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w) PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISO EXPERIENCIAS DE HISTORIA REGIONAL EN CH | LE Ca Wan tela ol.) Perret aro ACTUALES) JUAN CACERES MUNOZ ones INSTITUTO DE HISTORIA Exvmuenens be aistams Reciowst Ex Came rAoNAS: 125-196. VALPARAISCHILE 2000 MISIONEROS FRANCISCANOS EN LA FRONTERA VALDIVIANA, 1769-1796* Fabian Almonacid Zapata.** En este articulo, a partir principalmente de las propias fuentes franciscanas, nos centramos en el periodo comprendido entre el reemplazo de los jesuitas expulsos y fi- nes del siglo XVIII. Nos interesa dilucidar la politica misional de los franciscanos en la regi6n, en un territorio fronterizo ocupado por indios cristianizados, infieles y espanoles, civiles y milita- res. Dentro de esa politica misional, especialmente, establecer la participacién de los franciscanos en el fortalecimiento del dominio espaiiol en la region. En general, creemos que, en el contexto de una politica imperial destinada a la concentraci6n y reestructura- cién del poder real, con nuevas autoridades e instituciones, y que buscaba engrosar las arcas reales, los franciscanos se su- maron decididamente a las politicas estatales, a partir de sus propositos y practicas misionales, contribuyendo a extender y consolidar una creciente presencia y dominio espafiol en la jurisdicci6n valdiviana. Nos parece relevante comprender las particulari- dades de la politica misional franciscana, a través de la consi- deracién de su implementaci6n en la frontera valdiviana, por ser un caso menos conocido que el de la Araucania y por el importante papel que juega Valdivia como enclave espanol en el sur de Chile durante el tiltimo periodo del dominio colonial. Dentro de ello, nos interesa especialmente la frontera norte valdiviana, un amplio espacio que iba desde la ciudad de Val- divia a Toltén. Destacamos, también el papel de la mision de la plaza de Valdivia, como la principal y rectora de la activi- dad misional en toda la gobernaci6n, la suerte corrida por la nm de Toltén Bajo, en la periferia yaldiviana y punto de rticulo es parte de una investigacion financiada por el proyecto Fondecyt N" 1080200, "Mariquina: El poder de habitar la tierra/rio/mar de Chile Sur y las politicas sociales: civiles, estatales y comunitarias. Sighs XVUL/XX1 ** ‘Doctor en Historia, Académico de la Universidad Austral. E-mail: falmonacidz 123 Exrenienctas pe Histonta.n. WNCIAS MISTORIOGRAFTCAS.ACTUALES) contacto con el extenso territorio indigena, y San José de la Mariquina, rodeada de indios pacificos, pero que resistian la dominaci6n colonial. San José seré en estos aiios la avanzada norte de la presencia espafiola, el niicleo fundamental y estra- tégico del dominio espanol en esa zona. Evidentemente, el papel de los misioneros en esta region fue fundamental, junto a la presencia militar y de ofi- ciales espanioles. Segtin Boccara, desde 1641 a 1810, considerando Ja Araucania y las relaciones hispano-mapuche, se produjo lo que él llama un poder civilizador'. Como su nombre lo indica, en este periodo predomina un principio civilizador que orga- niza los diferentes mecanismos de dominio (misiones, escue- las, parlamentos, funcionarios). La misién seria el paradigma del poder. Aplicando estas ideas a la frontera valdiviana, se aprecia que existe el mismo principio y los mismos dispositi- vos de poder. Sin embargo, la pregunta que nos surge es cudn eficaz era ese poder. Mas alla de los dispositivos, las relaciones de fuerza, esto es, el poder mismo, no nos parecen muy favo- rables a los espaiioles. Tras la expulsion de los jesuitas, los afios siguien- tes permiten observar las limitaciones de ese poder civiliza- dor, Mas alla del discurso, de los esfuerzos, los resultados no muestran una transformaci6n en el sentido esperado, por el contrario, se observa una resistencia instalada. Mas que cris- tianizados, lo que es peor, mas que amigos, habia barbaros bautizados que ejercian un rechazo generalizado a todo lo que fuera espaiiol; al contacto, a la subordinacién laboral, a la imi- tacién de costumbres, etc. En este marco, el paradigma del poder, la mision, tuvo una esfera de influencia limitadisima y llevara adelante una estrategia que rindié escasos frutos. De este modo, nos proponemos demostrar las limitaciones del poder civilizador franciscano en la frontera valdiviana, junto con la contribucién que realizaron los fran- ciscanos a la expansién y consolidacién del dominio colonial en la zona. LA LLEGADA DE LOS MISIONEROS FRANCISCANOS. Al momento de su Ilegada a Valdivia, en 1769, los franciscanos se encontraron con dos misiones dejadas por los * Guillau Universi c Beara, Veer, Histor dl pueblo map na epg cole. Catélica del Norte, Linea Editorial AM, 2007, pp. 225-301 124 Misionenos FRANCISCANOS ____ Fabidin Almonacid Z. jesuitas. La de la ciudad de Valdivia y la de San José de la Mariquina. De tal manera, la extensa gobernaci6n valdiviana tenia un enorme campo abierto a la actividad misionera. Ra- pidamente se hicieron cargo de ellas, en junio de Valdivia y en octubre de San José de la Mariquina. Por 1769, dos aos después de la expulsion de los jesuitas, la zona al norte de la plaza de Valdivia estaba esca- samente poblada por espajfioles; algunos en torno al Castillo de Cruces y otros instalados en las cercanias de la misién de San José de la Mariquina. La poblaci6n indigena por el con- trario era numerosa, unos 10 mil segiin calculos de los propios franciscanos por 1775. De ellos, un pequefio ntimero se po- dian considerar “amigos”, viviendo en contacto con espafio- les, sometidos, en un sentido lato del término, a la autoridad espaiiola a través de los capitanes y teniente de amigos. En principio, la mayoria de éstos aparecian como “cristianos”. Estos indios eran pacificos, asi se decia, y mantenian relacio- nes comerciales y de amistad con la plaza de Valdivia. Estos indios se encontraban en las inmediaciones de la ciudad de Valdivia y fuertes de la bahia de Corral, en las cercanias del Castillo de Cruces y la mision de San José, y en Toltén bajo. De este modo, la frontera norte de la gobernacién valdiviana aparecia como un “colch6n” entre el territorio mapuche y la plaza de Valdivia, asi como medio de contacto con la ciudad de Concepcion. Hacia el interior y al sur de la plaza de Valdivia, estaban el territorio de los indios infieles, con algunas propie- dades de espafioles siguiendo el rio Calle-Calle y sus afluentes. Zona apenas visitada en afios anteriores por las correrias je- suitas, no contaba con ninguna presencia misionera. De tal modo, la plaza de Valdivia era un territorio de fronteras. Un enclave espafiol rodeado de indios infieles, que reconocian alguna sujecion al gobernador de Valdivia, a través de los capitanes y tenientes de amigos, pero que en lo demas vivian a su usanza, reacios a perder su independencia. En cuanto a la religién cat6lica, su contacto con ella habia Sobre las misiones franciscanas en Valdivia, ver P. Roberto Lagos, Historia de las misiones del Colegio de Chillan, vol. 1, Barcelona, Herederos de Juan Gili Edito- tes, 1908, pp. También, M. Ximena Urbina Carrasco, Lafont de arriba en Chile colonial, Ediciones Universitarias de Valparaiso, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Valparaiso, 2009. pp.220-731. Ademas, la fuente mas conocida del periodo, Informe cronoldgico de las misiones del rzino de Chile, fray Miguel Ascasubi, diciembre de 1784, (con agregados al margen de lo ocurrido hasta 1789), Archive Franciscano, Santiago (en adelante, AFS), vol. 5. También fue publicado por Clau- dio Gay, Historia fisica y politica de Chile, documentos sobre la historia, la estadistica y la gcografia, tomo piimer®, Paris, Imprenta de Moulde y Renou, 1846, pp. 300-400 125 HFRIENCTAS Dit HISTORIA... AS MISTORIOGRAMICAS ACTUALES) sido, siguiendo el método jesuita, mas bien formal, recibiendo los sacramentos, especialmente el bautismo, pero con esca- so conocimiento de la doctrina. En la misién de Valdivia, en 1769, no encontraron mas que 8 indios que estuvieran media- namente instruidos. Mas bien, sus relaciones con los misione- ros eran de amistad, obteniendo pequefios regalos y favores. La llegada de los franciscanos modificaré la labor misional. LA ACCION MISIONAL? DE UN CORDERO ENTRE LOBOS A PASTOR CON SUS OVEJAS. Por tanto, un aspecto relevante de considerar es la importante diferencia que existia entre los métodos de con- version jesuitas y los franciscanos. Mientras el primero pre- tendia ser como un cordero entre lobos, yendo a territorio indigena en sus correrias anuales, misi6n circular, presentan- dose humildemente, contentandose con bautizar a todos los nifios que se le presentaran y con casar a algunos, sin dejar de agasajar a los indios para ganarse su amistad, el segundo, critico de ese método, por lo poco efectivo en la conversion del indio, por la falta de instruccién que se le daba, concibe una misi6n distinta, en la que el misionero sea como un pastor con sus ovejas, atrayéndolas y manteniéndolas con él. Nada de correrias, pues nada producen, pura forma, diran los francis- canos, si no, instalarse en un lugar y pedirles a los indigenas que vinieran a la iglesia y casa misional para ser instruidos y, especialmente, que le dejen sus hijos para educarlos en la fe. Mas que acrecentar los “fieles” en ntimero, los franciscanos pretenden influenciar en pocos, en un trabajo de largo aliento, pero a éstos mantenerlos bien alimentados espiritualmente®. Estas diferencias tendran inmediato efecto en la organizaci6n espacial de la misién. Las misiones jesuitas, me- diante las correrias anuales, podian abarcar un extenso terri- torio. Las misiones franciscanas seran de tamafo reducido, abarcando no mas que el terreno que se pudiera recorrer fa- cilmente a caballo en un dia y lo suficientemente cerca como para que los indios pudieran asistir frecuentemente a la mi- sion. En el caso de Valdivia, se incluyé un territorio de dos a tres leguas en torno a la plaza, y por el rio, unas cincos leguas hacia arriba‘. Esta nueva politica misional suponia que los indi- 2 Informe del estado en que se hallé la Misién de la Plaza ste Valdivia, fray Ramon Re- drado, vicecomisario de misiones, Plaza de Arauco, 10 de mayo de 1775, AFS, vol. 3, * Idem. 126 ‘Misiontios FRANCISCANOS EN He Fabidn Almonacid genas podian tener un contacto frecuente y directo con los mi- sioneros, contando con la libertad suficiente para acudir a la misi6n, asi como que tenian una escasa instruccién cristiana. Como veremos en el punto siguiente, en Valdivia sobre ningu- no de estos aspectos habia unanimidad de opiniones. Ademas, esta nueva forma de misionar requeria recursos abundantes. Cada misién franciscana siempre conta- ba con dos misioneros, los que recibian una “limosna” del rey, llamada sinodo, para sostener sus gastos. Para cada misi6n, se entregaba un sinodo de 660 pesos anuales. En el caso de las misiones de la ciudad de Valdivia y San José de la Mariquina, ese dinero era pagado por las Cajas Reales de Lima. Por una vez, en el caso de las misiones nuevas, el rey entregaba 500 pesos, para gastos de construccién y ornamentacion. Con el sinodo anual, que siempre se tardaba en llegar, debian soste- nerse los dos misioneros todo el aio. La mayor parte de lo que se necesitaba se traia anualmente de Lima y Valparaiso. Lo menos se adquiria en Valdivia. No habiendo mas ingresos que esos, pues la orden tenia prohibido por regla tener bienes, excepto los indispen- sables, el sinodo no aleanzaba para todo lo requerido; fuera de los gastos de los misioneros, habia que mantener a los indios que concurrian a la misién para ser instruidos, atender enfer- mos, hacer agasajos para atraer a los indios, reparaciones de las construcciones, pagar sirvientes y el traslado de los vive- res hasta Valdivia, en lo fundamental. Por todo lo sefialado, se comprende que una de las quejas permanentes de los francis- canos haya sido tener dificultades para sostener sus misiones. Mas adelante, desde 1773, el gobierno superior (Santiago) les dio el beneficio de raciones diarias de pan y charqui para cada misionero, como tenia los oficiales militares de la plaza de Valdivia’. Asi y todo, sus necesidades siempre fueron mayores que sus ingresos. Entre Ex rptoma ENpico ¥ EL CASTELLANO. Una discusin surgida entre el gobernador de Val- divia, Joaquin Espinosa y los misioneros, entre 1774 y 1775, nos permite conocer las dificultades enfrentadas por el “para- digma del poder” civilizador en Valdivia. En 1774, el gobernador Espinosa mando aplicar en Valdivia la real cédula de 2 de mayo de 1770, que ordenaba + Decreto de la Junta de Real Hacienda, Santiago, 22 de-abril de 1773, ABS, voi, 3. 127 Exreniencras be Mistonts... (TenoRNcias msTORIOGRAFICAS ACTUAL 8) desterrar de los reinos de Indias los diferentes idiomas utiliza- dos, usandose sélo el castellano en el trato con indigenas, En comunicaciones con fray Pedro Valearcel, mi- sionero en San José, el gobernador le aclaré que la real cédula se aplicaba a los parrocos y no a los misioneros. Que se excluia de ella a los indios que no entendfan castellano, como los de San José, pero que si se aplicaba en la plaza de Valdivia, en donde el contacto con el espafiol les permitia a los indios en- tender el castellano. Sin embargo, el 28 de noviembre de 1774, le sena- la a Valcarcel que ello no impedia que tomara algunos hijos de los indios y los educara en una escuela misional, en cas- tellano®. Valearcel le responderia que él no tenia dinero para ello, el 20 de diciembre de 1774, pues lo poco que le sobraba lo gastaba en agasajar a los indigenas, repitiendo en este aspecto el método utilizado por los jesuitas. De darseles los recursos, él no tendria impedimento en hacerlo’. El asunto rapidamente se convirtié en un enfren- tamiento entre el gobernador y los misioneros, que manifiesta una realidad compleja camino a cristianizar/civilizar a los in- dios. Como Espinosa pretendia que no se hablase mas que castellano con los indios de la plaza de Valdivia, hizo ave- riguaciones sobre el conocimiento que éstos tenian del caste- llano, en la costa, concluyendo que lo hablaban regularmente y que aceptarian ser ensefiados en castellano’. Asimismo, se envio al comisario de naciones, Ignacio Pinuer, al Castillo de Cruces, a tomar declaracién a los indios espaiiolizados, asi como a los que vivian a medio camino entre el Castillo yla misi6n de San José. Fray Joaquin Millan, misionero en Valdivia, pre- paré pacientemente su bateria de argumentos contra esta des- informada y peligrosa medida. Hemos visto sus notas de 3ide diciembre de 17749. Millan se manifiesta sorprendido por los “indios imaginados” por el gobernador. Afirma que en la plaza de Valdivia no hay indios vecinos. Los que hay son sirvientes de los espafioles y no entienden el castellano. ta de fray Pedro Valcdrcel al gobernador Joaquin Espinosa, Mision de San José, 20 de diciembre de 1774, ol. 3. Informe del gobernador Joaquin Espinosa, Mancera, 16 de noviembre de 1774, AFS, vol. 3. Notas que se deben hacer en esta carta respuesta del seitor Gobernador de 28 de no- viembre de 1774 y sirven de suplememto a la respuesta, Fray Joaquin Millan, Mision de Valdiv iembre de 1774, AFS, vol. 3. 128 Mision kos FRANCISCANOS ENA. - ibidin Almonacid Z. ¢Como llegaban esos indios a Valdivia? Eran lle- vados generalmente por comerciantes que los compraban en el interior y los vendian alli. A veces eran entregados por sus mismos parientes a espaiioles, siendo huérfanos 0 no. Todos ellos eran sirvientes de por vida e incluso eran revendidos y entregados en herencia. Eran tratados como verdaderos escla- ‘vos. El asunto no era desconocido por el gobernador, quien a instancias de los misioneros, en octubre de 1774, ha- bia dispuesto que en el futuro esas ventas de indios se hiciesen en casos muy especificos, para salvar la vida del indigena, bajo la vigilancia de los misioneros y el comisario de naciones, y por un tiempo de diez afios"®. Evidentemente, la practica pro- pia del mundo “civilizado” no terminé con ese bando. Para Millan, el interés del gobernador por aplicar la real cédula sobre el uso del castellano habia sido motivado por un asunto bien concreto, que nada tenia que ver con esta practica. Habfa un cacique en las cercanias de Valdivia que es- taba casado con una india que habia sido comprada por el ca- pitan Pedro Martinez, y como ella no podia salir de las tierras de Martinez, el cacique vivia alli con ella. Este cacique tenia una hija de 14 afos, Pascuala, que no habia sido instruida en la fe, por lo que el misionero le pidié al padre que la llevara a la misién. Asi lo hizo. Ello gener@ la ira de la esposa de Martinez, quien fue a quejarse con el misionero en duros términos, acu- sandolo de que les estaba quitando sus criados. Millan le dijo que la tenia por autorizaci6n del cacique, su padre, pero igual le permitié que se la llevara. La mujer envié la india a casa de una hija en la isla de Mancera para que supuestamente se la educara, porque segiin ella era ladina. El misionero a los me- ses mando a traerla y se la quitaron pues no habia aprendido nada. Martinez fue a hablar con el gobernador y lo con- vencio de la inutilidad de la presencia de los misioneros. Se supo, por testigos que fueron donde los misioneros, que in- cluso el gobernador dijo que se malgastaba el sinodo con los misioneros, pues los indios de Valdivia ya eran cristianos. Asi, lo tinico que lograban los misioneros era quitar sus sirvientes alos espaiioles. De este modo, la aplicacién de la real cédula fue el pretexto para quitarles a los misioneros autoridad sobre los indios. Millan calculaba que en la plaza de Valdivia y alre- "© Bando del gobernador Joaquin Espinosa, Mancera, 12 de octubre de 1774, AES, vol. 3. 129 ExPaiuenctas be Histon... dedores no habria mas de 30 indios que supieran castellano, sin embargo, el gobernador con sus averiguaciones conté 400. No se crea que los misioneros eran los adalides de Ja defensa de la libertad de los indios, nada de eso. Por 26 de marzo de 1773, el mismo Millan habia pedido al gobernador de Valdivia que no se permitiera a los indios que venian a la plaza de Valdivia volver a sus tierras, pues una vez educados eran mucho mas reacios que sus mayores en aceptar todo lo espaiol en sus tierras", Estos eran los mismos indios traidos por la fuerza o por sus parientes, y que después los venian a buscar, 0 ellos mismos pedian ir a ver a sus parientes. El go- bernador apoyé la peticién"’. Ademas, como politica misional, los misioneros acostumbraban a llevar indios en grupos por unos seis meses a casa de espaiioles, para que se les ensefiara arezar y llevaran a misa, asi como daban padrinos espafioles a los indios bautizados y pedian a sus padres que a la edad ade- cuada se los entregaran a los padrinos para ser ensefiados's. El problema no era la libertad del indio, él no po- dia decidir si era 0 no cristiano, una vez adoctrinado, ni vol- ver a tierra de infieles si lo deseaba. El problema era que los sirvientes espafioles que criticaban no tenian ningtin contacto con la fe. Por tanto, incluso los misioneros aceptaron en 1774, que la salvaci6n del indio de la muerte hacia aceptable la ser- vidumbre por 10 afos. Obviamente, después, con la misma logica, ese indio no seria libre de regresar a sus tierras; era un viaje sin retorno. Las dificultades no pararon alli para la evangeli- zacién en castellano. En enero de 1775, fray Valcarcel, desde San José informaba al gobernador que la posibilidad de ins- talar escuelas de indios en la misi6n se veia muy lejana, pues los caciques del lugar estaban molestos pues en dos veces que vinieron a ver al gobernador a Valdivia no fueron agasajados como correspondia“. Se sabia, que los indios tenian muy mal visto no ser bien atendidos cuando venian a ver al gobernador, como ocurrié en su visita de diciembre de 1774. Efectivamen- te, segiin reconocié el propio gobernador, en enero de 1775, los atendié y les dio algo de sal y tabaco, pero nada de comida Joaquin Milkin al gobernador de Valdivia, Valdivia, 26 de marzo vol, 3, rnador Joaquin Espinosa a fray Joaquin Millén, Mancera, 29 de 3, AFS, vol. 3. halls la Misiin de la Plaza de Valdivia, fray Ramon Re- ode 1775, AFS, marzo de 177 Informe del estado en que drado, vieecomisario de misiones, Plaza de Arauco, 10 de n vol. 3 "Carta de fray Pedro Vi via, I de enero de 1775, al gobernador Joaquin Espinosa, Mision de Valdi- vol 3 130 Misiontros FRanciscanos iN La. Ri Valearcel fue mas lejos todavia en sus expresiones, el 4 de enero de 1775, informandole al gobernador que algunos caciques le habian dicho que no volverian mas a Valdivia, ni siquiera a parlamento". Asi de disgustados estaban. Le aclaro que los caciques de Toltén y San José eran tan importantes, tradicionalmente, como los de Los Llanos, a los que él habia atendido profusamente, por lo que quisiera que los caciques de su misién recibieran algtin agasajo al ir a Valdivia y no vol- vieran disgustados. Efectivamente, por estos anos, el gobernador de Valdivia tenia sus ojos puestos en adelantar la presencia espa- fiola hacia el interior y el sur, por lo que habia agasajado con gran despliegue al cacique de Quinchilca. No habia tenido las mismas atenciones con los de San José. Por su parte, Millan, que dudé de los informes del gobernador sobre la cantidad de indios que hablaban castella- no, fue a fines de diciembre de 1774 a Niebla, para hacer sus propias averiguaciones. Alli, el cacique Juan de Dios le dijo que solo dos hablaban castellano y que habia afirmado que otros lo hablaban, pues sin saberlo el gobernador le hizo jurar un documento que no conocia”. Por otro lado, en noviembre de 1774, el comisario de naciones habia ido al Castillo de Cruces, donde encontré a nueve indios espaiolizados, los que puso bajo la autoridad del capellan del Castillo. También paso a la reduccién de Ilahue, la mas alejada de la misién de San José, ordenandoles que no hiciesen caso al misionero y que fueran a oir misa al Castillo. El misionero de San José reclam6 con el goberna- dor, diciéndole que los indios dados al capellan no eran ladi- nos, y que el capellan no sabia la lengua. De los indios de Mlahue, a medio camino entre el Castillo y la misin de San José, el comisario de naciones ha- bia escuchado del cacique que estaban abandonados; que en tiempos de los jesuitas, los padres les visitaban y bautizaban sus hijos, pero los nuevos padres no les bautizaban sus hijos, y que cuando hacia buen tiempo iban a Cruces a oir misa, aun- que reconocian ser de la misi6n. Carta del gobernador I juin Espinosa al fray Petlro Valedteel, Mancera, 3 de cion del fray Joaquin Millan, Castillo de Cruces, 6 de enero de 1774, AFS, PERIENCIAS DE HISTORIA... NDENCIAS IISTORIOGRAFICAS_ACTUALES) Detras de esto estaba la limitacién voluntaria que los franciscanos habian hecho del territorio de la mision, de- Jando fuera a la reduccién de Ilahue. Después del reclamo del misionero, el gobernador de Valdivia, en diciembre de 1774, envié al comisario de na- ciones a poner los indios bajo la autoridad de los misioneros"*. Efectivamente, en enero di 1775, el comisario Pinuer llevé al cacique e indios a la misién de San José, donde fray Valcar- cel los recrimin6, preguntandoles por qué decian que estaban abandonados. Les consulté si alguna vez habian traido algiin hijo a la iglesia. También, les recordé que los habia invitado a oir misa y no venian. Quedaron de acudir ala iglesia. Como se acostumbraba, el capitan y el teniente de amigos los llevarian a misa los dias de fiesta. En febrero de 1775, en su descargo, fray Valcarcel sefial6 al gobernador la desidia de los indios y la poca colabo- racion de los oficiales. Le reconocia si que Illahue estaba dis- tante de la misi6n. Otra parcialidad, Ganihue, a medio camino en direccién a la plaza de Valdivia, estaba atin mas abando- nada, de los que decia que estaban tan barbaros como los de tierra adentro. Respecto a la ensefianza en castellano, el asunto fue resuelto por el obispo de Concepcién, en enero de 1775, a consulta del vicecomisario de misiones. E] obispo apoyé la propuesta misionera de que la ensefianza del castellano se re- dujera a los nifos, mientras los adultos siguieran siendo ins- truidos en su lengua. La medida fue apoyada inmediatamente | por el presidente Jauregui’, Entre diciembre de 1774 y enero de 1775, al calor del debate sobre la instruccién en castellano, el cura de Val- divia, Joseph Ignacio de la Rocha, y fray Joaquin Millan, dis- cutieron sobre el tema de fondo; qué indios pertenecian a la misi6n y cuales a la Parroquia. Como habia consenso que los indios que servian a espaiioles eran del cura, el misionero se encarg6 de denunciar esta realidad. Mas que por preocuparse de la suerte del indigena, por ser esa la via por la que perdia feligreses®. trios documentos sobre este suceso, en AFS, vol. 3. ‘a de fray Pedro Valcarcel al gobernador Joaquin Espinosa, San José de la riquina, 7 de febrero de 1778 f AES, vol. 3. “Carta del obispo fray Pedro Angel Espificita al vicecomisario de misiones Ra- mon Redradlo, Concepcién, 8 de enero de 1775; Oficio del obispo al presidente Agustin de Jauregui, Concepcién, 13 de enero de 1775: y Carte del presidente Jauregui al obispo Espieira, Concepcién, 13 de enero de 1775, AFS, vol 3 * Cartespondencia entre fray Joaquin Millan y Joseph Ignacio de la Rocha, 20 de diciembre de 1774 al 12 de enero de 1775, AES, val. 3. 132 MistpNen0s FRANCINCANOS EN LA. ____Fabiiin Almonacid 2. E] asunto no era menor, pues en 1782, cuando se resolvid definitivamente la disputa, de 336 indios que habia en Valdivia, 218 pasaron a manos del cura por ser sirvientes de espaiioles*. Los siervos eran verdaderos esclavos, segiin Mi- lldn, que no surgian de la piedad de los espafioles, robandolos a la muerte, como decian sus defensores y el cura, sino del interés por obtener trabajadores. E] gobernador y el cura aceptaban estos indios sir- vientes, pues tenian la conviccién de que el camino mas ra- pido de cristianizarlos era espafiolizarlos. Mejor que afios de misiones, una vida con espanoles. Lo demas, hacer ver esto como rescate de almas, piedad, era la ilusién que escondia la verdadera esclavitud del indio. El propio gobernador, en 28 de noviembre de 1774, habia sido bien explicito cuando sefialé a Millan que pa- sar esos indios a manos de misioneros seria hacer de “vecinos y_siervos espafolizados indios bozales sujetos a rezar en su idioma”, Esta situaci6n, en definitiva, les permitié a los mi- sioneros demostrar lo poco que habia avanzado la cristianiza- cién en Valdivia. Particularmente, segin fray Joaquin Millan al gobernador Espinosa, el 29 de diciembre de 1774, en San José de la Mariquina no habia practicamente ningtin indio instruido. Entre los que servian a los espaiioles, s6lo tres in- dias de una casa sabian algo**. Otro tanto sefialaba fray Ra- mO6n Redrado al gobernador Espinosa, en enero de 1775; creia que en San José era muy raro que se hallase un ladino y que en. Valdivia habia algunos’. Todo esto hacia imposible otra cosa que instruir- los en su lengua. Eran todos ne6fitos. No era lo mismo bauti- Informe cromolégico de las misiones del reino de Chile, op. cit. En 1782 el obispo de Goncepcisn dispuso que todos los indiossirvients otrabajadores en propieda: des de espafioles, siempre que estuvieran bautizados, pertenecan al cura. Orden del obispo de Concepeidn, Francisco Joseph de Maran, Concepcién, 3 de noviembre de 1782, AFS, vol. 9. Mas tarde, dada fa smposibilidad del cura de atenderlos, en junio de 1785 el obispo de Concepcidn volvid a entregarles a los misioneros Ia proteccién y.asistencia de los indios que servian a espanoles. Carta de fray Francisco Pérez al ‘obispo de Ci cién, Valdivia, 5 de agosto de 1785, AFS, vol. 5. Alo anterior se habia sumado la decisién anterior, de 1784, del obispo de Concepcidn de que los indios que estuvieren al servicio de militares, dependieran de los misioneros, Oficio del presidente Ambrosio OHiggins al gobernador de Valdivia, Santiago, 14 de di- ciembre de 1784, AFS, vol. 6. Carta del gobernador Joaquin Espinosa a fray Pedro Valedrcel, Mancera, 28 de noviembre de 1774, AFS, vol 3. * Carta fray Joaquin Millan al gobernador Joaquin Espinosa, Misién de Valdivia, 29 de diciembre de 1774, AFS, vol. 3 Carta de fray Ramon Redrado al gobernador Joaquin Espinosa, Arauco, 20 de enero de 1774, AFS, vol. 3. 133 Exersuencias pe Husrowta.. (Tennexctas wistontogrAnicss acruates) zado, que cristiano. Los indios de Valdivia eran barbaros bau- tizados, segin los misioneros. LA VENTA DE INDIGENAS EN VALDIVIA. La practica de “rescatar” indigenas, que eran man- tenidos como sirvientes en Valdivia, fue un asunto de preocu- pacién para los misioneros franciscanos. Tanto por el trato indigno que se les daba, como esclayos de guinea sefalaban, como porque esos indigenas estaban completamente alejados de la misién. La venta de indigenas era comin en Valdivia y no parecia disminuir. En julio de 1779, el gobernador de Valdivia escribié a fray Joaquin Millan, consultandole si se podia con- trolar esto limitando el tiempo que se podian servir los espa- fioles del indio, a cambio del rescate, Ademas, el gobernador era de la idea de permitir que los indios ya cristianizados, que vivian en casa de espanoles 0 como sus inquilinos, pudieran volver a sus tierras, por lo que le pedia que le informara de cualquier situacin contraria®®. Millan respondié al gobernador, en agosto de 1779, que durante los 11 aiios que llevaba en Valdivia habia visto como se vendian indios e indias, siempre con falsos ar- gumentos*’, Rechaza que esos indios estuvieran en peligro de muerte en sus tierras por brujos, y que fueran rescatados como se decia, sino que fueron comprados por los espafioles bajo diferentes circunstancias: “de estos unos han sido huérfanos a quienes sus hermanos mayores u otros parientes vendieron; otros han sido robados en las malocas, 0 guerras, que los indios entre si tienen, y de estos me parece ser los mas de los que se han vendido; otros han sido de aquellos que los mismos indios tenian ya por es- clayos en sus propias casas; también he ofdo haberse vendido indios que los espaioles sacaron de sus tierras sin haber dado por ellos cosa alguna; también he sabido la venta de una in- diecita a quien violentamente espaiiol, 0 espafioles sacaron del rancho, o casa donde estaba; de otra también me consta, que después de muchos aiios de servicio, habiéndola dejado libre la sefora a quien servia, en el articulo de la muerte, un yerno de la tal sefiora la vendié por ochenta pesos”™*. c de Echenique al fray Joaquin Millin, Val- 4 rta de fray Joaquin Millan al gobernader Pedro Gregorio Echeniquie, Valdi- 1 de agosto de 1779, AFS, vol. 3 idem. 134 ‘Misionenos FHanctscanos EN LA. Fabidin Almonacid Z, Como se ve, imperaban los medios “injustos” por lo que se habjan apropiado de esos indios. Incluso en los casos de una efectiva persecucién, algunos indios que llegaron a la plaza por su cuenta para no ser vendidos 0 asesinados en sus tierras, eran vendidos por quienes los acogian. Sin embargo, Millan cree que no se debia cerrar la puerta al rescate de indios, pero sélo de aquellos que en sus tierras tenian sentencia de muerte acusados de brujos u otra cosa, y no hubiese otra forma de salvarlos. Con la condicién de que el conchavador y capitan de amigos correspondiente de- mostrara esto, bajo pena de perder el indio y una multa. Ade- més, el servicio del indio sélo debia ser por el tiempo necesa- rio para recuperar el pago hecho y el trato debia ser adecuado, cuidando e instruyendo al indio. De este modo, se justificaba doblemente el rescate; como redencién a la vida y conversion espiritual. De pasada, Millan aprovechaba de pedir al gober- nador que todos los indios al servicio de espafioles, cualquiera fuese su origen, tuvieran un efectivo conocimiento de la reli- gion catélica, pues de muchos de ellos s6lo se enteraban los misioneros al momento de su muerte. Por dltimo, respecto a que se les permita volver a sus tierras, una vez cristianizados, Millan repitié su parecer dado afios antes al gobernador Es- pinosa, de que se les impidiera. Como hemos dicho, la pre- ocupacién por el indio de los misioneros tenia sus limites; no consideraba la voluntad, ni la libertad del indio. El viaje hacia el mundo “cristiano-civilizado” tenia una sola direcci6n. En todo, el gobernador Echenique se ajusté a lo recomendado por Millan. En los dias siguientes dicté un ban- do al respecto, en el que calificaba de falsos pretextos los argu- mentos dados al favor del rescate de indios, siendo la mayoria sacados a la fuerza de sus tierras, contra la voluntad de sus parientes*®, Prohibia la compra de indios, salvo el rescate de la muerte, que debia ser conocido previamente por el presidente de las misiones y por el comisario de naciones. Por otro lado, permitia que se obtuvieran indios voluntariamente al servicio de espafioles. En los dos casos, se les debfa pagar por su tra- bajo, educarlos, ensefarles a rezar y mantenerlos. Todo aquel que intentara vulnerar lo dispuesto seria castigado y multado. Ademas, pedia a los misioneros y mandaba al comisario y su teniente informar de cualquier evento contrario a lo ordena- do. Por tiltimo, mandaba a los vecinos impedir que los indios ador Pedro Gregorio Echenique, Valdivia, 19 de agosto de 135 Espeatencias ot Hisar. (Texnecias sistoriocRarcas acruates) cristianos regresaran a sus tierras y enviar los indios que les servian donde el cura 0 misionero para fueran instruidos. Apesar de los deseos de la autoridad ymisioneros, la practica de la venta de indios, aunque velada, continud. Por 1784, fray Miguel Ascasubi sefialaba que en la mision de Val- divia habia 310 indios, destacando que: “En el ntimero total de almas no se incluyen aquellos indios, eindias, que con el especioso titulo de rescatados, o presenta- dos por sus deudas; pero comprados en la realidad, y tratados como si fuesen esclavos conducidos de Guinea, sirven como comensales a los espaioles que viven dentro del recinto de la Plaza...podran ascender a ciento de todos estados, edades y sexos”®”, La ACTIVIDAD MISIONAL EN SAN JOSE DE LA Mariquina. Como hemos dicho, los franciscanos no perdieron oportunidad para denunciar el poco avance que habian hecho los jesuitas en la conversién de infieles, con una instruccién efectiva de la religién. Con sus correrias no formaban una ver- dadera cristiandad, decian. Apenas recibian algtin sacramento yuna misa, los misioneros jesuitas desaparecian hasta el aiio siguiente. No hubo un cambio de costumbres, ni valoracién de la vida cristiana por los indigenas. Ello contrastaba con el método misional francis- cano. Como hemos dicho, los franciscanos redujeron su acti- vidad misional a un drea pequefia. No se introdujeron tierra adentro, prefiriendo atender a los indios que quedaban dentro de los limites de la misién. Los que estaban fuera de ese radio quedaban marginados de la labor misional. Asi, las propias defi nes misioneras serfan a corto plazo un aliciente para la creacién de nuevas misiones, que se encargaran de atender el numeroso contingente indigena que estaba sin atencién es- piritual. En el caso de la misién de San José, por febrero de 1775, segtin informe de Pedro Valedrcel desde San José al vicecomisario de naciones, Fray Ramén Redrado, la misién en el tiempo de los jesuitas iba desde Toltén a Valdivia, de mar a cordillera. Ellos le dieron una dimension mas modesta; 7 leguas al oriente, 4 al norte, 3 al occidente y sur. Tenfan en ese acotado territorio 400 adultos y 800 nifios, en 8 parciali- dades. Todas las parcialidades estaban en un radio de 4 leguas en torno al rio*. de Chile, op, cit, reel al vicecomisario. de misiones, fray Ramon Re- Informe cromoligico de las mis "Informe de fray Pedro Val 136 Almonavid Z. Sefiala que los indios eran muy reacios a servir a espafioles, lo que lo tienen por muy malo. Fuera de eso eran amistosos y comerciaban sus frutos con espaiioles. Destaca que eran indios muy trabajadores, que sembraban todo tipo de granos y verdura, para mantenerse y comerciar. La mayo- ria tenia ovejas y vacas. Ademas, las indias fabrican mantas y ponchos. Con eso, decia, viven pobremente, pero mejor que los indios de otros lugares. Fuera del capitan y teniente de amigos habia 8 familias de espafioles, algunos emparentados con los indios, otros llegados tras comprar tierras de los jesuitas. A propésito del origen de la misién, Valcarcel se- fala que los jesuitas llegaron alli (en 1752) huyendo de Toltén, donde primero se instalaron para atender la zona norte de la gobernaci6n valdiviana, por los muchos robos que les hacian. A pesar de todo, en San José siguieron sufriendo robos. Para destacar el estado espiritual, sefiala que ha- biendo llegado recién los misioneros franciscanos a San José, habiéndose comprometido los indios a asistir a las misas y rezos, el primer domingo que vino justo cuando lamaban a misa, los indios de la parcialidad aledafia comenzaron a reali- zar un machitin. Interrogados por el misionero, el cacique le dijo que esa era su costumbre de curarse y la usaban para toda dolencia, aunque fuera el de un dedo. Respecto a Toltén Bajo, la opinién de Valearcel, de que los jesuitas huyeron de Toltén por los robos que les hacian, no era reconocida por los indigenas del lugar. Después de la “salida” de los jesuitas, todos los ca- ciques de Toltén Bajo fueron a Valdivia por 1766 a pedir al gobernador les estableciese misién, aunque solicitaron que fuera de franciscanos y no de jesuitas. Algo habia tras ese re- chazo. Los propios jesuitas se encargaron de impedir que se instalaran otros en Toltén, con algunos regalos apropiados. Por febrero de 1773 volvieron los caciques a Valdivia, a pedir nuevamente se les instalara misién en Toltén. Llegaron en- cabezados por el cacique gobernador, Antonio de las Cuevas Calfuman, mestizo, con sus 12 caciques de baston y guilme- nes. Tradicionalmente habian sido amigos de los espatioles y fieles a Valdivia. Eso era lo que decian. En ese momento vivian alli de 800 a mil indios*. A propésito de las limitaciones del “poder civili- zador”. El caso de Toltén Bajo es interesante. Finalmente, en drado, San José de la Mariquina, 6 de febrero de 1775, ABS, val. 3. © Varios documentos de comienzos de febrero a mayo de 1773, sobre las peticio- nes de mision por los indios de Totten, AFS, vol. 3. 137 Exprmencs pe Histoms.. CTENDENCIAS HSTORIOGRAR 1776 se instalaron alli los misioneros, pero no duraron mu- cho pues en 1787 tuvieron que abandonar la mision tras un alzamiento indigena. Asi como les ocurrié a los jesuitas, los franciscanos dijeron durante esos afios que los de Toltén les pedian permanentemente cosas. Estos datos ponen en duda la supuesta “amistad” de los de Toltén. Volvamos a San José. E] padre Valearcel, senalaba en 1775, que a pesar de que el misionero con el capitan y el te- niente de amigos iban en visperas de fiestas, a las casas de los indios a conminarlos de que fueran a misa, s6lo asistian los de las 4 parcialidades mas cercanas. Junto con invitarlos a misa, en la que se les plan- teaba la falsedad de sus creencias, después de ella debian aga- sajarlos con un traguito de aguardiente y tabaco a los hom- bres, y con agujas, sal, aji u otras cosas a las mujeres. Los mismos agasajos y mas debian hacerse con los casados. Una practica copiada de los jesuitas, que los franciscanos a pesar de su oposicién rapidamente debieron retomar, pues era un excelente incentivo para atraerlos. Asimismo, esos regalos les facilitaban la atencion de los enfermos, a los que el misionero curaba con rudimentarios conocimientos de medicina y medi- camentos, compitiendo concientemente con la machi. Junto a la curaci6n, los indios esperaban recibir pan, azticar y carne, Para Valearcel, la mayor dificultad habia sido con- vencer a los indios de que aparte del bautizo, como hacian los jesuitas, debian rezar, confesarse y casarse. También estaba la resistencia de algunos para hacerse cristianos, pues los demas le acusaban de que se habia vuelto espanol. Reconocia que muchos odiaban el cristianismo y a los espafioles. Rechazaban convertirse y se oponian a la predicacién del evangelio, Por supuesto, los espaiioles instalados alli no co- laboraban mucho. No Mevaban una vida cristiana y no que- rian enviar a sus sirvientes indios a la misin, alegando que si los instruian posteriormente los perderian como sirvientes. Ademas, odiaban a los misioneros, pues cada vez que tenian pleitos con indios, ellos protegian a éstos por ser los mas afec- tados. Por 1775, se habia bautizado a 62, de los que 4 eran adultos, se habian celebrado 29 casamientos, entre los que hubo dos de indias con espanoles, y estaban confesando regu- larmente 74 indios, entre ellos, 22 indios al servicio de espa- foles*, “\ Certificado de los misioneros, San José de la Mariquina, 27 de julio de 1775, AES, vol. 3. 138 Misiownros FRANCISCANOS EN LAs. Fabiin Almonacid Z, LA EXPANSION MISIONAL DIRIGIDA DESDE VALDIVIA. Resultado de sus propias definiciones misionales, del interés de la autoridad espafiola por aumentar el dominio territorial, especialmente hacia el interior y sur, y de las de- mandas de los propios indigenas, que viendo alguna ventaja en la instalacién de una misi6n en sus tierras, por diferentes razones, los franciscanos llevaron adelante una rapida expan- sion de las misiones. Entre 1776 y 1794, se fundaron diez mi- siones en Valdivia; Arique, Toltén, Niebla, Ganihue, Quinchil- ca, Rio Bueno, Cudico, Dallipulli, Quilacahuin y Cuyunco, A diferencia de las misiones anteriores, Valdivia y San José de la Mariquina, estas nuevas misiones fueron cos- teadas por las Cajas Reales de Santiago, con un sinodo similar al ya mencionado. Como misiones nuevas, todas requirieron importantes y dificultosos trabajos para ser instaladas. La construcci6n de la iglesia, casa misional y cocina, las insta- laciones esenciales de toda misién, fueron generalmente he- chas precariamente, pues los dineros destinados a ello apenas aleanzaban para lo mas esencial. Ademas, todos los viveres principales para ellas eran trafdos de Valparaiso, algunos de Lima, y después debian ser traslados con un alto costo y pér- dida desde Valdivia en embarcaciones y mulas. El aumento de la labor misional en la gobernacién valdiviana hizo que la misién de la plaza de Valdivia debie- ra cumplir un papel dirigente de las demas misiones. En un principio, los misioneros se entendian directamente con el su- perior del Colegio de Chillan, pero después se impuso, entre 1775 y 1776, que el misionero mAs antiguo de la plaza de Valdi- via fuera la cabeza de los demas misioneros, ejerciendo como presidente de las misiones de Valdivia, debiendo los demas reconocerlo como superior inmediato. Para todos los efectos, el gobernador de Valdivia, el Padre Guardian del Colegio de Chillan y el obispo de Concepcién, se entendian con él para tratar asuntos sobre las misiones de Valdivia. Asimismo, era el presidente de las misiones el que se encargaba de represen- tar a los misioneros ante los superiores y autoridades. Pronto, el presidente de misiones solicité se le asignara un sinodo y raciones para ejercer su cargo, el que se aprobé en julio de 1780, quedando establecido el sinodo en 300 pesos, con la pe- ticién de que vigilara las misiones, las visitara y supliera la ausencia de algtin misionero*. % Decreto del gobierno superior, Santiago, 19 de julio de 1780, AFS, vol. 4. 139 EXPERIENCIAS Df HISTOR... CTexnescias MIsTORIOGRAFICAS ACTUALES) Mas tarde, en 1789, el presidente de misiones re- cibié mayor autoridad para controlar y sancionar a los misio- neros, dandole poder autonomo para ejercer su cargo, aunque ieeuia dependiendo del padre guardian del Colegio de Chi- ans, La labor del presidente de misiones seria funda- mental para organizar la accion misional y para demandar las ayudas necesarias de la autoridad. Una de sus ocupaciones regulares era recibir los viveres para todas las misiones. Fuera del sinodo, desde 1773 todos los misioneros recib{an racién diaria de pan y charqui. Asi, al llegar el navio del situado, junto alo adquirido a través del sinodo Iegaban las raciones anuales para cada misionero. Hasta abril de 1790 mantuvieron este derecho. En esta fecha, la Junta Superior de Real Hacienda decidié eliminar este be- neficio por no considerarlo necesario, Después del reclamo de los misioneros, el gobierno superior decidié que en adelante solo se les darian raciones en casos de extrema necesidad*, La expansi6n misional no dejé de tener dificul- tades. El caso de la misién de Toltén El Bajo es un ejemplo. Instalada en 1776, en una zona con dificil comunicacién con Valdivia, nunca tuvo las condiciones adecuadas para funcio- nar. Como hemos dicho, su refundacion fue pedida por los in- dios en varias oportunidades al gobernador de Valdivia. Sin embargo, al llegar los misioneros al lugar, en diciembre de 1776, recibieron un terreno reducido, insuficiente para culti- var las minimas cosas que requerian, con los indigenas vivien- do a corta distancia de ella. Era la misién que atendia mds indios; unos 800 vivian dentro de sus limites. Esta situacié n, literalmente, de una misién cercada por indigenas, significo permanentes dificultades para los misioneros, los que debian atender continuamente las demandas de los indigenas, que venian a pedir regalos y subsistencias a la misién*”, Ademas, eran objeto de permanentes robos, Las multiples necesidades de la mision no alcanzaban a ser satisfechas minimamente con el sinodo y raciones; los viveres deben traerse de Valdi- via, con gran pérdida de alimentos por el viaje y crecido costo. fray Francisco Pérez a fray Benito Delgado, presiden- es de Valdivia, Chillin, 10 de abril de 1790, AES, vol. 6. Carta fray Benito Delgado, presidente de misiones, al gobernador Mariano Pus- terla, Valdivia, 17 de junio de 1790; y Carta del gobernador Mariano Pusterla a fray Benito Delgado, presidente de misiones, Valdivia, 7 de diciembre de 1790, APS, vol. 6. ** Fray Miguel Ascasubi diria en 1784, respecto a esta misién: “Ninguna hay de tanto gentio ni de parcialidades tan inmediatas y unidas entre si como esta de ‘Toltén”, ex Informe eronolégico de las misiones det reino de Chile, op. cit. 140 MISIoNEROS FRANCISCANOS EN LA... Fabién Almonacid 2, Por si fuera poco, en 1782 un incendio acabé con la cocina y habitaci6n de los sirvientes. Tampoco contaba con capilla. Por enero de 1783, el presidente de misiones, fray Francisco Pé- rez, reclamé por todas estas dificultades al gobernador®*. Mas tarde, en septiembre de 1784, Pérez volvié a insistir, destacan- do que la necesidad de realizar diversos gastos habia llevado a los misioneros a tener una deuda que alcanzaba a 555 pesos. En definitiva, el presidente de misiones solicité al gobierno superior aumento del sinodo, lo que de no obtenerse les obli- garia a cerrar la misién®. El gobierno rechazé lo solicitado, aunque le otorgé 600 pesos por tinica vez, para pagar la deuda contraida’, De tal manera, la expansién misional no impli- caba que las misiones estuvieran cumpliendo adecuadamente sus propésitos. Por el contrario, tenian muchas dificultades. Como se sabe, en diciembre de 1787, el goberna- dor de Valdivia decidié el abandono de la mision de Toltén, después del alzamiento indigena ocurrido durante el viaje del obispo de Concepcién a Valdivia por tierra, siendo atacado por los indios cerca de Tirta. En ese momento, noviembre de 1787, los indios de Toltén dieron muerte al capitan de amigos, por lo que los misioneros huyeron a Valdivia, para no volver mas a restablecerla. éQué quedé de los tradicionales indios amigos de Toltén? éQué los levé a participar del alzamiento general? Fuera de los problemas que generaba en los mi- sioneros sostener la misiOn, ya sefialados, hay que destacar las limitaciones que tenia su acci6n espiritual. Ellos mismos manifestaron que a su llegada a Toltén, fuera del sobrino del cacique principal, Antonio Culacdn, no habia ninguno que pudiera llamarse cristiano. Culacan fue su aliado en los afios iniciales, ejerciendo autoridad sobre los indios, castigando los robos. Para el pesar de los padres, Culacan fallecié inesperada- mente, perdiendo su importante apoyo". De alli en adelante la labor misional nunca fue la misma. Seguramente, sumado a la distancia que tuvieron con los demas caciques, la propia labor del capitan de amigos debe haber contribuido a la rebeldia in- digena. La prueba es que lo primero que hicieron en 1787 fue matar al capitan de amigos. Lamentablemente, el funcionario que debia ser el brazo armado de la misi6n, aplicar la justicia a de fray dor Pedro Gregorio Echenique, ® Carta de fray Francisco Perce, pr joria Echenique, Valdivia, 2 de s “ Decreto del gobierno superior, Santiago, 25 de octubre de 1784, AFS, vol. 5. © Informe cromalgiea de las tistonee de reno de Clie, op. ct uncisco Pérez, presidente de misiones de Valdivia, al goberna- ia, 22 de enero de 1783, AES, vol, 5. ‘ate de misiones, al gobernador Pedro Gre- ptiembre de 1784, AFS, vol. 5. 141 Exenerencis nr Histonta.. cRAFICAS NCrUALES) ENDENCIAS ISTO y colaborar con los misioneros, era generalmente de todo me- nos un dechado de virtudes. El origen de ello casi estaba en el mismo carac- ter de los cargos de capitan y teniente de amigos. Ambos eran comisionados del gobernador, con el que debian mantener comunicacién permanente. Como les mandaba el gobernador Espinosa, en 1774, debian vigilar a los indios: “eontemplan- dolos como enemigos con capa de amigos y que es menester no descuidarse con sus movimientos, de los que inmediata- mente darn parte al comandante de Cruces para que este me los participe”*. Viviendo entre indios, a distancia del control de cualquier autoridad espaiola, rapidamente los capitanes y tenientes de amigos veian la oportunidad de ejercer su poder a beneficio personal. Con esos auxiliares, los misioneros tenian grandes dificultades para atraerse la confianza de los indios. Mas aun, éstos muchas veces vefan que el misionero y el oficial eran la misma cosa, por lo que tendia a culpar al primero de lo que hacia el segundo. En la practica, los indios no estaban muy errados, pues las misiones siempre estaban de la mano con proyectos del gobierno valdiviano, Entre otras funciones, debian impe- dir que los indios se reunieran en juntas y de hacerlas debian los misioneros participar en ellas. Asf, las misiones se con- vertian en la practica en puestos de vigilancia de la autoridad real#s, Un ejemplo de ello era el papel desempenado por el misionero de Arique, al interior de Valdivia, quien por octu- bre de 1777, ante la amenaza de un ataque de los indios cordi lleranos, que incluso se decia pretendian llevar hasta Valdivia, solicitaba al presidente de misiones de Valdivia, fusiles para defender la misién. Explicando las medidas defensivas toma- das, junto al capitan de amigos, otros 6 espanoles y unos 15 indigenas, agregaba respecto a la misién que ellos: “la pueden defender de cualquiera insulto y también impedir el que por aqui pasen a esa plaza”, En unas mas claro que en otras, todas las misiones contribuian a propésitos de interés real, junto con los logros © Iustruecién que hun de observar los capitanes.y tenientes dela jurisdic de inaios al pie dle la letra y segiin se expresan estos puntos, gobernador Joaquin Espinosa, Mancer 16 de abil de 1774, AES, vol. 3 © Método que dehew observar las mistoneros apostices..., Chillin, 1775, AES, vol. 3. Carta del misionero de Arique al presidente de mi aldivia, tray Joa quin Milla 25 de octubre de 1777, AES, vol. 4. También, ver Suna y plan de (os inctias de la misién de Quinchitea, fray Miguel L6pez, 19 de agosto de 1780, AES, vol. 4. 142 Misionrnos Feaxctscanos 2 in Almonacid Z, espirituales. Por lo demas, eran pagados por el rey y protegi- dos por sus soldados. Los misioneros eran concientes de ello y lo utilizaban a su favor. Los misioneros, a ojos de los indi- genas, eran tan funcionarios reales como lo eran los militares y Oficiales. Por tanto, les pedian regalos y no entendian que no pudieran darlos. Tenian muy mal visto que se les negara lo solicitado. En definitiva, se entiende entonces que muerto el capitan de amigos, los misioneros no tuvieran intencién de permanecer en el lugar. Sin brazo armado, la misién no podia existir. El caso de la mision de Rio Bueno deja mas en cla- ro algunas de las ideas planteadas. Motivada por la bisqueda de los Césares, después del fracaso de la expedici6n los indios de la zona dejaron instalarse alli un fuerte en 1777. El misione- ro de Arique, que acompaiié la expedicién, convencié a los in- dios de la necesidad de instalar una misiOn, la que finalmente se fundé en 1778. Asi como los espaiioles estaban interesados en establecer una avanzada para la dominacién del territorio al sur, camino a Chiloé, los indios vieron en la presencia espa- fiola un remedio a los continuos hostigamientos que recibian de los indios del interior y sur. La misi6n surgié al amparo del fuerte. El propio fray Joaquin Millan, presidente de las misiones de Valdivia, cuando se preparaba su instalacion, tenia claro que la misién requeria la presencia del fuerte, el que protegeria a los misio- neros e indios amigos*. Ademds, fue el propio militar a cargo del fuerte quien convocé a los caciques, para presentarles a los padres y dar inicio a la misién, en mayo de 1778. Mas tar- de, en agosto de 1780, fray Antonio Castellanos confirmaba la importancia militar, sefialando que la existencia de la misién dependia del fuerte, sin el cual los indios enemigos (del in- terior y sur) habrian acabado con ella y con los indios que la pidieron**. Sin embargo, los misioneros rapidamente cayeron en la cuenta que la presencia militar perjudicaba la accion mi- sional, pues éstos cometian todo tipo de tropelias que la au- toridad no castigaba‘”. Los propios oficiales, que debian cola- borar con los misioneros, desautorizaban a los padres delante de los indios. En marzo de 1783, el gobierno decidié retirar la . Millan, presidente de misiones de Valdivia, al gobernador Joaquin Espinos: marzo de 1778, AES, vol. 4. “Informe de fray Antonio Castellanos, de San Pablo de Rio Buenc e 1780, AFS, vol. 4 br Joaquin Espinosa, sobre instalacién de la misién en Rio Bueno, Valdivia, 13 de mayo de 1778, ABS, vol. 4; ¢ Informe eronoligica de las imisiones del rein dle Chile, op. cit si¢ de 143 EXreRIeNCIAS of Hisrowia... __CTexpunciss misrowocearteas scruaLes) guarnicion y destruir el fuerte, dejando a su suerte a los reli- giosos**. El tinico misionero que estaba en la mision abandond inmediatamente el lugar, temeroso de que sin el apoyo arma- do los indios lo atacaran**. Esta decisién inconsulta del misionero Ilevé a que el presidente de misiones de Valdivia, fray Francisco Pérez, enviara a los frailes Francisco Javier de Alday, misionero en Arique, y Lucas Alias, misionero en Quinchilca, para ave- riguar si los indios querian mantener la mision, en abril de 1783". Los padres reunieron a los caciques e indios, recibien- do una respuesta favorable. Inmediatamente, los misioneros les exigieron proteger la misién y que obedeciesen al capitan y teniente de amigos, quienes estarian alli para aconsejarlos y castigarlos cuando fuese necesario. Asi se restablecié la mi- sion de Rio Bueno. Posteriormente, en 1787, se establecieron nuevas misiones en Cudico y Dallipulli. La presencia misionera es- tuvo estrechamente relacionada con la militar. Finalmente, en septiembre de 1792 hubo un alzamiento de los indios, que llevé al asesinato de espafioles, con ataque a la casa misional incluida, y al abandono de las misiones de Rio Bueno, Cudico y Dallipuili. Fray Francisco Javier de Alday escribié un de- tallado informe al superior del Colegio de Chillan, sobre las causas del informe, en diciembre de 1792. Recordaba alli que los indios aceptaron la presencia espafiola para evitar las ma- locas de otros indios a sus tierras, pero cuando lo necesitaron no fueron apoyados por los espanoles. Ademas, comenzaron a recibir abusos y robos. Destruido el fuerte, los misioneros permanecieron pero con la precisa condicion de que no volvie- sen otros espafioles. Pero ello no fue obedecido yen los aflos siguientes muchos espafioles compraron tierras al norte del rio Bueno. En definitiva, los indios desde Rio Bueno al Rahue se dieron cuenta que eran mejor tratados por los espafioles cuando mas distantes estaban de ellos. Por tiltimo, mas que sorprenderse por el alzamiento, Alday se preguntaba: “{Como ha sido posible que la natural veleidad de estos indios y su oposicidn a los espafioles, atizada con los procederes tan irre- gulares de éstos, haya podido estar tantos afios en sosiego y sin un rompimiento tal como el que lloramos tan a costa nues- a del gobernador Pedro Gregorio Echenique al presidente de misiones, fray Joaquin Millan, Valdivia, 18 de marzo de 1783, AFS, vol. 5, * Carta de fray Antonio Castellanos al presidente de es de Valdivia, fray Francisco Pérez, Rio Bueno, 22 de abril de 1783, AFS, vol. 4 Informe de los misioneros Francisco Javier de Alday, Lucas Alias y Antonio Cas- tellanos, Rio Bueno, 22 de abril de 1783, AFS, vol. 4 144 Misiosekos FRANCISCANOS EN 1A. Fabidin Almonacid 2 tra y pérdida de nuestros trabajos?”®, Asi, el asunto no era por qué se habian alzado en 1792, si no que por qué habian demorado tanto tiempo en hacerlo. En este alzamiento, misioneros y espaioles civiles y militares eran la misma cosa para los indios, y no se equivo- caban en esto. En parte, pues los misioneros habian visto y he- cho muy poco frente a los abusos cometidos por los espafioles. Sin embargo, rapidamente, de la mano de la labor de fray Al- day en Dallipulli, se restablecieron las misiones de Rio Bueno, Cudico y Dallipulli en 1793, y al afio siguiente se fundarian las de Quilacahuin y Cuyunco, en las cereanias de Osorno. Finalmente, en 1796, después de varias décadas de presencia misionera franciscana en la gobernaci6n valdiviana los resultados, en términos de instrucci6n religiosa, eran di- versos. Mientras en las misiones de Valdivia, Arique, Niebla y Ganihue, la mayoria de los indios estaban cristianizados, en otras, como en San José de la Mariquina, con 269 ne6fitos y 194 infieles, y en Quinchilca, con 407 y 167 respectivamente, permanecia un nimero apreciable de gentiles. En Rio Bueno, la resistencia a la cristianizacién era notoria, con 141 indios ne6fitos y 500 infieles. Igualmente, en las demas misiones del sur, por su reciente creacién, el contingente de infieles era im- portante®, El caso de San José de la Mariquina es interesan- te. A diferencia de Valdivia, donde los progresos con la po- blacién indigena fueron rapidos, a lo menos en los aspectos formales, en Mariquina los franciscanos tuvieron escasos fru- tos. Segiin informaba el presidente de misiones de Valdivia al padre guardian en diciembre de 1777; a pesar de haber mas de 400 adultos, al comienzo casi ninguno estaba instruido en la fe®*. Los calificaba de los indios mas rebeldes de toda la jurisdicci6n valdiviana (entre Toltén y Rio Bueno). Aunque se ayanzaba en la entrega de sacramentos, sefiala que les ha sido imposible desterrar sus costumbres, particularmente sus machitunes. Destaca eso si, la dificultad que imponia el rio, que corria por medio del valle, para reunir mas indios en la misi6n, ya que practicamente no se podfa cruzar durante todo el aio. La situacién no habia variado por septiembre de 1780, cuando fray Joaquin Millan lamentaba que no hubie- ran podido acabar con los machitunes, aunque reconocia que Citado por P. Roberto Lagos, op. cit., p. 341 P. Roberto Lagos, op. cit., p. 373. Informe de fray Joaquin Millin, presidente de las misiones de Valdi guardidin fray Francisco Pérez, Valdivia, 26 de diciembre de 1777. Al al padre vol. 4 145 Exveaencis oF Historia... (Texnencias mstorioGRArtens ACTUALES) a lo menos los hacian a escondidas*, Llama la atencién por este afio la disminucién del ntimero de indios, no mas de 435, la que se redujo mucho mas después de una peste que ata- co fuerte en algunas parcialidades. De toda la poblacin, por 1780 slo unos 104 asistian regularmente a la misién, El niimero de los indios de la misi6n, lo que pone en duda los calculos de cada momento, varia segun los distin- tos informes. Més arriba anotébamos la cifra de 1796, que as- cendia a 463. Sin embargo, en 1784, fray Miguel Ascasubi se- fala que en San José de la Mariquina habia entre 343 y 350, de los que 196 eran cristianos®, Al parecer, los misioneros, como aclara este informe de 1784, s6lo tenian seguridad del nimero de los indios cristianizados, sin saber con exactitud los infieles que vivian en el territorio de la misi6n, los que constituian ge- neralmente la mayoria de la poblacion. Una cuestion que los misioneros posiblemente estaban muy interesados en ocultar. También, toda la documentacion posterior a 1779, sefiala que en ese afio las pestes produjeron una fuerte reduccion de la poblacién. En definitiva, todo indica que el paradigma del poder civilizador, la misi6n, tuvo resultados parciales. Diver- sas razones explican ello; por una parte, las bases materiales de la accién misional nunca fueron sdlidas. Las necesidades siempre parecian superar las existencias. Ademis, estaba la falta de construcciones adecuadas para la iglesia, casa de los misioneros y habitaciones para acoger a los indigenas que acudian por periodos a la mision. Por otro lado, el estrecho vinculo entre la politica/accién misionera y la consolidaci6n del dominio colonial en la regién. Los misioneros requerian la presencia de la autoridad civil y militar para funcionar. Cola- boraban en la concrecién de los proyectos reales, tanto como realizaban la conversion espiritual, pues creian firmemente en que el indigena debia abandonar sus costumbres y creencias, civilizindose. Sin embargo, el servicio a Dios y al rey no era siempre compatible, y el participar del segundo, muchas veces les alejaba del primero. plan de lar misiin dle Estado y via, I Informe n José de la Mariquina, fray Joaquin Millin, Valdis ¢ septiembre de 1780, AFS, vol. 4. ronaldgico ie las misiones del reino de Chile, op. cit. 146

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