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Chumbita

La historiografía liberal: Commented [1]: Primer corriente historiográfica


(oficial)
El relato histórico que se institucionalizó en 1880 fue el escrito por Mitre (en sus biografías
sobre Belgrano y San Martín), por Vicente Fidel López (en la “Historia de la República
Argentina”) y por Domingo F. Sarmiento (principalmente en “Facundo”).

Este último planteaba la oposición entre civilización y barbarie. La primera era integrada por
españoles, europeos y cultos, la otra por americanos, bárbaros. Esta mezcla de sangre
hispánica e indígena derivaba en un “conflicto de razas” generando la ingobernabilidad de
las repúblicas sudamericanas que, a diferencia de Estados Unidos, habían admitido a las
razas indígenas.
Mitre opinaba que la clase criolla estaba destinada a gobernar ya que era una prolongación
de la raza europea. Los indios y los negros eran la raza servil (esclavitud), los mestizos eran
las razas intermedias y los criollos, “verdaderos hijos de la tierra colonizada”, eran los
gobernadores del mundo. Según él, como los estratos populares eran inferiores a esta élite
blanca debido a una cuestión racial, la guerra civil, entre unitarios y federales, era contraria
a los principios de la revolución y era generada por “los instintos selváticos” de los bárbaros.

Pero estas tesis también fueron refutadas desde otros ángulos del pensamiento liberal por
figuras como Juan Bautista Alberdi, Adolfo Saldías, Ricardo Rojas, David Peña y Emiliano
Ravigniani. Igualmente el relato respaldado por la visión liberal o neoliberal siguió siendo el
de Mitre y Sarmiento, quienes, con su concepción elitista de la sociedad, descalificaban los
movimientos populares.

Revisionismo nacionalista: Commented [2]: segunda ola de corrientes


historiográficas. Nacionalista (rosista) tanto
En la primera mitad del siglo XX comenzaron a surgir varias investigaciones de conservadora como popular

historiadores nacionalistas que destacaban, sobre todo, la figura de Rosas, quien había
defendido la integridad y soberanía del país frente al extranjero. Un ejemplo de estos
ensayos sería el de Carlos, Rodolfo y Julio Irazusta, quienes, aún así, seguían reivindicando
la obra de Mitre y su visión contra la participación política popular. Pero hay otros
historiadores nacionalistas (como Manuel Gálvez, Ernesto Palacio y Ramón Doll) que
refutaron este orden oligárquico.

Esta corriente historiográfica reivindica el régimen rosista y condenaba a Rivadavia, Mitre y


Sarmiento por idear y llevar a cabo un proyecto antinacional. Se trataba de un núcleo
conservador e incluso simpatizante del fascismo (como Julio Meinvielle), que se oponía
tanto al liberalismo como al comunismo.

Dentro del nacionalismo hay dos corrientes distintas: una, la conservadora, que
desaprobaba a Yrigoyen y Perón por ser gobernantes demagógicos, que incitaban la
ignorancia. Y otra que, tomando en cuenta el protagonismo popular en las luchas, establece
un paralelismo entre Rosas, los caudillos del siglo XX, Yrigoyen y Perón, todos
continuadores de la emancipación.
A esta última pertenecía José María Rosa (junto a Ernesto Palacio y Fermín Chávez), quien,
en 1958, define que los políticos que tomaron el gobierno luego de 1810 tenían una mirada
hacia Inglaterra, Francia o Portugal, ignorando a la nación que gobernaban. Afirmaba que
los unitarios se centraban en la exclusividad e identificaban a la patria con la civilización,
mientras que los federales se basaban en lo argentino, la patria eran ellos, con su tierra y su
historia, y defenderla era defenderse a sí mismos.

El grupo Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) plantea otra


variante revisionista, a la cual define como “nacional”, y denuncian el abandono cultural de
la época colonial y posterior neocolonial, debida a la invasión de capitales europeos.

Scalabrini Ortiz proclamaba que, con la llegada de los europeos a América, la “civilización”
fue impuesta brutalmente, con razas exterminadas y selvas explotadas. Ahora la inteligencia
americana pasó a basarse en temas europeos, que nada tenían que ver con la realidad de
su territorio, donde fueron impuestos hechos que no encajaban con la vida americana, ya
que había sido impuesta por europeos. De este modo se crean una historia, unas creencias
económicas, perspectivas mundiales, disyuntivas políticas y libertades falsas, por lo que
Scalabrini puede afirmar que “Todo lo que nos rodea es falso o irreal”.

Para interpretar la historia argentina era necesario tener en cuenta el enfrentamiento entre
dos corrientes políticas desde 1810. Por esto Jauretche declaraba que existía una tendencia
que reivindicaba el ámbito geográfico y humano de la revolución, ve a la patria como un
puerto, cuyo destino es Europa y su fin es el intercambio de productos. Para esto debe
darse una europeización cultural, con el modelo político francés y el plan económico inglés,
y con este fin es necesario separarse de lo geográfico, de lo latinoamericano. Se crea, así,
un enfrentamiento que se repite a lo largo del tiempo, una continuidad de luchas por la
descolonización desde el federalismo hasta el yrigoyenismo y el peronismo. Además
Jauretche designó al caudillo como “el sindicato del gaucho”, estableciendo una relación
directa con las masas rurales.

Revisionismo de izquierda: Commented [3]: segunda ola de corrientes


historiográficas. Izquierda (marxista, leninista y
Entre los intelectuales de izquierda también hay una marcada división, según su trotskista) tanto nacionalista como comunista y
socialista
interpretación de los orígenes del Estado y las posteriores luchas políticas:

Por un lado está la vertiente comunista y socialista, que tomaba la idea de Marx sobre que
para llevar a cabo el socialismo era necesaria la previa realización plena del capitalismo,
apoyaron el canon liberal de la historia. Los partidos “internacionalistas” vieron el
restablecimiento del caudillismo y la versión local del fascismo en los mayores movimientos
de masas del siglo XX, enfrentándose al “populismo” tanto yrigoyenista como peronista.

Por el otro, la izquierda nacionalista se basó en las teorías de Lenin y Trotsky para afirmar
que el liberalismo oligárquico no buscaba impulsar el capitalismo nacional, sino fomentar la
dependencia al imperialismo de las potencias noratlánticas. Su resistencia al estatuto
neocolonial se daba tanto en alzamientos indígenas y montoneras federales, como en los
movimientos democráticos y obreros (yrigoyenismo y peronismo). También hacen referencia
a la identidad de los pueblos sudamericanos, una gran nación fragmentada en países por el
imperialismo.
El escenario mundial
La globalización es el marco actual de la evolución, para entender sus alcances y efectos es
necesario comprender la dualidad de los países del centro y periferia del sistemas
capitalista internacional.

La globalización:

Se origina cuando españoles y portugueses comenzaron a conquistar América, África y


Oriente, estableciendo las bases de un sistema internacional de intercambios y migraciones.
En los países sudamericanos se produjo la más grande fusión de etnias, originando un flujo
de productos naturales, mercancías y bienes comerciales.

La globalización sigue aún presente hoy en día, pasando por fases de aceleración (como la
revolución industrial o la expansión del capitalismo). A principios del siglo XX, por ejemplo,
ya se daban movimientos de capitales y comercio internacional, y las migraciones masivas
de pobladores eran aún más intensas que en la actualidad al estar menos restringidas.

Los adelantos científico-tecnológicos, luego de la Segunda Guerra Mundial, aumentaron el


comercio y las inversiones en el exterior. De este modo, se crea una internacionalización de
la producción, originando “cadenas productivas”. Esta vendría a ser la globalización real.

También existe otro tipo de globalización, la virtual, donde se llevan a cabo,


electrónicamente, la transmisión de imágenes e información y las transacciones financieras,
y así se generan percepciones, movimientos y mercados universales.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las asociaciones de países en cada


región continental han creado convenios multilaterales, organismos internacionales y
grandes entes financieros (manejados por las potencias capitalistas) con el fin de
direccionar las inversiones públicas y privadas, resolver desequilibrios y determinar,
uniformar o coordinar las políticas de los estados miembros.

Pero no toda la economía se ha globalizado, como explica A. Ferrer, el 80% del consumo y
la inversión es abastecida por la producción interna de los países, y menos del 20% de la
producción mundial pasa las fronteras nacionales. El desarrollo económico sigue siendo
propio de cada país, y su orientación depende de la relación de fuerzas políticas. Aún así,
dadas las desigualdades entre los países, los más poderosos dirigen la globalización, lo que
genera distintas consecuencias para cada uno

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