
profesional, sino como ingenieros que en los
primeros años utilizaron su tiempo en la actividad
docente, más que en el desarrollo profesional de
su área, hasta la llegada de 1870, cuando
Guzmán Blanco impulsó un plan de construcción
de obras públicas.

En el camino de los griegos

Otra área pública en la que se dio el uso de


las matemáticas, concretamente de la aritmética, fue
la elección de las autoridades de la república.
Situémonos en la época, 1830. El hecho de que los
ciudadanos seleccionaran sus autoridades mediante
una elección ganada por aquellos que favorecieran
los votos de la mayoría era una novedad; aunque las
elecciones de autoridades ya se habían establecido
desde 1811, cuando se eligieron los representantes al
Congreso que proclamó la Independencia.[11] Es
cierto que se trataba que determinado número de la
población pudiera ejercer ese derecho; eran hombres,
propietarios, o con rentas anuales de 50 pesos o que
podían demostrar que desempeñaban un oficio útil
(no sirvientes) que les suministraba ingresos por 100
pesos anuales.[12]

Y si bien entre los requisitos se incluía el saber


leer y escribir, la sapiencia del legislador, había
pospuesto exigirlos hasta cierta fecha,[13] ante la
evidencia del alto analfabetismo que experimentaba
la población aun aquella que podía ejercer la
ciudadanía.

Durante los años 1830 hasta 1870 los


venezolanos eligieron a sus autoridades contando los
votos que se emitían a favor de los candidatos,
siendo electos aquellos que resultaban con la
mayoría numérica. Y por supuesto, hubo resultados
“extraños” o que pudieron generar suspicacia,[14]
como los de la primera elección de Guzmán Blanco,
quien más tarde implementa las elecciones de
segundo grado para solucionar este delicado
problema.

En la Constitución de 1858 se había


establecido que no se exigiría los requisitos
económicos para ejercer el voto, lo cual teóricamente
elevaba el número de electores en el país y más
venezolanos tenían acceso a emitir un voto y elegir
por la mayoría de este al presidente de la república.
Pero la mayoría de la población seguía siendo
analfabeta.

La instrucción pública: además de leer, contar...

Fue precisamente el configurar una amplia


población de ciudadanos lo que tuvo en mente
Guzmán Blanco cuando promulgó su decreto de
Instrucción Pública en 1870, en el cual la instrucción
era “necesaria en las Repúblicas para asegurarse el
ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los
deberes de los ciudadanos “. Como su propio padre,
Antonio Leocadio Guzmán lo expresara

“...En donde no hai (sic) instrucción ¿qué


sucede?: que vienen las elecciones, y es
necesario que el cura del pueblo (que será
muy afortunado si ese cura es patriota justo e
ilustrado) salga a decirle a cada hombre, vote
Ud por Juan, por Pedro o Martín. Pero ese
sacerdote puede tener sus pasiones, los hai
(sic) malos ciudadanos; y son esos los que
vienen a abusar del pueblo, los que vienen a
engañarlo, si no ha podido instruirse de los
cuáles son las buenas leyes y providencias
que exija el bien público, ni las que por
perjudiciales, debieran derogarse. Tal hombre
va a votar a tientas.” [15]

El decreto de 1870 establece los elementos


mínimos de lo que se denominara la instrucción
obligatoria, exigible a todo venezolano, sea hombre o
mujer y que se daría gratuitamente; así, al lado del ya
conocido leer y escribir del idioma patrio, los
principios morales (que entonces sustituyen al
catecismo), está el estudio de la Constitución Federal
y la aritmética práctica y el sistema métrico (Articulo
2). Esto, a la larga va a configurar una nueva
mentalidad, que si bien en la perspectiva guzmancista
era la de extender la ciudadanía, en el mediano y
largo plazo dotará a la población venezolana de
nuevas herramientas conceptuales con las cuales
percibir el mundo y su realidad circunvecina. Es un
legado que trasciende hasta hoy en día, cuando nos
parece natural que todos desde pequeños seamos
iniciados en la lectura, la escritura y en el contar.

El esfuerzo por enseñar la aritmética práctica,


que consistía en el dominio de las cuatro operaciones
básicas, dio lugar a una literatura infantil en las
matemáticas. En los primeros tiempos, cuando
todavía la Dirección Nacional de Instrucción Pública
no había adaptado los textos, publicaba una tabla de
número en el periódico ABCDE, órgano de la
Dirección. A través del trabajo de Adolfo Frydensberg,
hijo, Materiales para la bibliografía nacional (1895)
podemos observar como ya antes de 1870 se había
impreso textos de aritmética para niños y/o maestros,
tales como los del doctor Jerónimo E. Blanco,
Preliminares de Aritmética para escuela primarias de
Caracas (1849), y del bachiller José Alvis, Tratado
elemental de Aritmética (1865). [16]

Los autores de algunos de estos textos son


distinguidos venezolanos de la época entre ellos, el
ingeniero Jesús Muñoz Tébar (1847-1909), quien
escribió Primeras nociones de Geometría para el uso
de las escuela de la República (1877) o Juan José
Aguerrevere (1811- 1889), Aritmética para niños,
(1854).

Ciertamente, los textos para enseñanza de la


matemática para niños constituyen la nota distintiva
de esta disciplina cuando se estudia la bibliografía
venezolana de las ciencias de finales del siglo XIX;
encontrándose pocos en las restantes campos y por
lo general eran libros para los estudiantes
universitarios. [17]

De esta manera, el acceso a las matemáticas


ya no sólo era del dominio de aquellos grupos
sociales que podían cursar, al menos una parte de la
educación superior, en los Colegios Federales
existentes en capitales de la provincia y de las dos
Universidades de Caracas y Mérida, donde se
estudiaba el Trienio o Bienio Filosófico que daba lugar
al título de Bachiller. Pero seguía siendo en la
Universidad de Caracas, especialmente en los
estudios de ingeniería, donde eran enseñadas las
matemáticas más avanzadas.
Otras áreas prácticas de las matemáticas
como la tenuría o contabilidad también fueron objeto
de atención. Ya en la época de la Sociedad
Económica Amigos del País, se había impreso
manuales de esta materia; y Frydensberg hijo, en sus
Materiales..., lista varios de ellos, entre los cuales
encontramos a Olegario Meneses, discípulo de
Cajigal. [18]

¿Cómo captar el progreso?

Otras iniciativas de Guzmán Blanco se


concatenaron con ese cambio conceptual, en captar
la realidad del uso de las matemáticas en asuntos
públicos.

En la historia de la ciencia en Venezuela, el


período que se inicia con el gobierno de Guzmán
Blanco está asociado a una época de creación de
instituciones científicas, cambio de mentalidad gracias
a la introducción de las corrientes positivistas de
pensamiento y la tendencia secular que se impone en
los ámbitos de la educación, no sólo de las primeras
letras sino especialmente en la universitaria.[19] Y si
bien, algunas de las iniciativas científicas no parecen
perdurar mas allá de lo que los historiadores han
denominado como el período del guzmancismo o de
la oligarquía liberal, el efecto menos visible pero de
mayor impacto de ese época, fue el proceso de
transición en la constelación de los valores y
conceptos con los cuales los venezolanos percibían
los problemas del conocimiento.

La ciencia, concretamente los resultados de la


indagación de científicos como Adolfo Ernst (1832-
1899), Vicente Marcano (1848-1892) y los demás
integrantes de la Sociedad de Ciencias Físicas y
Naturales de Caracas, empieza a dar una visión
distinta acerca de lo que es el mundo natural; [20] de
igual manera, al final del período una revisión de la
historia patria nos da conocer otra visión del pasado
venezolano. Hasta ese entonces, el saber sobre el
mundo natural de Venezuela descansaba
principalmente en la obra de Alejandro de Humboldt,
en la geografía de Codazzi, y la memoria histórica en
recogida en el Resumen de la historia de Venezuela
(1841) de Rafael María Baralt (1810-1860), que había
sido redescubierto en esa época, cuando el gobierno
de Guzmán Blanco hizo materia obligatoria a la
historia patria. [21]

También a nivel del Estado hay un cambio que


todos los historiadores coinciden en apuntar hacia las
políticas reformistas y modernizantes de Guzmán
Blanco. El impulso a la educación pública, la creación
del registro civil y de la moneda nacional, la
ampliación de la infraestructura física: carreteras, vías
férreas, y puertos, mejoras en el ámbito urbano, con
edificaciones para las sedes de los poderes
nacionales, son parte de ese cambio. Estas medidas
van acompañadas de una nueva herramienta para la
gestión pública: la creación de la Dirección General
de Estadística (1871) adscrita al Ministerio de
Fomento, que tendrá a su cargo el levantamiento de
los censos nacionales (1873 y 1881), con lo que se
introduce un elemento de la ciencia matemática para
acción de gobierno.

Un examen de los objetivos y las


disposiciones y organización del primer censo (1873)
no solo refleja el interés por saber cuántos éramos los
venezolanos de ese entonces, en que lugares de la
república vivíamos, sino muestra la intención de hacer
un diagnóstico de lo que era el país en ese entonces.
[22] Como bien lo ha dicho Carrera Damas, durante
una buena parte de los años anteriores a 1870, los
venezolanos habían generado poca información
científica sobre Venezuela y sí mucha literatura
fantasiosa, expresión de un optimismo alucinado
acerca de las posibilidades de su desarrollo. [23] Pero
una guerra civil como fue la de la Federación debió
llamar a la reflexión acerca de cuál era el verdadero
estado del país, cuáles eran sus verdaderas riquezas
a la luz de las nuevas demandas del mercado
internacional en el cual Venezuela deseaba de nuevo
insertarse, así como de las nuevas corrientes sociales
y culturales que el propio Guzmán Blanco deseaba
establecer.

La estadística como parte de la gestión del


Estado vendría no sólo a indicar a los funcionarios
públicos como estaba la situación, sino a darle un
indicador, como diríamos hoy, del impacto de las
medidas políticas que ellos ponían en práctica, una
medida del progreso que tanto se ansiaba alcanzar.

De allí que todos los funcionarios públicos


fueron involucrados en el censo, y que fuera
requerido el concurso de los científicos como Ernst y
los miembros de la Sociedad de Física y Ciencias
Naturales, a objeto de recoger datos sobre la
población y producción del país y la valorización de
ciertos recursos naturales. Fueron científicos como
Ernst y Vicente Marcano quienes organizaron y
redactaron los catálogos de las exposiciones
internacionales a las cuales Venezuela asiste a partir
de la mitad del siglo XIX, [24] en donde a la par de las
muestras daban a conocer resultados de sus propias
indagaciones. Así, en la exposición de Paris (1878)
Marcano mostró un mapa mineralógico del país,
muestras de minerales, una colección de féculas
(lairén, apio, batata, ñame, ocumo, maíz, mamón y
yuca) cuyos análisis él había realizado, al igual que
los resultados de los análisis cuantitativos de aguas
minerales del país. [25] En tanto Ernst, para la
Exposición Mundial de Viena (1873), había sido
capaz de describir el país no solo en sus aspectos
físicos y geográficos basados en estudios de la
Sociedad, sino ofrecer datos acerca de su población,
los servicios de la ciudad de Caracas y los progresos
habidos en el campo urbanístico, educativo, de las
finanzas y el comercio, utilizando algunas
estadísticas.

Será la estadística aquello que Guzmán


Blanco esgrimirá para mostrar cómo el decreto de
Instrucción Pública está siendo impulsado por su
gobierno, al indicar en cifras el número de escuelas
creadas y de estudiantes atendidos. De esta manera
se hacía realidad el consejo que Juan Manuel Cajigal
diera a Codazzi al examinar críticamente su
Geografía de Venezuela, donde indicaba la
pertinencia de completar la información de un cuadro
estadístico sobre las provincias:

“…que contiene la mayor parte de los


elementos que se necesitan para calcular su
fuerza militar, agrícola y comercial. Para
formarse una idea de lo que puede llamarse la
fuerza intelectual de un país es preciso
conocer por lo menos qué número de
habitantes corresponden a un niño cursar las
escuelas. La importancia de este dato, sin la
cual no es posible calcular los progresos de la
ilustración.” [26]

Así a partir de Guzmán Blanco podemos decir


que el Estado venezolano empieza a ser más
consciente de los órdenes de magnitud de individuos,
asuntos y problemas que tendrían que tomar en
cuenta en su gestión. Podría decirse que la
decadencia de la influencia guzmancista es en cierta
forma consecuencia de la desestimación que sus
seguidores tuvieron frente a la necesidad de
cuantificar y evaluar de una manera objetiva las
ejecutorias de Estado. Las matemáticas como asunto
público de interés para el Estado, volverán a retomar
atención a la muerte de Juan Vicente Gómez (1935),
que si bien fue un gobernante electo, nunca quiso que
la población interviniera en esta cuenta.

La cuenta invisible: la deuda externa

Tal vez la única cuenta que el Estado


venezolano siempre tuvo presente, fue la relativa a la
deuda externa. El mismo Gómez contribuyó a
finiquitarla en las primeras décadas del pasado siglo
XX; pero esa cuenta pública, no siempre era del
dominio público, y no siempre los venezolanos –
incluso los que estaban al frente del Estado-
estuvieron en capacidad de fijar los elementos o
participar en el cálculo, pero aun así, afectó la vida de
toda la población, como hoy en día lo hace la actual
deuda pública externa e interna.

Para 1830, la república estaba de por si urgida


de calcular por la necesidad de pagar dos deudas;
una deuda externa con potencias europeas
contraídas por las compras de armamento y otros
asuntos a raíz de las guerras de independencia; y
otra interna relativa a los gastos militares, la cual se
había creado en forma de licencias, jubilaciones,
pensiones, pagos de invalidez, a viudas y huérfanos u
otros ascendientes o descendientes de integrantes
del Ejercito Libertador. [27]

La deuda externa e interna estuvo ligada a


otro ejercicio público del contar: el presupuesto de
ingresos y gastos que el Ministerio de Hacienda tenía
a su cargo; un ejercicio de contar y prever de acuerdo
a ingresos, no está del todo claro como se calculaba,
puesto que para ese entonces no existía la unidad del
Tesoro Público y por consiguiente el Estado
venezolano no tenía un control de hecho sobre sus
ingresos. Es posible que los ingresos se
estableciesen más bien como una idea de cuánto
costarían las exportaciones agrícolas en el mercado
internacional, después de deducirse los fletes y otros
impuestos; aquí tendríamos un aspecto implícito en el
asunto de contar los ingresos del país: un factor de
imaginación respecto al establecer cifras
considerando, lo conocido antes, pero a la par un
elemento de incertidumbre, dado el carácter
cambiante del mercado internacional donde
Venezuela inserta sus productos agrícolas, que eran
los que proporcionaron hasta el 60% de la renta al
Estado venezolano durante el siglo XIX.

Entre los historiadores es causa común indicar


que el periodo de 1830 a 1845 cuando los políticos de
la llamada Oligarquía Conservadora estuvieron al
frente del Estado, las finanzas públicas estuvieron
bien llevadas, esto es, ajustados los egresos a los
ingresos; pero estarían los imprevistos, difíciles de
anticipar, pero que a la larga requerían ser
cuantificados, como eran los gastos de las guerras
intestinas, además de los problemas de los precios en
el mercado internacional. Todo ello habría afectado el
cálculo de los ingresos y el asentamiento de los
gastos. Y éstos últimos crecieron más que los
primeros durante el siglo XIX.

El azar en las cuentas públicas se debe en


parte a los altibajos de una economía basada en la
mono exportación de un producto agrícola como el
café, cuyo precio Venezuela no estaba en
condiciones de fijar. Los buenos años como los
primeros de la Oligarquía Conservadora y los de
mediados de los setenta cuando Guzmán Blanco
gobernó, dieron un respiro a las finanzas públicas y
permitieron en el caso del segundo, hacer inversiones
en obras públicas, en tanto que los primeros optaron
por efectuar abonos a favor de la deuda. Pero tal
equilibrio de cuentas era fácilmente desbalanceado
cuando los gastos militares aumentaban para hacer
frente a los alzamientos, y/o se combinaban con
malas cosechas o precios bajos, aunado a la crónica
incapacidad administrativa o descuido de las finanzas
públicas por parte de los sucesores de Guzmán
Blanco.

Las matemáticas poco podían hacer ante tal


situación, pero un hombre como Román Cárdenas
con formación de ingeniero, Ministro de Hacienda de
Juan Vicente Gómez tuvo que enfrentar el dilema, y lo
resolvió ajustando los egresos a los ingresos, al crear
la unidad del tesoro y el presupuesto nacional. La
previsión basada en el cálculo que Guzmán había
intentado introducir en la gestión del Estado sería
finalmente puesta en práctica, al menos en el área de
las finanzas públicas.

Conclusión

Si bien a nivel educativo a partir de 1870 se


puede percibir un progreso de la introducción de la
matemática en el ámbito educativo, al menos al dotar
a los niños con nociones de aritmética, no resulta tan
alentador el uso de ellas para la gestión del Estado.
Sin embargo, ese hecho debe entenderse a la luz del
proceso de crear una sociedad republicana en el
territorio de la que otrora fuera la Capitanía General
de Venezuela.

Instaurar una sociedad de estilo republicano


implicaba un reto, teniendo como punto de partida un
grupo humano poco acostumbrado a formas de
autogobierno basadas en elecciones, como la gestión
de un Estado que debía regirse por metas que iban
más allá de la protección de los terratenientes y
ocuparse de otros segmentos de la población, que si
bien carecían de medios económicos, representaban
magnitudes que no eran despreciables. Su situación
daría lugar a una reinvención de la política durante el
siglo XX, pasando el asunto del poder, hasta
entonces, centrado en pequeños grupos, a ser parte
del dominio de un mayor número de venezolanos y de
venezolanas, e incluir por mecanismos si se quiere
“contables” (censo, elecciones, planificación y
endeudamiento), un contingente de la población hasta
entonces no contado.

Notas bibliográficas

1[1] Para una historia de las matemáticas en Venezuela,


Vid. Freites, Yajaira, Un Esbozo Histórico de las
Matemáticas en Venezuela. Parte I: Desde la Colonia hasta
Finales del Siglo XIX, Boletín de la Asociación
Matemática Venezolana (Caracas), 2000, Vol. VII, 1 y 2,
pp. 9-43.

2 Torre, Agustín de la, Discurso económico: amor a las


letras en relación con la agricultura y el comercio (1790),
reproducido en Leal, Ildefonso, Nuevas crónicas de
historia de Venezuela, 2 Vols., Caracas, Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia, Tomo I, 1985, pp. 229-
241.

3 Torre, Discurso económico... p. 235.

4 Vid. Nunes, Díaz, Manuel, El Real Consulado de


Caracas (1793-1810), Caracas, Biblioteca de la Academia
Nacional de la Historia, 1971.

5 Sobre el particular, Vid. Freites, Yajaira, El problema del


saber entre los hacendados y comerciantes ilustrados de la
provincia de Caracas-Venezuela (1793-1810), Dynamis,
Acta Hispánica ad Medicinae Scientiarumque Historian
Illustradam, Universidad de Granada, 1997, Vol., 17, pp.
165-191, (espc. 180-187). También en
http://www.ivic.ve/estudio_de_la_ciencia/Problemasa.pdf
6 Vid. Rodríguez Cruz, Águeda María, Historia de las
Universidades Hispanoamericanas. Período Hispano, 2
Vols., Bogotá, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias e
Instituto Caro Cuervo, 1973, Tomo II, pp. 36-115 (espc. 69-
73 y 76-83, respectivamente).

7 Dominicos y franciscanos eran las dos órdenes que


dominaban el mundo universitario caraqueño, razón por la
cual les interesaba mantener varias cátedras de teología.
Vid. Leal, Ildefonso, Historia de la Universidad de
Caracas (1721-1827), Caracas, Ediciones de la Biblioteca
de la Universidad Central de Venezuela, 1963.

8 Vid. Parra León, Caracciolo, La filosofía universitaria:


1788-1821, Caracas, Universidad Central de Venezuela,
1989, pp. 78-148.

9 Ley de 1821 que organiza la instrucción pública,


promulgada por el Congreso; tomado de Márquez
Rodríguez, Alexis, Proceso y Doctrina de la educación
en Venezuela, Caracas, edición del autor, 1964, p. 37.

10 Vid. Ruiz, Gustavo Adolfo, La escuela de primeras


letras de Caracas. Documentación 1767-1810, Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1992.

11 Recuérdese que antes de la república y aun en el


tiempo de la guerra de independencia, las autoridades eran
electas ya por el rey, el gobernador o los jefes militares de
la zona. Y si bien ahora, ya a partir de 1830, los notables o
adinerados eran los más obvios prospectos a ser elegidos
para el ejercicio de la autoridad, tenían que serlo a través
de una elección en que competía con otro similar; la
elección terminaba siendo el resultado del simplemente
contarse entre los electores.

12 Vid. Bushnell, David, Elecciones (siglo XIX), en


Diccionario de Historia de Venezuela, 4 Vols., Caracas,
Fundación Polar, 1997, Tomo II, pp. 201-203.

13 La constitución promulgada en Cúcuta (1821) estableció


que fuese a partir de 1841 cuando se solicitase esa
cualidad en elector. Vid. Bushnell, Elecciones…

14 Bushnell, Elecciones, p. 203, indica como el arrojado en


1873 cuando Guzmán Blanco obtuvo 239.691 votos contra
los 18 votos correspondientes a los demás candidatos; o
las de José Ignacio Andrade que sacó 406.610 contra los
2.2006 sacados por el “Mocho” Hernández y los 387 de los
otros candidatos .

15 Discurso de pronunciado en la inauguración de la


escuela ‘Guzmán Blanco’, publicado en el ABCDE, Año 1,
No. 2, 1871, reproducido en Lemmo, Angelina, La
educación en Venezuela en 1870, Caracas, Ediciones de
la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad
Central de Venezuela, 1976, pp. 76-77.
16 Vid. Freites, Yajaira, La producción bibliografía
venezolana en ciencias físicas, matemáticas y naturales
hasta 1895, en DiPrisco, Carlos Augusto, y Wagner, Erika,
Visiones de la ciencia. Homenaje a Marcel Roche,
Monte Ávila Editores Latinoamericana e Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Caracas,
1992, pp. 55-80. También puede leerse en
http://www.ivic.ve/estudio_de_la_ciencia/Laproduccion.pdf

17 Vid. Freites, La producción bibliográfica…p. 68-72.

18 Bonifacio Coronado Millan, Teneduría de libros por


partida doble, Caracas, 1868; José Silverio González,
Lecciones elementales de tenaduría de libros, Cumaná,
1856; Ramón Irady, Teneduría de libros por partida doble,
arreglada al comercio de Venezuela, Caracas 1842; Jesús
Irady Rivas, Curso completo de contabilidad, Caracas,
1889; Rafael Malo, Teneduría de libros, Caracas, (s/f);
José María Martel, Teneduría de libros, Caracas 1876;
Olegario Meneses, Teneduría de libros y conocimientos
generales de comercio, Caracas, 1854; Ramón María
Palacio, Teneduría de libros por partida doble simplificada,
Caracas ,1871; José Trinidad Urdaneta, Teneduría de
libros por partida doble, Caracas, 1880. Vid Frydensberg
hijo, Adolfo, Materiales para la bibliografía nacional por…en
Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas
artes, Ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho, Primera
edición, Caracas Tip. El Cojo, Primera parte, Tip Moderna,
Segunda Parte MDCCCXCV, (1895) Caracas; segunda
edición, Consejo Municipal del Distrito Federal, Caracas,
1974, pp. 329-336; (esp. 336).

19 Vid. Freites, Yajaira, La ciencia en la Segunda


Modernización del Siglo XIX (1870-1908), en Marcel
Roche, (Compl.): Perfil de la ciencia en Venezuela, 2
Vols., Caracas, Fundación Polar, 1996, Tomo I, pp. 93-152.
Puede leerse en
http://www.ivic.ve/estudio_de_la_ciencia/Modernizacion.pdf

20 Vid. Texera, Yolanda, Las ciencias naturales durante el


guzmanato, en Inés Quintero, coord., Antonio Guzmán
Blanco y su época, Caracas, Monte Ávila Editores, 1994,
pp.133-154.

21 Vid. Freites, Yajaira, De objeto a sujeto de


conocimiento: una visión del desarrollo de la ciencia en la
Venezuela del siglo XIX (1830-1935), en Revista de
Ciencias Sociales de la Región Centroccidental
(Barquisimeto-Lara), No. 7, pp. 99-137. Puede leerse en
http://www.ivic.ve/estudio_de_la_ciencia/Deobjeto.pdf

22 El Censo apuntaba a tener estadísticas en las


siguientes áreas: natural, social, moral, intelectual, riqueza
territorial, muebles e industria, fomento, política y
administrativa. Tomado de Fernández, Antonio José,
Estadística, en Congreso de la República, Venezuela
1883, 3 Vols., Caracas, Ediciones Conmemorativa del
Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolívar,
1983, Tomo II, pp. 267-336 (pp. 276-295).

23 Vid. Carrera Damas, Germán, Una Nación llamada


Venezuela, Caracas, Ediciones de la Dirección de Cultura
de la Universidad Central de Venezuela, 1983, p. 85.

24 Ernst escribió los catálogos de la Exhibición Universal


de Viena (1873), la Exposición Internacional de Agricultura
en Bremen (1874), la Exposición Internacional de Filadelfia
(1876), la Exposición de Boston (1883), la Exposición
Centenaria del algodón en Nueva Orleáns (1884); participó
en la Exhibición Gran Colombina de Chicago (1891). Vid.
Ernst, Adolfo, Obras Completas, 10 Vols., Caracas,
Compilación de Blas Bruni Celli, Ediciones de la
Presidencia de la República, 1986, Tomo VIII. Marcano
estuvo a cargo de la Exposición de Paris (1878)

25 Vid. Marcano, Gaspar, Biografía de Vicente Marcano,


Paris, Imprenta de JJ. Montorier, 1893. Usamos la versión
reimpresa en Bifano R, Claudio, Vicente Marcano.
Hombre de ciencia en el siglo XIX, Academia de Ciencias
Físicas, Matemáticas y Naturales y Fundación Polar, 2003,
pp. 157-242, pp. 184-185.

26 Tomado de Röhl, Eduardo, Historia de las ciencias


geográficas de Venezuela, Caracas, 1990, edición a
cargo de Héctor Pérez Marchelli, p. 294.

27 En esta sección nos hemos apoyado en los datos de


Aizpurua, José María y Fundación Polar, Hacienda Pública,
Siglo XIX, Siglo XX en Diccionario de Historia de
Venezuela, 4 Vols., Caracas, Fundación Polar, 1997,
Tomo II, pp. 646-662.

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Última modificación 2004-10-05 08:19 PM

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