Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
El
porfiriato
Introducción
El estudio del transporte es un tema de actualidad. El crecimiento de las ciudades
y el servicio del transporte presentan problemas históricamente recurrentes. Tal
es el caso del aumento sin orden de la mancha urbana y la mayor demanda de
servicios, cuya falta de planeación por parte de los ayuntamientos coadyuva al
crecimiento poblacional desordenado.
El fenómeno antes descrito si bien no se presentó con la misma intensidad
de ahora, también se percibió durante el porfiriato. La transformación de la
ciudad de Puebla durante las dos últimas décadas del siglo pasado fue
significativa. Dos líneas de tranvías, llamadas Ferrocarriles Urbanos de Puebla
y Ferrocarril Industrial de Puebla, enlazaron diferentes puntos de la ciudad, y
formaron parte de los servicios modernos que se requerían para transformarla en
una ciudad moderna y bien comunicada.
Así pues, en este artículo presentaré tres aspectos que me interesa destacar:
primero, el desarrollo de las líneas de los tranvías, los tipos de servicio que dieron
y los puntos que tocaron; segundo, el impacto del transporte en la transformación
del perfil urbano; y, por último, los efectos económicos y sociales que causó este
tipo de transporte urbano.2 Abordaré los tres aspectos en dos apartados.
––––––––––––––
1
Investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-BUAP.
2
Sobre este tema la autora ha presentado dos avances: “La Compañía de Tranvías, Luz y
Fuerza de Puebla, S.A., 1880-1906”, en Carlos Contreras (compilador), Espacio y perfiles, historia
regional mexicana del siglo XIX. vol. 1. CIHS-ICUAP-COMECSO y H. Ayuntamiento de Puebla, 1989,
pp. 57-69, y “Puebla en el porfiriato. Los tranvías, el transporte moderno”, Enlaces, revista de
Ciencias Sociales y Humanidades, UAP, Puebla, julio-septiembre de 1994, pp. 10-15.
––––––––––––––
3
Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla, (POGEP), 8 de mayo de 1881. “Una
crónica del transporte público urbano, del porfiriato a 1930” se encuentra en el libro: Entre la rienda
y el volante. Una crónica del transporte urbano público, del porfiriato a 1995. Puebla, H.
Ayuntamiento de Puebla, 1996.
Luz y se reuniría con el Tranvía Este hasta reunirse también con el Tranvía
Principal.6 La solicitud fue aprobada y a Leonardo Fortuño le dieron tres años
para terminar su construcción. En cinco años la empresa había tendido rieles
hacia varios puntos centrales, tomando en cuenta las necesidades de los usuarios
y los lugares de mayor concentración de población: panteones, mercado,
estaciones, zócalos y alamedas.
La empresa marchaba viento en popa, solicitaba más ampliaciones y
preveía circuitos a otros lugares entonces nuevos y adonde la gente concurriría.
Al despuntar el año del noventa Leonardo Fortuño se asoció con Florentino
Nava, con el objeto de prolongar las líneas; la primera sería de un punto a
Rancho Colorado, pasaría por los pueblos de San Jerónimo y San Felipe. El 8 de
mayo de 1890 se inauguraba la línea de “Rancho Colorado”.7 Con ésta se trataba
de unir el centro de la ciudad con dos pueblos de la periferia, además esta última
línea tenía su razón de ser: conectar el balneario Rancho Colorado cuyas aguas
azufrosas y medicinales le daban fama, debido a ello acudían muchos visitantes.
Se sumaba otra razón de mayor peso: la zona noroeste había crecido y gran
parte de la población que vivía ahí se trasladaba a trabajar hacia donde se
encontraban las fábricas.
En 1896 se firmó un nuevo contrato, entre el Ayuntamiento y Felipe
Fortuño y Compañía, para la construcción de un urbano que tendría 1ª y 2ª clase;
ofrecería los servicios para pasajeros, correos, entierros, cárceles y carga. Tres
años después Leonardo Fortuño vendió algunas de sus acciones a Wherner Beit
y Compañía en Londres.8 Hacia 1900 a la red de líneas existentes se sumaron las
del “Panteón Municipal y Fábricas”, “Rancho Colorado y San Felipe”. Para
1901 casi todas las líneas salían de los Portales Hidalgo e Iturbide, aunque se
respetaban las iniciales. Hacia el oriente salían del Portal Morelos y hacia el
poniente del Portal Hidalgo. Asimismo, la del “Carmen-San Francisco”, de la
Calle de la Soledad (hoy Paseo de San Francisco); la de “La Luz y Estaciones”,
de la Plaza de la Luz; la de “Panteón Municipal y Fábricas” salía del Paseo
Bravo; la del “Rancho Colorado y San Felipe", de la Plaza de Cruz de Piedra, y
la de “Santiago y Panteón de la Piedad”, que partía de la Plaza en línea recta
hasta Guadalupe (hoy avenida Reforma 901).9 En 1906, Leonardo Fortuño
––––––––––––––
6
AAP. Expedientes 9596, vol. 202, 18 de septiembre de 1885, f. 15-20.
7
El Monitor de Puebla, 8 de mayo de 1890.
8
Boletín Municipal, órgano especial de la Asamblea de Concejales (en adelante Boletín
Municipal), octubre 28 de 1899.
9
Datos tomados de El Directorio Oficial de Puebla, Puebla, s.e., 1902, pp. 103-104.
––––––––––––––
10
Archivo General de la Nación, Fondo Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas,
Serie Ferrocarriles, en adelante AGN, FSCOP, SF, exp. 105-4-1. Año 1906.
11
Datos tomados de diferentes Anuarios estadísticos. Veáse cuadro núm. 1, al final de la
ponencia.
––––––––––––––
12
El Monitor de Puebla, 27 de marzo de 1890.
13
La división territorial estaba constituida por cinco municipios: el de Puebla, el de la
Resurrección, el de San Jerónimo Caleras, el de San Felipe Hueyotlipan y el de Canoa.
14
AGN, FSCOP, SF, exp. 105/4-1.
15
AGN, FSCOP, SF, exp. 105/41-1, f. 65.
los sitios de coches y de carretas que llegaban hasta la plazoleta de las estaciones
para trasladar pasajeros, los mismos trabajadores que laboraban en la edificación
de las estaciones, como en el empedrado de estas calles antiguas de Benito
Juárez, Aztecas e Industria. Lo cierto fue que ya por la construcción de las líneas,
ya por la llegada de viajeros, el área se convirtió en un verdadero hormiguero.
Desde el inicio el paisaje urbano en estas calles, llamadas entonces Benito Juárez
1a a 9a fue cambiando. El jardín del Señor de los Trabajos fue embellecido y el
Portalillo (situado en la esquina de la 12 poniente y 11 sur) fue terminado.
El continuo movimiento de los transportes trajo consigo el aumento del
ruido. A las cornetillas de los tranvías que anunciaban su llegada y partida, se
unían las cornetillas de los coches de sitio y los silbatos del ferrocarril y de las
fábricas cercanas. Se observaban trabajadores que iban, y otros que venían. Y
pasajeros y transeúntes que a pie se dirigían al mercado La Victoria, que distaba
a unas cuantas calles de esta franja. Todo este panorama de trabajo modificó,
poco a poco, la vida cotidiana de la ciudad.
Las dos empresas poderosas de transporte público urbano eran la de los
Ferrocarriles Urbanos y la del Industrial. En 1899, la del Industrial tenía 39.46
km tendidos de vía con sus dos líneas: Puebla a Huejotzingo y Puebla a El
Valor. Pero igual que los Fortuño, las acciones del Ferrocarril Industrial fueron
vendidas también en 1906 a la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza de Puebla,
S.A., cuyo principal empresario era Wernher Beit, un inglés que en 1897
adquirió las acciones de la Compañía de Ferrocarriles del Distrito cuyos tranvías
circulaban en la ciudad de México y era la más importante en el Distrito Federal,
pues contaba con 250 carros de primera clase, 148 de segunda clase, 80
plataformas, 31 furgones, 2 mil 880 mulas y daba trabajo a 2 mil empleados.16
Esta compañía poderosa vislumbró que las dos empresas de transporte en Puebla
prometían mayores ganancias. Al adquirir los nuevos accionistas el Industrial
aumentaron el número de coches, compraron tres más y para 1908 contaba con
26 coches, 17 plataformas y 2 carros express.17 Asimismo, ampliaron el tendido
de vías, en 1906 alcanzaron la longitud de 42.84 km, y en 1909, de 43.29 km. El
antiguo Industrial fue en ascenso.
Siguiendo los circuitos que trazaron las líneas urbanas, estas fueron pensadas
para satisfacer necesidades inmediatas y cotidianas: compras, panteones,
estaciones, fábricas y lugares de recreación. En cuando al Ferrocarril Industrial, una
línea suburbana, fue creado para dar el servicio de transporte a las fábricas, y, a
diferencia de los urbanos, contaba con el servicio de carga. Al revisar sus informes
––––––––––––––
16
El Mundo Ilustrado (número extraordinario), 19 de septiembre de 1897, s.n.p.
17
AGN, FSCOP, SF, exp. 105/75-2, f. 25.
anuales nos percatamos que sus principales ingresos se debían al servicio de carga,
sin restarle importancia al traslado diario de usuarios, de su lugar de residencia al
lugar de trabajo, y viceversa.
El transporte, los servicios y la vida cotidiana
A medida que la mancha urbana de la ciudad crecía las necesidades de
transportarse aumentaban, a tal grado que en ocasiones resultaba insuficiente el
número de vagones para trasladar a tal cantidad de pasajeros.
A los usuarios de Puebla se sumaban los que llegaban desde otros lugares,
a finales de siglo XIX el movimiento de pasajeros iba en aumento. No era para
menos, la ciudad ofrecía varios servicios para brindar hospitalidad a los
visitantes: alojamiento, restaurantes, diversiones, lugares donde comprar. Es
común encontrar noticias en los partes rendidos por las casas de hospedaje que la
mayoría de los viajeros que llegaban a Puebla eran comerciantes, y le seguían
propietarios y artesanos. Un ejemplo de ello es la noticia de 1899: de un total de
5 mil 344 pasajeros que llegaron y se hospedaron, 4 mil 659 eran comerciantes,
213 propietarios y 161 artesanos; el resto eran mujeres, abogados, sacerdotes y
niños. A medida que la ciudad tuvo mayor comunicación con otras ciudades y
poblaciones, el movimiento de pasajeros creció.
El registro llevado por los hoteles y mesones demuestra ese movimiento.
La mayoría de los viajeros provenía de la ciudad de México, en número de mil
688 pasajeros; en mucho menor número le seguían Tecali, con 496; Veracruz,
366, y Tlaxcala, 356; el resto era del interior del estado, y desde luego un
pequeño número del extranjero, como de Estados Unidos.18 No siempre
concurrían por actividades comerciales, pues los turistas y viajeros ocasionales
aumentaban en los días de semana santa, todos santos o cuando había eventos
especiales, como las corridas de toros. Eran más bien estos pasajeros quienes
hacían uso del transporte público en la ciudad, pues al inicio el pasaje de los
tranvías era caro, los 25 centavos del pasaje no los podía cubrir un trabajador,
pues equivalía al pago de un jornal de trabajo, pero con el tiempo la situación
cambio y usaron el de segunda clase.
La mayoría de los pasajeros se hospedaban por pocos días. A principios de
los años ochenta se alojaban en los hoteles o mesones del centro de la ciudad; 12
hoteles y 15 mesones ofrecían hospedaje. En tanto que para 1896 la ciudad
––––––––––––––
18
Boletín Municipal, marzo 4 de 1889. En un reporte de 1901, el número de comerciantes
hospedados era de 4 mil 796, de 8 mil 630 que habían llegado; el siguiente número era de mujeres
mil 136; seguían los agricultores 644 y luego los artesanos 595; y los propietarios 497; el resto que
eran 962 lo conformaban profesionistas diversos. Boletín Municipal, 23 de abril de 1901.
Otro efecto fue el aumento del número de coches de sitio a partir de 1880, a
tal grado que hasta surgieron sociedades, tanto de propietarios como de
trabajadores. Los dueños crearon la Sociedad de Conductores de Carruajes,
Unión y Progreso. Lo mismo sucedió con un sitio para carretas, instalado en la
Plazuela de los Sapos (hoy 6 sur 501). Entre las primeras acciones fue solicitar al
Ayuntamiento la autorización para establecer en las calles más anchas del jardín
del Zócalo, asientos de alquiler.23
El número de coches ascendió a tal grado que en 1890 se formaron dos sitios:
uno en la Plaza de la Constitución y el otro en la Plazuela de San Luis y en 1901
eran tres. En el transcurso de los años se instalaron otros dos, junto al Paseo Bravo
y a las Estaciones, lo cual creó la necesidad de contar con un administrador de
Coches de Sitio.24 Según la Revista de 1901, en la Administración núm. 1 estaban
inscritos 32 coches; la Administración núm. 2 contaba con 27 coches, y en el de
San Luis, 15 coches. Sumaban un total de 74.25
La vida se tornaba más dinámica y la utilización del transporte público se
volvía indispensable. El servicio no siempre fue eficiente; los usuarios se
quejaban respecto a los coches de alquiler y a los tranvías, a tal grado que el
Ayuntamiento exigió la aplicación de un Reglamento para coches de alquiler y el
Reglamento del transporte urbano. A pesar de los reglamentos, los propietarios
incumplían con las disposiciones mínimas, como la adquisición de placas y
poner la numeración en el lugar correspondiente. A pesar de que pasaban por la
revisión mensual, algunos tranvías estaban desvencijados, lo cual indica que
había formas de infringir la ley. Es común leer en las noticias quejas contra
vagones destartalados, los que más bien parecían “huacaleras”.
Entre las quejas más comunes, publicadas en diarios locales, se
encontraban el exceso de uso de las cornetillas, el exceso de velocidad por parte
de los conductores, pues según el reglamento los conductores no deberían ir más
allá del trote normal de las mulas, que correspondía a 10 km de velocidad y sin
embargo lo hacían; por eso muchas veces los animales se desbocaban y los
tranvías se salían de los rieles. O bien que en los sitios donde se concentraban los
aurigas molestaban a los transeúntes, pues usaban un lenguaje pulquerino; o que
los conductores al cobrar el pasaje no daban el cambio a los pasajeros.
No era posible que todo marchara a la perfección, había buenos y malos
conductores, atentos y distraídos peatones. De vez en cuando se registraron
––––––––––––––
23
AAP. Lib. 293, Expedientes, 14 de agosto de 1883, f. 46, exp. 12.
24
Boletín Municipal, marzo 26 de 1897. En este número del boletín se concede licencia al
administrador de Coches de Sitio, José María Domínguez.
25
Boletín Municipal, 6, 13 y 20 de mayo de 1901.
de Puebla. Para esta década la ciudad angélica distaba mucho de la Puebla del
porfiriato. Eran otros tiempos, otros tiempos…y los problemas del transporte
eran parecidos, parecidos…