El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos1
“¿Por qué hacen mil cosas a la vez? ¿Por qué
no pueden avisar que llegarán más tarde a
casa? ¿Cómo no logran medir las
consecuencias de sus decisiones? Duermen
poco, están siempre on-line y de la noche a la
mañana pueden pertenecer a una tribu urbana.”
Éstas son algunas de las tantas inquietudes que
los padres a lo largo y ancho del mundo suelen
tener cuando sus hijos e hijas llegan a la
adolescencia. De manera inequívoca, todos
reconocemos popularmente este etapa de la vida
como una que está cargada de cambios,
conflictos y emociones intensas. No debemos
olvidar, sin embargo, que ésta es también una
etapa de riquísimas experiencias positivas,
donde aquél niño que veníamos criando
empieza a explorar el mundo con mayor
independencia, con sed de aprendizaje por
aquellos temas que son de su interés, y con
ansias de definir cuál es su identidad.
En el ámbito educativo, de igual forma, los
docentes pasan horas buscando comprender el
comportamiento adolescente para lograr
comprometerlos más efectivamente con el
aprendizaje y mejorar la calidad de la relación
interpersonal que establecen con ellos. Es cierto,
sin embargo, que los últimos años han mostrado
una ola creciente de violencia física, verbal y
emocional en centros educativos, de manera
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
global. Algunos fenómenos como el bullying, o
acoso escolar, parecieran ocurrir con más
frecuencia; el número de adolescentes con
cuerpos marcados por los tatuajes y piercings
nos lleva a reflexionar si es que en esta etapa
están simplemente envueltos en una moda
común a todos - que a la vez que los difiere de
los demás grupos, o si son conductas de rebeldía
contra normas sociales impuestas por sus padres
y docentes. Asimismo, en el ámbito educativo,
el adolescente permite un espacio de reflexión
en el aula que puede alcanzar debates
sumamente productivos, con alumnos que
empiezan a tener pensamientos propios
individuales – muchas veces distintos a los de
sus padres - y acciones que, como hemos visto
en repetidas oportunidades en América Latina,
pueden llevar a parar todo el sistema educativo
de un país. Es indiscutible que la adolescencia,
con sus comportamientos característicos,
despierta cada vez más la atención de diferentes
actores de la sociedad que buscan entender esta
etapa del desarrollo vital. Las neurociencias no
son la excepción en este sentido. Cada vez más
investigadores intentan explicar las particulares
conductas características de esta edad. El
abordaje neurocientífico a la adolescencia no
sólo es importante desde un punto de vista
1. Dirección General - Cerebrum / Consejo Asesor de la
International Mind, Brain and Education Society
1

teórico que permita identificar cambios
neuroanatomofuncionales a lo largo de la vida,
sino que cobra relevancia también desde la
práctica diaria en distintos ámbitos. Como
argumentaremos más adelante, por ejemplo,
entender la neurobiología de conductas
disruptivas en la adolescencia puede incluso
beneficiar a ámbitos como la salud pública a la
hora de diseñar estrategias de prevención y
atención de problemáticas ligadas clásicamente
a la adolescencia, tales como las adicciones y el
alcohol. Asimismo, es invaluable el potencial
que pueden tener este tipo de hallazgos de la
literatura primaria neurocientífica a la hora de
repensar la forma en que las escuelas – y
particularmente, los docentes – abordan el
aprendizaje de alumnos que atraviesan por una
de las etapas con más cambios en la vida.
¿Qué sabíamos de la adolescencia?
Hasta hace pocos años, muy poco se conocía
acerca de la adolescencia más allá de los
reportes conductuales y socio-antropológicos en
sociedades de todo el planeta. Una de las
principales áreas de déficit en el conocimiento
estaba particularmente en el cerebro
adolescente, sobre el cual se solían realizar
afirmaciones basadas en la intuición y la
experiencia, pero sin datos científicos para
corroborarlas. Explicaciones como que en la
adolescencia las hormonas asumían el control y
lograban transformar al más dulce de los niños
en un muchacho rebelde e incomprensible.
Reflejo de esto es que, en muchos ámbitos
sociales, aún se escucha que estos
comportamientos se deben a que ellos están
“adoleciendo” o padeciendo por algo, por ello
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
se comportan de forma disruptiva. Pero si nos
remontamos al verbo latino “adolescere”, de
donde nace la palabra adolescencia,
encontramos el significado de “llegar a la
madurez o crecer” (Golinko, 1984). Esta idea es
muy diferente al sentido que dan muchos
adultos al intentar – quizás a veces de manera
desesperada – entender la realidad de esta etapa
del desarrollo humano, relacionándola por lo
tanto con el verbo español “dolecer” que
efectivamente significa padecer o sufrir.
Nuestros adolescentes no están adoleciendo,
están pasando por una etapa de muchos cambios
que son de alguna forma, el gran desafío que
tienen al frente para que puedan entrar al mundo
de los adultos.
Esta etapa del desarrollo vital, que sólo fue
reconocida como tal recientemente a partir del
siglo XIX, era considerada como una etapa de
prolongación de la infancia, lo que le restó por
años la posibilidad de ser mejor comprendida.
La visión o forma de comprender la
adolescencia fue fortaleciéndose frente a los
diferentes abordajes que le dieron los
psicólogos, sociólogos, antropólogos,
psiquiatras y psicobiólogos, que desde sus
puntos de vista, fueron construyendo las
características esenciales de la misma.
Algunos consensos
Se acepta generalmente hoy que la adolescencia
es el período que empieza con la pubertad
(entendida como una etapa en que el ser
humano alcanza la madurez sexual, siendo ya
capaz de concebir hijos) y termina con el
comienzo de la vida adulta o madurez
(momento en que una persona alcanzó un pleno
2

desarrollo en aquellas áreas básicas para el ser
humano, como las esferas física, social,
emocional, intelectual, social, moral, etc.). La
adolescencia trae consigo muchas conductas
características y, por sobre todo, estereotipadas.
Las mismas, ponen a los adolescentes bajo las
miradas alegres, ansiosas, preocupadas y críticas
de los adultos. En algunas culturas, sociedades o
religiones, el momento de la pubertad tiene un
significado importante, resultando en rituales y
ceremonias de diversas índoles que marcarán
por siempre la salida de la infancia y el
comienzo de un periodo de transición hasta
llegar a la vida adulta.
Debido a que la pauta que marca el inicio y el
fin de este período es variable y propia de cada
ser humano, no se puede establecer de forma
rígida el rango de edades que corresponde a la
adolescencia. No obstante, en la mayoría de las
sociedades, este periodo dura aproximadamente
10 años, oscilando entre los 11 y 13 hasta los 20
y 21 años de edad. Son años fácilmente
reconocibles por los cambios notorios en los
aspectos conductuales, físicos y organizar, monitorear sus tareas, y dirigir
socioemocionales. Es una etapa en que la
búsqueda de la identidad se ve matizada por
factores como la sexualidad, la socialización, las
relaciones con los pares, la autoimagen, la
aceptación de nuevos aspectos de la identidad
personal, entre otros tantos factores que estarán
presentes en los diferentes grados de formación
de la identidad y seguramente harán que el
adolescente experimente varios roles,
aspiraciones vocacionales o principios
ideológicos hasta incorporarse a un sistema
social ya adulto.
En lo que se refiere a las características
generales de la adolescencia y los desafíos a ser
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
enfrentados por los adolescentes, sus padres y
educadores, podemos decir que en estos últimos
años las investigaciones realizadas en
laboratorios neurocientíficos fueron brindando
conocimientos que certifican a un cerebro que
se encuentra en pleno proceso de
transformación. La clave del cerebro
adolescente se basa en que – como
argumentaremos a continuación – nos
enfrentamos a un cerebro que debe aún madurar
en múltiples aspectos pero que se depara con
contextos de la vida adulta. Si pensamos esto en
el modelo educativo, la adolescencia coincide
con la etapa de la educación secundaria. En
líneas generales, hay cambios bien marcados
entre el contexto educativo al que se enfrentan
los estudiantes en su transición entre la escuela
primaria y la secundaria. Muchos más cursos y
asignaturas, proyectos escolares y deberes que
demandan más compromiso, interacciones
sociales más parecidas a las de la vida adulta
que las de la vida infantil, etc. Todas estas
demandas requieren fuertemente de un cerebro
capaz de ser ejecutivo a fin de planificar,
recursos cognitivos a distintas metas, entre otros
procesos necesarios para un aprendizaje exitoso.
También requiere de un cerebro capaz de tomar
decisiones, de socializar de manera sana y
equilibrada y de reconocer qué es correcto hacer
y qué no. Todos éstos son procesos mentales
que dependen muy fuertemente de las funciones
ejecutivas y del “cerebro social,” ambos
arraigados fuertemente en redes que tienen sus
bases principales en el lóbulo frontal del
cerebro. De este modo, la situación durante la
escuela secundaria es verdaderamente diferente
a la que atraviesan los alumnos en la primaria.
Antes de la pubertad, el estudiante tiene todas o
3

casi todas las funciones antedichas coordinadas
por sus padres y docentes. Sus padres
monitorean sus deberes, les indican cuándo
realizar sus tareas, deciden muchísimas veces
con qué compañeros jugarán, a qué casas irán,
etc. En otras palabras, durante la primaria, son
el sistema educativo y el sistema parental los
que toman el control ejecutivo y social del niño:
son su lóbulo frontal. En los años de secundaria,
el adolescente empieza a depender muchísimo
más fuertemente de su propia corteza frontal, es
decir, de su propio funcionamiento ejecutivo y
social para poder llevar a cabo sus actividades y
responsabilidades. En efecto, el adolescente
depende de un cerebro cuya parte más
demandada, el lóbulo frontal, dista aún de estar
lo suficientemente madura como para afrontar
tales demandas de la vida adulta.
Cuando hablamos de madurez en términos
anatómicos, nos referimos particularmente a
aspectos de la arquitectura histológica de las
redes del sistema nervioso. Madurez en
términos cerebrales implica haber alcanzado
estados de desarrollo neuronal suficientes, con
formación de sinapsis (conexiones entre
neuronas) adecuadas, y por sobre todo,
adecuados niveles de mielinización de los
axones, un proceso por el cual las
prolongaciones de las neuronas encargadas de
enviar información a otras neuronas adquieren
una vaina que acelera y efectiviza la disipación
de información en forma de electricidad.
Un viaje al cerebro adolescente
Tamaña es la necesidad de entender lo que está
pasando con estos “chicos” que desde hace
aproximadamente 15 años, varios
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
neurocientíficos se han dedicado a investigar los
cerebros de cientos de niños y adolescentes, con
patrones normales de desarrollo, para entender
cómo se va transformando el maravilloso
órgano que nos hace ser quienes somos.
Uno de los neurocientíficos más destacados en
este tema es el Dr. Jay Giedd, quien trabaja en
los Institutos Nacionales de la Salud en Estados
Unidos. Giedd y colaboradores (2006) han
llevado a cabo elegantísimos estudios con
seguimiento de participantes a largo plazo,
estudiando adolescentes que permiten que se les
escaneen su cerebro con técnicas de
neuroimágenes, tales como la resonancia
magnética. Recordemos que la resonancia
magnética es una técnica inocua que, a través de
potentes imanes, logra generar cambios en los
átomos de hidrógeno del cerebro
(particularmente, en el protón hidrógeno) para
que, cuando éstos vuelvan a su estado natural
(es decir, a su comportamiento previo a ser
afectados por los imanes), pueda reconstruirse
una imagen anatómica del sistema nervioso. A
través de la resonancia magnética, el equipo de
investigadores logró confirmar que
efectivamente se produce una transformación
anatómica a lo largo de los años. Esto es un
punto que suena simple pero que esconde un
fuerte potencial: el cerebro cambia su estructura
con el pasar de los años. Esto es fiel reflejo de la
plasticidad que caracteriza a nuestro sistema
nervioso, capaz de modificarse no solo con cada
experiencia, sino como parte de un programa
genético destinado a ir adquiriendo diversos
grados de maduración a lo largo de la vida.
En particular, los estudios relacionados al
desarrollo del cerebro durante el ciclo vital
4

demostraron que éste es un largo proceso, que
empieza a tan solo tres semanas después de la
concepción y sigue durante muchos años
después del nacimiento. Cambios y el cerebro, desde las zonas subcorticales a
transformaciones anatómicas y funcionales se
van dando segundo tras segundo y perfilando a
este ser humano en desarrollo. Algunos
mecanismos celulares vinculados al crecimiento
y desarrollo del cerebro que empiezan en el
vientre materno, de igual forma parecen tener
gran significado en la etapa de la adolescencia,
haciendo repensar aquellas afirmaciones que
todas las oportunidades eran exclusividad de la
primera infancia. Es decir, el cerebro de ese
adolescente estará influenciado sin duda no solo
por sus experiencias y ambientes en torno a la
pubertad, sino por todas las experiencias y
ambientes a los que se haya expuesto, desde la
etapa prenatal.
Como decíamos anteriormente, uno de esos
mecanismos que toma relevancia en las
investigaciones sobre la maduración del cerebro
es el proceso de mielinización. Como es bien
sabido, la mielina es una lipoproteína que
envuelve al axón para aislarlo y a la vez permitir
que el impulso nervioso viaje a otra(s)
neuronas(s) de forma rápida y eficiente. Los
axones mielinizados son los que constituyen la
famosa “materia blanca” que vemos en el
cerebro y en la médula espinal. La mielinización
empieza muy tempranamente, aproximadamente
en la semana 29 de gestación, y a diferencia de
lo que se pensaba, sigue durante varios años de
la vida, hasta la adultez temprana. Quizás lo
más llamativo es que este proceso no se produce
de manera global y simultánea en todo el
cerebro. La mielinización – y por ende, la
maduración – del sistema nervioso central se
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
produce con un vector direccional que va de
caudal a cefálico; es decir, desde la parte más
baja de la médula espinal hasta el encéfalo, y en
corticales, de la parte posterior a la anterior, y
de la zona proximal a la distal. Este lento y
continuo proceso que dura años va brindando
madurez y funcionalidad a las diferentes zonas
del cerebro.
Observaciones de diversos estudios permiten
afirmar algunas características generales del
cerebro a medida que vamos creciendo. La
primera es que el volumen de materia blanca
aumenta linealmente con la edad. Es decir,
cuando vamos atravesando la primera infancia y
la adolescencia aumenta la cantidad de axones
que están mielinizados en el cerebro. De los 4 a
los 22 años, por ejemplo, se ve un aumento del
12.4% en promedio (Giedd et al., 1999).
También se observa que las curvas de aumento
de sustancia blanca terminan siendo similares en
los distintos lóbulos. Esto no es el caso, sin
embargo, para la sustancia gris (que es reflejo
de los cuerpos neuronales y las dendritas que de
éstos se desprenden para recibir información de
su alrededor). En el lóbulo frontal, por ejemplo,
se ve que la máxima cantidad de sustancia gris
se da alrededor de los 12.1 años de edad en los
hombres y 11 años de edad en las mujeres y a
partir de allí, comienza a decrecer. Un patrón
similar se observa en el lóbulo parietal, aunque
de manera aún más exagerada. En cambio, la
sustancia gris del lóbulo temporal no tiene un
crecimiento tan lineal como las anteriores, y su
máxima densidad se alcanza recién a los 16.5
años de edad aproximadamente, con leve
descenso en los años que siguen. También es
distinto el patrón en el área occipital, que
5

después de crecer paulatinamente no ve un
descenso en su cantidad de sustancia gris. El
mecanismo que marca estos cambios de
sustancia gris a lo largo de la adolescencia es el
denominado “poda sináptica” o prunning, un
periodo que permite ir editando las redes
sinápticas según su relevancia, funcionalidad, y
uso.
Más allá de los detalles de cada área, lo que
revelan estos hallazgos es que el desarrollo del
cerebro es verdaderamente des-sincronizado en
las distintas regiones pero que sin duda se
produce en todo el conjunto neural. Tomando el
caso del área occipital solo como un ejemplo,
por su posición bien posterior en el cerebro, es
una de las primeras regiones en ser mielinizadas
y en la etapa postnatal pasa por una rápida
mielinización. Sin embargo, como este proceso
no es estático, durante los primeros 12 meses de
vida, la mielinización continúa hacia otras
regiones vinculadas con la funcionalidad de la
visión, tales como las cortezas parietal y frontal
(Hunttenlocher, 2002); y su materia gris, sin
embargo, no desciende una vez que se ha
alcanzado su nivel maduro.
También vemos en diversos estudios que en esta
etapa, el cerebro no sólo se reorganiza, sino que
algunas de sus estructuras siguen aumentando
en volumen hasta los 18 años de edad
aproximadamente. Una de esas regiones es el
cuerpo calloso, un haz de unos 200 millones de
axones que conecta el hemisferio derecho con el
izquierdo. Esta estructura pasa por significativa
mielinización, crece en tamaño, se vuelve más
gruesa y su alta funcionalidad permitirá que la
información entre los dos hemisferios se integre
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
de forma más rápida y eficiente (Pujol, et al,
1993).
Entendido entonces de este modo, el proceso de
maduración cerebral se va dando de forma
paulatina hasta los 20 años aproximadamente, y,
hacia al final de la adolescencia, se vuelve
altamente significativo en los lóbulos frontales,
región responsable del funciones altamente
especializadas como el planeamiento, el juicio
crítico, el control y la inhibición de conductas
socioafectivas.
Aquí debemos reflexionar sobre una de las
preguntas cruciales que realiza la neurociencia:
los cambios observados a nivel histológico en el
cerebro a lo largo de los años, ¿se traducen en
cambios del comportamiento y aprendizaje?
Por ejemplo, se infiere que el aumento de la
conectividad interhemisférica a cargo de los
cambios del cuerpo calloso contribuya a que los
adolescentes sean capaces de una mayor
capacidad de aprender habilidades cada vez más
complejas. Varias de las conclusiones a las que
van llegando los neurocientíficos con relación a
lo que sucede en la adolescencia y en el cerebro
adolescente van abriendo paso a la
profundización de un conocimiento que podrá
definitivamente cambiar en rumbo de la
educación en esta etapa del desarrollo vital.
Aportes importantes
La pubertad es la puerta de entrada a la
adolescencia. Es un periodo que abarca desde
los 8 hasta los 10 años aproximadamente, que
consiste en el crecimiento de masa, cambios
físicos y la madurez sexual. Central a estos
6

cambios es el aumento de hormonas sexuales
desde las gónadas, su transformación en
metabolitos activos, y por sobre todo, su efecto
sobre múltiples receptores en todos los órganos
del cuerpo. Pero este aumento hormonal no es
independiente del propio cerebro: es el
hipotálamo, región de nuestro cerebro que
regula la homeostasis, quien libera sustancias
químicas capaces de indicarle a la hipófisis o
glándula pituitaria que libere señales para que,
al viajar por sangre hacia los testículos o los
ovarios, aumente la producción y liberación de
hormonas sexuales.
Se suceden cambios que incluso no somos
capaces de percibir. Tan sólo por nombrar un
ejemplo, el sistema vomeronasal (un órgano que
se encuentra en el epitelio de nuestra nariz) se
activa especialmente durante esta etapa; es por
medio de esta estructura que podemos percibir
feromonas, un conjunto de sustancias odoríficas
que emiten nuestras glándulas sudoríparas y que
proveen información sobre nuestro cuerpo
(estado sexual, sistema inmune, etc) a los
demás. Es aquí donde se dan los primeros
indicios de la preferencia sexual, incluso como
vemos en este ejemplo, por mecanismos que
están absolutamente fuera de nuestro control
consciente. Asimismo, debido a un aumento de
dopamina, neurotransmisor vinculada a las
situaciones que generan placer, en regiones de
recompensa del cerebro, el adolescente es capaz
de tomar conductas diferenciadas y comenzar a
modular su comportamiento sexual. Las
hormonas sexuales influyen fuertemente sobre
el sistema límbico, que está directamente
relacionado con las emociones. Así, se acentúa
el interés por el sexo y se va consolidando la
identidad.
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
El cuerpo pasa por una transición notoria, y el
reconocimiento y aceptación de la propia
imagen toma su tiempo. El desafío para el
cerebro del adolescente es reestructurar los
mapas somestésicos y entender un crecimiento
de hasta 50 cm y un aumento de peso de hasta
30 Kg en tan solo 3 años. Esto significa que hay
que re-organizar redes neurales para empezar a
percibir una mayor superficie corporal en poco
tiempo.
El sistema de recompensa en la adolescencia
cambia de foco de interés: lo que le interesaba y
producía placer a un niño, definitivamente
cambia en la adolescencia. Ahora, el placer está
en correr riesgos, en las novedades, en la
interacción social, la música, sexo, comida,
drogas, entre otros, como veremos más adelante
al hablar sobre toma de decisiones en
adolescentes.
También están documentados empíricamente
los cambios de humor observados en los
adolescentes y se atribuyen a varios motivos:
cambios hormonales, la activación de la
amígdala de manera diferente al modo en que lo
hacía en la infancia, la baja regulación de la
corteza prefrontal y la falta de horas de sueño.
En este último punto acerca del sueño, los
neurotransmisores melatonina y serotonina
entran en juego. La primera se encarga de
decirnos que es hora de ir a dormir, y la segunda
es la encargada de darnos bienestar. Pocas horas
de sueño, entonces, redundan en un cambio
significativo de humor en nuestros adolescentes.
Esto se ve incluso exacerbado debido a que el
reloj biológico del adolescente tiene un defasaje
respecto de los ciclos del adulto: los picos de
7

sueño y de alerta se dan más tardíamente, con lo
cual el adolescente pareciera a veces ir a
destiempo del resto de la sociedad.
Conforme el cerebro va madurando, se va
regulando la conducta de la persona, haciendo
que sea más consciente de sus actos y la
consecuencia de estos consigo mismo y con los
demás.
Retomando lo antedicho, por ende, la
mielinización de los lóbulos frontales, que es la
que marca los últimos años de la adolescencia, y
toma por lo aproximadamente 18 a 20 años
desde que nacemos, logrará inhibir la acción de
las zonas subcorticales vinculadas con la
conducta impulsiva y visceral. Esto además
permitirá crear nuevos senderos para la
cognición, las emociones, el pensamiento y el
comportamiento:
1. Provee capacidad de adaptación a los
cambios permanentes del mundo emocional.
2. Regula comportamiento social.
3. Gerencia habilidades (“Cerebro ejecutivo”).
4. Mejora el pensamiento abstracto y la
memoria de trabajo.
5. Aumenta los períodos de atención y
concentración.
6. Mejora el comportamiento positivo.
7. Genera mayor empatía.
Toma de decisiones en la adolescencia:
impulsividad y búsqueda de nuevas
sensaciones
Sin duda uno de los puntos más relevantes en el
abordaje del cerebro adolescente es el de la
toma de decisiones. Su relevancia no es solo
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
teórica, sino que existen verdaderas
implicancias en la crianza y en la educación del
adolescente cuando tenemos en cuenta el modo
en que éstos toman decisiones. Los datos
epidemiológicos revelan la naturaleza riesgosa
de la toma de decisiones de este período de la
vida. Por ejemplo, comparado con adultos, los
adolescentes cometen más crímenes tanto
violentos como de propiedad (Bureau of Justice
Statistics, 2010), sufren más muertes por
accidentes de tránsito (Insurance Institute for
Highway Safety, 2011), tienen una mayor tasa
de embarazos no deseados (Finer, 2010),
mueren por ahogo en océanos con más
frecuencia (CDC, 2007), exhiben más intentos
de suicidio (CDC, 2011), y están más propensos
a probar un nuevo estupefaciente (Compton et
al., 2007).
Como propone Laurence Steinberg en su nueva
obra “Age of Opportunity,” a publicarse en
septiembre de 2014, esta realidad riesgosa típica
de la adolescencia es muy frecuentemente
explicada por el folclore popular a través de una
serie de mitos sobre el cerebro adolescente que,
aunque muy intuitivos, no están asentados en
conocimiento científico. Por ejemplo, suele
pensarse que el adolescente es ilógico, que
subestima su riesgo o que cree que es
invulnerable; incluso, se sostiene a veces que la
limitación está dada en el conocimiento que
tiene el adolescente sobre los riesgos implicados
con una decisión. Incluso, se asocia la toma de
decisiones riesgosa del adolescente a un déficit
cognitivo típico de la edad, atribuyéndolo a la
aún inmadura corteza prefrontal. Por el
contrario, propone Sternberg, la toma de
decisiones riesgosa en adolescentes no está
asociada a un déficit cognitivo, sino al producto
8

de una inmadurez psicosocial que es normativa
(es decir, esperable) y hasta ventajosa desde el
punto de vista evolutivo.
Sin entrar en detalles, podemos reflexionar
sobre este último punto para repensar lo que
creíamos saber sobre adolescencia. Por ejemplo,
si tomamos en cuenta que el pico de decisiones
riesgosas en mujeres, veremos que coincide con
el pico de fertilidad. Quizás, creen muchos
psicólogos evolutivos, la necesidad de tomar
riesgos a esta edad, responda a un proceso
evolutivo complejo por el cual aquellas mujeres
que tomaban más riesgos lograban beneficiarse
al encontrar una pareja que les permitiera seguir
pasando sus genes de generación en generación.
Más allá de cómo es que el cerebro adolescente
se forjó a lo largo de la evolución, lo cierto es
que la neurobiología de la toma de decisiones en
esta etapa de la vida pareciera depender de
diversas redes que interactúan entre si. Por un
lado, existiría un conjunto de estructuras que
dan lugar a un sistema que procesa los
incentivos; es decir, capaz de procesar el valor y
la predicción de la recompensa o castigo
(consecuencias negativas) de una decisión, así
como comprender el contexto emocional y
social en que se producen. Dentro de las
estructuras clave para esta red estarían el
estriado ventral, la corteza orbitofrontal, el giro
cingulado posterior, la amígdala y el surco
temporal superior. Cabe destacar que estas
estructuras sufren cambios mayores en las
edades más tempranas de la adolescencia y que
van de la mano del inicio de la pubertad: es ahí
donde se ve el pico de cambios
neuroanatómicos en estas estructuras. Dichos
cambio se asocian a aumentos en la actividad de
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
las vías que utilizan dopamina para conectar el
sistema límbico (crucial para el procesamiento
de emociones) con la corteza prefrontal.
En términos de conducta, estas modificaciones
neuroanatómicas se traducen en un aumento de
atención que le presta nuestro cerebro a
estímulos capaces de generarle recompensa.
Más aún, se observa un aumento en cuán
prominente se vuelve la recompensa social para
el cerebro, aquella asociada a la aprobación de
pares. Se observa con estos cambios también un
aumento en la búsqueda de la novedad y de
nuevas sensaciones y una mayor facilidad para
el arousal emocional, es decir, la activación de
cambios fisiológicos asociados a las emociones.
Paralelo a este circuito existiría otro
complementario que tiene bajo control procesos
asociados a la memoria de trabajo, el
razonamiento lógico, la planificación y la
regulación de impulsos. Son aquí claves el giro
cingulado anterior, la corteza prefrontal
dorsolateral, y la corteza parietal posterior. A
diferencia del circuito del procesamiento de
incentivos, esta red ligada al control cognitivo
se desarrolla paulatina y crecientemente a lo
largo de la infancia y la adolescencia, incluso
hasta mediados de la segunda década de vida,
sin acompañar tan estrechamente la pubertad
como lo hace la otra red. Esto se traduce en
cambios madurativos a nivel de las cortezas
frontales y parietales y aumentos en la
conectividad entre estructuras corticales y
subcorticales. Así, las modificaciones de la red
de control cognitivo se evidencian a través de
un mejor control de los impulsos, mejor
coordinación entre emoción y cognición y
9

mayor habilidad para adelantarse a los hechos y
planificar por adelantado (Sternberg, 2014).
Si pensamos en el cerbero como un conjunto de
redes de estructuras que interactúan
estrechamente, podremos apreciar entonces que
el cerbero adolescente desarrolla una especie de
acelerador (el circuito de incentivos con su pico
de cambios en la pubertad) antes de tener un
buen sistema de frenos (el circuito de control
cognitivo). En otras palabras, la búsqueda de
recompensas y la capacidad para auto-regularse
son resultado de redes disociables en el cerebro
que, a lo largo de la adolescencia, no se
encuentran en condiciones equiparables de
desarrollo. De allí que el desbalance madurativo
de estas redes haga que las edades
comprendidas entre 13-14 y 17-18 años se
convierta en el período más vulnerable para la
toma de decisiones riesgosa.
Múltiples estudios experimentales han
corroborado estas observaciones. Por ejemplo,
en un estudio reciente (Shulman et al., 2014)
evaluando el deseo de buscar nuevas
sensaciones y el control de impulsos en 7000
participantes de entre 12 y 25 años de edad se
observó un fenómeno interesantísimo: entre los
12 y los 19 años, es mucho mayor el deseo de
buscar nuevas sensaciones que la capacidad de
control de impulsos; por el contrario, a partir de
los 19 años, se observó que la curva de control
de impulsos (que se mantuvo en ascenso) era
superior a la de búsqueda de nuevas sensaciones
(que empezó a descender a partir de los 19
años).
El rol de los pares en el cerebro adolescente
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
Otra observación interesante en torno a la toma
de decisiones riesgosa en adolescentes es que la
mayoría de los episodios de experimentación
con nuevas drogas, incluyendo alcohol y tabaco,
o incluso accidentes automovilísticos serios y
hasta crímenes, se cometen en grupo con
muchísimas mayor frecuencia que de manera
individual. En una serie de experimentos, se
evaluaron adolescentes en pruebas de toma de
decisiones realizadas de manera individual y en
presencia de dos amigos de la misma edad y
género (Albert et al., 2013; Chein et al., 2011).
En todos los casos se encontró que los
adolescentes toman decisiones más riesgosas
cuando están en presencia de sus pares que
cuando están solos. Es más, cuando se evalúa
actividad cerebral con resonancia magnética
funcional, los adolescentes activan más las
estructuras de la red que procesa incentivos que
los adultos (Chein et al., 2011).
Estos estudios lograron demostrar de manera
contundente que los adolescentes efectivamente
toman más decisiones riesgosas en presencia de
sus pares. Retomando lo que decíamos
anteriormente, la vulnerabilidad de la toma de
decisiones riesgosas en la adolescencia está
incluso aún más exacerbada por la presencia de
pares, pues éstos activan con más fuerza el
sistema de procesamiento de incentivos,
llevando así al adolescente a tener más conducta
de riesgos cuando está en presencia de otros de
su edad.
Sin embargo, para poder abordar esta
problemática, hacía falta comprender en
profundidad los mecanismos que subyacen a
este fenómeno. Para ello, el equipo de Lia
O’Brien y sus colaboradores (2011) presentaron
10

a un grupo de 100 adolescentes una tarea en la
que debían optar entre recibir una cierta
cantidad de dinero en el momento o una
cantidad de dinero mucho mayor en un futuro.
Por ejemplo, preguntaban a los adolescentes si
preferirían llevarse 200 dólares hoy o 1000
dólares en un mes. Para evaluar el efecto de la
recompensa inmediata y la recompensa diferida,
los investigadores propusieron distintos marcos
temporales (1000 dólares en una semana, en un
mes, en tres meses, en seis meses, y en un año).
Los participantes completaban esta tarea o bien
en una habitación aislada o bien en una
habitación donde había otros dos compañeros de
su edad y género. Sistemáticamente, los
adolescentes mostraron una mayor preferencia
por la recompensa inmediata cuando estaban en
presencia de otros adolescentes. Este estudio
junto a otros con paradigmas similares permitió
entender que la dinámica que esconde la toma
de decisiones riesgosa exacerbada en presencia
de otros pares responde a un proceso por el cual
los adolescentes asignan un mayor valor a la
gratificación inmediata cuando están en
presencia de personas que son similares a ellos.
De hecho, en resonancia magnética funcional,
se observa que en presencia de sus pares la
activación de las áreas de recompensa del
cerebro adolescente se dispara con mayor fuerza
que cuando toman las decisiones de manera
aislada (Chein et al., 2011). Este fenómeno,
interesantemente, es el mismo patrón que se
observa en personas con desórdenes de los
impulsos y adicciones, que priorizan la
recompensa inmediata e ignoran las
consecuencias a largo plazo que las mismas
puedan traer aparejadas. Pero en poblaciones
neurotípicas, este fenómeno está claramente
exacerbado entre los adolescentes y no se
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
observa con tal intensidad en poblaciones de
mayor edad.
La influencia del entorno digital
En los últimos 20 años la tecnología digital ha
ingresado a los hogares y a los centros
educativos y laborales. Ya no existe un mundo
sin tecnología, por lo que es sumamente natural
que la misma sea una de las herramientas para el
aprendizaje en nuestras aulas, para la
comunicación entre las personas, para el trabajo,
para las investigaciones, entre otras. En este
sentido, la reflexión actual ya no está dirigida
hacia la necesidad o no del avance tecnológico y
la inclusión digital, sino se relaciona al uso
adecuado de la tecnología. Esta reflexión se
hace más contundente cuando los
neurocientíficos empiezan a investigar y a
entender cómo impacta la tecnología digital en
el cerebro humano y a identificar sus diferentes
consecuencias.
El cerebro humano es el órgano más fantástico
que hay en la tierra y su funcionalidad es fruto
de factores vinculados tanto con el componente
genético como con el ambiental. En este
sentido, durante el proceso de evolución
humana, el ambiente, la cultura y
principalmente las interacciones sociales
llevaron a nuestro cerebro a transcender a sí
mismo y a transformarse. Este proceso se dio
hasta un punto en que la influencia de
determinados factores ambientales lograron
desde remodelar circuitos neuronales hasta
cambiar la expresión previamente establecida de
algunos genes.
Una demostración de esta evolución del cerebro
en función a las exigencias ambientales y
11

culturales fue la lectura, para la cual diferentes
estructuras cerebrales se especializaron en un
lenguaje escrito que, además, asumió muchas
variaciones según las diferentes comunidades y
sociedades.
Otra prueba de la capacidad del cerebro de
trascender a sí mismo se observa en la
tecnología, que empieza miles de años atrás
cuando las comunidades comenzaron a crear
instrumentos elementales para su supervivencia
y llega hasta nuestros días donde la tecnología
digital está al alcance de millones de seres
humanos y les brinda herramientas para la
comunicación, la diversión, la investigación, el
arte, entre tantas otras. Todo esto demuestra la
potencial capacidad de evolución del cerebro
humano para acompañar y enfrentar los desafíos
del entorno, para educarse, educar y para
adaptarse constantemente.
De la misma forma en que el cerebro creó y se
adaptó a un lenguaje escrito, hoy en día se
adapta a la tecnología digital. Sistemas
complejos como el sistema visual o el sistema
atencional se adaptaron a una serie de estímulos
que llegaron con la tecnología digital obligando
a una remodelación de los circuitos nerviosos en
función a las nuevas experiencias, que no solo
causaron cambios en el cerebro desde un nivel
molecular, sino que también influyeron en el
comportamiento de las personas y en su estilo
de vida. ¿A qué se debe esta capacidad de
adaptación del cerebro?
Una de las características esenciales del cerebro
es la neuroplasticidad, la capacidad que tiene el
cerebro de reorganizarse frente a las
experiencias, estímulos, lesiones y exigencias
del entorno a lo largo de la vida. Investigaciones
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
neurocientíficas en plasticidad cerebral
dependiente de la experiencia demostraron que
el cerebro puede cambiar en función a
experiencias significativas (con determinada
frecuencia, intensidad y duración), y provocar
una remodelación de sus circuitos en función a
la necesidad de adaptación a las exigencias y
condiciones cambiantes del ambiente.
Las experiencias que vivimos que tienen que ver
con la tecnología están dentro de este gran
espectro de actividades que realizamos con
mucha frecuencia, intensidad y duración, lo que
definitivamente provocará un cambio en las
conexiones neuronales, ya que cuando el
cerebro recibe un número elevado de inputs en
un determinado sistema, como es el caso del
sistema visual por ejemplo, la exposición
frecuente a estos estímulos va a influir en el
funcionamiento integral del sistema. Para
ilustrar esta situación, piense en un sistema que,
para empezar, no conocía imágenes emitidas
desde un televisor y que ahora es capaz de lidiar
con un sinfín de estímulos e imágenes
tridimensionales que vemos en los videogames.
El estilo de vida en nuestras sociedades, en
especial de nuestros niños y adolescentes, se
moldea de acuerdo a un altísimo nivel de
exposición a diferentes tipos de tecnologías
digitales tanto pasivas (el televisor, los videos,
los iPod), como activa (la computadora, los
celulares inteligentes, los videogames, las
tablets, entre otros). Asimismo, cabe resaltar
que en la actualidad, los televisores inteligentes
son cada vez menos pasivos, abriendo un
repertorio de alternativas de uso. En la
actualidad, solemos ver la clasificación de dos
generaciones en relación al uso de la tecnología:
12

la generación de nativos digitales, quienes han
nacido inmersos en ella, y la generación de los
inmigrantes digitales, quienes están en proceso
de adaptación e intentan aprender a usar este
tipo de tecnología de la mejor forma posible.
Los investigadores han demostrado que el uso
frecuente de la tecnología puede provocar
“recableado” neuronal en los circuitos
vinculados con la visión, la memoria, la toma de
decisiones, las emociones o la resolución de
problemas, por ejemplo. Investigaciones con
inexpertos en Internet, que pasaron por un
entrenamiento de 5 horas diarias, durante 5 días,
demostraron una activación significativa en una
región específica de la corteza prefrontal
dorsolateral, lo que indica que el solo uso
intensivo de Internet modula el funcionamiento
de nuestros cerebros.
En este sentido, nos preguntamos: ¿cuáles son
los riesgos y beneficios de dicha adaptación del
cerebro a un estado de vida cada vez más
prolongadamente conectado a las computadoras
e Internet?
Las consecuencias son en doble vía: en el caso
del uso inadecuado y excesivo de la tecnología
digital, podemos hablar de una sobrestimulación
de los sistemas sensoriales, principalmente el
visual y auditivo. Podemos presenciar una
pérdida significativa de las relaciones
interpersonales reales, face-to-face, lo que
disminuirá sustancialmente las habilidades
socioemocionales, tan imprescindibles para los
seres humanos. Podemos además hablar de un
desbalance del sistema de atención en niños,
niñas y adolescentes, así como tendencias a la
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
adicción, el sedentarismo e incluso problemas a
nivel motor.
Cabe resaltar que otro aspecto preocupante en
relación al uso inadecuado y exagerado de la
tecnología digital, se refiere a la pérdida de las
relaciones interpersonales, donde el diálogo, la
mirada, el toque, los olores y las emociones son
los matices esenciales en las relaciones entre los
seres humanos.
Lo preocupante es que en algunos hogares se
puede presenciar a toda una familia “unida y
separada” por la tecnología. Por ejemplo, una
típica sobremesa de domingo, el papá puede
estar leyendo los mensajes en el teléfono
mientras que la mamá, contesta correos desde su
tablet y los hijos se concentran en su videojuego
o su música. Todos se encuentran en la misma
sala y sin embargo no intercambian palabra
alguna. Lo mismo sucede en algunos ambientes
educativos, donde los estudiantes se alejan de
sus compañeros en los tiempos libres para estar
conectados con sus “aparatos”.
Hay varios argumentos a favor de las redes
sociales; sin embargo, estar conectado a una red
social virtual de manera desequilibrada, alejará
a la persona del convivio con otro ser humano,
quien es referencia de aprendizaje de
habilidades sociales, emocionales y morales y al
mismo tiempo que es receptor de las mismas.
Las habilidades emocionales y sociales solo son
aprendidas por el cerebro en un entorno humano
con otras personas. La etapa crucial para
establecer estos patrones es en definitiva la
primera infancia. La vida familiar, la vida social
en los ámbitos de estudio o en la sociedad, solo
tiene razón de ser en el contexto de la
13

convivencia de seres humanos, por lo que la
tecnología usada de forma adecuada debe tener
como misión acercarnos en lugar de alejarnos.
Por otro lado, es necesario también resaltar los
beneficios generados por el uso adecuado de la
tecnología digital, entre los que podemos
mencionar:
• Desarrollo de habilidades cognitivas, de
habilidades motrices finas y de
coordinación óculo-manual.
• Mayor flexibilidad cognitiva.
• Mejoría de la capacidad de resolución de
problemas.
• Aumento de la atención selectiva.
• Incremento de la capacidad de
observación.
• Desarrollo de movimientos oculares más
precisos.
• Aumento de la agilidad y de habilidades
del pensamiento
• Mejora la capacidad de toma de
decisiones
• Mejora el procesamiento y análisis rápido
de la información
• Potencia la memoria de trabajo.
• Organización más efectiva de la
información visual y auditiva.
En el caso de la adolescencia, el entorno digital
es uno de los entornos más atractivos, familiares
y de mayor uso en la actualidad. En este sentido,
vale la pena revisar que en las estrategias de
enseñanza y aprendizaje la tecnología digital
esté presente, pues como ya sabemos, los
mejores logros de aprendizaje están vinculados
a lo motivacional. Estando el estudiante
motivado por aprender y además utilizando
como medio lo que más conoce – recurso
CEREBRUM
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos
tecnológico- se aumentará la probabilidad de
adherencia a la propuesta pedagógica.
Si hablamos de esta generación “googlera”
(Somocurcio, 2013), existen algunas
características a ser observadas:
• Lectura hipertextual.
• Se moviliza por el mundo en redes
sociales de interés.
• Le gusta información de forma rápida y
al alcance de un «clic».
• Necesita información multimodal.
• Pertenece a la generación de la
hiperinformación.
• Requiere satisfacción inmediata a sus
acciones y se caracteriza como
“Multitasking” (Multitarea)
Para ello, se sugiere:
• Promover oportunidades para relaciones
interpersonales.
• Promover el trabajo cooperativo y en
redes.
• Trabajar con información multimodal.
• Diversificar las actividades, uso de
metodologías activas y TICs.
• Promover una formación integral
(cognitiva, intrapersonal e interpersonal)
• Usar el movimiento y la manipulación.
• Manejar ciertas “rutinas”
Controlar la cantidad de tiempo y la calidad de
la experiencia sin perder de vista la etapa del
desarrollo en la que se encuentran nuestros
estudiantes, compartiendo con ellos los
beneficios más los riesgos asociados, podrá
ayudar de forma muy positiva a la regulación
adecuada del uso de la tecnología digital. El
14
 El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos

 
equilibrio es la fórmula secreta para sacarle el human brain development—ages 4–18.
mejor provecho. Biological Psychiatry 37 (9), 657.
4. Giedd, J.N., Snell, J.W., Lange, N.,
Rajapakse, J.C., Casey, B.J.,
Conclusiones Kozuch,P.L., Vaituzis, A.C., Vauss,
Y.C., Hamburger, S.D., Kaysen, D.,
La adolescencia es una etapa de vital Rapoport, J.L., 1996a.
importancia para todo ser humano, ya que las Quantitative magnetic resonance
transformaciones estructurales y funcionales del imaging of human brain
cerebro dejarán huella para toda la vida. Amar, development: ages 4–18.
comprender y encauzar son las actitudes más Cerebral Cortex 6 (4), 551–560.
sabias que los padres y educadores necesitan 5. Giedd, J.N., Vaituzis, A.C., Hamburger,
tomar frente a esta etapa tan compleja. Con ese S.D., Lange, N., Rajapakse, J.C.,
objetivo en mente, comprender la naturaleza de Kaysen, D., Vauss, Y.C., Rapoport, J.L.,
los procesos cerebrales que subyacen los 1996b. Quantitative MRI of the temporal
cambios de conducta del adolescente, apreciar la lobe, amygdala, and hippocampus in
riqueza de modificaciones que se generan, y normal human development: ages 4–18
entender que son parte de un proceso complejo years. Journal of Comparative
donde genes y ambiente interactúan para dar Neurology 366 (2), 223–230.
forma a una identidad que será la base de la vida 6. Greenfield, S. (2008) ID: The Quest For
adulta, constituyen el primer paso para repensar Identity In The 21st Century. Great
una etapa tan fundamental de la vida de nuestros Britain. Sceptre
hijos y alumnos. 7. Howard-Jones, P.; Fenton K.
(2011).Digital Technology and the
Brain: A Guide for the Online Family.
Referencias principales United Kindon. NeuroEducational
1. Chein, J., Albert, D., O'Brien, L., Services
Uckert, K., & Steinberg, L. (2011). 8. Huttenlocher P. R. (2002). Neural
Peers increase adolescent risk taking by Plasticity - The Effects of Environment
enhancing activity in the brain's reward on the Development of the Cerebral
circuitry. Developmental Science, 14(2), Cortex. England: Harvard University
1-10 Press
2. Giedd, J.N., Blumenthal, J., Jeffries, 9. Huttenlocher, P.R. (1979). Synaptic
N.O., Castellanos, F.X., Liu, H., density in human frontal cortex—
Zijdenbos, A., developmental changes and
3. Giedd, J.N., Castellanos, F.X., effects of aging. Brain Research 163,
Rajapakse, J.C., Kaysen, D., Vaituzis, 195– 205.
A.C., Vauss, Y.C., Hamburger, S.D., 10. O'Brien, L., Albert, D., Chein, J., &
Rapoport, J.L., 1995. Cerebral MRI of Steinberg, L. (2011). Adolescents Prefer

CEREBRUM 15  
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano
 El cerebro adolescente y el entorno digital
Anna Lucía Campos

 
More Immediate Rewards When in the
Presence of their Peers. Journal of
Research on Adolescence, 21(4), 747-
753.
11. Paus, T., Evans, A.C., Rapoport, J.L.,
1999. Brain development during
childhood and adolescence: a
longitudinal MRI study [letter]. Nature
Neuroscience 2 (10), 861–863.
12. Pujol, J., Vendrell, P., Junque, C., Marti-
Vilalta, J.L., Capdevila, A. (1993) When
does human brain development
end? Evidence of corpus callosum
growth up to adulthood. Annals of
Neurology 34, 71–75.
13. R.K. Lenroot, J.N. Giedd / Neuroscience
and Biobehavioral Reviews 30 (2006)
718–729
14. Small, G., Vorgan G. (2008). iBrain:
Surviving the Technological Alteration
of the Modern Mind. United States of
America. HarperCollins Publishers.
15. Spear, L. (2010). The behavioral
neuroscience of adolescence. NY.
Norton
16. Steinberg, L. (2014). Age of
Opportunity: lessons from the new
science of adolescence. Boston, MA:
Houghton Mifflin Harcourt.

CEREBRUM 16  
Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano