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Entre el cinismo, la política y la envidia: Nicolás Maquiavelo

Por: Patricia Díaz Terés


“No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así”.
William Shakespeare
Siempre que escuchamos la famosa frase “el fin justifica los medios”, es común que nos
enfrentemos con una persona a la cual podemos denominar como “maquiavélica”, es decir, un individuo
con la cabeza y el corazón lo suficientemente fríos como para que logre alcanzar sus metas, sin que las
consecuencias –sobre terceros- de sus actos le resulten demasiado importantes.
El adjetivo “maquiavélico” surgió a raíz de las obras de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli –
nacido en Florencia el 3 de mayo de 1469-, también conocido como Nicolás Maquiavelo, e hijo de un
abogado empleado de la cancillería de nombre Bernardo y una sencilla mujer llamada Bartolomea,
quienes unidos en matrimonio procrearon a Nicolás y a sus tres hermanos: Primavera, Margherita y Totto.
Apasionado de los clásicos, el padre de los Machiavelli proveyó a sus dos varones de una
excelente educación - latín, gramática, aritmética y retórica-, identificándose en mayor medida con Niccolò,
quien dedicaba mucho tiempo al estudio de autores como Tito Livio, Virgilio y Tucídides, entre otros.
De esta manera, en una niñez y juventud que hasta el día de hoy permanecen en el misterio, “Il
Machia” –diminutivo con el que se conocía a Maquiavelo- creció en una Florencia dominada por la
poderosa familia de los Médicis, ricos y avaros banqueros que acumularon un enorme poder gracias a su
gran fortuna y a las despiadadas estrategias que emplearon para destruir a las familias competidoras.
Pero mucha razón tenía el escritor norteamericano Francis Scott Fitzgerald al decir “el dinero ha
aniquilado más almas que el hierro cuerpos”, ya que la sociedad controlada por los Médicis estaba ya, para
la segunda mitad del siglo XV, totalmente enviciada y corrupta.
Todo esto suscitó la aparición de un religioso dominico, Girolamo Savonarola, quien en el jardín
del Convento de San Marcos daba amonestadoras filípicas advirtiendo a los florentinos sobre castigos y
catástrofes que caerían sobre la ciudad, cual si de Sodoma o Gomorra se tratase, por el libertinaje y
avaricia que dominaban los corazones italianos, ya fuese en las personas de los tiránicos banqueros, o bien
de los artistas y humanistas que intentaban rescatar el antiguo y pagano esplendor de Grecia y Roma.
Maquiavelo, escuchando tan severos discursos –que poco servirían a Savonarola, ya que con
ellos se granjeó la enemistad del papa Alejandro VI y con ésta la pena de muerte, sentencia ejecutada el
23 de mayo de 1498-, sólo tomó nota de los perjuicios conlleva la corrupción en la aristocracia y el gobierno.
Sin embargo, Nicolás absorbió de cuanta fuente pudo todo el conocimiento que, con su prodigiosa
y analítica inteligencia, supo aplicar sabiamente en el ejercicio del cargo que ocupó en mayo de 1498 como
secretario de la Segunda Cancillería, instancia dedicada a los asuntos exteriores y militares de la
República de Florencia; el nombramiento causó no poca sorpresa en el ambiente político, ya que este
joven de tan sólo 29 años no poseía una sola cualidad –según los estándares de la época- que le permitiera
acceder a tan importante puesto, sin pertenecer tan siquiera al reggimento –conjunto de familias en los que
el padre, abuelo o bisabuelo hubiese desempeñado un cargo importante en el gobierno-.
No obstante, la habilidad de Maquiavelo en la esfera política quedó rápidamente al descubierto, de
manera que muy pronto le fueron encargadas tareas de gran relevancia, siendo la primera de éstas la
sujeción de la recién rebelada provincia de Pisa; para tal efecto, el joven secretario tuvo a bien contratar a
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un par de feroces condottieri que respondían a los nombres de Paolo y Vitellozzo Vitelli, quienes a final
de cuentas resultaron ser un par de sendos traidores.
Aprendiendo de sus errores Maquiavelo optó entonces, para cumplir su tarea, por favorecer una
alianza con el rey galo Luis XII, quien a su vez también dio la espalda a los florentinos, hecho que se
revirtió gracias a la astuta intervención que el secretario realizó ante los franceses, convenciéndolos de que
tanto Francia como Florencia se veían igualmente amenazados por los temibles Borgia, particularmente
por César –hijo del papa Alejandro VI-, a quien transformó en un enemigo común.
Así, poco después a Nicolás le llegó la encomienda gracias a la cual aprendería el verdadero juego
de la política renacentista, siendo entonces designado como embajador ante el mismísimo César Borgia, a
quien pudo ver en acción a la hora de planear, intrigar, traicionar, mentir, engañar, decidir y ajusticiar por
igual, sin un solo titubeo.
Posteriormente, acudió ante el papa Julio II para solicitar su ayuda en el problema pisano; sin
embargo el pontífice hallábase entonces demasiado ocupado masacrando la ciudad de Bolonia, por lo que
en 1507 los florentinos decidieron ocuparse del trabajo ellos mismos, encargándose al propio Maquiavelo
de la conformación de la milicia, empleando para tal fin a campesinos de la región a quienes dio un buen
entrenamiento para defender a la República, lográndose finalmente la rendición de Pisa en 1509.
Pero la fortuna quiso darle un cruento revés al inteligente secretario, ya que Julio II, enemigo de
Francia, formó la Liga Santa con el español Fernando de Aragón, el inglés Enrique VIII y el austriaco
Maximiliano I de Habsburgo, cuyo poderoso ejército eliminó fácilmente a los florentinos.
Tras esta derrota, Maquiavelo –después de 14 años en su puesto- fue arrestado erróneamente –
por falsas acusaciones de haber participado en una conspiración, hechas por envidiosos “colegas” y
“amigos”- como partidario de los Médicis, siendo cruelmente torturado y perdonado sólo gracias a la
amnistía concedida por el nombramiento como papa –León X- del cardenal Giovanni de Médicis.
Así, Nicolás se vio obligado a retirarse de la vida pública, yéndose con su familia –se había casado
en 1501 con Marietta Corsini, una temible mujer con quien tuvo a sus 4 hijos: Guido, Lodovico,
Bartolomea y Bernardo- a Albergaccio en Sant’Andrea in Percussina, una pequeña villa de la cual iba y
venía con frecuencia para poder visitar en Florencia a su amante, conocida como la Rizia con quien había
sostenido una relación durante diez años.
Se dedicó entonces a escribir, siendo sus obras más destacadas “Discursos sobre la primera
década de Tito Livio” (1512-1517), “El Príncipe” (1513) –dedicado a Lorenzo de Médicis, quien ni siquiera
lo leyó-, “La Mandrágora” (1518)–comedia que le valió la dirección del Studio Florentino- y “La Historia de
Florencia” (1520-1525), encargada por Giuliano de Médicis, muriendo finalmente el 21 de junio de 1527 a
causa de una indeterminada enfermedad que le ocasionaba terribles dolores de cabeza y estómago.
Cínico, brillante y audaz, el padre de la ciencia política moderna, Nicolás Maquiavelo ha sido
admirado y cuestionado en igual medida e intensidad a lo largo de los años; prohibido en algún momento
por la Iglesia Católica por su arriesgada propuesta sobre la separación de la Iglesia y el Estado, habiendo
sido sus ideas aplicadas y tergiversadas, sirviendo como ayuda en las democracias o de alimento a
megalómanas fantasías como las de Napoleón o Hitler, lo cierto es que el cinismo de Il Machi pudo bien
ser descrito por el autor Oscar Wilde, quien definió esa característica como la capacidad de “ver las cosas
como realmente son y no como se quiere que sean”.

FUENTES:
“Maquiavelo y la historia de Roma: Un modelo para Florencia”. Aut. Ferran Sánchez. Historia National
Geographic. No. 56. España, octubre 2008.
“Maquiavelo: El arte de la política”. Aut. Ferran Sánchez. Historia National Geographic. No. 28. España,
junio 2006.
“Maquiavelo: Perfil humano de un pensador”. Aut. Rafael Blade. Historia y Vida. No. 408. España,
noviembre 2002.
“Maquiavelo: El Inventor de la Política Moderna”. Aut. Iván Giménez Chueca. Clío. No. 100. España,
febrero 2010.

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Capitanes de tropas mercenarias.

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