Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Desde la crisis de 1873 la economía del mundo estaba marcada por “una perturbación y
depresión del comercio sin precedentes”. Su peculiaridad es su universalidad; afecta a
naciones que se han visto implicadas en la guerra, pero también a aquellas que se han
mantenido en paz.
En el período transcurrido entre 1873 y mediados del decenio de 1890, la producción mundial
lejos de asentarse, continuó aumentando de forma muy sustancial. Entre 1870 y 1890. El
comercio internacional continuó aumentando de forma importante, aunque es verdad que a
un ritmo menos vertiginoso que antes. Las economías industriales norteamericana y alemana
avanzaron y la revolución industrial se extendió preparando una crisis de deuda internacional
muy similar a la del decenio de 1980, era la prolongada “depresión de los precios, una
depresión del interés y una depresión de los beneficios”.
La agricultura fue la víctima más espectacular de esa disminución de los beneficios y de una
competencia exterior masiva. En algunas zonas, la situación empeoró al coincidir diversas
plagas en ese momento. La reacción de los agricultores varió desde la agitación electoral a la
rebelión, por no mencionar la muerte por hambre.
Las dos respuestas más habituales entre la población fueron la emigración masiva y la
cooperación. Mientras tanto se multiplicaron en varios países las sociedades para la compra
cooperativa de suministros, la comercialización en cooperativa y el procesamiento
cooperativo.
El mundo de los negocios tenía sus propios problemas. Una gran expansión del mercado
puede compensar esa situación pero los cierto es que el mercado no crecía con la suficiente
rapidez, en parte por el aumento del número de competidores en la producción y de las
economías industriales. En algunas partes del mundo, la situación se veía complicada aún
más por la caída gradual, del precio de la plata y de su tipo de cambio con el oro. Mientras,
ambos metales se mantuvieron estables, los pagos internacionales calculados en los metales
preciosos que constituían la base de la economía monetaria mundial eran bastante sencillos.
Pero cuando la tasa de cambio era inestable, las transacciones de negocios se complicaban
enormemente.
Una de las soluciones consistía en el “bimetalismo”, era sustentada por muchos que atribuían
el descenso de los precios fundamentalmente a la escasez de oro. Un sistema basado en el
oro y la plata, mineral cada vez más abundante podría elevar los precios a través de la
inflación monetaria. La banca, las grandes empresas y los gobiernos no tenían la menor
intención de abandonar la paridad fija del oro. En cualquier caso, sólo países como México,
China y la India, trabajaban fundamentalmente con la plata.
Los diferentes gobiernos mostraron una mejor disposición a proteger a los productores
nacionales de la competencia de los bienes importados. La gran depresión puso fin a la era
del liberalismo económico. Las tarifas proteccionistas, a finales del decenio de 1870, pasaron
a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional.
De todos los grandes países industriales, sólo el Reino Unido defendía la libertad de comercio
sin restricciones. Las razones eran que el Reino Unido era el exportador más importante de
productos industriales, además era el mayor exportador de capital, de servicios financieros y
comerciales y de servicios de transporte.
El Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo económico y al actuar así
otorgó a los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de
impulsar sus exportaciones.
Pero ¿Cuáles fueron las consecuencias de este proteccionismo? Podemos aceptar como cierto
que un exceso de proteccionismo es perjudicial para el crecimiento económico mundial. Pero
en 1880-1914, el proteccionismo no era general ni tampoco excesivamente riguroso, quedó
limitado a los bienes de consumo y no afectó al movimiento de mano de obra y a las
transacciones financieras internacionales. El proteccionismo agrícola funcionó en Francia,
fracasó en Italia. El proteccionismo industrial impulsó a las industrias nacionales a abastecer
los mercados domésticos.
Entre las diferentes soluciones para solventar los problemas del capitalismo, caben destacar
las siguientes:
3.- Una tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo: el
imperialismo. La búsqueda de nuevos mercados, contribuyó a impulsar la política de
expansión, que incluía la conquista colonial.
Un resultado final, o efecto secundario, de la gran depresión fue la gran agitación social, no
sólo entre los agricultores, sino también entre las clases obreras. Desde finales del decenio
de 1880, la aparición de movimientos obreros y socialistas de masas en algunos de ellos. Los
modernos movimientos obreros son también hijos del período de la depresión.
Desde mediados del decenio de 1890 hasta la primera guerra mundial se conoce todavía en
el continente europeo como la belle époque. El paso de la preocupación a la euforia fue tan
súbito y dramático que buscaban alguna fuerza externa para explicarlo y que encontraron en
el descubrimiento de enormes depósitos de oro en Sudáfrica. El contraste entre la gran
depresión y el boom secular posterior constituyó la base de las primeras especulaciones sobre
las “ondas largas” en el desarrollo del capitalismo mundial.
Dos aspectos del período: la redistribución del poder y la iniciativa económica, estos
problemas, son secundarios desde el punto de vista de la economía mundial.
El rápido incremento de los salarios reales, característico del período de la gran depresión,
disminuyó notablemente. En Francia y el Reino Unido hubo incluso un descenso de los
salarios reales entre 1899 y 1913. Esto explica en parte el incremento de la tensión social y
de los estallidos de violencia anteriores a 1914.
El núcleo de países industriales constituían ahora una masa productiva ingente y en rápido
crecimiento y ampliación en el centro de la economía mundial. Incluían no sólo los núcleos
grandes sino también un nuevo conjunto de regiones en proceso de industrialización:
Escandinavia, los Países Bajos, el norte de Italia, Hungría, Rusia e incluso Japón. Constituían
también una masa cada vez más impresionante de compradores de los productos y servicios
del mundo: un conjunto que vivía cada vez más de las compras.
Además, gracias al descenso de los precios que se había producido durante el período de la
depresión, esos consumidores disponían de mucho más dinero que antes para gastar, incluso
entre los pobres. La industria de la publicidad, que se desarrolló en este período, los tomó
como punto de mira. La venta a plazos permitió que los sectores con escasos recursos
pudieran comprar productos de alto precio.
Así pues, estos países constituían el núcleo central de la economía mundial. En conjunto
formaban el 80% del mercado internacional. Más aún, determinaban el desarrollo del resto
del mundo.
¿Cómo resumir lo que fue la economía mundial durante la era del imperio?.
1.- En primer lugar, su base geográfica era mucho más amplia que antes. El sector industrial,
en proceso de industralización, se amplió, en Europa mediante la revolución industrial que
conocieron Rusia y otros países como Suecia y los Países Bajos, fuera de Europa, por los
acontecimientos que tenían lugar en Norteamérica y, en cierta medida, en Japón. El mercado
internacional de materias primas se amplió, lo cual implicó también el desarrollo de las zonas
dedicadas a su producción.
Como ya se ha señalado, la economía mundial era, pues, mucho más plural que antes. El
Reino Unido dejó de ser el único país totalmente industrializado y la única economía
industrial.
Esepluralismo creciente de la economía mundial quedo enmascarado hasta cierto punto por
la dependencia de los servicios financieros, comerciales y navieros con respecto al Reino
Unido. Por otra parte, la enorme importancia de las inversiones británicas en el extranjero y
su marina mercante, reforzaban aún más la posición central del país en una economía
mundial.
2.- Ese pluralismo reforzó por el momento la posición central del Reino Unido. Era el Reino
Unido el país que restablecía el equilibrio global importando mayor cantidad de productos
manufacturados de sus rivales. El relativo declive industrial del Reino Unido reforzó, pues,
su posición financiera y su riqueza.
3.- La tercera característica de la economía mundial es la revolución tecnológica. Fue en este
período cuando se incorporaron a la vida moderna el teléfono y la telegrafía sin hilos, el
fonógrafo y el cine, el automóvil y el aeroplano, y cuando se aplicaron a la vida doméstica la
ciencia y la alta tecnología. Para los contemporáneos, la gran innovación consistió en
actualizar la primera revolución industrial mediante una serie de perfeccionamientos en la
tecnología del vapor y del hierro por medio del acero y las turbinas.
Esta fue la fauna en que creció y se transformó la economía del mundo “desarrollado”. Pero
lo que impresionó a los contemporáneos en el mundo “desarrollado” e industrial, fue sin duda
que estaban viviendo una época floreciente. Incluso las masas trabajadoras se beneficiaron
de esa expansión. Esto permitió a la masa de europeos que emigraron a los Estados Unidos
integrarse en el mundo de la industria, pero en la clase obrera. Para éstas, la belle époque era
el paraíso, que se perdería después de 1914. Las perturbaciones anteriores al 1914 impidieron
el retorno al paraíso perdido.
Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas
desarrollados tenía grandes probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países
“avanzados” dominaran a los “atrasados”: en definitiva, en un mundo imperialista. Al
período transcurrido entre 1875 y 1914 se le puede calificar como era del imperio no sólo
porque en él se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también porque fue el período
de la historia moderna en que hubo mayor número de gobernantes que se auto titulaban
oficialmente “emperadores”.
El período que estudiamos es una era en que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio
colonial. La supremacía económica y militar de los países capitalistas, entre 1880 y 1914,
intentó y realizó la conquista, anexión y administración formales de la mayor parte del mundo
ajeno a Europa que fue dividido, formalmente, en territorios que quedaron bajo el gobierno
formal o bajo el dominio político informal de uno u otro de una serie de Estados,
fundamentalmente el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica, los
Estados Unidos y Japón. Las víctimas de ese proceso fueron los antiguos imperios
sobrevivientes de España y Portugal. El único Estado no europeo que resistió con éxito la
conquista colonial formal fue Etiopía.
Dos grandes zonas del mundo fueron totalmente divididas por razones prácticas: África y el
Pacífico. No quedó ningún Estado independiente en el Pacífico, totalmente dividido entre
británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y japoneses. En
1914, África pertenecía en su totalidad a los imperios británico, francés, alemán, belga,
portugués y, de forma más marginal, español, con la excepción de Etiopía, en Asia existía
una zona amplia nominalmente independiente, aunque los imperios europeos redondearon
sus extensas posesiones. Se crearon dos imperios prácticamente nuevos: el primero, por la
conquista francesa de Indochina, el segundo, por parte de los japoneses a expensas de China,
en Corea y Taiwán. Estados Unidos, sus únicas anexiones directas fueron Puerto Rico y una
estrecha franja del canal de Panamá. En Latinoamérica, la dominación económica y las
presiones políticas necesarias se realizaban sin una conquista formal. Ciertamente, el
continente americano fue la única gran región del planeta en la que no hubo una seria
rivalidad entre las grandes potencias.
Ese reparto del mundo entre un número reducido de Estados era la expresión de la progresiva
división del globo en fuertes y débiles.
Para los observadores se abría una nueva era de expansión nacional en la que era imposible
separar elementos políticos y económicos y en la que el Estado desempeñaba un papel cada
vez más activo, tanto en los asuntos domésticos como en el exterior.
En efecto los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, pero el imperialismo
era un fenómeno totalmente nuevo. Describir un fenómeno nuevo el “imperialismo”: es una
actividad que habitualmente desaprueba y que por tanto, ha sido siempre practicada por otros.
Definición algo peyorativa en el transcurrir del siglo.
Las causas del imperialismo, según el análisis leninista, era que el nuevo imperialismo tenía
sus raíces económicas en una nueva fase específica del capitalismo, que, entre otras cosas,
conducía a “la división territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas” en una
serie de colonias formales e informales y de esferas de influencia. Las rivalidades existentes
entre los capitalistas, que fueron causa de esa división, engendraron también la primera
guerra mundial.
Los análisis no marxistas del imperialismo establecían conclusiones opuestas a las de los
marxistas. Negaban la conexión específica entre el imperialismo de finales del siglo XIX y
del siglo XX con el capitalismo en general y con la fase concreta del capitalismo. Negaban
que el imperialismo tuviera raíces económicas importantes, que beneficiara económicamente
a los países imperialistas y, asimismo, que la explotación de las zonas atrasadas fuera
fundamental para el capitalismo y que hubiera tenido efectos negativos sobre las economías
coloniales. Afirmaban que el imperialismo no desembocó en rivalidades insuperables entre
las potencias imperialistas y que no había tenido consecuencias decisivas sobre el origen de
la primera guerra mundial. Rechazando las explicaciones económicas, se concentraban en
los aspectos psicológicos, ideológicos, culturales y políticos, aunque por lo general evitando
cuidadosamente el terreno resbaladizo de la política interna.
Con todo, si se puede establecer una conexión económica entre las tendencias del desarrollo
económico en el núcleo capitalista del planeta en ese período y su expansión a la periferia.
El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la creación de una economía global con
un tejido cada vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento
de productos, dinero y seres humanos que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con
el mundo subdesarrollado.
1.- Esta red de transportes mucho más tupida posibilitó que incluso las zonas más atrasadas
se incorporaran a la economía mundial.
2.- El desarrollo tecnológico dependía de materias primas que por razones climáticas o por
los azares de la geología se encontraban exclusiva o muy abundantemente en lugares
remotos: el petróleo, el caucho, el estaño y la demanda de metales preciosos y diamantes.
3.- Completamente aparte de las demandas de la nueva tecnología el crecimiento del
consumo de masas en los países metropolitanos significó la rápida expansión del mercado de
productos alimenticios, el mercado estaba dominado por los productos básicos de la zona
templada, cereales y carne que se producían a muy bajo coste y en grandes cantidades. Pero
también transformó el mercado de productos conocidos desde hacía mucho tiempo como
productos coloniales: azúcar, té, café, cacao y sus derivados, frutas tropicales y subtropicales.
Las plantaciones, explotaciones y granjas eran el segundo pilar de las economías imperiales.
Los comerciantes y financieros metropolitanos eran el tercero.
Estos acontecimientos no cambiaron la forma y las características de los países
industrializados aunque crearon nuevas ramas de grandes negocios. Pero transformaron el
resto del mundo en la medida en que lo convirtieron en un complejo de territorios coloniales
y semicoloniales que progresivamente se convirtieron en productores especializados de uno
o dos productos básicos para exportarlos al mercado mundial, de cuya fortuna dependían por
completo.
1,- La presión del capital para encontrar inversiones más favorables que las que se podían
realizar en el interior del país, inversiones seguras que no sufrieran la competencia del capital
extranjero, es el menos convincente. Se suponía que eran inversiones seguras, aunque no
produjeran un elevado rendimiento.
En algunos casos, ante todo en Alemania, se ha apuntado como razón fundamental para el
desarrollo del imperialismo “la primacía de la política interior”. Una política imperialista
podía suponer beneficios, de forma directa o indirecta, para las masas descontentas, quizás
sea la menos relevante.
4.- Mucho más relevante nos parece la práctica habitual de ofrecer a los votantes gloria en
lugar de reformas costosas. De forma más general, el imperialismo estimuló a las masas y en
especial a los elementos potencialmente descontentos, a identificarse con el Estado.
Sin duda, en algunos países el imperialismo alcanzó una gran popularidad entre las nuevas
clases medias v de trabajadores administrativos. Es mucho menos evidente que los
trabajadores sintieran ningún tipo de entusiasmo.
5.- De todas formas, la idea de superioridad y de dominio sobre un mundo poblado por gentes
de piel oscura benefició a la política imperialista. Las diferentes iglesias se embarcaron en
un proceso de conversión de los paganos a las diferentes versiones de la auténtica fe cristiana.
Esta fue la época clásica de las actividades misioneras. El esfuerzo misionero en gran número
de ocasiones se oponía a las autoridades coloniales.
En cuanto al movimiento dedicado más apasionadamente a conseguir la igualdad de los
hombres, las actitudes en su seno se mostraron divididas. Aunque muchos líderes sindicales
consideraban que las discusiones sobre las colonias eran irrelevantes o veían a las gentes de
color ante todo como una mano de obra barata, en este sentido, es cierto que las presiones
para la expulsión de los inmigrantes de color fueron ejercidas sobre todo por las clases
obreras.
El análisis socialista del imperialismo, integraba el colonialismo en un concepto mucho más
amplio de una “nueva fase” del capitalismo, era un análisis que en ocasiones tendía a exagerar
la importancia económica de la expansión colonial para los países metropolitanos.
Quedan todavía por responder las cuestiones sobre el impacto de la expansión occidental en
el resto del mundo.
El impacto económico del imperialismo fue importante, lo más destacable, la profunda
desigualdad, por cuanto las relaciones entre las metrópolis y sus colonias eran muy
asimétricas.
Para la economía británica era de todo punto esencial preservar en la mayor medida posible
su acceso privilegiado al mundo no europeo. El éxito del Reino Unido en ultramar fue
consecuencia de la explotación de las posesiones británicas ya existentes o de la posición
especial del país como principal importador e inversor en zonas tales como Sudamérica.
La gran depresión fue una prueba fundamental, desembocó en una gran crisis de deuda
externa internacional que hizo correr un gran riesgo a los bancos de la metrópoli
Naturalmente, el Reino Unido consiguió su parcela propia en las nuevas regiones colonizadas
del mundo, fue probablemente una parcela más extensa y más valiosa que la de ningún otro
Estado. Sin embargo, el objetivo británico, fuera la expansión o la defensa frente a otros, fue
alcanzado.
En resumen, el nuevo colonialismo fue una consecuencia de una era de rivalidad económico-
política entre economías nacionales competidoras, rivalidad intensificada por el
proteccionismo.
Pero la era imperialista fue un fenómeno también cultural. La conquista del mundo por la
minoría“desarrollada” transformó… por la fuerza y por las instituciones, mediante el ejemplo
y mediante la transformación social. En los países dependientes, esto apenas afectó a nadie
excepto a las elites indígenas. Excepto en África y Oceanía, la gran masa de la población
colonial apenas modificó su forma de vida, cuando podía evitarlo.
Lo que el imperialismo llevó a las elites potenciales del mundo dependiente fue
fundamentalmente la “occidentalización”.
La novedad del siglo XIX consistió en el hecho de que cada vez más y de forma más general
se consideró a los pueblos no europeos y a sus sociedades como inferiores, indeseables,
débiles y atrasados, incluso infantiles.
Pero había un aspecto más positivo de ese exotismo. Administradores y soldados con
aficiones intelectuales meditaban profundamente sobre las diferencias entre sus sociedades
y las que gobernaban. Realizaron importantísimos estudios. Ese trabajo era fruto y se basaba
en buena medida en un firme sentimiento de superioridad. El imperialismo hizo que
aumentara notablemente el interés occidental hacia diferentesformas de espiritualidad
derivadas de Oriente.
Hay que mencionar brevemente un aspecto final del imperialismo: su impacto sobre las
clases dirigentes y medias de los países metropolitanos. Un puñado de hombres de las clases
media y alta de esos países ejercían ese dominio de forma efectiva.
Estas eran las pesadillas que perturbaban el sueño de la belle époque. En ellas los ensueños
imperialistas se mezclaban con los temores de la democracia.
De la paz a la guerra
Desde agosto de 1914, las vidas de los europeos han estado rodeadas, impregnadas y
atormentadas por la guerra mundial.
Desde 1815 no había habido una guerra en la que estuvieran implicadas todas las potencias
europeas. Las grandes potencias elegían a sus víctimas entre los débiles y en el mundo no
europeo. Los Balcanes eran calificados como el polvorín de Europa y, ciertamente, fue allí
donde estalló la explosión global de 1914.
En los años 1900 la guerra se acercó notablemente y hacia 1910 todo el mundo era consciente
de su inminencia.
Sin embargo, su estallido no se esperaba realmente. En los últimos días de julio, después de
que Austria hubiera declarado ya la guerra a Servia, los líderes del socialismo internacional
se reunieron convencidos todavía de que una guerra general era imposible.
Para la mayor parte de los países occidentales la función fundamental de los ejércitos en sus
sociedades era de carácter civil. El servicio militar era obligatorio excepto en el Reino Unido
y los Estados Unidos.
En cuanto a los gobiernos y las clases dirigentes, los ejércitos sólo eran fuerzas que se
utilizaban contra los enemigos internos y externos, también era un medio de asegurarse la
lealtad de los ciudadanos.
Así pues, si exceptuamos la guerra que el Reino Unido libró en Sudáfrica, la vida del soldado
y el marinero de una gran potencia era bastante pacífica. Naturalmente, los estados mayores
generales se preparaban para la guerra, como era su obligación.
Mientras que sólo algunos civiles comprendían el carácter catastrófico de la guerra futura,
los gobiernos se lanzaron a la carrera de equiparse con el armamento. La tecnología para
matar progresó de forma extraordinaria no solo en potencia de fuego de las armas pequeñas
y de la artillería, sino también por la transformación de los barcos de guerra al dotarlos de
motores de turbina más eficaces, de un blindaje protector y de la capacidad de llevar un
número mucho mayor de cañones.
Una consecuencia de tan importante gasto fue la necesidad de recurrir a impuestos más
elevados. Más aún, los gobiernos necesitaban tanto la fabricación real de armas como la
capacidad para producirla para satisfacer las necesidades de tiempo de guerra.
Pero lo que impulsó a Europa hacia la guerra no fue la carrera de armamentos en sí misma,
sino la situación internacional que lanzó a las potencias a iniciarla.
2
Lo más que puede afirmarse es que la guerra pareció tan inevitable que algunos gobiernos
decidieron que era necesario elegir el momento más favorable. Se ha dicho que Alemania
buscaba ese momento desde 1912, pero no habría podido ser antes. Durante la crisis final de
1914, precipitada por el intrascendente asesinato de un archiduque austriaco a manos de un
estudiante terrorista en una ciudad de provincias de los Balcanes, Austria sabía que se
arriesgaba a que estallara un conflicto mundial al amenazar a Servia y Alemania con su
decisión de apoyar plenamente a su aliada. Pero como mostraron los acontecimientos, en el
verano de 1914, la paz fue rechazada por todas las potencias.
Estados Unidos, si bien evitaba todavía los conflictos europeos, desarrollaba una política
expansionista en el Pacífico, y Japón. La alianza del Reino Unido con Japón (1902) fue el
primer paso hacia la Triple Entente, pues la existencia de esa nueva potencia, que pronto
demostraría derrotar por las armas al Imperio zarista, redujo la amenaza Rusa hacia el Reino
Unido y fortaleció la posición británica. Eso posibilitó la superación de una serie de antiguos
enfrentamientos ruso-británicos.
El mundo económico ya no giraba en torno al Reino Unido. El Reino Unido había dejado de
ser el “taller del mundo” y su mercado de importación más importante había entrado en un
claro declive relativo. La primera consecuencia de ese hecho fue el nacimiento del
proteccionismo durante el período de la gran depresión.
Lo que hizo tan peligrosa esa identificación del poder económico con el poder político-militar
fue la rivalidad nacional por conseguir los mercados mundiales, los recursos materiales y por
el control de determinadas regiones como el Próximo Oriente y el Oriente Medio, donde
tantas veces coincidían los intereses económicos y estratégicos. La penetración económica y
estratégica alemana en el Imperio otomano preocupaba a los británicos y contribuyó a que
Turquía se alineara junto a Alemania durante la guerra.
Mientras que el equilibrio y la estabilidad siguieron siendo los aspectos básicos de la relación
de las potencias europeas entre sí, fuera no dudaban en iniciar una guerra contra los más
débiles. Todas las potencias sin excepción mostraban una actitud expansionista y
conquistadora.
Pero lo que hacía que el mundo fuera un lugar aún más peligroso era le ecuación crecimiento
económico y poder político limitado.
A partir de 1905 los mecanismos políticos que, permitían el gobierno estable de los
regímenes, comenzaron a crujir de forma perceptible. Comenzó a ser cada vez más difícil
controlar.
Sin embargo, había una potencia que no podía dejar de afirmar su presencia en el juego
militar, Austria-Hungría, desgarrada desde mediados del decenio de 1890 por problemas
nacionales cada vez más difíciles de manejar.
En resumen, las crisis internacionales y las crisis internas se conjugaron en los mismos años
anteriores a 1914. Rusia amenazada por la revolución social; Austria con el peligro de
desintegración; Alemania amenazada por el inmovilismo, como consecuencia de sus
divisiones políticas; Francia donde toda la población se mostraba renuente a pagar
impuestos, el dinero necesario para un rearme masivo y los británicos que preferían los
barcos de guerra a los soldados.
La llamada de los gobiernos a las armas no encontró una resistencia eficaz. Pero los gobiernos
se equivocaban en un punto fundamental: fueron tomados totalmente por sorpresa. Las masas
avanzaron tras las banderas de sus Estados respectivos y abandonaron a los líderes que se
oponían a la guerra. Fueron muy pocos los que manifestaron esa oposición, al menos en
público.
A pesar de que en 1914 eran muchos los que esperaban una guerra corta esta implicó un
cambio total. La guerra ponía fin a una época especialmente fuerte en el mundo de la política.
Epílogo
Un tratado de paz irresponsable, impuesto por los vencedores, daría al traste con las
posibilidades de restablecer la estabilidad capitalista alemana y, por tanto, europea, sobre una
base liberal.
Sin duda alguna, en este período la sociedad burguesa decimonónica y todo lo que a ella
corresponde pertenecen a un pasado que no determina ya el presente de forma inmediata,
aunque, por supuesto, el siglo XIX y los años postreros del siglo XX forman parte del mismo
largo período de transformación revolucionaria de la humanidad –y de la naturaleza- cuyo
carácter revolucionario se apreció en el último cuarto del siglo XVIII.
Sin embargo, el mundo de finales del siglo XX está todavía modelado por la centuria
burguesa y en especial por la era imperialista, que ha sido el tema de este volumen. Modelado
en el sentido literal. Por ejemplo, los mecanismos financieros mundiales que constituirían el
marco internacional para el desarrollo global del tercer cuarto de este siglo se establecieron
a mediados del decenio de 1940 por parte de unos hombres que eran ya adultos en 1914 y
que estaban totalmente dominados por la experiencia de la desintegración de la era
imperialista durante los veinticinco años anteriores.
El elemento más evidente de ese legado es la división del mundo en países socialistas (o
países que afirman serlo) y el resto. Es indudable que los regímenes que afirman haber
cumplido los pronósticos de Karl Marx no podrían haber cumplimentado el futuro previsto
para ellos hasta la aparición de los movimientos obreros socialistas de masas, cuyo ejemplo
e ideología habían inspirado a su vez los movimientos revolucionarios de las regiones
atrasadas y dependientes o coloniales.
Además, como se ha intentado dejar claro en este libro, la era imperialista conoció el
nacimiento de casi todos aquellos rasgos que son todavía característicos de la sociedad
urbana moderna de la cultura de masas, desde las formas más internacionales de espectáculos
deportivos hasta la prensa y el cine.
No es difícil descubrir otras formas en que nuestras vidas están todavía formadas por –o son
continuaciones de- el siglo XIX en general y por la era imperialista en particular. Todavía es
difícil, sino imposible, contemplar desapasionadamente esa centuria que creó la historia
mundial porque cree la economía capitalista mundial moderna.
Como este libro ha intentado mostrar, para algunos la era imperialista fue un período de
inquietudes y temores cada vez mayores. Para la mayor parte de los hombres y mujeres en el
mundo transformado por la burguesía era, sin duda, una época de esperanza.