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En el gobierno del presidente Gabriel García Moreno, ante la necesidad de atender

adecuadamente la condición de los presos resolvió, en el año 1869, la construcción de


una cárcel pública moderna a fin de desterrar la inseguridad y las pésimas condiciones
en las que se tenía a los reos en las cárceles municipales de provincias y concentrarlos
en una sola en la capital.
El proyecto se encargó al arquitecto danés Thomas Reed, quien había realizado
algunas obras en Colombia.
El arquitecto diseñó un complejo inspirado en la parisina Prisión de la Santé (1867),
que aplicaba la más moderna planta edificable del sistema carcelario europeo, creada
en 1791 por el filósofo inglés Jeremy Bentham (padre del utilitarismo) y a la que llamó
panóptico: una torre al medio de la que parten edificios radiales que no se conectan
entre sí y por ello pueden ser completamente vigilados sin mayor esfuerzo justamente
desde el volumen central.
Su construcción es muy sólida de acuerdo con las funciones a cumplir, con muros
portantes de cal y ladrillo. Cinco pabellones radiales de tres plantas, cubiertos por
terrazas planas para la vigilancia de los presos, convergen en un amplio volumen
cilíndrico más alto, cubierto por una cúpula de media naranja con tejuelo.
De acuerdo a las especificaciones del contrato entre el Gobierno ecuatoriano y el
arquitecto Thomas Reed, el edificio de la Penitenciaría Nacional debía ser de
arquitectura característica pero sencilla, evitando los adornos y decoraciones
innecesarias; su estructura debía ser sólida y robusta, por lo que no se usó adobe; las
celdas y pasillos debían tener las dimensiones exigidas en Europa, contar con puertas
de hierro, jardines, piscina y aprovisionamiento de agua constante para los reos, así
como existir pocas celdas oscuras de castigo para evitar el abuso que los celadores
hacían de ellas.
El volúmen central del panóptico, concebido como torre de vigilancia, es de planta
circular y triple altura, coronado por una cúpula con linterna que permite iluminar el
espacio, desde el que parten en forma radial cinco pabellones alargados y cuya
iluminación es cenital: dos de 70 metros, uno de cuarenta y dos de 30 metros; todos
separados entre sí por patios. Las plantas bajas estaban destinadas a talleres y las dos
superiores ocupadas por celdas, que originalmente sumaban un número aproximado
de 300.
El complejo cuenta además con un bloque de oficinas transversal, con el frente hacia la
rampa que salva el pronunciado desnivel de la calle Rocafuerte, y que a su vez
constituye el ingreso principal a través de sus tres característicos arcos de medio punto
en medio de los dos volúmenes que alcanzan los 15 metros de altura. Al costado
oriental se ubica un ala de habitaciones para celadores que fue añadida
posteriormente, pero guardando similitud con el estilo original del edificio.

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