Historia de Europa Oxford
itr dela colin: T.C. W, Blanning
El siglo xix
Europa 1789-1914
Deowe
Coys
Edicién de T. C. W. Blanning
‘Traduccidn castellana de
Mercedes Garcia Garmilla
CRITICA
Baroelona
wale: &
Politica
Robert Tombs
El triunfo del liberalismo
La politica, en el sentido modero de negociacién piblicae insttuciona:
lizada para conseguir poder y ventajas fue esencialmente un invento del
siglo diecinueve. Las ideas y costumbres que la configuraron —entze las
que figuran la tradicién judeocristiana, el feudalismo, la monarqula, la
justcia ls derechos— eran mucho més antiguas. Sin embargo, su refor-
ulacién en ideologfas y programas se llev6 a cabo répidamente: como
demuestra James J. Sheehan en el capitulo 5, éta fue la gran época de los.
sistemas intelectuales. La invencién de un vocabulario politico interna-
ional determina este proceso; los «ismos» nacieron principalmente en
las décadas ce 1820 y 1830: el «liberalismo» (en Francia, durante la déca
da de 1820), el «socialismo» (en Francia y Gran Bretafia, durante la dé-
«cada de 1830, posiblemente tomado del italiano), el «conservadurismo»
(en Gran Bretatia, durante la década de 1830), €l «comunismo» (en Gran
Bretaia y Francia, durante la década de 1840). Los medios de que se
sive la politica para funcioner —burocracias, constituciones, parlamen-
tos, periddicos, elecciones— aunque ya existian en el siglo dieciocho 0
antes en algunas partes de Europa, como Gran Bretafia y Suecia, legaron
ser universales durante el siglo diecinueve, También se generalizaron las
practicas de unos politicos cada ver més profesionales: «sonrisas atorni
Tadas y cortesta fingida, la falsa genialidad, el apretén cordial de una
‘mano inmunda, la rsa forzada con que se debe responder a un chistegro-
set0, el odioso cumplido que se ha de murmurar entre dientes para hala~
gar la sucia esposa ya la hija mugrienta a indispensable slabanza de los
‘mas vies prejuicios religiosos», Esta queja formulada por Lord Cranbor-
nieen 1859 habria encontrado un pesaroso asentimiento en la mayor pate de la Europa de aquella época, sin duda también en todas las poste-
riores.
Las similitudes saltan ala vista cuando se observa la Europa del siglo
discinueve y sus ramificaciones de ultramar, y no hay que olvidar que de
una de éstas, Estados Unidos, Europa aprendié muchas téenica politicas
as constituciones y los partidos de los distintos estados compartian mo-
delos comunes. Los individuos influyentes mantensan correspondencia y
«elebraban encuentros, Los sucesos catastréficos que se producian en un
pais tenfan repercusiones en otros lugares, Otros acontecimientos menos
draméticos surgian a menudo en distintos paises: por ejemplo, las pen-
siones de-vejez se implantaron en Gran Bretafa en 1908 y en Francia en
1910. Los salarios de los parlamentarios franceses,invariables desde 1848,
aumentaron sustancialmente en 1906, mientras que los miembros del
Perlamento britinico comenzaron a recibir pagas en 1911 —siendo am-
bos resultado de procesos similares de profesionalizacién—. El sufragio
de las mujeres se convirtié en una cuestiOn importante en gran parte de
Europa a partir de 1900.
‘Tales similitudes indican que existian unas creencias compartidas,
‘unos problemas sirilares, asi como, por parte de cada pats, un estudio y
tuna emulacién conscientes de lo que se practicaba en los otros paises.
‘Tanto silo aplaudian como si lo deploraban, las gentes de la época coin-
cidfan en opinar que el «progreso» estaba adoptendo unas formas comu-
nes en los distintos paises. n la década de 1830, el pensador y aisiécrata
francés Alexis de Tocqueville encontraba amplio consenso cuando afix-
taba que la igualdad y la democracia segiin el modelo ameticano cons.
titufan un futuro inevitable. Con posterioridad a 1860, la tendencia en
toda Europa era ampliar el clectorado, hasta entonces masculino, y con-
ceder a las mujeres el derecho a votar en las elecciones locales. Incluso
Rusia aprobé en 1905 una constitucién que preveia un Parlamento ele-
ido.
‘Asi pues, todo indica que por distintos caminos se estaba llegando a
tun destino comin. Francia, Italia, Espafia y Portugal Hegaron al libera-
lismo constitucional a través de guerras civiles y revoluciones que se
produjeron una y otra ver, pero Gran Bretafia y Escandinavia s6lo ex-
petimentaron algunos temblores de baja intensidad, En Alemania fue-
ron las victorias militares as que hicieron posible un gran cambio polf-
‘ico, mientras que en Austria y en Rusia fueron las derrotas militares las
que forzaron este cambio. Lo que los historiadores politicos franceses
han denominado «sinistrismo» —un desplazamiento general hacia la iz
quierda, acompatiado de ideas de democracia, derechos humanos y jus-
ticia social, en un primer momento extremado, pero luego t6pico— se
puede observar por toda Europa. Como el liberal briténico Sir William.
Harcourt afirmaba irénicamente en 1888, «ahora somos todos social
‘asp, Las teorias historicistas que suponen la existencia de un camino
aprogresivoy desde el arcafsmo a la modemnidad eran plausibles en tales
circunstancias, La chistoria Whigr inglesa, que ensalza ela libertad que se
propaga de un precedente a otro», tiene analogias en el continente: la his-
toria republicana francesa, por ejemplo, describe una reptblica liberal
parlamentaria como Ia culminacién forzosa del proceso revolucionario
francés, # marxismo, especialmente en sus versiones popularizadas, he-
blaba de una progresién «cientifica» inevitable desde el feudalismo, pa-
sando por el capitalismo, para llegar a una utopia socialista con aboli-
ci6n de clases
Sin embargo, bajo esta apariencia de progreso comtin se esconden
tunas encrmes diferencias que se iban haciendo cada vez mayores. En los
estados europeos occidentales y sus colonias autogobernadas de América
del Norte y Australasia la instituciones politicas llegaron a ser arnplia-
mente representativas de la sociedad civil los politicos elegidos garanti-
zaban la influencia sobre el ejercicio del poder; los gobicrnos sc volvieron
relativamente abiertos yse respetaron las libertades civiles. En otros lug-
res, mas obviamente en Rusia y el imperio Austro-Hiingaro, y en menor
medida en Alemania, siguieron siendo Jo que un politico liberal alemén
amaba «an absolutismo disimulado con tna decoracién parlamentatia
«que jugaba ingenuamente con un pseudo-constitucionalismon, En Espa-
fia y en sus antiguas colonias americanas, en Talia y en los Balcanes, las,
apariencias constitucionales apenas lograban encubsir viejas formas de
mercadeo de poder, gobierno de facciones, y conflictos. Por lo tanto, la
historia de la politica decimondnica se puede describir sencillamente
como la supervivencia y adaptacion de los wantiguos regimenes», sus ins-
titueiones y elites, que incluso en los paises mas liberales siguieron man-
teniende importantes posiciones de poder. Seria imprudente limitarse a
decir que eran supervivientes arcaicos condenados a desaparecer. El siglo
veinte demuestra que los estados poderosamente intervencionistasy las,
lites que gobernaban a través de sus manipulaciones tenfan al menos
tanto futuxo como los liberales que predicaban un gobierno autolimita-
dor basado en el debate racional entre ciudadanos dotados de espititu ct
vico. ;Qué politicas eran mas «modernasn: las de Guizot y Gladstone, 0
las de Bismarck y Napoleén III?22 | BL stGLo xix
Fote capttulo esta estructurado en similitudes y diferencias. La prime~
ra parte examina la amplia cronologfa politica comin del continente, en
lo relativo a cuestiones fundamentales compartidas, cambios sociales y
culturales comunes, y convergencia de ideologias¢ instituciones. La se-
_gunda parte resume las diferencias entre los distintos estados y socieda~
des, asf como el contraste entre sus circunstancias geopoliticas.
Hitos y acontecimientos decisivos
Los fenémenos similares que aparecieron en la politica europea se debian
en gran medida a una cronologia ampliamente compartida ocasionada
por sucesos que se produjeron a una escala continental o global. Estos su-
cesos dieron lugar a respuestas similares, y esta similitud era producto de
‘una actitud consciente, ya que los comentadores, los politicos y el pueblo
cen general miraban hacia otros paises extranjeros en busca de lecciones y
teorias.
1a primera fase, que cubre las primeras décadas del siglo, estuvo mar-
cada por las repercusiones de la Revolucién Francesa. Un antiguo orden
politico basado en la soberania dindstica Ios privilegios de los nobles y los
derechos corporativos, se habia visto perturbado cuando poblaciones en-
teras, desde Irlanda hasta Rusia, legaron a estar implicadas en la politics y
cen la guerra. Monarquias que luchaban por salvar su vida —en Gran Bre-
tafia,Prusia, Austra e incluso Rusia— habian permitido o fomentado la
patticipacién politica patritica: «sujetos» pasivos se habfan convertidoen,
sciudadanos» activos. Los impuestos y la deuda habian ascendido hasta
jveles nunca alcanzaclos anteriormente. Regiones completas habian cai-
do en la ruina econémica, mientras que otras se habian entiquecido. Las
iglesia habfan suftido persecucién y expropiaciones en Prancia, Espata,
Alemania ¢ Italia; incluso el Papa fue apresado y, solo en Francia, en-
tre 2000 y 3000 sacerdotes y monjas fxeron ejecutados, Pero, en cierto
‘modo, las iglesias emergieron con més fuerza como lideres y pilares de la
resistencia popular a la invasion. Antiguas soberanfas, como el Sacro Im-
petio Romano y la Repubblica de Venecia, fueron destruidas: casi el 60 por
100 de los alemanes cambiaron de gobernantes durante la Revolucién,
‘Nuevos estados lucharon por su legitimacin, su territorio y su supervi-
vvencia, Cuando terminé la guerra, hordas de soldados fueron desmoviliza~
das y las industrias de guerza se hundieron, Los funcionarios del régimen
voutmica | 23
napoletnico y dels regimenes revolucionarios, asf como sus colaborado
es, fueron cesados. La consecuencia general de toda esta confusin fue
‘quea partir de 1814 y, al menos, hasta 1848, Europa estuvo luchando por
reconstruir unos sistemas politicos viable frente @ los odios, las envidies,
los temores a posteriores agitaciones politica, las esperanzas de nuevos
‘riunfos revolucionarios, y unas lealtades divididas entre autoridades e
ideologias rivales. Como veremos més tarde, todo esto fue especialmente
acusado en la zona donde los conflictos fueron més intensos antes de 1814,
que sufrié de muevo graves sacudidas revolucionarias en 1830.
El segundo gran acontecimiento compartido, en el tramo final de las
repercusiones de fa Revoluci6n Francesa, fue Ia crisis econdmica que se
produjo a finales de la década de 1840. La depresién se habia dado con
anterioridad, e incluso en tiempos recientes ——el hundimiento de la eco-
nomfa durante la posguerra en 1815-1816, la crisis de I agricultura a me-
diados dela década de 1820—. pero entre 1845 y 1847 se vivié algo nuevo:
.
En realidad result6 que las ciudades rara ver fueron tan turbulentas
como la gente de aquella época temia o esperaba. Fueron menos violen-
tas que el campo y menos propensas la revuclta, Después delas primeras
ddécadas de desordenado crecimiento e inmigracién, desde la de 1840 has-
tala de 1870, las ciudades lograrom la integracion de sus poblaciones me-
diante las escuelas, los clubes sociales y deportivos, los sindicatos, las
iglesias ylos partidos politicos. Enel dltimo cuarto de siglo, el xproletaria-
do» se encamin6 mayoritariamente hacia las acciones colectivas pacificas
ya politica constitucional. Asi las ciudades demostraron ser el centro y el
‘motor, no de la anarqufa y la revolucién, sino de la moderna politica de
‘masas, Los sectores profesionales y del comercio produjeron activistas,
politicos capaces de desafiar al monopolio de la pequefia aristocracia te-
rrateniente, Los propietarios de las fabricas exigfan a menudo de sus tr@-
bajadores una deferencia similar ala que los terratenientes exigian de sus
arrendatarios,y tras as reformas de la segunda mitad del siglo esta defe-
rencia se podia expresar a través de las urnas. Los lideres populares —petio-
discas abogados, médicos, maestros, sindicalstas,concejales de ayuntamien-
tos, escritores, profesores— podian en ocasiones adquirir una influencia
tan grande como la de la vieja aristocracia, Estos grupos, alos que el repu-
blicano francés Léon Gambetta definié en 1875 como «los nuevos estratos
sociales», se convirtieron en el fermento del republicanismo radical en
Francia después de 1880, y también en otros pafses dirigieron movimien-
tos radicales y socialistas. Gambetta, un abogado que era hijo de un tende-
xo, siguié una trayectoria brillante dirigiendo a Francia en sus luchas con-36 | BL sicto xix
tra Alemania en 1870, cuando contaba 32 aftos de edad. Al otro lado det
canal, un fabricante radical llamado Joseph Chamberlain siguié un cami-
xno similar, aunque algo menos brillante, cuanto tenia poco més de 40
alos, emergiendo como una figura politica destacada en Gran Bretaa,
después de haber sido un alcalde reformista de Birmingham. El carismati-
co Karl Lueger, reformador y antisemita, obligé a los reacios Habsburgo a
aceptarle después de haber sido elegido alealde de Viena cuatro veces. Los
‘adios de que se valieron estos hombres fueron las organizaciones que le
sociedad urbana requerfa y, al mismo tiempo, hacia factbles: sociedades
filantr6picas y religiosas que impulsaban cruzadas por la templanza, la
moralidad y la higiene; grupos de presién del comercio y la industria; so-
ciedades cooperativas y de ayuda mutua que proporcionaban tiendas de