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LA COMPLEJA UNIDAD ETICA-MORAL

Por Leonardo Boff

Consideremos la tensión de otra dualidad, la ética y la moral. Tal vez la etimología


de las palabras ética y moral ilumine esa complejidad.

Ethos –ética en griego- designa una morada humana. El ser humano separa una
parte del mundo para, moldeándola a su juicio, construir un abrigo protector y permanente.
La ética, como morada humana, no es algo pronto y construida de una sola vez. El ser
humano esta siempre tornando habitable la casa que construyo para sí.

Ético significa, por lo tanto, todo aquello que ayuda a tornar mejor el ambiente para
que sea una morada saludable: materialmente sustentable, psicológicamente integrada y
espiritualmente fecunda.

En la ética esta lo permanente y lo mudable. Lo permanente es una necesidad del ser


humano de tener una morada: una maloca indígena, una casa en el campo y un
departamento en la ciudad. Todos están envueltos con la ética, porque todos buscan una
morada permanente.

Lo mutable es el estilo con que cada grupo construyó su morada. Es siempre morada
diferente: rustica, colonial, moderna, de paja, de piedra... Entonces diferente y mudable, el
estilo esta al servicio de lo permanente: la necesidad de tener casa. La casa, en sus
diferentes estilos, deberá ser habitable.

Cuando lo permanente y lo mudable se casan, surge una ética verdaderamente


humana.

Moral, del latín mores, designa las costumbres y las tradiciones. Cuando un modo
de organizar la casa es considerado bueno al punto de ser una referencia colectiva y ser
reproducido constantemente, surge entonces una tradición y estilos arquitectónicos.
Asistimos, al nivel de dos comportamientos humanos, al nacimiento de una moral.

En ese sentido, moral esta ligada a costumbres y a tradiciones especificas de cada


pueblo, vinculada a un sistema de valores propio de cada cultura y de cada camino
espiritual.

Por su naturaleza, la moral es siempre plural. Existen muchas morales, tantas


cuantas culturas y estilos de casa. La moral de los yanomanis es diferente de la moral de los
garimpeiros. Existen morales de grupos dentro de una misma cultura: son diferentes la
moral del empresario, que busca lucro, y la moral del operario, que procura el aumento del
salario. Aquí se trata de moral de clase. Existen las morales de varias profesiones: médicos,
abogados, comerciantes, psicoanalistas, padres, catadores de vino, entre otras. Todas estas
morales deben estar al servicio de una ética. Deben ayudar a tornar habitable la morada
humana, la sociedad entera y la casa común, el planeta Tierra.

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Existen sistemas morales que permanecen inalterados por siglos. Son
renovadamente reproducidos y vividos por determinadas poblaciones o regiones culturales.
Así, la poligamia entre los árabes y la monogamia de las culturas occidentales. Por su
naturaleza, la moral se concretiza como un sistema fechado.

¿De que forma se articulan la ética y la moral? Respondemos simplemente: la ética


asume la moral, es decir, el sistema fechado de valores vigentes y de tradiciones de
comportamiento. Ella respeta el arraigo necesario de cada ser humano en la realización de
su vida.

Mas la ética introduce una operación necesaria: abre ese arraigo. Esta atenta a los
cambios históricos, a las mentalidades y las sensibilidades cambiantes, a los nuevos
desafíos derivados de las transformaciones sociales. Ella impone exigencias a fin de tornar
la morada humana más honesta y saludable. La ética acoge transformaciones y cambios que
atiendan a esas exigencias. Sin esa apertura a cambios, la moral se fosiliza y se transforma
en moralismo.

La ética, por lo tanto, desinstala la moral. Impide que ella se feche sobre sí misma.
La obliga a la constante renovación en sentido de garantizar la habitabilidad y la
sustentabilidad de la morada humana: personal, social y planetaria.

Concluyendo, podemos decir: la moral representa un conjunto de actos, repetidos,


tradicionales, consagrados. La ética corporiza un conjunto de actitudes que van más allá de
esos actos. El acto es siempre concreto y datado en sí mismo. La actitud es siempre abierta
a la vida con sus incontables posibilidades. La ética nos posibilita el coraje de abandonar
elementos obsoletos de varias morales.

Nos confiere la osadía de asumir, con responsabilidad, nuevas posturas, de proyectar


nuevos valores, no por modismo, mas como servicio a la morada humana.

No basta ser apenas morales, apegados a valores de tradición. Eso nos haría
moralistas y tradicionalistas, fechados sobre nuestro sistema de valores. Cabe también ser
éticos, es decir, abiertos a valores que traspasan aquellos del sistema tradicional o de alguna
cultura determinada. Abiertos a valores que conciernen a todos los humanos, como la
preservación de la casa común, nuestro esplendoroso planeta azul-blanco. Valores de
respeto a la dignidad del cuerpo, de defensa de la vida bajo todas sus formas, de amor a la
verdad, de compasión para con los que sufren y los indefensos. Valores de combate de la
corrupción, la violencia y la guerra. Valores que nos tornan sensibles a lo nuevo que
emerge, con responsabilidad, seriedad y sentido de contemporaneidad.

Hay personas que insisten en morar en sus casas antiguas, sin cuidarlas y sin
adaptarlas a nuevas necesidades. Ellas dejan de ser lo que deberían ser: acogedoras,
protectoras y funcionales. Es la moral desgarrada de la ética. La ética convida a reformar la
casa para tornarla nuevamente cálida y útil como habitación humana. Como el filosofo
griego Heraclito decía”: la ética es el ángel protector del ser humano”.

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Por esa actitud ética, los actos morales acompañan la dinámica de la vida. La moral
debe renovarse permanentemente bajo la orientación y la hegemonía de la ética. Cabe a la
ética garantizar la morada humana, bajo diferentes estilos, para que sea efectivamente
habitable.

De Caderno Pedagógico, Seminario Estadual de Educación Popular, Porto Alegre, mayo


de 2002.
(La traducción es mía).

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Doctor en Filosofía y Teología. Reside en Petrópolis, RJ.

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