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SOFÓCLES
Edipo poco a poco teje su sufrimiento, sin darse cuenta empieza a transitar por
el camino de su propia desgracia, al iniciar la lucha contra las tinieblas, con lo
oculto de la naturaleza, en torno a un crimen y a su origen.
Cuando los dioses trazan el destino de Edipo, se puede ver claramente que es
así: para sus padres biológicos está muerto, pero es el propio destino quien se
encarga de poner en su camino un hombre de buen corazón que lo entrega a
otros para que se conviertan en sus padres. Al crecer, Edipo se da cuenta de
las predicciones del oráculo (que son confusas) y siente miedo de convertirse
en parricida y cometer incesto; del que no puede escapar y efectivamente lo
espera.
Todos estos acontecimientos sólo dan cuenta de lo inalterable de lo que ya
está escrito; del error tan grave que se comete al ser un “desconocido”, hasta
de sí mismo, porque en realidad, si no se conoce quién se es (háblase de
orígenes, del yo como persona, como ser social), no puede crearse un mundo
hermoso donde sea el destino el encargado de recordar que el sufrimiento
está demasiado ligado a la noción de vida feliz.
Aquí cabe una pregunta ¿por qué el oráculo revela el destino con una forma
superficial? La respuesta que se encuentra a este interrogante es que el
hombre debe ser quien se encargue de constatar la veracidad de todo lo que
el oráculo dice, él es el encargado de buscar la verdad escondida; si todo se da
en “bandeja de plata”, si todo se revela, no queda lugar a la duda y no hay
nada que hacer ni que buscar, se pierde la capacidad de asombro. El fin de no
revelar todo, es, sin duda, acercar al hombre a vivir plenamente su vida, sin
temor a lo que se pueda encontrar en el camino, con el firme convencimiento
de haber vivido de verdad, de construir su propia vida y no recibirla conclusa,
ni forjar la de los demás.
El oráculo señala los caminos inexorables que el hombre debe seguir; y aunque
en su deseo de escapar busque una nueva verdad, la que él quiere escuchar,
el adivino, ciego y sabio, desafía su voluntad, lo enfrenta a la realidad y ni el
poder del gran señor, no el deseo de complacer, le permiten cambiar su
posición. Edipo es evidente; pero no ve su verdad, Tiresias es ciego y ve más
allá de la verdad. “…oh tú Tiresias que todo saber dominas, lo que pude
enseñarse y lo inefable, lo celeste y lo arraigado en la tierra…”.