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Revolución rusa

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Este artículo trata sobre la revolución en Rusia de 1917. Para otros usos de este término,
véase Revolución rusa (desambiguación).

Revolución rusa

Consejo de obreros de la fábrica Putílov, que empleaba a más de 35 000 personas y

que constituyó uno de los principales núcleos revolucionarios de Petrogrado,

actual San Petersburgo

Contexto del acontecimiento

Fecha 8 de marzo-8 de noviembrede 1917 (8 meses)

Sitio Imperio ruso

Impulsores Pueblo ruso

Influencias Comunismo, Socialismo, Bolchevismo, Menchevismo


ideológicas
de los
impulsores

Gobierno previo

Gobernante Zar Nicolás II


Forma de Monarquía constitucionalcon poderes absolutos
gobierno

Gobierno resultante

Gobernante Vladimir Lenin

Forma de Estado socialista


gobierno

[editar datos en Wikidata]

El término Revolución rusa (en ruso, Русская революция, Rússkaya revolyútsiya) agrupa
todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista y a la instauración
preparada de otro, leninista, a continuación, entre febrero y octubre de 1917, que llevó a la
creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se vio obligado a
abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por un gobierno provisional durante la primera
revolución de febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues el calendario
juliano estaba en uso en Rusia en ese momento). En la segunda revolución, en octubre,
el Gobierno Provisional fue eliminado y reemplazado con un
gobierno bolchevique (comunista), el Sovnarkom.
La Revolución de Febrero se focalizó, originalmente, en torno a Petrogrado (hoy San
Petersburgo). En el caos, los miembros del parlamento imperial o Duma asumieron el
control del país, formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del ejército sentía que
no tenían los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia,
abdicó. Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones
socialistas más radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional gobernar,
pero insistieron en una prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas milicias.
La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares
sufridos durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918),1 que dejó a gran parte del ejército
ruso en un estado de motín.
A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual el Gobierno
provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red nacional de sóviets,
liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más importante, tenía la
lealtad de las clases bajas y la izquierda política. Durante este período caótico hubo
motines frecuentes, protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió
continuar la guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron
campaña para detener el conflicto. Los bolcheviques pusieron a milicias obreras bajo su
control y los convirtieron en la Guardia Roja (más tarde, el Ejército Rojo) sobre las que
ejercían un control sustancial.
En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido
bolchevique, dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de Petrogrado,
derrocaron al gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los
bolcheviques se nombraron a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y
tomaron el control del campo, creando la Checa, organización de inteligencia política y
militar para aplastar cualquier tipo de disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia
en la Primera Guerra Mundial, los líderes bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-
Litovsk con Alemania en marzo de 1918.
Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia entre la facción «roja» (bolchevique) y
«blanca» (antibolcheviques) —esta última contó con el apoyo de las grandes potencias—,
que iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en última instancia,
salieron victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos
acontecimientos históricos notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo
un movimiento visible en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de
todo el Imperio ruso y en las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la
tierra y la redistribuyeron.
La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo XX»2 abierto
por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de
la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos (Jules
Romains la describió como «la gran luz en el Este» y François Furet como «el encanto
universal de octubre»), también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios
viscerales.3 Sigue siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más
apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.45

Índice
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 1Situación de Rusia antes de la revolución de 1905


 2Revolución de febrero de 1917
 3La dualidad de poderes
o 3.1«El país más libre del mundo»
o 3.2El Gobierno Provisional y los sóviets
 4Las crisis repetitivas
o 4.1Las Jornadas de abril
o 4.2Las Jornadas de julio
o 4.3El aumento de la reacción
o 4.4El levantamiento de Kornílov
o 4.5Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques
 5Octubre de 1917
o 5.1La insurrección
o 5.2El nuevo Gobierno
o 5.3La naturaleza de Octubre
 6Inicios del régimen bolchevique
o 6.1Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre
o 6.2Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto
o 6.3Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)
o 6.4El problema de la coalición
o 6.5Los primeros días de un nuevo Estado
o 6.6La paz de Brest-Litovsk
o 6.7La creación de la Checa
o 6.8La disolución de la Asamblea Constituyente
o 6.9La entrada en vereda de los competidores revolucionarios
o 6.10El crecimiento generalizado de los riesgos
 7De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)
o 7.1El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco
o 7.2Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde
o 7.3Minorías nacionales contra los rusos
o 7.4Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética
o 7.5Terror Blanco contra Terror Rojo
o 7.6Violencia alimentada desde abajo y desde arriba
o 7.7Victoria y crisis del «comunismo de guerra»
o 7.8La Rebelión de Kronstadt y la NEP
 8Consecuencias
o 8.1Consecuencias culturales
 8.1.1Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer
 8.1.2La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura
 8.1.3La Revolución y el arte
o 8.2Consecuencias económicas y sociales
o 8.3Consecuencias políticas y diplomáticas
o 8.4Percepciones y recepción en el extranjero
o 8.5Posterioridad y fin
o 8.6Interpretaciones
 9Referencias
 10Bibliografía
 11Enlaces externos

Situación de Rusia antes de la revolución de 1905[editar]


Artículos principales: Imperio ruso y Revolución rusa de 1905.

El zar Nicolás II y su familia.

Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista, autocrático y
represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el país la dinastía
Románov.
La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro II fue la
primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez liberados, los antiguos
siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor,
favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural: el
antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las
industrias florecían y la creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las
ciudades, pero la prosperidad del país no había representado beneficio alguno para la
mayoría de la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica.6 El valor de la producción industrial
en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces menor que el
de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.7 La producción agrícola
continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de
modernización económica.8 El PIB per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o
al de España y, aproximadamente, suponía una cuarta parte del de Estados Unidos.9
Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la
mitad de las acciones rusas.10 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado
por los campesinos, que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera
naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas
industriales, lo que facilitó la creciente conciencia revolucionaria.11
El Imperio ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en
zonas rurales). Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y
constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el número de
campesinos sin tierra había aumentado, creando así un auténtico proletariado rural
receptivo a ideas revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de
la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los
hogares se percibía como signo de riqueza.12

San Petersburgo, capital del Imperio ruso en aquella época y cuna de las tres revoluciones.

Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido
convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo,
el poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados
por miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles)
trataron de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos recurrieron al terrorismo y a los
atentados políticos, convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de
dura represión, llevada a cabo por la todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar.
Muchos revolucionarios fueron encarcelados o deportados, mientras que otros lograron
escapar y unirse a las filas de los exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917
es la culminación de una larga sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias,
que ni las insurrecciones campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria
de la Duma habían logrado, desembocaron en una revolución impulsada por el
proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra
ruso-japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para
exigir reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce
como el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar
y se caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los
campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del
Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.

Revolución de febrero de 1917[editar]

Soldados rusos heridos en el transcurso de la Primera Guerra Mundial y siendo transportados en un


carro tirado por caballos.

Artículo principal: Revolución de Febrero


Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de
la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los partidos políticos se
mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido
Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de
Serbia que se negó a votar los créditos de guerra, aunque advirtió que no trataría de
sabotear la actividad bélica de la nación. Tras el comienzo del conflicto y después de
algunos éxitos iniciales, el Ejército Imperial Ruso tuvo que soportar graves derrotas
(en Prusia Oriental, en particular). Las fábricas no se mostraron lo suficientemente
productivas, la red ferroviaria era ineficiente y el suministro de armas y alimentos al
Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todas las marcas: 1 700 000 muertos y 5
950 000 heridos; estallaron disturbios y decayó la moral de los soldados. Estos soportaban
mes a mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el punto de suministrar a
unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de sus armas— y el
empleo de la intimidación y los castigos corporales.
La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a escasear.
La economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de
Europa,13 se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma),
constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra
la estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo Gobierno
constitucional. El zar desoyó esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la
realidad del país. La impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen
alemán—, aumentó el descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con
el asesinato de Rasputin, asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix
Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que
el deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...).
Junto a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de
poder paralelos. El régimen ya no controlaba el «país real».14
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta
popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... La revolución se
inició con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la
capital, Petrogrado, a principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según
el calendario gregoriano),15 Día Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se
manifestaron para exigir pan. Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una
razón para prolongar su huelga. Ese día, pese a que se produjeron algunos
enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna víctima.

Funerales por las víctimas de la Revolución el 5 de abril de 1917 (23 de marzo según el calendario
juliano) en Petrogrado.

Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en
aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron: «¡Abajo la
guerra!», «¡Abajo la autocracia!».16 En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se
saldaron con víctimas en ambas partes.17 Los manifestantes se armaron sustrayendo
armas de los puestos de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la
movilización de la guarnición militar de la capital para sofocar la rebelión. Los soldados
resistieron las primeras tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes.
Sin embargo, durante la noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los
insurgentes, que pudieron de esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el
zar, sin medios para gobernar, ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el
triunfo de la revolución. Presionado por el Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de
marzo: «Se deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de caballería».18
Su hermano, el gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue
el fin del zarismo y se produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de
la capital, el Sóviet de Petrogrado. El primer episodio de la revolución se había saldado
con más de un centenar de víctimas, principalmente manifestantes,19 mas la caída rápida e
inesperada del régimen, con unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en
el país una ola de entusiasmo y un sentimiento de liberación.

La dualidad de poderes[editar]
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la
población. El Gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la
revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al
Gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la guerra.20 Sin embargo, el
pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto del exilio en Suiza en
el mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del
creciente descontento general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares,
mientras que los partidos revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos,
alimentando así el peligro contrarrevolucionario.
«El país más libre del mundo»[editar]
La caída de la monarquía se sintió como una liberación sin precedentes. En Rusia se abrió
un periodo de intensa alegría popular y de fermentación revolucionaria. Un frenesí por
hablar y exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos sociales. Las reuniones
fueron diarias y los oradores se sucedían de manera casi interminable. Se multiplicaron los
desfiles y las manifestaciones. Decenas de miles de cartas, con direcciones
y peticiones se enviaban cada semana desde todos los puntos del territorio para dar a
conocer el apoyo, las quejas o las reclamaciones del pueblo. Se dirigían principalmente al
nuevo Gobierno provisional y al Sóviet de Petrogrado.
Más allá de las expectativas inmediatas, lo que dominaba era el rechazo a toda forma de
autoridad, lo que permitió a Lenin hablar de la Rusia de aquellos meses como «el país más
libre del mundo», como describió Marc Ferro:
En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero;
en Odesa, los estudiantes dictaban a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones;
en Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el próximo espectáculo;
en el ejército, los soldados invitaban al capellán a sus reuniones para que este diera sentido a sus
vidas. Incluso los niños menores de catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para
hacerse escuchar ante los mayores. Era el mundo al revés.21

Reunión de soldados rusos en Finlandia en marzo de 1917.

Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas, tanto en
las ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o espontánea, se tomó
contra los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho estos a trasladar su
residencia o exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura
de las prisiones, permitiendo el retorno de los exiliados por cualquier motivo (incluido
Lenin) y proclamó las libertades fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en
la práctica ya adquirida tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado
desapareció; la Iglesia Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I
el Grande, pudo reunir libremente un consejo que, en el verano de 1917, restableció
el Patriarcado de Moscú. En el ejército, la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de
Petrogrado, que contaba con la mayoría de socialrevolucionarios y mencheviques, prohibió
el acoso humillante de los oficiales a los soldados e instauró los derechos de reunión,
petición y prensa.22
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por
supuesto, la creación espontánea de los sóviets(consejos) de obreros, campesinos,
soldados y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas
asambleas, que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones
habituales en Occidente (partidos, sindicatos...) debida a la represión zarista. Fueron
órganos de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la
posibilidad de que el Gobierno Provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron
por la preservación y la ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.
El Gobierno Provisional y los sóviets[editar]

Los integrantes del Gobierno Provisional Ruso.

La Duma eligió un Gobierno provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un exoficial del
zar del Partido Octubrista, monárquico y rico terrateniente. Desde el 15 de marzo, la
dirección de dicho Gobierno fue tomada por Gueorgui Lvov, un liberal progresista
del Partido Democrático Constitucional.
Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados, el
poder estaba en manos de un Gobierno provisional dirigido por políticos liberales
del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete), el partido de la burguesía
liberal. Mas, en realidad, era preciso transigir con los sóviets. En las ciudades y pueblos,
con el anuncio de la revolución en la capital, se formaron sóviets al tiempo que los
notables que regían en nombre del zar fueron destituidos. Desde principios de marzo, los
sóviets ya estaban presentes en las principales ciudades, y en abril y mayo se extendieron
a las zonas rurales. Los sóviets eran unas asociaciones donde los trabajadores acudían a
discutir sobre la situación y al mismo tiempo un órgano de gobierno.

Asamblea del Sóviet de Petrogrado en 1917.

El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera inmediata y poner
fin así a la Primera Guerra Mundial, otorgar la propiedad de la tierra a los campesinos, la
implantación de la jornada laboral de ocho horas y el establecimiento de una república
democrática. Este programa resultaba inaplicable para la burguesía liberal que asumió el
poder tras la revolución, que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni acortó
la jornada laboral.
Además, el Gobierno consideró (así como parte de los dirigentes de los sóviets y de los
partidos revolucionarios) que solo la futura Asamblea Constituyente elegida por sufragio
universal tenía derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el sistema social. Pero la
ausencia de millones de votantes, que se encontraban combatiendo en el frente, retrasó
la celebración de las elecciones (sobre todo porque el Gobierno continuaba con la guerra).
La realización de las reformas fue continuamente aplazada sine die. La situación llegó
hasta tal punto, que el Gobierno se abstuvo de proclamar oficialmente la República antes
de septiembre. Tomó así el riesgo de decepcionar peligrosamente a la población. Por
añadidura, no podía gobernar sin el apoyo de los sóviets, que contaban con el respaldo y
la confianza de la gran masa de trabajadores.23
Los sóviets estaban dominados por los socialistas,
los mencheviques y socialrevolucionarios. Los bolcheviques, a pesar de su nombre —en
ruso, «mayoritarios»—, eran una minoría. Por aquel momento, los sóviets, incluido el de
Petrogrado, demostraron un apoyo moderado al Gobierno provisional y no continuaron
reclamando las reformas más radicales, lo que obliga a matizar la noción habitual de
«dualidad de poderes». La confluencia entre el Sóviet de Petrogrado y el Gobierno
provisional cristalizó en la figura de Aleksandr Kérenski, socialrevolucionario,
vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro de Justicia y Guerra.
Casi todos los revolucionarios, especialmente los de la escuela marxista, creían que
la revolución proletaria era prematura en un país económicamente atrasado y rural.24 En
su opinión, Rusia solo estaba preparada para una revolución burguesa, ya que el
proletariado era demasiado débil y muy reducido. La revolución debía limitarse
primeramente a las tareas que el análisis marxista asignaba a la revolución burguesa,
cumplidas por la Revolución Francesa en 1789: el fin del feudalismo y la reforma agraria.
Desde este punto de vista, los sóviets se concebían como «fortalezas proletarias»
ubicadas en el corazón de la «revolución burguesa»25 dedicadas a velar por la realización
de las reivindicaciones populares, y posteriormente, preparar la transición al socialismo,
además de prevenir una posible contrarrevolución monárquica o la ruptura con
la burguesía.
Pese a ello, esto no respondió a la urgencia que las masas exigían para ver colmadas sus
aspiraciones. Los partidos revolucionarios corrían el peligro de incurrir en el mismo
descrédito popular que el Gobierno provisional.

Las crisis repetitivas[editar]


Las Jornadas de abril[editar]
Artículo principal: Crisis de abril (1917)

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera


Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del Gobierno a sus
aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que continuaría con la
guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.26 Las manifestaciones a favor
y en contra del Gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución
y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável
Miliukov, del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el
apoyo de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para
poner fin a la guerra.
Al mismo tiempo, poco después de su regreso a Rusia, Lenin publicó sus Tesis de abril.
Continuando con los argumentos expuestos en El imperialismo, estado supremo del
capitalismo, afirmó que el capitalismo había entrado en «fase de putrefacción» y que la
burguesía ya no era capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el
papel revolucionario que ya había desempeñado en el pasado. Para él, solamente se
podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero dando todo
el poder a los sóviets. Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno
provisional y exigió la confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los
campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república
de sóviets.
Estas ideas eran muy minoritarias en el propio seno de los bolcheviques, que se
mantenían en una línea común de apoyo al Gobierno, llegando el periódico Pravda,
dirigido por Stalin y Mólotov, a hablar públicamente de la reanudación del trabajo y la
vuelta a la normalidad. Pero con el colapso económico y la guerra en curso, las ideas del
partido bolchevique, dirigido por Lenin y por Trotski a partir de verano, fueron ganando
influencia. A principios de junio, los bolcheviques ya eran mayoría en el Sóviet de
Petrogrado de diputados de obreros y soldados.
Las Jornadas de julio[editar]
Artículo principal: Jornadas de Julio

Infantes de marina revolucionarios de la flota imperial rusa durante el verano de 1917.

En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la


incapacidad del zar para llevarla con eficacia, unido a la crueldad y la negligencia de los
oficiales. El «derrotismo revolucionario» llegó a ser impopular en el propio partido
bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una
explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del Káiser, algo así como lo que sucedió
tras la caída de la monarquía francesa en 1792, que llevó a la victoria de Valmy y la
derrota del enemigo. El ministro de Guerra, Aleksandr Kérenski, un buen orador y muy
popular, fue elegido para encarnar ese arranque en los planos nacional y revolucionario.
Por otra parte, la consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes en la
retaguardia que en el frente, donde los soldados solían ver a los obreros como
privilegiados, y detestaban que se pusiera en tela de juicio la utilidad de los sacrificios que
llevaban soportando desde que estalló el conflicto. De hecho, una gran mayoría de los
rusos se mostraban a favor de una paz negociada, sin anexiones ni indemnizaciones, pero
muchos estaban también dispuestos a dar una oportunidad a una última ofensiva militar.27
Sin embargo, entre febrero y julio, el cansancio y la impopularidad hacia la guerra fueron
ganando terreno, así como la propaganda pacifista. La continuación de la guerra creaba
una situación muy criticada, ya que era imposible instaurar la jornada laboral de ocho
horas sin perjudicar a la producción bélica, o tratar de convocar elecciones para formar la
Asamblea Constituyente teniendo millones de soldados en el frente.

Dispersión de una muchedumbre reunida en la Nevsky Prospekt de Petrogrado. Julio de 1917.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó


una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el
mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los
soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en
descomposición, las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se
acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.28
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la
capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se
manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.
Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un
levantamiento prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al
Gobierno provisional: los bolcheviques solamente eran mayoritarios
en Petrogrado y Moscú, mientras que los partidos socialistas moderados mantenían una
influencia importante en el resto del país. Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con
sus actividades para demostrar así su incapacidad para gestionar los problemas
suscitados tras la revolución: la firma de la paz, la jornada de ocho horas y la reforma
agraria.
El aumento de la reacción[editar]
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado,
Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i
Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían apoyado
la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños
destacamentos, al tiempo que los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que
abandonar Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la pena de muerte,
abolida en febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la
repentina libertad otorgada por la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el
general Kornílov, que comandaba las operaciones del frente sudoriental, dio la orden de
abrir fuego de ametralladora y artillería contra los soldados que abandonaran el frente.
Desde el 18 de junio al 6 de julio, la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes,
sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en
las zonas rurales. El socialrevolucionario (eser) Kérenski sucedió a Gueorgui
Lvov, demócrata constitucional (kadete), al frente del Gobierno provisional tras
las Jornadas de Julio, pero fue perdiendo progresivamente la consideración de las masas
populares y parecía incapaz de contener el crecimiento de la reacción.
El levantamiento de Kornílov[editar]
Artículo principal: Golpe de Kornílov

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el
Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en
abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en
las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los
dominios señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano
indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no
aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista,
deseaba la continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del
Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que
monárquico,29 no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases
dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al
orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.
Aleksandr Kérenski, líder del Gobierno Provisional Ruso.

En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los
sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una
huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la
radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el
Comité Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán
los motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la
vida empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.»
La Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte
superior del cuerpo del Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el
establecimiento de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro
del Partido Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que
«estos batallones no están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán
cuentas con los bolcheviques».30
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres
regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar
los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la
incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la
defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes
a vías muertas, provocando que el contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se rearmaron, los
bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos,
incluido Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el
golpe, Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la
liberación y el rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le
perdonaba el haber sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la
izquierda, que lo consideraba demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los
cómplices de Kornílov, y mucho menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la
que Lenin, desde su escondite, dio la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar
contra Kornílov.
Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los
bolcheviques[editar]
Reunión bolchevique con Lenin a la derecha de la imagen.

Manifestación de obreros armados y la Guardia Roja en Petrogrado en 1917.

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber
una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo.
El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la
resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los
bolcheviques. Su prestigio iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas
se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto,
el Sóviet de Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como
su presidente el 30 de septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones
de Moscú, entre junio y septiembre, el PSRpasó de 375 000 a 54 000 votos,
los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras
que los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para
los sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del
PSR o por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets
votaron una resolución en favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el
verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores,
sin esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de forma constante por el Gobierno.
El campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos
espontáneos (los bunts), que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas
protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos
de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a
menudo el escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los
maestros eran quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos
inmensos levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia
europea, consiguieron que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni
ratificara el movimiento. Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua
organización naródnik Repartición Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los
soldados, de origen mayoritariamente campesino, desertaron en masa con el fin de poder
participar a tiempo en la nueva distribución de las tierras. La acción de la propaganda
pacifista y el desaliento tras el fracaso de la última ofensiva del verano hicieron el resto.
Las trincheras se vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante
puñado de demagogos»31 controlaban la mayor parte del país. Desde junio de 1917, en
una sesión del 1.er Congreso Panruso de los Sóviets, Lenin ya había anunciado
abiertamente —durante una célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli— que
los bolcheviques estaban dispuestos a tomar el poder, pero que por el momento sus
palabras no habían sido tomadas en serio.32

Octubre de 1917[editar]
Artículo principal: Revolución de Octubre

En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de


terminar con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el gran
descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como
por la impaciencia de los propios bolcheviques.
La insurrección[editar]
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que
este organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos.
Algunos en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar,
porque el partido ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según
su opinión, aislado en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no
dentro de una coalición de partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar
estas reticencias internas y el Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin
fijó para la víspera del 2.º Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo
dirigido por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros armados, soldados y
marineros. Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y la
preparación metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación
del golpe se hizo prácticamente a la vista de todo el mundo, ya que todos los planes que
se ofrecieron a Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el
propio Kérenski solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la
situación.33

Proclama del Comité Militar Revolucionario de Petrogradoanunciando la deposición del Gobierno


Provisional.
La insurrección se puso en marcha en la noche del 6 al 7 de noviembre (24 y 25 de
octubre según el calendario juliano). Los sucesos se desarrollaron sin apenas
derramamientos de sangre. La Guardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el control
de los puentes, de las estaciones, del banco central y de la central postal y telefónica justo
antes de lanzar un asalto final al Palacio de Invierno. Las películas oficiales posteriores
elevaron estos sucesos al rango de heroicos, pero en realidad los insurgentes solo
tuvieron que hacer frente a una resistencia débil. De hecho, entre las tropas acuarteladas
en la ciudad, solamente algunos batallones de cadetes (junkers) apoyaron al Gobierno
Provisional, mientras que la inmensa mayoría de los regimientos se pronunciaron a favor
del levantamiento o se declararon neutrales. En total, hubo cinco muertos y varios
heridos.34 Durante el levantamiento, los tranvías continuaron circulando, los teatros con
sus representaciones y las tiendas abrieron con normalidad. Uno de los acontecimientos
más importantes del siglo XX había tenido lugar sin que prácticamente nadie lo tuviera en
cuenta.35
Si un puñado de partisanos había podido tomar el control de la capital ante un Gobierno
Provisional que ya nadie apoyaba, el levantamiento debía en ese momento ser ratificado
por las masas. Al día siguiente, el 25 de octubre, Trotski anunció oficialmente la disolución
del Gobierno Provisional en la apertura del 2.º Congreso Panruso de los Sóviets de
Diputados de Obreros y Campesinos, con 562 delegados presentes, de los cuales, 382
eran bolcheviques y 70 del Partido Social-Revolucionario de Izquierda).36
Sin embargo, algunos delegados creían que Lenin y los bolcheviques habían tomado el
poder ilegalmente, y alrededor de cincuenta abandonaron el congreso.37 Estos, socialistas
revolucionarios de derechas y mencheviques, crearon al día siguiente un «Comité de
Salvación de la Patria y de la Revolución».38 Este abandono del congreso se vio
acompañado por una resolución improvisada por parte de León Trotski: «El 2.º Congreso
debe ver que la salida de los mencheviques y de los socialrevolucionarios es un intento
criminal y sin esperanza de romper la representatividad de la asamblea cuando las masas
intentan defender la revolución de los ataques de la contrarrevolución.39 Al día siguiente,
los sóviets ratificaron la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom),
constituido en su totalidad por bolcheviques, como base del nuevo gobierno, a la espera
de la celebración de una asamblea constituyente. Lenin se justificó al día siguiente ante el
representante de la guarnición de Petrogrado de la siguiente manera: «No es nuestra
responsabilidad si los socialrevolucionarios y los mencheviques han abandonado el
congreso. Nosotros les habíamos propuesto compartir el poder [...] Hemos invitado a todo
el mundo a participar en el gobierno».40
El nuevo Gobierno[editar]
En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen. Cuando
Lenin hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró: «Vamos a proceder a la
construcción del orden socialista».
En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta a todos
los países beligerantes en la Primera Guerra Mundial de entablar conversaciones «con
miras a una paz justa y democrática, inmediata, sin anexiones y sin indemnizaciones».
Luego, se promulgó el Decreto sobre la Tierra: «las grandes propiedades territoriales
quedaron abolidas inmediatamente, y sin indemnización alguna». Otorgaba a los sóviets
de campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya fuera socializar la tierra o
repartirla entre los campesinos pobres. El texto confirmaba una realidad ya existente, ya
que los campesinos ya habían aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con
esta medida, los bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente por parte de los
campesinos, al menos hasta la primavera de 1918.
Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios del
Pueblo o Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó otras medidas, como la abolición de la pena
de muerte (a pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta pena indispensable),
la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el control obrero sobre la
producción, la creación de una milicia obrera, la soberanía e igualdad de todos los pueblos
de Rusia, su derecho de autodeterminación, incluida la separación política y el
establecimiento de un estado nacional independiente,41 la supresión de cualquier privilegio
de carácter nacional o religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que
el Gobierno Provisional había sido incapaz de realizar en ocho meses de mandato.
En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida como Comuna de
París. Esta primera experiencia de «dictadura del proletariado» (tal y como Friedrich
Engelsla calificó)42 había acabado con la matanza de 10 000 a 20 000 miembros de la
comuna y con deportaciones en masa. Con el poder controlado en Petrogrado, Lenin y
Trotski sabían que no podrían mantener ese poder sin el apoyo de países industriales
como Alemania, Francia e Inglaterra; por lo que esperaban mantenerse más que los
setenta y dos días que duró la Comuna de París.43
La naturaleza de Octubre[editar]
Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios calificaron
la Revolución de Octubre como un golpe de Estado de una minoría determinada y
organizada que tenía como objetivo dar «todo el poder a los bolcheviques»44 y no a los
sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista francés, titulaba «Golpe de Estado en
Rusia que lleva a Lenin y a los "maximalistas" al poder».
El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los mismos
bolcheviques no dudaban en hablar entre ellos acerca de su «golpe de octubre»
(oktyabrski perevorot).45 En su autobiografía, Trotski utilizaba los términos «insurrección»,
«toma del poder» y «golpe de Estado».46 Rosa Luxemburgo, comunista alemana, también
habló del «golpe de Estado de octubre».47
Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de Estado,
pero que no se explica en el contexto de ebullición revolucionaria general en todo el país y
en toda la sociedad. Las fuerzas populares han dado por lo menos un apoyo tácito a la
empresa bolchevique contra un gobierno impotente y ya desacreditado:
A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la
democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el
poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena
insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios
y mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev,
siendo elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos
opositores, mencheviques, populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los
bolcheviques cumplieron con las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases
populares exigían: que los jefes militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros
«burgueses» fueran permanentemente expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que,
al haber participado en la insurgencia y ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados,
los marinos y los obreros creían que el poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron
que los bolcheviques, en su nombre, conservarían el poder solamente para ellos y para siempre.48

Nicolas Werth, refiriéndose a las «paradojas y los malentendidos de octubre», resume de


la siguiente manera los debates y la oposición, a menudo no sin segundas intenciones y
con un sesgo ideológico:
Para la primera escuela histórica que podría llamarse «liberal», la Revolución de Octubre fue un
golpe impuesto por la violencia en una sociedad pasiva, resultado de una hábil conspiración tramada
por un puñado de fanáticos disciplinados y cínicos, carentes de toda base real en el país. Hoy en
día, casi todos los historiadores rusos, así como la élite culta y los dirigentes de la Rusia
postcomunista hicieron suya la vulgata liberal. Privada de toda profundidad social e histórica, la
Revolución de Octubre en 1917 fue un accidente que desvió de su curso natural a la Rusia
prerrevolucionaria, una Rusia rica, laboriosa y en el camino a la democracia [...]. Si el golpe de
Estado bolchevique de 1917 fue un accidente, entonces el pueblo ruso ha sido una víctima inocente.
Teniendo en cuenta esta interpretación, la historiografía soviética ha intentado demostrar que
Octubre fue el resultado lógico, previsible e inevitable, de un itinerario liberador iniciado por las
«masas» conscientemente unidas al bolchevismo. [...] Rechazando tanto la divulgación liberal como
la marxizante, un tercio de la historiografía actual ha tratado de «desideologizar» la historia, de
comprender, como Marc Ferro, que afirma: "el levantamiento de octubre de 1917 pudo ser un
movimiento de masas en el que solo unos pocos participaron". [...]
Por lo tanto, según este historiador, lejos de «simplismos» liberales o marxistas:
La Revolución de octubre de 1917 aparece como la convergencia momentánea de dos movimientos:
una toma del poder político, resultado de la cuidadosa preparación de la insurrección de un partido
radicalmente diferente, por sus prácticas, su organización y su ideología, del resto de actores de la
revolución; una gran revolución social, multiforme y autónoma [...] una inmensa revuelta campesina
en primer lugar, [...] el año 1917 [fue] un paso de una gran revolución campesina, [...] de una
profunda descomposición del ejército, integrado por unos diez millones de soldados campesinos
movilizados durante tres años en una guerra cuyo sentido no comprendían [...], un movimiento
reivindicativo obrero específico, [...] y un cuarto movimiento que abogaba por la emancipación de las
nacionalidades y pueblos alógenos [...]. Cada uno de estos movimientos tenía su propia
temporalidad, su dinámica interna, sus aspiraciones, que obviamente no podían ser reducidas a
eslóganes bolcheviques ni a la acción política del partido [...]. Durante un breve, pero decisivo
momento —a finales de 1917— la acción de los bolcheviques, activa minoría política en medio del
vacío institucional, entró en consonancia con las aspiraciones de muchos, aunque a medio y largo
plazo, los objetivos de unos y otros fueran distintos.

De acuerdo con su conclusión, en octubre de 1917, «momentáneamente, el golpe de


Estado político y la revolución social chocaron de frente, antes de divergir hacia décadas
de dictadura».49

Inicios del régimen bolchevique[editar]


Al tomar el poder en Petrogrado, Lenin y Trotski no tenían intención de construir el
socialismo solo en Rusia, subdesarrollada y atrasada. Esperaban ser la primera victoria
obrera de una serie de revoluciones en los países industrializados de Europa —la
llamada revolución mundial— que permitiría a la revolución sobrevivir. Esa fue la razón
principal por la que en la denominación del nuevo estado que se crearía en 1922, la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por primera vez en la historia de Rusia, no figuraría
el nombre de Rusia. Se basaban, en particular, en Alemania, la primera potencia industrial
del continente y hogar del movimiento obrero más fuerte y con la organización más antigua
del mundo. Trotski dijo en el 2.º Congreso de los Sóviets que aprobó la revolución: «O bien
la Revolución rusa aumentará el torbellino de la lucha en Occidente, o los capitalistas de
todos los países asfixiarán nuestra revolución».
Sin embargo, no fue hasta un año después, cuando una ola revolucionaria estalló en
Alemania (desembocando en la Revolución de Noviembre) y en Hungría (donde se
instauró la República Soviética Húngara, dirigida por Bela Kun y que perduró por 133
días). En la vecina Finlandia, la revolución fue derrotada en marzo de 1918, en el
transcurso de una Guerra Civil, donde el «terror blanco», con ayuda de Alemania, dejó
35 000 muertos. En enero de 1919 los socialdemócratas alemanes pidieron ayuda a
los Freikorps para reprimir la revolución obrera, siendo asesinados Karl Liebknecht y Rosa
Luxemburgo, dirigentes espartaquistas. Entre 1919 y 1920, otros países
como Italia experimentaron huelgas insurrectas. En otros lugares, como en Francia,
el Reino Unido o los Estados Unidos, se produjo una ola de huelgas y manifestaciones que
no desembocaron en ningún intento revolucionario.
La oleada revolucionaria, más tardía de lo previsto, terminó por retroceder, y el poder
bolchevique permanecía aislado como en sus primeros días. Los bolcheviques se
enfrentaban en solitario a los inmensos problemas de una Rusia en explosión, donde su
toma solitaria del poder no disfrutaba de una aprobación unánime.
Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre [editar]
La Primera Guerra Mundial había sangrado Rusia, y se llevó gran parte de sus
suministros. En las zonas rurales, no había posibilidad de comprar bienes de consumo por
el grano, y los agricultores ya habían dejado de suministrar a las ciudades, incluso antes
de la Revolución de Febrero. Ya el Gobierno Provisional de Kérenski había procedido a
requisar forzadamente las existencias de alimentos para garantizar el suministro de las
ciudades, donde la hambruna se había presentado. Al llegar al poder los bolcheviques,
intentaron abandonar estas prácticas impopulares, pero por el empeoramiento de la salud
y la situación económica, se vieron obligados a utilizarlas de nuevo.
La producción industrial se había visto socavada por la guerra, las huelgas y los cierres
patronales. Incluso antes de la llegada de los bolcheviques al poder, ya había caído en tres
cuartas partes.50 La situación económica, evidentemente, no mejoró tras la invasión de la
rica Ucrania por las tropas alemanas, ni tras el embargo impuesto a Rusia en 1918 por las
grandes potencias (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón), ni por el
comienzo de la Guerra Civil.
Por otra parte, Lenin y Trotski, fascinados por el dirigismo económico militarizado
establecido por el Estado Mayor de Prusia en Alemania, deseando devolver a los obreros
al trabajo siguiendo métodos similares, con el objetivo de poder tener las cosas de cara
ante una hipotética contrarrevolución.51 Sin embargo, muchos trabajadores no querían
renunciar a sus conquistas y volver a los enormes esfuerzos exigidos por el autoritarismo y
la guerra. La coerción sobre ellos se convirtió en inevitable.52
La situación se estaba deteriorando drásticamente, provocando en unos meses la práctica
desaparición de toda actividad económica en el país. En enero de 1918, la ración media
de trigo en las grandes ciudades correspondía a tres libras por mes. Las empresas
debieron cerrar, los obreros no encontraban lo suficiente para comer, bandas de
saqueadores vagaban por el campo en busca de alimentos y destacamentos de desertores
se enfrentaban al ejército.
Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto [editar]
Uno de los primeros decretos del gobierno bolchevique fue la ratificación de la abolición
efectiva de las grandes propiedades de tierras, dejando a la iniciativa de los agricultores la
repartición o socialización de la tierra. El Decreto sobre la Tierra entraba en ruptura con el
programa bolchevique, que preveía la nacionalización de la tierra.
Para algunos, se trata de una maniobra de los bolcheviques: hábilmente, repitieron durante
varios meses parte del programa del Partido Social-Revolucionario, que estos últimos
habían sido incapaces de poner en práctica. Marca también un malentendido entre los
bolcheviques y los campesinos. Los primeros pretendían aplicar un colectivismo integral,
mientras que los segundos aspiraban a la extensión y multiplicación de la pequeña
propiedad. Pero con este hecho, los campesinos solo fueron coyunturalmente seducidos
por el partido de Lenin, que se mantuvo ante todo como colectivista, urbano y obrerista.
Por el otro lado, los bolcheviques, siempre favorables a las nacionalizaciones,
reconocieron que no tenían ni la voluntad ni los medios para imponer sus preferencias a
los campesinos. Lenin afirmó:
No podemos ignorar la decisión de la base popular, a pesar de que no estamos de acuerdo con
ella... Debemos dar a las masas populares una entera libertad de acción creativa... En definitiva, la
clase campesina debe obtener la seguridad firme de que los nobles ya no existen en los campos, y
hace falta que los mismos campesinos decidan todo y organicen su existencia.

De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden
del día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía imposible en un país
tan pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas rurales, la
gran mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un
congreso campesino. A pesar de la presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a
los bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al nuevo gobierno,
consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder
había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta
que tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos, de los liberales y de la
mayor parte de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de
abastecimiento de las ciudades, que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La
necesidad de hacer pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el germen de un
grave conflicto con el campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918
destacamentos de trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la
llamada prodrazviorstka. La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia
campesina,53 produciendo a su vez un descenso significativo de la producción agrícola.
Posteriormente, los Blancos, a pesar de proclamar el libre comercio, también se vieron
obligados a recurrir a las requisas forzadas.
Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)[editar]
Artículo principal: Guerra Civil Rusa

Si la revolución fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de tomar Moscú del 28 de


octubre al 2 de noviembre se encontró con una violenta resistencia. Los bolcheviques
ocuparon el Kremlin, pero los dirigentes locales de su partido dudaron y firmaron una
tregua con la autoridad socialrevolucionaria de la ciudad antes de evacuar el edificio. Las
tropas gubernamentales aprovecharon la oportunidad de ametrallar a los trescientos
miembros de la Guardia Roja y obreros desarmados que abandonaban el edificio,
siguiendo órdenes del alcalde socialrevolucionario Vadim Rúdnev.54 Hizo falta una semana
de combates encarnizados antes de que los bolcheviques, conducidos por el joven Nikolái
Bujarin, finalmente se apoderaran del Kremlin y tomaran el control de la ciudad. Sus
opositores, socialrevolucionarios y monárquicos, dirigieron una represión sangrienta.
El 12 de noviembre, el nuevo poder hizo fracasar la tentativa de reconquista de
Petrogrado llevada a cabo por Kérenski y los cosacos del general Krasnov. Por su parte, el
Gran Cuartel general (la stavka) del Ejército ruso anunció el 31 de octubre su voluntad de
marchar sobre Petrogrado «con el objetivo de restablecer el orden». Reunido de nuevo por
los dirigentes del Partido Social-Revolucionario, Chernov y Gots, pero abandonado por sus
tropas, el Estado Mayor debió huir el 18 de noviembre.
En las semanas siguientes, miles de junkers (cadetes) y funcionarios como Kornílov,
huido, se reunieron en la República del Don. Se formó el Ejército de Voluntarios, dirigido
por el general zarista Mijaíl Alexéyev. Reprimió con sangre los levantamientos obreros
de Rostov del Don y Taganrog, el 26 de noviembre y el 2 de enero, pero fue desmembrado
por la guerrilla de la Guardia Roja llegada a modo de refuerzos desde las dos capitales. Al
conocer la derrota de los blancos, Lenin creyó que podía exclamar, a 1 de abril de 1918,
que la Guerra Civil había terminado.
Otros combates se llevaron a cabo en Kubán, donde el poder de los sóviets se trasladó
a Krasnodar. En cuanto a la sublevación de los cosacos del Ural, se saldó con un fracaso.
En el frente rumano, el ejército se dividió en destacamentos blancos, que se unieron al
ejército de los blancos de Denikin, y en regimientos rojos.
El problema de la coalición[editar]
Artículo principal: Negociaciones Vikzhel

El Sovnarkom durante el periodo de coalición entre bolcheviques y socialrevolucionarios de


izquierda. 1918.

El 2.º Congreso de los Sóviets había aprobado el nombramiento de un gobierno


compuesto exclusivamente de bolcheviques, pero para muchos activistas bolcheviques,
esta solución no era aceptable. El día después del levantamiento, casi todos los delegados
del congreso de los sóviets votaron a favor de una resolución del menchevique Yuli
Mártov, apoyada por el bolchevique Lunacharski, donde se pedía al Consejo de
Comisarios del Pueblo que se ampliara con representantes de otros partidos socialistas.
Después de acalorados debates en el seno del partido bolchevique, que lo pusieron al
borde de la escisión (varios dirigentes dimitieron para denunciar el rechazo a una coalición
expresado por Lenin, Zinóviev, Kámenev, Rýkov y Noguín). Lenin, en minoría, se vio
obligado a transigir: se negaba a continuar con las negociaciones para formar una
coalición con los socialistas, pero estaba de acuerdo en pactar con el Partido Social-
Revolucionario de Izquierda, pasando varios miembros de dicho partido a formar parte del
gobierno en diciembre de 1917.
Los primeros días de un nuevo Estado[editar]
Se comparten diversas opiniones sobre los primeros días tras el cambio de poder en
octubre de 1917:
Para algunos, fue el comienzo de una dictadura. Máximo Gorki escribió el 7 de
diciembre de 1917: «Los bolcheviques se han colocado en el Congreso de los Sóviets
tomando el poder por sí mismos, no por los sóviets. [...] Esto es una república oligárquica,
la república de algunos comisarios del pueblo».55
La mañana después del 7 de noviembre, se prohibieron siete periódicos en la capital.56 Se
trata, según Victor Serge, de siete periódicos que defendían abiertamente la resistencia
armada contra el «golpe de fuerza de los agentes del Kaiser.» Los socialistas conservaron
su prensa. Según Victor Serge, la prensa legal menchevique desapareció en 1919, la de
los anarquistas hostiles al régimen en 1921 y la de los socialrevolucionarios de izquierda
en julio de 1918 a raíz de su rebelión contra los bolcheviques.
Pero los bolcheviques se habían pronunciado, antes de asumir el poder, a favor de la
libertad de prensa, incluido Lenin,57 y este giro no fue aceptado por muchos
bolcheviques.58 Marc Ferro considera que «contrariamente a la leyenda, la abolición de la
prensa burguesa y de las publicaciones socialrevolucionarias no viene ni de Lenin ni de las
altas esferas del partido bolchevique», sino que «es el público en forma de insurgencia
popular».59
De modo que prácticamente la totalidad de los funcionarios de Petrogrado se declararon
en huelga para protestar contra el golpe de Estado, pasando las listas públicas a denunciar
a aquellos que se niegan a servir al nuevo poder. El 10 de diciembre, los líderes del KD,
que se habían puesto al frente de la resistencia armada al gobierno bolchevique, fueron
declarados en estado de arresto.60
Otros creen que la clemencia fue lo que caracterizó a los primeros días del régimen
soviético.61 Los ministros del Gobierno provisional fueron detenidos y liberados
rápidamente. La mayor parte había participado en la Guerra Civil en el bando Blanco. El
general Piotr Krasnov, que se había levantado a raíz de la Revolución de Octubre, fue
puesto en libertad junto con otros oficiales, tomó las armas contra el régimen soviético en
contra de su palabra y pasó a liderar el Ejército Blanco en los meses posteriores.
Para Nicolas Werth, el nuevo poder llevó a cabo una reconstrucción autoritaria del Estado
en detrimento de los órganos de poder que surgen espontáneamente en la sociedad civil:
los comités de fábrica, las cooperativas que reemplazaban a los sindicatos o sóviets,
meros instrumentos vacíos pero ya infiltrados en el sistema y subordinados a él. «En un
par de semanas (finales de octubre de 1917-enero de 1918), "el poder desde abajo", "el
poder de los Sóviets", que se había desarrollado de febrero a octubre de 1917 [...] se
convierte en un gran poder, a raíz de los procedimientos burocráticos o autoritarios. El
poder de la sociedad al Estado, y del Estado al partido bolchevique».62
La paz de Brest-Litovsk[editar]
Artículos principales: Tratado de Brest-Litovsk y Tratado de Brest-Litovsk (Ucrania).
Cambios territoriales tras el tratado de Brest-Litovsk.

Al tomar el poder en Rusia, los bolcheviques tenían la esperanza de que se produjera un


levantamiento revolucionario en Europa. Este no se produjo, y la paz prometida en octubre
pasó a ser una necesidad absoluta para satisfacer las demandas del ejército y de los
campesinos. Se trataba al mismo tiempo de firmar la paz, de negociar la política
expansionista territorial de los Gobiernos burgueses, pero sin que pareciera que se
claudicaba ante los Imperios centrales.
Se firmó un armisticio el 15 de diciembre y los debates sobre la paz comenzaron el 22 de
diciembre, siendo comandada la delegación rusa por Trotski, que hizo publicar todos los
tratados secretos y acuerdos sobre cambios territoriales alcanzados previamente entre
ambas potencias. Las exigencias alemanas fueron enormes: Polonia, Lituania y Bielorrusia
debían pasar a estar bajo ocupación alemana. Se inició así un acalorado debate en el
seno del partido bolchevique, donde se confrontaban tres posiciones. Unos, como Bujarin,
defendían la necesidad de una guerra revolucionaria, Lenin opinaba que había que dar el
brazo a torcer, y Trotski, que venció en la votación con nueve votos a favor por siete en
contra, propuso rechazar la firma de una paz que conllevara cambios territoriales pero que
sí que había que declarar el fin de la guerra.
Como respuesta, el ejército alemán lanzó una ofensiva el 17 de enero, avanzando
rápidamente en Ucrania. La posición de Lenin, favorable a la firma inmediata de la paz, fue
ganando adeptos dentro del partido, pero los alemanes endurecieron las condiciones del
tratado de paz.
El 9 de febrero de 1918, la República Popular Ucraniana firmaba el Tratado de Brest-
Litovsk entre los Imperios Centrales y Ucrania por el que los Imperios
Centrales reconocían la soberanía de Ucrania. El 3 de marzo de 1918, los bolcheviques
firmaron el Tratado de Brest-Litovsk, por el cual Rusia perdía el 26 % de su población, el
27 % de su superficie cultivada y el 75 % de su producción de acero y de hierro. La
situación económica de la joven república soviética, ya agravada por una guerra mortuoria
que había durado cuatro años, se presentaba desesperante.
La creación de la Checa[editar]
Emblemas de la Checa: la espada y el escudo.

El 20 de diciembre de 1917, se fundó la «Comisión extraordinaria de lucha contra el


sabotaje y la contrarrevolución» (en ruso: VChK o Vecheká), comúnmente conocida
como Checa. Sus acciones no tenían ninguna base legal ni judicial (el decreto fundacional
no se hizo público hasta después de la muerte de Lenin) y había sido concebida como un
instrumento provisional de represión independiente de la justicia. Era dirigida por un comité
de cinco miembros (tres bolcheviques y dos socialrevolucionarios) presidido por Féliks
Dzerzhinski. Entre los «saboteadores» y enemigos previstos por el decreto figuraban el
KD, los socialrevolucionarios de derecha, periodistas, huelguistas... De repente, la Checa
multiplicó los llamamientos a la delación y a la constitución de Checas locales. Fundada
con 100 funcionarios (entre los que estaban Menzhinski y Yagoda), ya contaba con 12 000
en julio de 1918. Al llegar a Moscú, se instaló en Lubyanka, el 10 de marzo de 1918, con
600 miembros. En julio ya contaba con 2000. A partir de esta fecha, los efectivos policiales
de los bolcheviques fueron superiores a los de la Ojrana de los tiempos de Nicolás II.
Según Pierre Broué, la Checa no comenzó verdaderamente a funcionar hasta marzo,
momento en el que se produjo la ofensiva alemana, y la represión se desplegó en toda su
magnitud en verano de 1918, tras la insurrección de los socialrevolucionarios de
izquierda de Moscú y una serie de atentados contra los dirigentes bolcheviques, entre los
que se encontraban Moiséi Uritski, asesinado el 30 de agosto, y el propio Lenin,
gravemente herido por Fanya Kaplan, ejecutada sumariamente poco después. Los
dirigentes bolcheviques, asegurando inspirarse en el ejemplo jacobino de la Revolución
francesa, decretaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». En los seis primeros
meses de 1918, hubo veintidós ejecuciones realizadas por la Checa. En los seis últimos, la
cifra aumentó hasta 6000.
Victor Serge estima que la creación de la Checa, con sus procedimientos secretos, fue el
peor error del poder bolchevique. Señala, sin embargo, que la joven república vivía bajo un
«peligro mortal» y que el terror blanco precedió al rojo. Precisa que Dzerzhinski temía los
excesos de las Checa locales y que muchos chequistas fueron fusilados por ello.
Isaac Steinberg, comisario del pueblo de Justicia y miembro del Partido Social-
Revolucionario de Izquierda, relata en sus memorias que mientras intentaba frenar las
acciones ilegales de la Checa a principios de 1918, exclamó delante de Lenin: «¿Para qué
un Comisariado de Justicia? Llamémoslo Comisariado del exterminio social, la causa será
entendida.» A lo que este respondió: «Excelente idea, tal y como yo veo la cosa.
Desgraciadamente, no podemos llamarla así.»63
La disolución de la Asamblea Constituyente[editar]
Reclamada por todos los programas de los partidos revolucionarios desde el siglo XIX,
la Asamblea Constituyente Rusa fue elegida en noviembre de 1917. Aunque obtuvieron un
25 % de los votos y un gran éxito en las grandes urbes, los bolcheviques resultaron una
fuerza minoritaria, con 175 de los 707 diputados de la asamblea. Los campesinos
prefirieron votar a los socialistas-revolucionarios. Según palabras de Jacques Baynac,64 los
resultados de las elecciones indicaron que el país no quería de forma mayoritaria un
Gobierno afín a la Revolución de Febrero ni uno de la Revolución de Octubre. Sin
embargo, no hubo revolución alguna en enero o julio de 1918. La represión y la Guerra
Civil contribuyeron a ello.
Víktor Chernov, socialrevolucionario, resultó elegido presidente de la asamblea, con un
total de 246 votos frente a los 151 de Mariya Spiridónova, socialrevolucionaria de
izquierdaapoyada por los bolcheviques. La disolución de la Asamblea Constituyente por la
Guardia Roja se produjo inmediatamente después de su primera reunión, el 19 de enero
de 1918. Aunque la mayoría de la población permaneció indiferente ante este golpe de
fuerza, veinte manifestantes que protestaron contra la disolución de la asamblea resultaron
muertos: Máximo Gorki, que acudió a su funeral, los calificó como mártires de una
experiencia democrática de apenas unas horas que se llevaba esperando durante cientos
de años.
El marxista Charles Rappoport comentó: «Lenin actuó como un zar. Al disolver la
Asamblea Constituyente, Lenin creó un horrible vacío a su alrededor, que provoca una
terrible guerra civil sin fin y prepara un futuro terrible».65 También escribió: «La Guardia
Roja de Lenin y Trotski han fusilado a Karl Marx».66
Según Martin Malia: «La disolución de la Asamblea Constituyente es considerada a
menudo como el crimen supremo de los bolcheviques contra la democracia, exactamente
igual que el golpe de fuerza de octubre, algo que es absolutamente cierto. Pero lo que no
se destaca a menudo es que esta asamblea apenas habría estado capacitada para
gobernar frente a los desórdenes de la época. Trotski exageraba cuando afirmaba que la
asamblea no era más que un fantasma del Gobierno Provisional: estaba dominada por los
mismos partidos que habían sido incapaces de controlar la situación en febrero de 1917, y
como tal, fue privada de cualquier apoyo militar o administrativo.»67
La entrada en vereda de los competidores revolucionarios [editar]
A partir del 9 de enero de 1918, se comenzó a plantear el traslado de la capitalidad y del
gobierno a Moscú, mientras que las negociaciones de paz con los alemanes se
encontraban en desarrollo en Brest-Litovsk. El traslado del Gobierno, efectivo en marzo, se
debió a la posibilidad de que los barrios obreros de Petrogrado, sufridores de hambre y
exasperados, se levantaran de nuevo, pero esta vez contra el poder surgido en la
Revolución de Octubre. Las ofensivas alemanas y blancas no influyeron en esta decisión.
Igualmente, los bolcheviques buscaban demostrar a sus opositores que su poder podía
sobrevivir lejos de su Petrogrado de origen.
El 27 de marzo de 1918, la Checa comenzó a ocuparse de los delitos de prensa,
recrudeciendo considerablemente la censura sufrida por la prensa no bolchevique.
El 11 y el 12 de abril, una ola de represión antianarquista sacudió Moscú: 1000 hombres
de las tropas especiales atacaron su sede, arrestando a 520 personas y ejecutando
sumariamente a otras 25. A partir de este episodio, los anarquistas comenzaron a ser
calificados oficialmente de «bandidos». Dzerzhinski advirtió que aquella operación no era
más que un comienzo.
La recuperación del Partido Social-Revolucionario de Izquierda y de los anarquistas
inquietaba al poder: en aquellos lugares donde todavía se celebraban elecciones locales
libres, estos obtenían más de la mitad de los votos. Como reacción, entre mayo y junio de
1918, 205 periódicos socialistas se cerraron y la Checa disolvió por la fuerza decenas de
sóviets socialrevolucionarios o mencheviques, los cuales habían sido elegidos legalmente.
El 14 de junio de 1918, los mencheviques y los socialrevolucionarios de izquierda fueron
expulsados del comité panruso de los sóviets, pasando a estar formado este solamente
por bolcheviques. El 16 de julio, el periódico de Máximo Gorki, La Nueva Vida, fue
prohibido por la policía política.
En las ciudades, la situación alimentaria continuaba siendo explosiva. Los bolcheviques no
pudieron más que retomar las retenciones obligatorias efectuadas por destacamentos
armados de ciudadanos, algo que provocó que los campesinos se levantaran contra el
poder urbano, al mismo tiempo que se alejaban del partido aquellos a quienes el Decreto
de la Tierra había acercado a las posiciones bolcheviques. Cientocincuenta revueltas
campesinas fueron reprimidas en toda Rusia en julio de 1918 y en decenas de ciudades la
Checa y algunos miembros de la Guardia Roja cargaron las marchas del hambre, fusilando
a los huelguistas y disolviendo las reuniones populares.
El cierre patronal de las fábricas nacionales se convirtió en un nuevo medio de represión
de las huelgas. El 20 de junio de 1918, como medida de represalia por el asesinato del
responsable bolchevique Vladímir Volodarski, ochocientos líderes obreros fueron
arrestados en Petrogrado en apenas dos días y su sóviet disuelto. El 2 de julio, los obreros
respondieron con una huelga general, pero fue en vano.
Rechazando estos actos, así como el Tratado de Brest-Litovsk, que interpretaban como
una capitulación ante el imperialismo alemán, los revolucionarios de izquierda rompieron a
su vez con el Gobierno bolchevique en marzo de 1918. El 6 de julio de 1918, trataron de
revivir la guerra contra Alemania asesinando al embajador del Reich, el conde Wilhelm von
Mirbach-Harff. Ese mismo día intentaron asaltar la sede de la Checa en Moscú.
El crecimiento generalizado de los riesgos[editar]
Para enero de 1918, el experimento revolucionario ya había conseguido sobrevivir más
que la Comuna de París de 1871. En los meses siguientes, los peligros se acumularon y la
Rusia soviética se encontraba cercada por todas partes, al tiempo que sus convulsiones
internas sociales y políticas se agravaban.
Después del tratado de Brest-Litovsk, los países de la Triple Entente decretaron
el embargo a Rusia y desembarcaron tropas para impedir una victoria alemana total en el
este. Los japoneses y posteriormente los estadounidenses intervinieron así
en Vladivostok a principios de abril de 1918, mientras que los británicos lo hacían
en Múrmansk y Arjángelsk. En el mismo momento, los turcos penetraron en el Cáucaso y
amenazaron Bakú, al tiempo que, a pesar del tratado de Brest-Litovsk, los alemanes
intentaron aprovechar su ventaja: colaboraron con el aplastamiento de la revolución en
Finlandia (guerra civil finlandesa), y retomaron durante el verano las operaciones militares
en los países bálticos y en Ucrania, que someten y confían a un gobierno
monárquico títere y represivo. La secesión en mayo de las Repúblicas del Cáucaso
(Georgia, Armenia y Azerbaiyán) acentuó la confusión (véase República Democrática
Federal de Transcaucasia).
Paralelamente, en abril y mayo, la Legión Checoslovaca formada por antiguos presos y
desertores del Ejército austrohúngaro, niega su disolución, y se rebela contra los
bolcheviques. Dueños de la zona de los montes Urales y del Transiberiano, así como de
todo el oro del banco imperial de Rusia, tomado en Kazán, los checoslovacos apoyaban a
los socialrevolucionarios del comité de los ex constituyentes que formaron el 8 de junio un
contragobierno en Samara.
Simultáneamente, los ejércitos blancos se levantaron en mayo por todo el país, en
particular en la zona del río Don, en torno a los cosacos de Krasnov, aliado del
general Denikin, y en Siberia alrededor del almirante Kolchak, quien instaló una autoridad
zarista en Omsk. En todos los territorios que controlaban, el terror blanco cayó de golpe
sobre las poblaciones campesinas insumisas, los judíos, los liberales, y los elementos
revolucionarios más diversos. Trotski obtuvo contra estos ejércitos las primeras victorias
importantes del joven Ejército Rojo: en julio en Tsaritsyn y a comienzos de agosto
en Kazán.
El poder bolchevique se vio enfrentado al mismo tiempo a las rebeliones campesinas y
obreras y a la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda en Moscú el 6 de julio.
Estos reaparecían con terrorismo revolucionario: después del bolchevique Vladímir
Volodarski el 20 de junio y el embajador Wilhelm von Mirbach-Harff el 6 de julio, fue el
general Hermann von Eichhorn, comandante en jefe alemán en Ucrania, quien murió en
una de sus acciones el 30 de julio en Kiev. Posteriormente, el 30 de agosto, mientras que
el jefe de la Checa de Petrogrado, Moiséi Uritski, era asesinado, en Moscú, Fanni
Kaplán disparó a Lenin, hiriéndolo; fue ejecutada sumariamente tres días después. El 3 y 5
de septiembre, exasperada, la Checa puso en marcha el «terror rojo». Millares de presos y
de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia. Comenzaba así la guerra
civil entre los bolcheviques y el resto de fuerzas.

De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)[editar]


Artículo principal: Guerra Civil Rusa

Desarrollo de la guerra civil rusa. Territorios bajo control bolchevique en 1918; países que obtuvieron
su independencia durante el conflicto; máximo avance de las fuerzas blancas

La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los «ejércitos
blancos» monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su violencia extrema no se
debió tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el «terror rojo». Se trató de una guerra
de los campesinos contra las ciudades y contra toda autoridad exterior al pueblo y al
campo. Así fue como el «Ejército Verde», constituido por campesinos que rechazaban los
reclutamientos forzados y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los jóvenes
campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de desembarazarse
de la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes más determinantes de la
revolución en el campo),68 la acción de las minorías nacionales que procuraban
emanciparse de la vieja tutela rusa, la intervención de ejércitos extranjeros (como la de la
nueva Segunda República Polaca en la guerra polaco-soviética), o incluso las tentativas de
los revolucionarios antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores
socialrevolucionarios, del comité de los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los
anarquistas en un tiempo dueños de Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se
hallaron en situación de prevalecer. Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los
bolcheviques impusieron su hegemonía sobre la revolución, como los Blancos sobre la
oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y
de la sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria bolchevique significó, en
una Rusia arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la autoridad de
un partido único sin rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se
forjó un nuevo Estado policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del
terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que
habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de una sociedad civil,
en lo sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.
El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco[editar]
El 23 de febrero de 1918, Trotski fundó el Ejército Rojo. Organizador enérgico y
competente, buen orador, atravesó el país a bordo de su tren blindado y voló de un frente
al otro para restablecer por todas partes la situación militar, galvanizar las energías y
desplegar un esfuerzo enorme de propaganda destinada a los soldados y las masas.
Restableció el servicio militar y aplicó una disciplina de hierro hacia los enemigos y los
desertores.
A pesar de las reacciones negativas de numerosos viejos bolcheviques, Trotski no vaciló
tampoco en reciclar por millares a los antiguos oficiales zaristas. Catorce mil de ellos (el
30 % del total) aceptaron servir al nuevo poder a veces por fuerza (su familia respondería
por su lealtad, en virtud de la «ley de rehenes»), pero también en nombre de la continuidad
del Estado y de la salvación de un país amenazado por la anarquía y el
desmembramiento. Estaban flanqueados por comisarios políticos bolcheviques que
vigilaban su acción.
El Ejército Rojo controlaba solamente un territorio del tamaño del antiguo Principado de
Moscú cercado de todas partes, pero contaba con la ventaja de su superior disciplina y
organización, de su posición central, de formar un bloque cohesionado, de disponer de
ambas capitales —Moscú y Petrogrado— y de las mejores carreteras y vías de ferrocarril.
Los Blancos de Kolchak, Yudénich, Denikin o Wrangel se encontraban divididos e
incapaces de coordinar sus ofensivas. Principalmente, no tenían nada que ofrecer a la
población salvo la vuelta a un antiguo régimen unánimemente detestado, la restitución de
las tierras a los antiguos propietarios, la negativa a toda concesión a las minorías
nacionales y los pogromos antisemitas responsables de cerca de 150 000 muertos.69 Las
masas finalmente dejaron ganar a los bolcheviques, aunque los golpes violentos tampoco
faltaron entre ellas y estos últimos.
Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde[editar]
Artículo principal: Rebelión de Tambov

Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas
campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por campesinos que rechazaban
el reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las tierras a
los antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial
del Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de tres millones de desertores de los
cinco millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios consiguieron
escapar de las búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército,
reuniéndose con frecuencia los combatientes verdes en los bosques.70 Los Blancos
generalmente fusilaban a los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia
solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas
como la conducida por el socialrevolucionario Antonov en Tambov a mediados de 1921, la
destrucción de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como
en Siberia oriental, donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de
la NEP (marzo de 1921), aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.
Minorías nacionales contra los rusos[editar]
Los dirigentes de la República montañesa fundada durante la Guerra Civil. Rusia se descomponía
en decenas de gobiernos más o menos efímeros, mientras que innumerables campesinos volvían a
la autarquía.

Desde finales de 1917, animadas por el «decreto de las nacionalidades», que preveía la
posibilidad de separarse de Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia.
En Ucrania, la Rada (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y
nacionalista Symon Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú
tras la Revolución de Octubre. En las elecciones para elegir una asamblea constituyente,
los mencheviques obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando la
independencia y constituyendo un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por
Moscú, en 1920: la República Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el
contrario, Letonia votó en un 72 % por los bolcheviques. Los letones tenían una numerosa
presencia en la Guardia Roja, el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países
bálticos ya se habían independizado en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.71
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran
abusivamente relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los Ejércitos
Blancos o el Ejército Petlyura realizaron pogromos antisemitas sistemáticos y a gran
escala, de una violencia mortífera y sin precedente, para entonces, en la historia europea.
El número de muertos asciende a cerca de 150 000, a los que se deben añadir numerosas
violaciones, robos y vandalismos. En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y
el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los ejércitos
nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su parte, el Ejército
Rojo invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y reforzó la influencia
ruso-soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos, la República Popular de Mongolia,
satélite de la URSS, se fundó en 1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del
antibolchevismo, fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los anarquistas
del ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia
inédita majnovista. Este movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un
ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la vez a fuerzas austro-
alemanes, a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional
Ucraniana dirigida por Petlyura y al Ejército Rojo.
Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética[editar]
Artículos principales: Guerra Polaco-Soviética e Intervención aliada en la Guerra Civil Rusa.

Afectados por el Tratado de Brest-Litovsk, ejércitos occidentales y japoneses intervinieron


primeramente para impedir la desaparición total del frente oriental (mediados de 1918).
Tras la derrota de Alemania, su intervención tomó un carácter más hostil hacia la
revolución y el régimen bolchevique, apoyando y dotando de armamento a los Blancos por
miedo al contagio bolchevique. De 1918 a 1920, la Rusia roja se vio sometida a un drástico
embargo por parte de las potencias capitalistas. Sin embargo, las derrotas de los Blancos
y la simpatía de las clases populares de su país con respecto a la Revolución rusa
obligaron a las grandes potencias a abandonar. Así, el motín de la flota francesa
estacionada en el mar Negro, orquestado por André Marty y Charles Tillon, contribuyó en
marzo de 1919 a que el Gobierno francés renunciara a proseguir la lucha. Para el
historiador Orlando Figes, «las promesas de ayuda aliada eran simplemente palabras en el
aire. El compromiso de las potencias occidentales jamás proporcionó gran cosa desde un
punto de vista material y sufrió siempre de una falta de intención muy clara».72
En 1920, la joven Segunda República Polaca invadió Rusia para establecer sus fronteras
más allá de la línea Curzon. El contraataque victorioso del Ejército Rojo llenó de esperanza
a los bolcheviques: la toma de Varsovia abriría el camino de Berlín y permitiría exportar la
revolución por las armas. Pero el 15 de agosto de 1920, el «Milagro del Vístula» permitió al
general Piłsudski repeler la invasión. Percibiendo al Ejército Rojo como un ejército
eminentemente ruso y no revolucionario, los obreros polacos apoyaron decididamente a
Piłsudski.
Terror Blanco contra Terror Rojo[editar]
Artículos principales: Terror Rojo y Terror Blanco.

La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia
social y política, agravada por el «brutalización» de la sociedad durante la Primera Guerra
Mundial.73 A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria, hasta entonces muy
poco violenta, se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número
de terratenientes y el saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir
de válvula de escape para muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los
miedos de las antiguas élites privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta.
Practicantes del terrorismo individual desde el siglo XIX, los revolucionarios como los
miembros del Partido Social-Revolucionario no hicieron más que reutilizar las mismas
armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos
rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban preparados para la violencia
radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando
sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios
moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos, abatidos
ante la menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes
inmuebles y no vacilaron en quemar o destruir pueblos enteros, siendo sometidos los
campesinos a castigos corporales humillantes. Sus tropas a menudo se desacreditaban
desde su llegada a fuerza de violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes
multiplicaban los actos de arbitrariedad y mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino.74
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó
un desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso público de Nicolás II,
Lenin y una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de la familia
imperial. Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18
de julio de 1918 en Ekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes
e internamientos en campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si
los campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no
al Gulag estalinista se mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas
perecieron a causa del Terror Rojo.75 Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios,
liberales o demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles, así como
Blancos y nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a
muchos cuyos orígenes sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en
sospechosos. En 1922, el Estado soviético organizó el procesamiento de los líderes social-
revolucionarios encarcelados; varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y
otros deportados. El 19 de febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova,
arrestada tras la insurrección social-revolucionaria de izquierda en julio de 1918, fue
condenada por «locura» e internada de diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un
centro psiquiátrico. No obstante, con posterioridad escribió que «durante la época
soviética, las cimas del poder, los viejos bolcheviques, Lenin incluido, cuidaron de mí y,
aislándome del desarrollo de la lucha, siempre de modo muy vigoroso, tomaron al mismo
tiempo medidas para que jamás se me humillara.»76
La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción
(hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones
sumarias),77 sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el
fin de erradicar no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas. Se
calcula que entre 1917 y 1918 fueron asesinados 20 mil sacerdotes.78
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión:
internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de rehenes (el primer
decreto referente a rehenes fue promulgado por el general Niessel, comandante de la
misión militar francesa en Rusia)79 y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven
Estado de los Sóviets y sus adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y
métodos que habían sido elaborados durante la Gran Guerra».80 Nikolái Melkínov, uno de
los principales miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la
administración blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente
soviética».81
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como
uno de los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el
historiador británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de
reunión, así como la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las
condiciones de una guerra civil y las prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de
bolcheviques. Iván Maiski, el ministro menchevique de trabajo, contó un total de 4000
detenidos políticos. Las dumas y los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los
sóviets, como órganos de clase, excluidos de la vida política».82
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones
dictatoriales allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así
en Crimea mantuvieron un régimen constitucional y parlamentario que preservaba las
libertades y hasta esbozaba una tímida reforma agraria.83
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o
peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más
a la población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes hechos prisioneros,
pero eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles,
burgueses, kuláks o popes, mientras tribunales populares surgidos espontáneamente se
encargaban también de juzgar y castigar a los implicados en las matanzas del Terror
Blanco.84
Violencia alimentada desde abajo y desde arriba[editar]
Según Sabine Dullin, «los organismos de represión creados por los bolcheviques dejaban
un gran margen de acción a la iniciativa popular».85 Las Checas locales se mostraban con
frecuencia más radicales que la central. Marc Ferro insiste en el hecho de que el pequeño
partido bolchevique no contaba con los medios para suscitar la violencia generalizada que
experimentó Rusia durante la guerra civil y que los leninistas a menudo reivindicaron y
asumieron la violencia popular espontánea para dar la impresión de que ellos controlaban
la situación, así como para canalizarla e instrumentalizarla para su provecho.86
Lo mismo realizaban sus enemigos, así el muy controvertido jefe nacionalista
ucraniano Symon Petlyura pareció verse desbordado por el antisemitismo visceral de sus
tropas: habría permitido los pogromos, pese a haber intentado frenarles, pero no los
ordenó (su papel exacto sigue siendo muy debatido).
En cuanto al Terror Blanco, los roles de la ideología, la violencia espontánea y la
orquestada «desde arriba» por las autoridades siguen siendo muy discutidos. Así,
según Nicolas Werth, «el Terror Blanco no fue nunca organizado sistemáticamente. Fue,
casi siempre, fruto de acciones de destacamentos descontrolados que escapaban de la
autoridad de un comandante militar que trataba, sin éxito, de llevar a cabo el gobierno. [...]
En la mayoría de las ocasiones estamos ante una represión policial del nivel de un servicio
de contraespionaje militar».87 Otros historiadores consideran, por el contrario, que la
ideología (especialmente la asimilación del comunismo a los judíos y el fantasma de un
complot «judeobolchevique») tuvo un papel importante en el proceso del terror dirigido
desde arriba.88 Según el historiador estadounidense Peter Holquist: «si bien es cierto que
los movimientos antisoviéticos sintieron menos la necesidad de justificar sus acciones, es
completamente claro que sus actos violentos, lejos de ser arbitrarios o fortuitos, fueron por
el contrario calculados. [...] Los prisioneros de guerra eran escogidos por los jefes blancos,
que ponían de lado a aquellos a los que consideraban como indeseables e irrecuperables
(los judíos, los bálticos, los chinos y los comunistas) y los mandaban ejecutar todos
juntos».89
Posiblemente los generales blancos se vieron más desbordados aún que los bolcheviques
por la violencia de sus partidarios sobre territorios vastos donde su autoridad era limitada.
El general Piotr Wrangel describe en sus memorias la anarquía que reinaba sobre el
inmenso territorio controlado por Antón Denikin cuando se puso al frente en marzo de
1920: «el país era dirigido por toda una serie de pequeños sátrapas, comenzando por los
gobernadores para acabar por cualquier suboficial del ejército [...] la indisciplina de las
tropas, el desenfreno y la arbitrariedad que reinaba no eran un secreto para nadie [...] El
ejército, mal abastecido, se alimentaba exclusivamente de la población, gravada con una
carga insoportable».90
Sin embargo, es incontestable que las altas autoridades blancas recurrieron también al
terror. La «conferencia especial» presidida por Denikin tomó en marzo de 1919 la decisión
de condenar a muerte a «toda persona que haya colaborado con el poder del Consejo de
Comisarios del Pueblo». El servicio de propaganda del gobierno de Denikin hizo correr
numerosos rumores durante la guerra sobre la existencia de complots judíos.91 El
general Roman Ungern von Sternberg, apodado «el barón sanguinario», fue sin duda
aquel que fue más lejos en sus acciones. En su famosa «orden n.º 1592», dirigida a sus
ejércitos en marzo de 1921, ordena en su artículo 9 «exterminar a los comisarios, a los
comunistas y a los judíos con sus familias».92
A su vez, numerosos jefes de guerra y los aventureros sacaron provecho del hundimiento
de la autoridad en Rusia para realizar pillajes, masacres y autoproclamarse dirigentes de
territorios más o menos vastos. Otros se alistaron a los ejércitos regulares por
oportunismo. El atamán Nikífor Grigóriev constituyó así una milicia formada por soldados,
desplazados y mercenarios que se puso sucesivamente al servicio de Symon Petlyura, del
Ejército rojo y de los Blancos, sin renunciar en ningún momento a las matanzas y a los
pillajes. Grigóriev acabó siendo asesinado por Néstor Majnó y sus seguidores, con los que
se había aliado brevemente.
Tras la derrota de los blancos, los levantamientos campesinos antibolcheviques
experimentaron su apogeo. Numerosos segadores fueron asesinados, y los bolcheviques y
sus seguidores hostigados, cuando no torturados.93 La respuesta del Ejército Rojo fue
despiadada, con centenares de pueblos íntegramente deportados, miles de insurgentes
fusilados, mujeres e hijos de partisanos secuestrados o asesinados y el uso de armamento
químico por parte de Mijaíl Tujachevski para sofocar la Rebelión de Tambov.94
Tras la victoria final bolchevique, el terror represivo se redujo, pero el aparato policial se
mantuvo intacto.
Victoria y crisis del «comunismo de guerra»[editar]
Artículos principales: Comunismo de guerra y Hambruna rusa de 1921.

La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los
enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica totalidad de los
comercios, la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases acomodadas
fueron colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos.
Mientras la moneda se hundía y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie,
el régimen instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del agua, de la
electricidad y de los servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos
bolcheviques llegaron a soñar con abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su
uso. El «comunismo de guerra» (término creado a posteriori, aparecido tras el final de la
guerra civil) que había surgido por las difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para
guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para
hacerlo, no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer
prácticas deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre patronal, la
retirada de las cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de
huelgas. Centenares de huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados,
bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas
absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una
vasta controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo,
destacamentos armados procedieron violentamente a realizar requisiciones forzadas de
cereales para abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a
la población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las
masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores vanguardistas al
servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que
contribuyeron a la adhesión colectiva a los bolcheviques.95
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al
hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de vida. La economía era
una ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y
el trueque florecieron.96 La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los
soldados y los burócratas suscitó protestas populares. Las ciudades perdieron población,
con multitud de obreros y ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y
Petrogrado perdieron de esta forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera
se descomponía: menos de un millón de activos en 1921, frente a los tres millones de
1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de
millones de campesinos rusos.
La Rebelión de Kronstadt y la NEP[editar]
Artículos principales: Rebelión de Kronstadt y Nueva Política Económica.

Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la
violencia y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros huelguistas, los
marinos de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de los
sóviets, elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la
práctica la insurrección consistió en la disolución del sóviet de Kronstadt y el
nombramiento de un «comité revolucionario provisional» en su lugar.97 Su levantamiento
fue repelido por Trotski y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas
grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de «pacificación»
contra los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez que
ocurría la insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del
Partido por la instauración del «centralismo democrático».
Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la
economía, Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de
mercado: se adoptó la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta
liberalización económica permitió enderezar la economía.

Consecuencias[editar]
Consecuencias culturales[editar]
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer[editar]
Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres sexuales. La
crítica marxista a la familia burguesa ya había conducido a los bolcheviques a modificar la
legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y la interrupción voluntaria del
embarazo.98 En 1922, la homosexualidad se vio despenalizada.99 A lo largo de la década
de 1920, el deseo de acceder a una sexualidad más libre puso en marcha un movimiento
social calificado por Wilhelm Reich de «revolución sexual». Impuesto por las bases, no
tuvo tantos apoyos por parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue
perdiendo importancia.100
Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso de Aleksandra
Kolontái, tomó medidas importantes para mejorar el estatus social de la mujer. Además de
las legislaciones en materia de costumbres, una serie de decretos comenzaron a
reconocer desde finales de 1917 el derecho de las mujeres a la jornada de 8 horas, el de
negociar el importe de los salarios, la preservación del empleo en caso de embarazo,
posibilidad de asegurar cuidados a sus hijos durante las horas de trabajo, así como
derechos políticos idénticos a los hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto
desde una perspectiva emancipadora (el régimen declaró que «encadenada al hogar, la
mujer no podía ser igual al hombre») como para paliar el déficit de mano de obra
provocado por la guerra y las hambrunas.101
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la
cultura[editar]
Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de miles de
huérfanos, se procedió a crear comunidades educativas con niños de todas las edades a
cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu socialista. En la misma época,
se abolieron los grados en el ejército y las reglas académicas en el arte. La gramática y la
ortografía se simplificaron y la lucha ideológica contra los prejuicios y las convicciones de
origen religioso alcanzaron su apogeo.
El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción pública.
Bajo la dirección de Anatoli Lunacharski, el comisariado del pueblo para la instrucción
publicó un decreto declarando la apertura de un «frente contra el analfabetismo» el 10 de
diciembre de 1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt, el socialista André Morizet, en un
resumen de su viaje a la Unión Soviética afirmó: «podemos pensar lo que queramos de los
jefes del bolchevismo. Podemos criticar sus métodos, condenar sus actos en general o en
detalle [...]. Pero hay un punto en el que me parece imposible que no aprobemos
unánimemente sus esfuerzos, que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos:
en materia de instrucción pública».102
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad, gratuidad y
obligación de la educación. El número de escuelas pasó de 38387 en 1917, a 52274 en
1918 y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación pasó de 195 millones de
rublos en 1916 a 2914 millones en 1918.103 Se crearon alfabetos nacionales para las
nacionalidades sin escritura, al tiempo que se creaban comisiones de instructores.104 Debe
considerarse además que este incremento presupuestario se produjo en un contexto de
posguerra y de escaso desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión
Soviética, lo que derivaba en carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que
explica la mediocridad de la instrucción en los primeros años del régimen.
La Revolución y el arte[editar]
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte.105 Desde
finales del siglo XIX, Rusia se abrió a las nuevas corrientes artísticas que se desarrollaban
en Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid Pasternak y Constantin
Kousnetzoff), el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia Goncharova) y
el cubismo (con Vladímir Burliuk). Otras corrientes emergieron en Rusia, como
el supremacismo, que proclamaba la supremacía de la forma pura en la pintura. En la
poesía, Nikolai Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El estreno de la
ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir Jlébnikov se produjo el
3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.
Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras abiertamente
hostiles hacia el régimen, el nuevo poder no dio sin embargo directivas en materia de arte;
Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el Partido deba ser líder»106 y animó el
florecimiento de las corrientes de vanguardia. Según el historiador del arte Jean-Michel
Palmier, «hay pocos países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la
literatura o a la pintura como la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que
el hambre reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -
interior y exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para
desarrollar el arte —y ni siquiera como instrumento de propaganda—.107
Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique
puso en marcha una serie de medidas destinadas a asegurar la preservación, el inventario
y la nacionalización del patrimonio cultural nacional.108 La colección privada del
comerciante y mecenas Serguéi Shchukin fue requisada para abrir el «primer museo del
arte occidental». Vasili Kandinski fue nombrado director del Museo de la Cultura Artística,
creado en 1919, y abrió una veintena de museos fuera de la capital. Aquí todavía, las
penurias limitaban las ambiciones del régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción,
la inmensa mayoría de los proyectos innovadores de arquitectura no pudieron
efectuarse.109
El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y de
debates de escuelas. Según Anatole Kopp, «dentro de esta nueva visión, es posible
distinguir dos orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia esencialmente
formal, que, a pesar del recurso a formas de expresiones inéditas, no asignará al arte una
misión nueva, y una vanguardia social y políticamente consciente, que intentará, a la luz
del marxismo, poner a las técnicas artísticas al servicio de la transformación de la
humanidad».110 Los miembros de esta última corriente, los partidarios del alumbramiento
de una nueva «cultura proletaria», se reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su
primer congreso en 1920. Este grupo efectuó rápidamente una agresiva campaña contra
los «compañeros de camino» del partido y todo lo que se apartaba del «arte proletario»,111
pero no obtuvo medidas políticas del aparato estatal.112 A finales de la década de
1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de la Proletkult para reprimir a los
artistas e imponer la línea del realismo socialista.
Consecuencias económicas y sociales[editar]

Rusos partiendo al exilio en un vagón plataforma.

La Revolución y el establecimiento del nuevo régimen provocaron transformaciones


sociales profundas en la URSS. Las viejas y feudales estructuras de la Rusia zarista se
desvanecieron sin dejar sitio a una economía de mercado, generando la elaboración de
nuevas relaciones sociales que fueron objeto de interpretaciones diversas.
Según Nicolas Werth, 13 millones de rusos perecieron de forma violenta entre 1914 y
1921: 2,5 millones por la Gran Guerra, la guerra civil y las matanzas de los terrores
blancos, rojos o verdes, 5 millones por el hambre y más de 2,5 millones por la epidemia
de tifus.113 Según el demógrafo ruso A. G. Volkov, la población de Rusia disminuyó en
siete millones entre 1918 y 1922, cifra de la que habría que retirar a los emigrados
(estimados en dos millones por el demógrafo) y la diferencia de 400 000 entre las entradas
y salidas de presos y de fugitivos, para acabar en una cifra de 4 500 000 muertos durante
la guerra civil, es decir, un poco más del 3 % de la población.114 La mayoría de las víctimas
pereció fuera de los campos de batalla, por falta de cuidados adecuados o de alimento.
«La sociedad rusa salió de la guerra más arcaica, más militarizada, más campesina».113
La gran mayoría de las antiguas élites (clero, nobleza y burguesía —esta ya más frágil que
en Occidente— y una parte de los intelectuales) desaparecieron o se exiliaron. Con la
nueva era, esta «gente del pasado» y sus hijos comenzaron a ser vigilados y
discriminados en el acceso a la vivienda, al trabajo o a la universidad, o incluso privados
del sufragio, si bien este era simbólico. Muchos posteriormente fueron liquidados durante
la Gran Purga estalinista. Cerca de dos millones de rusos blancos (no todos monárquicos
ni rusos en realidad) se exiliaron o fueron desterrados. En 1922, un decreto les desposeyó
en bloque la nacionalidad rusa. Esta masiva situación de nuevos apátridas motivó la
creación del pasaporte Nansen por parte de la Sociedad de Naciones.
En el campo, el partido estaba subrepresentado. Se introdujeron disposiciones
constitucionales que dieron al voto obrero y urbano un peso abiertamente superior al voto
campesino. La clase campesina fue una de las únicas que habían mantenido una
autonomía bastante fuerte en relación a un Estado muy autoritario que se forjó durante la
guerra civil. Los campesinos obtuvieron el reparto de tierras que esperaban desde
generaciones (aunque debido a su fuerte crecimiento demográfico, ganaron por término
medio únicamente entre 2 y 3 hectáreas de tierra cada uno). Pero muchos pudieron
comprobar que «la tierra no se come» (Lenin): los millones de pequeñas explotaciones
dispersas eran poco rentables e imposibles de modernizar. Bestias negras de los
bolcheviques durante la guerra civil, los kulaks (campesinos supuestamente ricos, de
hecho solo un poco más acomodados y dinámicos que la media) salieron beneficiados de
una medida presumiblemente perjudicial, y se beneficiaron de la instauración de la NEP,
antes de sufrir la dekulakización a partir de 1930.
Muchos hombres del pueblo, exobreros, empleados o campesinos, se vieron beneficiados
del crecimiento del partido-estado y de su burocracia (cuyo notable desarrollo115 ya
angustiaba a Lenin y Trotski). Entrando en esta o en el Ejército Rojo, adquirieron
posiciones de poder y privilegios inesperados para ellos bajo el Antiguo Régimen. La
burocracia se convirtió también en un refugio privilegiado de la pequeña
burguesía teóricamente venida a menos.116 Esta «plebenización del partido»117 servirá de
base social al advenimiento ulterior de Iósif Stalin, nombrado secretario general
del PCUS el 3 de abril de 1922.
Consecuencias políticas y diplomáticas[editar]
El primer resultado de esta revolución fue la caída del régimen zarista, dejando vía libre
para la toma del poder por los bolcheviques. Según Nicolas Werth, «una revolución
popular y plebeya profundamente antiautoritaria y antiestatal trajo al poder al grupo más
dictatorial y más partidario del estatismo».
Según varios historiadores, las bases del Estado policial leninista se habrían puesto antes
incluso del estallido de la guerra civil en agosto de 1918, con tanta o más represión sobre
otros partidos revolucionarios y sobre ciertos movimientos populares que sobre los
partidos «burgueses» o las fuerzas monárquicas.118 Este punto de vista es rechazado por
ciertos historiadores, como Arno Mayer que, en una obra reciente, sostiene que la política
represiva del régimen soviético fue esencialmente el producto de presiones internas (la
violencia de la contrarrevolución) y externas (la reacción de las potencias internacionales
frente a la toma del poder de los bolcheviques).119
Para Marc Ferro, la lucha por el poder simplemente no opuso a los partidos entre sí. De
hecho, en el momento de la Revolución de Febrero, los partidos políticos, los sindicatos,
las cooperativas y los sóviets eran formas rivales de organización, en competencia para
representar y dirigir la sociedad civil. Los sóviets y los partidos se entendieron para
subordinarse o eliminar a sindicatos, comités de fábrica o cooperativas. Luego, desde
antes de la Revolución de Octubre, los partidos acordaron infiltrarse e instrumentalizar los
sóviets. Al final, uno de los partidos eliminó al resto.120
Otro resultado inmediato fue la firma del tratado de Brest-Litovsk, y el desmantelamiento
parcial del Imperio ruso. Luego vino la creación, en 1922, de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas.
La guerra civil dejó al país agotado, arruinado por numerosos años, y bajo la dirección de
un partido único cada vez más monolítico (supresión del derecho de tendencia en marzo
de 1921), que empleó a la policía y el ejército para suprimir a todas las fuerzas
organizadas de oposición.
Además, la revolución esperada por los bolcheviques en los países capitalistas no se
efectuó. En Alemania, las masas populares no apoyaron mayoritariamente la
tentativa espartaquista de Rosa Luxemburgo, y la represión continuó. En Hungría, Béla
Kun dirigió durante 133 días la República Soviética Húngara antes de ser desalojado por
una invasión rumana. La oleada revolucionaria fluyó desde 1920 en Italia, abriendo la
puerta al éxito posterior del fascismo. Países industrializados tan importantes como
Estados Unidos, el Reino unido y Francia experimentaron huelgas y manifestaciones, a
veces violentas, pero que en ningún momento sacudieron los cimientos sociales o
gubernamentales.
La creación en Moscú de la III Internacional (Komintern), en 1919, fue una consecuencia
directa de la Revolución de Octubre. Fue disuelta por Stalin en 1943 sin haber conseguido
nunca conducir una revolución victoriosa. De forma inmediata, entre 1919 y 1921, se
sucedieron rupturas y escisiones entre partidos socialdemócratas y
partidos comunistas que dejaron al movimiento obrero y sindical duraderamente dividido y
debilitado frente a las fuerzas conservadoras y fascistas.
La misma Rusia quedó aminorada y aislada, cercada por un «cordón sanitario» de
pequeños Estados (los países bálticos, Polonia, etc.). El nuevo régimen debió conquistar
lentamente su reconocimiento internacional. Debió esperar a 1922 para ser reconocido por
Alemania (convertida en su aliada de hecho por los acuerdos de Rapallo), luego en 1923
por la China de Sun Yat-sen, en 1924 por Gran Bretaña, Francia y la Italia fascista, en
1933 por los Estados Unidos, antes de entrar tardíamente en la Sociedad de Naciones en
1934.
El régimen instaurado por los bolcheviques a menudo ha sido calificado de «comunista»,
aunque para Karl Marx el comunismo corresponde a una sociedad que responde a la
divisa «De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades».121 En
1918, sin embargo, Lenin no repudiaba la idea de cambiar el nombre del partido a partido
comunista, ni a fundar en 1919 la Internacional Comunista (se trataba de escoger un
nombre que se desmarcase de la socialdemocracia, que había sido mayoritariamente
favorable a la guerra).
Percepciones y recepción en el extranjero[editar]

Caricatura antibolchevique aparecida en el New York Herald en 1919.

La Revolución de Febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la Gran
Guerra en curso, y en general sin gran conocimiento de las realidades rusas.
Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un gravoso
aliado como Nicolás II, ya que la continuidad de la autocracia zarista entraba en
contradicción con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho». La prensa
(sometida a censura o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la
guerra despertaba en la opinión rusa. La revolución se interpretó de forma contraria, como
una voluntad popular de llevar la guerra hasta el fin con un gobierno más competente.122
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador
monárquico Jacques Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta que la
renovación rusa no se haga lo que hasta aquí no quiso ser, una revolución».123 El
socialista nacionalista Gustave Hervé escribió: «¡Qué son Verdún y el Marne mismo al lado
de la inconmensurable victoria moral que han alcanzado los aliados en Petrogrado!».124
Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La Courtine en
el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando varios muertos. Se
sucedieron huelgas importantes y prácticamente insurreccionales que apelaban
abiertamente al ejemplo de los sóviets de trabajadores de Rusia en abril de 1917
en Leipzig, en mayo-junio en Leeds y en agosto en Turín. En Italia o incluso en España,
país no beligerante, aparecieron pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a
la guerra y las condiciones sociales que por un conocimiento efectivo del programa
bolchevique.125 No obstante, el patriotismo obligó a que ninguna tentativa revolucionaria se
efectuara antes del fin de la Gran Guerra.
Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional y
descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones estremecidas,
como fue el caso de los socialistas franceses Albert Thomas y Marcel Cachin, el ministro
laborista inglés Arthur Anderson o la feminista británica Emmeline Pankhurst. Un puñado
de extranjeros presentes en Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre,
como el futuro historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano
francés Pierre Pascal. En marzo de 1919, André Marty y Charles Tillon dirigieron el motín
de la flota francesa en mar Negro contra la intervención. Ciertos prisioneros de guerra de
los Imperios centrales, convertidos al bolchevismo durante su cautividad en Rusia, se
hicieron propagadores de la revolución al regresar a sus países, como es el caso
del yugoslavoJosip Broz Tito.
La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza, entre los
que estaba Lenin, atravesar su territorio para volver a Rusia, considerando que el
pacifismo contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya en esta época circulaba en
Rusia y Occidente la idea de un Lenin «agente alemán», o incluso el rumor de que los
«maximalistas» (traducción inexacta difundida del término bolcheviques) estaban
financiados por «el oro alemán». La Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo
como una peripecia política después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias
centrales creían que el nuevo poder fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk
(contra cuya ratificación votó el SPD en el Reichstag), el Kaiser pasó a ser un objetivo y
paradójico aliado de un régimen bolchevique interesado en jugar a divisiones
«interimperialistas» y en no añadirse un enemigo más. La Entente intervino primeramente
sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente Oriental, siendo el reproche
principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza. Tras el armisticio de
Compiègne de 1918, fue la revolución como tal lo que se empezó a combatir.
El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una
revolución fracasada, suscitaron simpatías fuertes y activas en las capas populares de
Europa hacia la Revolución de Octubre. Los excesos del Terror Rojo fueron ignorados,
negados, minimizados o justificados como una respuesta simple al Terror Blanco.
En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de
la Revolución francesa de 1789: los bolcheviques son asimilados así a
los jacobinos, Aleksandr Kérenski a la Gironda, los blancos a los vandeanos, León
Trotski a Lazare Carnot, etc. Un historiador simpatizante con el proceso ruso como Albert
Mathiez trazó desde 1920 la analogía entre Maximilien Robespierre y Lenin, el Terror
Rojo y el Terror de 1793.126 El poeta André Bretón no fue el único que leyó también la
Revolución rusa como una revancha de la fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz
en el Este» (título de una obra de Jules Romains) no fue acogida tan bien por todo el
mundo. La clase media se vio afectada por la pérdida del empréstito ruso, que Lenin dejó
de reconocer a comienzos de 1918. El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas
fieles a la «vieja escuela» en el momento del congreso de Tours de 1920, entre los
anarquistas, entre ciertos intelectuales humanistas hostiles hacia los métodos de los
bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland, amigo de Gorki) y por supuesto entre las
derechas. Desde 1919, un cartel célebre estigmatiza al bolchevique «el hombre con el
cuchillo entre los dientes».
En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años inmediatos de
posguerra y contribuyó a las reacciones autoritarias, puritanas y xenófobas (los emigrantes
fueron percibidos como portadores potenciales del «virus» bolchevique) que marcaron la
década de 1920. En Alemania, Hungría e Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o
fascistas, a veces aliadas por un tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín,
pelearon para reprimir violentamente el «bolchevismo» (una palabra por otra parte elástica,
bajo la cual acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social,
incluso cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución
de Octubre, de sus transformaciones y de su posible extensión desempeñan un papel para
nada despreciable en la formación de las ideologías y de los
movimientos fascistas de Benito Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.
En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas
importantes. En 1920, en Bakú, los bolcheviques convocaron un «congreso de los pueblos
de Oriente» (del 1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión entre los
nacionalismos de los colonizados y el movimiento comunista mundial.
Posterioridad y fin[editar]
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de
burócratas, que en el mismo seno del partido bolchevique van a conseguir imponerse al
frente del país. Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus opositores, tanto
«contrarrevolucionarios» como revolucionarios. Millares de militantes comunistas, entre los
que estaba la mayoría de la «vieja guardia» bolchevique, héroes de octubre y de la guerra
civil, fueron de esta forma deportados y posteriormente fusilados. Los más célebres de
estos fueron humillados y desacreditados en público en el momento de los procesos de
Moscú en 1936-1938.
Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que desempeñó
en la Revolución de Octubre, Iósif Stalin se propuso también liquidar, en el momento de
la Gran Purga de 1936-1938, a toda una generación de militantes, cargos políticos y
económicos, militares, escritores e incluso policías que conocían la situación previa a
1917, la revolución y la posterior guerra civil. En 1930, la mitad de los cargos del Estado y
hasta de la policía había servido bajo el antiguo régimen.127 La «generación de 1937» que
los reemplazó gracias a las purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue
esta nomenklatura sin pasado revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta
casi su disolución.
El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución de
Octubre. Desde mediados de la década de 1930, restableció un cierto número de valores
deshonrados en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y de la patria
«socialistas», restauración de títulos militares como el grado de mariscal, venta libre
de vodka por el Estado, academicismo en el arte, rusificación forzada de las minorías y
«chauvinismo de la Gran Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado...
La Segunda Guerra Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo
de ser el himno soviético en 1943, y los grados y los uniformes del Antiguo Régimen
fueron espectacularmente restablecidos.
Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques, Stalin
abandonó toda idea de exportar la revolución mediante la Komintern. En su opinión, esta
debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto de Moscú y como una
extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir de 1939 con las anexiones
permitidas por el Pacto germano-soviético (mediante las que la URSS recuperó los
territorios perdidos en el momento de la guerra civil rusa) y a continuación con la victoria
de 1945.
Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor» de la
Revolución rusa (comparación con la reacción que siguió a la caída de Robespierre
durante la Revolución francesa). El símil presenta, no obstante, ciertos límites. En efecto,
la era stalinista se señala también por una vuelta, contra los campesinos, a los métodos
del «comunismo de guerra». Coincide también con una época de purgas sin precedentes.
Por otra parte, el advenimiento de Stalin significó también una reactivación espectacular de
la transformación económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de
1930: nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó bruscamente a la
URSS del atraso. Todo ello al pesado y disimulado precio de millones de víctimas,
consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.
Interpretaciones[editar]
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para los
anarquistas, se debió a los principios «autoritarios» del partido bolchevique. Para otros,
como ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx. Para un cierto
número de marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error de querer poner en
marcha una revolución obrera en un país masivamente campesino y sobrestimó las
potencialidades revolucionarias en los países occidentales. Para los comunistas marxistas
antileninistas, como los comunistas consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe
un capitalismo de Estado y se burlaron de los principios comunistas y marxistas.
Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de la
guerra civil, con marxistas como el teórico Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa
Luxemburgoque criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización leninista
(que el mismo Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En su opinión, la
asimilación abusiva del partido al pueblo, su desprecio por la democracia y su culto a la
violencia transformaron las purgas y la dictadura impuestas por las circunstancias en un
sistema permanente. El poder del partido sobre el proletariado sustituyó de forma duradera
al poder de los sóviets y de la clase obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado,
centralizado, militarizado y monolítico que provocó una concentración de todos sus
poderes dictatoriales en manos de un pequeño grupo en la cúspide (el Politburó, fundado
en 1917)128 y más tarde, en manos de un solo hombre. Este análisis crítico se repitió en la
década de 1930 por un cierto número de antiguos compañeros de la Revolución de
Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la crítica al estalinismo.129
Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse en el
nacimiento de la burocracia, así como en el aislamiento de la revolución en un país pobre y
poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que precisamente en ningún país rico e
industrial estalló una revolución «marxista» en todo el siglo XX, sino en países agrarios o
subdesarrollados (China, Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de
los regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el orientarse con rapidez
hacia una dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque la
inmensa mayoría de los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por la
influencia de Stalin y la URSS en esos países, tanto en materia militar como económica o
política.
La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del Este y
a Occidente (principalmente Estados Unidos) con una carrera armamentística que nunca
desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.

Referencias[editar]
1. Volver arriba↑
La Première Guerre mondiale aggrave les facteurs de fragilité de la Russie. Les défaites
précipitent la désagrégation du régime impérial.

Serge Berstein, Pierre Milza, Histoire du XXe siècle, Tome 1 (1900-1945), p. 88.
2. Volver arriba↑ Esta expresión fue popularizada por el historiador británico Eric
Hobsbawn en su obra La era de los extremos.
3. Volver arriba↑ El historiador Eric Hobsbawn escribió: "La Revolución de Octubre fue
universalmente reconocida como un suceso que conmocionó al mundo." en La era de los
extremos, Complexe, 2003, pág. 99.
4. Volver arriba↑ Debate sobre la Revolución de 1917, Josep Fontana y otros, Público
(España), espacio público, ágora política,2017
5. Volver arriba↑ Centenary of the Russian Revolution. International Online Lecture Series,
WSWS, 2017, en inglés
6. Volver arriba↑ Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris, 1967, p. 36.
7. Volver arriba↑ René Girault y Marc Ferro, De la Russie à l’URSS. L’histoire de la Russie de
1850 à nos jours, Nathan, 1989.
8. Volver arriba↑ Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris, 1967, p. 39.
9. Volver arriba↑ 3593 dólares per cápita en Rusia en 1913 y 13 327 dólares en EE. UU.
10. Volver arriba↑ Richard Pipes, La Révolution russe, PUF, 1993, p. 71.
11. Volver arriba↑ León Trotski, «Particularités du développement de la Russie.» En Histoire de
la révolution russe. 1. Février, Paris, Éditions du Seuil, 1950, pp. 39-52.
12. Volver arriba↑ François-Xavier Coquin, La Révolution russe, PUF, coll. «Que sais-je?»,
1974, p. 14.
13. Volver arriba↑ Para la década de 1890, Richard Pipes afirma: «la productivité industrielle
russe s'est accrue de 126 pour cent, le double du taux de croissance allemand et le triple
de celui des États-Unis». Traducción: «La productividad industrial rusa aumentó en un
126 %, el doble de la tasa de crecimiento de Alemania y tres veces mayor que la de los
Estados Unidos». La Révolution russe, op. cit., p. 72.
14. Volver arriba↑ Roger Portal, La Russie de 1894 à 1914, Paris, Centre de documentation
universitaire, 1966, p. 78.
15. Volver arriba↑ Hasta el año 1918, Rusia utilizó el calendario juliano, cuyas fechas iban trece
días por detrás a las del calendario gregoriano.
16. Volver arriba↑ Jean Elleinstein, D’une Russie à l’autre, vie et mort de l’URSS, Éditions
Sociales, 1992, 68 p.
17. Volver arriba↑ Louis Aragon et André Maurois, Les Deux Géants. Histoire des États-Unis et
de l’URSS de 1917 à nos jours. Tome 3: Histoire de l’URSS de 1917 à 1929. Tome 4:
Histoire de l’URSS De 1929 à nos jours, Paris, Éditions du Pont Royal, 1963, p. 30.
18. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Grande Guerre, 1914-1918, Gallimard, coll. «Idées», Paris,
1969, p. 318.
19. Volver arriba↑ Richard Pipes afirma: «le nombre total des blessés et des morts [de la
Révolution de Février] se situait entre 1300 et 1450 dont 169 tués». La Révolution
russe, op. cit., p. 284.
20. Volver arriba↑ Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au pouvoir. Histoire de l’URSS
de 1917 à nos jours, Calmann-Lévy, coll. «Liberté de l’esprit», Paris, 1985, p. 22.
21. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution d’Octobre, L’Humanité en marche, Éd. du Burrin,
1972, p. 49.
22. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, Albin Michel, 1997, pp. 94-95.
23. Volver arriba↑ Léo Figuères, Octobre 17. La révolution en débat, éditions Le Temps des
cerises, Paris, 1995, p. 253.
24. Volver arriba↑ Esta tesis encuentra su origen en el discurso de los mencheviques rusos y
en los análisis del teórico marxista alemán Karl Kautsky. Rosa Luxemburgo, La Révolution
russe, Éditions de l’Aube, coll. «l’Aube poche essai», 2007, pp. 8-9.
25. Volver arriba↑ Marc Ferro, «Pourquoi Février? Pourquoi Octobre?», en La Révolution
d’Octobre et le Mouvement ouvrier européen, EDI, Paris, 1967, p. 17.
26. Volver arriba↑ «Les thèses d’avril de Lénine et la chute de Milioukov»,
encyclopédie Encarta.
27. Volver arriba↑ Marc Ferro (con Jean Ellenstein), La Révolution d’Octobre, L’Humanité en
Marche, Éd. des Burins, 1972.
28. Volver arriba↑ John Keegan, La Grande Guerre, Perrin, 1989.
29. Volver arriba↑ John Keegan, La Grande Guerre, op. cit., et Marc Ferro, Nazisme et
communisme. Deux régimes dans le siècle, Hachette, coll. «Pluriel», 1999, p. 16.
Cependant, selon Robert O. Paxton, Referencia vacía (ayuda), Le fascisme en action,
Seuil, p. 196.
30. Volver arriba↑ Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, p. 17.
31. Volver arriba↑ León Trotski, «Marée montante.» En Histoire de la révolution russe.
32. Volver arriba↑ Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au pouvoir, op. cit., p. 25. Marc
Ferro, d’après le compte rendu des débats, précise qu’en «revendiquant le pouvoir pour
son parti, très minoritaire, Lénine ne provoqua pas l’indignation des députés mais un
immense éclat de rire». La Révolution de 1917, op. cit., p. 473.
33. Volver arriba↑ 1917, documental emitido en el canal Arte el 7 de noviembre de 2007.
34. Volver arriba↑ Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 457.
35. Volver arriba↑ Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 463-464.
36. Volver arriba↑ Marc Ferro añade que «no deberíamos dar mucha significación a estas
cifras». La Révolution de 1917, op. cit., p. 849.
37. Volver arriba↑ Jean-Jacques Marie, Lénine, Paris, Balland, 2004, p. 215.
38. Volver arriba↑ Jean-Jacques Marie, Lénine, p. 217.
39. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 851.
40. Volver arriba↑ Lénine, Œuvres complètes, tome 35, p. 36.
41. Volver arriba↑ Michael Löwy, «La révolution d’Octobre et la question nationale: Lénine
contre Staline.»Critique communiste, n° 150, automne 1997. (En francés.)
42. Volver arriba↑ «Regardez la Commune de Paris. C’était la dictature du prolétariat.» Engels,
préface à La Guerre civile en France de Karl Marx, citado por Kostas Papaioannou en Marx
et les marxistes, Flammarion, 1972, p. 223.
43. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 307.
44. Volver arriba↑ Título de un capítulo de la obra de Hélène Carrère d'Encausse, Lénine,
Fayard, 1997.
45. Volver arriba↑ Alessandro Mongili, Staline et le stalinisme, Casterman, 1995.
46. Volver arriba↑ León Trotski, Ma vie, Gallimard, coll. «Folio», Paris, 2004, pp. 403-408.
47. Volver arriba↑ Rosa Luxemburgo, La Révolution russe, op. cit., p. 15.
48. Volver arriba↑ Marc Ferro (junto a Jean Elleinstein), La Révolution d’Octobre, L’Humanité
en Marche, Éd. du Burin, 1972, p. 95.
49. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Paradoxes et malentendus d’Octobre», en El libro negro del
comunismo, Robert Laffont, 1997, pp. 49-51.
50. Volver arriba↑ Nicolas Werth, L’URSS de Lénine à Staline, Que Sais-Je?, 1998, p. 17.
51. Volver arriba↑ Nicolas Werth comenta: «Étant donné le retard économique de la Russie, le
passage économique au communisme ne se fera pas, contrairement aux prévisions de
Marx, par le «dépérissement» de l’État, mais au contraire, par le contrôle étatique sur
toutes les sphères de l’économie.» Histoire de l’Union soviétique de Lénine à Staline, PUF,
coll. «Que sais-je?», 1998, p. 17. Il ajoute que les Bolcheviks n’avaient pas de programme
économique précis, s’inspirant dès lors de l’exemple allemand, et que dans l’état où ils
trouvent l’industrie, l’autogestion eût été catastrophique.
52. Volver arriba↑ Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du bolchevisme, Plon, 1935,
sobre los primeros días del régimen.
53. Volver arriba↑ Nicolas Werth, Histoire de l’Union soviétique de Lénine à Staline (1917-
1953), op. cit., p. 18.
54. Volver arriba↑ Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917-1922, p. 19.
55. Volver arriba↑ Nóvaia Zhizn, 7 de diciembre de 1917.
56. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863. Los periódicos
fueron: Rech [La Palabra], periódico del Partido Democrático Constitucional que siguió
publicándose con otros nombres hasta 1918; Dien [El Día], de tendencia liberalburguesa y
financiado por los bancos; Bírzhevka o Birzhevýie Viédomosti [La Gaceta de la Bolsa],
diario burgués fundado en 1880 en dirigido a comerciantes. Según Nicolas Werth, algunos
de ellos serían socialistas, algo que discuten Marc Ferro y Victor Serge. En La Révolution
russe, op. cit., Richard Pipes califica a Dien de periódico menchevique y habla de la
prohibición de Nashe óbscheie delo, «totalmente antibolchevique» de Nóvoie Vremia, «de
derechas» (p. 479). Añade además «la mayor parte de los periódicos prohibidos
reaparecieron rápidamente bajo nombres diferentes».
57. Volver arriba↑ «Par le passé […] Lénine s’était fait alors le chantre de la liberté de la presse
[…] moins de trois mois plus tard, il oublie ce texte intitulé «Comment assurer le succès de
l’Assemblée constituante?». Une fois le pouvoir acquis, il est devenu hostile et à la presse
libre, et à la Constituante». Hélène Carrère d'Encausse, Lénine, Fayard, 1998, p. 350.
Lénine répond ainsi le 7 novembre aux SR de gauche qui protestent contre l’interdiction de
journaux bourgeois: «N'avait-on pas interdit les journaux tsaristes après le renversement du
tsarisme?».
58. Volver arriba↑ Iouri Larine propose ainsi au comité exécutif central une motion réclamant
l’abolition des mesures contre la liberté de la presse, motion qui n’est rejetée qu’à deux voix
près.
59. Volver arriba↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863.
60. Volver arriba↑ El decreto de arresto de los jefes de la guerra civil contra la revolución
(Pravda, n° 23, 12 de diciembre (29 de noviembre) de 1917) declara que «Los miembros de
los organismos dirigentes del partido KD son merecedores de ser arrestados y llevados
ante los tribunales revolucionarios».
61. Volver arriba↑ Arno Joseph Mayer, Les Furies: Violence, vengeance, terreur, aux temps de
la révolution française et de la révolution russe, pp. 215-219: «Si no había "pruebas" de una
resistencia implacable a la toma de poder, los bolcheviques probablemente habían
renunciado al terror [...] Aún en noviembre de 1918, Lenin pretendía no sin razón, lo
siguiente: «procedamos a las detenciones pero no recurramos al terror» particularmente
contra los hermanos enemigos». Ver también Pierre Broué, «Les débuts du régime
soviétique et la paix de Brest-Litovsk», en Le Parti bolchevique; o Edward Hallett Carr, La
Révolution russe.
62. Volver arriba↑ Nicolas Werth, L'URSS de Lénine à Staline, Que sais-je?, 1995, p. 8.
63. Volver arriba↑ Isaac Steinberg, In the Workshop of the Revolution, Rinehart, 1955, p. 145.
64. Volver arriba↑ La Terreur sous Lénine, Le Livre de Poche, 1998.
65. Volver arriba↑ La Vérité, 26 janvier 1918.
66. Volver arriba↑ Le Journal du peuple, 24 janvier 1918.
67. Volver arriba↑ Martin Malia, La Tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie, 1917-
1991, Seuil, p. 158. Asimismo, de acuerdo con Moshe Lewin: «las fuerzas que habían
apoyado al Gobierno Provisional no fueron capaces de producir un equipo dirigente en
enero de 1918 como no lo fueron en septiembre de 1917.», Le Siècle soviétique, Fayard, p.
359.
68. Volver arriba↑ Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à Staline, op. cit., 1998.
69. Volver arriba↑ Nicolas Werth, Le Livre Noir du Communisme, Robert Laffont, p. 95.
70. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple», Le Livre noir du
communisme, op. cit., p. 106.
71. Volver arriba↑ Marc Ferro, Les tabous de l'Histoire, 2005.
72. Volver arriba↑ Orlando Figes, La révolution russe. La tragédie d'un peuple, Robert Laffont,
2007, p. 708.
73. Volver arriba↑ George Mosse, De la Grande Guerre au totalitarisme. La brutalisation des
sociétés européennes, Hachette, Pluriel.
74. Volver arriba↑ Voline, La Révolution inconnue. Russie 1917-1921, Belfond, 1986.
75. Volver arriba↑ v, The Cheka: Lenin's Political Police, Oxford Clarendon Press, 1981.
76. Volver arriba↑ Carta del 13 de noviembre de 1937 recogida en Maria Spiridonova, terroriste
et victime de la Terreur, V. L. Lavrov, 1996 (reproducida en Les cahiers du mouvement
ouvrier, n°3, pp. 89-92).
77. Volver arriba↑ El anarquista Voline muestra en La Révolution inconnue (Belfand, 1986, p.
593) [1] el proceso de un sacerdote ucraniano culpado de delator por la comunidad de su
pueblo.
78. Volver arriba↑ «20,000 priests were executed during first two years after the October
Revolution, hundred of 60,000 churches still worked in 1920.» (25 de enero de 2017).
79. Volver arriba↑ Jean-Jacques Marie, De l'inventeur du «décret des otages".
80. Volver arriba↑ Peter Holquist, op. cit., p. 191.
81. Volver arriba↑ Peter Holquist, op. cit., p. 193.
82. Volver arriba↑ Orlando Figes, La Révolution russe. 1891-1924: la tragédie d'un peuple,
Éditions Denoël, 2007, pp. 713-714.
83. Volver arriba↑ Larousse de la Grande Guerre, 2007, dir. por Alain Cabanes, p. 326. El
exministro de justicia Vladímir Dmítrievich Nabókov, padre del escritor Vladímir Nabókov,
fue uno de los autores de la tentativa.
84. Volver arriba↑ Según Voline, participante activo de la Majnóvschina, en La Révolution
inconnue, op. cit., p. 580: «Tous ceux que l'on savait être des ennemis actifs de la
paysannerie et des ouvriers étaient voués à la mort. De gros propriétaires fonciers et des
koulaks périrent en grand nombre.» Describe (p. 593) la persecución, el proceso popular y
la ejecución de un sacerdote, convencidos por el testimonio de los aldeanos de haber
denunciado a varias decenas de personas a los blancos, quienes los habían fusilado.
85. Volver arriba↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, La Découverte, coll. «Repères», p. 8.
86. Volver arriba↑ Marc Ferro, Des soviets au communisme bureaucratique, Julliard, 1980,
introduction.
87. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple», op. cit., p. 95.
88. Volver arriba↑ Peter Kenez, «The ideology of the White Movement.» En Soviet Studies,
1980, pp. 58-83; Civil War in South Russia, 1919-1920: The Defeat of the Whites, 1977.
Véase también Moshe Lewin, «The Civil War.» En Party, State and Society, pp. 399-423.
89. Volver arriba↑ Le Siècle des communismes, Éditions de l'Atelier, «Points Seuil», 2004, pp.
190-191.
90. Volver arriba↑ Citado por Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917-1922, p. 88.
91. Volver arriba↑ Peter Kenez, Civil war in South Russia, 1919-1920, pp. 173-174.
92. Volver arriba↑ Léonid Youzévofitch, ibid, p. 224.
93. Volver arriba↑ «Lorsqu'ils [les insurgés] capturent des soldats de l'Armée rouge, ils séparent
les communistes des autres et laissent les premiers nus dehors, dans le froid, jusqu'à ce
qu'ils meurent gelés […]. Quant aux hommes des détachements de réquisition capturés, les
paysans leur découpent le ventre, leur arrachent les intestins, leur remplissent le ventre de
paille ou de foin et plantent sur la victime un écriteau proclamant "réquisition
terminée!"». Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, p. 200.
94. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le Livre noir du
communisme, Robert Laffont, 1997.
95. Volver arriba↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., «3700 affiches sont ainsi créées
pendant la guerre civile».
96. Volver arriba↑ Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à Staline, op. cit., la moitié du
ravitaillement urbain en 1920 est assurée par le marché noir.
97. Volver arriba↑ La vérité sur Kronstadt
98. Volver arriba↑
À la fin de l'année 1920, le gouvernement bolchevique autorise l'avortement. La même
année, la France renforce sa répression et criminalise l'avortement.

, Alain Blum, Naitre, vivre et mourir en URSS, Payot, Paris, 2004, p. 173.

99. Volver arriba↑ Dan Healey, Homosexual Desire in Revolutionary Russia The Regulation of
Sexual and Gender Dissent, Chicago, Londres: The University of Chicago Press, 2001, p.
392.
100. Volver arriba↑ Radu Clit, La Sexualité collective: de la révolution bolchevique à nos
jours, Paris, Éditions du Cygne, 2007.
101. Volver arriba↑ Marc Ferro, «Octobre, tournant dans l'histoire de l'émancipation de la
femme.» En La Révolution de 1917, pp. 354-355.
102. Volver arriba↑ André Morizet, Chez Lénine et Trotsky, Édition La Renaissance du
Livre, 1919. Voir aussi reproduction du témoignage dans Les Cahiers du CERMTRI, n° 92.
103. Volver arriba↑ André Morizet, op. cit.
104. Volver arriba↑ Sous le tsarisme, deux écoles seulement formaient des instituteurs
non russes. Leur nombre est passé à vingt-sept en 1920. André Morizet, op. cit.
105. Volver arriba↑ «La culture et l'art au lendemain de la révolution d'octobre 1917»,
en Les Cahiers du mouvement ouvrier, n° 37, primerr trimestre de 2008.
106. Volver arriba↑ Referencia vacía (ayuda), León Trostki, La politique du parti en art,
1924.
107. Volver arriba↑ Jean-Michel Palmier, «Histoire de l'art et marxisme.» En Esthétique
et marxisme, UGE-10/18, 1974.
108. Volver arriba↑ Jean-Michel Palmier in Sur l'art et la littérature, recueil de textes de
Lénine, volume 3, UGE-10/18, 1976, p. 245.
109. Volver arriba↑ Jean-Michel Palmier. En Sur l'art et la littérature, recueil de textes de
Lénine, volume 1, UGE-10/18, p. 81.
110. Volver arriba↑ Anatole Kopp, «Avant-garde.» En Art Russe, Encyclopaedia
Universalis éditeur, 1977, p. 530.
111. Volver arriba↑ Kirinov, miembro de la Proletkult:
En el nombre de nuestro futuro, quemaremos a Rafael, destruiremos los museos y
plantaremos las flores del arte.

112. Volver arriba↑ León Trotski mantuvo polémicas importantes contra los miembros de
la Proletkult, véase La politique du parti en art, 1924.
113. ↑ Saltar a:a b Nicolas Werth, coll. «Que sais-je?», op. cit., p. 22.
114. Volver arriba↑ A. G. Volkov, citado por Jean-Jacques Marie en La guerre civile
russe, 1917-1922, p. 6.
115. Volver arriba↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19, menciona que el
40 % de la población de las dos capitales está empleada en la burocracia para 1920.
116. Volver arriba↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19, muestra que el
nuevo «Estado obrero» se construyó paradójicamente con burócratas de origen intelectual
o pequeño burgués. La pequeña burguesía representaba el 57 % de los ejecutivos de los
sóviets de provincias.
117. Volver arriba↑ Marc Ferro, Des Soviets au communisme bureaucratique, Julliard,
1980.
118. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le Livre noir du
communisme, Robert Laffont, 1997.
119. Volver arriba↑ Arno J. Mayer, Les Furies : Violence, vengeance, terreur aux temps
de la Révolution française et de la révolution russe, Fayard, 2002. Según el autor: «La
Terreur est interactive, et l'on peut affirmer sans risque que dans le sillage des révoltes de
1789 et de 1917, il n'y aurait pas eu de terreur si la résistance intérieure et extérieure ne
s'était montrée aussi opiniâtre et aussi intransigeante», p. 86.
120. Volver arriba↑ Marc Ferro, Des soviets au communisme bureaucratique. Les
mécanismes d'une subversion, op. cit., passim.
121. Volver arriba↑ «Dans une phase supérieure de la société communiste, quand
auront disparu l'asservissante subordination des individus à la division du travail et, avec
elle, l'opposition entre le travail intellectuel et le travail manuel [...], alors seulement l'horizon
borné du droit bourgeois pourra être définitivement dépassé et la société pourra écrire sur
ses drapeaux «De chacun selon ses capacités, à chacun selon ses besoins!» Karl
Marx, Critique du programme de Gotha, 1875.
122. Volver arriba↑ Marc Ferro, L'Occident devant la révolution russe, 1969.
123. Volver arriba↑ Jacques Bainville, «Journées révolutionnaires à Pétrograd.»
En L'Action française, 17 de marzo de 1917.
124. Volver arriba↑ Chronique du XXe siècle, Ed. Chroniques, «Le tsar abdique face à la
révolution de Février», p. 221.
125. Volver arriba↑ Pierre Broué, Histoire de la IIIe Internationale, Fayard, 1999.
126. Volver arriba↑ L'importance de la mémoire de la Révolution française dans l'accueil
et l'interprétation de 1917 a été soulignée par le livre de François Furet, Le Passé d'une
Illusion, Robert Laffont, 1995.
127. Volver arriba↑ Nicolas Werth, «Que reste-il de la révolution d’Octobre?» Tribune
libre dans L’Humanité, 7 de noviembre 2007.
128. Volver arriba↑ USSR: Communist Party: 1917-1952 (Politburo) - Archontology.org
129. Volver arriba↑ Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du bolchevisme, Plon,
1935, toujours réédité et utilisé, reprend explicitement en bonne part les thèses du jeune
Trotsky, de Karl Kautsky et de Rosa Luxembourg pour décrire les continuités entre le
bolchevisme d’avant 1917, celui de la révolution et de la guerre civile, et l’ère stalinienne.

Bibliografía[editar]
 François-Xavier Coquin, La Révolution russe, PUF, coll. «Que sais-je?», Paris, 1962,
128 p., rééd. Les bons caractères, Pantin, 2005, 142;143 p.
 Isaac Deutscher, La Révolution inachevée: cinquante années de révolution en Union
soviétique, 1917-1967, Robert Laffont, 1967.
 Marc Ferro, La Révolution de 1917, 2 vol., Aubier, Paris, 1967, rééd. Albin Michel,
1997, 1092 p.
 Orlando Figes, La Revolución rusa (1891-1924): la tragedia de un pueblo, Edhasa,
2010 (edición original: A People's Tragedy: Russian Revolution 1891-1924, 1996).
 Rosa Luxemburgo, La Révolution russe, septiembre de 1918 (publicado en 1922),
rééd. Éditions de l'Aube, coll. «l'Aube poche essai», 2007, 72 p.
 Martin Malia, Comprendre la Révolution russe, Seuil, 1980.
 Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917-1922. Armées paysannes, rouges,
blanches et vertes, Éditions Autrement, coll. «Mémoires», Paris, 2005, 276 p.
 Arno Joseph Mayer, Les Furies – Violence, vengeance, terreur aux temps de la
Révolution française et de la révolution russe, Fayard, 2002, 650 p.
 Richard Pipes, La Révolution russe, PUF, coll. «Connaissance de l'Est», Paris, 1993,
866 p.
 John Reed, Dix jours qui ébranlèrent le monde, 1919, rééd. Éditions sociales, Paris,
1958, 376 p.
 Leonard Bertram Schapiro, Les Bolcheviks et l'opposition. Origines de l'absolutisme
communiste (1917-1922), Les Iles d'Or, Paris, 1957, 297 p., rééd. Les nuits rouges,
2007, 560 p.
 Victor Serge, L'An I de la révolution russe. Les débuts de la dictature du prolétariat
(1917-1918), 1930, rééd. La Découverte, Paris, 1997, 521 p.
 León Trotski, Histoire de la révolution russe, 2 vol., 1930, rééd. Éditions du Seuil, 1950.
 Nicolas Werth, 1917: la Russie en révolution, Gallimard, coll. «Découvertes», 1997.

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