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SALUD EN PERÚ
A estas alturas del desarrollo de la argumentación, debe quedar evidente la idea de que no es
lo mismo hablar de la realización de cada derecho en particular, que referirse al enfoque
dogmático de derechos en general. Para expresar lo mismo, en términos del tema de la salud:
no es igual el derecho a la salud que el enfoque de derechos aplicado a la salud, aunque
ambos sean los dos lados de una misma moneda. Esta distinción es crucial y su no
comprensión demuestra la supervivencia de puntos de vista parciales sobre la concepción y
sentido de los derechos humanos. La distinción señalada se basa en varios niveles de
argumentación, que podríamos resumir de la manera siguiente:
A nuestro juicio, son al menos cinco los lineamientos orientadores que caracterizan el enfoque
de derechos y que resumen las ideas-fuerza que lo definen. Estos deben partir de dos
premisas de base que sirven como punto de partida. En primer lugar, las personas se
consideran como sujetos sociales de derechos exigibles y refrendados jurídicamente. Esto
implica que las políticas públicas no los pueden ni deben considerar como beneficiarios,
población-objetivo y menos clientes, sino como ciudadanos. En segundo lugar, la visión
integral y holística de los derechos supone que no existen ni rangos ni jerarquías entre los
mismos y que todos los derechos deben realizarse de manera simultánea en el contexto de los
procesos democráticos y del desarrollo.
Como ha sido señalado, los cinco lineamientos orientadores o claves conceptuales deben
asumirse como conjunto integral y coherente, en ningún caso cada uno por separado. Estos
son los siguientes:
Entre las varias discriminaciones reconocibles en la sociedad actual, destacan por su magnitud
y trascendencia las que se producen contra la mujer, la niñez y los grupos étnico-culturales. En
estos casos se justifica la adopción de medidas de acción afirmativa orientadas a acelerar la
reducción de las brechas de desigualdad existente. En el caso de la niñez se aplica el criterio
de prioridad especial, del «interés superior de la niñez», por el cual tienen prioridad sobre
cualquier otro grupo, dada una situación de igualdad de circunstancias. Las políticas de
«focalización» y la orientación exclusiva hacia los pobres deben repensarse críticamente a la
luz de estas reflexiones. No deben significar de ninguna manera un abandono del propósito
fundamental de la universalidad y la igualdad que le es consustancial.
La participación que importa para el enfoque de derechos, es aquella que implica un acceso
efectivo a la toma de decisiones relevantes, no la participación que sólo se queda como
acompañante pasivo de la aplicación de las políticas, sea como manos de obra «barata» o
como recurso adicional no remunerado. Para que la participación sea efectiva debe, además,
ser la de una ciudadanía debidamente informada, consciente de las decisiones que toma y de
los procesos donde participa. Por eso se habla de una participación activa y protagónica, que
aumenta el poder de la ciudadanía, por lo que va mucho más allá de lo que ahora se conoce
como control social y vigilancia ciudadana.
La participación como derecho puede visualizarse como una libertad positiva que hace posible
la realización de los derechos sociales y convierte a los ciudadanos en actores conscientes de
los procesos que los afectan. El actuar como ciudadano requiere primero de un sentido de ser
actor o sujeto con autonomía, así como la creencia de que uno puede actuar y hacerlo como
ciudadano, en especial colectivamente. Esta capacidad de acción colectiva consciente y de
sentido transformador es muy importante para la propia identidad individual.