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Cuerpos juveniles: Masculino y femenino en el Chile de los 60.

Representaciones
sociales en las revistas juveniles.
Silvia Lamadrid Alvarez
Socióloga, Magister en Ciencias Sociales, Candidata a Doctora en Historia de Chile.
Becaria CONICYT para estudios de doctorado. Profesora del Departamento de
Sociología de la Universidad de Chile

Resumen

Fue analizada la representacion de la corporalidad juvenil a través de las revistas


publicadas en los 60 dirigidas a la juventud, “Rincón Juvenil” y “Ritmo de la juventud”,
buscando encontrar los rasgos de ruptura y continuidad. El análisis se enfoca en un
período caracterizado por procesos de modernización en la sociedad chilena. En ambas
revistas fue analizada la representación gráfica de los y las jóvenes, y las secciones
dedicadas a orientar sobre la presentación personal de muchachos y muchachas. Se
observan cambios desde los primeros números de las revistas respecto a los de fines de
la década, produciendo distinciones respecto de los adultos,a través de la gestualidad,
las vestimentas y adornos corporales. El análisis muestra una tendencia a la disminución
de la diferencia entre géneros: los varones usan más colorido y pelo largo; las
muchachas adoptan vestidos más sueltos y cortos, y pantalones. Las revistas dan cuenta
de un intenso debate respecto a estas modas extranjerizantes, rechazadas por los adultos.

Introducción
El propósito de este artículo es revisar las representaciones sociales de los cuerpos de
las y los jóvenes chilenos en ese momento de cambio acelerado que fueron los años
sesenta del siglo XX. Así como se reconoce el carácter sociocultural de los cuerpos, se
utilizan también los conceptos de género, definidos como construcción sociocultural de
las identidades y relaciones entre los sujetos sexuados en cada sociedad y momento
histórico, y estructuras de diferenciación social y poder, que se entretejen con otros
sistemas de distinción.

Las diferencias biológicas entre los cuerpos de hombres y mujeres han sido
magnificados y construidos por las culturas, reforzadas para establecer su carácter
binario e intraspasable, donde lo masculino se construye por oposición a lo femenino y
las relaciones sexuales son expresión de una relación de dominación de los hombres
sobre las mujeres (Bourdieu, 2000). Es la construcción arbitraria de lo biológico,
especialmente de la reproducción biológica, el fundamento de la división de la actividad
sexual, la división sexual del trabajo y de ahí todo el cosmos. Esta “sociodicea
masculina” tiene su fuerza en que “legitima una relación de dominación inscribiéndola
en una naturaleza biológica que es en sí misma una construcción social naturalizada”
(Bourdieu, 2000).

Las mujeres quedan atrapadas en esquemas mentales producto de la asimilación de esas


relaciones de poder sustentadas en las “oposiciones fundadoras del orden simbólico”.
Para los dominados, en este caso las mujeres, el orden ejerce una violencia simbólica al
privarlas de todo otro instrumento de conocimiento que no sea el compartido con el
dominador para entender o imaginar sus relaciones, es decir, el conjunto de distinciones
binarias naturalizadas donde lo femenino y las mujeres son inferiorizados. Más aún, la
lógica de la dominación masculina y la sumisión femenina se traduce en los sujetos,
hombres y mujeres, en inclinaciones espontáneamente adaptadas al orden. En cuerpos
generizados, transformados y diferenciados hasta llegar a constituir mujeres
femeninas y hombres viriles, cuya existencia sólo tiene sentido en lo relacional. Son
cuerpos construidos para relacionarse en la lógica de la dominación.

Desde otra perspectiva, los cuerpos, tal como son territorios donde se inscriben los
mandatos del orden, son también campos de lucha, en que los sujetos proponen y
cuestionan. El cuerpo es moldeado por el contexto social y cultural del actor, siendo “el
vector semántico por medio del cual se construye la evidencia de la relación con el
mundo” (Le Breton, 2002, p. 7), pero a la vez “a través de él el hombre se apropia de la
sustancia de su vida y la traduce en dirección de los demás por intermedio de los
sistemas simbólicos que comparte con los otros miembros de su comunidad” (Le
Breton, 2002, p. 8). El proceso constante e interactivo de socialización tiene sus
momentos más fuertes en la infancia y adolescencia, cuando los sujetos van
aprendiendo y reaccionando, situándose en su propia trama de sumisión o rebeldía, y
proseguirá toda la vida, según los roles que asuma y las transformaciones sociales y
culturales en las que se vea inmerso (Le Breton). En ese proceso, los medios de
comunicación participan en la socialización de las y los jóvenes con sus
representaciones de la juventud y su corporalidad; las que, a su vez, son procesadas por
el público lector.

El contexto: los años 60

En la sociedad y cultura occidentales se intensificaron procesos de individuación,


produciéndose una profunda crisis de legitimidad de las modalidades físicas de la
relacion del hombre con los otros, impulsada por el feminismo, la “revolución sexual”,
las nuevas terapias y otros (Le Breton, 2002). Emergió un nuevo imaginario que
reafirmaba los placeres corporales, junto con discursos que invocaban la “liberación del
cuerpo”, tendiendo a una visión dual, en que éste es una posesión del ser humano. Parte
de esto es la invocación de la juventud como una etapa que encarna particularmente
estos discursos e imaginarios, diferenciada de la edad adulta, más contenida.

En Chile fue una década signada por las crisis y la presión por el desarrollo.
Políticamente, tras un gobierno de derecha, en 1964 el Partido Democrata Cristiano 1
había ganado la presidencia con un programa de profundos cambios, la nacionalización
parcial del cobre, la Reforma Agraria y la Promoción Popular, abriendo espacios de
participación social a sectores sociales como los campesinos y pobladores, hasta el
momento excluidos de los beneficios del estado de compromiso, y estableciendo con
ellos redes de clientelismo político.

Estas reformas fueron insuficientes para dar salida a la crisis del modelo de sustitución
de exportaciones, incapaz de satisfacer las demandas sociales en ascenso, provocando la
radicalización de las luchas sociales. A las luchas sindicales se agregaron a partir de
1967 los jóvenes, los pobladores y los campesinos. El emblemático movimiento
estudiantil por la Reforma Universitaria irrumpió con fuerza; sus banderas de lucha,
articuladas a través de los partidos de izquierda, apuntaban a la democratización de las
universidades, y remitían a cambios estructurales, buscando la toma del poder político –
el gobierno. Pero en estos movimentos no se cuestionó el autoritarismo en las relaciones
dentro de la clase y sus organizaciones, ni menos al interior de la familia.
1
Partido de centro, vinculado a los Partidos Democrata Cristianos europeos.
En la conservadora sociedad chilena, tendencias de crítica cultural, como los beatniks o
la nueva ola francesa y posteriormente el hippismo, tenían eco sólo en los sectores con
mayor capital cultural, siendo blanco fácil de las críticas en el sentido de confundir y
distraer a las masas de la lucha de clases, a través de la cual se alcanzarían los cambios
pivotales.

A mitad de los cincuenta había llegado a Chile, desde Estados Unidos, el rock & roll,
movimiento musical que inició la irrupción de lo juvenil. Duramente cuestionado en su
misma cuna, porque desafiaba las barreras raciales y el puritanismo con su expresión
corporal evidentemente sexual. “El mensaje era fundamentalmente cultural, se
transmitía como actitud (rebelde), apariencia (vestuario, peinado y gestos) y teniendo
como eje el amor universal (de la pareja y de todos) y, como lenguaje, nuevas
expresiones y ritmos musicales” (Salazar & Pinto, 2002, p. 151).

Acá emergió un movimiento musical que absorbió las formas sin reflexión
contracultural, incluyendo el uso del inglés para nombrarse y cantar. La influencia
norteamericana se complementó con la europea, llamandose la nueva ola. Este
movimiento fue un éxito de mercado de tal magnitud, que permitió una proliferación de
intérpretes, compositores, comentaristas musicales –los discjockeys- y de revistas
especializadas2.

Para ser aceptado y convertirse en un producto digerible para la industria discográfica


no bastaba el aplauso de los jóvenes; la energía desbordada del rock resultaba
amenazante para el mundo adulto, que veía en los jóvenes coléricos3 con sus motos y
chaquetas de cuero, copiadas del cine norteamericano 4, una amenaza al orden social
privado, de las familias. Camilo Fernández, productor musical y gestor de la nueva ola,
afirmaba, en un artículo de crítica a Elvis Presley, la necesidad de encauzar a la
juventud:

“No creemos en la juventud mala. La maldad está en la piel. Es una pose como
cualquier otra. Bastará ‘poner de moda’ la bondad, la cultura, la camisa limpia y el
gesto galante para cambiar un modo de actuar reñido con los valores humanos. 5”

Esta postura fue asumida por las publicaciones que analizaremos.

Las revistas juveniles

Las revistas Rincón Juvenil y Ritmo de la juventud fueron la expresión dirigida a los
jóvenes del magazine, género emergido en el siglo XX, producto del desarrollo de la
industria cultural, formando parte de los procesos de modernización en el ámbito
cultural. Fueron la vía por la cual la modernidad se incorporó a la vida cotidiana,
permeándola del carácter de la época. A través de las revistas se accedía, muchas veces
visualmente, a nuevos temas, lugares y personajes, expandiéndose y complejizándose el
imaginario social (Santa Cruz, 2005).

2
Además de las citadas, El musiquero y Radiomanía.
3
Nombre también tomado de los angry young men ingleses.
4
Rebelde sin causa, The wild one, Jailhouse Rock, etc.
5
Ecran, 1403, 17/12/1957. Tomado de Historia Social de la Música Popular en Chile, p. 624.
Abordaban temas del espectáculo y la entretención (música popular, cine, teatro,
televisión), y también problemas sicosociales propios de la adolescencia y juventud. La
Editoral Zig-Zag, propiedad de empresarios democratacristianos, empezó a publicar
Rincón Juvenil el 16 de Diciembre de 1964; la Editorial Lord Cochrane, recientemente
creada por el grupo Edwards, lanzó la revista Ritmo en Septiembre de 1965.

Se puede sostener que los procesos de urbanización, las migraciones campo ciudad, la
ampliación de las posibilidades de educación formal y la movilidad social ligada a las
nuevas fuentes de trabajo en la industria y servicios públicos, habían creado nuevas
generaciones de ciudadanos. El interés de estos medios era “civilizar” a estos jóvenes,
transmitiéndoles el habitus de las clases medias urbanas.

Ambas estaban enfocadas en ampliar la experiencia de los adolescentes y explicitaban


su interés en dar expresión a un sector social que no la había tenido, y estaba siendo
criticado desde el mundo adulto:

“queremos mostrar a los adultos que la juventud no es una etapa pasajera, sino un
estado de ánimo, activo y pleno de energías; que el twist y el “surf” son
expresiones de vitalidad; que el cantante romántico está simplemente poniendo en
música y palabras los deseos de ternura y compañerismo de muchos jóvenes, y que
la juventud, en toda época, ha sido como deber ser: una respuesta diferente ante
los desafíos de una época que es también diferente en cada generación” 6.

La juventud era un período con menores responsabilidades, y se enfatizaban las


opciones individuales en las relaciones afectivas y decisiones vocacionales, aunque no
se abandonaba el peso de la familia. La alegría, las relaciones afectivas fluidas (sin
relaciones sexuales) y la despreocupación eran validadas, en tanto conducían a una edad
adulta donde debían cambiar, y volverse responsables, demandados por sus nuevas
familias. La tarea principal de muchachos y muchachas era prepararse para el futuro
estudiando. Así lo planteaba Ritmo en su primer número, menos programática que RJ,
pero más enfática en la emotividad:

¡Hola! ¿Qué tal? Estamos felices de poder entregarles el primer número de


nuestra revista.
La hemos preparado con mucho cariño y entusiasmo y suponemos que ustedes la
recibirán con el mismo cariño y entusiasmo, ya que aquí encontrarán todo lo que
más les gusta y los que más les interesa, desde las aventuras de Trini hasta ese
super-secreto: “prométeme que no se lo cuentas a nadie”, de los cantantes y gente
de radio y televisión. También datos útiles sobre estudios, deportes, canciones,
últimos discos a la venta y… ¡pero, para qué tanta explicación! Den vuelta la
página. ¡Están en su casa! ¡Bienvenidos!7

Sus artículos de contenido estaban consagrados a dar indicaciones respecto a las


relaciones entre padres e hijos y a resolver los conflictos entre el control parental de la
movilidad y sociabilidad de sus hijos –especialmente sus hijas- y las demandas de los
adolescentes para moverse libremente en un mundo de relaciones sociales más fluido.
Eran frecuentes las consultas de lectores y lectoras señalando que sus padres les
prohibían tener amigos, y los limitaban a desplazarse únicamente de sus colegios a la
casa. Se contraponía al mundo abierto que presentaban las revistas, donde los jóvenes

6
Rincón Juvenil N° 1. Editorial: “Amigo o Amiga:”. Santiago, 16 de Diciembre de 1964, p. 2.
7
Ritmo Nº1, 9 de Septiembre de 1965
de ambos sexos se reunían, paseaban, bailaban, estudiaban, se divertían en sus hogares,
en las calles y plazas, durante el año escolar, o en las playas y en el campo en las
vacaciones. Las revistas convocaban a la comunicación, a plantear con serenidad sus
demandas a los padres, para demostrar su madurez y ser escuchados. La familia era el
espacio natural de afecto y protección, carente de reales conflictos, aparte de estas
tensiones menores.

Tampoco la sociedad tenía conflictos. Había “problemas”, “incomunicación”, pero no


intereses opuestos. Las diferencias sociales eran eludidas, particularmente por Ritmo.
Rincón Juvenil respondía críticas de sus lectores respecto a entrevistar sólo a jóvenes
del barrio alto, sosteniendo haberlo hecho con jóvenes de todas las clases sociales. El
abanico era más amplio que el barrio alto, pero no se extendía a “todas las clases
sociales”; abarcaba a quienes tenían la capacidad económica de comprar la revista. Los
entrevistados eran generalmente estudiantes, de colegios de diversos barrios, jóvenes
que trabajaban como empleados de comercio, muchachas que trabajaban en peluquerías,
secretarias; pero no jóvenes obreros ni empleadas domésticas.

Tal vez esta última era una de las omisiones más llamativas 8. Se obviaba la principal
actividad laboral de las mujeres jóvenes en esa época y se omitía la presencia de estas
trabajadoras dentro de los hogares de la clase media, con las complejas consecuencias
que ello tenía para las relaciones de género.

Se establecía así un sentido común muy propio de la época: la sociedad chilena era una
sociedad de clase media. El origen de las diferencias sociales no era problematizado, y
se insistía en la posibilidad de la movilidad social producto del esfuerzo en el trabajo y
en el estudio; existían oportunidades para todos, aún cuando algunos tendrían que
esforzarse más, pero el mundo era así:

“que la vida es injusta y que el hombre de nuestros tiempos, trata por todos los
medios de hacer justicia, pero es una batalla difícil de librar, ya que no hay
justicia ni en la naturaleza misma… Como ves todo es injusto, la vida misma; así
es que si tratas de ir haciendo justicia por ti misma en todos los pequeños detalles,
terminarás agotada y sola”9.

Los géneros se regían por la lógica binaria: había dos géneros y los hombres eran
diferentes de las mujeres, sin sustentar la distinción principios religiosos. Se trataba de
una diferencia complementaria y supuestamente no jerárquica. Los muchachos debían
prepararse para asumir responsabilidades de proveedores familiares, y las chicas para
ser excelentes dueñas de casa; no había alusiones a que uno u otro fuera más valioso en
la familia o en la sociedad, ambos roles eran igualmente necesarios.

La descripción de algunas situaciones de las vidas familiares de los lectores y


entrevistados mostraba que esta división del trabajo era jerárquica: las mujeres servían a
los varones de la casa y la opinión del padre o los hermanos limitaban lo que las
muchachas y la madre podían hacer y dónde podían desplazarse.

8
En el Censo de 1960 aparecían 181.394 mujeres trabajando en casa particular, constituyendo el 34% de
la fuerza de trabajo femenina, y localizándose el 47% en la provincia de Santiago; dentro de ellas, el 64%
tenía menos de 24 años. En 1970 figuraban en el Servicio de Seguro Social 143.200 personas que
imponían por este trabajo; ANECAP calculaba que el total en país era entre 350 y 400.000 personas
9
Ritmo N° 106, “Conversando”, Santiago, 12 de Septiembre de 1967, p.56.
“Aunque parezca ridiculo, aun existe la desigualdad de los sexos”. “Muchas
chiquillas de mi edad pueden confirmarlo. Y estoy segura de que ellas, como yo,
encuentran que esta situación es absurda e inosostenible”…
“¿Y qué decir de la DIFERENCIA que hace la mamá entre nosotras, las
chiquillas, y nuestros hermanos?” “¿No es indignante?”10

Aunque el consejo de la revista a las lectoras era buscar apoyo en la mamá u otras
mujeres adultas para evitar las diferencias de trato en la familia, revela que había,
soterrado y casi avergonzado, voces femeninas juveniles que resentía la desigualdad.

La corporalidad era invisibilizada en el discurso, a diferencia de las imágenes, que


exhibían los cuerpos de los artistas. Se afirmaba que la belleza física no era lo más
importante, acompañado de una desvalorización general de los aspectos materiales y
físicos en contraposición a lo espiritual, y al desarrollo de la personalidad. El cuerpo era
aludido en función de la salud y la higiene; la belleza de los cuerpos era secundaria
frente a la belleza interior, que se expresaría en la personalidad activa, optimista y sobre
todo “sana” que se promovía para varones y hembras. Eran cuerpos disciplinados por la
higiene y el orden, para los cuales el deporte era la mejor escuela. La presentación
personal incluía la ropa, que también debía expresar, más que belleza, limpieza y
cuidado11. El maquillaje para las jóvenes debía ser discreto y natural, subrayar y no
disfrazar.

Revisando las imágenes: las primeras portadas.

Tanto la portada de Rincón Juvenil como la de Ritmo ejemplifican la tensión entre


adoptar modelos corporales contestarios importados, pero de gusto de los jóvenes, y su
traducción chilena y comercial, sumada a la pretensión de recuperar los valores
humanos.

En Rincón Juvenil optaron por Los Beatles. Aunque la beatlemanía se había iniciado en
el mundo en 1963, el grupo impactó en Chile al año siguiente: recién en agosto de 1964
sus canciones ocuparon los primeros lugares en las listas de popularidad, y se creó el
programa radial El Club de los Beatles12. El estreno ese mismo invierno de la película A
Hard days’s night contribuyó a consolidarlos como los más populares del año; la foto de
portada está tomada de esa misma filmación (González et al, 2009).

10
Rincón Juvenil Nº 11, 25 de febrero de 1965. p 13.
11
“Tu vestido no sólo debe estar a la moda, sino, más que nada, muy ordenado, limpio y cuidadosamente
aplanchado”. (Rincón Juvenil Nº 11, “La página de Bambi”, 25 de febrero de 1965, p.20.)
12
El fan club llegó a tener 25.000 miembros (González et al, 2009).
Los Beatles resultaron ser, en términos de imágenes, un fuerte cambio respecto a los
rockeros originales, de gestos sensuales, iracundos y desbordados. A diferencia de esa
imagen machista y rebelde, los Beatles habían sido uniformados por su manager en
ordenados ternos sin solapa, con corbatas y botas, y mantenían en escena una actitud
sobria. Pero eso mismo, combinado con el pelo largo peinado sobre la frente y los
rostros afeitados y juveniles, producía un conjunto levemente andrógino, que se alejaba
de la imagen masculina tradicional y los hacía “atractivamente vulnerables” (Cura,
2009). A diferencia de Sinatra o Presley, cantantes líderes, los Beatles tenían una imagen
colectiva y colaborativa, alternando la voz principal y tocando a la vez sus instrumentos,
acercándose a la tendencia femenina a trabajar en grupos colaborativos más que en
estructuras jerárquicas, señalada por investigadoras feministas como Deborah Tannen y
Carol Gilligan. En cierto modo, las muchachas se podían ver reflejadas en los Beatles,
que tenían estas resonancias de sensibilidad femenina en un mundo de dominio
masculino (Cura).

El pelo largo de los Beatles en esos años era una absoluta excentricidad. Dos años
después, la misma revista realiza un reportaje preguntando ¿Por qué los jóvenes usan el
pelo largo?13, motivada por la extensión que había alcanzado el fenómeno.

“La verdad es que durante el último par de años han aumentado cada vez más las melenas
a lo Sansón. La tradición del pelo semilargo, escobillado hacia atrás, o con partidura al
lado muy corto encima de las orejas con gomina o brillantina ha cedido su lugar a largos
mechones que caen sobre la frente y sobre el cuello, sin llegar, es cierto, a las frondosas
cabelleras tipo beatle”14RJ 94

El articulista relativiza el fenómeno, recordando que en otras epocas y culturas el pelo


largo era la norma, así como el uso de ropa colorida por parte de los hombres. Pero
plantea el debate por el áspero rechazo que encuentra en la sociedad chilena. Si esta era

13
Rincón Juvenil Nº94, escrito por Fernando Rivas Sánchez (www.memoriachilena.cl)
14
la reacción en 1966, podemos darnos cuenta de cuán rupturista fue la portada de Rincón
Juvenil.

Por otro lado, la imagen de los Beatles conectaba con valores tradicionales en el registro
que podríamos llamar étnico/clasista. Dada la conformación de las sociedades
iberoamericanas, producto de la conquista europea, desde la colonia quedó instalada la
superioridad masculina europea (Lamadrid, 2009). Las poblaciones de nuestros países
son más o menos mestizas, y las clases dominantes no escapan a esta mezcla, pero la
impronta de vincular lo blanco con lo deseable permanece. El grupo inglés resultaba
perfecto, aunque en su propia sociedad estaban lejos de los peldaños más altos de la
escala social15. Incuestionablemente europeos, y artistas, sus excentricidades podían ser
toleradas, dando espacio a la audacia de la revista.

En el primer número de Ritmo, la foto de la cantante María Teresa, de cuerpo entero y


sentada, de suéter, pantalones y botas, con sombrero cowboy y jugueteando con un
revólver, resultaba casi un espejo femenino de la portada Beatle. Una mujer joven,
femenina y bella, pero con ropas y accesorios masculinos, coqueteaba con la androginia
y parecía agregar atractivo a su imagen. Pequeños detalles no dejaban duda de su
femineidad: la delicadeza de sus rasgos, las curvas de su cuerpo subrayadas por el
pantalón ajustado, las manos cuidadas y las uñas pintadas; la postura lúdica y carente de
agresividad. Los límites de la distinción binaria de los géneros eran desafiados sólo para
confirmarlos: tal como en los Beatles, se amplía la gama posible para expresar la
masculinidad o femineidad, pero no se elimina la diferencia. Este juego resultaba
francamente ofensivo para muchos chilenos y chilenas, que no tenían el menor interés
de ser sacados de las distinciones tradicionales.

¿Por qué fue elegida esta joven como imagen fundacional de Ritmo? Ella nunca fue la
cantante más popular de la nueva ola; ese lugar lo había ocupado hasta 1963 Fresia
Soto. De origen peruano, estudiaba pedagogía en inglés; tenía una bonita figura, cabello

15
Pocos en Chile estaban en condiciones de percibir el acento scouse de Liverpool de los fab four, muy
distinto del Oxbridge de las clases altas.
negro, grandes ojos oscuros y la piel morena. Es posible suponer que la irreprochable
blancura de María Teresa16 la hizo mejor candidata a primera portada17.

En el año 1965 la cantante más popular era Cecilia 18, figura fundamental de la nueva
ola19, con una gran voz y expresividad. Descendiente de italianos, aprobaba en rasgos
étnicos, pero sus particularidades como intérprete la habían estigmatizado como
problemática: era altamente expresiva, cercana a la tradición italiana del canto gritado.
Las críticas apuntaban a sus gestos en escena, muy bruscos para la delicada sociedad
chilena, a tal punto que algunas autoridades en Viña del Mar le exigieron no repetirlos
en el escenario del Festival, que ganó ese mismo año20. María Teresa se adecuaba
mucho más a la expresión corporal de la femineidad que la revista deseaba promover.

La mirada femenina: Besemos a Raphael.

Las fotografías de las portadas eran de cantantes o actores de cine y televisión. La


mayoría de rostros, y en número menor, de cuerpo entero (sobre todo de conjuntos
musicales). Los hombres estaban mucho más representados, lo que corresponde a la
cultura de los ídolos, predominantemente varones, y la vasta audiencia femenina que los
seguía. Los estudios sobre medios visuales han debatido la existencia de dos miradas,
masculina y femenina, la primera activa y la segunda pasiva; pero Brabazon plantea que
a diferencia de los hombres, quienes se erotizan ante la presentación de cuerpos
femeninos fragmentados, las mujeres reaccionan con representaciones de los rostros,
especialmente si el fotografiado mira directamente a la cámara, creando la apariencia de
un lazo con la observadora (Brabazon, 1993). La revista Ritmo utilizó con más
frecuencia la foto de rostro y mirada a la cámara que Rincón Juvenil. Es posible que
este haya sido un elemento que colaboró al éxito de la primera.

En el análisis de la relación de las jóvenes con las fotografías, Cure apunta a la situación
de ellas en la Norteamérica de post guerra, sometidas al estricto control paternal y
dedicadas a las responsabilidades domésticas, similar a la de las chilenas en 1960. Para
las muchachas, que permanentemente recibían advertencias para controlar su
comportamiento sexual (y el de sus parejas masculinas), el tocadiscos y la radio les
permitieron disfrutar de la compañía de sus cantantes favoritos en la intimidad de su
propio dormitorio. Las revistas aportaron el material gráfico para que, así fuera en la
fantasía, pudieran desplegar su emocionalidad y sexualidad en un entorno seguro, sin la

16
española de nacionalidad aunque residente en Chile desde pequeña (Ritmo)
17
Fresia Soto fue portada de Ritmo Nº 61, la primera portada en colores, pero con lentes cosméticos
celestes, y en el Nº 72 con sus ojos oscuros.
18
Portada Ritmo Nº 11
19
“En los años de su reinado (1963-1965), fue ella quien lideró las listas de ventas y popularidad de la
prensa y la radio; sus fans se agolpaban por multitudes en las radios, teatros y estadios donde se
celebraban sus conciertos; y su nombre encabezó varias de las principales giras organizadas por el país en
aquellos años” www.musicapopular.cl. Visitado 30/1/11.
20
“Compitiendo con la canción "Como una ola", de la chilena María Angélica Ramírez, la cantante se
trenzó en una aguda polémica con las autoridades edilicias de la época al contravenir la recomendación de
no interpretar su característico beso de taquito, gesto escénico inspirado en la técnica futbolística y
considerado por entonces inapropiado para ser ejecutado por una señorita como ella. A esta trasgresión se
sumó una polémica: pese a ganar la competencia, su actuación final en esa versión del festival se realizó
entre abucheo de un sector del público que reprobó la decisión del jurado. Lejos de amilanarse, la
cantante de Tomé respondió con muecas, gestos burlones y uno que otro beso de taquito”
www.musicapopular.cl. Visitado 30/1/11.
presión riesgosa de la demanda masculina por ir más allá en las caricias, que tantas
contradicciones provocaban a las corresponsales de las secciones de consultas.

Un ejemplo de la intuición de Ritmo en este sentido es la foto de dos páginas presentada


como Besemos a Raphael21. El cantante no sólo mira a los ojos, lo hace de costado,
aumentando la complicidad con la fan; se agrega la mención de la canción Cierro mis
ojos, en que el varón se presenta como confiable, promete y pide: Cierro mis ojos -
para que beses mis manos y mi frente - para que corran tus dedos por mi piel. Yo no te
veré, yo no te veré - puedes hacer lo que quieras conmigo - no te miraré, no te miraré -
hasta que tú me lo pidas, amor. La invocación a ensoñar un encuentro físico con el ídolo
es evidente, así como la alusión a que la integridad de la muchacha no está en peligro a
menos que ella lo solicite.

Las ropas y el pelo: los chilenos y las chilenas se chasconean.

La representación de la corporalidad cambió desde los primeros números de las revistas


a los de fines de la década, sobre todo en las vestimentas y el cabello. Hasta 1966 las
ropas y adornos corporales de los y las jóvenes se diferenciaban muy poco de las de los
adultos de su respectivo género. Se enfatizaba fuertemente la diferencia entre hombres
viriles y mujeres femeninas, a través de trajes que rigidizaban los cuerpos. Los jóvenes,
incluidos los cantantes de la nueva ola, usaban ternos de colores oscuros o neutros,
corbata y cortes de cabellos muy cortos y apegados a la cabeza. Las muchachas llevaban
vestidos muy ajustados en la cintura, y peinados que abultaban el pelo y lo solidificaban
en una especie de casco.

21
Ritmo N°143 28 de Mayo de 1968
Las primeras representaciones gráficas distintas y que presentaban mayor flexibilidad
corporal y de los cabellos fueron de cantantes y jóvenes extranjeros. En el Número
Especial de Rincón Juvenil de septiembre de 1965 fueron presentadas todas las
expresiones musicales de moda: indistintamente nuevaoleros y neofolkloristas, todos
vestían parecido, y resaltaban las fotos del reportaje La agitada historia de los
“beatniks”, en que, además de ocupar el espacio urbano parisino con despreocupación,
sentados en el suelo, y bailando en la acera, tanto hombres como mujeres vestían ropas
sueltas, usando éstas pantalones y zapatos de taco bajo. Muchos de los varones tenían el
pelo largo y ninguno estaba peinado. Estas novedades muy lentamente fueron
incorporadas por los jóvenes nacionales, distinguiendo los cuerpos de los y las jóvenes
respecto de los adultos.

Los varones abandonaron los ternos y los colores oscuros por jeanes y camisas o
suéteres con más colorido22 y dejaron la gomina yel corte militar; las muchachas ya no
usaban laca en sus peinados y los vestidos fueron más sueltos y cortos, aumentando el
uso de pantalones.

El cambio mayor se observó a partir de 1967 y se instaló completamente en 1968. Las


minifaldas y los pantalones dejaron de ser la excepción para ser la norma; en los
vestidos ya no se marcaba la cintura. Varios conjuntos musicales masculinos empezaron
a usar el pelo largo incluso fuera del escenario23, y a defender su derecho a hacerlo.

Aparentemente, los cambios que las revistas presentaban eran de influencia extranjera.
Pero no sólo en las ropas y cabellos estaban cambiando los jóvenes chilenos.
Probablemente los estudiantes de la elite católica que se tomaron la Universidad
Católica en 1967 aún usaban ternos y cabellos peinados. Pero al año siguiente, cuando
la lucha por la Reforma Universitaria se extendió a todo el país, los y las jóvenes no
sólo usaban ropas distintas a sus padres, sino también desplegaron su corporalidad en
lugares y comportamientos hasta ese momento prohibidos. Los deseos de quienes
aspiraban a ‘poner de moda’ la camisa limpia y el gesto galante no se compadecían con
los conflictos que tensionaban la sociedad chilena, y que llevarían luchas que pondrían
en primer plano a los y las jóvenes en los años siguientes.

Bibliografía

Bourdieu, P. La dominación masculina. Ed. Anagrama, Barcelona, 2000.

Brabazon, Tara. Beatlemania, Beatle Photographs and a Female Gaze. En Sexuality and
Gender in History: Selected Essays. Edited by Penelope Hetherington and Philippa
Madden. Optima Press, Western Australia, 1993. pp 21 – 44.

Collier, Simon & Sater, William F. Historia de Chile: 1808-1994 (Milena Grass, Trad.).
Madrid: Cambridge University Press. 1998.

22
“Chaquetas claras, o de colores vivos, más bien largas; pantalones delgados en celeste, amarillo o
blanco; camisas amarillas, rosadas, rojas o celestes.” Rincón Juvenil Nº 94, 5 de Octubre de 1966.
23
El primer conjunto en aparecer con cabello largo, Los Larks, usaban originalmente peluca (Ritmo Nº
96, portada).
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Sitios visitados:

www.memoriachilena.cl
www.musicapopular.cl.

Publicaciones periódicas

Rincón Juvenil, Diciembre de 1964 a Febrero de 1967


Ritmo de la juventud, Septiembre de 1965 a Diciembre de 1970

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