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PARCIAL DE DEONTOLOGÍA

TRABAJO EN AULA

CASO: LEALTAD MAL ENFOCADA

GRUPO 1: REALICE UN COMENTARIO SOBRE LA LECTURA

GRUPO 2: FUNDAMENTE EL INVOLUCRAMIENTO ÉTICO DE ABUSO DE PODER EN EL

CASO Y SERVILISMO

GRUPO 3: FUNDAMENTE EL INVOLUCRAMIENTO ÉTICO DE FORTALEZA Y JUSTICIA


EN EL CASO

GRUPO 4: ANALIZAR LOS COMPORTAMIENTOS HUMANOS DE JOAQUIN Y SU JEFE

INMEDIATO SUPERIOR

GRUPO 5: ¿COMO INTERPRETO LA LEALTAD JOAQUIN Y COMO DEBIO SER?

GRUPO 6: ¿A QUÉ CONCLUSIÓN SE PODRÍA LLEGAR EN ESTE CASO?

Qué son los asuntos éticos?

Los asuntos {éticos es el conjunto de aspectos éticos que comprenden al investigador cuando hacen
una tesis. Los asuntos éticos están estudiados por una ciencia que se denomina ética. SE distingue de
la ética normativa y la teoría moral.

La primera estudia el bien y el mal, establece el código moral de la conducta. La ética normativa y el
sistema moral son inseparables entre sí. A fines del siglo XX fue posible una ética científica, es decir
un estudio de moral utilizando un método científico y las teorías de la ciencia social, la antropología,
la sociologia y la historia.

El investigador debe de reflexionar sobre los principios éticos vigentes en la sociedad y válidos para
la especie humana. Las reflexiones éticas tienen siempre esferas de interés. En centro de interés {ético
compromete al estudio, No debe de afectar al valor humano y los derechos fundamentales del hombre
y la sociedad.

Aspectos que comprende:

• La originalidad en el estudio. La propiedad intelectual.

• Derecho a la privacidad. La crítica.

• Derecho a no ser sometido a riesgos. Presentación y derecho


informado.
LOS PROBLEMAS DE LA ÉTICA

La existencia de las normas morales siempre ha afectado a la persona humana, ya que desde pequeños
captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados
por ellas en forma de consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero
siempre con el fin de tratar de orientar e incluso determinar la conducta humana.

Ya que las normas morales existen en la conciencia de cada uno, esto provoca que existan diferentes
puntos de vista y por ende problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas
existenciales que ejercen las personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación.

1. El Problema de la Diversidad de Sistemas Morales. Este se da debido al pluralismo que existe en


las tendencias frente a un mismo acto, esto es que, para cuando algunas personas un acto es lo correcto,
para otros es inmoral, por ejemplo el divorcio, el aborto, la eutanasia, etc. O sea la pregunta que
normalmente se hace una persona que rige su conducta en base a las normas morales es ¿cuál es el
criterio para escoger una norma o la contraria?

2. El Problema de la Libertad Humana. La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo
está de cierta forma condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión
social, cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar una conciencia,
misma que permite a una persona actuar en base a un criterio propio. El problema está en la
incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea en el ser y el deber ser.

3. El Problema de los Valores. De este problema surgen numerosos cuestionamientos pero el


problema radica principalmente en la objetividad y subjetividad de los valores, o sea, que existen
cuestionamientos sobre si ¿los valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente de tal
manera que todo hombre deba acatar los valores ya definidos?, o si los valores son subjetivos porque
¿dependen de la mentalidad de cada sujeto?. También existe otro aspecto, su conocimiento, ¿cómo
podemos conocer los valores? y en sí ¿cuál es su esencia?

4. El Problema del Fin y los Medios. Muchos sostienen la importancia del fin de tal modo que
cualquier medio es bueno si se ejecuta para obtener un fin bueno, esto se conoce como la tesis
maquiavélica "El fin justifica los medios", pero con esto lo único que ocurre es que se sobre valoran
las "buenas intenciones " de un acto, que es parte del interior del ser y se descuida el aspecto externo
del acto (intenciones y finalidades). Con esto quiero decir que "El fin jamás va a justificar los medios".

5. El Problema de la Obligación Moral. Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya
que normalmente se dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito , en cambio, cuando
se realiza por propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a entender que la
obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser el mismo, de acuerdo con su propia
moralidad y con su propio criterio. Pero hay que aclarar también que una cosa es la obligación
entendida como corección externa y otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen
los valores en la conciencia de una persona.

6. La Diferencia entre Ética y Moral. Este es un problema que yo creo que a la mayoría de las personas
nos ha ocurrido y nos hemos preguntado ¿qué no es lo mismo?. Pues no, por definición de raíces
significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy
conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las normas
que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.

La Ética y su Método

• El Carácter Científico y Racional de la Ética

La palabra ética viene del griego ethos, que significa costumbre y la palabra moral viene del latín
mos, moris que también significa costumbre. Por lo tanto como ya se mencionó en capítulo anterior
ética y moral etimológicamente significan lo mismo. Las dos palabras se refieren a las costumbres.
Por lo que la definición nominal de ética sería la ciencia de las costumbres. Pero lo que en realidad le
interesa a la ética es estudiar la bondad o maldad de los actos humano, sin interesarse en otros aspectos
o enfoques. Por lo tanto podemos determinar que su objeto material de estudio son los actos humanos
y su objeto formal es la bondad o maldad de dichos actos. Con esto podemos da una definición real
de la ética como la Ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos. Con esta definición
tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro de carácter racional

El carácter científico que da fundamentado en que la ética es una ciencia, pero ¿por qué una ciencia?,
¿por que no una técnica?. Bueno pues para aclarar esta duda tenemos que definir lo que es una ciencia;
la ciencia es un paradigma fundamentado, paradigma porque establece un modelo universal o patrón
de comportamiento de la realidad y nos puede decir como se va a comportar dicha realidad, o sea que
la ciencia puede predecir el comportamiento de un objeto debido a que proporciona el modelo bajo el
cual actúa, así pues la ciencia no nos "indica" como se comporta un objeto sino como "debe" actuar
un objeto. Es fundamentado ya que utiliza el método científico, que es el encargado de corroborar por
todos los medios posibles la adecuación del modelo con la realidad. Recordemos que el modelo inicial
que propone la ciencia es una hipótesis y que gracias al método científico, la hipótesis puede
comprobarse y en ese momento se trata ya de un modelo fundamentado. En fin el carácter científico
de la ética queda fundamentado en virtud de que esta disciplina presenta un paradigma de conducta
valiosa que el hombre debe realizar

El carácter racional viene por el uso de la razón. La ética no es una ciencia experimental, sino racional
ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona causas,
razones, el porqué de la bondad en una conducta realizada.

Con todo esto se puede decir que a la Ética le concierne proporcionar las razones por las que ciertas
conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en contra de
conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.

• La Ética es una Ciencia Normativa

La Ética también es una ciencia normativa ya que estudia lo que es normal, pero no lo normal de
hecho, que es lo que suele suceder, sino lo normal de derecho, o sea lo que debería suceder, por lo
tanto la Ética es una ciencia que estudia lo normal de derecho. Entonces podemos decir que se está
actuando de un modo ético cuando en esta conducta lo normal de hecho coincide con lo normal de
derecho.

• El Método de la Ética

La Ética como toda ciencia posee un método por medio del cual se tenga un conocimiento profundo
de la conducta humana. El cual consiste en los siguientes pasos:
1. Observación. Este paso también es propio del método científico. La observación no solo consiste
en acercarse al hecho real y percibir a través de los sentidos en forma penetrante y amplia.

2. Evaluación. A partir de la percepción del acto por medio de la observación, se emiten un juicio de
valor moral, es decir tratar de catalogar el acto observado dentro de las categorías morales
previamente establecidas estudiadas como pueden ser: reprobable, honesto, obligatorio, bueno,
amable, recomendable, etc. Es necesario existan matrices de valoración moral para así poder catalogar
con más detalle el acto estudiado.

3. Percepción axiológica. Es este aspecto se trata de descubrir en forma personal los valores que
todavía no se ha sido capaz de descubrir o percibir en este acto. Una vez hecho esto podemos darle
un valor al acto estudiado de acuerdo a una escala de valores.

LOS ACTOS HUMANOS

Definición de acto humano

Son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con
conocimiento y voluntad. En ellos interviene primero el entendimiento (que conoce el objeto) y
luego la voluntad (que lo busca o lo rechaza). En estos casos el hombre es dueño y responsable de
sus actos. Sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.

La categoría singular del hombre, que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la
creación visible, radica en que está dotado de inteligencia y voluntad, con libertad armonizada con
la de sus semejantes, para tomar decisiones. Las expresiones cotidianas racionales del hombre caen
en el concepto de acto humano. El pensar y el razonar son actos propios del hombre y están
sometidos a una coacción de la voluntad determinada por su conciencia moral. Esta es el tribunal
interior que juzga el bien y el mal.

No son actos humanos

Los actos meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las
que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes a los animales. Por ej. La
nutrición, circulación de la sangre, respiración. Los actos del hombre: los que proceden del hombre,
pero falta advertencia (locos, niños sin uso de razón) o la voluntariedad (por coacción física, p. ej.) o
ambas (el que duerme, p. ej.)

En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar:
sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. Lo sabe porque se lo dice
la conciencia, esa voz interior que avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no
hace más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que
debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, obramos bien; y si la
contradecimos, obramos mal.
Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es concreto, cambiante,
circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o hacerlo de otro modo. Las circunstancias no
determinan totalmente mi actuar, sino que puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por
todo ello con mis actos puedo lograrme como persona o malograrme, superarme o degradarme; mis
acciones me desvelan o me encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir, revierten
sobre el sujeto modelándolo para bien o para mal.

Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye decisión a decisión, paso a
paso, de tal modo que en cada acto se compromete la persona entera; cada acto singular resume toda
la vida, y la orienta o no en el horizonte de la vocación. La conciencia moral permite darnos cuenta
de los efectos de nuestra conducta y nos inhibe o nos empuja en la realización de nuestros actos bajo
una compulsión interna que limita la libertad.

La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es
responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea, los actos libremente realizados tras un juicio de
conciencia, son moralmente buenos o malos.

La bondad o maldad de los actos humanos depende de: el objeto elegido, la intención o fin que se
busca, y las circunstancias de la acción.

La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos deliberados; las pasiones
o sentimientos que experimenta pueden disponerle o contribuir a ello, pero en sí mismas las
pasiones son no buenas ni malas; sólo reciben calificativo moral en la medida en que depende de la
razón y de la voluntad.

En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos que se conocen
como pasiones, reconocidas como fuerzas que le ha puesto la naturaleza y que nos mueven a obrar.
Esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se
logra controlarlas.

El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las
pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y
de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas
cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar el mal. Las
pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios.

El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y total de notas constitucionales
psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como
realidad. El hombre debe obrar de modo que produzcan deseos armoniosos más bien que
discordantes.

Esta inteligencia es formal constitutiva y radical ya que a través de ella aprehende lo real sintiendo
su realidad. Gracias a esta inteligencia, el hombre se comporta con todas las cosas reales, y consigo
mismo, no sólo por lo que determinadamente son en sí mismas, sino que se comporta con todo por
ser real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es animal de realidades. En su virtud, el carácter de
realidad del hombre es un momento determinante de su acción: el hombre actúa realmente porque es
su realidad.
Antes de plantear en qué consisten la bondad o la maldad morales, y cómo los actos que la persona
ejecuta pueden convertirse en actos buenos o malos, lo primero que se tiene que analizar es ¿qué
clase de actos puede realizar el hombre?, ¿son todas las acciones humanas susceptibles de
convertirse en moralmente buenas o malas o solamente algunas de ellas?

La voluntad es la facultad de controlarnos a nosotros mismos, de dominarnos a nosotros mismos, de


hacer lo que queremos, en lugar de estar obligados a hacerlo, de modo que, como consecuencia,
venimos a ser considerados como responsables de lo que hacemos. Dos cosas principales que
impedirían que nuestros actos fueran voluntarios, son la ignorancia y la coacción puesto que el acto
voluntario es un acto conscientemente o deliberadamente querido.

Precisamente, el hombre difiere de los animales irracionales en que es dueño de sus actos mediante
su razón y voluntad, solamente estos actos de los que el hombre es dueño son los que se designan
apropiadamente como humanos, para el estudio de la ética pueden distinguirse dos clases
principales de actos que son ejecutados por la persona: los actos humanos y los actos de un hombre.

Actos involuntarios o actos de un hombre, esto es, los que un individuo acontece realizar, pero de
los que no es dueño, que no ejecuta conscientemente o quiere deliberadamente, y de los cuales no es
tenido por responsable.

Actos voluntarios o actos humanos, esto es, aquellos que el hombre domina, que controla
conscientemente y quiere deliberadamente, y de los que es tenido por responsable.

Es importante señalar que los actos humanos, tomados en su conjunto, forman la conducta humana.

Ejemplos de actos involuntarios son los actos realizados durante el sueño, la locura o durante
momentos de distracción, estos actos no constituyen conducta humana y no poseen significado
ético.

El llevarse alimento a la boca en un estado de distracción de la mente es un acto de un hombre, pero


decidirse deliberadamente a comer dicho alimento es un acto humano. Así pues, aunque es
imposible tener un acto humano a menos que esté dirigido por el intelecto y la voluntad, el acto
mismo así guiado puede ser, con todo, de una u otra clase. En otras palabras, un acto humano puede
ser de carácter físico o mental, mientras que éste sea deliberadamente querido o no.

El acto humano es el resultado que la persona humana sabe y quiere. Su capacidad de conocer más
allá de lo sensible es tarea del intelecto, y su capacidad de querer lo que sabe de un modo intelectual
y por tanto de buscarlo es tarea de la voluntad.

Para que el hombre actúe, ha de empezar por estar atraído por algún bien. Cuando percibe algo
como bueno, despierta en él un querer de aquello, y si ve que aquello es no sólo bueno en sí mismo,
sino también bueno para él, su querer se convierte en deseo.

Un deseo podrá permanecer sin efecto, pero, si el individuo comprende además lo bueno como
susceptible de ser alcanzado, su percepción intelectual mueve su voluntad hacia un acto de intención
espontánea o tendencia hacia la cosa buena, esto es, hacia un extenderse para conquistar el objeto.

Como siguiente paso dirige ahora su intelecto hacia la tarea de ponderar las razones en favor y en
contra de llevar a cabo su intención y los diversos conjuntos de medios con cuyo auxilio podría ser
aquella ejecutada. Este acto del intelecto se designa como deliberación, cuyo resultado es el de
llegar a uno de los dos juicios prácticos: "esto debe hacerse aquí y ahora", o "esto no debe hacerse ni
aquí ni ahora".

Hasta aquí las condiciones han sido puestas ahora para tomar una decisión, sabe ahora
perfectamente lo que debe hacer y las razones de ello, todo está dispuesto ahora para el veredicto,
esto es, para el acto supremo de expresión del ser del hombre como una persona de dirección
autónoma. Acepta uno u otro de los juicios prácticos alternativos del intelecto mediante una
decisión de su voluntad, lo que constituye su acto de compromiso.

El juicio práctico que precede inmediatamente a su decisión y expresa la alternativa escogida es el


último juicio práctico. Cada acto de la voluntad es precedido por un acto del intelecto, siendo el más
importante de estos la deliberación.

La deliberación consiste en una serie de juicios prácticos en favor y en contra del curso de acción
contemplado. El último juicio práctico no es distinto de la deliberación, sino que es simplemente
aquel, al que la voluntad consiente aceptándolo.

La parte más importante del proceso es el consentimiento, ya que es a partir de éste el acto es una
decisión de la cual se es responsable, a partir de este momento es un acto humano, un acto
voluntario.

Con lo que respecta a los sentimientos y las emociones, ciertamente desempeñan un importante
papel en el proceso deliberativo, reforzando las razones en favor o en contra, por tanto intervienen
fuertemente en todo acto de decisión; incluso en algunas personas sus vidas se deciden casi por
completo en el plano emocional, pero es necesario precisar lo siguiente, el acto humano puede ir
acompañado de emociones muy fuertes pero para que sea un acto humano, un acto plenamente
voluntario, las emociones han de estar bajo el control de la persona.

Ahora bien, podría parecer que únicamente el acto interno de la voluntad misma sea el acto humano,
en el sentido más estricto es así, porque es en la voluntad donde residen la elección y el
consentimiento y a partir de estos el acto adquiere su carácter específicamente humano.

La persona sabe a la vez que sabe, y sabe que quiere, en efecto, es la unión de conocimiento y
voluntad lo que hace voluntario a un acto, como conclusión la definición del acto humano puede
formularse así: definición puede formularse así: acto voluntario es aquel que procede de la voluntad
con un conocimiento del fin.

Los actos humanos son los actos libres del hombre. Los actos libres del hombre pueden ser actos
moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca indiferentes. La bondad o maldad de un acto
humano depende del objeto elegido, de la intención o fin que se busca y de las circunstancias de la
acción.

Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sea bueno en el objeto, en el fin y
en las circunstancias. Nunca, un fin bueno jamás justificaría el uso de unos medios malos, porque el
acto seria malo siempre; por consiguiente, no está permitido hacer un mal para obtener un bien.

No, intervienen también las pasiones, que son impulsos de la sensibilidad, y según dependan o no de
la razón y de la voluntad, hay en las pasiones bien o mal moral.
La pregunta que se sigue es la siguiente: ¿qué es lo que hace a la voluntariedad imperfecta,
reduciendo el carácter específicamente humano del acto y haciendo menos responsable a la persona
de su actuar? Son cinco los principales modificadores de la responsabilidad de un acto humano:

Ignorancia, que afecta el conocimiento

Pasión, que afecta el consentimiento de la voluntad

Miedo, que opone a la voluntad un deseo contrario

Fuerza, empleo real de compulsión

Hábito, una tendencia adquirida por repetición

Ignorancia

La falta de conocimiento se da en diversos grados, una persona capaz de conocimiento podrá tener o
no la obligación de tenerlo, por ejemplo un capitán de barco o un médico no necesitan saber música
o arqueología; semejante ignorancia meramente negativa no tiene trascendencia ética.

En cuanto a la culpabilidad de la ignorancia vencible, esta dependerá de la cantidad de esfuerzo


dedicado a superarla, y la cantidad del esfuerzo que se requiere también depende de la importancia
de la cuestión y de la obligación que se tenga de poseer dicho conocimiento.

La ignorancia vencible no destruye la responsabilidad, pero la disminuye. La persona sabe que es


ignorante y que puede obtener el conocimiento. Dejando deliberadamente de realizar el esfuerzo
suficiente permanece en la ignorancia, pero los efectos que se siguen de su ignorancia son
voluntarios en cuanto a causa, porque son una consecuencia prevista. El caso de un cirujano que
consciente de no poseer conocimientos suficientes para una operación difícil la lleva a cabo de todos
modos y mata al paciente; aunque no quería que el paciente muriera, es evidente que lo expuso
deliberadamente a un peligro grave e innecesario, siendo responsable, por consiguiente, de la
muerte.

Pasión

Se entiende como pasión un movimiento muy fuerte del apetito sensible, los términos clásicos
utilizados por diferentes autores son deseo y concupiscencia pero parece más apropiada la palabra
pasión.

Las pasiones podrán surgir espontáneamente antes de que la voluntad haya actuado, cuando un
objeto es presentado a los sentidos el apetito sensible reacciona casi automáticamente mediante
sentimientos repentinos de alegría, enojo, odio, congoja, vergüenza, compasión, disgusto y otros por
el estilo, cuando estas emociones se experimentan muy fuertemente es lo que entendemos por
pasiones.

Un estado de pasión deliberadamente provocado o fomentado es voluntario en sí mismo. Por


consiguiente, el acto que resulta de la pasión es voluntario, ya sea en sí mismo o en su causa. Por
ejemplo, un individuo que cavila intencionadamente sobre un insulto, con objeto de realizar un acto
de venganza, se sirve de la pasión como medio y de la venganza como fin, siendo tanto la venganza
como su pasión voluntaria en sí mismas.

Miedo

El miedo es la aprehensión de un mal inminente. Puede ser una emoción y en este sentido el miedo
es una de las pasiones y sigue las reglas de cómo la voluntariedad del acto se ve influenciada por la
pasión. Pero existe también el miedo intelectual, este consiste en la comprensión de una amenaza de
mal y ante éste una respuesta de la voluntad para evitar dicho mal mediante acciones racionalmente
concebidas, esta clase de miedo puede o no estar acompañado de algún componente emocional.

Los actos realizados bajo coacción e intimidación tienen el miedo como motivo. Estos actos son
extorsionados bajo la amenaza de males que serán inflingidos por otra voluntad humana sin
embargo los actos realizados bajo coacción e intimidación son actos responsables, porque la persona
pudo haber resistido y aceptado las consecuencias.

Fuerza

La fuerza es el poder físico externo que hace que alguien realice algo contra su voluntad. En el
lenguaje común, el que cede a una amenaza de violencia se dice que se vio forzado, aunque no se
trate, en realidad, de fuerza, sino de miedo y la voluntariedad de la persona ha de juzgarse de
acuerdo con las normas del miedo.

La fuerza afecta solamente los actos externos y no el acto interno de la voluntad, en donde radica la
voluntariedad del acto humano, se puede seguir queriendo lo opuesto, por muy violentamente que se
vea forzado alguien a realizar un acto.

Hábitos

Se puede definir el hábito como una forma constante de actuar obtenida mediante repetición del
mismo acto. Una vez adquirido el hábito, los actos resultan de él en forma espontánea y casi
automática, de modo deliberación se hace innecesaria.

Si una persona se propone adquirir un hábito deliberadamente el hábito es voluntario en sí mismo, y


los actos que de él resultan son voluntarios en sí mismos; si es que se ejecutan con la intención de
adquirir hábito, pueden ser también voluntarios en cuanto a su causa si no son intencionados, pero si
consecuencias previstas del hábito.

Se puede descubrir que se ha adquirido un hábito inintencionadamente, ya sea porque no se tuvo


conciencia de que se había ejecutado la misma acción tan a menudo, o porque no se tuvo conciencia
que determinados actos eran formadores de hábito.
En general, Santo Tomás y los escolásticos consideran únicamente como humanos aquellos actos
libres y deliberados de la voluntad. Su punto de vista se basa en el análisis psicológico. Un acto
libre es voluntario, es decir, que proviene de la voluntad del individuo hacia el fin buscado o, en
otras palabras, es aquel que es desarrollado por la voluntad ante la bondad que según el
entendimiento, tiene el objeto que se le presenta.

Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o extrínsecamente, de la propia
determinación de la voluntad. Son aquellos actos que la voluntad puede o no producir, aunque todas
las condiciones del libre albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos
actos hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por la disposición que
tenga en ese momento el temperamento, ni tampoco por los hábitos, sino que es determinado por las
condiciones propias de sí misma

Con frecuencia se invocan las buenas intenciones para justificar una acción objetivamente mala.
Hay que notar que estas intenciones no sólo no vuelven bueno un acto intrínsecamente malo, sino
que no son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por qué? Porque, no es fácil discernir cuál
es esta intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la intención
vocacional y de las virtudes. Cuando no se hace así, muchas veces estas intenciones no son más que
justificaciones.

PERÚ: ¿EN QUÉ PAÍS QUEREMOS VIVIR? LA APUESTA POR LA EDUCACIÓN Y LA


CULTURA Luis Eduardo Bacigalupo Cavero-Egúsquiza Profesor Principal de la Pontificia
Universidad Católica del Perú “UN APORTE DE LA ÉTICA A LA CULTURA MORAL DEL
PERÚ: LINEAMIENTOS PARA UN PROGRAMA DE REGENERACIÓN DE LOS VALORES”
1. Quisiéramos empezar esta exposición con algunas breves aclaraciones, que no pretenden ser
exhaustivas, sino orientadoras respecto de lo que diremos después. Podemos ver a la cultura como un
universo hecho de múltiples mundos, y, a éstos, como mundos de significados. No son mundos
etéreos, sino sumamente concretos, porque los significados son capaces de configurar realidades
visibles. Pero cultura también puede decirse de la disposición del ser humano a develar sentidos, a
penetrar con la inteligencia en la naturaleza de las cosas, a crear libremente algo nuevo en esos
mundos. Esa disposición para la creación libre de sí y del entorno es un atributo humano universal.
Un elemento constitutivo de la cultura, en ese segundo sentido, 2 regir las acciones y la conducta de
los individuos que pertenecen a un determinado grupo. La ética, en cambio, es una actividad
intelectual. Es la reflexión crítica acerca de esos valores, orientada a diagnosticar su estado y a
normarlos, es decir, a determinar si son valores morales o no. En efecto, cabe la posibilidad de que
algo pase por ser un valor moral, pero que, sin embargo, no lo sea. ¿Qué instancia determina si lo es
o no? La ética normativa. Pero, para normar, como es obvio, hacen falta principios universales y
criterios generales de discernimiento. Ese es uno de los temas más debatido entre los filósofos de
nuestros días. ¿Cuáles son esos principios y criterios normativos? Nuestra posición a ese respecto se
aproxima a aquella de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los principios éticos allí
declarados son la dignidad de la persona humana, la igualdad de todas las personas en dignidad, y lo
que de ella se deriva inmediatamente: la libertad, la justicia y la paz. Los criterios para discernir qué
es bueno y qué es malo tienen que ver con la calidad de la relación entre las personas.
Fundamentalmente, son el respeto irrestricto al otro y la responsabilidad social. Ahora bien: hay
sociedades que, en un determinado momento de su historia, se perciben a sí mismas inmersas en una
grave crisis de valores. Cuando esto ocurre, las personas se plantean preguntas éticas. Aquí
quisiéramos plantear algunas de esas preguntas, especialmente referidas a la relación que existe entre
la moral y la cultura. Nuestras preguntas iniciales son, pues, éstas: ¿Cómo se insertan las personas en
sus propios contextos culturales? No nos interesa tanto explorar qué hace que unos desarrollen su
creatividad hasta niveles sobresalientes, porque eso podría ser sólo una cuestión de talento, sino
preguntar, más bien, por qué ciertos individuos jamás logran insertarse plenamente en la cultura. ¿Qué
otro tipo de vínculos hay entre la persona y la cultura? 2. Hemos elegido estas preguntas porque
creemos que, respecto de los vínculos de las personas con la cultura, existe todavía mucha confusión.
Sintomáticamente, cuando se detecta un grado alarmante de oscuridad en estos temas, se suele volcar
la atención sobre dos conceptos, que se invocan casi como si fueran conjuros mágicos: identidad y
patrimonio cultural. El giro patrimonio cultural de la nación suele aparecer en proyectos legislativos
de protección estatal de ciertos bienes calificados por alguna autoridad pública como bienes de interés
cultural. La palabra nación circunscribe dichos bienes al legado histórico del país e incluye, desde
luego, la cultura viva desarrollada dentro de su territorio. Por su parte, el concepto de identidad
cultural 3 parece estar respaldado en dos supuestos: Primero, que en las personas existe un sentimiento
de pertenencia respecto de los bienes culturales producidos en su colectividad. Y en segundo lugar,
que ese sentimiento debería expandirse a todo el caudal cultural de la nación. Técnicamente hablando,
no debería haber dificultad en definir qué conforma el patrimonio cultural de una nación. Pero, como
podemos comprender, los supuestos de la identidad son altamente problemáticos. ¿Quiénes son las
personas a quienes pertenece culturalmente ese patrimonio? No es fácil responder a eso. Más de una
vez hemos oído elogiar la legislación colombiana sobre cultura, y creemos que con justa razón; pero
si buscamos en ella la definición de identidad, no hallaremos nada. ¿Por qué? Porque, en realidad, la
cuestión de la identidad cultural no se puede resolver técnicamente. El concepto no pide definiciones,
sino que plantea, más bien, preguntas personales: ¿Quiénes somos los aludidos por expresiones como
‘nuestra cultura peruana’ o ‘nuestro patrimonio cultural’? ¿Es correcto decir ‘los peruanos’?
Desgraciadamente, estamos acostumbrados a hablar sin desagregar, y por esa razón caemos con
frecuencia en engaños colectivos. Imaginemos a unas personas que quisieran declarar como su
patrimonio cultural a un centenar de árboles de diferentes especies. ¿Qué deben hacer? ¿Ir al
Ministerio correspondiente y pedir que se declare que son bienes intangibles? ¿Qué deberían
demostrar? Que el reclamo es justo porque ellos sembraron y cultivaron esos árboles durante
generaciones; que son suyos por 4 Cuando hablamos de crisis, suponemos que esta identificación es
pobre; que, en última instancia, le otorgamos valor, más bien, a nuestros propios intereses. Si la ley
permitiese la tala indiscriminada, ¿qué podría importar la cultura de unos cuántos individuos exóticos
que, por otra parte, nunca serán tratados en persona? Pero no caigamos aquí en la simplificación. ¿Qué
sacaríamos si nos limitáramos a compararnos entre nosotros, aparte de constatar lo obvio, como, por
ejemplo, que no todos los peruanos hacen prevalecer la cultura sobre los beneficios que les otorga la
ley? 3. Pues bien: para llegar a las cuestiones de fondo, empecemos con los giros más comunes del
lenguaje. Todos nos damos cuenta de que cuando hablamos, por ejemplo, de ‘nuestras culturas
tradicionales’ no usamos la palabra cultura en el mismo sentido que cuando nos quejamos de ‘nuestra
falta de cultura’. Esos usos muestran que con la misma palabra mentamos, en realidad, cosas distintas.
De un lado está el patrimonio cultural o cultura objetiva. Del otro, la cara subjetiva de la cultura, que
es la capacidad de identificación de las personas con cosas que no les reportan un beneficio personal
inmediato. Ese es el terreno de los valores, ya sean morales o no. De hecho, todo ser humano valora
lo que de algún modo lo beneficia. Nadie tiene que empujarnos a ello; pero sólo empezamos a actuar
de manera moral cuando sobrepasamos el nivel primario del interés, es decir, cuando aparecen en
nuestro horizonte valores a través de los cuales nos interesarnos en las demás personas. Esa cultura
valorativa es muy escasa entre los peruanos. No quisiéramos que a nuestras palabras les faltara la
fuerza necesaria para hacer ver lo que significa carecer de cultura moral. No se trata sólo del poco
cariño a lo propio, del que lamentablemente hay demasiada evidencia. Tampoco es la simple falta de
aprecio por lo que no es de utilidad inmediata. El mal es mucho más hondo. Es una incapacidad muy
seria, que tiene todos los visos de ser una tara. La culpa y la vergüenza son los sentimientos que
deberían embargarnos al tratar este tema. Sobre todo el sentimiento de culpa, que con tanto afán
queremos erradicar de nuestras vidas privadas y de la vida pública, debería hacerse presente en cada
peruano que, habiendo percibido ese lastre general que lo frena todo, no haya hecho nada por
remediarlo. Y si se alega que nunca se dispuso de los medios o, peor aún, que nunca se percibió el
problema, entonces lo que habría que sentir es vergüenza. Permítasenos una variación más. El
problema no es la indiferencia o la desidia frente al patrimonio cultural y natural del país, sino aquello
que las produce; 5 aquello que, por defecto, da lugar al desapego. La dimensión moral de la cultura
se expresa de manera definitiva en la vida de una persona cuando ésta es capaz de valorar lo ajeno y
cuidarlo como si fuera propio. En eso, obviamente, no ha sido educada la mayoría de los peruanos.
Lo que es menos obvio es la gravedad del daño producido por esa falta de educación. La indignación
puede derrocar dictaduras, pero en el terreno de la cultura indignarse no sirve de mucho, porque aquí
no se trata tanto de atropellos y prepotencias cuanto de hábitos compartidos. Sabemos que en la vida
política las coyunturas álgidas pasan y que el vacío que dejan es colmado nuevamente por los viejos
hábitos, instalados con firmeza de uno y otro lado de la contienda. Por eso vivimos siempre bajo la
amenaza del retorno. La vergüenza, en vez de la venganza, y la culpa, antes que la acusación, están
llamadas a romper el ciclo de las reincidencias, y así como hay individuos que llamamos
sinvergüenzas porque estamos convencidos de que no hay para ellos mejor nombre, así también
deberíamos tener claro que estamos ante la posibilidad de convertirnos en un pueblo incapaz de una
verdadera autocrítica; incapaz de sentir vergüenza frente al retardo histórico en el que ha caído por
no enfrentar a tiempo los problemas de la educación y la cultura. Vergüenza no sólo ante la omisión
imperdonable de la educación como política estatal, sino sobre todo ante los sucesivos y reiterados
ejemplos públicos, a lo largo de la historia, de una falta radical de veracidad. Los peores defectos de
los peruanos no sólo han adoptado nombres, como, por ejemplo, la criollada, sino que se han
consolidado, desde hace mucho tiempo, como anti-valores. No pretendemos describir aquí lo que
todos conocen. Pero sí quisiéramos decir que esa forma de vida está radicalmente enemistada con la
verdad. No estamos hablando, por cierto, de la verdad de la ciencia ni la verdad de alguna doctrina
religiosa ni nos remitimos a alguna ideología o teoría política. La verdad de la que hablamos es una
forma de vida. Es aquella manera de vivir que se rige por el principio de la veracidad y por la
transparencia. De modo que, si decimos que la viveza criolla es la forma de vida preferida de los
peruanos, lo que estamos reconociendo es que la mayoría se rige por el autoengaño y la mentira. Pero
vivir enemistado con la verdad no consiste sólo en la habilidad de engañar a otros, sino en algo mucho
más peligroso. El mentiroso habitual ha desarrollado la capacidad de aceptar sus propias mentiras
como si fueran verdades. En eso radica su fuerza persuasiva y sólo con esa condición puede pretender
engañar a los demás con éxito. En nuestra opinión, nada merece más llamarse falta de cultura moral
que ese detestable defecto. No es necesario poner ejemplos, que, por lo demás, todos tenemos en
mente. Sólo quisiéramos extraer algunas consecuencias que se si- 6 guen de este enfoque. Cualquier
estrategia defensiva frente a los engañadores profesionales tiene que atacar el núcleo de sus
convicciones. Y eso es algo que no se puede hacer sin argumentar y refutar sus planteamientos.
¿Cuántas veces se ha declarado que no se cometió un crimen o un delito, a pesar de que esa declaración
era a todas luces falsa? Lo triste para un país es que, quienes saben que las cosas se están haciendo
mal, callen y terminen por jugar el mismo juego de los ofensores, al aceptar, voluntaria o
involuntariamente, los artificios detrás de los cuales se protege la mentira oficial. Recordemos
nuestras conversaciones más recientes. ¿Con qué frecuencia hemos enmudecido ante la frase mágica:
‘No hay pruebas’? Es increíble la facilidad con que concedemos esta argucia a quienes son expertos
en no dejar pruebas. Permitimos que se refugien en la letra de la ley para no ser tocados por el espíritu
de las leyes. De acuerdo: El derecho no los puede tocar si no hay pruebas; pero, entonces, que los
derribe la falsedad de sus propios argumentos, plagados de falacias e inconsistencias. Aunque, ¿cómo
podría la razón moral tocarlos si los hombres y mujeres de buena voluntad, que quisieran poder
fustigar a los inmorales sin darles tregua, frente a las frases mágicas, simplemente callan?
Permítasenos decir aquí por qué callamos: Porque carecemos de una cultura del debate público;
porque no sabemos argumentar; porque no hay dónde hacerlo. Y no hay manera de adquirir esa nueva
cultura política si no se habla con libertad acerca de estas cosas. En el Perú hay la necesidad imperiosa
de forjar el hábito de la discusión pública acerca de lo que hemos hecho, de lo que hacemos y dejamos
de hacer en los asuntos públicos. La consigna debería ser jamás callar, sino siempre debatir sobre los
criterios y principios que deben regirnos en las cuestiones de interés colectivo, y hacerlo, además en
todos los niveles y foros posibles, públicos y privados, desde la escuela hasta la universidad, en los
sindicatos y clubes de madres, en los gremios y asociaciones ya existentes, y en los que hubiera que
crear. Porque si no hablamos con libertad acerca de nuestros problemas comunes, nunca nos
habituaremos a argumentar con solvencia, con corrección lógica y pasión controlada; jamás
aguzaremos suficientemente nuestra percepción de las falacias que campean irrestrictas en la retórica
política, o en cualquier otro discurso manipulador. Y, sin ese hábito, estaremos condenados a seguir
arrastrando los mayores lastres de nuestro desarrollo político, que son el caudillismo y el
autoritarismo, la demagogia y el dogmatismo. 4. 7 Como forma de vida mendaz, la falta de trato con
la verdad implica una autocancelación de la libertad, y sin libertad no hay creatividad cultural posible.
Lo que finalmente distingue a la persona culta de la inculta, en este sentido moral, es que una posee
valores superiores que la liberan de lo que esclaviza a la otra, que sólo puede valorar lo que satisface
sus intereses primarios. Sabemos a qué nos referimos con intereses primarios, pero no está de más
señalar que se concentran en el poder y el placer, y que el medio más aparente para obtenerlos es el
dinero. De ninguna manera se trata de denostar a la racionalidad económica cuando se habla de moral
o de ética. Tampoco se nos ocurriría abogar por una sociedad de mentes puritanas que miraran el
placer con horror. Nuestro tema es otro. Queremos caracterizar a la persona carente de principios
morales como aquella que, en última instancia, no es capaz de colocar nada por encima del poder o
del placer. Aunque hable más que nadie de ética y de valores, en el momento crucial en el que deba
decidir qué hacer, no podrá asumir otra guía de conducta que la que incremente su sensación de poder
sobre el mundo exterior. Esa actitud frente a la vida suele ser un vicio tenaz y recurrente, del que
difícilmente se puede escapar. Si no han caído ya en el cinismo, se trata de personas cautivas de un
narcisismo embozado. Ahora bien, si se juntan varias de esas personas y se organizan para llevar a
cabo una actividad, lo que tenemos es una práctica depredadora colectiva. En la medida en que haya
aún escrúpulos, el grupo requerirá de un discurso autojustificador. Es interesante advertir que
escrúpulos y racionalizaciones sólo aparecen cuando el grupo participa de un espacio público. No
están presentes en los grupos clandestinos, porque nadie tiene que dar la cara. Pero los discursos
justificativos no son fáciles de construir. Por eso, no tardan en surgir los líderes indiscutibles de la
caterva, aquellos que, a través de sus dotes persuasivas, hacen presa fácil de mentes que no conocen
otra virtud que la sumisión. Con el calificativo depredador nos referimos, pues, tanto a las prácticas
del ladronzuelo de esquina cuanto a las organizaciones sofisticadas que se entregan a actividades
ilícitas, ya sea clandestinas o disfrazadas de decencia, pero destinadas todas ellas, en última instancia,
a convertir a las personas en presas y a las cosas en botín. Por eso, el calificativo afecta a todo aquel
que, colectiva o individualmente, de manera organizada o espontánea, posea el hábito de no vivir sino
para lucrar. Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿Existe alguna form 8 infalible a ese respecto: Si se
detecta el juego del poder, se trata con toda seguridad de una práctica depredadora. ¿Cómo se detecta
eso? Ganar dinero, por ejemplo, se hace dentro de prácticas complejas que involucran ciertas
habilidades personales, pero, sobretodo, reglas de juego. Ganar dinero dentro de límites morales
significa ajustarse a esas reglas. Ajustarse a reglas, por su parte, no es otra cosa que aplicar el principio
de la autolimitación. ¿Qué es lo que este principio exige? Pide que uno mismo limite los poderes y
las capacidades que ha desarrollado. Toda actividad, tarde o temprano, nos faculta, nos capacita para
hacer ciertas cosas, nos da un poder. La ética nos permite comprender que la moral universal consiste
en el límite autoimpuesto a ese poder. La persona moral se mantiene libre, voluntaria y críticamente
dentro ciertos márgenes impuestos por los valores de la práctica misma. Una práctica depredadora,
en cambio, es la que ha perdido esos valores y en la que sus miembros no son capaces de auto-
limitarse, a no ser, desde luego, que la auto-limitación redunde en incremento de su poder. ¿Qué
debemos hacer, pues, para detectar el tipo de práctica en la que estamos? De acuerdo: hay que inculcar
mentalidad ganadora en los jóvenes peruanos, como se ha dicho en otras presentaciones; pero
paralelamente hay que vernos actuar y ver actuar a las personas de nuestro entorno, y percibir si en lo
que hacemos rige el principio de ganar a toda costa. Si es así, estamos ante una actividad orientada a
sortear todo obstáculo, cualquiera que éste sea, sin importar en absoluto su naturaleza. Y en eso
consiste la raíz de toda inmoralidad. Desgraciadamente, en el Perú, el calificativo depredador no
describe comportamientos excepcionales, sino, más bien, el prototipo. Por eso, las personas que no
están dispuestas a minar las prácticas morales que aún subsisten, sino que quieren contribuir a su
regeneración, deberían promover y organizar foros de debate público en los que surjan
cuestionamientos de éste tipo: ¿Qué práctica predomina en mi institución, o en mi partido político?
¿Qué dirigentes de la asociación o del movimiento no están dispuestos a auto-limitarse? Y una vez
detectada la voluntad predatoria, habría que combatirla con inteligencia, promoviendo todas las
alianzas estratégicas que permitan desmontar los mecanismos de poder existentes en las familias, en
el trabajo, en las asociaciones vecinales, o la iglesia a la que se pertenezca. Sin olvidar el principio de
la auto-limitación, porque si los moralizadores cometen el error de no limitar sus propias aspiraciones
de poder, perpetúan un círculo vicioso que, tarde o temprano, los hará compartir la misma orilla en la
que se refugian sus adversarios de hoy. 9 Desde luego, esta no es una tarea fácil, porque pasa por la
transformación de las personas y la paulatina generación de una masa crítica. Eso supone una lucha
firme, desde dentro de la propia institución, contra aquellos viejos hábitos mentales que nos hacen
creer que los cambios radicales sólo vienen del gobierno o de las autoridades, y que si no proceden
de allí, entonces sólo pueden venir acompañados de violencia. Solemos ser demasiado escépticos
respecto de lo que pueda lograrse con sólo reunir, poco a poco, pero de una manera sostenida, el
suficiente caudal de entendimiento y solidaridad en la sociedad civil. La regeneración de los valores
en el Perú, si ha de ser realista, deberá apuntar a lograr en el corto plazo aquellos mínimos
indispensables que nos permitan por lo menos entender de qué se trata el esfuerzo conjunto de vivir
en sociedad. 5. Hoy se dan excelentes argumentos para establecer relaciones entre dos sistemas de
prácticas muy distintos: cultura y empresa. Son, sin duda, propuestas interesantes para ambos lados;
pero frente a las que hay que mantenerse alerta. No cabe duda que la preservación, conservación y
divulgación de la cultura objetiva necesita del apoyo de la empresa para desarrollarse y, en muchos
casos, inclusive para sobrevivir. Pero los empresarios, como todos los demás peruanos, necesitan de
la cultura moral para convencerse y convencer a los demás de que están dispuestos a marchar hacia
la consolidación de los valores propios de su práctica. No debemos ser ilusos en nuestras expectativas,
porque partimos de la constatación de que hábitos previos en la dirección deseada son muy escasos;
que la tarea de la regeneración moral recién empieza. Eso vale especialmente para el campo político.
Hoy volvemos a oír que se grita ‘No a la impunidad’. Pero, ¿vamos a ver ya una nueva cultura política,
capaz de realizar el anhelo de justicia que está detrás de esa frase? No se nos tilde de pesimista por lo
que diremos, pero nos parece que las condiciones para eso aún no están dadas. El primer paso hacia
la solución del problema moral del país sería no hacernos cómplices de un nuevo autoengaño
colectivo. Asumamos más bien que seguirá habiendo impunidad y contubernio toda vez que no haya
una auténtica reconciliación con la verdad en la mayoría de las personas que integran la clase política
del país. Y ese cambio no sólo implica un proceso largo, sino que no podrá proceder de quienes están
habituados a la mentira. Todo parece indicar que, debido a la gravedad del mal, la regeneración de
los hábitos políticos tiene que ser exigida y promovida desde fuera de la sociedad 10 política y del
Estado, y desde fuera, también, de la sociedad económica. Es un cambio que tiene que ser forzado
por las organizaciones de la sociedad civil, sin violencia, desde luego, pero con firmeza. No es casual
que el discurso filosófico y sociológico de nuestros días registre a escala mundial una notable
insistencia en el concepto de sociedad civil, porque, según parece, ese concepto expresa la esperanza
de que los sectores menos contaminados de la sociedad provean las fuerzas regeneradoras de la cultura
cívica. La mayor herida que producen la corrupción y el hábito del auto-engaño ejercido por el
gobierno y las personalidades públicas es la pérdida total de credibilidad en las personas como
portadoras de valores superiores. Es una devaluación total de la palabra que se expresa en frases muy
significativas, que el escándalo ha hecho comunes entre nosotros, como, por ejemplo, ‘no creer en lo
que dice la gente ni aunque vista sotana’. Honrando, por supuesto, las dignas excepciones, el
periodismo político ha dado, en ese sentido, el más triste indicador de la profundidad del daño moral
en el Perú. En cualquier parte del mundo, el papel de los medios de comunicación en la lucha cívica
permite contar con una defensa y un respaldo valiente frente a la prepotencia del Estado, a la
indiferencia de la sociedad política y a los abusos de la sociedad económica. Pero en el Perú, en lugar
de ello, los autodenominados ‘profesionales de la palabra’ nos han hecho testigos de la mayor infamia.
Y, en algunos casos, ni siquiera es posible hablar en pasado. Del mismo modo, ¿qué país no espera
que en sus universidades se cultive un uso siempre veraz y crítico de la palabra? Pero es bien sabido
que en muy pocas universidades del sistema se inculcan los valores e ideales de las profesiones que
se imparten. Abundan, en cambio, las clases y los programas de estudio fraudulentos, y son cada vez
más los patios en los que se difunde, a veces por parte de los propios profesores, el mensaje nefasto
de que ‘una cosa son los ideales, otra muy distinta la realidad.’ Miles de estudiantes escuchan eso de
sus mayores como si fuera el mejor consejo para la vida. Por eso mismo, es tanto más admirable que,
a pesar del discurso pesimista de las generaciones desencantadas, los jóvenes hayan sido los primeros
en salir a las calles para protestar contra la dictadura y defender los ideales de la democracia. Creemos,
sin embargo, que tratándose de una de las instituciones más importantes de la sociedad civil, las
autoridades de cada universidad harían bien en revisar cuáles han sido sus verdaderos aportes en pro
de la cultura moral del país. La esperanza se reaviva cada vez que se constata, en todos los sectores
de la sociedad, la reserva moral que representan algunas personas dispuestas a dar batalla por causas
más nobles que el arribismo social y el poder. Si se acepta 11 este planteamiento, la columna sobre la
cual apoyar las metas de la educación y la cultura en el Perú debería ser la reunión de focos de
esperanza bajo el techo de un programa civil, sistemático, consistente y coherente, desarrollado en
todos los niveles de asociación posibles, que promueva una cultura de la veracidad, porque esa es la
forma de vida que toda persona de buena voluntad quisiera ver predominar en el país que ama.

Lima, 26 de enero de 2001

CASO: ACOSO INJUSTIFICADO

1. Los hechos

Diana es una joven graduada con honores de la carrera de turismo, con excelentes ideas y un futuro
brillante, pues sus profesores y compañeros ven en ella una persona capaz incluso de revolucionar la
industria del turismo en Perú, dada su visión, su cultura y el manejo perfecto de cuatro idiomas.
Entra a trabajar en una gran empresa de turismo a las órdenes de un colega mayor y prácticamente
autodidacta, quien se supone debe formarla para ejercer el nuevo cargo, de Gerente de Operación en
Rutas Nacionales. Desde el inicio no le da ninguna información acerca de los informes, las rutas,
estrategias y la organización interna de la oficina, por lo que ella debe arreglárselas sola. A pesar de
esto, Diego, su jefe, la crítica constantemente sin indicarle jamás cómo debiera hacer las cosas para
mejorarlas.

Cuando ella le plantea preguntas precisas para obtener información él las elude y contesta otra cosa
o se burla de ella: “No sé para qué te sirve haber estudiado si ni siquiera sabes eso. ¿Qué te
enseñaban realmente en la escuela?”. Delante de los demás, Diego, se da importancia en relación
con la profesión de su subordinada: “Sale graduada en turismo con honores sin aprender nada.
¡Tengo que enseñarle todo yo!”.
Diana no tarda en perder la confianza en sí misma y en tener la impresión de que realmente no sabe
nada y que los conocimientos aprendidos durante su carrera no fueron más que teoría; se siente
como una inútil. Así, comienza a darle la razón al jefe en todo y que su basta experiencia se pone
por encima de sus estudios e incluso de su cultura. Se convierte en una persona sumisa y acaba por
preguntarle absolutamente todo a Diego para poder continuar trabajando. Sin embargo a Diego no le
basta con eso y sigue constantemente hostigándola con comentarios desagradables hasta que Diana
cae enferma y tiene que dejar el trabajo por unos meses, sintiendo que no está capacitada para
asumir la responsabilidad le que fue asignada.

2. Temas éticos involucrados. Solidaridad, justicia, respeto

Diego, el jefe de Diana no fue capaz de ponerse en los zapatos de ella para intentar entender su
inexperiencia en el trabajo, pues con un poco de ayuda y los conocimientos que ella trae de su
escuela seguramente podrán formar un buen equipo y realmente generar estrategias nuevas para una
industria que tiende a crecer a pasos agigantados. Diego nunca entendió que la solidaridad debe
primar entre personas que tienen intereses comunes y que de la suma de sus fuerzas dependerá el
éxito de la causa común. De hecho, Diego al parecer no sólo se negó a ser solidario con ella sino
que con sus comentarios mostró falta de respeto por sus conocimientos, los que evidentemente eran
superiores a los que él mismo tenía.

3. Desenlace

En una conversación de los dueños de la empresa con Diana, ella de forma prudente pudo comentar
el ambiente de trabajo que allí se vivía con Diego, persona llena de experiencias y también de
resabios que no le habían permitido desplegar todo su potencial. En vista de esta situación y la
confianza que tenían en Diego y las esperanzas de crecer depositadas en Diana, los dueños
decidieron separar las funciones de ambos empleados, darles un equipo de trabajo diferente y
ponerlos al mismo nivel jerárquico para evitar la dependencia de Diana

En un principio a Diego le molestó mucho la idea y sintió que lo estaban desplazando, pero cuando
Diana comenzó a mostrar resultados, a éste no le quedó más que concentrarse en su trabajo y
comenzar a rendir como siempre lo debía haber hecho. Nunca fueron amigos, pero ambos
entendieron que la combinación de la experiencia con la teoría es fundamental para el crecimiento
personal y de la empresa; pronto Diego comenzó a estudiar para hacerse profesional en lo que por
experiencia ya había adquirido y Diana con los años pudo comprobar que los conocimientos dados
en la escuela realmente eran aplicables. Hoy Diana y Diego pertenecen a una de las empresas más
importantes del turismo chileno y sin proponérselo ambos están remando para el mismo lado.

4. Comentario

Con el tema de la solidaridad se debe tener mucho cuidado, ya que los seres humanos tenemos la
tendencia a equivocarnos con este concepto y a pedirle solidaridad a los demás para nuestros
propios proyectos, que no tienen nada que ver con el bien común. Recordemos que la solidaridad
como valor moral deber ser universal y necesario; en ese sentido, la solidaridad por parte de los
empleados de la empresa con Diego, no es más que la complicidad con su propia estupidez, pues
con este acto no le ayudan a nadie, no construyen nada y por ende, no le aportan nada a la empresa y
a la sociedad, a la vez que debilitan la integridad de una empleada que como Diana, llegaba a la
empresa con la idea de aportar y compartir experiencias y conocimientos. No podemos llamar a
alguien solidario cuando se suma a una causa mala o en contra del bien común. La solidaridad riñe
inevitablemente con intereses particulares, los que suelen caer en injusticias.

5. Conclusión

La ética no consiste simplemente en una serie de normas estereotipadas que haya que respetar. Más
bien apunta a crear un carácter en los individuos en base al cultivo de las virtudes, de modo que
puedan moverse autónomamente en busca del bien mediante las decisiones correctas. En este
sentido, la invitación de la ética a vivir la solidaridad se contrapone a una visión que entienda que se
deba establecer la solidaridad como una orden. Este valor se realizará plenamente sólo donde cada
individuo adquiera el hábito bueno de pensar en los demás, lo que implica un trabajo muy fuerte
desde la voluntad de cada persona para que junto a la inteligencia haga buenas elecciones.

LEALTAD MAL ENFOCADA

1. Los hechos

Joaquín era un empleado bancario al que todos apreciaban por su solidaridad, compañerismo y
lealtad hacia la institución. Era un hombre joven, soltero y sin más aspiración que hacer las cosas
bien hechas, para llegar algún día al reconocimiento de su buen desempeño por parte de sus
superiores. Cada tarde, al terminar con la atención al público, debía realizar un arqueo de su caja en
el que especificaba detalladamente todos los movimientos producidos en el día. En varias
oportunidades su jefe directo le solicitó canjear unos cheques por efectivo sin informar, ante lo cual
Joaquín accedió. Aunque él sabía que era incorrecto según las políticas del Banco, accedía por
tratarse de su jefe inmediato, un hombre leal y con muchos años dentro de la empresa, lo que le
permitió pensar que con este tipo de favores ninguno de los dos saldría perjudicado. Efectivamente
estos hechos no habían causado problema alguno, ya que se mantenían en secreto y al momento de
las auditorías internas, Joaquín era advertido por su jefe.

Cierto día en la institución se realizó una auditoría general que no fue informada por los superiores,
contratando a una empresa externa, ya que el objetivo era detectar las irregularidades que se
estuvieran presentando internamente. Cuando la empresa de auditoría externa revisó la caja de
Joaquín se dio cuenta que habían varias transacciones no informadas. Joaquín fue llamado a rendir
un informe de las transacciones no informadas, lo que comenzó a complicarle la vida, ya que no
pudo justificar satisfactoriamente estas acciones realizadas por fuera de lo establecido en el Banco y
tampoco informó que su jefe era quien le solicitaba este tipo de transacciones, todo por “cuidar la
espalda de su jefe inmediato”. Finalmente Joaquín reconoció como suya la falta.

El auditor al no quedar conforme con la explicación, emitió un informe de los hechos y solicitó una
revisión histórica de los arqueos, encontrándose que tales transacciones se habían realizado en
innumerables ocasiones. El resultado de este informe produjo el inevitable despido de Joaquín, sin
tener opción alguna a reclamo, ya que había faltado al reglamento interno del banco.

Por otro lado su jefe inmediato se hizo el desentendido ya que cualquier señal de estar involucrado
en este proceso, provocaría también su despido.

2. Temas Éticos involucrados: Abuso de Poder, Servilismo, Fortaleza, Justicia

En términos de Marie-France Irigoyen, estamos frente al típico caso de una relación perversa de
acoso moral que conduce entre otras cosas, al abuso de poder por parte del jefe hacia los empleados.
En este caso la victima del abuso es una persona buena, transparente, pero a la vez culpógena, que
lo lleva siempre a estar asumiendo la culpa de las cosas que no funcionan a su alrededor y a tratar
de hacerlo todo de la mejor manera para la felicidad propia y de los compañeros de trabajo. Esta
obsesión por la perfección lo hace vulnerable ante las pretensiones del jefe que busca favores por
fuera de lo establecido por el banco, sin tener que asumir la responsabilidad de los actos, pues ya
tiene quien lo haga. El abuso de poder normalmente requiere de seres humanos serviles, que
obedecen sin preguntarse por qué lo hacen, que no cuestionan en absoluto las órdenes y que asumen
ingenuamente la responsabilidad de las consecuencias. Podríamos afirmar que ambos casos son
igual de perversos; tanto el que abusa del poder como el servil son nocivos para la empresa, sobre
todo porque de cualquier manera estarán pasando por encima de las normas establecidas. Joaquín,
por un lado, está dispuesto a ocultar información para evitar el enojo de su superior a sabiendas de
que estaba cometiendo una falta grave y que podría costar su permanencia en esta institución y el
jefe, por otro lado, pasa por encima de las normas y de la dignidad de sus empleados, pues los
convierte en un medio para lograr sus propósitos, que no son los mismos de la institución.

En el fondo la virtud que se compromete allí es la justicia, la cual, unidad a la fortaleza, le


permitiría a Joaquín recordar a su jefe que las transacciones no informadas son una falta grave y
que, por encima de su orden, están las normas del banco, las que no pueden ser sobre pasadas ni
siquiera por los jefes. Frente al despido de Joaquín, que lo merecía, su jefe también debió tener parte
de responsabilidad frente al hecho.

3. Desenlace

Luego de ser interrogado, Joaquín se dio cuenta de que su jefe lo había utilizando ya que en ningún
momento trató de ayudarlo o justificarlo. Luego de ser escuchado, el contralor decide despedir a
Joaquín acusándolo de no respetar el reglamento interno, que dice que toda transacción debe ser
informada al igual que toda orden que provenga de un superior, más aún si evidentemente viola las
normas bancarias; esto último porque el contralor sospechó de que alguien había ordenado estos
movimientos bancarios, pero por no encontrar pruebas, ni la acusación por parte de Joaquín, no
podía generar más despidos. Es decir, el único que asumió la responsabilidad de todo fue Joaquín.

Una vez solucionado el caso, el banco implementó una política de rotación de cargos, asumiendo
un costo alto en función de la transparencia que debe reinar en la entidad para confianza y
tranquilidad de los clientes.

4. Comentario

Independientemente de que en el trabajo estemos expuestos a quienes quieran abusar del poder, hay
que trabajar mucho más sobre el carácter y la dignidad de la persona, precisamente para evitar este
tipo de situaciones tan complejas para el ser humano y tan costosas para las instituciones.
Mejorando aspectos humanos, estaremos apuntando entre muchas otras cosas, al respeto por las
labores del otro, al respeto a las normas establecidas dentro y fuera de la empresa y al mejoramiento
de las relaciones humanas. El abuso siempre necesitará de alguien que quiera o permita ser abusado
y, en ese sentido, la falta de carácter llevará a la persona a hacer cosas sin cuestionar en lo más
mínimo la naturaleza de la orden. Todos en la vida, de una u otra manera, obedecemos. Eso no es
malo, pero lo malo es no saber por qué lo hacemos, ya que eso no nos permite establecer los límites
de nuestros actos. Es el caso de Joaquín, quien advierte que estas solicitudes no corresponden a los
reglamentos internos, pero no tiene la suficiente fuerza de carácter para haberse negado a cumplir
tal tarea encomendada por su jefe.

5. Conclusión

La lealtad por parte de los trabajadores para con la empresa (Jefes, compañeros, dueños), es un
principio que siempre debe ser respetado, siempre y cuando conozcamos los límites de nuestras
labores, para no perder la capacidad de visualizar, cuando las tareas encomendadas atraviesan el
límite de lo correcto.

La falta de fortaleza para negarse a realizar actos que no eran correctos, con el fin demostrar lealtad
y responsabilidad, claramente llevó a Joaquín a cometer los errores que a la postre le costaron el
puesto. Se es fuerte cuando se posee una actitud firme para superar los obstáculos o presiones que
se presentan a diario.

LEALTAD MAL ENFOCADA

1. Los hechos

Joaquín era un empleado bancario al que todos apreciaban por su solidaridad, compañerismo y
lealtad hacia la institución. Era un hombre joven, soltero y sin más aspiración que hacer las cosas
bien hechas, para llegar algún día al reconocimiento de su buen desempeño por parte de sus
superiores. Cada tarde, al terminar con la atención al público, debía realizar un arqueo de su caja en
el que especificaba detalladamente todos los movimientos producidos en el día. En varias
oportunidades su jefe directo le solicitó canjear unos cheques por efectivo sin informar, ante lo cual
Joaquín accedió. Aunque él sabía que era incorrecto según las políticas del Banco, accedía por
tratarse de su jefe inmediato, un hombre leal y con muchos años dentro de la empresa, lo que le
permitió pensar que con este tipo de favores ninguno de los dos saldría perjudicado. Efectivamente
estos hechos no habían causado problema alguno, ya que se mantenían en secreto y al momento de
las auditorías internas, Joaquín era advertido por su jefe.

Cierto día en la institución se realizó una auditoría general que no fue informada por los superiores,
contratando a una empresa externa, ya que el objetivo era detectar las irregularidades que se
estuvieran presentando internamente. Cuando la empresa de auditoría externa revisó la caja de
Joaquín se dio cuenta que habían varias transacciones no informadas. Joaquín fue llamado a rendir
un informe de las transacciones no informadas, lo que comenzó a complicarle la vida, ya que no
pudo justificar satisfactoriamente estas acciones realizadas por fuera de lo establecido en el Banco y
tampoco informó que su jefe era quien le solicitaba este tipo de transacciones, todo por “cuidar la
espalda de su jefe inmediato”. Finalmente Joaquín reconoció como suya la falta.

El auditor al no quedar conforme con la explicación, emitió un informe de los hechos y solicitó una
revisión histórica de los arqueos, encontrándose que tales transacciones se habían realizado en
innumerables ocasiones. El resultado de este informe produjo el inevitable despido de Joaquín, sin
tener opción alguna a reclamo, ya que había faltado al reglamento interno del banco.
Por otro lado su jefe inmediato se hizo el desentendido ya que cualquier señal de estar involucrado
en este proceso, provocaría también su despido.

2. Temas Éticos involucrados: Abuso de Poder, Servilismo, Fortaleza, Justicia

En términos de Marie-France Irigoyen, estamos frente al típico caso de una relación perversa de
acoso moral que conduce entre otras cosas, al abuso de poder por parte del jefe hacia los empleados.
En este caso la victima del abuso es una persona buena, transparente, pero a la vez culpógena, que
lo lleva siempre a estar asumiendo la culpa de las cosas que no funcionan a su alrededor y a tratar
de hacerlo todo de la mejor manera para la felicidad propia y de los compañeros de trabajo. Esta
obsesión por la perfección lo hace vulnerable ante las pretensiones del jefe que busca favores por
fuera de lo establecido por el banco, sin tener que asumir la responsabilidad de los actos, pues ya
tiene quien lo haga. El abuso de poder normalmente requiere de seres humanos serviles, que
obedecen sin preguntarse por qué lo hacen, que no cuestionan en absoluto las órdenes y que asumen
ingenuamente la responsabilidad de las consecuencias. Podríamos afirmar que ambos casos son
igual de perversos; tanto el que abusa del poder como el servil son nocivos para la empresa, sobre
todo porque de cualquier manera estarán pasando por encima de las normas establecidas. Joaquín,
por un lado, está dispuesto a ocultar información para evitar el enojo de su superior a sabiendas de
que estaba cometiendo una falta grave y que podría costar su permanencia en esta institución y el
jefe, por otro lado, pasa por encima de las normas y de la dignidad de sus empleados, pues los
convierte en un medio para lograr sus propósitos, que no son los mismos de la institución.

En el fondo la virtud que se compromete allí es la justicia, la cual, unidad a la fortaleza, le


permitiría a Joaquín recordar a su jefe que las transacciones no informadas son una falta grave y
que, por encima de su orden, están las normas del banco, las que no pueden ser sobre pasadas ni
siquiera por los jefes. Frente al despido de Joaquín, que lo merecía, su jefe también debió tener parte
de responsabilidad frente al hecho.

3. Desenlace

Luego de ser interrogado, Joaquín se dio cuenta de que su jefe lo había utilizando ya que en ningún
momento trató de ayudarlo o justificarlo. Luego de ser escuchado, el contralor decide despedir a
Joaquín acusándolo de no respetar el reglamento interno, que dice que toda transacción debe ser
informada al igual que toda orden que provenga de un superior, más aún si evidentemente viola las
normas bancarias; esto último porque el contralor sospechó de que alguien había ordenado estos
movimientos bancarios, pero por no encontrar pruebas, ni la acusación por parte de Joaquín, no
podía generar más despidos. Es decir, el único que asumió la responsabilidad de todo fue Joaquín.

Una vez solucionado el caso, el banco implementó una política de rotación de cargos, asumiendo
un costo alto en función de la transparencia que debe reinar en la entidad para confianza y
tranquilidad de los clientes.

4. Comentario

Independientemente de que en el trabajo estemos expuestos a quienes quieran abusar del poder, hay
que trabajar mucho más sobre el carácter y la dignidad de la persona, precisamente para evitar este
tipo de situaciones tan complejas para el ser humano y tan costosas para las instituciones.
Mejorando aspectos humanos, estaremos apuntando entre muchas otras cosas, al respeto por las
labores del otro, al respeto a las normas establecidas dentro y fuera de la empresa y al mejoramiento
de las relaciones humanas. El abuso siempre necesitará de alguien que quiera o permita ser abusado
y, en ese sentido, la falta de carácter llevará a la persona a hacer cosas sin cuestionar en lo más
mínimo la naturaleza de la orden. Todos en la vida, de una u otra manera, obedecemos. Eso no es
malo, pero lo malo es no saber por qué lo hacemos, ya que eso no nos permite establecer los límites
de nuestros actos. Es el caso de Joaquín, quien advierte que estas solicitudes no corresponden a los
reglamentos internos, pero no tiene la suficiente fuerza de carácter para haberse negado a cumplir
tal tarea encomendada por su jefe.

5. Conclusión

La lealtad por parte de los trabajadores para con la empresa (Jefes, compañeros, dueños), es un
principio que siempre debe ser respetado, siempre y cuando conozcamos los límites de nuestras
labores, para no perder la capacidad de visualizar, cuando las tareas encomendadas atraviesan el
límite de lo correcto.

La falta de fortaleza para negarse a realizar actos que no eran correctos, con el fin demostrar lealtad
y responsabilidad, claramente llevó a Joaquín a cometer los errores que a la postre le costaron el
puesto. Se es fuerte cuando se posee una actitud firme para superar los obstáculos o presiones que
se presentan a diario.

Cambio de actitudes sociales para un cambio de vida Miguel A. V. Ferreira (Cuenca, noviembre
2009) Actitudes Un poco de recordatorio de manual de Psicología Social: ¿qué es una actitud? Una
actitud es una tendencia a la acción adquirida en el ambiente en que se vive y derivada de
experiencias personales. Es un estado de disposición psicológica, pero adquirida y organizada a
través de la propia experiencia. Dicha disposición incita a la persona a reaccionar de una manera
característica frente a determinadas personas, objetos o situaciones. Tenemos, pues, una tendencia o
predisposición adquirida y relativamente duradera. No sólo duradera, sino que implica una
orientación sistemática de la conducta hacia determinados objetos del mundo social. Es decir, las
actitudes no son conductas sino predisposiciones adquiridas para actuar selectivamente, conducirse
de determinada manera en la interacción social. Tienen que ver con una forma de actuar, pero no
son la actuación, sino aquello que la propicia: son parte de un sistema de representación de la
realidad. Hay que destacar que: 1. Las actitudes no son innatas. Se trata de disposiciones adquiridas,
aprendidas a partir de la interacción. 2. Y son relativamente durables pero sólo relativamente, pues
pueden ser modificadas por influencias externas. Es decir: se pueden CAMBIAR. Toda actitud
incluye cuatro componentes: 1. Un aspecto cognitivo: creencias y opiniones hacia diferentes objetos
o situaciones. Información que el sujeto adquiere en el medio social. 2. Un aspecto afectivo: Las
creencias y opiniones poseen componentes afectivos que generan atracción o rechazo. 3. Un aspecto
normativo: como “debe” el sujeto comportarse ante determinada situación u objeto. 4. Un aspecto
comportamental: En una situación específica estas creencias, opiniones, sentimientos y normas se
traducen en acción. Por ejemplo, la discriminación. Por tanto, nuestras actitudes vinculan nuestro
aparato psíquico con el mundo en el que vivimos, en el doble sentido de que se configuran a partir
de nuestra experiencia en el mundo y que orientan nuestro comportamiento en él. 2 Actitudes hacia
la discapacidad Las actitudes hacia la discapacidad pueden ser positivas, negativas o indiferentes;
sin duda, a fecha actual predominan lo negativo y lo indiferente. Para entenderlas, hay que evaluar
el marco cognitivo general a partir del cual surgen, así como la orientación afectiva que las
determina. Y eso implica contextualizar, contextualizarnos, todos, en términos de la cultura de la
que formamos parte, la que vamos a calificar como cultura de la “modernidad occidental”. Dicha
cultura tiene su origen principal en la Grecia Clásica y, a partir de él, adquiere sus rasgos distintivos
con la emergencia del empirismo científico y la implantación del racionalismo ilustrado. Se trata,
por lo tanto, de una cultura que prioriza lo cognitivo sobre lo afectivo y emocional, y lo hace,
además, de un modo determinado: estableciendo como directriz fundamental la de una racionalidad
empirista. Además, otro factor fundamental a considerar es el substrato económico en el que se
inscribe, actualmente, esa cultura: el de una economía capitalista de libre competencia basada en la
persecución individual y egoísta del beneficio. Tenemos, pues, un contexto cultural, en tanto que
condicionante de la modulación de nuestras actitudes, regido por los principios de la racionalidad
empírica, el individualismo, el egoísmo y la promoción de la competencia y la maximización del
beneficio. Ahí está la matriz a partir de la cual analizar las actitudes preponderantes hacia la
discapacidad. ¿Y cuáles son esas actitudes? A mi modo de ver, en la mayoría de la gente lo que
impera es la indiferencia. Una indiferencia fruto del desconocimiento de lo que es la discapacidad.
Desconocimiento derivado de que las personas con discapacidad han sido excluidas de la
participación social, han sido marginadas, han sido invisibilizadas. Ello provoca un amplio
desconocimiento respecto al fenómeno y, por lo tanto, la ausencia de un substrato cognitivo
adecuado en el que asentar nuestras actitudes al respecto. LA MAYORÍA DE LA GENTE NO
SABE LO QUE ES LA DISCPACIDAD y, en consecuencia, le resulta indiferente. Lo que es peor,
si no se da esa ausencia de referencias cognitivas, éstas vendrán marcadas por la que, todavía hoy,
es la visión imperante sobre la discapacidad. La misma está fundamentada en lo que podemos
llamar un modelo médico-rehabilitador: se entiende que la discapacidad es consecuencia de un
“defecto”, una carencia, que padece una persona en virtud de su constitución biológica. La
discapacidad es consecuencia de un defecto fisiológico por lo que se la va a asociar inmediatamente
con ENFERMEDAD. Esto genera rechazo, evitación, incomodidad, puesto que funcionamos, todos,
tomando en consideración un cierto estándar de salud, de normalidad referida a nuestra
funcionalidad orgánica, según la formula la ciencia médica, y aquello que se desvía de la misma lo
consideramos negativo, inadecuado y no deseable: no nos gusta la discapacidad porque no nos gusta
estar enfermos; no nos gusta estar enfermos porque hemos asumido que eso es algo “malo”. (Lo
cual es un importante error de apreciación puesto que la enfermedad, en mayor o menor grado,
formará parte de la experiencia vital de toda persona en algún momento dado de su existencia y
tendrá que aceptarla como parte de sí cuando le toque en suerte). En este caso, por lo tanto, un
componente cognitivo de carácter médico, fisiologicista, suscita una dimensión afectiva de rechazo
y una evaluación normativa negativa: evitación, discriminación, marginación, exclusión serán las
conductas derivadas de ello. Pero hay otra componente, algo más ambigua, que tenderá a propiciar
actitudes negativas hacia la discapacidad aunque también las puede propiciar positivas. Se debe a
que todavía 3 mucha gente asocia, en el plano cognitivo, la discapacidad con algo de origen divino,
una especie de tragedia personal que la persona padece, o que recae sobre la persona, y que tiene
que ver con algún dictamen divino asociado con la culpa o el pecado. En este caso, la componente
cognitiva de las actitudes hacia la discapacidad ya no será médico-científica, sino religioso-
teológica. La persona habría recibido en suerte ese destino desgraciado por cuestión de alguna culpa
que se le puede asignar (no sabemos cuál, no importa: es Dios quien lo decidió y por tanto ha sido
una decisión acertada). Sobre este substrato cognitivo la componente afectiva puede ser diversa,
haciendo posible que la actitud pueda ser tanto negativa como positiva. Negativa: acusación,
culpabilización, responsabilización: “algo has hecho y tienes lo que te mereces... asúmelo”.
Positiva: la compasión, asociada al arrepentimiento, a la penitencia, etc., todo ello vinculado con la
noción cristiana de caridad. En el mundo en el que vivimos, la actitudes hacia la discapacidad se
gestan en una combinación de estas dos matrices cognitivo-afectivas. Nos queda, en todo caso, por
evaluar las actitudes plenamente positivas. Éstas provienen, sobre todo, de la toma de conciencia
por parte de las propias personas con discapacidad de que su situación efectiva como tales no es la
consecuencia, ni de un defecto fisiológico ni de un designio divino, sino de unas estructuras sociales
que las excluyen y las condenan a la exclusión social. La toma de conciencia de que son un
colectivo que sufre la OPRESIÓN SOCIAL, según se formula desde la sociología crítica de la
discapacidad, el modelo social anglosajón gestado en torno a los Disability Studies, que se inauguró
en los años 80, vinculado al movimiento surgido a partir de la Filosofía de Vida Independiente
aparecido en EEUU en los años 60. Evidentemente, la componente afectiva asociada a esta
interpretación es reactiva frente a los contextos, la incomprensión generalizada y la falta de
sensibilidad y responsabilización colectiva. Cara a las personas con discapacidad implica una
conducta orientada a la movilización, la reivindicación de derechos, la lucha contra la opresión. Es,
lamentablemtente, una actitud todavía minoritaria. Y se trata, precisamente, de potenciarla. ¿Cómo
hacerlo? El problema no es menor... Sobre los fundamentos (I) los próximos 1 Para cambiar las
actitudes negativas o indiferentes respecto a la discapacidad hemos de actuar sobre las causas que
las propician. En el plano cognitivo, tienen que ver con los valores preponderantes del mundo,
actual, en el que vivimos; en consecuencia, sobre todo, con los valores asociados a esa ideología
economicista que he anticipado. Primera cuestión a tener en cuenta. Y, reitero, no es menor: el 80%
DE LA POBLACIÓN CON DISCAPACIDAD DEL PLANETA vive en el Tercer Mundo (ahora
“Majority World” (…). Eso no es mala suerte: indica un efecto de una economía globalizada cuyas
consecuencias negativas son derivadas, siempre, hacia los que peor están ya de partida. La
deficiencia fisiológica asociada a la discapacidad está promovida por causas como: guerras civiles
(en 1 La argumentación de este epígrafe desarrolla sintéticamente ideas planteadas en diversos
textos: Ferrante (2007, 2008), Ferreira (2010a, 2010b), Ferrante y Ferreira (2010, 2008, 2007),
Rodríguez Díaz y Ferreira (2009). 4 las que el primer mundo hace un lucrativo negocio de armas),
explotación abusiva de mano de obra barata, mucha de ella infantil, malnutrición, insalubridad
higiénica, productos farmacéuticos “erróneos” (que se experimentan en esos países), prostitución,
etc. La economía global produce, a gran escala, discapacidad. Pero en lo que se refiere al Primer
Mundo, hay un valor fundamental que orienta las actitudes hacia la discapacidad, porque orienta las
actitudes hacia todo lo demás: un ideal respecto al cuerpo. Aquí es dónde ponemos el dedo en la
llaga y tomamos en consideración la matriz cultural de la que somos “hijos/as”. Ese ideal respecto al
cuerpo está promovido, claro, por la ciencia médica... pero excede con mucho el propio campo de la
medicina. Indica una perfecta funcionalidad orgánica, salud, pero está indisociablemente asociado
con evaluaciones estéticas y de eficiencia económica. Se trata de lo que hemos denominado en
varios trabajos el CUERPO SANO – BELLO – BUENO (vd. Nota al pié supra). Simplemente
pensad: ¿quién quisiera ser? Y decidme cuántas personas de las que se os ocurren son gordas, feas,
tienen discapacidad o, sobre todo, no disfrutan del éxito económico. “Yo quisiera ser...” va asociado
a alguien cuyo cuerpo entendemos ajustado a ese ideal de “perfección”... ¿me equivoco?. La idea es
que nuestra perspectiva acerca del éxito social está vinculada con el éxito económico,
fundamentalmente, y que el mismo queda representado, en el imaginario que orienta nuestra
conducta y preferencias, por la posesión de un cuerpo perfecto que la ciencia médica ha promovido
a partir de cierto, a su vez, ideal de salud. Ser sano está asociado con ser estéticamente lo más
próximo a ese ideal. Como os podéis imaginar, las personas con discapacidad quedan,
automáticamente, exluidas de ese marco de evaluación, apreciación y percepción: nadie quiere tener
una pierna amputada, o ser ciego/a, o necesitar una silla de ruedas, o tener síndrome de Down. No
es deseable, para el éxito social, tener discapacidad. Aquí habría que precisar que estamos hablando
de un cuerpo que no es lo que 5 social. No es la marca la que les condena, es lo que nosotros
hacemos por habérsela asignado. Pero hay una razón de fondo, un presupuesto de matriz cultural
más antiguo, originario, primario, que está en la base de esas actitudes actuales hacia la
discapacidad y que es, precisamente, el que hay que poner en cuestión para promover un cambio de
actitudes. Sobre los fundamentos (II) los constitutivos 2 Ese presupuesto es fundado en la Grecia
Clásica, cuando el imaginario colectivo abandona la primacía de lo mítico como universo de sentido
y se adhiere a la racionalidad filosófica, y acabará cobrando el empuje definitivo con el despegue de
la ciencia empírica occidental moderna. Estamos hablando de un recorrido multisecular en el que la
cultura se ha constituido como un gran aparato represor de los instintos constitutivos del ser
humano. En el imaginario mítico el ser humano se representaba a sí mismo en su condición
ambigua, permitiendo una matriz interpretativa orientada por una racionalidad práctica de carácter
reflexivo en la que los sentimientos tenían un lugar preponderante: los mitos arcaicos estaban
sujetos a posibilidades interpretativas diversas y lejos de suprimir la contradicción, la potenciaban
como principio explicativo del mundo. Hefesto, el dios cojo, era además el ilustre artesano;
Pandora, expresión de todos los males, era además la belleza en su máxima expresión. La mitología
no se articulaba sobre principios de oposición, sino de multiplicidad combinativa. Pero la cultura
griega operó un proceso de racionalización del imaginario mítico, asignándole un sentido unívoco y
suprimiendo la ambigüedad. Y en esa racionalización se instituyó un cierto ideal abstracto de ser
humano; fue entonces cuando el Olimpo pasó a constituirse en expresión ideal de perfección, retrato
racionalizado de la perfección del ser humano. Ese es el eje directriz fundamental: la racionalidad
como principio de construcción de un ser humano perfecto. Este proyecto de perfectibilidad racional
del ser humano será, precisamente, el que recupere y potencie el ideario de la ilustración
amparándose en los progresos de la ciencias naturales, de las ciencias empíricas modernas. Por
tanto, la cultura como proyecto racional de supresión de la imperfección humana. La cultura como
supresión, negación, represión de cuanto de imperfecto constituye de hecho al ser humano:
instintos, emociones, sentimientos.... pero sobre todo, su “animalidad” (de ahí el famosos dictamen
reproducido en el ámbito escolar de que el ser humano es un animal racional, o sea, un no-animal).
La negación racional de nuestra animalidad es una negación doble: la de nuestra impureza y la de
nuestra finitud; es la negación de que, de hecho, somos un cuerpo o substrato biológico imperfecto
destinado a la muerte. De esta negación surgen todas las dicotomías sobre las que se articula la
racionalidad occidental: cuerpo / mente, esencia / accidente, teoría / práctica, idea / materia, bueno /
malo.... discapacitado / no discapacitado, por ejemplo. 2 Este epígrafe está basado íntegramente en
las ideas de Patricio Pedraza (2009). 6 La cultura occidental ha tenido que suprimir el cuerpo en su
racionalización de la perfección del ser humano, pues el cuerpo es la primera y más evidente
constatación de nuestra imperfección. La de todos y todas. Ello explica la primacía de lo cognitivo
sobre lo afectivo, pues los afectos residen en el cuerpo, no están sujetos a reflexión. Pero, además,
esa promoción racional de un ser humano perfecto, sin cuerpo, ha promovido sentimientos
represores, social y culturalmente inducidos. Los dos principales son el asco y la vergüenza: son
sentimientos que aprendemos, que no forman parte de nuestra constitución innata. El asco rechaza,
sobre todo, funciones biológicas primarias, corporales y tiene una fuerte vinculación con estímulos
olfativos; la vergüenza no está tan vinculada con las funciones primarias del cuerpo, pero sí con el
cuerpo mismo y sus deslizamientos hacia la animalidad (así por ejemplo la vergüenza estará
fuertemente vinculada con cuanto tenga que ver con la sexualidad, lo la desnudez). No obstante,
ambos sentimientos están estrechamente vinculados; podríamos decir que el primero es un
mecanismo de prevención mientras que el segundo es punitivo; mediante el asco evitamos caer en la
animalidad, con la vergüenza penalizamos el haberlo hecho, de algún modo u otro. Como es
evidente, asco y vergüenza son dos referencias afectivas que están fuertemente vinculadas a las
actitudes frente a la discapacidad. Y lo están porque la discapacidad implica, inexorablemente, un
cuerpo que no es posible ajustar al ideal racional de perfección del ser humano; es un cuerpo que no
se deja eludir, que no se puede poner en suspenso, que no se puede obviar; es un cuerpo que muestra
de manera irrefutable la condición imperfecta del ser humano, de cualquier ser humano, un cuerpo
que nos recuerda nuestra imperfección, nuestra animalidad y nuestra finitud. Un cuerpo que
evidencia que ese proyecto represor de la cultura occidental asociado al principio de perfección
racional del ser humano no tiene alcance universal: la discapacidad es un cuerpo que expresa, de
manera ineludible, que el ser humano no es en absoluto perfecto. Es decir, por debajo, y
sustentando, los referentes cognitivos en torno al éxito social, aquellos que formulan ese ideal
moderno y capitalista, sustentado por la norma médica de la salud, de un cuerpo sano-bello-bueno,
están los sentimientos represivos que la cultura occidental ha generado para suprimir de su ideal
racionalizado de ser humano su condición animal y finita. La actitudes negativas hacia la
discapacidad no son más que actitudes reactivas al reconocimiento de nuestra imperfecta condición
en tanto que seres humanos: rechazamos la discapacidad porque, en el fondo, rechazamos nuestra
constitutiva imperfección y precariedad, porque no queremos reconocernos a nosotros mismos en
ella. Sin duda, ese es el gran obstáculo a superar para promover un verdadero cambio de actitudes
hacia la discapacidad. Es decir, para poder cambiar las actitudes hacia la discapacidad habremos de
cambiar nuestras actitudes hacia nosotros mismos en cuanto seres humanos. O si se quiere, se trata
de concebir, y sentir, al ser humano de una manera bien distinta a esa promovida por los ideales
ficticios de un ser humano racionalmente perfecto y de un cuerpo económico-estético portador del
éxito social. Son dos ideales ficticios. Y sin embargo, son potentísimos conformadores de nuestras
representaciones, percepciones y conductas. Uno se inscribe en los orígenes clásicos de la cultural
occidental, el otro con la transición hacia la modernidad capitalista de esas sociedades occidentales.
La tarea, pues, no es fácil: las actitudes hacia la discapacidad no cambiarán significativamente
mientras no haya una transformación de fondo, que transciende con mucho el ámbito específico de
la discapacidad, de la idea de ser humano que hemos ido edificando. 7 No sois seres racionales
destinados a la perfección; sois precarios organismos biológicos, cuerpos pensantes y falibles
destinados a la muerte; justo ese es el punto en común, el punto propiamente humano en común,
entre las personas con discapacidad y las personas sin discapacidad. Ahora se trata de asumirlo. Si
no lo hacéis estaréis devaluando vuestra propia condición humana al expropiarnos de nuestro
derecho a ser personas, seres humanos íntegros (y por ello, imperfectos, falibles y mortales).

LA ÉTICA EN SITUACIONES DE CRISIS César Fernández Arce* Resumen El Perú, como


muchos otros países, atraviesa una grave crisis de valores morales, pues estos han sido trastocados
por otros de signo material, estimados en términos de utilidad, conveniencia o provecho personal; ni
siquiera los derechos humanos prevalentes han sido un obstáculo para ello. Se hace imperativo, por
ello, revalorar esos derechos, ya que constituyen exigencias indispensables de la dignidad humana.
Se hace necesario, igualmente, tener en cuenta que el crecimiento económico es fundamental pero
no basta; es menester, además, el crecimiento ético de las personas y el fortalecimiento de las
instituciones en este ámbito, pues, de otro modo, no tendrá sentido afirmar que la persona humana
es un fin en sí misma. Palabras Clave: Crisis moral – Derechos humanos – Bienestar material –
Pobreza – Dignidad – Ética . Abstract Peru, as many other countries, goes through a crisis of moral
values which have been disrupted by material ones estimated in terms of utility, convenience or
personal benefit; not even those prevalent human rights have prevented such disruption. Thus, it is
urgent to revalue those rights since they are an essential requirement for human dignity. Likewise, it
is necessary to take into account that economic growth is vital but not sufficient. Besides, it is
necessary to count with the people’s ethical growth and the institutions’ strengthening on this
regard; otherwise, it will be senseless to state that a human being is an end for himself. Key words:
Moral crisis – Human rights – Material well-being – Poverty – Dignity – Ethics Sumario 1.
Cuestiones generales. 2. Fundamentación de la ética. 3. Distribución de la riqueza en el mundo. 4.
Una ética para tiempos difíciles. * Ex Presidente del Poder Judicial y de la Corte Suprema de
Justicia de la República de Perú. 1. CUESTIONES GENERALES Después de cavilar un poco,
consideré que el tema materia de este artículo debería ser de permanente actualidad y que moviese a
hondas reflexiones por su especial trascendencia. Es así que finalmente decidí abordar el tema 218
César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3,
Nº 5 /2009 relacionado con la ética en tiempos de crisis, porque está relacionado con la razón y la
fe, la búsqueda de la verdad, la libertad y del bien, y porque hay un renovado interés de la sociedad
y del Estado por la persona humana y su desarrollo. La ética no se alcanza con recetas sino
formando conciencia a través de sólidos fundamentos con criterios morales en un medio donde los
valores ya no son humanistas y la confusión sobre la naturaleza de los valores espirituales resulta
preocupante. Comencemos por el principio. ¿Qué es una crisis? Es una situación de cambio
existencial para una persona o una institución. Puede ser bien una crisis de desarrollo o crisis de
conocimiento, o por el contrario, puede tratarse de una crisis negativa que puede llevar a la
destrucción de quienes la soportan. Resulta indudable que el Perú, al igual que muchos países del
mundo entero, vienen atravesando un período de crisis moral con ciertos indicadores que nos
mueven a una honda reflexión y preocupación. Estos indicadores múltiples y variados, son los
siguientes: a) Incremento de la violencia, de la corrupción, del narcotráfico y el chantaje. La
violencia, es verdad, no es de ahora, ha sido de siempre. La violencia ha acompañado la historia. En
el Perú, los años transcurridos desde el Tahuantinsuyo hasta ahora no han sido capaces de construir
la paz que brota de la justicia. La injusticia es también una forma de violencia que lamentablemente
es fuente de cultivo de más violencia. La injusticia tiene diversas formas de aparición, unas más
sutiles que otras pero con un denominador común: terminan por generar más violencia y por
destruir. b) Existencia y proliferación del odio, la envidia y la venganza. Precisamente en el último
número del semanario “Edu”, editado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, se informa
sobre la publicación de una obra titulada: “El odio y el poder en el Perú”, escrito por la doctora
Claudia Rosas, profesora del Departamento de Humanidades de nuestra Universidad. Se destaca
cómo a lo largo de nuestra historia ha sido una constante, lo cual como nosotros advertimos,
constituye un factor que no contribuye a nuestra formación integral como persona humana ni al
desarrollo del país, porque es más bien un factor de retraso como característica del hombre
primitivo y que tiene en el fondo una característica digna de ser estudiada en el campo de la
psicología. César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis 219 Revista Oficial del Poder
Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 Muchas veces, la envidia se transforma en odio, el odio en venganza y
violencia, que nunca conducen a la paz. Para vencer los odios tenemos que reconocer que no somos
un país con una identidad nacional (Moisés Lemlij: Profesor de Maestría en Estudios Teóricos en
Psicoanálisis de la Universidad Católica). Este autor afirma que el odio no es solo de los peruanos,
sino un sentimiento básico y fundamental de nuestra especie en contraposición del amor, y que el
odio no viene naturalmente sino que es una respuesta vinculada a la envidia cuando el hombre
considera detestable que haya otros que tienen cosas que uno no tiene y si no llegamos a superarla
se produce una frustración y con ella el odio y la destrucción del objeto envidiado o de la persona
que lo posee. La solución es la socialización que debe ser dada por el amor, la vida familiar y la
sociedad. El egoísmo no sirve para el bien común. c) Afectación de los núcleos sociales básicos de
formación de las personas (familia, colegios, universidades, etc.) d) Deterioro de la situación
familiar en todas las urbes y particularmente en los barrios marginales donde se concentran el
hambre y la miseria, el alcoholismo, la drogadicción y la promiscuidad y toda clase de corrupción
de costumbres, aún cuando esos fenómenos no están ausentes en otros lugares del país. e)
Resquebrajamiento de los valores y costumbres tradicionales a cambio de la búsqueda del bienestar
simplemente material y egoísta. f) Grave estado de pobreza, mendicidad y abandono de la niñez.
Hay una crisis de valores que se extiende en todo el mundo. Se necesita volver a la ética. La ética
humanista se alcanza formando conciencia a través de sólidos principios y criterios morales en un
medio donde la ignorancia sobre los valores es grave, o cuando estos han sido trastocados por otros
de signo material. Actualmente percibimos ausencia de una correcta comprensión del significado de
la libertad como atributo de la persona humana. Apenas la ha tenido para sectores restringidos de la
comunidad. 220 César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del Poder
Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 En el campo de la ciencia y de la tecnología, la humanidad ha alcanzado
logros importantes, dando lugar a que la condición humana se haya visto beneficiada, pero con
todos estos avances ¿ha encontrado la felicidad que todos aspiramos? La respuesta es negativa, la ha
alejado, porque ha perdido la brújula que oriente su destino. El hombre parece ser que hubiera
mutilado la imagen que antes se forjaba de sí mismo como imagen de Dios, dotado de razón y de
libertad y con vocación de trascendencia. Pero además, resulta oportuno señalar que tenemos la
impresión de que en el hombre moderno existen ideales distintos a los ideales humanistas a los que
desnaturalizan. La felicidad a que el hombre aspira no se agota en el bienestar material que ahora se
preconiza. Las nociones de bien o mal, sobre las que se mueve el comportamiento humano, han sido
reemplazadas por los conceptos de utilidad, conveniencia, provecho personal o la obtención de lo
que queremos, aún incluso por la violencia. Si el fin perseguido en un caso concreto se logra
violando derechos humanos prevalentes, Maquiavelo sigue entronizado con la máxima: “el fin
justifica los medios”. ¿Acaso innumerables guerras a la que los Estados han llevado a sus pueblos
han tenido justificación? Muchas son las vidas humanas sacrificadas a cambio de obtener poder
económico o político. Antes que a las personas, se destruye la verdad, por medio de la mentira para
justificar las guerras. Hegel al ocuparse de este tema afirma que “la historia es el intento constante
de justificar muchas cosas injustificables”. “El fin justifica los medios” sigue presente en el
quehacer de la humanidad. No importa que con las guerras en muchas ocasiones se instrumentalice
a la persona humana, se la destruya o se la esclavice. No importa que para fines de lucro o de poder
o por venganza se pisotee a las personas. El siglo XX, ha sido considerado como el más sangriento
en la historia de la humanidad. Fue entronizado como una cultura de muerte, frente a una cultura de
paz que los pueblos claman. La segunda guerra mundial costó la vida aproximadamente de 60
millones de personas. Nos preguntamos si la Carta de las Naciones Unidas o Declaración de los
Derechos Humanos vigente desde el 10 de diciembre de 1948, suscrita y César Fernández Arce - La
ética en situaciones de crisis 221 Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 ratificada por
el Perú entre múltiples Estados del mundo, ha puesto fin al periodo de vergüenza, oprobio, miseria,
corrupción y violencia vivida por la humanidad. Siguen las guerras, sigue la fabricación de armas
mortíferas, la provocación para que los Estados continúen peleando y empobreciendo a los pueblos.
¿Acaso no es verdad que la libertad, la justicia, la paz y el desarrollo de los pueblos tienen por
fundamento universal el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y de los derechos
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana? La humanidad misma es una
dignidad porque ninguno de sus miembros puede ser tratado como un instrumento sino siempre
como un fin en sí mismo (Kant). La ignorancia y el menosprecio de los derechos humanos siguen
originando en el mundo, la barbarie y ultraje que violentan la conciencia de la humanidad. ¡Qué
paradójico resulta comprobar el contraste entre los grandes avances humanos en los campos de la
ciencia y de la tecnología y la violencia desatada en el mundo en todos los tiempos! El instinto
bestial de destrucción propio del animal prevaleció sobre la razón, quedando la moral olvidada y, la
dignidad del hombre, pisoteada. Finalizada la segunda guerra mundial, muchos Estados soberanos,
aprobaron y ratificaron múltiples tratados sobre derechos humanos. Su regulación nació,
obviamente, de la necesidad impostergable de dar protección a la persona humana no solamente por
parte del Estado a nivel individual sino a través de la Comunidad Internacional. A partir del 10 de
diciembre de 1948, fecha de la Declaración de los Derechos Humanos, la persona,
independientemente de su origen, condición, raza o creencia, será titular de derechos subjetivos. Es
un instrumento trascendental para la historia de la humanidad. Afirma que la libertad, la justicia y la
paz en el mundo, tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Que el desconocimiento y el
menosprecio de los derechos humanos ha originado actos de barbarie y ultraje para la conciencia de
la humanidad. Que la aspiración más elevada del hombre es el advenimiento de un mundo en que
los seres humanos liberados del terror y de la miseria disfruten de la libertad de palabra y de
creencias, resultando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen 222 César
Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3, Nº 5
/2009 de derecho a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión
contra la tiranía y la opresión. Finalmente, declara la firme resolución de promover el progreso
social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad. Esta hermosa e
histórica declaración de principios se fundamenta en la dignidad de la persona humana, de la cual
derivan sus principales derechos. El fundamento de esta categoría no es el hombre mismo, sino un
ser supremo, absoluto y anterior a todo lo creado, capaz de infundir razón y libertad en la materia de
la que estamos hechos. Se vive, sin embargo, una especie de “dictadura del relativismo”, como
afirma Benedicto XVI, porque prioriza esta corriente del postmodernismo, lamentablemente, que el
ser humano no puede conocer con seguridad más allá del campo científico. La declaración
contenida en la aludida carta al reconocer la dignidad y respeto de todos los derechos
fundamentales, es importante porque constituye base y sustento del ordenamiento jurídico,
generando múltiples obligaciones para todos los Estados participantes, debiendo intervenir la
comunidad internacional en caso de violaciones. 2. FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA El
origen y el fundamento de los derechos humanos nunca puede ser jurídico, sino previo a lo jurídico.
Los derechos humanos pertenecen al mundo de la ética, no al mundo del derecho. El derecho
positivo no crea los derechos humanos, su labor consiste en reconocerlos y convertirlos en normas
jurídicas, dándoles plena efectividad y garantizándoles jurídicamente. La ética nos dice cómo
debemos actuar. El poder político podrá acomodar o no su acción política a los postulados éticos.
Para la fundamentación ética, los derechos humanos aparecen como exigencias indispensables para
una vida digna, son imperativos éticos que debemos trasladar convirtiéndolos en normas jurídicas.
Los valores que han de fundamentar los derechos humanos se derivan de la idea de dignidad
humana y estos valores son la seguridad, la autonomía, la libertad y la igualdad. Este año 2009
demuestra que, pese a las buenas intenciones, la violación de los derechos humanos no ha cesado,
sobre todo en aquellos Estados denominados César Fernández Arce - La ética en situaciones de
crisis 223 Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 “del primer mundo”, donde podría
suponerse la existencia de una cultura de vida y civilización más avanzados. Se creyó que la caída
del muro de Berlín, durante la segunda mitad del siglo pasado, simbolizaría la victoria del
humanismo sobre la instrumentalización inaceptable de la persona humana. Lamentablemente, poco
tiempo después, hemos descubierto que la corrupción, la violencia, el terrorismo y el crecimiento
del grado de pobreza aún continúan en gran escala. 3. DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA EN EL
MUNDO El World Institute for Development Economics Research (Wider) de la Universidad de las
Naciones Unidas de Helsinski, ha publicado un nuevo estudio en el que por primera vez se investiga
de manera detallada la distribución del ingreso de la riqueza y su evolución hasta el año 2000,
tomando en cuenta el 94% de la población mundial. Dice en uno de sus acápites introductorios lo
siguiente: “Ya hace algo más de 250 años que la Academia de Gijón (1754) lanzó una pregunta y
ofreció un premio para quien lograra responderla de manera adecuada: ¿Cuál es el origen de la
desigualdad entre los hombres? ¿Es acaso la consecuencia de una ley natural? Rousseau se interesó
por la cuestión y en respuesta escribió una obra sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
Dijo, que la referida desigualdad social y política no es natural, no deriva de la voluntad divina, ni
tampoco es consecuencia de una desigualdad natural. Por el contrario, su origen es el resultado de la
propiedad privada, de la apropiación privada de la riqueza del mundo entero y de los beneficios
privados derivados de esa apropiación. Una cuestión central para las ciencias sociales es tratar de
explicar el origen de la desigualdad social. Se señala también como causa la falta de libertad,
íntimamente conectada con la desigualdad de una inmensa mayoría de personas en todo el mundo.
Actualmente, 1,200 millones de personas de todo el mundo viven con menos de un dólar por día,
mientras que casi 850 millones de personas pasan hambre. La desigualdad mundial sigue
aumentando y crece entre pobres y ricos en el interior de los países. La población mundial llega hoy
a 6,500.000.000 habitantes. El Instituto de Estadística e Informática INEI presentó con fecha 22 de
mayo de 2009 las “Cifras de Pobreza en el Perú 2008”. De acuerdo a esta medición, 224 César
Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3, Nº 5
/2009 la pobreza disminuyó a 36.2%, experimentando una reducción de 3.1% con respecto al año
anterior. Se consideran pobres a aquellas personas cuyo gasto per cápita, valorizado
monetariamente, no supera el costo de la canasta alimentaria expresado como el umbral o línea de
pobreza. El Perú actualmente tiene una población que llega a 28’220.764 habitantes. Renán Quispe,
Jefe del INEI, indicó que la mayor disminución de la pobreza se registró en el área rural que pasó de
64.6% en el año 2007 a 59.8% en el año 2008, es decir, 4.8% menos, mientras que en el área urbana
se redujo en 2.2%. Mencionó que esas cifras de pobreza fueron elaboradas en el marco de un trabajo
interinstitucional con organismos técnicos internacionales como el Banco Mundial (BM), Instituto
de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia, Fondo de Población de las Naciones Unidas
(UNFPA), organismos gubernamentales nacionales como el Banco Central de Reserva, Ministerio
de Economía y Finanzas, así como la comunidad académica y los centros de investigación del país.
La pobreza extrema en el año 2008 afectó al 12.6% de la población, disminuyendo en 1.2% con
respecto al año 2007, precisándose que están consideradas en pobreza extrema aquellas personas
cuyo gasto per cápita no cubre el costo de la canasta de alimentos. En el área rural la pobreza
extrema se redujo en 3.2% y en 0.1% en el área urbana. El derecho a la vida como derecho
fundamental de la persona humana conlleva deberes para toda la sociedad. El derecho a la vida
supone también la obligación de dar a los que no tienen medios de subsistencia lo necesario para
asegurar su supervivencia, su vida. El derecho a la vida conlleva una solidaridad que se convierte no
solo en deber moral sino en una obligación natural. La pobreza no se limita solo a la escasez de
bienes materiales sino también se da por la falta de acceso a los recursos esenciales que trasciende la
penuria financiera y afecta la salud, la educación, la seguridad y las oportunidades de participación
política de las personas. Aunque el crecimiento económico es fundamental para sacar a las personas
de la pobreza, ello no basta. Es menester el crecimiento ético de las personas y el fortalecimiento de
las instituciones. César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis 225 Revista Oficial del
Poder Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 La creciente desigualdad económica entre las distintas regiones
del mundo y dentro de los mismos países es una causa decisiva de la violencia y del peligro de
guerra civil. La injusticia es una forma de violencia. Nos encontramos en la era de la globalización,
pero una globalización sin solidaridad, sin humanismo, afecta negativamente a los sectores más
pobres, han afirmado los obispos católicos reunidos en Aparecida, Brasil. Han dicho que no se trata
simplemente de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ello queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en que se vive, pues no se está abajo, en la
periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino
“sobrantes” y desechables. (cfr. Documento Aparecida N° 65, mayo 2007). Jan Tinbergen, laureado
con el Premio Nóbel de Economía en 1969, afirma que los problemas de la humanidad ya no
pueden ser resueltos por los gobiernos nacionales. Lo que se necesita es un gobierno mundial. La
corriente impulsa al mundo en este sentido. Estamos, pues, frente al desafío de la pobreza y la
miseria. Por tanto, resulta inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre todo, de las que
crean injusticias. El Papa Benedicto XVI, en el discurso inaugural del mismo encuentro de
Aparecida ha afirmado enfáticamente que: “Las estructuras justas deben brotar de un consenso
moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con
las necesarias renuncias, inclusive contra el interés personal”. La globalización solo cobra sentido
cuando está al servicio de la persona humana. La persona humana es un fin en sí misma. El artículo
1° de nuestra Constitución Política expresa que la defensa de la persona humana y el respeto de su
dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado. La dignidad del hombre es intangible,
corresponde al poder público y a la sociedad respetarla y protegerla. La inviolabilidad y la
inalienabilidad de los derechos del hombre son el fundamento de toda comunidad humana, así como
de la paz y de la justicia en el mundo. La proclamación de la dignidad intrínseca de todo ser humano
en la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de Derechos Humanos es 226
César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3,
Nº 5 /2009 principio constitucional contemporáneo de orden internacional, que se debe traducir en
una obligación erga omnes del respeto de todos esos derechos. En el libro “Primero la gente”,
escrito por el Nóbel de Economía Amartya Sen, nacido en la India y el economista argentino
Bernarde Kliksberg ambos académicos y humanistas, cuestionan desde la ética del desarrollo, la
falta de equidad en la distribución de la riqueza planetaria. Afirman que si la ética y la economía se
articularan, podrían surgir alternativas de solución en el mejoramiento de la vida de tantas personas
que hoy día sufren. Hay pues una tarea ética que cumplir y que corresponde a todos: humanizar el
mundo. La globalización con todos los indudables logros positivos alcanzados, no avanza
plenamente por el camino de la humanización como fuera de esperar, porque no se conoce
adecuadamente el verdadero valor de los sufrimientos de la pobreza. Falta más justicia, más
solidaridad y más compasión. La ambición desmedida de riqueza, o de poder, cualquiera fuere su
naturaleza, llevan a la corrupción. 4. UNA ÉTICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES El sacerdote
jesuita Ricardo Antoncich en el libro “Una ética para tiempos difíciles”, Centro de Espiritualidad
Ignaciana, reflexiona precisamente sobre la urgente necesidad por parte de la sociedad de actualizar
los valores éticos que se vienen perdiendo y cómo se siente cada vez más la urgencia de volver a
recuperarlos porque existe la sensación de que se van abandonando en la vida de los hombres. El
dirá: “Nos acordamos del aire que respiramos cuando el ambiente se torna irrespirable”. La realidad
de nuestro medio, punto de partida para el inicio del proceso de conocimiento, nos descubre
precisamente un ambiente enrarecido por el fenómeno de la corrupción en todas sus formas, abiertas
o solapadas, que corroe y destruye al hombre, a la familia y a la sociedad, trayendo como resultado
el malestar que el mundo soporta. No sería correcto afirmar que el problema es de hoy. Quizás
ahora lo percibimos con mayor claridad, pero siempre ha existido, aunque ahora es más fácil
descubrirlo por los avances de la ciencia, la tecnología y los medios de comunicación y difusión.
Esta percepción nos lleva a descubrir la necesidad antropológica de una toma de conciencia moral, y
asimismo, una sincera disposición para asumir respon- César Fernández Arce - La ética en
situaciones de crisis 227 Revista Oficial del Poder Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 sablemente el rol que
nos corresponde vivir como personas humanas que buscan su realización plena en la felicidad como
legítima aspiración humana. Santo Tomás de Aquino, entre muchísimos teólogos importantes,
señala puntualmente que el fundamento de la moral descansa en la propia naturaleza humana. Como
dice Lorda en su obra “El arte de vivir” (Lorda Irraña, Juan Luis, “Moral, el arte de vivir”, Madrid,
España, 1994), la moral consiste en el arte de vivir dignamente como persona humana. Es el arte de
saber usar bien la libertad con que ha sido creado el hombre por Dios. Es un arte que cada quien
necesita aprender para vivir dignamente en la búsqueda del propio destino, que es alcanzar la
felicidad plena. La libertad, sin embargo, no es un valor absoluto, sino más bien, un medio al
servicio del hombre en el camino de su perfección. Está en función del bien como valor. En la moral
influyen dos valores muy importantes: el bien y la verdad. Por eso Platón llegó a afirmar que “no es
posible conocer la conducta a seguir que haga bueno al hombre si desconocemos la verdad”. La
bondad busca el bien de uno y del otro, es un valor ético, y esta es la cualidad inherente a
determinados comportamientos auténticamente humanos que responden al sentido más profundo
dado a la existencia y dignidad humana, nos dirá Lorda en su obra ya citada. La moral no esclaviza,
antes bien, hace libres a los hombres, porque enseña a hacer buen uso de la libertad mediante la
adquisición de conocimientos necesarios y de costumbres y hábitos que permitan vivir dignamente.
La verdad es la luz de la inteligencia que permite distinguir el bien del mal. La verdad es el único
camino que conduce a la libertad. La verdad nos hará libres. Lorda dirá que la ignorancia, el error y
la debilidad de carácter, son los tres obstáculos de la libertad. Los dos primeros apagan la voz de la
conciencia y la tercera hace al hombre incapaz de seguirla. El criterio de verdad no se determina por
la opinión mayoritaria sobre algo determinado. La persona tiene, además, libertad para elegir entre
alternativas diferentes, aquella que es buena para nuestra naturaleza como persona humana. Esta
traduce la esencia de nuestro ser. La conciencia se forma con la educación pero sus raíces son
innatas a cada cual. La conciencia no viene por reflexión racional, es la regla inmediata de
moralidad, porque en ella reside la ley natural y, asimismo, la capacidad de poder discernir el propio
comportamiento. 228 César Fernández Arce - La ética en situaciones de crisis Revista Oficial del
Poder Judicial: Año 3, Nº 5 /2009 La conciencia humana es libertad (Karl Jaspers). La conciencia es
libre mas no infalible, por eso es necesaria una educación integral porque reduce la posibilidad de
errar. La formación humana en valores espirituales constituye uno de los fines esenciales de la
educación. Somos obra de nosotros mismos. El deber moral es una autoexigencia de la razón. Se
alcanza el bien cuando se conoce y se respeta la verdad. Para vivir moralmente, es menester además
de desearlo, tener en claro en qué consiste vivir bien y después, adquirir libremente los hábitos para
llevar a la práctica ese conocimiento. Kant en “Fundamentos de la metafísica de las costumbres”
remite la dignidad de la persona a la autonomía de su voluntad y a la libertad. Dignidad y libertad
van juntos. Nuestra sociedad actual vive en crisis, bien porque desconoce la naturaleza e
importancia de los valores morales en la vida, o porque prefiere vivir de espaldas a ellos. La
alternativa es, entonces, vivir como persona humana con fe, razón y libertad o como animal guiado
solo por el instinto. El Padre Mac Gregor, sobre este tema nos ha dejado muy importantes
reflexiones: a) Cuando la educación de un país se desvincula del sustento cultural del que debe
nutrirse, significa que se está construyendo un edificio sobre un lecho de arena. b) La cultura de paz
se orienta a conseguir que el imperativo moral de una persona lo lleve a la firme decisión de no usar
la violencia para resolver un conflicto. c) En el imperativo moral hay necesariamente un
componente heterónomo, pero es imprescindible sobre todo, la decisión de no usar la violencia para
resolver un conflicto. Es la moral autónoma, la que de hecho dirige a una persona en las opciones de
vida. Toda la simbología de la paz tiene lugar tanto en la cultura objetiva como en la cultura
subjetiva. La persona que ha aceptado el imperativo moral de no usar la violencia para resolver un
conflicto, “posee una cultura de paz”. d) La economía no es solo producción de bienes y servicios
convertidos en ganancia, es uso de las capacidades de la persona humana dignificándola y
haciéndola constructora de un mundo mejor para todos. e) Uno de los ideales más difíciles es
alcanzar un régimen de producción de pleno empleo. Juan Pablo II ha llamado al trabajo: “La llave
del arco de la construcción social”.

OBJETIVO DEL VALOR ppt

Entre la subjetividad y objetividad del valor…

Valores son subjetivos, es decir, que su existencia depende del sujeto que valora. La segunda,
que los valores son objetivos, es decir, que existen independientemente del sujeto que valora;
éste, los descubre

VALORES SUBJETIVOS……

El subjetivismo ha sido argumentado partiendo de observaciones empíricas diferentes. Se ha dicho


que una cosa tiene valor cuando nos gusta y en la medida en qué nos gusta, que sólo son valiosos las
cosas que deseamos o anhelamos, que es nuestro interés lo que hace que una cosa sea valiosa para
nosotros.

Aquello que es objeto de interés adquiere eo ipso valor".


"x es valioso = nos hemos interesado en x".
Perry Teoría general del valor

El subjetivismo moral es una doctrina ético filosófica que afirma que lo bueno y lo malo, en la moral,
es reducible a nuestras actitudes y opiniones personales.

La idea del subjetivismo ético surgió como una idea sencilla, en las palabras de Hume, enunciando
que la moral es cuestión de sentimiento más que de hecho; sin embargo, los teóricos del
subjetivismo quisieron mejorar esta teoría.

Valores objetivos….

El objetivismo, en un extremo opuesto, argumenta que los valores son descubiertos, no atribuidos
por nosotros a las cosas.

El hombre puede descubrir la esencia de los valores del mismo modo que puede aislar un color del
espectro.

los valores no resultan afectados por las vicisitudes humanas: son absolutos y objetivos. Pese a
nadie juzgase que el asesinato es malo, el asesinato seguiría siendo malo.

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