Reflejado en mi tocayo parece estar aquello que nosotros los músicos
proclamamos como camino hacia el éxito más de lo que profesamos dicha virtud. Eduardo Hernández es el amigo que deberíamos aspirar a ser, aquel quien con todo el peso de gran representante nacionalista cuida bien de sus borrachos, aquel quien magistralmente talachea arreglos orquestales para sus amigos directores y quien además es amigo de México, entregando su ingenio al progreso que establece la cultura propiamente mexicana. Tristemente, el espíritu santo de nuestra musicalísima trinidad ha quedado escondido de nuestras oraciones en los recitales y la misa en los conciertos, ligeramente opacado por sus íntimos compañeros Chávez y Revueltas. La cuestión no es que Moncada no sea reconocido, ni mucho ignorado por la cultura mexicana, pero quizá si olvidado como persona. ¿Quién fue Eduardo Hernández Moncada? Curioso que se hable poco de la vida del tercer pilar del orgullo musical de nuestra nación. Curioso que en Wikipedia haya un párrafo más de información en inglés sobre nuestro buen amigo que en su versión al español, que por cierto es de dos renglones. Personalmente me pongo primero en la lista de aquellos quienes escuchamos el apellido Moncada alguna vez, sin haber tenido la oportunidad de aprender quién fue el héroe que no sólo atribuyó con su obra, sino que también impulsó, apoyó e incluso protegió el trabajo de nuestros otros dos genios más célebres. Quizá Eduardo no compuso Sensemayá ó Los cuatro soles, pero es evidente que su legado va más allá de lo que podremos interpretar en Bellas Artes. Pues cuando suena Moncada, suena el mejor amigo de México.