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Tema III

EVOLUCION Y ESTRUCTURA
DE LA CIUDAD

A Aurora Gutiérrez Gutiérrez,


educadora infatigable de urbanitas,
por amor, convicción y esperanza
INTRODUCCIÓN

Los estudiosos no se ponen de acuerdo en la definición de la ciudad


pues unos hacen hincapié en sus aspectos cualitativos y otros en los cuanti­
tativos. Los primeros hablan de núcleo densam ente poblado donde la m ayo­
ría de las p ersonas ejerce fu n ciones no agrarias, lo que dibuja unos contor­
nos muy imprecisos y dificulta el análisis comparativo del fenómeno urbano
entre regiones. Los segundos prefieren utilizar el tam año de la pob la ció n ,
pero también aquí los contrastes se disparan: en Suecia y Dinamarca, por
ejemplo, un núcleo adquiere la condición de ciudad a partir de los 200 habi­
tantes, en Japón, sin embargo, de los 30.000. En España se alcanza dicho
rango desde los 10.000.

La ciudad es el ecosistema humanizado por excelencia donde se han


conseguido los mayores logros de bienestar y cultura, pero también las más
altas cotas de individualismo, alienación y estrés. Su historia no supera los
10.000 años y su origen enlaza con la existencia de unos excedentes agríco­
las que permiten diversificar las funciones del grupo y la aparición de arte­
sanos, comerciantes, funcionarios, militares, políticos y sacerdotes. El resul­
tado es una sociedad organizada piramidalmente, situación ésta que perma­
nece enquistada aunque se haya dulcificado aquí y allá con ligeros revoques.

Cada urbanita tiene una experiencia personal y por tanto, una concep­
ción distinta de la ciudad. El resultado es un amplio espectro que va desde
quienes se sienten arropados por su ritmo y satisfechos por las innumerables
ofertas que reciben permanentemente desde el comercio, la cultura y el ocio, hasta los
que la aborrecen por las prisas, ruidos y contaminación ambiental que genera.

Es decir, cada uno de nosotros se ha construido un mapa mental de la


ciudad que conoce valiéndose, en terminología de Lynch (1966) de sendas
(calles, avenidas o vías férreas), nodos (plazas, estaciones de ferrocarril o
intercambiadores), hitos (puntos señeros del paisaje urbano como torres de
iglesia o edificios singulares), bordes (límites o barreras que rompen la con­
tinuidad: un río, una muralla o la línea de costa) y barrios (núcleos bien dife­
renciados en la estructura urbana). Pero estos mapas, tan subjetivos como
imprescindibles para moverse por la ciudad, poseen elementos comunes que
se objetivan en imágenes colectivas de enorme interés geográfico (Zárate,
1996). Las páginas siguientes van dedicadas al análisis de estos procesos
sociales del fenómeno urbano desde una visión diacrónica, o dicho de otro
modo, a lo largo de la historia.

Tras una breve alusión a la huella dejada por Roma, se apuntan los ras­
gos más sobresalientes de las ciudades cristiana y musulmana. En la Edad
Moderna todos los núcleos, salvo Madrid y Sevilla que apenas sobrepasan
los 100.000 habitantes, están muy por debajo de esta cifra y sufren unas con­
diciones de salubridad penosas, levemente corregidas a partir de las ideas
higienistas de la Ilustración. Poco mejora la habitabilidad de nuestras ciuda­
des en la primera etapa de la revolución industrial durante la primera mitad
del s. XIX, pues crecen a expensas de los espacios de intramuros, puestos en
circulación por las sucesivas desamortizaciones. En la segunda mitad del
mismo siglo se derriban las murallas y se promueve el ensanche burgués
junto con la ciudad jardín para la clase obrera.

Ya bien entrado el siglo XX, las ciudades se afanan en las tareas de su


reconstrucción tras la guerra civil, para de inmediato ocuparse en dar cobijo
a la oleada de inmigrantes que llegan del campo atraídos por la industria. El
éxodo masivo llega hasta los años setenta, en que la crisis generalizada des­
acelera el proceso. A partir de entonces el desarrollo urbano comienza a
favorecer a las pequeñas y medianas ciudades frente a las grandes metrópo­
lis, que ven cómo envejece su núcleo central mientras crece la periferia
donde los precios de la vivienda son más asequibles y las condiciones
medioambientales más atractivas para las nuevas generaciones.
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1. LA CIUDAD PREIN DU STRIA L HASTA EL SIG LO XIX

El origen de muchas ciudades españolas se remonta a tiempos prerro­


manos (iberos, celtas, fenicios y griegos), pero Roma ha dejado la huella más
honda y duradera al rectificar estructuras anteriores o crear ciudades nuevas,
siguiendo un modelo estándar sobre dos ejes: el cardo y el decumano, unidas
por una extensa red de calzadas. A partir del siglo III de nuestra era las con­
diciones de inseguridad obligan al amurallamiento de las ciudades, de lo que
aún quedan numerosos vestigios. Durante la Edad Media se solapa sobre la
Península un doble proceso urbanístico determinado por el nuevo dominio
musulmán y el secular cristiano.

1.1. La ciudad musulmana. En ella se singularizan dos espacios:


la parte noble, donde se halla la mezquita, el comercio de lujo y la zona de
baños, y los arrabales, zurcidos por calles estrechas y sinuosas, a veces sin
salida, donde es frecuente que las casas se comuniquen entre sí con pasadi­
zos aéreos. No existen plazas abiertas y cuando los cruces de calles ofrecen
un reducido ensanche ahí se instala de inmediato un zoco variopinto. Restos
/

activos de la ciudad musulmana pueden contemplarse en Córdoba, Ecija,


Granada, Sevilla o Toledo.

1.2. La ciudad cristiana organiza su espacio desde una concep­


ción muy distinta, si bien mantiene durante un tiempo las murallas romanas
como perímetro exterior. Más tarde los primeros balbuceos comerciales traen
consigo la aparición de barrios (burgos) y conventos a extramuros, que son
núcleos especializados en actividades diversas. Entre los primeros se hallan
los alfares, herrerías, hilaturas, molinos harineros, tenerías, etc. Los segun­
dos se dedican a la oración, al estudio y a la caridad. Cuando la inseguridad
obliga, se ensancha el abrazo de las murallas hasta el punto de acoger en su
interior todo ese crecimiento urbano junto con sus huertos y otros espacios
vacíos, lo que va a permitir el desarrollo de la urbe durante los siglos poste­
riores sin tener que abandonar la protección de sus muros.
90 GEOGRAFÍA HUMANA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

La adición de estos elementos al núcleo originario da a la ciudad cris­


tiana un aspecto polinuclear y heterogéneo, con formas más o menos circu­
lares, aunque también abundan las villas alargadas que toman como eje algu­
na ruta muy transitada como el Camino de Santiago. Pero lo que singulariza
a este modelo urbano es la aparición de la plaza, generalmente porticada, en
cuyo entorno se levantan los edificios más nobles, que pautan las relaciones
sociales, políticas y religiosas.

1.3. La ciudad moderna. El atractivo de las ciudades en la Edad


Media y siglos inmediatos es muy escaso, de ahí que la mayor parte de la
población viva en pequeños pueblos y aldeas ocupada en una agricultura de
subsistencia y autoconsumo, cuyos intercambios apenas sobrepasan los lími­
tes más cercanos. Hacia 1600 sólo las ciudades de Sevilla, puerta del comer­
cio americano, y Madrid, capital de los Austrias, tienen más de 100.000 habi­
tantes. Entre éstos y los 50.000 están Barcelona, Granada, Toledo y Valencia.
Córdoba, Málaga, Valladolid y Zaragoza se sitúan entre esta última cifra y
los 25.000, apareciendo por debajo Ávila, Badajoz, Burgos, Jaén, Lérida,
Murcia, Pamplona, Salamanca y Segovia. Bilbao tiene menos de 10.000
habitantes y no llegan a los 5.000 La Coruña, Pontevedra y Santander.

La dilatada crisis del siglo XVII ruraliza aún más el país por lo que
muchas de estas ciudades pierden una parte de su población, que sólo recu­
peran en el último tercio de la centuria. En su interior aumentan los espacios
conventuales, que tanto juego darán posteriormente al desarrollo urbano por
la vía de las desamortizaciones. La Ilustración, personificada en Carlos III,
supone una nueva concepción del espacio urbano desde criterios higienistas
y de convivencia ciudadana en la segunda mitad del siglo XVIII. Fruto de
sus decisiones es el trazado en Madrid de amplias avenidas (Paseo del Prado)
y la construcción de monumentos y edificios grandiosos como la Puerta de
Alcalá, Correos, Ministerio de Hacienda, Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando y otros.

Pero estos imponentes edificios no consiguen hacemos olvidar las con­


diciones de vida de la población capitalina, modelo empeorable en el resto
de las ciudades españolas. Mesonero Romanos y otros escritores de la época
nos hablan de calles empinadas y malolientes por falta de alcantarillado, y de
vías públicas convertidas en estercoleros que sólo se limpian cuando llueve
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 91

intensamente y el agua arrastra los detritus. El alumbrado público se reduce


a las velas que la devoción popular enciende, aquí y allá, en las hornacinas
de las fachadas. Las jaurías de perros sin amo son una plaga, las piaras de
cerdos del convento de san Antonio Abad retozan libremente, amparados por
real privilegio, a pesar del rechazo frontal de los vecinos, y los niños con sus
juegos les hacen la competencia (Aznar, 1987).

Las viviendas suelen ser de un piso de altura, pero desde mediados del
siglo XVIII van apareciendo lentamente construcciones de tres plantas debi­
do a la escasez de suelo en el interior de las murallas. La distribución más
habitual de una casa es la siguiente: en la planta baja se instalan el comercio
y los talleres, en la primera los ricos hombres y la burguesía adinerada, la
clase media en la segunda y la servidumbre, junto con la gente de pocos
recursos, en la tercera abuhardillada. Entre otras medidas de higiene pública
se construyen pozos negros para los desagües, aparece el alumbrado público
y se prohíben los enterramientos en las iglesias.

2. LA CIUDAD INDUSTRIAL EN EL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX

A pesar de las medidas de salud pública adoptadas durante la


Ilustración, las repercusiones de las mismas son escasas porque las intencio­
nes del legislador chocan con hábitos higiénicos inveterados. La primera
etapa de la revolución industrial conlleva frecuentemente un empeoramien­
to de las condiciones de vida porque aumenta el hacinamiento urbano con la
edificación en altura y se achican o desaparecen los espacios libres y de cul­
tivo hortícola dentro del recinto amurallado. La oferta de alojamientos es
muy inferior a la demanda de los mismos, lo que dispara los precios tanto de
venta como de alquiler.

Hacia mediados del siglo XIX la densidad de Madrid es de 384 habi­


tantes por hectárea y de 860 en Barcelona. Con respecto a ésta, López Piñero
y otros (1964) escriben que en sus largas y tortuosas calles rara vez penetra
el sol por lo que se forman charcos permanentes donde se descomponen las
materias orgánicas arrojadas por el vecindario, a lo que hay que añadir los
92 GEOGRAFÍA HUMANA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

humos de las pequeñas industrias y las fugas del alumbrado. Toda esta mez­
cla convierte las calles en un pudridero maloliente, difícil de respirar en
verano y en todo tiempo foco de enfermedades.

En tales condiciones se eleva la mortalidad al 50 por mil, sin embargo


en los distritos del ensanche, espaciosos y bien ventilados, ésta desciende por
debajo del 13 (Capel, 1975). Con el paso de los años las transformaciones
urbanas son más profundas favorecidas por el derribo de las murallas, la
abundancia de solares, que las sucesivas desamortizaciones ponen en circu­
lación, y las mejoras de la habitabilidad impulsadas por la burguesía, que se
mueve no por motivos altruistas sino desde el temor a contagios y epidemias
de todo tipo (Elorza, 1973).

La intensa corriente migratoria campesina hacia las ciudades no agota


el espacio interior disponible a lo largo del siglo XIX. De los tres estratos que
constituyen la sociedad, el más numeroso corresponde a la clase baja inte­
grada por los agricultores, que proporcionan los alimentos de primera nece­
sidad cultivando los huertos y granjas del entorno, y por la mano de obra
ocupada en las incipientes industrias y servicios. La clase media es mucho
más reducida y la forman pequeños funcionarios y comerciantes. El tercer
estrato está constituido por la burguesía capitalista, que maneja los medios
de producción y de información además de dirigir la ideología dominante: se
trata de lamilenaria trinidad constituida por políticos, militares y clero.

En la segunda mitad del siglo XIX la evolución de los transportes, los


logros en la sanidad y la aceptación generalizada de nuevas ideas sobre la
calidad de vida introducen profundas transformaciones en la distribución y
uso del espacio urbano. El desarrollo de los transportes (tranvía arrastrado
por muías en los años setenta y eléctrico en los noventa) se ve impulsado por
la demanda masiva de la clase trabajadora que ocupa las viviendas más dis­
tantes del centro urbano.

Las infraestructuras sanitarias se imponen, aunque lentamente, desde la


experiencia dolorosa de ver cómo se dispara la mortalidad por la falta de
alcantarillado, la contaminación de las aguas y la presencia de basura en las
calles. A pesar de lo anterior, son muchas las ciudades españolas que entran
en el siglo XX sin tener resueltos tales problemas de salud pública, algo que
en muchos pueblos se ha retrasado hasta la década de los años setenta y más.
En fechas tan próximas no era infrecuente el grito ¡agua va! del ama de casa
avisando al transeúnte de la catarata de orines que se le venía encima.
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 93

Los ensanches, la ciudad jardín y una variante de ésta, Ja Ciudad Lineal


de Arturo Soria en Madrid, son los resultados más señeros de la ideología
liberal aplicada al urbanismo. Con anterioridad a los ensanches se busca la
reforma de los espacios centrales abriendo grandes vías (Puerta del Sol
madrileña, calle Alfonso zaragozana, etc.), que pasan a ser zonas residencia­
les y de negocios, pero tales reformas ni son suficientes ni permiten eludir el
cinturón de insalubridad que las rodea.

2.1. El ensanche, a extramuros, es hijo de una burguesía obsesio­


nada por la uniformidad y del orden, y una respuesta inteligente a los nuevos
retos urbanos toda vez que el crecimiento interno por implosión alcanza su
techo a expensas del suelo desamortizado (Estébanez, 1989). El ensanche
barcelonés de Cerdá es el primero en proyectarse (1859), seguido por el de
Castro para Madrid un año más tarde. Un lustro después el fenómeno se
generaliza entre las ciudades españolas al ser considerado oficialmente de
utilidad pública (Valenzuela, 1989).

El proyecto se basa en un damero de calles ortogonales con espacios


abiertos y ajardinados, lo que proporciona mayor luminosidad a las vivien­
das y una circulación más fluida. Va destinado a una burguesía tan pudiente
como poco numerosa, lo que reduce el volumen de la demanda y motiva que
la finalización del proyecto se alargue hasta bien entrado el siglo XX. Surge
una ciudad nueva de trazado geométrico y con numerosas manzanas regula­
res formando calles de 20 metros de ancho, o de 80 y hasta de 50 m para las
grandes avenidas (Méndez, 1993).

Según Cerdá una estructura urbana con tales características fomenta la


democratización de la sociedad al homogeneizarla. Chueca (1987), por el
contrario, cree que la cuadrícula permite el aprovechamiento máximo de los
terrenos, equipara los precios al alza y facilita todo tipo de operaciones de
cálculo de rendimientos, compraventa, etc. Opina asimismo que el proceso
se ha vaciado de ideología al caer en manos de los traficantes de fincas urba­
nas. Este último análisis parece más ajustado a la realidad porque las clases
humildes en ningún momento son tenidas en cuenta en una obra que adole­
ce de un planteamiento urbanístico globalizador. Los promotores no buscan
que el ensanche armonice con el resto de la ciudad sino que dé respuesta a
las nuevas necesidades de la burguesía.
94 GEOGRAFIA HUMANA Y ECONOMICA DE ESPAÑA

Tan es así que los elevados precios de las viviendas propician la apari­
ción de barriadas en la periferia, levantadas sin apenas control normativo por
quienes acuden al reclamo de las actividades industriales desde una agricul­
tura de hambre y pobreza. Surgen en suelo rústico sobre parcelas de no más
de 100 m2 utilizando frecuentemente sistemas de autoconstrucción, tienen
una sola planta y carecen de los servicios más elementales como pavimento,
agua corriente y alcantarillado. Esta ciudad dual es la consecuencia inevita­
ble de una ideología basada en la especulación. Es el haz y el envés de un
planteamiento urbano concebido desde la desigualdad, aunque rebozado de
filantropía e higienismo.

2.2. La ciudad jardín. El taquígrafo londinense E. Howard (1850-


1928) es el creador de la ciudad jardín donde cristalizan los planteamientos
utópicos de los grandes patronos decimonónicos que buscan crear comuni­
dades residenciales para sus obreros. Se trata de un asentamiento planifica­
do, de construcción abierta y en el que predomina la calidad ambiental. Está
pensado para un máximo de 32.000 habitantes sobre una superficie de 2.500
hectáreas, planificadas para un modelo concéntrico de usos del suelo. El
espacio es del común de los ciudadanos y se distribuye entre cuatro cinturo­
nes: comercial (que ocupa el centro urbano), residencial, industrial y depor­
tivo. Este último forma parte del cinturón verde externo que marca los lími­
tes de la ciudad con el suelo rústico.

La ciudad jardín aparece como un modelo casi autosuficiente que da


respuesta a las necesidades de alojamiento, trabajo, servicios y relaciones
sociales. Letchworth, la primera ciudad jardín del mundo construida a prin­
cipios del siglo XX (a unos 60 km. al noroeste de Londres), resultó ser un
relativo fracaso porque las industrias se negaron a ocupar los polígonos asig­
nados, pero sirvió de modelo para las new towns que van a surgir después de
la Segunda Guerra Mundial.

Este modelo de urbanismo se incorpora a nuestro ordenamiento jurídi­


co a través de las Leyes de Casas Baratas durante la dictadura de Primo de
Rivera en los años veinte (Quirós y Tomé, 2001). En la periferia de las ciu­
dades, sobre suelo barato, tanto la iniciativa privada como los ayuntamien­
tos construyen viviendas unifamiliares de bajo costo, pero elevada calidad
ambiental por estar rodeadas de numerosos espacios verdes. Con el paso de
los años la mayoría ha sido tragada por el crecimiento urbano, pero otras
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 95

mantienen sus estructuras originales, si bien han ido incorporando todas las
comodidades últimas descubiertas para el hogar.

2.3. La Ciudad Lineal, ideada por Arturo Soria (1894) para unir
dos ciudades ya existentes, es una variante de la anterior. Según sus palabras
la ciudad perfecta podría extenderse desde Cádiz a San Petersburgo y desde
Bruselas a Pekín formando un interminable río urbano de no más de 500 m.
de anchura, distribuido entre una vía principal de 40 m. y sendas calles trans­
versales en tomo a los 200 m. de largo por 20 m. de ancho. Los servicios
comunitarios (comercios, escuelas, hospitales, estaciones, etc.) se ubicarían
espaciadamente a lo largo de la citada vía y las viviendas unifamiliares, de
80 m2 , formarían un damero regular sobre parcelas de 400 m2 con huerto y
jardín propios.

En los planteamientos de Soria no cabe la especulación ni los abusos


ante la inexistencia de ese centro urbano que siempre acaba por succionar los
flujos del comercio, la diversión o la cultura. Todos los espacios transversa­
les están a la misma distancia del eje longitudinal, lo que favorece el control
de los precios y la convivencia entre pobres y ricos. Su proyecto pretende
unir el este madrileño (Canillas) con Pozuelo de Alarcón formando un
inmenso arco hacia el noroeste a través del monte del Pardo. Las dificulta­
des surgidas para la obtención del suelo son tan grandes que sólo se consi­
gue ejecutar una cuarta parte de dicho proyecto, no sin antes haberse hundi­
do la sociedad inmobiliaria que lo sostenía. Atacada por sucesivas revalori­
zaciones, actualmente se mantiene en pie una pequeña porción de la Ciudad
Lineal, cuyas viviendas unifamiliares han sido sustituidas por centros comer­
ciales y bloques de oficinas o de viviendas.

3. EL URBANISMO EN TR E 1940 Y 1975

La evolución de la ciudad en los años cuarenta y cincuenta está media­


tizada por la ingente tarea de su reconstrucción y, en las dos décadas siguien­
tes, por las fuertes oleadas migratorias llegadas desde el campo. A lo largo
de esta etapa predomina la infravivienda formando polígonos con criterios
96 GEOGRAFIA HUMANA Y ECONOMICA DE ESPAÑA

ordenancistas y de segregación social a tenor con la ideología de la dictadu­


ra. Proliferan los poblados, barriadas o colonias de casas económicas para la
gente de menor poder adquisitivo.

Es un tipo de construcción uniforme tutelada por el Estado y no exenta


de cierta preocupación higienista que enlaza con etapas anteriores. (Quirós y
Tomé, 2001). Fruto de estas inquietudes es la amplia legislación sobre
Viviendas Protegidas (1939), Viviendas Bonificables (1944),
Arrendamientos Urbanos (1946), Viviendas de Renta Limitada (1954) o
Viviendas Subvencionadas (1955). La fase siguiente nos lleva a los bloques
agrupados de baja calidad, al llamado chabolism o vertical cuyas torres pare­
cen, desde el humor popular, cajas de cerillas alineadas que enciende el
calor del estío. Pero el Estado no está solo en tan ingente tarea y echa mano
de la concurrencia privada para la construcción de estas viviendas sociales,
donde lo social aquí es sinónimo de clase inferior.

3.1. Viviendas para la em igración y el desarrollo industrial.


Aunque la calidad del tipo de alojamiento anterior parece haber tocado
fondo, aún es empeorable en los suburbios del extrarradio, fruto de la preca­
riedad de medios del inmigrante, del sistema de autoconstrucción utilizado y
del relajamiento de los controles oficiales. Se forman núcleos de chabolas
que carecen de los servicios más básicos, pero donde sobreabunda la mano
de obra poco cualificada aunque barata, el maná del proceso industrial que
arranca con brío a partir del Plan de Estabilización del959.

Durante los años sesenta y setenta se rompen el ritmo y el modelo de


construcción precedentes debido a la avalancha migratoria, al desarrollo
industrial, a la llegada masiva del automóvil, a la obsesión por la vivienda
propia y al incremento de los servicios. La coincidencia de tales procesos
origina una incontrolable explosión urbana en tomo a proyectos megalóma­
nos, que luego apenas prosperan por las escasas energías de que dispone un
capitalismo tan mal cimentado como el nuestro.

Surge un modelo de ciudad a imagen y semejanza de la clase media


emergente, con manzanas abiertas cuyos bloques de ladrillos se alinean for­
mando calles estrechas. La densidad es grande y el espacio urbanizado se
extiende con cierto desorden hacia la periferia, donde enlaza con zonas resi­
denciales de etapas anteriores. La ciudad muestra una fuerte especialización
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD

funcional de sus distritos: las actividades terciarias se localizan en el centro,


las industriales buscan el extrarradio formando polígonos y las comerciales
eligen las zonas históricas de gran tradición mercantil u otras nuevas, pero
atractivas para la demanda.

3.2. El deterioro de los centros históricos en numerosas ciudades


es un portón abierto para los intereses especulativos del suelo, incluidas las
propias Administraciones locales. El desdén por el pasado y la búsqueda de
la rentabilidad más inmediata llevan a la demolición de manzanas enteras,
donde se construyen bloques cuyos materiales, formas y colores desentonan
con una estética sedimentada durante siglos. La mayoría de ellos alberga
bancos, cafeterías, tiendas, comercios y bares a pie de calle y oficinas de
todo tipo en las plantas superiores.

En estos años la ciudad sufre, para provecho de unos pocos, una pro­
funda reforma interior tal y como ocurriera a finales del siglo XIX, aunque
sin mostrar las inquietudes medioambientales de entonces reflejadas en la
ciudad jardín. Más aún, muchas de las construcciones de época son derriba­
das porque rompen, se argumenta, la armonía del entorno y el índice de ocu­
pación del suelo es una ofensa ante las necesidades de la demanda.
Finalm ente todos los Planes de Urbanismo parecen subordinar el desarrollo
de las infraestructuras a las exigencias del nuevo señor de la calle, el automóvil.

4. LA CIUDAD ACTUAL (1975-2000)

Durante la nueva etapa, que se inicia en la segunda mitad de los años


setenta del siglo pasado, el crecimiento urbano se retrae y se desarrolla entre
las clases medias una gran inquietud por las condiciones medioambientales
de la ciudad, cuyas competencias pasan al dominio de las Administraciones
locales a partir de 1979.

Varias causas intervienen en la desaceleración del crecimiento de las


grandes ciudades como son la caída de la natalidad, el descenso de los movi-
/

mientos migratorios y la crisis industrial. Esta origina un fuerte desempleo


UGUUKAMA HUMANA Y ECONOMICA DE ESPAÑA

que se ceba con especial virulencia en los subsectores siderúrgico, naval,


químico, madera, textil y de transformación de los metales. La consecuencia
inmediata es el cierre de numerosas industrias y pequeños talleres que no
soportan su acometida, lo que supone una importante liberación de espacio
en el interior del casco urbano. Los que se mantienen se adentran en un pro­
ceso de reconversión y de concentración industrial para ubicarse en los polí­
gonos organizados de la periferia.

En esta fase de crisis generalizada se beneficiaivlas ciudades medianas


y pequeñas frente a las grandes metrópolis porque se impone un modelo de
desarrollo distinto, el de la industrialización difusa. Consecuentemente los
movimientos migratorios existentes, aunque más débiles, cambian de rumbo
para dirigirse hacia los nuevos asentamientos industriales. Tal es el caso, por
ejemplo, de Madrid que pierde más de 150.000 habitantes entre 1975 y 1986
en favor de los municipios del entorno.

4.1. Elem entos de la estructura interna de la ciudad actual

Algo está removiendo los cimientos del urbanismo a finales de los años
setenta desde el punto de vista social. La gente ya no se resigna ante los des­
manes precedentes contra la calidad de las viviendas, la insuficiencia de
espacios públicos y las agresiones al medio ambiente. Los planes de urba­
nismo salen a información pública y, tras numerosas enmiendas, se van ajus­
tando a las exigencias de unas asociaciones de vecinos tan concienciadas
como luchadoras. La mejora del transporte y del alumbrado públicos en los
barrios, la creación de centros de salud o la escolarización generalizada son
logros patentes de estas reivindicaciones colectivas.

Ya en la década de los años ochenta, esta inquietud por la calidad se va


traduciendo en la repoblación arbolada de avenidas, reconquista de espacios
ajardinados y parques públicos y peatonalización de los cascos históricos.
Estas calles, de sabor añejo, son recuperadas para el comercio minorista a la
vez que se convierten en lugares de encuentro y deambular relajado. Se reha­
bilitan los edificios más señeros manteniendo sus funciones seculares (mer­
cados, lonjas) o dándoles otra nueva como sedes de instituciones autonómi­
cas u oficinas de grandes empresas.

En la ciudad podemos distinguir varios elementos, áreas o paisajes urba­


nos diferentes entre sí tanto por la función que desempeñan como por la
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 99

forma de sus edificios o la clase social de sus moradores. Se trata del núcleo
central, zonas residenciales, áreas comerciales, espacios industriales y fran­
jas rururbanas, ya en la periferia.

4.1.1. El núcleo central posee unos rasgos muy precisos dibujados


por un patrimonio monumental de antigüedad milenaria y por unas funcio­
nes terciarias de origen reciente. Es el espacio urbano que mejor conocen sus
habitantes y al que, de alguna manera, ven como símbolo de su identidad.
Hacia él converge todo tipo de transportes, gozando de una gran accesibili­
dad, que suele traducirse en una enervante congestión durante los horarios
comerciales. Pero el núcleo no es un área homogénea sino que aparece divi­
dida en dos partes contrastadas: el centro histórico y el centro de negocios,
conocido éste intemacionalmente como CBD (Central Business District). En
la mayoría de las ciudades españolas el casco antiguo, si aún mantiene su
identidad frente al avance incontenible del moderno, es un punto de encuen­
tro para la cultura, el comercio minorista y el ocio, hasta el punto de verse
beneficiado por calles peatonales y toda una serie de restricciones para el uso
del automóvil. El CBD, en cambio, se caracteriza por la densidad comercial
y de otros servicios, los elevados precios del suelo, las buenas comunicacio­
nes y una escasa o nula presencia industrial. A pie de calle se instalan los
comercios especializados y sucursales bancarias, quedando las plantas supe­
riores para oficinas y despachos profesionales.

Desde un punto de vista residencial ambas zonas mantienen una pobla­


ción cada vez más envejecida, aunque de extracción social diferente. En el
centro histórico se refugia una clase humilde porque la antigüedad y el dete­
rioro de los edificios permiten que los precios de compraventa, gastos gene­
rales y alquiler de la vivienda sean asequibles. Sin recursos para mejorar su
situación, permanecen mientras que el edificio o el cuerpo aguante.

En el centro de negocios, cuyos edificios más nobles arrancan de los ensanches


de finales del XDÍ y principios del XX, el elevadísimo precio del suelo ahuyen­
ta a las nuevas generaciones mientras atrae a una clase acomodada, cuyo estatus eco­
nómico sólo es alcanzable, y no siempre, a sotavento de la vida. Su éxito como cen­
tro de comercio y de ocio le está originando al CBD graves problemas de circulación
y aparcamiento, sobre todo en algunas fechas y a determinadas horas, que ni el trans­
porte colectivo es capaz de resolver. Sin embargo, adquiere tintes de desierto demo­
gráfico cuando atardece y las actividades terciarias finalizan su incesante tráfago.
ÍUU GEOGRAFÍA HUMANA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

El núcleo central es, en definitiva, una zona dual donde se yuxtaponen,


sin mezclarse, dos grupos sociales, dos economías y dos ritmos de la vida
urbana. Hacia el exterior de esta almendra se abre una zona de transición que
participa tanto de los aires mercantiles del núcleo como de las características
residenciales de la zona siguiente. Los negocios y comercios poseen un
menor atractivo al igual que las viviendas, ocupadas por una población que
vive de los numerosos servicios que fluyen del CBD.

4.1.2. Las zonas residenciales acaparan la mayor parte del espacio


urbano de una forma cada vez más exclusiva. Pero esto no ha sido siempre
así, pues hasta bien entrado el siglo XX debieron compartirlo con huertos,
corrales, granjas y vaquerías primero y, más tarde, con establecimientos
industriales de todo tipo. Con el transcurso del tiempo el paisaje residencial
urbano se homogeneiza al liberarse de otros usos del suelo, pero mantiene
unas profundas diferencias internas, que no son más que un reflejo de los
contrastes sociales existentes. En ciudades pequeñas y medianas cada una de
las zonas (industrial, comercial o residencial) suele ocupar un espacio conti­
nuo sobre el tejido urbano, no así en las grandes urbes donde un mismo nivel
residencial suele fragmentarse en nodulos separados, que responden a dife­
rentes etapas de su crecimiento.

El nivel económico es el que delimita los contornos residenciales, pues­


to que los costes de la vivienda crean barreras invisibles tanto para quienes
no alcanzan como para los que superan ampliamente los precios estableci­
dos. Sí cabe distinguir peculiaridades internas pues las parejas con niños
pequeños buscan espacios amplios y de mejor calidad medioambiental en la
periferia, mientras que los más talludos o jubilados prefieren el centro de la
ciudad. La cercanía del lugar de trabajo, tan decisiva para las clases humil­
des en los años del desarrollismo, ha perdido su importancia debido a la ines­
tabilidad generalizada en el empleo, eufemísticamente llamada movilidad
laboral, y a la mejora sustancial de los transportes.

En el centro de las ciudades la función residencial ha ido perdiendo


espacios en beneficio de las actividades terciarias, por lo que aquélla ha cre­
cido hacia la periferia. Pero no lo ha hecho de manera continua sino for­
mando núcleos (colonias), internamente homogéneos, que dejan entre sí
amplios espacios sin edificar y que se benefician de una excelente infraes­
tructura viaria. Con el paso del tiempo se constata que la ciudad es un organis­
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 101

mo en continua evolución, lo que no siempre entraña crecimiento, por lo que las


áreas residenciales aumentan, disminuyen o cambian de composición social.

4.1.3. Las áreas comerciales. El comercio está en los orígenes de la


ciudad, donde elige los lugares mejor comunicados y de mayor tránsito pea­
tonal para su instalación. Busca estar presente en todo el tejido urbano, aun­
que muestra una clara tendencia hacia la especialización por áreas, como se
constata ya en las ciudades históricas, algunas de cuyas calles tenían carác­
ter monográfico. La importancia adquirida por el núcleo central (centro his­
tórico y CBD) hace de éste un foco de máximo interés para el comercio espe­
cializado, que se beneficia tanto de su buena accesibilidad como de una cier­
ta economía de aglomeración, porque la concurrencia de varios estableci­
mientos sobre una misma gama de productos aviva la demanda.

La omnipresencia comercial no comprende toda la posible variedad de


productos sino que ésta se reduce a unos cuantos de primera y cotidiana
necesidad, como algunos alimentos (pan, leche, frutas, verduras y bebidas),
prensa diaria, tabaco, farmacia y poco más. Esto es así especialmente en las
áreas residenciales del extrarradio, cuya función dormitorio las ha converti­
do en zonas de baja densidad urbana durante la mayor parte del día, y de ahí
su nulo atractivo comercial. Por otro lado sus exigencias comerciales
encuentran cumplida satisfacción en las grandes superficies surgidas en la
periferia, de las que se habla más adelante. Los horarios partidos, la incor­
poración laboral de la mujer, los avances en la conservación de los alimen­
tos enlatados o congelados y el uso masivo del automóvil han encontrado
una cómoda respuesta comercial en este tipo de establecimientos, donde se
realiza la compra una vez por semana.

4.1.4. Los espacios industriales son el cuarto elemento de la estruc­


tura urbana. Han estado siempre inmersos en la misma, primero como una
actividad industrial larvada en su fase de artesanía y luego desplegándose
con todo su esplendor a partir de la Revolución Industrial del siglo XVIII,
que en España se retrasa hasta bien entrado el XIX. La presencia de la indus­
tria en el interior urbano ha sido masiva hasta bien rebasada la mitad del
siglo XX en forma de pequeños establecimientos y aun de grandes instala­
ciones, como La Química zaragozana.
102 GEOGRAFÍA HUMANA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

A partir de la crisis de los años setenta la industria tradicional ha ido


clausurando sus numerosos establecimientos distribuidos por toda la ciudad.
Superados los traumáticos cierres del principio, estos viejos locales han
conocido una fuerte revalorización ante el crecimiento de las actividades ter­
ciarias más diversas, según hemos visto en el punto anterior. El carácter pre-
ponderantemente urbano de la industria desde sus orígenes se explica por
factores como los siguientes:

- A bundancia de m ano de obra poco cualificada y barata. Cuando es


preciso una mayor especialización de la misma, sólo los centros formativos
y de investigación urbanos son capaces de proporcionarla.

- Cercanía de un extenso mercado de consumidores. Aun cuando la


mayoría de los productos industriales resiste el transporte a largas distancias,
la venta en el entorno abarata su precio y facilita la competencia.

- D isponibilidad de una red de transportes, siempre de mejor calidad y


más densa que la rural, que favorece los intercambios con el exterior urbano
en ambas direcciones.

- Presencia de otras m uchas industrias , que obtienen cuantiosas venta­


jas al conformar lo que se conoce como una economía de aglomeración,
reduciendo costos e incrementando los servicios comunes.

- Ubicación de los centros de p o d er tanto político com o financiero,


cuyas decisiones inciden constantemente en la reorganización del espacio
industrial, con el olvido a veces del sentido y del bien comunes.

A estas razones genéricas y de carácter objetivo hay que añadir otras


muchas más imprecisas y coyunturales como el precio del suelo, la deman­
da residencial, la oferta de espacios industriales baratos en la periferia, etc.
Hasta hace algunas décadas el resultado ha sido el de una industria polinu­
clear, distribuida por todo el tejido urbano pero intensificando su presencia
allí donde predominaba alguno de los factores aludidos.

Como se ha dicho anteriormente, en los años setenta se originó un


amplio movimiento de lim pieza industrial en el interior de las ciudades con
el cierre durante la crisis de muchos establecimientos o la reubicación del
resto en los polígonos del extrarradio. La fuerte demanda residencial, moti­
vada por los intensos movimientos migratorios en la década precedente y por
el bautizado como milagro económico español, paliaron en parte los citados
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 103

cierres y generaron cuantiosos beneficios a los estrategas y ojoavizores de la


diástole y sístole inmobiliarias.

Actualmente ya no existen en el interior urbano aquellas industrias con­


taminantes propias del desarrollismo como la producción y primera trans­
formación de los metales, la fabricación de materiales para la construcción
(cemento, escayola y otros), algunos subsectores químicos, máquinas herra­
mientas e industrias de la alimentación, madera o textil. Permanecen todavía,
en parte, aquellas otras que no necesitan amplios espacios y utilizan una tec­
nología respetuosa con el medio ambiente, como los talleres de confección,
artes gráficas, joyería y bisutería, laboratorios y construcción de inmuebles,
aunque esta última actividad tiene rango propio dada su importancia dentro
del sector secundario o industrial.

4.2. N úcleos de la periferia urbana

Los cambios vividos por la ciudad en etapas anteriores se ciñen prefe­


rentemente a su estructura interna. Sin embargo, durante el último cuarto de
siglo, están siendo numerosas las transformaciones de la periferia en forma
de polígonos residenciales, viviendas unifamiliares, ciudades dormitorio,
grandes superficies comerciales, parques tecnológicos y otro tipo de instala­
ciones diversas al servicio de las empresas.

4.2.1. Los polígonos residenciales , de promoción privada, forman


un conjunto de bloques aislados, de más de cuatro alturas y entre los que no
existen calles al modo tradicional sino diferentes accesos para los automóvi­
les. Tienen abundantes espacios ajardinados y disponen de una dotación
mínima de servicios como bares, comercios al por menor, tiendas de ultra­
marinos, farmacia, tintorería y otros. El aislamiento y la uniformidad exter­
na que presentan estos bloques son un trasunto, por un lado, de la falta de
relaciones personales entre los vecinos y, por otro, de la pertenencia común
a una clase media acomodada, características que difieren de las del conjun­
to urbano, donde priva la diversidad en todos los órdenes.

4.2.2. Las viviendas unifam iliares para clases medias son una
variante más moderna de alojamiento, situada entre los polígonos residen­
104 GEOGRAFÍA HUMANA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

cíales y las ciudades dormitorio. Su origen remoto se inspira en la ciudad jar­


dín de finales del siglo XIX y el más cercano está, a semejanza de los mode­
los europeos, en el aumento de nivel de vida de funcionarios, profesionales
y obreros cualificados que buscan la calidad de vida a través de una mayor
privacidad en la vivienda, organizada en pares de bloques (pareados ) en
cuyas traseras emerge un anticipo de jardín en miniatura. Se trata de barrios
cuyo aspecto desde el exterior semeja una muralla escalonada, cerrados
sobre sí mismos, y en modo alguno planificados para las relaciones inter­
personales por la ausencia de plazas y lugares de encuentro y por el estilo de
vida que llevan sus moradores.

4.2.3. Las ciudades dorm itorio han surgido normalmente alrededor


de un núcleo antiguo pequeño y cercano a una gran ciudad, del que se han
convertido en un apéndice desmesurado que lleva su propio ritmo al margen
de las costumbres, modos de vida y tipo de construcción de aquél. A pesar
de su extensión y de los miles de habitantes que cobijan, estas aglomeracio­
nes adolecen de una verdadera función urbana puesto que se limitan a servir
de dormitorio y descanso a una población activa que se desplaza diariamen­
te a la metrópoli. Carecen de comercios y servicios importantes, pero sobre
todo de una oferta de empleo suficiente como para evitar ese trasvase diario.

En su origen estos m egadorm itorios acogían a una mano de obra indus­


trial y de bajo nivel adquisitivo, algo que se evidencia en la forma y calidad
de las construcciones. Pero últimamente ha ido surgiendo para los trabaja­
dores de elevados ingresos otro tipo de aglomeración más acorde con su
nivel económico. Eligen la periferia porque sienten un cierto rechazo hacia
el interior de la gran urbe donde las prisas, el ruido y la contaminación les
reducen notablemente la calidad de vida.

4.2.4. Las grandes superficies com erciales , en cuya denominación


genérica entran los centros comerciales, grandes almacenes, hipermercados
y supermercados, son puntos de venta al por menor que cubren una superfi­
cie por encima de los 2.500 m2, incluidos sus amplios aparcamientos.
Debido a los flujos que generan se sitúan sobre lugares bien comunicados y
sus instalaciones precisan regulación y permisos especiales de los munici­
pios por los recelos que levantan entre los pequeños y medianos comercian­
EVOLUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA CIUDAD 105

tes. Con el transcurso de los años su proliferación ha ido en aumento y ya no hay


ciudad que se precie que no cuente con varios de tales centros en sus inmediaciones.

4.2.5. Los parques tecnológicos son concentraciones de empresas


de alta tecnología, o tecnología punta, que se aprovechan de unas atractivas
ventajas fiscales y de otros muchos servicios como suelo barato, excelentes
infraestructuras viarias, centros de investigación próximos, así como instala­
ciones deportivas y de ocio satisfactorias. Mantienen características comu­
nes con los complejos y parques industriales como el hecho de beneficiarse
de las ventajas de las economías de aglomeración, pero su especificidad
estriba en dedicarse a tecnologías punta.

4.2.6. Las instalaciones diversas engloban bloques de oficinas, res­


taurantes y áreas de turismo y ocio que jalonan las salidas de las grandes
urbes. Atienden las necesidades del sector terciario, propias de una sociedad
volcada hacia los servicios, como son el transporte, comunicaciones, segu­
ros, banca, sanidad o educación, y también las del cuaternario, que buscan
satisfacer las demandas cada vez más crecientes de ocio, gastronomía, turis­
mo e información. La terciarización urbana es uno de los rasgos que definen
la ciudad del presente, cuya apuesta de futuro estará en la venta de sí misma,
por los monumentos y peculiaridades que atesore, y en los eventos que orga­
nice en tomo al nuevo titán de la economía, el turismo, que de una forma u
otra incide sobre todas las actividades socioeconómicas.
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