Вы находитесь на странице: 1из 4

eddsDerecho Constitucional I

Prof. Ana María García Barzelatto


Primavera 2008

PRINCIPIO DE JURIDICIDAD
(arts. 6 y 7 CPR)

El principio de juridicidad, consagrado en los artículos 6 y 7 de la CPR, constituye uno de los


pilares fundamentales del derecho público chileno. Sobre su base se estructura el Estado de Derecho que
regula nuestra convivencia, y se garantiza el pleno respeto de los derechos fundamentales asegurados en
la Constitución. El principio de juridicidad ha sido definido por la doctrina como la sujeción integral a
derecho de los órganos del Estado, tanto en su ser como en su obrar, lo que garantiza una efectiva
limitación del ejercicio del poder público y la existencia de un Estado de Derecho.

Los artículos 6 y 7 consagran los presupuestos o principios propios del Estado de Derecho. El
constituyente estimó que más conveniente que proclamarlo era necesario establecer en la misma Carta los
mecanismos tendientes a su desarrollo.

Así, el primer inciso del artículo 6 dispone: Los órganos del Estado deben someter su acción a
la Constitución y a las normas dictadas conforme a ella y garantizar el orden institucional de la
República.

Este inciso se refiere a que los órganos del Estado – que son diversos e independientes entre sí –
deben actuar conforme a las atribuciones y normas establecidas por la Constitución Política. Los órganos
deben someter su acción al orden jurídico objetivo e impersonal, de modo que cualquier trasgresión
significa que sus actuaciones no son válidas.

Cabe destacar que la reforma constitucional de 2005 agregó la última parte del primer inciso
“garantizar el orden institucional de la República”. Con ello se trata de defender un conjunto de valores y
principios encaminados a preservar la continuidad e el tiempo y el orden de vida de la nación chilena.
Esta expresión está dirigida a dejar establecido que todos los órganos del Estado deben garantizar la
existencia de Estado de Derecho, frase que está en concordancia con la modificación (también por la
reforma de 2005) del antiguo artículo 90 que sólo atribuía esta función a las Fuerzas Armadas.
Así, hoy la función de garantes del Estado de Derecho y del régimen democrático corresponde a todos los
órganos estatales.

El segundo inciso dispone: Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titulares o
integrantes de dichos órganos como a toda persona, institución o grupo.
Aquí se encuentra claramente consagrado el principio de “supremacía constitucional”, de modo que los
gobernantes deben ceñir su actuación a la Constitución. Así, las normas que emanan del órgano
legislativo (leyes), del ejecutivo (decretos, reglamentos, resoluciones), como de todo otro órgano, deben
respetar la Constitución. Recordemos que existen diversos medios para garantizar el cumplimiento de este
precepto, como son los distintos medios de control de constitucionalidad que radican en el Tribunal
Constitucional y en la Contraloría General de la República, principalmente.

Observemos que este precepto está dirigido también a los gobernados, en cuánto individuos
particulares o como grupo, es decir a toda formación social.

La consecuencia de la inobservancia de este artículo se determina en el último inciso que


establece: La infracción de esta norma generará las responsabilidades y sanciones que determine la ley.
De modo tal que si los integrantes de dichos órganos actúan fuera de su competencia, incurrirán en los
diversos tipos de responsabilidad que contempla la Constitución, ya sea responsabilidad penal por incurrir
en ilícitos constitucionales (acusación constitucional), o responsabilidad administrativa (suspensión de
funciones, cesación en el cargo o destitución), o responsabilidad civil (pago de indemnización por daños
y perjuicios), etc.

1
Es preciso establecer la concordancia entre este inciso y el último inciso del artículo 7, en el
sentido que, además de generarse las responsabilidades respectivas, el acto infractor debe entenderse
nulo.
(Concordancias: Arts. 7, 24, 32 Nº 6, 35, 63, 76).

A continuación, el artículo 7, muy vinculado al anterior, dispone: Los órganos del Estado actúan
válidamente previa investidura regular de sus integrantes, dentro de su competencia y en la forma que
prescriba la ley.

De esta norma se desprende el llamado principio de legalidad, de modo tal que para que la
actuación de los órganos del Estado sea válida, deben reunirse los siguientes requisitos:
a) Que sus integrantes hayan sido regularmente investidos, es decir, que el nombramiento se
haya efectuado conforme a la Constitución y a la ley. El titular del cargo tiene que estar en
posesión y tener la titularidad del cargo. Ej. el juramento o promesa que ha de efectuar el
Presidente de la República ante el Congreso Pleno (art. 27 inciso cuarto); acuerdo del
Senado para determinados nombramientos; en fin, cumplimiento de la solemnidades para
asumir el cargo como corresponde según la Constitución.
b) Que los integrantes de los órganos actúen dentro de la órbita de su competencia o esfera de
atribuciones legales. Las atribuciones están establecidas en la Constitución, ella las señala y
sólo puede hacerse lo que ésta y las leyes complementarias permiten. Ej. atribuciones del
Servicio Electoral (art. 18); Consejo Nacional de Televisión (art. 19 Nº12 inciso 6), etc.
c) Que las atribuciones se ejerzan con los resguardos formales que las leyes prescriben, es
decir, que se respeten las formalidades exigidas. La Constitución en numerosos casos exige
ciertas formas, por ejemplo, los reglamentos requieren necesariamente la firma del
Presidente de la República y la del Ministro respectivo (art. 35 inciso 1); los decretos de
insistencia sólo son válidos con la firma del Presidente y de todos sus ministros (art. 99).

El segundo inciso del artículo 7 establece: Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de
personas pueden atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o
derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes.

En este inciso está claramente consagrado el principio de separación de poderes, el que estaba
contenido en disposiciones casi exactas en la Constitución de 1933 y 1925. La expresión “magistratura”
debe entenderse como sinónimo de todo tipo de autoridad, no sólo referida a las funciones judiciales. Esta
disposición también alude no solo a los gobernantes sino también a los gobernados.

Como ha sido señalado en clases, hoy la separación de poderes o de funciones del Estado se ha
ido atenuando incluso en los gobiernos presidenciales, no obstante seguirse considerando un presupuesto
esencial de los gobiernos democráticos. Sin embargo, lo que indiscutiblemente debe garantizarse es la
independencia del Poder Judicial en un estado propiamente de derecho.

Cabe reparar en aquella parte del inciso que determina que las autoridades deben actuar dentro
de las atribuciones que “expresamente” les hayan conferido la Constitución y las leyes. Así, se da lugar al
aforismo que dice que “en Derecho Público sólo puede hacerse aquello para lo cual el gobernante se
encuentra expresamente facultado”. Debe, en consecuencia, el acto estar comprendido dentro de la esfera
de competencia del órgano, no puede evidentemente excederse o actuar por analogía, ya que ello conlleva
a la invalidez del acto, como señala el inciso siguiente. Sin embargo, no debe olvidarse que el órgano
ejecutivo goza de lo que se denomina “discrecionalidad”, es decir, de cierto grado de libertad para decidir
cómo y cuando adoptar determinadas decisiones, en virtud de lo que hemos denominado “función política
o de gobierno”, siempre que se encuadre dentro del ámbito de la preceptiva constitucional y legal, y de
acuerdo a la finalidad perseguida por la norma (ej. relaciones internacionales, estados de excepción
constitucional, etc)

El último inciso del artículo 7 dispone: Todo acto en contravención a este artículo es nulo y
originará las responsabilidades y sanciones que la ley señale.
Los efectos de un acto que contraviene la Constitución y la ley son dos: a) se generan las sanciones que
deberán estar establecidas en la ley; y b) el acto es nulo.

Esta disposición, cuyo origen se remonta a la Constitución de 1833, ha dado origen a la doctrina
de la nulidad de derecho público, la que ha generado un importante debate en la doctrina nacional.

2
NULIDAD DE DERECHO PÚBLICO:

La Corte Suprema ha definido la nulidad de derecho público como “la sanción de ineficacia jurídica que
afecta a aquellos actos de los órganos del Estado, en los que faltan alguno de los requisitos que el
ordenamiento jurídico establece para su existencia y validez.” 1 También se puede definir como la
sanción por la omisión de requisitos que establece la Constitución o las leyes para la validez de un acto, y
consiste en desconocerle sus efectos jurídicos.

La reflexión y discusión sobre una teoría de nulidad de derecho público se situó, a partir de los
escasos elementos positivos disponibles, preferentemente en la esfera doctrinal. Comenzó tempranamente
con las opiniones expresadas a fines del S. XIX por don Jorge Huneeus, encontrando a mediados del siglo
XX el más alto grado de desarrollo a través de los planteamientos y sistematización del profesor Mario
Bernasquina, en el contexto de la Constitución de 1925. Sin embargo, el redescubrimiento de esta teoría,
de fines de la década de los ’80 y a través de las obras de los profesores E. Soto Kloss y G. Fiamma, le
dio un enfoque particular, generando encontradas contraposiciones doctrinarias cuya evolución, aportes
jurisprudenciales incluidos, han dado lugar a la configuración actual de la teoría de la nulidad de derecho
público. Entre las posiciones opuestas a las de los profesores señalados, destaca la del profesor P. Pierry.
Además, últimamente, se ha generado un importante cambio en la jurisprudencia, en virtud de un fallo
dictado por la Corte Suprema el año 2000.

A continuación, se señalan los aspectos fundamentales de las diversas posiciones interpretativas:

Posición 1º :

Concibe la nulidad de derecho público como una protección a la esfera subjetiva de los derechos
fundamentales de las personas y al Estado de Derecho, y de la supremacía constitucional:
- La NDP opera de pleno derecho, procede “ipso facto”, y por lo tanto no requiere de declaración
judicial.
- El acto nulo carece inicialmente de efectos. El vicio lo invalida como acto, es “nulo”, no ha
podido entrar en el ordenamiento jurídico.
- El acto nulo carece perpetuamente de efectos.
- En caso de recurrirse a la instancia judicial, la sentencia tendrá carácter declarativo, o sea, se
limita a constatarla.
- La persona afectada debe ser restituida en la cosa o indemnizada.
- La nulidad no prescribe, no cesa por el transcurso del tiempo, puede invocarse en cualquier
momento y por cualquier persona.
- El acto no puede convalidarse o sanearse.
- Art. 7, 19 Nº 24; art. 38 inc. 2
- Exponentes: Soto Kloss, Cea Egaña, Jurisprudencia de la Corte Suprema hasta
aproximadamente el año 2000.

Posición 2º:

En lo esencial, se aparta de la primera posición, en cuanto a la imprescriptibilidad de la acción de nulidad


de derecho público.
- La prescripción es una institución universal de orden público. La imprescriptibilidad, en cambio,
es excepcional y debe ser establecida para casos especiales y en forma expresa por el legislador.
- La prescripción es una institución estabilizadora, necesaria para la consolidación de las
relaciones y situaciones jurídicas, como forma de conseguir certeza jurídica, la seguridad,
estabilidad y paz social.
- No existe norma alguna en la Constitución que le atribuya expresamente el carácter de
imprescriptible a la acción de nulidad de derecho público y, en defecto de una norma de tal
rango, debe estarse a lo dispuesto en el Código Civil (artículo 2497).
- Lo que en realidad prescribe no es la nulidad de derecho público, sino que la acción declarativa
de derechos a favor de un particular. Estos derechos prescriben en Chile, de acuerdo con las

1
Torres Concha, Teresa del Carmen con Fisco de Chile, C. Suprema, 28 de octubre de
2004, en Memoria del Consejo de Defensa del Estado (2004-2005), p. 78.

3
normas generales sobre prescripción ordinaria de las acciones contempladas en el C.C., art. 2497
que señala que las reglas relativas a la prescripción se aplican al Estado.
- En Chile, todo pronunciamiento que implique la anulación de actos administrativos es de efectos
relativos y sólo para el juicio concreto. En la realidad son inexistentes los casos en que se solicite
la nulidad con efectos generales por alguien que no tenga un derecho comprometido, que es lo
que propiamente debiera denominarse acción de nulidad de derecho público.
Exponente: Profesor Pedro Pierry, y Sentencia Corte Suprema Rol 852 de 2000.

La sentencia de la Corte Suprema Rol 852 de 07 de noviembre del año 2000 declaró que las
acciones reivindicatorias y de indemnización de perjuicios reclamadas estaban prescritas. Este
fallo dio un vuelco a la jurisprudencia; declaró la prescriptibilidad de las acciones patrimoniales
derivadas de la nulidad de derecho público.

Coincidimos con la segunda posición, por razones de certeza y seguridad jurídica. Además, la
primera posición confunde nulidad con “inexistencia jurídica”, institución propia del derecho
civil. Sin embargo, resulta evidente que existe un vacío que debe ser cubierto por el legislador a
fin de zanjar el debate doctrinario y dar estabilidad a la institución. Además hoy no existe un
procedimiento especial para poner en acción la declaración de nulidad. Así, para que el acto se
declare nulo se debe recurrir al juicio ordinario de lato conocimiento e interponer lo que se
denomina “acción constitucional de nulidad”, fundado en el derecho a la acción (art. 19 Nº 3) y
el art. 7 inciso final.
En consecuencia, la institución denominada “nulidad de derecho público” necesita mayor
regulación y sistematización, además del establecimiento de un procedimiento especial para
interponer la acción.

--------------------------------

Вам также может понравиться