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¿Cuál es la importancia de la estética para el análisis sociocultural y

artístico?

Por Andrés Romero Ruíz

Las mejores obras de arte, sean literarias, plásticas o musicales, nos proporcionan algo más que
un mero placer; nos informan respecto a la naturaleza del mundo.

Huxley

Para responder a la pregunta planteada, habrá que clarificar tres conceptos clave
del conocimiento: el primero de ellos es la estética, que es el estudio de lo bello 1,
seguido de la ética, o estudio de la bondad, finalizando con la lógica, que es la
encargada de develar la verdad.

La primera, por tanto, tendrá como objetivo una mejoría de los sentidos, de la
percepción, la cual conlleva una notoria mejoría del juicio. Quien la posea será una
persona juiciosa, por tanto, las distinciones entre lo bueno y lo malo, lo que es
conveniente para sí mismo y su entorno y lo que debe rechazar, lo llamado bello y
lo desagradable, son más evidentes. Para llegar a dicha conclusión es necesario
utilizar el método inductivo, es decir, un método científico. Al obtener este
pensamiento analítico, será cada vez más difícil dejarse engañar por discursos
vacuos.

Aún así, el método científico se limita a una observación del mundo, mas no a una
introspección del espíritu. He visto, en revistas de divulgación y artículos en la red,
que las personas buscan que aquellos con pensamiento, mal llamado científico,
sean quienes tomen las riendas del país y las decisiones trascendentales pasen por
sus manos. Que dejen sus labores especializadas para concentrarse en las políticas
públicas y la administración gubernamental.

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1 Para Kant, “debe encontrarse una solución entre lo objetivo y lo subjetivo, para posibilitar la
superación de las dicotomías estéticas entre belleza natural y belleza artística, en la que la pregunta
por la caracterización de un objeto como arte, abre espacios para el juicio de la misma como bella,
y para el valor de esa belleza como consustancial a la obra de arte que apunta directamente al
genio.” Esto en interpretación de Lisímaco Parra.
Cabe aclarar el término de ciencia, puesto que la gente comienza a llamar “ciencia”
a todos aquellos conocimientos obtenidos y sintetizados en un laboratorio, a través
de mecheros y matraces, por lo que, materias como la literatura, el arte, la economía
o la filosofía no podrían ser consideradas, para la mayoría de la gente, como una
ciencia.

Siguiendo con Kant, desglosa el concepto de conocimiento y su origen,


comenzando con la sensibilidad y el entendimiento. Con los párrafos anteriores me
refiero a que dicho concepto tiene, popularmente, al menos dos significados: el
primero (y más utilizado) es el entendido como ciencias exactas. La física, biología,
química, entre varias otras, las cuales llegan a sus conclusiones y teorías gracias a
la observación y experimentación. El segundo significado va más enfocado a una
cuestión humana, al pensamiento razonado y el discernimiento, al romper
paradigmas, incluso.

La definición anterior es mucho más clara en el texto de los noventa de Gustavo


Bueno, La respuesta a la teoría del cierre categorial (1990), en donde expresa: “La
idea de ciencia brota de las ciencias positivas en cuanto éstas son instituciones
históricas y culturales relativamente recientes. Desde este punto de vista, la idea de
la ciencia no es una idea eterna, que pueda considerarse como contenido
permanente del mundo. Pero, en sí mismas, son configuraciones históricas”.
(Bueno, 1990).

Por lo tanto, cualquier astrónomo, matemático o geólogo será considerado un


hombre de ciencia. Mientras que los periodistas, escritores o poetas son más bien
vistos avocados a ciencias laxas. Todos aquellos comentarios exigiendo un
pensamiento científico se refieren a una educación sobre los astros o números, más
no así a una más profunda y razonada.

Esto podría tornarse peligroso para aquellos que afirman sería lo más conveniente,
pues, quizá hasta de forma inconsciente, se exige un pensamiento de laboratorio
para materias en donde se requiere empatía y sentir humano (no que los apegados
a la ciencia dura no sean empáticos, sino que su disciplina no requiere, en gran
medida, tratar con seres humanos, sino con objetos y abstracciones numéricas).
Siendo así, alguien con conocimiento en ecuaciones o en soluciones salinas tiene
más habilidad para la política o la economía que un orador o un sociólogo, esto
según el pensamiento difundido en gran parte de la población.

Los campos “científicos” son cada vez más apoyados, económica y socialmente,
por lo que se le pide a todo ciudadano conocer al menos lo básico de ciencia para
ser útil. Pero no se les pide conocer sobre retórica o poética, pues la cultura es algo
que pasa a segundo término en una sociedad industrializada y puramente mercantil.
La liquidez del mundo, término utilizado por Bauman para aseverar la alta velocidad
en la que se desenvuelve el mundo actual, toma sitio ante la necesidad de
producción y no de reflexión.

Con esto surge una interrogante: ¿acaso, aquellos con un conocimiento “científico”
tienen la suficiente capacidad para resolver problemáticas “no científicas”? No
encuentro demasiados argumentos para afirmar lo anterior. Como ejemplo de ello
pondré el nacionalismo exacerbado en algunos lugares y épocas, y la incapacidad
de algunos por no tomar postura crítica, a pesar de ser lo idóneo. En algunas
ocasiones he escuchado que la ciencia es para todo mundo, y que busca el bien
común, no obstante, pueblos como el alemán, en su mayoría, apoyaron causas
como el holocausto, contribuyendo con su pensamiento y acciones a los hechos
bélicos más que conocidos. Se distorsionó, a mi parecer, la idea de lo bello, por la
búsqueda de una sociedad “superior”, no importando los medios o recursos que
fueran necesarios para conseguirlo.2

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2 Quizá Benjamin no estaría del todo de acuerdo con esto, pues menciona el manifiesto de Marinetti
sobre la guerra colonial de Etiopía: “Desde hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas
en contra de que se considere a la guerra antiestética... Por ello mismo afirmamos: la guerra es bella,
porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los lanzallamas y a las tanquetas,
funda la soberanía del hombre sobre la máquina subyugada. La guerra es bella, porque inaugura el
sueño de la metalización del cuerpo humano […] La guerra es bella, ya que crea arquitecturas
nuevas como la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de las espirales
de humo en las aldeas incendiadas y muchas otras…” (Benjamin, 1989).
Después de esto, podría parecer que repudio de forma total a las ciencias duras,
cosa que no podría ser más errónea. Admito que su importancia es trascendental
para el desarrollo social, pero el punto que destaco es que, el sólo volcarse hacia la
enseñanza y aprendizaje de dichas disciplinas, traerá consigo daño al tejido social,
pues son proporcionales sus intereses al desinterés por la poesía o la historia, lo
que traería consigo el miedo y repulsión hacia todo aquello que no se conoce,
volviéndose entonces en comunidades cerradas y cada vez más ensimismadas.

Es aquí donde debe valorarse lo bello, lo necesario, tener una sensibilidad estética
primaria. El pensamiento científico genera una disciplina y un rigor en la
investigación y la recopilación, para posteriormente llegar a su análisis y síntesis. El
método del que se ha hablado con anterioridad es utilizado, por aquellos que no
dominan la materia y se empeñan en utilizar el “sentido común” 3, en cualquier
circunstancia, como aquel niño al que se le muestra cómo un martillo sirve para
reparar cosas rotas, y quiere golpear todo pretendiendo arreglarlo con su nueva
herramienta, sin saber el daño que puede llegar a causar.

Hay momentos en que puede usarse y es hasta obligatorio el método, pero si se


necesita particularizar cierto conocimiento adquirido, probablemente se pretenda
hacerlo a través de datos y no de sensibilidades.

De esta manera, el deber de la ciencia será el de hacer traslúcidos los hechos que
ya han ocurrido, e incluso tratar de sortear algunas de las situaciones que presenten
cierta problemática donde tengan cabida sus campos de estudio, mientras que la
estética busca denotar lo bello y lo idealizado, trabajando en conjunto para
conseguirlo.

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3 “Sentido común”, es usado en el lugar de “familiaridad” o “prejuicios”; Lo que se da por hecho, sin
uso alguno de un razonamiento profundo, puede causar el aletargamiento mental y el fácil engaño.
La creación e interpretación puede -y en ocasiones debe- allegarse a través del
pensamiento profundo, aunque se pueden copiar ideas o adaptarlas a las
necesidades de la situación y el contexto. Esto sólo se logra a través del
conocimiento de la estética y el arte, y del saberse en un entorno, en dónde se ve
rodeado el intérprete.

Es necesaria, por tanto, la formación estética, su estudio completo dentro de los


fenómenos sociales, a la par de una conciencia lógica. No dejando de lado el rigor
científico, pero con un pleno conocimiento de su uso únicamente en el área de
estudio correspondiente, y no para toda ocasión, como el niño al que se le entrega
el martillo.

Para concluir, retomo la definición que se dio al principio, en donde la estética es el


estudio y el espejo de lo bello. Aquí recae su importancia para el análisis no sólo
sociocultural y artístico, sino político, histórico, antropológico y filosófico, pues logra
la apertura de los ojos y la mente hacia el mundo tangible e intangible, para poder
asirse a él y no, simplemente, analizarlo a través de estadística, sino del sentir y
razonar.

Referencias

Benjamin, W. (1989). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica


Publicado en Benjamin, Walter Discursos Interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires.

Bueno, G. (1990). La respuesta de la teoría del cierre categorial. Pentalfa, Oviedo.


España. Disponible en:

http://revistaliterariakatharsis.org/Gustavo_Bueno_Ciencia.pdf

Kant, I. (2007). Crítica de la razón pura, trad. de M. Caimi, Buenos Aires, Colihue.
Parra, L. (2007). Estética y Modernidad, Un estudio sobre la teoría de la belleza de
Immanuel Kant. Universidad Nacional, Bogotá. P. 15.

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