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Voces: AGRAVANTES ~ ANTECEDENTES PENALES ~ COHECHO ~ COHECHO PASIVO ~ DELITO IMPOSIBLE ~ EXACCIONES

ILEGALES ~ GRADUACION DE LA PENA ~ INDICIO ~ PENA ~ PRINCIPIO DE CONGRUENCIA ~ PRINCIPIO DE EJECUCION ~


PROCEDIMIENTO PENAL ~ PRUEBA DE PRESUNCION ~ SENTENCIA PENAL
Tribunal: Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 12 de la Capital Federal(TOralCrim)(Nro12)
Fecha: 09/06/1999
Partes: W., C.
Publicado en: LA LEY 1999-E, 333 - DJ 1999-3, 566
SUMARIOS:
1. - En la figura de cohecho pasivo se configura el delito en el preciso instante en que el acuerdo o pacto espurio se anuda entre las partes.
Por ello, si se tiene en cuenta que la estructura del mentado injusto no permite escindir los actos ejecutivos de los consumativos, es de
observar que no admite tentativa. Hasta el momento consumativo antes indicado, todo el obrar que antecede es constitutivo de simples actos
preparatorios no punibles.
2. - La diferencia entre el cohecho pasivo y la concusión radica en que en el primero existe un acuerdo espurio, mientras que en el segundo
no hay tal acuerdo: la víctima da una dádiva por miedo al poder público o bien inducida por el funcionario público que abusa de su cargo o
por una persona interpuesta. En consecuencia, el reproche penal sólo se dirige hacia el funcionario que recibe, ya que el consentimiento de la
víctima aparece viciado.
3. - Para que se configure el delito de concusión del art. 266 del Cód. Penal no se necesita llegar a la exigencia extorsiva, pues basta con
persuadir o convencer al sujeto pasivo mediante uso abusivo del cargo.
4. - La distinción entre las exacciones ilegales y la concusión se encuentra dada por la circunstancia de que en la primera la exigencia de una
prestación (contribución o derecho) es para la administración, que sabe que el particular no debe, pero actúa intimidado o atemorizado por la
autoridad pública que inviste el funcionario. En ese supuesto el ilícito se perfecciona con la mera exigencia; en cambio en la concusión
implícita no basta con la inducción o persuasión dirigida contra la inteligencia y voluntad del sujeto pasivo para hacerse pagar o entregar una
dádiva si, con tal conducta, el agente no logra su finalidad, pues en este supuesto el corrupto no habrá llegado en el iter criminis al grado de
consumación, sino, por el contrario, el ilícito penal, por ser una figura de resultado, puede válidamente ser tentado.
5. - No puede hablarse de delito imposible si a través de la exteriorización de la voluntad del agente de querer realizar el verbo típico, a
través de quien creía erróneamente era su personero, dándole precisas instrucciones para que cumpliera su cometido, puso en peligro el bien
jurídico tutelado y, consecuentemente, ha habido principio de ejecución, traspasándose los meros actos preparatorios.
6. - Los indicios que se basan en una técnica científica precisa --como grabaciones de voz-- tienen un valor superior a los que se basan en una
vaga observación corriente, pues si bien se trata de pruebas indirectas, más o menos complejas y generalmente fragmentarias, tienen la
ventaja de ser objetivas y estar basadas en hechos.
7. - El principio de congruencia no sufre mengua alguna si no se ha mutado ningún elemento del hecho, sino únicamente se está ante la
posibilidad de que difiera la calificación jurídica sustentada en el requerimiento de elevación a juicio.
8. - Si el agente pasó a la acción típica --dando consejos, sugerencias e indicaciones precisas a quien creyó erróneamente era su personero, a
fin de que persuadiera a la víctima para que entregara diversas sumas dinerarias para obtener información de un expediente--, sostener que no
hubo principio de ejecución en la especie es un criterio equivocado e implica desconocer que el "iter criminis" no se detuvo en la simple
exteriorización de la idea delictiva.
9. - Todos aquellos elementos --como la carencia de antecedentes, el buen informe socioambiental realizado, etc.-- que sirven para elaborar
una buena prognosis criminológica, a poco que se analizan en profundidad sirven, como contrapartida, de argumento agravante porque deja
la conducta delictiva del agente inmotivada y sin razón.
TEXTO COMPLETO:
Buenos Aires, junio 9 de 1999.

Resulta: I. Fundamentos relacionados con la validez del requerimiento de elevación a juicio de fs. 1250/1261:

a) El defensor particular doctor R.A.P.V. planteó la nulidad del requerimiento de elevación a juicio, por considerar que el mismo contenía
tres hechos; que el tribunal, pasó por alto el hecho por el cual el imputado C. W. fue absuelto por la Excma. Cámara Nacional de Casación
Penal, es decir la tenencia de arma de guerra, leyéndose sólo la imputación de los otros dos hechos. Agregó, el mencionado letrado, "que si
bien no estaba en el ánimo de la defensa solicitar la nulidad por una cuestión meramente formal, lo cierto era que en el referido requerimiento
fiscal de elevación a juicio cuando se describía el segundo hecho", se hablaba de "un acuerdo verbal" o "un pacto verbal" entre el geólogo
Kreimer y su defendido, y por tanto al ser absuelto Kreimer "ya no hay dos personas, y solo quedó la imputación exclusivamente al doctor
W. por lo que la base fáctica cambió totalmente". Es decir originariamente en el mentado requerimiento había dos imputados, uno de los
cuales --Kreimer-- fue absuelto por el hecho, y ahora sólo queda para ser juzgando su defendido por ese requerimiento anterior. Por tanto, la
defensa, sostuvo que "al no poder incluirse las declaraciones del debate anterior se estaría menoscabando el derecho de defensa del doctor
W.".

b) Por su parte el fiscal general, discrepó con la petición de la defensa en virtud de que el análisis del requerimiento fiscal de elevación a
juicio debía realizarse conforme se habían planteado los hechos en la causa, agregando, que el art. 347 del Cód. Procesal Penal, establece con
toda claridad las razones por las cuales podía declararse la nulidad del citado requerimiento, las cuales no se daban en este caso. Expresó el
citado representante del Ministerio Público, que la nulidad no estaba en el requerimiento, sino por haber dictado el otro tribunal una sentencia
arbitraria que fue declarada nula por la Cámara de Casación. Esta situación que se dio con respecto a la absolución del perito Kreimer no
significaba una modificación sustancial del requerimiento de elevación a juicio en atención a que la declaración de nulidad fue emitida contra
la sentencia y no en relación al acta de debate en donde este Ministerio dio su opinión. Agregó, asimismo, que la circunstancia de que
Kreimer haya sido absuelto no implicaba que W. pudiera ser condenado por el delito de cohecho. Que los jueces con la base fáctica del
requerimiento podrían fallar conforme el encuadre legal que estimasen oportuno, incluso por cohecho. Por otra parte, destacó que de acuerdo
al principio de congruencia, los hechos eran los mismos, que no se alteraban las circunstancias fácticas del requerimiento fiscal de elevación
a juicio. Por último afirmó que Kreimer resultó absuelto en el juicio anterior, en virtud de no haber habido acusación fiscal respecto al
mismo. Finalmente hizo hincapié en que había que remitirse a la propia resolución de este tribunal, de fecha 26 de abril de 1999, por la que
se había resuelto que por el momento no se hacia lugar a la declaración del perito Kreimer, teniendo la facultad de ordenar su incorporación
por lectura. Por todo ello no se mostró de acuerdo con lo solicitado por la defensa,

c) Analizados los argumentos de las partes y demás constancias obrantes en autos, este Organo Colegiado, llegó a la conclusión que la
absolución del perito Roberto Kreimer en modo alguno entraña la mutación del "factum" con relación a uno de los objetos procesales del
juicio, toda vez que no genera un hecho diverso, sino que --por el contrario--, tal circunstancia apunta exclusivamente a la subsunción
jurídica del suceso de que se trata. Ello es así habida cuenta que el acuerdo o pacto venal de que hace mérito la mentada pieza procesal,
puede darse voluntariamente entre dos sujetos; o bien anudarse el señalado pacto con la voluntad constreñida o inducida a error por una de
las partes mediante la presión que ejerce sobre la otra en su contra. En otros términos, el preindicado acuerdo de voluntades puede existir con
la particularidad de que el consentimiento de uno de los intervinientes en el mismo se encuentre viciado.

En las condiciones apuntadas, el principio de congruencia no sufre mengua alguna, ni tampoco se ha afectado en la especie el derecho de
defensa en juicio, de raíz constitucional (art. 18, Constitución Nacional), que se ejerció con plenitud sobre la plataforma fáctica antes
expuesta, y, sin perjuicio de haber dispuesto el tribunal, la incorporación por lectura de las declaraciones que prestó el susodicho experto,
tanto en el sumario administrativo como en el presente proceso y en ningún momento la asistencia técnica del imputado solicitó la
convocatoria del aludido para ser oído en debate.

En síntesis, como se expresó, no se está frente a un hecho diverso, sino --en todo caso--, frente a la posibilidad de que el agravio que esgrime
la defensa provoque una diversa calificación jurídica sustentada en el documento acusatorio que se pretende nulificar.

Puede haber cambio de calificación, y no hecho diverso, cuando al imputado W. se lo intimó por la misma acción, consistente, en prieta
síntesis, en pretender compartir los honorarios que le fijaría en el juicio donde precisamente lo había designado a Kreimer como perito
geólogo. Y justamente sobre ese aspecto fáctico giró la indagatoria y la defensa técnica del imputado.

Por lo demás, existe mutación cuando se modifica uno de los elementos siguientes: acción u omisión, evento, relación de causalidad,
elemento psicológico, condiciones de punibilidad, circunstancias agravantes. Ello es, en puridad, lo que no ha acontecido en la especie,
donde el objeto procesal de que se trata ha permanecido inalterable (Ver por todos: "Barbera de Riso, María C.", t. I, p. 349, edición 1993).

Por lo expuesto, teniendo en cuenta los coincidentes fundamentos del fiscal general, tal como se refleja en el acta de fs. 1946 y siguientes,
que el tribunal hizo suyos, y en aplicación de lo dispuesto en el art. 168 "a contrario sensu" del Cód. Procesal Penal, este Colegio Judicial
resolvió rechazar la nulidad articulada.

II. Prueba producida:

Omissis...

Considerando: I. Enunciación:

El tribunal tiene por plena y fehacientemente acreditado que en el transcurso del mes de marzo de 1996, C.W. titular del Juzgado Civil N°
29, intentó requerir al periodista Bernardo Neustadt, a través de otro juez, el doctor N., la entrega de diversas sumas de dinero a cambio de
beneficiarlo en los autos "Macri c. Neustadt por daños y perjuicios" que se encontraban radicados en el Juzgado Civil N° 29 desde el 13 de
febrero de 1996.

II. Exposición de los fundamentos del fallo (caso Neustadt). Valoración de la prueba:

Como lo ha sostenido la Excma. Cámara Nacional de Casación Penal, debe descartarse el carácter de nulidad absoluta que la defensa --en
una oportunidad anterior-- pretendía atribuir a las grabaciones logradas por el juez N. en sus conversaciones mantenidas con el entonces juez
W., pues dichos actos "no ha invadido justificables expectativas de intimidad constitucionalmente protegidos". Al no tratarse de medidas
procesales dispuestas "contra legem", resulta aplicable la doctrina sentada por la sala I "in re": "Stanislawsky".

Estas grabaciones constituyen indicios que --como se verá más adelante-- encuentran plena corroboración en otros varios elementos
probatorios, llevando al ánimo de los juzgadores la plena convicción de la actitud delictiva del encausado.

En este punto concordamos "in integrum" con los múltiples y variados argumentos esgrimidos por el fiscal general. Estos indicios de cargo,
revisten el carácter de abundantes (el tribunal escuchó en diversas sesiones, como consta en las respectivas actas e hizo oír a las partes y
órganos de prueba, los dos microcassettes Maxell 1 y 2 y el marca T.D.K. certificados judicialmente a fs. 747/748, 756/7/8 por el secretario
doctor Hugo Decaria y firmados por la juez de Cámara doctora Gladys Alvarez entonces Presidente de la Excma. Cámara Nacional en lo
Civil, sobre cuya presentación a la causa da cuenta el sumario N° 691/96 del referido tribunal, así como dichos de su secretaria general
doctora Estela B. Fernández la audiencia del 27/5/99 especialmente en lo referente al sobre fotocopiado a fs. 6 del expte. civil.

Estas grabaciones transcriptas con carácter de instrumento público, constituyen indicios concordantes, de presencia y manifiestos, siguiendo
la metodología de Francois Gorphe en su magnifica obra "La apreciación judicial de las pruebas", ps. 288, 359, 306, 360, 265 y concs. (FED
y E La Ley, Buenos Aires, 1967).
Si analizamos desapasionadamente ("sine ira et cum studeo") estas tres cintas, advertiremos sin hesitación que pese a las dificultades técnicas
y precariedad de medios, propios de las circunstancias de persona, tiempo y lugar en que fueron obtenidas, se advierte sin la menor duda: 1)
La coherencia de las propuestas ilícitas; 2) Continuidad discursiva; y 3) Ausencia de cualquier artilugio para incriminar ilícitamente a quien
aparece con un reiterado protagonismo en actitudes reñidas con elementales reglas de decoro propias de la función judicatoria.

No podemos dejar de preguntarnos por qué razón si para los tres integrantes del tribunal, la gruesa y característica voz del doctor W., así
como su leve tartamudeo, aparecen evidentes en tales grabaciones, como también la voz de su entonces colega doctor N., el primero puede
llegar a afirmar que solo en partes la misma es suya y que "hay preguntas que no coinciden con las respuestas y respuestas que no condicen
con las preguntas" y que se trata de respuestas inducidas por el doctor N.; cuando se trata de un "discurso" corrido, coherente y sólo
interrumpido según observación actuarial, cuando no incursionaba en términos comprometedores para el aquí juzgado.

Bien sostiene Gorphe (op. cit. p. 263) que los indicios "que se basan en una técnica científica precisa --como grabaciones de voz-- tienen un
valor muy distinto (superior) a los que se basan en una vaga observación corriente" pudiendo ofrecer un "alcance decisivo", pues si bien se
trata de pruebas indirectas, más o menos complejas y generalmente fragmentarias, "tienen en cambio la ventaja de ser objetivas, basadas en
hechos".

Cuando tales grabaciones de la voz de los protagonistas (N. y W.) se realizaron, ambos no sólo eran jueces de igual jerarquía y materia,
vecinos y con cierta amistad, al punto de reemplazarse mutuamente, almorzar reunidos en el Círculo de Gendarmería Nacional y haber
concurrido el primero al juramento del segundo; sino que en las mismas se advierten circunstancias que indican claramente el lugar donde
fueron efectuados llamados telefónicos, ruidos, indicaciones sobre la presencia de la hija del Presidente de la República, etc.).

No es cierto que el juez N. aparezca en las mismas induciendo respuestas a su entonces colega. Por el contrario, es W. quien con toda
claridad habla --conociendo el grado de confianza existente entre N. y el periodista-- de utilizar los oficios de N. (tarea que éste jamás
aceptó) para cobrarle espuriamente primero veinte mil pesos luego diez mil a fin de dejarle ver el juicio Macri c. Neustadt que tramitaba
entonces ante el juzgado del doctor W. evidentemente antes de notificarse la demanda a sus apoderados, gozando así de un privilegio y
mayores posibilidades que el término acordado por la ley rituaria civil.

A ello siguieron dos propuestas posteriores del aquí juzgado, para cobrarle también indebida y espuriamente a un demandado ante su
tribunal, primero cien mil pesos y luego doscientos mil para "correr con el caballo del comisario", vale decir ganar el pleito, a lo que se
adunó el requerimiento de designar a un ex socio de W. (el doctor G. L.) que ignoraba totalmente esta maniobra (ver su sobreseimiento, fs.
1197) y a quien se damnificó con reiteradas "promociones" (confrontar dichos del entonces secretario del juzgado doctor J. P. R., obrantes en
el acta de fs. 1967, en el sentido que "... esperaba poder empezar a designar al doctor G. L. en un determinado lapso que no recuerda...").

Omissis ...

Por cuanto ha quedado debidamente fundamentado que los actos cumplidos por C. W. han significado un principio de ejecución del delito
que se propuso cometer, el argumento esgrimido por la defensa en el sentido de que el periodista antes mencionado no fue receptor de ningún
pedido de dádiva, si bien ello es cierto --ya que se compadece con la reconstrucción histórica del episodio-- también lo es que en el contexto
en que acaecieron los sucesos que vincularon al sujeto activo con el testigo N., la mentada circunstancia resultó totalmente irrelevante, pues
antes de que --por vía de hipótesis-- se diera la posibilidad de que ello ocurriera --lo que de hecho no iba a suceder por no oficiar aquél de
personero-- ya se estaba en el ámbito ejecutivo del ilícito. En otros términos: que Neustadt se enterara de la finalidad delictiva de W. por los
medios de comunicación, por sus letrados o por cualquier otro conducto no quitaba ni ponía rey a los fines señalados.

Por todo lo expuesto, sostener que no hubo principio de ejecución en la especie es un criterio equivocado e implica desconocer que el "iter
criminis" no se detuvo en la simple exteriorización de la idea delictiva --como se pretende-- ni siquiera en la preparación de los medios u
oportunidad para emprender la consumación del delito propuesto (actos preparatorios) sino que, por el contrario, el agente pasó a la acción
típica vgr. dando consejos, sugerencias e indicaciones precisas a quien creyó erróneamente era su personero (N.) para que éste, favorecido
por su condición de amigo del periodista Neustadt lo persuadiera para que entregara diversas sumas dinerarias para los fines prenunciados.

De todo lo expuesto, surge diáfanamente que lo actuado por el autor, cabe sin dificultad ubicarlo propiamente en la etapa ejecutiva --valga la
reiteración-- y no en los simples actos preparatorios no punibles.

La voluntariedad, pasó en W. el límite de la mera manifestación de un deseo --como lo sostiene la defensa-- para ingresar claramente en la
expresión consciente y finalmente dirigida hacia la realización del verbo típico. Puso en marcha su plan, según surge del tenor de sus
sugerencias que así lo acreditan.

Omissis ...

En otro orden de cosas, la defensa técnica impugnó como órgano de prueba a N., calificándolo de testigo sospechoso.
"Ab initio" este tribunal rechazó tal calificación, pues valoró el cuestionado testimonio a la luz de la sana crítica racional, y tal valoración no
le permitió avizorar circunstancia alguna que ponga en crisis su credibilidad.

En efecto: la mentada declaración no ha sido motivada por interés, odio o cualquier sentimiento subalterno. Recuérdase que el magistrado
mencionado y el ex juez, habían trabado una relación de amistad personal, favorecida por tener despachos vecinos además, se veían
diariamente, mantenían todo tipo de conversaciones personales e incluso almorzaban juntos.

Si fuera exacto lo que sostuvo el sujeto activo en cuanto a que su ex colega lo acosaba para que le suministrara información, y el doctor W.
llegó a una instancia en que --según sus dichos-- tuvo que ir al despacho de N., donde luego de increparlo le retiró el expediente que
previamente le había prestado, ello por sí solo no permite inferir que provocara una enemistad o resentimiento de tal gravedad como para
montar una compleja maquinaria con intervención de terceras personas para perjudicar a W.

Lo expuesto no se concilia con las reglas de la lógica, de la psicología, ni de la experiencia, y únicamente tendría fundamento la alegación
del autor si su ex colega fuera portador de una personalidad psicopática, lo que no fue advertido en el debate, nadie lo alegó y, por lo demás,
no existe en autos constancia alguna sobre tal hipótesis. No puede tampoco decirse, con un mínimo de seriedad, que un juez de la Nación por
el simple hecho de que un colega no le facilite datos sobre un juicio en que es parte un amigo, va a orquestar por eso una venganza de tal
magnitud y gravedad.

En tal valoración probatoria de las atestaciones de N. se tuvo en cuenta que depuso de ciencia propia y acerca de hechos en cuya realización
intervino personalmente, vgr. grabando las mentadas proposiciones ilegales.. etc.; vale decir que tales contingencias le constaban
personalmente por haberlas presenciado y como ya se dijera escuchó en forma directa las conversaciones mantenidas para realizar por parte
de W. las operaciones delictuosas que propuso, aunque sin alcanzar su consumación.

Finalmente, la circunstancia de que N. haya conectado a un abogado de Neustadt con su ex colega para que aquél pudiera ver el expediente,
si bien no escapa a criterio de los juzgadores que no es precisamente una conducta correcta ni propia de un juez y, por lo demás, puede llegar
a constituir una falta administrativa, tal situación no le resta credibilidad al cuestionado testimonio, pues aparte de coherente, sostenido, firme
y serio, encuentra una sólida base de respaldo no sólo en las grabaciones --que revisten un mero valor indiciario-- sino en la prueba
testimonial recibida por el tribunal y que ya ha sido materia de análisis.

Omissis...

Por todo lo expuesto, ha quedado suficientemente acreditada tanto la materialidad del hecho delictual referido a sus indebidos requerimientos
en el juicio "Macri contra Neustadt como la consiguiente autoría que en el mismo le cupo a C. W. y responsabilidad penal, no habiéndose
invocado causas de justificación o inculpabilidad, surgiendo de los informes médicos forenses su plena capacidad para comprender la
criminalidad del acto y dirigir sus acciones.

III. Calificación legal:

Ya desde las leyes de Partidas, en España se reprimió con severidad la corrupción de los jueces (Partida 3ª, Título 22, Ley 24: "Maguer el
Juzgador diere juizio tortizero ... por cosa alguna que le hayan dado o prometido", estableciendo la Ley 25 la pena de perpetuo destierro y
confiscación de los bienes del magistrado para "la Cámara del Rey, si non oviese parientes que suban o desciendan por línea derecha hasta el
quarto grado", sic).

Con anterioridad uno de los integrantes de este Organo Colegiado aludió --con citas del Digesto (Ulpiano, Libro V, Título I, Ley 15, párr.
1°)-- al gravísimo daño que causa un juez que "hace suyo un pleito" o con "dolo malo sentencia in fraude legis"; ya que quienes imparten
justicia "aequitatem ante oculos habere debit", aludiéndose a las graves penas en que incurría el pretor que no cumplía con sus funciones
(Digesto, Ulpiano, Libro XIII, Título IV, Ley 4ª, párr. 1°).

Estas sabias normas del Derecho Romano, pasaron a las Siete Partidas del Rey Alfonso el Sabio, y la antes mencionada ley 24 del Título 22,
Partida 3ª, conforme la edición "Repertorio de las Siete Partidas", por el Lic. Gregorio López de Tovar (Salamanca 3ª edición, 1576; ver
asimismo LA LEY, 1995-B, 1080 y sigtes.).

Un autor ya clásico: Enrique Ramos Mejía, en su libro "El delito de concusión (Exigencia de dádivas en el ámbito de la función pública" (ps.
16 y 17, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1963) también alude a estas viejas normas y sostiene que "... en el derecho romano está el origen
remoto del actual delito de concusión".

En el Capítulo III de tal obra, se trata la exégesis de los arts. 266 y 268 del Cód. Penal.

Concusión, delito específico que le atribuyó al ex juez W. el fiscal general (art. 266, Cód. Penal), es un término que proviene de la palabra
latina "concussio", derivada del verbo "concutere" (agitar violentamente), significa --precisamente-- una conmoción violenta, un
sacudimiento; pero también una ilegalidad, una tropelía, un cobro arbitrario hecho por un funcionario público en provecho propio; y esta
fuerte conmoción fue --precisamente-- la que sacudió a la sociedad argentina al conocerse las propuestas ilegales e indecentes de un entonces
juez de la Nación, dirigidas a un periodista de nota, usando como intermediario a otro juez relacionado con el mismo.

Dentro del campo del Derecho Penal, es un tema asaz complejo fijar la línea divisoria entre las figuras de la concusión y del cohecho, habida
cuenta que suelen presentarse zonas grises donde la caracterización entre una y otra no se puede hacer fincar en la sola afirmación de que el
cohecho es un delito bilateral y la exacción unilateral, porque con ello no se pone fin al problema dogmático que se suscita.

En efecto: con relación a la primera de las figuras antes invocada, basta recordar la llamada concusión implícita o fraudulenta y, por otro
lado, el supuesto en que la iniciativa con entidad corruptora parte del propio funcionario que puede llegar a configurar el delito de cohecho
pasivo, por vía de hipótesis.

Lo que define al cohecho pasivo es el compromiso o pacto espurio cuando está orientado a alguna de las conductas descriptas y reprimidas
por el art. 256 del Cód. Penal.

En el preciso instante en que el mentado acuerdo o pacto se anuda entre las partes (cohechante activo y pasivo, respectivamente) recién se
configura el delito. Por ello, teniendo en cuenta que la estructura del mentado injusto no permite escindir los actos ejecutivos de los
consumativos, es de observar que no admite tentativa; vale decir, que hasta el momento consumativo preindicado, todo el obrar que antecede
es constitutivo de simples actos preparatorios no punibles.

Así lo reconoció la más autorizada doctrina (confr. inter alios, Sebastián Soler, "Derecho Penal Argentino", t. V, p. 183; Carlos Creus,
"Derecho Penal. Parte Especial", t. 2, p. 284, 4ª ed. y Ricardo Nuñez).

Respecto del autor citado en último término corresponde señalar que, si bien es cierto que en su "Tratado", t. 5, vol. 2, p. 100, admitió la
posibilidad de la tentativa en el cohecho pasivo también lo es que, en su "Manual de Derecho Penal", parte especial, que vio la luz con
posterioridad a su anterior obra, variando su anterior posición, descartó categóricamente el conato, tanto en el cohecho activo cuanto en el
pasivo (vid. op. cit., p. 423 y sigtes., edición 1976).

Como ya se adelantara, Ricardo Nuñez, en su "Tratado" expresa que el cohecho pasivo admite tentativa porque es posible la realización de
actos ejecutivos del fin de recibir el dinero o las dádivas sin lograrlo. Por el contrario, no es posible la tentativa --afirmó-- respecto de la
aceptación de la promesa.

De todas maneras, el mentado criterio del maestro Núñez que no es el que sostiene --como se recordara en su "Manual" donde rechaza
enfáticamente la tentativa--, no resulta convincente porque los actos ejecutivos del fin de recibir el dinero o dádiva sin lograrlo, presuponen
un acuerdo previo entre las partes que es el que consuma el delito; vale decir, serían en dichas hipótesis actos que avanzan en la consumación
ya operada --por el acuerdo-- hacia el agotamiento del tipo que se trata.

Es por ello que este Colegio Judicial considera que la tesis correcta del doctor Nuñez es la que plasma en su Manual, donde --como se
adelantó-- excluye tanto en el cohecho activo como en el pasivo la posibilidad ut supra señalada de la tentativa.

Por tanto, bien sostuvo Sebastián Soler que: "... Difícilmente podrá admitirse la tentativa, ya que el delito queda consumado por el acuerdo,
de manera que la ulterior recepción de lo prometido resulta irrelevante" (op. cit., p. 183).

De tal manera, focalizado el tema jurídico materia de análisis, y, teniendo en cuenta que no se llegó a perfeccionar dicho acuerdo o acto venal
entre el sujeto activo y el periodista Bernardo Neustadt o personero alguno, ninguna dificultad ofrece llegar a la terminante conclusión de que
en el caso "sub examine" mal puede ser atribuible al mencionado incuso el delito agravado o especializado de cohecho pasivo (art. 257
ibidem).

En otras palabras, en tal ilícito se produce --valga la reiteración-- un perfecto acuerdo de voluntades entre los sujetos activos y pasivos y
recién cuando el mismo se perfecciona se configura el delito. Por tanto, es tan culpable quien da como el que recibe. En cambio, en la
concusión (art. 266, Cód. Penal), tal acuerdo no existe: la víctima da una dádiva por miedo al poder público ("metus publicae autoritatis") o
bien inducida por el funcionario público que abusa de su cargo o por una persona interpuesta. En consecuencia, el reproche penal, sólo se
dirige hacia el funcionario que recibe, ya que el consentimiento de la víctima aparece viciado, toda vez que la dádiva no es libremente
entregada: antes bien, pierde toda espontaneidad, aún en el supuesto que el agente no ejerza violencia moral, sino por el contrario, persuada o
mueva a otro a la entrega susodicha (inducción). En tales condiciones, quien accede al requerimiento lo hace sabiendo que tal entrega está
destinada al beneficio particular del funcionario.

Así las cosas, en lo atinente a la figura penal de la concusión implícita que es la que convoca a este tribunal, corresponde realizar a
continuación diversas disquisiciones.
El citado art. 266 del ordenamiento penal vigente --pese a lo que podemos calificar de poco feliz redacción-- contempla tanto las exacciones
ilegales cuanto la concusión.

La distinción entre una y otra es clara: en la primera la exigencia de una prestación (contribución o derecho) es para la administración, que
sabe el particular que no debe, pero actúa intimidado o atemorizado por la autoridad pública que inviste el funcionario. En ese supuesto el
ilícito de que se trata se perfecciona con la mera exigencia (delito formal o de actividad); en cambio en la concusión implícita no basta con la
inducción o persuasión dirigida contra la inteligencia y voluntad del sujeto pasivo para hacerse pagar o entregar una dádiva si, con tal
conducta, el agente no logra su finalidad, pues en este supuesto el corrupto no habrá llegado en el "iter criminis" al grado de consumación,
sino, por el contrario, el ilícito penal por ser en dicha hipótesis una figura de resultado, puede válidamente ser tentado (confr. por todos,
Creus, p. 316 "in fine", op. cit.).

En esa misma línea de pensamiento, y, siguiendo las enseñanzas del Profesor Enrique Ramos Mejía ("El delito de concusión", p. 39, Ed.
Depalma 1963), cabe destacar que "exacción, vocablo que tiene una firme tradición etimológica y jurídica vale tanto como recaudación o
cobranza arbitraria de rentas, tributos, derechos o contribuciones, esto es, de algo que se puede adeudar o pagar al Estado, en cuyo nombre y
en cuyo aparente beneficio actúa y debe actuar el agente ...".

"Por eso, ese tipo de exigencia importa una exacción ilegal y se halla reprimida en el art. 266 del Código Penal Argentino agravando la pena
el art. 268 en caso que el funcionario convirtiere la respectiva exacción en provecho propio o de tercero, desviándola del destino primitivo:
las arcas fiscales...". "Pero cuando lo exigido o inducido es una dádiva, esto es algo que nunca puede suponer la víctima como adeudado
regularmente al Estado, el agente actúa desde un principio invocando su propio nombre y en su exclusivo beneficio, sin posibilidad, por lo
tanto, de convertir luego en provecho propio lo obtenido de aquella manera, y no infringe el art. 268 sino solamente el 266. Agrega el autor:
debe tenerse en cuenta, asimismo, que el art. 266 no usa el término "exacciones", sino que sólo menciona las diversas exigencias según se
trate de contribución, derecho o dádiva y, por ello, cuando el art. 268 se refiere a las "exacciones" expresadas en los artículos anteriores, no
hay razón para entender comprendidas todas las hipótesis del art. 266, sino sólo aquellas que constituyen verdaderas y propias exacciones, o
sea la exigencia extorsiva y engañosa de derechos o contribuciones no debidas al Fisco, únicos que pueden convertirse luego en provecho
personal.

De lo expuesto, se barrunta que la concusión sustancialmente es el delito que comete el funcionario público (y los jueces se encuentran
comprendidos en el género) en su beneficio propio y la dádiva (lo obtenido graciosamente) no está destinada a la administración sino, por el
contrario, exclusivamente al peculio del agente.

Por eso, a diferencia de las exacciones, aquéllas no pueden convertirse en beneficio propio o de terceros, como lo sostiene algún sector de la
doctrina, por la simple razón de que no ingresan al Fisco.

Todo lo expresado precedentemente, permite afirmar, de acuerdo con el maestro ya citado, que el art. 266 (Cód. cit.) acuña un delito con
pluralidad de hipótesis, pues la acción externa puede ejecutarla tanto el que exigiere como quien hiciere pagar o entregar. Evidentemente, la
acción de exigir es bien distinta de la de hacerse pagar o dar una dádiva.

En sentido coincidente, Fontán Balestra, pese a haber opinado con anterioridad que cuando el funcionario público recibe para sí una dádiva
era aplicable el art. 268, considera al igual que Ramos Mejía, que tal conducta debe ser subsumida en el art. 266 (op. cit., p. 308).

En el caso de la exacción, el funcionario demanda imperativamente y con esa sola conducta consuma el delito; vale decir, con la mera
exigencia. En cambio, en el supuesto de la concusión --como se viera "ut supra"-- cuando el sujeto activo con la simple inducción procura
hacerse pagar o entregar sin llegar al resultado previsto incurre en el delito tentado de concusión implícita, ya que en dicho supuesto legal, se
está en presencia de un delito material o de resultado que, como tal, admite la tentativa conforme se adelantó anteriormente.

Precisamente W. intentó, como se expusiera "in extenso", mediante quien creyó su personero o partícipe criminal, inducir a Bernardo
Neustadt a que le entregara una dádiva para poder ser beneficiario de resoluciones favorables en el juicio que por daños y perjuicios le
promoviera Macri ("correr con el caballo del comisario", conforme sus propios términos).

Es cierto que no obtuvo el resultado propuesto, por circunstancias ajenas a su voluntad, pero también lo es que desde su posición y creyendo
que su colega, a la sazón el doctor N., iba a oficiar de partícipe, realizó todos los actos ejecutivos relacionados con el ilícito penal que
pergeñó y que estaban a su alcance.

Si bien el agente no quiso usar violencia moral --la que obviamente era innecesaria en el caso-- sí quiso persuadir a la persona que eligió
como víctima para que le entregara una dádiva, en la seguridad --por cierto errada-- que, mediante persona interpósita iba a obtener su ilícito
propósito final.

Se puede replicar a los doctrinarios que sostienen que en la concusión debe mediar, aunque más no fuera una velada amenaza, que en la
especie no hubo tal amenaza expresa, porque la misma no se quiso ejercer abiertamente, sino que iba sobreentendida en los términos con los
cuales se pretendió persuadir o convencer al sujeto pasivo mediante uso abusivo del cargo. Ello es suficiente para que tal conducta configure
el delito de concusión, art. 266 ibídem. Por lo demás, el "metus publicae autoritatis" de la figura de la que anteriormente hablamos, no
necesita llegar a la exigencia extorsiva.

Como recuerda el insigne Garraud (R. Garraud "Traité theorique et pratique du Droit Penal Français", comentando la Lex Julia: "Committitur
concussio quando, in officio constitutus, aliquid a subditis per metum extorquet" (vale decir --en traducción libre-- que se comete concusión
cuando quien desempeña un cargo u oficio público a algún subordinado por temor le quita algo).

Aguisa de síntesis y para delimitar correctamente la exacción ilegal de la concusión, cabe puntualizar que entre ambas adviértense rasgos
comunes y ciertas diferencias. "En la una y en la otra el elemento esencial es el abuso del cargo; en la una y en la otra es necesario un doble
nexo de causalidad entre el abuso del cargo y la exigencia o la inducción y entre la exigencia o la inducción y la entrega o la promesa; en la
una y en la otra finalmente, la voluntad del sujeto pasivo se determina bajo la influencia del "metus publicae potestatis" (o "autoritatis). La
diferencia radica en el medio usado para la producción del resultado: en una la exigencia, en otra la determinación mediante persuasión o
error" (confr. Enrique Ramos Mejía, ob. cit. p. 67).

En suma: si es exacto --como ya se adelantó-- que la redacción del art. 266 (ibídem), no es feliz, tal circunstancia no es óbice para que en él
queden comprendidas tanto la exacción ilegal cuanto la concusión. Sin perjuicio de ello, pese a la clara delimitación ya señalada, sería
oportuna la modificación legislativa del texto legal como lo ha postulado el doctor F. en su alegato. Ella se vería favorecida si se adoptara
vgr. la fórmula del proyecto preparada en 1960 por el doctor Soler ya que en él se abre camino la correcta distinción entre las dos figuras
prenotadas. Fue el art. 384 bajo el nombre de concusión, el que arrojó tal claridad sobre estos temas en estos términos: "Se impondrá prisión
de 2 a 8 años y multa no menor de 60 días al funcionario público que, abusando de su calidad o sus funciones, obligare o indujere a alguien a
dar o prometer indebidamente para sí o para un tercero, un bien o un beneficio patrimonial"; y el art. 349, que bajo la designación de
"Exacción ilegal" dispone: "Será reprimido con prisión de un mes a un año el funcionario público que, abusando de su cargo, exigiere o
hiciere pagar o entregar una contribución o un derecho indebidos o mayores que los que le corresponda".

IV. Tentativa de delito imposible:

Por último, respecto a la supuesta "Tentativa de delito imposible" planteada por la defensa, cabe destacar que después de admitir la asistencia
técnica del imputado --en forma subsidiaria a la absolución peticionada para ambos delitos-- la calificación fiscal de tentativa de concusión
(arts. 42 y 266 Cód. Penal), --respecto del referido al juicio "Macri c. Neustadt--, sostiene que puede tratarse de una "tentativa de delito
imposible" (arts. 42 y 44 "ibídem") y --para el caso de compartir el tribunal esta calificación-- pide que se exima de pena a su patrocinado.

Bien sostiene Eugenio R. Zaffaroni ("Tratado de Derecho Penal. Parte general", t. IV, p. 465, Ed. Ediar, Buenos Aires 1988,) que "La
tentativa de un delito imposible es una tentativa inútil, porque nunca pudo creerse que fuera a causar el resultado típico, fuera de la
imaginación del autor".

El delito puede ser imposible por varias razones: a) Porque no existe algún elemento del tipo objetivo (en forma fundamental su objeto); y b)
Porque el medio es "burdamente inidóneo para causar el resultado". En el primer caso no existe tentativa y debe descartarse --de plano-- el
planteo de la referida hipótesis al "sub iudice".

Debemos centrar nuestra atención --entonces-- a la consideración sobre si el medio empleado por W. fue "burdamente inidóneo para causar
el resultado".

Ello equivale a "medios burdamente errados que nunca hubiesen causado el resultado", significando una tentativa inútil (vid. Zaffaroni. op.
cit. t. IV, p. 465).

En el caso "in examine", el acusado usó un medio totalmente idóneo para comunicar sus variados requerimientos dinerarios a Neustadt (la
intermediación de una persona de su conocimiento pleno, como lo era y es su entonces colega N.). Este --escandalizado-- transmitió lo
sucedido al abogado P. I. letrado y apoderado del periodista. Al enterarse el nombrado pudo aceptar o rechazar la ilegal oferta. El dilema que
se le planteaba ante un asunto judicial de magnitud era ese, y lo es en todos los casos, pese a la honorabilidad que cabe presumir, al igual que
la inocencia (art. 18, Constitución Nacional) en todas las personas, mientras no se demuestre lo contrario.

Si pensáramos en que no existe tal dilema, la tentativa difícilmente pudiera tener lugar, en circunstancias parecidas. Aquí el libre albedrío
juega un rol primordial. Por eso este Organo Colegiado sostiene que se empleó un medio totalmente idóneo al que --además-- jamás podría
calificarse de burdo.

También cabe concordar "in totum" (en este aspecto) con el fiscal general, doctor F.: el acusado hizo "todo lo que estaba a su alcance" para
obtener su ilícito cometido. Su tentativa fue completa, pues más no podía hacer para buscar las dádivas.

Los actos cumplidos por W. con el significado intencional de que N. persuadiera a Bernardo Neustadt, a fin de que mediante las entregas
dinerarias tantas veces citadas, éste se asegurara resoluciones favorables en el juicio de marras, por su conexión inmediata con la conducta
aprehendida por el art. 266 del Cód. Penal, consistente en hacerse pagar o entregar con la intervención del citado magistrado, una dádiva por
parte de dicho periodista, demuestran con toda evidencia y claridad que el autor pasó a la fase ejecutiva del susodicho delito que tuvo en
miras.

La ignorancia por parte del agente, en el sentido de que N. no era un participe en el delito y que, antes bien, actuaba como un tercero
desvinculado del proceso ejecutivo del mismo --luego de conocer el fin criminoso que guiaba al ex juez W. ya que obró exclusivamente con
una finalidad probatoria de aquel ilícito, a través de los medios prenotados, sin permitir la consumación; no constituye una contingencia que
haya paralizado el "iter criminis" en la etapa de los actos preparatorios de la perpetración del injusto, sino, por el contrario, una circunstancia
ajena a su voluntad que impidió la mentada consumación. A dicha conclusión, en lo que hace a la interpretación dogmática del elemento
material de la tentativa delictiva representada por el comienzo de ejecución del delito cuya comisión persigue el autor (art. 42, Cód. Penal),
se arriba, siguiendo tanto los lineamientos de la teoría que Nuñez, denomina subjetiva-objetiva ("Manual", p. 268, parte general, 3ª edición),
como la que Zaffaroni denomina criterio objetivo-individual (op. cit, t. IV, p. 455).

La exteriorización de la voluntad de W. de querer realizar el verbo típico, a través de quien creía erróneamente era su personero (N.), dándole
precisas instrucciones para que cumpliera su cometido, puso en peligro el bien jurídico tutelado (el buen funcionamiento de una
administración pública --la de Justicia--) y, consecuentemente, ha habido principio de ejecución, traspasándose los meros actos preparatorios.
No se trataron --entonces-- de meros "actos preparatorios" sino de una "tentativa acabada" (F. dixit); y esta tesitura exculpatoria (meros actos
preparatorios en el "iter criminis") no se compadece --más bien se excluye en el plano de la lógica formal-- con el de una "tentativa de delito
imposible", que como bien sostiene Zaffaroni (op. y página cit.), no deja de ser una tentativa y se incluye en tal género.

Se trata --empero-- de una deficiencia en el campo filosófico, de una esforzada y muy correcta defensa.

Finalmente, en lo que hace a la probabilidad de que se diera en la especie un delito imposible, según lo esbozara la defensa, cabe rechazar de
plano tal posibilidad, porque el obrar delictivo de W. era perfectamente idóneo, si se tiene en cuenta la amistad que unía al doctor N. y a
Bernardo Neustadt, y si este último en vez de actuar en la forma en que lo hizo, hubiera persuadido a su amigo como lo quería el autor; el
tipo de injusto en cuestión --a no dudarlo-- se hubiera configurado.

V. Graduación de la pena:

Al individualizarse la pena impuesta a C. W. se tuvieron en cuenta las pautas de mensuración establecidas por los arts. 40 y 41 del Cód.
Penal.

Así pues obra en su favor el positivo informe ambiental que concluye que el entrevistado encuadra sus actividades dentro de las pautas que
establece la sociedad, agregando que era buen padre, y esposo, y apasionado en lo que emprendía. También menciona su adecuado nivel de
educación, habitacional, económico y de sus hábitos laborales desde temprana edad. A ello hay que agregar la carencia de antecedentes
penales y favorables informes del Servicio Penitenciario Federal. No obstante, muchos de estos elementos que sirven para elaborar una buena
prognosis criminológica, a poco que se analizan en profundidad sirven, como contrapartida, de argumento agravante porque deja a su
conducta inmotivada y sin razón.

Por un lado, su nivel educacional, su falta de antecedentes y las buenas relaciones de familia han constituido la base de su designación como
juez de la Nación, y, por tanto, no pueden jugar un papel preponderante a la hora de disminuir una sanción directamente relacionada con un
hecho personalmente relevante cometido durante el ejercicio de esa función.

Por otro lado también su buen nivel económico puso al descubierto su ambición desmedida al pergeñar el ilícito por el que fuera condenado.
Ni el sueldo, ni sus bienes personales le fueron suficientes para saciar sus particulares ambiciones patrimoniales, sino que debió recurrir al
delito para contentarlas.

Tampoco pensó al momento de delinquir en la noble tarea que la Nación le había confiado, es decir en la de administrar justicia en un punto
de equidistancia entre las partes para lograr un fallo justo.

No reparó en la notoriedad del demandante y demandado; y que de seguro, tal como ocurrió, de no aceptar ellos sus indebidas peticiones,
tenían la posibilidad de ocasionar tal "strepitus foris" que resultó en terrible demérito del Poder Judicial.

No dudó en intentar valerse como personero suyo de otro juez de la Nación, quien a la sazón tenía estrechas relaciones no sólo con él sino
también con el demandado. Tampoco desdeñó durante el debate la oportunidad para endilgar falsamente a ese otro juez el delito, poniéndolo
como protagonista del mismo, para soslayar su propia responsabilidad.

Por último, no cuidó la paz, tranquilidad y honorabilidad de sus más cercanos colaboradores, como lo eran su secretario --doctor R. -- y sus
empleados más directos. Todos debieron soportar las vicisitudes, inconvenientes, y grado de exposición que conlleva la tramitación de un
sumario administrativo y otro criminal, como los labrados.

En este punto, es menester detenerse en la angustia soportada por su secretario, quien siendo responsable de los expedientes que tramitaban
en su ámbito, sintió la necesidad de ponerse a la par de las investigaciones y recolección de pruebas iniciadas por el doctor N. para conjurar
cualquier acción que por reflejo pudiera involucrarlo delictualmente, tal como el dar a conocer en forma indebida los fundamentos de la
demanda.

Por todo ello, el tribunal consideró adecuado aplicar el máximo de la pena prevista para el delito --art. 266, Cód. Penal--, efectuadas las
reducciones del art. 42 de la ley de fondo, esto es la de dos años de prisión e inhabilitación especial de tres años y cuatro meses.

VI. Multa:

Así mismo, y dado el ánimo de lucro que inspiró al autor al planear su delito, habida cuenta su demostrada intención de obtener algún
provecho o ganancia evaluables económicamente a través del ejercicio abusivo de su función (Baigun-Zaffaroni, "Código Penal", t. I, p. 285,
Ed. Hammurabi,), el tribunal estimó que se daban los extremos del art. 22 bis del Cód. Penal y, en consecuencia, impuso la pena de multa
complementaria determinada por dicha norma, graduándola de un modo que coadyuvase a la prevención especial, es decir, a su aptitud para
evitar nuevas reincidencias y no para provocar un empobrecimiento del autor que lo indujera a recaer en acciones antisociales. De allí que se
estipuló la suma de $10.000 como eficaz para alcanzar tal fin.

VII. Denuncia relacionada con el informe a "Telecom" por el doctor J. P. R.

En la declaración testimonial prestada en el debate por el doctor J. C. R., otrora secretario del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil N°.
29, manifestó que para ayudar a su memoria "pidió un informe a la empresa "Telecom" del listado de llamados que efectuó desde el N° ...
que era el teléfono particular que tenía en aquel entonces" (ver acta obrante a fs. 1965 vta.), agregando, "que el ayuda memoria que solicitó a
Telecom" lo obtuvo mediante un oficio que hizo con firma y sello de secretario, porque como usuario no lo había obtenido" (ver acta obrante
a fs. 1970 vta.).

A raíz de esta circunstancia, la defensa requirió que el testigo aportara el respectivo informe, y el tribunal, ante la oposición del fiscal,
resolvió no hacer lugar a la petición por los argumentos vertidos en el acta de fs. 1988, quedando como remanente, para el momento de dictar
sentencia el análisis y decisión sobre el aspecto intrínseco de la cuestión, esto es la actitud de R. de pedir, en su calidad de secretario a
"Telecom", un informe.

Este Organo Jurisdiccional no cuenta con la contestación de "Telecom" por entender, por un lado que se trataba de una superabundancia
probatoria, pero, por el otro, por la posibilidad de que el texto contuviera algún elemento autoincriminante que tornara la exigencia al
declarante de su agregación en una grave afectación a la garantía que emana del art. 18 de la Constitución Nacional.

En la inteligencia, entonces, de que sea otro tribunal el que conozca en el hecho, practique las averiguaciones pertinentes en "Telecom", y
resuelva en definitiva si los términos en que se dirigió el doctor R. implicaron alguna infracción en el orden penal, se estimó prudente
efectuar la pertinente denuncia.

VIII. Hecho relativo al perito geólogo Roberto Kreimer. Exposición de los fundamentos del fallo absolutorio.

El fiscal general tuvo por cierto que en los primeros días del mes de marzo de 1996, el doctor W. en su calidad de juez a cargo del Juzgado
Civil N° 29, requirió al perito geólogo Roberto Kreimer que aceptara el cargo en autos "Chalup, Jorge A. y otra c. Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires" que "una vez regulados sus honorarios recibiría una participación de los mismos". Encuadró este supuesto ilícito en
las previsiones del art. 266 del Cód. Penal (delito consumado).

1) Para arribar a este juicio de reproche se basó en lo manifestado por el doctor B. N., en el sentido de haberle comunicado W. y haberse
grabado sobre la designación de un perito geólogo en el juicio de mención "y que no sabía cómo arreglar con él". Que W. lo había llamado
pero éste "se encontraba en la costa" y que cuando regresó lo llamó por teléfono y lo designó en el juicio y "...una letrada de la actora se
había enojado por el nombramiento del perito sin su notificación..." ... Que "... había llegado a un acuerdo" con dicho profesional. Que
"...cuando llegara el momento de los honorarios, el perito se anotaba un poroto y él otro" de donde dedujo que W. compartiría ilícitamente
honorarios con Kreimer.

2) A esto añadió la grabación del 26 de marzo de 1996 (transcripta a fs. 855/857) de la que surge la frase "Usted se anota un poroto y yo me
anoto un poroto", a la que siguió una respuesta de Kreimer: "doctor, lo que usted disponga, lo que usted disponga" y la posterior referencia a
un "ana-ana" (reparto por partes iguales) referido a otros profesionales.

3) Añadió la declaración de la abogada S. B. D. C. incorporada por lectura en el sentido que "era una irregularidad que el perito fuera
notificado antes de que la parte hubiera instado el procedimiento"; a diferencia de la perito Iris Ilona Lieber, que fue notificada por cédula de
su designación no había recibido ninguna comunicación por parte directa del juez" (ver sus dichos también incorporados por lectura de fs.
398/399).
4) Sumó a ello el "trato diferente" brindado a Kreimer por parte de W. conforme dichos de los empleados Gerola y Redondo, según afirma el
fiscal general a fs. 2002 vta., a quienes el ex juez les había solicitado que "atendieran con especial atención al referido perito".

5) También la reglamentación de la Cámara Civil, relacionado con el nombramiento de peritos.

6) El contenido de la agenda telefónica del acusado (con el número particular del perito).

7) La desgrabación oficial de fs. 791, en la que el nombrado, refiriéndose a W. manifiesta a su hijo "...yo te dije a vos que me había él pedido
una coima..." (sic).

8) Así como las constancias del juicio "Chalup c. Municipalidad de Buenos Aires".

Si bien existen los prenotados indicios cargosos no es menos cierto que los mismos no reúnen los requisitos que tradicionalmente les ha
asignado la doctrina, en el sentido de tener que ser graves, precisos y concordantes, toda vez que se dan en la especie los contraindicios que a
continuación se mencionan:

1) De lo escuchado y transcripto en la grabación efectuada por N. el entonces juez W. brindó en su indagatoria explicaciones coherentes
sobre la designación del único perito de la lista y la importancia que poseía para la dilucidación del juicio sin que pueda dársele el valor
penalmente vinculante que N. le atribuyó, quien, por otra parte, en la audiencia claramente expresó que se trataba de una deducción suya.

2) El sentido anfibológico de la expresión "usted se anota un poroto y yo me anoto un poroto", a la que no necesariamente puede atribuírsele
sentido de propuesta ilegal, sino también de realizar un buen trabajo para posibilitar una regulación y poder dictarse una sentencia justa.

3) El sentido similar de la frase de Kreimer a W. "doctor, lo que usted disponga...", que también puede ser una fórmula de cortesía.

4) Las firmes y sostenidas negativas y explicaciones brindadas por el acusado W.

5) Los dichos del juez de Cámara doctor M. que relatando la declaración del perito Kreimer, ante el Tribunal de Superintendencia de la
Cámara Civil, en la parte final de los mismos, afirmó textualmente: "... Que al perito Kreimer en su declaración lo notó extrañado de la
situación y sincero de no haber actuado en negociación ilícita con el juez".

6) Las constancias de fs. 19 del expte. de Superintendencia 691/96 "Juzgado Civil N° 29 s/denuncia" (expte. 691/96) donde Kreimer, ante los
jueces de Cámara doctores M. y S. con la presencia del fiscal de Cámara doctor S., la secretaria general y el prosecretario, manifestó que no
tuvo "... ninguna anomalía ni circunstancia particular que referir, ni hizo referencia alguna el magistrado al tema de honorarios, en las
entrevistas que mantuvo y que tampoco se le hubiera ocurrido al dicente preguntar sobre esa cuestión...".

7) Las posteriores negativas de Kreimer. doctor en Geología obrante en su indagatoria de fs. 916/925 vta., también incorporada por lectura,
donde ratificó las anteriores manifestaciones, negando acuerdo alguno propuesto por W. para repartir los honorarios que le correspondieran y
afirmando que la frase sobre apuntarse un poroto ambos le impresionó en el sentido "... que lo hizo por su interés para que las cosas salieran
bien". Que nunca el entonces juez utilizó los términos ana-ana, cuyo significado conoce (ibidem, parte central).

Admitió poder haber hablado con su hijo (ver conversación grabada el 5 de agosto de 1996, incorporada por lectura a fs. 791), como consta a
fs. 923 vta. "in fine" y 924, y no recordar si empleó la palabra coima.

Debemos destacar por ser un hecho de pública notoriedad y coincidir con sus afirmaciones sobre actividades científicas la notable labor
profesional del doctor Kreimer en campos de su especialidad y la circunstancia de haber sido absuelto en esta causa firme en este punto.

Ante esta situación sus dichos grabados en conversación con su hijo bien pudieron estar influidos por la trascendencia en los medios de otras
conductas aquí juzgadas ya que en dicha grabación se hizo mención al estado público que habían tomado los sucesos motivo de juzgamiento.

De más está decir que la aludida grabación fue realizada por orden del juez de Instrucción el 5 de agosto de 1996 con posterioridad a la
denuncia contra W. en sede administrativa de la Cámara Civil. Por otra parte, el conjunto de indicios cargosos, como ya se viera, son
neutralizados por otros, de tal manera que aquéllos no pueden dar pábulo a la base fáctica de la imputación y, ante ello, se genera en este
órgano colegiado --sólo con referencia a este hecho-- un resquicio da duda que, por aplicación del art. 3° de la ley rituaria criminal, deberá
hacerse jugar en favor del imputado W. receptándose así un viejo principio de raíz romanista, plasmado en la frase "in dubiis semper
benigniora praeferenda sunt" (ver Digesto de Justiniano, Libro L, Título XVII, Gallo: Ley 56) y lo obliga a pronunciar un fallo absolutorio a
su respecto.
IX. Cómputo:

De acuerdo a las constancias de la presente causa, el condenado C. W., fue detenido el día 31 de julio de 1996, permaneciendo en esa
situación hasta el día 4 de noviembre de 1998 en que fue puesto en libertad al habérsele concedido el beneficio de la excarcelación bajo
caución real de veinte mil pesos. En el período comprendido desde su detención hasta el día 30 de julio de 1998 el nombrado cumplió en
prisión preventiva un total de 2 años. Asimismo en el período que va del 31 de julio de 1998 al día 4 de noviembre de 1998, cumplió en
prisión un total de 3 meses y 4 días, tiempo que corresponde que se compute doble en atención a lo dispuesto en la ley 24.390, por lo que en
ese último período C. W., cumplió en detención 6 meses y 8 días. Sumados los tiempos parciales se desprende que en total cumplió en
detención 2 años, 6 meses y 8 días.

Por tal razón la pena impuesta en la sentencia se dio por compurgada por el tiempo de detención sufrido.

Por ello, de conformidad con los arts. 3, 378, 383, 385, 391, 392, 393, 394, 396, 398, 399, 400, 401, 402, 403 y concs. del Cód. Procesal
Penal, el Excmo. Tribunal Oral en lo Criminal N° 12 de la Capital Federal, resuelve: I) Rechazar la nulidad del requerimiento de elevación a
juicio de fs. 1250/1261 propugnada por la defensa, teniendo presente la reserva de ocurrir en Casación. II) Condenar a C. W., de las
condiciones personales antes señaladas, a la pena de 2 años de prisión de efectivo cumplimento y costas e inhabilitación especial por el plazo
de 3 años y 4 meses como autor penalmente responsable del delito de concusión, en grado de tentativa (arts. 29 inc. 3°, 42, 45 y 266 Cód.
Penal y arts. 530, 531 y 533, Cód. Procesal Penal), pena de prisión que se da por compurgada en atención al tiempo de detención cumplido.
Asimismo, impónesele multa de $ 10.000 --art. 22 bis Cód. Penal-- (Hecho "A" del requerimiento de elevación a juicio de fs, 1250/1261).
III) A los fines de la inhabilitación especial impuesta (art. 20 del Código Penal), remítase copia del fallo y sus fundamentos a la Excma.
Corte Suprema de Justicia de la Nación, al Honorable Consejo de la Magistratura y al Ministerio de Justicia de la Nación. IV) Absolver a C.
W. de las condiciones personales antes mencionadas, en orden al delito de concusión (art. 266, Cód. Penal) por el que fuera acusado por el
fiscal general, respecto al hecho descripto en el requerimiento fiscal de elevación a juicio de fs. 1250/1261, bajo la letra "B". V) Extraer
fotocopias del acta de debate respectiva, del presente pronunciamiento y fundamentos, remitiéndolos a la Excma. Cámara Criminal y
Correccional de la Capital Federal, para que --por sorteo de estilo-- determine el Juzgado del fuero que deberá decidir si la actitud del doctor
J. C. R. --al pedir en su calidad de secretario un listado de las llamadas que efectuó desde el teléfono particular-- implicó alguna infracción al
Código Penal. VI) Intimar a C. W. para que dentro del quinto día satisfaga la suma de $ 69,67, en concepto de tasa de justicia, bajo
apercibimiento de aplicarle una multa equivalente al cincuenta por ciento de la citada suma. VII) Devolver, mediante oficio de estilo, el
sumario administrativo N° 691 a la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal, el expediten N° 167-0V-96 a
la Comisión de Juicio Político de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y el expediente 31.202/96 caratulado "Chalup, Jorge A. c.
Municipalidad de la Cuidad de Buenos Aires s/daños y perjuicios" al Juzgado nacional en lo Civil N° 41. VIII) Agregar a la causa los
testimonios de expedientes y la documentación certificada a fs. 1780/1781, reservando en Secretaría los dos video cassettes marca T.D.K.
con la inscripción "Tiempo Nuevo 2/4/96" y "El Primero de la Semana 1/4/96"; dos mini cassettes marca "Maxell"; un cassette marca T.D.K.
con la inscripción "cassette entregado por el doctor N. 23/3/96" y seis cassettes, certificados a fs. 1780/1781. IX) Devolver a C. W. sus
efectos personales certificados a fs. 1780/1781. X) Remitir --en calidad de depósito-- la pistola automática C 11,25 mm. marca "Ballester
Molina" con cartuchera de cuero color marrón N° 41.53526000001 al Comando de Arsenales del Ejército, para que sea entregada a quien
acredite ser su legítimo dueño. -- Alfredo H. Rizzo Romano. -- José L. Méndez Villafañe. -- Carlos A. Bruno.

© La Ley S.A.

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