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Tamal valluno, tamal boyacense, tamal de pipian; tamales con arroz, sin arroz; tamales para
vegetarianos, para carnívoros; tamales salados, dulces, grandes, súper grandes, en bola,
El origen del tamal ha sido disputado por varios países de América, aun así no se han podido
obtener suficientes pruebas para atribuirlo a alguna cultura o país. Algunos, investigadores
hablan de antiguos ritos aztecas en el que el tamal era ofrenda principal a los dioses para buscar
buena suerte en las guerras. También, en ciertos textos, se le atribuye un origen divino, en el
que el tamal latinoamericano era el equivalente a la ambrosia para los dioses griegos. Otros,
menos religiosos, han ligado el origen del tamal a la práctica de la política en Colombia. Pero
¿cómo afecta este misterioso alimento en algo tan serio como la política de un país?
entre el partido conservador y liberal. En cuanto a su ideología los partidos no tenían ninguna
diferencia, ambos eran controlados por personas adineradas, católicos, abiertamente clasistas
y ávidos de poder, es esta última característica la que causaría el enfrentamiento entre ambas
partes, quienes utilizarían a los más pobres para conseguir sus ambiciones políticas, ya sea
mediante los votos, o mediante el asesinato del adversario político. Todo esto se dio a causa de
la falta de tamales que pudieran servir para conseguir votos; y a falta de tamal, ambos partidos
cuello a forma de corbata. Durante los años siguientes en cada elección se repetían las mismas
masacres, a veces a liberales, otras a conservadores, pero siempre a colombianos pobres, nunca
los Lleras, ni los Pastrana, ni los Ardila, pero siempre los Arenas, los Pérez, los Calvache…etc.
Después, de la Violencia vino la bonanza marimbera y poco después la cocalera y con estas otros
modos de “hacer política”, de conseguir votos. Los nuevos ricos de la droga empezaron a
patrocinar a los políticos tradicionales a cambio de protección e impunidad, se podría decir, que
los narcos les daban tamaladas de dinero a cambio de un tamal bastante picante, el de la
impunidad. Sin embargo, los traficantes cometieron un error, ya que, poco después, quisieron
lanza como segundo e lista del “doctor” Santofimio para la cámara de representantes, son
elegidos y quedará para la historia la anécdota en la que el mayor asesino de Colombia compró
una corbata en la plaza de Bolívar para que le permitieran la entrada al congreso de la república.
Está incursión en el terreno de las familias tradicionales es la perdición de Escobar, quien sería
Escobar y otros, a los votantes hay que motivarlos, así sea un día, no matarlos, los muertos no
votan, al menos en este país no siempre. Escobar había tenido una exitosa campaña gracias a
las dadivas que había repartido en los barrios más pobres de la capital antioqueña, bajo el lema
“Medellín sin tugurios”, el hasta ese ilustre paisa, repartió toneladas de comida, materiales de
plata y sobre todo, regaló tamales; 1982 es el año en que el tamal se vuelve decisivo para la
política en Colombia.
De ahí en adelante, todos los partidos utilizarían este delicioso plato típico para ganar la
confianza del electorado más humilde y hambriento. Cada cuatro años, al empezar las
elecciones, se contratan a las mejores cocineras de la región, este es el preámbulo de la fiesta,
y los al menos dos meses de gloria y abundancia para los más pobres, quienes son objeto de la
mísera adulación de la clase política. Censos hechos en la zona platanera dan cuenta de al menos
2 millones de hojas de plátano con destino a las principales ciudades del país, otros números
registran al menos 7 toneladas de masa de maíz vendida en tan sólo un mes, cuando el promedio
origen divino, cumple el propósito más bajo y profano: políticos acusados por paramilitarismo,
corrupción, nepotismo y otros flagelos son nuevamente elegidos, gracias a que una barriga llena
poco piensa en 8000 mil procesos penales. Cuenta la leyenda que el senador Roberto Gerlein
duró más de 50 años en el congreso, elegido siempre por un abudante número de votos, su
mayor logó como padre de la patria fue el haber repartido al menos unos 500 mil tamales, eso
sí, del peor tipo: el boyacense, ¡qué desgracia para el promedio de niños muertos en la Guajira
por desnutrición!
A un mes de las elecciones, llega hasta mi casa el olor de la fiesta de la democracia, huele a tamal
y aguardiente, a corrupción y hambre; sólo ruego que este año al menos al tamal no le echen
tanto picante.