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B) Doctrina monista
El Derecho internacional y el derecho interno son un solo sistema: hay una unidad
en el ordenamiento jurídico. Las escuelas más representativas son la escuela
normativista (Kelsen) y la escuela sociológica (Scelle).
Para Kelsen, las normas jurídicas encuentran su fundamento en una norma superior.
Las normas se escalonan y la validez de cada norma depende de su conformidad con
la norma de rango superior. En la cúspide de la pirámide kelnesiana se encuentra «la
norma fundamental» que asegura la unidad y coherencia del ordenamiento jurídico.
El problema reside en saber si la norma fundamental es la norma internacional o la
norma interna.
En los primeros estudios, Kelsen la situaba en el orden interno, pero a partir de 1934
defendió que la norma fundamental reside en el DI. Sostiene que el derecho interno
es un orden derivado respecto del DI. Es el orden internacional el que reconoce poder
a los sujetos estatales para crear normas jurídicas, por lo que la juridicidad y
obligatoriedad del derecho interno depende de su conformidad con la norma
fundamental.
El monismo es una posición coherente y tiene mejor técnica jurídica: el Estado no
puede desconocer internamente las normas que ha generado externamente. Es la
tradicional posición de España, reafirmando el principio constitucional de
congruencia.
1. IDEAS GENERALES
En la vida de relación internacional los Estados admiten que otros Estados extranjeros
mantengan relaciones jurídicas de muy diverso tipo en el ámbito de su propia
soberanía. Así, los Estados extranjeros realizan en otros Estados funciones de
carácter administrativo, judicial o notarial a través de sus representantes
diplomáticos y funcionarios consulares, pero también los Estados extranjeros pueden
comprar o alquilar inmuebles, contratar servicios, emitir empréstitos, recibir
herencias o legados, etc. Como consecuencia de estas actividades pueden surgir
litigios en los que los Estados pueden acudir a los tribunales de otro Estado como
demandantes o demandados y, finalmente, ganar o perder pleitos. Sin embargo,
como tanto el Estado extranjero como el Estado territorial (es decir, aquel ante cuyos
tribunales se juzga a otro Estado) son dos entes dotados de independencia y de
soberanía, se produce una situación en la que se enfrentan una entidad soberana,
que es el Estado territorial, con otra entidad que también goza de soberanía, que es
el Estado extranjero. El principio de la soberanía territorial y de la independencia
protege el interés del Estado territorial de legislar, juzgar y decidir las relaciones que
se desarrollan en el ámbito de su competencia. Por otro lado, el principio de la
soberanía e igualdad del Estado extranjero protege el interés de dicho Estado de que,
en todo caso, o al menos en determinados supuestos, no deba someterse a los
órganos judiciales y administrativos del Estado territorial. Para armonizar estos
intereses contrapuestos se ha desarrollado en el ordenamiento jurídico internacional
el principio conocido con el nombre de inmunidad del Estado o inmunidad
soberana, en virtud del cual los Estados, en determinadas circunstancias, no
están sometidos a los tribunales u órganos administrativos de otro Estado.
La inmunidad significa la falta de poder, o la necesidad de no ejercerlo o
suspenderlo, en determinados casos. La inmunidad es un derecho que tiene
alguien (persona o Estado) frente a otro (autoridad o Estado) que «no
puede» ejercer su poder. En el orden internacional y en relación con los Estados
extranjeros, la inmunidad presenta dos modalidades:
La inmunidad de jurisdicción, en virtud de la cual el Estado extranjero no puede
ser demandado ni sometido a juicio ante los tribunales de otros Estados.
La inmunidad de ejecución, en virtud de la cual el Estado extranjero y sus
bienes no pueden ser objeto de medidas coercitivas o de aplicación de las
decisiones judiciales y administrativas por los órganos del Estado territorial.
La inmunidad del Estado no es absoluta, dado que, como todo derecho, puede ser
objeto de renuncia y tiene límites según la naturaleza del asunto:
Los Estados extranjeros están obligados a observar las leyes del Estado en el
que desarrollan sus actividades. La inmunidad existe únicamente respecto
a la jurisdicción de los órganos judiciales y administrativos del Estado
territorial.
Los Estados extranjeros están obligados a observar sus obligaciones
internacionales y, en el orden jurídico internacional, no gozan de ninguna
inmunidad.
Por tanto, la inmunidad de jurisdicción del Estado se refiere sólo a los
procedimientos judiciales ante los tribunales de otros países y no afecta, en
absoluto, a la responsabilidad internacional del Estado en el caso de incumplimiento
de sus obligaciones conforme al Derecho internacional y a las controversias en que
los Estados sean parte ante tribunales internacionales.
Normativa: En el ámbito regional existe la Convención europea sobre la inmunidad
de los Estados, hecha en Basilea, el 16 de mayo de 1972.
A) Concepto
La nacionalidad se considera como un vínculo que liga a un individuo con una
determinada organización política estatal, determinando la pertenencia jurídica de
una persona a la población de un Estado. Existen, pues, dos partes en el vínculo: de
un lado, la organización política estatal y, de otro, la persona física o la jurídica.
Al tratarse de un vínculo entre una persona y un Estado, resulta evidente que las
organizaciones internacionales no tienen nacionales. Ello no impide, sin embargo,
que en el marco de ciertos ámbitos de integración especialísimos, puedan aparecer
formas nuevas que se asemejan al vínculo al que nos referimos (caso de la
«ciudadanía europea», nacida en el ámbito de la Unión Europea).
B) La determinación del régimen jurídico de la nacionalidad corresponde al Derecho
interno
En el estado actual de desarrollo del DI, corresponde a cada Estado determinar por
medio de su Derecho interno quiénes son sus nacionales.
En conclusión, salvo limitaciones, el DI deja al derecho interno de cada Estado la
reglamentación de la adquisición y pérdida de su nacionalidad. El estudio de la
legislación española es objeto de tratamiento dentro del Derecho Civil y del DI
Privado.
Por tanto, siendo la regulación de la nacionalidad una competencia exclusiva del
Estado, al DI le corresponde exclusivamente precisar los límites de esa competencia.
Sobre la base del DI General, sólo una limitación es clara: los Estados deben
abstenerse de determinar quiénes son nacionales de terceros Estados, pues hacerlo
sería contrario al principio de competencia exclusiva de los mismos en la materia.
A) Concepto de extranjero
Para determinar quiénes son extranjeros para un Estado existen dos criterios:
Criterio de exclusión. Se consideran en principio como extranjeros a todos
los no nacionales. Es un criterio válido, aunque se incluya entre los no
nacionales al apátrida o persona sin nacionalidad, ya que tampoco es nacional.
Criterio restrictivo. Se consideran extranjeros a las personas físicas o
jurídicas que no son consideradas como nacionales por el país en que están
domiciliadas o en el que son transeúntes, o, en el caso de las personas jurídicas,
en cuyo territorio operan, pero son consideradas como nacionales suyos por un
tercer Estado o por varios, en el caso de nacionalidad múltiple (por ejemplo, la
llamada «doble nacionalidad» no convencional). En este supuesto no serían
considerados como extranjeros los apátridas, ya que no son nacionales de un
tercer Estado.
Los extranjeros se ven protegidos por un conjunto de normas que protegen sus
derechos e intereses en el Estado en el que se encuentran. Si el criterio de ciudadano
extranjero que se utiliza es restrictivo, las personas que quedan fuera del mismo no
se verán protegidas por ese conjunto normativo.
2. EL ASILO TERRITORIAL
A) Cuestiones generales
El asilo diplomático es la protección que un Estado puede garantizar, gracias a la
inviolabilidad de los lugares diplomáticos, a las personas perseguidas que se refugian
en ellos, negándose a entregarlos a las autoridades locales o a autorizarlas que se
introduzcan para detenerlos. No debe confundirse con el asilo político o territorial,
que es la acogida dispensada por un Estado en el territorio de su soberanía a los
extranjeros que buscan refugio en él.
El derecho de asilo diplomático es una institución típica de los países latinoamericanos
donde ha tenido un cierto desarrollo en la práctica y en el Derecho Convencional.
Entre la normativa elaborada destacamos la Convención de Caracas de 1954 sobre
Asilo Diplomático, por considerarla la más perfecta.
B) El proceso codificador
El proceso codificador de los derechos humanos se inicia materialmente en 1946, al
crear el Consejo Económico y Social (ECOSOC) la Comisión de Derechos Humanos
y encomendarle la formulación de proposiciones, recomendaciones e informes relativos
a derechos y libertades del hombre. Fruto de este mandato fue la adopción en 1948 de
la Declaración Universal de Derechos humanos (DUDH), que constituye la primera
piedra de la Carta Internacional de Derechos Humanos (CIDH) en la que se define
el régimen general de derechos humanos de la ONU.
C) Órganos competentes
De forma paralela al desarrollo del proceso codificador, la ONU ha ido definiendo una
estructura orgánica encargada de desarrollar su Programa de Derechos Humanos. Se
trata de una estructura compleja en la que han de diferenciarse dos categorías de
órganos, a saber: los órganos creados en virtud de la Carta de las Naciones Unidas o
de resoluciones que la desarrollan y los órganos creados en virtud de los tratados
internacionales sobre derechos humanos auspiciados por la Organización.
Órganos principales
Otros órganos
b) Órganos convencionales
La principal manifestación de los órganos de base convencional es el Comité de
Derechos Humanos creado por el Pacto de Derechos Civiles y Políticos. Junto a este
Comité, hasta la fecha se han constituido igualmente los siguientes:
El Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer.
El Comité contra la Tortura.
El Comité de los Derechos del Niño.
El Comité para la protección de todos los Trabajadores Migrantes y de sus
Familias.
El Comité sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Aunque cada uno de estos Comités tienen una composición y unas competencias
propias que los diferencian entre sí, todos ellos responden a unas características
comunes.
a) Mecanismos convencionales
Los mecanismos convencionales se han establecido sobre la base de tratados
internacionales ad hoc [solución específicamente elaborada para un problema o fin
preciso] y, por consiguiente, no obligan más que a aquellos Estados que
voluntariamente hayan prestado el consentimiento respecto de cada tratado en
concreto. Aunque el modelo típico lo constituyen los sistemas de control previstos en
los dos Pactos Internacionales de Derechos Humanos y en el Protocolo Facultativo
Primero al Pacto de Derechos Civiles y Políticos, existen tantos sistemas de control
como instrumentos convencionales y en cada uno de ellos la fiscalización es ejercida
por el Comité correspondiente a que nos hemos referido.
Procedimiento
No se establece un plazo determinado para la presentación de la denuncia. Tras la
recepción de la comunicación el Comité ha de dar traslado de la misma al Estado
interesado, que podrá formular las observaciones y objeciones que estime pertinentes.
Tales informaciones, así como las que le proporcione por escrito el individuo,
constituyen la base del procedimiento que posteriormente se desarrolla ante el Comité,
que tiene lugar siempre en forma confidencial.
El Reglamento del Comité le autoriza a solicitar al Estado denunciado que adopte
medidas provisionales para evitar un daño irreparable a la víctima de la violación
alegada. Estas medidas de naturaleza cautelar, que no prejuzgan el pronunciamiento
final sobre el fondo del asunto, han sido utilizadas en escasas ocasiones.
El examen del asunto finaliza con una decisión del Comité en la que se pronuncia sobre
la violación denunciada, pudiendo igualmente formular sus observaciones al Estado
interesado y al particular.
A pesar del carácter confidencial del procedimiento, el Comité ha de incluir en su
informe anual a la Asamblea General un resumen de sus decisiones sobre casos
individuales. Igualmente, a pesar de no estar previsto en el Protocolo, el Comité hace
públicas todas sus decisiones en las que se pronuncia sobre el fondo. En la misma línea,
el Comité decidió en su 39º período de sesiones (1990) que los Estados que hayan
ratificado el Protocolo Facultativo, deberán incluir en los informes periódicos a que antes
se ha hecho referencia una sección sobre la forma en que han dado cumplimiento a las
decisiones del Comité que les afecten.
El sistema de las denuncias individuales, denominadas eufemísticamente
«comunicaciones», es el mecanismo de control más perfeccionado de los establecidos
en relación con el Pacto de Derechos Civiles y Políticos y el que otorga un mayor grado
de protección al particular.
b) Mecanismos extraconvencionales
Frente a los procedimientos convencionales, basados en un tratado ad hoc y en el
consentimiento expreso de los Estados, los procedimientos extraconvencionales se
basan en los poderes generales que la Carta de las Naciones Unidas atribuye a la
Organización en materia de derechos humanos. Su fundamento normativo no es otro
que la Carta y las resoluciones que la desarrollan y son el resultado directo de la
evolución de la práctica de la ONU en esta materia, en particular de su Comisión de
Derechos Humanos, ya que es en este órgano donde se desarrollaron los mecanismos
de control extraconvencionales a partir de 1967. Ello introduce un cambio sustantivo
respecto de los mecanismos convencionales, ya que el órgano básico de control es un
órgano intergubernamental, político, y no un órgano técnico como lo son los Comités
estudiados.
Dentro de este grupo debemos diferenciar tres tipos de procedimiento:
1. Procedimiento de denuncia
El procedimiento de denuncia constituye una forma de tratamiento de las
comunicaciones sobre violaciones de derechos humanos que se inicia en 1971 y tiene
como finalidad abordar cuadros persistentes de violaciones manifiestas y
fehacientemente probadas de todos los derechos humanos y de todas las libertades
fundamentales que se produzcan en cualquier parte del mundo y en cualquier
circunstancia.
Conforme a la nueva reglamentación introducida por la Res. 5/1 del Consejo de
Derechos Humanos, las comunicaciones pueden ser presentadas por cualquier persona
o grupo que se considere víctima de una violación de derechos humanos, o por
cualquier persona o grupo, incluidas las ONG, que aún no siendo víctimas, sostengan
que tienen un conocimiento directo de la violación o que, aún habiéndolo tenido de
segunda mano, tienen pruebas suficientes.
El procedimiento de denuncia se caracteriza por su confidencialidad, que afecta tanto a
las comunicaciones presentadas como a los debates de los órganos competentes y a
las decisiones adoptadas por el Consejo, no siendo de conocimiento público más que el
nombre de los Estados que son estudiados en el marco de este procedimiento. Ello se
ha traducido en la práctica en una deformación de este procedimiento, que ha sido
utilizado frecuentemente por los Estados con la simple finalidad de eludir un
procedimiento público que, como tal, es necesariamente más eficaz. Esta circunstancia,
unida a su falta de eficacia protectora para el particular, tuvo como consecuencia
inmediata una pérdida de interés por este mecanismo, tanto por parte de los usuarios
del sistema como por parte de la propia Comisión que desplazó su práctica
progresivamente hacia los procedimientos públicos especiales.
2. Procedimientos especiales
Estos procedimientos se caracterizan esencialmente por ser públicos y por que pueden
establecerse y desarrollarse sin necesidad del consentimiento del Estado interesado. A
pesar de que los procedimientos públicos especiales presentan, por su propia
naturaleza y origen, algunas diferencias de un supuesto a otro, el análisis de la práctica
de la Comisión permite identificar una serie de rasgos comunes a todos ellos:
Dichos procedimientos tan sólo pueden establecerse cuando existan indicios de
la existencia de una situación global de violación de derechos humanos. Dicha
situación puede definirse en un territorio determinado o bien a escala mundial
respecto de un tipo de derecho o bajo una forma de violación. Por consiguiente,
el objeto del control es la situación y no los supuestos individualizados de
violación, por lo que no cabe dar respuesta a denuncias concretas, con la única
excepción del procedimiento sobre detenciones arbitrarias y de las acciones
urgentes.
El control se realiza sobre la base de una investigación ad hoc realizada por un
órgano que se crea al efecto y que han recibido diversas denominaciones. La
principal característica de estos órganos es que actúan a títulos de expertos. Estos
órganos tienen como principal función la determinación y evaluación de los
hechos que definen una situación, a partir de toda la información a su disposición,
incluida la obtenida en las eventuales visitas al territorio investigado. Este grupo
de expertos debe elaborar un informe sobre la situación investigada en el que se
formulan las oportunas conclusiones y recomendaciones dirigidas al Consejo de
Derechos Humanos, que es el órgano encargado de realizar la actividad de control
en sentido estricto.
La eficacia del sistema radica en la presión que puede ejercerse, en forma individual o
colectiva, sobre el Estado investigado. Ello atribuye un papel central a la publicidad,
que se extiende tanto a los informes como a los debates y a las resoluciones adoptadas
por la Comisión. Dicha publicidad, que posibilita la presión internacional ulterior, se
convierte de esta forma en la garantía irrenunciable del sistema.
A) Introducción
El continente europeo ha sido, desde los inicios, uno de los principales actores del
proceso de internacionalización de los derechos humanos. No es de extrañar, por
consiguiente, que haya sido en su seno donde se institucionalice el primer sistema de
protección, a partir de la adopción por el Consejo de Europa del Convenio Europeo para
la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, tras una
evolución que se inicia antes incluso de la constitución del propio Consejo de Europa.
Surge de este modo un mecanismo protector que se ha convertido en paradigma de los
establecidos con posterioridad, tanto en Europa como en otros ámbitos regionales,
especialmente el interamericano, y que es conocido habitualmente como «sistema
europeo de derechos humanos».
Sin embargo, el citado mecanismo no es en la actualidad el único aplicable en el ámbito
europeo. Por el contrario, la gran importancia atribuida a la protección y garantía de los
derechos humanos en el continente se ha traducido en el establecimiento de sendos
mecanismos vinculados con organismos regionales europeos distintos del Consejo de
Europa. A este respecto, es preciso mencionar el sistema de protección pretoriana que
se ha articulado en el seno del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y la conexión
Unión Europea-derechos humanos; el mecanismo de seguimiento y control establecido
en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (O.S.C.E.) y la
Convención de Minsk adoptada el 26 de mayo de 1995 por los países integrados en la
Comunidad de Estados Independientes (CEI). Aunque ninguno de estos nuevos
mecanismos puede restar protagonismo al sistema arbitrado en el Consejo de Europa,
su concurrencia con el mismo viene a ampliar la cobertura de la protección de los
derechos humanos de que goza el hombre europeo, entendido ahora en su sentido más
amplio que abarca ya a la totalidad de Europa.
No obstante, el mayor grado de desarrollo y perfeccionamiento se produce en el marco
de los mecanismos establecidos en el seno del Consejo de Europa y en el ámbito de la
Unión Europea.
a) Consideraciones generales
La propia creación del Consejo de Europa se encuentra en íntima relación con la
protección de un conjunto de valores entre los que ocupa un lugar central la democracia
y la garantía de los derechos humanos. El Consejo de Europa ha desarrollado una
importante función codificadora y de protección, pudiendose afirmar que la defensa de
los derechos humanos constituye en la actualidad una de las actividades centrales de
esta Organización.
b) El proceso codificador
A) Composición
El TIJ está compuesto de quince jueces, que forman un cuerpo de magistrados
independientes, elegidos «entre personas que gocen de alta consideración moral y que
reúnan las condiciones requeridas para el ejercicio de las más altas funciones judiciales
en sus respectivos países o que sean jurisconsultos de reconocida competencia en
materia de Derecho Internacional» (art. 2 del Estatuto). A estos dos colectivos se ha
añadido una tercera categoría no prevista en el Estatuto: la de jueces provenientes del
mundo diplomático y el funcionariado internacional.
B) Lista de candidatos
La lista de candidatos a jueces se forma a base de propuestas hechas por los grupos
nacionales del Tribunal Permanente de Arbitraje. A falta de grupo nacional por no estar
representados los Estados Miembros de las N.U. en el Tribunal Permanente de Arbitraje,
los candidatos serán propuestos por grupos nacionales que designen a este efecto sus
Gobiernos respectivos. Con las personas designadas, el Secretario General de las N.U.
preparará una lista por orden alfabético que presentará a la Asamblea General y al
Consejo de Seguridad.
E) Abstención de un juez
Los jueces del TIJ deben abstenerse de participar en las decisiones de asuntos en el
que hayan intervenido anteriormente como agentes, consejeros o abogados de
cualquiera de las partes, o como miembros de un tribunal nacional o internacional o de
una comisión investigadora, o en cualquier otra calidad.
Por otra parte, el art. 24 del Estatuto prevé que, en atención de razones especiales, un
juez pueda no participar en un asunto motu proprio [por propia iniciativa] o por
indicación del Presidente. El Estatuto no aclara cuales podrían ser esas «razones
especiales» pero la práctica de la Corte nos ha facilitado supuestos como el de los
vínculos familiares o el de la participación en la jurisprudencia de un tribunal
internacional cuyas decisiones pueden ser revisadas por la Corte.
F) Juez ad hoc
En el TIJ existe la figura del juez ad hoc que está prevista para los casos en que no
haya ningún juez en el Tribunal que tenga la nacionalidad de los Estados litigantes. En
este caso está prevista la posibilidad de designar un magistrado por el Estado o Estados
que no tienen juez de entre sus nacionales en el Tribunal mientras dure el
procedimiento, con las mismas prerrogativas y funciones que tienen el resto de los
jueces del Tribunal.
G) El Presidente
El Presidente se elige por tres años y representa al Tribunal. Dirige los trabajos, los
servicios, los debates y las vistas. El Presidente tiene la obligación de residir en la sede
del Tribunal y tiene voto de calidad en los empates. Será sustituido en las ausencias o
en los casos de imposibilidad de actuar por el Vicepresidente, también nombrado por
un período de tres años.
H) La Secretaría
La Secretaría del Tribunal está compuesta por un Secretario y un Secretario Adjunto y
los funcionarios. El Secretario y el Adjunto son elegidos por el Tribunal para un período
de siete años y son reelegibles. Las importantes funciones del Secretario están
ampliamente recogidas en el art. 26 del Reglamento del Tribunal.
B) El procedimiento contencioso
El procedimiento contencioso se ha visto aquejado en los últimos años por una serie de
problemas. A pesar de que todavía son minoritarias las controversias internacionales
confiadas al arreglo judicial, el T.I.J. ha ido incrementando progresivamente su volumen
de trabajo, llegando a convertirse éste en uno de los problemas más graves con que se
enfrenta, debido a varias razones interconectadas, entre las que pueden destacarse la
ausencia de celeridad en la tramitación y la escasez de los medios materiales y
personales, cuestión esta última que parece estar en vías de solución.
Expondremos las fases del procedimiento contencioso en orden cronológico, salvo en
lo relativo a los procedimientos incidentales y otras cuestiones específicas.
a) La iniciación o incoacción
El procedimiento en vía contenciosa se incoa siguiendo dos vías que se diferencian
esencialmente por el modo como el asunto es llevado al Tribunal:
1. El asunto se lleva por las partes mediante notificación del compromiso, el cual
constituye un acuerdo previo y formal entre Estados para someter una cuestión
concreta al Tribunal en unas determinadas condiciones.
2. De acuerdo con la segunda vía, el asunto se lleva por alguna de las partes
mediante solicitud escrita —demanda— dirigida al secretario, la cual implica que
ha aceptado previamente y de modo general la competencia del Tribunal al haber
aceptado en tiempo y forma la llamada cláusula facultativa según el ya citado art.
36 del Estatuto.
Las dos vías citadas apenas se diferencian en su forma externa. Por ejemplo, en ambos
casos se indicarán el objeto de la controversia y las partes (art. 40.1 del Estatuto).
Las demandas deberán identificar a las partes, la controversia, y establecer la
competencia del Tribunal.
Para introducir un asunto por vía de compromiso, sólo se requiere según el art. 39 del
Reglamento «la notificación del compromiso» (en el que lógicamente figuraran las
partes en el mismo, que deberán coincidir con las partes en la controversia o asunto
que se someta a la decisión del Tribunal). De la aceptación del compromiso se deduce
la aceptación de la competencia del Tribunal. La notificación al Tribunal debe ir «siempre
acompañada del original o de copia certificada» del compromiso, e indicará además el
objeto preciso de la diferencia y las partes, si ello no se deduce claramente del
compromiso.
La representación de las partes ante el Tribunal deberá estar acreditada desde el inicio
del procedimiento. Según el art. 42 del Estatuto, «las partes estarán representadas por
sus agentes», de nombramiento obligatorio y necesario desde el principio del
procedimiento, pues es el vehículo a través del cual el Tribunal se comunica con la parte
y ésta se encuentra representada ante el propio Tribunal. Las partes también pueden
tener «consejeros o abogados»; aunque la redacción sugiere que la existencia de éstos
es voluntaria, en la práctica, dada la complejidad de los asuntos, suelen ser nombrados
desde la presentación de la demanda.
La fecha de incoación del procedimiento sirve para empezar a contar los plazos y para
verificar si existe la competencia del Tribunal. Acto seguido el secretario del Tribunal
«transmitirá copia de la demanda o notificación del compromiso» al Secretario General
de las N.U., a los miembros de la O.N.U. y a los demás Estados con derecho a
comparecer ante el Tribunal (arts. 40 del Estatuto y 42 del Reglamento).
El efecto de la incoación es exclusivamente el de que a partir de ese momento el asunto
está ante la Corte, sin perjuicio de que la Corte pueda ser incompetente o la demanda
inadmisible, cuestiones éstas que, si se plantean, se determinarán más tarde bien en
un procedimiento incidental sobre excepciones preliminares o bien juntamente con el
fondo.
b) La fase escrita
Tras los trámites iniciales reseñados, el Tribunal —y, si no está reunido, su presidente—
organiza el procedimiento, es decir, «la forma y términos a que cada parte debe ajustar
sus alegatos» (art. 48 del Estatuto). Estos se presentarán en dos fases: escrita y oral:
La fase escrita se fija por el Tribunal mediante providencias que especifican el número
de escritos, su orden de presentación y los plazos, prorrogables por el Tribunal a
petición de la parte interesada.
Si el procedimiento fue incoado por demanda, los alegatos escritos consistirán, por su
orden, en una memoria del demandante y una contramemoria del demandado. El
Tribunal puede autorizar o prescribir la presentación de una réplica por el demandante
y una duplica por el demandado si las partes están de acuerdo o si el propio Tribunal
decide, de oficio o a instancia de parte, que estos escritos son necesarios (art. 45 del
Reglamento).
Si el procedimiento fue incoado por compromiso, el número y el orden de presentación
de los escritos será el acordado en el compromiso y, caso de que éste guarde silencio
o las partes no se pongan de acuerdo, «cada una de ellas depositará una memoria y
una contramemoria en los mismos plazos. El Tribunal autorizará la presentación de una
réplica y una dúplica si lo estima necesario» (art. 46 del Reglamento).
c) La fase oral
El procedimiento oral consistirá «en la audiencia que el Tribunal otorgue a testigos,
peritos, agentes, consejeros y abogados» (art. 43.5 del Estatuto).
El Tribunal o, caso de no estar reunido, su presidente, fijarán la fecha del inicio de las
sesiones (art. 54 del Reglamento). El presidente determina si las intervenciones orales
deben hacerse antes o después de las pruebas, así como el orden de sus actuaciones
(art, 58 del Reglamento). Éstas, que serán en audiencia pública, salvo que el Tribunal
decida otra cosa o que lo pidan las dos partes (art. 59 del Reglamento), deberán ser
todo lo sucintas que permita una buena presentación de los argumentos.
Al final de la última intervención oral el agente dará lectura a las conclusiones finales
de esa parte oral (art. 60 del Reglamento).
El Tribunal o los jueces, además de oír a los testigos, peritos, etc., pueden hacer
preguntas o pedir precisiones a los agentes, consejeros y abogados de las partes. Éstos
pueden contestar oralmente o por escrito, inmediatamente o más tarde, en el plazo
fijado por el presidente (art. 61 del Reglamento); la contestación se hace generalmente
a posteriori y después de haber sido convenientemente preparada.
d) La intervención
La intervención de un tercer Estado en un procedimiento principal entre otros dos
Estados está prevista en los dos supuestos diferentes de los arts. 62 y 63 del Estatuto.
Según el art. 62 del Estatuto, «Si un Estado considerare que tiene un interés de orden
jurídico que puede ser afectado por la decisión de un litigio, podrá pedir a la Corte que
le permita intervenir». Para que el tribunal admita la petición de intervención es
necesario que el Estado interviniente tenga un «interés jurídico» y tal interés esté
directamente en conexión con el objeto de la «demanda principal».
La intervención, sobre la base del art. 63 del Estatuto, se refiere a la interpretación que
pudiera hacerse en un proceso ante el Tribunal de una convención (tratado, acuerdo,
etc.) en la que pudieran ser partes otros Estados distintos de los litigantes. En este
caso, estos otros Estados «tendrán derecho a intervenir en el proceso; pero si ejercen
ese derecho, la interpretación contenida en el fallo será obligatoria para ellos» (art.
63.2 del Estatuto). Los Estados intervinientes no son partes en el procedimiento
principal, pero pueden tener interés en beneficiarse de la interpretación que haga la
sentencia de la convención en que son partes.
Depositada la demanda o la declaración de intervención de que hablan los arts. 62 y
63 del Estatuto, el Tribunal decidirá sobre su admisión con prioridad sobre el asunto
principal (art. 84 del Reglamento). Además fijará un plazo para que el Estado
interviniente presente sus observaciones durante la fase oral del procedimiento
principal (arts. 85 y 86 del Reglamento).
D) El procedimiento consultivo
El procedimiento consultivo tiene mucho en común con el contencioso, por lo que el
Tribunal, «en el ejercicio de sus funciones consultivas, se guiara por las disposiciones
del Estatuto que rijan en materia contenciosa, en la medida en que la propia Corte las
considere aplicables» (arts. 68 del Estatuto y 102.2 del Reglamento). Por ello, fijaremos
nuestra atención exclusivamente en lo privativo del procedimiento consultivo.
El procedimiento consultivo comienza con la petición de dictamen al T.I.J., que se hace
por el Secretario General de las Naciones Unidas en nombre de un órgano de las
Naciones Unidas o por el alto funcionario de la Organización autorizada para ello, pero
no por los Estados ni por los particulares (art. 104 del Reglamento). Sobre su forma
nos dice el art. 6S.2 del Estatuto que «las cuestiones sobre las cuales se solicite opinión
consultiva [dictamen] serán expuestas a la Corte mediante solicitud escrita, en la que
se formule, en términos precisos, la cuestión respecto de la cual se haga la consulta.
Con dicha solicitud se acompañarán todos los documentos que puedan arrojar luz sobre
la cuestión».
Recibida la solicitud de dictamen, el secretario del Tribunal «la notificará a todos los
Estados que tengan derecho a comparecer ante la Corte» (art. 66.1 del Estatuto), y
«mediante comunicación especial y directa a todo Estado con derecho a comparecer
ante la Corte, y a toda Organización Internacional que a juicio de la Corte, o de su
presidente, si no estuviere reunido, puedan suministrar alguna información sobre la
cuestión» (art. 66.2).
El procedimiento consultivo finaliza con la emisión del dictamen, que es leído en
audiencia pública.
Los efectos jurídicos de los dictámenes han de ser contrastados con los de las
sentencias:
1. Respecto del T.I.J., en principio es cierto que éste no estará «ligado por sus
dictámenes», ya que éstos no constituyen jurisprudencia propiamente dicha. Sin
embargo, también es cierto que la práctica judicial desmiente esta idea: el T.I.J.
no cesa de guiarse en sus dictámenes por sus propias posiciones sentadas en
previas opiniones consultivas.
2. Respecto de la Organización peticionaria, el dictamen no produce efectos de cosa
juzgada, pues no son «decisiones jurisdiccionales normativas»; tampoco tienen,
salvo excepciones, fuerza obligatoria. Según el T.I.J., «la respuesta del Tribunal
no tiene más que carácter consultivo, como tal no puede producir efecto
obligatorio».
3. Con mayor motivo el dictamen no puede producir efecto obligatorio respecto de
los Estados, que no son, como ocurre en el procedimiento contencioso, ni partes
principales ni intervinientes. Ello no obsta a que en algunos casos el dictamen
encubra una verdadera controversia entre Estados sin voluntad de someterla al
T.I.J. A pesar de la ausencia de obligatoriedad en el dictamen, éste
indudablemente afecta a las posiciones jurídicas de los Estados con intereses en
juego.