Вы находитесь на странице: 1из 12

Universidad de Buenos Aires

Facultad de Ciencias Sociales

Pensamiento Social y
Latinoamericano

Cátedra: González

Ensayo a favor de la ciencia y la tecnología


Carla María Julieta Saavedra Ríos
DNI: 34756418
Carrera: Ciencias de la Comunicación
Cursada: Segundo cuatrimestre, año 2015
Ensayo a favor de la ciencia y la tecnología

La dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de la sociología como un medio


para detectar problemas en sus países y descubrir los modos de superar las tensiones del mundo
moderno. La sociología científica en la Argentina recibió este presente de los países imperialistas y
continuó por medios más refinados la tarea de enmascaramiento y control que los ideólogos del
régimen venían realizando en alianza con la oligarquía. Paso a paso la sociología argentina se
convierte en una de las armas intelectuales del desarrollismo.
Carri, El formalismo en las Ciencias Sociales 2 (1969, §8)

0.

A fines de 2016, se pudo ver en los medios de comunicación, periodísticos y redes


sociales, cierta deslegitimación al trabajo de los investigadores de nuestro país, sobretodo
de las ciencias sociales y en particular docentes de la carrera de Comunicación de la UBA.
Esto se produjo en el marco de manifestaciones por parte de los científicos a nivel
nacional como respuesta al recorte vacantes para ingresar al Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnica (Conicet).

Este mismo año, estuvo atravesado por diferentes conflictos relacionados con el
proyecto científico y tecnológico que puso sobre la mesa el nuevo gobierno de
Cambiemos a nivel nacional. Con la inflación, la cancelación de acuerdos entre las
universidades y otras instituciones públicas, y las paritarias el presupuesto destinado a las
universidades públicas ponía en riesgo la actividad de muchas de ellas, sobre todo las que
habían sido creadas en los últimos años como la Universidad Arturo Jauretche.

Las movilizaciones en contra del ajuste del gobierno dispararon diferentes respuestas.
Las hubo a favor, pero también en contra. Empezando por el ministro de Ciencia y
Tecnología, Lino Barañao, que dijo que: “no hay ningún país que, con un 30 por ciento
de pobres, esté aumentando el número de investigadores”. Como explica una nota de “El
gato y la caja”, los mensajes en Twitter en contra del reclamo utilizaban mensajes como
“militantes” y “ñoquis” y atacaban sobre todo a investigaciones de las Ciencias Sociales.
Por ejemplo, ante la investigación de Carolina Spataro, “La música y la configuración
identitaria”, en la que trabajó con mujeres del club de fans de Arjona, se produjeron los
siguientes tuits:

si tanto le gusta la letra de ese, q se la pague ella o la discografica, xq NOSOTROS le tenemos q bancar
eso? (Vanesa Melanie @V_CD_TV 24 dic. 2016)

2
Es la triste verdad. Esta zángana era becada por años para estudiar las letras de Arjona.
(Dalobarce @dalobarce 23 dic. 2016)

pregúntenle si puede referirse con su investigación aporta para bajar el índice de pobreza. Son
vinchucas q vayan a laburar!!! (Cedro Pedro @pedromdecedro 23 dic. 2016)

@mauriciomacri Deje de ceder, que no tomen más ministerios, sáquelos con la policía, no beque a
los ñoquis del conicet, no pague el fútbol. (Ozimandias @ozimandias31 30 dic. 2016)

Tomaron el Conicet y descubrimos que había 1500 ñoquis que investigaban Arjona y Anteojito. Ahora
toman Educación...que descubriremos? (javier petrozzi @javierpetrozzi 29 dic. 2016)

Este conflicto lejos de solucionarse continuó en el 2017. El próximo año, además,


se cumplirán los primeros 100 años de la Ley de la Reforma Universitaria y se dice que
será reformada. Creo que, en un contexto de avanzada neoliberal, es necesario, para dar
las batallas vienen, repensar en términos regionales qué tipo de universidad, qué ciencia y
técnica queremos, por qué las Ciencias Sociales. El debate sobre el rol de la ciencia y en
particular, el de las Ciencias Sociales, no es nuevo. Por eso, exploraré conceptos
heredados para pensar el presente. Para ello, retomaremos las ideas de Carri sobre la
sociología y las ciencias sociales para caracterizar qué tipo de ciencia es la queremos y las
de Rama para el pensamiento latinoamericano. Abordaremos también los pensamientos
de Wallerstein para reflexionar estos conceptos en torno a sus ideas sobre el desarrollo y
el subdesarrollo. Identificaremos con Jaguaribe y Sunkel los problemas actuales de la
universidad y con Ribeiro, qué universidad queremos.

1.

Una de las preguntas que me hago en este trabajo qué tipo de ciencia queremos.
Es común decir: una ciencia al servicio del pueblo, una ciencia que no esté al servicio de
las clases dominantes. Damos por sentado que la neutralidad no existe, que la objetividad
tampoco. Pero ¿qué significa realmente?

Roberto Carri en “El formalismo en las Ciencias Sociales” (1968) critica a la


sociología por ocultar “la politicidad de las relaciones sociales (…) al servicio de una
política determinada” (§4) y señala que el verdadero conocimiento del mundo es una
tarea política. El autor afirma que la sociología siempre se refiere a individuos o intereses
y que los sociólogos fijan modelos, si la realidad no se ajusta a ellos, no existe.

3
Cuando se plantea el problema de la transformación y la construcción de una
nueva sociedad, Carri explica que la transformación dependerá de la teoría, del análisis de
las relaciones económicas y políticas; y la organización de la nueva sociedad, del libre
actuar de individuos libres. Hay un momento crítico que es el análisis de la sociedad y un
momento político, el de la trasformación; pero son dos momentos colectivos. El
conocimiento y la práctica no son separables realmente. El comportamiento burgués es el
que hace la separación y que, además, separa entre el trabajo manual, mecánico y pasivo;
y el intelectual, creador, activo. Éstos, son los científicos modernos del progreso como
desarrollo, un desarrollo que no es transformación revolucionaria del orden vigente, sino
que es alcanzar un modelo. En este desarrollismo se “critican textos, pero reivindican el
conocimiento neutral y objetivo sobre la realidad social” (ibidem, §11) y priorizan la
racionalidad técnica enfrentando a la cultura popular.

En “El formalismo en las Ciencias Sociales 2” (1969), Carri critica la posición


acrítica, cosificadora y exterior de la sociología que se olvida de los verdaderos
productores de la historia, de su creación humana. Aquellos que tratan de no separar la
historia de su creador son señalados como “ideológicos” y “faltos de rigor” (ibidem, §6).
Pero, el autor, en cambio, sostiene que los científicos que desprecian a los verdaderos
creadores y protagonistas de la historia son los que en realidad hacen ideología ya que son
los agentes que mantienen y componen el orden establecido. La sociología pretende
establecer una verdad científica universal, que es la del imperialismo.

Como si el conocimiento fuera puro conocimiento, y no tuviera nada que ver con lo
que se hace con él; es necesario comprender que cualquier ciencia es política. Más allá de
si hay transformación o reproducción del status quo, habrá un momento de análisis y uno
de práctica. Como dice Carri, son dos momentos inseparables. Los que niegan esto, son los
que, tal vez, más política hacen.

En Argentina, la sociología científica heredó la intención de la sociología


imperialista como medio para detectar problemas y solucionarlos. Dentro de ella se
encuentra la sociología marxista que haciéndole juego a la oligarquía durante el
peronismo buscó su carácter burgués y su pobreza teórica, en nombre de la “abstracta
revolución” (ibidem, §23).

Carri propone una ciencia que no esté escindida de la liberación, de la lucha


antiimperialista; una sociología cuya verdad sea la del pueblo, que se libere “del control y
la dominación imperial” (ibidem, §25).

Entonces, cuando hablamos de una ciencia al servicio del pueblo, entendemos que
se trata de una tarea dirigida a la liberación, en contra del imperialismo.

4
2.

¿Pero cómo es posible pensar una ciencia liberadora? Sabemos que estamos
dominados en términos económicos, políticos y culturales. Esto también implica una
dependencia intelectual. Leemos, estudiamos, utilizamos teorías que provienen de
autores que, más “compañeros” o no, forman parte de realidades diferentes a las
latinoamericanas. Como nos dice Ángel Rama, en “Aportación original de una comarca del
tercer mundo: Latinoamérica” (1979), para América Latina, Europa es “inabandonable” (p.
9) y ahora Estados Unidos ha reemplazado a Europa. A diferencia de continentes como
África y Asia en los que, a pesar del imperialismo cultural, hay una continuidad de sus
culturas; en América Latina la cultura dominante es la hispano- portuguesa. Además,
están la cultura indígena que es la autóctona y la de los pueblos esclavizados que es
africana. Pero, estas últimas han sido desplazadas a lo tradicional o al folklore. El autor
entiende que los problemas culturales del continente tienen que ver con que
pertenecemos al tercer mundo y al subdesarrollo. Pero afirma que en la pluralidad de
culturas regionales existen elementos comunes, una unidad que implica una “concepción
mental, una interpretación del hombre en la historia” (ibidem, p. 5). Hay una herencia
cultural de estructuras ideológicas europeas: desde el liberalismo burgués hasta el
marxismo o la democracia cristiana. “América no ha generado ideologías específicas,
originales” (ibidem, p. 13), dice.

¿Esto es del todo malo? ¿Significa que lo que hemos hecho hasta ahora no cuenta
por ser “copia”? Es interesante la respuesta que nos podría dar Rama. Rescata la figura del
intelectual antiimperialista americano que, desde la independencia, se planteó conocer al
enemigo para aplicar sus conocimientos en su contra: “buscando la fórmula secreta que
permitiera invertir el signo de los copiado o aprovechado” (ibidem, p. 14).

3.

Recién decía que el problema de la dependencia cultural tenía que ver con el
subdesarrollo. Inmanuel Wallerstein en “Impensar las Ciencias Sociales” (1991-98) señala
que tanto desde el marxismo como desde el liberalismo se está de acuerdo con que hay
países más y menos desarrollados y que la forma de alcanzar a los no atrasados es
duplicando la producción, cambiar el carácter nacional de la misma para progresar.

Occidente generó un pensamiento universalista en el que el concepto de


“revolución industrial” es clave; al punto que, los militantes de la liberación y los

5
movimientos socialistas revolucionarios entendían que tomar el poder estatal permitía
“llevar a cabo su propia revolución industrial” (ibidem, p. 56). Es decir, ¡tenían el mismo
objetivo que Occidente! Pero, además, algo que señala Wallerstein es que la teoría o mito
organizativo de la revolución industrial nos obliga a pensar en naciones ricas y pobres,
pero no nos dice por qué existe la brecha entre ellas, y tampoco por qué la de la burguesía
y el proletariado es cada vez más grande. Ante estos problemas, el autor lo que propone
es una “reconsideración de nuestras teorías” (ibidem, p. 62).

Como expresaba en el apartado anterior, la dominación cultural también tiene sus


consecuencias en la construcción del conocimiento, puede ser utilizado para aplicarlo en
contra del enemigo; pero, debemos poder explicar al menos lo que sus análisis no nos
dicen.

Wallerstein escribe que los estudios que se vienen haciendo toman el mito y
entonces lo que habría que hacer es crear nuevas categorías que nos permitan pensar
explicaciones. Piensa en términos de creación, ruptura, reconstrucción. Y argumenta que:
“la unidad de análisis (el supuesto escenario de acción social) es incorrecta (…), el reparto
de los personajes se ha tergiversado dos veces (…) y sobre todo el cuento primordial está
equivocado” (ibidem, p. 63-64). Entonces, propone la elaboración de una nueva historia,
para nuevas pequeñas interpretaciones; nuevos mapas; nuevas estadísticas que no se
trate solamente de comparar buscando disimilitudes, sino de hacer comparaciones más
sistemáticas. Esta reelaboración debe tener en cuenta, como establecí al principio, que los
científicos no son neutrales, como tampoco la ciencia que producen. Hay un compromiso
con una situación, con la racionalidad material. Y la acción es política. Las ciencias sociales
son siempre políticas, en ese sentido el objetivo son las conclusiones prácticas. Es
interesante cómo, para pensar el objetivo, retoma a Myrdal: “la deseabilidad de la
democracia política y la igualdad de oportunidades” (ibidem, p. 90).

Dicho así, el objetivo es amplio y puede implicar diferentes consecuencias. Por eso
es importante la pregunta que se hace Wallerstein sobre en nombre de quién llevar
adelante este trabajo. Carri, por ejemplo, en “El formalismo de las Ciencias Sociales”,
rescata al peronismo, nos dice que la tarea de los científicos debe enriquecer esa arma de
lucha, y que quienes no la asumen cooperan con los centros de dominación imperialistas
(op. Cit., p. 7). Wallerstein, por su parte, señala que podríamos decir que trabajamos en
nombre del “movimiento” pero es una idea demasiado amplia porque dentro de él hay
variados movimientos. En todo caso, lo que me parece fundamental es especificar, por
ejemplo, ¿qué es la igualdad de oportunidades?

La igualdad se enarbola desde los que nos consideramos de izquierda, pero


también por parte de los que sostienen la meritocracia. Wallerstein habla del

6
subdesarrollo y del racismo, dice que son parte de un proceso “que consiste en mantener
gente afuera mientras se mantiene a gente adentro” (op. Cit., p. 92). En un sistema donde
los bienes se distribuyen inequitativamente, la igualdad es “la ausencia de obstáculos
jurídicos para la movilidad individual entre las categorías de clase” (ibidem. 95). El
racismo, por su parte, legitima las desigualdades, los que tienen un estatus étnico bajo
tienen un tipo de herencia cultural que el autor describe como que son: menos racionales,
menos disciplinados, tienen menos ética laboral. Estos dos problemas, el racismo y el
subdesarrollo, son elementos constitutivos del sistema economía-mundo, la distribución
inequitativa de la plusvalía no podría realizarse sin ellos.

Entonces, si el conocimiento no es neutral, es político, y práctico; si debemos


pensar categorías de pensamiento nuevas y nuestras para poder llevar a cabo una
transformación y terminar con la dominación; y esto lo hacemos para vivir en un sistema
sin desigualdades; los problemas del racismo y el subdesarrollo es lo que tenemos que
atacar.

4.

Como decía al principio, los debates en torno a la ciencia en nuestro país no son
nuevos. El recorte que realiza el gobierno en las universidades, centros de investigación,
incluso en los terciarios y otros ámbitos educativos, son justamente recortes porque en la
última década se habían realizado importantes inversiones en el área del conocimiento.
Esta apuesta fue producto de años de discusiones de científicos que hoy deben volver a
poner en agenda sus demandas. Para poder pensar en lo que está sucediendo hoy, me
parece interesante el trabajo de Helio Jaguaribe sobre el sistema científico tecnológico en
América Latina.

Jaguaribe, en “Por qué no se ha desarrollado la ciencia en América Latina” (1971)


afirma que el sistema científico tecnológico latinoamericano tenía un atraso histórico;
estaba “inactualizado”; no estaba lo suficientemente integrado, auto sustentado; y tenía
un nivel de producción que no se comparaba con el de los países desarrollados ni con los
no plenamente desarrollados; faltaba masa crítica en las ciencias sociales. Según el autor,
la comunidad científica y los dirigentes políticos y económicos estaban al tanto de estos
problemas estructurales. Por un lado, la cultura ibérica no había permitido el avance de la
ciencia y la tecnología durante de la Edad Media, y tampoco había grandes de demandas.
Pero, cuando comenzó a haberla, se importó y no se favoreció la producción autónoma de
la ciencia. Durante el proceso de industrialización por sustitución de importaciones, lograr
la industrialización implicaba importar ciencia y tecnología. En los 60, cuando se inicia la

7
segunda etapa de industrialización en nuestro país tampoco se posibilitó el desarrollo
científico y tecnológico, ya que el control de la producción fue adquirido por empresas
extranjeras y por lo tanto la investigación se concentró en los centros de esos países.

Es parte del sentido común pensar que es la ciencia la que nos puede llevar al
desarrollo, si es eso lo que queremos alcanzar. Yo no sé si lo que queremos es desarrollo
en los términos dominantes. Pero en todo caso, lo que Jaguaribe describe, permite
cambiar la fórmula. La política decidida a llevarnos al desarrollo, o por lo menos, a la
igualdad de oportunidades, es el marco para que la ciencia acompañe ese proceso.
Venimos de años en los que el problema de la ciencia es que no se la ha dejado avanzar.

5.

Osvaldo Sunkel en “La universidad latinoamericana ante el avance científico y


técnico; algunas reflexiones” (1970) comienza afirmando que los problemas de la
universidad sobre el avance científico y tecnológico deben pensarse en el marco del
proceso del subdesarrollo de la región. Lo que plantea en su artículo como problema es
la capacidad de nuestra universidad para participar del avance científico-técnico que se
produce fuera del continente, algo necesario para su desarrollo.

Como decía antes, muchos entienden que el problema del subdesarrollo se debe a
la falta de incorporación del progreso científico y tecnológico en nuestros países. Pero
Sunkel, por el contrario, afirma que desde 1442 tenemos contacto con la ciencia y técnica
moderna. El problema es que ésta no produjo una transformación socioeconómica, ni
elevó la productividad o la eficiencia como sucedió en los países industrializados. Durante
la etapa de la industrialización por sustitución de importaciones se incorporó
conocimiento tecnológico, recursos humanos, maquinarias, insumos. Se volvía a
reproducir la dependencia. Al igual que Jaguaribe, los centros de conocimiento científico y
tecnológico también se encontraban en el exterior. La dependencia y, por lo tanto, el
grado de “importancia” de las universidades es tal, y cita a Leite Lopes, que, si cierra una
de las grandes universidades, el sistema económico no se altera.

Los países céntricos son los que producen nuevos diseños, productos, tecnologías,
y todos los elementos para su fabricación. En cambio, los países dependientes, sólo deben
incorporar la tecnología existente, no necesitan de la investigación. La cuestión salarial, la
de las instalaciones y equipos tecnológicos, instituciones, la inversión en ciencia y
tecnología no se logrará establecer como un esfuerzo necesario que debe ser
permanente. Es decir, el progreso científico y tecnológico depende de la política de
desarrollo del país, y no a la inversa.

8
Esto que Sunkel decía en los 70, hoy se actualiza. ¿Por qué no necesitamos
investigación? ¿Cuál es el tipo de país que Cambiemos quiere construir que desfinancia las
políticas destinadas a la ciencia y a la tecnología?

6.

Por su parte, Darcy Ribeiro (2002) utiliza la palabra deficiencia para caracterizar a
la ciencia en las universidades, porque se utiliza la mirada extranjera y porque falta tener
en cuenta los valores e intereses nacionales. Volvemos al comienzo.

Las Ciencias Sociales, en América Latina, para el autor, podrían haber cumplido un
papel transformador: promover el progreso, decidir el destino de la sociedad. Lo que
propone es “rehacer la ciencia” haciéndola útil para nuestras sociedades, y no
obstaculizadora. Para eso, señala una serie de puntos que incluyen: no desconocer, sino
dominar el saber científico moderno; encauzar las ciencias humanas hacia la creación de
una conciencia nacional de carácter crítico, motivadora, dignificadora, que sirva para
diseñar un proyecto nacional de desarrollo propio beneficioso para toda la población y
una tecnología social que permita incluir al pueblo; pensar en solucionar problemas
concretos, para lo cual es necesario que la universidad se involucre en la vida social;
formar los docentes necesarios para poder atender al crecimiento de las matrículas;
orientar los postgrados hacia el dominio de la metodología científica (ibidem, p. 54-55).

La mirada extranjera sin tener en cuenta los valores e intereses nacionales


conducen a la alienación de la conciencia nacional y esto, al permanente atraso o a
colonizar al propio pueblo. Lo que el autor propone para evitarlo es dominar críticamente
los instrumentos para estudiar e interpretar la realidad social. Los discursos extranjeros no
hacen más que justificar el subdesarrollo, ya sea por: la tradición, la raza, la religión o el
clima. Para poder llevar esto adelante, es necesario tener científicos comprometidos con
los problemas de la sociedad.

En este marco, la estructura de la universidad es importante para, como dice


Ribeiro, “liberar a los estudiantes, encauzando sus energías y su rebeldía hacia rieles
creativos, en favor de la edificación de una sociedad solidaria” (ibidem, p. 63). Entiende
que, si la revolución social no avanza, la universidad tampoco lo hará, y a su vez, sin
reformas estructurales los actores de la revolución se pueden transformar en una nueva
elite. Para evitar esto propone: desarrollar y difundir entre docentes y estudiantes una
actitud solidaria hacia la población; exclaustrar a profesores y estudiantes, volcarlos hacia
la convivencia con la población, como compañeros activos y solidarios; incorporar a la

9
universidad a la práctica transformadora, a través de programas de acción conjunta con
los poderes públicos (ibidem, p. 64-65).

Cuando piensa en la confluencia entre los universitarios y los sectores populares,


piensa en educación popular, en aprendizajes y enseñanzas mutuas. La información forma
parte del patrimonio de los eruditos; eso no debería ser así, sino que debería ser
accesible, transmisible ya que es patrimonio de la sociedad. A su vez, la monopolización
de la información es también factor de alienación. La universidad, los estudiantes tienen la
tarea de elaborar esta nueva cultura sobre el conocimiento. Que también implica pensar
el contenido de la enseñanza. ¿Para quiénes se enseña? ¿Para la Sociedad Rural? ¿Para
servir a las necesidades de las clases medias y altas? ¿Para las empresas? ¿Para la reforma
agraria? ¿Para, también, las clases bajas?

Para esto, es necesario una universidad politizada. Por más que se la critique en
nombre de la “neutralidad de la ciencia” y el “nivel”. La universidad siempre fue política
pero conservadora. Y es necesario tener en cuenta a la población, ya que son sus
necesidades las que deben ser la preocupación de la formación.

El autor enumera algunas propuestas para poder cambiar estructuralmente la


universidad: expandir universidades de carácter anti elitista por todo el país, para ampliar
las oportunidades de estudio superiores; vincular la educación superior a las actividades
productivas y a los servicios; proporcionar una formación práctica, realista, solidaria con la
sociedad que costea los estudios; integrar las universidades; organizar a los profesores
universitarios a nivel nacional; democratizar el acceso a la universidad garantizando la
participación de profesores y estudiantes en la estructura de poder; flexibilizar la currícula
para ampliar las modalidades de formación, incorporar en ella los problemas sociales;
realizar programas de extensión; convertir a los estudiantes avanzados en auxiliares de la
enseñanza superior; reorientar e intensificar las actividades creativas de la universidad
para elaborar una imagen nacional más realistas, promover investigaciones y debates
sobre temas nacionales socialmente relevantes.

7.

Es decir, sabemos qué tipo de ciencia queremos, Ribeiro nos dio las puntas para
poder construir una universidad que sirva a esos intereses, los nuestros. Algo de eso
estuvo presente durante el kirchnerismo. En “Políticas universitarias y políticas científicas
en Argentina pos 2000. Crisis, innovación y relevancia social”, los autores analizan las
políticas en ciencia y tecnología.

10
La universidad en Argentina siempre tuvo un vínculo estrecho con la sociedad: en
el Cordobazo, como centro de discusión de teorías desarrollistas y en las discusiones sobre
la democracia en los 80. Por eso fue criticada, reprimida y a punto de ser privatizada.
Durante la crisis del 2001, los estudiantes se reapropiaron del lugar universitario, se
revalorizó la universidad como ente público, se revisaron los programas en función de lo
que sucedía. Y desde el 2003, la ciencia y la tecnología fueron ejes de la política pública,
visible en: el aumento de investigadores y becarios, recuperación de salarios, incremento
de la financiación de proyectos, repatriación de científicos, aumento del presupuesto
universitario. Pero, si bien hubo reformas legislativas en educación, el legado neoliberal
no fue cuestionado estructuralmente, por ejemplo, no hubo reforma de la Ley de
Educación Superior.

8.

Dicho todo esto, vuelvo a las preguntas del comienzo. ¿Qué ciencia queremos?
¿Qué pasa con el desarrollo y el subdesarrollo? ¿Cuáles son los problemas de la
universidad? ¿Qué universidad queremos?

Siempre hubo que defender el trabajo de los científicos, y sin dudar el de los
científicos sociales. Incluso durante la “década ganada”. Creo que muchos estudiantes,
incluso militantes, que levantamos las banderas de la universidad pública, de la
universidad del pueblo, muchas veces no nos detenemos a pensar qué es lo que
realmente significa.

A los pueblos latinoamericanos nos vienen dominando desde hace siglos. Sin
dudas, durante todo ese tiempo, en paralelo, se viene pensando cómo salir de esa
dependencia y defendiendo a la ciencia y la tecnología como estratégicas. Por eso, me
parecía interesante en un contexto difícil para toda nuestra sociedad, en que se
encuentran en estado de alerta permanente los derechos del pueblo, recuperar estos
debates. La movilización es constante, hay noticias que nos angustian todos los días. Pero
tenemos que construir una línea de llegada, y sostenerla. Para eso hay que tener claridad,
aunque sea siempre repensando. Pero defender que la construcción del conocimiento
propio es fundamental, y más aún en Ciencias Sociales, cuando los gobiernos como el de
Cambiemos buscan reconstruir un sentido común y un consenso que les permita
implementar el ajuste y profundizar la dependencia.

Los estudiantes y científicos jóvenes nos debemos estos debates.

11
Me gustaría decir entonces que necesitamos una ciencia que piense en términos
de conocimiento-práctica. El trabajo del científico debe ser manual, y sin olvidar a quienes
son los verdaderos protagonistas de la historia, los individuos libres. Tenemos que trabajar
por una ciencia transformadora y que se reconozca como profundamente política. Que
conozca el conocimiento del enemigo y lo aplique en su contra. Que produzca su
conocimiento tomando sus propias realidades, valores e intereses; creando sus propias
categorías. Que apunte a la igualdad de oportunidades contra el subdesarrollo y el
racismo. Precisamos construir un sistema científico que acompañe una política de
desarrollo, sólo así podrá ser auto sustentado e integrado. Y por eso, debemos trabajar
por una universidad que siga los mismos lineamientos. Las “casas de estudios” deben
pensar en solucionar problemas concretos de la población, realizar proyectos que sean en
beneficio de la mayoría. Por eso, deben ser inclusivas y deben tener los docentes para
cubrir la matrícula. Quienes formen parte de ellas tienen que involucrarse en la vida
social, con actitudes solidarias hacia la población. La cultura del conocimiento debe ser
abierta, y no monopolista de unos pocos. Y la educación tiene que pensarse como
educación popular, como aprendizaje mutuo entre quienes forman parte del proceso
pedagógico. Necesitamos defender la expansión de las universidades, pensar planes de
estudio con más actividades prácticas que permitan pensar esas soluciones a los
verdaderos problemas sociales. Pero sobre todo, seguir luchando.

Bibliografía

Roberto Carri, “El formalismo en las Ciencias. Sociales” en Antropología del Tercer Mundo
Año1 Nº1 /Noviembre 1968 y Nº2 / Mayo 1969.

Ángel Rama, “Aportación original de una comarca del tercer mundo: Latinoamérica”, en
Cuadernos de Cultura Latinoamericana, N° 73, México, UNAM. 1979.

Immanuel Wallerstein, “El Concepto de Desarrollo”, en Impensar las ciencias sociales


(Límites de los paradigmas decimonónicos), 1991-98.

Naidorf, J., Perrotta, D., Gómez, S. y Riccono, G. (2015). “Políticas universitarias y políticas
científicas en Argentina pos 2000. Crisis, innovación y relevancia social”, en Revista
Cubana de Educación Superior, 34(1).

“Tecnología, Desarrollo, Dependencia”, 1975 [Jorge Sabato, Gregorio Klimovsky, Thomas


Moro Simpson, Sunkel, Helio Juaribe, etc.]

12

Вам также может понравиться