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EDIPO REY

SOFÓCLES

En “Edipo Rey” se vislumbra cómo el dolor, el sufrir espiritual, están


estrechamente ligados con el aprender que el ser humano hace cada día de sí
mismo; de este modo, el dolor se hace inevitable y necesario.

Para Sófocles, el dolor es la prueba donde nace y germina lo


característicamente humano del héroe”…pues bien sé que sufrís todos, mas
en vuestro sufrimiento no hay quien sufra tanto como yo…”, es el camino para
hallar su propia alma, es el dolor absoluto, lugar humano, donde sale a la luz
lo mejor y más verdadero del ser “…a fuerza de sufrimiento cobras conciencia
de tu malicia…”, encuentra en él su lugar de verdad verdadera. El dolor que se
genera del sufrimiento es el puente que separa la verdad de la apariencia, así
pues, el sufrimiento interior es recíproco a la verdad que debe enfrentar.

El dolor tomado como sufrimiento interior prueba la reserva de poder


constitutiva de la personalidad del hombre; esta concepción del dolor es
planteada en “Edipo Rey”.

Edipo poco a poco teje su sufrimiento, sin darse cuenta empieza a transitar por
el camino de su propia desgracia, al iniciar la lucha contra las tinieblas, con lo
oculto de la naturaleza, en torno a un crimen y a su origen.

Vale preguntarse entonces ¿quién era Edipo antes de penetrar el dolor en su


alma?. Edipo era un rey poderoso al que su desgracia ha hecho pedazos,
dando un alto a su grandeza, a su trono, a su inteligencia, a su dicha y vida
familiar; era un reflejo de la ilusión colectiva”…y ahora Edipo, tú, a juicio de
todos el más fuerte…”; un hombre confundido en su interior, que busca el
asesino de Layo, pero esa búsqueda e investigación generan su sufrimiento
evidenciando su identidad; llevando a la búsqueda interior donde no es posible
la apariencia, es allí donde aflora la tragedia.
Es el dolor de Edipo lo que nos hace interrogar ¿dónde estamos? Y al saberlo
sentimos, como Edipo al descubrirlo, la seguridad, la resignación, la paz de un
orden, un conocimiento inalterable, maravilloso y profundo que todos los
mortales necesitan.

Ese dolor llega al hombre trágico en el sufrimiento, cuando se debate entre


infortunios, viendo que se cierran todos los caminos hasta aprisionarlo por
completo; el hombre que aniquilado sufre con entereza, sin que pierda de vista
que en lo más oculto reina el destino al lado del cual todo se ordena y que sólo
un héroe” es capaz de quitar los velos y someterse a la justicia, asumiendo la
culpa, porque ésta es una forma de liberación de lo material y físico que lo
acompañan; aquí el dolor se da cuando hay confrontación con la verdad y la
derrota.

El sufrimiento en Edipo, es generado por una verdad inconclusa revelada por


el adivino personificado en Tiresias “…yo sé de un señor que ve hasta más que
el señor Febo, y es Tiresias…”, “…el adivino profeta, el único entre los hombres
para quien la verdad es cosa innata…”; convirtiéndose en el inicio de un fin que
ya estaba predestinado, pero que a su protagonista no quiso indagar. El
oráculo es parte fundamental del destino: el destino está hecho, escrito; el
oráculo ayuda a conocer el destino. Quien no acepte éste, corre el peligro de
andar a ciegas por la vida, sin saber exactamente que todo lo que pasa no se
puede cambiar, no se puede desechar.

Cuando los dioses trazan el destino de Edipo, se puede ver claramente que es
así: para sus padres biológicos está muerto, pero es el propio destino quien se
encarga de poner en su camino un hombre de buen corazón que lo entrega a
otros para que se conviertan en sus padres. Al crecer, Edipo se da cuenta de
las predicciones del oráculo (que son confusas) y siente miedo de convertirse
en parricida y cometer incesto; del que no puede escapar y efectivamente lo
espera.
Todos estos acontecimientos sólo dan cuenta de lo inalterable de lo que ya
está escrito; del error tan grave que se comete al ser un “desconocido”, hasta
de sí mismo, porque en realidad, si no se conoce quién se es (háblase de
orígenes, del yo como persona, como ser social), no puede crearse un mundo
hermoso donde sea el destino el encargado de recordar que el sufrimiento
está demasiado ligado a la noción de vida feliz.

Aquí cabe una pregunta ¿por qué el oráculo revela el destino con una forma
superficial? La respuesta que se encuentra a este interrogante es que el
hombre debe ser quien se encargue de constatar la veracidad de todo lo que
el oráculo dice, él es el encargado de buscar la verdad escondida; si todo se da
en “bandeja de plata”, si todo se revela, no queda lugar a la duda y no hay
nada que hacer ni que buscar, se pierde la capacidad de asombro. El fin de no
revelar todo, es, sin duda, acercar al hombre a vivir plenamente su vida, sin
temor a lo que se pueda encontrar en el camino, con el firme convencimiento
de haber vivido de verdad, de construir su propia vida y no recibirla conclusa,
ni forjar la de los demás.

El oráculo señala los caminos inexorables que el hombre debe seguir; y aunque
en su deseo de escapar busque una nueva verdad, la que él quiere escuchar,
el adivino, ciego y sabio, desafía su voluntad, lo enfrenta a la realidad y ni el
poder del gran señor, no el deseo de complacer, le permiten cambiar su
posición. Edipo es evidente; pero no ve su verdad, Tiresias es ciego y ve más
allá de la verdad. “…oh tú Tiresias que todo saber dominas, lo que pude
enseñarse y lo inefable, lo celeste y lo arraigado en la tierra…”.

En este sentido Edipo se enorgullece ilusamente de ver la luz y de estar por


encima del ciego, mofándose de su sabiduría y desconociendo el poder del
destino, gritándole”…ni a mí ni a otro cualquiera que pueda ver la luz le puedes
hacer daño…”; pero aún así continuaba su camino hacia donde el oráculo le
había indicado, aunque desconociera esta predicción, teniendo que darle
validez, más tarde, a las palabras del anciano “…si ahora ves la luz, luego verás
las tinieblas. Porque entre los mortales maltratados por el destino no habrá
otro más miserable que tú…”.
El oráculo revela una verdad; pero cuando esa verdad se sabe tardíamente, es
cuando genera dolor, desasosiego, esos por qué que antes eran insignificantes
y que ahora se convierten en pieza clave para alcanzar a entenderla; no así
pasa cuando la verdad hace parte fundamental de la vida, cuando es la
columna vertebral que sostiene cada paso que se da, cuando va de la mano
con cada una de las cosas vividas y se sabe que son reales, en donde nadie
puede interponerse ante esa realidad verdadera; no hay una realidad
imaginaria, oscura, llena de temores. Aquí, entonces, la verdad se da
tardíamente y es por eso que el protagonista, descubre que toda su vida ha
sido una farsa, una mentira; lo que origina el dolor al saber que aunque se
quiera, no se puede escapar del destino, porque ya está escrito, quedando sólo
una desazón por lo que hubiese sido y no fue, por lo que se hubiese
preguntado y no se hizo en su momento, por lo que se desconoció
premeditadamente, porque, eso sí, no es culpa ni del oráculo, ni del destino,
que el hombre se niegue a indagar, siendo esto precisamente lo que hace al
hombre descubrirse: preguntar, buscar, escudriñar, conocer, sabe r”…¿sabes
acaso quiénes fueron tus padres? Ignoras que eres odioso a los tuyos en la
morada de Hades y aquí arriba, en la tierra; y acosándote por ambos lados a la
vez, la pesada maldición de tu padre y de tu madre te expulsará un día de esta
tierra…”

El no indagar por su verdad desencadena una serie de pérdidas para Edipo: la


pérdida de sus ojos sólo da cuenta de una pérdida material, al igual que saber
perdida a su esposa-madre e hijos; estas pérdidas se ven materialmente en
cuanto son personas y parte de su cuerpo; pero en esta pérdida material se
esconde su verdadera pérdida, la de su nombre, poderío, altivez”…será ciego
aunque antes ha visto y pobre en vez de rico…”; a la vez más allá de este duelo,
pudo encontrarse a sí mismo, los ojos, imagen de la ceguera, son sinónimo de
liberación; pero, ¿vale la pena encontrarse a sí mismo a costa del dolor y
sufrimiento que le espera, no sólo a él sino a su descendencia? Es una ironía
que valga la pena, pues el fin último de cada hombre es ese, encontrarse.
Ahora Edipo sabe quien es, y poder decir “Yo soy” es la mayor sabiduría que
se puede alcanzar. “Apolo, Apolo amigo, fue quien ocasionó mis desventuras,
pero ninguno me arrancó los ojos, sino yo, ¡desdichado! ¿Para qué eran
precisos? ¡Ya nada que mirase me era grato!…”; esta frase da cuenta de una
cobardía absurda, puesto que se negaba a ver más allá ¿pero acaso una sola
vez en su vida vio?, no sirve de nada quedarse ciego, si aún se tiene en el alma
la mirada solo de lo material; esa cobardía, a su vez, se convierte en el único
medio para mirar hacia el interior, comprenderlo todo, aprender a vivir como
los dioses quieren y como la altivez lo decida.

Cuando existe un reencuentro, o mejor, un primer y único encuentro con mi


yo, realmente puedo decir que vivo, que soy alguien y no simplemente una
figura. La pérdida de Edipo es profunda, no solamente por el dolor, sino
también por perder todo lo que él creía tan suyo, pero que al final no lo es.

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