Вы находитесь на странице: 1из 3

ACONSEJAR EN LA IGLESIA

La eclesiología del pueblo de Dios y de comunión ha puesto de relieve no sólo la importancia del
>«sensus fidei/ sensus fidelium» (LG 12), sino también su comprensión en clave de
«sinodalidad» siguiendo la bella definición de san Juan Crisóstomo: «La Iglesia tiene nombre de
sínodo»1. En efecto, la etapa posconciliar ha acentuado diversas expresiones de la
corresponsabilidad y participación «sinodal» de los cristianos en diferentes organismos eclesiales
(>Sínodo de obispos, >Sínodos diocesanos y concilios particulares/provinciales, >Consejos
diocesanos/pastorales/presbiterales, así como otras realidades análogas como asambleas
diocesanas, sesiones plenarias de vicarías, congresos de delegaciones, etc). En la etapa
inmediatamente posconciliar, el cardenal Suenens promovió con fuerza la expresión
«corresponsabilidad» como expresión de esta urgencia con esta conclusión: «El sentido de
corresponsabilidad debe ser el alma de la pastoral del siglo XX, como de los signos venideros» 2.
Posteriormente se ha ido reflexionando, especialmente en ámbito eclesiológico-canónico, sobre
el sentido del «aconsejar en la Iglesia», así como de su valor cuando se trata en general de un
consejo en clave de voto consultivo.
Es obvio que aquí conviene tener presente ampliamente la experiencia de «sinodalidad» en la
historia de la Iglesia (>Concilios, >Colegialidad episcopal, sínodos locales, experiencias
comunitarias de la vida religiosa...). Ahora bien, para comprender el significado teológico-
jurídico del mismo carácter consultivo se debe afirmar que tal «voto consultivo de los presbíteros
y de los laicos es parte integrante del proceso a partir del cual surge el juicio vinculante de fe del
obispo. Por esta razón el voto consultivo posee una fuerza vinculante intrínseca, que le viene de
la complementaridad estructural existente entre el oficio episcopal, los presbíteros y los laicos.
Su función puede aparecer como una reducción indebida de la participación en la gestión del
servicio eclesial sólo desde un enfoque mundano, incapaz de comprender la fuerza vinculante de
la communio y del significado constitutivo de la sinodalidad eclesial, que no está fundada en el
principio de división del poder, sino sobre el hecho de que la responsabilidad del obispo es
indivisible y no puede ser sustituida por la responsabilidad de la mayoría» 3.
Conviene tener presente además que, en cuanto expresión jurídica, el voto consultivo adquiere
un valor muy próximo al deliberativo dado que expresa institucionalmente una relación de
reciprocidad necesaria (obispo-presbíteros-laicos) y, a su vez, encarna un testimonio de fe que
tiene una fuerza vinculante que no se puede medir o delimitar adecuadamente en términos
jurídicos4. De hecho, la verdad de la fe puede emerger con una evidencia intrínsecamente
vinculante hasta en el más pequeño testimonio dado por un simple fiel, testimonio que los
pastores deben tener presente tal como recuerda LG 12 al tratar del sensus fidei y de los
carismas.
Siguiendo esta perspectiva los obispos de la Provincia Eclesiástica Tarraconense (Cataluña,
España) al convocar el concilio provincial para 1995 escribían: «Los obispos, en virtud de la
plenitud del ministerio sacerdotal por ser sucesores de los Apóstoles como "maestros que
enseñan, sacerdotes del culto sagrado y ministros que ejercen el gobierno" (LG 20) y, por tanto,
"doctores y maestros auténticos de los fieles encomendados a su cuidado" (CIC 753), hemos de
dar el testimonio decisivo y último, por lo tanto con voto deliberativo, pero lo hemos de hacer en
el interior de todo el Pueblo de Dios. Por ello, el voto consultivo de los otros miembros del
concilio es un elemento integrante y constitutivo del proceso de formación del mismo voto que
hemos de realizar los obispos»5.
En esta línea se pueden ver las posteriores reflexiones sobre el «voto consultivo» de la
Instrucción de la Congregación para los obispos y de la Congregación para la evangelización de
los pueblos de 1997. En efecto, se citan dos importantes textos eclesiológicos obviados por el
Código de Derecho canónico: LG 12 (los carismas y su discernimiento) y LG 27 (el ministerio
episcopal de regir). En este marco, en primer lugar, se observa que la «tarea de discernimiento»,
es decir, de «probarlo todo y quedarse con lo que es bueno» (LG 12) le pertenece al obispo; y,
por otro lado, se afirma que el voto consultivo «no significa ignorar su importancia, como si se
tratara de un mero "asesoramiento externo", ofrecido por quien no tiene responsabilidad alguna
en el resultado final del sínodo: con su experiencia y consejos, los sinodales colaboran
activamente en la elaboración de las declaraciones y decretos, que serán justamente llamados
"sinodales", y en los cuales el gobierno episcopal encontrará inspiración en el futuro. De este
modo, la potestad episcopal se ejerce conforme a su significado auténtico, a saber, no como una
imposición arbitraria sino como un verdadero ministerio, que conlleva "escuchar a sus súbditos"
y llamarlos "a colaborar con él llenos de entusiasmo" (LG 27) en la búsqueda común de lo que el
Espíritu pide a la Iglesia particular en el momento presente» 6 (>Sínodos diocesanos y concilios
particulares/provinciales).
De ahí la importancia de recuperar la relevancia del «aconsejar en la Iglesia». En efecto, el don
de consejo se sitúa en el ámbito de la virtud de la prudencia y se ejerce en tres pasos: recoger
datos y pareceres, juzgar y evaluar, y, finalmente, decidir aplicando los consejos y evaluaciones
realizadas. Se trata pues, de un ejercicio de la prudencia que comporta tanto la capacidad de
aconsejar bien por parte de los consultados como la docilidad por parte de aquellos que deben
estar en disposición de ser aconsejados. Por esto, santo Tomás ya observa que la prudencia y la
capacidad de aconsejar es propia de todos los cristianos en bien de la comunidad (cf ST II-II,
gq.47-52). Siguiendo esta línea el cardenal C. M. Martini ha propuesto cuatro consecuencias para
«aconsejar en la Iglesia»: hacerlo con actitud de comprensión, percibirlo como don de Dios,
verlo como momento de creatividad y búsqueda y, finalmente, realizarlo contemplando la faz
fraterna de la Iglesia y de Cristo7.
«Aconsejar en la Iglesia» recoge, pues, las expresiones de corresponsabilidad, participación,
colaboración, diálogo, sinodalidad..., propias de la experiencia eclesial hoy necesaria para una
visibilización de la realidad comunional de todo el pueblo de Dios en función de la misión. El
«aconsejar en la Iglesia» ¿se podría articular creativamente dentro de «una lex comniunionis, esto
es, unas reglas e instituciones -y, sobre todo, un estilo y una mentalidad- capaces de servir a los
valores fundamentales de la vida cristiana?»8.

NOTAS:1 Exp. in Psalm. 149, 1: PL 55, 493. - 2 L. J. SUENENS, La corresponsabilidad en la


Iglesia hoy, Desclée de Brouwer, Bilbao 1969, 195. - 3 E. CoREcco, Sinodalidad, en G.
BARBAGLio-S. DIANICH (eds.), Nuevo diccionario de teología, Cristiandad, Madrid 1982,
1644-1673.1671; este autor es el gran «teórico» y «divulgador» de tal perspectiva, cf sus
diversos escritos recopilados en lus et Communio II, Casale Monferrato 1997, 9-139 (La
sinodalitá). - 4 Cf L. SARTORI, Criterios para apelar al sensus fidelium, Concilium 168 (1981)
241-247; G. ALBERIGO, Elección, consentimiento y recepción en la experiencia cristiana,
Concilium 77 (1972) 5-17; W. AYMANS, Das synodale Element in der Kirchenverfassung,
Munich 1970. - 5 Exhortación pastoral sobre el Concilio Provincial: Concilio Provincial
Tarraconense 1995. Documentos y resoluciones, Barcelona 1996, 43-53.47. - 6 Instrucción sobre
los sínodos diocesanos, del 19 de marzo de 1997, 1, 2. - 7 Consigliare nella Chiesa. Norme per
gli organismi di partecipazione della Diocesi di Milano, Milán 1991, 7-20 (introducción del
cardenal C. M. Martini); cf información detallada en S. PIÉ-NINOT, La sinodalitat eclesial,
Facultad de Teología de Cataluña, Barcelona 1993, 60-67. -8 G. ALBERIGO, Eclesiología y
democracia. Convergencia y divergencias, Concilium 243 (1992) 729-743; P. VALADIER,
¿Qué clase de democracia en la Iglesia?, Selecciones de Teología 148 (1998) 254-262; H.
HEINZ, Democracia en la Iglesia. Corresponsabilidad y participación de todos los bautizados,
Selecciones de Teología 139 (1996) 163-172; V. ZSIFKOVITS, Reforma de la Iglesia: más
codecisión, Selecciones de Teología 143 (1997) 176-180; W. SEIBEL, ¿Es la democracia ajena
al ser de la Iglesia?, Selecciones de Teología 139 (1996) 173-174; cf en el ámbito de la teología
pastoral: C. FLORISTÁN, Teología práctica, Sígueme, Salamanca 1991, 397-405 (El diálogo);
R. PRAT, Tratado de Teología pastoral, Salamanca 1995, 161-181 (La relación y la gestión
participativa en la comunidad).
SPN
DicEC

Вам также может понравиться