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Tres libros de fantasía escritos por mujeres: utopías socialistas, mundos
ambisexuales y heridas de la esclavitud
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Por Redacción / Sin Embargo

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Examinamos Matriarcadia , de Charlotte Perkins Gilman, La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le


Gui, y Parentesco , de Octavia Butler

Por Ignasi Franch, para eldiario.es

Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo/eldiario.es).- La literatura de fantasía y ciencia ficción a menudo ha explorado la
dificultad, o la imposibilidad, de entender aquello que nos resulta ajeno. Parte de la obra novelística de Stanislaw Lem trata de los
fracasos de intentar comunicarse con civilizaciones extraterrestres. En su enigmática versión cinematográfica de 2001: una odisea en el
espacio, despojada de las explicaciones apuntadas por Arthur C. Clarke en la versión literaria, Stanley Kubrick escenificó en parte ese
abismo de incomprensión entre inteligencias.

Más allá de la dificultad de inventar formas de vida verdaderamente diferentes, que fuesen algo más que variaciones del modelo
humano, multitud de escritores tenían que lidiar con un desafío mucho más abordable: tratar de unos otros mucho más cercanos, con
quienes dialogar y empatizar hasta dejar de considerarlos ajenos, fuesen los extranjeros de tierras más o menos lejanas o, sencillamente,
las mujeres.

Muchos autores optaron por cultivar la literatura fantástica sin cuestionar sus inercias colonialistas, sin cuestionar su tendencia a
reflejar y reforzar un modelo social dominado por el hombre blanco. Otros, y otras, aportaron una visión diferenciada desde la asunción
de muchas convenciones de los géneros literarios. Rescatamos tres ejemplos recientemente recuperados en castellano.
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La obra de Charlotte Perkins Gilman. Foto: Especial

MATRIARCADIA: UTOPÍA EN EL PAÍS DE LAS MUJERES

Escritora y activista sufragista desde finales del siglo XIX, Charlotte Perkins Gilman ( La habitación del papel amarillo) escribió una
trilogía de novelas con componentes fantásticos. En buena medida, seguía la estela de dos fabuladores socialistas: Edward Bellamy (
Mirando atrás) y H. G. Wells ( Una utopía moderna). La segunda entrega de la trilogía, Matriarcadia (Akal), es una obra de lectura
independiente que subvierte premisas habituales de la novela de aventuras de la época, como la contemporánea El mundo perdido, de
Arthur Conan Doyle, con sus hombres que fuman en pipa y se sienten capaces de decidir si exterminan una especie.

El punto de partida de Matriarcadia recuerda a la revisionista El país de los ciegos, de Wells: hombres exploradores hallan una
sociedad aislada y conciben fantasías de dominación. Están equivocados y no, porque Perkins Gilman o Wells conciban superioridades
tecnológicas que justifiquen la derrota del hombre blanco. Sus sociedades se defienden mediante la solidaridad y la adaptación al
medio.
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Wells usó ElCOMPARTIDAS
país de los ciegos para transgredir lasOPINIÓN
inercias colonialistas de la novela de aventuras. Gilman hizo lo propio para
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combatir la noción del hombre y no del ser humano, como centro del mundo. Tres exploradores acceden a un territorio aislado en el
que se ha formado una sociedad exclusivamente femenina, cuya placidez y armonía causa el bochorno de dos de los protagonistas
masculinos. El tercer explorador, pertinazmente machista, lamenta la ausencia de competitividad y lucha.

A través de la voz del narrador, la autora ataca el individualismo, las desigualdades sociales y económicas y el dogma de la
competencia como única vía de superación. La respuesta queda clara: solidaridad colectiva y dedicación a un proyecto común muy
orientado a salvaguardar una maternidad que trasciende el hecho biológico. Tradición y transgresión se entremezclan. Si basar un país
de mujeres en la maternidad puede remitir a nuestro mundo de divisiones sexistas del trabajo, esta se plantea como un asunto colectivo.

Para bien y para mal, Perkins Gilman firmó una novela de tesis. Los personajes y sus relaciones sirven sobre todo como herramientas
para escenificar las materias (la igualdad de derechos, la religión, la educación) que interesan a la autora. El resultado es una obra
orientada al discurso por encima de la acción, creado bajo un prisma de mujer activista que complementa las preocupaciones
expresadas en otras utopías literarias socializantes de principios del siglo XX.
EL TERRIBLE JASON FRAUDE ELECT

La mano izquierda de la oscuridad, de Ursua Le Guin. Foto: Especial

LA MANO IZQUIERDA DE LA OSCURIDAD: GÉLIDA AVENTURA


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En algunos aspectos, Matriarcadia suponía un choque frontal con la sociedad de su época. Publicada a finales de la década de los
sesenta del siglo pasado, La mano izquierda de la oscuridad (Minotauro) no resultó una obra tan obviamente contracorriente, pero sí
una relevante expansión de las sensibilidades imperantes en la literatura fantástica del momento. Ursula K. Le Guin planteó la historia
de un primer contacto entre civilizaciones. El enviado de una federación de planetas visita un gélido mundo con un cierto aspecto
medieval. Las desconfianzas entre los diversos países y entre los poderes de cada territorio dificultan la misión diplomática del
protagonista e incluso ponen en peligro su vida.

La autora desarrolló la narración combinando un cierto dinamismo con la morosidad. El protagonista visita diferentes tierras, pero viaja
en vehículos de velocidad reducida o protagoniza una agónica huida a pie por tierras glaciares. Le Guin parece cómoda con ese ritmo, y
usa escenas de pausa para reproducir diálogos entre personajes que no dejan de representar culturas diferenciadas. De nuevo, aparece la
dificultad de comprensión: el enviado Ai tiene un aliado, pero no es consciente de ello porque sus diferencias culturales dificultan el
entendimiento.

No estamos ante una novela marcadamente discursiva como Matriarcadia, sino ante un ejemplo de literatura de aventuras interesada
por las antropologías fantásticas como herramientas de reflexión y crítica. Entre otras temáticas, la novela aborda la relación entre
sexos a través de un elemento fantástico: cada habitante de Invierno es un ser andrógino que solo se sexualiza (como hombre o como
mujer, imprevisiblemente) durante periodos de celo.

El narrador se muestra algo descolocado ante esta realidad desconocida: aunque proviene de una sociedad tecnológicamente
evolucionada, requiere de un aprendizaje y en sus palabras se filtra un cierto sexismo. Le Guin incorpora elementos de crítica y
reflexión con una cierta sutileza, acompañando de manera armónica la trama. También aparecen ecos de las filosofías orientales y la
preocupación por el nacionalismo como elemento propulsor de guerras.

Parentesco, de Octavia E. Butler. Foto: Especial

PARENTESCO: LAS CICATRICES DE LA HISTORIA

En pleno ciclo de lucha por los derechos civiles, Octavia E. Butler escribió su novela Parentesco (Capitán Swing) desde una doble
otredad respecto a la cultura hegemónica: como mujer y como afroamericana. Su obra tiene un punto de partida inquietante: una joven
aparece con el brazo pegado a la pared de su casa. A partir de ahí, la protagonista comienza su relato retrospectivo de los hechos. Ha
sido una viajera en el tiempo a la manera del Hank Morgan de Un yanqui en la corte del rey Arturo: sin explicaciones científicas o
pseudocientíficas. Las cosas, sencillamente, ocurren. Y subrayan los vínculos a veces indeseables entre épocas lejanas.

Dana es una mujer afroamericana emparejada con Kevin, un hombre blanco. Ambos quieren ser escritores, aunque él parece aspirar a
que ella se convierta en su secretaria. Dana no quiere ser una ayudante, sino una compañera. Y de eso trata Parentesco: de los lazos
difíciles, de las relaciones de poder, del miedo a que las convenciones sociales más indeseables se filtren en la vida íntima y
contaminen lo que parecían espacios de refugio. Que comprometan o incluso destruyan las relaciones personales porque empujan a
aceptar que las pieles blancas son mejores que las negras, que los hombres pueden dominar a las mujeres.

Cuando viaja en el tiempo, Dana aparece en una plantación de esclavos antes de la Guerra de Secesión americana. Siempre se
materializa cerca de Rufus, el impulsivo hijo del terrateniente. Los destinos de Dana y de Rufus se entrecruzan constantemente, puesto
que ella aparece cada vez que él está en peligro. Y lo está a menudo, también cuando se convierte en un adulto movido por pasiones
destructivas.
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La protagonista vive inmersiones incontroladas enOPINIÓN
COMPARTIDAS ese pasado de compra-venta de seres humanos y castigos brutales. Butler trata las
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cicatrices de la historia y las heridas abiertas del mundo contemporáneo. Como en La mano izquierda de la oscuridad, el discurso se
desarrolla en paralelo a la narración sin imponerse a esta. Ademas, la autora defiende una literatura fantástica que cuida las relaciones
entre personajes y la mirada a lo cotidiano. Aunque en ocasiones fuese una cotidianidad terrible y surgiese la tentación de cerrar los
ojos, Butler siguió escribiéndola.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE eldiario.es. Ver
ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

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