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Psicología del desarrollo:

De los 3 a los 6 años de edad:

A modo de introducción pretendo de analizar la vida en la niñez,


abarcando la misma en el periodo que compone de los 3 a los 6 años de edad.

Analizando y comparándola desde los diversos puntos de vista de los


distintos autores abordados en la catedra.

La teoría psicoanalítica:

Sigmund Freud es un teórico de gran influencia. Puso en tela de juicio las


ideas de su época referentes a la naturaleza humana al proponer dos cosas:

1. Nos impulsan motivos y conflictos de los cuales no somos conscientes


en su mayor parte.
2. Las experiencias tempranas de la vida moldean nuestra personalidad.

Teoría psicosexual de Freud:

Freud llego a la conclusión de que el desarrollo humano es un proceso de


conflicto: somos criaturas biológicas con instintos sexuales y agresivos primarios
que deben de satisfacerse; sin embargo, la sociedad ordena que muchos de
estos instintos deben de restringirse. La forma en que los padres controlan esos
impulsos en los primeros años de vida contribuyen a formar la personalidad de
su hijo.

Tres componentes de la personalidad:

La teoría psicosexual de Freud propone que los tres componentes de la


personalidad (yo, ello y superyó) se desarrollan gradualmente y van
integrándose poco a poco en una serie de cinco etapas psicosexuales. Solo el
ello existe en el momento del nacimiento. Su única función es la de satisfacer los
instintos biológicos innatos.

El yo es el componente consciente y racional de la personalidad. Su


función consiste en encontrar medios realistas de gratificar los instintos.

A medida que el yo va madurando, los niños logran controlar mejor el ello


irracional y encuentran la forma adecuada para atender sus necesidades.

Sin embargo, las soluciones realistas no necesariamente son aceptables


siempre. El ultimo componente de la personalidad, el superyó, es la sede de la
consciencia. Emerge entre los 3 y 6 años de edad conforme el niño va
internalizando (muy importante para la edad a exponer) los valores morales de
sus padres. El superyó es un juez interno implacable. Insiste en que el yo busque
formas socialmente aceptables de liberar los impulsos indeseables del ello.

Etapas del desarrollo psicosexual:

Freud estaba convencido de que el sexo es el instinto más importante.


Las ideas de Freud del sexo eran muy generales. Creía que, al ir madurando el
instinto sexual, su interés pasaba de una parte del cuerpo a otra y que cada
cambio iniciaba una etapa del desarrollo psicosexual.

Desde su punto de vista los padres que permiten escasa o excesiva


satisfacción de las necesidades sexuales hacen que el niño se obsesione con la
actividad que alientan o desalientan. Entonces podría fijarse en dicha actividad
y conservar algún aspecto de ella a lo largo de su vida. La afirmación de que las
experiencias y los conflictos tempranos influyen en los intereses, las actividades
y personalidad del adulto es una de las consecuencias importantes que la teoría
psicoanalítica tiene en la psicología del desarrollo.

Contribuciones y críticas de la teoría freudiana:

Hay pocos estudiosos del desarrollo que sean partidarios de su teoría.


Pero, sin embargo, algunas de sus aportaciones no se podrían de desestimar
porque resultan de más extravagantes. Su aportación fundamental fue la de la
motivación inconsciente. También fue el primero en proclamar que la mayor parte
de la experiencia psíquica se halla debajo del nivel de conciencia. Como también
tiene el mérito de haber atraído la atención sobre el influjo de la importancia de
las experiencias tempranas en el desarrollo. También estimulo el estudio del
aspecto afectivo del desarrollo humano.

Etapa fálica:

En cuanto a la edad a exponer, esta coincide con la etapa fálica de la


teoría psicosexual freudiana. Aquí el placer proviene de la estimulación genital.
Los niños sienten un deseo incestuoso por el progenitor del otro sexo. La
ansiedad debida al conflicto los hace internalizar las características de su papel
sexual y las normas morales del rival de su propio sexo.

Teoría del desarrollo psicosocial de Erikson:

Erikson acepto muchas de las ideas de Freud, pero se distinguió de el en


dos aspectos centrales: insistió en que los niños son exploradores activos y
curiosos que tratan de adaptarse al ambiente. También estaba convencido de
que en cada etapa de su vida las personas han de enfrentar las realidades
sociales si quieren adaptarse.

También Erikson concedió mucha menor importancia a los impulsos


sexuales y mucho mayor a las influencias culturales.

Según Erikson, a lo largo de la vida experimentamos ocho grandes crisis


a las que llamo etapas psicosociales. Ocurren por la maduración biológica y las
exigencias sociales. Es necesario resolverlas exitosamente pues solo así uno se
prepara para hacer lo mismo con la siguiente.

Contribuciones y críticas a la teoría de Erikson:


Muchos prefieren la teoría de Erikson a la de Freud porque subraya
nuestra naturaleza racional y adaptativa.

En sus ocho etapas psicosociales Erikson aborda muchos de los


aspectos centrales de la vida.

Podemos criticar la teoría de Erikson por su vaguedad en lo tocante a las


causas del desarrollo.

Niñez a tratar de acuerdo a la teoría de Erikson:

De acuerdo con la etapa a tratar, comparándola con la idea propuesta por


Erikson, podemos decir que durante los 3 y los 6 años de edad el infante
atraviesa el periodo de:

Iniciativa vs. Culpa:

En todas las etapas hay en cada niño un nuevo milagro de


desenvolvimiento vigoroso. Tal es el sentido y la cualidad esencial de la iniciativa.
Los criterios para todos esos sentidos y cualidades son los mismos: una crisis
se resuelve en tanto el niño parece repentinamente “integrarse”. La iniciativa
agrega a la autonomía la cualidad de la empresa, el planeamiento y el “ataque”
de una tarea.

La iniciativa es una parte necesaria de cada acto, y el hombre necesita un


sentido de la iniciativa para todo lo que emprende y hace.

La etapa ambulatoria y la de la genitalidad infantil suman al inventario de


modalidades sociales básicas la de “conquistar” y sugiere placer en el ataque y
la conquista. En el varón el acento parece puesto en los modos fálicos-intrusivos;
en la niña se vuelca más a los modos de “atrapar”.

El peligro de esta etapa radica en un sentimiento de culpa con respecto a


las metas planeadas y los actos iniciados en el propio placer exuberante
experimentado ante el nuevo podes locomotor y mental. Los celos y la rivalidad
infantiles alcanzan su culminación en una lucha final por una posición de
privilegio frente a la madre; el habitual fracaso lleva a la resignación, la culpa y
la ansiedad. Esta es la etapa del “complejo de castración”.

La sexualidad infantil y la prohibición del incesto, el complejo de castración


y el superyó, se unen aquí para provocar esa crisis específicamente humana
durante la cual el niño debe dejar atrás su apego exclusivo y pre-genital a los
padres e iniciar el lento proceso de convertirse en un progenitor y en un portador
de la tradición.

Cuando el niño puede desarrollar un sentido de responsabilidad moral,


cuando puede alcanzar cierta comprensión de las instituciones, las funciones y
los roles que permiten su participación responsable, encuentra un logro
placentero en el manejo de herramientas y armas, de juguetes significativos y en
el cuidado de los niños más pequeños.

Uno de los conflictos más profundos de la vida es el odio hacia el


progenitor que sirvió como modelo y ejecutor del superyó, pero al que, en alguna,
forma se descubrió tratando de realizar impunemente las mismas transgresiones
que el niño ya no puede tolerar a sí mismo.

En la patología adulta, el conflicto se expresa en la negación histérica, que


provoca la represión del deseo o la anulación de su órgano ejecutivo mediante
la parálisis, la inhibición o la impotencia: o bien en el exhibicionismo
compensatorio,

En vista de los peligros potenciales inherentes a la prolongada infancia


del hombre, conviene volver a examinar las primeras etapas de la vida y las
posibilidades de guiar a los jóvenes mientras aun lo son. Y aquí observamos que
el niño no está en ningún otro momento tan dispuesto a aprender rápida y
ávidamente, que durante este periodo del desarrollo. Está ansioso y es capaz de
hacer las cosas en forma cooperativa, de combinarse con otros niños con el
propósito de construir y planear, y está dispuesto a aprovechar a sus maestros
y a emular los propósitos ideales. Desde luego, permanece identificado con el
progenitor del mismo sexo y busca oportunidades de hacer cosas juntos.
Claves para una psicología del desarrollo:

Capitulo IV:

Segunda infancia: desde los 3 a los 6 años

1. Introducción

Este periodo es denominado por los psicólogos evolutivos de como


diverso, según el aspecto que acentúen o lo que consideren relevante.

Erik H. Erikson propone una nueva denominación: “etapa locomotriz-


genital”, para manifestar lo referente a la irrupción de la sexualidad genital y al
desarrollo motor.

Acá emergen las primeras características del niño preescolar, que deja de
ser mirado como un bebe ya que sus proporciones corporales se asemejan a la
de un adulto.

En este periodo se rompe el vínculo simbiótico psicológico con la madre.

2. De la diada madre-hijo a la situación triangular

Durante mucho tiempo la madre sigue siendo el único objeto con quien
él bebe se relaciona ya que es ella, o quienes desempeñen tal papel, los que
pueden satisfacer sus necesidades básicas. Pero, en un cierto momento la
mirada de esta gira desde él bebe hacia el hombre. Cuando esto sucede es
como si la línea madre hijo adquiriera la solidez de la figura triangular.

2.1. Del narcisismo a la situación triangular


Para comprender la situación triangular hay que entender el vínculo
narcisista madre-hijo.
Se designa con el término “narcisismo” al amor de la persona por sí
misma, así ama a su cuerpo, se toma, así como objeto de amor.
El hombre nace en un estado de inmadurez por el cual es incapaz del
cuidado de sí mismo, lo que promueve en la madre una actitud
complementaria. Este una relación total de completitud entre la madre que
satisface las demandas del hijo y el niño que desea serlo todo para su madre.
Por lo tanto, el vínculo narcisista implica una relación de dos personas en la
que el “otro” es fantaseado como el que satisface todos los deseos. El niño en
este periodo narcisista va sintetizando en una unidad sus pulsiones sexuales
parciales, que estaban entregadas a actividades auto-eróticas localizadas, para
tomarse ahora a sí mismo como objeto de amor.
En el periodo narcisista las pulsiones sexuales aisladas logran una
unidad y un objeto de amor que es el yo. Se alcanza la unidad dual narcisista
caracterizada por la fantasía de mutua completud. El narcisismo supone una
relación, pero el “otro” no es un “otro” sino que es simplemente un espejo
“alguien” que lo refleja.
El yo catectiza la imagen de sí mismo expresada a través de la mirada y
las palabras de la madre, en el amor así mismo ama la imagen del otro. La
madre como tal se desdibuja. Y ayuda a que la madre fundamente su
experiencia de autoestima.
El narciso es una relación erótica del individuo con una imagen que lo
aliena. El Yo procede de estas identificaciones narcisistas con imágenes
especulares.
Esta fase en que la actitud complementaria de la madre permite la
satisfacción de casi la totalidad de las necesidades del bebe, también se la
designa como “periodo de omnipotencia”.
Igor Caruso y sus seguidores dicen que el narcisismo es el punto de
partida y está presente en todas las relaciones amorosas. Y funciona como
fuente y origen de la personalización progresiva.
El vínculo narcisista es vivido por el niño como un dilema de muerte.
Consecuentemente la relación narcisista conlleva la ansiedad de muerte y el
temor a queda encerrado.
El narcisismo primario como realidad psíquica representa la fantasía del
retorno al seno materno, predomina en la representación de la no-necesariedad
del “otro”. La situación triangular comienza cuando el hijo capta que él no tiene
todo aquello que completa a su madre y la madre no logra toda su satisfacción
en el vínculo filial. La madre invierte la mirada, ya no la dirige al hijo, aparece
en la escena un tercer, es decir, el padre.

2.3. Irrupción de la sexualidad genital en la infancia


A partir de los 3 años el niño comienza a descubrir las diferencias
anatómicas entre el hombre y la mujer. Tales descubrimientos despiertan su
interés y el desarrollo de fantasías propias de este periodo.
Dichas novedades suscitan la curiosidad acerca del por qué y del para
que de las diferencias sexuales. La irrupción de la sexualidad infantil moviliza a
los padres que oscilan entre actitudes permisivas o punitivas.
La información razonable de acuerdo con la capacidad de comprensión
del niño permite vivir esta etapa y no quedar fijado o anclado a esta
problemática, ya sea por sobreexcitación o represión exagerada de la
sexualidad.

3. La situación triangular. Discriminación del yo


Las teorías psicoanalíticas consideran que el complejo de Edipo
desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en
la orientación del deseo humano.
El desarrollo en los primeros años de vida es el producto de las
tendencias que buscan restaurar un equilibrio simbiótico o fusional madre-hijo y
de las fuerzas discriminatorias que separan e individualizan.
Después de la separación del nacimiento, el niño intenta recuperar
oralmente su estado fusional con la madre.
La madre en esta relación intensa con él bebe se distancia de los otros,
en algunas ocasiones se encierra en un vínculo narcisista olvidándose,
restándole importancia de la realidad externa. Pero el mundo está presente y
se le impone a la madre y del mismo modo se le impone el niño.
En este marco, el complejo de Edipo representaría un nuevo intento del
niño para restaurar el equilibrio fusional con la madre, acompañado de nuevas
fantasías sexuales. Al tercer año de vida emergen las pulsiones sexuales de
carácter genital y el niño erotiza el vínculo con su madre. La madre que es el
primer objeto de amor, es también el primer objeto sobre el que se concentra el
deseo sexual humano.
La presencia del padre es un límite a la fantasía de fusión entre la madre
y el hijo. La intervención paterna que genera el temor a la castración desalienta
en el varón la fantasía incestuosa de este nuevo intento de fusión. Esta
intervención paterna supone que la madre desvía su mirada del hijo para
encontrarse con su esposo. Consecuente, el espacio abierto por la madre
posibilitara al padre la discriminación intrafamiliar.
La situación triangular opera “expulsándolo” de la familia, “arrojándolo” a
la sociedad. Así, el sujeto aprende a vivir esta situación triangular, afirma su
identidad y descubre conjuntamente su pertenencia, pero también su
irremediable separación y soledad.

3.1. Sigmund Freud y la tragedia de Edipo


S. Freud encontró una analogía entre la historia de toda persona, y la
historia de Edipo. Este mito griego es la manifestación de una fantasía
originaria que revive en la vida individual.
Ante tal evidencia y como castigo se arranca los ojos, acto que simboliza
la castración o el intento de suprimir sus impulsos libidinosos y agresivos.
S. Freud ve en dicho relato una conexión con las experiencias del niño
de 3 años que no puede rehuir de la fuerza de sus pulsiones y fantasea el amor
sexual hacia su madre y la destrucción de su padre. S. Freud sostiene que el
conflicto edipico es universal, surge en todas las culturas, aun cuando las
pautas y la responsabilidad de crianza difiera.

3.2. El Edipo en el varón


Hacia los 3 años el varón modifica las relaciones con su padre y su
madre, en este momento se acrecientan sus pulsiones sexuales genitales.
Frente a su madre adopta una actitud protectora o roles característicos del
esposo. Tiene celos de su padre y de sus hermanos ante el vínculo que estos
mantienen con su madre; desea que su padre se ausente.
Pero toma conciencia de que su madre tiene variados intereses y en
función de los mismos otras personas son relevantes para ellas. Se da cuenta
que no tienen o no puede darle a su madre todo lo que ella necesita y solo
lograra el amor materno si gana la competencia con terceros.
En su fantasía el padre es admirado y temido a la vez, lo experimenta
como el competidor principal del amor materno, también lo considera el
representante poderoso del mundo exterior.
La agresividad que siente hacia su padre le resulta intolerable y por eso
la proyecta en otra representación que comienza a serle temida. Es frecuente
que el niño desplace su odio y su temor al padre hacia otros objetos.
Las fobias o temores infantiles son un elemento normal de este periodo
de modo que disminuyen o desaparecen posteriormente.
Para Freud, el temor juega un rol más importante en el Edipo masculino.
El temor a la agresión paterna es un factor central en la finalización de la
situación edipica. El temor al castigo paterno lleva al varón a renunciar a sus
fantasías incestuosas con la madre y a identificarse con el padre.
El “sepultamiento” queda asociado al duelo frente a la renuncia.
Este sepultamiento arriba descrito, solo es posible cuando el sujeto
admite la prohibición del incesto. El coito incestuoso con su estructura
narcisista conserva de este modo frente al exogámico, el carácter de un delito
contra la sociedad, ya que esta supone para su constitución dicho movimiento
exogámico.
El temor a la castración conduce el niño al niño a la renuncia de sus
fantasías incestuosas con la madre, pero también lo conduce a identificarse
con el padre. Se reafirma la masculinidad y se retiene en cierta medida el
vínculo tierno con la madre. En su forma negativa el Complejo de Edipo se
presenta en su modo inverso.
La descripción del Complejo de Edipo completo que supone esta
duplicidad de formas, positiva y negativa, depende de la bisexualidad originaria
del niño.
La función paterna consiste esencialmente en instituir la Ley y
posibilitarle al hijo una identificación parcial con el padre.
El varón renuncia a la madre y se identifica parcialmente con el padre. El
niño aprende que la sexualidad genital debe excluirse de la familia y que
deberá buscar su satisfacción en la sociedad exogámica. Con el sepultamiento
del periodo edipico se inicia una etapa de socialización.
Podemos concluir a partir de los autores antes expuestos, que no solo la
actitud paterna pone freno a las fantasías incestuosas del niño, sino que
también es la actitud de la madre. La actitud de ambos padres es significativa
para que el niño se ligue afectivamente de manera adecuada a ellos y que
adquiera su autonomía.
La unidad de los cónyuges en este periodo es crucial para el buen
desarrollo del niño.

3.3. El Edipo en la niña


En el periodo edipico la niña abandona a la madre como objeto de amor
y ubica al padre en dicho lugar. La niña debe previamente abandonar a la
madre como objeto amoroso para luego erotizar al vínculo con el padre. La
niña antes de esta erotización descubre que no posee todo lo que satisface y
completa a la madre, fantasea que esta no le dio lo que le corresponde poseer,
se instala así el Complejo de Castración. Dicho complejo es una respuesta al
descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos. La instalación de esta
fantasía se apoya en n aspecto que concuerda con la realidad exterior. La
mujer se vive en su fantasía inconsciente como castrada, incompleta,
perjudicada, envidia al hombre. En la infancia el clítoris de la niña desempeña
un papel semejante al del pene del varón. Posteriormente es importante que el
clítoris ceda la primacía de la sensibilidad a la vagina.
El padre es como un sustituto de la madre al que llega con enojo. El
triángulo femenino edipico esta recorrido por la experiencia de frustración, ya
que la niña interpreta que ha sido víctima de un doble engaño tanto al inicio por
la actitud de la madre, como por la del padre cuando finaliza esta conflictiva. La
niña experimenta la ausencia de pene como un perjuicio sufrido que intenta
negar, compensar o reparar. La niña entra en la situación edipica con el
narcicismo vulnerado por la presunta consumación de su castración. Desde
este narcisismo herido construye su femeidad. En ambos, la temática de la
castración guarda una íntima relación con el Complejo de Edipo.
La niña erotiza el vínculo con el padre pues en su mundo interior
fantasea casarse y tener hijos con él. Ante la madre experimenta celos y temor,
pero la situación es diferente de la del varón porque la fantasía de amenaza de
castración la experimenta como ya realizada. La niña por dicho temor no
abandona sus deseos incestuosos hacia el padre, sino que este con su actitud
le ayuda a renunciar a ellos. No hay en la mujer un corte tan preciso como en el
Edipo masculino, el sepultamiento del Complejo de Edipo femenino no es tan
radical como el varón.
También puede suceder que cuando no tolera la castración y la angustia
que esta conlleva, la niega y permanece con la madre, no cambia de objeto de
amor no elige al padre, lo que lleva a la renuncia del acercamiento al otro sexo.
Otras veces, la envidia del pene es tan intensa que intenta apoderarse de las
características masculinas.

3.4. Masculino y femenino. Varón y mujer


La sexualidad no queda definida por la ausencia o presencia del pene, ni
por el comportamiento, sino por el tipo de células reproductivas producidas en
periodos diferentes en la mujer y en el hombre. Además de las diferencias
sexuales orgánicas o corporales, todo nuestro ser, y por lo tanto nuestro
psiquismo, es sexuado.
El varón y la mujer tienen dos estructuras corporales bien diferenciadas,
pero complementarias entre sí, para la prolongación de la vida.
Al unirse se realizan confiriéndose una complementariedad que no
tenían previamente.
La polaridad masculino-femenina no es exclusiva de la especie humana,
sino que está presente en todo el cosmos.
La identidad sexual en los seres humanos se va construyendo
progresivamente a partir de dicha determinación.
La identidad sexual y la internalización de las pautas culturales, respecto
del modelo y del rol desarrollado tanto por el varón como por la mujer,
comienza para algunos autores entre los 6 y 8 meses de vida, existe un periodo
clave entre los 3 a 5 años en que se constituye el núcleo de la identidad sexual
y logra un punto culminante en la adolescencia.
A la disposición natural de los sexos con vista a diferentes tareas, se
agrega un aprendizaje de los roles según los modelos culturales. Pero existen
constantes comunes, universales.
Jung comenta que ya desde el medioevo se decía que “cada hombre
lleva una mujer dentro de sí”. Este autor denomina “anima” al elemente
femenino del inconsciente masculino y “animus” al elemento masculino del
inconsciente masculino.
El ánima representa la “mujer interior” que transmite los mensajes vitales
del sí mismo.
En su manifestación individual el carácter de anima de un hombre
generalmente adopta la forma de la madre; si la influencia de esta ha sido
negativa se expresará a través de la irritabilidad, depresión, inseguridad y
susceptibilidad, también la influencia materna negativa promueve una actitud
afeminada en el hombre. Si la influencia de la madre es positiva, el ánima del
hombre lo guiará para encontrar una cónyuge adecuada, como así también
descubrir sus contenidos inconscientes, alinear su poder mental con los valores
interiores y le abrirá el camino había lo más profundo de sí mismo.
Jung considera cuatro etapas en el desarrollo del anima. La primera
representa las relaciones instintivas y biológicas. La segunda personifica el
nivel romántico y estético. La tercera eleva al amor a la altura de lo espiritual.
La cuarta lo simboliza la sabiduría que trasciende lo más santo y lo más puto
como queda simbolizado tanto en la figura de la Sulamita, como en la figura de
Atena.
El animus está influido por el padre de toda mujer.
El animus negativo aparece como un demonio de la muerte, dicho
animus tiene un aspecto positivo y puede construir un puente hacia sí mismo
mediante una actividad creadora.
El animus, igual que el ánima, presenta cuatro etapas en su desarrollo.
En la primera personifica el poder físico. En la segunda, posee capacidad e
iniciativa para planear el accionar. En la tercera privilegia a la palabra y la
expresa como maestro y sacerdote. Y el animus es la encarnación del
significado. Se convierte en mediador de la experiencia religiosa.

4. Identidad y mecanismos de identificación


Este periodo de los 3 a los 5 años es un momento clave para el
desarrollo de la identidad especialmente de la identidad sexual.
La identidad semánticamente es la “cualidad de lo idéntico”.

La identidad desde el punto de vista psicológico es un proceso de

construcción, esta adquisición se realiza sobre la matriz e lo dado y lo ya vivido.

La identidad se refiere en principio a si se es esto, la diferenciación se

nos presente como consecuencia

Esta presencia mía no es presencia total, lleva en si una cierta ausencia, toda

presentación siempre implica tanto un aspecto consciente como uno

inconsciente.
La identidad implica un proceso de formación. Si bien la identidad

connota una referencia a nosotros mismos en el proceso de formación aparece

necesariamente la referencia a la presencia del otro. El otro juega en un cierto

sentido como espejo que posibilita el reconocerme los otros se constituyen en

modelos a través de los cuales incorporamos actitudes y modos de ser, que

conforman nuestra identidad.

La identidad se desarrolla y esto implica la resolución de crisis. Cada

etapa del ciclo vital implica, de alguna manera, dejar de ser lo que estoy siendo

para poder ser lo que debo ser en la siguiente.

El psicoanálisis considera la identidad como un proceso por el cual nos

vamos formando como distintos entre aquellos a los que nos asemejamos. Este

proceso se logra a través de identificaciones, respecto de la noción de

identidad podemos diferenciar distintos estratos como la identidad específica, la

identidad etnocultural, la identidad familiar y la identidad individual.

La identidad específica, que se ha establecido a lo largo de la historia

humana, es el producto de un núcleo invariante y de cierta flexibilidad; dicho

núcleo invariante es lo que le permite al sujeto reconocerse como idéntico.

Cada sujeto hoy es de algún modo producto de un devenir histórico que

se fue construyendo a través de sucesivas generaciones.

Cuando el ámbito socio-cultural posee una cierta estabilidad se convierte

en un elemento facilitador para el desarrollo de la identidad del sujeto, para que

las identificaciones secundarias se conviertan en el soporte de las

identificaciones primarias. Las identificaciones primarias se corresponden en lo


biológico al plan genético, mientras que las secundarias se corresponden a lo

que llamamos modificaciones del medio.

La identidad personal es el resultado de una combinatoria de calidades

del padre y de la madre.

Podemos distinguir distintas identificaciones: primaria y secundaria. Si

las distintas identificaciones descriptas, estratificadas unas sobre otras, se

integran armoniosamente, permiten el establecimiento de una identidad sólida

en la que se amalgaman de un modo estable distintas cualidades.

En cuanto a los mecanismos intervinientes en la construcción de la

identidad la teoría psicoanalítica tiene en cuenta la identificación proyectiva e

introyectiva.

La proyección es un mecanismo del yo muy temprano por el cual el

sujeto atribuye a un objeto externo sus propias pulsiones y fantasías

inconscientes. La proyección es un mecanismo que distorsiona nuestra imagen

de lo real porque atribuye a los objetos cualidades que no le son propias, pero

permita al yo defenderse y mantener su vinculación con el exterior.

Asimismo, la proyección interviene en el proceso del conocimiento.

La introyección es la incorporación o asimilación de partes o de la

totalidad de objetos externos. El mundo interno se va conformando con las

sucesivas introyecciones.

Las introyecciones y proyecciones alteran el mundo interno y los

vínculos con los objetos, pero no modifican la identidad. Por eso hablamos de
identificación proyectiva e introyectiva solo cuando se modifica la identidad del

sujeto.

En la identificación introyectiva el otro queda incorporado a la propia

identidad. El sujeto se identifica con cualidades del otro y se reviste de ellas. El

otro permanece intacto. En la identificación introyectiva masiva o patológica se

pierde la distancia y la discriminación del objeto incorporado a la identidad.

Del mismo modo, en la identificación proyectiva normal el sujeto

desplaza parte de su identidad en los objetos sin confundirse con el otro. La

identificación proyectiva es masiva o patológica cuando el sujeto se confunde

con el otro, vive en el otro dejando de ser él. Por lo tanto, vive en los otros para

escaparse de sí.

Los mecanismos de identificación juegan un rol fundamental en ese

periodo de los 3 a los 5 años en que se incorporan los modelos paterno y

materno y comienzan a cobrar importancia las figuras de los educadores y de

los pares.

Erikson: la palabra identidad tienen la ventaja de que puede describir

una doble relación: el de ser idéntico a uno mismo y al mismo tiempo idéntico a

otra cosa.

El sentido de identidad se construye a partir de identificaciones aisladas

con personas significativas e imágenes ideales del pasado, pero constituye

algo nuevo a partir de ellas.

5. Paternidad
Si bien la relación madre-hijo sigue siendo un vínculo fundamental,

durante estos años deja su primado para ser orto más entre los lazos

existentes en el grupo familiar.

El padre, que en este momento es descubierto en su rol, representa la

apertura a la sociedad y la autoridad familiar. Es el padre quien incita al hijo a

socializarse y es el que instaura la Ley.

El padre posee autoridad. La autoridad del padre no se funda en una

supuesta superioridad del varón, sino que es esencialmente un servicio. La

autoridad paterna se ejerce mediante la entrega. Asimismo, la autoridad la

autoridad en la familia es una acción conjuntamente y una responsabilidad

compartida del padre y de llamada. La crisis de la autoridad paterna encubre

una crisis de amor conyugal. Cuando la autoridad se ejercita movida por el

amor pasa a un segundo plano el planteo del problema del poder y del mando.

Los hijos ocupan una situación subordinada en el grupo familiar. Esta

subordinación de los hijos respecto de los padres tiene el sentido de servirlos,

de cuidarlos, de orientarlos, de prevenirlos ante los peligros tanto del mundo

externo como de los que surgen de su mundo interior.

El rol del padre es fundamental en la progresiva delegación de

responsabilidades, de derechos y deberes del hijo. También juega un papel el

de sostén y de reaseguro frente al “desgaste”.

Actualmente asistimos a un cuestionamiento de la autoridad paterna por

parte de los ideólogos de “la muerte de la familia”.

Los hijos no solo reclaman su autonomía ante el padre, sino que también

necesitan y solicitan de múltiples formas su protección. Los padres cuando van


permitiendo que el hijo obre con mayor autonomía se convierten también en el

punto de apoyo de los sentimientos de seguridad. A lo largo de la vida padres e

hijos se vivencian en un proceso dialectico, entre la mutua necesidad para ser

lo que cada uno es.

No podemos dejar de considerad que los padres como autores de esta

obra que es un hijo tienen la autoridad para regirla en su desarrollo, aun

cuando lo respeten como un ser personal y libre.

En la vida familiar tiene una gran significación para la crianza la

presencia o la ausencia de hermanos. Conllevan una educación y vínculos muy

peculiares.

Asimismo, la posición de un hijo en el orden de nacimiento es

experimentada de formas diversas según el tipo de estructura familiar, de la

valoración del hijo primogénito, de los hijos en general, o del sexo de los

mismos.

La fraternidad es la relación entre hermanos, el término “fraternidad”

alude a las personas que están unidas afectivamente por algo, o a las que

constituyen una comunidad para fines espirituales. El crecimiento simultaneo

de los hermanos en una misma familia posibilita un sólido vínculo entre

miembros de la fratia. Pero, en esta positiva experiencia se advierte la

coexistencia de sentimientos encontrados y disimiles, de amor y de rivalidad

fraterna. Los hermanos obran como el padre, como un tercero que refuerza la

separación de ellos y la madre.

Con los hermanos se comparten las ansiedades y temores del

desarrollo.
El hermano despierta con diversa intensidad la envidia, la rivalidad y el

odio.

Es importante tener en cuenta que el sentimiento de envidia es un

sentimiento primitivo o temprano. Los autores psicoanalíticos generalmente han

hecho hincapié en el sentimiento de rivalidad en la relación fraterna. Baudouin

describe este periodo de los 3 a los 5 años a través del Complejo de Caín, que

surge juntamente con el Complejo de Edipo. El hermano es vivido como un

usurpador, un intruso, un ladrón de afectos y se siente abandonado por sus

padres. Consecuentemente, suele adoptar diversos comportamientos

(regresión).

La idea de fraternidad como amor entre hermanos, no es

suficientemente valorada por la sociedad contemporánea.

7. La edad de los juegos

El niño durante la segunda infancia pasa la mayor parte de su tiempo

jugando. El desarrollo intelectual, afectivo y de la personalidad general, está

íntimamente imbricado con la actividad lúdica.

Hay diversas teorías respecto de la motivación infantil del juego. El juego

es el lenguaje por excelencia del niño.

El psicoanálisis considera que el niño en el juego se identifica

proyectivamente con sus juguetes y así va revelando la historia de sus

fantasías inconscientes.
El niño en el juego se identifica con los personajes, de modo que estos

pasan a ser mascaras dentro de las cuales puede realizar activamente en la

fantasía lo que vivió pasivamente como sufrimiento de la realidad exterior.

El niño en el juego se identifica con los personajes, de cómo que estos

pasan a ser mascaras dentro de las cuales puede realizar activamente en la

fantasía lo que vivió pasivamente como sufrimiento de la realidad exterior.

Winnicott nos dice que el niño cuando juega habita en una región o zona

intermedia de experiencia que no es una realidad psíquica interna, pero

tampoco es el mundo externo, aunque esta fuera de él.

Sofier nos señala que el juego estimula las fantasías, la imaginación,

pero además permite conocer la realidad exterior y adentrarse en el mundo de

los adultos.

Del mismo modo, el juego favorece en esta etapa el desprendimiento

respecto de la madre para orientarlo hacia el mundo exterior.

Si bien remarcamos la importancia del juego en este periodo y en toda la

niñez, es conveniente aclarar que el jugar es un modo de acercamiento a lo

real que permanece a lo largo de la vida.

A los 3 años todavía predominan los juegos solitarios y los llamados

juegos en paralelo. Hablan mientras juegan sin importarles si su compañero o

alguien los escuchan o no. Todavía tiene dificultad para prestar juguetes y

compartirlos, rivalizando continuamente por ellos.

Si bien, los juegos son de carácter simbólico y por lo tanto el niño

reproduce en ellos aspectos de la realidad, esta aun presente el carácter motor,


el placer del ejercicio. El tema central en este periodo es el juego dramático en

el que simboliza situaciones domésticas. Estos juegos dramáticos le facilitan

lentamente la superación del egocentrismo infantil. A los 4 años tiende a jugar

más con los otros niños, en general, en grupos de dos o tres en los que ya

interactúa. Su actividad lúdica solitaria incluye a compañeros imaginarios de

juego. A los 5 años los juegos grupales se caracterizan por una activa

participación y comunicación, formando ya grupos de cuatro a seis o siete

compañeros. El liderazgo en estos grupos es ya definido y todos los integrantes

cooperan para mantener la cohesión.

Es característico del niño durante este periodo el interés por los juegos y

actividades que se consideran propios de su sexo.

Al niño de 3 a 6 años le gusta amucho jugar con los padres. El

jugar requiere de medios.

La educación inicial con su planificación de juegos, actividades y con la

utilización de variados recursos materiales favorece la diversificación y

enriquecimiento del juego del niño

8. El conocer en la segunda infancia: orientación hacia la realidad exterior y

egocentrismo:

El periodo de los 3 a los 6 años se caracteriza por el descubrimiento de

la realidad exterior. Así, ha descubierto que hay una realidad exterior,

independiente de él, a la que debe tener muy en cuenta si quiere conseguir sus

fines. Sin embargo, continua con una visión egocéntrica de la realidad. Esta

visión egocéntrica del universo sufre el impacto del manejo cada vez más fluido
y amplio de su lenguaje. El contacto verbal cambia cualitativamente el

intercambio con los otros y con el mundo material. El pensamiento se asienta

progresivamente en el lenguaje hablado de padres, maestros y de quienes le

rodean, obteniendo de este modo un relativo grado de coherencia, claridad y

comunicabilidad, que lentamente lo va desprendiendo de la perspectiva

egocéntrica.

La imagen de la realidad recibe una precisión considerable con la

formación de nuevos principios organizadores.

Consideramos en primer término estas tendencias intelectuales del niño,

su “filosofía infantil” al decir de J. Piaget, para luego desarrollar dichos

principios de ordenación. Estas “filosofías infantiles”, así como las nociones que

luego desarrollamos, surgen en el marco de la inteligencia preoperatoria.

8.1. Actitud egocéntrica

Persiste aun la actitud egocéntrica presente en el periodo anterior (1 a 3

años). Supone que todo lo que le rodea posee los mismos sentimientos y

pensamientos que él y también efectúa acciones iguales a las suyas. El

lenguaje egocéntrico se manifiesta en

1. La repetición

2. El monologo o hablar sin dirigirse a un personaje real

3. El monologo en grupos

Un pensamiento egocéntrico es un pasaje necesario desde lo sensorio-

motor al pensamiento racional que enriquece al sujeto a pesar de que luego

se deban corregir ciertas deformaciones cuando se adquieren las

operaciones lógicas.
8.2. Representación del mundo

El egocentrismo que alcanza su acmé en este periodo para decaer en la

etapa escolar.

Para J. Piaget el niño le confiere existencia física, exterior, material a los

contenidos o procesos psicológicos. Materializando la vida anímica, debido

a la escasa discriminación entre el mundo interior y exterior, el niño piensa

que los objetos del exterior han sido creados por el hombre para responder

a sus necesidades.

Finalmente, el niño otorga a las cosas físicas propiedades vitales,

conscientes o morales.

El animismo infantil es el resultado de una confusión o más bien de una

falta de diferenciación entre lo psíquico y lo físico.

8.3. Preparación para el cálculo. La conservación del número, ordenación y

clasificación.

J. Piager afirma que el niño construye el número a partir de todos los

tipos de relaciones que establece entre los objetos. El conocimiento lógico-

matemático consiste en la coordinación de dichas relaciones, por lo cual la

fuente del mismo conocimiento es interna a diferencia del conocimiento

físico o social cuyas fuentes son en partes externas.

Los números se aprenden mediante la abstracción reflexiva al construir

el niño las relaciones. Por un lado, a partir de los objetos y centrándose en

una determinada propiedad de los mismos e ignorando las otras se realiza


la abstracción empírica. Por otro lado, la abstracción reflexiva implica la

construcción de relaciones entre los objetos.

Para construir la noción de numero el niño debe previamente establecer

toda clase de relaciones con todo tipo de materiales.

El “numero” es una síntesis establecida entre los objetos mediante la

abstracción constructiva de dos tipos de relaciones una es la seriación y la

otra es la clasificación.

La “seriación” es un proceso constructivo que consiste en ordenar los

lamentos según sus dimensiones crecientes o decrecientes.

Para la construcción del número además de la seriación es importante la

“cardinacion”. Es necesario que el niño descubra la relación que existe entre

“uno más” y “siguiente”.

Se llama “ordenación” a la síntesis de la seriación y de la cardinacion.

La “clasificación” es un proceso de agrupamiento que consiste en

discriminar los objetos en colecciones o clases. J. Piaget distingue: a) las

colecciones figurativas, b) las colecciones no figurativas, c) las clases.

Una propiedad de las clasificaciones es la inclusión de clases.

8.4. Niveles del desarrollo en la conservación del número elemental

La noción de conservación del número se adquiere cuando el sujeto

logra darse cuenta, que la cantidad permanece igual aun cuando varié la

distribución espacial de los objetos.


Nivel I

El niño no es capaz de hacer un conjunto que tenga el mismo número, ni

por lo tanto conservar la igualdad de los dos conjuntos.

Nivel II

Es capaz de hacer un conjunto que tenga el mismo número de fichas,

pero al interrogarlo se observa que aún no puede conservar la igualdad.

Nivel III

Logra la conservación del número y no se deja influir por las

contrasurgerencias del investigador.

8.5. Noción de tiempo y de causalidad

Según Piaget la noción de tiempo, como la de espacio, se estructura

progresivamente.

En los primeros estadios del periodo sensorio-motriz el tiempo se reduce

exclusivamente a las impresiones de espera, de llagada a la meta.

Con el desarrollo de las funciones de representación está en condiciones

de separar el presente del pasado y del futuro inmediato.

Pero, aun a los 3 años el tiempo se estructura en relación a sus propias

actividades
A los 4 años le interesa el pasado, escuchar el relato de cómo era en

sus primeros años. Toma conciencia de su historia personal que la vive como

remota. En una situación dad distingue un “antes” y un “después”, sin embargo,

su ubicación temporal aún está centrada fundamentalmente en el presenta.

A los 5 años posee un manejo del pasado, presente y futuro. No

obstante, la noción temporal culmina su desarrollo recién en la niñez escolar.

Históricamente la noción de causalidad en la filosofía se la ha

relacionado con las ideas de finalidad, principio fundamente, razón o

explicación. La causalidad y el tiempo son categorías dinámicas íntimamente

ligadas, así como lo están la noción de objeto con la espacialidad.

Piaget afirma que la causalidad debe concebirse como la aplicación de

la inteligencia a las relaciones temporales, esta organiza así un universo

duradero.

El niño ya en el primer año de vida actúa sobre las cosas y comprueba

los efectos de su acción, dicha situación está acompañada del sentimiento de

eficacia.

En la educación inicial la noción de causalidad puede trabajarse con

tarjetas de relación causa y efecto de complejidad creciente, semejantes a las

mostradas para la evaluación de la noción de temporalidad.

En este periodo predomina en el niño la mentalidad mágica.

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