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CRÍTICA DE LIBROS LOS CUATRO

ELEMENTOS
Reseñas: Bataille, Cueto, Sontag, POR C. E.
FEILING
Lainé, Laughlin, Gaspar, Ponte
NORMA
502 PÁGINAS
$ 49
NARRATIVA ARGENTINA

Química del horror puro


La edición, en un único volumen, de El agua electrizada, Un poeta nacional y El mal menor, las tres novelas que publicó en vida
C. E. Feiling, permite leer de forma conjunta un ciclo que jugaba con los géneros para ir más allá, en busca de la extrañeza

POR LUIS GUSMÁN te. Trabajo de erosión del referente que ca, pero paradójicamente regulada por las
Para La Nacion hace que aparezcan mezclados nombres coincidencias fantásticas de El manuscri-
propios como Coca-Cola, Valium, man- to encontrado en Zaragoza. Podríamos de-

E n el prólogo de Luis Chitarroni a las


tres novelas de C. E. Feiling (1961-
1997) que reúne Los cuatro elementos
teca Sancor, Quilmes Bock, Frávega. No
son solo marcas que se convierten en
nombres comunes; también aparece el
cir que la revelación del enigma es, como
en algún cuento de Poe, lingüístico.
En nuestra tradición, El mal menor po-
(El agua electrizada, Un poeta nacional, diccionario Oxford, o escritores como dría situarse bajo el influjo de Los hechi-
El mal menor), a las que se suma un frag- Lord Dunsany, Julio Cortázar Arthur zados, de Witold Gombrowicz, es decir,
mento inédito (La tierra esmeralda), se Schopenhauer y Platón. Vale la pena re- del género gótico. La semejanza podría
citan unos versos de Ogden Nash: “Ahora cordar aquí la metáfora deglutiva de Car- basarse en ese privilegio concedido al
llegan los besos / demasiados, demasiado los Gorriarena –gran pintor argentino– a detalle monstruoso. En Los hechizados,
tarde”. Lo de Chitarroni no alcanza a ser propósito de Pablo Picasso: “lo come to- una servilleta respira. En El mal menor,
ni siquiera un lamento: suena más a una do y lo devuelve transformado.” Hay un se trata de un olor: nauseabundo, repug-
plegaria desatendida. Esos versos recuer- trabajo narrativo de vaciamiento del re- nante, apenas la ráfaga de una presencia.
dan, sin embargo, que tanto con Feiling ferente que invade los diálogos, las des- La anécdota es simple: el combate entre
las cosas sucedían exactamente al revés: cripciones cargadas de nombres y luga- arcones y seres ectoplasmáticos que no
sus besos, bajo la forma de la generosi- res comunes, y que hace finalmente que provienen, como en el mundo espiritis-
dad, llegaban a tiempo. En otro terreno, el el lector reciba otra cosa. ta, del más allá, y adquieren además cier-
de los reconocimientos literarios, en cam- Tercer elemento: las mujeres. Es po- ta corporeidad. Estos seres monstruosos
bio, aquellos siempre llegan tarde. sible que desde Manuel Puig nadie haya han escapado de los sueños y se han ma-
El título de esta recopilación, Los cua- podido sostener un relato cuyo “protago- terializado en la figura del prófugo. Fei-
tro elementos, condensa de manera ejem- nista” sea una mujer, como sucede en El ling describe un universo donde el horror
plar aquellos materiales que privilegian mal menor. Porque, sobre todo, es un per- puro recuerda a alguna de las películas
una novela de terror: el fuego, podría de- sonaje verosímilmente femenino y no la de David Lynch. Un mundo apacible, ge-
cirse, es una figura fundamental del te- voz de un narrador masculino hablando neralmente rural, donde de pronto apa-
rror; el aire, un espacio donde suceden las C. E. Feiling de una mujer. Para lograr dicha verosimi- rece un elemento que produce una ex-
ARCHIVO
mutaciones; y el agua –ya sea en forma de litud, se apela a los lugares comunes de traña mutación. El hallazgo de Feiling es
lava o de mancha gelatinosa– se propaga El mal menor podría cierta sensibilidad femenina recorrien- introducir un elemento horroroso, pero
por la tierra y más allá. Estos elementos situarse bajo el influjo de do ciertos tópicos de la educación sen- urbano. La mutación de la materia rompe
nos sumergen en el universo del autor. Los hechizados, de Witold timental como el erotismo, el amor, y la un cerco y se encarna en un ser que habi-
Primer elemento: la ciudad. Hay po- psicología del alma femenina. Creo que ta en la ciudad, en medio de las cosas más
Gombrowicz, es decir, del
cas novelas argentinas en las que la ciu- es un hallazgo del narrador de Feiling en comunes. A través de una brecha, un ser
dad se extienda como en las de Feiling: género gótico. La semejanza esta, la última de sus novelas, el haber ominoso se deslizó en el mundo.
desde la estación Belgrano R hasta San podría basarse en dispuesto una voz de mujer –Inés Gaos– ¿Dónde reside el horror puro? En el he-
Telmo, desde la Facultad de Ingeniería el privilegio concedido al aunque sea bajo la forma de un truco casi cho de que un olor nauseabundo pueda
hasta los alrededores de la Academia Na- detalle monstruoso mediúmnico para contar el horror y, des- surgir en cualquier lado y en cualquier
cional de Medicina. Se trata de lo que de ese lugar, llegar a las raíces del mie- momento. Es un elemento absolutamen-
podríamos llamar una “historia de dos do. También es posible que la referencia te común, que adquiere carácter gracias a
ciudades”, como sucede en El mal me- que apenas es un pasaje –tópico de las que Chitarroni hace en el prólogo a Hit- su intensidad. El prófugo, un personaje de
nor, donde Buenos Aires se duplica en novelas de horror– alberga a los depar- chcock y Graham Greene implique el pa- la novela, se parece a “una fuga”; es decir,
una descripción de Londres que exce- tamentos; a su vez, cada uno de ellos es saje de El agua electrizada (un policial) a una falla en el sistema, algo que el mundo
de el detalle para transformarse en algo una pequeña casa y no hay dos que estén Un poeta nacional (relato de aventuras), tenía controlado y se fugó por una grieta.
del orden maniático; una ciudad que nos construidos en el mismo estilo. En esa y de allí a El mal menor. A diferencia del género fantástico, en el
recuerda cierta versión de Buenos Ai- calle, la arbitraria variación llega hasta Cuarto elemento: el horror puro. Cuan- cual el lector queda suspendido en la va-
res relatada por J. R. Wilcock, en la que el obsceno límite de incluir un diminuto do uno se ocupa de una novela que intro- cilación entre las fronteras de la realidad
“los donguis”, esos seres subterráneos y castillo medieval, donde su constructor duce una novedad, fatalmente la sitúa en y lo irreal, en el horror puro la solución
monstruosos, surgen de las alcantarillas había previsto quizás una mazmorra. una tradición. Con El mal menor sucede es “realista”. Consiste en esa sensación de
y entran en nuestra cotidianeidad. Se tra- Segundo elemento: el trabajo con lo re- algo de ese orden. En la novela de Feiling que por una causa no siempre determina-
ta de una ciudad en la que el horror ar- ferencial es el que hace posible que esa no se trata de una imaginación arboriza- da el universo se nos vuelve –por un solo
quitectónico pasa, de ser estético, a éti- ciudad descripta con la prolijidad de lo da, desbordante, a la manera del realismo detalle–, extraño y monstruoso.
co. En la descripción de Feiling, una calle real se transforme en el revés del guan- mágico, o de esa proliferación metoními- © LA NACION

22 I adn I Sábado 25 de agosto de 2007

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