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e.

Derecho de formar agrupaciones culturales, deportivas o aquellas que


el Reglamento autorice. Regulado por el artículo 7º, del C.E.P. También
la Constitución en su artículo 2º, inciso 13 reconoce la libertad de
asociación, que también está reconocido al interno en la declaración
genética del Art. 1º. del C.E.P
f. Derecho a formular quejas y peticiones: que deberán ser atendidas por
el Director del establecimiento carcelario (Art. 14 C.E.P). Si no fuera
atendido en sus demandas, puede recurrir por cualquier medio ante el
representante del Ministerio Público.
Igualmente, nuestra Constitución en el inciso 20 del artículo 2o, estipula:
“Que toda persona tiene derecho a formular peticiones individual o
colectivamente, por escrito ante la autoridad competente, la que está
obligada a dar al interesado una respuesta también por escrito dentro
del plazo legal, bajo responsabilidad.”
g. Libertad de Información (Art. 2o. inc.4º. primer enunciado de la
Constitución), por la que tiene derecho a disponer de libros, periódicos
y revistas. También puede ser informado a través de audiciones
radiofónicas, televisivas y otras análogas (Art. 74 C.E.P).
En todo caso el Consejo Técnico Penitenciario puede, mediante
resolución motivada, por exigencias del tratamiento, establecer
limitaciones a este derecho.

B. Derechos Penitenciarios de los Internos: La legislación


penitenciaria nacional incluye también dentro del Título I, una serie de
derechos particulares o específicos relacionados a la condición de
interno y que son los siguientes:
a. Derecho a ser recluido en un ambiente carcelario adecuado: Esta
declaración se halla en el primer párrafo del artículo 3º, del C.E.P., y que
concuerda con el inciso 21 del artículo 139 de la Constitución Política.
Interpretamos que este derecho alude a la condición física, dimensión
del ambiente de reclusión, estado de higiene, ventilación, iluminación,
entre otros aspectos, concordado con las Reglas Mínimas de las
Naciones Unidas, que señalan que las celdas deben ser
individuales(Regla 9.1), además que los locales carcelarios
especialmente los destinados al alojamiento en la noche deberán
satisfacer las exigencias de la higiene, habida cuenta del clima,
particularmente en lo que concierne al volumen del aire, superficie
mínima, alumbrado, calefacción y ventilación(Regla 10).
Sin embargo, en la realidad de nuestras cárceles, sobre todo en las más
grandes y en las sobrepobladas, este derecho no tiene vigencia.
b. Derecho del interno a recibir tratamiento penitenciario integral hasta
su liberación. Estipulado por la segunda parte del artículo 3o, del C.E.P.
Esto significa mediante la utilización de métodos laborales, sociales,
pedagógicos, psicológicos, medico-biológicos y psiquiátricos, conforma
a las características propias del interno (Art. 61 C.E.P.).
c. Derecho a ser designado o llamado por su propio nombre: Estipulado
por el artículo 4o. del CEP y que constituye un derecho inherente a su
ser como persona humana, merecedora de las consideraciones y
respetos como tal, y no asignarle apelativos que afecten su dignidad
personal.
d. Derecho a ser informado por la administración penitenciaria, cuando
ingresen al penal, tanto de sus derechos y obligaciones, normas de vida
que rigen en el establecimiento (Art. 9 C.E.P). Como a conocer y ser
informado sobre su expediente personal relativo a su situación jurídica
y tratamiento penitenciario, cuando lo solicite (Art. 10 C.E.P).
e. Derecho a vestir sus propias prendas, siempre que sean adecuadas.
En todo caso puede usar las que le facilite la administración
penitenciaria, las mismas que deberán estar desprovistas de todo
elemento distintivo que pueda afectar su dignidad (Art. 16 C.E.P).
f. Derecho a ser informado de la falta que se le atribuya, permitiéndosele
ejercitar su defensa (Art. 34 C.E.P). Ningún interno puede ser
sancionado sin que se le informe antes de la falta que se le atribuye y sin
que se haya permitido ejercitar su defensa.
C. Limitaciones de los Derechos del Interno: Los derechos
reconocidos al condenado no son de irrestrictos, existen algunas
limitaciones comprensibles, estipulados por algunos artículos del
Código penal o leyes penales especiales como las siguientes:
a. El principio de la legalidad configura los alcances de los derechos del
recluso, por cuanto no pueden ejecutarse al arbitrio o voluntad libre del
interno.
b. Los limites señalados por la sentencia son otros elementos que
configuran los alcances, restricciones o suspensiones de ciertos
derechos del recluso.
c. La agresividad o peligrosidad del interno es una situación que puede
limitar el ejercicio de algunos de sus derechos. Al respecto las leyes y
reglamentos penitenciarios incluyen diversas sanciones disciplinarias
en función de la conducta del recluso lo que puede originar la privación
o limitación de ciertos derechos.
d. La seguridad y el orden del establecimiento penal, es otro aspecto
importante que en determinados casos puede justificar la limitación o
suspensión temporal de ciertos derechos.
e. El artículo 33 de la Constitución Política estipula también que “El
ejercicio de la ciudadanía se suspende:
1. Por resolución judicial de interdicción.
2. Por sentencia con pena privativa de libertad.
3. Por sentencia con inhabilitación de los derechos políticos”:
Sin embargo, hay que precisar que ciertos derechos específicos no
pueden estar sujetos a limitaciones, como el derecho a la vida, la
integridad física y mental, derecho a una alimentación conveniente,
derecho a la salud, derecho a ser informado de los motivos que originan
su sanción, entre las fundamentales.
4.1.2.2. Obligaciones del Interno en el C.E.P. Peruano: Entre los
cuales se mencionan a las siguientes:
a. Respeto a las autoridades y observar la disciplina del establecimiento:
Lo que creemos importante por razones obvias, y que se basa en la
necesidad de mantener el orden y la disciplina penitenciaria, así como
la consideración que también merecen los encargados del centro
carcelario como seres humanos, que cumplen una función autorizada
legalmente. Los actos contrarios pueden constituir faltas a la disciplina
(Arts. 25 y 26 C.E.P).
b. Respeto a los demás internos y los visitantes: Deducible de su
obligación de mantener el orden y disciplina. Es una obligación
recíproca entre los internos, quienes deben mantener un respeto y
consideración mínimos a los demás como seres humanos, lo mismo que
a los visitantes. En caso contrario constituyen faltas sujetas a sanción
según artículo 25 inc. 9 y articulo 26 inc. 3 del C.E.P.
c. Obligación de cuidar su persona en el orden y aseo, estipulado en el
artículo 5o. del C.E.P. Esto significa que todo recluso debe mantener el
orden adecuado en su actividad cotidiana dentro de la prisión,
conservando el aseo conveniente de su persona, así como de su
vestimenta. Estas obligaciones suponen que la administración
penitenciaria les proporcione a su vez las condiciones adecuadas que les
permitan alcanzar dicho orden y aseo personal.
d. Obligación de cuidar los bienes e instalaciones que se encuentran en
el interior del centro penitenciario. Lo que en la mayoría de casos no se
cumple, y constituyen por tanto faltas disciplinarias leves según articulo
26 inc. 4 del C.E.P.
e. Obligación de trabajar (Art. 65 C.E.P): El trabajo además de un
derecho es también un deber, así como un medio de tratamiento. Sin
embargo, en este caso el deber de trabajar el interno, comporta a su vez
que la administración penitenciaria provea las fuentes de trabajo
necesarios, sino en muchos casos quedara solo como una obligación
literal o potencial, no realizable por el momento.
f. Obligación de estudiar por parte de los internos analfabetos. Estatuido
por el artículo 70 del C.E.P, al indicar que estos internos participaran
obligatoriamente en los programas de alfabetización y educación
primaria para adultos.
4.2.4. DELITOS Y FALTAS CONTRA EL PATRIMONIO, LA VIDA Y
SALUD DE LOS INTERNOS: Entre otros hechos graves que ocurren
dentro de la vida carcelaria cerrada están los diversos delitos y faltas de
las que son víctimas algunos internos, muchos de ellos cometidos por
otros reclusos y en algunos casos por miembros de la administración
penitenciaria.
Al respecto hay que considerar que con relativa frecuencia se cometen
infracciones patrimoniales en agravio de algunos reclusos, sin que exista
posibilidad de hacer justicia ante tales latrocinios.
Según Hans Von Hentig, este es un fenómeno frecuente en las cárceles,
y que la gran masa de los delitos se dirige contra la propiedad. Dentro
de este tipo de hechos en nuestro medio, se ha venido denunciando
también que en las requisas o cacheos a cargo de la administración
penitenciaria civil o policial, desaparecen algunos bienes o dinero de los
internos. Asimismo, existe otra serie de prácticas, como cobro de cupos
para “seguridad” o ser alojados en determinado ambiente de la cárcel,
entre otros hechos ilícitos preocupantes, contrarios al fin resocializador
de la ejecución penal.
Igualmente, las lesiones o atentados contra la vida entre los propios
reclusos, son delitos que muchas veces quedan impunes, con excepción
de algunos cuya gravedad obliga a que se efectúen las investigaciones
pertinentes y se abra proceso penal, pero no en los casos menos graves.
Los internos más violentos a veces cometen delitos de lesiones en
agravio de otros, pero generalmente la administración penitenciaria no
adopta las medidas adecuadas, salvo las requisas en las que se
decomisan desde armas blancas hasta algunas de fuego. Al respecto, un
hecho trágico ocurrió el 4 de marzo de 1981 en la cárcel peruana
conocida como “El Sexto”, que años después fue cerrada, en la que
eclosionó un hecho de violencia entre los reclusos, habiendo parecido
treintidós de ellos además de un gran número de heridos de diversa
gravedad, que se dice tuvo como causa el enfrentamiento de internos
“chalacos” contra “limeños” por el poder del penal, sin que la autoridad
de la cárcel hubiera hecho lo suficiente para evitar tal masacre.
Asimismo, hay que señalar que no siempre estos delitos y otros, son
originados por los internos, sino que se dan circunstancias en que se
inculpa a la administración penitenciaria civil o policial, sobre todo en
casos de protestas sofocadas por la fuerza, o cuando se efectúan
revisiones o registros (cacheos), en los que se llega a ciertos excesos
contra la integridad física de los internos, no obstante, los derechos
humanos reconocidos por la Constitución y el C.E.P. peruano. Al
respecto un hecho luctuoso ocurrido el 4 de octubre de 1985, en el penal
de “Lurigancho”, fue la muerte de treinta internos inculpados de
terrorismo, cuando se ejecutó una requisa por la administración del
penal con participación policial. Según versiones de los reclusos
sobrevivientes, una de las paredes del pabellón “Británico” en que
estaban recluidos fue derribado a dinamitazos, luego los internos fueron
abaleados y quemados por la policía participante en la requisa. La
información oficial afirmo que los mismos internos quemaron a sus
compañeros que querían acogerse a la requisa, versión que carece de
solidez si vemos los acontecimientos posteriores, como el entierro de
los cadáveres en horas de la madrugada sin la presencia de sus
familiares, luego de tenerlos cinco días en la morgue, atentando contra
los derechos humanos que el gobierno de ese entonces decía respetar.
El volumen de estos hechos es más frecuente en los centros carcelarios
grandes y sobrepoblados, como “Lurigancho” en Lima y en ciertos
penales de diversas regiones del país, que de cuando en cuando hacen
noticia al respecto. Nosotros opinamos que esta problemática delictiva
intramuros se puede atenuar o prevenir, teniendo como base la
instauración afectiva del régimen penitenciario normado en la
legislación vigente, debiendo contarse para ello con un personal idóneo,
que es lo más importante para el manejo de las relaciones internas de
una prisión cerrada, pero avalados por la voluntad política de alcanzar
dicha meta.
4.2.5. MOTINES, EVASIONES Y HUELGA DE HAMBRE
Los vicios de la prisión cerrada ya señalados, junto con el ambiente
sórdido que lo caracteriza, como por la mala dirección carcelaria y la
lentitud en la administración de justicia que mantiene en prisión a un
alto número de presos sin condena, entre otros problemas, alientan
múltiples formas de oposición o reclamo. Las manifestaciones de estas
protestas van desde los motines, las evasiones, hasta la huelga de
hambre, entre otras expresiones.
4.2.5.1. Los Motines: La rebelión contra la autoridad del penal es una
forma de protesta colectiva por algo que los internos consideran
negativo o injusto, expresándose en forma agresiva. En algunos casos los
motines pueden ser muy violentos, que dejan como consecuencia
resultados sangrientos y victimas diversas. Generalmente se debe a
reclamos contra el tipo de autoridad que existe en la prisión, quejas por
la comida, trato brutal e injusto, entre otros motivos. La prevención de
estos actos está básicamente en una buena administración carcelaria y
que los derechos del interno sean efectivamente una realidad concreta.
Para Isidore SILVER(41) los motines siguen ciertos patrones como los
siguientes: 1) no se intentan fugas masivas, 2) muchos ocurren después
de turbulencias y choque entre los miembros del personal, 3) la
planeación es rudimentaria, 4) el propósito es captar la atención del
público, 5) se toman rehenes, 6) forman barricadas y solicitan cosas
como mejor comida, atención médica, instalaciones diversas, y en
nuestro medio celeridad judicial.
Un motín notorio fue el efectuado en la cárcel insular denominada “El
Frontón”, por los internos recluidos por terrorismo, ocurrido en el mes
de diciembre de 1983, tomándose como rehenes a miembros del
personal de vigilancia. Los motivos principales de esta sedición fueron
la mejora en la alimentación; destitución del Director del Penal por
propiciar el clima de violencia; respecto a la privacidad de la
correspondencia; libre ingreso de libros, revistar y diarios; no recorte a
la luz eléctrica; entrega de catres, colchones y frazadas; entre otros
puntos. Paralelamente con este hecho las internas de la Cárcel de
mujeres del Callao, recluidas por terrorismo, también se amotinaron
tomando en rehenes a 10 empleadas penitenciarias, con reclamos
similares. Felizmente en ambos casos se logró establecer un acuerdo
entre amotinados y la autoridad penitenciaria, con participación del
Ministerio Publico.
Un nuevo motín ocurrió en el ex-establecimiento penitenciario “El
Frontón”, el día 3 de abril de 1985, por cerca de 400 internos procesados
por terrorismo, que tomaron en rehenes al Director Adjunto del INPE, al
Directo de la 2ª. Región y a otros seis miembros más. Se amenazó con
“ajusticiarlos” si no se atendían a sus reclamos y luego de casi 30 horas
de negociaciones y de aceptarse a la mayoría de demandas se liberó a
los funcionarios capturados. Entre las peticiones se contaban: 1)
aumento en la cantidad y calidad de víveres para alimentación, 2)
funcionamiento de un grupo electrógeno, 3) entrega de catres,
colchones y frazadas, 4) atención a los internos enfermos y el ingreso de
medicinas, 5) el ingreso de libras y útiles de escritorio, 6) cambio del
Director, alcaide y empleados hostiles, entre otros puntos que fueron
aceptados, por ser probablemente justos.
Sin embargo, a los tres meses del anterior suceso ocurrió un nuevo
amotinamiento por los mismos internos de los penales de Lurigancho,
“El Frontón” y el Callao (Santa Bárbara), desde el día 13 hasta el 17 de
julio de 1985, tomándose un rehén en Lurigancho y seis en la cárcel de
mujeres del Callao. En este caso se exigían también mejores condiciones
de vida y que se les considere “presos políticos”. Luego de tensas
negociaciones y de accederse a gran parte de sus reclamos y de transar
en el reconocimiento como “presos especiales” se solucionó este
conflicto.
A los pocos meses del anterior hecho se produjo un nuevo motín, el 30
de octubre de 1985, por los inculpados de terrorismo, en el penal de
Lurigancho, con la captura de cinco rehenes, entre los que se hallaba la
jueza de Ejecución Penal, su secretario, el Director del Penal y dos
miembros más del INPE. Planteándose una serie de pedidos, entre los
que se hallaba el de no ser trasladados al nuevo penal de Canto Grande.
Luego de dramáticas negociaciones los rehenes fueron liberados sin
ningún hecho de sangre.
Un motín con secuela cruenta fue el iniciado el 18 de junio de 1986, por
los internos procesados por terrorismo, de los penales de Lurigancho.
El Frontón y Santa Bárbara, que en este caso fue develado mediante el
uso de las armas, con el resultado de cerca de 250 reclusos muertos (02)
(03) por las fuerzas militares.
Los amotinamientos de internos “comunes” y de “terroristas”, han
seguido teniendo diverso grado de expresión en los últimos años, con
resultados a veces sangrientos.
4.2.5.2 Evasiones: La fuga es el riesgo que confronta toda prisión, por
ello se aconseja la edificación de cárceles contra seguridad especial. Sin
embargo, hay que anotar que el ánimo de evasión no es común a todos
los internos, la experiencia de las prisiones abiertas con bajos índices de
fuga son prueba de ello. Tradicionalmente, de acuerdo a las condiciones
de seguridad que requieren los diversos tipos de reclusos se habla de
prisiones de máxima, mediana y mínima seguridad. El deseo de evasión
más intenso se da supuestamente en los internos de las cárceles de
máxima seguridad, pero también las prisiones degradantes y hacinadas,
así como las penas muy largas, viene a ser factores que pueden motivar
el deseo de fuga y el de recurrir a medios diversos para tal fin, no
necesariamente violentos o mediante excavaciones subterráneas, sino
también por otros medios más útiles.
En nuestra realidad carcelaria se ha venido observando en las últimas
décadas una variedad de fugas numerosas, pero en muchos casos no han
recurrido a los procedimientos tradicionales de escalamiento de muros
o mediante túneles, sino sobre todo mediante el soborno y otros medios
similares, y en otros casos se ha utilizado el procedimiento de tomar
rehenes para exigir que se les facilite la evasión. Muchos de los evadidos
han sido narcotraficantes, y en la mayoría de casos mediante el soborno,
incluso se conoce el caso de un narcotraficante italiano que logró fugar
hasta tres veces del penal de Lurigancho. Estas evasiones escandalosas,
algunos de ellas no aclaradas en lo relativo a los responsables de
haberlas facilitado se han producido no solo en penales de Lima, como
“Lurigancho”, Santa Mónica e incluso de la cárcel de máxima seguridad
de “Canto Grande”, sino también en cárceles de otras regiones como
Tarapoto, Tingo María, Ica, entre otros centros.
Otro medio adoptado para evadirse de la prisión es la toma de rehenes.
De ese modo lograron fugar doce internos del penal de Lurigancho, el 18
de setiembre de 1980, tomando en rehenes a varios vigilantes y al
Director del Penal, que en ese entonces era un Comandante de la
Guardia Republicana. En dicha ocasión salieron en un vehículo de la
Compañía de bomberos, llevando a los rehenes, no habiéndose
producido ningún disparo de bala.
Tres años más tarde ocurrió otro hecho en el mismo penal de
Lurigancho, el 14 de diciembre de 1983, en el que once reclusos
comunes tomaron en rehenes a tres religiosas, una asistencia social y
una colaboradora del grupo. Luego de tensas negociaciones se les
proporciono un carro para que salieran de la cárcel, sin embargo, luego
de haber traspuesto las puertas del penal, los policías que seguían al
vehículo de los evasores dispararon sin considerar el riesgo de herir a
los rehenes. Como resultado de ese episodio fallecieron ocho de los
reclusos y la monja Juana Sawyer Deegan que había sido recibido cinco
impactos de bala, quedando heridos los restantes. Fue una especie de
ejecución capital de hecho.
Otro intento de fuga más sangriento y terrible fue el ocurrido en el ex-
penal limeño conocido como “El Sexto”, que era un local estrecho e
inaparente para centro carcelario. El 27 de marzo de 1984, doce
internos tomaron en rehenes a cerca de 19 personas, la mayoría de ellos
parte del personal penitenciario profesional y tres reclusos, exigiendo
que se les proporcione dos vehículos para salir de la prisión, bajo
amenaza de matar a los rehenes si no se hacía caso a sus peticiones. La
situación de tensión duro más de doce horas, y en ese lapso que no se
concedió lo que exigían, varios de los rehenes fueron abaleados y
quemados, hasta que finalmente cerca de las diez de la noche ingreso la
policía y redijo mediante un operativo violento a los reclusos, con el
saldo trágico de más de veinte muertos y varias decenas de heridos. En
síntesis, en este intento de fuga fallecieron 22 reclusos y un rehén; y de
heridos la mayoría fueron internos, varios policías y personal
penitenciario, epilogo de la violencia mutua entre reclusos y custodios
del orden.
4.2.5.3. Huelga de Hambre: La negativa a tomar alimentos es un medio
de reclamo o protesta que a veces es empleado por algunos reclusos.
Puede ser una manifestación individual o colectiva que tiene diverso
grado de incidencia y que en los últimos años se ha presentado en
nuestros penales. Al respecto se puede recordar la huelga de hambre
general de los reclusos de “El Sexto” en el mes de diciembre de 1980,
pidiendo solución a un pliego de reclamos de 20 puntos, como eclosión
de protestas anteriores mediante huelgas de hambre individuales.
También podemos recordar que a nivel nacional hubo un hecho de tal
naturaleza, efectuado por los procesados por narcotráfico, a mediados
de 1983, cuando estaba por aprobarse un proyecto de ley que les
recortaba el beneficio de la redención de penas por el trabajo,
participando cerca de dos mil internos en una huelga que se inicia en la
cárcel de Chorrillos, en Lima. Esta es una forma de protesta que se
observa también en cárceles de otros países.

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