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La construcción de la maternidad como un proyecto

autónomo: el caso de las madres solteras por elección a


través de técnicas de reproducción asistida en Barcelona

Rosa María Frasquet

Introducción

Las familias encabezadas por mujeres que deciden y planifican la ma-


ternidad en solitario son una realidad social que emerge con fuerza en
nuestra sociedad. A través de sus decisiones, construyen un nuevo mo-
delo familiar, la novedad del cual no reside en su forma —ya que en
todas las culturas y momentos históricos han existido hogares regenta-
dos por mujeres que se hacen cargo de su descendencia en solitario—,
sino en el hecho de que la familia y la maternidad se definen como un
proyecto personal, autónomo y desligado de la pareja y la conyugalidad.
Estos proyectos maternales individuales son protagonizados por
mujeres adultas, formadas e independientes que desafían el patrón nor-
mativo de familia nuclear, biparental y heterosexual impuesto por una
ideología patriarcal que estigmatiza a todas las demás formas familia-
res, definiéndolas desde la carencia o la diferencia con respecto al mo-
delo hegemónico. Así, las familias monoparentales regentadas por mu-
jeres recibían una serie de etiquetas peyorativas, como «carenciadas»,
«incompletas» o «desestructuradas», por la ausencia de un marido o
un padre que legitimase a la descendencia común. Las madres solteras
por elección protagonizan una nueva generación de «madres solas»
que ya no lo son por algún tipo de abandono o naufragio personal,
sino por decisión propia; por lo que esa «soledad» ya no puede ser
descrita más en términos negativos, sino que ha de entenderse como la
afirmación de la propia capacidad individual, del derecho al propio
cuerpo y a la propia maternidad. El aspecto diferencial entre monopa-
rentalidad por elección y otras situaciones de monoparentalidad es el
164  Nuevos contextos de filiación

hecho de que la filiación se desvincula del emparejamiento, enten-


diéndose desde el inicio como un proyecto personal independiente a la
relación de pareja, que puede existir sin que esta necesariamente tenga
que asumir el rol de padre (Jociles et al., 2008, p.  267).
Para diferenciarlas claramente de quienes no buscaron ser ma-
dres a solas, pero se encontraron con esta circunstancia no deseada, la
comunidad científica las ha designado como «Madres solteras por
elección» (MSPE), del inglés «Single Mothers by Choice», un epígra-
fe en el que se incluyen tanto aquellas que planificaron a priori ser
madres en solitario y recurrieron a distintas estrategias y procedimien-
tos para ello como aquellas que se encontraron con una maternidad
biológica no planificada, pero que decidieron asumirla en solitario
desde el inicio frente a otras salidas posibles (Davies y Rains en Gon-
zález, 2008, p. 3). Mediante la apropiación de este término, tal y como
sostiene Bock (2000, p. 64), las mujeres reclaman implícitamente de-
recho a tomar esa decisión en solitario, utilizando para ello diversos
argumentos que doten de legitimidad su decisión y su forma familiar.
Pese a que hace veinte años que las mujeres españolas han podi-
do ser madres en solitario tanto a través de adopción como de técnicas
de reproducción asistida,1 las dos vías de acceso a la maternidad utili-
zadas más frecuentemente por las mujeres que proyectan la materni-
dad como un proyecto autónomo, además de las relaciones sexuales
intencionadas (Siegel, 1998), apenas hay estudios científicos sobre la
monoparentalidad por elección en España. Los trabajos de Jordana
(2007) y González (2008) son estudios pioneros en la caracterización
de estos modelos de familia emergentes marcados por el empodera-
miento de la mujer en las sociedades contemporáneas.
El estudio de González fue el primero en analizar cuantitativa y
cualitativamente el fenómeno de la maternidad en solitario en nuestro
país, mostrando la diversidad de situaciones personales y socioeconó-
micas y matizando el estereotipo que dibujaba a las MSPE como mu-
jeres mayores en la cúspide de la escala social que accedían a la ma-
ternidad por esta vía impulsadas por el llamado «reloj biológico». Eso
sí, demuestra que se trata de mujeres con la solvencia personal, social

1.   La Ley 21/1987 modificó el Código Civil el materia de adopción y la Ley 35/1988
reguló por primera vez las técnicas de reproducción asistida, permitiendo a las mujeres
acceder a la maternidad en solitario.
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  165

y económica suficiente como para emprender el proyecto de la mater-


nidad en solitario. A través del análisis del discurso, este estudio puso
de relieve que las categorías centrales que atraviesan sus narraciones
y su experiencia son el empoderamiento y la centralidad de la mater-
nidad (op. cit., p. 34). En tanto que culminación de un proyecto perso-
nal largamente deseado, la maternidad es un elemento central en la
construcción de la identidad, como afirma nuestra informante:

Yo siempre había pensado que no me quería quedar con la… de no ha-


berlo intentado. A ver, yo quería intentarlo, y si no me hubiese quedado,
bueno, lo habría intentado. Entonces, es como quedarme en paz conmigo
misma, pero yo sabía que si no lo intentaba sería una desgraciada, sería
una infeliz toda mi vida, ¿sabes? (Aina, 41 años, estudios universitarios,
administrativa, un hijo de un año mediante reproducción asistida).

Más recientemente, el equipo coordinado por M.ª Isabel Jociles ha


llevado a cabo dos investigaciones2 en las que analiza las diferencias
existentes entre las MSPE según la vía de acceso elegidas, así como
las estrategias narrativas de legitimación que despliegan para obtener
el reconocimiento social de su entorno familiar y social; los avances
de estas investigaciones han sido publicados en diversos artículos.
Los datos que aquí presentamos se extraen de una serie de entre-
vistas realizadas a madres solteras por elección a través de técnicas de
reproducción asistida con donante anónimo3 en el contexto del pro-
yecto de investigación «Famílies d’avui. Un estudi sobre les noves
famílies a l’àrea de Barcelona», coordinado por Xavier Roigé y Joan
Bestard con el objetivo de analizar los procesos de construcción de
nuevas identidades familiares en Barcelona.4

2.   «Madres solteras por elección: Proyectos familiares y políticas públicas» (Banco
de Santander / Universidad Complutense de Madrid, años 2008-2009) y «Monoparen-
talidad por elección: Estrategias de autodefinición, distinción y legitimación de nuevos
modelos familiares» (Ministerio de Ciencia e Innovación, 2010-2012).
3.  Se realizaron un total de 71 entrevistas en profundidad a informantes representati-
vos de diversas formas familiares. Del total, 13 eran mujeres que encabezaban hogares
monoparentales y seis de ellas eran madres solteras por elección que habían accedido
a la maternidad a través de técnicas de reproducción asistida, una mediante adopción
internacional y seis después de una separación o divorcio.
4.   «Famílies d’avui. Un estudi sobre les noves famílies a l’àrea de Barcelona» (IPEC/​
CIIMU, años 2009-2011).
166  Nuevos contextos de filiación

En estas entrevistas en profundidad se trataron temas como los


aspectos relevantes en el proceso de decisión de la maternidad en so-
litario, por qué se eligen las técnicas de reproducción asistida como
vía de acceso a la maternidad frente a las otras opciones posibles, las
ventajas e inconvenientes de esta forma familiar, la relación con las
instituciones en las que se lleva a cabo el proceso, las reacciones so-
ciales, la cuestión de la ausencia de la figura paterna, la narración de
la propia forma familiar a los hijos y las problemáticas asociadas a la
forma familiar, entre otros aspectos. También se han analizado los
mensajes del foro «Mares, una decisió en solitari» 5 (MDS), una plata-
forma virtual que sirve como punto de encuentro para un grupo de
mujeres que están planteándose la maternidad, se encuentran en proce-
so o bien ya son madres, mayoritariamente mediante técnicas de re-
producción asistida. La existencia de este foro la conocimos mediante
una de las informantes. Este espacio, que frecuentan muchas mujeres
en busca de información y apoyo mutuo, cumple una importante fun-
ción en la configuración de la identidad familiar y los discursos con
los que las MSPE legitiman su forma familiar.

Autodefinirse para legitimarse

Trascendiendo el propósito inicial para el que fueron creados, es decir,


solucionar los problemas de infertilidad de las parejas heterosexuales,
los adelantos en materia de reproducción asistida proporcionan opcio-
nes reproductivas a personas y grupos que previamente se habían sen-
tido excluidos (Rapp, 2001), abriendo la vía a la configuración de
nuevos modelos familiares que cuestionan la hegemonía del modelo
nuclear, conyugal y heterosexual que hasta los años setenta monopoli-
zaba las definiciones de familia en el contexto de una sociedad con
tendencias individualistas que privilegian la libertad de elección (Stra-
thern, 2005). Sirviéndose de estas técnicas como medio para llevar a
cabo estrategias reproductivas individuales, las MSPE hacen suya la

5.   <http://maresds.forocatalan.com/>, con más de 200 usuarias registradas desde su


creación en 2010.
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  167

propia sexualidad y no piden permiso a nadie para decidir cómo será


la familia que quieren crear. Son y se reivindican como madres, ma-
dres como las demás que lo son porque lo desean, madres sin pareja,
madres a pesar de no tener pareja, madres sin la necesidad de tener
pareja, madres en solitario porque no quieren serlo en pareja, porque
no han encontrado una pareja ideal con quien compartir su maternidad
formar una familia, etc.; las circunstancias personales que rodean la
decisión varían, pero lo que todas tienen en común es que su decisión
nace de la voluntad personal, no se supedita a negociaciones ni a dis-
ponibilidades de hombres que pueden o no estar dispuestos a asumir
la paternidad, y se adapta a las necesidades y ritmos personales de
estas mujeres. Jones (2007), que estudia los procesos de decisión de
las MSPE desde una perspectiva feminista, subraya que es la agency
lo que caracteriza la postura de las MSPE, quienes exhiben «con una
comodidad relativa» su decisión de convertirse en madres solteras,
ejerciendo así un significativo grado de autonomía (op. cit., p. 37).
Desde la centralidad de esta maternidad autónoma, estas mujeres
protagonizan una triple ruptura conceptual, ya que disocian la mater-
nidad de la pareja, la pareja de la paternidad y la familia de la pareja
(Rivas, Jociles y Moncó, 2011). Al desvincular la maternidad de la
conyugalidad, aparece un problema que todas tienen que resolver, po-
niendo en marcha varias estrategias para legitimar su forma familiar,
esto es, la ausencia de pareja para ellas y de padre para sus hijos. Las
implicaciones relacionadas con la ausencia de la figura del «padre»,
social o biológico, han sido abordadas en los estudios sobre monopa-
rentalidad elegida, por ejemplo, Hertz (2002) Jordana (2007) pero
siempre, según ponen de relieve Jociles y Rivas (2010), destacando la
importancia que tiene para estas mujeres la figura del padre, que se
seguiría asociando a la pareja o acompañante sexual, de manera que
mediante la separación de la paternidad genética y la social la pareja
podría ejercer como padre legal de sus hijos a pesar de no ser el pro-
genitor.6 Según estas conclusiones, el trabajo de disociación de los

6.   Jociles y Rivas distinguen hasta siete roles asociados a la figura del «padre» en los
discursos de las MSPE: 1) genitor, hombre con el que una mujer mantiene relaciones
sexuales con fines reproductivos; 2) donante, hombre que dona su material genético a
través de relaciones sexuales o mediante técnicas de reproducción asistida; 3) padre,
hombre al que la ley reconoce el deber y el derecho de ejercer la paternidad por su re-
168  Nuevos contextos de filiación

elementos constituyentes de la concepción biogenética del parentesco


que hacen estas madres en un primer momento terminaría reprodu-
ciendo la norma biparental, solo que en vez de ser los hijos el fruto del
emparejamiento, estos vendrían después.
En el caso de las MSPE que hemos entrevistado, a pesar de que
en un inicio se enfrentan a muchas dudas y miedos en relación con
esta «ausencia», se esfuerzan por construir un discurso en positivo
que las normalice, cuestionando de base la necesidad de que exista un
padre que «complete» la familia y reforzando los elementos constitu-
tivos de su forma monoparental, como estrategia de empoderamiento
y legitimación de la forma familiar. Así explica Vera su visión me-
diante un relato que atribuye a su hija:

Mi hija es muy consciente de que no tiene padre, ¡porque es que ella


misma lo dice! Quiero decir, vino el otro día un niño mayor que ella, de
cuatro o cinco años, y le quería coger la moto, y como ella no se la que-
ría dejar, él le dijo: «Pues mi papá tiene una bici muy grande», y ella,
que práctico, ya ves lo que habla con dos años, le dijo: «Agua papa no.
Agua mama, tía, madrina, tío…» Y enumeró toda la familia, como di-
ciendo: yo papá no tengo, pero tengo todo esto (Vera, 39 años, separa-
da, economista, madre de una hija de dos años mediante RA).

En su condición de pioneras, las madres solteras por elección tienen la


importante tarea de construir, mediante su propia experiencia, un dis-
curso que legitime y normalice su opción familiar en el contexto de
una sociedad patriarcal que hasta hace tres décadas consideraba que
tanto la mujer como los hijos dependían del progenitor masculino, que
era el que otorgaba estatus tanto a los hijos como a la madre (Millett,
1969). En el proceso de construcción de esta nueva identidad familiar,
despliegan diversas estrategias para obtener el reconocimiento de su

lación jurídica con la madre, presuponiéndose que es la pareja de la mujer y, por tanto,
el genitor del hijo de la misma; 4) padre real, el hombre que siendo o no el genitor/
donante, e independientemente del vínculo jurídico con la madre, ejerce las funciones
asignadas al rol paterno de acuerdo al modelo tradicional; 5) progenitor o padre bioló­
gico, hombre que ha procreado al hijo/a; 6) referente masculino, hombre que se erige
como modelo de las atribuciones asignadas socialmente al género masculino, y que es
independiente de las figuras de genitor/donante/padre/padre real/padre biológico, 7)
pareja, acompañante sexual de la madre, en donde cabe o no la asunción del rol pater-
no del hijo/a de la mujer.
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  169

entorno familiar, social e institucional desde una posición de empode-


ramiento y autodeterminación que descansa en la afirmación de su
derecho a la maternidad en solitario, la confianza en las propias capa-
cidades para materializar su proyecto de familia en solitario y la cons-
trucción de un discurso propio que enfrente los cuestionamientos so-
ciales que, de forma más o menos explícita, se les plantea en el día a
día, sobre todo relacionados con la ausencia de padre y la legitimidad
de su elección autónoma.

«No estamos solas, simplemente no tenemos pareja».


Desvinculando la maternidad del emparejamiento

Pese al logro conceptual que supuso el término «Single Mothers by


Choice», que en castellano se suele traducir tanto como «madres solas
por elección» como «madres solteras por elección», contribuyendo a
visibilizar la emergencia de este nuevo modelo familiar, este término
asocia aspectos a esta maternidad autónoma que por su ambivalencia
pueden contribuir a perpetuar aspectos estigmatizadores sobre las fa-
milias monoparentales que las MSPE quieren rehuir. Mediante la ase-
veración «No estamos solas, simplemente no tenemos pareja» (men-
saje de Bego en el foro MDS, 15 de noviembre de 2010) esta madre
cuestiona el mandato social del emparejamiento, que afecta no solo a
las madres solteras sino a todas las mujeres en nuestra sociedad, y te-
niendo en cuenta que con la primera persona del plural se refiere al
colectivo de madres que han decidido serlo sin pareja, reivindica la
existencia de familia sin un progenitor, y sin la figura del padre.

[Porque ¿el padre quién sería, la persona que está con él todo el tiempo
o el padre biológico?] ¡La pregunta del millón! Este niño no tendrá pa-
dre, si alguna vez estoy con una persona estaré con una persona, y pue-
de hacer las funciones de… pero tiene abuelo, tiene tío, pero padre no
tiene, y nunca dejaría que un hombre le hiciera de padre. Que estuviera
conmigo, que lo protegiera, que lo quisiera, todo eso sí pero la respon-
sabilidad de padre, pero la responsabilidad de padre no está, está la de
la madre y punto (Valentina, 39 años, soltera, funcionaria, un hijo de
dos años mediante reproducción asistida).
170  Nuevos contextos de filiación

Contrastando con tesis como las de Jordana (2007) y Hertz (2002),


quienes afirman que las madres solteras se esfuerzan por levantar una
frontera entre el parentesco genético y social para, en el caso de sus
hijos con donante anónimo, poder después encontrar una pareja que
«haga de padre» a su hijos, vemos que mujeres como Valentina diso-
cian de forma tajante la descendencia, la familia y la maternidad —que
forman parte de un proyecto personal e íntimo— de la pareja, que por
su condición de «no formando parte de la familia» podría considerarse
como una relación social que puede permanecer en el tiempo o ser
pasajera. En este nuevo modelo familiar, los hijos no tienen padre; los
hijos, ahora más que nunca y como siempre se los consideró en la
cultura patriarcal, son de la madre, algo que puede suscitar críticas
más o menos veladas como explicita Valentina:

El otro día coincidimos con unos amigos que me decían: «tú no dejas
entrar en nada», y no es un tema de que no deje entrar en nada, es que
he tomado la decisión de tenerlo, no tengo que mojar a nadie ni nadie
me tiene que robar el protagonismo que yo tengo ahora, oye, que yo he
tenido el hijo y no porque esté o no esté con otra persona…

Al hilo de esta disociación, cabe resaltar la crítica que estas madres


hacen de la expresión «maternidad en solitario», ya que se asume que
una mujer que no tiene pareja es una mujer que está sola, proyectando
nuevamente una carencia sobre esta forma familiar, que las madres se
esfuerzan por contradecir de diversas maneras: resaltando los apoyos
con los que cuentan para la crianza de sus hijos, los familiares que
estos sí tienen o cuestionando que las parejas contribuyan a «acompa-
ñar» emocional y físicamente en la crianza de los hijos, cuando estos
forman parte de un proyecto biparental. Así, al mismo tiempo que se
cuestiona el ideal conyugal como mandato, también se critica su via-
bilidad en la práctica, resaltando la dificultad real de llegar a un mode-
lo de corresponsabilidad en la crianza de los hijos en la sociedad ac-
tual. Desde esta postura, la ausencia de pareja puede considerarse
incluso como una liberación, algo que «facilita las cosas»:

Yo lo que veo además con estos comentarios y con las amigas que ten-
go es que tengo yo incluso menos faena que ellos. Porque mis amigas,
aparte de tener que cuidar un bebé, tienen que estar pendientes del ma-
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  171

rido, que no hace nada, que no se ocupa de la casa, que tienen que pre-
pararle la comida, que tienen que tener la ropa planchada… ¡y tienen
más faena que yo! Yo estoy más libre, porque solo tengo una niña, ¡no
tengo un marido que cuidar! (…) Con lo cual ya te digo, yo, amigas que
tengo, con pareja y estoy yo mucho más tranquila y mucho más feliz
que ellas (Nines, 41 años, soltera, sindicalista, una hija de tres meses
mediante reproducción asistida).

En estos argumentos vemos que, por una parte, hay un esfuerzo por
presentar casos concretos que desmitifiquen la pareja como el estado
ideal para la procreación, sirviéndose de ejemplos cercanos en los que
son las mujeres las que asumen la mayor parte del trabajo doméstico y
de crianza, haciendo una crítica explícita a la desigualdad que se da en
las relaciones de género en el seno del matrimonio y el emparejamien-
to. En este sentido, la ausencia de padre es vivida de forma ambiva-
lente, evidenciando la contradicción provocada por la coexistencia de
la norma patriarcal de los discursos emancipatorios para las mujeres.
Así, el proyecto de la maternidad en solitario, aunque sea voluntaria-
mente elegido, provoca una «frustración inicial», en el sentido de que
puede interpretarse personal o socialmente como un «fracaso» desde
el discurso social que impone el emparejamiento, también se vive
como una liberación. Esto resulta subversivo en una sociedad donde el
amor romántico se ha convertido en la base predominante de la vida
doméstica y social y donde las relaciones de pareja son dotadas de una
gama de significados sin precedentes respecto a nuestros deseos de
identidad personal, realización emocional, satisfacción sexual y segu-
ridad existencial (Langford en Esteban, 2011, p. 39), en una sociedad
donde el amor juega un papel primordial en la perpetuación de un
orden social jerarquizado. Según Esteban, el pensamiento amoroso,
entendido como una determinada ideología cultural surgida de la mo-
dernidad que produce símbolos y normas que orientan formas de con-
ducta y conforman las identidades sociales y de género, es un modelo
emocional hegemónico sobre el que se construye un orden social des-
igual que institucionaliza una determinada manera de entender el ma-
trimonio y la familia. Esta ideología concibe al individuo sin pareja
como carencial, al mismo tiempo que sentimentaliza a las mujeres,
que son vistas como incompletas, dependientes; imponiendo una for-
ma de relación donde el amor de las mujeres, entregado libremente, es
172  Nuevos contextos de filiación

explotado por los hombres. Así, el amor romántico es una trampa para
las mujeres (op. cit., p. 53), y quizá, por este motivo, estas prefieren
«simplificar», es decir, separar la vida romántica de la familiar.

«Las decisiones las tomo yo». La toma de control sobre el


proyecto familiar

Así, seremos más precisos si asumimos que no es la maternidad lo que


se lleva a cabo «en solitario», sino más bien es la decisión la que se
toma en solitario, en el sentido de individualmente, sin tener que nego-
ciar el propio deseo de ser madre con una pareja que determine su rea-
lización. La denominación del foro catalán al que hemos hecho refe-
rencia, «Mares, una decisió en solitari», remarca justamente este
aspecto. Es la decisión lo que se lleva a cabo en solitario, no la mater-
nidad, que si bien es un proyecto personal no tiene por qué ser forzosa-
mente solitario. En todo caso, la presencia de la pareja como posible
fuente de conflictos y, por tanto, la ausencia de esta como un elemento,
digamos, simplificador de la dificultad que conlleva llegar a acuerdos
sobre los aspectos relacionados con la crianza es algo que resaltan la
mayoría de MSPE, tanto en el foro como en las entrevistas personales.

¿Qué tengo de bueno que en pareja no tendría? Pues que las decisiones
las tomo yo y no me tengo que pelear con nadie. Que igual, en muchas
discusiones no nos pelearíamos, porque si tienes una forma de pensar
similar, no discutes, no hay puntos de vista demasiado diferentes. Pero
las decisiones sobre mi hija, la educación, o… si ahora toca un castigo,
si ahora no toca… las decisiones del día a día las tomo yo, no me las
cuestiona nadie —me equivocaré más o menos, eh— pero a mí eso me
lo pone fácil (Vera, 39 años, divorciada, economista, madre de una hija
de dos años mediante reproducción asistida).

La responsabilidad de la decisión es individual, aunque, cuando hay


dudas, se puede pedir opinión a las personas del entorno e incluso a
otras mujeres a través de los foros de soporte, al final es la postura de
la mujer la que prevalece… De esta forma, estas madres asumen el
control y el protagonismo sobre su familia y sobre la crianza de sus
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  173

hijos, una independencia que resulta ser una de las ventajas más resal-
tadas por las MSPE. «No tienes la presión de tener que compartir»,
añade Vera, quien se separó de la pareja con la que había convivido
durante los últimos diez años. En este sentido y como resulta evidente,
el concepto de «madres solteras» tampoco muestra la variedad de si-
tuaciones en las que se produce la maternidad como proyecto autó-
nomo, ya que no pocas mujeres deciden cumplir su deseo de ser ma-
dres después de separarse, o incluso se separan de sus parejas porque
estos no quieren asumir las responsabilidades que conlleva la paterni-
dad, o bien porque ellas, si bien los pueden considerar como compa-
ñeros sentimentales, no quieren establecer lazos permanentes con
ellos mediante la descendencia compartida. Nines, que tuvo una hija a
través de TRA, explica así su decisión de ser madre en solitario, des-
pués de tener varias relaciones de pareja que no colmaban sus expec-
tativas. Por este motivo se decide por las técnicas de reproducción
asistida:

Si tienes un hijo con una persona y no lo ves claro, a ver ¡lo vas a tener
para toda la vida! Ese vínculo con esa persona. Si tú tienes un hijo con
alguien, es que… lo vas a tener que aguantar ¡siempre! ¡Siempre! Que
dices: «bueno, pero tú ya tienes la niña». Sí, ya tienes la niña pero te es-
tás peleando porque se la lleva los fines de semana, porque se lo da todo,
por esto, por lo otro… Y son continuas peleas, contantes… Y dices, «yo
cuando quiera tener un hijo, lo tengo que tener claro ¡que esa persona es
la persona! ¡Es el padre que yo quiero!» (Nines, 41 años, soltera, sindi-
calista, una hija de tres meses mediante reproducción asistida).

De esta forma, mediante la monoparentalidad elegida, las mujeres to-


man las riendas del proyecto familiar, asumiendo las decisiones sin
críticas ni cuestionamientos de unos compañeros sentimentales con
los que, por lo que parece, resulta difícil establecer relaciones de diá-
logo e igualitarias que les proporcionen la seguridad y estabilidad que
necesitan para embarcarse en la maternidad. Y es una opinión que
comparten muchas otras mujeres que han sido madres en pareja, tal y
como se evidencia por comentarios como este en el foro virtual:

A mi pediatra le encantó la idea [la maternidad autónoma] y cada vez


que voy me pregunta: ¿qué tal criar a un niño sin que nadie te desautori-
ce? (mensaje de la jefadelaironia en el foro MDS, 25 de febrero de 2011).
174  Nuevos contextos de filiación

Vemos que es la autoridad familiar lo que está en juego. En este senti-


do y en el contexto de profundo cambio de las relaciones de género en
los últimos treinta años, podríamos caracterizar la maternidad en soli-
tario como una respuesta ante una crisis en estas relaciones, de forma
que las mujeres formadas en la retórica de la igualdad no encuentran
en sus parejas los «padres» que ellas esperan para sus hijos, ni las
parejas que necesitan para compartir esta crianza, situándolas en la
maternidad biparental en unos roles en los que no están dispuestas a
protagonizar. Este malestar, y este alivio, se expresa frecuentemente
mediante expresiones como «¡no tengo un marido que cuidar!» o «Un
crío menos en casa», y es una de las formas de justificar la toma de
decisión entre las MSPE. Beck y Beck-Guernsheim abordan el desen-
cuentro entre expectativas y realidad social que produce una pérdida
de legitimidad en las relaciones de género:

Las mujeres jóvenes han basado sus expectativas en más igualdad y


más colaboración en el trabajo y la familia, expectativas que tropiezan,
no obstante, con desarrollos en el sentido contrario en el mercado labo-
ral y en el comportamiento de los hombres. Los hombres, a su vez, han
adquirido una retórica de la igualdad, sin que sus palabras se traduzcan
en actos. La capa de hielo de las ilusiones es cada vez más frágil: al
tiempo que se equiparan las condiciones previas (de formación y de
derecho), las situaciones de los hombres y las mujeres se tornan más
desiguales, más conscientes y pierden más legitimidad. Las contradic-
ciones en las expectativas de igualdad de las mujeres y la realidad de
desigualdad, entre las consignas de solidaridad de los hombres y su per-
sistencia en la adjudicación de los roles tradicionales, se van agudizan-
do y determinarán el futuro desarrollo con la multiplicidad de sus for-
mas de conducta, tanto en lo privado como en lo político (32,33).

Así, la posición de empoderamiento que caracteriza a las mujeres que


deciden ser madres en solitario incluiría, por un lado, la elección in-
dividual como vía para la creación de un nuevo modelo de familia
marental (término acuñado por este colectivo), un rechazo al empare-
jamiento obligatorio como preámbulo a la descendencia y posiciona-
miento crítico con los roles tradicionales de género que se siguen ad-
judicando a las mujeres, roles de sometimiento en la esfera familiar.
De esta forma, la maternidad en solitario expresa una posición política
que abre nuevas vías para la expresión de la libertad femenina. Cuan-
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  175

do la participación de una pareja masculina deja de ser necesaria bioló-


gicamente hablando (por la disponibilidad de mecanismos alternativos
como la fecundación asistida) y socialmente, tal y como demuestran y
reivindican las madres solteras por elección, la maternidad y al mismo
tiempo las relaciones personales adquieren una dimensión nueva.

Hay relaciones y relaciones, aunque si aparece alguien especial de ver-


dad nos tiene que aceptar tal y como somos, es decir, mujeres indepen-
dientes que no quieren ligar sus vidas a un hombre que no las satisface
plenamente solo por el deseo de ser madres, o sea, que tampoco veo el
problema. Pienso que la maternidad y las relaciones de pareja son cosas
independientes, en nuestro caso al menos, pero no excluyentes. No creo
que sea tan extraño tener un hijo sola y después (o durante) iniciar una
relación con alguien… (Mensaje de Ther en el foro MDS, 2011).

Renunciar al ideal, transgredir la norma

Los relatos sobre la historia de la decisión de la maternidad en solita-


rio siempre remiten a deseos largamente anhelados y en muchos casos
aplazados por diversas circunstancias, narraciones como «yo siempre
había pensado que si llegaba a los 35 años y no había sido madre en
pareja, lo intentaría en solitario». Aun así, el proceso de decisión es un
camino no exento de dudas, miedos e inseguridades, una experiencia
compartida por el colectivo de mujeres que acuden al foro MDS:

Yo siempre había tenido muy claro que quería ser madre, y siempre
había dicho que si en el momento de ser madre no tenía pareja, que lo
haría sola. Lo tenía muy claro, pero cuando al final me decidí a comen-
zar el tratamiento, nada más comenzar a hacerme las pruebas y después
comenzar con el tratamiento, me vinieron estos miedos tan típicos: ¿sa-
bré ser madre? ,¿me las arreglaré sola?, ¿mi entorno lo entenderá?
(Mensaje de Kukies en el foro MDS, 20 de noviembre de 2010).

El deseo de ser madre es, para muchas de las mujeres entrevistadas,


algo que siempre había estado presente y que esperaba latente a que se
diesen las condiciones «ideales» para realizarse, que en el contexto de
nuestra sociedad en el que la familia nuclear es normativa, supone te-
176  Nuevos contextos de filiación

ner una pareja estable, unas condiciones económicas y laborales deter-


minadas, etc. Así, la materialización de este deseo convertido en pro-
yecto personal supone renunciar al ideal de emparejamiento y familia
nuclear que prevalece en nuestra cultura, al ideal que «paraliza» de
diversas formas esta toma de decisión y la acción encaminada a la
consecución de un objetivo que se tiene claro:

Aunque hace muchos años que quiero ser madre, tenía la esperanza de
que se diesen las condiciones ideales para serlo. Es decir, un trabajo
estable, un sueldo que no fuese mileurista y una pareja estable. Y tanto
esperar, para nada… porque, justo ahora, no tengo trabajo, ni sueldo de
ninguna clase y mucho menos una pareja estable. Tuve que pensarlo
mucho antes de tomar alguna decisión. Solamente tenía dos opciones: o
renunciar a la maternidad, o afrontarla en solitario. Elegí la segunda,
porque la primera opción no me la podía ni plantear. Y bueno, a partir
del momento en el que tomé la decisión, comenzaron los miedos, las
dudas y la sensación de vértigo constante. Tengo claro que quiero ser
madre (otra cosa es si lo podré ser o no) pero el miedo no me lo quito
de encima (mensaje de Shundari en el foro MDS, 20 de noviembre de
2010).

Renunciar al ideal/norma idealizada no es fácil porque implica, como


hemos visto, enfrentarse a emociones negativas provocadas por el
miedo a renunciar/cuestionar el modelo normativo, lo que las convier-
te en pioneras, con todo lo positivo que conlleva la liberación y lo di-
ficultoso de encarnar una posición transgresora, aunque ambivalente
con relación a los mandatos de género. En nuestra sociedad se espera
y se fomenta que las mujeres deseen ser madres, aunque no que estas
lo hagan en solitario. Definida como una conducta instintiva, la mater-
nidad ha sido definida como la plenitud de lo femenino, pero los mo-
delos obligatorios como la maternidad implican también formas obli-
gatorias de llevarlos a la práctica (Juliano, 2004, p. 82). En el caso de
las familias monoparentales es muy ilustrativo al respecto: los psicó-
logos las miran con recelo, temiendo que apartarse de la distribución
de roles tradicionales perjudique el desarrollo evolutivo e intelectual,
mientras que los economistas han tendido a evaluarlas como indicado-
ras del «debilitamiento del tejido social» (Martínez Peinado y Cairó
en Juliano, op. cit.). Así, los distintos colectivos de mujeres que quedan
fuera de los cánones de conducta considerados deseables dentro del
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  177

modelo patriarcal (madres solas, parejas lesbianas, trabajadoras sexua-


les) van consiguiendo poco a poco una presencia social que las permi-
te avanzar en el camino desde la marginación hasta la aceptación. En
tanto que personalizando opciones que se desmarcan de «lo normal»,
las madres solteras por elección se encuentran en posiciones periféri-
cas, liminares, y por ello han de luchar por conseguir poder legítimo o
prestigio social, huyendo del estigma socialmente construido por las
ideologías discriminatorias construidas históricamente para proteger
la norma social establecida.
Considerando las posiciones estigmatizadas como aquellas que
inhabilitan a las personas para una plena aceptación social (Goffman,
1980, p. 7). Las madres solteras por elección suelen reproducir expre-
siones como «familia normal» o «familia tradicional» para referirse al
modelo nuclear biparental, expresando a través del lenguaje la cons-
ciencia de su posición subalterna y la «novedad», «originalidad» o
«extrañeza» de sus proyectos familiares respecto a esta norma institu-
cionalizada. Es por este motivo que los foros de apoyo y reunión son
tan importantes, ya que en ellos las madres se encuentran en un colec-
tivo de iguales que las entiende, acepta, anima y no juzga como «fuera
de lo normal». En estos espacios las madres veteranas reconfortan a
las que se lo están planteando: «No eres una mujer fuera de lo normal,
pues ya somos muchas y todas hemos pasado por lo que estás pasando
tú» (mensaje de Aguaclara en el foro MDS, 22 de febrero de 2011),
algo que ayuda a las mujeres que se lo están planteando a decidirse del
todo, dejando de sentirse solas y extrañas: «Chicas, ¡me estáis hacien-
do sentir muy acompañada! Infinitas gracias, no sé si sería posible to-
mar una decisión así sin foros como este donde encontrar información,
y personas que están pasando o han pasado por lo mismo que tú»
(mensaje de Ther en el fórum MDS, 24 de febrero de 2011).
Estos foros tienen un importante papel en la configuración de las
subjetividades de las MSPE, especialmente en el caso de las madres
solteras por elección a través de técnicas de reproducción asistida con
donante anónimo (Jociles y Rivas, 2009), ya que dotan de importantes
recursos narrativos a las mujeres que emprenden y/o han culminado esta
vía de acceso a la maternidad en solitario, entre otros, estrategias para
narrar la historia familiar ante las preguntas de los hijos o el entorno
acerca de la ausencia del padre, que son legitimadas por su alto grado de
generalización y consenso dentro del colectivo. Estos espacios virtuales
178  Nuevos contextos de filiación

también sirven de plataforma para las reuniones presenciales o «sali-


das», que en el caso del foro catalán son mensuales. A partir de estas
reuniones más institucionalizadas (on y off line) también se establecen
lazos sociales y de amistad entre las mujeres y sus hijos, quienes de esta
forma también emprenden contacto con niños cuyas madres también les
han concebido en solitario mediante técnicas de reproducción asistida y,
por tanto, no tienen padre. Así, estas nuevas familias comparten un es-
pacio entre iguales en el que no se sienten diferentes de los demás:

Una de estas chicas [del grupo de madres] tiene un hijo de cinco años y
vino expresamente porque su hijo le preguntaba por qué no tenía padre.
Entonces vino y éramos 15 y le dijo: «mira, todos estos niños no tienen
padre» ¿no? Y bueno, no es aquello de «consuelo de tontos» ¿no? Pero
pienso que ellos vean que no son diferentes (Aina, 41 años, soltera, ad-
ministrativa, un hijo de un año mediante reproducción asistida).

Entre la valentía y el egoísmo. La lucha por la normalización


de las nuevas familias marentales

Las madres solteras por elección catalogan como muy positivas las reac-
ciones de la sociedad «en general» ante sus proyectos de familia. Pero
lejos de provocar indiferencia, elemento que serviría como indicador de
la normalización social de este nuevo modelo de familia, la maternidad
en solitario por elección no deja indiferente a nadie. Las reacciones va-
rían entre dos polos: la admiración, que se suele expresar calificando de
«valientes» a estas madres; o la crítica, normalmente expresada median-
te reproches en torno a lo que se considera un agravio para sus hijos: la
privación de un padre. Estas críticas se suelen vehicular en torno a acu-
saciones de egoísmo. El extremismo en las reacciones sociales, unido a
la curiosidad que despierta la vida privada de estas madres y el trato di-
ferencial del que son objeto en el ámbito sanitario,7 demuestra que la

7.   La exigencia por parte de algunas clínicas de que las mujeres que acuden solas se
sometan a un test psicológico (Jociles y Rivas, 2009) y el hecho de que la Seguridad
Social, al contrario de lo que sucede con las parejas con problemas reproductivos, no
les sufrague estos tratamientos o bien privilegie a las parejas, dando a entender que las
madres solteras no acuden a las TRA por necesidad, sino por capricho. Una de nuestras
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  179

posición estructural de estas familias todavía es inestable. Aina explica


de esta forma las reacciones sociales de admiración que suscita la forma
familiar, algo titubeante aunque convencida de esta percepción:

[¿Qué opinión crees que tiene la sociedad de las mujeres que como tú
decidís dar este paso en solitario?] Que somos supervalientes. Yo, todo el
mundo… no conozco a nadie… y de hecho, cada vez pienso que… mu-
chas [mujeres], gente mayor me dicen «porque en mi tiempo no habían
estos adelantos, si no yo lo hubiera hecho». La gente piensa que… los
hombres no sé. Porque bueno, mis amigos están supercontentos, y me
admiran, y sobre todo me admiran los que tienen hijos porque piensan
«jo, qué trabajo y estás sola», ¿no? Y la gente mayor, bueno, las compa-
ñeras como yo, todas supercontentas y animándome ¿eh? Y la gente ma-
yor, todo el mundo… o sea, la palabra general es «eres muy valiente». Y
te admiran, es verdad que te admiran, yo en ningún momento nadie me
ha… Y además yo no tengo ninguno reparo de explicar qué fue, como fui
al banco de semen a buscar semen… y me preguntan y yo no tengo nin-
gún tipo de problema de explicar que soy madre soltera y que tengo un
hijo de un señor, de un chico, que es el 1.250, ¿no? (Aina, 41 años, solte-
ra, administrativa, un hijo de un año mediante reproducción asistida).

A pesar de esta percepción positiva generalizada, más adelante recuer-


da un caso puntual en que un familiar le hizo una crítica directa, cues-
tionándola. Según explica, ella no tiene problema a la hora de expli-
carle a la gente el procedimiento que siguió para ser madre en solitario
(inseminación artificial con donante anónimo), aunque tal y como se
desprende de este comentario, también se protege frente a posibles
críticas seleccionando la información según «las sensibilidades»:

¿A quién le explicas y a quién no la forma familiar?] Y ya te lo digo, y


no lo explico… por ejemplo, mi primo de abajo, pues también, porque
a él también se le murió el padre muy pronto, y quizás el padre… que se
te muera un padre es más importante por la relación que tienes, ¿no? Y
yo me acuerdo que una vez le dije: «¡Ah! Yo quizás… [seré madre sol-
tera]». Y él una vez me dijo «Como le puedes negar un padre a un hijo»,
¿no? Entonces, cuando te dicen esto, púas claro, púas ya no lo dices.

entrevistadas, Aina, explicó que en la clínica le preguntaron por qué quería ser madre,
algo que según ella nunca ocurriría en el caso de una madre que acude en pareja a un
tratamiento de RA.
180  Nuevos contextos de filiación

Por su parte, Vera es bastante crítica con los calificativos de «valen-


tía», ya que es consciente de que al aceptarlos se entra en el juego de
quienes consideran que la maternidad en solitario es una especie de
temeridad por el hecho de que los hijos no vayan a tener un padre. En
ese sentido, Vera atribuye la valentía al hecho de asumir individual-
mente la crianza, resaltando el aspecto económico como la principal
desventaja de la situación monoparental:

El calificativo más habitual es «qué valiente». Este es el que todo el


mundo te dice, que ahora ya me lo empiezo a creer, pero al principio
era: «¿valiente por qué?» Tampoco es nada extraño, hay muchas muje-
res que tienen pareja pero el marido nada más que aparece por casa para
cenar, dormir y ducharse. Entonces no lo entendía, después se entiende,
¿no? Que la figura del marido, aunque esté horas fuera de casa y demás,
económicamente aporta y el hecho de tener más solvencia económica te
ayuda porque puedes tener una canguro aunque sea dos días a la sema-
na para tú hacer cosas, una señora de la limpieza que te ayude más y no
vas tú tanto de bólido; que llegue el fin de semana y te permite hacer
una siesta, o para ir al súper no tienes que ir tú con la niña y con toda la
compra sino que claro, la pareja tiene una serie de cosas positivas en
este sentido que yo no tengo (Vera, 39 años, divorciada, estudios uni-
versitarios, economista, madre de una hija de dos años mediante repro-
ducción asistida).

Así, si no existen dificultades biológicas (durante el proceso de fecun-


dación asistida, el embarazo o el parto) o sorpresas inesperadas que no
hayan podido ser planificadas (quedarse embarazada de gemelos), no
existen aspectos especialmente remarcables que las distingan de otras
madres. En este aspecto, todas las madres se consideran valientes por-
que la valentía estriba en asumir la responsabilidad de la maternidad y
la crianza de sus hijos:

Para mí al fin y al cabo fue un camino fácil… Después, bueno, tuve al


niño prematuro, estuve un mes… pero ha sido un camino relativamente
fácil, y hay gente que lo pasa supermal. Y hay gente que está en condi-
ciones mucho más… menos favorables. Yo que sé, compañeras de estas
que se quedan embarazadas de gemelos y las despiden del trabajo…
¿vale? O sea, que yo soy, entre comillas, me consideran «valiente». Yo
siempre digo que todas las madres son valientes, porque, bueno, yo no
tengo un hombre al lado, pero tengo amigos, o tengo familia, ¿no? O
La construcción de la maternidad como un proyecto autónomo  181

sea, que cada mujer es valiente, pues porque ¡a ver! No dejas de traer a
un niño adentro tuyo y una responsabilidad, ¿no? (Vera, 39 años, divor-
ciada, economista, madre de una hija de dos años mediante reproduc-
ción asistida).

En el otro polo de las reacciones sociales están quienes tildan a las


madres solteras por elección de «egoístas», que son frecuentemente
expresadas por hombres cercanos a estas mujeres que critican el he-
cho de que, al acudir a una clínica de fertilidad, nieguen a sus hijos la
posibilidad de tener un padre. Así lo explica Nines:

Yo cuando planteé la idea en mi casa mi padre una de las cosas que me


decía era que era una egoísta, ¿no? Y que le estaba haciendo a la niña
pues un agravio importante. Que yo lo que no pensaba es que le estaba
negando la oportunidad de tener un padre a mi hija, y que eso no me lo
iba a perdonar, ¿no?

En efecto y como hemos visto, lo que define a las familias marentales


es que se llevan a cabo sin la presencia de una pareja y de un padre
social para sus hijos. A diferencia de las mujeres que optan por un do-
nante conocido, las que acuden a las clínicas de reproducción asistida
eligen expresamente que la figura del padre social no exista. Los dis-
cursos que alaban o condenan la maternidad en solitario giran alrede-
dor de discursos sobre los derechos y la legitimidad: algunas veces del
niño, otras de la madre, pero más frecuentemente en la legitimidad de
la decisión de tener un hijo sin la presencia del padre Bock (2000,
p. 64). Como hemos visto, las alternativas familiares al modelo nu-
clear y biparental, protagonizadas por mujeres que con sus decisiones
crean nuevos modelos familiares en el contexto de la sociedad patriar-
cal, deben seguir luchando por normalizar su modelo familiar para
construir una identidad familiar fuerte y que se autodefina a partir de
sus cualidades, no de sus supuestas carencias.

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