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Arlt, el cine y Àfrica. Deconstruir y construir el mito.

El viaje de Arlt a África es un viaje hacia los escenarios de la ficción. Como


objeto de crónicas, de escritos literarios y de la producción cinematográfica de la época,
Oriente se presenta como el espacio en el que el límite entre artificio y realidad siempre
aparece en cuestión. Si para Said el viajero que se encuentra con un espacio
“desconocido y amenazante” recurre a “lo que ha leído sobre el tema”, en Arlt esto
aparece en forma de ruptura y continuidad. Por un lado, se trata de desarticular la
“postal” de la crónica cuyos autores “han dejado actuar libremente su fantasía,
olvidados totalmente de la realidad” (Arlt) y, por otro, de ficcionalizar la experiencia al
realzar lo exótico, lo poético y lo cinematográfico del espacio africano. El propósito de
este trabajo será ver que las Aguafuertes Africanas de Roberto Arlt son el relato de esta
vacilación: entre desmitificación verista y la construcción de un nuevo mito ficcional.
Ciudad basura
“La ciudad africana es más sucia que un cajón de basura. Casi todas carecen de
agua corriente, la gente se baña raramente, los moros huelen a manteca rancia” (Arlt).
La primera experiencia con Oriente de Arlt comienza desde una distancia: alejarse de la
fantasía poética de los escritos que hasta ese momento habían sido publicados sobre
África. En estas primeras entradas, la descripción del escenario comienza por
desarticular el mito pintoresco y exótico de oriente. Como señala Juarez, entradas como
“¿Dónde está la poesía oriental? - Las desdichadas mujeres del Islam- Mugre y
hospitalidad”, se despoja de elementos estetizantes y se “separa de los lugares comunes
e intenta salir de los estereotipos del orientalismo” (Juarez, 99). De este modo, las
crónicas de Arlt en África se muestran como una respuesta: el relato de una crítica
social que introduce una ruptura con aquello que había sido sujeto a excesos “poéticos”
y de “fantasía” por previos autores.
Esta forma de desmitificación no sólo se manifiesta en respuesta a crónicas y
relatos de viaje sino también frente a las “adobadas mentiras” (Arlt, ****: 99) del cine y
la literatura. En “La vida campesina en la ficción y en la realidad” Arlt opone a los
“versos, idilios, bucólicas” (99) en los que el campo aparece como lugar de paz en
contraposición a la ciudad, una realidad que “les cuajará la sangre en las venas” (100).
La descripción detallada de la explotación de las mujeres que ha “visto ‘poéticamente’
tiradas como bestias entre los yuyos, con la cara vuelta al suelo, semejantes a
cadáveres” (101) se despoja de toda construcción adornada: el estilo se vuelve crudo y
directo. Si, como señala Bernabé, lo literario se vuelve el “adorno de la información” en
el híbrido genérico que es la crónica, “La vida campesina en la ficción y en la realidad”
busca ser información material en la que “las frases sentimentales sobran”, (101)
Ciudad lunar
“La ciudad más linda del mundo. La ciudad que nadie conoce. Que nadie
nombra. La ciudad cuyas calles son catacumbas celestes” (117). El traspaso geográfico
de Tánger a Tetuán arrastra consigo un cambio radical en las Aguafuertes Africanas: se
modifica el escenario realista y descarnado por uno poético de ensueños. Como flâneur
en un escenario oriental, Arlt escribe: “Mi sensibilidad de occidental se descentra como
en el panorama de un sueño de opio en estos laberintos encalados de lejía azul”(105).
Vemos entonces cómo el gesto de denuncia frente al artificio del cine y la
literatura en Tetuán es dejado a un lado para dar así lugar a la gestación del mito
africano. Aquí, las “mentiras adobadas” de las producciones cinematográficas se
vuelven reales y el límite entre ficción y realidad se disipa: Arlt camina las calles que
antes había visto en la pantalla grande. “Aquí… aquí está Marruecos. El Marruecos que
ustedes conocen, señores: El de la película de Von Sternberg” (104) anuncia Arlt en
“Tetuán, ciudad de doble personalidad”. Desde el deambular sin rumbo hasta su relación
amorosa occidental/oriental con Rjmo, “la muchacha que tiene los ojos de miedo”
(117), lo cinematográfico y poético de su visita a Tetuán
Es así que hay un “complejo vaivén entre el intento de alejarse de la tradición
orientalista de representación del África musulmana (...) y, en tensión con este intento,
el apuntalamiento de esa tradición” (Fontana, ****: 86). Las Aguafuertes Africanas de
Arlt son el testimonio de este “vaivén”, un camino ambivalente que busca, por un lado,
alejarse de los relatos orientales y deconstruir el mito artificioso y, por otro, construir
sobre sus restos uno nuevo: el mito oriental en el que ficción y realidad conviven.

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