Вы находитесь на странице: 1из 10

Hacia el colonato de finales del imperio.

La diferencia social en el período republicano

En 509 a.c., al ser derrocado el último rey etrusco Tarquino el soberbio, se instauró en
Roma una república. La base social de este período estuvo dada por la diferenciación
entre patricios y plebeyos; estos últimos constituyeron el estamento “inferior” –
básicamente campesinos (pobres y otros prósperos económicamente), artesanos y
comerciantes– con derechos de ciudadanía, mientras que los primeros representaban
el estamento “superior” (cerrado) –nobleza de sangre y de la tierra- y constituían la
élite gobernante. Esta primera dicotomía estuvo empapada de elementos culturales e
históricos que la configuraban, como la fama y el prestigio de las gens, además de
estar articulada en sintonía con una división del trabajo y beneficios jurídicos y
políticos reflejos de dicha oposición. El funcionamiento de la sociedad romana estaba
basado en órganos institucionales políticos y legislativos compuestos por el Senado
(máximo organismo legislativo, cooptado por los patricios); las magistraturas
ordinarias: edil, cuestor, pretor, cónsul y censor; magistraturas extraordinarias:
dictadura y tribuno de la plebe; y por último los comicios: las tribus, centuria y los curia.
El comienzo de la República estuvo signado por una progresiva expansión de
por Italia, el territorio del Lacio -tras las guerras samnitas-, y sobre los etruscos; siendo
en estos primeros siglos Cartago su gran rival. Este carácter guerrero y conquistador
estaba motivado por los botines de guerra, las indemnizaciones y tributos pagados por
los vencidos. La acumulación de poder y riqueza tras estas primeras guerras
conllevaron una creciente complejización de las instituciones romanas y las dinámicas
de movilidad social.
La contradicción fundamental entre los nobles y los campesinos sufrió cambios
provocados por la luchas entre estos estamentos. En este contexto de conflictos se
produce la codificación de la ley de las doce tablas (450 a.c.) que representaron
conquistas (parciales) de los plebeyos, entre ellas la incorporación de la riqueza
(patrimonio) como criterio de la estratificación social; aunque la prohibición de enlaces
matrimoniales entre miembros de diferentes órdenes siguió vigente. La división de la
ciudadanía en clases propietarias –assidui (poseedores) y proletarii (desposeídos),
benefició a la franja más rica de los plebeyos al permitirles aumentar su prestigio e
influencia; aunque el ordenamiento arcaico patricios-plebeyos prevaleció hasta el
primer tercio del siglo IV a.c. A pesar de todo, la diferencia de poder político continuó
en manos de la nobleza y un reflejo de esto lo encontramos en el reparto del territorio
conquistado tras el sometimiento de Veyes (396 a.C), el cual beneficio a los más ricos
y no a los más pobres, aún cuando la plebe se acopló –durante el período de
expansión– a la nobleza con el fin de la continuidad de la conquista. Vale apuntar que
esta primera parcial distención del conflicto estamental posibilito o sentó las bases
para la expansión de Roma por Italia, Hispania, África y Asia.
Desde el inicio de la expansión se produce una aceleración del proceso histórico
que dinamiza el ordenamiento social. Con unas series de reformas como las leyes
Licinio-sextias de 367 a.c. que entre otras cosas consigue la cancelación de deudas
para los más pobres y un tope máximo de 500 yugadas por persona para el reparto del
ager publicus, se intentó descomprimir las tensiones, aunque en la realidad el proceso
de concentración de poder y riqueza de la nobleza no se detuviera. Además
aumentaron las posibilidades de adquirir esclavos y se modificaron las formas arcaicas
de obtención de éstos, como la esclavización de los niños de ciudadanos libres, que
ya no eran necesaria a partir del momento en que el campesinado fue provisto de
tierras y la esclavitud por deudas quedó oficialmente prohibida en el 326 a. C.
La expansión de Roma por Italia, y la subsiguiente integración parcial de su
población a la estructura social romana, produce una creciente heterogeneidad étnica,
social, cultural, que sumado al crecimiento demográfico y el creciente peso específico
de la esclavitud en la producción provoca cambios en la estructura económica. El
número de los comerciantes y artesanos, así como la importancia social de tales
grupos de la sociedad romana, se acrecentaron a lo largo del siglo III. Un factor socio
cultural de importancia es el hecho de que estaba mal visto en la sociedad noble que
uno de los suyos se abocara al comercio, favoreciendo el proceso que conduciría en el
siglo II a. C. al nacimiento de una capa social muy importante de empresarios
acaudalados, hombres de comercio y banqueros, contribuyendo al nacimiento del
orden ecuestre. Con la expansión Roma adquiere una gran capacidad de producción
agraria, aumentando la fuerza de trabajo y abaratándola.
Vale aclarar que en Roma como en Grecia, “un esclavo es una propiedad, sujeta
a las reglas y procedimientos de la propiedad respecto a venta, alquiler, robo,
multiplicación natural, etc.”,1 “tanto esclavos como animales causaban daños a otras
personas y propiedades, por los que eran responsables sus amos, según lo que el
derecho romano llamaba acciones noxales”.2 Pero la esclavitud no era una institución
clara, todo lo contrario, el esclavo era persona y propiedad a la vez. Esta ambigüedad
se reflejaba por ejemplo cuando los libertos de los propietarios urbanos adquirían por

1
FINLEY, M. I.; “La economía de la antigüedad”. Fondo de Cultura Económica. México, 1986, p.68.
2
Idem.
lo general de forma automática la ciudadanía por el acto de la manumisión; aunque
“era en sus hijos en quienes un liberto ponía sus esperanzas para aquellas
consecuencias sociales y políticas de la riqueza que la ley le negaba personalmente,
en particular el oficio público”.3 Desde principios del siglo III a.c. la esclavitud
reemplazo a otras formas de trabajo dependiente de forma gravitante para la
estructura económica romana; y cumplía desde entonces con las tres condiciones
propuestas por Finley para hablar de sociedad esclavistas, las cuales son: “primera, en
un mundo dominantemente agrícola, la propiedad privada de la tierra, con
concentración suficiente en pocas manos para necesitar trabajadores extrafamiliares
que mantengan en un nivel constante la fuerza de trabajo. Segunda, un fomento
suficiente de la producción mercantil y los mercados (…). La tercera condición es
negativa, la falta de mano de obra interna, que obliga a los patronos a dirigirse al
exterior”.4
Por otro lado, un fenómeno a destacar es el de los nuevos estrechos lazos
familiares entre los antiguos patricios y los dirigentes plebeyos. Estos últimos al
igualarse en derechos con los patricios en el lapso de tiempo entre la legislación
licinio-sextia y la ley Hortensia (287 a.c.) –considerada por algunos autores como el fin
de la lucha patricios-plebeyos– alcanzaron sus objetivos políticos; claro que una
organización de la sociedad en la que también las masas inferiores del campesinado
reciban poderes o beneficios políticos de peso nunca entró en los planes políticos de
los dirigentes plebeyos. La posición social variaba ahora según un complejo de
factores como origen, formación política, posesión de bienes raíces, ambición,
situación jurídica, adscripción étnica, etc. Aunque la aristocracia senatorial oligarca
mantiene el dominio de los órganos institucionales más importantes, como también del
ejército. Paralelamente a este proceso de cambios en los niveles medio y superior, se
encuentra la decadencia del campesinado pobre, y el aumento del empleo de masas
de esclavos en los nuevos grandes latifundios de la élite para la producción
económica.
Así las cosas, el ordenamiento social de Roma durante el siglo III a.c continúa su
proceso de complejización social y territorial, impulsada por las guerras púnicas, sobre
todo la segunda (218-201 a.c), que provoca transformaciones en la estructura romana.
El gran rival de Roma es vencido, no sin costos, alzándose La República como la gran
potencia hegemónica de la época.

3
Idem, p.89.
4
FINLEY, M. I.; “Esclavitud antigua e ideología moderna”, Editorial Crítica, Barcelona, 1982, p. 109.
A la élite senatorial se le suman los homines novis (caballeros y publicanis) como
parte del estrato superior; mientras que en los estratos inferiores ahora se incluyen,
procedentes de Italia y las demás provincias, una gran masa de modestos
comerciantes (con posibilidades de movilidad social); también los socii, campesinos
proletarizados (frecuentemente reclutados para la milicias romanas, al mismo tiempo
que sufrían la discriminación social); y por último las masas de esclavos, entre los que
se distinguen los asociados a trabajos rurales con pocas esperanzas de conseguir la
libertad y que vivían en pésimas condiciones, y los esclavos urbanos (muchos con
funciones altamente especializadas) con más posibilidades de convertirse en libertos y
pasar a la capa de los artesanos o comerciantes, etc..
La república romana había conseguido la hegemonía mundial tras derrotar a
Cartago, al reino de Macedonia y al imperio Seléucida, y ya sin enemigos externos
potencialmente peligrosos debió lidiar con sus propios demonios, los conflictos
sociales, aunque nunca cesaron, comenzaron a recrudecer luego de las guerras
expansionistas haciendo tambalear el edificio político. Conflictos en el seno de las
clases dirigentes, degradación material del campesinado (sobre todo en las
provincias), guerras intestinas en las capas rectoras de la nobilitas y una relajación de
las reglas del mos maiorum -normas religiosas y éticas a la medida de la nobleza
imbuida de tradicionalismo- como sistema de valores que le daba la cohesión a la
sociedad romana, sumado a la popularidad de la filosofía helénica en ciertos sectores
de los estratos superiores (como los escipiones). Todos estos factores fueron fuentes
de problemas para la república de mediados del siglo II a.c.; la dialéctica que se
estableció entre la expansión territorial y el complejo político y social romano continúo
su devenir hacia la crisis la república. Algunos de los conflictos estuvieron
relacionados con los levantamientos de esclavos sicilianos entre 135-132 a.c. -aunque
no tuvieron trascendencia reflejaban tensiones erosionadoras-; también sucesivas
revueltas serviles y una resistencia de las provincias y los pueblos itálicos contra la
dominación romana. Pero es en el seno de la ciudadanía romana donde se encontraba
el mayor relieve de la crisis, reflejado en las luchas entre grupos de interés. Por un
lado se encontraban los políticos reformistas llamados Populares, quienes promovían
dar soluciones a los problemas de las masas proletarias, buscando apoyo por ejemplo
en los antecedentes de la ley Licinio Sextias o en estrechas relaciones con los socii
cooptando así las energías de resistencia de las capas inferiores; el movimiento de los
Gracos fue un exponente de esta postura. En el bando contrario estaban los
Optimates, oligarcas cuya ambición fue la de continuar la concentración piramidal de
poder en el senado aristocrático. Hubo un momento de comunión de objetivo entre
estas facciones durante la guerra de los aliados (91-89 a.c.), donde ambos bandos
defendieron el sistema de dominación romano ante la rebelión de los aliados itálicos.
Salvadas las dificultades, las luchas intestinas continuaron. Los populares se
agruparon en torno a Mario y a Cinna, los optimates en torno a Sila, aunque uno de los
factores determinantes en estos conflictos fue el papel del ejército, más precisamente
el poder e influencia que los personajes principales de los bandos se granjearan,
atreves de concesiones económicas o redes de clientelismo, entre los ejércitos
privados.
Los vencedores fueron los optimates, consiguiendo poner a Sila como dictador
entre 82-79 a.c., y con una serie de reformas en orden de restablecer la hegemonía de
las oligarquías senatoriales. Mientras tanto las instituciones romanas fueron las que
más sufrieron la corrupción ambiciosa que caracterizaba a las élites gobernantes de
este período, subvirtiendo los marcos institucionales de la República, y desembocando
luego de los sucesivos enfrentamientos entre Sila y Mario, Pompeyo y César, y Marco
Antonio y Octavio, en la investidura de este último como Imperator Caesar Augustus
otorgado por el mismo senado en 27 a.c., concentrando en su persona un poder
centralizado. Este acontecimiento se considera el fin de la República Romana, y el
comienzo del Imperio Romano.

El imperio

Si bien la expansión durante el Imperio continuo, la gestión de Octavio estuvo


caracterizada por el afianzamiento de las fronteras y una estabilidad –conocida como
la Pax Romana- basada en una economía de tipo esclavista , también se promovió la
urbanización de las provincias y se buscó elevar los rendimientos de la producción,
sobre todo en el lado occidental del Imperio. Otras características fueron la integración
jurídica y política más profunda de las elites de las provincias y sobre todo de Italia,
accediendo éstas a las altas esferas -como al orden ecuestre o incluso al senado-,
aunque sólo los homines novi más preeminentes.
Se generalizó la economía monetaria por todo el imperio romano con actividades
de inversión y prácticas bancarias, aunque la producción agraria continúo siendo la
gran fuente de riqueza, y su supremacía se reflejaba en los mercados donde la gran
mayoría de las manufacturas y esclavos giraban en función de las actividades del
campo; “ah de verse también una relación directa entre el carácter fundamentalmente
conservador del orden social romano y la estructura económica: por causa de la
naturaleza relativamente estable de la agricultura, sólo de forma restringida se hacía
posible cualquier alteración radical en el reparto de la riqueza”5, por eso “la existencia
de la monarquía imperial, en tanto que nuevo marco político, y la integración de las
provincias, antes que cambiar ese orden social en sus fundamentos, lo validaron y
consolidaron”6.
Las funciones del senado no perdieron sus privilegios en la administración civil,
en la justicia y el mando de los ejércitos, variando sólo la creación de algunos altos
cargos como la prefectura del pretorio para la superélite del estamento ecuestre7. Por
el contrario se fortaleció el sistema de órdenes y estratos con su peculiar
jerarquización social. Con la creciente romanización de los países dominados se
abriría el camino hacia las altas esferas del Imperio a todas las provincias; aunque la
integración variaba acorde a presupuestos locales muy diversos, y esto era más
marcado en las capas bajas de la población. En relación a la polarización social, “la
terminología jurídica romana, al menos desde mediados del siglo II d.C, habla, por una
parte, de honestiores, es decir, de los poseedores de un status social y económico
elevado, con su correspondiente prestigio (condicio, qualitas, facultas, gravitas,
auctoritas, dignitas), y, por otra, de humiliores y tenuiores”8. En este paisaje social el
factor que generaba la distancia social no era tanto el dinero sino la propiedad de la
tierra, y con la romanización creciente en todo el Imperio la concentración de la tierra
en grandes fundos continuó expandiéndose por todo el territorio romano.
La esclavitud durante la Pax Romana continuaba exigiendo renovar
constantemente los esclavos, y a diferencia de los siglos anteriores donde se contaba
con posibilidades ilimitadas de adquisición de esclavos -y sobre todo con los
sucesores de Augusto con quienes las guerras de conquista disminuyeron-, la fuente
de aprovisionamiento fue el comercio con los pueblos germanos o etíopes. Aunque
esta fuente no alcanzara a cubrir la demanda. “La mayor parte de la población privada
de libertad en tiempos del Principado provenía de dentro del Imperio romano y no fue
hecha esclava por la fuerza, tanto menos cuanto que el pillaje humano difícilmente
resultaba ya posible bajo las condiciones de estabilidad interna traídas por el Imperio.
Muchos esclavos, concretamente esos vernae (oikogeneis) atestiguados en
numerosas inscripciones y papiros, eran hijos de matrimonio de esclavos. Ha de
aceptarse, sin embargo, que el crecimiento natural de las familias serviles no pudo
preservar ni mucho menos aumentar los efectivos de esclavos, y ello ya porque los

5
ALFӦLDY, Géza; Historia social de Roma. Alianza editorial. Madrid, 1996, p.79
6
Idem.
7
Idem, p.81.
8
Idem, p.84.
esclavos alcanzaban a menudo la libertad en edad casadera”9. Y por otra parte estaba
la esclavización “voluntaria” de habitantes libres. La esclavitud rural durante el Imperio
se fue progresivamente reemplazando por el sistema de colonato, estos aunque en su
mayoría eran libres o libertos sus posibilidades de movilidad social no eran mucho
mejores que la de los esclavos, y con el tiempo la variedad de situaciones jurídicas de
los estratos más bajos del campo perdieron con el tiempo su significación social. Al
respecto de la institución del colonato, a los abogados romanos “las complejidades
sociales del mundo —cada vez más hibrido— del imperio los desconcertaban; de allí
su incapacidad para clasificar a los llamados coloni del Bajo Imperio y el que
recurrieran a aberraciones clasificatorias tales como el liber homo bona fide serviens y
el servus quasi colonus”.10 Además estaban los campesinos nominalmente libres, cuya
suerte era la menos favorecida del ámbito rural, incluso menos que los esclavos de los
latifundios.
Ya bajo la Dinastía Antonina comenzarían a germinar focos de tensiones y
debilidades en el Imperio. A partir de la segunda mitad del siglo II se puso de relieve
una crisis militar y política, aunque no por doquier ni a un mismo tiempo, disparadas
por las irrupciones bárbaras. Y ya bajo la gestión del emperador Aureliano los
germanos avanzaron hacia Italia, provocando guerras a la defensiva y sin interrupción.
Mientras que en el plano político las pretensiones de poder de los soberanos fueron en
aumento, hasta instalarse el nuevo sistema político de Dominado en el cual desde
Marco Aurelio hasta Diocleciano la violencia y las revueltas militares fueron el medio
utilizado para acceder al poder. Este “predominio de lo militar significaba
paralelamente una alteración radical de las primitivas estructuras del poder”. 11 Vale
recordar al respecto de la dimensión militar, que para los grandes líderes era de vital
importancia el bienestar del ejército, otorgándoles a los soldados privilegios financieros
y tributarios.
Por otro lado el siglo III vivió un decaimiento de la economía y de las fuerzas
productivas, a lo que se le agregaría el fenómeno de la inflación descontrolada. A su
vez en el plano social el balance de poder en las altas esferas de la sociedad también
sintió los efectos de la crisis, aunque, como siempre, fueron los estratos más bajos de
la población quienes cargaron con el mayor peso de la crisis.
El crecimiento generalizado de los grandes fundos conllevó cambios en la
estructura del campo provocando el decaimiento del decurionado -que además fue
adquiriendo cargas públicas obligatorias cada vez más pesadas-, al tiempo que la

9
Idem, p.108.
10
FINLEY, M. I.; “La economía de la antigüedad”. Fondo de Cultura Económica. México, 1986, p.71.
11
ALFӦLDY, Géza; Historia social de Roma. Alianza editorial. Madrid, 1996, p.123.
retracción de la esclavitud y el subyugamiento de masas de campesinos que caían en
el colonato generaron una disminución de la fuerza de trabajo disponible para los
propietarios medianos. A lo largo del siglo III el estrato de los humiliores comenzó a
homogenizarse debido a la creciente pobreza además de la presión y la violencia que
ejercía el estado y la milicia sobre estos. Estos factores condujeron a nuevas
condiciones económicas donde la esclavitud ya no era tan rentable, aunque la
esclavitud de ninguna manera desapareció. Comenzaba entonces a tener mayor peso
el colonato, cuya especificaciones jurídicas en el Derecho Romano proceden
significativamente del siglo III; “el propietario arrendaba la correspondiente parcela de
tierra por cinco años, al tiempo que el colonus se comprometía al pago anual de una
suma de dinero”12; también es de notar que cuando el colonus no podía pagar era,
muchas veces, retenido por la fuerza como mano de obra barata.
Mientras que entre los humiliores la tendencia fue a la homogenización, los
estratos superiores tendían a la diversidad y a rasgos contradictorios con la tradición
antigua romana. También el rol del emperador mutó hacia un despotismo abierto, y al
respecto Gezá apunta que “mientras que Augusto había sido el «primero» entre los
ciudadanos y el «padre» del pueblo, a partir de Septimio Severo el emperador romano
reivindicó oficialmente el título de dominus, teniéndose así por un «señor» sobre sus
subditos, como lo era un señor cualquiera sobre sus esclavos; desde los Severos
exigió regularmente del ejército y de los municipios una declaración oficial de adhesión
a la devotio, a la devoción en cuerpo y alma a su persona; de Aureliano en adelante
reclamó abiertamente y sin rodeos la adoración como dios”13. Sin embargo el poder
estable de dominación sobre el imperio residía en el aparato estatal en su conjunto.
Por otra parte corrientes espirituales mistéricas orientales y otras de carácter
soteriológico carcomieron poco a poco el sistema de valores y referencias tradicional.

El orden senatorial durante el siglo III absorbió al orden ecuestre -ya que ésta
había comenzado a gravitar más que aquella- desapareciendo en el período
tardorromano como estamento social.

Siglo IV

Durante el siglo IV el lado occidental del imperio sufrió sucesivas invasiones


bárbaras quedando destruidas y despobladas muchas ciudades, afectando seriamente
la manufactura y el comercio variando el resultado según la región. Los grandes
fundos pasarían progresivamente más a autoabastecerse de manufacturas que a

12
Idem, p. 134.
13
Ídem, p. 139.
acudir al comercio. En 395 el imperio se divide en dos, el lado oriental y el
occidental, sentenciando así su futura desintegración. El estado continuó
profundizando la presión sobre la sociedad romana, promoviendo una suerte de
inmovilidad social con prácticas como la heredabilidad obligatoria que afectaba no
sólo a los estratos bajos sino también a las capas medias de la sociedad.
En relación con el trabajo esclavo, como apunta Finley, “queda bien firme la
impresión de que para los siglos IV y v de nuestra era, los esclavos-cosa habían
perdido su lugar clave aun en las viejas tierras clásicas; en la actividad urbana
productiva, cediendo ante la fuerza del trabajo libre (independiente en su mayoría), y
en el campo ante los campesinos conocidos como coloni”14; y la razón del
desplazamiento el autor considera que ha de buscarse en un cambio en la estructura
de la sociedad, donde el ordenamiento social desde el principado tendía poco a poco a
adoptar un carácter arcaico, y donde los hombres libres pobres constituyeron el
elemento clave. En otras palabras, “la decadencia de la esclavitud fue una inversión
del proceso por el cual arraigo la esclavitud. En un tiempo lejano, los patronos de la
fuerza de trabajo en aquellas regiones habían importado esclavos para satisfacer sus
requerimientos. Ahora estaban disponibles sus propias clases bajas, como no lo
habían estado antes, por obligación, no por su gusto, y ya no había necesidad de un
esfuerzo sostenido para mantener la oferta de esclavos, ni para introducir una fuerza
de trabajo de jornaleros”.15

En su devenir histórico alienado, el imperio vio despoblarse ciudades y regiones


enteras como consecuencia de la crisis y de las presiones fiscales, viéndose obligado
a convivir e incluir en el reparto de tierras a los bárbaros, además de, en algunas
regiones, depender del aparato militar germano; estas situaciones conducirían en el
futuro a nuevas síntesis político sociales. En 420 d.c. se crea una ley que autoriza que
las haciendas fueran fortificadas por sus dueños, con el fin de hacer frente a los
ataques de los bárbaros. No hubo medidas que alcanzaran para detener la decadencia
interna y la amenaza externa que sufrió el Imperio Romano de occidente,
desembocando poco a poco en su transformación radical política, social, económica y
cultural.

Conclusión

A lo largo de la historia repasada de Roma la percepción de lo “otro” fue un


fenómeno social en el que las diferencias interactuaban de muy diversas formas.

14
FINLEY, M. I.; “La economía de la antigüedad”. Fondo de Cultura Económica. México, 1986, p.101.
15
Idem, p.111.
Grosso modo, la otredad está involucrada con fuerzas sociales centrífugas y
centrípetas: por un lado tiende a generar cohesión en quien percibe la otredad, y por
otro lado genera un rechazo de los actores o culturas que encarnan la diferencia, en
ocasiones tan agudo y violento que crea una desvalorización y estigmatización del
percibido como “otro”, sus características, sus funciones, sus orígenes, etc. –
desembocando en su explotación y dominación; este complejo de relaciones que
aparecen en la articulación social pone en duda el uso de esquemas tradicionalmente
rígidos sobre la esclavitud en Roma. La construcción del “otro” está atravesada por
factores económicos, sociales, políticos y culturales, que generan variedad de matices
y ambigüedades –de orden jurídico, político o ideológico– incidiendo en la sensibilidad
epocal, la cual condiciona la percepción de los actores sociales sobre el fenómeno de
la otredad, generando una distancia a franquear -para los historiadores- entre la
percepción actual del fenómeno de la esclavitud y la percepción de la época romana
en relación a esta institución y la variación de sus cualidades históricas como así
también su inicio y fin como centro de gravedad de un modo de producción.

Вам также может понравиться