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Educación y conocimiento científico

Uno de lo problemas conocidos y endémicos del sistema educativo nacional es el escaso


interés que los estudiantes de todos los niveles han venido mostrando por la ciencia y la
tecnología durante varias décadas, lo cual se refleja, desde luego, en los mínimos
conocimientos que llegan a tener a lo largo de su existencia sobre los temas en dichas
materias; no es una exageración decir que México es un país ajeno a la ciencia y a la
tecnología, en el que sólo una reducidísima minoría entiende su relevancia y ella,
ciertamente, no incluye ni a políticos ni a empresarios y, lo que es peor, tampoco a la
mayor parte de los educadores.

El problema, con graves consecuencias económicas y sociales para la nación en su


conjunto, al ubicarla entre los países atrasados, destinados a proporcionar mano de obra
barata y a vivir en el subdesarrollo, tiene su origen indudablemente en el sistema
educativo, conformando un círculo vicioso, cuando sus egresados ocupan puestos
decisorios, ignorando las posibilidades que el conocimiento de la ciencia y de la
tecnología significa, generando una siguiente versión del ciclo que afectará a una nueva
generación, la cual a su vez impedirá que los conocimientos lleguen a la siguiente en un
proceso interminable de ignorancia, hasta que un verdadero liderazgo se atreva a
cambiar las cosas en serio.

México destina hoy menos del 0.5 por ciento de su producto nacional a las actividades
científicas y tecnológicas, la sexta parte de lo que se invierte en países como Estados
Unidos y Japón, lo que le hace tener uno de los niveles más bajos del mundo, aun
cuando en el discurso oficial se venga hablando de supuestos incrementos, que nada
tienen que ver con la realidad, pero el problema es más grave porque si se dieran más
recursos los resultados no cambiarían gran cosa seguramente; el problema ya no es sólo
de dinero, sino de algo más.

Cuando en los libros de primaria se habla por primera vez de un barco, mostrando la
imagen de una embarcación fenicia o griega, pareciera que los barcos hubiesen
aparecido por generación espontánea, el maravilloso proceso de su invención y
evolución, al igual que sus consecuencias económicas y sociales han sido ignoradas,
como lo son la mayor parte de los procesos relevantes que ocurren en nuestro entorno y
que están relacionados con la ciencia, o con la tecnología.

Recientemente hemos hecho un pequeño estudio orientado a conocer los niveles de


conocimientos y las actitudes hacia la exploración y la investigación entre maestros de
bachillerato, los resultados obtenidos hasta hoy entre los que imparten materias de física
y matemáticas son sorprendentes y reveladores; la mayor parte de los docentes
entrevistados piensan que en el verano hace más calor porque es cuando la Tierra está
más cerca del Sol, asimismo piensan que el Sol sale por el Este y se mete por el Oeste,
ignorando que ello sólo sucede en los equinoccios y que el Sol pasa por el cenit al
mediodía, pasando por alto que en gran parte del territorio esto no sucede nunca, porque
esas regiones están al norte del trópico.

Todo parece indicarnos que además de tener conceptos muy limitados y, en no pocos
casos, erróneos, no tienen la curiosidad mínima para preguntarse si lo que ellos enseñan
es cierto o no y menos para identificar problemas relevantes para los que sería bueno
tener explicaciones; en pocas palabras, carecen de conocimientos y de vocación
científica. ¿Podrán ellos interesar a sus estudiantes por la exploración y la apropiación
del conocimiento como lo pretenden las autoridades educativas en sus discursos?

Si hoy existe una preocupación por los bajos resultados logrados por nuestros
estudiantes en las evaluaciones realizadas por la OCDE, ¿qué sucedería si las
evaluaciones y comparaciones con otros países se hicieran sobre sus profesores?

Para cualquier analista que quiera entender el sistema actual de educación media
superior, le es fácil detectar que una buena parte de los profesores de este sistema no
reúnen las condiciones mínimas paraencargarse de las asignaturas que enseñan, ni
tienen tampoco la vocación de maestros que se observa en los sistemas de educación
básica. ¿A qué se debe esta situación? ¿Cómo puede corregirse?

Me atrevo a pensar que la selección y contratación de estos maestros ha tenido graves


irregularidades y que la forma única de resolverlo es estableciendo exámenes de aptitud
con plazos perentorios y facilidades para que aquellos que tengan deficiencias salvables
y voluntad profesional puedan mantener sus puestos. Una decisión así puede tener
graves repercusiones si el número de profesores ineptos se mantuviese alto, pero
considero que es mejor enfrentar la realidad que seguir engañándonos y engañando a los
jóvenes que ingresan a las escuelas de bachillerato.

Hoy la Secretaría de Educación propone modificar las cosas para superar el problema,
sin contar con una estrategia clara para lograrlo y sin analizar qué es lo que se ha hecho
mal, para corregirlo. Entre los más altos funcionarios se piensa que es suficiente con
indicar a los maestros que deben interesar a sus estudiantes en la ciencia, para que las
cosas mejoren, sin contar con mecanismos serios de seguimiento y evaluación que
permitan conocer los avances reales. Mucho me temo que el esfuerzo terminará en un
enorme fracaso.

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