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ALGUNAS REGLAS DEL ENCUENTRO ABIERTO 1

William C. Schutz

La filosofía y la teoría que están a la base del encuentro abierto dan lugar a formas muy
específicas de conducir un grupo, y cabe expresar sus consecuencias como un conjunto de reglas para
la interacción grupal. Al describir estas reglas, ruego a los lectores que adviertan que son aplicables a
toda interacción humana y no únicamente a los grupos de encuentro.

De hecho, el encuentro constituye un modo específico de relacionarse y una filosofía acerca de


esa relación, que deben transmitirse a los integrantes del grupo para que estos pasen de su método
habitual de interacción al método propio del encuentro.

Es muy importante que el coordinador tenga bien en claro en qué consiste esta modalidad de
relación, y no se engañe a sí mismo pensando que está completamente abierto a todo lo que ocurre
en el grupo, o que es objetivo.

El método por el cual se transmiten estas reglas varía según el medio. Cualquiera de ellas
puede enunciarse, ejemplificarse o transmitirse mediante el refuerzo o castigo de la conducta
espontánea del grupo que se ajusta a esa regla o la viola. En un grupo de ingenieros con el que trabajé
en varias oportunidades, tuve grandes tropiezos para lograr que siguieran el modelo del grupo de
encuentro. Aparecían en las reuniones provistos de cuadernos y anotadores, con la expectativa de oír
una conferencia acerca de relaciones humanas. Luego de luchar un tiempo con ellos, resolví capitular y
partir de donde ellos estaban. Escribí cinco reglas en el pizarrón: Hablar únicamente acerca de los
sentimientos, ser sinceros y honestos, etc. Esto surtió un magnífico efecto: copiaron ansiosamente las
reglas en sus cuadernos y se divirtieron bastante acatándolas y llamando escrupulosamente la
atención a quienes las transgredían. Otros grupos no reaccionan de la misma manera a este tipo de
estructuración. Con ellos pueden emplearse métodos más graduales: leer las reglas en voz alta, darlas
a conocer poco a poco, aclararlas cada vez que surge algo pertinente, etcétera.

El primer conjunto de reglas establece la sinceridad y franqueza de la comunicación:

1. Toda comunicación dentro del grupo debe ser lo más sincera y franca posible, y todo lo que
ocurra fuera debe ponerse en conocimiento del grupo sobre esa misma base. Las mentiras,
evasivas y duplicidades obstruyen todos los esfuerzos del grupo. Uno de los objetivos que se
persiguen es aprender a ser más francos con todo el mundo, inclusive con uno mismo.

2. Presten estrecha atención a su cuerpo. Con cierta práctica, aprenderán a entenderlo cuando él
les dice que están mintiéndose a sí mismos o mintiendo a los demás. Cuando me abstengo de
decir algo, se me hace un nudo en el estómago. Utilicen sus propias señales para corregirse.

3. Concéntrense en los sentimientos más que en las ideas. A menudo las ideas son empleadas
para ocultar los sentimientos. Intenten permanentemente mantenerse en contacto con el
sentimiento –también en este caso el cuerpo sirve de ayuda- más que con la idea racionalizada

1
Extractadas (y adecuadas) desde el capítulo 13 del libro TODOS SOMOS UNO, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1973.
que lo sigue. Las ideas son útiles principalmente para explorar un sentimiento experimentado con
anterioridad.

4. Manténganse todo lo posible en el aquí y ahora. Esto contribuye a permanecer en los estados
de ánimo propios y a evitar la escapada a zonas más seguras, investidas de una energía emocional
mucho menos real. La mejor manera de aprovechar las características peculiares del grupo es
concentrarse en la experiencia conjunta de sus integrantes, en los acontecimientos que se
produjeron cuando estaban todos presentes. Los relatos de experiencias externas del tipo de las
cartas a la amiga íntima por lo general lo único que logran es que todos los miembros del grupo,
por turno, den su consejo –para lo cual no se requiere un grupo de encuentro-. No obstante, los
hechos exteriores son valiosos cuando derivan del aquí y ahora. Por ejemplo, si a una mujer se le
dice en el grupo que es una persona dominante, tal vez eso le recuerde que su marido le hizo el
mismo comentario. Puede llegar a conocer mejor su situación conyugal y aprovechar el valor del
grupo si averigua, verbigracia, cómo reaccionarían ante ella los integrantes masculinos del grupo
si fueran sus maridos. En tales circunstancias, los hombres responderían a su situación conyugal
según su propia experiencia directa con ella, mientras que en el caso de la “carta a la amiga
íntima” lo harían basados en el informe unilateral de la mujer sobre el suceso externo.

Las siguientes dos reglas están centradas en el cuerpo, al cual integran a la actividad del grupo.

8. Nunca se permite ingerir alimentos o tomar café durante la reunión. Esto distrae
enormemente y disipa casi toda la energía generada por el grupo.

12. Se insta decididamente a los miembros a que se abstengan de fumar, y en ocasiones se les
prohíbe hacerlo, ya que reduce tensiones que surtirán mucho más provecho si se descargaran en
el grupo y se trabajara sobre ellas. Debe prestarse atención al deseo de fumar y considerar ese
deseo como un indicio de angustia.

Con el objeto de establecer la identidad de una persona y alentarla a que asuma responsabilidad por sí
misma, son de utilidad las reglas siguientes:

15. Apenas se inicia un grupo, anuncio que cada uno es responsable de sí mismo, y que todo lo
que le suceda es muy importante. “Son ustedes los que deciden si quieren resistir las presiones o
acatarlas, perder la chaveta, lastimarse, quedarse o irse, o cualquier otra cosa. Es incumbencia de
ustedes”. Hasta que la gente lo comprenda, será útil repetirlo con cierta frecuencia. Esto se aplica,
asimismo, a los “accidentes”, la conducta inconsciente, las actitudes corporales y muchas otras
actividades.

16. Se desestiman las preguntas, solicitando que en su lugar se enuncien las proposiciones que
casi inevitablemente llevan consigo. La mayoría de las preguntas son afirmaciones de las cuales el
interrogador no quiere hacerse responsable. Por ejemplo: “¿Es para hablar de esto que estamos
aquí?” suele significar: “Me aburre lo que dice la persona que está hablando”, o bien “Usted es un
coordinador podrido”. Se estimula a la gente a enunciar sus preguntas como proposiciones, y a
dirigirlas directamente a sus destinatarios. Hay algunas preguntas auténticas, pero no son
muchas. Se hace una pequeña excepción con el coordinador al comienzo del grupo, cuando
intenta comunicar cuál es la estructura de éste; pero si el coordinador continúa en esa tónica
mucho tiempo, es que se está defendiendo.

17. Los hábitos lingüísticos reflejan el hecho de que mucha gente no asume la responsabilidad por
sus sentimientos y su conducta. Se estimula a reemplazar el “no puedo” por el “no quiero”.
Cuando alguien dice “No puedo ir a reunirme hoy contigo”, o su variante, “Estoy demasiado
ocupado para reunirme hoy contigo”, casi nunca dice la verdad; la verdad es: “En lugar de
reunirme contigo, he decidido hacer alguna otra cosa”. El uso del “no puedo” supone que hay una
fuerza que trasciende el control del actor, pero lo cierto es que este tiene perfecto control de sus
acciones; merced al “no puedo”, el individuo no asume la responsabilidad por lo que decide hacer
ni admite que tiene una jerarquía de valores dentro de la cual la actividad en cuestión no ocupa el
primer lugar.

19. Evitar las frases generales que implican un apoyo masivo a un sentimiento personal, como las
siguientes: “La gente siempre…”, “Siempre que uno se halla en esa situación…”, “Nosotros
sentimos…”, “Es humano…”, “El grupo piensa que…”. Con todas esas frase lo que se hace es tratar
de decir “Yo pienso o creo” sin hacerse responsable del sentimiento o creencia. Al decir “la gente”
o “nosotros”, se pretende que la reacción de uno es común a todos y no tiene nada de peculiar.
Las grandes cifras dan seguridad. En general, nadie sabe en absoluto cómo se siente “la gente”,
“el grupo” o “nosotros”; todo lo que se sabe es cómo se siente uno. Las entrevistas celebradas
tras algún acontecimiento suelen abundar en frases generales de esta índole; por ej.: “¿Cómo se
sintió al dar el golpe decisivo en el último hoyo, Clyde?”. Bueno, cuando alguien llega al final de un
torneo como éste, es inevitable que se sienta nervioso. Es natural que la gente se encuentre tensa
en tales circunstancias”. Decir “Yo siento…” y hablar en primera persona ayuda a asumir
responsabilidad personal.

20. Hablar dirigiéndose directamente a la persona en cuestión. Con suma frecuencia, un miembro
del grupo dirá: “Fulano no parece estar muy contento conmigo” siendo que Fulano está sentado
junto a él. La comunicación es mucho más directa y significativa si se enfrenta y habla
directamente a quien es objeto de la observación, en vez de hablar de él como si no estuviese
presente.

23. Si ocurre algo que no les guste, son ustedes los responsables de hacer algo al respecto. Si
están aburridos y no quieren estarlo, hagan algo para que se les vaya el aburrimiento. Lo mismo
se aplica a cualquier otro sentimiento desagradable: está en sus manos modificarlo.

24. Si alguien se siente aburrido o con cualquier otro sentimiento negativo , debe tratar de
descubrir qué es lo que hace para suscitar las partes tediosas de los demás (o irritantes, o
dominantes, o autocompasivas, o vinculadas con cualquier otro sentimiento molesto). En un
grupo, un individuo se quejaba de otro diciendo que hablaba demasiado tiempo seguido; la
observación demostró que cada vez que este último comenzaba a hablar, el primero adoptaba
una actitud totalmente ausente y falta de interés. El resultado de ello era que el segundo sujeto
seguía hablando, en una tentativa desesperada de obtener de aquél alguna respuesta. A todas
luces, la exagerada charla de la que se quejaba el primer individuo era provocada por su propia
indiferencia. Siempre es muy buen ejercicio tratar de averiguar qué provoca nuestra conducta en
los demás.
Dos reglas más para terminar:

26. Lo más importante para una persona es aquello a lo que más miedo tiene. Ya se trate de
manifestar a una muchacha la atracción que siente por ella, de desafiar al coordinador de grupo, de
hacer el tonto delante de los demás, de cantar en público o de cualquier otra cosa, el miedo que se
siente por ello es la señal de que el individuo ha alcanzado el límite de su concepto de sí mismo.
Trascender ese límite suele generar una eufórica sensación de amplitud y libertad. Cuanto más cosas
sea capaz de hacer o no una persona a su arbitrio, más libre es. Esta regla asusta pero es muy útil.

27. Como diversos aspectos de la actividad grupal son voluntarios, e incluyen el entrar, quedarse,
participar e irse, la asunción de responsabilidad implica estar presente. Los miembros del grupo,
incluido el coordinador, pueden presionar tal vez a un individuo para que participe (o no) en algo, pero
en definitiva la decisión le corresponde a él. Creo firmemente que es una gran lástima que alguien
abandone o se excluya de una actividad en mitad de una experiencia, ya que el ciclo energético queda
entonces incompleto. A veces llego a presionar mucho a un sujeto para que se quede si, como creo, el
apartamiento es una defensa común y una parte de ese sujeto quiere ser obligada a permanecer. Pero
estas no son otra cosa que presiones de mi parte: la responsabilidad sigue siendo, en última instancia,
del sujeto.

Las reglas mencionadas describen el tipo de interacción deseable en un grupo de encuentro abierto, y
se basan en las ideas teóricas antes expuestas. Al releerlas, las encuentro muy estrictas y exigentes,
como yo suelo ser conmigo mismo y con los demás, de modo que a los lectores que deseen aplicarlas
les sugiero, una vez más, que tomen en cuenta mi idiosincrasia. Pero también creo que, en líneas
generales, funcionan muy bien, en forma rápida y profunda, de modo tal que permiten descartar el
palabrerío y aprovechar con máxima eficacia el tiempo de que dispone el grupo.

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