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El ser humano que somos

Taller para una antropología aplicada e integral desde el vínculo

Por Emmanuel Sicre, sj

La pregunta por cómo es el ser humano es algo tan antiguo como el hombre mismo. Muchos somos los que,
desde nuestra experiencia existencial, intentamos darnos una respuesta desde distintas perspectivas. Algunos
teóricos alcanzan a darnos verdaderos fundamentos para comprendernos de manera integral, otros desarrollan
más un aspecto que el otro, y los hay también que sólo se centran en un modelo de comprensión del hombre
demasiado esquemático y simplista1. Con todo, vale la pena destacar que, intentar comprender al hombre, es
probablemente un anhelo tan grande como el deseo de conocer a Dios. Quizá por algo el cristianismo
encuentra en el ser del hombre más humano a Dios y la divinidad de Dios en el hombre Jesús.
Entonces hagamos las preguntas necesarias: ¿Cómo es el hombre? ¿Cómo poder comprender al hombre desde
una mirada que contemple la mayor cantidad de elementos constitutivos de su ser? ¿Qué es lo que nos hace
ser lo que somos? ¿Cómo es posible entender sus dinámicas vitales? ¿Cuál podría ser su geografía interior en
relación con el mundo, los otros, el misterio y consigo mismo? ¿Cómo hacernos eco de su ser vincular? ¿Qué
relaciones conforman el entramado de cada rostro que somos, de cada nombre que escuchamos, de cada ser
humano sobre el mundo?
Imaginemos en nosotros 4 dimensiones: lo recibido, el sí mismo, el misterio y los demás, completamente
en relación como un circuito interconectado, para comprender cómo es que podemos responder a la pregunta
por la complejidad del ser humano. Para ello, propongo que antes de caer en la tentación de comenzar a hablar
del ser humano como una abstracción, una esencia o arquetipo desconocido, nos dispongamos a reflexionar
sobre lo que podemos conocer del ser humano a partir del modo en que somos humanos cada uno de nosotros
de forma aplicada. Es decir, no hay mejor puerta de acceso a la pregunta por el hombre que cada uno de
nosotros como tal.
Esto será un ejercicio literal de autoconocimiento, de conocerme en el armazón de relaciones que somos los
seres humanos. Entonces, el primer entrenamiento antes de cualquier explicación será el de la interpelación.
Responde para esto al cuestionario del ANEXO 1: “Cuestionario para elaborar el propio marco de
comprensión del ser humano”.
***

1 Esta propuesta personal en constante construcción es deudora de muchísimos autores, profesores, conversaciones, textos, lecturas,
escuchas, observaciones, intuiciones que me habitan interiormente a lo largo de mi formación de literato, filósofo y teólogo. No
podría fácilmente distinguir a quién le debo cada cuestión y sería injusto si nombro sólo a los grandes autores, por eso, me limito a
ofrecer con humildad este panorama antropológico –teórico/práctico- que empecé a elaborar para mis estudiantes de teología en la
Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, a ellos es quizá a quienes más adeudo.

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Una vez respondido el “Cuestionario para elaborar el propio marco de comprensión del ser humano”
comienza el proceso de sistematización de la comprensión de lo que somos. La gran ventaja de
comprendernos de manera integral y desde el vínculo es que nos llevará a una mayor aceptación de los demás
con quienes convivimos al mismo tiempo que nos tomamos el trabajo tan importante de la auto-aceptación.
Es decir, en la medida en que nos vamos haciendo cargo de nuestra propia vida, es que podemos
responsabilizarnos de otras vidas, en especial de aquellas que requieren mayor cuidado.

1. LO RECIBIDO
Entremos a la comprensión de nosotros mismos por la puerta de lo recibido en tanto encuentro con el
mundo que habitamos. Lo primero que surge podría ser, prestando atención a las categorías fundamentales
de ubicación en el mundo, que hemos recibido el espacio. Y este en tres aspectos: el espacio físico de donde
venimos (la tierra, las geografías, los ecosistemas que nos definen interiormente en la percepción de nuestro
modo de ser en el mundo. No es lo mismo un ser humano en la montaña que en el río. Hay variantes espaciales
que lo hacen considerarse de modo especial respecto de los demás). Otro es el espacio político del que somos
(continente, país, región, ciudad, pueblo, que también hacen al modo ser humano en el mundo. Sobre todo,
atendiendo a que estas fronteras son políticas y, por tanto, construcciones sociales variables. Esto nos permite
observar que el fenómeno migratorio en el mundo actual está configurando un modo nuevo de percibir los
límites políticos en el ser humano que pueden llevar a reconsiderar en un futuro el concepto de nación, por
ejemplo. ¿Será que en un futuro el ser humano encontrará para definirse a sí mismo por contornos geopolíticos
distintos a los de ahora?). Finalmente, el espacio personal (el hábitat, la casa en la que vivimos) es decir, la
percepción del espacio que tenemos dado el modo en que fuimos desplazándonos de un lugar a otro en lo
cotidiano. No es igual el ser humano que se gesta en un espacio hacinado que en uno despejado. Todas las
variantes al espacio constituyen, como resultará en las siguientes categorizaciones, lo dinámico de nuestra
relación con el mundo respecto de aquello que es parte de nosotros mismos en tanto seres humanos.
Hemos recibido, simultáneamente, el tiempo. Un tiempo que es histórico (es decir, el momento presente del
mundo en que nos encontramos respecto del pasado y del futuro, el siglo XXI.). Un tiempo cronológico
(cuantificable, medible, y que objetivamos con nuestro reloj y calendarios) y, finalmente, hablemos de un tiempo
interior, a saber, la percepción personal del ritmo de nuestros momentos internos. ‘Ya es tiempo de…’, solemos
decirnos. Resumiendo, cada una de las variantes del tiempo nos da un modo de ser humanos aquí y ahora que
es distinto al modo de ser humano en otro tiempo. ¿Por qué distinto? Porque aquello que es constitutivo del
ser humano por naturaleza y desde siempre entra en relación con lo dinámico del tiempo presente, ofreciendo
nuevas combinaciones a las preguntas existenciales del hombre y a las respuestas de sentido que encuentra
para conseguir la construcción de su vida.
Hemos recibido, también, un tercer aspecto que es fundamental: la cultura. Con la cultura nos ha venido nuestra
lengua materna con la que comunicamos nuestra vida y nos configura gramaticalmente el modo de
comprendernos y abrirnos al mundo desde los esquemas mentales que albergamos en nuestro interior. Y más
aún, hemos recibido un lenguaje simbólico por el que participamos de redes de significación dentro del mundo
conformando así mundos dentro del propio mundo que, según su grado de “elasticidad”, podrán conectarse
con otros mundos. Y, finalmente, se nos han dado, o mejor, hemos crecido siendo parte de instituciones sociales

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tales como los valores éticos, las creencias, el arte, la religión, la ciencia, la política (como organización), el
dinero, la educación, la salud, el trabajo, la tradición, entre otras, que determinan el modo de interacción
humana en las sociedades. Sin instituciones no hay ser humano intergal, podríamos decir.
Todo esto constituye lo que somos en el mundo.
Las preguntas claves a esta dimensión de lo recibido son:
- ¿Considera usted que hizo algo para recibir esto o lo ha recibido gratuitamente?
- ¿Qué sucedería con usted si se desconecta de esta dimensión suya?
A la primera respondemos con un rotundo no. Todo ha sido un don gratuito, no inventado por nosotros. Es
cada vez más importante caer en la cuenta del don que somos y que hemos recibido porque de allí brota un
ser humano justo.
La segunda respuesta es la negación del don, la desmemoria social y la amnesia cultural de las propias raíces.
Desconectarnos de lo recibido nos lleva a creernos dueños del mundo y por eso la autonomía desbordada del
individuo que olvida de dónde viene y reniega de sus orígenes. Además, nos induce a creernos los únicos seres
de la tierra cayendo en un solipsismo antropocéntrico que descarta lo que no le sirve porque lo ve como una
amenaza a su “conquista”. Cuando estas cosas nos pasan la dominación del mundo, de las personas, de las
demás cosas se torna un combate connatural y emergen las violencias con las que hacemos la guerra al mundo
y a nuestra identidad.
Vayamos ahora caminando por la pregunta sobre la identidad personal para llegar a responder la gran cuestión:
‘¿quién soy?’. El camino de descubrimiento de quiénes somos acaba con la vida, porque nunca podemos llegar
a responder del todo. Sin embargo, en las distintas etapas que transitamos vamos relatándonos poco a poco y
haciéndonos presentes a nosotros mismos. Por eso, cuando vinculamos el mundo recibido con lo que somos,
vamos dando pinceladas al retrato personal.

2. EL SÍ MISMO
Entramos, entonces, por la puerta del sí mismo para vernos como si viéramos a otro. Esta posibilidad de
ejercicio de objetivación de la propia persona es lo que nos diferencia de los demás seres animados. Es el acto
intelectivo/espiritual de reflexión, es decir, de volver sobre sí mismo el que nos permite descubrir lo que
vamos siendo. Quien no logra despegarse de sí para entrar en sí como si fuera otro, esto es, quien no reflexiona,
no puede ser consciente de sus actos, ni de sus palabras, ni de sus interacciones con la realidad.
El primer nivel que una persona puede percibir de sí misma es su cuerpo, su carne. Es decir, su realidad
biológica de mediación entre el tiempo y el espacio. Observa, así, las características que le son propias a su
genética familiar, su sexualidad, su afectividad, sus necesidades instintivas.
El segundo nivel es aquel que podríamos llamar alma, la psyché, le decían los griegos. Aquí distinguimos el
carácter psicológico, los deseos, las aptitudes naturales (de la inteligencia y de la voluntad), el conocimiento,
las afecciones (tales como los sentimientos, las emociones, los gustos). Conviviendo en este mismo nivel se
encuentra, lo inconsciente y lo involuntario.

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Y es por medio de la conciencia de sí que entramos en el tercer nivel: el espiritual. Aquí se manifiesta, en
cierto modo, la síntesis del ser humano. Porque descubre su capacidad de confianza, de fe, su sed de
espiritualidad, su sabiduría lograda a partir del discernimiento en libertad, sus decisiones. Por medio del
espíritu es que llevamos a cabo las acciones que crean el mundo, aquí se define lo moral y lo ético, el goce, en
fin, el amor.
No nos dejemos engañar pensando que estos niveles marcan algún tipo de jerarquía de importancia. Todo
está funcionando al mismo tiempo en nosotros porque somos una síntesis perfecta, tanto que podemos tomar
conciencia de cada uno de estos tres niveles.
Las preguntas claves de esta dimensión del sí mismo son:
- ¿Cómo calificaría usted el grado de autoconocimiento o conciencia de sí que tiene actualmente?
- ¿Qué sucedería con usted si se desconecta de esta dimensión suya?

La primera cada uno verá cómo responderla.


La segunda nos dice que si se nos rompe el vínculo con el sí mismo empezamos a desconocernos, a sentirnos
ajenos a lo que somos, a querer ser otros y esta ‘distonía interior’ nos trae un sentimiento de culpa, de desajuste
interno, algo así como una opacidad sobre el espejo. Esta experiencia de enajenación o alienación conlleva no
sólo la pérdida del juicio, y en algunos casos la locura, sino que también manifiesta el estado de sumisión de
la personalidad a fuerzas externas que la llevan a actuar según el mandato de otros. Esta circunstancia llevada
al nivel social provoca los fanatismos que han sometido la libertad de tantos seres humanos hasta nuestros
días.
Cuando el ser humano entra en contacto consigo mismo comienza a caer en la cuenta de que es un gran
misterio. El misterio del hombre abierto al más allá de lo que puede controlar con su razón, lo lleva a la
experiencia radical de saberse vivo, a la experiencia trascendente de contacto con lo bueno, lo bello y la
totalidad, y luego a la religiosa que es cuando dicha experiencia está referida a lo divino. Se trata de la
experiencia de estar ligado a algo más grande que él mismo y que es algo así como el principio, lo originario
y, a la vez, su finalidad –su para qué- en tanto existencia humana.

3. EL MISTERIO
La tercera puerta es la dimensión del misterio, que le revela al hombre el sentido de pertenencia a lo que lo
excede pero a la vez lo soporta. Resulta algo así como una potencia vital captada de manera analógica (para la
razón) y espiritual (para todo el hombre) como excedente, como algo inefable, sagrado, trascendente, un
éxtasis. Muchos pensadores a través de la historia lo han descrito como el deseo de infinito: lo abierto que
llama (sale de sí) y exige una respuesta. Hasta aquí es sólo una descripción podríamos decir filosófica desde la
fenomenología de lo que nos es posible observar. Esta experiencia de saberse envueltos en el misterio es
indistinta a todas las religiones porque es algo constitutivo del ser humano. Luego viene la respuesta teológica
-natural o profesional- a esta experiencia cuando se comienza a preguntar por Dios. Cada tradición religiosa
busca ofrecer respuestas razonables que ayuden a comprender, desde su experiencia religiosa, lo divino. De

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allí que el lenguaje religioso referido a lo divino siempre sea metafórico, analógico, simbólico. La dificultad de
expresar lo inefable, lo indecible, nos obliga a recurrir al arte de la palabra o de distintos rituales para hacer
comunicable la experiencia de lo divino. En la tradición judeocristiana lo particular está en relación a la
experiencia de un Dios personal y comunitario al que le llamamos el Dios de Jesús, es decir, el Dios que
comunica Jesús con sus gestos y palabras siendo él mismo transparencia de su Padre por la fuerza del Espíritu.
Las preguntas claves de esta dimensión del misterio son:
- ¿Cómo es su relación con lo que no puede explicar y lo excede?
- ¿Qué sucedería con usted si se desconecta de esta dimensión suya?

La primera queda como tarea.


La segunda respuesta muestra que la ruptura del vínculo con el misterio le trae al hombre la experiencia de
soledad, angustia existencial, sin sentido, encerramiento y soberbia porque si no tiene un Dios que lo desborde
de misericordia, él mismo se pone en su lugar. O, peor aún, coloca algún otro diosito pobre y escuálido como
pueden ser el dinero, la razón, el éxito, la ideología, o la fama que terminan por ser pasajeros.

4. LOS DEMÁS

Pero como dice el Génesis: “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18) ¿qué sería el hombre sin los
demás? Nada. Estamos entrando a la cuarta puerta de acceso al hombre integral: los demás.
Pero ¿cómo se relaciona la dimensión del misterio de la vida con la dimensión constitutiva de los demás? La
tradición bíblica judeocristiana nos cuenta que Dios se fue revelando a un pueblo. Es decir, Dios se fue
comunicando con ellos de una manera especial que distinguían a partir de una significación común
intersubjetiva. Esto es, cada vez que compartían su experiencia religiosa personal, coincidían en los "efectos",
en la vivencia de lo divino, la significación de lo que vivían los unía bajo una misma empatía que si bien era
personal, los convertía en una comunidad de sentido compartido. Los relatos nos traen, por ejemplo, cómo
iban percibiendo a ese Dios que los liberó y los llevó hasta una tierra promisoria. De igual modo, el proceso
histórico de comunicación de la experiencia religiosa del misterio, les fue dando a los hombres la certeza de
una revelación, de una manifestación de Dios, lo que se llama una teofanía. Esta revelación no podía ser
individual y privada porque la herencia del sujeto moderno que hoy tenemos es muy posterior. Sin embargo,
Dios se comunica a su pueblo de una manera personal.
Es así que por el camino de la revelación entramos a la dimensión de los demás. Es decir, el ser humano en tanto
relación y encuentro con la alteridad. Esto implica descubrir que el otro –y el Otro- me revela quién soy. La
primera de todas esas relaciones que nos constituyen es la familia: núcleo social primario de pertenencia donde
se aprende a ser padre-madre, hijo, hermano, y abuelo. Relaciones fundamentales desde donde ejercemos
nuestro rol social, pero también vital. No se puede ser un buen padre si no se sabe ser hijo, por ejemplo. ¿Y
dónde aprenderemos a ser hermanos sino desde nuestro percibirnos ligados a pares con los cuales
compartimos la casa? El segundo grupo es el de los amigos: el grupo de elección personal. Luego, la pareja: el

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vínculo exclusivo de opción por otra persona para procrear. Otra relación que nos convierte en personas es
la de la comunidad: el vínculo de pertenencia con un ideal/experiencia radical común. También nos ayudan a
comprendernos los compañeros: el grupo de pertenencia según actividades. Si seguimos ampliando el círculo
relacional aparece el concepto de sociedad: el grupo de pertenencia según localización espaciotemporal de la
persona. Por último, y el que define el modo peculiar de ser seres relacionales es el del otro ético o TÚ como
aquél que demanda cuidado por su fragilidad. Y digo que define porque quien es capaz de percibirse en
relación constitutiva con el otro más débil o vulnerado dentro de la plataforma social podrá asumirse a sí
mismo desde la igualdad y no desde un plano de superioridad.
Resulta clave esta dimensión de la persona si se quiere hacer un aporte fundamental a la comprensión que se
necesita hoy para el crecimiento integral. Ante las posibles amenazas de una concepción individualista del
hombre que propone realizarse primero a sí mismo prescindiendo de los demás, y luego con los otros como
si fuera una fase lineal que comienza cuando la otra ha terminado; se presenta la relacionalidad como
constitutiva del ser individual. Y es que, en este sentido, el ser humano se va haciendo a sí mismo en la alteridad
y por la alteridad. No existe, en tal caso, un hombre que se haya constituido solo y después entra en relación.
Justamente porque es relacional puede darse la posibilidad de estar solo. Se podría afirmar que nadie viene al
mundo solo, ni se va de él sin haber tenido (u omitido) el contacto con los demás.
Las preguntas claves de la dimensión de los demás son:
- ¿Cómo se experimenta usted en sus relaciones?
- ¿Qué sucedería con usted si se desconecta de esta dimensión suya?
La primera respuesta quizá la estamos dando cada noche al irnos a dormir.
Pero la segunda, nos dice que si se nos rompe el vínculo con los demás surge en nosotros la insolidaridad, la
injusticia, y la exclusión como la invisivilización del otro.
Nuestro sentimiento de pertenencia al género humano nos define como humanidad. Pero claro está que nos
cuesta ser cada vez más humanos. Se nos rompen los vínculos primordiales de nuestra existencia. Sin embargo,
habita en nosotros el deseo de ser hombres, varones y mujeres, plenos, por eso siempre el desafío es cómo
conectarnos más con lo recibido, con nosotros mismos, con el misterio y con los demás. Si no forma parte de
nuestra búsqueda el estar atentos a no desconectarnos, enmudeceremos la voz de la dignidad humana que nos
llama desde adentro.

EL HOMBRE PLENO: SER IMAGEN DE CRISTO


Una vez hecha la indagación por el ser del hombre y habernos asomado a su misterio, esto es, al entramado
de hilos diversos que constituyen su condición de posibilidad, cabe preguntarse: ¿Por qué el hombre anhela
conocerse a sí mismo? ¿Por qué la fuente de la sabiduría radica en la verdad de su ser? ¿Qué hace al hombre
ser un buscador de sentidos a su existencia? En definitiva, ¿por qué el hombre?
Desde el marco antropológico así elaborado nos llega la certeza de la complejidad de relaciones que nos
atraviesan y constituyen, pero, al mismo tiempo, brota el asombro por la belleza de lo que es el ser humano.
Esta paradoja que somos está en plena sintonía con la tradición judeocristiana cuando ve a Cristo como la

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plasmación de Dios en el hombre por medio del Espíritu. Es decir, cómo el Espíritu realiza en el hombre la
nueva creación que nos es dada en Cristo Resucitado y entonces descubre el sentido de su vida en este mundo.
Cristo es el hombre vincular pleno hecho carne, esto es, hecho historia. Él es el hombre que vivió el vínculo
con sus cuatro dimensiones plenamente vivo y, si bien sufrió la tensión que corta el vínculo, nunca se dio,
gracias al amor del Padre y la fuerza del Espíritu que siempre circuló por los canales de su ser.
La nueva creación que inaugura Cristo con su entrega de la vida por amor al hombre manifiesta cómo es que
Dios revela el ser del hombre en su plenitud. Cristo es el hombre nuevo, Cristo es el ser humano integral que
ha restaurado todos los vínculos que sostienen el ser del hombre. Por medio de él es que ahora sabemos cuál
es el hombre que Dios crea a su imagen y semejanza. Por esto, toda nuestra vida tiende a estar tensionada a
dejarnos restaurar en nuestros vínculos constitutivos, para que podamos ser imagen de la imagen por la que
fuimos plasmados al venir al mundo.
¿Para qué? Bueno, para que podamos hacer lo que hace Cristo y que nos es comunicado por la Palabra de los
Evangelios: dar la vida por amor. Por eso la fuente de la sabiduría radica en el hombre mismo, porque al
buscarse a sí mismo encuentra la imagen del Cristo interior que es y desde la cual Dios le comunica su sostén,
su gracia, su vida. Cuando la ruptura de los vínculos obtura los canales por donde circula el ser del hombre, la
percepción del Cristo interior plasmada en lo más íntimo del ser humano queda disminuida. He aquí la
dificultad de sentir y creer en la dignidad propia y del hermano, en la del mundo como creación y no sólo
mera naturaleza, en la del amor como fuente y destino del ser del hombre. Sólo esa dignidad es la que le
permite al hombre creer que un Dios como el de Jesús sea real, verdadero y divino. Por eso, cuando nos
enamoramos de la dignidad del hombre, del mundo y del amor, nace en nosotros el deseo de ofrecer la belleza
de nuestra vida por la verdad.

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ANEXO I:

CUESTIONARIO PARA ELABORAR EL PROPIO MARCO DE


COMPRENSIÓN DEL SER HUMANO

Nombre: _______________________________

LO RECIBIDO: el mundo
(Lea todas las preguntas y elija al menos 1 de cada título para contestar)

ESPACIO:

• ¿Cómo es el espacio físico, la geografía y naturaleza, donde usted nació y vive actualmente?
• ¿Cómo es el espacio geopolítico donde vive? (país, región, provincia, estado)
• ¿Cómo percibe el espacio donde usted habita?
TIEMPO:

• ¿Cómo es el tiempo histórico en el que se encuentra, es decir, estas décadas o el siglo?


• ¿Cómo vive el tiempo que le marca el reloj, apresurado, con pausa?
• ¿Cómo reconoce interiormente que es tiempo de decir o hacer algo en su vida?
CULTURA:

• ¿Cómo aprendió la lengua que habla? ¿La conoce? ¿Quién se la dio?


• ¿Por qué comprende usted el lenguaje simbólico de su cultura?
• ¿De qué instituciones sociales usted participa? (salud, valores estéticos, arte, religión, ciencia,
educación, tradición, etc.)

Preguntas del bloque:

• ¿Considera usted que podría haber hecho algo para recibir estos tres elementos o los ha recibido gratuitamente?
• ¿Qué sucedería con usted si se desliga de esta dimensión suya?

YO MISMO: corporeidad
(Lea todas las preguntas y elija al menos 1 de cada título para contestar)

CUERPO-CARNE:

•¿Qué características biológicas tiene su cuerpo? ¿Está conforme?


•¿Hacia dónde se dirigen sus afectos mayoritariamente?
•¿Cómo experimenta su ser sexuado? ¿Qué le trae placer o displacer a nivel corporal?
ALMA-PSIQUE:

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• ¿Cómo describiría su carácter psicológicamente hablando?
• ¿Cuáles son sus habilidades más destacadas y cuáles sus defectos más notorios?
• ¿Qué teme, desea, ama, le gusta, lo afecta?
ESPÍRITU:

• ¿En qué confía o tiene fe? ¿Por qué?


• ¿Cómo experimenta su libertad para actuar conforme a lo que siente y piensa?
• ¿Qué le provoca goce profundo y lo lleva a sentirse vivo?

Preguntas del bloque:

• ¿Cómo calificaría usted el grado de autoconocimiento o conciencia de sí que tiene actualmente?


• ¿Qué sucedería con usted si se desliga de esta dimensión suya?

EL MISTERIO: la gracia constitutiva


(Lea todas las preguntas y elija al menos 3 para contestar)

¿Cuál intuye usted que es el principio, el origen y la finalidad de su existencia?

• ¿Siente que es sostenido por algo mayor que usted y que nunca podría atrapar en su pensamiento?
• ¿Experimenta en su ser y en el ser del mundo algo que lo excede, que lo desborda? ¿Cómo es?
• ¿Considera que hay en la existencia suya y del mundo algo sagrado? ¿Por qué?
• ¿Alguna vez ha sentido la sed de algo insaciable que lo lleva a buscarle el sentido a la vida? ¿Cómo fue
esa experiencia?
• ¿Cómo experimenta lo divino?

Preguntas del bloque:

• ¿Cómo es su relación con lo que no puede explicar y lo excede?


• ¿Qué sucedería con usted si se desliga de esta dimensión suya?

LOS DEMÁS: relacionalidad


(Lea todas las preguntas y elija al menos 5para contestar)

• ¿Cómo aprende usted a ser hij@, padre, madre, abuel@, herman@?


• ¿Cómo describiría a sus amigos, es decir a las personas que ha elegido personalmente?
• ¿Cómo explicaría el vínculo de pareja según su experiencia o la de otros?
• ¿Ha vivido en alguna comunidad que le haya permitido compartir un ideal común?
• ¿Cómo son los grupos de compañeros con los que comparte una actividad determinada?
• ¿Cómo es la sociedad a la que pertenece? ¿Le agrada?
• ¿Experimenta algún interés por las personas frágiles de la sociedad?

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• ¿Se siente un ser humano como los demás?

Preguntas del bloque:

• ¿Cómo se experimenta usted en sus relaciones?


• ¿Qué sucedería con usted si se desliga de esta dimensión suya?

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