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Introducción
En esta ocasión discutiremos algunas de las ideas que podemos leer en El valor
de educar de Fernando Savater, pensador español, que con claridad y lucidez
expresa sobre algunos aspectos fundamentales para un sistema educativo, que
según él, debería ser universal, donde se ejercite ”la disciplina de la libertad” (p.
40), el profesor intente buscar y entregar una verdad a los pupilos y donde el
apoyo de la familia juega un papel importante en el desarrollo de cada uno de los
estudiantes. Algunas cuestiones que menciona Savater en su libro son: La
humanización del ser humano; para enseñar primero hay que haber vivido; la
educación y la instrucción no pueden ir separados; la televisión es un educador
negativo; los maestros deben esforzarse por despertar el interés de los alumnos
por las asignaturas; la educación debe ser universal.
Pero, ¿Quién es Fernando Savater?, ¿por qué son importantes las ideas
pronunciadas por este filósofo?: Fernando Savater es un hombre de gran
trayectoria y gran prestigio en España, es un personaje socialmente muy conocido.
Es vasco y en momentos políticos convulsivos en España y en el País Vasco, con
valentía, se atrevió a decir cosas de tipo político, en contra de ETA, que le
costaron tener que vivir con guardaespaldas durante muchos años, ya que se
temía por su vida.
Savater, siendo un hombre de izquierdas, se ha atrevido, de una forma sobre todo
políticamente correcta, a ser una voz crítica a una serie de situaciones en el
sistema educativo español (pero que sin duda son valederas para la realidad
sueca) que él aprecia como mejorables, y en algunos casos inaceptables. Savater,
no es un pensador que intente crear conflicto, más bien subraya la importancia de
la autocrítica, expresa su malestar con los malos síntomas que provocan las
reformas educativas. Discute cuestiones que para muchos suenan sensatas y
modera los ataques apelando al sentido común y que pocos se atreven a
contradecir o cuestionar abiertamente, por el sentido lógico de sus críticas al
sistema.
Algo que se tiene que tener muy en cuenta cuando se analiza la crítica de Savater
es que su opinión se hace más interesante si se conoce el discurso imperante, si
se conoce cuál es el mal del cual habla, ya que él no menciona muy a menudo ni
la fuente del mal criticado ni quiénes están detrás de dichas fuentes. Raramente
menciona nombres o acusa a alguien en particular.
Savater en un pensador que utiliza un lenguaje claro y fácil de entender para casi
cualquier tipo de lector. Esto realza aún más el valor de lo que expresa, ya que no
es necesario ser un intelectual o un experto en educación para seguir el hilo de su
discurso. En su libro, ideas se encuentran un poco dispersas, Savater no sigue
consecuentemente una estructura establecida y ordenada, sin embargo, el
mensaje central de su discurso aparece de forma clara.
En cuanto al tema de la educación, Savater, presenta sus ideas en su libro como si
estuviera teniendo una conversación en una sobremesa. Sin embargo, estas ideas
se pueden cohesionar partiendo del punto de vista de que van en contra de la idea
de tener al alumno en el centro y de enfocar la enseñanza y el aprendizaje
tendiendo como punto de partida lo que el niño/alumno ya tiene dentro de sí. Él ve
al estudiante como un individuo, por su corta edad y experiencia, dependiente de
su entorno y de los datos e información que le rodean y que puede adquirir
mediante el intercambio con su profesor, la lectura, el estudio y con sus
semejantes. Bien lo dice Savater que lo importante en la educación es conocer al
semejante, no centrarse en sí mismo.
A continuación comentaré algunas ideas centrales del libro y que Savater propone
como fundamentales en el papel que desempeñan la educación, el profesor y lo
lúdico de la enseñanza.
Los objetivos de la educación según Savater
El primer objetivo de la educación, afirma Savater, consiste en hacernos
conscientes de la realidad de nuestros semejantes.
“Lo cual implica considerarles sujetos y no meros objetos; protagonistas de su vida
y no meros comparsas vacíos de la nuestra Ι…Ι .Ésta es la base del proceso de
socialización (y también el fundamento de cualquier ética sana) Ι…Ι. Antes que
nada, la educación es la revelación de los demás, de la condición humana como
un concierto de complicidades irremediables. Ι…Ι Quisiera aquí iniciarse una
elemental filosofía de la educación y toda filosofía obliga a mirar las cosas desde
arriba, para que la ojeada abarque lo esencial desde el pasado hasta el presente y
quizá apunte auroras de futuro.” (p. 16 – 17)
Entendemos, de lo expresado por Savater, que educarse se extiende mucho más
allá de estudiar alguna asignatura en particular o adquirir algún conocimiento
específico. La educación nos “transmite Ι…Ι que no somos únicos” (p. 18) ni
tampoco ”iniciadores de nuestro linaje” (p. 18), somos parte de un todo de mayor
envergadura.
En la Suecia de nuestros días somos testigos de la ignorancia que muchos de
nuestros jóvenes en la escuela cargan consigo. Sin ir más lejos, esta misma
semana, he podido comprobar como estudiantes (intelectualmente muy talentosos,
de un perfil brillante en sus asignaturas) que tenían como tarea describir una
fotografía (con un lapso de preparación previa de 15 minutos) y hacer una
comparación entre lo que representaba la imagen (una fiesta de celebración
tradicional en la isla de Rapa Nui) y su propia cultura (en este caso la sueca o la
que ellos denominaran como su cultura), no eran capaces de realizar la
comparación de forma satisfactoria. ¿Sus argumentos?
– “Es que en Suecia no tenemos este tipo de tradiciones…”
– “En Suecia no tenemos festivales ni fiestas de este tipo…”
– “En Suecia solo tenemos fiestas para beber y emborracharnos…”
– “En Suecia no tenemos cultura…”
Si Savater los hubiera oído, tal vez se le hubiera puesto el semblante de la misma
manera que a mí: un semblante de tristeza.
La situación de estos estudiantes demuestra que la educación está perdiendo, o
ha perdido, el rumbo. Muchos estudiantes desconocen las ideas que están detrás
del funcionamiento de su actual sociedad, desconocen quienes fueron los
iniciadores de su linaje, desconocen su historia y sus tradiciones. En este sentido,
el objetivo que plantea Savater como fundamental, no ha sido cumplido.
En lo personal pienso que estamos frente a una situación donde constatamos una
y otra vez que las humanidades están en crisis y que el sistema sueco de
educación lo está admitiendo y asumiendo. Esto va en contra de los pensamientos
de Savater donde expresa claramente que “la educación es siempre un intento de
rescatar al semejante de la fatalidad zoológica o de la limitación agobiante de la
mera experiencia personal” (p. 41). Lo que queda al descubierto en el episodio que
he relatado es que estos estudiantes no han adquirido los conocimientos
suficientes que los haga capaces de traspasar el contexto que es delimitado por
sus experiencias propias.
Savater afirma también que “en la escuela sólo se pueden enseñar los usos
responsables de la libertad, no aconsejar a los alumnos que renuncien a ella” (p.
37). Probablemente Savater se refiere al uso de la opinión y de la acción con
previa supervisión o instrucción responsable del profesor, donde este entregue las
herramientas necesarias (en forma de conocimientos y verdades (es conocido el
escepticismo al relativismo de Savater quien afirma que el relativismo posmoderno
es signo de la crisis de las humanidades, donde todo, más o menos, puede tener
distinto grado de veracidad)) para poder ejercer tales usos responsables de la
palabra y la libertad para desarrollar el trabajo escolar y el intercambio intelectual
entre los estudiantes.
La sacralización de las opiniones
Otro aspecto importante en la visión de la educación que propone Savater es lo
que dice en cuanto al ejercicio de exponer una opinión y el valor que se le da a la
misma:
“La sacralización de las opiniones y la incapacidad de abstracción: Las opiniones
se convierten en expresión irrebatible de la personalidad del sujeto: <<esta es mí
opinión>>, <<eso será su opinión>>, como si lo relevante fuera a quién
pertenecen en lugar de en qué se fundamentan” (p. 59).
En este sentido podemos encontrar semejanzas con lo que postula Ortega y
Gasset en cuanto a lo importante que es poder fundamentar de forma sostenible
las opiniones expresadas. Savater va más allá y pone al descubierto la idea de que
hoy en día todas la opiniones son valederas y tienen el mismo peso ya que detrás
de la opinión está el “yo” y “yo” no soy ni cuestionable ni no merecedor del respeto
total de mis iguales. Como lo expresa Freire en su famoso postulado del “todo
vale”, donde todas las opiniones son válidas y a tomar en consideración, por venir
de un ser humano que vale lo mismo que su semejante.
Savater no está de acuerdo con esto, y piensa que hay que ser valiente y
atreverse a decir que no todas las opiniones valen lo mismo ni que todas son
pertenecientes a ese todo que conforma una verdad. Ya lo dijo él mismo en 1992
en una conferencia titulada ¿Pluralismo o relativismo ético? Para la fundación Juan
March donde discutía sobre el respeto a las ideas. Decía:
“… hay que respetar todas las ideas … pero ¿por qué? ¡Qué delirio!, imagínese
usted que, llevando la idea de que hay que respetar todas las ideas, el maestro en
el colegio cuando le pregunta al niño:
-¿dos y dos?
Y el niño dice: – 17
– pues hijo mío, sí, Ι…Ι perteneces al grupo de los que creen que 17 es la suma de
dos y dos…
Ι…Ι Realmente el respeto a la ideas y a la libertad de expresión de la criaturita
debería llevarlo a que respetáramos eso. Evidentemente de lo que se trata es de
respetar a todas las personas pero no a todas las ideas.”
Con este ejemplo, tan simple, Savater pone el dedo en la llaga en esta cuestión. A
menudo se cae en la equivocación de que el respeto a las personas es lo mismo
que el respeto a todo lo que dice cada persona. Y desde luego eso no puede ser
así. Ni todas las ideas son buenas ni tampoco tienen el mismo peso ni el mismo
valor ya que su calidad puede variar dependiendo de los argumentos y los
conocimientos que estén detrás de las fundamentaciones que sostienen dicha
idea. Cuando un profesor no tiene esta idea clara confundirá inevitablemente a sus
pupilos. Bien lo dice Savater: “no hay educación si no hay verdad que transmitir”
(p. 59).