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EVOLUCION Y ESTRUCTURA
DE LA CIUDAD
Cada urbanita tiene una experiencia personal y por tanto, una concep
ción distinta de la ciudad. El resultado es un amplio espectro que va desde
quienes se sienten arropados por su ritmo y satisfechos por las innumerables
ofertas que reciben permanentemente desde el comercio, la cultura y el ocio, hasta los
que la aborrecen por las prisas, ruidos y contaminación ambiental que genera.
Tras una breve alusión a la huella dejada por Roma, se apuntan los ras
gos más sobresalientes de las ciudades cristiana y musulmana. En la Edad
Moderna todos los núcleos, salvo Madrid y Sevilla que apenas sobrepasan
los 100.000 habitantes, están muy por debajo de esta cifra y sufren unas con
diciones de salubridad penosas, levemente corregidas a partir de las ideas
higienistas de la Ilustración. Poco mejora la habitabilidad de nuestras ciuda
des en la primera etapa de la revolución industrial durante la primera mitad
del s. XIX, pues crecen a expensas de los espacios de intramuros, puestos en
circulación por las sucesivas desamortizaciones. En la segunda mitad del
mismo siglo se derriban las murallas y se promueve el ensanche burgués
junto con la ciudad jardín para la clase obrera.
La dilatada crisis del siglo XVII ruraliza aún más el país por lo que
muchas de estas ciudades pierden una parte de su población, que sólo recu
peran en el último tercio de la centuria. En su interior aumentan los espacios
conventuales, que tanto juego darán posteriormente al desarrollo urbano por
la vía de las desamortizaciones. La Ilustración, personificada en Carlos III,
supone una nueva concepción del espacio urbano desde criterios higienistas
y de convivencia ciudadana en la segunda mitad del siglo XVIII. Fruto de
sus decisiones es el trazado en Madrid de amplias avenidas (Paseo del Prado)
y la construcción de monumentos y edificios grandiosos como la Puerta de
Alcalá, Correos, Ministerio de Hacienda, Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando y otros.
Las viviendas suelen ser de un piso de altura, pero desde mediados del
siglo XVIII van apareciendo lentamente construcciones de tres plantas debi
do a la escasez de suelo en el interior de las murallas. La distribución más
habitual de una casa es la siguiente: en la planta baja se instalan el comercio
y los talleres, en la primera los ricos hombres y la burguesía adinerada, la
clase media en la segunda y la servidumbre, junto con la gente de pocos
recursos, en la tercera abuhardillada. Entre otras medidas de higiene pública
se construyen pozos negros para los desagües, aparece el alumbrado público
y se prohíben los enterramientos en las iglesias.
humos de las pequeñas industrias y las fugas del alumbrado. Toda esta mez
cla convierte las calles en un pudridero maloliente, difícil de respirar en
verano y en todo tiempo foco de enfermedades.
Tan es así que los elevados precios de las viviendas propician la apari
ción de barriadas en la periferia, levantadas sin apenas control normativo por
quienes acuden al reclamo de las actividades industriales desde una agricul
tura de hambre y pobreza. Surgen en suelo rústico sobre parcelas de no más
de 100 m2 utilizando frecuentemente sistemas de autoconstrucción, tienen
una sola planta y carecen de los servicios más elementales como pavimento,
agua corriente y alcantarillado. Esta ciudad dual es la consecuencia inevita
ble de una ideología basada en la especulación. Es el haz y el envés de un
planteamiento urbano concebido desde la desigualdad, aunque rebozado de
filantropía e higienismo.
mantienen sus estructuras originales, si bien han ido incorporando todas las
comodidades últimas descubiertas para el hogar.
2.3. La Ciudad Lineal, ideada por Arturo Soria (1894) para unir
dos ciudades ya existentes, es una variante de la anterior. Según sus palabras
la ciudad perfecta podría extenderse desde Cádiz a San Petersburgo y desde
Bruselas a Pekín formando un interminable río urbano de no más de 500 m.
de anchura, distribuido entre una vía principal de 40 m. y sendas calles trans
versales en tomo a los 200 m. de largo por 20 m. de ancho. Los servicios
comunitarios (comercios, escuelas, hospitales, estaciones, etc.) se ubicarían
espaciadamente a lo largo de la citada vía y las viviendas unifamiliares, de
80 m2 , formarían un damero regular sobre parcelas de 400 m2 con huerto y
jardín propios.
En estos años la ciudad sufre, para provecho de unos pocos, una pro
funda reforma interior tal y como ocurriera a finales del siglo XIX, aunque
sin mostrar las inquietudes medioambientales de entonces reflejadas en la
ciudad jardín. Más aún, muchas de las construcciones de época son derriba
das porque rompen, se argumenta, la armonía del entorno y el índice de ocu
pación del suelo es una ofensa ante las necesidades de la demanda.
Finalm ente todos los Planes de Urbanismo parecen subordinar el desarrollo
de las infraestructuras a las exigencias del nuevo señor de la calle, el automóvil.
Algo está removiendo los cimientos del urbanismo a finales de los años
setenta desde el punto de vista social. La gente ya no se resigna ante los des
manes precedentes contra la calidad de las viviendas, la insuficiencia de
espacios públicos y las agresiones al medio ambiente. Los planes de urba
nismo salen a información pública y, tras numerosas enmiendas, se van ajus
tando a las exigencias de unas asociaciones de vecinos tan concienciadas
como luchadoras. La mejora del transporte y del alumbrado públicos en los
barrios, la creación de centros de salud o la escolarización generalizada son
logros patentes de estas reivindicaciones colectivas.
forma de sus edificios o la clase social de sus moradores. Se trata del núcleo
central, zonas residenciales, áreas comerciales, espacios industriales y fran
jas rururbanas, ya en la periferia.
4.2.2. Las viviendas unifam iliares para clases medias son una
variante más moderna de alojamiento, situada entre los polígonos residen
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