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Aclaración previa
En las dos grandes obras de Kant sobre moral (“Fundamentación de la metafísica de las
costumbres” y “Crítica de la Razón Práctica”) trata este filófofo los mismos asuntos. Si uno
quiere complicarse la vida puede leer “Crítica de la Razón Práctica”. Para empezar conviene leer
el otro librito, más chico, donde Kant explica las cosas en forma más sencilla y popular, aunque
la verdad que el título mismo no tiene nada de sencillo.
Esta obra de Kant consta de un Prólogo y de tres capítulos. En el prólogo comienza diciendo
Kant que la filosofía o conocimiento racional puede ser de dos tipos: material (si considera algún
objeto, como por ejemplo la física que considera la naturaleza, y la ética que considera la
libertad) y formal (no considera ningún objeto en especial y estudia la razón en sí misma y las
reglas universales del pensar: esta filosofía formal es la lógica).
Pero también se puede dividir la filosofía de otra forma: hay una filosofía empírica (que se funda
en la experiencia), y una filosofía pura (que se funda en principios a priori, independientes de la
experiencia).
Las dos clasificaciones de filosofía se entrecruzan entre sí, por ejemplo la filosofía material
llamada ética, si la entendemos como filosofía empírica la llamaremos “antropología
práctica”, y si la entendemos como filosofía pira la llamaremos “metafísica de las costumbres”.
El siguiente esquema aclara la relación entre las dos clasificaciones de la filosofía:
En este libro Kant muestra cómo se puede fundamentar una metafísica de las costumbres, o sea
una ética, una moral que no se funde en la experiencia sino en principio a priori independientes
de la experiencia. Esta última es la verdadera moral, para Kant. Para el filósofo no obra bien
quien actúa de acuerdo a situaciones o circunstancias contingentes de la experiencia (por
ejemplo por conveniencia). Y si obra bien quien actúa de acuerdo a pricipios prácticos que se
encuentran en nuestra razón a priori, o sea independientemente de la experiencia. O sea que el
obrar debe fundarse en la razón pura práctica.
En el capítulo primero Kant empieza diciendo que lo que es bueno o malo no son nuestros actos
sino la misma voluntad. Sólo la voluntad es buena: incluso podemos hacer actos “buenos” pero
movidos por una mala voluntad. O sea que lo que interesa es la buena voluntad más que el acto
mismo. Dice Kant: “la buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena
porque alcanza algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decor, es
buena en sí misma”. O sea no interesa el qué sino el cómo: no interesa cuál fin persigamos con
nuestros actos, sino cómo buscamos alcanzarlo, y esto último puede hacerse con mala voluntad
o con buena voluntad. Comenzamos a ver entonces aquí la independencia de la ética de la
experiencia.
En relación con esto habla también Kant del “deber”: el hombre no debe proceder por
inclinación (hacia tal o cual fin) sino simplemente por “deber”. Por ejemplo el fin puede parecer
bueno (por ejemplo hacer una donación al hospital) pero encubre un fin egoísta (la persona
sabe que proximamente será atendida en ese hospital). Para Kant entonces obrar bien no es
perseguir una finalidad, sino simplemente actuar por deber, independientemente de las
circunstancias. Así, dice Kant: “una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el
propósito que se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual se rige dicha acción; no depende
pues, de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del principio del querer”.
Obrar bien es respetar una ley, no perseguir determinado fin considerado bueno: “el deber es la
necesidad de una acción por respeto a la ley”, dice Kant.
El problema que se presenta ahora es averiguar cuál es esta famosa ley que hace que, si la
respetamos podamos decir que nuestra voluntad es buena en forma absoluta y sin restricciones.
Esta ley dice lo siguiente: “tengo que obrar siempre de manera tal que mi máxima deba
convertirse en ley universal”. Por ejemplo si yo hago una promesa que sé que no voy a cumplir,
y quiero saber si esto está bien o no moralmente hablando, me tengo que preguntar ¿qué
pasaría (ley universal) si todos hiciéramos lo mismo? Pasaría que nadie le creería a nadie y
entonces mi obrar de ese modo sería inútil, ridículo. Concluyo por tanto que obré mal. Según
Kant entonces yo lo que me tengo que preguntar es esto: “¿puedo creer que mi máxima se
convierta en ley universal? Si no es así, es una máxima reprobable, y no por algún prejuicio que
pueda ocasionarme a mí o a otro, sino porque no puede convenir, como principio, en una
legislación universal posible”.
En suma: no debe obrarse según necesidades e inclinaciones (necesidades del momento,
inclinaciones humanas naturales), sino según el principio a priori antes explicitado.
En el capítulo segundo empieza recordando Kant que, cuando obramos de tal o cual manera,
debemos hacerlo por deber y no atender a la finalidad del obrar. La verdadera moral no se
funda en la experiencia sino en el principio universal a priori. O sea hay que fundar la teoría de
las costumbres (ética) en la metafísica, y recién luego hacer dicha ética popular, al alcance de
todos.
Así, dice Kant que “todos los conceptos morales tienen su asiento y origen, completamente a
priori, en la razón, y tanto en la razón más vulgar como en la más preparada, pues ese
principio universal que nos ofrece la razón es común a todos los hombre.”.
El principio que hemos indicado (“debo obrar siempre de tal forma que mi máxima deba
convertirse en ley universal”) es un imperativo, pues oredena como obrar. Pero no es un
imperativo hipotético (cumple con este principio porque así serás feliz, o cualquier otro fin) pues
el imperativo hipotético impone una condición (un fin): el imperativo al que se refiere Kant no
es hipotético sino categórico (hay que cumplirlo sin ninguna condición: hay que actuar así y
punto, y no para perseguir alguna finalidad). El imperativo categórico es propio de la moralidad.
El principio antes mencionado, también llamado imperativo categórico, vale tanto para los
deberes con uno mismo como para con los deberes con los demás. En estos casos el principio
será siempre el mismo, pero tendrá esta forma de expresión: “obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en cualquier otra, siempre como un fin al mismo tiempo y
nunca solamente como un miedo”.
Por ejemplo si pienso en suicidarme y me suicido, obro mal, pues me estoy usando a mí mismo
como un medio para obtener un determinado propósito (el propósito del suicida), y la
humanidad es un fin en sí mismo, no un medio-para-
En suma, la voluntad es buena cuando se rige por una máxima que, al ser transformada en ley
universal, no puede nunca contradecirse (recordar el ejemplo de la promesa que sé que no
cumpliré). Consiguientemente la voluntad no depende de fines, inclinaciones hacia las cuales
tender, no dpende de leyes ajenas a ella, es decir, no es heterónoma. Es autónoma pues se rige
por su propia ley, que es el principio universal autoimpuesto.
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En el tercer capítulo empieza Kant diciendo cómo debe incluírse la idea de “libertad” en lo que
veníamos diciendo antes. El concepto de libertad es clave para poder explicar la autonomía de la
voluntad (o voluntad autónoma). La libertad de la voluntad reside en que ésta es autónoma, se
rige por su propia ley y no por leyes ajenas. Así voluntad libre y voluntad sometida a la ley
moral es lo mismo.
Esta voluntad libre es característica de todos los seres racionales, aunque muchos no obren
conforme a una voluntad libre y se dejen guiar por sus necesidades del momento e
inclinaciones, en vez de guiarse por la ley universal, el principio ya mencionado.
Dicho principio, o imperativo categórico, es una proposición sintética a priori: sintética porque
se refiere a nuestras acciones concretas en el mundo, y a priori porque no surge de la
experiencia sino de la misma razón.
El presente trabajo pretende establecer los puntos capitales sobre
los que Kant basa su proyecto de fundamentar un ética pura, en el
devenir dialéctico de extraer los puntos comunes en la comprensión
moral del vulgo y seguidamente pasar a la determinación del
principio supremo del mismo y desde este punto volver al
conocimiento práctico donde se concreta la moral en las acciones.
Así pues este trabajo, seguirá el hilo conductor propuesto por Kant
en su obra y analíticamente establecerá los conceptos que hacen
posible su fundamentación, conceptos que representan los cimientos
de la comprensión de la obra, sin los cuales, no se podrá llegar a
comprender el proyecto ético del autor.
Capítulo II.
Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las
costumbres.
Siguiendo el hilo conductor de la obra, a continuación del desarrollo
del concepto de deber, nos trae al punto central de la obra : los
imperativos.
Esto nos lleva a la pregunta ¿Cómo saber en cada caso lo que debo
hacer?, ¿Cómo identificar los imperativos categóricos?. Kant plantea
que nuestra conducta se debe adecuar a una máxima racional que
podamos querer como ley universal. Citamos (6) :
<< Si cuando voy a hablar a alguien digo la verdad, puedo decir que
deseo que todos los seres humanos en las mismas condiciones digan
la verdad. Si miento, en cambio, no puedo convertir ese principio en
ley universal. Porque yo no quiero que me mientan a mí. Yo deseo
mentir para obtener una ventaja, pero no quiero que los demás me
mientan porque si no el diálogo sería imposible. La mentira no
puede ser base de moralidad porque es imposible que sea
convertida en ley universal. Si todos mintieran, nadie creería
ninguna afirmación y entonces la mentira sería ineficaz. Como
contrapartida, la verdad
sí puede serlo. El principio verdaderamente moral es aquel que
puede convertirse en una ley universal para todos los demás.>>
Finalmente Kant plantea tres formulaciones del imperativo
categórico : La formulación de la ley universal, que acabamos de
explicar, la formulación de la humanidad y la formulación de la
autonomía. Ampliamente relacionadas entre ellas ya que actuar de
acuerdo con máximas que podemos querer como leyes universales
es equivalente a la afirmación de tratar a la humanidad
siempre como fin y nunca como un mero medio o instrumento, lo
cual a su vez, es equivalente a actuar de manera autónoma , es
decir actuar de acuerdo al mandato racional sin coacción de ningún
tipo. Evidentemente actuando de acuerdo a una coacción quizás se
esté actuando rectamente, al menos en un
ámbito jurídico, pero no implica esto una rectitud ética. Citamos el
siguiente ejemplo (8):
Capítulo III.
Último paso de la metafísica de las costumbres a la crítica de
la razón pura práctica.
Bibliografía
Índice
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Lógica es puramente formal. Esta se ocupa solamente con la forma de pensamiento en sí y no con
algún objeto en particular. La Física y la Ética, por el otro lado, se encargan de objetos particulares:
la física está interesada por las leyes de la naturaleza, la ética por las leyes de la libertad.
Adicionalmente, la lógica es una disciplina a priori i.e., las verdades lógicas no dependen de ninguna
experiencia particular para sus justificaciones. Por contraste, la física y ética son disciplinas mixtas
que contienen partes empíricas y partes no empíricas. La parte empírica de la física trata con
fenómenos contingentemente verdaderos como qué tipo de entidades físicas existen y las relaciones
en las que éstas se sostienen; la parte no empírica trata con conceptos fundamentales como el
espacio, el tiempo y la materia. Del mismo modo, la ética contiene una parte empírica que trata de la
cuestión de lo que, dada las contingencias de la naturaleza humana, tiende promover el bienestar de
la humanidad, y una parte no empírica que se ocupa de una investigación "a priori" de la naturaleza
y esencia de la moralidad. Debido a que es "a priori" Kant llama a esta última parte no empírica de la
ética "metafísica de la moral", y a la parte no empírica de la física "metafísica de la naturaleza".
Kant procede a motivar la necesidad de la clase especial de investigación que él llama una
metafísica de la moral: " Que debe haber una filosofía es evidente desde la idea común del deber y
de las leyes morales". La ley moral debe "llevar consigo absoluta necesidad" (4:389). El contenido y
la obligatoriedad de la ley moral, en otras palabras, no varía de acuerdo a las particularidades de
agentes o de sus circunstancias.
Dado que la ley moral, si es que existe, es universal y necesaria, el único medio apropiado para
investigar es a través de una reflexión racional "a priori". Por lo tanto, una comprensión teórica
correcta de la moralidad requiere de una metafísica de las costumbres. Kant piensa que hasta que
nosotros hayamos completado este tipo de investigación " las costumbres en sí son susceptibles a
todo tipo de corrupción" porque la "guía y norma suprema para estimar correctamente faltan" Una
cuenta completamente especificada de la ley moral protegerá contra los errores y a la
racionalización al que el razonamiento de la moral humana es propensa(4:390) La búsqueda por el
principio supremo de la moralidad-el antídoto a la confusión en la esfera moral- ocupará Kant para
los dos primeros capítulos de la "Fundamentación de la Metafísica de las costumbres"
En esencia, las observaciones de Kant en el prefacio preparan al lector para el empuje de las ideas
que va a desarrollar en su libro "Fundamentación". El propósito de "Fundamentación" es preparar las
bases para la teoría moral. Porque Kant cree que cualquier hecho que esté basado en conocimiento
empírico debe ser contingente, solo puede derivar en la necesidad de que la ley moral requiere de
un razonamiento "a priori". Es con este significado de necesidad en mente, que el libro intenta
establecer una ética pura "a priori". Tal ética explica la posibilidad de una ley moral y localiza lo que
Kant llama el "principio supremo de la moralidad". El objetivo de las siguientes secciones del libro
"Fundamentación de la metafísica de la moral" es explicar cómo tendría que ser la ley moral si
existiera y mostrar, que de hecho, ésta existe y es acreditada por nosotros.
Sección Uno[editar]
En la sección uno, Kant argumenta desde la moralidad del sentido común para llegar al principio
supremo de la moral, que él llama imperativo categórico. Kant piensa que las premisas no
controversiales de nuestra compartida moralidad del sentido común y el análisis de los conceptos de
sentido común tales como "el bien", "el deber" y " valor moral" cederán el principio supremo de la
moral, es decir, el imperativo categórico.
La discusión de Kant en la sección uno se puede dividir en cuatro partes: (1) La buena voluntad. (2)
El argumento teleológico. (3) Las tres proposiciones en relación al deber y (4) El imperativo
categórico.
La Buena Voluntad[editar]
Kant piensa que con la excepción de la buena voluntad todos los bienes son condiciones. Esto
quiere decir que esos bienes son buenos en la medida en que suponen o derivan su bondad de algo
más. Por ejemplo, la riqueza, puede ser útil si es usada para el bienestar de la humanidad, pero
puede ser perjudicial si hay una mente corrupta detrás. En la misma línea, a menudo deseamos
inteligencia y la tomamos como algo bueno, pero ciertamente no tomamos la inteligencia de un
genio malvado como bueno. La buena voluntad, al contrario, es buena por sí misma, no está
condicionada a otra cosa.
El Argumento Teleológico[editar]
Kant cree que un argumento teleológico se puede dar para demostrar que "la verdadera vocación de
la razón, debe producir una voluntad que sea buena" (4:396) Al igual que con otros argumentos
teleológicos para la existencia de Dios, el argumento teleológico de Kant es motivado por una
apelación a una creencia o sentido de que todo el universo o parte de éste sirve algún telos, fin o
propósito. Si las creaturas de la naturaleza están determinadas, Kant piensa que su capacidad para
razonar ciertamente no serviría a un propósito de auto preservación o consecución de la felicidad,
los cuales son mejor servidos por sus inclinaciones naturales. Lo que guía a la voluntad en esos
asuntos es la inclinación. Por el método de eliminación, Kant argumenta que la capacidad para
razonar debe servir para otro propósito, es decir, para producir una voluntad que es...buena por sí
misma..." El argumento de la teología de Kant es interpretado como problemático. El argumento está
basado en la suposición de que nuestras facultades naturales tienen propósitos distintos para los
cuales son más adecuados y es cuestionable si Kant puede acogerse a este tipo de argumento.
Las tres Proposiciones respecto al Deber[editar]
El argumento teológico aunque con defectos, todavía ofrece esa distinción crítica entre una voluntad
guiada por disposición y una voluntad guiada por la razón. La voluntad que está guiada por la razón,
Kant discutiría, es la voluntad que actúa desde el deber. El argumento de Kant evoluciona por medio
de las tres proposiciones, la última, derivada de las primeras dos. Aunque Kant nunca
explícitamente declara cuál es la primera proposición, está claro que su contenido está sugerido por
la observación de sentido común. El sentido común distingue entre: (a) el caso en el que la persona
claramente actúa contrario al deber; (b) el caso en el cual las acciones de una persona coinciden
con el deber, pero no están motivadas por este motivo. y (c) el caso en el cual las acciones de una
persona coinciden con el deber porque está motivada por el deber. Kant ilustra la distinción entre (b)
y (c) con el ejemplo de un dueño de una tienda (4:397) que elige no cobrar de más a un cliente
inexperto con el fin de preservar la reputación de su negocio. Porque no está motivado por el deber,
la acción del dueño de la tienda no tiene valor moral. Kant contrasta al dueño de la tienda con el
caso de una persona que enfrenta con “adversidad y dolor desesperanzado” obedece su deber para
preservar su vida. Porque esta persona actúa desde el deber, sus acciones tienen valor moral. Kant
piensa que nuestras acciones solamente tienen valor moral y merecen aprecio cuando están
motivadas por el deber.
Investigadores discrepan sobre la formulación precisa de la primera proposición. Una interpretación
afirma que la proposición faltante es que un acto tiene valor moral solo cuando su agente está
motivado por respeto a la ley, como el caso del hombre que preservo su vida solo por deber. Otra
interpretación asevera que la proposición es que un acto tiene valor moral solo si el principio de
actuar en consecuencia genera no contingentemente la acción moral. Si el dueño de la tienda en el
ejemplo de arriba hubiera hecho su elección supeditado a lo que serviría a los intereses de su
negocio, entonces su acto no tiene valor moral.
La segunda proposición de Kant establece que “una acción desde el deber tiene su valor moral no
en el propósito de ser alcanzado por ésta sino por el máximo en concordancia con lo que se decide
y por lo tanto no depende de la realización del objeto de la acción sino simplemente decidido con
respecto al principio de voluntad en concordancia con la que la acción es realizada sin consideración
para ningún objeto de la facultad de deseo. Un máximo de una acción es su principio de voluntad.
Por esto, Kant se refiere a que el valor moral de un acto depende no de sus consecuencias,
intencionales o reales, sino en el principio por el que se actúa.
Kant combina estas dos proposiciones en una tercera proposición, una completa afirmación de
nuestras nociones del sentido común del deber. Esta proposición es que “el deber es necesidad de
acción desde el respeto por la ley” Esta última proposición sirve como la base del argumento de
Kant por el supremo principio de moralidad, el imperativo categórico.
Imperativo Categórico[editar]
Kant piensa que todas nuestras acciones ya sean motivadas por inclinación o moralidad deben
seguir algunas leyes. Por ejemplo si una persona quiere calificar para las nacionales de frisbee,
tendrá que seguir una norma que le explique que debe practicar su pase de revés entre otras cosas.
Nótese, sin embargo que esta ley solo es vinculante con la persona que quiere calificar a las
nacionales en “ultimate frisbee”. De este modo, es vinculante en cuanto a los fines que establece y
las circunstancias en las que está. Sin embargo, nosotros sabemos por la tercera proposición que la
ley moral debe obligar universalmente y necesariamente independiente de los fines y circunstancias.
Para este punto, Kant pregunta “ ¿qué tipo de ley puede ser, la representación de la que debe
determinar la voluntad incluso sin tener en cuenta el efecto que se espera de él….?” (4:402). Kant
concluye que la única alternativa restante es una ley que refleje solo la forma de ley en sí, a saber el
de la universalidad. Así, Kant llega a su imperativo categórico bien conocido, la ley moral
referenciada en la discusión anterior del deber. Kant define el imperativo categórico de la siguiente
manera: “Yo nunca debo de actuar excepto en una manera que yo también pueda que mi máximo
pueda convertirse en una ley universal” (4:402)
Sección Dos[editar]
En la Sección II, Kant parte de cero e intenta pasar de la filosofía moral popular a una metafísica de
las costumbres. Kant comienza la Sección II de la “fundamentación” por criticar los intentos de
comenzar la evaluación moral con la observación empírica. Afirma que incluso cuando tomamos a
nosotros mismos para comportarnos moralmente, no podemos estar del todo seguros de que
estamos puramente motivados por el deber y no por inclinaciones. Kant observa que los humanos
son muy buenos para engañarse a sí mismos cuando se trata de la evaluación de las motivaciones
para actuar, y por lo tanto, incluso en circunstancias en las que los individuos se creen estar
actuando desde el deber, es posible que estén actuando solo en conformidad con el deber y estén
motivados por algún deseo contingente. Sin embargo, el hecho de que nos veamos tan a menudo
por debajo de lo que exige la moralidad de nosotros indica que tenemos un concepto funcional de la
ley moral.
Kant empieza su nuevo argumento en la Sección II con algunas observaciones acerca disposición
racional. Todas las cosas de la naturaleza tienen que actuar de acuerdo con las leyes, pero solo los
seres racionales actúan en concordancia con la representación de una ley. En otras palabras, solo
los seres racionales tienen la capacidad de reconocer y consultar leyes y principios para guiar su
comportamiento. Por lo tanto, solo las criaturas racionales tienen razón práctica. las leyes y
principios que los agentes racionales consultan imperativos de rendimiento o reglas que requieren
de la voluntad. Por ejemplo, si una persona quiere calificar para los nacionales en “ultimate frisbee”
el reconocerá y consultará las reglas que le digan cómo alcanzar ese objetivo. Estas reglas le
proveerán con imperativos que él debe de seguir siempre y cuando él quiera calificar para los
nacionales.
Imperativos[editar]
Imperativos son hipotéticos o categóricos. Los imperativos hipotéticos proporcionan las reglas que
un agente debe seguir cuando se adopta un extremo contingente (fin basado en deseo o inclinación)
Entonces, por ejemplo si yo quiero helado, iría a la heladería o a hacerme un poco de helado. Pero
note que este imperativo solo se da si quiero helado. Si yo no tengo interés en helado, el imperativo
no me afecta. Kant piensa que hay dos tipos de imperativos hipotéticos: reglas de habilidad y
consejos de prudencia. Las reglas de habilidad están determinadas por los fines particulares que
establecemos y nos dice qué es necesario para alcanzar esos fines particulares. Sin embargo, Kant
observa que hay un fin que todos compartimos, nuestra propia felicidad. Por desgracia, es difícil, si
no imposible, saber qué nos hará felices o cómo alcanzar las cosas que nos harían felices. Por lo
tanto, sostiene que podemos a lo más tener consejos de prudencia a diferencia de las reglas
absolutas.
El Imperativo Categórico[editar]
Recordemos que la ley moral, si existe, debe aplicar de forma universal y necesariamente. Por lo
tanto, una ley moral nunca podría descansar en imperativos hipotéticos que solo se aplica si uno
adopta un fin particular. Más bien, el imperativo asociado con la ley moral debe ser un imperativo
categórico. El imperativo categórico es válido para todos los agentes racionales independientemente
de los fines variables que una persona pueda tener. Si pudiéramos encontrarlo, el imperativo
categórico nos daría la ley moral. ¿Cómo se vería el imperativo categórico? Sabemos que nunca
podría basarse en fines particulares que las personas adoptan para darse reglas de acción. Kant
piensa que esto nos deja con una alternativa restante específicamente que el imperativo categórico
debe estar basado en la noción de una ley misma. Las leyes por definición aplican universalmente.
De esta observación, Kant deriva el imperativo categórico que exige que los agentes morales actúen
solo de una manera en la que el principio de su acción pueda convertirse en una ley universal
(4:421) El imperativo categórico es una prueba de los máximos propuestos; esto no genera una lista
de deberes por sí mismo. El imperativo categórico es la declaración general del principio supremo
de moralidad, pero Kant ofrece tres formulaciones diferentes de esta afirmación general.
La Fórmula de la Humanidad[editar]
La segunda formulación de un imperativo categórico es la fórmula de la humanidad, lo que Kant
llega al considerar el suelo motivador del imperativo categórico. Debido a que la ley moral es
necesaria y universal su base motivacional debe tener valor absoluto (4:428) Si tuviéramos que
encontrar algo con tanto valor absoluto, un fin en sí mismo, que sería el único fundamento posible
de un imperativo categórico. Kant afirma que “un ser humano y generalmente todo ser racional
existe como un fin en sí mismo” (4:428) El imperativo correspondiente, la Fórmula de Humanidad,
ordena que “uses a la humanidad, tanto en tu propia persona o en la persona de cualquier otro
siempre al mismo tiempo como un fin y nunca solo como un medio” (4:429) Cuando tratamos a otros
simplemente como medios para nuestros fines discrecionales, violamos el deber perfecto. Sin
embargo, Kant piensa que también tenemos un deber imperfecto para avanzar en el fin de la
humanidad. Por ejemplo hacer una falsa promesa a otra persona para alcanzar el fin de obtener
dinero trata a su naturaleza racional como un simple medio para un fin egoísta. Esto es, por lo tanto,
una violación de un deber perfecto. Por el contrario, es posible dejar de donar a la caridad sin tratar
a otra persona como un simple medio para un fin, pero al hacerlo, no somos capaces de avanzar en
el fin de la humanidad, violando así un derecho imperfecto.
La Fórmula de Autonomía y el Reino de los Fines[editar]
La Fórmula de Autonomía toma algo importante de la fórmula de la Ley Universal de la Naturaleza y
la fórmula de la Humanidad. La fórmula de la Ley Universal de la Naturaleza involucra pensar en el
máximo como si este fuera una ley objetiva, mientras que la Fórmula de Humanidad es más
subjetiva y tiene que ver con cómo se está tratando a la persona con la que se está interactuando.
La Fórmula de Autonomía combina la objetividad de la primera con la subjetividad de esta última y
sugiere que el agente pregunte qué aceptaría como ley universal. Para ello, tendría que poner a
prueba sus máximos en contraste con la ley moral que él ha legislado. El Principio de autonomía es
“el principio de toda voluntad humana como una voluntad universalmente legislada a través de todos
sus máximos” (4:432) Kant piensa que la Fórmula de Autonomía le cede a otro “concepto fructífero”
el reino de los fines. El reino de los fines es la “unión sistemática” de todos los fines en sí mismos
(agentes racionales) y los fines que se hayan fijado. Todos los fines que los agentes racionales
establecen tienen un precio y pueden ser intercambiados uno por otro. Los fines en sí mismos, sin
embargo, tienen dignidad y no tienen equivalente. Además de ser la base de la fórmula de la
autonomía y del reino de los fines, la autonomía juega un papel importante en la filosofía moral de
Kant. La autonomía es la capacidad de ser el legislador de la ley moral, es decir, dar a sí mismo la
ley moral. La autonomía es opuesta a la heteronomía que consiste en tener la voluntad determinada
por fuerzas ajenas a él. Debido a que las fuerzas desconocidas solamente pueden determinar
nuestras acciones de manera contingente, Kant cree que la autonomía es la única base para una ley
moral no contingente. es en no ver esta distinción que Kant cree sus predecesores han fracasado:
sus teorías habían sido todas heterónomas. Para este punto, Kant nos ha dado una imagen de lo
que un derecho universal y necesario se vería en caso de que existiera. Sin embargo, él todavía le
falta probar que sí existe, o en otras palabras, que aplica para nosotros. Esa es la tarea de la
Sección III
Sección Tres[editar]
En la sección III, Kant argumenta que tenemos una libre elección y por consiguiente moralmente
legislador de sí mismo. El hecho de la libertad significa que estamos atados por la ley moral.
Durante el curso de su discusión, Kant establece dos puntos de vista de los cuales nos podemos
considerar nosotros mismos. Podemos vernos a nosotros mismos como miembros del mundo de las
apariencias- que opera de acuerdo a las leyes de la naturaleza- o podemos vernos como miembros
del mundo intelectual que es como nos vemos a nosotros cuando pensamos en nosotros como
teniendo libre albedrío y cuando pensamos en cómo actuar. Estos dos puntos de vista diferentes le
permite a Kant dar sentido a cómo podemos tener nuestro libre albedrío, a pesar del hecho de que
el mundo de las apariencias sigue las leyes de naturaleza determinista. Finalmente, Kant recalca
que mientras a él le gustaría ser capaz de explicar cómo la moralidad termina motivándonos, su
teoría es incapaz de hacerlo. Esto se debe a que el mundo intelectual en el que se basa la
moralidad es algo acerca de la que no podemos hacer afirmaciones positivas.
Libertad y Voluntad[editar]
Kant abre la sección III al definir la voluntad como la causa de nuestras acciones. De acuerdo con
Kant, el tener una voluntad es lo mismo que ser racional y tener un libre albedrío significa tener una
voluntad que no está influenciada por fuerzas externas. Esta es una definición negativa de libertad.
Esta nos dice que la libertad es libertad por determinación de fuerzas desconocidas. Pero Kant
también proporciona una definición positiva de la libertad: un libre albedrío Kant afirma, se da a sí
misma una ley- esta establece sus propios fines y tiene un poder causal especial para hacerlos
realidad. El Libre albedrío es uno que tiene el poder de llevar a cabo sus propias acciones en un
modo que es distinto de la forma en que leyes normales de la naturaleza causan que las cosas
sucedan.
Según Kant, necesitamos leyes para poder actuar. Una acción que no se basa en algún tipo de ley
sería arbitraria y no del tipo de cosas que llamaríamos el resultado de la voluntad. Debido a que el
libre albedrío no es meramente empujado por fuerzas externas, las fuerzas externas no
proporcionan las leyes del libre albedrío. La única fuente del derecho para el libre albedrío es la
voluntad propia. Esta es la noción de autonomía de Kant. Por lo tanto, la noción de libertad de la
voluntad de Kant requiere que sean moralmente auto-legislativos que nosotros impongamos la ley
moral en nosotros mismos. Kant piensa que el entendimiento positivo de libertad viene a ser lo
mismo que el imperativo categórico y que “una voluntad libre y una voluntad bajo leyes morales son
una misma cosa” Esta es una noción clave que los estudiosos posteriores llaman la tesis de
reciprocidad. La tesis de reciprocidad establece que la voluntad está ligada por la ley moral si y solo
si está libre. Esto significa que si sabes que alguien es libre entonces sabes que la ley moral aplica
para ellos y viceversa. Kant entonces pregunta por qué tenemos que seguir el principio de la
moralidad. Él está forzado a “admitir que ningún interés me incita a hacerlo”. Él dice que nosotros
claramente sí “nos vemos a nosotros mismos como libres en acción y aun así nos vemos sujetos a
ciertas leyes” pero se pregunta cómo es esto posible. Él luego explica cómo es posible apelando a
las dos perspectivas que nos podemos considerar a nosotros mismos por debajo. De acuerdo con
Kant, los seres humanos no pueden saber la estructura última de la realidad. Mientras que los seres
humanos experimentan el mundo en tres dimensiones espaciales y que se extienden en el tiempo,
nosotros no podemos decir nada acerca de cómo la realidad es en última instancia desde la
perspectiva del ojo de Dios.
Desde esta perspectiva del ojo de Dios, el mundo puede ser nada parecido a la forma en que
aparece a los seres humanos. No podemos salir de nuestras cabezas y dejar nuestra perspectiva
humana sobre el mundo para saber cómo es independientemente de nuestro punto de vista; solo
podemos saber cómo se ve el mundo desde nuestra visión y no cómo el mundo es por sí mismo.
Kant llama al mundo tal como se nos presenta, desde nuestro punto de vista, el mundo de los
sentidos o de apariencias. El mundo desde la perspectiva de dios es el mundo de las cosas en sí
mismas o en el “mundo del conocimiento”. Es la distinción entre estas dos perspectivas que Kant
apela a explicar cómo la libertad es posible. En la medida en que tomamos nosotros el estar
ejerciendo nuestro libre albedrío, Kant argumenta que tenemos que considerarnos desde la
perspectiva del mundo del conocimiento. Es solo en el mundo del conocimiento que tiene sentido
hablar del libre albedrío. En el mundo de las apariencias, todo está determinado por leyes físicas y
no hay cuarto para que el libre albedrío cambie el curso de los eventos. Si te consideras como parte
del mundo de las apariencias, entonces no puedes pensar por ti mismo al tener una voluntad que
trae consigo cosas.
Reacción Crítica[editar]
En su libro En la Base de la Moral (1840), Arthur Schopenhauer se presenta un análisis cuidadoso
de la Fundamentación Su crítica es un intento de probar, entre otras cosas, que las acciones no son
morales cuando son desempeñadas únicamente por el deber. Schopenhauer específicamente
señaló el imperativo categórico etiquetándolo como algo frío y egoísta. Mientras se declaraba
públicamente un kantiano e hizo claras y atrevidas críticas a la filosofía hegeliana, él fue rápido e
imparable en su análisis de las inconsistencias a lo largo del desarrollo del trabajo de Kant.2
Ediciones en español[editar]
La primera traducción realizada por Manuel García Morente en 1921 es la más reconocida y
utilizada, por ser fidedigna al estilo del texto alemán. Fue publicada en la Colección Universal de
la Editorial Calpe y más tarde, en 1946, tomada por Espasa-Calpe para la Colección Austral,
donde se realizaron ocho ediciones, hasta 1983. Esta Editorial realizó el año 1998 una nueva
edición, pero en ella no mencionan traductor, aunque esta es coincidente con la de Morente.3
En el año 1996 apareció la edición bilingüe traducida por José Mardomingo, en la editorial Ariel,
Barcelona.
Referencias[editar]
1. Volver arriba↑ Introducción de Manuel García Morente a
la Fundamentación de la metafísica de las costumbres
2. Volver arriba↑ Moralidad y Felicidad en Schopenhauer y Kant:
conciertos y desacuerdos, Luciana Samamé. Revista Voluntas:
estudos sobre Schopenhauer Vol. 2 – Nº 2 –