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Para completar la figura, saliendo del foro tomo un taxi y resulta que quien lo
dirigía era un antiguo conocido que había trabajado conmigo en Foncodes años
atrás. A los 65 años, a falta de una jubilación digna en la AFP, había sacado su
plata para comprarse un taxi y trabajarlo como forma de ganarse la vida.
El maltrato a los jubilados ha generado la paradoja de que, mientras en diversas
partes del mundo los trabajadores pelean porque no les aumenten la edad de
jubilación, en el Perú los docentes de las universidades públicas estuvieron
luchando para que los dejen trabajar hasta después de los 75 años. La paradoja se
explica por el temor de los docentes universitarios a ver su calidad de vida
severamente golpeada cuando su sueldo de 3 mil y pico de soles se transforme
abruptamente en una pensión de 800. Así, mientras la Organización Internacional
del Trabajo – OIT establece que un trabajador al jubilarse debe recibir una
pensión de al menos 70 por ciento de su sueldo para poder mantener condiciones
razonables de vida, en nuestra patria a menudo no se otorga de pensión ni la
quinta parte del sueldo del trabajador activo.
PRESUPUESTO: SI SE PUEDE
Los jubilados son uno de los grupos que tras una década de crecimiento
económico pregonado como muy exitoso, sigue recibiendo pensiones de miseria.
Lamentablemente, una serie de falaces teorías se han ido instalando para
sustentar tremenda inequidad.
Tampoco es que en Perú el presupuesto destinado a este rubro sea muy grande.
La CEPAL de las Naciones Unidas compara los presupuestos destinados a
protección social, que incluye pensiones y ayudas a los más vulnerables, y
encuentra que mientras en nuestro país se gasta 2,6% del PBI en este rubro, en
Colombia 3,4%, Bolivia 4,4%, Paraguay 5,0%, en Chile 6,3%, Uruguay 6,8% y
Argentina 10,8%. Así tanto países que están en una situación económica mejor
que la nuestra, como Colombia, Chile y Argentina, como aquellos con menor
nivel macroeconómico como Bolivia o Paraguay, tratan a sus jubilados y
vulnerables mejor que el Perú. Los países desarrollados, por cierto, están mucho
más lejos aún, porque hasta sociedades capitalistas y altamente individualistas
como los Estados Unidos tienen sistemas de seguridad social potentes que
otorgan un sólido sustento a sus jubilados.
No hay que olvidar, por cierto, que la enorme mayoría de jubilados de hoy
aportaron durante años a un sistema de pensiones normado por la ley 19990 que
establecía que el financiamiento del sistema de seguridad social debía ser
tripartito. Sucedió en el Perú que la hiperinflación de Alan García licuó las
pensiones, las reservas financieras desaparecieron y Alberto Fujimori desconoció
los compromisos del estado, algo posible sólo bajo un régimen dictatorial sin
garantías constitucionales. Hoy que la derecha neoliberal tanto habla de lo
sacrosantos que son los contratos del estado con empresas privadas, lo mínimo
que por coherencia debe hacerse es reconocer los compromisos que décadas atrás
el estado asumió con los jubilados.
La cifra que se repite es que la mayor parte de las pensiones de la ONP salen del
presupuesto público. Pero lo que se oculta es que en Estados Unidos, Japón o
Alemania, donde operan esquemas iguales a nuestro sistema público de
pensiones, los trabajadores activos sostienen financieramente a los jubilados bajo
el compromiso de que recibirán el mismo apoyo cuando a su turno les toque
jubilarse. Este esquema, que funciona cual tornillo sin fin empujando hacia
adelante, fue roto en el Perú cuando Fujimori creó las AFPs, quebrando así el
sostén financiero de las pensiones públicas. Lo que sucede es que con las AFPs,
los trabajadores activos en vez de mantener a los jubilados entregamos nuestras
contribuciones a estas administradoras financieras.
A eso hay que sumar los 1,200 millones de soles anuales que se llevan las AFPs
en comisiones, es decir, dinero que sale de nuestros sueldos directamente a esas
empresas financieras, la mitad para pagar el ejército de vendedores, los altos
sueldos de los gerentes y la propaganda de las AFPs. La otra mitad, 600 millones
de soles anuales, es la ganancia de los accionistas dueños de esas empresas,
mayoritariamente trasnacionales bancarias.
¿Cómo no molestarse entonces cuando dicen que el estado hace un gran esfuerzo
por pagar 500 soles mensuales a los jubilados?