Вы находитесь на странице: 1из 4

EL ABORTO Y EL CONCEPTO DE PERSONA

Margarita Valdés

(Texto tomado de: Valdés, Margarita, “El problema del aborto. Tres enfoques”, en Vázquez,
Rodolfo (comp.), Bioética y Derecho. Fundamentos y problemas actuales, México, ITAM-
CFE, 1999.)
¿Es el feto una persona?
¿Tiene el feto un valor moral intrínseco que nos imponga la exigencia de
proteger su vida?

La noción de persona es una noción con tintes valorativos: las personas son un
tipo especial de entidades valiosas que tienen derechos inalienables y que nos
imponen exigencias morales específicas.

La noción biológica de persona

En el debate sobre la moralidad del aborto se han utilizado distintas nociones de


persona. Hay quienes apelan a una noción biológica de acuerdo con la cual el
hecho de estar vivo y tener el ADN propio de la especie humana es suficiente
para ser una persona. Un óvulo humano fecundado sería, en este sentido, una
persona.

Habría que tomar en cuenta, sin embargo, que todas nuestras células vivas
tienen el ADN humano. Quienes asumen esta postura tienen que añadir a su
noción biológica de persona que además de ser un organismo vivo con el ADN
humano, haya iniciado un proceso de reproducción biológica determinado por su
material genético único, de modo que no cualquier célula viva sería una persona,
pero un óvulo fecundado sí lo sería.

Aún así, el salto argumentativo de quienes afirman que el cigoto (término que
define al huevo fecundado que aún no se implanta en la matriz) es una persona
por el hecho de tener un código genético es injustificado porque tenemos
intuiciones morales sumamente diferentes frente a un óvulo fecundado de las
que tenemos frente a una persona humana hecha y derecha: al primero no lo
vemos como algo que podamos lastimar (ya que carece de toda sensibilidad), ni
como algo cuyos deseos, intereses personales o planes de vida podamos
contrariar (pues simplemente no tiene ninguno), ni como algo con lo que nos
podamos relacionar afectivamente a la manera como lo hacemos con un
semejante. Esto es, los óvulos fecundados son diferentes de las personas
nacidas precisamente en aspectos que importan para la moralidad.

Hay quienes van más allá y defienden el concepto de persona del feto a partir no
de las propiedades biológicas del cigoto, sino de sus “propiedades potenciales”,
aquello que el cigoto podría llegar a ser.

La noción de persona potencial

Un óvulo humano fecundado –se dice- tiene el material genético necesario para
convertirse, si nadie interfiere en su desarrollo, en una persona humana.

En este contexto, sin embargo, cabe señalar que es un hecho que hay óvulos
fecundados que sin que nadie “interfiera en su desarrollo” se abortan
espontáneamente y no se convierten en nada. De modo que tiene que apelarse
a una noción más espesa de persona si ha de argumentarse que, por ser el feto
una persona, el aborto intencional es un acto intrínsecamente malo.

La noción metafísica de persona

Habría que preguntarse qué es lo distintivo de nuestro concepto de persona,


cuáles son los rasgos que hacen a las personas diferentes de cualquier otro tipo
Aborto y conflicto de derechos

En la tradición católica se ha apelado con frecuencia a los derechos del feto desde el
momento de la concepción para fundar una prohibición moral absoluta del aborto.
Dentro de esta perspectiva, se presupone de entrada que el feto es una persona,
como la mujer, con pleno derecho a la vida; luego se esgrime ese derecho inalienable
del feto para considerar el aborto como una especie de homicidio, como un atropello al
derecho del feto a la vida y, por tanto, como algo absolutamente reprobable.

Quienes defienden en términos de derechos que el aborto es moralmente aceptable


apelan por lo general al derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. La mujer
es dueña de su cuerpo y tiene entero dominio sobre él; sólo ella tiene derecho de
decidir lo que sucede en su cuerpo y a su cuerpo.

Un embarazo no deseado puede verse, entonces, como un caso en el que entran en


conflicto dos derechos: el derecho de la mujer a decidir sobre lo que sucede en su
cuerpo y el supuesto derecho del feto a la supervivencia. La pregunta que se plantea
es la siguiente: ¿el derecho que el feto tiene a la vida le otorga el derecho especial de
ocupar el cuerpo de la mujer para mantenerse vivo?

Aún si se concede que el feto es una persona con derecho a vivir, de allí no se sigue
que dicho derecho le dé derecho a disponer del cuerpo de la mujer. Tener derecho a la
vida quiere decir tener derecho a recibir, por lo menos, lo mínimo para continuar
viviendo; sin embargo, eso que una persona necesita para seguir viviendo puede ser
algo a lo que no tiene derecho. El hecho de que el feto tenga derecho a la vida no le
da derecho por sí mismo a usar el cuerpo de la mujer para su supervivencia y, si esto
es así, entonces, sacarlo del útero materno no será cometer un acto injusto con él,
menos aún un acto criminal.

Los opositores al aborto tendrían que mostrar que el feto tiene, al menos en ciertas
circunstancias, además del derecho a la vida, un derecho especial a que la mujer que
lo aloja en su útero proteja su vida, que ella tiene una responsabilidad moral especial
de conservar la vida del feto. Algunos podrían alegar que, en el caso en que la mujer
se embarazara voluntariamente, el feto adquiriría ese nuevo derecho y la mujer una
nueva responsabilidad. De ser así, el aborto sería moralmente aceptable sólo en los
casos en que el embarazo fue involuntario o accidental, en caso de violación, en el
caso de una mujer sin información, cuando falla el método anticonceptivo o el método
natural.

Sin embargo, es sumamente dudoso que el consentimiento a tener relaciones


sexuales con el riesgo de embarazarse confiera algún derecho especial al posible feto
resultante. La mujer que queda embarazada en semejante situación podrá ser
responsable de que haya un feto en su útero, pero de allí no se sigue directamente, sin
más argumentación, que tenga la responsabilidad absoluta de alojar al feto en su
útero. En segundo lugar, la moralidad del acto de abortar dependería sólo de ciertos
estados mentales de la mujer al momento del coito y parece extravagante sostener
que la existencia de un derecho especial de un tercero dependa de que ella tenga en
esos momentos ciertas creencias o deseos.

Sin embargo hay dificultades insuperables para defender esta postura, ya que
dependen de aceptar el supuesto de que el feto es una persona desde el momento de
la concepción

Вам также может понравиться