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La cosmología Aristotélica va a diferenciar, por lo tanto, entre dos regiones del

cosmos que no son reductibles la una a la otra: el mundo sublunar y el mun-


do supralunar. Veámoslo:

EL MUNDO SUBLUNAR

Es la región del cosmos que abarca aquella parte situada por debajo de la luna
(sin incluir esta última): la región terrestre, nuestro mundo.
Ya vimos en la Física que lo que caracteriza a esta región es el cambio, tanto
substancial como accidental. Continuamente nacen y perecen seres; otros mo-
difican su tamaño, su peso, sus colores, su posición o alguna otra cualidad. No
hay quietud. Es nuestro mundo móvil y heterogéneo.
Los movimientos característicos de los seres del mundo sublunar son finitos,
es decir, tienen un principio y un fin, y rectilíneos, (ascendentes o descenden-
tes). (Empíricamente, en la experiencia no se observan líneas rectas infinitas).
Todos los cuerpos que componen esta región están compuestos de cuatro ele-
mentos últimos que poseen distintas naturalezas y distintos lugares naturales
a los que tienden para encontrar el reposo: La tierra es el elemento más pesa-
do y tiende a ocupar su lugar natural, que es el centro de la tierra. A ésta le si-
gue el agua, que se sitúa inmediatamente por encima. Después se halla el
aire y, por último, el fuego, que es el elemento más ligero y tiende una ten-
dencia intrínseca a dirigirse hacia la periferia del mundo. Así, los movimientos
que observamos en los distintos seres se deben a la tendencia de cada ele-
mento que lo compone a ocupar su lugar natural: si tiramos una piedra, ésta
cae porque busca recuperar su lugar propio, el centro del mundo, restaurando
así el orden perdido.
Los movimientos naturales de los cuerpos terrestres son rectilíneos, ascen-
dentes (fuego, aire) y descendentes (tierra, agua).
Los movimientos no rectilíneos son siempre violentos o forzados por algo
exterior al cuerpo que se mueve así. Es decir, suponen una violación del orden
natural.
Además, todos los movimientos se realizan de acuerdo a un fin: el manteni-
miento del orden del conjunto. Si el orden se altera, la naturaleza tiene los me-
canismos adecuados para restablecer el orden necesario y justo.

Arturo Escriche Romero


La cosmología aristotélica es teleológica. El fin, telos, es inmanente a los
cuerpos e intrínseco a la materia, ya que es la forma (morphé), la esencia o na-
turaleza de los compuestos hilemórficos, la que determina, como su causa, su
comportamiento y desarrollo; su destino.
Dentro del conjunto total del cosmos, la tierra (que no es un planeta para Aris-
tóteles) ocupa el centro necesariamente. Al estar compuesta del elemento tie-
rra en su mayor parte, tiene forzosamente que ocupar el centro del cosmos, su
lugar natural. Por lo tanto estamos en una concepción geocéntrica del univer-
so.

EL MUNDO SUPRALUNAR

Es la región que abarca la luna y todo lo que se halla más allá de ella: cinco
planetas o "cuerpos errantes" (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), el sol
y las estrellas.
Esta región es absolutamente diversa de la región terrestre: aquí impera el or-
den, la armonía, la regularidad. Y ello es así porque los cuerpos celestes no se
componen de los cuatro elementos terrestres, sino de éter, "lo que siempre
corre", que es un material sutil, óptimo, imponderable, transparente. El éter o
la quinta esencia es un elemento incorruptible y eterno que le otorga al cielo
una homogeneidad y perfección que no poseen los cuerpos terrestres.
Los cuerpos celestes, compuestos de éter, no vagan por el espacio vacío, que
es inexistente. Los planetas y las estrellas están sujetos a unas esferas de éter
que son movidas por motores inmóviles, desplazando a los cuerpos que en
ellas se encuentran. Gira la esfera y no el planeta en el vacío.
Aristóteles no podía explicar los movimientos a distancia: la gravedad, así
que tomó el modelo geométrico de Eudoxio de las esferas homocéntricas para
construir su cosmología. El universo es esférico, finito, formado por esferas que
se hallan unas dentro de otras, siendo la central la tierra y la última esfera o la
que rodea a todas las demás, la esfera de las estrellas fijas (constelaciones).

El elemento éter que forma el mundo supralunar tiene un movimiento (natural


e intrínseco) circular y uniforme. Lo etéreo no tiene nada que ver con el peso y

Arturo Escriche Romero


su lugar natural es la equidistancia al centro del mundo. Solo se logra ésta
con un movimiento circular uniforme, sin principio ni fin (eterno) en torno al
centro que es la tierra.
El cielo es el mundo del orden, de la estabilidad y del equilibrio frente al mundo
terrestre de la diversidad y del cambio.
Era importante tener un conocimiento exacto y geométrico del cielo para poder
elaborar calendarios lunares o solares y regular las actividades humanas como
la agricultura y las fiestas religiosas. La tierra no podía ofrecer un punto de re-
ferencia estable y permanente. Fue el cielo ese asidero de regularidad y orden,
la medida del tiempo y de los acontecimientos.
El universo aristotélico no tiene principio ni final; es eterno y no tiene historia.
Por ello no hay posibilidad de hacer una cosmogonía acerca del cosmos: éste
es inengendrado y existe desde siempre.
Además el universo es finito; no está en el espacio. Esto es así porque si ocu-
para un espacio habría un algo, que no es el universo más allá del universo
mismo (que es todo lo que hay o existe), y ésto es imposible. La pregunta so-
bre el más allá del universo o sobre dónde está el universo es ilegítima. No hay
un recipiente (espacio) que abarque el universo como si éste fuera una cosa.
Más allá del universo mismo no hay nada porque él es todo lo que hay.

CONCLUSIÓN

El universo aristotélico, dualista y teológico, tiene las siguientes característi-


cas:
1. Es esférico, finito, eterno, geocéntrico y geostático.
2. En él no existe el vacío, sino cinco elementos que constituyen los
cuerpos de las diferentes regiones: tierra, agua, aire, fuego y éter.
Todo está lleno de materia.
3. No hay movimientos a distancia o gravitacionales. Los planetas no se
mueven en el vacío, sino que se mueven las esferas de éter en las que
se hallan.
4. Es un cosmos heterogéneo, siendo la región más perfecta la supralu-
nar, por su orden y estabilidad.
5. Los seres que componen el cosmos están jerarquizados en diferentes
categorías:
• seres inmateriales inmóviles: el primer motor inmóvil y los motores inmó-
viles de las esferas.
• Seres materiales móviles pero eternos e incorruptibles: El mundo supra-
lunar (esferas, planetas, estrellas).
• Seres finitos y móviles: el mundo sublunar de los cuatro elementos.
El problema que tenía que explicar la astronomía griega, incluida la de Aristóte-
les, era la irregularidad de ciertos movimientos de los cuerpos celestes.
Las estrellas no presentaban problemas, porque su movimiento es regular (mo-
vimiento diurno de Este a Oeste). El del sol tampoco. La anomalía la presenta-
ban los movimientos retrógrados de los planetas: éstos parecían moverse en
bucles o ir hacia atrás. Y si el movimiento del mundo supralunar es circular uni-
forme ¿Por qué los planetas no cumplían este requisito?
Había que "salvar las apariencias". Lo importante es el constructo teórico del
cosmos. Las irregularidades eran consideradas como un fallo de perspectiva: el
cosmos se mueve regularmente, pero desde la tierra "parece" que hay irregula-
ridades. El fallo es perceptual y no real.

Arturo Escriche Romero


Veremos en otros apartados, cómo la historia de la ciencia, de la astronomía,
corre pareja a la observación de anomalías que una teoría o paradigma científi-
co no podía resolver desde dentro.

Carácter Antitético del Objeto de la Metafísica En Aristóteles

Las ciencias particulares separan una parte del ente y consideran lo que en di-
cha parte es accidental. Ejm: la física separa el ente móvil considerado lo que
en esa parte o dimensión “ente móvil” es accidental: el ente móvil, no en cuan-
to ente sino en cuanto móvil.
El ente móvil, aun visto bajo el aspecto estricto de la movilidad y no de la “enti-
dad” consideración parcial de este tipo.
El ente ha dejado de ser formalmente ente y ha pasado a significar lo que no
es accidente, lo opuesto a éste, la sustancia (ousía).
No solamente consideran una parte del ente bajo un determinado aspecto, sino
que tal aspecto es accidental. El ente ha pasado a significar accidente, lo
opuesto a este, la sustancia (ousía).

Del ente en cuanto ente a la sustancia

La dificultad se ha desplazado y provoca una nueva dificultad. Las ciencias par-


ticulares tienen por objeto una determinada accidentalidad de una determina-
da parte del ente.
La exigencia de determinación y concreción del objeto lleva a cuestionar el ca-
rácter de la filosofía primera como distinta de la ciencia particular en cuanto
particular, mantener a toda costa el dominio del ente en cuanto ente como pe-
culiar de la filosofía hace difícil su diferenciación respecto de las demás cien-
cias.
¡) El concepto de sustancia se presenta dotado de un carácter paradójico o an-
titético ya que incluye simultáneamente lo uno y su contrario
2) El carácter antitético de la filosofía primera está girando en torno a los con-
ceptos de lo universal y de lo determinado.

Ser y analogía

El conocimiento de las primeras causas del ente en cuanto ente, y el conoci-


miento de la primera y suprema de las causas, que es Dios. “el ente se dice en
varios sentidos, aunque en orden a una sola cosa y a una naturaleza única” a)
como sustancia y como accidente, esto mantiene la diferencia entre ciencias
particulares (accidentalidad) y filosofía primera (sustancia). b) se mantiene el
ente en cuanto ente. Lo uno va unido a lo otro. Cuando Aristóteles identifica el
ente en cuanto ente con la sustancia, dicha identificación parece excluir la ac-
cidentalidad del ámbito del ente en cuanto ente, neutralizando la “omnitud” o
totalidad del ente. Es decir que el objeto de la filosofía (ente en cuanto ente)
que permite diferenciarlo de las ciencias particulares, pero la accidentalidad
solo es comprensible en relación con la sustancia ya que nada es en concreto
accidente, las ciencias particulares no tienen como objeto de estudio los acci-
dentes mismos ya que solo se ocupan de los accidentes materialmente, no for-
malmente, no en cuanto radican en la materia y se refieren a ella.
La sustancia tiene prioridad ontológica. Todo ente se dice en orden a un solo
principio.

Arturo Escriche Romero


La sustancia es omniabarcante , tanto como el ente mismo.
La concepción pluralista de la sustancia es insuficiente para Aristóteles.

Carácter ontoteológico de la metafísica.

El problema de la onto-teología: en qué medida el ente en cuanto ente implica


ya desde el comienzo su desdoblamiento en una doble vertiente, la pregunta
por el ente en su totalidad y por el ser supremo.
Ser que es simultáneamente universal y, a la vez, máximamente singular. El
paso de la ontología a la teología es un proceso de progresiva concreción. Es
posible que un ser que sea, no solo singular, sino rigurosamente único, y a la
vez capaz de unificar, de articular y dar coherencia a todos y cada uno de los
entes.

Explicación Breve de los Fundamentos de las Teorías de Aristóteles

En cuanto a la metafísica, Aristóteles es tanto crítico hacia Platón, como


seguidor de él. Lo que Aristóteles hace básicamente es reunir todas las ciencias
y formas de conocimiento humano, y unirlos todos dentro de un gran saber de
los principios y las causas primeras, denominado filosofía primera. Esta filosofía
estudia al ser en cuanto ser, por lo que estudia las primeras y las verdaderas
causas del ser mismo. Por ello, engloba a todas las ciencias, convirtiéndose en
una ciencia tan importante que considerada ciencia de lo divino, e incluso,
ciencia teológica.

En segundo lugar, Aristóteles plantea la existencia de entes individuales,


dotados con las capacidades de inteligencia necesarias, residiendo en ellos un
aspecto universal. De esta forma, el concepto de ente o ser se expresa tanto
de forma individual como general, creándose una dualidad de multiplicidad e
individualidad a la vez. Así, Aristóteles nos habla de tres formas distintas de re-
ferirnos al ser, las cuales serían la forma unívoca, la forma equívoca, y la forma
análoga. La forma unívoca es referirse al ser en singular, como “hombre”,
“mesa”, “siete”, “amarillo”, etc. La forma equívoca corresponde a referirse a
un ser confundiéndonos con los distintos significados que este pueda tener,
como decir “fuente”, que puede significar un estanque de agua, o un lugar de
información. La forma análoga corresponde a referirse a conceptos que pueden
ser aplicados en una gran variedad de situaciones, por ejemplo, al referirse al
concepto “bonito”, podríamos decir que hablamos de una persona, del día, de
un cuadro, de un paisaje, etc. El concepto “bonito” es utilizado análogamente.

En tercer lugar, Aristóteles plantea el hecho de que en todo ser se da la


substancia, y un accidente. La substancia vendría siendo la esencia misma del
ente individual, subsistente en sí mismo. El accidente correspondería a la cuali-
dad que no existe por sí sola, sino que solo existe atribuible a una substancia.
De esta forma, surgen dos tipos de substancia, la substancia primera, y la
substancia segunda. La substancia primera es el fundamento de los acciden-
tes, y el principio de la individuación. Posee tres dimensiones, una corruptible
(de los entes mismos), una eterna (de los cuerpos celestes), y una eterna e in-
móvil (de Dios). La substancia segunda vendría siendo la que designa la espe-
cie, y gracias a la cual puede darse el saber científico. A la vez, en cada ser se

Arturo Escriche Romero


dan también la materia y la forma. La materia es aquello "de lo que" una cosa
está hecha y la forma lo que la hace ser "lo que es" y no otra cosa.

En cuarto lugar, Aristóteles nos habla de las nociones de cambio. Para


que algo cambie, debe pasar de ser a no-ser, o viceversa. Así, Aristóteles des-
cubre que para que esto ocurra debe existir una estación intermedia entre el
ser y el no-ser, la posibilidad de ser. Así surgen los conceptos de potencia y
acto. Cuando un ser puede cambiar, se dice que está en potencia de cambio, y
cuando ese cambio es llevado a cabo, el ser cambiado, que ya no es ser, se de-
nomina acto. Así, los seres en potencia pueden ser activos, que realizan el
cambio ellos mismos, o pasivos, que sufren un cambio a partir de algo externo.

Recurriendo al postulado anterior, Aristóteles nos habla de la existencia


de motores para realizar cambios en los seres. De esta manera, cada cambio
es activado por otro motor, y a su vez, este motor es activado por otro motor, y
así sucesivamente. De esta forma, apreciamos que para realizar un cambio,
nos prolongamos en una infinita cadena de motores, que sin embargo, debe
empezar en alguna parte. Debe existir un ser capaz de activar esta sucesión de
cambios, el cual sea imperecedero, eterno e inmóvil, pues este no cambia. Para
Aristóteles, este motor es Dios, el cual es una fuerza inmaterial e inalterable,
que por lo tanto no sufre cambios. Este ser inmóvil, al no cambiar, vendría
siendo acto puro, y jamás potencia. Así, el acto puro se convierte en el primero
de los dioses, con lo cual, todo gira en torno a él. Aristóteles describe a Dios
como un acto puro de pensamiento, que piensa lo más perfecto, y que al mis-
mo tiempo se piensa a sí mismo.

Interrogantes críticas a la Teología, a través de la Metafísica de Aristó-


teles

• Aristóteles plantea que el Ser denominado Dios es un ser inmóvil, imperece-


dero y eterno. Sin embargo, la Teología actual nos habla de un Dios que es
creador, y que dio principio a la vida del ser humano. Esto nos crea una pro-
funda contradicción, pues al referirnos a Dios como un ser completamente
eterno, hablamos que este no tiene principio ni fin, y que a la vez, no está
situado en una dimensión ni de tiempo ni de espacio. Al no estar situado en
una dimensión de espacio, y ala vez ser inmóvil, quiere decir que siempre
es, siempre ha sido y siempre será, en una indistinción temporal donde el
pasado es futuro y presente al mismo tiempo. Entonces, ¿cómo es posible
situarnos en un momento específico en el cual haya desencadenado un
cambio, denominado “creación”, si éste ser es eterno, por lo tanto, conti-
nuo? Los cambios desencadenados por este primer ser vendrían siendo con-
tinuos, pues carecen de tiempo, sin embargo, la creación no es un cambio
continuo. Así, podemos plantear la siguiente interrogante: ¿Es válido que la
teología nos muestre a un Dios creador, si el acto de la creación es incapaz
de ser desencadenado por un ser eterno, como lo es el mismo Dios?

• Aristóteles nos habla de un ser primigenio, que es lo primero y que es puro


acto, es un ser que no está en potencia de nada y que es el motor de todos
los demás seres. Si seguimos esta lógica, ¿Que nos dice que ese ser debe
ser Dios?, ¿Acaso no puede ser otra cosa?. La respuesta a esta pregunta

Arturo Escriche Romero


perfectamente puede ser que en realidad Dios no existe, y lo que mueve a
todas las cosas es por ejemplo, la física, ya que todas las cosas están dentro
de sus leyes. (la gravedad, el movimiento, etc). De esta forma, podríamos
decir que la teología no es necesariamente la ciencia divina por excelencia,
porque esta ciencia se define como el estudio de Dios, primer motor de todo
cambio y movimiento. Sin embargo, la física también estudia tanto los cam-
bios como los movimientos, por lo que sus postulados serían igual de impor-
tantes que los de la Teología. Así, podríamos decir que leyes como las de
inercia, la cinética, etc podrían ser las verdaderas responsables del inicio del
movimiento y cambio, convirtiéndose estas en primeros motores, sin la ne-
cesidad de que estas leyes sean denominadas “Dioses”. Es importante men-
cionar que la realidad cultural de la época hacia imposible para Aristóteles
comprender un montón de leyes físicas no descubiertas hasta entonces, por
lo que podríamos atribuir a su ignorancia en el tema la definición de Dios
como primer motor.

• Hay una región del ser en al que el ser se dice de un modo unívoco: es lo di-
vino. Dios, en efecto, no es más que la Esencia, que no tiene ni cantidad ni
cualidad, que no está ni en un lugar ni en el tiempo, que no mantiene ningu-
na relación, ni está en ninguna situación, ni tiene necesidad de actuar y no
sufre ninguna pasión. Aquí nuevamente tenemos un elemento para criticar
a la teología cristiana. Siguiendo la definición de Dios según Aristóteles,
Dios en un ser sin relación alguna con nada. ¿Cómo va a ser el Dios cristia-
no un verdadero Dios, si es piadoso, tiene sentimientos y nos quiere a todos
por igual? Al decir esto, afirmaríamos entonces que Dios es un ser que man-
tiene efectivamente relaciones con los seres humanos, y que a la vez mues-
tra cualidades humanas, como lo son el amor, la piedad, etc. Pero Dios es
un ser sin cantidad ni cualidad, por lo que no es posible que presente estas
características humanas tampoco. De esta manera, guiándonos por la Meta-
física de Aristóteles, podríamos decir que es ilógico pensar en un Dios con
tales características, pues no es propio de la definición de un Dios poseer
aquellos rasgos.

Dialéctica en Aristóteles

Razonamiento dialéctico: El razonamiento es un discurso (logos) que consiste


en pasar de lo establecido a lo no establecido. En el método se trabajo sobre
cosas verdaderas o primordiales y estas son las que tienen credibilidad, es de-
cir que se valen pos sí mismas (es un principio cognoscitivo que no consiste en
inquirir el por qué de las cosas, sino que estas son dignas de creencia por sí
mismas). Mientras que la dialéctica trabaja sobre cosas plausibles, es decir las
que son bien vistas por la mayoría, o por los sabios, o dentro de los sabios, los
más reputados.

Utilidades dialécticas: 1) ejercitarse 2) la conversación 3)el conocimiento filosó-


fico.
A medida que tengamos un inventario de todos los pareceres, podremos discu-
tir no sobre los ajenos sino sobre los suyos propios, y forzarlos a cambiar de
opinión en lo que esté mal enunciado.

Arturo Escriche Romero


También sirve para ejercitarse en el conocimiento filosófico, en la medida que
nos ejercitemos en ambas podremos discernir mejor lo verdadero de lo falso.
Los principios es lo primero de todas las cosas y por lo tanto hay que discurrir
en torno a estos a partir de las cosas plausibles a cada uno de ellos.
Objetivos a alcanzar: el método que debe lograrse es similar al de la medicina
o la retórica, es decir el médico no cura o el retórico no convence de cualquier
manera, en la medida que no descuiden todas las posibilidades podremos decir
que verdaderamente hay una ciencia.
Elementos fundamentales de la dialéctica: la dialéctica se desarrolla dentro de
la discusión donde se tratan de establecer proposiciones, objeciones y resolu-
ciones y a partir de ellas desarrollar la capacidad y ejercitarnos. Para decirlo
brevemente la dialéctica es la capacidad de formular proposiciones y objecio-
nes. Las proposiciones es convertir varias cosas en una y las objeciones una
sola cosa en varias.
Comentarios: A diferencia de Platón, para Aristóteles la dialéctica es un adjeti-
vo donde se implementa cierta forma de razonamiento opuesta a silogismos
apodícticos, cuya finalidad consiste en tener la adhesión del auditorio a través
de argumentos plausibles o razonables y no de evidencias incontrovertibles.

Arturo Escriche Romero

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