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P R O T O C O L O S

DE LOS

JEFES de ISRAEL
¿Un plan secreto de los judíos?

LIBRERIA CORRIENTES
CORIENTES 1369
BUENOS AIRES
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL
Protocolos de los

JEFES DE ISRAEL
¿UN PLAN SECRETO
DE LOS JUDIOS?

***

LIBRERÍA CORRIENTES
Corrientes 1369
Buenos Aires
COPYRIGHT BY LIBRERÍA CORRIENTES

Hecho el depósito de acuerdo a la Ley 11.723

IMPRESO EN ARGENTINA
ADVERTENCIA
He aquí un libro que, por su contenido y por el
misterio que envuelve su origen, ha suscitado apasionadas
polémicas. No hay día sin que la Prensa mundial lo cite
y lo comente. El Morning Post lo calificó severamente de
Vademécum de los métodos por los cuales los grandes
imperios han sido y pueden ser destruidos.

El gran público europeo conoció la existencia de este


libro por un artículo publicado en The Times comentando
la primera edición, hecha por una Casa editorial inglesa.
Esta primera edición, que hubiera pasado desapercibida sin
el comentario del gran diario londinense, apareció bajo el
título de The Jewis Peril-Protocols of the Learned
Elders Of Sion, y su texto tomado de un libro editado en
1905, en Tsarkoie-Selo, y registrado en el British Museum
con el título de lo Grande en lo Pequeño y el Anticristo
como una posibilidad política inmediata.

A partir de este momento las ediciones se sucedieron


en Alemania, Francia, América del Norte, Polonia, Rusia,
10 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Rumania, etc., etc., originando apasionadas polémicas en


diarios y revistas, y provocando persecuciones contra los
judíos, acusados de planes que tendían nada menos que a la
dominación del mundo por el pueblo de Israel.
Pero el origen y el autor del libro permanecían
envueltos en el mayor misterio
Personalidades eclesiásticas de gran relieve y
escritores de marcada tendencia antisemita publicaron
artículos y estudios para demostrar que en el Congreso
sionista reunido en Basilea en 1897 se establecieron las
bases secretas, “los protocolos” de un grandioso plan de
dominación mundial. Estos “protocolos”, que resumían los
estudios y acuerdos de las diferentes secciones del
Congreso, cayeron en manos de un noble ruso, que los
confió al escritor Sergio Nilus, quien los dio a la imprenta.
En apoyo de la autenticidad del documento se cita
una circular del Comité sionista, fechada en 1901, en la que
el doctor Herzl se lamentó de la desaparición de
documentos de los archivos sionistas, documentos que,
hechos públicos, han revelado al mundo los planes secretos
de Israel.
Ya parecía a los elementos antisemitas establecida
definitivamente la autenticidad del documento, cuando en
agosto de 1921 publicó The Times una serie de tres
artículos, demostrando que los célebres “protocolos” no
eran otra cosa que la copia casi literal de un folleto
publicado en Bruselas en las postrimerías del Imperio. Se
titulaba Diálogo en los Infiernos entre Maquiavelo y
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 11

Montesquieu. Su autor, Maurice Joy, condenado por la


publicación de este folleto, exponía por boca de Maquiavelo
una serie de teorías sobre el gobierno de los pueblos, que
basadas en la legitimidad de los golpes de Estado, en la
tiranía, en la corrupción de la Prensa, el servilismo de la
Justicia y el monopolio de la enseñanza. Lo mismo que se
expone en los “protocolos”. Este programa, definido por
Maquiavelo, podía atribuirse, mediante una sencilla
substitución de nombres, lo mismo al imperialismo semita
que al absolutismo napoleónico.
Auténtico o no, el documento es curioso y de una
gran actualidad. Esta es la única razón que ha decidido al
editor a darlo a conocer a los pueblos de habla española.
I

EL LIBERALISMO, EL ORO Y LA FE, LA LIBERTAD,


LA IGUALDAD Y LA FRATERNIDAD
Dejémonos de palabras inútiles, estudiemos
cada idea en sí misma y precisemos la situación
mediante comparaciones y deducciones.
Partiendo de este principio voy a exponer
nuestro sistema desde nuestro punto de vista y desde
el de los cristianos.
Los hombres de malos instintos son más
numerosos que los de buenos, y por esta razón se
obtienen mejores resultados gobernando a los
hombres por la violencia y el terror que por la
elocuencia. Cada individuo aspira a gobernar, a ser,
si puede, dictador, y raros son los que no estén
dispuestos a sacrificar el bien de todos para conseguir
el suyo personal.
¿Qué ha contenido a las fieras llamadas
hombres? ¿Qué les ha guiado hasta el presente? En
los comienzos del orden social se sometieron a la
fuerza bruta y ciega, y más tarde a la ley, que es la
16 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

misma fuerza disimulada. De esto concluyo que, de


acuerdo con la ley de la naturaleza, el derecho está en
la fuerza.
La libertad política es una idea y no un hecho, y
hay que saber aplicar esta idea cuando se hace
necesario atraer las masas populares a un partido,
reduciéndolas con una idea, si es que este partido
tiene el propósito de aplastar al que está en el poder.
Este problema resulta fácil, si el adversario
debe el poder a la idea de libertad, a lo que se llama
liberalismo, y sacrifica a esta idea algo de su
autoridad.
Y aquí es donde aparece el triunfo de nuestra
idea, porque inmediatamente que se sueltan las
riendas del poder caen, en virtud de la ley de la vida,
en otras manos, pues la fuerza ciega del pueblo no
puede estar ni un día sin guía, el nuevo poder
reemplaza al antiguo debilitado por el liberalismo.
En nuestra época el poder del oro domina el de
los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe
gobernaba a los pueblos. La idea de libertad es
irrealizable, porque nadie sabe usar de ella en la justa
medida, y basta dejar que el pueblo se gobierne a sí
mismo durante algún tiempo para que esta libertad se
convierta inmediatamente en licencia, y entonces
surgen disensiones que no tardan en transformarse en
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 17

batallas sociales en las que los Estados se consumen y


quedan reducidas a cenizas sus grandezas.
Cuando el estado se agota en sus propias
convulsiones o bien sus luchas intestinas le entregan
indefenso a sus enemigos, puede considerarse como
irremisiblemente perdido: está ya en nuestras manos.
El despotismo del capital, que monopolizamos por
completo, se le aparece como la tabla salvadora y,
quiera o no, a ella ha de acogerse para no perecer.
A aquellos que guiados por sus sentimientos
liberales juzguen inmorales estos razonamientos, yo
les objetaré que si un Estado que tiene dos enemigos
puede emplear contra el enemigo de fuera, sin por
ello ser tachado de inmoral, todos los medios de
lucha, incluso los de ocultar sus planes de ataque y de
defensa, la sorpresa nocturna y la imperiosidad
numérica, también es lícito emplear los mismos
métodos contra un enemigo peor, capaz de destruir el
orden social y la propiedad.
¿Puede acaso una inteligencia perspicaz
arrastrar con éxito a las multitudes mediante
discursos sensatos o mediante la persuasión cuando
puede ser contradicha, incluso equivocadamente,
pero en forma que reduzca al pueblo que todo lo
comprende superficialmente?
18 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Los hombres, pertenezcan o no a la plebe, están


exclusivamente guiados por sus pasiones mezquinas,
sus supersticiones, sus costumbres, sus tradiciones,
sus teorías de orden sentimental, que les hacen
esclavos de la división de los partidos e imposibilitan
todo acuerdo fecundo.
La más nimia decisión de las multitudes
depende de una mayoría circunstancial, sin base.
Dada su ignorancia de los secretos políticos, toma
decisiones absurdas y la anarquía mina los gobiernos.
Nada tiene que ver la política con la moral. El
gobierno que se deja guiar por ésta no es un gobierno
político, y, fatalmente, su poder es inconsistente. El
que quiera reinar ha de hacerlo sirviéndose del
engaño y de la hipocresía. La franqueza y la
honradez – Las dos grandes virtudes populares – son
vicios en política porque derriban a los reyes de sus
tronos más fácilmente que el más poderoso de los
enemigos. Dejemos estas virtudes para los reinos
cristianos. Nosotros no podemos tomarlas por guías.
Nosotros hemos de procurar disponer de la
fuerza. La palabra “derecho” es una idea abstracta
que nada justifica, y que sólo puede significar esto:
“Dame lo que quiero para que yo pueda probar que
soy más fuerte que tú”.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 19

¿Dónde comienza y dónde termina el derecho?


En un estado en el que el poder está mal
organizado y en el que las leyes y el gobierno se han
hecho impersonales a causa de los innumerables
derechos creados por el liberalismo yo veo un nuevo
derecho, que arranca de la ley del más fuerte, a
destruir todas las órdenes y todas las leyes, a
reconstruir todas las instituciones y erigirme en señor
de los que nos abandonaron los derechos que les daba
fuerza, renunciando a ellos voluntaria y ...
liberalmente.
Dada la debilidad actual de todos los poderes,
nuestra dominación será más duradera que toda otra,
porque será invencible hasta el día en que sus raíces
serán tan fuertes y profundas que nada podrá
destruirla.
Del mal transitorio que nos vemos forzados a
causar surgirá un buen gobierno inconmovible que
establecerá la marcha regular del mecanismo de la
existencia nacional desorganizada por el liberalismo.
El fin justifica los medios. Concentremos la atención
en nuestros proyectos, dejemos de lado lo bueno y lo
moral y ocupémonos de lo necesario y lo útil.
Para conseguir nuestro objeto contamos con la
cobardía, la veleidad, la inconstancia de la multitud y
su incapacidad para comprender y calcular las
20 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

condiciones de su propia vida y de su prosperidad.


Téngase en cuenta que la fuerza de la multitud es
ciega, insensata, que no razona y que presta oídos a
cuanto se le dice. Un ciego no puede guiar a otro sin
caer en el precipicio. Y así los individuos salidos del
pueblo, aunque sean geniales, como no comprenden
nada de la política, no pueden pretender guiarla sin
arrastrar a la ruina a toda la nación.
Únicamente un individuo preparado desde su
infancia para el ejercicio de la autocracia puede
conocer el lenguaje y la realidad políticas. Un pueblo
dejado así mismo, es decir, entre las manos de los
advenedizos salidos de él mismo, se arruina con las
discordias de los partidos, que estimulan las ansias
del poder, y por los desórdenes que engendra. ¿Es
posible que las masas populares razonen
serenamente, sin rivalidades intestinas y que dirijan
los asuntos del país que deben ser comprendidos con
los personales? ¿Puede defenderse contra los
enemigos del exterior? Es imposible. Un plan que
depende de tantas cabezas como individuos
componen la masa pierde unidad, se embarulla y se
hace irrealizable. Sólo un autócrata puede elaborar
magos y claros planes y hacer que cada pieza ocupe
su lugar en el mecanismo de la máquina
gubernamental. Afirmemos, pues, que un gobierno
beneficioso para el país y capaz de llegar al fin que se
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 21

propone debe estar concentrado en las manos de un


solo individuo responsable. Sin un despotismo
absoluto no puede existir la civilización, porque ésta
no es obra de las manos sino de su guía, sea el que
fuere. La multitud es un salvaje que exterioriza su
barbarie en todo momento. Inmediatamente que la
libertad cae en manos de la masa la transforma en
anarquía, que es el más alto exponente de la barbarie.
¡Animales ebrios, embrutecidos por el alcohol, gracias
al derecho sin límites a beber que les ha dado la
libertad!
Nosotros no podemos permitir que los nuestros
caigan tan bajos.
Los pueblos cristianos están embrutecidos por
las bebidas alcohólicas, y su juventud, por los
estudios clásicos y por el desenfreno a que la
arrastran nuestros agentes disfrazados de maestros,
sirvientes institutrices en las casas de los ricos,
nuestros viajantes en otros lugares, nuestras mujeres
en los sitios donde las cristianas se divierten. Entre
éstas incluyo a lo que se llama “mujeres del gran
mundo”, imitadoras voluntarias de todo lo que es
desenfreno y lujo.
Nuestro santo y seña es: “Fuerza e hipocresía”.
Sólo aquélla puede triunfar en política, sobre todo si
el talento indispensable al hombre de Estado sabe
22 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

disimularla. La violencia ha de ser un principio, el


disimulo y la hipocresía una regla para los gobiernos
que no quieran abdicar en los agentes de una nueva
fuerza.
Este mal es el único que puede llevarnos a
nuestra meta, que es el bien. Por eso no debemos
detenernos ante la corrupción, el engaño y la traición,
siempre que sirvan para alcanzar lo que nos
proponemos. En política hay que saberse apoderar
sin vacilaciones del bien de otro, si por este medio
podemos obtener la sumisión y el poder.
En esta conquista pacífica nuestro estado tiene
el derecho de reemplazar los horrores de la guerra
por condenas a muerte, menos espectaculares, pero
más eficaces, necesarias para mantener vivo ese terror
que hace obedecer a los pueblos ciegamente. El factor
más importante de la fuerza de un Estado es una
severidad justa, pero inflexible. Es, pues, nuestro
deber y nuestra conveniencia lo que nos aconseja
atenernos a este programa de violencia y de
hipocresía para obtener la victoria. Tal doctrina,
basada en el cálculo, es tan eficaz como los medios
que emplea.
Gracias a estos medios y también a esta
doctrina de la severidad triunfaremos y sojuzgaremos
todos los gobiernos a nuestro supremo.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 23

Bastará que se nos sepa implacables para que


cese toda rebelión.
Nosotros hemos sido los primeros en la historia
en ofrecer al pueblo las palabras “Libertad, Igualdad,
Fraternidad”. Estas palabras, repetidas luego
constantemente para destruir la prosperidad del
mundo y verdadera libertad individual tan
celosamente guardada en otro tiempo contra las
exigencias de las masas.
Hombres que se pretendían inteligentes no
supieron descubrir el sentido oculto de estas palabras.
No vieron que se contradecían, que no hay igualdad
en la naturaleza, que no puede haber libertad, que la
misma naturaleza ha establecido la desigualdad de
los espíritus, de los caracteres y de las inteligencias
tan estrictamente sometidas a sus leyes. Estos
hombres no han comprendido que la masa es una
fuerza ciega; que los advenedizos que elige para
gobernarla no son menos ciegos en política que ella
misma; que el iniciado, aunque fuera un tonto, puede
gobernar, mientras que los no iniciados, aun cuando
fueran geniales, nada entienden de política.
Los cristianos no pensaron en nada de todo
esto, y, sin embargo, en ellos descansa el principio del
gobierno dinástico, el padre transmitiendo a sus hijos
los secretos de la política desconocidos de todos
24 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

menos de los miembros de la familia reinante, a fin de


que el secreto no fuera traicionado. El sentido de la
transmisión hereditaria de los verdaderos principios
de la política se perdió más tarde, y con ello salió
ganando el éxito de nuestra obra.
En todo el mundo las palabras Libertad,
Igualdad, Fraternidad atrajeron a nuestras filas,
gracias a la labor de nuestros fieles agentes, legiones
de hombres que enarbolaron con entusiasmo nuestra
bandera. Y, sin embargo, estas palabras eran termes
que socavaban la prosperidad de los no judíos,
destruyendo por doquiera la paz, la tranquilidad, la
solidaridad y los fundamentos de los Estados.
Más adelante veréis que esto ayudó a nuestro
triunfo y, entre otras, nos dio la posibilidad de
conseguir una ventaja formidable: la de abolir los
privilegios, la esencia de la aristocracia de los
cristianos y el único medio de defensa que tenían
contra nosotros los pueblos y las naciones. Sobre las
ruinas de la aristocracia natural y hereditaria hemos
asentado nuestra aristocracia de la inteligencia y de
las finanzas. Como base de esta nueva aristocracia
hemos puesto la riqueza, que depende de nosotros, y
la ciencia que dirigen nuestros sabios.
También facilitó el triunfo el hecho de que en
nuestras relaciones con los hombres de que teníamos
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 25

necesidad supimos hacer vibrar las cuerdas más


sensibles de la naturaleza humana: el cálculo, la
avidez, la insaciabilidad de las necesidades materiales
del individuo. Cada una de estas debilidades
humanas, si se toman aisladamente, son capaces de
ahogar toda iniciativa, poniendo la voluntad de los
hombres a disposición de aquél compra su actividad.
La idea abstracta de libertad ha permitido
convencer a las masas de que un gobierno no es otra
cosa que un gerente de un propietario del país, es
decir, del pueblo, y que se puede cambiar de gerente
como se cambia de camisa.
La amovilidad de los representantes del pueblo
los ponía a nuestra disposición, porque dependía de
nuestra elección.
II

LA SUPREMACÍA JUDIA. LOS CONSEJOS SECRETOS.


LA PRENSA.
Necesitamos que las guerras, en la medida de
lo posible, no den ventajas territoriales.
De esta forma se llevara la guerra al terreno
económico y las naciones podrán apreciar la fuerza de
nuestra supremacía al colocar a los contendientes a
disposición de nuestros agentes internacionales, que
disponen de cien ojos que ninguna frontera cierra.
Entonces nuestros derechos internacionales se
sobrepondrán a las nacionales, en el sentido literal de
la palabra, y gobernarán a los pueblos, lo mismo que
el derecho civil de los Estados ordena las relaciones
entre sus súbditos.
Los administradores, elegidos por nosotros
entre la masa, teniendo en cuenta sus aptitudes
serviles, carecerán de la capacidad necesaria para
administrar el país.
30 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

De esta manera serán fácilmente simples


peones de nuestro juego, entre las manos de nuestros
consejeros sabios y geniales y de nuestros
especialistas, educados desde la infancia para
administrar los negocios mundiales. Ya sabéis que
nuestros especialistas han adquirido los
conocimientos necesarios para administrar, en
nuestros planes políticos, en las enseñanzas de la
historia y el estudio de todos los hechos notables. Los
cristianos no se guían por observaciones imparciales
sacadas de la historia, sino por una rutina teórica,
incapaz de proporcionar el menor resultado práctico.
Por eso no debemos contar con ellos. Que se
diviertan durante algún tiempo más, que vivan de
esperanzas o de meras ilusiones o del recuerdo de los
goces pasados. Dejémosle creer en la importancia que
les hemos inspirado de las leyes de la ciencia, que no
son más que teorías. Con este propósito afirmamos
constantemente, por medio de nuestra Prensa, su
confianza en estas leyes. Las clases instruidas de los
cristianos se sentirán orgullosas de su saber, y sin
examinarlas lógicamente, pondrán en acción todos los
informes de la ciencia reunidos por nuestros agentes
para encausar su espíritu en el sentido que a nosotros
nos conviene.
No creáis que nuestras afirmaciones carecen de
fundamento. Pensad en el éxito que hemos sabido
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 31

hacer obtener al darwinismo, al marxismo y al


nietzscheísmo. Al menos para nosotros debe ser
patente la influencia deletérea de estas tendencias.
Debemos contar con las ideas, los caracteres y
las tendencias modernas de los pueblos para no
cometer errores en política y en la administración de
los negocios. Nuestro sistema puede ser aplicado
diferentemente según los pueblos que encontremos
en nuestro camino, y sólo dará resultados prácticos si
se basa en las enseñanzas del pasado confrontadas
con las del presente.
Los estados modernos disponen de una gran
fuerza creadora, que es la prensa, cuya misión
consiste en señalar las reclamaciones, al parecer
indispensables, dar a conocer las quejas del público,
crear descontentos y darles voz.
La prensa encarna la libertad de palabra; pero
los Estados no han sabido utilizar esta fuerza y ha
caído en nuestras manos. Gracias a ella hemos
conquistado una influencia decisiva sin salir de la
sombra; gracias a ella hemos concentrado el oro en
nuestras manos, pese a los torrentes de sangre y de
lágrimas en que hemos tenido que tomarlo. Pero nos
hemos purificado sacrificando a muchos de los
nuestros. Ante Dios, cada una de nuestras víctimas
vale por miles de cristianos.
III

EL TERROR EN LOS PALACIOS


Puedo anunciar ya que estamos cerca del fin.
Un poco más, y el círculo de la Serpiente Simbólica
que representa nuestro pueblo se habrá cerrado.
Cuando suceda esto, los Estados de Europa quedarán
inmovilizados, como fijados a tornillo.
Pronto caerá la balanza constitucional. La
hemos falseado, y no cesa de inclinarse a uno u otro
lado, hasta que por el uso sea inservible. Los
cristianos creían haberla construido con bastante
solidez y esperaban mantenerla en equilibrio. Pero
las personas que reinan – el balancín --, protegidas
por sus representantes, cometen tonterías y se dejan
arrastrar por su fuerza sin freno al terror que reina en
los palacios. No teniendo ya quienes tengan acceso
cerca del pueblo, no pueden concertarse con él y
fortificarse contra las personas que aspiran al poder.
La fuerza ciega del pueblo, dividida por nosotros no
tienen ya importancia; separadas, son tan impotentes
como el ciego sin bastón.
36 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Para llevar a los ambiciosos al abuso del poder


hemos opuesto entre sí esas fuerzas, desarrollando
todas sus tendencias liberales hacia la independencia
... Hemos ayudado en ese sentido a cualquier
empresa; hemos armado a todos los partidos; hemos
convertido el poder en blanco de todas las
ambiciones. Hemos transformado en circos los
Estados en que se desarrollan los tumultos. Unos
pocos desórdenes más, y será quiebra general.
Los charlatanes han transformado las sesiones
del parlamento y las reuniones administrativas en
luchas oratorias. Periodistas atrevidos, escritores sin
vergüenza atacan constantemente al personal
administrativo. Los abusos de poder preparan
finalmente la caída de todas las instituciones y todo
caerá ante la furia de la multitud enloquecida.
Los pueblos se hallan encadenados al trabajo
penoso más aún que en tiempos de la esclavitud y la
servidumbre. De estas últimas había manera de
librarse; pero de la miseria, es imposible. Los
derechos que hemos inscrito en las constituciones son
ficticios, no llegan a las masas, no representa una
realidad. Todos esos pretendidos “derechos del
pueblo” no pueden existir más que teóricamente; en
la realidad, no. ¿Qué significa para el proletariado,
abrumado por su penoso trabajo, por su suerte el
derecho concedido a los habladores para hablar, a los
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 37

periodistas para escribir toda especie de absurdos


entre cosas serias, cuando el proletariado no se
beneficia de la Constitución más que con las
miserables migajas que sobran en nuestra mesa, a
cambio de un sufragio favorable a nuestras
prescripciones, a nuestros amigos, a nuestros agentes?
Los derechos republicanos constituyen una amarga
ironía para el pobre: la necesidad de un trabajo casi
cotidiano le impide gozar de ellos. En contra, le
quitan la garantía de una ganancia constante y
segura, poniéndole bajo la dependencia de las
huelgas de los patrones o de los camaradas.
Bajo nuestra dirección el pueblo ha destruido la
aristocracia que era su protectora y su nodriza
natural, porque su interés es inseparable de la
prosperidad del pueblo. Destruida la aristocracia, el
pueblo ha caído bajo el yugo de los acaparadores, de
los nuevos ricos, que le oprimen sin piedad.
Cuando le propongamos entrar en las filas de
ese ejército de socialistas, de anarquistas, de
comunistas que sostenemos con el pretexto de la
solidaridad entre los miembros de nuestra masonería
social, apareceremos a los ojos del pueblo como
liberadores de ese yugo. La aristocracia, que gozaba
con pleno derecho del trabajo de los obreros, tenía
interés en que esos trabajadores estuviesen contentos,
sanos y fuertes. Nuestro interés está, al contrario, en
38 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

que los cristianos degeneren. Nuestro poder


descansa en el hambre crónica, en la debilidad del
obrero, porque todo esto le sujeta a nuestra voluntad,
y le quita la fuerza y la energía para oponerse a ella.
El hambre da más derechos al capital sobre el obrero
de los que la aristocracia recibía del poder real y legal.
Por la miseria y el odio venenoso que produce
conduciremos las multitudes, nos serviremos de sus
manos para aplastar a los que se oponen a nuestros
deseos.
Cuando llegue el momento de ser coronado
nuestro soberano universal, esas mismas manos
barrerán todo aquello que pueda ser un obstáculo
para él.
Los cristianos han perdido el hábito de pensar
separados de nuestros consejos científicos. Por eso no
ven la necesidad urgente de hacer lo que haremos
nosotros cuando impere nuestro régimen, es decir,
enseñar en las escuelas primarias la única ciencia
verdadera, la primera de todas las ciencias del orden
social, de la vida humana, de la existencia social, que
pide la división del trabajo y, en consecuencia de las
distintas actividades a que cada uno está destinado;
que no pueden ser todos igualmente responsables
ante la ley; que, por ejemplo, la responsabilidad no es
la misma en quien por sus actos compromete a toda
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 39

una clase que en quien no perjudica más que su


honor. La verdadera ciencia del orden social, en el
secreto de la cual admitamos a los cristianos,
demostraría a todos que el lugar y el trabajo de cada
cual deben ser distintos, para no ser una fuente de
tormentos a consecuencia de la falta de
correspondencia entre la educación y el trabajo.
Estudiando esa ciencia los pueblos obedecerán
gustosos a los poderes y al orden social establecidos
por ellos en el Estado. Al contrario, en el estado
presente de la ciencia, tal como la hemos hechos, el
pueblo, creyendo ciegamente en la palabra impresa,
se nutre, a causa de los errores que se le insinúan en
su ignorancia, de la enemistad contra las condiciones
que cree por debajo de sí, porque no comprende la
importancia de cada condición.
Esta enemistad aumenta aún a consecuencia de
la crisis económica, que terminará por paralizar las
operaciones de Bolsa y la marcha de la industria.
Cuando por todos los medios ocultos de que
disponemos con ayuda del oro, que esta por completo
en nuestras manos, hayamos creado una crisis
económica general, lanzaremos a la calle a multitudes
enteras de obreros simultáneamente en todos los
países de Europa.
40 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Esas masas se dedicarán con voluptuosidad a


verter sangre de aquellos a quienes envidian desde
siempre, en la simplicidad de su ignorancia, y de los
cuales podrán saquear los bienes.
Hemos afirmado que el progreso sometería a
todos los cristianos al reino de la razón. Tal será
nuestro despotismo: sabrá calmar todas las
agitaciones por medidas severas y justas y sabrá
extirpar el liberalismo de todas las instituciones.
Cuando el pueblo vió que en nombre de la
libertad se hacían tantas concesiones y se le complacía
tanto se imaginó ser el dueño y se sujetó al poder,
pero tropezó, naturalmente, como un ciego, con
infinidad de obstáculos; buscó un guía, no tuvo la
idea de volver a lo antiguo y puso su poder a
nuestros pies. Acordaos de la Revolución francesa, a
la que hemos dado el nombre de “grande”: los
secretos de su preparación no son bien conocidos
pues fue enteramente la obra de nuestras manos.
Desde entonces llevamos al pueblo de una
decepción a otra a fin de que renuncie hasta a
nosotros, en bien del rey – déspota de la sangre de
Sión que preparamos para el mundo.
Actualmente somos invulnerables como fuerza
internacional, pues cuando se nos ataca en un Estado
se nos defiende en los demás. La cobardía infinita de
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 41

los pueblos cristianos, que se humillan ante la fuerza,


que son crueles para la debilidad y las pequeñas
faltas, pero indulgentes para los crímenes; que no
quieren soportar las contradicciones de la libertad;
que son pacientes hasta el martirio ante la violencia
de un atrevido despotismo: he aquí lo que favorece
nuestra independencia. Sufren y soportan de los
presidentes de los gabinetes actuales, abusos por el
menor de los cuales decapitarían veinte reyes.
¿Cómo explicar tal fenómeno, tal
inconsecuencia de las masas populares frente a los
acontecimientos que parecen de la misma naturaleza?
El fenómeno se explica por el hecho de que
estos dictadores – los presidentes de Consejo –
mandan decir en secreto al pueblo, por sus agentes,
que si causan detrimento a los Estados es con el fin
último de realizar la felicidad de los pueblos, su
fraternidad internacional, la solidaridad, los derechos
iguales para todos. Naturalmente que no se dice que
esta unidad debe hacerse bajo nuestra autoridad.
Y he aquí que el pueblo condena a los justos y
absuelve a los culpables, convenciéndose más cada
día de que puede hacer cuanto se le antoje. En esas
condiciones el pueblo destruye toda estabilidad y crea
el desorden a cada paso.
42 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

La palabra “Libertad” sitúa a las sociedades


humanas en lucha contra cualquier fuerza, contra
cualquier poder, hasta con el Dios y la naturaleza. He
aquí por qué cuando triunfemos excluiremos esa
palabra del vocabulario humano, como principio de
la brutalidad que torna bestias feroces a las
multitudes. Es verdad que esas bestias se adormecen
siempre que son alimentadas con sangre, y en ese
momento es fácil encadenarlas. Pero si no se les da
sangre, siguen despiertas y luchan.
IV

EL PAPEL DE LA ESPECULACIÓN
Toda República pasa por distintos estados.

El primero comprende los días de locura de un


ciego que cae a la izquierda y a la derecha. El
segundo es el de la demagogia, de donde nace la
anarquía y luego inevitablemente, el despotismo, no
un despotismo legal y declarado y, en consecuencia,
responsable, sino un despotismo invisible y oculto, y,
no obstante, sensible; despotismo ejercido por una
organización secreta que opera sin escrúpulos porque
obra cubierta por sus múltiples agentes, cuyo cambio
no sólo es para ella un obstáculo, sino que la sostiene
dispensándola de gastar sus recursos recompensando
amplios servicios.

¿Quién podría derribar a una fuerza invisible?


Pues esa es nuestra fuerza. La masonería exterior sólo
sirve para cubrir nuestros designios; el plan de acción
de esa fuerza, hasta el lugar en que reside, serán
siempre desconocidos para el pueblo.
46 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

La misma libertad podría ser inofensiva y exis-


tir en el Estado, sin ser obstáculo a la prosperidad de
los pueblos, si reposase en los principios de la
creencia de Dios, de la fraternidad humana, sin la
idea de igualdad, contradicha por las propias leyes de
la creación, que han establecido la jerarquía. Con tal
fe, el pueblo se dejaría gobernar por la tutela de las
parroquias y marcharía, humilde y apacible, de la
mano de su pastor espiritual, sometido a la
distribución divina de los bienes de este mundo. He
aquí por qué es necesario que arruinemos la fe, que
arranquemos del espíritu de los cristianos el propio
principio de la Divinidad y del Espíritu, para
sustituirlos por cálculos y necesidades materiales.

Para que los espíritus de los espíritus cristianos


no tengan tiempo de pensar y observar es preciso
distraerlos por medio de la industria y el comercio.
De este modo, todas las naciones buscarán sus
ventajas, y luchando cada una por sus propias
conveniencias, no se darán cuenta del enemigo
común. Pero para que la libertad pueda así disgregar
y destruir completamente la sociedad de los cristianos
es necesario hacer de la especulación la base de la
industria; de ese modo ninguna de las riquezas que la
industria extraiga de la tierra quedara en manos de
los industriales, todas se gastaran en especulaciones,
es decir caerán en nuestras cajas.
47 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

La lucha ardiente por la supremacía, los


choques de la vida económica crearan y han creado
ya sociedades desencantadas, frías y sin corazón. Esas
sociedades sentirán repugnancia por la política
superior y por la religión. Su único norte será el
cálculo, es decir, el oro, por el que tendrán un
verdadero culto, a causa de los bienes materiales que
puede procurar. Entonces las clases inferiores de los
cristianos nos seguirán en nuestra lucha contra la
clase inteligente de ellos mismos que ocupa el poder,
contra nuestros competidores, no para hacer el bien,
ni siquiera para adquirir la riqueza, sino sólo por odio
a los privilegiados.
V

MODO DE ADUEÑARSE DEL PODER


DE LA MOSONERIA
¿Qué forma de administración se puede dar a
sociedades en las que la corrupción ha penetrado en
todas partes, en las que llega a la riqueza por esas
sorpresas hábiles que son casi bribonadas; donde
reina la licencia en las costumbres; donde la
moralidad sólo se sostiene por medio de castigos y
leyes austeras y no por principios voluntariamente
aceptados; donde los sentimientos de Patria y de
Religión se hallan ahogados por creencias
cosmopolitas? ¿Qué forma de gobierno dar a esas
sociedades si no es la forma despótica que describiré
más adelante? Nosotros regularemos mecánicamente
todas las acciones de la vida política de nuestros
súbditos, por nuevas leyes. Esas leyes terminarán
una a una con todas las complacencias y las libertades
excesivas que fueron concedidas por los cristianos, y
nuestro reino se señalará por un despotismo tan
majestuoso, que en cualquier momento y lugar se
hallará en estado de hacer callar a los cristianos que se
nos quieran oponer y que se hallan descontentos.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 52

Se me dirá que el despotismo del que hablo no


se compagina con los progresos modernos. Probare
lo contrario.

Cuando el pueblo consideraba a las personas


reinantes como pura emanación de la Voluntad de
Divina se sometían sin murmurar al absolutismo de
los reyes, pero desde el día en que les hemos sugerido
la idea de los propios derechos, han considerado a las
personas reinantes como simples mortales. La
Unción Divina huyó de la cabeza de los reyes; en
cuanto le hemos quitado la creencia en Dios, la
autoridad ha sido arrojada en mitad de la calle, es
decir en lugar de propiedad pública, y nosotros nos
hemos apoderado de ella.

Además, el arte de gobernar a las masas y a los


individuos por medio de una teoría y de una
fraseología hábilmente combinada, por reglamentos
de la vida social y toda especie de medios ingeniosos
que los cristianos no entienden, forma parte de
nuestro genio administrativo, elevado al análisis, a la
observación, a tales sutilezas de concepto, que no
tenemos rival, como no lo tenemos para concebir
planes de acción política y de solidaridad. Sólo los
jesuítas podrían igualarnos en eso, pero hemos
podido desacreditarlos a los ojos de la multitud
estúpida, porque formaban una organización visible,
53 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

mientras que nosotros permanecemos en la sombra


con nuestra organización secreta. Por lo demás, ¿qué
importa al mundo el amo que ha de tener? ¿Qué le
importa que sea el jefe del catolicismo o nuestro
déspota de la sangre de Sión? Pero, para nosotros,
que somos el pueblo elegido, la cuestión está lejos de
ser indiferente.

Una coalición universal de los cristianos podría


dominarnos por algún tiempo, pero estamos
garantizados contra ese peligro por las profundas
semillas de discordia que no se pueden arrancar del
corazón. Hemos opuesto unos a otros los cálculos
individuales y nacionales de los cristianos, sus odios
religiosos y étnicos, que hemos cultivado desde hace
veinte siglos. Por eso ningún gobierno hallara socorro
en parte alguna: cada uno creerá desfavorable a sus
intereses una inteligencia contra nosotros. Las
potencias no pueden concluir el acuerdo más
insignificante sin que nosotros tomemos parte.

Per me reges regnant, “por mí reinan los


reyes”. Nuestros profetas nos han dicho que hemos
sido elegidos por el mismo Dios para dominar sobre
la tierra. Dios nos ha dado el genio para que podamos
llevar a buen fin ese problema. Aunque hubiera un
genio en el campo opuesto, podría luchar contra
nosotros; pero el recién llegado no vale lo que el viejo
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 54

habitante; la lucha entre nosotros sería implacable, tal


como no se ha visto aun en el mundo. Y, además, esos
hombres de genio llegarían demasiado tarde. Todas
las ruedas del mecanismo gubernamental dependen
de un motor que esta entre nuestras manos, y ese
motor es el oro. La ciencia de la economía política,
inventada por nuestros sabios, nos demuestran desde
hace mucho tiempo el prestigio real del oro.

El capital, para tener las manos libres, ha de


obtener el monopolio de la industria y del comercio:
es lo que está ya realizando una mano invisible en
todas partes. Esa libertad dará la fuerza política a los
industriales; el pueblo se les someterá. En nuestros
días es más importante desarmar a los pueblos que
llevarlos a la guerra; servirse en nuestro provecho de
las pasiones exaltadas que calmarlas; apoderarse de
las ideas de los demás y comentarlas que desterrarlas.

El problema capital de nuestro gobierno es de


debilitar el espíritu público por la crítica; de hacerle
perder el hábito de pensar, pues la reflexión crea la
oposición; de llevar las fuerzas del espíritu a vanas
escaramuzas de elocuencia.

Los pueblos, igual que los individuos, han


tomado siempre las palabras por hechos, pues se
contentan con las apariencias de las cosas, y casi
55 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

nunca se toman el trabajo de observar si el


cumplimiento ha seguido a las promesas relacionadas
con la vida social. Por eso nuestras instituciones
tendrán una linda fachada, que demostrara
elocuentemente sus beneficios en lo que concierne al
progreso.

Nos apropiaremos de la fisonomía de todos los


partidos, de todas las tendencias, y les enseñaremos a
nuestros oradores, que hablarán tanto, que todo el
mundo se cansará de oírlos.

Para tener en nuestras manos la opinión


pública hay que dejarla perpleja, expresando por
diversos lados y durante mucho tiempo tantas
opiniones contradictorias, que los cristianos
terminaran por perderse en un laberinto y por
comprender que vale más no tener ninguna opinión
en política. Son estas cuestiones que la sociedad ha de
ignorar. Sólo es dado conocerlas a aquel que la dirige.
Este es el primer secreto.

El segundo secreto necesario para gobernar con


éxito consiste en multiplicar de tal modo los defectos
del pueblo, sus hábitos, sus pasiones, las reglas de
vida en común, que nadie pueda ordenar ese caos, y
que los hombres no lleguen a comprenderse unos a
otros. Esa táctica tendrá, además, por efecto sembrar
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 56

la discordia en todos los partidos, desunir todas las


fuerzas colectivas que no quieren someterse a
nosotros todavía; quitará ilusión a toda iniciativa, aun
genial, y será más poderosa que millones de hombres
entre los que habremos sembrado la discordia.
Necesitamos dirigir la educación de las sociedades
cristianas de tal modo, que sus manos caigan en una
impotencia desesperada ante cada asunto que
requiera iniciativa.

El esfuerzo que ejerce bajo el régimen de


libertad sin límites es importante, porque tropieza con
los esfuerzos libres de otro. De ahí nacen penosos
conflictos morales, decepciones, fracasos. Cansaremos
tanto a los cristianos de esa libertad, que les
obligaremos a ofrecernos un poder internacional cuya
disposición será tal, que podrá, sin destruirlos,
englobar las fuerzas de todos los estados y formar un
gobierno supremo.

En lugar de los gobiernos actuales, colocaremos


un espantajo que se llamara administración del
Gobierno Supremo. Sus manos se tenderán en todas
direcciones como pinzas, y su organización será tan
colosal, que no podrá existir pueblo alguno que no se
halle sometido.
VI
EL SENTIDO SECRETO DE LA PROPAGANDA
DE LAS TEORIAS ECONOMICAS
Pronto instituiremos nuevos monopolios,
depósitos colosales de riquezas, de los que
dependerán las fortunas de los cristianos, aun las
grandes fortunas, de tal modo que desaparecerán
como el crédito de los Estados al día siguiente de una
catástrofe política.

¡Señores economistas aquí presentes,


considerad la importancia de esta combinación!

Hay que desarrollar por todos los medios


posibles la grandeza de nuestro Gobierno Supremo,
presentándole como el protector y el remunerador de
todos aquellos que se someten a él voluntariamente.

A aristocracia de los cristianos ha desaparecido


como fuerza política, ya no hay que contar con ella;
pero como propietaria de bienes territoriales, puede
ser un obstáculo para nosotros en la medida en que
sus recursos sean independientes. Es preciso
desposeerla de sus tierras. El mejor medio para ello es
aumentar los impuestos sobre la propiedad inmobi-
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 60

liaria, a fin de cargar la tierra de deudas. Esas


medidas retendrían a tal clase de propiedad en un
estado de sujeción absoluta.

No sabiendo los aristócratas cristianos, de


padres a hijos, contentarse con poco, pronto estarán
arruinados.

Al mismo tiempo hay que proteger


enérgicamente al comercio y la industria, y, sobre
todo, la especulación cuyo papel sirve de contrapeso a
la industria; sin la especulación, la industria
multiplicaría los capitales privados, mejoraría la
agricultura, liberando la tierra de las deudas creadas
por los prestamos de los Bancos. Es preciso que la
industria quite a la tierra el fruto del trabajo; que nos
dé, por la especulación, el dinero del mundo entero.
Lanzados por ese procedimiento en las filas del
proletariado, todos los cristianos se inclinarán ante
nosotros, sólo para tener derecho a existir.

Para arruinar la industria de los cristianos


desarrollaremos la especulación, el gusto por el lujo,
que lo devora todo. Haremos subir los salarios, que
no obstante, no llevaran provecho alguno de los
obreros, pues habremos hecho nacer al propio tiempo
un encarecimiento de los artículos de primera
necesidad, debido, diremos nosotros, a la decadencia
61 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

de la agricultura y de la ganadería; además


minaremos diestra y profundamente las fuentes de la
producción, habituando a la anarquía y a las bebidas
espirituosas, así como tomaremos todas las medidas
posibles conducentes a desterrar del campo a los
cristianos inteligentes.

Para impedir que la situación sea descubierta


prematuramente ocultaremos nuestros verdaderos
propósitos con el pretendido deseo de servir a las
clases obreras y propagar los principios económicos
que enseñamos hoy.
VII
LA PRENSA Y LA OPINIÓN PUBLICA
El aumento de armamentos y del personal de
policía es un complemento necesario del plan que
hemos expuesto. Es preciso que en los Estados,
además de nosotros, sólo haya masas de proletarios,
algunos millonarios que estén bajo nuestra influencia,
policías y soldados.

En toda Europa, así como en los otros


continentes, debemos suscitar la agitación, la
discordia y el odio. El beneficio es doble. Por una
parte, tendremos así en respeto a todos los países en
que podamos provocar a voluntad el desorden o
restablecer el orden. Todos esos países se
acostumbraran a considerarnos como carga necesaria.
Después nuestras intrigas embarullarán todos los
hilos que habremos tendido en los gabinetes del
Estado, y eso por medio de la política, de contratos
económicos, de compromisos financieros. Para
alcanzar nuestro fin tendremos que dar pruebas de
gran astucia en el curso de las conversaciones
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 66

preliminares y en el de las negociaciones; pero en lo


que se llama “el lenguaje oficial” seguiremos la
misma táctica opuesta y aparecemos honestos y
conciliadores. De ese modo, los pueblos y los
gobiernos de los cristianos, a quienes hemos
acostumbrado a mirar sólo la superficie de las cosas
que les presentamos, nos tomaran una ves más por
los bienhechores y los salvadores del género humano.
A cada oposición, deberemos hallarnos en estado de
hacer declarar la guerra por los vecinos al país que se
atreva a contraatacarnos, y si esos vecinos creen que
deben coligarse contra nosotros, debemos rechazarlos
por una guerra general.

El camino más seguro del éxito en política, es el


secreto de sus empresas: la palabra del diplomático
no debe compaginarse con sus actos.

Hemos de obligar a los gobiernos cristianos a


actuar según ese plan que hemos concebido con
amplitud y que toca ya a su fin. La opinión pública,
esa opinión pública que la gran potencia, la prensa, ha
puesto ya en nuestras manos, nos ayudará. Con pocas
excepciones, con las que es inútil contar, la prensa
esta por completo bajo nuestra dependencia. En una
palabra, para resumir nuestro sistema de coerción de
los gobiernos cristianos de Europa, haremos ver
nuestra fuerza a unos por atentados, es decir, por el
67 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

terror; a todos, si todos se alzaban contra nosotros, les


contestaremos con los cañones norteamericanos,
chinos o japoneses.
VIII
USO EQUIVOCO DEL DERECHO JURÍDICO
Hemos de apoderarnos de todos los instrumen-
tos que nuestros adversarios podrían emplear contra
nosotros. Hemos de encontrar en la sutileza del
idioma jurídico una justificación para los casos en que
tengamos que pronunciar sentencias que podrán
parecer demasiado atrevidas e injustas, pues importa
expresar esas sentencias en términos que parezcan
máximas morales elevadas, sin dejar de tener carácter
legal. Nuestro régimen debe rodearse de todas las
fuerzas de la civilización, en medio de las cuales
deberá actuar. Se rodeara de publicistas, de
jurisconsultos experimentados, de administradores,
de diplomáticos; en fin, de hombres preparados por
una educación superior especial en escuelas
especiales.

Esos hombres conocerán todos los secretos de


la existencia social, conocerán todos los lenguajes
formados de letras y palabras políticas; conocerán
todas las debilidades de la naturaleza humana, todas
72 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

sus cuerdas sensibles, sobre las que habrán de saber


actuar. Esas cuerdas son los caprichos de los
cristianos, sus tendencias, sus defectos, sus vicios y
sus buenas cualidades, sus particularidades de clase y
de condición. Desde luego que esos colaboradores de
talento de nuestro gobierno no se escogerán entre los
cristianos, que están habituados a realizar su trabajo
administrativo sin pensar en su utilidad. Los
administradores de los cristianos firman los papeles
sin leerlos; sirven por interés o por ambición.

Rodearemos nuestro gobierno de multitud de


economistas. He aquí por qué las ciencias económicas
son las que principalmente hay que enseñar a los
judíos. Estaremos rodeados de un gran número de
banqueros, industriales, capitalistas y, sobre todo,
millonarios, porque, en suma, todo lo decidirán las
cifras.

Durante cierto tiempo hasta que no exista


peligro los puestos responsables de nuestros Estados
a nuestros hermanos judíos, los confiaremos a
individuos cuyo pasado y carácter sean tales, que
exista un abismo entre ellos y el pueblo; a hombres
tales que, en caso de desobediencia a nuestras
ordenes, no les quede más que esperar que la condena
o el destierro, a fin de que defiendan nuestros
intereses hasta su último suspiro.
IX
LA DICTADURA DE LA MASONERÍA
Aplicando nuestros principios, tened en cuenta
el carácter del pueblo en medio del cual os encontréis
y actuad; una aplicación general y uniforme de esos
principios antes de rehacer la educación del pueblo
iría al fracaso. Pero aplicándolos prudentemente
veréis que no habrán transcurrido diez años cuando
el carácter más terco habrá ya cambiado, y
contaremos con un pueblo cada día más bajo nuestra
dependencia.

Cuando llegue nuestro reinado reemplazare-


mos nuestro santo y seña liberal – libertad, igualdad,
fraternidad – no por otro, sino por las mismas
palabras referidas a un orden de ideas; diremos: el
derecho a la libertad, el deber de la igualdad, el ideal
de la fraternidad. Cogeremos el toro por los cuernos.
De hecho ya hemos destruido todos los gobiernos,
excepto el nuestro, aunque existan aún muchos de
derecho. En nuestros días, si algunos Estados elevan
protestas contra nosotros es por pura fórmula, y
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 76

obedeciendo nuestros deseos y nuestras órdenes,


pues su antisemitismo nos es necesario para gobernar
a nuestros hermanos menores. No os explicaré esto
con claridad, pues este asunto ha sido ya tratado más
de una vez en nuestras charlas.

En realidad ya no hay obstáculos entre


nosotros. Nuestro Gobierno Supremo se desarrollara
en condiciones extralegales, a las que se ha convenido
dar una palabra muy enérgica: la dictadura. Puedo
decir en conciencia que actualmente somos legisla-
dores; pronunciamos la sentencia de la justicia,
condenamos a muerte e indultamos; estamos como
jefe de nuestras tropas, montados en el caballo del
caudillo. Gobernamos con mano firme, pero tenemos
en nuestro poder los restos de un partido, fuerte otros
días, y hoy sometido por nosotros. Tenemos en
nuestras manos ambiciones desmesuradas, avideces
ardientes, venganzas implacables, odios profundos.

De nosotros proviene el terror, que lo ha


invadido todo. Tenemos a nuestro servicio hombres
de todas las opiniones, de todas las doctrinas;
restauradores de monarquía, demagogos, socialistas,
comunistas y toda clase de utopistas; hemos llevado a
la tarea a todo el mundo; cada uno de ellos mina los
últimos residuos del poder, se esfuerza por derribar
todo lo que se sostiene en pie. Todos los Estados
77 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

sufren de ese desbarajuste. Piden calma, están


dispuestos a sacrificarlo todo por la paz; pero no les
concedernos la paz hasta que hayan reconocido
nuestro Gobierno Supremo abiertamente, humilde-
mente.

El pueblo ha comenzado a gritar que es necesa-


rio resolver la cuestión social por medio de una
inteligencia internacional. La división del pueblo en
partidos les ha puesto a todos a nuestra disposición,
pues para sostener una lucha de emulación es
necesario dinero, y éste le tenemos nosotros.

Podríamos temer la alianza de la fuerza inte-


ligente de las personas reinantes con la fuerza ciega
del pueblo; pero hemos tomado todas las medidas
posibles contra tal eventualidad: entre esas dos
fuerzas hemos elevado un muro, es decir, un terror
reciproco. De ese modo, la fuerza ciega es nuestro
sostén, y estaremos solos para guiarla; sabremos
dirigirla con seguridad hacia nuestro fin.

Para que la mano ciega no pueda rechazar


nuestra dirección, de cuando en cuando hemos de
estar en comunicación directa con ella, si no personal-
mente, al menos por nuestros hermanos más fieles.
Cuando seamos un poder reconocido, hablaremos
nosotros mismos al pueblo en las plazas públicas y le
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 78

instruiremos en las cuestiones políticas en el sentido


que nos sea necesario.

¿Cómo comprobar lo que se enseña en las es-


cuelas de la aldea? Lo que diga el enviado del go-
bierno o la persona reinante ha de ser por necesidad
conocido en todo el Estado, pues será rápidamente
extendido por la voz del pueblo. Para no destruir
prematuramente las instituciones de los cristianos, las
hemos cogido con mano sabia, y tenemos en nuestras
manos los resortes de su mecanismo. Esos resortes
estaban dispuestos en un orden severo, pero justo;
nosotros le hemos reemplazado por la arbitrariedad
desordenada. Hemos tocado a la jurisdicción, a las
elecciones, a la Prensa, a la libertad individual, y,
sobre todo, a la instrucción y a la educación, que son
las piedras angulares de la existencia libre.

Hemos mixtificado, embrutecido y corrompido


a la juventud cristiana por una educación fundada
sobre principios y teorías que sabemos falsos, pero
que están inspirados por nosotros.

Por encima de las leyes existentes, sin cambiar-


las en lo esencial, pero desfigurándolas por inter-
pretaciones contradictorias, hemos obtenido resul-
tados prodigiosos. Esos resultados se han manifes-
tado, en un principio, en que los comentarios han
79 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

desfigurado las leyes, y en seguida las han ocultado


completamente a los ojos de los gobiernos, incapaces
de reconocerse en una legislación tan embrollada.

De ahí la teoría del tribunal de la conciencia.


Decís que las gentes se sublevarán contra nosotros
con las armas en la mano si se dan cuenta demasiado
pronto de qué se trata; pero para ese caso tenemos
preparada en los países de Occidente una maniobra
tan terrible, que temblarán las almas mejor
templadas; de aquí a que eso suceda tendremos esta-
blecidos metropolitanos en todas las capitales, y les
haremos saltar con todas las organizaciones y todos
los documentos de los países.
X
LO QUE PROMETE EL GOLPE DE ESTADO
DE LA MASONERÍA
Comienzo hoy por repetir lo que ya he dicho, y
os ruego que recordéis, que los gobiernos y los
pueblos sólo ven la apariencia de las cosas. ¿Y cómo
descubrirían su sentido íntimo cuando sus
representantes piensan únicamente en divertirse?
Importa mucho a nuestra política conocer ese detalle;
nos ayudara cuando pasemos a la discusión de la
división del poder, de la libertad de la palabra, de la
Prensa, de la libertad de conciencia, del derecho de
asociación, de la igualdad ante la ley, de la
inviolabilidad de la propiedad, de la habitación, del
impuesto, de la fuerza retrospectiva de las leyes.
Todas esas cuestiones es necesario no tocarlas directa
y abiertamente ante el pueblo. Cuando sea preciso
abordarlas no hay que enumerarlas, sino declarar en
bloque que reconocemos los principios del derecho
moderno. La importancia de esta reticencia consiste
en que principios que no se nombran nos dejan la
libertad de excluir esto o aquello sin que nadie se dé
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 84

cuenta, mientras que si los enumeramos habrá que


aceptarlos sin reserva.

Un pueblo tiene un amor especial y una gran


estima por los genios políticos, y responde a todos sus
actos de violencia con estas palabras: “Es un sinver-
güenza, ¡pero que hábil! ¡Es una obra maestra de
engaño y atrevimiento!”

Contamos con llevar a todas las naciones a la


construcción de un nuevo edificio fundamental, cuyos
planos hemos proyectado. He aquí por qué nos es
preciso, ante todo, hacer provisión de esa audacia y
de esa presencia de espíritu que, en la persona de
nuestros actores, derribaran todos los obstáculos que
se nos opongan.

Cuando hayamos llevado a termino nuestro


golpe de Estado diremos a los pueblos: “Todo iba
muy mal, todo el mundo sufrido más allá de lo que se
puede soportar. Hemos destruido las causas de vues-
tros tormentos: las nacionalidades, las fronteras, la
diversidad de las monedas. Sois, sin duda alguna,
libres de jurarnos obediencia, ¿pero podéis hacerlo
con justicia si lo hacéis antes de haber probado lo que
os damos? Entonces nos exaltaran y nos llevaran en
triunfo, en su entusiasmo unánime de esperanzas. El
sufragio universal, del que hemos hecho el instru-
85 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

mento de nuestro advenimiento, y al que hemos


acostumbrado a las más ínfimas unidades que
formaban parte de los miembros de la humanidad
por medio de reuniones de grupos, representará por
última vez su papel para expresar el deseo unánime
de la humanidad de conocernos de más cerca antes de
juzgarnos.

Para eso hemos de llevar a todo el mundo al


sufragio universal, sin distinción de clases y censo
electoral, a fin de establecer el absolutismo de la
mayoría, que no se puede obtener de las clases
censatarias, inteligentes. Habiendo habituado de tal
modo a todo el mundo a la idea de su propio valor,
destruiremos la importancia de la familia cristiana y
su valor educativo, no dejaremos producirse las
individualidades, a las que la multitud, guiada por
nosotros, no permitirá destacarse, ni siquiera hablar.
La multitud está acostumbrada a escucharnos sólo a
nosotros, que le pagamos su obediencia y su atención.
Haremos así del pueblo una fuerza tan ciega, que no
estará en parte alguna en estado de moverse sin ir
guiada por los agentes que tendremos en el puesto de
sus jefes. Se someterá a ese régimen, porque sabrá que
de esos nuevos jefes dependerán las ganancias, los
dones gratuitos y toda especie de bienes.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 86

Un plan de gobierno ha de salir listo de una


sola cabeza, porque seria incoherente si muchas
inteligencias compartieran la labor de establecerle.
Teniendo eso en cuenta, podemos conocer su plan de
acción, pero no discutirlo, a fin de no destruir su
carácter genial, la trabazón de sus partes, la fuerza
practica y la significación secreta de cada uno de sus
puntos. Si el sufragio universal lo discute y lo rehace,
guardará la huella de todos los falsos conceptos de los
espíritus que no hayan penetrado en la profundidad y
la concordancia de los deseos. Es necesario que
nuestros planes sean fuertes y bien concebidos. Por
eso no debemos echar el trabajo genial de nuestro jefe
a los pies de la multitud, ni siquiera entregarle a una
sociedad restringida.

Esos planes no derribarán de momento las


instituciones modernas. Sólo cambiarán su economía
y, en consecuencia, todo su desarrollo, que se
orientara según nuestros proyectos.

Las mismas cosas, poco más o menos, existen


en todos los países con distintos nombres: la
Representación, los Ministerios, el Senado, El Consejo
de Estado, el Cuerpo Legislativo y Cuerpo Ejecutivo.
No tengo necesidad de explicaros el mecanismo de las
relaciones de esas instituciones entre sí, ya que os es
conocido; notad únicamente que cada una de esas
87 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

instituciones corresponde a alguna función importan-


te del Estado, y os ruego que os fijéis aun que es la
función, y no la institución, lo que reputo importante,
pues no son las instituciones las importes, sino sus
funciones. Las instituciones se han repartido todas las
funciones del gobierno: administrativa, legislativa,
ejecutiva. Por eso actúan en el organismo del Estado
como los órganos en el cuerpo humano. Si
estropeamos una parte de la máquina del Estado, éste
enfermará, como el cuerpo humana, y morirá.

Cuando hemos introducido en el organismo del


Estado el veneno del liberalismo ha cambiado toda su
constitución política; los Estados han caído enfermos
de una enfermedad mortal: la descomposición de la
sangre; sólo hay que esperar el fin de su agonía.

Del liberalismo han nacido los gobiernos cons-


titucionales, que han reemplazado en los cristianos la
Autocracia saludable, y la Constitución, como lo
sabéis bien vosotros, no es otra cosa que una escuela
de discordias, de desacuerdos, las discusiones, de
disentimientos, de agitaciones estériles de partidos;
en una palabra: es la escuela de cuanto hace perder a
un Estado su individualidad y su personalidad. La
tribuna, así como la Prensa, han condenado a los
gobiernos a la inacción y a la debilidad; los han hecho
por ello poco necesarios, inútiles; eso explica por qué
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 88

han sido derribados. Entonces se ha hecho posible la


era republicana, hemos reemplazado el gobierno por
una caricatura del gobierno: por un presidente sacado
de entre la multitud, de en medio de nuestras
criaturas, de nuestros esclavos. Ahí reside el
fundamento de la mina excavada por nosotros bajo el
pueblo de los cristianos, o, más bien, bajo los pueblos
de los cristianos.

En un máximo porvenir crearemos la respon-


sabilidad de los presidentes.

Estamos sin preocuparnos, haremos pasar


cosas, de las que responderá nuestra criatura
impersonal. ¿Qué nos importa que las filas de los que
aspiran al poder se presenten más claras, si se
produce, a falta de presidente, algo que sea capaz de
desorganizar completamente el país?

Para esperar ese resultado maquinaremos la


elección de presidentes que tengan en su pasado una
mancha oculta, algún “panamá”. El miedo a las
revelaciones, el deseo propio de conservar los
privilegios, las ventajas y los honores ajenos a su
condición, les convertirán en fieles ejecutores de
nuestras prescripciones. La Cámara de diputados
cubrirá, defenderá, elegirá a los presidentes; pero le
quitaremos el derecho a proponer leyes, a cambiarlas;
89 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

ese derecho se atribuirá al presidente responsable,


que será nuestro juguete.

El poder del gobierno será, sin duda, blanco de


todos los ataques. Para defenderse le daremos el
derecho de apelar a la decisión del pueblo sin pasar
por sus representantes, es decir, de recurrir a nuestro
ciego servidor: la mayoría. Daremos, además, al
presidente el derecho a declarar la guerra.
Motivaremos este ultimo derecho diciendo que el
presidente, como jefe de los ejércitos de mar y tierra,
debe tenerlos a su disposición para defender la nueva
constitución republicana, de la que será el
representante responsable. En esas condiciones, el jefe
del santuario estará entre nuestras manos, y nadie,
excepto nosotros, dirigirá la fuerza legislativa.

Al hacer la nueva Constitución republicana le


quitaremos a la Cámara el derecho de interpelación,
con el pretexto de salvaguardar el secreto político. Por
la nueva Constitución restringiremos al mínimun el
número de representantes, lo que tendrá por efecto
disminuir en la misma medida las pasiones políticas y
la pasión por la política. Si, contra lo que es de
esperar, siguen vivas aun con ese pequeño número de
representantes, las reduciremos a la nada por medio
de un llamamiento a la mayoría del pueblo.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 90

Del presidente dependerá el nombramiento de


los presidentes y vicepresidentes del Congreso y del
Senado. En lugar de las sesiones parlamentarias
constantes, limitaremos a unos meses las reuniones
del Parlamento. Además, el presidente, como jefe del
poder ejecutivo, tendrá derecho a convocar y disolver
el Parlamento, y en caso de disolución, aplazar el
momento de una nueva convocatoria. Pero para que
las consecuencias de todas estas acciones, en realidad
ilegales, no caigan en la responsabilidad, por nosotros
establecida, del presidente, lo que estorbaría nuestros
planes, sugeriremos a los ministros y a los demás
funcionarios que rodearán al presidente la idea de
llegar a esas disposiciones por sus propias medidas;
de ese modo serán ellos los responsables. Aconsejare-
mos confiar ese papel sobre todo al Senado, al
Consejo de Estado, al Consejo de Ministros, mejor que
a un solo individuo.

El presidente interpretara según nuestro deseo


las leyes existentes, que se pueden interpretar de
modos distintos; las anulara cuando le demostremos
la necesidad de hacerlo; tendrá derecho a proponer
leyes provisionales y hasta un nuevo cambio de la
Constitución, a pretexto del bien supremo del estado.

Esas medidas nos darán el medio de destruir


poco a poco, paso a paso, todo lo que en un principio,
91 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

cuando tomamos el poder, nos vimos obligados a


introducir en las Constituciones de los Estados;
pasaremos así imperceptiblemente a la supresión de
toda Constitución cuando haya llegado el tiempo de
agrupar a todos los gobiernos bajo nuestra autocracia.

El reconocimiento de nuestra autocracia puede


llegar antes de la supresión de la Constitución si los
pueblos, fatigados de la frivolidad y el desorden de
sus gobernantes, gritasen: “Echadles y dadnos un rey
universal que pueda reunirnos y destruir las causas
de nuestras discordias: las fronteras de las naciones,
las religiones, los cálculos de los Estados; un rey que
nos dé esa paz y ese reposo que no podemos obtener
con nuestros gobiernos y nuestros representantes”.

Sabéis muy bien que para hacer posibles tales


deseos hay que perturbar constantemente en todos los
países las relaciones del pueblo y el gobierno, a fin de
cansar a todo el mundo por la discusión, la
enemistad, el odio y hasta por el martirio, el hambre,
la inoculación de enfermedades, la miseria, para que
los cristianos no vean otra salida que recurrir a
nuestra soberanía plena y entera.

Si damos a los pueblos tiempo de respirar, tal


vez no llegue jamás el momento favorable.
XI
ALGUNOS DETALLES DEL GOLPE DE ESTADO
PROPUESTO
El Consejo de Estado estará allí para subrayar
el poder del gobierno: bajo la apariencia de un cuerpo
legislativo, será en realidad un Comité de redacción
de las leyes y los decretos del gobierno.
He ahí el programa de la nueva Constitución
que preparamos. Crearemos la ley, el derecho y el
tribunal:
Primero. En forma de proposiciones al Cuerpo
Legislativo.
Segundo. Por decretos del presidente en forma
de órdenes generales, por actos del Senado y por
decisiones del Consejo de Estado en forma de órdenes
ministeriales.
Tercero. Cuando se juzgue oportuno, en forma
de golpe de Estado.
Ahora que hemos establecido ese modus agen-
di, ocupémonos del detalle de las medidas que nos
servirán para terminar la transformación del Estado
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 96

en el sentido que hemos dicho. Oigo hablar de la


libertad de la Prensa, del derecho de asociación, de la
libertad de conciencia, del principio electivo y de
muchas otras cosas que deberán de desaparecer del
repertorio humano o ser radicalmente cambiadas en
cuanto se proclame la nueva Constitución. Sólo en ese
momento nos será posible publicar todas nuestras
órdenes a la vez. Después de todo cambio sensible
será peligroso, y he aquí por qué: si ese cambio se
opera en sentido de severidad rigurosa, puede
conducir al desespero provocado por el miedo a
nuevos cambios en el mismo sentido; si, al contrario,
se opera en el sentido de complacencias ulteriores, se
dirá que hemos reconocido nuestros yerros, y eso
debilitará la aureola de infalibilidad del nuevo poder,
o se dirá tal vez que tenemos miedo y que nos vemos
obligados a hacer concesiones, que nadie nos
agradecerá, pues se creerán debidas. Cualquiera de
ambas cosas perjudicaría el prestigio de la nueva
Constitución. Queremos que desde el día de su
proclamación, cuando los pueblos estén atónitos por
el golpe de Estado que acabe de operarse, cuando
estén aun sumidos en el terror y en la perplejidad,
queremos que en ese momento reconozcan que somos
tan fuertes, tan invulnerables, tan poderosos, que
jamás contaremos con ellos; que no solo desoiremos
sus opiniones y sus deseos, sino que estamos
dispuestos, con autoridad indiscutible, a reprimir
97 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

toda exposición, toda manifestación de esos deseos y


de esas opiniones; que nos hemos apoderado de una
vez de cuanto nos era necesario, y que no
compartiremos en ningún caso nuestro poder con
ellos. Entonces cerrarán los ojos y esperaran los
acontecimientos.

Los cristianos son un rebaño de ovejas, y


nosotros somos lobos para ellos. ¿Y sabéis lo que
sucede a las ovejas cuando los lobos penetran en el
corral?

Cerraran, además, los ojos, sobre todo porque


les prometemos devolverles todas las libertades
suprimidas cuando los enemigos de la paz hayan sido
vencidos y los partidos reducidos a la impotencia.

Inútil decir que esperaran durante mucho


tiempo ese retorno al pasado.

¿Para qué habríamos inventado e inspirado a


los cristianos toda esa política, sin darles los medios
de penetrar en ella; para qué, si no es para alcanzar
secretamente lo que nuestra raza dispersa no puede
alcanzar directamente? Esto ha servido de base a
nuestra organización de la masonería secreta, que no
se conoce, y cuyos designios no son ni siquiera
sospechosos para los brutos cristianos, atraídos por
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 98

nosotros al ejército visible de las logias para desviar


las miradas de sus hermanos.

Dios nos ha dado, a nosotros su pueblo elegido,


la dispersión, y en esa debilidad de nuestra raza se ha
hallado nuestra fuerza, que nos lleva hoy al trono de
la dominación universal.

Nos queda poco por edificar sobre esos


fundamentos.
XII
INTERPRETACIÓN DE LA PALABRA LIBERTAD
La palabra libertad, que se puede interpretar de
distintas maneras, la definiremos así:

La libertad es el derecho de hacer lo que


permite la ley. Tal interpretación de esa palabra, en
esos tiempos, hará que toda la libertad este en
nuestras manos, porque las leyes determinarán o
crearán lo que nos sea agradable, según el programa
expuesto más arriba.

Con la Prensa obraremos del siguiente modo:


¿Qué papel desempeña ahora la Prensa? Sirve para
exacerbar las pasiones o alimentar los egoísmos de los
partidos. Es vana, injusta, embustera, y la mayor
parte de los hombres no comprende para qué sirve.
La unciremos y le colocaremos fuertes riendas, y lo
mismo haremos con las demás obras impresas, pues
¿para qué nos serviría desembrazarnos de la Prensa si
habíamos de servir de blanco al folleto y al libro?
Transformaremos la publicidad, que hoy nos cuesta
102 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

mucho dinero, porque nos permite censurar los


periódicos, en un objeto de renta para nuestro Estado.
Crearemos un impuesto especial sobre la Prensa,
exigiremos una fianza cuando se funden periódicos o
imprentas. Así se hallara inmunizado nuestro
gobierno contra cualquier ataque por parte de la
Prensa. Si es preciso, impondremos multas sin
compasión. Timbre, finanzas y multas darán al Estado
ingresos enormes.
Es verdad que los periódicos de los partidos
podrán hallarse por encima de las perdidas de dinero.
Los suprimiremos en cuanto ataquen por segunda
vez. Nadie tocara impunemente a la aureola de la
infalibilidad gubernamental. El pretexto para
suprimir un periódico será que el órgano en cuestión
agita a los espíritus sin motivos y sin razón. Os ruego
notéis que entre los que nos atacarán habrá órganos
creados por nosotros, pero atacarán únicamente
puntos sobre los cuales desearemos establecer un
cambio.
No se notificará nada a la sociedad sin nuestra
aprobación. Ese resultado se ha conseguido ya en
nuestros días por el hecho de que todas las noticias
son recibidas por muchas agencias, que las
centralizan de todas partes del mundo. Esas agencias
serán entonces enteramente de nuestras instituciones
y no publicarán más que lo que les prescribamos.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 103

Si ya hoy hemos sabido apoderarnos del espíri-


tu de las sociedades cristianas a tal punto que casi
todas miran los acontecimientos mundiales a través
de los cristales de color de las gafas que les ponemos
ante los ojos, si ya hoy no hay en ningún Estado
barreras que nos prohiban el acceso a lo que los
cristianos llaman estúpidamente secretos de Estado,
¿qué sucederá cuando seamos los dueños reconocidos
del universo en la persona de nuestro rey universal?

Quien quiera entonces ser editor, librero o


impresor estará obligado a obtener un título que, en
caso de que su poseedor se haga culpable de algo, le
será retirado. Con tales medidas, el instrumento del
pensamiento se convertirá en un medio de educación
en manos de nuestro gobierno, que no permitirá ya a
las masas populares divagar sobre los beneficios del
progreso. ¿Quién de entre nosotros no sabe que esos
beneficios ilusorios conducen directamente a sueños
absurdos? De esos sueños han nacido las relaciones
anarquistas de los hombres entre si y con el poder,
porque el progreso, o mejor la idea del progreso, ha
dado esperanza a toda suerte de emancipaciones, sin
fijar sus limites. Todos aquellos a quienes llamamos
liberales son anarquistas, si no de hecho, cuando
menos de pensamiento. Cada uno de ellos persigue
las ilusiones de la libertad y cae en la anarquía
protestando por el simple placer de protestar.
104 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Volvamos a la Prensa. La abrumaremos, como a


todo lo que se imprima, con impuestos a tanto por
pliego; los libros que tengan menos de treinta pliegos
sufrirán un impuesto doble. Nosotros los registrare-
mos en la categoría de folletos, por una parte, a fin de
reducir el número de las revistas, que son el peor de
los venenos; por otra parte, porque esta medida
obligará a los escritores a producir obras tan largas
que se leerán poco, sobre todo a causa de su alto
precio. Al contrario, lo que editaremos nosotros para
bien de los espíritus en la tendencia que habremos
establecido será barato y leído por todo el mundo. El
impuesto hará callar el vano deseo de escribir, y el
miedo al castigo pondrá a los literatos bajo nuestra
dependencia.

Si se encuentran personas que desean escribir


contra nosotros, no se encontrarán para imprimir lo
que se escriba. Antes de aceptar una obra para
imprimir, el editor o impresor deberá ir a ver a las
autoridades para que le permitan publicarla. De
modo que conoceremos por adelantado los ataques y
destruiremos sus efectos dando explicaciones adelan-
tadas sobre el asunto tratado.

La literatura y el periodismo son las dos fuerzas


educadoras más importantes; por eso nuestro
gobierno será propietario de la mayoría de los
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 105

periódicos. Por ese medio se neutralizará la influencia


peligrosa de la Prensa privada y adquiriremos una
influencia enorme sobre los espíritus. Si autorizamos
diez periódicos, fundaremos treinta.

El publico no lo sospechara. Todos los perió-


dicos por nosotros serán, en apariencia, de las
tendencias y opiniones más opuestas, lo que
infundirá confianza en ellos, sin despertar sospechas;
caerán en el lazo tendido y se tornaran inofensivos.

Los órganos de carácter oficial estarán en


primera fila. Velaran constantemente por nuestros
intereses, y por ello su influencia será casi nula.

En segundo lugar, estarán los oficiosos, cuyo


papel consistirá en atraer a los indiferentes y a los
tibios.

En tercer lugar, situaremos nuestra falsa


oposición. Un órgano, cuando menos, será antípoda
de nuestras ideas. Nuestros adversarios tomaran por
aliado a ese falso enemigo y nos enseñarán su juego.

Nuestros periódicos serán de todas las tenden-


cias: unos aristocráticos, otros republicanos, revolu-
cionarios y hasta anarquistas, desde luego mientras
viva la Constitución.
106 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Tendrán, como el dios Vichnú, cien manos,


cada una de las cuales realizará el cambio de la
sociedad; esas manos conducirán a la opinión en la
dirección que convenga a nuestro fin, pues un
hombre demasiado agitado pierde la facultad de
razonar y se abandona fácilmente a la sugestión. Los
imbéciles que creerán repetir la opinión del periódico
de su partido repetirán nuestra opinión o la que nos
convenga. Se imaginarán que siguen el órgano de su
partido y seguirán, en realidad, la bandera que
enarbolemos por ellos.

Para dirigir en ese sentido a nuestro ejercito


periodístico tenemos que organizar esta obra con
especial cuidado. Bajo el nombre de Oficina central de
Prensa organizaremos reuniones literarias, en las que
nuestros agentes darán, sin que nadie se dé cuente, el
santo y seña y las señales. Discutiendo y contradi-
ciendo nuestra iniciativa de modo de modo
superficial, sin ir al fondo de las cosas, nuestros
órganos tendrán una vana polémica con los
periódicos oficiales, para darnos los medios de
pronunciarnos más claramente de lo que podríamos
hacerlo en las primeras declaraciones oficiales.

Esos ataques representarán también el papel de


hacer creer a nuestros gobernados en la seguridad de
poder hablar libremente; eso dará además a nuestros
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 107

agentes motivo para decir y afirmar que los órganos


que se declaran contra nosotros no usan más que
palabrería, pues no hallan verdaderas razones para
refutar seriamente nuestras medidas.

Esos procedimientos. Inadvertidos por la


opinión pública, pero infalibles, nos traerán
seguramente la atención y la confianza publicas.
Gracias a ellos excitaremos y calmaremos los espíritus
cuanto sea preciso en lo relacionado con las cuestio-
nes políticas; los convenceremos y los derrotaremos,
imprimiendo tan pronto la verdad como la mentira,
confirmando los hechos o discutiéndolos, según la
impresión que hagan en el público, y tanteando
siempre prudentemente el terreno antes de poner el
pie. Venceremos a nuestros adversarios infalible-
mente, porque ellos no tendrán a su disposición
órganos en los que puedan pronunciarse hasta el fin,
a consecuencia de las medidas que hemos dicho. Ni
siquiera tendremos necesidad de refutarlos a fondo.

Refutaremos enérgicamente en nuestros


periódicos oficiosos las noticias de sondeo lanzadas
en la tercera categoría de nuestra Prensa, cuando de
ello haya necesidad.

Desde ahora, en las formas de periodismo


francés cuando menos, existe una solidaridad
masónica. Todos los órganos de la Prensa están liga-
108 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

dos entre ellos por el secreto profesional; parecidos a


los antiguos augures, ninguno de esos miembros
entregará el secreto de sus noticias si no recibe orden
de hacerlo. Ningún periodista se dedicara a traicio-
nar ese secreto, pues ninguno de ellos seria admitido
si no tuviera una mancha vergonzosa en su pasado:
esas manchas serian inmediatamente reveladas.
Mientras esas manchas son el secreto de unos pocos,
la aureola del periodista atrae a la opinión de la
mayoría del país, y se le sigue con entusiasmo.

Nuestros cálculos se extienden sobretodo a


provincias. Es necesario que excitemos esperanzas y
aspiraciones opuestas a las de la capital, la que las
daremos por esperanzas y aspiraciones espontáneas
de provincias. Es claro que la fuente será siempre la
misma: partirá de nosotros. Mientras no gocemos aún
de un poder completo, tendremos a veces necesidad
de que las capitales se hallen envueltas por las
opiniones del pueblo, es decir, de la mayoría movida
por nuestros agentes. Es preciso que las capitales, en
el momento psicológico, no discutan el hecho
consumado, porque éste ya habrá sido aceptado por
la mayoría provincial.

Cuando entremos en el nuevo régimen, que


preparará nuestro reinado, no podremos admitir la
revelación por la Prensa de la deshonestidad pública;
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 109

será preciso que se crea que el nuevo régimen ha


satisfecho tanto a todo el mundo, que hasta los
crímenes han desaparecido. Los casos de manifes-
tación de la criminalidad no deberán ser conocidos
más que por sus victimas y los testigos accidentales.
XIII
LAS CUESTIONES INDUSTRIALES
La necesidad del pan cotidiano hace callar a los
cristianos y los convierte en nuestros humildes
servidores. Agentes escogidos entre ellos por nuestra
Prensa discutirán, a una orden nuestra, aquello que
no nos convenga publicar directamente en los
documentos oficiales, y durante ese tiempo, nosotros
mismos, aprovechando el ruido provocado por esas
discusiones, tomaremos las medidas que nos
parecerán útiles y las presentaremos al público como
un hecho cumplido. Nadie tendrá la audacia de
reclamar la anulación de lo que haya sido decidido,
tanto menos cuanto que se presentará como un
progreso. La Prensa, además, llamará enseguida la
atención acerca de las nuevas cuestiones (como
sabéis, hemos habituado a los hombres a buscar
siempre lo nuevo). Algunos imbéciles, creyéndose
instrumentos de la suerte, se lanzaran sobre las
nuevas cuestiones sin comprender que no entienden
nada de lo que quieren discutir.
114 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Las cuestiones de la política no son accesibles a


nadie, excepto a los que la han creado hace ya muchos
siglos y que la dirigen.

Por todo eso veréis que, buscando la opinión de


la multitud, no hacemos más que facilitar el
cumplimiento de nuestros designios, y podéis notar
que parece que buscamos la aprobación no de nues-
tros actos, sino de nuestras palabras pronunciadas en
tal o cual ocasión. Proclamemos constantemente que
en todas nuestras medidas tomaremos por guía la
esperanza, unida a la certidumbre de ser útiles al bien
común.

Para desviar de las cuestiones políticas a los


hombres demasiado inquietos llevaremos hacia ade-
lante cuestiones que se pretenden nuevas: las cues-
tiones industriales. Que desahoguen su furia en ese
tema. Las masas consentirán en permanecer inacti-
vas, en descansar de su engañosa actividad política (a
la que las hemos acostumbrado para luchar por
medio de ellas con los gobiernos de los cristianos), a
condición de tener nuevas ocupaciones; les
indicaremos poco más o menos la misma dirección
política. A fin de que no lleguen a nada por la
reflexión, les desviaremos del pensamiento por las
diversiones, por los juegos, por las distracciones, por
las pasiones, por las casas del pueblo. En seguida
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 115

propondremos por la Prensa concursos artísticos,


deportivos, de todas clases. Esos intereses desviaran
definitivamente los espíritus de las cuestiones en que
nos será preciso luchar contra los cristianos. Los
hombres, desentendiéndose más cada día de pensar
por ellos mismos, terminarán por hablar de nuestras
ideas igual que nosotros, porque seremos los únicos
que propondremos nuevas directivas al pensamiento,
por medio de nuestros agentes, de los que, desde
luego, nadie creerá solidarios.
El papel de los utopistas liberales habrá
terminado definitivamente al ser conocido nuestro
régimen. Hasta ese momento nos prestarán un buen
servicio. Por eso empujaremos a la gente a inventar
toda especie de teorías fantásticas, nuevas y
seudoprogresistas. Hemos trastornado la cabeza de
esos cristianos imbéciles con un pleno éxito de esa
palabra progreso, y no hay uno solo entre ellos que
vea que, bajo esa palabra, se esconde un error en
todos los casos en que no se trata de inventos
materiales, pues la verdad es una y no puede
progresar. El progreso, como idea falsa, sirve para
oscurecer la verdad, a fin de que nadie la conozca,
excepto nosotros, los elegidos de Dios, sus
guardianes.
Cuando nuestro reinado llegue, nuestros ora-
dores razonarán acerca de los grandes problemas que
116 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

han conmovido a la humanidad para llevarla al fin a


nuestro saludable régimen. ¿Quién sospechará
entonces que todos esos problemas habían sido
inventados por nosotros obedeciendo a un plan
político que nadie ha adivinado durante largos siglos?
XIV
LA FUTURA SERVIDUMBRE
Cuando se haya establecido nuestro reinado, no
reconoceremos la existencia de ninguna otra religión
que la de nuestro Dios único, con el que está ligado
nuestro destino, porque somos el pueblo escogido y
por el que ese mismo destino está unido a los destinos
del mundo. Por eso debemos destruir todas las
creencias. Si eso hace nacer los ateos contemporáneos,
ese grado transitorio no dificultara nuestras miras,
sino que servirá de ejemplo a las futuras genera-
ciones, que oirán nuestras predicas acerca de la
religión de Moisés, cuyo sistema estoico y bien
trazado llegado a la conquista de todos los pueblos.
Haremos ver en eso una verdad mística, donde,
diremos, reposa toda su fuerza educadora. Entonces
publicaremos con cualquier motivo artículos en los
que compararemos nuestro saludable régimen con el
del pasado. Los beneficios de un reposo obtenido por
siglos de agitaciones harán destacar el carácter
120 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

bienhechor de nuestra dominación. Los errores de las


dominaciones de los cristianos serán pitados por
nosotros con los más vivos colores. Excitaremos tal
repugnancia por esas administraciones, que los
pueblos preferirán el reposo de la servidumbre a los
derechos de la famosa libertad, que de tal modo los
ha atormentado, que les ha quitado sus medios de
existencia, que les ha hecho explotar por una cuadrilla
de aventureros, que no sabían lo que se hacían. Los
cambios inútiles de gobierno a los que empujamos a
los cristianos cuando minamos sus edificios
gubernamentales, habrán cansado de tal modo a los
pueblos al llegar a esa época, que preferirán
soportarlo todo de nosotros al riesgo de nuevas
agitaciones. Subrayaremos especialmente los errores
históricos de los gobiernos cristianos, que, a falta de
verdadero bien, han atormentado durante tantos
siglos a la humanidad en la persecución de ilusorios
bienes sociales, sin darse cuenta de que sus proyectos
no hacían más que agravar, en lugar de mejorar las
relaciones generales de la vida humana.

Nuestros filósofos discutirán todos los defectos


de las creencias cristianas, pero nadie discutirá jamás
nuestra religión desde su verdadero punto de vista,
porque nadie la conocerá a fondo si no es de los
nuestros, los que no osaran jamás traicionar sus
secretos.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 121

En los países que se llaman adelantados hemos


creado una literatura absurda, sucia, abominable. La
estimularemos aun durante algún tiempo después de
nuestra llegada al poder, a fin de subrayar el contraste
de nuestros discursos y nuestros programas con esas
indecencias.

Nuestros sabios, educados para dirigir a los


cristianos, compondrán discursos, proyectos, Memo-
rias, artículos, que nos darán la influencia sobre las
conciencias y nos permitirán dirigirlas hacia las ideas
y los conocimientos que queremos imponerles.
XV
GOLPE DE ESTADO MUNDIAL EN UN DÍA
DETERMINADO
Cuando al fin comencemos a reinar con la
ayuda de golpes de Estado preparados en todas las
partes para el mismo día, después de la declaración
definitiva de nulidad de todos los gobiernos
existentes – antes de llegar a eso transcurrirá aun
mucho tiempo, un siglo tal vez -, procuraremos que
no haya complots contra nosotros. Con ese fin
condenaremos a muerte a cuantos acojan nuestro
advenimiento con las armas en la mano. Cualquier
nueva creación de una sociedad secreta será castigada
con la muerte. Las que existen en nuestros días, que
nos son conocidas, que nos han servido y que nos
sirven aun, serán abolidas y mandados sus miembros
a continentes alejados de Europa. Así es como
obraremos con los masones cristianos que saben
demasiado; los que perdonemos por cualquier razón,
se hallaran constantemente aterrorizados por miedo
al destierro.

Publicaremos una ley según la cual todos los


126 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

que pertenecieron a sociedades secretas deberán


marcharse de Europa, centro de nuestro gobierno.

Las decisiones de nuestro gobierno serán


definitivas y sin apelación.

En las sociedades cristianas, en las que tan


hondo hemos sembrado el disentimiento y la
protesta, no se puede restablecer el orden más que
por medidas implacables que testimonien un poder
inflexible. Inútil será preocuparse de las victimas que
caigan en vista del bien futuro. El deber de todo
gobierno que tiene conciencia de que existe no es sólo
gozar de sus privilegios, sino cumplir sus deberes y
alcanzar el bien, aunque sea el precio de los mayores
sacrificios. Para que un gobierno sea inquebrantable
hay que robustecer la aureola de su poder, y esa
aureola sólo se obtiene por una inflexibilidad majes-
tuosa; que debe llevar los signos de una inviolabi-
lidad mística, de la elección de Dios. Tal era hasta
estos últimos tiempos la Autocracia rusa, nuestro
único enemigo serio en el mundo entero, con el
Papado. Recordad el ejemplo de Italia inundada de
sangre, que no se atrevía a tocar un pelo de la ropa de
Sila, que vertió esa sangre: Sila se deificó por su poder
a los ojos del pueblo martirizado por él, y su vuelta
atrevida a Italia le hizo inviolable. El pueblo no se
atreve con quien le hipnotiza por su valentía y animo.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 127

Pero esperando nuestro advenimiento, creare-


mos y multiplicaremos las logias masónicas en todos
los países del mundo; atraeremos a cuantos son o
pueden ser agentes eminentes. Esa logia formarán
nuestra principal oficina de informes y el medio más
influyente de nuestra actividad. Centralizaremos
todas esas logias en una administración que nosotros
solos conoceremos, compuesta por nuestros jefes. Las
logias tendrán su representante, detrás del cual se
ocultará la administración de que hablamos, y ese
representante, será el que dé el santo y seña y el
programa. De esas logias haremos el núcleo de todos
los elementos revolucionarios y liberales. Su compo-
sición pertenecerá a todas las capas sociales.
Conoceremos así los proyectos políticos más secretos,
y desde el día en que aparezcan caerán bajo nuestra
dirección. Entre los miembros de esas logias se
encontrarán casi todos los agentes de la policía
nacional e internacional (como en el asunto Azoff),
porque sus servicios son irremplazables para nosotros
teniendo en cuenta que la policía puede no sólo tomar
medidas contra los recalcitrantes, sino cubrir nuestros
actos, crear pretextos de descontento, etc. Quienes
entran en las sociedades secretas son generalmente
ambiciosos, aventureros y, en general, hombres
ligeros la mayoría, con los que nos costará poco
entendernos para llevar a cabo nuestros proyectos.
128 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Si se producen desórdenes, esos significará que


tenemos necesidad de perturbar para destruir una
solidaridad demasiado estrecha. Si se trama un
complot en su seno, el jefe de ese complot será uno de
nuestros más fieles servidores. Es natural que seamos
nosotros quienes llevemos los asuntos de la
masonería pues sabemos adónde los llevamos,
conocemos el fin de toda acción, mientras los
cristianos no saben nada, ni siquiera el resultado
inmediato: se contentan, por lo general, con un éxito
momentáneo de amor propio en la ejecución de su
plan, sin darse cuenta siquiera de que ese plan no es
de su iniciativa, sino que le ha sido sugerido por
nosotros.

Los cristianos van a las logias por curiosidad o


con la esperanza de mezclarse en los asuntos
públicos, algunos hasta para tener la posibilidad de
expresar ante el público sus sueños irrealizables, que
carecen de base real. Desean la emoción del éxito y de
los aplausos, de los que jamás nos mostramos avaros.
Les damos esos éxitos para aprovechar la alegría que
esto les produce, gracias a la cual aceptan nuestras
sugestiones sin mirar, plenamente convencidos de
que expresan en su infalibilidad sus ideas y que no
son incapaces de apropiarse las de los demás. No
podéis figuraros cómo se puede llevar a los más
inteligentes a una ingenuidad inconsciente, a
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 129

condición de tenerlos contentos de ellos mismos, y al


mismo tiempo lo fácil que es desencantarlos por el
fracaso más insignificante, sólo con cesar en los
aplausos, y el llevarles a una obediencia servil sólo
por obtener nuevos éxitos.

Tanto como los nuestros desdeñan el éxito


personal con tal de que lleguen a buen fin sus
proyectos, están los cristianos dispuestos a sacrificar
todos sus proyectos a un éxito momentáneo y perso-
nal. Esta psicología nos facilita considerablemente la
labor de dirigirlos. Esos que parecen tigres tienen el
alma de corderos, y sus cabezas se hallan
completamente vacías. Les hemos inculcado la
quimera de la adoración de la individualidad humana
por la unidad simbólica del colectivismo. Aún no
saben ni sabrán a tiempo que esa quimera es una
violación evidente de la más importante de las leyes
de la naturaleza, que ha hecho desde el primer día de
la creación cada ser distinto de los demás
precisamente para que afirme su individualidad.

Que les hayamos podido llevar a esa loca


ceguera, ¿no prueba con claridad meridiana a que
punto su inteligencia se hallas poco desarrollada en
comparación con la nuestra? Esta circunstancia es la
principal garantía de nuestro triunfo. ¡Qué
clarividentes fueron nuestros jefes diciendo que para
130 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

alcanzar un fin no hay que pararse en medios ni


contar el número de las victimas sacrificadas! No
hemos contado las victimas de los bestias cristianos, y
aunque hayamos sacrificado a muchos de los
nuestros, hemos dado a nuestro pueblo un poder
sobre la tierra en el que jamás se hubiera atrevido a
soñar. Las victimas, relativamente poco numerosas,
de los nuestros, le han preservado de su pérdida.

La muerte es el fin inevitable de cada uno. Es


mejor acelerar el fin de aquellos que se oponen a
nuestra obra, que acelerar el fin nuestro, que somos
los arquitectos de esa maravilla. Matamos a los
masones de modo que nadie, excepto sus hermanos,
puede sospechar siquiera que son víctimas de nuestra
venganza.; mueren todos, cuando llega el caso, como
de enfermedad mortal. Sabiendo eso, la hermandad
misma no se atreve a protestar. Esas medidas han
extirpado del seno de la masonería todo germen de
protesta. Mientras predicamos a los cristianos el
liberalismo, tenemos a nuestro pueblo y a nuestros
agentes en una obediencia completa.

La ejecución de las leyes de los cristianos ha


sido reducida al mínimum por nuestra influencia. El
prestigio de las leyes está minado por las interpre-
taciones liberales que hemos introducido. En las
causas y cuestiones de política y de principios, los
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 131

tribunales como nosotros les prescribimos, ven las


cosas como se las presentamos. Nos servimos para
eso de personas con las que se cree que no tenemos
nada en común, de la opinión de los periódicos, de
otros medios aún. Los propios senadores y la
administración superior aceptan ciegamente nuestros
concejos. El espíritu puramente animal de los
cristianos no es capaz de análisis y observación, y aun
menos de prever a qué puede conducir cierto modo
de presentar la cuestión.

En esa diferencia de aptitud para pensar entre


los cristianos y nosotros, se puede ver claramente el
sello de nuestra elección y la marca de nuestra huma-
nidad. El espíritu de los cristianos es instintivo,
animal. Ven, pero no preven, y no inventan – excepto
las cosas materiales -. Se ve claramente que la propia
naturaleza nos ha destinado a dirigir y gobernar el
mundo.

Cuando llegue para nosotros el momento de


gobernar abiertamente y demostrar los beneficios de
nuestro gobierno, reharemos todas las legislaciones:
nuestras leyes serán breves, claras, inquebrantables,
sin comentarios, de tal modo, que a todo el mundo le
será posible conocerlas. Lo que predominará en esas
leyes será la obediencia a las autoridades, llevadas a
un grado superlativo. Todos los abusos desapare-
132 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

cerán a consecuencia de la responsabilidad de todos


ante la autoridad superior del representante del
poder. Los abusos de poder de los funcionarios
inferiores se castigarán tan severamente, que nadie
querrá incurrir en ellos. Seguiremos con mirada fija
inflexible cada uno de los actos de la administración,
de lo que depende la marcha de la máquina guberna-
mental, pues la licencia en la administración produce
la licencia universal. Todo caso de ilegalidad o abuso
será castigado de modo ejemplar. El recelo, la
complicidad solidaria entre los funcionarios de la
administración, desaparecerán después de los
primeros ejemplos de un castigo riguroso. La aureola
de nuestro poder pide castigos eficaces, es decir,
crueles, por la menor infracción de las leyes, porque
toda infracción atenta al prestigio superior de la
autoridad. El condenado, aunque sea excesivamente
castigado por su falta, será como un soldado que cae
en el campo de batalla administrativo en holocausto
de la autoridad, los principios y la ley, que no
admiten que lo privado triunfe sobre la función
pública, ni siquiera por parte de los que dirigen el
carro de la sociedad. Nuestros jueces sabrán que,
queriéndose alabar de una idiota misericordia, violan
la ley de la justicia que ha sido instituida para edificar
a los hombres castigando las faltas y no para que el
juez muestre su bondad de corazón. Se permitirá dar
pruebas de esas cualidades en la vida privada, no en
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 133

el terreno público, que es como la base de la


educación de la vida humana.

Nuestro personal jurídico no servirá más allá


de los cincuenta y cinco años, primero porque los
viejos se obstinan más en sostener sus opiniones y son
menos aptos para obedecer las nuevas ordenanzas; en
segundo lugar, porque eso nos permitirá renovar más
fácilmente el personal, que nos estará así más
sometido. Quien quiera conservar su puesto, habrá de
obedecer ciegamente para merecer ese favor. En
general, se escogerán nuestros jueces sólo entre los
que sabrán que su papel es castigar y aplicar las leyes,
no hacer liberalismos en detrimento del Estado, como
se imaginan actualmente los cristianos. Las muta-
ciones servirán también para romper la solidaridad
colectiva de los colegas y obligar a adherirse a los
intereses del gobierno, del que dependerá su suerte.
La nueva generación de jueces será educada de tal
modo, que considerara como inadmisible los abusos
que podrían perjudicar al orden establecido en las
relaciones de nuestros súbditos entre sí.

Hoy los jueces cristianos, como no tienen una


idea justa de su misión, muestran indulgencia para
todos los crímenes, porque los gobiernos actuales, al
nombrar los jueces, no tienen cuidado de inspirarles
el sentimiento del deber y la conciencia de la obra que
134 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

se exige de ellos. Lo mismo que la bestia envía a sus


pequeñuelos a caza de una presa, así los cristianos
dan a sus súbditos puestos bien rentados, sin
explicarles para que se crearon esos puestos; así sus
gobiernos se destruyen por sus propias fuerzas, por
los actos de su propia administración.

Saquemos de los resultados de esos actos una


lección más para nuestro régimen. Expulsaremos el
liberalismo de todos los puestos importantes de
nuestra administración, de la que dependerá la
educación de los subordinados en vista de nuestro
orden social. Únicamente serán admitidos a esos
puestos aquellos que hayamos educado nosotros
mismos para el gobierno administrativo. Puede
hacérsenos la observación de que el despido de los
actuales funcionarios costará muy caro al Tesoro.
Contestaremos primero que se les hallará de
antemano un empleo privado para subsistir al que
pierdan; en segundo lugar, que todo el dinero del
mundo esta concentrado en nuestras manos y nuestro
gobierno no ha de tener los gastos excesivos.

Nuestro absolutismo será consecuente en todo.


Por eso nuestra gran voluntad será respetada y
cumplida sin discusión cada vez que ordenamos. No
tendrá en cuenta ninguna murmuración, ningún
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 135

descontento; detendrá toda rebelión con un castigo


ejemplar.

Aboliremos el derecho de casación, del que


dispondremos solo nosotros los gobernantes, pues no
debemos dejar nacer en el pueblo la idea de que una
decisión injusta sea posible por medio de nuestros
jueces. Si sucede algo parecido, nosotros mismos
romperemos la sentencia, pero con un castigo tan
ejemplar al juez por no haber comprendido su deber,
que esos casos no se repetirán. Repito una vez mas
que conoceremos todos los pasos de nuestra
administración, que basta vigilar para que el pueblo
este contento de nosotros, pues es un derecho exigir
de un buen gobierno un buen funcionario.

Nuestro gobierno tendrá el aspecto de una


tutela patriarcal, paternal, por parte de nuestro
gobierno. Nuestro pueblo y nuestros súbditos verán
en él un padre que se cuida de todas las necesidades,
de todas las acciones, de todas las relaciones
reciprocas de los súbditos entre sí y de sus relaciones
con el gobierno. Entonces se convencerán de tal modo
de que les es imposible prescindir de esta tutela y de
esta dirección, si quieren vivir en paz y tranquilidad,
reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con
una veneración próxima a la adoración, sobre todo
cuando se convenzan de que nuestros funcionarios no
136 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

reemplazan al gobierno, sino que se limitan a ejecutar


ciegamente sus prescripciones. Les será cómodo que
lo hayamos regulado todo en su vida, como lo hacen
los padres prudentes que quieren educar a sus hijos
en el deber de la obediencia. Pues los pueblos,
referidos a los secretos de nuestra política, son
eternamente niños menores, igual que sus
gobernantes.
Como veis, fundo nuestro despotismo sobre el
derecho y sobre el deber: el derecho de exigir el
cumplimiento del deber es el primer deber de un
gobierno que es un padre para sus súbditos. Existe el
derecho del más fuerte y debe hacerse uso de él para
dirigir a la humanidad hacia el orden establecido por
la naturaleza: hacia la obediencia. Todo obedece en el
mundo, si no a los hombres, al menos a las
circunstancias o a su propia naturaleza, y en todo
caso, al más fuerte. Seamos los más fuertes en vista
del bien.
Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a
algunos individuos aislados, violadores del orden
establecido, pues hay una gran fuerza educadora en
el castigo ejemplar del mal.
Si el rey de Israel se pone en su cabeza sagrada
la corona que le ofrecerá Europa, se convertirá en el
patriarca del mundo. Las victimas necesarias hechas
por él a causa de su utilidad no llegaran jamás al
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 137

número de victimas originadas durante siglos por la


locura de grandezas y la rivalidad de los gobiernos
cristianos.

Nuestro rey estará en comunión constan-


temente con el pueblo; le dirigirá discursos desde una
tribuna cuyo renombre invadirá inmediatamente el
mundo entero.
XVI

LA ENSEÑANZA. COMO ORGANIZAREMOS


LAS UNIVERSIDADES
Con el fin de destruir todas las fuerzas
colectivas excepto las nuestras, suprimiremos las
universidades, primera etapa del colectivismo, y
fundaremos otras diferentemente inspiradas. Sus
directores y sus profesores serán preparados
secretamente para su misión mediante programas de
acción reservados, de los que no podrá separarse ni
un ápice. Para su elección se procederá con extrema
cautela, y dependerán en absoluto del gobierno.

Suprimiremos en los programas la enseñanza


del derecho cívico, así como todo cuanto se refiera a
políticas. Estas enseñanzas sólo las recibirán un
limitado número de personas elegidas entre las más
inteligentes. De las universidades no deben salir
rábulas que se entretengan en elaborar proyectos de
constitución, como pudieran escribir comedias o
tragedias o que se ocupen de cuestiones políticas que
no entienden.
142 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

El conocimiento deficiente que tienen la


mayoría de los hombres de las cuestiones políticas ha
formado utopistas y malos ciudadanos. Basta ver lo
que su educación general ha hecho de los cristianos,
habiéndonos bastado para ello introducir en sus
métodos educativos todos los principios que han
debilitado su orden social.

Cuando nosotros dispongamos del poder


suprimiremos de la educación toda enseñanza que
pueda ser causa de trastorno y haremos de la
juventud individuos obedientes a las autoridades,
respetuosos de los gobernantes, a los que amaran
como símbolos de paz y de esperanza.

Reemplazaremos los estudios de los clásicos y


el de la historia antigua, que ofrece más ejemplos
perniciosos que ejemplares, por un estudio del
programa del porvenir.

Borraremos de la memoria de los hombres


todos los hechos de los siglos pasados que no sean de
nuestra conveniencia, y sólo conservaremos aquéllos
que pongan de relieve las faltas de los gobiernos
cristianos. Los conocimientos que tengan una
aplicación practica en la vida, las relaciones de los
hombres entre sí, la necesidad de evitar los ejemplos
egoístas, origen de todo mal, y otros temas semejantes
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 143

de carácter pedagógico figuraran a la cabeza de los


programas de enseñanza. Esta será diferente para
cada profesión, y de ninguna manera generalizada.
Este punto es de una importancia capital.

Cada clase social deberá ser educada dentro de


límites estrictos y según la misión y el trabajo que se
le asigne. Los hombres de un talento excepcional
siempre han sabido y sabrán ascender hasta las clases
superiores pero sería una locura dar acceso a ella a los
mediocres permitiéndoles ocupar los sitios que
pertenecen a otros por su nacimiento o por su
profesión. Ya sabéis el mal que ha hecho a los
cristianos tolerar el absurdo.

Para que el gobierno ocupe en el corazón y en


la inteligencia de sus súbditos el lugar que debe hay
que inculcar en todos, en las escuelas y en las calles,
cuál es su importancia y el bien común que
proporciona su trabajo.

Suprimiremos toda enseñanza libre. Los


estudiantes tendrán derecho los días festivos a
reunirse con sus padres y parientes en los estable-
cimientos escolares. Durante estas reuniones darán
conferencias (en apariencia libres) los profesores
sobre las relaciones de los hombres entre sí, sobre los
inconvenientes de la competencia ilimitada y sobre la
144 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

filosofía de las nuevas teorías aun no divulgadas.


Haremos un dogma de estas teorías y nos serviremos
de ellas para atraer a todos a nuestras filas. Ya os diré
cual será la base de estas teorías, luego que termine la
exposición de nuestro programa para el presente y el
porvenir.

Resumiendo. Conociendo por la experiencia de


varios siglos que los hombres viven y se dirigen por
ideas y que estas ideas se inculcan mediante la
educación, dada con idénticos resultados en todas las
edades, aunque con procedimientos distintos,
adaptaremos a nuestras conveniencias las ultimas
manifestaciones del pensamiento independiente que
encauzaremos en todo el momento hacia las materias
y las ideas que estén de acuerdo con nuestros
propósitos.

El medio de reprimir el pensamiento esta ya


practicándose con el sistema de la “enseñanza por la
imagen”, que hará de los cristianos animalillos dóciles
que no piensen, que necesiten, para comprenderlas, la
representación gráfica de las cosas. Ya en Francia,
Burgeois, uno de nuestros más fieles agentes, ha
divulgado este método de enseñanza por la imagen.
XVII

LOS ABOGADOS Y LOS SACERDOTES. LA DESTRUC-


CIÓN DEL PAPADO. LA PRENSA, LA POLICIA
Y EL ESPIONAJE
El ejercicio de la abogacía crea hombres fríos,
crueles, testarudos, inmorales, colocados en todo
momento en un punto de vista impersonal,
puramente legal. Nunca desdeñan defensa alguna,
procuran obtener la absolución a toda costa,
agarrados a los tiquismiquis de la jurisprudencia, con
todo lo cual consiguen desmoralizar a los tribunales.
Por eso reduciremos esa profesión a límites muy
estrechos y haremos de sus miembros funcionarios
ejecutivos.

Los abogados y los jueces no podrán comunicar


con los interesados en las causas o pleitos. Recibirán
los autos del tribunal, estudiaran las Memorias y
documentos que en ellos figuren y defenderán a sus
clientes luego que estos hayan sido interrogados por
el tribunal y que éste haya puesto los hechos en claro.
Así conseguiremos una defensa honesta e imparcial,
inspirada no en el interés, sino en la convicción, y
suprimiremos la corrupción de los funcionarios que
hoy sentencian a favor de quien mejor paga.
148 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Ya hemos tenido buen cuidado de desacreditar


a los sacerdotes cristianos, dificultando su misión,
que, hoy por hoy, puede entorpecer nuestra marcha.
Su influencia decrece de día en día. La libertad de
conciencia existe ya en todas partes, y gracias a esto
no esta lejano el día en que pueda proclamarse la
ruina completa de la religión cristiana. Acabar con las
otras religiones será cosa más fácil, pero todavía es
prematuro hablar de esto. Reduciremos a los
clericales y el clericalismo a una disciplina tan
estrecha, que su influencia será nula comparada con
la que hoy tienen.
El dedo de una mano invisible mostrará a los
pueblos la carta-papel cuando sea llegado el mo-
mento de destruirla, y cuando caigan sobre ella apa-
receremos nosotros como sus defensores para evitar
toda fusión de sangre. Gracias a esta estratagema
penetraremos en el interior de la fortaleza, de la que
ya no saldremos hasta después de haberla aniquilado.
El rey de los judíos será el verdadero papa del
universo, el patriarca de la iglesia internacional.
Si embargo, hasta que no hayamos educado a la
juventud en las nuevas creencias de transición, y más
adelante inculcado las nuestras, no combatiremos
francamente a las iglesias existentes, pero lucharemos
contra ellas por medio de la crítica y fomentaremos
sus disensiones.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 149

Nuestra Prensa, de una manera general, reve-


lará los asuntos del Estado y de las religiones, y de-
mostrará arteramente la incapacidad de los cristia-
nos, denigrándolos como sólo nuestra raza genial
sabe hacerlo.
El régimen que implantaremos será la apología
del reino Vichnú, y nuestras cien manos dirigirán
cada una un resorte de la máquina social. Lo
sabremos y veremos todo sin necesidad de la policía
oficial, que tal y como lo hemos organizado para los
cristianos, impide a los gobiernos ver. En nuestro
programa un tercio de los súbditos vigilará a todos
los demás por un sentimiento del deber, por servir
voluntariamente. Entonces no será degradan-te ser
espía, sino meritorio; pero delaciones falsas serán
implacablemente castigadas para que no se abuse de
ellas.
Nuestros agentes serán reclutados indistinta-
mente en las clases elevadas y en las bajas, en la
media, entre los editores, los impresores, los libreros,
los viajantes, los obreros, los cocheros, los criados,
etcétera...
Esta policía que no tendrá derechos de ninguna
clase, que no podrá obrar por sí misma, y carecerá,
por lo tanto, de todo poder, se limitara a servir como
testigo y a denunciar. La comprobación de sus
testimonios y las detenciones dependerán de un
grupo responsable encargado de los asuntos poli-
150 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

cíacos. Las detenciones se llevaran a efecto por


guardias municipales y gendarmes.
El que no denuncie lo que haya visto y oído
sobre cuestiones políticas será considerado como
cómplice y encubridor si se comprobara haber
incurrido en ambos crímenes.
Así como actualmente están obligados nuestros
hermanos a denunciar a las comunidades los
renegados y las personas que intentan algo contra su
comunidad, así también en nuestro reino universal
será obligación de todos servir al Estado.
Semejante organización acabara con los abusos
de la fuerza, con la corrupción y todo lo que nuestros
consejos y nuestras teorías de los derechos
suprahumanos han introducido en las costumbres de
los cristianos. ¿Por qué otros medios hubiéramos
podido nosotros aumentar las causas de desorden en
su organización? Uno de los medios más importantes
son los agentes encargados de guardar el orden. A
estos hay que seguir dejándoles la posibilidad de
exteriorizar sus malas inclinaciones y sus caprichos,
de abusar de su poder, de dejarse sobornar.
XVIII

LA ORGANIZACIÓN POLICIACA
Cuando tengamos necesidad de medidas
excepcionales de policía, como éstas desprestigian
al poder, simularemos desordenes y manifesta-
ciones de protesta, alentadas por oradores elo-
cuentes, que nos sirvan de pretexto para efectuar
registros y vigilancias, confiados a agentes que
serán los individuos a sueldo que tendremos en la
policía de los cristianos.
Como la mayoría de los conspiradores
obran por amor al arte, por un deseo irresistible
de hablar, no les molestaremos hasta que comien-
cen la acción. Nos limitaremos a introducir entre
ellos elementos que les vigilen.
No se olviden que el prestigio del poder
decae si se descubren con demasiada frecuencia
complots contra él, puesto implica una confesión
de impotencia, o, lo que es peor, de la injusticia de
su propia causa. Ya sabéis que nosotros hemos
aniquilado el prestigio de las personas reinantes
154 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

sobre los cristianos mediante frecuentes atentados


organizados por nuestros agentes, que obedecen
ciegamente nuestras órdenes. Es cosa sencilla em-
pujar al crimen soltando a tiempo unas cuantas
frases liberales de carácter político. Nosotros obli-
garemos a los gobiernos a reconocer su impo-
tencia por las medidas públicas de seguridad que
se verán obligados a tomar y arruinaremos así el
prestigio del poder.
Nuestro gobierno estará guardado por una
policía imperceptible, porque no admitimos ni si-
quiera la idea de que puedan existir contra él gru-
pos a los cuales no se pueda aniquilar. Si admitié-
ramos esta idea, como hacían y todavía hacen, los
cristianos, equivaldría a firmar nuestra sentencia
de muerte y hasta la del soberano mismo, o, al
menos, la de su dinastía en un próximo porvenir.
Aparentemente, y según reglas severamente
guardadas, nuestro gobierno sólo usará del poder
en bien del pueblo, y no para su provecho per-
sonal o el de la dinastía. Así, guardando cuidado-
samente las apariencias, su poder será respetado
y salvaguardado por sus súbditos, que amaran a
los gobernantes, imbuidos como estarán de la
idea de que el bienestar de cada ciudadano
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 155

depende del gobierno, porque de él dependen el


orden y la economía social.
Guardar públicamente al rey es reconocer la
debilidad de la organización gubernamental.
Nuestro soberano, cuando se encuentre en-
tre el pueblo, irá siempre rodeado de una multi-
tud de hombres y mujeres que, como por casuali-
dad, ocuparan a su alrededor las primeras filas, y
contendrán a las otras para mantener el orden. Si
se encuentra entre el público alguien que quiera
entregar al soberano alguna súplica e intente
abrirse paso para llegar hasta él, las primeras filas
tomaran el memorial y lo pondrán en manos del
rey bien ostensiblemente, para que se sepa que
llega a su destino, y que, por lo tanto, existe un
control del mismo rey. La aureola del poder
requiere que el pueblo pueda decir: “ ! El rey lo
sabia!”, y no “!Si el rey lo supiera!”
Con la escolta oficial desaparece el prestigio
místico del poder. Todo hombre un poco audaz se
cree dueño del poder; el rebelde conoce su fuerza
y acecha la ocasión de cometer un atentado este
poder. Otra cosa muy distinta recomendábamos a
los cristianos; pero ya vemos los resultados que
156 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

han obtenido con las medidas públicas de


seguridad.

A primera sospecha, más o menos fundada,


detendremos a los criminales. El temor a
equivocarse no puede ser motivo para dar ocasión
a que se escapen los individuos sospechosos, con
los cuales seremos implacables.

Si, forzando un poco las cosas, puede


admitirse el examen de los motivos en los
crímenes comunes, no debe haber excusa para los
que intenten inmiscuirse en asuntos que sólo el
gobierno conoce y sólo a él competen.
XIX

LOS DELITOS POLÍTICOS. COMO SERÁN


JUZGADOS
Aunque no admitamos que cada cual pueda
ocuparse directamente de la política, estimula-
remos, en cambio, toda demanda y sugestión que
tienda a mejorar la mente del pueblo. Esto nos
permitirá descubrir los defectos y fantasías de
nuestros súbditos, a los que contestaremos acce-
diendo a sus deseos o refutándolos razonable-
mente, para demostrar la incapacidad de sus
autores.

Los grupitos no son más que ladridos de un


perrito faldero contra un elefante. Para un
gobierno bien organizado, no policial, sino social-
mente, el perrillo ladra al elefante porque no
conoce ni su situación ni su valor. Basta
demostrar con un ejemplo apropiado la
importancia de ambos para que los perritos dejen
de ladrar y agiten la cola inmediatamente que
aparece el elefante.
160 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Para despojar de todo prestigio de valor al


crimen político ocupara ante los tribunales el
mismo sitio que el robo, el asesinato y demás
delitos comunes. Entonces, la opinión pública
confundirá en su pensamiento esta categoría de
crímenes con la ignominia de todos los demás, y
los envolverá en el mismo desprecio. Nosotros
nos hemos propuesto, y creo que lo hemos
conseguido, impedir que los cristianos combatan
las revueltas de esta manera.

Al efecto, por la Prensa, en nuestros


discursos, en manuales de historia escritos con
este fin, hemos sublimado el martirio, aceptado
por los rebeldes en bien de todos. Esta
propaganda aumentó las filas liberales y ha traído
a nosotros miles de cristianos.
XX

PROGRAMA FINANCIERO
Hablaremos ahora del programa financiero,
que he reservado para el final de Memoria por
tratarse de la parte más difícil, culminante y
decisiva de nuestros planes. Al discutirla,
recordare que he dicho ya, en forma alusiva, que
la suma de nuestros actos se resuelve por una
cuestión de cifras.
Cuando llegue nuestro reinado, nuestro
gobierno absoluto evitará, para su propia salva-
guardia, recargar de impuestos a las masas popu-
lares, y no olvidará su papel de padre y protector.
Mas como la organización gubernamental exige
gastos elevados, es preciso encontrar los medios
necesarios y, por consiguiente, hay que preparar
minuciosamente el equilibrio financiero.
En nuestro gobierno, el rey gozará de la
ficción legal de la propiedad de todo cuanto se
halla en su Estado (es fácil realizarlo); podrá,
pues, recurrir a la confiscación legal de cuantas
cantidades de dinero juzgue necesarias para regu-
164 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

lar la circulación de la moneda en el Estado. La


imposición consistirá, pues, principalmente en un
impuesto progresivo sobre la propiedad. De esta
manera los impuestos serán percibidos, sin tras-
torno ni ruina, en una proporción de porcentaje
relativa a la posesión. Los ricos deben compren-
der que su deber consiste en poner a la disposi-
ción del Estado parte de lo superfluo de que
gozan, puesto que aquél les garantiza la seguri-
dad del resto y el derecho a una ganancia honra-
da; digo ganancia honrada, porque el control de la
propiedad suprimirá el robo legal.
Esta reforma social debe venir de arriba,
pues su tiempo ha llegado, y es necesaria como
garantía de paz. El impuesto sobre el pobre es una
semilla de revolución y perjudica al Estado, que
pierde así un beneficio importante al perseguir
pequeños provechos. Independientemente de
esto, el impuesto sobre los capitalistas amenguará
el crecimiento de las riquezas de los particulares,
en manos de quienes están actualmente concen-
tradas, para contrarrestar la fuerza gubernativa de
los cristianos, es decir, las finanzas del Estado.
Un impuesto progresivo producirá mayores
rentas que el impuesto proporcional que hoy rige,
y que sólo sirve para promover agitaciones y sem-
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 165

brar descontentos entre cristianos.


La fuerza en que se apoyará nuestro rey
será en el equilibrio y la garantía de la paz. Es
indispensable que los capitalistas sacrifiquen una
pequeña parte de sus rentas para asegurar el
funcionamiento de la máquina gubernamental.
Las necesidades del Estado deben pagarlas
aquellos cuyas riquezas permiten hacerlo sin el
menor trastorno.
Esta medida hará desaparecer el odio del
pobre hacia el rico, que se le aparecerá como una
fuerza financiera útil al Estado, como sostén de de
la paz y de la prosperidad, pues verá que es el
rico quien cumple las medidas necesarias para
conseguir estos bienes. Para evitar que los
pagadores de la clase inteligente se desazonen
demasiado por esos nuevos impuestos se les dará
cuenta detallada del destino de las sumas
recaudadas, excepto, claro está de aquéllas que se
distribuyan para atender a las necesidades del
trono y de las instituciones administrativas.
La persona reinante no tendrá propiedad
privada, puesto que todo lo que se halla en el
Estado es suyo, pues si no, lo uno estaría en
contradicción con lo otro: los bienes privados
anularían el derecho de propiedad sobre las
166 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

posesiones de todos los ciudadanos. Los fami-


liares de la persona reinante, excepto sus herede-
ros, que son igualmente mantenidos por el Esta-
do, deben comportarse como servidores del Esta-
do, o trabajar para adquirir el derecho de propie-
dad, pues el privilegio de pertenecer a la familia
real no debe servir de pretexto para robar al
tesoro. La adquisición de una propiedad, la
aceptación de una herencia supondrán la imposi-
ción de un derecho de timbre progresivo. La
transferencia de una propiedad en dinero o en
otra forma, no declarada por ese derecho de
timbre, obligatoriamente nominal, será cargada
de un impuesto de tanto por ciento en la cuenta
del antiguo propietario, desde la fecha transfe-
rencia hasta el día en que se descubrió el fraude.
Los títulos de transferencia deberán presentarse
semanalmente al Erario de la localidad, con la
indicación de los nombres, apellidos y domicilios
del antiguo y del nuevo propietario. Este registro
sólo se cargará a partir de una cantidad fija que
pase de los gastos ordinarios de compra y venta
de lo necesario, y éstos supondrán un impuesto
de timbre muy reducido para cada unida.
Calcúlese cuán superiores serán estos im-
puestos a las rentas de los Estados cristianos. La
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 167

caja de los fondos del Estado comprenderá cierto


capital de reserva, y todo lo que sobre será puesto
en circulación. Con las reservas se emprenderán
obras públicas. Partiendo la iniciativa de estas
obras de los recursos del Estado, se conseguirá
que la clase obrera se interese intensamente por el
Estado y las personas reinantes. Parte de las
disponibilidades será atribuida a los inventos y la
producción.
Fuera de las cantidades fijadas y amplia-
mente calculadas, es completamente inútil guar-
dar en las cajas del Estado la más mínima canti-
dad, pues el dinero debe circular, su estanca-
miento perjudica el funcionamiento del mecanis-
mo del Estado, cuyo engranaje sirve para engra-
sar; la falta de engrase puede detener la marcha
normal del mecanismo.
La sustitución de una parte del dinero por
los valores en papel causa precisamente el
estancamiento. Las consecuencias de este hecho
son ya harto sensibles.
Tendremos asimismo un Tribunal de
Cuentas, donde el gobierno encontrará en cual-
quier momento cuenta detallada de los ingresos y
gastos del Estado, excepto la del mes corriente y
la del mes anterior que no se haya entregado.
168 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

El único individuo que procurará no robar


las cajas del Estado será su propietario: el gober-
nante. Por esta razón, su control hará imposibles
las pérdidas y el despilfarro. La representación,
que absorbe un tiempo precioso al gobierno por
las recepciones que exige la etiqueta, será supri-
mida para dejarle tiempo de vigilar y de refle-
xionar. Su poder no estará ya a merced de los
favoritos que rodean al trono para darle osten-
tación y pompa, no preocupándose de los intere-
ses del Estado, sino de los suyos.
Las crisis económicas en nuestros países las
provocaron los cristianos con el único objeto de
retirar el dinero de la circulación. Capitales enor-
mes quedaban estancados, substrayendo el dinero
de los estados, que en estas condiciones se veían
obligados a recurrir a estos mismos capitales para
disponer de dinero. Estos empréstitos cargaban
los presupuestos de los estados con el pago de
intereses y los sojuzgaban al capital. La concen-
tración de la industria en manos de capitalistas
que han matado a la pequeña industria, ha
absorbido todas las fuerzas del pueblo y al mismo
tiempo, las del Estado…
La emisión actual de la moneda no
responde, en general, a la cifra de consumo por
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 169

cabeza, y no puede, por consiguiente, satisfacer


todas las necesidades de los obreros. La emisión
de moneda debe estar en relación con el aumento
de la población, comprendiendo los niños, pues
éstos, desde su nacimiento, consumen y cuestan
dinero.
La revisión de la acuñación de monedas es
cuestión esencial para el mundo entero. Sabido es
que el cambio oro fue perjudicial para los estados
que lo adoptaron, pues no responde al consumo
de dinero, tanto más cuanto habíamos retirado de
la circulación, la mayor cantidad posible de oro.
Debemos implantar una moneda basada
sobre el trabajo, sea de papel o de madera, y hare-
mos una emisión de moneda según las necesi-
dades normales de cada individuo aumentando
esta cantidad a cada nacimiento y disminuyén-
dola a cada defunción.
Cada provincia, cada distrito tendrá sus
cuentas a este respecto. Con el fin de evitar retra-
sos en la entrega de dinero para las necesidades
del Estado, las cantidades y la fecha de su entrega
serán fijadas por un decreto del gobierno. Con el
ello se suprimirá el protectorado del ministerio de
Hacienda, que no podrá favorecer una región en
perjuicio de otra.
170 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Las reformas que proyectamos las represen-


taremos de manera que alarmen a nadie. Adver-
tiremos la necesidad de tales reformas como
consecuencia del despilfarro a que condujeron los
desordenes financieros de los cristianos. El primer
desorden consiste en que comienzan por
establecer un presupuesto ordinario, que aumenta
de año en año por esta sencilla razón: se arrastra
el presupuesto hasta mediados de año, luego se
pide el presupuesto rectificado que se malgasta en
tres meses y, por último, se pide un presupuesto
suplementario, y todo acaba con un presupuesto
de liquidación. Y como al año siguiente se estable-
ce el presupuesto general, el aumento anual
normal es de 50 por 100, resultando que el pre-
supuesto anual se triplica cada diez años. Gracias
a estos procedimientos, admitidos por la incuria
de los estados cristianos, sus cajas están vacías.
Los empréstitos que sobrevinieron se comieron
los restos, y llevaron a los Estados a la bancarrota.
Un empréstito demuestra siempre la
debilidad del Estado. Los empréstitos, como la
espada de Damocles, penden sobre la cabeza de
los gobernantes, que en vez de pedir a los
ciudadanos lo que necesitan por medio de un
impuesto temporal, vienen con la mano tendida a
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 171

pedir limosna a nuestros banqueros. Los emprés-


titos exteriores son sanguijuelas que en ningún
caso se pueden separar del cuerpo del Estado, a
no ser que se desprendan por sí solas, o que el
Estado las deseche radicalmente. Mas los Estados
cristianos no parecen dispuestos a arrancarlas,
continúan imponiéndolas de tal modo, que
perecerán bajo el efecto de esta sangría voluntaria.
Y en realidad, ¿qué representa el empréstito
sino esto, sobre todo el empréstito exterior? El
empréstito es la emisión de letras de cambio del
gobierno, conteniendo una obligación a un tipo de
interés proporcional a la suma del capital presta-
do. Si se fija el interés del empréstito a un interés
de 5 por 100, en veinte años el estado resulta
haber pagado, sin ninguna utilidad un interés
igual al empréstito; en cuarenta años habrá paga-
do el doble, sesenta años una cantidad triple, y la
deuda sigue siendo deuda impagada.
Se advierte así que, bajo forma de impuesto
individual, el Estado despoja a los pobres de sus
últimos recursos para pagar sus deudas a los
extranjeros ricos, en vez de reunir para sus nece-
sidades sus propias riquezas sin pagar intereses.
Mientras la deuda era interior, los cristianos
no hacían sino desplazar el dinero del bolsillo del
172 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

pobre rico; pero cuando “compramos” la compli-


cidad de personas que nos hacían falta para trans-
portar los empréstitos sobre terreno extraño,
todas las riquezas de los estados se trasladaron a
nuestras cajas, y los cristianos pagaron un tributo
de sujeción. Si la ligereza de los cristianos
reinantes en lo que concierne a los asuntos del
Estado; si la corrupción de los ministros o la
incapacidad financiera de los demás gobernantes
han cargado sus países de deudas que no pueden
rembolsar nuestras cajas, es preciso que sepáis
cuánto dinero y esfuerzo esto nos ha costado.
No toleraremos la estancación del dinero, y
es por lo que no habrá obligaciones del estado,
excepto una serie de obligaciones al 1 por 100,
para que el pago de los intereses no entregue el
poder del Estado a la succión de las sanguijuelas.
El derecho de emitir valores será reservado
exclusivamente a las Compañías industriales, que,
gracias a sus beneficios, podrán fácilmente pagar
los intereses, mientras que el Estado no saca
provecho alguno del dinero prestado, puesto que
lo pide para gastar, y no para realizar
operaciones.
Los valores industriales los adquirirá el
gobierno, que, de tributario de impuestos que es
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 173

actualmente, se transformará en prestamista. Esta


medida hará cesar la estancación del dinero y
destruirá el parasitismo y la Prensa, que nos eran
útiles mientras los cristianos vivían independien-
tes, pero que ya no servirán bajo nuestro régimen.
¡Cuán evidente es la falta de reflexión de los
cerebros, puramente animales, de los cristianos!
¡Nos pedían prestado con intereses, sin pensar
que algún día tendrían que tomar ese dinero, más
los intereses, de las cajas del Estado para rembol-
sarnos! ¡Y cuán sencillo hubiera sido pedir el
dinero que necesitaban a sus contribuyentes!
Esto prueba la superioridad general de
nuestro espíritu, pues hemos sabido presentarles
el asunto de los empréstitos de tal manera, que
hasta vieron ventajas para ellos.
Los cálculos que presentamos, vistos, cuan-
do llegue el momento, a la luz de las experiencias
seculares, cuya materia nos proporcionaron los
Estados cristianos, se distinguirán por su claridad,
por su seguridad, y enseñarán a todos con
evidencia la utilidad de nuestras innovaciones.
Acabarán con los abusos, gracias a los cuales
manteníamos a los cristianos en nuestro poder,
pero que no pueden admitirse en nuestro reino.
174 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Nuestro sistema de cuentas estará tan bien


organizado, que ni el gobernante ni el funcionario
más insignificante podrán desviar de su destino,
sin que se advierta, la más mínima cantidad, ni
aplicarla a un fin que aquél que se haya fijado una
vez para siempre en nuestro plan de acción.
No se puede gobernar sin un plan determi-
nado. Los héroes mismos que siguen un camino
seguro, pero sin reservas determinadas, perecen
en él. Los jefes cristianos, a los que aconsejábamos
distraerse de las preocupaciones del Estado con
recepciones representativas, con la etiqueta y con
diversiones, sólo eran los biombos de nuestro
gobierno. Las memorias de los favoritos, que los
remplazaban en los asuntos del país, las redac-
taban nuestros agentes, y satisfacían siempre los
espíritus poco clarividentes con promesas de que
el porvenir traería economías, mejoras… ¿Econo-
mías de qué?... ¿Nuevos empréstitos?, podían ha-
berse preguntado los que leían nuestras actas y
nuestros proyectos..; pero no se preocupaban de
ello. Nadie ignora a lo que ha conducido tal
incuria, nadie ignora el desorden financiero que
ha producido, a pesar de la admirable actividad
de sus pueblos.
XXI

LOS EMPRESTITOS, LAS BOLSAS Y


LOS VALORES INDUSTRIALES
A lo que he dicho en la reunión anterior
añadiré una explicación detallada sobre los
empréstitos interiores. Respecto a los empréstitos
exteriores ya no tengo nada que decir, pues llenaban
nuestras cajas con la moneda nacional de los
cristianos; mas para nuestro Estado ya no habrá
extranjeros, es decir, ya no habrá extranjeros, es decir,
ya no habrá nada exterior. Los hemos aprovechado de
la corrupción de los gobernantes para cobrar
cantidades dobles, triples y aún más, prestando a los
gobiernos cristianos dinero que no necesitaban los
estados. ¿Quién podría hacer lo mismo con
nosotros?... Nadie. Por esta razón sólo hablaré
detalladamente de los empréstitos interiores.
Cuando los Estados lanzan un empréstito,
abren una suscripción para la adquisición de sus
obligaciones, y para ponerlas al alcance de todos
crean billetes de ciento hasta mil; al mismo tiempo se
hace un descuento a los primeros suscriptores. Al día
siguiente se produce un alza artificial para hacer creer
que está todo cubierto. Unos días más tarde se
rumora que las cajas del Tesoro están llenas, que no se
178 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

sabe donde guardar el dinero (¿para qué tomarlo,


pues?) ¡La suscripción cubre varias veces la emisión
del empréstito, tal es la confianza que inspiran las
letras de cambio del gobierno! .
Más cuando la comedia ha terminado se está
frente a un pasivo que acaba de formarse, y un pasivo
importante. Para pagar los intereses hay que recurrir
a nuevos empréstitos, que no absorben sino que
aumentan la deuda principal. Cuando el crédito está
agotado hay que crear nuevos impuestos para cubrir
no el empréstito, sino solamente los intereses del
empréstito, y estos impuestos son un pasivo
empleado para cubrir el pasivo…
Luego viene el momento de las conversiones,
que disminuyen solamente el pago de los intereses,
pero que no cubren las deudas, que además no
pueden realizarse sin el consentimiento de los
prestamistas: al anunciar una conversión se ofrece
devolver el dinero a quienes quieran convertir sus
valores. Si todos tuvieran deseos de que les
devolvieran el dinero, los gobiernos se hallarían
cogidos en su propio cepo, y se encontrarían en la
imposibilidad de pagar lo que habían ofrecido.
Afortunadamente, los súbditos de los gobiernos
cristianos, poco versados en los negocios financieros,
han preferido siempre las pérdidas de los cambios y
una baja en los intereses al riesgo de nuevas
colocaciones de dinero, por lo cual han ofrecido más
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 179

de una vez a los gobiernos la posibilidad de


deshacerse de un pasivo de muchos millones.
Pero con las deudas exteriores los cristianos no
piensan hacer nada parecido, sabiendo que
reclamaríamos todo nuestro dinero.
De este modo, una bancarrota evidente
demostrará en definitiva a los pueblos la ausencia de
relación entre sus intereses y los de sus gobiernos.
Llamo especialmente vuestra atención sobre el
hecho siguiente: hoy todos los empréstitos interiores
se consolida con deudas que se designan con el
nombre de flotantes, es decir, con deudas cuyo
término está más o menos próximo. Estas deudas se
componen del dinero situado en las cajas de ahorro y
en las de reserva. Como estos fondos permanecen
durante mucho tiempo en manos del gobierno, se
evaporan para pagar los intereses de los empréstitos
exteriores, y en su lugar se coloca una suma
equivalente de depósitos de renta.
Estos últimos son los que cubren todas las
rendijas en las cajas del estado en los pueblos
cristianos.
Cuando ascendamos al trono del mundo, todos
esos trucos de las finanzas se prohibirán, porque no
responden a nuestros intereses; suprimiremos
asimismo las Bolsas de fondos públicos, pues no
admitiremos que el prestigio de nuestro poder se
quebrante por la variación de los precios de nuestros
180 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

valores. Estos serán declarados por la ley al precio de


su valor completo sin fluctuación posible (el alza da
lugar a la baja; así es como desde el comienzo de
nuestra campaña hemos jugado con los valores de los
cristianos).
Reemplazamos las Bolsas por grandes esta-
blecimientos de crédito especial, cuya misión será
tasar los valores industriales siguiendo las inspira-
ciones del gobierno. Estos establecimientos se halla-
rán en estado de lanzar sobre el mercado 500 millones
de valores de valores industriales en un día. De ese
modo todas las Empresas industriales dependerán de
nosotros. Podéis imaginaros qué poder adquiriremos
con ello.
XXII

LA ADORACION MISTICA DEL PODER


En todo lo que os he expuesto hasta aquí me he
esforzado en descubriros el secreto de los sucesos
pasados y presentes; éstos anuncian un porvenir ya
próximo a realizarse. Os he descubierto el secreto de
nuestras relaciones con los cristianos y de nuestras
operaciones financieras. Me queda poco que decir en
lo que a eso se refiere.

Tenemos en nuestras manos la mayor fuerza


moderna: el oro; podemos en dos días sacarle de
nuestros depósitos en la cantidad que nos plazca.

¿Hemos de demostrar aún que nuestro


gobierno está predestinado por Dios? ¿Es que no
podremos que tal riqueza, que todo el año que nos
hemos visto obligados a hacer durante tantos siglos
ha servido al fin al verdadero bien, a ponerlo todo en
orden? He ahí la confusión de las nociones del bien y
del mal. El orden se establecerá un poco por la
violencia; pero, al fin, se establecerá. Sabremos probar
que somos bienhechores, que hemos dado a la tierra
atormentada el verdadero bien: la libertad del indivi-
184 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

duo, que podrá gozar del reposo, de la paz, de la


dignidad de las relaciones, a condición, desde luego,
de observar las leyes establecidas por nosotros.
Enseñaremos al propio tiempo que la libertad no
consiste en el libertinaje y el derecho a la licencia, así
como que la dignidad y la fuerza del hombre no
residen en el derecho individual a proclamar
principios destructivos, como el derecho de
conciencia, el derecho de igualdad y otros parecidos;
que el derecho del individuo no consiste, en modo
alguno en el derecho de excitarse a sí mismo y de
excitar a los demás, dando muestras de sus talentos
oratorios en reuniones tumultuosas. La verdadera
libertad consiste en la inviolabilidad de la persona
que observa honradamente y con exactitud todas las
leyes de la vida en común; la dignidad humana
consiste en la conciencia de sus derechos, y, al propio
tiempo, de los derechos que no se tienen y no en el
exclusivo desarrollo caprichoso del tema de su yo.

Nuestro poder será glorioso porque será


potente, gobernará y dirigirá, y no irá a remolque de
los jefes y los oradores que gritan palabras de locura,
a las que llaman grandes principios, y que no son otra
cosa, en verdad, que utopías. Nuestro poder será el
árbitro del orden que da toda la felicidad a los
hombres. La aureola de se poder le procurará una
adoración mística y la veneración del pueblo. La
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 185

verdadera fuerza no transige con ningún derecho, ni


siquiera con el derecho divino; nadie se atreve a
atacarla para quitarle la más insignificante porción de
su poder.
XXIII

EL LUJO, EL PARO FORZOSO


Para que los pueblos se acostumbren a la
obediencia hay que acostumbrarles a la modestia, y
disminuir, por tanto, la producción de objetos de
objetos.

Con eso mejoraremos las costumbres,


corrompidas por la rivalidad del lujo.

Restableceremos la pequeña industria, que


perjudicará a los capitales privados de los fabricantes.
Eso es aún necesario, porque los grandes fabricantes
dirigen, con frecuencia sin saberlo, es verdad, el
espíritu de las masas contra el gobierno. Un pueblo
ocupado en pequeñas industrias no conoce el paro
forzoso, se adhiere al orden existente y, en
consecuencia, a la fuerza del poder. El paro es la cosa
más peligrosa para el gobierno. Su papel habrá termi-
190 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

nado cuando caiga el poder en nuestras manos. La


embriaguez será prohibida por la ley y castigada
como un crimen contra la humanidad, pues los
hombres que se entregan a ella se transforman en
brutos bajo la influencia del alcohol.

Los súbditos, lo repito una vez más, no


obedecen ciegamente más que a una mano firme,
completamente independiente de ellos, en la que vean
una espada para la defensa y un sostén contra las
plagas sociales. ¿Qué necesidad tienen de ver en su
rey un alma angélica? Deben ver en él la
personificación de la fuerza y del poder.

El soberano, que ocupará el puesto de los


gobiernos hoy no existentes, que arrastran su
existencia en medio de sociedades desmoralizadas
por nosotros, que han renegado incluso del poder de
Dios, y en el seno de los cuales se alza por todas
partes el fuego de la anarquía, ese soberano deberá
ante todo extinguir esa llama devoradora. Por eso se
verá obligado a condenar a muerte a tales sociedades,
aunque haya que ahogarlas en su propia sangre, para
resucitar en forma de un ejército regularmente
organizado, luchando constantemente contra toda
infección capaz de ulcerar el cuerpo del estado.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 191

Este elegido de Dios está nombrado desde


arriba para destrozar las fuerzas insensatas movidas
por el instinto y no por la razón, por la bestialidad y
no por la humanidad. Esas fuerzas triunfan ahora, y
cometen toda suerte de violencias a pretexto de
libertad y derecho. Han destruido todo orden en la
sociedad, para elevar sobre sus ruinas el trono del rey
de Israel; pero su papel terminará en el advenimiento
del rey de Israel al trono. Entonces será posible
barrerlas de su camino, sobre el que no debe haber el
menor obstáculo.

Y podremos decir a los pueblos: “Dad gracias a


Dios e inclinaos ante el que lleva en su cara el sello de
la predestinación, hacia la que el mismo Dios ha
conducido su estrella, a fin de que nadie, excepto él,
pueda libraros de todas las fuerzas y de todos los
males.”
XXIV

DEL REY
Ahora pasaré a los medios de asegurar las
raíces dinásticas del rey.

Nos guiarán los mismos principios que han


inspirado hasta hoy a nuestros jefes su conducta en
todos los asuntos mundiales. Dirigiremos el
pensamiento de toda la humanidad.

Diversos miembros de la raza de David


prepararán a los reyes y a sus herederos, escogiendo
estos últimos no según el derecho hereditario, sino
por sus eminentes aptitudes. Les iniciarán en los
secretos ocultos de la política, en los planes de
gobierno, siempre a condición de que nadie conozca
esos secretos. El fin de esta manera de obrar es que
todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser
confiado a los que no están iniciados en los misterios
de su arte.
196 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Sólo se enseñará a esas personas la aplicación


de los planes políticos, la inteligencia de la
experiencia de los siglos, todas nuestras observa-
ciones sobre las leyes político – económicas y sobre
las ciencias sociales; en una palabra: todo el espíritu
de esas leyes que la naturaleza misma ha establecido
inquebrantablemente para regular las relaciones
humanas.

Los herederos directos serán con frecuencia


separados del trono si mientras estudian dan pruebas
de ligereza, de bondad y de esas cualidades
perniciosas para el poder, que les hagan incapaces de
gobernar y que son dañinas para la función real.

Sólo los que sean absolutamente capaces de un


gobierno firme, inflexible hasta la crueldad, recibirán
las riendas de manos de nuestros jefes.

En caso de enfermedad que cause la


debilitación de la voluntad, los reyes deberán, según
la ley, entregar las riendas del gobierno en manos
nuevas y capaces.

Los planes de acción del rey, sus planes


inmediatos, y, con mayor razón, sus planes mediatos,
serán desconocidos hasta de los que se designará con
el nombre de primeros consejeros.
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 197

Sólo conocerán el porvenir el rey y sus tres


iniciadores.

En la persona del rey, dueño de sí mismo y de


la humanidad, gracias a una voluntad inquebrantable,
todos creerán ver el destino con sus sendas
desconocidas. Nadie sabrá lo que el rey se propone
con sus órdenes, y por eso nadie se atreverá a
cruzarse en un camino desconocido.

Es preciso, desde luego, que la inteligencia del


rey responda al plan del gobierno que se le ha
confiado. Por eso no subirá al trono hasta que haya
sido a prueba por los jefes de que he hablado. A fin de
que el pueblo conozca y ame a su rey es necesario que
hable con el pueblo en las plazas públicas. Eso
producirá la unión necesaria de dos fuerzas que hoy
hemos separado por el terror.

El terror nos fue indispensable durante algún


tiempo, para que esas dos fuerzas cayeran por
separado bajo nuestra influencia.

El rey de los judíos no debe estar dominado por


las pasiones, sobre todo por la voluptuosidad;
ninguna faceta de su carácter debe prestarse a dar
predominio a los instintos animales sobre la
inteligencia. La voluptuosidad actúa de modo
198 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

pernicioso sobre las facultades intelectuales y sobre la


claridad de discernimiento, desviando los
pensamientos hacia el lado peor y más animal de la
actividad humana.

El pilar de la humanidad, en la persona del


soberano universal de la santa estirpe de David, debe
sacrificar a su pueblo todos sus gustos personales.

Nuestro soberano debe ser de una


irreprochabilidad ejemplar.
INDICE
INDICE
Páginas
_______

Advertencia del Editor………………………… 9

I.- El liberalismo, el oro y la fe, la libertad,


La igualdad y la fraternidad…………… 15
II.- La supremacía judía. Los consejeros se-
cretos. La prensa………………………… 29
III.- El terror en los palacios…………………. 35
IV.- El papel de la especulación……………... 45
V.- Modo de adueñarse del poder de la ma-
Sonería…………………………………….. 51
VI.- El sentido secreto de la propaganda de
Las teorías económicas…………………... 59
VII.- La prensa y la opinión pública………….. 65
202 PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL

Páginas
_______

VIII.- Uso equívoco del Derecho jurídico……. 71


IX.- La dictadura de la masonería………….. 75
X.- Lo que promete el golpe de Estado de la
Masonería……………………………….... 83
XI.- Algunos detalles del golpe de Estado
Propuesto…………………………………. 95
XII.- Interpretación de la palabra libertad…… 101
XIII.- Las cuestiones industriales……………… 113
XIV.- La futura servidumbre…………………... 119
XV.- Golpe de Estado mundial en un día de-
terminado…………………………………. 125
XVI.- La enseñanza. Como organizaremos las
Universidades…………………………….. 141
XVII.- Los abogados y los sacerdotes. La des-
trucción del papado. La prensa, la
policía y el espionaje……………………... 147
XVIII.-La organización policíaca……………….. 153
XIX.- Los delitos políticos. Cómo serán juz-
gados………………………………………. 159
XX.- Programa financiero……………………… 163
PROTOCOLOS DE LOS JEFES DE ISRAEL 203

Páginas
_______

XXI.- Los empréstitos, las bolsas y los valores


Industriales………………………………. 177
XXII.- La adoración mística del poder………… 183
XXIII.-El lujo, el paro forzoso………………….. 189
XXIV.-Del rey……………………………………. 195
Esta obra se acabó de imprimir el 15 de
marzo de 1945 en los Talleres “Artes
Gráficas” calle Juan Jaurés 1170, Bs. Aires

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