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TRABAJO EN AULA
CASO Y SERVILISMO
INMEDIATO SUPERIOR
Los asuntos {éticos es el conjunto de aspectos éticos que comprenden al investigador cuando hacen
una tesis. Los asuntos éticos están estudiados por una ciencia que se denomina ética. SE distingue de
la ética normativa y la teoría moral.
La primera estudia el bien y el mal, establece el código moral de la conducta. La ética normativa y el
sistema moral son inseparables entre sí. A fines del siglo XX fue posible una ética científica, es decir
un estudio de moral utilizando un método científico y las teorías de la ciencia social, la antropología,
la sociologia y la historia.
El investigador debe de reflexionar sobre los principios éticos vigentes en la sociedad y válidos para
la especie humana. Las reflexiones éticas tienen siempre esferas de interés. En centro de interés {ético
compromete al estudio, No debe de afectar al valor humano y los derechos fundamentales del hombre
y la sociedad.
La existencia de las normas morales siempre ha afectado a la persona humana, ya que desde pequeños
captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados
por ellas en forma de consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero
siempre con el fin de tratar de orientar e incluso determinar la conducta humana.
Ya que las normas morales existen en la conciencia de cada uno, esto provoca que existan diferentes
puntos de vista y por ende problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas
existenciales que ejercen las personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación.
2. El Problema de la Libertad Humana. La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo
está de cierta forma condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión
social, cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar una conciencia,
misma que permite a una persona actuar en base a un criterio propio. El problema está en la
incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea en el ser y el deber ser.
4. El Problema del Fin y los Medios. Muchos sostienen la importancia del fin de tal modo que
cualquier medio es bueno si se ejecuta para obtener un fin bueno, esto se conoce como la tesis
maquiavélica "El fin justifica los medios", pero con esto lo único que ocurre es que se sobre valoran
las "buenas intenciones " de un acto, que es parte del interior del ser y se descuida el aspecto externo
del acto (intenciones y finalidades). Con esto quiero decir que "El fin jamás va a justificar los medios".
5. El Problema de la Obligación Moral. Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya
que normalmente se dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito , en cambio, cuando
se realiza por propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a entender que la
obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser el mismo, de acuerdo con su propia
moralidad y con su propio criterio. Pero hay que aclarar también que una cosa es la obligación
entendida como corección externa y otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen
los valores en la conciencia de una persona.
6. La Diferencia entre Ética y Moral. Este es un problema que yo creo que a la mayoría de las personas
nos ha ocurrido y nos hemos preguntado ¿qué no es lo mismo?. Pues no, por definición de raíces
significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy
conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las normas
que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.
La Ética y su Método
La palabra ética viene del griego ethos, que significa costumbre y la palabra moral viene del latín
mos, moris que también significa costumbre. Por lo tanto como ya se mencionó en capítulo anterior
ética y moral etimológicamente significan lo mismo. Las dos palabras se refieren a las costumbres.
Por lo que la definición nominal de ética sería la ciencia de las costumbres. Pero lo que en realidad le
interesa a la ética es estudiar la bondad o maldad de los actos humano, sin interesarse en otros aspectos
o enfoques. Por lo tanto podemos determinar que su objeto material de estudio son los actos humanos
y su objeto formal es la bondad o maldad de dichos actos. Con esto podemos da una definición real
de la ética como la Ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos. Con esta definición
tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro de carácter racional
El carácter científico que da fundamentado en que la ética es una ciencia, pero ¿por qué una ciencia?,
¿por que no una técnica?. Bueno pues para aclarar esta duda tenemos que definir lo que es una ciencia;
la ciencia es un paradigma fundamentado, paradigma porque establece un modelo universal o patrón
de comportamiento de la realidad y nos puede decir como se va a comportar dicha realidad, o sea que
la ciencia puede predecir el comportamiento de un objeto debido a que proporciona el modelo bajo el
cual actúa, así pues la ciencia no nos "indica" como se comporta un objeto sino como "debe" actuar
un objeto. Es fundamentado ya que utiliza el método científico, que es el encargado de corroborar por
todos los medios posibles la adecuación del modelo con la realidad. Recordemos que el modelo inicial
que propone la ciencia es una hipótesis y que gracias al método científico, la hipótesis puede
comprobarse y en ese momento se trata ya de un modelo fundamentado. En fin el carácter científico
de la ética queda fundamentado en virtud de que esta disciplina presenta un paradigma de conducta
valiosa que el hombre debe realizar
El carácter racional viene por el uso de la razón. La ética no es una ciencia experimental, sino racional
ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona causas,
razones, el porqué de la bondad en una conducta realizada.
Con todo esto se puede decir que a la Ética le concierne proporcionar las razones por las que ciertas
conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en contra de
conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.
La Ética también es una ciencia normativa ya que estudia lo que es normal, pero no lo normal de
hecho, que es lo que suele suceder, sino lo normal de derecho, o sea lo que debería suceder, por lo
tanto la Ética es una ciencia que estudia lo normal de derecho. Entonces podemos decir que se está
actuando de un modo ético cuando en esta conducta lo normal de hecho coincide con lo normal de
derecho.
• El Método de la Ética
La Ética como toda ciencia posee un método por medio del cual se tenga un conocimiento profundo
de la conducta humana. El cual consiste en los siguientes pasos:
1. Observación. Este paso también es propio del método científico. La observación no solo consiste
en acercarse al hecho real y percibir a través de los sentidos en forma penetrante y amplia.
2. Evaluación. A partir de la percepción del acto por medio de la observación, se emiten un juicio de
valor moral, es decir tratar de catalogar el acto observado dentro de las categorías morales
previamente establecidas estudiadas como pueden ser: reprobable, honesto, obligatorio, bueno,
amable, recomendable, etc. Es necesario existan matrices de valoración moral para así poder catalogar
con más detalle el acto estudiado.
3. Percepción axiológica. Es este aspecto se trata de descubrir en forma personal los valores que
todavía no se ha sido capaz de descubrir o percibir en este acto. Una vez hecho esto podemos darle
un valor al acto estudiado de acuerdo a una escala de valores.
Son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con
conocimiento y voluntad. En ellos interviene primero el entendimiento (que conoce el objeto) y
luego la voluntad (que lo busca o lo rechaza). En estos casos el hombre es dueño y responsable de
sus actos. Sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.
La categoría singular del hombre, que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la
creación visible, radica en que está dotado de inteligencia y voluntad, con libertad armonizada con
la de sus semejantes, para tomar decisiones. Las expresiones cotidianas racionales del hombre caen
en el concepto de acto humano. El pensar y el razonar son actos propios del hombre y están
sometidos a una coacción de la voluntad determinada por su conciencia moral. Esta es el tribunal
interior que juzga el bien y el mal.
Los actos meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las
que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes a los animales. Por ej. La
nutrición, circulación de la sangre, respiración. Los actos del hombre: los que proceden del hombre,
pero falta advertencia (locos, niños sin uso de razón) o la voluntariedad (por coacción física, p. ej.) o
ambas (el que duerme, p. ej.)
En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar:
sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. Lo sabe porque se lo dice
la conciencia, esa voz interior que avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no
hace más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que
debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, obramos bien; y si la
contradecimos, obramos mal.
Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es concreto, cambiante,
circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o hacerlo de otro modo. Las circunstancias no
determinan totalmente mi actuar, sino que puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por
todo ello con mis actos puedo lograrme como persona o malograrme, superarme o degradarme; mis
acciones me desvelan o me encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir, revierten
sobre el sujeto modelándolo para bien o para mal.
Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye decisión a decisión, paso a
paso, de tal modo que en cada acto se compromete la persona entera; cada acto singular resume toda
la vida, y la orienta o no en el horizonte de la vocación. La conciencia moral permite darnos cuenta
de los efectos de nuestra conducta y nos inhibe o nos empuja en la realización de nuestros actos bajo
una compulsión interna que limita la libertad.
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es
responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea, los actos libremente realizados tras un juicio de
conciencia, son moralmente buenos o malos.
La bondad o maldad de los actos humanos depende de: el objeto elegido, la intención o fin que se
busca, y las circunstancias de la acción.
La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos deliberados; las pasiones
o sentimientos que experimenta pueden disponerle o contribuir a ello, pero en sí mismas las
pasiones son no buenas ni malas; sólo reciben calificativo moral en la medida en que depende de la
razón y de la voluntad.
En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos que se conocen
como pasiones, reconocidas como fuerzas que le ha puesto la naturaleza y que nos mueven a obrar.
Esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se
logra controlarlas.
El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las
pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y
de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas
cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar el mal. Las
pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios.
El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y total de notas constitucionales
psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como
realidad. El hombre debe obrar de modo que produzcan deseos armoniosos más bien que
discordantes.
Esta inteligencia es formal constitutiva y radical ya que a través de ella aprehende lo real sintiendo
su realidad. Gracias a esta inteligencia, el hombre se comporta con todas las cosas reales, y consigo
mismo, no sólo por lo que determinadamente son en sí mismas, sino que se comporta con todo por
ser real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es animal de realidades. En su virtud, el carácter de
realidad del hombre es un momento determinante de su acción: el hombre actúa realmente porque es
su realidad.
Antes de plantear en qué consisten la bondad o la maldad morales, y cómo los actos que la persona
ejecuta pueden convertirse en actos buenos o malos, lo primero que se tiene que analizar es ¿qué
clase de actos puede realizar el hombre?, ¿son todas las acciones humanas susceptibles de
convertirse en moralmente buenas o malas o solamente algunas de ellas?
Precisamente, el hombre difiere de los animales irracionales en que es dueño de sus actos mediante
su razón y voluntad, solamente estos actos de los que el hombre es dueño son los que se designan
apropiadamente como humanos, para el estudio de la ética pueden distinguirse dos clases
principales de actos que son ejecutados por la persona: los actos humanos y los actos de un hombre.
Actos involuntarios o actos de un hombre, esto es, los que un individuo acontece realizar, pero de
los que no es dueño, que no ejecuta conscientemente o quiere deliberadamente, y de los cuales no es
tenido por responsable.
Actos voluntarios o actos humanos, esto es, aquellos que el hombre domina, que controla
conscientemente y quiere deliberadamente, y de los que es tenido por responsable.
Es importante señalar que los actos humanos, tomados en su conjunto, forman la conducta humana.
Ejemplos de actos involuntarios son los actos realizados durante el sueño, la locura o durante
momentos de distracción, estos actos no constituyen conducta humana y no poseen significado
ético.
El acto humano es el resultado que la persona humana sabe y quiere. Su capacidad de conocer más
allá de lo sensible es tarea del intelecto, y su capacidad de querer lo que sabe de un modo intelectual
y por tanto de buscarlo es tarea de la voluntad.
Para que el hombre actúe, ha de empezar por estar atraído por algún bien. Cuando percibe algo
como bueno, despierta en él un querer de aquello, y si ve que aquello es no sólo bueno en sí mismo,
sino también bueno para él, su querer se convierte en deseo.
Un deseo podrá permanecer sin efecto, pero, si el individuo comprende además lo bueno como
susceptible de ser alcanzado, su percepción intelectual mueve su voluntad hacia un acto de intención
espontánea o tendencia hacia la cosa buena, esto es, hacia un extenderse para conquistar el objeto.
Como siguiente paso dirige ahora su intelecto hacia la tarea de ponderar las razones en favor y en
contra de llevar a cabo su intención y los diversos conjuntos de medios con cuyo auxilio podría ser
aquella ejecutada. Este acto del intelecto se designa como deliberación, cuyo resultado es el de
llegar a uno de los dos juicios prácticos: "esto debe hacerse aquí y ahora", o "esto no debe hacerse ni
aquí ni ahora".
Hasta aquí las condiciones han sido puestas ahora para tomar una decisión, sabe ahora
perfectamente lo que debe hacer y las razones de ello, todo está dispuesto ahora para el veredicto,
esto es, para el acto supremo de expresión del ser del hombre como una persona de dirección
autónoma. Acepta uno u otro de los juicios prácticos alternativos del intelecto mediante una
decisión de su voluntad, lo que constituye su acto de compromiso.
La deliberación consiste en una serie de juicios prácticos en favor y en contra del curso de acción
contemplado. El último juicio práctico no es distinto de la deliberación, sino que es simplemente
aquel, al que la voluntad consiente aceptándolo.
La parte más importante del proceso es el consentimiento, ya que es a partir de éste el acto es una
decisión de la cual se es responsable, a partir de este momento es un acto humano, un acto
voluntario.
Con lo que respecta a los sentimientos y las emociones, ciertamente desempeñan un importante
papel en el proceso deliberativo, reforzando las razones en favor o en contra, por tanto intervienen
fuertemente en todo acto de decisión; incluso en algunas personas sus vidas se deciden casi por
completo en el plano emocional, pero es necesario precisar lo siguiente, el acto humano puede ir
acompañado de emociones muy fuertes pero para que sea un acto humano, un acto plenamente
voluntario, las emociones han de estar bajo el control de la persona.
Ahora bien, podría parecer que únicamente el acto interno de la voluntad misma sea el acto humano,
en el sentido más estricto es así, porque es en la voluntad donde residen la elección y el
consentimiento y a partir de estos el acto adquiere su carácter específicamente humano.
La persona sabe a la vez que sabe, y sabe que quiere, en efecto, es la unión de conocimiento y
voluntad lo que hace voluntario a un acto, como conclusión la definición del acto humano puede
formularse así: definición puede formularse así: acto voluntario es aquel que procede de la voluntad
con un conocimiento del fin.
Los actos humanos son los actos libres del hombre. Los actos libres del hombre pueden ser actos
moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca indiferentes. La bondad o maldad de un acto
humano depende del objeto elegido, de la intención o fin que se busca y de las circunstancias de la
acción.
Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sea bueno en el objeto, en el fin y
en las circunstancias. Nunca, un fin bueno jamás justificaría el uso de unos medios malos, porque el
acto seria malo siempre; por consiguiente, no está permitido hacer un mal para obtener un bien.
No, intervienen también las pasiones, que son impulsos de la sensibilidad, y según dependan o no de
la razón y de la voluntad, hay en las pasiones bien o mal moral.
La pregunta que se sigue es la siguiente: ¿qué es lo que hace a la voluntariedad imperfecta,
reduciendo el carácter específicamente humano del acto y haciendo menos responsable a la persona
de su actuar? Son cinco los principales modificadores de la responsabilidad de un acto humano:
Ignorancia
La falta de conocimiento se da en diversos grados, una persona capaz de conocimiento podrá tener o
no la obligación de tenerlo, por ejemplo un capitán de barco o un médico no necesitan saber música
o arqueología; semejante ignorancia meramente negativa no tiene trascendencia ética.
Pasión
Se entiende como pasión un movimiento muy fuerte del apetito sensible, los términos clásicos
utilizados por diferentes autores son deseo y concupiscencia pero parece más apropiada la palabra
pasión.
Las pasiones podrán surgir espontáneamente antes de que la voluntad haya actuado, cuando un
objeto es presentado a los sentidos el apetito sensible reacciona casi automáticamente mediante
sentimientos repentinos de alegría, enojo, odio, congoja, vergüenza, compasión, disgusto y otros por
el estilo, cuando estas emociones se experimentan muy fuertemente es lo que entendemos por
pasiones.
Miedo
El miedo es la aprehensión de un mal inminente. Puede ser una emoción y en este sentido el miedo
es una de las pasiones y sigue las reglas de cómo la voluntariedad del acto se ve influenciada por la
pasión. Pero existe también el miedo intelectual, este consiste en la comprensión de una amenaza de
mal y ante éste una respuesta de la voluntad para evitar dicho mal mediante acciones racionalmente
concebidas, esta clase de miedo puede o no estar acompañado de algún componente emocional.
Los actos realizados bajo coacción e intimidación tienen el miedo como motivo. Estos actos son
extorsionados bajo la amenaza de males que serán inflingidos por otra voluntad humana sin
embargo los actos realizados bajo coacción e intimidación son actos responsables, porque la persona
pudo haber resistido y aceptado las consecuencias.
Fuerza
La fuerza es el poder físico externo que hace que alguien realice algo contra su voluntad. En el
lenguaje común, el que cede a una amenaza de violencia se dice que se vio forzado, aunque no se
trate, en realidad, de fuerza, sino de miedo y la voluntariedad de la persona ha de juzgarse de
acuerdo con las normas del miedo.
La fuerza afecta solamente los actos externos y no el acto interno de la voluntad, en donde radica la
voluntariedad del acto humano, se puede seguir queriendo lo opuesto, por muy violentamente que se
vea forzado alguien a realizar un acto.
Hábitos
Se puede definir el hábito como una forma constante de actuar obtenida mediante repetición del
mismo acto. Una vez adquirido el hábito, los actos resultan de él en forma espontánea y casi
automática, de modo deliberación se hace innecesaria.
Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o extrínsecamente, de la propia
determinación de la voluntad. Son aquellos actos que la voluntad puede o no producir, aunque todas
las condiciones del libre albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos
actos hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por la disposición que
tenga en ese momento el temperamento, ni tampoco por los hábitos, sino que es determinado por las
condiciones propias de sí misma
Con frecuencia se invocan las buenas intenciones para justificar una acción objetivamente mala.
Hay que notar que estas intenciones no sólo no vuelven bueno un acto intrínsecamente malo, sino
que no son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por qué? Porque, no es fácil discernir cuál
es esta intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la intención
vocacional y de las virtudes. Cuando no se hace así, muchas veces estas intenciones no son más que
justificaciones.
1. Los hechos
Diana es una joven graduada con honores de la carrera de turismo, con excelentes ideas y un futuro
brillante, pues sus profesores y compañeros ven en ella una persona capaz incluso de revolucionar la
industria del turismo en Perú, dada su visión, su cultura y el manejo perfecto de cuatro idiomas.
Entra a trabajar en una gran empresa de turismo a las órdenes de un colega mayor y prácticamente
autodidacta, quien se supone debe formarla para ejercer el nuevo cargo, de Gerente de Operación en
Rutas Nacionales. Desde el inicio no le da ninguna información acerca de los informes, las rutas,
estrategias y la organización interna de la oficina, por lo que ella debe arreglárselas sola. A pesar de
esto, Diego, su jefe, la crítica constantemente sin indicarle jamás cómo debiera hacer las cosas para
mejorarlas.
Cuando ella le plantea preguntas precisas para obtener información él las elude y contesta otra cosa
o se burla de ella: “No sé para qué te sirve haber estudiado si ni siquiera sabes eso. ¿Qué te
enseñaban realmente en la escuela?”. Delante de los demás, Diego, se da importancia en relación
con la profesión de su subordinada: “Sale graduada en turismo con honores sin aprender nada.
¡Tengo que enseñarle todo yo!”.
Diana no tarda en perder la confianza en sí misma y en tener la impresión de que realmente no sabe
nada y que los conocimientos aprendidos durante su carrera no fueron más que teoría; se siente
como una inútil. Así, comienza a darle la razón al jefe en todo y que su basta experiencia se pone
por encima de sus estudios e incluso de su cultura. Se convierte en una persona sumisa y acaba por
preguntarle absolutamente todo a Diego para poder continuar trabajando. Sin embargo a Diego no le
basta con eso y sigue constantemente hostigándola con comentarios desagradables hasta que Diana
cae enferma y tiene que dejar el trabajo por unos meses, sintiendo que no está capacitada para
asumir la responsabilidad le que fue asignada.
Diego, el jefe de Diana no fue capaz de ponerse en los zapatos de ella para intentar entender su
inexperiencia en el trabajo, pues con un poco de ayuda y los conocimientos que ella trae de su
escuela seguramente podrán formar un buen equipo y realmente generar estrategias nuevas para una
industria que tiende a crecer a pasos agigantados. Diego nunca entendió que la solidaridad debe
primar entre personas que tienen intereses comunes y que de la suma de sus fuerzas dependerá el
éxito de la causa común. De hecho, Diego al parecer no sólo se negó a ser solidario con ella sino
que con sus comentarios mostró falta de respeto por sus conocimientos, los que evidentemente eran
superiores a los que él mismo tenía.
3. Desenlace
En una conversación de los dueños de la empresa con Diana, ella de forma prudente pudo comentar
el ambiente de trabajo que allí se vivía con Diego, persona llena de experiencias y también de
resabios que no le habían permitido desplegar todo su potencial. En vista de esta situación y la
confianza que tenían en Diego y las esperanzas de crecer depositadas en Diana, los dueños
decidieron separar las funciones de ambos empleados, darles un equipo de trabajo diferente y
ponerlos al mismo nivel jerárquico para evitar la dependencia de Diana
En un principio a Diego le molestó mucho la idea y sintió que lo estaban desplazando, pero cuando
Diana comenzó a mostrar resultados, a éste no le quedó más que concentrarse en su trabajo y
comenzar a rendir como siempre lo debía haber hecho. Nunca fueron amigos, pero ambos
entendieron que la combinación de la experiencia con la teoría es fundamental para el crecimiento
personal y de la empresa; pronto Diego comenzó a estudiar para hacerse profesional en lo que por
experiencia ya había adquirido y Diana con los años pudo comprobar que los conocimientos dados
en la escuela realmente eran aplicables. Hoy Diana y Diego pertenecen a una de las empresas más
importantes del turismo chileno y sin proponérselo ambos están remando para el mismo lado.
4. Comentario
Con el tema de la solidaridad se debe tener mucho cuidado, ya que los seres humanos tenemos la
tendencia a equivocarnos con este concepto y a pedirle solidaridad a los demás para nuestros
propios proyectos, que no tienen nada que ver con el bien común. Recordemos que la solidaridad
como valor moral deber ser universal y necesario; en ese sentido, la solidaridad por parte de los
empleados de la empresa con Diego, no es más que la complicidad con su propia estupidez, pues
con este acto no le ayudan a nadie, no construyen nada y por ende, no le aportan nada a la empresa y
a la sociedad, a la vez que debilitan la integridad de una empleada que como Diana, llegaba a la
empresa con la idea de aportar y compartir experiencias y conocimientos. No podemos llamar a
alguien solidario cuando se suma a una causa mala o en contra del bien común. La solidaridad riñe
inevitablemente con intereses particulares, los que suelen caer en injusticias.
5. Conclusión
La ética no consiste simplemente en una serie de normas estereotipadas que haya que respetar. Más
bien apunta a crear un carácter en los individuos en base al cultivo de las virtudes, de modo que
puedan moverse autónomamente en busca del bien mediante las decisiones correctas. En este
sentido, la invitación de la ética a vivir la solidaridad se contrapone a una visión que entienda que se
deba establecer la solidaridad como una orden. Este valor se realizará plenamente sólo donde cada
individuo adquiera el hábito bueno de pensar en los demás, lo que implica un trabajo muy fuerte
desde la voluntad de cada persona para que junto a la inteligencia haga buenas elecciones.
1. Los hechos
Joaquín era un empleado bancario al que todos apreciaban por su solidaridad, compañerismo y
lealtad hacia la institución. Era un hombre joven, soltero y sin más aspiración que hacer las cosas
bien hechas, para llegar algún día al reconocimiento de su buen desempeño por parte de sus
superiores. Cada tarde, al terminar con la atención al público, debía realizar un arqueo de su caja en
el que especificaba detalladamente todos los movimientos producidos en el día. En varias
oportunidades su jefe directo le solicitó canjear unos cheques por efectivo sin informar, ante lo cual
Joaquín accedió. Aunque él sabía que era incorrecto según las políticas del Banco, accedía por
tratarse de su jefe inmediato, un hombre leal y con muchos años dentro de la empresa, lo que le
permitió pensar que con este tipo de favores ninguno de los dos saldría perjudicado. Efectivamente
estos hechos no habían causado problema alguno, ya que se mantenían en secreto y al momento de
las auditorías internas, Joaquín era advertido por su jefe.
Cierto día en la institución se realizó una auditoría general que no fue informada por los superiores,
contratando a una empresa externa, ya que el objetivo era detectar las irregularidades que se
estuvieran presentando internamente. Cuando la empresa de auditoría externa revisó la caja de
Joaquín se dio cuenta que habían varias transacciones no informadas. Joaquín fue llamado a rendir
un informe de las transacciones no informadas, lo que comenzó a complicarle la vida, ya que no
pudo justificar satisfactoriamente estas acciones realizadas por fuera de lo establecido en el Banco y
tampoco informó que su jefe era quien le solicitaba este tipo de transacciones, todo por “cuidar la
espalda de su jefe inmediato”. Finalmente Joaquín reconoció como suya la falta.
El auditor al no quedar conforme con la explicación, emitió un informe de los hechos y solicitó una
revisión histórica de los arqueos, encontrándose que tales transacciones se habían realizado en
innumerables ocasiones. El resultado de este informe produjo el inevitable despido de Joaquín, sin
tener opción alguna a reclamo, ya que había faltado al reglamento interno del banco.
Por otro lado su jefe inmediato se hizo el desentendido ya que cualquier señal de estar involucrado
en este proceso, provocaría también su despido.
En términos de Marie-France Irigoyen, estamos frente al típico caso de una relación perversa de
acoso moral que conduce entre otras cosas, al abuso de poder por parte del jefe hacia los empleados.
En este caso la victima del abuso es una persona buena, transparente, pero a la vez culpógena, que
lo lleva siempre a estar asumiendo la culpa de las cosas que no funcionan a su alrededor y a tratar
de hacerlo todo de la mejor manera para la felicidad propia y de los compañeros de trabajo. Esta
obsesión por la perfección lo hace vulnerable ante las pretensiones del jefe que busca favores por
fuera de lo establecido por el banco, sin tener que asumir la responsabilidad de los actos, pues ya
tiene quien lo haga. El abuso de poder normalmente requiere de seres humanos serviles, que
obedecen sin preguntarse por qué lo hacen, que no cuestionan en absoluto las órdenes y que asumen
ingenuamente la responsabilidad de las consecuencias. Podríamos afirmar que ambos casos son
igual de perversos; tanto el que abusa del poder como el servil son nocivos para la empresa, sobre
todo porque de cualquier manera estarán pasando por encima de las normas establecidas. Joaquín,
por un lado, está dispuesto a ocultar información para evitar el enojo de su superior a sabiendas de
que estaba cometiendo una falta grave y que podría costar su permanencia en esta institución y el
jefe, por otro lado, pasa por encima de las normas y de la dignidad de sus empleados, pues los
convierte en un medio para lograr sus propósitos, que no son los mismos de la institución.
3. Desenlace
Luego de ser interrogado, Joaquín se dio cuenta de que su jefe lo había utilizando ya que en ningún
momento trató de ayudarlo o justificarlo. Luego de ser escuchado, el contralor decide despedir a
Joaquín acusándolo de no respetar el reglamento interno, que dice que toda transacción debe ser
informada al igual que toda orden que provenga de un superior, más aún si evidentemente viola las
normas bancarias; esto último porque el contralor sospechó de que alguien había ordenado estos
movimientos bancarios, pero por no encontrar pruebas, ni la acusación por parte de Joaquín, no
podía generar más despidos. Es decir, el único que asumió la responsabilidad de todo fue Joaquín.
Una vez solucionado el caso, el banco implementó una política de rotación de cargos, asumiendo
un costo alto en función de la transparencia que debe reinar en la entidad para confianza y
tranquilidad de los clientes.
4. Comentario
Independientemente de que en el trabajo estemos expuestos a quienes quieran abusar del poder, hay
que trabajar mucho más sobre el carácter y la dignidad de la persona, precisamente para evitar este
tipo de situaciones tan complejas para el ser humano y tan costosas para las instituciones.
Mejorando aspectos humanos, estaremos apuntando entre muchas otras cosas, al respeto por las
labores del otro, al respeto a las normas establecidas dentro y fuera de la empresa y al mejoramiento
de las relaciones humanas. El abuso siempre necesitará de alguien que quiera o permita ser abusado
y, en ese sentido, la falta de carácter llevará a la persona a hacer cosas sin cuestionar en lo más
mínimo la naturaleza de la orden. Todos en la vida, de una u otra manera, obedecemos. Eso no es
malo, pero lo malo es no saber por qué lo hacemos, ya que eso no nos permite establecer los límites
de nuestros actos. Es el caso de Joaquín, quien advierte que estas solicitudes no corresponden a los
reglamentos internos, pero no tiene la suficiente fuerza de carácter para haberse negado a cumplir
tal tarea encomendada por su jefe.
5. Conclusión
La lealtad por parte de los trabajadores para con la empresa (Jefes, compañeros, dueños), es un
principio que siempre debe ser respetado, siempre y cuando conozcamos los límites de nuestras
labores, para no perder la capacidad de visualizar, cuando las tareas encomendadas atraviesan el
límite de lo correcto.
La falta de fortaleza para negarse a realizar actos que no eran correctos, con el fin demostrar lealtad
y responsabilidad, claramente llevó a Joaquín a cometer los errores que a la postre le costaron el
puesto. Se es fuerte cuando se posee una actitud firme para superar los obstáculos o presiones que
se presentan a diario.
1. Los hechos
Joaquín era un empleado bancario al que todos apreciaban por su solidaridad, compañerismo y
lealtad hacia la institución. Era un hombre joven, soltero y sin más aspiración que hacer las cosas
bien hechas, para llegar algún día al reconocimiento de su buen desempeño por parte de sus
superiores. Cada tarde, al terminar con la atención al público, debía realizar un arqueo de su caja en
el que especificaba detalladamente todos los movimientos producidos en el día. En varias
oportunidades su jefe directo le solicitó canjear unos cheques por efectivo sin informar, ante lo cual
Joaquín accedió. Aunque él sabía que era incorrecto según las políticas del Banco, accedía por
tratarse de su jefe inmediato, un hombre leal y con muchos años dentro de la empresa, lo que le
permitió pensar que con este tipo de favores ninguno de los dos saldría perjudicado. Efectivamente
estos hechos no habían causado problema alguno, ya que se mantenían en secreto y al momento de
las auditorías internas, Joaquín era advertido por su jefe.
Cierto día en la institución se realizó una auditoría general que no fue informada por los superiores,
contratando a una empresa externa, ya que el objetivo era detectar las irregularidades que se
estuvieran presentando internamente. Cuando la empresa de auditoría externa revisó la caja de
Joaquín se dio cuenta que habían varias transacciones no informadas. Joaquín fue llamado a rendir
un informe de las transacciones no informadas, lo que comenzó a complicarle la vida, ya que no
pudo justificar satisfactoriamente estas acciones realizadas por fuera de lo establecido en el Banco y
tampoco informó que su jefe era quien le solicitaba este tipo de transacciones, todo por “cuidar la
espalda de su jefe inmediato”. Finalmente Joaquín reconoció como suya la falta.
El auditor al no quedar conforme con la explicación, emitió un informe de los hechos y solicitó una
revisión histórica de los arqueos, encontrándose que tales transacciones se habían realizado en
innumerables ocasiones. El resultado de este informe produjo el inevitable despido de Joaquín, sin
tener opción alguna a reclamo, ya que había faltado al reglamento interno del banco.
Por otro lado su jefe inmediato se hizo el desentendido ya que cualquier señal de estar involucrado
en este proceso, provocaría también su despido.
En términos de Marie-France Irigoyen, estamos frente al típico caso de una relación perversa de
acoso moral que conduce entre otras cosas, al abuso de poder por parte del jefe hacia los empleados.
En este caso la victima del abuso es una persona buena, transparente, pero a la vez culpógena, que
lo lleva siempre a estar asumiendo la culpa de las cosas que no funcionan a su alrededor y a tratar
de hacerlo todo de la mejor manera para la felicidad propia y de los compañeros de trabajo. Esta
obsesión por la perfección lo hace vulnerable ante las pretensiones del jefe que busca favores por
fuera de lo establecido por el banco, sin tener que asumir la responsabilidad de los actos, pues ya
tiene quien lo haga. El abuso de poder normalmente requiere de seres humanos serviles, que
obedecen sin preguntarse por qué lo hacen, que no cuestionan en absoluto las órdenes y que asumen
ingenuamente la responsabilidad de las consecuencias. Podríamos afirmar que ambos casos son
igual de perversos; tanto el que abusa del poder como el servil son nocivos para la empresa, sobre
todo porque de cualquier manera estarán pasando por encima de las normas establecidas. Joaquín,
por un lado, está dispuesto a ocultar información para evitar el enojo de su superior a sabiendas de
que estaba cometiendo una falta grave y que podría costar su permanencia en esta institución y el
jefe, por otro lado, pasa por encima de las normas y de la dignidad de sus empleados, pues los
convierte en un medio para lograr sus propósitos, que no son los mismos de la institución.
3. Desenlace
Luego de ser interrogado, Joaquín se dio cuenta de que su jefe lo había utilizando ya que en ningún
momento trató de ayudarlo o justificarlo. Luego de ser escuchado, el contralor decide despedir a
Joaquín acusándolo de no respetar el reglamento interno, que dice que toda transacción debe ser
informada al igual que toda orden que provenga de un superior, más aún si evidentemente viola las
normas bancarias; esto último porque el contralor sospechó de que alguien había ordenado estos
movimientos bancarios, pero por no encontrar pruebas, ni la acusación por parte de Joaquín, no
podía generar más despidos. Es decir, el único que asumió la responsabilidad de todo fue Joaquín.
Una vez solucionado el caso, el banco implementó una política de rotación de cargos, asumiendo
un costo alto en función de la transparencia que debe reinar en la entidad para confianza y
tranquilidad de los clientes.
4. Comentario
Independientemente de que en el trabajo estemos expuestos a quienes quieran abusar del poder, hay
que trabajar mucho más sobre el carácter y la dignidad de la persona, precisamente para evitar este
tipo de situaciones tan complejas para el ser humano y tan costosas para las instituciones.
Mejorando aspectos humanos, estaremos apuntando entre muchas otras cosas, al respeto por las
labores del otro, al respeto a las normas establecidas dentro y fuera de la empresa y al mejoramiento
de las relaciones humanas. El abuso siempre necesitará de alguien que quiera o permita ser abusado
y, en ese sentido, la falta de carácter llevará a la persona a hacer cosas sin cuestionar en lo más
mínimo la naturaleza de la orden. Todos en la vida, de una u otra manera, obedecemos. Eso no es
malo, pero lo malo es no saber por qué lo hacemos, ya que eso no nos permite establecer los límites
de nuestros actos. Es el caso de Joaquín, quien advierte que estas solicitudes no corresponden a los
reglamentos internos, pero no tiene la suficiente fuerza de carácter para haberse negado a cumplir
tal tarea encomendada por su jefe.
5. Conclusión
La lealtad por parte de los trabajadores para con la empresa (Jefes, compañeros, dueños), es un
principio que siempre debe ser respetado, siempre y cuando conozcamos los límites de nuestras
labores, para no perder la capacidad de visualizar, cuando las tareas encomendadas atraviesan el
límite de lo correcto.
La falta de fortaleza para negarse a realizar actos que no eran correctos, con el fin demostrar lealtad
y responsabilidad, claramente llevó a Joaquín a cometer los errores que a la postre le costaron el
puesto. Se es fuerte cuando se posee una actitud firme para superar los obstáculos o presiones que
se presentan a diario.
Cambio de actitudes sociales para un cambio de vida Miguel A. V. Ferreira (Cuenca, noviembre
2009) Actitudes Un poco de recordatorio de manual de Psicología Social: ¿qué es una actitud? Una
actitud es una tendencia a la acción adquirida en el ambiente en que se vive y derivada de
experiencias personales. Es un estado de disposición psicológica, pero adquirida y organizada a
través de la propia experiencia. Dicha disposición incita a la persona a reaccionar de una manera
característica frente a determinadas personas, objetos o situaciones. Tenemos, pues, una tendencia o
predisposición adquirida y relativamente duradera. No sólo duradera, sino que implica una
orientación sistemática de la conducta hacia determinados objetos del mundo social. Es decir, las
actitudes no son conductas sino predisposiciones adquiridas para actuar selectivamente, conducirse
de determinada manera en la interacción social. Tienen que ver con una forma de actuar, pero no
son la actuación, sino aquello que la propicia: son parte de un sistema de representación de la
realidad. Hay que destacar que: 1. Las actitudes no son innatas. Se trata de disposiciones adquiridas,
aprendidas a partir de la interacción. 2. Y son relativamente durables pero sólo relativamente, pues
pueden ser modificadas por influencias externas. Es decir: se pueden CAMBIAR. Toda actitud
incluye cuatro componentes: 1. Un aspecto cognitivo: creencias y opiniones hacia diferentes objetos
o situaciones. Información que el sujeto adquiere en el medio social. 2. Un aspecto afectivo: Las
creencias y opiniones poseen componentes afectivos que generan atracción o rechazo. 3. Un aspecto
normativo: como “debe” el sujeto comportarse ante determinada situación u objeto. 4. Un aspecto
comportamental: En una situación específica estas creencias, opiniones, sentimientos y normas se
traducen en acción. Por ejemplo, la discriminación. Por tanto, nuestras actitudes vinculan nuestro
aparato psíquico con el mundo en el que vivimos, en el doble sentido de que se configuran a partir
de nuestra experiencia en el mundo y que orientan nuestro comportamiento en él. 2 Actitudes hacia
la discapacidad Las actitudes hacia la discapacidad pueden ser positivas, negativas o indiferentes;
sin duda, a fecha actual predominan lo negativo y lo indiferente. Para entenderlas, hay que evaluar
el marco cognitivo general a partir del cual surgen, así como la orientación afectiva que las
determina. Y eso implica contextualizar, contextualizarnos, todos, en términos de la cultura de la
que formamos parte, la que vamos a calificar como cultura de la “modernidad occidental”. Dicha
cultura tiene su origen principal en la Grecia Clásica y, a partir de él, adquiere sus rasgos distintivos
con la emergencia del empirismo científico y la implantación del racionalismo ilustrado. Se trata,
por lo tanto, de una cultura que prioriza lo cognitivo sobre lo afectivo y emocional, y lo hace,
además, de un modo determinado: estableciendo como directriz fundamental la de una racionalidad
empirista. Además, otro factor fundamental a considerar es el substrato económico en el que se
inscribe, actualmente, esa cultura: el de una economía capitalista de libre competencia basada en la
persecución individual y egoísta del beneficio. Tenemos, pues, un contexto cultural, en tanto que
condicionante de la modulación de nuestras actitudes, regido por los principios de la racionalidad
empírica, el individualismo, el egoísmo y la promoción de la competencia y la maximización del
beneficio. Ahí está la matriz a partir de la cual analizar las actitudes preponderantes hacia la
discapacidad. ¿Y cuáles son esas actitudes? A mi modo de ver, en la mayoría de la gente lo que
impera es la indiferencia. Una indiferencia fruto del desconocimiento de lo que es la discapacidad.
Desconocimiento derivado de que las personas con discapacidad han sido excluidas de la
participación social, han sido marginadas, han sido invisibilizadas. Ello provoca un amplio
desconocimiento respecto al fenómeno y, por lo tanto, la ausencia de un substrato cognitivo
adecuado en el que asentar nuestras actitudes al respecto. LA MAYORÍA DE LA GENTE NO
SABE LO QUE ES LA DISCPACIDAD y, en consecuencia, le resulta indiferente. Lo que es peor,
si no se da esa ausencia de referencias cognitivas, éstas vendrán marcadas por la que, todavía hoy,
es la visión imperante sobre la discapacidad. La misma está fundamentada en lo que podemos
llamar un modelo médico-rehabilitador: se entiende que la discapacidad es consecuencia de un
“defecto”, una carencia, que padece una persona en virtud de su constitución biológica. La
discapacidad es consecuencia de un defecto fisiológico por lo que se la va a asociar inmediatamente
con ENFERMEDAD. Esto genera rechazo, evitación, incomodidad, puesto que funcionamos, todos,
tomando en consideración un cierto estándar de salud, de normalidad referida a nuestra
funcionalidad orgánica, según la formula la ciencia médica, y aquello que se desvía de la misma lo
consideramos negativo, inadecuado y no deseable: no nos gusta la discapacidad porque no nos gusta
estar enfermos; no nos gusta estar enfermos porque hemos asumido que eso es algo “malo”. (Lo
cual es un importante error de apreciación puesto que la enfermedad, en mayor o menor grado,
formará parte de la experiencia vital de toda persona en algún momento dado de su existencia y
tendrá que aceptarla como parte de sí cuando le toque en suerte). En este caso, por lo tanto, un
componente cognitivo de carácter médico, fisiologicista, suscita una dimensión afectiva de rechazo
y una evaluación normativa negativa: evitación, discriminación, marginación, exclusión serán las
conductas derivadas de ello. Pero hay otra componente, algo más ambigua, que tenderá a propiciar
actitudes negativas hacia la discapacidad aunque también las puede propiciar positivas. Se debe a
que todavía 3 mucha gente asocia, en el plano cognitivo, la discapacidad con algo de origen divino,
una especie de tragedia personal que la persona padece, o que recae sobre la persona, y que tiene
que ver con algún dictamen divino asociado con la culpa o el pecado. En este caso, la componente
cognitiva de las actitudes hacia la discapacidad ya no será médico-científica, sino religioso-
teológica. La persona habría recibido en suerte ese destino desgraciado por cuestión de alguna culpa
que se le puede asignar (no sabemos cuál, no importa: es Dios quien lo decidió y por tanto ha sido
una decisión acertada). Sobre este substrato cognitivo la componente afectiva puede ser diversa,
haciendo posible que la actitud pueda ser tanto negativa como positiva. Negativa: acusación,
culpabilización, responsabilización: “algo has hecho y tienes lo que te mereces... asúmelo”.
Positiva: la compasión, asociada al arrepentimiento, a la penitencia, etc., todo ello vinculado con la
noción cristiana de caridad. En el mundo en el que vivimos, la actitudes hacia la discapacidad se
gestan en una combinación de estas dos matrices cognitivo-afectivas. Nos queda, en todo caso, por
evaluar las actitudes plenamente positivas. Éstas provienen, sobre todo, de la toma de conciencia
por parte de las propias personas con discapacidad de que su situación efectiva como tales no es la
consecuencia, ni de un defecto fisiológico ni de un designio divino, sino de unas estructuras sociales
que las excluyen y las condenan a la exclusión social. La toma de conciencia de que son un
colectivo que sufre la OPRESIÓN SOCIAL, según se formula desde la sociología crítica de la
discapacidad, el modelo social anglosajón gestado en torno a los Disability Studies, que se inauguró
en los años 80, vinculado al movimiento surgido a partir de la Filosofía de Vida Independiente
aparecido en EEUU en los años 60. Evidentemente, la componente afectiva asociada a esta
interpretación es reactiva frente a los contextos, la incomprensión generalizada y la falta de
sensibilidad y responsabilización colectiva. Cara a las personas con discapacidad implica una
conducta orientada a la movilización, la reivindicación de derechos, la lucha contra la opresión. Es,
lamentablemtente, una actitud todavía minoritaria. Y se trata, precisamente, de potenciarla. ¿Cómo
hacerlo? El problema no es menor... Sobre los fundamentos (I) los próximos 1 Para cambiar las
actitudes negativas o indiferentes respecto a la discapacidad hemos de actuar sobre las causas que
las propician. En el plano cognitivo, tienen que ver con los valores preponderantes del mundo,
actual, en el que vivimos; en consecuencia, sobre todo, con los valores asociados a esa ideología
economicista que he anticipado. Primera cuestión a tener en cuenta. Y, reitero, no es menor: el 80%
DE LA POBLACIÓN CON DISCAPACIDAD DEL PLANETA vive en el Tercer Mundo (ahora
“Majority World” (…). Eso no es mala suerte: indica un efecto de una economía globalizada cuyas
consecuencias negativas son derivadas, siempre, hacia los que peor están ya de partida. La
deficiencia fisiológica asociada a la discapacidad está promovida por causas como: guerras civiles
(en 1 La argumentación de este epígrafe desarrolla sintéticamente ideas planteadas en diversos
textos: Ferrante (2007, 2008), Ferreira (2010a, 2010b), Ferrante y Ferreira (2010, 2008, 2007),
Rodríguez Díaz y Ferreira (2009). 4 las que el primer mundo hace un lucrativo negocio de armas),
explotación abusiva de mano de obra barata, mucha de ella infantil, malnutrición, insalubridad
higiénica, productos farmacéuticos “erróneos” (que se experimentan en esos países), prostitución,
etc. La economía global produce, a gran escala, discapacidad. Pero en lo que se refiere al Primer
Mundo, hay un valor fundamental que orienta las actitudes hacia la discapacidad, porque orienta las
actitudes hacia todo lo demás: un ideal respecto al cuerpo. Aquí es dónde ponemos el dedo en la
llaga y tomamos en consideración la matriz cultural de la que somos “hijos/as”. Ese ideal respecto al
cuerpo está promovido, claro, por la ciencia médica... pero excede con mucho el propio campo de la
medicina. Indica una perfecta funcionalidad orgánica, salud, pero está indisociablemente asociado
con evaluaciones estéticas y de eficiencia económica. Se trata de lo que hemos denominado en
varios trabajos el CUERPO SANO – BELLO – BUENO (vd. Nota al pié supra). Simplemente
pensad: ¿quién quisiera ser? Y decidme cuántas personas de las que se os ocurren son gordas, feas,
tienen discapacidad o, sobre todo, no disfrutan del éxito económico. “Yo quisiera ser...” va asociado
a alguien cuyo cuerpo entendemos ajustado a ese ideal de “perfección”... ¿me equivoco?. La idea es
que nuestra perspectiva acerca del éxito social está vinculada con el éxito económico,
fundamentalmente, y que el mismo queda representado, en el imaginario que orienta nuestra
conducta y preferencias, por la posesión de un cuerpo perfecto que la ciencia médica ha promovido
a partir de cierto, a su vez, ideal de salud. Ser sano está asociado con ser estéticamente lo más
próximo a ese ideal. Como os podéis imaginar, las personas con discapacidad quedan,
automáticamente, exluidas de ese marco de evaluación, apreciación y percepción: nadie quiere tener
una pierna amputada, o ser ciego/a, o necesitar una silla de ruedas, o tener síndrome de Down. No
es deseable, para el éxito social, tener discapacidad. Aquí habría que precisar que estamos hablando
de un cuerpo que no es lo que 5 social. No es la marca la que les condena, es lo que nosotros
hacemos por habérsela asignado. Pero hay una razón de fondo, un presupuesto de matriz cultural
más antiguo, originario, primario, que está en la base de esas actitudes actuales hacia la
discapacidad y que es, precisamente, el que hay que poner en cuestión para promover un cambio de
actitudes. Sobre los fundamentos (II) los constitutivos 2 Ese presupuesto es fundado en la Grecia
Clásica, cuando el imaginario colectivo abandona la primacía de lo mítico como universo de sentido
y se adhiere a la racionalidad filosófica, y acabará cobrando el empuje definitivo con el despegue de
la ciencia empírica occidental moderna. Estamos hablando de un recorrido multisecular en el que la
cultura se ha constituido como un gran aparato represor de los instintos constitutivos del ser
humano. En el imaginario mítico el ser humano se representaba a sí mismo en su condición
ambigua, permitiendo una matriz interpretativa orientada por una racionalidad práctica de carácter
reflexivo en la que los sentimientos tenían un lugar preponderante: los mitos arcaicos estaban
sujetos a posibilidades interpretativas diversas y lejos de suprimir la contradicción, la potenciaban
como principio explicativo del mundo. Hefesto, el dios cojo, era además el ilustre artesano;
Pandora, expresión de todos los males, era además la belleza en su máxima expresión. La mitología
no se articulaba sobre principios de oposición, sino de multiplicidad combinativa. Pero la cultura
griega operó un proceso de racionalización del imaginario mítico, asignándole un sentido unívoco y
suprimiendo la ambigüedad. Y en esa racionalización se instituyó un cierto ideal abstracto de ser
humano; fue entonces cuando el Olimpo pasó a constituirse en expresión ideal de perfección, retrato
racionalizado de la perfección del ser humano. Ese es el eje directriz fundamental: la racionalidad
como principio de construcción de un ser humano perfecto. Este proyecto de perfectibilidad racional
del ser humano será, precisamente, el que recupere y potencie el ideario de la ilustración
amparándose en los progresos de la ciencias naturales, de las ciencias empíricas modernas. Por
tanto, la cultura como proyecto racional de supresión de la imperfección humana. La cultura como
supresión, negación, represión de cuanto de imperfecto constituye de hecho al ser humano:
instintos, emociones, sentimientos.... pero sobre todo, su “animalidad” (de ahí el famosos dictamen
reproducido en el ámbito escolar de que el ser humano es un animal racional, o sea, un no-animal).
La negación racional de nuestra animalidad es una negación doble: la de nuestra impureza y la de
nuestra finitud; es la negación de que, de hecho, somos un cuerpo o substrato biológico imperfecto
destinado a la muerte. De esta negación surgen todas las dicotomías sobre las que se articula la
racionalidad occidental: cuerpo / mente, esencia / accidente, teoría / práctica, idea / materia, bueno /
malo.... discapacitado / no discapacitado, por ejemplo. 2 Este epígrafe está basado íntegramente en
las ideas de Patricio Pedraza (2009). 6 La cultura occidental ha tenido que suprimir el cuerpo en su
racionalización de la perfección del ser humano, pues el cuerpo es la primera y más evidente
constatación de nuestra imperfección. La de todos y todas. Ello explica la primacía de lo cognitivo
sobre lo afectivo, pues los afectos residen en el cuerpo, no están sujetos a reflexión. Pero, además,
esa promoción racional de un ser humano perfecto, sin cuerpo, ha promovido sentimientos
represores, social y culturalmente inducidos. Los dos principales son el asco y la vergüenza: son
sentimientos que aprendemos, que no forman parte de nuestra constitución innata. El asco rechaza,
sobre todo, funciones biológicas primarias, corporales y tiene una fuerte vinculación con estímulos
olfativos; la vergüenza no está tan vinculada con las funciones primarias del cuerpo, pero sí con el
cuerpo mismo y sus deslizamientos hacia la animalidad (así por ejemplo la vergüenza estará
fuertemente vinculada con cuanto tenga que ver con la sexualidad, lo la desnudez). No obstante,
ambos sentimientos están estrechamente vinculados; podríamos decir que el primero es un
mecanismo de prevención mientras que el segundo es punitivo; mediante el asco evitamos caer en la
animalidad, con la vergüenza penalizamos el haberlo hecho, de algún modo u otro. Como es
evidente, asco y vergüenza son dos referencias afectivas que están fuertemente vinculadas a las
actitudes frente a la discapacidad. Y lo están porque la discapacidad implica, inexorablemente, un
cuerpo que no es posible ajustar al ideal racional de perfección del ser humano; es un cuerpo que no
se deja eludir, que no se puede poner en suspenso, que no se puede obviar; es un cuerpo que muestra
de manera irrefutable la condición imperfecta del ser humano, de cualquier ser humano, un cuerpo
que nos recuerda nuestra imperfección, nuestra animalidad y nuestra finitud. Un cuerpo que
evidencia que ese proyecto represor de la cultura occidental asociado al principio de perfección
racional del ser humano no tiene alcance universal: la discapacidad es un cuerpo que expresa, de
manera ineludible, que el ser humano no es en absoluto perfecto. Es decir, por debajo, y
sustentando, los referentes cognitivos en torno al éxito social, aquellos que formulan ese ideal
moderno y capitalista, sustentado por la norma médica de la salud, de un cuerpo sano-bello-bueno,
están los sentimientos represivos que la cultura occidental ha generado para suprimir de su ideal
racionalizado de ser humano su condición animal y finita. La actitudes negativas hacia la
discapacidad no son más que actitudes reactivas al reconocimiento de nuestra imperfecta condición
en tanto que seres humanos: rechazamos la discapacidad porque, en el fondo, rechazamos nuestra
constitutiva imperfección y precariedad, porque no queremos reconocernos a nosotros mismos en
ella. Sin duda, ese es el gran obstáculo a superar para promover un verdadero cambio de actitudes
hacia la discapacidad. Es decir, para poder cambiar las actitudes hacia la discapacidad habremos de
cambiar nuestras actitudes hacia nosotros mismos en cuanto seres humanos. O si se quiere, se trata
de concebir, y sentir, al ser humano de una manera bien distinta a esa promovida por los ideales
ficticios de un ser humano racionalmente perfecto y de un cuerpo económico-estético portador del
éxito social. Son dos ideales ficticios. Y sin embargo, son potentísimos conformadores de nuestras
representaciones, percepciones y conductas. Uno se inscribe en los orígenes clásicos de la cultural
occidental, el otro con la transición hacia la modernidad capitalista de esas sociedades occidentales.
La tarea, pues, no es fácil: las actitudes hacia la discapacidad no cambiarán significativamente
mientras no haya una transformación de fondo, que transciende con mucho el ámbito específico de
la discapacidad, de la idea de ser humano que hemos ido edificando. 7 No sois seres racionales
destinados a la perfección; sois precarios organismos biológicos, cuerpos pensantes y falibles
destinados a la muerte; justo ese es el punto en común, el punto propiamente humano en común,
entre las personas con discapacidad y las personas sin discapacidad. Ahora se trata de asumirlo. Si
no lo hacéis estaréis devaluando vuestra propia condición humana al expropiarnos de nuestro
derecho a ser personas, seres humanos íntegros (y por ello, imperfectos, falibles y mortales).
Valores son subjetivos, es decir, que su existencia depende del sujeto que valora. La segunda,
que los valores son objetivos, es decir, que existen independientemente del sujeto que valora;
éste, los descubre
VALORES SUBJETIVOS……
El subjetivismo moral es una doctrina ético filosófica que afirma que lo bueno y lo malo, en la moral,
es reducible a nuestras actitudes y opiniones personales.
La idea del subjetivismo ético surgió como una idea sencilla, en las palabras de Hume, enunciando
que la moral es cuestión de sentimiento más que de hecho; sin embargo, los teóricos del
subjetivismo quisieron mejorar esta teoría.
Valores objetivos….
El objetivismo, en un extremo opuesto, argumenta que los valores son descubiertos, no atribuidos
por nosotros a las cosas.
El hombre puede descubrir la esencia de los valores del mismo modo que puede aislar un color del
espectro.
los valores no resultan afectados por las vicisitudes humanas: son absolutos y objetivos. Pese a
nadie juzgase que el asesinato es malo, el asesinato seguiría siendo malo.