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Nihil obstat: Jesús M a Lecea, Sch. P.

lmprimi potest: Vicente Tomek, Sch. P., Prep.


General.
lmprimatur: Dr. Constando Palomo, Vicario
General.

Depósito Legolo S. 76-1967. Imp. cColotrova»-Libreros, 9.-Salamanca, 1967.


SAN JOSE DE CALASANZ

C. BAU, Sch. P.
© Publicaciones de Revista Calasancia
PROLOGO

Cúmplense el 16 de julio de este afio de 1967 los dos


siglos de la elevación al honor de los altares del arago-
nés San José de Calasanz.
Con este motivo <<Revista Calasancia» ofrece al públi-
co la obra del R. P. CALASANZ BAU, Sch. P., que vio en 1963
la luz en su forma primera de tesis doctoral defendida en
la Universidad de Valencia. El trabajo del P. Bau, síntesis
de diversas investigaciones calasancias realizadas en los
últimos años, mereció grandes y calurosos elogios no
solo del tribunal calificador, sino posteriormente de la
Crítica en varias revistas y periódicos, realzando debida-
mente su expresión fluida, su narración amena, su sen-
tido de humanidad, su habilidad en perfilar la silueta
humana y hagiográfica de Calasanz, no menos que su
acendrado amor a la verdad histórica, a cuyo servicio
consagró afws enteros de búsqueda en archivos y bi-
bliotecas.
Al brindarla ahora al gran público, y en especial a los
maestros y educadores de habla espaíiola, la hemos des-
pojado del aparato crítico y del formalism.o metodológico
de rigor en una tesis doctoral, introduciendo en ella algún
ligerísimo retoque debido a hallazgos posteriores y supri-
miendo alguna cuestión aún debatida o de menor interés.
Del rico aparato crítico retenemos tan solo las referencias
docwnentales calasancias en su expreswn más escueta.
Buscando una mayor ligereza en la lectura se intercalan
epígrafes en los capítulo:;. Para facilitar el manejo y con-
sulta de la obra se añaden algunos índices. En fin se
inserta una bibliografía breve, pero selecta, fundamental
y fácillnente asequible.
Esperanzas que en esta forma la publicación de la
obra del P. Calasanz Bau ( t 8-II-67), aunque no pueda
tenerse quizás como la palabra definitiva en diversas cues-
tiones, resultará un óptimo homenaje a la figura del gran
pedagogo San José de Calasanz, humilde fundador de las
Escuelas Pías, Patrón del Servicio Español del Magisterio,
del Instituto de Pedagogía del C. S. l. C. y de la Facultad
Pedagógica de la Universidad Pontificia de Salamanca, no
1nenos que de la universal escuela popular cristiana y mo-
derna, hoy tan realzada por el Concilio Vaticano II.

CLAUDIO VILA PALA, Sch. P.


1. Peralta de la Sal

EL PUEBLO NATAL.

La villa aragonesa de Peralta de la Sal está en la pro-


vincia de Huesca, a unos cuatro kilómetros hacia el sur-
este de Calasanz; sin tanto abolengo histórico como este,
pero con población doblada y mayor decoro urbano. Debe
su nombre a la situación de su caserío sobre piedra alta
Petralta; y la sal de sus salinares es lo que la distingue
de la no lejana Peralta de Alcofea, dentro de la misma
provincia oscense.
Si Calasanz formaba parte del condado de Ribagorza,
su vecina Peralta era enclave alodial, baronía indepen-
diente, conjunta con la baronía de Castro, cuyos señores
eran D. Berenguer Arnaldo de Castro y de Cervellón y
Dña. Margarita de Alagón su esposa. Años más tarde, en
1593, un documento de vendición comenzará diciendo:

<<Yo, Miguel Joan Ballester, vecino del lugar de Pelagriñón,


bayle y juez ordinario de dicho lugar, por los Muy Ilustres
Señores D. Martín D'Espés y de Alagón y Dña. Estefanía de
Castro y Cervellón, cónyuges, barones de la Laguna y señores
de la casa de Castro y de la baronía de Peralta de la Sal y de
la Honor y del dicho lugar de Pelagriñón ... ».

De la rama de El Grado del árbol calasancio salió el


brote de Peralta de la Sal, que fue por cierto muy efíme-
10 SAN JOSE DE CALASANZ

ro. Se afeminó, en el sentido genealógico heráldico de la


palabra, a la primera generación. No había antes apellido
Calasanz en Peralta. Lo llevó allí Pedro Calasanz y Pano,
para establecer su herrería y tomar pronto por esposa
a María Gastón Sala, 2pellidos de arraigo en la villa,
como se ve en sus censales y actas concejiles.
Un documento tardío, de 1592, nos da a conocer que
había en aquella población de labradores dos herrerías,
una de ejercicio libre y otra propiedad del Concejo que
se otorgaba a subasta. De esta es de la que sabemos que
su obligación primordial consistía en

«luciar (afilar) todas las rejas y azadas estrechas de los


vecinos de dicho lugar, tantas veces como fuera menester;
y las otras una vez al año "fielmente", es decir, gratuita-
mente. Para algo le presta el Concejo "casa franca, dos
manchas (fuelles) grandes, una enclusa (ywtque), martillos
y otras ferramientas, y le paga una fanega de trigo y otra
de cebada por cada par de bestias de labor que en dicho
lugar haya. También se obliga a ferrar a dicho ferrero todas
las cabalgaduras de los vecinos, pagándole de las ferraduras
de mulas y machos a nueve dineros por ferradura, y de
los borricos a ocho dineros ... » I,

Cuando muchos años más tarde y en plena ciudad de


Roma, se vea al benjamín del herrero de Peralta, funda-
dor ya y General de las Escuelas Pías, pasar suavemente
la almohaza por el lomo de los borriquillos, y discurrir
en su correspondencia con tino y maestría sobre achaques
y andaduras de cabalgaduras y "asinelli" (asnillos), pién-
sese no solamente en manifestaciones de sobrenatural
humildad, sino también en la humana simpatía que des-
pierta cuanto se vivió y se respiró en los días de la infan-
cia, en el ambiente y a la sombra de un hogar feliz, como
el que Pedro con su trabajo supo crear 2•

1. MERIGO, doc. n. 195, In loco de Peralta de la Sal, 18 oct. 1592.


2. Carta n. 656 del Epistolario.
PERALTA DE LA SAL 11

LOS HERMANOS.

Porque efectivamente, se afianzó la casa y en ella fue-


ron brotando, hasta siete, los capullos del rosal familiar.
Y el primer capullo del matrimonio Calasanz-Gastón
llevó el nombre de la madre, María. Permaneció siempre
en Peralta, donde casó con Pedro Ferrer y falleció hacia
los cuarenta y seis años de edad, dejando hijas, pero sin
ningún hijo 3 •
El segundo vástago que el padre esperaba varón para
ponerle el nombre del abuelo Juan Calasanz, advino tam-
bién hembra, y se llamó Juana. Salió de Peralta en 1565
y casó con Pedro Juan Blanch, alias «Agostí», que inter-
vino en no pocos asuntos de nuestro Santo Patriarca.
Hubo este matrimonio siete hijos bautizados todos en
Benabarre, y uno de ellos sacerdote que fue adrede a
Roma a visitar a su tío ya religioso y fundador. Murió
Juana, destinataria de cartas muy ascéticas de su santo
hermano, casi nonagenaria.
En tercer lugar llegó Magdalena, sin colmar la ilusión
paterna de un ayudante y sucesor para la herrería. Con
solos ocho o nueve años de ventaja sobre su hermanito
José, ella sería el auxiliar más valioso de la madre en la
crianza del benjamín y la que más se le adentraría en el
corazón. Al morir en 1593 a los 43 años de edad, el Santo
desde Roma tuvo una de sus manifestaciones más pro-
fundas de dolor. «He recibido aviso de la muerte de mi
hermana Magdalena cuya alma Dios tenga en su gloria,
que para mí ha sido la nueva de más sentimiento que
se me podía dar». Dejaba a su esposo Juan Pastor varias
hijas y un hijo, que no llevaban ya transmisible el ape-
llido Calasanz. Unos meses antes, este pequeño había
dado ocasión a una de las primeras frases de sabor peda-
gógico del Santo Patrono de la enseñanza:
«Hame parescido muy acertado que hayan conducido
maestro que enseñe latinidad en ese lugar (de Peralta), que
será facilitar a los padres que hagan aprender letras a sus

3. Carta n. 4 del Epistolario. «A mis sobrinas de la casa de Pere


Ferrer de mi parte dará encomiendas», Ya había muerto María en 1592.
12 SAN JOSE DE CALASANZ

hijos, que es una de las mejores herencias que les pueden


dejar; y de saber en particular que mi sobrino Antonio
Joan Pastor estudie bien y aproveche, he holgado todo lo
posible» 4,

Y aún vino en cuarto término otra hija, Esperanza,


que compartió todavía más la vida infantil de su segundo
hermanito y que salió a tomar estado matrimonial en
Alcampel, a unos doce kilómetros al sur de Peralta, mas
no ya en Ribagorza sino en la comarca de Litera. Lea-
mos el primer párrafo de sus generosas capitulaciones
matrimoniales:

«En el nombre de Dios y de la Virgen María, madre suya,


matrimonio es .tractado, y por la gracia de Dios concluido
y acabado, entre Juan Carpi, fijo legítimo y natural de los
honrados Juan Carpi y Magdalena Abella, cónyuges, labra-
dores, de el lugar de Alcampel, de la una parte; y de la
otra parte Esperanza Calasanz, fija legítima y natural de los
honrados maesse Pedro Calasanz y María Gastona, vecinos
y habitantes de la villa de Peralta, de la otra parte; el qual
matrimonio no va según fueros y observancias del presente
regno de Aragón, ni prácticas ni constituciones de Catalunya,
sino con los pactos y condiciones infrascriptos y siguientes».

Y sigue donación total e "inter vivos" por parte de


los de Alcampel, a condición de quedarse a vivir con los
recién casados los padres del novio, de dotar oportuna-
mente a María Carpi, de mantener hasta que tome estado
a Jerónimo Carpi, y de tener siempre mesa y habitación
preparada para mosén Martín Carpi, que por cierto llegó
pronto a canónigo de la Colegial de Tamarite de Litera.
Sonreíale todo a Esperanza; pero al primer puerperio
sobrevino el desastre. Murió la madre y menos mal que
se salvó la hija Catalinica, que se asomaba al mundo
parcialmente huérfana como no tardarían en quedar sus
primas de Peralta. Mas la niña estuvo de suerte. Fue
criada como una reina por los abuelos, y se preocupó
de ella su tío el canónigo Martín que hasta le dejó un

4. Cartas S y 4 del Epistolario.


PERALTA DE LA SAL 13

cuantioso legado, después de bien casada con Juan Giró,


un buen partido 5,
El quinto vástago fue el esperado varón. Apresuráron-
se a llamarle Pedro como a su padre, en la pila bautismal.
La casa Calasanz-Gastón tenía ya su mayorazgo o "hereu".
Solamente sobrepasaba en cuatro años a José. Siguió
naturalmente el oficio de herrero de su padre maese
Pedro. A los tres meses de casado y en uso de su reciente
autonomía personal, firma ya un instrumento de venta
como testigo presencial, el 20 de mayo de 1576:

<<Presentes fueron a las sobredichas cosas los Rvdo. mosén


Pedro Gul, presbítero, y Pedro Calasanz, menor, ferrero, ha-
bitantes en el dicho lugar de Peralta de la Sal».

Y es que del 20 de febrero de dicho año constan las


capitulaciones matrimoniales de Pedro con Jerónima Paúl,
natural de J uséu.
El sexto retoño de los Calasanz Gastón en Peralta fue
Isabel, quinta y última de las niñas .Si Magdalena fue la
madrecita del benjamín, como dejamos dicho, Isabel fue
la verdadera hermanita. Es extraño, pero no queda de
ella noticia cierta ninguna. Se le reserva la dote en las
capitulaciones de 1576, pero murió pronto o casó muy
lejos, por cuanto en una información de 1651 ya se ha
perdido su rastro.

POR FIN, lOSE.

Por fin y en séptimo lugar advino el último de los


vástagos, segundo de los hijos varones, el niño José Ca-
lasanz Gastón, el que con el tiempo alcanzaría el honor
supremo de los altares y daría verdadera y auténtica
gloria a la estirpe de los Calasanz. Por él es famosa
en el catolicismo la villa de Peralta de la Sal; por él puede
alardear España de ser cuna del Patrono universal de la

S. Toda la historia de Esperanza y de su hija Catalina puede se-


guirse documentalmente en Merigó, documentos 181, 182, 184, 190,
192 y 193.
14 SAN JOSE DE CALASANZ

docencia popular cristiana, del arquetipo modélico y ejem-


plar de todo el magisterio católico.
Claro que ello rebasaba entonces las previsiones de
maese Pedro y de su esposa María. Permítasenos llamar-
la, por respeto y admiración, doña María, aunque tal tra-
tamiento carezca de base documental. La casa pasaba
por un momento de euforia. Se conserva un instrumento
público de censal en que maese Pedro Calasanz aparece
como bayle o alcalde de Peralta, por designación de «la
Muy Ilustre Señora Dña. Leonor de Bojador y de Castro,
viuda, y su hijo D. Berenguer de Castro, señores de la
Baronía y Casa de Castro y de la villa o baronía de Pe-
ralta de la Sal». La Baylía no exime a maese Pedro del
trabajo de su herrería con el ritmo musical de su eterno
martilleo. Doña María, sin descuidar los afanes del go-
bierno de su numerosa prole, dedica su atención prefe-
rente a la crianza y educación de su último pequeñuelo.
El recuerdo fervoroso de sus padres perdurará en él hasta
su decrepitud nonagenaria.
El niño José nació en Peralta el 31 de julio de 1558,
para morir en Roma hacia la medianoche entre el 24
y 25 de agosto de 1648; y su peregrinación por la tierra
fue larga de noventa años y veinticuatro días, cuarenta
y dos de aquéllos correspondientes al siglo xvr y los cua-
renta y ocho restantes al xvrr.
Su partida bautismal no se ha conservado. La fecha
natalicia, que acabamos de consignar, es precisamente la
que dio el primer biógrafo del Santo, el P. Buena:ventura
Catalucci, al mes escaso de su muerte. Y es efectivamente
la que responde con toda exactitud a todas las declara-
ciones del propio San Calasanz a través de todo su epis-
tolario.

MARCO HISTORICO.

El momento histórico es importante. Hacía un siglo


que Guttemberg había inventado la imprenta, elemento
importantísimo de difusión cultural. También se cumplía
el siglo aproximadamente de la toma de Constantinopla
por los turcos, la diáspora de los sabios bizantinos, el
PERALTA DE LA SAL 15

fenómeno del Renacimiento y la entrada en la Edad Mo-


derna. Medio siglo también aproximado había transcurri-
do desde la ampliación dd planeta por la gesta colombina
y la total expulsión agarena por los Reyes Católicos. Medio
siglo asimismo desde que Miguel Angel pintara la Sixtina
y desde que Lutero iniciara el desgarro de la Reforma.
El Catolicismo reaccionaba con la Contrarreforma. En
1545 se abría la asamblea de Trento. En 1556 comenzaba
el reinado de Felipe II. El 1558 moría en Yuste Carlos V.
El esplendor hegemónico de España estaba en su cenit.
La clausura del Tridentino fue en 1562. Lepanto en 1571.
Mas no estaba lejana la derrota de la Invencible y España
empezaría a declinar. El siglo de las luces, las libertades
y las democracias se tendría que ir incubando y prepa-
rando a través de todo el XVII.
Volviendo a los aledaños del 1558, dos años hacía de
la muerte de San Ignacio de Loyola, y San Calasanz se
incorpora a la brillante constelación de santos españoles
del XVI en que se cuentan Santa Teresa, San Juan de la
Cruz, San Pedro de Alcántara, el Beato Juan de Avila,
San Pascual Bailón, San Miguel de los Santos, San Pedro
Claver. Solo en Valencia llegaron a juntarse San Juan
de Ribera, San Luis Beltrán, el Beato Nicolás Factor, San
Francisco de Borja, San Alfonso Rodríguez.
Fuera de España alcanzó en Roma a San Felipe Neri,
a San Juan Leonardo y a San Camilo de Lelis; fue con-
temporáneo de San Carlos Borromeo, de San Francisco
de Sales y de San Vicente de Paúl, entre las dos docenas
de Santos destacados que se pueden espigar en la Europa
de entonces.
Y al margen de la santidad, abarcó los tres últimos
Felipes de la casa de Austria. Fue contemporáneo del du-
que de Alba, de Spínola y Farnesio. Siguió las vicisitudes
de la guerra de los Treinta Años. Se interesó por Olivares
y Richelieu. Fue coetáneo del Greco y de Velázquez, así
como de Bernini y Borromini. Asistió a los triunfos de
Lope y de Shakespeare, leyó a Cervantes y a Góngora,
oyó hablar de Tirso y de Calderón. Pedro de Toledo y el
duque de Alcalá fueron sus amigos entre los gobernado-
res y virreyes de Italia. Giordano Bruno, Campanella y
Galileo dieron que hablar en su tiempo entre los ciertos
16 SAN JOSB DB CALASANZ

o pretendidos sabios, mientras Báñez y Medina, Bacon


y Descartes, Suárez y Arias Montano asentaban las bases
de su gloria indiscutible.
Este fue el marco y el ambiente. Poco llegaría de él
al rinconcito de Peralta donde transcurrió su infancia.
Las inquietudes de Ribagorza y las alteraciones de Aragón
con Antonio Pérez tal vez le afectaran más de cerca.
Pero dejemos definitivamente estos amplios círculos
históricos, para limitarnos a lo estrictamente calasancio,
a las limitadas vivencias del niño José en su casa pater-
na, del joven estudiante Calasanz en sus latines de Es-
tadilla.
2. Infancia y adolescencia
(1558 . 1574)

LA EDUCACION PRI!I'fERA.

La herrería peralteña de maese Pedro Calasanz y de


Doña María Gastón hierve de vida y actividad. La «hay-
lía» prestigia el taller; y la casa está llena de rejas y
azadas, de aperos de labranza y de instrumentos cortantes
llevados a la muela de afilar; la fragua encendida chis-
porrotea, mientras el yunque canta vibrante el himno
del rítmico martilleo y las cabalgaduras esperan el mo-
mento Clel claveteo del hierro en sus cascos para la efica-
cia de su labor. Por allá dentro María, Juana y Magda-
lena ayudan a la madre en las tareas domésticas. Pedro
y Esperanza entretienen a Isabel y a José. Casi siempre
está el completo en la familia. Doña María, madre vigi-
lantísima, apenas les deja salir. No quiere influjos de
malas compañías.
San Calasanz lo recordará gustoso toda la vida. En
su ancianidad allá en Roma lo comentará complacido en
confidencia con el Hno. Lorenzo Ferrari de la Anuncia-
ción, operario profeso que le sirvió por más de seis años
en sus últimos tiempos como enfermero, en el mes de
achaques de su postrera dolencia. El buen hermano lo
depuso así en el proceso informativo de 1651:

2
18 SAN .TOSE DE CALASANZ

«Yo he oído decir al mismo Padre José que su padre y su


madre le educaban en el temor de Dios y le hacían aprender
las buenas letras. El mismo me contó que de pequeño le
criaban separado de malas compañías, para acostumbrarle
desde niño al temor divino; y que así deberían hacerlo todos
los padres y madres» 6,

UNA HAZAÑA INFANTIL.

Pero una vez, cuando apenas tenía el pequeño José


sus cinco años, desapareció de casa, con la consiguiente
consternación familiar que duró c::asi todo el día.
El P. Buenaventura Catalucci al mes de la muerte del
Santo escribió un folio de apuntes con su primera bio-
grafía para servir de inspiración a una oración fúnebre
llena de barroquismos que pronunció en Roma (24-IX-
1648) Fray Jacinto de San Vicente, Carmelita Descalzo.
Allí, pues, consignó el motivo de aquella momentánea
fuga:
«Sus padres, nobilísimos y timoratos, educáronle como
tales; y llegó a tal punto, que en compañía de otro compañero
suyo salió fuera de la población para matar al demonio como
a mortal enemigo; simplicidad infantil que nacía de la buena
educación y del celo incipiente del honor de Dios».

Esto es simplemente lo que consignó el P. Catalucci.


Ahora veamos cómo lo desarrolló Fray Jacinto de San
Vicente, el carmelita predicador, desde el púlpito de San
Pantaleón de Roma, ya que vio los honores de la imprenta
aquel primer panegírico calasancio:

<<El perro, con bolsa en boca, del escudo heráldico de los


Calasances fue 'símbolo de la vigilancia, fidelidad y celo de
nuestro José, que ya desde niño de tierna edad se armó de
un cuchillo, y con un amigo coetáneo suyo salió de la villa
para buscar al demonio, enfrentarse con él y matarlo; por
haber oído que injuriaba al Señor disputándole las almas,
que son el tesoro del cielo y la herencia de Cristo. Lo cual,
si bien parece ligereza de niño, se ha visto luego haber sido
presagio de su futuro apostolado, por el que, armándose de

6. Proceso Informativo, p. 528, año 1652.


INFANCIA Y ADOLESCENCIA 19

santo celo, trató de defender fielmente las almas para el


cielo, no sin contradicción del fiero enemigo. Por ello intentó
desde aquellos comienzos impedir y cortar de raíz los pro-
gresos, haciéndole caer de la rama de un olivo, y dar en
tierra con tan fiero golpe, que, según relación del amigo,
debía de haber quedado muerto. Mas, patrocinado por el
auxilio del cielo, se levantó como nuevo Anteo, con más
furiosa resolución de acometer y matar al diablo, que le
había hecho caer; por lo cual anduvo buscándole por los
árboles de alrededor».

Lo del batacazo desde el olivo y la ansiosa búsqueda


por el olivar no lo había dictado el P. Catalucci. Con el
tiempo y en sucesivas predicaciones y publicaciones, fue
creciendo el número de compañeritos hasta formar un
pequeño ejército, de todo el cual se deja ver el Maligno;
y es él quien abate desde la alta rama al intrépido adalid
cuando va a darle la cuchillada; en tanto que la tropa
infantil tiembla de miedo, hasta que un pariente del héroe
pasa por casualidad por el escenario del combate y se
hace cargo del caído, llevándolo en brazos a casa.

LO VERDADERAMENTE HISTORICO.

Lo verdaderamente histórico y curioso del caso fue


que, al terminar Fray Jacinto su sermón, se levantó del
auditorio un sacerdote anciano que había asistido al
funeral, y requirió la atención de todos los fieles del
templo, diciéndoles conmovido:

«Yo era el compañerito del P. José, cuando ,fuimos a


matar al demonio por los olivos de Peralta de la Sal».

Y efectivamente era que el viejo sacerdote peralteño


había llegado a Roma desde Perpiñán en el Rosellón,
donde había sido Arcediano de su catedral por nombra-
miento de años atrás de Felipe III; y después de las
guerras en que se perdieron para España aquellas comar-
cas, volvía por Roma para embarcar hacia la patria. Se
hospedaba en Santiago de los Españoles en la plaza Na-
vana, cerca de San Pantaleón. El 26 de agosto, dejándose
guiar por la avalancha de gente que iba a venerar el
20 SAN JOSB DE CALASANZ

cadáver del Santo Fundador de las Escuelas Pías, cayó


en la cuenta de que el difunto Padre José era su compa-
ñerito de Peralta de la Sal, patria de ambos, con quien
había jugado tantas veces y a cuya familia había cono-
cido de tantos años atrás. Besó con extraordinario fervor
los pies del cadáver de su amigo de infancia; y en lugar
de dirigirse después hacia la salida, luchó contra la co-
rriente abriéndose paso trabajosamente hacia la sacristía.
Quería que le atendiesen los Padres, aunque no era día
para conceder a nadie conversación particular. Por fin
se le puso a tiro en la misma sacristía el P. Benito Sali-
nieri de Jesús María, y con él desahogó su emoción y sus
recuerdos de antaño. El P. Benito se dio cuenta en segui-
da del interés de aquel vivo relato y lo contó al P. Cata-
lucci y demás Comunidad, de donde pasó naturalmente
a los apuntes pergeñados para el predicador del funeral
del día trigésimo.
De ahí la importancia de la sobria deposición procesal
del propio P. Salinieri, que fue la más autorizada y más
espontánea de todas:

<<Me contó un tal don José Muschez (¿no será deformación


italiana de Marqués o de Marquet?) en la sacristía de nuestra
iglesia de San Pantaleón, al tiempo en que el siervo de Dios
estaba expuesto en la iglesia, el 26 de agosto de 1648, un
hecho singular del mismo siervo de Dios, sucedido en su
tierna edad de cinco años próximamente, en dicha su patria
de Peralta. El referido don José me dijo así: Padre no os
maravilléis de que este siervo de Dios sea santo; porque ya
de niño, siendo yo su paisano y de su misma edad poco más
o menos, se salió de casa y de la villa con un cuchillo o
puñalito desenvainado en la mano. Yendo así y preguntán-
dole yo dónde iba, me respondió: Quiero ir a matar al de-
monio, porque es enemigo de Dios».

Y termina sin más aditamento el relato del P. Salinieri.


Es por tanto la más espléndida confirmación de la
eficacia de aquella cuidadosa educación que doña María
da al niño, inculcándole el santo temor de Dios y aleján-
dole de malas compañías.
Más tarde en Peralta se llegó a señalar un olivo y le-
vantar junto a él un «pilaret» (capillita) conmemorativo
del lance. Destruido por l2. horda roja, se le sustituyó por
INFANCIA Y ADOLESCENCIA 21

otro recordatorio más arquitectónico. Háblese en buena


hora a los sentidos en forma plástica; pero sin desorbitar
los hechos.
En el epistolario de San Calasanz hay una carta de
cuando tenía 86 años, con una exhortación al P. Evange-
lista de San Epifanio, de este tenor:
<<Ruégole cuanto me es posible que se gane el afecto de
los PP. Jesuitas y los honre en toda ocas10n, porque son
dignos de tal obsequio, como yo lo he reconocido siempre
de 80 años a esta parte».

De no estar equivocada la cifra de 80, resultaría que


nuestro Santo conoció y estimó a la Compañía desde
niño, en Peralta y a los seis años de edad. Tal vez dieron
ya por aquellas tierras alguna misión en 1564 y doña
María llevó a su pequeñín a escucharles 7•

EL TRIGO Y LAS ACEMILAS.

En 1680 llegó a Peralta el primer escolapio italiano


que visitaba la patria de su Santo Fundador. Llamábase
P. Luis Cavada de San Andrés y tuvo la suerte de reco-
ger cartas y noticias que enriquecieron notablemente la
historia calasancia. Escribiendo, pues, a su Padre General
consignó este interesante episodio del período peralteño:
<<Recuerdo que, encontrándome en Peralta de la Sal, me
contó un anciano sacerdote de aquella villa, que había oído
de labios de su padre, lo siguiente. Hallábase cierto día muy
preocupado el padre de nuestro Venerable Padre (San Ca-
lasanz) por causa de algunas personas de Cataluña, a quie-
nes había adelantado una cantidad para que adquirieran
provisiones y las acarrearan hasta Peralta; se trataba de
una cantidad de trigo para su casa. Se retrasaba el cum-
plimiento de lo convenido y no había modo de verificar
provisiones. Don Pedro Calasanz pensaba en el caso, paseaba
pensativo, lo comentaba y se lamentaba. Lo hacía frente a
su casa. Volvió de la escuela su hijo menor (nuestro Santo)
y como viniera a conocimiento del motivo de la preocupa-
ción, consoló a su padre, aconsejándole que no prosiguiera

7. Epistolario, carta 4.231.


22 SAN JOSE DE CALASANZ

en aquel estado de ánimo, que confiase en Dios, que muy


pronto el Señor proveería. Lo oierto es que aquella misma
tarde llegaron a Peralta de la Sal algunos de los arrieros
con mulas y cargamento de trigo. Las palabras del pequeño
Calasanz se tuvieron por una profecía»,

En la Vida del Santo, que publicó en Viena el P. Agus-


tín Passante en 1718, se hace ya uso de esta noticia de
las acémilas, que entró de lleno en la hagiografía cala-
sancia. No queda claro si la provisión de grano era
doméstica y particular, o incumbencia de maese Pedro
como bayle de la villa.

BUEN ESCOLAR.

La alusión a la escuela no puede ser más sugerente.


Pedro, o no la frecuentó, o la ha dejado ya. Su hermano
José sí es buen escolar. Sus padres le hacen aprender las
buenas letras. La madre en particular le adoctrina profu-
samente en la devoción a la Virgen.
El anciano D. José Muschez o Marquet, a quien debe-
mos el relato del cuchillo, nos dejó otro tan breve pero tan
aleccionador como aquel. Se refiere a la misma escuela de
Peralta que él y Calasanz habían frecuentado juntos en
su infancia, con un grato recuerdo para el maestro que
la regentaba.
Recordaba, pues, el Arcediano de Perpiñán, que mu-
chas veces el bueno del maestro se cansaba de sus propias
explicaciones o de la monótona tarea del deletreo y de
la escritura. Y entonces solía tomar al pequeño Calasanz,
colocábale de pie sobre la misma silla que a él le servía
de cátedra, y ante el corro de sus condiscípulos hacíale
recitar los milagros de Nuestra Señora, tal como se los
enseñaba su madre. Y hétenos a Dña. María, como aca-
bamos de insinuar, a fuer de madre ejemplar y modélica,
enriqueciendo el alma de su benjamín no con cuentos de
aventuras y de endriagos, sino con las hermosísimas fan-
tasías poéticas de milagros más o menos auténticos de
Santa María, tal vez los mismos tetrástrofos monorrimos
del mester de clerecía con que cantaba las maravillas de
INFANCIA Y ADOLESCENCIA 23

Nuestra Señora el inocente y delicadísimo Gonzalo de


Berceo 8 •
La educación católica empapada de devoción mariana
la llevaba ya en el alma desde los días de su niñez el
celestial Patrono de la enseñanza, imbuida por un maes-
tro y por una madre, que entonces como ahora y siempre,
serán los factores eternos e insustituibles de la formación.
De la casa de don Pedro, entre tanto, van saliendo por
esos años para formar hogares distintos, Juana en Bena-
barre en 1565, María y Magdalena en el propio Peralta.
Un documento de constitución de censal en 1566 nos ase-
gura que maese Pedro Calasanz es efectivamente el bayle
de la villa y que de entre los veinte apellidos que forman
la universidad o pleno del Concejo nos suenan Sala, Gas-
tón y Pastor como conocidos y de familia.
La casa Calasanz está en auge. Pedro, el mayorazgo,
heredará la herrería. Esperanza no tardará en casarse.
Isabel es aún muy niña. Hay que encauzar el porvenir del
estudioso José. Y se hace el sacrificio de dedicarle al es-
tudio. En Peralta no hay dómine de latín. Pero hay solu-
ción en Estadilla. Por malos caminos dista unos veinte
kilómetros escasos de Peralta; pero apenas diez de El
Grado. Y allá en El Grado quedó la abuela Margarita de
Pano, viuda de Juan de Calasanz y madre de don Pedro.
Es verdad que casó en segundas nupcias con Domingo
Peniella, de la misma población, pero también acaba de
quedar viuda de este en 1567, y está sola en El Grado.
Es tradición que en Estadilla se mostraban sábanas y
cobertores que se decían haber pertenecido a la abuela
de nuestro Santo, que debió aceptar el encargo de su
hijo Pedro de velar por José su nietecito 9•

8. P. CARLOS CAPUTI, Miracoli e grazie, 1673. Archivo Generalicio.


Reg. Cal. n. 27, p. 91 a tergo.
9. Documentos notariales de Tamarite, por el Rvdo. Merigó, nú-
meros 170, 33 y 34. El traslado del estudiante José de Peralta a Esta-
dilla debe fijarse hacia 1573, teniendo él cumplidos los 15 años.
24 SAN JOSE DE CALASANZ

EL "SANTET".

Y es algo más que tradición, pues se han hallado refe-


rencias a religiosos trinitarios allí difuntos, que había en
Estadilla desde 1550 un convento de la Orden de la San-
tísima Trinidad y a él mandaron desde Peralta al peque-
ño José para que se formase en Latín, Humanidades y
Retórica. Y aquí nos encontramos ya felizmente con do-
cumentación oficial. Quien nos suministra noticias de
Estadilla es el sacerdote ribagorzano D. Miguel Jiménez
Barber.
<<Sobre la educación del P. José en su puenc1a puedo
decir lo que oí a los viejos y ancianos de aquel país, como
era el citado Antonio Calasanz y el señor Francisco de Ager,
ministro familiar del Santo Oficio, que fue condiscípulo del
P. José, con el cual estudió de pequeño en Estadilla. Y es
que todos le llamaban "el Santet", que quiere decir "el San-
tito"; agregando además que nunca iba a la escuela sin
haber hecho antes oración, y así lo hacía todos los días,
aunque sus compañeros se le burlasen» 10.

Antonio Calasanz era tío de nuestro Santo, por hijo


de Miguel, el hermano de Juan de Calasanz, abuelo del
propio José. El condiscípulo Francisco de Ager fue bene-
ficiado de Urgel, hermano menor del infanzón Juan de
Ager, destinatario de la primera carta del Epistolario.
Hemos de hablar ahora de un libro, como un Ritual
Romano, manuscrito, de varias y elegantísimas poesías
españolas compuestas por el futuro San Calasanz, y que
guardaba en su poder su amigo el Vicario de Benabarre.
El P. Luis Cavada, que es el único escolapio que vio tan
preciosa joya, la atribuyó por su contenido teológico al
período universitario de nuestro José; pero tal vez erró
en su apreciación, pues el ser castellanas y no latinas
y aun el tratar del Sacramento y de la Trinidad más nos
hace pensar en escarceo literario de un retórico, estu-
diante precisamente en un convento de Trinitarios. Lás-
tima que se dejara perder tal testimonio poético, de quien

10. Proceso Informativo, pp. 212 y 213.


INFANCfA Y ADOLESCENCIA 25

más adelante fue amigo del poeta italiano, filósofo, con-


ceptista y marinista Fray Tomás Campanella.
Mas volviendo a la piedad, cierto es que no precisa
que todos los santos lo hayan sido desde pequeños; pero
resulta edificante ver cómo previene la gracia del Señor
a sus elegidos, y cómo también la fidelidad a la gracia
determina tal vez las grandes predestinaciones. Los con-
discípulos le apodan el «Santet», no sabemos si por ad-
miración o por ironía; pero él jamás tuvo en cuenta las
burlas de los amigos y perseveró en su santa costumbre
de no dirigirse nunca a la escuela sin haber hecho antes
oración en la iglesia de Estadilla. Fue por tanto nues-
tro estudiante, joven de misa diaria, practicante de la
oración mental y vocal, devoto de la Virgen, encariñado
con su Oficio Parvo, y tenacísimo mantenedor del rezo
del Santo Rosario. Porque en esto no va sola la decla-
ración de don Miguel Jiménez Barber, sino que coincide
con la del P. Scasellatti, oída a Muschez, y la del viejo
Hermano Lorenzo Ferrari tomada del Santo mismo:

«La puericia del P. Jesé fue timorata de Dios y con indi-


cio de no mediocre santidad. Frecuentaba muchísimo las
devociones y exhortaba a los niños de su edad al temor
de Dios y a la piedad cristiana».
«Yo he oído decir al mismo P. José que él comenzó a
estudiar desde pequeíio ... y con ocasión de exhortarnos a
mí y a otros reiigiosos jóvenes a la piedad, nos decía que
él desde niño frecuentaba las devociones, y rezaba siempre
el oficio de Nuestra Señora, con otras prácticas; pero sobre
todo el Santísimo Rosario, que continuó siempre por toda
su vida. Después efectivamente cuando yo en su vejez estaba
a su servicio, me decía muchas veces: Lorenzo, se me ha
perdido el rosario por la cama, ven a buscarlo. Y se alegraba
al encontrárselo, y volvía a colocarlo junto al cabezal. Y aún
durante el día, mientras yo entraba y salía con algún queha-
cer por su cuarto, lo encontraba a él rezando el rosario;
y si me entretenía contándole algo, acababa por despedirme
diciéndo: Id a lo vuestro, que yo voy a rezar el rosario» 11.

Y así pasaron entre Peralta y Estadilla los primeros


años fecundos de su vida. Vida escolar clara y piadosa,

11. Proceso I11formativo, Reg. Cal. 30, p. 428.


26 SAN JOSE DE CALASANZ

sorbiendo humanismo y empapándose de sobrenaturalis-


mo; viviendo su tiempo de saberes renacentistas, pero
imbuyéndose en la piedad para con Dios, indispensable
en todas las épocas de la cultura y en todas las fases
del desarrollo mental humano.
3. Período universitario
(1574 -1583)

ESTUDIANTE DE LEYES.

Estudiadas hasta los doce años de edad las primeras


letras en Peralta y cursados hasta los dieciséis el Latín
y las Humanidades en Estadilla, el joven José Calasanz
pasa a la Universidad de Lérida a hacerse Bachiller en
Artes y comenzar el estudio de las Leyes Civil y Canó-
nica. Y en el primer año estaba de sus Artes Dialectales
o sea, la Filosofía, cuando subió a Balaguer a recibir la
tonsura clerical.

<<Sepan todos que en el año del Nacimiento del Señor,


1575, el domingo día 17 de abril, intra tempora y dentro de
la iglesia del Santo Cristo de Almatá de la ciudad de Bala-
guer, de nuestra diócesis, Nos D. Juan Dimas Loris, por la
gracia de Dios y de la Sede Apostólica, Obispo de Urgel, y del
Consejo de su Católica y Real Majestad, a nuestro querido
hijo en Cristo, José Calasanz, hijo legítimo y natural de
Pedro Calasanz, herrero de oficio, y de María, cónyuges, del
lugar de Peralta de la Sal, confirmado, examinado y hallado
hábil e idóneo según los decretos del Santo Concilio de Tren-
to, hemos estimado deber promoverle a la primera clerical
tonsura, como en realidad recta y canónicamente le promo-
vemos. En fe de lo cual mandamos extender estas letras,
28 SAN JOSE DE CALASANZ

firmadas de mano propia y convalidadas con nuestro sello


pendiente. Datum ut supra. Juan, Obispo de Urge!» 12 •

No quiere ello decir que entonces, con los diecisiete


años aún no cumplidos, empezara ya José su carrera
sacerdotal. La tonsura, en su mentalidad de la época,
como cuando mucho más tarde concedió el bonete y la
tonsura a sus clérigos operarios, no era flecha necesaria-
mente dirigida hacia el sacerdocio. Más que en el semi-
narista de veste talar podemos pensar en el estudiante
legista, de ancho sombrero y espada al cinto, sin que la
tonsura le sirva de algo más que de justificante y apoyo
para algún beneficio simple, que no exija residencia, como
tal vez el de San Esteban de Monzón. Su tenue renta va
bien para un estudiante modesto.
Allá en Peralta, al lado de sus padres Pedro y María,
solamente queda Isabel, la quinta hermana. Esperanza
casó en Akampel el año anterior a la tonsura de José.
Y Pedro, el hermano mayor, toma estado el año después,
o sea, en 1576. Un censal de 1577 nos dice que don Pedro
ya no es bayle; y por otra parte presenta a José en Peralta
con su primo Juan Sala en plenas vacaciones:

«A las sobredichas \OSas fueron rogados los honorables


Jusepe Calasanz y Joan Sala, estudiantes, habitantes en el
dicho lugar de Peralta de la Sal».

Para el año 1579 sabemos ya de cierto que José ha


salido de Lérida definitivamente. Luego su período uni-
versitario ilerdense no puede prolongarse más de cuatro
cursos: dos de Filosofía y dos de Leyes. Y efectivamente
el testimonio más fehaciente sobre la estancia de José
en Lérida nos lo presenta como estudiante legista. Es el
ya sabido de don Miguel Jiménez Barber, el que nos dio
noticias también sobre Estadilla:
«Estudiando en la Universidad de Lérida en su juventud
me contó el señor Mateo García, sacerdote y condiscípulo del
Siervo de Dios, siendo yo muy díscolo y teniendo a menudo

12. Esta es la primera de las cinco cartillas de ordenación que


como rico tesoro guarda el Archivo Generalicio. Reg. Cal. 13, n. 2.
PERIODO UNIVERSITARIO 29

porfías, a causa de las cuales me encontraba luego en gran-


des peligros, recurría al joven José, el cual con su consejo
y ayuda me sacaba de dificultades. Y solía decir que para
él era Jos~ su Espíritu Santo, no teniendo otro consejero
que él en sus apuros. Me contó además que toda la juventud
estudiantil de su nación aragonesa le había elegido por Prior
de su reino y servía de efectivo recurso a todos, y por todos
era tenido como hombre de toda virtud y bondad. Y esto,
como digo, era en su juventud en el Estudio de Lérida» B.

Dicha Universidad databa del 1300. Era aún por los


tiempos que historiamos la más famosa, y había sido
por muchos años casi la única, de toda la corona de
Aragón, comprensiva naturalmente de Cataluña y Valen-
cia, del Rosellón y la Cerdaña. Tenía cátedras de Huma-
nidades y Retórica, de las que se pasaba a las de Lógica
y Dialéctica, las artes liberales por excelencia. Los bachi-
lleres en Artes podían optar por el Derecho tanto civil
como canónico, por la Medicina o por la TeO'logía. El
Estudio de Lérida tenía para sus galenos el privilegio de
heredar los cadáveres de los condenados a garrote vil,
para sus prácticas de Anatomía. Las aulas y cátedras an-
daban repartidas por edificios diversos de la ciudad, sin
sede oficial que albergase todas las enseñanzas. El Canó-
nigo Maestrescuela de la Catedral era el Canciller nato
del Estudio y entendía en todo lo académico de todas las
Facultades; los Maestros en propiedad o doctores, y los
auxiliares o profesores, entendían en lo didáctico; los
«pahers» de la ciudad, en lo económico; y el Rector, en
lo disciplinario. El Rector era electivo y anual. Y aunque
actualmente nos parezca extraño, el Rector era uno de
los alumnos legistas. Bien porque para su elección se
emplease el sufragio indirecto por nacionalidades, bien
porque para su asesoramiento eligiese cada nacionalidad
un consejero delegado, lo cierto es que don Miguel Jimé-
nez Barber, buen conocedor del funcionamiento de aque-
llos estudios, nos dice que los aragoneses tenían su respec-
tivo Prior; y que José Calasanz fue efectivamente acla-
mado por Prior de los de su nación aragonesa. Su inter-
vención pacificadora en casos sangrientos de la bravucona

13. Proceso Informativo, p. 213.


30 SAN JOSE PE CALASANZ

estudiantina se nos presenta como algo oficial, para pre-


venir o moderar sanciones, no simplemente como cansí-
liaría oficiosa y particular a tenor del caso de Mateo
García. Y hace pensar más que en el teólogo, en el jurista
que estudia Derecho y suaviza sus normas.
Años más tarde y allá en la Ciudad Eterna, reaparece
el consejero de estudiantes en peligro:
«He aconsejado a Joaquín que salga de Roma y marche
a Nápoles. No sé si seguirá mi consejo; pero si no sale de
Roma y le prenden, será difícil librarlo, porque está acos-
tumbrado a delinquir ... ».
«En cuanto a su hermano Joaquín escríbale V. R. y haga
que se confiese y comulgue todos los domingos; que ha-
ciéndolo con devoción se irán extinguiendo los humores
juveniles. De no hacerlo así, encontrará tal vez alguno que
a su vez le hiera, sin poder confesarse. Que Dios suele per-
mitir semejantes cosas a los que hacen el bravo, como tantas
veces lo he visto yo allá en mis tiempos» 14,

Poco más es lo que podríamos narrar con fundamento


sólido de esos cuatro años de estudios filosófico-jurídicos
de San Calasanz en la Universidad de Lérida. Quedó in-
terrumpida esa dirección de la carrera y frustrado el
abogado en ciernes, fracasado el Doctor en ambos de-
rechos.

UNA ENFERMEDAD
Y CAMBIO DE RUMBO.

Aquí entramos en la parte más obscura y desfigurada


de la vida calasancia. Desmochemos sin compasión todo
lo que no es original y directo. Desentendámonos de
todo lo agregado y artificiosamente compuesto.
Surge ahora una gravísima enfermedad de nuestro
estudiante. No es a raíz de que su padre le quiera militar
y no abogado. No hay conflicto referente a la sucesión
de su hermano Pedro, el primogénito, porque sencilla-
mente no ha muerto todavía. La grave enfermedad viene

14. Cartas 3.071 y 3.091 del Epistolario. Junio ele 1639.


PERIODO UNIVERSITARIO 31

sola, sin complicaciones externas. Ni siquiera supieron


cierto los viejos historiadores dónde localizarla. Dejemos
que aflorara en Lérida, que al sentirse enfermo José tuvie-
ra aún ánimos para trasladarse a Peralta, y que fuera allí
en la casa paterna donde se enfurecieran los agobios de
la extrema gravedad. En aquellas horas de angustia el
piadosísirno joven acude a su remedio soberano, la devo-
ción a la Virgen. Recapacita que aquellos estudios de
Leyes van sin rumbo y que van a quebrarse tal vez sin
provecho en aquella amarga coyuntura de la muerte.
¡ Cuántas veces quizá le había ya susurrado su Madre
del Cielo que le quería sacerdote, no picapleitos, y puro
y ardiente corno un serafín! Y vino la resolución heroica:
un voto a la Virgen, de castidad perpetua, un voto de
sacerdocio, de recepción de órdenes mayores, que enton-
ces era reservado al Papa. Y súbitamente llegó la cu-
ración.
Con ella, un cambio rotundo de dirección en la vida.
Desde Peralta, Lérida cae al sureste. Hay que girar hacia
el noroeste. En ese rumbo se topa con el Obispo Urríes
de Barbastro que está a la espera, y desde allí se otea
la Universidad de Huesca, no para seguir Leyes, sino
para trocarlas por Teología, ciencia de Dios.
Acusarnos y acentuarnos así el cambio. San Calasanz
se ha entrevistado con el Ilmo. Felipe de Urríes y le ha
hablado de Teología y de vocación sacerdotal. Precisa-
mente lo que más necesitaba en su diócesis de Barbastro
era juventud estudiosa que pudiera capacitarse y gra-
duarse para ocupar los puestos rectores con competencia
y sin rutinas. Era antigua la diócesis barbastrense, pero
hacía años que estaba suprimida y acababa de restable-
cerla el Rey Felipe II, siendo Urríes quien encabezaba
la nueva serie de su episcopologio. Todo estaba por hacer
y naturalmente carecía de seminario tridentino. Parece
que el propio Prelado agrupaba en su palacio a los jóve-
nes más selectos y les enseñaba personalmente Teología
para mandarles luego a examen a la Sertoriana de Hues-
ca, distante de Barbastro cincuenta kilómetros. Alguna
relación tuvo Urríes con algún Medina y se le tuvo por
maestro de Domingo Báñez y de Bartolorné Medina, todos
de la excelsa familia teológica dominicana. Tal vez allá
32 SAN JOSE DE CALASANZ

en Roma años más tarde tuviera alguna expanswn el


P. General sobre el insigne Prelado a quien tanto admi-
raba y debía, quizá con ocasión de las controversias de
Auxiliis en que tanto brillaron aquellos dos preclaros
tomistas, y el P. Catalucci entendiéndole defectuosamen-
te creyó poder reconstruir el siguiente párrafo, base ele
cuanto estamos diciendo:

«Volvió a la patria ... Antes de volver ... (tachón a las dos


frases anteriores) enfermó después gravemente; y con hacer
voto de hacerse sacerdote, de repente recobró la salud; y
vuelto a su patria se ordenó de Menores, y después del Sa-
grado Orden del Subdiaconado siendo de edad de 22 años
fue elegido para ayudante de estudio por aquel gran letrado
e insigne Prelado Obispo de Barbastro, del cual fueron dis-
cípulos Báñez y Medina, de los doctores de prima de Sala-
manca. Estuvo junto a este Prelado hasta la edad de 25 aüos,
y ordenado en seguida ele sacerdote fue elegido para confesor
suyo por el Obispo de Lérida».

Es mucho lo que podría escribirse comentando las


inexactitudes acumuladas por el P. Catalucci en tan pocas
líneas. Pero siempre quedará cierto que el período de
formación teológica de San Calasanz, desde que dejó Le-
yes hasta que se ordenó de presbítero, gravitó en torno
a la figura de Urríes, que fue su protector y maestro
directamente o que le facilitó la estancia en Huesca, don-
de al ir acabando la carrera recibió sin desplazamiento
las Ordenes Menores.
Hétenos, pues, a José a la florida edad de 21 años,
estudiando ya Teología y a la sombra de Urríes en la
ciudad episcopal de Barbastro.

UNA FAMOSA TENTACION.

Aquí localizan casi todos los hagiógrafos calasancios


del siglo XVII la famosa tentación de la dama. Es lo más
interesante y lo más auténticamente histórico de cuanto
sabemos sobre su período teológico. Dejemos que nos
lo cuente con sus propias palabras el primer transmisor
de la noticia, celosamente guardada por su protagonista
desde Barbastro hasta sus maduros años de Roma. Nos
PERIODO UNIVERSITARIO 33

referimos ante todo al P. Buenaventura Catalucci en sus


conocidos apuntes para el sermón de septiembre de 1648.

«Le ocurrió ser requerido a desempeñar oficio de secreta-


rio de una nobilísima señora, la cual al observar su modestia
y costumbres, se le aficionó de tal manera, que habiendo
distribuido a sus damas por otros quehaceres, quedó sola en
la alcoba y llamó a nm:!stro Calasanz, al cual descubrió sus
lascivos deseos; pero él a guisa de otro José de Egipto, huyó
de aquella casa en busca de su confesor, y allí determinó
no querer ya en adelante entrar en la casa de aquella señora,
como lo hizo».

No hay, pues, ahí nada de fuga de la ciudad, ni mucho


menos traslado concreto de la Universidad de Valencia
a la de Alcalá de Henare<;. Eso no lo dijeron los historia-
dores calasancios hasta la Vida del P. Armini aparecida
en el siglo XVIII y repetimos que la hagiografía del XVII
localiza la escena por lo general en Barbastro.
Cuando el P. Catalucci pergei'íó su folio famoso no
dilucidó la localización de la tentación, pero dejó sentada
la afirmación de que el Santo había estudiado en Lérida,
Valencia y Alcalá.
Pues bien; lo más curioso del caso es que once ai'íos
después de divulgada la tentación por la Breve Notizia
del P. Catalucci, el propio interesado P. Jerónimo de San-
ta Inés, que la había oído de boca del Santo y comen-
tado con los religiosos de la Comunidad en Roma, re-
dactó oficialmente un testimonio que en verdad debe-
ría ser el más fehaciente. Era en 1659 y ya se había
abierto el proceso de Beatificación del P. José. El Padre
Jerónimo había dejado de ser escolapio al producirse la
depresión inocenciana y vivía en Campi como simple
sacerdote con el primitivo nombre de Ascanio Simón;
pero conservaba afecto a quien había sido su Santo Ge-
neral. El P. Postulador de la Causa llegó hasta Campi
para pedirle certificación oficial de aquella audiencia con
el P. Fundador que en otro tiempo contara, y el ex-padre
Jerónimo no tuvo dificultad en testimoniar ante notario
el siguiente documento:
«Yo, don Ascanio Simón, sacerdote de la tierra de Campi,
en otro tiempo P. Jerónimo de Santa Inés, de los Padres de

3
34 SAN JOSE DE CALASANZ

las Escuelas Pías, con ia presente doy fe y afirmo con jura-


mento ante quien corresponda ver la presente:
Habiendo ido una vez a dar cuenta de conciencia al ve-
nerable siervo de Dios, después de haber discurrido de mu-
chas cosas referentes al espíritu, me dijo que estando él
a los veintiún años de edad en Valencia cuando estudiaba
la Sagrada Teología, fue invitado por una dama a pecar;
y que por gracia de Dios bendito y de su excelsa Madre,
eludió el lazo que le había sido tendido por el diablo, aban-
donando a la mujer que al pecado le incitaba. Y que poco
tiempo después, habiendo hecho a la misma sacratísima
Virgen oferta y voto de virginidad para llegar al sacerdocio,
súbitamente sanó.
Yo, Ascanio Simón, sacerdote de la tierra de Campi, he
depuesto y declarado cuanto «Ut supra». En Campi a 6 de
octubre de 1659.
Doy fe, Vicente Marco Perrone, de la tierra de Campi,
que la sobredicha escritura de declaración y deposición ha
sido escrita y firmada por el Rvdo. Ascanio Simón manu
propria, y certifico a ruego suyo>>. (Rúbrica notarial) 1s.

Con este documento en mano deberíamos zanjar la


cuestión y dejar como cierto que la tentación fue en
Valencia. Con todo, la crítica no parece haber dicho aún
la última palabra.

ORDENES MENORES.

En Huesca el 17 de diciembre de 1582 recibió las cua-


tro Ordenes Menores teniendo cumplidos los 24 años.
Al día siguiente en la misma Huesca se le ordenó de
Subdiácono. El 9 de abril del 83 recibe el Diaconado en
Fraga y por fin el17 de diciembre del mismo año se ordena
de presbítero en Sanahuja, cumplidos los 25 de edad.
En cuanto a títulos académicos obtenidos, lo documental
es que al nombrarle Oficial de Tremp en 1589 se le llama
«Rdum. Josephum Cala~ans, Sacrae Theologiae baccalau-
reum», y al hacerse asimismo en 1589 Visitador de tres
nuevos oficialatos de Urgel se le apellida «Josepho Cala-
~ans presbítero et professori Sacrae Theologiae». Aun-
que se quiera distinguir entre bachiller, licenoiado y doc-

15. Archivo Genera/icio, Regestum Calasanctianum, n. 28, doc. 60-3.


PERIODO UNIVERSITARIO 35

tor, aquí se ve indistintamente que se le trata de Bachiller


y Licenciado; no es todavía Doctor o Maestro. En 1592
lo será ya plenamente. De Doctorados en Leyes y en Filo-
sofía no hay rastro alguno documental. Solamente lo fue
en Teología; y no entonces, sino después.
Bien se ve que no podemos cantar victoria en este
tema de los estudios superiores que hicieron del joven
Calasanz producto universitario.
4. Barbastro, Monzón y Montserrat
(1584 - 1586)

BARBASTRO.

Las vacilaciones cronológicas y geográficas que han


podido notarse en el período universitario, van cediendo
el terreno a seguridades documentales que llenan de pre-
cisión el bienio comprensivo del capítulo presente.
Ordenado de presbítero nuestro José en Sanahuja el
17 de diciembre de 1583, no se incorpora a su diócesis
nativa que es la de Urge!, sino que continúa al lado de
su Obispo benefactor, el que ha posibilitado su carrera
no lejos de la patria, el Ilustrísimo Urríes.

«En Barbastro, a diez del mes de febrero del año contado


de la Natividad del Señor mil quinientos oohenta y cuatro,
estando presentes como testigos José Calasanz, presbítero,
y Jerónimo Agustín, diácono, familiares nuestros en Barbas-
tro. Testigo Felipe obispo de Barbastro ... Reverendos Pedro
de Eras y José Calasanz sacerdotes residentes en Barbastro» 16.

Estas dos intervenciones del novel sacerdote en los


autos de un ruidoso pleito entre doña Jerónima de Mont-

16. Cortesía del Excmo. Sr. Arturo Tabera.


38 SAN JOSE DE CALASANZ

gay, priora del Monasterio de Alguaire y el Gran Prior


de la Orden Sanjuanista de los Hospitalarios en Cata-
luña, que la tuvo encerrada en la celda más de siete años,
nos lo presentan, como hemos dicho, de familiar de su
Obispo, y nos dan derecho, aunque nada más nos digan,
a pensar que Calasanz hubiera allí medrado y hubiera
subido alto, a la vera de su protector. Pero don Felipe
de Urríes no tuvo salud y murió el 18 de junio de 1585,
cuando estaban ya convocadas, y faltaban solo diez días
para ser inauguradas, las Cortes de Monzón que había
de presidir en persona el Rey Felipe II.

EN MONZON:
SECRETARIO DE UNA REFORMA.

Pero advertimos en seguida que otro Ilustrísimo Señor,


don Gaspar Juan de la Figuera, el que le ordenó de diá-
cono en Fraga, se ha apresurado a llamar a José, apenas
huérfano de Urríes, y le tiene ya en Monzón, no en
su beneficio de Santa María de la Colegial de San Esteban,
sino en su palacio local, como familiar y aun confesor,
a pesar de su juventud. Y es que desde principios del
año anterior, 1584, el Rey Prudente muestra comprensible
preocupación sobre un asunto que le interesa en gran
manera, y que La Figuera es quien se lo ha de resolver.
Acaba de pasarle de la sede de Jaca a la de Albarracín;
pero ante la urgencia de la cuestión, logra su traslado a
Lérida; y mientras no lleguen los despachos de Roma,
es preciso esperar.
Y esperaba en Monzón al Rey para recibir instruccio-
nes, y para asistir como consejero regio a las Cortes
que iban a tenerse en Santa María del Romeral. Resultaba
Monzón bastante céntrico y accesible a aragoneses, cata-
lanes y valencianos, que constituían la antigua corona de
Aragón. Era además ciudad neutral e independiente, bajo
la mirada y al cobijo del castillo ocupado por los Caba-
lleros Templarios.
La sesión inaugural de las Cortes se tuvo después del
28 de junio, y durante los meses caniculares se trabajó
denodadamente a pesar de haberse declarado una epide-
BARBASTRO, MONZON Y MONTSERRAT 39

mia de paludismo y teniéndose que trasladar para las


últimas sesiones a Binéfar. Los asuntos tratados en
ellas fueron múltiples tanto de orden interno como inter-
nacional. El punto capital era la obtención de subsidios
para la Corona ante la inminencia de las guerras de Flan-
des y de Inglaterra. Concediéronsele quinientas mil libras
barcelonesas, cuando en las anteriores de 1563 solo se re-
basaron las trescientas mil. Juróse heredero al tercer Feli-
pe, allí presente, con menos de catorce afíos de edad. Infi-
nidad de cuestiones de menor cuantía fueron también
dHucidadas; y las que interesan más a nuestra historia
fueron la reforma de los Agustinos y la visita al Monas-
terio de Nuestra Sefíora de Montserrat. Este último era
el asunto reservado al Ilmo. Obispo La Figuera; pero le
tocó también intervenir, en el entretanto, en la citada
reforma recoleta.
Téngase en cuenta cómo la actividad sacerdotal cala-
sancia comienza a ejercerse en un asunto de Reforma,
mejor dicho, de Contrarreforma católica. Agustino había
sido Lutero. En Italia, en Portugal y en Espafía se llevó a
cabo la contrarreforma de los Agustinos. Y en lo que a
Espafía concierne, San Calasanz nos contará mejor que
nadie su comienzo en estas Cortes:

«El año de 1585, volviendo el Rey Felipe II de Barcelona,


hasta donde acompañó a la Alteza del duque de Saboya y a
la Infanta de España, mujer de dicha Alteza, vino el dicho
Rey a Monzón a tener las cortes o estado para los tres reinos
de la corona de Aragón. Hallóse allí entre otros Prelados,
don Gaspar de La Figuera, natural de Fraga, obispo de
Albarracín y electo de Lérida, a cuyo palacio vino a posar
un Padre llamado Aguilar, de la Orden de San Agustín,
gran predicador y pequeño de cuerpo, y me parece que era
de aquellas partes de Sevilla. Y estuvimos ambos, de com-
pañía en Monzón en servicio de dicho Obispo. Este Padre
Aguilar comenzó a tratar con el dicho Obispo de la reforma
de su Religión, y el dicho Obispo con el confesor del Rey
Felipe II, llamado el P. Chaves, de la Orden de Santo Do-
mingo, trató de esta Reforma; y por este medio se comu-
nicó después con el Rey, el cual diputó una comisión para
ajustar este negocio; y hallábanse en ella el dicho confesor
del Rey y el dicho Obispo, y el conde de Chinchón y el Jus-
ticia de Aragón y el dicho P. Aguilar. Y habiéndose juntado
diversas veces, resolvieron a lo último el modo que se debía
40 SAN JOSE DE CALASANZ

de tener. Y yo fui llamado como secretario para hacer los


despachos que se habían de mandar a Roma. Y esto fue el
mes de agosto o septiembre del dicho año de 1585. Y los
papeles fueron mandados de orden del Rey a su Embajador ...
Y no he sabido otra cosa de este negocio hasta tanto que
vi de la reforma comenzada, a la cual Dios dé continuo
aumento de espíritu y fervor. Yo, José de la Madre de Dios,
Ministro General de las Escuelas Pías, afirmo haberme halla-
do en el sobredicho tiempo en Monzón y haber escrito de
mi mano los papeles referidos. Y por ser verdad he firmado
la sobredicha relación en Roma a 14 de diciembre de 1634» 17•

Se adivina por tanto que a 50 años de pasados los


hechos, los Agustinos Recoletos pidieron al Santo Cala-
sauz noticias pormenorizadas sobre el origen de su Re-
colección, y él no pudo dar más datos que los del ante-
rior informe. Hoy sabemos que la Recolección o Descalcez
de San Agustín quedó establecida en España en 1588;
el Papa Clemente VIII la erigió en Provincia Religiosa
en 1602; Gregario XV la constituyó en Congregación en
1622; y después de tres siglos Pío X la elevó a Orden 18 •
Mas llegó a Monzón lo que se estaba esperando, y que
era el nombramiento de parte del Papa para Visitador
Pontificio del Monasterio de Montserrat, a favor del Ilus-
trísimo La Figuera. El de Delegado Regio, a favor de don
Juan de Bardají, estaba más a la mano.
Dos pequeños grupos de jinetes no muy distanciados
entre sí, para prevenir cualquier sorpresa del bandoleris-
mo reinante, partían de Monzón, en octubre de aquel año,
aún no terminadas del todo las Cortes, y se dirigían a la
santa montaña de Cataluña. El grupito primero era de
eclesiásticos, el segundo de seculares. Y aquel estaba for-
mado por el Obispo, don Gaspar de La Figuera y su
séquito: el secretario de la Visita, don Jerónimo Pérez,
el sacerdote José Calasanz y el diácono Miguel Juan Cas-
tanesa. Los cargos de José eran simplemente de familiar
y confesor del Prelado y examinador en la Visita.

17. Archivo Generalicio, Reg. Cal. plúteo 13, doc. n. 4.


18. Hist. General de la Orden de Agustinos Recoletos, Madrid 1918.
BARllASTRO, MONZON Y MONTSERRAT 41

CALASANZ EN MONTSERRAT.

Llegados el 18 de octubre, fueron recibidos procesio-


nalmente por la Comunidad, dirigiéndose por de pronto
a la iglesia a venerar la sacrosanta imagen de la Virgen
de Montserrat. Al siguiente día convocó el Visitador en
la sala capitular no solo a todos los monjes profesos,
sino también a los ermitaños y donados, intimando el
Breve Pontificio y tomando posesión del supremo cargo.
Redactada el acta consiguiente, vese entre sus firmas tes-
tificales la del Rdo. José Calasanz. Entre el formulismo
de un segundo documento vuelve a aparecer su firma; y ya
no se la encuentra en ninguna otra pública actuación.
Es discreto y no interviene un paso más allá de su obli-
gación precisa. El día de Todos los Santos celebra de
pontifical el Visitador con la majestad imponente que
siempre revistió el culto litúrgico en el venerable monas-
terio. Empezaron después los interrogatorios y audien-
oias personales, en que estaba el campo de acción propio
de nuestro Santo. Diariamente dejaba constancia de las
aportaciones particulares, para redacción ulterior del
informe definitivo y adopción de las resoluciones más
pertinentes.
Pero a los tres meses y medio de labor, el 13 de fe-
brero de 1586, la documentación se interrumpe brusca-
mente en uno de los interrogatorios y todo queda en el
aire. El Ilmo. don Gaspar Juan de La Figuera ha muerto
envenenado. El Secretario don Jerónimo Pérez se hace
cargo de todo lo actuado. José Calasanz ha quedado otra
vez sin señor. Cauto y discreto se vuelve a su patria. A Pe-
ralta por supuesto y a su diócesis de Urgel 19 •
Naturalmente con solo esto no queda saciada la curio-
sidad. ¿Qué había pasado allí?
La cosa venía de bastante atrás. La unidad nacional
española no se la encontraron hecha por la sola virtud
de su enlace los Católicos Reyes don Fernando y doña Isa-
bel. Obtuvieron del Papa valenciano Alejandro VI decreto

19. Fotocopia del Acta de la Visita; véase en Historia de las Escuelas


Pías de Cataluña, por el P. BAu, Barcelona 1951.
42 SAN JOSE DE CALASANZ

de unión del Monasterio Benedictino de Montserrat con


la Congregación Monástica de San Benito el Real de Va-
lladolid. Montserrat descendía a Priorato dependiente del
Abaciazgo vallisoletano; pero los votos conjuntos de ca-
talanes y castellanos acertaron a elegir y reelegir por
nueve veces consecutivas, para Prior, a un hombre de
excepcionales dotes de gobierno, García de Cisneros, que
llevó la gloria y el peso de su apellido con extraordinaria
dignidad. Mereció en lo temporal que se restituyera a la
casa la calidad de Abadía; y cuajó en lo espiritual con la
impresión del Exercitatorio, que inspiró en parte a San
Ignacio los Ejercicios de Manresa. El benedictino Yepes
ya tuvo sobre el particular interesante polémica con el
jesuita Ribadeneyra.
Mas no tardaron luego, con la mediocridad, en llegpr
las desavenencias. Carlos V ya recibió memoriales de lps
Diputados de la Generalidad, a quienes se apeló en las
quejas y disturbios del Monasterio. Con el Abad Fray
Andrés de Intriago el malestar subió de punto, y Felipe II
pidió al Papa una primera Visita Apostólica, a la que él
añadía un Comisario Regio. La empezó en 1584 el Ilus-
trísimo Fray Benito de Tocco. Se estaba de obras en la
gran iglesia, y la albañilería se paralizaba muchas veces,
sin que se paralizara el chorro de gastos, ni nadie diera
cuenta alguna. Afluían las limosnas de toda Cataluña y
aun de toda la corona de Aragón, y había quejas de que
los abades castellanos hacían derivar hacia Valladolid
cantidades de oro, que la fantasía popular abultaba sin
medida. La admisión de aspirantes a la cogulla era entor-
pecida o facilitada según la procedencia de los preten-
dientes, sin más miras que la preponderancia numérica
en orden a la elección de cargos. Los donados y encarga-
dos de las granjas malversaban los bienes con notable
indisciplina. Y la misma observancia iba por los suelos
con escasa asistencia a Maitines y sobradas dispensas en
salidas y hospedajes. La parcialidad y las banderías lle-
vábanlo todo al retortero, sin que se acusen casos de
inmoralidad, pero sí de desorganización colectiva.
En una ocasión, casi todos los monjes catalanes aban-
donan el Monasterio, descienden de la montaña, y se pre-
sentan en San Pau del Camp, en Barcelona, con el natural
BARBASffiO, MONZON Y MONTSERRAT 43

escándalo de los barceloneses por aquella deserción. Su


finalidad era acusar eficazmente ante la Generalidad de
Cataluña el espolio y envío de moneda a tierra de Castilla,
contra los fueros del Principado que rotundamente lo pro-
hibían. Hubo de reunirse el pleno y mandar un Diputado
hasta Candasnos, cerca ya de los Monegros, para com-
probación oficial de las supuestas acémilas cargadas
de oro.
El Dietario de la escribanía mayor de la Generalidad
no nos dice el resultado de aquella pesquisa, como tam-
poco consigna las misivas de Felipe II a su Embajador
en Roma para información del Papa. Y es que el bando-
lerismo, plaga endémica de aquel tiempo en las montañas,
no faltaba en Montserrat; y una madrugada, concertados
los monjes catalanes y aragoneses con una cuarentena
de bandoleros, les franquearon la entrada en el Monaste-
rio, y haciendo levantar a gran parte de los castellanos,
les obligaron a descender en fila india de la montaña, para
emprender la marcha, que pretendían definitiva, hacia la
meseta castellana ... En tal ambiente no era de extrañar
que se apelase a las armas y a recursos mortales. El Visi-
tador anterior Fray Benito de Tocco había muerto de un
mal bocado. La Visita de La Figuera, además de refor-
matoria, había de ser punitiva. Y le dieron otro mal
bocado.
Felipe II no cejó. La Reforma se hizo; y su disposi-
ción principal fue la alternancia en el abadiato, un trienio
un Abad de la Corona de Aragón; otro trienio uno de
Castilla. Todo, antes que una separación, contraria a la
voluntad de sus bisabuelos los Reyes Católicos 20 •
Agrios fueron en verdad los motivos de la reforma
monserratina; mas también tuvo para Calasanz consue-
los y estímulos en su fervor mariano. Todos los viejos
cronistas ponen en la habitación de José una ventana
recayente a la iglesia, de donde le llega continuamente la
salmodia de los escolanes. Más tarde abrirán otra en el

20. Crónica General de la Orden de San Benito, Patriarca de Reli-


giosos, por el Maestro Fray ANTONIO DE YEPES. Universidad de Nuestra
Señora la Real de !rache. Vol. IV, Valladolid 1613.
44 SAN JOSE DE CALASANZ

palacio Colonna que recaiga al altar mayor de la iglesia


romana de los Doce Apóstoles.
Pero sí es cierto, en cambio, que al morir nuestro
Santo sesenta y dos años después, entre los pocos papeles
impresos que tenía en su paupérrima estancia había una
hoja con unas letanías, los siete dolores y los siete gozos,
que según la diversidad de los días y la vicisitud de los
tiempos se cantan diariamente por las presentes necesi-
dades de la católica Iglesia militante, en Nuestra Señora
de Montserrat de los Españoles de la corona de Aragón
en Roma 21 •

21. Reg. Cal. plúteo 13, n. 23.


5. Seo de Urgel y Tremp
(1587 . 1591)

ALMA LITURGICA ENTRE BANDOLEROS.

Cuatro meses casi justos estuvo San Calasanz en Mont-


serrat. De allí se volvió a su patria. Era el 13 de febrero
de 1586. Hasta el 12 de febrero de 1587 no reaparece
documentalmente. Este año 86 es el más falto de noticias
de toda su historia. Seguía con el benefioio simple de
San Esteban de Monzón. Estaría en Peralta con su her-
mana María, su cuñado Pedro Ferrer, y sus sob11inas;
con su hermana Magdalena, su cuñado Juan Pastor, y
sus sobrinas y sobrinito. Es lástima no sepamos de cierto
si vivían aún sus padres, o si estaba ya totalmente liqui-
dada la casa-herrería. Como tampoco sabemos nada de
la hermanita Isabel. Estaría también el Santo en Bena-
barre: allí vivían su hermana Juana y su cuñado Pedro
Juan Blanch «Agostí» con sus siete vástagos, que llenan
buenas partidas de sus libros parroquiales. Benabarre y
Monzón eran de la diócesis de Lérida. Peralta, en cam-
bio, como un enclave, era de la diócesis de Urgel. Y en
la diócesis de Urgel precisamente vamos a ver actuar a
nuestro José, durante los cuatro años de este capítulo.
Quedó huérfano y desorientado por la muerte del
Obispo Urríes, su primer protector, y luego nuevamente
46 SAN JOSE DE CALASANZ

por la del Obispo La Figuera, que parecía iba a ser su


segundo mecenas. Pero acababa de ser jubilado el an-
ciano mosén Pedro Laudes, beneficiado de la Catedral
urgelense, en la que había desempeñado conjuntamente
el oficio de Secretario del Cabildo y Maestro de Ceremo-
nias. Los dos cargos caen perfectamente a la medida de
San Ca'lasanz, alma litúrgica que empapará de piedad el
rubricismo; pendolista y calígrafo apasionado, que por
toda la vida sentirá la ilusión de plasmar y transmitir los
más bellos caracteres de letra; y cuerpo fornido y alta
estatura para los bravíos escarpes del Pirineo, donde hace
falta temple y audacia para resistir las avalanchas de
bandoleros y de hugonotes armados, lacra y peligro, en
combinación con los piratas turcos y berberiscos, de las
marcas y fronteras de los Estados de Felipe II. El 12 de
febrero del 87 está «mossén Joseph Calagans» en pose-
sión de sus nuevos cargos. A los dos meses ya firma
recibo, para su defensa, de dos trabucos o arcabuces con
sus frascos y frasquillos de pólvora, pues el Cabildo ha
tenido que repartir armas entre sus miembros y muchos
habitantes de la capital de Urgel; ya que no existiendo
todavía los ejércitos permanentes ni mucho menos la
policía armada, la defensa de la ciudad tenía que orga-
nizarla el Obispo, y en nuestro caso el Cabildo, por cuan-
to aquellos años, 87 y 88, la mitra de Urgel estaba sede
vacante 22 •
No es por tanto motivo de escándalo ver a un Santo
con arcabuz. Sí lo es, en cambio, para quien creyera que
las monarquías del siglo xvr eran remansos de paz y
edenes paradisíacos de la edad de oro, tropezar con situa-
ciones casi endémicas de alarma y de riesgo, con bande-
rías de guerra a muerte, como las de los nyerros y cadells,
con deficiencias de la autoridad que deja indefensas co-
marcas enteras a merced de partidas sanguinarias que
roban y degüellan, secuestran y piden rescates, asaltan
poblados pequeños, amenazan y ponen en temor pueblos
y ciudades de importancia.

22. Bandolerismo catalán en los siglos XVI y XVII, por el Rvdo.


P. JosE RAMON MONER, Sch. P., en «Analecta Calasanctiana», 9, enero-junio
(1963), pp. 101-196.
SEO DE URGEL Y TREMP 47

El testimonio histónco más notable de la actividad de


mosén Calasanz corno Secretario del Cabildo es el de
las diez cartas dirigidas al Excmo. Sr. Manrique de Lara,
Capitán General de Cata,luña, pidiendo urgentísima ayuda
ante los peligros y amenazas de Seo de Urgel en aquellos
dos años. Por fin la correspondencia se dirige al propio
Obispo ya electo pero aún ausente, y con su presencia
definitiva el 24 de diciembre del 88 cambia el signo de
la situación y entra Calasanz en otras actividades 2\
Mas naturalmente no todas las reminiscencias cala-
sancias en Urgel son de tipo bélico. Las hay también de
tipo administrativo y de misión apostólica. En los últi-
mos meses del 87 y en vista de la prolongación del estado
de sede vacante, el Cabildo intima visita canónica de
unos cuantos arciprestazgos y mosén Calasanz recorre
corno secretario del Arcediano Gornis las iglesias de
Trernp, Balaguer, Guisona, Agrarnunt, Sanahuja, Oliana
y Pons, de las cuales guardará recuerdo grato toda su
vida; y en una de ellas, en Guisona, pretenderá desde
Roma fundar sus Escuelas Pías corno germen de su ex-
pansión por España.
Ni es de silenciar lo honorable y cristiano de la casa
particular en que se hospedó mosén Calasanz durante
sus dos años de secretario en Urgel. Fue la de don Anto-
nio Janer y Catá, casado con Juana Tresfí, viuda a su vez
de Juan Gallart. Y en casa de este acomodado matrimo-
nio, de procedencia barcelonesa y de actividades mercan-
tiles, vivió corno en familia, dejando constancia en sus
libros de comercio de no pocas de sus transacciones y
aun de sus caridades. Hasta se ha querido deducir del
concepto de algún pago, que mosén José ejerció allí la
enseñanza 24 •

23. San Josep de Calassanr;, oficial del capítol d'Urgell (1587-1589).


Estudio histórico por D. PEDRO Pu.JOL Y TUBAU. Barcelona 1921. Cartas
del apéndice.
24. Antoni Janer y Catá, mercader, a la Seu d'Urgell, por PEDRO
PU.JOL Y TUBAU. Barcelona 1934. Reg. Historiae et Bibliographiae, n. 109.
48 SAN JOSB DB CALASANZ

AL SERVICIO DE FRAY ANDRES CAPILLA.

Por fin, como ya indicamos, a últimos de 1588 llegó a


Urgel su nuevo Prelado Fray Andrés Capilla, que cerró
la sede vacante abierta por la muerte de su antecesor
don Hugo Ambrosio de Moneada. El Ilmo. Andrés Ca-
pilla había sido cartujo de Porta Coeli en Valencia, de
donde era natural. Había pasado a la Compañía de Jesús
y desempeñó en ella cargos de superioridad. Volvió a la
Cartuja de Scala Dei en Tarragona y de allí fue sacado
para Obispo de Urgel, diócesis que rigió hasta su muerte
en 1609. Reprimió con eficacia el bandolerismo reinante
y pudo dedicarse en seguida al cuidado y elevación espi-
ritual de su grey.
Capilla intuyó a Calasanz y se lo llevó inmediatamente
de familiar a su palacio de Sanahuja. A ambos los con-
sideran gloria de la Universidad de Valencia las Memo-
rias de Ortí Figuerola. Ambos coincidían, sobre todo, en
la austeridad de su vida y en la frugalidad de su mesa.
Algo llegó más tarde a los oídos de los testigos procesales
de Italia, cuando con frecuencia dejan caer afirmaciones
como la siguiente sobre la abstinencia calasancia en el
período urgelense:

<<En la comida fue siempre parco, pues yo he oído decir


que mientras éra estudiante (allá en Espaiia), hacía una
sola comida al día, y &un siendo Vicario General también
observaba la misma norma, de manera que desde joven
estuvo avezado al ayuno y a las penitencias; sabiéndolas
luego practicar siempre aun cuando comía en comunidad
con los otros». <<Y eso que era de tal corpulencia que parecía
un gigante» 25.

Congeniaron Prelado y familiar; por medio año estuvo


José en palacio con su señor. Actúa de testigo en gran
número de asuntos eclesiásticos, ya que de nadie podía
echar mano el señor Obispo más fácilmente que de él.
Pero en marzo del 89 ya añade a su firma el título de
Rector de Ortoneda y Plebán de Clavero!. Es que Capilla
le ha asignado esa parroquia conjunta, sin obligación de

25. Reg. Cal. n. 28, pp. 7·37.


SEO DE URGEL Y TREMP 49

residencia, puesto que las regenta un Vicario, en sustitu-


ción de la congrua que antes obtenía por sus cargos de
Secretario y Ceremoniero de la Catedral.

<<El 28 de junio de 1589 fue diotada provisión de Visita del


Oficialato de Tremp a favor de los Rvdos. Señores Pedro
Gervás, doctor en Teología, deán de Senterada, y José Cala-
sauz, Plebán de Clavero! y de Ortoneda, y a cada uno de ellos
de por sí» 26.

Tremp, además de la ciudad propiamente dicha, es


la demarcación de todo un oficialato o arciprestazgo, de
los once en que estaba dividida la diócesis de Urgel. Dos
años antes había visitado Calasanz su arciprestal con el
Arcediano don Rafael Gomis. Ahora es él el propio Visi-
tador, no ayudante, sino en propiedad, pues se deja en-
tender que el Deán de Senterada es ya viejo y ha sido
nombrado ad cautelam. Y por si el solo título de Visita-
dor puede parecer cargo puramente eventual, a los tres
días el propio Capilla nombra a Calasanz Oficial de Tremp
con la acostumbrada potestad, invocando su calidad de
Bachiller en Sagrada Teología, y a pesar de que allí está
la Colegiata de Valldeflors con su colegio de canónigos
y un convento de dominicos con su Schola Christi de
pretensiones casi universitarias. Constitúyele, pues, en la
suprema autoridad eclesiástica y civil de todo el arci-
prestazgo, y con ella realizará la visita, quedando tras
ella con toda su potestad para urgida y practicarla 27 •
Como Oficial de Tremp escribe en agosto la carta
1.a bis del Epistolario al Cabildo de Urgel. Del Oficial de
Tremp tenemos el espléndido documento romano de re-
ducción de Misas, todo un folio manuscrito por mano
notarial cuyo comienzo dice así:
«José Calasanz, Bachiller en Sagrada Teología, Plebán
de Ortoneda, Visitador General en el Oficialato de Tremp, y a

26. PEDRO PUJOL Y TUBAU, opere citato, pp. 85 y 86.


27. Op. cit., p. 86, doc. IX.
50 SAN JOSE DE CALASANZ

este título Oficial y Vicario General por el Muy Ilustre y


Rvdmo. señor Obispo de Urgel, a todos y cada uno de nues-
tros amados en Cristo ... ».

Comprobemos cómo toda la carrera teológica de nues-


tro Santo terminó en el título académico de Baccalaureus,
sin arribar todavía al Doctorado; pero fijémonos más en
cómo aquella tarea prestigiosa de Visitador de las 300
tierras y aldeas de la conca de Pallars y la espinosa pres-
tancia de su primacía en la capital del condado que era
Tremp, va imprimiendo seriedad a la actuación eclesiás-
tica de tantos canónigos y religiosos, además de los nu-
merosos presbíteros allí dotados, y se van desarraigando
corruptelas, y se van fustigando vicios, premiando mere-
cimientos, levantando el espíritu y reformando las cos-
tumbres, a través del año que va del 28 de junio de 1589
al 5 de mayo de 1590 28 •
Y que todo aquello lo desempeñó egregiamente nos
consta por un hecho indiscutible; y es que el propio
Capilla quedó tan prendado de aquella actuación, tan
convencido de la extraordinaria capacidad de trabajo de
su anterior familiar, de su salud y energía para trepar
por aquellas estribaciones pirenaicas, de su prudencia
y dotes de gobierno para promover la reforma sin exas-
perar a los reluctantes, ni darles pie a 'los interminables
pleitos de entonces, que se resolvió a ampliar el teatro
de acción de su apostólico celo, y sin relevarle de la más
mínima de las responsabilidades echadas sobre sus hom-
bros, agregó la visita canónica y la contrarreforma tri-
dentina de tres arciprestazgos más, los de Sort, Tirvia
y Cardós, sin otro atenuante que apoyarle una vez más
en el Deán de Senterada, con el que vemos efectivamente
que José ha sabido tratar con toda delicadeza, sin las
rozaduras ni los descontentos que suelen ocasionarse en
las comisiones solidarias.
Es demasiado largo, para ser transcrito, este nombra-
miento de ahora, 5 de mayo del 90. Pero a través de
todos sus formulismos legales se irán percibiendo las

28. Reg. Cal. plúteo 12, doc. CXIII.


StlO Dtl URGEL Y TREMI' 51

múltiples emergencias en que han de verse los Visita-


dores, la dureza de recursos a que habrán de apelar aun
tratándose de personas eclesiásticas, los peligros de co-
hechos y prevaricaciones a que se verán tentados, la
total autoridad de que se les reviste, lo arduo y enérgico,
en fin, de la misión confiada y que han de conciliar a
todo trance con la mansedumbre y la humildad evan-
gélicas 29 •

REFORMADOR DEL CLERO.

Sube, pues, Calasanz, hacia el Pirineo. Por desgracia


para el historiador no lleva tras de sí un secretario que
permita seguir y reconstruir sus actividades y peripecias.
Algo queda sin embargo para revivir aquellas actuacio-
nes. Calasanz quedó enamorado de su misión entre las
gentes más pobres y montaraces de la región, en aquel
rincón inaccesible adonde apenas llegaban autoridades
civiles ni religiosas, en el que el clero se adocenaba sin
enterarse apenas de cuanto pasaba en el llano, ni menos
de las órdenes que se daban desde lejos sin lograr subir
a su empinado destino. Y allá en Italia, con mucha agua
y muchos años por medio, los hijos de la gran familia
que fundó luego, se encargaron de irle sacando ahora un
detalle, luego un episodio, de aquella época lejana en que
fue Visitador, Oficial y Vicario General de lo más abrup-
to de los confines entre España y Francia, y que él recor-
daba con mal velada satisfacción, como aventurero que
se internó por paisaje de montes y de espíritu fuerte,
como conquistador que buscó y defendió tesoros de ino-
cencia de almas redimidas, como gigante que luchó con
gigantes de piedra viviente y estuvo a punto de ganarlos
a todos para Jesucristo ...
Oigamos, pues, con cariño la voz emocionada de sus
hijos, aun cuando les reconozcamos no poco despistados
por aquellos andurriales que ellos mismos jamás pisaron.
Y ante todo acudamos al P. Catalucci, el de la Breve
Notizia, siempre informado de primera mano:

29. PEDRO PU.JOL Y TUBAU, op. cit., pp, 87 y 88, doct. 12.
SAN JOSE DE CALASANZ

«Efectuando la Visita por los montes Pirineos, encontró


al clero muy disipado y fuera de regla, por lo que dio e hizo
cumplir muy excelentes ordenamientos, y decretó pena de
excomunión a los Arciprestes y Vicarios Foráneos, si no de-
nunciaban a los no observantes. Provocó esta medida suble-
vación del clero y del pueblo, llegando hasta pretender ase-
sinarle (siempre apuntando el bandolerismo). Pero viendo que
todo resultaba a mayor gloria de Dios, se fueron calmando.
Y en señal de deferencia le regaló aquella comunidad buena
cantidad de quesos, mostrándole su gratitud y confesando
que hasta aquel momento no había conocido su propio bien
y cuán excelsa era su dignidad sacerdotal» 30,

Preferimos esta candorosa relación a todas las ama-


ñadas descripciones posteriores con asechanzas por los
caminos y providenciales cambios de ruta para descon-
certar a los bandoleros. El regalo de los quesos sabe a
referencia del propio protagonista en plena euforia con
sus hijos allá en Roma ante una ración de queso italiano
en el refectorio de San Pantaleón.
El P. Vicente Berro en su primitiva Vida del Vene-
rable, que escribió antes de sus Anotaciones Históricas,
consignó la siguiente escena:
«Sentía mucho que entre el clero hubiera disturbios. Sa-
bedor una vez de que dos sacerdotes habían llegado a su
tribunal, encolerizados en sumo grado por un pleito de dine-
ros, les exigió por escrito sus mutuas razones, les mandó
aposentar en la misma casa, les intimó que no salieran de
ella hasta haber encontrado ellos mismos una fórmula de
compensación y avenencia; a la mañana siguiente se le pre-
sentaron de perfecto acuerdo. Y entonces el Visitador hízoles
una paternal reprensión y les despidió a sus pueblos res-
pectivos, bien apaciguados, y sin exigirles ni el mínimo gasto
por la administración de su justicia» 31,

ANECDOTARIO.

También es del P. Berro esta narración un poco difusa


que traducimos con desembarazo:
<<Yo, que andaba al acecho de ocasiones para sacarle de
la boca actuaciones de su juventud en España, le dije una

30. Reg. Cal. plúteo 14, doc. 62-6.


31. Insertada en el tomo IV del P. Caputi.
SEO DE URGEL Y TREMP 53

vez: ¡Vuestra Paternidad era muy robusto en aquellos años!


Y él, sonriendo con agrado, me contó el siguiente caso, que
fue efectivamente un acto extraordinario de caridad.
»Yendo una vez a caballo por aquellos caminos de Aragón
(perdonemos la escasa Geografía del transmitente ), y hallán-
dome en despoblado a varias millas del pueblo más vecino,
me encontré con un pobre aldeano que conduciendo a su
asnillo con las albard3s repletas por aquellos andurriales,
había tenido la desgracia de que se le metiera en un pro-
fundo y blando fangal, del que no hallaba manera de sacar
a la pobre bestia. Después de trabajar varias horas en vano,
el torpón arriero estaba ya casi desesperado.
»Si dejaba a su burro en el Iodo, lo encontraría a la ma-
ñana siguiente muerto de frío y con la mercancía robada;
si marchaba al pueblo a pedir auxilio, se echaba encima la
noche y sería imposible volver para sacarlo. El desgraciado
se daba a todos los demonios y no hacía sino maldecir y
blasfemar sin descanso. Providencialmente pasaba por allí
nuestro José, llevando a su criado por espolique. Detuvo la
cabalgadura y mandó al palafrén que ayudase al pobre hom-
bre. Trabajaron ambos denodadamente, pero estaba tan em-
pantanado en el barro el testarudo animal, que no acertaban
a liberarle, y ellos a su vez se enfangaban y ensuciaban hasta
los ojos. El buen sacerdote se decidió; bajó del caballo; se
quitó la sotana; echó ramas sobre el barro; se aproximó
a la bestia; metióse por debajo de su panza como Eleázaro
debajo del elefante, y enderezando con fuerza el encorvado
torso, levantó en vilo sobre sus hombros al asno y su carga;
y pateando sobre las ramas y el barro llegó a la orilla del
charco, con el trofeo insigne de su decisión y de su fuerza.
La maravilla y la gratitud del tosco aldeano no es para
descrita. José aprovechó la ocasión para darle lección pro-
vechosa sobre la blasfemia. Limpióse del barro como mejor
pudo, vistió de nuevo su sotana y prosiguió su camino, con-
tento, aunque no tanto como el pobre arriero, que había
dado ya por perdidos el burro, las albardas y cuanto en
ellas traía» 32,

El P. Gabriel Bianchi contó otro caso parecido en


que supone varios hombres tirando de las maromas para
sacar una barcaza, y el P. José que se agrega a la común
tarea, con tal fuerza y destreza que da la impresión de
haber sido él solo quien ha sacado la barca varándola en

32. Atwtaciones Históricas, por el P. VICENTE BERRO, cap. VII, p. 12.


54 SAN JOSE DE CALASANZ

la ribera. Protesta el P. Bianchi habérselo oído él per-


sonalmente al Santo 33 •
Y sea ahora el testigo presencial el P. Carlos Caputi.
Estaba en Roma ya anciano el Santo entre sus hijos los
escolapios, metidos en conversación sobre el tema de ac-
tualidad de las rivalidades entre españoles y franceses.
Al Santo Fundador le daba miedo tal tema de recreación
que podía terminar en acaloradas disputas. Para atajarlo
de raíz se puso a contar cosas de antaño y vino a referir
que allá en Urgel, siendo Visitador, encontró una vez un
grupo de eclesiásticos que en plena montaña estaban
jugando a la barra. Era simplemente rivalizar en fuerza
y destreza lanzando a la mayor distancia posible una
pesada barra de hierro. El Oficial y Visitador celebró su
buen gusto en distraerse al aire Iibre y sin presencia de
seglares. Mas no contentándose con el elogio verbal, se
sumó al juego, tomó la barra, la lanzó más lejos que
nadie, y como vencedor les impuso a todos la tarea de
unos brevísimos rezos, dejándolos a todos edificados,
admirados y contentos 34

PACIFICADOR.

La última de estas pequeñas aventuras, y a la que se


pretendió dar excepcional importancia fue la siguiente,
según el relato primitivo del P. Catalucci.
<<Estaba para casarse una jovencita noble, la cual a causa
de su belleza fue raptada por persona poderosa. Echóse esta
al campo por el ruido que el asunto metía en la corte del
Rey, y se seguían ele ello muchos desórdenes. Se rogó por
tanto al Obispo que pusiera al caso algún remedio; y para
ello fue comisionado nuestro Calasanz, el cual, con toda dili-
gencia y solicitud montó a caballo, no obstante la abundancia
de nieves, y con la autoridad que se le había dado lo puso
todo en paz, siendo restituida la doncella al caballero ele su
condición con quien debía casarse, con la alegría consiguiente
de cuantos fueron conocedores del caso» 35.

33. Reg. Cal. n. 91, pp. 16 y 17.


34. Memorias Históricas, P. CAPUTI, lib. 1, parte III, p. 132.
35. Reg. Cal. plúteo 14, n. 62-1.
SEO DE URGEL Y TREMP 55

De entre los testigos procesales basados casi todos


en este relato del P. Catalucci, unos localizaron el hecho
en Barcelona, otros nombran al Obispo de Urgel. El
P. Bianchi se atribuye Ja paternidad de esta referencia,
como la de la barca del Pirineo, como cosa oída por
él mismo al Santo Patriarca. Su relato no puede ser más
amplificado y descentrado:
«Sucedió también en Barcelona un caso muy enorme y
peligroso, que el mismo P. José contó por entretenimiento,
cuando yo con especial complacencia le hacía compañía en
su habitación y de vez en cuando me contaba algo de su
vida pasada. Y fue que yendo a casarse una noble doncella,
acompañada de sus parientes y comitiva, como suele hacerse,
fue a viva fuerza, en medio de la calle, raptada por personas
poderosas. Por lo que se suscitó entre los parientes de la
doncella y los ejecutores de acción tan indigna un odio y
enemistad tal, que reclutada mucha gente armada en plena
campaña por ambas partes, se estaba en peligro inminente
de gran derramamiento de sangre y se temía una subleva-
ción popular.
Llevado el caso al Rey Católico, envió orden eXJpresa al
Obispo Moneada, para que súbitamente, con su dignidad y
autoridad extinguiese aquel incendio que amenazaba abrasar
a toda España. Pero el Obispo no cumplió personalmente la
orden de Su Majestad, sino declinó el encargo en su Vicario
General, cuya capacidad tenía bien conocida. Diole patente
escrita de su encomienda. Encomendóse José a la Santísima
Virgen, su abogada, y en el corazón del invierno por nieves
y barros, emprendió la marcha, llegando cuando las gentes
armadas estaban en orden de batalla, a punto de inminente
combate. Interpúsose valeroso, acudió solícito a una parte
y a otra, puso Dios tal eficacia en sus razonamientos y ex-
hortaciones, que logró una inmediata suspensión de hosti-
lidades y más tarde una total pacificación, ajustando matri-
monios honrosos entre los nobles discordes, con el júbilo
consiguiente de toda la ciudad» 36,

No es extraño que el Santo dijera Cataluña y el Padre


Bianchi entendiera Barcelona. Igual le daba a éste Mon-
eada que Capilla. Costábale poco hacer intervenir a Fe-
lipe II en cualquier riña de barrio.
Nos hemos pasado muchas horas sobre el Dietari del
antich Concell Barceloní buscando en vano día tras día

36. Reg. Cal. n. 91, pp. 17-19.


56 SAN JOSE DE CALASANZ

algún vestigio de aquel rapto que tan sonado hubiera


sido. Sucesos callejeros de menos importancia están allí
consignados con todo detalle. Es imposible la absoluta
silenciación de lance tan público. Nos consideramos auto-
rizados a denegarle localización en Barcelona y lo tras-
ladamos a la diócesis de Urge!, a alguno de los pueblos
del Pirineo visitados por San Calasanz. Los raptos de
mujeres y de sacerdotes estaban allí a la orden del día,
a cargo de bandoleros que buscaban el dinero de los
rescates. Por aquellas alturas de Tremp o de Cardós todo
resulta verídico y natural, conforme al clima anímico y
atmosférico 37 •
Y así contribuyó mosén José a la contrarreforma tri-
dentina de las costumbres, terminando con éxito aquella
difícil y múltiple Visita, con plena aprobación del Obispo
Capilla.
Y veamos en el próximo capítulo cómo se pensaba que
iba a subir mucho más, aunque no eran esos los pensa-
mientos de Dios.

37. El Bmulolerismo en Catalui'ía, por el P. RAMON MoNER, Sch. P.


6. Barcelona - Roma
(1591 - 1592)

DOCTOR EN TEOLOGJA.

El 6 de septiembre de 1591 renuncia Calasanz a su


plebanía de Ortoneda y Clavero} permutándola por una
pensión anual de 17 libras y 10 sueldos que han de pa-
garle don Jaime Segur como principal y su hermano
Juan como fianza. El 27 de febrero de 1592 consta con
toda certeza que está ya en Roma dejando su firma en
no escasos documentos. Median apenas cuatro meses du-
rante los cuales ocurren dos cosas importantes. La recep-
ción del Doctorado en Teología y la marcha a Roma.
Es que José llegó a Oficial de Tremp y a Visitador de
tres oficiala1tos más; pero en su carrera había un fallo
para sostener dignamente cargos de tanta envergadura.
Al investirle Capilla con el Oficialato de Tremp en julio
de 1589 solo ha podido llamarle Sacrae Theologiae bacca-
laureum. Si hubiera sido Doctor ... Si pudiera apoyar sus
cargos y encomiendas sobre una dignidad o una canonjía ...
Y para que el Ilmo. Andrés Capilla no tropezara con
ese inconveniente, cuando trata de confiarle empresas más
altas todavía que las desempeñadas tan egregiamente en
el Pirineo, y que habían dejado regusto de tan gratas sa-
tisfacciones en el pecho viril de San Calasanz, se decidió
58 SAN JOSE DE CALASANZ

este a lograr ambas cosas: sacar el doctorado y lograr


una canonjía. Para lo primero se fue a Barcelona y para
lo segundo se fue luego a Roma.
Así lo depuso el sacerdote mosén Francisco Motes, de
Pont de Clavero!, al lado mismo de Ortoneda y Clavero!,
y que cuando Calasanz era el plebán de dicha parroquia
contaba apenas los quince años y le recordaba perfecta-
mente. Su testimonio es de cuando ya tenía sesenta y tres.
Muerto el Santo en 1648, escribieron en seguida a su pa-
riente don Diego Figuerola de Barcelona los Padres de
San Pantaleón de Roma, pidiéndole noticias sobre su
Venerable Fundador, y Figuerola escribió a Motes, obte-
niendo las apetecidas noticias:

<< ... digo que en el año 1588 poco más o menos, encon-
trándose v:icalio General de Urgel don Antonio Gallardo
(castellanización de Antón Gallart), canónigo de Tarragona,
después Maestrescuela de Lérida (luego Obispo de Elna-Per-
piñán) y últimamente Obispo de Vich, ejerciendo dicho Vi-
cariato por don Andrés Capilla, Obispo de Urgel, vacó la
plebanía o parroquia de Ortoneda y parroquial de Claverol
por muerte del señor Antonio Berenguer del Arroyo, de la
Pobla, de la cual fue provisto dicho señor Calasanz. Y con-
siderando dicho señor Vicario General que era poca cosa
para sus merecimientos, le dio además el Oficialato de Tremp.
Y así digo que siendo yo de catorce a quince años de
edad, le conocí y vi muchas veces por ser bastante amigo
de mi padre. Como si ahora mismo le estuviera viendo, era
hombre alto, de venerable presencia, barba de color castaño,
cara alargada y blanca ...
Acto que yo estimo bastante. Dicen que tenía intención
de ir a Roma para obtener alguna prebenda digna de sus
cargos; dejó la plebanía y parroquia de Claverol al señor
Jaime Segur de Vilamitjana con un personado de diecisiete
escudos y medio a di~posición de dicho señor Calasanz; y
habiendo de servir (más tarde) para obras pías, lo aplicó
para los pobres de su parroquia sin atender a carne y san-
gre; y así en dos fiestas principales del año, esto es, en
Pascua y Pentecostés, se dio la limosna según fue dispuesto.
(Y duró hasta 1833).
Luego se fue a Roma y a Barcelona a los estudios; y al
cabo de uno o dos años oí que había pretendido no sé qué
beneficio en su país. Y que habiéndolo obtenido, como Dios
le tenía destinado para cosas mayores, le fue promovido un
pleito; y no saliéndole a su favor, determinó abandonar sus
pretensiones y darse je todo corazón a Dios; honrándole
BARCELONA - ROMA 59

el Señor entonces con hacerle Fundador de un santo Instituto


como es el suyo ... » 38,

He ahí, pues, que Calasanz, según Motes, marcha a


Barcelona desde Tremp o desde Clavero!, para los estu-
dios del Doctorado. Nada tendría de extraño que se gra-
duara en la universidad barcelonesa, en el Studi de la
Rambla. No falta quien prefiere hacerle viajar más, pa-
sándole de Barcelona a Lérida, para que se gradúe en
la vieja Ilerdense donde empezó su carrera universitaria;
y en la que será Maestrescuela de su Universidad don
Antón Gallart.
Lo cierto es que tras esos meses finales de 1591 nues-
tro Licenciado en Teología se llama ya solemnemente
Doctor.
No omitamos ahora que el P. Catalucci fue el primero
en decir que los centros universitarios en que cursó nues-
tro Santo fueron Lérida, Valencia y Alcalá. Más tarde los
Procesos dijeron Lérida, Valencia y Perpiñán. Sobre la
marcha a la Ciudad Eterna, las palabras de José "succeso
de mi cmnino y llegada en Roma" nada prejuzgan del me-
dio de locomoción. Se ha hablado siempre de la nave
que le llevó por mar a Civitavecchia con escala obligada
en Noli. Pero, ¿no pudo ser el viaje por tierra con su
compañero Gaspar Victoria y detención en Perpiñán para
sacar el doctorado y continuar después la marcha como
<<romeros»? De Elna- Perpiñán fue Obispo don Antón
Gallart, pero ello aconteció en los años 1609-1612.
Que al llegar a Roma se firma en seguida Doctor es
indudable. El 27 de febrero hace un préstamo nada menos
que de 200 escudos al canónigo Compte, el que le había
introducido en el palacio de los Colonna, y en el recibo
correspondiente quiere que conste:
« ... por el Rvdo. José Calasanz de Peralta, de la diócesis
de Urgel, doctor en Sagrada Escritura>> 39.

Entre 1592 y 1594, las cuatro cartas que escribe al


Rvdo. José Texidor, Rector de Peralta, las firma todas

38. Reg. Cal. n. 13, 6-7.


39. P. JORGE SANTHA, Ephemerides Calasanctianae, febrero, 1959, p. 55.
60 SAN JOSE DE CALASANZ

llamándose con todas las letras El Doctor Joseph Ca-


lasanz 40 •
El 2 de julio de 1593 firma un instrumento de sustitu-
ción de persona y se titula Rvdo. José Calasanz, Doctor
en Sagrada Teología, sacerdote de la diócesis de Urgel.
Y en el mismo protocolo del instrumento anterior, en el
Archivo Histórico Provincial de Huesca, hállase al año
siguiente: Rvdo. José de Calasanz, presbítero, Doctor en
Sagrada Teología, oriundo y natural del pueblo de Pe-
ralta ... 41 • Y podríamos agregar otra media docena de do-
cumentos de este tenor que dan fe del Doctorado sin
decirnos dónde se invistió. No queda, pues, más indica-
ción positiva que la de Motes. Fue a Barcelona a los
estudios y a Roma por la canonjía.

EN BUSCA DE UNA CANONJIA.

Francisco Gutiérrez fue un pobre artista que sono


en ser un Greco o un Velázquez y marchó a Roma en
busca de fama y fortuna, sin encontrar para su desgracia
más que la tristeza, la pobreza y el abandono; un autén-
tico fracasado. Un amigo suyo, un tal Juliano, le ponderó
el espíritu de caridad del General de las Escuelas Pías,
un viejo español que a nadie dejaba desconsolado. Quiso
el pobre Gutiérrez ser presentado a Calasanz. Compade-
cióse este de su aflictiva situación y echó de ver que,
a pesar de tener la mano estropeada, pintaba con bastan-
te soltura; le prometió algo de faena de su oficio y le
retuvo por seis meses en San Pantaleón, haciéndole pintar
alguna cosilla por la iglesia, encubriendo así la caridad
de su continuada limosna. Gutiérrez se percató de que
había caído en manos de un santo. Por tal le tenía aun
después de haber salido de San Pantaleón. Y cuando por
segunda vez la pobreza le mordió en su soledad, y en-
fermo y maltrecho se metió en cama en el hospital de
Santiago de los Españoles, se encomendó a su santo
bienhechor recién fallecido, y recuperó la salud con la

40. Epistolario Calasancio, cartas nn. 3, 4, 5 y 6.


41. Historia de las Escuelas Pías en Cataluña, p. 56. Archivo Histó-
rico Provincial de Huesca, protocolo de D. Pedro de las Ortigas.
BARCELONA - ROMA 61

voluntad y la fuerza para la lucha. Al enterarse de que


se tramitaba el proceso de Beatificación del P. José, se
presentó al P. Vicente Berro y dejó una declaración tes-
tifical de las más hermosas y apasionadas. Tenía enton-
ces sesenta años. Pero de toda su larga deposición hacen
a nuestro propósito las siguientes escasas líneas:
<<Yo he oído decir que el P. José vino a Roma a pretender
alguna prebenda eclesiástica; pero que luego, tocado por
Dios y reconociendo que todo lo de este mundo es vanidad,
dejó el siglo y fundó la religión de los Padres de las Escuelas
Pías; y al principio le llamaban el P. Prefecto y después le
apellidaron el P. General» 42,

Basta para cerciorarnos de que llegó a Roma como


pretendiente. Mas dejemos que lo corrobore Tomás Si-
moni, permitiendo que se presente y nos hable él mismo:

<<Yo me llamo Tomás, hijo de Bartolomé Simoni, difunto,


de la tierra de Santa María del Camino, diócesis de Vich en
Cataluña. Tengo sesenta y ocho años y me dedico a fabricar
hostias para las misas, con lo que vivo al día.
Conocí al P. José de la Madre de Dios, con ocasión de
servir las hostias a San Pantaleón. Las hacíamos yo y un
compañero mío (sic) que era de la tierra de Calasanz ... No;
recordándolo mejor su nacimiento fue en un lugar vecino
a Calasanz ...
Yo siempre he oído que el Siervo de Dios nació en Ca·la-
sanz porque siempre le he oído llamar P. José de Calasanz ...
El mismo siervo de Dios venía a nuestra casa alguna vez,
tomando conversación sobre nuestros asuntos domésticos y
entraba luego en materias espirituales, exhortándonos a ser
devotos y humildes, y singularmente siempre se entretenía
en inculcarnos sentimientos de humildad.
Dicho Siervo de Dios en su primera edad estuvo en Cala-
sauz, diócesis de Urgel en España, su patria; después vino
a Roma, donde tuvo la agencia de aquel Obispo, y por las
pretensiones de ser provisto de beneficios.
Pero luego se resolvió a otro tenor de vida, diciendo que
la tal vida por él comenzada no se avenía con su carácter
y por ello se entregó totalmente al espíritu y a instruir y
fundar su religión>> 43,

42. Proceso Informativo. Regestum Calasanctianum, n. 30, p. 302.


43. Proceso Romano de fama y virtudes "in genere", 1685. Reg. Cal.
n. 33, p. 144 SS.
62 SAN JOSR DE CALASANZ

No neguemos, pues, esa obvia verdad de la pretensión


de beneficios con la alta finalidad de proseguir con más
desenvoltura y menos trabas aquel apostolado pirenaico
de tan felices resultados y tan satisfactorias remembran-
zas. No neguemos tampoco la finaHdad algo menos ele-
vada de poder socorrer a su tiempo con largueza a las
sobrinas y al sobrinito de Peralta, como hacía don Martín
Carpi, el canónigo de Tamarite de Litera, con Catalina, la
hija de su hermana Esperanza. Pero al lado de estas
motivaciones más o menos humanas y aun terrenales,
que aparecen claras en el Epistolario Calasancio, no hay
que silenciar otro impulso de otro carácter, quizá menos
consciente pero tal vez más eficaz y a la postre más pro-
videncial, que sintetiza y explica, aunándolos, los dos pe-
ríodos, el español y el romano, de la vida de San José
ele Calasanz.

VETE A ROMA, lOSE.

Si hemos oído a Motes, a Gutiérrez y a Simoni, oiga,


mas también y aún con más respeto a los PP. Castelli
y Caputi. Depuso así el primero:
«Yo he conocido siempre a dicho P. José, virtuoso en
sumo grado y en toda clase de virtudes. Pero antes de dis-
currir por las mismas en especial, quisiera contar a Vd. lo
que yo sé sobre el motivo que tuvo para venir a Roma, de
lo cual podremos inferir que Dios eligió a este Padre para
Reformador de la Juventud. Y esto lo sé por habérselo oído
contar al mismo Padre o a otros que se lo oyeron a él.
Encontrándose en España dicho Padre, después de ser ya
sacerdote, sentía en sí una voz interna que le decía: Vete
a Roma. Y se repetía muchas veces y le inculcaba siempre
la misma indicación. El Padre reflexionaba y se decía a sí
mismo: Yo no tengo pretensiones. ¿Qué tengo yo que hacer
en Roma? Pero con mayor insistencia y más a menudo per-
cibía el secreto impulso Ve a Roma, V e a Rom.a. Y por
obedecer a este impulso, efectivamente se vino a Roma. Y ya
aquí, a los pocos días, vio una multitud de muchachos per-
didos, que hacían mil diabluras y echaban piedras a los
transeúntes. Sintió entonces como una voz que le decía:
Mira, Mira. Miraba José y resonaban en su conciencia los
mismos acentos; pensó en el sentido de aquellas palabras
y fulguró en su mente una idea y dijo en su interior: "Quizá
el Señor quiere que yo me haga cargo de estos muchachos".
BARCELONA • ROMA 63

Y desde aquel instante se aplicó al remedio de aquellos niños


tan mal educados. Creció cada día en él aquella preocupa-
ción, hasta que le dio forma perfecta en su Instituto. Y fue
ya por toda su vida tan dado y aficionado al mismo, que
perseveró hasta la muerte. Y antes de morir encareció con
insistencia su cuidado a los Padres, obligándose a interceder
con Dios por el Instituto, con confianza firmísima en la asis-
tencia de Su Divina Majestad» 44,

El P. Carlos Cap u ti recaba con mayor decisión el ho-


nor de haber escuchado personalmente al propio Santo,
y nos dice:
«Para hacer ver el origen y fundamento de donde toma-
ron pie los motivos para fundar esta Obra (de las Escuelas
Pías), es cosa digna de recordarse y saberse la visión que
tuvo el P. José cuando era Vicario General del Obispo de
Urgel, como él mismo muchas veces me la refirió a mí, que,
como curioso de saber sus cosas, le andaba siempre interro-
gando y tirándole de la lengua. Parecióle una noche como
si estuviese en Roma, y predicase a un grupo de niños que
le parecían ángeles. Enseñábales el modo de vivir cristiana-
mente, los bendecía y después los acompañaba a sus casas,
viendo entre tanto que los ángeles se le sumaban en la tarea
de acompañar a aquellos pobres. Sin hacer caso de la visión,
pensaba simplemente que era un sueño de su fantasía, y a
la mañana siguiente consideraba que era efectivamente un
despropósito, por no haber tenido nunca intención de mar-
char a Roma.
No pasaron muchas semanas, cuando empezó a oír una
'voz interior que le decía: "José, ve a Roma. Ve a Roma,
José"» 45,

Y el P. Caputi dramatiza aún más la cosa, haciendo


que José sea presa de profunda melancolía, que el señor
Obispo de Urgel sorprenda en la mesa su abatimiento,
que trate de disipar sus tentaciones de marchar, y que
por fin, le dé la suspirada licencia, con las consiguientes
lágrimas de despedida.
Pero la vida no corre tanto como las síntesis de los
historiadores, ni el realismo documental se amolda siem-

44. Proceso Informativo. Sesión del 30 de abril de 1652. Regestum


Calasanctianum, n. 30, pp. 446 y 447.
45. Noticias Históricas, P. JUAN CARLOS CAPUTI, Relatione 3.•, tomo I,
p. 1.• a tergo.
64 SAN JOSE DB CALASANZ

pre a los hermosos relatos compuestos posteriormente. En


los primeros años romanos de Calasanz no hubo conato
alguno fundacional, ni tal vez sin las contrariedades sub-
siguientes se hubiese encauzado por los derroteros de su
extraordinaria santidad.
7. El fracaso de las canonjías
(1592 - 1605)

TEOLOGO CONSULTOR.

Llega a Roma entre enero y febrero de 1592 el doctor


Calasanz, bien provisto de recomendaciones y aun de di-
nero. Todo era necesario para quien iba a pretender. Allí
le espera, prevenido por cartas de España, el canónigo de
Tarragona Baltasar Compte, amigo de Antón Gallart y del
Ilmo. Capilla, y que lleva la gerencia en Roma de algunos
asuntos de la diócesis de Tarragona. José le sustituirá
en este cargo, mientras dure su estancia en la ciudad
eterna. El canónigo Compte tiene su residencia en el
palacio de los Colonna, uno de los apellidos más anti-
guos y nobles de la Urbe y por añadidura muy vincu-
lado entonces a la política y monarquía española desde
los días de Lepanto. Presenta al recién llegado ante el
viejo Cardenal Antonio Colonna, haciendo cumplido elo-
gio de sus frescos laureles teológicos, y es tan oportuna
la alusión que el purpurado le ofrece el cargo de teólogo
consultor suyo, con asiento en pa'lacio al igual de don
Baltasar. José acepta agradecido, y se va ganando la
simpatía no solo del Cardenal sino de toda su familia.
Consta en efecto por el P. Silvestre Bellei que

5
66 SAN JOSE DE CALASANZ

«el Venerable P. José Calasanz todos los sábados por la tarde


predicaba una plática devotísima en la sacristía (de la iglesia
de los Doce Apóstoles adosada al palacio Colonna) a toda la
familia del Eminentísimo Cardenal, con orden expresa de
Su Eminencia de que no faltase absolutamente nadie» 46,

Es, pues, a medida que fácilmente asimila el italiano,


el director espiritual de la familia cardenalicia. Y nótase,
en cambio, significativo silencio sobre la supuesta pre-
ceptoría de los dos sobrinos Marco Antonio y Felipe, tan
ponderada por los hagiógrafos interesados en adelantar
fechas y dotes al educador. Murió el Cardenal en 1597.
Parece que no dejó palacio el P. José hasta 1602.

CANONJIA EN VRGEL.

Pero volvamos a los comienzos. El canomgo Compte


no es tan piadoso y espiritual como José. Parlotea con
mujeres, vive a lo grande, gasta demasiado dinero y tiene
que dar sablazos. Uno y no pequeño viene a caer sobre
el recién venido Calasanz. Este le presta bajo recibo nada
menos que doscientos ducados. Es muy a los principios
y necesita valimientos y ayudas. Solicita una canonjía
precisamente de Urgel, lo que más deseaba. Con apoyos
del duque de Sesa, del futuro Cardenal Dietrischtein, na-
cido en España, y de todas las recomendaciones que
traído había, logró la concesión, casi sin pensarlo, y aun
estuvo quince días sin saberlo; pero al formalizar trá-
mites, tropieza con la oposición del Datario que tiene
demasiados compromisos para poder favorecer tan pron-
to a un advenedizo, y no hubo manera de vencer su resis-
tencia. Son todo noticias del propio Calasanz en su pri-
mera carta al Rector de Peralta, desde Roma, y ya en
mayo de 1592 47 •
Medio año después vuelve a escribirle para contarle
un nuevo desengaño. El Cardenal Colonna le consiguió

46. Reg. Cal. plúteo 14, doc. 62-6.


47. Epistolario Calasancio, carta n. 3; y Epltemerides Calasanctia-
nae, número extraordinario de febrero de 1959, artículo del P. SANTHA,
p. 55 SS,
EL FRACASO DE LAS CANONJIAS 67

otra canonjía en el propio Urgel, la vacante del difunto


Sorribes, pero luego se cayó en la cuenta de que era de
mes ordinario y no correspondía a Roma su colación.
La esperanza del pretendiente aún está lo bastante viva
para permHirse despreciar dos ocasiones que se presen-
tan en Albarracín o en Teruel, por demasiado lejanas.
Sin embargo al comenzar el año 93 el buen sentido
le aconseja no ir despreciando lo que se le ofrece, aunque
no sea precisamente lo que espera, y pide y obtiene un
beneficio simple en la parroquial de Fraga, una porción
que no excede de 24 ducados anuales y que no le obliga
a residencia 48

LA CANONJIA DE BARBASTRO.

Pero a los pocos meses le llega la amarga noticia de


la muerte de su hermana Magdalena que deja en Peralta
varias hijas y un hijo, por todos los cuales siente él avi-
vársele el deseo de ser bien provisto y poder retornar a
la patria. Y en marzo del 94 se presenta la oportunidad
soñada: una canonjía vacante en Barbastro, la catedral
que tan bien conoce desde los días del Ilmo. Urríes, y
próxima por añadidura a Peralta de la Sal. Sabe ahora
el Dr. Calasanz que el canónigo don Jaime Spluga, el
anterior poseedor, ha muerto efectivamente en marzo,
mes apostólico, y la provisión verdaderamente corres-
ponde al Papa. La solicita, se somete a examen, sale airo-
so de la prueba y el Pontífice Clemente VIII se la concede
benignamente el 17 de junio 49 •
Mas en Barbastro las cosas no han ido lentas. Al mes
siguiente de la muerte del señor Spluga ya se han pre-
sentado tres pretendientes, los doctores Jaime Castillo,
Pedro Latorre y Pedro Navarro. El día 27 de abril se juntó
Cabildo Catedral para votar la canonjía. El Obispo, Ilus-
trísimo don Miguel Cercito, vota en alta voz por el doctor
Castillo; pero la mayoría de los canónigos se inclinan por

48. Ephemerides Calasanctianae, Vol. XXIX (1960), n. 6, P. JORGE


SANTHA.Epistolario Calasancio, carta n. 4.
49. Epistolario Calasancio, carta n. 5.
68 SAN .TOSE DE CALASANZ

el doctor Latorre. Prelado y Cabildo discuten, pretendien-


do ambos tener derecho exclusivo de presentación, y la
cosa queda sin resolver.
Entre tanto en Roma José ha obtenido las Letras
Apostólicas que le confieren a él legítimamente el ambi-
cionado cargo y sabe que es radicalmente nulo cuanto
en Barbastro se haya hecho. Pero ha recibido ya tantos
sofiones y desengaños en las pretensiones urgelenses, que
ahora no las tiene todas consigo, y ha de proceder con
suma cautela para entrar en posesión de hecho, de lo que
de derecho le pertenece. Y por de pronto decide tornar
posesión por medio de procurador, sin moverse de Roma
hasta que tenga en definitiva pájaro en mano.
Por ello se procura un Monitorio, es decir, un docu-
mento conminativo de la Autoridad Apostólica, obligando
a retirarse a cualquiera que haya osado tornar posesión
de aquella canonjía barbastrense que él tiene ya recibida
de mano del Papa. Y el Protonotario Apostólico de ambas
signaturas, Referendario del Pontífice y Auditor General
de las causas de Curia, Camilo Borghese, el futuro Pau-
lo V, se lo redactó y firmó el 27 de septiembre de 1594,
con un estilo rimbombante, capaz de amedrentar a fuerza
de amenazas y de censuras a los espíritus más audaces
y menos timoratos de conciencia.
Y el mismo día de la firma del Monitorio, José tiene
ya copia auténtica del mismo, lograda a toda prisa, como
también documento en que designa por procurador y
representante a su cuñado Agustín Blanch de Benabarre
y al Cura de Peralta don José Texidor respectivamente
para que hagan la demanda y tornen posesión en la pro-
pia catedral de Barbastro.
Y todo lo manda a España con la carta número 6 del
Epistolario, en la que detalla minuciosamente cuanto tie-
ne que hacerse, poniendo de manifiesto el interés enorme
que ha volcado sobre el asunto.
Por de pronto el señor Cura de Peralta se hace atrás,
y hay que renovar nombramiento de sustituto, que acepta
mosén Pedro Vicent, porcionero de la iglesia de Roda.
Todo contribuye a retrasar el momento importante, que
llega al fin el 4 de febrero de 1595.
Preséntanse, pues, mosén Vicent y don Agustín ante
EL FRACASO DE LAS CANONJIAS 69

el Cabildo de Barbastro. Hacen la presentación de sus


documentos y empieza el mosén la lectura del largo Mo-
nitorio, con toda la serie de conminaciones contra deten-
tadores, intrusos y contradictores. Se ve que a nadie llega
la cosa de sorpresa, puesto que nadie atiende, a excepción
del señor Antonio Sompás, procurador del doctor Castillo,
el candidato episcopal. En vez de acatar las perentorias
exigencias del solemne documento, acúsalo de obrepticio
y subrepticio; y en lugar de sentirse culpable, considérase
ofendido por el Procurador del doctor Calasanz. Mantiene
que su encomendado señor Arzábal del Castillo es verda-
dero canónigo de Barbastro, proveído de antemano canó-
nicamente tanto de la canonjía como de las dos preben-
das Magistralía y Penitenciada que en este caso le van
adjuntas. Y por ellas la canonjía no es pontificia, sino de
colación episcopal. Pleito, pues, a la vista.
El Cabildo, por su parte, tampoco tiene miedo a pleitos
y lites. Pero no estaba preparado, ni estaba presente el
doctor Latorre, su candidato, para formular su contes-
tación. Limitóse el Cabildo a pedir prórroga para deli-
berar; y a los cuatro días respondió efectiva y oficial-
mente que mandaba a Roma a su procurador Octavio
Sada a responder ante Camilo Borghese y a justificar el
proceder del Cabildo.
La situación del cuñado de nuestro Santo, Agustín
Blanch, no puede ser más desairada. Tiene que volverse
a Benabarre con las manos vacías, después de tanto desa-
guisado promovido en el Cabildo barbastrense, sin poder
hacer más que escribir a José y esperar meses y meses,
y sin más perspectiva que un pleito complicadísimo del
que no entiende absolutamente nada. Por ello en ade-
lante se mostrará siempre reacio a intervenir en asunto
alguno del hermano de su mujer.

En vista de que el Cabildo no se hace atrás y de que


el Obispo tampoco cede ante el Papa, el doctor Navarro,
el tercero en discordia, se estimula a meterse en el tin-
glado y marcha a Roma personalmente. El 9 de junio
de 1595 presenta «suplicación» a la Santa Sede alegando
que pasó ya más de un año desde la muerte de Spluga,
y Obispo y Cabildo han perdido por prescripción sus
70 SAN JOSE OE CALASANZ

derechos, si es que los tenían, y han revertido todos ellos


a manos de Su Santidad. Suplica, por tanto, al Papa que
con manos libres le otorgue a él la canonjía; y es lo
curioso que la Santa Sede se la otorgó.
Ni corto ni perezoso vuelve a Barbastro desde Roma
el doctor Navarro en posesión del Breve colaticio, y re-
clama exigente canonjía y prebendas. Pero el Cabildo
repite exactamente el proceder que empleó ante el Mo-
nitorio de sustituto def doctor Calasanz el 4 de febrero
del 95. Deja pasar cuatro días y luego le deniega la po-
sesión alegando explícitamente las mismas razones que
entonces. El desairado doctor Navarro hace algo más de
lo que hicieron Agostí y mosén Vicent: protesta ante no-
tario de la negativa, con orden de reiteración periódica
de la protesta para que no prescriba.
Muere a este punto el Obispo de Barbastro Monseñor
Cercito. Su patrocinado el doctor Castillo ve que con la
muerte de su protector, y más todavía con la decisión de
hacerse religioso capuchino, que acaba de tomar el doctor
Latorre candidato del Cabildo, ha terminado por completo
el pleito entre Cabildo y Mitra que había sido avocado
a la jurisdicción del Metropolitano de Zaragoza. Estima
que es el momento oportuno para pedir a la Santa Sede
que le conceda a él la canonjía, de la que ni el doctor
Calasanz ni el Dr. Navarro han logrado tomar posesión.
El indudablemente la tomará y terminará el enojoso y
largo pleito. Y es nuevamente curioso que a 7 de diciem-
bre de 1595 el Papa se la concedió.

lOSE PLEITEANDO.

Entonces el doctor Ca1asanz le mueve pleito. El tiene


desde el 17 de junio del año anterior nombramiento pon-
tificio. El doctor Castillo no ha obtenido ahora más que
nombramiento confirmatorio del que tenía oralmente de
su Obispo y que además era de mes ordinario. Entre un
nombramiento anterior y pontificio, y otro ordinario y
posterior, es indudable que debe prevalecer el primero.
El pleito está ahora entre Calasanz y Castillo. Nues·tro
José por si acaso interpone el 27 de agosto del 96 una
segunda «suplicación» persuadiendo al Sumo Pontífice
EL FRACASO DE LAS CANONJIAS 71

de que si en vista del pleito pendiente Calasanz-Castillo


el juez competente resuelve retirar a ambos la colación,
él acepta el fallo; pero inmediatamente «suplica» la con-
cesión como primero entre cuantos hayan podido inter-
venir en similares peticiones. Y para facilitar todo trá-
mite renuncia a la porción de Fraga, que no vuelve ya a
mencionarse en ninguna de las preces. Y he aquí la nueva
sorpresa de que la Dataría, como tribunal de gracia, se
lo concede todo, el mismo día 27 de agosto de 1596.

Tiene, por tanto, la canonjía tres pretendientes con


el «SÍ» concedido por la Santa Sede: Calasanz, Castillo
y Navarro. Si continúan pleiteando entre ellos mismos,
quedarán esquilmados, ya que los tribunales no trabajan
gratis. La sensatez impone una solución de avenencia y
concordia. Es lo que vino lentamente el año 1597. A prin-
cipios del 98 ya está casi elaborada; y a 27 de mayo del
mismo año se aprueba definitivamente el arreglo: el doc-
tor Navarro, el que fue tercero en discordia, sin favor de
Cabildo ni de Prelado, es quien alcanzará la canonjía con
la Magistralía y Penitenciaría anejas. Dará, no obstante,
al doctor Calasanz por una vez y en compensación de
gastos realizados, 60 ducados. Al doctor Castillo se le
reserva una pensión anual de 30 escudos de oro. Y de
nuevo al doctor Calasanz se le hace otra reserva anual
de 36 escudos de cámara nuevos. El transfiere su derecho
a su sobrino José Blanch; pero el propio Calasanz co-
brará los ocho primeros años. Veinticuatro de esos 36
escudos provendrán del altar de San Miguel en la ciudad
de Benabarre. La confirmación de toda esta concordia
es documento larguísimo, del cual, como del monitorio,
hacemos gracia al lector.
Y todo ello queda corroborado en la carta calasancia
número 7 del Epistolario, fechada ya el 27 de junio de
1599. En ella se advierte que ni el Rdo. don José Blanch
ni su padre Agostí se entusiasmaron con el cobro de la
reserva, y ni se pagaron las bulas ni se llevó jamás a
ejecución.
Terminó, pues, en caldo de borrajas la canonjía bar-
bastrense. Tomó posesión de ella el 1 de agosto del 98
el susodicho doctor Navarro. Pero no la disfrutó más de
72 SAN JOSE DE CALASANZ

un año, pues el 4 de septiembre del 99 entregaba su alma


a Dios, libre ya de inquietudes y deseos. El 24 del mes
siguiente se posesionaba de todo el doctor Agustín Pala-
cios que ya había sucedido en el Arcedianato al difunto
causante de tanto litigio, el doctor don Jaime Spluga.
Durante cinco años, del 94 al 99 se ha preocupado de
la canonjía San José Calasanz. No vayamos a imaginar
que fue siempre pensamiento y preocupación absorbente.
Otras ideas y otros tanteos, mucho más grandiosos y mu-
cho más importantes que la obtención de un canonicato,
hirvieron en la mente calasancia en aquel quinquenio y en
el siguiente, hasta 1605.

NUEVO FRACASO Y REACCION.

Pero he aquí que en dicho año asoma en la marcha


de nuestro Santo una crisis. Un momento de vacilación
y de peligro. ¿Fue la lenta restauración después de la
caída al colocar la campana en el palacio Vestri? ¿Fue
la suplantación en la Prefectura por parte del P. Andrés
Basso? ¿Fue el plante de Dragonetti? Lo ignoramos, pero
habría que adelantar demasiadas noticias para discutirlo.
Lo cierto es que en torno al año 1605 retoña el tema de
las canonjías. Alguien, que puede ser un Pedro Calasanz
allegado íntimo del duque de Híjar en Zaragoza de Es-
paña, negocia para que el Calasanz de Roma sea nombra-
do Canónigo de la Seo de la capital aragonesa. Clemen-
te VIII acaba de transformarla de cabildo de canónigos
regulares de San Agustín en cabildo secular, y es preciso
espigar en lo más granado del clero de Aragón para cubrir
una vacante que falta. En la lista de candidatos figura
documentalmente el «Dr. Josephet de Calasanz, natural
de Peralta junto a Monzón, que está en Roma». Entre
los demás pretendientes figuraban Remando de Baraho-
na, Español de Niño, Vicente de Monreal, Luciano de
Azlor de los duques de Villahermosa ... A su lado 110 debía
desentonar nuestro José, y 110 vaciló en usar de su dere-
cho y emplear en su firma el «de» nobiliario: Josephet
de Calasanz.
Más todavía; tomó la pluma y escribió un escarceo
literario, esta vez en estilo artificioso y barroquista, esta-
EL FRACASO DE LAS CANONJIAS 73

bleciendo un paralelo entre Zaragoza madre de mártires,


sin serlo de tiranos, y la Roma imperial patria de már-
tires y de tiranos, conjuntamente. De la contraposición
entre ambas capitales, sale triunfante Zaragoza, con la
alusión a sus Innumerables Mártires y la referencia elo-
giosa a San Lorenzo de Huesca y mártir en Roma. Y al
final se transcribe sin comentario lo más substancioso
del cronicón del Pilar. Y dígase lo que se quiera, noso-
tros pensamos que tan raro documento es efectivamente
el bosquejo de la tesis doctrinal con que Calasanz acudió
al concurso de la canonjía zaragozana ... y le dieron car-
petazo. Su fracaso en la pretensión de prebendas fue
rotundo y definitivo. No le quería Dios por aquel ca-
mino ... 50•
Y precisamente en ese mismo año 1605 fue nombrado
para el Arzobispado de Brindis en Nápoles Mons. Juan
Palees de San Esteban, monje jerónimo del Escorial, na-
cido en Azanuy junto a Peralta de la Sal, y gran amigo
de nuestro Calasanz, del P. García, de don Miguel Jiménez
Barber. .. El P. Caputi asegura que aquel obispado era
para nuestro Calasanz por voluntad expresa de Felipe II
comunicada a su hijo Felipe III, y que el P. José, ya
metido en sus escuelas, lo desvió hacia monseñor Palees 51 •
D. Miguel Jiménez depuso también en los procesos
que «el Rey de España le ofreció el Arzobispado de Brin-
dis en el reino de Nápoles, y lo rehusó».
El P. Scassellati afirmó a su vez:

«Paulo V lo puso en lista de promoción al Cardenalato


y el Card. Montalto se lo hizo saber. Calasanz rehusó eficaz-
mente, como rehusó también varias iglesias que le ofreció
el Rey Católico, mediante el Embajador de España, conde
de Castro».

Y del H. Francisco Noverano es la aseveración rotun-

50. Rel. Cal. n. 12, doc. 12.


51. P. JUAN CARLOs CAPUTI, Anotaciones Históricas, tomo IV, p. 2 ss.
Epistolario Calasancio, carta 146, nota del P. Lodegario Picanyol.
74 SAN JOSE DE CALASANZ

da de que «el P. José podía haber sido Cardenal y lo


despreció» 52 •
Todas estas tardías noticias, a más de medio siglo de
distancia de los acontecimientos, pertenecen seguramente
a la hagiografía; costaría mucho incorporarlas a la his-
toria crítica.
Reiteramos sin miedo el fracaso de Calasanz, preten-
diente a canonjías de Urgel, de Barbastro, de Zaragoza ... ,
como su amigo de viaje a Roma, el doctor Gaspar Vic-
toria, fracasó en las de Lérida.
Lo interesante y trascendenta1 es la reacción ante el
1

fracaso. Ella puede conducir hasta las cimas de la san-


tidad.

52. Proceso Informativo, Reg. Cal. 30 y 31, en las respectivas depo-


siciones. Barber, p. 260, y el P. Scasellati, 106. Más repeticiones en
Sum. 18, párrafos 3, 4 y S.
8. Romanización y santificación
(1595 - 1600)

"DESEO MUCHO VOLVER PRESTO".

Calasanz ha ido a Roma con ánimo de volverse pronto


a España. Las dos frases epistolares "deseo mucho volver
presto" y "tengo muy gran confianza de ser proveído
presto" resumen su situación psicológica, intensificada
más todavía con la noticia de la muerte de su hermana
Magdalena. A fines de su tercer año (17 septiembre 1594),
su inquietud se va suavizando: "Cuando sea Dios servido
que yo vuelva ... ". Pero a últimos de febrero del 95 le
llega la noticia de que en Barbastro no han hecho caso
del Monitorio y de que le han armado gran pleito, y en-
tonces sí, le cae el alma a los pies. Todo su pasado opti-
mismo se desmorona. Seguirá su pleito hasta el fin, que
por algo es él aragonés; mas la posibilidad de dejar su
cuerpo en tierra romana ya no le asusta. Y cuando a me-
diados del 99 escriba su última carta sobre los epígonos
de la cuestión de las canonjías, dirá que tras la peregri-
nación a Asís piensa volver a Roma, sin apuntar deseo
de vuelta a España.
76 SAN JOSE DE CALASANZ

ESCALANDO EL CASTILLO DE LA SANTIDAD.

Esos cinco o seis años postreros del siglo XVI son fe-
cundísimos en la vida calasancia. Lentamente durante
ellos el desengaño operó la conversión; en lugar de en-
tregarse al despecho del resentimiento, se lanzó de lleno
al ejercicio de las obras de caridad; se sumergió en la
Roma de la contrarreforma católica y su romanización
fue su santificación. Esta es la verdad que se desprende
de los datos auténticos de este período, que podemos
llamar el quinquenio de su conversión.
Y por supuesto no entedemos la palabra conversión
en el sentido de vuelta a Dios después de un largo plazo
de apartamiento de él. Ni de transición del estado de
pecado al de gracia. Niño candoroso nuestro José y ene-
migo del espíritu del mal, estudiante modelo, triunfador
de la seducción más peligrosa, vocación sacada a flote
con providencial enfermedad, sacerdote dignísimo, secre-
tario correcto, reformador celoso, visitador prudente,
ceremoniero ejemplar, responsable capitular avisado y
valiente, oficial integérrimo, pacificador afortunado, doc-
tor y teólogo requerido por la Jerarquía, Calasanz no
puede convertirse del mal al bien, del vicio a la virtud;
pero sí puede lanzarse de lo bueno a lo mejor; de lo
correcto a lo heroico; de lo lícito a lo perfecto; de lo
honesto a lo santo. Y ello no por transformación mo-
mentánea, en un instante determinado, sino progresiva-
mente, escalando de virtud en virtud el castillo de la san-
tidad, con asalto exterior por el ejercicio afanoso de las
obras de misericordia, con penetración en sus moradas
internas por dedicación a la penitencia y a la oración,
hasta pasar del ascetismo al misticismo, desplegar las
velas al soplo del Espíritu septiforme y adentrarse en la
zona reservada de las gracias gratis datas, de las visiones
y del milagr&.

APOSTOLADO DE LA LIMOSNA.

Servir de teólogo al viejo Cardenal Marcantonio y


atender espiritualmente cada semana a toda la familia
cardenalicia no llena la vida de José. Seguir de cerca las
ROMANIZACION Y SANTIFICACION 77

incidencias de su pleito barbastrense puede preocuparle,


mas no ocuparle todas sus horas. Su misa y su rezo
sacerdotal son la base de su correspondencia a la gracia.
Pero precisamente al lado del palacio Colonna está la
iglesia de los Doce Apóstoles y allí radicaba la Archico-
fradía del mismo nombre, unida a la Pía Asociación del
Santísimo Sacramento y con estatutos propios desde 1588.
Tenía sus cultos propios, pero su especialidad consistía
en recaudar limosnas, nombrar anualmente un Prior y
doce Decemviros, diputados o visitadores, que solos,
o bien acompañados de dos coadjutores, recorrían dos
veces por semana los "riones" o barrios de Roma que les
asignaba el Prior, para visitar en ellos a los enfermos
necesitados y a los pobres vergonzantes, y dejarles, con
las palabras de caridad y aliento, la limosna sistematiza-
da de medicinas, alimentos, ropa y dinero, llegando hasta
la delicadeza del servicio corporal; todo lo comprendido
en la primera de las obras materiales de misericordia:
visitar y cuidar a los enfermos.
José dio su nombre a la Archicofradía aquel año de
1595. Y al siguiente, a 27 de mayo del 96, ya figuraba el
doctor Calasanz en el Libro del Camarlengo, como visi-
tador del barrio de Trevi. Su actividad se prolongó por
un sexenio, hasta el 2 de agosto de 1601 en que aparece
en los libros por última vez. Efectivamente en la carta
4.185 del Epistolario, de más de cuarenta años después,
aún recordaba el Santo «haber visitado, por ser de la
Compañía de los Santos Apóstoles, por seis o siete años
todos los barrios de Roma»,
El P. Sántha ha tenido la paciencia de contar una a
una todas las visitas anotadas en los Libros con un total
de 239 y un valor de limosnas en metálico de 539 escudos.
Esta actividad fue disminuyendo a medida que iban cre-
ciendo sus nuevas ocupaciones; y es curioso el hecho de
que el único silencio algo prolongado, que acusan los
Libros, es del 24 de julio al 7 de septiembre de 1599,
precisamente cuando el Santo hace su peregrinación a
Asís, tan soñada en su carta del 27 de junio del mismo
1599 53

53. P. SANTHA, Ep/Jemerides Calasanctianae, núm. de dic., 1958.


78 SAN JOSE DE CALASANZ

En el Proceso Informativo obra una declaración del


Rdo. don Lorenzo Tritone, arcipreste de Novara, que co-
noció a José en 1603; pero le introduce hablándole de
cosas anteriores, de cuando era visitador de la Archico-
fradía con don Agustín Buronzo. Visitaban ambos el
barrio de la Régola, y disminuyeron tanto las limosnas
que se estuvo a punto de disolver la Archicofradía. Don
Agustín tuvo el arranque de asegurar que la mantendría
aunque fuera a costa exclusiva de su propio bolsillo; y
aquella persona de bien, que siempre le acompañaba y se
llamaba P. José, lo solía contar emocionado como acción
caritativa y laudable del señor Boronzo 54 •
Consta, pues, con toda certeza la actividad oficial de
Calasanz en el apostolado de la limosna. Lo que no puede
constar es la caridad secreta, la de la mano izquierda no
conocida por la derecha, los actos de misericordia ocul-
tos que quedan reservados solamente para la admira-
ción de los ángeles y de los elegidos de la gloria.

MIEMBRO DE OTRAS COFRADIAS.

Consta también documentalmente la mortificación


cotporal del Santo, por su inscripción en la «Venerable
Archicofradía de las Sagradas Llagas del seráfico Padre
San Francisco». Aún subsiste con hermosa iglesia propia,
junto al corso Víctor Manuel. Cuenta entre sus glorias
haber tenido entre sus cofrades a San Calasanz, y exa-
gera por su cuenta cuando publica en sus hojas de pro-
paganda que él figuró entre sus Maestros de Novicios,
nombrado casi a raíz de su propia inscripción. Lo que
nos consta efectivamente es que se inscribía el 18 de
julio de 1599; y a la semana justa partía hacia Asís en
peregrinación organizada por los dirigentes de la Archi-
cofradía, que solían reunir gran número de peregrinan-
tes para ganar el 2 de agosto el célebre jubileo de la
Porciúncula 55 •

54. Reg. Cal. n. 30, p. 475.


SS. Nueva disertación del P. JORGE SANTHA, en Ephemerides, septiem-
bre-octubre, 1959.
ROMANIZACION Y SANTIFICACION 79

En la Via Giulia hay otra iglesia, con icono de la


Virgen Madre, adentrado también en el alma del Santo
Calasanz. Es Nuestra Señora del Sufragio. Surgió en eiia
otra Archicofradía para extender la caridad hasta el otro
mundo, sufragando por las benditas almas del Purgato-
rio. Esta devoción tan cristiana y tan familiar, en la que
tanto se distinguiría más tarde San Pompilio María, de
las Escuelas Pías, fue entrañable asimismo al Santo Fun-
dador. El Rdo. Juan Bautista Fiammelli en el Año Santo
de 1600 insistió con él para que también diera su
nombre, y no hubo de porfiar gran cosa para lograrlo.
El 17 de septiembre le presentaba, y admitido por su
religiosidad, excelente vida y buena fama, hacía su en-
trada oficial a los ocho días, como consta en el libro de
ingresados 56•
Una más, entre las innumerables iglesias de Roma,
era la de la Trinidad de los Peregrinos y Convalecientes,
así Ilamada por la Cofradía del mismo nombre en eiia
erigida. Como la de los Santos Apóstoles debió remota-
mente su erección a San Ignacio de Loyola, esta de la
Trinidad de los Peregrinos la debió a San Felipe Neri.
Su finalidad fue atender a los peregrinos que acudían a
Roma, y que muchas veces por enfermedad o por po-
breza añadían a su situación aflictiva la característica
de su desorientación e incomprensión de forasteros en
medio de la ciudad. El hospital a eiios destinado enal-
teció la caridad romana; y sirvió muchas veces de cáte-
dra de enseñanza a ignorantes y aun a herejes. Al morir
San Felipe en 1595, ya llevaba tres años en Roma San
Calasanz, y es fácil que este le viera y le conociera. La
devoción que luego le tuvo fue constante y difusiva. Su
inscripción en la Cofradía data del 10 de julio de 1600;
pero hay alusiones indicadoras de que la actividad cala-
sancia en su primera iniciativa escolar se adelantó al
Año Santo y se hizo notar edificantemente en diciembre
del 99. Según el Libro Diario de las cosas notables de la
Cofradía, los Padres de la iglesia de Santa Dorotea del
Trastévere prestan máxima ayuda a la obra, enseñando

56. Reg. Cal. n. 13, doc. 13, Item P. Sántha, ibidem.


80 SAN JOSE DE CALASANZ

el catecismo a los peregrinos, herejes algunos de ellos.


Y entre aquellos catequistas figura San José de Calasanz
que presidía la escuela cotidiana de Santa Dorotea por
aquellas fechas del 27 de diciembre del 99, antes por
tanto de su inscripción oficial en la Cofradía 57 •
El célebre convento de la Scala tiene anejo un Orato-
rio de Santa Teresa. Los PP. Carmelitas Descalzos cuidan
de él, y por su cualidad de español y por haber quizá tra-
tado ya en España al P. Ruzola, mantuvo con ellos amis-
tad íntima y hasta les confió su conciencia como confe-
sores. Pues bien:

<<Entre los cofrades que frecuentaron el Oratorio, tue uno


el Beato José Calasanz de la Madre de Dios antes de ftmdar
su Religión. Y porque como español no solo era amigo del
Venerable Padre Domingo sino también de otros religiosos
nuestros, como se dice en su Vida, por el concepto que ellos
tenían de sus insignes virtudes, hiciéronlo pintar secreta-
mente en un lienzo, que colgaron en el corredor que lleva
al Oratorio, sobre la portezuela correspondiente a la capilla
de dicho Oratorio a la parte de la epístola. Y con ocasión
ele su Beatificación lo pidieron los PP. de las Escuelas Pías
para sacar copias; se les prestó gustosamente, y luego fue
colocado en el salón del convento>> 58,

En San Eustaquio está todavía la Cofradía del Santí-


simo Sacramento, con el fin primario de acompañar la
Eucaristía en los Viáticos a los enfermos. Tiene en su
sala de juntas un buen óleo de San José de Calasanz y la
tradición de que fue el Santo uno de sus cofrades. Nuestro
Archivo ni lo confirma ni lo niega.

LA MADONNA DEI MONTI.

Consta en cambio que visitaba con frecuencia y cele-


braba con especial devoción en la Madonna dei Monti.
Esta advocación mariana no tiene nada de montañoso.
En el corazón de Roma, entre las vías Nazionale y Ca-
vour, hay una zona que puede decirse lame el pie de

57. P. Jorge Sántha, ibid.


58. Reg. Cal. n. 13, doc. 13.
ROMANIZACION Y SANTIFICACION 81

tres colinas: el Esquilino, el Viminal y el Quirinal. El


barrio allí situado se llama naturalmente el rione dei
111-onti (barrio de los montes). Y allí ocurrió que, diez
años antes de llegar a Roma nuestro Santo, se había
erigido un templo suntuoso a la Virgen por un acaeci-
miento sencillo pero singular. Había allí un convento de
Clarisas que pasaron al dt:: Panisperna, quedando la casa
para viviendas particulares. Una de las estancias pasó
a servir de depósito de heno. Unos temblores de tierra
pusieron en alarma a los inquilinos. La dueña de la casa
tiene la extraña visión de una Virgen que le exige lim-
pieza total de la vivienda, henil inclusive. Un mozo que,
azada en mano, trabaja en este último, oye una voz que
reclama atención y cuidado para no herirla. Una ciega
que ha bajado al henil ha oído también la voz con pro-
mesa consoladora de que pronto recuperará la vista. Todo
concurre a que se desaloje en seguida el henil y a que
se descubra en su pared más sucia y obscura un cuadro
en forma de tríptico medieval, con una Virgen sedente
preciosa y un Niño en su rodilla izquierda, que mira y
bendice con gracia y majestad de encanto. La nueva ima-
gen de María para la que se ha construido el suntuoso
templo, no necesita bautismo; todos la llaman la Ma~
d01ma dei Monti, la Virgen de los Montes. Está, como
quien dice, de moda. Y Calasanz recién romanizado la
ama con delirio y le reza con fervores de santo en ciernes.
Cuando sea un anciano de noventa años, y haya pasado
por todos los sufrimientos y cruces de la gran tiniebla
y de la noche obscura, veremos a la Madonna dei Monti
pagarle con los más dulces consuelos su amor de ahora.

LA VISITA DE LAS SIETE BASILICAS.

De momento se va sumergiendo cada vez más en los


quehaceres de la Roma piadosa de fin de siglo. Sus cofra-
días, sus basílicas y santuarios le son familiares. De entre
aquellas dejemos para el capítulo siguiente la de la Doc-
trina Cristiana; los santuarios y basílicas no mencionados
todavía nos traen el tema calasancio de la visita de las
siete Iglesias.

6
82 SAN JOSE DE CALASANZ

Entre las prácticas piadosas privativas de la Ciudad


Eterna figuraba desde tiempos antiguos la visita, ya pri-
vada, ya colectiva, de las cuatro Basílicas Mayores -San
Pedro, San Pablo, San Juan de Letrán y Santa María la
Mayor-, y de las tres Menores -San Sebastián, San
Lorenzo y Santa Cruz-. San Felipe Neri reanimó y sis-
tematizó esta devoción, organizando cortejos, añadiendo
letrillas y cantos populares, introduciendo sermoncitos
a cargo de niños y jóvenes, sin olvidar la parte humana
de reparto de meriendas al punto medio de la larga pere-
grinación. Desde el Vaticano a Santa María la Mayor,
ordenando la vuelta por San Pablo, San Sebastián, Letrán,
Santa Cruz y San Lorenzo, mídense unos trece kilóme-
tros; y calculando la estancia en cada Basílica de un
máximo de quince minutos, se necesita un mínimo de
cinco horas para cumplimiento total del ejercicio, sin
dormirse en las marchas a cuatro kilómetros hora. Es
devoción para cuerpo mayor, recomendable a deportistas
y atletas. En 1935 la Sagrada Penitenciaría Apostólica
trató de restablecerla, enriqueciéndola con indulgencia
plenaria; y en el pertinente decreto recordaba que San
José de Calasanz -según se narra- la practicaba todos
los días, y San Felipe Neri frecuentemente 59 •
Todos los historiadores calasancios y buen número
de sus testigos procesales atribúyenle efectivamente por
aquellos años dedicación más o menos constante a esta
devoción tan romana, llegando algunos a exageraciones
manifiestamente imposibles, pero manteniéndose otros
dentro de un realismo muy satisfactorio y edificante.
Nuestro conocido Hermano Ferrari limita la asidui-
dad cotidiana al Año Santo de 1600:
«Sé que habiendo venido a Roma en 1592, como el mismo
P. José me dijo, y encontrándose aquí el Año Santo del Papa
Clemente, y siendo simple sacerdote y no claustral, durante
todo el Año Santo visitó diariamente las iglesias para ganar
el jubileo, y esto lo sé porque se lo oí decir a él mismo, con
ocasión en que alababa a algunos caballeros y a algunas an-
cianitas que no dejaron nunca de hacerlo, diciendo que todos
los días había encontrado a aquellas mismas personas, y sa-

59. AAS 37, 1935.


ROMANIZACION Y SANTIFICACION 83

cándolo como ejemplo para persuadirnos a que frecuentá-


semos la visita de dichas iglesias. Y aún añadía que él, para
tener tiempo de llenar sus muchos menesteres, solía hacer
una buena parte de la visita de iglesias, de noche» 60 •

El P. Catalucci nos dice sencillamente:


«Era muy asiduo en visitar las siete iglesias de Roma ... >>.

Según el P. Morelli las visitaba casi cada día.


El teatino P. Maggi nombra la visita de las siete igle-
sias, que acostumbraba a realizar de día o de noche 61 •
El P. Berro se contenta con que las visita muy a me-
nudo. Y en plan de exageración el P. Bandoni aseguró
la cuotidianidad y aun antes del amanecer y por espacio
de catorce años. Bien se ve que no era testigo presencial.

ROMANIZACION.

Pero siempre quedará como absolutamente cierto que


San Calasanz practicó frecuentemente la devoción de las
siete Iglesias. Y es esto lo que nos interesa: que se aden-
tra cada vez más en el espíritu de Roma, de la Roma
cristiana se entiende, que reacciona frente al desborda-
miento protestante y se reafirma cabeza y modelo de la
catolicidad. Día llegará en que Calasanz se afirmará de
pleno sentir romano, y es ahora cuando se va realizando
el cambio, cuando se va compenetrando con las basílicas
y los oratorios, con los palacios y los tugurios, con los
Cardenales y con los pordioseros, con los hospitales y las
cárceles, con los Santos y los criminales de la ciudad
de los Papas.
Y la Roma de finales del siglo dieciséis ha visto a San
Carlos Borromeo y a San Felipe Neri, a San Luis Gon-
zaga y a San Roberto Belarmino, a San Camilo de Lelis,
a San Lorenzo de Brindis y a San Leonardo de Lucca,

60. Reg. Cal. n. 30, p. 199.


61. Folio adjunto a la Breve Notizia ele Catalucci y Reg. Cal. n. 89.
84 SAN JOSE PE CALASANZ

que no había para menos, teniendo que dar el mentís a


los centuriadores magdeburgenses. La coincidencia es-
piritual de San José de Calasanz con San Felipe y San
Carlos, aun cuando no llegaran a tratarse, fue estrechí-
sima. Con San Camilo y San Leonardo fue efectiva y real.
Casi toda la hagiografía calasancia introduce en Roma por
este tiempo una gran peste, que da ocasión a San José
para desvivirse abnegadamente por los apestados, en com-
petencia con San Camilo de Lelis, el fundador de los
Ministros de los Enfermos. La fuente de esta noticia es
una anciana de setenta y tres años, madre de la marque-
sa de Biscia. Ambas testificaron ante el tribunal del Pro-
ceso Informativo constituido en su propia casa, en aten-
ción a la edad de la madre. Tenía por tanto dieciocho
años en 1596, cuando localiza el hecho el P. Talenti.
<<Yo he oído decir que el P. José, antes de fundar su
Religión, se había dado a la vida espiritual, al celo de las
almas y a la caridad; y, en particular, recuerdo haber oído
decir que no sé qué Papa había hecho venir a Roma muchas
personas rpara introducir en la ciudad el arte y manufactura
de la seda. Y habiendo enfermado todas o casi todas ellas,
murió gran rpaite de las mismas. Como, por forasteros, no
tenían nadie que les atendiese, el dicho P. José en compañía
del Beato Camilo iba a cuidarles, llevándoles borriquillos
cargados de pan rallado y otros alimentos de enfermos; y
los consolaba y a algunos los ayudaba a bien morir>> 62,

Y la propia anciana doña Laura della Ricci añadió


algo más interesante. Preguntada por el juez eclesiástico
sobre qué sabía acerca de la fama de santidad del Siervo
de Dios, contestó de la siguiente manera:

«Entiendo por pública voz y fama la acción que corre de


boca en boca, como ocurre con la opinión de santidad de
dicho P. José. La cual veo esparcida comúnmente entre
personas nobles, devotas y de espíritu, como ha sido entre
otros mi confesor, el P. Juan Leonardo, Fundador de la Re-
ligión de Santa María in Pórtico. Era confesor mío antes de
confesarme yo con el P. José. Y dicho P. Juan Leonardo me
decía que el P. José era un gran santo y un siervo de Dios,

62. Proceso Informativo. Reg. Cal. n. 30, p. 334.


ROMANIZACION Y SANTIFICACION 85

y contaba cosas grandes de sus virtudes; pero yo no las


recuerdo, porque es cosa pasada de más de cuarenta años».

Interesa en gran manera esta amistad entre los dos


Santos, San Leonardo y San Calasanz, porque precisa-
mente en 1594 acababa aquel de publicar en Nápoles un
libro o tratado de la buena educación de los hijos y poco
antes en Roma en 1591 otro sobre la Institución de una
familia cristiana, y Calasanz debió de leerlos e influyeron
sin duda en sus posteriores determinaciones. Por otra
parte, los Padres Luqueses y toda la ciudad de Lucca se
distinguía por su simpatía con los españoles. Cervantes
en el Persiles la alaba sobremanera «como pequeña, her-
mosa y libre, protegida de España, y donde los españoles
son mejor vistos y recibidos que en parte alguna».

VICTORIA, LA PARALITICA,
Y SANTIAGO, EL HORTELANO.

Mas no solo intimó con los Santos oficialmente cano-


nizados por la Iglesia. Nunca han faltado almas selectas,
pero escondidas, en el Cuel'po Místico de Cristo. Calasanz
descubrió y admiró a la pobre paralítica Victoria, a San-
tiago el hortelano ...
Era ya el 1600. Iba el venerable Padre recorriendo los
tugurios de Roma para dejar las limosnas de la Cofradía
de los Doce Apóstoles. Al pasar por la calle de los Cla-
veros, le salió una pobre mujer de detrás de la iglesia
de San Carlos dei Catenari, invitándole a pasar a su mí-
sera vivienda, para que viese a su hija enferma y se mo-
viera a dejarle algún socorro. Pasó Calasanz, condescen-
diente, y su espíritu avizor se encontró con un espectáculo
corriente de enfermedad y miseria, pero que en su parte
psicológica era una maravilla imponente, más impresio-
nante que la majestad de las basílicas mismas. Era una
pobre joven, baldada y casi paralítica, que llevaba, no
obstante, una vida interior de abrumadora riqueza. Quin-
ce años hacía que soportaba pacientemente su desgracia,
complejo de múltiples enfermedades que la habían con-
ducido a la quietud absoluta de su raquítico cuerpo, pero
que no habían logrado quitarle la paz, la agilidad y aún
86 SAN JOSE DE CALASANZ

la alegría del alma. Vestía como podía todas las mañanas


la madre a la hija Victoria y la depositaba en un viejo
sillón desvencijado. Lo demás corría ya a cuenta de la
misma paciente. Cerraba los ojos, se santiguaba y comen-
zaba invariablemente su itinerario espiritual. Iba men-
talmente a San Pedro, y a la puerta se humillaba con el
acto de contrición; hacía luego la visita a los siete alta-
res y terminaba postrándose ante la Confesión; hacía el
acto de fe y se despedía del Príncipe de los Apóstoles.
Emprendía luego la marcha hacia San Pablo y rezaba
durante el camino el Santísimo Rosario. Cumplía las de-
vociones en aquella basílica, y peregrinaba luego, siem-
pre con la imaginación, hacia Santa María la Mayor re-
zando efectivamente más misterios del Rosario. En una
de las paradas estacionales oía Misa devotamente, a la
comunión del sacerdote se acercaba al comulgatorio y
practicaba la Comunión espiritual con su normal acción
de gracias. Terminaba la vuelta de sus iglesias predilec-
tas y, por fin, abría los ojos a la mísera y triste realidad
circundante. Era ya la tarde y tomaba entonces, agrade-
cida, la pobre menestra que su madre afanosa le había
podido preparar con la ayuda de las aportaciones de un
hermano que trabajaba de pintor.
El Visitador de la Cofradía de los Apóstoles había
entrado en la estancia y se había sentado a la vera de la
enferma. Inició algunas preguntas para ver cómo estaba
de doctrina, con ánimo de infundirle algún conocimiento
elemental. Cuál no sería su maravilla al oír de labios de
la propia doncella el relato minucioso de cómo empleaba
su tiempo y cómo se valía de la imaginación para arrai-
garse en la verdadera virtud. A las visitas siguientes la
joven, ansiosa de más sufrimientos, llegó a pedirle un
cilicio para su mortificación.
Calasanz entre tanto bendecía a Dios a la vista de tal
portento de la gracia, y procuró darlo a conocer a quien
fuera naturalmente capaz de calar en su magnitud.
El otro amigo era el hortelano Santiago, un buen
hombre, casado y simple trabajador, que con la prác-
tica de la oración mental había escalado las estancias
cimeras del castillo interior. La fama de su virtud le
había ganado la consideración del Papa Clemente VIII y
ROMANIZACION Y SANTIFICACION 87

la amistad de cardenales y príncipes. El Gran Duque de


Toscana le había hecho ir a Florencia para sacar de pila
en San Giovannino a uno de sus vástagos. Y seguía en
su sencillez, y seguía en su trabajo y en su oración. Cala-
sanz le llevó a ver el prodigio de Victoria. A la cual por
cierto dícese que el cilicio, prestado por José contra toda
prudencia humana, llegó a restablecerla totalmente en
su salud 63

UN MILAGRO, UNA PROFECIA Y UNA VISJON.

Entre prácticas, ocupaciones, caridades y amistades


tan santas, adivinamos que Calasanz no andaba lejos de
la santidad. No es que esta necesite de milagros, de pro-
fecías, de visiones, de gracias gratis datas. Pero hay que
reconocer que suelen a veces ser su cortejo y su signo. Por
ello, aunque pequemos de prolijos en este capitulillo,
vamos a coronar este quinquenio de la vida calasancia,
en las postrimerías del siglo xvr, siendo aún simple sacer-
dote secular, con un milagro, una profecía y una visión.
Depone el P. Castelli:
«Yendo un día a San Juan de Letrán en la visita de las
siete iglesias, se encontró con un grupo numeroso de gente
que pugnaba por hacer entrar a la fuerza a un endemoniado
en el templo y no podían con él. Se acercó el P. José, armado
de fe viva y verdadera, le tomó de la mano con los dedos
de su derecha que alzan en la Misa la Sagrada Hostia. El
energómeno se dejó llevar como un corderillo y penetró en
el interior de la basílica. Años después preguntábale yo si
era verdadero el caso y cómo fue. Su contestación fue natu-
ral y al mismo tiempo evasiva: "¿Pero no sabéis la fuerza de
que son capaces los dedos consagrados de un sacerdote?" 64.

Tomamos del P. Caputi:


«Para evitar el aplanamiento, el sueíi.o y los peligros del
demonio meridiano en los extremos calores del estío romano,
acostumbraba pasarse de la casa Colonna al segundo claustro

63. Todo el relato del P. Juan Carlos Caputi está en sus Fragmen-
tos, Reg. Cal. n. 82, p. 26; y vuelve al mismo tema en las Memorias
Históricas.
64. Sumario Mayor, de los Procesos, n. 8, párrafo 15.
88 SAN JOSE DE CALASANZ

de los Santos Apóstoles y allí paseaba rezando el Rosario "


tomaba algún librito y hacía la lectura espiritual que luego
introdujo en las Reglas de Novicios, para desviar la ocasión
de cualquier mal pensamiento nacido del vaho de la mesa,
que no es la que más a Dios conduce. Un día mientras allí
paseaba, salieron del claustro dos jóvenes franciscanos, lla-
mado el uno P. BagnacavaUo y el otro Fray Juan Bautista
de Larino, estudiantes de los Menores Conventuales, y sin
darse cuenta de que estaba él paseando, comenzaron a reto-
zar, persiguiéndose, alcanzándose, esquivándose, provocándo-
se de columna a columna, jugando al fin como chiquillos
o como pájaros en libertad. El P. José los llamó con corteses
y amables maneras, e iniciando suave reprensión, vino a
decirles cuánto mejor sería emplear aquel tiempo en la lec-
tura o en la plegaria, porque ellos dos precisamente habían
de ser más tarde los Supremos Moderadores de la Orden
Conventual y debían dar ejemplo a los demás en bien de su
propia Religión. Quedaron ambos no ya corridos sino mara-
villados de la seguridad con que les hablaba, y enmendaron
su juvenil fogosidad, aplicándose más a su seria formación.
No tardó el tiempo en sacar verdadera la profecía del Vene-
rable. El P. Bagnacavallo no solo fue General de su Orden
sino aun su Reformador conforme al espíritu de San Fran-
cisco y San Buenaventura. El P. Larino fue su Vicario Ge-
neral, y luego General con todas las preeminencias. Y ellos
mismos contaron el incidente a los Padres Caputi y Berro
de las Escuelas Pías» 65.

Y también es de procedencia conventual franciscana


una testificación procesal legalizada con todas las caute-
las notariales, en correspondencia con lo importante de
su contenido, que limitamos a lo estrictamente esencial:
<<Yo Fray Buenaventura Claver, Obispo de Potenza en la
Basilicata de Italia ... , comunicándole por último un día en
San Pantaleón mis intimidades y sentimientos, me contó con-
fidencialmente que en Asís, habiendo ido él para ganar la
indulgencia plenaria de la Porciúncula la fiesta del 2 de
agosto (de 1599) en Santa María de los Angeles, aparecióle
el Padre San Francisco dos veces; en una lo desposó con
tres doncellas que significaban y representaban los tres votos
de Obediencia, Castidad y Pobreza; y en la otra le mostró
la grandísima dificultad de ganar la indulgencia plenaria.
Díjome que aquellas visiones las había percibido clarísima-
mente por la iluminación tenida interiormente, pero que no
sabía e~plicarlas» 66.

65. Noticias Históricas, P. CAPUTI, tomo 1, parte 111, p. 12.


66. Reg. Cal. n. 28, pp. 71 y 75.
ROMANIZACION Y SANTIFICACION 89

Todo comentario resulta pálido ante la atenta lectura


de estas dos inefables visiones, atisbos del porvenir, cuan-
do todavía es José sacerdote secular; hizo ya voto de vir-
ginidad allá en España, pero no piensa ni aun remota-
mente en la vida religiosa propiamente dicha. Es un mo-
mento culminante de misticismo. Calasanz había inicia-
do ya su obra escolar y catequística; pero la inundación
del Tíber había puesto una nota de provisionalidad y aun
de desorientación en todo lo hecho.
La fecha exacta de las visiones de Asís marca la cum-
bre de madurez en la espiritualidad calasancia. Todo está
a punto. El proceso de desilusión y desprendimiento, de
olvido de la patria y de entrega en las manos divinas está
consumado. Va a empezar la obra de la fundación de las
Escuelas Pías y la experiencia en grande del apostolado
de la enseñanza. Ella enfocará el siglo xvn hacia la Ilus-
tración y abrirá en la Historia la era de las democracias.
9. Génesis y ensayo de la idea fundacional
(1597- 1601)

COFRADIA DE LA DOCTRINA CRISTIANA.

En 1563 en Peralta de la Sal un niño de cinco abriles,


José Calasanz Gastón, se escapaba de la herrería paterna,
y, cuchillo en mano, retaba al demonio, para acabar de
una puñalada con el enemigo de Dios.
Sin él saberlo, aquel mismo año y en la ciudad de
Trento, la Iglesia Católica reunida en Concilio, infería
al enemigo de la Cristiandad el golpe mejor asestado y
preparaba las más brillantes victorias en la lucha eterna
de la luz contra las tinieblas, al promulgar en su Sesión
vigésimocuarta y entre los decretos de reforma, el siguien-
te canon 4. 0 :
«Asimismo los Obispos cuidarán de que por lo menos
los días festivos y dominicales, en todas las parroquias y por
aquellos a quienes competa, se enseñen dHigentemente a los
niños los rudimentos de la fe y la obediencia para con Dios
· y para con los padres)) 67,

Nada más y nada menos. Era la universalización obli-


gatoria de la catequesis, el reconocimiento de los valores

67. Hefele-Lec!erc, vol. X, p. 570. Concilium Tridentinum, Sess. VIII,


capítulo XXIV, can. 4.
92 SAN JOSE DE CALASANZ

de la instrucción intelectual y de la educación moral en


orden a la reforma de la sociedad cristiana. La voz del
Concilio se levantaba para pedir labor diligente en el
nuevo apostolado de la enseñanza de los niños.
Ocho años después, Pío V, el Papa de la victoria de
Lepanto y que fue el primero en llevar a la práctica los
decretos tridentinos, publicó una bula Ex clebito pasto-
ralis officio en que, abundando en el sentir de dicho canon,
exhortaba a establecer en todas las diócesis Cofradías de
la Doctrina Cristiana. Era el apostolado de la enseñanza
que se plasmaba en sus más elementales realizaciones.
De esa Bula son pedagógicamente interesantes algu-
nos considerandos, y de entre ellos, uno de carácter
histórico:
<<Considerando que, según fidedignos relatos, algunos fieles
de probada vida, movidos de caridad, que es la suprema entre
las virtudes, hacia obra tan piadosa y salubérrima para la
república cristiana, la abrazan y practican los domingos y
días festivos en las iglesias u otros sitios, en que reuniendo
a niños, jóvenes y personas ignorantes, los instruyen en
buenas costumbres y sana doctrina, y los dirigen diligente-
mente por la vía de los mandamientos divinos ... >> 68,

¿A quiénes alude este considerando de la Bula Ex


debito?
Indudablemente a los grandes catequistas fundadores
de la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que era ya un
hecho antes de la Bula y aun antes del Concilio de Trento.
Evidentemente catequesis y catequistas los ha habido
siempre en la Iglesia de Dios, tanto en la Edad Media
como en la Antigua. Pero la intensificación, organización
en Cofradías y sistematización a base de Catecismos im-
presos, es solo obra de la Edad Moderna o tiempos nue-
vos, con la imprenta y facilidades de alfabetización que
antes no existieron.
No es de extrañar por tanto que los comienzos de la
Cofradía de la Doctrina Cristiana se fijen en 1536 y en
Milán, cuando Castellino da Castello con su colaborador
Francisco Villanova combaten la ignorancia en su iglesia

68. Bullarium Romanum, vol. 7, p. 945.


GENESIS Y ENSAYO DE LA IDEA FUNDACIONAL 93

milanesa de Santiago y San Felipe, valiéndose de un pe-


queño catecismo llamado el Interrogatorio, que enseñan
a los niños de la calle con el señuelo de regalillos y del
aprendizaje de la lectura y escritura. Pronto el milanés
organiza Cofradía y en 1555 logra imprimir una Regla,
la primera en este género de reglamentos 69 ,
Cunde el buen ejemplo por Italia y llega a Roma con
Marcos De Sadis-Cusani, con el P. Enrique Pietra y otros
entusiastas colaboradores en torno a 1559, logrando crear
cinco escuelas, una de ellas en Santa Dorotea del Tras-
tévere. Pero su centro principal es Santa Agueda en la
misma región transtiberina, iglesia que les adjudica Gre-
gario XIII en 1575 y de la que reciben el nombre de
Agatistas del Trastévere 7Q.
Allí se produce el fenómeno de un desdoblamiento
o bifurcación. En la Cofradía hay miembros que son
sacerdotes y miembros que son simplemente seglares. Un
grupo de aquellos se organiza en Corporación Religiosa
y deviene la Congregación de Padres de la Doctrina Cris-
tiana; todos los restantes siguen formando la Cofradía
de la Doctrina Cristiana; pero no se separan entre sí,
sino que siguen viviendo juntos en una simbiosis original.
En 1596 se reconoce exención a la Congregación y en 1597
se renuevan las Reglas de la Cofradía. Y así se llega al
año que nos interesa, el del ensayo de las ideas que han
comenzado a bullir en la cabeza del sacerdote español,
ya romanizado, José de Calasanz 71 •

CALASANZ, CATEQUISTA CONVENCIDO.

Repitamos que el 4 de febrero de 1595 dieron en Bar-


bastro carpetazo al Monitorio y promovieron a José el
amargo pleito de la canonjía. En lugar de entregarse al
despecho y de ser un rencoroso más, de los que pululan
por el mar de las amarguras de la existencia, Calasanz se

69. Pedagogía Catequística, Mons. LLORENTE, síntesis histórica final.


70. P. SANTHA, San José de Calasanz. Su obra, p. 44.
71. P. CLAUDro VrLA, Fuentes Inmediatas de la Pedagogía Calasancia,
p. 263.
94 SAN JOSE DE CALASANZ

entrega aquel año a una más intensa santificación propia


y a un más activo ejercicio de la caridad romana. Se
inscribe en la Archicofradía de los Doce Apóstoles, luego
dará también su nombre a la Cofradía del Oratorio de
Santa Teresa de los Carmelitas de la Scala, a la del Sa-
cramento de la iglesia de San Eustaquio, a la de las
Llagas de San Francisco, a la del Sufragio en la Via Giulia,
a la de la Trinidad de los Peregrinos. Pues bien: adrede
habíamos omitido que se inscribió asimismo en la Co-
fradía (aún no era Archicofradía) de la Doctrina Cris-
tiana. Fue ello de máxima importancia en la orientación
de su ulterior actividad.
Apenas se entrega a la caritativa tarea de repartir
personalmente las limosnas y los servicios de la Archi-
cofradía de los Doce Apóstoles, Calasanz se percata de
la miseria material alarmante que cunde no solo por los
suburbios sino también por todos los barrios interiores
de Roma, en aquellos años de Clemente VIII que fueron
realmente de hambre y penuria; pero se da cuenta más
todavía de la indigencia intelectual y moral, de la igno-
rancia y abandono en que se asumen las conciencias,
más palpable naturalmente en las almas de los niños.
El P. Berro contará más tarde con toda precisión a base
de una carta del Santo:
<<Con ocasión de que nuestro don José visitó por seis o
siete años toda la ciudad de Roma muchas veces como Visi-
tador de la Cofradía de los Santos Apóstoles, había encon-
trado multitud casi innumerable de niños que por la po-
breza no podían ser llevados por sus padres a las escuelas,
y por lo mismo se perdían corporal y espiritualmente, dán-
dose a todos los vicios que la necesidad y el ocio suelen
enseñar. A más de que algunos ni sabían siquiera el Padre-
nuestro, el Avemaría y las cosas indispensables para la sal-
vación; veía por otra parte a muchos otros de prometedor
ingenio, que, de emplearlo bien, darían óptimo resultado con
provecho extraordinario de sus almas ... » n.

Con esta triste experiencia y con su afán de perfec-


ción, José se afilia como cofrade secular a la Cofradía de

72. Anotaciones Históricas, P. BERRO, cap. XII del libro l. "De


cómo comenzó la primera vez las Escuelas Pías en el Trastévere".
GENESIS Y ENSAYO DE LA IDEA FUNDACIONAL 95

la Doctrina Cristiana. El mismo nos lo transmite al recor-


dar a los otros tres o cuatro cofrades seculares, don Marco
Antonio Arcángeli entre ellos, con quienes comenzó a tra-
bajar en las escuelas que se hacían de antaño en Santa
Dorotea, no en Santa Agueda de los Agatistas.
La distinción canónica y oficial entre cofrades secu-
lares y Padres Doctrineros o Agatistas data de 1596,
cuando Clemente VIII concede a estos últimos la exen-
ción; pero la distinción de hecho arranca de 1587 vivien-
do todavía Marcos Cusani. El grupo que mantiene las
escuelas de Santa Dorotea es de seculares. A todos sobre-
vive nuestro José; pero también a todos aventaja en
ardor desde el principio.
«Y se dedica con tanto fervor a enseñar la Doctrina Cris-
tiana -añade el P. Caputi- que no contentándose con los
domingos y fiestas, hasta los días laborables, mientras va
repartiendo las limosnas de los Doce Apóstoles, la pregunta
en las casas y por las calles a los pequeños que al paso en-
cuentra, y va percatándose con dolorosa experiencia de que
la inmensa mayoría no se sabe santiguar, ni rezar las ora-
ciones, ni tiene idea de los rudimentos de la fe ... y pian
piano, poquito a poco comienza a enseñarles y el catequista
deviene maestro» 73,

DE CATEQUISTA A MAESTRO.

Fueron por tanto simultáneas las actividades limos-


nera y doctrinal de Calasanz en el último quinquenio del
siglo xvr. Su temperatura espiritual iba en aumento. Su
compasión y preocupación por los niños se hacía cada
vez más absorbente. El P. Castelli, siempre propenso a
dramatizar corno en el "Ve a Roma" de Urgel, compone
ahora otra escena felizmente expresiva de las inquietudes
de aquel espíritu en que va entrándose a raudales el pro-
blema de la infancia.
<<Para obedecer al impulso divino se vino a Roma; y des-
pués de algunos días, pasando por una plaza que no recuerdo
cuál fuese, vio una multitud de muchachos extraviados que

73. Noticias Históricas, P. CAPUTI, t. Il, parte III, n. 4, p. 11, verso.


96 SAN JOSE DE CALASANZ

hacían mil diabluras, incluso lanzando piedras a los tran-


seúntes, y oyó como si una voz fe dijera: Mira, mira. Y re-
sonando más y más en su conciencia, mientras miraba bus-
cando el sentido de la voz misteriosa, le vino al pensamiento
la siguiente reflexión que venían rumiando sus labios secre-
tamente: Quizá el Señor quiere que me haga yo cargo de
estos muchachos. Y desde aquel instante no pensó sino en
prestar ayuda a aquellos niños tan faltos de educación. Y
crecíale de día en día aquella preocupación, hasta que la
plasmó en su Instituto>> 74,

Múltiple era la motivación de sus ansias: el ardor


fecundo de su caridad; la necesidad del conocimiento
de la Doctrina; la sobreestimación de la cultura; el celo
ardiente por el niño desamparado; la inspiración y el
impulso divinos; el espectáculo de la grosería callejera;
la penetración íntima de ambientes familiares no educa-
dores; la compasión, una compasión universal que se
vuelca sobre lo más endeble y lo más excelso, un abrazo
inmenso al alma de todos los niños para sacarla de entre
las escorias y ponerla al lado del corazón de Cristo.
Todo ello le impulsa a querer que se enseñe a todos
los niños, que no sean los ricos los únicos que escapen
al analfabetismo y participen de alguna cultura. Ve que
las esporádicas escuelas y catecismos de la Doctrina
Cristiana no llegan a todos. Que los maestros unitarios
de las trece escuelas se cruzan de brazos. Que la Urbe
romana se alza frente al protestantismo, triunfante de
cúpulas y de iglesias, de fontanas y de palacios, pero
tiene abandonados los chicos en el arroyo desmoraliza-
dor y mugriento. Ve que nadie se mueve, que nadie hace
caso ...
«Impelido, pues, por esta casi extrema necesidad de los
pobres, y visto que en los barrios de Roma los maestros
no admitían gratis más de seis u ocho cada tmo, excusándose
con que el Senado y el Pueblo de Roma no les pagaba para
más número; experimentando que los Padres de la Compañía
de Jesús no los admitían en el Colegio Romano, si antes no
sabían bastante bien hasta los (verbos) impersonales; ha-
biendo hecho él personalmente todas las diligencias posibles
y hablado con los PP. Jesuitas para que abriesen escuela

74. Proceso Informativo. Reg. Cal. 30, p. 449, sesión del P. Castelli.
GENESIS Y ENSAYO DE LA IDEA FUNDACIONAL 97

inferior; comparecido asimismo en el Campidoglio para su-


plicar a Senadores y Conservadores de Roma que diesen algo
más a los maestros de barrio para que atendiesen a mayor
número de pobres; fracasado en todas sus demandas y
tentativas, a pesar de hacerlas con la recomendación del Car-
denal Colonna; y visto que en Roma, entre tantas obras de
caridad, no había manera ele hacer nada en favor de los
pobres pequeños; pensó que Dios le había dejado a él tal
encargo. Y confiado en su Divina Majestad, se sometió a su
divino querer» 75,

Así interpretaba la vocación calasancia el P. Berro,


el que más penetró en las intimidades del P. Fundador.
El P. Caputi coincide en las líneas generales y nos pre-
senta al buen Padre preocupadísimo por aquella deficien-
cia de la Ciudad Eterna. Sombrero en mano y en nom-
bre de los niños pobres va a los maestros, pasa al Colegio
Romano, sube al Campidoglio, se dirige al dominico re-
gente de la parroquia de la Minerva. A todos con la misma
súplica, mendigando por los pobres tembloroso de pre-
ocupación y de ansia. El buen párroco acaba por decirle:
«Arrodillémonos los dos v digamos por tres veces: "Señor,
1nuestra a quién eliges",>, Todo ello lo contó el propio
Calasanz a su amigo don Santiago de Avila, cofrade como
él de la Doctrina Cristiana y de los Santos Apóstoles en
los primeros tiempos, quizá el tercero de a bordo en las
escuelas de Santa Dorotea 76 •
Y allí fue precisamente donde pasaron a vías de hecho
los soliloquios preocupados de Calasanz. Desde el otoño
de 1597 intensifica su labor docente en las escuelas de
aquella parroquia, imprimiéndole un ritmo totalmente
distinto de los catecismos dominicales. Son de verdad
escuelas cotidianas; y al ir haciéndose José en ellas el
amo, con su asiduidad y con su entusiasmo, da el golpe
definitivo con una genialidad sorprendente. Y fue que
con el tiempo aquellas clases se habían ido convirtiendo
en escuelas de pago. Empezaron por catecismo domini-
cal; pero al hacerse cotidianas pagaba cada alumno un
tanto al mes. Y a rajatabla Calasanz se las compuso para

75. Anotaciones Históricas, P. BERRO, libro I, cap. XII.


76. Noticias Históricas, P. CAPUTI, tomo I, parte III, pp, 18-20.

7
98 SAN JOSE DE CALASANZ

eliminar a los de paga y convertir aquello en verdadera


escuela cotidiana popular. Todo el año 1598 se mantuvie-
ron así con un éxito de asistencia asombroso, y con una
eficacia de resultados que acreditaron las dotes excep-
cionales del improvisado educador 77 •

MAESTRO DISGUSTADO.

Mas no tardó en presentarse arrolladora e inconte-


nible la inevitable contrariedad, signo y prueba de las
obras de Dios. El 23 de diciembre de aquel mismo año 98
se desató una formidable inundación del Tíber, como no
se había visto en años y siglos. Aún se ven por la ciudad
lastras marmóreas indicadoras del nivel alcanzado por
las aguas. El barrio Trastévere fue naturalmente el más
castigado. La sala y cámara baja que el párroco de Santa
Dorotea, señor Brandini, dejaba gratuitamente para es-
cuela a los cuatro cofrades seglares de la Doctrina, que-
daron convertidas en lodazal. Ignoramos si a los prime-
ros meses del 99 pudieron reanudarse las escuelas; pare-
ce que no. José escribe a España en junio dando a enten-
der que ha estado gestionando remesa de fondos para
una causa pía que tiene intención de consolidar. No es
descabellado suponer que alude a sus queridas escuelas,
que por desgracia siguen cerradas. Por algo piensa en la
peregrinación a Asís que realizó el mes siguiente. Entre
tanto su compañero Marco Antonio Arcángeli pide for-
malmente a la Presidencia de la Cofradía de la Doctrina
Cristiana que tome bajo su protección la obra de la Es-
cuela Cotidiana de Santa Dorotea. Se necesita dinero para
restablecerla. Hay cuatro cofrades que atienden a ella
muchos años (por lo menos desde 1595). Es lástima de-
jarla morir. Parece que algo consigue Arcángeli del Pre-
sidente Cisoni. La Cofradía de la Trinidad de los Pere-
grinos recordará la ayuda máxima prestada a su obra
en los últimos meses del 99 por los Padres de la iglesia
de Santa Dorotea del Trastévere, y nos hace sospechar

77. Epistolario Calasa11cio, doc. 132-a, de 1623; y carta n. 4.185 del


año 1644.
GENESIS Y ENSAYO DE LA IDEA FUNDACIONAL 99

que ya está todo en marcha otra vez. Pero al comienzo


del Año Santo, el 26 de febrero, muere el párroco Bran-
dini y Calasanz ve en ello la coyuntura providencial para
un paso de trascendencia. De la marcha de las escuelas
en el Trastévere está disgustado. No funcionan con regu-
laridad. De los propios compañeros, cofrades seculares
de la Doctrina, quien va por la mañana, falta por la tarde,
y al revés. En el interior de la ciudad no fallaría tanto
la regularidad de la asistencia. Y en cuanto a la presen-
cia de las escuelas en el corazón de la Ciudad Eterna
bien sabe él por largos años de experiencia que es allí
tanto o más necesaria que en el suburbio.

ABANDONA EL SUBURBIO
Y ENTRA EN LA CIUDAD.

«Me resolví, cuando murió el párroco que nos prestaba


una sala y una cámara baja, a trasladar las escuelas dentro
de Roma, conociendo la pobreza grande que en ella había,
por haber yo visitado, siendo de la Cofradía de los Santos
Apóstoles por seis o siete años todos los barrios de Roma.
De los compañeros que tenía en el Trastévere uno solo me
siguió; y fue puesto el Instituto en Roma» 78,

Descontados los meses de inundación, se ve que duró


dos años efectivos el ensayo docente de Calasanz en las
escuelas doctrineras y cotidianas de Santa Dorotea del
Trastévere, por él transformadas en escuela gratuita y
popular.
El ensayo va a continuar por otros dos años. Oigamos
al propio Fundador:
<<De Santa Dorotea, al prinCipiO del Año Santo prox1mo
pasado fueron trasladadas las escuelas al interior de Roma,
a una casa junto a la posada del Paraíso (en la Plaza de las
Flores), por cuyo alquiler se pagaban 56 escudos anuales;
y como los escolares crecían en gran número fue preciso
tomar casa próxima, de cien escudos anuales de alquiler, a
la que concurrían cerca de 500 alumnos. En estas dos casas
estuvieron las escuelas casi dos años».

78. Ibídem.
too SAN JOSE DE CALASANZ

Obsérvese ante todo que el P. José no las llama todavía


Escuelas Pías. Ese nombre no ha sonado aún en la His-
toria. Son en definitiva de la Cofradía de la Doctrina Cris-
tiana, de la que tanto Calasanz como Arcángeli son co-
frades seculares. Pero adviértase también, por el con-
trario, que no son como ninguno de los veintidós catecis-
mos dominicales que por entonces tiene diseminados por
la ciudad la Cofradía. El alquiler de las dos viviendas
y la manutención de los maestros cotidianos es carga
excesiva para la tenuidad de sus caritativos ingresos. El
problema económico es sin duda el más agobiante. Pero
Calasanz está cada vez más entusiasmado con la afluen-
cia de alumnos. Ello es lo que le movió a tomar en alqui-
ler la segunda casa a monseñor Alejandro Serena. Es de
doble precio; pero en ella ha acomodado a cerca de qui-
nientos alumnos. Es tradición que de aquella primera
avalancha salieron dos cardenales, Oregio y Contiloro,
a los que el P. José llegó a ver con el tiempo ornados
con la púrpura. La solución más obvia de momento es
decidir al Presidente de la Cofradía a que esta se respon-
sabilice y haga suya la escuela diaria de la Plaza de las
Flores. Calasanz y Arcángeli lo merecen. Se han ganado
un colaborador magnífico en Francisco Fiammelli, céle-
bre matemático florentino, y la escuela de ábaco es una
filigrana. Calasanz, además de la continuidad y total en-
trega en las horas de clase, intensifica sus servicios a la
Cofradía en todos sus aspectos. El 13 de agosto de aquel
1600 aparece designado visitador extraordinario de las
escuelas de niñas juntamente con su amigo don Francisco
Villoslada. Le interesa que se fijen en él. Tal vez logren
sus amistades y admiradores llevarlo a la presidencia
de la Cofradía, y entonces sí tomarían vuelo, no ya los
catecismos dominicales sino las escuelas cotidianas, al
estilo de las de la Plaza de las Flores.

CANDIDATO A LA PRESIDENCIA.

Pasa sin embargo todo el Año Santo y la primera


mitad de 1601, y ocurre otro hecho providencial, que
trunca previsiones y propósitos humanos, para hacer
GENESIS Y ENSAYO DE LA IDEA FUNDACIONAL 101

triunfar los planes divinos. Y es que hubo sesión plena-


ria el 1 de julio de dicho 1601 en la Cofradía de la Doc-
trina Cristiana, con asistencia del Cardenal de Florencia,
su Protector, e intervención de 160 cofrades. Tocaba re-
novación de cargos, y para el de Presidente fueron pro-
puestos por votación tres candidatos, naturalmente viejos
cofrades. Y fueron: monseñor Mellini, Antonio Cisoni,
anterior Presidente, y José Calasanz. Llevaba ya este por
lo menos siete años de cofrade y destacaba por su acti-
vidad y celo. Pero quizá eran pocos en comparación de
Mellini y Cisoni, y realizado el escrutinio por judías blan-
cas y negras, fue reelegido Cisoni y quedó en tercer pues-
to Calasanz. Una derrota más, aunque mucho menos sen-
sible que la del pleito de la canonjía de tres años antes 79 •
Todos los proyectos de apoyar las escuelas de la Plaza
de las Flores en la Cofradía de la Doctrina Cristiana se
vienen abajo. Pero los niños ya se han metido en el cora-
zón de José y él es inasequible al desaliento. Continúa
trabajando en la Cofradía con el mismo entusiasmo. Al
medio mes, 17 de julio, en congregación secreta le nom-
bran visitador de enfermos a domicilio. Pero como los
quinientos alumnos de su grupo escolar de la casa de mon-
señor Serena van siempre en aumento, tiene la audacia
de dejarla a fines de año y convoca a sus chicos al palacio
Vestri, aunque su alquiler sea doblado. En la nueva casa
ya sus escuelas nada tienen que ver con la Cofradía. Son
cosa nueva. Hasta habrá que ponerles nombre nuevo.
Y Calasanz, que había manifestado en sus cartas su inten-
ción de hacer una Obra Pía, las bautizó entonces con el
sencillo y hermoso nombre de Escuelas Pías. En efecto
el maestro de la clase de ábaco, el referido Juan Fran-
cisco Fiammelli, publicó por su cuenta aquellos días un
libro de balística y de teorías bélicas y puso en su fron-
tispicio: El Príncipe cristiano guerrero por Juan Francis-
co Fiammelli, florentino, matemático teórico y práctico,
miembro de la asociación de las Escuelas Pías. En Roma,
imprenta de Luis Zannetti, año de 1602.

79. Reg. Cal. plúteo 13, p. 9: Noticias sacadas del Libro de la Cofra-
día de la Doctrina Cristiana, que comienza en 1595 y termina en 1602,
referentes al Beato José de Calasanz.
10. Doce años de Escuelas Pías,
asociación seglar
(1600- 1614)

ESCUELA PARA LA INTELIGENCIA,


PIEDAD PARA EL CORAZON.

Mientras en 1600 y 1601 funcionaron en la Plaza de


las Flores las escuelas recién introducidas en Roma por
el P. José, querían aún llamarse obra de la Doctrina Cris-
tiana. Calasanz y Arcángeli eran de la Cofradía. A medida
que crecen los alumnos y se van aproximando al número
de quinientos, los gastos van subiendo y haciéndose más
apremiantes. El 27 de marzo del segundo de aquellos dos
años Arcángeli planteó oficialmente al Presidente Cisoni
la necesidad de que la Cofradía proveyese de todo a las
cada día más pujantes y concurridas escuelas; de lo con-
trario, habrían de cambiar de nombre oficial. Vimos el
fracaso de tales aspiraciones y en 1602 ya es realidad
el nuevo nombre de Escuelas Pías.
Pero en ese nombre de Escuelas Pías quisiéramos
ver algo más. Contentémonos con apuntarlo, ya que en
este capítulo la cantidad de historia nos va a oprimir
hasta el agobio de la estrechez. El Concilio de Trento
en aquel su canon 4. urgió la enseñanza a los niños de
0

los rudimentos de la fe y la obediencia para con Dios y


104 SAN JOSE DE CALASANZ

para con los padres. El programa conciliar es de doctrina


cristiana y obediencia filial. Calasanz lo interpreta con
la escuela para la inteligencia y la piedad para el corazón.
Escuelas Pías son en síntesis instrucción y educación,
formación de la mente y de la voluntad, pedagogía inte-
gral del hombre al servicio de Dios. Que la piedad no es
la gazmoñería sino la sólida virtud que nos hace com-
portarnos como buenos hijos de nuestros padres, como
buenos hijos de Dios.
<<Y porque el número de alumnos iba en aumento, se
vieron obligados a tomar otra casa mayor, pasado San
Andrea della Valle, donde hoy tienen los Padres Teatinos de
dicha iglesia la portería de su casa. Costaba doscientos escu-
dos anuales y pertenecía a monseñor Vestri, entonces Secre-
tario de Breves, el cual dio a conocer al Papa Clemente VIII
la necesidad y utilidad de este Instituto en Roma. Y Su San-
tidad comisionó a los limos. Sres. Cardenales Baronio y
Antoniano que visitasen dichas escuelas y le diesen referen-
cia de las mismas. En vista del informe ordenó a su limos-
nero Jerónimo Brusco que pagase todos los años el alquiler
de la casa, que era de 200 escudos anuales, y lo pagó los dos
últimos años de su vida (1603 y 1604)>> so.

En 1602 lo pagó Calasanz y en 1605 ya estaba lega-


lizada la Asociación seglar de las Escuelas Pías. En este
año hubo nuevo traslado al palacio Manini, de 350 escu-
dos de alquiler, y aquí se permaneció casi por siete años
hasta 1612. Dos épocas, por tanto, bien demarcadas: la
del Vestri y la del Manini. Por de pronto que la pala-
bra palacio no traiga idea de suntuoso. Basta que un
edificio tenga unidad arquitectónica y forme más o me-
nos manzana aislada, para que el italiano le llame palazzo.
Las dos casas de la Plaza de las Flores no llegaban a
tanto. La casa Vestri, sí; pero apenas bastaba para
las clases y vivienda de algún profesor. Por ello no res-
cindieron contrato con la primera, la adosada a la posada
del Paraíso, y sirvió para vivienda de algunos otros. El
palacio Manini era mayor que el Vestri y albergaba a
todos los profesores a más de las aulas para las clases.

80. Información en torno a las Escuelas Pías desde sus comienzos


hasta el 1662. Es el documento 132-a del Epistolario.
DOCE AÑOS DE ESCUELAS PIAS, ASOCIACION SEGLAR J05

El de San Pantaleón fue mayor que el Manini; y hoy


nos da la impresión de pequeñez insignificante.

EN EL PALACIO VESTRI.

En el Vestri las cosas tomaron vuelo. José dejó el


servicio y morada con los Colonna y se entregó total-
mente a sus escuelas. El cardenal Marcantonio había fa-
llecido en 1597, pero José siguió en la casa de los Colon-
na hasta que el cardenal Ascanio marchó a España como
Virrey de Aragón en 1602. El número de alumnos es de
casi 700, todos absolutamente gratuitos. Necesitan para
su ingreso certificado de su párroco, que casi siempre es
el P. Félix de San Lorenzo in Dámaso. El P. José ordena
cuidadosamente los grupos de alumnos por las respec-
tivas clases y se les enseña con diligencia suma la lectura,
escritura, ábaco o aritmética, gramática latina, doctrina
cristiana y buenas costumbres. Aquello es muy distinto
de las trece escuelas de barrio que son unitarias, con un
solo maestro cada una. Las Escuelas Pías, el primer grupo
escolar graduado que apareció en el siglo xvn para la
masa popular en Roma, se distinguen por la perfecta dis-
tribución y gradación, y por el interés que se concede a
la enseñanza del ábaco o cuentas, muy descuidadas en las
otras escuelas. Los domingos y días festivos, alumnado
y profesorado en pleno se trasladan a la iglesia parroquial
de San Lorenzo, y se tiene allí una catequesis solemne,
que por algo sigue siendo el P. José cofrade destacadísi-
mo de la Doctrina Cristiana, y de 1602 a 1604 se tiene
constancia de sus cargos de visitador y de provisor espi-
ritual de la Cofradía 81 •
Lo más difícil de aquella empresa original y novísima
era la recluta y mantenimiento del personal docente. Los
señores Arcángeli, Boronzo, Rústici, Villoslada ya no sue-
nan. Rústici es quien facilitó el alquiler del local, empa-
rentado como estaba con monseñor Vestri. La casa era
alegre, con verdor, patio, aire sano, buenas habitaciones,

81. Ibidem.
106 SAN JOSE DE CALASANZ

limpieza y personal de servicio. Entre los maestros que


se asocian a la gran obra caritativa de Calasanz, los hay
que solo piden a la misma, mesa y vivienda; otros apor-
tan encima tres y aun cuatro escudos mensuales; tam-
bién los hay que cobran su trabajo. Gran tacto necesita
el P. José para gobernar un conglomerado tan heterogé-
neo. Y toda la cuestión económica ha de salir de la ca-
ridad como única fuente de entradas. El cardenal Mon-
talto y otros cardenales, el Senado y Pueblo Romano del
Campidoglio, los Conservadores del Municipio... ayudan,
y ayudarán más, al ver que la clase pobre tiene quien les
enseñe y saque adelante en las artes literarias y del ába-
co. Se han conservado diez nombres de sacerdotes que
colaboraron en aquellos cuatro años del Vestri, con siete
seglares a quienes llamaban Hermanos, y dos que vivían
en sus casas, Ventura Serafellini y Marco Antonio Delfini.
Los diez sacerdotes fueron los PP. José Calasanz, Gelio
Ghellini, Régulo Bellotti, Flaminio Casella, Martín Tovar,
Andrés Basso, Jerónimo Nicotera, Leonardo Mazentino y
Simón de Flores. Gaspar Dragonetti no era sacerdote,
pero en atención a su edad se convino en llamarle Padre 82•

VISITA INESPERADA.

A las primeras semanas de funcionamiento se encuen-


tran con un hecho inesperado. Los célebres cardenales
Baronio y Antoniano se presentan de improviso en visita
oficial de parte del Papa. Lo inspeccionan todo, pregun-
tan a Calasanz, preguntan a algunos de los maestros y se
meten en las aulas de los niños. El P. José no ha podido
preparar nada de antemano. La visita es de sorpresa. Mas
por todo recibimiento hace que sus niños repitan la jacu-
latoria recién enseñada:
Lodato sempre sia
il nome di Gesú e di María,
col Carla e col Philippo in compagnia.

82. Disertación del P. Sántha en Ephemerides, nov-dic., 1959, Nota 1


y p. 364. Los detalles de la casa son de una carta del P. Gelio Ghellini.
DOCE AÑOS DE ESCUELAS PlAS, ASOCIACION SEGLAR 107

Y es más oportuna que todos los discursos del barro-


quismo imperante. César Baronio que estaba entonces
escribiendo el undécimo tomo de sus Anales de la Iglesia,
había sido el discípulo predilecto de San Felipe Neri.
Silvia Antoniano, que figuraba entre los pedagogos teó-
ricos de la época, había escrito sus tres libros sobre la
educación cristiana de los niños a indicación precisamen-
te de San Carlos Borromeo. Los dos excelsos purpurados
preguntan a fondo el catecismo. Disfrutan y se entusias-
man ante la rapidez y seguridad de las respuestas de los
pequeñuelos. Se aproximan a veces con preguntas inten-
cionadas a principios peligrosos. Pero la ortodoxia más
sana y la piedad más ardiente afloran en las ingenuas
contestaciones infantiles. Se despiden satisfechos los Vi-
sitadores. El resultado de su informe es que el Papa orde-
na pagar de su cuenta el alquiler de la casa y permite
al establecimiento la cuestación de limosnas a nombre
de Escuelas Pías. Era que monseñor Marcelo Vestri, con-
tento del destino que se daba a su alquilado palacio, se
había adelantado a hablar a Su Santidad, y Clemente VIII
había querido informarse debidamente antes de aprobar
y de estimular la obra.

PREFECTURA DEL P. lOSE.

Y de entonces debió ser la designación del P. José como


Padre Prefecto, y un reglamento más o menos elástico
que diera unidad a aquel conglomerado secular sin votos
ni contrato público, a aquella mezcolanza de sacerdotes,
con seglares ajenos a la clerecía. Nombramos antes a los
clérigos de comunidad y a los que tenían casa propia.
De los fratelli o hermanos quedan los nombres de Nico-
lás de Bérgamo, José de Gregario, Domingo Monechini,
Miguel Ferrer, Eusebio Manente, Juan Pablo y Hermano
Nicotera, hermano de sangre del P. Jerónimo Nicotera,
que era por cierto uno de los maestros de Roma, el del
barrio de San Angelo.
De incidencias anecdóticas de la época poco se ha
conservado. El Cardenal Montalto era el más asiduo en
la limosna. Una de las veces se consignó por equivoca-
108 SAN JOSE DE CALASANZ

ción a los Padres de la Doctrina Cristiana (los Agatistas)


en lugar de los Padres de las Escuelas Pías y hubo que
deshacer el entuerto con un Memorial, uno de los pocos
documentos alusivos a aquellos primitivos tiempos 83 •
También se conservaron dos cartas de julio y agosto
de 1602 a un hermano del P. Gelio Ghellini y que hablan
del Vestri. Fue este Padre el colaborador más angelical
de aquella primera leva; a él confió el Padre Prefecto la
dirección espiritual y la práctica de la Oración Continua
en el Colegio. Atraía por su inocencia a los muchachos
como el imán las limaduras del hierro, y los acercaba,
como nadie, hacia Dios. La Oración Continua era la acción
individual, como complemento de la formación masiva
y colectiva de las clases. En grupitos sucesivos de nueve
o doce desfilaban todos los niños y jóvenes por el orato-
rio y allí el P. Gelio les enseñaba, uno a uno, desde el
modo de confesarse hasta la iniciación en la oración men-
tal, llegando hasta lo más íntimo de la individualidad y
de la conciencia. Fue una lástima que le atosigaran los
escrúpulos y le faltara perseverancia. Solo estuvo en la
asociación de 1602 a 1606. Murió en 1617. Fue un aroma
fugaz, aunque de recuerdo imperecedero 84 •
La actividad del P. Prefecto en el año 1603 le llevó
a querer colocar personalmente en la espadaña la cam-
pana que había de regularizar todos los actos escolares.
Un inoportuno resbalón dio en tierra con él desde lo
alto de la escalera y sufrió fractura de pierna y cadera.
Le suplió en la Prefectura el P. Andrés Basso. Durante
su larga convalecencia ganó el P. José para su obra otro
colaborador notable. Fue el P. Gaspar Dragonetti, viejo
gramático curtido por más de cuarenta años en la ense-
üanza privada del latín en la misma Roma y que tal
vez por consejo de San Camilo de Lelis pasó al Vestri
al grupo de maestros que de modo tan sorprendente inau-
guraban la enseñanza gratuita y popular de todas las cla-
ses sociales. Tenía 90 años llenos de vigor y lucidez y
vivió con Calasanz hasta los 115, sin hacerse religioso,

83. Epistolario, documento 7-a. Vol. I, p. 47.


84. Bibliografía sobre ambas cartas la hay en la nota 8, p. 387 de
la referida disertación del P. Sántha.
DOCE AÑOS DE ESCUELAS PIAS, ASOCIACION SEGLAR 109

ni pasar de la tonsura que había recibido en su juventud


a efectos de un honorífico canonicato. Aportó un sólido
prestigio a las nacientes Escuelas Pías.
Casi todo el año 1604 duró la prefectura del P. Basso,
que por cierto, al tener que abandonarla, abandonó tam-
bién la asociación. Las deserciones y la falta de nuevos
colaboradores frente a la avalancha creciente del alum-
nado constituyeron la tortura del P. Prefecto reintegrado
ya en sus funciones; no eran pocos los que, una vez adqui-
rida la experiencia docente, le abandonaban para irse a
ejercer una enseñanza retribuida, que humanamente les
salía más ventajosa 85 •
Las envidias y celotipias también movieron campaña
contra el pío grupo escolar, tanto de parte de los maes-
tros de barrio como del propio Colegio Romano. Entre
esos primeros amagos de borrasca se hace sentir la inter-
vención pacificadora de San Juan Leonardo de Lucca.
Al principio del año 1605 ocurre la muerte del Papa
Clemente VIII y el efímero pontificado de León XI que
no pasó de 17 días. El Padre Prefecto se apresuró a pre-
parar para dicho Papa, que era el propio Cardenal de
Florencia, protector de la Cofradía de la Doctrina Cris-
tiana y que había presidido la sesión electiva en que él
había quedado en tercer puesto, el obsequio de un per-
gamino a plumilla en que los propios alumnos ofrendaban
sus augurios al recién electo Pontífice. Como no hubo
lugar a presentarlo de hecho, el dibujo quedó en el archi-
vo calasancio; y llama la atención la circunstancia de
que el alumnado se ve vestido con mucho decoro y aun
elegancia, sin faltar almidonadas gorgueras ni rostros
sobradamente mofletudos. Es la demostración de que a
pesar del certificado parroquial, la masa escolar no era
exclusivamente pobre y se integraba con elementos de
todo el complejo social.
A este momento corresponde la desconcertante docu-
mentación zaragozana de la pretensión de canonjía en la
Seo. Quizá se reduzca a pretensión de los emolumentos

85. Nueva disertación del incansable investigador P. Sántha; en


diciembre de 1960 da en las Ephemerides una visión de la parte humana
de algunos de los colaboradores.
110 SAN JOSE DE CALASANZ

de la prebenda, sin moverse de Roma, para su inverswn


en la obra docente que ya le tiene prendida el alma.

NUEVO TRASLADO DE LA ESCUELA.

Los agobios económicos eran problema de solución


muy difícil. Y no obstante el P. Prefecto lejos de amila-
narse, se crece; y sin decirnos las razones nos habla de
un traslado a un local mayor y notablemente más caro.

<<De la dicha casa que hoy tienen los Padres de San Andrea
della Valle se trasladaron las Escuelas Pías a la plaza de
San Pantaleón a la casa del señor Octavio Manini el primero
de noviembre de 1605 (comienzo de curso), por la cual pa-
gaban 350 escudos de pensión. Habitaron en ella casi siete
años, y la Santidad de Paulo V, de feliz memoria, ayudó
siempre a pagar el alquiler» 86,

Nuevo Papa, nuevo local para las escuelas. No será


el definitivo. Plaza de San Pantaleón no es lo mismo que
la casa definitiva del palacio Torres con la adjunta igle-
sia del Santo médico y mártir. La casa o palacio de ahora
es el Manini y recae a la referida plaza. Hoy ya no exis-
te, pues tuvo que ceder su solar para el palacio Braschi.
La marcha docente siguió triunfal. Para entonces re-
dactó el Padre Prefecto el que con razón se ha llamado
Documentwn Princeps (documento principal) de la pe-
dagogía calasancia y que era una "Breve relación del
modo que se tiene en las Escuelas Pías para enseñar a
los pobres escolares que de ordinario son más de seis-
cientos, no solo las letras, sino el santo temor de Dios".
Pero las dificultades económicas y la inconstancia y la
escasez del personal se hicieron sentir más dolorosa-
n1ente 87 •
Es curiosa la manera cómo ha llegado a precisarse el
personal del Manini en aquellos años. Ha sido fuera del
Archivo Generalicio. Espigando por el Archivo Secreto

86. Habla el propio Santo en la Informaziol1e sulle Scttole Pie, do-


cumento 132-a del Epistolario.
87. Reg. Cal. n. 12, legajo n. 13, doc. 116. Ha sido ya objeto de
numerosos comentarios en su aspecto pedagógico.
DOCE AÑOS DE ESCUELAS PIAS, ASOCIACION SEGLAR 111

Vaticano el P. Sántha topó con los Estadillos de feligreses.


Son los catálogos o elencos de los que cada año cumplían
con el precepto pascual de la confesión y comunión, agru-
pados por casas, islas y palacios de Roma. El Manini per-
tenecía a la parroquia de San Lorenzo in Dámaso y el ha-
llazgo de sus Estadillos de feligreses deparó la alegría del
conocimiento del número y nombres de sus habitantes. En
diciembre de 1605 eran doce. Seis de los del Vestri y seis
totalmente nuevos:

ANTIGUOS NUEVOS

P. José Calasanz. P. Antonio Felipe,


P. Gelio Ghellini. (Discípulo del P. Gaspar).
P. Martín Tovar. P. José del Piamonte.
Hno. Lorenzo Santilli.
P. Gaspar Dragonetti. Hno. Enrique Vieggio.
Hno. José de Gregario. Hno. Emilio Tartalla.
Hno. Miguel Ferrer. Hno. Jaime Sinibaldi.

De seguro que a estos hay que agregar los señores


Ventura Serafellini y Marco Antonio Delfini, no inclüidos
en el elenco del Manini, porque cumplían en la parroquia
de sus respectivos domicilios.
Diez de los antiguos no se nombran ya. Con la muerte
de Clemente VIII, el brevísimo pontificado de León XI
y la elección de Paulo V, nadie en el año 1605 se adelantó
a pagar el alquiler del Vestri. José quedó en la estacada.
El agobio de la pobreza pesó sobre el profesorado y de-
bió de haber una crisis. Tal vez el mismo traslado obe-
deció a ella.

LOS MUCHACHOS OS ESPERAN ...

El maestro Ventura Serafellini contó más tarde al


P. Cap u ti un hecho muy significativo ocurrido por en-
tonces:
«Estaban las escuelas -es ya él quien habla- en la casa
de enfrente a San Pantaleón conforme se va al Pasquino.
Había entonces diez clases. La primera (la superior ele Latín
112 SAN JOSE DE CALASANZ

y Humanidades) hacía la el P. Gaspar Dragonetti y tenía gran


número de alumnos. La de escribir y ábaco la desempeñaba
el P. Fundador con ayuda de Serafellini, antes de casarse.
Las otras clases estaban en manos de otros maestros, unos
asalariados y otros viviendo en comunidad con la pobreza
que caracterizaba al P. Fundador. Cuando apretaban las
dificultades, pedía prestado; y cuando Dios proveía, se ponía
al corriente saldando deudas.
Una mañana mientras el P. Prefecto estaba al frente de
su escuela dando clase de ábaco, pasaron tumultuosamente
algunos alumnos del P. Gaspar. Salió el P. Prefecto y les
preguntó a dónde iban. Contestáronle que les había despe-
dido y que se habían acabado las escuelas. Mandóles volver
al aula. Llamó aparte al anciano profesor.
-¿Qué ocurre? ¿ Qué novedad es esta?
-Con toda franqueza, P. Prefecto, esto no puede tirar
adelante. Estamos de deudas hasta los ojos. Yo no puedo ya
con tanta pobreza. No se ve porvenir.
-Pero, ¿esta es la palabra que disteis a la Virgen de
dedicaros a sus niños? Yo creo no haber entendido lo que
decíais. ¿Es posible que desconfiéis de Nuestra Señora? ¿Ya
os habéis olvidado del Evangelio y de las aves del cielo que
ni siembran ni tejen? Desechad la tentación, P. Gaspar. Echad
fuera toda melancolía. Los muchachos os esperan.
Y el viejo Dragonetti bajó la cabeza, musitó unas discul-
pas y volvió a su clase. Quizá no quedaba convencido del
todo.
El P. José llamó a Serafellini. -Id -le dijo- a un car-
pintero; que os haga una caja-cepillo con tres llaves, y que
sea presto. A la mañana siguiente traía el carpintero su
encargo.
-Hacedme el favor, señor Ventura; escribidme un rótulo
grande y hermoso: "Limosna para las Escuelas Pías".
Y caja y rótulo fueron fijados a la puerta de las escuelas.
Llegada la tarde y terminada la jornada escolar, llamó el
P. Prefecto al P. Gaspar y al señor Ventura. Había que abrir
el cepillo, aunque no llevaba ex¡puesto ni apenas un solo día.
Un escepticismo un tanto burlón se dibujó en la sonrisa de
los dos aludidos. Pero se sacaron las llaves, se abrió la
caja ... y encontraron cuarenta escudos en moneda, y una
póliza de doscientos contra el Banco Bonanni a favor del
P. José Calasanz. Se sospechó que fuese del cardenal Cesáreo
Silvestre Aldobrandini. Pero nunca se llegó a la certeza. Cuan-
do fue al banco el P. José, firmó el recibo y cobró los 200
escudos de oro; pero no pudo rastrear el nombre del do-
nante» 88,

88. Noticias históricas, P. CAPUTI, tomo I, parte III, p. 31.


DOCE AÑOS DE ESCUELAS PIAS, ASOCIACION SEGLAR 1j 3

Fue aquella la más espléndida de las rondas de los


limosneros.
Otro Estadillo de feligreses de los años seis, siete y
ocho, mantiene los mismos doce nombres del año cinco, y
añade ocho más: P. Juan María de Sabaya, Antonio, de Ve-
necia, Francisco Romagnolo, Sebastián Urbinatense, Gas-
par de Vincenzi, romano, Virgilio Marcelli, Antonio Juan
y el sastre Pacci.

CONTRA TODA ETIQUETA Y CEREMONIAL.

Correspondiente a estos años se ha exhumado de las


viejas notarías romanas buen número de procuras y sus-
tituciones firmadas por Calasanz para ver de recoger
colgajos de sus bienes de España. Todo le hace falta para
el Manini. Menos mal que Paulo V se ha declarado entu-
siasta favorecedor y no solo paga, o ayuda a pagar, el
alquiler del local, sino que detiene las embestidas de la
envidia que ha prendido de nuevo en los maestros de
barrio. Es tal vez el Papa que mejor comprende la obra
cultural, democrática y cristiana de Calasanz 89 •
Pasaba una vez el cortejo pontificio por la Plaza Re-
donda de Roma, o sea, la del Pánteon. Todo el mundo,
como de costumbre, se arrodilla, sin experimentar humi-
llación alguna, al paso de su Papa y de su Rey. Entre la
multitud arrodillada se destaca la testa venerable del
P. Prefecto de las Escuelas Pías. Paulo V le reconoce, y,
¡ cosa insólita! , contra toda etiqueta y ceremonial, man-
da detener la litera; todo el cortejo se para automática-
mente. Un palafrén acude a la portezuela y se abre paso
inmediatamente hasta donde está reverente el maestro
de los niños romanos. Ruégale de parte de su señor que
se aproxime a la litera, y convertida de momento la plaza
en sala de audiencias, Su Santidad se entrevista en ani-
mada conversación con el P. José. Todos los presentes
quedan convencidos. Después de aquella pública y extra-

89. Seguimos pendientes de las hermosas disertaciones y felices


hallazgos romanos que han enriquecido la vida calasancia y que honran
a las Ephemericles y a su director e investigador P. Jorge Sántha.

8
114 SAN JOSE DE CALASANZ

ordinaria manifestación de simpatía vendrá la exaltación


a alguna altísima dignidad. Corre el rumor de que Paulo V
ya lo tiene in petto para el capelo cardenalicio 90 •
Y esto lo contó el Santo mismo, a despecho de su hu-
mildad, cuando muchos años después arreció la borrasca
y era preciso animar y consolar a sus hijos.
Sabido es que en vez del cardenalato esperaban a Ca-
lasanz la preocupación y la labor diaria de sus escuelas.
Los Estadillos de feligreses siguen acusando la versatili-
dad e inconstancia de los maestros. Hasta que el 31 de
mayo -bien lo recordaba el Santo- se le entró la alegría
por las puertas con la llegada de seis operarios presididos
por el P. Glicerio Landriani, que renovaron la faz del
establecimiento y prepararon para aquel mismo año de
1612 no ya el alquiler sino la compra del edificio escolar
definitivo, la casa de San Pantaleón. Bien merece ello
capítulo aparte.

90. Proceso Informativo. Reg. Cal. n. 30, p. 439, deposición del


P. Angel Morelli.
11. San Pantaleón de Roma,
Casa-Madre de las Escuelas Pías
(1612- 1614)

EL P. MENDEZ Y EL MILANES LANDRIANI.

Los Padres Carmelitas Descalzos del convento de la


Scala con su Oratorio de Santa Teresa contribuyeron no-
tablemente a encauzar la piedad romana hacia ideales
de sólida virtud interior. Sus dos figuras más influyentes
fueron el Padre Domingo Ruzola y el Padre Juan de Jesús
y María. Ambos fueron amigos íntimos de su paisano San
José de Calasanz que hasta les confió la dirección de su
conciencia, y que a su vez ayudaron con eficacia al Fun-
dador de las Escuelas Pías en ocasiones muy decisivas.
Recordemos que la escasez y la versatilidad de los
colaboradores era la espina más hiriente entre las pre-
ocupaciones del P. José, hasta que a fin de mayo de 1616
se le presentaron seis refuerzos con el P. Landriani. Eran
regalo oportunísimo del P. Ruzola. Y la historia es la
siguiente.
El P. Francisco Méndez fue un pobre sacerdote espa-
ñol, oriundo de Portugal, que tuvo como otros muchos
«alumbrados» la peligrosa manía, no de ser santo, sino
de afectarlo y parecerlo. Pasado a Roma, creyóse llamado
a ser el apóstol redentor de doncellas periclitantes y de
116 SAN .lOSE DE CALASANZ

mujeres ya hundidas en la miseria moral, que no falta-


ban en la Ciudad Eterna, a pesar del celo de Paulo V.
Supo el P. Méndez atraerse a media docena de clérigos
y seglares piadosos, con quienes formaría corporación y
viviría en común, convirtiendo a las desgraciadas y alle-
gando recursos para su mantenimiento 91 •
Todavía estaba la cosa muy en sus comienzos en
1607, cuando se presentó en la iglesia del Sufragio de la
Via Giulia un apuesto clérigo vestido de sotana de seda
y acompañado de dos sirvientes o testaferros, como con-
venía a persona de alta posición. Se dirigió a un tal Fran-
cisco Selvaggi preguntando por el P. Méndez. Trabaron
conversación en la sacristía, y este no dejó escapar la
presa. Dios le enviaba providencialmente al apostolado
de las convertidas. Había que pagar casa donde recoger-
las en San Lorenzo in Lucina; había que mantenerlas
para que no se dispersaran antes de su total conversión;
había que buscarles luego acomodo estable para que no
volvieran atrás. Para todo se necesitaba dinero, y el joven
clérigo tenía mucho. Era de Milán, de familia noble y rica
en superlativo. Del apellido Landriani había habido un
Cardenal, y había por el momento un obispo, el de Pavía,
hermano carnal de nuestro joven y precisamente enton-
ces estaba en Roma. El le había cedido la Abadía de San
Antonio de Plasencia que le rentaba muy buenos escu-
dos, a más de los bienes patrimoniales. Había recibido
educación esmeradísima, había estudiado Filosofía y Teo-
logía, se había ordenado de tonsura y menores, y había
ido a Roma a pretender. Con sus veinte años apenas cum-
plidos, se había dejado llevar de la vanidad y la elegancia,
y sin perder todavía la inocencia, pasaba los días sin
hacer nada de provecho. Su hermano, el obispo, le re-
prendió suavemente. Su corazón era aún tierno y caló en
él la repulsa. No en vano años atrás, rezándole a la Virgen
delante de una imagen que estaba en un alto nicho, le dio
una corazonada, quitóse un valioso anillo de oro y se lo
echó galán a las manos de la imagen, para que allí que-

91. MENENDEZ Y PELAYO en su Heterodoxos y la biblioteca de Riba-


deneyra en su tomo de Libros raros y curiosos hablan de él.
SAN PANTALEON DE ROMA, CASA MADRE DE LAS E. PIAS 117

clase en prenda de la castidad que le prometía. Andaba,


pues, aquellos días preocupado, y Dios se valió del Padre
Francisco Méndez de Cristo para acabarlo de rendir. Y el
vuelco de su corazón fue una locura incurable por la santa
pobreza, por el desprecio de sí mismo, por el apostolado
de la caridad, por el afán de la enseñanza del catecismo,
por la conversión de los pecadores, por la oración men-
tal y vocal, por cuanto en fin pudiera santificarle y san-
tificar a los demás, con una sinceridad y una intensidad
verdaderamente pasmosa, y de una manera radical e ins-
tantánea, una conversión repentina.
Su locura por desprenderse del dinero le llevó hasta
pedir para limosnas anticipos a los Bancos a cuenta de
sus rentas placentinas, a vestir como el más harapiento
de los mendigos y a ayunar hasta extenuarse por dar a
los pobres lo que era suyo. Cuando unos terciarios fran-
ciscanos le pidieron el uso de su iglesia de Plasencia,
pensó en renunciar a su Abadía; pero sabedor Paulo V
del derroche de sus caridades, prefirió las rentas ecle-
siásticas en manos rotas, y no le admitió la renuncia;
aunque obligó a que tomara por confesor al P. Domingo
Ruzola y se gobernara por su obediencia.
En el desprecio de sí mismo llegó Glicerio a pagar a
un hombre para que le arrastrase atado a una soga por
los barrizales de las calles romanas. Levantarse a bailar
de entusiasmo en la iglesia delante del Sacramento hízolo
en San Lorenzo in Dámaso precisamente para que le tu-
vieran por loco.
Excusado es, pues, decir que el P. Méndez le interesó
por el apostolado de las arrepentidas y nadie sabe los
miles de escudos de oro que gastó Landriani para redu-
cirlas y mantenerlas. Tuvo que alquilar una segunda casa,
para tener separadas a las jóvenes de las ya habituadas,
y ocasión hubo en que tuvo que pagar a una arrogante
Catalina cuanto ella creyó que iba a ganar aquella noche,
para cejar en su intento y recogerse a San Dámaso in
Lucina.
118 SAN TOSE DE CALASANZ

INCIDENTE PROVIDENCIAL.

Y precisamente en este campo de accwn surgió el


incidente providencial. Mientras el P. Méndez trabajaba
a la buena de Dios sin contar con la jerarquía, el Padre
Domingo Ruzola tuvo que intervenir por orden del Papa
en ese mismo apostolado de la conversión de las mere-
trices, con casa en Santa Croce alZa Lungara cerca del
convento de la Scala. El procedimiento era también dife-
rente. El P. Méndez procuraba el arrepentimiento y tras
la recepción de sacramentos y búsqueda de acomodo, las
dejaba en libertad. El P. Ruzola, más severo y realista,
hacía durar el ínternamiento como una prisión. Paulo V
exigió al P. Méndez sumisión y colaboración con el Padre
Ruzola, bajo pena de extrañamiento y de vuelta a España.
Ya entonces el activo Méndez había reunido a sus
seguidores y vivían en comunidad en San Lorenzo in
Lucina. Por fortuna el Archivo Vaticano guarda también
de allí los Estadillos de feligreses de la calle Frattina, y
sabemos los nombres de sus colaboradores: Francisco
Méndez de Cristo, P. Jorge Denis, el cocinero Gabriel, Fran-
cisco Selvaggi, P. Juan García (futuro P. Castilla), Padre
Tomás (Victoria), hermano Diego, un tal eremita y el
Abad Glicerio Landriani. Fue en él costumbre inviolable
marchar siempre el último, cediendo la derecha y delan-
tera aun a cualquier pordiosero.
Ante el dilema pontificio el P. Méndez escogió volverse
a España. Se estableció allá como donado en los Francis-
canos de Sevilla y pronto se dio a conocer por sus insig-
nes rarezas. Llegó a celebrar misas de veintitrés horas,
con pretendidos raptos y levitaciones, si bien el sacristán
perjuraba no haberle visto jamás despegadas del suelo
a la vez las dos puntas de sus alpargatas. Como David
ante el Arca, baila él ante el Santísimo, mas no para
ser tenido en poco sino para ser jaleado con palmitas
por el coro de devotas andaluzas que asistía al prolon-
gado y poco reverente Sacrificio. Tuvo la peregrina ocu-
rrencia de predecir el día de su muerte. Se extenuó de
ayunos para sacar verdadera su profecía; mas pasó la
hora prefijada sin acertar a fenecer, y la Inquisición espa-
ñola se hizo cargo de él, encerrándolo como orate. Menén-
SAN PANTALEON DE ROMA, CASA MADRE DE LAS E. PIAS 119

dez y Pelayo en su Heterodoxos y el tomo de Libros raros


y curiosos de la colección de Ribadeneyra traen donosas
y sabrosísimas burlas de dicho P. Méndez, venido de
Italia con más insensatez que malicia seguramente.
Y quedaron en Roma empantanados sus compañeros y
dirigidos, con la responsabilidad por añadidura de las
ochenta o noventa recogidas que tenían en las dos casas.
El P. Ruzola era quien en realidad había provocado
el desastre, y a él correspondía traer el remedio. Despi-
diendo o trasladando a las arrepentidas, se liquidó la casa
de la parroquia de San Lorenzo in Lucina; pero algo ha-
bía que hacer con los que habían sido compañeros del
desertor. De momento se refugiaron en casa de monseñor
Vives, otro español de los que promovieron la reacción
católica italiana ante la reforma luterana, y que brilla
como fundador del Colegio de Propaganda Fide. Y entre
unas cosas y otras se llegó a mayo de 1612. Entonces el
P. Ruzola tuvo el gesto de encaminarlos a todos hacia
la casa de su penitente el Santo José de Calasanz, a don-
de había ido ya de antemano uno de ellos, el P. Juan
García, que conocía bien las Escuelas, por haberlas fre-
cuentado como discípulo del P. Dragonetti. La pía insti-
tución de Calasanz no exigía votos; su vida común era
libre, aunque de gran pobreza y alta espiritualidad; su
apostolado era diametralmente opuesto al del P. Méndez,
por versar precisamente sobre la inocencia de la niñez
en lugar del peligroso y pútrido tratamiento de inmun-
dicias 92 •

APOSTOLADO ESCOLAR Y CATEQUISTICO


DE GL/CER/0 LANDRIANI.

El año 1610 había sido canonizado S. Carlos Borromeo.


En el Vaticano entre otros adornos se colocaron estandar-
tes con la efigie de los nombres de los arzobispos milane-
ses. Uno era S. Glicerio Landriani. Glicerio y Selvaggi esta-

92. Mediolanensis. Proceso de Beatificación del Venerable Glicerio


Landriani de Cristo. Deposición de Francisco Selvaggi, en las pp. 46-72.
Se halla en el Archivo Generalicio, Reg. Servorum Dei, n. 41.
120 SAN JOSE DE CALASANZ

ban entre el gentío. Glicerio que estaba con la obsesión


de la santidad, pasara lo que pasase, dijo en voz baja a
su compañero: <<A mí me pusieron Glicerio en recuerdo de
ese Santo de mi familia. ¡Desgraciado de mí, que no hago
nada por ser como él!», y señalaba con el dedo la ban-
derola de su antepasado. Cuando el P. Ruzola le habló
del Manini y de la labor abnegada que en pro de los niños
desplegaba el Santo Calasanz, Glicerio descubrió la senda
auténtica de su difícil santidad. Y era difícil porque ne-
cesitaba otra renuncia. Durante aquellos meses de des-
orientación y abandono, había él organizado una asocia-
ción llamada de San Giovannino de la Penitencia; y al
olor de sus limosnas o a la fuerza atractiva de sus fervo-
res era lo cierto que se veía concurridísima los días pres-
tablecidos. La tentación fundacional estaba a la vista.
Pero supo obedecer al confesor y se presentó a Calasanz
pidiéndole ser agregado a su asociación seglar de las Es-
cuelas Pías. Y con él pidieron asimismo la agregación
Tomás Victoria, Diego López, el P. Bayona, el P. Jorge
y Francisco Selvaggi. Al P. Prefecto se le ensanchaba el
pecho. La Virgen María y el P. Ruzola le han traído aquel
oportunísimo regalo de fin de mayo 93 •
El venerable Glicerio fue en seguida en el Manini lo
que había sido el P. Gelio en el Vestri: el director de la
Oración Continua. Pero sus fervores no solo eran útiles
para la intimidad y el grupo reducido. Tenía admirable
don de organizador de masas. Los grandes catecismos de
escolares que se trasladaban los domingos del Manini a
San Lorenzo in Dámaso cobraban con él inusitado es-
plendor, y fue solicitado para San Adrián de Campo
Vaccino, para Grotta Pinta, para Campañano, para don-
dequiera veía monseñor Viceregente de Roma que las
catequesis decaían y necesitaban inyecciones de organiza-
ción y de optimismo, A su pasión por el orden se atribuye
la determinación del P. Prefecto de establecer una prác-
tica que duró muchísimos años y fue característica de
sus escuelas de Roma: la de acompañar a los niños en

93. Todo lo relativo a Landriani lo espigamos, como es natural,


en su Proceso.
SAN PANTALEON DE ROMA, CASA MADRE DE LAS E. PIAS 121

ordenadas rutas, al terminar las clases, hasta su propia


casa. Para cada barrio se formaba la correspondiente
ruta, y guiados por sus propios profesores, eran devuel-
tos los alumnos a sus propias madres a la puerta del
respectivo domicilio. Hoy que tanto abundan coches de
reparto a colegios, nos podrá parecer aquello una sim-
pleza. Pero ambientándonos en aquella época, compren-
deremos que era una revolución y un descubrimiento
social. Los niüos de la naciente burguesía y de las futuras
democracias, acomj>aüados por sus pedagogos con todo
respeto, preservados con todo interés de los peligros del
arroyo desmoralizador. Si lo que más había movido a
Calasanz a la fundación de su obra había sido el espec-
táculo del abandono infantil callejero, con cuán íntima
satisfacción daba ahora la tónica y el ejemplo, acompa-
í'iando y cuidando en ruta a sus pequeí'iuelos con toda
modestia y caridad. Ni Madrid, ni París, ni Viena, ni
Aquisgrán podían ver lo que a diario se veía en la Ciudad
Eterna.

UNA COMPRA SIGNIFICATIVA.

Paulo V lo reconocía, e interesándose más y más por


la creciente obra, le asignó, a petición de Calasanz, en
1607, un Cardenal Protector. Fue primero el cardenal
Torres, que tenía el palacio próximo a las escuelas. La
muerte obligó a sustituirle por el cardenal Justiniani. El
otro carmelita, confesor del P. Prefecto, el P. Juan de
Jesús y María, se apresuró a editar y dedicarle un librito,
el Liber de Pia Educatione, que veía la luz en 1613, pero
que había compuesto antes a raíz del traslado al Manini.
Todo él está dirigido a tiro de ballesta a los operarios y
colaboradores del Santo Calasanz para excitarles más y
más a la perseverancia y a la alegría en su altísimo mi-
nisterio tan saturado de divinas promesas 94 •
Mas no necesitaba estímulos el P. Glicerio, que se dio

94. El Líber de Pia Educatione, del P. Juan de Jesús y Malia obra


en el Archivo Generalicio, adherido a los Anales del P. Bartlik.
122 SAN JOSE DE CALASANZ

a Calasanz y a su obra hasta la muerte. Y entre él, el


P. Juan de Jesús y María y el Cardenal Justiniani impul-
saron al P. José a dejarse ya de alquileres, y lanzarse a
la compra definitiva del edificio para la obra educacional.
Y fue la adquisición del palacio Torres, que había sido
antes de los Muti, muy cerca del Manini y adosado a la
iglesia de San Pantaleón.
¿Cómo no aventurarse a cosas grandes si con la en-
trada de Landriani llegaba la euforia económica tras las
cominerías insignificantes de la anterior situación? El
P. Ruzola, que siguió rigiendo el alma generosa de GHcerio
aún después de su entrada en las Escuelas Pías, consignó
de él en declaración procesal:

«Para mantener las Escuelas Pías en diversas ocasiones,


tanto para comprar la casa habitación cuanto para sustento
de los colaboradores, dio 2.000 escudos que le había de abrir
en cuenta su hermano el Obispo de Pavía y él quiso consignar
a nombre de las Escuelas; y otros 1.500 escudos que le habían
de pagar los terciarios franciscanos por la iglesia de su
Abadía de San Antonio de Plasencia, todo con beneplácito
apostólico; y otros 2.000 escudos cuando murió su hermano
Tomás, que le correspondían como legítima mínima, sin
queja de familiares. La condición única de esta última en-
trega fue que se pagasen religiosamente las deudas que él
había contraído en los Bancos, sobre todo el Bonanni, para
sus limosnas» 95.

Y aportaba además al establecimiento 25 escudos


mensuales por su propia manutención, cuando tal can-
tidad era muy suficiente para un decoroso mantenimiento
anual.
La compra del último local, el que se llamará en ade-
lante la casa de San Pantaleón, fue firmada por todos
los operarios que había entonces en el Manini, y que se
habían reducido a once. Tal vez haya que añadir algún
ausente; pero no hay que olvidar que si el grupo del
P. Méndez reforzó el número, la compra del nuevo edi-
ficio, la intensificación del trabajo particularmente por
el acompañamiento de los niños a sus casas, y la pers-

95. Recuérdese el proceso Mediolaneltsis, pp. 3-12.


SAN PANTALEON DE ROMA, CASA MADRE DE LAS E. PIAS 123

pectiva de crecientes deudas, hicieron zozobrar a los me-


nos animosos y encarecer los méritos del definitivo elenco:

P. José Calasanz, Prefecto


P. Lorenzo Sanctilli H. Juan García del Castillo
P. Escipión de Sanctis Tomás de Victoria
P. Virgilio Marcelli Diego López
P. Gaspar Dragonetti Francisco Franchi
P. Glicerio Landriani Juan Martínez.

Obsérvese que el Milanesado y las Dos Sicilias eran


de España. Landriani y Dragonetti sumados al grupo es-
pañol daban mayoría española sobre la italiana. Cuánto
hubiera querido el Santo Calasanz que Franchi hubiera
sido en verdad francés y que otros apellidos hubieran
sonado a alemán. Y todo en Roma, cabeza de Italia, crisol
de Europa, madre y maestra de la cristiandad y de la
universalidad.
Pero dediquemos siquiera unas líneas al local recién
adquirido. Recae la puerta de la casa, sin mucha preci-
sión en la rosa de los vientos, hacia oriente, dando a la
plazuela de los Mássimi, así llamada por los dos palacios
de don Fabricio y de don Máximo, príncipes de Mássimi;
recae por el norte la callejuela de la Cucaña, que lleva
inmediatamente a la Plaza Navona; y por mediodía
está adosada a la iglesia. Pertenecía al barrio de Parione,
y tenía cerca la monumental iglesia de San Andrea della
Valle, por entonces recién terminada. Más cerca todavía
estaba la parroquia de San Lorenzo in Dámaso con el
actual palacio de la Cancillería; y no lejos la mole de la
Sapienza levantaba la caprichosa espira de su torreón
borrominesco.
Del interior, en que por espacio de 36 años se santi-
ficó San José de Calasanz y por el que desfilaron tantas
avalanchas de niños romanos, no es fácil formarse idea,
después de las muchas transformaciones sufridas. La im-
presión general era de pequeñez y pobreza. El patio y
la fuente de agua que logró el Santo, eran su nota alegre
y emocional. En patios de juego anchurosos, como corres-
124 SAN JOSE DE CALASANZ

ponde a un colegio moderno, no había que pensar siquiera.


Hoy la casa de San Pantaleón, riente de mármoles, de
botánica y de ornamentación actual, sin rumor de niños
ni ruidos de ajetreo urbano, es, en el corazón de la vieja
Roma, un santuario delicioso y perfumado de santos re-
cuerdos, que ningún escolapio ni aun ningún maestro
del mundo debiera dejar de conocer 96 •

96. Escribimos todo esto en la propia casa de San Pantaleón de


Roma. Y damos al «escribimos>> su doble significado temporal de
pretérito y de presente.
12. La unión con la Luquesa
(1614- 1617)

BUSCANDO LA PERPETUIDAD DE LAS ESCUELAS.

San Juan Leonardo de Lucca, íntimo del sacerdote


valenciano Juan Bautista Vives, con quien planeó el Cole-
gio de Propaganda Pide, e íntimo del P. Ruzola y de
Calasanz, murió en Roma en 1609, después de haber fun-
dado la Congregación de Clérigos de la Madre de Dios,
dedicados al ministerio sacerdotal y a la preparación del
personal misionero. Eran los años del Manini. Al pasar
las Escuelas Pías a San Pantaleón, ya gobernaba la Cor-
poración luquesa su segundo General, P. Alejandro Ber-
nardini; y era entonces, 1612, cuando el Santo José había
suplicado y obtenido su segundo Cardenal Protector en
la persona de Benedicto Justiniani. El curso de 1613 se
deslizaba con toda normalidad en la nueva casa. Contaba
Calasanz sus 55 años y Glicerio 26. La única nubecilla
que empañaba el horizonte era la escasez de maestros
ante la masa de alumnos, la perspectiva de constante
aumento de tarea, sin previsión de aumento de retribu-
ciones humanas en aquel establecimiento que era a fin
de cuentas entidad puramente secular. Y el cardenal lo
veía. Y el P. Ruzola y el P. Juan de Jesús y María lo pal-
paban. Y el Prefecto P. José lo experimentaba más que
126 SAN JOSE DE CALASANZ

nadie, sin disminuir un ápice su entusiasmo y su labor


en las escuelas, que mantenía pujantes desde que las in-
trodujo en Roma.
Por otra parte, la Corporación luquesa no adelantaba
gran cosa en número de individuos. Llevaba cuarenta
años de existencia y no pasaba de cincuenta miembros.
No era Orden todavía. Para llegar al sacerdocio sus reli-
giosos habían de ordenarse a título de patrimonio y eran
pocos los que lo tenían. Cuenta el luqués P. Cioni que
Justiniani ya había insinuado a Calasanz en vida de San
Leonardo, que dejara sus escuelas en manos de este; y
aun después de su muerte, seguía pensando el Cardenal
que algún día vendrían a caer las Escuelas Pías sobre las
espaldas de la Luquesa. Durante todo el año 1613 estuvo
yendo varios días a la semana a San Pantaleón a confesar
a los niños un Padre de Lucca. Era que el señor Cardenal
miraba las cosas desde un alto punto de vista. Una agru-
pación seglar, tan abnegada y generosa como requería el
establecimiento escolar gratuito del Santo Calasanz, no
era viable sin vínculos de sociedad religiosa. En la Iglesia
de Dios había ya muchas Religiones y no era momento
oportuno para crear otra nueva. Con apoyar la obra ca-
lasancia sobre la naciente y poco creciente Congregación
luquesa, esta llegaría a Orden Religiosa propiamente di-
cha, y todos saldrían gananciosos, sin correr el peligro
de que, si muriese el P. José, se disolviera y desvaneciera
su obra, tan prometedora y tan necesaria en el momento
reconstructivo por que estaba pasando la Iglesia y la
sociedad entera.
Creemos, pues, que la iniciativa no fue del P. José;
pero es lo cierto que al terminar el curso escolar en el
otoño del año 1613 se llegó a un acuerdo entre el Pre-
fecto de las Escuelas Pías y el General de la Luquesa,
tras largas deliberaciones con el P. Ruzola y con voluntad
y consentimiento del Ilmo. Justiniani, en virtud del cual
acuerdo se encargaría la Luquesa del ejercicio de las Es-
cuelas Pías, uniéndoselas con todo cuanto les pertenece,
bajo cuatro pactos o condiciones que proponía el P. José.
Firmóse, pues, exposición y súplica al Papa Paulo V
y de la lectura atenta de su primer párrafo se desprende
efectivamente, no sólo la plenísima convicción calasancia
LA UNION CON LA LUQUESA 127

de la utilidad, eficacia, perpetuidad y universalidad de


su obra, sino la realidad de que en todo este asunto la
voluntad motora fue cardenalicia; la intermediación con-
sejera fue carmelitana; la esperanza de legalización y su-
perestimación eclesiásti.:::a fue luquesa; y la renuncia y
la humilde resignación fueron las del Santo José de Ca-
lasanz. Pero había allí un amor apasionado por los niños,
que eran quienes corrían el riesgo de perder cuanto ha-
bían ganado, y aquel amor puso unas condiciones, que
afortunadamente hicieron fracasar todo lo estipulado.
Mas no corramos. Firmóse la solicitud, la atendió el
Papa y el 14 de enero de 1614 emanó el Breve de unión.
A los once «calasancios» que seguirían siendo seculares,
se sumaron nada menos que trece luqueses, entre los
cuales destacaba el P. Pedro Casani, Rector de la casa
de San Pantaleón. Con una comunidad de 24 miembros
la avalancha de niños admitidos pasó de los setecientos
a los mil doscientos. Una carta de mayo de este año escri-
ta por José al marqués de Ariza en Aragón nos certifica
ese dato, a más de cerciorarnos de que aquella seguridad
del fundador sobre la oportunidad y universalidad de sus
escuelas era efectiva, ya que dicho marqués se las pedía
para su feudo. La agridulce respuesta de José es que
aquellos buenos Padres luqueses han abierto noviciado
y hay en él unos cuantos españoles que con el tiempo
podrán satisfacer su deseo y su demanda 97 •

IDEARIO CALASANCIO TRUNCADO.

A la vista evidente del éxito en San Pantaleón, el Gene-


ral P. Bernardini pidió al Papa la contigua iglesia del
Santo médico, y Paulo V la concedió en propiedad a las
escuelas. Desde ese junio de 1614 el palacio Muti, luego
Torres, forma unidad con el templo, y es todo junto la
casa de San Pantaleón.
Pero llegó el año siguiente. En febrero pide el mismo
P. General al Papa que eleve a Orden su Congregación

97. Epistolario, carta 7 en Addenda et Corrigenda del 8, 0 tomo.


128 SAN JOSE DE CALASANZ

de la Madre de Dios, y el Papa se lo deniega. En junio


vuelve a solicitar que por lo menos permita la ordena-
ción sacerdotal a título de pobreza, profesada solo con
voto simple únicamente dispensable por el propio Papa;
y Paulo V lo deniega también. Empieza a cundir el mal
humor y los luqueses comienzan a flaquear en el ministe-
rio de la enseñanza. Mas ahora es Calasanz quien sale en
defensa de la misma. Presenta memorial al Papa en sep-
tiembre del mismo año 1615, pidiendo que los Padres de
Lucca se dediquen a la tarea docente de modo exclusivo,
o al menos vea una comisión cardenalicia la manera de
compaginada con el ministerio sacerdotal; todo, antes
de que se llegue a abandonar las escuelas 98 •
Nombra Paulo V la comisión formada por los Ilustrí-
simos Justiniani, Lancellotti y Soana, y en seguida el
santo defensor de los niños escribe a sus Eminencias
proponiendo las modificaciones que a su juicio deben
hacerse en la Congregación luquesa para bien de la ense-
ñanza. El nombre mismo de la Corporación ha de impo-
nerse a base del ministerio escolar. Ha de ser este tan
absorbente que no pueda haber fundaciones sin escuela,
y el ministerio sacerdotal sólo pueda ejercerlo para el
público quien lo ejercite antes para con los niños. Que
la dedicación a la enseñanza no sea de unos pocos años
sino integral y de por vida. Que nadie pueda tener cargo
de superioridad, si no se ha dedicado por muchos años
a la enseñanza efectiva. Que para alejar de las escuelas
toda apariencia de interés y puedan ser aceptas a católi-
cos e infieles, profesen suma pobreza. Que no se dedi-
quen los religiosos a ciencias mayores, como no sea sim-
plemente para uso interno corporativo. Y que a título
de pobreza les conceda a todos Su Santidad la ordenación
sacerdotal 99 •
Sin darse cuenta Calasanz está trazando en ese docu-
mento lo que será la Congregación Paulina.
Tiene por fin la Luquesa Capítulo General en los pri-
meros meses de 1616, y el General Bernardini logra a

98. Página 201, nota 28 de Ephemerides, del 60.


99. Véase Biografía Crítica, pp. 343 y 344 e íntegro en las Epheme-
ricles citadas, nota 29.
LA UNIO!<J CON LA LUQUESA 129

trancas y barrancas algo de lo que el P. Prefecto aconse-


jaba y proponía; pero aun antes de presentar al Papa
la fórmula capitular aprobada, los de la casa de Lucca
ya protestan y se encargan del Seminario conciliar lu-
qués, los de Roma prefieren encargarse de la dirección
de las monjas de Tordespejo antes que volver a las es-
cuelas y a la Oración Continua de los pequeños.
Iban, pues, las clases de San Pantaleón de mal en
peor aquel curso de 1616. La euforia y asistencia de 1614
padecían enorme rebajón. José lo lamentaba con amar-
gura infinita, cuando en el mes de junio se le presenta
don Laercio Querubini, alcalde de la villa de Frascati, pi-
diéndole de parte del Papa fundación de las Escuelas Pías
en aquella residencia veraniega, que durante la «Villegia-
tura» se convertía en una pequeña Roma.

LA FUNDACION EN FRASCATI.

Calasanz acepta la distanciación como la mejor solu-


ción del problema de San Pantaleón, que no está en sus
manos resolver. Median cartas entre el P. General y el
P. Prefecto, documentos por otra parte altísimamente
valorativos de la respectiva personalidad de ambos, y el
P. Prefecto marcha realmente a Frascati con cinco de los
suyos, como quien no carga sobre la Luquesa la respon-
sabilidad de la nueva fundación. Llevóse entre los cinco
al P. Dragonetti y a Glicerio Landriani.
En pocos meses las escuelas tusculanas rebosan de
niños y su eficacia en piedad y letras sobrepuja toda es-
pectación. Se abrieron en agosto de 1616. En enero de 1617
ya tenía constituida una Cofradía de selectos, con multi-
tud de cargos sabiamente distribuidos y con una alegría
y actívidad que al consignar se por mano del propio José
en documento narrativo de la fundación, toma vuelos de
obertura y resonancia de marcha triunfal. Y es que el
P. Prefecto, a pesar de entrar entonces en sus 59 años,
ni paraba ni dejaba parar. Y las Cofradías no eran cosa
muerta, sino continua actividad y vida; y con las Palmas
y la Candelaria, los belenes y la Epifanía, el Colegio de
Frascati removía toda la población, y los niños se con-

9
130 SAN JOSE DE CALASANZ

tagiaban de la actividad del anciano Prefecto, y las cosas


crecían como la espuma, para aumento de la piedad y
para gloria de Dios 100,
Y esa alegría y actividad eran lo que más se echaba
de menos en Roma. Por ello, a ruegos del P. Casani, se
desprendió de Glicerio y lo mandó a San Pantaleón para
ver si se reanimaban las escuelas. Ya a fines de noviembre
de 1616 le escribió sobre asuntos corrientes, lamentando
que los Padres de la Luquesa hicieran las escuelas con
los ojos siempre puestos en su antiguo instituto, consi-
derándolas como un apéndice molesto de su verdadera
Congregación. Y no solo lamentábase el Santo, sino que
encargaba a Glicerio que tuviese bien informados de todo
a monseñor Monaldeschi y al propio Cardenal Justiniani.
Toda la carta respira una emoción y espiritualidad con-
tenidas, que nos hace sentir cómo se hablaban y se enten-
dían los santos.

EXPERIENCIA FRACASADA.

Y llegó lo que al fin tenía que llegar. El desmorona-


miento de San Pantaleón era incontenible. Llegó de Lucca
el P. General. Fue el P. Prefecto a saludarle desde Frascati.
Ambos coincidían en sus puntos de vista; pero el Padre
General se estrella contra la voluntad de sus súbditos que
añoraban su antigua forma de vida. Lo que más arredra-
ba al P. Bernardini era confesar ante el Cardenal Justi-
niani que no podía cumplir la palabra dada de atender
diligentemente las escuelas. Y lo que más desconsolaba
al P. Prefecto era que hasta la Oración Continua se había
dejado en manos de un hermano lego novicio que a duras
penas sabía leer. El P. Cioni escribió al P. General que
más valía pasar un sonrojo que palidecer ante lo impo-
sible. Bernardini y Calasanz se presentaron ante Justi-
niani, y este encargó a Calasanz que redactara para el
Papa la solicitud de la desunión 101 •

100. Reg. Cal. plúteo 12, doc. ológrafo n. 17.


101. Epistolario, doc. 7-6, p. 49 del vol. II.
LA UNION CON LA LUQUESA 131

Entre tanto, la comisión cardenalicia y particularmen-


te el Protector Justiniani habían estudiado a fondo la
cuestión desde fines de septiembre de 1615, después que
el propio Calasanz reclamó ante Paulo V por el descuido
de la enseñanza y propuso en positivo memorial las re-
formas que habría de retocar la Congregación de San
Juan Leonardo para poder hacerse cargo de las Escue-
las Pías.
El documento calasancio propone siete puntos de
reforma. Quizá no los elaboró él sólo. Hay en el Archivo
General un "Proyecto" del carmelita P. Juan de Jesús y
María que consta de diez apartados y responde al mismo
momento y a la misma finalidad que el memorial de nues-
tro Santo. Las concomitancias y coincidencias de ambos
escritos arguyen las múltiples consultas y conversaciones
que sobre el tema los dos tuvieron; pero a la postre el
memorial calasancio nos parece mucho más lleno de doc-
trina y más embebido en fuentes diversas como el libro
de San Juan Leonardo de 1594 sobre La buena educación
de los hijos; y no pondríamos la mano en el fuego para
jurar que el ideal de una Corporación Religiosa confor-
mada para el apostolado de la enseñanza lo bebió Calasanz
fundamentalmente en el "Proyecto" de su amigo el sapien-
tísimo carmelita.
Tal vez el "Proyecto" sea anterior, de la segunda mitad
de 1614; pero sin lograr efecto alguno oficial, por cuanto
los luqueses no hicieron caso de él 102 •
Concretamente los Cardenales Justiniani y Cobelucio
tomaron de la forma de vida escolar practicada desde el
Vestri y de las reformas que quería el P. Prefecto en la
Luquesa para adaptarla a la enseñanza, el bosquejo de
una nueva corporación religiosa exclusivamente docente
y lo concretaron en seis proposiciones, las que aún retocó
personalmente Paulo V.
Y quedó elaborada la contestación al memorial de la
desunión redactado por José, y no era dicha respuesta

102. Está incluido en los Anales del P. Bartlik, Reg. Historia-Bi-


bliographia, n. 19, y publicado y comentado por el P. Vilá en las
pp. 111-114 de su tesis.
132 SAN JOSE DE CALASANZ

sino el Breve Pontificio Ad ea per quae del 6 de marzo


de 1617, derogatorio del emanado el 14 de enero de 1614.
Tres años había durado la unión. Fue una experiencia
fracasada. Pero el Breve de ahora no era puramente ne-
gativo; erigía e instituía en la Iglesia de Dios la Congre-
gación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las
Escuelas Pías 103

SIGNIFICACION DEL NOMBRE.

Largo resulta el nombre; pero Paulo V quería que


fuese obra suya y no todavía Orden de votos solemnes.
Había de ser por tanto Congregación y Paulina. Los pri-
meros religiosos escolapios fueron Paulinos.
Y tuvimos también nombre público de Pobres, porque
la austeridad de la Suma Pobreza fue reclamada por Ca-
lasanz en sus puntos de reforma, para que sus escuelas
fueran aceptas a católicos, herejes e infieles.
La Madre de Dios fue la debilidad amorosa del Padre
José. ¿ Iba en el nombre corporativo oficial para que no
se olvidase que era derivación de la obra de San Leo-
nardo? ¿Era que lo había pedido el enamorado de la
Virgen de los Montes? ¿Era que imaginaba la educación
como un dar a luz a Jesús en el alma de los niños? Era
todo ello a la vez y mucho más. La Virgen Madre es el
todo en la piedad calasancia.
Y no podía menos de entrar también el nombre de
Escuelas Pías. Eran la incumbencia fundamental de la
Congregación y ellas habían de denominarla y distinguirla
de todas las otras. Entonces no preveía Calasanz que
habían de surgir después innumerables corporaciones
dedicadas como la suya a la tarea escolar, y que él sería
el portaestandarte de todas las escuelas populares con-
fesionales del mundo, y que aquello le constituiría Patro-
no del nuevo y fecundísimo apostolado de la enseñanza,
característico de los tiempos modernos.

103. Puede leerse en los Bularios, en el P. Bartlik, en el mismo


P. Erra. Su traducción castellana está en Biografía Crítica, pp. 346-348.
LA UNION CON LA LUQUESA 133

En definitiva repitamos que, tras la fracasada umon


con la Luquesa, la asociación de maestros seglares, crea-
da en Roma diecisiete años antes por San José de Ca-
lasanz, se transformaba en Corporación Paulina de Reli-
giosos Pobres de las Escuelas Pías.
13. Congregación Paulina de las
Escuelas Pías
(1617. 1621)

CALASANZ, RELIGIOSO.

Hemos estado viendo a Calasanz estudiante, sacerdo-


te y maestro; desde ahora le veremos además religioso,
a través de los treinta y un años que le quedan de vida.
No olvidemos que San Francisco le desposó, siendo
simplemente sacerdote, con las tres doncellas represen-
tativas de los tres votos religiosos de Pobreza, Castidad
y Obediencia.
El grupo de maestros que él había reunido para dar
enseñanza gratuita a los niños de Roma se veía ahora
transformado en Corporación Religiosa de votos simples.
Y era la primera Congregación de la Iglesia que se dedi-
caba con finalidad específica, junto al fin genérico de la
propia perfección y santificación, al apostolado de la en-
señanza de niños y de jóvenes 104 •
Sus escuelas, que habían nacido en la sacristía de

104. Proemio de las Santas Constituciones, aunque aún no re-


dactadas.
136 SAN JOSE DE CALASANZ

Santa Dorotea del Trastévere, tomaban ahora asiento cle-


rical en el presbiterio de San Pantaleón de Roma.
Pero en fin de cuentas todo era aún muy pequeño,
como el grano de mostaza del Evangelio. A los veinte
días después de emanado el Breve debían estar decididos
los luqueses que quisieran quedarse con los paulinos.
Fueron media docena presididos por el Rector de San
Pantaleón P. Pedro Casani. De los antiguos del Manini
y de los inmediatos de San Pantaleón, no luqueses, vis-
tieron de momento ocho, a más del P. Prefecto.
Para el 25 de marzo de aquel 1617 se fijó la fecha
fundacional con la vestición de la sotana al conjunto
de los catorce. El propio Cardenal Protector Justiniani
pagó los hábitos. Vistió de su mano al P. José en la
capilla de su propio palacio, uno de los más espléndidos
de Roma. El palacio Justiniani cayó con el tiempo en
poder de la masonería, pasó por diferentes dueños y des-
tinos, hasta ser en la actualidad palacio del Senado de
la República Italiana en la conocida Plaza Madama. Una
de sus dependencias, que ya no es oratorio, conserva toda-
vía el marmóreo recuerdo de la vestición calasancia 105

LOS PRIMEROS COMPAÑEROS.

Luego, de vuelta a San Pantaleón, vistió en el oratorio


el propio P. José a sus catorce compañeros, los primeros
novicios escolapios. Su primera relación los trae con
nombre y apellido secular. Las firmas del Santo en aque-
llos días también rezan Gioseppe Calasanz. Pero en mayo
ya aparecen con nombre de religión, sin el apellido secu-
lar. Dícese que fue consejo carmelitano del P. Ruzola o
del P. Juan de Jesús y María. Demos aquí el elenco con
nombres secular y de Religión:

P. José Calasanz de la Madre de Dios, sacerdote español,


nombrado Prefecto en el mismo Breve fundacional.

105. Narrazione delle Scuo/e Pie e del suo progresso. Regestum


Historia·Bibliographia, n. 1, p. 3.
CONGREGACION PAULINA DE LAS ESCUELAS PIAS 137

P. Pedro Casani de la Natividad de Nuestra Señora, sacer-


dote luqués.
Octavio Bovarelli, romano, clérigo.
Viviano Viviani de la Asunción, toscano, de Colle, clérigo.
Tomás de Victoria de la Visitación, sevillano, clérigo.
Francisco Perusino de la Anunciación, romano, clérigo.
José Brancacio de Santo Tomás de Aquino, romano,
clérigo.
Ansano Lencio de la Visitación, luqués, clérigo.
Martín Ciomei de San Carlos, luqués, hermano operario.
Simón Castiglioncelli de San Pedro, luqués, hermano
operario.
Juan Bautista Moranti de San Bartolomé, de Marciasio,
hermano operario.
Jorge Mazza de San José, de Rocca Vignale, hermano
operario.
Juan Próspero de S. Francisco, luqués, hermano operario.
Antonio Bernardini de S. José, luqués, hermano operario.
Andrés Marcio de Sta. María, romano, hermano operario.

De estos catorce murieron santamente los Hermanos


Jorge Mazza el año 1618 y Antonio Bernardini en 1619.
Bovarelli marchó tan pronto que no nos dejó ni su nom-
bre de religión. Y al clérigo José Brancacio se le despidió
por inepto. Los once restantes llegaron a término tras
el bienio de Noviciado y fueron los cimientos del edificio.
El P. Casani llevaba ya veintitrés años en la Congre-
gación de San Juan Leonardo cuando pasó a la de San
José de Calasanz. Fue en esta el primer Maestro de No-
vicios, el primer Asistente General, el primer Provincial,
el primer Lector de Teología, el primer predicador, y el
brazo derecho siempre del P. General. Murió en 1647 y
se le abrió proceso de beatificación 106 •
El clérigo Viviani era de edad provecta al unirse a
Calasanz y pronto mereció ser elevado al sacerdocio. Fue
también Asistente General cuando la Congregación subió
a Orden y simultáneamente Rector de Narni, donde mu-
rió en 1623.

106. Proceso Informativo, p. 444.


138 SAN JOSE DE CALASANZ

El P. Tomás de Victoria entró en las Escuelas el año


doce, con el grupo del P. Méndez; profesó de simples
en 1619; se le ordenó a título de pobreza por el privilegio
fundacional, y destinado a la casa de Moricone no solo
levantó las escuelas sino que pacificó el territorio encen-
dido de facciones, mereciéndole su celo sacerdotal el
sobrenombre de Apóstol de la Sabina. Murió en 1622.
El P. Francisco Baldi de la Anunciata, llamado Peru-
gino, fue Rector de Florencia. Perseveró por más de cinco
lustros en la Congregación y en la Orden; pero durante
el período amargo de la depresión inocenciana abandonó
el Instituto.
El Hno. Morandi de San Bartolomé sirvió muchísimo
de secretario y archivero al P. General. Supo aprovechar
los disturbios de los Hermanos para llegar al sacerdocio,
y murió poco después que el Santo Fundador.
Es de suponer que toda esta leva hizo su noviciado
en San Pantaleón y en medio de las tareas docentes, pues
no se tiene noticia de la paralización de las escuelas. Los
que vistieron luego sí tuvieron ya noviciado aparte en
una casita alquilada de la cuesta de San Onofre en el
barrio del Janículo. Sus paredes oyeron las pláticas y ex-
hortaciones del primer Maestro de Novicios P. Casani.
Pronto se trasladaron a otra casa un poco mayor alqui-
lada asimismo cerca de Santa María in Via, propiedad
de don Esteban de Rosis. El año 1620 pudo ya comprar
el P. Prefecto Noviciado propio otra vez en la cuesta de
San Onofre, aunque no le duró mucho la alegría de su
posesión 107 •
Lo interesante es que el número de novicios fue cre-
ciendo. Dentro del mismo año 1617 vistió el 4 de mayo
el conde Otonelli; el 29 de junio el P. Castelli; el 2 de
julio vistió por fin nuestro conocido P. Abad Glicerio
Landriani de Cristo; el 5 de agosto el clérigo Francisco
Giner de la Virgen de las Nieves; el 23 de julio el Her-
mano Juan Macari; el 3 de septiembre el Hno. Pedro
de la Natividad, en el siglo Pompilio Lucatelli; el 25 de

107. Epistolario, carta 3.060.


CONGREGACION PAULINA DE LAS ESCUELAS PIAS 139

noviembre el P. Esteban Querubini; y el 30 el P. Juan


Pedro Cananea 108 •
Al P. Glicerio le prohibió el confesor que vistiera con
los 14 del 25 de marzo. Tal vez porque algo había que
arreglar en su Abadía de San Antonio de Plasencia o sim-
plemente por probarle con aquella última y amarga ne-
gativa. Pero a los tres meses ya le dejó, y con inmensa
alegría pasó al Noviciado de Santa María in Via. Por
desgracia la falta de salud, que le había impedido entrar
carmelita, le vetó el acabar de ser escolapio paulino.
Murió en el Noviciado el 15 de febrero de 1618. Su ca-
dáver fue depositado en la iglesia de San Pantaleón. Se
le había hecho la autopsia y el P. José guardó su corazón
como preciosísima reliquia. Fue aquella muerte el acon-
tecimiento más desconcertante para el P. Prefecto que
veía en él el sucesor y continuador de su obra. Mas para
los santos aun las contrariedades más decepcionantes
tienen su razón providencial y se embalsaman de con-
suelos insospechados. Véase este relato póstumo hecho
por el mismo P. José al P. Berro años después en San
Pantaleón de Roma.

«Era grandísima la obediencia de nuestro P. Abad Glice-


rio de Cristo, y cuando murió en el noviciado, en la casa
ahora del señor Esteban Rosis próxima a Santa María in
Via, oí que tocaban a la puerta de mi aposento aquí en
San Pantaleón. Yo respondí desde dentro: "Adelante, pasen".
Mas no abrieron, sino que volvieron a llamar como con los
nudillos de los dedos. Volví a decir que pasasen y por tercera
vez volvieron a llamar. Entonces me vino el pensamiento
de que era el P. Abad, y por ello no dije ya que abriese
y pasase, sino dije en seguida: "El Señor os bendiga, el
Señor os bendiga". Y ya no llamaron más, ni oí nuevos gol-
pecitos. Poco después llegaron los Padí·es del Noviciado a
decirme que a tal hora el P. Abad había muerto. Y era pre-
cisamente la hora a que había llamado a mi puerta. Iba su
alma a pedirme permiso para volar al cielo» 109,

108. Datos tomados del Libro de Vesticio11es de la Congregación


Paulina, de mano del Santo. Reg. cal. n. 11.
109. Anotaciones Históricas, P. BERRO, libro Il, p. 116. No menos
interesante es la declaración del P. Casani en el Proceso del P. Glicerio,
Positio super virtutibus, n. XVII, p. 557.
140 SAN JOSE DE CALASANZ

Como el P. Gelio en e] Vestri y en el Manini, el Padre


Glicerio fue en San Pantaleón y en la Congregación Pau-
lina el San Luis Gonzaga de las Escuelas Pías.
El anciano P. Gaspar Dragonetti no vistió el hábito.
Era ya demasiado duro para religioso, aunque de costum-
bres angelicales y de tierna devoción para con la Virgen,
los misterios de Belén y de la Epifanía, y los tres jóvenes
leontinos Santos Mártires Alfio, Filadelfo y Cirino. San
Pantaleón y Frascati se llenaron de recuerdos de estas
devociones tan pedagógicas, y aún se dice que en alguna
de sus fervorosas comuniones se le dejó ver Jesús Niño
en forma sensible. Alcanzó los días de la elevación a
Orden y murió piadosamente en 1628 110 •
Pero echemos una mirada sintética sobre el personal
de aquellos cuatro años que duró la Congregación Pau-
lina. El número de novicios admitidos a la vestición de
hábito en todo el cuadrienio fue de 151. De ellos no fue-
ron admitidos 57 a la profesión de votos. Y la mortalidad
entonces muy alta hizo presa también en 33. De manera
que contó el Santo Fundador de hecho con solo 60 reli-
giosos en activo. Con admirable amplitud de miras ad-
mitió al noviciado un numeroso y variado grupo de ex-
tranjeros. Pero no le cuajaron. Hubo un francés, dos
loreneses, un borgoñón, otro de la Valtelina, un bávaro,
tres germanos, un portugués y un prusogermano. Espa-
ñoles, además de los conocidos, entraron tres que tam-
poco llegaron a ramos de bendecir, un pícaro que apenas
se ordenó sacerdote marchó a España con el pretexto de
entrar Trinitario, y dos infelices de la villa de Calasanz,
despedido uno por flojedad de cabeza y otro por incons-
tancia en su vocación. La mayoría inicial fue casi abso-
lutamente italiana; mas al ver que dentro de ella hubo
un buen contingente luqués, nos viene el mal pensamien-
to de que el P. Casani, a pesar de su indiscutible pres-
tigio, fue corto y estrecho de miras y de criterio. Solo
sacó a flote a sus paisanos y ahogó aquel primer ger-

110. De este venerable y docto viejo que alcanzó los 115 años de
edad hay abundante bibliografía y literatura, que ha resumido y am-
pliado en una más de sus disertaciones investigadoras el P. Sántha.
Ephemerides, mayo 1960, p. 146.
CONGREGACION PAULINA DE LAS ESCUELAS PIAS 141

m en de universalidad que el P. Prefecto quería meter en


su Congregación.

LAS PRIMERAS FUNDACIONES.

Mas repitamos que todos los comienzos han de ser


humildes. Paulo V expidió el Breve fundacional con pre-
ventivas limitaciones de ensayo. Que no se extienda la
Congregación a más de 20 millas de Roma. Quiere ello
decir que de extenderse la obra había de ser dentro de
los Estados Pontificios. Las solicitudes fueron muchas y
lejanas pero la expansión del Instituto comenzó por casas
pequeñas y en poblaciones cercanas a la Ciudad Eterna.
La correspondencia del Santo Prefecto en estos cuatro
años se inició en Frascati y pronto le veremos dirigir sus
epístolas a nuevas fundaciones. Narni suena en 1618;
Mentana y Moricone en 1619; el seminario de Mágliano
en el 20; y Norcia, Cárcare y Panano en el 21; sin contar
el noviciado de Roma y la sucursal del Borgo.
Lo curioso es que Narni está a cuarenta y dos millas
de Roma. Calasanz sabe muy bien que no puede pasar
de veinte. Pero es feudo del cardenal Justiniani; este
habla con el Papa, y de viva voz se deroga la geográfica
limitación. Algo parecido ocurrirá con el seminario de
Mágliano en Sabina, con Norcia o Nursia en la Marca,
patria de San Benito, y con Cárcare que está nada menos
que allá en Liguria en el golfo de Génova.
La fundación de Frascati subsiste todavía. Llevó allá
el Santo una devota pintura de la Madre de Dios Nuestra
Señora de Gracia y promovió su culto con una bien orga-
nizada Cofradía, a la vez que organizaba aún mejor la
marcha de las clases. Después de grandes vicisitudes,
pasó el Colegio por la más seria en un terrible bombar-
deo en la guerra mundial de 1940. Pero hoy por fortuna
están restauradas escuelas e iglesia y siguen las clases
y sigue el culto después de tres siglos y medio.
La casa de Narni se hizo famosa por cuanto a ella se
retiró nuestro Santo Legislador a redactar las Constitu-
ciones del Instituto.
La fundación de Moricone fue exigencia del príncipe
142 SAN JOSE DE CALASANZ

de Sulmona, don Marco Antonio Borghese, de la familia


del Papa. El P. Prefecto solo pudo destinarle una comu-
nidad minúscula, pero se multiplicó en sus actividades y
satisfizo todas las esperanzas. Es de los pocos casos en
que el propio P. José destinó al P. Tomás Vitoria a mi-
sionar por aldeas y castillos próximos, a más de la ca-
suística en casa y el fomento de la frecuencia de sacra-
mentos en todas partes.

PROFESION DE lOSE Y ESCLAVITUD MARIANA.

Mas dejando noticias de aquellas fundaciones algo


nebulosas y desdibujadas por primitivas, recordemos que
según el Breve fundacional correspondía emitir la pro-
fesión a los primeros escolapios paulinos el 25 de marzo
de 1619 tras el bienio de noviciado. Para el P. Prefecto
hubo dispensa pontificia de más de un año y profesó el
19 de marzo de 1618. De cuán profundamente se perca-
tara de la importancia de aquel abrazo al estado de
perfección de la vida religiosa que venía a cumplir ple-
namente la profecía de la visión de San Francisco en la
Porciúncula desposándole para siempre con las tres don-
cellas, da idea el hecho de que hizo acuñar una medalla,
que más adelante hubiera sido las delicias del Santo
Grignón de Monfort, por realizar totalmente su pensa-
miento de la esclavitud mariana. El profeso de la Congre-
gación Paulina arrodillado ante la Virgen Madre, con sus
sandalias abiertas y su manteíllo corto, recibe de ella
unas cadenas que son prenda y compromiso de perpetua
esclavitud. Así lo dice una cartela sostenida por un ángel,
mientras otras tres en la gráfila aclaran que son el vínculo
indisoluble de los tres votos 111 •

111. Está en el Archivo Generalicio y en 1932 fue reacuñada en


aluminio. Reg. Cal. n. 11, en la misma caja en que se guardan las
Constituciones.
CONGREGACION PAULINA DE LAS ESCUELAS PIAS 143

EXIGENCIAS DE VIVIENDA Y ESCUELAS.

Precisamente el secreto de la insistente solicitud con que


eran pedidas sus escuelas en pueblos y ciudades a medi-
da que se las iba conociendo, estriba en las pocas exi-
gencias de temporalidades que formulaba tarea cultural
tan beneficiosa. El Santo las resumió en breve documento
en que resalta la santa pobreza no menos que el sentido
práctico. Nada limita en cuanto a las escuelas; pero se-
parado de ellas y más o menos próximo pide un claustro
de comunidad con doce celdas por lo menos, oratorio,
sala de estudio, biblioteca, ropería y enfermería. En la
planta inferior refectorio, cocina, despensa, leñera y la-
vandería. La iglesia contigua y el posible huerto son el
mejor complemento, sin más bienes inmuebles y con
licencia naturalmente de pedir y mendigar, que por algo
son mendicantes 112 •
Y ya que mencionamos el huerto, no se nos quede
olvidado un caso característico que valió a las Escuelas
Pías uno de sus primeros benefactores. Lo trae el Padre
Berro con atribución genérica a aquellos primeros tiem-
pos. Estaba en una huerta rezando su breviario monseñor
Giudizioni, obispo de Lucca. Una voz trémula, como hilillo
de plata agitado del viento, le sacó de su abstracción.
Reparó en ella atentamente y percibió con claridad que
era voz suplicante de niño azorado: «¡Ay padre, diga
conmigo, Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
me pesa de todo corazón! ... ». Volvióse el Obispo hacia el
lugar de donde la voz salía y vio al hortelano pendiente
de un árbol, cabeza abajo y sostenido tan solo de un pie
enredado en unas ramas. En el suelo, arrodillado y tem-
bloroso, estaba su hijo, pequeño de ocho años, que era
quien dictaba en aquel trance supremo el acto de con-
trición. Acudió y gritó inmediatamente el Prelado. Salva-
ron del peligro al hortelano, que precisamente para su
obsequio había subido al árbol buscando la fruta. Y res-
tablecida la calma, el Monseñor, sumamente edificado y
gozoso, llamó al pequeñuelo:

112. Epistolario, 35-a.


144 SAN JOSE DE CALASANZ

-¿ Quién te ha enseñado esa hermosa oración?


-Es que voy a las Escuelas Pías y el P. José nos ense-
ña que en peligro de muerte hay que hacer el acto de
contrición. Y yo se lo decía a mi padre.
Y las limosnas de Giudizioni siempre acompañaron
sus admiraciones para con el P. José 1!3.
Ni faltaron otros prelados y monseñores que se gana-
ron con sus legados la gratitud del Santo Fundador. Mon-
señor Sextilio Mazzuca, obispo de Alesano y canónigo de
San Pedro,

<<ha dejado en su testamento los bienes muebles de su casa


para nosotros, que no subirán todos a mi parecer a cien
escudos; pero la librería, que también es para nosotros, vale
algo más; nos deja para comprar una casa en el Borgo dos
mil escudos y que hagamos allí las Escuelas Pías que hace-
mos al presente en casa alquilada (la sucursal del Borgo ).
Asimismo deja ocho mil escudos para nuestro Noviciado,
que deben gastarse en él a nuestro beneplácito>>.

El lamento más frecuente del Epistolario es que en


muchas y largas épocas corren poco las limosnas. Pero
de vez en cuando el ejercicio escolar y la evidente nece-
sidad del Noviciado le traían consuelos efectivos como
los de tal bienhechor.

113. A1wtaciones históricas, P. BERRO, cap. XIX.


14. Redacción de las Constituciones y
elevación a Orden Religiosa
(1620 . 1622)

CORTES Y CABALLEROSO.

De entre las primeras fundaciones del tiempo de la


Congregación Paulina ya nombramos la de Narni inicia-
da en 1618. Al año siguiente la visitó dos veces el Santo
Prefecto de las Escuelas, aprovechando para la segunda
las vacaciones otoñales de octubre con que se daba fin
al curso escolar. Del 30 de octubre es efectivamente la
carta en que cuenta el hospedaje con que allí pudo acoger
al Protector Cardenal Justiniani y luego al Cardenal Lu-
dovisi, futuro Gregario XV.

<<Ha estado aquí alojado en nuestra casa, a la vuelta de


Loreto, el señor Cardenal Justiniani con dos Prelados; y ha
partido satisfechísimo, no solo por el aprovechamiento
logrado en poco tiempo por nuestros maestros después de
haber oído recitar maravillosamente a tres alumnos, sino
también por el buen trato recibido. Se cruzó en Otrícoli con
el Cardenal Ludovisi y le invitó a hospedarse en nuestra
casa, porque en Narni no encontraría alojamiento mejor.
Y es que hice abrir dos puertas y tenía un recibidor y dos
habitaciones muy bien preparadas. Y de sala de espera para
la gente en las audiencias servía un corredor o dormitorio
de 90 pies míos de largo y 16 de ancho. Me temo que habre-

10
146 SAN JOSF DE CALASANZ

mos de prestar este servicio a muchos Cardenales de pasada,


y que ocasionará alguna molestia» 114,

El Calasanz cumplido y caballeroso que sabe tratar


a pobres y alternar dignamente con los grandes, se nos
presenta aquí con toda la ingenuidad de su despreocu-
pada franqueza con el P. Castilla.
Volviendo de Loreto en la Marca de Ancona, a vista
del Adriático, hacia Roma, Narni parece descanso obli-
gado en los lentos viajes de entonces a dos tercios del
total recorrido. De Narni a Roma quedan todavía tres
o cuatro jornadas, por Otrícoli, Mágliano, Cívita Castella-
na y Campagnano.
El P. Berro nos da más detalles de esta estancia en
Narni del Cardenal Alejandro Ludovisi, entonces todavía
Arzobispo de Bolonia:
<<Trató muy familiarmente con nuestro Padre, y, al oír
sus pensamientos y sentimientos acerca ele las Constitucio-
nes que iba madurando para el Instituto, le quedó muy aficio-
nado y le prometió toda protección y favor. Poniéndole la
mano sobre el hombro, le elijo: Padre, si el Señor me da
ocasión de poderlo realizar, os prometo ayudaros» m.

MIENTRAS REDACTA LAS CONSTITUCIONES ...

El Breve fundacional de la Congregación Paulina en-


cargaba en efecto al P. José, de acuerdo con el Cardenal
Protector, la tarea de redactar las Constituciones y Re-
glas del nuevo Instituto. Pero hasta el año 1620 no le
ordenó este que se retirara fuera de Roma a componer-
las, y aun entonces esperó a que terminase el curso. Por
la correspondencia del Santo vemos en realidad que se
retiró a Narni en octubre del 20 y permaneció allí hasta
el 17 de febrero de 1621. Casi cinco meses dedicados prin-
cipalmente a tan trascendental cometido fueron suficien-
tes para llevarlo a cabo; pero sin que el Santo Legislador
dejara de sus manos las riendas de su obra en marcha,

114. Epistolario, carta 42.


115. Anotaciones históricas, P. BERRO, libro I, cap. 26.
CONSTITUCIONES Y ELEVACION A ORDEN RELIGIOSA 147

y sin apartar la mirada de los importantes acontecimien-


tos que tuvieron lugar en aquel breve período.
Y fue el primero la resonante victoria bélica de la
Montaña Blanca allá en el corazón de Bohemia, que
llenó de optimismo al partido católico y trajo la impre-
sión de que Alemania no estaba irremisiblemente perdida
para la catolicidad y totalmente dominada por el Protes-
tantismo. Las cartas del P. Prefecto dan fe de su íntimo
gozo:
«La nueva de Praga es de gran consuelo para los cató-
licos. El Señor les dé siempre victoria» (30 de noviembre de
1620 al P. Gaspar Dragonetti).
«Aquí se han alegrado todos con la nueva de la toma de
Praga. El Señor dé completa victoria a los católicos para
que puedan extirpar las herejías de Alemania» (6 de diciem-
bre al P. Castilla).

Aquel señalado triunfo fue debido en gran parte a


la decisión del carmelita P. Domingo Ruzola, el confesor
en Roma de nuestro P. José. Desde principios del año 1620
recorría las cortes europeas como Legado Apostólico en
Francia, Baviera y Flandes. Desde la defenestración de
Praga se jugaban cartas muy importantes entre Federi-
co V, el rey de invierno, jefe de la unión protestante,
y Ferdinando II recién electo Emperador, defensor de
los católicos. El 8 de noviembre fue la decisión. En el
cuartel católico Maximiliano de Baviera y el General
Tilly aconsejaban el ataque inmediato en la Montaña
Blanca junto a Praga, la posición más fortificada de los
bohemios rebeldes. Los demás consejeros vacilaban y
aun rehuían. El P. Ruzola no se pudo contener. Tomó
una imagen de María mutilada por los calvinistas y abra-
zado a ella habló con tal pasión al Consejo, que decidió
la deliberación y se ordenó la acometida inmediata. Todo
fue cuestión de una hora. El triunfo de la Montaña Blan-
ca fue rotundo. El rey de invierno se dio a la fuga.
El optimismo derivado de aquella jornada estimulaba
más y más al legislador de las Escuelas Pías a la dona-
ción total a la causa de la Contrarreforma con las armas
bien distintas de la formación cristiana y cultural de la
juventud. Encerrado en su retiro de Narni se da prisa
148 SAN JOSE DE CALASANZ

en su labor. Le acucia el deseo de su trabajo directo sobre


los niños de Roma, de la sucursal del Borgo y su preocu-
pación por la ampliación del Noviciado.
Y tanto más cuanto que un segundo acontecimiento
de gran interés reclama su presencia en la Ciudad Eterna.
Paulo V, el Papa que más estimó a José y valoró en su
justa medida su ingente obra, moría el 28 de enero de
1621. Los romanos ciertamente no le lloraron. Ansiosos
de novedades sentían la fatiga de sus quince miembros
de la familia Borghese. Pero la historia de la Iglesia tiene
muchas páginas que llenar en alabanza del pontífice que
mantuvo la paz y el equilibrio entre España y Francia,
que hizo florecer la fe antigua en los Países Bajos, que
promovió la restauración católica en Francia y que inau-
guró la contraofensiva en Alemania a raíz del triunfo de
la Montaña Blanca. La Historia del Arte debe también
su emocionada gratitud al Papa de la Villa Borghese con
la maravilla de sus Berninis, al embellecedor de Roma
con sus fontanas y su «aqua páola», al constructor que
termina la Basílica de San Pedro y graba su nombre en
el frontispicio del templo máximo de la cristiandad 116 •
El P. Prefecto de las Escuelas Pías le lloró desde Narni
más que nadie recordando sus bondades para con él, para
con sus niños y para con sus escuelas; y allí mismo en
Narni supo con alegría que tras brevísimo cónclave había
sido elevado al Sumo Pontificado el Cardenal Alejandro
Ludovisi, el de la visita y hospedaje del otoño de 1619. Por
cierto que la víspera del cónclave había escrito San José:
«Aquí rogamos todavía por la buena elección del Pastor
Universal que tanto importa. Espero que poco después de
entrar en cónclave, los señores Cardenales se pondrán de
acuerdo. Al menos así lo deseo».

SI ESTA A PUNTO EL BORRIQUILLO BLANCO ...

Y el augurio o la profecía tuvo cabal realización. Era


el 7 de febrero de 1621 y a los diez días escribía definiti-
vamente:

116. Vide Epistolario de GAMs, y Jerarquía Católica de EUPEL.


CONSTITUCIONES Y ELEVACION A ORDEN RELIGIOSA 149

«Yo, por gracia del Señor. he terminado las Constitucio-


nes. Si está a punto el borriquillo blanco con la albarda y
las alforjas buenas, y si el tiempo lo hace bueno, partiré
el primero o segundo día de cuaresma con la ayuda del
Señor» 117,

Baja, pues, Calasanz desde Narni en su humilde borri-


quillo, llevando debajo del brazo el borrador de las Cons-
tituciones de su Congregación docente y meditando en
profundo silencio las posibilidades de pedir algo más
que su simple aprobación. Tal vez haya llegado también
el momento de suplicar la elevación de su Instituto de
sola Congregación al rango de Orden Religiosa, de Reli-
gión formal como se decía entonces. A los pocos días
es admitido el P. Prefecto a la ceremonia del ósculo del
pie de Su Santidad y con aquella ocasión presenta al
nuevo Papa sus respetos y augurios en una composición
métrica del P. Francisco Baldi. Ignoramos si se atrevió
a recordarle sus promesas de Narni; pero es lo cierto
que el Papa confirmó para en adelante las mismas limos-
nas concedidas por su antecesor y dejó con su benevo-
lencia en el pecho de Calasanz el ardimiento para las
peticiones que en la cabeza llevaba.
En efecto, en la primera mitad de marzo inmediato y
por mano del Protector Cardenal Justiniani, el P. Prefec-
to de la aún Congregación Paulina presentó al Pontífice
Gregario XV un ingenioso memorial lleno de agudezas
y barroquismos, en que a vuelta de correlaciones entre
Paulo III romano y Gregario XIII, boloñés, promotores
de la Compañía de Jesús, con Paulo V romano y Grega-
rio XV asimismo boloñés fautores de la Escuela Pía, venía
a suplicar no solamente la aprobación de las Reglas sino
también la elevación a estado perfecto, para eterna gra-
titud de cuantos en la nueva Orden aprenderían letras
y piadosas costumbres 118 ,
El Papa mismo o su nepote el Cardenal Ludovico Lu-
dovisi leyeron someramente el memorial y se limitaron
a contestar fríamente escribiendo al dorso del mismo:

117. Epistolario, cartas 66 y 72.


118. Anales del P. BARTLIK. Ephemerides, nov.-dic., 1937, p. 178.
150 SAN JOSE DE CALASANZ

«Remítase a la Congregación de Regulares. 16 de marzo


de 1621. Pide confirmación de Constituciones. Que las
muestren».

Y pasó a examen el texto constitucional, durando su


estudio hasta el 14 de septiembre de 1621, seis meses casi
justos. Dejemos en su labor a los examinadores de la
Congregación de Obispos y Regulares y veamos algo de
lo que había hecho en Narni durante los cinco meses
anteriores el Santo Legislador.

ACTUALIDAD Y FUENTES
DE SU IDEARIO CONSTITUCIONAL.

Del primitivo monacato con sus Canónigos Regulares


y sus Congregaciones Monásticas la fundamental obliga-
ción del coro era incompatible con la vida activa del
maestro de niños y jóvenes. No había que pensar en re-
tornos a la antigüedad.
De las Ordenes Mendicantes medievales, particular-
mente Agustinos, Carmelitas y Franciscanos, Calasanz
había intervenido en serios intentos de Reforma y tenía
muy clavada en el alma la necesidad de acentuar su
austeridad y descalcez, lo que él llamaba «vivir a la
apostólica».
La actualidad entonces de la vida religiosa en la Igle-
sia de Dios la detentaban los Clérigos Regulares, a saber,
los Teatinos, Barnabitas, Jesuitas, Somascos, Camilos y
Caracciolinos. Desde su infancia conocía y admiraba José
a los Padres Jesuitas. Recién ordenado de sacerdote había
tenido que entrar en contacto con Agustinos en Monzón
y con Benedictinos en Montserrat; pero en forma oca-
sional y esporádica. En Roma intimó con los Conventua-
les Franciscanos de los Doce Apóstoles, con los Canne-
litas Descalzos del convento de la Scala, con la Congre-
gación de la Madre de Dios de San Leonardo de Lucca,
con los Dominicos de la Minerva, con los Jesuitas del
Gesú y del Colegio Romano, con la Archicofradía de la
Doctrina Cristiana, los Agatistas y los Oratorianos de San
Felipe Neri.
CONSTITUCIONES Y ELEVACION A ORDEN RELIGIOSA 151

Si agregamos los Cartujos que formaban la familia


del Obispo Capilla en Urgel y si recordamos la visión
de San Francisco en Asís desposándole con las tres don-
cellas representativas de los votos religiosos, tendremos
tal vez el conjunto de vivencias de perfección que influ-
yeron en su experiencia, amén de sus lecturas y de su
ciencia canónico-religiosa.
Casi todo ello deja reflejos en sus Constituciones que
elabora como algo vital y experimental para lo caracte-
rístico de su obra, pero con la convicción humilde de que
no va a crear nada nuevo, sino a aprovechar la experien-
cia secular de la Iglesia en cuanto a lo genérico de la
vida religiosa.
Tal vez se lleva consigo como fuentes escritas un cua-
dernillo que después figuró en el Archivo de San Pauta-
león con el título de
«Varias cosas tomadas de las Constituciones de la Com-
pañía de Jesús para sus Constituciones. Casi todo él escrito
por nuestro Santo Padre».

Quizá quiso también tener a mano el libro italiano de


San Juan Leonardo de Lucca:
«Tratado de la buena educación de los hijos, la cual se
pone de manifiesto con citas de la Sagrada Escritura, Conci-
lios, santos Padres y escritores paganos, con pruebas y ejem-
plos» (Nápoles, 1594 ).

Y bien grabados tenía en la mente, si no extendidos


sobre la mesa de trabajo, los dos escritos latinos, por él
mismo inspirados, del carmelita Padre Juan de Jesús y
María:
«Libro sobre la educació11 piadosa» y el «Proyecto» para
la unión de la Luquesa y las Escuelas Pías.

Con ello y con la asistencia y la inspiración de la


Santísima Virgen María redactó un preciosísimo proe-
mio y un código legislativo de tres partes y diez u once
capítulos cada una, en que recoge y ordena cuanto de
perfección pueda desearse para formar pedagogos ideales
y hacer funcionar una corporación humana con ritmo
152 SAN JOSE DE CALASANZ

angélico en la sublime tarea de inculcar a niños y jóve-


nes el amor de la cultura y el mayor incremento de la
piedad.
Analizar ahora todas las prescripciones de tan sabia
legislación rebasaría en mucho nuestro cometido, y más
cuando no habremos de tardar en espigar algo de sus
ideas pedagógicas y nos está esperando el hilo de la
cortada narración.

UN DICTAMEN DIAMETRALMENTE OPUESTO ...

Apenas entregadas las Constituciones a la Congrega-


ción de Regulares sobrevino la muerte del propio Car-
denal Justiniani que las había entregado. La Congrega-
ción Paulina quedó sin Protector. Quizá contribuyó ello
más que nada a que durara seis meses el examen de las
Reglas.
José lloró a Justiniani como había llorado al Papa
Paulo V; pero no se desalentó. Dándose cuenta de que
el asunto de la elevación a Orden estaba tan atascado
como el de la aprobación de las Reglas, redactó otra soli-
citud, esta vez con una sencillez que contrasta con el rim-
bombe de la petición primera. No iba dirigida al Pontífice
sino simplemente a los miembros de la Congregación de
Regulares, cuya presidencia ostentaba el Cardenal Tonti.
Miguel Angel Tonti, Cardenal Nazareno, natural de
Rímini, sobre el Adriático, cerca de la actual República
de San Marino, fue de familia humilde, y su natural des-
pejo y su constante aplicación al estudio hicieron de él
un legista y canonista eximio. Indispensable en la familia
de los Borghese, subió como la espuma cuando Paulo V
llegó al solio. Pero en su rápido encumbramiento estuvo
su peligro, porque pareció hacer sombra al propio nepote
del Papa reinante. Cayó en desgracia de Paulo V y se
retiró a su Obispado de Cesena. Muerto Paulo V, Gre-
gario XV no le dejó volver a su casi destierro de Cesena
y lo retuvo en Roma ~1 frente de la Congregación de
Obispos y Regulares y allí recibió como Presidente la
segunda solicitud del Santo Calasanz. Dejándose llevar
de su ciencia canónica en forma exclusiva, emitió dicta-
CONSTITUCIONES Y ELEVACION A ORDEN RELIGIOSA 153

men adverso, por cuanto las Actas del IV Concilio de


Letrán de 1215 decían taxativamente:
«Para que la excesiva diversidad de Religiones no pro-
duzca grave confusión en la Iglesia de Dios, prohibimos
firmemente que nadie invente Religión nueva. Quien quiera
entrar en Religión, abrace una de las ya aprobadas>>.

Demasiada agua había pasado desde entonces por el


río de la Historia. Calasanz toma la pluma y dedica y
dirige al mismo Cardenal Tonti un vigoroso informe en
defensa de la licitud y oportunidad de elevar a Orden
sus Escuelas Pías. Es una obra maestra y un canto ori-
ginal y nuevo a la tarea educacional. El efecto de aquel
escrito fue fulminante. No solo desarmó al Cardenal, sino
que le convirtió en partidario decidido, y lo que es más,
en amigo del alma.
Afortunadamente lo encontramos en el Archivo Gene-
ralicio y lo uniremos al Proemio de las Constituciones
en capítulo próximo.
El Cardenal ponente movió, pues, a toda la Congre-
gación de Regulares y emitió el 8 de agosto de 1621 un
dictamen diametralmente opuesto al anterior, aconsejan-
do al Papa la elevación a Orden. Extraoficialmente lo supo
nuestro Santo y escribió entre otras esta emocionada
carta al Colegio de Norcia:
«Tan pronto como reciban la presente, reúnanse todos
en la iglesia y canten el Te-Deum y hagan acciones de gra-
cias al Señor, que por su sola misericordia sin mérito alguno
nuestro ha inspirado a los señores Cardenales de la Congre-
gación de Regulares conceder una firmísima y perpetua esta-
bilidad a nuestra Corporación, declarándola Religión, dán-
dole votos solemnes y aprobando nuestras Constituciones,
todo ello con aplauso unánime. Esta gracia exige de nosotros
una verdadera y profunda humildad, para que por este me-
dio tan eficaz logremos provecho grande en nosotros mismos
y en nuestros prójimos ... El Señor nos bendiga a todos, amén.
Desde Roma, a 25 de agosto de 1621» 119,

Y efectivamente el Papa Gregario XV el día 31 del


mismo mes ordenó que conforme a la relación del Car-

119. Epistolario, carta 82.


154 SAN JOSB DE CALASANZ

denal Nazareno, se expidiese el Breve correspondiente,


a tenor de la otra Religión de Clérigos de la Madre de
Dios.
Era que la Congregación Luquesa, siguiendo su propio
derrotero, su ministerio sacerdotal y sus obras de apos-
tolado, había tramitado por su parte, pero casi simultá-
neamente con la nuestra su elevación a Religión formal,
y el Pontífice concedía las dos gracias el mismo día 31.
La aparición oficial de los respectivos documentos ponti-
ficios fue para los luqueses el 3 de noviembre, y para
los escolapios el 18 del mismo noviembre de 1621 120 •
La Congregación Paulina dejaba de serlo, para empe-
zar a ser la Orden Religiosa de los Clérigos Regulares de
la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Nunca la tarea
escolar se había visto objeto de más excelsa dignificación.
La tramitación de la aprobación de las Santas Cons-
tituciones fue algo más lenta pero también llegó a tér-
mino el 31 de enero de 1622.

JUNTO AL LECHO DEL CARDENAL MORIBUNDO.

A los tres meses escasos de esta última fecha el Car-


denal Tonti reunía en torno a su lecho, donde yacía gra-
vísimamente enfermo, al P. José y a los cuatro que habían
de ser sus primeros Asistentes. No quería morir sin dejar
integralmente constituida la Orden Escolapia, con la ca-
beza y la curia perfectamente determinadas. Había testa-
do dejando todos sus bienes para fundar un Colegio de
becarios pobres, pero con honores de internado rico.
Quería a todo trance que la Escuela Pía se hiciera cargo
de la fundación. Y quiso recibir él mismo la profesión
del P. General, para que marchando en seguida a Santa
María la Mayor recibiese allí la profesión de sus Asisten-
tes. Con todo bien claveteado, moriría en paz. Y efectiva-
mente entregó su alma a Dios al día siguiente, 21 de
abril de 1622. Desde el cielo vería cómo San José de
Calasanz trabajó denodadamente para hacer realidad su

120. Erra, Ragguaglio de la unione e distmione ...\ p. 34.


CONSTITUCIONES Y ELEVACION A ORDEN RELIGIOSA 155

proyecto, a pesar de las enormes complicaciones de aque-


lla difícil testamentaría, y logró que el ensueño cardena-
licio, en manos de las Escuelas Pías, subsista en Roma
después de más de tres siglos y perpetúe el nombre de
Tonti con la fama del Colegio Nazareno 121 •
Pero el peligro de muerte ¿no había empujado dema-
siado lejos al Cardenal? ¿Dónde constaba que Calasanz
era el Prepósito General y que podía aceptar la profesión
solemne de sus cuatro compañeros? Los escrúpulos ate-
nazaron a José en materia tan importante, e inmediata-
mente los presentó al Papa. La benevolencia de Grega-
rio XV no tenía límites. A los ocho días de aquella pro-
fesión hecha en manos de un moribundo, emanó Breve
Pontificio, nombrando oficialmente al General y Asisten-
tes que representaran el cuerpo de la Religión. Solo que
el nombramiento, en lugar de hacerse a tenor de Consti-
tuciones, que determinaban Generalato vitalicio, hízose
como prueba por nueve años. Por supuesto, el Prepó-
sito General era el P. José de la Madre de Dios y los
cuatro Asistentes los Padres Casani, Viviani, Castelli y
Otonelli.
Guardados exactamente todos los requisitos del nuevo
Breve, fue hecha la profesión en el oratorio del Novicia-
do de la cuesta de San Onofre en manos de monseñor
Arzobispo de Armacán, primado de Irlanda, accidental-
mente en Roma, y se pidió certificación al notario señor
Félix de Todis 122 •
La organización escolar que tras el ensayo en Santa
Dorotea había cuajado en las casitas de la Plaza de las
Flores y definitivamente en el palacio Vestri con el nom-
bre de Escuelas Pías el año 1602, era ya a los veinte años,
la última de las Ordenes Religiosas de votos solemnes en
la Iglesia de Dios, y el P. José de Calasanz de la Madre
de Dios dejaba de ser el P. Prefecto para pasar a ser
sencillamente el P. General. General en jefe de todas las
mesnadas de educadores que han surgido desde enton-
ces en el seno del Catolicismo.

121. P. VICENTE BERRO, Anotaciones Históricas, tomo I, libro 1, p. 54


y libro 3, p. 8.
122. P. JUAN CARLos CAPUTI, Noticias Históricas, tomo V, p. 3.
15. Pedagogía calasancia en su ideario
(1620- 1622)

UNA CARTA Y UN PROEMIO.

San José de Calasanz fue hombre de acción más que


de teorías. Sin embargo a través de su inmenso episto-
lario fue dejando caer acá y acullá sentencias y pensa-
mientos acerca de la Pedagogía, que constituyen un re-
pertorio nada despreciable. Pero además en dos momen-
tos importantes de su vida hubo de apelar a la reflexión
y plasmar su ideología, no en realizaciones sino en escri-
tos de relativa extensión, que son aportaciones maestras
al acervo mundial ae la literatura pedagógica.
Por ello sin comentario alguno, en gracia a la breve-
dad, vamos a dejar consignados en este capítulo un pen-
samiento epistolar, el Proemio de sus Santas Constitu-
ciones y el Memorial a Tonti.
El primero es de su segunda carta romana, de 1592,
cuando todavía no sentía la llamada vocacional al campo
de la enseñanza. A propósito de su sobrinillo Juan Pastor,
hijo de su predilecta hermana Magdalena, deja caer esta
pepita de oro, que a pesar de su sencillez preludia mucho
de lo que luego vendrá:
«Hame parescido muy acertado que hayan conducido maes-
tro que enseñe latinidad en ese lugar, que será facilitar a los
158 SAN JOSE DE CALASANZ

padres que hagan aprender letras a sus hijos, que es una


de las mejores herencias que les pueden dejar».

Y allá en Narni en retiro parcial y sin perder contacto


con la marcha de su Instituto se concentró durante cinco
meses para escribir sus Reglas y las empezó en octubre
de 1620 con el siguiente Proemio:

<<Como en la Iglesia de Dios, bajo la mirada del Espíritu


Santo, todas las Religiones tiendan por diferentes caminos
a la finalidad efectiva de la perfección de la caridad, nuestra
Corporación aspira con todo empeño a lo mismo, por medio
del ministerio escolar que confirmó nuestro Santísimo Padre
el Papa Paulo V, de feliz memoria, Vicario de Cristo en la
tierra.
En cuyo diligente ejercicio hacen consistir unánimemente
la reforma de la República Cristiana tanto los Concilios
Generales y los Santos Padres, como los filósofos de recto
sentir. Pues si desde su tierna edad son imbuidos diligente-
mente los niños en piedad y letras, hay que esperar, sin
lugar a dudas, un feliz decurso de toda su vida.
Y aunque los medios oportunos que nos troquelen en
idóneos cooperadores de la verdad haya que esperarlos con
humilde afecto del Dios Omnipotente que nos llamó a esta
fertilísima mies; ello no obstante, y siendo él quien lo dis-
pone todo con suavidad, hemos estimado necesario, aleccio-
nados con el ejemplo de los Santos, circunvalar esta organi-
zación con previas Constituciones.
Y como profesamos ser en verdad Pobres de la Madre de
Dios, a los niños pobres jamás los habremos de rechazar,
antes al contrario, procuraremos con mucha paciencia y ca-
ridad enriquecerlos de toda virtud, atentos principalmente a
lo que dice el Señor: Cuanto hiciereis a uno de mis pequeíios,
a mí me lo hicisteis.
Será pues de nuestra incumbencia enseñar a los niños
desde los primeros elementos el modo de correctamente
leer, escribir, calcular, la lengua latina, y principalmente la
piedad y la Doctrina Cristiana; y todo ello ejecutarlo con la
posible facilidad.
Y como la tarea en que nos metemos sea de tal impor-
tancia, que requiere individuos superdotados en caridad, pa-
ciencia y otras virtudes, en sumo grado se ha de tener con-
sideración de quiénes han de ser admitidos y quiénes elimi-
nados de la prueba de este ministerio.
Pues si no se tiene suma diligencia en la selección al
admitir los novicios en la Corporación, y no es su formación
con extremo grado solícita, fácilmente cualquier Instituto,
por santo que sea, fracasará con desdoro»,
PEDAGOGIA CALASANCIA EN SU IDEARIO 159

UN ALEGATO FAMOSO.

Y véase si es fácil cantar más grandezas de la ense-


ñanza que las acumuladas por el Santo Calasanz en el
Memorial al Cardenal Tonti, razonándole la conveniencia
de elevar a Orden Religiosa su Instituto docente. He aquí
sus puntos principales 123 :
a) La educación, base de la reforma de las costumbres.
No hay duda alguna de que, aparte la canonización de
los Santos, entre los mayores actos de los Sumos Pontífices,
a ellos reservados como Vicarios de Cristo en la tierra, ocupa
quizá el primer puesto la aprobación de las Religiones.
Cosa es que, si viene de Dios, resulta de grandísimo honor
para la Iglesia, de auxilio y edificación al prójimo, de gracia
a los religiosos y de gloria para la Divina Majestad; dando
el Señor a simples hombres el poder de vivir como ángeles
en la tierra, muertos al mundo, insensibles al sentido, des-
pojados de afectos en cuanto a la carne; y de transformarse
a sí mismos de libres en siervos, de sabios en rudos, de
sociables en solitarios, de terrenos en fin en espirituales y
celestiales. Pero, si no viene de Dios, la Religión se convierte
en confusión; el concilio y convento en conciliábulo y con-
ventículo; la obra santa y divina se trueca en nefanda y
diabólica.
Por lo cual los Padres del IV Concilio de Letrán prohi-
bieron con grandísimo celo, en el Capítulo último de domibus
Religiosorum, la fundación de nuevas Religiones. Puesto que,
como expresamente dicen, para evitar la confusión y multi-
plicidad superflua de las mismas, parecíales suficiente reme-
dio la prohibición de las nuevas. Quienes quisieran entrar
religiosos podían escoger entre las antiguas; quien se sin-
tiera fundador, podía acogerse y militar bajo las banderas
de alguna de las ya aprobadas.
Esos motivos, así como dieron ocasión a los Sumos Pon-
tífices de proceder en esto con mucha mayor circunspección
y cautela que antes, así también les han dado pie para dis-
pensar en lo mismo; o mejor que para dispensar, para
declarar tácitamente que la intención de aquel Concilio fue
tan solo prohibir las Religiones superfluas y confundibles,
mas no impedir muchas otras, particularmente las de incum-
bencia distinta, necesaria y particular en la Iglesia de Dios.
Y entre estas incumbencias, por dictamen común de todos,
tanto eclesiásticos como seglares, tanto príncipes como par-
ticulares, se encuentra como la más necesaria y quizá la

123. Archivo Generalicio. Reg. Cal. 69 a.


160 SAN JOSE DE CALASANZ

primera para la reforma de las costumbres estragadas del


siglo, la de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas
Pías, que no es otra que la buena educación de los joven-
citos, de la cual depende todo el resto del buen o mal
vivir de la edad madura.
Así lo estimaron con luz divina el Concilio de Calcedonia
y el Concilio de Trento, los Santos Basilio y Jerónimo, Benito
e Ignacio.
No puede, por tanto, denegársele el favor y la gracia del
nombre de verdadera Religión a una Congregación que tiene
ya los hechos y la observancia de tal. No se les ha discutido
hasta ahora a otras Religiones que ejercen algún ministerio
no tan útil, ni quizá tan aplaudido de todos, ni quizá tan
deseado, y sin quizá tan solicitado en mucho tiempo, como
este que en tan pocos años es ya pedido y requerido de tantos.

b) Excelencias del ministerio docente.


Es en realidad el ministerio de la enseñanza el más digno,
el más noble, el más meritorio, el más beneficioso, el más
útil, el más necesario, el más natural, el más razonable, el
más de agradecer, el más agradable y el de mayor gloria.
El más digno por versar sobre el negocio de la salvación
juntamente de las almas y de los cuerpos.
El más noble por ser oficio de ángeles, ejercitado por los
Angeles Custodios, de quienes los maestros vienen a ser en
esto cooperadores.
El de más mérito, por ejercitar con anchura de caridad
en la Iglesia el más eficaz remedio de preservación y cura-
ción del mal, y de inducción y estímulo al bien, para con los
jóvenes de toda condición y, por tanto, para todos los hom-
bres que pasaron antes necesariamente por aquella edad;
y esto mediante las letras y el espíritu, las buenas costumbres
y las mejores maneras, con la luz de Dios y la del mundo.
El más beneficioso, porque tan solo por el suministro de
lo necesario ayudan a todos en todas las cosas sin acepción
alguna, haciendo de pedagogos de todos hasta acompañán-
doles a sus propias casas.
El más útil, por los buenos efectos de tantas transfor-
maciones de vida como se ven a menudo en los jóvenes, que
quedan totalmente desconocidos de como eran, antes de
frecuentar las escuelas.
El más necesario, por la corrupción de costumbres y do-
minio de vicios que impera en los mal educados; y por las
necesidades de la Santa Iglesia a que subvienen los niños
con la Oración Continua, renovándose y turnándose continua-
mente en el oratorio.
El más natural, porque todos los hombres instintivamente
quieren la buena educación de sus hijos.
El más razonable, para príncipes y señores, a quienes trae
PEDAGOGIA CALASANCIA EN SU IDEARIO 161

mucha cuenta tener vasallos y ciudadanos morigerados, obe-


dientes, bien disciplinados, fieles, sosegados, hábiles para
santificarse y engrandecerse en el cielo, pero también aptos
para ilustrarse y ennoblecerse a sí propios como también a
sus príncipes con los gobiernos y dignidades de la tierra.
Y esto mejor se percibe por los defectos contrarios de las
personas mal educadas, que con sus acciones perturban la
paz e inquietan al pueblo.
Es el más de agradecer, no sólo de parte de Jos hombres
en general, que universalmente lo aplauden y todos lo desean
en su patria respectiva, sino de parte de los sabios preocupa-
dos del bien de la reforma universal de las depravadas cos-
tumbres, y que comprenden que no se ha de lograr sino con
el cultivo diligente de las plantas tiernas, fáciles de enderezar.
Son éstas las almas de Jos jóvenes, antes que se endurezcan
y resulten difíciles, por no decir imposibles, de dirigir; como
ocurre a los hombres hechos que a pesar de tantas oracio-
nes, sermones y sacramentos, 1nuy pocos son los que cam-
bian de vida y se convierten de veras. Mas también es la
educación cosa de agradecer de parte de Dios; porque si la
conversión de un pecador alegra los cielos, ¡cuánto más se
alegrarán de los muchos que con ella se convierten a su
Divina Majestad, y cuánto más todavía de los que diariamente
se conservan en la inocencia bautismal! Estos sí que se
libran consiguientemente de la eterna condenación; mien-
tras que muchos de los que están en la edad juvenil, si
murieran, se condenarían por las culpas cometidas con deli-
beración, aunque tal vez sin escrúpulos, o confesadas sin
dolor, o quizá calladas en confesión.
Es también la enseñanza ministerio agradabilísimo para
quien se siente llamado a trabajar en esta viña y a laborar
en esta tan copiosa mies.
Y es gloriosísimo, para los que lo practican, y para los
que lo fomentan y promueven con su autoridad y favores;
para el Sumo Pontífice que lo establezca y apruebe por
Religión formal, como glorioso fue a sus antecesores aprobar
las anteriores Religiones; y para Dios en último término,
porque precaviendo este ministerio tantas ofensas, socorrien-
do a tantas penas aun temporales, y salvando y santificando
tantas almas, estas darán por siempre las gracias a las
Escuelas y la gloria y el honor a Dios.

e) No valen obstáculos.
No debe ser obstáculo a tan sano deseo el número cuan-
tioso de Religiones ya existentes o la prohibición del ante-
dicho Concilio, porque la variedad es ornamento maravilloso
de la Iglesia. Y además la abundancia o escasez de las cosas
no debe regularse por su número ...
Esto debería bastar para la sana interpretación de dicho

11
162 SAN .TOSE DE CALASANZ

canon, el cual tanto menos contrario es a la súplica presente,


cuanto que más bien estimula a su concesión, porque incul-
pando expresamente la abundancia de las Religiones super-
fluas viene tácitamente a ensalzar la de las útiles y par-
ticulares.
Mucho menor obstáculo es el peligro de alguna confusión.
Si se refiere a confusión con otras Religiones, puede proceder
del hábito y este es ya distinto; o puede provenir del minis-
terio, y este es distintísimo. Y así es este peligro tan remoto,
que la mayor parte de dichas Religiones como Capuchinos,
Franciscanos, Dominicos, Agustinos, y de ellas los Padres en
particular alaban y desean nuestro Instituto, le envían suje-
tos y procúranle fundaciones.
En cuanto a la mendicidad, no perjudica a los demás
religiosos, porque si son ellos también mendicantes, les da
más ocasión de excitarse a la confianza en la Providencia
divina y de mantenerse en la observancia y buen ejemplo
para recoger suficiente limosna; y si son seculares, ninguno
se preocupa de quitarles o darles sus limosnas (porque no
viven de ellas), aunque santa sería la violencia que se les
hiciera, obligándoles por fuerza a entrar en el convite del
padre de familias del Evangelio. Ni les es perjudicial a sí
propios, porque a más de la confianza divina, tienen tantas
seguras prendas de la provisión de sus necesidades cuantos
son los niños que tienen en sus escuelas.

d) el argumento supremo.
Y si alguien insistiese en que ya se ha suficientemente
proveído a la necesidad de enseí'íanza con los seminarios, con
los PP. Jesuitas y con los maestros seculares, esto no haría
más que confirmar el consentimiento universal acerca de la
necesidad de la educación como medio quizá único para la
reforma de costumbres... Pero aunque no fueran ciertas
todas estas razones, queda todavía un argumento supremo:
El mundo es grande; la mies es mucha; los operarios pocos.

e) la docencia, garantía de todo posterior apostolado.


Y por último, si la Santa Iglesia ha solido conceder los
votos solemnes a tantos otros ministerios, ¿por qué no a
este que puede considerarse como compendio de todos los
demás? Porque en caso de necesidad ayuda al prójimo en
todo aquello en que pueden auxiliarle los otros ministerios;
y fuera de ese caso, habitualmente prepara y dispone las
almas, con la buena educación, a ser capaces de recibir el
fruto de todos los otros ministerios. Porque si por el ama-
necer se adivina el tiempo de todo el resto de la jornada,
y de los buenos principios se arguyen los términos excelen-
tes, y todo el resto de la jornada de la vida depende de la
PEDAGOGIA CALASANCIA EN SU IDEARIO 163

educación en la madrugada de la tierna edad, y de ella no


se pierde nunca el buen olor, como del ánfora que contuvo
el vino añejo, ¿quién no ve que tanto mayor provecho y
mayor facilidad experimentarán los otros en el ejercicio de
sus respectivos ministerios, cuanto mayor haya sido la pre-
paración remota de los sujetos en la olvidada tarea de su
buena educación? ...
f) ministerio particular y propio.
Si la Santa Iglesia ha concedido la elevación a Orden a
tantas otras Instituciones de ministerio general y común,
¿por qué no a esta de ministerio particular y propio? Si a
tantas instituciones particulares, quizá no tan necesarias, o
al menos no tan solicitadas, ¿por qué no a esta, necesarísima
y solicitadísima? Si de semejante gracia se han hecho dignos
los que ayudan a curar o rescatar los cuerpos (Camilos y
Mercedarios), ¿por qué no los que curan, preservan y res-
catan las almas? Si se concede a los de ministerio general
o particular con solo vida activa o solo vida contemplativa,
¿por qué se ha de negar a quienes con uno y otro ministerio
viven vida mixta que es más perfecta? Si fue concedido
a los PP. Jesuitas con tanta variedad de votos (simples y
solemnes) para provecho por lo general de ciudades y per-
sonas grandes, ¿por qué no a los Pobres de la Madre de Dios,
con solo votos solemnes, tras una larga prueba de dos años
de Noviciado, para ciudades y personas por lo común peque-
ñas y pobres, y por lo mismo más necesitadas de auxilio?
Si no fue negada (la condición de Orden Religiosa) a quien
ayuda a bien morir (los Teatinos), ¿por qué no se concederá
con mayor razón a quien desde el principio ayuda a bien
vivir, de donde depende el bien morir, y la paz y la quietud
de los pueblos, el buen gobierno de las ciudades y de los
príncipes, la obediencia y fidelidad de los súbditos, la pro-
pagación de la fe, la conversión y preservación de herejías
particularmente en los jovencitos, a quienes los herejes pro-
curan infectar con sus falsas doctrinas desde el principio,
casi seguros del resto, y finalmente la reforma de todo el
Cristianismo por vía de hombres de vida apostólica pobrí-
simos y sencillísimos, profetizados por San Vicente Ferrer,
interpretado de estos por un hombre de vida milagrosa y
santa en la fundación de este Instituto? 124,

124. El sentido de esto último es que San Vicente predijo la re-


forma de la Cristiandad por medio de nuevos apóstoles; y un hombre
de vida santa, recién fallecido en los comienzos del Instituto, había
interpretado la predicción vicentina como alusiva a los nuevos após-
toles de la enseñanza que enseñan a bien vivir, particularmente a la
juventud. Y ese hombre apostólico, de vida santa y aureolada de
prodigios, debió de ser el Venerable Glicerio Landriani.
164 SAN JOSE DE CALASANZ

Quedan patentes los altísimos conceptos que de la


enseñanza y de la Pedagogía tenía San José de Calasanz,
siglos antes de que se constituyera en asignatura tan vital
y nobilísimo ministerio, y aun en conjunto de asignatu-
ras para constituir Sección dentro de la Facultad de Filo-
sofía y Letras.
16. Pedagogía calasancia en acción

EL GRAN ORGANIZADOR ESCOLAR.

San José de Calasam:, sobre la gloria de haber sido


el primero en abrir la escuela al pueblo y de haber expre-
sado como nadie las excelencias de la tarea de la ense-
ñanza, tiene también la grandeza de ser el más formida-
ble organizador de los estudios elementales y medios, o
como diríamos hoy, de los grupos escolares de primaria,
de las escuelas laborales o comerciales, y del bachillerato
humanístico, todo en una pieza.
Las Escuelas Pías, particularmente San Pantaleón de
Roma, fueron simultáneamente Colegio de Primera En-
señanza, Escuela Primaria Superior de cuentas y caligra-
fía que capacitaba para oficinas y despachos a los mu-
chachos que no habían de seguir carrera, e Instituto de
Segunda Enseñanza, en su rama de Latín y Humanidades,
única que entonces se conocía.
El mérito de esta amalgama radicaba en el tiempo en
que aparecía, cuando nadie se había preocupado todavía
del grupo escolar de primaria con carácter popular; cuan-
do muchísimo menos había pensado nadie en la escuela
para la vida, en la escuela que impartiera enseñanzas con
la exclusiva finalidad de que con ella pudieran los pobres
ganarse el sustento convirtiéndose en amanuenses y con-
tables de los bancos y escasas oficinas de entonces; cuan-
166 SAN JOSE DE CALASANZ

do los rudimentos del latín no se enseñaban gratuita y


colectivamente en ninguna parte, puesto que el Colegio
Romano, en su calidad de Universidad, exigía para ingre-
sar en él una posesión de la lengua del Lacio ya un tanto
avanzada.
Como prueba de estas aseveraciones guarda el Archi-
vo Generalicio el Libro de las casas y Religiosos que hay
en ellas, y el llamado Documentum Princeps de la peda-
gogía calasancia, ambos autógrafos del Fundador. El
primero nos da en una de sus páginas toda la organiza-
ción escolar de San Pantaleón de Roma en forma esque-
mática. Añadiremos a su derecha unas leves indicaciones
modernas, que hacen patente nuestra interpretación. Co-
rresponde al curso 1623-1624, cuando ya está iniciada la
fundación de Génova y no ha comenzado la de Nápoles.
Los 42 individuos que integran el cuadro forman solo la
Comunidad de San Pantaleón con su Sucursal del Borgo
en la misma Roma.
Véase el cuadro siguiente.

ESCUELAS DE SAN PANTALEON

1. P. José Calasanz... Ministro General ......... }Sacramentos y Oración


2. P. Pablo Otonelli.. <\.sistente, sustituto ...... Continua.

3. P. Castilla ............ Ecónomo y Prefecto de las Escuelas.

4. P. Dragonetti ..... . Maestro de la ...... 1.' ¡Escuelas de Latín o de


S. H. Angel ............. .. Maestro de la .. .. .. 2·• Bachillerato humanís-
6. H. Francisco ...... .. Maestro de la .. .. .. 3.' t'
7. H. Agustín ........... . Maestro de la .. .. .. 4.• Ico.

y} c?m~rcial,
8. H. Bautista y S.
Taccioni .............. . Maestros de escribir Escuela la-
, boral o tecmca.

9. H. Juan .............. . M:::;r~ -d~.. ~~~~-ibl; . :.·:


Escuela de Ingreso.
10. H. Santiago ........ . Maestro de abaco ......
PEDAGOGIA CALASANCIA EN ACCION 167

11. H. Benito Maestro de la ........ 6."}


12. H. Andrés Mtro. de la Nuova ... 7.•
13. H. Francisco ....... .. . • Escuelas de enseí'íanza
Mtro. de la Vecclua. 7. primaria.
14. H. Segismundo .. . Maestro de la ......... 8.•
15. H. J. Antonio Mtro. de párvulos .... ..

16. H. Santiago Secretario.

17. H. Antonio .......... Guardarropa.


18. H. Buenaventura ... Sastre.
19. H. Horacio .. ....... Enfermero.
20. H. Vicente ............ Limosnero de la leña.
21. H. Pedro ............. Limosnero de la leña.
22. H. Juan Antonio ... Limosnero del pan.
23. H. Felipe ............ Limosnero del pan.
24. H. Bartolomé ...... Limosnero de pan para el Noviciado.
25. H. Felipe F. .. ....... Limosnero de leña para el Noviciado.
26. H. Juan Carlos ... Cocinero.
27. H. José María ...... Portero.
28-31. Hnos. jóvenes... Estudiantes.
32-36. Hermanos .. .... .. Enfermeros.
37. H. Tomás ............ Convaleciente.

ESCUELAS DEL BORGO

38. P. Octavio ........... . Maestro de Gramática.


Maestro de escribir Y Bachiller laboral.
39. H. F. María ábaco ..................... ..
Maestro de leer y es-
40. H. Gregorio cribir ..................... ..
41. H. Jacobo .......... .. Parvulista .. .. .. .. .. .. .. .. .. Primaria.
42. H. Angel ............. . Secretario y suplente ..

El Santo y el P. Otonelli, corno sacerdotes, llevan el


peso de la acción espiritual con las Comuniones mensua-
les, las confesiones diarias y la Oración Continua.
168 SAN .TOSE DE CALASANZ

El otro sacerdote, P. Castilla, desempeña la Prefec-


tura y la economía. Las cuatro escuelas de Latín en
orden descendente, de superior a inferior, son el bachi-
llerato humanístico de ahora.
La clase 5.• se despliega en dos para los que no han
de pasar a bachilleres y aspiran a contables y amanuen-
ses, y otras dos que preparan a quienes sí han de pasar
a Latín o Bachillerato. La escritura, caligrafía y mate-
máticas son sus asignaturas características.
Las cuatro clases de Primaria son las que fundamen-
talmente enseñan a leer. Los pequeñines deletrean sila-
beando; en la 8." leen; en las dos séptimas, de corrida;
y en la 6." por fin declamando.
En cuanto a número de alumnos, el ideal del Santo
Fundador fue la cincuentena por clase. Pero la realidad
le desbordó casi siempre. Los datos históricamente po-
sitivos son los siguientes:

ALUMNOS

Según carta del P. Glicerio, en 1602 y en el Vestri,


eran .................................................... ...... 700
Según Memorial a Montalto, en 1605 y en el Ves-
tri, eran . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 500
Según el Documentum Princeps, transición Vestri-
Manini ...................................... ................ 600
Según carta del P. Glicerio, 29 de septiembre de
1612 en el Manini .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. . 800
Según el P. Baldi en Vida del Ven. Glicerio en San
Pantaleón . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . ...... .. . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . 1.000
Según carta del Santo al conde Ariza, 1614, en
San Pantaleón . .. . . .. .. . .. . . .. .. . .. .. .. .. . . ..... .. .. .. . .. . 1.200
Según el P. Erra en su Raguaglio, 1614, Idem .. .. .. 1.200
Según el P. Casani en una solicitud de 1617 en San
Pantaleón . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .... . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . 1.500
Según la Visita Apostólica de 1625, Idem .... .. .. . 900
Según el P. Caputi, en 1648, Idem ............. ........ 700
PEDAGOGIA CALASANCIA EN ACCION 169

EL GRUPO ESCOLAR EN MARCHA.

Pero dejando cifras y esquemas, acoJamonos al repe-


tido DocUinentum Princeps que ha permitido revestir
unas y otros de carne y piel, para contemplar el mecanis-
mo en marcha, el organismo docente en función vital.
Pero no olvidemos nunca que se está todavía en el pri-
mer tercio del siglo xvn 125 ,
Llevan las madres sus chiquitines de cinco a seis
años al P. Castilla. ¡Qué descansadas quedan al decirles
que están admitidos! El Hno. Juan Antonio tiene gracia
para mantenerlos compuestos y calladitos:

«En cuanto a las Letras, comenzando por Jos pequeíiines,


se tiene una escuela o clase en la cual están solamente Jos
que aprenden a hacer la señal de la cruz y a silabear. Y como
el número de estos párvulos suele ser de sesenta o setenta
y un maestro sólo no podría dar abasto a su enseñanza indi-
vidual (se impone el método simultáneo), se tiene colgado
de la pared un cartelón con el alfabeto, de caracteres bas-
tante grandes, y el maestro va señalando con el puntero,
una por una las letras, muchas y muchas veces, y otras
tantas Jos pequeñines van repitiendo, y se ve en seguida
cómo del grupo simultáneo van destacando Jos de mejor
ingenio. Los que han aprendido el deletreo pasan al silabeo,
y tienen igualmente otro cartelón de letras gruesas, con el
ba, be, bi, ab eb, ib, y algunas palabras fáciles. Y cuando
ya comienzan a silabear se pasan a la clase siguiente».

No olvidemos que el Santo anciano tenía en aquella


escuela de parvulines todas sus complacencias. El lau-
reado en humanismos y doctorado en Sagrada Página,
el teólogo canonista consultor de los Colonna, era feliz
cuando, hurtando el tiempo a las clases superiores, o
dejando al P. Otonelli al frente de la Oración Continua,
se metía en la escuela del Hno. Juan Antonio, señalaba
él las letras y sílabas de los carteles, explicaba al infan-
til auditorio algunas preguntas de su catecismo, sin exi-
girles más que las terminantes y unánimes contestacio-
nes, Padre, sí; Padre, no. Y al despedirse, sin cancms
empalagosas, pero con ternura de padre y corazón de

125. Reg, Cal. XII, n. 116.


170 SAN JOSE DE CALASANZ

santo, poníales las manos sobre la cabecita, o signaba


con el dedo pulgar sus cándidas frentes, y les dejaba una
impresión de fervor y de cariño, que en aquella edad
comprendían perfectamente, quedándoles honda huella
para los tiempos venideros. Los testimonios de cuantos
recordaban aquellas visitas respiran todos edificación y
entusiasmo. Uno de ellos, el de la tienda del callejón de la
Cucaña, llega a decir:
«Sin gran fe, no hubiera hecho aquella gran obra de
enseñar a los niños pobres con tal caridad, que era la ma-
ravilla de Roma» 126,

Cuando el párvulo sabe ya deletrear y silabear, des-


tacándose de entre el grupo simultáneo, pasa a una clase
más alta que es la escuela 8.", la del Hno. Segismundo.
En ella se enseña a leer no ya silabeando, sino reco-
rriendo el Salterio. Es la clase de lectura corrida, pero
puramente mecánica. No hay todavía nada de lectura
comprendida. Los fonemas se pronuncian bien, las pa-
labras se componen correctamente, pero nada dicen a la
inteligencia. Hoy está superada totalmente esta fase con
los buenos libros impresos para ello. Pero entonces no;
y es de pasmo constatar que el librito de texto era el
Salterio latino.

«Dura el ejercicio de enseñar, así en esta como en todas


las demás clases, dos horas y media por la mañana y otro
tanto por la tarde. Y cuando comienza la escuela, entrando
el maestro con los escolares al tañido de la campana común,
el maestro dirige las preces acostumbradas y hace que re-
pasen la lección un cuarto de hora. Luego la va tomando
uno a uno, seis u ocho líneas cada cual, anotando donde
cada uno termina para evitar repeticiones. Si después de
leer todos, sobra tiempo, empléase en hacer repetir sila-
beando de memoria palabras del Salterio, examinando el
número de sílabas y cómo se separan. Los muchachos se
enmiendan unos a otros, y los más diligentes reciben el
premio de alguna estampa. Por la tarde, vuelta al recitado
individual de la mañana, y terminado, se les enseña en voz
alta el Principio de la Doctrina Cristiana y las oraciones

126. Proceso Informativo, p. 496.


PEDAGOGIA CALASANCIA EN ACCION 171

necesarias. Terminadas las escuelas y dichas las preces, se


les manda a casa; y cada cuatro meses se hace examen gene-
ral en todas las escuelas, y los escolares que se encuentran
haber adelantado pasan a la escuela inmediata superior. Y
así los de esta clase del Salterio pasan a la siguiente que
es la séptima».

"El principio de la Doctrina cristiana" a que aquí se


alude era un Catecismo de infancia compuesto y editado
por el propio Calasanz. Su título rezaba:
<<Algunos Misterios de la Vida y Pasión de Cristo Señor
Nuestro. Para enseñar a los escolares de las ínfimas clases
de las Escuelas Pías».

Era un diálogo de 64 preguntas y otras tantas res-


puestas, estas últimas de tres o cuatro palabras, y en
varias ocasiones reducidas al Padre, sí. Examinado a la
luz de la Teología, admira cómo el doctor en Sacra Pá-
gina ha sabido resumir en forma plástica, sin abstrac-
ciones, las verdades fundamentales de la fe cristiana
sobre Dios, la Trinidad, la Encarnación, la Redención, la
Eucaristía, el Espíritu Santo, la Virgen María y el Pri-
mado de Pedro. Y todo ello enraizado en la Liturgia y el
calendario, para que a más de luz sea también vida. Pe-
dagógicamente no solo transmite la enseñanza como
chorrillo de plata que se cuela sin derramarse por el
estrecho cuello de las ánforas griegas que son los niños,
sino que la suministra gota a gota, con pausas e intermi-
tencias que hacen más provechosa la deglución.
Pero lo más admirable era el cuadro, la escena del
maestro catequista dialogando en voz alta con los sesenta
niños de la clase octava, que dejando los bancos se han
puesto de pie y en corro en torno al P. José; este también
en pie, descubierto por respeto a los invisibles custodios
de sus alumnos, encendido, percatado de lo grandioso de
su ministerio, director si.1 batuta de un coro angélico,
provoca con sus preguntas limpias y ardientes las con-
testaciones rotundas y clamorosas del grupo infantil. Su
mirada penetrante mantiene abiertos y fijos los ojos de
los rapaces inquietos. Con los primeros interrogantes ya
se hace dueño de la situación, y el ambiente se caldea de
fervor.
172 SAN JOSE DE CALASANZ

Maestro: ¿En qué día del año se hizo hombre el Hijo de


Dios?
Discípulo: El 25 de marzo.
M.: ¿Qué fiesta celebra la Iglesia en memoria de tan gran
Misterio?
D.: La Anunciación.
M.: ¿Y por qué se hizo hombre el Hijo de Dios?
D.: Por nosotros.
M.: Y nosotros, ¿no le daremos gracias por tan gran be-
neficio?
D.: Padre, sí.
M.: Arrodillémonos, pues, y digamos devotamente un Pater
nos ter.

Y el corro cae de rodillas, concentrándose al rededor


del Maestro.
Y en la puerta del aula una mano cardenalicia enjuga
una lágrima de emoción. Unas sedas crujientes color es-
carlata, un nombre que llena la Historia de la Iglesia.
El cardenal Baronía estaba allí. Y recordaba enternecido
a su Padre San Felipe Neri, y buscaba en su mente las
palabras más elogiosas con que recomendarle la obra
al Papa, y buscaba en sus bolsillos estampas y caramelos
para aquellos niños, entre los que hay apellidos como el
de marqués de Biscia, e innominados como el de la por-
tera de los Colonna o los de las casuchas del Trastévere.
Y mientras en Valtelina y en Bohemia chocan espadas y
retumban morterazos de guerras protestantes, maestro y
discípulo siguen afirmando la autoridad pontificia:
M.: ¿A quién enseñó Cristo su doctrina?
D.: A los Apóstoles.
M.: Y de los Apóstoles, ¿quién vino a Roma a enseñar la
Doctrina Cristiana que nosotros profesamos?
D.: San Pedro y San Pablo.
M.: La doctrina, pues, que nosotros aprendemos, ¿es doc-
trina enseñada por el Hijo de Dios, verdadero Dios y verda-
dero hombre?
D.: Padre, sí.

En la clase séptima, vencida la dificultad de la parte


mecánica de la lectura silabeada y corrida, se cultivaba
la lectura comprendida, y los libros empleados eran ya
impresos en lengua vulgar. El Libro de las Vírgenes era
uno de ellos. No hemos podido averiguar si se trataba
PEDAGOGIA CALASANCIA EN ACCION 173

de una traducción del De Virginibus de San Gregario o de


un florilegio de vidas de niñas y mártires santas. Otro
era Il Giovinetto Cristiano, y otro una traducción del Ca-
tecismo de San Pío V, o el Belarrnino.
Esta clase era la más numerosa, porque no todas las
familias enviaban sus hijos a la escuela de tan corta
edad, corno en las anteriores. Juntábanse 130. Y el Santo
los dividía en dos clases con criterio de madurez mental.
Los de más ingenio formaban la sexta; los menos selec-
tos quedaban en la séptima. Mas en 1624 los de la séptima
resultaban ya tan numerosos, que necesitaban una divi-
sión de aula; y entonces el buen pedagogo los divide,
pero sin formar nuevo grado. No los coloca en gradación
ascendente, sino que forma dos escuelas distintas del
mismo grado y nivel. Una será la séttima vecchia (séptima
antigua) y otra la séttinw nuova. Estos pequeños detalles
son los que acreditan al verdadero organizador.
El Hno. Benito de la sexta tiene que dar a la suya
más altura y amplitud. El Santo se complace en ella en
estimular la competencia y emulación de los muchachos.
El, tan amigo de la humildad, sabe que el amor propio
de una prudente rivalidad puede aguijonear al estudio y
declárase amigo de batallas y lides académicas en que
quede triunfante un emperador, cuyo imperio dure pocas
semanas y solo se ejerza en el perdón de algún delin-
cuente penitenciado.
Tras ella se llega a la encrucijada de la Escuela quinta.
Era la que tenía más dentro del alma el Santo Fundador.
La que encareció más en las mismas Constituciones:

«Y como en casi to:la república la mayor parte de los


habitantes son pobres que no pueden mantener a sus hijos
en la escuela más que por poco tiempo, cuide el Superior
de que a estos alumnos se les provea de un diligente maestro
que les enseñe la escritura y el ábaco para que puedan más
fácilmente ganarse el propio sustento».

Y los bancos y las escribanías y los despachos de


Roma se iban llenando de oficialillos, amanuenses y con-
tables de la escuela quinta, que acaban por ser excelentes
tenedores de libros, ganándose la vida con los números
y la pluma.
174 SAN .TOSE DE CALASANZ

Había en ella dos grupos, uno el de los que luego


habían de continuar por el latín, y a estos por la maña-
na se les insistía en declamar y calcular de memoria.
El otro grupo era el de los que no habían de necesitar
latines, y para ellos cada mañana se daba lección de ma-
temáticas y cuentas prácticas. La tarde para los dos gru-
pos se llenaba toda en escribir, en caligrafiar tanto cursiva
como cancilleresca, hasta lograr páginas que figuran aun
con orgullo en el museo de la Biblioteca Nacional Italiana.
Y más allá de esta clase quinta que ocupaba posición
central, venían las cuatro clases de Bachillerato o sea,
las cuatro escuelas de Latín con los rudimentos, Luis
Vives, Cicerón y Virgilio en el que culminaba la escuela
primera o superior, después de la cuarta, tercera y segun-
da que la iban preparando.
Y así empezó en el mundo la escuela popular, el gru-
po escolar de primaria y de segunda enseñanza, que poco
a poco ha ido despertando el interés de todos los go-
biernos, hasta su pleno desarrollo y desdoblamiento en
grupos y escuelas nacionales de primera enseñanza, e
Institutos y Colegios de Enseñanza Media con la compli-
cadísima estructura actual.
17. Expansión por Liguria
(1621 . 1638)

FVNDACION EN CARCARE.

Dentro mismo del período de la redacción de las San-


tas Constituciones y de la elevación a Orden de la hasta
entonces Congregación Paulina de las Escuelas Pías, em-
pezó el fenómeno de su expansión mucho más allá de las
veinte millas que prescribiera Paulo V. De su pontificado
son las ya mencionadas fundaciones de Frascati, Narni,
Mentana, el seminario de Mágliano, la casa de Moricone
y los diferentes Noviciados de Roma. Poco después con
Norcia, Poli, el Nazareno, San Salvador Mayor y la tardía
fundación de Ancona, constituyeron la Provincia Romana.
Pero con anterioridad a ella se formó la Provincia
de Liguria con los Colegios de Cárcare, Savona, los dos
de Génova, y la efímera fundación de Carmagnola. Esta
audaz expansión por Liguria, aun antes de estar la Orden
bien consolidada en los Estados Pontificios, va a ser el
objeto de este capítulo.
Bernardino Castellani, médico de Gregario XV, y su
hermano Juan Andrés Castellani, secretario particular del
mismo Pontífice, amigos ambos y admiradores del Santo
Calasanz, aprovecharon su amistad y hasta el ascendiente
de los servicios facultativos del primero en San Panta-
176 SAN .TOSE DE CALASANZ

león para decidirle a fundar en su pueblo de origen, Cár-


care. Lejana había de ser la fundación; pero fuerte era
la presión de los hermanos Castellani y grandes las faci-
lidades que se ofrecían para aquella primera salida al
norte de Italia 127 •
Cárcare es población insignificante del interior lígure,
pero próxima a Savona y al marquesado del Finale que
están en la misma costa occidental del golfo de Génova.
El propio apellido de los Castellani ya induce a pensar
en el porqué de aquellas facilidades y tumultuosos deseos
de fundación calasancia. Pero la historia de entonces lo
corrobora con toda firmeza. Cárcare era territorio total-
mente español y había de mirar con simpatía a una Orden
docente cuyo General era también español. Sabido es que
la España del primer tercío del xvn extendía su dominio
por todo el Rosellón y la Cerdeña; pero es menos re-
cordado que a través de Liguria, por el marquesado del
Finale, las Langas, el Milanesado y la Valtelina se ponía
en contacto directo, sin solución de continuidad, con
Austria, Bohemia y Hungría, enlazando todos los domi-
nios de las dos ramas --española y austriaca- de los
Habsburgo. Desde 1602 el Finale y las Langas (Calizza-
no, Massimino, Bórmida, Paliare, Ossiglia y Cárcare)
habían pedido prestar juramento de fidelidad al Rey de
España Felipe III. En 1621, al comienzo del reinado de
Felipe IV y de la guerra de los Treinta Años, las cosas
estaban lo mismo, intensificadas, si cabe, con la euforia
del triunfo de la reciente batalla de la Montaña Blanca.
Y se mantenía al frente de todas aquellas «podesta-
rías» Pedro de Toledo, nombrado por el gobernador de
Milán «primer Gobernador del dicho marquesado del Fi-
nale y castellano de todos los castillos dél». Dicho don
Pedro de Toledo y Amaya había servido con constante
fidelidad por 28 años en Italia, Francia y la marina del
Océano, mandando tropas de infantería y un «tercio»,
y después de su nombramiento eligió para su residencia

127. Anotaciones Históricas, P. BERRo, tomo 1, libro 11, cap. 13,


p. 13; Padre BARTLIK, A1wles, año 1623, p. 138; Epistolario, cartas 147,
148, 149.
EXPANSION POR LIGURIA 177

en el marquesado el castillo llamado Castel Gavona. El


marqués anterior había sido don Andrés Sforza Carreto,
con título de marqués de Carreto mas no del Finale. Son
estos datos de una interesante monografía de 1930 publi-
cada en Savona por el Profesor Giovanni Andrea Silla di
Finalborgo, en la que reconoce que los tiempos del do-
minio español fueron para aquellas tierras los de má-
ximo esplendor marítimo y comercial. Necesitaba efec-
tivamente el Finale la protección de España para defen-
derse de los atropellos navieros de Génova, así como esta
a su vez necesitaba también de España para equilibrar
la prepotencia de Venecia 128 •
Humildes debieron de ser, a pesar de todo ello, los
comienzos de la nueva casa, puesta bajo la advocación
de San Antonio y autorizada por el Concejo y el Obispa-
do, cuando solamente se compuso la Comunidad primi-
tiva del P. Rector y de dos Hermanos Operarios. Pero
pronto se granjeó aprecios y admiraciones y fue vivero
de vocaciones y aun centro de expansión.

UN DESEMBARCO GLORIOSO.

Elevado entre tanto el Instituto a Orden y constituido


el cuerpo de la Religión, la Curia General designó al Padre
Pedro Casani para visitar y comunicar los faustos acon-
tecimientos a las tres fundaciones más lejanas, es decir,
Narni, Panano y Cárcare. Volvió pronto de Cárcare el
Visitador, pero magníficamente impresionado. Ocurrió
entonces que un noble eclesiástico de Savona, el puerto
más cercano a Cárcare, habiendo tenido que permanecer
en Roma por algún tiempo con ocasión de ciertos asuntos
propios de su cargo de Protonotario Apostólico, conoció
de cerca la labor de la nueva Orden y tuvo noticia de la
pequeña fundación en su país lígure. No pensó en otra
cosa que en llevarse a su vuelta otra fundación para Sa-
vona. Vacilaba el P. General. La nueva Orden no contaba
con número suficiente de religiosos; era temerario fomen-

128. Il marquesato dil Fi11ale sotto la domi11azio11e spagnola, por


el profesor Juan Andrés Silla, Savona, 1930.

12
178 SAN JOSE DE CALASANZ

tar un desarrollo externo demasiado prematuro. Pero ante


las gratas impresiones de su primer Asistente el Padre
Casani, recién venido de Cárcare, se decidió. Como tres
religiosos se habían bastado para Cárcare, el P. Pedro
y otros dos Hermanos Operarios bastarían para Savona.
Y así fue. Las dificultades se amontonaron como en toda
obra de Dios. La población acababa de admitir casa de
Jesuitas; los antiguos Mendicantes eran también de tener
en cuenta para el permiso de nueva fundación. El Muni-
cipio se resistía. La virtud del P. Casani y la habilidad
del Protonotario don Alejandro Abbati vencieron obstácu-
los, y la casa con escuelas era un hecho en septiembre
de 1622. Era la primera fundación erigida después de la
exaltación de las Escuelas Pías a Orden formal.
A instancias de dicho don Alejandro, y con el fin de
afianzar cuanto de bueno se había por allá comenzado,
el Santo Calasanz estimó conveniente visitar aquellas dos
casas lígures de jurisdicción civil española.
Fue hasta Livorno, embarcó para Liguria, y a vela y
remo llegó a Savona el viernes 7 de abril de 1623. El
hermoso fresco del techo del salón que ostenta hoy el
colegio es representación del desembarco. El diez partía
para Cárcare. La profunda veneración que en poco tiem-
po se habían conquistado nuestros Religiosos, quedó
confirmada y realzada con la impresión de santidad que
dio el Fundador. La piadosa población de Cárcare que
le veneraba de antemano por las referencias de sus hijos,
salió a recibirle procesionalmente y le acompañó hasta
la capilla de San Sebastián.
En el trayecto dióle el Señor a ejercer el don de pro-
fecía y el poder sobre los energúmenos. Acercósele a be-
sar la mano un rapazuelo de seis años, hijo de Juan
Ferrer de Aragón. Reparó en él el Santo y dijo a los
circundantes: «Este niño será buen Religioso de las Es-
cuelas Pías». Y lo fue efectivamente desde 1652 con el
nombre de P. Carlos de Santa María de los Angeles hasta
su muerte ejemplar el S de enero de 1687. A su vez un
tal Tomás Pastor, poseso de demonio mudo, conocido en
toda la comarca, al paso de la comitiva empezó a dar ala-
ridos en forma desacostumbrada. Rugía y se agitaba el
pobre sin poder articular palabra; veíale la muchedum-
EXPANSION l'OR LIGURIA 179

bre afectada de compasión y la idea de milagro anidaba


en la espectación de todos. José en efecto le mandó caiiar
y caiió. Oró con fervor sobre el desgraciado, y de repente
recuperó el habla y el sosiego, quedando definitivamente
liberado.
Pero lo más notable de la estancia de José en Cárcare
fue su misión pacificadora entre enconadas facciones. Era,
en cierto modo, una de las especialidades de su manse-
dumbre. Mejor que toda descripción es el relato mismo
del propio pacificador.
<<He recibido gran consuelo con la carta de V. R. Aquí
por gracia del Señor todos estamos bien. Y es tan reveren-
ciado nuestro Instituto y lo solicitan con tanta instancia,
que es cosa de maravilla. En estos días con la ayuda del
Señor hemos conseguido que hicieran las paces los primates
de este castillo, que estaban con tanto odio y en tanto peligro
de llegarse por minutos a las manos, que el señor Goberna-
dor don Pedro de Toledo que está en Finale, apenas lo supo,
corrió -según dicen- a su oratorio a rezar de rodillas el
Tedeum. Después de la paz, los he invitado a todos a comer
con nosotros en dos de estos días festivos para mantenerles
en unión. Con gran alegría y común satisfacción han enviado
de antemano tanta vianda que se ha podido preparar todo
cumplidamente. Plegue al Señor conservar dicha unión y
paz ... De Cárcare a 19 de abril de 1623» 129,

LAS PRIMICIAS DE UN VASTO PLANTEL.

Beneficiosa fue por tanto la presencia de Calasanz


para los habitantes de Cárcare; pero no lo fue menos para
la Escuela Pía. Entre los puntos suspensivos de la carta
anterior al P. Castilla quedó prendido este parrafiiio:
<<Espero salir mañana para Savona y vestir por de pronto
ocho novicios, la mayor parte nobles; y en habiendo sitio
para admitir a otros, que espero sí lo habrá, vestiremos otros
ocho o diez jóvenes excelentes para clérigos; y más de otros
tantos están pidiendo el hábito con insistencia».

Vuelto, en efecto, a Savona y constituido allí Novicia-


do, vistió el 22 de abril a tres novicios ilustres: el prime-

129. Epistolario, carta 148.


180 SAN JOSE DE CALASANZ

ro, nuevo San Luis Gonzaga, fue Juan Antonio Caldera,


marqués de Monisiglio, que dejó el marquesado a su her-
mano menor y se llamó en Religión Carlos Bonifacio del
Santísimo Sacramento; el segundo fue Juan Antonio
Carreta, hijo de los marqueses de Gorzegno, que cambió
el nombre por el de Tomás de Santa María de las Gra-
cias; y el tercero, Juan Bautista Barone, noble de la mis-
ma Savona, que se llamó luego Juan Bautista de Santo
Domingo.
Eran las primicias de un vasto plantel de vocaciones
que el Santo Patriarca adivinó con clarividencia y que
su primer Maestro de novicios, P. Pedro Casani, supo
esmeradamente cultivar. José rodeó el ceremonial de la
vestición en presencia de lo más florido de la nobleza
savonense de aparato solemne e impresionante en la do-
minica in albis de aquel memorable año de 1623.
El tema vocacional es el que llena de alegría la histo-
ria de aquellos años. Domingo Pizzardi, patricio de Sa-
vona, desempeña el cargo de canciller en el consejo mu-
nicipal de su ciudad natal. Era casado y tenía un hijo
de nombre Octavio. Enviudó, ya cincuentón, y aspiró en-
tonces a vida clerical y religiosa en nuestro Instituto.
Por privilegio pontificio en un mismo acto, el 30 de abril,
vistió la sotana calasancia y se revistió de los ornamentos
sacerdotales para celebrar a continuación su Primera
Misa. Y aún más, al siguiente día, 1 de mayo, asistió a la
toma de hábito escolapio de su propio hijo, que se llamó
en nuestra Orden Octavio Pizzardi de Santo Tomás de
Aquino 130 •
Por fortuna el Noviciado de Savona iba resultando
pequeño y por motivo de enfermedad de algunos novi-
cios el P. Pedro vióse en la obligación de procurar más
espaciosa vivienda. La falta de dinero la suplieron su
humildad y su celo, que obtuvieron de la ilustre dama
genovesa doña Camila de Oria la cesión del palacio que
tenía deshabitado en Savona. Se desplegó así el Novicia-

130. JUAN VICENTE VERZELINO (siglo XVII), Memorias Particulares de


la ciudad de Savona, documentadas por ANDRES AsTENGO, 2 volúmenes,
Savona, 1891.
EXPANSION POR LIGURIA 181

do de la Casa-Colegio, y pasó a la amplia y saludable mo-


rada, con gozo inmenso del P. General, que vio llegado
el momento de dar carácter de Provincia autónoma a las
tres casas de Cárcare, Savona y el Noviciado.
Por primera vez en la historia de la Orden, el 1O de
julio de 1623, extendió San José de Calasanz patente de
Provincial a favor de su primer Asistente, P. Pedro Ca-
sani, quedando constituida la Provincia escolapia de
Liguria.
Hemos aludido antes a su prioridad sobre la Provincia
Romana. Entiéndase simplemente en cuanto a nombra-
miento de Provincial, ya que el primer Provincial de la
Romana, P. Jacobo Graziani, no fue nombrado oficial-
mente hasta el año 1626. Pero es evidente la existencia
de la Provincia Romana como primer núcleo de casas de
la Orden, aunque regidas y gobernadas directamente por
el propio P. General, José Calasanz de la Madre de Dios.
Nombrado el P. Casani Provincial lígure, pasó a
Maestro de novicios otro Asistente Romano, el P. Fran-
cisco Castelli de la Purificación. El P. General se des-
prende de él y queda sólo con los otros dos, PP. Viviani
y Otonelli. La razón de ser de aquella distensión está
en la suma importancia de la leva y formación de voca-
ciones. Precisamente el P. Casani inaugura su actuación
provincialicia el 4 de octubre con la vestición en Cárcare
de otros doce novicios, que para mayor espectacularidad
se celebra en la plaza pública, repleta de multitud entre
curiosa y emocionada.
No menos emotiva fue la vestición en Savona del
joven Benito Salvati el día de la Presentación. En la
intimidad del oratorio, pero en presencia de las Auto-
ridades savonesas, el fervoroso joven declama una altiso-
nante composición a la Virgen. Al llegar al epílogo que
era una presentación y donación de sí mismo a la celes-
tial Señora, juntando la acción a la vehemencia de sus
encendidas palabras, desabrochó la fíbula de su vistosa
clámide, desciñó los bucles de su rubia y bien cuidada
cabellera, y en gesto sincero de renuncia a las vanidades
del siglo, se arrodilló ante el P. Casani y le pidió humil-
182 SAN JOSE DE CALASANZ

demente la pobre sotana de las Escuelas Pías. Fue luego


el P. Benito de Jesús 131 .

A LAS PUERTAS DE UN MESON.

Los doce novicios de Cárcare no cabían en Savona.


La solución fue mandarlos a Roma. Los viajes eran en-
tonces cosa de miedo y de sacrificio, no de turismo alegre.
Y más viajando a pie y mendigando como pobres.
<<El Hno. Benito y su compañero que se trasladaban de
Nápoles a Génova por mar, a poco de pasar Liorna fueron
abordados por un bergantín turco. Las dos barcazas lucha-
ron tan enérgicamente, que de los turcos quedaron muertos
tres, y heridos otros; y de la barca de los nuestros cayó
muerto el patrón. El Hermano quedó herido en una mano. La
Virgen Santísima les ha librado de caer esclavos de los
turcos».

Corresponde esta peripecia al año 1627; pero viene en


confirmación de lo peligroso de los viajes en aquellos
tiempos no muy alejados todavía de los del Manco de
Lepanto.
Nuestros doce de ahora van por tierra, caminan a pie,
guiados por el P. Juan Esteban Spínola y el novicio-sacer-
dote Domingo Pizzardi. En una de las jornadas llegaron
ya anochecido a las puertas de un mesón, aislado en
medio del campo. Iban rendidos y famélicos. Pidieron
humildes, por amor de Dios, limosna de pan y de alo-
jamiento en el pajar, en la cuadra, donde fuese. El ven-
tero, avariento de corazón, o simplemente asustado del
número, les cerró la puerta sin miramiento. En santa
paz, sin desabrimiento, el P. Spínola les hizo retirar a
un lado del caserón y a cielo descubierto empezaron a
rezar las letanías de los Santos y las oraciones de la
noche. Entonces se les presenta un joven atentísimo, que
les saluda con toda cortesía y les invita a volver a entrar
en la venta. Preséntase al mesonero, le manda encender
una buena lumbre, pide por cuenta suya suculenta cena

131. P. BARTLIK, Anales, 1624.


EXPANSION POR LIGURIA 183

para todos ellos, y sentados a la mesa bien provista por


el ya obsequioso dueño de la hostería, el desconocido y
discretísimo anfitrión hace maravillosamente los honores
y estimula a los pobres religiosos a recuperar fuerzas
y preparar energías para el resto del viaje. Encarga luego
buena cama para cada uno, como si también él fuera a
quedarse; y no hay que decir que los novicios reposaron
y durmieron a pierna suelta. A la mañana siguiente bus-
can al joven bienhechor; y el ventero les dice que lo pagó
todo religiosamente, marchó en seguida, y no dejó más
huella de su persona ni de su nombre. Era el ángel del
Señor que premiaba la fe del P. General y la obediencia
de aquellos religiosos que se aventuraban en las manos
de la Providencia 132 •
En otra expedición en que llegaron a caminar los no-
vicios sin guía ni sacerdote que los presidiese, y con el
peligro consiguiente de informalidades juveniles, el Padre
General apareció al menos morigerado y provocó su pú-
blico arrepentimiento y enmienda, como quien cuidaba
a distancia y sabía de lejos todas sus deficiencias. Y el
origen de la noticia fue el P. Vicente Berro, que era en-
tonces uno de los expedicionarios 133 •
Por fin en la propia Génova se despertó el deseo de
tener casa docente como la tenían Cárcare y Savona. Uno
de los que más trataron al P. General a su vuelta de la
visita, tomó en serio la fundación; y aunque con humil-
des principios, se logró la erección de casa-colegio en la
capital del Genovesado, a la que siguió fundación también
de casa-noviciado o de probación.

FLORECIENTE AUN HOY.

Padeció en sus principios la Provincia Lígure la in-


seguridad y peligros de la guerra de los Treinta Años,
pero fue la más constante en consolar al Santo Fundador
y Visitador con la provisión de vocaciones, tortura que
más le afligió en la escasez de otras partes.

132. Anotaciones Históricas, P. BERRO, tomo I, libro II, pp. 18-20.


133. Ibidem, pp. 36-42.
184 SAN JOSE DE CALASANZ

Durante el siglo XVIII floreció de Colegios tanto en la


Riviera de Poniente como en la de Oriente, en el Piamonte
como en la Sabaya y la Lombardía. Pero en el XIX tras
las guerras napoleónicas casi todo se vino abajo. Los
Padres Mattei y Carosio prepararon su ulterior resurgi-
miento, y hoy cuenta con las casas de Cárcare, Savona,
Chiávari, Finalborgo, Ovada, cuatro establecimientos en
Génova entre los que sobresale el Colegio de Cornigliano,
las casas de Sanluri y Torregrande en Córcega, Ruta de
Camogli y Santa Margarita Lígure, Fundación Girola y Pa-
rroquia de San José de Calasanz en Milán.
18. Provincia de Nápoles

DESPEDIDOS DE NAPOLES.

El día 6 de octubre del Año Santo de 1625 firmaba


el P. Fundador una extraña obediencia. Era para el Padre
Melchor Alacchi de Todos los Santos y legitimaba su
paso por toda Italia, pero particularmente por Nápoles
y Sicilia. Se le comisionaba para fundar donde estimara
conveniente, para admitir como novicios a cuantos le pi-
dieran el hábito, para organizar, en suma, la vida esco-
lapia de un modo general e indeterminado, sin precisar
lugar ni condiciones, con solo aviso posterior al Padre
General. Se le asignaba una docena de compañeros:
uno sacerdote, dos profesos y el resto novicios 134 •
Se advierte en las subsiguientes cartas del P. General,
que no las tiene todas consigo. Aquel modo de ir a fundar
es realmente insólito. Aquella obediencia se la ha arran-
cado con sus ruegos el P. Melchor y no se sabe en qué va
a parar. Quizá con la expedición de novicios lígures llega-
dos a Roma el pequeño Noviciado de Montecavallo resulta
insuficiente para tantos, y el audaz maestro de Novicios,
cediendo su puesto al P. Casani, logró convencer de la

134. Reg. Cal. 12, CXVII; y Regestum de Servis Dej, plúteo 60,
doc. 12, p. 8.
186 SAN JOSE DE CALASANZ

viabilidad del procedimiento y partió con el grupo con-


sabido para fundar y descongestionar.
Pernoctaron en efecto en Frascati. Partieron todos al
día siguiente y se dirigieron por etapas hasta Nápoles.
Nueve días de marcha, y el 16 de octubre llegaban a la
capital del reino napolitano, que como el marquesado
del Finale era también posesión de España. Allí les espe-
raba nada menos que el Regente de la Cancillería del
Virrey. El Virrey era don Antonio Alvarez de Toledo, du-
que de Alba; pero el manejo de los negocios lo vemos
continuamente en manos del Regente Ilmo. don Carlos
Tapia, marqués de Belmonte. Estaba en comunicación
con el P. José, deseaba vivamente la fundación de los
nuevos maestros en la capital; quizá pensó que la pre-
sencia efectiva de la nueva Comunidad vencería todas
las dificultades; pero había que contar con el consen-
timiento del diocesano, y la voluntad del arzobispo napo-
litano Cardenal Caraffa era inflexible: no quería nuevas
fundaciones en su archidiócesis. El Marqués hospedó en
su propia casa a la juvenil Comunidad. Los sentó a su
propia mesa y holgó de su conversación y de las apolo-
gías que el P. Alacchi hacía y de los panegíricos que
tejía a su Santo Fundador. Pero pasaban los días. El
Arzobispo no daba su brazo a torcer y la trashumante
Comunidad tuvo que levantar el vuelo y proseguir su
viaje hacia el sur.
Hay que avezarse a esta idea, que ahora nos parece
inconcebible. Ciudades y reinos estaban saturados de
clero y comunidades religiosas. Para introducir una más,
aunque fuera de la novedad y atractivo utilitario de la
calasancia, había de obtenerse el permiso de las ya exis-
tentes; y el elemento eclesiástico y religioso era el caballo
de batalla de la sistemática oposición.

ORDENANDO LA RETIRADA TOTAL.

Despedidos de Nápoles por su Arzobispo, aligeran la


marcha hacia Mesina. Embárcanse unas veces, continúan
otras por tierra, y llegan a Reggio, al sur de Calabria.
Pasando el estrecho llegarían a Mesina y corriéndose ha-
PROVINCIA DE NAPOLES 187

cia Poniente estarían en Palermo. Pero la peste impidió


llegarse hasta la capital y tuvieron que detenerse en la
citada Mesina. El P. Melchor estaba allí entre sus com-
patriotas y le fue fácil contar con todos los permisos
civiles para establecer allí las Escuelas. Estaba la Sede
vacante, y aún logró el asentimiento del Vicario General;
pero fueron ahora las comunidades religiosas las que
levantaron su clamor y no podía haber fundación legal.
Pleito a la vista y cartas a Roma.
Y de Roma llega carta ordenando la retirada total.
Teme el P. Melchor no haya sido engañado el P. General
y opta por una solución intermedia. Con dos vesticiones
la Comunidad había subido a quince religiosos. Deja a
siete en Mesina trabajando, aunque sólo fuera provisio-
nalmente, y parte con los otros siete en chalupa descu-
bierta hasta Nápoles. Allí se entrevista con el marqués
de Belmonte. El arzobispo Caraffa había muerto. Le
había sucedido el Cardenal Buoncompagni y no era difí-
cil lograr el permiso que había denegado el antecesor. El
buen Regente, más interesado que el mismo clero por el
progreso cultural napolitano, inicia sus gestiones para
interesar a la Corte Romana y al propio Urbano VIII,
a fin de no errar el golpe definitivo.
Para presidir a los que quedaron en Mesina parte el
P. Casani, que por otra parte prefiere vocaciones sicilianas
a las napolitanas. Y la expedición viajera llega con el
P. Alacchi a Roma, con el mal sabor del fracaso, pero
con la esperanza de que ahora va en serio la gestión del
Regente para la fundación de Nápoles. No ha sido todo
perdido.
Se está ya en la primavera de 1626. El propio Padre
General piensa en su ida personal a Nápoles. Pero las
enfermedades son ahora las que retrasan el viaje.
188 SAN JOSE DE CALASANZ

LB LLENARON LA ALFORH DE PAN.

Al llegar de Mesina el P. Alacchi estaba enfermo el


P. General. Dejemos que nos lo cuente el testigo presen-
cial, P. Vicente Berro:
<<El deseo que nuestro P. General tenía de padecer más
y más y de inflamarnos a todos en el deseo de adelantar en
el divino amor y servicio, hacíale no omitir para buen ejem-
plo ninguno de los actos más penosos y viles, como barrer,
limpiar los vasos de la enfermería, llevar cargas de leña
a ]a cocina, salir a ]a limosna, etc., etc.
Una vez entre otras en 1626 por el mes de abril, si mal
no recuerdo (debió de ser algo antes), habiendo ido a la
limosna, se caló de la lluvia, mojándose particularmente los
pies. El Hermano que le acompañaba, creyó con santa sim-
plicidad que sería de su agrado, y permitió que le llenaran
la alforja de pan, con el peso consiguiente. Era yo portero
y me vi entrar al pobre viejo con el rostro inflamado y sudo-
roso por la carga, y la sotana y los pies chorreantes de agua.
Me apresuré a quitarle la carga, pero no consintió. La subió
por sí mismo a la cocina, se enjugó los pies y aún bajó a la
iglesia a celebrar. Apenas pudo acabar la Misa por el dolor
de cabeza que le entró. Se metió en cama, le subió la fiebre,
dándole escalofríos y caía en letargos. La erisipela de la pier-
na reapareció más fuerte que nunca. Los médicos, alarma-
dos, preceptuaron que no le dejáramos dormir. Conoció él
mismo su gravedad. Se confesó con el P. Castilla como solía
hacerlo casi todas las mañanas. Pidió el Viático y la Extrema-
unción. Ante el Señor Sacramentado rezó el Confiteor y luego
prorrumpió en un coloquio que enterneció a todos los pre-
sentes hasta anegarlos en lágrimas. El P. Berro trata de
reproducirlo, pero ya advierte que sus palabras no son ni
sombra de lo que él pronunció. Sus sentimientos de humil-
dad profundísima, su caridad ardiente para con sus hijos,
la devoción entrañable para con ]a Virgen a quien recomen-
daba su Obra, el recuerdo último para los niños, singular-
mente los pobres, la bendición amplia dada a los presentes
y venideros, e] fervor con que proclamó el Domine non sum
dignus, quedaron como grabados al fuego en la memoria
de todos los circundantes. Recibió por fin la Eucaristía, pidió
que le dejaran solo para dar gracias... y empezó a me-
joran> m.

Cuando comprendió que el Señor le reservaba todavía


para mayores trabajos y humillaciones, atribuyó aquel
135. Anotaciones Históricas, P. BERRO, tomo I, libro II, p. 70.
PROVINCiA DE NAPOLES 189

efecto de la divina misericordia a la intercesión de la


Virgen y de Santa Teresa. Cuatro años después de la
muerte del Santo en 1652, el P. Santiago Bandoni depuso
en atestado oficial:
<<Con la devoción a la Virgen aseguraba haber recibido
infinidad de gracias. Principalmente cuando estuvo enfermo
de una erisipela que todos tenían por mortal, decía él que
la Virgen y Santa Teresa le habían curado; y por ello dio
orden de comenzar la construcción de la iglesia de Frascati,
bajo la advocación de Nuestra Señora. Y era yo Rector de
Frascati cuando comenzaron las obras>> 136,

UN DIALOGO SINGULAR.

Después de restablecido el P. General tocó el papel


de enfermo al P. Alacchi. Es asimismo el P. Berro el
testigo presencial que en calidad de portero intervino
en lo que nos va a narrar:
<<Volvió de Sicilia el P. Melchor Alacchi con algtmos de
los que con él marcharon. Se trasladó poco después a Morico-
ne para dirigir la fábrica de la casa. Pero soplaron sirocos tan
pertinaces y molestos, que enfermó gravemente y tuvo que
volver a Roma. Tenemos al P. Melchor -escribía Calasanz
el 28 de mayo- enfermo con calenturas. Fiebre maligna con
petequias diagnosticaron los médicos, según el P. Berro. Hoy
quizá hubieran dicho tifus exantemático. Porque, en efecto,
con la fuerza del mal se puso todo amoratado, casi negro;
y despedía un hedor insoportable. Apenas se resistía el entrar
en su celda, a pesar de ser bastante grande. Desahuciáronle
los médicos; recibió los últimos sacramentos y le asistían
ya como moribundo. El 6 de junio le estaba haciendo la visita
profesional el médico del Colegio D. Bernardino Castellani,
conocido catedrático de la vecina Sapienza. Acertó a pasar
por delante de San Pantaleón monseñor Juan Andrés Caste-
llani, hermano de don Bernardino, amigos ambos del P. José
y fundadores de Cárcare. Con familiaridad y sin bajar de
la carretela, el ilustre eclesiástico preguntó al portero, Padre
Berro, cómo seguía el P. Melchor. Malísimo -respondió el
joven-; pero está viéndole el médico don Bernardino y, si
espera vuestra merced unos instantes, podré darle más exacta
contestación. Y diciendo esto se encaminó hacia la habitación

136. Reg. Cal. 28, p. 28, n. 16.


190 SAN JOSE DE CALASANZ

del P. General. En aquel momento cambiaba este impresiones


con el médico que había terminado la visita. A ambos dirigió
el P. Vicente la pregunta del monseñor. Decid/e -dijo el mé-
dico- que humanamente no hay esperanza. Que está a las
últimas. -No, no -replicó el P. General-, decid/e que está
mejor y que el Sefwr nos lo va a guardar. -Yo os digo, Padre
General -insistió el médico- que el P. Melchor por desgra-
cia está ya listo, y que le queda muy poco de vida. Y diri-
giéndose al portero: Decid a monseíior que se está muriendo.
Y con inusitada porfía el P. General persistió: Decid/e más
bien que está curado y que el Señor nos lo ha dejado. El
P. Berro estaba perplejo; volvió a la portería y repitió a mon-
señor el diálogo que acaba de presenciar. Monseñor Castella-
ni conocía bien la santidad del Fundador y dijo: Sucederá
lo que ha dicho el P. General. Me alegro.
No había pasado una hora cuando el P. Berro tuvo que
dejar la portería e internarse en la casa para otro recado.
Vio sacar muebles de la enfermería y pensó que todo había
terminado. A uno de los Hermanos que salía con utensilios
preguntó conmovido: ¿Dónde le han puesto? Adivinó el Her-
mano su triste presentimiento, cogióle de la mano y lo
presentó al mismo P. Melchor. Estaba levantado, alegre, di-
charachero, sin fiebre ni manchas en la piel. Quedó mudo
de asombro el P. Berro y fue el P. Alacchi quien tomó la
palabra: P. Vicente, estoy curado; demos gracias al Señor
que por las oraciones de nuestro P. General me ha concedido
la salud. Parecíame estar en un alto monte a punto de pre-
cipitarme hacia el abismo; mientras estaba en aquella angus-
tia del vértigo, vi a nuestro P. Fundador que de la tierra
llegaba al cielo y con sus propios brazos me sostuvo para
que no cayese; vuelto en mí, me encontré curado; demos repe-
tidas gracias a Dios» m.

EL SANTO VIAJA EN LITERA.

Y demos nosotros por pasados los meses y días hasta


llegar al 17 de octubre de 1626. Anuncia entonces por
carta su ida a Nápoles nuestro Santo en litera y a jorna-
das cortas. El 23 ya escribe desde Nápoles al P. Castilla:
«Hemos llegado a Nápoles con salud por la gracia del
Señor. Hemos encontrado a la gente muy afectuosa y dis-
puesta a gastar cuanto haga falta para nuestra Obra. Ruegue

137. A1wtaciones, tomo I, libro 2, cap. 28.


PROVINCIA DE NAPOLES 191

y haga rogar a todos, aun a los niños, para que todo lo haga-
mos conforme a su santo servicio>> 138.

Pero antes de partir el P. General acompañado solamen-


te por dos o tres Padres, salió por mar el P. Melchor con
buen lote de profesos y novicios para arribar al puerto
de Nápoles por los mismos días.
En su palacio de la calle de Toledo esperaba la visita
de su viejo paisano el Regente don Carlos de Tapia y
Enríquez, marqués de Belmonte, que había recabado
ya todos los permisos de fundación, tanto de las nume-
rosas comunidades de la capital, como del arzobispo
Cardenal Buoncompagni, y del mismo Virrey don Anto-
nio Alvarez de Toledo, duque de Alba.

MANO DE SANTO.

Tras las visitas de rigor a las autoridades y dignida-


des eclesiásticas y civiles, en las cuales la humildad y la
afable gentileza del Santo se ganaban los corazones, el
rumor de los milagros convirtió la simpatía en venera-
ción sobrenatural. Los ofrecimientos de casa y local para
escuelas llovían sin cesar, pero la voluntad del Regente
y del Vicario General se fijaron en la señalada por el
médico Aniello di Paleó, en el barrio arrabalero de la
Duquesca.
En casa de dicho doctor Aniello realizó el Santo Ca-
lasanz dos curaciones de clase muy diferente en las per-
sonas del médico y de un sobrino suyo. La primera fue
de una llaga que en la pierna aquejaba al propio doctor,
sin encontrar manera de cerrarla y cicatrizarla. El Padre
José le hizo la señal de la cruz y fue mano de santo. La
segunda fue la conversión del sobrino Juan Antonio,
vergüenza de la familia, rebelde a toda reconvención,
encenagado en todos los vicios, incapaz por obcecado de
toda redención moral. Enfrentóse con él el Santo y fue
su suerte. Una sola reprensión bastó para penetrarle el

138. Epistolario, carta 546.


192 SAN JOSE DE CALASANZ

alma, abrirle los ojos, y reanimarle las energías del es-


píritu. Tan completo fue el cambio que Calasanz no dudó
en admitirle luego entre los suyos, vistiéndole el hábito
después de dura probación 139

AQUI SI FUERAMOS CIEN ...

El barrio elegido era el más necesitado de todo Ná-


poles. Los dieciséis Religiosos que formaron la doble
expedición tuvieron inmediatamente sitio y tarea en qué
entender. A los ocho días de abiertas las escuelas ya
acudían cuatrocientos alumnos de la barriada. Y poco
después volvía a escribir:
«Aquí si fuéramos cien, tendríamos mañana mismo en
diversos sitios de la ciudad comodidad para emplearnos
todos. Se han abierto las escuelas en el barrio de la Duques-
ca, y para venir a él los nuestros, han hecho salir más de
seiscientas meretrices que habitaban en él; y nos han dado
para iglesia un edificio grande que servía para comedias,
de suerte que donde antes se ofendía a Dios, ahora es ala-
bado por más de seiscientos niños. De muchos otros barrios
nos han hecho grande instancia para que tomemos lugar en
ellos, dándonos toda comodidad; pero no se puede por
ahora» 140,

Todo pues, se ha organizado con la max1ma rapidez


y el Colegio funciona con próspera marcha. En el antiguo
teatro está la iglesia; en el juego de pelota, que está con-
tiguo, se ha hecho una escuela con los bancos a la ma-
nera de Roma y se juntan doscientos escolares de escri-
bir; inmediatas están otras escuelas con más de trescien-
tos niños; y en una casa próxima, en dos estancias bajas
habrá cerca de cien. Si hubiera local suficiente, tendría-
mos un millar de escolares, a pesar de estar situados en
un extremo de la ciudad junto al muro, al interior de la
Puerta Capuana.
Del 18 de octubre del 26 hasta fines de abril del 27,

139. Memorias Históricas, P. CAPUTI, t. 5, parte II, p. 12; y Reg.


Cal. 28, p. 92.
140. Epistolario, carta 560.
PROVINC!A DE NAPOLES 193

fue el medio año de la ida a Nápoles. La subida a Liguria


en 1623 había durado un mes corto. No hubo ya más
viajes de importancia en los 21 años de vida que aún
quedaban al Santo Fundador, y que fueron de constante
permanencia en Roma, sin salir a Florencia, ni penetrar
en Bohemia, Austria, Hungría ni Polonia, sin embarcar a
Sicilia o a Cerdeña, ni volver a su patria española aunque
también· allí inició la fundación de Guissona. Desde el
retorno de Nápoles la vida del P. General de las Escuelas
Pías se hizo totalmente romana.
Mas no se limitó su actividad a dejar bien asentada la
casa de la Duquesca. La de Porta Real o del Caravaggio y
la de Posilipo en la misma capital napolitana, la de Campi
Salentino aureolada con las virtudes posteriores de San
Pompilio María Pirrotti, la de Chieti, la de Somma junto
al Vesubio, las de Bisignano y Turi con la de Cosenza en
Calabria, todas fueron obra del Santo Fundador desde
Roma, y todas ellas formaron en su mismo tiempo la
Provincia de Nápoles, tercera de la Orden después de la
Romana y la Lígure. A través de intensas vicisitudes aún
subsiste con media docena de florecientes Colegios.
Y así como la presencia de San Calasanz en Liguria
dejó la impronta de felices reconciliaciones, la caracte-
rística de su ida a Nápoles fue la de las ruidosas conver-
siones. Los biógrafos napolitanos de nuestro Santo en el
siglo XVII, Maggi y Marchesi, teatino y dominico respec-
tivamente, son los que más la ponderan y especifican.

EL CURA ESPADACHIN.

Al correrse la voz de que el teatro del barrio de la


Duquesca, llamado del Stanzone, iba a ser transformado
en iglesia, y que el juego de pelota iba a serlo en escuela
de piedad, se levantó de momento un clamor de protesta.
Los más alborotados naturalmente eran los que habían
hecho medio de vida y sustento del arte vicioso y soez.
Andrés de la Valle, director y empresario de la farándu-
la, a más de propietario de los dos edificios objeto de
expropiación forzosa; Francisco Longavilla, que dando
de mano a sus comenzados estudios, se había dedicado

13
194 SAN JOSB DE CALASANZ

a la escena y tenía pujos de actor célebre; y Horacio Gra-


ziullo que de abogado de bufete desierto había pasado
a comediante del género bufo, se presentaron ante Cala-
sauz en representación de todos los resentidos y en esce-
na tumultuosa llegaron hasta las amenazas de muerte.
Cuál sería la fuerza persuasiva del Santo se deduce del
hecho de que convertidos en mansos corderos le besaron
reverentes la mano y se retiraron conmovidos. Pero no
quedó la cosa en pasajera emoción; sino que Valle
se hizo sacerdote ejemplar a indicación de José, y aunque
el pueblo malicioso le apodó con el remoquete de "el
cura espadachín", él perseveró hasta la muerte en su
ejemplaridad y ayudaba en las escuelas y celebraba fer-
voroso en el Stanzone; el abogado Graziullo hízose eficaz
defensor de los pobres; pero quien con mayor interés
se dedicó a la expiación y reparación de sus anteriores
descarríos fue Francisco Longavilla que sin desatender
a su familia, pues era casado, se dio de tal manera al
apostolado y a la reparación de ofensas a su Divina Ma-
jestad que fue la admiración de Nápoles. Le echó uno en
cara que nada había cambiado, pues si antes encandilaba
a las gentes con sus chistes desde las tablas, ahora aún
más las suspendía con sus prédicas desde el tinglado de
su hipocresía. Longavilla se postró de rodillas le besó los
pies, le agradeció su dicterio ... y lo dejó desarmado. Con-
tinuó sus predicaciones y buenas obras de apóstol laico,
y perseveró por más de treinta años en aquel edificante
género de vida, bajo la dirección espiritual del escolapio
P. Tomás Giaquinto de la Pasión 141 •
Los santos no pisan en balde la porción de suelo donde
asientan la planta y de donde eleván el espíritu al Dios
de todo bien.

141. Berro, Caputi, Vidas napolitanas de Francisco Maggi Y Do·


mingo Marchesi. .. Procesos: Summarium Majus, n. 65, párs. 104 Y 109.
19. Generalato temporal
(1622 - 1632)

EL INCONSCIENTE AUTORRETRATO.
Ya vimos que el 28 de abril de 1622, tras el falleci-
miento del Cardenal Tonti, se expidió el Breve Pontificio
que nombraba a Calasanz Prepósito General de su Orden,
pero no vitalicio, sino para nueve años en plan pro-
visional.
De la actividad del P. General en este período tene-
mos como muestra la expansión escolapia por Liguria y
Nápoles y aún podríamos agregar la erección de la Pro-
vincia Toscana y las fundaciones ultramontanas.
Pero es preferible detenernos y conceder algo a la
historia interna, casi sin salirnos de San Pantaleón de
Roma, particularmente en el Año Santo de 1625.
En las Santas Constituciones había consignado el le-
gislador el capítulo sobre "El Prepósito General" consti-
tuyéndolo vitalicio y con facultad de dispensar aun los
votos solemnes a efectos de expulsión. Mas no nos inte-
resan ahora las grandes cuestiones canónicas, sino sim-
plemente el breve párrafo de las cualidades que deben
adornarle:
<<Será, pues, de edad provecta, idóneo para el gobierno,
brille en él el ejemplar de las virtudes todas, esfuércese en
regir a sus súbditos con mucha caridad y paciencia, guarde
196 SAN JOSE DE CALASANZ

entre todos la vida común, los mismos manjares (si la salud


lo permite), el mismo vestir» 142,

Era el eco de la voz del Tridentino, acabando con la


vida señorial de no pocos abades del medievo; pero era
también el inconsciente autorretrato del anciano de se-
senta y cuatro años que vivía con el alma tensa de anhelos
de perfección como el novicio más fervoroso.

LA OFICINA DE SU SANTIFICACION.

«Sé de ciencia cierta por haberlo visto muchas veces, de-


pone un testigo, que le acaecía pasársele toda la noche en
oración con la luz encendida, leyendo particularmente las
Morales de San Gregario, de quien era devotísimo y lo tenía
por abogado; y ya de madrugada, cuando el despertador
empezaba a tocar la matraca, apagaba él la luz».
<<Antes de acostarse, refiere otro, se arrodillaba y rezaba
algunas oraciones, a más de las comunes; metíase luego en
el lecho y dormía no más de tres o cuatro horas. Encendía
el velón y se ponía a leer las Morales de San Gregario u otros
libros espirituales, en particular los libros de Santa Teresa,
por espacio de tres o cuatro horas continuas. Lo sé por rela-
ción de otros Padres compañeros suyos y por mí mismo del
tiempo que le serví; y aún después de dicha lectura poníase
a rezar el oficio de la Virgen, del Señor o el de Difuntos,
a veces en la cama y otras veces de rodillas para estar más
dispuesto a la madrugada y más expedito para el servicio
de las escuelas».
<<Es la verdad, añade un tercero, que dicho Siervo de Dios
concedía al sueño pocas horas, empleando el resto de la
noche parte en la oración, parte en la lectura de las Sagra-
das Escrituras, durmiendo siempre en una cama estrecha con
jergón de paja».
<<Habiéndole yo preguntado qué hacía durante la noche,
ya que no dormía, me contestó que rezaba el Rosario, todos
los Himnos del Santísimo Sacramento con la Secuencia que
se sabía de memoria, y meditaba sus misterios y se ejercitaba
en la lectura de los Libros Santos. Y así lo he visto, a más
de ser de pública voz y fama» 143,

142. Constitutiones Scholarum Piarum, De Mh1istro Ge11erali.


143. Summarium Majus, n. 60, párrafo 6.
GENERALATO TEMPORAL 197

La celda del P. General, junto a la pieza que servía


de oratorio y clase y que es ahora oratorio doméstico
de San Pantaleón, tal como se conserva todavía, fue la
principal oficina de su &antificación, en especial durante
las altas horas de la noche.
Su prudencia natural era completada y enaltecida por
el don de consejo, y en todos los asuntos dudosos, arduos
o insolubles su recurso definitivo era la oración. Espigar
en sus cartas, para confirmarlo, es perderse en un mar
sin orillas:
«La oración es tan necesaria al hombre interior, como el
alimento corporal al hombre exterior>> (7-XII-1630).
«La oración es como el canal por donde llegan al alma
todas las gracias» (8-VII-1630).
«El Religioso que no sabe orar es hombre vulnerable por
todos lados» (20-XI-1638).
<<El Religioso que no sabe hacer oración mental es como
cuerpo sin alma; pronto empezará a echar de sí mal olon>
(24-VII-1627) t44.

En cuanto al amor de la vida común en comida y


vestido fue el P. General modelo acabadísimo. A pesar
de su corpulencia que a algunos pareció de gigante, fue
desde joven parquísimo, había de vivir muchas tempo-
radas de una sola comida diaria, y en religión disimuló
sus ayunos bajo apariencias de estricta regularidad. De
su vestir dice un testigo que era ordinarísimo, de paño
basto, camisa de lana, <>andalia abierta. A su muerte sus
prendas de ropa no llegaban a valer ni un escudo.

SU ETERNA PASION.

Su pasión eterna fue la enseñanza. No podía, siendo


General, obligarse a escuela y horario fijos, pero siempre
gravitaba hacia sus pequeños. Un novel profesor deponía:
«En el tiempo en que era General, hizo clase conmigo,
por razón de especiales ocupaciones de su Secretario, que
era el encargado de ayudarme en la escuela primera» 145,

144. Corresponden en el Epistolario a los números 1.542, 1.434, 2.974


y 664.
145. Summarium Ma;us, n. 31, párrafo 29.
198 SAN JOSE DE CALASANZ

Y un antiguo alumno recordaba:


«En el ejercicio de las Escuelas era incansable, y nos en-
señaba él mismo a escribir y a leer, y las concordancias, pre-
guntándonos de lo que habíamos estudiado, y enmendando
con admirable benevolencia nuestras faltas y errores» 146,

ANTE LOS JUBILEOS.

Y aquellas ansias de perfección propia y ajena aún


se acrecieron con la llegada del Año Santo de 1625. Pri-
mitivamente solo se celebraron como jubilares los años
centenarios. Clemente VI en el siglo XIV ya concedió jubi-
leo a los cincuentenarios. Paulo II a partir de 1574 lo
estableció para cada cinco quinquenios. Calasanz en Roma
solamente alcanzó los jubileos del 1600 y 1625. Faltáronle
dos años para llegar al de 1650.
Respecto a éste del 25, el P. José, se unió a las miras
e intenciones del Soberano Pontífice Urbano VIII, abrien-
do la mano para dejar que gran parte de sus religiosos
se llegasen a Roma mientras no quedasen desatendidas
las escuelas, llamando a los Novicios de Liguria para que
se enfervorizasen y santificasen en la Ciudad Eterna, ejer-
ciendo su don de profecía en la selección de quienes ha-
bían de emprender viaje, y hasta prolongó la vida del
moribundo P. Antonio Cittadini para que esperara hasta
la apertura de la Puerta Santa 147 ,
De Frascati movilizó todo el Colegio y la Cofradía de
la Santísima Virgen para llevarla en procesión por las
cuatro Basílicas obligatorias y recibir la bendición del
Papa al pasar frente al palacio. El Epistolario deja cons-
tancia de su intervención en minucias y detalles como el
de las alas y coronas de los angelines, o el de las mazas
que no sean llevadas por jovenzuelos sino por personas
graves y sensatas de la Cofradía. Todo se hizo con piedad

146. Summarium Majus, n. 31, párrafo 39.


147. Testificación del P. Silvestre de Santa Magdalena en el Suma-
rio Mayor, núm. 65, párrafo 146.
GENERALATO TEMPORAL 199

y edificación, aunque no faltaron amarguras y preocupa-


ciones en el Año Santo 148 ,

EL INFELIZ MATEO MASSIMI.

Presentóse en efecto en Roma por aquellos días con


intenciones no santas un sacerdote que había sido reli-
gioso y que entendía de fingimientos de fervor y de orga-
nizador de Ordenes religiosas. Decía llamarse Mateo Más-
simi y vio con ojo avizor que en la naciente Orden de las
Escuelas Pías podía encontrar terreno fácil para sus auda-
ces y lucrativas simulaciones. No era difícil hacerse con
alguna carta o muestra caligráfica del Fundador, pendo-
lista de hermosa letra cancilleresca. Con tenacidad y ha-
bilidad astutas llegó a dominar la caligrafía y estilo del
Santo, simulando su letra a la perfección. Falsificó igual-
mente el sello y cuño de la nueva Curia. Frecuentó el
Noviciado de Montecavallo afectando devoción y aun
vocación incipiente. Logró unas Constituciones y se en-
teró de nuestras cosas cuanto creyó suficiente para sus
pérfidos planes, y se dedicó luego a recorrer casas gene-
ralicias de diferentes Institutos, pidiendo recomendación
para hospedaje en Colegios y residencias lejanas, fingién-
dose un escolapio que había de cruzar de paso los más
variados países. Y en Francia se presentó a autoridades
eclesiásticas y civiles ponderando las Escuelas Pías de
Roma, diciéndose comisionado para tratar de fundacio-
nes y sonsacando buenas cantidades para viajes y pre-
parativos, que era su fin principal. Hasta al talento del
siglo, al célebre Cardenal Armando de Richelieu, logró
enredar en sus timos y birlarle dinero con sus trapison-
das. Al olfatear la inminencia del peligro cambiaba de
campo de operaciones. En España embarcó al Cardenal
Nepote Francisco Barberini que hasta le ofreció sitio en
su galera para volver a Roma. Las cartas del Santo Cala-
sauz aluden con frecuencia en estos años al repelente
tema del timador y falsario internacional:

148. Epistolario, cartas 324, 325, 328, 329 y 330, todas de septiem-
bre de 1625.
200 SAN JOSE DE CALASANZ

«En cuanto a la tentación de aquel pobre sacerdote que


con falso nombre ha querido ir por España fundando Escue-
las Pías, pienso escribir a España al señor Regente del Con-
sejo Supremo de ,Aragón, que es paisano mío, para que
impida semejantes intentos ... » (3 enero 1627).
«En cuanto al infeliz Mateo Mássimi que está ahí en
prisiones, me da pena su poco juicio. Bien quisiera encontrar
medio de impedir semejantes locuras en perjuicio de nues-
tra Religión, pero sin daño suyo ... >> (30 junio 1628).
«Hay un vagabundo por Milán que ha estado ya en diver-
sas partes y va diciendo que es de los PP. de las Escuelas
Pías; recoge buenas limosnas y nos perjudica en gran mane-
ra; ha estado en Alemania, en París, en Madrid, siempre a
nombre de las Escuelas Pías y no ha sido jamás de los nues-
tros>> (20 agosto del 32).

Acabó mal, como era de esperar, pero hasta el año


1633 no desaparece del Epistolario, después de haber
infligido tanto daño y de haber hecho resaltar la man-
sedumbre cándida y perdonadora del más ofendido 149

LA MILICIA GERMANICA.

De otro género fue, también en el Año Santo, la llega-


da a San Pantaleón de la comisión de la Milicia Cristiana
presidida por Monseñor Juan Bautista Gramay, Propa-
triarca de Jerusalén, Arzobispo de Upsala, Consejero y
Limosnero del Emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico y Primer Prelado de la Orden de dicha Milicia.
Llegados a Roma por devoción aquellos altos dignatarios
de Germania, habían admirado como tantos otros las ru-
tas de niños que retornaban a sus casas acompañados
por los Padres de las Escuelas Pías, y quisieron ver de
cerca la original institución docente, poniéndose en con-
tacto con su Santo Fundador. Fue ello suficiente. El Archi-
vo Generalicio guarda el curioso documento de agrega-
ción espiritual de la Obra Calasancia a la Milicia Cris-
tiana de la Inmaculada Concepción y de la Comunión
Germánica, cuyo Presidente era el Ilmo. don Miguel Adol-

149. El P. Berro y el P. Caputi tienen largas referencias sobre el


famoso timador, cuya audacia apenas creeríamos sin el testimonio
del Epistolario del Santo General.
GENERALATO TEMPORAL 201

fo, conde de Althan, Consejero y Chambelán de la Cesárea


Majestad del Emperador Fernando II.
«Queriendo cooperar -dicen- al celo incomparable de
dicha Sacra Majestad Cesárea y no omitir nada que concurra
a promover la religión y piedad y a propagarlas en el Impe-
rio y en las provincias hereditarias de la Augustísima Casa
de Austria, estiman con singular a.fecto a los Padres y Her-
manos de la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas
Pías; y atendiendo entre otras cosas al fruto increíble que
reportan en la Iglesia de Dios por la singular integridad de
su ejemplar vida, por su piedad, erudición y otras virtudes,
decretan promover y propagar por todo el Imperio la dicha
Orden, y procurar en concreto que tengan cuanto antes casa
en Viena y en Praga, recibiéndoles por hermanos y partici-
pando de todas las gracias y buenas obras de la referida
Milicia y Comunión ... ».

El P. General contesta a su vez en similar documen-


to, lleno de gratitud, haciendo los mejores votos por la
Milicia y Comunión Cristiana para mayor gloria de Dios,
salud propia y de los prójimos, exaltación de la Madre
Iglesia, propagación de la Religión y ejercicio de las
obras de misericordia.
Que no era todo pura palabrería consta de cartas
posteriores en que se recuerda que ya estaba concedido
el permiso del Municipio y la aprobación de la Compañía
de Jesús para introducir D. los PP. Escolapios en la escue-
la de San Esteban de Viena, aunque entonces no se llevó
a efecto.
Ni Viena ni Praga sacaron provecho inmediato de
aquellos ofrecimientos ele la Milicia; pero bien puede
decirse que aquel concierto de mutuas oraciones e inter-
cambio de buenas obras entre la Escuela Pía y la Milicia
Germánica fue el germen de la floración magnífica de
nuestras provincias centrales; y al siglo siguiente ya eran
preciosa realidad, entre otras incontables fundaciones,
el populoso Colegio de la capital de Bohernia y los tres
Colegios de la capital de Austria; el de Maria Treu, el
de Nobles y el de Santa Tecla 150 •

150. Sobre todo este complejísimo tema véase el largo artículo del
P. Jorge Sántha en «Revista Calasancia>>, número extraordinario octu-
bre-diciembre de 1957, Calasanz, las Escuelas Pías y Ossolinski.
202 SAN JOSE DE CALASANZ

ABUNDANCIA DE POBREZA.

Y aún emerge del Epistolario otro tema de interés


en el Año Santo de 1625. El de la Visita Apostólica. El
tema de la reforma de la Iglesia en la cabeza y en los
miembros, estribillo constante de aquel período, ponía
diligencias avizoradoras e inquietudes vigilantes en la
mente de los Papas, particularmente para el decoro y
ejemplaridad de la religión en Roma. Antes del Año San-
to, en marzo de 1624, intimó Urbano VIII la Visita Apos-
tólica de todos los lugares piadosos, iglesias y casas de
regulares, confiándola en principio a un arzobispo y cinco
obispos, que a vuelta de permutas y nuevas creaciones
llegaron a sumar el número de dieciocho. Duró práctica-
mente la Visita hasta el año 1632 y examinó hasta 335
iglesias de la capital de la cristiandad.
Al año y medio de promulgada, aún no había tocado
el turno a San Pantaleón. Por fin tuvo lugar el 27 de
octubre del Año Santo y no se limitó a la fábrica y ornato
de la iglesia, sino que fue visita a fondo de la comunidad
y aun de sus actividades como Orden Religiosa y docente.

«Hemos tenido esta mañana la visita de los Prelados;


pero no eran más que tres, habiendo faltado los Monseñores
Vulpio y Díaz. Han sido examinados todos los de casa, pero
con muy buen examen» (27 octubre 1625).

Cuatro días después se espontanea el P. General con


más detenimiento en amistosa carta al P. Castilla:

«He hablado con monseñor Séneca después de la Visita,


de la cual no sólo dicho monseñor, sino también todos los
otros quedaron satisfechos, porque no hallaron ni división
ni perturbación alguna en el examen de todos, porque todos
muy de acuerdo, sin haber estado advertidos, mostraron mu-
cho deseo de servir a Dios, y no haber en la Religión cosa
que necesitara remedio» 1s1.

Hubo dos religiosos que en la candidez y simplicidad


de sus respuestas dieron ocasión de inocente risa. Pre-

151. Epistolario, carta 349.


GENERALATO TEMPORAL 203

guntan a uno qué concepto le merece la marcha de la


casa y contesta que todo va bien, pero que los aposentos
de la casa son demasiado estrechos y desacomodados. El
otro ante la misma pregunta, se acuerda de las goteras
y dice: «Va bien la casa, pero se Hueve por todas partes».
Escasez de disensiones y abundancia de pobreza y
austeridad es la tónica de San Pantaleón. Pero la verdad
es que ya empezaba a haber algo de mar de fondo. Estu-
diémoslo en el capítulo siguiente.
20. Visita Apostólica de 1625 y
Congregación General de 1627

LA DULCE ISABEL ...

A los dos meses de erigida la Congregación Paulina,


concretamente el 4 de mayo de 1617, había vestido el
hábito el conde Otonelli, uno por tanto de los religiosos
más antiguos de la Corporación y nombrado Asistente
del Padre General al ser elevada a Orden en 1622. Lla-
móse en religión P. Pablo de la Asunción. Había sido
educado entre la soldadesca, puesto que su padre, capitán
del ejército modenés, le destinaba a las armas. La muerte
de sus hermanos le convierte en heredero de la casa de
los Otonelli y contrae matrimonio con Isabel de Monte-
cúculi, condesa de Polinago. La joven esposa es la encar-
gada de suavizar la agria condición del exsoldado. Sentía
este una rara e invencible repugnancia por la cebolla. Por
olvido dejó una vez sobre la mesa doña Isabel un cuchillo
con el que había cortado un trocito de la tan para él
nauseabunda hortaliza. Al percibir su olor montó tan en
cólera, que se avalanza hacia su esposa y casi la asesina
allí mismo. Tan violentas eran sus reacciones instintivas.
Ya novicio, Calasanz le sometió a duras pruebas. En una
ocasión hasta llegó a mandar que le pusieran en la ser-
villeta del refectorio media cebolla. Al descubrirla, miró
al Santo entre agresivo y desesperado. Calasanz le obligó
206 SAN .TOSE DE CALASANZ

con un gesto a que la comiera; y venciéndose en acto de


obediencia heroica la tragó ... y le supo a mieles 152 •
La dulce Isabel había troquelado al marido en caba-
lleroso y fervoroso cristiano. Muerta ella, después de ha-
berle dado diez hijos, le dejó dócil a todas las inspira-
ciones de la gracia; y una fue, después de colocados los
hijos, recibir el orden sacerdotal, y otra pedir a Calasanz
la sotana de la Congregación Paulina, después de haber
admirado en Roma las filas de niños de sus escuelas. Fun-
dó y fue Rector del Colegio de Panano, su patria. Ya
Asistente, le mandó el P. General a las fundaciones de
Cárcare y Liguria. De allí pidió y obtuvo permiso para
ganar el jubileo del Año Santo de 1625 y con tan santo
motivo volvió a Roma. Y aquí le asaltó la tentación. No
rimaba bien con el P. José. Pensaba en sus adentros que
le había mandado a Liguria por desentenderse de él. Y
tramó la venganza. Estaba decretada la Visita Apostólica
a todas las iglesias de Roma para aquel Año Santo. El
Padre Pablo Otonelli, como persona noble, está bien re-
lacionado con prelados y monseñores. Secretamente hace
llegar a la Corte Pontificia cartas de delación en que urge
la necesidad de la Visita y suplica no se limite a la iglesia
de San Pantaleón sino alcance también a la vida interna
de la Comunidad y la Orden. Pide asimismo eliminación
de los Visitadores que puedan ser amigos del P. General
y todo viene a parar efectivamente a manos de monseñor
Séneca.

ANGELES QUE ESPARCEN FLORES.

Empieza la Visita llena de prevenciones; pero la hu-


mildad y afabilidad del P. José se ganan lentamente al
propio monseñor Séneca, con quien tiene luego largos
coloquios sobre el afianzamiento del Instituto. Redáctan-
se las Actas de la Visita. El Santo adelántase a prevenir
cuanto en ella haya de desfavorable y presenta a monse-
ñor Séneca cinco puntos que pueden ser causa de resque-

152. Regestum de Servis Dei, 60, n. 7.


VISITA APOST. DE 1625 Y CONGR. GENERAL DE 1627 207

brajamiento 153 • Las soluciones prácticas se van retrasando


y ya en septiembre de 1628 llegan las advertencias defi-
nitivas de la Visita, a las que el P. José ha satisfecho ya
totalmente y que por propia confesión del Secretario de
la Visita no tienen valor preceptivo, sino que se reducen
a consejos y observaciones normativas para el mejor logro
de los fines fundacionales. Fue todo por tanto tormenta
en vaso de agua, y ejercicio de las virtudes del P. General
que ya desde entonces comenzaron a hacer de él viva
réplica del Job de la Ley de Gracia.
En cuanto al P. Otonelli, había empezado a remover
el asunto en agosto del 25; pero al mes siguiente estaba
ya de ello tan arrepentido que en un arranque de since-
ridad, cuarenta días antes de que se personaran en San
Pantaleón los Prelados, él se arrojó al suelo públicamente
en el refectorio y pidió a todos perdón del mal paso que
con su delación había dado y cuyos efectos ya no podía
detener.
El comentario del P. General es el siguiente en carta
del día inmediato, 17 de septiembre:

«El P. Pablo ayer noche se arrodilló a pedir perdón, re-


conociendo su soberbia y errores pasados. El Señor le dé
perfecto conocimiento de sí mismo, como yo lo deseo para
mí; y nos bendiga a todos» 154,

Pero es más. A los cinco meses pasó a mejor vida, el


18 de febrero de 1626, con solo día y medio de enferme-
dad. Se sospechó le habían contagiado su fiebre maligna
dos gentiles hombres muertos pocos días antes en casa
del Cardenal Torres, a quienes él había ayudado a bien
morir.
Es tradición, conservada por el P. Llanas, que al ves-
tirle la sotana en 1617 le había dicho en la plática el
Padre General:
«El mundo, a quien antes habéis servido, no ha sabido
daros más que abrojos y espinas; pero el Señor, a quien de-

153. Biografía Crítica, p. 672. Reg. Cal. 12, doc. 41.


154. Epistolario, carta 318.
208 SAN .lOSE DE CALASANZ

seáis ahora servir muy de veras, cubrirá vuestro camino con


flores y rosas».

Pareció entonces simple figura retórica. Pero en su


lecho de muerte cuéntase que oyeron decir al P. Otonelli:

«Padres míos, ¿no estáis viendo a los ángeles que espar-


cen flores y rosas por d camino del cielo?»,

LA PROSA DE LAS QUEJAS.

Y estos coloquios y profecías ponen sordina a aque-


llas reacciones vindicativas, si es que las hubo; y nos
hacen desear más curiosear por aquellas acusaciones y
aquellos supuestos males. La prosa de las quejas del
Padre Pablo versaba sobre la pobreza. El Santo cobraba
el alquiler de las casitas adyacentes a San Pantaleón;
el rigor de la pobreza solo permitía limosna pedida y aun
a lo sumo ofrecida. Se olvidaba el P. Otonelli de que había
de pagarse todavía la casa recién adquirida. Con solas
limosnas ¿se hubiera podido acabar de pagar?
Las Constituciones prohiben el régimen de semina-
rios; el P. José quiere cumplir la palabra al Cardenal
Tonti y aceptar la fundación del Nazareno. Una de las
glorias más puras de Calasanz se transforma aquí en
capítulo de acusación.
En Cárcare se ha sembrado un campito que cedieron
los hermanos Castellani. No hay que pedir limosna a
los campos; solo a las personas. No se puede sutilizar
más. Esta acusación no merece responderse.
En la iglesia se han aceptado ornamentos de seda con
bordones de oro. Bien podía el P. Otonelli recordar el
aforismo: Si dantur, cmnendantur; esto es, si son rega-
lados, acéptense.
En Frascati ha comprado el P. General una casita
adicional y se ha comprometido a pagarla. Con las manos
atadas, como quería el P. Pablo, no se hubiera fundado
casa alguna de Escuelas Pías.
Más maliciosa era la queja de que el P. José gober-
naba en forma absoluta, sin hacer apenas caso de los
VISITA APOST. DE 1625 Y CONGR. GENERAL DE 1627 209

Asistentes. Es el lamento de cuantos intentan en vano


imponer sin derecho su propia voluntad.
Y a pesar de tanto autoritarismo, se deja dominar por
el P. Alacchi, individuo estrafalario e ingobernable que
no ha sabido nunca obedecer.
Nótese el infantilismo de la amargura, aunque real-
mente el carácter del P. Alacchi fue de lo más descon-
certante y atrabiliario que hubo en la Corporación 155 •
Otras animadversiones que se dejaron oír fueron la
escasez de personal intelectualmente bien formado. El
no haberse tenido todavía Capítulos Generales. Que el Se-
cretario del P. General sea un lego. Que haya exceso de
enfermos y no se les atienda debidamente. Que asomen
conatos de estudios mayores y de menosprecio a los niños
pequeños. Que se fomente demasiado el culto divino en
nuestras iglesias. Que el P. General padezca excesiva ansia
de dilatar el Instituto por tierras lejanas ...
Y en cuanto a aquellos cinco puntos capaces de pro-
ducir resquebrajamiento en el Instituto y que es preciso
atajar cuanto antes, helos aquí presentados con alteza
de miras por el propio José:

1. El no observar en todo su rigor la santa pobreza.


2. El querer andar calzado y bien vestido, siendo así
que nuestro ministerio reclama mucha mortificación.
3. Aceptar fundaciones sin tener personal para man-
tenerlas.
4. Rehusar la admisión de pequeñines del persignar.
5. El querer dedicarse a ciencias mayores y llegar a
lectores, confesores y predicadores, como en otras Re-
ligiones.
Había pues, indudable diversidad de opmwnes, y tal
vez algo de intrínseca contradicción entre la dedicación
total a la vida docente y las limitaciones de una extrema
pobreza y austeridad, dificultando una adecuada for-
mación mental en casas de estudio siempre costosas.

155. Biografía crítica, pp. 545, 735.

14
'210 SAN JOSE DE CALASANZ

CONGREGACION GENERAl..

Y en sus anhelos de acierto y de perfección convocó


la Congregación General de 1627. Tuvo lugar el 11 de
octubre de dicho año, en la Casa Noviciado de Cuatro
Fontanas, llamada también de Montecavallo, en el Qui-
rinal. No era propiamente un Capítulo General por cuan-
to no había de hacerse ninguna elección personal, sino
solo una Congregación reunida al cumplirse el sexenio
de la elevación a Orden, a la cual seguiría el verdadero
Capítulo General el año 1631 al terminarse el novenio
del Generalato temporal.
Solamente seis personas tenían derecho de acceso a
tal asamblea; a saber:
M. R. P. José de la Madre de Dios (Calasanz), Ministro
General y Presidente.
R. P. Pedro de la Natividad (Casani), Asistente Gene-
ral y Provincial de Nápoles.
R. P. Francisco de la Purificación (Castelli), Asistente
General y Provincial de Liguria.
R. P. Santiago de San Pablo (Graziani), Provincial de
la Romana y con probable cargo de Asistente General en
sustitución del difunto P. Otonelli.
R. P. Peregrín de San Francisco (Tencani), dispensado
del septenio de profesión para fungir de Asistente Gene-
ral en sustitución del también difunto P. Viviani.
R. P. Glicerio de la Natividad (Ceruti), Secretario del
Capítulo 156 •
Invitado por el P. General asistió también el célebre
Padre Domingo Ruzola, carmelita, de vuelta de sus triun-
fos por la Europa Central en la Montaña Blanca, confesor
del P. General, y protector eximio del Instituto desde sus
primeros años de asociación seglar. Quizá hubiera resul-
tado un tanto presuntuoso buscar algún prelado para la
presidencia honoraria de la humilde asamblea. El Padre
Ruzola llenaba muy bien aquel puesto, bien ganado por
otra parte con sus méritos como la aportación de Lan-
driani y la adquisición de San Pantaleón.

156. Las Actas de esta primera Congregación están copiadas en


Regestum Generalitatis, Lit. A, núm. 4.
VISITA APOST, DE 1625 Y CONGR. GENERAL DE 1627 211

Las sesiones propiamente dichas fueron tres: una el


12 de octubre, otra el 27 del mismo mes y la tercera el
4 de noviembre. La primera formuló sus decisiones sobre
la pobreza individual y colectiva, sin llegar a la exco-
munión por el simple hecho de tocar dinero, corno había
llegado a proponerse. También en ella se abordó el terna
de ·la expulsión de incorregibles aun después de los votos
solemnes. El P. Casani trajo la solución afirmativa. Pero
luego se interpuso en ello la autoridad pontificia; y mo-
dernamente sabiao es que toda la cuestión de exclaus-
traciones y secularizaciones se rige por el Código de De-
recho Canónico.
La sesión tercera legisló sobre la clausura, sobre las
cuestiones de los limosneros, y sobre la prohibición de
presentarse en Roma sin permiso previo, aun bajo pre-
texto de apelación.
Pero la sesión más trascendente fue la segunda. Trató
de las obligaciones de la Orden para con el P. Dragonetti
que contaba por entonces los 114 años. Murió al año
siguiente atendido con todo cariño y distinción en el seno
de la Corporación, aunque sin pertenecer oficialmente
a ella.
Más complicado era el caso del P. Castilla, el que fue
con el tiempo segundo General y sucesor inmediato del
Santo Fundador. Por enredos de unos tenues beneficios
eclesiásticos que tenía allá en Segovia, no se atrevía a
vestir, ni a profesar, ni a cantar misa públicamente, aun-
que era vestido y profeso tácito de nuestra Religión. Se
había asociado a Calasanz en 1611. Se le indujo ahora
en 1627 a vestir públicamente. La profesión pública de
votos solemnes no la hizo hasta 1636. Pero fue siempre
escolapio y aún con cargos de superioridad. No así su
compañero Francisco Silvaggi, de los del grupo del Padre
Méndez y de Landriani, que estuvo siempre en torno a la
Orden pero sin pertenecer a ella ni pública ni tácitamente.
Mas dejarnos para el tercer lugar la sesión segunda
por haber tenido mayor repercusión con su decreto sobre
los bonetes y los Clérigos Operarios.
212 SAN JOSE DE CALASANZ

EL DECRETO DE LOS BONETES.

«Concédese el privilegio de llevar bonete clerical a los


Hermanos Operarios que fueren hallados dignos para recibir
la primera tonsura; se les llamará en adelante Clérigos Ope-
rarios y habrán de ser aplicados a las escuelas de leer, escribir
y contar; serán exclusivamente aquellos que hubieren sido
juzgados idóneos para este cargo por los PP. Provinciales;
y si alguno de ellos rehusare prestar los servicios manuales
a la casa o a la Religión, quede al instante privado del sobre-
dicho privilegio» 157,

Notemos el alcance y las limitaciones de esta conce-


sión. Recuérdese que en la primera vestición de la Con-
gregación Paulina, el 25 de marzo de 1617, tomaron el
hábito con el P. General siete religiosos para Clérigos
y otros siete para Hermanos Operarios. No había más
que dos clases de religiosos: Clérigos y Hermanos. Con
esta concesión se desdoblaba en dos la clase de los Her-
manos: Hermanos Operarios y Hermanos Clérigos. Ha-
bría por tanto tres clases de religiosos: los Clérigos obli-
gados al estudio del latín, dedicados a la carrera sacerdo-
tal y que como sacerdotes y maestros desempeñarían las
clases y tendrían voz activa y pasiva para los cargos de
Superioridad; los Hermanos Operarios, destinados a las
tareas manuales, sin estudios y sin voz ni voto para la
jerarquía; y los Clérigos Operarios, con tonsura y bone-
te, con dedicación a las tareas manuales y a las clases
inferiores, y sin voz activa ni pasiva para cargos de Su-
perioridad.
Era que había habido que echar mano de muchos
Hermanos Operarios para las clases, ante la escasez de
sacerdotes, y los alumnos acusaban la distinción entre
los de bonete y sin bonete, con mengua del respeto para
estos últimos. Y pareció fácil la solución de conceder
tonsura y bonete, sin aspirar a estudios y sacerdocio. Pero
la realidad fue que tras el bonete y la tonsura se aspiró
al latín y al sacerdocio, y se creó una fuente de conflictos
de los que más amargaron la paz del Instituto y la vida
de su Santo Fundador. Fue una innovación sin precedentes

157. Ver nota 156, sesión del día 25 oct. 1627, cap. 3.
VISITA APOST. DE 1625 Y CONGR. GENERAL DE 1627 213

en la Iglesia de Dios. La Orden Hospitalaria de San Juan


de Dios es laica!; sus sacerdotes son para el ministerio
mas no para la jerarquía reservada a los propios legos.
Las posteriores Congregaciones de Hermanos de las Es-
cuelas Cristianas y de Maristas fueron asimismo laicales,
sin ese problema de unos clérigos incipientes que habían
de mirar como un ideal su arribo a la ordenación. Los
Marianistas aún más recientemente se rigen con indife-
rencia por miembros laicales o sacerdotes. El Instituto
de Clérigos de San Viator todavía ha ensayado nuevas
formas de apostolado docente, con clerecía que volunta-
riamente llega o se retrae ante la culminación definitiva
del orden sacerdotal. Todo ello es la prueba de lo com-
plejo del problema y de lo audaz de aquel ensayo original
de la concesión del bonete y la tonsura sin progresión
ulterior, que resultó a la larga un lamentable fracaso.
21. El Colegio Nazareno y el año 1630

PARA BECARIOS POBRES.

Al Eminentísimo señor Miguel Angel Tonti, llamado


Cardenal Nazareno por su arzobispado titular de Nazaret,
ya le conocemos en esta historia. Conquistóle Calasanz
con su memorial en defensa del apostolado de la ense-
ñanza y fue desde entonces amigo y protector incondi-
cional de las humildes escuelas 158 •
Refieren los PP. Berro y Caputi que fue tanto el afecto
y estima que cobró para con el Santo y sus religiosos,
que quiso nombrar heredero de todos sus bienes a la
Orden que acababa de nacer y que con las Santas Cons-
tituciones por él aprobadas se había de gobernar. Comu-
nicó su pensamiento al P. General y este en lugar de
agradecerlo, se opuso tenazmente, pareciéndole que sería
menoscabar el espíritu de pobreza que en su Religión
quería. Insistió el Cardenal en dejar sus temporalidades,
como bien de alma, a quien se encargara de enseñar a
jóvenes, ya que por el estudio y la enseñanza se había
él engrandecido, y en vista de su resolución, aconsejóle
José que fundara un buen colegio para becarios pobres.

158. Anotaciones Históricas, P. BERRO, t. I, libro 1, p. 54 y libro


3, p. 8. Noticias Históricas, P. CARLOS CAPUTI, t. V, p. 3.
216 SAN TOSE DE CALASANZ

Pareció bien al purpurado la sugerencia, mas con la con-


dición de que fueran los escolapios quienes asumieran
la dirección y enseñanza de tal colegio. Aceptó a su vez
el P. General; y el insigne mecenas, con miras a tal fin,
compró en Roma al Ilustrísimo D. Horacio Gaetani su
palacio del barrio Colonna, en la calle de Búfalo, y en él
se instaló de por vida, para instalar en él sus becarios
después de su muerte. Le acechaba más de cerca de lo
que tal vez pensaba. No bien transcurrido un mes de su
traslado a la señorial mansión se sintió enfermo de gra-
vedad, y ni corto ni perezoso mandó disponer su testa-
mento en favor de su heredero universal, el proyectado
Colegio Nazareno, cuya administración temporal confiaba
a los Auditores de la Rota Romana y la dirección y fun-
cionamiento a los PP. de las Escuelas Pías. El 19 de abril
de 1622 lo firmaba; el 20 recibía en la cama la profesión
de José; el 21 entregaba su alma a Dios, con íntimo sen-
timiento del Santo Calasanz que había encontrado en él
su más decidido bienhechor.
La fortuna del Cardenal, de humilde familia, no era
grande. Y lo prematuro de su tránsito no permitió dejarla
expedita. Los pleitos y actuaciones en que se vio envuelta
de parte de interesados parientes fueron innumerables,
y tras cada uno de ellos sufría la pobre una merma y
una dilación. El Santo Fundador, que conocía mejor que
nadie la voluntad del purpurado, trabajó lo indecible
para sacar a flote el proyectado y siempre aplazado Co-
legio; siete años después de la muerte del causante aún
no llevaba trazas de ser realidad. Por fin, en el año 1630,
San José se resolvió a establecerlo, aunque no fuese en
el palacio Gaetani. Designáronse ocho becarios conforme
las normas testamentarias, se les aposentó en la casa
contigua de Bias Factor, viejo amigo del difunto Carde-
nal y empezó la vida escolapia de aquel centro educa-
cional que fue pronto uno de los más importantes de
la Ciudad Eterna. En 1689, bastante después de muerto
el Santo, logró instalarse en el edificio que desde el prin-
cipio debió haber sido suyo. A través de diversas vicisi-
tudes ha llegado hasta nuestros días con la aureola de
organizacióN modélica.
EL COLEGIO NAZARENO Y EL AÑO 1630 217

INTERNADO DE NOBLES.

Institución príncipe de la Provincia Romana, decoro


de las Escuelas Pías, ornamento preclarísimo de toda la
Orden, el Colegio Nazareno tuvo desde su origen dirección
óptima, y acreciéndose de día en día en el número de
alumnos y colegiales, como en el cultivo de las buenas
artes, de las letras y de las ciencias, se ganó la más pres-
tigiosa estima, sobre todo a través del siglo xvrn, no solo
en Roma, sino en toda Italia, de tal modo que el renombre
y la fama del más noble internado de las Escuelas Pías
fue siempre en aumento, y en muchas Provincias de
nuestra Orden se erigieron Colegios y Seminarios a seme-
janza del Nazareno.
Pero más que la adjetivación entusiasta, estimamos
los datos concretos. El Nazareno lleva trescientos treinta
y siete años de existencia. Habían pasado por sus aulas,
según el Anuario de 1882, 6 Venerables, 16 sabios ilustres
de Italia, 41 Cardenales, 29 Arzobispos, Obispos, Nuncios
y Superiores Generales de Ordenes, 13 grandes Dignata-
rios, Ministros, Generales, 51 Caballeros y Comendadores
de Malta, 64 Barones, 92 Príncipes, 87 Duques, 325 Mar-
queses, 412 Condes ...
Y el mismo Calasanz, que había fundado el Colegio
de la Duquesca en la zona arrabalera más necesitada de
Nápoles, es quien plantó aquí este árbol de tantas genea-
logías ilustres, a despecho del conde Otonelli, que vimos
se lo quiso echar en cara como una contravención a la
Santa Pobreza, sin mirar que provenía de la voluntad
creadora de quien había elevado el Instituto a Orden de
votos solemnes y de quien había conseguido la aproba-
ción suprema para sus Santas Constituciones.

EL DESTINO PRIMERO.

En su origen no tuvo en verdad estas aspiraciones no-


biliarias, premio indudable de los afanes de quien sacó
a flote la fundación. Por ello es digna de leerse la minuta
institucional del largo decreto que firmó Tonti:
218 SAN JOSE DE CALASANZ

<<En el palacio de su residencia en Roma, en el barrio


Colonna, calle de Búfalo, comprado últimamente por el Car-
denal al Ilustrísimo señor don Horacio Gaetano Domicello
de Roma, manda que se erija y funde un Colegio que se ha
de llamar Nazareno. Y en él se han de recibir, alimentar y
educar por lo menos doce jóvenes de diferentes países, po-
bres, de buena y egregia índole, de inclinación al estudio, y en
lo posible de bello ingenio y aptos para las letras. Haya siem-
pre entre ellos, dos de Rímini. Déseles conveniente habita-
ción y congrua alimentación y vestido de los frutos y rentas
de toda su herencia. Vístanlos de color honesto y edúquenlos
los PP. de las Escuelas Pías de Roma en sumo temor de
Dios. Y aunque el Ilmo. (no era aún Eminentísimo) señor
Cardenal ya había concebido y calculado de antes esta obra,
sin embargo, como de momento se encuentra impedido por
su enfermedad para determinar Constituciones y fijar nor-
mas de manutención, quiere que sus albaceas vean normas
y constituciones de Colegios semejantes, y de acuerdo con
los PP. de las Escuelas Pías de Roma, elijan las más conve-
nientes, las inserten en las Actas y procuren sean confirma-
das por la Sede Apostólica. Y a dichas Constituciones se
atengan los alumnos y los que a su custodia y servicio en
el Colegio vivieren. Los dichos escolares estarán bajo el
gobierno, cuidado y disciplina de los referidos religiosos y
deberán ser instruidos, educados y ejercitados en los estu-
dios, para lo cual serán destinados a lo sumo cuatro Padres
para el cuidado y régimen, y otros cuatro para maestros y
lectores, que vivirán según sus Reglas en el mismo Colegio
y a cargo de la misma herencia. La elección de los becarios,
que es de suma importancia, competirá a los Prelados de la
Sagrada Rota Romana, bajo cuya tutela quedan constituidos.
Para cada vacante elegirán los Auditores por mayoría de
votos al más pobre, de más egregia índole y de más ingenio
y moralidad, de entre los presentados, después de sufrir exa-
men por los PP. de las Escuelas Pías. Se construirá en el
palacio o en la casita contigua también comprada, capilla u
oratorio dedicado a la Virgen de Nazaret con cuadro de la
Virgen de Loreto traído de la ciudad Nazarena.

A dicho Colegio el Ilmo. y Rmo. Sr. Cardenal proclama


e instituye heredero universal de todos sus bienes, muebles,
inmuebles y semovientes donde quiera que radiquen de pre-
sente y de futuro, de todos sus oficios en la Curia Romana,
de todos los lugares de montes, de todos sus créditos, dere-
chos y acciones, aun los comprendidos en la donación a favor
de la Ilma. señora doña Casandra Tonti, su hermana, que
ya revocó a su tiempo; déjale al dicho Colegio toda su heren-
cia (satisfechos antes legados y deudas), cuyas rentas, frutos
y emolumentos habrán de ser exigidos y administrados por
el P. Rector del mismo, que habrá de ser elegido entre los
EL COLEGIO NAZARENO Y EL AÑO 1630 219

Padres de las Escuelas Pías. Llevará sus cuentas aparte de


las de su Congregación y las presentará cada año a los Audi-
tores de la Sagrada Rota. El sobrante se aplicará a aumentar
en número las becas, sin que nunca pasen de veinte. Y si
aún de esto sobrase, se establecerán lotes a entregar a los
becarios que hubieren acabado brillantemente para ayudarles
en los estudios superiores, bien de Leyes o Medicina, bien
de Sagradas Letras u otras carreras.
Harán los albaceas inventario de sus bienes; venderán los
bienes muebles y objetos de valor para pago de deudas y
legados, y si no bastaren, procederán a la venta de inmuebles
menos dañosos; el resto serán los bienes fundacionales del
dicho Colegio con prohibición de enajenación y todo bajo
la vigilancia del Rector del Colegio y del señor Decano de
la Rota».

Así reza el resumen de la minuta. Se comprende lo


penoso de la carga y responsabilidad que tomó sobre
sus hombros el Rector del Colegio, que no fue otro por
veinte años que el propio Santo. Al llegar a 1630, a ocho
de la testamentaría, quiso por encima de todo abrir el
Colegio y empezar la fundación, aun con menos de doce
becas y aun cuando el líquido de las rentas no cubría
ni con mucho los gastos previstos 159 •
Los nobles envidiaban para sus hijos aquella forma
educacional de los becarios y rogaron al Santo José la
admisión de alumnos sustentados por la paga y no por
la beca. La Rota dispuso el sí, y fue el primero don
Pedro Cesi, primogénito del duque de Aquasparta. Cala-
sauz redactó el reglamento con 45 puntos concretos y
minuciosos sobre la admisión de alumnos (cualidades,
número y forma), vestido, comida, recreación, estudio,
rezos, enfermedad y horarios 160 • Sobrepujó en mucho el
número de colegiales al de becarios y se transformó poco
a poco con el tiempo en Seminario de Nobles. Cuantos
escolapios de ahora gastan sus energías en la dirección de
internados, no deben sentirse menos hijos de San José
de Calasanz que quienes regentan clases gratuitas y po-

159. Todo un volumen de cartas y misivas del Santo Calasanz se


refiere a asuntos económicos del Colegio Nazareno.
160. El Reglamento original está en el Nazareno. Hay copia en el
Archivo Generalicio, Reg. Cal. XI, doc. 10. Traducción castellana en
«Analecta Calasanctiana» (1961), número extraordinario, Apéndice III.
220 SAN .TOSE DE CALASANZ

pulares. El rigió San Pantaleón y él gobernó el Nazareno


desde 1630.

LA PESTE AZOTA ITALIA.

Pero observemos que si desde este año 1630 el Epis-


tolario abunda en temas económicos del Nazareno, aflora
también entonces un asunto de vida o muerte que gravitó
no solamente sobre la Escuela Pía sino sobre toda Italia:
la peste. La peste de 1630 descrita por Manzoni en su
célebre novela "Los Novios", circunscribiéndose a Milán;
pero que tantos estragos causó en todas las regiones de
la península italiana.

Oigamos a Calasanz:
<<El Señor guarde de la peste a la ciudad de Nápoles,
porque con la vuelta de la Reina no se puede usar la dili-
gencia necesaria en vigilar las puertas y el mar. Si entrase
la peste se arruinaría la ciudad entera. Mande hacer oración
por la pública sanidad de todas las regiones no tocadas de
la peste, y por aquellas también que ya la tienen y necesitan
que el Señor las quiera liberar>>.
<<Aquí (en Roma) se está con gran temor de la peste, que
hace algún progreso en Bolonia, de donde han salido dos
Cardenales que había».
<<De Roma, en donde todos los habitantes estamos espe-
rando la peste, pero Dios sabe con qué preparación. Muchos
compran unas esferillas llenas de agujeros en que colocar
los diferentes antídotos contra el mal; y la devoción y la
penitencia las dejan aparte».
<<Me escriben de Reggio, a quince millas de Parma, que
no solo la gente muere de peste, sino que los pobres sucum-
ben de hambre; hombres y mujeres desgreñados corren por
las calles pidiendo misericordia. Para postre han tenido una
tormenta de granizo que no ha dejado hojas en los árboles.
Díce!'e que todo ha sido porque echaron a su obispo, que
está ya varios años en Roma y no lo quieren admitir. Rogue-
mos al Señor por ellos».
<<Es tan grande el temor en Roma, que se tiene por cierto
que antes de ocho días saldrá un edicto de que se cierren
todas las escuelas, se vacíen las cárceles y se impidan todas
las aglomeraciones. Han cerrado las lonjas y no habrá con-
trataciones en un radio de cuarenta millas a la redonda de
la ciudad. En algunas partes han levantado la horca y se
procede con gran rigor; Dios quiera que baste. Dícese que
EL COLEGIO NAZARENO Y EL AÑO 1630 221

algunos soldados fugitivos o licenciados de Bolonia han infec-


tado ya dos o tres lugares en el dominio de Urbino, entre
la Romagna y la Marca. El Señor tenga misericordia, porque
es mucho el miedo en esta ciudad. Y si nos obligan a cerrar
las escuelas, sobrará mucha gente en esta casa, pero no po-
demos mandarla fuera de Roma, porque están prohibidas
las salidas. Considere qué confusión>> 161,

Y efectivamente salió decreto clausurando las Escue-


las Pías, el Colegio Romano y la Congregación del Padre
Caravita; tan grande era el temor a la peste.

«En Florencia se llega al recurso extraordinario de dar


muerte en las proximidades de la ciudad a todo viajero que
llega de camino>>.
«En Bolonia, sucumbidos ya todos los Religiosos que
asistían a los apestados, no había quien administrase Sacra-
mentos>> 162,

LA REACCION DEL SANTO.

Así las cosas, vemos que la reaccwn de San José de


Calasanz ante esta tragedia es distinta de la que tuvo
en 1596 ante la epidemia que se cebó en los sederos de
la Ciudad Eterna. Entonces el sacerdote español, afiliado
a la Cofradía de los Santos Apóstoles, se cree en el deber
de lanzarse a un apostolado activo de caridad heroica;
émulo de San Camilo de Lelis, se entrega a los apestados
con total olvido de sí propio.
En este caso de la peste de Italia del año 1630, que
afortunadamente no llega a Roma, siéntese padre y fun-
dador de una Orden con casas en las regiones atacadas
y atacables, y su inquietud se centra en los suyos, en sus
escuelas, en la observancia, en la alimentación y mante-
nimiento de los mismos, en medio de aquel pánico y aque-
lla zozobra que degenera en miseria general. No salió,
pues, de Roma nuestro Santo; pero no dejó de ejercer
su caridad con los enfermos de fuera y dentro.
De la ida a Cárcare recuérdese a Juan Ferrer de Ara-

161. Epistolario, cartas 1.284, 1.417, 1.417 bis, 1.433 y 1.434.


162. Epistolario, carta 1.437.
222 SAN JOSE DE CALASANZ

gón cuyo pequeñuelo se adelantó a besar la mano del


Santo y mereció la profecía de su vocación escolapia.
Al estallar la peste en Liguria se acordó de que guardaba
algunas cartas calasancias. Las colgó al cuello de sus
tres hijos y no hubo en casa ningún atacado de peste.

«Estaba yo en nuestra enfermería con una terciana doble


-habla el Cl. Angel Domenici- y era hacia el año 1630. Vino
a verme el P. General, cmno acostumbraba hacer a menu-
do con todos los enfermos; y encontrando que estaba espe-
rando para dentro de poco la subida de la fiebre, recitó
sobre mí el evangelio de San Marcos, y al llegar a las
palabras "impondrán las manos a los enfermos y estos sa-
narán", me puso la mano sobre la frente rezando la oración
por los enfermos y me dijo: No dudéis, no volverá la fiebre.
En efecto no vino ya, y a los pocos días me levanté curado>> 163,

En Frascati enfermó de gravedad el P. Juan García


de Jesús María, llamado corrientemente P. Castilla:

<<Nuestros Padres mandaron llamar al P. General con toda


presteza, diciéndole que si quería ver vivo al P. Castilla no
tardase en presentarse en Frascati. El P. General respondió
que iría, pero se entretuvo dos días por algún motivo; volvie-
ron los Padres a mandar aviso, requiriendo su presencia, y el
P. General contestó: Decid a los Padres que el P. Castilla
esperará a que yo vaya. Pasados dos días fue y al llegar lo
encontró tal que no podía articular palabra por la gravedad
del mal. Llegándose a él lo abrazó y dijo: Padre Castilla, no
dudéis, que no moriréis de esta. De hecho mejoró y a los
dos o tres días se levantó del lecho, y esto es de pública voz
y fama entre nuestros Padres>> 164,

APOSTOLADO HEROICO.

Mas no todo fueron penas entre la peste italiana y las


enfermedades romanas. El P. General gozó íntimamente
al ver que en muchos de los puestos atacados y en que
se habían cerrado las escuelas, sus hijos no se contenta-
ron con esperar a que pasase el turbión de la muerte,

163. Proceso Informativo, Reg. Cal. n. 30, p. 419, testimonio del


propio interesado, P. Angel Domenici.
164. Summarium Majus, n. 15, párrafo 43.
EL COLEGIO NAZARENO Y EL AÑO 1630 223

sino que se lanzaron al servicio de los dolientes y ejer-


cieron con heroísmo para con los apestados el ministerio
sacerdotal.
En Cárcare fue el campeón el P. Domingo Pizzardi
de la Madre de la Misericordia, al que vimos en Savona
vestir la sotana y asistir al siguiente día a la vestición de
su hijo Octavio. No solo en la pequeña Cárcare sino en
todos los pueblos de sus contornos hízose el capellán
obligado para asistir a todos los moribundos, hasta que
en la parroquia de San Siro hizo en él presa el contagio
y lo llevó al cielo el 4 de julio de 1631, cuando declinaba
ya la furia de la pestilencia, que se llevó también a su
compañero el Hermano Juan Bautista Bucardi de la Con-
cepción.
En cambio en Florencia, donde apenas abiertas las
escuelas, se tuvieron que cerrar por motivo del contagio,
los nuestros se entregaron a porfía al socorro de los apes-
tados, llamando tanto más la atención cuanto más re-
cientes y desconocidos eran en la capital de Toscana. El
más destacado aquí fue el P. Arcángel Galletti de la Nati-
vidad del Señor, que acompañado del H. Martín Giomeu
de San Carlos llevaba las medicinas y los Sacramentos
a las horrorizadas mansiones, donde quedaban solitarios
los apestados sin el auxilio de sus despavoridos parientes.
Veces hubo en que ante el desconcierto de los públicos
servicios de la ciudad, tuvieron que convertirse en ente-
n·adores, llevando sobre sus hombros los fétidos cadá-
veres hasta la fosa común. Dicho P. Arcángel, llamado
entonces el Padre de la Peste y citado luego oficialmente
en el Estado de la Provincia de Florencia y en la Florencia
Ilustrada de Leopoldo Miglior, no sucumbió al contagio
y prolongó su existencia hasta 1642, muriendo en Pisa.
En Venecia estaba luchando por ver de introducir allí
el Instituto el P. Melchor Alacchi, el eterno andariego que
tan pronto guiaba una Comunidad en potencia hacia Si-
cilia, como la establecía en Nápoles, al igual emprendía
marcha por la ruta jacobea como buscaba embarcación
para pasar a las Indias. Es el que tanto se le atragantó
al P. Otonelli, el de las quejas de la Visita de 1625. Para
abrirse camino entre la maraña de suspicacias y recelos
que la Serenísima República oponía a la introducción
224 SAN JOSE DE CALASANZ

de una Orden fundada y regida por un General español,


el P. Alacchi tenía que hacer equilibrios y lanzarse a lo
heroico. Y en este caso lo heroico estaba en atender a los
apestados. Mas para que nadie pudiera acusarle de que
tal vez contribuía a esparcir la epidemia después de po-
nerse en contacto con los moribundos, ideó la manera
de vivir aislado, construyéndose una chabola sobre un
árbol a manera de palafito, donde descansaba de sus
actividades, se preservaba de la humedad, aspiraba aire
sano y evhaba convivencias que pudieran ser objetables
a su generoso comportamiento. El Santo le escribe no
sin un dejo de ironía:

<<Puesto que tiene la comodidad de tan grande habitación,


como me escribe, ponga en práctica el consejo del Santo
Rey David: "El día se debe emplear en obras de miseri-
cordia y la noche en acción de gracias y preparación del
día siguiente". Aquí (en Roma) le tienen muchos envidia
de que esté Vuestra Reverencia en continua ocasión de ser
mártir y de ganarse el paraíso con mucho mérito en poco
tiempo>> (Carta 1.544 ).

DIPLOMATICAS INTENCIONES.

De seguro que entre los aludidos envidiosos se con-


taba el propio P. José. De su copiosísima correspondencia
con el especial P. Alacchi es tal vez la carta 1.662 la más
interesante, aunque necesitada de comentario para des-
cubrir sus diplomáticas intenciones. Transcribámosla al
menos para cerrar el presente capítulo:

<<La verdadera dicha y felicidad no la conoció ninguno de


los filósofos antiguos; y lo malo es que la conocen pocos y
aún poquísimos de entre los cristianos, por haberla colocado
Cristo nuestro Maestro en la cruz. Y esta, aunque parezca
a muchos en esta vida muy difícil de soportar, encierra en
sí sin embargo tales bienes y consuelos interiores que sobre-
pujan todas las alegrías terrenas.
De no ser así, no habrían perseverado en ella hasta la
muerte el P. Domingo (Pizzardi) y su compañero (Hermano
Bucardi), los cuales en cierto modo pueden llamarse márti-
res, por haber dado la vida por amor de Dios en provecho
del prójimo. Los otros dos nuestros que han trabajado lo
mismo en Florencia, no han tenido de Dios favor semejante.
EL COLEGIO NAZARENO Y EL AÑO 1630 225

Del P. Provincial de Nápoles me escriben que está mejor.


El P. Ansano pasó a mejor vida, como aquí en el Noviciado
un novicio francés, joven de grandes esperanzas. Los otros
del Noviciado y estos de las escuelas están todos bien por
gracia del Señor.
Salude de mi parte al P. Bagnacavallo y dígale que llevo
su asunto con toda diligencia. Para el siguiente correo me
informaré de algunos libros apropiados para nuestros huma-
nistas. Tenemos siete u ocho bien preparados aunque jóvenes,
modestos y juiciosos. Estimarán que les compre algunos
libros de su gusto.
Y exceptuándome a mí, que entro ahora en los setenta y
cuatro años, de los cuales he pasado cuarenta en Roma, solo
hay otro español que está en Moravia y se llama P. Antonio
del Santísimo Sacramento. Todos los demás de la Corpora-
ción son italianos, franceses y alemanes. Otro hay que está
a punto de volverse a España. Así, pues, después de mi
muerte, no quedará memoria de españoles en nuestra Reli-
gión. Ojalá todos sus Religiosos me hagan caso y se inge-
nien en ser humildes y verdaderamente pobres, ya que entre
la humildad y la pobreza se hospeda muy a gusto la Santa
Caridad, fin de todas las Religiones. Plegue al Señor conser-
var y acrecentar entre nosotros todas las Corporaciones Re-
ligiosas, y nos bendiga siempre.
De Roma, a 9 de agosto de 1631».

¡ Cuánta habilidad para quitar hierro a lo español y


disipar los prejuicios Vénecianos contra España, para
que allí en Venecia sea admitida fundación de Escuelas
Pías y se difundan con la misma facilidad y alegría que
por Liguria y Nápoles, feudos de España, y con la misma
esperanza con que se está tramitando su introducción
en Toscana y aún más allá de los montes en Germanía,
afectas al Rey Católico!
¡Con cuánta ilusión vería también el Santo Calasanz,
precisamente por su catolicidad, cuajar en el Piamonte
vocaciones francesas, como ha insinuado ya en la carta,
para poder penetrar en su día en los países del Rey
Cristianísimo, conquistando para Cristo Europa y aun el
mundo entero!

15
22. Provincia toscana
(1630 - 1641)

FRANCISCO FIAMMELLI.

Recuérdese que en el Año Santo de 1600 Calasanz se


inscribió en la Cofradía del Sufragio para las almas del
Purgatorio, presentado en ella por el sacerdote florentino
Rdo. don Francisco Fiammelli. En 1602 publica este mis-
mo Rvdo. señor el libro titulado Il Príncipe Cristiano
Guerriero y en su portada se firma "Florentino, Matemá-
tico, Teórico y Práctico, Socio de la Congregación de las
EE. PP.". Fue por tanto Fiammelli uno de los prime-
ros colaboradores del Fundador de las Escuelas Pías. Pero
sin que podamos precisar fecha, se separó pronto de él
y marchó a su patria Florencia, donde por cuenta propia
estableció un grupo escolar a imagen y semejanza del de
Calasanz en Roma y hasta lo había bautizado con el
mismo nombre. Tenía, pues, sumamente acreditadas sus
Escuelas Pías florentinas, pero veía también con nostal-
gia que los años se le escapaban de las manos sin poder
asegurar la continuidad de su obra. En sus frecuentes
visitas a Roma no dejaba de admirar la labor eficaz
de su antiguo Prefecto y con grandeza de alma había
intensificado la vieja amistad. Más que la rivalidad había
prendido en él la admiración y hablaba con encomio y
228 SAN JOSE DE CALASANZ

santa envidia del Pío Instituto de que podía vanaglo-


riarse la Roma eterna. Y no era él solo. Otro ilustre flo-
rentino, el señor Zenobio Mazzinghi había observado
también con tal edificación la oportunidad social de las
Escuelas Pías de Roma, que vuelto a Florencia se había
dedicado con ardor a la enseñanza de los pequeñuelos
pobres, a pesar de su carácter de laico y de la soledad
de su abnegado gesto. No eran incomprendidos. Floren-
cia, bañada en la luz dorada del Renacimiento, sentía en
todas sus clases ansia de cultura, comezón de renovacio-
nes intelectuales. El largo y pacífico gobierno del Gran
Duque de Toscana Fernando II, que desde 1621 había
de durar hasta cerca de cincuenta años, sin roces, antes
bien en óptimas relaciones con España, ofrecía un am-
biente propicio al desarrollo de las manifestaciones del
espíritu. Sin haber estado nunca en Florencia, José era
allí conocido y sus escuelas y religiosos muy estimados.
El arzobispo monseñor Alejandro Marzimédici, intelectual
abierto a las nuevas auras, supo de los talentos mate-
máticos del Hno. Francisco Michelini, y mostraba gran-
des deseos de tratarle y tenerle en su archidiócesis.

EL OFRECIMIENTO.

Todo parecía dispuesto para una fácil introducción en


Toscana a la menor coyuntura, y esta la ofreció espon-
táneo el citado Juan Francisco Fiammelli. En las vacacio-
nes de octubre de 1629 pasó por Florencia con un compa-
ñero el P. Arcángel Galletti de la Natividad del Señor.
Se hospedó en casa de Fiammelli. En afectuosa conver-
sación mostró éste su cansancio de los años, y sus temo-
res de disolución de la obra de su vida, y la ofreció total-
mente a las Escuelas Pías de Roma, si ellas se encargaban
de proseguirla. Repitió el ofrecimiento al P. Francisco
Castelli, Asistente General y Provincial entonces de Ligu-
ria. Comunicado el asunto al P. General, aceptó gustoso
y se redactó memorial para obtener el permiso de la
autoridad civil. Pero el Gran Duque estaba en Pisa y no
había manera de adelantar el negocio. El 9 de marzo de
1630 encontramos en el Epistolario las primeras noticias
sobre Toscana.
PROVINCIA TOSCANA 229

<<Me escriben de Florencia que se espera de un día para


otro el Decreto, y creen que se nos concederá tener hospicio
con seis Padres solamente. En esta próxima semana se verá
el resultado. El P. Arcángel estará aquí pronto. Y si no se
resuelve el asunto a nuestro favor, vendrá también el Padre
Francisco>>.

Mas todo se arregló bíen, con la prudente cautela del


siguiente rescripto del Serenísimo Duque:
<<Su Serenidad se complace en conceder por un quinque-
nio gratis y sin pensión el hospicio que suplican los religiosos
para ejercicio de las Escuelas Pías. Se les visitará dos veces
al año y se informará fielmente a nuestro despacho del pro-
greso de las escuelas. Y cuando hayamos recibido instru-
mento de la procura del Rmo. P. General, y se haya hecho
testimonio jurado de nuestros delegados, se les dará posesión
real de dicha casa. Florencia, a 20 de marzo de 1630».

No tardó el P. Castellí en realizar estas últimas for-


malidades y ultimadas con el Consejero señor Antilla.
Para solemnizar la entrega de su grupo escolar, el bonísi-
mo amigo del P. José redactó un documento revelador de
todo su pensamiento y que por lo mismo debemos con-
signar aquí:
<<Yo Juan Francisco Fiammelli, Prefecto de las Escuelas
Pías de la ciudad de Florencia, considerando la caducidad de
mi vida, y deseando en esta mi avanzada edad que ha alcan-
zado ya los sesenta y seis años, ver perpetuada después de
mi muerte la obra de mis piadosas escuelas, reconozco que
a nadie las puedo confiar mejor que a los religiosos del
nuevo Instituto de Pobres de la Madre de Dios de las Es-
cuelas Pías, puesto que tienen por finalidad propia, según
sus Constituciones, vivir de la limosna espontánea o pedida,
sin poseer nada en particular, e instruir a la juventud, prin-
cipalmente la pobre, en el temor de Dios y en las primeras
letras, es decir, en lectura, escritura, aritmética, gramática
y retórica, gratuitamente, sin retribución, por sola caridad
y celo de la salud de los prójimos.
Por lo cual me pareció conveniente suplicar a los referi-
dos religiosos que recurrieran a Su Serenidad ... y les entrego
gustoso la casa y el ejercicio de mis piadosas escuelas de
Florencia, a 30 de abril de 1630» 165,

165. Anales, P. BARTLIK, año 1630, p. 189.


230 SAN JOSE DE CALASANZ

¡Qué almas más gemelas se adivinan a través de estas


líneas, las de Fiammelli y Calasanz! ¡Y cuánta distancia
a su vez entre el probo y benemérito varón que siente el
peso de sus setenta y seis años llenos de merecimientos
acatados y reconocidos por todos, y el Santo heroico que
a los noventa, y hundido en las tribulaciones más afren-
tosas, levantará la frente serena oteando horizontes de
vida y esperanza para la obra perenne y rediviva de sus
desvelos!

PRESTIGIO DE PIEDAD.

Entregó Fiammelli su documento; pero el P. Castelli


hízole esperar hasta el 22 de mayo en que pudo reunir
su pequeña Comunidad y hacerse cargo de la casa y es-
cuelas: Fórmábanla: P. Francisco Castelli de la Purifi-
cación, Superior y Procurador de la casa; P. Santiago
Graziani de San Pablo, profesor de humanidades y elo-
cuencia; P. Juan Esteban Busdraghi de Jesús, maestro
de gramática; Hno. Francisco Michelini de San José,
maestro de escribir y ábaco; Hno. Martín, maestro de
lectura; y Hno. Antonio María de San Francisco, ecó-
nomo y cocinero. Nótese que el profesor de humanidades
y de elocuencia era el P. Graziani, Provincial de la Pro-
vincia Romana, a quien el P. General en su enfermedad
del año 1626 había nombrado su sucesor, y que pronto
pasó de Florencia a Nápoles como Visitador y Comisario
General. Bien se ve que el Santo quería asegurar el éxito
en la ciudad del Arno con una Comunidad modélica y
lo consiguió plenamente.
Abriéronse, pues, las escuelas, con los seis de Comu-
nidad, a más del P. Galletti, a quien hubo de colocar como
Vicario en una parroquia para no contravenir estatutos;
y todo marchó sobre ruedas; pero sobrevino la peste y
las escuelas tuvieron que cerrarse, como se cerraron tam-
bién las de Roma, para que la Comunidad pudiera entre-
garse generosamente al servicio de los enfermos. El Her-
mano Martín Ciomei de San Carlos, el de la escuela de
leer, hizo prodigios de abnegación, al lado del P. Arcán-
gel, el Padre de la peste. Y los florentinos, que apenas
PROVINCIA TOSCANA 231

habían degustado su actividad pedagógica, veían ahora


su entrega al consolador ministerio sacerdotal en la co-
yuntura más heroica, y se compenetraban con los Padres
en unidad de gratitud y de afectos; y al reanudarse la
vida normal, fue la casa de Florencia una efectiva flora-
ción de esperanzas que cuajaron en frutos quizá los más
dulces y sazonados de toda la Escuela Pía.
Como pequeño detalle de tal compenetración conser-
va el Árchivo de Estado de la ciudad esta curiosa noticia:
«Para enseñar la Gramática Latina a los niños de Flo-
rencia se retribuía del Común a dos sacerdotes que tenían
respectivamente su escuela a ambos lados del Arno, con
obligación de ostentar rótulo público que dijese: Escuela de
Gramática pagada por el Municipio. Por rescripto de 13 de
abril de 1633 quedó solamente la del lado de allá del río,
porque la de acá se transfirió a los Padres de las Escuelas
Pías» t66,

LA ESCUELA DE ABACO.

Al prestigio de la piedad de los Padres florentinos se


agregó pronto el de su competencia científica y literaria.
Particularmente la clase de ábaco fue novedad señala-
dísima. Diéronse cuenta los nuestros y pusieron esmero
especial en el cultivo de las Matemáticas. La visita a las
escuelas de parte de los funcionarios del Gran Duque
acabó por suprimir las primeras cautelas y desconfian-
zas. Aumentó la Comunidad, aumentó la población esco-
lar, y se afianzó la fundación madre de la Provincia Tos-
cana, con dos características bien definidas. Fueron estas
dos hechos de verdadero interés: el cultivo de las Cien-
cias y la escuela de Nobles.
La concesión de nuevos locales y la donación de la
iglesia de la Madonna dei Ricci merece menos atención
al lado de aquellos hechos diferenciales.
La escuela de ábaco en manos del P. Michelini, del
P. Grisi y del P. Clemente Settimii se transformó en clase
de Algebra, única entonces en Florencia, por no decir en

166. Archivo di Stato. Firenze, Mediceo Principato.


232 SAN JOSE DE CALASANZ

Europa. No era naturalmente cosa de nmos pequeños,


sino que asistían a ella adultos y personas mayores con
gran crédito para el colegio.

LA ESCUELA DE NOBLES.

Con la escuela de Nobles llega el pensamiento cala-


sancio al punto culminante de su evolución. En Santa
Dorotea había pensado en los pobres exclusivamente. En
la práctica de la vida escolar por los palacios Ves tri y
Manini, había hecho la vista gorda, y los nobles y ricos,
sobrinos de prelados e hijos de marqueses alternaban
con los pobres del Trastévere que hasta allí se llegaban.
La exigencia rigurosa de la fe de pobreza extendida por
el párroco constituyó el mayor de los fracasos en el pe-
ríodo de unión con la Luquesa. El Breve fundacional de
Paulo V en 1617 ordenaba la enseñanza gratuita, pero
impartida indistintamente a ricos y pobres. La fundación
del Nazareno en 1630 fue para Nobles venidos a menos,
y luego, por accesión voluntaria, para Nobles de estado
económicamente bien floreciente. Y por último la escuela
de Nobles de Florencia en 1638 abría sus puertas a los
alumnos de alta calidad, al lado mismo del grupo escolar
de primaria y media abierto gratuitamente para todos.
La razón que movió a Calasanz a acceder aquí a los deseos
del P. Castelli y del P. Francisco Apa, como a las mismas
instancias apremiantes de la nobleza florentina, fue que
las familias de los alumnos nobles y ricos posibilitaban
la existencia del noviciado y garantizaban la formación
de los jóvenes neoprofesos que fueran dedicados a los
estudios. Sin la aportación del alumnado pudiente no se
hubiera logrado la iniciación científica de los juniores,
cuyas casas de estudio sólo se consiguieron muchos años
después 167 •
A la célebre fundación de Florencia en San Giovan-
nino se añadió en 1638 la llamada del «Pellegrino». Den-
tro de la demarcación de Toscana les habían precedido

167. Epistolario, carta 3.049, sobre la Escuela de Nobles. P. PICANYOL,


Monumenta Historica Sch. P., II, pp. 4-7.
PROVINCIA TOSCANA 233

las fundaciones de Panano, de Pieve di Cento, de Guiglia;


y sobre todas la importantísima de Pisa en 1641. Todas
ellas formaron la Provincia de Etruria o Toscana, que con
el tiempo llegó a contar con veintidós Colegios. Hoy, des-
pués de las amargas vicisitudes del período napoleónico
y de la última guerra mundial conserva seis preciosas
fundaciones, constituidas por las dos primitivas de San
Giovannino y el Pellegrino, más las cuatro recientes de
la Vía Cavour, Siena, Empoli y el magnífico internado de
la Abadía Fiesolana.

RELACIONES CON GALILEO GALILEI.

Pero, volviendo a los tiempos del Santo Patriarca, en


pleno siglo xvn recordemos que aquellos escolapios flo-
rentinos, en su afán por el cultivo de las Matemáticas, se
aproximaron a aquella figura representativa del renaci-
miento científico que se llamó Galileo Galilei. El célebre
matemático, físico, astrónomo, padre de la ciencia mo-
derna y portaestandarte de la nueva concepción del uni-
verso, hecha a base de experimentos más bien que de silo-
gismos, vivía por aquellos años en torno a 1640 en su
finca de Arcetri, denominada «il Gioiello» o la Joyita, no
lejos de la misma Florencia, en la que también tenía casa.
Cuantos piensan que Galileo murió en cárcel tenebrosa
perseguido implacablemente por el obscurantismo de la
terrible Inquisición, están perfectamente equivocados por
las vagas referencias e intencionadas alusiones que con
frecuencia se leen sin descender a detalles ni conclusio-
nes históricas.
Galileo fue citado dos veces por la Inquisición o Santo
Oficio Romano en 1630 y 1633. Su concepción heliocén-
trica del mundo, ya sostenida por el canónigo Copérnico,
chocaba naturalmente con la geocéntrica de Tolomeo y
de toda la escolástica universal. Los choques de ideas,
aun puramente científicas, no suelen ser menos violentos
que los choques de masas; pero además Galileo se había
sentido teólogo, escriturista y hermeneuta, saliéndose de
su terreno científico; y hasta se había atrevido a alguna
forma dialogal en que el "Simplicius" parecía pulla san-
234 SAN JOSE DE CALASANZ

grienta para la refinada cultura del Papa renacentista


Urbano VIII, su amigo y mecenas de antaño.
A pesar de todo, su condena, simple resolución de
un dicasterio, ajena por completo a la infalibilidad ponti-
ficia, se limitó a retractación, cárcel y rezo de los salmos
penitenciales una vez por semana durante tres años.
La retractación la hizo Galileo, hijo fiel de la Santa
Iglesia, sin ningún gesto dramático. La cárcel le fue con-
mutada inmediatamente por relegación en el palacio de
la Trinita dei Monti en Roma, junto a la embajada tos-
cana; por traslado a casa de su amigo Piccolomini, arzo-
bispo de Siena; por su retiro a su propia finca del «Gioiel-
lo» de Arcetri y finalmente por residencia en su propio
domicilio de Florencia. Allí en su casa murió edificante-
mente el 25 de enero de 1642. Se le permitía toda acti-
vidad científica, con tal de no ingerirse en cuestiones de
Escritura, ni remover discusiones heliocéntricas 168 •
En este último período es cuando le sirvieron de secre-
tarios y se hicieron sus discípulos los escolapios floren-
tinos, y cuando San José de Calasanz escribió la celebérri-
ma carta, en que da al P. Rector del Colegio de Florencia
la norma prudente y humana del comportamiento de los
alumnos fieles para con el sabio ilustre.
« ... Y si por acaso el señor Galileo pidiese que alguna
noche quedase con él el P. Clemente (Settimii), concédaselo
V. R.; y quiera Dios que sepa sacar de ello el provecho que
debería. Es cuanto me ocurre. Ruego al Señor que nos ben-
diga a todos. De Roma, a 16 de abril de 1639».

Realmente San Calasanz era hombre avanzado, nada


pusilánime, amigo de la ciencia y de los sabios, clarivi-
dente escudriñador de los tiempos que se avecinaban, de
los que guían al frente y no andan cansinamente detrás
de la grey adocenada de tanta humanidad que camina sin
saber por qué.

168. Le Scuole Pie e Galileo Galilei, P. LEODEGARIO PICANYOL, Roma


1942. I documenti Galileiani del S. Ufficio di Firenze, M. CroNr, Firen-
ze, 1908.
PROVINCIA TOSCANA 235

GASPAR SCHOPP Y TOMAS CAMPANELLA.

Y ya que hemos nombrado a Galileo, hagamos men-


ción de otro sabio de entonces, no científico sino huma-
nista, Gas par Scioppio (latinización de Schopp ), Conse-
jero de la Cesárea Majestad del Emperador Fernando II
de Austria y que a la sazón estaba en Milán, muy rela-
cionado con las Reales Personas de la casa de Toscana.
Pedagogo y filólogo, a la manera de Erasmo de Rotter-
dam, nuestro humanista de Neumark pretendió facilitar
la enseñanza del latín con nueva gramática que deste-
rrase el prolijo texto tradicional del jesuita P. Manuel
Alvarez. El P. Castelli desde su provincialato toscano le
había enviado tres religiosos para que aprendiesen por
unos días de su propia boca la aplicación de su mara-
villoso método. Y con ocasión de ello prodigó Schopp sus
elogios a las apenas conocidas Escuelas Pías. Mas por
desgracia entró en guerra con la Compañía de Jesús, fra-
casó su método y cayó el propio Gaspar Scioppio en el
más completo olvido 169 ,
Tampoco triunfó, aunque modernamente se ha aireado
un tanto su memoria, un tercer sabio, dominico éste, que
recibió favores y aprecios del Santo Calasanz, quien llegó
a pedirle diera algunas lecciones de Filosofía a sus neo-
profesos en Frascati. No llegó a cuajar en nada concreto
el breve y eventual magisterio de Fray Tomás Campa-
nella. También sufrió cárceles como Galileo y persecu-
ciones como Schopp este atrabiliario y desconcertante
filósofo y poeta de la atormentada Italia del renacimiento
y del marinismo. Sus sociologías hallaron forma en su
Ciudad del Sol y su poesía conceptual y filosófica en sus
Cántica, llenos de correlaciones, plurimembraciones y so-
noridades idealísticas. Firmó algunas de sus obras con
el pseudónimo de Settimontano Squilla, que tintinea de-
masiado con su esquila para no susurrar su «campa-
nella» 170 •

169. Vide la nota 16 de la página 174 de la obra del P. SANTHA,


S. J. de C. Obra y escritos, sobre Gaspar Scioppio.
170. Seis calas en la expresión literaria española, DAMAso ALONSO
y CARLos BousoÑo, Mactrid 1956.
236 SAN JOSE DE CALASANZ

Queden los tres como perenne testimonio de cuánto


estimaba San Calasanz a los sabios, y tal vez su simpatía
por Campanella refleje además un ángulo poético del
alma calasancia que permaneció casi siempre en discreta
penumbra. El P. Cavada recordaba que el Vicario de
Benabarre le había enseñado un libro como un Ritual
Romano, con poesías españolas manuscritas, variadas y
elegantísimas, dignas de la imprenta, del joven estudiante
Calasanz en su época universitaria. ¿ Serían conceptistas?,
¿serían culteranas? La afición de Campanella arguye con-
ceptismo. ¡Lamentable el egoísmo del Vicario de Bena-
barre que nos privó del placer de saborear los versos de
San José de Calasanz sobre la Eucaristía, la Trinidad,
sobre otros temas sacros y quién sabe si también sobre
alguno profano ... !
23. Moravia, Polonia y Hungría

(1632 - 1642)

UN CARDENAL NACIDO EN MADRID.

En el Año Santo de 1625 se tuvieron los primeros con-


tactos y se echaron los primeros gérmenes de lo que fue-
ron más tarde las fundaciones y provincias de más allá
de los Alpes. Mencionamos en el capítulo XIX la visita
a San Pantaleón de una comisión de la Milicia Cristiana
de la Inmaculada Concepción y de la Comunión Germá-
nica del conde Althan, presidida por su primer capellán
monseñor Juan Bautista Gramay. De momento fueron
infructuosos los conatos fundacionales en Praga y Viena.
Pero los saludos y recuerdos traídos por Mons. Gramay
de parte del Cardenal Dietrichstein reavivaron la antigua
amistad habida entre este y Calasanz ya desde 1592.
Si es mucha la gratitud que debe la Orden Calasancia
al cardenal Justiniani por la adquisición de San Pauta-
león, y mayor aún la debida al cardenal Tonti por la
elevación a votos solemnes y la fundación del Nazareno,
no es menor la que tiene contraída con el cardenal Dietri-
chstein por la donación de Nikolsburg y la consiguiente
expansión por Germanía. Digamos completo su nombre
para bendecido:
238 SAN JOSE DE CALASANZ

<<Eminentísimo, Reverendísimo y Excelentísimo Príncipe


y Señor don Francisco, por la Divina Misericordia Cardenal
de la Santa Iglesia Romana, del título de Santa María del Tras-
tévere, Príncipe de Dietrischstein, Obispo de Olmuz, conde
de la Capilla Real de Bohemia, Consejero íntimo de la Sacra
Cesárea Majestad y Protector de sus Reinos y dominios he-
reditarios».

Este Cardenal, de nombre tan germano, había nacido


en Madrid en 1570, del barón Adán Dietrichstein y de
su esposa Margarita Cardona, hija del Virrey de Cerdeña,
cuando residían ambos en la embajada austríaca de la
corte madrileña como delegados del Emperador Maxi-
miliano II. Su formación fue germana y romana. Car-
denal y Obispo a los 29 años; ocupó su sede en 1600
y la rigió celosísimamente hasta su muerte en 1636. Me-
reció los dictados de «Pastor Santo» y «Protector de
Germanía» 171 •
De cómo empezaron sus gestiones en serio para la
fundación escolapia de Nikolsburg o Mikulov allá en
Moravia, entre Viena de Austria y Praga de Bohemia, da
idea mejor que todo relato este trozo de carta del Ilus-
trísimo Gramay al Santo Calasanz, que transcribimos
según la antigua traducción del P. Font:

<<Rvdo. en Christo Padre:


Alabado y rengraciado sea Dios, que finalmente el señor
Cardenal, mi amo, no admitiendo los ofrecimientos que se
le hicieron de parte de la Compañía, de encargarse del go-
bierno del seminario que tiene su Eminencia en esta su
ciudad de Nikolsburg, lo quiere poner en manos del Pío Ins-
tituto fundado por Vuestra Paternidad Reverendísima. Soli-
cito, mío carísimo, el enviar cuanto antes los sujetos por
vía del Tirol, donde no hay temor del contagio que aflige
de presente no poca parte de Germanía. Su Eminencia esti-
maría mucho que entre los religiosos que deben venir, se
hallase al menos uno que hablase bien la lengua tedesca y la
española. La primera debe servir para las escuelas y la se-
gunda para la educación de los Príncipes, sobrinos de mi
amo y señor, por si hubieran alguna vez de pasar a España,
ministros del César. De lengua italiana y francesa, ya en
estas partes se hallan bastantes maestros. El seminario o

171. Anales, P. BARTLIK, años de 1630 y 1631.


MORAV!A, POLONIA Y llUNGRIA 239

Colegio posee de renta diez mil florines renanos en cada año;


y jnnto con ellos la gran generosidad de su Eminencia, los
religiosos gozarán más que cumplidamente cuanto sea nece-
sario a sus personas en el victo y vestido. Padre mío carí-
simo, yo me congratulo de corazón con V. P. Rma. de esta
felicidad y no veo las horas de tener presentes esos sus bue-
nos religiosos que me elijo por mis buenos hermanos».

Era Nikolsburg la ciudad residencial y feudataria de


la Ilustrísima y Excelentísima familia Dietrichstein, al
pie de una prominencia Ilamada el Monte Santo, santi-
ficado efectivamente por las capiiias del Vía Crucis, por
el templo dedicado a los Santos Protectores contra la
peste, por la torre con sonora campana para orientación
de extraviados entre brumas y nieves, y por las múltiples
obras de caridad con que se dio a conocer y distinguir la
piedad y munificencia del más ilustre de los señores de
aquella nobilísima familia, el Eminentísimo Cardenal que
tanto amó a Calasanz y a sus humildes escuelas. Que si
sembró el monte de monumentos de su religiosidad, no
fue menos magnánimo en el valle y en la ciudad misma.
Levantó en efecto en eiia un santuario semejante a la
Santa Casa de Loreto, fundó Colegiata con abad mitrado,
estableció convento de Capuchinos y erigió seminario
para la juventud estudiosa. Y esta última obra es la que
confió a los hijos de Calasanz, cediendo a las insinuacio-
nes de monseñor Gramay e iniciando así una expansión
que llegó a exuberancias y lozanías extraordinarias.

HACIA NIKOLSBURG.

El 2 de abril de 1631 levaron anclas efectivamente


desde Ancona por el Adriático rumbo a la península de
Istria, Carintia y Viena, Ilegaron hasta Nikolsburg los
ocho religiosos fundadores presididos por el P. Peregrín
Tencani de San Francisco. Eran, además de este mismo,
el P. Ambrosio Leailth de Santa María, tirolés, martillo
de herejes; Antonio Rodríguez del Santísimo Sacramen-
to, español; CI. José Apa de Santo Tomás de Tolentino,
flor de santidad; Hno. Ambrosio Ambrosi de la Concep-
ción, matemático romano; Hno. Juan de Santa María;
240 SAN JOSE DE CALASANZ

Hno. Alejandro de San Luis; Hno. Francisco de la Virgen


María. Costóles el viaje dos meses justos. En ausencia
del Cardenal que estaba en Brün, abrazóles con inmensa
alegría monseñor Gram'ly, los aposentó con esplendidez
en el hospital de San Juan Bautista, contiguo al Semina-
rio Lauretano, les obligó a descansar dos semanas para
reponerse del fatigoso viaje, y el día 20 de junio les hizo
solemne entrega del Convictorio, donde los nueve beca-
rios recibieron a sus nuevos maestros con una serie de
breves congratulaciones y bienvenidas en diferentes len-
guas, que impresas luego en la misma imprenta del semi-
nario, han llegado hasta nosotros con las firmas de aque-
llos primeros colegiales. Por cierto que casi todas son de
apellidos de sugerencias grandiosas: Wagner, Schober,
Herman, Frank. ..
Nueve alumnos. Se agregan luego siete. ¡ Para ocho
maestros! Leve rubor en el semblante de la Escuela Pía,
si hubiera de ser así. El Nazareno de Roma comenzó con
ocho alumnos, pero pronto se convirtió en boyante y nu-
meroso internado. El Lauretano de Nikolsburg, al mes de
funcionamiento, ya había cambiado su triste soledad se-
lectiva en escuela popular de desbordante muchachada.
Había clases de más de cien estudiantes. La satisfacción
y admiración de los fundadores se reflejaba en las pri-
meras cartas. La espectación, lejos de quedar defraudada,
se veía superada.
Leamos una carta cualquiera de entonces. La del
P. Leailth al Santo Fundador, señalada con la fecha del
6 de agosto de 1631.

<<Pax Christi. Ya escribí a V. P. los detalles del viaje. Días


ha que formé intención de comunicarle lo que nos va ocu-
rriendo hasta ahora. Lo primero y principal es que hemos
encontrado una mies copiosísima y somos poquísimos ope-
rarios. Esperamos que V. P. nos irá enviando sucesivamente
nuevos refuerzos para que podamos satisfacer a la buenísima
opinión que el Cardenal se ha formado de nuestro Instituto.
Lo que más gusta a su Eminencia es oír que nuestra Orden
se llama de Pobres de la Madre de Dios. El es también devo-
tísimo de la Madre del Señor y para demostrar su celo y
propagar su gloria levantó con gran suntuosidad una Casa
de Loreto que no desdice de la de Italia. Y puso los nueve
becarios en veneración de los nueve coros angélicos para que
MORAVIA, POLONIA Y HUNGRIA 241

le canten la Misa y las letanías lauretanas; y lo que es de


admirar más en tan gran Príncipe, todas las festividades de
la Virgen predica personalmente a numeroso concurso de
fieles.
Lo otro que dice nuestro Cardenal es muy halagüeño para
nosotros. Afirma que así como nuestro Instituto nació en
Italia de un fundador español, se propagará en Alemania
merced a un propagandista también español, y al decirlo se
señala a sí mismo. Nació efectivamente en Madrid, aunque
es originario de Bohemia, cuando su padre era procurador
imperial en la corte del Rey de España Felipe II por el
año 1570» m,

MAS FUNDACIONES.

En 1634 levantó ya el propio Cardenal segunda casa


para nosotros en Leipnik, que sirviera principalmente
para Noviciado. Y ayudó con su prudencia al Santo Fun-
dador a regularizar los nombramientos en estas y en las
nuevas casas, eliminando las brusquedades del P. Tencani
por las diplomáticas suavidades del Padre Juan Esteban
Spínola, y la juridicidad objetiva de un capítulo provin-
cial que presidió en Krems en diciembre de 1635.
Dos años antes el ascendiente cardenalicio y su amis-
tad íntima con el conde Francisco de Magnis, uno de los
militares condecorados por su ardimiento en la batalla
de la Montaña Blanca, decidió la tercera fundación ger-
mana en Strassnitz, capital de su condado, en el cuadrilá-
tero de Bohemia, aunque bastante próxima a Nikolsburg.
Hermano mayor del conde Francisco de Magnis era
el célebre capuchino P. Valeriana de Magnis, valiente
misionero apostólico en la Europa Central, brazo derecho
del Arzobispo de Praga, cardenal d'Harrac, que ya trató
con nuestro Santo de introducir el Instituto en la capital
de su archidiócesis. Con el tiempo fue el P. Valeriana
acérrimo defensor del Fundador perseguido y escribió
una famosa Apología de las Escuelas Pías de más enver-
gadura y trascendencia que la de Campanella 173 •
El apellido Pernestein había entroncado años atrás

172. Reg. Cal. plúteo 16, mazo de cartas del P. Leailth.


173. Reg. Cal. plúteo 14, d. 71.


242 SAN JOSE DE CALASANZ

con los del duque de Villahermosa y conde de Ribagorza,


señores de Calasanz en sus tiempos mozos. Doña Hércula
Febronia de Pernestein logró también una pequeña re-
mesa de escolapios y en Litomislia de Bohemia, capital
de sus estados hereditarios creó en 1640 fundación de
Escuelas Pías, al igual que el Príncipe Gundakero en los
suyos de Liechtestein. Fue muy dramática la lucha entre
la escasez de personal y la extraordinaria abundancia de
solicitudes urgentes que reclamaban establecimiento del
Instituto. Medió además en el conflicto la Congregación
de Propaganda Fide, a pesar de los buenos oficios de su
Secretario monseñor Francisco Ingoli, amigo íntimo de
nuestro Santo.

NEGATIVA AL CAP/TAN DEL SIGLO.

Llegóse en las negativas hasta contrariar al capitán


del siglo, al famosísimo Wallenstein, la figura cumbre de
la guerra de los Treinta Años. Tenía sus estados heredi-
tarios en Bohemia. Después de la batalla de Lutzen en
noviembre de 1632 en que murió el Rey de Suecia, Gustavo
Adolfo, nuestro Alberto Wallenstein, en la cima de su
gloria y poderío, se mantuvo inexplicablemente inactivo,
frente al ejército sueco dirigido por Bernardo de Sajonia-
Weimar, lugarteniente del rey extinto. Aquella actitud
pasiva, a pesar de los refuerzos que le llevaba desde Milán
el español duque de Feria, y a pesar también de los de-
seos del conde-duque de Olivares, que quería aprovechar
el buen momento de las tropas imperiales para humillar
a Francia, fue muy perjudicial para la reputación del
gran jefe, porque dio pábulo a las antiguas sospechas de
su falta de lealtad para con el emperador Fernando II
y se temía que sus tratos con suecos, turcos, polacos y
bohemios acabasen por constituir un reino independiente
de Bohemia, escalando él su trono y ciñéndose su corona.
En los comienzos de ese año de casi inactividad, el
de 1633, fue cuando preguntó al Visitador General de la
Archidiócesis de Praga don Flavio Cremona, qué clase
de religiosos le aconsejaba para sus dominios heredita-
rios de Bohemia. Monseñor Flavio le hizo la apología de
MORAVIA, POLONIA Y IIUNGRIA 243

los Piaristas (así llaman a los Escolapios en Centroeuro-


pa) y se ofreció a gestionar su introducción en Bohemia.
Wallenstein aceptó complacido y monseñor Cremona es-
cribió inmediatamente cartas urgentes y perentorias al
P. General.
Contra lo que era de esperar, el Santo Calasanz con-
testó que no 174 • Bastaba saber la verdadera situación de la
Orden en cuanto al número de sus miembros, para com-
prender la razón sobrada de tal negativa. Y, a pesar de
todas las mediaciones incluso la del cardenal Dietrichs-
tein, la realidad inmediata le dio la razón. Porque cre-
ciendo las sospechas acerca de la lealtad de Wallenstein,
formóse contra él en la corte un partido poderoso, que
consiguió se acordase su destitución. Y al cundir dicha
noticia un grupo de oficiales le asesinó en Egger el 25
de febrero de 1634. Si los Piaristas hubieran ido a Bohe-
mia llamados por el insigne militar, al sobrevenir su
desastroso fin se hubieran visto en el mayor y más con-
fuso desamparo.

GESTION AFORTUNADA DE UN DUQUE.

No fue así, en cambio, la gestión del duque Jorge


Ossolinski, gran canciller de Polonia y Hungría, orador,
estadista y diplomático de talla europea en la primera
mitad del siglo xvn. Más que el propio rey Ladislao IV
fundador del Colegio de Varsovia en 1642 y más que el
conde Estanislao Lubomirski, fundador del de Podolín,
antigua ciudad de Hungría, colocada entonces en dominio
y jurisdicción polaca, fue Ossolinski el devoto de Calasanz
y sus Escuelas que más compartió con él sus entusias-
mos por la reforma social a base de la educación de la
juventud, y a más de sus ilusiones por formar en Polonia
una Orden Caballeresca similar a la milicia del conde
Althan y por promover una última cruzada de Europa
contra el Turco, trabajó con ahinco por llevar la Orden
Calasancia a Polonia y Hungría, echando así los gérmenes

174. Epistolario, carta 2.032.


244 SAN JOSB DE CALASANZ

de las dos Provincias que más adelante lograrían mayor


número de casas en toda Europa Central. Polonia llegó
a contar 28 fundaciones y Hungría 29, hasta muy ade-
lantado el siglo XIX 175 •

EMPUJADOS HACIA POLONIA.

Fue sin embargo el pavor de la guerra lo que decidió


eficazmente la introducción en Varsovia de las EE. PP.
El período francés de la guerra de los Treinta Años comen-
zaba con las desconcertantes estrategias del general Tors-
tenson, tanto más rápido en sus operaciones bélicas cuan-
to más impedido de parálisis en sus movimientos corpo-
rales, conducido siempre en litera por los frentes de com-
bate. El 4 de mayo de 1642 ocupó la ciudad de Glogau
en Silesia; el 31 de mayo derrotó a las tropas imperiales
cerca de Schweidnitz. Habiéndose retirado estas a Mo-
ravia, las siguió Torstenson; el 14 de junio entró en
Olmütz, capital de Moravia. Los religiosos de la casa de
Leipnik abandonaron el convento; los profesos con el
P. Casimiro Bogatka huyeron el 15 de junio de 1642 a
Nikolsburg; los Novicios, con el P. Domingo Franchi,
partieron con destino desconocido. Estando en peligro
el propio Nikolsburg, residencia del P. Onofre Conti,
partió también él, con más de veinte compañeros hacia
Viena, con propósito de volverse desde allí a Italia. Sin
embargo, antes de dar ·d paso decisivo, consultó el Pro-
vincial P. Conti con el Nuncio Apostólico de Viena, Gaspar
Mattei, quien lo entretuvo con mucha cordialidad y lo
dirigió con todos los suyos hacia Polonia, dándole car-
tas para el Rey y para el Nuncio en Polonia, y ofrecién-
dole ayuda moral y económica, además de suficiente es-
colta para atravesar Hungría, infestada entonces de he-
rejes.
Y aquel fue el comienzo verdadero y efectivo de la
fundación varsoviense tantas veces llevada y traída en

175. Calasanz, las Escuelas Pías y el duque Jorge Ossolinsld, ar-


tículo del P. Sántha en «Revista Calasancia>>, número extraordinario
de octubre-diciembre de 1957.
MORAVIA, POWNIA Y IIUNGRIA 245

cartas y promesas, pero nunca llevada a la práctica hasta


aquellos momentos. La formalización de la tan suspirada
fundación que ahora se venía a las manos, tropezó con
notables dilaciones y entorpecimientos, hasta poderse ejer-
cer en ella el ministerio de la enseñanza. Mas como en-
tretanto se ofreciera la del Colegio de Podolín, se aceptó
la fundación de este sin renunciar a la de Varsovia con
gran gozo del conde Lubomirski que resultó así el ver-
dadero introductor en Polonia y aun el creador de la
Provincia de Hungría que en el Colegio de Podolín, casi
limítrofe con aquella, reconoce su cuna.
24. Difusión por las islas y
conatos por España
(1633. 1645)

EL FRACASO MESINES.

En vida del Santo Fundador se abrieron las dos casas


de Palermo y Mesina en la isla de Sicilia y las otras dos
-profesa y noviciado- de Cágliari en la isla de Cerdeña.
En 1637 se intentó edificar casa en Guissona de España,
pero fracasó la fundación por motivo de la guerra de
secesión de 1640. Esto es cuanto debe llenar este capítulo
de la vida calasancia, en el que figura indudablemente
de protagonista el P. Melchor Alacchi de Todos los Santos.
Dejamos ya referido en el capítulo de la provincia
napolitana su viaje a Sicilia con los doce novicios en
1625. Fracasó por entonces el intento de fundación sici-
liana; pero triunfó la de Nápoles. La culpa del fracaso
mesinés la atribuimos a la oposición de las comunidades
religiosas ya existentes. El P. Caputi da otra versión ba-
sada en la negativa del Arzobispo. Y era que el Prelado
estaba enemistado con el Municipio. En su celo por evitar
abusos y escándalos había tenido la insólita ocurrencia
de abrir un buzón en palacio y esparcir la voz de que
recompensaría la denuncia de las codicias e inmoralida-
des más llamativas, y de las personas calificadas más
248 SAN .TOSE DE CALASANZ

responsables de su comisión. Naturalmente el buzón se


henchía de las más abominables acusaciones y las descon-
fianzas y los recelos entre la nobleza de la ciudad adqui-
rían caracteres de gravedad espantosa. El Prelado se mal-
quistó con todos sin remediar nada; y la tirantez entre el
Senado y la Curia se manifestaba en cualquier asunto.
Cuanto en la Mitra pasaba por blanco, en el Municipio
parecía negro; y a la Mitra parecía negro, cuanto el Mu-
nicipio veía blanco. El P. Alacchi había acudido primero
a los munícipes que le habían dado el sí; y nada recabó
del Prelado que ya siempre respondió que no 176

ROMERO A SANTIAGO.

Vuelto a Roma y trasladado a Liguria en 1627, ocurrió-


le entre otras peripecias la muerte del clérigo Juan Bau-
tista de la Purificación, ahogado en el río de Monisiglio,
donde se le precipitó el caballo que montaba, cuando
el P. Alacchi le llevaba con otros tres clérigos desde
Cárcare a Alba para que los ordenara su Obispo. El dolor
de aquella desgracia le impresionó hasta tal punto que
pidió al P. General permiso para peregrinar a Santiago
de Compostela y aun a Tierra Santa, siendo lo más extra-
fío que el Santo Fundador se lo concediera efectivamente
asignándole por compafíero al P. Sebastián de San Ge-
miniano 177 •
Ambos en verdad llegaron a Galicia y se internaron
luego en Portugal. Rompióse allí su armonía y el Padre
Sebastián afincó en Zafra de Badajoz, donde permaneció
hasta su muerte como sacerdote y maestro. El P. Mel-
chor, en cambio, cruzó Espafía, embarcó hacia Italia, y
se llegó hasta Venecia, con ánimo, según decía, de levar
anclas desde allí hasta Jerusalén y aun las Indias. En
Venecia estuvo desde 1630 a 1633, intentando en vano
fundación escolapia. De allí pasó a Moricone y a este

176. Anotaciones Históricas, P. BERRO, libro III, p. 32. Memorias


Históricas, P. CAPUTI, tomo I, parte 3.•, n. 471 y ss.
177. Epistolario, carta 623. Archivo Generalicio. Regestum Provin·
ciarum, plúteo 26, n. 1.•, Memorias del P. Felipe Scoma.
DIFUSION POR LAS ISLAS Y CONATOS POR ESPAÑA 249

colegiete le envía el P. General a 6 de septiembre de 1633


patente para pasar de nuevo a Sicilia 178 •

"SI PAPA QUISIERA ... ".

Es que acaba de tomar posesión de su virreinato el


Excmo. Sr. D. Fernando de Ribera, duque de Alcalá, virrey
anteriormente de Nápoles, y echaba de menos en Paler-
mo la atención escolar a los niños que había experimen-
tado allá. Amigo del Santo Calasanz, le había pedido fun-
dación para su capital virreina!, y aunque José se veía
agobiado por la falta de personal, quería a todo trance
atenderle, por cuanto no pedía Comunidad numerosa ni
selecta para las clases populares que allí se necesitaban.
Y el elegido, a pesar de tanto fracaso y peripecia como
iba por entonces sumando, fue el P. Melchor Alacchi, para
sacar a flote la fundación y complacer al Virrey, no me-
nos digno de atención que Ossolinski o Wallenstein.
Su entrevista con el duque de Alcalá no puede ser más
afectuosa. El P. Melchor no deja de aludir a las posibles
dificultades que se alzarán de parte de las Autoridades
Eclesiásticas y de las Ordenes Religiosas. Pero el duque
se apresta a superar todo obstáculo, y aun con celeridad
no frecuente en esta clase de tramitaciones.
Y es que, según el P. Caputi, el P. Melchor no perdió
el tiempo en los días intermedios. Y tuvo el acierto de
tocar la fibra sentimental. El príncipe heredero, el duque-
sito azul, el hijo entrañable, alegría y esperanza del Virrey
don Fernando, languidecía en incurable enfermedad. El
P. Alacchi le visitó alguna vez y el niño le sonreía con
candor y le hablaba con simpatía. En una ocasión el en-
fermito se puso a tiro. Quería que el Padre no se ausen-
tara. -({Si papá quisiera ... Fundaríamos escuela de niños
pequeños, y yo me quedaría siempre aquí». Y la vocecita
apagada del príncipe doliente llamó al virrey y a la
virreina afligidos. Les pidió la bendición, porque sabía
que no tardaría en dejarles. Y les pidió también la gracia

178. Item. 2.110.


250 SAN lOSE DE CALASANZ

última de que contentasen a su amigo el P. Melchor en


aquello de la escuela de niños pequeños ...
Y el duque de Alcalá no podía ver al P. Alacchi sin
saltársele las lágrimas, y ordenó a su secretario que acti-
vase por todos los medios posibles la cuestión de los
consentimientos y las firmas y la casa y todo cuanto
fuera menester.
No dejó el P. Melchor enfriar el hierro que estaba al
rojo, y la aprobación y el consentimiento virreina! que-
daron oficialmente consignados. E igualmente con su pro-
verbial destreza, aun antes de que llegara nadie en su
ayuda, abre las escuelas, paga a maestros retribuidos,
viste novicios lanzándolos al ministerio escolar y al oficio
de albañiles de la casa en construcción, y junta nada me-
nos que 1.200 alumnos, con admiración y pasmo de la
capital palermitana.
A falta de iglesia, arregla oratorio de las mejores es-
tancias del edificio, y a invitación del Virrey lo bendice
solemnemente el Cardemll Arzobispo. El altar mayor que-
da dedicado a San Fernando, rey de España. Afortunada-
mente resultó pequeño el oratorio. La fortuna fue que
había delante un solar. El ir y venir las letras comen-
daticias, el saludar y pedir para levantar iglesia de plan-
ta, era coser y cantar para el P. Alacchi. El 24 de enero
de 1634 se colocaba la primera piedra; para la Semana
Santa de aquel mismo año ya se tuvo en la iglesia nueva
el Triduo Sacro y el campanil repicó a gloria con cam-
panas donadas por don Cosme Nanni 179 •

POR FIN, MES/NA.

En la euforia de aquellas satisfacciones no dejaba es-


capar coyunturas. Por Palermo andaba aquellos meses el
Arzobispo de Mesina, Excmo. Sr. don Bias Proto. Discu-
siones y controversias obligáronle a contar con el Virrey.
Contento éste con la fundación de Palermo, insinuó al
Prelado, no sabemos si por propia iniciativa o por inspi-

179. Memorias Históricas, P. CARWS CAPUTI, tomo I, libro III, nú-


meros 423 y ss., p. 106, etc.
DIFUSION POR LAS ISLAS Y CONATOS POR ESPAÑA 251

racwn del P. Melchor, la conveniencia de admitir tam-


bién en Mesina las Pías Escuelas para elevación de la
cultura popular, tan necesitada de ayuda e impulso. Y la
necesidad de benevolencias mutuas entre las dos potes-
tades obligó al Arzobispo a dar por escrito su consenti-
miento. La paciencia y resignación del año 1625 recogía
ahora, a nueve años de distancia, fruto en sazón de dul-
zura inesperada.
No importa que el Padre General mande allá al Padre
Onofre Conti como primero de a bordo y quede el Padre
Melchor de segundo. Hasta tiene este que emprender la
vuelta a Roma con un lote de Novicios, dejando el cam-
po, por así decirlo, en poder del P. Onofre. Apenas llega-
do a la casa de San Pantaleón, empiezan a llegar también
cartas del Virrey reclamando la presencia de aquel padre
tan activo, sin el cual se teme que las cosas tomen mar-
cha atrás.
Remítelo, pues, el P. General a Palermo recogiendo
en Nápoles mayor contingente de religiosos para dicha
casa; mas al pasar por Mesina, ve la oportunidad de
realizar la ya autorizada fundación mesinesa, y recaba-
dos los cambios de rumbo se entrega a la segunda casa
de la isla con igual ardor que a la primera, y la lleva a
término en 1637.
Creció la Provincia Sícula hasta contar siete florecien-
tes Colegios. Pero la intromisión de los Virreyes gravitó
siempre en su daño, como en perjuicio de la administra-
ción eclesiástica gravitaron los privilegios de la Monar-
quía Sícula, con moderación en tiempo de los Austrias,
pero en forma desorbitada en tiempo de los Barbones.

T AMBlEN CALLER.

La provincia Sarda es, como Provincia, posterior a la


muerte del P. José; pero las dos casas (la profesa y el
Noviciado) de Cáller son de su tiempo. Y también en sus
antecedentes tropezamos con la figura del P. Melchor
Alacchi.
Al separarse, como dijimos, del P. Sebastián Montanari
de San Geminiano, quedando 'este en Zafra y partiendo
252 SAN .TOSE DE CALASANZ

el P. Melchor hacia Italia, tuvo que cruzar el Mediterrá-


neo e hizo escala en Cerdeña, precisamente en Cágliari o
Cáller. Fue allí muy bien recibido por don Jerónimo Pi-
mente! y bien tratado por los «Concellers» de la ciudad. El
P. Alacchi les informó de su docente Instituto y se lo
presentó con tan vivos y atractivos colores que logró ha-
cérselo desear. Y salieron efectivamente de Cáller dos
memoriales, uno del Virrey y otro de los Consejeros, pi-
diendo fundación al Santo Calasanz. Decía así el de los
Consejeros:

«Rmo. P. General. Con la visita que el P. Melchor de Todos


los Santos hizo a esta ciudad, hemos tenido noticia del gran
provecho, que así en lo tocante a virtudes como también
a letras humanas hace la Santa Religión de V. P. Rma. en
esa ciudad de Roma y demás de la Cristiandad donde tienen
convento. Deseosa de que vivan en ella, ha suplicado a Su
HxcP.lencia el señor Virrey de este Reino con un memoriaL
el cual entendemos remite a V. P. Rma. Sírvase interceder,
para que se sirva en la conformidad de dicho memorial hon-
rar a esta ciudad con enviar algunos religiosos que vengan
a fundar convento en ella, etc., etc., con lo que se confía
habrán de quedar ambas Majestades (divina y humana) muy
bien servidas. De esta ciudad de Cáller 31 de enero de 1629.
Los Consejeros de Cáller».

Y el P. Scoma la trae así, en español.


No surtió efecto inmediato ni el memorial de los Con-
sejeros ni el del Virrey. Hubo que esperar hasta 1640.
Sin saberse de quién partiera la iniciativa, es lo cierto
que se conciertan pactos y se ponen condiciones entre
los magistrados de la ciudad y las Escuelas Pías repre-
sentadas en la persona de su P. General, y llegan a una
avenencia. Manda el General cuatro Religiosos, abren
cuatro escuelas; se aumenta la Comunidad; se abre No-
viciado y con el decurso del tiempo la Provincia Sarda
cuenta con siete Colegios, base cultural y educativa de
toda la isla.
En plan de tradiciones de la Provincia, cuéntase que
antes de llegar los maestros, en una casa de Cáller se
percibía a ciertas horas un rumor lejano de dulce salmo-
dia, que llamaba la atención de los vecinos sin que pu-
dieran averiguar de dónde provenía. Después que llegaron
DIFUSION POR LAS ISLAS Y CONATOS POR ESPAÑA 253

los escolapios y se aposentaron precisamente en aquella


casa, el vecindario oyó con mayor distinción el «miserere»
por la mañana, «salmodia» al mediodía, «letanías» por
la noche ... Volvióse a indagar y era, naturalmente, que
la Comunidad cantaba sus rezos y salmos. Pero, ¿y antes?
Y se convino en que había sido un presagio de los futu-
ros y devotos cantores.
Asimismo para ampliar la casa hubo necesidad de
excavaciones y obras. De entre los escombros excavados
llamó la atención una vez una pieza cuadrada de mármol
bien conservado. Se la limpió de la tierra adherida y se
vio que tenía un emblema grabado con la inicial del Nom-
bre de María y las letras griegas del anagrama mariano.
Era precisamente nuestro escudo. ¿Quién lo había hecho
antes de la fundación escolapia? ... 180

SOLO CONATOS EN ESPARA.

En cuanto a España, patria del Santo Fundador, sola-


mente pueden referirse en vida del mismo conatos de
fundaciones que no llegaron a colmo. Y también aquí
topamos con la figura del P. Melchor Alacchi. Desde 1624
a 1626 le vimos por Sicilia y Nápoles. El 27 en Liguria.
Hasta el 30 duró su peregrinación a Santiago de Com-
postela. De 1630 al33 está en Venecia. De Venecia le hemos
visto pasar a Moricone y de aquí a su segunda estancia
en Sicilia con las fundaciones de Palermo y Mesina. El
37 vuelve a Roma e interviene en el Capítulo General de
dicho año. Pero desde la primera sesión los limos. Pre-
lados de la Presidencia, enterados sin duda de las acusa-
ciones contra él formuladas en la Visita Apostólica de
1625, lo despidieron del aula capitular "justis de causis".
Y entonces el P. General lo envió a fundar a España. Por
ello ya deponía en el Proceso Informativo de 1650 el otras
veces citado don Miguel Jiménez Barber:
«Yo sé que el dicho José ha sido fundador de la Religión
de los Padres de las Escuelas Pías, y lo sé porque he visto

180. Atestado original del P. Onofre Conti. Archivo Generalicio, Reg.


Cal. n. 28, p. 27<J. Memorias del P. Scoma y passim el P. Caputi.
254 SAN JOSE DE CALASANZ

las bulas de su aprobación por Paulo V, Gregario XV, y Ur-


bano VIII, los cuales confirmaron su Instituto; y en él ha
sido General, y se portó, mientras gobernaba él, con gran
ejemplo y utilidad de la Cristiandad. Y su Religión ha sido
aceptada y abrazada por la mayor parte de los Príncipes de
Europa, como en el reino de España, a donde fue llevado por
el Ilmo. señor Durán, primero Auditor de la Rota y luego
Obispo de Urgel, fundando después una casa en el lugar de
Guissona>>.

El P. Jericó habla de ella naturalmente en la obrita


citada de las Primeras Fundaciones de España de 1742.
Pero es de más autoridad el P. Font que escribió su volu-
minoso Triunfo del Santo Evangelio en 1710, y estuvo
él personalmente en Guissona, cuando ya ocupaban nues-
tra casa los PP. Agustinos.
«El establecimiento y verdadero principio ele esta Provin-
cia ele España tuvo sus auspicios el año 1638 en que se fundó
la casa de Guissona, tierra noble del Obispado de Urgel, pues-
ta en un lugar amenísimo y saludable, y que en edificios sobre-
puja a muchas ciudades de las que he visto en Italia, como
por ejemplo la ciudad de Pieve, Acquapendente, Tolentino, y
otras semejantes. Es muy populosa, mercantil y abastecida
de cuanto se requiere para la manutención y el vestido.
Fundó aquella casa el Ilmo. Durán, natural de Esparra-
guera en la diócesis de Barcelona, en las cercanías del célebre
Monasterio de Montserrat. Llegó a ser don Pablo Durán lite-
rato célebre, profesor de ambos Derechos, y eclesiástico de
tal valía que Felipe III le nombró Auditor de la Rota. En
Roma tuvo trato con nuestro Venerable Padre y admiró y
amó de cerca la piedad de nuestras escuelas.
Por lo que, elegido Obispo de Urgel, en la despedida que-
daron de acuerdo su Ilustrísima y nuestro Viejo en que a los
dos años de aquel entonces le mandase dos o más profesores,
como lo hizo en efecto, siendo el principal el P. Melchor de
Todos los Santos. Por lo cual él debe ser tenido por funda-
dor de aquella Provincia, porque aquella casa es en verdad
del Pío Instituto, aun cuando entraron en posesión de la
misma los Padres Recoletos o Descalzos del Orden de San
Agustín.
La razón es que los nuestros, cuando hubieron de partir
por la cruel guerra que se suscitó en Cataluña hacia 1640 y
se hubo de ausentar el Ilmo. señor Durán, protestaron me-
diante escritura pública querer el dominio de aquella casa
para cuando se pacificaran los tiempos. Y dicha escritura se
conserva en la cancillería de aquel Ayuntamiento, el cual ha
instado varias veces a los nuestros a que reclamaran; pero
DIFUSION POR LAS ISLAS Y CONATOS POR ESPAÑA 255

siempre se ha juzgado que no conviene a un Instituto piado-


so y nuevo empezar con pleitos. Y por ello los referidos
Padres Agustinos quedaron por usufructuarios, y los nuestros
con solo el título de propiedad de aquella casa.
Se perdió aquella fundación por el estrépito y crueldades
de aquella guerra (de secesión), quedando Guissona medio
incendiada, como lo mostraban aún los vestigios después de
medio siglo, cuando yo la visité. Y como se hubo de aban-
donar aquella casa después de construida, así también se
perdió otra en la ciudad de Tarragona, metrópoli de Cataluña,
que allí teníase que levantar precisamente cuando la ase-
diaron los franceses. Esta noticia la saqué de una escritura
que publicó el Ilmo. señor Azlor, Obispo de Huesca, y que
era un manifiesto de la piedad y ejercicios de las Pías Es-
cuelas. Lo que publicó aquel Prelado para testimoniar los
procedimientos honrosos y religiosos de los nuestros, cuando
se tropezaba con tantas contradicciones en la ciudad de
Barbastro; y en él se leían, entre otras, las siguientes pala-
bras: "Yo conocí y traté algunos años al P. Fundador de las
Escuelas Pías en Roma, llamado P. José de la Madre de
Dios, del linaje Calasanz con el cual tiene nuestra Casa y
familia Azlor algún tocamiento". Y me dijo que hacia 1641
el asedio con que los franceses sitiaban la ciudad de Tarra-
gona había servido de obstáculo y de impedimento a una
buena fundación de su Orden en aquella ciudad>>.

Tras la muerte del Santo Fundador las Escuelas Pías


cuajaron y se arraigaron en España, su patria, con mayor
fecundidad que en parte alguna, pasando de ella a las
Américas, al Japón y al Africa.
25. Generalato vitalicio y Capítulo
General de 1637

PRIMER GENERALATO.

El 28 de abril de 1622 había sido nombrado el Padre


José por el Papa Gregorio XV General de su Orden de
las Escuelas Pías para nueve años, dejando de ser Padre
Prefecto, para empezar a ser simplemente P. General.
Pero el 28 de abril de 1631, al cumplirse los nueve años,
cesaba automáticamente en su cargo generalicio. Since-
ramente humilde, miraba con alegría la aproximación de
tal fecha, sin descuidar la celebración del Capítulo Ge-
neral que pronto había de intimarse. Mas el motivo que
retardaba su convocatoria era precisamente el de la peste,
la peste famosa que ya mencionamos en la fundación de
Florencia. En abril del 31 no había, ni con mucho ter-
minado el cruel azote, ni se habían levantado las prohi-
biciones de traslado y viajes, casi única medida profilác-
tica entonces conocida y empleada. Era imposible reunir
Capítulo en aquellas circunstancias, como era también
improcedente que la Orden quedase acéfala al cumplirse
el novenio. La Santa Sede prolongó el mandato del Padre
General por seis meses; y hubo por tanto nueva convo-
catoria de Capítulo para el mes de octubre.

17
258 SAN JOSE DE CALASANZ

Llegaron primero los tres Padres, Provincial y Asis-


tentes de Génova. Arribaron después los tres de Nápoles.
Se presentó igualmente en Roma el P. Esteban Querubini
con su cargo de Visitador General. Quien no llegaba ni
podía llegar era el Provincial de Florencia bloqueado to-
davía por la persistente pestilencia.
Lo malo fue que pasó el 28 de octubre de 1631 y expiró
la prórroga de seis meses concedida por la Santa Sede.
No había ya quien convocase ni presidiese legítimamente
la reunión capitular, ni quien dispensase ni resolviese en
los numerosos defectos e inconvenientes que para aque-
llos primeros cornicios habían de surgir. En cuanto a los
vocales, habían sido nombrados por designación del Pro-
vincial respectivo y no por previos Capítulos Provinciales,
que evidentemente no se hubieran podido reunir por falta
de capitulares válidos. Carecían además de los requisitos
constitucionales en cuanto al tiempo de la profesión o al
del sacerdocio. Por parte de los mismos Provinciales, dos
de ellos eran a su vez Asistentes Generales y parecían
tener derecho a dos votos. El curso escolar se echaba en-
cima. Los dos vocales de Liguria marcharon a sus Cole-
gios, dejando su representación al P. Andrés de la Pasión
y al P. Vicente Berro, aunque aquel no llevaba tres años
de sacerdocio, ni este los nueve de profesión religiosa.
Era aquello un callejón sin salida. La actitud del Padre
General, un tanto pasiva ante aquellas dificultades, era
correctísima y de un alto sentido de la delicadeza y de
la humildad. El no debía en lo más mínimo entorpecer
ni inmiscuirse en la marcha de un Capítulo que había
de decidir principalmente sobre su persona, y del que él
esperaba sinceramente un sucesor.

DE LA SANTA SEDE VINO LA LUZ.

Y se impuso la solución única del buen sentido. La


Santa Sede había llevado a aquella situación, al reducir
a temporal el Generalato previsto en las Reglas como
vitalicio; de la Santa Sede vendría la luz y el éxito de-
seado. El P. Casani como primer Asistente tomó la ini-
ciativa y el Soberano Pontífice Urbano VIII resolvió con
el máximo acierto.
GENERALATO VITALIClO Y CAPITULO GENERAL DE 1637 25H

Y la iniciativa fue presentar al Sumo Pontífice un me-


morial en que se exponía con toda claridad el estado de
la cuestión y situación. Se suplica como solución la con-
firmación del P. General en su generalato por decisión
pontificia y que por aquella vez fuera vitalicio. Que se le
asignen cuatro Asistentes que deban vivir siempre junto
a él y que formen su efectivo Consejo.
Urbano VIII comisionó al Cardenal Ginetti para cer-
ciorarse del parecer de los capitulares. Reunióles este
varias veces en su propio palacio. Informó al Papa de
la unanimidad con que aclamaban al venerable Fundador
y de viva voz primero, y luego por el Breve Inscrutabili
concedió cuanto se había suplicado, constituyendo al
P. José Calasanz en General vitalicio y asignándole por
Asistentes a los Padres Pedro Casani, Francisco Castelli,
Jacobo Graziani y Juan García, o sea el P. Castilla 181 •

NUEVA ETAPA.

Y desde la fecha del Breve, 12 de enero de 1632, em-


pezó realmente nueva etapa en la vida de San José de
Calasanz. Estaba entonces en los 74 de edad y le que-
daban aún de brega dieciséis, que empezarán ahora a en-
cresparse de tribulaciones y dramatismo. Concretémonos
de momento al quinquenio que va de 1632 al Capítulo
General efectivo de 1637.
En cuanto a expansión externa corresponden a esos
cinco años seis fundaciones: Ancona para Toscana en
1632; Posilipo para Nápoles, Strásnice para Ultramon-
tes, Palermo y Mesina para Sicilia en 1633; y Chieti para
Nápoles en 1636. El ritmo fundacional, sobrepasando el
índice de colegio por año, no podía ser más vigoroso.
Abiertas las escuelitas de Santa Dorotea en 1597, el Padre
Prefecto bastante hace con afianzarlas durante veinte
años de trashumancia hasta dejarlas cuajadas definitiva-
mente en San Pantaleón; desde 1617 son Congregación
Paulina que pronto deviene Orden de las Escuelas Pías;

181. Anotaciones Históricas, P. BERRO, t. I, libro 3, cap. 1, p. 6.


260 SAN JOSB DE CALASANZ

y en otros veinte años hasta 1637 el P. General las pro-


paga por Europa llegando a contar 25 fundaciones llenas
de lozanía, que a su título de Fundador añaden legítima-
mente el de celantísimo propagadar. No ha habido tal vez
en toda la historia del monacato y de las corporaciones
religiosas un caso tan sorprendente de difusión de un Ins-
tituto en vida de su propio Patriarca.
El Breve Inscrutabili contribuyó a intensificar la auto-
ridad generalicia y a concentrar en Roma con los Asis-
tentes las personalidades de más valer, decayendo la in-
tervención de los Provinciales, que hasta parecen anularse
durante estos años. Solo allá en Germanía destacó el Pro-
vincial P. Peregrín Tencani, y no fue para bien. Menos
mal que el cardenal Dietrichstein supo sustituirlo por el
P. Spínola.

LOS HERMANOS CLERIGOS.

Pero las verdaderas inquietudes comenzaron con el


problema de los Hermanos Clérigos. La Congregación
General de 1627 les concedió el derecho del bonete a los
Hermanos Operarios que fueron hallados dignos de la
tonsura. Fue la concesión perturbadora inicial. De poco
antes de su concesión cuenta el P. Vicente Berro que ha-
biendo ido una noche a la habitación del P. General, lo
encontró llorando desconsoladamente. Al preguntarle la
causa de su llanto le contestó con indecible amargura:
"El P. Castelli en Génova y el P. Casani en Nápoles me
están destruyendo la Religión". «Y ¿cómo es eso, Padre?».
"Dando el bonete a los Hermanos". Y añade el declarante:
«Estoy persuadido que en aquella noche le había sido re-
velado por Dios en la oración toda la catástrofe, y que
se había remitido a la divina Voluntad para no perder
el mérito que se ganó a su tiempo».
Parece, pues, que los dos Asistentes impusieron su cri-
terio en aquella asamblea de 1627, y una vez adoptado,
Calasanz depuso el suyo e hizo suya la decisión capitular.
Y efectivamente, apenas concedido el bonete fueron
muchísimos los que quisieron pasar de Hermanos Ope-
rarios a Hermanos Clérigos, pero fueron poquísimos los
GENERALATO VITALICIO Y CAPITULO GENERAL DE 1637 261

que se contentaron con el bonete y la tonsura sin querer


pasar más adelante, dedicándose a estudiar latín y am-
bicionando el sacerdocio.
Los Operarios se inventaban mil arbitrios y enferme-
dades para quedar en cama estudiando para clérigos y
descuidando sus oficinas y trabajos manuales; los Her-
manos Clérigos se entristecían al verse impedidos de
llegar al sacerdocio y de tener que ocupar en Comunidad
puesto inferior o posterior al de los verdaderos clérigos
y sacerdotes. Hubo quien enfermó de melancolía y murió
de pena, porque en el pueblo le preguntaron cuándo can-
taría Misa y hubo de contestar que nunca. Hubo, pues,
insubordinaciones y defecciones de Operarios por el bo-
nete, y de Clérigos menores por la Misa.
Pero hubo allá en Florencia dos de estos últimos que
se veían estimulados por el propio P. Asistente Francisco
Castelli y ayudados por la prepotencia del Gran Duque
de Toscana y de su tío el Cardenal Carlos de Médici. Eran
realmente tanto el Hno. Francisco como el Hno. Ambro-
sio Ambrosi excelentes matemáticos. Llegó aquel a ser
considerado como uno de los luminares de la ciencia
hidráulica italiana, sucesor de Ranieri en la cátedra de
Matemáticas del Estudio de Pisa. Fue Ambrosi especiali-
zado en balística y arquitectura militar. Era evidente que
la previsión de sus valiosas influencias iban a abrir fisura
en la cerrada negativa que el P. General oponía a toda
ambición sacerdotal.
Y se dio entonces el fenómeno de que antes de clau-
dicar en unos casos particulares, se viró en redondo y se
llegó a la concesión general. Después de muchas consultas
y con el voto unánime de los PP. Asistentes se decidió
el 30 de abril de 1636 que todos los Clérigos menores pu-
dieran recibir las Ordenes Mayores incluso el Presbite-
rado, con tal de que se sometieran al examen correspon-
diente y obtuvieran la aprobación de los examinadores
sinodales. Y para dar mayor vigor al decreto, se le some-
tió a confirmación pontificia y Urbano VIII lo refrendó
el 19 de agosto del mismo año.
Llegaron al sacerdocio los dos florentinos, que por
cierto acabaron sus días desastradamente. Desatóse el
frenesí de cuantos querían subir algún grado en su jerar-
262 SAN JOSE DE CALASANZ

quía. Afortunadamente, al medio año, el Capítulo de 1637


con los miembros prelaticios de la Visita Apostólica cortó
de raíz la barahunda invalidando el decreto.

NOMBRES FATIDICOS.

Al margen de aquellas lamentables disensiones comien-


zan a sonar también por estas fechas nombres fatídicos
que darán guerra más tarde.
Ocho meses después de la primera vestición habida
en la Congregación Paulina, tomó nuestro santo hábito
el P. Esteban Querubini, uno por tanto de los más anti-
guos miembros del Instituto y connovicio del Venerable
P. Glicerio Landriani. Poco se le pareció en las virtudes.
Por sus catorce años de hábito que bien pocos tenían, y
por su destreza en la expedición de asuntos y papeles he-
redada de su padre, don Laercio Querubini, hombre muy
metido en la curia romana, el P. General le había desig-
nado Rector de la casa napolitana de la Duquesca; pero
allí había caído en un delito infame, aunque relativamente
oculto. Mantúvose al principio el secreto, pero a prime-
ros de enero de 1631 tuvo que sacarlo de Nápoles dándole
el cargo de Visitador General para cubrir apariencias.
Pero allá al año escaso, un tal Hno. Juan Francisco Cas-
tilla de Cárcare, clérigo descontento porque no le conce-
dían las sagradas órdenes, hizo llegar a manos del Carde-
nal Ginetti, del Cardenal San Onofre hermano del Papa
reinante, y aun del propio Urbano VIII, un memorial
injurioso en que sacaba a relucir la absolutoria del con-
denable P. Querubini, para justificación de quejas y des-
cripción de desórdenes y de arbitrariedades imaginarias
o reales.
El capuchino Fray Antonio Barberini, llamado carde-
nal San Onofre, hombre de pocas luces, aunque de carác-
ter enérgico y que todo lo llevaba a punta de lanza, tomó
cartas en el asunto y se decidió a reprender al P. José.
Y oigamos al P. Berro 182 :

182. A11otaciones Históricas, P. BERRO, t. I, libro 3, cap. 1, pp. 94 y 95.


GENERALATO VITALICIO Y CAPITULO GENERAL DE 1637 263

«Mandó, pues, Su Eminencia llamar a nuestro venerable


Padre Fundador, y apenas llegó a su presencia, aun cuando
había en la sala y antecámara buen número de personas,
tanto señores de su corte como forasteros, sin consideración
a la edad ni a la dignidad de General y Fundador de una
Religión, dirigióse hacia el anciano como un basilisco y le
dijo palabras tales, que ya no eran mortificación religiosa,
sino más bien verdaderas injurias.
Al oír aquello nuestro venerable y pacientísimo Padre,
hincóse de rodillas en el sitio en que se encontraba y con
humildísima postura y rostro de ángel, sin proferir una sola
palabra, escuchó cuanto Su EminenCia le echaba en cara.
Desagradó a todos los asistentes el proceder del Cardenal
para con el Venerable Padre, y atm hubo de la misma corte
quien se condolió de aquello con el compañero que estaba
allí presente. Y también todos quedaron admirados y edifi-
cados de la humildad y paciencia de nuestro Venerable
Fundador.
Terminado que hubo Su Eminencia de reprenderle, pidióle
José que quisiera oírle en particular. Alzóle entonces Barbe-
rini y le condujo a otra estancia. Con toda sumisión desen-
gañó allí nuestro Venerable Padre al Cardenal diciéndole en
particular que cuanto había hecho en aquel asunto había
sido de acuerdo y orden precisamente de su sobrino el car-
denal Francisco Barberini y que no había podido obrar de
otro modo por el favor grande de que gozaba el delincuente
en casa del Cardenal l.udovisi. Con lo que su Eminencia
quedó no solo desengañado y satisfecho, sino además edifi-
cado de la paciencia y humildad, al par que admirado de
la prudencia de nuestro Venerable Fundador y Padre.
Los calumniadores, con la conversación tenida con su
Eminencia al presentarle el memorial, y al haberle encon-
trado tan fácil en el creer y tan ardiente y súbito en llamar
a nuestro Venerable Padre, creyeron suya la victoria y die-
ron parte del éxito a su modo con no poco sentimiento en
las casas; mas al salir todo al revés, quedó patente su ma-
licia y falta de religiosidad, con lo que todos los demás, por
el contrario, quedaron más aficionados y adheridos a la
virtud»,

"YO NO PUEDO PARTIR PEJ\íASCOS ... ".

Mas no fue el triunfo de la humildad del P. José tan


completo como supone el P. Berro. El memorial del Padre
Juan Francisco de Cárcare aludía entre sus amargas que-
jas a la desproporción entre el número creciente de fun-
daciones y la escasez de sujetos para servirlas. El Carde-
264 SAN JOSE DE CALASANZ

nal San Onofre se encastilló en la prohibición terminante


de nueva apertura de casas y el Santo tenía prometidos
ya los religiosos que tenía que enviar a Ancona; y lo
más grave todavía, tuvo que suspender tratos de funda-
ción con el General Wallenstein.
A aquella humillante escena y a estos acontecimientos
hace referencia una carta del Santo el 16 de abril de 1633
con estas palabras:

<<No he dejado ni dejaré de todas maneras de procurar


el permiso para enviar a Ancona los tres Padres que pro-
metí; pero yo no puedo partir peñascos. El reprocharme que
hace ya tres años que di palabra, como es muy cierto, no
me levanta la prohibición de los superiores. Con ellos se
trató varias veces este asunto, antes de la presentación del
memorial en que se hacía capítulo de acusación el que admi-
timos más fundaciones de lo que nos permite el número de
sujetos, y se encasquetaron en que no hay más remedio que
prohibirnos la aceptación de nuevas fundaciones, y así lo
han hecho. Por tanto, aunque la ciudad de Ancona lo haya
ya solicitado mil veces por carta y por agente en otras oca-
siones, si siguen prohibiéndomelo, ¿habré yo de mandarles
sujetos por mi cuenta, para ganarme con ello mortificaciones
mayores?» 183,

Véase, pues, con qué vehemencia eran requeridos aque-


llos escolapios para las nuevas solicitudes, y cuán entre
la espada y la pared se veía continuamente el Santo
Fundador.

PRIMER CAPITULO GENERAL.

Mas recordemos que a los seis años del frustrado


Capítulo de 1631 que impidió la peste, mandaban las Cons-
tituciones reiteración de Capítulo General, aun sin elec-
ción de Supremo Moderador por ser ya vitalicio. Celebrá-
ronse efectivamente el año 1637 los previos Capítulos
Provinciales en Narni, Génova, Duquesca, Florencia, Ni-
kolsburg y Palermo y para el 15 de octubre del mismo
año se convocó el Capítulo General. Era en realidad el

183. Es la carta 1.018 del Epistolario.


GENERALATO VITALICIO Y CAPITULO GENERAL DE 1637 265

primero que celebraba la Orden, ya que la asamblea de


1627 no pasó de Congregación, y el de 1631 fue impedido
por la peste.
¡Qué diferencia entre el Capítulo de ahora y aquella
asamblea o congregación de diez años atrás! En 1627
solo pudieron reunirse en la casita del Noviciado cua-
tro capitulares, secretario, presidente efectivo y pre-
sidente de honor que era el P. Ruzola; total siete per-
sonas. En 1637 el P. General veía llegar a San Pantaleón
los Provinciales y Vocales de seis Provincias, que con los
cuatro Asistentes Generales, el Procurador y el Prepósito
General sumaban veinticuatro capitulares. La presidencia
de honor nunca fue tan verdaderamente honrosa con los
limos. monseñores Altieri, Landi y Rospigliosi, a más del
capuchino P. Francisco de Génova. Era que estaba some-
tida entonces toda Roma a la Visita Apostólica, similar
y aún continuación de la del año 1625, y aceptaron los
monseñores la invitación de presidir la asamblea ca-
pitular 184•
Fue sorpresa desagradable en ella la presencia del
P. Querubini, alegando su condición de Visitador Gene-
ral. Tenía el cargo para disimular su caída de Nápoles;
pero el muy ladino había procurado con sus influencias
en la Curia un Breve declaratorio de que su Visitaduría
General equivalía a la Procuraduría General con derecho
a voz y voto en Capítulo. Y hubo que aceptarlo, aunque con
universal displicencia. Guardó por lo demás en todo el
Capítulo prudente y correctísimo silencio.
De mayor extrañeza fue que desde la primera sesión
los Ilustrísimos Prelados pusieron el veto al P. Alacchi,
le excluyeron de la Asamblea y aun le exiliaron de Roma
sin cargo de gobierno hasta nuevo Capítulo General. Hoy
ya no es sorpresa tal decisión, sabiendo que en las actas
de la Visita Apostólica figuraba la carta acusatoria del
difunto P. Otonelli, con las extravagancias del P. Melchor
que se han dejado traslucir en anteriores páginas. Ni es-
tará de sobra recordar que durante su magisterio de no-

184. Constan todas las Actas del Capítulo del 37 en Reg. Genera-
Iitatis A, 4, n. S, ocupando 34 folios.
266 SAN lOSE DE CALASANZ

viciOs estuvieron en vigencia procedimientos drásticos


que dejaban resentimientos propicios a la delación. Ahu-
yentar tentaciones a bofetadas era cosa sencilla; más cos-
taba pasar las calles concurridas tirando dos novicios de
un jumentillo, y aun tirar uno del ronzal mientras el otro
había de ir montado a horcajadas mirando hacia atrás y
tomando por rienda la cola del pobre rucio. Estarse horas
en la escalinata de Santa María la Mayor con la cajetina
de la limosna en las manos, sin poderse ahuyentar de la
cara la importunidad de las moscas en verano, era sin-
gularmente mortificativo. Una buena mujer estuvo una
vez largo rato contemplando la paciente quietud de un
modesto novicio en aquella tarea, y no pudiendo contener
el arranque de su maternal ternura se llegó a él y le es-
tampó un beso conmovido en pleno rostro. El novicio
contó al P. Maestro lo sucedido, y el P. Alacchi hasta le
hizo frotar con piedra pómez en presencia de todos la
acariciada mejilla. No de otro orden serían las acusa-
ciones contra el P. Melchor, de quien ya sabemos que a
raíz de este incidente capitular fue enviado a fundar a
España 185 •
Y se iba desenvolviendo el Capítulo con largas deli-
beraciones sobre precedencias y puestos de cada uno y
estaba ya en la sesión sexta con nimiedades de honori-
ficencias y de amor propio, cuando el P. General, asquea-
do de tan inútiles sutilezas atajó a los argumentantes y
exclamó:
<<Pero, ¡por amor de Dios! ¿Se ha de discutir siempre de
estas materias y nunca de observancia regular y de la perfec-
ción religiosa? ¿Habrán de ser estas cosas y no Dios quienes
posean nuestro corazón?>>.

Contuviéronse todos y quedaron en profundo silencio.


Uno de los Prelados de la Presidencia decidió entonces:
<<El P. General tiene razón; basta ya>>,

Y se trató de la pobreza y se atajó la costumbre de


los regalillos particulares de los alumnos, y aun se vedó

185. Folio 2 a tergo.


GENERALATO VITALICIO Y CAPITULO GENERAL DE 1637 267

tocar el dinero fuera de los viajes y a excepción natural


de los administradores 186 •
Y se revisó también la cuestión candente de los Her-
manos Clérigos, anulando totalmente la declaración fa-
mosa de la asamblea de 1627 sobre la concesión del
bonete y la tonsura, y volviendo al sistema antiguo de
la dualidad bien diferenciada de clases, con profesión
explícita para Hermano Operario o para Clérigo de
Misa 187

186. Nótase el cambio brusco en la sesión del 27 de octubre, p. 7.


187. Página 7 a tergo.
26. Los reclamantes ... hasta el
Capítulo del año 1641

UN RESCRIPTO FATAL.

El trienio que media entre el Capítulo General del


otoño de 1637 y el de la primavera de 1641 es de los
más borrascosos y atormentados del gobierno del pacien-
tísimo Fundador de las Escuelas Pías.
Tres puntos dejó bien fijados la Sagrada Congrega-
ción de la Visita Apostólica de Roma en la sesión del 23
de noviembre de 1637 tenida ante el Emmo. Cardenal
San Onofre, Antonio Barberini, con ocasión de nuestro
Capítulo General de aquella fecha, presidido, como sa-
bemos, por los Prelados de dicha Visita Apostólica:
«1.• Que ni los Hermanos Operarios ni los Clérigos Me-
nores pudieran ser promovidos al sacerdocio. Los mismos
Michelini y Ambrosi quedaban suspensos, a pesar de haberlo
recibido ya.
2." Que el P. General no podía expulsar de la Orden a los
profesos, aunque hubiesen caído en pecado de herejía, de
deshonestidad o de inquietud cismática.
3.0 Que los sacerdotes estaban obligados a las escuelas
sin diferencia ni excepción, según mandato de los Superiores».

Por desgracia sólo el segundo punto, que afectaba a


los derechos del P. General, tuvo exactísimo cumplimien-
270 SAN JOSE DE CALASANZ

to. Obran todavía en el Archivo Generalicio varias mi-


nutas de otras tantas solicitudes pidiendo a la Santa
Sede la facultad consignada en las Constituciones de
poder aligerar la Religión de descontentos y perturbado-
res. No se consiguió jamás, y el Santo General aceptó
su cruz.
En cambio los puntos primero y tercero sí encontra-
ron por doquiera oídos de mercader.
La primera claudicación fue, por así decirlo, del mis-
mísimo prin1er firmante de los tres puntos, el Eminen-
tísimo Cardenal Antonio Barberini. Por algo el historia-
dor van Pastor le adjudica en general más austeridad
y rectitud que talento y alcance visual. Apenas pasado
el mes de diciembre, ya a 10 de enero de 1636, se presen-
taban los Padres Ambrosio y Michelini triunfantes ante
el P. General exhibiendo con la firma del antedicho Car-
denal un rescripto absolutorio de todas sus censuras y
penas eclesiásticas, con mención expresa del Breve de
Urbano VIII y alusión a su condición de no haber ejer-
cido oficios laicales, dando por descargo que los habían
practicado de manera secundaria en comparación de los
clericales.
Es cierto que la escuela podía tenerse por oficio cle-
rical, sustitutivo del coro de las antiguas Ordenes Mo-
násticas y Mendicantes; pero no es menos cierto que
aquel rescripto constituía la desautorización no solamen-
te del P. General, sino de todo el Capítulo de 1637 y aun
de la Congregación de la Visita Apostólica .

... Y VINO LA EXPLOSION.

Rehabilitados los dos intrusos, la explosión no se hizo


esperar. Antes del mes, a S de febrero del mismo año,
ya había llegado a la Congregación de Obispos y Regula-
res una solicitud firmada por veintiún Hermanos. Se les
tenía por legos, por conversos, y eso, no; habían profe-
sado antes de los veintiún años para Clérigos Operarios,
se les había confiado escuelas que son como el coro,
habían profesado un cuarto voto de enseñar a la juven-
tud, y la enseñanza no era cosa laical. Pedían por tanto
LOS RECLAMANTES ... HASTA EL CAPITULO DEL AÑO 1641 271

un juez, ante quien alegar sus razones en defensa de su


clerecía.
Para prueba de la mala fe con que procedían, es de
advertir que ellos, tan celosos de sus precedencias, en
la tal solicitud se enumeran revueltos sin orden fijo; y
es que a río revuelto ganancia de pescadores; y entre los
reclamantes no todos eran Clérigos Operarios; había buen
cupo de Hermanos. Sólo ocho habían sido admitidos para
clérigos menores; uno constaba admitido para hermano,
pero se había enmendado la escritura anotándose para
clérigo menor; pero los doce restantes todos habían ves-
tido y profesado para Hermanos Operarios.
Inmediatamente se contestó a la Sagrada Congrega-
ción de Obispos y Regulares informándole por parte de
la Orden de lo decretado por la Visita Apostólica con oca-
sión del Capítulo de 1637 y suplicando su exacto cumpli-
miento.
Tras aquellos primeros chispazos se desató una ver-
dadera tormenta de memoriales y una inundación de
tinta. En Nápoles se complicó la cuestión porque no
solo trabajaban los hermanos en defender su clerecía,
sino que los verdaderos clérigos y los sacerdotes indus-
triábanse por impedírsela, no fuera que tuviesen ellos
que descender de precedencias si alguno de los clérigos
menores, maduro de edad, llegaba a conquistar el sa-
cerdocio.
El pleito en la Congregación de Obispos y Regulares
se prolongaba, se agrandaba, se recrudecía. Los Hermanos
de Roma tomaron por Procurador al P. Ambrosio Am-
brosi, ya sacerdote. El Procurador de la Orden, Padre
Antonio María Vital de la Anunciata, no acertaba a des-
virtuar los razonamientos de su contrincante. ¿Cómo no
había de aventajarle en el terreno de las sutilezas y mo-
verse con mayor desenvoltura, si desde su estancia en
Germanía en 1631 no había hecho otra cosa Ambrosi sino
rumiar y cavilar sobre su propia e idéntica situación?
Para calmar, pues, las inquietudes y desavenencias
napolitanas manda allá de Visitador el P. General al Padre
Juan Bautista Constantini de Santa Tecla. No tecleó mal
en el descompuesto órgano, cuando poco a poco se fue
restableciendo la armonía, particularmente en las casas
272 SAN JOSE DE CALASANZ

de Campi y Bisignano, las más amenazadas de turbulen-


cia y auri de disolución.
Y lo más triste era que en la misma Provincia y en la
ciudad misma de Nápoles se pedían con insistencia fun-
daciones y no había más remedio que rechazarlas. Cosen-
za en Calabria, con el Colegio caído por un terremoto, y
Somma en el Vesubio, arrasado por una de las bromas del
coloso en 1631, reclamaban sus comunidades que no se
les podía mandar. Rotonda en Otranto pide fundación
nueva y no puede ser atendida. El abate d'Horti ofrece
casa, y tampoco. En Ischia hace ofertas Cotignola, y tam-
bién hay que rehusarlas.
Mas no dejemos en olvido una carta de entonces que
como flor de mayo embalsama de aromas el enrarecido
ambiente. Es la 1.860 del Epistolario, a 15 de mayo
de 1638.
«Si los sacerdotes de nuestra Religión se percatasen de
cuánto importa fatigarse en la escuela por amor ele Dios,
no estarían ni un instante ociosos. Y si el tiempo que no
pudieran dedicar a hacer el bien a los pequeñuelos, según
nuestro Instituto, lo empleasen en leer el Camino de Pe¡jec-
ción de Santa Teresa, verían cómo se inflamaba su corazón,
porque las palabras de esta Santa tienen gran eficacia para
quienes la leen devotamente»,

En las vitrinas actuales de la habitación del Santo


Patriarca está el libro que contiene la relación de las
fiestas celebradas en España con motivo de la beatifi-
cación de la Virgen de Avila, maestra de maestros de
niños, animadora de los Santos españoles, que llevaron
más allá del imperio las esencias más ricas de la piedad
patria.

PERO ... EL PLEITO PROSEGUIA.

Si se habían puesto roquete para ayudar una misa


cantada, clérigos eran. Si habían hecho profesión solem-
ne con la misma fórmula de aquellos, aunque fuera en
italiano y no en latín, habían emitido el cuarto voto de
enseñanza; y enseñar, de clérigos era. Si habían prome-
tido formalmente no consentir relajación alguna en la
LOS UECLAMANTES ... HASTA EL CAPITULO DEL AÑO 1641 273

pobreza, intervenir en tal determinación era ejercer el


sufragio, y según los cánones, el derecho de voto es ex-
clusivo de la clerecía; luego clérigos son.
El pacientísimo P. José sufría y resistía. En la corte
pontificia se hallaba solo. El 26 de enero de 1639 pide
un Cardenal Protector. Había puesto los ojos y la súplica
en el Eminentísimo Berlingheri Gessi; pero Dios probaba
a su siervo. Aún estaba en trámite y ya se le muere el
Cardenal.
Queda en la habitación del Santo un grueso volumen
en 4. bien forrado de viejo pergamino. Abierto, llama la
0

atención por lo nítido de la impresión y por el flamante


escudo de Urbano VIII. La edición con su canto dorado
no está de acuerdo con sus pobres cubiertas. Pero una
rotura del pergamino descubre el misterio. Por debajo
del forro asoma el terciopelo carmesí. Era un ejemplar
cardenalicio de la costosa edición barberinesca de 1634.
El Cardenal Gessi se lo había regalado con orden termi-
nante de uso personal para que no fuera a parar a otras
manos. Las del pobre de la Madre de Dios lo envolvieron
en el pergamino y disimularon su hermosura y riqueza
de encuadernación. Es lo único que se conserva del malo-
grado Protector de la Orden.

NUEVO CARDENAL PROTECTOR.

Pero a los dos meses ya le sustituía otro, el Eminen-


tísimo Alejandro Cesarini, en la protección de la Orden
Calasancia. Bien lo necesitaba en medio de la barahunda
de reclamantes. Muchos de ellos pretendían declara-
ción de nulidad de su profesión religiosa, que entonces
en todos los casos era profesión solemne 188 •
Entró, pues, el nuevo Protector y su primer acto fue
zanjar a rajatabla la cuestión de las nulidades. Las declaró
todas válidas.
Es discutible si fue o no favorable para las Escuelas
Pías aquella declaración de agosto de 1639. El santo José

188. Epistolario, cartas 3.134 y 3.135.

18
274 SAN JOSE DE CALASANZ

siempre había preferido abrir cien puertas a los descon-


tentos que cerrarles un portillo. En una de sus cartas de
medio año antes había escrito sinceramente:
<<Si yo tuviera medio legal de mandar fuera de la Religión
a esos tentados y relajados, los despediría gustoso, porque
están inquietos y el demonio les hace parecer la Religión
un infierno. Y estando ellos en mal estado, perturban a otros
que servirían a Dios con quietud» (N.o 3.022).

Pero no era momento de lamentar sino de obedecer;


y el Santo era el primero en acatar todo mandato de legí-
timo superior.
La actividad de Cesarini pasó adelante, y obtuvo una
resolución pontificia terminante y totalitaria que recogía
el ir y venir de tantos memoriales, el argüir y replicar de
tantos consultores, el decretar y conceder de tantas Con-
gregaciones de Prelados, el rebullir y estar en jaque de
toda la curia romana. Fue el Breve famoso de Urbano VIII
del 22 de octubre de 1639. Sus resoluciones, formulismos
aparte, eran las siguientes:
<<Solución definitiva: a) Los reclamantes contra la validez
de su profesión por falta de formalidades, sobre todo si ya
pasó un quinquenio desde la misma, no deben ser atendidos.
b) Todos los reclamantes que emitieron su profesión antes
de los veintiún años son verdaderos clérigos.
Modo de proceder: a) Estos últimos si dentro del tiempo
a designar por el Cardenal Cesarini (20 días los de Roma, dos
meses los de fuera) fueren hallados idóneos, podrán ser pro-
movidos a todas las Ordenes. b) Los intranquilos de con-
ciencia, los que no estén seguros de su profesión y de la
validez de todos los actos a ella subsiguientes, desde el mo-
mento que quieran ratificarla, conste que Nos la ratificamos
con todos sus efectos y hasta con poder retroactivo» 189,

¿Quedó satisfecho con el famoso Breve el Cardenal


Protector? No lo sabemos. Lo que sí podemos repetir
es que no sería del agrado del Santo Fundador. Una vez
más la Santa Sede echaba por tierra sus proyectos y con-
trariaba sus anhelos y sus puntos de vista. Que ¿con-
venía aligerar de descontentos la Religión? No importa-

189. Bullarium Religi011is Sclwlarum Piarwn.


LOS RECLAMANTES ... HASTA EL CAPITULO DEL AÑO 1641 275

ba; había que tragarlos a todos, a pesar de sus recla-


maciones y presuntas invalideces. ¿Que no convenía pro-
mover al sacerdocio a aquellos pretendientes de ciencia
escasa e intención no recta? Tampoco importaba; todos
serían clérigos y todos se ordenarían. Nadie mejor que
él sabía la contextura íntima de su Orden y sus conve-
niencias inmediatas. Pero la Sede Apostólica falló defi-
nitivamente y José de Calasanz fue santo precisamente
porque una vez más inclinó reverente su cabeza y la
puso bajo los pies del Vicario de Cristo; y buscamos
con avidez su correspondencia a raíz de la publicación
del fallo pontificio y nos encontramos con la sorpresa
grandiosa de la resignación más sencilla y cooperante.
Ordena por doquier la lectura y acatamiento del Breve
del Papa Urbano y se dispone a hacerlo cumplir en toda
su integridad. No fue tarea fácil particularmente en
Génova.
Las inquietudes napolitanas se trasladaron al parecer
a Liguria; y allá envió el P. General al Visitador P. Juan
Bautista Constantini de Santa Tecla, por ver si acertaba
en el norte como antes había triunfado en el sur. La resis-
tencia con que tropezó ahora fue mucho más intensa,
hasta el punto de que él mismo llegó a vacilar. Arrecia-
ron las reclamaciones y memoriales; pero los distintos
organismos de la curia l'Omana abocaron todas las peti-
ciones a la persona y criterio único del Cardenal Cesarini
y lentamente se llegó a la completa sumisión. Dígase que
en el fondo de la rebeldía actuaban factores externos,
como brotes regalistas de las autoridades savonesas y
genovesas, y se irán perfilando atenuantes, para aquellos
acontecimientos y raras actitudes que hoy día nos escan-
dalizan y nos llenan de amarga perturbación.
276 SAN JOSB DE CALASANZ

EL NUEVO CAPITULO GENERAL.

Como punto final de aquel descontento el Santo Fun-


dador esperaba con ansia la fecha del próximo Capítulo
General que convocaba para el 15 de abril de 1641. Ha-
bían de precederle los capítulos locales y provinciales
naturalmente. No habría, con el carácter vitalicio del
generalato, elección personal ni cambio alguno en la su-
prema moderación de la Orden. Pero ya en el verano del
año 1640 el P. José, ante el panorama de los reclamantes
y ante su propia edad de los ochenta y dos años cumpli-
dos, escribía pensando en el P. Casani:

<<Si el P. Pedro se complace en venir al Capítulo, yo estoy


con la idea de nombrarle Vicario General y retirarme a un
lugar solitario, para prepararme a comparecer ante el tribu-
nal de Dios bendito» 190,

Mas no pasó ello de ráfaga de humilde insatisfacción.


Celebráronse oportunamente todos los comicios previos
sin nada digno de mencionarse. Y en la fecha prevista tuvo
lugar la apertura del Capítulo General, aun faltando toda-
vía los capitulares de Sicilia y Liguria, habiendo sido en
cambio los más puntuales los de la lejana Germanía.
Presidió la asamblea con todo derecho el Emmo. Ale-
jandro Cesarini, Cardenal diácono de San Eustaquio,
Protector de la Orden; y suplió sus ausencias el Ilustrí-
simo Monseñor Sebastián Gentili, su prelado doméstico.
Revisáronse las disposiciones del Capítulo anterior,
afianzándose las normas de la estricta pobreza, tocáronse
multitud de temas y cuestiones; pero naturalmente lo
más interesante del Capítulo era liquidar todas las in-
quietudes de profesiones y clericatos que habían amar-
gado el trienio que fenecía.
Notificóse a la asamblea un paso de gran trascenden-
cia que se había dado pocas semanas antes. Aunque era
evidente que la Corporación desde su nacimiento consta-
ba de Padres y Hermanos, aunque en la práctica era
obvia su distinción, era lo cierto que su diferenciación

190. Epistolario, carta 3.491.


LOS RECLAMANTES ... HASTA EL CAPITULO DEL AÑO 1641 277

no se basaba en ningún acto jurídico esencial. Hacían


todos la misma profesión y era accidental leerla en latín
o en italiano. Vestían la misma sotana y podía tenerse
por no esencial la cuestión del solideo o del bonete.
Emitían todos el cuarto voto, el de la enseñanza, y la
cuestión de su ejercicio efectivamente había dado pie a
que unas veces se pensase en la triple estratificación esco-
lapia: Padres, Hermanos Clérigos y Hermanos; y otras
veces se considerase a todos como masa homogénea de
Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las
Escuelas Pías, con un ejercicio escolar dignificado hasta
el punto de equipararse al coro conventual de las Ordenes
antiguas. Suplicóse, pues, a la Santa Sede y se obtuvo,
el desdoblamiento de la fórmula de profesión. La antigua
quedaba para los Clérigos; se redactaba otra en lengua
vernácula para los Hermanos Operarios en que se omitía
el voto de enseñanza y se formulaba, en cambio, el de no
ambicionar el estado clerical. No había con ello confusión
posible. Y hoy por contera el Derecho Canónico invalida
el noviciado hecho para una clase, privándolo de todo
efecto para la otra. Vale la pena releer el capítulo III
de las Constituciones de nuestro Santo Patriarca con una
sola fórmula de profesión para todos, y el mismo capítulo
de las Constituciones actuales con la doble fórmula de emi-
sión de votos. ¡Cuánta historia y cuántas amarguras se
pasaron hasta llegar acá! Posteriormente se ha omitido
lo de no llevar bonete y no pretender el estado clerical.
Ignoramos por qué, pero no se trató en dicho Capítulo
de un asunto caro al corazón de San Calasanz. Al Padre
Juan Francisco Apa de Jesús, florentino, le había escrito
el Santo a 22 del mes de marzo anterior al Capítulo:

«Celebraré que V. R. se encuentre en Roma al tiempo


capitular, y traiga consigo la Gramática bien terminada para
que se tome resolución sobre el modo de imprimirla. Así
que de todas formas le espero en Roma. La presente carta
sírvale de obediencia y le hará ver si yo le estimo más de
lo que V. R. se imagina».

En medio de tantas inquietudes y entre las preocupa-


ciones de la celebración del Capítulo, Calasanz era ante
278 SAN JOSE DE CALASANZ

todo el pedagogo, y para los pedagogos guardaba las fra-


ses de estimación y aun de preferencia entre sus hijos.
Aquella Gramática Latina era para romper viejos moldes
y aligerar el estudio del latín que resultaba desde antaño
caro y complejo.
27. Devoción mariana en la
pedagogía calasancia

PIEDAD INTENSAMENTE SACRAMENTAL.

Para endulzar el mal sabor de boca que dejaron con


sus algarabías los reclamantes, refugiémonos una vez más
con el Santo Pedagogo en sus escuelas y veamos cómo
imbuía a sus niños en piedad, ya que vimos en capítulos
anteriores cómo les impregnaba de claros saberes.
«En cuanto a las cosas espirituales -agrega el Documen-
tum princeps- son amaestrados los alumnos de la manera
infrascrita: Todas las mañanas, al toque de campana, se
congregan en el oratorio, donde invocado el Espíritu Santo,
se rezan las letanías de la Santísima Virgen y oyen todos
la Misa.
Una vez al mes se confiesan todos los alumnos con los
confesores destinados por la Congregación, para que se sepa
que efectivamente todos se confiesan. Y el día anterior a la
confesión se les enseña y repite el modo de hacerla verda-
deramente bien.
Los de comunión comulgan todos los primeros domingos
de mes, y los más devotos todos los domingos. Otros, cada
quince días. A todos igualmente se les enseña cómo deben
comulgar fructuosamente.
Los domingos y fiestas, por la mañana se congregan en
el oratorio, y primero oyen un poco de lectura espiritual;
después se les hace un poco de exhortación. Terminada esta,
los mayores cantan el Oficio de Nuestra Señora y los peque-
ños en otro oratorio rezan el rosario de la Virgen a dos
280 SAN JOSE DE CALASANZ

coros, con asistencia de dos Operarios. Terminado lo cual,


oyen la Misa y se les manda a casa. (El Documentum se
refiere al Manini, que no tenía iglesia, y en tiempo del cual
no se acompañaba todavía en ruta a los niños).
Todos los sábados y martes por la tarde, después de la
escuela, se tiene media hora de exhortación espiritual en
el oratorio a todos los alumnos mayores, y en otro oratorio
o departamento a los pequeños, a cada gn1po según su
capacidad.
Todos los días, desde el comienzo de la clase hasta la
salida, se tiene la Oración Continua de nueve alumnos, con
la asistencia de un sacerdote letrado, que instruye a los
alumnos en el modo de hacer oración, y dura media hora;
luego cambian otros nueve. La oración se hace por la exal-
tación de la Santa Iglesia Romana, por la extirpación de las
herejías, por la unión de los príncipes católicos, y, en par-
ticular, por los bienhechores ordinarios del respectivo Cole-
gio. A esta oración asisten por orden sucesivo todos los alum-
nos, comenzando por la primera (superior de latinidad) hasta
la última (los parvulitos).
Se tiene peculiar cuidado de la honestidad, evitando estre-
chísimamente todas las ocasiones (método preventivo). Y con
esta diligencia y con la frecuencia de Sacramentos, por la
gracia del Señor se conservan los alumnos en gran pureza;
y muchísimos de ellos, cuando son de edad, toman el hábito
de religiosos en diversas Religiones.
Se tiene igualmente en sitio público la lista de los ejerci-
cios espirituales que cada día deben hacer los alumnos en
sus casas, para que todos puedan tomar copia; el modo de
examinar la conciencia y el ofrecimiento de obras y actos de
las virtudes teologales que deben hacerse todas las mañanas
y los actos de las demás virtudes (método positivo)» 191,

No se contentaba, pues, San Calasanz con alejar a


sus niños de peligros morales y con defender o restaurar
su conciencia o inocencia, sino que además insistía en
la formación de hábitos virtuosos tanto escolares como
domésticos, imbuyendo en una piedad activa y operante
que iniciase con buen pie todo el discurso de la vida.

Y EMINENTEMENTE MARIANA.
Y la piedad que inculcaba la quería además de inten-
samente sacramental, eminentemente mariana. La Madre

191. Documentum princeps, Reg. Cal. XII, n. 116.


DEVOCION MARIANA EN LA PEDAGOGIA CALASANCIA 28!

de Dios ocupaba lugar preeminentísimo en su corazón


y de la abundancia del mismo hablaba siempre su len-
gua. El y sus compañeros eran Clérigos Regulares Pobres
de la Madre de Dios. En el día de la Anunciación había
vestido su hábito; y marianas eran y quería que fuesen
siempre aquellas escuelas en que todas las tardes se reci-
taban las letanías de la Virgen de Loreto, en cuyos ora-
torios festivos el Rosario y el Oficio Parvo se llevaban la
mejor parte, y que celebraban las siete festividades de la
Señora, como testimonio de un vasallaje jamás des-
mentido.
Personalmente era devoto de San Gregario Magno y
de Santa Teresa, cuyas obras leía para su aprovecha-
miento espiritual y cuyas sentencias aducía para edifica-
ción ajena; era también devoto de Santo Domingo de
Guzmán y de Santo Tomás de Aquino, cuyo cíngulo que-
ría para sus jóvenes educandos; éralo asimismo de los
italianos San Felipe Neri y San Carlos Borromeo, con-
temporáneos suyos y popularísimos entonces; pero era
devotísimo sobremanera de la Santísima Virgen, de quien
puso en la iglesia un icono y una escultura. El icono es
el cuadro de la Virgen de las Escuelas Pías del actual
altar mayor de San Pantaleón, y la escultura es la Virgen
llamada del P. Dragonetti, hoy al final del primer tramo
de la escalera de la casa generalicia 192 •
«Consta con toda certeza -deponía don Miguel Jiménez
Barber- que de la Virgen particularmente era devotísimo.
Y el pintor Francisco Gutiérrez concretaba más diciendo
«que al mirar el Siervo de Dios la imagen de la Virgen,
fijaba los ojos con tanto afecto que a las veces quedaba
inmóvil y parecía totalmente absorto en ella; solía repetir
que era indigno esclavo de María, y habiendo preguntado
al propio P. José cómo se llamaba la Corporación por él
fundada, me respondió en español: Se llama de los Padres
de la Madre de Dios, de la cual yo me tengo por indigno
esclavo» 193,

El cocinero de San Pantaleón, Hno. Francisco Nove-

192. Sumario Mayor 60, párrafos 1, 4, 6, 10 ...


193. Reg. Cal. 30. Proceso Informativo en las respectivas deposi-
ciones.
282 SAN JOSE DE CALASANZ

rano, declara asimismo su devoción a la Virgen, recor-


dando su nombre y el de la Religión, con el detalle
de que
«quería que todos sus religiosos con grandísima devoción
rezasen muchas veces el A tu amparo y protección ... profun-
damente inclinados y aun postrados en tierra, protestando
así ser Ella nuestro auxilio y nuestro refugio» 194,

El P. Provincial de la Romana en 1671 aseguraba:


<<Al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen mos-
tró siempre desde la infancia gran devoción; para sí y para
su Orden quiso el nombre de la Madre de Dios; y por causa
de la misma devoción que quería imprimir en todos los cora-
zones y particularmente en el de sus hijos, hizo imprimir
una medalla (que aún se conserva) con la impronta de la
Virgen y un religioso arrodillado a sus pies, en actitud de
recibirla de sus manos y de declararse su esclavo».

Del mismo testigo es la atribución formal al Santo


Patriarca de la selección e imposición como oración vo-
cal a sus religiosos de la coronilla de los cinco salmos
y otras tantas antífonas con cuyas iniciales se compone
el Dulcísimo Nombre de María. Y a sus hijos los religiosos
y a los niños de sus escuelas exhortaba y persuadía a la
devoción a la Señora repitiéndoles textualmente:
«Hijos, quien es devoto de la Santísima Virgen es impo-
sible que no se pueda salvar» t9s,

Y en las necesidades de su Orden y en sus personales


angustias, opresiones y contrariedades, que fueron tantas,
siempre invocaba al Santísimo Sacramento y a la Virgen.
El testigo siguiente ya no sabe cómo calificar la de-
voción mariana del Santo y la llama particularísima y
entrañabilísima y en ella tenía todas sus esperanzas, y a
recurrir a ella exhortaba a todos, y a mí mismo me la
inculcó infinitas veces 196 • Habla el alumno de San Pauta-
león, Francisco Biscia.

194. Sumario Mayor 9, p. 12


195. Sumario Mayor, 9, párrafo 22 y 23.
196. lbid., párrafos 35, 37, 39.
DEVOCION .tfARIANA EN LA PEDAGOGIA CALASANCIA 283

Juan Félix Fedde también rebusca ponderativos:

«La devoción e¡_ue profesó desde la infancia al Sacramento


del Altar y a la Santísima Virgen fue singular, maravillosa,
no podía ser mayor».

El P. Bianchi, se,retario del Santo en los años 1645


y 1646, deponía en 1690, siendo entonces decano de la
Orden:
«Recomendó fervurosa y particularmente la devoción a la
Santísima Virgen, ncordando a sus religiosos que rezasen
devotamente el santísimo rosario, y esta exhortación hecha
poco antes de morh me fue contada por los Padres que
estuvieron presentes, y yo se la había oído también muchas
veces antes de su entermedad, en el tiempo que le servía
como secretario>>.

Según el P. Armini, esta recomendación en la hora del


tránsito fue tan intensa y eficaz, que el P. Vicente Berro,
que le asistía, escribió una circular a todas las casas,
repitiendo la insistente recomendación del rosario, aun-
que no era entonces tan popular como es hoy; y muchas
casas tomaron la costumbre de rezado en comunidad
todas las tardes antes de la oración.
Del testigo Francisco Lítrico tomamos estas variantes:

«A veces al oírle hablar de la Santísima Virgen, veíale


quedar como extático, con los ojos en alto, con lo que luego
argüía yo que el siervo de Dios con la mente y el corazón
estaba unido a Dios, y con actos de deseo se figuraba estar
en la presencia de la Santísima Virgen».

Don Dionisia Mícara, antiguo alumno de Frascati, de-


claraba en 1692:

«Si encontraba niños por la calle, los acariciaba, los reunía


en corro y les enseñaba el Credo con lo más necesario para
cumplir los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, advirtién-
doles que huyesen del pecado, frecuentasen los Sacramentos
'y tomasen devoción a la Santísima Virgen y a los Santos,
entre los cuales recomendaba a San Carlos y San Felipe de
quienes era gran devoto. Cuando estaba en Frascati iba dos
veces al día a las escuelas, visitándolas clase por clase, y al
284 SAN !OSE DE CALASANZ

entrar iba siempre con el bonete en la mano, y de pronto,


levantando los ojos al cielo, hacía repetir a todos:

Lodato e ringraziato sempre sia


il Nome di Gest't e di Maria,
di S. Carla e S. Filippo in compagnia.
Y se le veían saltar las lágrimas de los ojos al decir esta
oración, llamando luego a los escolares Angelitos de Dios,
Angelitos de Dios».

El P. Francisco Grotti de San Carlos en 1661 nos sor-


prende todavía con un detalle más:
«Recuerdo que enseñaba a los niños que por la noche al
meterse en cama para dormir, se arrodillasen antes, y con
los brazos en cruz dijesen cinco Avemarías en honor de las
cinco letras de su Dulcísimo Nombre» 197,

DEVOCION SENCILLA, PERO TEOLOGICA A LA VEZ.

Su devoción era así, sencilla, candorosa, infantil, pero


teológica a la vez; a la Madre de Dios, a la Beatís·ima
Virgen, a sus misterios, la Natividad, la Concepción, la
Asunción, el dulcísimo Nombre. La Corona de las Doce
Estrellas que hizo imprimir para mejor divulgación entre
los alumnos, y de la que aún quedan copias en el Archivo
Generalicio, es un compendio de grandezas marianas, alta-
mente teológico al mismo tiempo que popular y plástico.
Su andamiaje de Padrenuestros, Avemarías y Glorias en
honor de la Trinidad es de inspiración carmelitana, pero
el texto de cada alabanza es netamente calasancio con
la referencia a San José y sobre todo al magisterio de la
Virgen sobre su divino discípulo:
<<Alabado sea el Hijo de Dios que quiso ser educado por
la Virgen María en su infancia. R. Amén. Ave María».

Veneraba asimismo las imágenes locales de María.


Ya vimos que consta positivamente por el documento
donado a Zaragoza por el P. Corsini su devoción al Pilar.

197. !bid., párrafos 44-49, 52-54, 57, 68.


DEVOCION MARIANA EK LA PEDAGOGIA CALASANCIA 285

Constan sus visitas en Roma a la iglesia de Montserrat


de los Españoles en Vía Montserrat; el fervor con que
introdujo el cuadro de Nuestra Señora de Frascati; su
peregrinación a Lo reto; sus misas en el altar de la Virgen
de los Montes ...

EL CUADRO DE LA APARICION.

Al llegar aquí nos vemos en la necesidad de protestar


la sinceridad de nuestro culto a la verdad histórica. Nada
de iconoclastas; pero investigación y trabajo serio en la
verdad de la interpretación.
Entre la iconografía calasancia, que cultiva la Orden
escolapia, destaca por doquier el cuadro de la Aparición
de la Virgen Santísima a San José de Calasanz rodeado
de niños en el oratorio durante la Oración Continua.
¿Cuándo y dónde hay que localizar la famosa aparición?
No consta. ¿En qué documento procesal, en qué testimo-
nio de alumno, en qué argumento contemporáneo se basa?
En ninguno.
La primera referencia es la del P. Alejo Armini en su
Vida del Santo publicada en 1710 por el P. Agustín Pas-
sante. En ninguna página procesal ni en ninguna de las
veinte Vidas del Venerable manuscritas o publicadas en
el siglo xvn se halla alusión alguna a tan hermoso pro-
digio. ¿Qué hay en definitiva y cómo se introdujo en la
Orden la creencia en la aparición? Helo aquí.
Un domingo, el 23 de agosto de 1648, estando el Padre
José en los días postreros de su última enfermedad, fue-
ron a San Pantaleón a visitarle desde el Colegio Nazareno
los Padres Francisco Castelli y Camilo Scassellati, que
habían sido antaño sus Asistentes Generales. Juntáronse
en la habitación del enfermo con el P. Morelli y los Pa-
dres Berro y Caputi que allí estaban. Los cinco al menos
se presentan como testigos presenciales en los procesos.
Dejemos que nos hable el P. Castelli:
«Creo que a la virtud de la esperanza en la Santísima
Virgen se puede atribuir lo que oí de su propia boca los
últimos días de su vida, estando en cama gravemente enfer-
mo pocos días antes de su muerte. Fui a visitarle y le dije:
286 SAN .TOSE DE CALASANZ

Padre, me temo que queráis hacernos una mala pasada;


queréis dejarnos; me da de ello mucho miedo. Respondióme:
Estoy en las manos de Dios;haga su Divina Majestad cuanto
le plazca. Y al replicarle yo: En todo caso V. P. no puede
caer sino de pie, él me respondió bajito, bajito, confidencial-
mente: Sí, la Virgen me lo ha dicho; que esté contento y
que no dude de nada. Quedé yo suspenso ante aquella decla-
ración; y para que la repitiera le dije: ¿Cómo Padre, cómo
es eso? Y él repitió lentamente: La Virgen de los Montes me
ha dicho que esté contento, que no dude de nada. Y lo hice
para que lo oyera el otro Padre que allí estaba. Y supe luego
que el Siervo de Dios tenía grandísima devoción a la Madon-
na dei Monti 198,

Es, pues, cierto que al Santo anciano se le aparecw


y le habló la Virgen de los Montes; pero a él solo, sin
niños, en su habitación y postrado en el lecho. Porque
el pretérito perfecto del "me ha dicho" no admite antela-
ción remota.
Esta aparición íntima y personal, confesada por el
anciano, se divulgó como reguero de pólvora y se hizo
pública para todo buen escolapio. Y de ahí nació la oca-
sión de que el Hno. Lucas de San José, de Fiésole, limos-
nero de la casa de San Pantaleón, lo hiciera pintar por
primera vez arrodillado, en un cuadro al natural con la
aparición de la Virgen. Y con esta ocasión fueron hechas
muchas copias y enviadas a diversos lugares. Quedó en
San Pantaleón el cuadro original del pintor Barberino
y de doce palmos de altura. Todo testimonio de visu por
el P. Caputi 199 •
Pasó la generación contemporánea de estos hechos y
por el 1686 el P. Alejo Armini, a una distancia de cerca
de cuarenta años, escribió una notable Vita del Venera-
hile ... de mucho mayor empuje que las anteriores. Dur-
mió el manuscrito inédito 24 años; y en 1710, siendo el
P. Alejo General de la Orden, el P. Passante la publicó
con todo el peso de la autoridad jerárquica del autor,
y cuando ya habían pasado 76 años de la muerte del
Santo Patriarca.
Pues bien; en esta Vida es donde por primera vez se

198. Proceso Informativo, p. 449.


199. Noticias Históricas, p. 53, n. 205 ss., tomo VII, parte 6.•.
DEVOCION MARIANA EN LA PEDAGOGIA CALASANCIA 287

comenta el cuadro que quedó allá en San Pantaleón, de


una manera tan distinta a lo que en realidad significaba
su contenido, que entonces es cuando realmente se narró
una nueva «aparición» que no había existido jamás.
Reproduzcamos el famoso párrafo interpretativo en
que el P. Armini dio origen a la fantástica escena de la
celestial presencia entre los alumnos:
«Desde los primeros tiempos en que José instituyó la
obra caritativa de las Escuelas Pías, para imbuir a los niños
en las letras y en el santo temor de Dios para la buena direc-
ción del vivir cristiano, instituyó a su vez la Oración llamada
Continua, que se hacía por grupos de doce a quince alumnos
cada vez con asistencia de un Padre Director. Muchas veces
la presidía él personalmente. En una de ellas quiso Su Divina
Majestad demostrarle cuánto le placían y agradaban las ora-
ciones de aquellos tiernos niños. Apareciósele, pues, un día
mientras el Siervo de Dios estaba con los alumnos en dicho
ejercicio, la Santísima Virgen con su amadísimo Hijo en los
brazos, sobre una cándida nube, rodeada de multitud de
espíritus angélicos, en medio de un gran resplandor, espar-
ciendo sobre los niños arrodillados en oración un líquido
a manera de rocío o maná; y en aquel acto el divinísimo
Niño, invitado por su madre María, dio la bendición a los
presentes y luego desapareció la visión. Quedóse José con
tan nuevo y señalado favor muy consolado y mayormente
animado a proseguir la obra comenzada, que veía tan grata
al Señor. La memoria de esto se conserva pintada en un
cuadro, que representa la celestial aparición en la forma en
que sucedió, y se conserva en el altar del oratorio de San
Pantaleón, donde se congregan los alumnos mayores en los
días festivos a cantar el Oficio de la Santísima Virgen y a
tener otras devociones» 200.

Con solo esta referencia al cuadro, sin atender a la


reacción de los niños ante la visión, y sin mencionar la
mala fe con que el P. Passante apostilló con dos citas
falsas de Caputi y de Berro la infundada interpretación,
basta recordar la dependencia del cuadro de la escena
del P. Castelli atestiguada por Caputi, para denunciar
por falsa toda la versión arminiana.
La visión de la Virgen fue subjetiva y exclusivamente
propia y personal del Santo. Los niños no intervinieron

200. Vida del P. ARMINI, edición romana de 1710, p. 238, cap. XII.
288 SAN JOSE DE CALASANZ

en ella. Y si el pintor Barbarino puso niños en la parte


inferior de su caudro, fue para simbolizar que la Virgen
consolaba al Santo prometiéndole que ella bendeciría y
guardaría su Obra con sus religiosos y con sus niños.
Que estuviera contento de su inmediata suerte en el
cielo, y que no dudase de que ella restauraría y protege-
ría la Obra de sus Escuelas en la tierra.
Toda la confusión ha estado, pues, en pretender sepa-
rar de la visión de la Virgen de los Montes otra visión o
aparición antihistórica que habría tenido lugar en una
iglesia u oratorio en que se tenía la Oración Continua.
28. Perturbación en Florencia
(1640 -1641)

BL FAMOSO PADRE MARIO.

Entramos en la parte más amarga de la vida de San


José de Calasanz, la que le mereció el dictado de Job de
la Ley de Gracia.
En su historia es siempre él naturalmente el prota-
gonista; mas ahora le surgen tres antiprotagonistas cu-
yos nombres habremos de repetir sobradamente: Mario,
Querubini y Pietrasanta. Este capítulo es casi todo para
el P. Mario Sozzi.
Era de Montepulciano en Italia Central, no lejos de
Florencia; pero vivaqueaba por Nápoles a sus cuarenta
años, cuando en la Vicaría u oficinas del Virrey napo-
litano se puso en contacto con el Procurador de las Es-
cuelas Pías, Hno. Pedro de Sássolo, y mediante él con
el P. Pedro Casani, que le admitió como pretendiente en
el Noviciado. Era subdiácono y el P. General desde Roma
le procura el Breve de ordenación de diácono y presbí-
tero, tras de cuya recepción vistió la sotana escolapia
el 19 de mayo de 1630. Su vocación docente era nula.
Le repelía la escuela y en 1634 solicita pasar a la Camál-
dula, tal vez por estar más cerca de su tierra natal. Pero
desiste de ser camaldulense y se somete segunda vez a

19
290 SAN JOSE DE CALASANZ

examen de casos de conciencia para obtener licencias de


confesor, examen que la primera vez le había sido ad-
verso. Contento ahora con sus licencias se dedica al con-
fesonario tanto en Nápoles como en Poli; pero pronto
se enreda en préstamos, embustes y delaciones, que fue
su flaco. El Rector de Poli afirmaba haber quedado harto
de él. En cuestión de gula y dineros no se sabía cómo
se las arreglaba para tener siempre en su habitación dul-
ces, pastas, mazapanes, comestibles y numerario. Se le
trasladó a Florencia, se le pasó a Roma, y en todas partes
igual y aún cada vez peor. En Roma se le hallaron en el
cuarto mil despropósitos: aderezos de señora; trenzas
de caballero, espejos y cosas parecidas, indignas de estar
en la habitación de un religioso, y más descalzo, como
somos nosotros -escribía el P. Berro que le trató muy
de cerca-.
Por fin el 12 de noviembre de 1639 fue trasladado por
segunda vez a Florencia. Mal podía destacar allí aunque
llegase con muchas ambiciones, quien no tenía afición
a clases ni libros y tenía que alternar con Padres de gran
cultura, especialmente en el terreno de las Matemáticas.
Los Padres Castelli, Michelini, Ambrosi, Settimmii, Conti
y Morelli eran luminares de la ciencia de los números y
no era fácil codearse ni hombrear con ellos.
El P. Mario se encerró en su confesonario, que por
desgracia convertía las más de las veces en dulcería y
tienda de intercambio de regalos 201 ,
Cuando he ahí que a principios de 1640 le ocurrieron
dos acontecimientos diversos pero paralelos, que vinie-
ron a suscitar sus actividades y a ponerle en el primer
plano de la actualidad. Por una parte le vino a las manos
el descubrimiento sensacional de las debilidades de Faus-
tina Mainardi; y por otra se enzarzó en una serie de
escaramuzas con su Comunidad florentina, a las que él
llamó casos y excesos de Inquisición cometidos por los
minúsculos religiosos de las Escuelas Pías. De ambos

201. Anotaciones Históricas, P. BERRO, t. II, libro 1. p. 1 ss.; Noti-


0
,

cias Históricas, P. CAPUTI, t. 1, parte 1, n. 52 ss.; Epistolario del Santo


desde la carta 1.378 pasim. Archivo Genera!icio, Reg. Cal. n. 69.
PERTURBACION EN FLORENCIA 291

acontecimientos sacó partido para su propio encumbra-


miento ante el Tribunal de la Fe.

LAS ENORMIDADES DE FAUSTINA.

Es Faustina efectivamente una rica viuda, que goza


en Florencia de una reputación más íntegra que una aba-
desa, aureolada por contera con el prestigio de sus cari-
dades. Tiene reunidas en su propia casa buen número
de doncellas pobres para preservarlas y educarlas, man-
teniéndolas de su peculio, de limosnas y de sus labores.
Oyen misa diariamente y comulgan con frecuencia en las
iglesias de la ciudad. Directora y recogidas se confiesan
todas con un canónigo del Duomo, el Rvdo. Ricásoli, que
afecta gran virtud y que se dice algo pariente de los
Médici, la familia granducal.
Pero resulta que aquella mansión, recogimiento y con-
servatorio por de fuera, es por dentro infame casa de leno-
cinio, sin dejar el aspecto de religiosa apariencia. Mere-
triciado en Florencia lo hay abundante, pero sin la hipo-
cresía de aquella nefanda amalgama. Mas lo peor es que
el canónigo, principal usufructuario del vicio, pretende
acallar escrúpulos y rebeldías de las engañadas doncellas
con extravagantes teorías y maquiavélicas interpretacio-
nes de textos escriturísticos. No hay solo lujuria sino
también herética pravidad. Cuando todo aquello trascien-
da, no intervendrá simplemente la justicia, se echará en-
cima el Tribunal de la Inquisición, el Santo Oficio.
Y quiso la casualidad que todo viniera a descubrirse
precisamente por nuestro P. Mario. Fueron llevadas una
vez las muchachas a cumplir sus externas devociones a
la iglesia de Santa María dei Ricci servida por los Padres
Escolapios y en la que ocupaba ordinariamente su con-
fesonario el P. Sozzi. Una de las jóvenes se separó fur-
tivamente del grupo y fue a confesarse con él. El sigilo
sacramental está por encima de todo, aun por encima
del Sai1to Oficio. Pero el P. Mario, tan' lerdo para los
estudios, era listo y astuto pára la v:i.da práctica. Tuvo
habilidad para convencer a la muchacha de que volviese
otro día fijo, para hablarle de todo aquello fuera de con-
2H2 SAN .TOSE DE CALASANZ

fesión. Hízolo así la joven, invitóla el Padre a hablarle


en un pasadizo junto a una ventana, tras de la cual había
apostado previamente a dos testigos. Con candor, o tal
vez por consciente despecho, la joven refirió detallada-
mente toda la corrupción del infame establecimiento, con
todos los nombres y circunstancias de interés. Despidióla
el Padre bondadosamente, y con las firmas de los testi-
gos, tuvo pieza de convicción para acusación formal. Fue
con ella al inquisidor florentino, Rvdmo. Juan Muzzarelli,
Menor Conventual. La Inquisición empezó un proceso e
investigación de alta envergadura que duró hasta el 28
de noviembre de 1641 y para el que siempre tenía que
contar como fiel sabueso con el P. Mario. Fue desde en-
tonces el protegido y el indispensable para el Santo
Oficio.

PEQUEÑAS ESCARAMUZAS.

De menos envergadura fue la otra serie de pequeñas


denuncias sobre casos y excesos de su propia Comunidad.
Denunció una vez por celos el P. Mario al P. Rector de
su Colegio de Florencia; Muzzarelli, complaciente, se pre-
sentó en la iglesia llena de público; hizo levantar al Su-
perior del confesonario en que estaba, y le prohibió volver
a él, con escándalo de los fieles. ¡ Con lo fácil que hu-
biera sido enviar de antemano prohibición escrita!
Pero vinieron las tornas. El Superior en uso de su
legítima autoridad mandó abrir la habitación del Padre
Mario en su ausencia. Tomó todos los dulces, pastas y
mazapanes, que como antaño solía tener de repuesto, y
los mandó repartir equitativamente entre todos los pre-
sentes en el refectorio, sin excluir el puesto del propio inte-
resado. Y al notar la burla el P. Mario en las sonrisas de
los demás, estalló en denuestos y marchó con sus quejas
al Inquisidor, que esta vez no reprendió a nadie ni en
público ni en secreto.
En otra ocasión, la gente joven de la Comunidad hizo
creer a un Padre anciano bastante simple, que el Padre
General le había nombrado Provincial de Toscana para
desdoblar ante la inminencia del Capítulo General de 1641
PERTURBACION EN FLORENCIA 29J

el asistentazgo y provincialato que pesaba sobre el Padre


Castelli. Una vez convencido le indujeron a que lo cele-
brara, y el pobre se ingenió en buscar unos dinerillos para
obsequiarles en amistosa merienda. Al ver que lo tomaba
en serio, se apresuraron a redactar un oficio curialesco
citando a toda la Comunidad a comparecer en el refec-
torio con gran hambre y bajo pena de exco1nunión el día
y hora prefijadas. Era el formulismo y el tonillo de las
citaciones a la Inquisición. Mario fingió seguir la bro-
ma, y todos rieron y merendaron a costa del infeliz viejo;
pero acabado el rato de armonía, Mario marchó a Muz-
zarelli a acusar a la Comunidad de que se burlaba públi-
camente de la Inquisició:1 y de sus penas.
El Inquisidor citó de veras a toda la Comunidad, que
tuvo que pasar por el bochorno de parecer sospechosa
de herejía; y aunque pronto se aclaró que nada había
habido fuera de bromas y risas, el airado Inquisidor amo-
nestó y amenazó con agrias severidades.
Aquella alevosía pasaba de raya. La Comunidad pidió
al P. General que sacara de Florencia al insoportable
delator. Y el P. General le dio obediencia para Narni 202 •
Mario salió de Florencia; pero en lugar de dirigirse
a Narni, según Ja orden generalicia, torció el rumbo y se
dirigió a Roma con cartas de Muzzarelli para el Comi-
sario de la Inquisición Romana y para el Asesor del Santo
Oficio, monseñor Albizzi.
Entre tanto, el P. José envió a Florencia un Visitador,
P. Ludovico Raimondi, quien si bien destituyó al Rector
por haber consentido aquellas bromas, no pudo menos de
recoger las quejas de la Comunidad y formar contra el
P. Mario un voluminoso proceso en que resaltaba la avi-
lantez e inobservancia del intratable e inquieto enemigo
de la paz común.
Pero allá en Roma el intrigante Mario ganó la par-
tida. Hizo ver que su actuación era indispensable para
esclarecimiento del tema de Faustina y aún para vigilan-
cia de los atrevidos Padres que se mofaban del Santo

202. P. Berro, loe. cit., pp. S y 6; Reg. Cal. n. X, y Memorial citado


del mismo P. Mario.
294 SAN JOSE DE CALASANZ

Oficio. Y monseñor Albizzi escribió al P. General mani-


festando que la Iglesia necesitaba al P. Mario en Floren-
cia más de lo que la Orden pudiera necesitarlo en Narni;
y que por tanto revocase su partida y le intimase retorno
a la ciudad del Arno. Y no hay que decir que el Santo,
obediente, cumplió la orden con toda presteza. Y a fines
de 1640 se presenta de nuevo, retador y triunfante, el
P. Mario Sozzi en la Comunidad de Florencia que había
logrado expulsarle como a perturbador de la paz 203 •

PERTURBADOR DE LA PAZ.

Con él efectivamente no podía haber paz en la casa.


Pocos días después de su llegada tuvo ya su primer des-
plante. Había en el internado un colegial de diez o doce
años, admitido por deferencia al Príncipe Leopoldo, que
se catequizaba y preparaba entre los nuestros para el
bautismo, y que traído de país lejano no había visto fes-
tejos italianos jamás. Vio correr la pólvora y encender
cohetes y entróle deseo de disparar él también. Los Pa-
dres en el Colegio, para complacerle, sujetaron un cohete
al extremo de un palo y le permitieron con precaución
aplicarle la mecha. A la luz y a la detonación salió el
P. Mario preguntando con voz airada si eran aquellas
las luminarias burlescas por su retorno; y aumentó el
estruendo con la caja de truenos de sus amenazas más
intempestivas.
Otro día tuvo un Padre la ocurrencia de colocar sobre
una mesa un mascarón o cabeza de león rampante, como
los que sirven para pie de muebles de estilo. Teníalo cu-
bierto con un paño, y ante alguno de los conocidos de
casa lo descubría con gracejo diciendo: «Esta cabeza de
gato es reliquia de San María». El vidrioso aludido, al
enterarse, anduvo otra vez su conocido camino del Santo
Oficio; y hubo reprimenda del Inquisidor después de
declaraciones y papeleos.
Pero lo gordo llegó en febrero de 1641, el jueves
lardero. Era inevitable en aquella tensión de ánimos.

203. Extracto del Memorial.


PERTURBACION EN FLORENCIA 295

Entró después del examen la Comunidad en el refectorio.


No estaba el P. Rector. Esperaron unos minutos por de-
ferencia y por fin, con voz tan baja que apenas se per-
cibía, el P. Vicerrector bendijo la mesa. Por la novedad
y el tono de voz, asomó la sonrisa en los labios de alguno.
Volvió a repetirse la escena, al dar gracias, con la mis-
ma sonrisa intrascendente. Al salir y mientras se dirigían
a la recreación, el de su lado se permitió preguntar al
sonriente compañero la razón de su contenida hilaridad.
El P. Ambrosio tuvo la ocurrencia de contestar: "¿Pues
qué? ¿Acaso reírse en el comedor es ya cosa del Santo
Oficio?". ¡Qué hubiera dicho! El P. Mario se revolvió
contra él y le chilló hecho un basilisco: "Yo soy un hom-
bre digno; más digno que usted". El P. Ambrosio reco-
gió velas y contestó: "Bien, hombre; no lo discuto; no
me metía con nadie". Intervino entonces el P. Clemente
Settimmii, diciendo: "Por favor, P. Mario, cálmese. Hoy
es día de fiesta, no la estropeemos".
Los nervios del P. Mario no pudieron más. Se avalan-
zó sobre el P. Settimmii y le dio un puñetazo. El Padre
ofendido se cuadró con dignidad; cruzó los brazos y dijo
a los demás Padres: "Ustedes son testigos; el P. Mario
está excomulgado". Ciego de cólera ante aquella salida,
el ofensor fue a dar un segundo golpe. Pero se interpuso
el Hno. Cesáreo. El P. Berro, que es quien narra la cosa,
quiere aquí que Mario iniciara también la pugna con este;
pero es lo cierto que, agredido o agresor, con tutela in-
culpable o sin ella, el Hno. Cesáreo dio un palizón sobe-
rano al odiado P. Mario.

ATESTADOS Y PROCESOS.

El vapuleado, como era de esperar, marchó corriendo


a casa del Inquisidor Muzzarelli. Estuvo ocho días sin salir
a la calle a causa de la deformación de su rostro y un
mes sin volver por el Colegio, hospedado en casa de su
amigo. Entre tanto formuló todas las acusaciones perti-
nentes, que Muzzarelli envió a Roma.
Pero los Padres de la Comunidad florentina no remo-
lonearon en levantar atestados y formalizar procesos con-
296 SAN JOSE DE CALASANZ

tra el intratable e inobservante religioso, no solamente


ante los Superiores de la propia Congregación, sino tam-
bién ante las Congregaciones Romanas con nombramien-
to de Procurador al efecto, y sacando a relucir la vida
toda del encartado.
El resultado de tanto documento mandado a la Ciu-
dad Eterna, es que el 2 de marzo ya toma cartas en el
asunto nada menos que el Cardenal Nepote, Francisco
Barberini, como Secretario de Estado, ordenando que los
acusados por Mario se presenten en Roma, pero también
que el Inquisidor florentino le remita el catálogo de los
objetos hallados en la requisitoria practicada en la habi-
tación del P. Sozzi. Y estudiadas las acusaciones de am-
bas partes, se siguió la absolución y vuelta a Florencia,
libres de toda sanción, de los tres supuestos agresores,
y en cambio una seria admonición al P. Mario para que
se porte con más modestia y reprima los ímpetus de su
hirviente naturaleza.
El dignísimo P. Clemente Settimmii no solo vio reco-
nocida su inocencia, sino que tuvo el honor de represen-
tar a la Provincia Toscana como vocal en el Capítulo
General, que como ya vimos se inauguró el 15 de abril
de 1641. Es probable que tras el proceso romano, el Padre
Settimmii no retornara inmediatamente a Florencia, sino
después de finalizada la solemne asamblea, en la que por
cierto nada se refleja de aquellas perturbaciones que
están aquejando a la Provincia Toscana.
Todo parecía haberse calmado; pero el proceso de
Faustina Mainardi continuaba su secreta marcha; y el
rencor de la admonición hecha al P. Mario anidaba en su
pecho y le inducía a tramar una sonada venganza 204 •

LOS ESCOLAPIOS GALILEIANOS.

Recuérdese que la Provincia Toscana era la de más


altas Matemáticas y que sus Padres más destacados Fran-

204. Seguimos con las Anotaciones del P. Berro y el Summarium


Novum de los Procesos de Beatificación, 19-46.
PERTURBACION EN FLORENCIA 297

cisco Michelini, Ambrosio Arnbrosi, Clemente Settirnrnii,


Carlos Conti y Angel Morelli admiraban a Galileo.
En la condenación de este último por el año 1633 ha-
bía entrado en gran dosis la susceptibilidad del Papa
Barberini Urbano VIII, que interpretó el Simplicius de
un diálogo galileiano corno alusión peyorativa de su culti-
vada mentalidad. Servir en su luminosa ancianidad al
sabio perseguido, podía explotarse corno delito y contri-
buir a agriar relaciones entre aquellos cultivadores de
las ciencias, protegidos y alentados por los príncipes rne-
diceos de Toscana, y la familia barberinesca del Papa
reinante.
Desde el marzo aquel de su admonición humillante
hasta agosto o septiembre del mismo año 1641, el Padre
Mario se dedicaba sigiloso a indagar, a preguntar, a pedir
explicaciones al parecer candorosas, pero maliciosamente
intencionadas, a interesarse por los saberes para él nue-
vos que tanto lustre dan a los émulos con quienes con-
tendió, pero con quienes ya no se mete. Y entre tanto
por sí mismo, o tal vez con ayudas ajenas, redacta un
documento delatorio y acusatorio, corno todos los suyos,
pero pareciendo cernerse en alturas doctrinales, aunque
en realidad insistiendo en el practicismo de la propagan-
da y en el politicismo de la invasión cultural de la corte
del Gran Duque 205 •
Y lo presenta al Inquisidor de Florencia, haciéndolo
pasar a Roma; y por fin el 9 de noviembre se destapa el
propio Mario notificando a Roma la misma denuncia que
unos meses antes había formulado para el Santo Oficio
de Florencia. Para urgir esta delación y para ocultar más
la nocturnidad de sus actuaciones en el proceso de Faus-
tina que toca ya a su fin, el causante marcha una vez más
a Roma y permanece en eiia hasta el 20 de enero de 1642.
Vale la pena reproducir el texto de la acusación famosa,
observando cómo en la mente del acusador gravitan tanto
o más que los acusados, los personajes de la familia
medicea.

205. Página 56 y Documento XLVIII de la obra citada de M. Cioni


sobre Documentos Galileianos del Santo Oficio de Florencia.
298 SAN JOSE DE CALASANZ

HE AH! EL DOCUMENTO.

<<El P. Francisco (Michelini) de San José de las Escuelas


Pías tiene por doctrina verdaderísima y enseña públicamente
que todas las cosas están compuestas de átomos y no de
materia y forma como tiene Aristóteles y todos los demás.
Sostiene también que la tierra se mueve y el sol está
quieto, teniendo por cierta esta doctrina y otras del señor
Galileo, hasta el punto de estimar todas las demás por falsas
y nulas, y declararse enemigo de Aristóteles llamándole igno-
rantísimo, mientras tiene al señor Galileo por oráculo, por
oráculos sus opiniones, y ensalza al dicho señor Galileo a
primer sabio del mundo con otros títulos magníficos y de
encomio.
No solamente el P. Francisco, sino también los Padres
Ambrosio (Ambrosi), Clemente (Settimmii), Carlos de San
Gaspar (Conti) y Angel (Morelli), como alumnos suyos, esti-
man y sienten lo mismo, lo proclaman y se precian de ser
ellos los más sabios de entre todos los otros religiosos,
befándose de ellos y teniéndolos por ignorantes.
De esta filosofía procuraron imbuir al Gran Duque, luego
al príncipe Juan Carlos, aunque atentos a los negocios no los
han podido todavía escuchar; y últimamente aún sigue el
citado Padre Francisco enseñando al Príncipe Leopoldo estas
opiniones y aun otras, teniendo por ciencia cierta esta nueva
filosofía. Y tratan de formar escuela, buscando alumnos que
en ella se informen, dando a entender que es el Gran Duque
quien quiere que se le busquen estudiantes, que, aunque po-
bres, con tal que sean buenos ingenios él les dará salario.
Y así lo ha hecho el P. Francisco y a instancia suya se han
asalariado dos.

Para mayormente poner esto en ejecucwn sé que ha lo-


grado retener los libros que ha podido del señor Galileo,
habiéndose hecho sacar copias de los mismos por medio de
sus alumnos, particularmente de Cándido del Buono, su dis-
cípulo, cuyo hermano es uno de los pensionados del Gran
Duque. Ellos pueden dar testimonio de la verdad de estos
hechos, y V. P. Rma. puede ordenar un registro en el armario
de la escuela donde el P. Clemente enseña la matemática y
hallará ser verdadero.
Muchas veces discurriendo conmigo acerca de las doctri-
nas y opiniones del señor Galileo, y particularmente de que
la tierra se mueve y el sol está quedo, doctrina que él tiene
por verdadera, aunque haya sido condenada por falsa, se dejó
decir que Su Santidad había hecho injusticia al señor Gali-
PERTURBACION EN FLORENCIA 299

leo, condenándole, afirmando que lo había hecho en desquite


de una afrenta que creía haber recibido del señor Galileo.
Esto es, que queriendo el señor Galileo poner más en claro
sus opiniones en forma dialogada, lo consultó con el Papa,
según me dijo, y Su Santidad le aprobó el proyecto sugirién-
dole una objeción en contra de la teoría. Galileo puso esta
objeción en boca de uno de los personajes de los Diálogos,
con el nombre de Simplicio. El dice que debe entenderse
de Aristóteles, llamado Simplicio por burla; pero que el
Papa, al oírlo leer se molestó, creyendo que a sí propio se
le aplicaba; y movido de esta pasión y acuciado además por
los émulos de Galileo, particularmente los jesuitas, condenó
por falsas estas sus opiniones. Y que por tanto, en verdad
Su Santidad había hecho injusticia a dicho señor Galileo,
como decía el P. Francisco, condenándole.
Dice el P. Clemente que el mundo no ha tenido principio
y que toda cosa viene creada, gobernada y regulada de los
cielos y no se da otro Creador ni Gobernador.
El P. Ambrosio dice que todos los cuerpos están compues-
tos de átomos; con ocasión de hablar con él sobre los colo-
res, aseveró que no existen, lo cual sería contra uno de los
accidentes que profesamos acerca del Santísimo Sacramento.

Todos los sobredichos sostienen no haber ni más verda-


dera ni más cierta ciencia que la de Galileo, enseñada por
vía matemática, llamándola nueva filosofía y verdadero modo
de filosofar. Y muchas veces han dicho los sobredichos, y
particularmente los PP. Francisco, Clemente y Ambrosio, que
este es el verdadero modo de conocer a Dios y hasta muchas
veces me ha exhortado el P. Clemente a darme a tal estudio.
Para embaucar más fácilmente a los superiores mayores,
obtener crédito de ellos, ir en cabeza de todos, ser alabados,
crearse ambiente y hacerse fuertes en la ciudad de Florencia,
han dicho que esta filosofía está aprobada, que es el verda-
dero modo de convertir herejes, y conocer a Dios. Aparte de
todo ello, si V. P. Rma. va más adelante en sus investiga-
ciones, encontrará ser esto cierto, pero oirá, además, otras
opiniones extravagantes, más propias de ateos que de cris-
tianos.
La presente hoja ha sido escrita por un sacerdote para
darla al P. Inquisidor de Florencia».

La víctima de tan audaz delación fue solamente el


P. Clemente Settimmii, llamado a Roma y extrañado de
Toscana. El efecto de los frecuentísimos contactos habi-
dos en la Inquisición Romana entre el P. Mario y Albizzi,
llamado corrientemente monseñor Asesor, fue la impo-
300 SAN JOSE DE CALASANZ

sición al P. José, General de la Orden, del nombramiento


de Provincial de Toscana para el P. Mario Sozzi, con la
particularidad de que pudiera él nombrarse de cualquier
Colegio los miembros de su Comunidad florentina.
Barberinis y Médicis estaban en preámbulos de guerra
no solo diplomática, sino efectiva. Necesitaban aquellos
un sabueso en Florencia y eso fue el P. Mario, con la
consiguiente tragedia para el P. General.
29. Provincialato del P. Mario y humillación
suprema del P. General
(Diciembre de 1641 a 1 de noviembre de 1642)

EL PROVINCIAL TOSCANO.

Tenemos ya constituido al P. Mario Prepósito Provin-


cial de Toscana; mas con unas características que consa-
gran su autonomía e independencia de tal forma, que
puede exigir al P. General le ceda cuantos individuos a él
le plazcan, aunque se hallen en colegios lejanos y aunque
descabale combinaciones de personal indispensable para
el mantenimiento de otras casas. Todo para que pueda
organizar a su gusto la familia florentina.
El mismo define su promoción con estas precisas pa-
labras de su memorial:

«La Sagrada Congregación decretó que el P. Mario fuera


Provincial de Toscana, con autoridad para constituirse la
familia a su gusto; y esta misma orden le fue dada a dicho
P. Mario verbalmente por Su Santidad, prometiéndole que
no le faltaría nunca su protección ni la de sus Eminentísimos
Nepotes».

Nótese el retintín con que Mario habla en plural de


los Barberini. Tiene interés en que se le sepa vinculado
no precisamente al Solio Pontificio, sino al Papa Urba-
302 SAN TOSE DE CALASANZ

no VIII, al cardenal San Onofre, al cardenal Francisco


Barberini, Secretario de Estado. El protegido de las abe-
jas barberinescas irá de Provincial a Toscana, donde
campea por doquier el escudo de las seis «palle» de los
Médici de Florencia.
Hay carta del Santo a Nápoles al P. Apa, fechada en
22 de noviembre de 1641, que hace sospechar que Mario
ya tenía su nombramiento, aunque sin el aditamento de
su total autonomía. No se le advierte gran prisa por to-
mar posesión de su cargo. El 11 de enero de 1642 aún
dice el Santo que cree partirá de Roma el nuevo Provin-
cial dentro de ocho o diez días.
Llega a Florencia a principios de febrero, y empieza
una zarabanda de obediencias que no deja títere con ca-
beza. Ni súbditos ni superiores son respetados en sus
puestos, por sus arbitrarias exigencias. Hasta el profesor
de música de San Pantaleón recibe obediencia para Flo-
rencia, a pesar de que en su nuevo destino no puede
haber clase de solfeo. Hasta al P. Santiago Bandoni quie-
re se le traslade a Ancona, aunque funge de Secretario
del P. General que está en sus ochenta y cuatro años.

DEFECCIONES Y PELIGROS DE REBELDIA.

Ante aquella furia de traslados, y sabedores de la sed


de venganza con. que retorna a Florencia, quién más,
quién menos, se defendió como pudo. El P. Michelini, el
matemático, se abroqueló tras su Alteza Serenísima y el
Príncipe Leopoldo; los PP. Ambrosi y Grisi procuraron
la nulidad de su profesión y se salieron de la Orden aquel
mismo año, acogidos por monseñor Rapácioli en el ejér-
cito pontificio. Defecciones y apostasías similares fueron
frecuentes, con amargura indecible del P. General.
Pero lo más serio fue que de las seis casas que for-
maban entonces la Provincia Toscana y que eran Santa
María dei Ricci, Pellegrino, Pisa, Panano, Pieve di Cento
y Guiglia, las tres primeras eran efectivamente toscanas,
pero de las tres restantes la primera y tercera estaban
propiamente en Módena y la segunda en la Emilia. Mario
se apresuró a realizar la visita canónica de sus Colegios
PROVINCIALATO DEL P. MARIO ... 303

y en los dos de Florencia no hubo dificultades, pero en


el de Pisa tropezó con resistencias y en los tres de fuera
de Toscana se encontró con el problema de que intenta-
ron formar provincia separada, para escapar a la obe-
diencia del Provincial impuesto. Y esto podía llevar a
verdadera rebeldía contra las disposiciones del Santo
Oficio y de la Sede Romana.
Los Padres del Colegía de Pisa alegaban que las fun-
daciones recientes solían estar algunos años bajo la ju-
risdicción inmediata del P. General, y pedían al Santo
que les nombrara directamente un Rector por su cuenta
sin intervención de Mario, para poder resistirle con la
razón de no pertenecer todavía a la Provincia Toscana.
Ni que decir tiene que el Santo General no se prestó en
lo más mínimo al fútil e infantil recurso 206 ,
Entonces los Padres pisanos acudieron a un juego
mucho más peligroso, cual fue invocar la protección del
Gran Duque y de su hermano el Príncipe Leopoldo ha-
ciéndoles intervenir con su autoridad civil en aquel asun-
to exclusivamente religioso. Refiere el P. Bianchi que su
Alteza Serenísima llamó efectivamente al P. Mario a su
palacio y le hizo darle palabra de que no tocaría a ningún
Padre de aquella su estimada casa de Pisa. Con ello los
Padres osaron resistir la visita canónica de su Superior,
y Mario, rebotado, se retiró de Pisa hecho un basilisco 207 ,
Los tres Colegios de Panano, Pieve y Guiglia, que pre-
tendieron formar la Provincia Lombarda, estuvieron to-
davía más desafortunados. Nombraron Procurador y lo
enviaron a Roma para agenciar la separación; pero tu-
vieron la audacia de constituir además otro Procurador
que enviaron a Módena para atraerse la protección de
los Serenísimos Duques de Este a su conato de nueva
Provincia. Si los de Pisa contraponían Médicis a Barbe-
rinis, los de Lombardía no vacilaban en enfrentar a Bar-
berinis y Estes, con riesgo de nuevas complicaciones entre
política y religión.

206. Epistolario, cartas 3.780 y 3.870.


207. Principio de la mina de Nuestra Religión, manuscrito del con-
temporáneo P. Gabriel Bianchi. Reg. Cal. n. 79, p. 3.
304 SAN JOSE DE CALASANZ

INTERVENCION NOTARIAL.

A los primeros síntomas de resistencia el P. Mario


apela a su recurso ordinario de escribir al Santo Oficio.
Como el año anterior fue Muzzarelli quien se presentó
en Florencia, ahora se presenta en San Pantaleón de
Roma un Notario del Santo Oficio enviado por monseñor
Albizzi. Requiere al P. General, a sus cuatro Asistentes
y al Procurador General. Llama a los testigos pertinentes
y solemnemente intima a la Curia Generalicia

«que de orden de la Sagrada Congregación del Santo Oficio


y del Rmo. P. Comisario manden a todos los Padres reque-
ridos por el P. Mario, Provincial, bajo graves penas al arbitrio
de la propia Sagrada Congregación, en el caso de la más
insignificante contradicción o repugnancia» 2os,

Bien se ve a dónde habían sido dirigidos los tiros de


la denuncia calumniosa de Sozzi. ¡ Y el Santo no hacía
sino inculcar la obediencia a ultranza, y su Epistolario
lleno está de recomendaciones y aun ponderaciones de la
recta intención y del deseo de acierto que lleva a Toscana
su nuevo Provincial!
Tenía lugar aquella intervención notarial el 22 de
Inarzo. A 7 de junio aún seguía la danza del intercambio
del personal entre colegios; pero el Santo procura in-
miscuirse lo menos posible en los asuntos toscanos para
dejar más libre el campo al resentido Superior. Su des-
pecho va en aumento, y a primeros de julio cuando ya
se ha desatado la resistencia de Pisa y Lombardía, el
P. Mario estima necesario presentarse en Roma. El doce
ya ha llegado a la Ciudad Eterna, y esta vez permanecerá
en ella hasta el 21 de octubre.
Dejemos también nosotros la Provincia Toscana y me-
támonos en Roma durant\3 aquellos tres largos meses del
verano de 1642. Allí se van a desarrollar los nuevos acon-
tecimientos.

208. Extracto del Memorial.


PROVINCIALATO DEL P. .M:AR!O ... 305

AMBIENTE DE CALUMNIA.

Poco después de la llegada de Mario, pide permiso al


P. General para presentarse también en Roma el Procu-
rador de los tres Colegios lombardos, P. Domingo Bar-
berini de San Ignacio, religioso integérrimo que nada
tiene que ver por su apellido con la familia papal. El
P. General no puede denegarle la venida, por cuanto va
a tratar con Superiores, entre ellos el Cardenal Protector
Cesarini y el Residente de Módena en la corte pontificia.
El P. Mario y el P. Domingo trabajaron simultáneamente
cada uno por su parte, acudiendo este más a Cesarini
y aquel, naturalmente, a Albizzi y al Cardenal Nepote
Francisco Barberini.
La lengua viperina del P. Mario echa todas las culpas
de lo que pasa en Florencia al P. General. El es quien fo-
menta todas las resistencias o rebeldías para hacer fra-
casar el provincialato toscano del P. Mario. Llega la
monstruosa calumnia a oídos del Santo, y a pesar del
dominio que de sí mismo tiene, acusa en ligero temblor
la impresión dolorosa de tanta perfidia. En carta al Padre
Apa, llevado de Nápoles a Florencia por el P. Mario, es-
cribe el Santo el 2 de agosto:
«En cuanto a la afirmación falsísima e indigna de mi
cargo, propalada por alguna pésima lengua, de que yo deseo
que ahí estén inquietos los nuestros, con el fin de demostrar
que el P. Mario es inepto para Provincial, respondo que mi
deseo es que todos absolutamente tengan un solo corazón
y una sola alma en el servicio de Dios, y que el P. Mario sea
un ministro apropiado para su cargo; porque de esto se me
seguiría honor y utilidad, y de lo contrario, vilipendio. Y pen-
sar asimismo que yo considere a esos nuestros religiosos como
miembros escindidos del cuerpo de la Religión y como si a
ella no perteneciesen; y que quien no se rebela contra el
P. Mario, se ha rebelado contra mí; esto me parece cosa
no solo indigna de que V. R. la crea, sino menos aún de que
al papel la confíe. Por cuanto ni V. R. ni ningún otro han
visto jamás en mí cosa que se le parezca, antes, todo lo con-
trario. Exhorto, pues, a V. R. y a todos los demás a caminar
con santa sencillez y perfección religiosa, que, como verda-
dero padre espiritual, a todos deseo. Y en la presencia de
Dios digo que solo esto es la verdad>> 209,

209. Epistolario, carta 4.028, de 2 agosto 1642.

20
306 SAN JOSE DE CALASANZ

Y en aquel ambiente de calumnia, escapósele al Padre


Mario la fanfarronada de perdonavidas de que él tenía
documentos gravemente comprometedores contra el car-
denal Cesarini. Enterado este, ordenó a su Auditor, el
señor conde Corona, que aprovechase cualquier coyun-
tura para apoderarse de aquellos papeles, si era verdad
que existían.
Del 10 de agosto se conserva una esquela o billete en
que el Padre General manda a dos Padres, Fedele y An-
tonio María, que vayan a casa del señor Corona. Verdad
es que no hace constar el objeto.

LA POLITICA AL ROJO VIVO.

Pero si en la Escuela Pía el ambiente estaba lleno de


pasión y de inquietudes, en Roma y en los Estados Pon-
tificios la temperatura política estaba caldeada al máxi-
mo, a punto de romperse las relaciones diplomáticas entre
el Papa y Eduardo Farnese, duque de Parma, con peligro
de complicaciones bélicas con Venecia, Módena, Toscana
y aun con el Milanesado y España. Seis meses hacía que
Urbano VIII había lanzado excomunión contra Eduardo
Farnese, duque de Parma, y este se comportaba como si
nada contra él se hubiese fulminado. Y precisamente el
lunes 11 de agosto de 1642, día siguiente al envío de los
dos Padres al conde Corona, el Papa Urbano se decidió
al empleo de la fuerza para doblegar a los pequeños prín-
cipes italianos.
«Aunque por razón de turno debíase tener esta semana
(del9 al16 de agosto) signatura de gracia, plugo, sin embargo,
al Papa tener Consistorio el pasado lunes (día 11), en el cual
con poquísimas palabras notificó al Sagrado Colegio la mo-
vilización contra el duque de Parma con motivo de la guerra
de Castro ... Expuesta su resolución, se marchó en seguida,
sin esperar a que cardenal alguno dijera dos palabras».

El mismo día 11 anduvo por Roma el embajador


portugués Lamego con gran escolta, a pesar de estar
prohibido.
El día 12, martes, el embajador español, por no ser
menos, salió a la visita del cardenal Ventivoglio con
PROVINCIALATO DEL P. MARIO ... 307

enorme número de alabardas, cosa desusada y desagra-


dable en Roma.
El miércoles, 13, hubo pelea entre los esbirros de
Roma y los alabarderos del embajador español, marqués
de Vélez.
El mismo miércoles, 13, estuvo en casa del embajador
de España el Residente de Módena; le habló de parte de
su Príncipe del negocio de Parma. No es preciso ser un
lince para suponer que el parmesino y el modenés pedían
la alianza del español.
Y por fin el mismo trece
<<partió de Roma el Maestre de Campo con todo el atuendo
ele guerra. Parece que Su Santidad quiere dar duro en Lom-
bardía. Suponen algunos que con todo este aparato solo
pretende llegar a un acuerdo honroso, sin desprestigio ele
la Sede Apostólica; pero dicen otros que va de veras, porque
el Papa ha dicho que castigará al Duque, si le dejan los de-
más príncipes>> 210.

UN REGISTRO.

El jueves, día 14, el conde Corona se presentó en San


Pantaleón hacia las seis de la tarde.
«Entró en la Sacristía y encargó al sacristán que llamase
a seis u ocho Padres, entre ellos al P. Mario, y que ninguno
fuese ele la Curia Generalicia. Tenía que comunicarles un
asunto secreto de parte del Cardenal Protector. Llegaron los
ocho Padres, sin saber de qué se trataba e interrogándose
con la mirada unos a otros. El Conde, dirigiéndose al Padre
Mario, le ordenó que entregase cuantas cartas y escritos lle-
vase encima, porque las requería el Cardenal. Respondió el
P. Mario que tenía escrituras del Santo Oficio y no estaba
obligado a entregarlas. Las demás podían tomarlas. Replicó
el Conde que lo sacase todo. Que también el Cardenal era
de la Congregación del Santo Oficio. Que se haría inventario
y se le entregaría recibo. Presentadas cartas y escrituras,
solo se halló pertenecer al Santo Tribunal un estado de
cuentas de la casa de Pisa, firmado por el Inquisidor de allá;
lo que no pudo menos de hacer sonreír al Auditor. Fueron

210. Teodoro Amayden, Diario de/la Cita e Corte di Roma, notato


da Deone Hora Temi Deo, dall'amw 1640. Biblioteca Casanatense de
Roma, manuscrito n. 1.831.
308 SAN .TOSE llE CALASANZ

luego a la habitación, registrándola hasta por debajo de la


cama, y no encontraron nada de interés. Marchó el Conde,
y el P. Mario quedó furioso en la celda» 211,

El mismo día 14, siguiente a la salida del Maestre de


Campo con sus tropas, llegaba a manos de monseñor
Asesor Albizzi un billete del P. Mario en que le comuni-
caba que el P. General y su Curia habían forzado su ha-
bitación y le habían robado y violado secretos del Santo
Oficio. Pondérese bien la gravedad de la acusación en
momentos en que el espionaje había de estar en plena
actividad para tener al de Parma al tanto de las carac-
terísticas de la movilización de Roma. La guerra además
se mueve para atemorizar a los Príncipes desobedientes,
y en el interior de la ciudad hay un Superior y una Curia
General que se atreven a violar secretos del Supremo
Tribunal a la faz misma de la Inquisición. Albizzi calibra
como nadie la importancia del hecho, y como es ya al
anochecer, espera al día siguiente. Pero a la mañana,
muy temprano, estando todavía en cama el Papa Urbano,
ya está en palacio el Asesor pidiendo audiencia al Nepote
y Secretario de Estado Francisco Barberini.

PRISIONERO DEL SANTO OFICIO.

Era ya el 15 de agosto de 1642. Amayden escribirá


simplemente en su semanario resumiendo la semana des-
de el sábado, 16:
«Ayer (viernes, 15) fue conducido preso al Santo Oficio
el General de las Escuelas Pías; pero fue en seguida de-
vuelto>> 212.

Celebrábase entonces dicho día la fiesta litúrgica de


la Asunción de Nuestra Señora; pero era fiesta de Misa
sin privación de trabajo, y la circunstancia de hallarse
en guerra atenuaba por otro lado la solemnidad.
El Nepote, al igual que Albizzi, estima también tan

211. Noticias Históricas, P. CAPUTI, t. I, parte 1.•, p. 30.


212. Amayden, loe. cit.
PROVINCIALATO DEL P. MARIO ..• 309

grave el billete de Mario, que se aventura a entrar en la


alcoba del Pontífice, su tío, a darle cuenta del mismo. El
Papa, anciano de 74 años y preocupadísimo con el paso
que dio dos días antes, como si presintiera que la guerra
de Castro había de acabar en desastre, estalla en tormen-
ta de iracundia con explosiones de enojo y furor. No ya
los Príncipes resistían impunemente al Papa; hasta los
religiosos se permiten plantar cara al Santo Oficio, cuyo
solo nombre debería hacerles temblar. Mas ¿para qué
querría el P. José los secretos de la Inquisición? ¿ Esta-
ría en connivencia con los enemigos de la Iglesia acaba-
dos de excomulgar? ¿Sería cierta la sospecha de que el
viejo español tenía contactos con Farnese de Parma a
través del duque de Poli como insinuaba el P. Mario?
¿El General de las Escuelas Pías metido a espía de guerra
a los dos días de la movilización de tropas? ¡ Que
castiguen al General y a su Curia! ¡ Que sean encarce-
lados! ¡ Sancióneseles con toda severidad! Y el Pontífice
se dejó caer jadeante sobre el almohadón 213 •
El Nepote salió de la estancia con el rictus de la
indecisión en los labios. Se temía el patinazo; conocía
la virtud del P. José. Albizzi no vaciló. Y montando en
su carroza y requiriendo una escolta de esbirros más nu-
merosa que la de Lamego y aun la del marqués de Vélez,
salió a la calle dispuesto a la aparatosa captura de aque-
llos pobres escolapios, General y Asistentes, que apenas
sabían nada de lo ocurrido.
Llegó a San Pantaleón. Entró en la sacristía. Allí es-
taba el P. José, como solía casi toda la mañana de los
días festivos en que no se debía a los niños de las escue-
las. Aquel día, para menos escándalo infantil, era de va-
cación. En lugar de saludos y ceremonias, Albizzi emplea
rígido la frase ritual: «Sois prisionero del Santo Oficio
al igual que los Padres de la Curia». Dos Asistentes y el
Procurador no estaban en casa. Presentáronse los otros
dos Asistentes, Padres Casani y Castilla. Del Secretario
P. Bandoni dícese que estaba celebrando, y por no haber

213. Esta escena es del P. Caputi y pasó a los Procesos de Bea-


tificación.
310 SAN JOS!l llll CALASANZ

pasado de la Epístola, se le hizo interrumpir el Santo


Sacrificio para unirse como cuarto a la comitiva. Forma-
ron de dos en dos, rodeados de esbirros, a pie, en infame
cortejo cerrado por el Asesor Albizzi en su carroza ofi-
cial. Por las calles más concurridas de Roma, las de Ma·
terazzi, Pasquino, Parione, Banchi, Ponte di Sant'Angelo
y Borgo, llegaron hasta el palacio del Santo Oficio. El
calor era sofocante en plena canícula romana; el ambien-
te, bochornoso de amargo y humillante viacrucis. Don
Sinibaldo, sacerdote amigo del Santo, echó a andar con-
movido tras aquella trabilla inclasificable de presos o
aquel triunfo insólito de la santa humildad. En un mo-
mento de estrechura pudo aproximarse al P. General y
le ofreció, a falta de otro consuelo, unos dulces que al
azar llevaba. El Santo le sonrió comprensivo ante aquel
gesto similar al de la Verónica, pero no le aceptó el obse-
quio. Don Pedro y don Fabricio de Mássimi, que bajaron
corriendo a la sacristía al adivinar desde su contiguo
palacio las intenciones del Asesor en carroza, lograron
que se les eximiera de cordeles y ataduras. Después de
muchos años aún recordaban la serenidad y humildad del
Santo en aquel extremo trance.
Pero dejémonos de anécdotas. Llegados al Tribunal
a las doce del día, los dejaron en una sala grande sin
decirles palabra. Antes de entrar en ella el P. José pudo
pasar aviso a los Padres de la casa del Borgo y el Padre
Fedele se dedicó a buscar al Cardenal Cesarini para en-
terarle del caso. Seis horas estuvieron en la sala sin que
nadie les llevara la comida. Agua pudieron beberla, al
llegar, en la fontana del cortile. El Santo se sentó en un
banco. Oró intensamente y luego se quedó dormido. Un
caballero que entró, se fijó en él y dijo a los demás:
«¿Quién es ese santo viejo? No me canso de mirarle. Su
rostro le brilla como un sol».
Por fin volvió monseñor Albizzi, después de su comi-
da y siesta.
-No saldrán de aquí, en tanto no sean devueltas las
escrituras que ayer tarde fueron robadas al P. Mario.
Con toda humildad expuso el P. José su no participa-
ción en el asunto que era exclusivo del Cardenal Cesarini.
Albizzi quedó confuso. Cesarini abochornado, mandó in-
PROVINCIALATO DEL P. MARIO ... 311

mediatamente su carroza para que fueran devueltos a


San Pantaleón con todos los honores. Albizzi consiente
en ello; pero sin quedar del todo desarmado les intima
que permanezcan en San Pantaleón, sin salir de casa en
quince días 214 •

DURANTE EL ARRESTO DOMICILIARIO.

Y se dejan pasar sin prisa las jornadas, porque duele


tener que reconocer el patinazo y porque el tinglado de
la guerra sigue en pie, y está sin saberse la actitud de
Toscana y de Módena con relación a Parma. Mario sigue
siendo necesario en Florencia para sabueso de los Bar-
berini 215 •
Apenas llegado a casa el P. General había escrito al
Cardenal Nepote un respetuosísimo memorial en que le
afirma con toda verdad y humildad que «ni el dicho
General, ni sus Asistentes, ni otros de los suyos han te-
nido culpa alguna. Ha sido todo de propia iniciativa del
Eminentísimo Protector. Todos, sin embargo, están dis-
puestos a ejecutar con toda puntualidad cuanto les sea
ordenado por V. Eminencia».
Y hacia fin de mes, el jueves 28, se tiene en presencia
del Papa Congregación General de la Santa, Romana y
Universal Inquisición, en el palacio apostólico del Qui-
rinal, y se trata del tema de las personas detenidas el
día 15. La furia de Urbano VIII no está calmada. Le
domina el miedo. No las tiene todas consigo en el asunto
de la guerra de Castro. Le interesa que Mario quede triun-
fante, y con todos los pronunciamientos favorables vuel-
va a Florencia. La sesión inquisitorial acuerda por tanto
los cinco puntos siguientes:
1.0 El Papa aprueba todo lo realizado por el Asesor.
2. El P. Mario seguirá de Provincial de Toscana,
0

bajo la jurisdicción del Santo Oficio, con total indepen-


dencia de su General. Este y sus Asistentes intimarán
la más estricta obediencia a dicho P. Mario.

214. P. Berro, tema XII, t. II, libro I, p. 25.


215 VoN PASTOR, Storia dei Papi, vol. XIII, cap. XI, p. 881.
312 SAN JOSE DE CALASANZ

3. 0 Todo proceso incoado por quien fuere contra


dicho P. Mario queda avocado a monseñor Asesor.
4. 0 Superiores y religiosos de la Provincia Toscana,
en todas sus casas, prestarán obediencia al P. Mario bajo
pena de indignación de Su Santidad (alusión manifiesta
a Pisa y los tres colegios lombardos).
5. (Y esto es más grave). Prohibición de abrir fun-
0

dación nueva en toda la cristiandad sin permiso del Papa


o de la Inquisición.
Se exoneraba además a los encausados de los dos días
que quedaban de reclusión domiciliaria 216 •

CUMPLIENDO LO ORDENADO.

El día 29 se presenta Albizzi en San Pantaleón, y no-


tifica los cinco puntos. El 30 de agosto está ya firmado
por General y Asistentes el decreto de obediencia del
punto segundo.
Entre septiembre y octubre se recogen todos los pro-
cesos formalizados contra Mario tanto los dos de Floren-
cia como los últimos substanciados por el P. Domingo
Barberini de San Ignacio. Se entregan todos al Padre
Esteban Querubini, nombrado Procurador otra vez a ese
exclusivo efecto, y Albizzi delega en el Santo Calasanz
como juez. El Santo tiene que atenerse estrictamente a
todo lo amañado y presentado por Querubini, y el 17 de
octubre de 1642 falla con una amplísima absolutoria la
balumba de acusaciones que pesaban sobre el P. Mario.
El P. Domingo fue trasladado a Palermo 217 •
El punto 5. 0 era muy sensible, precisamente porque a
pesar de tanto desconcierto, la Orden empezaba a exten-
derse por Polonia con las dos fundaciones de Varsovia y
Podoliniec de aquel mismo año 42.
Respecto al punto 4. la inquietud de los tres Colegios
0

lombardos se calmó en aquellos dos meses con la cesación


de todo proceso; pero quedaba por resolver la cuestión

216. Sumario Mayor. Animadversiones, pp. 15 y 16.


217. Biografía Crítica, pp. 896 y 897.
PROVlNCIALATO DEL P. MARIO ... 313

delicadísima de Pisa. Sería la piedra de toque de toda la


cuestión.
Resuelto, pues, casi todo perfectamente, ya estaba
dispuesto para volverse a Florencia el Provincial P. Mario
a los cuatro días de la firma de su absolutoria de todo
proceso por el P. General, o sea, el 21 de octubre.

DILEMA TERMINANTE.

Pero no corramos. Mario lleva ya de Provincial once


meses. Al principio de su nombramiento se liquidó el
asunto de Faustina con el célebre auto de Santa Croce
de Florencia en noviembre de 1641 con condena a prisión
de ella y de Ricásoli ante más de cinco mil personas.
El Gran Duque de Toscana había quedado disgustado por
haberse llevado todo el asunto sigilosamente y a espaldas
suyas. Al mes y medio se había también liquidado el tema
de Galileo con su muerte cristiana el 8 de enero de 1642.
Pero el Príncipe Leopoldo seguía estimando a sus discí-
pulos particularmente al P. Michelini que estaba en Pisa.
Lo que aún estaba en pie y en crecimiento amenazador
era el tema candente de la guerra de Castro, con el otro
con él conexionado del regalismo toscano. Los aconteci-
mientos se precipitan en septiembre y octubre.
Respondiendo a la movilización del Papa Urbano,
Eduardo Farnese de Parma se alía con el Gran Duque
de Módena y el Gran Duque de Toscana. Y el 10 de sep-
tiembre sale al frente de su ejército, y con el arrojo de
un condottiero se lanza con sus tropas a una audaz co-
rrería a través de los Estados Pontificios, para bajar des-
de Parma, por Bolonia, Imola, Faenza y Arezzo hasta
llegar a Acquapendente, desde donde se avista la forta-
leza de Castro, tomada por sorpresa el año anterior por
Tadeo Barberini, y objeto de las furias reivindicativas de
Farnesio. En Acquapendente ha habido saqueo. En Roma
se teme que, conquistado el castillo de Castro, se lanzará
sobre la Ciudad Eterna y habrá saco como en 1527 cuando
la muerte de Borbón y la Liga Clementina. Las tropas
papales tan costosamente equipadas por Urbano VIII le
están saliendo tan cobardes que no tienen más táctica
314 SAN JOSE DE CALASANZ

que la fuga, ni más objetivo que ahorrar efusión de


sangre 218 ,
El pesimismo pontificio no puede ser mayor; y en
medio de él se quiere mostrar energía y alardear de im-
perativos de obediencia. Los tanteos diplomáticos ante-
riores entre el Embajador de Florencia Nicolini y el Car-
denal Cesarini para llegar a una avenencia en lo de Pisa,
han fracasado. Mientras en Roma Albizzi intima al Padre
General el 29 de agosto la absoluta obediencia de Pisa
al P. Mario, el Balí Gondi, ministro de Estado en Floren-
cia, transmite a los propios Padres pisanos la orden gran-
ducal de no admitir a Superiores, cualesquiera que sean,
que de Roma lleguen. Y el dilema de Albizzi es termi-
nante: "Obedecen los de Pisa o irá al traste toda la
Corporación".

DESTIERRO DEL P. MARIO.

Así estaban planteadas las cosas, cuando el 21 de oc-


tubre el Provincial P. Mario partió efectivamente para
Florencia 219 •
La sorpresa que allí le esperaba no podía ser más
terminante:

«Aprueba plenamente Su Alteza que al P. Mario de las


Escuelas Pías se ordene salir del Estado Toscano en término
prefijado y que no se decida a venir a Siena, porque sería
castigado. El señor Marqués Gonzaga ya está advertido. Auda-
cia e imprudencia insoportables y nocivas son verdaderamen-
te las suyas. Bien se ve que es fraile. Su Alteza (el gran
Duque Fernando) deja en manos de Vuestra Alteza (el Prín-
cipe Leopoldo) la manera de transmitir la orden, si por
comisión de aquí del Gran Duque, o~ bien por parte de ahí
de la Serenísima (la Gran Duquesa Madre) informada de la
voluntad del Gran Duque ... ». Así consta en el Archivo de
Estado de Florencia, Mediceo Principato 220.

218. Fiel reflejo de esta situación de pánico es la carta del Santo


n. 4.049, del 18 de octubre de 1642.
219. Carta siguiente del Epistolario, n. 4.050 y fecha 21-X-1642.
220. Archivo de Estado de Florencia. Mediceo Principato 5.518, n. 79;
y P. PISTELLI, Un escolapio galileiano, p. 8.
PROVINCIALATO DEL P. MARIO ... 315

Mario estaba ya en Florencia desde el día 4 de no-


viembre. El día 7 se le intima el destierro de Toscana en
el término de 24 horas. Con ello termina su Provincia-
lato que no ha llegado a doce meses. Los pretextos ale-
gados para el exilio o extrañamiento han sido:

«Ser vasallo infiel, embustero y falso, espía y rebelde a


su Príncipe; que Su Alteza Serenísima quiere en su Estado
ser amo y seüor ele los religiosos, con otras palabras que
más vale callar».

Más que Provincial de Toscana el P. Mario era en


opinión de los Médicis espía de guerra. En opinión de
monseñor Albizzi era simplemente piedra de toque para
comprobar si Florencia continuaba en su regalismo o
cesaropapismo. Víctima de aquel choque de ideas fue el
Job de la Ley de Gracia con su obra de la Escuela Pía.
Monseñor Albizzi en Roma el 17 de noviembre de
1642 aún forcejeó con el Embajador florentino Nicolini
para que se revocara aquella orden de destierro. Y en
la diplomática porfía dejó caer su amenaza terrible:
"Malauguro del destierro del P. Mario la ruina total de
su Religión" 221 •

221. Está dicha frase en la segunda de dos cartas dirigidas por


monseñor Albizzi al Balí Gondi de Florencia, y que obran en Mediceo
Principato, filza 3.371, n. 758.
'1
30. El gravísimo decreto de
15 enero de 1643

UN MONUMENTO DE HABILIDAD.

Desterrado de Toscana el 7 de noviembre de 1642, el


P. Mario, que había llegado a Florencia tres días antes,
parte para la casa escolapia de Pieve de Cento hacia el
norte, que es la más cercana de las de fuera de Etruria.
De allí, por los Estados Pontificios, marchará a Roma. El
comienzo del nuevo año 1643, que por cierto será el último
de su vida, le coge ya en la Ciudad Eterna. En Pieve de
Cento ha debido estar algunos días, pero el duque de
Módena, por confesión del propio Mario, también le ha
exiliado de su ducado con el pretexto de que no quiere
religiosos, si no son rnodeneses.
De hecho, mal puede desde Roma gobernar su pro-
vincia de Toscana y Lornbardía; pero de derecho sigue
siendo su Provincial. Pero se corre la voz de que, ya que
el Santo Oficio no puede mantenerle en su provincialato,
regalado corno premio por su actuación en el proceso de
Faustina, para consolarle le ha extendido nombramiento
de Vicario General de la Orden, segundo de a bordo
después del Santo General y Fundador. Y se da el fenó-
meno de llegarle enorme cantidad de correspondencia de
todas partes, tanto de dentro corno de fuera de la Corpora-
ción. Son cartas sin objeto preciso, casi sin contenido,
318 SAN JOSE DE CALASANZ

pero todas con un sobrescrito pomposo: «Al Reveren-


dísimo Padre Vicario General». Y precisamente aún se
conserva la carta (27 de mayo de 1626) en que el Padre
José había escrito a Narni como a muchos otros Colegios:

«No me escriban jamás Reverendísimo. Pongan solo en


las cartas: Al P. General>>.

Mario comprendió de sobra que aquello era una vaya,


una tomadura de pelo que diríamos ahora. Y resentido
y rencoroso como ya venía de Florencia y Módena, con
el fracaso total de su provincialato y aun tal vez de la
misión secreta que allá le confiaran los Barberini, piensa
en una sonada venganza; y con aquella maligna habilidad
que le ha dado la práctica de las delaciones, o tal vez
con la ayuda del P. Ridolfi, redacta un memorial amar-
guísimo en que cuenta todas sus supuestas tribulaciones
por los servicios prestados al Santo Oficio; y pide repa-
ración de las injurias que se le han hecho; hace tocar
«la obstinación y perfidia de unos religiosos y de otros
que no lo son (esto va por Cesarini y los Príncipes), que
debían derramar su sangre y perder la propia vida por
la fe católica y por la obediencia al Sumo Pontífice Ro-
mano, Vicario de Cristo en la tierra, y han hecho y siguen
haciendo todo lo contrario, cosa que hace cavilar, por no
decir enloquecer, a quienquiera que en ello piense». Di-
rige el memorial a los Emmos. y Rvdmos. señores Car-
denales de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, y
martillea continuamente la idea de que él, protegido de
la Inquisición, ha quedado burlado, avergonzado, vitu-
perado e infamado; de lo cual se arguye cuánto preva-
lece sobre el poder del Santo Oficio el poderío del Car-
denal Protector y del P. General, y cómo con el P. Mario
queda burlado y vilipendiado el dominio que debía ser
soberano del Santo Oficio y del Papa. Es documento largo
sin ser difuso, y resulta un monumento de habilidad en
lo que dice, en lo que calla, en lo que insinúa, en lo que
remacha, en lo que entrelaza, en lo que pide, en lo que
rehusa, en lo que intriga, en lo que describe, hasta en
el patetismo crudo de las frases en que finge desespera-
ción y enloquecimiento. Sin tal documento histórico nos
EL GRAVISIMO DECRETO DE 15 DE ENERO DE 1643 319

hubiera sido imposible tejer la urdimbre de cuanto re-


latado queda de sus actuaciones en Florencia y Roma 222 •
Y el memorial fue a manos de Albizzi. Y monseñor
Albizzi informó de oficio en la Congregación Inquisitorial
del 15 de enero de 1643, y enceló tanto a los Barberini,
requemados ya con la impotencia de su guerra de Castro,
que una vez más descargaron su furia sobre la inocente
víctima que ya escapó medio año antes, de la vergonzosa
acometida de su conducción al Santo Oficio.

UN GRAVISIMO DECRETO.

Y se redactó un gravísimo decreto, que traía al plano


de la realidad todas las amenazas de Albizzi, si continua-
ba la forzosa rebeldía de los Padres de Pisa. Rebeldía
forzada, por cuanto la promovía el regalismo toscano.
He aquí los cuatro puntos de este gravísimo decreto:
1. Se nombrará un religioso para Visitador Apostó-
0

lico de toda la Orden a fin de exarninarla e informar al


Papa y a la Inquisición.
2. 0 Se nombrarán cuatro Asistentes, el primero de los
cuales será el P. Mario, y juntamente con el Visitador ten-
drán el poder ejecutivo. Es decir, se gobernará la Orden
por un quinque-virato.
3. Se suprimirán nuevas vesticiones y apertura de
0

nuevas fundaciones sin permiso especialísimo del Papa


o Inquisición.
4. 0 Se suspende en su Generalato al P. José de la
Madre de Dios y se remueve definitivamente de su cargo
a los cuatro Asistentes antiguos 223 •
El 4 de marzo del mismo año se presenta en San Pan-
taleón monseñor Emilio Altieri, Vicegerente de Roma, y
con toda sencillez, sin aparato ninguno, con muestras de
sentir hondamente el forzoso cumplimiento de comisión
tan extraña, reunió la antigua Curia y le comunicó, ante
los indispensables testigos y con atestado notarial de su

222. Es el Memorial de defensa y ataque, ya mencionado y que


obra en Reg. Cal. n. 69.
223. Summarium Majus. Animadversiones, p. 16.
320 SAN JOSB DE CALASANZ

auditor don Jerónimo Lancia, la múltiple decisión pon-


tificia. Manifestó asimismo el nombre del Visitador ele-
gido, que fue el P. Agustín Ubaldini, de la religión so-
masca. El santo anciano recibió inalterable aquella impo-
nente avalancha de noticias a cuál más grave, y mani-
festó al monseñor la más absoluta y filial sumisión a
todas las determinaciones de la Sede Apostólica. Le
acompañó obsequioso hasta la puerta del Colegio y le
ayudó a subir a la carroza, dejándole con la admiración
silenciosa de su fortaleza y humildad de espíritu.
Indicó al P. Constantino, Procurador General, que
suspendiese todas las actuaciones a su cargo; a los Asis-
tentes, que no se ingiriesen en nada; y se retiró a su
habitación a buscar en la oración el remedio de tanto
desastre.
Cuenta el P. Berro que en el Tribunal de la Inquisi-
ción se ofreció el cargo de Visitador Apostólico a un
padre carmelita descalzo, que modestamente declinó la
encomienda. Luego al somasco P. Ubaldini. Ambos eran
Auditores del Santo Oficio. Tampoco mostró gran prisa
en posesionarse de su cargo. Dejó pasar dos semanas,
durante las cuales, la autoridad suprema de la Orden
recaía en el P. Mario, nombrado positivamente en el de-
creto Primer Asistente.
De derecho nunca pasó de ahí. Aunque de hecho actua-
se luego como General, y aun como General absoluto sin
Asistentes, nunca tuvo de derecho el nombramiento de
Prepósito, y los elencos de Prepósitos Generales hacen
bien en omitirlo.
Los Asistentes nuevamente nombrados fueron:
P. Santino Lunardi de San Leonardo, luqués.
P. Juan Esteban Spínola de la Madre de Dios, genovés.
P. Juan Francisco Báfici de la Asunción, genovés.
Con el P. Mario y el P. Visitador formaban el quinque-
virato ejecutivo del gobierno del Instituto.
Los tres recién elegidos eran respetables y al principio,
con ellos, no fueron las cosas mal. Pero debe tenerse en
cuenta que eran dos genoveses, y el P. Santino con el
P. Mario eran toscanos. Mal distribuidos para represen-
tación de toda la Orden, sin referencia alguna a Nápoles
EL GRAVISIMO DECRETO DE 15 DE ENERO DE 1643 321

reino español, ni a Germanía dominio del Emperador,


y por ahí asomaba el lado político del problema.
Al largo pontificado de Urbano VIII los historiadores
católicos de la Iglesia achacan dos fisuras vulnerables:
falta de vista en el proceso de Galileo y sobra de nepo-
tismo en la guerra de Castro. En la página 870 del tomo
199 de la BAC, pueden verse las dos inculpaciones. Pero
allí mismo hay una tercera y es la inclinación del lado
de Francia en la guerra de los Treinta Años.
Fue paulatina esa desviación y al final de la vida del
Papa Urbano sus nepotes escaparon efectivamente a Fran-
cia. Comenzó corroborando la política de su antecesor
Gregorio XV, que empleó toda su diplomacia y vertió
todos sus caudales en reprimir el Protestantismo y ayudar
al Emperador Leopoldo II en aquellos comienzos de la
guerra de los Treinta Años, que prometían ser la aurora
de la restauración católica en Alemania; pero poco a
poco dejóse dominar por la idea del equilibrio europeo.
Por no disgustar a Francia, prefirió la política del habilí-
simo Richelieu, gastó sus recursos en la estéril contienda
del ducado de Mantua, se enemistó con el Emperador y
contribuyó con el malogro de la guerra de los Treinta
Años al hundimiento de las dos ramas de la casa de
Austria, objeto del genial político francés, forjador del
siglo de Luis XIV, pero cuya obra, estudiada sin apasio-
namiento, no ha dado a la larga más frutos que los amar-
gos de la revolución y apostasía de las masas.
Con esta pequeña divagación se atisba la carencia de
un Asistente del virreinato napolitano que apoye al sus-
penso General español, y de un representante de Germa-
nía que abogue por los súbditos del Emperador y por los
nacientes Colegios que huyendo de la guerra se han refu-
giado en Polonia. Antes al contrario, se prohibe a raja-
tabla toda fundación, aunque sea a instancia de algún
príncipe digno de especial y aun especialísima atención.
Alusión clarísima al Rey de Polonia.

21
322 SAN JOSE DE CALASANZ

LA VISITA DE UBALDINI.

Pero dejando digresiones reanudemos el hilo de los


hechos. Del 20 de marzo es un documento del P. Mario
firmante como Primer Asistente. Es una circular a todos
los Colegios sin más trascendencia que la intimación de
la Visita del P. Ubaldini. Pero allí asoma su preocupa-
ción más acuciante. Se teme que ante el Visitador van
a volcarse todas las acusaciones que sobre él gravitan
y que fueron ya absueltas en el proceso que amañó el
P. Querubini y que el propio Santo tuvo que fallar a su
favor. Por ello levanta la voz para dar su única adver-
tencia vibrante de contenida amenaza: que nadie acuse
de lo que no pueda jurídicamente probar 224 •
El22 empezó la Visita en San Pantaleón el P. Ubaldini.
Cumplidas las formalidades de rigor, cuéntase que pidió
inopinadamente las llaves de la habitación del P. Mario
y una vez más quedó patente su aseglaramiento por el
dinero, confituras, bebidas y golosinas que guardaba, así
como por los guantes, alfileres, peines, trenzas, puntillas,
rosarios elegantes y objetos de devoción caros que dela-
taban sus poco honestas relaciones. La visita personal
comenzóla en cambio por el Santo Fundador, con quien
estuvo más de cuatro horas, y quedó impresionado de la
lucidez, memoria y lógica de su discurrir, y más todavía
de la prudencia y santidad que transpiraba en todas sus
respuestas 225 •
Manifestó algo de ello en público y ello le perdió. El
P. Mario corrió a manifestar a monseñor Albizzi que la
Visita abierta para castigo de rebeldes y refractarios al
Santo Oficio estaba a punto de convertirse en apología
y rehabilitación. El propio Ubaldini fue a comunicar a
monseñor Asesor sus primeras impresiones de San Pan-
taleón para pasar a otros Colegios. Iba viendo que en la
Orden había muchísimas cosas que aplaudir, un pequeño
grupo de descontentos a quienes sojuzgar y unos cuantos

224. Archivo de San Giovannino de Florencia: Ordenes de los Su-


periores Mayores. 20 de marzo de 1643.
225. Anotaciones Históricas, P. BERRO, torno II, lib. I, p. 34; Noti-
cias Históricas, P. CAPUTI, tomo I, libro 1, n. 120, p. 40.
EL GRAVISHIO DECRETO DE 15 DE ENERO DE 1643 323

.rigores de regla que limar y reblandecer. Pero vio enton-


ces que no se le llamaba para juez imparcial, sino para
verdugo a ultranza; y tomó pronto una resolución radi-
cal. Se encerró en su celda; redactó un informe objetivo;
lo presentó al Santo Oficio, y con él su dimisión.
Y entre tanto a través del Epistolario del Santo se
advierte cómo se enfurece la guerra en Moravia, y cómo
la de Castro va tomando mayores proporciones, porque
al de Parma se une ya para la ofensiva el Gran Duque
de Toscana, y el Embajador Nicoloni se ha escapado si-
gilosamente de Roma y no tardará Florencia en infligir
a las tropas pontificias la derrota de Mongiovino.
Y en aquel ambiente la serenidad es imposible; y Ma-
rio seguía acusando al anciano P. José de que «tenía
correspondencia con las Serenísimas Altezas de Floren-
cia, Parma y Módena que entonces hacían la guerra».
Y véase para contraste un párrafo de una carta del
Santo:
«Aquí por sus justos juicios permite Dios que el duque
de Parma con el de Módena perturben la paz de los Estados
de la Iglesia por la parte de Ferrara y Bolonia, con peligro
grande de innumerables ofensas de Dios. Aquí hacemos ora-
ción continua por la paz. Mándela también hacer ahí V. R.
con mucha devoción, para que el Señor se apiade y mande
efectivamente la paz a su pueblo que es toda la cristiandad,
y muy particularmente a Italia, que es la prov.incia elegida
por el Padre para la Jerarquía Eclesiástica» 226,

Véase, pues, si el Santo Calasanz quedaba corto en la


sumisión a la Santa Sede, cuando no solo juzga a Roma
cabeza de la catolicidad, sino que añade ese concepto,
que no es de fe, de la Italia elegida para la Jerarquía,
justificante del predominio del clero italiano en el go-
bierno de la Iglesia.
Y como remedio a los males internos proponía al
P. Grien de Palermo:
«Humíllese a hacer la escuela de leer para que Dios ben-
dito arregle las cosas de nuestro Instituto. Y ruéguele con

226. Epistolario, carta 4.080.


324 SAN JOSE DE CALASANZ

toda insistencia que tenga compasión de los pobrecillos que


están bajo nuestro cuidado>> 221.

Y todos aquellos males y humillaciones habían sobre-


venido, según el P. Fedele, por el despecho de Mario:
«Todo fue porque por la Congregación del Santo Oficio
el P. Mario fue nombrado Provincial de Toscana; y no tuvo
efecto el Provincialato porque el Gran Duque Fernando II
no quiso que lo ejerciese, y se tuvo que volver a Roma con
un gran odio en el pecho contra el Siervo de Dios» 228,

227. Carta 4.209.


228. Archivo Vaticano. Proceso Ne probationes pereant, 2.698, p. 190.
Y Reg. Cal. 31 bis.
:n. Exaltación y muerte del P. Mario
(1643)

"CORRIAN MALOS TIEMPOS ... ".

Con la dimisión del P. Ubaldini llegó a su apogeo la


eficacia del procedimiento acusatorio del P. Mario. Como
en el asunto del Colegio de Pisa ni el Príncipe Leopoldo
ni el Gran Duque de Toscana cedían lo más mínimo en
su regalismo, monseñor Albizzi a su vez afirmaba y asen-
taba con mayor solidez el pedestal de granito sobre el
que había aupado al indigno protegido del Santo Oficio.
La guerra de Castro minaba la autoridad eclesiástica; era
preciso sostenerla y afianzarla a todo trance, particular-
mente en su dicasterio inquisitorial. Y la víctima de la
tragedia era el Santo Calasanz e iba a serlo también su
pobre Orden.
Cuando bastantes años después, pasada la tormenta,
el viejo Albizzi, ya Cardenal, recordaba los hechos con el
P. Berro, dábale esta razón suprema de su conducta de
entonces:
«Corrían malos tiempos para la Iglesia; no convenía que
sufriese menoscabo la reputación y honor del Tribunal de la
Inquisición; yo no atendía a otra cosa sino a esto princi-
palmente» 229,

229. Anotaciones Históricas, P. BERRO, tomo II, libro I, cap. 21, p. 2


a tergo.
326 SAN JOSE DE CALASANZ

Y téngase en cuenta que el Santo Oficio no trataba


entonces solo cuestiones de fe. Sus sesiones eran asam-
bleas del gobierno de la Iglesia en lo espiritual y tam-
bién en lo temporal.

EL PADRE PIETRASANTA.

Con esta explicación por delante, entramos en el ca-


pítulo de mayor exaltación del odio hecho despotismo,
y de mayor humillación de la inocencia hecha sumisión.
El P. Mario se nombra un Visitador a su gusto y a
su medida. Mario, el primer Asistente, es la figura prin-
cipal; el P. Pietrasanta fue, mientras vivió aquel, el lacayo
del señor.
El P. Silvestre Pietrasanta era un distinguido religioso
de la Compañía de Jesús, que regentaba a la sazón la
cofradía de los Nobles en la iglesia de Jesús de Roma.
Contaba el P. Caputi que el motivo de su elección para
Visitador estuvo en que tenía un hermano, conocido del
Padre Mario, que frecuentaba como cortesano la casa
del cardenal Francisco Barberini, con lo que pensaba
aquel procurarse más accesos a la presencia del pode-
roso nepote.
Sondeáronle mediante su hermano; y obtenido su
asenso presentóle Mario al Asesor Albizzi. Del 9 de mayo
de 1643 es el Breve de Urbano VIII que le instituye, y se
dio tal prisa en tomar posesión, que el día mismo de su
nombramiento entraba en San Pantaleón, reunía la Co-
munidad y tras las formalidades del caso, echaba su dis-
cursito, parafraseando el texto: "para que arranques y
destruyas, para que edifiques y plantes". A muchos les
vino a mientes el mismo comentario: este señor hará las
dos primeras cosas, y quedaremos sin ver las dos últimas.
Y comenzaron a gobernar el nuevo Visitador y el
P. Mario y los tres Asistentes nombrados de antes; y si
con el somasco hijo de San Jerónimo Emiliano el quin-
quevirato no había ido mal, con el jesuita tampoco tu-
vieron malos principios los cuatro Asistentes. Mas pronto
surgió la discordia, por cuanto el Santo Calasanz se hu-
millaba ante ellos hasta pedirles de rodillas la bendición
EXALTACION Y MUERTE DEL P. MARIO 327

para salir de casa, cosa que placía a Mario, mientras


el P. Santino Lunardi se opuso rotundamente a que se
permitieran en modo alguno aquellas humillaciones del
viejo.
El Santo escribía al P. Juan Bautista de Santa Tecla:
«Dios quiera que se unifiquen los tubos de este órgano y
resulte una armonía perfecta a gusto y gloria de Dios» 230.

Pero llegó la desavenencia a cosas más difíciles y el


P. Pietrasanta acabó por consumar la escisión. Corrióse
la voz de que el P. Mario nombraba Provincial de la
Romana a uno de sus íntimos, por no decir de sus ami-
gachos, antes de que hubiera habido sesión de la Curia.
Al tenerse esta, el P. Santino pidió cuenta de aquel rumor.
El P. Visitador increpó a los tres Asistentes de no pensar
más que en contrariar al P. Mario y mostrarse rebeldes
y refractarios al Santo Oficio. Se vio en seguida que todo
estaba calculado de antemano. Los tres aludidos presen-
taron la dimisión. Aceptóla de palabra el Visitador y que-
daron de hecho, aunque no de derecho por cuanto todos
los Asistentes eran de nombramiento pontificio, solos y
dueños del campo el Visitador y el primero y único
Asistente. Era ya a principios de julio. El verano del 42
había sido la conducción al Santo Oficio; este verano
de 1643 fue tal vez peor. Mario, primer Asistente, volvió
a la avilantez de injuriar y maltratar al Santo Fundador
que cumplía entonces los 85 años y entraba en los 86 de
su provecta edad 231 •

ATROPELLOS SIN PAR.

Le interceptaba correspondencia, diciéndoselo luego


para burlársele y escarnecerle. Le privó de secretario, sin
reclamación ni queja. Le reclamó los libros públicos y
privados de la Orden. Mortificaba a los religiosos que se

230. Epistolario, carta 4.108.


231. P. Berro con fragmentos de cartas de los tres interesados y
esta de Nikolsburg en que se dice ser de dominio público estos hechos
en toda la Orden.
328 SAN JOSE DE CALASANZ

atrevían a ir a su habitación para consolarle o saludarle,


aun remitiéndolos a Colegios lejanos. Insultábale con
frecuencia personalmente, y solamente una vez le con-
testó el santo viejo para decirle: "Dios juzgará entre
nosotros". La paciencia y resignación que ejercitó en aque-
llos meses el Job de la Ley de Gracia fueron sencillamente
grandiosas. La más amarga para el santo anciano de todas
aquellas vejaciones fue que le desposeyera del relicario
en que guardaba el corazón del angelical compañero de
los primeros tiempos, el venerable Glicerio Landriani.
La más humillante de las escenas fue humanamente
la siguiente:

<<Le envió un Príncipe cerca de cien escudos para que


atendiese a su defensa, ofreciéndole generosamente cuantos
más necesitase. Nuestro Venerable Fundador y General agra-
deció a su Excelencia la limosna y las ofertas; pero llevó
inmediatamente todo el dinero al P. Mario Sozzi. El Primer
Asistente lo tomó inmediatamente con alegre avaricia, sin
ofrecer al observante dador ni un ochavo. El Santo viejo
humillándose llegó a decirle sin hiel: Algunos de los nuestros
de fuera de Roma me han pedido estampas; si le pareciese
bien darme para comprarles alguna ... Y el P. Mario le con-
testó echándoselas de generoso: Tomad. Y sacándolos de su
faltriquera, distinta del bolsillo en que se guardaba los escu-
dos, le fue dejando caer en su mano, contándolos uno a uno,
unos cuantos julios o céntimos roviznados, que contrastaban
con los relucientes doblones de oro. Uno, dos, tres, cuatro ...
y al llegar a veinticinco, el sublime pordioseador dijo: "Bas-
ta". Sin ofrecerle ni uno más, el P. Mario lo despidió. Y al
miserable faltóle tiempo para correr a sus amigotes y ense-
i'íarles con los ojos radiantes de satánico gozo la cuantiosa
adquisición. Una risotada colectiva acogió el para ellos incom-
prensible relato. Echándoselas de listo empleó Mario parte
de aquel dinero en regalos y donativos que afianzaran su
situación y parte la gastó en francachelas a sus parciales.
Y el venerable Padre, entre tanto, no solo reverenciaba
a aquel indigno sinvergüenza, sino que escribía a todos que
le obedeciesen con exactitud y presteza» 232,

232. Capítulo 27 de las A110taciones Históricas del P. Berro. Tiene


el mérito de haber pasado a documento oficial, impreso en el Sumario
Nuevo y Responsivo de los Procesos, n. 34.
EXALTACION Y MUERTE DEL P. l\lARIO 329

LA MUERTE DEL PERSEGUIDOR.

Mas no duraron mucho para Mario aquellas nefandas


glorias. Cuando menos lo esperaba, a fines de aquel mis-
mo verano, Dios llamó a su puerta con el aldabonazo de
una enfermedad humillante. ¿Lepra? ¿Fuego de S. Anto-
nio? ¿Mal francés? La vergüenza más que el dolor le obligó
a una reclusión absoluta. La alarma entre sus adictos
fue tan grande como la del mismo enfermo. La idea de
que la mano de Dios era la que mandaba el castigo cun-
dió como reguero de pólvora. Sus amigos azuzaban a que
se empleasen en su curación todos los remedios posibles.
Había que lograr a todo trance la curación para desmen-
tir los rumores.
Nada se consiguió. El Primer Asistente se moría. La
inquietud del Santo Calasanz era solamente por su alma.
Intentó visitarle varias veces en persona y el enfermo
siempre rehusó terminantemente. Mandóle al P. Pedro
Casani; y dícese que encargó perdones al P. José, si era
que le había ofendido. Unos se apresuraron a divulgar
las buenas disposiciones espirituales con que se había
preparado al tránsito definitivo; otros muchos creyeron
y divulgaron que se había encastillado en una impeniten-
cia final y fatal. La verdad solo la sabe Dios. Lo humana-
mente cierto es que el 10 de noviembre de 1643 falleció
el P. Mario y casi clandestinamente se le enterró.

BUSCANDO SUSTITUTO.

Año y medio más tarde enfermaba de cáncer en la


garganta el Inquisidor de Florencia, el P. Muzzarelli, que
tanto contribuyera a la exaltación de Mario en sus pri-
meras andanzas florentinas, y murió en seguida.
Lo malo era que allá en Florencia se recrudecía el
regalismo hasta el punto de que por aquellos días se orde-
nó tajante proscripción de todos los religiosos romanos
y severísima prohibición de acceso para cualquier Pro-
vincial o Visitador que pretendiese la entrada.
El humor de Albizzi y de los Barberini corría parejas
con el fracaso bélico de sus mercenarias tropas. La guerra
330 SAN JOSE DE CALASANZ

de Castro era pesadilla. Al verano siguiente tocaría morir


al Papa Urbano VIII amargado por el despecho de la
derrota. Pero entre tanto no había que ceder ni un paso
atrás en la ofensiva contra el pobre Calasanz y su obra.
Cuando ya se veía inevitable el fin del P. Mario, el
P. Ridolfi fue en busca del P. Pietrasanta. Estaba en
Tívoli y no vaciló en tomar un caballo para ir a buscarle
y dar con él a toda costa. Entre Albizzi y Pietrasanta me-
nudearon las conversaciones y entrevistas aquellos días.
El P. Caputi dice saber que convinieron en que Albizzi
trataría la cuestión de la sucesión del P. Mario, hablando
individualmente con los Cardenales de la Congregación
del Santo Oficio, sin necesidad de reunirles en sesión ni
de formular nuevo Breve Apostólico que hubiera de fir-
mar el Papa.
Túvose todo a punto y al morir el P. Mario el día 10,
ya estaban listas las circulares y se firmaban el día 11.
Comunicábase a todos los Colegios la muerte del Primer
Asistente con todas aquellas disposiciones respecto a las
cosas celestiales que puedan desearse en todo buen reli-
gioso, se pedían sufragios por su alma y se comunicaba
que la Congregación de Cardenales puestos al frente de
los asuntos de las Escuelas Pías habíanle designado suce-
sor en la persona del P. Esteban Querubini, religioso,
como sabemos, indigno sobre quien pesaba el cargo de
pederasta en Nápoles 233 •

233. Memorias Históricas, P. CAPUTI, tomo V, parte XI, p. 19 ss.


32. Superiorato del P. Querubini
(1643. 1647)

¿JUEGO LIMPIO?

Acabamos de decir que al día siguiente a la muerte


del P. Mario ya se mandó circular a los Colegios, avisando
cómo la Congregación de Eminentísimos Cardenales, nom-
brados para los asuntos de las Escuelas Pías, había
puesto en su lugar por Superior único y universal en
toda la Religión al P. Esteban Querubini de los Angeles.
Firmaba la circular el P. Visitador Silvestre Pietra-
santa. Pero no adjuntaba copia del Breve Apostólico ni
aun de la resolución corporativa de los Eminentísimos
Cardenales. Ni Albizzi ni Pietrasanta jugaban limpio. Para
el nombramiento de Mario se necesitó Breve Apostólico
con firma del Papa. Ahora con un solo aviso se le quería
imponer sucesor 234 •
Y ¡qué sucesor! La no reintegración en el ejercicio
de su generalato del P. José, cuando Dios mismo hacía
fracasar tan ruidosamente el empefío de sustituirle por
el P. Mario, era un desencanto helador para toda la Or-
den; pero el hecho de que positivamente se les impusiera

234. Archivo de San Giovannino de Florencia y Generalicio de Roma.


Se reproduce en Biografía Crítica, p. 990.
332 SAN lOSE DE CALASANZ

por Superior al P. Querubini, el hombre más desacredi-


tado, el trapo más sucio de todo el Instituto, rebasaba
toda medida y desataba toda indignación.
De todos los Colegios de la Orden, tanto de Roma
como de las Provincias, empezaron a llegar memoriales
a la Congregación Cardenalicia suplicando en todas las
formas no se les sometiera a aquella vergüenza de darles
por Superior tan indigna persona.

SU FIGURA.

El P. Esteban Querubini era, a pesar de contar solo


cuarenta y cuatro años, de los religiosos más antiguos
por orden de vestición; su padre, don Laercio, había sido
canonista eximio; su hermano Flavio, relacionadísimo
con toda la curia romana; él mismo por herencia y aire
de familia, fácil en papeleos y hábil en negocios, tenía
un hablar dulzón y modales amanerados. Era hombre de
suerte y contaba con buenos agarraderos; el mismo Fun-
dador le quería sinceramente y mantuvo con él extraor-
dinaria cantidad de correspondencia que Querubini guar-
dó con todo cuidado. El Santo le sabía indigno y le man-
tuvo, no obstante, por mucho tiempo en el cargo de Pro-
curador General; sin el documento último del P. José
que nos explica su proceder, diríamos que tuvo por él
injustificada predilección. Quizá por ello mismo se con-
centraban en él las antipatías de todos. Fue relajado, y en
lugar de castigos halló el modo de campar por la Reli-
gión sin esfuerzo ni trabajos; casi nunca hizo clase:
aprovechó su Procuraduría para rondar por fuera de casa
sin acudir a la oración común ni a los actos de colectiva
mortificación; intervenía en todo sin responder de nada
y, como insinuamos ya, tuvo caídas de pederasta que le
hundieron en el desprestigio y se buscó impunidades que
le valieron el menosprecio. No es esto ningún retrato
literario; Querubini no se presta a él. No es un carácter;
no tiene grandeza ni aun en el mal. Mario era tenaz en
sus procedimientos; era ruín y ambicioso, torvo y ceñudo
en sus maquinaciones; rugía en sus odios y reía sardó-
nico en sus éxitos. En sus desastres como en sus triunfos
SUPERIORATO DEL P, QUERUBINI 333

se veía la exuberancia de su vitalidad. El P. Querubini


es el niño bonito, narcisista y abúlico, que ha hecho un
paquete de su conciencia y vive a gusto en la amoralidad.
Rastrero y oportunista, sabe hacer de segundo de a bordo,
y subir por la zaga al carro del triunfador.

MEMORIALES DE PROTESTA.

Que aquel hombre suplantara al Venerable Fundador,


era intolerable. La maquiavélica intención de Pietrasanta
en ello es incalificable. Y la avalancha de memoriales y
reclamaciones en contra rebasó la Congregación Carde-
nalicia, llegó al propio Cardenal nepote, pasó a la Congre-
gación de la Nación Española ... pero todo fue al cesto.
Para encauzar las relaciones entre la Orden y la Con-
gregación Cardenalicia, el Visitador nombra a dos Padres,
a través de los cuales pase toda comunicación. Son los
Padres Francisco Baldi y Felipe Locci. Se suponen nulos
los memoriales anteriores. Hay un solo conducto legal.
Se redacta entonces un memorial colectivo verdaderamen-
te representativo de toda la Orden. Pídese en él que no
haya nombramiento sin previa información jurada de
su vida y costumbres. Hasta el propio Calasanz no vacila
en encabezar la serie de firmas que lo rubrican. Pero va
también al cesto.
La Congregación Cardenalicia sobre asuntos escolapios
sólo había celebrado una sesión el 1 de octubre, antes de
la muerte del P. Mario. Llegó la fecha del 10 de marzo
de 1644 en que tuvo la segunda sesión, en medio de aquel
torbellino de protestas por el ilegal nombramiento de
Querubini.
Las deliberaciones de aquella segunda sesión tampoco
se hicieron públicas, pero salió a luz una resolución: la
continuación del P. Esteban Querubini como Superior
único y universal. No había nada que hacer.
Aquella ofensiva de memoriales solo sirvió para que
llegara al historiador entre tanto papeleo un atestado ca-
lasancio, el del 23 de febrero de 1644.
<<Yo el infrascrito doy fe de que, siendo Provincial de
Nápoles el P. Pedro Casani, fui avisado varias veces de las
334 SAN JOSB DE CALASANZ

malas acciones que con algunos escolares tenía el Padre


Esteban de los Angeles, Rector entonces de la Duquesca. Y pa-
ra evitar escándalos lo saqué de Nápoles y con título honroso,
por honor de su familia, le hice venir a Roma. Ordené sin
embargo a dicho Provincial que secretamente levantase del
hecho oficial información. Me la remitió a Roma en sobre
cerrado, por mano del señor Félix de Todis. Pero al traerme
el pliego, acababa yo de salir a celebrar en la iglesia de San
Pantaleón, y entregó el pliego al P. Esteban que por allí
pasaba, por no esperar al fin de la misa.
El P. Querubini sospechó lo que pudiera ser el pliego.
Lo llevó a casa de su hermano Flavio, abriólo y vieron el
humillante proceso ... » 235,

En fin, que para evitar deshonra el Santo escribió


una esquela ordenando que se silenciase el asunto, pero
jamás afirmó que fueran falsas las acusaciones del pro-
ceso. Cuando arreciaron las quejas, esperó a sustanciar
un pleito del Nazareno, y luego lo destituyó de Procura-
dor y jamás le dio cargo alguno de Superioridad.
Y ese era el hombre a quien encumbraba Albizzi y
Pietrasanta. Es pella de barro que ninguno de los dos
se quitará jamás de la cara.

NUEVO MOTIN.

Y efectivamente un día de abril, después de celebrada


la Congregación Cardenalicia, llamaron a Comunidad en
San Pantaleón los Padres Pietrasanta y Querubini. Tuvo
aquel una breve y difícil plática, para decir que en defi-
nitiva los Eminentísimos confirmaban por Superior al
P. Esteban. Y discretamente Pietrasanta se marchó. Que-
dó ante la Comunidad Ouerubini y aquella se amotinó.
Corrió verdadero peligro; y no encontró mejor solución
que esconderse en la habitación del Padre General que
estaba contigua. El P. José, aunque suspenso, seguía sien-
do efectivamente el General y nadie le había cambiado
el tratamiento. Salió, pues, el P. General llevando de la
mano al P. Esteban. Lo presentó él a la Comunidad;

235. Reg. Generalitatis, n. 12, doc. 185.


SUPERIORATO DEL P. QUERUBINI 335

exhortó a esta a la obediencia; y pasó la tormenta sin


mayor quebranto.
Finalmente el P. Pietrasanta se interesó por que se
divulgara en verdad el Breve Pontificio del discutido
nombramiento y se le dató con la fecha atrasada de 11
de noviembre del43, día inmediato a la muerte de Mario,
como si en una noche se hubiera redactado, vertido al
latín, caligrafiado, tramitado, sellado y registrado a fan-
tásticas velocidades. Y ¡con lo fácil que hubiera sido
exhibirlo a su tiempo, ahorrando tantos torrentes de tinta
y de bilis!

COLMANDO LA MEDIDA.

Lo que hiciera como Superior el P. Querubini ya poco


importa. Lo serio de la Visita Apostólica lo llevaban en
sus sesiones los Cardenales designados. Dos años largos
duró su Superiorato hasta el Breve Inocenciano. Prácti-
camente del 44 al 46. Y cabe preguntar: ¿era Queru-
bini en realidad tan indigno? ¿No estaban ya demasiado
lejos sus caídas napolitanas del año 1630? No, por des-
gracia. Léase esta página del P. Caputi, que figuró en el
Sumario Mayor de los Procesos de la Canonización del
Santo:
<<El jueves lardero del Carnaval de aquel año de 1645,
vínole al P. Esteban el capricho irrefrenable de salir disfra-
zado con sus más íntimos compañeros para ver y dejarse
ver en tan magnífico escenario y gozar del espiritual regodeo
del desfile por el Corso. El punto culminante del festejo esta-
ba en el Corso de los Bárbaros. La ciudad en masa sct volcaba
por aquellas vías y gozaba del espectáculo consabido como
en Niza o en París. Inocencio X prohibía con rigurosísimos
bandos que ningún religioso pasara por aquellos parajes al
tiempo de los desfiles, pero ni Querubini ni sus íntimos se
arredraban por tan poca cosa ...
Antonio de la Farina era experto en estas andanzas; alqui-
ló una carroza para toda la tarde por una dobla española y
la condujo a casa del hermano del P. Esteban. Subió al
carruaje la comparsa, vestidos ya con los trajes de máscara,
y marcharon por la Piazza del Pópolo para entrar más fácil-
mente en el Corso. Una vez allí, entre confeti y serpentinas,
saludaban a las máscaras de otras carrozas y reían y gozaban
a todo placer.
336 SAN JOSE DE CALASANZ

Se había detenido la carroza de nuestros hombres junto


a un charlatán, cuando llegó Barighello al frente de sus
esbirros a caballo, abriéndose paso porque iba a pasar la
carroza de la familia del Cardenal de Este. El cochero alqui-
lado no estuvo listo. Replegó cuanto pudo la carretela contra
la pared. Y se rompió el eje trasero.
Fue necesario bajar y lanzarse al mar alborotado ele la
gente que celebraba con rechiflas la impericia del conductor.
Pero lo grave fue que el público fisgón quiso saber quiénes
eran, y a tirones y a empujones indiscretos quitaron las más-
caras y caretas y quedaron confusos y avergonzados los atre-
vidos religiosos ...
El escándalo era mayúsculo. Roma pasaba poco de los
cien mil habitantes y todos se conocían o poco menos. Llegó
la noticia a San Pantaleón y hubo quienes enfurecidos ha-
blaban ele públicas denuncias, mientras el Santo Calasanz
decía en voz baja: Monstra te esse Matrem ... » 236,

Y en ese plan de vida, Querubini necesitaba dinero y


hay un asunto muy turbio también de 1645, en que des-
aparecieron 4.000 escudos de unos títulos de lugares de
montes que se cobraron de la expropiación forzosa del
noviciado de Montecavallo y resguardaban la adquisición
del noviciado del Borgo. Fue Querubini el desaprensivo
enajenante y no se volvieron a ver.
Pero aún hubo al final de 1647 otro asunto peor. Re-
toñó en él, estando en el Nazareno, el vicio de Nápoles.
Llegó a conocimiento del decano de la Rota, administra-
dor del internado. Se cercioró por los mismos alumnos
y se le desterró a Frascati.
De esa calaña era Querubini y de no mejor fue Mario;
pero de este se quemaron pruebas y noticias, sin quedar
tanto detalle execrable.

MUERTE FELIZ.

Y sin embargo el P. Esteban, en su propia volubilidad,


tuvo la suerte del rufián dichoso. A la postre cayó enfer-
mo accidentalmente en el Nazareno. Temió un desenlace

236. Sum. Noc. 24 y 25; CAPUTI, Noticias Históricas, t. 2, pars. 5."


página 60.
SUPERIORATO OEL !>. QUERUBINl 337

similar al de Mario, y pidió perdón y sacramentos al Padre


General, que siempre le había querido. "De todo corazón
yo le perdono; yo le perdono de todo corazón. Así Dios
1ne perdone mis pecados. Yo no he deseado nunca otra
cosa que la salvación de su alma", fueron las palabras
del P. José y fue dos veces a visitarlo al Nazareno con-
solándole como amorosísimo Padre. Eran los primeros
días de enero de 1648 237 •

237. Sum. Nov. 23, p. 72. Noticias Históricas, t. 1, pars. 1.", p. 91.

22
33. La Comisión cardenalicia de la
Visita Apostólica
(1644-1646)

LOS MIEMBROS DE LA COMISION.

El gravísimo decreto del Santo Oficio del 15 de enero


de 1643 establecía la Visita Apostólica en la cabeza y en
los miembros para que el Visitador informase al Papa
y a la Sagrada Congregación. Se entiende naturalmente
la del Santo Oficio.
A los cuatro meses de nombrado, el P. Silvestre Pietra-
santa se sentía ya suficientemente capacitado para su mi-
sión informativa y el Santo Calasanz escribe al P. Berro
el 26 de septiembre de 1643:
«El P. Visitador ha hecho ya el informe a los seüores
Cardenales désignados. Se espera que dentro de pocos días
darán resolución sobre nuestras cosas. Plegue al Seüor que
sea en su beneficJo» 238,

¿Qué Cardenales designados eran estos? Hacia el mes


de agosto el Papa Urbano había nombrado una Comisión
cardenalicia de cinco purpurados y dos monseñores para

238. Epistolario, carta 4.134.


340 SAN JOSE DE CALASANZ

entender en todos los asuntos de nuestra Orden. Con esto


se la desligaba propiamente del Santo Oficio, aunque se-
guía actuando en ella monseñor Albizzi con su influjo
fatal.
La totalidad de la comisión no se reunió nunca; siem-
pre faltó algún cardenal. Prácticamente estuvo compuesta
de seis miembros, cuatro cardenales y dos monseñores.
Fueron:
Presidente: Emmo. señor Julio Roma, milanés, el más
antiguo.
Emmo. Bernardino Spada, Nuncio antes en París.
Emmo. Lelio Falconieri, Nuncio en Flandes.
Emmo. Marcia Ginetti, Legado que había sido en Po-
lonia.
Ilmo. Francisco Paulucci (luego Cardenal), secretario.
Ilmo. Francisco Albizzi (luego Cardenal), Asesor del
Santo Oficio.
El Emmo. Juan Bautista Pámfili (luego Inocencia X)
es el que nunca asistió, tal vez por no inmiscuirse en cosa
del Cardenal Protector Cesarini con quien era pública
su enemistad.

EMPATE EN LA PRIMERA SESION.

Tuvo esta Comisión su sesión primera en el palacio


del Emmo. Roma. Sin paliativos se fue al fondo de la
cuestión y se trató de la vida o la muerte de la Escuela
Pía. De documentación escrita se ha conservado el me-
morial de defensa escrito por el Santo Fundador a sus
85 años. Sin barroquismos melodramáticos es la mejor
página jurídica de cuanto entonces se escribió. Los Asis-
tentes por su parte escribieron otro de candorosas res-
puestas a las maquiavélicas acusaciones que lanzara el
P. Mario en su memorial de fines de 1642, causa oca-
sional del gravísimo decreto del año siguiente.
De la parte contraria se presentó un escrito del Padre
Querubini en que da curso a todas sus ambiciones y a
fuerza de querer ser trágico resulta cómico. Es bochor-
noso para el P. Visitador haber admitido tal panfleto y
haber escamoteado en cambio el memorial de los Padres
LA COMISION CARDENALICIA DE LA VISITA APOSTOLICA 341

de Roma y el informe sobre Querubini firmado por el


Fundador.
Pero lo más interesante había de ser el informe del
propio Pietrasanta. Se le ve vacilar continuamente entre
toques de luz y pinceladas de negrura y horror. Pero
resulta curiosa su pretensión de invalidar jurídicamente
nada menos que el Breve fundacional de la Orden, fir-
mado por Gregario XV en 1622, por el simple hecho de
que en la aprobación de las Constituciones se decía que
las habían hecho todos los Religiosos y la verdad es que
eran obra exclusiva del Santo Legislador. Tal pretensión
se vino totalmente abajo en la sesión segunda; pero entre-
tanto el resultado de la sesión primera no tenía nada de
alentador 239 •
Votaron por la no extinción de la Orden Falconieri,
Ginetti y Paulucci.
Votaron por la extinción Roma y Spada.
Albizzi no votaba por la extinción, pero sí por la re-
ducción a Congregación de votos simples. Era la opinión
del informante Pietrasanta. No había sino empate de
votos. Pero se veía la gravedad del peligro que amena-
zaba. Quedaba aún mucho camino que andar.

EN ESPERA DE LA SESION SEGUNDA.

Y la guerra de Castro entretanto se había agravado con


la participación activa de Toscana, que había ganado la
batalla de Mongiovino y acababa de desterrar de su país
a todos los religiosos romanos.
Cerca de medio año transcurrió sin que se convocara
la sesión segunda. Entretanto murió el Padre Mario. Se
agravaron y surgieron de nuevo por culpa del Visitador
las antiguas pretensiones de nulidad de profesiones. Se
destacó la avalancha de protestas ante el nombramiento
de Querubini para sucesor de Mario; y por contera, la nue-
va imprudencia del P. Visitador, provocando una polémica

239. Biografla Crítica, p. 1.035. Epistolario, vol. IX, pp. 125-134. Docu-
mentos de Paulucci, n. 9, p. 81. Reg. Cal. n. 69, fascículo 2.
342 SAN JOSE DE CALASANZ

epistolar con la Orden, con su circular del 7 de febrero de


1644, tuvo adecuada contestación con las notables y en-
tonces por necesidad clandestinas respuestas de los Padres
Onofre Conti y Francisco Baldi. La guerra de Castro
tuvo un fin desastroso, dictando los pequeños Príncipes
italianos paz humillante al Pontífice Urbano VIII. Tam-
bién hay que mencionar la muerte del Cardenal Cesarini,
que en verdad ante los últimos acontecimientos bien poco
pudo hacer en favor de la Orden por él protegida.
El 10 de marzo de 1644 se tuvo la segunda sesión Car-
denalicia sobre los asuntos de las Escuelas Pías. Los re-
clamantes por las nulidades de sus votos abundaron en
alegatos y memoriales. Ignoramos el texto del informe
que para esta segunda sesión trajo el P. Pietrasanta;
pero sí sabemos que al llegar a la votación hubo nuevo
empate. El acta levantada por el secretario monseñor
Paulucci nos informa de que aquella pretensión del Vi-
sitador de invalidar los cimientos jurídicos de la misma
fundación de la Orden se tuvo por totalmente injustifi-
cada. Que las profesiones hechas en la misma eran válidas.
En cuanto al punto capital de si la Orden debía subsistir
como tal o había que reducirla a Congregación de votos
simples con sumisión a los respectivos obispos, Spada,
Roma y Albizzi propugnaron la reducción; pero Falco-
nieri, Ginetti y Paulucci optaron por la continuación en
forma de Orden de votos solemnes. Para salir del empate
se solicitaba del Pontífice la agregación de un miembro
más que tomase parte activa en las sesiones.
Quedaba todo en el aire; y se agolparon los aconte-
cimientos externos en tal abundancia, que la sesión ter-
cera se difirió nada menos que por año y medio. El prin-
cipal de los sucesos intermedios fue la muerte del Papa
Urbano a los cinco meses de perdida la guerra. Nuevo
cónclave, y es elegido el cardenal Pámfili, precisamente
el que no había querido asistir a las sesiones de nuestros
asuntos por oposición a Cesarini.
Aires nuevos, vida nueva. Los nepotes del Papa Bar-
berini huyeron a Francia. No quedaba ni recuerdo de
proteccionismos ni favores entre ellos y el difunto Padre
Mario. Era de esperar un viraje favorable en las futuras
deliberaciones sobre nuestras cosas.
LA COMISION CARDENALICIA DE LA VISITA APOSTOLICA 343

EN LA TERCERA SESION.

Y se tuvo la sesión tercera en el palacio del Eminen-


tísimo Roma el18 de julio de 1645. El miembro agregado
fue el Emmo. Cardenal Cueva. Asistió, sin embargo, el
mismo número de consultores, porque faltó Falconieri,
El P. Pietrasanta leyó su tercer informe, que esta vez
tuvo carácter de historia de la Orden, de la inquietud pro-
movida en ella por las pretensiones de órdenes y recla-
maciones de nulidades, de la reacción toscana ante el
P. Mario que ya no tenía razón de ser, y de la resistencia
regalista de Pisa ya casi del todo vencida. Proponía, por
tanto, paladinamente la continuidad de la Orden en su
estado de Religión y la reintegración del P. General en
la plenitud de sus funciones, asignándole un Vicario por
atención a su edad. Bien se ve que era fácil en sus cam-
bios, según la ventolera, el P. Visitador 240,
Entre los escritos aportados a esta tercera junta es
muy notable una defensa de la Orden escrita por el abo-
gado eclesiástico Francisco Firmiano e inspirada induda-
blemente por el Santo Calasanz. Se enlaza desde las pri-
meras líneas con el alegato a Tonti y se cierne en alturas
doctrinales en pro de la cultura popular, aun en defensa
de la enseñanza del latín a los pobres, por cuanto nadie
ha probado todavía que un muchacho instruido en huma-
nidades haya de ser necesariamente inepto para las ar-
tesanías 241 •
Y más notable todavía otra defensa aportada por
monseñor Francisco IngoJi, secretario de la Congregación
de Propaganda Pide, alegando la labor apostólica de los
Escolapios en Germanía, donde han convertido ciudades
enteras, y donde hasta los mismos protestantes los miran
bien y les llevan los hijos a sus escuelas 242 •
El resultado fue que monseñor Paulucci comenzó tam-
bién a proponer su opinión de que debían respetarse las
Escuelas Pías tal como estaban, y debía ser reintegrado

240. Biografía Critica, p. 1.079; Epistolario, vol. IX, pp, 205-210. Reg.
Cal. n. 69, fascículo 2.
241. Biografía Crítica, p. 1.085. Reg. Cal. n. 68, p. 6.
242. Ephemerides Calasanctimwe. P. SANTIIA, abril, de 1960.
344 SAN JOSE DE CALASANZ

en la plenitud de su cargo el suspenso P. General. El


Eminentísimo Roma enmiende cuanto haya que corregir,
pero con espíritu de caridad. Dése al Instituto un Pro-
tector eficiente que con el Visitador vea si hay que cerrar
alguna fundación por insuficiencia de recursos, y que pro-
vea a la mitigación de los excesivos rigores de Regla. Y fue
discurriendo sobre el tema con tal fortuna, que el Reve-
rendísimo Albizzi se adhirió a su sentir, y todos sucesiva-
mente le fueron dando su aprobación. Fue por tanto uná-
nime la decisión de aconsejar y proponer al Papa la rein-
tegración del Santo y la perduración de su Orden 243 •

ALEGRIA PREMATURA.

Este feliz dictamen de la seswn tercera no se pudo


mantener en secreto. El P. Berro dice que tuvo carta no-
tificadora fechada al día siguiente, 19 de julio.
«Ayer tuvieron sesión los señores Cardenales y se resolvió
reintegrar al P. General con nuevos Asistentes y voto de-
cisivo».

El Cardenal Spada, el que siempre con Roma votaba


en contra, escribió también el 19 al duque de Altemps
comunicándole la alegre nueva (para que entonces como
ahora se fíe uno de las recomendaciones). El mismísimo
P. Querubini la comunicaba al P. Fedele. Fue un reguero
de pólvora que hizo estallar en toda la Orden un clamor
de alegría.
En Frascati se lanzaron al vuelo las campanas, se dis-
pararon morteretes que prestó complacido el príncipe
Borghese, y hasta se dispararon salvas de artillería del
castillo de Mondragón. En Nápoles, Narni, Florencia y
Génova hubo también manifestaciones ruidosas. De Ná-
poles tuvo el P. Berro el prudente cuidado de decir que
el Tedeum fue a puertas cerradas. De Florencia, el Padre
Apa quería organizar una academia en honor de la rein-

243. Paulucci, pp. 45-48.


LA COMISION CARDENALICIA DE LA VISITA APOSTOLICA 345

tegración; pero al ver que no llegaban decretos oficiales


suspendió los preparativos.
El Santo mismo experimentó la natural alegría en-
vuelta en anhelos de mayor fidelidad. Escribía a Génova
el 22 de julio:
<<Se han complacido los Emmos. Cardenales, designados
para nuestros asuntos, determinar en la sesión del 18 del
corriente que yo retorne a mi primer estado de General. Y así
podrán los adversarios de ahí dejar ya de publicar que nues-
tra Religión va a destruirse. Roguemos al Señor nos dé la
gracia, para en adelante, de ejercer nuestro Instituto con
perfección grande y se borren de la Religión las parcialidades
y las opiniones diversas>> 244.

Mas todo fue prematuro. Acabó el mes de julio. Co-


menzó impasible el de agosto. No llegaba oficialmente
ningún rescripto ni Breve y todo seguía igual. ¿Qué había
pasado?

UNA IMPRUDENCIA.

Sencillamente que también en San Pantaleón hubo


alegría casi general. El mismo P. Querubini quería en-
tregar ya llaves y papeles al Santo anciano. Pero hubo
un imprudente -decíase haber sido el Hno. Felipe de San
Francisco-, que llevó la noticia a los Avisos Públicos de
Roma, la prensa embrionaria de entonces, y apareció la
gacetilla de que los señores Cardenales designados, des-
pués de haber visto la inocencia del P. General de las
Escuelas Pías, tiempo ha suspendido de su oficio, han
determinado sea reintegrado en el mismo con gran fiesta
de todos sus religiosos.
Aquella hoja de los Avisi di Roma fue leída en pública
recreación como solía hacerse en casa. La leyó también
el P. Juan Antonio Ridolfi, de quien ya hicimos mención
aunque no hicimos resaltar su pérfida malicia como ami-
gacho del P. Mario. Dio muestra de grandísimo disgusto
y desagrado, pareciéndole cosa dura y difícil volver a la

244. Epistolario, carta 4.279.


346 SAN .JOSE DE CALASANZ

disciplina del P. General y dijo al P. Bianchi que estaba


presente: «No lo verán tus ojos».
Cogió la hoja, la guardó en su pecho, llamó por com-
pañero al P. Carlos de San Ignacio y se marchó a casa
de monseñor Albizzi, el consabido protector de Mario y
celantísimo del Santo Oficio. Cómo le contaría lo ocu-
rrido y cómo ponderaría, fantaseándolas, burlas y afren-
tas al Tribunal de la Fe, que dicho monseñor Asesor
montó en cólera y escribió un billete al Cardenal Roma
para que suspendiese la ejecución de los acuerdos de la
sesión tercera. Habló con el propio Pontífice y se sobre-
seyó el asunto hasta nuevas decisiones 245 •
Los Padres de San Pantaleón siguieron naturalmente
sin ninguna otra noticia ni oficial ni oficiosa.
Y el 8 de septiembre del mismo 1645 se reunió la
sesión cuarta. De ella no tuvo ni la menor idea el espe-
ranzado y no desconfiado P. José. Asistieron como en la
tercera los Emmos. Roma, Cueva, Spada, Ginetti, y los
monseñores Albizzi y Paulucci. El Emmo. Roma dio cuen-
ta del expreso mandato del Santísimo Padre, el Papa
Inocencia X, de reducir a Congregación la Religión de
las Escuelas Pías. Que no se trate ya sino de la forma
de llevar a cabo la reducción. Se resolvió únicamente
convocar para otra quinta y última sesión en que se
tratase exclusivamente de eso y en la cual se oyese el
parecer del General de los Conventuales, del jesuita Padre
Menochio y del teatino P. Medices. Así lo aconsejaba la
complejidad del problema de los votos solemnes y de los
sacerdotes que quedarían sin título de congrua sustenta-
ción. Se había de partir de la base de que quedaran bajo
la jurisdicción de los obispos como la Congregación de
la Doctrina Cristiana. Tendría solo superiores locales.
Quedarían obligados a los votos solemnes los que ya los
hicieron. Los que entren de nuevo los emitirán sólo sim-
ples. No podrán salirse sin licencia del Papa. Se limitarán

245. P. BIANCHI, Principio de la ruina de la Religión, pp. 8 y 9;


P. Fedele, Reg. Cal. 14, doc. 62-4. 0 ; Proceso Informativo, Hno. Lorenzo
Ferrari.
LA COMISION CARDENALICIA DE LA VISITA APOSTOLICA 347

a enseñar lo que los obispos les permitan. Era el R.I.P.


puesto a la tumba de la Congregación 246 •
No es fácil imaginar las reacciones de amargms1ma
incertidumbre que cada día que transcurría llevaba al
ánimo del P. General y de sus atribuladísimos hijos. Tras
aquel rayo de esperanza que había brillado por fugaces
momentos, otra vez la ansiedad y el temor con aspecto
más sombrío, con perspectivas más tenebrosas.

OTRO PASO EN FALSO.

Llegaron las Navidades de 1645. Fueron demasiado


amargas. Llegó Aíio Nuevo. Se reanudaron las clases.
Y llegó la vigilia de Epifanía de 1646. Un grupo de
25 religiosos de San Pantaleón, entre Padres y Hermanos,
asqueados ya de tantas dilaciones, se dejaron arrastrar
del mal consejo de un desatentado Hermano, iracundo y
osado en sus impaciencias. El genovés Hermano Lucas
había sido castigado muchas veces por el P. José por
alborotador y suelto de lengua. El P. Mario le halagó para
servirse de él, y sus audacias increíbles y sus sátiras im-
placables hacían más daíio que pedrisco. Pero con Que-
rubini cambió de viento y alardeó de ponerse al lado del
P. General. Por desgracia, para aumento de males.
Capitaneados, pues, por el Hno. Lucas resolvieron ju-
garse la última carta. Dejándose de memoriales inútiles,
se presentarían al Papa en persona, sin pedir audiencia
ni guardar etiquetas palatinas. La vigilia de Reyes baja-
ba Su Santidad a Vísperas a la Basílica Vaticana; al salir
de Vísperas y pasar por la sacristía y la sala regia para
dirigirse a sus habitaciones particulares, se le arrodilla-
rían interrumpiendo el cortejo, y le hablarían o le pedi-
rían audiencia.
Fuéronse los 26 a San Pedro. Cuando estaba terminan-
do el canto litúrgico, se hicieron de ánimos, y dos a dos,
metiéndose decididos por la sacristía y alegando con aplo-
mo que iban a hablar con el Papa, se reunieron todos en

246. Paulucci, p. 49. Acta de la sesión 4.".


348 SAN JOSE DE CALASANZ

la sala regia. Los Cardenales les miraban asombrados,


sobre todo por el número. El Emmo. Roma estaba a
punto de estallar. Aún tuvieron los Padres la prudencia
de no precipitarse, y rogaron al Cardenal Ludovisi inter-
cediera con el Papa para concederles audiencia. El Maes-
tro de Cámara se opuso. El Pontífice accedió a que pa-
sasen cuatro a una habitación contigua y les recibiría
en seguida; pero que fuesen breves.
Pasaron tres voluntarios, y el Hno. Lucas al frente.
Hicieron las tres reverencias acostumbradas y se arro-
dillaron junto al Vicario de Cristo. El Hno. Lucas efec-
tivamente soltó sin eufemismos ni atenuantes un discur-
so crudo y mordaz:

«Beatísimo Padre: Se nos dio por Visitador Apostólico


al jesuita P. Pietrasanta. Gobernó con el P. Mario y a este
castigó Dios con muerte por haber perseguido a nuestro
Padre Fundador. Se ha puesto en su lugar al P. Esteban,
sin más que una esquela de monseñor Asesor. Los dos Padres
Pietrasanta y Esteban se han hecho amos absolutos de la
Orden y la han llevado a la inobservancia como sabe la Sa-
grada Congregación. El P. Esteban es destructor de las Re-
glas. Ha enajenado 27 lugares de montes novenales dados
por los Barberini a cambio de nuestro Noviciado. Ni los
Padres se han enterado de la venta, ni saben en qué se han
gastado. Y todo a la sombra del Visitador y de monseñor
Albizzi. Rogamos a Su Santidad que dé solución a nuestras
cosas. Que no haya más Visitador. Son continuas las ame-
nazas de cárcel, de galeras, peor que a los seglares ... ».

El Papa interrumpió:
<<Se despachará en seguida vuestro negocio; no tendréis
ya Visitador; se darán las órdenes necesarias ... ».

El Papa Inocencia dejó que el Hermano y los otros


tres le besaran el pie y le pidieran la indulgencia para
la hora de la muerte. Diales la bendición y los despidió 247 •

247. Noticias Históricas, P. CAPUTI, t. 1, parte 1, p. 76 y Sum. Nov.


17, p. 76.
LA COMISION CARDEN•ILICIA DE LA VISITA APOSTOLICA 349

AMENAZA CUMPLIDA.

La impresión de la escena en el ánimo de Su Santidad


debió de ser pésima. Cumplió la palabra, pero en la for-
ma más destructora posible. Si había ordenado, a raíz
de la queja de Albizzi de que con la reintegración se
estaba escarneciendo al Santo Oficio, la reducción de la
Corporación calasancia a Congregación de votos simples
a semejanza por ejemplo de los Doctrinarios, ahora man-
dó al mismo Albizzi que fuera reducida a entidad sin
votos como los Padres del Oratorio de San Felipe en
Vallicella. Y que fuera pronto 248 •
Apenas acabado el mes de enero, el Asesor ya lo tenía
casi todo resuelto en el complicadísimo enredo de pro-
fesiones y sacerdocios que iban a quedar al aire. El 3 de
febrero de 1646 se tuvo en el consabido palacio del Car-
denal Roma la quinta sesión, en la que aún dio monseñor
Albizzi la sorpresa de la última voluntad pontificia de
reducción al mínimo y quedó todo a punto para la pul-
verización, para la hecatombe.
Después de todo, venía a cumplirse la amenaza de
Albizzi de tres años antes en el 17 de noviembre de 1642:
"Malauguro del destierro del P. Mario la ruina total de
su Religión".
Y para aquella sesión quinta aún acudió Pietrasanta,
advertido por Albizzi de Ja última sanción pontificia, con
un memorial o documento siniestro que empezaba exac-
tamente por las últimas palabras inocencianas: «Con
reducir a los PP. de las Escuelas Pías a una Congregación
similar a la de los PP. del Oratorio fundado por San
Felipe ... »,
El 16 de marzo inmediato estaba redactado a toda
prisa el Breve Pontificio de destrucción, tantas veces
llamado en nuestras historias el Breve Inocenciano.

248. A este momento corresponde, según creemos, el informe que


apellidamos «documento siniestro» y que en el vol. IX del Epistolario
se publica como informe de la sesión z.a.
34. Resignación y esperanza
(1646 . 1648)

HACIA LA EXTINCION.

El Breve Inocenciano Ea quae pro felici del 16 de


marzo de 1646 tendía a destruir y disolver la Orden de
las Escuelas Pías, no simplemente a reducirla a Congre-
gación secular al estilo de los Padres del Oratorio. Un
decreto de anulación inmediata hubiera sido sin prece-
dentes y hubiera creado situaciones anticanónicas poco
menos que insolubles, por cuanto la Corporación era
pobre, sin bienes que poder adjudicarse a congrua susten-
tación particularmente sacerdotal. Pero todas las dispo-
siciones del Breve tienden a fomentar una disolución
progresiva que llegara a la total extinción.
Por de pronto se facilita el tránsito de todos sus miem-
bros a cualquier otra Orden aunque sea más laxa y se
prohibe terminantemente la admisión de novicios y aun
la profesión de los admitidos ya. Con cerrar la entrada
y abrir de par en par las puertas de salida, queda cual-
quier entidad condenada a muerte segura.
Todos los religiosos, sus casas y sus escuelas, queda-
ban sometidas a los respectivos obispos u ordinarios de
lugar. Quedaba, pues, Ja Orden disgregada, sin vínculo
de unión entre las casas, sin posibilidad de traslados para
352 SAN .rOSE DE CALASANZ

mutua ayuda personal. Y consiguientemente sin Superior


Supremo ni Superiores Mayores.
Por ello a continuación se destituye definitivamente
al ya suspenso P. General. En lugar de la ansiada reinte-
gración, la humillación definitiva y la condena a martirio
lento.
La Orden pasa a Congregación, pero no de votos sim-
ples, sino aun sin votos. Se dedicarán a la enseñanza pero
dentro de los límites que los obispos les permitan.
A medida que vayan faltando los maestros, irán des-
pidiendo a los alumnos, ¡con magnífica perspectiva de
progreso y estabilidad!

Y lOSE INASEQUIBLE AL DESALIENTO.

Aquello era una hecatombe, un sacrificio de muerte,


de aniquilamiento total.
Y San José de Calasanz lo soportó no ya con estoicis-
mo y fortaleza, sino con resignación cristiana y esperan-
zada, como ejercicio de paciencia y de conformidad con
la voluntad divina, con confianza imbatible e inasequible
al desaliento, con esperanza sobrenatural.
Entresacamos de los testimonios procesales:
«Los trabajos y privación de cargos los soportó con tal
paciencia y serenidad de semblante, que parecía en tales
disgustos no tener sensibilidad» (Duque de Poli).
<<Yo le he visto portarse siempre con tanta constancia
e hilaridad de rostro, que no sabía yo discernir cuándo estaba
alegre o cuándo le ocurrían cosas tristes» (don Miguel Jimé-
nez Barber ).
«Los trabajos que recayeron sobre el Padre y que soportó
padentemente hasta la muerte, no lo abatían; antes, al
contrario, me decía que gustaba de morir en la cruz de los
trabajos conforme murió nuestro Redentor>> (doña Laura
della Riccia).
«La fortaleza de ánimo del P. José era admirable en toda
adversidad que le sucediese. Lo sé porque, cuando se le quitó
el Generalato, lo soportó con tanta paciencia, que parecía que
no le afectaba a él. Y recuerdo la sentencia que solía decir
entonces: Que el precio del Paraíso son los trabajos que se
sufren con paciencia en esta vida» (Hno. Francisco Noverano ).
«En cuanto a la fortaleza yo he reconooido en él esta
virtud como cosa muy extraordinaria, por las adversidades
RESIGNACION Y ESPERANZA 353

que padeció en los últimos afios ... Lo he estimado siempre


adornado de toda virtud, pero especialmente de la paciencia
con que soportó las persecuciones y abrazó a los perseguidos
como bueno y verdadero Padre» (P. Angel Morelli).
<<Tuvo persecuciones hasta su muerte y las soportó con
gran paciencia, porque era sumamente compuesto de ánimo,
compostura que observó hasta el fin. Su fortaleza era cons-
tante e invencible>> ( dofia Cecilia Burgi de Pablo).
<<De entre sus virtudes admiré más en él la paciencia.
particularmente en una tribulación que le movieron cuatro
religiosos suyos. Procuraba yo consolarle y me contestaba
riendo: Dejemos obmr a Dios. En él está mi esperanza»
(Sebastián Previsano ).

PERO SIN PASIVIDAD QUIETISTA.

Mas no se crea que su paciencia era quietista y mu-


riente. Nada de pasividades y apagamientos. El Santo
anciano sabe que le queda poco de vida y estimula no
obstante individualmente a todos sus religiosos a la ob-
servancia y al ejercicio escolar para mantener enhiesto
el Instituto contra viento y marea.
El P. Pennazzi, por ejemplo, es de Pésaro en la Marca
de Ancona y sus familiares tiran de él para que vuelva
al seno de la familia. Escríbele al varón de Dios:
<<Mis parientes quieren que quede en casa para siempre.
Si V. P. me dice que la Religión no podrá subsistir, les daré
gusto. Pero si me escribe que la Religión no se aniquilará,
permaneceré firme en mi puesto» (29 marzo 1646).

A los seis días le contestaba el P. José:


<<Hasta ahora aún no he podido tener copia del Breve,
para ver si es posible que no se extinga el Instituto ... V. R.
tenga buen ánimo, no crea cuanto le escriba algún apasio-
nado; tenga en cambio por cierto que el Instituto quedará
en pie».

Y el 25 de abril vuelve a escribirle:


<<Celebro que haya arreglado las cosas de su hermana y
familia. No se dé a pensar V. R. que nuestra Religión, aunque
ahora se ve destruida a instancia de Dios sabe quién, no
volverá a resurgir; antes al contrario, se engrandecerá más

23
354 SAN JOSE DE CALASANZ

que hasta ahora con ayuda del Señor. Y pienso que no ha


de pasar para ello mucho tiempo».

El P. Pennazzi le contesta:
«Su buena esperanza es mi firmeza, no sin digusto de los
míos. Le comunico que estos señores de Pésaro desean nues-
tro Instituto y me dicen que, pase lo que pase, quieren que
vayamos allá».

Y una vez más el animoso viejo toma la pluma de ave


entre los dedos de su mano temblorosa y escribe unas
líneas emocionadas. Recíbelas el P. Pennazzi, cumple de-
cididamente su contenido, y guarda el papel con vene-
ración suma. Aún está en el Archivo Generalicio. Es la
última carta ológrafa de San José de Calasanz. Las de-
más de los años 47 y 48, ya son de mano del secretario
con solo la firma del Santo. Y he aquí dicha carta última:
«Permaneced constantes y veréis el auxilio ele Dios sobre
vosotros. Ahora quedamos rogando por vosotros para que
no os contristéis, sino que en la tribulación brille más. Y por
falta de vista no puedo continuar escribiendo. El Seíior nos
bendiga a todos. Amén.
Roma, a 20 de mayo de 1647. Siervo en el Seíior, José de
la Madre de Dios».

SOLO DOS AFIOS.

Tenía entonces los 89 años. De que tras la promul-


gación del Breve en 1646 aún le quedaban dos años de
vida y de que él tenía conciencia de ellos, traen las anti-
quísimas Vidas de Marchesi y de Maggi estos dos tes-
timonios.
Los PP. Querubini y Pietrasanta habían dejado caer
la idea de que el causante del Breve en último término
había sido el propio Fundador, por causa de su obstina-
ción e intransigencia. Llegado a sus oídos hubo de re-
plicar:
<<Dentro de dos años, tanto yo como los autores de estas
desgracias, habremos comparecido ante el tribunal de Dios.
La verdad será patente a todos».
RESIGNACION Y ESPERANZA 355

Hablaba una tarde confidencialmente con el P. Berro


y también de la conversación se arguyó que sospechaba
o sabía lo de los dos años.
<<-¡Cuántos méritos, Padre, tendrá para con Dios por
tantos trabajos y persecuciones como padece!
-No, hijo; si no hago nada. Aquí estoy casi siempre sen-
tado, sin dar provecho. Si el Papa me mandase a Civitavecchia
los dos años cortos que aún me quedan de vida, ese sería
mi mérito.
-¿A Civitavecchia, a qué?, ¿a la ergástula?
-No a la ergástula, sino a las mismas galeras, a remar
en el banco de los galeotes; que con dos años de remo quizá
adquiriría algún mérito y la virtud de la paciencia».

Sabido es que la ergástula es la pena de cadena per-


petua, y que Civitavecchia era el astillero y puerto militar
de los Estados Pontificios, que también castigaban a no
pocos al trabajo forzado de remar en los navíos de guerra.

RANURA DE LUZ.

Pero en estos dos postreros años de vida no se limitó


en la defensa de su Orden a la exhortación individual. El
organizó, por así decirlo, ofensivas diplomáticas valién-
dose de los apasionados de él y del Instituto. El Rey
Ladislao IV de Polonia, el conde Estanislao Lubomirski,
el duque Jorge Ossolinski, el capuchino Valeriana de
Magnis, su hermano el conde de Magnis, el P. Ingoli de
Propaganda Pide ... todos cuantos podían tener algún peso
cerca de Inocencia X para hacer algo por poco que fuese
por la abatidísima Orden, fueron movidos en aquellos dos
años últimos por el Santo anciano en inútiles tentativas
de resucitar lo muerto.
No fueron del todo inútiles. En medio del ir y venir
de tantas súplicas e intercesiones, a principios del 48,
monseñor Albizzi dejó caer la especie de que la mente
del Papa no había sido la del cierre absoluto de Novicia-
dos. El P. José corrió a cerciorarse de si era verdad, y se
encontró efectivamente con aquella ranura de luz que
se dejaba penetrar en su gran tiniebla. Supo entonces
también que el Papa había tratado de disuadir al Padre
356 SAN .lOSE DE CALASANZ

Tomás Vecchia de su tránsito a la Congregación monás-


tica de los Casinenses, para el que pedía una especial
bendición pontificia. Se atrevió, pues, el Santo viejo a
insinuar la improcedencia de algunos que obtenían el
Breve individual de secularización y se lo guardaban sin
hacer uso de él hasta que surgiera la ocasión oportuna
y favorable. Inocencia X accedió a limitar tantas faci-
lidades.
Uno de los que se procuraron Breves de esta natu-
raleza, aunque no llegaron a hacer uso del mismo, fue
el P. Querubini, probablemente cuando vio que la refor-
ma de las Constituciones prevista en el Breve Inocenciano
y que por lo visto habíale sido encomendada, caía en el
vacío sin hacerle caso absolutamente nadie.

REVISION DE CONSTITUCIONES.

Este tema de las Constituciones revisadas y mitigadas


por el P. Querubini es uno de los que más amargaron
la vejez del Santo Legislador, que se sobresalta de solo
pensar en la posibilidad de tal engendro.
«Dudo que se· hayan recibido órdenes de Roma del Padre
Esteban. Se alaba de haber recibido comisión de Su Santidad
de hacer él las Constituciones del Instituto. Se presume que
sea tan sólo encargado de monseñor Asesor. Ahora bien;
considere V. R. qué Constituciones podrán salir por ese me-
dio. Y se dice que irán acompañadas de un Breve y que
saldrán quizá antes de terminar julio>> 249,

Terminó julio de 1646 y no había salido. El 25 de


agosto volvía a escribir:
«Recibo la carta de V. R. en que me cuenta el asunto de
la fundación de Anversa. Si ahí tratan de ampliar el Instituto,
aquí, en cambio, tratan de destruirlo del todo con nuevas
Constituciones y nuevos Breves. Por ello creo que no se debe
pasar adelante en cosa alguna, si antes no se ha visto el
efecto de dichas nuevas Constituciones y Breves. Tan grande
es el poder de nuestros enemigos, que no se contentan con

249. Epistolario, carta 4.386.


RESIGNACION Y ESPERANZA 357

menos que el exterminio de nuestro Instituto. El Señor, por


su misericordia, nos ayude e impida los proyectos de tales
adversarios».
<<Ahora se pretende aquí publicar nuevas Constituciones
hechas por el P. Esteban; y revisadas que sean por algunos
Padres, se dice que saldrán con nuevo Breve más destructivo
que el primero. Roguemos al Señor que nos defienda, porque
no hay auxilio humano que se atreva a hablar en favor nues-
tro; tan malamente han informado a los Cardenales y al
Papa contra nuestro Instituto. En suma, que si no somos
milagrosamente ayudados, se tiene por cierto que nuestro
Instituto por ese lado se ha de perder» 250,

Pero ese milagro lo espera del Señor y de su Santa


Madre.
«Solo queda la esperanza en Dios y en su Madre Santí-
sima, que descubrirá algún medio de dejar patente la mali-
cia de los adversarios y la necesidad de nuestro Instituto. Se
esperan las nuevas Constituciones con muchos despropósitos
opuestos todos al bien del Instituto. Las han revisado algunos
prelados, mas ninguno ha querido hasta ahora aprobarlas
y firmarlas a excepción del Padre Pietrasanta. Es necesario
ver si se publicarán y qué efecto producirán aquí en Roma>>
(8-IX-1646).
«Esperamos a ver las Constituciones y el éxito que tienen;
podría ser que no llegaran a publicarse, o se difiriesen por
algún tiempo por estar muy llenas de despropósitos, com-
puestas al parecer de alguien para acabar de arruinar la
Religión» (15-IX-46 ).

Aunque en definitiva siempre aflora la seguridad pro-


fética de la inquebrantable roca de su esperanza:

«Pero no se inquieten, en tanto no salga la resolución


sobredicha, y esperen; que, sea como fuere, el Instito por
gracia del Sefíoi· quedará en pie».

El P. Caputi es quien nos cerciora del fin que tuvie-


ron las desdichadas Constituciones que tanta preocupa-
ción causaron al pobre Calasanz. Cuenta que el Santo
supo que las tenía para revisión el Cardenal Vicario, Mar-
cia Ginetti, que siempre había votado a favor de la Orden

250. Epistolario, carta 4.394.


358 SAN JOSE DE CALASANZ

en las sesiones cardenalicias del palacio del Eminentísi-


mo Roma. Mandó al propio P. Caputi a rogarle humilde-
mente diese largas al asunto de aquellas nuevas Constitu-
ciones de las que se temían grandes males de discusión
y discordias a más de relajamientos. Las tenía allí pre-
cisamente el buen amigo del Cardenal y contestó al ruego
del P. Caputi: «Decid al P. José que empeño mi palabra
de caballero en que de donde voy a esconder estos des-
dichados papeles, no saldrán ya jamás». Y así fue, y res-
piró el Santo anciano.

LA MUERTE DEL VISITADOR.

Y ya que hemos citado al P. Caputi, tomémosle asi-


mismo, referente a estos últimos años, el relato de la
muerte del P. Visitador:

<<Este P. Silvestre Pietrasanta no vivió mucho después de


salido el Breve de reducción. Solo catorce meses, porque el
Breve salió el 18 de marzo de 1646 y él murió el 6 de mayo
de 1647. Y fue así. Dicen algunos que cuando el P. Silvestre
fue a visitar al Padre Mario que se encontraba enfermo en
el noviciado del Borgo, al entrar sintió el dolor del mal
de piedra que le daba grandísimo fastidio.
Le fue aconsejado que tratase de que le hicieran la ope-
ración del corte o incisión que fácilmente le curaría. De otro
modo su muerte estaría cercana. Y por cuanto era hombre
docto y muy conocido de casi toda Roma porque dirigía la
Congregación de la Asunta en la iglesia de los Jesuitas, donde
van muchos Cardenales, Prelados, Sacerdotes y Príncipes, lo
tenían en gran crédito, y le aconsejaban que se sometiera
a la intervención; y así lo determinó para el día de la Cruz,
que era el 3 de mayo del 47. Antes quiso comunicarlo al
P. Nicolás María del Rosario, uno de sus amigos y confi-
dentes, para que rogase en su nombre a nuestros Padres que
lo encomendasen a Dios. El P. Nicolás Gavotti dio la emba-
jada en pública Comunidad, pareciendo la cosa un poco
afectada. Se efectuó finalmente la intervención sin grandes
dolores, pero quedándole insomnio tan persistente, que en
tres días no pudo pegar ojo. El domingo por la noche pidió
al Hermano enfermero que le diese siete píldoras de opio
que había proporcionado monseñor Gonzaga. Quería conciliar
el sueño a toda costa. El enfermero accedió solo a darle tres.
El lunes por la mañana entró en la habitación para abrirle
la ventana, y viéndole dormido no quiso molestarle. Volvió
RESIGNACION Y ESPERANZA 359

más tarde, y entonces se percató de que ni ahora ni antes


dormía; estaba muerto.
Aquella misma mañana llevó la noticia a San Pantaleón
don Esteban Palavicino, amigo íntimo del P. Casani. El Padre
Esteban Querubini, llegado de Frascati, fue a los Jesuitas
a visitarle creyendo encontrarle en cama, y le halló en el
catafalco de la iglesia.
Bl P. José, por la tarde, después de la oración mental,
hizo a la Comunidad una bellísima conferencia y fervorosa
exhortación a que todos le ofreciesen los sufragios que se
acostumbran a la muerte de cada uno de los religiosos.
Mas por la mañana había tenido que reprender severa-
mente al P. Caputi (autor del relato) y al P. Buenaventura,
que, vencidos de la curiosidad, habían escapado a la iglesia
de los Jesuitas para cerciorarse por sí mismos y ver efec-
tivamente el cadáver.
Realmente, como se temía el Santo, habían llamado la
atención porque unos muchachos que estaban a la puerta
se echaron a reír al verles, preguntándoles si iban a ver
a su enemigo muerto. Comprendió su mal paso el Padre
Caputi y rogó al P. Buenaventura salirse por la otra puerta.
Mas como no estaban prácticos tomaron la puerta que da al
claustro, precisamente cuando pasaba toda la Comunidad
a comenzar los funerales. Todos saludaron respetuosamente
a los dos Padres, y añadía el P. Caputi que algunos tomaban
al P. Buenaventura viejo y calvo, por nuestro P. General;
aumentando con ello, al contárselo, la turbación y disgusto
del prudentísimo P. José. El P. Gavotti fue luego a pedir
las escrituras y papeles que el P. Visitador hubiese tal vez
dejado, referentes a la Visita; y los Padres no opusieron el
menor reparo, facilitando su rebusca en la habitación del
enfermo».

"HA QUERIDO DIOS BENDITO ... ".

Pocos meses después, el17 de octubre de 1647, tocó el


turno al P. Pedro Casani, primer Asistente General del
Santo y segunda columna de la Orden Calasancia. Es
mejor recibir la noticia de la pluma misma del Santo
Fundador.

<<Ha querido Dios bendito que a nuestro P. Pedro de la


Natividad de la Virgen, después de larga enfermedad, se le
agravase el mal con un catarro muy fastidioso. Y como en
el decurso de su existencia vivió muy devotamente, así ha
placido a Dios bendito que el jueves tarde, 17 del corriente,
a la edad de 76 años, a las nueve y media de la noche, muriese
360 SAN JOSE DE CALASANZ

santamente. Conducido su cuerpo a la iglesia, todo el día


del viernes hubo innumerable concurso de gente. De las
gracias que algunos han recibido, no diré nada por ahora,
salvo que fue necesario retirar el cadáver dentro de casa
para impedir tanta aglomeración. Esperemos que habiendo
ayudado tanto en vida a la Religión, aún la ayudará más
en la muerte. Tengan a bien ofrecerle los sufragios acostum-
brados. Y si acerca de su cuerpo sucediese alguna novedad,
se les avisará» 2s1.

En seguida abrióse proceso con información jurídica


sobre su vida y virtudes.

"AQU! ESTUVO CASTRO".

Y para acabar esta miscelánea de recuerdos del bienio


último de la vida del Santo Calasanz volvamos al Breve
y al Papa Inocencia X.
Era enemigo de médicos y soldados el Papa Inocen-
cia. De los primeros porque no los había necesitado nun-
ca; de los segundos porque odiaba la guerra. Y ello no
obstante, sentía la humillación que a la Iglesia y al Santo
Oficio se le había inferido con el final desastroso de la
guerra de Castro. Máxime por cuanto el castillo de Castro
se había concedido a Ranuccio Farnese con obligación de
pagar sus compromisos financieros y Ranuccio no pagaba
a nadie. Abrumado el Pontífice de tantas reclamaciones
se decidió a exigir cumplimiento de pactos. Y en 1649
llevó la guerra rápida, con energía y sin complicaciones
con ninguna potencia. Humilló a Farnese, lo desposeyó
de Castro y demolió totalmente el castillo. En su lugar
levantó una simple columna con una lacónica inscripción:
"Aquí estuvo Castro". Y hasta históricamente se ha olvi-
dado tal guerra.
Hagamos una sencilla reflexión. Inocencia X aplastó
a Castro y no ha levantado cabeza. Inocencia X intentó
tal vez aniquilar las Escuelas Pías, cosa inmensamente
más fácil, y las Escuelas Pías levantaron cabeza. Dios

251. Epistolario, cartas 4.497, 4.498, 4.499, y 4.500.


RESIGNACION Y ESPERANZA 361

vela desde lo alto con su justicia inmanente y endereza


los trazos torcidos con que a veces no solo se escribe
sino que se hace la historia.
Y en medio de aquel supremo abandono, en la tristeza
del tremendo fracaso llegó la hora a Calasanz, el Job sin
epígono del Testamento Nuevo. Veamos su tránsito como
presagio y aurora de sus póstumas exaltaciones.
35. Ultima enfermedad
(2 a 25 - VIII - 1648)

UNA AURORA ...

La enfermedad última y la muerte de San José de


Calasanz tienen la característica, aun hablando de tejas
abajo, de no ser un desenlace, un epílogo, un colofón o un
punto final, sino más bien un comienzo, una aurora, una
esperanza, como acabamos de decir. Humanamente para
la Escuela Pía todo estaba perdido. El horizonte seguía
cerrado. El desconsuelo de los religiosos era absoluto.
Y ello no obstante, al expirar el Santo, todos los presen-
tes se abrazaron llenos de alegría, todos respiraron un
aliento de vida, como si en la gran tiniebla hubiera bri-
llado una luz. La ejemplaridad del tránsito sellaba la san-
tidad de toda su vida, y los santos no fracasan, y la obra
calasancia tenía que continuar y triunfar.
Por ello hubo tanto interés en transmitirnos todos los
detalles de aquellas edificantes jornadas, con la garantía
de haber sido los historiógrafos precisamente los dos
Padres Caputi y Berro, que más asiduamente le sirvieron
en aquel inolvidable agosto que puso fin a su nonage-
naria existencia. De sus humanísimos relatos sacamos
todo este capítulo.
El 31 de julio de 1648 cumplió exactamente los 90
años. Quince días antes, como si presintiera lo que se
364 SAN TOSE DE CALASANZ

aproximaba, había querido ir a ganar la indulgencia ple-


naria al «Salvatorello» cerca de San Luis de los France-
ses. Le acompañaba el P. Angel y el Hno. Domingo. A pe-
sar de la buena compañía, al llegar a Piazza Madama,
frente al palacio romano del Gran Duque de Florencia,
tropezó con una piedra, lastimándose el dedo gordo del
pie derecho, mal resguardado en la abierta sandalia. "Si
no fuera por estas piedras -dijo con naturalidad el an-
ciano cecuciente- caminaría más deprisa y saldría 1nás
veces de casa; pero canto no las veo, me da miedo salir".
Vuelto a casa le vendaron la herida y le exhortaron a que
no escasease aquellas salidas. Le iba bien tomar el aire;
y el P. Angel le había buscado un bastón para apoyarse
y tantear. La respuesta fue: "Ya no hace falta". No pisó
ya más la calle.
Comenzó agosto y el dia primero celebró normalmente,
pero después de la misa se acostó y pasó el día indis-
puesto.

Ultima comunión entre los niños.

El día 2 era domingo. Hubiera querido celebrar, pero


no se atrevió ni aun a bajar a la iglesia. El P. Berro se
le ofreció a decir misa en seguida para que la oyese;
pero no quiso estorbar en la iglesia con una misa a des-
hora. Prefirió que la dijese en el oratorio y a la hora de
los niños. Y efectivamente oyó aquella misa, contigua
a su celda, y comulgó en medio de sus alumnos, y les
dejó el ejemplar recuerdo de su última comunión aún
en pie, antes de meterse definitivamente en cama. Fue el
momento intuido genialmente por Goya para su famoso
cuadro religioso, joya de la pintura universal, Ultima
Comunión de San José de Calasanz.
El P. Caputi pone en la escena más de setecientos
alumnos. Tal vez no estuvieran todos o tal vez hubieran
disminuido desde los novecientos de la Visita Apostólica
de 1625.
ULTIMA ENFERMEDAD 365

Dictamen médico.
Llamóse al médico. El de la casa, doctor Juan María
Castellani, era viejo amigo, fundador de Cárcare y catedrá-
tico de la vecina Sapienza. Bromeó con el Santo achacán-
dolo todo a vejez y debilidad, mientras el paciente le
pedía algo refrescante para el hígado y no otra cosa. El
segundo médico de casa, don Pedro Prignani, tampoco se
alarmó. Padre General, esté alegre, que aún nos hemos
de ver muchas veces. Pero el Padre le repitió lo mismo:
"Mi mal está en el hígado; si no se le refresca con un-
güento sandalino o con la piedra de mármol mojada en
agua no podré descansar". Y aun se llegó más tarde
a recomendar caldos grasos con relativa frecuencia. "Los
médicos -insistía el enfermo- no conocen mi mal".

Curación del niíio Piantanidi.


El día 5 llegó a la portería de San Pantaleón doña Vic-
toria Gracchi de Piantanidi, llevando a su hijo Paquito
en brazos, con los piececitos enfundados en botines es-
peciales, porque no apoyaba las plantas normales sino
torcidas sobre el borde exterior del pie. Quería que el
P. José orase por su niño, esperando sin duda una gra-
dual curación. El P. Fe dele subió al pequeño a la habita-
ción del anciano paciente. Pusiéronle en pie sobre la
mesita de enfermo puesta sobre la cama. El P. José tocó
con ambas manos sobre los botines los piececitos dislo-
cados, musitó unas oraciones y devolvieron al niño a la
madre que esperaba abajo. Al decirle que el Santo había
tocado a su nene quedó complacida, sin más demostra-
ción. Pero a los cuatro días cambió ella misma el calzado
a su niño, porque de ordinario lo vestía la muchacha, y
vio con indecible sorpresa que tenía ya los pies entera-
mente normales. Y fue corriendo a San Pantaleón a con-
tar lo sucedido, con acciones de gracias para el P. José.
366 SAN JOSE DE CALASANZ

La velada de los Santos Justo y Pastor.

El domingo inicial de la segunda semana de enferme-


dad tenía que celebrarse en la sala-oratorio contiguo a la
habitación del paciente, una velada académica organizada
por el P. Bischetti, profesor de la clase l.a de Gramática,
en honor de dos sobrinos del Cardenal Sacchetti con pro-
bable asistencia del mismo. El enfermo se preocupó de
que arreglasen el cuarto y aun de que le cambiasen la
ropa, para edificación de la esperada visita; y para el
dicho cambio de ropa dictó infinidad de prevenciones,
porque jamás había hecho la muda en presencia ajena,
y no quiso quedara al desnudo ni la más leve porción de
su inocentísimo cuerpo. ¡Cuánto gozó oyendo a sus niños!
¡Cuánto sufrió pensando en que aquel P. Bischetti buen
poeta y tan literato no sería de los más perseverantes!

Quiere hacer honor a su palabra.

Pidió que viniera del Nazareno el P. Scassellati. Rogóle


en secreto que buscara a un tal Guido Baldi del Trasté-
vere y le diese la notable cantidad de veintiún escudos.
Era que se los había sonsacado el difunto P. Querubini,
cuando aún era Superior, y ahora los reclamaba en vano,
con peligro de que acudiera a tribunales y se arrastrase
más por el barro el nombre del P. Esteban. El Santo le
había prometido pagárselos para evitar tal escándalo;
pero no tenía... Del Nazareno era más fácil. Y quería
cumplir lo prometido.

Caridad con otro enfermo.

Con sus propios dolores le vino al pensamiento otro


recuerdo. Llamó en seguida al P. Berro y le dijo condo-
lido: "Hace unos dias me mandó unas 1nedidas el Padre
Juan Bautista de San Bartolonzé. El pobrecito está her-
niado y necesita un braguero. 1d ¡por caridad! y encar-
gadlo en seguida. Que se lo hagan a medida y con toda
perfección, que no le haga daño; y mandádselo a Poli
ULTIMA ENFERMEDAD 367

y que sea cuanto antes". Y siempre que veía al P. Berro


se lo recordaba, hasta que lo vio por sí mismo.

Gravedad del mal y obediencia a los facultativos.


En aquella segunda semana se dio cuenta de que su
enfermedad era de muerte. Solo se aliviaba con las dos
tablillas de mármol que se metían en agua fresca del
patio y se le aplicaban al costado (modernamente le hu-
bieran aplicado la bolsa de hielo). Ante el poco éxito de
las medicinas solía decir: "Los médicos no conocen mi
mal. Cuando el Seííor quiere llevarse a uno al cielo, quita
a los médicos el conocinúento del mal para que no apli-
quen los rem.edios oportunos. Tengo fiebre, me abraso
de sed, me privo del agua cuanto puedo por amor de Dios.
Rogad por mí para que sepa conformarme con su divino
querer". Los médicos Casiellani y Prignani estimaban con-
veniente sangrarle. Don Juan Santiago se llevaba las ma-
nos a la cabeza. Los Padres discutían con los dos contra-
rios pareceres. Solo el Santo, que se daba cuenta de todo,
estaba indiferentísimo, como si no se tratase de su per-
sona.

Se agrava y recibe la Eucaristía.


El martes 11 le hicieron efectivamente la sangría.
Hacia las dos le entraron calofríos y trataba de estar
siempre arropado. Viéndole agravarse, le dijo el Padre
Caputi: ¿Quiere, Padre, que vaya yo mañana a la Virgen
de los Montes y diré la misa por V. P. y haré algunas
otras devociones para que el Señor nos lo deje por más
tiempo? "Sí, sí, la Virgen de los Montes m.e ha concedido
muchísimas gracias. Pero lo que más deseo es comulgar
1naííana".
A las cuatro de la madrugada fueron seis Padres con
el Rector P. Castilla a llevarle el Señor. Púsose él en
decorosa postura, humilde y devoto. Al llegar el Señor no
se pudo contener y exclamó: "Este es el tribunal de la ver-
dad". Y comenzó por pedir perdón a cuantos hubiese ofen-
dido. Se explayó en exhortación conmovidísima, llena de
368 SAN TOSE DE CALASANZ

recuerdos y de consejos, hablándonos de la santa humil-


dad, de la paciencia en los trabajos, de la caridad fra-
terna, bendiciendo y llamando hijos queridísimos a los
presentes y ausentes, a los de Roma y de las otras casas,
y perdonando de corazón a cuantos le habían ofendido,
repitiéndoles también el título de hijos amadísimos. Y si
nuestras lágrimas brotaban empujadas por la ternura y
el amor que le profesábamos, las de él no eran en menor
número, pues había roto a llorar desorbitadamente, como
si todos los afectos de su alma se le escaparan por los
ojos y por aquellas expresiones de hijos queridísimos,
en súplica por él al Dios allí presente.

Comulga de nuevo.

El día 15, fiesta de la Asunción de la Virgen, fueron


de nuevo el Hermano guardarropa y el P. Caputi, no a la
Virgen de los Montes sino a Santa María la Mayor. Como
se le llevó esta vez la Eucaristía después de haber llamado
a la oración, no faltó nadie de casa. Al llegar el Sacra-
mento, el P. José recobró de nuevo las fuerzas; con los
ojos bajos y grandísima humildad hizo otro hermosísimo
discurso, muy diferente del anterior, recomendando tam-
bién las virtudes, pero exhortando singularísimamente a
la enseñanza de los niños y al amor al Instituto. Que
estuviésemos unidos como hermanos verdaderos; que
siendo así, aunque se moviese todo el infierno, no había-
mos de tener miedo alguno.
Luego de comulgar quiso que todos se retirasen, para
dar gracias a solas. Poco después le tornó la subida de
fiebre. No solo no le cedía, sino que continuamente le
abrasaba. Tenía la boca ardiendo, y el único alivio era
enjuagársela con agua fresca, pero sin beberla.

Adhesión inquebrantable a la fe católica.


Para despegar las mucosidades de la boca hacíanle
chupar huesos de ciruela damasquina, remedio penoso y
poco eficaz. Fue a visitarle entre otros el buen amigo
Tomás Cocchetti, inglés, excelente católico, que había
ULTIMA ENFERMEDAD 369

tenido que huir de Londres en tiempo de Jacobo I, y


a quien el P. José había buscado el empleo de mayor-
domo de la condesa Malatesta-Mánzoli. Aconsejóle Coc-
chetti otro remedio fácil de preparar y que explicó al
P. Castilla allí presente. Mandó este proporcionárselo en
seguida y resultó en verdad eficaz con gran satisfacción
de todos. Mas para ponderar mayormente sus excelencias,
ocurriósele al inglés decir que lo había aprendido en pa-
lacio, por haber sido aquel remedio de invención y uso
de Enrique VIII rey de Inglaterra. "¿Cosas de herejes a
mí?", exclamó el Santo enfermo. "No, no". Y sacándoselo
de la boca lo arrojó lejos, con toda indignación.

La estatua de San Pedro y la bendición apostólica.

Entrada ya la tercera semana de su enfermedad, aún


fue más notable su protesta de sumisión a la silla apos-
tólica. Pidió que llamasen a los PP. Fedele y Berro. Rogó
primero al P. Fedele que fuese al Maestro de Cámara del
Cardenal Cecchini para que Su Eminencia suplicase al
Papa en su nombre la Bendición Apostólica y ·la Indul-
gencia Plenaria para los moribundos. Luego encargó al
P. Berro que fuese al Vaticano, ganase la indulgencia por
él, besase el pie de la estatua de San Pedro, y agregase
las devociones que bien le pareciese. Que luego pasase
al palacio del Cardenal Cecchini y recabase del Maestro
de Cámara la Indulgencia y la Bendición.
Como vio el P. Berro que el P. Fedele salía de casa
con ese encargo, no se movió. Entró poco después en la
habitación del enfermo, y este con desconsuelo le pregun-
tó en seguida si ya había ido a San Pedro. Al responderle
que ya había ido el P. Fedele, el Santo se entristeció y
descubrió suplicante todo su pensamiento. Quería que el
P. Fedele fuera delante y pidiera la gracia. Y luego, cuan-
do llegara el P. Berro, estaría ya concedida y podría traér-
sela inmediatamente.
Así se hizo y todo se logró a tiempo. El Santo que,
fuera por lo que fuere, tantos desdenes y negativas había
recibido de la curia eclesiástica, y tantos y tan íntimos su-
frimientos había padecido por incomprensión o engaño de

24
370 SAN JOSE DE CALASANZ

los altos dicasterios romanos, a las Jerarquías de la Igle-


sia acude como manso cordero en su hora suprema; y su
alegría fue inmensa cuando todo lo obtuvo y de todo se
benefició, a fuer de buen hijo, en cordialísima comunica-
ción con el Soberano Pontífice.

Devociones personales y hurtos piadosos.


Quiso el enfermo venerar en su lecho de muerte el
cíngulo que había empleado muchos años en la celebra-
ción de la Misa San Carlos Borromeo. Deseó asimismo
ponerse el bonete de San Felipe Neri. Todo le fue satis-
fecho, aunque de ordinario a costa de que se le llevaran
de su pobrísimo cuarto algún objeto como reliquia. Soli-
deos, pañuelos, vajilla, todo desaparecía como por ensal-
mo, hasta que tuvo que ponerse serio el P. Castilla e im-
pedirlo terminantemente.

La Pasión del Señor.


Era objeto de su meditación más continua. En una
ocasión le había subido mucho la calentura. No se per-
mitía entonces beber a los febricitantes. El P. Caputi le
preguntó si quería enjuagarse la boca. "¡Sí, pero que sea
con la taza ele la Cruz ele Malta!". El P. Caputi quedó per-
plejo. No atinaba el sentido de aquel deseo, al parecer,
caprichoso. Es que en el cajón de la mesita tenía una taza
con los emblemas de la Pasión; y el enfermo quería a
cada sorbo recordar algún misterio de los sufrimientos
de su Señor y Maestro.

Voto ele pobreza.


Y el ruido de la llave algo debió de arañar en su deli-
cada conciencia. ¿Habría en la celda algo que oliese a
propiedad? y dijo en seguida: "Padre Rector, cuanto hay
en la estancia todo es vuestro. A vos lo consigno como
a m.i Superior. No hay más que cinco o seis paños que
quizá sirvan para la sacristía. Hay también dos o tres
ULTIMA ENFERMEDAD 371

cucharillas de madera o metal. Todo cuanto haya es del


Superior".
La Santa Pobreza, que un día en el callejón de la
Cucaña le pidiera un abrazo, debió de imprimirle enton-
ces un beso en su frente rugosa.

Santo Viático y Unción de los enfernws.

El domingo por la mañana, día 23, antes de llamar


a la oración, pidió comulgar por Viático. Se tocó la cam-
pana; acudieron todos los Padres y Hermanos; se le llevó
el Señor y aún quiso decir unas fervorosísimas palabras
de despedida, pero fue muy breve porque le faltaron fuer-
zas. Al anochecer del mismo domingo pidió los Santos
Oleos. Se unió una vez más la Comunidad entera en torno
a su cama.

La visita de los Escolapios difuntos.

La noche del 23 al 24 tuvo una VIswn consoladora


que apenas se atrevió a comunicar a sus hijos. A la ma-
drugada quiso que llamaran al P. Serafín, carmelita del
Convento de la Scala. Pero se presentó antes el Reverendo
Constantino Palamolla y se desahogó con él. Entre tanto
había preguntado al P. Berro: "¿Dónde están los nues-
tros?". El Padre le contestó que estaban por las clases y
en sus obligaciones. "No hablo de esos, sino de los otros,
de nuestros difuntos ... ". No hable de eso, Padre; están en
el cielo y ruegan por Vd. Cuando acabó la conversación
con Palamolla, los Padres le preguntaron con curiosidad
por la última inquietud del Santo, pero se limitó a con-
testar: Alaba al varón después de la muerte. Días des-
pués contó efectivamente que el anciano había mantenido
con él este expresivo diálogo:
-Han venido todos 1nis religiosos difuntos a visitar-
me. Unos estaban de pie. Otros sentados. ¿No me sabría
decir el porqué de esa diferencia?
-¿El Abad Landrianí con quiénes estaba? ¿Con los
de pie o con los sentados?
372 SAN JOSE DE CALASANZ

-Con los sentados ...


La distinción entre paraíso y purgatorio se daba bien
claro a entender.
Y en cuanto a si estaban todos, confesó el enfermo
a don Constantino que faltaba uno ...
El catálogo de nuestros religiosos difuntos desde el
P. Glicerio Landriani en 1618, pasando por el P. Pedro
Casani en 1647, hasta el P. Pablo de Santa María, muerto
en Génova el 7 de julio de 1648, era exactamente de 254.

Aparición de la Virgen de los Montes.


Con menos precisión cronológica, entre el domingo
23 y el sábado anterior 22, o sea, dos o tres días antes
de la muerte, o la noche del 19 como quiere el P. Caputi,
pero con mayor abundancia de testigos auditivos directos
de la declaración del Santo, tuvo lugar la escena del
P. Castelli que trata de consolarle diciéndole que nadie
como él ha de tener la seguridad de caer de pie en el
Paraíso, y el enfermo le contesta confidencial: "Sí, la
Virgen me lo ha dicho; que esté contento, que no dude
de nada". Para hacérselo repetir e invitando con un gesto
a aproximarse a los presentes, PP. Scassellati, Morelli y
Caputi, le insiste el P. Castelli: ¿Qué ha dicho, Padre,
cómo está eso? Y el repitió lentamente: "La Virgen de
los Montes me ha dicho que esté contento, que no dude
nada de nuestras cosas".

Hacia el final.
Vinieron a visitarle muchos señores, tanto eclesiásti-
cos como seglares. Me llamó la atención -dice el Padre
Berro del día 24- la facilidad con que se prestaba a ben-
decir a los visitantes, cosa que rehusaba mucho cuando
estaba bueno.
Llegó un gentilhombre del Eminentísimo Ginetti, Car-
denal Vicario del Papa. Pidióle la bendición en nombre
de su señor, con súplica de que rogase por él y por su
casa, y con la promesa de que velaría por el Instituto y
ULTIMA ENFERMEDAD 373

por sus hijos hasta la muerte. Era ello altamente conso-


lador, porque el Cardenal Vicario era el Ordinario de
Roma, y el verdadero Superior de San Pantaleón, del
Nazareno y del Borgo. El enfermo lo agradeció conmo-
vido. El emisario salió altamente edificado. «He tenido la
satisfacción de hablar a un santo. Sus palabras, su mo-
destia, su compostura no pueden menos de pregonarlo».
Nicolini, el embajador de Florencia, envió otro gen-
tilhombre a visitarle también de su parte. Para satisfac-
ción de la Embajadora pidió le arrollasen al brazo un
rico rosario que pensabc1 guardar como reliquia. Hubo
que hacerlo con estratagema, porque ante cualquier cosa
menos natural o algo sospechosa la rehusaba sin com-
placencias.
Entró un caballero que ceñía espada. Besándole la
mano y arrodillándose junto a la cama le pidió la ben-
dición. Pero el Santo viejo no se movía. Seguía el caba-
llero arrodillado, y aunque el P. Berro hizo notar su pre-
sencia al enfermo, este permanecía sin bendecirle. Por
fin, alzó la diestra, le bendijo y le despidió. El caballero
confesó a los Padres: <<Entré por curiosidad. Al ver tanta
facilidad para con los otros y tanta tardanza para mí,
recordé que estaba en pecado mortal por una sensualidad
anterior. Hice acto de contrición con propósito de confe-
sarme y en seguida me bendijo».

Y acabamos.

El P. Berro había tendido su jergón en la habitación


del P. José y dormitaba junto a él para no dejarle solo
ni un momento. Velábanle además por turno todos los
Padres de la Comunidad y quién le leía la recomendación
del alma, quién rezaba el rosario, que por cierto en una
de sus demostraciones ele fervor había el enfermo reco-
mendado a todo el Instituto a través de dicho Padre.
A la medianoche entre el 24 y 25 de agosto de 1648
tocaba velar al P. Angel Morelli. Vio agravarse al enfer-
mo y despertó al P. Berro: «Padre Vicente, que el Padre
se nos muere». «Salté del jergón, me puse la estola, tocó
la campana entre tanto el P. Angel, acudió la Comunidad.
374 SAN !OSE DE CALASANZ

Cedí la estola y el ritual al P. Castilla como Superior de


la casa. Prosiguió la recomendación, acompañándole to-
dos, y oyendo cómo el Venerable Padre contestaba a
todo. Alzó el brazo derecho como para bendecir, y en
ese momento, sin movimiento ni estertor, sin ahogo ni
torcimiento de labios, voló al cielo su alma, pronuncian-
do tres veces: Jesús, Jesús, Jesús».
Quedó su cuerpo tan hermoso y bien parecido como si
vivo estuviera, con color en el rostro y suave sonrisa en
los labios, como para demostrar haber sido templo de
un alma verdaderamente santa.
«De todos nosotros -asegura el P. Berro-, se apo-
deró una singular e interna alegría que nos tenía como
fuera de sentido y de modo tan consolador que nos pa-
recía estar de fiesta en vez de luto; y en lugar de abatir-
nos por el dolor propio del caso, experimentábamos gozo
común y universal. En ello estábamos, cuando el reloj de
la Sapienza tocó los tres cuartos para las seis»; o sea,
según nuestro cómputo, las dos menos cuarto de la ma-
drugada.
36. Autopsia, exequias y sepultura
(25, 26 y 27 de agosto de 1648)

LA MASCARILLA.

El 25 de agosto era la fiesta de San Bartolomé y va-


cación escolar. El descanso veraniego no había prevale-
cido todavía sobre la vacación otoñal. Vino muy bien
aquel día de descanso para diferir las exequias al 26 y
realizar entretanto dos operaciones sobre el cadáver del
Santo.
Fue la primera sacar una mascarilla de su rostro y la
segunda hacerle la autopsia.
Todos presentían en la universal alegría de aquel trán-
sito que no tardaría en llegar la glorificación del justo,
y se echaba de menos la existencia de un buen cuadro
o retrato. No era de encargar a un pintor un óleo en pocas
horas y por poco dinero. Era en cambio más factible
vaciar una mascarilla del busto. Así se hizo y salió per-
fecta. Sacáronse de ella muchas copias y es la que más
ha contribuido a uniformar la iconografía calasancia.
Refleja efectivamente con noble majestad los rasgos más
sabidos de su prosopografía: frente ancha y despejada,
nariz recta un tanto aguileña, ojos más bien pequeños
pero vivos y penetrantes, cejas pobladas, labios finos,
todo en óvalo geométrico, y se añadía el recuerdo de su
376 SAN JOSE DE CALASANZ

cabello rubio tirando a rojo, y en la ancianidad la plata


de su veneranda canicie.
Nunca había permitido el Santo que copiase su rostro
pintor alguno. Pero en cierta ocasión el Obispo de Malta
monseñor Balaguer, de paso por Roma, le invitó a comer
y apostó entre cortinas a un rápido diseñador que sacó
su dibujo, coloreado después con no escasa fortuna. En
la página 320 del tomo VIII del Epistolario hácese alusión
a aquel furtivo retrato.

¿DESEO DE AUTOPSIA?

Sacada la mascarilla, el Hno. enfermero, Pablo Cas-


telli, recordó a los Padres que el Santo había pedido que
hicieran la autopsia de su cadáver. No pondríamos la
mano sobre el fuego en confirmación del aserto de nues-
tro Hermano. Lo ocurrido fue que el Santo trataba con
gran gentileza y sincera amistad a los dos médicos del
Colegio. Recibió de un Príncipe un obsequio de veinti-
cinco onzas de oro y llamó al Superior P. Castilla para
entregárselas religiosamente. Pero le pidió que le hiciera
dos favores. Quería cinco escudos en un sobrecito, y otras
tres onzas en otro. Inmediatamente el P. Castilla satisfizo
el deseo, al parecer, caprichoso del enfermo. Y apenas vol-
vió a visitarle el-doctor Castellani, el Santo se le despidió,
le dio las gracias por las muchas molestias que por él
se había tomado, y, al tenderle la mano para estrechár-
sela, le dejó gentilmente las cinco onzas. Cosa parecida
hizo luego con el médico Prignani, de menos categoría
y con quien se permitió una pequeña y amable discusión
sobre su mal. Porfiaba el Santo que era cosa del hígado
y acabó diciéndole: "Nada, dentro de poco me hace V d.
la autopsia y verá cómo la causa del mal estaba en el
hígado". Y esa es la frase que oyó el buen Hno. Pablo.
Lo cierto es que no cayó en el vacío aquella voluntad
de que le hicieran la autopsia. Consultáronselo los Padres
a Castellani. Era precisamente catedrático de Anatomía
en la Universidad y había publicado unas láminas ana-
tómicas muy celebradas en su tiempo. Y el doctor Cas-
tellani pensó para sus adentros no en una autopsia, que
AUTOPSIA, EXEQUIAS Y SEPULTURA 377

no venía a cuento, pero sí en una ablación de víscera


que equivaliera a algo así como un embalsamamiento. Era
un agosto calurosísimo. Iba a estar sin entierro por lo
menos dos días. Era prudente aquella intervención sobre
el cadáver, para que sin hedor se le pudiera exponer en
la iglesia todo el día 26.
Reuniéronse, pues, los médicos Castellani, Prignani y
Berlinzani con el practicante Cristóbal. Se permitió la
presencia del Superior, del enfermero y de siete Padres
más, a designación del Rector. Los demás se retiraron
a regañadientes, pues nadie hubiera querido separarse del
venerando cadáver. Lleváronlo procesionalmente al aula
segunda de Gramática, por ser la más espaciosa y dar
al interior.
Arrodillóse primero Castellani junto a los restos mor-
tales del amigo del alma y oró un breve espacio. Se san-
tiguó y empezó la carnicería. Levantó primero la tapa
de los sesos. Separó buen trozo del occipital y dijo so-
lemnemente: «Este trozo me corresponde. Quiero man-
darlo a la casa de Cárcare y yo procuraré le tengan en
buen relicario». Asintieron todos tácitamente; pero a to-
dos les venía el mismo deseo de participar en el espolio.
Por de pronto la camisa desapareció como por ensalmo.
El P. Castilla tuvo que prohibir seriamente toda depre-
dación.
Se depositó el cerebro en un tarro de cerámica. Se
abrió con dos cortes cruzados de bisturí la región abdo-
minal y se retiraron las interioridades inferiores al dia-
fragma. Se abrió luego el pecho y se extrajo el corazón,
que guardó el doctor cuidadosamente en vaso de cristal
aparte. Aún se advierten en dicha víscera los arranques
de venas y arterias así como la adherencia de la coronaria.
El golpe de bisturí con que abrió Castellani la aurícula
derecha se aprecia perfectamente. Aparte depositó tam-
bién el hígado y el bazo. Finalmente por debajo de la
barbilla sajó la lengua. En tarritos de mayólica blanca
se guardaron, pues, cuidadosamente la lengua, hígado y
bazo. En copa de cristal el corazón. Y los cuatro recipien-
tes se colocaron en un armariete de nogal cerrado y
sellado, con el atestado escrito correspondiente. El ar-
378 SAN .JOSE DE CALASANZ

mariete se depositó en la habitación del Santo, que se


cerró asimismo, confiándose la llave al P. Caputi.

CORAZON Y LENGUA INCORRUPTOS.

No son banales todo<; estos detalles. Es que sucedió


que un siglo después, el 2 de agosto de 1748, se procedió
a la apertura oficial del armariete. Hubo que descerra-
jado por haberse perdido la llave. Y se tuvo la gratísima
sorpresa de hallar todas aquellas vísceras, es decir, el
corazón, la lengua, el hígado y el bazo, enteramente in-
corruptas, y singularmente el corazón fresco y rojo, y
exhalando olor suavísimo. Consta así en la declaración
notarial que se extendió en aquella fecha de un siglo
más tarde. La masa encefálica se había corrompido.
Cuatro años más tarde, en 1752, se colocaron en el reli-
cario actual de cristal y plata. El cráneo, hígado y bazo
están en la base. El corazón y la lengua en la parte oval
superior de la gran pieza de orfebrería.
Es caso notable y singularísimo que a 319 años de
diferencia veneremos hoy el corazón y la lengua incorrup-
tos y auténticos del Santo que más amó a los niños y
más los modeló con la enseñanza oral. Constituye ello
una aprobación divina, una delicada fineza del eterno
Maestro, cuya es la sentencia: "El que obrare y enseñare
será grande en el reino de los cielos".
A la cavidad del cadáver sin las vísceras se le dio
una mano de cal. Se rellenó de hojas de laurel y na-
ranjo. Se recosió la piel y se le vistió de nuevo, super-
poniendo los ornamentos sacerdotales, con lo que el ca-
dáver recobró el aspecto de cosa santa, perdido quizá
momentáneamente entre las manipulaciones de los fa-
cultativos.

HE AQUI EL SANTO.

Llegó la mañana del día 26. Desde muy temprano


habían ido acudiendo los Padres forasteros, de Poli, Fras-
cati y Moricone tras precipitada y nocturna marcha. Las
comunidades del Noviciado y del Nazareno, íntegras. De
AUTOPSIA, EXEQUIAS Y SEPULTURA 379

este último, los colegiales de uniforme becario, y otros


alumnos. Para las ocho se había fijado el traslado del
cadáver del oratorio a la iglesia. Un detalle de la pobreza
reinante fueron los apuros para encontrar velas para
todos.
Formóse el cortejo. No se tocaron campanas porque
el duque de Bracciano de los Orsini estaba grave y te-
míase darle melancolía. En silencio impresionante salie-
ron por la portería, dieron la vuelta a la plazuela de los
Mássimi, y por el callejón de la Cucagna llegaron a la
plaza de San Pantaleón y a la puerta de la iglesia. Al des-
embocar en ella, un pequeño, Tomasito, sobrinillo por más
señas del P. Perugini, comenzó a gritar espontáneamente:
"ecco il Santo, ecco il Santo, ecco il Santo" (he ahí el
Santo); y fue repique y volteo de gloria que suplió el
silencio de las mudas campanas de la espadaña.
Depositado el féretro sobre humilde catafalco en me-
dio de la iglesia, comenzaron los Padres el funeral, ha-
ciendo guardia junto al cadáver los PP. Berro y Caputi,
honor dispensado en atención a la asiduidad con que
habían cuidado al enfermo. La iglesia estaba casi vacía,
ocupando los nuestros el coro.
Los niños de las escuelas nada sabían por la vacación
del día anterior. Llegaban al Colegio y al ver que no
había clase volvieron a sus casas esparciendo por la ciu-
dad la noticia de la muerte del Santo.

¡MILAGRO! ¡MILAGRO!

Pero más que ellos, la difundió una mujer lisiada de


mano y brazo derechos. Se había aproximado por curio-
sidad al catafalco. El P. Caputi la animó a rogar con fe;
puso ella con ayuda de su izquierda el brazo lisiado sobre
los pies del difunto, y súbitamente comenzó a mover el
brazo y a abrir y cerrar la mano sin cesar de clamar:
¡ Milagro! ¡ Milagro!
Desde aquel momento la gente empezó a acudir y la
iglesia a llenarse y a través de todo el día se repitieron
hasta ocho casos de curaciones, alguna muy notable, y la
entrada de público fue ya en avalancha y se trató de
380 SAN JOSE DE CALASANZ

organizar el desfile ante el cadáver, pero sin éxito, porque


todo el Trastévere se venía encima y gran parte de la
ciudad se movilizó hacia San Pantaleón.
Se rodeó el túmulo de bancos; pero pronto se temió
que la multitud arrollara bancos y túmulo. Acudieron
unos soldados corsos que estaban al servicio del Papa
y eran alumnos de San Pantaleón y trataron de guardar
el orden; mas tuvieron que desenvainar las espadas y ello
promovió escándalo. Se subió el catafalco al presbiterio;
pero cedió con estrépito la barandilla de nogal. Alguien
acudió entonces al Vicegerente del Cardenal Vicario pi-
diendo diera la orden de sepultura inmediata. Por for-
tuna monseñor Rivaldi comprendió y se indignó: «Por
Dios, ¿pero es posible? Muerto ya y aún le persiguen?».
De la casa de los Mássimi, contigua a San Pantaleón,
monseñor Camilo que lo estaba contemplando todo, fue
personalmente al Papa y le contó la edificante muerte del
Santo anciano y el triunfo un tanto desordenado de sus
funerales y aclamación pública. Inocencia X se compla-
ció, puesto que individualmente estimaba al P. José, y
concedió al monseñor un piquete de la guardia suiza para
establecer el orden en la iglesia sin retirar en todo el
día el cadáver.
Lo que no se pudo evitar fue que la indiscreción ro-
mana, ante el repetido grito de ¡milagro! ¡milagro!, de-
jara de intentar llevarse alguna reliquia, y el bonete y el
manípulo, y trozos de casulla y de alba, y aun uñas y
cabellos comenzaran a ser objeto de hurtos piadosos.
Al mediodía se cerraron trabajosamente las puertas
de la iglesia, se llevó en privado el cadáver al oratorio y
se repusieron los ornamentos deteriorados. Mas la insis-
tencia de la multitud no cejó y fue preciso bajarlo de
nuevo a la iglesia y tener expuesto el cadáver hasta muy
tarde. Era verano, y la noche estival sacó ]a gente de
casa, y la incesante romería oyó la una de la madrugada.

EL PRIMER PANEGIRICO.

Ni omitamos el detalle de que, al atardecer, un Padre


jesuita muy popular entonces en Roma, el P. Pedro Ca-
ravita, presidente del Oratorio de San Javier y que regía
AUTOPSIA, EXEQUIAS Y SEPULTURA 381

también la Cofradía de la Santísima Comunión General,


fue a San Pantaleón, se impresionó con el fervor multi-
tudinario, comenzó a hablar a la puerta de la iglesia
como en conversación animada y acabó en verdadera ora-
ción fúnebre, tejiendo así el primer panegírico pronun-
ciado sobre el Santo.
Fue, pues, verdaderamente popular el triunfo del día
de las exequias del que había de ser proclamado Patrono
Universal de todas las escuelas populares del mundo.

EL SEPELIO.

Pero había que pensar en la sepultura y era costoso


un ataúd aun de pobres. El Hermano limosnero de San
Pantaleón tuvo una idea. El palacio Farnese, uno de los
más hermosos de Roma con la guardia continua de sus
dos fontanas, no estaba lejos. Pidió audiencia a la du-
quesa, esposa del duque Latri Farnese y cuñada del Car-
denal Farnese. Bien sábían los Farnesios que la raíz últi-
ma de todas las humillaciones del Santo habían venido
por la guerra de Castro, cuyo paladín había sido Farnese
de Parma, aunque ayudado de los Este de Módena y de
los Médici de Florencia. Comprendió en seguida la du-
quesa y tuvo a honor adquirir inmediatamente una doble
caja mortuoria de metal y de madera, verdaderamente
suntuosa. El Santo en vida la hubiera rehusado por ra-
zón de pobreza. Aquella misma noche la mandó llevar
a San Pantaleón la comprensiva donante.
Acordaron los tres Superiores de San Pantaleón, del
Nazareno y del Noviciado inhumar el cadáver antes de
abrir la iglesia, para no comprometer el proceso de non
cultu que estaba en la mente de todos. Sin formalidades
notariales, provisionalmente se enterró al pie del altar
mayor, al lado del Evangelio, en la propia iglesia de San
Pantaleón.
A las cuatro de la tarde, cuando ya el público había
desaparecido por completo, se desenterró la caja para
cerrarla ante notario con los precintos y acta corres-
pondiente. En ella se advierte que ya en aquel mo-
mento había vacilaciones acerca de la edad del difunto.
382 SAN JOSE DE CALASANZ

Se consignó por el notario que había muerto de unos


noventa y dos años de edad. Hoy podemos decir con casi
plena certeza que fue a los noventa cumplidos, con 25
días de su a-ño nonagésimo primero.
Su cuerpo no se conservó incorrupto. Sus huesos re-
posan ahora en la misma iglesia de su sepultura, pero
bajo la mesa del altar mayor.
La urna marmórea que los contiene y el relicario de
su corazón y lengua son los joyeles de la Escuela Pía.
37. Milagros y gloria póstuma
(164b - 1748 - 1767 - 1948. 1967)

EL MILAGRO DEL OJO.

La Santa Madre Iglesia no pide a sus santos en vida


milagros sino virtudes heroicas. Los prodigios que re-
quiere para su beatificación y canonización han de ser
después de la muerte. El milagro en vida no es garantía
de perseverancia en el heroísmo de la virtud.
No omitamos, sin embargo, la mención del milagro
que más fama dio al Santo y que más veces menciona-
ron los testigos de su proceso ordinario de beatificación.
Cuando se les preguntaba si sabían concretamente algún
prodigio del P. José, casi siempre respondían afirmativa-
mente y se referían al ojo vaciado. Es por otra parte el
más característico del Santo pedagogo, por haber sido
en favor de un alumno, en plena tarea y ambiente escolar,
y testificado por algunos que llegaron con los años a edad
adulta sin olvido del hecho que tanto les impresionó.
Digámoslo directamente a dos de ellos:
<<Yo mismo vi un milagro que Dios obró por intercesión
del Siervo de Dios P. José, en vida, y que sucedió del modo
siguiente: Cuando yo iba a la escuela de ábaco en San Pan-
taleón, no recuerdo precisamente el día, antes de entrar los
alumnos en sus escuelas, sucedió en mi presencia que riñen-
do juntos dos escolares, dio el uno al otro tan soberbio golpe
384 SAN JOSE DE CALASANZ

con un tintero de hueso, que metiéndole la punta por el ojo


izquierdo se lo vació por completo. Yo mismo vi el ojo fuera
de su caja. Al lloro estridente del pobre muchacho acudió el
P. José. Preguntó qué pasaba. Y enterado del percance del
chico, lo llamó, púsole la mano sobre el ojo, le hizo luego
la señal de la cruz y le dijo: Anda, hijo, marcha a la escuela.
Y en aquel instante se vio al muchacho con el ojo en su
puesto, como antes, sin que apareciese seí'ial alguna de herida,
sin inflamación ni ningún otro incidente. A este hecho se
encontraron presentes muchos otros escolares, cuyos J;tom-
bres no sé, porque no los he retenido en la memoria» 252,

El otro condiscípulo no es testigo presencial pero nos


cerciora de la rapidez con que cundió por boca ele los
niños la noticia del hecho:
«Yo no estuve presente al caso; pero al día siguiente me
lo contaron muchos de los escolares que lo vieron y algunos
Padres de San Pantaleón. Después vi al mismo interesado
y no tenía ni la menor señal de lesión, y en Roma fue esti-
mado ele todos como milagro>> 253,

EL LISIADO DE PELO ROTO.

De los acontecidos d día de las exequias, el 26 de


agosto ele 1648, dejemos que el propio interesado nos
cuente el suyo que fue el último de la memorable jornada:
<<Me llamo Salvador Morelli, soy de Morino, diócesis de
Sara y tengo ahora 82 afias (depone de 1696); soy como ven
de pelo rojo. Salí de Marino todavía niño. Pedí limosna en
Anagni. Me admitieron de cuadrero los seí'iores Savelli. Serví
luego por doce años al señor Pacimischi. Estuve después con
don Astolfo Cayetano, tesorero de Cámara. Fui luego a la
guerra de Castro del Papa Urbano; a los 27 meses de servicio
deserté porque nos mataban de hambre y porque monseí'ior
Muti me había hecho ir a la fuerza. Volví a Anagni y pude
ir viviendo de la venta de ranas y cangrejos hasta que en-
fermé.
Estoy seguro de que Dios hizo un gran milagro en mi
persona y que fue por intercesión del Siervo de Dios José
de la Madre de Dios. El milagro sucedió en Roma en el mes

252. Summarium Majus, n. 15, párrafos 68, 81, 84 y 88.


253. P. BERRO, libro II, p. 87; CAPUTI, libro III, p. 7. Reg. Cal. 22,
doc. n. 3.
MILAGROS Y GLORIA POSTUMA 385

de agosto, hace ya más de cuarenta años. Yo tenía entonces


treinta y cinco.
Por haber tenido que traginar por lugares pantanosos
para pescar cangrejos y ranas, para venderlos en la ciudad
de Anagni, me sobrevinieron cruelísimos dolores desde cin-
tura abajo, paralizándome muslos y piernas que no podía
moverme. Así estuve tres años unas veces en cama, otras
arrastrándome para pedir, a causa de mi extrema pobreza.
En dicho tiempo la señora Isabel Andreozi, que tenía un
cuñado sacerdote en San Nicolás de Roma, me tenía por
caridad en su casa, e hizo que me visitara el médico del
lugar, que me recetó baños de yerbas que de nada me sir-
vieron. El médico me abandonó por que no tenía fiebre y no
sabía qué darme. A los tres años la señora Isabel me acon-
sejó que procurara hacerme llevar a Roma, porque allí podría
ir al hospital y tomar baños de vapor. Unos arrieros me lle-
varon a Roma, atándome sobre un borriquillo y agarrándome
bien para no caerme. Aun así hube de tardar dos días bien
cumplidos, porque no resistía tanto tiempo a caballo, y los
arrieros tuvieron caridad y no me abandonaron.
En Roma me dejaron a la puerta del hospital de San
Juan y se marcharon. Pero en el hospital no me admitieron
porque no tenía fiebre. Me quedé a la puerta echado en tierra
y viví tres días de lo que me daban de limosna. Cuando hube
recogido algún céntimo se lo di a un desconocido porque me
llevase a sus espaldas a la Plaza de las Flores. Así lo hizo
y pedí allí por limosna tres o cuatro días más, siempre por
el suelo.
Fue entonces cuando fui a parar a vista de San Pantaleón
y ocurrió el prodigio tal como lo contó el hojalatero».

Interrumpamos para decir que el hojalatero era el


que preparó la doble caja de metal y madera pagadas por
los Farnese y que la llevó a San Pantaleón la noche del
mismo día 26. A causa de la multitud tuvo que estar
esperando a la puerta de la casa buen espacio de tiem-
po. Vio entonces entre los que esperaban a un lisiado
de 35 a 40 años, de pelo rojo, y que se decía natural
de Anagni. Se arrastraba por tierra para caminar, apo-
yándose en el codo y arrastrando las nalgas sin valerse
de las piernas. Cuando le abrieron para entrar el ataúd,
pidió por caridad que dejasen entrar al lisiado. Ya den-
tro y junto a la balaustrada, pidióle el pobre lisiado que
lo alzase del suelo para besar el cadáver del Santo. Hízolo
en efecto en pies y manos, y estando todavía en brazos
del hojalatero empezó a crispar los dedos y a moverse

25
386 SAN JOSE DE CALASANZ

tembloroso hasta que comenzó a gritar: «j Ay Jesús!, ¡ya


toco los pies en tierra, ya me sostengo en pie!» ... Y deje-
mos que continúe él mismo:
<<Besé a aquel fraile santo, que era todo blanco en la
cara, en la barba y en los cabellos y que decían que se llama-
ba P. José ... Me encomendé a él de corazón y le besé lloran-
do los pies y las manos. Y entonces fue cuando me sentí
revivir en todo mi interior y me dejaron los dos que me
habían cogido y podía tenerme ya de pie con fuerzas y sin
dolor. Estuve aún tres o cuatro días andando por Roma, y
cuando hube recogido algún dinero, me volví a pie a
Anagni ... >> 254.

DOS MILAGROS FLORENTINOS.

Este milagro tan inmediato a la muerte del Santo se


aprovechó para su proceso de beatificación junto con
otros dos que tuvieron lugar en Florencia.
Fue el uno la curación instantánea y total de una
monja capuchina del monasterio de dicha ciudad. La
hermana Cristina Ceccherini había caído de espaldas
sobre los peldaños de una escalera y había quedado
tullida por más de tres años, sin poder estar de pie ni
descansar en la cama, obligada a estar siempre sentada
en un sillón. Lleváronle en 1740 una reliquia del aún
venerable Padre José. Resignada ya a no pedir más que
conformidad, fue impulso de la gracia su anhelo de recu-
peración, su fervor en pedirla al Santo y su logro repen-
tino, levantándose y corriendo por su propio pie al ya
casi olvidado convento y restituyéndose totalmente a la
vida conventual 255 •
El otro milagro florentino fue operado con una pobre
tejedora reducida al último extremo y ya sacramentada,
a consecuencia de un aneurisma o dilatación de arteria
que la había hecho sufrir horrorosamente por varios
años 256

254. Reg. Cal. 49. Informatio super dubio ele miraculis.


255. Reg. Cal. 47, p. 114.
256. !bid., p. 177.
MILAGROS Y GLORIA POS'tUMA 387

OTROS MILAGROS.

Fue la beatificación en 1748 y entonces mismo, con


ocasión de las fiestas celebradas por dicho motivo en las
Escuelas Pías de Valencia (España), tuvo lugar otra
curación ruidosa de una hija de un practicante de la
calle Figuereta, contigua entonces al Colegio. Lanzándola
al aire con juego imprudente cuando apenas tenía cuatro
años, había caído al suelo, quedándose paralítica y con
atrofia de piernas, sin sensibilidad ni movimiento. Las
circunstancias de repentina curación a raíz de rezos al
Beato, y a vista misma de su padre que acababa de
tener un éxito médico con otra muchacha, sin poder nada
con su propia hija, daban interés particular al caso 257 •
Más espectacular fue otro caso en Génova de recupe-
ración instantánea de una tísica, en el que hasta se men-
cionaba creación de materia, para explicarse la transfor-
mación de una figura esquelética y cadavérica en una
joven normal y aun rolliza 258 •
Y en Pieve de Cento en la iglesia del Colegio de Padres
Escolapios con solo besar la reliquia del Santo desapa-
reció del oído a una sorda un pólipo que estaba ya a punto
de intervención quirúrgica para extirpación 259 •
Por todo ello no es de extrañar que la glorificación
póstuma del Santo de los niños pasara felizmente por
todas las pruebas canónicas de fe de haber practicado
en la tierra virtudes heroicas y de gozar de la gloria en
el cielo, siendo legítimo acogerse a su intercesión para
con el Señor.

GLORIAS POSTUMAS.

Jalonemos ya la cronología de las restauraciones y


triunfos logrados después de su muerte, de quien en
vida apuró tantas heces del cáliz del sufrimiento. Con la
característica de que sus mayores amarguras le vinieron

257. Reg. Cal. n. 52.


258. Reg. Cal. n. 51.
259. Reg. Cal. n. 53.
388 SAN JOSE DE CALASANZ

de la Santa Iglesia, y sus glorias y triunfos de la misma


Santa Iglesia le vienen ahora.
La vida de San Calasanz es página brillante en la his-
toria de la cultura universal por ser el primer intento de
popularización de la enseñanza, preludio del siglo de la
ilustración y de los tiempos del iluminismo y de la de-
mocracia. Es capítulo interesante en la vida de la Iglesia
Católica en cuanto significa la apertura del apostolado
de la enseñanza, de la transmisión de la instrucción como
medio para inculcar la fe y modelar las costumbres cris-
tianas. Es ampliación de la catequesis, desbordando lo
doctrinal y moral para llegar a lo cultural y vital, hacien-
do más deseable y valiosa la tarea de iniciación en lo
sobrenatural al recargarla de valores humanos, intensi-
ficando su ardor de caridad al impartir enseñanzas hu-
mano-divinas. Pero a este anverso de glorias apostólicas
y pedagógicas corresponde un reverso de historia amar-
ga, de realismo crudo. Es uno de los relatos que dejan
el sabor amargo del triunfo de la ruindad y de la impo-
tencia de la justicia y del bien. Plantea vivamente a la
conciencia el eterno problema de la existencia y de los
éxitos del mal en la vida.
Tiene la misma problemática en la Ley de Gracia que
el libro de Job en el Viejo Testamento, agravada por la
clase de enemigos que persiguen y la calidad de la obra
en que se ceban.
No basta la santidad de la muerte del Justo, aun aureo-
lada de prodigios, para disipar aquella acritud, aquella
sensación extraña e inejemplar. Sería la misma, salva
la proporcionalidad de la distancia, de la lectura de los
Santos Evangelios, si terminaran en la Cruz truncados
del último capítulo, el de la gloriosa Resurrección.
Empero, toda la vida del atribulado Calasanz se ilu-
mina de claridad, al pensar su triunfo definitivo en el
cielo y al recontar la serie de exaltaciones a él tributadas
por la misma Santa Iglesia acá en la tierra.
Año de 1648. Fue la alegría de su tránsito ejemplarí-
simo y de la aclamación romana en sus exequias.
Año de 1656. El inmediato sucesor de Inocencia X,
que fue el Papa Alejandro VII, Fabio Chigi, ya reorganizó
la Corporación Calasancia descoyuntada y desintegrada
MILAGROS Y GLORIA POSTUMA 389

por el Breve inocenciano. Prudentemente, sin saltos brus-


cos, sin desautorización innecesaria de la gestión ante-
rior, dio solamente el paso de elevarla a Congregación
de votos simples. Era a los diez años de emanado el de-
creto inocenciano de disolución. Lo curioso de este caso
fue la intervención del famoso monseñor Albizzi, elevado
ya a la sagrada púrpura y favorecedor ahora del Instituto.
Año de 1669. Un Pontificado más, el de Clemente IX,
sucesor de Alejandro VII, y la Congregación de votos sim-
ples era restituida a la máxima categoría de Orden Reli-
giosa de votos solemnes, como la lograra de Gregario XV
en 1622 el célebre memorial a Tonti.
Año de 1731. Tras enojosos pleitos suscitados en Po-
lonia y particularmente en Vilna, Clemente XII confirmó
el ámbito de nuestras actividades docentes. Deber de en-
señar rudimentos; pero facultad de impartir ciencias ma-
yores. Deber de admitir alumnado pobre; pero facultad
de tener alumnos ricos.
Año de 1748. Al siglo exacto de la muerte del Justo
llega su glorificación oficial tras laborioso proceso de
Beatificación. Próspero Lambertini, Benedicto XIV en el
solio, fue el Papa beatificante.
Año de 1767. La abundancia de hechos milagrosos con
motivo de la Beatificación abreviaron el plazo de la Ca-
nonización que solo se hizo esperar diecinueve años, sien-
do Pontífice Clemente XIII. Fue singularmente fastuosa
la ceremonia vaticana, por haberse asociado simultánea-
mente seis canonizaciones: San José de Calasanz, San
Juan Cancio, San José de Cupertino, San Jerónimo Emi-
Iiano, San Serafín de Ascoli y Santa Juana Fremiot de
Chantal.
Año de 1857. Introducción de las Escuelas Pías en Amé-
rica con la fundación de Guanabacoa en Cuba.
Año de 1890. Beatificación del P. Pompilio María
Pirrotti, primer escolapio que alcanza el honor de los
altares, tras el Santo Fundador.
Año de 1931. Decreto de heroicidad de virtudes del
venerable Glicerio Landriani, el cooperador predilecto de
San Calasanz.
Año de 1934. Canonización de San Pompilio María.
390 SAN JOSE DE CALASANZ

Año de 1948. Tercer centenario de la muerte del Fun-


dador. El Papa Pío XII lo constituye, elige y declara
celestial Patrono ante Dios de todas las Escuelas Popu-
lares Cristianas del mundo. Este Patronato sobre toda
escuela popular católica constituye a San Calasanz en
primera figura de la Pedagogía Católica, desbordando
el marco de sus Escuelas Pías y alcanzando a todo ma-
gisterio nacional e internacional. Con razón es patrono
oficial del Sindicato Español del Magisterio, y en el Con-
sejo Superior de Investigaciones Científicas una de las
ramas de su árbol frondoso es el Instituto «San José de
Calasanz» de Pedagogía. Asimismo la Facultad de Peda-
gogía de la Universidad Pontificia de Salamanca se honra
también con su patrocinio.
Año de 1952. Introducción de las Escuelas Pías en
Asia con la fundación de Yokohama (Japón).
Año de 1962. La Escuela Pía entra en Africa como
Misionera.
Año de 1967. Celebración del 39° Capítulo General de
la Orden, con misión postconciliar de renovación espi-
ritual coincidente con el segundo centenario de la cano-
nización del Fundador. El estado de su obra, las Escuelas
Pías en el mundo de hoy, hambriento de piedad y letras,
queda patente en el reciente catálogo oficial de la Orden,
del que damos apretada síntesis en el Apéndice.
Son un total de 169 colegios sin contar los de Cuba,
los de fuera de la capital de Hungría, los de Bohemia, Slo-
vaquia y Rumanía, de los cuales apenas se tienen noticias
ciertas.
Y además de la Escuela Pía propiamente dicha, can-
tan vivas al Santo de los niños las Madres Escolapias de
la catalana M. Paula Montalt en sus magníficos Colegios
femeninos de toda España, de Italia, de Francia, de Chile,
de Colombia, de Japón, de Estados Unidos, de Argentina,
del Brasil y de Africa, enmudecidos también los de Cuba;
las Religiosas Calasancias de la Divina Pastora, del cas-
tellano P. Mínguez, con sus comunidades asimismo es-
pañolas y americanas en Argentina, Chile y Uruguay;
las Calasancias de Florencia, de la italiana M. Celestina
Donati, con su dedicación al elemento más humilde y
desamparado; los Hermanas de las Escuelas Cristianas
MILAGROS Y GLORIA POSTUMA 391

de Vorselaar en Bélgica con sus Escuelas Normales y su


característica pedagogía; las Hermanas de San José de
Calasanz de Beverén, también en Bélgica, junto a Roese-
lare; las Misioneras Calasancias de Jesús, María y José,
obra del P. Portolés, y su inestimable labor en los subur-
bios, con casas en España, Marruecos, Francia, Bélgica
y Estados Unidos; los Padres Cavanis de Venecia con
sus grupos eminentemente populares; los Obreros Píos
de Viena, al borde del turbión temible; los Padres de
Timón David de Marsella ... ; los del Corazón de María
de Verona ... y tantos Colegios e instituciones particula-
res que se acogen al amparo del Patrono Universal de la
Escuela Popular Moderna e imitan la lección perenne del
que alguien llamó «el más santo de los pedagogos y el
más pedagogo de los santos».
APENDICE

Resumen esquemático del Catálogo General de la Orden


de las Escuelas Pias (1965).

RoMA
Casa Generalicia de San Pantaleón con estudiantado
internacional.
Estudiantado Interprovincial Italiano en Monte Mario.

ITALIA

Provincia Romana: Colegio de Frascati, Monte Mario


(Roma), Poli, Nazareno (Roma), Rieti, Alatri, Stampa.
Provincia de Liguria: Colegio de Cárcare, Savona,
Chiávari, Finalborgo, Ovada, Cornigliano (Génova), Gé-
nova, Monte Mario (Roma), Sanluri (Cágliari), Marconi
in Ruta, Santa Margarita, Torregrande.
Provincia de Nápoles: Colegio de Nápoles (Calasan-
cio), Nápoles (San Carlos), Campi Salentino, Nápoles
(Bellavista), Nápoles (Fuorigrotta), Chieti.
Provincia Toscana: Colegio de Florencia (San Giovan-
nino), Florencia (S. P. Fiorentine), Florencia (El Sufra-
gio), Siena, Abadía Fiesolana, Empoli, Antignano.

CENTRO EUROPA

Polonia: Colegio de Cracovia, Lowicz, Rakowice, Cie-


plice, Wojcieszyce, Maciejowa, Bolszewo, Hebdow Szczu-
czyn, Lida, Lapsze Nizne, Lapsze Wizne, Niedzica.
394 SAN JOSH DE CALASANZ

Hungría: Kecskemét, Budapest.


Austria: Horn, Viena (Maria Treu), Viena (Santa Te-
cla), Krems, Viena (Lowenburg).

ESPAÑA

Provincia de Cataluña: Colegio de Moyá, Balaguer,


Puigcerdá, Igualada, Matará, Barcelona (San Antón), Sa-
badell, Calella, Olot, Villanueva y Geltrú, Tárrega, Morella,
Barcelona (Calasancio), Barcelona (Sarriá), Barcelona
(Balmes), Tarrasa, Caldas de Montbuy, Barcelona (Nues-
tra Señora), Alella, Granollers, Sitges, Barcelona (Parro-
quia), Saint Papoul, Las Arenas (Tarrasa), Mina Pekín
(Barcelona) y Oussouye (Casamance, Senegal).
Provincia de Aragón: Colegio de Barbastro, Peralta
de la Sal, Alcañiz, Daroca, Zaragoza (Santo Tomás), Jaca,
Logroño, Zaragoza (Calasancio), Soria, Zaragoza (Casca-
jo), Madrid (Residencia).
Provincia de Castilla: Madrid (San Fernando), Getafe,
Villacarriedo, Madrid (San Antón), Granada, Monforte,
Sevilla, Madrid (Calasancio), Santander, Tenerife, Oviedo,
Salamanca, Alcalá, Madrid (Colegio Mayor), Salamanca
(Aspirantado ), La Coruña.
Provincia de Valencia: Colegio de Valencia (San Joa-
quín), Gandía, Castellón, Algemesí, Albacete, Valencia
(Calasanz), Malvarrosa (Aspirantado).
Provincia de Vasconia: Colegio de Tolosa, Tafalla,
Estella, Bilbao, Pamplona, Orendain, Victoria.
Casas Interprovinciales: !rache, Albelda de Iregua,
Madrid (Pompiliana), Salamanca (Colegio Mayor Padre
Felipe Scío ), Madrid (Instituto «Calasanz» de Ciencias de
la Educación).

NORTEAMERICA

Delegación General de Estados Unidos:


Viceprovincia de Estados Unidos: Derby, Washington,
Devon, Búfalo.
Delegación Provincial de California: Los Angeles (Pa-
rroquia), Los Angeles (Colegio).
APENDICE 395

Delegación Provincial de New York: New York, Ponce


(Puerto Rico).
Bajo jurisdicción del P. General: Fort Lauderdale
(Florida).

CENTROAMERICA

Viceprovincia centroamericana: Colegio de León (Ni-


caragua), Managua (Nicaragua), Santo Domingo (Repúbli-
ca Dominicana), Santo Domingo (Residencia), San José
(Costa Rica).

SUDAMERICA

Provincia de Argentina: Colegio de Buenos Aires, Cór-


doba, Pontevedra, Córdoba (General Paz), Río Cuarto,
Rosario, Villa Allende (Noviciado).
Viceprovincia de Colombia: Colegio de Bogotá, Me-
dellín, Cúcuta, Bogotá (Noviciado), Pereira, Cañar.
Viceprovincia de Méjico: Colegio de Puebla de los An-
geles, Santa Ana de Chiautempán (Noviciado), Oaxaca,
Méjico (Parroquia), Veracruz, Apizaco.
Viceprovincia de Chile: Colegio de Santiago (Hispano),
Santiago (Calasanz), Malloco.
Viceprovincia del Brasil: Colegio de Belo Horizonte,
Gobernador Valadares, Boa Esperanza, Santa Lucía.
Viceprovincia de Venezuela: Colegio de Carora, Cara-
cas, Valencia.

ASIA

Delegación del Japón: Colegio de Yokohama, Yokkai-


chi, Tokio (Noviciado).
Bibliografía *

Espíritu de San José de Calasanz. Sentencias entresacadas de sus


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TIMON DAVID, Vida ele San José de Calasanz. Versión del francés
por el R. P. Dionisia Fierro Gasea, Escolapio. Zaragoza 1905.
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P. GIOVANNI GIOVANNOZZI, JI Calasmnio e !'opera sua. Florencia 1930.
P. ATANASIO CANATA, El educador católico según el espíritu de San
José de Calasanz. Barcelona 1943 (reedición).
P. LEODEGARIO PICANYOL, Le Scuole Pie e Galileo Galilei. Roma 1943.
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lona 1921; en un vol. Madrid 1945.
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elazione delle Scuole Pie. Florencia 1947.
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Roma 1947.
P. CALASANZ BAu, Biografía Crítica de San José de Calasanz. Ma-
drid 1949.

(*) Se ha seleccionado entre las 45 obras escritas sobre San José


de Calasanz en lo que va de siglo. Diversos Estudios críticos sobre
San José de Calasanz se hallan en el número Extraordinario de
«Revista Calasancia», año 1957, con más de 700 páginas. Numerosos
temas sobre el período español del Santo aparecen en «Analecta Ca-
lasanctiana», debidos al Rdo. P. José Poch. Hay que contar también
los numerosos estudios del M. R. P. Jorge Sántha publicados en «Ephe-
merides Calasanctianae>> en los últimos años.
398 SAN JOSE DE CALASANZ

Epistolario Calasancio (9 vols.). Roma 1950-1956. Edit. y coment.


por el R. P. Leodegario Picanyol, Sch. P.
P. JoRGE SANTHA, San José de Calasanz: su obra. Escritos. BAC,
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P. QUIRINO SANTOLOCI, La scuola attraverso l' epistolario di San
Giuseppe Calasanzio. Roma 1959.
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tare. Génova 1960.
P. CLAUDIO VILA PALA, Fuent.!s inmediatas de la Pedagogía Cala-
sancia. Madrid 1960.
P. CALASANZ BAU, Revisión de la Vida de San José de Calasanz.
Madrid 1963.
G. L. MoNCALLERO y G. LIMITI, Il codice Calasanziano Palermitano
(1603-1648). Roma 1965.
lndice onomástico de personal

Abbati, Alejandro: 178. Anteo: 19.


Abella, Magdalena: 12. Antilla: 229.
Ager, Francisco de: 24. Antoniano, Silvia, 104, 106, 107.
Ager, Juan de: 24. Antonio del Santísimo Sacramen-
Agostí: 11, 70-71. to: 225.
Aguilar: 39, 40. Antonio de Venecia: 113.
Agustín, 167. Antonio Felipe: 111.
Agustín, Jerónimo: 37. Antonio Juan: 113, 167.
Alacchi, Melchor: 185-191, 209, 223, Antonio María de S. Francisco:
224, 247-254, 265, 266. 230, 306.
Alagón, Margarita: 9. Apa, José: 239.
Alba, duque de: 15, 186, 191. Apa, Juan Francisco: 232, 277, 302,
Albizzi: 294, 299, 304, 305, 308-312, 305, 344.
314, 315, 319, 322, 325, 326, 329- Aquasparta, duque de: 219.
331, 334, 340-342, 344, 346, 348, Arcángeli, Marco Antonio: 98, 100,
349, 355, 389. 103, 105.
Alcalá, duque de: 249, 250. Arias Montano: 16.
Aldobrandini, Cesáreo Silvestre: Aristóteles: 298, 299.
112. Ariza, marqués de: 127, 168.
Alejandro de S. Luis: 240. Armini, Alejo: 33, 283, 285-287.
Alejandro VII: 388, 389. Arnaldo de Castro y Cervellón,
Alejandro VI: 40. Berenguer: 9.
Alonso, Dámaso: 235. Arzábal del Castillo: 69.
Altemps, duque de: 344. Asís: 151.
Althan: 201, 237. Astengo, Andrés: 180.
Altieri: 265, 319. Azlor, Vicente de: 72, 255.
Alvarez de Toledo, Antonio: 186,
191.
Alvarez, Manuel: 235. Bacon: 16.
Amayden: 308. Báfici, Juan F.: 320.
Ambrosi, Ambrosio: 239, 261, 270, Bagnacavallo: 225.
271, 290, 295, 297-299, 302. Balaguer: 376.
Andreozi, Isabel: 385. Baldi, Francisco: 138, 149, 168,
Andrés: 167. 333, 342.
Andrés de la Pasión: 258. Baldi, Guido: 366.
Angel: 167, 364. Balí Gondi: 314, 315.
Aniello di Falca, Juan A.: 191. Balmes: 394.
Ansano: 225. Ballester, Joan: 9.
400 SAN .TOSE DE CALASANZ

Bandoni: 83, 189, 302. Blanch, Agustín: 68, 69.


Báfíez, Domingo: 16, 31, 32. Blanch, José: 71.
Barahona, Hernando: 72. Bogatka, Casimiro: 244.
Barberini: 299, 301, 303, 318, 329, Bajador y de Castro, Leonor de:
342, 348. 14.
Barberini, Antonio: 262, 263, 269, Borbón: 313.
270. Borghese: 148, 152, 344.
Barberini, Domingo: 305. Borghese, Camilo: 68, 69.
Barberini, Francisco: 199, 296, <02, Borghese, Marco Antonio: 142.
305, 308, 326. Boronzo, Agustín: 78, 105.
Barberini, Tadeo: 313. Borromini: 15.
Barberino: 286, 287. Bousoño, Carlos: 235.
Bardají, Juan: 40. Bovarelli, Octavio: 137.
Barone, Juan Bautista: . 180. Bracciano de los Orsini, duque
Baronio, César: 104, 106, 107, 112. de: 379.
Bartlik: 121, 131, 132, 149, 176, 182, Brancaccio, José: 137.
229, 238. Branclini: 98, 99.
Bartolomé: 167. Braschi: 110.
Basso, Andrés: 72, 106, 108, 109. Bruno, Giordano: 15.
Bau, Calasanz: 7, 8, 41. Brusco, Jerónimo: 104.
Bautista: 167. Bucardi, Juan Bautista: 223.
Bayona: 120. Buoncompagni: 187, 191.
Beato Juan de Avila: 15. Buono, Cándido del: 298.
Beato Nicolás Factor: 15. Burgi ele Pablo, Cecilia: 353.
Belarmino: 173. Busclraghi, Juan Esteban: 230.
Belmonte, marqués de: 186, 191.
Bellei, Silvestre: 65.
Bellotti, Régulo: 106. Calasanz, Antonio: 24.
Benedicto XIV: 389. Calasanz, Esperanza: 12, 23, 28, 62.
Benito: 167, 173. Calasanz, Isabel: 13, 17, 28.
Berceo, Gonzalo de: 23. Calasanz, Juan: 11, 23, 24, 57.
Berenguer del Arroyo, A: 58. Calasanz, Juana: 11, 17, 23.
Berlinghieri Gessi: 273. Calasanz, Magdalena: 11, 13, 17, 23,
Berlinzani: 377. 45, 75, 157.
Bernardini, Alejandro: 125, 127, Calasanz, María: 17, 23, 28, 45.
128, 130, 137. Calasanz y Pano, Pedro: 10, 12-14,
Bernini: 15. 17, 21-23, 27, 28, 30, 72.
Berro, Vicente: 52, 53, 61, 83, 97, Caldera, Juan Antonio: 180.
139, 144, 146, 155, 176, 183, 188- Calderón: 15.
190, 200, 215, 248, 258-260, 262, Campanella, Tomás: 15, 25, 235,
263, 283, 285, 287, 290, 293, 295, 296, 236, 241.
311, 320, 322, 325, 327, 328, 339, Cananea, Juan Pedro: 139.
344, 355, 363, 364, 366, 367, 369, Capilla, Andrés: 48, 49, 55-58, 65,
371-373, 379, 384. 151.
Bianchi, Gabriel: 53-55, 303, 346. Caputi, Carlos: 23, 52, 54, 62, 63, 73,
Biscia: 172. 97, 111, 112, 155, 168, 192, 194, 200,
Biscia, Francisco: 282. 215, 247, 249, 250, 253, 285, 287,
Biscia, marquesa de: 84. 290, 308, 309, 322, 326, 330, 335,
Bischetti: 366. 336, 348, 357-359, 363, 364, 367, 368,
Bli:mch Agostí, Pedro Juan: 11, 45. 370, 372, 377, 379, 384.
INDICE ONOMASTICO DE PERSONAL 401

Caraffa: 186, 187. Cesáreo: 295.


Caravaggio: 193. Cesarini, Alejandro: 273-276, 305,
Caravita, Pedro: 221, 380. 306, 310, 314, 318, 340, 342.
Cardona, Margarita: 238. Cesi, Pedro: 219.
Cardós: 56. Cicerón: 174.
Carlos Bonifacio: 180. Ciomei, Martín: 137, 230.
Carlos de S. Ignacio: 346. Cioni, M.: 126, 130, 234, 297.
Carlos de Santa María: 178. Cisoni, Antonio: 98, 101, 103.
Carlos V: 15, 42. Cittadini, Antonio: 198.
Carosio: 184. Clemente XII: 389.
Carpi, Jerónimo: 12. Clemente IX: 389.
Carpi, Juan: 12. Clemente VIII: 40, 67, 72, 82, 86,
Carpi, María: 12. 104, 107, 109, 111.
Carpi, Martín: 12, 62. Clemente VI: 198.
Carreta, Juan Antonio: 177, 180. Clemente XIII: 389.
Casani, Pedro: 127, 130, 136-138, 140, Cobelucio: 131.
155, 168, 177, 178, 180, 181, 185, 187, Cocchetti, Tomás: 368, 369.
210, 211, 258-260, 276, 289, 309, 329, Colonna: 44, 59, 65, 66, 77, 105, 172,
333, 359, 372. 216, 218.
Casella, Flaminio: 106. Colonna, Ascanio: 105.
Castanesa, Miguel Juan: 40. Colonna, Felipe: 66.
Castellani: 176, 208. Colonna, Marco Antonio: 66, 76,
Castellani, Bernardino: 175, 189. 97, 105.
Castellani, Juan Andrés: 175, 189, Compte: 59, 65, 66.
190. Constantini, Juan Bautista: 271,
Castellani, Juan María: 365, 367, 275.
376, 377. Constantino: 320.
Castelli, Francisco: 62, 96, 138, 155, Conti, Onofre: 244, 251, 253, 290,
181, 210, 228, 230, 232, 235, 259- 297, 298, 342.
261, 285, 287, 290, 293, 272, 376. Contiloro: 100.
Castiglioncelli, Simón: 137. Copérnico: 233.
Castilla, Juan Francisco: 262, 263. Corona: 306, 307.
Castilla (Padre): 146, 147, 167-169, Corsini: 284.
179, 188, 190, 202, 211, 222, 259, Cremona, Flavio: 243.
309, 367, 369, 370, 374, 376, 377. Cueva: 343, 346.
Castillo, Jaime: 67, 69, 70, 71.
Castro: 9.
Castro, Berenguer de: 14. Chaves: 39.
Castro y Cervellón, Estefanía: 9. Chigi, Fabio: 388.
Catalinica: 12, 13, 62. Chinchón, conde de: 39.
Catalucci, Buenaventura: 14, 18-20,
32, 33, 51, 54, 55, 59, 83, 167, 359.
Cavada, Luis: 21, 24, 236. David: 118, 224.
Cavanis: 391. Delfini, Marco Antonio: 106, 111.
Cavour: 233. Denis, Jorge: 118.
Ceccherini, Cristina: 386. Deone Hora Temi Deo: 307.
Cecchini: 369. Descartes: 16.
Cercito, Miguel: 67, 70. D'Espés y de Alagón, Martín: 9.
Ceruti, Glicerio: 210. D'Horti: 272.
Cervantes: 15, 85. Díaz: 202.
402 SAN JOSE DE CALASANZ

Diego: 118. Ferrer, Miguel: 107, 111.


Dietrischstein: 66. Ferrer, Pedro: 11, 45.
Dietrischsteín, Adán: 238. Fiammelli, Francisco: 100, 101, 227-
Dietrichstein, Francisco: 237-239, 230.
243, 260. Fiammelli, Juan Bautista: 79.
Doménici, Angel: 222. Figuera, Gaspar Juan de la: 38-41,
Domicello, Horacio Gaetano: 218. 43, 45.
Domingo: 364. Figuerola, Diego: 58.
Donati, Celestina: 390. Firmiano, Francisco: 343.
Dragonetti, Gaspar: 72, 106, 108, Flores, Simón: 106.
111, 112, 123, 129, 140, 147, 167, Font: 238.
211, 281. Francisco: 167, 261.
Durán: 254. Francisco de Génova: 265.
Francisco de la Virgen María: 240.
Francisco María: 167.
Enrique VIII: 369. Franchi, Domingo: 244.
Erasmo: 235. Franchi, Francisco: 123.
Erra: 154, 168. Frank: 240.
Español de Niño: 72.
Este: 303, 336, 381.
Eupel: 148. Gabriel: 118.
Evangelista dí S. Epifanía: 21. Gaetani, Horado: 216.
Galilei, Galileo: 15, 233-235, 297-299,
313, 321.
Factor, Bias: 216. Gallardo, Antonio: 58.
Falces, Juan: 73. Gallart, Antonio: 58, 59, 65.
Falconierí, Lelio: 340-343. Gallart, Juan: 47.
Farina, Antonio: 335. Galletti, Arcángel: 223, 228-230.
Farnese: 385. Gams: 148.
Farnese de Parma, Eduardo: 306, García de Cisneros: 42.
309, 313. García del Castillo, Juan: 123.
Farnese, Ranuccio: 360. García, Juan: 73, 118, 119, 222, 259.
Farnesio: 15, 313. García, Mateo: 28, 30.
Fedele: 306, 310, 344, 346, 365, 369. Gastón, Calasanz: 13.
Fedele, Juan Félix: 283. Gastón Sala, María: 10-12, 14, 20,
Federico V: 147. 21, 27.
Felipe: 39. Gavotti, Nicolás: 358, 359.
Felipe de S. Francisco: 345. Gayetano, Astolfo: 384.
Felipe F.: 16:7. Gentili, Sebastián: 276.
Felipe II: 15, 31, 38, 39, 42, 43, 46, Gervás, Pedro: 49.
55, 241. Ghellini, Gelío: 106, 108, 111, 140,
Felipe III: 19, 73, 176, 254. 168.
Félix de S. Lorenzo in Dámaso: Gíaquinto, Tomás: 194.
105. Giner, Francisco: 138.
Feria, duque de: 242. Ginetti: 262, 340-342, 346, 357, 372.
Fernando: 314. Gíomeu, Martín: 223.
Fernando el Católico: 41. Giro, Juan: 13.
Fernando II: 147, 201, 228, 235, 324. Girola: 184.
Ferrari, Lorenzo: 17, 25, 82, 346. Giudizioni: 143, 144.
Ferrer, Juan: 178. Gomís, Rafael: 47, 49.
INDICE ONOMASTICO DE PERSONAL 403

Góngora: 15. José María: 167.


Gonzaga: 314, 358. Juan: 28, 167.
Gorzegno, marqueses de: 180. Juan Antonio: 167, 169.
Goya: 364. Juan Bautista de la Purificación:
Gracchi, Victoria: 365. 248.
Gramay, Juan Bautista: 200, 237 Juan Bautista de S. Bartolomé:
240. 366.
Graziani, Santiago o Jacobo: 181, Juan Bautista de Santa Tecla: 327.
210, 230, 259. Juan Carlos: 167, 298.
Graziullo, Horado: 194. Juan de Jesús y María: 115, 121,
Greco: 15, 60. 122, 125, 131, 136.
Gregario:. 167. Juan de Santa María: 239.
Gregario XV: 40, 145, 149, 152, 153, Juan María de Saboya: 113.
155, 175, 254, 257, 321, 341, 389. Juan Pablo: 107.
Gregario XIII: 149. Juan Próspero: 137.
Grien: 323. Juan Santiago: 367.
Grisi: 231, 302. Juliano: 60.
Grotti, Francisco: 284. Justiniani: 122, 125, 126, 128, 130,
Gul, Pedro: 13. 131, 136, 141, 145, 149, 152, 237.
Gundakero: 242.
Gustavo Adolfo: 242.
Gutiérrez, Francisco: 60, 62, 281. Ladislao IV: 355.
Guttemberg: 14. Lambertini, Próspero: 389.
Lamego: 306, 309.
Lancellotti: 128.
Harrac: 241. Landa, Jerónimo: 320.
Herman: 240. Landi: 265.
Horado: 167. Landriani, Glicerio: 114-120, 122,
123, 125, 129, 130, 138, 139, 163,
168, 210, 262, 328, 371, 372, 389.
Ingoli, Francisco: 242, 343, 355. Landriani, Tomás: 122.
Inocencia X: 335, 340, 346, 355, 356, Lara, Manrique: 47.
360, 380, 388. Latorre, Pedro: 67-70.
Intriago, Andrés: 42. Latri Farnese: 381.
Isabel: 205, 206. Leailth, Ambrosio: 239-241.
Isabel la Católica: 41. Lencio, Ansano: 137.
León XI: 109.
Leopoldo: 294, 298, 302, 303, 313,
Jacinto de S. Vicente: 18, 19. 314, 325.
Jacobo: 167. Leopoldo II: 321.
J aner y Catá, Antonio: 47. Lítrico, Francisco: 283.
Jericó: 254. Locci, Felipe: 333.
Jerónimo de Santa Inés: 33. Longavilla, Francisca: 193, 194.
Jiménez Barber, Miguel: 24, 25, 28, Lope: 15.
29, 73, 74, 253, 281, 352. López, Diego: 120, 123.
Joaquín: 30. Loris, Dimas: 27.
Jorge: 120. Lubomirski, Estanislao: 243, 245,
José de Egipto: 33. 355.
José de Gregario: 107, 111. Lucas: 347, 348.
José del Piamonte: 111. Lucatelli, Pompilio: 138.

26
404 SAN JOSE DE CALASANZ

Ludovisi: 145, 263, 348. Menéndez y Pelayo: 116, 118, 119.


Ludovisi, Alejandro: 146. Menochio: 346.
Ludovisi, Ludovico: 149. Merigó: 10, 23.
Luis XIV: 321. Mícara, Dionisia: 283.
Lunardi, Santino: 320, 327. Michelini, Francisco: 228, 230, 231,
Lutero: 15, 39. 270, 290, 295-298, 302, 313.
Miglior, Leopoldo: 223.
Miguel Adolfo: 200, 201.
Llanas: 207. Miguel Angel: 15.
Mínguez, Faustino: 390.
Módena, duque de: 313, 317
Monaldeschi: 130.
Macari, Juan: 138.
Moneada, Rugo Ambrosio: 48, SS.
Maggi: 83, 193, 194, 354.
Monechini, Domingo: 107.
Magnis, Francisco de: 241.
Moner, Ramón: 46, 56.
Magnis, Valeriana de: 241, 355.
Monreal, Vicente: 72.
Mainardi, Faustina: 290, 291, 296,
Montalt, Paula: 390.
313.
Montalto: 106, 107, 168.
Malatesta-Mánzoli: 369.
Montanari, Sebastián: 251.
Manente, Eusebio: 107.
Montecúculi, Isabel: 205.
Manini: 122, 168.
Montgay, Jerónima de: 37, 38.
Manini, Octavio: 110.
Morandi: 138.
Manzoni: 220.
Moranti, Juan Bautista: 137.
Marcelli, Virgilio: 113, 123.
Morelli, Angel: 83, 114, 285, 290, 297,
Marcia, Andrés: 137.
298, 353, 372, 373.
Marchesi, Domingo: 193, 194, 354.
Morelli, Salvador: 384.
Marqués, José: 20.
Motes, Francisco: 58-60, 62.
Marquet, José: 20, 22.
Muschez: 25.
Martín: 12, 230.
Musquez, José: 20, 22.
Martínez, Juan: 123.
Muti: 122, 127, 384.
Marzimédici, Alejandro: 228.
Muzzarelli, Juan: 292, 293, 295, 304,
Mássimi: 123, 379.
329.
Mássimi, Camilo: 380.
Mássimi, Fabricio: 123, 310.
Mássimi, Mateo: 199, 200. Nanni, Cosme: 250.
Mássimi, Máximo: 123. Naval ro, Pedro: f.7, 6" 71.
Mássimi, Pedro: 310. Nicolás de Bérgamo: 107.
Mattei, Gaspar: 184, 244. Nicolás María del Rosario: 358.
Maximiliano de Baviera: 147, 238. Nicolini: 314, 315, 323, 373.
Mazentino, Leonardo: 106. Nicotera, Jerónimo: 106, 107.
Mazza, Jorge: 137. Noverano, Francisco: 73, 281, 352.
Mazzinghi, Zenobio: 228.
Mazzuca, Sextilio: 144.
Medices: 346. Octavio: 167.
Médici: 299, 302, 303, 315, 381. Olivares, conde-duque de: 15, 242.
Médici, Carlos de: 261. Oreggio: 100.
Medina: 16, 31, 32. Oria, Camila: 180.
Mellini: 101. Ortí Figuerola: 48.
Méndez, Francisco: 115-119, 122, Ortigas, Pedro de las: 60.
138, 211. Osso!inski, Jorge: 201, 243, 244, 249,
Mendoza: SS. 355.
INDICE ONOMASTICO DE PERSONAL 405

Otonelli, Pablo: 138, 155, 167-169, Pizzardi, Octavio: 180, 223.


181, 205-208, 210, 216, 223, 265, 360. Poli, duque de: 309, 352.
Polinago, condesa de: 205, 206.
Portolés, Liborio: 391.
Pablo: 208. Previsano, Sebastián: 353.
Pablo de la Asunción: 205. Prignani, Pedro: 365, 367, 376, 377.
Pablo de Santa María: 372. Proto, Bias: 250.
Pacci: 113. Pujo! y Tubau, Pedro: 47, 49, 51.
Palacios, Agustín: 72.
Palamolla, Constantino: 371.
Palavicino, Esteban: 359. Querubini, Esteban: 139, 258, 262,
Pámftli, Juan Bautista: 340, 342. 265, 312, 322, 330-336, 341, 344, 345,
Pano, Margarita de: 23. 347, 348, 354, 356, 357, 359, 366.
Parma, duque de: 306. Querubini, Flavio: 332, 334.
Passante, Agustín: 22, 285-287. Querubini, Laercio: 129, 332.
Pastor: 23.
Pastor, Juan: 45.
Pastor, Tomás: 178. Raimondi, Ludovico: 293.
Pastor von: 270, 311. Ranieri: 261.
Paú!, Jerónima: 13. Rapacioli: 302.
Paulo V: 68, 110, 111, 113, 114, 116- Ribadeneira: 42, 116.
118, 121, 126-128, 131, 132, 141, 148, Ribera, Fernando: 249.
149, 152, 158, 175, 198, 232, 254. Ricásoli: 291, 313.
Paulo III: 149. Ricci: 291.
Paulucci, Francisco: 340-344, 346, Ricci, Laura: 84, 352.
347. Richelieu, Armando: 15, 199, 321.
Pedro: 167. Ridolfi, Juan Antonio: 318, 330, 345.
Pedro de la Natividad: 138. Rivaldi: 380.
Pedro de Toledo y Amaya: 15, 176, Rodríguez, Antonio: 239.
179. Romagnolo, Francisco: 113.
Peniella, Domingo: 23. Roma, Julio: 340-344, 346, 347, 349,
Pennazzi: 353, 354. 358.
Pérez, Antonio: 16. Rosis, Esteban de: 138.
Pérez, Jerónimo: 40, 41. Rospigliosi: 265.
Pernestein: 241. Rústici: 105.
Pernestein, Hércula Febronia: 242. Ruzola, Domingo: 80, 115, 117-120,
Persiles: 85. 122, 125, 126, 136, 147, 210, 265.
Perusino, Francisco: 137.
Perrone, Vicente Marco: 34.
Piantanidi, Paquito: 365. Sabaya, duque de: 39.
Picanyol, Leodegario: 232, 234. Sacchetti: 366.
Pietrasanta, Silvestre: 326, 330, 331, Sada, Octavio: 69.
333-335, 339, 341-343, 348, 349, 354, Saint Papoul: 394.
358. Sajonia-Weimar, Bernardo: 242.
Pimentel, Jerónimo: 252. Sala Gastón: 23.
Pío X: 40. Sala, Joan: 28.
Pío XII: 390. Salinieri, Benito: 20.
Pistelli: 314. Salvati, Benito: 181, 182.
Pizzardi, Domingo: 180, 182, 223, San Adrián: 120.
224. s-an Agustín: 254.
406 SAN JOSE DE CALASANZ

San Alfio: 140. San Nicolás: 385.


San Alfonso Rodríguez: 15. San Onofre: 155.
San Andrea della Valle: 104, 110. San Onofre, cardenal de: 262-264,
San Antón: 394. 269.
San Antonio: 177. San Pablo: 82, 86, 172.
San Antonio de Plasencia: 116. San Pantaleón: passim.
San Bartolomé: 375. San Pascual Bailón: 15.
San Benito: 141. San Pedro: 82, 86, 171, 172, 347, 369.
San Camilo de Lelis: 15, 83, 84, San Pedro Claver: 15.
108, 221. San Pedro de Alcántara: 15.
San Carlos Borromeo: 15, 83, 84, San Pío V: 173.
106, 107, 223, 281, 283, 284, 370. San Pompilio María Pirrotti: 193,
San Carlos dei Catenari: 85. 389.
San Cirino: 140. San Roberto Belarmino: 83.
Sanctilli, Lorenzo: 111, 123. San Sebastián: 82, 177.
Sanctis, Escipión: 123. San Serafín de Ascoli: 389.
San Esteban: 201. San Siro: 223.
San Eustaquio: 80. Santa Ana: 395.
San Felipe Neri: 15, 79, 82-84, 106, Santa Dorotea: 79, 80, 136, 259.
107, 150, 172, 281, 283, 284, 349, Santa Juana Fremiot de Chantal:
370. 389.
San Fernando: 250, 394. Santa Lucía: 395.
San Filadelfia: 140. Santa Tecla: 201, 394.
San Francisco: 135, 142, 151. Santa Teresa: 15, 80, 115, 189, 196,
San Francisco de Borja: 15. 272, 281.
San Francisco de Sales: 15. Sántha, Jorge: 59, 66, 67, 77, 78, 80,
San Giovannino: 120, 322, 331. 106, 108, 109, 111, 113, 140, 201,
San Gregario Magno: 173, 196, 281. 235, 244, 343.
San Griñón de Monfort: 142. Santiago de Avila: 97.
San Ignacio de Loyola: 15, 42, 79. Santiago: 85, 86, 167.
San Javier: 380. Santo Domingo de Guzmán: 281.
San Jerónimo Emiliano: 326, 389. Santos Justo y Pastor: 366.
San Joaquín: 394. Santo Tomás: 394.
San José: 395. Santo Tomás de Aquino: 281.
San José de Calasanz: passim. San Viator: 213.
San José de Cupertino: 389. San Vicente de Paú!: 15.
San Juan: 385. San Vicente Ferrer: 163.
San Juan Cancio: 389. Sássolo, Pedro: 289.
San Juan de Dios: 212. Savelli: 384.
San Juan de la Cruz: 15. Scasellatti, Camilo: 25, 73, 74, 285,
San Juan de Ribera: 15. 366, 372.
San Juan Leonardi: 15, 83-85, 109, Scío, Felipe: 394.
125, 126, 131, 132, 137, 150, 151. Scioppio, Gaspar: 235.
San Lorenzo: 82. Scoma, Felipe: 248, 252, 253.
San Lorenzo de Brindis: 83, 84. Schober: 240.
San Luis Beltrán: 15. Schopp, Gaspar: 235.
San Luis Gonzaga: 83, 140, 180. Sebastián: 113.
San Marcos: 222. Sebastián de S. Geminiano: 248.
San Mario: 294. Segismundo: 167, 170.
San Miguel de los Santos: 15. Segur, Jaime: 57.
INDICE ONOMASTICO DE PERSONAL 407

Selvaggi, Francisco: 116, 118-120. 343, 389.


Séneca: 202, 206. Torstenson: 244.
Serafellini, Ventura: 106, 111, 112. Torres: 10, 121, 122, 127, 207.
Serafín: 371. Tovar, Martín: 106, 111.
Serena, Alejandro: 100. Tresfí, Juana: 47.
Settimmii, Clemente: 231, 234, 290, Tritone, Lorenzo: 78.
295-299.
Sforza Carreta, Andrés: 177. Ubaldini, Agustín: 320, 322, 325.
Shakespeare: 15. Urbano VIII: 187, 198, 202, 234,
Silvestre de Santa Magdalena: 198. 254, 258, 259, 261, 262, 270, 273,
Silla, G. A.: 177. 275, 297, 301, 306, 308, 311, 313,
Simón, Ascanio: 33, 34. 321, 326, 330, 339, 384.
Simoni, Bartolomé: 61. Urríes, Felipe: 31, 32, 37, 38, 45, 67.
Simoni, Tomás: 61, 62.
Simplicius: 233, 297. Valle, Andrés: 193, 194.
Sinibaldi, Jaime: 111. Vecchia, Tomás: 356.
Soana: 128. Velázquez: 15, 60.
Sompás, Antonio: 69. Vélez, marqués de: 307.
Sorribes: 67. Ventivoglio: 306.
Sozzi, Mario: 289, 291-297, 299, 301- Verónica: 310.
309, 311-315, 317-320, 322-333, 335, Verzelino, J. V.: 180.
337, 341-343, 345-349, 358. Vestri: 72, 111, 131, 155, 168.
Spada, Bernardino: 340-342, 344, Vestri, Marcelo: 107.
346. Vicent: 70.
Spínola: 15. Vicente: 167.
Spínola, Juan Esteban: 182, 241, Vicent, Pedro: 68.
260, 320. Victoria: 85, 86.
Spluga, Jaime: 67, 69. Victoria, Gaspar: 59, 74.
Suárez: 16. Victoria, Tomás: 118, 120, 123, 137,
138, 142.
Víctor Manuel: 78.
Taccioni: 167. Vieggio, Enrique: 111.
Talenti: 84. Vilá Palá, Claudia: 8, 131.
Tapia y Enríquez, Carlos: 186, 191. Villahermosa, duques de: 72, 242.
Tartalla, Emilio: 111. Villoslada, Francisco: 100, 105.
Tencani, Peregrín: 210, 239, 241, 260. Vincenzi, Gaspar: 113.
Texidor, José: 59, 68. Virgilio: 174.
Tilly: 147. Vital, Antonio María: 271.
Timón David: 391. Vives, Juan Bautista: 119, 125.
Tirso: 15. Vives, Luis: 174.
Tocco, Benito: 42, 43. Viviani, Viviano: 137, 155, 181, 210.
Todis, Félix: 155, 334. Vulpio: 202.
Tolomeo: 233.
Tomás: 167. Wagner: 240.
Tomás de Santa María de las Wallenstein, Alberto: 242, 243, 249,
Gracias: 180. 264.
Tomasito: 379.
Tonti, Casandra: 218. Yepes, Antonio: 42, 43.
Tonti, Miguel Angel: 152, 153, 155,
157, 159, 195, 208, 215, 217, 237, Zannetti, Luis: 101.
Indice de poblaciones

Abadía Fiesolana: 233, 393. Bilbao: 394.


Acquapendente: 254, 313. Binéfar: 39.
Agramunt: 47. Bisignano: 193, 272.
Alatri: 393. Boa Esperanc;:a: 395.
Alba: 248. Bogotá: 395.
Albacete: 394. Bolonia: 146, 221, 313, 323.
Albarracín: 38, 39, 67. Bolszewo: 394.
Albelda de Iregua: 394. Bórmida: 176.
Alcalá de Henares: 33, 59, 394. Brindis: 73.
Alcampel: 12, 28. Brün: 240.
Alcañiz: 394. Budapest: 394.
Alella: 394. Buenos Aires: 395.
Alesano: 144. Búfalo: 394.
Algemesí: 394.
Alguaire: 38.
Almatá: 27. Cágliari: 247, 252, 393.
Anagni: 384-386. Calasanz (pueblo): 9, 61.
Ancona: 175, 239, 259, 264, 353. Calella: 394.
Antignano: 393. Caldas de Montbuy: 394.
Anversa: 356. Calizzano: 176.
Apizaco: 395. Cáller: 251, 252.
Aquisgrán: 121. Camáldula: 289.
Arcetri: 233. Campañano: 120, 146.
Arezzo: 313. Campi: 33, 34, 193, 272, 393.
Asís: 75, 78, 98. Candasnos: 43.
Azanuy: 73. Cañar: 395.
Caracas: 395.
Cárcare: 141, 175-179, 181, 182, 184,
Badajoz: 248. 206, 208, 221, 223, 248, 262, 365,
Balaguer: 27, 47, 394. 377, 393.
Barbastro: 31-33, 37, 67-70, 74, 75, Cardós: 50.
394. Carmagnola: 175.
Barcelona: 39, 42, 55-60, 254, 394. Carora: 395.
Belén: 140. Cascajo: 394.
Belo Horizonte: 395. Castel Gavona: 177.
Bellavista: 393. Castellón: 394.
Benabarre: 24, 45, 68, 69, 71, 236. Castro: 311-313, 318, 321, 323, 325,
Beverén: 391. 330, 341, 342, 360, 381, 384.
410 SAN JOSE DE CALASANZ

Cesena: 152. Génova: 141, 175, 177, 182-184, 258,


Cieplice: 394. ~0,2M,2~,3M,M5,3nE,m.
Civita Castellana: 146. Getafe: 394.
Civitavecchia: 59, 355. Glogau: 244.
Clavero!: 48, 49, 57-59. Gobernador Valladares: 395.
Calle: 137. Granada: 394.
Constantinopla: 14. Granollers: 394.
Córdoba: 395. Grotta Pinta: 120.
Comigliano: 184, 393. Guanabacoa: 389.
Coruña: 394. Guiglia: 233, 302, 303.
Cosenza: 193, 272. Guissona: 47, 193, 247, 254, 255.
Cotignola: 272.
Cracovia: 394.
Cuatro Fontanas: 210. Hebdow Szcznczyn: 394.
Cúcuta: 395. Horna: 394.
Huesca: 31, 32, 34, 60, 73, 255.

Chiautempán: 395.
Chiávari: 184, 393. Igualada: 394.
Chieti: 193, 259, 393. Imola: 313.
Irache: 43, 394.
Daroca: 394.
Derby: 394.
Jaca: 38, 294.
Devon: 394.
Jerusalén: 200, 248.
Juseu: 13.
Egger: 243.
El Grado: 9, 23.
Elna-Perpiñán: 58, 59. Kecskemét: 394.
Empoli: 233, 393. Krems: 241, 394.
Escorial: 73.
Estadílla: 16, 23-25, 28. ·
Lapsze Nizne: 394.
Estella: 394.
Lapze Wizne: 394.
Las Arenas: 394.
Faenza: 313. Leipnik: 241, 244.
Panano: 141, 177, 206, 233, 302, 303. León: 395.
Ferrara: 323. Lepanto: 65.
Finalborgo: 184, 393. Lérida: 27, 28, 30-33, 38, 39, 45, 58,
Finale: 176, 177, 179. 59, 74.
Florencia: 101, 138, 193, 221, 223, Lida: 394.
224, 227-229, 231-234, 257, 258, 264, Liechtestein: 242.
289, 290, 292-294, 296, 297, 299, 302- Litomislia: 242.
305, 311-315, 318, 319, 323, 329, 331, Livorno: 178.
344, 373, 381, 386, 393. Logroño: 394.
Fort Lauderdale: 395. Loreto: 146, 218, 239, 240, 281, 285.
Fraga: 39, 67, 71. Los Angeles: 395.
Frascati: 129, 130, 140, 175, 186, 198, Lowenburg: 394.
222, 235, 283, 285, 336, 359, 378, 393. Lowicz: 394.
Fuorigrotta: 393. Lucca: 85, 109, 125, 126, 128-130, 143,
150, 151.
Gandía: 394. Lutzen: 242.
INDICE DE POBLACIONES 411

Maciejowa: 394. Niza: 335.


Madrid: 121, 200, 237, 238, 241, 394. Noli: 59.
Mágliano: 141, 146, 175. Norcia: 141, 153, 175.
Malta: 370, 376. Norcio: 141.
Malvarrosa: 394. Novara: 78.
Malloco: 395. Nursia: 141.
Managua: 395.
Manresa: 42.
Mantua: 321. Oaxaca: 395.
Marciasio: 137. Oliana: 47.
Marconi in Ruta: 393. Olmuz: 238.
Marsella: 391. Olmütz: 244.
Matará: 394. Olot: 394.
Medellín: 395. Orendain: 394.
Mentana: 141, 175. Ortoneda: 48, 49, 57, 58.
Mesina: 186, 187, 247, 250, 251, 253, Ossiglia: 176.
259. Otranto: 272.
México: 395. Otrícoli: 145.
Mikulov: 238. Oussouye: 394.
Milán: 116, 176, 186, 200, 220. Ovada: 184, 393.
Mina Pekín: 394. Oviedo: 394.
Módena: 302, 303, 305, 306, 311, 318,
323, 381.
Mondragón: 344. Palermo: 187, 247, 250, 251, 253, 259,
Monforte: 394. 264, 323.
Mongiovino: 323, 341. Paliare: 176.
Monisiglio: 180. Pamplona: 394.
Montecavallo: 185, 199, 210, 336. Panisperna: 81.
Monte Mario: 393. París: 121, 200, 335.
Montepulciano: 289. Parma: 220, 306, 311, 313, 323.
Montserrat: 37, 39-45, 150, 254. Pavía: 116, 122.
Monzón: 37-40, 45, 72, 150. Pelagriñón: 9.
Morella: 394. Peralta de Alcofea: 9.
Moricone: 138, 141, 175, 189, 248, Peralta de la Sal: 9-14, 16, 19-25, 27,
253, 378. 28, 31, 41, 45, 59, 62, 67, 68, 72, 394.
Morino: 384. Pereira: 395.
Moyá: 394. Perpiñán: 19, 22, 59.
Pésaro: 353, 354.
Pieve de Cento: 233, 254, 302, 303,
Nápoles: 85, 182, 185-187, 190, 192- 317, 387.
195, 220, 223, 225, 247, 249, 253, Pisa: 233, 261, 302-304, 307, 313, 314,
260, 262, 265, 271, 272, 289, 290, 319, 325, 343.
302, 330, 334, 336, 344, 393. Plasencia: 117, 122, 139.
Narni: 137, 141, 145-150, 158, 175, Pobla: 58.
177, 264, 344. Podolín: 245.
Nazaret: 215, 218. Poli: 175, 290, 366, 378, 393.
Neumark: 235. Ponce: 395.
New York: 395. Pons: 47.
Niedzica: 394. Pont de Clavero!: 58.
Nikolsburg: 237-241, 244, 264, 327. Pontevedra: 395.
412 SAN JOSE DE CALASANZ

Posilipo: 193, 259. Tenerife: 394.


Praga: 147, 201, 237, 238, 241, 243. Teruel: 67.
Puebla de los Angeles: 395. Tirvia: 50.
Puigcerdá: 394. Tokio: 395.
Toledo: 191.
Tolentino: 254.
Rakowice: 394. Tolosa: 394.
Reggio: 186, 220. Tordespejo: 129.
Rieti: 393. Torregrande: 184, 393.
Rímini: 152, 218. Tremp: 34, 45, 47, 49, 50, 56-59.
Río Cuarto: 395. Trento: 15, 27, 103.
Rocca Vignale: 137. Turi: 193.
Roda: 68.
Roeselare: 391.
Roma: passim. Urgel: 24, 27, 34, 37, 41, 45-50, 54-
Rosario: 395. 56, 58, 61, 63, 66, 67, 74, 151, 254.
Rotonda: 272. Upsala: 200.
Ruta de Camogli: 184. Urbino: 221.

Sabadell: 394. Valencia: 7, 15, 33, 34, 48, 59, 387,


Salamanca: 32, 394. 394.
Sanahuja: 37, 47, 48. Valencia (Venezuela): 395.
Sanluri: 184, 393. Valladolid: 42.
San Pau del Camp: 42. Valldeflors: 49.
San Salvador Mayor: 175. Vallicella: 349.
Santa Margarita Lígure: 184, 393. Varsovia: 243, 244.
Santa María del Camino: 61. Venecia: 177, 223, 225, 248, 306, 391.
Santander: 394. Veracruz: 395.
Santiago de Compostela: 248, 253, Verona: 391.
395. Vich: 58, 61.
Sarriá: 394. Viena: 121, 201, 237, 238, 244, 391,
Savona: 175-182, 184, 223, 393. 394.
Schweidnitz: 244. Vilamitjana: 58.
Segovia: 211. Vilna: 389.
Senterada: 49. Villa Allende: 395.
Sevilla: 118, 394. Villacarriedo: 394.
Siena: 233, 234, 393. Villanueva y Geltrú: 394.
Sitges: 394. Vitoria: 394.
Somma: 193, 272. Vorselaar: 391.
Sara: 384.
Soria: 394. Washington: 394.
Sort: 50. Wojciezyce: 394.
Stampa: 393.
S trásnice: 259.
Yokkaichi: 395.
Yokohama: 395.
Tafalla: 394. Yuste: 15.
Tamarite de Litera: 12, 23, 62.
Tarragona: 48, 58, 65, 255.
Tan·asa: 394. Zafra: 248, 251.
Tárrega: 394. Zaragoza: 70, 72-74, 284, 394.
Indice general

Prólogo, por Claudia Vilá Palá, Sch. P. 7

l. Peralta de la Sal . .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. . .. .. .. .. .. .. .. 9
El pueblo natal, 9. - Los hermanos, 11. - Por
fin, José, 13. - Marco histórico, 14.

2. Infancia y adolescencia .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. . 17
La educación primera, 17. - Una hazaña infantil,
18. - Lo verdaderamente histórico, 19. - El trigo
y las acémilas, 21. - Buen escolar, 22. - «El
Santet>>, 24.

3. Período universitario (1574-1583) .. .. .. .. . .. .. .. .. . 27


Estudiante de Leyes, 27. - Una enfermedad y un
cambio de rumbo, 30. - Una famosa tentación,
32. - Ordenes Menores, 34.

4. Barbastro, Monzón y Montserrat (1584-1586). 37


Barbastro, 37. - En Monzón: Secretario de una
Reforma, 38. - Calasanz en Montserrat, 41.

5. Seo de Urgel y Tremp (1587-1591) .. .... .. .. .. .. . 45


Alma litúrgica entre bandoleros, 45. - Al servicio
de Fray Andrés Capilla, 48. - Reformador del cle-
ro, 51. - Anecdotario, 52. - Pacificador, 54.

6. Barcelona-Roma (1591-1592) .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 57
Doctor en Teología, 57.- En busca de una canon-
jía, 60. - «Vete a Roma, José>>, 62.
414 SAN JOSE DE CALASANZ

7. Fracaso de las canonjías (1592-1605) 65


Teólogo consultor, 65. - Canonjía en Urge!, 66.
La canonjía de Barbastro, 67. - José pleiteando,
70. - Nuevo fracaso y reacción, 72.

8. Romanización y santificación (1595-1600) 75


«Deseo mucho volver presto», 75. - Escalando el
castillo de la santidad, 76. - Apostolado de la li-
mosna, 76. - Miembro de otras Cofradías, 78. -
La Madonna dei Monti, 80. - La visita de las siete
Basílicas, 81. - Romanización, 83. - Victoria, la
varalítica, y Santiago el hortelano, 85. - Un mila-
gro, una profecía y una visión, 87.

9. Génesis y ensayo de la idea fundacional (1597-


1601) . ... ... . . .. . . . .. . . ..... ... . .. . .. . ... .. . .... ..... ...... .. 91
Cofradía de la Doctrina Cristiana, 91. - Calasanz,
catequista convencido, 93. - De catequista a maes-
tro, 95. - Maestro disgustado, 98. - Abandona
el suburbio y entra en la ciudad, 99. - c~ndidato
a la presidencia, 100.

10. Doce años de Escuelas Pías, asociacwn seglar


(1600-1614) . . ......... .. ... .... ... ... ... .. . ......... ....... 103
Escuela para la inteligencia, piedad para el cora-
zón, 103. - En el palacio Vestrí, 105. - Visita ines-
perada, 106. - Prefectura de José, 107. - Nuevo
traslado de la escuela, 110. - «Los muchachos os
esperan ... >>, 111. - Contra toda etiqueta y ceremo-
nial, 113.

11. San Pantaleón de Roma, Casa-Madre de las


Escuelas Pías (1612-1614) .. .. ...... .... ...... ...... . 115
El P. Méndez y el milanés Landríani, 115. - Inci-
dente providencial, 118. - Apostolado escolar y
catequístico de Glicerio Landriani, 119. - Una
compra significativa, 121.

12. La unión con la Luquesa (1614-1617) 125


Buscando la perpetuidad de las Escuelas, 125.
Ideario calasancio truncado, 127. - La fundación
en Frascati, 129. - Experiencia fracasada, 130. -
Significación del nombre, 132.
INDICE GENERAL 415

13. Congregación Paulina de las Escuelas Pías


(1617-1621) ............. ....... ...... .............. ... ..... 135
Calasanz, religioso, 135. - Los primeros compa-
ñeros, 136. - Las primeras fundaciones, 141.
Profesión de José y esclavitud mariana, 142. -
Exigencias de vivienda y escuelas, 143.

14. Redacción de las Constituciones y elevación a


Orden Religiosa (1620-1622) .. . .. .. .. .. . .. .... .. . .. . 145
Cortés y caballeroso, 145. - Mientras redacta las
Constituciones, 146. - «Si está a punto el borri-
quillo blanco ... >>, 148. -Actualidad y fuentes de su
ideario constitucional, 150. - Un dictamen diame-
tralmente opuesto, 152. - Junto al lecho del Car-
denal moribundo, 154.

15. Pedagogía calasancia en su ideario (1620-1622). 157


Una carta y un proemio, 157. - Un alegato famo-
so: a) la educación, base de la reforma de las
costumbres, 159. - b) excelencias del ministerio
docente, 160. - e) no valen obstáculos, 162. - d)
el argumento supremo, 163. - e) la docencia, ga-
rantía de todo apostolado, 163. - f) ministerio
particular y propio, 164.

16. Pedagogía calasancia en acción 165


El gran organizador escolar, 165. - El grupo es-
colar en marcha, 169.

17. Expansión por Liguria (1621-1638) 175


Fundación en Cárcare, 175. - Un desembarco glo-
rioso, 177. - Las primicias de un vasto plantel,
179. - A las puertas de un mesón, 182. - Flore-
ciente aún hoy, 183.

18. Provincia de Nápoles .. .. .. .. . .. . .. . .. .. .. . .. . .. . ... .. 185


Despedidos de Nápoles, 185. - Ordenando la re-
tirada, 186. - Le llenaron la alforja de pan, 188.
Un diálogo singular, 189. - El Santo viaja en
litera, 190. - Mano de santo, 191. - «Aquí si fué-
ramos cien ... >>, 192. - El cura espadachín, 193.
416 SAN JOSE DE CALASANZ

19. Generalato temporal (1622-1632) 195


El inconsciente autorretrato, 195. - La oficina de
su santificación, 196. - Su eterna pasión, 197. -
Ante los jubileos, 198. - El infeliz Mateo Massimi,
199. - La Milicia Germánica, 200. - Abundancia de
pobreza, 202.

20. Visita apostólica de 1625 y Congregación Ge-


neral de 1627 .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. .. .. .. ... .. . 205
La dulce Isabel, 205. - Angeles que esparcen flo-
res, 206. - La prosa de las quejas, 208. - Congre-
gación General, 210. - El decreto de los bone-
tes, 212.

21. El Colegio Nazareno y el año 1630 .. .. .. .. .. .. ... 215


Para becarios pobres, 215. - Internado de nobles,
217. - El destino primero, 217. - La peste azota
Italia, 220. - La reacción del santo, 221. - Apos-
tolado heroico, 222. - Diplomáticas intencio-
nes, 224.

22. Provincia toscana (1630-1641) .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 227


Francisco Fiammelli, 227. - El ofrecimiento, 228.
Prestigio de piedad, 230. - La escuela de ábaco,
231. - La escuela de nobles, 232. - Relaciones con
Galileo Galilei, 233. - Gaspar Schopp y Tomás
Campanella, 235.

23. Moravia, Polonia y Hungría (1632-1642) .. .. .. 237


Un Cardenal nacido en Madrid, 237. - Hacia Ni-
kolsburg, 239. -Más fundaciones, 241. -Negativa
al capitán del siglo, 242. - Gestión afortunada de
un duque, 243. - Empujados hacia Polonia, 244.

24. Difusión por las islas y conatos por España


(1633-1645) ................................................ 247
El fracaso mesinés, 247.- Romero a Santiago, 248.
«Si papá quisiera ... >>, 249. - Por fin, Mesina, 250.
También Cáller, 251. - Solo conatos en Espa-
ña, 253.
INDICE GENERAL 417

25. Generalato vitalicio y Capítulo General de 1637 257


Primer Generalato, 257.- De la Santa Sede vino la
luz, 258. - Nueva etapa, 259. - Los Hermanos
Clérigos, 260. - Nombres fatídicos, 262. - «Yo no
puedo partir peñascos ... >>, 263. - Primer Capítulo
General, 264.

26. Los reclamantes ... hasta el Capítulo del año


1641 ......................................................... 269
Un rescripto fatal, 269. - Y vino la explosión, 270.
Pero ... el pleito proseguía, 272. - Nuevo Cardenal
Protector, 273. - El nuevo Capítulo General, 276.

27. Devoción mariana en la pedagogía calasancia. 279


Piedad intensamente sacramental, 279. - Y emi-
nentemente mariana, 280. - Devoción sencilla,
pero teológica a la vez, 284. - El cuadro ele la
Aparición, 285.

28. Perturbación en Florencia (1640-1641) .. .... .. . 289


El famoso P. Mario, 289. - Las enormidades de
Faustina, 291. - Pequeíias escaramuzas, 292. - Per-
turbador de la paz, 294. - Atestados y procesos,
295. - Los escolapios galileianos, 296. - He ahí
el documento, 298.

29. Provincialato del P. Mario y humillación su-


prema del P. General (diciembre de 1641 a 7
de noviembre de 1642) .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 301
El Provincial toscano, 301. - Defecciones y peli-
gros de rebeldía, 302. - Intervención notarial, 304.
Ambiente de calumnia, 305. - La política al rojo
vivo, 306. - Un registro, 307. - Prisionero del San-
to Oficio, 308. - Durante el arresto domiciliario,
311. - Cumpliendo lo ordenado, 312. - Dilema
terminante, 313. - Destierro del P. Mario, 314.

30. El gravísimo decreto de 15 de enero de 1643 . . . 317


Un monumento de habilidad, 317. - Un gravísimo
decreto, 319. - La Visita de Ubaldini, 322.
418 SAN JOSE DE CALASANZ

31. Exaltación y muerte del P. Mario (1643) .. .. .. 325


«Corrían malos tiempos ... >>, 325. - El P. Pietra-
santa, 326. - Atropellos sin par, 327. - La muerte
del perseguidor, 329. - Buscando sustituto, 329.

32. Superiorato del P. Querubini (1643-1647) .. . .. . 331


¿Juego limpio?, 331. - Su figura, 332. - Memo-
riales de protesta, 333. - Nuevo motín, 334. -
Colmando la medida, 335. - Muerte feliz, 336.

33. La Comisión Cardenalicia de la Visita Apos-


tólica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . 339
Los miembros de la Comisión, 339. - Empate en la
primera sesión, 340. - En espera de la sesión se-
gunda, 341. - En la tercera sesión, 343. - Alegría
prematura, 344. - Una imprudencia, 345. - Otro
paso en falso, 347. - Amenaza cumplida, 349.

34. Resignación y esperanza (1646-1648) .. .. .. .. .. .. 351


Hacia la extinción, 351. - Y José inasequible al
desaliento, 352. - Pero sin pasividad quietista,
352. - Solo dos años, 354. - Ranura de luz, 355.
Revisión de Constituciones, 356. - La muerte del
Visitador, 358. - «Ha querido Dios bendito ... >>,
359. - «Aquí estuvo Castro», 360.

35. Ultima enfermedad (2 a 25-VIII-1648) 363


Enfermedad postrera, 363. - Ultima comunión
entre los niños, 364. - Dictamen médico, 365. -
Curación del niüo Piantanidi, 365. - La velada
de los Santos Justo y Pastor, 366. - Quiere hacer
honor a su palabra, 366. - Caridad con otro en-
fermo, 366. -Gravedad del mal y obediencia a los
facultativos, 367. - Se agrava y recibe la Eucaris-
tía, 367. - Comulga de nuevo, 368. - Adhesión in-
quebrantable a la fe católica, 368. - La estatua de
S. Pedro y la bendición apostólica, 369. - Devo-
ciones personales y hurtos piadosos, 370. - La Pa-
sión del Señor, 370.- Voto de pobreza, 370.- San-
to Viático y Unción de los enfermos, 371. - La
visita de los escolapios difuntos, 371. - Aparición
de la Virgen de los Montes, 372. - Hacia el final,
372. - Y acabamos, 373.
INDICE GENERAL 419

36. Autopsia, exequias y sepultura (25, 26 y 27 de


agosto de 1648) .. .. .. .... .. .. .. .. .. .. .... ...... .. .. .. .. .. 375
La mascarilla, 375. - ¿Deseo de autopsia?, 376.
Corazón y lengua incorruptos, 378. - «He aquí el
Santo», 378. - ¡Milagro! ¡Milagro!, 379. - El
primer panegírico, 380. - El sepelio, 381.

37. Milagros y gloria póstuma (1648- 1748-1767-


1948- 1967) .. .. .. .. . .. .. .. .. . .. .. .... .. . .. . .. . .. .. . ........ 383
El milagro del ojo, 383. - El lisiado de pelo
rojo, 384. - Dos milagros florentinos, 386. - Glo-
rias póstumas, 387.

Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . . 393

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 397

In dice onomástico de personal . . .. .. . .. .. .. . .. .. .. .... .. 399

Indice de poblaciones .. . .. .. .. .. .. .. .... .. . .. .. .. . .. .. . .. .. . 409

Indice general . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . .. . ... . .. . ... . .. .. . . . . . . . . . 413

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