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Sin embargo, es un tema fascinante, que habla del misterio del ser humano
llamado a vivir, en la debilidad de la carne, una vocación que implica el máximo de amor,
del don de sí, de la libertad de querer bien. A Dios y a los hombres. Y de dejarse querer
bien. Y que por lo tanto exige, además, el máximo de la atención en el discernimiento
vocacional.
Es el amplio ámbito del área afectivo - sexual, con sus derivados, ligado a los
problemas normales del desarrollo -y a un nivel más serio- a patologías particulares.
El título de este trabajo, nos invita a volver la atención a los «casos difíciles», los
que presentan inmadurez e incluso, patologías en el área afectivo - sexual. Aquellos, que
en el discernimiento vocacional se vuelve complejo a causa de estos problemas, que
contaminarán, en modo más o menos denso la misma opción vocacional y la posibilidad
de vivir una auténtica consagración a Dios en la vida sacerdotal o religiosa.
Para definir con más precisión éstos casos difíciles, es necesario definir el tipo de
ideal que aquí está en cuestión (el ideal sacerdotal - religioso así como es concebido por
la Iglesia) y la naturaleza de la sexualidad - afectividad. En otras palabras, se debe
respetar la ley de la integración entre la perspectiva arquitectónica y hermenéutica, en
último análisis, entre, el componente teológico y el psicológico de la elección que el sujeto
se presta a hacer.
Será precisamente ésta clarificación la que nos permitirá captar el objeto formal del
discernimiento vocacional sobre la afectividad - sexualidad.
Nos referimos a las normas indicadas por la Iglesia para la admisión a las órdenes
y a la consagración religiosa. Tomando los últimos documentos eclesiales 2 podemos
sintetizar y precisar en los siguientes términos y en estos puntos.
Pueden ser admitidos a las órdenes y a los votos aquellos que, además de tener
otras cualidades requeridas por la Iglesia3, han adquirido (o están en grado de adquirir)
en su desarrollo psicosexual:
2
Particularmente Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Potissimun istitutioni, Direttive sulla
formazione negli istituti religiosi, Roma 1990, 39-40; Giovanni Paolo II, Pastores dabo vobis. Roma 1992,44; Congregazione per Educazione
católica. La preparazione degli educatori nei seminari. Direttive, Roma 1994, 33-35; Giovanni Paolo II,
Vita consecrata, Roma 1996, 65-71; POVE, Nuove vocazioni per una nuova Europa, Roma 1997, 37b), CEI (Commissione Episcopale per il clero).
Linee comuni per la vita dei nostri seminar!. Nota, Roma 1999, 9-22.
3
Cf. can. 1029 (sean promovidos a las órdenes solamente aquellos que por prudente juicio del Obispo, del Superior mayor competente, considerando
todas las circunstancias, tienen fe íntegra, son movidos por recta intención, posean la ciencia debida, gozan, de buena fama. son de íntegras
costumbres y de probada virtud y están dotados de todas aquellas cualidades físicas y psíquicascongruentes con el orden que debe ser recibido.
1. una sólida identidad sexual, bien tipificada por el propio sexo de pertenencia, que
permita relacionarse con la alteridad y la diversidad (sexual y no sólo) en forma
complementaria y fecunda. Una correcta identidad sexual supone normalmente un
sentido del yo suficientemente fuerte y positivo, que haga a la persona libre de diversos
condicionamientos respecto a uno y al otro sexo (miedos, rechazos, dependencias
afectivas, con o sin connotaciones eróticas4;
3. «un gran amor, vivo y personal, a Jesucristo..., prolongado en una entrega universal»6
en una vida de fe madura;
4. suficiente y progresiva libertad y madurez afectiva, que los haga hombres de relación,
capaces de verdadera paternidad pastoral y hechos conformes a los sentimientos del
Hijo, Siervo y Cordero7, Pastor y Esposo8, como Él, libres para amar intensamente y para
dejarse amar en modo recto y purificado, sin ligar a ninguno a sí, capaces de una
atención oblativa al otro y de comprensión íntima de sus problemas con una lúcida
percepción de su verdadero bien, ricos de calor humano y capaces de educar en los
demás en una afectividad también oblativa9;
4
Cf. Potissimum.. istitutioni, 39, Nuove vocazioni per una nouva Europa,37b).
5
Pastores dabo, vobis, 44; cf. Sobre el argumento de la esponsalidad del ser humano, también Juan Pablo II, Virginidad o celibato «por el reino de los
cielos», V ciclo de catequesis de Juan Pablo II en las audiencias generales. Roma 1982
6
Cf. Pastores dabo vobis, 44
7
Cf. Vita consécrata, 65-69
8
Can. 1029
9
La preparación de los educadores en los seminarios, 35
10
Cf. Pastores dabo vobis, 44
Los elementos hermenéuticos y psicológicos, como lo dice la palabra, nos permiten
precisar mejor el ideal propuesto por la norma eclesial, y por lo tanto, también pone de
relieve los componentes de este ideal o las condiciones humanas que hacen posible la
actuación de la norma. En este sentido nos puede ayudar mucho la psicología, como
ciencia hermenéutica, capaz, de explicar el íntimo mecanismo intrapsíquico del hombre,
como ser sexuado y llamado a amar, también en el caso que elija ser virgen, o capaz de
conducimos, al umbral del misterio de la sexualidad, del amor, de la virginidad por el
reino, de hacernos comprender cómo «funciona» o cómo debería funcionar el todo.
Es importante, entonces, recordar que existe un orden (una regla) relativo a estas
tres realidades (sexualidad amor, virginidad), y que, la psicología, o una cierta psicología
en diálogo con la perspectiva espiritual, o con la reflexión filosófico teológica, puede
ayudamos a comprender la estructura intrínseca a la sexualidad, del amor y de la misma
elección virginal por cuanto está vinculada estructuralmente con las otras dos realidades.
Si existe un orden, o estructura intrínseca, será de interés para el hombre, que más
que un deber, obedecer a tal orden o dar precedencia a la objetividad de la norma sobre
la subjetividad. En todo caso, es la idea del orden la que nos puede hacer comprender la
idea del desorden. Para los fines de nuestra reflexión será desarrollar rápidamente en
puntos muy esquemáticos las tres indicaciones.
2. pero ella misma es una realidad compleja, fruto de diversos componentes, «hecha» de:
b) ayuda a comprender el sentido de la vida, don recibido que tiende, por su propia
naturaleza, a convertirse en bien entregado;
11
Tal distinción de 4 componentes de la sexualidad retoma en sustancia los 4 niveles estructurales que el genetista A. Serra reconoce en el sujeto,
humano: el nivel biológico (como estructura ya dada, diversa de sujeto a sujeto y que se actúa gradualmente), el nivel psíquico (como mundo
inmenso de sensaciones, percepciones, imágenes, memorias... que se estructura en un modo altamente flexible, continuamente moduladle y
plasmable, y por lo tanto, estrechamente característico del individuo), el nivel mental (como universo de intuiciones, ideas, pensamientos...que se
enriquece sin descanso a través de la observación y la reflexión) y el nivel espiritual (con la función de ser estructura portadora, que da un sentido a
todo el resto, pone en relación y vincula a la persona con lo trascendente), cf. A. Serra, Sexualidad: ciencia, sabiduría, sociedad, en «La Civiltá
Católica», 3687 (2004), 221-222
12
Juan Pablo II, Audiencia general 9/1/1980, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II,III-I,1980, p. 90, n.4
13
Congregazione per L'educazione Cattólica Orientamenti educativi sul amore umano. Lineamenti di educazione sessuale. Roma 1983,23
mismo sentido de la propia identidad y de la alteridad, porque crece la dimensión
relacional del ser humano como constitutiva del hombre, y finalmente, porque la relación,
así vivida, no se cierra en dos, sino que se abre regularmente en ventaja de un tercero,
como pueden ser los hijos en el matrimonio, o el bien de los demás, de muchos otros, de
quien en particular es más tentado de no sentirse amable y es, en cambio, alcanzado por
un amor que lo acoge.
A este punto la sexualidad ha alcanzado su objetivo natural y quizás el más
calificado: La fecundidad plena.
7.- En conclusión, entonces, tener una sólida identidad sexual quiere decir:
• para salir de sí y ser capaces de relación con el otro, con la diversidad en cuanto tal,
• y de relación fecunda a tres niveles: del yo y del tú, del nosotros, del otro.
1.- Tal orden recalca la estructura jerárquica del ser (y del bien) por la cual cada ser es
amable en relación con la plenitud y cualidad del ser poseído. Por tal razón, por ejemplo,
una piedra es menos amable que un animal, el que a su vez, lo será menos que un ser
humano, mientras en la cumbre de esta jerarquía está Dios, el Ser sumamente amable y
deseable, el único verdadero deseo del corazón humano, el cual es muchas veces
inconsciente.
2.- Esta estructura jerárquica del ser no indica sólo, en línea progresiva, el objeto material
del amor del hombre, sino que da cuenta y manifiesta la posibilidad y la capacidad de la
naturaleza humana, de hacer experiencia de un amor, el divino, que no se limita a la
simple benevolencia, sino que llega hasta el punto de hacer a la criatura capaz de amar a
la manera del Creador. Este es el punto central y culminante del orden del amor.
3.- En tal sentido la dilectio ordenada, (el amor ordenado) por esta potencialidad divina
presente en cada corazón humano, establece un orden a la realidad, orden creativo y
disciplinado, que nace exactamente de la certeza del amor de Dios («infundido en
nuestros corazones»), y que consiste en esencia, en amar con el corazón de Dios: en
forma desinteresada y gratuita, acogiendo al otro incondicionalmente y alcanzándolo en la
positividad radical de su yo para querer su bien, aprendiendo a recibir, no sólo a dar, a
hacer las cosas por amor y a observar la ley no por obligación sino libremente, a amar a
Dios con todo el corazón para amar con el corazón de Dios a cada criatura.
4.- Pero, al mismo tiempo, la dilectio ordenada (el amor ordenado) también es
constantemente atacada por su contrario, el desorden, el caos, o la pretensión ingenua
de creer que el corazón siga espontáneamente un cierto orden al amar y dejarse amar; la
afectividad es un área en la que se expresa una cierta inquietud existencial, una
ambivalencia de fondo, una atracción contraria, una cierta cupiditas (deseo) que hace
sólo aparente el movimiento hacia el otro, amado o «usado» predominantemente para
responder a la propia necesidad de sentirse amado. Por lo tanto, es indispensable una
cierta ascesis y disciplina del corazón y de los sentimientos.
1.- La virginidad es actuación peculiar y misteriosa del orden del amor o de la estructura
jerárquica del ser, en la cual Dios está en el vértice de la tensión amante, ya que muestra
la posibilidad de que Dios se convierta, en el objeto exclusivo y totalizante del amor
humano, que no excluye los otros amores, sino por el contrario, exalta la capacidad
afectiva de la persona virgen.
2.- La persona virgen por el reino elige amar a Dios con todo el corazón, la mente y las
fuerzas, o con todo el ser (más allá de todo amor, incluso de aquel natural y deseado por
una mujer, hasta el punto de renunciar a él), para amar con todo el corazón de Dios a las
criaturas (=amando a todos intensamente, sin vincularse a nadie ni excluir a nadie).
3.- En la medida en la cual Dios se convierte en el objeto «exclusivo» del amor, el amor
divino llega a ser aún más el modo de amar, de la persona virgen (el amor hace
semejante al amado, o el objeto material se convierte también en el objeto formal).
4.- La elección virginal nunca puede ser privatizada o interpretada para la propia
perfección personal, sino que es fundamentalmente anuncio de la verdad del corazón
humano, creado por Dios y, orientado hacia Él, «llamado» a encontrar sólo en El la
satisfacción plena, cualquiera sea su estado de vida.14
• de quien «desflora» al otro sin invadirlo, porque no es el cuerpo el lugar ni el motivo del
encuentro interpersonal en la vida del célibe;
14
Sobre esta interpretación de la virginidad como vocación universal, cf. A. Cencini, Un Dios para amar. La vocación para todos a la virginidad,
Paulinas, Perú, 2003
• de quien sabe renunciar inteligentemente al ejercicio físico - genital, pero que busca y
encuentra, con creatividad las otras mil formas expresivas del verdadero amor;
• de quien dice no al rostro más bello y atrayente, pero para querer a quien,
humanamente no es atrayente (como el leproso besado por San Francisco o el
moribundo abrazado por madre Teresa) y es más tentado de no sentirse amable.15
Obviamente este orden no puede ser desatendido y debe ser respetado en sus
implicancias de fondo y consecuencias específicas en las diversas etapas vocacionales.
Podemos hablar, en general, de inmadurez y patologías, cada vez que la persona parece
no estar en condiciones de expresar y realizar en su vida un camino de maduración en la
sexualidad-afectividad y virginidad (en el caso que haya recibido el don y elección como
su vocación) en línea con estas indicaciones.
Por este motivo, como hemos recordado en la Introducción, cuanto hemos dicho en las
páginas precedentes (acerca de los elementos espirituales y psicológicos) y también lo
que diremos ahora, puede representar un contenido formativo, o constituir un constante
criterio general y particular de evaluación a lo largo del camino que lleva a la elección de
consagrarse para siempre al Amor Eterno, en la debilidad de la carne.
15
Sobre el estilo relacional del virgen. Cf. A. Cencini, Los sentimientos del Hijo, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2001, pp. 245-268