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EL RITO DE LA

COMUNIÓN
CATEGORÍA: SANTA MISA

Creado: 21 Agosto 2017


1. Oración del Señor
Terminada la doxología final de la Plegaria Eucarística, inicia el rito de
la comunión, que busca preparar debidamente a los fieles para recibir
el Cuerpo y la Sangre del Señor.

El rito de la comunión inicia con la Oración del Señor. El sacerdote, con


las manos juntas, invita a todos a rezar con alguna de las fórmulas
previstas en el Misal.

Luego, junto con el pueblo, dice o canta la Oración del Señor. El


sacerdote la dice con las manos extendidas (IGMR 152). Los
concelebrantes también extienden las manos (IGMR 237).

El Misal únicamente dice que el sacerdote y los concelebrantes


extienden las manos. En ninguna parte indica que lo hagan los fieles.
Ni en ese lugar, ni al hablar de los gestos y posturas del pueblo.
Tampoco prevé que se tomen de las manos los fieles. Si una
Conferencia Episcopal considera que deben de extender las manos,
puede solicitarlo a la Santa Sede (IGMR 390). Mientras eso no se haga
ni se autorice, como no ha sido, no hay norma que establezca esa
postura de los fieles.

Luego, el celebrante principal continúa sólo con el embolismo.


Embolismo significa desarrollar la parte final. Por eso, el embolismo del
Padrenuestro desarrolla la última petición, pidiendo para toda la
comunidad de los fieles, la liberación del poder del mal. Lo dice con las
manos extendidas. Puede decirlo o cantarlo.

El embolismo lo concluye el pueblo respondiendo con una doxología:


“tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.” Lo pueden
decir o cantar.
2. Rito de la paz

A continuación, el sacerdote solo, con las manos extendidas, dice en


voz alta la oración “Señor Jesucristo, que dijiste.” Como se dirige a
Jesucristo, puede dirigir la mirada hacia la Hostia consagrada.

Al terminar, viendo hacia el pueblo anuncia la paz diciendo: “La paz del
Señor esté siempre con ustedes”. Si no celebra viendo hacia el pueblo,
debe de girarse para anunciar la paz (IGMR 154).

Luego, el diácono o el sacerdote, si no lo hay diácono añade: “Dense


(Daos) fraternalmente la paz” (IGMR 154 y 181). La invitación a darse
la paz, y el saludo de la paz, son optativos. Puede omitirlos el sacerdote
si lo considera oportuno (Ídem).

El rito de la paz no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de


los pecados, sino que más bien significa la paz, la comunión y la
caridad, antes de recibir la santísima Eucaristía (IGMR 154 e Instr.
Redemt. Sacram n. 71). No está previsto un canto que acompañe el
saludo de la paz. El canto del Cordero de Dios no acompaña la paz,
sino la fracción del pan, que se hace posteriormente.

El sacerdote puede dar la paz a los concelebrantes y a los ministros.


Primero se la da a los concelebrantes (si los hay), luego al diácono, (si
lo hay) y finalmente a los ministros (IGMR 239). Los concelebrantes
pueden darse la paz entre ellos. Al dar la paz, el sacerdote debe de
permanecer siempre dentro del presbiterio (IGMR 154).

La forma de dar la paz la determina la Conferencia Episcopal


atendiendo a la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos (IGMR 82
y 390). Puede ser un apretón de manos, un abrazo o un beso, por
ejemplo. No hay que darles la paz a todos, sino sólo a los más cercanos
(IGMR 82). Al dar la paz se puede decir “La paz del Señor esté siempre
contigo”, a lo cual se responde “Amén” (IGMR 154).

3. Fracción del pan


Cada uno de los gestos que realizó Jesús en la Última Cena tiene un
momento en la Misa. Tomó el pan, en el ofertorio; dio gracias en la
Plegaria Eucarística; lo partió, en la fracción del pan; y lo dio a sus
discípulos, en la comunión. Es, por tanto, terminado el rito de la paz en
donde el sacerdote parte el pan eucarístico, que es un gesto que en el
tiempo apostólico designó a toda la acción eucarística, significa que los
fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida.

La fracción del pan debe de empezar después de que todos se hayan


dado la paz. La realiza el sacerdote, y lo puede ayudar un diácono o los
concelebrantes (IGMR 83 y 240, y CE 162).

El sacerdote o el diácono descubre el cáliz. Los manuales recomiendan


tomar la palia con la mano derecha, y apoyar la izquierda sobre el pie
del cáliz, para evitar que por un descuido pueda tirarse el vaso sagrado.
El sacerdote parte el pan. El misal no indica cómo, pero la forma
tradicional es partirla por la mitad. De hecho, las hostias tienen una
marca en el centro para este gesto. Puede hacer tres dobleces: uno en
la parte superior, uno en el centro y uno en la parte inferior. Luego, parte
el borde de uno de los dos fragmentos. Las hostias suelen tenerlo
marcado.

La parte más pequeña del pan la introduce en el cáliz para significar la


unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención.
A esto se le llama “inmixtión”. Mientras deja caer esta partícula, el
sacerdote dice en secreto: “El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo unidos en este cáliz...” (IGMR 155).

Si le quedaron fragmentos de la Hostia adheridos a los dedos después


de la fracción o la inmixtión, el sacerdote frota los dedos sobre la patena
(no sobre el cáliz) para limpiarlos (IGMR 237)

Mientras el sacerdote hace la fracción del pan, el pueblo canta la súplica


Cordero de Dios. No es necesario que la inicie el sacerdote. Puede ser
cantada por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del
pueblo el pueblo, o por lo menos se dice en voz alta (IGMR 83 y 155).
La invocación debe de acompañar toda la fracción del pan, por lo que
puede repetirse tantas veces sea necesario, hasta que termine el rito.
La última vez concluye con las palabras “danos la paz” (IGMR 83).

Cuando concluye el Cordero de Dios y la fracción del pan, el sacerdote


dice en secreto la oración para la comunión. El misal prevé dos
opciones de esta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios
vivo…”, o “Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu
Sangre…” (IGMR 156). En las concelebraciones, estas oraciones sólo
las dice el celebrante principal (IGMR 241)

Terminada esta oración, en las Misas concelebradas, se puede


proceder de dos formas:

La primera es que el celebrante principal haga una genuflexión y se


retira un poco. Entonces, los concelebrantes se acercan uno tras otro al
centro del altar, hacen genuflexión y tomen del altar el Cuerpo de Cristo
con la mano derecha y poniendo la izquierda por debajo, tras lo cual
regresan a sus lugares (IGMR 242). Cuando el obispo celebra, los
concelebrantes reciben del obispo el Cuerpo de Cristo en vez de
tomarlo del altar (CE 163).

La segunda es que los concelebrantes permanezcan en sus lugares y,


ahí reciben el Cuerpo de Cristo de una patena que un concelebrante les
pasa o que se pasan de uno en uno (IGMR 242)
Cuando hay muchos concelebrantes es válido que sólo los que se
acercaron al altar al inicio del Prefacio tomen una Hostia en este
momento.

Cuando concluye la oración antes de la comunión (o cuando los


concelebrantes tomaron el Cuerpo de Cristo, si se trata de una
concelebración), el sacerdote hace genuflexión, toma la Hostia. El misal
no indica cómo se toman las partes de la Sagrada Forma: pueden
tomarse formando el círculo o superpuestas. Hay manuales que indican
que es mejor que sean superpuestas, para que se vea que el pan fue
partido. El sacerdote eleva la Hostia sobre la patena o sobre el cáliz. Si
la Misa no se celebra de cara al pueblo, el sacerdote se gira para
mostrar la Forma. Mientras lo muestra dice “Éste es el Cordero de
Dios…”. Y luego, junto con el pueblo, agrega “Señor, no soy digno…”
(IGMR 157)

4. Comunión
La acción final de las cuatro que realizó Jesús en la Última Cena es dar
el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Sagrada Comunión.

a) La comunión del sacerdote


El primero en comulgar es el sacerdote. Para ello toma sólo uno de los
fragmentos de la Hostia, pues es recomendable que la otra parte la de
a los fieles. Dice en secreto “El cuerpo de Cristo me guarde para la vida
eterna”, y come reverentemente el Cuerpo de Cristo (IGMR 158).
Mientras lo consume, puede unir las manos.
Si le quedaron fragmentos de la Hostia adheridos a los dedos, el
sacerdote frota los dedos sobre la patena (no sobre el cáliz) para
limpiarlos (IGMR 237)

Después toma el cáliz, dice en secreto “La Sangre de Cristo me guarde


para la vida eterna”, y bebe reverentemente la Sangre de Cristo (IGMR
158). Para hacer esto se recomienda que el sacerdote tome el
purificador con la mano derecha, se lo pase a la izquierda y tome el cáliz
con la mano derecha; tras ello diga “La Sangre…” y manteniendo el
purificador debajo de la barbilla consuma la Sangre del Señor. Esto es
para evitar que pueda derramarse alguna gota de la Sangre sobre los
ornamentos o sobre el altar. Luego, pone el cáliz en el corporal, pasa el
purificador a la mano derecha, y limpia el borde del cáliz por donde
bebió.

b) El canto de comunión
Mientras el sacerdote sume la Sangre de Cristo inicia el canto de
Comunión (IGMR 86 y 159). Este canto puede ser la antífona del
Gradual Romano (con su salmo o sin él), o la antífona con el salmo
del Graduale Simplex. También puede ser algún otro canto adecuado
aprobado por la Conferencia de los Obispos. Lo canta el coro solo, o el
coro con el pueblo, o un cantor con el pueblo (IGMR 87), y debe
prolongarse mientras se distribuye el Sacramento a los fieles (IGMR
86).

Cuando no hay canto, se puede decir la antífona de la comunión. La


dicen todos loso fieles, o un lector, o en última instancia, el mismo
sacerdote, después de haber comulgado, antes de distribuir la
Comunión (IGMR 87).

c) La comunión de los concelebrantes


Los concelebrantes están obligados a comulgar hostias y el vino
consagrados en la Misa que se está celebrando.

Una primera forma es que cada uno comulgue en el altar el Cuerpo e


inmediatamente después la Sangre del Señor. Para ello, comulgan
primero el Cuerpo de Cristo, con la hostia que tomaron en la fracción
del pan, o que luego toman. Luego, cada bebe directamente del cáliz,
después de que el celebrante principal ha comulgado. Se acercan uno
tras otro (o de dos en dos, si hay más de un cáliz), hacen genuflexión,
beben la Sangre, limpian el borde del cáliz con un purificador y vuelven
a sus asientos. También puede ser que, después de que el celebrante
principal comulgó, un diácono o un concelebrante les lleve el cáliz hasta
sus lugares, donde beben un poco. En este caso, el que bebe o quien
presenta el cáliz limpia el borde con el purificador después de que cada
uno comulgó. (IGMR n. 246-248).

Una segunda forma es comulgar por intinción. En este caso, después


que comulga el celebrante principal, se coloca el cáliz en el centro del
altar junto con las Hostias. Los concelebrantes, uno tras otro, se
acercan al altar, hacen genuflexión, toman una forma, la mojan en parte
en el cáliz y, poniendo el purificador debajo de la boca, comen la
partícula mojada y, en seguida, se retiran a sus sitios (IGMR n. 249).
También puede ser que, después de que el celebrante principal
comulgó, un diácono o un concelebrante les lleve las hostias y cáliz
hasta sus lugares, donde mojan la hostia en el cáliz y después comen
la hostia mojada (IGMR 246).

Después de comulgar, los concelebrantes pueden ayudar a dar la


comunión a los fieles. Si no lo hacen, vuelven a sus asientos. Los
sacerdotes concelebrantes, si dieron la comunión, llevan las hostias
consagradas que quedaron al sagrario (IGMR 163), y tras purificarse
los dedos sobre frotándolos sobre el copón, o bien, lavándolos (IGMR
278) y luego se dirigen a sus asientos.

c) La comunión de los diáconos y de los fieles


Después de
que comulgó el sacerdote, él mismo les da la comunión a los diáconos
bajo las dos especies, si los hay (IGMR 182), con alguno de los métodos
que más adelante se explicarán. A diferencia de los concelebrantes, los
diáconos no pueden tomar por sí el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino
que deben de recibirla del sacerdote. Luego, el sacerdote les da la
comunión a los fieles. Si no hay diácono, se las da después de que él
comulgó.

Es conveniente que los fieles comulguen las hostias consagradas en


esa misma Misa como signo de que participan en el sacrificio que
entonces se está celebrando (IGMR 85). Sin embargo, pueden también
comulgar hostias consagradas en otra Misa y reservadas en el sagrario.

El sacerdote toma la patena o el copón y se acerca a los quienes van a


comulgar que, ordinariamente, se acercan procesionalmente (IGMR
160). Los fieles no pueden tomar por sí mismos el pan consagrado ni
pasarlo de mano en manos entre ellos (Ídem). Se los debe de dar el
sacerdote, el diácono o el ministro extraordinario.

El efecto, el al sacerdote lo pueden ayudar a dar la comunión a los fieles


los concelebrantes, los diáconos u otros presbíteros presentes que no
estén concelebrando. Si el número de comulgantes es muy grande, el
sacerdote puede llamar a ministros extraordinarios, es decir, acólitos
ritualmente instituidos o también otros fieles que hayan sido ritualmente
delegados para esto. Y en caso de necesidad, puede designar fieles
idóneos sólo para esta ocasión (IGMR 162 y 182). Estos ministros se
acercan al altar sólo después de que el sacerdote comulgó. Y deben
recibir de la mano del sacerdote el capón (ídem).
Los fieles comulgan de pie o de rodillas, según lo determine la
Conferencia Episcopal. Si lo hace de pie, se recomienda que antes de
recibir el Sacramento, hagan una debida reverencia (IGMR 160).

Para dar la comunión de la especie del pan, el ministro (ordinario o


extraordinario), toma una hostia, la eleva un poco para mostrarla al
comulgante y dice “El Cuerpo de Cristo”. El que comulga responde
“Amén”, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido
concedido, en la mano (IGMR 161). El comulgante debe consumir
inmediatamente la forma.

Para dar la comunión en la boca, se suele aconsejar que después de


mostrar el Cuerpo de Cristo al comulgante, quien da la comunión
vuelva la palma de la mano hacia abajo, pues de este modo es más
fácil no tocar la lengua del comulgante.

La IGMR (n 118) prevé y la Instrucción Redemptionis Sacramentum (n.


93) recalca que un acólito sostenga la bandeja de la comunión mientras
se les da la comunión a los fieles. El acólito generalmente se sitúa a la
derecha del ministro de la comunión. Si se sitúa a la siniestra el acólito,
conviene que sostenga la bandeja con la mano izquierda para que sea
más natural su movimiento acompañando la Forma.

A los fieles laicos también se les pude distribuir la comunión bajo las
dos especies, recordándoles que también bajo una sola de las dos
especies se recibe a Cristo todo e íntegro y el verdadero Sacramento
(IGMR n. 282). Esto puede hacerse en los días que indican los libros
rituales, dejando a salvo la facultad que tiene el obispo para establecer
normas acerca de la Comunión bajo las dos especies en su diócesis
(IGMR n. 283).

La comunión bajo la especie del vino a los diáconos que participan en


la Misa, de los sacerdotes que no concelebran, y de los laicos puede
hacer dándoles a beber el cáliz o por intinción.

En ambos casos, el sacerdote toma el copón o la patena, mientras que


el cáliz lo toma el diácono y, en su ausencia, otro presbítero o un acólito
o un ministro extraordinario o un fiel a quien se le constituye para este
ministerio para esa ocasión (IGMR n. 284).

Si la Comunión de la Sangre del Señor se hace bebiendo del cáliz, quien


va a comulgar, después de haber recibido el Cuerpo de Cristo, va frente
al ministro del cáliz y permanece de pie ante él. El ministro le dice: “La
Sangre de Cristo”, a lo que le responde “Amén”. Luego, el ministro le
entrega el cáliz, para que lo lleve a la boca el mismo que va a comulgar,
con sus manos. El que va a comulgar bebe un poco del cáliz, lo
devuelve al ministro y se retira. Luego, el ministro limpia el borde del
cáliz con el purificador. (IGMR n. 286)

Si la Comunión del cáliz se hace por intinción, el ministro del cáliz se


para junto al sacerdote. El sacerdote toma una Hostia, y moja una parte
en el cáliz. No hace falta empapar toda la forma; basta con que se
introduzca un tercio. Luego, el sacerdote muestra la Hostia diciendo “El
Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Quien va a comulgar responde “Amén”.
Recibe del sacerdote el Sacramento en la boca, y en seguida se retira.
(IGMR n. 287).

5. Purificaciones

Cuando el obispo
celebra, al terminar de dar la comunión, le entrega el copón a un
ministro y se dirige a la cátedra. Ahí se acercan los acólitos con la
jofaina, el aguamanil y el manutergio, para que el obispo se purifique
los dedos. Luego, se sienta y recibe el solideo. Se lo coloca uno de los
diáconos que lo asiste (CE 166). En las misas papales, el Maestro de
las Celebraciones Litúrgicas es quien se lo coloca.

Terminada la distribución de la Comunión el sacerdote o el diácono


bebe íntegramente en el altar, el vino consagrado que quizás haya
quedado (IGMR 163 y 182). Las hostias consagradas que quedaron o
las consume en el altar o las lleva al sagrario (IGMR 163).

Luego, el sacerdote o el diacono recoge las partículas de Sagradas


Formas que hayan podido quedar en la bandeja de la comunión, en la
patena y en el copón (IGMR 163) echándolas sobre el cáliz. Los
fragmentos se retiran pasando el purificador suavemente, teniendo
cuidado de no rayar el vaso sagrado. El sacerdote o el diácono puede
pasar la patena de canto suavemente, dos o tres veces, sobre los
corporales, por si hubiera quedado alguna partícula (IGMR, n. 278). El
acólito lleva a la credencia los objetos purificados.

Después, el sacerdote, el diácono o un acólito instituido purifica el cáliz.


Esto lo puede hacer en el extremo derecho del altar (fuera del corporal)
o en la credencia. Si son muchos vasos sagrados, los puede llevar a la
credencia, y dejarlos sobre el corporal, cubiertos, y hacer la purificación
después de la Misa (IGMR 163). Si se hace en el altar, el acólito acerca
las vinajeras.

La purificación del cáliz se hace con agua o con agua y vino (IGMR
279). Si se hace con agua y vino, primero un acólito vierte vino en una
cantidad similar a la empleada para la Consagración. Luego, quien
purifica mueve suavemente el cáliz para mojar toda la pared de la copa
que haya podido ser tocada por la Sangre de Cristo. Al final bebe el vino
(Ídem)

Si se hace solo con agua (o después de haber hecho la purificación con


el vino) el acólito vierte agua en el cáliz en una cantidad similar a la
empleada para la Consagración. Luego, quien purifica mueve
suavemente el cáliz para mojar toda la pared de la copa que haya
podido ser tocada por la Sangre de Cristo. Al final bebe el agua (IGMR
279). Mientras tanto, dice e secreto “Haz, Señor, que recibamos”(IGMR
163).

El sacerdote o el diácono que dio la comunión, mientras el acólito vierte


el agua puede colocar sus dedos índices y pulgares sobre el cáliz, para
que se mojen con el agua y así purificarlos (IGMR 278). Después de
que el acólito vertió el agua, conviene que sacuda ligeramente los dedos
sobre la copa del cáliz, para evitar que caigan gotas sobre los manteles.
Luego, los seca con el purificador.

Una vez que se bebió el agua, hay que secar el cáliz con el purificador
(IGMR 163). Los manuales recomiendan proceder de este modo: sin
apoyar el cáliz sobre el altar, se puede secar el fondo de la copa con la
mano derecha, con un extremo del purificador, sosteniéndolo con el
pulgar por la parte de fuera y con los demás dedos por dentro; después,
con esa parte humedecida, se limpian los bordes del cáliz, haciéndolo
girar suavemente en sentido contrario al de las agujas del reloj. Es en
este sentido para no aflojar el tornillo que soporta la copa. Por último,
se seca el resto del cáliz. Hay que poner atención para quitar bien las
huellas de labios. Todos los movimientos hay que hacerlos sin presionar
mucho, para no rayar el cáliz.
Una vez que está seco, hay que arreglarlo como estaba al principio de
la Misa (IGMR 183). Luego, si el cáliz fue purificado en el altar, el acólito
lo lleva a la credencia (IGMR 163).

Si las purificaciones las realizó el sacerdote, al terminarlas, regresa a la


sede (IGMR 164) Si las hizo el diácono o un acólito instituido, vuelve a
su lugar también.

6. Acción de gracias
Desde que se termina de distribuir la Comunión, mientras se hacen las
purificaciones, en su caso, y unos momentos después, en los que el
celebrante está sentado en la sede, se guardan unos momentos de
silencio para orar, o bien se puede cantar un salmo u otro canto de
alabanza o un himno (IGMR 88). Los fieles permanecen sentados en
esos momentos (IGMR 43).

7. Oración después de la comunión


Después de esos instantes, el sacerdote se pone de pie, y todos con
él, para decir la oración despúes de la Comunión, con la que termina
la súplica del pueblo de Dios, pidiendo los frutos del misterio
celebrado.

El sacerdote en la sede o en el altar, se de cara al pueblo, con las


manos juntas, dice “Oremos”. Si se guardó el momento de silencio,
inmediatamente, con las manos extendidas dice la oración después de
la Comunión (IGMR 165). Si no hubo un momento de silencio, tras el
“Oremos” se hace una pausa y luego se dice la oración despúes de la
Comunión. Esta oración termina con la conclusión breve (IGMR 89). Al
final, el pueblo aclama: “Amen”. ((IGMR 165).

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