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Esta sección del evangelio de Juan nos coloca frente a las reacciones de los discípulos ante el testimonio de la resurrección
que da María Magdalena. El relato coloca algunos elementos que nos permiten palpar el trauma y el drama que viven como
grupo. Al mismo tiempo es el desenlace después del anuncio de María Magdalena y nos presenta la tradición de las
apariciones de Jesús a sus discípulos, a quienes ahora llama “hermanos” (Jn 20:17), en dos momentos que nos permiten
profundizar en algunos elementos teológicos determinantes para Juan, y que nos abren la posibilidad de reinterpretarlos
hoy, a la luz de nuestras propias experiencias y contextos.
Los exegetas Mateos y Barreto1 han delimitado esta perícopa en tres partes: “La Nueva Pascua: Creación de la Comunidad
Mesiánica” (vv.19-23); “Tomás: La Fe de los que No Hayan Visto” (vv.24-29); y los versos del 30 al 31, como un “Colofón
de la Vida de Jesús.” Haremos uso de esta estructura para comentar el texto, porque varios elementos en la perícopa
anterior (vv.1-18) y en esta, nos dan señales de un nuevo comienzo, de una nueva creación. Es en realidad un tema
recurrente en el evangelio de Juan.
Comentario
Vv. 19-23: La temporalidad es un elemento que da continuidad respecto de la perícopa anterior. Se reitera el señalamiento
de que se trata del primer día de la semana (20:1.19), pero ya no es el amanecer, sino el fin de la tarde, el principio del
anochecer.2
El espacio es otro; es indeterminado y lo determinaremos como la “casa” a puertas cerradas (no sólo con llave, sino con
tranca), por temor a los judíos (v. 19). El indicio de las puertas bien cerradas (v. 19) nos hace pensar que era una casa;
esta situación se repetirá en el v. 26. El sentimiento de miedo ya lo encontramos en Jn 7:13 y Jn 19:38, lo que indica el
medio hostil en que viven el seguimiento. Estaban reunidos todos los discípulos, excepto Tomás. En esa primera aparición
o presencia del Resucitado a este grupo, él se coloca en medio de ellos. Este detalle es importante, porque es muestra de
una visibilidad total. El saludo de Jesús en el v. 19b "Paz a vosotros," que se repite en el v. 21, adquiere mucho sentido
para una comunidad agitada por la pérdida, el miedo y también por el anuncio de María Magdalena, que ha visto al Señor.
El Resucitado muestra sus manos y su costado herido, después del saludo de paz, y esto llena de alegría a los suyos
(echaresan es el verbo en el original griego del v. 20 que la versión Reina Valera 1995 traduce como “se regocijaron”). Esta
alegría ya ha sido anticipada en Jn 16:20-22 y Jn 17:13: la tristeza se volverá gozo y ese gozo será perfecto. Tres
acciones se destacan en este encuentro del Resucitado con sus discípulos: el doble saludo de paz, la muestra de las
marcas del crucificado, y el envío seguido del soplo para que reciban el Espíritu Santo (v. 22). De las palabras “a
quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos” (v. 23) destacamos
el uso en el original del verbo griego aphiémi que la versión Reina Valera 1995 traduce como “perdonar.” Este verbo, que
es usado en Juan en quince ocasiones, significa distanciamiento o separación de un lugar, de la actividad de otro, producir
una situación que deja solo a alguien, o dejar algo a alguien cuando uno toma distancia. En el caso de nuestro versículo
tiene el sentido de dejar libre a alguien, declararlo libre.
Vv. 24-29: La segunda aparición a sus hermanos se da ocho días después, o sea, en el siguiente domingo. Jesús aparece
en la casa, aunque las puertas están cerradas, y notemos que, a diferencia de la primera aparición de Jesús a los
discípulos, no se menciona que tengan miedo de los judíos como en v.19. Nuevamente Jesús se coloca en medio de ellos,
y les da la paz. Esta vez están todos, hasta Tomás llamado el Mellizo (“Dídimo” lo llama la versión Reina Valera 1995,
transliterando el original griego). Ya los otros discípulos han contado a Tomás que habían visto al Señor, coincidiendo
también con el testimonio de María Magdalena, que lo vio primero. El v. 25b nos cuenta lo que piensa Tomás, y por eso
es comprensible que Jesús le muestre sus manos y lo invite a tocar sus heridas y palpar su costado, diciéndole “no seas
incrédulo, sino creyente” (v. 27). Surge así la confesión de Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” (v. 28), que da lugar en boca
de Jesús a la bienaventuranza “bienaventurados los que no vieron y creyeron” (v. 29).
Es el evangelio de Juan que nos introduce a Tomás llamado el Mellizo, para llevarnos al punto crucial del testimonio y de
la fe. Marcos y Lucas apuntan más bien a la incredulidad de los discípulos al mensaje de las mujeres. ¿Por qué no cree
Tomás en el testimonio de sus hermanos? ¿Qué quiere representar la comunidad joanina a través de este personaje?
Wikenhauser responde a estas preguntas con una propuesta que nos parece acertada “Con esta solemne profesión de fe
de Tomás, el cuarto Evangelio alcanza su punto culminante en el aspecto teológico, y llega a lo que es su conclusión
primitiva.”3 Podríamos agregar que Tomás nos invita a comprender mejor la fe, a partir del testimonio del quehacer de
Jesús y de otros y otras que nos han precedido. Ya no como testigos oculares, sino por la fe y la experiencia con el
Resucitado. La bienaventuranza de Jesús al respecto de quienes no vieron y creyeron, nos alcanza a muchas y muchos.
Vv. 30-31: Este cierre de la perícopa que nos ocupa hace hincapié en las otras señales/signos que hizo Jesús en presencia
de los suyos (v. 30). Una clave de lectura para el evangelio de Juan son las señales, signos o “milagros” en este evangelio.
Se habla de siete señales/signos a través del libro, compuesto además por una serie de discursos de Jesús. No deja de
llamar la atención que encontramos expresiones parecidas a “muchas otras señales” (v. 30) en Jn 12:37 (“tantas señales”)
y en Jn 21:25 (“otras muchas cosas”).
Se pone énfasis en que podamos llegar a creer por las cosas “que se han escrito” (gegraptai en el original griego), y en
que unidos a Jesús podamos tener vida. El título cristológico que se da a Jesús como Mesías (“Cristo”) e Hijo de Dios tiene
mayor fuerza después del encuentro con Tomás y su confesión de fe. Para el autor del libro, este título tiene especial
importancia, y es confirmado en la relación filial tan íntima con el Padre.
Pistas Hermenéuticas para la Predicación
Nueva comunidad, que se constituye al colocarse Jesús en medio de ella. Si bien el dolor y el duelo les envuelven, la
cercanía de Jesús y su visibilidad en medio de ellos/as, genera cercanía, comunión y circularidad. Esta nueva comunidad
se verá totalmente conformada alrededor de Jesús vivo y presente, el que fue crucificado y ahora ha resucitado.
Saludo de la paz, ¡qué importantes y tan necesarias son las expresiones de paz! El saludo de Jesús, que es usual,
adquiere singular vitalidad en el contexto de la resurrección. Les comunica su paz, expresada también en Jn 14:27 y 16:33.
¡Cómo apreciamos la paz en situaciones en que el miedo y la desesperanza nos agobian!
La misión, es dada por Jesús con el soplo del Espíritu Santo. El envío es dado de una manera sencilla y práctica. Así
como él fue enviado por el Padre, el Resucitado envía a los discípulos. La nueva comunidad a la que nos ha llamado el
Resucitado, se alimenta y vive de la misión desarrollada en este mundo quebrado por el dolor.
Testimonio de fe, ver nos hace testigos; incluso el creer sin ver nos hace bienaventurados/as. La fe es sustentada en la
cotidianidad de la convivencia con el Resucitado y su amor por la justicia. Por eso la dimensión del perdón toca
profundamente la humanidad de mujeres y hombres. Pecar es constituirnos en partícipes de las injusticias, y cometerlas.
La fe pasa también por la posibilidad de la redención y de la transformación del entorno.
Domingo 8 de abril de 2018
2º Domingo de Pascua, Dionisio (s. II)
Dionisio, Constanza
Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las represalias que pueda
tomar contra ella la institución judía. Se encuentra en una situación de temor paralela a la del antiguo Israel en Egipto
cuando los israelitas eran perseguidos por las tropas del faraón (Éx 14,10); y, como lo estuvo aquel pueblo, los discípulos
están también en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Éx 12,42; Dt 16,1). El mensaje
de María Magdalena, sin embargo, no los ha liberado del temor. No basta tener noticia del sepulcro vacío; sólo la presencia
de Jesús puede darles seguridad en medio de un mundo hostil. Pero todo cambia desde el momento en que Jesús –que
es el centro de la comunidad- aparece en medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad.
Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son
ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían
miedo a la muerte que podrían infligirles "los judíos", ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él comunica. El efecto
del encuentro con Jesús es la alegría, como él mismo había anunciado (16,20: vuestra tristeza se convertirá en alegría).
Ya ha comenzado la fiesta de la Pascua, la nueva creación, el nuevo ser humano capaz de dar la vida para dar vida
Con su presencia Jesús les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a
hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que
los odia como lo odió a él (15,18). La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para dar vida,
o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la
sociedad.
Pero no todos creen. Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte (Jn 11,16),
que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no le basta con ver a la comunidad transformada por el
Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida.
Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos,
meter mi dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia
del pasado. Necesitará para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en
mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia la más sublime confesión
evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban
Señor, siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado ahora en Jesús, de hacer llegar
al ser humano a la cumbre de la divinidad realizado ahora en Jesús (Dios mío)..
Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para
todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán, por ello, que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su
presencia siempre viva. De ahora en adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe con elucubraciones ni buscando
experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de
amor, de vida y de alegría. Una comunidad, cuya utopía de vida refleja el libro de los Hechos (4,32-35): comunidad de
pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto igualitario de los mismos como
expresión de su fe en Jesús resucitado, una comunidad de amor como defiende la primera carta de Juan (1 Jn 5,1-5).
Comentario del San Juan 20:19-31