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Índice
Sinopsis
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Biografía de la autora
Sinopsis

Christine Gray es uno de los mayores talentos musicales de su generación,


tiene dinero, éxito, y un ejército de fanáticos que la adoran, pero nunca se ha
sentido más sola. A punto de ahogarse en una vida de dolor, secretos y
excesos, es salvada por una inesperada heroína. Willow Bowman es una
enfermera y una mujer felizmente casada, con una vida llena de amor y
seguridad. Los eventos de una noche cambiaran sus vidas para siempre.
Créditos

Traducido por K. D.
Diseño de documento y portada por Dardar
Revisado por Mom1977
Editado por Xenite4Ever 2018

Advertencia: Esta historia describe algunos temas desagradables, tales como


el abuso de drogas y el suicidio.
Renuncia: Mía.
Sexo: Sip
Nota: por favor no me envíen correcciones. Estas serán capturadas cuando mi
maravillosas Beta y Linda, logre hacerse con esta pieza.
Si desea decirme lo maravillosa escritora que soy, o que simplemente apesto,
siéntase libre de hacerlo en: XenaNut@hotmail.com

.
Prólogo

E
l mundo era un gran remolino, mezclándose con la fría brisa nocturna.
Christine salió del coche de alquiler que había aparcado justo en medio
del desvencijado puente. No tenía ni idea de que existieran puentes
como éste. Ciertamente no en Los Ángeles.

Las tablas crujían bajo sus pies calzados con botas, su cuerpo inestable se
tambaleaba mientras los productos químicos corrían a través de su torrente
sanguíneo, golpeando todas las terminaciones nerviosas que tenía vivas a su
paso. Su visión era borrosa, cuanto más se acercaba al carril más lejano
parecía, con su mano extendida, trataba de traerlo de vuelta.

La morena estuvo a punto de caer cuando la baranda golpeó su estómago,


dejándola sin equilibrio. Rio para sí misma, pensando en esas señales de alerta
en los Espejos. Advertencia: Los objetos pueden estar más cercanos de lo que
parecen. 6
Aferrándose al pasamanos, se estabilizó, mirando por encima, a las
profundidades turbias del río, ¿qué río? Infierno, no podía recordar. Todo lo
que sabía era que era un río en la ciudad de Podunk.

Levantó una pierna, Christine apoyó la bota contra el primer soporte de la


barandilla, gruñendo ligeramente mientras empujaba con su mano, la otra
pierna para encontrar el soporte superior de la baranda. Maldijo a la astilla
que se clavó en su mano mientras agarraba el poste más cercano, una luz
oscilante la atacaba balanceándose en ambas direcciones mientras ella se
golpeaba la cabeza con un madero.

—¡Cabrón! —Christine arrastró las palabras, llevándose una mano a la cabeza,


y luego, agarrando el poste con las dos manos mientras empezaba a perder
el equilibrio de nuevo.

Estabilizándose, una vez más, volvió a mirar hacia las oscuras aguas, en una
noche sin luna. La luz oscilante proyectaba sombras inquietantes, sobre todo,
las sombras bailaban a través de los tablones de madera del puente, y en las
facciones de Christine.
Sintió un pinchazo detrás de sus ojos, y sacudió la cabeza para tratar de
deshacerse de él. También estaba tratando de sacudir los recuerdos que
comenzaban a inundarla de nuevo, desgastándola, a medida que
desaparecía el adormecimiento. Estaba empezando a pensar, y no quería
pensar, sentir, o recordar.

La multitud, enorme, ruidosa y exigente, queriendo cada parte de ella que


pudieran conseguir, o tomar. La banda detrás de ella, tocaba,
intercambiando miradas entre sí mientras Christine se había quedado allí, con
el micrófono entre sus manos, la frente apoyada en la cabeza plateada.
Había fallado su señal de sonido dos veces, y a ella no le importaba. No podía
recordar las palabras, su mente estaba enfocada en la buena raya que había
inhalado en su camerino.

—¿Cuál es el maldito problema? —el guitarrista principal, Joey, había


preguntado, después de haberse acercado hasta la cantante sin dejar de
tocar.

Esto sacó a Christine de su sopor por un momento. Le sonrió y le dijo que todo
estaba bien, y luego se dirigió a su público, no veía a ninguno de ellos, ni una
sola cara. 7
Un desastre. Un, total y puto desastre. Christine sintió que el pinchazo en sus
ojos empeoraba, y luego la humedad se deslizó por su mejilla, enfriada por la
brisa.

Sus ojos se enfocaron en el agua por debajo, tan atractiva, tan calmada en
medio de su caos. Sintió la ingravidez cuando la bota izquierda dejó la
seguridad de la barandilla y se inclinó aún más, al ver su pierna colgando por
encima del río. Aún más, y más, cerca. Su último pensamiento fue que se había
clavado otra astilla en su palma mientras se soltaba.

* * *

El cabello rojo sintético rozaba el techo del Dodge Ram. Una pálida mano
golpeaba contra el volante al ritmo de la música en la radio, la cara
ridículamente pálida, con rayas de color, se balanceaba al ritmo de la
enguantada mano, dejando caer el rizado cabello rojo como si fuera un gran
arbusto.
—¡Sí, cántalo, Christina! —Willow gritó, los ojos verdes se cerraron por un
momento antes de abrirlos de nuevo, sólo para entrecerrarlos con su risa
estridente. No era excepcionalmente aficionada a las actitudes artísticas de
Christina Aguilera o a su persona pública, pero la chica sabía cantar.

A Willow le encantaba como se sentía después de hacer una sus actuaciones


para los niños. Toda la energía de los pequeños bribones de la fiesta de
cumpleaños parecía fluir en ella, dándole un golpe anímico como ninguna
otra cosa. Incluso su trabajo como enfermera en la sala infantil no podía
afectarla de la forma en que las fiestas lo hacían.

Bajó la mano hasta el panel de control y subió el volumen, riéndose de sí misma


mientras cantaba, bastante horrible, en la siguiente canción lo hizo peor aún,
porque no tenía ni la más mínima idea de lo que significaban las palabras.

La vida era buena para Willow Bowman mientras se dirigía hacia la pequeña
ciudad de Williamsburg, Oklahoma, específicamente a las afueras donde se
encontraba su pequeño rancho.

La voz se apagó finalmente, probablemente era la manera en que Dios le 8


decía a Willow que cerrara la boca, ella continuó balanceando la cabeza y
golpeando el volante junto con la música.

Conduciendo alrededor de la curva, se acercaba al puente que llevaba el


nombre de Ronald Dittman, un tipo mayor que había hecho una cosa u otra
por la ciudad hacía cien años. Lo que Dittman realmente necesitaba hacer
era arreglar su puente.

Mientras se acercaba a él, se dio cuenta de que un coche estaba aparcado


justo en el centro del mismo, con las luces apagadas, y un aspecto muy
abandonado.

—Dispárenme —murmuró, porque el puente era sólo de un carril, y era el único


camino para llegar a su rancho. Con los ojos todavía en el puente, Willow a
ciegas alcanzó la consola hasta que sintió el asiento del pasajero, luego su
teléfono.

Un movimiento llamó la atención de Willow, y miró hacia la barandilla del


puente.
—¡Oh Dios mío! —Al detener la camioneta, dejó caer el teléfono, con el motor
en marcha aun, la puerta se abrió mientras corría a la barandilla. Un gran
chapoteo se sintió en las oscuras profundidades. Sin pensarlo, Willow se subió
en donde había visto la figura oscura sólo unos segundos antes de saltar, y
siguió su ejemplo.

El agua estaba helada, congelando cada parte de ella, apuñalándola como


miles de diminutos cuchillos. Le costó un momento orientarse, entonces ella
comenzó a desplazarse en la casi completa oscuridad, moviendo sus brazos
frenéticamente.

* * *

Hacía frío, pero pensó que así debía ser. Permitió que ese frío la abrazara, la
tragara. Christine se enojó por un momento cuando los instintos naturales de
supervivencia de su cuerpo le hicieron contener la respiración, su cuerpo
estaba mucho más dispuesto a sobrevivir que su corazón.

Se fue hundiendo, aún más en las profundidades oscuras, su cerebro todavía 9


estaba suficientemente nublado como para sentir que un capullo
reconfortante, se envolvía alrededor de su cuerpo, poniendo fin a los
demonios que acechaban por encima de la superficie del agua.

Sintió que el entumecimiento comenzaba a superarla de nuevo, esa falta de


sensibilidad, esa capacidad de sentir, dentro o fuera. Le dio la bienvenida, oró
por él, lo quería.

Christine fue sacada de su ensueño cuando sintió que algo agarraba su


muñeca. Comenzó a agitarse, imágenes horribles pululan su mente, escenas
de la pesadilla de un niño. Podía oír los sonidos amortiguados mientras trataba
de escapar del demonio que la había seguido a las profundidades, pero se
negaba a dejarla ir.

La morena tomó una bocanada de agua mientras trataba de gritar, y luego


comenzó a agitarse de nuevo cuando trató de gritar nuevamente, sólo para
tragar más agua.

Flotar, flotar, la oscuridad, se hunde, se hunde…


Willow salió a la superficie, el pelo sintético muy rizado ahora cubría un ojo
mientras llevaba su hallazgo fuera del agua y a la orilla del río. El cuerpo era
pesado, pero la pequeña mujer estaba determinada.

Dejándola en la orilla rocosa, le apartó el cabello de la cara, viendo que era


una mujer, cuyo rostro estaba medio cubierto por un pelo largo y oscuro.
Willow no se molestó en alejarlo, echó la mandíbula de la mujer hacia atrás,
tapándole la nariz, y se inclinó para soplar aire caliente, y vital en sus labios
abiertos, y fríos.

Sentándose de nuevo, apretó el torso superior de la mujer, mirando las marcas


del reloj, las posibilidades de sobrevivir de la mujer huían a toda velocidad con
cada segundo.

—Vamos —jadeó mientras volvía a dar aire. Después de varios intentos, Willow
se echó hacia atrás, sorprendida por la sensación de agua que caía de sus
labios. Miró hacia abajo, el alivio la llenó cuando la mujer tosió,
convulsionando todo su cuerpo, arrojando un chorro de agua a la arena
debajo de ella. Más tos y espasmos.

Willow se sentó sobre sus talones, esperando, observando, con cejas 10


estrechadas en una profunda preocupación. La mujer se calmó después de
unos momentos, todavía tosiendo, pero estaba viva. Ella se volvió lentamente
sobre su espalda, girando la cabeza, luego saltó hacia atrás.

—¡Mierda! —Christine exclamó, volviéndose para ver un monstruo sentado


junto a ella, una masa de pelo rojo le cubría parte de la cara, que estaba
manchada de blanco, negro y azul. Una barra de color rojo se extendía desde
los labios hacia abajo de la barbilla manchándole el cuello.

—Shh, está bien —dijo Willow, dándose cuenta que estaba mirando su disfraz.
Se quitó la peluca, su cabello corto y rubio se tornó de un extraño gris, verde
en la noche. —¿Estás bien? —preguntó, con voz suave cuando ella puso una
mano en el brazo de la mujer.

Christine se calmó, encontrando gracioso el que hubiese sido sacada del río
por un payaso. Odiaba los payasos. Cuando era una niña solían arrastrarla
para verlos. Asintió con la cabeza, tratando de incorporarse, pero se encontró
con la mano que había estado en su brazo moviéndose a su hombro.
—Sólo quédate ahí. ¿Puedes respirar? —preguntó la mujer, y Christine asintió,
tomando varias respiraciones profundas sólo para asegurarse—. Está bien.
Espera aquí. —El payaso se levantó y corrió, aunque la morena no pudo
entender como lo hacía con esos enormes zapatos rojos. Con un pensamiento
extraño, pensó que debieron funcionar como grandes aletas para nadar.
Este pensamiento envió una risa a través del cerebro todavía difuso de
Christine. En unos momentos oyó el sonido de las rocas bajo los pies, y la voz
baja, y suave de su salvadora, teniendo una conversación unilateral.

—Está bien. Gracias, John. Vamos a estar aquí. —Willow cerró el teléfono y se
arrodilló junto a su compañera de nuevo. La mujer se quedó allí, mirando
hacia el cielo, y luego cerró los ojos, levantando los brazos para cruzarlos sobre
su pecho. Suspirando, Willow no pudo detener las preguntas que desfilaban
por su mente. ¿Por qué esta mujer había hecho esto? ¿Quería suicidarse o fue
un accidente? ¿Quién era ella? Observó la vestimenta de la mujer, camiseta
de color negro con pantalones de cuero negro y botas pesadas, dudaba que
fuera de la zona. El coche tenía una pegatina de Hertz en la ventana trasera.
Se sentó junto a la mujer, esperando a que llegara la ambulancia. Comenzó
a temblar, la brisa helada de la noche consiguió atravesar su piel húmeda,
penetrando el material completamente empapado de su traje de payaso una
vez holgado, que ahora se aferraba a ella como una segunda piel—. ¿Tienes 11
un nombre, cariño? —preguntó en voz baja, extendiendo la mano para retirar
algo de cabello de la cara de la mujer—. No importa.

Los brazos descendieron, y los ojos azules miraron brevemente a Willow antes
de volverse. Finalmente, la mujer suspiró.

—Christine —dijo en voz baja.

—Mucho gusto, Christine, aunque siento que sea bajo estas circunstancias. —
Christine podía ver la preocupación en los ojos de la otra mujer, y le sorprendió.
Eran extrañas, ¿por qué debería importarle? Mierda, en la vida de Christine
quienes la conocían mejor que nadie en el planeta no se preocupaban por
ella, o no mostraban el tipo de preocupación que esta mujer tenía.

—Sí. ¿Y el tuyo es, payaso?

Willow la miró fijamente durante un momento, con la boca abierta para


protestar cuando se acordó de su actual estado. Ella rio ligeramente.

—Willow Bowman.
La morena asintió en reconocimiento, luego volvió a mirar de nuevo hacia el
cielo, el sonido de una sirena se escuchaba a lo lejos.

* * *

Las luces de la sala de urgencias del Mercy Medical casi cegó a Willow
mientras aparcaba su camioneta en un lugar del estacionamiento, y corrió
detrás de Toby y Allen, los dos médicos de urgencias.

El sonido de la caótica actividad rodeó a la rubia mientras empujaba las


puertas de Urgencias, corriendo al lado de la camilla donde Christine había
sido atada.

—¿Por qué estoy aquí? —la morena preguntó, con la cabeza adormecida, su
piel estaba pálida, con pesadas sombras oscuras debajo de los ojos.

—Sólo para asegurarnos de que todo está bien —dijo Willow, sosteniendo la
mano de la mujer. 12
—No necesito estar aquí —murmuró, y luego empezó a toser violentamente,
más agua. Había tenido similares accesos durante todo el trayecto en la
ambulancia. A medida que los médicos y las enfermeras de urgencias
surgieron en la escena, Willow sabía que era su señal para retroceder.

Se sirvió una taza de café y se dirigió hacia la sala de espera en la sala de


urgencias. Le pidió a una de las enfermeras que le avisaran cuando
terminaran con Christine.

—Ey, chica, ¿qué haces aquí? —preguntó Rachel Smith, tocando ligeramente
el brazo de la rubia mientras se sentaba en una de las sillas de plástico negro,
contra una pared.

—Ey —Sonrió y luego suspiró. —Supongo que decidí ir a pescar —Miró su reloj,
observando que las manecillas no se movían, y una burbuja muy amenazante
estaba flotando dentro de él—. Rayos —Se volvió hacia su amiga—. Tengo
algunas horas de retraso. —Se apoyó en la pared detrás de ella, el
agotamiento, finalmente, estaba tomando el control.
—¿Qué sucedió? —La enfermera se sentó en la silla junto a la rubia, con las
manos entre las rodillas extendidas.

—Oh, no lo creerías. —Willow abrió la boca para hablar, pero se dio cuenta
que dos hombres caminan a través de las puertas automáticas del vestíbulo.
Uno llevaba un traje negro, con un maletín de cuero negro grande en su
mano. El otro también estaba vestido con sus mejores galas, aunque más
discreto: Una camisa blanca abotonada, con las mangas enrolladas hasta
mediados del antebrazo, la camisa metida en costosos pantalones grises.

Los hombres de inmediato comenzaron a mirar a su alrededor, uno observó a


Rachel en su uniforme. Acercándose a ella, el hombre de pelo gris, pero de
piel joven aun, sonrió.

—Disculpe, enfermera, pero necesito encontrar a alguien. —Los ojos marrones


oscuros miraron de una a otra de las mujeres, las cejas se fruncieron cuando
vio el maquillaje de payaso destruido manchando toda la cara de Willow.
Esto, por supuesto, la hizo ser muy consciente de sí misma. Por toda la
actividad, se había olvidado por completo su apariencia.

—¿Quién es él? —preguntó Rachel, de pie. 13


—Uh —El hombre se volvió hacia el del traje detrás de él, quien le entregó un
papel—. ¿Willow Bowman? —el hombre dijo, levantando una ceja hacia
Rachel—. Entiendo que es una enfermera del hospital.

—Soy Willow Bowman —dijo la rubia, también de pie. El hombre la miró, con
evidente duda en sus ojos—. Es una historia muy larga —dijo suavemente—.
¿Qué puedo hacer por usted, señor?

—Robert Knowles. —Él extendió una mano, que ella tomó, después de quitarse
su arruinado guante blanco—. Necesito hablar con usted sobre los
acontecimientos de esta noche. Supongo que es por eso que se ve como una
rata ahogada. —Su sonrisa era con la boca apretada, y no estaba tan segura
de que le gustara este tipo.

—Ah, sí —Se miró a sí misma, y luego volvió la vista hacia él. Se encontró con
un pañuelo blanco frente a ella.

Se volvió hacia Rachel.


—¿Hay algún lugar donde podamos hablar con la señorita Bowman?

—Claro. Sígame a la sala de conferencias. —Rachel miró a su amiga, quien se


encogió de hombros.

—La señorita Bowman se unirá a nosotros una vez que se haya limpiado un
poco —dijo Knowles. Sí, a Willow no le gustaba este tipo.

* * *

Ella salpicó agua a lo largo de todo el lavabo blanco, quitándose los últimos
vestigios de maquillaje, a continuación, se miró en el espejo. Su cara estaba
recién lavada, aunque no había mucho que pudiera hacer por su atuendo.
Había desabrochado el traje de payaso tipo mono de trabajo, dejando la
parte superior colgando hacia abajo, con los tirantes aleteando alrededor de
sus piernas. Se alegró de haberse puesto una camiseta sin mangas debajo de
él.

Al abrir las puertas de la sala de conferencias, Willow vio a los dos hombres, el 14
de traje estaba cerca de un ordenador portátil, con una pequeña impresora
zumbando junto a él, escupiendo una sola hoja de papel. Robert Knowles
estaba sentado a la cabecera de la mesa, con las manos debajo de la
barbilla, un reloj de oro brillaba contra una muñeca bronceada y un gran
anillo, dorado deslumbraba en su mano derecha.

—Ah, señorita Bowman. Por favor, tome asiento. —Indicó la silla a su izquierda,
y la rubia la tomó, echando un vistazo al hombre del traje frente a ella, que
todavía no decía nada.

—¿Que está pasando? —preguntó, mirando hacia Knowles, quien suspiró y se


inclinó hacia delante en su silla, juntando los dedos mientras descansaba sus
manos sobre la mesa delante de él.

—¿Ha hablado con alguien sobre lo que pasó esta noche? Aparte del
personal de emergencia, por supuesto.

—No. Sr. Knowles.


—Señorita Bowman —interrumpió él, impresionando a la rubia en silencio. Ella
observó cuando algo fue puesto delante de ella por el hombre del traje.
Mirándolo, se dio cuenta de que era un cheque. Los ojos verdes se alzaron
hasta encontrarse con los marrones oscuros.

—Es un cheque por veinticinco mil dólares —dijo ella, con la voz sin aliento y
aún más confusa.

—Y es todo suyo —Levantó un dedo bien cuidado—, si usted hace una simple
cosa para nosotros.

—¿Nosotros? ¿Usted, y el de traje? —Miró al otro hombre que estaba ocupado


escribiendo en el pequeño teclado de la computadora portátil. Robert
Knowles se rio entre dientes, haciendo que la piel de Willow se estremeciera.

—No. Henry es simplemente el abogado de la señorita Gray. Lo que va a hacer


será por ella, por mí, y la reputación de la señorita Grey.

Willow se quedó mirándolo, completamente desconcertada por un momento,


las palabras fluyeron a través de su cabeza, tratando de darle sentido a lo que
le estaba diciendo. Señorita Gray, Christine. 15
—¡Mierda! —Sus ojos se abrieron, se llevó la mano a la boca. Los hombres
intercambiaron una mirada, a continuación, Robert volvió a mirarla—. ¿He
sacado a Christine Gray del rio Chandler? —preguntó. El asintió. —¿La que
ganó seis Grammy el año pasado? — Él asintió con la cabeza una vez más.

—Quizás ahora vea lo importante que es que obtengamos su plena


cooperación en esto. —El papel de la impresora fue deslizado frente a la rubia.
Ella lo miró, dándose cuenta de que parecía algún un tipo de contrato.

—¿Qué es esto?

—Es su promesa de que usted mantendrá lo que ha pasado esta noche en


secreto —Robert dijo simplemente. Ella lo recogió y comenzó a examinarlo.

—Por lo tanto —dijo Willow arrastrando las palabras con sus ojos todavía
escaneando el documento—, ¿está diciendo que me dará el dinero si
mantengo mi boca cerrada?
—Señorita Bowman, Christine tiene un gran número de aficionados que son
chicas jóvenes, niñas que están en la adolescencia, o en sus veinte años. Estas
chicas la admiran. En su música encuentran la inspiración para sus propias
vidas, es así que quedarían devastadas si averiguan que su héroe, su modelo
a seguir ha caído en desgracia.

Willow alzó la vista hacia el hombre, la comisura de su boca arqueada hacia


arriba listo para escupir su mierda.

—Usted juega bien, Sr. Knowles. —Sus cejas se juntaron irritadas.

—Entonces déjeme ponerlo de esta manera. Si esto se sabe, Christine estará


acabada. —Él suspiró, dejándose caer de nuevo en la silla, con la mano sobre
la mesa. —La limpieza de este lío va a costarle bastante.

Willow se volvió hacia el contrato bajo su mano, luego echó un vistazo al


cheque. Al instante, como si el abogado estuviera leyendo sus pensamientos,
una pluma de oro apareció ante ella. La recogió, golpeándola contra su
barbilla mientras leía el documento.

—Voy a firmar su contrato, Sr. Knowles, pero no quiero su dinero. 16


—El cheque se queda aquí, señorita Bowman. Ya sea que usted elija cobrarlo
o no, es totalmente suyo. —Ella asintió, escribiendo su firma en la línea de
puntos.

—Este es un documento legal, señorita Bowman —dijo el abogado, tomando


la pluma y el contrato de ella antes de que la tinta tuviera la oportunidad de
secarse. —Si usted lo rompe, Christine Gray puede y va a tomar acciones
legales contra usted. ¿Entiende esto?

Willow asintió, suspirando con cautela.

—Sí.

—Gracias —dijo Robert Knowles, de pie—. Buenas noches tenga usted. —Con
una eficiencia increíble, el abogado tenía el ordenador portátil y la impresora
guardada, luego los dos hombres salieron de la habitación.

Willow miró el cheque, sosteniéndolo entre sus dedos.


—Mierda —susurró—. Acabo de salvar la vida de la mujer que ganó el
Grammy a la mejor vocalista femenina del año.

* * *

El día fuera era gris, la lluvia había dejado de caer sólo hacía una hora. Los
ojos azules miraban al exterior, teniendo en cuenta que el cielo no se veía tan
amenazante como antes.

Christine puso sus rodillas en la silla, presionándolas contra su pecho y


envolviendo sus brazos alrededor de ellas. Mientras descansaba la barbilla en
las rodillas, suspiró profundamente. Se sentía extraña, de algún modo algo
cambió más allá de la persona que había sido el día anterior.

Una elección que altera el alma, le dijo la señora de la sala de psiquiatría, que
le había realizado una evaluación mental en la mañana. Christine supuso que
querían ver si estaba loca, o simplemente jodida. Ella votó a favor de ambas,
y estaba deseando fumarse un cigarrillo más que ninguna otra cosa. 17
Así que finalmente lo hizo, finalmente había hecho lo que pensó tantas veces.
Christine se estremeció, dándose cuenta de lo cerca que estuvo de tener
éxito. También se dio cuenta de lo cerca que estuvo de no importarle.

Se encogió un poco ante el sonido de la cerradura en la puerta de su


habitación, pero no se dio la vuelta. Su mirada seguía fija en el mundo gris
fuera de esa ventana, con barras de metal entrecruzadas.

Escuchó murmullos, luego pisadas, seguido por el pesado sonido de la puerta


siendo cerrada y bloqueada.

—Hola, Christine.

—Bob.

Su manager estaba en silencio mientras se sentaba en la cama detrás de su


silla. La habitación era pequeña en el mejor de los casos. Una cama sencilla,
sin rieles, sin barras, atornilladas. La silla en la que estaba sentada y un baño al
lado con un lavabo de pedestal y un inodoro. Todo agradable y cómodo,
nada con lo que pudiera hacerse daño.

—Todo un lío en el que te has metido aquí —dijo él, con voz tranquila, y
cansada.

—Así parece. —No lo miré, en realidad, no queriendo ver la decepción que


sabía que encontraría allí.

—Todo ha sido solucionado con el personal del hospital, los médicos, los
conductores de ambulancia, la policía, y el pequeño payaso loco que te sacó
—Él rio—. Al parecer, ella es una enfermera de aquí.

Miró a su cliente, estudiando la parte posterior de la cabeza, el pelo oscuro


colgaba libremente. Él sabía que caía libre alrededor de su cara, dándole el
aspecto salvaje que sus fans amaban. Tuvo que usar su fuerza de voluntad
para no extender la mano y tocarlo.

El silencio se hizo pesado, Christine cambió ligeramente de posición,


deslizando un pie en el suelo, pero todavía sujetando con firmeza la otra
pierna. 18
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio con el
efecto de un martillo a través del cristal.

—No quiero hablar de eso contigo, Bob —La voz de Christine era baja,
sugiriendo silenciosamente un cambio de tema. Él no mordió.

—Christine, soy tu amigo.

—¿Amigo? —Ella se volvió hacia él entonces, con los ojos azules encendidos
de manera brillante, dejando al descubierto los dientes blancos—. No, no lo
creo. No soy una amiga para ti. Soy tu cheque de comida. Siempre ha sido
así.
—Christine.

—¡No! —dijo entre dientes—. Si te interesara algo, nunca hubieras programado


esta gira. Te dije que necesitaba un descanso, que estaba luchando. Tú lo
sabías —se volvió hacia la ventana, abrazándose a sí misma mientras
caminaba hacia ella, apretando los músculos de la mandíbula.
—Pero el álbum.

—¡A la mierda con el álbum! ¿Qué hay de mí? —ella casi susurró—. No es que
lo que piense o quiera haya importado alguna vez. Debí haber despedido tu
culo hace años.

—No serías nada sin mí y lo sabes —escupió él. Ella lo miró por encima del
hombro.

—Tal vez no. Pero, todavía me tendría a mí. —Volviendo de nuevo a la


ventana, los hombros cayeron—. Haz algo útil, Bob. Sácame de una puta vez
de aquí.

19
Capítulo 1

W
Illow subió el volumen en su equipo de música, sin dejar de doblar la
ropa mientras escuchaba las letras apasionadas de “El canto del
cisne” la última versión de Christine Gray. La canción era mucho más
lenta que la mayoría del estilo fuerte, y alternativo de Gray. Ésta sólo tenía un
piano, un violonchelo en el fondo, y la fuerte, pero aterciopelada voz de
Christine.

Con un par de calcetines desplegados todavía en la mano, la rubia se sentó


en el borde del sofá, cerrando los ojos mientras escuchaba las palabras. Tanta
tristeza, tanto vacío. La canción estaba llena de un anhelo por el amor y la
aceptación. Hablaba de cómo el mundo esperaba el alma misma de la
cantante, sin embargo, no daba nada a cambio, ya que el dinero, después
de todo, no puede comprar la felicidad.

Willow se sorprendió al descubrir que tenía lágrimas en sus mejillas, las 20


imágenes de esa noche, hace más de un mes atrás, aparecían
intermitentemente ante su mente.

Había sido enfermera en el pabellón de niños durante seis años, y había


experimentado la muerte de bebés en sus brazos, pero nada de lo que vio
antes pudo prepararla para el modo profundo en que se sintió afectada por
el alma llena de tristeza que percibió en esa mujer de ojos azules. La soledad
y la desesperación.

Por eso se quedó con ella hasta el final, siempre y cuando se lo permitiera,
Christine. Quería hacerle saber que no estaba sola, que tenía alguien allí a
quien le importaba y que le tendía la mano a través de su dolor.

Después de su reunión con Robert Knowels se dirigió a su camioneta, metiendo


el cheque en la guantera, no quería correr el riesgo de arruinarlo en los bolsillos
húmedos.

Escalofríos y cansancio del alma, así es como lo llamaban las enfermeras en el


hospital cuando una de ellas se veía afectada de manera tan drástica por
algo en el trabajo, ella se había dirigido a los vestuarios de las enfermeras.
Alegrándose de encontrar un par de uniformes en su casillero que no estaban
muy malolientes, se apresuró en ir a la sala de ducha, se sacó su maltrecha
ropa y se introdujo bajo el cálido, y calmante chorro de agua.

Sintió que su piel se calentaba, pero su corazón seguía estando frío. Seguía
viendo la cara de Christine mientras estaba allí en la orilla, tan vulnerable, con
la muerte flotando en el aire.

No podía conciliar en su mente el rostro de la mujer que había visto esa noche
con la mujer que veía en la televisión, en los CD y portadas de revistas. ¿Qué
había causado que alguien así, con el mundo a sus pies, dinero y fama en
abundancia, hiciera algo tan drástico?

Se preguntó si los reportes de toxicología le dirían algo. La mirada en los ojos


de la mujer era borrosa y confusa, los ojos muy dilatados, eso podría explicar
que casi estuviera a punto de ahogarse. Tenía el presentimiento que había
mucho más en esto.

Willow salió del pequeño habitáculo, empujando a un lado la cortina.


Tomando una toalla, se secó rápidamente a sí misma y se metió en el uniforme.
Ella no tenía zapatos y observó los grandes zapatos rojos.
21
Optando por no parecerse a Patch Adams, se puso unos botines quirúrgicos
en sus pies, y se dirigió hacia fuera para conseguir un poco de información.

El aire de la sala de emergencias era fresco y esterilizado, como en cada


Urgencias en que Willow había estado o trabajado. Vio al doctor Samms
escribir algunas notas en un gráfico y corrió hacia él.

—¿Cómo está ella, Brad?

El hombre grande miró hacia la enfermera, observó preocupación en esos


preciosos ojos verdes. Si al menos no estuviera casada. Cerró el gráfico,
metiéndolo en una caja de plástico montada en la pared de la sala de
enfermeras.

—Ella está bien. Nada importante, aunque su torrente sanguíneo estaba


teniendo una fiesta allí dentro. —Suspiró, cruzó los brazos musculosos en su
amplio pecho. Él y Willow ejercitaban a menudo juntos en el gimnasio del
hospital. Era una buena manera de mantenerse en forma y aliviar las tensiones
de sus respectivos puestos de trabajo.
Willow asintió, mordiéndose el labio.

—Tenía miedo de eso. ¿Puedo verla?

—Claro. Está en la tres, descansando.

—Gracias amigo. —Apretó el bíceps, y corrió por el pasillo que la llevaría más
allá de las otras cabinas, algunas de ellas con la cortina cerrada, otras vacías
y listas para ser utilizadas. Al llegar a la tres, la cortina estaba cerrada, se podía
escuchar el pitido de la maquinaria detrás de ella.

Empujando suavemente la cortina a un lado, entró, mirando a su alrededor el


espacio oscuro. Las luces por encima de la camilla de Christine estaban
apagadas, solamente un haz de luz se mantenía encendido en la parte
superior de la cortina. Las luces rojas, verdes y azules brillaban en la penumbra.
Los ojos de Willow se ajustaron rápidamente, y se centraron a la forma
escondida bajo una delgada manta blanca, con los brazos extendidos, tenía
una banda de hospital envuelta alrededor de la muñeca, y una cinta
adhesiva en la parte posterior de su mano.

La rubia bajó la mirada hacia los ojos cerrados, con largas y oscuras pestañas, 22
el rostro tranquilo. Estudió la cara, pómulos altos y afilados, y una mandíbula
fuerte. La piel era muy pálida, las venas azules eran visibles debajo de ella.

El cabello de Christine parecía muy oscuro, y negro, contra la palidez de la


piel y la ropa de cama blanca debajo de ella. Unos mechones descansaban
contra el rostro de la cantante. Suavemente, Willow escondió las hebras detrás
de una oreja.

Detrás de ella, la rubia encontró la silla que sabía que estaba allí, y la deslizó
hacia adelante para sentarse. Tomando la mano de Christine dentro de la
suya, sintió la cálida piel, aliviada de hecho de sentirla caliente, y no fría como
estaba en el río.

Suspirando suavemente, Willow bajó la cabeza, su agotamiento llegó a los


ojos, volviéndolos muy pesados.

Christine podía sentir que alguien estaba con ella, entonces, se dio cuenta de
que alguien la estaba sosteniendo su mano. Con los ojos vagamente abiertos,
se dio la vuelta, un dolor de cabeza la atormentó, obligándola a cerrar los ojos
por un momento antes de abrirlos nuevamente para centrarse en la figura
encorvada sobre una silla junto a su cama.

Pelo rubio corto, bata de color azul claro. ¿Quién era esa? ¿Una enfermera de
la sala de emergencias? ¿Un médico, tal vez? Su mirada cayó sobre sus manos
unidas, la mano bronceada contrastaba con su piel pálida, las uñas
recortadas, bien cuidadas. Una mano pequeña. Parecía que toda ella era
pequeña, sus hombros eran estrechos y de características finas.

El rostro.

Christine se concentró en la cara, en gran parte oculta por el ángulo en que


la mujer estaba inclinada. Las cejas rubias oscuras, un ligero pliegue entre los
ojos cerrados. La mujer parecía que incluso en el sueño ella se preocupaba
por algo.

Una cara muy suave, los labios rozando ligeramente uno contra el otro, el
cabello rubio cubría ligeramente la parte superior de las orejas pequeñas.
A medida que se durmió de nuevo, se preguntó quién sería su visitante.

23
* * *

Willow se despertó sobresaltada, con los ojos desmesuradamente abiertos al


ver a Rachel que le sonreía. Eso hizo volver en sí a la rubia, se sentó, mirando a
su alrededor. Su mirada se trasladó a la mujer en la cama, dándose cuenta
que aun sus manos estaban unidas. Sin embargo, ella se sorprendió al ver que
la posición de sus manos había cambiado, los dedos de Christine se cerraban
alrededor de los suyos.

Rachel no dijo nada, volviéndose para dar a su amiga un poco de privacidad.


Ella sabía lo compasiva que era Willow, con demasiada frecuencia, tomaba
el dolor y el miedo de sus pacientes sobre sus propios hombros. Esto siempre
preocupaba a la enfermera de urgencias. Willow era una de las mejores
enfermeras del Mercy, y no quería ver a la joven rubia agotada,
especialmente con lo estresante que puede ser su trabajo.

Willow retiró suavemente la mano de la morena, y la colocó sobre la cama.


Tiró de la sábana para cubrirla con ella, Willow se volvió hacia su amiga,
haciendo un gesto hacia la cortina parcialmente abierta.
Una vez fuera del cubículo, llevó a su amiga lejos para que pudieran hablar
sin molestar a Christine.

—Tienes que ir a casa, Willow. Es tarde y Kevin va a preocuparse.

—Oh, mierda —La rubia se pasó una mano por el pelo, los ojos los tenia aún
más pesado que antes—. Tengo que llegar a casa. Llámame si hay algún
cambio, ¿de acuerdo? —le dijo a su amiga, que asintió y le palmeó el
hombro—. Me voy. Directa a la cama.

El regreso a casa fue largo, y cuando Willow condujo a través del puente
Dittman, sintió un escalofrío pasar a través de ella, los ojos verdes de forma
automática se sintieron atraídos hacia el lugar donde Christine había saltado,
y una ola de tristeza se apoderó de ella.

Tomando varias respiraciones profundas, se obligó a mirar al frente,


conduciendo las últimas diez millas hasta su rancho.

—Mmm, llegas tarde —Kevin rodó, tirando de su esposa contra su cuerpo


desnudo, todavía medio dormido.
24
—He tenido una emergencia en el hospital —Willow murmuró, colocando su
cuerpo cansado sobre el suave colchón.

—¿Todo bien? —El esposo de Willow sonaba un poco más despierto, aunque
sus ojos aún estaban cerrados.

—Mm hmm. Hablemos mañana —dijo la rubia arrastrando las palabras, ya


dormida. Había sido un largo día.
Capítulo 2

L
os dedos se movían a través de las notas, los ojos azules estaban cerrados,
y el cuerpo se balanceaba con la música que estaba creando.

Christine había escrito más música en los últimos dos meses que en dos años.
Escribía las notas mientras la emoción pasaba a través de ella, llenándola de
una paz que sólo la música podía darle, la creación y ejecución de la misma,
le daba una sensación de control que no tenía en ningún otro lugar de su vida.
Durante su estancia en Promises, empezó a tener sueños de nuevo, y a
recordar cosas que pensaba habían muerto hace mucho tiempo. Demonios
de su pasado, algunos auto-invocados, otros empujando sobre ella,
obsesionándola con frecuencia y persiguiendo sus pasos por la noche.

Su terapeuta en rehabilitación le dijo que ahora que su cuerpo y su mente


estaban libres de los venenos que la estaban consumiendo, había dejado las
puertas abiertas para que ella pudiera enfrentarse cualquier cosa que
estuviera causando la adicción en primer lugar. 25
Ahí radicaba el problema; que no quería hacer frente a los fantasmas.

Christine rozó los marfiles del piano como si acariciara a un amante. La música
era lo único que nunca la había traicionado o exigido nada de ella. La música
se entregó voluntariamente a ella, permitiéndole manifestarse libre y
voluntariamente ante el mundo, sin hacer preguntas o querer respuestas.
Simplemente existía. A través de la música Christine podía contar una historia,
compartir una parte de sí misma sin la vulnerabilidad que una conversación
tendría.

Nadie la conocía, y eso era lo que quería. Siempre estuvo agradecida que
Bob la encontrara en ese bar de mierda en Queens donde cantaba su propia
música. Había sido lo suficientemente inteligente a los catorce años como
para asegurarse de que sólo trabajaría en lo suyo, y que cualquier covers que
él quisiera que hiciera, podría metérselo por el culo.

Es ahí donde su libertad creativa se habría detenido.

Si fuera a tocar la pieza que interpretaba ahora para Bob, él se reiría


diciéndole que la quemara; que no tenía lugar en su espectáculo.
Christine no quería pensar en todo eso. Esos pensamientos la perseguían cada
día. En este momento lo único que quería hacer era perderse a sí misma en su
música y olvidarse de todas las cosas que estaban mal en su vida. Eso era
parte del problema. Había permitido que todo el peso cayera pesadamente
sobre sus hombros, sin ocuparse de eso, que empezó a desbordarla tomando,
finalmente, el control de ella.

Su consejero dijo que por eso había recurrido a las drogas. Ella quería
adormecerse a sí misma y olvidar el dolor.

Christine resopló suavemente ante la verdad de esas palabras. La música se


convirtió en su nueva droga. Una adicción por otra. Sus jugos creativos habían
empezado a agitarse dentro de su alma, exigiendo que los dejasen salir. La
cantante estaba feliz de hacerlo.

Sus dedos se detuvieron cuando alguien llamó a la puerta de su habitación.

—¡Adelante! —gritó, empujando la parte posterior del banco y poniéndose de


pie, cerró cuidadosamente la tapa del piano de cola mientras se abría la
puerta—. Buenas tardes, Margaret. 26
—Hola, Christine ¿estabas practicando? —la mujer mayor preguntó,
acomodando su voluminoso cuerpo en el sofá que estaba frente a su gemelo,
donde Christine se sentó.

—Componiendo, en realidad. —La cantante pasó su brazo a lo largo de la


parte de atrás del sofá, con la cabeza ligeramente inclinada mientras
estudiaba a la morena sentada frente a ella.

Margaret Olson miró el sofá blanco, a continuación, a su paciente.

—No veo la música. —Christine se tocó la sien.

—Todo está aquí. —La cantante sonrió.

—Ah. Si tan sólo tuviera una décima parte de su talento —dijo la consejera con
un suspiro, Christine sonrió—. Está bien, vamos a lo nuestro —La anciana abrió
una carpeta de manila, buscando en ella unos papeles mientras hablaba—.
La última vez hablaste sobre los sueños que estaban regresando —Levantó la
mirada hacia Christine, luego, la devolvió a las notas de la sesión anterior—.
¿Has tenido más desde la semana pasada?

Christine dejó escapar un suspiro, mirando por las puertas francesas, que
daban a los jardines muy bien cuidados del lujoso centro de rehabilitación.
—Sí.

—¿Cuándo fue esto? —Margaret hizo un clic en su pluma, que fue suspendida
sobre una hoja de papel en blanco de su bloc de notas.

—El domingo por la noche —dijo Christine, su voz era tranquila, casi temerosa.
La consejera esperó pacientemente a que continuara, había aprendido que
ella lo haría a su tiempo. Su propio tiempo. A medida que la cantante
comenzó a hablar, su voz seguía siendo tranquila, casi en un tono hipnótico—
. El callejón de nuevo.

—Háblame de ese callejón, Christine.

Está oscuro, es el mejor momento para estar despierta. Y es más fácil para
ganar un poco de dinero extra. Odiaba hacerlo, pero si algo he aprendido de
esos bastardos que follaron y me dieron a luz, es que haces lo que tienes que 27
hacer.

Con un suspiro, me dirigí hacia las oscuras calles de Queens, Nueva York. Me
sorprende que un lugar de mierda como éste tenga un nombre de la realeza,
o alguna mierda parecida. Real mi culo. Bueno, dolor real en el culo, tal vez.
Hablando de eso, el mío seguro se dañó.

El hombre de la noche anterior; ¿qué coño había estado pensando, dejando


que metiera su pene hasta allí? Jesús, ¿y las personas se excitan con esa
mierda? Oh bien. Obtuve la cena para la próxima semana a partir de eso.

Hombres de puerta trasera, es así como Adam llamaba a esos chicos.

Realmente necesitaba conseguir un trabajo, y pronto. Esta mierda de la calle


era para los pájaros. Maldita sea, hace frío. Envolví mis brazos alrededor de mí
misma, a continuación, los solté rápidamente. El tipo tenía que ver lo que
estaba comprando.

Las calles eran lentas, unos coches pasaban de vez en cuando, y yo estaba
empezando a impacientarme. Las botas que llevaba, eran de cuero falso y
extremadamente brillantes, llegaban a mis rodillas, mis muslos estaban
desnudos hasta justo debajo de mi culo, donde acababa la mini falda que
llevaba. Dios, odio los vestidos. Mis piernas se sentían como si estuvieran a
punto de congelarse. Por suerte este traje de mierda venía con una pequeña
chaqueta. Mis tetas pueden haber estado frías, los pezones como rocas, pero
mis brazos estaban relativamente cálidos.

¡Ohhhh, un coche! De color oscuro, las luces casi me ciegan, mientras se


acerca a la acera, chirriando hasta parar junto a mí. La ventanilla fue bajada
con un zumbido mecanizado.

Caminando hacia el pequeño sedán, me incliné, asegurándome que pudiera


notar mis tetas tamaño “D” a través del escote de mi camisa.

—Ey, dulzura —Mirando hacia adentro, veo a un hombre. Su pelo es corto,


algo picado, como si su barbero se hubiese vuelto loco con las tijeras. Lo que
realmente me llamó la atención es su mejilla izquierda, toda marcada de
viruela. En cierto modo me recordaba a ese tipo el actor de la película “Stand
and Deliver”.

—¿Cuánto, nena? —preguntó, su voz era sorprendentemente aguda. 28


—Bueno, eso depende de ti. ¿Qué tienes en mente? —Sonreí, levantando una
ceja. Dios hizo que mi piel se pusiera de gallina.

—Hazte a un lado, nena, para que pueda echarte un vistazo —dijo,


inclinándose ligeramente en el asiento del pasajero. De pie, extiendo mis
brazos, giro en un círculo pequeño, sin dejar de mirarlo. Volviendo de nuevo
de cara al coche, con la mano en la cadera. Su rostro estaba oculto en la
sombra, pero creí oír un pequeño gemido que venía del coche. Tuve que
controlarme para no vomitar en su neumático delantero—. Entra —dijo, su voz
adquirió un tono inconfundiblemente excitado.

Caminando hacia el coche de nuevo, me di cuenta de la erección en su


pantalón. Volteando los ojos, tomé una respiración profunda, puse la mano
en el frío metal de la empuñadura.

—¡Christine!
Di un salto, sorprendida casi fuera de mi piel. Miro a mi amigo, Adam,
advirtiéndole con mis ojos que mejor tuviera una muy buena puta razón para
interrumpirme.
Adam me alcanzó, agarrando mi mano y tirando de mí.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Siseé.

—No confío en este, Chris —susurró, manteniendo un ojo en el individuo que


estaba a mí espalda—. Este coche se parece al que Chantal entró antes de
que desapareciera. —Sus ojos oscuros se encontraron con los míos,
rogándome. Suspiré, no contenta con esto. No me malinterpretes, no estaba
tratando de darle la vuelta al tipo, pero necesitaba el maldito dinero. Y sabía
que mi mejor amigo nunca me pondría en peligro.

—Bien —Regresando de nuevo hasta el tipo que debía estar azul ahora, sonreí
sexualmente—. Lo siento, pero ha habido un cambio de planes.

Para mi sorpresa, casi pasó por encima de mi pie, poniendo el coche en


marcha y, alejándose, en la noche.

—Lo siento mucho, Chris, pero tuve una muy mala sensación acerca de ese
tipo —dijo Adam, con la mano apoyada en mi hombro. Encogiéndome de
hombros, me di la vuelta y empecé a alejarme—. ¡Chris! Vamos—, lo oí 29
corriendo detrás de mí, pero como soy un culo terco, no me detuve. Todo lo
que podía pensar era que tendría que utilizar el dinero que ahorré para
comprarme mi guitarra.

Dos días después, cuando estaba de vuelta en la calle un coche plateado se


acercó a la acera. Esta vez, sin embargo, era de día, y estaba usando mis
pantalones vaqueros. Hombre, se siente tan bien no tener el culo o las tetas al
aire.

—Ey, chica —una voz profunda llamó mientras el coche plateado seguía
lentamente mis pasos. Observo al hombre detrás del volante, el gesto familiar
de sus dedos acariciando el cabello que conectaba el bigote a su perilla.

—¿Quieres una cita, semental? —digo en voz alta, guiñando un ojo y


acercándome. Él detuvo el coche y puso los ojos en blanco.

—Sigue soñando, Christine.

—Estoy soñando, dulzura. —Me inclino hacia la ventana, levanté mis gafas de
sol y las puse en la cabeza—. ¿Qué pasa?
—Trabajo en un caso. ¿Has visto a este hombre? —El detective Harmon me
entrega una fotografía y frunzo las cejas. Al observarla, veo unos ojos oscuros,
sin vida. Él no está sonriendo, como si fuera una foto de un archivo policial o
algo así. Era un hombre blanco, de pelo oscuro, largo y desordenado, con
algo de gris en sus cejas, que eran gruesas y pesadas sobre los ojos oscuros.

—No, no lo he visto —Estoy a punto de entregarle la imagen de vuelta cuando


lo miro de nuevo—. Mierda — siseo entre dientes. El lado izquierdo de la cara
estaba lleno de cicatrices, al igual que el actor.

—¿Qué pasa, Christine? Lo has visto, ¿cierto? —Asiento con la cabeza, de


repente me siento enferma del estómago. Mis ojos se encuentran con los del
detective.

—Mató a Chantal, ¿verdad?

—¿Quién dice que ha matado a alguien? —Los ojos azules del detective se
fijaron en los míos, como si estuviera mirando a través de mí.

—Vamos, Mike. Eres de homicidio. —Agito con la mano la imagen. Él sonríe, 30


asintiendo con la cabeza mientras golpea ligeramente el volante con el
pulgar.

—Sabes que no puedo decir nada, chica ¿Lo has visto o no?

—Sí, lo he visto. Hace sólo un par de noches.

—¿Me estás diciendo la verdad, Christine? Esto es una mierda grave. No


juegues conmigo. —Apoya su brazo hacia fuera del coche, dejando que
colgara sobre el borde, la mano golpeaba ligeramente la puerta del lado del
conductor.

—No te preocupes, Mikey —Le entrego la imagen de vuelta con una sonrisa—
. Eres demasiado barato para jugar contigo. —Echó la cabeza hacia atrás y
rio, moviendo su dedo.

—Cuidado, niña, o enviare a la brigada de narcóticos detrás de ti.

Levantando mi mano hacia arriba, la sostuve, con la palma hacia el suelo.


—Mira esto, detective —echó un vistazo a mi mano firme—. El miedo está
controlado.

Se rio entre dientes.

—Bien, bien. ¿Qué tienes para mí?

—Bueno —Miro hacia la calle, casi viendo a ese hijo de puta acercándose a
la acera—. Trató de recogerme. Casi me fui con él. Mi amigo reconoció el
coche en el que Chantal se metió la noche que desapareció.

—¿Por qué no vienes al centro y me dice esto, Christine? —me ofrece,


enganchando el pulgar en el asiento trasero de su coche. Niego con la
cabeza.

—No pasara, Mike. Tengo cosas que hacer hoy.

El suspira, también, mirando las calles.

—Bueno. —Tomó un bloc de papel, escribió lo que le dije, entonces me


observó expectante. 31
—¿Qué? ¿Qué más quieres?

—¿Qué tipo de coche era? ¿Qué llevaba puesto? ¿Notaste algo peculiar en
él? ¿Estilo de pelo? ¿Color de ojos? ¿Tatuajes?

—Alto, amigo. Espera un segundo, ya sabes. Nunca me metí en su coche. —


Por alguna razón me siento en la necesidad de decirle que no lo hice. Mike
Harmon era el único chico con un buen trabajo que sabía quién era y no me
trataba como la basura que soy.

—Está bien. Iré despacio. Tipo de coche Color y marca —Su pluma estaba
suspendida sobre el block.

—No sé qué tipo de coche, pero era un sedán, uno pequeño. Era de un color
oscuro, azul o negro, creo.

—Está bien —Garabateó una escritura absolutamente ilegible—. El pelo ¿color


y estilo?
—Oscuro y muy corto. Parecía que alguien había usado en su cabeza las
tijeras de podar o algo así —Me reí por el recuerdo—. Parecía un tonto del
culo. —Mike se rio entre dientes. Cerré los ojos por un segundo, tratando de
pensar en cualquier otra cosa que me llamara la atención sobre el individuo
o su coche—. Llevaba ropa oscura, pero me di cuenta que usaba una camisa
de los Osos de Chicago.

—Bueno, bueno. ¿Por qué no te fuiste con él? —Él me miraba y yo me encogí
de hombros.

—Iba a hacerlo. Como dije, mi amigo reconoció su coche y me detuvo. Me


debe una grande.

—Él probablemente salvó tu vida, chica.

—Tal vez. —Me encojo de hombros, pensando que no era una gran cosa.

—Bueno, si tu o tu amigo recuerda algo más, llámame. —Me entrega una


tarjeta de visita. No me molestó en mirarla, la meto en el bolsillo trasero de mis
jeans—. Toma, chica. Consigue algo de almuerzo. —Aturdida, me entrega el
billete de cinco dólares, también lo introduzco en el bolsillo—. Cuídate, 32
Christine. —Enciende su coche, y con un movimiento final, se va. Lo veo irse,
luego me doy prisa para ir hacia el McDonalds de la esquina, mi boca ya
estaba salivando.

—Estos sueños son bastante reales —dijo Margaret, con voz tranquila. Christine
asintió.

—Sí lo son. —La cantante suspiró, pasándose las manos por el cabello,
dejándolo en desorden. La consejera estuvo en silencio por un momento,
estudiando a su paciente, que no la había mirado durante la narración de su
historia.

—¿Cómo te sientes al respecto? ¿Con el hecho de que pudiste haber sido su


próxima víctima? —Christine miró a la mujer por un momento, sin saber qué
decir, a la amable sonrisa que vio. Se dio la vuelta de nuevo.

—No sé si me hubiera importado. No había mucho que salvar, ¿sabes? —


Christine se apoyó en los cojines suaves, con las manos metidas detrás de la
cabeza y los ojos en la mujer de más edad.
—¿Lo atraparon?

—Sí —resopló—. Pero no antes de que el bastardo atrapara a tres chicas más.

—¿Conocías a las chicas?

Christine se quedó callada por un momento, su mente confundida volvió a


retroceder, luego, lentamente, ella asintió.

—Y ¿qué pasó con tu amigo? Adam, ¿verdad?

La cantante no pudo evitar la sonrisa en su cara.

—Él está bien.

—¿Actualmente? ¿Sigues en contacto con él, entonces?

—Oh, sí —Ella volvió esa brillante sonrisa a Margaret—. Él es mi chico, mi tipo


de persona.

—¿Y qué clase de personas es esa? —Margaret preguntó, poniendo su bloc 33


de papel a un lado y cruzando las piernas. Ella estudió a la mujer frente a ella.
Una chica muy hermosa.

Christine sonrió, mirando hacia abajo a su regazo. —Prefiero no hablar de eso.

—Está bien. Te ves bien, Christine. Has subido un poco de peso. Debo decir
que una mujer de tu altura, ¿cerca del metro ochenta? No debe pesar
cincuenta y dos kilos. —Margaret no pudo evitarlo cuando salió la parte
maternal que llevaba por dentro. Observar a su propia hija luchar una terrible
batalla contra la anorexia era algo difícil de ver.

—Sí, bueno es difícil mantener el peso cuando cuatro rayas de coca es la cena
para tres días y noches a la vez.

La consejera sonrió, aunque triste.

—¿Cómo te sientes?

—¿Cómo me siento?, buena pregunta. —Llevó las manos por detrás de la


cabeza, Christine se puso de pie, caminando hacia las puertas francesas y
mirando hacia fuera. Unos compañeros residentes estaban paseando por los
jardines, hablando unos con otros o solos. Sentado en un banco de piedra
reconoció a un compañero músico que la asombró que estuviera en Promises.

—Interesante —murmuró.

—¿Qué cosa?

—¿Eh? —Al darse cuenta que le habían hecho una pregunta, la cantante se
apartó de la puerta y se dirigió de nuevo al sofá—. Me siento bien, supongo.
Muy aliviada.

—¿Cuáles son tus planes una vez que salgas de aquí? Serás liberada en que,
¿tres semanas?

—Eso dicen.

—¿Sientes que estás lista?

La cantante estudió a la mujer mayor, observando sus facciones cariñosas, los


ojos preocupados, su porte maternal, y sintió algo que no había tenido en 34
muchos, muchos años; quería un abrazo.

Sacudiendo ese pensamiento de su mente, ella se encogió de hombros.

—Para ser honesta, Margaret, no sé absolutamente nada. Estoy vacía de todo


pensamiento y comprensión de mí misma.

—¿Que deseas hacer? ¿Cómo quieres lidiar con eso? —La suave voz de
Margaret hizo sonreír a la cantante. Ella sabía a donde quería llegar.

—No te preocupes, Margaret —dijo en voz baja, sonriendo a la consejera—.


Creo que he aprendido la lección.

—¿De qué manera? —Margaret, enderezó la falda de su vestido, a


continuación, volvió a cruzar las piernas.

—Podría haber dañado a otra persona en esta ocasión —susurró Christine.

—¿La enfermera?
—La enfermera. —Christine dejó caer la cabeza, llena de vergüenza.

—¿Qué pasa con tus fans? ¿Cómo te sientes acerca de ellos? El último
concierto... —la voz de Margaret se interrumpió, al ver el dolor y la
incertidumbre en los penetrantes ojos azules, más claros aun por las emociones
contenidas. Si sólo Christine se permitiera llorar, para liberar su dolor.

—Ellos volverán —dijo la cantante en voz tan baja que la anciana casi no la
escuchó—. Siempre lo hacen. Bob se asegurará de ello.

* * *

—¿Tenías que terminar con mi compresor de aire verdad, Kevin?

La cabeza de Willow se alzó de la cerca en que estaba trabajando. Su marido,


se secó la frente con su sombrero, mientras se dirigía hacia Richard Dean, su
vecino que vivía a 5 kilómetros de distancia.

—Hola, Dick. Siento haberte hecho esperar. Vamos al garaje. —El hombre de 35
pelo rubio dijo, palmeando la espalda del anciano.

La rubia sonrió mientras volvía de nuevo a su trabajo. Había estado diciéndole


a Kevin durante meses que devolviera esa cosa a Dick, pero era como si él no
escuchara. Macho obstinado. No tenía ni idea de para qué había estado
usando eso en primer lugar.

—Ay, Maldita sea —dijo apartando los dedos de los cortadores de alambre
que habían pellizcado la piel de su dedo índice, haciéndola sangrar. Metió su
dedo en la boca, maldiciendo entre dientes la cerca. Al examinar su mano,
vio que estaba bien. Sólo tenía un pequeño corte.

Una vez que su trabajo fue interrumpido, la rubia se dio cuenta de lo


acalorada que estaba. Miró hacia el cielo de mayo, azul como un huevo de
petirrojo. Sacando el pañuelo de su pelo corto, se limpió la cara con él, luego
lo llevo contra sus muslos desnudos y decidió ir por un poco de té helado.

El camino de regreso a la casa fue agotador, pero hermoso y tranquilo. Los


relinchos y resoplidos suaves de los caballos podían oírse, así como el piar de
los pollos. Los perros corrían persiguiendo a los pollos, pero estaba bien. La vida
en los últimos seis días había sido buena.

Willow y su marido, Kevin, tomaron unas merecidas vacaciones, tratando de


hacer algunas de las reparaciones y mejoras en el rancho que tenían
pendiente desde hacía dos años, pero nunca habían encontrado el tiempo
para hacerlas. Era sábado, y ella volvería al trabajo el lunes por la noche.

—¿Oye cariño? —Kevin llamó, alejando a Willow de sus pensamientos.

—¿Sí? —peguntó, deteniéndose apenas a un paso de lo que era su patio


trasero en los doscientos sesenta y cinco acres de tierra de su propiedad. Kevin
salió de la sombra del garaje, protegiéndose los ojos del sol con las manos.

—¿Has visto los accesorios del compresor de aire?

La rubia sacudió la cabeza.

—Nop. ¿Has mirado en tu banco de trabajo?

—¿Por qué estaría allí? —Puso los ojos en blanco y entró de nuevo al garaje. 36
Se dirigió hacia la casa nuevamente.

—Cinco, cuatro, tres, dos

—¡Aquí está!

Ella suspiró, empujando la puerta trasera, sabiendo muy bien que él nunca
admitiría encontrar las cosas en el Triángulo de las Bermudas de Oklahoma,
conocido como su banco de trabajo. Se dirigió a la nevera, la abrió y examinó
el contenido, en busca de la jarra de té helado que había preparado la noche
anterior. Moviendo a un lado la botella de Gatorade de Kevin, vio la parte
superior verde de la jarra.

Con un suspiro de felicidad, sacó la jarra, y vertió el líquido dorado oscuro en


un vaso, bebió la mitad de ella antes de que pudiera llegar al congelador por
el hielo. Respirando pesadamente mientras se limpiaba la boca con el dorso
de la mano, llenó el vaso una vez más, agregándole unos cubitos de hielo.
Quitándose sus botas de montaña, caminó sobre el fresco azulejo mexicano
de la cocina con placer. Odiaba los zapatos y los abandonaba a cada
momento que le era posible. Subiéndose en uno de los altos taburetes se sentó
delante de la barra del desayuno. El periódico había sido arrojado allí
temprano esa mañana, ni ella ni Kevin tuvieron la oportunidad de leerlo.

—El viejo Dick es un gran hombre —dijo su marido, al entrar en la casa,


sacando su Gatorade de la nevera y bebiendo directamente de la botella de
plástico.

—Sí, que lo es —Willow dijo distraídamente, revisando las páginas de la Gaceta


de Williamsburg. Kevin se acercó a la barra, con la bebida en la mano.

—Dame los deportes, ¿quieres, cariño? —Se sentó junto a ella, al ver la mirada
de su esposa en él, con una sonrisa en sus labios preguntó— ¿Qué? —Sin decir
una palabra, Willow estiró su dedo pulgar, limpiando la mancha roja del labio
superior de Kevin. Él apartó la mirada con timidez—. ¿Qué puedo decir?, me
gusta mi bebida de frutas Gatorade.

—Obviamente. Aquí tienes —Dándole su sección del periódico, volvió de


nuevo a las principales historias de su pequeño mundo. Miró las noticias 37
locales, sin preocuparse mucho acerca de las competiciones de cerdos o qué
tan grande había crecido este año la calabaza de Meridath Graham, luego
se enfocó en las noticias nacionales.

Una imagen familiar llamó su atención, se enfocó en la pequeña nota.

La cantante y compositora Christine Gray del grupo Crepúsculo, quien,


misteriosamente, se alejó de la vida pública el pasado invierno. Ha anunciado
que la gira de conciertos de su último disco, “El canto del cisne”, fue
cancelada después de ser hospitalizada por fatiga y agotamiento en febrero
pasado, la gira ha sido reprogramada.

—Todos los que tenían entradas para el concierto que fue cancelado,
incluidos los de la ciudad de Oklahoma, serán válidos para asistir al concierto
de la señorita Gray en sus respectivas ciudades —dijo el representante de
Grey, Mark Hutchins, quien ha añadido que Christine se siente muy bien, de
muy buen ánimo y está deseando ver a sus fans.

Willow no pudo evitar la sonrisa en su cara, apoyando la barbilla en su palma.


Pensaba a menudo en la cantante, preguntándose qué había sido de ella, o
donde se encontraba. ¡Obviamente la noticia no fue abordada, ni por “E!1” o
“Entertainment Tonight2”.

Robert Knowels había hecho todo lo posible para mantener las cosas bajo la
alfombra en el hospital, al menos para el resto del mundo. No podía dejar de
preguntarse cuánto le había costado a Christine ese silencio y privacidad.

—¿Quién es esa? Es bastante guapa —dijo Kevin, apoyando la barbilla en el


hombro de su esposa.

—Christine Gray —Willow dijo distraídamente, leyendo sobre el artículo de


nuevo.

—¿Quién? —Sus cejas rubias se fruncieron en confusión.

—No es de la región, cariño, no creo que la conozcas. —La rubia sonrió,


acariciando suavemente la mejilla sin afeitar de su marido.

—Ey, debes saber que ¡una vez estreché la mano de George Jones3! —dijo
mirándola estrechando las cejas. A ella le encantaba cuando la miraba así.
En esos momentos a le parecía un niño. A pesar de que le encantaba, no 38
pudo evitar torturarlo por el momento.

—¿Quién?

—Dios, ¿qué clase de chica campesina eres tú? Me avergüenzas, mujer —


murmuró, volviendo de nuevo a la página de deportes. Ella rio, volviendo de
nuevo a su artículo.

* * *

1 E!: es una cadena de televisión por suscripción de origen estadounidense, que se dedica a
informar sobre la farándula y celebridades de Hollywood, televisión y de la música.
2
Entertainment Tonight: Programa de televisión. Noticias en exclusiva, chismes y escándalos
de la farándula, entrevistas a los famosos y lo mejor del cine y la música
3
George Jones: George Glenn Jones fue un cantante country estadounidense conocido por
su larga lista de éxitos, distintiva voz, fraseos y su matrimonio con Tammy Wynette. En los
últimos 20 años fue conocido como "the greatest living country singer”
Willow salió al porche pintado ligeramente de azul. Algo más que Kevin y ella
habían hecho durante sus vacaciones. Le habían quitado treinta años de
encima a la antigua casa de la granja.

Sonrió, cerrando los ojos mientras inhalaba el aire de la mañana, con las
manos envueltas firmemente alrededor de su taza de té de menta. Le
encantaba la forma en que los dos mundos se mezclaban: los sonidos de los
grillos machos frotando frenéticamente sus patas traseras, desesperados por
una pareja. Dando testimonio de su melodía a la noche, mientras que los
cantos de las aves, en los árboles, alrededor de la casa daban la bienvenida
al sol que se asomaba por encima de las llanuras de la amada tierra de Willow.
Este era su tiempo, un tiempo de paz y tranquilidad donde podía reagruparse
y tomar fuerzas de un nuevo amanecer.

Por lo general solía llegar a casa en ese momento, siempre se preparaba un


té y veía el comienzo del nuevo día. El lunes por la mañana Kevin se levantaría
para el trabajo.

Miró hacia los pastos, oyendo que los caballos comenzaban a despertar,
relinchaban y con sus cascos pisaban suavemente el suelo. A lo lejos vio los
faros del coche de Macy Allen cuando llevaba el periódico de la mañana a 39
todas las granjas y ranchos periféricos; su propio rancho estaba a sólo quince
kilómetros de distancia. La rubia por lo general adelantaba al pequeño coche
azul en su camino.

Bebiendo de su taza, caminó lentamente por las escaleras del porche hasta
el sendero que conducía al jardín de su patio, y terminó en el camino de tierra
que conducía a las puertas de su propiedad.

Observó los colores que se extendían por el cielo, rosas y naranjas,


propagándose por las nubes, con los rayos pasando a través de los agujeros,
pareciendo enviar un foco de luz a las llanuras.

Los recuerdos de una época anterior comenzaron a inundar la mente de


Willow. Su abuelo había nacido en la casa de campo en 1918, sus padres
añadieron otro cuarto a la pequeña casa, de una sola habitación ya que su
familia comenzó a crecer. Ocho niños más tarde, todo el mundo comenzó a
dispersarse y a encontrar su propio lugar en la vida.

El abuelo de Willow, Earnest, se quedó amando demasiado la tierra como


para dejarla. Sus hermanos partieron a luchar en la Segunda Guerra Mundial,
mientras que él se había quedado, ya que era el único hijo que quedaba para
dirigir la granja. Su padre, envejecido y desgastado por el tiempo, era
demasiado débil para manejar las cosas.

Earnest Wahl había perdido a tres de sus cuatro hermanos en la guerra o de


simple estupidez, y una hermana, Rose, que había pasado como una WAPS
(persona de origen anglosajón). La hermana restante, Lucille se casó y trasladó
a Nueva Jersey, el hermano de Earnest, Carl, no tenía ningún interés en ser un
granjero, se dirigió al oeste para explorar el mundo de los bienes raíces, y hacer
fortuna en San Francisco.

Willow se acercó a la cerca, que necesitaba terminar de arreglar hoy,


empujando la puerta se dirigió a través del camino de tierra hasta el buzón de
correo en el otro lado de la zanja llena de agua para el riego. Agarró la caja
de papel amarillo, colocada en el poste del buzón, la puso bajo el brazo y se
dirigió al otro lado de la carretera.

Horas y horas Willow había pasado con su abuela en esta tierra. Myra Wahl,
era una mujer interesante.

Nacida en 1932, en el apogeo de la Gran Depresión, era la del medio de seis 40


hijos, nacidos de pobres peones. Al no tener interés en la vida de la granja, se
escapó de casa a los dieciséis años, huyendo con el hombre fuerte de un
carnaval que venía a través de Rifle, Colorado.

Por esa época la Segunda Guerra Mundial había terminado, y el país estaba
desesperado por levantar sus espíritus cuando muchos de sus jóvenes no
volvieron a casa. El carnaval fue un gran éxito, y Myra viajó por los Estados
Unidos y Canadá con Dale, trabajando como adivinadora y bailarina en uno
de los muchos espectáculos del carnaval.

Cansada de esa vida, Myra decidió seguir su propio camino y comenzó a


viajar a lo largo de la ruta 66, donde un conductor solitario llamado Earnest
Wahl la recogió. Eso fue en 1951. Estuvieron juntos hasta el día en que Earnest
murió, el 2 de octubre de 2000. Myra y Earnest tuvieron sólo un hijo, un bebé
que eventualmente se convertiría en el padre de Willow.

Cuando el abuelo de Willow murió, Myra decidió que el rancho era


demasiado para ella, y puesto que su nieta siempre había amado tanto el
lugar, y su hijo tenía su propia vida y hogar, el rancho en su totalidad,
reparaciones y todo, fue cedido a Willow.
Todo en la casa de la abuela me intrigaba. Estaba llena de muebles grandes,
robusto, cada uno era una pequeña antigüedad. Me asombraba la forma en
que ella tenía un juego de sartenes, de plata con fondos de cobre, y después
de cincuenta años de uso, el cobre era tan claro y sin manchas como si fueran
nuevas.

Me senté en un taburete en la cocina, al lado del mostrador, mirando como


la abuela lavaba los platos, las manos fuertes limpiaban con amor cada
pedacito de comida, al horno o de otra manera, de las cacerolas, luego las
sumergía en el agua caliente para su enjuague, su piel se tornó roja por el
calor, poniendo la sartén en la toalla extendida. Tomé la sartén recién lavada,
secándola con mucho cuidado.

—¿Cómo has mantenido estas cosas tan bien, abuela? —Miro hacia ella,
dejando la sartén a un lado para agarrar el ramillete de cubiertos que acaba
de lavar.

—Con tiempo y paciencia, mi amor —Sonríe, me guiña un ojo de color azul


claro. Volteo los ojos. Sé que es su forma de decirme que es su secreto. Siempre
espolvoreaba algo en una botella con corcho lleno de gránulos blancos y
azules. 41
Nos quedamos en silencio por un tiempo, los únicos sonidos eran las tranquilas,
y relajante salpicaduras de agua mientras la abuela continuó lavando los
platos de la cena. Nunca entendí por qué se llama la cena, cuando ¡sólo son
las dos y media de la tarde! Veras, con la abuela hay cena y luego está la
cena. La cena se sirve a las cinco y media en punto. Nunca estoy con hambre
cuando llega la cena porque todavía estoy tan llena de la cena tres horas
antes.

Es vertiginosa, su lógica.

—¿Abuela? —Le pregunto, dejando a un lado la cazuela de vidrio que


acababa de secar.

—¿Si amor? —Ella saca el tapón del fregadero de acero, inoxidable, utilizando
el pulverizador para deshacerse de toda la espuma.

—Estaba fuera con los caballos en la mañana y parece que Wanda está a
punto de estallar en cualquier momento —Miro hacia ella, y veo las arrugas
de concentración estropear la frente otras veces lisa. A pesar de que estaba
a punto de cumplir los sesenta, envejeció muy bien, lo cual resulta
sorprendente teniendo en cuenta que pasó la mayor parte de su vida bajo el
duro sol. La abuela tenía un bronceado permanente del cual estaba muy
celosa. El abuelo tenía uno, también, a pesar de que siempre me hizo reír
cuando se sacaba su casi omnipresente gorra de béisbol. Tenía una perfecta
línea blanca sobre la frente, justo por debajo de la línea del pelo. La abuela la
llamó bronceado de un granjero.

—Piensas que es así, ¿verdad? —mi abuela pregunta, limpiando el mostrador


y el fregadero con una toalla seca. Asiento con la cabeza.

—Ella comenzó a pisotear con sus pies cuando estuve allí antes. No sé. —Me
encojo de hombros—. Sólo lo siento. —Saltando del taburete, pongo la sartén
donde va, contra la pared junto a la puerta de la cocina, donde el abuelo
siempre se sentaba para sacarse las botas. La abuela lo filetearía para la cena
si llenaba de barro su inmaculada casa.

—Vamos a echar un vistazo. —La abuela me dio un beso en la sien mientras


colgaba cuidadosamente las toallas en los ganchos magnéticos unidos al
lado de la nevera, luego, salió por la puerta.
42
El padre de Willow había heredado el espíritu errante de su madre. A lo largo
de su juventud la rubia, se había trasladado de una casa a otra, de ciudad en
ciudad, e incluso fuera de las fronteras estatales. No tuvo un verdadero hogar
en la infancia, no vivían en el mismo lugar más que unos pocos años.

Una vez que Willow se dio por enterada, se sorprendió al darse cuenta que
había asistido a nueve escuelas y había vivido en más de una docena de
casas o apartamentos.

El rancho se convirtió en su cable a tierra, un lugar donde siempre sabía que


podía volver, y sería el mismo lugar, se vería igual, y sentiría, lo mismo. Willow
pasó casi todos los veranos allí, y cuando sus padres vivían lo suficientemente
cerca, sus fines de semana, también. Una vez su abuela había llamado a la
madre de Willow, Helen, para preguntar si tenían algún problema en casa ya
que la chica pasaba tanto tiempo en el rancho.

Helen se sintió herida por la pregunta, pero la rubia no tuvo el corazón para
decirle a su madre que era porque no se sentía segura con sus propios padres,
y buscaba lo que anhelaba con sus abuelos.
Fue aún peor cuando los padres de Willow se divorciaron durante su segundo
año en la escuela secundaria. Se había sentido perdida y a la deriva. Una vez
más el rancho proporcionó el alimento emocional que ella necesitaba,
llegando incluso a considerar irse a vivir indefinidamente con sus abuelos. Pero
para ese momento, Earnest estaba enfermando, y Myra tenía suficiente para
lidiar, por lo que la rubia se quedó con su madre y el nuevo novio de Helen,
Shawn, que finalmente se convirtió en el padrastro de Willow.

—¡Guau, mira eso! —suspiré, con los ojos enormes, por lo que estaba viendo.

La nueva madre y su potro yacían juntos en el heno, el bebé estaba tratando


de hacer su mejor esfuerzo para ponerse de pie, a pesar de que no estaba
funcionando. Sus delgadas piernas no estaban cooperando.

—Tenías razón, mi amor. Tienes buen instinto —Myra susurró, apoyó su brazo
alrededor de mi cintura—. Tal vez deberías ser veterinaria en lugar de
enfermera.

Negué con la cabeza inflexiblemente.

—Quiero ser una enfermera. Puedo hacer mucho más por las personas que 43
por los animales.

—Una noble actitud, Willow. —Me sonríe, y le devolví la sonrisa, sintiendo que
el calor del amor y el orgullo me invadían. La abuela me hacía sentir que
puedo hacer cualquier cosa y aun así estaría orgullosa de mí. Era un buen
sentimiento—. ¿Qué nombre le pondremos, mi amor?

—Hmm. —Muerdo mi labio mientras estudio el potro marrón. A medida que lo


miro me di cuenta de una mancha blanca en la nariz, es pequeña, pero sé
que será más grande, se ve como si fuera una estrella torcida—. Star —le digo,
mirando a la abuela y me siento orgullosa de decir es un poquito más baja
que yo ahora—. ¿Ves la nariz?

Los ojos azules brillaron y la abuela asintió.

—Star será, entonces.

Willow se acercó a los pastos, los caballos la vieron venir, y se acercó a la


cerca de madera.
—Ey, chicos —murmuró, extendiendo una mano para alcanzar la nariz—.
¿Cómo está mi chica, ¿eh? —El gran caballo, marrón resopló, acariciándola
con la nariz peluda, provocando cosquillas en la cara de Willow. La rubia
sonriendo, pasó su pulgar sobre la marca brillante y blanca, que dio al caballo
su nombre. Star tenía tres hijos ahora, todos crecidos y haciendo de ella una
abuela.

—Hola —dijo la suave voz de Kevin detrás de la rubia. Se inclinó en él,


sonriendo cuando los brazos cálidos se apretaron alrededor de ella, debajo
de los pechos—. Te extrañé esta mañana —dijo en su oído, besando la punta.

—Mm, lo siento —ella suspiró de satisfacción—. Tengo que regresar a la rutina.


Estar toda la noche del lunes no será tan divertido si no lo hago.

—Hmm, es cierto. —Juntos observaron los caballos, que absorbían el calor del
amanecer y el uno del otro. Kevin odiaba las veces que se despertaba solo,
incluso cuando su esposa estaba fuera, pero entendía su necesidad de estar
sola, por lo que hizo todo lo posible para no quejarse demasiado seguido, a
pesar de que tenía la esperanza de que podrían haber pasado su última
mañana juntos en la cama, antes de que el mundo real los invadiera. Decidió
probar—. Así que estaba pensando —dijo, inclinándose para mordisquear 44
suavemente el cuello de su esposa—. Este es nuestro último día juntos. —Se
trasladó hasta el lóbulo, se animó mientras inclinaba un poco la cabeza—. Y
tal vez podríamos pasarlo en la cama. —Los ojos verdes se cerraron cuando la
cabeza de Willow se inclinó aún más, sintiendo los labios y la lengua
extenderse a su mandíbula. Un suave gemido escapó de la rubia cuando una
mano grande y cálida acarició uno de sus pechos.

Kevin sabía que la tenía. Sus pechos eran tan sensibles, el pezón ya presionaba
contra su palma. La rubia se giró en sus brazos, encontrando su boca. Sí, la
tenía.

* * *

Christine dejó la bandeja de plata con los platos vacíos en el pasillo, fuera de
la puerta de su suite.

Eructó en voz alta, se llevó la mano al estómago, sintiéndose saciada y


contenta. Se acercó a las puertas francesas, comprendiendo que ya no
tendría esa vista cuando se marchara. Era increíble cómo podía percibir las
cosas coloridas y hermosas de nuevo. A través de la bruma de los últimos diez
años, el mundo alrededor de ella comenzó a perder su color, sabor y belleza.
¿Cómo había llegado a ser insensible a los sonidos de la vida? ¿No eran una
especie de música?

Envolviendo sus brazos alrededor de sí misma, se apoyó en las puertas abiertas,


sin salir al balcón. Lo hizo una noche, y casi se desmayó. Mirando hacia abajo,
recordó vívidamente una noche pérdida en Oklahoma hace, ya, casi cuatro
meses.

Era casi la hora de ir a casa, y la cantante se alegraba de ello. Quería estar en


su casa, su propia cama. Además, extrañaba a Milly, lo cual la sorprendió. El
ama de llaves había estado con ella durante poco más de dos años y se había
convertido rápidamente en una querida amiga, así como un infierno de
empleada. La mujer no tenía familia en California, y su hijo estaba al otro lado
del país, en Nashville, tratando de convertirse en el próximo Kenny Chesney4.

Christine se estremeció. ¿Quién en la maldita tierra podía escuchar ese


balbuceo? Esa cosa le daba úlceras.
45
Echó un vistazo por encima del hombro ante el inesperado golpe en la parte
exterior, la cantante se apartó y se dirigió al otro lado de la habitación,
cerrando la puerta del balcón.

Los ojos azules crecieron enormes ante la cara sonriente que esperaba en el
otro lado.

—¡Adam! —Christine abrazó a su viejo amigo con fuerza, emocionada más


allá de las palabras por verlo allí. Finalmente empujándolo, lo sostuvo con los
brazos extendidos, mirándolo de arriba a abajo, se detuvo sobre la cara, la
piel ligeramente más oscura que la suya los dientes blancos contrastando con
su piel, y centellantes ojos color avellana.

—Ey, hermosa —dijo, con voz profunda resonando a través de ella.

—Dios mío, ven, entra. —Al entrar, cerró la puerta detrás de él, volviéndose
para mirarlo. Su cabello castaño oscuro estaba largo, recogido en una cola
de caballo, y peinado hacia atrás de su cara—. ¿Qué estás haciendo aquí?

4Kenny Chesney: Es un cantante de música country estadounidense. Nació en Knoxville


Tennessee
Ella se acercó a él, envolviéndolo en otro abrazo, cálido, suave y
reconfortante para los dos. Él la abrazó, con la barbilla apoyada en la parte
superior de su cabeza oscura, respirando su pasado.

—He oído que tal vez necesites de un amigo. Así que aquí estoy, amiga.

—Te he echado de menos, amigo —susurró, con la cabeza apoyada contra


su pecho estrecho. Después de un feliz momento, Adam se apartó lentamente
y llevando a su amiga de la mano la condujo al sofá. Miró alrededor a la
opulencia de la sala, sorprendido y asombrado por donde Christine había
terminado.

—Robert Downey, Jr5. realmente estuvo aquí, ¿eh? —Sonrió ampliamente a su


amiga, que puso los ojos en blanco, golpeándolo suavemente en el
estómago. Bromas aparte, los intensos ojos color avellana miraron a Christine—
. ¿Qué está pasando, Chris? ¿Por qué estás aquí?

Con un suspiro, la cantante desvió la mirada, avergonzada de enfrentarlo.

—Casi lo hice, Adam —susurró finalmente. 46


—¿Cómo? —preguntó, con voz asfixiada. Christine rio con tristeza, realmente
incapaz de mirarlo.

—Salté de un puente viejo, y destartalado a un río.

Adam cerró los ojos, la manzana de Adán se balanceó mientras tragaba,


tratando de mantener sus emociones bajo control. No podía mantener fuera
de su mente torturada, la imagen de una Christine pálida e hinchada.

—¿Por qué no me llamaste? —susurró—. Yo hubiera estado allí en un latido de


corazón.

—Lo sé. —La cantante se volvió hacia su amigo ahora, al ver el dolor en su
rostro. Odiaba saber que ella lo había puesto ahí—. Yo lo sé —dijo mientras le
acariciaba la prominente mandíbula, que hizo que Adam la mirara, con el

5
Robert John Downey Jr. es un actor estadounidense, nominado en dos ocasiones a los
premios Óscar y ganador de dos Globos de Oro y un BAFTA. Sus interpretaciones más
conocidas son Iron Man o Sherlock Holmes.
ceño fruncido—. Perdí el control, Adam. —Sacudió la cabeza para enfatizar
su punto—. Lo perdí.

—En que andabas? —su voz era baja y grave.

—Todo. Cualquier cosa. —Ella suspiró, mirando a la mano que ella agarró,
manteniéndola apretada—. Yo estaba tomando todo lo que caía en mis
manos, Adam. Estaba totalmente jodida, amigo. Pude haber arruinado mi
carrera.

—Escuché lo del concierto en la ciudad de Oklahoma —dijo en voz baja. Ella


lo miró y su mirada estaba llena de terror.

—¿Cómo?

—Salió en todas las noticias, en los periódicos. Dijeron que era porque te
habías cansado hasta el agotamiento, pero yo sabía que algo estaba mal.
Sólo siento no haber llegado aquí antes.

Christine cerró los ojos, tomando varias respiraciones profundas, su estómago


estaba hecho un nudo. Ahora no estaba tan segura de haber comido tanto 47
como lo había hecho para el desayuno.

—Estoy contenta de que estés aquí —dijo finalmente.

—Y no te preocupes, Chris. No hay manera de que puedas arruinar tu carrera.


Te quieren. Lo sabes, ¿verdad?

—No sé, Adam. Simplemente no lo sé.

—¿Cómo hiciste para salir del río?

Christine sonrió, sintiéndose tonta.

—Un payaso me salvó.

—¡¿Qué?! —Su amigo la miró como si estuviera loca—. Jesús, realmente


estabas en cosas malas.

La cantante se rio, dejando salir la risa de su garganta con abandono. Él sonrió,


confundido.
—No, en serio. Era una mujer, una enfermera o algo así, que estaba vestida
como un payaso. Me dio un susto de miedo. Yo odio a los payasos.

—Ah, hombre —Adam rio—. ¿Por qué estaba vestida como un payaso? —
Christine se encogió de hombros—. No tengo ni idea. Pero sé que ella me salvó
la vida. En muchos sentidos —dejó escapar un suspiro.

48
Capítulo 3

—¡Ey, chica! —Rachel corrió a través del estacionamiento para encontrarse


con su amiga, y excompañera de universidad.

—Hola. —Willow saludó, deteniendo su camino hacia el edificio. Rachel sonrió,


sin aliento por su breve carrera—. ¿Qué pasa? —La enfermera rubia cambió
su bolsa de un hombro a otro, ya en su uniforme para el turno de la noche.

—¿Has visto ese artículo en el periódico? —preguntó Rachel, hurgando a


través de su propia bolsa, sacando el periódico del domingo, doblado de
manera que la imagen de Christine Gray sonreía a la rubia. Willow asintió, pero
tomó la publicación de su amiga de todos modos. Se preguntó cuánto tiempo
atrás había sido tomada la imagen, ya que la cantante no se parecía en nada
a la imagen en blanco y negro.

—Estoy muy contenta de que esté mejor —dijo en voz baja, mirando a su
amiga, quien también asintió. 49
—Lo sé. ¿Le has contado a Kevin?

—No —suspiró Willow—. Sé que él no diría nada, pero, no sé. —Se encogió de
hombros, una sonrisa tímida tiró de sus labios—. Ni siquiera sabe realmente
quién era cuando la mencioné ayer. Creo que para él no es nada especial,
ya sabes.

—Sí.

—¿Le dijiste a Connor?

—Sí. Y no te preocupes, no va a decir nada, tampoco. —dijo Rachel, tomando


de nuevo el periódico, e introduciéndolo en la bolsa—. A veces todavía me
sorprende que estuviera aquí —la pelirroja indico el edificio al que ambas se
dirigían.

—Lo sé. — La rubia se quedó en silencio por un momento. Ella y su amiga no


habían hablado de ello, desde que sucedió el hecho, tenían miedo de
hacerlo. ¿Qué pasaba si alguien las escuchaba? ¿Estarían rompiendo las
reglas de los contratos que habían firmado?— Fue terrible esa noche, Rach.
No podía creer lo que veía cuando vi a alguien lanzarse del puente.

—Eres valiente, Will. No sé si hubiera saltado tras ella.

—Claro que lo habrías hecho. Eres una enfermera, es instintivo.

—No. Arriesgar mi vida, no lo es. —Willow sonrió entre dientes—. Tienes toda mi
admiración, amiga. Esa fue realmente una cosa increíble.

—Gracias. —Willow miró con timidez a su amiga antes de sonreír hacia el


asfalto del estacionamiento que cruzaban.

—Voy a estar tan contenta de deshacerme de estas malditas noches. —


suspiró Rachel—. Es genial que Connor trabaje desde casa y no tenga un
horario de locos. ¿Cómo estuvo el trabajo entre Kevin y tú? —Willow se
encogió de hombros, manteniendo abierta la puerta de cristal tintado para su
amiga—. Gracias —dijo la pelirroja.

—Estuvo bien, supongo. Nos las arreglamos. No había mucho donde elegir.
Para ser honesta, lo más difícil fue cuidar de los animales. 50
—¿Kevin no te ayudó?

—Ey, chicas —dijo la doctora Kathryn Morrow mientras pasaban junto a ella
en la sala.

—Ey, doc —dijeron las enfermeras al unísono, las tres rieron. Rachel apretó el
botón del ascensor que las llevaría al piso donde estaba la sala de las
enfermeras, junto con el vestuario.

—Lo hace, pero yo soy la que está ahí durante el día. Es decir, él no llega a
casa hasta bien entrada la noche. —Willow se apoyó en las paredes de acero
inoxidable del ascensor, con las manos metidas detrás de su trasero, y las
palmas de las manos contra el frío acero.

—Bueno, si contrataran a alguien más en el aserradero, dudo que tuviera que


trabajar tanto.
—Estoy de acuerdo. — La rubia levantó la vista hacia el recuadro iluminado
por encima de las puertas, viendo como su piso se acercaba, la cabina se
detuvo abruptamente, a continuación, se abrió.
—E y, ¿iremos a ver la nueva película de Star Wars esta semana? Me han dicho
que tiene muy buenas críticas. —Rachel abrió la puerta del vestuario, su amiga
la seguía de cerca.

—Uh, creo que sí. —Willow giró el dial de su candado, los números pasaron
rápidamente hasta que hizo clic y el bloqueo se deslizó hacia abajo, lo que le
permitió quitarlo. Cada vez que soltaba el candado no podía dejar de pensar
en la escuela secundaria, hurgando en la cerradura el primer día de clases
hasta que aprendió a usar las complejidades del nuevo cerrojo.

—¡No puedo esperar! ¡Y Connor! Dios mío, se podría pensar que el mundo ha
llegado a su fin.

Mientras Rachel seguía y seguía hablando sobre la película, las cejas rubias se
fruncieron. Se dio cuenta de algo, y se empinó para tomarlo. En el fondo de
su casillero había un sobre blanco de tamaño comercial. Lo habían deslizado
a través de las rejillas de la puerta.
51
—¿Qué es eso? —preguntó Rachel, notando la preocupación de su amiga.

—No sé —Willow dijo distraídamente, girando el sobre alrededor de sus dedos.


Escrito en la parte frontal estaba su nombre y la dirección del hospital. Sólo
había un apartado de correos para una dirección de retorno.

—Tal vez sea ántrax —Willow se reunió con los ojos azules que sonreían
abiertamente—. Cielos, sólo estoy bromeando.

—Graciosa. —Ahora curiosa, la enfermera sacudió el sobre, sosteniéndolo


contra la luz.

—Oh, cielos, vamos. Sólo tienes que abrir la maldita cosa.

Deslizando su dedo bajo la solapa, rasgó el papel con facilidad. Dentro había
una hoja de papel doblada, en tres partes. La abrió y vio que era una carta
escrita a mano, algo más se deslizó entre los pliegues del papel. Lo cogió,
dándose cuenta de que eran entradas. Sus ojos volvieron a la carta y ella leyó:

Querida Señorita Bowman:


Me siento extraña al escribir una carta, no lo he hecho en mucho tiempo. No
puedo agradecerle lo suficiente lo que hizo, al arriesgar su vida para salvar la
de una completa desconocida. Nunca he sido testigo de esta clase de
heroísmo, y no puedo creer que gente como usted exista realmente.
Quería darle las gracias. Pues debido a lo que hizo tengo otra oportunidad, y
eso es algo que no tomaré a la ligera, ni voy a olvidar nunca. Por lomenos en
ésta vida.
Por favor, acepte las entradas que le adjunto. Usted y un acompañante están
invitados a mi concierto en la ciudad de Oklahoma, el 13 de junio espero
contar con su presencia y así poder agradecerle en persona.

Suya,

Christine Gray

Willow miró a su amiga, atónita, luego volvió a mirar la carta, y la leyó de


nuevo.

—¿Qué pasa? —Rachel preguntó, tratando de leer por encima del hombro
de su amiga. 52
—Es de Christine Gray —la rubia suspiró, entregando la carta a la otra
enfermera, con mano temblorosa. Los ojos azules leían la carta,
asombrándose más y más con cada línea que pasaba.

—Oh, Dios mío —dijo ella, una sonrisa se extendió por sus labios carnosos—.
Esto es increíble.

—Sí —Willow tragó, todavía no podía creer que Christine Gray se hubiera
tomado el tiempo para escribir una misiva tan personal, así como enviar
¡entradas para los conciertos! A medida que la rubia miraba las entradas,
observó que eran pases para ir detrás del escenario, también. Sus ojos se
encontraron con los de la pelirroja—. ¿Adivina qué?

—¿Qué?

—Vas al concierto de Crepúsculo conmigo. —Willow le mostró las entradas, las


dos mujeres estallaron en aplausos y gritos. Jenny Marquis, autoproclamada,
experta en mantenimiento caminaba por ahí, mirando a las dos como si
estuvieran locas. Se calmaron, rápidamente guardaron sus bolsas y a
continuación, corrieron a sus respectivas plantas.

* * *

Willow se apoyó en el lavabo, el flequillo rubio le caía sobre los ojos, el cabello
se pegaba a su piel húmeda. Tomando varias respiraciones profundas, se
apartó del lavabo, mirando hacia el espejo por encima de ella.

Se veía tan agotada, las bolsas bajo los ojos, denotaban su malestar.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó la Dra. Maureen Halston, colocando una


mano en la espalda de la enfermera. Miraba con aprensión a una de las
mujeres más compasivas que jamás había tenido la suerte de conocer. Se
preocupaba por ella, le inquietaba que Willow diera demasiado de sí misma,
olvidándose de ella misma como persona.

Willow se sorbió la nariz, pasando las manos por el pelo, moviendo la cabeza.

—Sí. Voy a estar bien. —Se rio con nerviosismo, se sentía tonta—. Ya sabes,
después de todos los años que he estado haciendo esto, se podría pensar que 53
debería estar acostumbrada a perderlos. —Miró a la doctora con ojos
suplicantes—. ¿Alguna vez se detiene, Maureen?

La veterana de veinte años de servicio suspiró, sacudiendo la cabeza.

—No cariño. Uno siempre estará afectado por los niños porque son especiales,
pero tu aprendes a lidiar con ello. Tienes que hacerlo, Willow.

—Lo sé. —Ella sollozó de nuevo, pasando el dorso de la mano por la nariz. La
médica sonrió, dirigiéndose a un mueble para tomar un rollo de papel
higiénico.

—Aquí, cariño.

—Gracias —La rubia se sonó la nariz, luego suspiró, tratando de que su corazón
liberara un poco de dolor; lo suficiente como para volver al trabajo—. Voy a
estar bien, Maureen, gracias. —Sonrió a su amiga.

—Bueno. Lo mejor es volver a ello. —Con un rápido abrazo, la doctora mayor


se fue, dejando a Willow con sus pensamientos.
Los jardines del Mercy estaban impecablemente conservados, hierbas verdes,
macizos de flores esparcidos en una variedad de colores y olores, metidas en
jardineras de ladrillo.

Willow se sentó en el borde de una de las jardineras, los brazos envueltos


alrededor de sí misma mientras observaba la calurosa tarde de verano. Puede
que por encima de su piel la temperatura fuera superior a los treinta y dos
grados, pero en su interior estaba el frío del invierno.

Eran casi las tres de la tarde, y había estado en el Mercy por más de dieciocho
horas, y sentía la tensión. Había trabajado largas jornadas antes, y por lo
general era capaz de empujar el cansancio lejos y convertir esa falta de fuerza
en determinación.

Pero esta vez…

Willow levantó las piernas hacia arriba, envolviendo sus brazos alrededor de
sus rodillas, apoyando la barbilla sobre ellas. Y pensó en los acontecimientos
del día anterior.
54
—Hola cariño. ¿Cómo estás hoy? —Tire de una silla hacia arriba, tomando la
mano de Melissa en la mía. Noto sus dedos alrededor de los míos, tan
pequeños y delgados. Muy pálidos. ¿Cómo podía no estarlo? Estando dentro
y fuera del Mercy durante largos períodos en los últimos seis meses.

—Bien —dice Melissa, su voz es muy baja, susurrante. Los ojos azules, enormes
por todo el peso que la niña ha perdido, estaban surcados por ojeras y las
pestañas oscuras, que revolotean mientras parpadea—. Estoy tan cansada,
Willow.

—Lo sé, cariño. — Le sonrío y le acaricio el dorso de la mano con el pulgar. No


puedo evitar sentir que mi corazón se entristezca ante la vista de esta hermosa
niña de doce años. Su pelo había desaparecido hace mucho tiempo
producto de la quimioterapia. Los médicos y todas las enfermeras hacían todo
lo posible para salvarla de la leucemia que asolaba su cuerpo.

Mi corazón se estaba rompiendo, al comprender que el tiempo de Melissa se


acortaba, pero aun oraba con todo mi ser para que ella estuviera bien, que
un milagro de los que Maureen habla tan a menudo, salvara a esta pobre e
inocente niña.
Aun así, me mantuve fuerte.

—¿Puedo conseguirte algo, cariño? —pregunto, mirando hacia arriba


mientras alguien entra en la habitación. Le sonrío a la madre de Melissa, Ellen,
a continuación, vuelvo a mirar a la niña.

—No —dice ella, mirando a su madre—. Hola mamá.

—Hola, guisante. —Ellen toma la silla del otro lado de la cama, y se acerca a
mí. Tomo su mano y la aprieto. Cuando la observo a los ojos, puedo ver que
ella sabe lo que siento. El tiempo se agota. Ambas miramos de nuevo a la
hermosa niña en la cama entre nosotras—. Tu padre está recogiendo a Brian.
Estarán aquí pronto.

—Bien —Melissa lucha por mantenerse despierta, con los ojos cada vez más y
más pesados.

—Duerme, cariño —digo, apretando los dedos de la chica—. Vamos a estar


aquí cuando te despiertes. —Ella murmura incoherencias, a continuación, se
duerme. Miro hacia atrás a Ellen, haciendo un gesto hacia el pasillo con la 55
cabeza. Ella asiente. Se inclina sobre su hija, besa la cabeza de la niña, luego,
nos dirigimos hacia afuera.

Cierro la puerta de la habitación 212, a medida que avanzamos hacia el


pasillo me vuelvo para ver a Ellen. Ha empezado a llorar, sus ojos oscuros son
líquidos, y me rompe el corazón.

—Ven aquí —Abro los brazos, y ella cae en ellos, llorando en mi hombro. Cierro
los ojos apretándolos con fuerza, trato de mantener controladas mis
emociones. Lo último que Ellen necesita es que me desmorone, también—.
Lo sé —le arrulló, sintiendo el dolor y la angustia de esta mujer.

Necesitó de varios minutos para calmarse, pero finalmente lo hizo, pero no


rompí el contacto físico con ella. Con mi brazo en sus hombros, la llevé hacia
una pequeña zona al final del pasillo, donde estaban un par de sofás, así
como las máquinas expendedoras.

—¿Quieres un poco de café, Ellen? —pregunto de rodillas ante ella. La cabeza


morena asintió, y rápidamente me ocupé en hacer el café que conocía tan
bien; dos bolsas de Splenda y una cucharada de crema—. Aquí tienes. —
Ayudándola a evitar que la espuma se derramara en sus manos temblorosas,
me siento a su lado, frotando círculos suaves sobre su espalda.

—Nos va a dejar pronto, ¿verdad? —Ellen pregunta, su voz temblaba tanto


como sus manos. Suspiro, no estando segura de cómo responder a eso. No
quería mentirle a la familia, y no empezaría ahora, pero al mismo tiempo, no
quería causarle más dolor del que ya sentía.

—Está dando una buena pelea, Ellen —digo en voz baja. Ella vuelve a
mirarme, sus ojos oscuros me imploran.

—Por favor, sólo sé sincera conmigo, Willow. Necesito saberlo —la última
palabra sale en un susurro, y ella empieza a llorar de nuevo. Tengo miedo de
que su café se derrame todo en las manos y las piernas, lo retiro de ella,
apoyando la taza sobre la mesa al lado de mi silla. Tomándola en mis brazos
otra vez, dejo que mis acciones hablen por mí.

Por el rabillo del ojo, vi a Tammy Wistoff, otra enfermera, corriendo por el pasillo,
casi deslizándose al llegar frente a mí. Agitando la mano frenéticamente, me
tira suavemente lejos de Ellen.
56
—Willow, Melissa pregunta por ti y su madre —dice la joven enfermera. Sólo
con una mirada a sus ojos, siento una punzada de miedo en mi corazón.
Observando por encima del hombro, me encuentro con los ojos oscuros,
mirando suplicante hacia mí.

Con un suspiro, me dirijo de nuevo a la mujer y extiendo mi mano hacia ella.

—¿Qué? —me pregunta—: Me estás asustando, Willow.

—Está preguntando por nosotras, Ellen.

Al caminar por el pasillo, Ellen toma mi mano mientras que, con la otra, trata
de llamar a su marido con el teléfono celular.

Más tranquila al saber que están en camino, se apresuró a la habitación de


Melissa.

—Ey, bebe —susurró Ellen, de pie junto a la cama de su hija tomándole la


mano. Los ojos azules, desvanecidos y tan cansados, se vuelven hacia mí, y
también, me acerco a la cama de la niña. Lentamente, como si tuviera un
peso de nueve kilos en su pequeña mano, Melissa extiende su mano hacia mí.

La tomo.
Melissa parpadea, aunque casi en cámara lenta. En los últimos días se ha
vuelto tan débil.

—Te quiero, mamá —dice de repente, mirando a su madre, cuyos ojos se


llenan de lágrimas.

—Te amo, también, mi bebé —dice Ellen, tomando la mano de su hija en la


suya, llevándola a sus labios. Sentí que mis propios ojos ardían mientras las
lágrimas empujaban por salir contra mi voluntad. Entonces esos ojos se
posaron sobre mí.

—Hola, cariño —le susurro, sonriéndole.

—Eres genial —dice ella, con una suave sonrisa en los labios. Mi sonrisa se
ensancha, convirtiendo mi visión aún más borrosa.

—Creo que tú lo eres, también, Melissa. 57


Ella sonríe, cerrando los ojos antes de girar su cabeza, para mirar una vez más
a Ellen.

—Mamá —dice ella, casi como si estuviera acariciando el nombre con los
labios—. No llores, mamá —Melissa lentamente, alcanza con la punta de su
dedo una lágrima que se deslizaba por la mejilla de Ellen—. No tengo miedo.

Con esas pocas palabras mi presa se rompe. Trato firmemente de mantener


el sollozo que está luchando para liberarse, pero por suerte sólo las lágrimas
salen, tranquilas y discretas. Una parte de mí siente que debo salir, para dar a
madre e hija estos últimos momentos a solas.

Se escucha una conmoción en el pasillo, a continuación, el marido de Ellen,


Jack y su hijo Brian entran de prisa en la habitación.

—Bebe, tu padre está aquí —Ellen susurra, haciendo espacio para él. Sonrío al
muchacho de catorce años, para darle mi lugar junto a su hermana. Poco a
poco me alejo y salgo fuera de la habitación.
Nuevas lágrimas caen cuando Willow puede oír el eco de la voz de Ellen en su
cabeza.

—¡No! —Supo en ese momento que Melissa había perdido la batalla, y su joven
cuerpo finalmente fue capaz de encontrar la paz.

Enterrando el rostro en las manos, las lágrimas se deslizaron entre sus dedos,
haciéndola temblar mientras la brisa fresca enfriaba su piel.

Después de un tiempo Ellen encontró a Willow y se aferró a ella, dando las


gracias a la enfermera una y otra vez por todo lo que había hecho por Melissa
y la familia. Willow aceptó los agradecimientos, pero sentía que no los
merecía. No, no era una doctora ni una hacedora de milagros, pero sentía
que pudo haber hecho más, sólo un poco más.

Sentía como si hubiera fallado a la chica, y esto la carcomía por dentro.


Resoplando varias veces, se secó los ojos y sacó el teléfono celular de su
bolsillo, abriéndolo y mirando el teclado. Todo lo que tenía que hacer era
presionar el botón con el número uno en él, enviar y estaría conectada con
Kevin.
58
Con un suspiro, cerró el celular, depositándolo con cuidado en la maceta a
su lado. Tendría que hacer lo que Maureen le había dicho tratar con el dolor,
y encontrar una manera de dejarlo ir.

***

Christine inhaló profundamente, una sonrisa curvó la comisura de sus labios.


Con los ojos abiertos, miró a su alrededor. Era tal como lo había dejado antes
de comenzar su gira; hojas en blanco dispersas como plumas en el suelo de
madera, descansando a la sombra de su amado Baldwin. El trabajo terminado
todavía estaba descansando en la parte superior del piano.

Acercándose a ellas, tocó algunas de las páginas, su mente evocó


automáticamente la música, siguiendo las notas con los ojos por un breve
momento antes de que en su mente terminara la canción.
Pasó por delante del piano, se acercó al bar en el extremo más alejado, y
espacioso, de la habitación. La luz del amanecer se filtraba, coloreando e
iluminado todo.

Deteniéndose, abrió los armarios junto a la pequeña nevera, sorprendida al


ver que estaba vacía.
—Milly —murmuró ella, con una sonrisa de satisfacción. Como la cantante
esperaba, el cubo de basura debajo de uno de los armarios estaba lleno de
botellas de vidrio de diferentes formas y tamaños. Christine sabía que, si se
inclinaba sobre el fregadero de acero inoxidable, olería el característico olor
del alcohol.

Caminó nuevamente al otro lado de la habitación, con los pies descalzos, se


sentó frente al teclado del piano levantando cuidadosamente la tapa, las
teclas negras y blancas se hicieron visibles. Levantando un dedo, ella dio un
golpecito en DO, escuchando como esa hermosa nota resonaba en la sala,
que estaba situada a dos pisos de altura, la pared exterior era toda de cristal
y con vista a los jardines japoneses.

Cerrando los ojos, se sentó erguida, con las manos sobre las teclas, y con una
velocidad cegadora empezó a tocar, los dedos se deslizaban a través de los 59
marfiles, la música fluía como el agua, los oídos la bebían. Ella necesitaba
sentir la música.

Su cuerpo se balanceaba junto con sus emociones, subiendo y bajando,


coronando sólo para golpear de nuevo las orillas rocosas de la melancolía.
Aunque la música era triste, Christine no podía estar más feliz.

* * *

—Está bien, este es el plan —dijo Bob pulsando un botón en el pequeño control
que descansaba en la mano—. Seguimos básicamente la misma ruta que la
última vez. — Una lista de ciudades en varios estados del país apareció en la
gran pantalla blanca. Otro clic y unas viñetas aparecieron junto a ciertas
ciudades—. En estos lugares te reunirás con los equipos de cámara para las
conferencias ya programadas —Miró a Christine con ojos penetrantes—.
Seguirás con la historia del agotamiento, ¿entendido?
Ella asintió en silencio, con los ojos en la pantalla, y la mente en otro lugar. Tiró
de su labio inferior con sus dedos mientras lentamente impulsaba la silla hacia
atrás y hacia delante, usando sus pies para hacer palanca.

—Buena chica. —Él pulsó de nuevo y navego a través de una presentación


de rápidas diapositivas de los diferentes lugares en que estarían tocando,
incluyendo el Coors Field en Denver—. Lo bueno de hacer esto ahora en lugar
de febrero es que en Colorado vas a estar en el estadio en lugar del Pepsi
Center, donde estábamos antes. Más asientos, más gente, más grande el
cheque de pago.

—¿Para quién? —Murmuró, con los ojos clavados al techo. Bob la miró, e
ignoró los comentarios de la cantante, pasando a la siguiente diapositiva. Le
enseño a Christine una presentación anterior, con el salvaje pelo alrededor de
su cara, maquillaje oscuro y ahumado. Ella reconoció los pantalones que
llevaba de cuero negro, suspendidos en las caderas, y botas negras. Muy
similar a lo que llevaba en cada show. La parte superior, sin embargo. Eso era
nuevo.

—¿Qué es esto? No tengo un top así, ni he usado uno tampoco. Maldición, no


es un top, Bob, ¡es un puto sostén! 60
—Lo sé —sonrió, obviamente orgulloso de sí mismo—. Le pedí a Wayne que
jugara un poco con una imagen tuya durante la gira de Toronto, cortó y pegó
con su ordenador, y ¡listo! —Él le indicó la imagen—. Este es tu nuevo aspecto.

—De ninguna manera —Christine se inclinó hacia delante en su silla, con las
manos agarrando el borde de la mesa ante ella, dispuesta a levantarse—.
Tengo treinta y un años, Bob, ahí afuera me siguen chicas de quince años. ¡Y
quieres hacerme lucir como una maldita prostituta!

—Los viejos hábitos son difíciles de olvidar, ¿eh, Christine? —Ella lo miró,
sorprendida y profundamente herida. Antes de que abriera la boca para decir
algo, él rápidamente continuó—. Hay que hacer algo para ponerte de nuevo
en el mapa, Christine. ¡Has estado fuera del juego durante seis meses enteros!
¡Y la cagaste durante una maldita gira! Tenemos que volver a estar en el punto
de atención
.
—¿Y vestirme como una puta es el camino a seguir? —gruñó ella, enterrando
las uñas en la madera.
—Cuidado, Christine —Bob advirtió, en voz baja.
Ella lo miró, con el odio corriendo por sus venas. Mordiéndose la lengua,
decidió cambiar de tema.

—Por cierto, lo estoy haciendo mucho mejor. Gracias por preguntar.

—Sé que lo estas. —Él tiró el control encima de la mesa de madera—. He


hablado con tus médicos.

—¿Y?

—¿Y qué? —Él apoyó la sien contra el puño, con los párpados caídos
estudiando a su cliente.

—Olvídalo. —Ella se levantó de la silla, en dirección a la puerta de la sala de


conferencias de las oficinas de Bob.

—Christine. —La cantante se detuvo, con la mano en la puerta. Ella lo miró por
encima del hombro—. ¿Por qué debería tenerte piedad o felicitarte? Fue tu
decisión. —Ella lo miró, ninguna de sus miradas vaciló. Él la estaba presionando
más y más, y ella no estaba segura de cuánto tiempo más, podría aguantar. 61
Sus amenazas comenzaban a perder valor, cambiando sus prioridades.
Sin decir una palabra, Christine salió, dejando la puerta abierta. Bob gritó
detrás de ella—. ¡Los acoples se realizarán el miércoles!

Christine cerró las puertas dobles de cristal de las oficinas de Bob, casi pasando
por encima de una mujer mientras se dirigía hacia el ascensor, a toda prisa se
hizo con su largo cabello una cola de caballo y se colocó la gorra de béisbol.
Seguirían las gafas de sol una vez que saliera al exterior, los famosos ojos azules
estarían ocultos a la vista de los fans y los paparazzi.

Se alejó unos tres metros del edificio cuando escuchó el primer disparo de la
cámara.

—Mierda —murmuró en voz baja, no estaba de humor para hacer frente a los
paparazzi. A los fanáticos los podía manejar. Después de todo, era gracias a
ellos que podía hacer lo que hacía, y ganarse la vida con ello. Pero los
paparazzi, o perros sabuesos, ellos eran una historia completamente diferente.
Ellos olían alrededor de la ciudad durante todo el día y noche en busca de
una celebridad de alto perfil para tomar fotos sin permiso y venderlas más
tarde a las revistas de alta circulación, periódicos, coleccionistas y programas
de entrevistas.

Apresuró el paso cuando escuchó su nombre por un coro de fotógrafos


esperanzados.

—¡Christine! ¡Aquí! ¡Grey!


Esto, por supuesto, llamó la atención de los fanáticos y vendedores de
autógrafos. Todavía le sorprendía que un vendedor de autógrafo vendiera en
quince mil dólares una firma de ella el año pasado. Entre más difícil de
alcanzar la celebridad, más valía su firma.

Esto hizo que la cantante entristeciera, nunca sabría a ciencia cierta quien
quería su autógrafo porque eran verdaderamente un admirador o si sólo
estaban tratando de hacer dinero rápido con ella.

Más adelante vio a una niña, probablemente de once o doce años, de pie
delante de un escaparate con una versión más antigua de sí misma. Los ojos
de color marrón oscuro la miraron con timidez debajo del flequillo negro, los
dientes blancos aparecieron a medida que se mordía el labio inferior.
62
Christine se abrió paso entre la creciente multitud de fotógrafos, sonriendo
cuando vio a la chica hablando con entusiasmo a la mujer junto a ella,
señalando a la cantante y, básicamente, mirándola como si estuviera a punto
de salir fuera de sus zapatos.

La mujer echó un vistazo a la cantante, sus propios ojos oscuros se agrandaron


en estado de shock, y asintió vigorosamente a la niña que luego salió a la
carrera hacia Christine.

La niña se detuvo apenas llegó a ella, repentinamente, volviéndose muy


tímida e insegura. Finalmente, sus ojos pudieron encontrarse, y Christine sonrió
a la chica, inclinándose ligeramente para quedar al nivel de la pequeña
chica.

—Hola. —dijo la cantante, todos los paparazzi se detuvieron, fotografiando el


intercambio. La cantante se levantó, molesta, volviéndose hacia a los groseros
intrusos. —Vamos, chicos. Regálennos un momento, ¿eh? Prometo darles una
entrevista cuando terminemos, ¿de acuerdo?
—¡Guay! ¡Gracias, Christine! —dijo Jerry Mitchell, a quien la cantante había
visto un montón de veces.

Volviendo de nuevo a la asombrada chica, sonrió. La chica le devolvió la


sonrisa.

—¿Puedo tener su autógrafo? —La niña logró decir mordiéndose


nerviosamente el dedo. Christine sonrió.

—Por supuesto. ¿Cuál es tu nombre, cariño? —La cantante sonrió a la mujer


mayor que estaba detrás de la chica, y le entregó a Christine un comprobante
de depósito que había arrancado de su talonario de cheques y una pluma.

—Juanita —dijo la niña tímida.

—Juanita. Es un nombre muy bonito. —La cantante dio a la chica su sonrisa


característica, cegándola, con sus bellos dientes blancos. Esto hizo que la
pequeña se volviera aún más tímida, pareciendo de mucho menos edad ante
los ojos de Christine. Se apoyó hacia atrás en el cuerpo de la mujer detrás de
ella, una mano protectora descansó en el hombro de la pequeña.
63
Usando su rodilla como una superficie sólida, Christine escribió rápidamente
un mensaje a la joven Juanita, a continuación, entregó el papel a la chica.

—Aquí tienes, cariño.

—Gracias.

—De nada. Pequeña —La cantante se sorprendió cuando la chica,


básicamente, se lanzó sobre ella, envolviendo los delgados brazos alrededor
de su cuello. Incapaz de contener la sonrisa, Christine abrazó a la niña,
dándole un apretón antes de dejarla ir. De pie, saludo de manos a la mujer
mayor, quien le dijo algo en español a la niña.

—Gracias de nuevo —dijo Juanita, ambas sonrieron a la cantante, luego


regresaron hacia la tienda donde habían estado a punto de entrar. Se llenó
de una sensación de orgullo porque una niña dulce como esa quisiera su
autógrafo, y pensará que era algo especial. Sí, eso hacía que todos los
paparazzi del mundo valieran la pena.

Se volvió y puso su mejor cara, lista para posar.


—Muy bien, chicos. ¿Quién es el primero?

* * *

Ambos dimos un respingo al oír el sonido de cristales rotos, Adam mira a su


alrededor frenéticamente buscando de donde venía el sonido. Sus ojos
oscuros finalmente se encontraron con los míos en la oscuridad del callejón.

—¿Seguro que quieres ir allí? —susurra. Mirando hacia arriba y hacia abajo del
callejón lleno de basura, suspiro, moviendo la cabeza cuando me encuentro
con su mirada.

—Tengo que hacerlo, hombre.

—No, no lo hagas. Chris, vamos a encontrar otra manera. Puedes quedarte


con nosotros de nuevo durante unos días. Ya sabes que a mamá no le importa.

—No se trata de encontrar un lugar para quedarme, Adam, o tener dinero


para un lugar. Hombre, ¡esta es mi oportunidad! —Mi voz está llena de pasión, 64
al igual que mis ojos. Imagínese, el tipo me da la oportunidad de cantar. ¡A mí!

—Pero este lugar es un antro, Chris. Ni siquiera eres lo suficientemente mayor


para entrar a este lugar, y mucho menos cantar aquí. —Me agarra por la
camisa, arrastrándome hacia las sombras cuando dos hombres comienzan a
luchar en la entrada del callejón, uno es arrojado hacia la calle, el otro lo
sigue.

La verdad del asunto es que estoy asustada de muerte. El Diamond Back no


es exactamente la mejor línea de entretenimiento en Manhattan, pero es la
única oportunidad que puedo conseguir en este momento, así que la estoy
tomando. Quiero decirle eso a mi amigo, pero no va a comprender. No sabe
cuánto quiero cantar y tocar la guitarra. Adam no tiene una pasión, que no
sea la búsqueda de problemas, por lo que no puede entender.

—Escucha, Adam, voy a hacer esto, así que o puedes colarte conmigo para
escuchar o puedes tomar el siguiente tren a casa. Es tu elección —me dirijo
hacia la puerta trasera del bar con mucha más confianza y valentía de lo que
realmente siento.
—Espera —Adam me engancha el brazo, casi tirando de mí. Lo fulmino con la
mirada. —Sólo me preocupo, ¿de acuerdo?

—Sí, lo sé. —Sonrío hacia él, dándole golpecitos en la mejilla—. Yo también te


quiero, capullo. Ahora me tengo que ir.
Esta vez no me detiene, y me dirijo al bar oscuro, lleno de humo. El escenario
es pequeño y detrás de una pantalla protectora. El Diamond Back es
conocido por sus peleas y clientes ruidosos, así que estoy contenta de que
esté ahí.

Era mi primera aparición aquí, aunque ya he tocado en otros lugares de mala


muerte. Era un dinero rápido, por lo general en el bar sacaría alrededor de
setenta y cinco a cien dólares. Un dinero fácil directo a mis bolsillos, y eso
significaba que no tenía que salir a la calle en un par de semanas. Estaba muy
emocionada.

Tomé mi guitarra, subo al escenario. No estaba la banda de la casa esta


noche, y desde luego no tengo una propia, así que soy sólo yo, Ah, y Pluck, mi
guitarra.

Me puse el mejor jeans que poseía, sólo tenían un par de agujeros en las 65
rodillas. Completando el conjunto; una camiseta negra, muy de mi estilo.

Ajusté el micrófono, miré a la multitud, que estaba llena de hombres en su


mayoría en cadenas y cueros, muy peligrosos que me miraban expectantes.

—Hola —saludo, el micrófono gime con un chillido estridente, ya me he


ganado los abucheos de la multitud. Así, que ahí parada en un escenario de
dos metros cuadrados, estaba yo, con un micrófono y un taburete, y se
suponía que debía entretener a estos gorilas.

—Ey, dulzura, ¿no te he visto en alguna parte? —Alguien gritó, y sentí que el
pelo en la parte de atrás de mi cuello se erizaba. Mierda, eso era todo lo que
necesitaba, encontrarme con un cliente. Pensando rápido, incapaz de ver la
cara del tipo ya que las luces estaban en la mía, sonreí haciendo una mueca.

—No lo sé ¿has estado en la mansión de Hefner últimamente? —Para mi


sorpresa y alivio esto soltó una ronda de risas, y antes de que más preguntas o
comentarios pudieran ser disparados, bajé la correa de la guitarra por encima
del hombro, y coloqué mis dedos en el cuello de la guitarra—. Aquí vamos,
chicos.
Mirando hacia abajo a mis dedos a medida que rasgueaban el instrumento,
me metí en el estado de ánimo adecuado, la cabeza empieza moverse con
el ritmo acústico que estaba creando. Decidí entretener a esta multitud con
mis propios gustos, en primer lugar, para calentar algunos de los clásicos. Bob
Seger, Bonnie Raitt, entonces cuando realmente están entusiasmados remato
con 'Holding Out For A Hero' por Bonnie Tyler. Esos muchachos estaban
gritando y aplaudiendo. ¡Mierda, nunca había tenido tantas ofertas en una
noche en toda mi vida!

Ellos estaban muy bien y listos para mí, por lo que pongo en marcha una
canción que había escrito el año pasado.

—Está bien, esta siguiente canción se llama “Embrague”, escrita por su


servidora.

¡Maldita sea, me estaba divirtiendo! No recuerdo haber tenido una audiencia


tan sensible antes. Definitivamente, voy a volver a este lugar.

Con más bebidas frente a mí de lo que puedo recordar, destapo una Corona
y bebo el líquido dorado, una sonrisa de satisfacción se extiende por mi cara. 66
—¿Tienes edad suficiente para beber eso?

—¿Disculpe? —Me giro, lista para agarrar algunos frutos secos cuando veo
que alguien está sentado en un taburete junto al mío, una mano bien cuidada
apoyada casualmente en el borde de la barra. Está vestido con un traje gris,
corbata perfectamente anudada, de color gris oscuro. Su cabello es oscuro y
perfectamente peinado hacia atrás de un rostro bronceado—. ¿Quién diablos
es usted?

—Mi nombre es Robert Knowels y me pregunto si tienes edad suficiente para


beber eso. —Él indica la fría cerveza colgando por el cuello de mis dedos.

—Vete a la mierda, Bob. —Giro mi taburete, dándole la espalda a él.

—¿Qué edad tienes, chica?

—Edad suficiente para saber dónde el sol no brilla, y para meter la botella allí.
—Lo miro por encima del hombro, y él se ríe.
—Mira, chica, no estoy aquí para causarte problemas. Estaba caminando por
este... bar, cuando te oí cantar. — Él explica, con desprecio en su voz ante la
mención del lugar.
Giro mi taburete, mirando por encima de él, observándolo de arriba a abajo,
con la nariz arrugada.
—Estupendo. Así que me conseguí un tipo viejo como admirador. Suerte la
mía.

—No, pero tal vez tendrías un tipo viejo como manager.

Lo miro, tratando de leer sus ojos. ¡Este tipo va en serio! Nuevamente lo miro a
la cara, Inclino mi cabeza, mientras bebo de mi cerveza.

—Aquí está mi tarjeta. Voy a estar en la ciudad unos días más. —Él mete la
mano en el bolsillo interior de la chaqueta del traje, sacando una billetera muy
gruesa. La abre, hurga por un momento, y luego retira una tarjeta negra,
entregándomela entre dos de esos dedos bien cuidados—. Espero saber de ti,
Christine. Tienes mucho talento.

Tomo la tarjeta, analizándola. En letras plateadas texturizadas se lee ROBERT T.


KNOWELS, Music Enterprises LTD. Observándolo de nuevo veo que ya está 67
bajando de su taburete. Guardando la cartera, mira a su alrededor una vez
más, a continuación, sin mucho más que otra mirada hacia mí, se retira.

La última de las bolsas fueron cargadas en el maletero del bus negro y plata,
otros dos iguales estaban detrás de él.

—¿Estamos todos bien? — pregunta Stone Lee, director de la gira al pequeño


walkie talkie en la mano.

—Todo cargado y listo para rodar —responde una voz metálica.

—Bueno. ¡Vamos a rodar! — Dice en voz alta, agitando el brazo en el aire para
que los otros conductores lo vean. Todos los autobuses lentamente encienden
los motores cuando el hombre grande sube las escaleras del primer autobús.
Las puertas se cierran detrás de él con el silbido de los frenos de aire al ser
liberado, y se ponen en movimiento.
El aire de la mañana era fresco, pero ya todo indicaba que sería un día
caluroso en Los Ángeles.
Stone se sentó en el cómodo sofá de la parte delantera del autobús, hecho
para acomodar a cinco personas, con la televisión apagada tecleó en su
ordenador portátil, asegurándose de que todo estuviera bien para los primeros
conciertos. Estarían en toda California luego se moverían hacia el noroeste y
después a través de todo el país.

Christine estaba en su habitación privada del autobús, que ocupaba toda la


parte de atrás. Estaba tumbada en la cama de matrimonio, con las rodillas
dobladas, los pies desnudos golpeaban con ritmo en el edredón mientras la
música se reproducía a través de los auriculares de su discman.

Prefería los auriculares a los altavoces más grandes de un equipo de sonido.


De alguna manera lo sentía más cercano, lo hacía más personal e íntimo. Con
los dedos entrelazados sobre su estómago y los ojos cerrados, los 3 Doors Down
cantaban para ella.

La cantante se llenó con una mezcla de miedo, anticipación y emoción como


ninguna otra cosa podría hacerlo. Le habían dicho que la venta de entradas
era excepcional, la mayoría de los conciertos estaban agotados. Pero, aun
así, ¿sus fans la perdonarían por haberlos abandonados el invierno pasado?
Suspirando, arrojó esos pensamientos de su mente, concentrándose en la 68
música. Debía tener la cabeza clara para el desempeño de esa noche. Sería
el primer concierto que daría sobria en más de dos años. Una parte de ella
estaba excitada, realmente porque sería capaz de estar presente, y no estar
inmersa en una neblina de sopor. Oh, pero lo que daría, ahora, por un golpe
de mala hierba que la calmara.

Este pensamiento la sorprendió, haciéndola sentir culpable. Margaret le había


advertido que podría y probablemente pasaría. —No se puede esperar que
un hábito de más de una década se desvanezca o desaparezca de la noche
a la mañana —la consejera le había advertido.

Eso no era lo suficientemente bueno para Christine. Era terca e impaciente, y


quería que sucediera ahora. Había trabajado tan duro para renunciar al
deseo y la necesidad del adormecimiento que las drogas producían en ella.
La vida era mucho más fácil cuando no sentías nada.

* * *
—Probando, probando, probando. Hola, hola, hola.

Mientras los ingenieros de sonido y los escenógrafos verificaban sus cosas,


Christine se reunió con los chicos para hablar de cómo sería el espectáculo
de esa noche.

La cantante caminó por el gran auditorio, capaz de contener a veinte mil


corazones, aplausos, y gritos de los fanáticos. Sonrió ante la idea, cerrando los
ojos para imaginar sus voces, todas mezcladas en una bestia de emoción.

—Está bien —ella respiró— tal vez esto no sea tan malo.

* * *

—¿Por qué no me lo dijiste, Willow? Maldita sea, soy tu marido. Sé lo apegada


que estabas…

—Estoy bien, Kevin. —La rubia vio el reflejo de su marido a través del espejo,
diciéndole con los ojos que no quería hablar de ello. Él no mordió el anzuelo. 69
—¿Cuándo murió? —persistió, sentado en la tapa cerrada del inodoro, viendo
como su mujer aplicaba un toque de maquillaje para los ojos que le habían
llamado la atención hace seis años.

Willow suspiró, girando la tapa de su máscara de pestañas, volviéndose a mirar


a sí misma, abriendo mucho los ojos mientras se alineaba sus pestañas.

—Hace dos semanas.

—Dos semanas —hizo los cálculos en su cabeza, con ceño fruncido. Él negó
con la cabeza, sin recordar algún cambio en el comportamiento de Willow.
Suspiró, recogiendo un resto de papel higiénico que había quedado después
de que algunas tiras habían sido arrancadas del rollo.

Odiaba cuando Willow mantenía sus emociones para sí misma, deseaba que
ella lo dejara ayudarla. Sabía que la muerte de esa niña con leucemia debió
haber sido devastador para ella. Había estado con la familia desde que la
niña se enfermó. O al menos eso le había dicho Willow.
—¿Confías en mí, Will? —preguntó finalmente, viendo cómo ella se sacudía
algo de sus mejillas y la frente. No entendía todo ese maquillaje, y puesto que
no lo usaba mucho, no tenía idea de para qué era. Ella dejó lo que estaba
haciendo y lo miró.

—Por supuesto. ¿Qué clase de pregunta es esa? —La enfermera se sintió


ligeramente herida por la pregunta. Kevin se encogió de hombros.
—No lo sé. No importa. —Se puso de pie, besando la parte posterior de su
cuello—. Espero que os divertáis en el concierto. Rachel fue muy amable al
conseguir las entradas. —Apreció a la hermosa mujer en el espejo,
envolviendo sus brazos alrededor de su cintura.

—Sí, lo fue —Willow no podía mirarlo a los ojos. Se sentía culpable como el
infierno al tener que mentirle sobre la procedencia de las entradas, pero si
decía la verdad, ella tendría que hablarle de esa noche en febrero.

—Nos vemos cuando llegues a casa. —Con un último beso en la mejilla, él la


dejó sola en el baño.

Willow suspiro, al entender por qué Kevin estaba herido con ella, pero sin saber
qué hacer al respecto. Cenaron con Rachel y Connor hace dos noches, y 70
Rachel había hablado de la muerte de Melissa. Kevin estaba aturdido,
mirando a su esposa con ojos expectantes. La rubia esperaba una discusión
esa noche cuando llegaron a casa, pero en lugar de eso sucedió a la mañana
siguiente.

—Entonces, ¿Desde cuándo me guardas cosas? —le pregunta, guardando la


ropa que había lavado ayer. Confundida, Miro hacia él, haciendo la cama.

—¿Qué?

—Esa chica que estaba enferma. La que llevamos a ver la película esa vez. —
Él cerró la puerta del armario, tal vez un poco más de lo necesario.

Suspiro, dándome cuenta de que estaba listo para discutir ahora.

—No sabía que tenía que mantenerte informado de todo lo que pasa en el
trabajo. — Respondo lanzando los calcetines doblados desde la cómoda a la
cama, abro el cajón de los calcetines y comienzo a mover las cosas, haciendo
espacio para los artículos recién lavados.
—Oh, vamos, Willow. No se trata de eso y lo sabes. No soy una portera, pero
Jesús, realmente me preocupaba por esa niña, y por lo que dijo Rachel en la
cena, estabas bastante devastada cuando ella murió.

—Mira, Kevin, es mi trabajo, ¿de acuerdo? Tomé la responsabilidad de


convertirme en una enfermera, así que ahora tengo que lidiar con ello. Y
desde luego no necesito que me trates como a un bebé, ¿de acuerdo? —Me
mira, y tan pronto como las palabras están fuera de mi boca me siento como
una verdadera perra. Con un suspiro, paso una mano por el pelo—. Lo siento.

—No. No te preocupes. Tú sabrás lo que haces. —Kevin, se apresura en salir


del cuarto de baño. No lo sigo, sabiendo cómo se pone cuando está molesto,
dejare que se calme.

Guardando el resto de mi ropa, me dirijo al baño para una ducha.

—¿Cariño? — Willow sacó la billetera del bolso que estaba sobre la mesa de
la cocina. Sin oír nada, la rubia miró por encima del hombro, tratando de
encontrar a su marido. Podía oír el leve sonido de la televisión, y se dirigió a la
sala.
71
Kevin estaba sentado en el sofá, con el brazo apoyado a lo largo del respaldo.
Willow se inclinó hacia abajo, abrazándolo por detrás.

—Lo siento, cariño — dijo ella en su cuello.

—Está bien —respondió en voz baja, volviendo la cabeza para darle un beso
en los labios—. Diviértanse ¿de acuerdo? —Willow asintió.

—Está bien. —Abrazándolo con fuerza, ella lo dejó ir, tomando las llaves de la
mesa, metió su billetera en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros, y
salió.

* * *

—Nunca he visto tantas mujeres en toda mi vida —Rachel murmuró,


inclinándose hacia su amiga que sonrió entre dientes.
—Creo que eso es lo que pasa cuando eres un icono lésbico. —Willow
murmuró hacia atrás, mirando a todas las mujeres excitadas alrededor de
ellas.

—¿Estás de broma? ¿Qué, es ella como Melissa Etheridge o algo así?

—Del mundo de la música alternativa, sí.

Rachel miró a la rubia, con las cejas fruncidas.

—¿Cómo lo sabes?

—He leído acerca de ella —Willow susurró, sonriendo ante la mirada de


confusión en el rostro de su amiga.

—Huh. Supongo que no sabía que eras tan fan —Rachel susurro. Las luces
empezaron a bajar.

—No lo soy.

Las luces estaban casi completamente apagadas ahora, la parte delantera 72


del auditorio, y el escenario estaban oscuros, llenos de humo gris. Un ritmo
pulsante se oía, bajo, casi no podía oírse, pero sin duda se podía sentir. Los
huesos de Willow palpitaron con él.

—Mm, ¿lo sientes? —Una voz sensual, profunda y aterciopelada dijo,


extendiéndose por todo el auditorio. El público empezó a volverse loco.

Willow y Rachel se miraron entre sí, ambas con sonrisas en sus rostros. La
emoción era palpable.

Las luces azules se elevaban lentamente, abriéndose paso a través del humo,
brillando en todo el escenario, dando el efecto de una noche llena de niebla,
la frescura de las máquinas de hielo seco, llegaban a la primera fila, donde
Willow y Rachel se sentaron, haciendo que el efecto fuera mucho más real.

—Lo sientes. Como un latido del corazón.

—Ella tiene una voz muy sexy —susurró Rachel, Willow asintió con la cabeza,
los ojos buscaban en el escenario—. Me gustaría sonar así cuando hablo sucio.
—Oscuras figuras comenzaron a perfilarse cuando las luces subieron más. Los
miembros de la banda. El bajo comenzó a unirse con el ritmo.

—Siéntelo, deséalo, pruébalo —susurró al final, como si lo dijera en medio de


la pasión. El público estaba de pie, con los ojos buscando desesperadamente
la mirada de Christine Gray.

Willow jadeó cuando un pequeño estallido de luz iluminó al batería desde


abajo, proyectando sus características en sombras extrañas, sus palos en
movimiento continuo.

—Está bien. Vamos a conseguir un poco de luz sobre el sujeto —se escuchó
sobre la audiencia. La rubia se sorprendió al sentir un escalofrío por la espalda,
su excitación se incrementó al igual que todos los demás.

Otra ráfaga de luz y el guitarrista se hizo visible, seguido del bajista y los
teclados, todo en una rápida sucesión. Un anillo de figuras apareció alrededor
de los bordes exteriores del escenario, en el centro una oscuridad
impenetrable.

El ritmo del tambor resonaba con un tono febril ahora, sintiéndose en los huesos 73
de los fans emocionados, ansiosos, casi fuera de sus mentes por la
anticipación.

De repente, toda la música se detuvo, un pesado silencio llenó el espacio


grande, y a todo el mundo en él. Willow estaba casi conteniendo la
respiración, escuchando su propio corazón llenar sus oídos.

Un suspiro sensual, luego una luz cegadora, miles de pares de ojos


entrecerrados por las ráfagas, animándose una vez que su visión se aclaró,
Christine estaba de pie en el centro del escenario, la cabeza hacia atrás, los
ojos cerrados, la luz plateada por encima de ella brillaba como el mismo tacto
de Dios.

Pasó un segundo, y los aplausos estallaron de forma ensordecedora, entonces


la música comenzó en serio. Una ráfaga de fuego y humo, y Christine Gray era
visible en toda su gloria, los ojos azul claro llenos de luz mirando sobre su mar
de admiradores, con el micrófono junto a su boca mientras comenzó a cantar.
Willow, atrapada en la descarga de adrenalina, se puso de pie con veinte mil
otras personas, bailando en los pasillos. La primera fila estaba lo
suficientemente cerca del escenario que podría dar unos pasos y tocarlo.
Christine sintió el rugido de la sangre a través de sus venas, de pie en el
escenario, cantando con su corazón. La audiencia era un borrón negro para
ella, a excepción de las primeras seis filas más o menos.
Vestida con blue jeans ajustados, pero confortables, rasgados en todos los
lugares correctos, su camiseta blanca moldeaba su torso, las mangas cortas
abrazaban sus firmes bíceps. El cabello oscuro era salvaje, repartido en los
hombros y la espalda. Ella era la imagen de la fuerza y sensualidad.

Recorrió las filas, al ver una masa de rostros, todos mirando hacia ella en
adoración absoluta, algunos cantando junto con ella. Ella jugó con ellos
avanzando hasta el borde del escenario, sintiendo como las manos
agarraban sus piernas. Tocó algunas de esas manos, de rodillas y cantaba
directamente a ciertas mujeres.

A medida que se movía hacia abajo, seduciéndolas con su voz y las palabras,
y en lo que ha sido descrito por más de una periodista como “belleza y
sensualidad sobrenatural”, llegó a los asientos que habían sido reservados
para Willow Bowman y su acompañante.

Ella reconoció a una de las mujeres, dándose cuenta de que era una de las 74
enfermeras de la sala de urgencias esa noche. Estudió a las personas que
flanquean a la pelirroja, al ver que el de su derecha era un hombre, así que
pensó que la mujer sentada a su izquierda debía ser Willow.
La rubia parecía tan diferente sin el espeluznante maquillaje de payaso.
Cuando Christine miró aquellos ojos verdes, ella sabía que era la misma mujer.
Sonrió a la enfermera, inclinándose ligeramente y mirándola a través de su
flequillo.

La rubia miró a la cantante, a un metro de ella, y su nivel de excitación


aumentó. Ella se sonrojó, al obtener la atención de Christine Gray. Casi se
desmaya cuando la mujer se inclinó ante ella, dándole un juguetón guiño
antes de levantarse y seguir adelante.
—¡Oh, Dios mío! —Rachel gritó por encima de la música, tirando con
entusiasmo la mano de su amiga. Willow sonrió.
Capítulo 4

W
illow y Rachel estaban en un pasillo mal iluminado, lleno de cajas
grandes y negras que contenían el equipo de la banda.

—¿Que se supone que haremos? —Rachel susurró, mirando a su alrededor,


viendo la puerta detrás de ellas que llevaba al auditorio ya vacío.

—No tengo ni idea —dijo la rubia, apoyada contra la fría pared de hormigón.

El guardia de seguridad les dijo que esperaran allí, así que es lo que estaban
haciendo, y eso había sido hace unos cinco minutos atrás.

—Damas —ambas enfermeras se volvieron, sorprendidas por la aparición


repentina de un hombre muy grande, calvo y vestido de negro con un ID
colgando de su cuello. Les hizo un gesto con sus dedos—. Síganme. —A
medida que las conducía por el pasillo, se juntaron entre sí, nerviosas. Las 75
puertas cerradas comenzaron a aparecer en la pared a su derecha, con
signos que indicaban su propósito; sala eléctrica, almacenamiento,
accesorios, y luego privado. El hombre se detuvo en la puerta, manteniéndola
abierta para ellas—. Adelante —dijo, cerrando la puerta detrás de ellas, y
luego se fue.

Estaban en otro pasillo, bien iluminado. El ruido podía oírse a través de varias
puertas abiertas. Oían risas y gritos. La gente, todos vestidos como el hombre
que las trajo, pululaban de habitación en habitación, hablando entre sí,
algunos ladrando órdenes para el retiro de los equipos, y el desmantelamiento
del escenario. Ninguno prestó atención a las mujeres.

Willow se sentía insegura, en un mundo extraño que ella no entendía. No tenía


idea de dónde se suponía que debían ir o lo que debían hacer. Se sentía
como un invasor.
Por último, un rostro familiar apareció en una habitación cercana, que la
enfermera creyó eran los vestuarios. Era el guitarrista su pelo largo, y rubio
estaba atado en una coleta, ahora.

—Hola. ¿Eres la enfermera? —preguntó, acercándose a ellas, con una botella


medio vacía de agua en la mano.
—Sí. Willow Bowman —dijo, tendiéndole la mano.

—Hola. Encantado de conocerte por fin. Soy Joey Manning. —Él sonrió a
ambas mujeres, rezumando encanto—. Vamos, te llevo donde Chris. —Se dio
la vuelta para regresar por el pasillo, Willow y Rachel lo siguieron. Los ojos de la
pelirroja se posaron de lleno en el firme trasero, mientras se abanicaba.

Christine levantó las manos con los puños a medias, deseando pelear. Observó
como Bob revisaba su kit de maquillaje, lanzando tubos y compactos al suelo.

—Estos colores no funcionan para ti —murmuró, abriendo un tubo de lápiz


labial, haciendo una mueca por el color.

—Alégrate que llevo esa mierda, Bob —gruñó. Ella no esperaba verlo en la
gira. Por lo general se quedaba atrás en California haciendo ofertas en su
nombre.

—¿Y qué demonios es esta mierda? —Se acercó a ella, dejando desordenado
todo a su paso. Rompiendo la camiseta blanca que se había cambiado en
medio del espectáculo—. Esto no es lo que tenías que usar. —La miró a los 76
ojos, a la altura de los suyos, su mirada era oscura y peligrosa.

—Se llama camiseta, Bob —Christine le devolvió la mirada con la misma


intensidad—. Y te dije en Los Ángeles que no iba a vestirme como una puta.
—Él se acercó más, cara a cara con ella—. Y yo te dije que no usaras esto. —
Era una batalla de voluntades mientras se miraban el uno al otro. Robert
Knowles sabía que ella no iba a dar marcha atrás. Al parecer se había
convertido en una diva. Bien. Él sabía cómo tratar con ella y cortar el problema
de raíz—. No me jodas, Christine —murmuró, mirando su cara otra vez—. ¿Qué
diría el mundo si supieran que su héroe era una puta de dos centavos con un
problema de drogas?

Christine estaba temblando, el odio hervía a través de ella a un ritmo


alarmante. Sus fosas nasales llameaban de ira, el pulso acelerado en las sienes
y el cuello.

El hechizo y los pensamientos de homicidio se rompieron por el despeje de una


garganta. Los ojos azules abandonaron a los de color marrón y vieron a Joey
de pie en la puerta
—Chris, tienes visitas —dijo el guitarrista en voz baja, haciéndose a un lado
para mostrar a Willow y Rachel.

—Disfruta de tu pequeña enfermera —dijo Bob, llamando de nuevo la


atención de la cantante. Dio un paso atrás, cepillando con su mano una
pelusa inexistente de los hombros de Christine—. Seguiremos con esto más
adelante. —Cuando estaba a punto de salir, se detuvo—. Ah, y si vuelves a
hacer de nuevo esa mierda en un concierto, te retiraré tus derechos de
composición. —Al decir eso, se fue.

El manager miró a las dos mujeres cuando las pasó en la puerta, deteniéndose
por un breve momento.

—Señora Bowman, es un gusto verla de nuevo. — Él le dio una sonrisa, su piel


era tan suave y bronceada como la recordaba.

—Sr. Knowles. —La rubia sonrió, pero pronto sintió náuseas. Algo sobre ese
hombre bien vestido la hacía sentirse nerviosa y cubierta de lodo.

Christine respiró profundo varias veces, sabiendo que tenía que calmarse. Ella
realmente quería conocer y hablar con Willow Bowman, pero no quería 77
familiarizar mucho con ella.

Tendría que dar a Joey un abrazo y un beso más adelante por mantener a las
mujeres ocupadas, mostrándoles el vestidor de Christine, explicándoles las
cosas a ellas y haciéndolas reír con pequeñas historias que han pasado en la
carretera.

Finalmente consiguió controlarse a sí misma, Christine puso una sonrisa en su


cara y se volvió hacia el trío.

—Oh, no mientas, Joey. Tu encendiste el fuego en el Ritz. —El guitarrista miró a


la cantante, aliviado. Él se estaba quedando sin historias en la cabeza. Ella
volvió su sonrisa ganadora hacia las dos enfermeras—. Bienvenidas, señoras.

—Las dejaré ahora. —Joey sonrió una vez más a Willow y Rachel, haciéndole
un guiño a la pelirroja, quien casi se desmaya.

La cantante observó a la mujer que le había salvado la vida, realmente


viéndola por primera vez. Era una mujer pequeña, pero no parecía frágil en lo
más mínimo. Su mirada verde era fuerte y firme, a pesar del rubor en la piel de
su cara, Christine se dio cuenta que la enfermera estaba nerviosa. Llevaba
unos vaqueros que abrazaban sus estrechas caderas, y mostraban unos
muslos musculosos. Una camiseta ajustada completaba el equipo.
—Debo decir —dijo en voz baja, con una suave sonrisa rozando sus labios—.
Que te ves muy diferente, sin ese espeluznante maquillaje de payaso.

La rubia sonrió con timidez, mirando hacia abajo por un momento,


inmovilizada por esos hermosos ojos.

—Es muy agradable verla, señorita Grey y saber que está bien. —Willow dijo
en voz baja, enfatizando cada palabra.

—Por favor, llámame Christine. —Los ojos azules se volvieron hacia la pelirroja—
. No creo que nos conozcamos. Hola, soy Christine Gray, la buceadora
nocturna.

Rachel se sorprendió de la forma en que la cantante se burló de sí misma.


Sonrió, tomando la mano extendida hacia ella.

—Rachel Dodge. Soy enfermera de Urgencias en el Mercy.


78
—Por eso me resultabas familiar. Gracias damas por venir. Espero que se hayan
divertido. —Levantando una ceja, miró a ambas mujeres.

—Eres maravillosa —dijo Willow con reverencia—. Nunca he estado en un


espectáculo tan increíble.

—Fue fantástico —Rachel estuvo de acuerdo, toda sonrisa.

—Estoy muy contenta —Christine se sorprendió al sentir el calor de la


vergüenza bajar hasta el cuello, y la necesidad de decir, Aw, gracias. En su
lugar, se volvió a Willow y dijo —Espero que no te importe, pero hay algo que
he estado queriendo hacer durante seis meses.

—Claro —La enfermera la miró expectante, aturdida cuando la alta, y


hermosa cantante abrió los brazos, y la abrazo fuertemente.

Willow estaba rígida ante el inesperado contacto físico, pero luego se


encontró apoyándose en el cálido abrazo, tentativamente envolvió sus brazos
alrededor de la espalda de la cantante. El abrazo fue breve, pero terminó con
un apretón firme.
Christine se apartó, pero mantuvo sus manos sobre los hombros de la rubia
mientras la miraba a los ojos.

—Gracias, Willow. Estas palabras parecen tan insignificantes para la


profundidad de mi gratitud, pero no se me ocurre nada más que decir.

Willow se sorprendió una vez más. La cantante no tenía que decir nada, todo
se podía ver en sus brillantes y claros ojos azules. Asintió, con la esperanza de
que Christine pudiera ver su aceptación de gratitud.

—Lo haría de nuevo en un segundo —finalmente logró decir.

—No tengo duda. —Compartieron una sonrisa, luego Christine rompió el


hechizo—. Entonces, ¿las señoras conocieron a la banda?

—Sólo a Joey —dijo Rachel rápidamente, luego se ruborizó. Tanto Willow y


Christine sonrieron.

—Bueno, vamos. Voy a presentarles al resto de los chicos.

Mientras la seguían fuera de la habitación, Willow se perdió en sus 79


pensamientos. Se sorprendió con lo cálida y generosa que Christine Gray era,
así como de su extraordinaria belleza. Ninguna de las imágenes o anuncios de
la cantante le hacían justicia. Era, con mucho, la mujer más bella que la rubia
había visto nunca.

Ella pensó en esa noche fría y aterradora hace seis meses atrás. Christine era
un fantasma pálido, de ojos hundidos, y cuerpo tan delgado que parecía
como si fuera a partirse por la mitad si no se manejaba con cuidado. En
resumen, se veía muy enferma.

Ahora, los ojos verdes se posaron sobre la figura delante de ella. Christine
estaba bronceada, vivaz, y llena de vida. Era raro para Willow ver los pacientes
una vez que habían dejado el hospital, y notar esta magnífica recuperación
llenó a la enfermera con una gratitud sin fin de haber podido hacer lo que
hizo, y de haber tenido el conocimiento para ayudar a Christine esa noche.
Eso hacía que todo valiera la pena.

—¿Por qué sonríes? —preguntó Rachel, con una ceja levantada.


—No sé. Supongo que es sólo una cosa increíble para mí ser capaz de verla,
¿sabes? Después de esa noche, no sé —ella se estremeció ante el recuerdo.

—Eso realmente te emociona, ¿no es así? —la enfermera susurró, mirando a la


cantante para asegurarse de que no podía oírlas. La rubia asintió.

—Sí.

—Chicos, me gustaría que conocieran a dos mujeres muy especiales. —


Christine entró en el vestidor de Eli, donde se había reunido la banda, con
cervezas ya abiertas. Tres pares de ojos se volvieron hacia Willow y Rachel. La
cantante trajo a ambas mujeres a sus costados, con una mano sobre sus
hombros. —Esta es Rachel, una de las enfermeras que ayudaron a traer mi
triste culo de nuevo al mundo de los vivos, y ella es Willow Bowman. Ella me
salvó la vida.

Willow se sonrojo, sin saber qué hacer con el aplauso que recibió de la banda.
Finalmente, capaz de alzar sus ojos, susurró un agradecimiento.

—Damas, el tipo parado allí, como ustedes saben, es Joey, mejor conocidos
por su madre como Joseph Howard Dillon. Joey está allí arriba con su ídolo y 80
mentor Eddie Van Halen. El guitarrista más grande en el mundo. Sentado con
la cerveza en la mano, Eli Stein, un baterista extraordinario, y finalmente Davis
Washington. En los teclados y el bajo.

—Mucho gusto hermosas damas. —Davis sonrió, los dientes blanquearon


contra su piel oscura.

—Hola —Willow dijo con timidez, con un pequeño saludo de la mano.

—Son fantásticos —Los ojos de Rachel eran enormes cuando vio las guitarras
por ahí, las baquetas en el tocador de maquillaje, y la atmósfera que irradiaba
de esos tipos. Ellos eran rockeros, músicos. Eso era algo que siempre la había
atraído. Cuando era una adolescente le había dicho a su madre que quería
ser una groupie de Bon Jovi, cuando se hiciera mayor.

Si ella no estuviera con Connor. Suspiró ante la oportunidad perdida. Ella sin
duda le encantaría ser una groupie de Joey Dillon. Su largo cabello rubio, esos
ojos azules brillantes…
Rachel sacudió esos pensamientos impuros de su cabeza, sonriendo al ver los
ojos verdes estudiándola. Miró a su amiga, sintiendo vergüenza.

—Ey, Chris, estábamos a punto de ir por algo de comer. ¿Vienes? —preguntó


Joey, de pie junto a la cantante, mirando a Rachel con una mirada
apreciativa.

Christine se volvió hacia sus invitadas con ojos interrogantes. —¿Quieren venir?

—Oh, no podemos —dijo Rachel, lamentando sus palabras—. Tengo que


trabajar esta noche y regresar a casa. —Ella puso su brazo alrededor de la
cintura de Willow.

—¿Trabajas esta noche, Willow? —Christine preguntó, apoyando su hombro


contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—No —la rubia dijo lentamente, observando la sonrisa que se dibujó en el


rostro de la cantante.

—Entonces, ¿qué tal esto?, Rachel se va a trabajar, y yo personalmente, me


aseguraré de que Willow llegue a casa antes del toque de queda. —La 81
morena sonrió.

* * *

—Tus compañeros de banda son bastante locos. —Willow miró a la mujer que
estaba sentada junto a ella en la parte de atrás de la limusina. Christine se rio
entre dientes.

—No tienes idea. —Se encontró con los ojos verdes sonriendo—. Gracias por
venir a cenar con nosotros. Espero que no te hayas asustado demasiado.

—No. No estuvo mal. —Compartieron una sonrisa tímida—. No, en honor a la


verdad, fue muy divertido. Juntos son muy graciosos de ver.

—Bueno, la mayoría de nosotros hemos estado juntos durante muchos años.


Eli es nuestro miembro más reciente.

—¿Cuándo se unió?
—Hace tres años —dijo Christine en voz baja. Willow estudió el perfil de la
cantante, sintiendo la tristeza que se agitaba en ella. Entonces recordó.

—Después del accidente.

Christine asintió.

—Sí.

—Lo siento. —Willow recordó haber leído sobre él cuando se realizaron las
investigaciones sobre Christine Gray. Hace tres años un miembro de la banda
original Frances Ray, o Frankie, había muerto en un horrible accidente de
motocicleta.

Ambas estaban en silencio, mientras el largo auto se dirigía al camino privado


que llevaba al rancho de Willow, conduciendo bajo los arcos de hierro forjado.
Contenta por el aplazamiento, Christine se inclinó hacia la ventana, mirando
el paisaje oscuro pasar de largo. Desafortunadamente ella no era capaz de
ver mucho, pero tenía la sensación de que el rancho era algo digno de ver a
la luz del día. 82
—Vives aquí, ¿eh? —dijo, con voz melancólica.

—Sí. —Willow no podía quitar el orgullo en su voz—. Mis abuelos hicieron de


esto un lugar especial.

La cantante miro conmovida a la rubia, por la reverencia que escuchó en su


voz y notó en su postura.

La limusina se detuvo frente a la casa de la granja, y Willow se volvió a


Christine.

—¿Quieres un recorrido de medianoche?

Ante la pregunta, Christine estaba preparada para aceptar con alegría, pero
luego se dio cuenta de lo ajustado que tenía el tiempo. Sonriendo una
disculpa a la enfermera dijo:

—Me encantaría, Willow, pero no puedo. Tenemos que movernos.


—Oh por supuesto. —Willow sonrió, sintiéndose tonta, incluso por ofrecerlo.
¿Por qué razón esta mujer, famosa, rica, talentosa más allá de toda creencia,
querría ver lo que la gente sencilla hace? Ella quería fundirse en la alfombra
del coche.

La puerta se abrió de repente, el conductor extendió una mano para ayudar


a la rubia a salir. Ella la tomó, sorprendida de encontrar a Christine siguiéndola.
Miró a la cantante con incertidumbre.

—Gracias por venir, Willow —dijo Christine—. Significó mucho para mí.

—Oh —Willow se sorprendió por la sinceridad de esas palabras—. Fue


realmente un placer, señorita Gray.

—Christine.

—Christine. —Willow sonrió apenada.

—Bueno. Toma —Willow encontró algo colocado en la mano, y se dio cuenta


que era un pequeño trozo de papel—. Si alguna vez necesitas algo, por favor
no dudes en llamar. —Ante la mirada atónita, Christine de repente supo que 83
podía confiar en esta mujer al entregarle su información personal. No le daba
a cualesquiera esos datos.

—Gracias —dijo Willow con asombro, después de haber notado un número de


teléfono en el papel que se guardó. A continuación, se vio envuelta en un
cálido abrazo.

—Fue bueno verte, Willow —dijo Christine, liberando a la mujer más pequeña.

—Para mí, también. Por favor, cuídate mucho. —La rubia miró a los ojos azules,
con una súplica en los propios. La cantante sonrió con un movimiento de
cabeza.

—Lo prometo.

Con eso se había ido.

Willow observó cómo las luces rojas de la limusina desaparecieron en la


oscuridad, un zumbido se elevaba a través de su cuerpo. Estaba llena de
adrenalina mientras se daba cuenta de cómo había sido su noche.
—Hola, nena —Kevin saludó desde la sala de estar cuando Willow se dirigió
hacia las escaleras.

—Ey —respondió ella, con la voz apagada. La frente de Kevin se frunció,


recostado en el sofá, tratando de obtener una visión de su esposa—. ¿Te
divertiste?

—Estuvo asombroso.

—Fue un concierto largo.

—Fuimos a cenar después. —Willow arrojó las llaves y la cartera a la pequeña


mesa.

—Pero pensé que Rachel tenía que trabajar esta noche —Kevin dijo, parado
en el arco entre el salón y el pequeño vestíbulo donde su esposa estaba de
pie, sobre el primer escalón.

—Así es. —Con esa tranquila respuesta, la rubia se dirigió a la cama. Estaba
agotada por toda la emoción de la noche. Kevin la observó marcharse, 84
moviendo la cabeza mientras volvía de nuevo a la sala de estar y al canal
ESPN.

Willow salió del cuarto de baño, y agarró el dobladillo de la camiseta, tirando


de él en un movimiento fluido. Arrojándola al cesto de la ropa a los pies de la
cama, vació sus bolsillos, sacando el cambio, el protector labial y la hoja de
papel doblada. Mirándola, ella sacudió la cabeza con incredulidad.

—No puedo creer que ella me diera su número—, murmuró, metiendo el papel
en su joyero.

* * *

Christine se sentó en el asiento de piel suave del extenso coche. Suspiró feliz,
pensando en la noche. Willow era todo lo que esperaba de alguien tan
generoso. Podía sentir un nivel de compasión en la enfermera que ella nunca
había visto antes.
Una hermosa mujer. Esperaba volver a verla.

El viaje de regreso al hotel fue tranquilo, Christine se perdió en sus


pensamientos y antes de darse cuenta, estaban tirando de la manilla del
coche, y la puerta se abría.

—Que tenga una noche agradable, señorita —el hombre con el uniforme de
chofer dijo, inclinando su sombrero—. Gracias. —Se inclinó ligeramente ante
el dinero que le había dado como propina.

—Buenas noches, señorita Gray —deseó el portero, abriendo la puerta de


cristal tintado en la parte delantera del hotel.

—Buenas noches a ti también. Gracias. —Pasó con una sonrisa, acudiendo al


ascensor. Tenía mucho que hacer esta noche, y no quería ser distraída por los
admiradores o la prensa. A decir verdad, estaba agotada y sólo quería
descansar en una cama de verdad.

Con la luz verde intermitente, Christine sacó la tarjeta llave y abrió la puerta
de su habitación. Ella gimió cuando vio la figura solitaria sentado en una silla,
con las piernas cruzadas con gracia y una mano bien cuidada sosteniendo un 85
vaso lleno de líquido ámbar.

—¿Qué haces aquí, Bob? —suspiro, dirigiéndose hacia su dormitorio. Se había


cambiado de ropa después del espectáculo, pero estaba deseando una
ducha de agua caliente.

—Te dije que no habíamos terminado con nuestra conversación. —Se tomó el
resto de su copa, dejando el vaso en la mesa de cristal y hierro forjado junto a
él.

—¿Qué hay que hablar? —Christine gritó desde el dormitorio, buscando en su


maleta hasta que encontró un cómodo par de pantalones vaqueros y una
camiseta sin mangas para cambiarse después de la ducha.

—Mucho.

La cantante se volvió, viendo a su manager de pie en la puerta de la


habitación, observó los pantalones perfectamente adaptados con un botón
blanco por encima de la camisa metida en ellos, las mangas enrolladas hasta
la mitad del antebrazo. Ese era su aspecto “descuidado”.
—¿Cómo? —Cansada de esto, la cantante se volvió hacia él, con la mano en
la cadera.

—Como esa basura que sacaste de tu culo durante el bis. Que no estaba en
la lista, Christine. —Con los brazos cruzados sobre el pecho, tomó una postura
agresiva.

—Escribí esa canción, Bob. Yo quería probarla en una audiencia en vivo, y


funcionó. Les encantó. —Se volvió de nuevo a su misión, arrojando una tanga
y un par de calcetines en la cama al lado de los pantalones vaqueros y la
camiseta.

—Estabas sentada en un piano, con toda la atención sobre ti, cantando una
canción de mierda sobre el amor, no eres tú, y nunca serás tú. ¿Lo entiendes?

Christine abrió la boca, la voz de Bob repentinamente estaba justo detrás de


ella. Raudamente se alejó de él, poniendo la cama entre ellos.

—¿Me estás amenazando? —preguntó ella, con ira creciente.


86
—Simplemente te digo cómo son las cosas. No te he aconsejado mal en casi
veinte años, y no voy a empezar ahora. —Bob se apoyó en la cómoda detrás
de él.

—Soy una chica grande, Bob. Ya no soy una niña ingenua de las calles —
señaló Christine.

—¿Crees que puedes cuidarte sola? —preguntó, alzando un poco su voz,


aunque todavía estaba bajo un estricto control—. Entonces ¿por qué diablos
estabas en rehabilitación hace seis meses?

Los músculos de la mandíbula saltaban a un ritmo frenético, caminó alrededor


de la cama y en un segundo estaba a centímetros de Knowles.

—No te engañes, Bob —gruñó—. Mis problemas son míos, pero sabes que tú
eres la raíz de muchos de ellos. Sólo sigue presionándome y entonces eso será
todo. ¿Comprendes? —Bob se quedó mirándola, sólo su fuerza de voluntad
impidió que su mandíbula se cayera. En todos sus años como manager de
Christine Gray, ella nunca había hablado de esta manera con él, o de plano
lo había amenazado. Estaba perdido por sus propias palabras. La cantante lo
usó para su ventaja—. Ahora sal de aquí para que pueda estar lista para irnos.
—Ella agarró su ropa y luego se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta
detrás de ella.

Robert Knowles se quedó en la habitación vacía, parpadeando rápidamente.


Se tragó su ira, y miró la cama, a pocos centímetros delante de él. Extendiendo
la mano, sus dedos rozaron el material suave, y sedoso de una de las camisas
de Christine. Suspirando tristemente, metió con cuidado la camisa de nuevo
en la maleta y salió de la habitación.

* * *

—Esta es Christine Gray. Christine, el Dr. Wayne Pollani. —Con catorce años de
edad, me quedo en la puerta mientras los dos hombres hablaban—. Wayne,
quiero que revises cada parte de ella. Quiero saber todo lo que ella tiene,
enfermedades sexuales, defectos de nacimiento, cada cosa. Incluso si ella
tiene piojos.

—Lo tendrás, Bobby —el doctor dijo, golpeando al manager en el hombro. La 87


puerta de la oficina grande se abrió, casi golpeando mi culo. Gruñí.

—Oh, lo siento, cariño. —Una mujer joven que llevaba uniforme de enfermera
me sonríe, sosteniendo una bata en sus brazos. —Necesito que vayas al otro
lado del pasillo y te pongas esto, ¿de acuerdo? Necesito que dejes todo,
bragas, sujetador y todas las joyas. ¿Entendido?

Asiento con la cabeza sin decir nada, sin saber qué hacer. Estaba abrumada,
de repente me encuentro con más personas en la habitación cuando un
hombre y una mujer entraron empujando una mesa con equipos y
herramientas cubiertas. Con una sonrisa, Robert Knowles se va, dejándome
sola con estas personas. Voy a cambiarme. No estoy segura de qué hacer con
mi único pantalón vaquero y la camisa, los doblo y dejo en el cubículo con
cortinas.

Con los pies descalzos, y tratando de no dejar mi culo al aire, vuelvo del pasillo
a la oficina donde están sólo el doc y esa chica enfermera. Me trago, la
incertidumbre que fluye a través de mí en olas muy desagradables.
—Ven aquí, Christine —La enfermera me agarra por el brazo y me lleva a la
escala en la que mi peso y altura son escritas, el doctor Pollani y la enfermera
murmuran entre ellos. ¡Maldita sea, me siento tan expuesta! Tal vez eso es
porque el doctor me está diciendo que me acueste sobre la mesa y ponga
mis piernas en los estribos, de frío metal.

Nunca en mi vida me sentí tan humillada como cuando él se sentó con un


taburete entre mis piernas mirando en mi coño, la enfermera de pie detrás de
él garabateando en mi ficha lo que le decía.

Miro hacia el techo, tratando de olvidar lo que me está pasando. Podría salir
y follarme a diez chicos y no me sentiría tan vulnerada.

Me estremezco cuando siento algo frío y metálico que, inserta dentro de mí,
haciéndome sentir como si estuviera siendo follada por el Terminator o algo
así.

Violación vaginal y anal, al menos se sintió como eso, al terminar me siento,


haciéndome un montón de preguntas, y finalmente el doctor analiza mis ojos,
la nariz y mis oídos.
88
Alrededor de un día más tarde, de acuerdo, como dos horas más tarde, el
examen está hecho y por fin soy autorizada a vestirme.

Como en un torbellino me llevaron fuera de la ciudad en un coche con las


ventanas oscuras, luego, a las colinas de Beverly Hills, pasamos a través de
puertas cerradas y llegamos a una gran mansión, como las que se ven sólo en
la revista People

Estoy tan cansada y sólo quiero una cama. Me duele el cuerpo de ser casi
destrozado por ese maldito médico.

La casa es un caos al momento de llegar, la gente volaba por todas partes,


dando órdenes, siguiendo órdenes, todos ellos ignorándome.
—Tonya, hazte cargo de ella. —Knowles me empuja hacia una joven mujer
hispana que se apodera de mi mano, sin decir palabra me lleva hacia la gran
escalera.
—¿Dónde estoy? —Le pregunto, mirando frenéticamente alrededor mientras
nos damos prisa para llegar a un salón de puertas cerradas, la que fue abierta
con una llave que Tonya introduce en la cerradura.
—Estás en la casa del Sr. Bob, y esto será tu habitación mientras estés aquí. —
La puerta se abre a una habitación con una cama, dos vestidores y dos
ventanas enormes. Una puerta cerrada a la izquierda lo cual supongo que es
un cuarto de baño.

—¿Cuánto tiempo…? —La puerta se cierra y Tonya se ha ido—. Qué


hospitalidad de mierda, —murmuro, en dirección a la puerta cerrada. Sí, un
cuarto de baño, bañera de patas de garras, WC y espejo oval. Bastante
básico. —Jesús. Siento como si estuviera en un puto hospital.

La habitación es muy sencilla, aunque agradable. Sin duda mejor que donde
he estado. Mirando por una de las ventanas veo que el sol está alto, la hierba
es verde y las flores son flores.
—Así que esto es California. —Antes de que este payaso apareciera nunca
volé en avión antes. No me gusta. Hay algo antinatural de estar a treinta y
cinco mil pies en el aire cuando Dios no nos ha dado alas.
El sueño llegó rápido. No era nada nuevo para mí dormir en un lugar extraño,
pero esta vez fue agradable porque estaba realmente limpio. ¡Hombre,
algunos de esos moteles eran bastante desagradable!

No recuerdo la última vez que tuve sabanas que se sentían u olían tan bien. 89
Estiré mi cuerpo, disfrutando de la sensación contra mi piel desnuda. Tal vez
esto no fuera un mal negocio, después de todo.

* * *

—¡So!, bebé. Eso es chica. — El caballo se detuvo en la valla, Willow acarició


su espalda. —Esa es mi Star. Buena chica, — el caballo resopló, empujando a
la rubia con su nariz. —¿Qué hay de una manzana, ¿eh? —Dirigiéndose a la
cubeta en el porche, agarró una jugosa Granny Smith y se dirigió de nuevo a
la cerca donde Star apoyó la cabeza—. Aquí bebe.

El caballo tomó la golosina, los pelos de la nariz hicieron cosquillas en la palma


de Willow. Ella sonrió, pasando la mano por la nariz de la yegua, tocando la
marca con forma de estrella blanca.
—¿Ey nena? —Kevin gritó desde el garaje.

—¿Sí?
—¿Has visto mi equipo de pesca?

Willow miró hacia la gran estructura, escuchando cosas que se movían


alrededor, después un estruendo fuerte.

—¡Estoy bien! —el hombre gritó desde el garaje, Willow temió por lo que
encontraría. A medida que se acercaba al garaje, Kevin salió, con la caña de
pescar y una caja de aparejos en la mano. Mostrándole la varilla con una
sonrisa victoriosa, luego la cargó en la parte trasera de su camioneta.

—¿Tienes todo? —preguntó, mirando por el costado de la gran camioneta,


vio la tienda de campaña en su bolsa y el saco de dormir. El refrigerador lleno
de comida que había comprado cuatro días antes, y ahora la caña y la caja
de aparejos.

—Creo que sí. — Sonrió, con el chaleco de pesca en su lugar, que la rubia
sabía iba a ser acompañado por ese horrible sombrero de pesca que tanto
amaba.

—Diviértanse, y sin caer en el río esta vez —le dio un golpecito. 90


—Sí, sí. —Se inclinó y besó a su esposa, saboreando su sensación y sabor—. Nos
vemos el martes por la noche.

—Bueno. —Dándole un último apretón, Willow lo dejó ir, viendo cómo se metía
en la cabina de la camioneta. Con un último saludo, puso en marcha el motor
y salió.

Willow se hizo cargo de Star, y luego se dirigió hacia la casa. Kevin y sus tres
hermanos iban a pescar por los próximos cuatro días, dejándola sola. Saboreó
el momento, casi saltando al porche.

Al entrar en la apacible casa, Willow pasó los dedos sobre las paredes de la
sala de entrada, pensando en cambiar el papel tapiz, sin embargo, estaba
indecisa. Había sido el favorito de su abuela, y ella era reacia a sacarlo, a
pesar de que lo detestaba.

Mirando hacia la cocina, vio los platos que aún continuaban secándose en el
estante junto al fregadero, el periódico seguía cuidadosamente doblado en
el borde de la mesa desde el desayuno. Todo estaba en silencio.
No estaba segura de lo que quería hacer, corrió por las escaleras, que
chirriaron todo el camino. Al llegar al dormitorio que compartía con Kevin, ella
decidió tomar un baño largo y caliente en su jacuzzi. Caminó desnuda para
sacar a su pequeño amigo del primer cajón de su mesilla de noche. Al meter
el juguete pequeño en la palma de su mano, notó su joyero por el rabillo del
ojo.

El papel se sentía suave entre los dedos.

* * *

Con los ojos cerrados, sus dedos se deslizaban sobre las teclas, la sonata de
Beethoven “Moonlight” llenaba la habitación grande y su alma. Sentía la
suavidad del marfil, y la superficie resbaladiza de las teclas negras.

Con los ojos cerrados, balanceando la cabeza, se encontró en paz. 91


La melodía terminó, la nota final fue tocada con tal amor, tal cuidado, que
murió lentamente en el espacio.

La cabeza de Christine se volvió ante el suave golpe en la puerta de su sala


de música.

—Sí, Millie?
—Tienes una llamada, Christine. —La mujer entró en la habitación, con el
teléfono celular en la mano.

—¿Quién es? —La cantante se volvió en el banco de madera pulida para dar
a su ama de llaves toda su atención.

—Willow Bowman —dijo Millie, con un brillo en sus ojos oscuros.

—Oh gracias. —Christine sonrió, tomando el teléfono. La mujer asintió y salió a


toda prisa, cerrando suavemente la puerta detrás de ella—. ¿Willow? —Hubo
una pequeña pausa.
—Um hola. —La rubia parecía nerviosa.

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Christine se inclinó hacia delante en el


banco del piano, con preocupación. Oyó la suave risa al otro extremo de la
línea.

—Estoy bien, Christine. Yo sólo, no sé, sólo quería saludarte, supongo. —Willow
se apoyó en la cabecera de la cama, metiendo el teléfono debajo de la
mejilla y el hombro.

—Oh —La cantante se cubrió los ojos con la mano, sintiéndose tonta—. Hola.
Es sólo que me preocupé por un segundo.

—No hay problema. ¿Cómo estás? Escuché que tu gira fue todo un éxito.
¿Trabajas en algo nuevo?

—Sí, estoy contenta con la gira. Sin embargo, estamos encantados de que
haya terminado por ahora —Christine sonrió, pasando un dedo por una de las
teclas del piano. —Estoy tomando un descanso en este momento, escribiendo
algunas canciones nuevas. Ah, y estoy bien.
92
Willow sonrió y luego respiró hondo para reunir coraje.

—Oye, Christine, um, me alegro de saber que te estás tomando un tiempo de


descanso, porque eh, bueno, para ser honesta, tengo un motivo para
llamarte.

—¿Oh? —Verdaderamente intrigada, la cantante se echó hacia atrás,


apoyando su peso en la mano.

—Sí. Um, bueno, veras Kevin fue a pescar con sus hermanos durante el fin de
semana, y tengo algo de tiempo libre, y me preguntaba si tal vez, bueno, si
acaso, es posible que desees el tour ahora. —Ella cerró los ojos, haciendo una
mueca mientras esperaba la respuesta.

—Sí. —Christine dijo, sin siquiera pensarlo. Se sorprendió por la reacción tan
espontánea, pero no lo lamentaba.

Willow se disparó.

—¿Sí?
—Sí. Voy a ir.

—Oh —la rubia dejó escapar el aliento contenido, con una sonrisa—. Oh,
genial.

—¿Cuándo quieres que vaya? —Christine se puso de pie, para salir de la


habitación y escribir una nota a Millie para iniciar con los arreglos.

—Bueno, eh, cuando sea factible para ti.

—Bueno, vamos a ver —La cantante echó un vistazo al reloj de pared—. Son
las diez y media de la mañana aquí, el vuelo demorará alrededor de cuatro
horas, más o menos, ¿qué tal si llego a eso de las tres?

Parpadeo, parpadeo.

—¡Si, vale!

—¡Estupendo! —Christine sonrió—. Hasta entonces.


93
—Bien —Willow apretó el botón de apagado en su teléfono, con una sonrisa
pegada a la cara. Entonces— ¡Oh, Dios mío!

Saltando de la cama, la rubia comenzó a correr alrededor de la casa


limpiando, como nunca lo había hecho antes, cambió las sábanas en cada
cama de la casa, sin saber si Christine Gray se quedaría para el fin de semana
o si se regresaría a casa esa noche.

Rápidamente tomó una ducha, asegurándose de que su pequeño amigo


estuviera a buen resguardo de nuevo en la mesita de noche. No había
manera de que ella pudiera hacer eso, y luego enfrentarse a Christine Gray.
Se derretiría de la vergüenza, pensando que tal vez la cantante sería capaz
de ver lo que había estado haciendo esa tarde.

Alejó esos pensamientos de su mente, rápidamente se encargó de los


animales, y luego esperó. Impacientemente. Sus ojos se posaron en el reloj por
encima del fregadero de la cocina por quinta vez en quince minutos.

—Vigilar una olla no hará que hierva más rápido. —Willow jadeó, abriendo
mucho los ojos cuando el sonido de la grava crujió bajo unos neumáticos.
Tomando una respiración profunda y limpiándose las manos sudorosas en los
pantalones vaqueros, Willow pasó una mano por el pelo y se dirigió a la puerta
principal. A través de la puerta mosquitera vio un destello rojo a medida que
un coche se acercaba a la casa, a continuación, apareció completamente
un Jeep Wrangler rojo.

El jeep se detuvo frente al pequeño patio, la mujer detrás del volante se veía
despeinada y salvaje por el viento. Miró a la enfermera, sonriendo con un
gesto. Willow le devolvió el saludo.

94
Capítulo 5

W
Illow miró por encima del hombro, sorprendida de nuevo por ver a
Christine Gray siguiéndola hasta la escalera, con la bolsa de viaje
colgada sobre el hombro de la cantante. Los ojos azules sonrieron
hacia ella, haciendo que la rubia casi tropezara con el escalón al llegar al
rellano del segundo piso.

Al llegar a la primera puerta, ella entró en la sala grande, llena de sol. Christine
miró a su alrededor, con una sensación casi reconfortante de alguna manera,
por la sencillez del lugar. Podía sentir el calor y el amor que irradiaba de las
viejas paredes.

—¿Esta bien? Yo sé que no es mucho. Probablemente no es a lo que estas


acostumbrada. —La enfermera sonrió, apoyada en la pared junto a la puerta
abierta.
95
—No, esto es hermoso. —Christine sonrió, admirando la antigua cama con
dosel que combinaba con un armario y tocador. El edredón hecho a mano
en la cama y la antigua cubeta de agua encima de la pequeña mesa bajo
la ventana—. Me encanta

Willow observó como la cantante caminaba por la habitación, golpeando el


añoso piso de madera, que chirriaba en algunos lugares.

—¿Cuánto tiempo tiene esta casa? —Christine dejó la bolsa sobre la cama,
haciéndola sonreír cuando la bolsa rebotó un poco.

—Más de cien años.

—Muéstrame. —Ante la mirada de confusión de la rubia, Christine la tomó de


la mano, tirando de ella fuera de la habitación—. Me prometiste un recorrido,
así que vamos.

Willow sonrió, casi saltando de sus pies.

—¡Bien, bien!
—Y, por último, pero no menos importante, mis bebés. —Willow colgó los brazos
por encima de la valla, haciendo un gesto hacia la familia de caballos.

—¿Cuántos tienes? —Christine también se apoyó en la valla, aunque


retrocedió un poco cuando Jack, un gran caballo negro, resopló en su
dirección.

—No te van a hacer daño. Tengo seis. Ese tipo grande allí mirando es Jack. Él
tiene siete años y es tan suave como un cachorro, ¿verdad, chico grande? —
Resoplando de nuevo y alzando la cabeza, Jack se acercó a la mano
extendida de Willow, para olerla.

—Bueno, son demasiado altos para mi gusto.

La rubia miró al alta cantante, con una ceja levantada. Christine sonrió con
timidez, mirando hacia abajo. —Sí, bueno, has descubierto mi secreto. Soy un
gran cobarde.
—No lo contaré. —Willow miró a su compañera, mordiéndose el labio por un
momento, pensando—. ¿Quieres ver el resto de la propiedad?

Los ojos azules abandonaron al caballo, para mirar a la enfermera. 96


—Sí —dijo, con un poco de desafío en su voz.

—Sígueme.

* * *

—Está bien, tira del embrague aquí y dale gas al mismo tiempo. Despacio,
despacio, ahora —Willow sonrió, sosteniendo a la morena hacia atrás mientras
ella casi aceleró el motor, enviándola lejos a Dios sabe dónde—. El cambio es
aquí—, apretó el lado izquierdo del manillar.

—Bueno. Creo que lo tengo —Christine bajó la mirada hacia la moto roja, que
Willow dijo era una Yamaha WR 250. 1994 La rubia se sentó a horcajadas en
una amarilla a juego.

—¿Lista?
La cantante asintió, acelerando su motor, la rubia estaba haciendo lo mismo.
Con eso, se pusieron en marcha dejando una nube de polvo y grava.

Era extraño acostumbrarse a la sensación de la pesada moto entre sus piernas,


y el equilibrio de la misma. Nunca había estado en una motocicleta antes, ni
siquiera una pequeña como ésta.

Willow la condujo a través de pastos, por caminos de tierra, y por el pequeño


jardín de cerezos que ocupaba la esquina sur de la propiedad.

—Oh, ¡tienes que estar bromeando! —Exclamó Christine, frenando su


motocicleta de forma inestable. Al ver a su compañera en el huerto, Willow
giró su propia motocicleta acercándose, a la Yamaha de color rojo—. ¡Me
encantan las cerezas! —La cantante sonrío a la rubia, luego se volvió hacia los
árboles frente a ella. Las ricas cerezas de color rojo oscuro cubrían las ramas,
dejándolas tentadoramente cerca de su alcance—. ¿Puedo?

—Adelante. —Willow se sentó en el asiento de color azul, la palabra Yamaha


estaba escrita en letras grandes y blancas a lo largo del costado. Estaba
encantada, mirando a su nueva amiga saltar para enganchar un puñado de
fruta, tarareando mientras los dulces jugos llenaban su boca. 97
—Este lugar es increíble, Willow. —Christine, llena de cerezas, regresó a su
motocicleta, sentándose de lado en el asiento. Observó el extenso terreno, los
árboles, el sol, los hermosos llanos, la corriente de agua clara. Todo ello.

—Gracias. Me encanta estar aquí —la rubia dijo en voz baja, con una sonrisa
de orgullo y amor en los labios—. Es muy especial para mí.

—Puedo ver por qué. Ya sabes, si esto fuera mío, tomaría mi guitarra y me
sentaría aquí afuera —apuntó con el pulgar hacia atrás, al árbol de donde
acababa de recoger su merienda.

—Sabes —Willow miró a Christine, con la cabeza ligeramente inclinada con


timidez—. La guitarra de Kevin está en el ático.

—¿Él toca? —Christine se animó.

—Él solía hacerlo. Así consiguió que saliera con él —se rio Willow.
—Ah, ¿sí? —Todas las cerezas cayeron, cuando la cantante cruzó los brazos
sobre su pecho, con una pequeña sonrisa extendiéndose en su rostro.

—Sí. Compuso una horrible canción, y no dejó de tocarla hasta que le dije que
sí.

—Y entonces dijiste que sí.

—Sí.

—¿Cuánto tiempo han estado juntos?

—Siete años. —Willow apagó el motor de su motocicleta, desmontando y


dejándose caer a la sombra de los grandes árboles. Se sentía bien, no hacer
nada, un sábado por la tarde. Se sorprendió de lo cómoda que se sentía con
la cantante. Willow se dio cuenta de que Christine Gray era sólo una mujer.
Una maravillosa, talentosa y famosa, pero una mujer, al fin y al cabo.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Christine, con voz tranquila, sin querer
romper la paz que la llenaba.
98
—¿Hmm? Oh —Willow apartó la mirada, escondiendo su sonrisa—. Sólo estaba
pensando que me tienes muy sorprendida.

—¿Por qué? ¿De qué manera? —Ella se levantó de la moto y se sentó junto a
Willow.

—No sé —La rubia se encogió de hombros—. Nunca he conocido a una


celebridad antes, y supongo que pensé…

—Está bien, mantén ese pensamiento —Christine levantó una mano, una
suave sonrisa apareció en sus labios—. Este fin de semana, aquí en tu hermoso
rancho, ¿qué dices si sólo somos Willow y Christine. ¿Por favor? —Los ojos
verdes se clavaron en los azules durante largos segundos, hasta que
finalmente Willow asintió.

—Bueno.

—Gracias.
—Bien —Willow puso las manos sobre las rodillas, y se levantó—. ¿Tienes
hambre?

—Estoy muerta de hambre —sonrió Christine.

—Ven. Vamos a darte de comer. —La rubia, extendió su mano que fue
tomada por una más grande y callosa.

* * *

Dormía profundamente, mi cuerpo estaba relajado por primera vez en mucho


tiempo, de repente desperté, casi meándome en mis bragas, cuando la
puerta de la habitación que había cerrado la noche anterior se abrió de
golpe.

—Es hora de levantarse, Christine —una voz de mujer sonó, logrando pasar a
través de mi confusión. Caminó por la habitación con un propósito, tomar las
cortinas cerradas y tirar de ellas para abrirlas, la luz del sol lastimó mis ojos.
99
—¡Jesucristo, señora! —Alzo mis manos, para cubrirme la cara—. ¿Quién
diablos eres tú?

—Mi nombre es Sandra y yo seré su estilista. —Ella se acerca de nuevo a la


puerta por donde había entrado tan groseramente, con la mano en el marco.
Finalmente consigo darle un vistazo a ella. Pelo rubio tomado encima de su
cabeza, en un moño pomposo, el traje de un color marrón verdoso parecido
al vomito. Pendientes de oro y tacones muy altos, los que hacia resaltar las
musculosas y firmes pantorrillas—. Tienes tres minutos—. Con eso, se fue.

—No me jodas. —Froto mi cara, tiro de nuevo las mantas, y gimo. Esta es una
porquería. ¡Todo lo que quiero es dormir bien por una noche y que me dejen
en paz! Pensaba en eso cuando la puerta se abrió de nuevo—. ¿Qué mierda?
—Cogiendo una almohada, trato de ocultar mi culo desnudo.

—Necesito que vayas a la ducha lo más rápido posible —dice otra mujer. Ella
es una chica de mirada espeluznante, pelo muy oscuro, como negro botella,
cortado como un chico, las cejas muy depiladas y sus pestañas eran
extremadamente largas, posiblemente falsas.
—¿Qué pasó con los tres minutos? —Gruñí, no estaba feliz en lo más mínimo—
.
—Muévete. — Ella salió al pasillo, volviendo momentos después con una caja
grande, de color rosa. La deja en la parte superior de la cómoda, abriéndola
para revelar filas y filas de maquillajes en todos los tonos que se puede
imaginar, e incluso algunos inimaginables.
Deteniéndose, me mira a través del espejo.

—¿Hay algún problema? —pregunta ella, su voz decididamente es nasal.


Niego con la cabeza y me meto en el baño.

Ya estoy en la ducha, dejo correr el agua caliente sobre mi piel fría. No sé


cuánto tiempo estoy allí antes de tocar la botella de jabón. Estoy confundida,
sí, incluso asustada, y me siento totalmente indefensa. A punto de agarrar la
botella de champú, casi salto de mi piel cuando alguien golpea la puerta de
la ducha.

—Friega tu cara muy bien con esto —¡una mano pálida se introduce al interior
de la maldita ducha! No puedo creer esto. Recibo el pequeño tarro de esos
dedos, mirándolo. Es de vidrio transparente, el pegote interior parece arena y
es bastante desagradable. 100
—¡Ack! —Grito hacia fuera. ¡Esta mierda quema! Froto mi cara tan rápido
como puedo, abro el mando en frío, el agua helada alivia el ardor en mi piel.
Envuelta en una bata de toalla, me dirijo de nuevo a la habitación, mi cara
todavía está ardiendo, la piel roja y caliente. Escucho murmullos cuando entro,
Sandra y la perra gótica están hablando entre sí, un hombre muy raro mezcla
varios productos químicos, levantando el resultado para mirarlo a la luz
brillante del sol.

—Oh Dios. Le diste la crema. —Mi cabeza se sacude cuando escucho la voz
de Sandra. Ella y la chica gótica, me están mirando. Sandra se acerca a mí,
caminando lentamente a mi alrededor en un círculo. Al principio intento
seguir su progreso, pero con un suspiro irritado, ella pone una mano firme en
mi hombro para detenerme, y continúa haciéndolo.

—¿Ves algo que te guste? —pregunto, sintiéndome más expuesta cuando


abre la bata.

—Hmm, no todavía. —Sandra agarra una pequeña grabadora de la cómoda,


hablando de cerca en el micrófono—. Gray es demasiado delgada, llama a
George esta tarde. Esperar hasta sacar su verdadero potencial —Al hacer clic,
ella me mira, con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado.

Estoy completamente fuera de mi liga aquí, y no tengo ni idea de qué hacer


o qué decir. No creo que jamás haya estado tan asustada como en este
momento.

En cuestión de segundos, estoy desnuda, con tres pares de ojos puestos en mí


y una cinta de medición en mi piel. De forma vertical, los brazos extendidos en
cruz.

A medida que las mediciones se llevan a cabo, cierro los ojos, tratando de
pretender que esto no está sucediendo. De repente me parece que estoy
sola, las tres cabezas estaban inclinadas sobre la página donde mis medidas
fueron escritas.

—¿Cómo van señoras? —dice Robert Knowles, aplaudiendo mientras está de


pie en la puerta de la habitación. Mis ojos se abren, y agarro la bata, para
cubrirme—. No te preocupes, cariño. ¡No es nada que no haya visto antes, me
dice guiñándome el ojo!
101
—Su cuerpo es horrible, Robert. No sé en qué estás pensando —Sandra se
lamenta.

—¡Arréglalo! ¿Para qué demonios te estoy pagando? —Bob miró hacia mí,
echando un vistazo, a continuación, giró de nuevo al trio de estilistas. ¿Y por
qué mierda el tipo de cabello raro, no importa lo extraño que sea, no lo golpea
por tratarlo como una mujer?

—¿Dios, habrá suficiente relleno? —Sandra murmuró, volviendo a sus notas—.


—Entonces, ¿cómo estás esta mañana? ¿Has dormido bien? —Me pregunta
Knowles, torciendo distraídamente su anillo dorado alrededor de los dedos.

—Estoy bien —Me encojo de hombros, tratando de parecer tan indiferente


como sea posible, de pie con una bata de toalla cubriendo mi cuerpo
desnudo. El hombre, me estaba dando escalofríos.

—Aquí —Grandes manos descansan sobre mis hombros, y me encuentro


siendo girada para que él pueda apreciar mi desnudo culo. Dos brazos se
extienden a mi alrededor, casi como si fuera un espeluznante abrazo paternal,
la bata fue quitada de mis manos temblorosas, para luego ser deslizada sobre
los hombros. Rápidamente mis brazos encuentran las mangas, y envuelvo ese
felpudo a mí alrededor más rápido de lo que puede pestañear un ojo.

—Robert, tenemos que hablar —dice la gótica, alias de ahora en adelante,


GC.

—Bien. Hasta luego, ¿de acuerdo? —dice en mi oído, haciéndome temblar.


Asiento con la cabeza, volviéndome, hacia él retrocediendo uno o dos pasos,
muy contenta de alejarme de su presencia—. Disfruten de su día, señoras —y
con eso, se marchó.

* * *

Había sido un día increíble. Willow se regocijó, con una brisa fría de verano que
sopló para refrescarle la piel caliente. A veces deseaba tener una casa de
verano en Montana y así poder escapar del calor sofocante.

Tirando de las frescas sabanas de algodón, en la cama de matrimonio, se


deslizó en el interior, suspirando suavemente. Tenía la piel muy sensible, y la 102
sensación de algo deslizándose a menudo contra ella era pura felicidad…

Una cabeza rubia se reunió con la suavidad de la almohada, con los ojos
verdes cerrados. Sólo para abrirlos unos segundos más tarde.

La mente de Willow era un hervidero por los acontecimientos del día, tan
inesperados y muy divertidos. ¡Christine Gray, la hermosa, talentosa, y famosa
cantante, estaba en su rancho!

Finalmente, después de volver a la casa, Willow había buscado la guitarra de


Kevin en el garaje, avergonzada por la capa de polvo y telarañas que se
adhería al duro estuche, negro. Limpiándolo, lo entregó a la cantante que con
mucho gusto se lo llevó.

Willow insistió que Christine se relajara mientras hacía la cena que consistía en
una maravillosa ensalada de pasta con verduras cultivadas en su propio
jardín.

Christine se sentó en uno de los taburetes en la barra de desayuno, afinando


la guitarra acústica.
—¿Es tu instrumento favorito? —preguntó la rubia, picando verduras.

—No —Christine sonrió, tocando una melodía sencilla—. Me encanta la


guitarra y es bastante fácil de llevar, pero nunca podrá igualar la belleza del
piano.

—Ah, el piano. —Willow se limpió las manos en un paño de cocina, indicando


a Christine que la siguiera con el movimiento de la cabeza. La cantante
colocó suavemente la guitarra en la barra antes de seguirla.

Ella se dirigió a una pequeña habitación fuera de la sala principal, donde una
chimenea estaba incrustada en una esquina diagonal, con un sofá frente a
ella, y un piano en la pared opuesta.

—Ohh, —la cantante suspiró, tocando el hermoso, y muy viejo instrumento—.


Guau. Este debe ser tu orgullo y alegría. —Los asombrados ojos azules rozaron
la oscura madera de cerezo y las patas curvas delanteras, que sostenían el
pesado instrumento. Deslizo los largos y experimentados dedos sobre la suave
cubierta curva, que ocultaban la clave para un sonido angelical.
103
—Bueno, para ser honesta, mis abuelos lo han tenido toda su vida. Este piano
es una de las pocas piezas del mobiliario que he mantenido en la casa.

—Bueno. Yo diría que han tenido este piano toda su vida, también —Se
arrodilló, mirando debajo del teclado, con un dedo trazó una inscripción en la
madera—. Lo que pensé —Poniéndose de pie, le dijo a Willow de su hallazgo—
. Esto, querida Willow, es un Pleyel, supongo que es de mediados del siglo XIX.
—Acarició amorosamente la madera—. Estás sentada en una pequeña mina
de oro con este bebé.

—¿Estás bromeando? —La rubia observó, asombrada, el piano que había


visto casi todos los días de su vida—. ¿Qué es un Pleyel?

—Un fabricante de pianos francés. ¿Puedo? —Christine golpeó la cubierta


redondeada.

—Por favor.

Willow en silencio se acercó a un lado del instrumento, apoyándose en la parte


superior, viendo correr esos dedos largos a través de las antiguas teclas,
probando su melodía. En cuestión de segundos, las notas comenzaron a tener
sentido y se unieron para formar una música maravillosa que Willow nunca
había oído.

No queriendo interrumpir a la cantante, lentamente se dirigió a la cocina,


tarareando para sí, mientras terminaba la cena.

Willow se volvió de lado, observando como la rama de un árbol oscilaba frente


a la ventana, la luz de la Luna serpenteaba a través de las hojas, creando
extrañas formas de sombra en las paredes de la habitación.

Ella pensó en la forma que Christine había devorado su comida, pequeños


gemidos de apreciación salían de vez en cuando, haciendo que la rubia
sonriera.

Willow nunca había visto a alguien comer tanto, pero estaba contenta de
poder ofrecer lo que tenía. Ella animó tímidamente a Christine para que
tomara tantas porciones como ella deseara.

El punto culminante de la noche, sin embargo, fue cuando estaban reunidas


en la sala de piano, la rubia tomó asiento en el sofá, con los pies descalzos 104
doblados debajo de ella, y un vaso de té helado en sus manos. Christine había
tomado su lugar en el banco del piano, la espalda recta, la forma perfecta.
La música que tocó trajo lágrimas a los ojos de Willow. Tan fluida y sincera,
que aplaudió con ganas cuando la canción terminó.

Christine le agradeció con una sonrisa tímida, inclinándose ante su público de


una persona, a continuación, pasó a una composición propia.

—Eso fue increíble —susurró Willow, después de haber caminado hacia el


piano durante la canción.

—Gracias.

—¿Cómo se llama? ¿Quién la compuso?

—Bueno —dijo Christine, tomando rápidamente de su vaso de té, que


descansaba sobre una bandeja al lado del instrumento —Se llama
“Crepúsculo”, y la escribí yo.
—¿Tú escribiste eso? —Willow señaló el piano, incrédula. La cantante asintió
con una sonrisa—. Guau. ¿Por qué ese nombre? ¿Es el grupo que lleva su
nombre, o es la canción que lleva el nombre de tu banda?

—Sí. —Sonrió Christine—. Me encanta el crepúsculo, y creo que es uno de los


momentos más importantes del día. Bueno, junto con la madrugada, es decir.
Pero creo que el crepúsculo es más importante. —Dio la vuelta en el banco
para hacer frente a su amiga—. Mira, para mí el crepúsculo es algo así como
el camino para un nuevo comienzo. Todo lo que pasó ese día, bueno, malo o
en cualquier cosa, se ha ido, pero no olvidado. Casi como si al día siguiente
se pudiera volver a intentarlo, pizarra nueva, pero con los recuerdos del
pasado. —Ella sonrió a los recuerdos—. De vuelta a casa solía subir al edificio
de mi amigo Adam y ver la puesta de sol antes...

Antes de que, ¿Christine? ¿Antes de ser una puta?

—Yo te vi en ese escenario, chica, como te había visto en las calles con el
resto de nosotros. Vi a los chicos en el público que te observaban, con una
mano alrededor de su chica, la otra en su entrepierna, esperando su
oportunidad de follar a la artista. —Con una sonrisa amarga, exhaló una nube
de humo—. Supéralo. Eres una puta, siempre has sido una puta, y siempre serás 105
una puta.

Sacudiendo la cabeza para borrar los recuerdos, ella se miró las manos, que
aun descansaban sobre el teclado.

Willow se quedó mirando a la cantante por un momento, las suaves palabras


entraron de lleno en su cerebro. Finalmente asintió.

—Sí. Entiendo perfectamente. Lo sorprendente es como la canción te hace


sentir. La forma en que la canción, y por favor perdóname. Probablemente
sino me explico bien, porque no sé nada de música o su terminología. De todos
modos, la forma en que la canción se va tornando alegre, con algunas notas
altas, algunas bajas. Sin embargo, se siente la melancolía —La rubia hizo una
pausa, mordiéndose el labio inferior mientras trataba de encontrar las
palabras adecuadas—. Pero todo el tiempo, está este tipo de acumulación
subyacente, como si me llevara a algo, y algo grande, lo que hace que mi
corazón lata un poco más rápido, y mi cuerpo se llene con anticipación.
Entonces repentinamente —Golpeó las palmas con fuerza—, todo se une
como la cresta de una ola enorme, cayendo sobre ti en una sensación que
todavía me produce escalofríos en la espina dorsal.
Christine miró la cara de la mujer más pequeña mientras ella expresaba sus
pensamientos. ¡Qué brillantes eran sus ojos, y la emoción que sonrojaba sus
facciones! Notó la blancura de los dientes, brevemente cuando mordió su
labio inferior.

La cantante estaba realmente emocionada por las palabras de Willow, no


importa cuán sencillas fueran. Estaba más que satisfecha de que la música la
llenara completamente, y que la rubia hubiera sido trasportada y tocada. Al
darse cuenta de que Willow ya no hablaba, simplemente la miraba, ella
aclaró sus pensamientos y sonrió.

—Gracias, Willow. Lo has explicado muy bien.

—Oh, yo no sé nada de eso —Willow corrió nerviosamente los dedos por la


parte superior del piano, sintiéndose de pronto muy estúpida por su pequeño
monólogo.

—No realmente. Entiendo perfectamente lo que quieres decir, y cómo te hizo


sentir. Eso significa mucho para mí que fueras tocada tan profundamente.
106
—Lo fui —Willow dijo en voz baja—. ¿Por qué no tocas más de este tipo de
cosas? Como la canción que cantaste durante el bis. Sólo tú y ese hermoso
piano de cola. Fue maravilloso.

—Bueno —Christine se aclaró la garganta, con ganas de cambiar el tema—.


Esa fue una rareza, y probablemente no volverá a suceder.
Desafortunadamente no encaja demasiado bien con el estilo de Crepúsculo.

Willow se dio cuenta de que había algo más que eso, pero decidió no
presionar o preguntar.

* * *

Christine se colocó su camiseta, levantando el cabello para liberarlo de la


prenda de algodón. Vestida con camiseta, pantalones cortos y los pies
descalzos, abrió lentamente la puerta, tratando de ser silenciosa. No escuchó
nada, imaginó que la pequeña rubia estaba probablemente dormida, por lo
que continúo.
Bajando por las escaleras, hizo una mueca por el chirrido que producía con
cada paso. Por último, llegó a la planta baja, se tomó las cosas con calma, sin
conocer la casa lo suficientemente bien, como para correr el riesgo de perder
un dedo del pie.

Pasó por el pasillo que conducía a la cocina, ella buscó a tientas hasta que
encontró los vasos, a continuación, agradeció la poca luz que salía de la
nevera. Acercó el vaso debajo de la ranura de cubitos de hielo, se encogió
de nuevo cuando el hielo tintineó en el vaso, y el motor del refrigerador se
quejó en actividad. Finalmente, al llenar el vaso con agua, as burbujas de aire
rompieron el agua.

Al poner atención, no oyó nada. Con la costa despejada, se llevó el vaso a los
labios.

—¿Christine?

—¡Mierda!

Ambas mujeres saltaron y gritaron cuando el vaso se deslizó de los dedos de 107
la cantante, cayendo al suelo con estrépito, Christine boqueaba mientras el
agua fría y el hielo cubrían sus pies descalzos y salpicaba sobre sus piernas.

—¡Oh!, ¡Dios mío, lo siento tanto! —exclamó Willow—. ¿Estás bien? —Al
presionar la luz encima de la estufa, se quedó sin aliento—. Oh, Christine, lo
siento mucho —colocándose de rodillas, recogió los pedazos de vidrio roto
que cubrían los pies de la cantante, conteniendo el aliento cuando vio una
pequeña línea roja que sobresalía de la parte superior del pie derecho de
Christine.

—Está bien. Lo siento, también —dijo la cantante, tratando todo lo posible


para no reaccionar ante la picadura intensa que fluía de su pie, coloreando
de rojo los dedos de Willow.

—No, no, espera —la rubia se puso de pie, corriendo a través de la cocina,
teniendo cuidado de evitar las pequeñas dagas de cristal increíblemente
nítidas repartidas por todo el suelo de baldosas. Tomó rápidamente el kit de
primeros auxilios del baño de abajo, y regresó para encontrar a Christine de
rodillas, recogiendo los trozos de cristal en la palma de su mano—. ¡No!. No te
atrevas a limpiar eso.
Christine levantó la vista, observando como la frenética rubia traía el kit de
primeros auxilios que estaba apoyado en el mostrador junto al fregadero.

—Estoy bien, Willow —dijo en voz baja.

—No, de hecho, no lo estás. —Willow cogió la mano de la cantante, tirando


de ella—. ¿Puedes caminar? ¿Necesitas apoyarte en mí?

Christine no pudo contener la mueca de dolor mientras trató de poner peso


sobre el pie. Antes de que se diera cuenta, un fuerte brazo estaba alrededor
de su cintura, y ella era conducida hasta el mostrador junto al fregadero.

—Súbelo —La rubia colocó el pie de la cantante en el fregadero y abrió el


agua caliente dejándola caer sobre la herida—. Sé que duele. Lo siento
mucho —Willow corrió suavemente los dedos sobre la suave piel de la parte
superior del pie de Christine, asegurándose de que no había ningún resto de
vidrio en su piel.

—Oh, no lo sé —sonrió la cantante—. Estoy pensando que es tu alarma


personal de antirrobo. Los asusta tanto que se hacen daño a sí mismos al dejar 108
caer sus armas. Ya sabes, a lo mejor podrían dispararse en su propio pie o algo
así.

—Oh, detente —Willow miró juguetonamente hacia su paciente que estaba


sonriéndole.

Secó cuidadosamente la piel alrededor del corte bastante profundo, Willow


miró con cuidado, tratando de determinar si eran necesario o no los puntos
de sutura.

—Creo que las puntadas de mariposa serán suficiente. —Al encontrarse con
los ojos azules, Willow vio la ligera inclinación de cabeza, y se volvió hacia la
herida. Al darse cuenta que Christine no había estado durmiendo, sino
despierta, una línea de preocupación se alojó entre sus ojos. —¿Estás bien,
Christine? ¿La cama es incómoda?

—No, es genial. Estoy bien, sólo que no podía dormir —explicó en voz baja la
cantante—. Mi mente no siempre se apaga, ¿sabes?

—Sí. Entiendo. —Willow desenvolvió la estéril tira de mariposa.


—¿Que pasa contigo? ¿Por qué estás levantada? ¿Te he despertado? —
Christine se echó hacia atrás, mirando los suaves, pero muy hábiles dedos de
la rubia trabajando en su pie.

—No —Willow sonrió, colocando un trozo de gasa sobre la herida, y una cinta
adhesiva en su lugar. —Me antojé de galletas Oreo—. Ella se arriesgó a mirar
a los entretenidos ojos azules—. Y no podía dormir.

Christine bajó la mirada hacia el vendaje limpio y dio a la rubia una sonrisa de
lado.

—¿Voy a caminar de nuevo, doc?

—Con el tiempo. —Willow palmeó el pie, y luego comenzó a limpiar.

—Oh Dios. Ya sabes, ¿no tendré que correr alrededor del escenario con un
andador o muletas?

—No, pero si no tienes cuidado, rodaras por el escenario en una silla de ruedas.
— Willow levantó una ceja ante su amenaza vacía, sonriendo con la otra mujer 109
que echó la cabeza hacia atrás riendo.

—Vamos, doc. Trae las Oreos.

* * *

Unos dedos fuertes y curtidos sostenían la pequeña galleta marrón, otro par
de dedos las separaban, lenta y deliberadamente. Por último, en una pieza
sólida, la crema blanca fue expuesta.

Christine se olvidó de su propia galleta mientras observaba la punta de una


lengua serpentear los bordes donde se encontraba la crema, levantándola
sólo lo suficiente como para deslizar la lengua debajo de la capa gruesa,
lentamente levantándola más y más, hasta dejar sin residuos blancos la capa
de la galleta oscura.

No podía dejar de preguntarse cómo la pequeña rubia convertía una


actividad tan inocente, tan infantil, en algo tan erótico.
Volviendo de nuevo a su propia galleta, la metió en su boca y bebió del vaso
de leche fría.

Willow tragó cuidadosamente, totalmente inconsciente del escrutinio de la


cantante momentos antes.

—Por lo tanto —ella tomó un pequeño sorbo de leche—. Eres originaria de


Nueva York, ¿verdad?

Christine la miró, tomando otro bocado de la Oreo que tenía cuidadosamente


entre los dedos. Masticaba lentamente, con la mente inquieta. Temía mentirle
a la rubia, pero no tenía ningún deseo de responder a las preguntas que sabía
iban a venir. Limpiando el bigote de leche, ella asintió.

—Sí. Nací en Queens.

—¿Están tus padres todavía allí? Deben sentirse muy orgullosos de ti. —Willow
sonrió, tomando otra galleta del paquete blanco, y azul.

Christine le devolvió la sonrisa, aunque era triste. La contempló durante 110


algunos segundos, pensando lo fácil que podría ser mentir y decir que sí, que
estaban orgullosos y se lo decían todo el tiempo. Pero de alguna manera no
quería mentirle a la mujer sentada frente a ella. La cantante se sorprendió de
lo mucho que podía confiar en Willow. Decidió decir la verdad sobre su familia
por primera vez en más de veinte años.

—No sé —dijo en voz baja, mirando a los confundidos ojos verdes.

—¿No lo sabes? —Willow ladeó la cabeza hacia un lado ligeramente.

—No he visto a mis padres desde que tenía nueve años de edad.

Willow miró la cara de su amiga, y vio dolor en los ojos azules. La voz era tan
suave, casi un susurro, era como si Christine no pudiera pronunciar las palabras.
No dijo nada, esperando que la cantante siguiera hablando. Tenía la extraña
sensación de que Christine quería sacar algunas cosas.

—Mi padre era un matón, básicamente. Continuamente se metía en


problemas. —Ella jugaba con su vaso de leche, incapaz de mirar los ojos del
otro lado de la mesa—. Mi madre era una adicta a las drogas, que se pasaba
la vida dentro y fuera de la cárcel. —suspiró—. Un día simplemente no llegaron
a casa.

—¿Ellos…?

—No —Christine sacudió su cabeza, sentada en la silla—. Creo que Gary


quedó atrapado en algo peligroso, y ella se involucró, también.

—¿Gary es tu padre? —preguntó Willow en voz baja.

—Sí. Su pareja, Karen, me dio a luz. Y, a la larga, creo que empacaron toda su
mierda y se fueron.

—¡Te dejaron! —La voz de Willow chirriaba por la indignación. Christine sonrió
suavemente. Ella había tenido veintidós años para acostumbrarse.

—Todo salió bien, Willow —dijo en voz baja, con la misma sonrisa en los labios.
Willow la miró fijamente durante un largo instante, asimilando todo lo que le
había dicho, además de añadir pequeños detalles de su propia imaginación.
Al percibir que la conversación ahora estaba cerrada, bajó los ojos y asintió.
111
—Sólo diré una cosa —levantó la vista a través de su flequillo. Christine la miró
expectante—. Lo siento mucho.

—Gracias.

—Y —tragó el dolor que la llenaba por su amiga, Willow sonrió, y luego


bostezó—. Yo no sé tú, pero creo que voy a dormir ahora. Oh, perdón. —Se
tapó la boca cuando el bostezo se hizo más grande.

—Yo también. —Christine mintió, a sabiendas de que probablemente no


podría dormir durante la noche. Se puso de pie, cerrando el paquete de
galletas, guardándolas en el gabinete de donde había visto a Willow tomarlas.
La rubia enjuagó los vasos y se volvió hacia su amiga. Apretando el hombro
de la mujer más alta, le deseó una buena noche, y luego subió las escaleras.
Christine la observó marcharse, luego suspiró y pasó una mano por el pelo.
Tratando de decidir qué hacer, vio la guitarra de pie en la esquina de la
habitación.

* * *
El apartamento estaba vacío, y acabo de ver un cartón medio vacío de jugo
de naranja en el suelo cubierto de polvo. Me acerco a él, dejando caer mi
mochila de color rosa en el piso a medida que avanzo. El jugo no está frío.
Tengo un mal presentimiento.

Al ir a la otra habitación sólo veo la cama, no hay nada. Tampoco está ese
crucifijo grande que estaba por encima de ella.

Di un salto cuando la puerta principal se abrió, las cerraduras se golpearon


contra la pared. Escuché voces, que no pertenecían a Gary o Karen.

—Tenemos que limpiar esta mierda. Tengo otro inquilino —dijo la voz de un
hombre, profunda y áspera.

—Voy por la derecha —Alguien se va, las pesadas pisadas se sienten a través
de los pisos de madera. Miro a la puerta, esperando a quien sea. Siento el
sudor bajo mi pelo. No tengo que esperar mucho tiempo.

La panza del hombre apareció antes que él. Parecía que estaba 112
embarazado, y no puedo parar de reír ante la idea. Está en una de esas
camisas que Gary llama —un enganche para mujeres—, y pantalones negros
sucios que llegan debajo de su panza.

—¿Qué haces aquí, chica? ¡Esto no es un maldito patio de recreo! ¡Fuera de


aquí! —Él se abalanza sobre mí, pero yo soy más rápida. Corriendo a su
alrededor, ni siquiera agarro mi mochila, de repente estoy fuera del viejo y
maloliente edificio y en las calles, el tráfico, zumba a mi alrededor, y la gente
en las aceras me empuja.

Hace calor y tengo miedo. Voy por la calle, mirando a cada persona que
pasa, desesperada por una cara amable.

Camino los tres bloques hasta el parque casi inexistente que no está lejos de
mi escuela. Escucho risas, risas de niños. Entrelazando los dedos en la cadena
que rodea el área pequeña, cubierta de césped con un banco y un aro de
baloncesto, observo a los niños jugar. Hay alrededor de seis o siete de ellos, y
todos parecen un poco mayor que yo, como de once o doce años. Todos
chicos.
Hay un niño, más pequeño que los otros. Él está siendo molestado, y
empujado.

—Vamos pequeña rata. ¡Ven a buscar la pelota! —Un niño grita, sosteniendo
la pelota de baloncesto sobre su cabeza. El chico de las gafas trataba de
apoderarse de ella. Estoy impresionada de que él no renuncie.

—Dámela, Víctor —gruñe, tomando un salto en carrera, pero el chico alto


llamado Víctor pasa la pelota a uno de sus amigos.

Entonces me siento realmente enfadada. El chico con la pelota la lanza


contra el niño, golpeándolo en la cara y golpeando sus gafas. Las oigo
romperse cuando golpearon el patio de cemento.

Con los puños apretados, camino hacia la puerta abierta y corro hasta los
muchachos, empujando al que lanzó la pelota.

—Que…

—¡Eres un idiota! —le grito, empujándolo de nuevo. Siento la ira por el


abandono de Gary y Karen ir aumentando de nuevo en mí, la lava hierve bajo 113
mi piel tratando de salir a la superficie. Estos idiotas escogieron el día
equivocado para meterse con alguien.

Nos tiramos al suelo entre gruñidos y empecé a llorar sobre él. Sus ojos se
cerraron con fuerza, agitando la cabeza hacia atrás y adelante para tratar
de evitar mis golpes de puños.

—¡Quítenmela de encima! ¡Quítenme esta mierda de encima! —Gritó el niño.


Gruño cuando unas manos se meten debajo de mis brazos y soy apartada,
pataleando y gritando.

Aterrizo forzosamente sobre mi hombro, me levanto de un salto, muy enojada


ahora, golpeando a cualquier persona cerca de mí.

—¡Jesús! ¡Esta perra, está loca! —Víctor dice, saltando hacia atrás lejos de mí.
Lo miro, con el pecho agitado por la ira y la frustración—. Vamos salgamos de
aquí —dice, dándose la vuelta y alejándose. Los otros chicos me miran
cuando pasan, uno por uno, incluyendo el niño al que acabo de sacarle la
mierda. Pasa la parte posterior de su mano por la nariz ensangrentada, con
los labios rotos y temblorosos. Me satisface ver cómo tiembla. Le sonrió, como
he visto hacerlo a Gary después de golpear a Karen.

Una vez que se fueron todos, me vuelvo y veo al chico de las gafas rotas
sentarse en el cemento, con la cabeza agachada.

Veo las gafas todas torcidas y en mal estado, situadas cerca de la banca.

—Aquí. —El chico me mira, con la cara llena de lágrimas, y toma las gafas con
los dedos.

—Gracias —dice en voz baja. Dejándome caer junto a él, doblo mis rodillas y
envuelvo mis brazos alrededor de ellas—. ¿Cuál es tu nombre? —pregunta,
girando las gafas rotas de un lado a otro con el cabello oscuro y rizado, sobre
el rostro.

—Christine.

—Soy Adam. —Me mira, con una pequeña sonrisa en su rostro—. Realmente
pateaste algunos traseros.
114
Sonrío, mirando hacia abajo, al cemento pintado bajo nosotros.

—¿Te gusta el baloncesto? —Adam me pregunta. Lo observo.

—Sí. Me gusta el baloncesto.

Christine se limpió la humedad de la mejilla, mirando las estrellas. No había


visto tal oscuridad antes, las luces de la ciudad no permiten ver el cielo.

Dejó la guitarra a un lado y se deslizó hacia abajo, con la cabeza apoyada


en la parte inferior del árbol, con una mano detrás de la cabeza.

Había pasado un largo tiempo desde que ella pensara en Gary y Karen.
Parecía toda una vida, y en muchos aspectos lo era. Eran cosas en las que no
le gustaba pensar. Desafortunadamente su conversación con Willow horas
antes había traído todo de vuelta. Ahora estaba siendo perseguida. Por viejos
fantasmas que creía muertos hace mucho tiempo, o al menos olvidados.
El sol saldría pronto, y la cantante sintió frío. Las emociones de la noche
enfriaron su interior, ese tipo de frío que una manta o una taza de café
simplemente no pueden calentar. Todavía no encontraba nada que pudiera
hacerla entrar en calor.

Frotó sus ojos, se incorporó, a continuación, con un gemido se puso de pie,


tomó la guitarra y se dirigió hacia la casa.

* * *

—Gracias, Willow. Este ha sido uno de los fines de semana más maravilloso que
he tenido en mucho tiempo —.
Willow sonrió en el abrazo, apretando un poco antes de ser soltada.

—¿Incluso con tu cicatriz de guerra? —preguntó con una ceja levantada,


haciendo un gesto hacia el pie de Christine. La cantante rio entre dientes.

—Sí. Incluso con mi cicatriz de batalla. —Dejó su bolso en la parte trasera del
Jeep.

—Eres bienvenida aquí en cualquier momento, Christine. Si necesitas un 115


descanso de todo el brillo, el glamour y los admiradores. —Ambas rieron, pero
luego Willow se puso seria—. O si sólo necesitas un descanso —terminó con
suavidad.

—Gracias. Y si alguna vez necesitas un poco de brillo y glamour que los


caballos no pueden ofrecerte… — La cantante hizo un guiño, haciendo sonreír
a Willow.

—Lo haré. Que tengas un vuelo seguro. —Willow observó como la cantante
subió al jeep y se alejó en una nube de polvo.
Capítulo 6

K
evin jadeó una vez más, y luego bajó lentamente su cuerpo sudado de
la piel humedecida de su esposa. Willow envolvió sus brazos alrededor
de su cuello, besando el costado de su cabeza cuando su ritmo
cardíaco comenzó a disminuir, y su cuerpo se relajó.

—Te amo —susurró, poniendo un suave beso en los labios de Willow. Ella sonrió.

—Yo también te amo —Dándole un apretón, se alejó de ella y se dio la vuelta.


En cuestión de segundos, estaba dormido.

Con una sensación de calor, y también bastante pegajosa, Willow se dirigió al


baño para limpiarse. Mirándose en el espejo, se humedeció los dedos,
tratando de peinar su pelo salvaje.

Luego del baño, se dirigió de nuevo a la cama, para encontrarse con los
fuertes brazos, de su esposo. Ella cayó en un sueño profundo y tranquilo. 116
* * *

—Aquí tienes, cariño —Willow le entregó a la niña un gran globo rojo, de


cumpleaños.

—¿Puedo hacer chirriar la nariz? —otro niño de dientes separados preguntó.

Willow se inclinó, y los dedos chirriaron en el objeto rojo, y bulboso. El chico se


quedó sin aliento cuando la rubia hizo un gran ruido con los labios. Grandes
ojos marrones miraron la nariz y los dedos pequeños trataron de alcanzarla de
nuevo. Pero antes de que pudieran tocarla, Willow se acercó y le hizo
cosquillas en los costados al pequeño, haciéndolo reír.

—¡Está bien, niños! ¡Tiempo del pastel! —La madre de la pequeña Amanda
llamó desde el porche de atrás. Una docena de niños, gritando y riendo de
cinco y seis años de edad corrieron hasta donde estaba colocada la gran
tarta de cumpleaños.
Willow se alejó de la atención de los niños, y se dirigió hacia el interior de la
casa donde el padre de Amanda estaba esperando para pagarle.

—Ey —susurró, a fin de no atraer la atención de los niños, abrió su billetera—.


Gran trabajo.

—Gracias, Ted. —La rubia sonrió, metiendo el pago en el bolsillo de su traje


holgado—. Nos vemos en el trabajo.

—Que tengas un buen día, Willow.

El payaso se volvió para irse cuando vio los restos de hamburguesas y perritos
calientes del almuerzo de los niños.

—Oh, cielos —Se retiró precipitadamente, Willow se apoyó en su coche, con


la mano en el estómago y los ojos cerrados. Deseó que su estómago se
asentara, tomando respiraciones profundas de aire fresco, dejando que
llenaran sus pulmones y calmara su cuerpo.

Al sentir que las náuseas remitían, ella buscó sus llaves, con manos temblorosas.
117
Introdujo la llave en la cerradura plateada, se sentó al volante, sacando la
rizada peluca roja de su cabeza. La poca ropa que tenía le hizo hervir la
sangre, y aumentar su calor corporal.

Ella oyó las palabras de su madre resonar en su cabeza:

—Estás bien, Willow. Ahora levántate del suelo y termina de aspirar.

—Pero mamá, no me siento bien —Lloro, limpiándose con el dorso de la mano


la boca, haciendo una mueca ante el sabor del vómito fresco.

—Dije que estás bien —Mamá se acerca a mí, con las manos en las caderas—
. Todo el mundo se enferma. Ya lo has sacado fuera de tu sistema, ahora no
seas un bebé. —Con eso, me deja sola en el piso del baño.

Trato de no llorar, sabiendo que tiene razón y que estoy haciendo una gran
cosa de la nada. Es decir, todo el mundo vomita. ¿Por qué debería ser
diferente? ¿Especial?
—Estoy bien —susurró, tomando varias respiraciones profundas.

* * *

—Así que tenías que asegurarle que le gustaría, ¿eh? —Rachel sonrió,
cerrando la puerta del horno y sacándose el guante de cocina.

—Sí. Le prometí a él que no habría, ¿cómo los llama? Oh si, vegetales extraños.
—Ella rio entre dientes, luchando por sacar el corcho de la botella de vino.

—¿Qué demonios son los vegetales extraños? —preguntó Rachel, apilando


panecillos recién hechos en una cesta, y luego cubriéndolos con una toalla
para mantener su calor y frescura.

—El brócoli, espinacas, setas, o hongos como él los llama.

—Oh por Dios. Así que ¿hay verduras normales?

—Sí, hay, en realidad. Se componen de guisantes, maíz, zanahoria y frijoles. Es 118


un lio cocinar para él.

—¡Sin duda!

—¿Connor es así de difícil? —Willow miró a su amiga, sirviendo el vino.

—No es difícil. El chico come cualquier cosa. —Ella le guiño un ojo a la rubia—
. Y yo soy cualquier cosa.

—¡Ew! Bruta. Demasiada información.

—Sí, bueno, es fácil decirlo para alguien que nunca lo ha probado. —Al
apagar el horno, colocó la ensalada sobre la mesa revolviéndola con un par
de pinzas.

—No sé. Es lo justo, Rach. Si no voy a caer sobre él, ¿por qué debería hacerlo
conmigo? —Tuvo nauseas una vez, cuando un ex novio había empujado su
cosa por su garganta. De todos modos, ella pensó que era una de las cosas
más repugnantes que había sentido. Afortunadamente, a Kevin no parecía
importarle mucho.
—No lo entiendo.

—Al parecer lo haces. —Ambas rieron.

—Entonces, ¿has oído de Christine de nuevo? No puedo creer que no me


llamaras cuando estuvo aquí.

—Lo sé, y lo siento. No, no lo he hecho.

—Pero ¿ha pasado que, un mes o algo así? aquí, toma esto.

—Sí, más o menos. —La rubia tomó la ensalada en el recipiente de madera, y


algunas botellas de aderezo.

—¿La llamaras? —Rachel movió cuidadosamente la cazuela fría, colocándola


en la estufa.

—¿Por qué habría de hacer eso? —Willow se apoyó contra la puerta de la


cocina.
119
—No quieres parecer una fanática tonta, y obsesionada, ¿eh? —Rachel
sonrió, logrando que la rubia rodara los ojos.

—No es así, Rachel. No lo sé —suspiró al pensar en lo que estaba tratando de


decir—. Ella no es así. Es divertida. Tiene un gran sentido del humor. —Se
encogió de hombros—. Es una persona normal.

—Y supongo que no nos demandará por daños y perjuicios —Los ojos de


Rachel brillaron con malicia. Willow se sonrojó, mirando hacia abajo.

—Sí. Eso fue muy embarazoso. —Con eso, abrió la puerta, y la cena fue servida.

—Realmente os va a gustar esto —Connor informó a sus invitados, con un


bocado a medio camino de su boca. Kevin lo miraba dudoso, pero estaba
dispuesto a intentarlo, al menos por amor a su esposa. Él nunca había sido un
gran fan de Rachel, viéndola como una chismosa y de personalidad algo
abrumadora. Siempre se habían enfrentado, pero lo hacían guardando las
apariencias, amaba demasiado a Willow como para hacerle daño.
—Gracias, cariño. Es sólo algo que hice una vez —dijo Rachel mientras ella
tomaba un rollo con mantequilla.

Willow sonrió por el intercambio, mirando su propia comida. El plato se veía


bien e incluso olía mejor.

Ella sintió un burbujeo en el estómago. Girando la cabeza, apartó su plato.

—¿Cariño? —Kevin dijo en voz baja, al ver que el rostro de su esposa se había
tornado de repente muy pálido.

—Lo siento. No me siento bien —Willow casi golpeó su silla en un intento de


alejarse de los olores que estaban haciéndola desear echar fuera su cena
inexistente.

Al cerrar la puerta del baño detrás de ella, cerró los ojos verdes con fuerza
mientras trataba de controlarse a sí misma.

—Estoy bien, estoy bien —susurró una y otra vez—. No voy a vomitar, no voy a
vomitar. Mierda, voy a vomitar —corriendo hacia el baño, abrió la tapa y todo
lo que había comido ese día salió fuera, incluyendo el vino que bebió esa 120
noche, que le quemó la garganta. El sabor solo hizo que sintiera nauseas de
nuevo.

Hubo un leve golpe en la puerta del baño cuando Willow se enjuagaba la


boca.

—¿Cariño? Willow, ¿estás bien?

—Sí —Abrió la puerta, Kevin estaba de pie muy preocupado al otro lado.

—¿Estás enferma?

—No lo sé. —Al apagar la luz, dio un paso hacia el pasillo, su marido colocó su
mano en la espalda—. Supongo que tengo un poco de molestia estomacal.

—O tal vez te tocó el plato que Rachel tenía destinado para mí —susurró,
mordiendo el lóbulo de la oreja con los dientes. La rubia se rio, dándole un
empujón en broma.
—Detente. Vosotros dos sois como niños, lo juro. —Ella lo abrazó con un solo
brazo, antes de dirigirse hacia el comedor—. Además, no he comido nada,
todavía.

—¿Estás bien, cariño? —preguntó Rachel, encontrándose con la pareja en la


sala. Sus ojos azules se estrecharon preocupados, miró a Kevin en busca de
respuestas. Él se encogió de hombros, y su mirada se volvió hacia su amiga.

—Voy a vivir —Willow dijo entre dientes, sin querer hablar con nadie. Se sentía
cohibida por como olería su aliento.

—Vamos, Wills. Vamos a ver lo que tengo para tu estómago —dijo Rachel,
tomando la mano de su amiga.

—Rachel, no tengo cuatro años —se quejó la rubia, sintiéndose menos lúdica.

—Está bien, hmm —la pelirroja se llevó los dedos a los labios, mirando a través
del gabinete de la medicina. Willow se dejó caer sobre la tapa del inodoro.

—Me siento como si un camión acabara de pasar sobre mí.


121
—Bien, intenta con esto. —Rachel entregó a la pálida mujer una botella de
leche de magnesia.

—Gracias —desenroscó la tapa y llenó la pequeña taza que le fue entregada.


Tragó el espeso líquido con una mueca, y se lo entregó a su amiga—. ¡Qué
asco!

—Dale un minuto. Te ayudará a calmar las náuseas… —Rachel hizo una


mueca, mirando a otro lado—. O no. —Al frotar pequeños círculos en la
espalda de su amiga, Rachel estaba muy preocupada—. Cariño, ¿estás...

—¿¡Embarazada!? —Los ojos de Willow eran enormes mientras miraba, en la


pequeña ventana—. Esto no puede ser —La miró de nuevo. Estaba tomando
la píldora.

—Sucede, Willow. De hecho, no es tan infrecuente como se podría pensar. —


La Dra. Adele Stride se quitó los guantes de látex, tirándolos a la papelera—.
Apuesto que Kevin esta emocionado, ¿eh? —La médica, y amiga desde hace
mucho tiempo sonrió.
—Él no lo sabe todavía. —Willow se puso de pie, alisando su vestido. Ella
suspiró—. Primero quería estar absolutamente segura.

Adele estudió a la rubia por un momento. Vio una línea de preocupación en


los ojos verdes, pero prefirió no decir nada.

Willow se sentó en su coche, las llaves estaban colgadas, sin girar. Miró por el
parabrisas, el pequeño edificio de un piso frente a ella.

Sin previo aviso, ella comenzó a llorar con la cara entre las manos. El malestar
incontrolable se acumuló en todo su cuerpo; lágrimas de alegría, lágrimas de
dolor y lágrimas de miedo.

Observando a través de su visión borrosa, vio a una mujer, probablemente no


mucho mayor que ella, que llevaba una niña vestida con pantalones y
pequeños tenis blancos. El pulgar de la niña estaba en su boca, el pelo negro
caía por su espalda en una ola brillante.

Las lágrimas de Willow se detuvieron, se enfocó completamente en la madre


y la pequeña. La mujer equilibraba a la chica en la cadera, sosteniéndola
firme con un brazo mientras que con la otra mano abrió la puerta del pasajero 122
del Jeep Cherokee. Ella dijo algo a la niña, haciendo un movimiento de
cabeza con una sonrisa, los ojos negros brillaban con la alegría inocente de la
juventud.

La niña fue colocada en el asiento del coche negro y gris, abrochando el


cinturón de seguridad, a continuación, con un pequeño beso en la mejilla, la
puerta se cerró, y la madre se trasladó a su lugar detrás del volante. Cuando
ella se acomodó, la mirada de Willow se volvió hacia la niña que la miraba a
través de la ventana.

Willow sonrió, la niña sonriendo levantó la taza de colores hacia la rubia a


modo de saludo. El Cherokee fue puesto en marcha, se retiró del espacio en
el estacionamiento, y se alejó de la vista de Willow.

Volvió a respirar profundamente, pasándose las manos por el pelo, los ojos
lentamente bajaron por su propio cuerpo, las manos cayeron en su vientre
plano.

—Un bebé —susurró, un repentino mareo la hizo reír casi como una maníaca.
El regreso a casa fue en un sueño. Ella sabía que Kevin no estaría en casa
cuando llegara allí, y eso la molestó. Deseaba tanto contarle la noticia. Al ver
el desvío que la conduciría hacia el rancho, tuvo un repentino estallido de
inspiración y giró la camioneta en otra dirección, de vuelta hacia la ciudad, a
continuación, a través de ella, a la vecina ciudad de Gail.

Ella sonrió cuando vio los signos anaranjados con forma de diamantes, con las
palabras: HOMBRES TRABAJANDO. Pasando por delante de ellos, condujo por
la berma de tierra, y al ver el camión de Kevin se estacionó detrás de él.

Mirándose en el espejo retrovisor, escupió en un pañuelo de papel y limpió las


líneas de las lágrimas de sus mejillas y debajo de los ojos. Todavía estaban de
color rojo, pero qué demonios.

Cerrando la puerta del coche, ella notó las filas de madera contrachapada
distribuidas al azar, así como una carretilla, y restos secos de cemento
formando costras en los bordes.

—Disculpe, señora. ¿Puedo ayudarla? —el hombre que llegó a preguntar,


tenía su pecho desnudo y bronceado, una camiseta blanca colgaba de su 123
cinturón.

—Sí, estoy buscando a Kevin Bowman.

El hombre se volvió hacia el grupo que estaba martillando unos maderos de


cuatro por cuatro que en última instancia serían parte del techo de la casa.

—¡Ey, Johnny! ¿Has visto a Kevin? —-gritó hacia arriba, uno de los hombres
mirando por encima de él, señaló con el pulgar hacia el otro lado de la casa.

—Está hablando con Norman.

—Gracias. Sígame —el hombre llevó a Willow alrededor de los escombros,


recordándole que tuviera cuidado donde pisaba, hasta que llegaron a un
enorme contenedor verde, donde un pequeño grupo de hombres
conversaban, de pie, bajo la sombra. Kevin era uno de ellos.

Miró por encima, sintiendo que alguien lo observaba, una enorme sonrisa se
extendió por su atractivo rostro al ver a su esposa.
—Espera un segundo, Norman —dijo al fontanero, luego, se acercó a su
esposa, empujando sus gafas de sol a la parte superior de la cabeza—. Ey —
besándola rápidamente, bajó la mirada hacia ella—. ¿Qué pasa? —Su
expresión era una mezcla de alegría por la visita inesperada de Willow, pero
también preocupación. Ella por lo general no lo visitaba en su trabajo a menos
que hubiera una buena razón.

—Fui al médico hoy —Willow comenzó, su voz era tranquila, los ojos estaban
ocultos por sus gafas de sol, a pesar de que estudiaba los de su marido de
cerca.

—Cierto. El estómago. ¿Estás bien? —Se metió los pulgares en los bolsillos
traseros de sus vaqueros.

—Bueno, sí. Y no —Sonrió, pero sintió que su corazón empezó a martillar contra
su caja torácica.

—¿Qué? No lo entiendo. —Observó cómo su mujer cambió su peso de una


pierna a la otra, los dientes blancos asomándose cuando el labio inferior era
mordido por un momento. De repente sintió una punzada de inquietud pasar
a través de él. 124
—Cariño, Kevin, vamos a tener un bebé. —Listo, ella lo había dicho.

Kevin la miró, con el rostro sin expresión.


—¿Qué?

—¡Estoy embarazada! —dijo, con voz llena de alegría.

—No entiendo.

—Oh, vamos, Kevin. Yo doy por hecho que sabes sobre los pájaros y las abejas
—Willow dijo en broma, aunque sentía que su alegría comenzaba a filtrarse.

—Pero estás tomando la píldora —dijo. Sí, su globo feliz sin duda estaba
empezando a desinflarse.

—Sí, estoy tomando la píldora, Kevin, pero aun así este bebe ya está aquí.
—¿Así que vas a tenerlo? —Las palabras salieron de su boca antes de que
pudiera pensarlas, y supo de inmediato que esa era la última cosa que debió
haber dicho.

Willow lo miró fijamente durante un breve momento, sintiendo que su corazón


se rompía, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sin decir nada más, dio la vuelta
y comenzó a correr. Oyó su nombre, y fuertes pisadas detrás de ella, lo que
sólo hizo que corriera aún más rápido y con más fuerza.

—¡Willow! ¡Espera!

Siguió su camino, al llegar a su coche, con las manos temblorosas dejó caer la
llave antes de conseguir introducirla en la cerradura. Una mano se posó en su
hombro, pero se apartó de ella, abrió la puerta y escuchó el ronco gruñido de
Kevin, cuando le dio un golpe en sus partes bajas.

—Maldita sea, Willow, espera.

—Vete al infierno, Kevin. —Cerró la puerta, su marido apenas alcanzó a sacar


los dedos. Ella cerró las puertas con llave cuando lo vio acercarse a la manilla,
y aceleró el motor. 125
Puso el coche en reversa, sin atreverse a mirarlo, a sabiendas de que se
detendría y escucharía lo que tenía que decir. Pero, ella no quería oírlo, no
quería verlo. Simplemente quería seguir enfadada.

Casi pasando sobre la señalización naranja, se alejó con el chirrido de


neumáticos y un rastro de caucho en la calle.

—¡Mierda! —Kevin gritó, odiándose por lo que acababa de hacer y rogando


a Dios que Willow lo perdonara.

La rubia se limpió con enojo la nueva oleada de lágrimas, que hacían que sus
mejillas se sintieran apretadas y pegajosas.

Condujo por un largo tiempo, no sabía a dónde ir. No quería ir a casa ya que
sabía que Kevin probablemente estaría llamando a cada momento. Sabía
que no fue su intención decirlo de esa manera, pero aun así...

Conduciendo a través de la urbanización privada, condujo por las calles


sinuosas, flanqueadas por hermosas casas. Coches de lujo estaban aparcados
en muchas de las vías de acceso, chicos jóvenes en pantalones cortos y
camisetas trabajaban en los jardines, regando, y podando el pasto.

Willow se detuvo junto a la acera, en el 216 de Lincoln, y apagó el motor.

Secándose los ojos y la nariz, la rubia se sonó una vez más y luego salió de la
camioneta.

El césped estaba impecable, por supuesto, al igual que las flores que se
alineaban en el camino de entrada, el césped había sido recientemente
regado.

La casa blanca de piedra arenisca parecía brillar bajo el sol de la tarde, una
música suave provenía del interior, la puerta doble para nada ayudaba a
mitigar el sonido.

Willow hizo sonar la campana, mientras esperaba, oyó movimiento en el


interior, sólo entonces la música fue apagada.

—¡Willow! — la anciana corrió a la puerta, abriéndola con la cadera y tirando


de su nieta con los brazos. La rubia sonrió, casi salió de sus pies mientras ella la 126
abrazaba. La anciana todavía tenía bastante fuerza.

—Ey, abuela. —Cerró los ojos, disfrutando de la cálida seguridad de los brazos
de la mujer mayor. La abuela siempre podía hacerla sentir que todo estaría
bien.

Apartándose, Myra estudió a su persona favorita en el mundo, un montón de


arrugas se estaba formando alrededor de la boca y los ojos. Algo estaba
terriblemente mal.

—Ven, mi amor, voy a hacer un poco de té. —Willow la siguió a través del
amplio y abierto adosado, a la cocina en la parte trasera.

En cuestión de segundos las dos mujeres estaban sentadas en la mesa, con


grandes vasos de té helado en la mano. Estrechos, y preocupados ojos
estudiaron a los abatidos verdes.

—Sabes, Willow, podría comenzar por decirte un montón de chismes que no


te importan en lo absoluto, o sólo podemos hablar de lo que te tiene así. —
Ella apretó un poco de limón en el vaso, mirando a su nieta mientras revolvía
con pereza el zumo en la bebida.

Willow estudió una gota de condensación que se deslizó hacia abajo del vaso,
tratando de poner sus pensamientos y emociones en orden.

—Voy a tener un bebé, abuela — dijo en voz baja.

—¡Oh, cariño! ¡Eso es una noticia maravillosa! —Myra Wahl se inclinó sobre la
mesa, tomando la mano de la rubia en la suya. Estaba feliz.

—Acabo de regresar de las obras de construcción de Kevin. —Respiró hondo,


luchando contra las lágrimas que estaban tratando de salir de nuevo—. Él no
está emocionado.

—¿Qué? El será un padre maravilloso, también.

—Lo sé. —Willow sorbió las lágrimas inminentes—. No sé. Hemos hablado de
ello, de los niños, y decidimos esperar. —Las lágrimas comenzaron a caer—.
No lo hice a propósito, abuela —Miró a la mujer mayor con los ojos llenos de
dolor. 127
—Yo sé que no amor. Kevin lo sabe, también.

—En realidad me preguntó si tenía planeado tenerlo —Enterró el rostro entre


las manos—. Es como si este bebé fuera una especie de crecimiento dentro
de mí en lugar de una vida que él ayudó a crear.

—Oh mi amor. —Myra suspiró, mirando hacia fuera a las preciosas aves que se
bañaban y bebían agua del bebedero de aves colocado en el pequeño
patio trasero. Las observó aletear sus alas para eliminar el exceso de agua y
luego pavonearse. Amaba tanto a las aves—. Es joven, cariño. Ambos lo son,
y tiene miedo. Tu abuelo era de la misma manera.

—¿De Verdad? —Willow miró a su abuela, con desesperación en sus ojos—. Lo


amo, pero amo a este bebé, también. Es una locura no es más que una
pequeña burbuja en este momento, pero lo amo como si estuviera sentado
aquí —Palmeó la mesa y Myra asintió.
—Por supuesto que sí, amor. Es una parte de ti, creado de tu propia carne y
sangre. Este es un tiempo de alegría, Willow, no de lágrimas —la mujer mayor
se acercó y recogió algunas de las lágrimas de la rubia con un dedo.

—Parece que no puedo parar —la rubia rio.

—Acostúmbrate a ello, mi amor. Tus hormonas van a estar fuera de control


durante algún tiempo. —Se puso de pie, levantando a su nieta, y tirando de
ella en un abrazo suave. La mujer más alta fue de buena gana, con la cabeza
apoyada en el robusto hombro—. Dale tiempo, cariño. Todo esto es nuevo
para él. Me temo que las mujeres somos criaturas mucho más fuertes que
nuestros homólogos masculinos. —Sonrió cuando oyó reír a Willow
suavemente.

—No es más que la verdad.

Se separaron y se sentaron de nuevo.

—¿Le has dicho a tu padre?

—No, sólo tú y Kevin lo saben —Se sonó la nariz, luego tomó un sorbo de té. 128
—Bueno, creo que debes quedarte aquí conmigo y hacerlo sudar un poco —
Myra hizo un guiño, haciendo sonreír a su nieta. Eso fue realmente una de las
más bellas imágenes en la mente de la mujer mayor. Su nieta era una niña
inusualmente hermosa con una igualmente hermosura por dentro. Kevin no
tenía ni idea de lo que tenía.

* * *

—Bueno, ya era hora de que llegaras.

—Lo siento, Sandra. Tuve una sesión de fotos esta mañana. —Christine echó el
abrigo en el brazo de uno de los muchos sillones de felpa que la diseñadora
tenía repartidos por todo su estudio. —¿Qué tienes para mí hoy? —preguntó,
mirando a la rubia, que estaba impecable como siempre. Su cabello, como
de costumbre, estaba fijado en un estilo intrincado en la parte superior de la
cabeza, su ropa, libre de arrugas y ajustada como si hubiera nacido con ella
puesta.
—Bueno —dijo desde atrás de la mesa de dibujo—. Al menos podrías haber
llamado —Mirando hacia arriba a la cantante, que se burlaba de ella con sus
ojos azules—. Ahora —dibujando unas pocas líneas sobre su nuevo diseño,
arrojó el lápiz sobre la mesa y se acercó a su cliente favorita—. Robert ha
enviado algunas —hizo una pausa, buscando la palabra correcta—, ideas
interesantes...

—Dios. ¿Y ahora qué? —la cantante suspiró, pasándose una mano por el pelo
salvaje.

—Bueno, a veces pienso que sería más fácil y mucho más barato para ti, si sólo
salieras desnuda.

Los ojos azules se clavaron en el acto en la diseñadora.

—¿Qué hizo él? —casi gruñó con los dientes apretados.

—Ven —Sandra regresó a su mesa de dibujo, volteando hacia atrás unas


cuantas páginas del bloc de dibujo. Básicamente eran tiras de tela, dispuestas
en patrones afortunados para ocultar las partes más personales de Christine, 129
pero por lo demás, todo estaba a la vista.

—De ninguna manera —dijo. Se miraron la una a la otra, entonces Sandra


sonrió, volteando a otra página—. ¡Jesús! ¡Me veo como Cher! —Se alejó
poniéndose delante de un ventanal con vistas a Los Ángeles— Esto se está
saliendo de control —murmuró.

—Christine, vuelve aquí. No es ningún secreto cómo es Robert. Todo el mundo


en el negocio lo sabe. Especialmente contigo.

Christine miró a su diseñadora desde hace mucho tiempo, y amiga. Con un


suspiro, se dirigió de nuevo hacia ella.

—Ya le dije que no. Le dije que no estaba dispuesta a convertir mis creaciones
en algo que encontrarías en la franja nocturna a las dos de la madrugada —
volteando una última página, mostró a la cantante lo que pretendía crear en
su lugar—. Tienes un cuerpo maravilloso, Christine, eso tampoco es un secreto,
y creo que Robert es inteligente en mostrar eso. Tienes un ejército de fans
lesbianas que les encantaría nada más que ver algo de piel. Los hombres
también, obviamente.
Se fijó en los diseños, la mayoría de los cuales eran impresionantes.

—Me imagino que este vestido puede ser usado para los premios MTV más
adelante, y esto es para los Grammy.

—¿Grammy? Sandra, ni siquiera he sido nominada.

—Sin embargo. Tú y yo sabemos que lo serás. Ahora, boca cerrada, y los ojos
abiertos.

Muy pronto Christine estaba en el centro de la habitación en un sujetador y


tanga a juego, con los brazos extendidos mientras Sandra tomaba sus
medidas.

Christine había aprendido a desaparecer en su propio mundo mientras esto


estaba pasando. La diseñadora no era una fan y, aun así, después de todo
este tiempo, se sentía como si fuera una invasión de su espacio personal.

—¿Cuándo vas a deshacerte de ese hombre, de todos modos? —Sandra


preguntó con el lápiz sostenido entre sus dientes. 130
Christine resopló.

—Sólo Dios sabe.

—Ya sabes, eres lo suficientemente grande para que puedas dejarlo


fácilmente como un mal hábito, y estar bien. —La diseñadora alzó la vista
hacia esos bellos ojos, luego se volvió de nuevo a la siempre presente
pequeña libreta de papel, escribiendo notas para sí misma.

—Lo sé, Sandra —suspiró la cantante—. Lo sé.

Fue un día largo y Christine estaba harta de todo y de todos. Quería ir a casa
y descansar, relajarse, escribir algo de música y estar sola.

Después de que Sandra terminara con ella, se dirigiría al valle para algunas
entrevistas y luego a LAX (Aeropuerto Internacional de los Ángeles) para coger
un avión e ir a promocionar el nuevo álbum.
Al que se le ocurrió eso de “no hay descanso para los malvados” sin duda
tenía razón.

—¿Hemos terminado aquí, Sandra? —la cantante preguntó, ansiosa. La


diseñadora, había estado trabajando en las medidas de las caderas de
Christine, alzó la vista hacia los enojados ojos azules.

—¿Es ese día del mes? —Arqueó una ceja perfectamente depilada.

—No. Esa época del año. Nuevo álbum.

—Ah. No digas más, y sí. Hemos terminado. —De pie, Sandra puso la cinta de
medir alrededor de su cuello y arrojo su libreta de notas sobre a una mesa.
Miró a la cantante. —Has cambiado desde que llegaste a nosotros, Christine—
—dijo en voz baja, mirando profundamente los ojos más bellos que jamás
había visto. Y en su negocio, con su clientela eso decía mucho.

La cantante le devolvió la mirada, sin saber dónde iba.

—Eras tan tímida y triste. —Sandra sonrió, a pesar de que estaba


preocupada—. Todavía estás triste. ¿No es así? —Extendió la mano, tocando 131
a la inusualmente alta morena. Pasó los dedos sobre una mejilla suave, y
bronceada—. Libérate, Christine. —susurró—. Antes de que sea demasiado
tarde.

Christine miró a esta mujer a la que había conocido durante diecisiete años, y
con quien tenía una relación de amor y odio, aunque respetaba su talento y
visión. El cuidado inusual y el toque casi personal trajeron una opresión a la
garganta de la cantante que no se atrevió a dejar libre.

—Tengo que irme —Se alejó de los dedos de la otra mujer, agarrando su bolso
y dirigiéndose hacia la puerta—. Llámame cuando tengas listos los accesorios
—dijo ella para luego marcharse.

Sandra suspiró, sacudiendo la cabeza. Le preocupaba que un día Christine


Gray simplemente desapareciera.

* * *
—¡Christine! ¡Por aquí, por favor! ¡Mire aquí, señorita Grey!

Christine mantuvo la sonrisa en su cara, su marca comercial y la mirada


desinteresada. Lo había hecho a los quince años sólo porque se sintió
increíblemente incómoda con un enjambre de fotógrafos yendo tras la chica
nueva, y esa incomodidad se había reflejado en una sonrisa arrogante. Esto
había pegado y era lo que se esperaba de ella.

Lo que querían los paparazzi, los paparazzi lo conseguían. Que Dios no permita
ser en realidad ella misma.

Enganchó los pulgares en los bolsillos de sus vaqueros ajustados, tenía agujeros
en todos los lugares correctos, y se volvió hacia uno y otro lado, casi cegada
por un verdadero mar de flashes. Reconoció a todos los reporteros regulares
de ET, E!, People y US Weekly, estaciones de noticias locales y por supuesto a
las pirañas de ese mar, los fotógrafos free-lance. Ellos eran los más peligrosos y
atrevidos.

—¡Ey, ahí está Lindsay Lohan! —alguien gritó, haciendo que Christine se sintiera
agradecida de no ser por ahora el foco de atención. Manteniendo la
fachada en su lugar hasta que fue colocada a buen resguardo en la parte 132
trasera de la limusina, suspiró, tomando una botella de agua fría de la nevera
pequeña.

Sacó su teléfono celular de la consola, ella vio que tenía seis mensajes
perdidos. Rodando los ojos, arrojó el teléfono de nuevo sin tener interés en
tratar con Bob.

* * *

Con un pequeño suspiro, Willow metió el celular en el bolso y luego se estudió


en el espejo retrovisor de nuevo. Se veía como el demonio, y se sentía como
él.

Moqueando, una vez más, recogió todas sus cosas y cerró el coche, haciendo
malabares con su llavero para encontrar la llave de la casa. La camioneta de
Kevin no estaba, por lo que tendría unos pocos minutos más para recuperarse.
Dándose unos golpecitos en la cara con la toalla, Willow se quedó mirando su
reflejo en el espejo del baño. Definitivamente se veía como el demonio, y se
sentía cansada, los ojos le ardían por el llanto. Mientras se miraba, no pudo
evitar preguntarse si había reaccionado exageradamente en lo que respecta
a Kevin.

Se miró a sí misma, al no ver ninguna diferencia física, pero se sentía diferente.


Era todo psicológico, pero un ser humano crecía dentro de su cuerpo,
alimentándose de los nutrientes que ella le suministraba. Esa pequeña vida se
convertiría en un niño, que le correspondería a ella y al padre del bebé criar,
moldear y enseñar.

Willow se echó a llorar de nuevo, dejándose caer con fuerza sobre la tapa del
inodoro. ¿Y si fuera una horrible madre? ¿Y si ella no era adecuada y el niño
se convertía en un asesino en serie o una loca de atar?

En su miseria no pudo oír que la puerta se abría, a continuación, se cerraba,


una pausa, y luego fuertes pisadas en la escalera, que subían de dos en dos a
la vez.

—¿Nena? Cariño, ¿qué pasa? —Kevin dejó el ramo de rosas en el mostrador


del baño y se arrodilló junto a su esposa que estaba llorando de forma
histérica. 133
Willow levantó la vista, al ver la imagen borrosa de su marido muy preocupado
a través de las lágrimas. Trató de apartarse de él mientras envolvía sus brazos
alrededor de ella, tirando hacia él.

—Shh —él susurró dándose patadas, mentales, a sí mismo una y otra vez por
hacerle esto a ella. Estaba atónito con las palabras que llegaron a sus oídos.

—¡Voy a ser una madre horrible!

—¿Qué? —Durante un breve instante, Kevin se sintió aliviado de que tal vez no
había causado tal malestar después de todo. Eso terminó rápidamente
cuando la pequeña rubia lo rechazó, limpiándose las lágrimas que salían de
forma continua de sus ojos.

—¿Por qué te digo esto? No te importa. —Se puso de pie, soplando su nariz,
furiosa, lanzando de paso la tolla al cuarto de baño.

—Ey, eso no es cierto, o justo. —Kevin también se puso de pie, tratando de


mantener la calma y ser comprensivo. Eso es lo que su madre le había dicho
que debía hacer; ser comprensivo y cariñoso. Se acercó a ella y la abrazó por
detrás. Estaba rígida, pero no se apartó—. Siento lo de antes, Willow —dijo en
su oído— fue una reacción instintiva, aunque admito que no fue una muy
buena. Me sorprendió.

—Es tu bebé, también, Kevin —Se dio la vuelta en sus brazos, mirando hacia él
con ojos suplicantes.

—Lo sé —dijo, bajando la cabeza por la vergüenza—. Pensé que íbamos a


discutir cuándo tener hijos, Willow. —La miró con timidez.

—Nosotros hablamos de esto, Kevin —Ella se movió de sus brazos, mirando las
rosas, pero no reaccionando ante sus flores favoritas—. ¿De verdad crees que
planeé esto a tus espaldas? —dije. Está bien, esta noche es la noche, Dios,
¿me ayudaras? Su furia regresaba.

—Vamos, Willow. No seas ridícula. Yo sé que no es culpa tuya.

—¿Por qué tiene que ser un error, Kevin? —ella se volvió hacia él—. Este es
nuestro hijo —Se agarró el estómago inexistente—. Y me niego a ver este
milagro como un error. Así, que con o sin ti, voy a tener a este bebé. 134
La miró, aturdido y sin habla. Parpadeó varias veces, y dejó escapar un suspiro.

—¿Me estás amenazando? —preguntó, con voz suave, la ira desapareció con
el golpe de sus palabras y el significado detrás de ellas. Ella no dijo nada, sólo
lo miró directamente a los ojos, con la mandíbula tan firme como su
determinación.

* * *

La suite del hotel era como cualquier otra donde Christine había estado;
hermosa, opulenta y asquerosamente cara. Esta vez, sin embargo, la factura
correspondía a los promotores, así que todo estaba claro y libre.

Se dirigió al enorme dormitorio, sus maletas ya estaban ahí, esperando a ser


desempaquetadas. También había un florero en la cómoda llena de hermosas
flores de diferentes colores, formas y tipos.
Cogiendo la tarjeta con dos dedos, la sacó del sobre pequeño:

Bienvenida, y espero compartir el espacio contigo. Te espero esta noche en la


cena.

Con amor,

Melissa y Tammy Lynn

Sonriendo, lanzó la tarjeta a la cómoda y se inclinó para tomar una profunda


inhalación de las flores, canturreando alegremente por la abrumadora
fragancia.

Estaba contenta de estar en Colorado para hacer el concierto benéfico en


Red Rocks. Le encantaba estar allí; las luces de la ciudad detrás del escenario,
el aire fresco de la noche que envolvía a los intérpretes y el público,
reuniéndolos en una especie de vinculo exterior.

Se sacó la chaqueta de cuero que llevaba sobre los hombros, la tiró a la cama
de matrimonio y se acercó a las puertas francesas, que llevaba al balcón que 135
daba a Denver. No venía a menudo, pero siempre disfrutó de su tiempo en la
ciudad cuando estaba allí. Sin embargo, la forma en que estas personas
vivían a tal atura no le permitía quedarse por mucho tiempo.

Volviendo de nuevo a la habitación, sacó una botella de agua para aclararse


la garganta y comenzar sus ejercicios de canto. Siempre tenía que hacer más
de ellos cuando estaba en Colorado para conseguir que sus pulmones
estuvieran preparados para trabajar más duro.

Se aclaró la mente, respiró profundamente para limpiarla de adentro hacia


afuera, casi poniéndose en un estado de meditación momentánea, liberó las
respiraciones en movimientos lentos y medidos, los ojos cerrados, el cuerpo
relajado. Estaba a punto de abrir la boca cuando sonó su teléfono celular.

Gruñó ya que su concentración se fue al diablo, se acercó a la cama, extrajo


su teléfono fuera de su chaqueta. En cuanto vio la pantalla digital, puso los
ojos en blanco.

—¿Sí?
—¡Jesús, Christine! ¿Dónde has estado? He estado tratando de comunicarme
contigo desde que dejaste, ayer a Sandra.

—He estado un poco ocupada, Bob. Tal vez si no llenaras tanto mi agenda
tendría el tiempo y la cordura para responder a tus llamadas.

—Bueno, de cualquier manera, ¿cómo vas? ¿Estás ahí, todavía?

—Sí —la cantante suspiró, sentada en el extremo de la cama—. Estaba a


punto de empezar mis ejercicios de respiración, así que acaba rápido. Tengo
que estar abajo, en dos horas. —Se pasó una mano por el pelo, sintiendo que
el cansancio ya se filtraba.

—Está bien. Bueno escucha los mensajes que te dejé, tienen más información.
Sin embargo, pero en un rápido resumen te diré que no vas a Filadelfia, sino
que estarás Baltimore. Además, la gente de Kodak te quiere en Nueva York el
lunes por la noche.

—¡Jesús, Bob! Ya no tengo diecisiete años, tratando de hacerme notar. ¿Por


qué estoy haciendo toda esta mierda? —Se puso de pie, llevando una mano
a la frente. 136
—Para arreglar tu puto numerito de a principios de este año —dijo, con voz
peligrosamente baja—. Si esto sale a la luz. Estás arruinada. El público tiene
que pensar que todavía estás con ellos, capaz y dispuesta.

—Me haces sonar como una inválida, Bob. ¿Alguna razón en particular? —su
voz era peligrosamente calmada, desmintiendo sus fluidos corporales que
estaban ahora en ebullición.

—En algunos aspectos lo estás, Christine —respondió él, su voz tranquila se


escuchó a través de la línea—. Te dejas llevar e invadir por ese veneno. Tengo
que cuidar de ti más que nunca, ahora.

—Me tengo que ir —suspiró ella, sabiendo que, si no colgaba, acabaría


gritando.

—Que tengas un buen espectáculo y dale mi amor a Sting. —El muro de


silencio le hizo apretar los dientes mientras cerró el teléfono. Sosteniéndolo en
su mano, apretó el pequeño bulto, con ganas de tirarlo contra la pared.
En cambio, lo dejó sobre la mesita de noche, conectado a su cargador,
después regresó a su botella de agua y a vocalizar.

* * *

Willow se quedó mirando el fin del día, el crepúsculo sobre la tierra. Los árboles
empezaron a parecer gigantes monstruos negros, contra el cielo púrpura, con
sus brazos extendidos hacia arriba por salvarse de otro día que terminaba y
de la noche que invadía.

Pasó una mano por el cuello de Star, el pelo grueso de la yegua le hizo
cosquillas en la palma.

—No estoy segura de cuánto tiempo más voy a ser capaz de hacer esto, chica
—dijo en voz baja, el caballo resopló en respuesta.

La brisa de la tarde sopló aire caliente sobre ella, agitando su pelo corto.
Inhaló los olores que sólo se encontraban en un Rancho; animales, tierra,
alimentos y naturaleza. A ella le encantaba, dándole seguridad y paz. 137
Siempre le divertía cómo los olores que tanto le gustaban hacían que los
recién llegados arrugaran la nariz en disgusto.

Eh, ¿Qué saben ellos?

Instando a Star en un trote ligero, se dirigió hacia los establos.

* * *

En una habitación de hotel de Colorado un teléfono celular sonó antes de ser


recogido por el correo de voz. Cuando terminó, la pantalla verde indicaba,
parpadeante, que tenía una llamada perdida.
Capítulo 7

—¿Qué? Deja de hacer eso —Willow golpeó con fuerza la mano de Rachel
lejos de su estómago—. Sigue adelante. No hay nada que ver aquí. —Se puso
rápidamente la camisa del uniforme sobre su cabeza.

—¡No puedo creer que hay un bebé ahí dentro! —La pelirroja se abalanzó,
dando a su amiga un abrazo por enésima vez.

—Yo, tampoco. —Sonrió Willow.

—¿Las cosas no han mejorado con el idiota de su papá? —Rachel cerró su


casillero, con el distintivo de identificación en su camisa.

—Sí. Él está tratando. No sé. —Cerró su propio casillero—. Creo que


simplemente va a tomar tiempo para que se acostumbre a la idea. Sólo se
enteró hace una semana.
138
—¿Están todavía hablando?

—En realidad, lo hacemos poco. Lo justo, no sé —La rubia se dejó caer en el


banco que bordeaba el pasillo entre las filas de armarios—. Me siento muy
distante de él en este momento. Estoy segura de que lo superaré, y que va a
pasar, y todo va a estar bien.

—Hmm —Rachel no parecía tan convencida. Abrió la boca a punto de decir


algo cuando se detuvo por el golpe en la ventana de vidrio esmerilado de la
puerta. Se abrió con un chirrido y Lindsey Huff asomó la cabeza.

—Um, siento molestarlas chicas, pero Willow, tiene una visita —dijo la joven
voluntaria, con las mejillas encendidas.

—Gracias, Lindsey. Voy a estar allí en… —La rubia se detuvo, al ver a su
visitante en la puerta de los vestuarios, donde había estado la voluntaria.

—Mierda —murmuró Rachel.

—Hola —Willow se acercó a la mujer más alta, con una sonrisa iluminando su
rostro. Christine le devolvió la sonrisa.
—Estaba en el vecindario. —Levantó dos grandes osos de peluche marrón,
uno con un lazo rosa alrededor de su cuello, el otro azul—. Nunca se sabe.

—Oh —al instante la emoción brotó en el pecho de Willow, y le echó los brazos
alrededor del cuello a la cantante, abrumada por lo dulce que era el gesto.
Sólo Dios sabía lo ocupada que estaba la cantante, y el hecho de que en
realidad escuchara su mensaje, y haber venido de Dios sabe dónde, ¡sólo por
ella!

—¡Guau! —Christine tuvo que mantener el equilibrio en contra del marco de


la puerta con el fin de no ser totalmente aplastada por la rubia llorando.

Luego, Willow se dio cuenta de lo desagradable que estaba siendo, y al


sentirse muy consciente de sí misma, ella se apartó de la mujer que le sonrió.

—Lo siento. —Dio un paso atrás a una distancia adecuada.

—Está bien. Estoy feliz de verte, también. —Christine dio a la pequeña rubia la
mejor sonrisa que tenía, queriendo saber si sus exuberantes regalos eran bien
recibidos—. Aquí. —Le tendió los osos de nuevo, y la rubia se abrazó a ellos. 139
—Esto es tan dulce, Christine, gracias.

—Bueno, es una ocasión muy especial. Felicitaciones. —Se inclinó un poco,


observando a la rubia con ojos preocupados—. ¿Estás bien, Willow? —El
mensaje había sido rápido y la rubia sonaba muy molesta, provocando que
Christine cancelara inmediatamente su última sesión, y tomara un vuelo a
Oklahoma.

—Oh —Willow apartó la vista, dándose cuenta de repente que dos pares de
ojos estaban muy interesados en ellas. Miró a su alrededor, al ver a Rachel
sentada en el banco, y Lindsey parada en el pasillo—. ¿Quieres un café?
Tengo unos treinta minutos antes de comenzar mi turno.

—Absolutamente.

Con los osos de peluche en los brazos, Willow la condujo hacia la cafetería.
—¿Estaremos bien? —preguntó en voz baja, al ver que la gente ya empezaba
a mirar. No tenía ninguna duda de que Lindsey estaba diciéndole a cuanta
persona le sea posible quien se encontraba en su hospital.

—Debemos estar bien. Y, si las cosas se ponen mal Anne y Andy estarán ahí —
tiró de la oreja de uno de los osos. Willow la miró, ganándose una sonrisa.

Encontraron un asiento en una mesa en la parte de atrás de la cafetería.


Willow quería hacer todo lo posible para no llamar la atención. Pero a la
primera persona que la molestara, estaría arrastrando a Christine de allí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Willow, con voz baja mientras retiraba la tapa
de su sidra caliente, soplando a través de la superficie del líquido ámbar.

—Recibí tu mensaje. Lo siento no pude estar allí para ti. —Christine parecía tan
sincera que Willow quería llorar de nuevo—. Yo solo, bueno, he estado muy
ocupada y todo ha sido una locura, por eso deje olvidado mi celular a
propósito. —Sonrió con timidez—. Estaba tratando de evitar a Bob.

—¿Bob?
140
—Knowles. Mi jefe.

—Oh. No puedo decir que te culpe —murmuró la rubia, luego miró a su amiga
con timidez—. Lo siento.

—Está bien. Así que, de todos modos, ¿qué está pasando? —Christine envolvió
sus manos alrededor de su taza de café, ya había notado que Willow la miró
dos veces con codicia.

—Oh Dios, estás tan ocupada y sin embargo estás aquí. Lo siento mucho. Por
favor, Christine, No alteres tu horario o empeores las cosas por mí, por favor.

—Willow —Christine la interrumpió suavemente—. Estoy aquí porque quiero


estar. ¿De acuerdo? —La rubia asintió.

—Bueno, ¿qué está pasando? ¿Por qué tu horario está tan ocupado? Debes
de estar exhausta.
—Sí, sin embargo —La cantante puso una mano tibia sobre Willow—. No
estamos aquí para hablar de mí. Vine aquí para hablar de esta maravillosa
noticia. No cambies el tema.

—Estoy bien, Christine. En realidad —la tristeza en esos expresivos ojos verdes
contó una historia muy diferente. Christine decidió intentar una táctica
diferente.

—Willow —dijo, bajando la voz—. Sé que pasas tu vida ayudando a otras


personas. Tienes uno de los corazones más amables que he visto en un ser
humano. Infierno, en tu vida y tu trabajo te dedicas a ayudar. —Hizo una
pausa, mirando a esos ojos verdes, asegurándose de que sus palabras eran
escuchadas—. Por favor, déjame estar allí para ti. Déjame ayudar. ¿Sí?

Willow estudió a la bella cantante, finalmente, desvío la mirada, incapaz de


encontrarse con esos intensos ojos.

—Me enteré de esto el día que te llamé. Yo tenía cinco semanas de embarazo,
y muy emocionada por el bebé...

—¿Pero? 141
—Pero —ella suspiró—. Kevin...

—No está feliz.

—No. No lo está. —Willow bajó la mirada, la fijó en su taza, deseando poder


ver su futuro en ella. Sintió el aguijón caliente de las lágrimas derramarse.

—Lo siento —Christine apretó la mano que ella todavía tenía cubierta. Willow
se encogió de hombros, tomando varias respiraciones profundas.

—Él sólo necesita un poco de tiempo para acostumbrarse a la idea. —Sonrió


a pesar de que era una sonrisa completamente forzada, y muy obvia—. No
tengo ninguna duda de que voy a estar tan ocupada preparándome para el
bebé y los vómitos que no me daré cuenta.

Christine estudió a la rubia por un momento, luego sonrió suavemente.

—Estoy segura de que lo harás.


—Bueno, tengo que empezar mi turno, así que.

—Por supuesto. —La cantante empujó la silla hacia atrás, dando un paso a los
lados para quedar de pie junto a la mesa. Willow hizo lo mismo, sonriendo con
timidez a su amiga.

—Significa mucho para mí que hayas venido. Gracias.

—En cualquier momento. —Christine envolvió a la mujer más pequeña en un


abrazo cálido, apretado, pero breve—. Cuida de ti un poco. —Miró hacia
abajo a lo que pronto sería como una pelota de baloncesto.

—Lo haré —Willow rio—. Cuida de ti, también. ¿Vale?

—Lo haré. Hasta luego, Willow.

—Adiós, Christine. —La rubia vio como la cantante se colocaba una gorra de
béisbol, tirando de su cola de caballo a través de la parte posterior. Se dirigió
hacia las puertas de cristal de la entrada del hospital, y tragada por la noche
desapareció.
142
* * *

Las hojas del papel llenaron el salón del desayuno con sonidos mientras daba
vueltas las páginas y luego sorbía el café cuando un nuevo día amanecía.

—Hmm. Ese gran show de coches grandes va a volver este año —Kevin
murmuró, bebiendo distraídamente de su taza, hecha a mano por un alfarero
local.

—¿Vais a ir Joe y tú? —preguntó Willow, recorriendo con el dedo la página


mientras buscaba su horóscopo.

—Puede ser. —Más sonido de papel, luego se escuchó el chirrido de la silla de


Kevin en el azulejo mexicano—. Espera —dijo, con el ceño fruncido. Willow no
le hizo caso, imaginando que le hablaría de ese gran trato que se traía entre
manos—. ¿No es esta la cantante que te gusta?
Willow miró a su marido, que sostenía el papel hacia arriba, con el dedo
tocando una historia corta en la sección de entretenimiento.

GRAY VISITA LA CASA HOGAR DEL HOSPITAL

Los ojos verdes se movieron hasta su marido.

—¡Mierda! —Willow hizo una mueca, sabiendo lo que venía a continuación.

—¿Habló contigo? Aquí dice que estaban charlando en la mesa de la


cafetería. —No había acusación en su voz, sólo asombro y confusión.

—Sí, lo estábamos.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué estaba haciendo aquí? —Él la miró con el
ceño fruncido.

La rubia suspiró, decidiendo contarle a Kevin sobre Christine y su pasado. Sólo


esperaba que él entendiera.
143
—Christine y yo nos conocemos, cariño.

Las cejas se levantaron.

—¿Cómo?

—Le salvé la vida. —Ella lo miró, viendo la lenta sonrisa de incredulidad que se
extendía por sus facciones. La gravedad de su mirada detuvo esa sonrisa.

—Hablas en serio.

—Sí. Ella ha venido aquí antes. Se quedó en nuestra casa.

El periódico golpeó la mesa con un fuerte golpe.

—¿Qué? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Hace cuánto tiempo pasó esto?

—¿Cuánto? —Estaba empezando a tener pánico.


—Cuando sucedió todo eso —La miraba con ojos duros, inconscientemente,
inclinándose hacia adelante en su asiento.

—La salvé el invierno pasado —Willow suspiró, mirando hacia abajo—. El


concierto al cual Rachel y yo fuimos fue un agradecimiento de ella. Nos llevó
detrás del escenario después del show, luego me llevó a cenar.

—¿Christine Gray te llevó a cenar? —Había duda en su voz.

—Sí. Fui a cenar con ella y su banda, y antes de entrar en la casa ella me dio
su número de teléfono. La llamé por curiosidad, y la invité a pasar unos días
aquí.

—¿Dónde diablo estaba yo?

—Pescando con tus hermanos.

—Ya veo. —Suspiró, mirando por la ventana—. Ese fue el fin de semana que tu
amiga, Marion vino a quedarse, ¿verdad? —La miró de nuevo, con los ojos
azules ardiendo—. Marion la que está en medio de un divorcio con su marido
y necesitaba alejarse. ¿Esa Marion? —Willow abrió la boca para hablar, pero 144
fue interrumpida por el chirrido de la silla. Que casi se volcó hacia atrás
cuando Kevin se apartó de ella y salió de la casa.

La rubia pasó una mano por el pelo, se puso de pie, empujando tanto la de
ella como la silla de Kevin debajo de la mesa.

No fue difícil encontrar al hombre que se había retirado a su cueva para jugar
en el garaje. Lo oyó aserrando algo, y se preguntó qué tan bueno era hablar
con él cuando no sólo estaba enojado con ella, sino también tenía un arma
en su mano. Decidió correr el riesgo, ella entró en su dominio.

—Kevin —dijo en voz baja mientras recogía los materiales repartidos en el suelo
de cemento de su Taller de madera; trozos de metal, herramientas y cubos de
diversos tipos y tamaños llenos de tornillos y clavos. Él no respondió—. Lo siento.

—¿Por qué me mientes? —preguntó, con la voz entrecortada. Sonaba como


un niño pequeño.

—Cuando todo pasó esa noche con Christine, su manager y el abogado me


hicieron firmar un contrato para que no se lo dijera a nadie.
—¡Soy tu marido, Willow! —La miraba, con la cara roja por el esfuerzo de estar
aserrando, mezclado con su ira—. Debiste haber confiado en mí.

—Tienes razón.

—Y el resto. ¡Es decir, esta mujer estuvo en la casa! No hay nada más personal
que eso. —Suspiró de nuevo, renunciando al aserrado. Dejó la cuchilla en el
mostrador de su banco de trabajo, con una mano en la cadera, la otra
tocando algunas virutas de madera. No miró a su esposa—. Siempre has sido
una persona abstraída, y realmente he intentado hacer lo mejor posible para
entenderlo, para tratar de respetar eso—. Él la miró.

—Sí, lo has hecho —Willow dijo en voz baja.

—¿Por qué me ocultas cosas? —Su voz estaba afligida ahora—. Respetar tu
privacidad y ocultarme las cosas son dos cosas muy diferentes. Esta no es la
primera vez, Willow. ¿Por qué fue Rachel lo suficientemente buena para ir al
concierto?

—Ella estaba allí esa noche, Kevin. Estaba trabajando en la sala de 145
emergencia.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estaba Christine Gray, en primer lugar, aquí, y en
segundo lugar, ¿por qué estaba en el hospital?

—Eso es algo personal, no puedo…

—¡Jesús! —Él irrumpió junto a ella, tirando de la puerta de su camioneta y


subiendo a la cabina. Mirándola a través del parabrisas, encendió el motor, y
él salió del garaje con un chirrido de neumáticos.

—Mierda —Willow se dejó caer en su asiento, con la cabeza apoyada en sus


manos. Ella sabía que estaba mal, debió haberle dicho a Kevin sobre todo
esto hace mucho tiempo. Debió haberle confiado esto, sabía muy bien que
no iría a gritarlo en los tejados.

De pie, sacudió el polvo y la suciedad de sus pantalones cortos, que estaba


por todas partes en el garaje de Kevin. Salió hacia el sol de la mañana,
dejando que calentara el frío que la llenaba. Estaba cansada de discutir, y
estaba sucediendo muy a menudo. Y por las cosas más estúpidas.
Desde que le había contado sobre el bebé, ambos estaban nerviosos, y Kevin
parecía estar constantemente a la defensiva. Pensó de nuevo en unas noches
atrás.

Me arrastro por su cuerpo, dejando un sendero de besos. Siento las manos


acariciar mi pelo, a veces tirando de él. Me estremezco, pero no digo nada.
Él todavía tiene sabor a sudor.

—Mm —Jadeo cuando alcanzo el cuello de Kevin, los pequeños pelos en


crecimiento me hacían cosquillas en la piel—. ¿Sabes que es lo mejor? —Hablo
en su oído.

——¿Que vas a dejarme finalmente descansar y recuperarme? —Sonrió.

—No, el hecho de que puedo hacer esto hasta el final, justo antes de dar a luz
—Le ronroneo. Él se pone rígido, y no en el buen sentido. Siento el cambio en
él, me siento a horcajadas sobre su cuerpo, justo en frente de su pene erecto.
Miro hacia él, con el ceño fruncido. Ha vuelto el rostro hacia un lado, una
mano apoyada en la nuca—. ¿Qué pasa?
146
—Supongo que estoy muy cansado —dice, con una fría sonrisa en sus labios.

—Estupideces —La ira estaba burbujeando dentro de mí—. Vaya ¿la mención
de nuestro bebé te suavizó? —Sonreí ante mi pequeña broma, señalando que
era exactamente lo que estaba ocurriendo.

—¿Podemos tener un poco de tiempo para nosotros, Willow? —Él me está


mirando, con los ojos ardiendo—. ¿Podemos tener un poco de maldita paz
antes que llegue este chico? ¡Jesús! ¡Me importa una mierda! Sólo quiero
follar, ¿de acuerdo?

Estoy aturdida, y congelada por el disgusto. Sólo me tomó un momento salir


de mi estupor, y alejarme de él. Sentada en la cama, mirándolo, encojo mis
piernas hacia arriba, con las rodillas contra mis pechos desnudos. Se queda
dónde está.

—¿Qué? —me pregunta, a la defensiva.


—¿Dónde aprendiste a ser tan frío? —Le susurro. Suspira, a continuación, se
sienta, dejando sus pies en el suelo y dándome la espalda. No dice nada,
haciéndome enfurecer aún más—. ¿Kevin? —Suspira de nuevo.

—¿No te gusta nuestra vida tal como es? —me pregunta, de pie y frente a mí.

—Sí, por supuesto que sí—, le digo, sin entender que me quiere decir.

—Entonces, ¿por qué cambiarlo, Willow? ¿Por qué traes un estrés que no
necesitamos? —Me mira, con los ojos clavados en los míos, exigiendo una
respuesta.

Lo miro fijamente, tratando de mantenerme bajo control, así como tratando


de entender por qué este bebé le molesta tanto. Encuentro mi voz, aunque es
baja y peligrosamente calmada.

—¿Por qué odias tanto a tu bebé, Kevin?

—No lo odio, pero siento que no lo necesitamos. Tenemos una buena vida, y
podemos ir donde queramos a voluntad, por fin estamos financieramente bien
—su voz se apaga, al ver la expresión de disgusto que no tengo ninguna duda 147
está en mi cara—. Es sin duda lo que estoy sintiendo.

—Bastardo egoísta. —Él parpadea, sorprendido, pero no dice nada—. Los dos
tenemos casi treinta años, y es el momento de ser adultos. Hemos tenido siete
años maravillosos juntos, y ahora estoy lista para una familia.

Su mandíbula y los labios se tensaron.

—Bueno, yo no lo estoy.

Willow sintió algo haciéndole cosquillas en su cuello, y levantó la cara llena de


lágrimas, sus brazos, descansaban sobre el carril superior de la valla. Star
resopló, empujándola con su nariz.

—Hola, bebé —la rubia susurró, besando la nariz de la yegua—. ¿Qué vamos
a hacer, niña? ¿Eh? —El caballo balanceó la cabeza y resopló de nuevo,
provocando la sonrisa de su dueña—. Sí, sé que estamos jodidas.

* * *
—¡Jesús!

—¿Qué? —Sandra entró en la habitación, con café caliente chapoteando en


la mano—. Mierda —murmuró, dejando la pequeña taza sobre la mesa.

—¡Oklahoma! Estaba en la maldita Oklahoma —Bob Knowles gritó, golpeando


el periódico en la mano.

—¿Corrí hasta acá para eso? —Sandra desató el cinturón de su bata de seda,
dejó que la prenda se deslizara al suelo, y tomó su lugar en la cama, con un
pequeño vaso de licor de avellana en la mano—. Y yo pensaba que era algo
importante —murmuró.
—¿Te dijo que iba a Oklahoma? —preguntó Bob, volviéndose hacia la
diseñadora, con las cejas oscuras fruncidas formando una línea
perfectamente arqueadas por encima de sus ojos oscuros.

—Por ella supongo que te refieres a Christine, y no, yo no estaba de guardia


ese día. —Miró al manager que estaba sentado a su lado, tan desnudo como
ella.
148
—No te pases de lista, Sandra. Esto podría ser desastroso. —Estudió la historia
una vez más, analizando, cualquier detalle que podría haber perdido.

—¿Para quién, amor? —Le dio un sorbo a la rica bebida, cerrando los ojos con
satisfacción.

—¿Qué pasa si alguien se entera? —murmuró, a nadie en particular—. Mi


carrera habría terminado.

—Robert, estas absolutamente obsesionado. ¿Qué tal si aflojas las riendas un


poco?, ¿eh? —Los ojos oscuros de Bob se reunieron con el azul de la
diseñadora—. Pienso que los nativos están cada vez más inquietos —terminó
en voz baja.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, Christine no es la chica estúpida, e ingenua de catorce años


que trajiste aquí hace casi dos décadas. Ha aprendido bien de ti, Robert, y
me temo que puede aprovechar muy bien esas lecciones que aprendió de su
maestro.
—Nunca me he equivocado, Sandra. Todo lo que le dicho es por su propio
bien. —dijo, en voz baja y a la defensiva.

—Hmm. Estoy segura. Pero debes saber que ella está mordiendo el freno. Es
una mujer adulta ahora, y ya no necesita un papá para guiar todos sus
movimientos o una sombra detrás de ella sólo para interrogarla. Robert, has
hecho todo lo que puedes hacer por ella, por lo que ahora sólo debes sentarte
y cosechar los frutos de veinte años de trabajo duro.

Bob volvió a la cama, su estado de ánimo significativamente estaba más


oscuro.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué te ha dicho?

—Nada. Nada en absoluto. —Sandra sonrió dulcemente mientras bebía su


brebaje, sin dejar de mirar a su amante por más de diez años. Podía follárselo,
pero ella nunca lo entendería.

Knowles la estudió, estrechando los ojos mientras observaba los músculos de


su cara, todos los matices de sus ojos. Era bueno leyendo a la gente, y Sandra 149
no era diferente.

—Hay algo que no me estás diciendo —dijo en voz baja.


—¿Qué hay que contar? —Sandra agarró la sección de entretenimiento del
periódico que yacía en una pila ordenada en el regazo de Robert. Le arrancó
la página de sus manos, tirándola a un lado.

—Dime —exigió, inclinándose hacia adelante, a pocos centímetros de la


diseñadora. Ella enfrentó el desafío, odiando sentirse intimidada.

—Mira en sus ojos, Robert. Es miserable, y yo no la culpo.

—¿Es así? —Sus ojos se estrecharon aún más—. Si no te gusta la forma en que
manejo mi negocio entonces ¿por qué no te vas? Recuerda, Sandra, Yo te
hice y puedo deshacerme de ti.

—Oh no. —No se limitó a hacer una amenaza— Por lo que recuerdo, Bob,
Christine me hizo. Y ella te hizo, también.
Con eso, echó a un lado las sabanas e irrumpió en el enorme cuarto de baño.
Con furia tomó, la ropa que usó la noche anterior. Con los dedos se peinó el
pelo, mirando al hombre que todavía estaba sentado en la cama.

Al detenerse en la puerta, se volvió hacia él.

—No lo olvides, Christine es la que tiene el poder ahora. Dentro de cincuenta


años ¿a quién van a recordar? A ¿Christine Gray o Robert Knowles? —Al decir
eso se fue.

* * *

Willow mordió ligeramente la varilla de sus gafas de lectura, mirando hacia


abajo su trabajo más reciente. Las palabras y las letras se extendían a través
de la página. La última línea la atrapó y la hizo sentir los ojos ardientes como si
estuvieran en llama.

Mi corazón sangra.
150
De hecho, lo hizo. Esto puso triste a la rubia ella estaba escribiendo de nuevo
después de tantos años; sólo escribía cuando estaba en el más profundo
dolor, o confusión. Ella ahora tenía ambos.

Ajustó las lentes hacia abajo, suspiró y cerró el cuaderno, sosteniéndolo contra
su pecho mientras miraba por la ventana de la sala de estar, viendo como el
sol empezó a asentarse sobre el paisaje. Las puntas de los árboles eran
doradas, hermosas. En la carretera principal que conducía al rancho, vio un
par de faros, rebotando en el desigual camino de tierra.

Willow se sentó en la gran silla mecedora que su abuelo había construido hace
más de treinta años. Esperó, un tanto nerviosa mientras el camión de Kevin se
acercaba para detenerse frente al sendero que llevaba al porche, donde la
rubia estaba sentada observando.

Él bajó la ventanilla, apoyando el brazo en ella.

—Entra —gritó. Continuó cuando su esposa no se movió—. Vamos, cariño,


entra. Vamos por algo de cenar.
Willow lo miró, indecisa por un momento, y luego decidió tratar de salvar lo
que quedaba de su día libre.

Saltando de la silla, Willow bajó trotando las pocas escaleras hacia el sendero,
luego alrededor de la camioneta y se deslizó junto a su marido. Se preguntó
lo que pasaba por su cabeza.

—¿Dónde fuiste? —Le preguntó en voz baja, colocando el cinturón de


seguridad en su lugar.

—Con Joe.

—Estoy segura de que me odia, ¿eh? —Sólo estaba bromeando.

—No más de lo que Rachel me odia. —Llevó la camioneta hacia el camino


de tierra, cambiando marcha antes de perder velocidad. Al pasar la señal de
giro, los dos miraron en ambos sentidos, a continuación, Kevin volvió a la
carretera principal que conducía a la ciudad.

* * * 151

Christine rio mientras observaba al chico intentar reproducir una vieja canción
de Hendrix. Su concentración era tan completa que parecía olvidar que su
lengua salía por la comisura de la boca.

—¿Vas a detener la agonía? —Adam susurró de modo que sólo la cantante


pudo escuchar. Ella sonrió y le dio un codazo en las costillas—. Muchas gracias
por hacer esto, Chris. Fue increíble, y me encanta escucharte cantar. Yo no
entiendo mucho.

—De nada, amigo. —Sonrió a su amigo más antiguo, dándole un codazo de


nuevo, pero esta vez por afecto.

—Ellos realmente te aman. No estaba seguro de cómo pasaría, quiero decir,


no eres 50 Cent o incluso Usher.

—Ey, puedo rapear como el mejor de ellos, palabra —Christine lanzó una señal
de rapero a su amigo, haciéndolo reír—. Me alegro que se divirtieran. Y si crees
que esos tipos serán bien recibidos... —dejó que su pensamiento fuera a la
deriva en su imaginación. Se detuvo por un momento, pensando, y luego se
volvió hacia ella.

—De ninguna manera. Se podría conseguir que esas personas hicieran algo
como esto —extendió la mano para indicar el pequeño edificio, en mal
estado, donde se reunían sus “chicos” cada semana, o simplemente pasaban
el rato, manteniéndolos fuera de los problemas.

—¿Seguro? ¿Por qué no? Sé de alguna gente. —Adam rio, haciendo que
Michael levantara la vista de sus intentos en la guitarra de Christine.

—Estoy seguro que sí. Vamos. —Llevó a su vieja amiga a la pequeña oficina,
que compartía con la pequeña bola de fuego que entró por la puerta
delantera.

—Maika'i!

Christine se volvió hacia el familiar apodo.

—¡Alice! —Ella sostuvo a la diminuta mujer en un enorme abrazo, casi


levantándola del suelo. Una vez separada, la pequeña mujer de Hawai 152
levantó la vista hacia la mejor amiga de su compañero—. Tu estas más y más
bella cada vez que te veo —dijo, con bellos ojos negros centelleantes.

—Bueno, creo que estás llena de mierda, pero siempre y cuando no me llames
pupuka (whisky), te creeré. —Ella sonrió mientras que Alice dejó escapar una
risa estruendosa, que sacudió su metro cincuenta, y cincuenta kilos de peso.

—Vamos, chica loca. Tengo lista la cena.

Adam le entregó las riendas del club a uno de los empleados, y los tres se
dirigieron a las escaleras de su apartamento.

—Eso fue maravilloso, Alice, gracias. —Christine se echó hacia atrás en su silla,
masticando el último bocado de la lasaña, con la mano cubriendo su
estómago.

—De nada, Maika'i. —Sonrió la mujer hermosa. Christine siempre había


pensado que Alice era una de las mujeres más bellas que jamás había visto. A
pesar de que era físicamente atractiva, la mayor parte provenía de su interior.
Los ojos oscuros de la mujer decían mucho acerca de cómo se sentía, y
brillaban con una vida que la cantante nunca había visto antes.

—Vamos, Christine. Vamos a echar un humo. —Adam se puso de pie,


arrojando la servilleta en el plato vacío. Se acercó a la pequeña cocina abrió
un armario y sacó dos cigarros. Moviendo las cejas a su vieja amiga, se dirigió
a la ventana que daba a la escalera de incendios.

—¿Quieres que te ayude, Alice? —preguntó Christine cuando la mujer más


pequeña empezó a limpiar la mesa. Miró a la cantante, con sus ojos
increíblemente oscuros y llenos de lágrimas.

—No, Christine. Ve a pasar tiempo con él. —Ella sonrió, aunque débilmente.
Christine tuvo la sensación de que no debía hacer preguntas, sólo obedecer.
Tratando de sacudirse la sensación de aprensión que se arrastraba alrededor
de su corazón, Christine siguió a Adam hacia el viejo y destartalado edificio.

—Es una hermosa noche —dijo, contra el ladrillo del edificio.

—Está muy clara. —Christine se sentó con las piernas colgando fuera del
balcón, los brazos descansando a lo largo de la baranda—. Es curioso, no 153
tengo ningún deseo de vivir aquí de nuevo, pero cada vez que estoy aquí, lo
echo de menos, ¿sabes?

Adam asintió, dándole a su amiga un cigarro.

—Lo sé. Este lugar se lleva en la sangre. Nunca lo perderás, amiga. —Miró a sus
ojos oscuros que brillaban en la oscuridad de la noche, a pesar de que se
reflejaba parte de la luz de las viviendas a su alrededor.

—Me gustaría poder convencerte a ti y a Alice para veniros al oeste. No


creerías el espacio que hay allí. Quiero decir, sí, LA es como esto —extendió su
mano, indicando como la gente vivía en estos espacios reducidos—. Pero hay
otros lugares en California que no son así.

Él cubrió el cigarro con la mano mientras lo encendía, aspirando para obtener


una buena luz, después pasó la llama a Christine. Ella bajó la cabeza,
aspirando su propio cigarro, luego se echó hacia atrás, suspirando mientras
exhalaba el humo dulce, cerrando los ojos con alegría.
— Maika'i, cariño, ¿quieren un café? —preguntó Alice, de rodillas delante de
la ventana, con las manos apoyadas en las rodillas.

—No, gracias, cariño. —Adam sonrió, luego se inclinó y besó suavemente a la


pequeña mujer en la mejilla. Christine observó a la pareja, amando verlos
juntos, pero nunca envidiando el evidente amor y devoción del uno hacia el
otro.

—Tú te lo pierdes —murmuró la mujer desapareciendo de nuevo en el


pequeño apartamento.

—Mujer loca —la cantante murmuró, luego tomó una larga, y satisfactoria
calada.

—Ella está en lo correcto. Estas hermosa —dijo Adam, con una suave sonrisa
curvando sus labios. Christine le dio una mirada de soslayo.

—Muy bien, ¿qué es lo que deseas?

Él rio.
154
—Nada. Sólo estoy de acuerdo con Alice.

—Sí, bueno y tú te ves como una mierda, hombre —lo miró, de arriba abajo,
su cuerpo delgado y la ropa colgando de él.

—Sí, bueno, he descubierto la dieta definitiva —dijo, con la voz un tanto


amarga. La cantante se sorprendió.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo van las cosas, Chris? —Le preguntó Adam, botando un poco de
ceniza sobre el rellano de la escalera de incendios. Una vez más, se mostró
sorprendida por el repentino cambio de tema, pero le siguió el juego.

Christine suspiró, sabiendo muy bien a lo que se refería. Se pasó una mano por
el largo cabello, sintiendo las hebras frías a través de su piel.

—Lo estoy tomando día a día, Adam. Tratando de no hacer demandas de mí


misma que sé que no puedo cumplir, ¿sabes?
—Tiene sentido —él resopló, entrecerrando los ojos cuando el humo llenó su
espacio cercano—. Este será el último que fumo.

—De ninguna manera— Christine rio, tocando el cigarro, marrón, y


observando la brillante ceniza que caía hasta el pavimento cuatro pisos más
abajo antes de dispersarse en la acera.

— ¿Dejaras de fumar? No es probable.

—No, en serio. —Miró a su amiga, oyendo lo grave que era en realidad—.


“Tengo que”.

—¿Por qué? —Ella estaba seria ahora, y empezaba a estar un poco


preocupada. Adam había comenzado a fumar los cigarros del novio de su
madre a la edad de ocho años.

—Tengo que decirte algo, Chris —dijo, en voz muy baja. Él no la miraba, en
cambio fijó la vista en el cigarro que tenía en la mano—. Este ha sido el único
mal hábito que he tenido, que me ayudaba a sentirme un poco normal, como
si tuviera un poco de control, ¿entiendes? —Miró hacia ella, al verla negar con
la cabeza. 155
—No. Explícame. — Ella levantó las piernas, cruzándolas y girando hacia él—.
¿Qué está pasando, Adam? —preguntó, con voz suave.

Él suspiró.

—Hace ocho años fui a donar sangre a una unidad local.

—Bueno.

Adam se encontró con sus ojos finalmente.

—Chris, me dio positivo para el VIH entonces.

Christine sintió que el aliento era aspirado de sus pulmones, una ola de temor
tan feroz rompió a través de su cuerpo, que se sentía como si fuera a vomitar.

—¿Por qué no me dijiste esto hace ocho años, Adam? —Su voz era temblorosa
y baja.
—Debido a que estabas ocupada con tu propia mierda y yo no quería que te
preocuparas.

—¿No querías que me preocupara? —estalló ella, inmovilizándolo con una


mirada eléctrica. Se quedó sin poder hacer nada—. ¿Así que me estás
diciendo esto ahora? —No estaba segura de sentir una profunda tristeza o
estar absolutamente molesta. Probablemente una mezcla de ambas.

—Te lo digo ahora porque estoy hasta el tope de SIDA. —Era su turno para
sujetarla con la mirada. Ella se congeló, las palabras de recriminación se
perdieron para siempre en sus labios. No tenía sentido ahora.

—¿Cuando?

—Me enteré la semana pasada.

* * *

El silencio sólo fue roto por el zumbido tranquilo de la radio, con una melodía 156
campirana que Willow prefería escuchar ahora de todos modos. Miró por la
ventana, descansando contra el frío cristal.

—Me imagino que tal vez el próximo fin de semana podemos ir a comprar
muebles o algo — Kevin dijo en voz baja, mirando a la rubia.

Ella lo miró, con el ceño fruncido.

—¿Muebles para qué?

—Bueno, cosas de bebé. Cunas y esas cosas. —Él sonrió, a pesar de que se vio
forzado, y ambos lo sabían. Willow se dio cuenta de que estaba tratando de
compensarla de alguna manera, pero todo era tan artificial que la dejó fría.

—Olvídalo —murmuró ella, mirando por la ventana.

—¿Qué? ¿Olvidarlo? —Él la miró por un largo momento, luego se acordó de


la carretera delante de él, por lo que sus ojos se alejaron del semblante hosco
de Willow.
—Sé que a ti te importa una mierda, Kevin, así que para que fingir que lo haces.
La última cosa en la tierra que quieres hacer es ir de compras para el bebé, y
los dos lo sabemos.

—Cariño, sabes que no me gusta ir de tiendas.

—Entendido, Kevin —gruñó ella, sintiendo que su estómago comenzaba a


agitarse. Las náuseas estaban empezando, y no había forma de detenerlas.

—Entendido, ¿qué? —Gritó él, a pleno pulmón en la cabina del camión—.


¡Jesús, Willow! Estoy tratando de ser lo que quieres que sea, y ¡me está
empujando hacia abajo! —La miró con el rostro contorsionado de ira.

—¡Tú no eres mi mascota, eres mi marido y el padre de este bebé! —Ella puso
su mano sobre su vientre, sintiéndose muy protectora de lo que había en su
interior—. No hagas lo que crees que quiero que hagas. ¡Dios mío! ¿Qué clase
de lógica es esa? —Su voz se elevaba al igual que su nivel de frustración—.
¿Por qué no puedes simplemente entenderlo?

—¿Qué clase de lógica? ¡Maldición! ¡No puedo ganar contigo!


157
—¡Mira el camino, Kevin! —Willow gritó, señalando que estaba empezando a
zigzaguear en su carril mientras su atención estaba lejos de la conducción.
Enderezó la rueda, aunque todavía había furia en él.

—Reaccioné de una manera que era natural para mí, eso no es correcto. ¡Te
digo lo que pienso y siento, todo el maldito tiempo como me lo has pedido,
así que lo hago, y tampoco está bien! —Él golpeó la palma de la mano contra
el volante, por lo que desvió la camioneta ligeramente—. ¿Qué quieres de mí?
—Él la miró, con una intensidad en sus ojos que daba miedo.

—Quiero que seas feliz con lo que has ayudado a crear, y yo quiero que seas
parte de ello, porque desees hacerlo y no porque te sientas obligado.

—Lo he intentado-.

—No lo has intentado. Te conozco, Kevin, y sé cómo funcionas. La primera


idea que viene a tu cabeza es con la que te quedas. Esto no es diferente.
Kevin quedó en silencio por un momento, a pesar de la vena que sobresalía
peligrosamente en el cuello, el músculo de la mandíbula estaba trabajando
como un loco. Willow esperaba que estallara en cualquier momento.

—¿Quieres que sea honesto? ¿Quieres que te diga cómo me siento y toda esa
mierda de balbuceo psicológico? Muy bien, muy bien —su voz era tan
calmada, que envió un escalofrío por la espalda de Willow—. Te lo diré. —Su
respiración era inestable, pesada e irregular. La miró, con los ojos en llamas—.
No quiero a este puto niño, nunca lo hice. No quiero que interrumpa nuestras
vidas. ¡No quiero ser padre! —Esto último lo gritó, casi metiendo a Willow en la
esquina de la cabina.

Ella apartó los ojos de él, volviéndose a la carretera, justo a tiempo para ver
un par de luces de freno de color rojo brillante, a no más de dos metros de
distancia.

—¡Kevin! —Ella gritó.

* * *
158
Con las manos en los bolsillos de sus vaqueros, Christine caminaba por las
calles, la ciudad se sentía viva a su alrededor. En verdad era la ciudad que
nunca duerme. Con la gorra calada hasta abajo, la cantante se mezclaba
bien. No quería ser molestada esta noche. No, no esta noche.

Adam y Alice estaban dormidos cuando ella salió de la vivienda, cerrando las
muchas cerraduras con el conjunto de llaves que le habían dado hace años.
Más de una vez había sido capaz de escapar del ojo público dentro de la
seguridad de esas paredes.

Esta noche sentía cualquier cosa menos seguridad; se sentía como en una
cárcel y ella su prisionera que se revolcaba en su dolor por la sentencia de
muerte dada a su mejor amigo.

Encontró un banco y se sentó, mirando como fluía el hilo de la humanidad,


algunos la miraban a su manera, la mayoría como si fuera parte del paisaje.

Sintiendo el bulto incómodo en su cadera, ella puso su mano sobre el teléfono


celular recostado allí, los dedos corrieron sobre la superficie lisa. Sacándolo de
su cinturón, se lo colocó en su regazo, mirándolo. Pasó su pulgar sobre la
pantalla, una y otra vez, sintió cuán pesada estaba su alma. Sentía como si sus
hombros estaban siendo empujados por esta gran carga y cruz, empujándolos
lentamente a bajar cada vez más cerca del banco. Su pulgar siguió
acariciando la pequeña ventana.

Distraídamente los dedos abrieron el teléfono, la luz azul de la pantalla y el


teclado le llamó la atención. Ella bajó la mirada hacia él, viendo que era la
una de la mañana, hora de Nueva York. Vio el pequeño símbolo en la esquina
superior derecha de su libreta de direcciones y, por su propia voluntad, su
pulgar apretó el botón que iluminaría eso, y los números marcharon por la
pantalla, el cursor parpadeó en el primer nombre.
Escaneando la lista, vio los nombres, Melissa, Sandra, Robert, Julia, Meg, Elton,
Mick, Heff. Ninguno de ellos le haría ningún bien, ninguna de esas personas
podría ayudarla. Ninguno entendería o escucharía de la forma en que
necesitaba ser escuchada.

Willow. El nombre era como un faro, una luz que guiaba a su salvación
emocional.

Apretó el botón de enviar, el número de Willow apareció en la pantalla azul, 159


y comenzó a sonar.

* * *

El tiempo se detuvo, las luces traseras se acercaban más y más hasta que ya
no pudo verlas, sólo el haz de los faros de la camioneta que iluminaba todo el
interior del coche, con dos ocupantes al momento de estrellarse contra ellos.
El cinturón de seguridad se clavó en medio de Willow, haciéndola gritar de
dolor cuando sintió como si sus entrañas estuvieran siendo exprimidas por un
tornillo de acero. Escuchó un terrible golpe de coche y se dio cuenta que el
parabrisas se rompía cuando el marco de la ventana trasera del otro coche
lo golpeó.

Fragmentos de vidrio estallaron sobre ella y Kevin, incrustándose en el pelo, la


piel de su cara y los brazos.

Todo había terminado en cuestión de segundos, aunque para Willow se sentía


como horas. Al oír las sirenas de fondo, y en algún lugar escuchó la voz de
Kevin, a pesar de que sus palabras no tenían sentido para ella. Ella tenía sólo
una cosa en su mente.

—¡Mi bebé!

* * *

—Oye. Uh, bueno, sé que es tarde y lo siento mucho. Um, supongo que sólo
necesitaba hablar. Lo siento si te molesté o te desperté o algo así. Um, estoy
bien, así que no te preocupes. Supongo que es lo de siempre. Yo eh, voy a
hablar contigo más tarde.

El teléfono se cerró, Christine se levantó de su banco, girando en un círculo


lento, vio un café no muy lejos de donde estaba. Eddie’s. Le daría una
oportunidad a Eddie. Café. Un café estaría bien.

Empujando la puerta de vidrio y metal, la campana por encima de ella sonó


con fuerza en la pequeña y tranquila tienda. Los ojos azules miraron a su
alrededor, viendo a algunos clientes sentados en mesas dispersas, detrás del 160
mostrador estaba un hombre con un delantal blanco, que tenía escrita la
palabra ‘Eddie’ en grandes letras rojas. Observó que las luces brillantes caían
directamente por encima de él dibujando sombras extrañas en su rostro
desgastado que le daba un aspecto poco natural, pálido. Él la miró con ojos
viejos, caídos, arrugados antes de tiempo.

Archie Bunker. Le recordaba a Archie Bunker el personaje de la serie All in the


Family.

Esta comparación la hizo reír un poco, suspirando ligeramente por la emoción.


Se quedó mirando a los ojos de Archie / Eddie, por un momento, sólo para
tener una mínima conexión con otro ser humano.

—¿Está bien, señorita?

Eso es todo lo que necesitaba. Un solo acto de bondad, un solo momento de


sincera preocupación de un completo desconocido. Ella sintió que su cara
caía, las manos se acercaron para ocultar su dolor, a pesar de que se filtraba
a través de sus dedos.
Unas suaves manos estaban en el brazo y el hombro, y ciegamente la
condujeron a una silla, donde se sentó con fuerza en el asiento de plástico. No
podía mantenerlo por más tiempo, y las compuertas se abrieron cuando una
ola de lágrimas llenó el vacío, luego una mano cálida en cuestión de
segundos se apoyó sobre su espalda.

161
Capítulo 8

—¡Ese hijo de puta! —Rachel murmuró, empujando las puertas de Urgencias


que la llevarían justo al centro de la sala de espera. Ahí es donde encontró a
su objetivo.

Estaba sentado en una de las sillas de plástico duro, con la cabeza hacia atrás
contra la pared, y una tirita cubriendo una pequeña herida en su frente.
Aunque Rachel tuvo que sonreír al pensar en el dolor que debía tener por
golpear el volante con su insignificante cabeza.

—Bueno, en realidad no creo que te importe un comino, pero tu esposa va a


vivir, al igual que su bebé. Al menos a partir de este momento.

Kevin levantó la vista, para ver a la enfermera pelirroja con las manos en las
caderas, buscando pelea.

Por un momento, aunque sea un momento muy corto, Rachel casi se sintió mal 162
por el aspecto completamente lamentable de su rostro. Por suerte pasó
rápidamente.

—¿Puedo verla? —preguntó, a punto de ponerse de pie. Cuando sintió que


una mano lo empujaba hacia atrás en la silla.

—No en tu vida, amigo. No quiere verte. Además, está durmiendo. Tuvimos


que darle un sedante porque estaba muy preocupada al pensar que su bebé
había muerto. —La enfermera miró al hombre con ojos acusadores—. Y para
que lo sepas, a ese buen agente de allá le gustaría tener unas palabras
contigo.

Rachel se volvió y se dirigió de nuevo a la sala de emergencias. Tal vez estaba


disfrutando un poco de esto, pero no podía evitarlo. Por lo que su amiga le
había dicho, estaban discutiendo por la inmadurez de Kevin en aceptar la
responsabilidad por el niño que él ayudó a crear. Bastardo desagradecido.
Tenía a una de las mejores mujeres que Dios tuvo la dignidad de crear, y él la
estaba dejando escapar. Cabrón.

Se dirigió por el pasillo, al oír el caos de una nueva llegada en progreso. Al ver
que tenían todo bajo control, se dirigió a la cortina, donde Willow dormía.
Ella sintió su ira crecer cuando pensó en lo histérica que Willow había estado,
aterrada de que su bebé no lo hubiera logrado, que hubiera muerto por el
impacto del cinturón de seguridad contra su vientre.

—Bastardo —murmuró, empujando a un lado la cortina.

Kevin observó a la enfermera salir, el miedo subió hasta su columna vertebral


para llenarlo de una sensación de pérdida. Él se sorprendió al descubrir que su
esposa no quería verlo, y de repente se sintió preso del pánico, como un niño
pequeño que no se le permitía participar.

—Mierda —murmuró. Realmente había jodido todo.

—¿Kevin Bowman? —preguntó el oficial, con un bloc de papel en la mano.

Los ojos azules se volvieron hacia el alto policía de color. Su sensación de


miedo se intensificó.

* * * 163

Willow se quejó un poco, girando la cabeza hacia un lado, apoyando de


forma automática la mano en su vientre. Los ojos verdes se abrieron.

—Mi bebé —susurró.

—Está bien. Cariño, Tú y el bebé están bien.

Willow se volvió al ver a Rachel sentada en su cama, y se dio cuenta que la


pelirroja le tomó la mano. Apretó los dedos fríos alrededor de los suyos,
entonces se acomodó en la almohada.

—¿Estás segura, Rach? —preguntó ella, con voz rasposa.

—Sí. Estamos seguros, cariño. ¿Cómo te sientes? —Rachel llevó su otra mano,
para controlar la temperatura de la rubia, mientras todavía estaba
mortalmente pálida.

—Bueno, como has dicho, voy a vivir. ¿Está todavía aquí?


—No. Él se fue una vez que los policías terminaron con él. Un tipo grande y
corpulento vino y se lo llevó.

—Su hermano Joe —Willow acomodó su cuerpo dolorido, suspirando


profundamente—. ¿Dijo algo?

—No mucho. Me pidió verte. Eso fue todo.

—¿Puedo quedarme un tiempo en tu casa? —preguntó Willow, su voz era muy


tranquila.

—Por supuesto que puedes, cariño. Iba a insistir en ello, en realidad. —La
pelirroja esbozó una sonrisa brillante a su amiga, quien la devolvió débilmente.

—Gracias, Rachel.

—Cuando quieras, cariño. Tengo que volver al trabajo. Tú relájate y duerme


un poco, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien, cariño. Lo prometo. —Rachel se
puso de pie, luego se inclinó y besó suavemente la frente de su amiga.
164
Una vez sola, Willow miró fijamente la luz sobre ella, atenuada, por lo que el
cubículo estaba casi a oscuras. Rachel quería que ella durmiera y se relajara.
¿Cómo demonios se suponía que iba a hacer eso? Las palabras de Kevin
resonaban en su cabeza:

—No quiero a este puto niño, nunca lo quise... ¡Yo no quiero ser un padre! —El
aguijón de las lágrimas le hizo apretar los ojos, una vez más, cansada de llorar.
Sus ojos dolían y la piel de su cara estaba rígida y apretada, todavía podía
sentir los senderos de sal.

Tenía algunas decisiones que tomar.

* * *

—¿Hay algo más que necesites, cielo? —preguntó Rachel, a punto de sentarse
en el borde de la cama. Willow parecía una niña, cubierta hasta la barbilla.
Rachel pensó que era adorable.
—Sí, que me dejes devolverte tu cama —la rubia se quejó.

—Disparates. —La pelirroja se puso de pie, acariciando el pie de Willow—.


Quiero que estés lo más cómoda posible, ¿de acuerdo? La TV está ahí, el
control remoto está en la mesa de al lado, un vaso de té helado junto a él.
Um, creo que eso es todo. Sólo descansa. Es necesario que lo hagas, cariño.

Después de un tiempo Willow se quedó sola, tratando de dormir. Simplemente


no estaba sucediendo. Su mente estaba en todas partes a la vez, como si un
millón de voces hablaran todos al mismo tiempo.

Finalmente se dio por vencida, se sentó en la cama, haciendo una mueca de


dolor por los músculos adoloridos y su cuerpo magullado. Al mirar los números
rojos en el reloj de alarma, Willow notó que era justo después de las tres de la
tarde. El ginecólogo de la rubia había insistido en que ella pasara la noche en
el hospital para observación, sólo para asegurarse de que nada inesperado
ocurriera en la gestación. Todo resultó bien, fue dada de alta a la mañana
siguiente.

No se había dado cuenta que había dormido tanto tiempo, finalmente cerró
los ojos alrededor de las once. Bebiendo del agua fría sobre la mesilla de 165
noche, sus dedos chocaron con el control remoto de la televisión montada en
la pared, por lo que lo tomó.

—A quién le importa quién es el padre de tu hijo —murmuró con amargura


mientras pasaba el show de Maury Povich—. Incluso cuando lo haces, no
importa. —Al no tener deseo de ver a una manada de leonas matando a un
antílope, pasó por alto el Animal Planet.

—Ella estaba muy molesta de verdad. No sé de qué se trataba, pero se quedó


como por dos horas, compró a todos en el lugar mis premiados rollos de
canela —dijo un tipo en un delantal, cuando Willow entrecerró los ojos, el
hombre le recordó a ese tipo que estaba en el programa que su padre solía
ver todo el tiempo, algo de la noche, calor, calor de la noche, o algo
parecido.

Estuvo a punto de seguir adelante, cuando una imagen de Christine


apareció, saludando a una multitud, luego, en el escenario.

—Ella estaba en un hospital por fatiga a principios de año, ¿no? —un


presentador preguntó a otro en el programa de entretenimiento.
—Tal vez ella esté como Mariah Carey. —Ambos rieron, entonces el hombre se
volvió de nuevo a la cámara—. En las noticias de Wacko Jacko…

—Christine —con un gruñido, Willow empujó la pesada cubierta fuera, un frío


glaciar golpeo sus piernas desnudas.

Encontró su ropa pulcramente colgada en el armario, apartó la ropa de


Rachel a un lado, sacó un par de jeans, dejando el pijama que dormía, y salió
en busca de su bolso y teléfono.

—¡Willow! ¿Qué estás haciendo? No recuerdo haberte dado permiso para


dormir sólo —la pelirroja miró el reloj de la estufa— cuatro horas—. Ella dejó la
taza de café sobre la mesa de la cocina, donde había estado trabajando en
las facturas.

—Sí, y no recuerdo haberte dado permiso para congelarme en tu casa.

—Eh, deja de lloriquear. Un ambiente frío es mejor para ti, así que
acostúmbrate a ello. —Rachel sonrió, aunque vaciló al oír los comentarios en
voz baja de Willow acerca de los osos polares. Observando que su amiga 166
obviamente estaba en una misión, mirando debajo de los almohadones del
sofá, en la despensa e incluso mirando por la ventana—. Uh, cariño, ¿qué estás
buscando?

—Mi bolso —murmuró la rubia mientras abría la puerta mosquitera una vez
más.

—Sí, porque yo siempre tengo el mío en la despensa —Rachel rio mientras ella
se levantó y entró en la pequeña oficina fuera de la sala. Al regresar, le
entregó la bolsa pequeña, de color marrón a su amiga—. ¿Qué pasa? ¿Estás
bien?

—Sí. —Willow tomó la bolsa y empezó a mirar a través de los compartimientos


de cuero frenéticamente—. ¡Lo tengo! —Levantó el teléfono en victoria, luego
ella lo abrió.

—Oh, no. Tu no lo llamaras —Rachel estaba allí en un segundo, tratando de


tomar el teléfono de la rubia, para tirarlo a la basura.
—¿Kevin? ¿Estás loca? No, yo estoy llamando a Christine. —Ella volvió su
atención de nuevo al teléfono, al ver que tenía un mensaje perdido.
—¿¡Gray!?—

—La misma. —Willow puso el teléfono a la oreja, escuchando su mensaje.


Rachel observó con fascinación como la expresión facial de su amiga pasó
de la sorpresa a la preocupación frunciendo el ceño—. Oh, Christine —susurró,
buscando a través de la libreta de direcciones del teléfono hasta que dio con
el número de la cantante, después hizo clic en enviar rápidamente.

—¿Que está pasando? —preguntó Rachel, más seria.

—No sé. Creo que ha ocurrido algo. Vi en la televisión que, ¡eh! —fue
interrumpida cuando la llamada fue recogida.

Al darse cuenta de que su conversación había terminado, la pelirroja dejó a


Willow sola.

* * *
167
Con los ojos cerrados, Christine extendió las manos hacia fuera, tocando la
superficie lisa, pulida bajo sus palmas mientras apoyaba su peso en el piano.
Con los hombros encorvados, ella bajó la cabeza.

—Mierda —susurró—. ¿Qué estaba pensando? Estúpida, estúpida, estúpida.

—En efecto.

Christine se volvió, sus ojos se llenaron de lágrimas, tenía la cara roja con una
mezcla de malestar y rabia por la invasión de su privacidad.

—Ahora no, Bob. Si sabes lo que es bueno para ti, me dejarás sola —gruñó ella,
con el cuerpo tenso, a punto de saltar. El manager se detuvo dónde estaba,
congelado a medio camino, pero siguió. Continuó, aunque no tan cerca
como era su intención.

—No creo que sea prudente que me amenaces en este momento, Christine—
dijo, casi ronroneando.
—¿Qué vas a hacer, Bob? —preguntó ella, dando un paso hacia él, satisfecha
cuando él dio un paso atrás. Necesitaba ver un atisbo de miedo en sus ojos
duros y fríos. Necesitaba sentir que había algo de control para ella, que le
afectaba de alguna manera, aparte de ser sólo un banco viviente.

—¿Qué estabas pensando, Christine? —preguntó, dando un paso más en su


pequeño tango de poder—. Estás en todas las noticias y los periódicos. El
público está empezando a pensar que estás perdiendo la cabeza. Y me
pregunto si no están equivocados. —Una sonrisa apareció en sus labios
cuando la cantante vaciló, pero sólo por un segundo.

—¿Qué sabes tú, Bob? No eres más que un bastardo sin corazón —dijo entre
dientes.

—¿Que te tiene tan molesta? —preguntó, luchando por ganar el round en


esta conversación—. Olvidaste tomar tus antidepresivos de nuevo, ¿verdad?

—Vete al infierno, hijo de puta. ¿Y si te dicen que tu amigo, mierda verdad


que no tienes ninguno, de acuerdo, tu contador está muriendo de SIDA,
entonces, qué harías? —Ella le dio una última mirada a continuación, pasó
junto a él. 168
—Ese pequeño marica tiene el cáncer gay, ¿eh?

La sangre de Christine se congeló por un momento, luego se volvió hacia él y


sin pensarlo, su puño salió volando por el aire. El impacto del golpe dio de lleno
en el rostro del manager, luego se oyó un grito de dolor.

—¡Christine!

Con el puño en el aire de nuevo, la cantante se detuvo, volviéndose para ver


a Sandra entrando en la habitación, sus tacones resonaban ruidosamente
contra la dura madera.

—¡No! —ella se puso entre Robert, que sostenía su nariz, chorreando de sangre
entre sus dedos—. No —repitió ella, poniendo una mano sobre el brazo de
Christine—. Esta no es la manera de solucionar esto. Por favor, detente —dos
pares de ojos azules se encontraron, unos suplicantes, los otros llenos de un
odio ardiente—. Por favor —susurró Sandra, rogando a Dios que pudiera
tranquilizar a la cantante. Ella sabía que Robert encontraría una manera para
arruinarla y compensar su humillación.
Parpadeando varias veces, Christine volvió en sí, temblando visiblemente,
corrió fuera de la habitación.

—¡Esa maldita perra! —Bob siseó—. ¡Puta de mierda!

—Te lo merecías, Robert. —Sandra le ayudó a ponerse en pie—. ¡Jesús! —Hizo


una mueca al ver su nariz en ruinas, y la mitad de su cara cubierta de sangre.

—Espero que no hayas pagado mucho por ese trabajo de la nariz, o por lo
menos tengas una cobertura total en esa cosa —sonrió la diseñadora.

—Apártate de mí maldito camino —Robert gruñó, empujando a la mujer,


dirigiéndose hacia el mueble bar en el otro extremo de la habitación—. Haz
algo útil y llama al Dr. Rae por mí —le arrojó su teléfono celular—. Está en la
marcación rápida 1.

—Es bueno saber en qué rango estoy en el esquema de tus cosas —murmuró
Sandra mientras hizo lo que se le pidió. Robert cogió una toalla blanca, dejó
correr el agua fría, a continuación, puso la nariz. El sabor cobrizo de la sangre
en la boca le produjo náuseas, así como el dolor. 169
Miró hacia arriba, para ver su reflejo en el espejo sobre el fregadero de acero.
La camisa blanca de Prada estaba arruinada, la corbata, de color rosa,
anudada “casualmente” en el cuello abierto estaba manchada con sangre
diluida y agua. Una mancha pegajosa de color marrón rojizo estaba en el lado
de su cuello, haciendo que su piel se sienta tirante.

—¡Puta!

Se enderezó, manteniendo el trapo en la nariz al oír los suaves murmullos de


Sandra en el teléfono con su cirujano plástico, o más exactamente, con su
secretaria. El teléfono se cerró de golpe.

—Si puedes ir en quince minutos él podrá verte. —Sandra se acercó a él,


metiendo su teléfono en el bolsillo del pantalón—. Robert, realmente deberías
ir al…

—¡No! ¡Estarán los malditos fotógrafos y sabrán que mi puta cliente rompió mi
puta nariz!
Poniendo los ojos en blanco, ella lo agarró por el brazo, sólo para zamarrearlo.
—Deja de ser un bebé —Lo tomó de nuevo, esta vez clavándole las uñas
perfectamente cuidadas en el brazo, y lo condujo hasta el coche.

* * *

—Hola —Christine casi ladró en el teléfono una vez que lo abrió.

—¡Ey! ¿Estás bien?

El humor de Christine mejoró inmediatamente con las palabras suaves de su


amiga.

—Hola —respondió ella, aunque la intensidad seguía allí, con la mano


dolorida; Pensó que probablemente estaba rota.

—¿Qué está pasando? Vi esta cosa en la televisión, y luego recibí tu mensaje


—Willow respiró—. ¿Estás bien? —ella estaba realmente preocupada, al oír
algo en la voz de la cantante que la inquietaba. 170
—¿Puedes tomarte un tiempo libre? —Christine le preguntó, aunque no tenía
ni idea de por qué. La espontaneidad era un problema para ella a veces.

—Oh, uh —Willow fue sorprendida por la pregunta, que no esperaba en


absoluto, ni el tono duro y directo, en que fue hecha—. Sí, puedo. Bueno, ya
lo tengo, en realidad.

—Bueno. Empaca para unos días, un poco de todo, pantalones cortos, largos,
pero que sea casual. Un coche estará ahí para recogerte en
aproximadamente —Christine miró el reloj del vestíbulo— cuatro horas.

—Oh, bueno, está bien. Oh, espera, no estaré en la casa. Tendrás que venir a
casa de Rachel.

La cantante vaciló por un momento, pensando que Willow no sonaba muy


bien.

—¿Estás bien? Lo siento, estoy tan preocupada en este momento, debería


haber…
—Estoy bien. Voy a estar bien. —Willow sonrió, aunque no creyó una palabra
de lo que decía. Tampoco Christine.

—Bueno, dime dónde vive Rachel.

* * *

—¿Has perdido la cabeza, Willow? —preguntó Rachel, siguiendo a la frenética


rubia alrededor de su casa—. Es necesario que descanses, ¡no que vayas
trotando por el mundo con esa cantante! —Rachel agarró el hombro de su
amiga, girándola de modo que la rubia se vio obligada a mirarla—. ¿Cariño
que estás haciendo? —preguntó, con voz llena de preocupación.

—Tengo que salir de aquí por un tiempo, Rachel. Cariño, has sido tan buena
conmigo, pero necesito un cambio de escenario. —Willow se dejó caer en la
cama detrás de ella—. He estado tan estresada las últimas semanas desde
que descubrí que estoy embarazada.
171
—¿Y tú confías en esta mujer? —Rachel se sentó junto a ella.

Willow suspiró, mirando a los ojos de su amiga, y luego asintió.

—Sí, lo hago. No puedo explicar por qué, pero confío en ella de manera
implícita. Y —se rio suavemente—. Parece que ella necesita alejarse tanto
como yo.

—¿Dónde vas? ¿Por cuánto tiempo?

—No sé, y unos pocos días.

La conversación fue interrumpida por el sonido de un coche afuera, frenando


frente a la casa. Ambas mujeres se levantaron y se dirigieron a la ventana para
mirar hacia fuera.

—Mierda —susurró Rachel, su amiga miraba con los ojos muy abiertos el
pequeño convertible rojo—. Parece un Porsche de algún tipo.
La puerta del conductor se abrió y una figura alta salió de él. Willow rio,
preguntándose por qué en la tierra Christine tendría un coche tan pequeño.

—Bueno, creo que esto es todo. ¿Llevas todo? —Rachel preguntó, volviéndose
hacia su amiga, que le sonreía.

—Sí, mamá, auch —Sobó el brazo donde la pelirroja la golpeó.

—Se buena.

Willow se encontró envuelta en un cálido abrazo, cerrando los ojos ante la


felicidad que la llenaba. Se separaron por el sonido del timbre.

La rubia estaba nerviosa mientras tiraba de la correa de su bolso sobre su


hombro, siguiendo a Rachel por las escaleras.

—Hola, Christine —Rachel abrió la puerta invitando en silencio a la cantante


a su interior. Christine se sacó sus gafas de sol, sonriendo a la enfermera.

—Hola. Es bueno verte de nuevo. —Se detuvo en el pequeño vestíbulo, con


las manos delante de ella, esperando para recoger su cita. Rachel rio 172
internamente. Willow estaba detrás de ella, rodeando a su amiga, pero fue
atrapada en un abrazo rápido, y fuerte primero.

—Vosotras, chicas locas diviértanse.

—Lo haremos —Willow rio, volviendo los ojos ante las payasadas de su amiga.

Una vez fuera, Christine cogió la bolsa del hombro de Willow. Por la extraña
mirada que recibió, ella sonrió un poco avergonzada.

—Ey, ahora, que serás mamá no puedes hacer el trabajo duro. —Christine
abrió el maletero pequeñito, dejando suavemente la bolsa de lona en el
interior, a continuación, la cerró de golpe. Riendo, Willow se introdujo en el
coche, hundiéndose en el cuero negro, casi con miedo de respirar.

—Esto es un demonio de coche —susurró, con reverencia en su voz. Christine


sonrió mientras se metía detrás del volante.

—Bueno, decidí recogerte con estilo. Es decir, no vine realmente en el mío. —


Encendió el poderoso motor, que rugió a la vida.
—Uh, ¿tienes uno de estos? —Willow se colocó rápidamente el cinturón
mientras el coche salía a toda velocidad por la calle.

—Lo tengo. Mi bebé es un Porsche 911 Carrera S Coupé, 2005. Va desde cero
a sesenta y dos kilómetros en cinco puntos dos segundos. —Ella sonrió con
orgullo, mirando a su acompañante, que parecía un poco asustada.

—Entonces, ¿alquilaste este? —preguntó Willow, con las cejas fruncidas


mientras miraba el interior del pequeño coche, observando todos los
instrumentos y los ajustes de felpa.

—Nah. Lo tomé prestado de un amigo. Es sólo para llevarnos al aeropuerto.


¿Te gusta volar? —Christine bajó la velocidad del coche rojo cuando llegó
hasta un semáforo, mirando a la rubia una vez que ella se detuvo.

—Si me gusta.

—Excelente. Espero que te guste el sol, la arena y el surf. —El Porsche se puso
en marcha, y zumbó a través de la luz verde, girando hacia la carretera donde
Christine mostraría a Willow lo que el pequeño coche realmente podía hacer. 173
—¿Dónde vamos? ¡Eso suena maravilloso!

—¡Bueno! —la cantante gritó por encima del aullido del viento—. Vamos a mi
casa de verano.

—¿En serio? ¿Dónde está? —Willow estaba más que agradecida de tener el
pelo corto mientras observaba el baile del oscuro y largo cabello de Christine,
alrededor como si fueran llamas negras. Podía imaginar la masa enmarañada
que tendría una vez que se detuvieran.

—Ya verás. —Christine sonrió, aunque un tanto diabólica.

—No puedo creer que tengas una segunda casa ¡Rayos! ¡Y yo estoy contenta
por tener sólo una!

Christine sonrió, con los ojos fijos en el camino.

—¿Te molesta?
—¿Qué?, ¿que tengas más dinero que Dios? No. Mientras que no te moleste
a ti, por mí no hay problema. —La cantante se detuvo frente a otro semáforo
en rojo, mirando a su amiga por encima de las lentes de sus Ray Ban.

—¿Qué? —Willow preguntó por la atención que estaba recibiendo.

—Por supuesto que no me molesta. —Christine puso el coche en marcha otra


vez.

—Entonces, ¿por qué necesitas una casa de verano? Quiero decir, vives en
California, ¿verdad? No es como que necesites escapar de la nieve —dijo la
rubia.

—No, pero necesito escapar de mi vida a veces. Donde vamos es un lugar


tranquilo y pacífico. De alguna manera tengo la sensación de que tú y yo
necesitamos un poco de paz y tranquilidad en este momento. —La voz de la
cantante era tranquila, casi triste. Willow tuvo que juntar las palabras para
comprender lo que le decía, el viento se llevaba gran parte de la voz de
Christine.

—Creo que tienes razón —dijo finalmente—. Vi algo en las noticias sobre ti. He 174
estado preocupada por tu persona, Christine—. Miró el perfil de su amiga, las
líneas elegantes, clásicas y los rasgos perfectos. ¿Cómo era posible que
alguien sea tan hermosa y asombrosamente talentosa? Y el ojo inexperto de
Willow podría decir que la belleza de Christine Gray no tenía nada que ver con
el maquillaje o el dinero, sino puramente por el lado de la genética.

Christine suspiró y se volvió hacia la bella rubia metida en el asiento de cuero


junto a ella.

—Willow, por favor no te ofendas, pero ¿podemos tal vez tener esta
conversación otro día? Hoy sólo quiero disfrutar un poco de la libertad y tu
compañía. ¿Te parece bien? —Sus miradas se encontraron, reflejadas en dos
juegos de gafas de sol. Willow asintió con una sonrisa.

—Puedes contar con eso.

Christine sonrió grande y brillantemente. Con eso, pisó el acelerador, y el


coche pequeño salió disparado como una bala, mientras Willow chillaba con
los nudillos blancos de tanto apretarlos.
* * *

Willow miró a su alrededor, con grandes ojos verdes mientras se fijaba en todo.

El largo vuelo en un lujoso jet privado, aterrizó en una pequeña isla que vista
desde el aire era como si saltara de un lado a otro. Una vez que el avión
aterrizó, fueron rodeados por un pequeño ejército de ayudantes y el equipo
para el pequeño hangar.

Ahora metida en el asiento delantero de un Jeep Wrangler negro, Christine


maniobró a través de los ásperos caminos de tierra que conducían a lo que
sólo podría ser descrito como una selva. Willow enganchó el cinturón de
seguridad, temiendo por su vida. —Oh, mierda.

Christine la miró, sonriendo.

—¿Estás bien ahí?

—Oh, sí, muy bien. —Willow estaba haciendo todo lo posible para no inclinar 175
la cabeza por la ventana abierta y vomitar a lo largo de la ruta. Desde que
estaba embarazada, su estómago una vez de hierro se había convertido en
porcelana fina.

—Puedo decir, por el color verde claro de tu cara que te estas divirtiendo. —
Christine se rio en voz alta ante el brillo furioso que recibió en respuesta a su
fina observación. Estaba de un humor maravilloso, que no era difícil de
obtener cuando estaba en Quenby Island, frente a las costas de Belice.

—¿Así que ahora me puede decir dónde estamos? —Como si hubiera leído la
mente de la cantante, Willow comenzó a tratar de averiguar dónde ese vuelo
tan largo había terminado.

—Estamos en una isla privada llamada Quenby o femenina, por así decirlo. No
estamos lejos de Belice, que está en el Caribe.

—Oh mi dios —Willow realmente comenzó a mirar a su alrededor ahora,


aunque no podía ver nada más que árboles. El sol también se estaba
poniendo. Christine estaba tratando de llegar a la casa antes de que esto
sucediera para que la rubia pudiera ver la puesta de sol sobre el agua.
—Sólo espera hasta que salgamos de todo esto y lleguemos a mi propiedad.

—¿Eres dueña de esta isla? —Willow preguntó, sosteniéndose con más fuerza
cuando el Jeep brincó sobre un enorme conjunto de surcos en el camino.

—Bueno, digamos que soy dueña de una pequeña parte del paraíso.

Estaban en silencioso porque el terreno desigual hacía difícil entablar una


conversación, pero finalmente atravesaron la selva, los grandes neumáticos
del Jeep tocaron el sendero de pavimento que conducía a una casa
magnífica en los acantilados, toda de piedra y vidrio.

Willow se inclinó hacia delante en su asiento, con los ojos una vez más
asombrosamente abiertos mientras observaba la vista delante de ella.

La casa era de dos pisos, frente al mar. El largo sendero se curvaba hasta unas
puertas francesas inusualmente altas, pintadas de blanco que coincidían con
el acabado. No había ningún patio a la vista, todo era natural y muy tropical.
Con palmeras enormes y flores de colores que cubrían todo.
176
—Dios, es hermosa —susurró Willow, ansiosa por que Christine detuviera el jeep
para poder explorar.

—Me alegra que te guste.

—¿Cómo podría no gustarme? —En el momento en que se aplicaron los


frenos, la rubia fue a tientas hasta su cinturón de seguridad, y luego salió
corriendo. Christine puso el freno de mano y luego se bajó, apoyándose a un
lado del Jeep, a medida que el motor se enfriaba, observó las travesuras
infantiles de su amiga.

Willow corrió hasta el borde del acantilado, sin llegar a mirar hacia abajo, la
caída de nueve metros, y el rugido del mar contra las rocas.

—Guau —susurró ella, escrutando el horizonte, vio el sol desaparecer


lentamente para fundirse con las olas. La brisa que llegaba desde el océano
era una maravilla, y la rubia levantó la cara al cielo, dejando que acariciara
su cabello y lavara su rostro.
Había estado allí durante cinco minutos exactamente y se sentía como si
pudiera quedarse para siempre.
Finalmente se apartó cuando escuchó pasos detrás de ella, ella sonrió a la
cantante.
—Esto es increíble, Christine. No es de extrañar que te guste estar aquí. ¿Con
qué frecuencia vienes?

—No tan a menudo como me gustaría —Christine suspiró, entrecerrando los


ojos por el sol poniente—. Un puñado de veces al año, supongo. Desde que
tengo el lugar, de todos modos. Lo compré hace cuatro años. —Se pasó una
mano por el pelo, que estaba muy enredado—. Vamos. Te voy a mostrar el
interior.

Willow siguió a Christine por el sendero pavimentado que llegaba hasta la


base de una larga escalera que terminaba en una enorme terraza en la parte
posterior de la casa.

—¿Alguien más vive aquí? ¿En la isla? —Willow preguntó, esperando mientras
Christine abría la segunda puerta, a continuación, le indicó a la rubia que
entrara.
177
Una vez más, la boca de Willow estaba abierta cuando vio los seis metros de
techos, las paredes de cristal desde el suelo al techo, blancos por todas partes,
azulejos, pintura y mármol.

—Espero que nunca tengas hijos aquí —ella sonrió.

—Ey, hace calor aquí. Hay que hacer todo lo posible. Vamos.

Willow fue conducida a través de la planta baja, que no era muy grande, pero
hermosa. Cocina, sala, baño y una sala de juegos en la planta principal. Arriba
había cuatro dormitorios y tres baños.

—Y, si todo te parece bien, supongo que puedes quedarte aquí. —Christine
entró en el segundo dormitorio, el cual tenía su propio baño. La habitación era
fácilmente más grande que el dormitorio principal de Willow y Kevin en el
rancho.

—Sí, creo que puedo quedarme. Es decir, será sólo por unas pocas noches —
dramatizó, deslizando un dedo por la impecable, y brillante superficie de la
cómoda. Christine volteó los ojos.
—Oh, muchas gracias —inclinándose profundamente, ella saltó hacia atrás,
riendo mientras evitaba el pequeño ataque de la rubia luchadora.

—Dame de comer, ¿sí?

* * *

—Eso fue fantástico —Willow se sentó en la silla de metal, sorprendentemente


cómoda, que pertenecía al conjunto muy contemporáneo de la terraza. Casi
coincidía con la parrilla de acero inoxidable donde Christine asó el pollo
sucesivamente. Su estómago estaba lleno, y se sentía completamente
satisfecha.

—Gracias. Me alegro que te haya gustado. —La cantante tomó un sorbo de


té helado, mirando hacia el agua que brillaba bajo la luna. Como un millón
de estrellitas en las olas.

Willow suspiró de nuevo, completamente feliz y emocionada hasta el extremo 178


porque ella fue capaz de mantener su cena abajo hasta el momento.

—¿Por qué aquí? —preguntó la rubia, mirando hacia la oscuridad que se


extendía sobre el acantilado, y el sonido del mar a lo lejos—. Es decir, aparte
del hecho que es tan hermoso que te hace llorar.

—Eso es cierto. Lo mismo pensé la primera vez que lo vi. Pero —Christine
levantó un dedo para mostrar la importancia de su punto—. Para mí la mayor
razón por la que compré el lugar es por la tranquilidad. El aeropuerto es
propiedad de los isleños que entienden, la importancia de la privacidad para
nosotros aquí. Ellos vuelan los aviones todo el tiempo.

—Así que ¿ellos te protegen?


—Sí. Los propietarios no están aquí todo el tiempo, pero la tripulación no quiere
meterse con Keller Davies. — Christine sonrió.

—¿Dura?
—Oh, sí. Ella no acepta ninguna mierda. —La cantante suspiró y se apartó de
la mesa—. Lo siento, Willow, pero estoy agotada. —Ella comenzó a retirar los
platos de la mesa.

—Oh, por supuesto —Willow se puso de pie de forma automática, tomando


los platos de su amiga, que parecía bastante desconcertada ante el gesto—
. Déjame hacer algo para compensar tu bondad.

Christine resopló.

—No es necesario, pero si sientes la imperiosa necesidad de lavar los platos,


no seré yo quien te detenga —ella levantó sus manos en actitud de súplica—
. No me gusta lavar platos. —Ellas rieron—. Mira, la casa es tuya, Willow. Ya
sabes mi casa es tu casa, o lo que sea que signifique. Tengo un montón de
libros en la sala de recreación, abundancia de alimentos, lo que quieras.

—Gracias. —Willow metió los platos en sus brazos, una suave sonrisa adornaba
sus rasgos que hicieron derretir a Christine.

—Si necesitas algo, cualquier cosa, por favor, no dudes en despertarme, ¿de
acuerdo? Quiero decir, que realmente quiero que vengas a buscarme. Me da 179
la sensación de que eres una chica fuerte que puedes arreglártela por ti
misma —Christine sonrió ante el rubor que hizo a la rubia aún más adorable—
. No aquí. ¿Me entiendes?

Willow asintió.

—Lo entiendo.

—Bien. Buenas noches, Willow. —Ella se giró para irse, luego se detuvo, miró a
la rubia—. Hablaremos mañana. —Entonces ella se fue. Willow se puso de pie,
con los platos todavía en la mano, mirando alrededor de la gran terraza,
iluminada con pequeñas luces Tiki que estaban adornando la parte superior
de la terraza. Se encendieron por si solas, por lo que Willow supuso que debían
utilizar gas.

Suspirando con renovada satisfacción, apiló todo, recordando y no con


mucha alegría, que hizo esa misma tarea durante sus días en la universidad.
Había trabajado como camarera en varios restaurantes todo el tiempo. Apiló
los platos unos contra otros en sus brazos, al igual que lo hizo en los viejos
tiempos, puso todo en el lavavajillas.
En el interior, la iluminación era de un tono dorado, lámparas dispersadas
ayudaban a que la iluminación fuera más brillante. Miró a su alrededor,
tratando de decidir qué hacer. Estaba cansada, sin duda, pero su mente aún
estaba en un millón de direcciones diferentes. Sabía que el sueño tardaría en
llegar.

Paseando por el nivel principal de la hermosa casa, busco ideas para lo que
le gustaría hacer con el rancho, pasó los dedos sobre el blanco, sofá de cuero,
el material era suave, pero con textura que hizo que la delicada punta de sus
dedos hormigueara. No podía creer dónde estaba, y tuvo la intención de
llamar a Kevin y contarle todo sobre ella.

El aguijón de las lágrimas no derramadas le hizo picar la nariz, y ella


rápidamente trató de parpadear, sacudiendo la cabeza para liberarse de
esos pensamientos. No podía permitirse el lujo de pensar en él en este
momento, no quería pensar en él.

Aun así, llegaron las lágrimas.

Christine había dicho que si necesitaba algo... ¿significaba un hombro, 180


también?

—Estoy bien —susurró, presionando los ojos húmedos con las palmas de sus
manos—. Estoy bien.

Ella encontró el camino a la sala de entretenimiento, las antiguas y talladas


patas de la mesa de billar, captaban el brillo de la luz de la otra habitación.
Encontró el interruptor en la pared, de repente la habitación estaba bañada
en una luz suave. La mesa de billar tenía una tela de color rosado, lo que hizo
sonreír a Willow, se colocó en el centro de la habitación grande. En los bordes
de dos paredes había varios juegos como arcade, Pac Man, Frogger, un par
de juegos de lucha, a continuación, el favorito de Willow; flipper.

Sus dedos morían de ganas por golpear las paletas, y deslizar hacia atrás la
pelota sólo para disparar como un cañón. Pero, por desgracia, pasó de él,
para no despertar a su anfitriona. Las dos paredes finales se alineaban de
arriba a abajo con estanterías llenas de libros.
No era una gran lectora, pero Willow tenía sus favoritos, y cuando ella pasó los
dedos por las cubiertas, alineadas como soldados, se encontró con unos
cuantos de ellos.

—Oh —suspiró de placer, encontrando la novela más reciente, Carmen, de


Parker Davies-Dubois. Al girar el libro, leyó la parte posterior del libro, a
continuación, abrió la tapa de nuevo para mirar la foto y la biografía del autor,
un hábito que siempre tuvo. Allí estaba Parker Davies-Dubois, con un cabello
rubio rizado alrededor de un rostro muy atractivo, centelleantes ojos azules y
hermosa sonrisa.

Los ojos verdes bajaron hasta la biografía, donde se leía que Parker y su hijo
vivían en el área de Boston. La decisión fue tomada, Willow llevó el libro contra
su pecho, apagó las luces y subió las escaleras para llegar a su dormitorio.

* * *

¡Era un día brillante! Christine no pudo evitar la sonrisa de su rostro, mientras


regresaba a la casa, su respiración era entrecortada ahora que había 181
terminado de correr.

¿Que podría ser mejor? Con el paraíso a su alrededor, se sentía viva y lista
para hacer lo que su cuerpo le pidiera.

Trotando en el lugar, miró hacia el océano, pensando que sólo momentos


antes había estado en la playa. Por último, giro, y corrió hasta los dos niveles
de escaleras que la llevaron a la terraza, el sol comenzaba a elevarse
lentamente.
Pasando una mano por el pelo húmedo de sudor, hizo una mueca al tocarlo,
se dirigió a la cocina y abrió la nevera, gimiendo de placer mientras el aire frío
golpeaba su piel caliente. Agarró una botella de fruta con sabor a uva,
desenroscó la tapa, bebiendo la mitad de la bebida de una sola vez, y luego
se dirigió arriba, saltando los escalones de dos en dos a la vez. Ducha, ella
necesitaba una, y mucho.

Recién duchada y vestida, el largo pelo mojado empapaba la fina tela de su


camiseta sin mangas, caminó hasta la cocina y comenzó el desayuno. Se
alegró de que Donna hubiera reabastecido la casa con fruta fresca y
comestibles. Tendría que dar a la cuidadora un aumento.
Cortó el melón, kiwi, mandarina y manzana, organizó todo en una bandeja
con una taza de yogur natural en el centro. Vertió el zumo de naranja recién
exprimido en un vaso, ya era hora.

Christine equilibró la bandeja en una mano mientras que con la otra golpeaba
ligeramente la puerta del dormitorio de Willow. Después de un momento
escuchó un sonido desde el otro lado, a continuación, un suave

—Entra. —Al girar la manilla, la cantante abrió la puerta con la cadera


mientras tomaba la bandeja con ambas manos otra vez.

—Ey, dormilona —sonrió ella, entrando en la habitación, todavía oscura


debido a las pesadas persianas que aún estaban cerradas.

—Buenos días —dijo Willow, su voz era pesada y gruesa por el sueño. Parpadeó
los somnolientos ojos varias veces, encantando, sin saberlo, a su amiga con su
pelo desordenado y la camiseta que llevaba torcida alrededor de su
pequeño cuerpo.

—Vamos, arriba, arriba. —Christine dejó la bandeja sobre la mesa de noche,


notando la elección del material de lectura, apartó la novela a un lado para 182
dejar espacio. Apiló mullidas almohadas detrás de la rubia—. ¿Cómoda? —
Ante el asentimiento de Willow, la cantante dejó la bandeja en su regazo.

—Ah, ¡el desayuno en la cama! —Willow exclamó de repente muy despierta y


hambrienta—. Gracias, Christine.

—Fue un placer. —De pie junto a la cama, con las manos en las caderas, la
cantante miró a su alrededor, viendo si había algo más que pudiera hacer. —
Bueno, entonces que lo disfrutes. —Se volvió para marcharse, pero fue
detenida por una mano cálida en su brazo.

—¿Te vas?

Miró a la rubia, con las cejas fruncidas que casi la hicieron parecer petulante.
Demasiado linda.

—Bueno, iba a dejar que comieras en paz.

—Unh uh, no. Sienta tu culo aquí y únete a mí. —Willow se apartó un poco,
palmeando la cama junto a ella—. Hay mucho aquí.
Feliz de aceptar la invitación que secretamente esperaba, Christine se
acomodó en la cabecera y sonrió mientras la bandeja era colocada sobre
sus muslos.

—Entonces, veo que te gusta Parker Davies-Dubois —la cantante dijo, mirando
a su amiga mientras metía un poco de kiwi en su boca. Willow, masticando
con satisfacción un poco de melón, asintió.

—Amo su trabajo —finalmente logró decir.

—Hmm, yo también. —Ella lamió un poco de yogurt de su labio mientras


pensaba por un momento—. ¿Desde cuándo la lees?

—Desde su primer libro. Me encantó. No sé, ¿cinco años?

—Bien —Christine observó mientras ella arrastraba un trozo de manzana en el


cremoso yogurt, dejando un rastro de la sustancia viscosa—. ¿Qué tal si la
invitamos a cenar esta noche? —Mirando a su amiga, vio que fruncía las cejas
de nuevo.
183
—¿Invitar a cenar?

—Sí. Ella es mi vecina. Y se queda aquí todo el verano, mientras su hijo está
con su padre en Boston.

—Me estás tomando el pelo, ¿verdad? —Willow podía sentir crecer su nivel de
excitación, aunque no estaba segura.

—No. Estoy hablando en serio. —Los ojos azules se encontraron con los verdes,
firmes y sinceros.

—¡Santo cielo! —Willow susurró, dándose cuenta de que no era una broma.

—Por lo tanto, ¿qué te parece alrededor de las seis? ¿O siete? —Christine


estaba teniendo problemas para contenerse y no reírse de su amiga—. Cierra
la boca, Willow. Vas a atrapar moscas.

—¿Tienes más sorpresas bajo esa manga tuya? —preguntó Willow, tomando
un largo trago de su jugo.
—Supongo que tendrás que esperar y ver, ¿verdad? —Ella empujó a la rubia
con su hombro.

—¿Cuál es la ocasión especial? —Willow indicó la bandeja en su regazo—.


¿Qué he hecho para merecer el desayuno en la cama?

Christine se encogió de hombros, sintiéndose un poco avergonzada. Deseó


que Willow lo hubiera, simplemente, aceptado en silencio.

—Creo que sólo quise hacerlo. ¿Estás bien con eso?

—Muy bien. Sólo preguntaba. —Le entregó a la morena la última pieza de


fruta, Christine la tomó agradecida.

—Vamos. Vamos afuera. Quiero enseñarte la playa. —Christine tomó la


bandeja de Willow, llevándola fuera de la cama. Willow se levantó, tirando
rápidamente las mantas. Christine la miró, sacudiendo la cabeza mientras se
dirigía a lavar los platos del desayuno.

Willow se dirigió al cuarto de baño de su habitación. Deslizando la puerta de


cristal a un lado, giró la perilla del agua de la ducha, con una sonrisa en sus 184
labios. No podía esperar para explorar este increíble lugar, al que Christine la
había traído, También estaba emocionada de pasar tiempo con la cantante.
A medida que el agua se volvía más cálida, y finalmente caliente, giró la
perilla para tener un chorro más potente. Tiró de la camiseta por encima de
su cabeza y se deshizo de sus bragas, echándolas a un lado.

—Oh, sí —suspiró ella, dando un paso bajo el agua, sintiendo millones de


pequeños dedos masajear su piel. Cerrando los ojos, inclinó la cabeza hacia
atrás, dejando que el agua retirara el cabello de la cara, y masajeara su cuero
cabelludo. Pasó las manos sobre el resbaladizo pelo, bajaron por su cuello, por
sus sensibles e hinchados pechos y finalmente por su barriga plana.

Willow sabía que su bebé no media más de 15 mm de largo, con sólo ocho
semanas de embarazo, pero ella estaba allí. Sí ella. Willow no podía evitar
pensar que ella estaba esperando una hija.

La sonrisa que se extendió por su cara era de absoluta belleza, del tipo que
sólo puede dar la delicadeza del instinto maternal. Su bebé. Su hija.
¿Alguna vez Kevin entraría en razón? ¿Alguna vez aceptaría el hecho de que
él era el padre de un niño?

El accidente.

Los ojos de Willow se cerraron con fuerza, su rostro colapsó lentamente


mientras las lágrimas caían, un doloroso sollozo salió de su garganta. Su lado
lógico le decía que había sido sólo eso, un accidente. Pero sus emociones le
decían algo diferente, que lo había hecho a propósito, que en su mente era
la forma más rápida, y más fácil de no tener que lidiar con una situación
complicada. ¿Intentó matar a su bebé?

No. Eso eran las reflexiones sin sentido de una mujer que estaba asustada y
tenía su mundo sacudido hasta la médula.

Finalmente se sintió limpia y capaz de hacer frente al día, Willow cerró el agua,
limpiando automáticamente el interior del pequeño cubículo.

Con la toalla envuelta alrededor de su cabeza, caminó desnuda por la


habitación, levantando su bolso hasta la cama, la abrió y buscó en ella.
Pensando que estarían en California en casa de Christine, había traído su traje 185
de baño. Deslizó las bragas del traje de dos piezas por sus piernas y las caderas,
colocándolo en su lugar, luego extendió la parte superior sobre la cama.

Llevó los tirantes sobre su cuello, estiró los brazos para atar los lazos en medio
de la espalda. Las cejas se estrecharon mientras tiraba de la parte superior, los
lazos eran más corto de lo que recordaba. Es cierto que ella no se había
puesto la parte superior en más de un año, pero aun así...

Finalmente logró atar la cosa en su lugar, se acercó al espejo, asegurándose


de no ofender la sensibilidad de nadie al mostrar tanta piel y posiblemente la
celulitis.

Observando uno y otro, sus ojos se agrandaron por la hendidura que


amenazaba con derramarse de su parte superior. Acariciando sus pechos,
Willow los apretó un poco, sintiendo su peso. Girando hacia un lado, miró su
perfil, metiendo un dedo en su escote, riéndose de la forma en que
desapareció.

Sintiéndose un poco cohibida, agarró una camisa transparente con botones,


atándola alrededor de su cintura, y salió.
Christine estaba en la terraza, apoyada en la barandilla, con una lata de
Coca-Cola helada colgando de sus dedos. Ella oyó el zumbido del aire
acondicionado por un momento cuando la puerta detrás de ella se abrió y
luego se cerró.

Al volverse, estaba contenta de haberse puesto las gafas de sol, así podría
ocultar la expresión de su mirada. Sus ojos viajaron por todo el cuerpo fuerte y
compacto de Willow. El físico de la rubia estaba bien esculpido gracias a las
horas de trabajo duro en el rancho y el trabajo con esos animales gigantescos
llamados caballos.

—¿Qué? —La rubia se miró a sí misma, pasando la mano por su torso desnudo,
preocupada por parecer mucho más horrible de lo que pensaba.

—Oh nada. —Christine sonrió, pateándose mentalmente a sí misma. Sí, los


lentes oscuros puede que hayan escondido su expresión, pero ella todavía
estaba atrapada mirándola—. ¿Lista?

—Sí. ¡Estoy muy emocionada! —Willow siguió a su amiga por las escaleras
hasta donde estaba estacionado el jeep. 186
—¿Quieres caminar o conducir? —Christine preguntó, poniendo su mano en
el guardabarros delantero. Mirando hacia los acantilados, escuchó el mar más
allá, Willow se mordió el labio inferior pensando por un momento, luego se
volvió a la morena.

—Caminemos.

Caminaron a lo largo del camino pavimentado, que conducía a una estrecha


escalera con barandas, de diez escalones.

Deslizando su mano a lo largo de la lisa barandilla de metal, Willow observaba


a la morena mientras bajaban, Christine lideraba el camino una vez más. Su
amiga, vestida con un tankini negro, su piel estaba bronceada
uniformemente, las piernas largas y musculosas, eran hermosas. Observó cómo
los pronunciados músculos en la espalda de Christine trabajaban con cada
movimiento que hacía, los dedos largos y elegantes, se arrastraban a lo largo
de la barandilla con cada paso. Los ojos verdes recorrieron esa misma espalda
fuerte, teniendo en cuenta las caderas esbeltas que llevaban a uno de los
traseros más esculturales que había visto nunca. Normalmente no miraba los
culos, pero Christine tenía, ciertamente, uno que era bastante digno de
atención. Las pantorrillas de la cantante se flexionaban con cada paso,
mostrando claramente el relieve de los músculos.

Cuerpo perfecto. Cara perfecta. Talento perfecto. De hecho, Willow se sentía


totalmente inferior.

Tomando las dos toallas que llevaba sobre su hombro, Christine bebió el resto
de su bebida, aplastó la lata en la mano y luego la tiró a la papelera de metal
que estaba al final de la escalera.

La playa estaba vacía, por supuesto, ya que ese tramo era el parque privado
de la cantante. Llevó a su amiga a la playa de arena blanca, lejos de donde
las rocas se deslizaban eventualmente en la base de los acantilados.

Willow sintió la arena caliente bajo sus sandalias, tan perfectamente blanca
que casi cegaba.

—Dios, es demasiado increíble para decirlo con palabras —murmuró,


levantando sus gafas a la parte superior de la cabeza para disfrutar de todo
su esplendor al natural. 187
—Sí, realmente lo es. —Christine sonrió, contenta de ver que la vista tocaba a
Willow tan profundamente como a ella.

Encontrando un buen lugar, Christine extendió sus enormes toallas. Mientras


tanto, Willow buscó en la bolsa que había traído con ella, sacando un
sombrero con una gran ala, flexible, seguido por un tubo de bloqueador solar.
Sintiendo los ojos en ella, vio una oscura ceja levantada en su dirección.

—¿Qué? —preguntó, golpeando el sombrero contra el muslo para que


tomara su forma original, a continuación, lo dejó caer sobre la cabeza—. Soy
de piel blanca. —Para enfatizar su punto, ella agarró el tubo de loción,
haciendo estallar la parte superior—. Trata de ser una rubia alguna vez.

—Trataré —Christine dijo, encontrando un lugar cómodo en su toalla,


tumbada de espaldas, con los brazos a los costados. Sonrió ante la risa que le
produjo sorpresa. Lo que no le dijo a la testaruda rubia era que ya había
protegido su espalda con SPF 40 en la casa. Pero ella nunca jamás, ni muerta
sería atrapada con un sombrero como ese.
Ambas se acomodaron, Christine rodó a su lado, apoyando su cabeza en la
palma. Una vez más sintiendo los ojos en ella, Willow se encontró con su
mirada. Christine no pudo ocultar la ligera sonrisa en sus labios por la
apariencia que aquel ridículo sombrero tenía.

—Ni siquiera lo digas —Willow advirtió, en voz baja—. No me gusta el cuero


cabelludo quemado.

—Lo que tú digas, granjero Joe.

Willow puso sus gafas de sol hacia abajo, mirando por encima de ellas. Luego
colocó las gafas en su lugar, y ella volvió la cara hacia el sol, una nueva capa
de protector solar le daba a la cara una ligera palidez fantasmal.

—Entonces, ¿qué pasó? De alguna manera tengo la sensación de que no


estabas en la casa de tu amiga por gusto ¿Qué sucedió?

Willow se encontró con la mirada de su amiga de nuevo, luego suspiró,


también girando de lado. Miró hacia abajo la arena que había logrado llegar
a su toalla. Recogiendo los gránulos, ella negó con la cabeza.
188
—No, no fue sólo una visita. —Sacudiendo un poco la arena, vio cómo caían
fuera de la toalla—. Cuando llamaste estaba siendo admitida en la sala de
urgencias del mismo hospital donde ingresaste tú.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? —Christine se levantó de un salto,


inclinándose hacia su amiga, con una mirada de pánico. Willow se paralizó
por un instante, sorprendida por la preocupación que escuchó en la voz de la
cantante, pero en el fondo agradecida más allá de las palabras, se la comería
entera. Aunque nunca lo admitiría a nadie, ni siquiera a sí misma.

—Kevin y yo, tuvimos un accidente de coche. —Destellos de esa noche


pasaron por su mente, el terror y el pánico que había sentido entonces, la
atemorizaron una vez más, haciendo que su estómago se apretara y una ola
de náuseas cayera sobre ella. Trató de calmarse, y continuó—. Estábamos
discutiendo, por el bebé, por supuesto. Y Kevin estaba gritándome, y lo
siguiente que supe, es que teníamos incrustado un sedán en la parte delantera
de la camioneta. —Su voz se quebró ligeramente por el relato, pero se aclaró
la garganta, tratando de cubrir sus huellas emocionales. Demasiado tarde,
Christine se había acercado a ella.
Extendiendo la mano, tomó la mano de la rubia en la suya, acariciándola con
su pulgar.

—¿Tú y el bebé estáis bien? —preguntó, con voz tranquila. Se sintió aliviada
ante el movimiento de cabeza que recibió.

—Sí —para su horror, un sollozo logró escapar de la garganta de Willow. Que


hizo lo imposible por detenerlo, pero no funcionó.

—Ven aquí —tirando de la mujer más pequeña, ella la acunó, apoyando la


barbilla en lo alto del ridículo sombrero, que casi cortaba su respiración, pero
no dijo nada.

—Él no quiere a su propio hijo, Christine —gritó Willow, las lágrimas caían ahora
de una manera que era imposible detenerlas—. ¿Cómo no quiere a su propia
sangre?

—No lo sé, cariño —susurró Christine, entendiendo demasiado bien ese


sentimiento—. Simplemente no lo sé. —Sostuvo a la rubia hasta que la mujer
más baja consiguió controlarse un poco, moviéndose de modo que su cuerpo
quedó acurrucado de lado entre las largas piernas de Christine, finalmente, 189
tirando del sombrero, lo arrojó a su toalla. Agradecida, la cantante comenzó
a correr suavemente sus dedos por los suaves, cabellos de oro.

Willow consiguió calmarse y decidió simplemente disfrutar de la seguridad que


Christine le daba, y se dejó llevar.

—Ya sabes —ella comenzó a decir, su voz era suave, pero gruesa debido a las
lágrimas— solía fantasear sobre lo que sería tener un hijo, ¿sabes?

—Mm hmm, —Christine miraba hacia el océano mientras escuchaba.

—Cuando era una niña, era difícil. Mi madre estaba tan absorta en sí misma,
en mi padre o cualquier novio que se encontrara después que se divorciaron.
Incluso además de eso, lo pasé muy mal cuando era una niña, y no creo que
ella realmente me amara, ¿sabes? —Willow sorbió una vez más, y luego
continuó—. Creo que ella lo hizo lo mejor que pudo, pero simplemente no
estaba emocionalmente involucrada

—Cierto. Yo sé lo que quieres decir.


—Sí. Yo creo que sí. Así que decidí que, si alguna vez tenía hijos, les daría todo
lo que yo no tuve. Todo el amor que tenía dentro de mí. Y luego con Kevin —
aquí su voz flaqueó sólo una poco, pinchando el corazón de Christine—. Me
dije, maldición, Willow, tuviste suerte. Él es genial, tan sensible y amable, el
hombre será un gran padre.

Christine sintió que su mandíbula se apretaba cuando la ira bullía en su interior.


Un completo imbécil es lo que era. La cantante la mantuvo más firme cuando
Willow comenzó a derramar nuevas lágrimas, su voz daba paso a su dolor y a
una profunda decepción.

—Él... él no lo quiere... a su propio bebé —lloró Willow, agarrando casi


dolorosamente el brazo de Christine que estaba envuelto de manera
protectora a su alrededor.

—Lo siento, cariño. Lo siento. —Toda su ira se desvaneció lentamente, siendo


reemplazada por una compasión protectora que sólo había experimentado
con Adam. No se trataba de Kevin; que se joda. Se trataba de una mujer
maravillosa, preciosa que se encontraba actualmente en los brazos de la
cantante.
190
Una vez más, Willow comenzó a calmarse, el latido del corazón de Christine
en su oído era pura magia. Cerrando los ojos, se permitió absorber esa magia,
ajustando su cuerpo para estar aún más cerca, todo el lado de su cuerpo
estaba abrazado contra la parte delantera de su amiga.

—¿Qué vas a hacer? —Le decía en su cabello. Willow suspiró, sonriendo


débilmente ante la presión tierna en su cabeza, que ella reconoció como un
beso.

—Tener a mi bebé. Sacarlo adelante a él o ella, aunque creo que será una
ella, entregándole lo mejor de mí.

—Serás una madre maravillosa, Willow. Este niño es muy afortunado.

—Gracias.

Juntas observaron la marea llegar rápidamente hacia fuera, pintando la


blanca arena de oscuro, ya que era arrastrada una vez más por las fuerzas
mágicas de la naturaleza.
—¿Qué pasó, Christine? ¿Por qué estabas tan triste? —Willow preguntó
finalmente, pasando su pulgar por la piel suave, y cálida del brazo de la
morena.

Christine suspiró, frotando su mejilla contra el cabello suave por un momento


antes de hablar. Apartándose un poco, miró hacia los ojos interrogantes, esos
hermosos ojos verdes, que cada cierto tiempo brillaban con un tinte de color
gris azulado, como en este momento, replicando el color del mar.

Willow se sintió un poco de nerviosa por el intenso escrutinio. Finalmente,


parecía como si Christine hubiese tomado una decisión de algún tipo, y tiró de
la rubia de nuevo junto a ella.

Sabiendo que podía confiar por completo en la enfermera, Christine comenzó


su relato.

—Te dije acerca de mis padres cuando tenía nueve años —sintió una
inclinación de cabeza—. Bueno, aunque pude quedarme con Adam y su
madre de vez en cuando, todavía necesitaba dinero, y siendo la estúpida
joven que era, decidí añadir un poco de aventura para hacerme de dinero.
—Ella sonrió ante lo ridículo de la idea. 191
—Vamos, Adam. ¡Será divertido! —Le rogué, tirando de su brazo. Parecía
escéptico en el mejor de los casos, mordiéndose el labio, me mira sobre la
parte superior de las gafas—. Piensa en ello; un montón de dinero, y sexo. —
No sé, Chris. Suena un poco peligroso.

—Oh, vamos, Adam. ¡Sé un hombre! Yo vivo para el peligro.

Sacudiéndose del pasado, Christine continuó.

—En un primer momento empezamos a vender todo lo que teníamos en


nuestras manos, pequeñas cosas que robábamos por el barrio, ¿sabes?
Tendederos de ropa, frutas, lo que sea. Casi nos pillan, así que decidí otro
ángulo de ataque.

Willow cerró los ojos, instintivamente contra lo que ella podría oír a
continuación. Su corazón se rompió por la joven, por lo pérdida que Christine
Gray debió haberse sentido.
—Teníamos una cosa por vender, y eso era a nosotros mismos. —Ella suspiró,
apoyando la barbilla en la cabeza de Willow—. Hablé con Adam para que se
uniera a mí en las calles, Willow. Nos vendimos al mejor postor en un primer
momento. Luego, cuando nos dimos cuenta de que había demasiada
competencia para ser exigentes, simplemente nos íbamos con el que tenía
el dinero en efectivo.

—Oh, Christine —Willow abrazó a su amiga, envolviendo sus brazos alrededor


de su cintura y enterrando su cara en su cuello.

—Mira, hay un cierto grupo de hombres por ahí que aman la compañía de un
joven —susurró ella, sintiendo un escalofrío pasar a través de su amiga—.
Adam es un hombre guapo, y se convirtió en un chico muy guapo. Era
bastante popular —su voz se quebró—. Y ahora, gracias a mí, él está pagando
con su vida por esa popularidad.

Willow estaba impresionada por las palabras de Christine y sus implicaciones.

Ella se apartó suavemente, mirando hacia arriba a la cara torturada de la


hermosa mujer sentada detrás de ella. Había una grieta casi audible cuando
las cosas empezaron a hundirse, y el corazón de Willow se partió en dos. 192
—¿Él está enfermo? —preguntó, aunque era más una afirmación que una
pregunta. Hizo una mueca por el visto bueno que recibió.

—De Sida. Se le diagnosticó el VIH hace ocho años. Sólo que no se molestó en
decírmelo. —Su cabeza cayó, su pelo cayó hacia adelante para crear una
cortina protectora. Willow salió a gatas de entre las piernas de la cantante,
para colocarse de rodillas y llevar a la mujer que lloraba a sus brazos.

—Lo siento, cariño —susurró ella, meciéndola suavemente y acariciando su


cabello. De repente, y un poco sorpresivamente, los brazos largos y fuertes
rodearon la cintura dela rubia. Willow casi fue aplastada por la intensidad del
abrazo de Christine. Se aferraron la una a la otra, las lágrimas de Willow
uniéndose a las de su amiga, sintiendo su dolor, así como el suyo propio.

El sol siguió brillando, las olas golpeaban la arena. El mundo seguía girando, y
los corazones seguían latiendo.

* * *
Willow estaba extremadamente sorprendida por las dotes culinarias de
Christine. Juntas prepararon una comida maravillosa para su invitada, que
debía llegar en menos de dos horas.

El día había sido perfecto, el lugar era increíble, todo era como un sueño.
Sentía una conexión y un vínculo con la bella cantante que nunca había
conocido antes, y era maravilloso, y muy necesario en este momento, para
ambas, ella pensó.

—Detente —Christine dio una palmada en las manos de Willow—. La mesa se


ve perfecta ya. Deja eso. —Willow resopló, pero dejó caer la servilleta que
estaba doblando—. Rápido. Ve a prepararte.

—Bien, bien. Jefa. —Rodando los ojos, Willow corrió escaleras arriba. Estaba
nerviosa esta noche estaría sentada en la cena junto a Parker Davies-Dubois—
. Oh, Dios mío —murmuró, corriendo a la habitación que estaba usando,
hurgando a través de su ropa. No tenía nada remotamente agradable, a
pesar de que Christine intentó decirle una y otra vez que se trataba de una
cena informal, entre amigos. 193
Quedándose finalmente con un par de pantalones cortos de color caqui y
una camisa manga corta de color verde claro, saltó a la ducha, tomándose
su tiempo. Se sentía como una tonta tratando de impresionar a una mujer que
probablemente no le importa un comino de todos modos. Riéndose de sí
misma y de su propio vértigo infantil, terminó de vestirse y se miró a sí misma en
el espejo. Estaba contenta con el bronceado, su piel tenía un agradable color
marrón dorado.

Tomando una respiración profunda, se sorprendió al descubrir que Parker


estaría allí en veinte minutos.

—Me preguntaba si te habías caído en algo —bromeó Christine, dando los


últimos toques a la cena. Se veía cómoda en un par de pantalones de punto
y una camiseta blanca.

—Ey, ahora se amable. Estoy nerviosa.


—Willow, simplemente relájate. Parker es una mujer muy dulce, muy centrada,
confía en mí, la adulación la hace sentir incómoda. —Dejó una cesta de
panecillos recién horneados—. Solo se tú.

—Está bien —ella sopló fuera—. Puedo hacer eso. —Aun así, cuando el timbre
de la puerta sonó, la rubia saltó y sintió sus palmas húmedas de sudor.
Limpiándolas en los muslos de sus pantalones cortos, tomó varias respiraciones
profundas.

Christine abrió la puerta, una ola de aire con olor a sal entró junto con su
invitada.

—¡Ey, chica! Ha pasado mucho tiempo —dijo la escritora en el hombro de


Christine cuando se abrazaron las dos mujeres.

—Hombre, te ves muy bien —dijo la cantante, mirando a la mujer alta de


nuevo—. Te lo digo, cada vez más hermosa.

—Oh, detente —Parker rio, golpeando juguetonamente a la cantante en el


brazo.
194
—Entra, me gustaría que conocieras a una muy buena amiga mía. —Christine
y Parker Davies-Dubois entraron en el comedor, donde Willow esperaba con
gran expectación—. Parker, esta es Willow Bowman. Willow, Parker Davies-
Dubois.

La escritora se presentó a la rubia, con la mano extendida.

—Hola, Willow. Qué nombre tan bonito. —Parker sonrió, sus grandes ojos azules
parpadeaban alegres. Tenía sus largos rizos rubios atados en una cola gruesa.

—Oh, uh, gracias —Willow sonrió con timidez, tomando la mano extendida, la
envolvió en un suave, pero firme apretón de manos.

—Está bien, vamos a hacerlo a la intemperie —Christine intervino, de pie entre


las dos mujeres—. Parker, Willow es una gran fan tuya y estaba nerviosa como
el infierno por conocerte. —Se volvió hacia la rubia ruborizada, que estaba
mirando a la cantante con ojos asesinos—. Willow —continuó Christine,
ignorando la mirada de profunda vergüenza— Parker es una mujer como tú o
yo, y es una broma sólo para pasar el rato.
—Oh, dios —Willow chirriaba, enterrando el rostro entre las manos. La autora
rio de buena gana.

—¿No te gusta la timidez de esta mujer? —dijo, agarrando la mano de Willow


y quitándola lejos de su cara. Una vez que obtuvo su atención— Muchas
gracias, Willow, y estoy feliz que te guste mi trabajo. Por favor, no te pongas
nerviosa. —Su sonrisa era completamente acogedora—. Esta noche sólo
quiero pasar un buen rato y llegar a conocer a la nueva amiga de quien he
oído hablar tanto. —Enganchó la mano de Willow, tirando de ella hacia la
mesa detrás de ella—. Quiero que me cuentes todo sobre ti, de dónde vienes,
lo que haces, no dejes nada fuera.

Una vez que la enfermera miró hacia ese rostro inocente, y sincero, sintió que
sus nervios cedían, y una lenta sonrisa comenzó a formarse.

—Bueno.

* * *

195
Willow se secó los ojos una vez más, recuperándose de la última anécdota que
la escritora les había contado. ¿Quién se imaginaría que era tan divertida?

—Oh, detente —rogó ella, usando su servilleta para secarse los ojos, haciendo
que las otras dos rieran aún más fuerte.

—Oh, señoras, ha sido una noche maravillosa, y Christine, como de costumbre,


Me has llenado hasta las branquias. Tendré que traer a Keller y a Garrison la
próxima vez. Keller podrá apreciar tu elección en el vino. —Sonrió, luego arrojó
la servilleta sobre la mesa.

—Vas a ir al concierto de Montreal, ¿verdad? —preguntó Christine, bebiendo


el último sorbo de su agua. Había rechazado el vino, no quería tentarse.

—¡Mierda, sí! —Parker la miró como si hubiera perdido la cabeza, y luego se


apartó de la mesa. Christine hizo lo mismo, y se reunieron para darse un
profundo abrazo—. No te mantengas alejada tanto tiempo la próxima vez —
dijo en voz baja al oído de la cantante.

—Está bien. Lo prometo.


—Bueno. Y —Parker volvió hacia Willow que miraba con los ojos muy abiertos.

—Arriba, arriba —Willow se puso de pie, y luego gritó ligeramente mientras era
atrapada en un abrazo igual de apretado—. Fue un placer conocerte —dijo
Parker, sonriendo de oreja a oreja.

—Igualmente. —Willow sonrió como una tonta.

—Eres una chica genial —la escritora la empujó juguetonamente en el pecho,


y luego la soltó y se volvió para irse.

—Vamos. Salgamos —dijo Christine, con un brillo juguetón en sus ojos. Willow
bebió rápidamente el resto de su vino, y luego se unió a la cantante en la
puerta.

—¿Qué pasa con los platos?

—Eh —hizo caso omiso—. Los lavaremos en la mañana.

La noche era preciosa, la luna estaba en cuarto creciente. Caminaron 196


cuidadosamente por la larga escalera, Christine y Willow paseaban a lo largo
de la playa, el mar más allá se volvió de un azul brillante por la luz reflectante.

—Increíble —Willow susurro, mirando hacia arriba para ver los millones de
estrellas—. Ni siquiera en el rancho puedo ver estas estrellas.

—Definitivamente no pueden verse desde mi casa en Los Ángeles —Se


detuvo, mirando hacia arriba, señalando a una estrella fugaz—. Pide un deseo
—susurró Christine. Willow cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que
todo saliera bien y que su corazón encontrara la paz—. Que tus deseos se
hagan realidad.

Al abrir los ojos, vio a su amiga que le sonreía.

—Los tuyos también.

Christine miró a la mujer hermosa, los ojos se volvieron de un color gris oscuro
en la noche casi sin luna, pequeñas líneas comenzaban aparecer en sus
esquinas. Una suave sonrisa curvaba sus labios llenos. Los ojos azules estudiaron
los labios, las líneas suaves de la barbilla y la mandíbula, que conducía a un
cuello suave, y blanco como la nieve.

Sus ojos parpadearon de nuevo para ver a Willow, luego regresaron a sus
labios. Como si estuviera en un sueño, la distancia se cerró, aunque ella no
tenía idea de cómo, pero de repente sintió esos labios contra los suyos, tan
suaves como parecían.

El sueño continúo cuando Christine llevó una mano, rozando el dorso de sus
dedos contra la mejilla fresca, y suave.

La boca debajo de ella se movió con ella, los labios rozaron los suyos. Así como
de repente ya no estaban.

Sus sentidos despertaron, la mano izquierda acarició el aire fresco de la noche,


los ojos de Christine se abrieron. Willow estaba alejada de ella, con los dedos
sobre sus propios labios, los ojos primero confundidos, luego enojados.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó finalmente, acercándose. Sus labios aún


un cosquilleaban por el beso, y eso le daba miedo—. ¿Qué piensas? ¿Crees
que he venido aquí para eso? —El miedo se convirtió en ira, lo que significaba 197
que iba a atacar.

—Dios, lo siento, Willow, No quise…

—¡Maldita sea, Christine! ¿No tengo suficiente mierda porque preocuparme?


¡No necesito esto, también! —Con eso, se dio la vuelta y casi a ciegas regresó
a las escaleras, sus sollozos llegaron con la brisa a los oídos de Christine.

—¡Mierda, mierda, mierda! —la cantante se golpeó a sí misma en el muslo con


el puño—. ¿Qué he hecho? —Se arrodilló en la arena, ella bajó la cabeza, las
lágrimas que caían dejaban manchas sobre la arena sin que ella pudiera
verlas.

* * *

—¿Estás segura, Chris? Esto puede ser un gran error, cariño.


—No, ya he cometido un error. —Christine se pasó una mano por el pelo, luego
a través de la nariz y los ojos, recolectando la humedad a su paso—. Dios,
estoy jodida —susurró, luego sorbió ruidosamente, logrando controlar su
malestar. Por ahora.

—¿Qué pasó? —preguntó Parker, con la preocupación escrita en toda su


cara, y la mano apoyada en la pierna de su amiga.

—No quiero hablar de eso. Sólo por favor, ¿haz esto por mí? —Suplicantes ojos
azules se encontraron con los de Parker. Buscando esa mirada, la escritora
finalmente accedió.

—Bueno.
—Gracias. —Apretó a la escritora en un abrazo doloroso, quien salió volando
de la cabaña.

198
Capítulo 9

L
os ojos verdes se abrieron, observando alrededor de la habitación. La luz
era tenue, todas las persianas y cortinas estaban cerradas
herméticamente, dejando fuera el mundo y los miedos de Willow.

Se dio la vuelta en la cama, mirando el desorden que había hecho. Su ropa


yacía dispersa por la habitación. La lectura del reloj de cabecera indicaba
que era casi las ocho y media, lo que sorprendió a la rubia. Ella había estado
levantada la mayor parte de la noche, ya sea sentada en la silla, o dando
vueltas en la cama, su mente no podía o no quería apagarse.

Al sentarse, los ojos al instante se cerraron ante el golpeteo en las sienes. Tomó
respiraciones lentas y profundas, intentó controlar el pulso, lo sentía golpear
fuerte en su cuello, provocándole dolor. Sabía que tendría que deshacerse de
esto por ella misma, la medicina no era una opción en este momento.

—Está bien —gimió ella, empujando lentamente las mantas y lanzando las 199
piernas por el lado de la cama, los pies descalzos hicieron contacto con la
alfombra colocada sobre la baldosa debajo de su cama. Avanzó lentamente
al baño, metió una toalla bajo el agua fría, colocándola alrededor de su
cuello. Hizo una mueca por la sensación de frío, pero rápidamente la dejó,
dando paso a un alivio leve.

Encontrando algo de ropa, reunió su valor y fuerza, tirando de ellos a modo


de escudo, y se dirigió a hacer frente a un nuevo día, y a su anfitriona.

Willow tuvo mucho tiempo para pensar en las cosas de la noche anterior. Su
estómago estaba lleno de náuseas y de emociones inestables. Sí, ella se había
enfadado con Christine por hacer eso, el beso inesperado, el cosquilleo
inesperado, por la pérdida del mismo.

¿Por qué Christine había hecho eso? ¿Qué esperaba de esto? Willow repasó
los eventos en su cabeza una y otra vez hasta que logró ganarse la migraña
que la tuvo en vigilia. Era una noche perfecta, se había divertido, se habían
sentido cómodas. La playa, la luna, el océano. ¿Había actuado bajo el influjo
de todo eso, o la cantante la llevó a la isla con la esperanza de hacer una
cosa así? ¿Todo había sido orquestado? ¿Es por eso que una mujer hermosa,
rica y famosa como Christine Gray, que tenía todo lo que quisiera, se había
interesado en una enfermera sin rostro de Oklahoma? Lejos de la ostentación
y el glamour de Hollywood.

—Uh, detente —Willow se quejó, apoyada contra una pared del pasillo,
sosteniendo la cabeza en sus manos. La marcha de los pensamientos a través
de su cabeza le estaba dando ganas de vomitar.

Al bajar por las escaleras, sólo escuchó el tictac del enorme, y redondo reloj
que adornaba la pared de la cocina. El café estaba hecho, y la pequeña luz
verde brillaba invitándola. Por suerte Christine sólo bebía café descafeinado,
por lo que todo estaba bien.

Mirando a su alrededor, Willow se dio cuenta que todo lo de la noche anterior


había sido limpiado y guardado. Impresionada, ella siguió adelante.

Sirviéndose una taza, la rubia se dirigió a la terraza, pensando donde se


encontraría la cantante. Tenían que hablar, y necesitaban hacerlo ya. No
quería perder su amistad, y sólo entendiendo la noche anterior podría evitar
que eso sucediera.

Un lado de la mampara de vidrio, estaba abierta, permitiendo oír los sonidos 200
que el océano producía, cuanto más cerca estaba la rubia de la puerta.

El corazón de Willow comenzó a latir el doble mientras se acercaba, haciendo


que su cabeza se sintiera peor. Se detuvo por un momento, cerrando los ojos
para permitirse un momento de calma para que su sangre corriera más lento
y no tratara de empujar a través de las arterias cerradas de una vez, haciendo
que la migraña empeorara.

—Está bien —ella respiró, sintiendo que todo volvía asentarse de nuevo, y ella
comenzó a moverse hacia adelante una vez más.

La mañana estaba preciosa, y por un momento Willow fue capaz de olvidar


todo, y perderse en lo que su abuela llamaría la perfección de Dios.

—Es hermoso aquí, ¿verdad?

Willow se volvió hacia la persona, extrañada, de que no fuera Christine. Parker


Davies-Dubois se sentó en una de las sillas de metal, y cruzó los pies sobre la
mesa, la taza de café estaba acunada contra su estómago. Sonreía a Willow,
con los ojos azules entrecerrados por el sol de la mañana.
—Oh, uh, sí. Realmente lo es. —Willow logró sonreír a través de su sorpresa,
dejando su taza sobre la barandilla—. ¿Christine salió a correr? —Miró hacia la
playa, en busca de la morena.

Parker se rio por dentro. Salió a correr. Buena elección de palabras.

—No, ella no está.

Willow se volvió hacia ella, con el ceño fruncido. Algo andaba mal.

—¿Dónde está ella? —La rubia recordó haber visto la puerta de la habitación
abierta lo que significaba que la cantante no estaba en ella.

—Por favor, siéntate —dijo Parker, sus pies calzados con sandalias golpearon
la cubierta. Cautelosa, Willow sacó una silla a la izquierda de la escritora. Se
sentó y colocó la taza sobre la mesa.

—¿Qué está pasando, Parker? —la rubia más pequeña preguntó, su voz era
grave.
201
—Christine se marchó.

—¿¡Qué!?

—Espera —Parker levantó una mano—. Déjame terminar. ¿Está bien? —Willow
asintió de mala gana, la cabeza le dolió aún más—. Vino a mí esta mañana
temprano, bastante intranquila. No sé lo que pasó, no quiso hablar de ello,
pero se sentía muy mal.

—¿Tan mal que no podía quedarse para hablar conmigo al respecto? —


Willow preguntó con amargura.

—Cariño —Parker se inclinó hacia delante en su silla, muy preocupada—. He


conocido a Christine durante unos cuatro años, y sé que es una buena
persona, pero, como todos, tiene defectos y fallos. Uno de sus defectos más
graves es que tiende a irse cuando se siente acorralada o mal sobre algo. —
Willow se miró las manos, sintiéndose mal por su comentario. Se acomodó la
toalla que calentaba su cuello, sabiendo que tendría que volver a enfriarla
pronto.
—Me pidió estar aquí cuando te levantaras para llevarte al aeropuerto, o
hacerte saber que eres bienvenida a quedarte aquí todo el tiempo que
desees. O bien, y esto es de mí parte, si quieres hablar, Por cierto, estoy
dispuesta a escuchar.

Willow se encontró con los ojos de la otra mujer, sin ver nada, más que
verdadera compasión y preocupación allí. Lo pensó por un momento, luego
sacudió la cabeza.

—Si no te importa, Parker, creo que quiero estar sola por un tiempo. —Sonrió
como disculpándose, y encontró su mano envuelta en dos cálidas.

—Entiendo. Escucha, antes de irme quiero que sepas algo.

—Bien.

—Christine se preocupa por ti, y sé que ella nunca haría nada que pudiera
perjudicarte intencionadamente. Te considera una verdadera amiga, y por
desgracia para ella, amigos de verdad tiene muy pocos, así que sé que ella
nunca haría nada para poner en peligro eso. —dicho esto y con una sonrisa 202
amable, Parker se puso de pie, agarrando su taza de café se dirigió al interior,
sólo para regresar unos momentos después para bajar por las escaleras. Desde
abajo, miró a la enfermera que no se había movido.

—Willow, si me necesitas para algo escribí mi numero en el tablero de la


cocina. —Con eso ella se fue.

Willow sentada, bebía su café con aire ausente, preguntándose qué debía
hacer. Internamente, también estaba luchando con sus emociones. ¿Debería
estar enfadada con Christine por el beso o por abandonarla en el paraíso?

—Mierda —murmuró, y luego entró a la casa. Efectivamente, había un número


escrito en al interior de una cara feliz que hizo sonreír a la rubia. Dejó caer el
resto de su café en el fregadero, puso la taza en el lavavajillas, se dio cuenta
tardíamente que estaba llenó con los platos limpios. ¿Cuándo Christine había
hecho todo esto? Limpió la cocina, lavó todos los platos, guardó la comida, y
echó a correr el lavavajillas.

Tal vez ella también estuvo despierta toda la noche. ¿Cuándo se había ido?
Willow no pudo evitar sentirse traicionada por la partida de Christine. ¿Por qué
no pudo quedarse para hablar de lo sucedido? Sí, Willow había oído la
explicación de Parker, y entendió bastante bien, demasiado bien, tal vez.

Después de todo, ella estaba en la isla Quenby, ¿no? Pero aun así...

Mojó la toallita en el agua, la temperatura del material había aumentado


debido al calor del cuerpo de Willow. Casi babeo con el agua fría que corría
sobre sus manos mientras humedecía el trapo, se lo volvió a aplicar, y luego
subió las escaleras. Tal vez una buena ducha fría o un baño caliente la
ayudarían a relajarse.

* * *

El fin del desvelo fue rápido y sorprendente. Willow miró a su alrededor, sin
saber dónde demonios estaba, y por qué se había despertado. Se dio cuenta
que estaba en uno de los sillones de cuero blanco en la sala de estar, una
cadena de baba iba desde los labios a la almohada bajo su cabeza.

—Mierda —lo limpió con la mano. Parpadeando en rápida sucesión, también 203
se dio cuenta que había alguien en la puerta.

Al caminar hasta allí, vio a un hombre de pie, vestido de blanco de pies a


cabeza, con un paquete a sus pies, y una sonrisa en su hermoso rostro.

Curiosa, abrió la puerta francesa, mirando hacia él.

—Um, ¿puedo ayudarle?

—Si usted es Willow Bowman, sin duda puede. —Su sonrisa era radiante,
brillante como su ropa, que casi reflectaba el intenso sol, de mediodía.

—Soy yo.

—¡Fabuloso! —Agarrando su paquete, pasó junto a ella, hablando todo el rato


mientras desempaquetaba su equipo—. Soy Freddie Sánchez, y escuché por
ahí que tienes dolores de cabeza, así que estoy aquí para hacer tu día
precioso de nuevo. —Volvió a sonreír, abrir y cerrar los ojos oscuros y el
pequeño jopo que sobresalía de su peinado se balanceaba junto con él
cuando sacudía violentamente una sábana blanca, que extendió sobre una
mesa azul, acolchada que había montado.

—¿Qué? —Totalmente desconcertada, Willow dio un paso atrás—. ¿Estás


loco?

—Vamos, cariño. Vamos a sacarte de esa ropa y ponerte en mi mesa —dijo,


sacando numerosas botellas de vidrio con tapones de corcho de la bolsa que
había tenido colgada en su hombro. Él las alineó sin ningún orden, sobre una
mesa plegable que había sido embalada con la mesa acolchada.

—¿Quieres que me desnude? —Yo no lo entiendo.

—Cariño, no voy poner mis manos sobre tu piel dulce de algodón, lo siento —
La miraba con ojos acusadores, y las manos en la cadera. Comprendiendo al
fin, Willow suspiro de alivio.

—Uh, ¿quién te llamó?

—Parker, por supuesto. ¿No es ella una muñeca? La amo. Y su hijo va a ser un
rompecorazones al igual que su padre, algún día. —Freddie había 204
comenzado a destapar algunas de las botellas, vertió algún tipo de líquido
verde, fragante y espeso en sus palmas, y luego se las frotó vigorosamente—.
Vamos, cariño, muévete —ordenó, dándole la espalda a ella para darle un
poco de privacidad.

Mirando hacia abajo, Willow, todavía aturdida por el apuesto torbellino,


decidió que demonios. Rápidamente, y con timidez, se quitó su ropa, ella se
cubrió con la sábana blanca que Freddie extendió para ella. Envolviéndola
alrededor de sí misma, se acercó a él y a la mesa.

Se dio la vuelta, mirándola de arriba abajo. Curiosamente, Willow no se sentía


incómoda con su atención.

—Mm, mm. Fabuloso. —Sonrió, grande y desarmado. Dando pasos hacia ella,
levantó la mano fuerte y bien cuidada, frotando un mechón de la rubia entre
pulgar e índice—. ¿Quién te corta el pelo, dulzura? —preguntó, pasando la
mano por los filamentos gruesos.

—Uh, Cost Cutters, por lo general —Willow murmuró, frunciendo las cejas
mientras se preguntaba qué demonios iba a hacer ahora. No estaba
acostumbrada a una atención tan centrada, y no estaba del todo segura de
qué hacer con ella.

—No —soltó, inclinándose para mirarla a los ojos—, ¡No, dejas que esos
zoquetes toquen este magnífico vellocino de oro! —Ella se rio, asintiendo—.
Oh, cariño. Eso es un pecado muy malo. —Dejando caer su mano, él le golpeó
el culo—. Está bien, amiga, salta sobre la mesa para mí, por favor.

Haciendo lo que se le pidió, Willow se subió, recostándose sobre su espalda.

—Vuélvete, dulzura —le dio instrucciones en voz baja, él ajustó la sabana para
ella, manteniendo su privacidad tanto como era posible.

Mientras Freddie comenzó a trabajar en su carne tierna, empezó a quejarse


sobre quien había estado en sus manos, por qué no tocaría en su vida a quien
sabe quién, aunque su vida dependiera de ello, y que haría cualquier cosa
por poner sus manos en…, Willow permitió que su mente divagara.

Pensó en Kevin, preguntándose dónde estaría hoy, lo que estaría haciendo, y


en que estaría pensando. ¿Qué iba a hacer una vez que llegara a casa? ¿Iría
a casa? ¿Dónde estaba Christine? ¿Por qué la había dejado? Ella sabía lo que 205
Parker le había dicho, y entendía el por qué, pero ¿por qué no podían
simplemente resolverlo entre ellas? ¿Por qué Christine involucró a Parker en
esto, para luego, dejar a la pobre mujer en la oscuridad acerca de lo que
había sucedido?

Sus ojos se cerraron, un suave ronroneo brotó de su garganta cuando Freddie


comenzó a encontrar las zonas más tensas.

—Así es, cariño —murmuró—. Freddie arreglará todo.

—Hmm —respondió ella, con los ojos cada vez más pesados, la mente vagaba
más y más lejos en el espacio. Los hombros estaban relajados, los dedos
seguían masajeando los costados, y su respiración era tranquila. Paz.

El sonido del mar que golpea las olas es maravilloso, estrellándose contra mis
oídos, el aire salado llena mi nariz. Todo lo que puedo hacer es suspirar de
satisfacción.

La arena se filtra entre los dedos de mis pies, una sensación que no me había
dado cuenta que me gustaba tanto hasta que llegué al paraíso.
Las palmeras se mecen, las flores silvestres hacen que el aire sea fragante. En
la playa veo a alguien, y sonrío, reconociendo la naturaleza del movimiento.

—¡Kevin! —le grito, corro con mis pies descalzos en su dirección, a pesar de
que todavía es sólo un reflejo en el calor. Comienzo a correr, extrañada de por
qué no se ha aproximado más cerca, y estoy impaciente por contarle mi gran
noticia. No sé qué noticia es, pero sé que es importante, y sé que necesita
saberla.

Levanta la mano en señal de saludo. A pesar de que estoy corriendo, no


puedo acercarme a él, y me siento frustrada.

—¡Empuja, Willow! ¡Empuja! —grita, pero estoy teniendo problemas con ello.
Mi cuerpo está demasiado relajado, no me puedo mover, no puedo empujar.
Buscando entre mis piernas abiertas, veo unos ojos azules que miran hacia mí
desde el vértice.

—Christine —le suplico, el miedo aprieta mis entrañas cuando Kevin camina
inquieto detrás de ella, sus ojos nunca dejaron de mirar entre mis piernas—.
Salva a mi bebé. 206
Como un león listo para saltar, Kevin da pasos más cerca de mí, acortando la
distancia, flexionando los dedos y los nudillos a punto de estallar.

—Necesito que te relajes, cariño —dice Christine, aunque no es su voz—.


Cariño.

Los ojos de Willow se abrieron, e inmediatamente se reunieron con unos muy


preocupados de color marrón oscuro.

—¿Estás bien, cariño? —Freddie preguntó, su mano suavemente peinaba


hacia atrás los mechones de cabello que estaban pegados a la cara llena de
lágrimas.

Inhalo una vez, tratando de detener el flujo de las emociones, aunque lo hizo
sólo a medias.

—Lo siento —Trató de incorporarse, Freddie la ayudó, manteniendo la sabana


en su lugar para ella. Pasando las manos por el pelo, Willow trató de sonreír. Él
masajista vio a través de ella.
—¿Quieres hablar de ello, muñeca?

—No lo sé —sollozó ella, luego rio nerviosa de nuevo—. Apuesto a que soy la
primera en llorar en tu mesa, ¿eh?

—Bueno, en realidad no. No es muy común, pero por lo general son lágrimas
de liberación —limpió suavemente una lágrima que caía, con la punta del
dedo—. ¿Lágrimas de dolor o angustia? No te hice daño, ¿verdad?

—No. De hecho, yo creo que es porque me tenías tan relajada y me sentía


tan bien que no podía empujar

—¿Cómo? —sus cejas se levantaron. Ella rio entre dientes.

—Estoy embarazada, mi marido no lo quiere, y soñé que Christine estaba


tratando de que diera a luz a mi bebé y me decía que empujara, pero estaba
demasiado relajada para hacerlo. —Sus ojos comenzaron a lagrimear de
nuevo ante el recuerdo de la cara viciosa de Kevin, dispuesto a quitarle su
bebé.
207
—Oh, cariño —Se sentó a su lado, casi rozando el hombro de ella—. Lo siento
mucho. —La mirada de compasión que vio en esta cara extraña fue su
perdición. La presa cayó de nuevo, y se disolvió en una piscina de
autocompasión. La sensación de esos fuertes, pero suaves brazos alrededor
de ella, se sentía bien.

Se recompuso, sorbió la nariz, limpiándola con la mano antes de sonreír con


timidez.

—Apuesto a que no te ocupas de este tipo de cosas a menudo, ¿eh?

—¿Estás bromeando? —él la empujó—. Cariño, soy como un cantinero


cuando trabajo tengo a la audiencia cautiva, así que ¿quién mejor para
contarle tus problemas? —Sonrió con un guiño, y ella le devolvió la sonrisa.

—Gracias.

—No te preocupes, hermosa. Digamos que terminó, ¿eh? —Él la empujó con
el hombro, y ella lo empujó hacia atrás, moviendo la cabeza.
* * *

Willow se sentó en la terraza, acurrucada en una manta acolchada


holgazaneando, con una taza de café descafeinado abrazada contra su
pecho. El sol se había puesto hacía horas, y estaba disfrutando de la brisa del
mar, que refrescaba su piel demasiado caliente. Retozó en la playa durante
la mayor parte del día después de que Freddie la había dejado. Fue
agradable, pero se sentía más sola que nunca.

El relajante masaje y el hermoso día la ayudaron a despejar su mente un poco,


para preparar su viaje de regreso a casa, y volver a su rutina diaria en el
hospital.

También tenía que reunirse con Kevin para que pudieran elaborar un plan de
acción. Creía firmemente que necesitaban separarse hasta que él dejara de
comportarse como un idiota, o ella pudiera reunir el valor para tomar una
decisión sobre el destino de su matrimonio.

Suspirando, cogió el teléfono inalámbrico del grueso brazo de la silla y marcó 208
el número que acababa de memorizar de la pizarra en la cocina.

* * *

—Gracias, doc.

Cuando la puerta de la pequeña habitación se cerró, Robert Knowles


examinó su rostro, girando de un lado a otro.

—Tu cirujano plástico tiene un buen culo —dijo Sandra, cruzando las piernas y
ajustando los pantalones para cubrirse la parte superior de la bota.

Bob la miró a través del espejo, luego se volvió hacia su propio reflejo.

—Es mejor que sane bien o juro que le quitaré todo lo que tiene —murmuró,
para sí mismo. De pie, se puso la chaqueta ligera que abrazó sus anchos
hombros a la perfección.
—Vamos —dijo, odiando que el vendaje en su nariz llamara tanto la atención
sobre su bronceado, lo hacía aún más evidente. Sandra se puso de pie,
tirando de las correas delgadas de su bolso sobre su hombro, buscando las
llaves del coche.

—¿Cómo te sientes? —preguntó ella, dando un paso a través de la puerta que


Robert mantuvo abierta para ella.

—Está bien. Se siente como un jodido melocotón. —Él se quejó, siguiendo por
el pasillo que conducía a la salida privada de la oficina del Dr. Rae, para
clientes importantes como él, que no querían que los malditos diarios los
salpicaran al día siguiente, por haber recibido un poco de ayuda médica.

—Bueno, tal vez puedas aprender a mantener los comentarios indiscretos para
ti mismo —sugirió Sandra, tocando el botón del ascensor privado, y mirando
por encima del hombro al hombre iracundo a su lado. Observó sus ojos oscuros
llenos de fuego.

—No empieces, Sandra. —La advertencia fue baja, peligrosa. La diseñadora


se rio por significado tácito, pero cerró la boca de todos modos.
209
Después de ser dejado en sus oficinas del centro, Knowles tomó el ascensor,
gimiendo internamente de sueño, la cabina se detuvo por un instante en el
piso veintiuno, y luego se abrió en el diecisiete. Un hombre de baja estatura y
gran actitud entró.

—Ey, Bob. ¿Cómo estás? —preguntó Dennis Weinz, con las espesas cejas
fruncidas formando una oruga peluda en el puente de la nariz. —¿Qué pasó?

—Accidente de tenis —Bob sonrió, despreciando secretamente al ejecutivo—


. Ah —el hombre más bajo exclamó, obviamente, no creyó una maldita
palabra, pero sabía que habría llegado con la misma pobre excusa si tuviera
que ir con el cirujano plástico. Las puertas se abrieron en el piso diecinueve, y
Weinz sonrió—. Vigila tu servicio para la próxima, ¿eh? —Desapareció con el
sonido de su propia risa.

—Imbécil —Bob murmuró, golpeando de nuevo el botón del piso veintiuno.


Entró en las oficinas que habían sido decoradas por un maravilloso diseñador
profesional antes de ingresar a uno de esos horrorosos programas de reality
shows. Tendría que gritar a Jeff Probst la próxima vez que se topara con él.
—Buenas tardes, Sr. Knowles —dijo Katrina, la más reciente contratación de
Knowles Group, los ojos de color marrón claro brillaron con un destello de
complicidad. Él movió sus cejas.

—Kat —El manager recordó cuando esas largas piernas estuvieron envueltas
alrededor de él. Es posible que ella no fuera capaz de cantar, pero era muy
buena follando.

Él recogió las últimas llamadas y mensajes de sus coquetos dedos, luchando


contra el impulso de tomarla allí mismo, en ese escritorio en el que estaba
sentada, con su ajustada falda levantada hasta sus caderas... Se estremeció
ante la idea, pero se obligó a alejarse. Tenía trabajo que hacer.

Al abrir la puerta de cristal esmerilado que lo llevó dentro de la oficina de


paredes de vidrio, revisó los mensajes, tirando la mayor parte a la basura. Todo
el mundo quería algo por nada. A los mensajes más importantes les dio un
lugar de honor en el centro de su calendario. Ninguno de Christine.

—Perra —murmuró. Le había dado una semana para ponerse en contacto


con él y disculparse. No lo hizo. Bien. Tuvo su oportunidad. Sentado en la
costosa silla, le gustaba escuchar el sonido del crujido del cuero debajo de su 210
peso, detrás de su aún más caro escritorio. Encendió su ordenador, el monitor
de pantalla plana estaba colocado en la esquina de la mesa, tomó su
computador portátil del maletín que había traído. Utilizando el lápiz, se
desplazó a través de su libreta de direcciones hasta que encontró lo que
estaba buscando.

Con los ojos todavía sobre el número, cogió el teléfono y marcó rápidamente.

—Brine —fue la respuesta.

—Señor Brine —Bob se echó hacia atrás en su silla—. Soy Robert Knowles del
Grupo Knowles.

—Cierto, ¿cómo está usted, Sr. Knowles?

—Bien, bien. Muy bien, en realidad. ¿Qué tan rápido puede reunirse conmigo
en mi oficina del centro?

—Bueno, si usted puede darme una hora.


—Bien. Entonces nos veremos a las— Bob miró su Rolex—.

—Ahí estaré.

—Maravilloso. Prepárese para una historia de portada—. Con una sonrisa


maliciosa Knowles puso suavemente el receptor en su base.

* * *

Las calles estaban tranquilas, muchos de los turistas regresaron a casa para el
fin de semana, los lugareños estaban en sus hogares. Las noches de Aspen
eran frías al final del verano. De todos modos, Christine paseaba, con las
manos en los bolsillos de sus pantalones sueltos, y la camisa desabrochada.

Observó las fachadas de las tiendas cerradas, vio la mercancía exhibida, a


sabiendas de que la mayor parte era muy cara y de baja calidad. Se encontró
con tazas, obras de arte, cerámica y “ropa local”.

Continuando, Christine pasó una mano por su pelo, los gruesos y oscuros 211
mechones caían en su lugar sin frizz. Eso era lo bueno de tratar su cabello
profesionalmente una vez a la semana. Se acordó de los días en que después
de una buena lluvia su cabello parecía un rosal.

Sonriendo ante el recuerdo y la imagen que evocaba, cruzó la calle,


deteniéndose un instante para que pasara un Lexus, a continuación, entró en
Sonny, una maravillosa y pequeña panadería que abría hasta tarde. Tenían
los mejores cafés de moca del mundo; muy ricos y suaves. Sólo de pensarlo se
le hizo agua la boca.

Con una bolsa blanca de croissants en una mano, y un moka con crema
batida extra en la otra, Christine se dirigió de nuevo a la calle donde había
dejado el Hummer alquilado. Se desplazó dentro del enorme vehículo, puso la
bolsa en la consola entre los dos asientos delanteros y tomó un sorbo de la
bebida, haciendo una mueca cuando se quemó la lengua.

—Maldita sea —dijo entre dientes, aspirando bocanadas de aire fresco para
enfriar la lengua—. Bueno, ahí va un centenar de papilas gustativas —
murmuró, dejando el vaso grande en uno de los muchos portavasos de la gran
camioneta. Giró el encendido, la bestia rugió debajo de ella, y se alejó de la
acera.

Volando directamente desde el Aeropuerto Internacional de Denver, había


escogido al azar un estado en el mapa, encontró el lugar más próximo para
alquilar un coche grande, y se fue, viajó por todo el estado, matando el
tiempo y pensando. Se quedó en Aspen por un par de días, disfrutando del
ambiente. La última vez que había estado allí, tal vez fue hace tres años.

El tráfico era escaso, ya que era después de las diez. Christine subió el volumen
del reproductor de CD a niveles ensordecedores y cantó junto a quien lo hacía
en su MP3, que tenía más de cien canciones de varios artistas y estilos.

Con dedos torpes buscó en el GPS, un mapa de los Estados Unidos, la cámara
hizo un zoom en dónde estaba, enumerando los estados vecinos. Oklahoma
apareció en la pantalla por un segundo, y luego desapareció.

Un dolor punzante golpeó su corazón, casi estrangulándole la garganta. De


nuevo. Suspirando, ella agarró su celular de uno de los soportes para bebidas,
lo abrió, sin siquiera mirarlo pulsó la tecla número 7. Colocando el teléfono en
la oreja, escuchó la pausa, y finalmente un toque. Luego dos, seguido por un 212
tercero y un clic.

—Hola, has llamado, pero no puedes localizarme ya que no estoy disponible


para coger tu llamada. Deja algo después de la señal. Adiós. —El pitido largo
siguió a su propia voz.

Christine esperó un segundo, y luego habló. —¿Willow? ¿Estás ahí? Si es así, por
favor coge el teléfono. —Ella esperó, un latido, dos. Con un suspiro, sus
hombros se desplomaron—. Creo que te he echado de menos. —Cerrando el
celular, lo arrojó al asiento junto a ella, sin importarle que se estrellara en la
bolsa de croissants. Pensó en lo que la había perseguido en cada paso de su
viaje durante la semana pasada. ¿Cómo había logrado fastidiar las cosas tan
terriblemente? Ella pudo hacerlo mejor y, sin embargo, había dejado que sus
emociones la controlaran.

—Estúpida —dijo entre dientes por enésima vez. Willow tenía razón toda esa
mierda por la que estaba pasando y Christine sólo logró empeorar las cosas.
¿Cómo pudo haberla besado!? Sabía que Willow no estaba interesada, e
incluso si lo estuviera, estaba casada, ¡por todos los demonios!
Christine levantó una mano, limpiándose la lágrima que le hizo cosquillas en el
rostro. Le preocupaba haber arruinado lo que sabía intuitivamente habría sido
una amistad maravillosa, de toda la vida, del tipo que nunca había pensado
volver a encontrar de nuevo. Cuando conoció a Adam la inocencia de la
juventud y la desesperación había sido como el pegamento para ellos. Siendo
adultos, las amistades como esa eran casi imposibles. De adultos aprendieron
a no confiar, y no dejaron que nadie entrara a ese nivel emocional.

Willow era diferente. La cantante sabía que podía confiarle cualquier cosa,
desahogarse de un pasado que aun obstaculizaba sus pasos. Un pasado
sobre el que tuvo que mentir en casi todas las entrevistas cuando se le
preguntó de dónde venía, preguntas sobre sus padres, hermanos.

Willow sabía la verdad ahora, y todavía no le había dado la espalda. No, en


cambio Christine traicionó esa confianza y pasó por encima de una línea que
nunca debió haber cruzado.

Era mejor así, Christine dijo, sollozando empujando hacia atrás las lágrimas que
amenazaban con salir. Willow podía volver a su vida en Oklahoma, resolver las
cosas con Kevin, o seguir adelante y no tener en su vida una carga tan
problemática como ella. Con amigos así... 213
Christine subió la música hasta un nivel que casi le hizo doler la cabeza, el
sonido alejaba sus pensamientos.

* * *

—Kevin, lo digo en serio. —Rachel miró al hombre que había aparecido en las
últimos tres noches, con la mano presionando firmemente contra su pecho—.
Está tratando de trabajar y la meterás en problemas si sigues viniendo hasta
aquí, con la esperanza de verla.

—No me devuelve las llamadas, Rachel —dijo, con el ceño fruncido—. Maldita
sea, ¿cómo se supone que vamos a arreglar esto si ella no quiere hablar
conmigo? —Alzó los brazos con exasperación. Rachel se sintió mal por lo que
estaba a punto de decir, pero necesitaba decirlo.

—Tal vez ella no quiera solucionarlo, Kevin. —Su voz era tranquila, casi amable.
Su cara se desmoronó, pero él tomó una respiración profunda, manteniéndose
firme.

—Ya veo. —Se puso de pie, alejándose de la pelirroja—. Bueno, ella tiene que
escucharme. Ella y yo tenemos que hablar, sin importar que.

Rachel asintió.

—Voy a hablar con ella.

—Hazlo. —Con esto, se volvió y salió por la entrada principal, mientras Rachel
lo veía marcharse. Ella suspiró, odiando que la pusieran en esta posición. No
era justo para ella, o para Kevin, en este caso. Se fue en busca de su cobarde
amiga.

—Mantente fuera de esto, Rachel —Willow murmuró, mirando el gráfico de un


niño de diez años que acababa de ser traído con convulsiones que no podían
detenerse, su medicación para la epilepsia estaba fuera de lugar. ¿Qué
demonios estaba pensando su neurólogo al recetarle Tegretol, Dilantin y
Diezepam, todo al mismo tiempo!?
214
—¡No puedo quedarme fuera, porque no hablas con tu maldito marido!

—¿Puedes bajar la voz? —dijo Willow entre dientes, mirando alrededor de la


bulliciosa sala de pediatría. Aclarándose la garganta en tono de disculpa,
Rachel continuó.

—Mira, Willow, no estoy de acuerdo con lo que ha estado haciendo y lo que


hizo, pero el tipo merece una respuesta o por lo menos una decisión. No
importa cuál sea, ambos tienen que ser capaces de hablar.

La rubia suspiró, sacudiendo la cabeza. No tenía idea de lo que quería hacer.

—¿Qué está pasando contigo últimamente? Has estado muy reservada e


inquieta. No es propio de ti en absoluto, Wills. ¿Cómo puedo ayudarte si no me
dejas entrar? Desde que volviste de tu viaje hace tres semanas has estado
como un zombi. Volviste molesta, que no quieres hablar de ello. Bien. Kevin
viene en las noches no quieres hablar con él. Bien. Pero ahora ni siquiera
quieres hablar conmigo. —Ella estudió el perfil de su amiga, a la espera de que
Willow la mirara, pero ella nunca lo hizo. Con un suspiro de frustración, levantó
las manos—. Está bien. Haz lo que quieras, Willow. Te veré más tarde.
Willow observó como la pelirroja caminaba enfadada por el pasillo. Si ella no
hubiera sido la causa lo habría encontrado divertido. De hecho, ella se sentía
como un zombi, sin saber qué camino tomar, y dudando cada día más de su
enojo por Christine. No, la cantante no debió haber hecho eso, pero en
retrospectiva, Willow creía que fue sólo por el calor del momento, y que nada
había sido planeado. También tuvo que luchar a brazo partido con el simple
hecho de que Christine había sido una excusa muy útil para sacar esa gran
cantidad de ira reprimida por culpa de Kevin.

—Genial —murmuró, volviendo al gráfico—. Fastidiando a todos.

Su día fue largo, pero finalmente llegó a su fin. Encontró a Rachel y se dirigieron
juntas a casa. Sentadas en la camioneta de Willow, ambas estaban tranquilas,
la pelirroja mirando por la ventana, observando el amanecer de un nuevo día.
Willow la miró un par de veces, tratando de decidir qué decir. Sabía que tenía
que decir algo.

Con un suspiro, ella comenzó.

—Está bien. Tienes razón, te mereces una explicación. —Rachel la miró, con 215
los ojos en blanco. Willow se mordió el labio por un momento, mirando a través
del parabrisas, tratando de decidir por dónde empezar.

—Está bien —dijo Rachel, tranquilamente, aunque todavía un poco molesta.

—Lo que voy a decirte no puede salir de esta camioneta, Rachel. —En un
semáforo en rojo, la rubia miró a su amiga, con la expresión absolutamente
seria, exigiendo la aceptación de estos términos.

—Está bien. Lo prometo. —Ella se mantendría fiel a esa promesa, pero la parte
chismosa en ella ahora estaba de pie en alerta total, la curiosidad la tenía en
ascuas.

—Está bien. Aquí va. Christine me llevó a una isla de la costa de Belice, una isla
privada que ella y algunas otras personas muy ricas compraron para su
tranquilidad.

—Vaya —respiró Rachel—. ¿Dónde diablos está Belice?

—En el Caribe.
—¡Ella te llevó a una maldita isla tropical!?

Willow rio, asintiendo.

—Sí, ahora cállate. De todos modos, era maravillosa, increíblemente hermosa,


y yo quiero una casa allí. Quiero decir, ella es tan generosa. Me ofreció la casa,
el uso de cualquier cosa, simplemente fue increíble.

—Guau.

—Sí, y ¡ella me trajo el desayuno a la cama! La fruta fresca, fue fantástico. —


Willow sonrió ante el recuerdo, una ola de tristeza la inundó—. Dios, ella es una
mujer tan dulce —lo dijo casi en un susurro. Rachel la miró, sorprendida por la
vehemencia en esa simple afirmación—. Me presentó a una amiga y vecina.
—Sonrió—. Esto no puede significar mucho para ti que yo sepa no eres una
gran lectora. Pero ¿sabe quién es Parker Davies-Dubois?

Las cejas castañas se fruncieron.

—Escritora, ¿verdad? La vi en Oprah un día. 216


—Sí, y una de mis favoritos para empezar. De todos modos, así que cenamos
con ella, fue un gran momento, a continuación, cuando se fue, Christine
sugirió que camináramos por la playa, así que lo hicimos.

Aquí se detuvo, evocando de nuevo esa noche, lo hermosa y mágica que


había sido, la luna a la derecha, el océano agitado con vida y misterio. Ella
suspiró.

—Fue perfecto, Rachel —Su amiga tuvo que prestar atención de verdad, la
voz de Willow era casi un susurro—. Romántico, como si ya lo hubiera vivido. —
Suspiró de nuevo, mirando a la pelirroja—. Me dio un beso.

—Hmm —dijo Rachel con aire ausente, entonces entendió. Su cabeza giró
bruscamente—. ¡¿Qué?!

—Sí. Dije algunas cosas malas, Rach. Algunas cosas que lamento ahora.

—¿Cómo qué? ¿Por qué hizo eso? ¿Va detrás de ti?


Willow negó con la cabeza, el flequillo cayó en sus ojos. Lo apartó.

—Yo no lo creo. Lo hice al principio, cuando sucedió, ¿sabes? La acusé de eso


mismo, de hecho.

—¿Qué dijo ella? —La voz de Rachel también fue un susurro, sintiendo que
esto era una enorme joroba en la floreciente amistad.

—No mucho, la verdad. Pero pude ver en sus ojos, Rach. —Se arriesgó a otra
mirada a su amiga—. Ella estaba tan desconcertada de sus acciones como
yo.

—Entonces, ¿por qué te molesta? ¿Por qué crees que lo hizo?

—Me enojé porque reaccioné visceralmente. Creo que dejé que todo lo que
había estado hirviendo durante las últimas semanas se derramara contra ella.
No se merecía eso. Y en cuanto a por qué, como he dicho, fue una hermosa,
y romántica noche; creo que quedó atrapada en ella.

—Oh chica. —Permanecieron en silencio por un momento, cada uno en su


propia cabeza, pensando en la situación—. ¿Te has disculpado? —Rachel 217
preguntó finalmente. Willow negó con la cabeza, de nuevo el pelo cayó en
sus ojos. Se sorprendió de lo rápido que crecía el pelo ahora, todas esas
hormonas eran maravillosas.

—¿Qué le diría? Tampoco me ha llamado, así que yo creo que se ha olvidado


de mí. Yo fui una perra, y la acusé de algo sin tener motivos. ¿Cómo puedo
recuperar esos momentos? —Willow hizo clic en la señal de giro, esperó que
un par de autos pasaran, luego giró hacia la calle de Rachel.

—Bueno, no se puede. Pero puedes tratar de hacer las cosas bien.

—No, no puedo. Es como es, y ahora tengo que vivir con eso. —Acercándose
al camino de entrada, la rubia tiró del freno y apagó el motor. Se giró para
encontrar la mirada de su amiga en ella—. ¿Qué?

—Nada. —Sacudiendo la cabeza, Rachel salió de la camioneta, llevando


todo, menos la bolsa para el fregadero de la cocina.

—No, ¿que hay en tu mente? —preguntó la rubia, tras ella, cerrando la puerta
frontal de nuevo detrás de ellas—. Vamos, Rachel, suéltalo.
—Está bien, está bien. —La enfermera dejó el bolso en el sofá luego se volvió
hacia su amiga, con la mano en la cadera—. Creo que Christine resultó ser
una gran amiga para ti, intuitivamente creo que ella habría sido una gran
parte en tu vida. Creo que lo estás tirando a la basura, y todo por terquedad.

—No estoy siendo obstinada.

—¿No lo estás?

—No, no siento que lo sea. —Willow se mantuvo firme, pero se movía


constantemente.

—¡Willow! ¿Qué me estás diciendo siempre? Tú no lo sabrás a menos que lo


intentes, ¿verdad? Quiero decir, mierda, toma tu propio consejo. Si ella cierra
de golpe el teléfono en tu cara, no lo sabrás, a menos que lo intentes.
¿Verdad? —Willow murmuró algo en voz baja—. ¿Qué? —Rachel volcó su
oreja ligeramente hacia adelante, tratando que su amiga repitiera el
comentario en su oído.

—Dije que sé que tienes razón. 218


—Bueno. Me alegro de que finalmente estemos de acuerdo. —Rachel sonrió
amplia y satisfechamente, por lo que su amiga volvió los ojos—. Ahora bien,
¿qué quieres para el desayuno?

Willow murmuró algo en voz baja mientras seguía a la fastidiosa pelirroja a la


cocina, aunque esta vez no lo repitió.

* * *

El hombre del traje gris barato, con la corbata negra y verde suelta bajo el
cuello, libreta en mano, sobresalía como un pulgar verde.

La residencia se encontraba a la sombra fresca de unos árboles los zapatos


que llevaba, no eran aptos para las calles de Queens. Estupideces.

El llamativo hombre blanco se acercó a una mujer de pie en la esquina, su


pelo largo y negro, amontonado implacablemente sobre su cabeza, un
puñado de chupones se mezclaban con cicatrices en el cuello y los hombros
desnudos.

Al oírlo caminar hasta ella, la mujer conocida en la calle como Molly Tamale,
se volvió y miró al chico blanco de arriba abajo llevaba un traje barato que
colgaba de los hombros delgados al igual que una camisa colgaba de una
percha de alambre. Su pelo, rubia fresa, estaba peinado hacia atrás de
manera pulida y sofisticada, en lugar de verse como Rick Astley parecía un
mafioso de poca monta.

Ella se dio la vuelta. De ninguna manera ella podría dormir con eso.

—Disculpe —dijo, con voz suave y llena de sol de California. Ella lo valoró con
otra mirada de sus ojos oscuros—. Hola —extendió una mano con dedos
delgados, muy pálida y pecosa—. Soy Kenneth Brine, y me gustaría hacerle
algunas preguntas si me lo permite.

Ella estudió su mano tendida, tratando de averiguar cuál era su juego. No


había manera de que fuera un policía, o si lo era, no duraría mucho tiempo.

—Y qué —dijo, haciendo caso omiso de la mano y girando su atención de 219


nuevo a la calle ante ella.

—Uh, bueno, eh, señorita Tamale, ¿verdad? Puedo compensar su tiempo —Un
destello de color verde llamó la atención de Molly. Tenía toda su atención
ahora. Con un suspiro de alivio, Kenneth continuó.

—¿La conoces? —sacó una imagen de cinco por siete. Los ojos oscuros se
movieron sobre las características, tan familiares para todos en el vecindario
por una razón u otra.

—¿Quién no lo hace? —preguntó, volteando los mechones de pelo por


encima del hombro de color marrón.

—Uh, es cierto. Um, ¿qué tan bien la conoce?

Molly se encontró con sus ojos azules desesperados y sonrió.

—¿Qué tan bien quieres que la conozca?

Kenneth Brine sonrió.


—¿Entras a mi oficina? —y la condujo hacia su coche alquilado.

* * *

Willow pasó los dedos por el pelo, con un nudo en el estómago, con el
almuerzo listo para hacer una segunda presentación. Levantando su rostro a
la luz que entraba por las claraboyas de la cocina, se sorbió los mocos, las
lágrimas brillaban en el sol de la tarde.

La tarjeta de Mackenzie Deaton, estaba sobre la mesa al lado de su mano.


Miró la tarjeta brillante a través de los ojos líquidos. ¿Cómo pudo pasar esto?
Se limpió la cara, empujó hacia atrás la silla que se deslizó fácilmente sobre el
suelo de madera. Recordó el mensaje de Mac en su buzón de voz. Una oferta
había sido hecha, y parecía muy prometedora. Se entrevistaría por la tarde
con el posible comprador para ultimar detalles y estipulaciones.

Caminando hacia la ventana encima del fregadero, miró hacia los establos,
observó al caballo solitario, con la cabeza inclinada, comiendo heno.
220
—Lo siento, chica —susurró, tocando una vez más sus húmedas mejillas.

—Gracias por venir —dijo Kevin, de pie cerca del sillón reclinable junto a la
chimenea. Él se veía bien, aunque cansado.

—Es mi casa, Kevin. —le digo, mi voz probablemente es más dura de lo que
pretendo. Puedo notar que mi comentario le molesta, pues los músculos de su
mandíbula se tensan.

—Bueno —dice finalmente—. Gracias por aceptar hablar. —Sentado de


nuevo, apoya sus manos sobre las rodillas, casi como si él estuviera listo para
atacar en cualquier momento. Pienso que probablemente lo está. Puedo
decir que está nervioso. No hemos hablado desde la noche del accidente
hace casi un mes.

Decidiendo controlar mi ira, amargura y decepción profunda, me siento en el


sofá. Me habría reído de mi postura si esta situación fuera diferente: Las piernas
apretadas firmemente juntas, espalda recta y brazos casi envueltos alrededor
de mí misma. Creo que estoy nerviosa, también, y necesito tener la certeza
que la única otra persona en la habitación, no lo note.
—¿Cómo has estado? —Kevin pregunta estrellándose con mis divertidos
pensamientos.

—Estoy viva —me defiendo—. ¿Y tú? —Se encoge de hombros, mirando por
la ventana, y luego hacia abajo a sus manos, que se mueven nerviosas en las
rodillas.

—Estoy bien. Ha sido duro, tratando de seguir con el ritmo de trabajo y este
lugar —indica la casa que nos rodea.

—Sí, es un trabajo duro. La casa no se ha quemado, así que supongo que lo


has hecho bien.

Él no encuentra mi pequeña broma divertida.

—¿Vas a volver a casa? No veo ningún bolso contigo —dice en cambio, con
los ojos fijos en mi asiento. Cuando miro hacia atrás de él se me ocurre que no
ha hecho una sola pregunta sobre el bebé, preguntas como ¿Estás bien?
¿cómo va el embarazo?
221
—¿Todavía piensas lo mismo? —le pregunto mirándolo con la misma
intensidad. Su frente se arruga en confusión.

—¿Pensar sobre qué?

—Lo que has dicho sobre el bebé, que no lo quieres, y que no quieres ser
padre.

Suspira, se pasa una mano por el pelo recién cortado. Suspiró, la manzana de
Adán se mueve al tragar duro.

—Puedo probar…

—No lo intentes, Kevin. O lo eres, o no lo eres. —Sintiendo que mi confianza y


la resolución me golpeaban con toda su fuerza, levanté la barbilla sólo un
poco, lo suficiente para ejercer el control sobre la situación. ¿Él mira hacia
arriba, con los ojos llenos de… lágrimas?
—¿Eso es todo? Al igual que esto —chasquea los dedos— ¿Puedes poner
ultimátum en esto? ¿O soy el perfecto padre en dos puntos tres segundos o
hasta aquí llegamos?

—Trataste tres meses, Kevin —digo, levantando un poco mi voz—. Has sabido
de este niño durante tres meses y sin embargo no te preocupaste por él y
mucho menos te convertirás en el padre del año.

—¡Me importa! —exclama, dando un puñetazo en el brazo de la silla en la que


se encuentra. Negué con la cabeza.

—No, no te importa.

—Maldita sea, Te amo, Willow. He estado en el puto hospital todos los días para
ver si estabas bien, o si podía hablar contigo. —Sus ojos son de un azul vibrante
cuando su cólera se eleva.

—Kevin, ya no se trata sólo de mí —Me pregunto si suena tan desesperado


como me siento—. ¿Qué pasa con este niño? —Apoyo la mano en el vientre,
siendo aún en su mayoría plano—. Somos un paquete ahora.
222
No dice nada, apoyando la barbilla en los nudillos y mira por la ventana de
nuevo. Estudio su perfil, fuerte, y de duros rasgos. Realmente es un hombre
guapo. Dios mío, pensé que estaríamos juntos para siempre. Los segundos
aumentan, la grieta en mi corazón crece más y más.

—Entonces creo que tenemos que separarnos —su cabeza se mueve


bruscamente en torno a mis palabras, pero levanto una mano para detener
todo lo que tiene que decir—. Tú ganas mucho más que yo, así que creo que
es justo que encuentres otro lugar para vivir.

—No nos hagas esto —dice, con voz temblorosa. Por un momento me da
vergüenza lo tranquila que me siento, lo acertada de esta decisión. Lo que
dije es cierto; que no se trata sólo de mí.

—Yo no provoqué esto. —No digo nada más, dejando que mis palabras
calaran y las pudiera comprender. No quiero hacerle daño, no es mi intención
ser una mujer cruel, indiferente. Sólo necesito que él entienda la amplitud de
lo que ha hecho, y su profunda traición.
Todo había comenzado a desaparecer lentamente. En primer lugar, Buster
había sido vendido como caballo semental. Después fue vendiendo
pequeñas parcelas de tierra, luego terrenos más grandes, y otro caballo. A
continuación, Willow tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida; vender
el rancho.

Varias personas habían recorrido su santuario, abaratándolo de alguna


manera. La refinanciación del rancho había parecido una buena idea hace
cuatro años. Se podrían hacer todas las reparaciones, una nueva camioneta
para Kevin, y aquel viaje a Grecia.

—¡Maldición! —exclamó, golpeando el puño sobre la mesa, alterando la


tranquilidad de la casa. El futuro propietario quería a Star en el trato, y ¿en su
desesperación cómo podría decir que no?

Oyó la grava debajo de unos neumáticos de coches. Corriendo al fregadero


de la cocina, ella humedeció un paño y se restregó la cara, tratando de
ocultar su completa devastación. Se aclaró la garganta, pasó la mano por su
pelo liso un par de veces, y luego después de una respiración profunda, se
dirigió hacia la puerta principal, donde sus invitados no deseados estarían
tocando. 223
Efectivamente, en unos instantes las voces apagadas se hicieron más fuertes,
Mac es muy fácil de encontrar; ruidoso, bullicioso y de voz profunda.

—Estoy de acuerdo, es preciosa —dijo, seguido de varios golpes secos. La


puerta se abrió, y Mackenzie Deaton irrumpió en la casa lleno de vigor y con
un aspecto fresco, las mejillas teñidas de color rosa brillante, producto del sol
de Oklahoma—. ¡Hola, hola, hola! —gritó, observando a su actual cliente y
rápidamente se acercó a ella—. ¿Cómo estás? Te ves hermosa hoy —dijo
efusivamente. Willow sonrió con timidez, siempre abrumada por su
personalidad radiante.

—Gracias, Mac.

El agente de bienes raíces se apoyó con complicidad.

—Te vas a morir cuando veas quien está interesada en tu venta —le guiñó un
ojo, luego se puso a su altura—. Willow Bowman, te presento a Christine Gray.
Una alta figura entró en la entrada, vestida informalmente, en pantalones
vaqueros, botas cómodas, y una camiseta de color amarillo primavera. El pelo
oscuro echado hacia atrás sobre sus hombros, Christine sonrió con timidez.

224
Capítulo 10

W
Illow parpadeo un par de veces, mirando estupefacta a la mujer
que ahora estaba caminando hacia ella, con una sonrisa cautelosa
sobre su rostro.

—Hola, señora Bowman —Christine dijo en voz baja.

—Señorita Gray, oh al infierno con esto —Se volvió hacia el agente que
parecía más sorprendido aun por su arrebato—. Mac, necesitamos unos
momentos.

—Oh, uh —Mackenzie miró a una y a la otra, y luego de nuevo a Willow—.


Ciertamente. —Se hizo el ocupado en la sala de estar. Willow cogió la mano
de Christine y la llevó a la privacidad de la cocina. Girando sobre ella, con las
manos en las caderas.

—¿Qué estás haciendo? —exigió la rubia—. Christine se apoyó en el 225


mostrador, con los brazos cruzados sobre el pecho de forma casual.

—Parece que voy a comprar un rancho.

—¿Por qué? ¿Cómo pudiste?! —Se enojó Willow más de lo que podía soportar,
a sabiendas de que ¡estaba perdiendo su casa, su santuario, a un amigo!

—¡Porque no estoy dispuesta a permitir que pierdas tu casa! —Christine


contraatacó. La boca de Willow estaba abierta a punto de escupir algo, pero
las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.

—¿Qué? —Habría tropezado si no hubiera estado apoyada en la isla.


Recuperándose— Christine, tú no me puedes comprar.

Los hombros de la cantante cayeron en picada.

—Yo nunca haría eso, Willow —dijo en voz baja—. Yo nunca he...

Mirándola tan arrepentida como se sentía, Willow asintió.

—Lo siento.
—Piénsalo de esta manera —dijo Christine, empujándose a sí misma más allá
del comentario hiriente, e iluminando la habitación con su sonrisa—. Piensa en
ello como un regalo para el bebé, la cuna final. —Sonrió, con los ojos brillantes.
Willow cogió la chispa y le devolvió la sonrisa—. Todo reembolsable, por
supuesto. Diez dólares, pagados en su totalidad, con cheque a mí nombre,
por favor.

—Christine, no puedo…

—Demasiado alto, ¿eh? Hmm —Hizo una demostración de frotar la barbilla—.


Sé de un prestamista al que puedes acudir, tarifas e intereses justos.

Willow la miró, con la sonrisa desvaneciéndose con genuina curiosidad.

—¿Por qué estás haciendo esto? —la sonrisa de Christine se desvaneció en


una mirada de afecto.

—Porque no puedo soportar pensar en la pérdida de algo que sé que significa


mucho para ti. —dijo suavemente.
226
—¿Cómo supiste?

—Vine aquí hace un par de semanas, planeando visitarte cuando vi la señal


de venta. Hice un poco de investigación y descubrí lo que estaba pasando,
así que —Se encogió de hombros—, aquí estamos.

Abrumada por la emoción y agradecimiento, Willow se arrojó hacia la


cantante, quien la envolvió en los brazos fuertes.

—Gracias —susurró.

—De nada. —Christine susurro, cerrando los ojos de alivio por los
acontecimientos del día—. Lo siento tanto, Willow.

—No, lo siento. —Tirando hacia atrás un poco, los ojos verdes empañados
miraron hacia arriba a los azules—. Yo fui cruel, lo siento tanto…

—No —Christine levantó una mano—. Mis acciones fueron totalmente


inadecuadas, y soy yo quien lo siente.
Sonriendo a través de sus lágrimas

—Vamos, a aceptar nuestras disculpas mutuas y seguiremos adelante, ¿de


acuerdo?

La cantante sonrió, asintiendo.

—Convenido. —Un último abrazo, y ella se alejó—. Vamos, vamos a terminar


este acuerdo.

Se firmó el papeleo, y un muy confuso, pero feliz, Mackenzie Deaton dejó a las
dos damas solas.

—Lo siento, no pude llegar antes de que se vendieran los otros caballos —dijo
Christine, apoyada contra la valla de madera junto a la rubia, que vio
retozando a su Star.

* * *

227
Girando a la izquierda, luego a la derecha, los ojos oscuros nunca dejaron el
espejo de mano.

—Tengo que decirte, Joel, eres es un artista de las cirugías. —Sonrió ante el
médico de buen aspecto, que dio un paso atrás, con los brazos cruzados
sobre el pecho bien desarrollado.

—Te ves fabuloso, Bob —dijo el cirujano plástico, su ligero acento brasileño
suavizaron sus palabras—. Mejor que antes.

—Hmm —Knowles dijo en tono ausente, observando su nueva imagen y nueva


nariz.

—¿Cuando voy a poner mi bisturí sobre la hermosa Christine Gray? —el doctor
le preguntó, moviendo las cejas oscuras.

Bob rio, apartando un mechón de cabello que había caído sobre la frente.

—Eres un hombre casado, Joel.


—Eh, sólo es un procedimiento simple, Bob.

—Bueno, yo no contaría con eso, mi amigo —tiró de la chaqueta del traje,


ajustando las cubiertas de la pequeña computadora, ahora sobre el
mostrador en la sala de examen—. No tienes el equipo adecuado para
ponerla en tu mesa de operaciones.

—Así que el rumor es cierto, ¿verdad?

—Bueno, ya sabes lo que dicen, hay algo de verdad en todos los rumores
.
—¿De Verdad? —intrigado, Joel Rae se inclinó hacia delante en el taburete
que estaba posado—. Tal vez algo ¿se podría hacer...? —una elegante ceja
se elevó en cuestión.

Una vez más, la risa amarga.

—Que yo sepa, La señorita Gray no ha estado con un hombre desde... bueno


—fingiendo silencio protector— no es algo que pueda decir.

—Hmm —no lo creo—. ¿Qué tal una copa entre viejos amigos, ¿eh? —El Dr. 228
Rae cuestionó.

—Suena maravilloso. Yo sé de un gran lugar.

—Te sigo.

* * *

Trista Metzger corrió tan rápido como sus piernas cortas lo permitían, un pelo
largo y oscuro detrás de ella. Casi se torció un tobillo mientras giraba la
esquina, la bota se deslizó sobre la alfombra Barbur, la mano golpeó la pared
enyesada con un sólido golpe para mantener el equilibrio, y luego corrió por
el pasillo, dirigiéndose a la puerta del final.

Atravesando la pesada puerta de roble, azotó la revista en el amplio escritorio,


levantando un dedo mientras trataba de recuperar el aliento, los pulmones le
ardían a causa del esfuerzo. Ella realmente necesitaba dejar de fumar.
—¿Dónde está el fuego, Trista? —preguntó Christine, con una sonrisa en su
rostro cuando reconoció la expresión de horror en la cara de su ayudante.
Mirando hacia abajo la copia del Enquirer que casi se había deslizado en su
regazo, mientras sus ojos se abrieron con terror—. No.

—María me lo ha dado en este momento —Trista logró decir, dejándose caer


en una de las sillas de cuero frente al escritorio de la cantante. Christine le
gustaba mantener una oficina en el centro así no era necesario hacer
negocios en su casa o alquilar una sala de conferencias.

—¿Qué han hecho? —leyó el titular: ¿POLLUELA ROCKERA POR HORA? Había
una imagen borrosa, y obviamente trucada, de ella mucho más joven,
Christine estaba pie en una esquina de la calle con un vestido pequeño, la
mano en la cadera, ligeramente inclinada hacia adelante mientras hablaba
con alguien en un coche.

Al abrir frenéticamente la revista de mierda, ella vio el artículo de inmediato,


llena de diversas fotos de ella en concierto, comunicados de prensa, así como
fotos naturales que le habían tomado a ella durante los años. Algunos no las
reconoció, y se preguntó si el Enquirer las había estado guardando para un
uso posterior. 229
—Realmente han ido demasiado lejos esta vez, Chris. Debes demandar a esos
asnos —Trista le decía, sus palabras solamente eran un murmullo en su mente
llena de miedo y asco.

Christine leyó un comentario “de primera mano” de una mujer llamada Molly
Tamale que recordaba a la cantante como una joven que trabaja en las
calles, yendo a John’s cuando tenía tan sólo siete años.

—Jesús —se quejaba—. ¿Quién escribió este pedazo de mierda? —Pasó a la


primera página del artículo, vio el nombre de Kenneth Brine—. Ponme a este
bastardo en el teléfono —gruñó ella, lanzando la revista al otro lado de su
escritorio, girando en su silla para mirar por la ventana. Se sintió enferma, la bilis
subía con cada pensamiento de pánico.

—Ya lo tienes, jefa.

Una vez a solas de nuevo, Christine se levantó, pasando las manos por el pelo,
moviendo los hilos largos.
—Mierda, mierda, mierda. —Esto podría arruinarla. La historia era muy mala, y
probablemente no la creerían, pero ¡mierda! Estaba muy, muy cerca de la
verdad. ¿Quién podría haber averiguado sobre esto? ¿De dónde vino?

—¿Chris? —la voz metálica en su intercomunicación dijo.

—Sí, ¿Trista? —Ella tuvo que forzar la voz para estar tranquila.

—Myron Reyes en la línea uno. Él es el editor en jefe. No van a dejarte hablar


con Brine.

—Está bien. Pincha la línea. —Christine se dejó caer en su silla, con la cara
convertida en piedra.

—Señorita Gray, que placer hablar con usted —entonó una voz profunda. La
cantante ignoró sus cumplidos. Había publicado un montón de críticas sobre
ella antes, al infierno, eran gajes del oficio. Pero esto era un ultraje.

—¿Qué es esta mierda en su revista, Sr. Reyes?

—Estoy de acuerdo con el artículo, señorita Gray. —Su voz y su actitud había 230
cambiado en un abrir y cerrar de ojo. Todo un negociador duro y tan inmóvil
como una piedra—. Tenemos fuentes fiables y de buena reputación, se lo
aseguro.

—¿Qué, como Molly Tamale? —Christine se puso de pie, la rabia se filtraba a


través de sus poros—. ¡Y que estaba supuestamente en las calles a los siete
años! Sr. Reyes, estaba viviendo en un apartamento con mis malditos padres.
Y en cuanto a este personaje Tamale, nunca he conocido a esta mujer,
incluso, ¡por no hablar de que ella supiera una maldita cosa sobre dónde
estaba la escuela primaria!

Myron Reyes se quedó en silencio, una astilla de pánico se disparó a través de


sus venas antes de recuperarse.

—Respetamos cada palabra que el señor Brine escribió. Él hizo su investigación


y encontró la suciedad. Lo siento si esta suciedad no esperaba que fuera
descubierta. Nuestras tácticas son mejores que las suyas, ¿eh? —se rio en voz
baja, eso enfureció a la cantante más.
—¿Quién te envió en esta búsqueda inútil? —Christine gruñó, descolgando el
auricular para que tuviera algo para envolver los dedos alrededor y exprimir.

—Búsqueda inútil, señorita Gr…

—¡¿Quién?! —Ella había terminado con sus putos juegos. Tenía la sensación de
frío en las entrañas que el Enquirer había creado.

—Protegemos nuestras fuentes, señorita Gray.

—Voy a tomar todo lo que tienes por esto, Reyes. Apuesta tu culo en ello —su
voz era como una navaja de afeitar. El eco del timbre, llenó el espacio. Los
ojos azules estaban electrificados de rabia y dolor. ¿Quién podría haberle
hecho esto a ella? Pocos conocían su pasado. Sí, era cierto el Enquirer pudo
haberlo averiguado, pero estaba tan profundamente enterrado, nadie
sabía…

Su línea de pensamiento se detuvo en seco, casi chillando en su mente.


Además de ella, dos personas, que todavía estaban vivos, sabían de su
pasado. Uno de ellos era Adam, y él nunca la traicionaría. El segundo era…
231
—¡No puede entrar ahí! —Kat corrió tras el torbellino alto que acababa de
pasar junto a su escritorio—. Está en una reunión —las jóvenes secretarias
gritaron cuando la puerta de la oficina de vidrio se abrió de golpe, llenando
la oficina como un trueno.

—Está bien, Katrina. Lo tomaré desde aquí —dijo Bob Knowles, con el teléfono
todavía en sus manos. Sus oscuros ojos no se apartaban de la bestia en frente
de él, murmurando su adiós, a continuación, dejó suavemente el receptor en
su base.

Katrina estaba casi temblando en los tacones de aguja que Robert tanto
amaba, cuando ella regresó a su escritorio.

Bob se levantó, de nuevo sin dejar de mirar a Christine Gray mientras


caminaba alrededor de ella, cerró la puerta para tener algo de privacidad.
Nunca la había visto así, y en verdad, tenía miedo del odio que supuraba de
ella.

—¿Cómo pudiste —gruñó ella mientras él pasaba detrás de su escritorio,


sintiéndose mejor con algo fuerte y resistente entre ellos. Su mayor cliente de
pie ante él, con los ojos sexy como el infierno en toda su furia, con las manos
extendidas hacia fuera mientras se inclinaba sobre su escritorio, tomando un
poco de ese espacio seguro lejos de él.

Tragó, aunque lo hizo tan silenciosamente y con el menor espectáculo posible.


No quería que ella supiera lo asustado que estaba en realidad.

—¿De qué estás hablando? —dijo, bastante impresionado con lo tranquila


que sonó su voz.

—No intentes mentirme, Bob. Sé que tú lo hiciste. Sólo quiero saber por qué. —
Él le devolvió la mirada, con los ojos oscuros frescos y tranquilos, aunque
Christine sabía que era un cobarde en el fondo y que estaba temblando en
sus Gucci perfectamente lustrados. No dijo nada, y ella sabía que nunca lo
admitiría. En este caso, su silencio lo decía todo.

—No te saldrás con la tuya —dijo entre dientes, de pie con la espalda recta
de nuevo—. Recuerda mis palabras, Bob. —Estaba retrocediendo lentamente
fuera de la oficina—. Si me arruino pasará lo mismo contigo. Estás despedido.
Con eso, se dio la vuelta y se alejó por el pasillo.
232
* * *

Su mundo estaba casi silencioso mientras el camino vacío se extendía ante


ella, los árboles azotaban la ventana abierta, era el único sonido que
interrumpía casi el perfecto silencio del aislamiento. El cielo estaba cada vez
más oscuro y más oscuro, antes de tiempo, con nubes intensas y pesadas.

Levantó una mano, deslizándola por una nueva avalancha de lágrimas, la


última traición le rasgaba las entrañas. Se sentía pérdida, de todos lo que la
mantuvo a salvo ayer ahora eran un monstruo codicioso y enojado en su
puerta, buscando más, y más. Su música, su rostro, su cuerpo, su voz, su
nombre no habían sido suficiente. Ahora querían su alma. Parecía que había
sólo un lugar seguro en esta noche oscura, y la curva se acercaba.

La lluvia caía en serio ahora. Willow estaba encantada de haberse tomado el


tiempo de cuidar de Star antes, la yegua estaba a buen recaudo y seca en
su establo.
Ella se dirigió hacia las escaleras, reteniendo su pañuelo para evitar que la
pintura manchara su pelo. Con la mano en la barandilla, oyó algo, y miró por
el cristal biselado que se alineaban a ambos lados de la puerta principal. Los
faros brillaron en su rostro por un momento cuando un coche se detuvo en el
camino circular.

Apartándose de la escalera, Willow se asomó por la ventana, vio a alguien


abrir la puerta del coche, y cerrarla de golpe, entonces la figura caminó hacia
las escaleras del porche.

Willow desbloqueó y abrió la puerta, la luz se derramó hacia fuera en la oscura


noche de tormenta. La alta figura salió al pasillo iluminado del porche.

—Oh, cariño —murmuró la rubia, abriendo la puerta mosquitera. Allí estaba


Christine, con el pelo pegado a la cabeza, con la ropa como una segunda
piel, de pie en el porche de su casa. La expresión del rostro de la cantante fue
lo que la hizo reaccionar. Angustia absoluta, y Willow sabía por qué.

Un sollozo rasgó a través de la noche, y Christine se vio envuelta en esos brazos


seguros, apoyando la cabeza en un hombro fuerte.
233
—Ven adentro —dijo Willow en su oído—. Ven adentro, Christine.

* * *

Ella había estado conduciendo directamente un día y medio, y dormía sin


hacer ruido en la habitación de invitados. Willow la observaba a menudo,
deseando algo, cualquier cosa que pudiera hacer. Pensó en ese día:

—Hombre lobo se come a su esposa —Rachel sonreía mientras empujaba la


revista de nuevo en su estante ella y yo estamos esperando en la fila.

—¿No debería ser la mujer lobo se come a su marido? —Digo, ambas reímos.
Estoy tocando un recipiente de goma de mascar, las pequeñas piezas de
chicle en el interior tienen la forma de delfines. Estoy intrigada, al igual que un
niño.

—Oh, no —dice Rachel, su voz llena de aprensión.


—¿Qué? —le pregunto, comprobando la cantidad de calorías en la pequeña
goma de pescado.

—Mira, Wills —Rachel empuja la revista en frente de mi cara y mis ojos se fijan
inmediatamente en lo que parece ser una muy joven Christine Gray: ¿Polluela
rockera por horas? Siento que mi sangre se hiela.

—Oh Dios —Yo suspiro, tomando la revista de la mano de mi amiga—. Dios,


espero que no haya visto esto.

—¿Quién pudo hacer una cosa así? —Willow susurró, rozando suavemente los
mechones de pelo oscuro de una pálida frente, con ligeros toques, para no
despertar a la atormentada mujer. Con un suspiro triste, se puso de pie, en
dirección a la planta baja, donde Rachel estaba haciendo café para ellas.

—Dios, ¿cómo puedes beber esto? —preguntó la pelirroja, entregando a


Willow una taza humeante. Los ojos verdes rodaron.

—Su sabor es distinto, eres un dolor de culo.

—Sí, pero ¿de dónde sacas tu fuerza extra? —las mujeres se sentaron en el 234
rincón del desayuno, las uñas pintadas de Rachel tintineaban ligeramente
contra la taza de cerámica.

—¿Fuerza? Estás de broma, ¿verdad?, mi energía está siendo drenada hacia


abajo por los intestinos —sonrió.

—¿Cómo está ella? —preguntó Rachel. Willow suspiró y se encogió de


hombros.

—Todavía está dormida. Dios, Rachel, la deberías haber visto. —Willow negó
con la cabeza, mirando hacia la mañana fangosa—. Empapada hasta los
huesos, juro que fue como si el cielo estuviera llorando por ella. Estaba
devastada.

—El cielo estaba llorando por ella, ¿eh? —Rachel sonrió—. Creo que has
estado pasando demasiado tiempo con la cantante.

—Oh, cállate —La rubia golpeó juguetonamente a la pelirroja—. Sé que suena


cursi, pero es verdad. Sólo quería protegerla del mundo, ¿sabes?
—Eso es probablemente por lo que vino aquí, Wills. Estoy segura de que se
siente segura aquí, contigo.

—Eso espero. Así puedo mantenerla fuera de la vista del público, incluso por
sólo unos pocos días, ¿sabes? —Willow agitó una bolsita de Splenda.

—Sí. ¿Qué va a hacer?

—No tengo ni idea. Se durmió a los veinte minutos de aparecer. Todo lo que
sabía era que había conducido hasta aquí desde Los Ángeles —Willow se puso
de pie y se dirigió a la nevera, sacando un par de envases de yogur.

—Gracias —Rachel abrió el recipiente puesto delante de ella, luego agarró la


cuchara situada junto a ella—. ¿Todavía ansias estas cosas? —se rio, agitando
la fruta hasta la cima.

Willow puso los ojos en blanco.

—Dios, ha sido raro. Al menos sé que no tendré algunas infecciones por


hongos.
235
—Monostat 7, señoras. Funciona de maravilla.

Ambas enfermeras se volvieron para ver a Christine sonriendo desde la puerta.

Willow pensó que se veía adorable, el pelo despeinado en todas direcciones,


la camiseta ligeramente torcida, y una pierna de los pantalones cortos más
larga que la otra.

—Eh, tú. —Willow sonrió, de pie—. ¿Tienes hambre? ¿Puedo traerte algo? —
Ella se detuvo con una mano en su brazo y una sonrisa suave.

—Puedo traerlo yo. No te preocupes, ¿de acuerdo? —Christine apretó el brazo


de la rubia con afecto hasta que llegó un movimiento de cabeza.

—Déjate ayudar, ¿de acuerdo? —Willow dijo en voz baja, consiguiendo una
inclinación de cabeza.

Rachel se sorprendió al sentir un aguijón de celos corriendo rápidamente a


través de sus venas, a continuación, lo disipó con la misma rapidez. Observar
la interacción entre su amiga y la cantante era más interesante de ver. Había
una confianza sencilla entre ellas, a un nivel de confort bastante sorprendente
teniendo en cuenta en primer lugar, cómo se conocieron y, en segundo lugar,
Christine Gray era una de las artistas femeninas más grandes en el mundo.

Willow se sentó frente a su vieja amiga de nuevo, escuchando el crujido y el


tintineo en la cocina de ollas que se sacaban, la nevera que se abría, y
artículos removidos y dispuesto sobre el mostrador.

—¿A las damas les gustan las tortillas? —Christine preguntó, mirando a las dos
enfermeras.

—¿Eres buena con ellas? —Rachel bromeó—. Soy muy muy exigente cuando
se trata de mis huevos.

—Bueno, por suerte; yo también —La cantante hizo un guiño, y luego comenzó
a quebrar algunos huevos.

Una hora y ocho huevos después, las tres se sentaron en la sala de estar, cada
uno con una taza de café descafeinado caliente.

—Necesito que ambas entiendan que ahora esta historia ha estallado, no se 236
detendrán ante nada para encontrar más, lo que en última instancia los
conducirá hasta aquí —señaló hacia abajo— a su hospital, y a los eventos que
ocurrieron en febrero pasado.

—No vamos a decir nada —dijo Rachel, indicándose a ella y a la rubia.

—Di lo que quieras, Rachel. Eso es lo que estos hijos de puta hacen para
ganarse la vida: Encuentran la suciedad. Recuerda mis palabras —bebía de
su cerveza—. El hospital va a ser bombardeado a preguntas. —Suspiró, la
tristeza nubló sus facciones de nuevo—. Siento mucho hacerlas pasar por esto
—dijo casi en un susurro.

Willow y Rachel intercambiaron una mirada rápida, a continuación, la rubia se


acercó a ella, sentándose junto a la cantante.

—Por favor, no te disculpes, Christine —dijo en voz baja, tomando la mano


grande y callosa en la suya—. No te mereces esto. Realmente espero que no
lo creas.

Christine levantó los ojos tristes para satisfacer a los de la hermosa enfermera.
—Hice todo esto, Willow. De lo que me están acusando, lo hice.

—Ya lo sé. Pero mira lo que has hecho con tu vida desde entonces. Mira
cuánta gente has tocado por todo el mundo. Con tu música y tu talento has
alcanzado a millones de personas y las hiciste sonreír, has hecho que se olviden
de sus problemas, aunque sólo sea por un corto tiempo. —Sonrió—. Hablo por
experiencia personal, ¿de acuerdo?

Christine estudió los ojos, sin ver nada más que la verdad. Rachel asintió con
la cabeza, aunque la cantante nunca lo vio. Finalmente, ella accedió.

Rachel esperó un segundo, no queriendo interrumpir la silenciosa


conversación que ocurría en la mesa, pero luego se bebió el resto del café,
dejando con cuidado la taza en la mesita junto al sofá de dos plazas donde
estaba sentada.

De pie, dos pares de ojos se posaron en ella.

—Tengo que irme, chicas. Me espera Connor.

Sacudiéndose de su estado casi de trance, Willow se puso de pie y se acercó 237


a su amiga.

—Gracias por venir —dijo en voz baja, tomando a la pelirroja en un fuerte


abrazo.

—Cuando quieras, cariño. —Rachel se volvió para mirar a Christine,


sorprendida al ver que la cantante se había acercado hacia ellas. Chillando
en voz baja mientras se encontraba envuelta en los cálidos brazos, ella sonrió
a la mujer más alta—. Tienes una maldita máquina de abrazos ahí, Christine.

La cantante sonrió.

—Vaya, gracias. No he tenido ninguna queja antes.

—Hmm, y no la tendrás —Rachel murmuró, y luego se marchó.

* * *
Dejando la brocha entre los dientes, Christine reajustó el pañuelo cubriendo su
cabello oscuro, y luego tomó el mango entre los dedos ágiles y comenzó a
trabajar en la pintura azul delicadamente en la pared.

—Esto va a ser tan lindo —dijo la cantante, incapaz de sacar la sonrisa de su


cara, que compartió su pareja en la pintura.

—Gracias. Me alegro de que te guste.

—Me sorprende que comiences con esto tan pronto —Christine bajó la mirada
hacia Willow, que trabajaba en las tablas cerca del suelo mientras ella lo hacía
por todo el techo, no quería que la rubia subiera la escalera.

—Bueno —Willow se encogió de hombros—. Imagino que puedo comenzar


ahora, las cosas que realmente no seré capaz de hacer más adelante,
¿sabes? —Mirando hacia arriba, vio el movimiento de cabeza de Christine—.
Y ahora que Kevin no me está ayudando —Se encogió de hombros otra vez—
. Prefiero hacerlo —esta última parte fue más un murmullo para sí misma que
con la intención de añadir algo a la conversación.

—No, si puedo hacer algo al respecto —Willow la miró a los ojos de nuevo, las 238
cejas fruncidas en cuestión.

—¿Oh?

—Así es —dijo con determinación, sumergiendo el cepillo pequeño en la


bandeja de plástico llena de pintura, equilibrada sobre la parte superior de la
escalera—. Voy a asegurarme de que obtengas toda la ayuda que necesites,
mi amiga. No te preocupes por nada.

—Oh, bueno muchas gracias —Willow movió las cejas hacia la cantante,
haciéndola reír.

Trabajaron en silencio, cada una sumida en sus propios pensamientos. Willow


quería llegar al fondo de sus pensamientos, pero no estaba segura de si debía
abordar el doloroso tema.

Como si hubiera leído sus pensamientos, Christine preguntó en voz baja

—¿Qué estás pensando ahí abajo?


Willow suspiró, apartando un mechón detrás de la oreja con su dedo meñique,
uno de los últimos dedos aún sin pintura.

—¿Quién te hizo esto? —Por un momento, Willow no estuvo segura de que la


cantante entendiera la pregunta, su silencio se extendió, pero finalmente
habló.

—Bob Knowles.

—Ese hijo de…

—Lo sé —Christine sonrió ante la vehemencia en la voz de la rubia.

—¿Por qué haría eso? —Willow se puso de pie, enderezando su espalda


adolorida, agitando la brocha en la bandeja no muy lejos de donde acababa
de terminar.

—Porque es un bastardo que estaba enojado porque yo le di su merecido —


dijo Christine, inclinándose más cerca para pintar un rincón difícil,
asegurándose de no pintar el techo, que, al igual que la carpintería, era
blanco—. Él tuvo la mala suerte de nacer con poco o ningún tacto e hizo un 239
comentario muy estúpido y desconsiderado.

—Lo siento.

—Así es él —Christine le dio a la rubia una sonrisa cínica, luego se volvió de


nuevo a su tarea en cuestión.

—¿Entonces qué vas a hacer?

—Esa es la pregunta del millón, ¿verdad? No lo sé realmente. ¿Desaparecer


de la faz de la tierra, tal vez? ¿Actuar como si nunca hubiera pasado?
¿Mentir? No lo sé.

—¿Por qué no atacarlo con sus propios métodos?

—¿Qué quieres decir? —Ella dejó de pintar, apoyada en la escalera, con el


cepillo en la mano colgando del segundo peldaño desde la parte superior.

—Bueno —dijo Willow, arrastrando las palabras, cruzando los brazos sobre el
pecho cada vez más grandes—. Juega a su juego, Christine. Tienes toneladas
de amigos en las altas esferas. Haz que funcionen para ti. Envía tu historia. La
historia verdadera. —Ella levantó la mirada hacia ella, dejando que sus
palabras se asentaran—. La verdad os hará libres. —Ella sonrió, con los ojos
verdes centelleando bajo la luz del sol.

* * *

—Él es tan presumido como un error en una alfombra, Chris —dijo Trista,
dejándose caer a sí misma en una de las sillas frente al escritorio de la
cantante.

—Hmm —Christine tarareó, mirando hacia abajo a la ciudad bulliciosa—. No


me sorprende. ¿Está todo arreglado?

—Sí. ¡Oh! ¡Dios mío, sí! Su gente casi se hicieron pis en los pantalones por la
emoción de obtener una exclusiva. —Ella rodó los ojos— Debes escuchar lo
que dice Katrina sobre él. El tipo va muy por encima de esto. Ese hijo de puta
está hablando con cualquiera que esté dispuesto a escuchar su basura. —
Cruzó una rodilla desnuda sobre la otra, balanceando perezosamente su pie 240
de tacón alto.

—No, no me sorprende en lo más mínimo. Él quiere ser el centro de atención,


siempre lo ha hecho. —Con un suspiro, Christine se volvió hacia su asistente,
con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros—. ¿Cuando salimos al
aire?

—La noche del miércoles, en tu casa.

La cantante asintió.

—Bueno.

* * *

—Estoy nerviosa —dijo Willow, riendo con energía nerviosa.


—Lo sé. Yo también. —Rachel le dio una palmada en la rodilla, y luego
comenzó a meterse en la bolsa recién hechas de palomitas con mantequilla
extra.

La comedia que habían estado mirando terminó, y un anuncio ingresó por el


especial de Barbara Walters, con una exclusiva de Christine Gray.

La cantante se sorprendió de lo cálida que era la legendaria periodista. Había


oído muchas cosas sobre ella como diva, pero no se encontró con tal cosa.

Felizmente le enseño a la mujer mayor los alrededores de su casa en las colinas


de Los Ángeles, los jardines perfectamente cuidados, hermosos y elegantes, el
pequeño equipo de cámara constantemente filmando, aunque sabía por los
especiales que había visto, gran parte de ello sería editado, sólo quedarían
unas pocas escenas para el efecto visual durante la narración de Bárbara.

Sentada firme y obediente en una de las cómodas sillas antiguas traída a la


sala de música desde la sala formal, Christine esperó a que la chica de
maquillaje terminara, escuchando los murmullos órdenes y solicitudes del
equipo. Que estaban convirtiendo lentamente su santuario en una
producción teatral, la intención era parecerse a un santuario, para una 241
conversación íntima.

—Y en cinco —el productor, con el auricular en su lugar, contó hacia atrás tres,
luego se quedaron en silencio, con los dedos contando el resto del camino.

—Últimamente se ha dicho mucho sobre tu pasado, Christine —dijo Bárbara,


en un tono acusador casi maternal en su voz, y una suave sonrisa en sus labios
ligeramente pintados.

—¡Dímelo a mí! —Christine dijo, volteando los ojos, seguido por una sonrisa
juguetona, ganando, así, una pequeña risa de la periodista.

* * *

—Sube el volumen, por favor, Raymond. Gracias. —Robert ajustó su cabeza


contra el acolchado, con la cara pegajosa y rígida por la mascarilla de barro,
con los ojos cerrados por las rodajas de pepino que descansaban sobre sus
párpados.
Su masajista hizo lo que le había mandado, el sonido de la televisión y la luz
llenaron la pequeña, y oscura habitación. Había oído de algunos de sus
amigos, e incluso un par de clientes, que Christine estaría haciendo un especial
con esa periodista bien conservada.

—Especial, mi culo —murmuró, oyendo a Raymond dejarlo para


“empaparse”—. ¿Quieres algo especial deberías haber acudido a mí,
Walters?

***

—¿Cómo te ha hecho sentir la historia del Enquirer? —preguntó Bárbara, con


las manos descansando tranquilamente en el bloc de notas en el regazo de
su falda.

Christine suspiró, pensando en la mejor manera de responder a eso.

—La verdad del asunto es, Bárbara, que la historia es verdadera —la cantante 242
notó el ligero ensanchamiento en los ojos de la periodista, pero nada más—.
Fue un momento muy doloroso para mí, y sin duda uno que querría olvidar. —
Se encogió de hombros, con una triste sonrisa tirando de sus labios—. No fue
así.

—¿Quieres contar tu historia, aquí y ahora? ¿Tu lado de las cosas?

—Sí. Ese periódico sensacionalista se basa en la verdad, sí, pero se burla del
dolor humano. Ese dolor era mío, así que ahora estoy aquí para aclararlo.

* * *

Alice tomó la mano de Adam con fuerza, su otra mano cepillaba el pelo
oscuro que descansaba en su regazo.

—Es muy valiente —dijo, hipnotizado por la mujer más fuerte que dominaba su
pantalla de veintisiete pulgadas.
—Sí, lo es —Alice dijo en voz baja, inclinándose para besar suavemente la sien,
ligeramente humedecida por el sudor—. ¿Cómo te sientes, mi amor?

—Estoy bien —dijo Adam ausente, esperando casi sin aliento a que Christine
hablara.

* * *

La puerta principal se abrió, el dedo de Rachel fue automáticamente a los


labios, Connor la miraba como si hubiera perdido el juicio.

—Ven siéntate —susurró, acariciando el sofá junto a ella. El hombre entró en la


habitación, mirando la luz del televisor, su corazón cayó por la decepción.

—Pero Rach, el primer juego de la temporada está empezando —se quejó.

—Entonces, ve a verlo en el piso de arriba —dijo entre dientes, tomando nota


de los ojos de su amiga que estaban puestos en la pantalla.
243
—Pero este tiene el sonido envolvente.

—¡Entonces, ve a tu maldita casa para verlo! —espetó ella, irritada porque él


no mirara esto con ella, algo que era muy importante. Mucho más que el
estúpido fútbol.

Sabiendo que esta era una batalla perdida, él chasqueó la lengua como un
niño haciendo pucheros, y subió al piso de arriba.

—Dios, estos niños pequeños —Rachel murmuró, llevando un puñado de


palomitas de maíz a su boca. Willow no respondió.

* * *

—Entonces, dinos en tus propias palabras, cual es la verdadera historia de


Christine Gray.
—Oh, por dónde empezar —Christine respiraba, levantando una mano para
hacerla correr por el pelo antes de recordar que estaba recubierto con el
producto y que tendría que esperar, darle tiempo a su cabello a fijarse, a
continuación, ponerlo en marcha de nuevo. Tendría que encontrar un nuevo
hábito nervioso para este viaje.

Comenzó su historia, comenzando con sus padres y su abandono, y su


encuentro fortuito con Adam.

—No puedo, Adam —dije entre dientes, siendo arrastrada por mi muñeca, el
tercer tramo de escaleras frente a nosotros.

—Vamos, Christine. No te preocupes.

—¿Ella se enojará? —Le pregunto, mirando a su alrededor, esperando a que


la madre de mi amigo saliera de las paredes en alguna parte.

—¿Por qué se enojaría? Probablemente ella ni siquiera está allí. Dios, te


preocupas todo el tiempo.

Seguimos en silencio. La imagen de lo que he oído hablar de Toni —machete— 244


Mischetti no es agradable, y me asusta. Los rumores en la calle es que estaba
con Derrick Zolna, un tipo duro de verdad, y que desapareció después que se
metió en una pelea, para no ser visto de nuevo.

Nuestros pies se paran de golpe en el rellano del tercer piso de la antigua


vivienda de ladrillo, nos dirigimos por el pasillo, la alfombra estaba casi
totalmente desgastada en algunos lugares.

Adam se detiene en su puerta, luchando con la perilla que continuamente se


atoraba, para finalmente patear la puerta, manchada con un millón de viejas
huellas de calzado en la parte inferior de madera.

El apartamento es pequeño, al igual que el nuestro, el olor a congestión nasal,


humo de cigarro y vómito persisten en el aire.

Luchando contra la necesidad de taparme la nariz, lo sigo al interior, mirando


a su alrededor. El mobiliario es viejo, agujeros comidos hasta el relleno, ya sea
por el enorme problema de los ratones en Nueva York, o de alguna mascota
malvada. Mi conjetura es la primera.
—¿Rosco, cariño, eres tú? —una mujer grita desde el dormitorio. Mi columna
se pone rígida por un momento, y luego lo miro.

—¿Rosco?

—Cállate —sisea. Reprimo una risita. La mujer entra en la sala de estar, que
funciona como una cocina. Dejándose caer en el sofá, ella corre los dedos
fuertemente anudados a través de una mata de pelo negro y salvaje,
apartándolo de la cara. No es lo que yo llamaría bonita, pero yo no la llamaría
un culo feo, tampoco. Ella se ve más vieja que sus veinticuatro años, el rostro
estaba marcado por años de beber y fumar duro. Sus ojos son de un color gris
oscuro, que probablemente se verían muy bien si no estuvieran tan
enrojecidos e inyectados en sangre. Parches individuales de acné acribillaban
sus sienes. Mi madre diría que era por todo ese pelo.

—¿Dónde has estado, hijo? ¿Quién es? —pregunta mientras se apropia de un


paquete de Camel de la mesa de madera clara llena de quemaduras.
Sacudiendo uno suelto, lo agarró con los labios secos y agrietados, y
rápidamente lo encendió con un encendedor de plástico rojo. Una nube de
humo maloliente ondeó alrededor de su cabeza. Nos miró a los dos a través
de esa bruma. Siempre me sorprendió lo aliviados que los fumadores se ven 245
una vez que consiguen encender el cigarrillo entre sus dedos manchados.

—Ma, esta es Christine, esa chica de la que te hablé. —Adam dice, de pie
junto a mí. Su madre me mira, inhalando otra calada, entrecerrando los ojos
cuando ella lo hace.

—Mucho gusto, Christine —exhala—. Tengo compañía esta noche, Rosco. Sé


un buen chico y ve a jugar con tu amiga, ¿eh?

—Sí, está bien. ¿Puede permanecer con nosotros durante un tiempo? —le
pregunta, la voz joven con esperanza.

—Adam —siseo, él me empuja con el hombro, sin dejar de mirar a su madre.


Inhala exhala—. Claro, por qué no. Compórtense y utilicen la puerta trasera.
James estará aquí pronto.

—Ah, mamá, no soporto a James —Adam se queja.

—Cierra la boca, hijo —dice Toni, señalándolo con los dedos de cigarrillos—. Él
ha sido amable contigo.
—Sí, hasta que se vuelve loco —murmura él, tirando de mí por la manga hacia
la puerta.

Y así fue. Toni todavía me asusta. ¡Es una mujer bastante agradable, pero no
la hagas enojar! Whoa, muchacho. Mala idea. Llegué a la vivienda más de
una vez para escuchar una pelea a gritos entre el chico y su madre.

Nunca me dijo de donde venía el apodo de Rosco. Creo que tiene algo que
ver con algún pariente muerto.

A los once años es cuando las cosas cambiaron para mí para siempre.

Verás, yo crecí un montón, era muy alta para mi edad entonces. Adam y yo
estábamos sentados en el piso de la sala, luchando por quién sería el siguiente
en jugar Nintendo. Tenía sólo un control. Era muy frustrante.

—¡Estás tan llena de mierda! —Adam grita, empujándome. Lo empujó hacia


atrás.

—Hey —Bernie, el último desliz de Toni, golpea al niño en la cabeza—. Que es 246
ese agujero tuyo. —Los dos miramos hacia él, sorprendidos. Él me mira y me
guiña un ojo. Me estremezco con disgusto.

Bernie me ha estado observando durante toda la semana, y me está


poniendo los pelos de punta. Yo diría algo, pero el problema es que Toni me
ha estado observando, también. Dos tipos totalmente diferentes me observan.
Uno está lleno de esa lujuria que vi en esas películas que Toni y James solían
ver todo el tiempo. Toni, sin embargo, me mira como si fuera una maldita rival
o algo así!

Bueno, el infierno se desató un día, cuando Toni llegó a casa para encontrar
a Bernie en una posición muy comprometida. ¡Yo estaba sentada en el sofá,
pensando en mis malditos asuntos cuando el chico saltó sobre mí! Empieza a
besarme, su gran mano, grasienta de un día de trabajo en el taller, cubre mi
pecho y lo aprieta. Duro.

—¿Qué mierda! —Antes de que sepa lo que está pasando, aparte que quiero
a este idiota fuera de mí, soy agarrada por la oreja y alejada del sofá. ¡No
puedo creer que mi oreja no se haya desprendido!
Toñi empieza a gritarme, me llama perra y puta, mientras tanto estoy gritando,
tratando de explicar que era su bufón de novio, no yo. No está escuchando,
y, finalmente, grita,

—¡Fuera! ¡Fuera de mi puta casa ahora mismo! —Marcha hacia mí, pero yo
me escabullí, no dejando que agarrara mi maldita oreja de nuevo. Mi espalda
golpea la puerta, las cerraduras se incrustan en mi hombro—. Yo te acepté en
mi casa, pequeña zorra, y mira como me pagas —sisea, el aliento apestaba a
jugo de uva con ron, le gustaba mucho ese brebaje.

Busco a tientas las cerraduras detrás de mí, tratando desesperadamente de


escapar de esos ojos inyectados en sangre, las venas estallando hacia fuera
por todo el lugar. Finalmente se abre la puerta, y yo, literalmente, caigo hacia
el vestíbulo, lastimando mi culo.

Me levanto, limpiándome a mí misma, tratando de mantener algo de la


dignidad que me quedaba, que no era mucha. Al avanzar por el pasillo,
choco con Adam, que volvía con una bolsa de papel llena de algunos
comestibles en sus brazos.

—¡Vaya cogida, Chris! —gritó, recogiendo su propio culo del suelo. 247
—Lo siento —me quejo, salto de nuevo en mis pies, corro por el pasillo, sin pasar
por el antiguo ascensor, y bajo las escaleras.

—¡Ey, espera! —oigo gritar tras de mí. Sigo adelante, sin querer que vea las
lágrimas que caen libremente ahora—. ¡Maldita sea, espera, Chris! —La puerta
en la parte superior de la escalera se abrió de golpe, las pisadas producían
eco en la parte de arriba.

Empujo la puerta que conduce a la sala principal, con mis largas piernas a mi
favor. Adam está prácticamente atrás de mí ahora, finalmente me alcanza,
sin aliento, cuatro puertas más abajo.

—¿Qué pasó? —jadea, con las manos en las rodillas, tratando de recuperar el
aliento.

—Ella me echó —digo, amargamente limpiándome las lágrimas que todavía


corren por mis mejillas.
—¡¿Qué?! —Se pone de pie derecho otra vez, mirándome con los ojos
entrecerrados—. ¿Por qué?

—¡Ese puto novio de ella me atacó, y ella se puso de su lado!

—¡De ninguna manera!

—Me voy. —Comienzo a caminar de nuevo, limpiando la última de las


lágrimas. Joder con esta mierda. Puedo hacerlo bien sola. Yo no la necesito.
Sí. No la necesito.

* * *

Televidentes a través de todo los Estados Unidos de América observaban en


silencio cuando una de los más grandes músicos de su tiempo contaba una
historia de inocencia truncada. Nielson más tarde mostraría que millones de
personas vieron el especial al igual que el anterior Super Bowl.

248
* * *

Una rubia en Oklahoma se sentó con las piernas encogidas, los brazos
envueltos alrededor de sus espinillas, los ojos muy abiertos, las lágrimas caían
suavemente por la tersa piel de sus mejillas.

***

Un hombre se sienta en una mesa acolchada, la cara como la madera con la


mascarilla completamente seca, olvidada, dos círculos de color rosa
alrededor de sus ojos, donde dos rodajas de pepino habían estado una vez.
Observó cómo desfilaban viejas y descoloridas imágenes en la pantalla,
superponiéndose a la historia de Christine de una infancia que fue
terriblemente mala. Estaba paralizado.

* * *
Una joven pareja está abrazada en un sofá de color verde oliva, una ligera
brisa entra por la ventana que permanece abierta a su salida de incendios, o
a la “puerta trasera”. Una peina suavemente con sus dedos el cabello suave,
y grueso, mientras que el otro siente que su estómago se revuelve por lo que
sabe está por venir.

* * *

Christine se sentó en su silla, en silencio por un momento, todos los recuerdos


abordándola a la vez.

—¿Necesitas un descanso? —preguntó Bárbara, acortando la distancia entre


ellas para cubrir suavemente una mano pálida y temblorosa.

—No —sonrió débilmente, luego tomó un sorbo de la copa de agua que fue
colocada sobre la pequeña mesa ovalada, junto a la silla. Tomando varias
respiraciones profundas, continuó. 249
Bueno, me metí en este lío, tenía que pasar por ello. De ninguna manera
quería que Adam pensara que yo era una idiota o una perdedora.

—Vamos, cariño. No tengo toda la noche —él llamó de la habitación principal.


Cerrando los ojos, mis dedos tratan de desabrochar mi primer botón de nuevo.
Los dedos siguen temblando, maldita sea.

—Vamos —lo intento y me animo a mí misma. Parece un tipo bastante


agradable. Dios es viejo.

Por último, el botón se retira con éxito a través de la rendija del agujero,
seguido por el siguiente. El blanco de mi primer sujetador está a la vista. Había
pertenecido a Toñi, pero dijo que le supo a poco, por lo que me lo dio. Creo
que podría ser un poco grande, pero creo que servirá por ahora.

El satén blanco hace que mi piel se vea más oscura, como si tuviera un
bronceado o algo así. Mi mente me muestra un destello del tipo en la otra
habitación, incapaz de recordar realmente qué aspecto tiene. ¿Tiene el pelo
claro u oscuro? No lo sé. Lo único que recuerdo haber visto claramente es el
cinturón de hebilla de oro macizo con una llamativa J escrita en diamantes
de imitación. Probablemente es de fuera de la ciudad.

Salto por el golpe al otro lado de la puerta.

—Mira, cariño, ¿vamos a hacer esto o no?

—Sí —le susurro, mirando a los ojos, la cara, tratando de verme más madura,
más grande. Tomando varias respiraciones profundas, abro y cierro las manos,
me desabrocho el resto de mi camisa, dejando que se deslizara por los
hombros, dejándola allí, con la esperanza de parecer atractiva—. Aquí vamos.

La entrevista terminó, los créditos aparecieron, el corazón se encogió.

—Maldición —murmuró Robert Knowles.

250
Capítulo 11

J
ack Renovich miró a su cliente, y, básicamente jefe, la boca se abrió, la
mandíbula se aflojó y los ojos se nublaron.

—¿Qué? —no estaba seguro de haber escuchado correctamente.

Los ojos oscuros se volvieron para mirar al hombre delgado en traje de Armani.

—¿Qué parte de la llamada Foster, no entiendes? —Robert Knowles se volvió


hacia el fiscal en el traje caro, que era básicamente pagado con las tarifas
exorbitantes que Renovich cobraba.

—Bob, esto es una locura —Jack trató de razonar con el hombre, y estaba
teniendo dificultades para mantener sus ojos de nuevo en la nariz de Bob. Le
cambió toda su cara. Había oído una versión muy edulcorada de la historia
detrás de él, pero no eran del todo claras las circunstancias reales. Se aclaró
la garganta, se aclaró la mente, una técnica que había aprendido en 251
Harvard—. Estás arriesgando el suicidio de carrera.

—¡Maldita sea, Jack, a la mierda con todo sólo hazlo! —Knowles tronó,
golpeando una mano bien cuidada sobre el escritorio de caoba, el ruido
sordo dejó un eco en el amplio despacho. Los dos hombres se miraban, era
una pelea de voluntades.

Por último, con un profundo suspiro, Renovich asintió, mirando hacia abajo sus
manos que fueron metidas en los amplios bolsillos delanteros de su pantalón.

—Está bien, Bob. Sin embargo —Levantó los ojos y un dedo de advertencia—
. Habrá repercusiones, y la responsabilidad será sólo tuya.

—Tonterías —El manager dio su acostumbrada sonrisa con hoyuelos, lleno de


encanto y confianza—. Eso es por lo que te pago, Jack. Puedes manejarte en
el fragor de la batalla. —Cogió sus Ray Bans de la mesa, colocándolas en el
bolsillo de la chaqueta—. ¿Todavía tomaremos el té a las ocho?

—Uh, sí, seguros que sí. —Jack trató de sonreír y no mirar al hombre de pie
delante de su escritorio como si no fuera el bastardo que era en realidad. Se
estaba haciendo más y más difícil seguir trabajando con Bob Knowles. Incluso
el dinero que había ganado con el exitoso manager musical casi no era
suficiente. Casi.

* * *

Largos y sabios dedos se abrieron camino a través de las suaves y blancas


teclas, golpeando de forma intermitente los graves y los agudos, provocando
una sacudida emocional mientras su creador se dejaba llevar con la música,
con los ojos cerrados para bloquear su mundo, que parecía tambalearse bajo
sus pies.

El oleaje de la pieza hizo que su pecho se hinchara, se le apretó la garganta y


le costaba respirar, luego, todo cayó en un clímax tranquilo, y satisfactorio.

Esta clase de música para Christine era como hacer el amor. La caricia de los
dedos tocando el cuerpo de la música viva, empezando lenta y dulce,
trabajando hacia un nivel de excitación más caótico que sólo la liberación de
la intensidad podría producir, enviando un flujo de emociones y sensaciones
a través de todo el mundo que tuviera la suerte de estar ahí, escuchando y 252
sintiéndola.

Las últimas notas se desvanecieron, y los ojos azules se abrieron lentamente, la


mirada perdida se fijó en la habitación amplia, de techo alto, con
insonorización especial incorporada en las paredes por el propietario anterior.
Christine suspiró, las manos cayeron sobre su regazo. Su cuerpo se sentía como
gelatina, aunque no sólo por la liberación emocional de la música, sino
también por la entrevista unos escasos tres días antes; no había tiempo
suficiente para conseguir la verdadera lectura de la lluvia radiactiva que se
produciría, ya sea en su favor o no.

Esos mismos dedos largos se deslizaron a través de las ondas de su pelo oscuro,
Christine se puso de pie, yendo hacia el bar que estaba a lo largo de la pared
trasera de la sala de música. Esta era su tercera visita en muchas horas, y sus
ojos se acercaron a la misma pared de espejo, que reflejaba los estantes de
cristal con varias botellas de licor. Su lengua se deslizó hacia fuera, el ansia por
un tequila le aguaba la boca. Por tercera vez, ella se sacudió la necesidad,
en su lugar agarró una botella de fruta de frambuesa 2 O.
Caminando hacia las puertas francesas que se abrían a los terrenos de su
finca, la cantante desenroscó el capuchón blanco, tomando un largo trago
de agua saborizada, sonriendo al sabor, y al orgullo que sentía por que una
vez más se negó a los demonios que ella sabía la perseguirían por el resto de
su vida. Hubo un tiempo, no hace mucho, donde hubiera estado feliz de tener
un amanecer con tequila en vez de jugo de frutas.

Pequeños pasos.

Sin embargo, se permitió una pequeña concesión. Sacando un paquete de


Camel del bolsillo superior de su camisa, extrajo un cigarrillo largo, blanco, y
metió la punta dorada entre sus labios. Podía sentir el peso ligero del Zippo de
plata en su bolsillo, pero dejó el encendedor donde estaba escondido.
Lamiendo el humo, haciendo bailar al cigarrillo, miró por encima de los
hombros los jardines muy bien cuidados. Bradley hizo un trabajo maravilloso,
pero algún día le gustaría hacer ese trabajo por sí misma, haciendo su propia
obra maestra.

Pensó de nuevo en la conversación telefónica entre lágrimas que había


tenido con Adam ese mismo día. Él y Alice habían visto el especial de Barbara
Walters, y por supuesto había sido difícil para él. Aunque Christine omitió la 253
mayoría de los nombres y los detalles que lo involucraban, él lo sabía, y se
acordó, rompiendo su corazón de nuevo. Para su gran alivio, no estaba
enojado con ella, en su lugar la apoyó al cien por cien, ya que sabía que lo
haría. De alguna manera, algún día ella sería capaz de pagar todo lo que
había hecho por ella, todos los sacrificios que hizo para asegurar su anonimato
cuando ella empezó su carrera, por no hablar todo lo que había pasado
cuando eran niños en su nombre, incluyendo entrar en el oscuro mundo de las
calles para que no tuviera que estar sola.

—Oh, Adam —susurró ella, quitando el cigarro de la boca. Lo sostuvo entre sus
dedos, haciéndolo girar, pensando en el hecho de que Adam, siendo un
fumador empedernido, había abandonado el hábito con el fin de disfrutar la
preciosa vida que le quedaba.

Echó las piezas quebradas del cigarrillo sobre la superficie de la mesa donde
estaba sentada. Suspirando, colocó sus pies calzados con botas en la mesa,
las manos detrás de la cabeza y miró la luz del nuevo día que amanecía.
Debía quedarse en California unos días más, asegurarse de que no la
necesitaran en algún lugar, o no tuviera que arreglar más problemas,
entonces tal vez ella haría un viaje hacia el sureste.
Tenía programado regresar al estudio en tres semanas para grabar el último
disco que estaba obligada por contrato, y por primera vez en su carrera, lo
temía. Se sintió sofocada en su creatividad, su audiencia y sus fans esperaban
un cierto tipo de música, que ella había proporcionado felizmente durante
casi dos décadas, sólo ligeras variaciones de un mismo tema. Christine tenía
la clara sensación de que sus fans no estaban recibiendo suficiente crédito, y
probablemente estarían felices de seguirla a lo largo de un recorrido creativo.

Claro, tendría unos pocos que se opondrían firmemente al cambio, pero


Christine estaba en un punto de su vida donde eso ya no le importaba.

Mientras bebía su agua, se dio cuenta que se había metido a sí misma en la


botella, y ahora ese genio quería salir. Había dejado de actuar o crear para sí
misma, en lugar de eso estaba escribiendo y tocando para los fans, lo que
ellos querían, o lo que deseaban comprar. Sí, Bob Knowles tuvo mucho que
ver con eso, pero ahora que ya no estaba en su panorama profesional,
entonces ¿qué más daba?

Suspiró desconcertada. Algo había que hacer antes de que su musa la dejara
para siempre. La adoración y el dinero fueron fantásticos, a ciencia cierta, 254
pero todo eso era por la imagen de Christine Gray, no Christine Gray la
persona.

—Un cambio sin duda está en proceso —murmuró ella, con la botella en los
labios.

* * *

La noche parecía prolongarse, una emergencia relacionada con un niño de


ocho años, que los bomberos sacaron de la camioneta de su padre muerto
con la ayuda de las mandíbulas de la vida, pero sólo después de haber estado
en esa lata durante más de una hora, mirando fijamente los ojos sin vida de su
padre. Decir que el niño iba a necesitar algún tipo de asesoramiento después
que mejorara era un eufemismo.

Willow suspiró, tirando de su bata color verde apagado, la arrugó y la tiró a la


pequeña cesta de mimbre que había traído con ella para recoger todos sus
uniformes sucios. Estaría lavando ropa varios días con la cantidad que tenía,
pero que estaba bien. No era como si tuviera que hacer otra cosa de
importancia durante sus tres días de descanso.

Rachel y Connor habían ido a las pistas de bicicleta de montaña en Colorado


durante unos días, así que estaba tratando de ocupar su tiempo. Willow sonrió
al pensar en el pasado miércoles cuando ella se había dejado caer por la
casa de Rachel. Sólo pretendía quedarse por un corto tiempo, pero luego
simplemente se quedó. Por último, el jueves por la tarde, la pelirroja habló con
ella.

—Está bien, cariño, sabes que te amo, pero ¿vas a irte en algún momento o
Connor y yo tendremos relaciones sexuales frente a ti?

Que patético. Cuando era una niña, como hija única, tuvo que encontrar la
manera de mantenerse entretenida a sí misma, y había hecho un buen
trabajo, era amante de la soledad y el tiempo a solas. Demonios, incluso
cuando estuvo en la universidad y ella y Kevin habían conseguido por primera
vez estar juntos, solían pelear porque aun quería un tiempo a solas, y él quería
pasar todo el tiempo con ella.

Willow suspiró. ¿Cuándo había cambiado todo? Tal vez fue porque con Kevin 255
sabía que tenía la opción de tener compañía si hubiera querido, y había dado
esa opción por sentado. Ahora estaba sólo ella. Recogiendo sus pertenencias,
metió todo en la cesta de mimbre, y se dirigió a su camioneta.

El rancho estaba en calma, Star relinchaba y resoplaba en una de esas


mañanas a finales del verano, el sol apenas comenzaba a despertarse en el
horizonte. Willow llevó la camioneta hasta el garaje, aparcando delante de la
puerta cerrada, que se veía pálida ante la débil luz del amanecer.

Willow había estado meditando en intentar tener otro turno en el trabajo, ver
si podía conseguir el turno de día, o por lo menos la mitad. No pensaba que
fuera muy inteligente volver a casa a las seis de la mañana en un frío invierno,
estando embarazada.

La casa parecía estar aún más tranquila y oscura hoy, Willow encendía las
luces a medida que avanzaba, incluso las que no eran necesarias para
moverse alrededor. Encendió la televisión en la cocina y luego la de arriba en
su dormitorio mientras recogía el resto de su ropa del cesto de la casa. No
tenía idea de lo que estaba pasando, sólo que ella necesitaba sentir como si
no hubiera otra persona en la casa con ella, alguien que supiera que estaba
allí, que estaba viva y se preocupara lo suficiente para pasar tiempo con ella.
Trató de aclarar su mente y sus emociones. Eso era algo que tenía ganas de
perder después de tener el bebé. Odiaba sentirse como si tuviera el PMS
(Síndrome Pre Menstrual) todo el tiempo, las emociones y sentimientos en
todas direcciones, golpeando cada extremo del espectro, y volviendo a la
normalidad. Sus períodos del PMS no fueron malos, pero si algo la estaba
molestando, o si estaba emocionada por algo, ¡cuidado con el mundo! Las
mujeres embarazadas eran diez veces peor.

Furiosa empujó todo en la cesta de mimbre, gimió de frustración una vez que
se dio cuenta de que acababa de aplastar su placa, llaves y gafas de sol.

Sacó toda la ropa de nuevo, arrojó los elementos en el edredón, a


continuación, volvió a rellenar la cesta de mimbre, y se dirigió hacia abajo a
la lavadora. Encendió el piloto automático, cogió el teléfono inalámbrico,
encajándolo en su bolsillo de camino al sótano que aún no estaba terminado,
su propósito principal era alojar los tubos, la lavadora y secadora, y los insectos.

La bombilla se encendió con un tirón de la cadena, iluminando el gris


cemento. Willow odiaba ir allí abajo, la desnudez del lugar le recordaba un 256
momento aterrador de su infancia. Sus padres, cuando aún estaban juntos, se
habían trasladado a una casa de estilo ranchero en Denver, el sótano estaba
sin terminar, pero las paredes ya habían sido levantadas, convirtiendo la
mazmorra en un laberinto de telas de araña de dos por cuatro metros. A una
Willow de cuatro años se le había ordenado bajar y tomar una maleta que se
guardaba con sus compañeros en el hueco debajo de las escaleras de
madera.

El olor de la madera y el cemento mohoso golpearon mi nariz, haciéndome


arrugar todo, alzando la cara hacia arriba. Mis zapatos pequeños producían
sonidos huecos en cada paso, mi peso era demasiado ligero para hacerlos
realmente rechinar. Sigo la pared, en su mayoría lisa hasta que las uniones
toscas raspan la palma de mi mano, la primera me hace saltar por la sorpresa.
Reuniendo mis fuerzas con una respiración profunda, continúo hacia el
abismo.

Le pregunté a mi madre por una luz o algo así que pudiera usar abajo, porque
el interruptor de la luz en la parte superior de la escalera no funcionaba. Dijo
que estaba bien, para llegar ahí abajo, y que dejara de comportarme como
un bebé. Me trago mis lágrimas, mis ojos arden de miedo, pero hago lo que
me ordenaron.

Finalmente llego a la parte inferior de la escalera, y empiezo a buscar a tientas


el interruptor de la pared, mi madre me dijo que estaba allí. Yo no lo
encuentro, mi pánico comienza a crecer cuando la oscuridad me envuelve,
y me traga entera.

Mi respiración se hace eco en mis oídos, aumentando con cada segundo que
estoy a oscuras, la piel de las palmas de las manos y los dedos son devorados
por las uniones ásperas. Yo grito, luego mi alarido se convierte en un gemido
cuando juraría que escuche al monstruo negro, venir a mí para engullirme.

—¡Mamá! —Grito otra vez, frenética ahora por encontrar el interruptor de la


luz. Puedo escuchar música arriba, y sé que no pueden oír mis gritos, y nunca
sabrán que un monstruo me había matado—. ¡Mamá! —Lloro, más fuerte,
gritando mientras de nuevo empiezo a buscar, me giro, con los brazos
extendidos mis manos se enganchan en algo viscoso. Alterada, escucho algo
más profundo en la habitación, giro de nuevo, tratando desesperadamente
de ver a través de la oscuridad.
257
Mi corazón está a punto de salir del pecho, escalofríos constantes pasan a
través de mí en oleadas, mis ojos están grandes y dilatados, de manera casi
dolorosa.

Comienzo a caminar nuevamente, el miedo me impulsa hacia adelante,


tratando de encontrar esa luz, esa pequeña luz preciosa que asoma por
debajo de la puerta abierta del sótano. Escucho gemidos y gritos constantes,
y no es hasta más tarde que me doy cuenta que eran míos. En este momento
todo lo que hacen es impulsarme a salir, esos sonidos me alcanzan, cada vez
están más cerca, el monstruo está cada vez más cerca.

Me tropiezo con algo, me golpeo la barbilla, mis dientes crujen


dolorosamente. Algo húmedo y pegajoso está en mi cara, pero no me
importa. Me doy cuenta que me encuentro de nuevo en la escalera, y trepo
por ella al mundo de la luz.

—¡Mamá! —Lloro, observándola en el comedor, limpiando huellas de


manchas de la parte frontal de la vitrina.
—¿Qué? —dice ella, girando. Sus ojos son tan grandes como los míos cuando
me arrojo a sus brazos, mi corazón sólo ahora es capaz de calmarse. También
es entonces cuando siento el dolor en mi mandíbula—. ¿Qué pasó? ¿Qué
hiciste? ¿Dónde está la maleta que te pedí?

Willow llevó un dedo hacia arriba, trazando la pequeña cicatriz casi


imperceptible en la parte más redonda de la barbilla.

Todo el asunto era ridículo ahora, veinticuatro años más tarde, pero fue
aterrador en su momento, y había marcado su barbilla.

Alejó los recuerdos, no quería deprimirse ahora, comenzó a ordenar la ropa


en la cesta, que había puesto sobre la mesa plegable junto a la secadora.

Kevin le había prometido hace dos años terminar el sótano para ella, pero
nunca llegó a hacerlo. Sus abuelos no lo habían hecho años antes porque la
abuela de Willow lo utilizaba como una bodega. Sonrió a los estantes que se
alineaban en todas las paredes del gran sótano, algunos todavía con grandes
frascos sellados, sólo Dios sabía de qué.

Su sonrisa se hizo aún más amplia, recordando aquellos veranos que pasó en 258
el rancho, ayudando a conservar los melocotones y ciruelas, luego los tomates
y los encurtidos. Mientras su abuela sacaba su enorme y brillante olla a presión,
de acero inoxidable.

Durante los dos primeros años después que Kevin y Willow habían llegado al
rancho, ella había enlatado tomates y melocotones para hacer la famosa
jalea de melocotón de su abuela, pero después de un tiempo, no tuvo tiempo
de hacer más. Tal vez era el momento de retomarlo de nuevo.

Willow vertió en el pequeño recipiente la medida del detergente, luego lo


arrojó sobre la ropa blanca, cerró la tapa mientras giraba el dial para el ajuste
correcto, lo encendió, y la máquina rugió a la vida, en tanto se llenaba con
agua tibia.

Contenta de terminar, Willow corrió escaleras arriba, con el pelo erizado en la


parte posterior de su cuello siempre pasaba cuando ella corría hacia las
escaleras de madera, un estremecimiento de alivio pasó a través de ella al
salir por la puerta del sótano, que terminaba en la cocina. Siempre se sentía
tonta después, pero no podía evitarlo.
Bueno... Willow miró alrededor de la habitación bien iluminada, con las manos
en las caderas, ¿y ahora qué? Decidió que el desayuno podría ser un buen
punto de partida, se dirigió a la nevera, revisando lo que tenía, y de esa lista,
cualquier cosa realmente sonaba bien.

Huevos, gofres, espaguetis sobrantes. Con un suspiro, la enfermera cogió un


melocotón, y cerró la puerta con la cadera. Lavó la pieza de fruta al
fregadero, miró por la ventana, observando como el nuevo día extendía su luz
sobre los kilómetros de espacio vacío que la rodeaban. Era un momento tan
solitario para poseer un rancho.

* * *

Christine caminaba, a la espera, con las manos metidas en los bolsillos de sus
pantalones. Miró los mismos bloques de insonorización, el mismo conjunto de
tambores, de color rojo, con bandas de cromo.

El cuarto oscuro se estaba volviendo monótono mientras los minutos


sangraban la hora, y finalmente después de tres de ellos, las puertas interiores 259
del estudio se abrieron, precedido de la risa y el bullicio de sus compañeros de
banda. Lo bueno sobre el poder era que Christine era capaz de tener a sus
compañeros de banda en el álbum con ella; En California no eran muy
aficionados a esta práctica, y por lo general insistían en tener músicos
contratados para sesiones de estudio.

—¡Ey, chica! —exclamó Joey, tomando a la cantante en un enorme abrazo


de oso que le dejó sus costillas doloridas. Tras los saludos por parte de todos los
chicos, Christine decidió que era hora de ponerse a trabajar.

—Bien, chicos, tranquilícense. Necesito hablar con ustedes. —Se apoyó contra
la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando como sus queridos
amigos se sentaban.

—¿Qué pasa? —preguntó Eli, golpeando ligeramente sus palos en un muslo


vestido de mezclilla.

—Bueno —suspiró Christine—, tengo buenas y malas noticias. Esta vez daré la
buena noticia primero. Se darán cuenta caballeros, que detrás de mí, alguien
falta en la cabina del ingeniero —Señaló con el pulgar hacia la enorme
ventana de cristal detrás de ella. En el otro lado dos hombres estaban
sentados hablando, el movimiento de la boca era la única indicación de que
estaban conversando, todos los micrófonos estaban apagados a petición de
Christine. Necesitaba un poco de privacidad para esto—. Sólo están Ronny y
Evan —sonrió ella, volviéndose con una sonrisa mientras sus chicos se daban
cuenta.

—No me jodas, ¿te libraste de ese hijo de puta? —preguntó Davies.

—Robert Knowles fue despedido, sí.

—¡Hurra! —Joey gritó, agitando el puño en el aire—. Ya era hora.

—Sí, sí, lo sé. Está bien, ahora las malas noticias. —Christine hizo contacto visual
con cada uno de los hombres, asegurándose de que ella tenía su atención
completa e indivisible—. Como saben, este disco es el último que necesitamos
para cumplir con nuestro contrato —Se detuvo de nuevo, una vez más,
observando a sus compañeros de banda—. Después de que termine de
grabar esto, y luego de hacer toda la mierda de gira, me retiro.

Christine no estaba sorprendida por el revuelo que se produjo después de esa 260
revelación. Permaneció en silencio, dejando que lo peor de la tormenta
pasara. Miró a Joey mientras se levantaba de su taburete, se acercó a ella.
No dijo nada al principio, apoyando su hombro contra la pared, mirando
hacia el suelo, mordiéndose el labio inferior pensando. Finalmente se aclaró la
garganta y miró a su perfil.

—¿Por qué haces esto, Chris? —la pregunta era suave, aunque el dolor era
evidente. Lo miró a los ojos, las cejas rubias estaban fruncidas por la
preocupación y confusión.

—Ya sabes, Joey, llega un momento en que tu corazón ya no está en esto


más. Sí, he tenido una gran oportunidad, con grandes registros de asistencia,
he estado con Leno, Letterman, y toda esa mierda. He ganado premios y
reconocimientos, pero todo se reduce a esto; he hecho música para mí, no
para ellos —agitó la mano para indicar a los aficionados inexistentes—. Mi
corazón no está en esto más, Joe.

Se quedó mirándola, estudiándola, tratando de comprender. Finalmente


asintió con un suspiro.
—Creo que lo veía venir. —Empezó a recoger una pelusa imaginaria—.
Mierda, los eventos en la ciudad de Oklahoma hace casi un año debería
haber sido la primera pista, ¿eh? —sonrió, aunque débilmente.

—Sí. Yo también lo creo. —Ella le devolvió la sonrisa, pero se desvaneció


rápidamente—. Lo siento, Jo-Jo. Yo nunca haría nada para hacerte daño,
pero al final mi apatía habría dañado a la banda, de todas formas.

—Sí. Lo sé. Es sólo que es tan difícil de escuchar. Una época llega a su fin —
negó con la cabeza—. Sólo es muy duro de tragar.

—Lo sé, Joey. Lo sé. —Cogió al guitarrista en un abrazo rápido, pero estrecho.

* * *

Eli y Davies se negaron a hablar con Christine una vez que la reunión había
finalizado, los instrumentos fueron guardados y cargados en la furgoneta de
Eli.
261
Christine estaba triste por esto, pero sobre todo porque fue superada por la
gran cantidad de sentimientos y emociones que la inundaron mientras
transitaba en el caótico tráfico de Los Ángeles. Sentía una combinación de
euforia y tristeza profunda. Todo por lo que había trabajado tan duro,
dedicando casi veinte de sus treinta y dos años, pasó, se terminó, con un
chasquido de sus dedos.

No tenía ninguna duda de que era la decisión correcta, y no estaba


arrepentida, pero estaba simplemente sorprendida de que el tiempo hubiera
pasado tan rápido. Parecía que fue ayer cuando era una niña en las calles
de Queens, rezando por encontrar un billete de cinco dólares en la calle para
conseguir desayunar algo. Ahora sus únicos límites eran su propio aburrimiento
y el descontento.

Christine sabía que una vez que la prensa se enterara de su retiro, lo vincularían
al reciente escándalo iniciado por Knowles. Entonces se vería como si
estuviera huyendo. Simplemente no le importaba. Estaba cansada de vivir su
vida a la vista del público, haciendo lo que funcionaba mejor para ellos, y no
lo que ella misma necesitaba hacer.
—Que se jodan —murmuró.

* * *

Con un suspiro de frustración, Willow enseñó los dientes mientras ella gruñía,
tirando de los extremos de la camisa, tratando de juntar el botón de la maldita
cosa.

—Encajabas hace dos semanas —dijo entre dientes, finalmente renunció al oír
la tensión que se ejercía sobre las costuras—. Maldita sea —ella se miró a sí
misma, la camisa burdeos colgaba abierta, exponiendo sus senos
exageradamente grandes dentro del blanco sujetador de satén, los
pantalones comenzaban a incomodarla también—. Tendré que ir a la maldita
tienda para gordos —dijo ella haciendo un puchero, no le gustaba la idea en
absoluto. Caminando hacia el armario, se sacó la camisa, para volver a
colgarla y tomar una camiseta de algodón de manga larga y holgada.

Caminando de regreso hacia el espejo, Willow se volvió hacia uno y otro lado,
estudiando su perfil, así como su trasero, quedó conmocionada. 262
—Dios mío —murmuró. Su miseria se vio interrumpida por el timbre del teléfono.

—Ey, ¿vienes o no? —Rachel dijo al otro extremo de la línea, la irritación se


sentía en su voz.

—Sí, lo siento. ¡No puedo encontrar una maldita cosa para ponerme!

—¡Qué! ¿Con los dos armarios que tienes, llenos hasta el tope? Sólo vente ya,
Wills. No es como si tuvieras que vestirte para un maldito cóctel.

—No, no es eso —Willow se dejó caer en el extremo de la cama—. Me veo


como una maldita muñeca Barbie. Todo está muy fuera de proporciones.

—Ah, ¿te refieres a que tus pechos son enormes ahora? —La pelirroja rio ante
el gemido que escuchó—. Vamos, Willow. Todo esto es parte de ello. Te ves
hermosa.
—¡Me veo como una puta! —La rubia se echó hacia atrás, cubriendo parte
de su cara, la otra sosteniendo el teléfono inalámbrico al oído. Hizo una mueca
ante la risa al otro lado de la línea.

—Ey, la mayoría de las mujeres matarían por tener pechos como los tuyos,
incluso antes de quedar embarazada. Disfrútalo mientras dure. Por lo que sé,
es todo cuesta abajo desde aquí. —Ella hizo una mueca ante el fuerte grito
que llenó su cabeza—. ¡Vaya! Va en serio —Rachel suavizó su voz—. Willow, lo
siento, cariño. Yo sólo estaba bromeando. Eres una mujer hermosa, y el tener
a ese bebé dentro de ti te hace mucho más bella aún.

—¿De Verdad? —Willow pregunto esperanzada, dejando al descubierto sus


ojos.

—Sí, de verdad. Yo no mentiría sobre esto. No tienes nada de qué


preocuparte. Eres una de esas malditas mujeres que odio y que se ven bien,
sin importar lo que estén usando, o lo que estén pasando. Tienes que creerme.

—No, lo sé Rachel. Me siento como la mujer más fea, y voluble que camina
por la tierra. —Willow se sentó, pasó una mano por los ojos cada vez que
lloraban. 263
—Lo sé, y yo podría matar a Kevin por hacerte esto. Pero sabes que pienso
que eres hermosa, y siempre lo he hecho. Demonios, incluso Connor lo ha
mencionado.

—Estás tan llena de mierda.

—No, de verdad. Es verdad. Tuve que golpearlo para que dejara de mirar tus
pechos.

—Bueno, eso no es sorprendente ya que son del tamaño de las pelotas de


baloncesto. —Willow se puso de pie, metiendo el teléfono en su cuello
mientras se abrochaba el reloj y se quitaba la pareja de anillos que llevaba.
Sonrió por la risa que escuchó.

—No, mientas. Vamos. Connor va a poner unos filetes en pocos minutos.

—Está bien. ¿Por qué estáis haciendo una barbacoa a mediados de octubre?

—Debido a que mi hombre es un idiota.


—Ah, está bien. Nos vemos pronto. —Willow terminó la llamada y se roció
ligeramente con su perfume antes de agarrar las llaves y la chaqueta. Hizo frío
y hubo viento durante todo el día, y sabía por el tiempo que al llegar a casa
esa noche, sería aún peor.

El trayecto fue lento, el viento soplaba fuerte por todo el camino. Se agarró al
volante con las dos manos, con los dedos firmemente envueltos alrededor del
volante forrado en cuero. Avanzó hacia la carretera principal que la llevaría a
la casa de Rachel, frenó, mirando sobre su hombro, avanzando
cuidadosamente hacia adelante cuando un gran remolque se precipitó,
moviendo al camión aún más en un frenesí oscilante. Siguiendo su paso, se
fusionó.

Mientras otro coche rugía, un timbre llenó la cabina de la camioneta. Mirando


su teléfono celular, que descansaba en un soporte en la consola del vehículo,
trataba de ver quién era la persona que llamaba. Probablemente era Rachel,
una vez más, preguntándose dónde demonios estaba. Se sorprendió al ver el
código de área de California, casi se pasó al otro carril mientras cogía el
teléfono.
—¡Lo siento! —gritó cuando los coches hacían sonar la bocina. Enderezando 264
la rueda, utilizó su barbilla para abrir la tapa del teléfono—. ¡Hola! —Willow
sonrió de oreja a oreja ante la risa que recibió.

—Hola, para ti también. ¿Cómo estás?

—Estoy muy bien. Pero ¿sabes?, tengo una amiga, ella ha estado un poco
alejada. ¿Crees que puedes ayudarme a encontrarla?

—Lo sé, lo sé. Lo siento. Sólo he tenido tiempo para escribir esos pocos correos
electrónicos. Perdóname.

—Hmm, bueno —Willow pretendió pensar, alargando la angustia— bien. —


Sonrió ante su propia torpeza—. ¿Cómo ha estado la gira? ¿Te han lanzado
muchos sujetadores?

—Oh dios —Willow sabía que esos increíbles ojos estaban mirando hacia
arriba—. La gente loca, que dice eso.

—Oh, sí, estoy segura de que es horrible ser tan amada y adorada. Por favor,
por favor, ¿qué puedo hacer para ayudarte?
Christine se rio del sarcasmo en la voz de su amiga.

—Sí, lo sé. Es una vida dura, pero por desgracia, he decidido a acabar con
ella.

—¡Qué! —Willow salió a un lado de la carretera para evitar chocar contra el


poste de señalización.

—La vida da vueltas, Willow. Sólo gira —la voz de Christine era suave,
comprensiva. Willow llevó una mano temblorosa a la cabeza, suspirando
profundamente—. No fue mi intención asustarte, cariño. —La cantante sabía
lo fácil que era molestar a la rubia ahora que estaba embarazada, y muchas
veces sentía como si estuviera caminando sobre cáscaras de huevo. Trató de
ser tan comprensiva como le fue posible. No siempre ha sido fácil.

—Dios, no sé, supongo que sólo tuve un flashback o algo así. —Tomando varias
respiraciones, se rio de sí misma—. Eso fue bastante tonto. Lo siento.

—No lo es. Esa fue una noche de miedo. Debí haberme expresado de manera
diferente. 265
—Espera un segundo —La mente de Willow finalmente comenzó a ponerse al
día con las noticias—. ¿No vas a hacer más giras? —Apoyó el codo en la repisa
de la ventana, con las cejas fruncidas por la preocupación.

—Sí. Hicimos nuestro último álbum como Crepúsculo, Willow. —Christine miró
por la ventana de su habitación en el hotel, vio las luces de la ciudad de Miami
por debajo de ella—. Lo he decidido. Me retiro.

—Oh, Christine —Willow se estiró, rozando sus dedos por la superficie lisa del
pequeño teléfono, como si fuera un sustituto de la mano de su amiga—. No
me cabe duda de que has pensado muy bien esto, pues sólo tú sabes lo qué
es lo mejor para ti. Pero espero que funcione como lo deseas.

—Gracias, Willow. —Christine se acercó a la cama, recostándose de lado,


acurrucándose alrededor de la voz de Willow—. ¿Puedes tomarte unos días
de descanso en noviembre?

—Me imagino que sí. ¿Por qué?


—Bueno —Christine gimió cuando se dio la vuelta sobre su espalda, estirando
sus largas piernas, con su mano libre jugaba con el material de su fino suéter—
. Vamos a estar cerca de tu zona, en Houston. Me gustaría que vinieras.

—¿Nos veremos en el concierto? —Willow maniobró la camioneta de vuelta a


la carretera, tuvo una imagen mental de Rachel apuntándola con el dedo
índice.

—Bueno, algo así. Estaba pensando en realidad que podrías recorrer Texas
con nosotros. Sólo estaremos en el estado de Texas por el fin de semana, por
lo que —su voz se fue apagando, esperando que la rubia dijera que sí.

—Sí.

—¡Fantástico! —Sonriendo de oreja a oreja, Christine le dio un itinerario


completo, a Willow prometiendo detalles más concretos a medida que
estuvieran disponibles.

—¡Estoy muy emocionada! —Willow dijo, también sonriendo de oreja a oreja.


A veces le preocupaba que su sonrisa un día llegara a ser irreversible.
266
—Entonces, ¿qué haces? ¿Cómo está el pequeño? —Christine preguntó,
tratando de imaginar si se le notaria el embarazo a su amiga o todavía no.

—Oh dios —Willow exclamó con exasperación—. Mis tetas son del tamaño de
una maldita casa.

—Guau. Eso te debe hacer la vida más interesante —sonrió la cantante.

—No tienes ni idea. Es un asco.

—Bueno, no puedo esperar para verte. —Christine hizo una pausa, pensando
si ella debía decir la siguiente parte—. Te extraño, Willow.

La rubia notó la forma en que la voz de la cantante se había suavizado, sintió


una calidez en su corazón, y una amplia sonrisa en su rostro.

—Te extraño, también, Christine. Y no puedo esperar a verte, tampoco. —


Christine dejó escapar un suspiro de alivio—. Bueno, debo dejarte. Tengo que
levantarme temprano mañana para las pruebas de sonido, y un recorrido por
Miami. Nosotros no hemos estado en este lugar antes. Por lo general,
estaremos por alrededor de Orlando, Daytona, y ese tipo de cosas.

—Bueno, felices sueños para ti, y espero que disfrutes de tu gira. Compra algo
por mí, ¿quieres? Nunca he estado en Florida.

—Lo haré. Buenas noches, Willow. Mantente a salvo, ¿de acuerdo?

—Lo haré. Buenas noches. —Con un suspiro, de felicidad y tristeza dijo adiós,
Willow puso el teléfono en el soporte, y tarareó el resto del camino a casa de
Rachel.

* * *

Christine se paseaba, con las manos detrás de su espalda. Se sentía ridícula,


pero estaba ansiosa. Sólo deseaba haber tenido tiempo para volar y recoger
a Willow personalmente. Prisa, prisa, prisa. Así era la vida en un tour. Muy poco
tiempo para sí misma, salvo a mitad de la noche, cuando estaba tan excitada
por el espectáculo; pensamientos sonaron alrededor de su cerebro ¿sonó 267
bien? ¿Se veía bien? ¿Fue lo suficientemente entretenida?

Esa ansiedad no terminó hasta el día que atravesó la puerta en Beverly Hills.

Habían tocado en el Astro Dome la noche anterior, y fue increíble. Christine


había visto innumerables partidos de fútbol en ese estadio. Nunca pensó que
estaría tocando allí, también.

Terminado el espectáculo, estaba falta de sueño y comida. Pero sobre todo


estaba emocionada.

—¡He estado llamándote durante cinco malditos minutos! —Taylor Hammond


gritó.

—¿Qué? Lo siento. ¿Qué pasa, Taylor? —Salió de su ensimismamiento, Christine


se volvió hacia el encargado de la gira con la cara roja.

—Te pregunté si querías poner esa última canción esta noche o no.
—Oh, lo siento. Uh, sí. Lo haré. —Por un momento se enfadó consigo misma por
su indecisión. Sólo en el último año había empezado a cuestionar los planes
de Bob para las giras, e incluso menos tiempo, desde que había tomado la
decisión de tocar lo que ella quería. Ahora, con Bob desaparecido, era un
hábito difícil de romper, decidir por sí misma, esperando que Knowles
apareciera gritándole desde las habitaciones por las ideas estúpidas que
tenía. Ansiaba la libertad creativa, pero aún tenía que acostumbrarse a ella.

—Bueno. Fue un gran éxito en el Domo. —El hombre calvo y bajito se volvió,
cubriendo la boca con la mano—. ¡Prepara las luces para este número, Roger!
—gritó hacia el ingeniero de iluminación, que estaba en la parte de atrás del
gran auditorio. Una luz parpadeó brevemente para permitir a Taylor entender
que su orden había sido escuchada y ejecutada.

Christine pronto se aburrió con el espectáculo de luces de las cuales ella había
sido parte todas las noches durante los últimos tres meses. En cambio, volvió a
pasearse.

—Me pregunto cuántos pasos más darás antes de que te caigas de cabeza.
—Los pasos se detuvieron bruscamente, con el pie derrapando sobre la pulida
madera del escenario. Christine llevó una mano para tratar de ver a través de 268
la oscuridad, y las luces que la cegaban.

De la oscuridad surgió una pequeña, y sonriente rubia, con una bolsa de viaje
en una mano, y la otra sosteniendo un frasco de conservas.

Con los ojos abiertos como un niño pequeño, Christine bajó de un salto desde
el escenario, corriendo junto a las filas de sillas plegables y acolchadas hasta
que llegó donde su amiga, envolviéndola en un apretado abrazo. Willow casi
dejó caer la preciada mermelada de melocotón de su abuela por la
exuberante muestra de afecto, pero no le importó.

—¡Te ves maravillosa! —Christine dijo finalmente, sosteniendo a la rubia con los
brazos extendidos—. ¿Cómo estuvo tu vuelo? ¿Está todo bien con la
pequeña? —su mirada se posó por unos segundos en el escote de la camisa
de Willow, y luego se reunió con los divertidos ojos verdes de nuevo—. ¿Qué?

—Nada. —Willow estaba emocionada, no sólo por las luces del escenario, sino
también por la preocupación y el cuidado genuino de la notable mujer que
todavía la miraba con ojos sospechosos—. El vuelo estuvo bien. Es decir, ¿qué
tan malo puede ser viajar en un avión privado? —Levantó una ceja
acusadora. Christine la miró con timidez.

—Sí, bueno, si crees que voy a dejar que vueles en cualquier cosa, estás fuera
de tu árbol.

—Yo ya estoy fuera de mi árbol. Pero, sin embargo, la pequeña, como insistes
en llamarla, está haciéndolo muy bien. Y aquí —Levantó la mano que sostenía
el frasco de conservas—. Mi abuela dice hola.

Christine tomó el frasco, sonriendo por el detalle de una mujer que nunca
había conocido.

—Más vale que sea tan buena como dices —advirtió, moviendo el dedo.

—Oh, no tienes idea de lo buena que es. Voy a hacerte unas tostadas
francesas, con la receta de la abuela, y luego —dijo con un pinchazo del
dedo en el pecho de Christine—, vas a alucinar absolutamente con esto, y
entonces sabrás lo que es el cielo en la tierra.

—¿Qué? —La cantante la miró como si hubiera perdido el juicio—. ¿Qué 269
diablos tienen de bueno la mermelada de melocotón y las tostadas
francesas?

—No lo sabrás hasta que lo hayas probado, mujer.

Christine sabía que no debía discutir con la pequeña rubia, así que asintió
como niña buena, y abrazó a su amiga con un brazo, luego la condujo hacia
el escenario.

—Así que ¿aquí es donde estarás esta noche? —preguntó Willow, observando
la pantalla gigante instalada detrás de donde se estaba construyendo la
plataforma para la batería. Dos hombres gritaban instrucciones de un lado a
otro a través de la impresionante estructura, retocando aquí y allá,
asegurándose de que la pantalla era segura y operable.

—Seguro que sí. —Christine también miró a su entorno, viéndolo a través de los
ojos de Willow. Realmente era bastante impresionante. Se volvió para ver la
rubia haciendo gestos hacia ella—. ¿Qué?
—Estoy tan emocionada por ver el espectáculo —dijo Willow, su pecho estaba
a punto de estallar de orgullo.

—Me alegra oír eso. ¿Por lo tanto, lista para instalarte? Voy a estar atrapada
aquí por un tiempo, así que ¿qué tal si te diriges al hotel, te pones cómoda y
te veo más tarde?

—Suena genial.

Chuck Maggio miró por el espejo retrovisor, por tercera vez en la parada de
semáforos. Su acompañante, en la parte de atrás del coche, con seguridad
era todo un bombón. Tenía el mejor par de tetas que había visto en mucho
tiempo, y las mejores curvas. Podía imaginarse agarrando un puñado de
cabello rubio mientras la tomaba por detrás.

Los ojos oscuros se centraron en el camino otra vez, sin querer chocar la
limusina de nuevo. Frank le daría una patada en el culo. Además, estaba
trabajando para Christine Gray este fin de semana, y quería una buena
recomendación. ¿Quién era este pequeño trozo de tarta para la cantante,
de todos modos? Chuck había oído muchos rumores, demonios, ¿quién no?
Tal vez esta chica era su amante o algo así. 270
Miró a su pasajera de nuevo. Sacudiendo la cabeza, se centró en la calle otra
vez. Que desperdicio.

—Señora —Chuck extendió su mano para ayudar a la pequeña rubia a salir


de la limusina. Con todo su profesionalismo, no pudo evitar que sus ojos se
perdieran detrás de los cristales oscuros de sus gafas de sol.

—Gracias —Willow sonrió, saliendo del coche.

—¿Puedo tomar eso por usted, señora? —el conductor indicó la bolsa que
sostenía.

—No, estoy bien, gracias. —Willow se sorprendió de lo amable y cortés que era
el conductor.

—Disfrute de su noche, señora —inclinando su sombrero, Chuck dio la vuelta


para volver al coche, mirando el culo de la rubia en el espejo lateral mientras
se dirigía hacia el lujoso Hilton.
Willow alzó su bolsa al hombro, sonriendo al portero que abrió la pesada
puerta de cristal para ella.

—Disculpe.

Chuck Maggio vaciló, con la mano en la manija de la puerta pulida. Miró por
encima del hombro para ver a un hombre corriendo hacia él.

—¿Qué quieres, amigo? Tengo un horario que cumplir. —Chuck se apoyó en


el coche, con los brazos cruzados sobre el pecho. El hombre, sin aliento por el
esfuerzo, finalmente se acercó hasta el chofer.

—¿Eres el chofer de Christine Gray? —preguntó el hombre, con acento sureño


provocando los nervios de Maggio.

—Sí. ¿Y qué?

—Bueno, mi nombre es David Sumter. Vera, señor, mi jefe quiere una historia
de la señorita Gray, en nuestra ciudad.

—¿Y quién podría ser su jefe, Sr. Sumter? —preguntó Chuck, ya que tenía una 271
idea de lo que estaba tratando.

—Bueno, digamos que mi jefe está dispuesto a pagar por una buena
información para nuestros lectores.

—¿Oh sí? —Chuck estaba escuchando ahora.

—Oh sí.

El conductor se apartó del coche, abrió la puerta de la parte trasera del


automóvil.

—Entra. Vamos a hablar.

—¡Sí señor!

* * *
Willow estaba aturdida, con la boca abierta mientras estaba de pie en la sala
principal, que el botones le informó era la sala de estar, de la suite que estaría
compartiendo con Christine.

La zona de estar era casi tan grande como todo el primer piso de la casa de
Willow en Oklahoma. La decoración era hermosa, aunque no llamativa u
ostentosa, aunque el tamaño hablaba por sí solo.

Había tres baños en la planta principal, así como una cocina totalmente
equipada con despensa surtida, un comedor grande, y bien equipado. Arriba
había dos dormitorios, tan grandes como un departamento. Era fácil averiguar
cuál era el de Willow.

Se sentó en la cama, con un enorme ramo de flores en su regazo. Sacó la


tarjeta de la horquilla de plástico transparente, tiró suavemente de su
pequeño sobre.

Willow:
Bienvenida, espero que te gusten las habitaciones. Siéntete libre de utilizar
todo el lugar, y no dudes en pedir algo.
Me alegro que estés aquí. 272

Tocada por el gesto, Willow se puso de pie, dejando el fragante ramo sobre
una mesa cercana, donde ella sería capaz de verlo y olerlo todos los días.
Una vez instalada, Willow exploró el hermoso hotel.

* * *

La noche se llenó con el intenso ritmo de Crepúsculo, donde el público


desconocía, que era su última gira, y el último concierto.

Willow se sentó en los bastidores, Christine le dio la opción de sentarse en la


primera fila con los incondicionales fanáticos o tener su propio asiento
personal, básicamente en el escenario.

El pelo rubio voló a los ojos una y otra vez mientras observaba los miles de
personas que llenaban el auditorio. Había oído la música cientos de veces
antes y, aun así, las palabras y las melodías la llenaban de una alegría que
ningún otro artista había sido capaz de producir en ella.

Willow abrió los ojos, una vez que terminó la introducción, y se asomó al
escenario a oscuras. Cientos de mecheros comenzaron a encenderse cuando
las luces del escenario se apagaron, y Christine se vio reducida a humo
respaldada por la luz púrpura.

Crepúsculo.

La música comenzó, lenta y segura, preparando al oyente, haciendo que


anhelara la voz increíble de su héroe, objeto de deseo o simplemente una
nueva experiencia. Christine alimentaba esa lujuria, su voz suave y segura
como la seda, llenaba el micrófono.

Willow observó, inclinándose hacia adelante en el sillón más cómodo que


había tenido el privilegio de poner su trasero, tomado directamente del
camerino de Christine.

Finalmente cediendo, se echó hacia atrás, cerrando los ojos, con la cabeza
inclinada hacia atrás contra el acolchado posterior, permitiendo que la voz la 273
llenara, alcanzando y tocando, los lugares más vulnerables y profundos. No
pasó mucho tiempo antes de que ella sintiera la humedad haciendo cosquillas
por la esquina de sus ojos, la emoción amenazaba con escapar; todo lo que
necesitaba hacer era abrir y cerrar los ojos verdes.

Asombroso. ¿Cómo puede una persona, un ser humano, un mortal como


cualquier otro, llegar al interior de tantos y tomar el control de algo tan
personal como la emoción y el sentimiento? Pero incluso sin ver con sus propios
ojos, Willow sabía que todos en ese auditorio estaba experimentando las
mismas cosas, la música viajando a los mismos lugares, causando el mismo
efecto. Sí, todo el mundo manejaba las cosas de manera diferente, pero lo
más probable es que todos los que estaban allí sentados lloraban al igual que
Willow lo hacía, ella lo sentía.

La rubia abrió los ojos, que derramaban lágrimas errantes por sus mejillas, pero
a ella no le importaba. Miró la causa de esa preciosa emoción, vio a Christine
en el centro del escenario, sentada en un taburete, con una bota en el piso
del escenario, mientras que la otra descansaba en el peldaño inferior del
asiento. Sostenía el micrófono con su mano izquierda, entre tanto la derecha
estaba apoyada casualmente en el muslo vestido de cuero.
En ese momento, esos hermosos ojos azules estaban cerrados, los dedos de la
mano derecha golpeaban suavemente al compás.

Willow estudió el perfil de la cantante, las líneas perfectas, la forma en que la


luz violeta atrapaba los cabellos sueltos que la estática del micrófono y el
equipo electrónico, causaban, envolviendo en un halo de luz a Christine,
quien resplandecía en el escenario.

La respuesta de la audiencia, y de ella misma, fue increíble. Ante el


conocimiento de que Christine había tocado a cada persona en ese
auditorio, ella misma regresaría a su casa para hablar del increíble concierto
al que había asistido o como haría que sus amigos salieran y compraran un
CD de Christine Gray simplemente debido a la cantidad de emociones que
había transmitido su amiga, y que ahora despertaban su curiosidad. La forma
en que, por mínima que sea, todo el mundo había cambiado a partir de ese
momento, un recuerdo formado por miles de fanáticos unidos por un solo
momento, todos en el mismo lugar, pensando y sintiendo las mismas cosas.

Willow nunca se sintió más orgullosa de conocer a alguien así en su vida. Una
serie de escalofríos se extendieron por todo su cuerpo, llevando una sonrisa a 274
los labios y paz a su corazón. Estaba agradecida de tener a una persona tan
increíble en su vida, y haría todo lo que estuviera a su alcance para asegurarse
de que ella se quedara de esa manera.

* * *

—Oye, tú. Despierta, despierta.

Willow parpadeó, tratando de averiguar dónde estaba, y quien le estaba


frotando el brazo. Mirando hacia arriba, quedó casi cegada por las luces del
escenario, todas encendidas ahora, y muy brillantes.

Parpadeando rápidamente de nuevo, ella apartó la mirada.

—Bienvenida de nuevo, Bella Durmiente —Christine sonrió, y se arrodilló de


cuclillas al lado de la silla de Willow donde estaba recostada. La rubia se
moriría si supiera cuán adorable se veía en ese momento.
—Dios, yo no tenía idea de que me había quedado dormida —Willow dijo
entre dientes, sentándose en la silla—. Ese fue un concierto increíble, Christine.

—Hmm, debo decir que no estoy totalmente convencida de que te gustara


—bromeó la cantante, de pie mientras su amiga trataba de levantarse, sólo
para volver a caer en el cojín de la silla. Los ojos verdes miraron hacia ella—.
Vamos. Hemos terminado aquí, y los chicos están cargando los equipos en los
camiones y los autobuses. —Asegurándose de que la rubia estaba firme, la
soltó—. Creo que hay una cama con tu nombre en el hotel.

—Mm, eso suena maravilloso.

Las dos mujeres se dirigieron por el pasillo principal, a través de las puertas
dobles, y salieron a la noche de Houston. Los coches de todo el mundo, y miles
de personas trataban de salir al mismo tiempo, aunque la mayoría de la gente
ya se había ido, y ahora era seguro para Christine y su banda salir.

La limusina estaba estacionada, y Willow reconoció al mismo hombre de antes


esperando por ellas, con la puerta abierta. El conductor sonrió y saludó con la
cabeza, ambas sonrieron a cambio.
275
—Así que, ¿realmente te gustó? —preguntó Christine, una vez que
consiguieron sentarse. Willow la miró, sorprendida, al ver una punzada de
incertidumbre en sus ojos azules.

—Sí. Fue el mejor concierto que he visto en mi vida. De verdad. Realmente fue
increíble. Y me encantaron esas canciones nuevas que tiraste al final.

—Gracias —la cantante sonrió con orgullo mientras miraba por la ventana, las
luces de la ciudad pasaban rápidamente. Observó los coches a su alrededor,
junto a ellas, y los que las pasaban. Cuando era niña solía ver limusinas pasar
por la ciudad todo el tiempo, y siempre se preguntó quién estaría sentado
detrás de esas ventanas oscuras, que celebridad o persona de poder. Ahora,
por el aspecto que ahora tenía, ella sabía que otros estaban pensando las
mismas cosas de ella, y eso la hizo sonreír.

—He estado trabajando en este nuevo material, con ganas de ponerlo en los
conciertos, pero Bob nunca me lo permitió —explicó.

—Bueno, creo que era un imbécil. Son maravillosas.


—Gracias, Willow —dijo Christine, su voz era suave mientras miraba a su amiga,
que parecía muy cansada. Se inclinó, rozando suavemente un mechón de
pelo rubio lejos de la mejilla de Willow, metiéndolo detrás de la oreja—. Tu pelo
ha crecido mucho —dijo con aire ausente. Nunca fue consciente de que un
par de ojos observaban el gesto por el espejo retrovisor.

—Sí —dijo Willow, moviendo la cabeza, luego, poniendo su cabeza en el


reposacabezas de cuero—. No puedo mantenerlo bajo control —sonrió
somnolienta—. Mi médico me advirtió eso, lo que es una mierda, que mi pelo
crecería ridículamente rápido, de todos modos. Por todas aquellas hormonas
fuera de control, además de las vitaminas que he estado engullendo.

—Sin duda. Gracias por venir.

—De nada. Gracias por invitarme.

—Eres bienvenida.

* * *
276
Willow comenzó de nuevo, volviéndose de nuevo con un profundo suspiro,
luego se volvió hacia su otro lado, tratando de rodar sobre su espalda, cuando
sus ojos se abrieron. ¿Qué demonios fue eso?

Se incorporó y escuchó. No oyó nada, estaba a punto de acostarse de nuevo


en el colchón, pero se detuvo, un ligero ruido llegó hasta ella, como el humo
a través de una grieta.

Los pies pisaron con firmeza la alfombra gruesa, se encogió de hombros, con
una sudadera y pantalones cortos de malla, caminó a la sala de estar de su
suite, presionando su oreja en la puerta. Escuchó. Efectivamente era música.
Las luces ardían en la planta baja, junto con la conversación, la risa y el olor a
humo, y no todo era de cigarrillo.

Con los ojos muy abiertos, Willow observó a los miembros de la banda de
Christine en varios estados de desnudez, las chicas estaban por todas partes,
latas aplastadas de cerveza dispersadas a través de toda la superficie, así
como botellas, algunas vacías, algunas llenas, la mayoría a la mitad, en las
manos, en el suelo, en el bar y en el suelo.
Lo que más llamó la atención de la rubia fue la mesa de cristal en el centro de
toda la actividad, y los restos de líneas en su superficie reflectante, así como
una navaja de afeitar.

Willow se sintió enferma, con su estómago asqueado por la escena delante


de ella. Especialmente cuando vio a Joey en la esquina, pellizcándose la nariz
y oliendo varias veces, una hermosa, rubia medio desnuda de rodillas ante él,
lamiendo feliz su pene.

—¿Dónde está Christine? —preguntó Willow, a nadie en particular. Alguien


respondió, que la cantante fue vista por última vez en el balcón. Con ausente
gracias, la rubia se dirigió en esa dirección, insensible, sintiendo como si
estuviera caminando a través de gasa en el mundo de los sueños.

Al ver que las puertas estaban parcialmente abiertas, tropezó en su camino


hacia ellas, sintiendo la brisa fresca de la mañana que entraba.

Christine estaba situada en la barandilla, con una botella de vidrio marrón


sostenida por el cuello entre el pulgar y el índice. Estaba apoyada en los
codos, mirando al centro de la ciudad. 277
Willow sintió que volvían las náuseas al ver una pequeña línea de botellas
vacías alineadas en la barandilla junto a ella.

—No puedo creer que estés haciendo esto —susurró, con voz conmocionada.
La cantante se volvió lentamente la cabeza, mirando a su huésped por
encima del hombro.

—¿Haciendo qué? ¿Y por qué estas levantadas? —Girando todo su cuerpo,


Christine apoyó la espalda en la barandilla, con la botella colgando junto a su
muslo.

—¡Por eso! —la rubia dijo entre dientes, señalando de nuevo hacia la fiesta—.
No puedo creerlo —ella negó con la cabeza, con la acusación escrita por
todas partes en sus facciones.

—¿Qué he hecho? —Christine preguntó, dando un paso tentativo hacia su


amiga—. Lo siento, los chicos te des…
—Sí, apuesto a que lamentas que me hayan despertado —la ira de Willow
crecía con cada palabra. Cogió la botella de la mano de la cantante—.
¿Cómo puedes volver a estas cosas? —Se acercó al gran árbol dentro de la
maceta que estaba colocado junto a las puertas del balcón. Observó cómo
el líquido vertido burbujeaba en la oscura tierra, luego arrojó la botella por el
balcón.

Christine observaba con una mezcla de molestia y diversión.

—Sólo bebía de mi A &W —corrió hacia la barandilla, mirando como la botella


de vidrio explotaba en docenas de trozos más abajo.

—¿Qué? —Willow se acercó a la barandilla, agarrando una de las botellas


vacías.

—Mi maldita cerveza de raíz —dijo Christine, y la irritación comenzó a ganar


ventaja sobre la diversión. Al girar la botella en sus dedos, Willow vio que era,
de hecho, A & W cerveza de raíz. Miró a los ojos azules entrecerrados.

—Yo… —Willow se interrumpió, sintiéndose ridícula, pero luego se acordó de


lo que había visto en la suite. No podía deshacerse de la imagen de la cocaína 278
extendida sobre esa mesa. Llevando la botella a la nariz, ella tomó una
bocanada profunda.

—Ya veo —dijo Christine, su voz fue seca mientras se giraba hacia las puertas
del balcón.

—¿Qué se supone que piense? —preguntó Willow, aliviada de oler sólo la


dulzura de la soda—. ¿Qué diablos crees que estás haciendo, Christine? —dijo
entre dientes—, al dejar que los chicos hagan eso, bueno, ¡esa mierda en tu
habitación de hotel!

La cantante se volvió hacia su amiga, con los ojos brillantes.

—No, no hago esa mierda más, Willow. No, no me gusta nada, y ellos no son
unos niños. No puedo controlar lo que hacen, pero al menos ellos no están ahí
fuera, sería peligroso y estúpido que estén en un ambiente peligroso en el que
podrían hacerse daño, detenidos, o reconocidos —su voz era un susurro bajo,
y peligroso—. No te traje como dama de compañía, Willow. Sería prudente
que recordaras eso. —Y con eso, Christine se fue.
Willow se quedó allí, sola en el balcón, congelada en el lugar. La ira y el dolor
eran dolorosamente evidentes en la voz de Christine, los ojos como el láser,
quemaron el alma de la rubia.

Suspirando, Willow regresó a la suite. Christine no estaba por ningún lado, y la


rubia decidió que era mejor no buscarla. Ella ya había hecho suficiente por
una noche, así que esta vez se dirigió de nuevo hasta sus habitaciones.

* * *

Christine asintió con la cabeza al portero, temblando cuando ella llegó. Puede
ser Texas, pero el invierno golpeaba fuerte allí, también.

Pulsando el botón que la llevaría a su piso, espero a que las puertas del
ascensor se abrieran, miró su reflejo en el pulido acero inoxidable de las
puertas exteriores. Había escapado de su suite con lo que llevaba puesto; los
pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga. Su cabello era menos
que perfecto, el zapato de tenis en su pie derecho estaba desatado.
Cuando se arrodilló para anudarlo, pensó en lo que la había pasado en sus 279
habitaciones, para empezar.

Al escuchar que golpeaban la puerta de su habitación, Christine supo de


inmediato quién eran, y lo que querían. Los chicos no tenían una suite, cada
uno tenían una habitación, que no era nada despreciable. Pero no lo
suficientemente buena para ir de fiesta. Ellos habían traído licor, drogas y
mujeres a su puerta, deseando que se les uniera a la diversión, pero ella se
había negado. Joey, suponiendo que este sería el caso, levantó un paquete
de seis de su favorito, y le pidió que entrara.

Había sido en ese momento que Christine se escondió en el balcón, a


sabiendas de que no sería capaz de dormir arriba, sabía lo que estaba
pasando abajo. Destapando la parte superior de la primera A & W, ella tomó
un trago satisfactorio, y luego se había sentado en los muebles de hierro
forjado del balcón, puso sus pies sobre la barandilla y observo la ciudad a su
alrededor.

Dejó que su mente vagara, sin pensar en nada en particular. El concierto fue
un éxito. Las cosas habían ido mejor de lo que había esperado o pensado.
También pensó en su amiga, y lo linda que se veía dormida en esa silla grande,
con la boca ligeramente abierta.

Nunca pensó que la rubia se despertaría por la depravación que había en su


habitación de hotel. Nunca creyó que Willow siquiera pudiera saberlo. No
quería que ella lo viera, o supiera que los chicos hacían ese tipo de cosas.
Pero, por desgracia, lo descubrió.

Christine sabía que Willow tenía razón al acusarla y estar enfadada. Si en su


suite hicieran una redada, todos ellos habrían ido a la cárcel, y sería un
desastre. Pero, al mismo tiempo, la opinión de Willow significaba todo para
Christine, especialmente después de la forma en que se conocieron, y la
condición en que la enfermera la había visto, esa fue la peor noche en la vida
de la cantante. Escuchar lo que pensó Willow, ver la decepción en sus ojos y
escucharla en su voz... Fue más de lo que Christine pudo soportar. El golpe
final, sin embargo, había sido cuando Willow no le creyó que no estaba
bebiendo alcohol, y había olido la botella en busca de rastros de licor.

El ascensor sonó, entonces las puertas se abrieron, la cabina estaba vacía,


salvo por el operador del ascensor. Él le sonrió, luego empujó los botones 280
correctos para su piso.

Christine había trabajado tan duro para superar sus adicciones y permanecer
limpia en un mundo donde estaba en todas partes, ofrecida por todo el
mundo. En la industria del entretenimiento, era más probable que te ofrecieran
una nariz llena de polvo que un vaso de agua. Ella se había negado, se las
arregló para mantenerse fuerte y no ceder a un hábito que había tenido la
mayor parte de su vida.

La cantante suspiró profundamente, contenta cuando llegó a su piso, y se le


permitió escapar de la presencia del discreto operador del ascensor. A veces
odiaba eso en los hoteles más agradables. Sus cortos momentos en un
ascensor a menudo eran sus únicos minutos a solas.

Caminando por el pasillo, sacó su tarjeta de acceso, contenta de escuchar el


silencio al otro lado de la puerta.

Todas las luces estaban encendidas, pero la música estaba apagada, y las
drogas, y cualquier rastro de ellas, se habían ido. Sin embargo, por el aspecto
de todo lo demás, habría otra historia interesante sobre las fiestas de Christine
Gray.

Al subir por las escaleras, Christine se frotó los ojos, el sol naciente fuera la hizo
darse cuenta de cuánto tiempo estuvo levantada, y lo agotada que en
realidad estaba.

Bajando por el pasillo que la llevaría a sus habitaciones, se detuvo, al ver la


puerta cerrada de Willow. Al mirar hacia abajo el pulido pomo de la puerta,
el reflejo de su mano se distorsionó cuando llegó a él.

La habitación estaba oscura y en silencio, la puerta que conducía al


dormitorio estaba abierta, la luz apenas se colaba a través de las cortinas
transparentes.

Willow estaba tumbada de lado, acurrucada alrededor de la almohada en la


cama extra grande. Tenía los ojos cerrados, respirando tranquila. Ella bajó la
mirada hacia ella, formándosele una suave sonrisa sin que ella se diera cuenta.
Debatiendo por un par de minutos, Christine decidió sentarse en el borde de
la cama, tratando de ocupar el menor espacio posible. Observó a su amiga
por unos minutos más, y luego extendió la mano, quitando las hebras siempre 281
errantes de la hermosa cara de Willow.

—¿Willow? —susurró, acariciando el pelo grueso de la rubia—. Despierta


—Al ser sacada lentamente de la tierra de los sueños, los ojos de Willow se
abrieron, y luego los cerró de nuevo con un suspiro suave mientras se deleitaba
con el toque de la morena. Se volvió sobre su espalda, mirando a su amiga,
sentada en el borde de la cama.

—¿Estás bien? —murmuró. Christine asintió.

—Sí. Bueno, no.

Las cejas rubias se estrecharon.

—¿Qué pasa? —Estaba a punto de sentarse, pero sintió una mano en su


hombro, que la mantuvo abajo.

—Shh, todo está bien. Yo sólo quería pedirte perdón.

—¿Perdón por qué?


—Por irme de esa manera. Por hacerte testigo de todo eso. Realmente no
quería que vieras eso —dijo Christine, sintiéndose como un culo, incluso
mientras lo decía.

—No —Willow negó con la cabeza, volviéndose de cara a la cantante. Ella


cogió la mano que había estado en el pelo, abrazándose a ella, la escondió
debajo de la barbilla—. No soy tu madre, tienes razón. No tenía derecho a
decir ninguna de esas cosas, o tratarte de esa manera. Tú y los chicos…

—No fui yo. Diablos, yo sólo quería irme a la cama —Sonrió con tristeza,
mirando hacia abajo a la otra mano que descansaba sobre su pierna—. No
debí haber permitido que pasara eso. Te expuse a una situación de riesgo. Lo
siento.

—Está bien —Willow susurró, tirando del brazo que la sostenía. Christine la miró,
con el ceño fruncido—. Acuéstate conmigo. Te ves muy cansada.

Sin necesidad de una nueva invitación, Christine se acostó, de vuelta a la


rubia. Ella sonrió cuando sintió que un cuerpo caliente se acurrucaba contra
ella, las mantas fueron llevadas sobre sus cuerpos. Cerró los ojos. 282
—¿Christine?

—¿Hmm?

—Estoy orgullosa de ti.

—¿Por qué?

—Por beber cerveza de raíz.

Con una sonrisa en los labios, Christine finalmente se durmió.


Capítulo 12

B
ob Knowles llevó con aire ausente el vaso a los labios, mirando
solamente el vaso cuando el hielo chocó contra el cristal, pero no pasó
nada más. Olvidando que había bebido lo último del whisky diez minutos
antes, él dejó el pesado vaso sobre la mesa de su oficina central en San
Francisco.

Miró a la bahía, la niebla se movía, ocultando el tráfico y el asta de un buque


de pesca solitario.

Apartando su atención lejos de la ventana, miró hacia abajo en su escritorio


el periódico, junto a su copa abandonada, con un titular en negrilla:
CONOCIDO MANAGER, CAE DE SU PEDESTAL.

La llamada telefónica que había tenido con Jack temprano pesaba sobre sus
hombros, haciendo que se desplomaran, estaba vestido con una crujiente, y
almidonada camisa de Prada, diseñada a su gusto. Una camisa que incluso 283
llevaba su nombre.

Así que todos lo estaban abandonando. No confiaban en él. Preocupados de


que hiciera con ellos lo mismo que le había hecho a Christine Gray.

Preocupados que los traicionara y abriera sus armarios para dejar que sus
esqueletos bailaran como un pollo vivo en una sartén.

Knowles caminaba alrededor de su escritorio, llevando el vaso con él. Lo llenó


hasta el borde con la botella casi vacía, que puso de nuevo en la barra de
mármol. El ingirió la mitad del vaso de un trago, casi se ahoga cuando recordó
otra cosa que había dicho Jack. Esos bastardos del Mercy Hospital no dirían ni
una maldita palabra. Estaban protegiendo a esa pequeña enfermera rubia,
que, de acuerdo a los rumores, se estaba tirando a la cantante estrella.

—Perras —sopló en el vaso, bebiendo el resto del fuego líquido, deslizando el


hielo contra sus dientes perfectos—. A la mierda con todos ustedes. —Él golpeó
el vaso en la barra con fuerza.

* * *
Un ojo verde se abrió, unos susurros la sacaron del cálido y tranquilo sueño.

Willow no podía entender lo que estaba siendo murmurado, o quien lo hacía,


pero las palabras “lindo” y “calor” repercutieron en su cerebro.

A medida que la bruma del sueño se disipó un poco más, se dio cuenta de
que seguía acurrucada junto a Christine, la cabeza de la rubia estaba
apoyada en un pecho que constantemente subía y bajaba, con el brazo
cerca de la cara, y la mano a lo largo de una fuerte y pronunciada caja
torácica.

—¿Qué diablos están haciendo? —Christine murmuró, su voz retumbó a través


de todo el cuerpo de Willow, haciendo que ambos ojos verdes se abrieran de
golpe. Allí, a los pies de la cama, estaban Eli, Davies y Joey. Eli llevaba una
armónica en la mano.

—Eli —dijo Joey, causando que el baterista soltara un perfecto DO medio en


el instrumento, arrojando así a los chicos en una versión a capela de I'm Sorry
de Brenda Lee, que hizo reír a las dos mujeres. 284
—¡Fuera de aquí! —Christine se echó a reír, lanzando uno de los zapatos que
se había quitado en algún momento durante la noche, a los cantantes que
ya se retiraban—. Tontos —murmuró, la morena recostándose, y envolviendo
su brazo alrededor de la rubia.

—Muy tontos —Willow murmuró, tomando el calor y la comodidad de la


almohada humana.

—Y que lo digas.

—Sin embargo, eso fue muy dulce por parte de ellos —Willow levantó la
cabeza para ver una pequeña sonrisa en los labios de Christine, con los ojos
cerrados. Ella asintió.

—Sí.

Willow bajó la cabeza otra vez. Cielo. Esto era el cielo puro. Todos esos meses
que había estado sin contacto humano, quedaron olvidados. Se sentía muy
segura, muy cuidada. Casi se atrevería a decir que ¿feliz?
—Entonces, ¿cuál es el plan para hoy? —preguntó ella, abriendo los ojos para
obtener una vista muy cercana de la camiseta de Christine—. Miró las fibras
de algodón a un nivel casi microscópico, viendo las fibras diminutas que se
cruzaban, y una pelusa ocasional, que sacó fuera.

—Mmm —La cantante ronroneó—. La diversión comienza. Hacemos las


maletas y salimos. —Tomó una respiración profunda, dejando salir el aire de
forma lenta y constante, levantando la cabeza de Willow junto con ello—.
¿Cómo estás esta mañana? —preguntó, jugando con un mechón de pelo de
la rubia.

—Estoy bien. —Willow levantó la cabeza, sosteniéndola en la mano y


sonriendo a su amiga—. Eres una gran almohada, ya sabes.

Christine resopló.

—Me han llamado muchas cosas en mi vida, pero almohada no es una de


ellas.

—Bueno, ahora ya lo sabes, así que trata de vivir con ello. Y estoy bien. ¿Y tú? 285
—Las sonrisas se habían ido, la gravedad de la noche anterior regresó.
Christine miró profundamente a los ojos de Willow, intentando leer en ella, ver
si realmente estaba bien. Al no ver nada más que la verdad, su sonrisa volvió,
aunque a medias.

—Estoy bien.

—Vamos. Aliméntame. —Willow se bajó de Christine, a continuación, de la


cama, pasando su mano a través del pelo—. Una cosa que siempre he odiado
sobre el pelo corto —se quejó.

—Creo que es adorable. —La cantante se acercó a ella, agarrando algunos


mechones rebeldes, y parándolos sobre la cabeza de la pequeña rubia.

—¡Para! —Willow golpeó las manos de Christine, tratando de quitárselas de


encima. Se enfureció aún más por la risa de Christine que llenó la habitación.

—Dolor en el trasero. Vete a tu habitación —señaló la puerta.

—Oh, la pequeña madre ha salido.


—¡Fuera! —Los labios de Willow se crisparon cuando trató de mantener la
mirada en su lugar, pero mientras continuaba mirando a la cantante, perdió
la batalla. Finalmente, una sonrisa estalló con fuerza—. A menos que quieras
ver a una mujer gorda, desvestirse.

—En ese caso —Christine se dirigió hacia su amiga antes de reír de nuevo
mientras ella comenzó a correr, una Willow gruñona la perseguía.

—Algunas personas son como niños —Willow murmuró mientras volvía hacia su
dormitorio.

—No estás gorda

Willow se dio la vuelta para ver a Christine apoyada en el marco de la puerta.

Con un grito, la cantante desapareció.

* * *
286
Samantha Cox acercó sus gafas con montura oscura a la nariz, con un suspiro
mientras volvía a leer su copia para el periódico del día siguiente. La historia
era una mierda, y lo sabía. El editor era un culo machista, y cada mujer en el
edificio lo sabía. Debió haber tomado ese trabajo como corresponsal para el
Times.

Finalmente se dio por vencida, decidió que la historia del cerdo fuera de
control era lo mejor que podía conseguir, ella hizo clic en el ratón, enviando la
historia al editor, y se alejó de su escritorio.

—Stacy, ¿quieres algo de Starbucks? —preguntó mientras se colocaba su


chaqueta.

—Sí. Tráeme un moka con extra de chocolate y crema batida. ¡Grande! —La
fotógrafa gritó a la espalda de la joven reportera.

—¿Cómo diablos toma el café con todo ese chocolate? —Samantha


murmuró mientras caminaba a través del laberinto que era el pequeño
periódico, de Bay Area para el que trabajaba. Montada en su Honda Accord,
Samantha le dio un poco de gas, y salió fuera de la zona de aparcamiento.

Una de las únicas cosas buenas sobre el trabajo era la vista. El puente Golden
Gate estaba justo a la izquierda, y era increíble. Samantha sólo se había
trasladado a la zona hace unos meses, después de haber crecido al sur de
San Diego. Ciertamente le encantó la zona, incluso si a ella le costaba un
brazo y una pierna para vivir allí.

Cantando para sí misma, ya que la radio se apagó de nuevo, se dirigió por el


camino, la señal grande de Starbucks estaba a la vista. Al mirar de nuevo
hacia el puente, se dio cuenta que varios vehículos de emergencia estaban
allí, con luces intermitentes.

Desaceleró para entrar al estacionamiento de la cafetería, pero ella cambió


rápidamente de idea, esquivando a un Ford Taurus mientras aceleraba el
motor, se dirigió hacia el puente. Sus instintos de reportera le decían que
investigara. Cuando vio un bulto que era sacado del agua, a sesenta y siete
metros por debajo del punto de referencia, le dio a su pequeño vehículo aún
más gas.
287
—Mierda, un suicida —murmuró ella, conduciendo como una loca para llegar
allí lo más rápido posible.

—¡Sí!

***

—¡Estás tan lleno de mierda! —Christine acusó, lanzando la púa de la guitarra


que había estado utilizando en Eli. El grupo se rio, incluyendo a Eli que
perseguía el pequeño objeto—. Dame mi maldita púa.

—De ninguna manera. Me la arrojaste, así que obviamente no la quieres más


—sonrió, moviendo el pequeño trozo de plástico burlonamente hacia el.

—Imbécil
Joey se levantó de un salto, su teléfono celular estaba sonando en la parte
trasera del autobús. Mientras corría por el pasillo principal, le quitó de la mano
la púa a Eli.

—¡Oye! — el baterista grito de sorpresa. Joey sonrió, arrojando el plástico hacia


Christine, y luego desapareció en uno de los cuartos traseros.

Willow estaba acurrucada en uno de los numerosos sofás alineados en las


paredes del autobús. Ella observaba el juego entre Christine y sus compañeros
de banda, y mantenía una constante sonrisa en los labios, divertida y
conmovida por lo cercanos que eran. Una parte de ella se sentía triste por los
chicos, perderían a su figura principal, y se preguntó lo que harían en el futuro
todos ello. Incluyendo a Christine. La rubia no pudo evitar preguntarse si algún
día la cantante lamentaría su decisión.
—Uh, Chris, —dijo Joey, con el rostro pálido cuando él retiró el teléfono celular
de su oreja—. Tienes que escuchar esto. —Él le entregó el pequeño teléfono
plateado, que ella tomó. Sus ojos se mantuvieron en su cara, con
preocupación.

—¿Hola?
288
—Christine, soy Kat —la mujer en el otro extremo de la línea, dijo, en voz baja
y ligeramente gruesa.

—Hey, Kat. ¿Qué pasa?

Todas las conversaciones se habían detenido, los chicos y Willow vieron y


escucharon con atención, tratando de averiguar lo que estaba pasando, y
Joey no decía una palabra. En cambio, tomó la guitarra de Christine, y
comenzó a tocar una melodía sin sentido en ella.

—Traté de llamarte a tu celular, pero no estaba disponible.

—Oh, mierda, lo siento. Lo estaba cargando y olvidé volver a encenderlo.

—Está bien. Escucha, jefa, el cuerpo de Bob Knowles fue encontrado fuera de
la bahía, esta mañana.

—¿Qué? —Christine se puso de pie, la sorpresa envió una onda de energía a


través de su cuerpo.
—Él saltó. —Aclaró.

—Oh, Jesús —Christine se hundió en el sofá junto a Willow, la mano libre en la


frente—. ¿Está…? —no se atrevía a decirlo.

—Muerto —Kat suspiró—. No puedo creer que haya hecho eso.

—Sí —Christine sintió una desazón muy incómoda que empezó a envolverla—
. Gracias por avisarme. —Con eso, cerró el teléfono, lo pasó de nuevo a Joey,
y se dirigió hacia su dormitorio en la parte trasera del autobús.

Willow miró a todos, confundida.

—¿Qué pasó? —Davies finalmente hizo la pregunta que estaba en la mente


de todo el mundo.

—Knowles se suicidó en el Golden Gate esta mañana —Joey dijo en voz baja,
mirando como sus dedos inútilmente trataban de ajustar las clavijas de la
guitarra perfectamente afinada.

—Se lo merecía el maldito cabrón —Eli dijo, sonriendo a todos, pero sólo 289
recibió una mirada de desaprobación de sus compañeros de banda.

—Amigo, eso no es bueno —dijo Joey.

—¿Qué? El tipo fue un idiota desde el primer momento. ¡Que tenga buen viaje!
—respondió negándose a sentirse mal, o retractarse de su comentario, Eli se
puso de pie, caminando hacia la barra—. Oye, ¿dónde está el ron? —Miró por
encima del hombro, en busca de una respuesta, que no llegó—. ¿Acabaron
con el alcohol? —él intentó de nuevo.

—Chris lo tiró todo —dijo Davies finalmente.

—Joder. Con la maldita puritana.

—Voy a asegurarme de que está bien —dijo Willow, cortando los comentarios
mal intencionados de Eli. No soportaba escucharlo hablar mal de la cantante
que sólo trataba de vivir mejor. Ella sentía que no era el momento para hacerle
un llamado de atención al amigo de Christine, por lo que prefirió callarse.
Combatiendo las náuseas ya que el autobús tiraba de ella de un lado a otro,
Willow finalmente caminó por el pasillo, hasta la puerta cerrada de la
habitación de Christine. Se acercó a los paneles oscuros, deslizando los dedos
suavemente sobre la madera lisa. Por un momento pensó en alejarse, y dejar
a la cantante sola, pero luego cambio de opinión. Necesitaba estar allí para
ella.

Golpeo ligeramente, diciendo el nombre de Christine. Al no escuchar nada,


decidió darle una oportunidad. Giró la manilla, feliz de no encontrarla
cerrada, y abrió la puerta.

—Christine —susurró ella, introduciéndose en el pequeño espacio. La cantante


estaba sentada en el borde de la cama, con las piernas dobladas debajo de
ella, y las manos apoyadas en el regazo. No respondió. Caminando hacia ella,
Willow se puso delante de su amiga, vio una mirada lejana en sus ojos azules—
. Christine —susurró de nuevo, tocando tentativamente su hombro. La rubia
soltó un grito de sorpresa cuando ella se vio envuelta en un abrazo necesitado,
que la acercó a la orilla de la cama.

Logrando equilibrarse, Willow abrazó a Christine, sosteniendo su cabeza contra


su pecho, pasando los dedos por el pelo largo y oscuro. Sintió las manos de 290
Christine en la parte baja de la espalda.

No dijeron nada. Ninguna tuvo necesidad de hacerlo. Willow podía sentir el


dolor en olas que irradiaba de Christine. Esperaba que la cantante quisiera
hablar de ello, sabía que necesitaba, pero no estaba dispuesta a insistir en el
tema.

Mientras estaban allí, Willow no pudo apartar de su mente la imagen de una


noche fría de febrero, y el puente de Dittman. Recordó lo azul que estuvo la
cara de Christine, y su cuerpo inerte. Sostuvo a su amiga un poco más cerca,
su instinto de protección daba patadas como un loco. Pero hoy no se trataba
de Willow, o de lo que Christine había intentado hacer. Se trataba del evidente
dolor de la cantante por lo que hizo su antiguo manager, sin importar cuan
imbécil haya sido.

La rubia apoyó la mejilla sobre la maravillosa mata de pelo oscuro, los


pequeños mechones le hacían cosquillas en su piel.
Se quedaron así durante tanto tiempo que las piernas de Willow estaban
empezando a doler, sus pies se estaban acalambrando. Finalmente, Christine
habló.

—¿Willow? —dijo en voz baja, con la cabeza apoyada en el pecho de la rubia,


escuchando el constante latido del corazón.

—¿Sí? —Willow respondió en voz baja, con los dedos peinando el pelo de
Christine.

—¿Tú crees que despedir a Bob tuvo algo que ver con la decisión de... con lo
que hizo? —Se apartó de Willow, mirándola con la expresión más triste en su
rostro. El corazón de la rubia se rompió ante la vista. Sonrió con dulzura,
moviendo la cabeza.

—No, cariño, no. Creo que lo hizo por sí mismo —dijo Willow, con voz suave, sin
malicia en sus palabras. Ella pensó si debía decirle a su amiga lo que había
oído en el hospital, y decidió que sería lo mejor. Christine merecía saber toda
la verdad—. Cariño, él estaba tratando de arruinarte.

—Tal vez, pero yo hice lo mismo. 291


—No —Willow se alejó un poco, lo suficiente como para ser capaz de mirar a
los confundidos ojos azules—. Estaba tratando de encontrar a alguien en el
Mercy para hablar en contra de ti, Christine —Acarició suavemente el hombro
de la cantante, tratando de que sus palabras no hicieran tanto daño.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir? ¿Cuándo?

—Hace un par de semanas. Él quería dar a conocer lo que ocurrió el pasado


invierno.

—Dios —Christine bajó la mirada hacia su regazo, aturdida—. ¿Por qué no


había oído nada acerca de esto?

—Debido a que nadie quiso hablar. —Christine levantó la vista de nuevo, para
encontrar la mirada de Willow. La rubia sonrió—. No íbamos a volvernos contra
nuestro héroe local.

Christine se echó a reír, y luego atrajo a la rubia con ella de nuevo, la abrazó
rápido y apretado, entonces la soltó.
—Tengo que hacer algunas llamadas —dijo ella, alejándose, y pasando las
manos temblorosas por el pelo.

—Está bien. Si necesitas algo, no dudes ¿de acuerdo? —Willow dijo, a medio
camino de la puerta. La cantante asintió y sonrió. Willow oyó el teléfono celular
mientras cerraba suavemente la puerta.

* * *

Se detuvieron al pie de la escalera que conducía al pequeño avión. Christine


se apartó el pelo, el viento que soplaba inmediatamente lo trajo de nuevo a
su cara.

—Gracias por venir —dijo, frotando ligeramente el brazo de Willow.

—Muchas gracias por invitarme, esto ha sido… —Willow se mordió el labio


inferior por un momento, mirando hacia la pista de aterrizaje, mientras trataba
de pensar en las palabras—. El viaje de mi vida —dijo finalmente, mirando a su 292
amiga.

—Bueno, yo no sé nada de eso.

—No, en serio —abrazó a Christine estrechamente—. Fue realmente


sorprendente. Gracias —alejándose, ella sonrió.

—Voy a extrañarte —dijo Christine, de la mano de la rubia.

—Te extrañare también. ¿Cuándo voy a verte de nuevo?

—Vendré a visitarte. ¿Cuándo te gustaría eso? —Christine echó un vistazo al


avión que encendió sus motores—. Es mejor que te vayas.

—Sí —Willow subió al primer escalón, colocándose a nivel de los ojos de


Christine—. Y me encantaría. Será mejor que cumplas tu promesa —advirtió a
la cantante, quien sonrió y asintió.

—Lo prometo. Tengo que encargarme de algunos asuntos en casa, luego


saldré.
—Bueno. —Apunto de subir el siguiente escalón, Willow rápidamente se lanzó
a los brazos de Christine, abrazándola con fuerza. La cantante cerró los ojos
mientras ella se dejó envolver por la calidez de Willow—. Si necesitas algo —la
rubia le susurró al oído—. Tengo dos buenos hombros, y un par de orejas, ¿de
acuerdo? —Mirando profundamente los ojos de su amiga para asegurarse de
que Christine estaba escuchando, sonrió, y con un rápido beso en la mejilla
de Christine, subió las escaleras del aeroplano.

Christine se apartó del avión, que se estaba preparando para rodar por la
pista. Vio acomodarse a su amiga, a través de las pequeñas ventanas ovales.

Hizo un gesto con una sonrisa cuando la rubia la vio. No sentía la sonrisa, sin
embargo, lo hizo. Fue puramente para el beneficio de Willow. Extrañaba a su
amiga a un nivel que no podía creer. Tan sólo tenerla a su alrededor hacía
que Christine se sintiera mejor, sintiéndose conectada a tierra.

Incluso Adam no tenía ese efecto en ella.

Sacudiendo esos pensamientos de su mente, ella saludó una última vez, luego
se volvió y se dirigió a la limusina para tomar su propio vuelo. 293
Willow vio cuando su amiga se alejaba, agachándose en la parte posterior de
la limusina. El avión comenzó a alejarse, y torció la cabeza para ver como el
coche se perdía de vista.

Vuelta atrás en su asiento, suspiró y se preparó para el corto vuelo de regreso


a casa.

* * *

Rachel empujó el carro de compras por el pasillo de los cereales, levantando


la vista de su revista de vez en cuando para asegurarse de no toparse con
nada ni nadie. Mirando hacia abajo en el artículo que estaba leyendo, dio la
vuelta a la página, el carrito se detuvo bruscamente contra la góndola de los
chocolates. Sin darse cuenta de lo que había hecho, miró la revista en sus
manos, con la boca abierta atrapando moscas.
Saliendo de su asombro, ella forcejeó con su bolso hasta que encontró su
teléfono celular.

—Por supuesto que puedes venir. Ya lo sabes —Willow rodó los ojos, secándose
las manos en sus muslos mientras terminaba el cepillado de Star. Cerrando el
teléfono, lo metió en el bolsillo, hablándole dulcemente a su caballo unos
cuantos minutos más, y luego se dirigió hacia el interior. No pasó mucho
tiempo antes de oír el SUV de Rachel llegar al patio.

La puerta principal se abrió, y Rachel llegó acompañada del viento y la nieve.

—¡Cierra la puerta! Hace mucho frío ahí fuera —murmuró mientras ella
entregaba una taza de café a una congelada Rachel.

—Gracias —murmuró la pelirroja con los labios medio congelados. Tomó un


trago largo, caliente y empezó a estremecerse. Recordando por qué estaba
allí, rápidamente dejó la taza sobre la encimera de la cocina, y tiró de su
enorme bolso del hombro.

—No vas a creer esto —dijo ella, hurgando hasta que encontró lo que estaba
buscando. Tirando de la revista, ella frenéticamente hojeó hasta que encontró 294
la página y luego la sostuvo delante de la cara de Willow.

—¿Qué es esto? —la rubia tomó la revista, con el ceño fruncido mientras
miraba hacia abajo su propia cara—. Oh mi dios —respiró cuando leyó los
titulares—. Ellos piensan —miró a su amiga, que parecía muy preocupada—.
Piensan que Christine y yo... ¿amantes?

—¿Por qué dirán tal cosa? —Rachel susurró, recogiendo su café de nuevo,
sosteniéndolo entre sus manos todavía congeladas.

—No lo sé —dijo Willow con aire ausente, leyendo la historia. Las fotos fueron
tomadas en Houston, y unas pocas que Willow pensó habían sido tomadas en
Dallas—. No puedo creer esto —se horrorizó al ver una foto de Christine y ella
en las calles de Houston juntas, con los brazos de la cantante a su alrededor,
y sus frentes juntas. Era la imagen principal, sin duda la más grande. El subtítulo
debajo decía: Christine Gray y esta mujer no identificada se pasean por las
calles de Houston juntas, riendo y abrazadas.

Willow miró a Rachel, con los ojos abiertos y angustiados.


—¿Cómo pudieron hacer esto? No es cierto —Golpeó las páginas lisas de la
revista—. No es verdad.

* * *

Christine cerró la puerta después de enviar a Millie a casa por un momento.

No había ninguna razón para que la ama de llaves se quedara en una casa
vacía. Sólo debía venir dos veces a la semana para asegurarse de que todo
estuviera bien, y para ver la caducidad de los alimentos.

Trotando por las escaleras, corrió cuando oyó el timbre del teléfono.

Agarrando el primer teléfono que encontró, ella respondió, sin aliento.

—¿Eres lesbiana? —preguntó una voz seria al otro extremo del teléfono.

—¿Qué? —A punto de cerrar de golpe el teléfono, se detuvo.

—¿Lo eres? Necesito saberlo, Christine. 295


—¿Willow? —la cantante se sentó en una silla, con un escalofrío en su corazón.

—¿Por qué, de dónde ha salido esto?

—Por favor, responde la pregunta. Es decir, yo no soy tonta, he escuchado


todos los rumores, pero yo...

Christine hizo girar sus dedos en el cable del teléfono, al oír el dolor en la voz
de Willow. ¿Qué estaba pasando?

—Willow yo no, bueno, en realidad no me gusta etiquetarme —dejó escapar


un suspiro de exasperación, sintiendo el sudor que se reunía entre sus pechos—
. Willow, ¿de dónde viene esto? —preguntó de nuevo, con voz suave.

—De la revista Screen —Willow dijo, en voz baja y algo más que Christine no
pudo entender.

—Sí —dijo la cantante, no comprendiendo, pero temerosa de todos modos.


—Según la Revista, la mujer no identificada, y tú son amantes. La última de
una larga lista de…

—Eso no es cierto, Willow —dijo Christine, la ira estaba empezando a


reemplazar el miedo.

—Entonces, ¿qué es verdad? ¿Por qué dirían algo como esto? —Willow pasó
una mano por el pelo, sintiendo los mechones, largos caer a través de sus
dedos. Se apoyó en el mostrador.

—Lo siento tanto, Willow. Dios, lo siento. Nunca quise involucrarte en mi


desastre. Lo hacen porque no les doy nada para jugar. ¿Entiendes? —Christine
agarró el teléfono con más fuerza, rezando para que ella pudiera decir las
cosas correctas para solucionar este problema.

—No. ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que yo no les doy detalles de mi vida. Ellos no me ven en las
entregas de premios acompañada de alguien, y no ando ventilando mi vida
amorosa. —Se puso de pie, caminando con nerviosismo—. No puedo
disculparme lo suficiente, Willow. Nunca quise que algo como esto sucediera. 296
—Lo sé —susurró Willow—. Lo sé.

—¿Todavía quieres que vaya la próxima semana? —Christine contuvo la


respiración, rezando para que no se hubiera arruinado una de las amistades
más importantes de su vida. Willow se quedó mirando la revista, mirando la
cara de su amiga, sonriente, y feliz.

—Sí. —Finalmente dijo, echando la revista en la basura debajo del fregadero.


Christine sonrió y dejó salir el aire contenido—. Bien.

Willow sonrió.

—Te veré pronto.

—Te veo pronto.

* * *
Caminar por los pasillos del Mercy era una experiencia interesante por decirlo
de alguna manera. En realidad, nadie dijo nada, pero las miradas que Willow
recibió decían suficiente. No trató de defenderse, pensando que tocar el
tema, sería empeorar las cosas. Si alguien realmente tenía las pelotas para
preguntarle, entonces ella lo aclararía. Sin juego de palabras. En este
momento sólo estaba tratando de concentrarse en tenerlas cosas listas para
la visita de Christine. Estaba encantada cuando la cantante dijo que
planeaba quedarse por un par de semanas. Incluso pensó en la contratación
de seguridad para su rancho, pero luego decidió que era ridículo. Si se
necesitaba ese tipo de cosas, Christine lo sabría, y probablemente sabría qué
hacer con ello, también.

Willow pasó una mano por el pelo. Una parte de ella odiaba a Bob Knowles
por lo que le hizo a Christine, de muchas maneras. Él había llevado a los
sabuesos de los medios sobre ella, destapando aspectos ocultos en la vida de
la cantante, incluso yendo tan lejos como para hacer algo de la nada. Se
estremeció, pensando en ese artículo de nuevo. También lo odiaba por ser
tan cobarde, y hacer sentir culpable a alguien tan sensible como Christine.

—Puto egoísta —murmuró ella, dirigiéndose a los vestuarios para cambiarse y 297
volver a casa.

Todo estaba perfectamente limpio, la ropa de cama cambiada, perfecto.


Willow fue a todas las habitaciones, retocando donde no había necesidad de
retocar.

¿Por qué estaba tan nerviosa? Después de estar de gira con Christine por esos
pocos días, al ver cómo la gente, literalmente, se arrojaba a sus pies, viendo
todas las cosas que Christine podía permitirse comprar, y a todo lo que la
cantante estaba acostumbrada, Willow no podía dejar de preguntarse si tal
vez su modesto hogar le parecería una choza, incluso la suite donde se había
quedado era más grande que toda su casa. ¡Casi!

En el fondo, Willow no creía que Christine fuera de esa manera, pero la


preocupación aún persistía. El sonido de la puerta abriéndose delante de ella
la alejó de su ensoñación.

Con el ceño fruncido, y un ligero pánico en su corazón, subió a la sala de


arriba, caminando hacia la escalera, mirando a escondidas detrás de la
pared. Aliviada, y en parte molesta, bajó por las escaleras, con los pies
descalzos y rumiando de irritación.

—¿Qué diablos estás haciendo? Y ¿qué crees que estás haciendo al entrar
aquí? Dame la llave, Kevin.

—Claro —dijo el rubio, con los ojos azules ardiendo—, tan pronto como me
expliques esta mierda —le tiró la revista, la cual cayó al suelo delante de sus
pies—. ¿Qué es esta mierda, Willow? ¿Es por eso que me dejaste? ¿Por esa
puta lesbiana? —Había veneno en su voz.

Willow echó un vistazo a la revista, sabía muy bien cuál era. Los ojos verdes
miraron con pereza hacia él, con los brazos cruzados sobre ahora sus
voluptuosos pechos, lo que hizo que se detuviera por un momento,
capturando la atención de los ojos del rubio. Rápidamente su ira regresó, sin
embargo.

—¿Cómo te atreves a acusarme de eso, Kevin, cuando sabes muy bien por
qué fracasó este matrimonio? —Willow se sorprendió al ver lo calmada que se
sentía. Estaba orgullosa de sí misma por no explotar, que era lo que
habitualmente hacía. Estaba tratando de trabajar en su temperamento, sabía 298
que no era bueno para ella o para el bebé.

Kevin la miró por un momento, sin saber qué decir. Él sabía que tenía razón,
pero no había manera de que se lo dijera a ella.

—¿Es verdad? —él señaló con la cabeza hacia la revista tirada en el suelo,
con los brazos cruzados en postura defensiva.

—¿Qué interés tienes en esto?

—¡Es verdad! —su cara estaba roja ahora, toda pretensión de una discusión
civilizada se fue. La vena se hinchó en el centro de la frente, golpeando al
ritmo de su corazón.

—No —la rubia dijo simplemente.

—Entonces explica esas imágenes, Willow. Abrazadas, con las cabezas unidas
—estaba temblando ahora.
—Voy a responder a tus preguntas, Kevin, aunque el Señor sabe por qué, pero
te lo advierto — señaló con el dedo—. Si explotas, si pierdes los estribos, te vas
de aquí. ¿Lo entiendes? No es bueno para mí o para mi bebé que me enfade.

—Se necesitaron dos para crear ese chico —gruñó.

—¿En serio? Bueno, parece que soy la única que asumió la responsabilidad de
ello, así que ella es mía. Ahora te diré la información que viniste a buscar, Kevin,
porque eso es todo lo que vas a tener.

Él respiró para calmarse, y luego comenzó a caminar hacia la cocina.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó, aturdida.

—A tomar un café. Son las seis y media de la maldita mañana, y estoy cansado
—explicó él, deteniéndose para mirar donde descansaba la mano de la rubia,
de manera nada suave, sobre su brazo.

—No, esta no es una visita social, Kevin, y no recuerdo haberte invitado a mi


casa. Regrese a donde estaba, señor —ella chasqueó los dedos, señalando
de nuevo el punto delante de la puerta. La miró por un momento, incrédulo. 299
—¿Estás bromeando?,¿verdad?

—¿Me veo como que estoy bromeando? —preguntó con una ceja
levantada. Resoplando, él, murmuró mientras seguía sus órdenes.

—Me siento como un maldito niño.

—Eso es lo que sucede cuando actúa como tal. ¿Ves? Estoy practicando para
ser madre ya. —Willow sonrió con dulzura. Él sólo la miraba.

—¿Estás follando con esa perra o qué? —preguntó, volviendo al propósito


principal de su visita. La otra parte podría venir más adelante, teniendo en
cuenta cómo su mujer estaba actuando. Demonios, ni siquiera era su ex
todavía. El divorcio no iba a ser definitivo hasta diciembre. Mantuvo sus cartas
cerca de su pecho, aunque sabía que sería mejor empezar a comportarse si
tenía planeado llegar a la siguiente parte, y si no le tiraban de la oreja de
nuevo.
—No, sólo somos amigas. Me invitó a ir de gira con ella en Texas, donde se
tomaron las fotografías —indicó la revista entre ellos—. El ex manager de
Christine estuvo tratando de darle problemas a ella, y esto hizo que los
buscadores de noticias la persiguieran. Tienen que habernos seguido,
tomando cualquier imagen que pudiera malinterpretarse. Eso es todo, fin de
la historia, ahora lárgate.

—Espera un minuto —levantó una mano, tratando de suplicarle, sus ojos se


suavizaron. Por un momento, sólo un pequeño momento, Willow vio al hombre
del que se había enamorado hace muchos años atrás. Ella ignoró ese instante,
enfocándose nuevamente en su realidad actual—. Cariño.

—Mi nombre es Willow.

—Willow —suspiró él con tristeza— no nos hagas esto. —Dio un paso hacia ella.
Ella no retrocedió, y él lo tomó como una buena señal—. Realmente nos
amábamos, tú y yo —sonrió, de nuevo, el hombre con el que se había casado
apareció nuevamente—. Todavía te amo. El divorcio aun no es definitivo, ca…
Willow —tragó saliva—. Podemos hacer retroceder el reloj, volver a lo que
hemos perdido. —Se puso de pie justo en frente de ella. Ella lo miró suavizando
la mirada—. ¿Qué dices? 300
—Hacer retroceder el reloj —murmuró, la rubia buscando sus ojos.

—Sí. Regresar el reloj —se acercó más, aspirando el olor que conocía tan bien.
El olor de su cabello, estaba contento de ver que lo dejó crecer. Tenía el pelo
largo cuando se habían juntado, y amaba pasar los dedos a través de él—.
Encontremos lo que solíamos tener —continuó.

—Dime algo, Kevin —Willow preguntó, con voz suave, gentil. El corazón del
rubio latió con fuerza.

—Cualquier cosa.

—¿Recuerdas aquella noche cuando hicimos el amor frente al fuego, aquí


abajo, en la sala de estar? —Su voz se hizo aún más suave.

—Sí, lo recuerdo —casi tuvo una erección al pensar en esa noche. Él había
sugerido esa cosa del fuego, sabiendo lo mucho que le gustaban a ella las
tonterías románticas.
—¿Recuerdas lo duro que te pusiste? —pregunto, más suave aun, Kevin casi
tuvo que agacharse más cerca para escucharla.

—Por supuesto. Eres tan hermosa, Willow, tan atractiva, ¿cómo no iba a
hacerlo? —Él llevó una mano, deslizando el dorso de sus dedos por los
costados de sus pechos, sólo un toque ligero—. Todavía lo eres. Dios, Willow
eres tan sexy

—Bueno, si haces retroceder el reloj —dijo ella, alzando la voz. Y cogiéndole la


mano donde se rozaba con la de ella, sus dedos eran fríos como el acero—
entonces te sugiero que vayas atrás en el tiempo y eyacules en un condón,
porque esa es la noche que me embarazaste.

Él se quedó inmóvil, con la sangre congelada mientras la miraba a los ojos,


sorprendido de ver tanta frialdad allí. Apartó su mano de la de él, dándole la
espalda para dirigirse a las escaleras.

—Llévate esa basura contigo —dijo por encima del hombro, mirando la revista
aun en el suelo—. ¡Y deja tu llave! —gritó, fuera de vista.

Kevin se quedó allí, aturdido, por unos minutos, y finalmente se movió. 301
Tomando la revista, bajó la mirada hacia ella, a continuación, en silencio, dejó
la llave en el pasamano, y se fue.

* * *

Christine llamó suavemente, esperando que se abriera la gran puerta.


Finalmente, después de unos momentos de agonía, que ella sabía eran a
propósito, se abrió, y Sandra apareció en su lugar. Se miraron mutuamente por
un momento, entonces la diseñadora dio la vuelta y volvió a entrar en su
estudio, dejando la puerta abierta para que la cantante la siguiera.

Sandra se veía como siempre, tranquila, fresca, e impecablemente vestida


con su pelo recogido en la cabeza como siempre. Pero conociendo la mujer
durante dieciocho años, Christine sabía que era una fachada.

Sandra se acercó a su mesa de trabajo, donde tenía un puñado de dibujos,


algunos acabados, la mayoría en partes, y recogió su lápiz. Sin mirar a su
huésped no invitado, habló:
—¿Qué puedo hacer por ti, Christine?

La cantante miró a su alrededor, disfrutando de la vista de las enormes


ventanas hasta el techo, toda la habitación estaba pintada de blanco,
incluyendo la moldura que se alineaban en el techo y el viejo piso de madera.
Parecía más una sala de bailarines en Nueva York que un estudio de diseñador
de Beverly Hills.

—¿Cómo estás? —Christine preguntó finalmente, sentándose en una de las


pocas piezas de mobiliario. La mayor parte del espacio estaba ocupado con
materiales; tablas para cortar, y bastidores sobre estantes de ropa en varias
etapas de fijación o costura. Unos maniquíes de tamaño natural decoraban
las esquinas.

—¿Estoy bien cómo estás tú? —la diseñadora preguntó, todavía no se


molestaba en sacar la mirada de su boceto.

Christine suspiró. Sandra estaba siendo difícil.

—¿Cómo estuvo? —Esto llamó la atención de la rubia. Sus ojos afilados se 302
alzaron, dando a Christine una mirada brutal.

—Sabrías si te hubieras molestado en ir, ¿no es así? No tendrías que depender


de las descripciones de segunda mano. —Su voz era tan fría como sus ojos.

—No sentí que fuera apropiado ir.

—¿No? —Sandra tiró su lápiz, y rodeo la mesa, la ira fluía alrededor de su


delgado cuerpo—. ¿Y por qué no? —Se detuvo justo frente a la cantante,
mirando hacia abajo con sus manos, finas y elegantes en las caderas—. Fue
tu manager durante dieciocho años, Christine. Él te hi…

—¡Detente! —Christine levantó una mano, su propia ira empezaba a crecer—


. Alto ahí, Sandra. Tú y yo tuvimos esta misma conversación hace seis meses.
—Se encontró con la mirada acerada de la mujer, daga con daga.

Finalmente, los ojos de Sandra bajaron y se volvió a una de las muchas


ventanas.
—¿Cuándo se convirtió en un culo cobarde? —dijo ella con aire ausente,
mirando el tráfico hacia abajo en Ventura Boulevard.

—Siempre lo fue, Sandra. Él sólo tocó fondo —dijo la cantante, igual de


ausente.

—Muy acertado tu juego de palabra —Sandra murmuró. Christine sonrió, pero


la sonrisa desapareció rápidamente cuando se acercó a la diseñadora, que
estaba apoyada en la fría pared de ladrillo.

—No es necesario que me recrimines, Sandra. Confía en mí, estoy haciendo


más que suficiente por mi cuenta.

Los ojos de la diseñadora encontraron los de ella otra vez, estudiándola, casi
hasta el punto de hacer sentir incomoda a Christine.

—Él te quería, ¿sabes? —ella miró por encima del hombro, a la hermosa mujer
de pie cerca de ella. Christine se limitó a mirarla, sin revelar nada. Sandra se
volvió hacia la ventana—. No te sientas culpable, Christine. No tienes
absolutamente ninguna razón para hacerlo. Robert se hizo esto a sí mismo. Él
trató de arruinarte por despecho, y al hacerlo, se arruinó a sí mismo. 303
—¿Qué pasó? —Christine preguntó, su voz tembló, casi con miedo de oír la
respuesta.

—Perdió todos los clientes que tenía. Hasta el último —rio con amargura—.
Todos tenían miedo de correr la misma suerte que había creado para ti. —Ella
suspiró profundamente—. Supongo que pensó que como ya había cometido
un suicidio profesional, bien podría acabar con él —su voz se quebró un
poco—. Si vas a hacerlo, hazlo bien y sin vuelta a tras, solía decir.

—Lo siento mucho, Sandra —Christine susurró, poniendo una mano en el


hombro de la mujer normalmente intocable. Para su sorpresa, la diseñadora
se volvió y se lanzó a los brazos de la cantante. Christine la abrazó, frotando su
espalda, mirando hacia la calle.

—Yo no fui —explicó en voz baja —porque sabía que se esperaba que dijera
algo que no era mi intención decir.

Christine fue sacudida de sus pensamientos por la sensación de los labios


suaves en su cuello. Su corazón se detuvo por un momento, luego comenzó a
latir otra vez, más rápido, cuando esos labios continuaron, suave, lentamente,
hacia su oído.

—Sandra —dijo ella, medio gimiendo.

—Solía hablar de ti —dijo Sandra, jugando con su lengua mientras lamía un


rastro de fuego en la garganta de la cantante—. Cuando estábamos en la
cama. Él solía hablar de cómo deseaba que te unieras a nosotros. —Christine
estaba dividida entre dos mundos. Dividida entre lo que quería y sabía que
estaba mal, y lo que su cuerpo estaba pidiendo. No quería que sus ojos se
cerraran, o que el largo suspiro se escapara cuando sintió que unos dedos
rozaban su pecho, el pezón descuidado durante mucho tiempo al instante se
endureció—. Eres tan hermosa, Christine —Sandra susurró contra su piel,
besándola a lo largo de la de la mandíbula cincelada, luego, buscando la
boca de Christine. La besó, suave, despertando su apetito—. Déjame hacer
esto, Christine —rogó Sandra, con su mano apretando el seno, sintiendo el
tamaño y la forma—. Déjame cumplir su deseo.

Los ojos de Christine se abrieron, y se alejó de la diseñadora, su cuerpo gritaba,


pero su mente gritaba por una razón completamente diferente.
304
—No lo hagas —dijo, deteniendo a Sandra en seco, que parecía confundida
y un poco molesta—. No me utilices de esa manera, y no me utilices como un
reemplazo de Bob.

Sandra suspiró, tratando de tragar su vergüenza y orgullo.

—Es por la pequeña rubia de Texas, ¿verdad? —finalmente logró decir. Sus
emociones y su cuerpo se vieron atrapados en un torbellino, y a ella no le gustó
en absoluto.

—No hagas eso —susurró Christine, dolida—. No involucres a una mujer


inocente en esto. Me conoces mejor que eso.

—Tienes razón. Lo hago. —Sandra levantó las manos, tocando su cabello para
asegurarse de que todavía se veía fabulosa, luego, enderezó su vestido. Se
veía tan hermosa y escultural como siempre—. Lo siento, Christine. —Ella
apartó la mirada. Por primera vez en mucho tiempo, sintió pena. Christine Gray
era una de las pocas personas en el planeta que habían logrado ganar su
respeto y verdadera admiración—. Tal vez deberías irte.
—Sí, creo que debería. —Christine se dirigió de nuevo hacia el sofá donde
había estado sentada, recogió su abrigo. Con la mano en el pomo, se detuvo
cuando la voz de Sandra la llamó. Ella no miró a la diseñadora mientras
hablaba.

—Ella es realmente preciosa, Christine.

Con eso, Christine salió.

305
Capítulo 13

W
Illow estaba casi histérica cuando vio el Jeep Wrangler abrirse
camino a través de su maravillo e invernal rancho. Corrió al porche,
con el aliento congelado por la fría noche, pero eso no le
importaba.

Christine la saludó desde la cabina mientras se detenía. Apenas abrió la


puerta cuando una rubia emocionada ya estaba en sus brazos.

—¡Te extrañe! —Willow exclamó, casi exprimiendo el aire de la mujer más alta,
que rio y le devolvió el apretón.

—Te extrañé, también. —Ellas se separaron, y de inmediato la mirada de


Christine cayó en el vientre de la rubia. Puso una mano sobre él, mordiéndose
el labio mientras se concentraba en lo que estaba sintiendo. Willow sonrió.

—¿Qué estás haciendo, boba? 306


—Bueno, supongo que ya está empezando a mostrarse, quiero ver si el diablillo
está haciendo saltos mortales.

—Ja, ja, muy divertida. Este pequeño diablillo se va a morir de frío si no te metes
en la casa. Eres bienvenida a quedarte aquí si quieres... — la voz de Willow se
apagó mientras se giraba hacia la casa.

—¡Ey! ¿Vas a ayudarme a llevar mis cosas o qué?

Willow le dio una mirada divertida por encima del hombro.

—Lo siento. Ya estoy llevando un paquete —dijo tocando su vientre para


enfatizar su punto, subió por las escaleras, y entró en la casa. Christine la
observaba detrás de ella, con la boca abierta e incrédula.

—¿Es una broma? murmuró, las palabras se congelaron en la noche fría.

—Por supuesto que estoy bromeando, tonta! —Willow corrió escaleras abajo,
golpeando juguetonamente el brazo de su amiga. Juntas arrastraron las
maletas de Christine por las escaleras, dos de ellas tenían ruedas. Una vez
instalada en su habitación, la cantante empezó a desempaquetar mientras
Willow corría para hacer un poco de chocolate caliente para la pobre mujer
congelada.

Christine miró alrededor de la pequeña habitación, decorada con buen gusto


en colores y temas sencillos, pero muy cálida. La cama con dosel, de roble,
con lo que parecía ser una colcha hecha a mano que cubría la cama de
matrimonio. Las fotos familiares estaban colocadas de forma dispersa,
observando a Christine. Miró algunas de ellas de cerca, reconociendo a una
joven Willlow en diferentes etapas de su vida; soplando velas, sentada encima
de su caballo, Star; del brazo de un hombre que parecía ser su marido.

Es curioso como nunca prestó mucha atención a las imágenes antes.

¿Estaban allí la última vez que se había quedado en la habitación?

—Ah. Veo que has descubierto mi nueva afición. —Willow dijo en voz baja
desde la puerta, con dos tazas humeantes en sus manos—. No es bueno para
mí pasar demasiado tiempo sola; comienzo a ser creativa. —Sonrió, entrando
en la habitación y entregando a Christine una de las tazas—. Con malvaviscos,
como a ti te gusta. 307
—Gracias —Bebiendo, la cantante cerró los ojos de placer al sentir el sabor
del rico chocolate—. Extrañaba esto. —Levantó la taza— En California no hay
necesidad de hacerlo. —Se acercó a una de las fotografías—. ¿Esta eres tú?
—Willow asintió—. Sí. Mi mejor amiga y yo, de la escuela primaria y la
secundaria, Scarlet.

—¿Tú y Scarlet todavía se hablan? —preguntó Christine, fijándose en todos los


detalles de las dos jóvenes, que parecían tener unos once o doce años,
llevaban vestidos blancos con divertidos sombreros de papel del mismo color,
en las rubias cabezas. Ambas tenían la boca abierta, y Scarlet estaba mirando
al fotógrafo.

—No, ella se mudó en octavo grado. Estábamos en una obra de teatro en esa
imagen. —Willow rio entre dientes ante el recuerdo—. Fue una de esas cosas
ridículas, donde nadie tenía realmente un papel, determinado. Se suponía
que todos éramos panaderos. O eso es lo que creo —dio unos golpecitos en
el cristal mirando los divertidos sombreros blancos— sombreros de Tortuga.
—Ah. Difícil de adivinar, —Christine sonrió, y luego guiñó un ojo a la rubia de
ojos verdes.

—¿Tienes alguna foto tuya? ¿De cuando eras más joven? —Willow se sentó
en el borde de la cama, con las manos alrededor de su taza, calentándolas.

Christine resopló, mirando una foto de la rubia con sus abuelos, durante su
graduación de la secundaria.

—La primera imagen tomada de mí fue para una ficha policial cuando tenía
once años —dijo ella con aire ausente.

—Oh. —Willow miró a su chocolate, viendo un malvavisco que se derretía—.


Lo siento.

—No —Christine sonrió, sentada junto a su amiga—. He tenido suficiente con


las fotografías que me han tomado.

—Sí, supongo que tienes razón, ¿verdad? Bueno —dijo la rubia, sonriendo de
oreja a oreja—. Cuando nazca la bebé, va a tener una cámara en su cara
todo el tiempo. Voy a llenar toneladas de álbumes con fotos de ella. —Se 308
quedó mirando hacia el espacio, imaginando.

—Estás bastante segura de que es una chica, ¿verdad? —Christine observó


la pequeña panza de Willow, estuvo tentada de acercarse y tocarla de
nuevo, pero decidió no hacerlo. Una vez en un día era suficiente.

Los ojos verdes se encontraron con los suyos, y Willow asintió.

—Sí. Es curioso. Es como si supiera que voy a tener una niña.

—Y ¿qué pasa si es un niño?

—Entonces lo amaré de igual manera. Sólo tendré que encontrar un nuevo


nombre para él. —Ambas rieron—. Y no preguntes —Willow movió un dedo de
advertencia a su amiga—. No quiero traer mala suerte al decir su nombre en
voz alta.

—Muy bien. No voy a preguntar.


—Vamos —Willow golpeó suavemente la rodilla de Christine—. Deja que te
enseñe algunas cosas que he hecho en la casa.

* * *

—Mm, esto está bueno —Christine suspiró, bajando la taza para apoyarla en
su regazo.

—No.

—Oye, te dije que hicieras café descafeinado —dijo la cantante, mirando a


su amiga al otro lado del sofá, tomando debidamente su taza de té caliente
descafeinado.

—Kevin estuvo aquí —miró a la morena—, hace una semana.

—¿Que deseaba? —Tomó un sorbo del rico chocolate, cerrando los ojos de
placer.
309
Willow sonrió.

—Quería saber si soy lesbiana.

—Ah, la palabra “L”. No es sólo una serie, —murmuró Christine—. ¿Supongo


que vio ese maravilloso trabajo de literatura?

Willow asintió, jugando con su bolsa de té, sumergiéndola un par de veces,


antes de sacarla y colocarla en el plato que descansaba sobre la mesa de
café.

—También trató de conseguir que yo no me divorciara de él. —La voz de la


rubia era amarga, entristeciendo a Christine.

—¿Qué dijiste? —preguntó en voz baja.

—En pocas palabras, le dije que el infierno se congelaría primero. Él lo provocó


que asuma las consecuencias. —Sin darse cuenta, llevó la mano hacia abajo,
descansando sobre su estómago, con los instintos protectores en estado de
alerta.
—¿Estás bien con su visita? —Christine dejó la taza en la mesa, girando un
poco para, poder hacer frente a su amiga, dándole toda su atención. Willow
no dijo nada por un momento, el fuego se reflejaba en sus ojos verdes mientras
observaba las llamas bailar. Finalmente miró a Christine.

—Sí y no. Me dolió, pero supongo que de alguna manera extraña fue bueno
ver que está bien. ¿Sabes? Dios, ¿Tiene esto algún sentido? —Pasó una mano
por el pelo, volviéndose de espaldas al fuego.

—Willow, lo amabas, y estuvisteis juntos durante mucho tiempo. Sería una


locura que alguien espere que te olvides de todo eso. Amar a alguien se
convierte casi en un hábito.

—Puede ser difícil de romper —Willow estuvo de acuerdo con un movimiento


de cabeza.

—Sin duda.

—¿Has estado enamorada? —La rubia preguntó después de una breve


pausa. Christine sacudió la cabeza, sin pensarlo siquiera—. ¿Nunca? 310
—Nunca. —Christine suspiró, pensando que tal vez esto podría ser la transición
perfecta en la conversación que sabía debía tener. Había estado allí durante
tres días, y no había surgido la ocasión. Ya era hora de que lo hiciera. —Willow,
realmente quiero despejar dudas con respecto a algo—. Willow no dijo nada,
esperando a que la cantante continuara—. Ese artículo de la revista.

Willow asintió, sorbiendo nerviosa un poco de su taza.

—Realmente no hay nada para aclarar, Christine. No es como si hicieras algo


malo.

—No, no lo hice. Pero eso afecta, sin duda, nuestra vida, amigos, familia.

Willow se rio en voz baja, mirando hacia abajo su taza.

—Tengo algunas miradas que me cuestionan, por decir de alguna manera.

—Apuesto que sí. —Christine suspiró, guardando su valor—. Me hiciste una


pregunta, y yo realmente no contesté. Eso me ha estado molestando. —Sus
miradas se encontraron por un breve momento, compartiendo un hilo de
entendimiento.

Colocando su taza de té y un plato sobre la mesa de café, Willow se apoyó


en el brazo del sofá, doblando las piernas debajo de ella. Miró a su amiga con
expectación.

Christine suspiró antes de comenzar.

—Ya sabes que, este mundo ama las etiquetas. Los seres humanos sienten la
necesidad de etiquetar todo, supongo que, para relacionarse, no estoy
segura. Nuestra cultura y el lenguaje es interesante de esa manera, supongo,
—ella divagaba con aire ausente—. De todos modos —moviendo la cabeza,
se centró en el tema en cuestión—. Desde que llegué a la escena musical
cuando tenía quince años, el mundo ha querido que me meta en alguna
parte, y realmente no encajaba de ninguna forma, ¿sabes? Yo no era
exactamente una princesa del pop, o una diva. Por lo tanto, cuando no
pudieron encasillarme en una categoría musical, quisieron hacerlo en mi vida
privada.
311
—¿Qué quieres decir?

—Bueno, tuve a la comunidad gay tratando de meterme bajo sus alas como
la próxima Melissa Etheridge, a pesar de que salimos al mismo tiempo —se rio
suavemente—. Pero también tenía a la comunidad heterosexual que me
vinculaba con Sheryl Crow o Alannah Myles, o cualquier otro que puedas
imaginar. Confía en mí, los escuché a todos.

—¿Por qué hicieron eso? —Willow estaba fascinada, sin siquiera darle un
segundo pensamiento, a lo que había oído acerca de las celebridades.
Aunque no conociera mucho de ellas.

—Debido a que todo el mundo necesita para hacer valer sus pretensiones. Al
igual que Bob, por ejemplo. Él me hizo, me descubrió, no importa si fue mi
talento el que me llevó hasta allí.

—Por lo tanto, todo el mundo quiere un trozo de ti —dijo Willow, de forma


categórica. Christine asintió.
—Sí. Nunca he sido fotografiada con un hombre que fuera identificado como
un pretendiente, ya sea heterosexual, gay, o lo que sea. Bueno, por lo que
pasaron a las mujeres. El mismo problema, pero ya que tengo un gran número
de seguidoras lesbianas, debió ser por eso.

—¿Por qué no aclaraste las cosas, entonces? Si no eres gay.

Los labios de Christine se cerraron en una deliciosa sonrisa.

—¿Qué, y arruinar el misterio? Esto puede parecer frío, Willow, pero el misterio
vende.

—Creo que el sexo vende.

—Oh, sí. Y qué mejor historia entonces que una cantante que ha construido su
carrera a base del misterio, la sexualidad pura, pero que aun así es asexuada.
Ellos me perseguían, nunca fue suficiente. Por desgracia —suspiró ella,
agarrando su taza de nuevo, y bebiendo—. Resultó contraproducente. Con
cada mujer extraña que me vieron, automáticamente se convirtió en mi más
reciente conquista. —La amargura era inconfundible.
312
—¿Christine? —Willow dijo en voz baja, apoyando la mano en el tobillo de la
cantante—. Todavía no has respondido a la pregunta.

Christine pensó en lo que debía decir, mientras tomaba otro sorbo, luego
mantuvo la taza entre sus manos, de vuelta en su regazo. Se quedó mirando
el líquido oscuro, que capturaba la luz del fuego de color naranja.

—Tanto las lesbianas como las heterosexuales evalúan su sexualidad según


con quien tengan relaciones sexuales, ¿de acuerdo? —miró a su amiga, que
asintió con la cabeza.

—Sí, en su mayor parte, supongo.

—Claro, tienes a algunos locos por ahí que dicen que es mucho más que eso,
pero cuando se llega a los detalles prácticos, todo es acerca de si disfrutas de
un pene o una vagina.

—De acuerdo —Las cejas rubias oscuras se unieron, tratando de entender


hacia dónde se dirigía. Christine la miró directamente a los ojos.
—¿Cómo puedo ser etiquetada si no estoy teniendo sexo con ninguno de los
dos? —Se miraron la una a la otra por un momento, los ojos azules de Christine
eran inquebrantables. Vio impacto e incertidumbre en los de Willow.

—¿Espera, que? —La rubia se inclinó hacia delante, cruzando las piernas al
estilo indio, con los codos apoyados en las rodillas—. No entiendo…

—Willow, para mí, el sexo es una mala palabra. Es algo que vendía en la calle,
algo que está matando a mi mejor amigo— explicó, con voz suave.

—Cariño, no tiene por qué ser así —dijo Willow, entristecida por su amiga, que
merecía todo lo que era bueno en la vida además del amor, y ella se lo
negaba a sí misma a causa de un pasado, plagado de imperfecciones.

—Lo hago por mí. Sé que lo que hice es sólo sexo. Confía en mí, he oído este
argumento antes, pero nunca, he hecho el amor. Siempre ha sido algo
retorcido, contra una pared en un callejón oscuro, sucio, o en alguna
habitación mal oliente de un motel.

—Está bien, déjame entender esto —Willow acomodó su cuerpo una vez más,
porque se imaginó que sería una conversación larga y profunda—. ¿No has 313
tenido relaciones sexuales con nadie desde tus días en las calles? ¿Nunca has
hecho el amor con alguien? ¿Nunca te han hecho el amor? —Sus cejas se
levantaron ante la última pregunta. Christine sacudió la cabeza, bajó los ojos,
y sintió que la vergüenza le encendía las facciones.

—Desde que empecé en todo esto, he tenido personas que se han arrojado
sobre mí, ¿sabes? Todos lo que deseaban era un pedazo del pastel, por así
decirlo. —suspiró profundamente, luego miró a su amiga con los ojos
torturados—. No es que alguno de ellos me quisiera a mí. —Se golpeó a sí
misma en el pecho—. Se trataba de la imagen, y lo que podía hacer por ellos.

—Oh, Christine —susurró Willow, tomando la mano de la cantante—. Lo siento.


—Christine se encogió de hombros.

—No se puede perder lo que nunca se tuvo. Simplemente no es algo en lo que


realmente pierda el tiempo. He mantenido mi parte del trato, una vez más me
he vendido a mí misma para el beneficio de las masas.
—¿Realmente te sientes de esa manera? —Willow preguntó, con voz ronca,
casi sintiéndose culpable de ser parte de esas masas. Los tristes ojos azules se
encontraron con los de ella, y Christine asintió.

—No solía hacerlo. Esto empezó a ocurrir desde los últimos cinco años más o
menos. Estoy tan cansada, ¿sabes?

—No puedo estar en tus zapatos, pero puedo ver el desgaste, en tus ojos —
Apretó la mano de Christine—. Espero que este pequeño viaje aquí te dé un
poco de paz. Es decir, sin duda vas a encontrar tranquilidad aquí. —Ambas
rieron. A Willow no se le escapó que Christine realmente no había respondido
a su pregunta, pero ella decidió dejarlo pasar. Por esta noche.

—Bueno —dijo Christine, moviendo rápidamente sus piernas para que sus pies
tocaran el suelo. Apuró su chocolate, luego se limpió la parte posterior de la
boca—. Estoy agotada. —Se inclinó y le dio un abrazo de buenas noches a
Willow.

—Que descanses bien —murmuró la rubia, luego sonrió a su amiga cuando se


separaron, y Christine se puso de pie.
314
—Tú, también. Te veré por la mañana.

Willow vio cómo su amiga agarró su taza, y la casi vacía de Willow, entró en la
cocina, y luego se dirigió hacia las escaleras, subiendo lentamente, con la
mano en la barandilla, casi como si estuviera tirando de ella hacia arriba.

Esa noche, Willow se durmió con una sonrisa en su rostro.

* * *

—Connor, basta. —Rachel le dio a Christine una sonrisa con dientes apretados,
luego golpeó a su novio en la pierna de nuevo.

—Lo siento —bajó los ojos, mirando su mano de cartas, aunque tardó sólo unos
momentos para mirar de nuevo a la mujer sentada en la mesa frente a ella.

Por su parte, la cantante básicamente ignoró sus miradas, pero no fue fácil.
Especialmente cuando era el turno del hombre para robar una carta, y,
Rachel o Willow tenían que golpearlo para traerlo de vuelta al juego.
—Una —dijo Christine, moviendo la tarjeta en la mano izquierda. Las otras dos
mujeres gruñeron, mientras el hombre del grupo sonreía como un tonto.

—Eres una vergüenza —Rachel le susurró—. No puedo llevarte a ninguna


parte.

—Tú también, apestas. —Willow dijo, haciendo caso omiso de la otra


enfermera. Christine le sacó la lengua a la rubia, sosteniendo su tarjeta de uno
cerca de su pecho, manteniéndolo lejos de los curiosos ojos verdes—. Tenemos
que mantenerla en el juego, muchachos —dijo ella, mirando su mano.
Sonriendo maliciosamente, con su lengua atrapada entre los dientes, el rubio
perdió su única oportunidad de mantener a Christine en el juego.

—¡Oye! —Connor gritó, viendo el robo de la carta cuatro que acababa de ser
dejada para él.

—Lo siento, muchacho —Willow se rio—. Eso es lo que obtienes por estar
sentado ahí con tu lengua fuera toda la noche. —Él la fulminó con la mirada
mientras obstinadamente sacaba sus cartas.

—¿De qué color, Willow? Elige sabiamente. —Rachel advirtió. 315


—Lo sé —La rubia se mordió el labio, mirando la tarjeta negra, blanca y roja
que Christine prácticamente había hecho parte de su camisa, como si
estuviera tratando de ver a través de ella. Christine le devolvió la mirada, con
la ceja levantada desafiándola—. Verde. No, de color rojo. Espera, creo que
azul.

—Vamos, Willow. Escoge uno.

—Verde. Sí. Voy a ir por el verde.

—Deberías haber ido por el amarillo —susurró Rachel—. Tengo una tarjeta
amarilla con el dos—. Ella arrojó un dos verde. Todos los ojos se volvieron hacia
la cantante, quien se veía desdichada cuando vio dos pares de ojos
expectantes, y un par de ojos de cachorro que le dieron ganas de rodar los
ojos. Ella se resistió, por el bien de Willow. Finalmente ella suspiro.
—Sí, deberías haber ido por el amarillo. —Christine dio a cada uno de ellos otra
mirada, luego se volvió a Willow, su boca se curvó en una sonrisa torcida. Sin
apartar su mirada, ella tiró su tarjeta.
—¡Willow! — Rachel exclamó, mirando boquiabierta a los dos de color rojo que
encabezaban la pila de tarjetas.

—Estoy fuera —dijo Christine suavemente. Willow la fulminó, con sus dagas
esmeraldas. Con eso, Christine levantó las manos en el aire, con un puño
victorioso.

—Suerte de principiante —murmuró la rubia.

—Todavía no puedo creer que nunca hayas jugado al Uno antes. —Rachel
negó con la cabeza mientras colocaba su mano de cartas sobre la mesa—.
Connor, basta.

—Eso fue divertido —dijo Christine, los vasos tintinearon mientras ella los
recogía entre sus dedos, en dirección a la cocina.

—Sí, realmente lo fue —Willow respondió desde el interior. Estaba ocupada


descargando los últimos platos limpios para cargar en el lavavajillas los que se
ensuciaron esa noche. —Lo siento mucho por Connor. Por lo general no es tan
desagradable.
316
La morena rio entre dientes.

—Está bien. He conocido a tipos como él, antes.

—Bueno, de alguna manera no creo que él haya conocido a alguien como


tú antes. —Willow tomó los vasos de Christine, para dejarlos en la parte superior
de la máquina.

—Puede ser. —Cogió el paño de cocina de donde lo había dejado para


secarse, y se dirigió a la sala del comedor, para limpiar la mesa.

—Eres un tiburón con las cartas, ¿eh? —dijo Willow, apoyada en el arco entre
el comedor y la sala. Christine sonrió.

—Como tú has dicho —Levantó la mirada hacia la mujer más pequeña—.


Suerte del principiante.

—UH Huh.
—Mira, uh, creo que voy a volver a Los Ángeles este fin de semana —Christine
retorció el trapo alrededor de su mano, sintiéndose repentinamente nerviosa.
Willow luchó por mantener la decepción profunda lejos de su cara, aunque
no estaba segura de qué tan exitosa era.

—Oh. Uh, está bien. —Se volvió hacia el gabinete, abriendo una de las puertas
con paneles de vidrio, reordenando algunas piezas de plata, sólo para
mantener las manos ocupadas.

—Bueno, yo he estado aquí casi dos semanas —explicó Christine suavemente.

—Me he quedado sin ropa. Yo sólo empaqué lo suficiente para dos semanas.
—Miró a su amiga, la vio mirando el plato de plata, para la mantequilla, que
tenía en sus manos. Willow estaba golpeando suavemente la parte superior, a
continuación, lo dejó de hacer, sólo para empezar todo de nuevo.

—Está bien. Entiendo. —Willow miró a su amiga, sonriendo débilmente. Ella se


sorprendió de como su corazón se desmoronó por la repentina noticia. Se
sentía perdida ya, y era sólo jueves.

—Pienso que podría volver, por algo más de ropa —la voz de Christine se 317
apagó, al ver que Willow no hablaba. Sin decir una palabra, la rubia se dirigió
hacia las escaleras, irrumpiendo en la habitación que Christine estaba usando.
Miró a su alrededor, vio la bolsa de basura negra abandonada en un rincón,
llena de ropa sucia. Tomándola, la alzó por encima del hombro, cual Santa
Claus, mientras se dirigía escaleras abajo, pasando frente a una aturdida
Christine, y bajando el segundo tramo de escaleras, que le llevaría a la
cisterna.

Finalmente saliendo de su estupor, Christine bajó corriendo las escaleras,


haciendo sonar las botas en la madera. Alcanzando a la pequeña rubia loca,
le preguntó:

—¿Qué estás haciendo?

—Te estoy ahorrando un billete de avión. —Willow dijo, dejando la ropa de su


amiga en el suelo del baño, separándola en montones de oscuras, blancas,
rojas y prendas delicadas.

—Willow, cariño, no tienes que lavar mi ropa —Christine trató de agarrar la


mano de la rubia, pero su mano fue apartada.
—No.

Christine sabía que no debía tratar de enfrentarse a la mujer obstinada, así


que ella se apoyó en la tabla de planchar, observándola trabajar. La lavadora
fue encendida cuando la rubia giró el dial, y luego vertió el detergente, y un
chorro de suavizante Downy para la ropa.

Secándose las manos se volvió, con orgullo hacia la aturdida mujer.

—Está bien. Me quedaré.

Willow sonrió, caminando cerca de su amiga, y de paso la tomó de la mano.

—Vamos, mega estrella. Me debes una revancha de Uno.

* * *

La transformación del invierno fue completa. Los días eran más cortos, más 318
tranquilos, la vida, y los sonidos eran amortiguados por los mantos de nieve,
mientras que la luz se amplificaba en un brillo cegador. Los notorios vientos de
Oklahoma soplaban la nieve en capas, que fluían a través de la tierra, casi
como una tormenta de arena.

Christine se apartó de la ventana, corriendo precipitadamente, cuando vio a


Willow cargando una caja, que decía guirnalda.

—¡Willow! —gritó, asustando de muerte a la pequeña rubia, que casi deja caer
la pesada caja. Ella se salvó cuando la cantante la arrancó de sus brazos.

—¿Qué haces? ¿Estás loca? — Trató de recuperar la caja, pero Christine ya


estaba a mitad de la escalera.

—Maldita sea, Willow. Sabes lo que dijo el médico —La cantante dejó la caja
en el suelo al pie de la escalera. Subió los pocos escalones hasta la rubia que
estaba haciendo pucheros—. Cariño, no hagas nada que pueda lastimarte a
ti o al bebé —dijo suavemente, colocando una mano protectora sobre la
panza de Willow.
Willow suspiró, sentándose en la escalera donde estaba de pie.

—No me gusta esto —murmuró, pasando la mano automáticamente sobre su


vientre.

—Lo sé. Pero es temporal. —Christine se sentó junto a ella—. Úsame a mí para
este tipo de cosas —señaló la caja—. Eso es para lo que estoy aquí. —Unos
ojos verdes la miraron—. ¿Bueno? —Willow suspiró.

—Está bien. Yo sé que tienes razón.

—Sólo dos meses más. Ya casi ha terminado.

—Si te entregara el testimonio, ¿puedes terminar la carrera por mí? —Willow


preguntó con una ceja levantada. Christine sonrió.

—Lo haría si pudiera. Ahora —Se puso de pie, tirando de la rubia con ella—.
Dime donde deseas esto, y luego puedes desempacarlas mientras yo consigo
el resto de ellas. ¿De acuerdo?
—Supongo. —Willow sabía que se trataba de un compromiso serio, pero ella
odiaba sentirse inútil. A decir verdad, estaba muy agradecida de que Christine 319
estuviera allí durante el mes pasado. Se había hecho más grande de la noche
a la mañana, su vientre parecía haber explotado, y estaba empezando a
encontrar la más simple de las cosas difíciles de hacer.

Fiel a su palabra, durante veinte minutos, todas las cosas navideñas fueron
sacadas del ático, y ambas mujeres las estaban clasificando, viendo lo que
estaba roto, y lo que podría usarse.

—Un poco a la izquierda. No, más a la derecha. Hasta arriba. No, abajo…

—Mujer, ¡decídete! —Christine miró hacia abajo a la rubia, que tenía un ángel
de porcelana y encaje en la mano, mientras se balanceaba sobre el árbol
artificial, tratando de colocar otro ángel en la rama superior.

—Estoy tratando de hacerlo perfecto —explicó Willow, inclinando la cabeza


hacia un lado para tratar de obtener una mejor imagen de lo que estaba
buscando.

—Bueno, mientras estás tratando de hacer eso, voy a dejar caer el árbol, y
entonces no importará dónde vaya.
—Está bien, está bien. Ponlo donde lo dejaste hace unos momentos.

Christine volteó los ojos, sin tener absolutamente ninguna idea de a cuál de las
docenas de posiciones que había hecho momentos atrás se refería la rubia.
—¿Podrías ser sólo una pizca más específica?

—Derecha —Willow se estiró, en sus puntillas, empujando la mano de la


cantante sólo un centímetro hacia la izquierda—. Ahí. —Sonriendo con orgullo
por su decisión, ella dio un paso atrás, mirándolo—. ¡Ven aquí abajo! ¡Tienes
que ver esto!

Murmurando para sí misma mientras se bajaba de la escalera de mano,


Christine retrocedió y se posicionó justo detrás de la rubia, mirando el producto
final del trabajo de una tarde. Olvidado la irritación de inmediato, sonrió.

—Guau.

—Hermoso, ¿verdad? —Willow estuvo de acuerdo en voz baja.

—Oh, espera —Christine corrió hacia el árbol, cayendo de rodillas, junto a él, 320
luego arrastrándose por la parte de atrás, y con un gruñido, enchufó las luces.
Sonrió ante el grito que escuchó de su amiga, a continuación, la sala quedó
a oscuras, los bulbos diminutos que rodeaban el árbol era la única luz.

Retrocediendo fuera del árbol, y con cuidado de no hacerlo caer, se unió a


su amiga.

—¿Quieres saber algo? —Christine dijo, mientras tiraba a la rubia contra ella.

—Hmm? —preguntó Willow, cruzando los brazos sobre aquellos que la


rodeaban justo por encima de su estómago y por debajo de los pechos.

—En realidad nunca he disfrutado de la Navidad —dijo en voz baja la


cantante—. Por lo general, los chicos estaban con sus familias y esas cosas, y,
no sé —ella se encogió de hombros—. Siempre me sentí mal por molestar a
Adam y Alice.

—¿Entonces qué hacías? —Willow dijo, con voz soñadora mientras estudiaba
las luces parpadeantes, casi adormeciéndola.
—Por lo general sólo me quedaba en casa, escribiendo. Millie es testigo de
Jehová, ella, su marido y sus hijos no lo celebran. Ella y yo conversábamos, o
tal vez horneábamos algo. —Se encogió de hombros—. Eso es todo.

—Pero tú celebras la Navidad, ¿verdad? —preguntó Willow, con la cabeza


ligeramente apoyada en el hombro de la mujer más alta.

—Supongo que sí —dijo Christine en voz baja—. Lo hacíamos cuando yo era


una niña —Sonrió ante el recuerdo—. Una niña muy joven. Antes de que me
metiera en cosas realmente malas. Bueno, eso no es cierto. Fue incluso antes
de nacer. Creo que debería decir, antes de que ellos se follaran, espera, lo
siento. Estoy tratando de controlar mi lengua —se aclaró la garganta mientras
Willow sonreía—. Antes de que quisieran hacer una familia. Puedes sacar a la
chica fuera de la calle, pero no puedes sacar la calle de la chica.

—Suena como el título de una canción country —Willow se rio, separándose


de la cantante y sentándose firmemente en el centro del sofá—. Ven aquí y
mantenme caliente.

No tenía que pedirlo dos veces, Christine se sentó junto a su amiga,


envolviéndola en los brazos cálidos, y tirando de la manta del sofá, la metió 321
bajo los pies de Willow, sabía lo fríos e hinchados que estaban.

—¿Puedo preguntarte algo? —Willow habló después de un rato.

—Por supuesto.

—¿Estás aburrida aquí?

Tardó un momento en comprender el significado de las palabras, a


continuación, las cejas oscuras se fruncieron.

—¿Espera, porque lo dices?

—Bueno, esto no es Los Ángeles o Nueva York. No tenemos las luces brillantes
y una gran ciudad para mantenernos ocupados. ¿Sabes? —levantó la mirada
hacia la cantante, observando cómo el brillo de las luces del árbol de
Navidad se reflejaba en sus bellos ojos.

Christine sonrió a la rubia, negando con la cabeza.


—¿Cómo es posible aburrirse en un enorme pedazo de tierra que requiere de
tanto trabajo? ¡Y tu caballo! —ella volteó los ojos—. Mi dios, y pensé que los
niños eran demandantes. —Hizo un guiño ante la risa de Willow.

—Estoy hablando en serio, boba. —Poniéndose seria, Christine la abrazó—. Yo


también —dijo suavemente en el cabello rubio—. No, no estoy aburrida. Me
encanta estar aquí. Me da tanta paz, es increíble. Realmente un lugar
maravilloso. Puedo entender por qué venias aquí cuando eras una niña.
Debes haber encontrado algunos lugares geniales especialmente para una
niña activa y precoz, como sin duda eras.

—Hmm —Willow sonrió, sintiéndose muy segura y satisfecha—. Mi divorcio es


mañana —dijo en voz tan baja que casi Christine no la oyó.

—¿Estás de acuerdo con eso? —preguntó ella, sintiendo de repente un dedo


frío deslizándose por la espalda.

—Si mucho. —Willow suspiró profundamente—. Finalmente, todo habrá


terminado, y podré seguir adelante.

—¿Piensas que va a tratar de luchar por la custodia? —Christine tuvo que 322
sonreír para sí misma, mientras su mano se había alejado ausente para cubrir
el vientre grande de Willow. Se sintió tan protectora por lo que había debajo.
El calor se reunió con la mano llenando su corazón.

—No lo sé.

—Supongo que tendremos que cruzar ese puente cuando lleguemos a él,
¿eh? —Christine dijo en voz baja, sintiendo el movimiento de cabeza de
Willow. Se detuvo en seco, dándose cuenta de lo que había dicho. Sintiéndose
tonta, cerró los ojos, pero no dijo nada. Rectificar sólo sería llevar a la luz su
error, ya que al parecer Willow no se había dado cuenta. Cómo se atrevía a
sumarse a sí misma a una simple ecuación donde uno más uno era igual a
Willow y Kevin.

—¿Christine?

—¿Sí?

—Tengo que empezar las clases de parto sin dolor pronto. —Se apartó,
aunque le tomó un poco de esfuerzo, su vientre no le permitía moverse tan
bien como antes. Después de algunos gruñidos, se volvió y miró a su amiga—.
¿Quieres ser mi compañera?

—Me encantaría. —El mundo de repente a oscuras de Christine se llenó de luz


de nuevo. Dios, Kevin era un tonto.

* * *

—¿Qué? ¿Quieres parar? Me estás haciendo sentir mal. —Christine gruñó,


encendiendo el intermitente para arrancar el auto que la llevaría a la clínica.

—Lo siento, simplemente no puedo creer lo diferente que te ves. Es alucinante.

—Sí, pero ¿será convincente? —La cantante se volvió hacia su compañera,


moviendo las cejas.

—Está bien, mamás y compañeros, encuentren un lugar cómodo, y


empecemos a trabajar —Heather Yaklich llamó, aplaudiendo. Mientras su
clase murmuraba entre sí, se volvió a los pocos que llegaban tarde, para 323
iniciar la sesión, y firmar los folletos y papeles que llevarían a casa.

Dos hermosas mujeres rubias, entraron, la rubia más pequeña, obviamente,


tenía razón para estar allí con ellas, y la otra más alta, con grandes y preciosos
ojos marrones, era la compañera de la mujer.

—Hola. Willow Bowman y Casey —Willow sonrió ante la instructora.

—Es un placer conocerlas a las dos. —Heather tomó las manos de ambas, e
hizo que Casey firmara—. Está bien, señoras, encuentren un lugar, que vamos
a empezar.

—Lo estás haciendo bien —Willow susurró, sintiendo el nerviosismo de Christine.

—Eso espero —la cantante habló también susurrando.

—Ahora, mamás, pronto serán responsables de cuidar de su pequeño, él o


ella, guiarlo y nutrirlo para que se convierta en un adulto útil y productivo. —
Heather sonrió a su clase, mirando a cada pareja por separado. No se perdió
la coloración verde en la cara de Willow Bowman. Seguro era el primero.
* * *

Parpadeando varias veces, Christine miró sus ojos enrojecidos a través del
espejo, levantando su mano para frotarlos con los dedos. Parpadeó varias
veces más, ella agarró la botella de Visine, dejando caer una docena de
gotas frías en el pelo antes de que ella finalmente lo hiciera en los ojos.

Lo que no podía imaginar era como la gente llevaba esas malditas cosas día
tras día.

Cerrando el estuche de los lentes de contacto, apagó la luz del baño, deslizó
los dedos sobre la peluca rubia de poliestireno, que usó en su cabeza, mientras
pasaba cerca de ella. Agradeció a Dios por tener conexiones. Fue capaz de
conseguir su disfraz via FedEx'd durante la noche. No hubo gritos de sorpresa
o deleite, ni murmullos de reconocimiento. Christine pensaba que todo había
salido muy bien.
324
Además, ¿quién estaría esperando ver a Christine Gray en Oklahoma?

A punto de llegar por el pasillo hacia la escalera, se detuvo, con la mano aún
en el marco de la puerta de su habitación. Se detuvo, escuchando.

Las piernas largas corrieron rápidamente, Christine se encontró empujando la


puerta del dormitorio parcialmente cerrado de Willow, y al lado de su cama.
Willow estaba recostada sobre su costado, hecha un ovillo tan pequeño como
era posible, la pelota de playa debajo de su camisa completaba el efecto. Su
cara estaba enterrada en la almohada, con las manos metidas debajo de la
barbilla, y ella estaba llorando.

En las cinco semanas que Christine había estado allí, vio a menudo episodios
de llanto, pero por lo general era como el llanto de un niño, siempre podía
saber lo que era; producto de las hormonas o algo real. Este era uno de esos
momentos reales.

—Ey —dijo Christine, con voz tan suave como su toque, mientras se deslizaba
sobre la cama, se abrazó al cuerpo de la mujer más pequeña. Willow no
respondió, simplemente lloró con más fuerza.
Dejó que la rubia se desahogara, ella la contuvo, con un brazo escondido
debajo de su almohada, y de Willow, tomó una mano de la rubia en la suya,
acercando a la rubia de nuevo a ella, su brazo se apoyó entre los pechos de
la rubia y la panza.

Willow permitió que el calor del cuerpo detrás de ella la envolviera, llenándola
de paz. Las lágrimas comenzaron a disminuir, pequeños estornudos tomaron
su lugar.

—¿Por qué lloras, Willow? —Christine susurró en el oído de la rubia, una vez que
sintió que su amiga había tomado el control de sus emociones.

—Es una estupidez —Willow sollozó.

—Dudo que lo sea. Confía en mí—.

—Es lo que dijo esa mujer, Heather, esta noche. Sobre tener que levantar a
estos bebés, teniendo toda la responsabilidad sobre nuestras cabezas. Dios,
Christine, ¿cómo voy a hacer esto? —Sus ojos comenzaron a llorar de nuevo,
y ella se los limpió con rabia—. Creo que no puedo hacerlo por mi cuenta. 325
—No estás sola, cariño —Christine trató de razonar con ella—. Tienes tanta
gente aquí que te quiere y que desea ayudarte. La semana pasada Rachel
me dijo que estaba más que dispuesta a quedarse con el bebé durante unos
días para darte un descanso. —Apretó a la rubia—. Su única petición fue que
le hicieras esos brownies de chocolate doble.

Willow sonrió a través de sus lágrimas, pero duro poco.

—Supongo que una vez que decidí que quería tener hijos, tuve esta imagen
en mi cabeza, una casa, los padres, perro, todos a la vez. Yo quería ser capaz
de darle a mi hijo, todo lo que mis padres no me dieron, o no pudieron darme.
Lo arruiné —Comenzó a llorar de nuevo.

—Oh, cariño. No, no lo hiciste.

—¡Estoy sola! ¡Una mujer divorciada y embarazada!


—Oh, cariño —La llenó una nueva oleada de dolor y miedo, Christine la
sostuvo, susurrando palabras de ánimo y consuelo en su oído, deseando tanto
que ella pudiera tomar el dolor de la mujer más pequeña.

Después de un rato, los sollozos se calmaron de nuevo, y Christine decidió


intentar una nueva táctica.

—Sabes, cariño, hay todo tipo de familias ahí afuera. A veces, cuando la
sangre te vuelve la espalda, tienes que hacer una nueva. Tú la tienes. Nadie
va a dejar que hagas esto sola, y Willow, todo es temporal en la vida.
Recuerda eso. No será así para siempre, te prometo eso. Eres una mujer joven,
hermosa, con mucho que ofrecer. Sé de hecho que alguien vendrá y verá la
gran mujer que eres.

—¿Realmente crees eso?

—Con todo en mí corazón. Y Willow, le darás a este bebé lo que tu madre no


pudo darte; todo el amor y el apoyo incondicional. Tu madre fue una mujer
egoísta que se centró en sí misma y en sus propias necesidades. Tú no harás
eso.
326
—¿Cómo lo sabes? Tal vez me vuelva de la misma manera —Willow miró a
Christine por encima del hombro, con ojos esperanzados. La cantante le
sonrió, pasando suavemente un dedo por la mejilla de Willow.

—Debido a que no eres así. No sabes lo que es ser egoísta. Eres de esas
personas que dan todo de sí.

Compartieron un momento, cada una buscando respuestas en la otra.


Finalmente, Willow sonrió y apoyó la cabeza sobre la almohada, y
rápidamente acercó su cuerpo hacia Christine.

—No estás sola —Christine susurró de nuevo—. Me tienes a mí, también.

—Gracias —Willow susurro—. Eres la mejor amiga que he tenido nunca.

—Vamos. Vamos a hacer algunos de esos brownies dobles de chocolate,


¿eh?

Estornudo.
—Bueno.

Christine besó la sien de la rubia, a continuación, se levantó de la cama,


pasando las manos por el cabello. Se sorprendió cuando escuchó otro sollozo
procedente de Willow. Volviendo de nuevo a la cama, inclinándose sobre la
rubia.

—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó con pánico, estaba a punto de deslizarse


detrás de ella otra vez.

—No puedo levantarme —Willow se quejó. Christine trató de ocultar su sonrisa.

327
Capítulos 14

—¡Que! ¿Piensan que soy una ballena varada? —Willow maldijo, con una
bolsa de plástico en la mano. Oh, tengo que sentarme. Ella se sentó en el sofá,
sintiéndose como un hombre de ochenta años—. Me refiero, a que ¡utilizó la
mitad del maldito rollo de papel higiénico! —continuó su diatriba, las tres
mujeres restantes ocultaron sus sonrisas.

—¿Ballena? —Rachel murmuró.

—¡Escuché eso! —Willow gritó a su amiga, que estaba deshaciéndose de los


platos y vasos de cartón usados en la fiesta.

—Bien, bien, no se metan con la mujer embarazada —dijo Christine, sonriendo


todo el tiempo a la pelirroja y asintiendo.

—¿Qué voy a hacer con todo esto? —Willow suspiró, mirando la pila de cajas
y paquetes, todos ellos envueltos en rosa y azul. 328
—Agradecer a tu buena suerte, mi amor —dijo Myra, sentada junto a su nieta,
acariciando su muslo—. Cuando tuve a tu padre, no teníamos todas estas
cosas —ella agitó la mano en la sala—. Vas a hacerlo muy bien, mi amor.

—Gracias, abuela. Y gracias por venir. —Apoyó la cabeza en el hombro de la


mujer mayor, muy feliz de verla.

—Oh, cariño, este será mi primer bisnieto —dijo Myra en voz baja, corriendo los
viejos dedos a través del espeso, y abundante cabello rubio que adoraba
peinar cuando Willow era una niña, hace muchos años. La chica lo tenía hasta
la cintura, solía llevar una trenza dorada. Casi se le rompió el corazón cuando
todo ese oro fue cortado en favor de los nuevos estilos, más cortos, de hoy.
¿Qué pensaban estas mujeres jóvenes, al querer parecerse a los chicos?

—Entonces, ¿qué piensas? —Rachel susurró, vertiendo jabón en el pequeño


plato del lavavajillas. Cerrando la puerta, giró el dial a la posición correcta, y
encendió la máquina.
—Creo que ahora es un buen momento —Christine susurro, atando la bolsa
negra, y dejándola en la puerta de la cocina para sacarla más tarde. La
pelirroja sonrió, igualando la mirada traviesa de Christine.

—¡Estoy muy emocionada! —dijo la enfermera entre dientes, frotándose las


manos. Riendo como niñas de escuela, se dirigieron a la otra habitación.

Aclarándose la garganta, Christine habló.

—Willow, a las tres nos gustaría darte nuestros regalos, ahora —indicó a Rachel,
Myra y a ella misma. Willow levantó la cabeza del hombro de su abuela
parecía confundida.

—Pero ustedes ya me dieron un regalo.

—Sólo fue una cortina de humo, mi amor —dijo Myra, continuando con las
sonrisas secretas y guiños de las otras dos.

—Oh, está bien —respondió cautelosamente, pero se puso de pie, con la


ayuda de Rachel.
329
Las cuatro hicieron una caminata lenta por las escaleras, Rachel ayudando a
Willow y Christine sosteniendo el codo de Myra.

—Estoy tan agradecida de que mi nieta te tenga a ti para ayudarla —dijo


Myra suavemente, metiendo su brazo en Christine.

—¡Gracias, Sra Wahl —dijo la cantante, con una suave sonrisa adornando su
rostro!

—¡Oh, tonterías! Eres de la familia. Me llamaras abuela, o no esperes que te


responda, ¿entiendes? —Los ojos azules se clavaron en los de Christine, y en
ese momento, la mujer más joven supo exactamente de donde Willow había
heredado su carácter. Ella asintió.

—Ya lo tienes, abuela.

—Buena niña.

Aunque en el exterior Christine era la imagen de la calma, por dentro estaba


saltando de alegría, como un niño en la mañana de Navidad. Nunca había
pronunciado ese título, y mucho menos otorgárselo a alguien. El calor que se
extendió a través de ella hizo que sus extremidades hormiguearan. El
cosquilleo se extendió a su corazón cuando vio a Willow devolverle la sonrisa
dos pasos más arriba. La pequeña rubia obviamente había oído, y aprobado.
Christine le devolvió la sonrisa.

—Ya sabes —dijo Rachel, una vez que se habían detenido ante la puerta
cerrada del tercer dormitorio en la parte de arriba—. Gracias a Dios que has
estado demasiado agotada para poder entrometerte —sonrió a su amiga,
apretando su mano mientras giraba el pomo, empujando lentamente la
puerta.

La réplica de Willow fue cortada cuando el olor a pintura fresca y madera


golpeó su nariz. Se volvió hacia las tres sonrientes mujeres que la rodeaban, y
empujó la puerta, jadeante, llevándose las manos a su boca.

—Espero que todavía quieras a los Ositos Cariñositos6 —dijo Christine


suavemente, colocando una mano en el hombro de la rubia. Sus dedos se
agarraron rápidamente con firmeza, deslizando el brazo de la cantante hacia
abajo, y finalmente envolviéndose alrededor de la rubia, entre los pechos y la
panza. 330
—¡Oh, Christine! —Willow susurró—. Es hermosa. —Se fijó en las paredes
pintadas, con pequeños ositos cariñositos rebotando por todo el lugar, en las
nubes, deslizándose por el arco iris, y bailando en la hierba verde. Unos ojos
verdes empañados observaron la cuna blanca colocada en la esquina, al
lado de una mesa a juego. Ubicada en la otra esquina estaba una mullida
mecedora grande, una mantita colgaba en el respaldo. Un tocador estaba
junto al armario, los tiradores pintados de un color diferente del arco iris, que
hacía juego con un largo tocador al otro lado de la habitación.

—Imagino que a medida que el bebé crezca, se puede pintar con el color
que quiera —explicó Christine.

Un pequeño sollozo escapó de la garganta de Willow, y ella se volvió hacia la


mujer más alta, enterrando la cara en su cuello. Envolviéndola en sus brazos,
Christine apoyó la mejilla en la parte superior de la cabeza rubia.

6
Ositos Cariñositos: En España Los Osos Amorosos. Una serie de televisión y una línea de
juguetes estadounidenses que fueron muy populares en los años 1980.
Rachel se quedó cerca de la puerta, con el hombro apoyado contra el
interruptor de la luz de osito, y las observó a las dos. Su cara mostró una mezcla
de reacciones. Una pequeña parte de ella estaba celosa, ya que siempre
recibió los abrazos de Willow cuando estaba cerca. Pero de alguna manera
los celos fueron olvidados ya que tenía el presentimiento de que su vínculo iba
mucho más allá de lo que Willow había compartido con la pelirroja. No podía
entenderlo aún, pero era alentador ver que Willow tenía un fuerte pilar en el
que apoyarse.

—¿Cómo hiciste todo esto? —preguntó Willow, limpiándose las lágrimas,


mirando a su alrededor otra vez.

—No lo hice yo sola. Todas hemos estado trabajando en él durante un tiempo


—explicó Christine—. Es una suerte que no te guste ir al sótano —ella sonrió. La
rubia se rio, apretando el brazo de la cantante.

Alejándose un poco de Christine, Willow se volvió hacia Rachel y su abuela.

—Muchas gracias chicas. Es tan hermoso —superada por nuevas lágrimas, la


rubia se encontró en el centro de un abrazo de grupo.
331
* * *

—Concéntrate en Mickey, cariño, respira conmigo —dijo Christine en voz baja,


sosteniendo la mano de Willow. Los ojos verdes se apretaron fuertemente,
entonces se abrieron, centrándose en la figurita que se encontraba en la
bandeja sobre la cama de Willow.

—Canta —jadeó— canta para mí.

Christine se sorprendió por la solicitud, pero felizmente accedió, su mente giró


por un momento, mientras trataba de pensar. Nada vino a la mente, por lo
que comenzó a tararear, su voz era suave y tranquila, calmando visiblemente
la rubia.

Willow gritó cuando sus entrañas se retorcieron, una vez más, otra contracción
se apoderó de ella, dejándola sin aliento. Christine comprobó su reloj; cuatro
minutos de diferencia. Dejó de tararear, animando en voz baja a su amiga a
respirar por el dolor, manteniendo la concentración.
Rachel corrió por las escaleras, sin molestarse con el ascensor, agitada por el
esfuerzo y la emoción. Atravesando la puerta de la escalera hasta el quinto
piso, miró a su alrededor, viendo a Cameron Dawes, una enfermera de día
con quien solía trabajar antes de que ella se trasladara a maternidad.

—Cameron —exclamó, sorprendiendo a la pobre mujer. Corrió hacia ella, sin


aliento—. ¿Cuál es el estado de Willow?

Los ojos de la mujer de inmediato se iluminaron, la emoción cubrió sus mejillas.

—La acaban de subir. Ha dilatado ya ocho centímetros y medio, así que está
casi lista. —Su sonrisa era contagiosa, Rachel tomó las manos de la mujer, las
dos reían como niñas pequeñas por su compañera de trabajo y buena amiga.

—Dios, no puedo esperar para ver al bebé —exclamó Rachel.

—Lo sé —Se puso seria—. ¿Cómo está la seguridad?

—Bastante restringida. Nadie entrará en esta sala sin que nosotros lo sepamos
—dijo orgullosamente Cameron, tomando personalmente la responsabilidad 332
para asegurarse de que todo estuviera en su lugar. Rachel miró alrededor de
la sala, viendo agentes de uniforme en todas partes, haciendo todo lo posible
para mantener a la prensa alejada—. ¿Cómo diablos esa pequeña bola de
fuego hizo que una famosa cantante fuera su compañera de parto sin dolor?

Rachel rio, palmeando el brazo de la mujer de color.

—Es una larga historia.

—Hmm. ¿La ves a menudo? Quiero decir, ¿es toda estirada y poderosa?

—No, en absoluto. —Rachel y Cameron se movieron a la sala de enfermeras,


para tomar una taza de café—. Ellas se ven todo el tiempo. Es realmente una
gran persona y una gran amiga para Willow.

Cameron negó con la cabeza, agitando la crema.

—Que locura, y aquí mismo en la ciudad de Oklahoma.


—Lo sé. Es un mundo loco —Rachel sonrió, apretando el brazo de la mujer de
nuevo, a continuación, se dirigió a la sala de espera de la unidad, para
aguardar a Myra y la madre de Willow.

La cabeza de Willow se golpeó contra la camilla, cerrando los ojos, tenía la


cara pálida y húmeda. Se sentía mareada después de ese último empujón.

—Ya casi ha terminado, cariño —Christine susurró, echando hacia atrás el


cabello que estaba empapado de sudor, y limpiando la cara de la rubia.

—No puedo —Willow jadeó— ya no puedo.

—Sí que puedes. —Christine se inclinó, poniendo un suave beso en la frente—


. Uno más, Willow. Uno más.

—Vamos, Willow danos un buen empujón —dijo la médica entre las piernas de
la rubia—. Ya se ve la cabeza, empuja una vez más, y yo podré hacer el resto
—alentó.

—Puedes hacer esto, Willow. Tengo fe en ti. Vamos, cariño.


333
La rubia abrió los ojos, mirando los ojos azules, tan cerca de los suyos, el azul
casi igualando al uniforme que Christine llevaba. Mirándola a los ojos, se
centró en su color y brillo, en lo tranquilos que estaban, entonces fue capaz
de bloquear el dolor. Podía hacerlo. Lo haría por Christine.

Arrugando toda la cara, apretando intensamente los ojos, usó hasta el último
poco de energía que tenía, gritando mientras se abría, mostrando los dientes,
la boca se abrió lentamente en un grito cuando sintió una liberación
repentina, un dolor adormecedor, seguido por el llanto de un bebé no muy
feliz.

Su grito se convirtió en una risa de alivio, sintiendo las lágrimas de Christine en


su cara mientras su cabeza estaba acunada cerca.

—¡Lo hiciste! ¡Oh, cariño, oh, Willow, lo hiciste! —susurró en su oído.

—¡Tienes una niña sana! —la médica proclamó, sosteniendo unas tijeras muy
largas—. Christine, ¿te gustaría hacer los honores? —preguntó con los ojos
sonriendo detrás de su máscara.
Una ola de orgullo se extendió por la cantante cuando tomó la herramienta
en las manos temblorosas, teniendo que ser guiada al cordón por la doctora
un par de veces.

—Está bien —murmuró la mujer—. No le harás daño.

Un simple toque, y el cordón fue cortado. Christine entregó rápidamente las


tijeras de nuevo a la doc, luego volvió su atención a Willow, que estaba medio
inconsciente, de agotamiento y tratando de vencerlo para ver a su hija.

—Christine —la enfermera dijo en voz baja, acercándose a la cantante, con


un bebé recién limpiado y envuelto en sus brazos.

—Oh — Respiró, mirando hacia abajo la cara pequeña, arrugada que se


volvió hacia ella, cuando la recién nacida se colocó en sus brazos—. Mi dios
—Respiró, incapaz de quitar la sonrisa de su cara—, es tan pequeña. —
mirando hacia arriba para ver la comprensión en los ojos marrones de la
enfermera, volvió a mirar la cara del bebé, los ojos azules entrecerrados
parpadearon rápidamente, la cara comenzó a contorsionarse cuando
ráfagas cortas de malestar brotaron de la boca más pequeña que Christine
había visto nunca. 334
La enfermera sonrió, nunca se cansaba de ver el amor de los padres con sus
hijos por primera vez. Esto no era diferente.

—Oh, escucha —La morena la arrulló, olvidando de repente a cualquier otra


persona en el mundo entero, salvo de la pequeña vida que tenía en sus
brazos—. Eres hermosa, al igual que tu mamá, sí —Pequeños brazos se
agitaban inútilmente, atrapados en la manta. Las pequeñas explosiones de
llanto se detuvieron por un momento, como si la bebé no estuviera segura de
lo que se suponía que debía hacer. Los ojos se abrieron de nuevo, grandes por
un momento, a continuación, se entrecerraron nuevamente cuando un gran
llanto se escapó.

Christine se acercó a Willow, su corazón se sentía como si fuera a estallar, el


amor rezumaba por todos sus poros.

—Gracias, Willow —susurró a la mujer dormida—. Gracias por compartir esto


conmigo.
* * *

—¡Es una niña! —Christine exclamó, explotando en la sala de espera, todavía


en su uniforme. Una docena de rostros se volvieron hacia ella, pero sólo tres se
levantaron, y corrieron hacia ella. Se encontró envuelta en un mar de
preguntas y abrazos emocionados. Respondió a las preguntas lo mejor que
pudo; tres kilogramos y medio, cincuenta centímetros, azul; oscuro; bien, con
sueño; No, no me desmayé.

Christine se sentía agotada, ya que había estado haciendo trabajo de parto


con Willow durante treinta y siete horas y ella estaba drenada. Sentada en una
silla junto a la cama de Willow, la excitación a su alrededor se desvanecía, la
oscuridad dichosa aliviando los bordes de su conciencia, la cabeza apoyada
contra la pared, con los brazos colgando a los lados de la silla, los párpados
cada vez más y más pesados, se cerraban.

Todo el mundo finalmente se fue, y Willow, apoyada en las almohadas,


sostenía a su hija contra su pecho, escuchando los suaves sonidos de succión.
Al girar la cabeza, vio a Christine, que llevaba dormida más de una hora, y
una suave sonrisa rozó sus labios. 335
Dar a luz sin duda había sido una experiencia difícil, y no podía recordar todo,
pero recordaba a la cantante allí con ella, sin abandonarla, incluso dejaba
abierta la puerta del baño en la habitación de Willow, para asegurarse de que
podría escuchar si la rubia necesitaba algo mientras ella estaba en lo suyo.

Su corazón, estaba lleno de vida por el bebe en sus brazos, pero de alguna
manera esas paredes se expandieron al punto de romperse cuando sintió el
amor de Christine para su hija. No pudo evitar pensar en cuan incompleto
hubiera sido el día sin ella.

Recordó la mirada en los ojos de Christine mientras la animaba en la sala de


parto, la forma en que besó su frente, y había hecho todo lo posible por
mantener alejado el cabello y el sudor de Willow de los ojos durante el duro
parto.

¿Cómo iba a ser capaz de manejar la situación cuando un día Christine


decidiera irse, para volver a su vida? La rubia sabía que era cuestión de
tiempo, veía a Christine de pie ante el piano una vez más, los dedos con aire
ausente pulsando una tecla o dos, acariciando el marfil, con una mirada tan
melancólica cruzando su hermoso rostro que eso rompió el corazón de Willow.
No había manera de que pudiera competir con eso.

Mientras la miraba, los ojos azules parpadearon lentamente abriéndose,


Christine gimió mientras estiraba su largo cuerpo en la incómoda silla. Miró a
su alrededor, orientándose. Cuando vio a las dos en la cama del hospital, una
sonrisa instantánea se extendió por sus labios.

—Ey —dijo, con la voz ronca por el sueño.

—Hola —dijo Willow, sonriendo de igual manera. Se sintió tan mal cuando vio
el color rojo en los ojos de Christine, sabía que la mujer tenía que estar
completamente agotada.

—¿Dónde está todo el mundo? —Se puso de pie, estirándose con un gemido,
con los brazos levantados sobre su cabeza antes de acercarse a la cama.

—Todos se fueron a casa. Es tarde.

Mirando hacia abajo a las dos, Christine alzó su mano, rozando suavemente 336
un mechón de color marrón que cubría la diminuta cabeza del bebé.

—No puedo creer lo pequeña que es —susurró con asombro.

—Lo sé —Willow miró a su hija, con aire ausente buscando la mano de


Christine. Se encogió ligeramente cuando se deslizó sobre su cuerpo, dando
un lugar a la cantante para que subiera a la estrecha cama junto a ella—. Tú
también —susurró ella, sin apartar los ojos de la niña, que se había quedado
dormida sobre el pecho de su madre.

Con cuidado, subiéndose a la cama, Christine estiró las piernas, envolviendo


un brazo alrededor de Willow y el bebé, mirándola dormir.

—Te presento a Emma Christine Bowman —Willow dijo en voz baja, mirando a
los ojos de su amiga. Christine sintió el aguijón de la emoción detrás de sus ojos,
y parpadeó—. Pareces sorprendida —Willow sonrió—. Sin ti, muy poco de esto
habría sido posible.

—Bueno —dijo a través de su asombro—: Creo que Kevin merece el crédito


más que yo.
Willow se rio en voz baja, inclinándose hacia adelante y apoyando sus labios
suavemente en la mejilla de Christine. Con las cabezas juntas, las mujeres
finalmente se durmieron.

* * *

El mes pasó rápidamente para las dos, un constante ir y venir, tratando de criar
a un bebé recién nacido.

Christine no tenía idea de que algo tan pequeño podía oler tan mal.
Conteniendo la respiración mientras, echaba otro pañal en el contenedor, se
dirigió al piso de arriba, Willow seguía pidiendo que le llevara el nuevo tubo de
Desitin de la bolsa de pañales.

—Voy —gritó, subiendo las escaleras de dos en dos, finalmente dejó el tubo
en la mano de la madre que aguardaba.

—¿Cómo está mi chica desordenada? —Christine la arrulló, haciendo un 337


montón de caras locas a Emma. Los ojos de la pequeña, que empezaban a
ponerse verdes, brillaron, y los pequeños hoyuelos de su rostro derretían el
corazón de la morena—. Willow, es oficial —dijo Christine, mirando a la rubia
muy seria.

—¿Qué pasa? —preguntó Willow, dándole un pañal limpio para poner a


Emma.

—He perdido mi corazón por una mujer.

—Oh, lo has hecho, ¿verdad?

—Sí. —Bajó la mirada hacia la bebé, agitándola mientras hacía musarañas.

—Hmm. Bueno, ya es hora de que te decidas por uno de los sexos.

—Estoy de acuerdo. Supongo que puedes llamarme una lesbiana de bebé —


Christine se echó a reír, Willow la miraba como si estuviera loca—. Me pareció
muy divertido —murmuró a Emma, que eructó en respuesta.
Willow volvió a poner las cosas de Emma en el estante encima del cambiador,
riendo para sí misma. Le encantaba ver a Christine con la bebé. Trató de
imaginar cuando Emma se hiciera mayor; tendría dos niñas en sus manos.

El teléfono sonó, y ella caminó por el pasillo hasta su dormitorio, agarrando el


teléfono inalámbrico de su base.

—¿Christine?

—¿Sí? —La cantante preguntó, metiendo a Emma en la curva de su brazo.

—Teléfono, cariño —Willow intercambió la bebé por el teléfono—. Te la


devolveré cuando hayas terminado —dijo la rubia a la morena cuando
protestó. Christine gruñó, pero se dirigió hacia el pasillo mientras se ponía el
teléfono en la oreja, el piso crujió bajo sus botas.

Willow tarareaba en voz baja, bailando suavemente con la pequeña Emma.


La bebé había sido alimentada y cambiada, y sus ojos estaban cada vez más
pesados. Su voz se hizo más suave, arrullándola para que se durmiera. Cuando
finalmente Emma dejó escapar un pequeño, y adorable suspiro, la rubia la
colocó en su cuna, asegurándose de que estaba a salvo y caliente. Besándola 338
suavemente en la cabeza, Willow salió de la habitación, dejando la puerta
semiabierta.

Dio un salto, con el corazón palpitante, cuando oyó un fuerte estallido, y luego
otro, un chasquido, a continuación, más golpes.

Corriendo por las escaleras, corrió a la cocina, donde ella vio algunos trozos
de algo volando, luego se dio cuenta que eran del teléfono, Christine lo
golpeaba contra el mostrador frenéticamente, dejándolo destrozado.

—¡Christine! —dijo en voz alta, tratando de conseguir que la furiosa mujer se


controlara. Dio un paso hacia la cantante, levantando una mano vacilante
para tocar su brazo, sólo para que Christine saltara lejos de ella, con los ojos
encendidos.

Dejando caer lo que quedaba del teléfono sobre el mostrador, Christine se


volvió, ocultando su rostro.
—Lo siento por el teléfono —susurró, con voz gruesa. Willow se acercó hacia
ella de nuevo—. No me toques —sollozó Christine, corriendo fuera de la
habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Willow se quedó allí de pie, sacudida hasta la médula. Sus nervios se alteraron
aún más cuando se dio cuenta de que Emma estaba llorando arriba.

Respirando profundamente varias veces, pasó una mano temblorosa por el


pelo y corrió a la habitación de su hija, casi contenta con la distracción de
tener que calmar a Emma.

Christine corrió, con un sollozo en la garganta. Trató de tragarlo, pero no iba a


ninguna parte. Todo lo que podía esperar era alejarse lo suficientemente lejos,
lejos de la casa, de Willow y de Emma.

Las manos se cerraron en puños, su visión comenzaba a desdibujarse, las


imágenes y colores sangraban juntos, causando que se tropezara con las
piedras que se extendían por toda la tierra como la pólvora. Recuperando el
equilibrio, se estabilizó, sólo para tropezar de nuevo, pero esta vez cayó sobre
una rodilla.
339
Soy el doctor Weitz, llamo en nombre de Alice...
Dejó que su otra rodilla cayera, con las manos tocando la tierra, los dedos se
incrustaron en el suelo blando.
... apendicetomía de emergencia... complicaciones...
Gotitas cayeron, haciendo pequeñas manchas redondas de barro, pequeños
puntos se unían, haciéndolas más grandes.
... ... infección… sistema inmunológico muy débil...
Christine se arrojó hacia atrás sobre sus caderas, con los ojos fuertemente
cerrados, la boca abierta cuando un grito salió de su garganta.
... lo siento mucho...

—¡No!

Willow, sostuvo a Emma estrechamente, con los ojos abiertos y asustados.

—Está bien, mi amor —susurró en el oído del bebé—. Está bien.

Willow miró por encima de sus gafas de lectura, y escuchó suaves pasos en el
pasillo. Dejo la novela, y escuchó. La puerta de Emma se abrió ligeramente,
pasos más suaves, palabras susurradas, entonces la puerta se cerró
suavemente. Los pasos se detuvieron delante de la puerta de Willow, el suelo
crujía bajo el peso, entonces los pasos siguieron adelante, al final del pasillo,
donde una puerta se cerró.

Apartando las sabanas, Willow se levantó de la cama, poniendo tanto la


novela y sus gafas de lectura en la mesita de noche, y corrió hacia la puerta.

Ella apagó la luz antes de abrirla, entonces se inclinó hacia el pasillo,


escuchando de nuevo.

Había luz bajo la puerta de Christine, pero mientras observaba, la grieta


debajo de la puerta se volvió oscura.

Mordiéndose el labio, la rubia trató de decidir qué hacer. Recordando la


expresión de angustia absoluta que había visto en el rostro de Christine ese
mismo día, decidió ver como estaba.

De pie frente a su puerta, se detuvo de nuevo, y finalmente levantó la mano,


golpeando suavemente. Apenas escuchó la invitación, empujó lentamente la
puerta. La habitación estaba a oscuras, Christine estaba en la ventana, su
silueta estaba iluminada por la luz de la luna. 340
Willow entró, cerrando la puerta detrás de ella con el fin de no despertar a
Emma. No dijo nada mientras ella caminaba al otro lado de la habitación,
acercándose a su amiga.

—Lo siento —susurró Christine, con los ojos mirando hacia fuera, sin parpadear.
Willow tomó su perfil, su dedo llegó a coger la lágrima brillante que lentamente
rodaba por su mejilla.

—Oh, cariño —dijo— ¿qué está pasando? —Su corazón se rompió cuando
otra lágrima hizo un rastro vago después de la primera, seguida de otra.

Christine se volvió, arrugando la cara mientras agarraba a Willow, liberando


un suave sollozo en el pelo de la rubia. Willow la abrazó con fuerza, con los
ojos fuertemente cerrados al sentir el dolor y la tristeza que irradiaba de la
mujer más alta.

—Sólo abrázame, Willow. Por favor, sólo abrázame.


—Por supuesto. Cualquier cosa. —La mano de Willow se levantó, con los dedos
acarició el cabello grueso y oscuro, tirando de Christine aún más cerca,
tratando de darle toda la fuerza y la seguridad que tenía para ofrecerle.

—¿Willow? —Christine dijo, su voz era gruesa, levantando la cabeza del


hombro de la rubia. Willow no dijo nada, sólo miró a ese rostro torturado,
llevando una mano, limpiando la corriente continua de lágrimas con su
pulgar—. ¿Quédate conmigo esta noche? Por favor, por favor, quiero estar
contigo esta noche —su susurro estaba casi lleno de pánico.

—Cualquier cosa que necesites —Willow susurró a su vez, su última palabra


casi fue cortada por los labios de Christine. Sus ojos se abrieron, sintiendo la
persistencia del beso, aún sentía la humedad de las lágrimas de Christine
contra su propia piel. Sintió que sus ojos se cerraban, una mano tentativa
descansaba sobre el hombro de la morena, los brazos de Christine la
envolvieron, acercándola más.

Todo pensamiento fue olvidado, sólo quedó la desnuda necesidad, cuando


el beso de Christine se hizo insistente, aceleró su respiración junto con los latidos
del corazón. Moviéndose por instinto, llevó a Willow hacia atrás hasta que la
rubia golpeó la cama, la cantante se dejó caer con ella, y sobre ella. 341
La mente de Willow se abrió, todos los pensamientos volaron lejos. Besó a
Christine, sus manos tomaron el cabello grueso y oscuro, y acercó la boca de
la morena a la suya, oyendo los gemidos desesperados de Christine mientras
abría sus labios, el beso era cada vez más profundo a medida que Willow
introducía la lengua en la boca de Christine, su cuerpo se relajó bajo el peso
reconfortante del cuerpo de la morena.

—No me dejes —Christine rogó, dejando la boca de Willow, buscando su


cuello, lamiendo y mordiendo, su mano se movía bajo la camiseta de Willow,
los dedos rozaban un pecho desnudo, Willow jadeaba por el toque—.
Quédate conmigo.

—Sí, Christine, sí —Willow gimió, sus manos llegaron a la espalda de Christine,


encontraron el dobladillo de su camisa, tirando de ella, sintió su frustración
crecer hasta que Christine se sentó en sus rodillas durante una fracción de
segundo, el tiempo suficiente para sacarse la camisa y tirarla en la oscuridad,
cayendo hacia atrás para encontrar la boca de Willow otra vez, sus manos
trataban desesperadamente de eliminar la camiseta de Willow, tirándola por
encima de la cabeza de la rubia, sus manos inmediatamente fueron a sus
pechos, llenando sus manos con ellos, escuchó los jadeos de Willow cuando
los pezones de la rubia se pusieron rígidos, haciéndole cosquillas en las palmas
a Christine.

Willow arqueó su espalda, la mente explotó una vez más por las sensaciones
increíbles que corrían a través de su cuerpo. No era suficiente. Bajando la
mano, soltó los pantalones vaqueros de Christine, al ceder el botón, los empujó
hacia abajo de las caderas de la morena. Una vez más, Christine era de ella,
esta vez de pie, tirando su ropa, una bota golpeó la pared. Agarró los extremos
de los pantalones cortos de Willow, tirándolos, Willow apenas tuvo la
oportunidad de levantar sus caderas cuando la prenda casi fue arrancada.
Empujó sus propias bragas hacia abajo, a patadas, luego tomó a Christine de
la parte posterior de su cuello, tirándola fuertemente de espalda sobre la
cama.

Christine no sintió ningún dolor, sólo necesidad. Asoló la boca de Willow,


deslizando la mano derecha por el cuerpo de la rubia hasta que encontró el
calor húmedo entre sus muslos. Entró en ella, introduciendo dos dedos, Willow
jadeaba y gritaba, con las piernas abiertas.

—Te necesito —Christine gimió, su boca estaba en todas partes, besando, 342
lamiendo, chupando. Willow no podía mantener el ritmo, sin tener idea de a
donde iría la morena. Decidió sólo dejarse ir, sus caderas chocaban al ritmo
de las embestidas de Christine, su cuerpo estaba en llamas, y el clímax no muy
lejos.

Incrustando los dedos en el brazo de Christine, Willow se mordió el labio,


tratando de no gritar, aunque quería hacerlo. Christine se dio cuenta de lo
que sucedía, y rápidamente encontró la boca de la rubia, interceptando su
grito.

Los dedos todavía yacían en el interior de Willow, jadeando en la boca de la


otra, con los cuerpos cubiertos de sudor y deseo.

Willow se estremeció cuando Christine lentamente, con cuidado, quitó los


dedos, levantando sus brazos hacia arriba, envolviendo a la rubia en un
refugio cálido, manteniéndola cerca, enterrando el rostro en el cabello de
Willow.
Después de unos momentos, sus cuerpos se enfriaron, un escalofrío se apoderó
de ambas, Christine ayudó a Willow a cobijarse bajo las mantas, y luego la
atrajo cerca, sin atreverse a dejarla ir.

Willow se quedó allí, cerrando su mente, incorporándose cuando sintió el


cuerpo de Christine sacudido de nuevo con lágrimas silenciosas.

—Déjame abrazarte, cariño— susurró ella, tirando de la mujer más alta hacia
ella, Christine apoyando su cabeza sobre el pecho de Willow, mojó la piel con
su profundo dolor. Willow todavía no tenía idea de lo que había sucedido,
pero pensó que lo sabría a su tiempo.

* * *

El sol de la mañana era fuerte. Willow trató de cerrar los ojos nuevamente, pero
era inútil, no había manera de volver a dormir.

Abriendo lentamente los ojos, parpadeó un par de veces, mirando a su


alrededor, al ver que estaba en la habitación de Christine. La noche volvió a 343
ella, y se dio cuenta de que estaba sola en la cama, pero no en la habitación.
Christine estaba sentada en la silla de la esquina, completamente vestida, con
Emma dormida en sus brazos. Los ojos azules se veían cansados, y los párpados
medio cerrados.

—Hola —Willow dijo en voz baja, alzando la sábana para cubrir sus pechos
desnudos.

—Hola. —Los ojos de Christine se abrieron un poco más, su mano acariciaba


distraídamente el pequeño brazo de Emma.

—¿Cómo esta ella?

—Bien. Feliz. Cambiada y alimentada.

—Supongo que el extractor de leche fue útil, ¿eh? —Willow dijo, sintiéndose
cohibida a la luz del día. Sus ojos recorrieron la habitación, tratando
discretamente de buscar su ropa. Se sonrojó cuando vio que estaban
perfectamente doblada, y colocada en el extremo de la cama.
Alcanzándola, se puso su camiseta, luego se apoyó contra las almohadas. No
sabía que decir, no estaba segura de que decirle a Christine cuando ella no
tenía idea de cómo sentirse.

—Tendré que ir a Nueva York por unos días, a hacerme cargo de algunas
cosas —dijo Christine en voz baja, interrumpiendo los pensamientos confusos
de Willow.

—¿Nueva York? —La frente de Willow se arrugó.

—Alice es un desastre, y me necesita en este momento. —Christine miró a la


bebé, inclinándose para colocar un suave beso en la parte superior de su
cabeza.

La mente de Willow dio un salto mortal al escuchar la información sobre Nueva


York, Alice, se quedó sin aliento, con la mano a la boca.

—Adam.

Los ojos de Christine se cerraron presionó su frente en el pequeño bulto.

—Te voy a extrañar, pequeña — susurró. 344


—Oh, Christine —la comprensión inundó a Willow, con los ojos llenos de
profunda tristeza por su amiga. Se sacó las mantas de encima, se ruborizó de
nuevo, al darse cuenta de que estaba desnuda allí, también. Tirando de sus
pantalones cortos, sus pies tocaron el suelo con un ruido sordo, y ella corrió
hacia la silla de Christine. Cayendo de rodillas al lado de ella, captando la
tristeza en esos ojos azules.
—No sé qué decir —dijo sin convicción. Christine sonrió, débil y forzado.

—No hay nada que decir.

—Lo siento.

—Yo también.

—¿Cuándo te vas?

—Tengo un vuelo esta tarde.

—¿Cuánto tiempo vas a estar fuera? —Willow volvió su atención a su hija.


Mirando a los ojos de Christine, estaba rompiendo su corazón de nuevo.

—En unos pocos días. Tal vez una semana.

Willow asimiló la información, su voz fue suave cuando ella habló a


continuación.

—¿Quieres que vaya contigo? —se encontró con los ojos azules que había
llegado a adorar. Le dolía verlos tan ausentes. Christine negó con la cabeza.

—No, sería demasiado difícil viajar con Emma —de nuevo bajó la mirada
hacia la bebé, cepillando el cabello suave y sedoso de la cabeza de la
pequeña.

—Está bien —se quedó en silencio, mordiéndose el labio, una pregunta


resonaba en la cabeza, negándose a desaparecer. Sin mirar a la otra mujer,
su voz apenas se escuchó— ¿vas a volver? —El silencio de Christine la hizo
mirar hacia arriba, atrapándola de inmediato en una intensa mirada.

—¿Quieres que vuelva? —Christine preguntó, con voz firme.


345
—Sí —susurró Willow.

* * *

—Por favor, cuídate —Willow murmuró al oído de Christine mientras la


abrazaba con fuerza, cerrando los ojos fuertemente. No permitiría que su
mente le hiciera una mala jugada al pensar en la forma en que ese cuerpo se
sentía contra el de ella la noche anterior, desnuda, necesitada. Tendría un
montón de tiempo para pensarlo en los próximos días.

Christine la abrazó, y le dio un beso en la cabeza rubia.

—Lo haré —prometió. Alejándose suavemente, la miró a los ojos verdes, dando
a Willow la sonrisa más tranquilizadora que pudo, aunque no se sentía así. No
sentía nada. Entumecida. Esa era la única forma en que podía describirlo—.
Te veo pronto.
Con eso, Christine subió a su jeep, y encendió el motor. Con un giro, salió del
patio en una nube de polvo.

Willow observó, con el corazón en la garganta. Por último, sólo con el eco del
motor del jeep, cerró la puerta, apoyándose en ella. Tenía una sensación de
temor pulsando a través de ella, y lo odiaba.

Caminó por el resto del día como en un sueño, haciendo lo que había que
hacer en la casa, en realidad sólo volvía a la vida cuando tenía que asistir a
Emma, que estaba de mal humor. Era casi como si pudiera sentir que algo no
iba bien. Willow deseaba tanto que Christine estuviera allí para cantarle y así
la calmara.

Más tarde esa noche, Emma estaba alimentada, cambiada, y con sueño,
Willow se sentó en la enorme bañera, del baño principal. Con el cuerpo
reclinado, y los ojos apenas abiertos, miraba hacia el techo, el vapor la hacía
sentir como si estuviera mirando a través de una gasa.

Los recuerdos de la noche anterior, bailaban en su mente; la mirada en el


rostro de Christine, la sensación de su mano, su boca, acudían a la memoria
de Willow, y ella trataba de apartarlos, sólo para que otro recuerdo tomara su 346
lugar.

¿Qué había pasado? ¿Qué fuerza se había apoderado de ambas? Willow


nunca habría hecho algo así por su cuenta, y confiaba en que Christine no lo
haría, tampoco. Christine la había necesitado, eso estaba claro. ¿Por qué
Willow accedió de buena gana a todo lo que le pidió?

Es cierto, que haría cualquier cosa por la cantante, darle todo lo que ella
pidiera. Pero eso no.

—Dios, ¿qué he hecho? —preguntó a la habitación vacía, enterrando el rostro


entre las manos. Una parte de ella deseaba que ella y Christine hubieran
hablado de ello, aclarar las cosas. ¿Cómo se sentía Christine al respecto?

Willow sabía que no era una cuestión de ser gay o heterosexual, ni ella se veía
como una. Nunca lo hizo. Pero ¿por qué tuvo que dejar que la situación
cruzara los límites de la amistad, independientemente de cuan cercana y
profunda era la amistad? ¿Que había poseído a Willow para dejar que
sucediera?
Suspiró, cerrando los ojos. Sabía que podía darle vueltas en su mente toda la
noche. Lo que sucedió, ya ocurrió, y aunque no podía decir que se arrepentía,
le preocupaba que pasaría de ahora en adelante. Le preocupaba que se
convirtiera en un problema, entre ellas.

Aunque todo esto perturbaba su mente, en algún lugar dentro de Willow se


sentía honrada. Sabía que lo sucedido era algo que Christine no habría
compartido con cualquiera. Había confiado en Willow lo suficiente como para
permitirle entrar en su interior. Incluso si la cantante no quería hablar con ella,
no la dejaba entrar en su cabeza, al menos ella la había dejado entrar en su
corazón, y la rubia apreciaba eso.

Cuando Christine regresara iban a hablar de ello, tal vez. Pero no importa qué,
Willow no permitiría que afectara lo que habían construido. Christine era parte
de la familia de Willow, y formaba parte de su vida cotidiana, y ya se sentía
perdida y sola, tan sólo nueve horas después de que la cantante se había ido.
Cuando Willow se permitió relajarse totalmente, las burbujas en el agua
aliviaron los músculos doloridos, se olvidó de recordarse a sí misma lo
increíblemente maravilloso que se había sentido al tener las manos de
Christine en ella, su boca sobre ella, su cuerpo encima de ella. También se
olvidó de recordarse a sí misma que, aunque se trató de un breve encuentro, 347
su cuerpo todavía ardía, y nunca, en todos sus años sexualmente activa, se
había sentido tan mujer.

Kevin a menudo le decía que no le gustaba hablar esas cosas.

* * *

—Siii —Willow gimió, sintiendo los dedos deslizarse hacia abajo entre sus
pechos, sobre su abdomen, haciendo que los músculos se contrajeran, y
finalmente se relajaran. Se quedó sin aliento, arqueando la espalda cuando
los dedos se introdujeron entre los pliegues de su sexo llenándolo, el calor
húmedo, se acumulaba desbordándose—. Oh, sí, cariño —gimió de nuevo,
moviendo las caderas para profundizar aún más y así aliviar el dolor.

De repente, se llenó, arqueando la cabeza hacia atrás, sintiendo los labios


calientes en su piel, lamiendo un sendero hasta su garganta cuando la presión
continuó entre sus piernas, un dolor sordo que estaba empezando a explotar
casi dolorosamente en constante necesidad.
—Bésame—, rogó ella, abriendo los ojos para ver el intenso azul que miraba
hacia ella.

Los ojos de Willow se abrieron con un grito ahogado, el aire fresco de la noche
rozó su cuerpo medio desnudo, los pechos estaban expuestos, uno cubierto
por su mano. La otra estaba situada entre sus piernas.

Gimiendo, ella cerró los ojos de nuevo, levantando sus manos para cubrir su
rostro. Gimiendo de nuevo cuando se olió a sí misma en sus dedos.

—Esto es una locura —susurró ella, su cuerpo todavía demandaba


satisfacción, su sexo palpitaba con cada latido de su corazón.

Dejó caer el agua sobre su piel, los ojos de Willow se cerraron cuando levantó
la cara hacia el chorro, y el último poco de jabón se desvaneció en el desagüe
a sus pies.

Retiró el pelo de la cara, abrió los ojos y cerró los grifos. Deslizando las puertas,
salió a la alfombra de baño, tratando de alcanzar su toalla.
348
Estaba deseando que llegara el día. Rachel acabaría pronto, y planeaba salir
para la casa. Willow estaba en las últimas dos semanas de descanso por
maternidad, y no había salido mucho, disfrutando de su tiempo con Christine
y la bebé. Christine se había ido, por lo que ahora era el momento de sacar a
Emma al mundo exterior.

Envolviendo la toalla alrededor de sí misma, entró en el dormitorio oscuro, las


cortinas pesadas sólo permitían filtrar finos haces de luz dorada alrededor de
los bordes. Agarrando la parte inferior, tiró de ella hasta que la cortina se
levantó, un brillante destello hizo que la rubia se sobresaltara.

Mirando hacia el árbol no muy lejos de la ventana, gritó cuando vio a un


hombre que se aferraba a una rama con un brazo, y una cámara en la otra,
con la lente mantenida en el ojo mientras tomaba varios disparos.

Orientándose, se puso rápidamente a la sombra, corriendo hacia la mesa


lateral para agarrar el teléfono inalámbrico. Al ver la base vacía, se acordó
que el teléfono había sido destruido, por lo que corrió por las escaleras,
desesperadamente buscando en su bolso hasta que encontró su teléfono
celular.
Cerrando todas las cortinas a las que se acercaba volvió en sí, estaba
asustada, la sorpresa de verlo allí, que tomara su foto, lo que la hizo recordar
que alguien había irrumpido en la casa. En algún lugar dentro de ella sabía
que era ridículo, pero pensando claramente no estaba en sus cabales en este
momento.

Luchando con el teléfono celular en una mano, la otra sosteniendo la toalla a


su cuerpo, se las arregló para marcar rápidamente el teléfono de Christine.
Después de dos timbres, saltó.

—¡Están fuera de la casa! —Willow exclamó, corriendo de una habitación a


otra, asomándose por la ventana. Se quedó sin aliento cuando vio a alguien
corriendo de la casa, saltando en una mini furgoneta azul oscuro, dándose a
la fuga.

—¿Qué? Espera, ¿de qué estás hablando? —la preocupación fue inmediata
en la voz de Christine.

—¡El chico! Estaba en el árbol, Salí de la ducha, y ¡él tomó mi foto!


349
—Joder —gruñó la cantante—. Esos hijos de puta.

—¿Quién era ese? —Willow corrió escaleras arriba, a la habitación de Emma


para asegurarse de que la bebé estaba bien. Estaba profundamente dormida
en su cuna.

—Se dieron cuenta de que estoy ahí —dijo Christine ausente.

—¿Qué? ¿Quien?

—La prensa. Escucha, descansa, mantén las persianas cerradas, yo voy a


manejarlo, ¿de acuerdo? Están invadiendo propiedad privada. ¿Estás bien?

—Dios, Christine, yo estaba medio desnuda —gritó Willow, la vergüenza la


agobió, haciéndola sentir náuseas.

—Lo siento. Dios, lo siento —susurró Christine—. Prometo que me haré cargo de
ello en este momento. ¿De acuerdo?

—Está bien —respiró profundo, calmándose.


—¿Estás bien?

—Sí. Él realmente me tomó por sorpresa. Siento haberte molestado tú…

—¡No! No te atrevas a pedir disculpas. Es mi culpa que ese bastardo estuviera


allí. Escucha, estaré en casa mañana, ¿de acuerdo?

—Christine, no cortes tu viaje. Sé que tienes cosas que hacer…

—No. Tú me necesitas allí. Yo estaré en casa tan pronto como pueda, ¿de
acuerdo?

—Está bien —dijo Willow, más tranquila, y aliviada. Dios, la echaba de menos—
. ¿Cómo estás?

Christine suspiró pesadamente.

—Estoy bien. Revisamos los papeles de Adam anoche, y hoy resolveré algunas
cosas para él. A Alice no le está yendo muy bien.
350
—¿Pero, como estas? —Willow agarró el teléfono con más fuerza, deseando
poder estar allí para Christine.

—Me duele. Me duele mucho —dijo la cantante, suavemente—. Nunca pensé


que podría lastimar tanto, y sin embargo aún no he sangrado —Su risa era sin
sentido del humor.

—Estás sangrando, cariño —Willow se deslizó por una de las paredes de la


guardería, tirando de sus rodillas contra el pecho—, en tu corazón.

—Sí. Supongo que sí. Mira, Willow, sobre la noche antes de irme.

—No, no pienses en eso ahora, Christine. Ya tienes demasiadas cosas en tu


plato en este momento. Nos ocuparemos de ello en su momento.

—¿Estás segura? Yo —suspiró. Willow casi podía imaginarla pasándose una


mano nerviosa por el pelo oscuro—. Me siento como una idiota.
—No. Por favor, no —la voz de Willow era aún más suave—. Estoy —tragó—
Estoy contenta de haber podido estar allí para ti. —Esperó—. ¿Christine? ¿Estás
ahí?

—Sí. Estoy aquí. ¿Vas a estar en casa?

Willow podría decir que el tema había sido cambiado de manera efectiva.

—Estaba planeando salir con Rachel, pero ahora no sé —Se estremeció, al


recodar lo que había sucedido hace poco.

—Por favor, quédate hoy. ¿Por mí? Me siento mucho mejor sabiendo que tú y
Emma estarán a salvo dentro de la casa. No es que no estés a salvo, pero no
sé si esos idiotas intentaran seguirte o algo así. No quiero hacerte pasar por
eso.

—Está bien. Nos quedaremos aquí.

—Bien. ¿Cómo está Emma?

Una sonrisa iluminó instantáneamente las facciones de Willow. 351


—Ella está bien. Ha estado de mal humor. Creo que te echa de menos. —Su
corazón se ablandó ante la risa suave que oyó en el otro extremo de la línea.

—La extraño, también. Tengo que irme, así que cuídate, y dale un gran abrazo
y un beso por mí, ¿de acuerdo?

—Lo haré.

—Está bien. Hasta pronto.

—¿Christine? —Willow agarró el teléfono pequeño con las dos manos.

—¿Sí?

—Te extraño.

—Te extraño, también, Willow. Pronto nos veremos en casa.


El teléfono se cortó, el silencio se adueñó de la habitación. Lentamente cerró
el celular, Willow apoyó la cabeza contra la pared detrás de ella, y un
profundo suspiro abandonó sus pulmones.

352
Capítulo 15

—Así que, vamos a disfrutar de nuestro día con la tía Rachel, no hablaremos
de nada más que de ti, y sólo pasaremos un buen momento. ¿Qué opinas? —
Emma pedorreó con la boca cuando Willow le llevó por las escaleras,
haciendo reír a la joven madre—. Bien dicho, pequeña.

La rubia llevó a la bebé a la cocina, y le preparó una botella. Sabía que tenía
que destetar a Emma de su pecho, ya que cuando volviera al trabajo Emma
se quedaría con la niñera.

Emma se quejó un poco, no estaba muy segura con este asunto de la botella,
pero con el tiempo su hambre superó la molestia, y comenzó a mamar.

Sentada en el sofá, Willow observó a su hija, que la miraba, con los ojos del
mismo color que su mamá. Su corazón se calentó cuando Emma ciegamente
agarró el meñique de Willow, los cinco dedos se envolvieron alrededor de ella.
El timbre sonó, y Willow reacomodó cuidadosamente a Emma en sus brazos a 353
fin de no interrumpir su alimentación, pero siendo capaz de desbloquear y
abrir la puerta.

—No voy a tocar el tema, no voy a tocar el tema. No hay razón para hacerlo
—murmuró para sí misma, y luego abrió la puerta. Rachel sonrió de oreja a
oreja, dando un rápido abrazo a Willow, a continuación, retiró a Emma de sus
brazos—. Uh —dijo la rubia, aturdida— es bueno verte, también.

Al cerrar la puerta detrás de ellas, con llave, siguió a la pelirroja a la cocina.

—¿Qué pasa con las cerraduras? ¿Soy una cautiva aquí, o qué? —Sentada
en la mesa de la cocina, Rachel sonrió a la bebé, pasando un dedo sobre la
piel increíblemente suave, los dedos pequeños, y la pequeña nariz de botón,
mientras sostenía la botella con la otra mano. Willow la observaba desde la
puerta, apoyándose en el arco de la puerta, sonriendo.

—No, es que no quiero que algún periodista estúpido haga algo... bueno...
estúpido —explicó en voz baja.

—Eso realmente te asustó, ¿eh? —preguntó Rachel, evitando mirar a su amiga,


que caminaba hacia la mesa, se sentó frente a ella.
—Sé que es tonto, pero sí lo hizo.

—No es tonto. Mira lo que le pasó a la princesa Di. Esos idiotas han hecho cosas
locas. ¿Qué va a hacer, Christine?

Willow se encogió de hombros.

—Ni idea. Estoy segura que sabrá qué hacer. Quiero decir, ha tratado con esta
basura desde hace casi veinte años.

—Me pregunto cómo será eso —dijo Rachel con aire ausente, rozando sus
dedos sobre el cabello suave y sedoso—. Parece que tendrás el pelo más
oscuro que tu mamá y papá.

—Sí. Pero mi padre tiene el pelo muy oscuro.

—Hmm

— Entonces ¿le apretaras las tuercas a Connor?


354
—¿Que, para un bebé? —Rachel sonrió—. No, no es el momento adecuado y
lo sé. Me encantaría tener uno, pero por ahora sólo robare el tuyo.

Willow se rio.

—No sé a quién le costaría más pasar sin ella, si a Christine o a mí

—Todo un papá, es ella. ¿Verdad? —Rachel sonrió.

—Es agradable.

—Huh?

Willow pensó por un momento, y pudo ver a donde Rachel quería llegar. La
figura de un papá. Ella apartó la mirada, sintiendo el rubor aumentar en su
cuello y las mejillas. Algunas veces su amiga tenía ojos de águila, Rachel
levantó una ceja.

—¿Te has ruborizado, Willow?


—No.

—Mentirosa. —El humor de Rachel murió cuando ella vio cuan seria se había
vuelto la rubia. Permaneció en silencio, no quería asustar a Willow por si
necesitaba hablar.

Finge que no es nada. No es nada. Estás bien, Christine está bien, todo el
maldito mundo está bien.

La agitación interna llegó a un punto crítico cuando Willow sintió un ligero


escozor en sus ojos. Oh no. Ella no iba a hacer eso. Tragó, decidió que tendría
que sacarlo de un modo u otro, llorando o hablando de ello. Si lloraba sabía
que tendría que explicarlo de todos modos, por lo que se dispuso a hablar.

—Esa noche, la noche que Adam murió, Christine estaba tan devastada —
comenzó a decir en voz baja, al recordar la angustia en esos hermosos ojos
azules de nuevo.

—Sin duda —Rachel estuvo de acuerdo en voz baja.

—Ella destruyó el teléfono, luego se fue afuera. Estuvo allí mucho tiempo. Al 355
final, puse a Emma en la cama, y me quedé allí mismo, tratando de distraerme,
preocupada por todo eso.

Willow se puso de pie, tomando la bolsa de café del armario. Llenando la


cesta y la jarra, se puso de pie en el mostrador, necesitando un poco de
espacio entre ella y Rachel mientras le contaba su historia. Podía sentir los ojos
azules en ella, y ella los ignoró.

—Se hizo más tarde, más oscuro. Supuse que había ido a alguna parte, porque
sus llaves estaban todavía colgando de la puerta. No tenía idea de dónde
había ido, pero sabía que no debía estar lejos. No tienes idea de lo difícil que
fue para mí —Se rio entre dientes, mirando de reojo a su amiga.

—Puedo imaginarlo —Rachel sonrió, meciendo a Emma para que se durmiera,


la bebé quería su ración de comida.

—De todos modos, finalmente ella entró. Escuché. Reviso a Emma, a mí, y
luego se fue a su habitación. La seguí. —Saliendo del mostrador, se sentó y
decidió que tenía que ser lo más honesta y abierta como sea posible con
Rachel, y manteniendo su distancia, parecía como si tuviera algo que ocultar,
o tal vez avergonzarse—. Ella estaba tan molesta —Willow susurró, viendo a
Christine de pie junto a la ventana, mirando como una niña tan perdida—. Fue
difícil de ver. Es normalmente tan estoica acerca de lo que le pasa a ella
misma. Ya sabes, ha sido increíble para mí, con Emma es tan perceptiva como
si supiera lo que necesita —Se vio perdida en el espacio por un momento,
pensando en los meses que había pasado con la cantante.

—Es una mujer increíble —dijo Rachel en voz baja, mirando a su amiga. Tenía
la sensación de que algo grande estaba a punto de ser revelado, pero no
tenía idea de qué.

—Sí, lo es. —Los ojos de Willow se reunieron con los de Rachel por primera vez
desde que había empezado la conversación—. Se quedó allí, abatida,
aunque en ese momento yo todavía no tenía idea de lo que había sucedido.
—Se puso de pie de nuevo, al oír la cafetera hirviendo. Sabía que iba a ser
cuestión de minutos antes de que terminara.

Caminó hasta el mueble, sacó dos tazas, la crema, el azúcar, todo servía para
retardar el momento. Para retrasar lo que tenía que decir.

Rachel se sentía impaciente, pero permaneció en silencio todo el tiempo. 356


Estaba sentada sobre alfileres y agujas. Era casi como leer un libro que alguien
escribió, y tener que esperar el próximo capítulo para completar la historia.

—¿Café?

—Por favor.

Suspirando, Willow llenó dos tazas, las trajo y todo lo que necesitaban para la
mesa. Se sentó una vez más, continuó, con voz tranquila, y soñadora.

—Me necesitaba esa noche. Me rogó que no la dejara —observaba casi


hipnóticamente mientras agitaba la crema de vainilla francesa, el líquido
espeso giraba alrededor de la taza. Willow tragó—. Necesitaba que alguien
estuviera ahí para ella, para hacerle saber que estaba bien, que todavía
había vida ahí fuera, supongo —dejando la cuchara a un lado, tomó la taza,
con pereza sopló a través de la superficie caliente del líquido.

Rachel preparó su taza con una mano, mientras que con la otra sostenía a
Emma que dormía segura en su regazo.
—Creo que necesitaba llegar de la única manera que podía, era la única
forma que tenía para sacarla de su universo devastado —ella buscó los ojos
de Rachel, en busca de comprensión. Los preocupados ojos azules no
parecían juzgarla, simplemente escuchaba—. Creo que ella necesitaba
hablar con su corazón esa noche, incapaz de hablar conmigo, y decirme
porque sufría.

Confundida, Rachel estudió a su amiga. ¿Qué quería decirte?

—Me necesitaba para darle amor. Necesitaba que la amara —dijo


finalmente, apenas en un susurro.

Las luces se encendieron, pero Rachel hizo lo posible para no reaccionar.


Mirando a su amiga a los ojos, tenía que asegurarse de haber oído bien.

—¿Has hecho el amor? —preguntó en voz baja.

Willow parpadeó, haciendo que Rachel se preguntara si ella había oído mal,
cuando finalmente la rubia asintió.

—Creo que se puede decir que, sí. Entonces la sostuve, lloró hasta quedarse 357
dormida.

—Guau —la pelirroja exclamó.

—Ella se fue poco después de despertar —Willow terminó, sorbiendo su café.

Rachel no podía apartar los ojos de su amiga, su cabeza daba saltos mortales
por lo que acababa de oír. No tenía idea de cómo reaccionar, su mente era
una mezcla de pensamientos y emociones ante la noticia. Más tarde se
sorprendería que su primer instinto no hubiese sido la de una adolescente, con
ganas de saber cómo fue. No se le ocurrió nada en ese momento.

—Di algo —susurró Willow, aterrada por lo que su amiga estaba pensando.

—No estoy segura de qué decir.

Willow se tragó un sollozo, a punto de ponerse de pie. La mano de Rachel voló


a través de la mesa, para detener a su amiga.
—No corras. Yo no —Hizo una pausa, pensando en qué es exactamente lo
que estaba tratando de decir—. Willow, no creo que este sea un tema
homosexual, ni nada parecido. Tú y Christine se aman. Un ciego podría ver
eso. Le diste el máximo sacrificio por amor, y debes ser elogiada por ello. —
Ella vio cómo su amiga se sentó de nuevo, con ojos cautelosos—. Quiero decir,
voy a ser honesta y diré que no estoy del todo segura de cómo me siento, pero
eso no es malo. Considera, que estoy acostumbrada a verte con Kevin,
abrazándote, besándote, y todas esas cosas. Demonios, tienes una hija de él.

Willow asintió, sorbiendo su café, principalmente para mantener las manos


ocupadas.

—¿Te arrepientes?

Willow pensó en esta pregunta por un momento, dándole vueltas en su mente.


Ella negó con su cabeza.

—No.

—¿Qué crees que ocurrirá una vez que vuelva?


358
—No tengo idea. Una vez me dijo que nunca ha hecho el amor, ve el sexo
como algo malo, básicamente. Por lo tanto, dicho esto, no tengo idea de
cómo se siente. Tal vez lo lamenta. Voló de aquí lo suficientemente rápido —
No pudo evitar la amargura de su voz, aun sabiendo que era egoísta.

—Ey —Rachel la regaño ligeramente—. No creo que sus acciones de ese día
sean indicativos de algo. Trata de ponerte en su lugar. Y si dice que se siente
de esa manera sobre el sexo, entonces puedes imaginar el tipo de confianza
que debe tener para pedirte eso.

—¿Crees eso?

—¡Por supuesto! Teniendo en cuenta la última vez que algo así ocurrió, cuando
ella te dio un beso ¿Estabas asustada? Acudió a ti en un acto de
desesperación, Willow. No hay duda de que estaba tratando de mantenerse
por encima del agua, aferrándose a ti.

Willow estudió a su amiga, sorprendida por lo que acababa de salir de la boca


de la pelirroja.
—¿Qué? —preguntó Rachel, con la taza a medio camino de su boca.

—¿De dónde diablos saliste tan perspicaz?

Rachel rio en su taza.

—Yo fui un profeta en mi vida pasada —Dejó la taza en la mesa—. ¿Cómo te


sientes acerca de todo esto?

Willow se encogió de hombros.

—Está bien, supongo. En realidad, no he pensado mucho en ello.

—¿Por qué no? Estas en posesión de tus pensamientos y sentimientos al igual


que Christine. Sí, tomaste una decisión, pero toda decisión tiene
consecuencias, mi amiga.

—Creo que he tenido miedo de pensar en ello.

—¿Por qué? ¿Crees que eres gay o algo así?


359
Los ojos verdes se detuvieron en su amiga, estudiándola, pero no dijo nada.

—Te lo dije, Willow, esto no se trata de la homosexualidad.

—Entonces, ¿qué es? Es decir, ¿quién demonios, después una década


teniendo relaciones sexuales con hombres, de repente tiene la experiencia
sexual más increíblemente apasionada de su vida, y es con una mujer, nada
menos, ¿eso no se cuestiona? —Willow la miró con incredulidad.

—Willow —dijo Rachel en voz muy baja—. No estoy tratando de forzar nada
sobre ti, o ponerlo en un determinado campo, de ninguna manera. Lo que
digo es que no se trata de homosexuales, heterosexuales o lo que sea. Esto fue
sobre el amor. Así de simple. Quiero decir, no soy una experta en los asuntos
de lesbianas, no más que tú. Pero sé del amor cuando lo veo, y lo veo cada
vez que las miro a los dos. —Hizo una pausa, esperando a que sus palabras
fueran asimiladas—. ¡Vosotras estáis criando a una hija juntas! —indicó a la
niña, dormida en sus brazos.
Willow sólo podía mirarla, no tenía absolutamente idea de cómo responder a
eso. No se había dado un segundo para pensar en lo que ella y Christine
estaban haciendo. Eran simplemente felices; eso era todo lo que sabía.

—En pocas palabras —dijo Rachel, por fin— Me preocupo por ti, y quiero verte
feliz. Si Christine es tu felicidad, ¿a quién diablos le importa?

—No es tan fácil, Rachel —dijo Willow, en su interior estalló una tempestad, sin
saber a dónde ir, o donde estar segura.

—No, no es así. Te enfrentas a decisiones bastante grandes, mi amiga. El último


año ha estado lleno de grandes cambios para ti, comenzando en una noche
fría en febrero pasado.

Willow sonrió, mirando a su amiga.

—¿Te das cuenta que Emma nació un año después, en la misma noche que
saqué a la gran Christine Gray del río Dittman?

Rachel se sentó en su silla, con la boca abierta.


360
—¿Estás bromeando? —Cuando su amiga negó con la cabeza, Rachel movió
la de ella con incredulidad—. ¿Ves? Es el destino.

Willow volteó los ojos, levantándose para volver a llenar su taza. Y la de Rachel,
luego se sentó de nuevo.

—No sé. Sí, Christine es una parte importante, muy importante de mi vida, y
quiero que participe en ella. Yo simplemente no sé, honestamente, que parte
quiero que interprete.

—Bueno, algo me dice que será una acción decisiva —Agitó un poco la
crema—. Creo que simplemente va a suceder, Wills.

—Hmm, —Willow tomó un sorbo de café, mirando distraídamente hacia el


espacio—. Tal vez.

* * *
No mucho tiempo después de que Rachel la había dejado, el timbre volvió a
sonar. Secándose las manos con un trapo de cocina, Willow abrió la puerta y
la abrió con cuidado, mirando a su alrededor, sin esperar a nadie.

—Hola, señora. Soy Troy Leonard, jefe de Leonard Seguridad.

Willow miró la pequeña montaña que se encontraba en el porche, su cuerpo


casi bloqueaba la luz del sol. Una mano del tamaño de una pelota de fútbol
se extendió, esperando a que ella la tomara. Él con cuidado sacó una tarjeta
del bolsillo interior.

—La señorita Gray me ha informado de la situación, así que, con su permiso,


mi equipo se pondrá en marcha —se trasladó a un lado para revelar una
furgoneta negra estacionada frente a la casa, las puertas traseras ya estaban
abiertas, un hombre sacaba el equipo dejándolo detrás del vehículo.

—Oh, uh, está bien —dando un paso atrás y sintiendo como si estuviera en un
sueño, Willow notó que el hombre, estaba vestido con un traje negro, y el pelo
peinado hacia atrás a la perfección. Dos miembros del equipo lo siguieron al
interior, tanto el hombre como la mujer saludaron cortésmente a la rubia. Los
tres murmuraban entre sí, mientras observaban la casa, Willow fue a la cocina 361
donde sus macarrones con queso estaban a punto de quemarse.

Tres horas, cinco cámaras, y un nuevo portón eléctrico, más tarde, Willow una
vez más fue dejada sola en su casa. Se aseguró de que ninguna de las
imágenes proviniese del interior de la casa, todas las cámaras estaban
orientadas a diferentes lugares de la propiedad, los monitores estaban
alojados en la furgoneta. También se dejó un monitor en la habitación de
Willow, donde podría fácilmente mirar a través de los canales, ver a todo color,
las imágenes en directo en cualquier momento.

Ella pensó que esto debió costarle a Christine una pequeña fortuna, y se sintió
mal porque se había convertido en una necesidad.

Se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, y observó como la imagen del
monitor saltaba a medida que cambiaba el canal y veía aparecer varias
partes del rancho. Su frente se frunció mientras miraba la camioneta negra
estacionada a una distancia discreta, monitoreo lo que ella estaba
observando.
Willow apretó el botón, una vez más para cambiar el objetivo. Esta vez, fue
capaz de ver el portón eléctrico, y el letrero que decía: NO TRASPASAR,
PROPIEDAD PRIVADA pegado en su frontis, cambió en dirección al camino.
Mariposas azotaron al instante en su estómago cuando se dio cuenta que un
Jeep muy familiar se acercaba por la curva. El conductor abrió su ventana,
mostrando desde el interior un plástico cuando Troy se acercó al vehículo.

Observó cómo Christine y Troy hablaban, el enorme hombre con los brazos
apuntaba varias cosas alrededor de la propiedad.

Willow utilizó la función de zoom, consiguiendo acercarse para ver a Christine


asintiendo con la cabeza, moviendo los labios mientras hablaba. Por último,
una sonrisa brillante apareció en la cara de la cantante, y su mano atravesó
la ventana, dando un apretón de manos a Troy. La montaña en movimiento
se hizo a un lado, permitiendo que el Jeep continuara adelante, hacia la casa.

Con el corazón palpitante, Willow se puso de pie, tomando una respiración


profunda. Estaba tan nerviosa, y odiaba esa sensación. Rápidamente
pasando los dedos por el pelo, bajó por las escaleras.

Sintiéndose como una adolescente estúpida, trataba de decidir qué hacer. 362
Verse bien, actuar con normalidad, sentarse y comenzar a leer una revista. Tal
vez encender el televisor, como si hubiera estado sentada allí todo el tiempo.
¿Qué?

De pie en medio de la entrada, trató de decidir dónde ir, se dio cuenta de


que era demasiado tarde cuando oyó el motor apagarse justo fuera de la
puerta. Con el corazón apretado, oyó un portazo, pisadas en la escalera de
madera, y finalmente el porche.

Dando un paso atrás hacia la escalera, Willow subió al primer paso, para que
al menos no se viera como si hubiera estado esperando a Christine. Ya se
sentía como una idiota.

Agarrando la barandilla con la mano sudada, vio que la puerta se abría


lentamente, una bolsa de viaje apareció primero, siendo dejada en el suelo
junto a la puerta. Christine se materializó, con el pelo desordenado y salvaje,
los ojos cansados y rojos.

Christine cerró la puerta detrás de ella, y luego se volvió para ver a Willow pisar
lentamente sobre el piso principal. La cantante estaba a punto de decir hola,
pero estaba demasiado abrumada por el alivio cuando vio a Willow allí
esperando por ella, caminando hacia ella.

Sin decir una palabra, cogió a la pequeña rubia en sus brazos, cerrando los
ojos. Ella estaba en casa.

Willow envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Christine, apoyando la


cabeza en los hombros caídos. Se abrazaron durante mucho tiempo, cada
uno sorprendida por lo mucho que había extrañado a la otra mujer, a pesar
de que sólo había sido un par de días.

—Estás en casa temprano —Willow finalmente dijo, dando un paso hacia atrás
para poder mirar el rostro somnoliento de la morena.

—Sí. Vine a casa esta noche porque me marcho de nuevo en unos días. —
Christine caminó hacia la sala donde se dejó caer en el sofá.

—¿Qué? ¿Por qué? —Willow se sentó junto a ella, metiendo las piernas debajo
de ella.

—Tengo que ir a Los Ángeles, hablar con mi publicista. Necesito que haga un 363
catastro de daños antes de que las cosas se salgan de control —explicó en
voz baja. Willow asintió sabiamente.

—Lo entiendo —Aunque a ella no le gustó—. ¿Cómo estuvo?

—Largo. Agotador. Pienso que fueron los dos días más largos de mi vida.

—Lo siento mucho. —Willow deseaba tanto extender la mano y tomar la de


Christine, pero algo la detuvo, algo en el comportamiento de Christine. Tenía
los brazos cruzados sobre el pecho, cerrándose a sí misma. Willow dio a la
cantante su espacio. En ese preciso momento, como si fuera una señal unos
balbuceos se escucharon en el piso de arriba, a través del walkie talkie,
colocado sobre la mesa junto a Christine. Willow sonrió—. Te está llamando —
Christine sonrió de oreja a oreja, y salió de su asiento como un resorte. Willow
se quedó dónde estaba, llena de incertidumbre. Nunca se había sentido tan
insegura alrededor de la mujer más alta; Ni siquiera cuando se conocieron.
Suspiró profundamente, hasta su alma.

—Rayos. —Sonrió a través de su tristeza, escuchando como Christine hablaba


en voz baja a Emma, con palabras difícil de entender. Emma hacía pequeños
ruidos lindos, que derretía ambos corazones. No pasó mucho tiempo antes de
que oír pasos en la escalera, y Christine apareció por la esquina, con la bebé
en brazos. Ella recuperó su asiento en el sofá, metiendo a Emma en el hueco
de su brazo.

Miró a la rubia.

—Creo que ha crecido.

—No hay duda. Está creciendo como una mala hierba. —Willow se acercó
para tirar suavemente hacia abajo la manga de Emma, que se había
levantado hacia arriba durante el transporte del bebé a la planta baja.

—Sí lo está —dijo ella con aire ausente, apoyando la cabeza en el respaldo
del sofá—. Willow —dijo, abriendo los ojos y mirando a la rubia.
—¿Hmm?
—Realmente lo siento.

Willow la estudió por un momento, mordiéndose el labio.

—¿Sientes lo que sucedió, o sientes haberlo iniciado? —La cabeza de Christine 364
volvió al respaldo del sofá, con los ojos muy abiertos en estado de shock.
Willow casi tuvo ganas de reír por ver su boca abierta—. Cuidado, Christine —
dijo suavemente—, te van a entrar moscas.

Christine miraba hacia adelante, tratando de controlar sus pensamientos y


emociones. Una pregunta interesante, por cierto.

—Escucha —Willow continuó, extendiendo esta vez la mano, a pesar del


lenguaje corporal de la cantante—. No fue una noche en una playa oscura,
Christine. Me necesitabas, y yo estuve allí para ti. Yo —ella tomó una
respiración profunda—. No me arrepiento, y tampoco deberías hacerlo tú.

Mirando hacia atrás a su amiga, Christine trató de pensar en todo lo que le


había dicho, encontrar algún significado y sentido en ella.

—Willow, no, no era una playa oscura, pero dejaste muy claros tus sentimientos
en esa playa oscura. No debí haber…

—Cariño, lo que pasó la otra noche no fue sólo sexo. —Los ojos verdes
buscaron los azules, tratando de encontrar un poco de comprensión—. No se
trataba de eso. Sé que es eso. Créeme, he pensado mucho en esto durante
los últimos dos días, tratando de decidir si debería dejarlo pasar, no volver a
tocar el tema de nuevo, o qué. —Ella sacudió su cabeza—. Me preocupo
demasiado por ti, para barrerlo debajo de la alfombra así. Yo diría que lo
haces, también, ya que has sacado el tema.

Christine asintió.

—Lo hago. —Willow la cogió de la mano, envolviendo sus dedos alrededor—.


Por favor, no dejes que esto se interponga entre nosotras. Por favor. No tengo
miedo, y te amo mucho más ahora. —Sabía que estaba apuntando a cosas
que ni siquiera habían sucedido, y que quizá no sucedieran, pero tenía que
decirlo todo, que Christine estuviera consciente de lo que sentía, y cuáles eran
sus miedos.

—Guau —la morena dijo en voz baja, mirando hacia abajo a Emma—. Bueno.

Willow sonrió, pasando rápidamente cerca de Christine y colocando su


cabeza en el hombro de la cantante, mirando hacia abajo a su hija. Oyó la
pequeña risa cuando lanzó el suspiro que simplemente escapó de su pecho.
Se encontró con los ojos azules divertidos. 365
—¿Qué?

Christine negó con la cabeza.

—Nada. — Besó a Emma en la mejilla, y se puso de pie—. Estoy agotada. —


Tendiendo la mano a la rubia, tomó la mano más pequeña—. Vamos. Vamos
a meterla en la cama.

La bebé suspiró medio dormida, sin abrir los ojos mientras fue colocada de
nuevo en su cuna, con una manta cuidadosamente metida debajo de la
barbilla. Ambas de pie, la miraban, observándola dormir.

—Sabes, una parte de mí la mira y piensa lo afortunada que es, con toda una
vida por delante, con muchas cosas que ver y hacer. Todo el potencial que
tiene, ¿sabes? —Christine suspiró y luego continuó—. La otra parte de mí siente
pena por ella. Todas las cosas que tendrá que hacer, todas las cosas que
tendrá que vivir, pasar angustias, decepciones.
—Sí. Pienso mucho en eso. No puedo dejar de preguntarme lo que va a ser,
que será de ella. ¿He dado a luz a la primera mujer presidente? O ¿a la mejor
maestra de segundo grado que haya existido jamás?

—De cualquier manera, va a ser muy querida. —Christine dijo en voz baja, con
las manos apoyadas en la barra superior de la cuna blanca.

—Sí, lo será —Willow miró a su amiga—. Por las dos. —Christine sonrió, grande
y brillantemente—. ¿Sabes?, puedo ver que es a ti a quien acudirá cuando la
deje su primer novio, o saque su primera B en una prueba.

Christine se echó a reír.

—¿Por qué yo?

—Debido a que das abrazos geniales. —Willow le dio un codazo en el costado,


haciendo que la mujer más alta riera de nuevo.

—Bueno, vosotras dos pueden hacer toda esa tontería de las compras.

—Ah, y lo haremos —aseguró Willow, alejándose de la habitación del bebe, 366


bajando la luz mientras salía, dejando la habitación débilmente iluminada por
la luz del oso cariñosito. Ella dejó la puerta semiabierta.

De pie en el pasillo, entre Emma y la puerta de Willow, Christine dio a la rubia


un rápido abrazo.

—Buenas noches.

—Buenas noche, Christine. Me alegro de que estés en casa, aunque sea por
un par de días.

Christine sonrió.

—Yo también.

Con eso ambas se separaron.

* * *
—¿Es difícil ser famosa?

—¿Qué?

—¿Es difícil ser famosa? —Willow preguntó de nuevo, dejando la revista boca
abajo en su regazo, reacomodando las almohadas detrás de ella, y mirando
a su amiga que estaba sentada con la espalda apoyada en el brazo opuesto
del sofá.

Christine la miró por encima de su portátil, levantando una ceja.

—Es una pregunta simple. Sí o no.

—Es una pregunta extraña.

—Tal vez, pero todavía quiero saber la respuesta.

Suavemente dejó su ordenador portátil a un lado, teniendo la sensación de


que esto no iba a ser una sesión de preguntas y respuestas rápidas.

—¿A qué se debe esto? —ella preguntó. 367


—Estaba leyendo sobre el trio Brad, Jennifer, Angelina, y me hizo pensar cómo
se sentirán, al tener toda la atención del mundo en sus vidas —dijo Willow,
lanzando la revista a la mesa de café.

—Ah, ya veo. Bueno —Christine respondió—. No siempre es fácil. Tu privacidad


es arrojada por la ventana, eso es seguro. Todo el mundo quiere saber cada
pequeño detalle acerca de tu vida —arrugó la cara, con el pulgar y el índice
juntos para enfatizar su punto.

—¿Alguna vez has recibido cartas de un admirador?

—Por supuesto. Tengo una señora que vive en una pequeña ciudad en
Oregón, que lo resuelve todo, las clasifica, las lee, ese tipo de cosas. Ella
recoge las cartas que ella piensa me gustaría leer, y me las envía.

—¿Y las otras?

—Ella les envía una carta con formato que tiene mi firma en la parte inferior —
Christine se encogió de hombros, moviendo los dedos de los pies.
—¿Estás bromeando? Todos aquellos fanáticos por ahí, súper emocionados
por tener una respuesta de la gran Christine Gray, ¿están recibiendo en
realidad una carta de alguna espeluznante señora?

Christine se echó a reír.

—Haces que suene muy duro. No tengo el tiempo para pasar por todo ese
correo. Sería imposible. Solía —levantó un dedo—, de hecho, solía leer cada
una de ellas, personalmente respondía la mayoría.

—¿Porque te detuviste?

—Bueno, eso fue en los primeros días. Demonios, estaba tan sorprendida que
alguien se hubiera tomado el tiempo para escribirme que yo estaba feliz de
responder, ¿sabes? Pero a medida que fui estando más ocupada, mi horario
era de locos, y los fanáticos crecían en gran número, simplemente no me fue
posible más, y contrataron a Lindy.

—¿Lo echas de menos?


368
—¿Qué, señorita?

—Tener una conexión más personal con tus fans.

—A veces —Se encogió de hombros Christine—. La parte triste es que, no


importa cuántas cartas reciba, cuántas contesto o leo, todavía estoy muy lejos
de ellos, ¿sabes? Siento que no puedo estar entre ellos nunca más. Ves, mis
aficionados me han puesto en un ridículamente alto pedestal a lo largo de los
años no hay manera de que pueda cumplir con sus expectativas si supieran
de mi verdadero yo.

—Oh, lo dudo —dijo Willow, riendo suavemente.

—No, lo creo —Christine parecía triste por un momento—. He leído lo que se


dice acerca de mí, cómo me ven. Se espera que sea el sueño húmedo de
alguien, o un gatito sexual o un modelo a seguir. No soy ni lo uno ni lo otro.
Cuando todo se reduce a eso, Sólo soy yo. No muy interesante al final.

—Bueno, eso dependen con quién se hable. —Willow levantó una ceja
desafiante. Christine volteó los ojos.
—Bueno, si vives en medio de la nada con un caballo llamado Star con quien
hablas, sí, estoy segura de que soy todo eso y una bolsa de donuts.

Willow se rio, golpeando con fuerza a la cantante.

—Eres un tiro.

—¿Un tiro? ¿Qué demonios es un tiro?

—¡Sabes a lo que me refiero! —Willow gruñó, golpeando con fuerza a Christine


de nuevo.

—¿Sabes?, sigue golpeándome así y tendré que presentar una demanda por
violencia doméstica —Christine levantó una ceja y Willow se sonrojó.

—Bueno, no puedo decir que estoy preocupada. Después de todo, hay


algunos requisitos que deben cumplirse con el fin de ser llamada “violencia
doméstica” —Willow señaló, con orgullo al derrumbar el comentario de la
morena. Sin embargo, le salió el tiro por la culata, cuando se sonrojó aún más
por la mirada desenfadada de Christine. Pero, tan pronto como ésta apareció 369
en su rostro, había desaparecido, reemplazada por una mirada que Willow
sólo podía pensar cómo... vacía.

—Bueno —dijo Christine—. ¿Respondí a todas tus preguntas? —Cuando sus


ojos se encontraron con los de Willow eran los ojos de una extraña, lejana y
retraída.

—Uh, sí. Supongo que sí. —Willow estaba confundida, y ligeramente herida.
Habían estado jugando, haciéndose bromas divertidas, y así de simple ella lo
había olvidado. Con un suspiro triste, tomó su revista de nuevo, y simuló leer.

* * *

—¿Todo bien, señora? —preguntó Troy, su curiosidad despertó al observar a la


linda rubia de pie delante del garaje, frotando su barbilla durante los últimos
veinte minutos.
—Mm, bien —dijo con aire ausente. Él asintió y se dio la vuelta para volver a su
puesto—. ¿Troy?

—Sí, ¿señorita Bowman? —preguntó, volviéndose hacia ella de nuevo.

—¿Cuánto crees que costaría convertir esto en un estudio? —finalmente lo


miró, todavía frotándose la barbilla.

—¿Un estudio, señora?

—Sí. Ya sabes, como un estudio de música, un lugar donde Christine pueda


ocultarse.

—Oh —sorprendido, miró el garaje para dos coches, calculando los costos en
su mente—. Varios miles de dólares, señora. Yo diría que más de un par de
cientos.

—Oh —dijo Willow, con el corazón hundido.

—Pero eso es con todo el equipo, también, señora. Asumo que querrá equipos
de grabación —dijo rápidamente, sin querer estallar su burbuja. 370
—Bueno, sí. Bueno, ¿cuánto sin todo eso? Tal vez sólo, ese tipo de cosas de
insonorización. —lo miró, esperando realmente que tuviera mejores noticias
para ella. Suspiró, mirando hacia atrás en el edificio.

—Bueno, como no hay que hacer ningún cambio en la estructura —Se


encogió de hombros—. Quince, o veinte mil tal vez.

El cajón estaba abierto, dos manos al instante entraron en él, hurgando en los
montones de papeles desorganizados.

Willow murmuró los nombres de cada uno mientras los desplegaba.

—Recibo bancario, recibo de Target, tarjeta de crédito —Sucesivamente una


y otra vez, con el ceño fruncido entrando en pánico. Era una contable
desastrosa, y en momentos como estos se daba cuenta de lo horrible que era.
Tiró el último trozo de papel, Willow suspiró, pasándose una mano por el pelo
desgreñado. Mirando alrededor de la pequeña oficina en su casa, buscó en
su mente, tratando de recordar dónde la había puesto.
Encendiéndosele la bombilla, corrió fuera de la casa con la remota posibilidad
de que todavía estuviese allí. Abrió rápidamente la puerta del lado del
pasajero de la camioneta, se irguió en el asiento, a continuación, abrió la
guantera. Una vez más mirando el contenido; mapas, documentos de
seguros, servilletas de Baskin-Robins, y una última cosa, doblada en la parte
posterior.

Esperanzada, Willow lo agarró, rápidamente desplegándolo con dedos


temblorosos.

—¡Sí!

* * *

Christine no se había tomado la molestia de llamar a Millie. Solamente tenía la


intención de estar en la casa de Beverly Hills por un par de días. Caminó por
sus largos y vacíos pasillos, viendo todas las cosas bellas y costosas que
llenaban sus paredes, y se dio cuenta de lo insignificantes que eran.

No quería estar allí. Sabía dónde deseaba estar, pero se asustó casi hasta la 371
muerte. No podía entender por qué Willow se lo tomaba tan bien, teniendo
en cuenta lo mucho que se había asustado por un simple beso hace meses.

A pesar de todo lo que la rubia había dicho, quería creer, pero estaba
teniendo dificultades con eso. La idea que se le había ocurrido más de una
vez era que quizás Willow estaba barriendo todo bajo la alfombra por
compasión ya qué Christine estaba hecha un desastre esa noche. ¿Y si en su
interior Willow realmente la odiaba? ¿Y si estaba esperando que la cantante
superara la muerte de Adam, luego, sus verdaderos sentimientos saldrían a la
luz?

Christine se rio de sí misma, sin querer verdaderamente que eso suceda.

Un pensamiento se le ocurrió que la dejó fría, mirando desde el suelo hasta el


techo y las puertas francesas en su sala de música, con las manos metidas en
los bolsillos de sus vaqueros.

¿Y si ella se alejaba, porque no quería su cercanía? ¿Y si no quería abrirse tanto


para Willow, y en muchos sentidos, a Emma? ¿Qué pasa si se sentía
claustrofóbica, o sofocada?
Suspiró, pasándose una mano por el pelo. No. No era eso, y sabía que debía
a Willow más que eso. No podía usar eso como una excusa, o utilizarlo para
justificar su propio miedo.

¿Miedo a qué?

Christine se apartó de la puerta, mirando por encima de la sala, a raíz de los


pequeños cuadrados de luz, los rayos del sol dibujaban un mapa a través del
piso de madera, que llegaba hasta el instrumento de cola. Ella siguió el
camino, rozando sus dedos a través de la superficie de madera lisa, de su
amado piano.

Eso era algo con lo que estaba teniendo dificultades. Su música. No, ella no
extrañaba la multitud y la locura, incluso si la había llevado a una vida
tranquila; pero extrañaba la música. Oh, cuanto la echaba de menos.

Empujó el banco de debajo del teclado, el sol besaba la madera oscura.

Amorosamente levantó la tapa, revelando las teclas negras y blancas, ocupó


su lugar, cerrando los ojos automáticamente. La visión no era necesaria para 372
el alma.

Limpiando sus dedos y las manos, los deslizó por sus notas, arriba y abajo, los
bajos, los agudos, y de vuelta otra vez. Flexionando sus nudillos y
escuchándolos crujir, ella comenzó a tocar de verdad.

Suspirando profundamente, sabía que estaba en casa.

* * *

—Este es el lío en que nos has metido. —La revista se deslizó a través del
escritorio, sin llegar a caer por el borde y en el regazo de Christine. ¿AMOR EN
EL RANCHO?

—Bastardos —murmuró, viendo una imagen semidesnuda de una Willow muy


sorprendida—. Y ¿qué quieres decir con que nos has metido?
—Por qué no le has dado a los chicos nada para jugar. Ya sabes como son:
¡Se aburren! —Roxanne caminaba detrás de su escritorio, con las manos detrás
de su espalda. Volteando su largo pelo negro, rizado sobre su hombro, se
detuvo, mirando hacia abajo a su cliente desde hace mucho tiempo—. Sabes
cómo jugar este juego, Christine. Vamos, no tengo que darte una lección
sobre esta mierda.

—No comiences, Roxanne.

—¿No comenzar qué? ¿Que no comience con esto? —Apuntó su dedo a la


revista—. ¿Que no empiece por qué has estado sola durante tanto tiempo
que el mundo se pregunta si eres un ser humano real? ¿Eso es lo que no debo
comenzar?

—No voy a mentir y a decir que estoy con alguien que no estoy. —Christine
podía sentir su ira aumentar. Roxanne Mills se detuvo, con los ojos oscuros
taladrando a la cantante.

—¡Tu vida entera es una mentira de mierda! —ladró, sentándose fuerte en la


silla de cuero junto al escritorio—. ¡Jesús, tú conoces esta mierda mejor que yo!
Sólo me pagas para mantener tu culo fuera de este circo. ¿Qué demonios 373
estabas pensando en no darles ninguna basura? Jesús, tú sabes que seguirán
cavando, y esta vez por Dios, ¡la maldita basura explotara!

—¿Cómo lo descubrieron? He tenido mucho cuidado para mantener a Willow


fuera de esto.

—¿Cuidadosa? ¿Has tenido cuidado? —Se inclinó hacia delante,


tamborileando sus uñas en la caoba brillante—. Tan cuidadosa que esta mujer
ha estado en las noticias dos veces, ambas ligadas a ti. Tan cuidadosa que
tuviste cerrado ese puto hospital como el fuerte Knox mientras ella daba a luz
al niño, contigo a su lado —señaló con el dedo a Christine mientras hablaba—
. Sí, ese es el maldito cuidado que has tenido. —Se echó hacia atrás en su silla,
recuperando la compostura con otro movimiento de su cabello—. Sin duda
algún miembro del personal del hospital u otra persona reveló el secreto por
una buena cantidad. Bastardos, probablemente pagaron la matrícula
universitaria de su hijo —murmuró con aire ausente.

—Está bien. Así que metí la pata. ¿Ahora qué? ¿Se puede solucionar esto? —
Christine miró tan profundamente a esos ojos negros aparentemente
impenetrables de su publicista que hizo que la mujer se retorciera.
—No lo sé —Roxanne dijo finalmente. Cruzó una pierna sobre la rodilla, tirando
con cuidado de su falda, era la imagen perfecta de la moda. Estaba muy
agradecida a Christine de que le hubiera presentado a Sandra hace años
atrás—. En lo personal creo que debes casarte con la chica y hacerlo todo
público.

—No es así, Roxanne…

—¡Entonces haz que sea así, Christine! —La publicista casi gritó, sentándose de
nuevo—. No se puede volver atrás. Una vez que “esas mierdas” van detrás de
una historia, no hay forma de eliminarlos. Vosotras estáis jugando a las casitas
allá en Bumbfuck, Oklahoma. ¿De verdad crees que la gente va creer que es
platónico? ¿Las dos tienen habitaciones separadas, no eructan o ni se tiran un
pedo alrededor de la otra? Estupideces. Yo no lo creo —Plantó su mano en el
pecho— y estoy segura que ellos tampoco lo creen.

Christine suspiró, entendiendo muy bien que Roxanne estaba en lo correcto.


La voz de la publicista se suavizó.

—La forma en que lo veo es la siguiente: Si tú y la linda rubia no pueden estar 374
juntas, entonces tendrás que dejar que el alboroto desaparezca. Con el
tiempo, una nueva idiota será el centro de atención, hablará con ellos, y hará
algo estúpido, como convertirse en basura blanca después de casarse con un
perdedor con el pelo grasiento y zapatos grandes. —Rodó los ojos oscuros—.
Una pesadilla pública.

—¿Qué pasa si me mudo a Los Ángeles?

—Sentimos mucho lo que pasó con su ruptura. ¿Podemos obtener una


declaración? —Roxanne dijo secamente, apoyándose en su mano.

—Mierda.

—Quédate con ella, Christine. Al menos de esa manera puedes evitar que la
persigan hasta que todo esto termine.

Christine sintió una sensación de pavor caer sobre ella mientras tocaba esa
noche. Los ojos cerrados, la cabeza balanceándose con sus manos mientras
se deslizaban a través de las teclas. Se sentía muy mal por arrastrar a estas
personas inocentes a esto: Willow, Emma, diablos, incluso a la gente de
Lamont, la pequeña ciudad cerca del rancho de la rubia. No había duda de
que los hijos de puta se alojaban allí, perforando a preguntas a las personas
confiadas sobre ella y Willow.

Las imágenes de esa pequeña rubia comenzaron a flotar delante de sus ojos
cerrados. Sus ojos, su sonrisa, su cuerpo. La forma en que la luz de la luna la
acariciaba a través de la ventana esa noche. La forma en que la piel de
Willow se había sentido, cálida, suave, y tan sensible. Los pequeños ruidos que
hacía, el éxtasis en sus ojos mientras descubría el placer supremo.

Los dedos de Christine se movían más y más rápido, junto con los latidos del
corazón, sintiendo cada suspiro, cada beso, cada aliento susurrado de nuevo.

¿Era eso lo que sentías con alguien que amabas? ¿Era eso lo que era sentirse
amado? ¿Es así como se sentía estar enamorada?

Sacudiendo ese último pensamiento fuera tan rápido como le fue posible, los
dedos de Christine se detuvieron, abriendo los ojos para ver la oscuridad más
allá de los cristales de las puertas grandes. No, no. No regresaría allí. Nunca
podría volver.
375
* * *

Willow paseaba, agitada, moviendo sus manos sin parar, haciéndolas correr
por el pelo. Al mirar por la ventana, vio el camión estacionado en frente, con
los motores apagados. Se detuvo, con la mano en el pomo de la puerta, pero
entonces vio a Howard mirándola.

Sonriendo al miembro del equipo de Troy, asignado para mantenerla en la


casa y fuera del camino, comenzó a caminar de nuevo.

Estaba cerca, tan cerca. Al mirar furtivamente el reloj de pedestal en la


esquina, siseó preocupada.

Un golpe en la puerta principal la hizo correr hacia ella, abriéndola tirando tan
rápido que sobresaltó al chico que movía la cabeza.

—Está todo hecho, señora —dijo con orgullo—. Tengo que decir, que era un
espacio reducido.
—¿Está todo bien? ¿Cómo se ve? —preguntó, tratando de ver a su alrededor,
como si eso fuera a hacer alguna diferencia.

—Bueno, en mi opinión, se ve muy bien. —dijo sonriente, con la cara rojiza a


causa del esfuerzo.

—Muchas gracias. —Metiendo la mano en su bolsillo trasero, sacó el sobre del


banco, y luego lo miró con una ceja levantada.

—Ah, ah —mirando su orden, sacó una pequeña calculadora del bolsillo


superior de la camisa de trabajo, y comenzó a marcar los números con un
dedo regordete. Él le dio un número, y ella feliz sacó el importe del sobre, más
una propina considerable. Eso fue lo último que tenía, pero a ella no le importó.
Todo valía la pena.

—Muchas gracias, señora —Se quitó el sombrero sudoroso, le entregó el recibo


escrito a mano, y se dio la vuelta, reunió a todos sus hombres en el camión, y
se fueron.

Willow corrió por las escaleras, entrando a la habitación a toda velocidad, 376
desnudándose mientras lo hacía. Fue la ducha más rápida en la historia de la
mujer, después, ella estaba vestida, y cuidando de Emma, para que la bebé
estuviera lista.

Exactamente trece minutos después de que los motores se habían apagado,


la puerta principal se abrió, y Christine entró, con el equipaje en la mano. Se
sorprendió al ver Willow esperando por ella, sonriendo como el gato de
Cheshire.

—¡Bienvenida de nuevo! —dijo la rubia acercándose rápidamente a la


cantante. Por un momento, el corazón de Christine se disparó, con una
felicidad casi abrumadora. Pero a medida que Willow se acercaba, comenzó
a enloquecer, pensando en la promesa que se había hecho a sí misma en Los
Ángeles.

—Ey —pasó raudamente más allá de la rubia—. Tengo las manos ocupadas.
A ver si me deshago de estas cosas —dijo sonriendo tímidamente, Christine
subió corriendo las escaleras. Willow la observó marcharse, conmocionada y
con dolor en sus ojos.
Capítulo 16

—¡Guau! Está bien. Mal vuelo, supongo —Willow dijo entre dientes, sin saber
qué hacer. ¿Debería seguirla y preguntar? ¿Dejarla sola? La decisión fue
tomada por ella, ya que, en cuestión de minutos, Christine estaba de regreso
por las escaleras, con Emma. La cantante besaba a la bebé haciéndole caras
y voces locas.

—Creo que ha ganado otros dos kilos desde que he estado fuera —dijo
distraídamente a la rubia mientas llegaba al rellano— ¿no es así, gran cosa?
—Emma chilló y gorgoteó.

Aunque tocada por la escena delante de ella, era difícil para Willow entrar en
ella, o incluso responder, el dolor seguía lastimando. Cuando no obtuvo
respuesta, Christine miró a su amiga, sonriendo.

—¿Cómo ha estado tu semana? —pasó junto a la rubia, en dirección a la 377


cocina.

—Uh —Willow dijo, saliendo de su estado de shock—. Bien. Estuvo bien.


Supongo.

—Bueno —Christine le dio un beso en la frente a la bebé, y luego comenzó a


hurgar en la nevera, hambrienta luego de un largo día.

—¿Y cómo estuvo tu viaje? ¿Pasó algo productivo? ¿Alguna cosa que puedas
hacer? —Willow se sentó en un taburete, con Emma, mientras miraba a su
amiga conseguir los ingredientes para un sándwich.

—No —Christine suspiró, haciendo girar la tapa de la jarra de Miracle Whip. Se


lamió el pulgar cuando algo del contenido picante se untó en él—. Parece
que estoy atascada. Tendremos que soportar la tormenta. —Finalmente miró
a la rubia por primera vez desde que había llegado, con todo un torbellino de
bromas al bebe y preguntas sin sentido. Willow estaba mirando hacia abajo y
lejos, se centró en algunos azulejos u otro. Mientras miraba, la rubia asintió
aturdida.

—Siento oír eso.


—Sí yo también. —Volviendo a su cena, dejó caer con furia un par de trozos
de pavo en la salsa, le agregó mostaza y luego el pan. Estaba enfadada, está
bien, pero enfadada consigo misma. Se dio cuenta de que Willow estaba
herida. La rubia no era tonta, y Christine había sido estúpida al pensar que esto
funcionaría. había estado en casa menos de veinte minutos, y ya se sentía
como una idiota. No había manera en el infierno de que ella pudiera
mantener su distancia de Willow; no era posible. La pequeña rubia tenía una
manera de encontrar las grietas más pequeñas en la más fuerte de las
armaduras, y engatusarla para entrar en su interior.
¡Maldición!

Vació el recipiente en las dos piezas de pan, empujó el plato a un lado,


empezando a recoger su desorden.

—¿Christine? —Habló en voz tan baja, tan llena de incertidumbre—. ¿Estás


bien? ¿Pasó algo?

Suspirando, Christine se apoyó en el mostrador por un momento, con la


cabeza inclinada. Finalmente se apartó, volviéndose hacia su confundida
amiga. Sacudió su cabeza. 378
—No. —Caminando hacia donde Willow estaba sentada con Emma, recogió
cuidadosamente a las dos en un abrazo cálido, sintiendo un suspiro de alivio
escapar de la rubia—. No —repitió ella, inhalando la esencia de hierbas y
aromas de champú para bebés de Johnson & Johnson y polvo talco.

Apartándose, sonrió a Willow, que parecía abrumadoramente feliz. Christine


no pudo evitar sonreírle a cambio. Sí, ¿cómo pudo ella pensar que podría
rechazarla?

Willow escuchó en silencio como Christine explicaba lo que había dicho


Roxanne, a la vez que la cantante llenaba su boca, levantándose para
hacerse un segundo sándwich, con un puñado de Doritos.

—La he jodido, básicamente —dijo mascando un bocado de sándwich. Lo


tragó rápidamente, y continuó—, no va a parar, Willow. Lo siento mucho, y
espero que entiendas que no quería que esto sucediera.

—Yo sé que, no. —Willow dijo en voz baja, aunque una arruga se formó entre
los ojos, sumida en sus pensamientos.
—¿Qué estás pensando?

—Nada en realidad. —La rubia suspiró, mirando a Emma, que había sido
colocada en una manta en el suelo—. Es difícil, Christine. No voy a mentirte. A
veces, cuando abro la puerta de entrada, veo la furgoneta, o veo a Troy y
Howard hablando por allí, caminando por el perímetro del lugar, me siento
como si estuviera prisionera en mi propia casa.

Christine escuchó, asintiendo en comprensión.

—Lo sé. Lo siento mucho —Quería llegar al otro lado de la mesa y tomar la
mano de la rubia, pero se resistió. No, no podía ser capaz de alejar a la
pequeña rubia, pero no iba a torturarse, tampoco—. La única otra cosa que
puedo hacer es irme —Estudió los ojos verdes, en busca de cualquier tipo de
respuesta silenciosa.

—No. —Willow fue tajante al responder. Christine sonrió, secretamente


aliviada—. Nos enfrentaremos a estos bastardos juntas —Willow continuó, su
mandíbula estaba apretada, el cuerpo tenso.
379
—Está bien. Que así sea.

—Bueno, mientras tanto —Willow se puso de pie, caminando hacia una Emma
dormida, y la tomó en sus brazos—. Deja que la acueste, y te enseñare algo
que he preparado.

Christine se estremeció ante la sonrisa traviesa que acompañó las palabras de


la rubia, y luego se abofeteó mentalmente.

—Uh, Willow, te das cuenta de que estamos fuera, ¿verdad? —Christine dijo,
con sus palabras llena de sarcasmo.

—Muy bien. —Willow respondió. Ella la condujo hasta el garaje, su corazón latía
con fuerza. Introdujo la llave en la cerradura nueva, extremadamente
resistente, girando hasta que dio en el blanco. Con el pomo en la mano, se
volvió a mirar a una muy confundida Christine—. Espero que no te enojes
conmigo —dijo en voz baja antes de empujar la puerta con la cadera.

Preguntándose qué diablos podría haber hecho la rubia para enojarla,


Christine la siguió. Olía diferente. Había desaparecido el olor de la gasolina, a
hierba cortada y aceite. Ahora no estaba el olor de esmalte y pintura. La
cantante tuvo una idea, y rogó para que estuviera equivocada.

Las luces se encendieron, iluminando el nuevo techo, y el suelo de madera


pulida, las paredes blancas, cubiertas del material de insonorización, y
reflejando el mayor regalo de todo; un piano de cola.

Oh, ella estaba mal. Ella estaba muy equivocada.

Ella contuvo el aliento, asimilando todo, aturdida, conmovida, y con ganas de


llorar.

—¿Hiciste todo esto? —preguntó, dando un paso más en el garaje


transformado. Pasó la mano por la cubierta del piano muy familiar.

—No había manera para mí de comprar uno nuevo, o incluso uno usado, para
el caso, por lo que —explicó Willow rápidamente, tratando de pronunciar las
palabras antes de Christine pudiera enojarse—. Joey me ayudó a conseguir el
tuyo enviándolo aquí.

—¿Cómo lo hiciste? Yo estaba allí, he tocado hasta la noche que me fui... — 380
Las palabras de Christine fueron interrumpidas por el asombro.

—Lo sé —Willow puso los ojos en blanco—. Fue una pesadilla. La novia de Joey
estaba espiando, haciéndonos saber cuándo ibas y venías —Sonrió ella,
orgullosa de lo que habían logrado—. Por favor, dime que no estás enojada.

Volviendo la atención sobre la rubia, Christine sacudió lentamente la cabeza.

—No puedo creer que hayas hecho todo esto —murmuró ella con aire
ausente, entonces recordó que había una pregunta no formulada sobre la
mesa—. No, no, no estoy enojada. —Ella tomó a Willow en un abrazo tan
fuerte, tan profundo, que la rubia casi no podía respirar de alivio y felicidad—
. No puedo creer que hayas hecho esto —Christine susurró en la parte superior
de su cabeza. Suavemente se apartó un poco, con el ceño fruncido—.
¿Cómo hiciste esto? Esto no es barato. ¿Cómo lo pagaste? Por favor, dime
que no te endeudaste.

—Shh —Willow cubrió suavemente los labios de Christine con sus dedos—. En
honor a la verdad, tu pagaste por todo.
—¿Yo? —Estaba totalmente desconcertada ahora.

—Bueno —Willow se sonrojó—, digamos que tuve mucha suerte en el banco,


considerando que el cheque tenía más de un año.

Echando la cabeza hacia atrás, una profunda y fuerte risa salió de la garganta
de Christine mientras acercaba a la rubia para otro abrazo. Willow se rio junto
con ella, finalmente sintiéndose más tranquila.

—No puedo creer que hayas hecho esto —dijo de nuevo Christine. Al salir del
abrazo, mientras caminaba por la habitación grande, arrastrando los dedos
por todo, asombrada de que Willow hubiera logrado hacer todo esto en unos
pocos días—. Casi me siento como si estuviera en un episodio de While You
Were Out7 —bromeó ella, tocando algunas teclas antes de continuar.

—Básicamente fue tan loco y caótico. El piano lo trajeron literalmente trece


minutos antes de que llegaras aquí. —Willow se apoyó contra la pared, con
los brazos cruzados sobre el pecho, con una suave sonrisa en sus labios, feliz
de que Christine fuera feliz, y también muy muy orgullosa de sí misma.

—Eso explicaría por qué tu cabello todavía está húmedo —La cantante sonrió, 381
haciendo un circuito completo alrededor de la habitación, deteniéndose al
lado de su amiga.

—Toca algo para mí. Es decir, si no estás muy cansada después de un largo
viaje.

—¿Demasiado cansada para tocar? —preguntó Christine, con la ceja


levantada—. Nunca. —Sonriendo con petulancia en su lugar, ella caminó
hacia el piano, sentándose en el banco recién pulido, su mente recorría la
enorme lista de títulos que conocía, y los que ella misma había escrito.

Willow se acercó a ella, apoyándose en el increíblemente bello instrumento.


Nunca había visto un piano de cola en la vida antes. Cuando los chicos lo
sacaron por primera vez del camión, su belleza y gracia la dejaron casi sin
aliento. Al igual que su dueña.

La música comenzó lentamente, algunas teclas a la vez más arriba en la


escala. Pronto el impulso creció, y la voz de Christine se unió, suave y dulce.

7
While You Were Out: era un programa televisivo americano estilo 'reality' donde se realizan
trabajos de redecoración en secreto para dar una sorpresa a algún miembro de la familia.
Willow se acercó lentamente al banco, y se sentó junto a la cantante, casi
hipnotizada, por la música y la voz suave. En ese momento supo que había
hecho lo correcto. Mantener alejada a esta hermosa y talentosa criatura, de
su música era un delito.

La canción llegó lentamente a su fin, Willow suspiró junto con ella.

—Está resuelto —dijo ella, con la voz de ensueño—. Nunca podré salir de esta
habitación.

—¿Oh sí? —Christine se echó a reír, tocando al azar, llenando su corazón de


alegría, sabía que esto era de ella, cada vez que quisiera podría venir aquí,
tocar, componer, estar sola, crear. Para ella, un día sin crear era un día que
no valía la pena vivir. De alguna manera Willow lo sabía. Qué increíble regalo.
Volviendo a tocar, sus dedos comenzaron a encontrar las teclas correctas, las
notas llenaron los oídos de Willow, seguidas de nuevo por la voz de Christine.
La rubia escuchó las palabras, y de repente dejó escapar un pequeño jadeo.
Sus ojos se llenaron mientras miraba a Christine, que la estaba mirando a ella,
cantando sobre una niña, tan llena de vida y alegría, una alegría que la hacía
sentir completa. 382
—¿Escribiste una canción sobre Emma? —Willow susurró. Christine asintió,
continuando la canción. Con las lágrimas corriendo libremente por sus mejillas,
la rubia continuó escuchando, escuchando exactamente lo que la bebé
significaba para la cantante.

Christine estaba preocupada al principio, no estaba segura de sí Willow podría


pensar que estaba loca por escribir la canción, o se enfadaría por alguna
razón. Al ver la expresión de su bello rostro y las lágrimas en los ojos verdes,
sintió que su corazón se hinchaba. De nuevo. Lo que no le dijo a la rubia fue
que la canción era para Emma y ella.

* * *

—¡Ahí está ella! ¡Oh, dame a esta dulzura, cariño! —Mary Washington se llevó
a Emma con cuidado lejos de una sonriente Willow, llevó a la bebé al final del
pasillo para mostrarlo a cada miembro del personal en el piso.
—Sabes que nunca vas a ver a Emma de nuevo, ¿verdad? —El doctor
Benjamin Keele rio.

—Eh, sé donde trabaja —Willow sonrió al diminuto doctor.

—¿Cómo te sientes? ¿Lista para volver el lunes? —preguntó, apoyándose en


el mostrador de la sala de enfermería.

—Sí, de hecho. Lo estoy. Quiero decir, no me malinterpretes, voy a extrañar a


mi hija como una loca, pero voy a estar contenta de retomar el ritmo de las
cosas, ¿sabes? —Observó como un grupo de enfermeras y enfermeros se
despedían y se alejaban por el pasillo, María en medio de todo, aferrándose
a la niña de tres meses—. Sin embargo, me alegraré de obtener una licencia
más prolongada.

—A mi esposa le hubiera encantado tener un permiso de dieciséis semanas


con Brian, nuestro primer hijo. Para la segunda y la tercera, estaba lista para
volver al trabajo al día siguiente. —Ambos rieron, Willow sólo ahora entendía
la verdad detrás de esas palabras. Le gustaba quedarse en casa con Emma,
y Christine, pero ella estaba empezando a sentirse improductiva, como si no
aportara nada en la casa, y eso le molestaba. 383
—¿Qué edad tienen tus hijos ahora, Ben?

—Oh, vamos a ver —Miraba hacia el techo, calculando mentalmente—. Brian


cumplirá veintidós este año, Kathryn quince, y Kelsey cumplirá doce.

—Veintidós —susurró con aire ausente, mirando como su bebé era pasada a
otros brazos, mientras más personal se reunía—. Guau. No me puedo imaginar
eso.

—El tiempo se va rápido. Confía en mí. —Ben miró su localizador, que vibraba
contra su cadera—. Tengo que correr. Fue genial ver a la bebé una vez más,
Willow. Nos vemos el lunes.

—Adiós, Ben.

—¿Le ha gustado? —preguntó Rachel, llenando su boca con la ensalada


impregnada en aderezo italiano.
—A ella le encantó —Willow sonrió, con los ojos brillantes—. Deberías haberla
visto. Era un niño en una tienda de dulces. Así de adorable. ¡Y, oh! Ni siquiera
te he dicho la mejor parte todavía.

—¿Cuál es? —La pelirroja se metió un picatoste en su boca, haciéndolo crujir


en voz alta.

—Ella escribió una canción para Emma.

—¡No!

—Sí. Es tan hermosa. Se llama 'Beautiful Girl'. Empecé a llorar. No sé —se llevó
una mano al pecho, tratando de encontrar las palabras—. Nada me ha
tocado así. Realmente quiere a mi bebé, y eso me hace muy feliz, y tan
aliviada ¿sabes? Si algo me pasara, sé que Christine se haría cargo de Emma.

—Guau —silbó Rachel—. Eso es un montón de confianza.

—Lo sé, y de alguien que no confía fácilmente. —Willow tomó un sorbo de


agua, sonriendo a una enfermera que pasaba junto a la mesa en la cafetería
del hospital. 384
—¿Qué pasa con las otras cosas?

—¿Qué otras cosas?

—Ya sabes, la noche antes de irse a Nueva York.

—Oh —Willow puso la botella sobre la mesa, bebió el agua antes de contestar
la pregunta—. Hemos hablado de ello. Le dije que sólo estaba siendo una
amiga para ella, que no había ningún problema, ni razón para tener miedo.
Que no la odiaba, ni la juzgo. Le dije que fue hermoso y que dejaríamos las
cosas así.

—¿Qué dijo ella?

Willow se encogió de hombros.

—No mucho. —Apoyando su barbilla en la mano, mientras observaba como


Rachel mezclaba su ensalada con algo más, y luego con ayuda del tenedor,
puso todo en su boca—. Tengo la sensación de que algo está pasando. No
sé. Realmente no puedo poner mi dedo en ello. —Su rostro se arrugó mientras
pensaba.

—¿Cómo qué?
—Bueno, ella ha regresado de California por unas pocas semanas, y las cosas
están muy bien. Es decir, nos llevamos maravillosamente como siempre lo
hicimos, y ella adora a Emma, juega con ella, se ofrece para darle de comer,
mudarla. Juega mucho, en su pequeña sala de música. Es tan linda —Le
devolvió la sonrisa. Rachel la observó detenidamente. Algo le faltaba a la
rubia, y ella no podía entender lo que era.

—Problemas en el paraíso, ¿eh? —Puso su tenedor sobre la mesa, limpiándose


la boca con la servilleta de papel barato que había sacado del dispensador
cromado.

—No lo sé. —Willow miró hacia abajo, observando a María y a otra enfermera
sostener a Emma, conversando en voz baja. No había requerido de una gran
coerción para que las otras dos mujeres se hicieran cargo de su hija—. Está
distante —dijo Willow, casi en un susurro apresurado, cayendo de su boca
antes de que ella tuviera tiempo de pensar en ello.
385
—¿Qué quiere decir con, “distante”? —Rachel apretó el recipiente de plástico
de su ensalada, sacando una la galleta.

—Bueno, físicamente. Christine es en realidad una persona muy cariñosa, muy


física. Un abrazo, empujones lúdicos, un rápido apretón de paso. Ese tipo de
cosas, ¿sabes?

—¿Pero no tanto últimamente?

—No. No, tanto. Incluso si la miro en busca de un abrazo, o me aproximo


demasiado cerca, se aleja, o mágicamente tiene algo en sus brazos. Muchas
veces es Emma —dijo mirando la mesa.

—Interesante. ¿Y esto comenzó cuando ella regresó de Nueva York?

—No, más bien cuando regresó de Los Ángeles. No sé. Esa primera noche fue
muy mala. Es decir, quería llorar, pero fue como si algo hiciera clic en su
cabeza, y estaba básicamente normal. Pensé que tal vez había tenido una
mala cita con su publicista, quiero decir que las noticias no eran buenas.
—Sigue.

—Ella fue maravillosa cuando le enseñe la sala de música, fue muy efusiva
llena de abrazos —sonrió ante el recuerdo—. ¡Dios, esa mujer sabe abrazar!

—Entre otras cosas —Rachel rio, ganándose una mirada.

—Sin embargo, después de esa noche, de nuevo, como si algo dentro de ella
la detuviera, mantuvo su distancia. Los abrazos son muy pocos. Se sienta en el
sofá conmigo, pero acurrucada al otro lado del sofá.

—Cuando hace eso, ¿te acurrucas contra ella?

—Lo hice una vez, y ella me dejo, no se alejó, colocó su brazo por encima del
hombro. Pero ya no lo hago.

—¿Por qué no? —Rachel ofreció un pedazo de su galleta pegajosa a la rubia,


quien la tomó. Los ojos verdes estudiaron la golosina, el dedo hurgó en un chip
de chocolate especialmente grande.

—Porque no quiero forzarla. Si necesita su espacio, quiero que tenga su 386


espacio, o lo que sea, ¿quién soy yo para tomarlo?

—Hmm —Rachel suspiró, mirando su galleta por un momento, pensando—.


Wills, no quiero hacerte daño con esta pregunta, pero tengo que hacerla.

—Está bien —Willow sintió que su corazón se detenía.

—¿Crees que tal vez ella no quiere estar allí? ¿Tal vez ella quiera irse, pero no
sabe cómo decirte?

—No, no. He pensado en eso, también. Mucho. Pero la observo, veo cómo es
con la bebé, con el rancho, con Star. Diablos, incluso conmigo. Sinceramente,
no creo que sea eso. Yo no lo sé. Es como si se tratara de mí específicamente.

—¡Ajá!

—¿Piensas que soy yo? ¿He hecho algo mal?


—Bueno —Rachel pensó en ello por un momento, revisando en su mente toda
la información que tenía sobre Christine, y todos los acontecimientos que
habían sucedido entre ellas.

Willow volvió su atención al trozo de galleta, incapaz de mirar a Rachel, por


miedo de lo que pudiera ver allí.

—Creo que te quiere.

—¡¿Qué?! —Willow se atragantó con la galleta, escupiéndola en la palma de


su mano. Rachel hizo una mueca.

—Yuck.

—Estás loca.

—No, yo realmente creo que es eso. Creo que te quiere, y eso le da un miedo
de muerte.

—No lo sé, Rachel,


387
—¿Qué hay que saber? Piensa en ello, Willow quiero que la mires... Atrápala
observándote, mírale fijamente sus pechos. Lo que sea.

—No creo que sea eso —Willow insistió. La pelirroja se encogió de hombros.

—Entonces estoy pérdida. Sólo tendremos que aceptar no estar de acuerdo


en esto, porque sé que tengo razón. —Rachel comenzó a reunir toda su
basura, para tirar todo en la bandeja de plástico—. Piénsalo —dijo, tocando
la botella de agua de Willow. Ante el visto bueno la tomó, tiró de la parte
superior de la tapa—. Tengo que volver al trabajo. Hombre, acostumbrarme
a estos días, me patea el trasero.

De pie con su amiga, Willow asintió ausente, solamente escuchó parcialmente


lo que dijo Rachel. Su mente se centró principalmente en las palabras de
Rachel, y las acciones de Christine.

—¿Eh? —dijo, dándose cuenta de que se había perdido de algo.

—Te dije, ¿cómo te sientes? ¿Qué deseas para esta pequeña, aunque extraña
familia feliz?
—No sé —Willow dijo miserablemente, caminando al lado de su amiga, se
dirigió de nuevo a la sala de emergencias—. Para ser honesta, estoy muy
confundida. —Empujó una puerta, haciéndose a un lado para dejar pasar a
su amiga—. A veces pienso en esa noche, Rachel. Yo sé que fue bajo
circunstancias extremadamente dolorosas y estresantes para ella, pero nunca
me había sentido tan amada durante un acto sexual en toda mi vida. Era
como, sí, mi cuerpo hubiera sido amado por primera vez, y se sintió tan bien.
Pero, —hizo una pausa, una vez más tratando de encontrar las palabras que
tan fácilmente se le escapaba, en lo que a Christine se refería—. Era todo
sobre mí, como si buscara dentro de mi pecho, agarrara mi corazón y lo
apretara tan fuerte que casi dolía. De alguna manera no creo que mi corazón
vaya a ser el mismo.

Rachel estudió a Willow por varios segundos, mirándola fijamente a los ojos,
casi como si viera su alma.

—Willow, quiero que pienses en esto, y quiero que lo pienses largo y tendido.
En mi opinión personal, profesional, y médica, tu corazón duele porque estás
enamorada de ella, y tienes miedo, por eso eres incapaz de decirle cómo te
sientes. Yo ni siquiera sé si lo entiendes completamente. También en mi opinión 388
personal, profesional y médica, creo que vosotras debéis estar juntas. —Hizo
una pausa, esperando la reacción de la rubia, tratando de recordar,
mentalmente, cuántas vendas y frascos de aspirina tenía en su estación en
caso que llegara a necesitarlos. Cuando la rubia no dijo nada, y ninguna parte
del cuerpo se movió, continuó—. Creo que, si algo ha de suceder, va a ser
porque tú lo inicies. No sé cuándo, eso debes averiguarlo y decidirlo por ti
misma. Pero ella tiene miedo y no creo que alguna vez admita lo que significas
para ella.

—Es en serio, ¿verdad?

—Completamente.

Willow suspiró, moviendo la cabeza.

—He oído, todo lo que dijiste. Es sólo que no sé. No es algo que puedo pensar
o decidir ahora.

—Lo sé —Rachel agarró a su amiga, dándole un rápido abrazo de apoyo—.


Sé que todo lo que hagas será lo correcto para las dos. Ahora —dio un paso
atrás en el pasillo—. Tengo que irme. Ve a buscar a tu bebé. —Con una rápida
sonrisa, ella se fue.

Willow utilizó los pocos minutos que tenía a solas para pensar, caminando por
los pasillos, con las manos metidas en los bolsillos.

Las palabras de Rachel sacudieron su cerebro, e intentó de retener cada una


de ellas. Pensó en el comportamiento de Christine, y trató de ser lo más
objetiva posible, se preguntó si tal vez Rachel tenía razón.

Christine parecía caminar sobre cáscaras de huevo alrededor de ella, aunque


no la trataba de forma diferente o de cualquier otra manera. Todavía
bromeaban, hablaban sin cesar. Todavía sentía ese vínculo y la conexión con
la cantante, pero también sentía que Christine obviamente limitaba el
contacto físico entre ellas. Honestamente no creía que Christine temiera
haberla herido, o excedido sus límites esa noche. Sintió que habían discutido
tan abierta y honestamente como les fue posible, y se sintió bien al respecto.
¿Y cómo se sentía ella con respecto a Christine? La quería, por supuesto. Eso
fue bastante fácil. ¿Podría imaginarse a sí misma y Christine vivir de la forma
en que estaban ahora? Básicamente como ¿mejores amigas que resultaron
ser compañeras de habitación? ¿Y que estaban criando un bebe juntas? De 389
alguna manera Willow no podía ver a Christine mudándose, en todo caso. La
cantante era feliz, eso estaba claro.

Bueno, la convivencia ya la tenían. Se llevaban bien, rara vez estaban en


desacuerdo, y si lo estaban, siempre lograban encontrar alguna manera para
resolverlo.

En cuanto a lo físico.

Willow, por naturaleza, era una persona muy cariñosa. No podía vivir sin eso, y
lo sabía. Muy bien, si Christine empezaba a actuar de la misma manera que
solía hacerlo al día siguiente, y la rubia conseguía su dosis diaria de abrazos,
caricias y palmaditas. ¿Era suficiente para sostenerla a ella?

Esta era una pregunta persistente. No, no lo era, pero al mismo tiempo, no
podía verse a sí misma salir y encontrar un tipo al azar relacionarse con él y
sacarse las ganas. ¿Tenía eso que ver con Kevin? ¿Tal vez no era totalmente
sobre él?

Willow hizo una mueca con un pequeño gruñido.


De acuerdo, sigamos adelante. Hacer el amor con Christine. Willow sonrió,
cruzando los brazos sobre su pecho, como si se estuviera abrazando a sí
misma. No se sentía avergonzada por el pensamiento o el recuerdo, pero
curiosamente se sentía excitada, curiosa, ansiosa. Instintivamente Willow
sacudió ese pensamiento fuera como simplemente una locura, producto de
la desesperación y la soledad.

De alguna manera eso no parecía correcto. De hecho, parecía totalmente


equivocado. Se aclaró la garganta, lo que ayudó a aclarar su mente.

Bueno. ¿Te imaginas tener relaciones sexuales con Christine de nuevo?


Willow esperó que la respuesta llegara a ella.
No. Lo que puedo ver es que al hacer el amor con ella. Le daría la paz que le
di la última vez.

Ella estaba sorprendentemente tranquila con esta revelación. También


comprendió que esto sucedía desde hace algún tiempo. Todo lo que había
tomado, por un lado, había sido algo totalmente diferente en la realidad. Lo
que había tomado como nervios por esta famosa mujer, eran en realidad
nervios por la visita de Christine como tal. Cuando su ritmo cardíaco 390
aumentaba y la boca se secaba, lo que sucedía con frecuencia, no era la
gripe o un resfriado, o golpes de calor, o cualquier otra locura que hubiera
atrapado. Era simplemente porque Christine estaba cerca, a su lado, o estaba
por llegar. Todo se trataba de Christine.

De acuerdo, entonces lo físico fue resuelto. ¿Qué pasa con el resto? ¿Era algo
que podía manejar? ¿Lo que la gente pensara de ella? No era tonta, y sabía
que la gente podría llegar a ser cruel. Sí, tenía miedo de lo que la gente
pudiera pensar de ella. Había trabajado mucho y duro por ser un respetado
miembro de la comunidad y el hospital. ¿Cambiaría eso?

Mirando a su alrededor mientras caminaba, pasaba a los compañeros de


trabajo, ¿algunos lo sabían?, ¿la mayoría no lo hacía?, no podía dejar de
preguntarse. Había sido gratamente sorprendida cuando después de que se
publicara el artículo de ella en Texas con Christine, además de ver el cuerpo
semidesnudo de Willow en la portada de la reciente revista, la mayoría de los
que preguntaron lo hicieron con genuina curiosidad. No fue juzgada o no
escucho rumores de pasillo. Bueno, no es que ella los supiera, de todos modos.
¿Valía la pena?
Willow suspiró, su cabeza le dolió de tanto pensar. Recogió a su hija, y se puso
en camino, en una tarde a mediados de mayo. Era hermosa, y ella deseó que
Christine estuviera con ella, y que pudieran llevar a Emma al parque.

Pensó en llamar a la casa, pero no quería atraer mucha atención después del
reciente desastre que la prensa había causado. En cambio, se fue a casa.

* * *

Christine apoyó las manos sobre los muslos, con la cabeza inclinada en
derrota. La música no llegaba a ella esta noche. No, no sólo eso; la música
estaba atormentándola, sintiéndola al alcance de sus dedos creativos y luego
burlándose maliciosamente al caer de nuevo en la oscuridad.

Gruñó, el banco chilló cuando ella lo empujó hacia atrás, poniéndose de pie.

—¡Maldición! —gritó a la habitación vacía, lanzando su lápiz, viendo que


chocaba contra un muro y tintineaba en el suelo.
391
Christine pasó las manos por el pelo, caminando como un animal salvaje. Al
mirar por la ventana, vio que había caído la noche. Estuvo todo el día allí,
todos los días, durante la semana pasada. La inspiración no le llegaba y eso
realmente la estaba molestando.

También se estaba ocultando. No le gustaba admitir esa parte de ella misma.


Estaba asustada. ¿Cómo podía una pequeña rubia, de cincuenta y cuatro
kilogramos, asustarla tanto? Pero lo hacía.

Christine estaba descubriendo que se encontraba de mal genio, inquieta, y


que su mente estaba menos cooperativa cuando se trataba de concentrarse
en su música. Era como si su musa se hubiera ido de vacaciones, y se sentía
frustrada, ¡maldita sea!

—Está bien —respiró ella, sentándose frente al teclado una vez más—. Puedo
hacer esto.

Willow miró a su hija, metida en el asiento del bebé en la parte posterior del
coche de Rachel.
—¿Sabes? podemos hacer esto en otro momento —aseguró la pelirroja.

—No —tomando una respiración profunda, la rubia dio un paso atrás, el aire
de la noche fresca acarició su rostro—. Puedo hacer esto.

—Ella estará bien.

—Por supuesto que estará bien. —Willow sonrió, aunque ella no lo creyó por
un momento—. ¿Tienes todas las botellas preparadas? Recuerda probarlas en
tu muñeca, no se la des demasiado caliente.

—¡Willow! —Rachel tomó a su amiga por los hombros, moviéndola


ligeramente—. Va a estar bien, ¿de acuerdo? Yo tengo sobrinos, ya sabes. Sé
lo que estoy haciendo.

—Bueno. —Willow corrió con nerviosismo las manos por el cabello—. Puedo
hacer esto, y Emma va a estar bien. —Rachel sonrió, tomando a su amiga en
un abrazo. Willow se quedó con ella por un momento, temblando. Rachel no
estaba segura de sí era por el aire frío de la noche, o por otra cosa.

—Yo te apoyo —dijo en el oído de la rubia antes de darle un suave beso en la 392
mejilla.

—Gracias. —Willow le dio una sonrisa genuina por primera vez—. Ahora vete
antes de que cambie de opinión.

—Tú puedes. —Rachel cerró la puerta de atrás, luego dio la vuelta al coche
por el lado del conductor, Willow saludó a su hija durmiendo a través de la
ventana. Al deslizarse detrás del volante, Rachel llamó en voz baja a su amiga.
Willow miró—. ¡Quiero un informe completo! —dijo entre dientes. Willow volteó
los ojos y despidió a su amiga.

Con la mano izquierda apoyada en las teclas, Christine levantó la mano e hizo
un par de notas en el marcador, dio la vuelta al lápiz para borrar un par de
errores, y luego le dio la vuelta de nuevo para escribir más notas.

Apretando el lápiz número dos entre los dientes, bajó la mano derecha hacia
abajo para unirse a su gemela, tocó todo lo que había escrito todo de una
sola vez. Deteniéndose a mitad de camino, ella llevó el borrador al papel una
vez más.
Mientras borraba una nota realmente mala, oyó el monitor de bebé que
descansaba junto a su partitura.

—¿Christine? —La cantante pulsó el botón de manos libres del walkie.

—¿Sí? —preguntó ella, dibujando una negra.

—¿Puedes venir arriba por un minuto? Estoy teniendo un poquito de


problemas en el baño principal.

—Bien. Estaré allí en un minuto —murmuró, ligeramente irritada cuando la


canción estaba empezando a fluir. Finalmente, con un suspiro, se dirigió hacia
fuera. Era tarde, por lo que accionó el interruptor de apagado, que envolvió
la sala de música en la oscuridad.

La noche estaba sorprendentemente fría para mayo, y Christine sintió la piel


de gallina esparcirse a través de sus brazos. Al subir las escaleras, sus zapatos
hacían ruidos sordos, resonando en la tranquila noche.

—¿Willow? —dijo en voz alta, cerrando la puerta detrás de ella.


393
—Estoy aquí —la rubia gritó hacia abajo.

—¿Quién estuvo aquí antes?

—Rachel se detuvo por un momento.

Asintiendo con la cabeza, Christine subió por las escaleras que crujían bajo sus
pies. Preguntándose si habría alguna manera de arreglar eso sin reconstruir la
mitad de la casa. Pero, sería muy útil cuando Emma se hiciera mayor.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, empujando la puerta del baño, que estaba
medio cerrada. La pregunta murió en sus labios cuando vio el destello de luz
de las velas. La habitación estaba llena de velas, todas encendidas, la única
luz en la habitación. También se dio cuenta que olía a rosas, lo que dirigió su
atención a la bañera romana. Estaba llena de agua humeante, pétalos de
rosa flotaban en su superficie brillante.

Suavemente la puerta se cerró tras ella. Se volvió y vio a Willow, que tenía
toallas blancas muy suaves en sus brazos, y una sonrisa en su rostro.
—Muy bien —dijo ella, colocando las toallas en la tapa del inodoro, y
acercándose a la aturdida cantante—. Quiero que entres en esa bañera,
cierres los ojos y te relajes. —Ella tomó el lápiz de la mano inerte de Christine,
lo puso suavemente sobre el mostrador junto al lavabo—. Vamos —animó
cuando Christine no se movió. Empujó suavemente a la cantante hasta el
borde de la bañera. Christine se sentó, mirando a la rubia como si estuviera
loca.

Willow se arrodilló, le quitó ambos zapatos, y los tiró al suelo, seguido de sus
calcetines. De pie, hizo que Christine se pusiera también en pie.

—No quiero verte durante al menos una hora. ¿Me entiende?

Christine asintió en silencio, observando como Willow salía silenciosa de la


habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Sintiéndose como si hubiera sido
golpeada en la cabeza, Christine se volvió hacia la sala, viendo todo lo que
había hecho Willow. Sonrió cuando vio el reproductor de discos en la esquina,
junto a la bañera, una pila de los CDs favoritos de la cantante en la parte
superior. Al lado de eso estaba una pequeña pila de revistas, y la novela que
estaba leyendo.
394
Un largo y lento suspiro escapó de los labios de Christine mientras metía su
cuerpo en el agua, aunque demasiado caliente. El agua le llegaba hasta la
parte superior de sus pechos, ató el pelo hacia atrás y apoyó la cabeza sobre
la almohada inflable que Willow había puesto.

La música de Delirium llenó la habitación. “Lamentación” comenzó a sonar,


hundiéndose en sus huesos. Los tonos sensuales traían escalofríos a su carne,
sintiéndose agradecida por el agua caliente.

La tensión entre los hombros de Christine comenzó a desaparecer lentamente,


con los hombros relajados, las manos flotaban sin fuerzas sobre el agua, los
dedos de los pies se encrespaban y se desenroscaban a medida que el placer
la recorría. Sonrió cuando un pétalo de rosa cosquilleó en su pecho, ya que
flotaba perezosamente.

A medida que la música comenzó a desarrollarse, su cadencia increíblemente


sexy llevó a Christine a sumergirse en ella. Cerró los ojos, suspirando
profundamente mientras se imaginaba a Willow, moviendo su cuerpo
sensualmente al mismo tiempo, que las manos corrían lentamente por su
cuerpo, y sus ojos observando a la cantante, haciéndole señas, atrevida,
deseándola.

El cuerpo de Christine estaba en llamas, sólo el mero pensamiento de la


hermosa rubia prácticamente la hizo casi llegar. Las imágenes eran tan reales,
que, si no lo hubiera sabido mejor, habría pensado que Willow estaba en la
habitación con ella, deslizando sus manos hacia abajo sobre la piel húmeda
de Christine, arrastrando sus uñas hacia abajo.

La cantante se estremeció, gimiendo en voz baja mientras la frustración que


había comenzado a perder poco a poco comenzó a crecer una vez más,
justo en el centro, entre sus piernas. Había estado luchando contra la
atracción hacia Willow, siendo realista, desde hace meses, pero
conscientemente, hace semanas. Siempre había sentido una conexión con
Willow, un vínculo, siempre había estado más que bien con los aspectos físicos.
Sí, Willow era una mujer muy hermosa, pero aparte de esa indiscreción en la
playa, Christine había estado bien con ello.

Hasta esa noche. Después de esa noche, todo cambió. Todo. Ahora ella no
podía sacar a Willow fuera de su mente. Estaba aterrorizada por la pequeña
rubia, y no tenía idea de qué hacer con esto. Estas sensaciones eran nuevas 395
para ella, y estaba tratando de huir de ellas.

Pero Dios, la forma en que el cuerpo de Willow se había sentido contra el suyo.

Sacudiéndose su lujuria, se inclinó, para tomar su novela, haciendo todo lo


posible para distraerse, e ignoró las súplicas de su cuerpo en busca de alguna
liberación. Estaba allí para relajarse, no para excitarse más.

Una hora y diecisiete minutos más tarde, Christine se envolvió en una de las
enormes toallas, que Willow había dejado para ella, el cabello húmedo
estaba peinado hacia su espalda. Sopló las velas, la pequeña habitación se
llenó con humo, abrió la puerta del baño. Sintiendo algo suave y fresco bajo
su pie desnudo, ella bajó la mirada, para ver más pétalos de rosa. Después de
un momento, se dio cuenta de que formaban una flecha, y apuntaba hacia
el dormitorio de la rubia.

Con la ceja levantada, la siguió, viendo la puerta entreabierta.

—Adelante —dijo Willow, se escuchó su voz suave al otro lado de la puerta.


Tragando saliva, y luchando contra el fuerte impulso de correr, Christine abrió.
De primeras Willow no estaba a la vista, por lo que la morena se concentró en
las velas dispersas, la cama, y una bandeja cerca de las almohadas, con
varias botellas encima de ella.

—Vamos, no seas tímida —dijo la rubia, que apareció repentinamente


alrededor de la puerta. Los ojos de Christine se abrieron, fijándose en el
camisón de seda que llevaba, hasta la mitad del muslo. Los tirantes de los
hombros mostraban hombros fuertes, la luz de las velas iluminaba su costado.
Ella trató de no mirar cuando los ojos azules se posaron en los pechos llenos,
abrazados por el raso.

—Uh, ¿qué está pasando? —Christine preguntó finalmente, mirando a los ojos
de Willow.

—Vamos —dijo la rubia, tomando la mano de Christine, ignorando su


pregunta. Fue arrastrada a la cama donde recibió instrucciones de acostarse
sobre su estómago. Mientras hacia lo que se le pidió, sintió las sábanas suaves
debajo de su piel sobrecalentada. Echando un vistazo a la bandeja de
botellas no muy lejos de la cabeza, vio que había todo tipos de aceites de
masajes—. Relájate —Una mano en la parte posterior de su cabeza la estaba 396
arrullando, empujándola suavemente hacia la almohada.

Christine trató de hacer precisamente eso, pero estaba resultando difícil estar
tranquila. Sintió el colchón bajo el peso de Willow mientras se arrodillaba junto
a ella.

—Levántate un poco.

Christine lo hizo entrando en pánico por un momento cuando sintió que la


toalla que llevaba alrededor de su cuerpo desnudo era sacada de debajo de
ella. Fue capaz de relajarse un poquito cuando fue cubierta, Willow
simplemente bajó un poco el tejido de felpa para revelar su espalda.

Manos fuertes tiraron suavemente de su pelo hacia fuera del cuello de la


cantante, haciéndola temblar de nuevo. Con el cabello echado a un lado,
cerró los ojos, tratando de “ver” con sus oídos. El material sedoso del vestido
de Willow rozaba contra su espalda desnuda cuando la rubia pasaba sobre
ella para agarrar una de las botellas. Hubo un sonido, y luego las palmas de
las manos de Willow se frotaban juntas para calentar el aceite.
La mente de Christine quería gritar para detener esto, correr, ocultarse y no
tener que hacer frente a esto, pero no podía moverse. Estaba paralizada y no
podía hacer otra cosa que quedarse allí, sintiendo las manos calientes
deslizarse por la espalda, distribuyendo el resbaladizo aceite en la piel.

—Has estado tan tensa últimamente —Willow dijo en voz baja, desmintiendo
la fuerza en sus manos, ya que frotaba y presionaba, incluso sacando un
pequeño gemido a la cantante.

—Hmm —dijo Christine en respuesta, haciendo que la rubia sonriera—. Eres


buena en esto.

—Bueno, por suerte para ti uno de mis instructores en la escuela de enfermería


era un firme creyente en que nosotros obtuviéramos la certificación en terapia
de masaje. Ayuda a los pacientes que se encuentran, ya sea postrado en
cama o si están demasiado enfermos para levantarse y caminar. Ya ves —
explicó, frotando más aceite en la piel de Christine—. Al mantener la sangre
fluyendo, les ayuda a mejorar el tono muscular, así como el uso de las
extremidades.

—Mmm —ronroneó Christine cuando Willow alcanzó un punto particularmente 397


tenso—. Movimiento inteligente —se quejó.

Willow miró hacia abajo, la magnífica piel bajo sus manos, los músculos que
cubrían la espalda superior de Christine, sus manos errantes sobre ellos,
sintiéndolos, acariciándolos. Sus ojos y sus manos vagaron un poco más bajo,
concentrándose en la parte baja de la espalda de la cantante, empujando
la toalla hasta justo por encima de su hermoso y maravilloso trasero.

—Dios, se siente tan bien —Christine susurró en la almohada, ahora con sus
dedos relajados.

—Estoy contenta —susurró Willow, moviendo las manos por los costados de
Christine, las yemas de los dedos apenas rozando la piel, en la búsqueda de
los brazos de la morena, y empujando suavemente hacia arriba y hacia fuera,
la longitud de Christine casi reclamando el ancho de la cama. Sus ojos
recorrieron descaradamente la espalda, y luego se encontraron con sus
propias manos, que habían subido a los hombros de Christine de nuevo—.
Relájate —susurró—. Las palabras erizaron la piel de Christine, haciéndola
temblar.
Las manos de Willow, masajeaban la piel de los hombros de Christine y la parte
superior de los brazos, descendieron, sobre la parte inferior de la espalda, las
uñas se arrastraban hacia la columna vertebral, luego volvieron lentamente
hasta los hombros y al otro lado. Sonrió cuando oyó otro gemido suave, las
caderas de la morena se acomodaron a sí mismas un poco.

Tomando esto como una buena señal, sus dedos se deslizaron sobre la piel
resbaladiza, atreviéndose a rozar ligeramente la curva redondeada de la
parte exterior de los senos de la morena, por lo que la cantante jadeó en voz
baja.

Willow se movió hacia abajo de la cama, con los dedos masajeando hacia
abajo, deslizándose sobre el trasero cubierto de Christine, hasta llegar a la
parte posterior de los muslos, las manos finalmente llegando a ponerse en
contacto con la piel desnuda de la cantante. Frotó más aceite en sus manos,
Willow las llevó a las pantorrillas, flexionando los músculos debajo de la piel
cuando el cuerpo de Christine se tensaba y se soltaba.

—Tranquila. No voy a hacerte daño —susurró, aligerando la tensión de las


pantorrillas con un golpe de sus manos. Apartándose de la cama por
completo, Willow concentró sus esfuerzos en los pies de Christine, levantando 398
uno de la cama, mirando como el bíceps femoral de la cantante se flexionaba
con el movimiento. Con los pulgares frotó las puntas de los pies de Christine,
haciéndola gemir más fuerte, el pie estremeció ligeramente por las cosquillas.
Willow observó el largo cuerpo de Christine, sorprendida una vez más por lo
hermosa que era. Un espécimen perfecto.

—Eres una mujer tan hermosa, Christine —dijo suavemente, moviéndose al otro
pie, sus movimientos lentamente, se convirtieron en más caricias.

—Gracias —susurró la cantante, sin abrir los ojos.

—Recuerdo ese primer concierto tuyo, al que fui con Rachel —sus manos se
deslizaron hasta la pantorrilla derecha, los dedos presionando aquí y allá, el
pulgar acariciando a su paso—. Al verte en ese escenario, observé cómo
todas las mujeres se volvían locas, guau —Respiró—. Increíble. Entendí por qué
gritaban histéricamente. —Willow sonrió ligeramente, clavando las uñas en la
parte posterior de las rodillas de Christine. La cantante se quejó en voz baja,
abriendo los ojos—. Tan hermosa. Tan sexy.
Las manos de Willow encontraron las partes posteriores de los muslos de la
cantante, sintiendo su fuerza mezclada con suavidad, corriendo más arriba,
rozando debajo de la toalla, ascendiendo con dedos exploradores por el
hermoso trasero. Por último, se llenaron de la carne, Willow observó el
movimiento bajo la tela de toalla, apretando, amasando, ahuecando.

Christine dejó escapar un largo suspiro, haciendo todo lo posible para no abrir
sus muslos. De repente se dio cuenta de que la toalla se había ido, el aire frío
en la habitación golpeó la totalidad de su cuerpo desnudo.

Willow subió de nuevo sobre la cama, lentamente, deliberadamente, un muslo


se extendió a través de Christine. Ella bajó lentamente hasta que estuvo
sentada a horcajadas en el trasero de la cantante.
Christine gimió cuando se dio cuenta que la rubia no llevaba bragas, su
humedad rozaba su propia piel.

—Tan preciosa —susurró Willow, con las manos acariciando la piel de las
caderas de la cantante, volviendo a subir por los costados, las uñas hacían un
rastro a través de los lados de sus pechos de nuevo. Se inclinó hacia abajo, los
pechos cubiertos de raso rozaban la espalda de Christine, los pezones se
endurecieron ante el contacto—. Date la vuelta cariño —susurró en el oído de 399
la cantante antes de colocar un suave beso en la parte posterior de su cuello.
Willow se alzó ligeramente cuando sintió que el cuerpo debajo de ella se volvía
a su vez. Acostada sobre su espalda ahora, Christine miró a la diosa que era
Willow, sentada a horcajadas sobre ella, los pesados pechos se movían con
cada respiración excitada que tomaba.

Su mirada viajó por ese cuerpo cubierto de satén, viendo los muslos desnudos,
sobre los que descansaban sus manos calientes.

—Eres hermosa —susurró, sabiendo muy bien que había perdido la batalla, la
guerra, todo. No había nada que pudiera negarle a Willow, y estaba cansada
de tratar.

La rubia sonrió ante eso, sus manos descansaban en el estómago de Christine,


sintiendo los músculos temblar bajo su toque. Esas manos se movieron hacia
arriba, los ojos verdes seguían su progreso. Willow se impresionó una vez más
por la belleza de Christine. Su piel suave, flexible, hermosa. Pechos, llenos con
los pezones rígidos, que sus dedos encontraron.
Christine siseó, cerrando los ojos cuando Willow la tocó. Willow estaba
fascinada por las reacciones de la otra mujer hacia ella. Observó cómo
Christine se arqueó en sus manos, entonces un pequeño gemido escapó
cuando Willow sostuvo los pezones entre los dedos índice y pulgar,
apretándolos, torciéndolos, probándolos.

Las manos fuertes comenzaron a deslizarse lentamente por los muslos de


Willow, bajo su camisón, hasta las caderas, que habían comenzado un
movimiento muy lento, igualando el de la morena. Cerró los ojos, sintiendo su
sexo cobrar vida, ya que poco a poco se mecía contra Christine.

Esas manos no se quedaron mucho tiempo en las caderas. Pronto volvieron a


moverse una vez más, deslizándose hasta su estómago, a continuación, a lo
largo de sus propios pechos. La cabeza de Willow cayó hacia atrás, sus
pezones eran tan sensibles. Los labios de repente estaban en su garganta, y
Willow no iba a perder la oportunidad.

Al llevar su cabeza hacia abajo, ella cogió la boca de Christine, con ganas de
devorarla, pero se detuvo. Quería que esto fuera algo especial, algo que
ambas recordaran mientras vivieran, sin importar lo que pasara mañana.
400
Ella contuvo la frente contra Christina.

—Te amo, Christine —dijo, sus manos moviéndose hacia arriba en el pelo de la
cantante—. Estoy enamorada de ti.

—Oh, Willow —Christine respiró, acariciando con las manos el rostro de


Willow—. He tratado de luchar contra esto, alejarte, pero no puedo más.

—¿No?

—No. Te amo, también.

Willow sonrió contra sus labios, sintiendo que el gesto era devuelto, luego
suavemente rozó los labios de Christine, sintiendo que ellos respondían,
moviéndose juntos. Con lentos movimientos de sus bocas, los senos se
tocaban, Christine acercó las caderas de Willow a las suyas, haciendo que la
rubia jadeara, sus caderas comenzaron a oscilar ligeramente.

—Tengo miedo —susurró Christine, chasqueando su lengua contra el labio


superior de Willow.
—Oh —La rubia suspiró— yo también. Pero tú lo vales. —Profundizó el beso,
suspirando en la boca de Christine cuando sintió la lengua de la morena
encontrarse con la suya. Estaba perdida, en corazón, cuerpo y alma.

El aire fresco de la noche besó su piel, mientras el camisón era levantado sobre
los brazos, sus pechos desnudos se presionaron contra los de Christine.

Todavía se asombraba por la suavidad de la cantante; sus pechos, su piel, sus


labios. Todo lo que un hombre no era. Esto era intoxicante.

Christine volvió a caer sobre la cama, llevándose a la rubia con ella, sin romper
el beso. Haciéndola rodar, se introdujo entre las piernas de Willow, que la
envolvió inmediatamente con ellas.

Moviendo una mano, Christine cogió uno de los pechos de la rubia, haciendo
gemir a Willow. Moviendo las caderas un poco, Willow gimió de nuevo.
Christine se agachó, separando suavemente las piernas de la rubia, entonces
extendió su mano entre sus cuerpos, acariciando suavemente el sexo de
Willow con los dedos, los cuales fueron cubiertos al instante. Se abrió,
moviéndose hasta que su hinchado clítoris se rozó contra el de Willow. 401
La rubia se quedó sin aliento, acercando a Christine hacia ella. Nunca había
sentido nada igual, ese placer que la atravesaba, intenso y húmedo.

Christine levantó su mano, y jugó con el pezón de Willow que luego apretó
con sus dedos. Con las caderas moviéndose lentamente, ella se inclinó hacia
abajo, deslizando la lengua a través del pezón erecto, haciendo que Willow
gritara. Tuvo cuidado de no succionar, ya que la rubia todavía estaba
amamantando, pero ella lamió hasta la última gota de deseo de la rubia.

La espalda de Willow se arqueó, su cuerpo tenía una sobrecarga de


sensaciones.

Las caderas se movían más rápido, Christine regresó a la boca de Willow, el


beso era profundo y apasionado, ambas jadeaban a medida que su placer
crecía, tan cerca del punto de ruptura.

Al abrir los ojos y tirando hacia atrás un poco, Christine miró a Willow, viendo
su cara enrojecida, los labios brillantes, la boca abierta. Los ojos verdes se
abrieron lentamente, y vio tan profundamente en Christine que la cantante lo
sintió en su corazón.

El aliento de Willow estalló en ráfagas cortas cuando sintió que su cuerpo era
envuelto por el placer, y luego explotó. Gritó, aferrándose a la cantante,
incapaz de recuperar el aliento. Christine enterró el rostro en el cuello de
Willow mientras ella también se perdía.

Sus caderas se detuvieron, y Willow echó los brazos y las piernas alrededor de
Christine, dejando pequeños besos en la cabeza y la cara, su cuerpo todavía
palpitaba.

Finalmente encontró su camino de regreso a la tierra de los vivos, Christine se


levantó a sí misma, colocando un suave beso en los labios de Willow, entonces
ella comenzó a besar el cuello de la rubia, lamiendo el hueco de su garganta.
Los ojos de Willow se cerraron, perdiéndose en la sensación al sentir las manos
y la boca de Christine en todas partes. Se sorprendió de que todavía pudiera
seguir adelante. Típicamente un solo orgasmo la aniquilaba, pero no podía
evitar que la cantante siguiera. Sólo quería perderse en Christine.

Los ojos verdes se abrieron cuando sintió que sus piernas eran colocadas 402
suavemente sobre los hombros fuertes. Miró hacia abajo la longitud de su
cuerpo, vio la cabeza de Christine, y sintió besos suaves en el interior de sus
muslos.

Ella esperó nerviosa al sentir que esos labios se acercaban a su sexo, que aún
estaba caliente por lo de hace unos momentos. Jadeando en voz alta, la
cabeza de Willow volvió a caer en las almohadas cuando una lengua se
deslizó por su humedad, terminando en su clítoris, que fue succionado por una
boca caliente.

—¡Oh Dios! —gimió ella, las manos buscaron el pelo de la morena. Estaba
perdida, sentía cosas que nunca había creído que era posible sentir. Era tan
intenso, casi doloroso. Gritó mientras los dedos de Christine entraron en ella, la
lengua siguió trabajando a través de su humedad.

Christine murmuró feliz mientras prodigaba a Willow tanto placer como le era
posible. Estaba empezando a tener problemas para mantener a la rubia bajo
su control, sus caderas se movían, su cuerpo se movía. Willow estaba cerca,
así que Christine decidió dejarla ir.
Concentrándose por completo en el clítoris de la rubia, utilizó ambas manos
para sujetarla, y abrazarla.

—Christine, oh dios, cariño —Willow sentía como si se estuviera separando de


su cuerpo, su mente a la deriva, inútil, mientras todo su ser comenzó a latir,
creciendo, creciendo, hasta que ella gritó, empujando la cabeza hacia atrás
mientras estallaba una vez más.

Christine se aferró con fuerza, chupando el cuerpo de Willow como si de ello


dependiera su vida, por lo que la rubia convulsionó por segunda vez, luego
una tercera. Sólo cuando le suplicaron que se detuviera, ella trepó por el
cuerpo de la rubia, y la tomó en sus brazos.

Willow enterró el rostro en el pecho de la cantante, su respiración todavía era


errática y débil. Se calmó, al oír las palabras suaves de Christine, que le decía
lo hermosa, increíble y maravillosa que era.

Se retiró un poco, mirando la cara de Christine, tan hermosa y tranquila.


Acariciando la mejilla de la cantante, ella sonrió.

—Gracias —dijo, poniendo un suave beso en los labios de la cantante, 403


probándose a sí misma allí.

—¿Por qué? —preguntó Christine, colocando un beso en la frente de Willow.

—Por no huir de nuevo. —Willow miró profundamente a los ojos de Christine,


deseando que supiera que no había ninguna razón para correr, para
ocultarse. Christine sonrió, sacudiendo la cabeza.

—No más. Estoy aterrada, y espero que seas paciente conmigo, pero yo no
quiero huir más. —Se trasladó a su lado, sosteniendo su cabeza en su mano,
con la otra trazaba patrones perezosos en el estómago de Willow.

—¿Qué deseas? —preguntó Willow, jugando con unos mechones de pelo


oscuro de Christine.

—Quiero estar contigo y Emma —dijo simplemente.

—¿Qué pasa con la vida que has conocido? Los fans, la adoración, la gran
ciudad ¿No extrañaras tu vida?
—Cariño, esto, estar aquí con vosotras, ha sido la vida más normal que he
tenido, y me da paz. Yo sería una tonta si renunciara a esto —susurró, besando
a la rubia, quien perezosamente corría la mano por el pelo de Christine.

Christine fue empujada lentamente sobre su espalda, mientras la rubia se


situaba encima de ella. El beso continuó, lenta y lánguidamente. La cantante
suspiró, acercando a Willow hacia ella.

A medida que se besaban, la mano de Willow comenzó a explorar. Sus dedos


corrieron hacia abajo hasta encontrarse con uno de los pechos de Christine.

—Tienes unos pechos preciosos —susurró en la boca de Christine—. Tan suaves.

Los ojos de Christine se cerraron, un suave gemido escapó cuando Willow dejó
su boca, los labios y la lengua saborearon su garganta, la lengua dejaba un
rastro de fuego entre sus pechos.

Willow miró esos pechos, maravillada por su textura y la sensación. Sopesaba


su peso en sus manos, y luego lentamente bajó la cabeza, cerrando los ojos
mientras probaba el pezón con la lengua. Fue animada por el suave suspiro
lanzado por encima de ella, y lamió el pezón una vez más. Le encantó la 404
respuesta de Christine a su contacto, y se llevó todo a la boca.

—Oh, Willow —Christine suspiro, pasando suavemente la mano través de las


hebras rubias. El placer recorrió su cuerpo, terminando justo entre sus piernas.
Willow chupó el pezón en su boca, pasando la lengua por él. Se quedó sin
aliento por la sorpresa cuando sintió una mano entre sus piernas, dedos
acariciando el vello que encontraron allí.

Willow estaba en el cielo táctil mientras sentía el cuerpo de Christine; las


texturas, matices, diferencias y similitudes con la suya. Gimió en
reconocimiento cuando sintió la cálida humedad que encontraron sus dedos.
Deslizándolos hacia abajo por toda la longitud del sexo de Christine, sintió que
se abría, metiendo el dedo tímidamente dentro.

—Sí, cariño. Ve adentro, por favor —la cantante jadeo, casi conteniendo la
respiración mientras esperaba a ver lo que la rubia haría a continuación.

Willow gimió de nuevo cuando su dedo casi fue aspirado dentro, rodeado por
el calor apretado, tan caliente.
Al levantar la cabeza del pecho de Christine, bajó la mirada hacia su mano,
asombrada al ver su dedo deslizarse hacia afuera, luego de vuelta otra vez,
pasando a través de la humedad.

—Increíble —susurró ella, lentamente empujando de nuevo, agregando un


segundo dedo. Christine volvió a jadear, las caderas se agitaron cuando ella
fue llenada, extendió su mano hacia abajo para acariciar cualquier parte de
Willow que pudiera encontrar.

Excitada, su propio corazón comenzó a acelerarse, Willow regresó al pecho


de Christine, experimentando, viendo cómo podía darle más placer a esta
mujer que amaba tan profundamente, con ganas de acabar con todo su
dolor.

Christine sentía como si estuviera volando, su cuerpo ya no estaba unido a su


cerebro, sus caderas convulsionaron, pidiendo a Willow que se moviera más
rápido, arqueó la espalda ofreciéndose a la rubia, dándole todo lo que tenía
para dar.

Cuando ya no pudo aguantar más, su mundo chocó con el de Willow, y


ambas estallaron, el grito de Christine anunciaba la explosión. Su mente, 405
cuerpo y espíritu volaron aparte, volviendo a unirse como una persona más
fuerte, más completa.

Se quedó allí, con la mano sobre los ojos mientras trataba de recuperarse.
Sintió a Willow subir a su lado y abrazarla. Prodigándole pequeños besos en la
cara, los labios, el cuello, Christine se sentía cálidamente segura.

Willow la sostuvo, la mecía lentamente, por un momento tuvo miedo cuando


sintió la humedad en su cuello, donde estaba enterrado el rostro de Christine.
Le preocupaba que ella le hubiera hecho daño de alguna manera, pero en
algún lugar dentro de ella sabía que no era eso. La sostuvo en silencio,
comprometiéndose a no dejarla ir de nuevo. Nunca.
Capítulo 17

—El sol está saliendo —dijo Christine, mirando por la ventana. Pasó la mano
con aire ausente por el cabello de Willow. La rubia estaba entre sus piernas,
con la cabeza apoyada en el estómago de la cantante.

—Mm —Willow respondió con un suspiro de satisfacción—. ¿Estás cansada? —


Volvió la cabeza, la barbilla ahora descansaba en el vientre plano. Christine
bajó la mirada hacia ella. Moviendo su cabeza.

—Curiosamente, no.

—Yo tampoco.

Christine gimió y gruñó mientras se estiraba, moviendo a la rubia con ella


cuando su cuerpo se arqueó.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Willow, acomodándose de nuevo. 406


—Hmm —Christine suspiró, pensando, jugando aun con el pelo—. Feliz,
contenta, satisfecha. Adolorida. —Willow se rio de esto último, entendiéndola
perfectamente.

—¿Quién sabe? —susurró, subiendo para colocarse al lado de la morena, la


rubia apoyó la cabeza en su hombro—. Me siento como si pudiera salir
corriendo a las calles en este momento y decirle al mundo cuánto te amo. —
Levantó la cabeza, sonriendo a la hermosa mujer que miraba hacia ella.

—Sé lo que quieres decir. No estoy del todo segura de lo inteligente que sería,
pero entiendo. Ven aquí —Acercó aún más a la rubia, envolviendo sus brazos
alrededor de ella, tirando del cuerpo de Willow lentamente sobre el suyo, la
cabeza de la rubia quedó debajo de su barbilla. Christine sonrió, incapaz de
detenerse. Se sentía como una persona diferente, renovada. Sintió ganas de
escribir todas esas canciones de amor cursi que a las personas les gustaba
escuchar, finalmente fue capaz de entender las letras detrás de ellas.

—¿Por qué estás sonriendo?


Christine miró para ver a Willow observándola, una sonrisa se dibujaba a un
lado de su boca. La cantante negó con la cabeza, avergonzada.

—No, es nada.

—Tonterías. Después de todo lo que hemos estado haciendo toda la noche,


no veo ninguna razón para que repentinamente seas tímida. —Sólo para
demostrar su punto, ella mordió juguetonamente uno de los pezones de la
cantante, haciendo gritar a Christine por la sorpresa.

—Está bien. Estaba pensando que, finalmente, todas esas canciones tontas
tienen sentido. Y todas esas películas de Meg Ryan que odiaba ver. Ahora me
siento como en “Cuando Harry conoció a Sally”

Willow se rio entre dientes, completamente encantada.

—Dios te amo.

—Yo también te amo.

—Somos unas bobas, ¿verdad? 407


—Me temo que sí.

—Ah, bueno —Willow echó la cabeza hacia abajo, con un suspiro de felicidad
absoluta—. El mundo sólo tendrá que acostumbrarse a nosotras.

Permanecieron en silencio, ambas perdidas en sus propios pensamientos,


pensando en el increíble giro de los acontecimientos en las últimas doce horas.
Willow siguió recordando momentos cruciales de esa noche; un suspiro, un
beso, o la expresión de éxtasis en el rostro de Christine. Su cuerpo estaba
demasiado dolorido para revivir todo eso, pero todavía ardía ante la idea.
Nada podría haberla preparado para lo que en realidad era hacer el amor
con la mujer debajo de ella.
Sí, su primera noche juntas después de la muerte de Adán, había sido increíble.
Pero palideció enormemente ante la noche y la mañana que habían
compartido. Nunca había experimentado algo semejante. Ni siquiera con
Kevin.
—¿Cuándo traerá Rachel a Emma de vuelta? —Christine preguntó,
rompiendo inadvertidamente la línea de pensamiento de Willow. La rubia
sonrió.

—¿Cómo sabías que estaba con Rachel?

—Una simple deducción. No podrías confiarla a ninguna otra persona,


además mencionaste que Rachel se había detenido un momento. —La risa
de Christine reverberó a través del cuerpo de la rubia.

—Sí, bueno, Rachel vino a recoger a Emma para que pudiéramos estar solas
mientras te seducía, ¿ahora podría?

—Podría ser divertido —Christine se acercó a la rubia, su dulce beso


rápidamente se volvió profundo, apasionado. Sin embargo, aunque el espíritu
estaba ciertamente dispuesto, la carne estaba dolorida e irritada.

Apartándose después de algunos minutos, Willow sonrió.

—¿Qué quieres para desayunar?


408
* * *

—¿Qué? —Willow finalmente preguntó, sosteniendo los gráficos sobre su


pecho. Miró a la doctora, frunciendo el ceño con sospecha.

—Bueno, sólo estoy tratando de averiguar quién ha puesto un poco de polvo


de Campanita en tu cereal, porque cariño, has estado prácticamente
flotando durante toda la semana. —Maureen Halston dijo con una amplia
sonrisa.

—Oh —la rubia sonrió.

—¿Ves? Ahí está otra vez. —La médica se apoyó contra el mostrador de
enfermeras, realmente curiosa y feliz por la dulce enfermera.

—Bueno, es. Es sólo que estoy feliz, supongo —dijo Willow, radiante.
—Eso es obvio. Creo que podrías iluminar a toda la ciudad de Oklahoma con
esa sonrisa de mega vatios que tienes adelante. Vamos, dime tu secreto. —
Willow miró a su alrededor, asegurándose de que nadie estaba escuchando,
y luego se volvió hacia la mujer de más edad que la había ayudado en
muchas cosas, tanto personal como profesionalmente.

—Está bien, pero no se lo puedes decir a nadie, Maureen, ¿de acuerdo?


Todavía es un secreto.

—Está bien — el rostro de la pediatra se puso serio, mientras esperaba.

—Estoy enamorada —dijo la rubia emocionada.

—¡Oh, cariño! ¡Eso es maravilloso! —recogió a la mujer más joven en un abrazo


rápido. —¿Quién? Kevin no está de vuelta, ¿verdad?

—Oh, no —Willow rechazó esa idea—. Ese barco ya ha navegado. No, es con
alguien que es la persona más maravillosa, amable, y generosa que he
conocido —no pudo evitar la sonrisa de sus labios. Sólo el mero pensamiento
de Christine la hacía sentirse cálida y confusa por dentro.
409
—Eso es difícil de encontrar.

—Ciertamente, todo en una sola persona. Además, ella ama a Emma.


¡Diablos, creo que casi pasa más tiempo con mi hija que yo!

La sonrisa se congeló en el rostro de la doctora mayor.

—¿Ella?

—Sí —dijo Willow efusivamente—, ¿recuerdas a Christine Gray, esa amiga mía
que estaba aquí cuando nació Emma?

—La cantante

—Correcto.

Maureen asintió en comprensión.

—Bueno, eh, Willow, debo decir que estoy feliz por ti. —Dio a la rubia otro
abrazo, y luego se alejó cuando su localizador vibró contra su pierna.
—Gracias —Willow sonrió, casi saltando mientras se dirigía a la habitación del
pequeño niño de siete años, Alex, que había estado cuidando durante los
últimos días. Incluso al ver al pequeñito, en una cama tan grande, no
apaciguó su ánimo. No, ella no había encontrado la fuente de la juventud,
pero sí la fuente de la felicidad eterna, y ¡oh se sentía tan bien!

Se rio de su propia malicia.

* * *

—No puedo creer que estés haciendo esto, Christine —dijo Rachel,
sosteniendo una andrajosa y vieja camiseta. Arrugando la nariz, la arrojó a la
pila de basura.

—¿Por qué? Es sólo un montón de camisas viejas y fotos —dijo la cantante,


rebuscando en su archivador.

—Bueno, eso puede ser cierto para ti, pero para algunos fanáticos por ahí, no 410
tanto.

Christine se encogió de hombros, a punto de responder cuando Willow rio


atrayendo la atención de Christine y de Rachel.

—Cariño, dime ¿por qué cuando miro esto veo a Tiffany cantando 'I Think
We're Alone Now' en un centro comercial de alguna parte? —preguntó la
rubia, sosteniendo la vieja chaqueta de mezclilla, con unos agujeros en ella.

Christine se echó a reír, volviendo a las carpetas de fotografías con publicidad


o imágenes fijas y música antigua.

—Eso es probablemente porque es de ella.

—¿Qué? —Rachel preguntó, acercándose a su amiga y tomando la


chaqueta de las manos, examinándola—. Dime que no conocías a Tiffany —
dijo con sequedad.

—Cuando estás en el negocio durante mucho tiempo —Christine dejó que la


frase muriera, con una sonrisa en su cara. La rubia blanqueó los ojos.
—No me digas que conociste a NKOTB, ¿también?

—¿Quién? —Willow preguntó con el ceño arrugado.

—Buen grupo de muchachos, en realidad —la cantante dijo, moviendo la


cabeza. Era el turno de Rachel de blanquear los ojos con exasperación.

—¿Quién diablos es NKOTB? —preguntó Willow, con las manos en las caderas
mientras miraba de una mujer a la otra.

—New Kids —dijo Christine ausente, arrastrando un particularmente grueso


montón de fotografías en su regazo, clasificándolas.

—Oh.

—Estuve muy enamorada de Jordan Knight —dijo Rachel, con voz


melancólica mientras abrazaba la chaqueta a su pecho.

—¿Quién no? —Christine murmuró.


411
—Y en realidad lo admitirás, ¿Rach? —Willow sonrió.

—Oh, no hablaría, rubia. Con cuál te sentías más atraída: ¿Gunner o Matthew?
—preguntó la pelirroja, con la ceja levantada.

—No sé de qué estás hablando —dijo Willow, alejándose rápidamente.


Christine rio disimuladamente.

—Entonces, ¿vas a firmar todo? —Rachel preguntó, volviendo de nuevo a la


conversación. Iba a poner la chaqueta en la pila de donación cuando Willow
le quitó la chaqueta de las manos, tirando la chaqueta a la pila de la basura.

—¡Espera! ¡Sostén el teléfono! —Christine se la quitó, sosteniéndola contra ella


de manera protectora—. Esto no dejará esta casa —gruñó.

—Christine —dijo Willow, con la mano en la cadera—. Es repugnante. Está


gastada, hecha jirones, y no usaras eso en público.

Rachel observaba, totalmente divertida, moviendo la cabeza de un lado a


otro entre las dos mujeres.
—Sí. Se queda conmigo. Tengo un montón de recuerdos de esta chaqueta. —
La acarició con amor.

—¿Qué, te angustia? Cariño, esa cosa es muy vieja.

—Entonces yo también —dijo Christine, con los ojos clavados en los de la rubia,
desafiándola a tratar de tomarla de nuevo. Willow suspiró, levantando las
manos hacia arriba.

—Está bien. Conservarlo. Da igual.

—Gracias —y sólo para molestar a la pequeña rubia un poco más, Christine se


la puso. Los ojos verdes rodaron, pero se volvieron hacia el montón de ropa
que había estado apilando.

—Es curioso —dijo la cantante, regresando a su montón de fotografías—. No


te das cuenta de la cantidad de mierda, quiero decir mierda, que acumulas.
—Se rio, mirando todas las cajas que estaban dispersas alrededor de la sala
de música, ropa sobre su piano, cajas apiladas contra la pared.
412
—Bueno, eso es lo que sucede cuando tienes que llenar un castillo —se quejó
Rachel, rompiendo la caja que acababa de vaciar, y sacando el cortador de
cartón de su bolsillo para volver a empezar con otra.

—Castillo —resopló Christine.

—Bueno, todavía pienso que es maravilloso que estés dispuesta a donar todas
estas cosas a la subasta del hospital, cariño. —Willow se acercó a la morena,
moviendo la pila de su regazo, y sentándose en su lugar. Christine envolvió sus
brazos alrededor de ella.

—Gracias, nena —dijo sobre los labios de la rubia antes de besarlos con un
beso suave. Rachel volteó los ojos.

—Saben, al principio era lindo, pero ahora ustedes dos me cabrean —dijo ella,
abriendo las solapas de su nueva caja. Christine y Willow se volvieron hacia
ella.
—¿Por qué? —preguntó la rubia, tocando distraídamente el cuello de la
camisa de Christine.
—¡Debido a que Connor no es así conmigo! ¿De verdad crees que él y yo nos
besamos todo el tiempo? Diablos, incluso cuando estábamos juntos por
primera vez no lo hacíamos tan a menudo como ustedes lo hacen.

Christine miró Willow, encontrando un curioso rubor en las facciones de la


rubia. El trío se quedó en silencio cuando escucharon un coche detenerse
justo fuera de la casa. Willow saltó del regazo de la cantante después de un
beso rápido, acercándose a la ventana.
—¿Quién es? —Christine preguntó, tomando su pila de fotos por tercera vez.

—No estoy segura. Ya vuelvo. —La rubia caminó hacia fuera, sabiendo que
Troy y sus agentes no habrían permitido la entrada a este tipo, en el Cadillac,
si no fuera importante.

—Buenas tardes —dijo, cerrando de golpe la puerta del coche, protegiéndose


los ojos del brillante sol de junio.

—Hola. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Conoces a estos chicos, ¿también? —Rachel gimió, levantando una


instantánea de Christine con los Rolling Stones. La morena se rio, sacudiendo 413
la cabeza.

—No, no realmente. Simplemente me encontré con ellos, cuando estaba en


Londres haciendo un show hace unos diez años.

—Guau —Rachel respiró, mirando la foto, con la boca húmeda mientras


miraba a Mick Jagger, sonriendo junto a la bella cantante. —¿Puedo tener
esto? —Christine volvió a reírse.

—Por supuesto.

—¡Oh gracias! —A punto de atropellar a la cantante para darle un fuerte


abrazo, la pelirroja se detuvo en seco, cuando la puerta en la sala de música
se abrió de golpe, y una pequeña rubia entró de vuelta muy enojada.

—¡Ese bastardo! —gritó ella, la voz fue amortiguada por la insonorización.

Arrojó algo en el suelo, con la cara roja, lágrimas de rabia comenzaban a salir.
—¿Qué es? Cariño, ¿qué pasa? —Christine estaba inmediatamente de pie,
corriendo hacia la rubia furiosa, tomándola en sus brazos.

—Lo odio —gritó Willow, agarrando a la mujer más alta.

—Oh, Wills —Rachel suspiró, con las cejas fruncidas mientras leía los papeles
que había recogido—. No puedo creer que esté haciendo esto.

—¿Quién está haciendo qué? —Christine preguntó, mirando a Rachel por


sobre la cabeza de Willow. Los ojos azules miraron hacia arriba para
encontrarse con los de la morena.

—Kevin tratará de llevarse a Emma.

—¡¿Qué?! —Los ojos de Christine se encendieron, haciendo incluso que Rachel


se estremeciera.

—¿Cómo puede hacer esto? —Willow gritó, tomando los papeles de las
manos de la pelirroja, para volver a leerlos.

—No lo hará. Vamos a luchar contra esto —dijo la cantante, asegurándose de 414
que la rubia viera su determinación.

—No puedo creer esto —susurró Willow, con lágrimas en los ojos—. Me está
citando como una mala madre por razones morales.

—¿Qué? —Rachel voló hacia su amiga, leyendo por encima del hombro—.
Eso es una locura.

—No entiendo —dijo la rubia, moviendo la cabeza, alzando los ojos


suplicantes hasta los muy sombríos de Christine.

—Tengo que hacer algunas llamadas —dijo la cantante, con voz fría, y aguda.

Con eso, se acercó a una de las cajas, de forma rápida hurgando a través de
ella, sacando un pequeño libro, negro, y luego se fue.

Willow se volvió hacia su amiga.

—¿Cómo puede hacerme esto a mí, Rachel? Ni siquiera quería este bebé.
—Lo sé, cariño. Estoy sorprendida. En verdad, lo estoy. Nunca pensé que Kevin
cayera tan bajo. Y motivos morales —las cejas de Rachel se fruncieron, en una
mirada confundida—. No entiendo.

—Honestamente, yo tampoco. —Dejó los papeles en el banco del piano, no


quería mirarlos más—. Vamos —dijo, tomando una respiración profunda—.
Vamos a limpiar todo esto.

* * *

Willow sintió sus palmas sudando y las secó en sus pantalones vaqueros. Tragó,
echando un vistazo a su reloj. Eran las once y trece, y el avión llegaría un cuarto
de hora después. Pronto.

Caminó alrededor de la zona de equipajes del aeropuerto, tratando de no


caminar, pero fallando en el intento. Por último, unos veinte minutos después,
según lo acordado, ella levanto el cartel que había hecho la noche anterior.
Mirando con nerviosismo a través de la creciente multitud, las personas se
reunían alrededor, las voces eran cada vez más fuerte con saludos y 415
preocupaciones.

—Hola —La cabeza de Willow se movió hasta que vio una hermosa mujer de
pie delante de ella. Su cabello oscuro era largo, con un rizado natural, se
extendía sobre sus hombros. Sus grandes ojos marrones, estaban adornados
por unas cejas finamente arqueadas, que enmarcaban bellamente su rostro.
Su blanca camisa, con cuello abierto estaba parcialmente oculta debajo de
una ligera y ajustada, chaqueta gris.

Christine había conseguido que Bette Porter fuera su abogado.

—Hola. Soy Willow Bowman —la rubia tendió la mano, que fue tomada
rápidamente por una fresca y bien cuidada.

—Jennifer Barnes.

Willow ocultó su sonrisa, lanzando el letrero con el nombre de la mujer en un


contenedor de basura cercano. La morena la miró de arriba abajo, parecía
estar evaluándola.
—Un ángel perfectamente inocente. Esto podría funcionar, —dijo ella, con voz
dura, y confiada. Con eso, se acercó al carrusel, agarró su maleta con ruedas,
y pasó junto a Willow, con la cabeza en alto. Su perfume flotó en el aire detrás
de ella.
—Está bien — Willow respiraba, corriendo para alcanzarla.

—Este es el trato, señoras —dijo Jennifer, inclinada sobre la mesa en la que


estaba dispersado una gran variedad de papeles. Se quedó mirando a los ojos
de las tres por turno—. Sí, Nicole será la abogada “oficia”', ya que no tengo
licencia para ejercer en este estado abandonado de Dios, pero seré yo a la
que todos escuchen —grandes ojos marrones se posaron en Nicole Martinez.

La abogada ya había sido informada sobre esto, y después de un


razonamiento, ella accedió a ser el portavoz.

—De acuerdo —dijo ella, inclinándose hacia atrás en su silla, pasando una
mano por el pelo corto, negro.

—Bien. Kevin suena como un príncipe real, y creo que va a tomar el ángulo
lésbico en esto, utilizará eso para tratar de quedarse con Emma. Pero —ella
levantó un dedo bien cuidado, mientras una sonrisa se extendía por su rostro— 416
, él no contaba conmigo
Willow miró a Christine, preocupada, pero recibió un apretón tranquilizador de
mano a cambio.

Jennifer dirigió los ojos de ciervo, desmintiendo su duro interior, a la rubia.

—Quiero que me cuentes todo sobre este chico. Y me refiero a todo. Quiero
saber cómo era en la cama. Quiero saber cuántas veces al día cagaba. Los
argumentos que tenía, y sus temas de conversación. Quiero saber sus lazos
familiares, todo eso.

—Está bien —Willow estuvo de acuerdo, exhalando un suspiro.

—Bien. Nicole habló con su abogado esta tarde, y parece que quieren ir a los
tribunales a finales del mes. Eso nos da tres semanas para prepararnos y
defender el futuro de su hija, señoras. —Jennifer se puso de pie, sacándose el
pelo de la cara. Una muy lenta, y astuta sonrisa apareció en sus labios—. Otra
cosa, señoras —miró a Willow y Christine, asegurándose de tener toda su
atención—. Necesito conocer todos los pequeños esqueletos que tengan en
sus armarios. No quiero sorpresas de este idiota, ¿me entienden?
—¿Qué estás pensando? —Christine preguntó, después de conducir durante
quince minutos en completo silencio. Miró a través del Jeep a la rubia antes
de volver sus ojos a la carretera.

Willow suspiró, mirando por la ventanilla, observando pasar el caluroso día de


junio. Sacudió la cabeza, mordiéndose el labio inferior.

—No sé. Es sólo que no sé.

—Está bien, te lo prometo. Es la mejor, Willow.

—Lo sé —la rubia dejó escapar, echando un vistazo a la cantante—. ¿Por qué
tiene que ser así? ¿Cómo es que ahora detesto a alguien que me gustaba
tanto? —En realidad no era una pregunta más bien era un pensamiento en
voz alta. Se sentía tan triste, con el corazón tan pesado. Y enojado.

—No sé, cariño. Realmente no lo sé. Es egoísmo por parte de Kevin. Tal vez
incluso una forma de volver a ti. —Christine se encogió de hombros, llegando
a tomar la mano de la rubia, dedos fríos de forma rápida se envolvieron
alrededor de los suyos—. Lamento mucho que esté haciéndote esto. 417
—Yo también. ¿Qué pasa si gana? Entonces, ¿qué? Él no sabe nada sobre
bebés. —Rio con amargura—. Emma tiene ahora casi cuatro meses de edad,
los cuales cumplirá el veintidós de este mes, y ¡él nunca la ha visto! Su maldita
madre me envió una tarjeta de felicitaciones, pero ¿crees que supe algo de
él? ¡No, eso habría sido un maldito problema! —sus palabras se hicieron más
fuertes con cada pensamiento que desfilaba por su mente perturbada—. Él
no quiere ser el padre de Emma, ¡quiere controlarme! ¡A la mierda!

Pasó un momento antes de que Willow notara que no se movían más, y que
Christine se había detenido a un lado de la carretera.

—Ey, Ey —dijo la cantante, tirando de Willow en sus brazos. Tan pronto como
la rubia se dio cuenta que estaba en los brazos de Christine, se quebró. Las
lágrimas cayeron duras y pesadas, todo su cuerpo tembló casi fuera de
control. Estaba tan devastada y asustada—. Shh, cariño, lo sé. —Christine cerró
los ojos, sus propios miedos pululaban en su cabeza. En el fondo sabía que
Kevin no tendría ninguna posibilidad de llevarse a la bebé, aunque... ¿y sí?
No podía pensar en eso ahora. Tenía que estar allí para Willow, y mantenerse
fuerte. Acarició el suave pelo rubio, esperando a que las lágrimas
disminuyeran.

—Te juro, Willow, no dejaré que te la quite. Voy a hacer cualquier cosa que
esté en mi poder para impedirlo, cualquier cosa. —Se apartó ligeramente de
la rubia, secándole las lágrimas con sus pulgares, agachándose un poco para
que los ojos tan verdes se vieran en los azules—. Cualquier cosa. No me importa
cuánto cueste, lo que se necesite, ¿entiendes? La quiero también —susurró
ella, depositando un beso suave, y gentil en los labios llenos de lágrimas. Ella
pudo saborear el dolor salado de Willow—. Cualquier cosa.

Willow se quedó mirando a la cantante, con el corazón henchido de amor y


gratitud. Finalmente asintió.

—Bueno.

—Te amo.

—Yo también te amo. —Willow la abrazó, tomando toda la fuerza que le fue
ofrecida, sosteniéndola cerca de su corazón—. No puedo perderla, Christine. 418
No puedo.

—Lo sé, lo sé.

* * *

Jennifer miró a la rubia luego a la morena y viceversa.

—¿Hay algún problema? —preguntó ella, con una mano en la cadera, la otra
descansando sobre la mesa de Nicole.

—No puedo hacer eso —dijo Willow, con voz apagada—. Que el padre de
Kevin bebiera le provocó mucho dolor. No le puedo tirar eso a la cara, Jennifer
—Negó con la cabeza—. No puedo.

Los ojos marrones la estudiaron durante un largo rato, empezando a hacer


que Willow se sintiera como si fuera una rata de laboratorio, esperando por el
queso o el choque.
—Ya veo —dijo la abogada, sin apartar los ojos de la rubia mientras
lentamente caminaba alrededor de la mesa, dándose cuenta de que estaba
empezando a inquietarse—. No te parece correcto arrastrar a la familia de
Kevin por el barro, y traer recuerdos dolorosos para él, ¿es esto correcto?

—Bueno, sí —dijo Willow, aunque se sentía como si hubiera dado la respuesta


equivocada a una prueba. En realidad, no era aficionada a Jennifer Barnes.

—Hmm, bueno, déjame decirte algo —la morena se puso delante de ella, a
pulgadas de distancia—. Mientras tu conciencia te está consumiendo por
traer un poco de ropa sucia sobre el padre de tu ex marido, tu ex marido está
tratando de enlodar tu nombre, cuestionar tu estilo de vida y tu carácter. Sí,
señora Bowman, eso es en lo que su caso se basa —dijo, al ver el choque en
los ojos de su cliente—. De alguna manera ha oído hablar de tu relación con
Christine, y está cabreado. Está molesto porque eso es un crimen contra su
virilidad, y ahora quiere venganza. ¿He mencionado que está enojado? —
Levantó una ceja—. ¿Cuánto? —Se inclinó aún más cerca—. Lo
suficientemente enojado como para alejar a tu hija de ti.

Willow se quedó sin aliento, con el estómago revuelto por la repulsión, aunque 419
no estaba segura de a quién estaba dirigida a Kevin, o Jennifer Barnes.

—Está lo suficiente molesto como para no importarle una mierda tus


sentimientos. Él no está pensando en lo que esto te hará, señora Bowman. No,
está pensando con esa cosa entre sus piernas. —Se detuvo, dejando que sus
palabras penetrarán en su interior. Ella sabía que a Willow no le gustaba, y eso
estaba bien. Pero cuando llegara el momento, iba a ganar el caso, y
mantendría ese bebé en el lugar que pertenecía.

—Necesito un poco de aire fresco —dijo Willow, su voz estaba llena de


náuseas. Salió de la pequeña oficina, aspirando bocanadas de aire fresco, el
sol casi la cegó.

—Cariño, ¿qué pasa? ¿Qué pasó ahí? —Christine dijo, molesta tras los talones
de la rubia—. ¿Qué pasa?

—No me gusta ella, Christine —Willow casi gritó, girando sobre la cantante—.
Es tan, tan... mala. —Sonaba infantil, pero era la única palabra que se le vino
a la mente.
—Pero tiene razón, Willow —dijo Christine en voz baja, apoyando la mano en
el hombro de la rubia, Willow se encogió de hombros.

—No, no, mi moral será puesta aún más en tela de juicio —dijo furiosa. Christine
se sintió herida, mirando como si acabara de ser abofeteada.

—¿Qué he hecho?

—¡Es debido a esos malditos artículos de revistas! —Willow dijo entre dientes,
inclinándose hacia la morena—. Él los vio. ¡Él me confrontó por lo de Texas, y
sin ninguna duda, vio que estaba medio desnuda!

Christine se quedó de piedra, dando un paso atrás de la rubia, sin saber qué
hacer ni qué decir.

—No fue mi culpa —murmuró ella, aturdida.

—¿No fue? —Sus ojos se encontraron en una batalla de voluntades hasta que
finalmente Christine sacudió lentamente la cabeza, desconsolada.

—Y dices que Jennifer es mala. —Con eso, se dio la vuelta y se alejó, se dirigió 420
hacia el estacionamiento, clavándose las llaves mientras se dirigía a él. Willow
quedó congelada, con miedo y odio a sí misma. No podía decir las palabras
que tanto necesitaba decir, ni podía moverse para evitar que Christine se
fuera.

Así que se sentó, allí mismo, en el plantador de piedra fuera del edificio de las
oficinas de Nicole. Vio el Jeep rugir fuera del estacionamiento, todavía
incapaz de moverse.

No estaba segura de cuánto tiempo había estado allí cuando sintió más que
oyó, que alguien se sentaba a su lado.

—¿Disputa de Enamoradas? —Jennifer pregunto, con voz dura. Willow se


volvió hacia la abogada, con los ojos verdes en llamas.

—¿No has dicho suficiente por un día? —Sentía que su sangre hervía por la
expresión impávida en el rostro de esa mujer. Los ojos marrones se reunieron
con pereza con los de ella.

—Tenemos que hablar, Willow —dijo finalmente, con voz tranquila.


—No tengo nada que decirte, señorita Barnes. Estás aquí para hacer un
trabajo, y lo sé. Más allá de eso, no tengo nada que decir. —Se puso de pie,
asombrada cuando una mano se extendió y tiró de ella de nuevo a la
sembradora.

—Siéntate y cállate por un minuto.

Estaba demasiado aturdida para hacer otra cosa. Una vez que la abogada
vio que tenía toda la atención de la pequeña rubia, continuó.

—Escucha, no te importo, lo entiendo. Pero tienes que entender que tus


intereses son mi prioridad, y si eso significa jugar sucio, lo haré. Kevin no se va
a detener, Willow. —Miró a los ojos de la rubia, dándose cuenta del color tan
bonito que tenían—. Va a sacar todos los trucos bajo la manga para ganar.
—Se volvió un poco en la maceta para observar mejor a la otra mujer—. Para
él se trata de ganar; no se trata de Emma ¿entiendes?

Willow miró a lo largo de la playa de estacionamiento, con un suspiro. Ella


asintió.
421
—Entiendo.

—No estoy tratando de hacerte enojar, Willow. Sólo necesito que entiendas la
gravedad de esto.

Willow miró a los ojos, asintió en comprensión.

—¿Va a alejarla de mí, Jennifer? —la pregunta fue muy suave, llena de miedo
ante la respuesta. Jennifer sonrió, blanca y brillantemente, tornando su cara
de hermosa a impresionante.

—No —dijo con sencillez, pero con la mayor convicción.

—Dios, espero que tengas razón —Willow se puso de pie.

—Tú y Christine realmente necesitan mantenerse fuertes en esto. Va a ser difícil.


Lo he visto un montón de veces.

—Sí, lo haremos. —La rubia miró sus zapatos, raspando en la acera. Jennifer,
por supuesto, no se perdía esto.
—¿Metiste la pata? —preguntó, la voz volvió a ser seca.

—Algo como eso. —Willow suspiró.

—Bueno, yo no la conozco, sólo la vi una o dos veces en algunas fiestas.


Vamos. —Jennifer cogió su maletín y se dirigió hacia el estacionamiento, sin
molestarse en ver si la rubia estaba siguiéndola. Al abrir su coche de alquiler,
vio a Willow caminando lentamente hasta el Taurus. Sus miradas se
encontraron sobre la parte superior del coche—. Mantente fuerte —dijo la
abogada, luego se introdujo en el interior.

El Jeep era conducido a través de nubes de polvo por los caminos en las
afueras de la ciudad. Pasó un campo tras otro, los cultivos pasaban raudos
por la parte superior abierta, su pelo volaba, azotándole la cara. Avanzó por
esos caminos, el Jeep se deslizaba sobre grandes rocas incrustándose en ellos,
con las manos agarraba el volante con puños de hierro.

Había cerrado su mente, actuando por puro instinto, que le decía que
manejara como una loca, aumentando a velocidades peligrosas, dos de las
ruedas se levantaron en un punto. Lo que había llamado la atención de la 422
morena, y por lo mismo tomó la siguiente curva un poco más lento, pero sólo
un poco.

No estaba funcionando. No importa lo duro que empujara el recuerdo, volvía


una y otra vez. La expresión del rostro de Willow, con los ojos tan enojados y
crueles.

¿Era sólo su miedo hablando por ella? Aun así, había golpeado a Christine
como ninguna otra cosa. No tenía idea de qué pensar. Estaba haciendo todo
lo que estaba en su poder para estar allí para la rubia, contrató al mejor
abogado, y ayudar a Willow a superar esto. ¿Todo para qué? ¿Para tener toda
su vida echada en cara?

Christine enseñó los dientes, pivoteando alrededor de otra curva, el Jeep


chirriaba en protesta.

Sí, Willow estaba enfadada y asustada, pensó de nuevo, pero, le hizo mucho
daño.
—Ni siquiera me detuvo —Christine gruñó, girando el volante de nuevo, el
Jeep se estremeció por la nueva dirección. No había sido un acto de
manipulación irse, pero si solamente Willow hubiera hecho algo, cualquier
cosa. ¿Seguro que ella realmente no la culpó por esto?

Era bien entrada la noche cuando el jeep se detuvo delante de la casa de


campo iluminada. Christine apagó el motor, a continuación, sólo se sentó al
volante, con el pulgar tocando un ritmo sin melodía, mordiéndose el labio
inferior. Levantó la vista hacia la casa, preguntándose si Emma ya estaría
dormida. Probablemente. Luego se preguntó qué estaba haciendo Willow.

La culpa la inundó al recordar su conducta fuera de la oficina de Nicole


Martínez, dejando sola a la rubia. Era evidente que había llegado a casa bien,
pero, aun así.

Con un suspiro de cansancio, saltó de la cabina del Jeep, dando un paso


hacia la casa, luego se detuvo, mirando hacia su sala de música. Necesita
más tiempo, se dirigió en esa dirección. Desbloqueo la puerta, entró, encendió
la luz, cerrando la puerta suavemente detrás de ella.

Willow apoyó la cabeza en el asiento de la ventana de arriba, tirando de sus 423


rodillas más cerca de su cuerpo. Observó como la mujer que amaba se apartó
del Jeep, luego desapareció en la sala de música.

La rubia no estaba sorprendida, pero aun así le dolía, aunque principalmente


porque sabía que ella era la responsable de esa actitud.

No tenía idea de qué hacer, ir a ella, dejarla sola, ir a la cama. No, eso no era
una opción. Los ojos verdes se lanzaron a la gran cama que ella sabía estaría
vacía esa noche. Suspirando de nuevo, se enderezó, se levantó y salió por la
puerta de la habitación. Oyó pequeños ruidos procedentes de la habitación
de Emma, así que empujó la puerta de la habitación aún más, ampliando la
franja de luz en la pared opuesta.

—Oye, cariño —susurró ella, mirando hacia abajo a su hija muy alerta,
poniéndose boca abajo, con la cabeza y los hombros levantados del colchón,
haciendo lo posible para mantenerse a sí misma con sus brazos—. ¡Mírate! —
Willow dijo impresionada, e inspirada de nuevo, por billonésima vez ese día—.
La chica fuerte de mamá.
Riéndose, Willow limpió la cadena de baba que iba desde la boca de Emma
a la cama. Limpiando la boca de la bebé con la manga de su camisa, se
dirigió fuera de la habitación, hacia su propio dormitorio. Necesitaba a Emma
cerca cuando la soledad se cerró en torno a ella.

Las últimas notas se desvanecieron en la oscuridad, Christine cerró


suavemente la tapa sobre las teclas, pasando una mano por su superficie
pulida, luego se puso de pie. La espalda de la cantante crujió mientras se
estiraba, haciéndola jadear cuando un dolor agudo se instaló entre los
omóplatos por estar horas sentada, tocando.

Se acercó a la puerta, apagando la luz cuando la abrió y cerrando


rápidamente detrás de ella. Era una hermosa noche, las estrellas brillaban
como diamantes en el terciopelo negro. Una noche para enamorados.

Suspirando, abrió la puerta de entrada, cerrando con llave, así, a


continuación, hizo la lenta caminata por las escaleras.

Había conseguido lo que quería; tocar hasta que ella estuviera demasiado
agotada para pensar. Su cuerpo tembló; amenazando con caerse de la
escalera subió, apoyándose en la robusta barandilla. La casa estaba en 424
silencio, ya que eran pasadas las tres de la mañana. Sin duda Willow se había
ido a la cama hace horas, y ahora Emma estaría durmiendo toda la noche.

Pensando en la bebé, a quien no había visto durante todo el día, caminó de


puntilla afanada hacia el dormitorio, sorprendida al ver la puerta de su
dormitorio totalmente abierta, y su cuna vacía. No fue difícil averiguar dónde
estaba la bebé, Christine se apoyó en el marco de la puerta que conducía a
la habitación que compartía con la rubia.

Willow yacía de espaldas, con la cabeza hacia un lado, el pecho subiendo y


bajando con una respiración tranquila y pacífica. Acostada sobre el pecho
estaba Emma, boca abajo, con la boca abierta. Un solo brazo estaba
envuelto protectoramente alrededor de la bebé, y Christine sintió que su
corazón se derretía. Era tan hermoso de ver, tan entrañable, encantador, y
doloroso a la vez.

Willow parecía tan dulce, la mujer de la que se había enamorado, pero sus
palabras duras regresaron a su mente otra vez.
Sacudiendo la cabeza, Christine tomó una respiración profunda, dio una
última mirada a las dos personas más importantes en su vida, luego se volvió
lentamente, en dirección a la habitación de invitados.

425
Capítulo 18

A
tontados ojos verdes se abrieron, entrecerrándolos ante la luz de la
luna que entraba con toda su fuerza. Al sentir un cuerpo caliente
acurrucado cerca del suyo, Willow miró, viendo a Emma durmiendo
tranquilamente, las respiraciones lindas del bebé eran constantes y uniformes.

Mirando a su alrededor, se dio cuenta que eran las únicas en la cama grande,
y se sintió presa del pánico por un momento. Entonces se acordó.

—Oh, Christine —susurró ella, dejando caer la cabeza sobre la almohada y


apretando los ojos por un momento.

Caminando por el pasillo, Willow colocó suavemente a la bebé que seguía


durmiendo en su cuna, colocando la manta alrededor de Emma, y besándola
suavemente en la frente.

—Duerme bien, mi pequeña —susurró, acariciando el pelo castaño. Cerrando 426


la puerta un poco, Willow se dirigió por el pasillo, la puerta de la habitación de
invitados estaba cerrada.

Recordó la noche en que se detuvo en este mismo lugar, preguntándose,


como ahora, si debería entrar. Sabiendo que debía hacerlo, silenciosamente
abrió la puerta, cerrándola detrás de ella.

Christine yacía boca abajo, de espaldas a la puerta, su respiración le indicó


que obviamente estaba dormida. La rubia se preguntó cuánto tiempo había
estado allí. Caminando en silencio hacia la cama, apartó las sábanas a un
lado lo suficiente como para permitir que su cuerpo se deslizara debajo de
ellas. Se acercó a la morena, la calidez de la morena le dio la bienvenida.

Se tendió de lado, mirando la masa de pelo oscuro extendida a lo largo de la


almohada. En cuestión de segundos, Christine tomó una respiración profunda,
liberando el aire ruidosamente cuando se dio vuelta, para quedar frente a
Willow. Instintivamente, se acercó más a la rubia, tomando su cuerpo más
pequeño en un abrazo cálido.

Willow cerró los ojos, permitiendo que la cercanía de Christine la envolviera.


Se acurrucó, metiendo la cabeza debajo de la barbilla de la cantante.
—¿Cómo está Emma? —Christine preguntó en voz baja, sorprendiendo a
Willow, que no se había dado cuenta que estaba despierta.

—Está bien. —Willow se acurrucó más cerca, su mano acarició la espalda de


Christine—. Lo siento —susurró—. No es una excusa, pero tengo tanto miedo,
que arremetí contra ti. Espero que puedas perdonarme por lo que dije, por lo
que he dado a entender.

Christine estuvo en silencio durante un largo rato, lo que hizo pensar a la rubia
que se había dormido de nuevo.

—Realmente me hiciste daño —dijo finalmente, los dedos jugaban con el pelo
grueso, rubio.

—Lo sé. Dios, lo sé, y me odio por ello. —Se echó hacia atrás, lo suficiente como
para ser capaz de mirar el rostro de Christine, con las cejas fruncidas—. Estaba
tan preocupada cuando no te encontré después de que Jennifer me dejó.
Incluso corrí hasta aquí para ver si tus ropas aún estaban en la habitación. —
Christine sonrió suavemente, sacudiendo la cabeza.
427
—No. Todavía sigo aquí. Pensé en irme, para ser honesta —levantó una mano
hasta el rostro Willow, para calmarla al ver las lágrimas en sus ojos verdes—. No
porque yo quiera. Pensé que a lo mejor todo esto sería más fácil si yo no
estuviera aquí, y, bueno —suspiró—. Es por mí que él está haciendo esto. Tal
vez soy mala para ti y Emma. —Se rompió el corazón de la cantante al decir
todo eso, pero en el fondo sabía que era verdad.

—No vuelvas a decir eso —dijo Willow, con fuerza, su corazón comenzó a latir
de nuevo, después de detenerse en seco ante lo que Christine acababa de
decir—. Eres lo mejor que me ha pasado, no te olvides nunca de eso. ¿Está
bien? ¿Está bien? —dijo de nuevo, más fuerte, cuando la cantante no
respondió.

—Está bien.

Willow alzó una mano, trazando suavemente las características de Christine.

—Realmente eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. —Se inclinó,
colocando un suave beso en los labios que tanto le gustaban—. Te amo, y
realmente lo siento —dijo contra de ellos, sintiendo la inclinación de cabeza
de Christine.

—Está bien. Y gracias —Se puso de espaldas, tirando de la rubia con ella. Miró
hacia arriba la cara de la mujer que había salvado su vida y luego su
corazón—. Sabes —dijo con un tono serio—, tenemos que trabajar juntas en
esto, Willow. Tenemos que permanecer fuertes para salir de esto.

Willow resopló con pesar.

—Jennifer dijo lo mismo.

—Ella está tratando de ayudar, nena. No es el enemigo.

—Lo sé —Willow le cortó, pasando un dedo perezosamente hacia abajo en la


mandíbula de Christine—. Ella y yo tuvimos una charla hoy, en el coche.
Llegamos a un entendimiento. No importa lo que yo pueda pensar de ella, en
última instancia, ella y yo tenemos la misma meta, por lo que no me
interpondré en su camino de nuevo.

—Bueno. Me alegro de oírlo. 428


—Que bien —ambas sonrieron, compartiendo otro pequeño beso. Willow se
alejó lentamente, sólo para inclinarse hacia atrás. Christine se encontró con
ella, llevando una mano hasta la parte posterior de la cabeza de la rubia,
sosteniéndola en su lugar cuando el beso se hizo más profundo.

—¿Willow? —Christine susurró en la boca de la rubia.

—¿Hmm?

—Hazme olvidar que esto sucedió hoy. Necesito saber que estamos bien —La
súplica en la voz de la cantante rompió el corazón de Willow, entendiendo
que ella había puesto la duda allí. Sólo habían estado juntas durante unas
pocas semanas, desde luego, no era suficiente tiempo como para consolidar
el tipo de vínculo que fácilmente podría soportar tal argumento. Las acciones
de Willow las habían asustado a ambas, y la rubia estaba ansiosa por sentir
esa seguridad de nuevo.
Sin decir una palabra, movió la mano que había estado en el rostro de
Christine, la introdujo en el cabello oscuro, profundizando el beso aún más.
Christine jadeó en voz baja por el beso, su cuerpo comenzaba a inflamarse.

—Estamos muy bien —susurró Willow, la boca se movió hacia debajo de la


mandíbula de Christine, en la búsqueda de su cuello—. Muy, muy bien.

—Te amo.

—Yo también te amo. —Willow empujó suavemente el cuello de la camisa a


un lado de la cantante, besando y lamiendo la piel que encontró allí—. Voy a
mostrarte cuánto.

Los ojos de Christine se cerraron cuando sintió que su camisa era levantada,
las manos corrían sobre la piel caliente de su estómago, luego por sus pechos.
Levantó la parte superior del cuerpo, y la camisa voló en la oscuridad.
Inmediatamente una boca caliente estaba sobre su pecho, sus manos
encontraron la cabeza de Willow, sujetándose a ella, necesitando sentir la
conexión entre las dos.
429
Fue una tortura absoluta, sentirse tan sola y solitaria. La mayor parte de su vida
se las había arreglado sola, a pesar de que constantemente estaba rodeada
de gente.

Christine ayudó de nuevo, levantando sus caderas mientras sus bragas eran
sacadas por sus piernas, luego se unieron a su camisa. Levantó las piernas,
sintiendo que Willow se posicionaba a sí misma allí.

El corazón de Christine estuvo tan pesado, su estado de ánimo oscuro. Fue el


peor tipo de tortura que se le hubiera dado, tanta felicidad, y de repente ésta
había sido quitada con unas palabras crueles.

—Oh nena —susurró cuando sintió que la abrieron para introducir los dedos y
la lengua—. Sí.

Sabía que no sería fácil para Willow amarla. La confianza era un gran
problema en las relaciones, y Christine tuvo muy poco de eso, además que
corrió a la primera desavenencia, sin embargo, en lo más profundo de su
corazón sabía que eso sucedería de nuevo, ya que era la naturaleza humana.
Christine gimió, sintiendo a Willow moverse dentro de ella, a un ritmo lento y
constante que la hizo hervir.

A veces no podía evitar preguntarse si tal vez ella era realmente mala para
Willow. ¿Era justo esperar que la rubia caminara sobre cáscaras de huevo
siempre? Christine, temía y esperaba salir herida.

—¿Te lastimé? —preguntó Willow, con preocupación, mientras ascendía por


el cuerpo de la cantante—. Cariño, ¿qué pasa? —Acarició el cabello de
Christine, mirándola a la cara, observó senderos húmedos que se deslizaban
lentamente hacia abajo por el pelo oscuro, y los oídos de Christine,
haciéndola temblar. Christine se sorprendió, cuando sus emociones salieron a
la superficie, filtrándose a través de sus ojos—. Lo siento tanto —Willow no
estaba segura de lo que había hecho, pero tenía un mal presentimiento que
las emociones de Christine derivaban de lo que había sucedido anteriormente
ese mismo día. Acunó su cabeza, besó su cara, y trató de encontrar alguna
manera de hacerlo todo mejor.

Christine se dejó abrazar, sintiendo que la represa de sus emociones se rompía,


y se puso a llorar, llorar de verdad.
430
Sí, parte de ella estaba mostrando su dolor, un dolor que no había tratado, y
del cual no se había dado cuenta, pero parte de ello era también sus propios
miedos que no se había permitido considerar. ¡Estaba ofreciéndose a sí misma
como una pareja y madre, y estaba aterrorizada! Sí, amaba a Willow y a
Emma más de lo que jamás había amado antes, pero era una gran
responsabilidad. ¿Y si ella le fallaba a cualquiera de ellas? ¿Qué pasa si esto
la destrozaba? ¿Qué pasaría si terminaba defraudando a Emma, o dañando
a Willow?

Las lágrimas seguían llegando sin detenerse, con cada minuto que pasaba.
Willow no tenía idea de qué hacer, o que había hecho. No sabía lo que estaba
ocurriendo.

Sintiéndose como una idiota, Christine finalmente consiguió controlarse,


moqueando como un niño, y sonriendo con timidez, completamente
avergonzada.

—Lo siento —dijo, secándose los ojos con la sábana.

—¿Qué pasó? ¿Qué pasa, cariño? —preguntó Willow, temiendo la respuesta.


—No sé. Supongo que acabe abrumada por las cosas en mi mente. —Trató
de apartarse un poco, pero Willow no la dejó.

—Oh no. No vas a ninguna parte hasta que me digas lo que está pasando. —
Willow la miró a los ojos, suplicando—. Por favor habla conmigo, Christine.

La cantante respiro profundamente varias veces, y luego asintió. Ambas


mujeres se movieron a sus lados, una frente a la otra.

—¿Qué pasa si no soy buena en nada de esto, Willow? Tengo miedo. Tengo
tanto miedo de no ser lo suficientemente buena para ti y Emma. ¿Qué pasa si
no soy mejor que mi madre? ¿O si soy como mi padre fue con mi madre? —
Willow podía sentir el miedo en la voz de la morena, y esto la entristeció.
¿Cómo podía alejar ese tipo de miedo?

—Oh, cariño —dijo acariciando la mejilla de Christine. Se sintió aliviada


cuando la morena se apoyó en su toque—. No eres como ellos. Eres tan
cariñosa con nosotras, y tus padres fueron unos egoístas y débiles. Tú no eres
nada de eso. Nunca he conocido a alguien tan fuerte, has pasado por todo
y has logrado salir de ello con gran éxito. —Sonrió asombrada—. Me 431
impresionas. —Sonrío—. Veo la duda en tus ojos, y puedes dudar de todo lo
que quieras, pero, a fin de cuentas, eres la persona más increíble que he
conocido en mi vida. He aprendido mucho de ti.

—¿De mí?

—Sí. Y creo que tendrás algunas lecciones para Emma, también. Has estado
allí, de hecho, y eres muy sabia por ello. —Tomó el rostro de Christine—. Estoy
en esto a largo plazo, cariño, pero si no estás segura —Willow tuvo que tragar
varias veces con el fin de mantener sus propias emociones a raya—, no eres
una prisionera aquí. Puedes, bueno, puedes irte en cualquier momento. No
voy a detenerte.

—¿Me dejarías ir? ¿Sólo así? —Christine se sorprendió, y parte de ella quería
hacer pucheros como un niño.

—Tendría que hacerlo, Christine. Si eres más feliz lejos de nosotras, entonces yo
tendría que decirte adiós.
—Guau —la cantante dijo en voz baja, aturdida—. Creo que estoy
confundida, porque tengo que decirte, que no sé si podría ser tan generosa.

—Bueno, ¿ya sabes lo que dice el cursi refrán? Si amas algo, déjalo libre, si
regresa, es que estaba destinado a ti, o algo por el estilo. Eres tú la que hace
rimas, no yo.

—Te amo —dijo Christine, inclinándose—, y también estoy en esto a largo


plazo. Sólo que tengo miedo a veces.

—Yo también. Sólo habla conmigo, cariño. No dejes que tus temores crezcan,
por favor. —Willow sintió el asentimiento de cabeza de la cantante, mientras
sus frentes se tocaban.

—¿Podemos intentarlo de nuevo? —Christine susurró.

—¿Intentarlo de nuevo?

Willow sintió que su mundo giraba en su eje nuevamente por el apasionado


beso en el que se encontró atrapada. No pasó mucho tiempo hasta que toda
ella estuvo en llamas. 432

* * *

Willow golpeó el volante con impaciencia mientras miraba el reloj en el tablero


de nuevo.

—Mierda —murmuró, tenía tres minutos para completar un trayecto de doce


minutos en coche. Por primera vez en seis años, iba a llegar tarde al trabajo.
La sonrisa se extendió por sus características, cuando recordó el motivo de su
retraso.

¿Cómo demonios se suponía que iba a resistirse al magnífico cuerpo de


Christine, expuesto allí en la cama, extendido como una ofrenda? La rubia
había salido de la ducha, con la toalla envuelta alrededor de su cuerpo, y no
pudo resistir. La toalla había golpeado el suelo, y prácticamente atacó a la
cantante.
Con un suspiro de felicidad, Willow accionó el intermitente, pasando al carro
de marcha lenta y, a continuación, aceleró más allá de él. Miró hacia el
asiento del pasajero de su camioneta, su teléfono celular estaba junto a una
pila de CDs. Pensó en llamarla, pero decidió no hacerlo.

Se alegró de haber seguido el consejo de Christine, de vestirse con su uniforme


antes de irse, así pudo llegar al estacionamiento del personal, y correr hacia
el edificio, hacia su sala.

Willow entró campante en el salón de enfermeras, con una jarra de agua en


la mano.

—Buenos días, señoras —dijo efusivamente, agachándose para dejar algunas


cosas a un lado, dejando espacio para la jarra. Cuando no oyó ninguna
respuesta, echó un vistazo por encima del hombro, observó a sus compañeras
enfermeras mirando cualquier cosa menos a ella. De pie con las cejas
fruncidas, miró alrededor de la pequeña habitación. Estaban ocupadas dos
de las cuatro mesas. Los ordenanzas Terrance y Richard estaban sentados en
la esquina trasera, ambos mirando hacia ella, Richard tenía una sonrisa en la
cara. Terrance se inclinó, diciendo algo, su voz era casi un murmullo, la sonrisa
de Richard creció. Sus ojos no se apartaban de la rubia. 433
Los ojos verdes escanearon a las dos mujeres, notando que Linda estaba
mirando hacia ella, pero Vicki parecía absorta en el programa de noticias que
transmitía la televisión anclada en la pared.

Algo estaba mal aquí. Mirando hacia atrás a los chicos de nuevo, vio caer las
cabezas de ambos, la risa llenaba el pequeño espacio.

—Está bien —respiró ella, con una sensación de miedo en su intestino. Se volvió
de nuevo a la barra montada junto a la nevera, agarrando su mochila que
había dejado allí.

Willow caminó por el pasillo ensimismada. Había estado trabajando en el


Mercy durante seis años. Había sido galardonada por la excelencia cada año,
menos uno, y era una colega muy respetada. Nunca había tenido problemas
para hacer amigos, o para llevarse bien con sus compañeros de trabajo.

La rubia fue llevada de vuelta a su infancia, sus padres se mudaban cada seis
meses, era cambiada de una escuela a otra. Había sido difícil, incluso doloroso
a veces, nunca pudo hacer buenos amigos no tenía suficiente tiempo para
ello. Willow a menudo se sentía marginada, siempre era la “chica nueva”. Esa
era una sensación que odiaba, pero que volvió a sentir en la sala de descanso.

Si tan sólo se hubiera dado cuenta entonces que su día iba a empeorar al
escuchar, murmuraciones como; lo dejó por una mujer… ¡están viviendo en
el pecado! ... pobre bebé...

A Willow le dolía más de lo que podía decir. Había trabajado con todas esas
personas por tanto tiempo, la conocían, y ella pensaba que eran sus amigos.
Con ganas de llorar, la rubia se escondió en el baño durante unos momentos
antes de la comida. Miró a su reflejo y vio la tensión en su rostro. Su mente
daba vueltas, tratando de averiguar de dónde la información había salido, y
por qué estaban siendo tan malvados.

—Maureen —dijo a su reflejo, la decepción apretó sus entrañas—. No.

* * *

—Lo siento —murmuró Christine, sosteniendo fuertemente a la rubia—. Dios, lo 434


siento. —Se sentía culpable por todo esto. Si ella no hubiera estado allí, Willow
no tendría que enfrentarse al ostracismo y las murmuraciones.

—Pensé que eran mis amigos —lloró Willow, sintiéndose como una niña
aferrándose a la cantante, mientras era mecida suavemente en el regazo de
Christine.

—Una cosa que he aprendido, cariño es que no se puede confiar en la gente.


Son crueles y mezquinos. Y —continuó ella, besando la parte superior de la
cabeza de Willow—, que harán cualquier cosa por una buena historia.

—Me siento muy estúpida. —La rubia se apartó, lloriqueando mientras pasaba
la mano por la nariz. Sonrió con amargura—. Estaba tan emocionada por
decirle a alguien sobre nosotras, lo feliz que soy, y realmente pensé que podía
contar con Maureen que estaría feliz por mí. Fui tan estúpida —sacudió la
cabeza con consternación.

—Lo sé. Hay algunas personas en el mundo que te juzgarán sin importar qué,
Willow —Christine apartó suavemente el pelo de la cara llena de lágrimas de
la rubia antes de acariciar la mejilla. Sabía cuan sensible era Willow, y sabía
que tenían que estar comiéndose viva a la mujer. Todo lo que quería hacer
era ir a ese hospital y golpear a esos bastardos de mierda. ¿Cómo podían ser
tan crueles con una de las almas más amables en el mundo? No eran
merecedores de la enfermera.

—Fue tan horrible, Christine. Sentí que a donde fuera que iba, me miraban y
se reían de mí. Es decir, no todos lo hacían. Pero la mayoría sí. —Sintió que las
lágrimas volvían de nuevo, apoyó su cabeza en el hombro de la cantante—.
Me siento traicionada. Sé que es estúpido, pero es la verdad.

—No eres estúpida, cariño. No lo eres. Pero tienes que saber que esto se hará
más grande. No puedes dejar que ellos ganen. Te conozco —Sonrió—, eres
más fuerte que eso. —Christine observó mientras Willow se apartó de nuevo,
mirándola a los ojos—. Cuando se trata de cosas como esta, puede ser crudo
y doloroso, pero sólo tienes que decir que se vayan a la mierda.

—A la mierda —Willow repitió, asintiendo—. Tienes razón. —Se secó los ojos,
luego tomó el pañuelo de papel que le fue ofrecido y se sonó la nariz.
Lanzando la bola a la mesa de café para unirse a todas las demás, ella asintió
de nuevo, sintiendo que su resolución se fortalecía—. A la mierda con ellos.
435
—No será fácil, pero al final, valdrá la pena. Si dejas que este tipo de personas
te afecte, te volverás loca.

Willow estudió a la cantante, mirándola a los ojos y vio la verdad en ellos, así
como una profunda comprensión.

—Eres tan fuerte —susurró, acariciando la cara de Christine. La cantante sonrió


con tristeza.

—Nah. Sólo soy una sobreviviente.

—No hay diferencia para mí —Willow le dio un beso—. Te amo por ello.

Christine sonrió, abrazando a Willow, agradecida de tenerla. La dicha se vio


interrumpida por el timbre de su teléfono celular. Un último beso y Willow salió
del regazo de la cantante, en dirección a la cocina.

—¿Hola? —preguntó, abriendo el teléfono.


—Entonces, la diva doméstica contesta su propio teléfono ahora, ya veo —
dijo secamente una voz de barítono.

—¿Quién eres? —Se incorporó del sofá, con las cejas fruncidas en alarma.

—Vamos, Grey, ¡no me digas que ya me has olvidado!

Los ojos azules se abrieron con placentera sorpresa.

—¿Larry?

—¿Cómo estás, chica? —dijo él, una risa se escuchó a través del teléfono.

—¡Estoy muy bien! Mi dios, ha pasado mucho tiempo. —Se puso de pie, una
avalancha de recuerdos vino a su mente.

—Unos doce años.

—Wow. ¿Ha sido tanto tiempo? —Se paseó por la habitación, mirando por una
ventana antes de girar y caminar el circuito de nuevo.
436
—No te he visto el pelo desde que trabajaste para mí. Entonces, todo lo que
he oído sobre ti es que estas jugando al papá con una linda rubia —respondió
el productor. Christine sonrió, casi era capaz de ver a Larry Tippen
descansando en la silla de cuero de su oficina. Sus pies estarían apoyados en
el enorme escritorio, con bordes plateados capturando la luz de la lámpara
Tiffany. Calculó que serían algo más de las ocho allí, sus gafas oscuras estarían
en su cabeza, y un jersey de cuello, de color gris o negro, metido en sus Levis.

—Estoy feliz, Larry —dijo simplemente.

—Me alegra oír eso, Grey. Eso no es tan fácil de hacer en este negocio.
Hablando de eso, ¿Escuché que te retiraste? —preguntó un tanto enojado.

—Ya tuve suficiente, hombre. No podía hacerlo más. Di todo lo que tenía para
dar, mi tiempo, terminó. —Christine dijo, esperando la diatriba que sin duda
seguiría a su sencilla explicación.

—Hmm. Bueno, tengo que admitir que estoy contento de verte alejada de esa
mierda de rock and roll que solías hacer. No eras tú, nunca lo fuiste. No,
después de lo que compusiste para mí, nunca entendí por qué no seguiste lo
que tu corazón te pedía. Infierno, me ayudaste a ganar en Sundance, por el
amor de Cristo.

—Lo sé, Larry. Lo sé. —Sonrió al recordar, la cara de su amigo cuando se llevó
a casa el prestigioso honor.

—Escucha, chica, te llamo porque te quiero para un proyecto en el que estoy


trabajando.

—Oh, Larry, no sé —Christine sacudió la cabeza, se pasó una mano por el pelo.

—Claro que sí. Puedes trabajar desde tu pequeño nido de amor, y de hecho
crear algo con un poco de sentido.

—Larry, estoy retirada.

—¡Estupideces, Christine!

La cantante fue sorprendida por la vehemencia de su voz. Se quedó allí,


aturdida.
437
—Eres demasiado malditamente talentosa para dejarlo morir. Estas cansada
de lo que estabas haciendo, ¿quién no? Ahora deja que tu genio creativo
salga verdaderamente. He querido que trabajes para mí durante años, pero
ese idiota de Knowles nunca lo permitió. Está muerto, por lo que ahora estoy
pidiendo que Compongas para mí, Christine. Por favor. Tengo un gran
presupuesto para trabajar aquí, y algunas personas importantes en este
proyecto. Te quiero a ti y sólo a ti, y no voy a aceptar un no por respuesta —
Hizo una pausa, permitiendo que su enojo remitiera, lo cual lo sorprendió.
Finalmente, Christine habló.

—¿Puedo pensar en ello?

—No te tomes demasiado tiempo. Tengo luz verde en esto, y necesito


moverme. Llámame y discutiremos los contratos.

Christine sacó el teléfono de la oreja, y lo cerró. Ella siempre había odiado que
Larry nunca dijera adiós. Cuando acabó de hablar, la conversación había
terminado.
Lanzando el teléfono pequeño al sofá, suspiró, mirando hacia la noche. Tenía
una gran decisión que tomar, y ya sabía lo que su corazón quería como
respuesta. Lo pensaría, se tomaría unos días para pensar. Esto sería bueno para
ella, lo sabía, pero también significaba exponerse a sí misma por ahí
nuevamente. Se sentía vulnerable sólo de pensarlo.

—Maldita sea, Larry —susurró—. ¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo?

* * *

Willow casi se sintió enferma mientras se sentaba en la mesa larga y pulida.


Nicole se sentó a su derecha, como su abogada en función, y Jennifer a su
izquierda, como ayudante. Podía sentir sus palmas sudando, las frotó contra
su falda. La rubia se apartó con aire ausente un mechón de cabello, para
luego colocar las manos sobre la mesa delante de ella.

—¿Estás lista? —Jennifer susurró, inclinándose hacia ella. Willow asintió,


tragando con nerviosismo—. Bueno. Kevin y su abogado están llegando
ahora.

Willow contuvo el impulso de disparar dagas visuales a su ex marido mientras 438


se abría camino por el pasillo de la sala casi vacía. Christine se sentó en la
galería, en una fila detrás del tabique de madera, junto a Mira. Ella lo miró,
encontrando que estaba siendo observada por unos ojos azules muy
enojados. Christine no se inmutó, observándolo de la misma manera.

Entendiendo que Willow estaría hecha un desastre, la cantante se inclinó


hacia adelante, colocando una mano sobre el hombro de la rubia. Su mano
fue cubierta por una más pequeña, sudorosa, y la apretó en reconocimiento.
Sentada atrás, Christine cruzó una pierna sobre la otra y esperó.

Echando un vistazo rápido a la otra mesa, Willow vio a Kevin sentarse, alisando
la corbata mientras lo hacía. Miró a su abogado, y se encontró con su mirada.
Ella se sorprendió por el odio que vio arder en los ojos que una vez la miraron
con amor.

Sin embargo, estaba orgullosa de sí misma mientras le sostenía la mirada, Kevin


quitó la mirada en primer lugar. Todo en la vida es una pequeña victoria.

—Todos de pie, el honorable juez Malcolm Howard preside —el alguacil dijo
con sequedad. Las siete personas en la sala del tribunal se levantaron cuando
un hombre corpulento, vestido de negro, se paró tras su escritorio, indicando
a todos que tomaran asiento, mientras él mismo lo hacía.

Willow volvió a tragar saliva mientras se sentaba, haciendo una mueca


cuando la silla raspó ruidosamente contra el suelo de madera debajo de sus
pies. Sintió una mano en su brazo. Mirando por encima, se encontró con los
ojos de color marrón, en silencio comunicándole que todo estaría bien. Ella
asintió con la cabeza, deseando poder tener la misma confianza de Jennifer.

—Muy bien, vamos a ver lo que tenemos aquí —dijo el juez, usando una mano
para tirar de sus gafas sobre su nariz bulbosa, mientras que con la otra abrió el
expediente ante él—. Kevin Bowman frente Willow Bowman por la custodia de
Emma Christine Bowman, de cuatro meses y medio. — Miró hacia arriba—.
¿Ambas partes están en la sala?

—Sí, su señoría —dijo Nicole, levantándose lo suficiente como para hablar.

—Estamos, su señoría —la abogada de Kevin respondió, alisando su falda


antes de sentarse, aclarándose la garganta, lo que sonó como un petardo en
la habitación en silencio.
439
—Bien, bien. Procedamos —dijo el juez, quitándose las gafas—. Señora
Jamison, ¿por qué no empieza? —dijo, indicando a la abogada de Kevin con
un movimiento de su muñeca.

—Sí, su señoría. —La mujer mayor con el pelo gris se puso de pie, mirando hacia
abajo al ordenador portátil que estaba abierto sobre la mesa delante de
ella—. Su señoría, mi cliente está pidiendo la custodia total de su hija, Emma
Bowman. Siente que es un padre mucho más estable, y puede proporcionar
un ambiente cariñoso, y moral, para la niña.

Willow volvió a sentir la mano en el brazo cuando sintió que su sangre


comenzaba a hervir. ¿Cómo pudo hacerlo?

—Continúe —el juez animó. Hubo una pausa dramática, el único sonido que
se escuchaba era el producido por el secretario de la corte terminando sus
últimos clics antes de que sus manos descansaran a milímetros de su teclado.

—A mi cliente le ha llamado la atención que su ex mujer, Willow Bowman, ha


estado compartiendo su residencia con una mujer que ha tenido una
adicción a las drogas, vivía en las calles, y que prostituyó su propio cuerpo
cuando apenas había salido de la infancia. —Carol Jamison esperó que esta
información fuera asimilada antes de continuar—. Kevin Bowman siente que
lo mejor para su hija es sacarla de ese entorno.

—Gracias, Sra. Jamison. ¿Señorita, Martínez? —Los ojos del juez se trasladaron
a la mesa de Willow, mirando expectante a su “abogada principal”.

—Gracias, su señoría —Nicole se puso de pie, luciendo sofisticada y confiada


en un pantalón gris oscuro, con una blusa de seda abierta—. Su señoría, mi
cliente, Willow Bowman, ha sido una madre amorosa para la pequeña Emma
desde el día de la concepción. La bebé pesó tres kilos, y cien gramos, lo que
demuestra que Willow fue diligente durante su embarazo, se alimentó bien y
llevó una vida saludable, lo que le permitió tener sin incidentes a su primer hijo.
Debo añadir, su señoría, que el embarazo fue un evento en solitario, ya que
Kevin Bowman se negó a estar presente, o incluso reconocer, a su hija recién
nacida.

Willow sintió que temblaba, el miedo, la ira y el dolor corrían por sus venas,
volviéndole fría la sangre. Alzó la mano, agarrando el medallón de oro en
forma de corazón que Christine le había dado la noche anterior, con la
imagen de Emma escondida en el interior. 440
—Sí, su señoría, es de registro público y para esta corte que Christine Gray,
amante y contribuyente miembro de la familia, ha tenido problemas en su
pasado. También debe ser de conocimiento público que la señorita Gray llevó
una vida destructiva en las calles para luego convertirse en una reconocida
artista de nivel mundial, que no sólo es emocionalmente capaz y está
dispuesta a ayudar a la bebé y a la madre de Emma, también es
económicamente estable.

—¡Eso es incorrecto! —Kevin exclamó, intentando ponerse de pie, pero su


abogada lo detuvo con una mano de advertencia.

—Usted tendrá su oportunidad de hablar, Sr. Bowman —el juez Howard


advirtió, su voz resonó en el gran espacio.

—A lo que iba su señoría —Nicole dijo con sequedad, evitando una mirada
fugaz sobre la abogada de Kevin—. Incluso sin el apoyo emocional o
financiero de la señorita Grey, Willow es capaz y responsable en sus deberes
como madre de Emma. Tiene una carrera en el campo de la medicina, y es
propietaria de su propio hogar. —Nicole hizo una pausa, mirando al juez a los
ojos—. Se quedó con la niña, a pesar de que el Sr. Bowman le pidió que la
abortara. Crio a Emma lo mejor que pudo, y continuará haciéndolo. Willow
siempre ha querido a esta niña, su señoría, y optó por separarse de su marido
en lugar de renunciar a la vida de su hija.

Cuando Nicole se sentó, Willow dejó escapar un pequeño suspiro de alivio,


sintiendo, quizá por primera vez que tal vez ella tenía una oportunidad.
Demonios, Nicole la había convencido.

El juez Malcolm Howard miró a Kevin.

—Sr. Bowman, ¿le gustaría añadir algo más?

—Sí, su señoría —Kevin se abotonó los dos botones inferiores de la chaqueta


del traje, mientras se levantaba, aclarándose la garganta—. He cometido
errores en el pasado, su señoría, actuando infantilmente cuando me enteré
del embarazo de Willow. Tengo que admitir, y nunca podré retractarme, no
importa lo que pueda decir. Lo sé. Pero su señoría —su voz se suavizó, llena de
palabras melancólicas—. Desde esa mañana de marzo, cuando nació mi hija,
—él tomó una respiración profunda, moviendo la cabeza—. No he pensado
en nada desde entonces, pero al sostenerla en mis brazos me di cuenta de lo 441
estúpido que fui al no querer ser padre. —Miró al juez con grandes ojos, de
cachorro—. Por favor, señor juez. Quiero que mi hija se crie en un buen hogar
cristiano, con un padre, una madre, ya que me casaré en un par de meses.
Gracias,

Willow casi salió volando de su asiento ante la lamentable petición de Kevin.


Tomó tanto las manos de Jennifer y de Nicole en sus muslos para mantenerla
en su asiento.

—¿Señorita Bowman? Usted puede hablar, ahora.

—Gracias, su señoría. —Willow respiró hondo varias veces, tratando de


mantener la calma—. Es muy sencillo lo que tengo que decir, señor. Amo a mi
hija más de lo que puedo decir. Estoy segura de que es un padre, señor, usted
sabrá lo que es despertar cada día y ver el milagro. Sonrió, perdida en
pensamientos de Emma, su sonrisa, los pequeños ruidos que hace mientras
trata de llevar sus dedos a la boca—. Incluso deje el café por mi hija, su señoría.
Créame —Sonrió— que es todo un sacrificio. Bromas aparte, señor, quise a
Emma desde el principio, y sí, la señorita Grey puede haber tenido algunos
problemas en su pasado, señor, pero ella ha estado allí para mí todo el tiempo.
Me ayudó a salvar mi casa cuando estuve a punto de perder todo después
del divorcio. Ha sido una constante tanto en mi vida, como en la de Emma.
Willow tragó, sintiendo el peso de la situación en sus hombros. Era difícil estar
de pie, y mucho más mantener la cabeza en alto mientras le suplicaba al
tribunal que no le quitaran a su hija.

—Su señoría —continuó, con voz suave—. He estado allí desde el momento en
que esa niña hermosa nació. Estuve allí para su primer llanto, su primer aliento,
su primera sonrisa. Yo he estado con ella cuando estuvo enferma, y he
cambiado todos sus pañales sucios. Por favor, no la aleje mí sin una buena
razón, señor. Eso sería un crimen. Gracias.

Mientras la rubia se sentaba, Jennifer se puso de pie.

—Su señoría, si se me permite añadir, Emma nació en la tarde del 22 de


febrero.

Fue el tiempo de espera más largo de su vida, cada segundo que marcaba
el reloj era otro día perdido de su tiempo.

Willow se paseaba nerviosa, los tacones resonaban en el linóleo muy pulido 442
de la cámara exterior. Las grandes puertas dobles, se abrieron y apareció el
oficial de justicia.

—Por favor, vuelva dentro —dijo desapareciendo de nuevo en la sala. Fue casi
una carrera entre Kevin y Willow para poder pasar por esas puertas por primera
vez. Se había quedado cerca de los ascensores, evitando cualquier contacto
visual con la rubia.

Sentándose de nuevo, y escuchando a los otros tomar el suyo, Willow agarró


el medallón de nuevo, el corazón le palpitaba al mismo tiempo que los latidos
en su cabeza. Sin aliento, esperó a que el juez tomara su asiento de nuevo.

—He llegado a una decisión que implica el cuidado y la custodia de Emma


Christine Bowman —dijo, con voz sombría mientras miraba por encima de sus
gafas a ambas partes—. Los dos han dado un testimonio realmente
conmovedor hoy, y ambos tienen derechos válidos para reclamar a esta niña.
Sin embargo, —tiró las gafas a un lado, las cejas espesas se fruncieron con
seriedad—. Una decisión tiene que ser tomada, y alguien va a salir de esta sala
feliz hoy.
El tribunal esperó, conteniendo la respiración, ya que el juez hizo una pausa,
relamiendo los labios ruidosamente mientras pensaba en las palabras.
—Sr. Bowman —volvió su atención a Kevin. Willow sintió la presencia de
Christine detrás de ella mientras esperaba escuchar lo que el juez tenía que
decir—. Usted ha mencionado algunos puntos válidos hoy aquí, sin embargo,
este tribunal ha tenido la oportunidad de mirar los registros y las afirmaciones
que se han presentado aquí. Aunque yo personalmente no esté de acuerdo
con el estilo de vida que la señorita Bowman y la señorita Gray han decidido
llevar, no le compete a esta corte juzgar sobre eso. Por lo tanto, este tribunal
no encuentra nada inmoral en la crianza de Emma. De hecho, al inspeccionar
los registros del médico de Emma, la doctora Brenda McHale, se ha
demostrado que Emma tiene una salud notable, y está muy bien cuidada. La
niña está feliz y saludable.

Willow sintió que su respiración se detenía junto con su corazón, con miedo a
que el juez dijera lo que ella estaba pensando que diría.

—Sin embargo, usted es el padre legal de esta niña, y como tal tiene derecho
legal a pasar tiempo con su hija. —El juez tomó su martillo, Willow a punto de
romperse en pedazos—. Este tribunal concede la custodia completa de Emma
Christine Bowman, de cuatro meses y medio, a Willow Bowman, madre legal y 443
tutora de la niña, Kevin Bowman como padre de la niña, tendrá el derecho
de visita cada fin de semana. Willow Bowman también tiene derecho a pagos
de manutención infantil, una cantidad que se ha de determinar en una fecha
posterior.

Willow gritó con el sonido del martillo golpeando la mesa. Estaba anonadada,
las lágrimas escocían detrás de sus ojos con alegría y gratitud absoluta.

—Y sólo un consejo, Sr. Bowman —el juez continuó—: Por el amor de Dios,
hombre, apréndase la fecha de nacimiento de su hija. La corte ha hablado.

Willow estaba aún aturdida cuando fue envuelta en un fuerte abrazo, su


cabeza se posó contra el hombro que ella sabía pertenecía a Christine.

—Lo hiciste, cariño —le susurró en su oído, suaves labios rozaron su frente.

—Oh, dios —Willow respiraba, dándose cuenta de lo acaecido. Los brazos


alrededor de la cintura de la cantante, tiraron con fuerza hacia ella. Willow
finalmente dejó salir el estrés y el miedo del pasado mes, para ser reemplazado
por la esperanza y una fuerte emoción por lo que vendrá en el futuro.
—Buen trabajo, señoras —Jennifer dijo, con evidente orgullo en su voz. Willow
se apartó de Christine, y se volvió hacia la abogada.

—No puedo agradecerte lo suficiente, Jennifer —dijo ella, tomando las manos
de Jennifer en las suyas. La abogada sonrió.

—No tienes que hacerlo. Sólo tienes que esperar hasta que llegue la factura.
—Le hizo un guiño, apretó las manos de Willow, y se apartó, tomando su
maletín—. Me voy de vuelta a la civilización. —Se volvió a Christine—. Saluda
a Sandra por mí.

—Lo hare. —Christine la observó marcharse, luego se volvió de nuevo a la


rubia, que estaba abrazando y dando gracias a Nicole. Por primera vez en su
vida, Christine se sintió completa. Todos sus miedos y preocupaciones y
sentimientos inadecuados parecían haber desaparecido con el estrés y la
preocupación de lo que diría el juez. Sentía, en este momento, que sin importar
lo que el mundo arrojara sobre ella y Willow, sería capaz de manejarlo. Tenía
una familia, una verdadera, y por Dios, y no había manera en el infierno que
la dejara ir.
444
Ella tenía algo por qué luchar de nuevo.
Epílogo

—¡CHRISTINE! ¡AQUI! Christine, ¿que llevas puesto? ¡Por aquí por favor! —
Christine entrecerró los ojos ligeramente, los flashes de tantas cámaras que se
encendían inmediatamente le daban la bienvenida. Al menos esta vez se
suponía que debían estar allí, y fue agradable saber que todavía la buscaban.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, mirando hacia abajo a su cita.

—Oh, sí, —Willow respiró— color de rosa.

Christine sonrió, de nuevo observando la magnífica belleza que estaba en su


brazo. La creación de Vera Wang, ideada especialmente para Willow,
abrazaba perfectamente el increíble cuerpo de la rubia, de líneas clásicas, y
sólo un pequeño escote le daba un toque sexy. El terciopelo verde acentuaba
sus ojos a la perfección.

—Bueno, dijiste que querías salir —sonrió Christine. 445


—Sí, ¿pero a los Oscar? —Willow dijo entre susurros. La cantante rio entre
dientes al ver al reportero de Entertaiment Tonight en su camino. Fueron
conducidos hacia la mujer, que empezaría las rondas de preguntas de todas
las principales redes y programas que cubrían el evento fuera de la Kodak.

—¡Christine! ¡Te ves absolutamente hermosa, esta noche! —Melissa Haggerty


borboteó, sosteniendo su micrófono cerca de la cantante para hacer
comentarios.

—Gracias, Melissa. Te ves hermosa, también. —Christine dijo, al encender el


encanto de su personalidad.

—¡Oh gracias! —directa al grano—. Así que esto debe ser un poco surrealista
para ti. Del Grammy a ser nominada al Oscar a la mejor música en una
película. ¿Cómo te siente acerca de todo esto? —La reportera agitó su brazo
hacia los fans gritando, y a otras celebridades que caminaban por la alfombra
roja.

—Bueno, ya sabes, sólo otro día en la oficina —dijo Christine con una sonrisa.
Melissa rio entre dientes.
—En efecto. Buena suerte esta noche.

—Gracias.

Willow observó con asombro como Christine manejaba a la prensa y a los fans
con gracia y aplomo. Sin mencionar, que estaba impresionante con su vestido
negro, sin espalda, ajustado hasta abajo. Cuando la cantante entró con en
ese vestido, pidiendo a la rubia que subiera la cremallera para ella en la
habitación de hotel, la boca de Willow se secó. Nunca se había quedado sin
palabras antes de ese momento.

Ahora, caminando de la mano con ella, Willow se llenó de orgullo y amor.

El interior del teatro era ¡hermoso, y enorme! Willow deseaba mirar a su


alrededor, con la boca abierta de asombro, pero decidió que no era buena
idea, especialmente con Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones sentados a
su lado.

Nunca en toda su vida la frase “fuera de su liga” fue más acertada en esta
noche para la rubia. Se sentía como un pez fuera del agua, mientras que 446
Christine derrochaba encanto al hablar con gente, que Willow había visto en
la pantalla toda su vida.

Tragando saliva, se sentó inmóvil, observando a Billy Crystal en su hilarante


apertura.

Desde su primer triunfo en los Grammy, hace más de una década, Christine
no se había sentido tan nerviosa en una entrega de premios. En su mayor
parte, pensó porque eran pomposas y ostentosas. Pero esta noche, bueno,
por alguna razón, estaba nerviosa y con náuseas. No estaba segura de por
qué. No era como si quisiera realmente ganar, tal vez sólo quería que Willow
se sintiera orgullosa de ella.

Miró a la rubia sentada a su lado, mirando hermosa y completamente


cautivada por el desempeño en el escenario. Christine sonrió, sintiéndose
tonta, pero sonriendo de todos modos. Willow sintió los ojos azules en ella, y se
volvió para reflejarse en la mirada de la cantante. Le devolvió la sonrisa,
apretando la mano de Christine cuando los presentadores comenzaron a leer
los nominados.
—Aquí vamos —Willow susurró, sintiéndose nerviosa por las dos. Christine
asintió, volviendo su mirada al escenario. Ella oyó su nombre, y un aplauso
ensordeció la sala, las cámaras se enfocaron en ella. Vio su propia cara
sonriente en la enorme pantalla a un lado del escenario, su nombre y el
nombre de la película abajo.

—Y el ganador es —dijo el presentador, su co-presentada hurgaba en el sobre.


Ambos observaron los resultados, y juntos leyeron— ¡Christine Gray, por
'Crepúsculo'!

La multitud estaba de pie, Willow lloraba abiertamente. Christine miró a la


rubia, su mundo se desaceleró, el ruido del ambiente se amortiguó. Sintió
levantándose de la silla, que los que la rodeaban sonreían y la felicitaban
animándola. Estaba segura de que asintió con la cabeza, o una sonrisa, o los
reconoció de alguna manera.

Sintió la presión de la mano de Willow en la suya, apretando, a su paso, se


dirigió al pasillo. Vio caras borrosas, con el corazón latiendo en sus oídos
mientras se abría paso por el pasillo, en un viaje que parecía nunca acabar.

El tiempo no volvió completamente a la normalidad hasta que sintió el peso 447


de la estatua de oro en su mano, y luego todos sus sentidos regresaron. El brillo
de las luces de colores brillantes reflejadas en la superficie de oro, el estruendo
de los aplausos, la suavidad de un beso en la mejilla de felicitación por parte
de los presentadores, y luego el sonido de su propia voz.

—Guau —exhaló en voz baja, aunque sonó como una en erupción desde el
micrófono ante ella, llenando el teatro. Se escucharon risas educadas—. Um,
sé que todo el mundo por lo general se levanta aquí con una lista tan larga
como mi brazo de las personas a las cuales darle gracias —Más risas—. Yo me
temo, que no la tengo. La gente a la cual debo agradecerle ya saben que lo
estoy, porque todavía están vivos después de todo este proceso —Se inclinó
hacia el micrófono—, Larry.

Larry Tippen rió en voz alta, su sonrisa no cabía en su rostro.

—Ha sido un camino interesante, mi vida, y estoy agradecida de haber


viajado por ella. —Miró la estatua de nuevo, pensando en lo mucho que
quería dársela a Emma cuando la bebé fuera una mujer—. La música que hice
estaba inspirada en un profundo amor por mi arte, y una creencia profunda
en mi pasión: La música. Aun así, lo dedico a Willow. —Willow observó a través
de una imagen deformada, sus lágrimas no le permitían ver claramente. Sintió
los ojos de Christine en ella, sin embargo, se llevó los dedos a los labios,
besándolos, a continuación, tiró ese beso a la cantante. Christine sonrió ante
el gesto, señalando la aceptación del amor y el apoyo de la rubia—. Willow
Bowman y nuestra hija Emma, de eso es lo que se trata la vida. Ellas me han
dado una razón para amar la música de nuevo. —Ella levantó el Oscar en
señal de victoria—. Gracias.

Fin

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Biografía de la autora

Kim Pritekel es una autora en línea muy popular


de muchas novelas, novelas cortas y cuentos.
Está en el salón de la Fama de la Real
Academia de Bardos de Autores desde 2005.
Nació y creció en Pueblo, CO., un Estado en el
que se ha pasado toda su vida hasta ahora.
Escribió su primera novela a los 13 años, la
publicaron por primera vez a los 24 años y
desde entonces sigue publicando. Tuvo la
suerte de descubrir su amor por la escritura
pronto, pero lo que verdaderamente descubrió fue su amor por las películas.
Ingresó en la industria del cine, y comenzó su propia productora en 2006 con
Kelly Neal, Asp Films. Actualmente, vive en Denver y disfruta escribiendo para
ganarse la vida, tanto en la industria de las novelas como en la industria del
cine.

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