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Historia Contemporánea

Cátedra: Grillo
Comisión: Silvina Campo
Alumna: Luciana Anapios
Primer cuatrimestre de 2002

“Cuestiones en torno al concepto de nación y nacionalismo”

1.- Los conceptos de nación y nacionalismo tienen una complejidad derivada del cruce de factores ideológicos,
filosóficos, políticos e históricos. Podemos caracterizar dos grandes perspectivas en el análisis del nacionalismo.
Por un lado la tendencia gastronómica que apunta a señalar la creación de la idea de Nación en función de
diferentes “ingredientes”. Es el nacionalismo el que creó las Naciones. Dentro de esta corriente los modernistas,
desde la sociología durkheimiana, se centran en los factores que determinan la creación de una comunidad real
como un hecho social. En cambio, los posmodernistas ponen el eje en la comunidad imaginada y en las
representaciones simbólicas. Por otro lado, la perspectiva geológica define a la Nación como preexistente desde
siempre. Una comparación entre Mosse, Gellner, Berlin y Baechler nos obliga a tener en cuenta esta pluralidad de
enfoques.
Baechler analiza la relación entre nación y modernidad. El concepto de nación ¿es un producto cultural europeo, o
por el contrario, tiene validez universal y puede ser adoptada indistintamente? La constitución de una nación
requiere condiciones de posibilidad. Es una morfología que exige condiciones estrictas de realización y éstas sólo
se dieron en Europa y de manera excepcional en otros lugares. Ante la imposibilidad de emergencia de la nación la
salida es ideológica y por ende emerge el nacionalismo. En este sentido, la nación precede al nacionalismo.
La nación como morfología, no es para los individuos objeto de experiencias físicas directas, porque el conjunto
supera de lejos el círculo y el área de percepción de cada individuo. Se trata de una idea, una imagen de fuerte
poder simbólico que, retomando a Renan, une a los individuos en una comunidad de destinos, en un pasado, un
presente y un futuro comunes. De esta voluntad de los individuos en adherir a la comunidad surge la Nación
moderna .
Mosse, por su parte analiza ambos conceptos como un proceso que ocurre específicamente en el plano de las
ideas. Gellner adopta un enfoque sociológico, durkheimiano y modernista, retomando los rasgos centrales del
nacionalismo europeo para construir una teoría de nación y nacionalismo. Finalmente, Berlin sostiene que la
emergencia de los nacionalismos a fines del siglo XIX hizo posible a su vez la construcción del mito de la
revolución como origen del mundo moderno. Mosse centra su análisis en la primera mitad del siglo XIX. La
Revolución Francesa fortaleció tendencias preexistentes en identificaciones tales como el catolicismo y el
protestantismo que fueron construyendo la base ideológica del nacionalismo. El nacionalismo fue funcional a las
corrientes políticas conservadoras, liberales y monárquicas. Distingue dos nociones diferentes de nacionalismo:
una cultural, vinculada al concepto de raza, funcional al imperialismo europeo y que degenerará posteriormente en
el nazismo y el fascismo y cuya raíz se inspira en el romanticismo alemán. Otra territorial, que contribuyó a la
definición de las modernas fronteras de los estados-nación en formación. Analiza los rasgos que las ideas de
nación y nacionalismo adquirieron en países como Inglaterra, Francia, Italia y Alemania, y si bien en cada país
adoptaron particularidades derivadas de las diferentes necesidades no queda claro cuáles fueron y cómo pudo
aglutinarlas el nacionalismo. Lo que sí queda claro para el autor es la necesidad imprescindible de los estados
citados para fomentar una nueva identidad funcional al mercado interno y a una nueva forma de acceso a la
actividad política: la democracia de masas. En este sentido, el nacionalismo “En realidad, constituía por sí solo
una ideología, y una ideología poderosa.i Las descripciones sobre las formas que adoptó el nacionalismo en cada
país, las ideas subsidiarias de las que se sirvió para constituirse en una de las ideologías más fuertes de los dos
últimos siglos quedan limitadas al plano de las ideas, sin buscar articularlas con la realidad social de la que emerge
ni de los hombres que le insuflaron potencial al punto de constituirse en el instrumento de las dos grandes guerras
y de múltiples y continuas guerras de menor alcance.
Gellnerii, por su parte, sostiene que la construcción del concepto de nacionalismo fue previo a la constitución de
las naciones. Fue un proceso montado sobre la desestructuración del mundo campesino por parte de la revolución
industrial. Un complejo proceso ideológico alimentado y estimulado por un contexto social, económico, político y
culturalmente perturbado por las profundas transformaciones de la época. El rasgo conflictivo que caracterizó la
formación de las naciones deviene en una teoría de la nacionalidad que se basa en dos ejes: voluntad-identidad y
coacción-temor. Es decir, la construcción de un poder que monopoliza el uso legítimo de la violencia y elabora y
centraliza un sistema cultural unificado. La idea del nacionalismo se montó sobre identidades previas a la
industrialización, pero que pudieron ser integradas en las nuevas relaciones sociales y culturales de los estados
nación, condicionados por el desarrollo y la competencia capitalista europea. En el planteo de Gellner, los estados
nación modernos, con su creciente complejización y especialización funcional y la progresiva centralización
territorial, legal y coactiva, hace necesaria una especie de religión de estado basada en la nación, ya que ésta es
menos abstracta que el nacionalismo. Desde una concepción en parte reduccionista, el autor sostiene que la cultura
industrial debe generar convicciones socialmente compartidas y desplazar, en un mismo movimiento, viejas ideas
y contenidos obsoletos. El Estado va naturalizando esas nuevas identificaciones culturales y legitimaciones
políticas que van siendo impuestas a la sociedad mediante el poder de la costumbre. El trabajo de este autor señala
la necesidad de fundamentar el nuevo orden social, político y económico de los estados nación, dado que la
homogeneidad de un pueblo es la condición de legitimación de la dominación.
Berlin complejiza aún más el análisis de los conceptos de nación y nacionalismo y combina productivamente las
perspectivas filosófica e histórica. ¿Por qué a lo largo del siglo XIX el nacionalismo se concebía más como una
idea transitoria que como una ideología destinada a tener un peso enorme en la vida de las sociedades humanas?.iii
Desde su perspectiva, los hombres pertenecen a grupos humanos particulares, donde la forma de vida de unos
basadas en la costumbre, territorio, memorias, creencias, leyes, lenguaje, arte, cultura, religión e instituciones,
difiere de la del resto. A partir de allí, el nacionalismo tiene algunos rasgos distintivos comunes independiente de
las particularidades: la necesidad de pertenecer a una nación, la relación armónica de los individuos con los
valores y las creencias que la constituyen. Estos elementos adquieren valor por el simple echo de ser propios, y de
allí deriva, eventualmente, el enfrentamiento con sentimientos nacionalistas rivales.
Frente a las corrientes de pensamiento que sostienen el ordenamiento completamente racional del mundo, el
romanticismo viene a poner un componente caro al nacionalismo y donde pudieron realizarse algunos ideales del
romanticismo: sus elementos irracionales. En este sentido, el nacionalismo moderno es un estado de conciencia
colectivo utilizado por el Estado para fines concretos. Las formas menores de identificación-subjetivación
(partidos, clases, iglesias, castas) a partir de las cuales los individuos organizan su vida cotidiana, quedan
subordinadas de manera orgánica a la nación y ésta se vuelve, por lo tanto, en lo único que da sentido, identidad y
coherencia social a los individuos. Se constituye poco a poco en la razón universal y las dos grandes guerras del
siglo XX son un cruento ejemplo de esto.
3-Para comprender los análisis sobre cultura de las clases trabajadoras inglesas de Eric Hobsbawm y Gareth Jones
es necesario contextualizar su impacto y vincular la formación de esa cultura obrera con las diferentes fases de la
Revolución Industrial.
La primera fase de la Revolución Industrial fue la de la industria textil algodonera que se desarrolló en función de
la exportación hacia los mercados externos. En esta primera etapa fueron sencillas las innovaciones y baja la
inversión y esto permitió grandes acumulaciones de capital. Pero por sobre todas las cosas la Revolución industrial
significó la generalización de la fábrica como sistema de producción (esto se dio en las zonas fabriles y mineras
del norte de Inglaterra). La mecanización y alineación del tiempo de trabajo y del producto del trabajador generó
el choque más abrupto en la mirada de los contemporáneos. El humo invadía las nuevas zonas industriales y de esa
producción fabril surgiría, entre 1790 y 1830, la clase obrera inglesa (para Thompson, desde el marxismo
culturalista, es a fines de este período histórico que la clase obrera adquiere conciencia).Pero en esta etapa la
fábrica estaba limitada a un sector de la industria textil. Esta es la etapa en que hombres y mujeres se adaptaron a
las nuevas condiciones de vida modificando sus costumbres tradicionales de pueblo y ciudad pre-industrial.
La expresión más acabada de esta primera etapa de organización será el cartismo, caracterizado por las
reivindicaciones básicamente obreras y el rechazo a la alianza de clases. Jones plantea que lo que diferencia a este
periodo del que lo siguió posteriormente a 1870 fue la convicción reinante durante el cartismo de que el orden
económico político instaurado por la Revolución Industrial era una alineación temporal que pronto encontraría su
fin. Esto fue lo que hizo del cartismo un movimiento de masas.
A partir de 1848 el Estado tendrá un papel mayor en la represión del movimiento y en el disciplinamiento de las
clases trabajadoras. Esto se tradujo en una búsqueda de obtener trabajadores abstemios y no conflictivos y
significó la derrota de una forma de movilización política y sindical cuya recomposición tardaría 20 años.
Hacia 1850-60 comenzará la segunda fase de la Revolución Industrial caracterizada por una masa de capitales
acumulados que se invertirán en la industria pesada (carbón, acero, hierro). Este es el momento de generalización
de la nueva fábrica y de nuevas formas de organización científica del trabajo que se generalizarán hacia el siglo
XX.
Las consecuencias de este proceso de industrialización serán la urbanización, la aceptación de la idea de que la
economía se rige por ciclos y la aceptación del capitalismo como sistema inamovible.
Podemos acordar con Hobsbawm en que una de las particularidades de la clase obrera inglesa fue que la
proletarización fue anterior a la industrialización, no fueron procesos simultáneos. La organización del trabajo
fabril se organizó sobre trabajadores proletarizados en una etapa anterior. De esta forma el movimiento obrero
moderno de fines del siglo XIX recreó y resignificó prácticas, rituales y experiencias culturales de la organización
preindustrial.
Las pautas culturales que caracterizan a las clases trabajadoras surgen en esta nueva fase en la que el capitalismo
industrial pasó a ser el modo de vida común y aceptado de las clases trabajadoras y comienzan a asumir el carácter
homogéneo del proletariado (el autor ve una continuidad en esas formas culturales hasta la segunda posguerra).
Por otro lado, entre 1850-60, la pauta de la Gran Bretaña industrial pasa a ser la dominante y ya no un fenómeno
regional. El fenómeno más importante es el de la estratificación de la clase trabajadora: se conformará una
aristocracia obrera y esto desembocará en una creciente diferenciación social entre los trabajadores no
especializados (con escaso nivel de sindicalización) que generarán una cultura propia de sus condiciones de vida, y
la idea de un “ascenso social burgués” de la aristocracia laboral.
Fue durante los años posteriores a 1848 cuando se pusieron los cimientos de la cultura de la clase trabajadora por
cuanto la aportación de bienes y servicios quedaba en manos de sus organizaciones voluntarias. Esto simbolizaba
cierto sentido de independencia de clase y sobre todo la creación de un espacio social ajeno al control de los ricos
y poderosos en una mezcla de lucha formal y de no cooperación informal. Esta cultura obrera (caracterizada por la
generalización de la taberna como ámbito de socialización, los periódicos obreros, el fútbol, el music hall, los
cines, el sábado inglés, los nuevos barrios obreros, la radio, la familia y el hogar como recinto para la vida ociosa
de los trabajadores) refleja, a partir de 1890, el aumento de la conciencia de clase (que definiría a la particular
sociedad británica, dividida en dos clases y representadas en el Partido Conservador y el Partido Laborista,
básicamente obrero) y el cambio del rol del Estado que comienza a tener mayor injerencia en la vida nacional.

Desde otro punto de vista, el artículo de Jones, intenta un abordaje más específico, concentrado en la ciudad de
Londres durante 1870 a 1890. El autor busca realizar una distinción entre el desarrollo del movimiento obrero y el
de la cultura obrera, específicamente. El sindicalismo, las cooperativas y el socialismo son las formas que adoptó
el movimiento obrero, mientras que la cultura obrera se distinguió por la taberna, el fútbol, y especialmente el
music hall. Pero en ambos casos se trata de analizar cómo fue que los rasgos generales de la anterior cultura
obrera, el laicismo, republicanismo y el internacionalismo, fueron abandonados o resignificados por las
experiencias obreras de fines del siglo XIX. En esto tuvieron que ver las diferentes fases de la Revolución
Industrial. En contraposición con Hobsbawm, Jones ve el período de quiebre de la cultura obrero-revolucionaria
entre 1870-1900 y no hacia la segunda posguerra. La nueva cultura obrera surgida a partir de 1870, al mismo
tiempo que evidenciaba la decadencia de la industria inglesa acompañaba el afianzamiento del Partido Laborista
como expresión política del sindicalismo reformista. Hacia 1900 la convicción obrera del inminente final del
capitalismo se quebró tan definitivamente que podían festejar triunfos nacional-imperialistas junto a las clases
medias en las calles londinenses.
Esta nueva experiencia histórica devino en la reconstrucción de la conciencia de la clase obrera como
consecuencia de la estratificación de los obreros, quienes además se sentían amenazados por el Estado y por la
afluencia de nuevos proletarios. El imaginario obrero tradicional en crisis, es claramente perceptible en el
desarrollo de nuevas formas y espacios culturales: el music hall (analizado como una suerte de evasión fantástica
de la pobreza y a la vez arraigado en la vida de la clase obrera). En el estudio del music hall como una nueva
mercancía cultural de los obreros, Jones percibe otra forma de sociabilidad entre hombres y mujeres. El fatalismo
y el escepticismo político que emanan de sus propias letras no es otra cosa que el reflejo inmediato de la pérdida
de control sobre el proceso productivo fabril a gran escala. Entonces las instituciones que el movimiento obrero
consolida son interpretadas como el reconocimiento de que el orden social capitalista es un hecho y deben
abocarse a las mejoras de sus condiciones laborales.

Luciana Anapios
2- Para comenzar con el análisis del imperialismo puede sernos útil el análisis proporcionado por Fieldhouse.
Buscando las razones que llevaron a Europa a buscar la solución imperialista de intervención directa en el
territorio a partir de 1880, propone una tipificación de los marcos explicativos marxistas y no marxistas. Los
primeros se encontrarían dentro del marco del estructuralismo que busca la explicación de procesos globales a
través de una variable que atraviesa la historia. Poniendo el eje en los factores económicos (las necesidades
nacionales de campos de inversión nuevos hacia donde derivar la creciente acumulación de capitales, fuentes de
materias primas y nuevos mercados) se subraya la inevitabilidad del imperialismo como fase intrínseca del
capitalismo avanzado. El imperialismo sería el reflejo de la crisis creciente del capitalismo que sólo podría
sobrevivir absorbiendo y explotando territorios. Dentro de esta corriente podemos encontrar posiciones que
realzan diferentes factores:
El trabajo de Lenin, “El imperialismo fase superior del capitalismo”, retoma los aportes de Hobson, desde el
liberalismo inglés y la teoría del subconsumo y Hilferding, que desde el marxismo es el teórico que está por detrás
de la interpretación leninista del imperialismo. Lenin parte de la caracterización del capitalismo a través del
incremento de la industria y el proceso de concentración de la producción en empresas cada vez más grandes
(toma los casos de Alemania, Estados Unidos y Rusia). La concentración llega a un grado determinado de su
desarrollo en la que conduce por sí misma al monopolio. Esta transformación de la libre competencia en
monopolio es uno de los fenómenos más importantes de la economía del capitalismo. “El capitalismo, en su fase
imperialista, conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por
decirlo así, a los capitalistas, en contra de su voluntad y su conciencia, a cierto régimen social nuevo, de transición
de la absoluta libertad de competencia a la socialización completa.”iv. La producción pasa a ser social pero la
propiedad sigue siendo privada. En este marco de concentración de capitales, monopolio, engarce de los bancos en
la industria, se da la aparición del capital financiero (fusión del capital bancario y el industrial). El imperialismo, o
dominio del capital financiero es el capitalismo en su grado más alto y la antesala de la revolución social del
proletariado. Es este concepto de capital financiero el punto más importante que Lenin retoma de la teoría de
Hilferding. El punto central que Lenin pretende explicar es por qué se exportan capitales del centro a la periferia.
Esto lo va a explicar a través de la teoría decreciente de la tasa de ganancia. Hay un excedente de capitales que
deben ubicarse en la periferia. Es aquí donde se ve la influencia del análisis de Hobson sobre el subconsumo. La
necesidad del Imperialismo viene de que el capitalismo no puede realizar la tasa de ganancia.
El predominio del capital financiero por sobre el productivo (aquí se ve la influencia de Hilferding) implica el
predominio del rentista y de la oligarquía financiera. Esta nueva fase del capitalismo se caracteriza por la
exportación de capitales. Este capital financiero ha realizado un reparto del mundo entre las asociaciones
monopolistas de los capitalistas ( cárteles, consorcios, trust) que conforman cárteles internacionales. En
consecuencia, “el imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación
de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales, ha
empezado el reparto del mundo por los trust internacionales y ha terminado el reparto de toda la Tierra entre los
países capitalistas más importantes.”v
Por otro lado, Rosa Luxemburgo retoma el análisis marxista pero intenta superarlo planteando una relación
dialéctica entre imperialismo y subdesarrollo. No analiza el imperialismo como una fase sino que plantea que su
necesidad está dada porque el capitalismo, para mantenerse, necesita la conquista de áreas no capitalistas. Por lo
tanto la autora sostiene que el problema no está en la tasa de ganancia sino en la demanda efectiva. Hay una
demanda insuficiente por lo que la salida es la conquista y el militarismo (que implica un gasto del Estado). Al no
realizarse la plusvalía la salida del capitalismo es expandirse hacia fuera. Cuando se agote la conquista del mundo
el capitalismo se derrumbará. Esta es la teoría del derrumbe, que por otro lado fue duramente criticada dentro del
marxismo.
Por otra parte las explicaciones no marxistas ponen el eje en la multiplicidad de variables. “El imperialismo de los
primeros años de la década de 1880 consistió más bien en una serie de soluciones ad hoc, en gran parte
desconectadas entre sí, a problemas diversos, que adquirieron su significado colectivo sólo cuando
retrospectivamente se vieron como un todo”vi.En este sentido el colonialismo no habría sido una elección sino un
último recurso. Estas interpretaciones no niegan el carácter inevitable del imperialismo (aunque no por las mismas
razones que las interpretaciones marxistas) pero lo analizan como un recurso temporal, para salvar la distancia
entre una Europa “modernizada” y una periferia precapitalista. Es por esta razón que el Imperialismo llevaba en su
seno el germen de su disolución. El Imperialismo oficial fue un recurso necesario durante determinado período
histórico.
Dentro de estas interpretaciones podemos encontrar el trabajo de Hobson (1902) cuyas características resumimos
anteriormente. Baste decir que su preocupación gira en torno a cómo lograr que el liberalismo se torne más
atractivo para la clase trabajadora (Este autor será retomado también por la socialdemocracia). Pero dentro del las
teorías liberales Schumpeter rompe con la búsqueda de explicación en los factores económicos desde la doctrina
del poder para poner énfasis en los intereses nacionales de expansión imperialista. Desde esta perspectiva el
imperialismo era un atavismo en la era capitalista.
Esta variedad de las explicaciones no marxistas del imperialismo tiene una estrecha vinculación con la crisis del
liberalismo, crisis que acompañó el surgimiento del imperialismo en Europa.
En este sentido, el trabajo de Eric Hobsbawm sostiene que hubo tres consecuencias políticas provocadas por la
Gran Depresión en la economía hacia fines del siglo XIX. La disminución de los beneficios provocó el fin de la
era del liberalismo económico y la irrupción de las tarifas proteccionistas desde el marco de los estados
nacionales. Esto demostraba lo que el autor llama la “esquizofrenia del capitalismo mundial”, que era
internacionalista desde el punto de vista teórico pero no podía trascender el marco de las economías nacionales. La
industrialización y la depresión hicieron de esas economías nacionales un grupo de economías rivales, donde los
beneficios de una amenazaban las posiciones adquiridas de las otras.. Por lo tanto el proteccionismo reflejaba una
situación de competitividad internacional.. Pero entre 1880 y 1914 ese proteccionismo no afectó a la mano de obra
ni a las transacciones financieras internacionales (flujo de capitales). Por otro lado ante la depresión se realizó una
concentración económica y racionalización empresarial (trustificación) destinados a ampliar los márgenes de
beneficios reducidos por la competitividad y por la caída de precios.. Esto determinó una tendencia al oligopolio
en el mediano plazo.
Una tercera posibilidad para hacer frente a los problemas del capitalismo fue el imperialismo con la consiguiente
división colonial del mundo. Desde el marxismo británico el autor enfatiza los determinantes económicos: la
presión del capital para conseguir inversiones más rentables y la búsqueda de nuevos mercados, generalización de
la gran empresa, expansión de la Revolución Industrial y la transformación del mercado de bienes de consumo.
Bibliografía:

-Barbero, M. I. El nacimiento de las sociedades industriales. En Aróstegui, J.


Buchrucker, C. Y Saborido, J. “El mundo contemporáneo y sus problemas”. Buenos
Aires-Barcelona, Biblos-Crítica, 2001.
-Beachler, J. La universalidad de la nación. En Gauchet, M, Manent, P. Y Rosanvallon,
P. (dir). “Nación y modernidad”, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.
-Berlin, Isaiah, Contra la corriente, Nacionalismo: pasado olvidado y poder presente.
-Fieldhouse, D.K. Economía e Imperio. La expansión de Europa (1830-1914). México.
Siglo XXI.
-Gellner, Ernest, Naciones y nacionalismos,Buenos Aires, Alianza, 1991
FCE, 1986.
-Hobsbawm, E. La era del Imperio 1875-1914. Buenos Aires, Crítica 1998.
-Hobsbawm, E. El mundo del trabajo. Barcelona, Crítica. 1987.
-Jones, G. Lenguajes de clase. Estudios sobre la historia de la clase obrera inglesa
(1832-1982). Madrid, Siglo XXI, 1989.
-Lenin,V.I. El Imperialismo, fase superior del capitalismo. en “Obras Escogidas”.
Editorial Progreso. Moscú, 1979.
-Mosse, George, La cultura europea del Siglo XIX. Barcelona, Crítica, 1997
Notas:

i
Mosse, George, La cultura europea del Siglo XIX. Barcelona, Crítica, 1997, Cap. 4, pp. 104.
ii
Gellner, Ernest, Naciones y nacionalismos,Buenos Aires, Alianza, 1991, Cap. 5 y 10.
iii
Berlin, Isaiah, Cintra la corriente, Nacionalismo: pasado olvidado y poder presente, Cap. XIII, FCE,
1986.
iv
Lenin,V.I. El Imperialismo, fase superior del capitalismo. en “Obras Escogidas”. Editorial Progreso.
Moscú, 1979. Pag. 698
v
Lenin,V.I. El Imperialismo, fase superior del capitalismo. en “Obras Escogidas”. Editorial Progreso.
Moscú, 1979. Pag. 754
vi
Fieldhouse, D.K. Economía e Imperio. La expansión de Europa (1830-1914). México. Siglo XXI. Pag.
523

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