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UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA

CIMA

FACULTAD DE DERECHO

CRIMINOLOGÍA

DOCENTE: Dr. DANIEL GIL CUETO RAMIREZ

ALUMNOS:

Vilela Rodriguez Magali

Cusirramos Franco Diego


INTRODUCCIÓN

Arma blanca o punzocortante es aquella arma o herramienta que se caracteriza por su


capacidad de cortar, herir o punzar mediante bordes afilados o puntiagudos. Se caracteriza
asimismo por empuñarse en combate, y, por lo tanto, se usa en pelea cuerpo a cuerpo.

Aunque alguna puede ser un arma arrojadiza. A diferencia de las armas de fuego, un arma
blanca no requiere ser cargada ni con munición ni con propelente.

Se las puede clasificar según su longitud en armas cortas, espadas, sables y de asta larga
y según su mecanismo lesivo en incisas o cortantes, punzantes, inciso punzantes o inciso
contusas.

Para portar y usar armas blancas no se requiere de ningún tipo de licencia legal. En
cambio, para las armas de fuego, sí se requiere una licencia, previos exámenes, para poder
portarlas y usarlas.

Las armas blancas no requieren de un silenciador al momento de usarlas, cosa que sí


sucede en las armas de fuego, en las que se requiere utilizar un silenciador para evitar que
hagan ruido al momento de usarlas.

El identificar el arma participante en una lesión es uno de los aspectos más difíciles de
esclarecer en la necropsia de ley, aunado a que se trate de profundizar en la identificación
específica del arma, la mayoría de las ocasiones será imposible pasar de una identificación
genérica o establecer si es compatible que un arma determinada que se nos presenta, con
unas características concretas, pueda o no ser agente de las lesiones encontradas en la
victima.

Para la identificación del arma se toman en cuenta principalmente las características


generales de las heridas, posteriormente se buscan los signos más específicos, con el
objetivo de acercarse a la identificación concreta del instrumento lesivo.
I. Medicina Legal y Criminalística

Arma Blanca:

1.1. Concepto: arma es todo elemento que puede potenciar la fuerza humana.

1.2. Blanca: es aquella de diversa estructura caracterizada por presentar un extremo


aguzado y por lo menos un borde cortante o afilado.

1.3. Armas blancas: son los instrumentos lesivos manejados manualmente que atacan la
superficie corporal por un filo una punta o ambos a la vez. Estas armas pueden ser
cuchillo, machete, espada, puñal, tijeras, látigo, navaja, lanza.

1.4. Ejemplos de algunas armas blancas:

 Navaja:

 Cuchillo:

 Puñal:
 Machete:

 Lanza:

1.5. Heridas por arma blanca: Son las lesiones producidas por la acción de una punta o
filo, sobre la que actúa una energía mecánica.

1.6. Ejemplo de algunas heridas por armas blanca:

 Herida por machete:

 Herida por puñal:


1.7. Las heridas por arma blanca pueden ser de 4 tipos:

1. Cortantes. (Contundentes).

2. Punzantes.

3. Punzo-cortantes. (Punzo-contundentes).

4. Corto-contundentes.

a) Punzantes:

Son aquellas en las que predomina la penetración, antes que la longitud de la herida; nos
puede proporcionar los datos siguientes:

1. Forma de la hoja que causa la herida; caso de una hoja de doble filo, la herida
presentaría dos puntas, y en caso de ser de un filo, nos presenta una punta y en el
otro extremo una zona cóncava.

2. Si el filo está liso presentará un ángulo liso, en cambio, si es irregular, presentará


varios ángulos en sus extremos. En caso de doble trayectoria, de entrada y salida,
muestra una forma de cola, ya que se abre en abanico.

3. en caso de una herida punzante, pueden aparecer unas pequeñas lesiones, en la


zona periférica de la herida, que son producida por el mango del arma, si está ha
penetrado con toda la profundidad.

b) Cortantes (incisas):

Es la típica herida producida por el corte de una navaja; no nos puede aportar datos sobre
la forma del arma, pero si nos pueden dar datos sobre la dirección ángulo de incisión. Este
tipo de heridas, tienen un punto de entrada, más profundo, más redondeado y más regular,
y un punto de salida, menos profundo, más irregular y más lineal; una herida cortante
puede ser también mutilarte.

c) Corto punzantes:

Reúne las características de las dos anteriores, punzante (penetración) cortante


(movimiento) no puede saberse las dimensiones del arma, pero si como es el filo y el
lomo de la hoja, así como la dirección de la herida; hay que estudiar la penetración y el
movimiento por separado.
d) Inciso-contusas:

Son las producidas por un instrumento que aparte del filo, tiene mucha masa (hacha,
azada), son normalmente mortales, ya que la mayoría se producen en el cráneo, y casi
siempre con la trayectoria de arriba hacia abajo; son fáciles de identificar por los enormes
daños causados. En caso de penetración profunda en el cráneo nos dejará un borde
perfecto del filo, así como restos pertenecientes al arma (pinturas, limaduras, tierra). En
los tejidos y el hueso, caso de ser un borde sin filo, nos dejaría los bordes despostillados.
II. Lesiones Por Arma Blanca

2.1. Historia:

La literatura médico forense contempla en sus textos más clásicos, a partir del siglo XIX,
exhaustivas clasificaciones y descripciones de las lesiones causadas por armas blancas.
En la práctica, este tipo de lesiones es frecuente causa de evaluaciones periciales que
deben realizarse tanto en sujetos vivos como en cadáveres, siendo estas últimas el objeto
del presente estudio. Hace ciento cincuenta años, Pedro Mata definía a las armas blancas
en la tercera edición de su Tratado de Medicina Legal y Cirugía como “todo cuerpo o
instrumento mecánico capaz de perforar, cortar, dislacerar o contundir”. Desde entonces,
todos los grandes tratadistas han aportado definiciones y descripciones hasta llegar a la
más reciente, dada por el Profesor Gisbert Calabuig, para quien las armas blancas son
“instrumentos lesivos manejados manualmente que atacan la superficie corporal por un
filo, una punta o ambos a la vez”. Diferentes son las hipótesis que se barajan respecto al
origen de la denominación de Arma Blanca, y así, para López Gómez reciben este nombre
por la brillantez de su hoja, mientras Grandini abunda en este planteamiento al exponer
que en otras épocas a estos instrumentos se les cromaba y por la noche el destello lunar
los hacía brillar, contemplando como otra posibilidad etimológica el propio color blanco
de un diferente tipo de acero conocido antiguamente. Descriptivamente puede decirse que
son instrumentos de diferentes materiales y formas, entre las que predominan las
cilíndricas y las laminadas, con uno o más bordes cortantes, y con un extremo terminado
generalmente en punta mientras que en el opuesto están dotados de un mango o
empuñadura.

2.2. Clasificación De Las Armas Blancas

Las clasificaciones clásicas incluyen a las armas blancas en el grupo de las armas de
mano, dividiéndolas en armas blancas de corte, de punta, o de corte y punta, de tal modo
que, como bien expone Raffo “El mecanismo de acción es el que nomina la lesión y señala
el arma utilizada”.

Las armas blancas pueden ser agrupadas, además de por su mecanismo de acción,
verdadero referente en el estudio médico forense.
• Típicas o atípicas: las primeras según hayan sido diseñadas con el propósito de cortar,
perforar, dislacerar, etc., como son los cuchillos, navajas, sables, hachas… y las atípicas
que surgen por el empleo como armas de ataque de instrumentos que no han sido creados
específicamente para ello, incluyéndose destornilladores, espátulas, hojas de afeitar,
tijeras y otros.

• Convencionales y no convencionales: En dependencia de si fueron específicamente


fabricadas para el combate cuerpo a cuerpo -sables, bayonetas, lanzas- o no se crearon
expresamente para este fi n: cuchillos, navajas, hojas de afeitar.

2.3. Características De Las Lesiones Por Arma Blanca

La literatura clásica divide las lesiones por arma blanca según el mecanismo de acción
del instrumento que las produce, pudiendo clasificarse en base a este criterio como:

• Heridas simples: Se producen cuando el arma actúa por un único mecanismo, y pueden
ser:

— Heridas punzantes: Son el resultado de la acción de la punta del instrumento,


y en ellas la profundidad de la lesión es mayor que la longitud de la herida en
superficie.

— Heridas incisas: Se producen como resultado del corte del instrumento lesivo
por uno o más filos, determinando una herida larga y de escasa profundidad en
relación con su longitud.

— Heridas dislacerantes: Debidas a la acción de agentes lesivos que distienden


los tejidos rasgándolos o dislacerándolos.

• Heridas complejas: Aparecen cuando el arma actúa por un mecanismo combinado:

— Inciso-punzantes: En ellas el arma penetra mediante un extremo puntiagudo


que perfora, al mismo tiempo que con su o sus filos secciona las paredes.

— Inciso-contusas: Se producen por la intervención de un arma dotada de un fi


lo y de una gran masa.

— Perforo-dislacerantes: En las que el instrumento lesivo posee una punta que


ejerce un efecto de desgarro. Históricamente Mata ya clasificaba las heridas por
arma blanca en diferentes categorías: producidas por arma perforante, por arma
cortante, por arma dilacerante, por arma contundente y heridas por armas que
obran de dos o más modos a la vez.

Sin embargo, Bonnet refiere que clásicamente se distinguen tres tipos: cortantes o incisas,
punzantes o perforantes y punzocortantes o perforocortantes, considerándose ésta como
las clasificaciones más prácticas, a efectos descriptivos, de las lesiones producidas por las
armas blancas.

A. HERIDAS INCISAS O CORTANTES

Al objeto de comprender las principales características de estas heridas, conviene de


manera preliminar conocer la morfología de las armas que las producen, así como su
mecanismo de acción.

Tipo de arma: Las armas cortantes son instrumentos formados por una hoja de sección
triangular, generalmente de escaso grosor, que puede o no terminar en una punta que de
existir no penetra; entre ellas encontramos cuchillos, bisturís, navajas de afeitar... En
ocasiones, determinados objetos pueden actuar accidentalmente de manera similar a este
tipo de agentes: láminas de metal delgadas, trozos de vidrio, e incluso, aunque causen
lesiones de escasa relevancia médico-legal, algunas hojas vegetales y láminas de papel.

Mecanismo de acción: Las armas incisas actúan mediante un filo que, bien por un
mecanismo de presión o por una presión asociada a deslizamiento, penetra en los tejidos
dividiéndolos y produciendo soluciones de continuidad, siendo el mencionado
mecanismo combinado de presión y deslizamiento responsable de unos efectos más
acusados. Tekke sintetiza este mecanismo, señalando que en estos casos las lesiones “Se
producen al aplicar un instrumento de borde afilado que secciona la piel, al deslizarse
sobre ella comprimiéndola”, de tal modo que se origina una sección rectilínea y uniforme
de las partes blandas.

Caracteres de las lesiones: Una de las características que mejor define a este tipo de
heridas es que son más largas que profundas. Royo Villanova, en el primer tomo de sus
Lecciones de Medicina Legal describía cuatro tipos diferentes de lesiones incisas:
lineales, en colgajo, mutilantes o por rozadura.

1.- Lineales: son las que la terminología sajona denomina como “tajos”. Se producen
cuando el instrumento incide perpendicularmente produciendo una solución de
continuidad. Su morfología es característica, ya 90 que por efecto de la elasticidad de los
tejidos los bordes de la herida se retraen adoptando la forma de un óvalo alargado, cuyos
extremos se hacen más superficiales al aproximarse a la salida, hasta llegar a prolongarse
en una excoriación superficial que recibe el nombre de cola. Bonnet distingue cinco
características principales en este tipo de heridas:

— Longitud: Que predomina sobre la profundidad, y que es la expresión de la acción


deslizante de la hoja afilada sobre la superficie corporal.

— El perfil del corte: Al que Thoinot describió como un triángulo de base superficial y
vértice dirigido hacia la profundidad, cuyas paredes son generalmente lisas y regulares.

— Bordes: Por lo general son nítidos, regulares y limpios. Se reúnen en los dos extremos
dando a la herida un aspecto fusiforme. En ocasiones, cuando la sección afecta a un
pliegue cutáneo -como es en las articulaciones de codo, rodilla, axila, o en el cuello- estos
bordes pueden adquirir un aspecto irregular.

— La retracción de los bordes: Se trata de una característica propia de las lesiones


producidas en vida, y que resulta a consecuencia de la elasticidad de las fibras de la zona
afectada, de tal forma que, si el tejido en el que asienta la lesión es elástico, tenso y
contráctil, al recibir la incisión los bordes de la herida se retraen de modo muy marcado.
Royo Villanova enumera los tres condicionantes de los que depende la mayor o menor
separación de los bordes: la dirección de las fibras elásticas en la región lesionada, la
disposición anatómica de los tejidos y la posición de dicha zona afectada en el momento
de producirse la lesión. Así, puede generalizarse que la separación de los bordes será tanto
mayor cuanto más perpendicular sea la incisión respecto a la dirección de las fibras de los
tejidos, llegando a su máxima expresión cuando el corte se produce con una dirección
transversal. También cabe decir que la retracción en determinadas zonas concretas es
mínima, como sucede en el cráneo donde la dermis asienta en la aponeurosis epicraneal
y si ésta permanece íntegra la separación es escasa, al igual que ocurre en la palma de la
mano, en la que sólo si se afecta la aponeurosis palmar se produce la separación de los
bordes de la herida. Respecto a la posición de la región afectada, resulta evidente que una
herida transversal en cuello presenta más separación cuando éste se encuentra en
extensión que hallándose flexionado.

— Extremos: El estudio de los extremos de una herida incisa resulta de gran importancia
médico legal, puesto que permite determinar con gran precisión algunas de las cuestiones
más trascendentales de la pericia. Cuando como ocurre en la mayoría de los casos, el
mecanismo predominante es el de presión/deslizamiento, los ángulos de la herida se
prolongan superficialmente en dos líneas denominadas colas, que pueden ser de ataque o
de salida, y que no siempre mantienen la misma dirección que la lesión principal. La de
ataque representa el 91 comienzo de la incisión, y debido a que generalmente está hecha
con más fuerza resulta más corta y profunda, mientras que la de salida dibuja el arma
desplazándose sobre la superficie cutánea al abandonar el cuerpo, siendo denominada por
Simonin “cola de rata” y por otros autores “cola terminal”.

Si bien lo más frecuente es observar tan sólo una de ellas, que será la terminal, en
ocasiones aparecen colas en ambos extremos, de modo que, como ya se ha expuesto, la
de entrada es profunda y corta, comprometiendo todos los planos, mientras que la de
salida se va haciendo más superficial y el trazo es más largo. Sin embargo, existe a este
respecto una excepción de extraordinaria importancia en patología forense, que fue
descrita por Canuto en 1928 al exponer un fenómeno que denominó “inversión de la
coleta”, que consiste en que en el degüello suicida la cola larga es la de entrada, mientras
que la de salida, producida por un despegamiento del arma y no por deslizamiento, es
corta y profunda. Así pues, vemos como el estudio detallado de los extremos de la herida
permite determinar la dirección del arma en el contacto con el cuerpo de la víctima.
Además de estas cinco características descritas por Bonnet, en las heridas lineales
podemos observar otras más:

— El trayecto en superficie generalmente es rectilíneo o ligeramente incurvado, aunque


Thoinot precisa que también puede ser anguloso e incluso en zigzag. En ocasiones este
trayecto puede aparecer discontinuo, aparentando conformar dos o más heridas distintas,
como ocurre si la incisión afecta oblicuamente a un pliegue cutáneo; éste es el caso de
zonas flácidas de la piel o de determinadas localizaciones como los párpados o el escroto,
en los que si la herida es muy superficial puede presentar interrupciones que se muestran
como varias pequeñas heridas dispuestas en una misma línea y separadas por zonas
intactas.

— Las paredes son generalmente lisas y regulares, con una variable profundidad que
dibuja una sección triangular de vértice inferior.

— Esta profundidad es variable en dependencia del fi lo de la hoja, de la fuerza con que


se aplica sobre la superfi cie cutánea y de la resistencia de los tejidos afectados, de manera
que cuando el arma alcanza un plano óseo superfi cial, será éste el que constituya el fondo
de la herida. A este respecto, y en relación a diferentes localizaciones, es inhabitual que
cuando las heridas incisas se producen en tórax o en abdomen penetren en la cavidad,
pero si afectan a una articulación suelen introducirse en su cápsula. — Hemorragia: Mata
incluye entre las características de este tipo de heridas las hemorragias considerables y
extensas, consecuentes a las secciones vasculares que se producen, debiendo tenerse en
cuenta a este respecto que las arterias junto a los músculos constituyen los tejidos que
mayor retractilidad presentan. Estas extravasaciones hemáticas se producen generalmente
hacia el exterior o hacia grandes cavidades, como la pleural y la peritoneal.

2.- Heridas en colgajo: Se producen cuando el arma incisa ataca la superficie corporal
de manera oblicua, originando un tipo de lesión característica que Royo Villanova
denominó en “pico de flauta”, en la que uno de los bordes aparece a modo de lámina o
colgajo de sección triangular y con el borde libre fi no. Esta lámina presenta una amplitud
y un grosor variables, según sea la longitud del arma, la profundidad con la que penetra
y la mayor o menor oblicuidad del ataque.

3.- Las heridas mutilantes aparecen cuando el arma actúa sobre regiones salientes del
cuerpo como nariz, orejas, pezón… determinando una separación parcial o completa de
la región prominente afectada.

4.- Heridas por rozadura, también denominadas “rasantes” por Bonnet: Éstas, de
carácter leve, aparecen cuando el instrumento actúa de manera tangencial a la superficie
cutánea, desprendiendo únicamente la epidermis de forma parcial o total.

B. HERIDAS PUNZANTES O PERFORANTES

Tipo de arma: Se trata de instrumentos cilindroscónicos alargados, con sección por lo


general circular o elíptica de diámetro variable, terminados en una punta que puede ser
más o menos aguda. Clásicamente se dividen en naturales -espinas, aguijones y otras
defensas de animales- o artificiales alfileres, agujas, clavos, flechas, etc.-. Simonin las
clasifica en razón de la morfología de su perfil, distinguiendo entre aquellas que lo tienen
redondeado -aguja, lezna, punzón, clavo…- y las que lo presentan con aristas -espada,
florete, tijera.
Mecanismo de acción: Este tipo de armas punzantes o perforantes penetra en los tejidos
a modo de cuña, mediante la fuerza viva que se concentra en su punta, disociando y
desplazando lateralmente las fibras sin provocar una gran mortificación en las zonas
lesionadas. Como dice Pacheco “su punta aguda atraviesa la piel, divulsiona las fibras
elásticas sin seccionarlas y penetra en profundidad, dejando un orificio de entrada de
bordes romos”. Sin embargo, este mecanismo general de acción presentará
particularidades dependiendo del grosor del instrumento lesivo, de tal modo que, si es
muy fi no, la dislocación será tan pequeña que una vez retirada el arma, los tejidos, por
su elasticidad, volverán sobre sí mismos hasta la práctica desaparición del trayecto
originado. Pero el arma puede también presentar un diámetro mayor, en cuyo caso ese
dislaceración se convierte en un auténtico desgarro que, tras la extracción del arma,
impide el retorno completo del tejido a su estado previo, persistiendo una solución de
continuidad que hace que el trayecto a nivel superficial permanezca visible.
Características de las lesiones: Di Maio incluye este tipo de lesiones entre las penetrantes,
y diferencia en ellas una herida cutánea visible a la que denomina componente externo y
una herida interior más profunda a la que llama componente interno. El orificio de entrada
se encuentra generalmente en la piel o en las mucosas, siendo una de sus principales
características la ausencia de proporción entre las dimensiones de la herida y las del
instrumento; tal como ya expresaba Mata hace ciento cincuenta años “por regla general
puede establecerse que las heridas hechas por un arma perforante no presentan casi nunca
exactamente la dimensión del cuerpo vulnerante que las ha producido. Siempre son más
pequeñas, por cuanto separadas las fibras del tejido, tienden a volver a su estado por su
elasticidad y se reducen al menos en el sentido transversal de su disposición, por lo cual
quedan oblongas, como lo hemos indicado poco hace.

Por esto hay que suponer en tales casos mayor diámetro del arma”. Tal como ya se expuso
al comentar el mecanismo de acción, el orificio de entrada puede presentar diferentes
características en dependencia del diámetro del arma empleada, y así, pueden observarse
dos tipos de herida:

• Puntiforme: Aparecen cuando el instrumento lesivo es fi no, originando un orificio de


entrada que puede presentarse totalmente disimulado y con un color rojizo, del que parte
una fi na estría de igual color, que penetra pudiendo afectar a órganos profundos.

• Ojal: Esta morfología se produce cuando el instrumento lesivo presenta un cierto grosor,
de tal modo que su diámetro sobrepasa el límite de elasticidad de los tejidos, provocando
una hendidura que semeja un ojal, con ángulos redondeados, nítidos e iguales, que jamás
se prolongan en colas. En estas heridas deberán estudiarse exhaustivamente:

— La morfología específica del orificio: Puede aportar datos que permiten aproximar la
forma del agente lesivo, observándose heridas cilindros cónicas, ojivales, triangulares,
rómbicas, o estrelladas en los casos en que el arma carece de punta.

— Las dimensiones: Que serán en todo caso menores que el arma que las produce, por
supuesto para el sujeto vivo. En las serosas afectadas el orificio sí presenta dimensiones
similares a las del arma.

— El perímetro: Que se encuentra influenciado por la disposición de las fibras elásticas


de la región, según las Leyes de Filhos y Langer que a continuación se exponen: Leyes
de Filhos (1833):

“1ª Un instrumento redondeado y cónico, como un punzón, ocasiona pequeñas heridas


del todo análogas a las que resultarían 94 de la acción de un estilete aplanado y de dos
filos.

2ª Estas heridas se dirigen siempre en el mismo sentido en una dirección determinada del
cuerpo, difi riendo de las producidas por un instrumento de dos filos en que estas últimas
pueden afectar toda suerte de direcciones”.

Ley de Langer (1861): “Cuando un instrumento punzante cilindrocónico lesiona un punto


en el cual convergen diversos sistemas de fibras de dirección divergente, la herida toma
una forma triangular o en forma de flecha”.

En base a estas Leyes, las lesiones punzantes mantienen en las diferentes regiones
anatómicas una dirección predeterminada, de tal modo que: en el cuello son transversales
en región anterior y de arriba hacia abajo y de detrás a delante en las regiones laterales;
en el tórax en su línea media son transversales, en las costillas paralelas, en la axila
verticales y en la espalda transversales con oblicuidad hacia abajo; en abdomen
transversales en la línea media y oblicuas hacia abajo tanto más cuanto más lateral sea la
región en la que asientan; y en extremidades su dirección es paralela al eje del miembro.
— La fi sionomía del borde del orifi cio, que puede presentar en la zona que lo rodea un
halo de contusión, denominado por los autores italianos “orla de excoriación”, que
aparece cuando el instrumento punzante presenta una extremidad roma -como sucede con
un destornillador- o un contorno rugoso -en el caso de las limas-, produciendo una
inversión de los bordes que se acompaña de una zona de enjugamiento producida por el
arrastre de polvo, tierra y óxido; en base a ello, Raffo asegura que en ocasiones es posible
la confusión entre este tipo de heridas y las que producen proyectiles de arma de fuego
de pequeño calibre. También, en aquellos casos en los que el arma penetra en toda su
longitud, puede aparecer una zona circundante contusa rodeando al orificio, causada por
el traumatismo del mango sobre la superficie cutánea.

— Hemorragias: En este tipo de lesiones rara vez se asocian hemorragias externas, siendo
lo más común que se produzcan al interior.

Sin embargo, cuando el territorio afectado tiene vasos sanguíneos próximos a la superficie
cutánea, estas extravasaciones sanguíneas pueden producirse al exterior, como ocurre en
lesiones penetrantes en axilas, flexuras y cara anterior de brazos, ingle, hueco poplíteo y,
por supuesto, el cuello. Continuando con el estudio de las características de la lesión debe
analizarse el trayecto. Aparece en forma de una línea rojiza que resulta del derrame
sanguíneo en el interior del canal que atraviesa los tejidos lesionados.

En él debe estudiarse la dirección de la herida por planos, para comprobar como en cada
uno de ellos es diferente dependiendo de la que poseen sus elementos elásticos,
encontrándose en ocasiones cómo en dos túnicas consecutivas aparecen soluciones de
continuidad que forman entre sí un ángulo recto, tal como sucede en las heridas en el
estómago: “en la serosa, la hendidura tiene una dirección paralela a la de las curvaturas;
en la muscular se observa una dirección transversal, y en las mucosas una dirección un
tanto oblicua”.

El orificio de salida no siempre existe en este tipo de lesiones, pero cuando está presente
tiene los bordes irregulares y evertidos, al perforarse la piel de dentro hacia afuera,
originando una especie de estallido con fi suras y roturas atípicas. El diámetro de esta
lesión suele ser menor que el del orificio de entrada, ya que cuando está presente sólo
alcanza a producirlo la punta del arma. Evidentemente la fisonomía del borde del orificio
difiere de la producida en la entrada del arma, careciendo entre otras características de la
denominada “orla de excoriación”. En caso de que el arma no atraviese totalmente la
región afectada, y en consecuencia no aparezca orificio de salida, deberá estudiarse
detenidamente el fondo de la lesión, puesto que en él pueden hallarse restos de suciedad
e incluso fragmentos y astillas del instrumento lesivo que pueden ayudar a identificarlo.
C. HERIDAS CORTO-PUNZANTES

Representan el tipo de heridas por arma blanca con mayor trascendencia desde una
perspectiva médico forense, al tratarse de las más frecuentes en casos de homicidio y de
suicidio.

Tipo de arma: Se trata de instrumentos formados por una lámina dotada de una o más
aristas afiladas y cortantes que termina en punta, clasificándose según el número de filos
en monocortantes, bicortantes y pluricortantes, siendo algunos ejemplos las navajas,
cuchillos, puñales, etc.

Su mecanismo de acción es mixto, actuando por la punta y por el filo simultáneamente,


de tal modo que el predominio de uno u otro dependerá por una parte de cómo el
instrumento incida en la superficie del cuerpo y por otra de la agudeza de sus bordes
cortantes. Así, mediante la punta ejercen una acción de cuña disociando las fibras,
mientras que con el filo dividen los tejidos y los desplazan. Características de las lesiones:
En estas lesiones destaca la mayor profundidad respecto de su longitud en superficie, de
tal manera que son heridas que penetran, pudiendo afectar a estructuras vitales
determinando con ello la muerte.

Al igual que las heridas punzantes, Di Maio -y también Knigth -, incluyen a estas lesiones
entre las penetrantes, llegando el primero a afi rmar “el arma más utilizada para producir
una herida punzante o penetrante es un cuchillo”.

Deberán distinguirse en el estudio de este tipo de lesiones los siguientes elementos


constituyentes: Orificio de entrada: Su morfología varía según el instrumento empleado
y los posibles movimientos del agresor o de la víctima una vez que el arma ha ingresado
en su organismo, de tal modo que Royo Villanova diferencia distintos tipos de orificio:
Producidos por una hoja sutil y bicortante, por una hoja no muy gruesa y monocortante,
por hoja monocortante gruesa con borde romo muy grueso, por hoja pluricortante, por
hoja de superficie irregular y corte o cortes desafi lados, y por hoja que cambia de
dirección dentro de los tejidos.

• Si el instrumento es plano y bicortante, el componente externo adopta la forma de una


fi sura parecida a la que produce un instrumento cortante, adquiriendo una mayor
profundidad, de forma que la dirección de la herida sigue la del eje transversal del arma
y es por tanto independiente de las fibras elásticas, lo que sirve de elemento diferenciador
respecto de las lesiones punzantes. En estas heridas ambos extremos son agudos y en ellos
puede no observarse ninguna cola si el arma penetró y salió perpendicularmente, una si
al entrar o al salir formó un ángulo agudo -que será tanto más larga cuanto más agudo
haya sido el ángulo formado-, o dos, si formó un ángulo agudo tanto al entrar como al
salir por extremos opuestos.

• Si la hoja es no muy gruesa y monocortante, las heridas producidas se diferencian de las


anteriores en que presentan un extremo agudo, que puede prolongarse con una cola, y el
otro más romo, como redondeado. Cuando el arma incide de modo perpendicular a la
dirección de las fibras elásticas de la piel, la forma que adopta la herida es oval, si bien
en estos casos la aproximación de los bordes pondrá de manifiesto la diferencia descrita
entre los ángulos de ambos extremos.

• Si la hoja es gruesa y monocortante, el ojal producido tiene forma de hendidura


triangular alargada, distinguiéndose claramente entre un extremo agudo originado por el
fi lo y uno romo opuesto al anterior, debido al lomo del arma, que constituye la base del
triángulo descrito. En ocasiones la herida termina en una pequeña línea que describe un
ángulo con la principal, conformando dos hendiduras que se corresponden con los
ángulos del borde romo de la hoja, dando un aspecto que Simonin describe como “punta
de fl echa”, y que verdaderamente se asemeja a una “cola de pescado”.

• Si la hoja es pluricortante, el orificio que produce tiene una morfología estrellada con
tantas puntas como bordes afilados posea el arma, siempre y cuando penetre de forma
perpendicular a la superficie cutánea ya que, de no ser así, puede ocurrir que alguno de
los filos no quede marcado. En otras ocasiones, en las que el arma penetra varias veces
en la misma zona, también estas características pueden verse modificadas. Pero además
de la morfología del arma, que claramente va a definir la constitución del orificio de
entrada, las características de éste pueden variar debido a otra serie de factores
relacionados con partes del instrumento lesivo o con las condiciones en las que se produce
el ataque.

• Hoja de superficie irregular y corte o cortes desafilados: El instrumento característico


de este tipo es la lima, que produce una lesión con su borde cortante. El ángulo de la
herida no es muy agudo y no presenta cola, observándose en los márgenes, que aparecen
ligeramente equimóticos y tumefactos, numerosos y pequeñísimos desgarros.
• Heridas con cambio de dirección dentro de los tejidos: Si el arma penetra con una
orientación y es retirada con otra distinta -bien debido a movimientos voluntarios del
agresor que imprime al arma una rotación sobre su eje, o a movimientos voluntarios o
involuntarios de la víctima- cruza en su salida el trayecto inicial, dando lugar a una
sección secundaria que deja en la piel una herida única de aspecto anguloso y con grandes
ramas, que asemeja a la resultante de dos cortes dados en el mismo punto, y que los
distintos autores asimilan a diferentes morfologías; así, mientras Di Maio la describe con
forma de “Y” o “L” (15), y Knigth como una “V” o una fi gura irregular (18), Hinojal le
atribuye una forma de “cola de golondrina”.

• Di Maio introduce un elemento importante en la morfología del componente externo, al


exponer que las armas con un solo fi lo pueden producir heridas cutáneas en las que ambos
extremos son romos o cuadrangulares. Esta característica puede aparecer cuando el
instrumento ha sido introducido hasta la empuñadura, debido a que la mayoría de los
cuchillos tienen una parte corta de la hoja inmediatamente delante del guardamano,
denominada talón, que carece de fi lo por ambos bordes.

• Las tijeras representan un tipo especial de instrumento corto-punzante, obrando de dos


modos diferentes según se encuentren cerradas o abiertas, en cuyo caso posee dos
extremos inciso-punzantes. Si la tijera penetra cerrada determina una única herida que
presenta generalmente una pequeña melladura en uno o ambos lados, adoptando una
forma característica en “Z” o en destello de rayo. Si está abierta, lo más común es que
sólo penetre una de las hojas dando lugar a una herida de aspecto similar a la producida
por un cuchillo, pero si penetran las dos ramas aparecen dos lesiones a modo de fi sura,
separadas entre sí en dependencia de su abertura, formando una “V” con colas en los
bordes proximales de ambos ojales.

Trayecto: La principal característica del trayecto originado por este tipo de armas, es que
la lesión en los diferentes tejidos que atraviesa está orientada en todos ellos en la misma
dirección, a diferencia de lo ya descrito en las heridas perforantes en las que depende de
las fibras elásticas, que en este caso únicamente influyen en su dimensión.

Resulta de importancia conocer que las lesiones en órganos dotados de movilidad pueden
presentar un mayor tamaño que el arma, tal como sucede en pulmones o en diafragma,
con una característica morfológica añadida en corazón, en la que la herida adopta una
forma de acento circunflejo ya que al contraerse se hiere a sí mismo contra el instrumento.
Una última particularidad respecto al trayecto reside en la posibilidad de que sea único o
múltiple para un único orificio de entrada, en razón de que el arma sea o no nuevamente
introducida sin haberse extraído del todo. Este canal puede ser completo determinando la
aparición de un orificio de salida, que será estudiado a continuación, o bien quedar en
fondo ciego. Orificio de salida: Como acaba de exponerse no siempre existe, pero en caso
de aparecer presenta unas marcadas diferencias respecto al de entrada: en principio es de
menor tamaño, ya que las armas de este tipo suelen ser más finas en la punta, pero además,
su morfología es generalmente diferente debido a que en la mayoría de estos instrumentos
la punta suele ser bicortante y la base monocortante, de tal modo que el orificio de salida
presenta características de herida bicortante mientras que el de entrada semejará las de
una monocortante.

En ocasiones, pueden aparecer dos orifi cios de entrada y uno de salida en zonas del
cuerpo que resultan atravesadas por un arma que alcanza la región adyacente
penetrándola, como puede ocurrir en extremidad superior o en mama con subsiguiente
entrada en región contigua de tórax.

D. HERIDAS INCISO-CONTUSAS

Tipo de arma: Se trata de armas dotadas de una hoja afi lada y de un cierto peso que les
proporciona una mayor fuerza viva, como es el caso de hachas, azadas, sables, etc. En
otras ocasiones son instrumentos cortantes cuyo fi lo se encuentra parcialmente mellado.
Mecanismo de acción: Estos instrumentos combinan la acción cortante por la existencia
de un fi lo con el mecanismo contundente derivado de su peso, de tal forma que cuanto
mayor sea su masa, tanto más predomina la acción de su fuerza viva sobre la cortante.
Para Raffo, existe un “predominio del peso sobre la perfección del fi lo” (5), en el que lo
habitual es el golpe dirigido de arriba hacia abajo y a la cabeza. Características de las
heridas: Se trata de lesiones lineales de perfi l triangular, en las que la limpieza de los
bordes depende del fi lo de la hoja, y en las que no existe cola, ya que el arma 99 al atacar
los tejidos profundiza sin resbalar sobre ellos. No obstante, y siendo éstas las
características generales, Font Riera describe un caso de homicidio con hacha, en el que
debido al gran fi lo que presentaba el agente lesivo se apreciaban nítidas colas en algunas
de sus heridas. Las características principales que aparecen con carácter general en este
tipo de heridas son:
• Contusiones en los bordes, que no son muy marcadas puesto que la solución de
continuidad se produce siempre por diéresis tisular.

• Ángulos con ausencia de colas.

• Bordes poco netos con paredes irregulares, que no presentan puentes de tejidos entre
ellos.

• Profundidad que llega a interesar huesos -en los que provocan fi suras y fracturas de
aspecto irregular y astillado-, órganos vitales, e incluso pueden producir amputaciones y
separación de la cabeza.

• Fondo profundo formado por tejidos dislacerados.

• Predominio de la extensión en superfi cie.

E. HERIDAS DISLACERANTES

Pedro Mata, en su tercera edición del Tratado de Medicina y Cirugía Legal, incluye entre
las armas blancas los instrumentos dislacerantes, mencionando en este grupo las garras,
las uñas, y otros instrumentos con varias puntas.

Mecanismo de acción: Estos agentes actúan distendiendo los tejidos hasta el extremo de
superar su elasticidad, rasgándolos o dislacerándolos.

Características de las lesiones: Estas lesiones pueden guardar una relación morfológica
con el agente lesivo, de tal modo que en las armas dotadas de varias puntas se reproducen
lesiones que presentan un paralelismo similar al de las distintas partes del instrumento.
Otro tanto puede decirse con respecto al diámetro de la lesión y al volumen de cada una
de las puntas dislacerantes. Además, las lesiones se caracterizan por presentar desgarros
y mutilaciones de superficie irregular, con colgajos que presentan diferentes formas según
el alcance de los arrancamientos. Tan sólo si se afecta de modo exclusivo la superficie
cutánea, la herida dislacerante tendrá similitud con las lesiones contusas, diferenciándose
de ellas por la práctica inexistencia de equímosis.
F. LESIONES PUNZOCONTUSAS

Grandini también incluye entre las armas blancas a un grupo más de agentes lesivos a los
que denomina punzo contundentes. Tipo de arma: Se trata de instrumentos que tienen una
punta roma y están dotados de una gran masa, produciendo heridas más profundas que
extensas. Entre ellas puede incluirse la chaira y el pico. Mecanismo de acción: Actúan
separando las fibras de la piel y de los tejidos, contundiendo las zonas adyacentes y
penetrando en profundidad, de tal modo que aparecen equímosis alrededor de la herida.

G. HERIDAS POR AGENTES ATÍPICOS

El ejemplo más representativo en patología forense corresponde a las heridas producidas


por fragmentos de vidrio. Las características de estas lesiones son similares a las de las
heridas típicas, presentando bordes nítidos que suelen ir acompañados de excoriaciones
en los extremos del corte, producidas por el deslizamiento del vidrio sobre la piel, de tal
forma que cuando penetran en ella y cuando la abandonan originan un despegamiento de
los planos superficiales.
III. CUESTIONES MÉDICO FORENSES

Son varias las cuestiones de interés médico forense que debe plantearse el patólogo, ante
una necropsia en una víctima por arma blanca: la etiología médico legal del suceso, el
mecanismo de la muerte, la data de producción de las heridas, la identificación del agente
causal, la posición relativa víctima agresor, la intensidad de la violencia ejercida por éste
durante el ataque y otras cuestiones de interés en casos de heridas múltiples.

A. ETIOLOGÍA MÉDICO-LEGAL DEL SUCESO

Esta es una de las cuestiones más trascendentes en el ámbito forense, ya que de su clara
determinación puede derivar la necesidad de investigar la autoría de terceras personas, o
que no sea preciso hacerlo en el caso de que la responsabilidad se haya extinguido con la
propia víctima, de ser ella misma la causante del suceso. Para ello, el patólogo forense
deberá proveerse de un arsenal de datos procedentes de una exhaustiva investigación, que
se iniciará en el mismo lugar de los hechos y proseguirá con el examen del cadáver, en el
que serán de gran interés el tipo, número, dirección y localización de las lesiones y el
estudio de sus vestimentas, debiendo todo ello relacionarse posteriormente con el arma
presumiblemente empleada.

1. El examen de la escena es de extraordinaria importancia en la patología forense, tal


como señala el viejo aforismo que dice “la autopsia comienza en el lugar de los hechos”.
Debe atenderse de manera especial al posible desorden y a las señales de lucha, que
indicarán la intervención de un tercero, a la existencia de notas, a cualquier indicio que
oriente hacia el empleo combinado de otros mecanismos lesivos -presencia de
psicofármacos o sustancias tóxicas, cuerdas o cables anudado y, en definitiva, a cualquier
otra circunstancia por nimia que inicialmente parezca, que pueda contribuir a resolver
esta cuestión. La presencia del arma en el lugar también permite orientar la investigación
etiológica del hecho, de tal modo que la posible identificación de su propiedad, en el caso
de que pertenezca a la propia víctima, puede contribuir a determinar su autoría. Por otra
parte, lo más habitual es que si se trata de un suicidio el arma permanezca insertada en la
herida, aparezca junto al cadáver en el caso de que la muerte no haya sido inmediata, e
incluso pueda encontrarse aprisionada en la mano del suicida a consecuencia del espasmo
cadavérico, mientras que como dice Mata en la cuarta edición de su tratado “El matador
hiere y escapa con el arma”. También la actitud de la víctima en el propio escenario de
los hechos nos va a aportar datos de importancia en la orientación de la etiología médico
legal del fallecimiento. Con carácter general, y a modo meramente ilustrativo, puede
decirse que el suicida frecuentemente se agrede de pie o sentado, más raramente tumbado,
siendo un rasgo común en muchos de ellos la producción de las autolesiones frente a un
espejo. En ocasiones se comprueba a través del estudio del lugar una etiología accidental,
relacionada o no con actividad laboral, de modo que en el primer caso pueden observarse
lesiones similares a las producidas por un arma blanca debidas al efecto cortante de algún
tipo de maquinaria, mientras que en el segundo pueden deberse a la acción de
instrumentos domésticos como vasos, botellas u otros envases, cuyos fragmentos pueden
producir heridas que conducen al fallecimiento de la víctima.

2. El estudio completo del cadáver supone el eje central de la actuación del patólogo
forense, y en él será primordial el exhaustivo reconocimiento de todas las lesiones que
presente y de sus características, debiendo realizarse la valoración según sea su tipo,
localización y número.

2.1. En primer lugar, se evaluará el tipo de las heridas, entre las que podemos hallar
diversas variantes significativas que permiten dirigir la hipótesis sobre la etiología
médico-legal de la muerte en uno u otro sentido:

• Heridas de prueba o tentativas: Se trata de lesiones autoprovocadas en las que se observa


un patrón típico, al aparecer generalmente varias heridas agrupadas que se encuentran
paralelas unas a otras. En ellas se distinguen cortes superficiales que pueden presentar
“colas de vacilación” -que son cortas y de entrada a la lesión definitiva junto a otros más
profundos que se corresponden con un aumento de la determinación de lesionar. En el
homicidio estas lesiones tentativas o de prueba están ausentes.

• Heridas de defensa: Se producen por la acción instintiva de protección de la cara y la


cabeza al sufrir un ataque, y su localización preferente es en región externa de antebrazos
y muñecas y en dorso o palmas de las manos. También pueden aparecer en las flexuras
de las falanges cuando el agredido trata de defenderse sujetando con las manos el arma;
su adecuada exploración exigirá extender los dedos, en una maniobra que en ocasiones
resulta dificultosa debido a la rigidez cadavérica. La aparición de este tipo de lesiones
orienta evidentemente hacia el homicidio, y permite constatar que la víctima se
encontraba consciente y no fue atacada por sorpresa, probando además que podía
moverse.
• Heridas aberrantes: Aparecen en el degüello homicida acompañando a las lesiones del
cuello, y se encuentran localizadas en cara, nuca y mentón. Representan la huella de
golpes fallados por los movimientos de protección de la víctima.

• Heridas intimidatorias: En ocasiones, puede aparecer a nivel cervical una lesión típica,
a modo de erosión simple o arañazo, localizada en región esternocleidomastoidea, que se
produce por el roce o contacto del arma sobre la superficie cutánea. Este tipo de lesión
puede observarse en casos en los que, produciéndose la muerte por heridas en otras
regiones, el ataque se acompaña de una agresión sexual, y se corresponden con el empleo
inicial del arma como instrumento intimidatorio, presionando con ella sobre el cuello.

• Lesiones asociadas: Se trata de autolesiones que aparecen en la superfi cie cutánea de la


mano con la que se aplica la violencia, como consecuencia de la presión ejercida al
momento de inferirse las heridas con un arma sin mango dotada de varios filos. El caso
más tí- pico aparece en suicidios por sección de trayectos venosos mediante el empleo de
cuchillas de afeitar, observándose pequeñas heridas de 2 a 5 mms. de longitud que afectan
a epidermis y dermis de cara palmar o anterior del dedo índice.

• Marca en el rostro: denominada también “pifia” por Tekke porque su ubicación y


dirección semeja a los cordones de un tipo de sombrero, que llevan ese nombre. Su única
fi nalidad es dolosa y aparecen en agresiones.

2.2. La localización de las heridas: Resulta evidente que para un diagnóstico de suicidio
se tendrá en cuenta la región donde asienta la herida, que debe ser accesible a un
instrumento empuñado por el propio individuo, mientras que en las heteroagresiones
pueden alcanzarse zonas que no son asequibles a la víctima por sí misma. Al margen de
estas elementales consideraciones, las heridas suicidas tienen unas zonas concretas de
elección, como son el cuello, la parte anterior del tórax y las muñecas, siendo las dos
primeras más frecuentes en hombres y la última en mujeres. Las heridas homicidas, como
dice Mata en una preciosa descripción al respecto, no aparecen en lugares selectivos o
concretos, y así, refi riéndose al agresor relata: “quien dominado de la pasión que le
impulsa, no se entretiene en esos pormenores; hiere donde puede…”

• La lesión suicida en el cuello se corresponde con el degüello, que es definido por


Pacheco como “la lesión de la región anterior o lateral del cuello con arma cortante, que
alcanza profundidad variable, interesando todos los órganos de la región hasta el plano
vertebral”. El degüello es la lesión por arma incisa que con más frecuencia provoca la
muerte, y sin embargo es la menos usual en nuestro medio.

Destaca en su morfología la anchura de la herida, que predomina sobre las demás


dimensiones, resultando considerable la separación de sus bordes hasta parecer que falta
una parte del cuello. Existen una serie de características que permiten diferenciar su
etiología, y son las siguientes: Dirección: En el degüello suicida la herida se inicia en la
zona izquierda del cuello, por debajo del ángulo mandibular, descendiendo oblicuamente
por la parte anterior hasta terminar en el lado derecho a un nivel ligeramente inferior, de
tal modo que su localización es antero-lateral izquierda; en los zurdos la lesión se inicia
en la zona derecha y describe un trayecto simétrico al descrito. Sin embargo, en el
degüello homicida la incisión puede ser más horizontal y de abajo hacia arriba, siendo
habitual que exista una gran variación en su dirección dependiendo de los movimientos
de la víctima o del agresor durante la lucha. Lo habitual en estos casos es que, si el ataque
se produce desde atrás, la herida comience de detrás o cerca del pabellón auricular del
lado contrario a la mano que sujeta el arma, continuando a través de la parte anterior del
cuello de forma horizontal, para finalizar en el lado opuesto a un nivel más bajo que el
inicial; si el ataque se produce desde delante la herida será corta y angulada, hiriendo la
región cervical opuesta a la mano que prende el arma.

Profundidad: La herida suicida es por lo general menos profunda que la homicida. En


los casos de autolisis esta profundidad es mayor en su zona de origen, de tal modo que
con frecuencia están seccionados los vasos sanguíneos en el lado izquierdo si bien
Simonin afirma que al estar la carótida protegida por el esternocleidomastoideo raras
veces resulta afectada, mientras las vías aéreas pueden estar seccionadas a nivel de la
laringe en su parte anterior. El homicida puede incidir de manera muy profunda,
alcanzando la laringe e incluso la columna vertebral: “Una sola herida muy limpia y
profunda que divide de una vez el tejido anterior del cuello abriendo los vasos, es más
propia del homicidio que del suicidio”

Uniformidad: La herida suicida no suele ser uniforme, y presenta pequeñas lesiones


superficiales en las proximidades del punto de inicio, denominadas “retomas o cortes de
prueba” (8): “a consecuencia del dolor y de la falta de decisión el suicida vibra el golpe
con mano insegura, ataca la piel en varias veces, y así se observan a menudo en los bordes
de la herida incisiones suplementarias poco profundas”.
Multiplicidad de las lesiones: En el suicida es frecuente la presencia de múltiples colas
de vacilación, que son cortas y superficiales y que pueden ser paralelas o confluentes
respecto a la herida definitiva. Font Riera describe este tipo de lesiones como heridas
menores de tanteo, cercanas al punto de iniciación del degüello y poco profundas, que en
ocasiones pueden quedar enmascaradas por las lesiones más profundas y definitivas
llegando a pasar desapercibidas.

• Otra lesión que puede presentarse en el cuello es la decapitación, entendiéndose por tal
“la sección de la nuca con un instrumento cortante o con sección de cartílago tiroides e
impronta en vértebras cervicales cortante y contundente, que puede interesar sólo los
tejidos superficiales o llegar hasta la columna vertebral y aún abrir la cavidad raquídea y
seccionar la médula”

En los casos homicidas el agente etiológico es por lo general un instrumento inciso-


contundente, aunque también puede ser producida por armas cortantes, en cuyo caso la
decapitación suele acompañarse de otras lesiones en cuello o en distintas localizaciones.

• La sección de las venas como método autolítico es bien conocida desde la antigüedad.
En este tipo específico de mecanismo suicida existen dos localizaciones preferentes,
ambas en extremidades superiores, hiriéndose bien en la cara anterior de las muñecas o
en la flexura del codo, generalmente en el miembro izquierdo -en sujetos diestros-.

El suicida se infringe autolesiones de escasa profundidad en las que lo habitual es que no


existan secciones en nervios ni en tendones, permitiéndole tras herirse la extremidad
izquierda empuñar el arma con ésta y lesionarse la derecha, de tal modo que Bonnet
considera estos hallazgos suficientes para afirmar su naturaleza suicida. Normalmente se
trata de heridas de dirección transversal u oblicua, con colas de salida orientadas hacia el
lado interno. Otras localizaciones en las que el suicida ataca sus vasos venosos pueden
ser el hueco poplíteo y, menos frecuentemente, la región inguinal.

• En región torácica la herida suicida suele ser única, o de ser más de una se encuentran
agrupadas o “aglutinadas” tal como reseñaba Ballota en 1937; su localización es
precordial, con dirección de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda, y normalmente
ha sido producida por un instrumento cortopunzante. En el caso homicida, las heridas en
tórax suelen ser múltiples, de tal modo que la dispersión en la zona del tronco es suficiente
para presumir una intervención de tercera persona.
• La localización en abdomen es más infrecuente, recibiendo el nombre de “harakiri” la
lesión suicida que se produce de abajo hacia arriba en dos tiempos: en el primero de ellos
se corta la pared abdominal, y en el segundo, que no siempre se da, se exteriorizan las
asas intestinales, lo que a su vez puede ir o no seguido de su sección. Siendo este tipo de
suicido más propio de la cultura oriental, también aparece en nuestro medio, aunque de
modo excepcional y mayoritariamente en enfermos mentales.

• Una última localización de gran interés para el patólogo forense es expuesta por
Grandini, quien describe la posibilidad de que en el fondo del útero aparezcan lesiones
punzantes a consecuencia de maniobras abortivas criminales -realizadas con una legra
manejada de modo inadecuado o con otro tipo de instrumento-, que pueden llevar a la
muerte por ulteriores complicaciones infecciosas.

2.3. El número de heridas: Se trata de una cuestión de gran trascendencia médico legal,
en la que las reflexiones de los grandes tratadistas resultan muy ilustrativas por lo gráfico
de sus descripciones. Así, para Mata “si hay más de una lesión, y es obra del sujeto propio,
guardan cierta relación con la distancia y posición de su brazo o mano” mientras que, para
el caso de una heteroagresión, el homicida “es muy común que redoble una y más veces
el golpe, en varias partes, que no guardan paralelismo, ni ofrecen la misma probabilidad
o posibilidad de que se las haya hecho la misma víctima”. López Gómez al abordar esta
cuestión afirma “La multiplicidad de las heridas, y más si son graves, radicadas en
diversas regiones, excluye el suicidio y señala su etiología homicida”.

También la bibliografía reciente aborda la multiplicidad de lesiones y la relación con su


etiología, destacando entre toda ella los claros y didácticos conceptos expuestos por
Schneider en 1.997: “En el caso de lesiones múltiples distribuidas por todo el cuerpo y
por diferentes mecanismos dinámicos (refiriéndonos al nivel cutáneo) tendría que
pensarse en un primer momento en la acción de un tercero, especialmente cuando
aparecen signos de defensa, cuando la ropa aparece perforada y cuando los bordes de las
heridas son cortes limpios”.

De estas aportaciones se desprende que, la conclusión sobre la etiología médico legal en


el caso de heridas múltiples debe establecerse siempre asociando este dato cuantitativo a
su localización y características, orientando hacia el homicidio las lesiones numerosas
que revisten gravedad y que asientan en diferentes zonas del cuerpo. Abundando en esta
cuestión, la combinación de múltiples lesiones por arma blanca asociadas a otro
mecanismo sugiere una etiología suicida, observándose esta situación cuando el individuo
abandona el método lesivo inicialmente previsto y lo sustituye por otro que acaba con su
vida. Resulta ilustrativo al respecto el caso descrito por Bonnet sobre una mujer de 39
años de edad, que presentaba un total de 418 heridas cortantes asociadas a ingestión de
raticida y de keroseno, a cuyos mecanismos suicidas añade el incendio de sus ropas con
el mismo material inflamable.

2.4. La dirección: Al margen de las consideraciones ya realizadas para el caso particular


del degüello, cabe afi rmar con carácter general que las heridas con dirección de arriba
hacia abajo no suelen ser accidentales. Del mismo modo, la existencia de una herida
externa única con trayectos múltiples, indica que el arma fue retirada y nuevamente
introducida, presumiblemente, por una tercera persona.

2.5. Otros datos observados en el cadáver: Las manchas de sangre en el cadáver, y en


especial su distribución, aportan también gran cantidad de datos de interés. En el degüello
el estudio de las manchas en las manos sugiere una u otra etiología: así, resulta evidente
que de tratarse de un suicidio la mano que ha ejecutado la lesión debería aparecer con
sangre, fundamentalmente en su región dorsal; si las manchas se encuentran en ambas
manos podría interpretarse que la víctima, de modo instintivo tras sufrir un ataque, las
dirige hacia la zona lesionada; y si no presentara sangre en ninguna de ellas, puede
presumirse la intervención de una tercera persona. La existencia de otro tipo de lesiones
-excoriaciones en zonas descubiertas, traumatismos a nivel cefálico que podrían haber
producido una pérdida de conciencia, estigmas alrededor de los orificios respiratorios…-
orientan hacia un homicidio.

3. Estudio de los vestidos: Es otro de los elementos imprescindibles en el correcto


estudio necrópsico ante una muerte causada por arma blanca. Clásicamente se describe
que el suicida se retira la ropa previamente a causarse el daño, y si bien no en todos los
casos esta afirmación se cumple, sí es cierto que es más frecuente en el empleo de
instrumentos punzantes, ya que estos no suelen atravesar la ropa. Mata describe con su
característica prosa esta circunstancia del siguiente modo, “se aparta por lo común la ropa
y se desnuda el punto que se propone lisiar… los vestidos quedan intactos, en especial si
es el pecho la región herida”, mientras que respecto al homicida afirma “como no
encuentra ya desnuda a la víctima, no se entretiene en desnudarla para herirla; le hiere a
la vez vestidos y carnes”, lo que conlleva la aparición de roturas y desgarros en las ropas,
que se van a corresponder topográficamente con las zonas cutáneas lesionadas. Además
de estas soluciones de continuidad en las vestimentas, deben ser cuidadosamente
estudiadas las manchas de sangre que pueden aparecer en ellas, y que en el caso del
degüello suicida asientan en su parte anterior con un aspecto característico, ya que como
quedó expuesto, en estos casos la autoagresión tiene lugar de pie o sentado frente a un
espejo.

4. Estudio del arma: El tipo de arma empleada también puede servir para orientar la
etiología médico legal. Así, las armas punzantes no son habitualmente empleadas para
provocar autolesiones, llegando a afirmar Mata que no son “las preferidas” por los
suicidas, ya que “se requiere alguna fuerza moral y física, y los suicidas no las tienen”,
citando los casos descritos por Bierre de Boismont en que sujetos incapaces de repetir el
golpe autolesivo sobrevivieron horas e incluso días con un arma clavada en el pecho que
lesionaba pulmones y corazón; sin embargo, este tipo de instrumentos punzantes sí
originan lesiones accidentales, y homicidas con más frecuencia. En cualquier caso, el
principal interés del estudio del arma en la identificación de la etiología médico legal del
ataque, radica en la posible obtención de huellas dactilares de su autor y de indicios
biológicos -manchas de sangre, restos de cabello o de tejidos- que permitan confrontar el
perfi l genético hallado con el de la víctima y con el del presunto victimario.

5. Estudio del presunto agresor: Resulta definitiva su exploración de la forma más


precoz posible, a efectos de constatar una posible existencia de signos de lucha -
excoriaciones en cara, cuello, antebrazos y manos, mordeduras en dedos, equímosis
perioculares e incluso lesiones autoproducidas por la propia arma de modo involuntario
durante la agresión; a este respecto cabe citar una observación personal de degüello
homicida por ataque posterior, con lesiones faciales aberrantes en la víctima debidas a la
lucha, y una herida incisa autoinfl ingida de modo involuntario por el agresor en el 5º
dedo de su propia mano izquierda, mientras la empleaba para acallar a la persona
agredida. También el estudio de sus vestimentas puede revelar desgarros y roturas, y aún
más importante, restos de sangre humana que podrían corresponder a la víctima.

B. IDENTIFICACIÓN DEL ARMA

Esta cuestión es uno de los aspectos más difíciles de resolver en patología forense, y más
aún si se trata de profundizar en la identificación específica del arma, hasta el extremo de
que en la mayoría de las ocasiones será imposible pasar de una identificación genérica o
de establecer si es compatible que un arma determinada que se nos presenta, con unas
características concretas, pueda o no ser el agente causal de las lesiones halladas en la
víctima. La identificación del arma se iniciará tomando como base las características
generales de las heridas que ha producido para, posteriormente, y en base a posibles
signos más específicos, tratar de aproximar la identificación concreta del instrumento
lesivo.

Armas incisas:

• Las características de las heridas únicamente van a permitir afirmar que la lesión se ha
producido por un agente cortante que ha actuado por el fi lo, siendo la identificación
concreta del arma una cuestión por lo general irresoluble. No obstante, el instrumento
lesivo puede presentar alteraciones en su fi lo en forma de irregularidades o melladuras
que van a modificar la forma de las heridas imprimiendo en ellas un sello particular, que,
si bien en unas ocasiones puede alterar las habituales características incisas dificultando
su identificación genérica, en otras puede contribuir, una vez solventada esa primera
cuestión, a su identificación específica.

Armas punzantes:

• Su identificación genérica puede ser realizada a través del mero estudio de las lesiones
causadas, de tal modo que, como ya se afirmó en el apartado correspondiente, únicamente
un arma punzante puede producir heridas que presenten diferentes direcciones en cada
plano y tejido atravesado, e incluso en las distintas túnicas de un mismo órgano.

También el estudio de la diferencia entre la morfología del orificio en los vestidos -que
será redondeado- y el de la piel -que será fusiforme- permite identificar genéricamente a
este tipo de armas.

• Identificación específica:

Para aproximarse en la investigación de las características concretas del agente causal,


debe realizarse un exhaustivo estudio de las heridas producidas, tratando de precisar los
siguientes aspectos:

— El grosor del arma: que no guarda generalmente proporción con el tamaño de la herida,
en razón de que los tejidos afectados, en función de su elasticidad, se retraen una vez
extraído el instrumento.
— La longitud del arma resulta otra tarea extremadamente complicada de establecer con
precisión, y ello por dos razones: en unas ocasiones el arma no penetra en su totalidad,
siendo de mayor longitud que la herida ocasionada, mientras que en otras los tejidos
pueden deprimirse al tiempo que se produce el hundimiento del arma, originando un tipo
de lesiones denominadas por Lacassagne “heridas en acordeón”, siendo el abdomen la
zona en la que más frecuentemente aparecen, bien por la presión activa del instrumento,
bien por la contracción refleja de los músculos parietales, o bien incluso en situaciones
en las que el cadáver queda en decúbito prono apoyado sobre el arma y con la presión del
peso del cuerpo sobre ella, dando lugar a que instrumentos no muy largos puedan alcanzar
órganos profundos e incluso los cuerpos vertebrales. Todo lo anterior generalmente
permite una aproximación, que difícilmente resulta suficiente, hacia las características
individuales del instrumento causal. No obstante, hay otras situaciones en las que el arma
deja una huella más exacta que va a permitir su descripción concreta, y así ocurre en
aquellos casos en los que se lesionan tejidos indelebles, como huesos formados por dos
láminas distintas con esponjosa entre ellas o cartílagos, en los que la forma va a quedar
marcada de manera permanente, constituyendo una huella cuya morfología y dimensiones
reproducen con bastante aproximación a las del arma, permitiendo su identificación. En
otras ocasiones, un fragmento de dimensiones variables puede quedar alojado en el seno
de la herida, no siendo infrecuente que en este tipo de instrumentos se produzca la fractura
de la punta al contacto con un hueso, en el que puede quedar insertado, de tal modo que
la identificación del arma queda sensiblemente simplificada.

Armas corto-punzantes:

• La identificación genérica deberá realizarse en base a las características de las heridas,


ya descritas.

• En cuanto a la identificación específica, podrán analizarse distintos datos orientados a


precisar en la medida de lo posible las siguientes características individuales:

— Anchura de la hoja: Normalmente no existe coincidencia entre las dimensiones de la


herida cutánea y las del agente causal. Tan sólo ambas son similares cuando el arma ha
penetrado y ha salido perpendicularmente a la piel, de modo que si el instrumento ha
entrado o salido de forma oblicua la longitud de la herida será mayor que la anchura del
arma, como ocurre en muchos de los casos.
Dalla Volta estableció un método geométrico para determinar la anchura real del arma
basado en la longitud de la herida y en el ángulo de penetración. Para la correcta
evaluación de la longitud de la herida deberá realizarse de manera previa una medición
milimétrica tal y como se encuentre en la piel, y posteriormente se practicará una nueva
medida milimétrica “acercando sus bordes a fi n de suprimir la influencia engañosa de la
retracción vital cutánea”, objetivándose generalmente una longitud superior tras esta
segunda medición, que será la que deba considerarse a efectos del cálculo de la anchura
del instrumento.

Existen además una serie de condicionantes que deben tenerse en cuenta en el momento
de establecer las dimensiones: Por una parte, el grado de penetración del arma, ya que
cabe la posibilidad de que no se introduzca más que hasta una profundidad limitada, en
cuyo caso sólo podrá afirmarse que la anchura de la hoja será tal para esos primeros
centímetros concretos, puesto que generalmente estos instrumentos van haciéndose más
anchos cuanto más próxima está la empuñadura; ahora bien, de haber dejado su impronta
en órganos en profundidad podría llegar a determinarse la anchura de la hoja en la zona
de penetración máxima.

Otro aspecto a tener en cuenta es la posible existencia de movimientos de la hoja en la


herida, bien ocasionados por el agresor o por la propia víctima, que pueden producir
angulaciones, cambios de dirección y otros artefactos, que de modo evidente alteran su
morfología y longitud.

— Longitud del arma: Al igual que en el caso de las lesiones por instrumentos
punzantes, la premisa de que la longitud del arma es similar a la profundidad de la herida
es errónea como ya se ha expuesto, debido a que en el caso de que penetre hasta su
empuñadura y de ser la zona en la que asienta depresible, la longitud del trayecto puede
ser mayor que la del instrumento que lo causa; a este respecto Simonin expone que una
hoja de 12 cms. puede llegar a producir una profundidad de 16 a 18 cms.

— Grosor de la hoja: Su identificación dependerá de los tejidos lesionados, de forma


que si se afectan partes blandas o parénquimas resultará impreciso establecer el posible
grosor, siendo el único elemento de juicio de relativa importancia la posible aparición de
desgarros en el extremo romo de la herida. En el caso de que resulten afectados huesos,
y en razón de su consistencia, podrá afirmarse que la hoja es gruesa, y tanto más podrá
sostenerse esta hipótesis cuanto más compactos y espesos sean los huesos lesionados,
teniendo además una gran importancia orientativa la posible impronta que pudiera dejar
el arma al impactar contra la estructura ósea.

— Número de filos: Se establecerá atendiendo a las características de las heridas, ya


descritas en el apartado correspondiente, determinando si es mono, bio pluricortante.

— Características especiales del filo: En ocasiones el arma corto-punzante presenta en


su fi lo particularidades que pueden facilitar su identificación; es el caso de las armas con
borde aserrado, como los cuchillos de campaña, que causan lesiones en las que uno de
sus extremos aparece con aspecto desgarrado y que, de penetrar muy oblicuamente,
producen erosiones a modo de dientes de sierra en la piel próxima al ángulo de la herida.

— Empuñadura del arma: Otras veces el arma puede penetrar hasta el tope, con la
empuñadura produciendo en la superficie cutánea alrededor de la herida una erosión o
contusión figurada, por la que puede ser identificada. Pero no sólo el análisis de las
lesiones puede aportar datos que permitan identificar el arma. Así, del estudio de los
vestidos pueden deducirse datos de interés, como la anchura de la hoja, por lo que deberá
procederse a un estudio exhaustivo de la ropa que llevaba la víctima al sufrir la agresión.

Armas inciso-contusas:

• La identificación genérica de este tipo de armas se realizará atendiendo a sus diferencias


con otros tipos de heridas. Raffo propone un diagnóstico diferencial con las heridas
incisas y con las contusas, expresándolo del siguiente modo “Con las heridas incisas
predominan las diferencias cualitativas, y con las contusas, diferencias cuantitativas”.
Así, respecto a las incisas ya se ha expuesto que las inciso-contusas generalmente carecen
de colas y que en sus bordes siempre hay huellas de contusión en forma de un borde
equimótico. Con respecto a las contundentes se diferencian básicamente en que las
incisocontusas no presentan puentes en los bordes y paredes, siendo mayor su
profundidad, produciendo colgajos y lesiones óseas, mientras que los signos contusivos
que presentan en sus bordes no son excesivamente marcados; por su parte, las contusas
aparecen con bordes desgarrados y con márgenes excoriados y contundidos, con puentes
de unión en sus paredes formados por tejidos, fascias, vasos, nervios, etc., que han sido
parcialmente desgarrados, pero no seccionados.

• Sin embargo, la identificación individual del arma resulta en la mayor parte de las
ocasiones de difícil resolución.
C. DIRECCIÓN DEL ATAQUE

Otra de las cuestiones importantes que debe resolver el patólogo forense es la posible
determinación de la posición relativa entre la víctima y el agresor. Se trata de una cuestión
de tal complejidad que en ocasiones sólo puede establecerse la dirección de las lesiones
respecto al eje corporal, hasta el extremo de que Simonin plantea la posibilidad de que
“una herida de espalda puede haber sido hecha por delante, si la víctima se encontraba en
ese momento muy flexionada hacia adelante”.

Esta complejidad deriva de las múltiples variables que pueden acompañar a este tipo de
ataques, de tal modo que todas ellas deben ser evaluadas en el momento de establecer las
posibles hipótesis que sirvan de aproximación para la reconstrucción de la escena de la
agresión: condiciones del lugar, características de las heridas con atención a sus
componentes externo e interno, estatura de la víctima y del agresor, etc. Y aún con todo
ello, en muchas ocasiones sólo se podrá dictaminar respecto de la compatibilidad entre
las versiones dadas por el agresor o los testigos y los datos hallados en el estudio
necrópsico.

D. ESTIMACIÓN DE LA VIOLENCIA DEL ATAQUE

El patólogo forense también deberá resolver acerca de la fuerza necesaria para producir
una lesión concreta. Los grandes tratadistas han planteado el estudio de diversos
elementos que permiten aproximar la resolución de esta cuestión, siendo la aportación de
Casas a este respecto muy orientativa para quien debe instruir y juzgar los hechos, al
proponer su modulación empleando los conceptos de leve, moderada, considerable o
extrema, incluyendo en esta última valoración aquellos casos en los que el arma atraviesa
un hueso denso, como puede ser el cráneo, o cuando se halla la impronta de la empuñadura
del arma sobre la piel, tras haber penetrado en profundidad completamente.

Para realizar correctamente esta evaluación, varios elementos han de ser estudiados
detenidamente:

• Los relacionados con el arma: y fundamentalmente con su punta y su fi lo, de tal modo
que cuando estos son pronunciados, la penetración es más fácil y requiere una menor
energía que en los casos en que la punta del arma sea roma.
• Elementos dinámicos del ataque: La energía cinética que se acumula en la superfi cie
cutánea implica el que ésta sea sobrepasada con mayor facilidad cuanto más rápido sea el
movimiento de ataque.

• Variables relacionadas con la zona lesionada: La piel es después del hueso y de los
cartílagos osificados el tejido más resistente, de tal modo que una vez superado su
obstáculo el arma requerirá una mínima energía para progresar en su penetración en
profundidad. Sin embargo, en un mismo organismo, el tejido cutáneo presenta distintos
grosores y resistencias, en relación a una serie de condicionantes estáticos o dinámicos:

— Las diferencias estáticas dependen de su localización, siendo el ejemplo más signifi


cativo la piel de las palmas de las manos y plantas de los pies, que presenta un menor
grosor y, por tanto, una menor resistencia que favorece su penetrabilidad.

— En cuanto a las variaciones dinámicas, es evidente que la piel en una zona a tensión es
más fácilmente penetrable que la piel laxa.

• Factores dependientes de la víctima: Pero, además, el tejido cutáneo está sometido a


diferencias individuales en razón de la edad, el sexo o posibles padecimientos morbosos,
y así, la piel de ancianos y de mujeres ofrece menos resistencia que la de los jóvenes y
los hombres.

• Particularidades de la lesión: Entre las que resulta de interés la profundidad, y más aún
cuando el arma ha progresado superando una posible resistencia de estructuras óseas o
cartilaginosas.

• Los derivados de las ropas: Resulta evidente que la cantidad y composición de las
vestimentas, u otros complementos que cubren a la herida, guardan relación con la
intensidad de la fuerza a emplear para producir una determinada lesión, y así, aquellas
prendas confeccionadas en piel son de una mayor resistencia y resultan más difíciles de
penetrar por lo que se requiere el empleo de una mayor fuerza, al contrario de lo que
ocurre con otro tipo de tejidos más ligeros.

E. CUESTIONES RELACIONADAS CON LAS HERIDAS MÚLTIPLES

Cuatro son las cuestiones que se plantean, relacionadas con una posible multiplicidad de
las lesiones:
1. Número de armas empleadas: A su resolución se llegará tras el estudio detallado de las
características de las heridas. Como ya se ha expuesto, una única arma puede producir
lesiones de tamaño y morfología diferentes según la parte con la que se produzca el ataque
-bien sea la punta o el corte-, la profundidad a la que penetre, la oblicuidad con que lo
haga, la elasticidad de la piel en la zona y los movimientos habidos dentro de la herida,
causados por el agresor o por la víctima. Todo ello puede dar lugar a heridas de variadas
características, hasta el extremo de que encontrándose lesiones de aspectos diferentes en
un mismo individuo “sería erróneo concluir que se han producido por dos o más armas”
en tanto no se excluya la posibilidad de que un único agente pueda ser el causante.

2. Orden de producción: Se tratará de aproximar cual fue la primera de las heridas


asestadas, y en la medida de lo posible el orden en el que se han producido, cuestión de
extraordinaria complejidad en la mayor parte de las ocasiones. Para ello pueden emplearse
las siguientes consideraciones:

— En el lugar de los hechos puede evaluarse la distancia de las manchas de proyección,


que será mayor en las heridas causadas en primer lugar debido a la mayor presión de
salida de la sangre arterial.

— El estudio de las lesiones también aporta datos de interés:

• Si dos heridas se entrecruzan procede realizar la maniobra de Chavigny, por la que puede
determinarse el orden producido con gran precisión. Con esta maniobra se procede a la
aposición de los bordes de las heridas, de tal modo que, si se realiza en el orden correcto
de producción, el enfrentamiento de los bordes de la primera herida permite a
continuación el afrontamiento de la segunda, mientras que si se realiza en orden erróneo
y se contraponen en primer lugar los bordes de la última lesión producida, no “encajan”
a continuación los bordes de la primera.

• Si al estudiar dos heridas coincidentes topográficamente se observa que una de ellas


comienza en un borde que contacta con la otra, resulta ser la contactada la producida en
primer lugar.

• La ausencia de reacción vital en una herida permite la evidente deducción de que se


produjo un cierto tiempo después del desencadenamiento de la muerte, y en consecuencia
debe considerarse posterior a las que presentan signos de vitalidad.
• Si en el transcurso de la agresión el arma sufre una melladura, las lesiones causadas a
continuación presentarán irregularidades derivadas de ese defecto.

• Algunos tratadistas proponen que las heridas que asientan en zonas vitales sean
consideradas cronológicamente como las últimas en producirse, cuestión esta que es
altamente discutible, respecto a la que Simonin se pronuncia de manera clara “las heridas
más graves no son forzosamente las últimas”

3. Determinación de la herida responsable de la muerte, para lo cual se emplearán dos


elementos que permiten orientar la resolución de esta cuestión: En primer lugar, resulta
evidente que para poder desencadenar el fallecimiento la herida debe asentar en una zona
vital, y en segundo, podrá realizarse en ocasiones una aproximación basada en el estudio
de la vitalidad de las lesiones, de forma que asentando dos o más de ellas en áreas de
interés vital, serán las que mayor reacción presenten las responsables de la muerte.

4. Y como última cuestión de interés en el estudio de las heridas múltiples, no debe


olvidarse lo ya comentado en relación a la posibilidad de hallar más de una herida como
consecuencia de un solo ataque, como ocurre en agresiones que penetran en extremidad
superior atravesándola hasta alcanzar el tórax, o bien en aquellas otras que lesionando
mama la traspasan introduciéndose posteriormente en cavidad torácica.

F. ESTUDIO DE VITALIDAD DE LAS HERIDAS

Las reacciones de vitalidad de las heridas revisten un gran interés forense por dos motivos
principalmente: el primero orientado a determinar si las lesiones que presenta un cadáver
se produjeron antes o después de la muerte, y el segundo referido al tiempo de
supervivencia desde que la víctima recibe las lesiones mortales hasta que deviene el
fallecimiento:

• Valoración de las heridas ante, peri o post mortales: Este análisis se basará por una
parte en el estudio macroscópico y por otra en técnicas histológicas e histoquímicas: —
El diagnóstico macroscópico de vitalidad de las heridas se basa en una serie de
características diferenciales: Destaca en las lesiones vitales la retracción y turgencia de
los bordes, que aparecen tumefactos y enrojecidos con infiltración sanguínea y con
coágulos adheridos que difícilmente se desprenden con el lavado de la herida, entre los
cuales se observa en ocasiones la salida de tejido adiposo subcutáneo.

Si la herida es vital, los vasos arteriales aparecen igualmente retraídos, y tanto su


afectación como la de los vasos venosos determinará la existencia de hemorragias, que
son el mejor signo patognomónico de que la lesión se produjo en vida. La aparición de
embolias gaseosas, frecuentes en heridas de grandes vasos del cuello, será también signo
indicativo de vitalidad.

Puede ocurrir, como es el caso de heridas que revisten tal gravedad que conducen a la
muerte de modo muy rápido, que las características vitales sean menos marcadas,
adoptando una apariencia similar a las heridas postmortales; en estos casos, el examen
detenido de la zona afectada, en el contexto de la causa de la muerte, aclarará la práctica
ausencia de reacción vital. También en determinados casos especiales, en los que el
cadáver es hallado tras una permanencia prolongada en el agua, las heridas pueden
presentar una apariencia postmortal debido al lavado de la hemorragia inicialmente
presente, lo que puede dificultar la determinación de su verdadera naturaleza.

Eversión de tejido adiposo a través de los bordes de una herida abdominal — Estos
hallazgos macroscópicos deben complementarse con el estudio de los cambios
histológicos e histoquímicas que se producen en los tejidos lesionados, debidos a la
evolución vital de las heridas. Estas modificaciones dependen de varios factores, y entre
ellos del tamaño y tipo de la lesión, del tejido en el que asientan, y de la edad y estado de
salud de la víctima.

• Otra de las cuestiones médico forenses, de gran trascendencia en muertes por arma
blanca, es la determinación del tiempo de supervivencia desde que se producen las
lesiones hasta el fallecimiento.

— Di Maio propone el estudio de cuatro elementos macroscópicos para aproximar su


resolución: el tamaño del vaso afectado, la vascularización del órgano herido, la cantidad
total de sangre perdida interna y externamente y la velocidad a la que se ha producido
esa pérdida de sangre, siendo estos signos meramente orientativos, al encontrarse
influenciados por factores individuales, como la edad y el estado previo en relación con
el funcionamiento de los mecanismos de compensación de su medio interno ante una
hemorragia. Por ello, tan sólo podrá realizarse un dictamen categórico en aquellas muertes
en que exista una destrucción de órganos manifiestamente incompatible con la vida, como
puede ser una desestructuración encefálica con golpes con un hacha, en cuyo caso puede
dictaminarse que el fallecimiento se produjo de manera inmediata y con absoluta
incompatibilidad con una supervivencia.

— Por otra parte, el mismo estudio histopatológico e histoquímico que nos permite
analizar la vitalidad de una lesión, puede aportar datos significativos que nos ayuden a
precisar el tiempo transcurrido desde su producción hasta la muerte, a través del
seguimiento de la evolución vital de los fenómenos reparativos. Una breve descripción
de esta evolución, tratada de manera exhaustiva en otro de los capítulos de este libro,
permite establecer esquemáticamente distintas fases, que en ningún modo deben ser
interpretadas como aisladas de las contiguas, sino como un continuo en el que se solapan
el final de cada una de ellas con el comienzo de la siguiente: Fase de hemostasia: Se inicia
en el mismo momento en el que se produce la pérdida de integridad del tejido cutáneo,
con su consecuente extravasación hemática.

De manera inmediata se desencadena la agregación de las plaquetas y la coagulación, al


tiempo que se produce una vasoconstricción; estas reacciones están encaminadas a
impedir la contaminación bacteriana y la pérdida de volemia.

Fase inflamatoria: Comienza también al tiempo de producirse la herida, y se desarrolla


aproximadamente durante los tres días siguientes. La extravasación de sangre va seguida
de hiperemia e infiltración de los márgenes de la lesión, de tal modo que el fondo de la
herida se llena a las pocas horas de un exudado inflamatorio compuesto por leucocitos,
macrófagos, eritrocitos y fibrina.

A las 12 horas los bordes están rojos y tumefactos, aglutinados por sangre y exudado, y
presentan una infiltración leucocitaria que alcanza su máxima expresión en ausencia de
infección a las 24 horas, incrementándose a partir de este momento la presencia de
monocitos que se activan al alcanzar la zona lesionada, convirtiéndose en macrófagos
cuya función será destruir bacterias, desbridar la herida y secretar sustancias
fundamentales para el proceso de cicatrización.

Fase proliferativa: En la que fibroblastos, células endoteliales y queratinocitos producen


factores de crecimiento que estimulan la proliferación celular, la síntesis de proteínas
extracelulares y de fibras colágenas, y la angiogénesis con crecimiento del endotelio
vascular, cuyas células se multiplican por yemación emergiendo desde los vasos
próximos a la zona de la lesión.
Royo Villanova estudió estos fenómenos llegando a esquematizarlos cronológicamente
del siguiente modo:

“Un primer período, de 24 a 48 horas, en que no se observa cariocinesis sino escasas


secciones y en número limitadísimo, sin que indiquen con seguridad un período de
regeneración.

Un segundo período, alrededor de las 48 horas, en que la cariocinesis, si bien aún es en


escaso número, se ha extendido a toda la región y se observa ya en todas las secciones de
la herida.

Un tercer período, de 72 a 96 horas, en que las mitosis son abundantísimas.

Por último, pasado este tiempo, no se observan ya mitosis, siendo, por tanto, completa la
reparación de la solución de continuidad”. Fase de contracción: Tiene lugar entre el tercer
y el quinto días, y en ella la superfi cie lesionada disminuye mediante una reducción
concéntrica del tamaño de la herida, causada por las proteínas contráctiles de actina y
miosina contenidas en el citoplasma de los miofibroblastos.

Fase de remodelación: Es la fase última y más larga, y en ella se produce un cambio


morfológico debido a la modificación de las uniones de las fibras de colágeno.

Esta fase es un proceso dinámico de maduración de la cicatriz que puede durar incluso
meses.

— También a través del estudio microscópico de los hematíes presentes en el foco de la


lesión pueden obtenerse datos de interés para la datación de la herida, en base a la
evolución que experimentan:

Así, a las 4 horas los eritrocitos se encuentran deformados y con su superficie hinchada;
entre las 12 y las 24 horas adquieren una morfología esférica con presencia de puntas
afiladas en su superficie; de dos a tres días su forma es esférica y su superficie es lisa;
entre el sexto y el octavo día los hematíes aparecen agregados y se encuentran
deformados, no siendo posible identificarlos aislados.

— La hemoglobina también va a sufrir una evolución en la herida, de tal modo que


inicialmente se encuentra en la parte profunda del coágulo, difundiendo posteriormente a
los tejidos vecinos; a los 4 ó 5 días la hemoglobina se ha transformado en hemosiderina,
que puede aparecer dentro o fuera de los hematíes que se encuentran en el coágulo; y más
adelante, en un tercer período aparece la hematoidina aproximadamente a los 12 días,
manteniéndose durante 2 meses.

— La evolución del coágulo formado tras la extravasación hemática puede también ser
empleada a fi n de determinar el tiempo transcurrido desde la producción de la herida:

En las lesiones producidas por arma blanca la sangre ocupa el surco producido formando
coágulos sanguíneos que van a constituir la costra que protegerá la herida.

Royo hace una descripción de esta evolución, que, si bien data de más de cincuenta años,
conviene recordar por su planteamiento didáctico:

“Hasta las 24 horas, aproximadamente, dicho coagulo se presenta perfectamente


hemático constituido por pequeños bloques íntimamente adheridos a los márgenes.
Después de las 24 horas se observa manifiestamente que el coágulo empieza a ser
invadido por numerosos leucocitos.

La infiltración del coágulo es máxima en la parte más profunda que es la más próxima al
fondo de la herida; en cambio, en su porción más superficial, el coágulo se observa
todavía hemático aún después de 72 horas”.

G. MECANISMO DE MUERTE

El patólogo forense deberá determinar con exactitud la causa del fallecimiento, para lo
cual se valdrá de los diferentes datos hallados en el transcurso de la autopsia. Pero para
ello, deben conocerse los principales mecanismos que pueden conducir a la muerte en
lesiones por arma blanca:

• El mecanismo más común es la hemorragia con su consecuente anemia aguda. Resulta


evidente que la intensidad de la extravasación hemática estará en relación con el calibre
de los vasos afectados y con el tipo de lesión, de forma que la hemostasia espontánea en
caso de secciones netas es más difícil que en el caso de que existan desgarros. Si bien la
consecuencia última va a ser una pérdida de volemia de la que deriva el cese de las
funciones vitales, deberá especificarse como causa de la muerte la citada anemia aguda,
siendo erróneo hacer constar el término de choque hipovolémico que tantas veces aparece
en los dictámenes, por ser un concepto clínico.

• Otra posible causa de muerte es la aspiración de sangre hasta los alvéolos pulmonares,
produciendo la denominada por Bonnet “asfixia o sumersión interna”, debida a la
penetración del líquido hemático en el árbol respiratorio. En estos casos también puede
aparecer sangre en tracto digestivo en el caso de ser deglutida.

• La embolia gaseosa, siendo más rara, se ha descrito como causa de fallecimiento en


heridas por arma blanca asociadas a soluciones de continuidad en las venas yugulares,
pudiendo producir la muerte en degüellos superficiales.

• También en las heridas en el cuello la muerte puede aparecer por una asfixia por
compresión de las vías respiratorias, en caso de extravasaciones hemorrágicas
coninfiltración masiva de las partes blandas adyacentes.

• La sección de los nervios frénico y neumogástrico como causa instantánea de


fallecimiento ha sido referida por Gomes en su Medicina Legal.

• En ocasiones, aunque de manera infrecuente, el fallecimiento se debe a una hemorragia


intracraneal resultante de una herida penetrante.

• Y por último, la aparición de complicaciones infecciosas puede ocasionar el


fallecimiento diferido de la víctima, como sucede en heridas abdominales, en las que
pueden sobrevenir peritonitis y sepsis.

IV. PROTOCOLO DE AUTOPSIA

La autopsia en casos de muerte por herida de arma blanca debe realizarse siguiendo unos
pasos concretos que permitan fijar exhaustivamente cuantos hallazgos contribuyan a
resolver las cuestiones anteriormente planteadas:

• En primer lugar, cabe la posibilidad de que el patólogo forense se enfrente a un cadáver


que aún presenta el arma clavada en su cuerpo. Ante esta situación deberá protegerse
cuidadosamente el instrumento lesivo hasta que sea estudiado, a fi n de buscar huellas
dactilares, de tal modo que si esta operación no puede realizarse in situ se procederá a su
aislamiento con una bolsa, evitando que sea de plástico puesto que la condensación que
podría producirse en su interior destruiría dichas huellas.

• Con carácter previo al comienzo de la autopsia, Di Mario recomienda que en las víctimas
que presentan múltiples heridas o cuando alguna de ellas penetra en hueso, se realice un
estudio radiológico, de manera que, si se observa un fragmento del arma en el interior del
cadáver, se deberá recuperar para su comparación posterior con los instrumentos
sospechosos. También en heridas en el cuello se recomienda hacer radiografías que
pueden poner de manifiesto la existencia de un embolismo aéreo.

•El estudio necrópsico propiamente dicho se iniciará asegurando la constancia


documental mediante la fijación fotográfica o planimétrica de todas las lesiones halladas,
tanto a la observación directa del cadáver como tras la reconstrucción de la morfología
de las heridas con el afrontamiento de sus bordes, para lo que se emplearán medios
adhesivos. En los casos en que la impronta de la empuñadura del arma rodee a la herida,
tras haber penetrado en su totalidad, deberá igualmente fotografiarse con detalle la zona,
al objeto de realizar posteriores comparaciones con los instrumentos sospechosos.

• Seguidamente se procederá a un cuidadoso examen y registro de la localización de cada


una de las lesiones, en el plano horizontal y en el vertical, utilizando como referencia
puntos topográficos concretos. Para algunos autores, en casos de heridas múltiples resulta
poco práctico hacer una prolija descripción de cada una de ellas, proponiendo un criterio
integrador por el que se agrupen las lesiones en áreas anatómicas, y destacando con sus
características únicamente aquellas que presenten particularidades.

• Se procederá a evaluar la relación de las heridas observadas en superficie cutánea con


las soluciones de continuidad de las prendas que vestía.

• Una vez detallada de manera precisa la ubicación anatómica, se describirán las


principales características externas: morfología, dirección, longitud, y dimensiones de los
ángulos y colas de salida, de manera que pueda comenzar a evaluarse el tipo de arma
empleada; a este respecto, Trujillo plantea incluso realizar en el cadáver cortes similares
con instrumentos sospechosos al objeto de identificarlos, con las salvedades que
representan las diferencias entre heridas vitales y postmortales.

También deberán ser descritos la separación de los bordes y los signos de hemorragia y
de vitalidad.

• Tras ello, se detallará el trayecto de la herida, expresado en los planos sagital, horizontal
y coronal mediante las siguientes opciones: Anteroposterior, posteroanterior o en el plano
coronal; de derecha a izquierda, de izquierda a derecha o en el plano sagital; de arriba
abajo y de abajo a arriba o en el plano horizontal.

Este trayecto deberá ser descrito plano por plano con atención a todas las estructuras
comprometidas y determinando con exactitud su profundidad. Como norma general, debe
advertirse que el sondaje de este tipo de lesiones está proscrito, por la elevada posibilidad
de crear falsas vías y trayectos artificiales.

• Por último, se recomienda que sea preservada cualquier pieza anatómica -hueso o
cartílago- que exhiba una impronta causada por el arma.

Casos especiales: Se realizará a continuación una breve referencia a aquellas situaciones


que merecen una consideración especial, bien por la localización de las heridas, o bien
porque éstas han sido manipuladas, posibilidad que se plantea con relativa frecuencia en
sujetos que han recibido una atención médica previa al fallecimiento, lo que podría haber
influido en la configuración de las lesiones encontradas:

• Lecha Marzo, en su Tratado de Autopsias y Embalsamamientos, ya expresaba la


necesidad de prestar una especial atención a las heridas de localización cervical, puesto
que su estudio podría comprometerse con la aplicación de las técnicas habituales de
Virchow -“la abertura del cuello y de las cavidades torácica y abdominal se practicará
como regla, por medio de un solo y extenso corte que, empezando en el mentón, termine
en la sínfisis del pubis pasando por el lado izquierdo del ombligo” de Mata -“Se da un
corte horizontal a lo largo de las clavículas y primera pieza del esternón; luego otros dos
que parten de la parte más posterior de la apófisis mastoides de cada lado, de arriba abajo,
de dentro afuera, viniendo a parar a la parte externa del hombro” .

Así, “se comprende que la autopsia del cuello es completamente atípica en los casos de
degollación”, debiendo procederse mediante una cuidadosa disección plano por plano,
que se realizará desde las zonas adyacentes a la lesión preservando en la medida de lo
posible el trayecto de la herida, progresando en profundidad hasta la completa descripción
de las estructuras afectadas. Siendo frecuentes las lesiones vasculares en las heridas por
arma blanca en el cuello, Schneider propone una técnica concreta que facilita su estudio,
procediendo, tras colocar una sonda en el interior de los vasos dañados, a su cuidadosa
disección partiendo de los segmentos más inferiores y más próximos al corazón.

• En ocasiones en las que el cadáver ha recibido asistencia médica previa a su


fallecimiento, pueden encontrarse heridas manipuladas y atrogénicamente bien por haber
sido suturadas, bien porque se ha procedido a su incorporación a una incisión de
toracotomía, e incluso porque la propia herida ha sido empleada para la colocación de un
tubo torácico; también en el momento de la autopsia pueden observarse nuevas heridas
yatrogénicas consecuentes a la asistencia recibida, que a la simple observación presentan
dificultades para su diferenciación con las producidas en la agresión. Por todo ello, resulta
fundamental en estos casos que todas las actuaciones terapéuticas queden fielmente
reflejadas en la historia clínica y que ésta quede a disposición del patólogo que debe
efectuar la autopsia.
BIBLIOGRAFÍA

http://tercerunoamlc.blogspot.pe/2013/11/arma-blanca.html

https://www.minjus.gob.pe/defensapublica/contenido/actividades/docs/314_19_lectura_
5.pdf

https://diariocorreo.pe/politica/penalizaran-a-personas-que-tengan-armas-blan-95812/

http://www.leyes.congreso.gob.pe/Documentos/2016_2021/Proyectos_de_Ley_y_de_R
esoluciones_Legislativas/PL0052320161104.pdf

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