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Crónica: un viaje a Venezuela Caracol | Enero 13 de 2012

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Por Cesar Moreno

De Medellín a Caracas (Venezuela) un vuelo usualmente dura 1 hora 40 minutos. Y del


aeropuerto de Maiquetía de la capital del vecino país, al centro de la ciudad el trayecto, en hora
pico, dura 1 hora 30 minutos. Si, casi lo mismo. Por increíble que parezca, el tráfico por esas
superautopistas venezolanas se convierte en un caos en uno de esos días en los que los
caraqueños tienen libre y salen a disfrutar de un día de playa, pareciera que huyeran de su
ciudad, pero sus obligaciones los hacen volver, desafortunadamente, a la misma hora. Parece
una operación retorno sin retorno.

Pero, volvamos al aeropuerto antes de meternos en un taxi-mafioneta. Propaganda


revolucionaria por todas partes, Bolívar por todas partes, Chávez por todas partes. Las paredes
del aeropuerto están forradas del rojo de la revolución que arrancó Hugo Rafael hace más de
una década. La primera escala es, por supuesto, cambiar dólares por bolívares. La conversión
es fácil por cada George Washington, dan 4.5 Simón Bolívar FUERTES, como el libertador, diría
Chávez. Eso, en las casas de cambio legales, aprobadas por el gobierno. Pero claro, ¿qué sería
del dólar sin el mercado negro?. Un ejército, ni chavista, ni revolucionario, pero sí cambiario,
está listo a la salida de inmigración para comprar dólares: lo pagan a 8 Bolívares. Cada turista
tira los dados y se la juega: comprarlos legalmente o ganarse un puñado de bolívares más, con
el riesgo de que uno que otro billete le pueda salir falso. Usted decide.

En el momento de la transacción, la joven que atiende, lanza la primera de las decenas de


advertencias que iba a recibir ese fin de semana: “no tome un taxi ilegal, tome los que están
inscritos en el aeropuerto”. La pregunta que sigue es obvia y la respuesta aún más, “¿por qué?...
le hacen el paseo millonario y no tiene con quién quejarse”. Mil gracias, confirmado, estaba
entrando en la tercera ciudad más peligrosa del mundo, después de Ciudad Juárez y Bagdad:
Santiago de León de Caracas.

Después de una fila de 1 hora esperando taxi legal, por fin llega el turno, es una Blazer, negra,
vidrios polarizados, eso sí, con todos los avisos pertinentes que la validaban como un vehículo
seguro. 10 minutos sin cruzar palabra con el conductor. Pasa una camioneta de alta gama
escoltada por 5 o 6 motos, abriendo paso porque sí. Y la gente les da paso. No veo que sea
oficial, o una ambulancia, o un personaje. El ruido y el alboroto rompen el hielo, el trancón hace
de las suyas y en medio del tedio, y del asombro, la charla, o mejor, la descarga.

“Esos son malandros, si les dices algo se bajan y te matan”. Malandro. En Brasil malandro es
aquel bohemio que le encanta la música y es músico. En Venezuela es el delincuente que le
encanta el delito y lo comete. “Ojo con por donde sale, a qué horas sale, no hable con nadie
desconocido, no saque su celular en la calle, no saque su cámara, no ande solo, no tome taxis
ilegales, no se suba en mototaxis, no vaya a este barrio, a este otro, no se suba a las busetas,
ojo en el metro con los carteristas, no, no y no y más no”.

Normas prohibitivas que buscaban darme protección por parte de un desconocido taxista que ni
siquiera él sabía lo que yo iba a hacer. Yo iba a trabajar. Ahmedinejad visitaba a Chávez, tocaba
cubrir la noticia. Él creía que era un turista más que iba a pasar el puente de reyes. “Por qué
tanta precaución?” le pregunté… “porque he visto muchos turistas llegar con una sonrisa de
oreja a oreja y se van con caras largas, atracados, sin un bolo en sus bolsillos y un par de veces
con sus seres queridos en un cajón”. Qué fuerte. “Ese es el chavismo, así es como nos tiene
este coño ‘e tu madre”.

Con un simple “ajá” mío, mientras lo escuchaba, era decirle, siga… Y siguió. “Acá le pagas 100
mil bolívares a un malandro para que te robe el carro que tú quieras y te lo consigue, después
verás lo que haces con el carro, pero seguro te consiguen lo que quieras”. La pregunta, ¿en
dónde se consigue eso?, “en Petare”. Petare es una localidad de Caracas, donde la ley de la
selva rige y el delito es el pan de cada día, es de donde salen los peores malandros, es uno de
esos barrios prohibidos para cualquier persona.

“La inseguridad nos está matando, hay impunidad, este es el reinado de los delincuentes y las
autoridades no hacen nada porque son amigos de ellos, son manejados por ellos mismo para
tener al pueblo atemorizado (…) de dónde salen las armas? De dónde sacan las balas? Por qué
nadie les dice nada? Por qué nadie hace nada?... la policía es cómplice de estos hampones”,
dice este maracucho (de Maracaibo).

Las cifras no mienten. El año pasado fue el más violento en Venezuela: casi 20 mil personas
perdieron la vida de manera violenta. Diciembre fue el peor mes; a la morgue de Bello Monte
ingresaron más de 620 fallecidos. Sin contar heridos. La mayoría de los muertos son por
atracos. “Por un Blackberry te matan”, me contó una periodista de un canal de tv opositor.

“Un chico iba a una fiesta a una casa, en la puerta le pegaron un tiro en la cabeza por quitarle el
teléfono… la novia del pobre muchacho llamó a su mamá para que la recogiera después de
hacer los trámites de levantamiento y cuando la madre de la muchacha llegó con el esposo a
recogerla, mataron también al novio de la mamá por robarle el teléfono!... madre e hija viudas en
una sola noche por atracarlos”… me cuenta otro colega. Es una de las miles de historias que se
suceden a diario en Caracas. Nada más hay que ver las noticias en Venezuela. Son teñidas de
rojo, rojo chavista y rojo de sangre, no hay más.

Pero estos hechos van de la mano de tal vez la peor lacra de la justicia, la impunidad. Los
procesos legales están paralizados, no hay jueces, las cárceles están a reventar y muchos
presos, encarcelados por un delito simple que se paga con 3 años tras las rejas, llevan 5 en
prisión. De ahí el hacinamiento, de ahí que se gradúen como más malandros, de ahí tantas
revueltas.

Y los que salen, salen con PHD en atracos y asesinatos. Salen sin un “bolo” en el bolsillo y lo
primero que hacen es atracar el servicio público. La tasa de atracos en busetas y colectivos está
disparada. Ya nadie los cuenta y pocas personas toman este medio de transporte. Saben lo que
les podría pasar. Es ahí cuando el metro echa un salvavidas y se convierte en la alternativa
única para aquellos que se tienen que mover por la ciudad. “Pero ojo a los carteristas, son
expertos en sacarte el celular, la billetera… te roban hasta el bolso y ni te das cuenta”… otra voz
de una víctima, otra nueva advertencia. Ya ni sé cuántas van.
La charla nos lleva a la política. “Hay que salir a votar en octubre, hay que desmontar esta mafia
encabezada por Chávez, el tiene toda la plata y la reparte con sus amigos, pero la cosa está
difícil para octubre, el hombre gana porque gana… si va perdiendo le mete la mano a los
resultados”. Se le baja la voz al taxista, se le desaparece, se le va el discurso. Resignación, ya
sabe lo que va a pasar, 6 años más de rojo.

Ya en Caracas, sus calles no son el reflejo de lo que eran antes, cuando la bonanza petrolera y
la hoy República Bolivariana se conocía como Venezuela Saudita. Hoy el ambiente es gris,
sombrío, se ve en las caras de sus habitantes, no se ve la alegría que debería haber en un país
donde el dinero y el alimento pudiera sobrar. No. Hay escasez, no hay alimentos, hay
restricciones para sacar el dinero, no hay empleo, no hay seguridad. Eso sí, hay chavismo, hay
béisbol. Pan y circo.

Y mientras la leche es casi un lujo, (entre otros muchos alimentos que ni se ven en los estantes
de los supermercados) en cada esquina se encuentra uno con areperías. Deliciosas. Arepas
rellenas, con carne desmechada, jamón, queso y pollo. Claro hay más ingredientes. Hasta ahora
lo mejor de Caracas. La gente hace filas interminables para poder degustar este plato. La
espera vale la pena.

Pero de vuelta a la cruda realidad. Los edificios de apartamentos están blindados con rejas que
van desde el primer hasta el último piso y estamos hablando de edificios de 18 y 20 pisos.
“Hasta allá se trepan los malandros”, me dice un transeúnte.

No hay respeto por las leyes de tránsito, pasan camionetas a toda velocidad, con equipos de
sonido impresionantes, que trasgreden semáforos y oídos. Pero lo peor, es que nadie les dice
nada, no había un policía cerca. Cómo se extraña al “chupa” y su libreta de partes.

Cerca al corazón político de Caracas, donde está el Palacio presidencial de Miraflores, la


Cancillería, la gran mayoría de los ministerios y la Asamblea Nacional, la cosa cambia. Policía
en cada esquina y filtros de seguridad para cada edificio. Nadie dice una palabra, simplemente
lo miran de arriba abajo y siga caminando.

Y allí, en plena esquina de la Asamblea Nacional, corazón de las leyes hechas a la medida de
las necesidades del jefe de Miraflores un toldo rojo, un televisor, 20 personas uniformadas de
rojo y la transmisión siempre de Venezolana de TV. VTV es el canal oficial del Estado. Bajo este
mandato, es un canal 24 horas de propaganda chavista y descalificaciones contra la oposición.
Lavado de cerebro puro y duro.

Es uno de esos “comandos” chavistas que se encargan de arengar “uh ah Chávez no se va”, de
repartir volantes, de ir casa por casa repartiendo propaganda y haciendo inteligencia para saber
quién está con Hugo o contra Hugo. Pero ante esa marea roja una compra venta de DVD’s
recién quemados. Los vende el líder del toldo, vale cada uno 10 bolívares fuertes y los títulos
son de lo más curiosos: La vida del Ché, La vida de Fidel, La vida de Chávez, La vida de Cano,
La vida del “Mono Jojoy”, La vida del Chacal, los 50 años de lucha de las FARC.

Confieso que estuve a punto de comprarlos para traer la prueba, pero al pensar que a mi
llegada a Bogotá me revisaran la maleta y me encontraran dvd’s de las FARC y recién bajado de
Caracas, habría problemas. Creo que estaría a esta hora bajo sospecha en quien sabe cuál
calabozo.

Le pregunto al tipo que vende las películas por qué las vende y por qué esos temas, saco la
grabadora y me manda a… cero entrevistas y muchas miradas inquisidoras. Pensé, debo ser
periodista de un medio del imperio. Es mejor “no darle papaya” a gente tan radical. Hora de
moverse.

Me acuerdo de otra advertencia, de otra periodista amiga opositora venezolana, “con los
chavistas es difícil hablar, ellos saben qué medios son afectos a Chávez y cuáles no y puedes
tener problemas”. Pero lo mío fu un cuento de niños. A los periodistas que trabajan en
Venezuela y que están en contra de Chávez no les va bien. Nada más recordemos el caso del
cierre de RCTV, la actual multa que enfrenta Globovisión y los enormes recortes de personal
que le ha tocado hacer a Unión Radio.

No pueden ejercer la profesión como el periodismo demanda: con libertad. Hay amenazas y hay
mil obstáculos. El Ministerio de Información, encargado de acreditar a los periodistas y a los
medios para cubrir, por ejemplo la visita del presidente iraní, es llamado el escuadrón mete-la-
pata”. Hacen todo lo que no se debe hacer para no acreditar los medios, para no invitarlos, para
restringirles la información. ¿Por qué?, “no le conviene al ministro Andrés Izarra que en plena
rueda de prensa en Miraflores, un periodista ponga contra las cuerdas a Chávez y le pregunte
cosas que el presidente no quiere ni oir, por ejemplo la inseguridad.”

Eso sí, las acreditaciones e invitaciones para medios como Al Jazzeera y Telesur, entre otros,
están perfectas. Hay otros periodistas que tienen que cubrir sus noticias con seguridad privada.
Es el caso de la persona que cubre la morgue de Bello Monte. Debe estar a cierta distancia del
recinto, no puede acceder a los datos del número de muertos que van ingresando. Pero se las
ha arreglado para darle una “propina” al médico forense y ahí le va pasando datos. Pero
siempre desde la distancia y protegido. Si no…

Volvamos al “corazón de la deocracia”. Hay gente uniformada y de civil. Los uniformados no


niegan su procedencia, venezolanos, los de civil tampoco, cubanos. ¿Cubanos?, sí cubanos,
con bandera en la solapa, aliento a ron, tabaco y tono castrista.

“Son cubanos porque Chávez no confía en los venezolanos. El círculo exterior y el más interior
de seguridad es manejado por cubanos. Chávez tiene miedo a un golpe y en los únicos que
confía son en los enviados de Fidel… están bien pagos y si traicionan la causa pues en La
Habana los fusilan”, cuenta otro periodista.

Pero esto no causa buenas sensaciones dentro de las filas venezolanas. Los militares no
aguantan que un cubano venga a darles órdenes, hay descontento en las filas, pero se tienen
que aguantar. Las garantías por vestir el uniforme son buenas. De hecho, los militares
venezolanos son a quienes Chávez les ha subido el salario más veces y en más porcentaje, que
al resto de su séquito. Chávez fue militar, sabe que la lealtad es fundamental para mantener el
mando y en medio de la revolución, Hugo Rafael sabe que la lealtad pasa de ser un valor a
tener valor y lo paga.

No sólo los militares comen de la mano de la revolución. También sus fieles aliados. Sus
empleados. No es gratis que le hagan caso y tengan la respuesta precisa cada vez que él
mueve el dedo o lanza una pregunta en sus intervenciones. Todos están pendientes de los
deseos de su jefe. Quiere un Aló Presidente de 6 horas? Se le hace. Quiere a Ollanta Humala
en la Faja del Orinoco y no en Caracas? Se le lleva. Quiere ir a Nicaragua? Vamos. Los deseos
del hombre que supuestamente superó un cáncer descubierto por los médicos de su amigo
Fidel, son órdenes y su religión revolucionaria un credo. Quien lo crea, estará en el paraíso,
quien no, en el infierno. Y allí está la oposición.

Ya se viene el próximo 12 de febrero un hecho político inédito en Venezuela: la Mesa de Unidad


Democrática (MUD), una congregación de los partidos opositores se someterán a unas
elecciones primarias para escoger a un candidato único capaz de subirse al ring y ponerse los
guantes para derrotar a Chávez en el cuadrilátero de las presidenciales de octubre.

Tarea nada fácil para una oposición que ha estado dividida durante años y que vio en una
elección tras otra, en un referendo tras otro, como Hugo Rafael los aplastaba una y otra vez.
Claro la brecha se ha ido cerrando, la oposición parece más fortalecida y al parecer lo será más
si van todos juntos contra uno. Por fin se dieron cuenta que divididos no llegaban a ningún
Miraflores.
Henrique Capriles es el hombre que se perfila como ganador de las primarias de la MUD.
Actualmente gobernador de Miranda, tiene un fuerte respaldo dentro de los venezolanos que
han vivido o viven las injusticias del mandato de Chávez. Fue encarcelado por supuestamente
instigar a la violencia contra la embajada de Cuba en el golpe de abril. Luego puesto en libertad
se ganó el cariño de las personas: era la representación de la opresión del régimen. Era la
víctima perfecta. Aquel que resucita y sale del lodo listo para dar la batalla.

No hay que olvidar a los otros candidatos, Leopoldo López, María Corina Machado, etc. cada
uno tiene lo suyo, sus programas tienen buenas propuestas y un solo objetivo: sacar a Chávez
del camino a través de los votos. Todos los de la MUD tienen un pacto, sea quien sea el
ganador, tendrá el respaldo y apoyo absoluto de los demás. Esta sola promesa, representa ya
un reto para el hasta ahora indestronable Hugo. En las elecciones anteriores tenía claro que
aquella premisa de “divide y vencerás”. Y venció. Esta vez es uno contra uno. Un escenario sin
precedentes para el mandatario venezolano.

Muestra del temor de Chávez y en su afán de deslegitimar a su(s) adversario(s) es que en el Aló
Presidente de 6 horas del sábado pasado, retó a los “premajunches” (como él llama
despectivamente a los precandidatos opositores) a reunir 1 millón de votos en las primarias. Es
más, en uno de sus disparatados comentarios afirmó que la oposición lo acusaba de enviar
aviones con rayos para hacer llover el 12-F, para que así nadie saliera a votar. Pero la
manipulación del clima es el factor que menos debería preocupar a la oposición.

Chávez dio la “pre-orden” al jefe de la Guardia Nacional de no sacar a ninguno de sus


uniformados a las calles a cuidar las elecciones primarias. Es decir, no habría una autoridad
presente en las urnas ese día. Hecho que alteraría el orden público y que dejaría servida en
bandeja de plata una situación perfecta para los más recalcitrantes chavistas: sabotaje.

En el peor de los escenarios, una marea roja inundaría las calles evitando que la gente salga a
votar. Si hay inseguridad con policía, imagínense sin policía. Nadie saldría a las urnas, los
votantes serían mínimos y la oposición quedaría mal parada frente a la opinión pública, nacional
e internacional.

En fin, ya llegará el momento de ocuparnos de elecciones, de ganadores y de perdedores.

Por ahora seguimos viendo la triste situación que se vive en Caracas, otrora capital de
opulencia, hoy escenario del caos, de la anarquía y de los crímenes más violentos y absurdos
del planeta. La gente saldrá a votar por un cambio en octubre, los hechos y las cifras son
insostenibles. Miraflores tiene otras prioridades y la gente lo siente. El chavismo a grito herido
defiende a su presidente, ya sea por ciega fe o por bolívares en su cuenta, mientras que la
oposición apela a su unidad para salvar a Venezuela.

Claro, no nos podemos centrar en sólo lo malo, es más lo bueno. Sus reinas, su gente, sus
paisajes, su música. Pero por ahora hay una cara de Caracas y de Venezuela que es la que
todo el mundo ve y que nadie quisiera ver más.

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