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Índice
Sinopsis
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Biografía de la autora
Sinopsis
Traducido por K. D.
Diseño de documento y portada por Dardar
Revisado por Mom1977
Editado por Xenite4Ever 2018
.
Prólogo
E
l mundo era un gran remolino, mezclándose con la fría brisa nocturna.
Christine salió del coche de alquiler que había aparcado justo en medio
del desvencijado puente. No tenía ni idea de que existieran puentes
como éste. Ciertamente no en Los Ángeles.
Las tablas crujían bajo sus pies calzados con botas, su cuerpo inestable se
tambaleaba mientras los productos químicos corrían a través de su torrente
sanguíneo, golpeando todas las terminaciones nerviosas que tenía vivas a su
paso. Su visión era borrosa, cuanto más se acercaba al carril más lejano
parecía, con su mano extendida, trataba de traerlo de vuelta.
Estabilizándose, una vez más, volvió a mirar hacia las oscuras aguas, en una
noche sin luna. La luz oscilante proyectaba sombras inquietantes, sobre todo,
las sombras bailaban a través de los tablones de madera del puente, y en las
facciones de Christine.
Sintió un pinchazo detrás de sus ojos, y sacudió la cabeza para tratar de
deshacerse de él. También estaba tratando de sacudir los recuerdos que
comenzaban a inundarla de nuevo, desgastándola, a medida que
desaparecía el adormecimiento. Estaba empezando a pensar, y no quería
pensar, sentir, o recordar.
Esto sacó a Christine de su sopor por un momento. Le sonrió y le dijo que todo
estaba bien, y luego se dirigió a su público, no veía a ninguno de ellos, ni una
sola cara. 7
Un desastre. Un, total y puto desastre. Christine sintió que el pinchazo en sus
ojos empeoraba, y luego la humedad se deslizó por su mejilla, enfriada por la
brisa.
Sus ojos se enfocaron en el agua por debajo, tan atractiva, tan calmada en
medio de su caos. Sintió la ingravidez cuando la bota izquierda dejó la
seguridad de la barandilla y se inclinó aún más, al ver su pierna colgando por
encima del río. Aún más, y más, cerca. Su último pensamiento fue que se había
clavado otra astilla en su palma mientras se soltaba.
* * *
El cabello rojo sintético rozaba el techo del Dodge Ram. Una pálida mano
golpeaba contra el volante al ritmo de la música en la radio, la cara
ridículamente pálida, con rayas de color, se balanceaba al ritmo de la
enguantada mano, dejando caer el rizado cabello rojo como si fuera un gran
arbusto.
—¡Sí, cántalo, Christina! —Willow gritó, los ojos verdes se cerraron por un
momento antes de abrirlos de nuevo, sólo para entrecerrarlos con su risa
estridente. No era excepcionalmente aficionada a las actitudes artísticas de
Christina Aguilera o a su persona pública, pero la chica sabía cantar.
La vida era buena para Willow Bowman mientras se dirigía hacia la pequeña
ciudad de Williamsburg, Oklahoma, específicamente a las afueras donde se
encontraba su pequeño rancho.
* * *
Hacía frío, pero pensó que así debía ser. Permitió que ese frío la abrazara, la
tragara. Christine se enojó por un momento cuando los instintos naturales de
supervivencia de su cuerpo le hicieron contener la respiración, su cuerpo
estaba mucho más dispuesto a sobrevivir que su corazón.
—Vamos —jadeó mientras volvía a dar aire. Después de varios intentos, Willow
se echó hacia atrás, sorprendida por la sensación de agua que caía de sus
labios. Miró hacia abajo, el alivio la llenó cuando la mujer tosió,
convulsionando todo su cuerpo, arrojando un chorro de agua a la arena
debajo de ella. Más tos y espasmos.
—Shh, está bien —dijo Willow, dándose cuenta que estaba mirando su disfraz.
Se quitó la peluca, su cabello corto y rubio se tornó de un extraño gris, verde
en la noche. —¿Estás bien? —preguntó, con voz suave cuando ella puso una
mano en el brazo de la mujer.
Christine se calmó, encontrando gracioso el que hubiese sido sacada del río
por un payaso. Odiaba los payasos. Cuando era una niña solían arrastrarla
para verlos. Asintió con la cabeza, tratando de incorporarse, pero se encontró
con la mano que había estado en su brazo moviéndose a su hombro.
—Sólo quédate ahí. ¿Puedes respirar? —preguntó la mujer, y Christine asintió,
tomando varias respiraciones profundas sólo para asegurarse—. Está bien.
Espera aquí. —El payaso se levantó y corrió, aunque la morena no pudo
entender como lo hacía con esos enormes zapatos rojos. Con un pensamiento
extraño, pensó que debieron funcionar como grandes aletas para nadar.
Este pensamiento envió una risa a través del cerebro todavía difuso de
Christine. En unos momentos oyó el sonido de las rocas bajo los pies, y la voz
baja, y suave de su salvadora, teniendo una conversación unilateral.
—Está bien. Gracias, John. Vamos a estar aquí. —Willow cerró el teléfono y se
arrodilló junto a su compañera de nuevo. La mujer se quedó allí, mirando
hacia el cielo, y luego cerró los ojos, levantando los brazos para cruzarlos sobre
su pecho. Suspirando, Willow no pudo detener las preguntas que desfilaban
por su mente. ¿Por qué esta mujer había hecho esto? ¿Quería suicidarse o fue
un accidente? ¿Quién era ella? Observó la vestimenta de la mujer, camiseta
de color negro con pantalones de cuero negro y botas pesadas, dudaba que
fuera de la zona. El coche tenía una pegatina de Hertz en la ventana trasera.
Se sentó junto a la mujer, esperando a que llegara la ambulancia. Comenzó
a temblar, la brisa helada de la noche consiguió atravesar su piel húmeda,
penetrando el material completamente empapado de su traje de payaso una
vez holgado, que ahora se aferraba a ella como una segunda piel—. ¿Tienes 11
un nombre, cariño? —preguntó en voz baja, extendiendo la mano para retirar
algo de cabello de la cara de la mujer—. No importa.
Los brazos descendieron, y los ojos azules miraron brevemente a Willow antes
de volverse. Finalmente, la mujer suspiró.
—Mucho gusto, Christine, aunque siento que sea bajo estas circunstancias. —
Christine podía ver la preocupación en los ojos de la otra mujer, y le sorprendió.
Eran extrañas, ¿por qué debería importarle? Mierda, en la vida de Christine
quienes la conocían mejor que nadie en el planeta no se preocupaban por
ella, o no mostraban el tipo de preocupación que esta mujer tenía.
—Willow Bowman.
La morena asintió en reconocimiento, luego volvió a mirar de nuevo hacia el
cielo, el sonido de una sirena se escuchaba a lo lejos.
* * *
Las luces de la sala de urgencias del Mercy Medical casi cegó a Willow
mientras aparcaba su camioneta en un lugar del estacionamiento, y corrió
detrás de Toby y Allen, los dos médicos de urgencias.
—¿Por qué estoy aquí? —la morena preguntó, con la cabeza adormecida, su
piel estaba pálida, con pesadas sombras oscuras debajo de los ojos.
—Sólo para asegurarnos de que todo está bien —dijo Willow, sosteniendo la
mano de la mujer. 12
—No necesito estar aquí —murmuró, y luego empezó a toser violentamente,
más agua. Había tenido similares accesos durante todo el trayecto en la
ambulancia. A medida que los médicos y las enfermeras de urgencias
surgieron en la escena, Willow sabía que era su señal para retroceder.
—Ey, chica, ¿qué haces aquí? —preguntó Rachel Smith, tocando ligeramente
el brazo de la rubia mientras se sentaba en una de las sillas de plástico negro,
contra una pared.
—Ey —Sonrió y luego suspiró. —Supongo que decidí ir a pescar —Miró su reloj,
observando que las manecillas no se movían, y una burbuja muy amenazante
estaba flotando dentro de él—. Rayos —Se volvió hacia su amiga—. Tengo
algunas horas de retraso. —Se apoyó en la pared detrás de ella, el
agotamiento, finalmente, estaba tomando el control.
—¿Qué sucedió? —La enfermera se sentó en la silla junto a la rubia, con las
manos entre las rodillas extendidas.
—Oh, no lo creerías. —Willow abrió la boca para hablar, pero se dio cuenta
que dos hombres caminan a través de las puertas automáticas del vestíbulo.
Uno llevaba un traje negro, con un maletín de cuero negro grande en su
mano. El otro también estaba vestido con sus mejores galas, aunque más
discreto: Una camisa blanca abotonada, con las mangas enrolladas hasta
mediados del antebrazo, la camisa metida en costosos pantalones grises.
—Soy Willow Bowman —dijo la rubia, también de pie. El hombre la miró, con
evidente duda en sus ojos—. Es una historia muy larga —dijo suavemente—.
¿Qué puedo hacer por usted, señor?
—Robert Knowles. —Él extendió una mano, que ella tomó, después de quitarse
su arruinado guante blanco—. Necesito hablar con usted sobre los
acontecimientos de esta noche. Supongo que es por eso que se ve como una
rata ahogada. —Su sonrisa era con la boca apretada, y no estaba tan segura
de que le gustara este tipo.
—Ah, sí —Se miró a sí misma, y luego volvió la vista hacia él. Se encontró con
un pañuelo blanco frente a ella.
—La señorita Bowman se unirá a nosotros una vez que se haya limpiado un
poco —dijo Knowles. Sí, a Willow no le gustaba este tipo.
* * *
Ella salpicó agua a lo largo de todo el lavabo blanco, quitándose los últimos
vestigios de maquillaje, a continuación, se miró en el espejo. Su cara estaba
recién lavada, aunque no había mucho que pudiera hacer por su atuendo.
Había desabrochado el traje de payaso tipo mono de trabajo, dejando la
parte superior colgando hacia abajo, con los tirantes aleteando alrededor de
sus piernas. Se alegró de haberse puesto una camiseta sin mangas debajo de
él.
Al abrir las puertas de la sala de conferencias, Willow vio a los dos hombres, el 14
de traje estaba cerca de un ordenador portátil, con una pequeña impresora
zumbando junto a él, escupiendo una sola hoja de papel. Robert Knowles
estaba sentado a la cabecera de la mesa, con las manos debajo de la
barbilla, un reloj de oro brillaba contra una muñeca bronceada y un gran
anillo, dorado deslumbraba en su mano derecha.
—Ah, señorita Bowman. Por favor, tome asiento. —Indicó la silla a su izquierda,
y la rubia la tomó, echando un vistazo al hombre del traje frente a ella, que
todavía no decía nada.
—¿Ha hablado con alguien sobre lo que pasó esta noche? Aparte del
personal de emergencia, por supuesto.
—Es un cheque por veinticinco mil dólares —dijo ella, con la voz sin aliento y
aún más confusa.
—Y es todo suyo —Levantó un dedo bien cuidado—, si usted hace una simple
cosa para nosotros.
—¿Qué es esto?
—Por lo tanto —dijo Willow arrastrando las palabras con sus ojos todavía
escaneando el documento—, ¿está diciendo que me dará el dinero si
mantengo mi boca cerrada?
—Señorita Bowman, Christine tiene un gran número de aficionados que son
chicas jóvenes, niñas que están en la adolescencia, o en sus veinte años. Estas
chicas la admiran. En su música encuentran la inspiración para sus propias
vidas, es así que quedarían devastadas si averiguan que su héroe, su modelo
a seguir ha caído en desgracia.
—Sí.
—Gracias —dijo Robert Knowles, de pie—. Buenas noches tenga usted. —Con
una eficiencia increíble, el abogado tenía el ordenador portátil y la impresora
guardada, luego los dos hombres salieron de la habitación.
* * *
El día fuera era gris, la lluvia había dejado de caer sólo hacía una hora. Los
ojos azules miraban al exterior, teniendo en cuenta que el cielo no se veía tan
amenazante como antes.
Una elección que altera el alma, le dijo la señora de la sala de psiquiatría, que
le había realizado una evaluación mental en la mañana. Christine supuso que
querían ver si estaba loca, o simplemente jodida. Ella votó a favor de ambas,
y estaba deseando fumarse un cigarrillo más que ninguna otra cosa. 17
Así que finalmente lo hizo, finalmente había hecho lo que pensó tantas veces.
Christine se estremeció, dándose cuenta de lo cerca que estuvo de tener
éxito. También se dio cuenta de lo cerca que estuvo de no importarle.
—Hola, Christine.
—Bob.
—Todo un lío en el que te has metido aquí —dijo él, con voz tranquila, y
cansada.
—Todo ha sido solucionado con el personal del hospital, los médicos, los
conductores de ambulancia, la policía, y el pequeño payaso loco que te sacó
—Él rio—. Al parecer, ella es una enfermera de aquí.
—No quiero hablar de eso contigo, Bob —La voz de Christine era baja,
sugiriendo silenciosamente un cambio de tema. Él no mordió.
—¿Amigo? —Ella se volvió hacia él entonces, con los ojos azules encendidos
de manera brillante, dejando al descubierto los dientes blancos—. No, no lo
creo. No soy una amiga para ti. Soy tu cheque de comida. Siempre ha sido
así.
—Christine.
—¡A la mierda con el álbum! ¿Qué hay de mí? —ella casi susurró—. No es que
lo que piense o quiera haya importado alguna vez. Debí haber despedido tu
culo hace años.
—No serías nada sin mí y lo sabes —escupió él. Ella lo miró por encima del
hombro.
19
Capítulo 1
W
Illow subió el volumen en su equipo de música, sin dejar de doblar la
ropa mientras escuchaba las letras apasionadas de “El canto del
cisne” la última versión de Christine Gray. La canción era mucho más
lenta que la mayoría del estilo fuerte, y alternativo de Gray. Ésta sólo tenía un
piano, un violonchelo en el fondo, y la fuerte, pero aterciopelada voz de
Christine.
Por eso se quedó con ella hasta el final, siempre y cuando se lo permitiera,
Christine. Quería hacerle saber que no estaba sola, que tenía alguien allí a
quien le importaba y que le tendía la mano a través de su dolor.
Sintió que su piel se calentaba, pero su corazón seguía estando frío. Seguía
viendo la cara de Christine mientras estaba allí en la orilla, tan vulnerable, con
la muerte flotando en el aire.
No podía conciliar en su mente el rostro de la mujer que había visto esa noche
con la mujer que veía en la televisión, en los CD y portadas de revistas. ¿Qué
había causado que alguien así, con el mundo a sus pies, dinero y fama en
abundancia, hiciera algo tan drástico?
—Gracias amigo. —Apretó el bíceps, y corrió por el pasillo que la llevaría más
allá de las otras cabinas, algunas de ellas con la cortina cerrada, otras vacías
y listas para ser utilizadas. Al llegar a la tres, la cortina estaba cerrada, se podía
escuchar el pitido de la maquinaria detrás de ella.
La rubia bajó la mirada hacia los ojos cerrados, con largas y oscuras pestañas, 22
el rostro tranquilo. Estudió la cara, pómulos altos y afilados, y una mandíbula
fuerte. La piel era muy pálida, las venas azules eran visibles debajo de ella.
Detrás de ella, la rubia encontró la silla que sabía que estaba allí, y la deslizó
hacia adelante para sentarse. Tomando la mano de Christine dentro de la
suya, sintió la cálida piel, aliviada de hecho de sentirla caliente, y no fría como
estaba en el río.
Christine podía sentir que alguien estaba con ella, entonces, se dio cuenta de
que alguien la estaba sosteniendo su mano. Con los ojos vagamente abiertos,
se dio la vuelta, un dolor de cabeza la atormentó, obligándola a cerrar los ojos
por un momento antes de abrirlos nuevamente para centrarse en la figura
encorvada sobre una silla junto a su cama.
Pelo rubio corto, bata de color azul claro. ¿Quién era esa? ¿Una enfermera de
la sala de emergencias? ¿Un médico, tal vez? Su mirada cayó sobre sus manos
unidas, la mano bronceada contrastaba con su piel pálida, las uñas
recortadas, bien cuidadas. Una mano pequeña. Parecía que toda ella era
pequeña, sus hombros eran estrechos y de características finas.
El rostro.
Una cara muy suave, los labios rozando ligeramente uno contra el otro, el
cabello rubio cubría ligeramente la parte superior de las orejas pequeñas.
A medida que se durmió de nuevo, se preguntó quién sería su visitante.
23
* * *
—Oh, mierda —La rubia se pasó una mano por el pelo, los ojos los tenia aún
más pesado que antes—. Tengo que llegar a casa. Llámame si hay algún
cambio, ¿de acuerdo? —le dijo a su amiga, que asintió y le palmeó el
hombro—. Me voy. Directa a la cama.
El regreso a casa fue largo, y cuando Willow condujo a través del puente
Dittman, sintió un escalofrío pasar a través de ella, los ojos verdes de forma
automática se sintieron atraídos hacia el lugar donde Christine había saltado,
y una ola de tristeza se apoderó de ella.
—¿Todo bien? —El esposo de Willow sonaba un poco más despierto, aunque
sus ojos aún estaban cerrados.
L
os dedos se movían a través de las notas, los ojos azules estaban cerrados,
y el cuerpo se balanceaba con la música que estaba creando.
Christine había escrito más música en los últimos dos meses que en dos años.
Escribía las notas mientras la emoción pasaba a través de ella, llenándola de
una paz que sólo la música podía darle, la creación y ejecución de la misma,
le daba una sensación de control que no tenía en ningún otro lugar de su vida.
Durante su estancia en Promises, empezó a tener sueños de nuevo, y a
recordar cosas que pensaba habían muerto hace mucho tiempo. Demonios
de su pasado, algunos auto-invocados, otros empujando sobre ella,
obsesionándola con frecuencia y persiguiendo sus pasos por la noche.
Christine rozó los marfiles del piano como si acariciara a un amante. La música
era lo único que nunca la había traicionado o exigido nada de ella. La música
se entregó voluntariamente a ella, permitiéndole manifestarse libre y
voluntariamente ante el mundo, sin hacer preguntas o querer respuestas.
Simplemente existía. A través de la música Christine podía contar una historia,
compartir una parte de sí misma sin la vulnerabilidad que una conversación
tendría.
Nadie la conocía, y eso era lo que quería. Siempre estuvo agradecida que
Bob la encontrara en ese bar de mierda en Queens donde cantaba su propia
música. Había sido lo suficientemente inteligente a los catorce años como
para asegurarse de que sólo trabajaría en lo suyo, y que cualquier covers que
él quisiera que hiciera, podría metérselo por el culo.
Su consejero dijo que por eso había recurrido a las drogas. Ella quería
adormecerse a sí misma y olvidar el dolor.
—Ah. Si tan sólo tuviera una décima parte de su talento —dijo la consejera con
un suspiro, Christine sonrió—. Está bien, vamos a lo nuestro —La anciana abrió
una carpeta de manila, buscando en ella unos papeles mientras hablaba—.
La última vez hablaste sobre los sueños que estaban regresando —Levantó la
mirada hacia Christine, luego, la devolvió a las notas de la sesión anterior—.
¿Has tenido más desde la semana pasada?
Christine dejó escapar un suspiro, mirando por las puertas francesas, que
daban a los jardines muy bien cuidados del lujoso centro de rehabilitación.
—Sí.
—¿Cuándo fue esto? —Margaret hizo un clic en su pluma, que fue suspendida
sobre una hoja de papel en blanco de su bloc de notas.
—El domingo por la noche —dijo Christine, su voz era tranquila, casi temerosa.
La consejera esperó pacientemente a que continuara, había aprendido que
ella lo haría a su tiempo. Su propio tiempo. A medida que la cantante
comenzó a hablar, su voz seguía siendo tranquila, casi en un tono hipnótico—
. El callejón de nuevo.
Está oscuro, es el mejor momento para estar despierta. Y es más fácil para
ganar un poco de dinero extra. Odiaba hacerlo, pero si algo he aprendido de
esos bastardos que follaron y me dieron a luz, es que haces lo que tienes que 27
hacer.
Con un suspiro, me dirigí hacia las oscuras calles de Queens, Nueva York. Me
sorprende que un lugar de mierda como éste tenga un nombre de la realeza,
o alguna mierda parecida. Real mi culo. Bueno, dolor real en el culo, tal vez.
Hablando de eso, el mío seguro se dañó.
Las calles eran lentas, unos coches pasaban de vez en cuando, y yo estaba
empezando a impacientarme. Las botas que llevaba, eran de cuero falso y
extremadamente brillantes, llegaban a mis rodillas, mis muslos estaban
desnudos hasta justo debajo de mi culo, donde acababa la mini falda que
llevaba. Dios, odio los vestidos. Mis piernas se sentían como si estuvieran a
punto de congelarse. Por suerte este traje de mierda venía con una pequeña
chaqueta. Mis tetas pueden haber estado frías, los pezones como rocas, pero
mis brazos estaban relativamente cálidos.
—¡Christine!
Di un salto, sorprendida casi fuera de mi piel. Miro a mi amigo, Adam,
advirtiéndole con mis ojos que mejor tuviera una muy buena puta razón para
interrumpirme.
Adam me alcanzó, agarrando mi mano y tirando de mí.
—Bien —Regresando de nuevo hasta el tipo que debía estar azul ahora, sonreí
sexualmente—. Lo siento, pero ha habido un cambio de planes.
—Lo siento mucho, Chris, pero tuve una muy mala sensación acerca de ese
tipo —dijo Adam, con la mano apoyada en mi hombro. Encogiéndome de
hombros, me di la vuelta y empecé a alejarme—. ¡Chris! Vamos—, lo oí 29
corriendo detrás de mí, pero como soy un culo terco, no me detuve. Todo lo
que podía pensar era que tendría que utilizar el dinero que ahorré para
comprarme mi guitarra.
—Ey, chica —una voz profunda llamó mientras el coche plateado seguía
lentamente mis pasos. Observo al hombre detrás del volante, el gesto familiar
de sus dedos acariciando el cabello que conectaba el bigote a su perilla.
—Estoy soñando, dulzura. —Me inclino hacia la ventana, levanté mis gafas de
sol y las puse en la cabeza—. ¿Qué pasa?
—Trabajo en un caso. ¿Has visto a este hombre? —El detective Harmon me
entrega una fotografía y frunzo las cejas. Al observarla, veo unos ojos oscuros,
sin vida. Él no está sonriendo, como si fuera una foto de un archivo policial o
algo así. Era un hombre blanco, de pelo oscuro, largo y desordenado, con
algo de gris en sus cejas, que eran gruesas y pesadas sobre los ojos oscuros.
—¿Quién dice que ha matado a alguien? —Los ojos azules del detective se
fijaron en los míos, como si estuviera mirando a través de mí.
—Sabes que no puedo decir nada, chica ¿Lo has visto o no?
—No te preocupes, Mikey —Le entrego la imagen de vuelta con una sonrisa—
. Eres demasiado barato para jugar contigo. —Echó la cabeza hacia atrás y
rio, moviendo su dedo.
—Bueno —Miro hacia la calle, casi viendo a ese hijo de puta acercándose a
la acera—. Trató de recogerme. Casi me fui con él. Mi amigo reconoció el
coche en el que Chantal se metió la noche que desapareció.
—¿Qué tipo de coche era? ¿Qué llevaba puesto? ¿Notaste algo peculiar en
él? ¿Estilo de pelo? ¿Color de ojos? ¿Tatuajes?
—Está bien. Iré despacio. Tipo de coche Color y marca —Su pluma estaba
suspendida sobre el block.
—No sé qué tipo de coche, pero era un sedán, uno pequeño. Era de un color
oscuro, azul o negro, creo.
—Bueno, bueno. ¿Por qué no te fuiste con él? —Él me miraba y yo me encogí
de hombros.
—Tal vez. —Me encojo de hombros, pensando que no era una gran cosa.
—Estos sueños son bastante reales —dijo Margaret, con voz tranquila. Christine
asintió.
—Sí lo son. —La cantante suspiró, pasándose las manos por el cabello,
dejándolo en desorden. La consejera estuvo en silencio por un momento,
estudiando a su paciente, que no la había mirado durante la narración de su
historia.
—Sí —resopló—. Pero no antes de que el bastardo atrapara a tres chicas más.
—Está bien. Te ves bien, Christine. Has subido un poco de peso. Debo decir
que una mujer de tu altura, ¿cerca del metro ochenta? No debe pesar
cincuenta y dos kilos. —Margaret no pudo evitarlo cuando salió la parte
maternal que llevaba por dentro. Observar a su propia hija luchar una terrible
batalla contra la anorexia era algo difícil de ver.
—Sí, bueno es difícil mantener el peso cuando cuatro rayas de coca es la cena
para tres días y noches a la vez.
—¿Cómo te sientes?
—Interesante —murmuró.
—¿Qué cosa?
—¿Eh? —Al darse cuenta que le habían hecho una pregunta, la cantante se
apartó de la puerta y se dirigió de nuevo al sofá—. Me siento bien, supongo.
Muy aliviada.
—¿Cuáles son tus planes una vez que salgas de aquí? Serás liberada en que,
¿tres semanas?
—Eso dicen.
—¿Que deseas hacer? ¿Cómo quieres lidiar con eso? —La suave voz de
Margaret hizo sonreír a la cantante. Ella sabía a donde quería llegar.
—¿La enfermera?
—La enfermera. —Christine dejó caer la cabeza, llena de vergüenza.
—¿Qué pasa con tus fans? ¿Cómo te sientes acerca de ellos? El último
concierto... —la voz de Margaret se interrumpió, al ver el dolor y la
incertidumbre en los penetrantes ojos azules, más claros aun por las emociones
contenidas. Si sólo Christine se permitiera llorar, para liberar su dolor.
—Ellos volverán —dijo la cantante en voz tan baja que la anciana casi no la
escuchó—. Siempre lo hacen. Bob se asegurará de ello.
* * *
—Hola, Dick. Siento haberte hecho esperar. Vamos al garaje. —El hombre de 35
pelo rubio dijo, palmeando la espalda del anciano.
—Ay, Maldita sea —dijo apartando los dedos de los cortadores de alambre
que habían pellizcado la piel de su dedo índice, haciéndola sangrar. Metió su
dedo en la boca, maldiciendo entre dientes la cerca. Al examinar su mano,
vio que estaba bien. Sólo tenía un pequeño corte.
—¿Por qué estaría allí? —Puso los ojos en blanco y entró de nuevo al garaje. 36
Se dirigió hacia la casa nuevamente.
—¡Aquí está!
Ella suspiró, empujando la puerta trasera, sabiendo muy bien que él nunca
admitiría encontrar las cosas en el Triángulo de las Bermudas de Oklahoma,
conocido como su banco de trabajo. Se dirigió a la nevera, la abrió y examinó
el contenido, en busca de la jarra de té helado que había preparado la noche
anterior. Moviendo a un lado la botella de Gatorade de Kevin, vio la parte
superior verde de la jarra.
—Dame los deportes, ¿quieres, cariño? —Se sentó junto a ella, al ver la mirada
de su esposa en él, con una sonrisa en sus labios preguntó— ¿Qué? —Sin decir
una palabra, Willow estiró su dedo pulgar, limpiando la mancha roja del labio
superior de Kevin. Él apartó la mirada con timidez—. ¿Qué puedo decir?, me
gusta mi bebida de frutas Gatorade.
—Todos los que tenían entradas para el concierto que fue cancelado,
incluidos los de la ciudad de Oklahoma, serán válidos para asistir al concierto
de la señorita Gray en sus respectivas ciudades —dijo el representante de
Grey, Mark Hutchins, quien ha añadido que Christine se siente muy bien, de
muy buen ánimo y está deseando ver a sus fans.
Robert Knowels había hecho todo lo posible para mantener las cosas bajo la
alfombra en el hospital, al menos para el resto del mundo. No podía dejar de
preguntarse cuánto le había costado a Christine ese silencio y privacidad.
—Ey, debes saber que ¡una vez estreché la mano de George Jones3! —dijo
mirándola estrechando las cejas. A ella le encantaba cuando la miraba así.
En esos momentos a le parecía un niño. A pesar de que le encantaba, no 38
pudo evitar torturarlo por el momento.
—¿Quién?
* * *
1 E!: es una cadena de televisión por suscripción de origen estadounidense, que se dedica a
informar sobre la farándula y celebridades de Hollywood, televisión y de la música.
2
Entertainment Tonight: Programa de televisión. Noticias en exclusiva, chismes y escándalos
de la farándula, entrevistas a los famosos y lo mejor del cine y la música
3
George Jones: George Glenn Jones fue un cantante country estadounidense conocido por
su larga lista de éxitos, distintiva voz, fraseos y su matrimonio con Tammy Wynette. En los
últimos 20 años fue conocido como "the greatest living country singer”
Willow salió al porche pintado ligeramente de azul. Algo más que Kevin y ella
habían hecho durante sus vacaciones. Le habían quitado treinta años de
encima a la antigua casa de la granja.
Sonrió, cerrando los ojos mientras inhalaba el aire de la mañana, con las
manos envueltas firmemente alrededor de su taza de té de menta. Le
encantaba la forma en que los dos mundos se mezclaban: los sonidos de los
grillos machos frotando frenéticamente sus patas traseras, desesperados por
una pareja. Dando testimonio de su melodía a la noche, mientras que los
cantos de las aves, en los árboles, alrededor de la casa daban la bienvenida
al sol que se asomaba por encima de las llanuras de la amada tierra de Willow.
Este era su tiempo, un tiempo de paz y tranquilidad donde podía reagruparse
y tomar fuerzas de un nuevo amanecer.
Miró hacia los pastos, oyendo que los caballos comenzaban a despertar,
relinchaban y con sus cascos pisaban suavemente el suelo. A lo lejos vio los
faros del coche de Macy Allen cuando llevaba el periódico de la mañana a 39
todas las granjas y ranchos periféricos; su propio rancho estaba a sólo quince
kilómetros de distancia. La rubia por lo general adelantaba al pequeño coche
azul en su camino.
Bebiendo de su taza, caminó lentamente por las escaleras del porche hasta
el sendero que conducía al jardín de su patio, y terminó en el camino de tierra
que conducía a las puertas de su propiedad.
Horas y horas Willow había pasado con su abuela en esta tierra. Myra Wahl,
era una mujer interesante.
Por esa época la Segunda Guerra Mundial había terminado, y el país estaba
desesperado por levantar sus espíritus cuando muchos de sus jóvenes no
volvieron a casa. El carnaval fue un gran éxito, y Myra viajó por los Estados
Unidos y Canadá con Dale, trabajando como adivinadora y bailarina en uno
de los muchos espectáculos del carnaval.
—¿Cómo has mantenido estas cosas tan bien, abuela? —Miro hacia ella,
dejando la sartén a un lado para agarrar el ramillete de cubiertos que acaba
de lavar.
Es vertiginosa, su lógica.
—¿Si amor? —Ella saca el tapón del fregadero de acero, inoxidable, utilizando
el pulverizador para deshacerse de toda la espuma.
—Estaba fuera con los caballos en la mañana y parece que Wanda está a
punto de estallar en cualquier momento —Miro hacia ella, y veo las arrugas
de concentración estropear la frente otras veces lisa. A pesar de que estaba
a punto de cumplir los sesenta, envejeció muy bien, lo cual resulta
sorprendente teniendo en cuenta que pasó la mayor parte de su vida bajo el
duro sol. La abuela tenía un bronceado permanente del cual estaba muy
celosa. El abuelo tenía uno, también, a pesar de que siempre me hizo reír
cuando se sacaba su casi omnipresente gorra de béisbol. Tenía una perfecta
línea blanca sobre la frente, justo por debajo de la línea del pelo. La abuela la
llamó bronceado de un granjero.
—Ella comenzó a pisotear con sus pies cuando estuve allí antes. No sé. —Me
encojo de hombros—. Sólo lo siento. —Saltando del taburete, pongo la sartén
donde va, contra la pared junto a la puerta de la cocina, donde el abuelo
siempre se sentaba para sacarse las botas. La abuela lo filetearía para la cena
si llenaba de barro su inmaculada casa.
Una vez que Willow se dio por enterada, se sorprendió al darse cuenta que
había asistido a nueve escuelas y había vivido en más de una docena de
casas o apartamentos.
Helen se sintió herida por la pregunta, pero la rubia no tuvo el corazón para
decirle a su madre que era porque no se sentía segura con sus propios padres,
y buscaba lo que anhelaba con sus abuelos.
Fue aún peor cuando los padres de Willow se divorciaron durante su segundo
año en la escuela secundaria. Se había sentido perdida y a la deriva. Una vez
más el rancho proporcionó el alimento emocional que ella necesitaba,
llegando incluso a considerar irse a vivir indefinidamente con sus abuelos. Pero
para ese momento, Earnest estaba enfermando, y Myra tenía suficiente para
lidiar, por lo que la rubia se quedó con su madre y el nuevo novio de Helen,
Shawn, que finalmente se convirtió en el padrastro de Willow.
—¡Guau, mira eso! —suspiré, con los ojos enormes, por lo que estaba viendo.
—Tenías razón, mi amor. Tienes buen instinto —Myra susurró, apoyó su brazo
alrededor de mi cintura—. Tal vez deberías ser veterinaria en lugar de
enfermera.
—Quiero ser una enfermera. Puedo hacer mucho más por las personas que 43
por los animales.
—Una noble actitud, Willow. —Me sonríe, y le devolví la sonrisa, sintiendo que
el calor del amor y el orgullo me invadían. La abuela me hacía sentir que
puedo hacer cualquier cosa y aun así estaría orgullosa de mí. Era un buen
sentimiento—. ¿Qué nombre le pondremos, mi amor?
—Hmm, es cierto. —Juntos observaron los caballos, que absorbían el calor del
amanecer y el uno del otro. Kevin odiaba las veces que se despertaba solo,
incluso cuando su esposa estaba fuera, pero entendía su necesidad de estar
sola, por lo que hizo todo lo posible para no quejarse demasiado seguido, a
pesar de que tenía la esperanza de que podrían haber pasado su última
mañana juntos en la cama, antes de que el mundo real los invadiera. Decidió
probar—. Así que estaba pensando —dijo, inclinándose para mordisquear 44
suavemente el cuello de su esposa—. Este es nuestro último día juntos. —Se
trasladó hasta el lóbulo, se animó mientras inclinaba un poco la cabeza—. Y
tal vez podríamos pasarlo en la cama. —Los ojos verdes se cerraron cuando la
cabeza de Willow se inclinó aún más, sintiendo los labios y la lengua
extenderse a su mandíbula. Un suave gemido escapó de la rubia cuando una
mano grande y cálida acarició uno de sus pechos.
Kevin sabía que la tenía. Sus pechos eran tan sensibles, el pezón ya presionaba
contra su palma. La rubia se giró en sus brazos, encontrando su boca. Sí, la
tenía.
* * *
Christine dejó la bandeja de plata con los platos vacíos en el pasillo, fuera de
la puerta de su suite.
Los ojos azules crecieron enormes ante la cara sonriente que esperaba en el
otro lado.
—Dios mío, ven, entra. —Al entrar, cerró la puerta detrás de él, volviéndose
para mirarlo. Su cabello castaño oscuro estaba largo, recogido en una cola
de caballo, y peinado hacia atrás de su cara—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—He oído que tal vez necesites de un amigo. Así que aquí estoy, amiga.
—Lo sé. —La cantante se volvió hacia su amigo ahora, al ver el dolor en su
rostro. Odiaba saber que ella lo había puesto ahí—. Yo lo sé —dijo mientras le
acariciaba la prominente mandíbula, que hizo que Adam la mirara, con el
5
Robert John Downey Jr. es un actor estadounidense, nominado en dos ocasiones a los
premios Óscar y ganador de dos Globos de Oro y un BAFTA. Sus interpretaciones más
conocidas son Iron Man o Sherlock Holmes.
ceño fruncido—. Perdí el control, Adam. —Sacudió la cabeza para enfatizar
su punto—. Lo perdí.
—Todo. Cualquier cosa. —Ella suspiró, mirando a la mano que ella agarró,
manteniéndola apretada—. Yo estaba tomando todo lo que caía en mis
manos, Adam. Estaba totalmente jodida, amigo. Pude haber arruinado mi
carrera.
—¿Cómo?
—Salió en todas las noticias, en los periódicos. Dijeron que era porque te
habías cansado hasta el agotamiento, pero yo sabía que algo estaba mal.
Sólo siento no haber llegado aquí antes.
—Ah, hombre —Adam rio—. ¿Por qué estaba vestida como un payaso? —
Christine se encogió de hombros—. No tengo ni idea. Pero sé que ella me salvó
la vida. En muchos sentidos —dejó escapar un suspiro.
48
Capítulo 3
—Estoy muy contenta de que esté mejor —dijo en voz baja, mirando a su
amiga, quien también asintió. 49
—Lo sé. ¿Le has contado a Kevin?
—No —suspiró Willow—. Sé que él no diría nada, pero, no sé. —Se encogió de
hombros, una sonrisa tímida tiró de sus labios—. Ni siquiera sabe realmente
quién era cuando la mencioné ayer. Creo que para él no es nada especial,
ya sabes.
—Sí.
—No. Arriesgar mi vida, no lo es. —Willow sonrió entre dientes—. Tienes toda mi
admiración, amiga. Esa fue realmente una cosa increíble.
—Estuvo bien, supongo. Nos las arreglamos. No había mucho donde elegir.
Para ser honesta, lo más difícil fue cuidar de los animales. 50
—¿Kevin no te ayudó?
—Ey, chicas —dijo la doctora Kathryn Morrow mientras pasaban junto a ella
en la sala.
—Ey, doc —dijeron las enfermeras al unísono, las tres rieron. Rachel apretó el
botón del ascensor que las llevaría al piso donde estaba la sala de las
enfermeras, junto con el vestuario.
—Lo hace, pero yo soy la que está ahí durante el día. Es decir, él no llega a
casa hasta bien entrada la noche. —Willow se apoyó en las paredes de acero
inoxidable del ascensor, con las manos metidas detrás de su trasero, y las
palmas de las manos contra el frío acero.
—Uh, creo que sí. —Willow giró el dial de su candado, los números pasaron
rápidamente hasta que hizo clic y el bloqueo se deslizó hacia abajo, lo que le
permitió quitarlo. Cada vez que soltaba el candado no podía dejar de pensar
en la escuela secundaria, hurgando en la cerradura el primer día de clases
hasta que aprendió a usar las complejidades del nuevo cerrojo.
—¡No puedo esperar! ¡Y Connor! Dios mío, se podría pensar que el mundo ha
llegado a su fin.
Mientras Rachel seguía y seguía hablando sobre la película, las cejas rubias se
fruncieron. Se dio cuenta de algo, y se empinó para tomarlo. En el fondo de
su casillero había un sobre blanco de tamaño comercial. Lo habían deslizado
a través de las rejillas de la puerta.
51
—¿Qué es eso? —preguntó Rachel, notando la preocupación de su amiga.
—Tal vez sea ántrax —Willow se reunió con los ojos azules que sonreían
abiertamente—. Cielos, sólo estoy bromeando.
Deslizando su dedo bajo la solapa, rasgó el papel con facilidad. Dentro había
una hoja de papel doblada, en tres partes. La abrió y vio que era una carta
escrita a mano, algo más se deslizó entre los pliegues del papel. Lo cogió,
dándose cuenta de que eran entradas. Sus ojos volvieron a la carta y ella leyó:
Suya,
Christine Gray
—¿Qué pasa? —Rachel preguntó, tratando de leer por encima del hombro
de su amiga. 52
—Es de Christine Gray —la rubia suspiró, entregando la carta a la otra
enfermera, con mano temblorosa. Los ojos azules leían la carta,
asombrándose más y más con cada línea que pasaba.
—Oh, Dios mío —dijo ella, una sonrisa se extendió por sus labios carnosos—.
Esto es increíble.
—Sí —Willow tragó, todavía no podía creer que Christine Gray se hubiera
tomado el tiempo para escribir una misiva tan personal, así como enviar
¡entradas para los conciertos! A medida que la rubia miraba las entradas,
observó que eran pases para ir detrás del escenario, también. Sus ojos se
encontraron con los de la pelirroja—. ¿Adivina qué?
—¿Qué?
* * *
Willow se apoyó en el lavabo, el flequillo rubio le caía sobre los ojos, el cabello
se pegaba a su piel húmeda. Tomando varias respiraciones profundas, se
apartó del lavabo, mirando hacia el espejo por encima de ella.
Se veía tan agotada, las bolsas bajo los ojos, denotaban su malestar.
Willow se sorbió la nariz, pasando las manos por el pelo, moviendo la cabeza.
—Sí. Voy a estar bien. —Se rio con nerviosismo, se sentía tonta—. Ya sabes,
después de todos los años que he estado haciendo esto, se podría pensar que 53
debería estar acostumbrada a perderlos. —Miró a la doctora con ojos
suplicantes—. ¿Alguna vez se detiene, Maureen?
—No cariño. Uno siempre estará afectado por los niños porque son especiales,
pero tu aprendes a lidiar con ello. Tienes que hacerlo, Willow.
—Lo sé. —Ella sollozó de nuevo, pasando el dorso de la mano por la nariz. La
médica sonrió, dirigiéndose a un mueble para tomar un rollo de papel
higiénico.
—Aquí, cariño.
—Gracias —La rubia se sonó la nariz, luego suspiró, tratando de que su corazón
liberara un poco de dolor; lo suficiente como para volver al trabajo—. Voy a
estar bien, Maureen, gracias. —Sonrió a su amiga.
Eran casi las tres de la tarde, y había estado en el Mercy por más de dieciocho
horas, y sentía la tensión. Había trabajado largas jornadas antes, y por lo
general era capaz de empujar el cansancio lejos y convertir esa falta de fuerza
en determinación.
Willow levantó las piernas hacia arriba, envolviendo sus brazos alrededor de
sus rodillas, apoyando la barbilla sobre ellas. Y pensó en los acontecimientos
del día anterior.
54
—Hola cariño. ¿Cómo estás hoy? —Tire de una silla hacia arriba, tomando la
mano de Melissa en la mía. Noto sus dedos alrededor de los míos, tan
pequeños y delgados. Muy pálidos. ¿Cómo podía no estarlo? Estando dentro
y fuera del Mercy durante largos períodos en los últimos seis meses.
—Bien —dice Melissa, su voz es muy baja, susurrante. Los ojos azules, enormes
por todo el peso que la niña ha perdido, estaban surcados por ojeras y las
pestañas oscuras, que revolotean mientras parpadea—. Estoy tan cansada,
Willow.
—Hola, guisante. —Ellen toma la silla del otro lado de la cama, y se acerca a
mí. Tomo su mano y la aprieto. Cuando la observo a los ojos, puedo ver que
ella sabe lo que siento. El tiempo se agota. Ambas miramos de nuevo a la
hermosa niña en la cama entre nosotras—. Tu padre está recogiendo a Brian.
Estarán aquí pronto.
—Bien —Melissa lucha por mantenerse despierta, con los ojos cada vez más y
más pesados.
—Ven aquí —Abro los brazos, y ella cae en ellos, llorando en mi hombro. Cierro
los ojos apretándolos con fuerza, trato de mantener controladas mis
emociones. Lo último que Ellen necesita es que me desmorone, también—.
Lo sé —le arrulló, sintiendo el dolor y la angustia de esta mujer.
—Está dando una buena pelea, Ellen —digo en voz baja. Ella vuelve a
mirarme, sus ojos oscuros me imploran.
—Por favor, sólo sé sincera conmigo, Willow. Necesito saberlo —la última
palabra sale en un susurro, y ella empieza a llorar de nuevo. Tengo miedo de
que su café se derrame todo en las manos y las piernas, lo retiro de ella,
apoyando la taza sobre la mesa al lado de mi silla. Tomándola en mis brazos
otra vez, dejo que mis acciones hablen por mí.
Por el rabillo del ojo, vi a Tammy Wistoff, otra enfermera, corriendo por el pasillo,
casi deslizándose al llegar frente a mí. Agitando la mano frenéticamente, me
tira suavemente lejos de Ellen.
56
—Willow, Melissa pregunta por ti y su madre —dice la joven enfermera. Sólo
con una mirada a sus ojos, siento una punzada de miedo en mi corazón.
Observando por encima del hombro, me encuentro con los ojos oscuros,
mirando suplicante hacia mí.
Al caminar por el pasillo, Ellen toma mi mano mientras que, con la otra, trata
de llamar a su marido con el teléfono celular.
La tomo.
Melissa parpadea, aunque casi en cámara lenta. En los últimos días se ha
vuelto tan débil.
—Eres genial —dice ella, con una suave sonrisa en los labios. Mi sonrisa se
ensancha, convirtiendo mi visión aún más borrosa.
—Mamá —dice ella, casi como si estuviera acariciando el nombre con los
labios—. No llores, mamá —Melissa lentamente, alcanza con la punta de su
dedo una lágrima que se deslizaba por la mejilla de Ellen—. No tengo miedo.
—Bebe, tu padre está aquí —Ellen susurra, haciendo espacio para él. Sonrío al
muchacho de catorce años, para darle mi lugar junto a su hermana. Poco a
poco me alejo y salgo fuera de la habitación.
Nuevas lágrimas caen cuando Willow puede oír el eco de la voz de Ellen en su
cabeza.
—¡No! —Supo en ese momento que Melissa había perdido la batalla, y su joven
cuerpo finalmente fue capaz de encontrar la paz.
Enterrando el rostro en las manos, las lágrimas se deslizaron entre sus dedos,
haciéndola temblar mientras la brisa fresca enfriaba su piel.
***
Cerrando los ojos, se sentó erguida, con las manos sobre las teclas, y con una
velocidad cegadora empezó a tocar, los dedos se deslizaban a través de los 59
marfiles, la música fluía como el agua, los oídos la bebían. Ella necesitaba
sentir la música.
* * *
—Está bien, este es el plan —dijo Bob pulsando un botón en el pequeño control
que descansaba en la mano—. Seguimos básicamente la misma ruta que la
última vez. — Una lista de ciudades en varios estados del país apareció en la
gran pantalla blanca. Otro clic y unas viñetas aparecieron junto a ciertas
ciudades—. En estos lugares te reunirás con los equipos de cámara para las
conferencias ya programadas —Miró a Christine con ojos penetrantes—.
Seguirás con la historia del agotamiento, ¿entendido?
Ella asintió en silencio, con los ojos en la pantalla, y la mente en otro lugar. Tiró
de su labio inferior con sus dedos mientras lentamente impulsaba la silla hacia
atrás y hacia delante, usando sus pies para hacer palanca.
—¿Para quién? —Murmuró, con los ojos clavados al techo. Bob la miró, e
ignoró los comentarios de la cantante, pasando a la siguiente diapositiva. Le
enseño a Christine una presentación anterior, con el salvaje pelo alrededor de
su cara, maquillaje oscuro y ahumado. Ella reconoció los pantalones que
llevaba de cuero negro, suspendidos en las caderas, y botas negras. Muy
similar a lo que llevaba en cada show. La parte superior, sin embargo. Eso era
nuevo.
—De ninguna manera —Christine se inclinó hacia delante en su silla, con las
manos agarrando el borde de la mesa ante ella, dispuesta a levantarse—.
Tengo treinta y un años, Bob, ahí afuera me siguen chicas de quince años. ¡Y
quieres hacerme lucir como una maldita prostituta!
—Los viejos hábitos son difíciles de olvidar, ¿eh, Christine? —Ella lo miró,
sorprendida y profundamente herida. Antes de que abriera la boca para decir
algo, él rápidamente continuó—. Hay que hacer algo para ponerte de nuevo
en el mapa, Christine. ¡Has estado fuera del juego durante seis meses enteros!
¡Y la cagaste durante una maldita gira! Tenemos que volver a estar en el punto
de atención
.
—¿Y vestirme como una puta es el camino a seguir? —gruñó ella, enterrando
las uñas en la madera.
—Cuidado, Christine —Bob advirtió, en voz baja.
Ella lo miró, con el odio corriendo por sus venas. Mordiéndose la lengua,
decidió cambiar de tema.
—¿Y?
—¿Y qué? —Él apoyó la sien contra el puño, con los párpados caídos
estudiando a su cliente.
—Christine. —La cantante se detuvo, con la mano en la puerta. Ella lo miró por
encima del hombro—. ¿Por qué debería tenerte piedad o felicitarte? Fue tu
decisión. —Ella lo miró, ninguna de sus miradas vaciló. Él la estaba presionando
más y más, y ella no estaba segura de cuánto tiempo más, podría aguantar. 61
Sus amenazas comenzaban a perder valor, cambiando sus prioridades.
Sin decir una palabra, Christine salió, dejando la puerta abierta. Bob gritó
detrás de ella—. ¡Los acoples se realizarán el miércoles!
Christine cerró las puertas dobles de cristal de las oficinas de Bob, casi pasando
por encima de una mujer mientras se dirigía hacia el ascensor, a toda prisa se
hizo con su largo cabello una cola de caballo y se colocó la gorra de béisbol.
Seguirían las gafas de sol una vez que saliera al exterior, los famosos ojos azules
estarían ocultos a la vista de los fans y los paparazzi.
Se alejó unos tres metros del edificio cuando escuchó el primer disparo de la
cámara.
—Mierda —murmuró en voz baja, no estaba de humor para hacer frente a los
paparazzi. A los fanáticos los podía manejar. Después de todo, era gracias a
ellos que podía hacer lo que hacía, y ganarse la vida con ello. Pero los
paparazzi, o perros sabuesos, ellos eran una historia completamente diferente.
Ellos olían alrededor de la ciudad durante todo el día y noche en busca de
una celebridad de alto perfil para tomar fotos sin permiso y venderlas más
tarde a las revistas de alta circulación, periódicos, coleccionistas y programas
de entrevistas.
Esto hizo que la cantante entristeciera, nunca sabría a ciencia cierta quien
quería su autógrafo porque eran verdaderamente un admirador o si sólo
estaban tratando de hacer dinero rápido con ella.
Más adelante vio a una niña, probablemente de once o doce años, de pie
delante de un escaparate con una versión más antigua de sí misma. Los ojos
de color marrón oscuro la miraron con timidez debajo del flequillo negro, los
dientes blancos aparecieron a medida que se mordía el labio inferior.
62
Christine se abrió paso entre la creciente multitud de fotógrafos, sonriendo
cuando vio a la chica hablando con entusiasmo a la mujer junto a ella,
señalando a la cantante y, básicamente, mirándola como si estuviera a punto
de salir fuera de sus zapatos.
—Gracias.
* * *
—¿Seguro que quieres ir allí? —susurra. Mirando hacia arriba y hacia abajo del
callejón lleno de basura, suspiro, moviendo la cabeza cuando me encuentro
con su mirada.
—Escucha, Adam, voy a hacer esto, así que o puedes colarte conmigo para
escuchar o puedes tomar el siguiente tren a casa. Es tu elección —me dirijo
hacia la puerta trasera del bar con mucha más confianza y valentía de lo que
realmente siento.
—Espera —Adam me engancha el brazo, casi tirando de mí. Lo fulmino con la
mirada. —Sólo me preocupo, ¿de acuerdo?
Me puse el mejor jeans que poseía, sólo tenían un par de agujeros en las 65
rodillas. Completando el conjunto; una camiseta negra, muy de mi estilo.
—Ey, dulzura, ¿no te he visto en alguna parte? —Alguien gritó, y sentí que el
pelo en la parte de atrás de mi cuello se erizaba. Mierda, eso era todo lo que
necesitaba, encontrarme con un cliente. Pensando rápido, incapaz de ver la
cara del tipo ya que las luces estaban en la mía, sonreí haciendo una mueca.
Ellos estaban muy bien y listos para mí, por lo que pongo en marcha una
canción que había escrito el año pasado.
Con más bebidas frente a mí de lo que puedo recordar, destapo una Corona
y bebo el líquido dorado, una sonrisa de satisfacción se extiende por mi cara. 66
—¿Tienes edad suficiente para beber eso?
—¿Disculpe? —Me giro, lista para agarrar algunos frutos secos cuando veo
que alguien está sentado en un taburete junto al mío, una mano bien cuidada
apoyada casualmente en el borde de la barra. Está vestido con un traje gris,
corbata perfectamente anudada, de color gris oscuro. Su cabello es oscuro y
perfectamente peinado hacia atrás de un rostro bronceado—. ¿Quién diablos
es usted?
—Edad suficiente para saber dónde el sol no brilla, y para meter la botella allí.
—Lo miro por encima del hombro, y él se ríe.
—Mira, chica, no estoy aquí para causarte problemas. Estaba caminando por
este... bar, cuando te oí cantar. — Él explica, con desprecio en su voz ante la
mención del lugar.
Giro mi taburete, mirando por encima de él, observándolo de arriba a abajo,
con la nariz arrugada.
—Estupendo. Así que me conseguí un tipo viejo como admirador. Suerte la
mía.
Lo miro, tratando de leer sus ojos. ¡Este tipo va en serio! Nuevamente lo miro a
la cara, Inclino mi cabeza, mientras bebo de mi cerveza.
—Aquí está mi tarjeta. Voy a estar en la ciudad unos días más. —Él mete la
mano en el bolsillo interior de la chaqueta del traje, sacando una billetera muy
gruesa. La abre, hurga por un momento, y luego retira una tarjeta negra,
entregándomela entre dos de esos dedos bien cuidados—. Espero saber de ti,
Christine. Tienes mucho talento.
La última de las bolsas fueron cargadas en el maletero del bus negro y plata,
otros dos iguales estaban detrás de él.
—Bueno. ¡Vamos a rodar! — Dice en voz alta, agitando el brazo en el aire para
que los otros conductores lo vean. Todos los autobuses lentamente encienden
los motores cuando el hombre grande sube las escaleras del primer autobús.
Las puertas se cierran detrás de él con el silbido de los frenos de aire al ser
liberado, y se ponen en movimiento.
El aire de la mañana era fresco, pero ya todo indicaba que sería un día
caluroso en Los Ángeles.
Stone se sentó en el cómodo sofá de la parte delantera del autobús, hecho
para acomodar a cinco personas, con la televisión apagada tecleó en su
ordenador portátil, asegurándose de que todo estuviera bien para los primeros
conciertos. Estarían en toda California luego se moverían hacia el noroeste y
después a través de todo el país.
* * *
—Probando, probando, probando. Hola, hola, hola.
—Está bien —ella respiró— tal vez esto no sea tan malo.
* * *
—Estoy bien, Kevin. —La rubia vio el reflejo de su marido a través del espejo,
diciéndole con los ojos que no quería hablar de ello. Él no mordió el anzuelo. 69
—¿Cuándo murió? —persistió, sentado en la tapa cerrada del inodoro, viendo
como su mujer aplicaba un toque de maquillaje para los ojos que le habían
llamado la atención hace seis años.
—Dos semanas —hizo los cálculos en su cabeza, con ceño fruncido. Él negó
con la cabeza, sin recordar algún cambio en el comportamiento de Willow.
Suspiró, recogiendo un resto de papel higiénico que había quedado después
de que algunas tiras habían sido arrancadas del rollo.
Odiaba cuando Willow mantenía sus emociones para sí misma, deseaba que
ella lo dejara ayudarla. Sabía que la muerte de esa niña con leucemia debió
haber sido devastador para ella. Había estado con la familia desde que la
niña se enfermó. O al menos eso le había dicho Willow.
—¿Confías en mí, Will? —preguntó finalmente, viendo cómo ella se sacudía
algo de sus mejillas y la frente. No entendía todo ese maquillaje, y puesto que
no lo usaba mucho, no tenía idea de para qué era. Ella dejó lo que estaba
haciendo y lo miró.
—Sí, lo fue —Willow no podía mirarlo a los ojos. Se sentía culpable como el
infierno al tener que mentirle sobre la procedencia de las entradas, pero si
decía la verdad, ella tendría que hablarle de esa noche en febrero.
Willow suspiro, al entender por qué Kevin estaba herido con ella, pero sin saber
qué hacer al respecto. Cenaron con Rachel y Connor hace dos noches, y 70
Rachel había hablado de la muerte de Melissa. Kevin estaba aturdido,
mirando a su esposa con ojos expectantes. La rubia esperaba una discusión
esa noche cuando llegaron a casa, pero en lugar de eso sucedió a la mañana
siguiente.
—¿Qué?
—Esa chica que estaba enferma. La que llevamos a ver la película esa vez. —
Él cerró la puerta del armario, tal vez un poco más de lo necesario.
—No sabía que tenía que mantenerte informado de todo lo que pasa en el
trabajo. — Respondo lanzando los calcetines doblados desde la cómoda a la
cama, abro el cajón de los calcetines y comienzo a mover las cosas, haciendo
espacio para los artículos recién lavados.
—Oh, vamos, Willow. No se trata de eso y lo sabes. No soy una portera, pero
Jesús, realmente me preocupaba por esa niña, y por lo que dijo Rachel en la
cena, estabas bastante devastada cuando ella murió.
—¿Cariño? — Willow sacó la billetera del bolso que estaba sobre la mesa de
la cocina. Sin oír nada, la rubia miró por encima del hombro, tratando de
encontrar a su marido. Podía oír el leve sonido de la televisión, y se dirigió a la
sala.
71
Kevin estaba sentado en el sofá, con el brazo apoyado a lo largo del respaldo.
Willow se inclinó hacia abajo, abrazándolo por detrás.
—Está bien —respondió en voz baja, volviendo la cabeza para darle un beso
en los labios—. Diviértanse ¿de acuerdo? —Willow asintió.
—Está bien. —Abrazándolo con fuerza, ella lo dejó ir, tomando las llaves de la
mesa, metió su billetera en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros, y
salió.
* * *
—¿Cómo lo sabes?
—Huh. Supongo que no sabía que eras tan fan —Rachel susurro. Las luces
empezaron a bajar.
—No lo soy.
Willow y Rachel se miraron entre sí, ambas con sonrisas en sus rostros. La
emoción era palpable.
Las luces azules se elevaban lentamente, abriéndose paso a través del humo,
brillando en todo el escenario, dando el efecto de una noche llena de niebla,
la frescura de las máquinas de hielo seco, llegaban a la primera fila, donde
Willow y Rachel se sentaron, haciendo que el efecto fuera mucho más real.
—Ella tiene una voz muy sexy —susurró Rachel, Willow asintió con la cabeza,
los ojos buscaban en el escenario—. Me gustaría sonar así cuando hablo sucio.
—Oscuras figuras comenzaron a perfilarse cuando las luces subieron más. Los
miembros de la banda. El bajo comenzó a unirse con el ritmo.
—Está bien. Vamos a conseguir un poco de luz sobre el sujeto —se escuchó
sobre la audiencia. La rubia se sorprendió al sentir un escalofrío por la espalda,
su excitación se incrementó al igual que todos los demás.
Otra ráfaga de luz y el guitarrista se hizo visible, seguido del bajista y los
teclados, todo en una rápida sucesión. Un anillo de figuras apareció alrededor
de los bordes exteriores del escenario, en el centro una oscuridad
impenetrable.
El ritmo del tambor resonaba con un tono febril ahora, sintiéndose en los huesos 73
de los fans emocionados, ansiosos, casi fuera de sus mentes por la
anticipación.
Recorrió las filas, al ver una masa de rostros, todos mirando hacia ella en
adoración absoluta, algunos cantando junto con ella. Ella jugó con ellos
avanzando hasta el borde del escenario, sintiendo como las manos
agarraban sus piernas. Tocó algunas de esas manos, de rodillas y cantaba
directamente a ciertas mujeres.
A medida que se movía hacia abajo, seduciéndolas con su voz y las palabras,
y en lo que ha sido descrito por más de una periodista como “belleza y
sensualidad sobrenatural”, llegó a los asientos que habían sido reservados
para Willow Bowman y su acompañante.
Ella reconoció a una de las mujeres, dándose cuenta de que era una de las 74
enfermeras de la sala de urgencias esa noche. Estudió a las personas que
flanquean a la pelirroja, al ver que el de su derecha era un hombre, así que
pensó que la mujer sentada a su izquierda debía ser Willow.
La rubia parecía tan diferente sin el espeluznante maquillaje de payaso.
Cuando Christine miró aquellos ojos verdes, ella sabía que era la misma mujer.
Sonrió a la enfermera, inclinándose ligeramente y mirándola a través de su
flequillo.
W
illow y Rachel estaban en un pasillo mal iluminado, lleno de cajas
grandes y negras que contenían el equipo de la banda.
—No tengo ni idea —dijo la rubia, apoyada contra la fría pared de hormigón.
El guardia de seguridad les dijo que esperaran allí, así que es lo que estaban
haciendo, y eso había sido hace unos cinco minutos atrás.
Estaban en otro pasillo, bien iluminado. El ruido podía oírse a través de varias
puertas abiertas. Oían risas y gritos. La gente, todos vestidos como el hombre
que las trajo, pululaban de habitación en habitación, hablando entre sí,
algunos ladrando órdenes para el retiro de los equipos, y el desmantelamiento
del escenario. Ninguno prestó atención a las mujeres.
—Hola. Encantado de conocerte por fin. Soy Joey Manning. —Él sonrió a
ambas mujeres, rezumando encanto—. Vamos, te llevo donde Chris. —Se dio
la vuelta para regresar por el pasillo, Willow y Rachel lo siguieron. Los ojos de la
pelirroja se posaron de lleno en el firme trasero, mientras se abanicaba.
Christine levantó las manos con los puños a medias, deseando pelear. Observó
como Bob revisaba su kit de maquillaje, lanzando tubos y compactos al suelo.
—Alégrate que llevo esa mierda, Bob —gruñó. Ella no esperaba verlo en la
gira. Por lo general se quedaba atrás en California haciendo ofertas en su
nombre.
—¿Y qué demonios es esta mierda? —Se acercó a ella, dejando desordenado
todo a su paso. Rompiendo la camiseta blanca que se había cambiado en
medio del espectáculo—. Esto no es lo que tenías que usar. —La miró a los 76
ojos, a la altura de los suyos, su mirada era oscura y peligrosa.
El manager miró a las dos mujeres cuando las pasó en la puerta, deteniéndose
por un breve momento.
—Sr. Knowles. —La rubia sonrió, pero pronto sintió náuseas. Algo sobre ese
hombre bien vestido la hacía sentirse nerviosa y cubierta de lodo.
Christine respiró profundo varias veces, sabiendo que tenía que calmarse. Ella
realmente quería conocer y hablar con Willow Bowman, pero no quería 77
familiarizar mucho con ella.
Tendría que dar a Joey un abrazo y un beso más adelante por mantener a las
mujeres ocupadas, mostrándoles el vestidor de Christine, explicándoles las
cosas a ellas y haciéndolas reír con pequeñas historias que han pasado en la
carretera.
—Las dejaré ahora. —Joey sonrió una vez más a Willow y Rachel, haciéndole
un guiño a la pelirroja, quien casi se desmaya.
—Es muy agradable verla, señorita Grey y saber que está bien. —Willow dijo
en voz baja, enfatizando cada palabra.
—Por favor, llámame Christine. —Los ojos azules se volvieron hacia la pelirroja—
. No creo que nos conozcamos. Hola, soy Christine Gray, la buceadora
nocturna.
Willow se sorprendió una vez más. La cantante no tenía que decir nada, todo
se podía ver en sus brillantes y claros ojos azules. Asintió, con la esperanza de
que Christine pudiera ver su aceptación de gratitud.
Ella pensó en esa noche fría y aterradora hace seis meses atrás. Christine era
un fantasma pálido, de ojos hundidos, y cuerpo tan delgado que parecía
como si fuera a partirse por la mitad si no se manejaba con cuidado. En
resumen, se veía muy enferma.
Ahora, los ojos verdes se posaron sobre la figura delante de ella. Christine
estaba bronceada, vivaz, y llena de vida. Era raro para Willow ver los pacientes
una vez que habían dejado el hospital, y notar esta magnífica recuperación
llenó a la enfermera con una gratitud sin fin de haber podido hacer lo que
hizo, y de haber tenido el conocimiento para ayudar a Christine esa noche.
Eso hacía que todo valiera la pena.
—Sí.
Willow se sonrojo, sin saber qué hacer con el aplauso que recibió de la banda.
Finalmente, capaz de alzar sus ojos, susurró un agradecimiento.
—Damas, el tipo parado allí, como ustedes saben, es Joey, mejor conocidos
por su madre como Joseph Howard Dillon. Joey está allí arriba con su ídolo y 80
mentor Eddie Van Halen. El guitarrista más grande en el mundo. Sentado con
la cerveza en la mano, Eli Stein, un baterista extraordinario, y finalmente Davis
Washington. En los teclados y el bajo.
—Son fantásticos —Los ojos de Rachel eran enormes cuando vio las guitarras
por ahí, las baquetas en el tocador de maquillaje, y la atmósfera que irradiaba
de esos tipos. Ellos eran rockeros, músicos. Eso era algo que siempre la había
atraído. Cuando era una adolescente le había dicho a su madre que quería
ser una groupie de Bon Jovi, cuando se hiciera mayor.
Si ella no estuviera con Connor. Suspiró ante la oportunidad perdida. Ella sin
duda le encantaría ser una groupie de Joey Dillon. Su largo cabello rubio, esos
ojos azules brillantes…
Rachel sacudió esos pensamientos impuros de su cabeza, sonriendo al ver los
ojos verdes estudiándola. Miró a su amiga, sintiendo vergüenza.
Christine se volvió hacia sus invitadas con ojos interrogantes. —¿Quieren venir?
* * *
—Tus compañeros de banda son bastante locos. —Willow miró a la mujer que
estaba sentada junto a ella en la parte de atrás de la limusina. Christine se rio
entre dientes.
—No tienes idea. —Se encontró con los ojos verdes sonriendo—. Gracias por
venir a cenar con nosotros. Espero que no te hayas asustado demasiado.
—¿Cuándo se unió?
—Hace tres años —dijo Christine en voz baja. Willow estudió el perfil de la
cantante, sintiendo la tristeza que se agitaba en ella. Entonces recordó.
Christine asintió.
—Sí.
—Lo siento. —Willow recordó haber leído sobre él cuando se realizaron las
investigaciones sobre Christine Gray. Hace tres años un miembro de la banda
original Frances Ray, o Frankie, había muerto en un horrible accidente de
motocicleta.
Ante la pregunta, Christine estaba preparada para aceptar con alegría, pero
luego se dio cuenta de lo ajustado que tenía el tiempo. Sonriendo una
disculpa a la enfermera dijo:
—Gracias por venir, Willow —dijo Christine—. Significó mucho para mí.
—Christine.
—Fue bueno verte, Willow —dijo Christine, liberando a la mujer más pequeña.
—Para mí, también. Por favor, cuídate mucho. —La rubia miró a los ojos azules,
con una súplica en los propios. La cantante sonrió con un movimiento de
cabeza.
—Lo prometo.
—Estuvo asombroso.
—Pero pensé que Rachel tenía que trabajar esta noche —Kevin dijo, parado
en el arco entre el salón y el pequeño vestíbulo donde su esposa estaba de
pie, sobre el primer escalón.
—Así es. —Con esa tranquila respuesta, la rubia se dirigió a la cama. Estaba
agotada por toda la emoción de la noche. Kevin la observó marcharse, 84
moviendo la cabeza mientras volvía de nuevo a la sala de estar y al canal
ESPN.
—No puedo creer que ella me diera su número—, murmuró, metiendo el papel
en su joyero.
* * *
Christine se sentó en el asiento de piel suave del extenso coche. Suspiró feliz,
pensando en la noche. Willow era todo lo que esperaba de alguien tan
generoso. Podía sentir un nivel de compasión en la enfermera que ella nunca
había visto antes.
Una hermosa mujer. Esperaba volver a verla.
—Que tenga una noche agradable, señorita —el hombre con el uniforme de
chofer dijo, inclinando su sombrero—. Gracias. —Se inclinó ligeramente ante
el dinero que le había dado como propina.
Con la luz verde intermitente, Christine sacó la tarjeta llave y abrió la puerta
de su habitación. Ella gimió cuando vio la figura solitaria sentado en una silla,
con las piernas cruzadas con gracia y una mano bien cuidada sosteniendo un 85
vaso lleno de líquido ámbar.
—Te dije que no habíamos terminado con nuestra conversación. —Se tomó el
resto de su copa, dejando el vaso en la mesa de cristal y hierro forjado junto a
él.
—Mucho.
—Como esa basura que sacaste de tu culo durante el bis. Que no estaba en
la lista, Christine. —Con los brazos cruzados sobre el pecho, tomó una postura
agresiva.
—Estabas sentada en un piano, con toda la atención sobre ti, cantando una
canción de mierda sobre el amor, no eres tú, y nunca serás tú. ¿Lo entiendes?
—Soy una chica grande, Bob. Ya no soy una niña ingenua de las calles —
señaló Christine.
—No te engañes, Bob —gruñó—. Mis problemas son míos, pero sabes que tú
eres la raíz de muchos de ellos. Sólo sigue presionándome y entonces eso será
todo. ¿Comprendes? —Bob se quedó mirándola, sólo su fuerza de voluntad
impidió que su mandíbula se cayera. En todos sus años como manager de
Christine Gray, ella nunca había hablado de esta manera con él, o de plano
lo había amenazado. Estaba perdido por sus propias palabras. La cantante lo
usó para su ventaja—. Ahora sal de aquí para que pueda estar lista para irnos.
—Ella agarró su ropa y luego se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta
detrás de ella.
* * *
—Esta es Christine Gray. Christine, el Dr. Wayne Pollani. —Con catorce años de
edad, me quedo en la puerta mientras los dos hombres hablaban—. Wayne,
quiero que revises cada parte de ella. Quiero saber todo lo que ella tiene,
enfermedades sexuales, defectos de nacimiento, cada cosa. Incluso si ella
tiene piojos.
—Oh, lo siento, cariño. —Una mujer joven que llevaba uniforme de enfermera
me sonríe, sosteniendo una bata en sus brazos. —Necesito que vayas al otro
lado del pasillo y te pongas esto, ¿de acuerdo? Necesito que dejes todo,
bragas, sujetador y todas las joyas. ¿Entendido?
Asiento con la cabeza sin decir nada, sin saber qué hacer. Estaba abrumada,
de repente me encuentro con más personas en la habitación cuando un
hombre y una mujer entraron empujando una mesa con equipos y
herramientas cubiertas. Con una sonrisa, Robert Knowles se va, dejándome
sola con estas personas. Voy a cambiarme. No estoy segura de qué hacer con
mi único pantalón vaquero y la camisa, los doblo y dejo en el cubículo con
cortinas.
Con los pies descalzos, y tratando de no dejar mi culo al aire, vuelvo del pasillo
a la oficina donde están sólo el doc y esa chica enfermera. Me trago, la
incertidumbre que fluye a través de mí en olas muy desagradables.
—Ven aquí, Christine —La enfermera me agarra por el brazo y me lleva a la
escala en la que mi peso y altura son escritas, el doctor Pollani y la enfermera
murmuran entre ellos. ¡Maldita sea, me siento tan expuesta! Tal vez eso es
porque el doctor me está diciendo que me acueste sobre la mesa y ponga
mis piernas en los estribos, de frío metal.
Miro hacia el techo, tratando de olvidar lo que me está pasando. Podría salir
y follarme a diez chicos y no me sentiría tan vulnerada.
Me estremezco cuando siento algo frío y metálico que, inserta dentro de mí,
haciéndome sentir como si estuviera siendo follada por el Terminator o algo
así.
Estoy tan cansada y sólo quiero una cama. Me duele el cuerpo de ser casi
destrozado por ese maldito médico.
La habitación es muy sencilla, aunque agradable. Sin duda mejor que donde
he estado. Mirando por una de las ventanas veo que el sol está alto, la hierba
es verde y las flores son flores.
—Así que esto es California. —Antes de que este payaso apareciera nunca
volé en avión antes. No me gusta. Hay algo antinatural de estar a treinta y
cinco mil pies en el aire cuando Dios no nos ha dado alas.
El sueño llegó rápido. No era nada nuevo para mí dormir en un lugar extraño,
pero esta vez fue agradable porque estaba realmente limpio. ¡Hombre,
algunos de esos moteles eran bastante desagradable!
No recuerdo la última vez que tuve sabanas que se sentían u olían tan bien. 89
Estiré mi cuerpo, disfrutando de la sensación contra mi piel desnuda. Tal vez
esto no fuera un mal negocio, después de todo.
* * *
—¿Sí?
—¿Has visto mi equipo de pesca?
—¡Estoy bien! —el hombre gritó desde el garaje, Willow temió por lo que
encontraría. A medida que se acercaba al garaje, Kevin salió, con la caña de
pescar y una caja de aparejos en la mano. Mostrándole la varilla con una
sonrisa victoriosa, luego la cargó en la parte trasera de su camioneta.
—Creo que sí. — Sonrió, con el chaleco de pesca en su lugar, que la rubia
sabía iba a ser acompañado por ese horrible sombrero de pesca que tanto
amaba.
—Bueno. —Dándole un último apretón, Willow lo dejó ir, viendo cómo se metía
en la cabina de la camioneta. Con un último saludo, puso en marcha el motor
y salió.
Willow se hizo cargo de Star, y luego se dirigió hacia la casa. Kevin y sus tres
hermanos iban a pescar por los próximos cuatro días, dejándola sola. Saboreó
el momento, casi saltando al porche.
Al entrar en la apacible casa, Willow pasó los dedos sobre las paredes de la
sala de entrada, pensando en cambiar el papel tapiz, sin embargo, estaba
indecisa. Había sido el favorito de su abuela, y ella era reacia a sacarlo, a
pesar de que lo detestaba.
Mirando hacia la cocina, vio los platos que aún continuaban secándose en el
estante junto al fregadero, el periódico seguía cuidadosamente doblado en
el borde de la mesa desde el desayuno. Todo estaba en silencio.
No estaba segura de lo que quería hacer, corrió por las escaleras, que
chirriaron todo el camino. Al llegar al dormitorio que compartía con Kevin, ella
decidió tomar un baño largo y caliente en su jacuzzi. Caminó desnuda para
sacar a su pequeño amigo del primer cajón de su mesilla de noche. Al meter
el juguete pequeño en la palma de su mano, notó su joyero por el rabillo del
ojo.
* * *
Con los ojos cerrados, sus dedos se deslizaban sobre las teclas, la sonata de
Beethoven “Moonlight” llenaba la habitación grande y su alma. Sentía la
suavidad del marfil, y la superficie resbaladiza de las teclas negras.
—Sí, Millie?
—Tienes una llamada, Christine. —La mujer entró en la habitación, con el
teléfono celular en la mano.
—¿Quién es? —La cantante se volvió en el banco de madera pulida para dar
a su ama de llaves toda su atención.
—Estoy bien, Christine. Yo sólo, no sé, sólo quería saludarte, supongo. —Willow
se apoyó en la cabecera de la cama, metiendo el teléfono debajo de la
mejilla y el hombro.
—Oh —La cantante se cubrió los ojos con la mano, sintiéndose tonta—. Hola.
Es sólo que me preocupé por un segundo.
—No hay problema. ¿Cómo estás? Escuché que tu gira fue todo un éxito.
¿Trabajas en algo nuevo?
—Sí, estoy contenta con la gira. Sin embargo, estamos encantados de que
haya terminado por ahora —Christine sonrió, pasando un dedo por una de las
teclas del piano. —Estoy tomando un descanso en este momento, escribiendo
algunas canciones nuevas. Ah, y estoy bien.
92
Willow sonrió y luego respiró hondo para reunir coraje.
—Sí. Um, bueno, veras Kevin fue a pescar con sus hermanos durante el fin de
semana, y tengo algo de tiempo libre, y me preguntaba si tal vez, bueno, si
acaso, es posible que desees el tour ahora. —Ella cerró los ojos, haciendo una
mueca mientras esperaba la respuesta.
—Sí. —Christine dijo, sin siquiera pensarlo. Se sorprendió por la reacción tan
espontánea, pero no lo lamentaba.
Willow se disparó.
—¿Sí?
—Sí. Voy a ir.
—Oh —la rubia dejó escapar el aliento contenido, con una sonrisa—. Oh,
genial.
—Bueno, vamos a ver —La cantante echó un vistazo al reloj de pared—. Son
las diez y media de la mañana aquí, el vuelo demorará alrededor de cuatro
horas, más o menos, ¿qué tal si llego a eso de las tres?
Parpadeo, parpadeo.
—¡Si, vale!
—Vigilar una olla no hará que hierva más rápido. —Willow jadeó, abriendo
mucho los ojos cuando el sonido de la grava crujió bajo unos neumáticos.
Tomando una respiración profunda y limpiándose las manos sudorosas en los
pantalones vaqueros, Willow pasó una mano por el pelo y se dirigió a la puerta
principal. A través de la puerta mosquitera vio un destello rojo a medida que
un coche se acercaba a la casa, a continuación, apareció completamente
un Jeep Wrangler rojo.
El jeep se detuvo frente al pequeño patio, la mujer detrás del volante se veía
despeinada y salvaje por el viento. Miró a la enfermera, sonriendo con un
gesto. Willow le devolvió el saludo.
94
Capítulo 5
W
Illow miró por encima del hombro, sorprendida de nuevo por ver a
Christine Gray siguiéndola hasta la escalera, con la bolsa de viaje
colgada sobre el hombro de la cantante. Los ojos azules sonrieron
hacia ella, haciendo que la rubia casi tropezara con el escalón al llegar al
rellano del segundo piso.
Al llegar a la primera puerta, ella entró en la sala grande, llena de sol. Christine
miró a su alrededor, con una sensación casi reconfortante de alguna manera,
por la sencillez del lugar. Podía sentir el calor y el amor que irradiaba de las
viejas paredes.
—¿Cuánto tiempo tiene esta casa? —Christine dejó la bolsa sobre la cama,
haciéndola sonreír cuando la bolsa rebotó un poco.
—¡Bien, bien!
—Y, por último, pero no menos importante, mis bebés. —Willow colgó los brazos
por encima de la valla, haciendo un gesto hacia la familia de caballos.
—No te van a hacer daño. Tengo seis. Ese tipo grande allí mirando es Jack. Él
tiene siete años y es tan suave como un cachorro, ¿verdad, chico grande? —
Resoplando de nuevo y alzando la cabeza, Jack se acercó a la mano
extendida de Willow, para olerla.
La rubia miró al alta cantante, con una ceja levantada. Christine sonrió con
timidez, mirando hacia abajo. —Sí, bueno, has descubierto mi secreto. Soy un
gran cobarde.
—No lo contaré. —Willow miró a su compañera, mordiéndose el labio por un
momento, pensando—. ¿Quieres ver el resto de la propiedad?
—Sígueme.
* * *
—Está bien, tira del embrague aquí y dale gas al mismo tiempo. Despacio,
despacio, ahora —Willow sonrió, sosteniendo a la morena hacia atrás mientras
ella casi aceleró el motor, enviándola lejos a Dios sabe dónde—. El cambio es
aquí—, apretó el lado izquierdo del manillar.
—Bueno. Creo que lo tengo —Christine bajó la mirada hacia la moto roja, que
Willow dijo era una Yamaha WR 250. 1994 La rubia se sentó a horcajadas en
una amarilla a juego.
—¿Lista?
La cantante asintió, acelerando su motor, la rubia estaba haciendo lo mismo.
Con eso, se pusieron en marcha dejando una nube de polvo y grava.
—Gracias. Me encanta estar aquí —la rubia dijo en voz baja, con una sonrisa
de orgullo y amor en los labios—. Es muy especial para mí.
—Puedo ver por qué. Ya sabes, si esto fuera mío, tomaría mi guitarra y me
sentaría aquí afuera —apuntó con el pulgar hacia atrás, al árbol de donde
acababa de recoger su merienda.
—Él solía hacerlo. Así consiguió que saliera con él —se rio Willow.
—Ah, ¿sí? —Todas las cerezas cayeron, cuando la cantante cruzó los brazos
sobre su pecho, con una pequeña sonrisa extendiéndose en su rostro.
—Sí. Compuso una horrible canción, y no dejó de tocarla hasta que le dije que
sí.
—Sí.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Christine, con voz tranquila, sin querer
romper la paz que la llenaba.
98
—¿Hmm? Oh —Willow apartó la mirada, escondiendo su sonrisa—. Sólo estaba
pensando que me tienes muy sorprendida.
—¿Por qué? ¿De qué manera? —Ella se levantó de la moto y se sentó junto a
Willow.
—Está bien, mantén ese pensamiento —Christine levantó una mano, una
suave sonrisa apareció en sus labios—. Este fin de semana, aquí en tu hermoso
rancho, ¿qué dices si sólo somos Willow y Christine. ¿Por favor? —Los ojos
verdes se clavaron en los azules durante largos segundos, hasta que
finalmente Willow asintió.
—Bueno.
—Gracias.
—Bien —Willow puso las manos sobre las rodillas, y se levantó—. ¿Tienes
hambre?
—Ven. Vamos a darte de comer. —La rubia, extendió su mano que fue
tomada por una más grande y callosa.
* * *
—Es hora de levantarse, Christine —una voz de mujer sonó, logrando pasar a
través de mi confusión. Caminó por la habitación con un propósito, tomar las
cortinas cerradas y tirar de ellas para abrirlas, la luz del sol lastimó mis ojos.
99
—¡Jesucristo, señora! —Alzo mis manos, para cubrirme la cara—. ¿Quién
diablos eres tú?
—No me jodas. —Froto mi cara, tiro de nuevo las mantas, y gimo. Esta es una
porquería. ¡Todo lo que quiero es dormir bien por una noche y que me dejen
en paz! Pensaba en eso cuando la puerta se abrió de nuevo—. ¿Qué mierda?
—Cogiendo una almohada, trato de ocultar mi culo desnudo.
—Necesito que vayas a la ducha lo más rápido posible —dice otra mujer. Ella
es una chica de mirada espeluznante, pelo muy oscuro, como negro botella,
cortado como un chico, las cejas muy depiladas y sus pestañas eran
extremadamente largas, posiblemente falsas.
—¿Qué pasó con los tres minutos? —Gruñí, no estaba feliz en lo más mínimo—
.
—Muévete. — Ella salió al pasillo, volviendo momentos después con una caja
grande, de color rosa. La deja en la parte superior de la cómoda, abriéndola
para revelar filas y filas de maquillajes en todos los tonos que se puede
imaginar, e incluso algunos inimaginables.
Deteniéndose, me mira a través del espejo.
—Friega tu cara muy bien con esto —¡una mano pálida se introduce al interior
de la maldita ducha! No puedo creer esto. Recibo el pequeño tarro de esos
dedos, mirándolo. Es de vidrio transparente, el pegote interior parece arena y
es bastante desagradable. 100
—¡Ack! —Grito hacia fuera. ¡Esta mierda quema! Froto mi cara tan rápido
como puedo, abro el mando en frío, el agua helada alivia el ardor en mi piel.
Envuelta en una bata de toalla, me dirijo de nuevo a la habitación, mi cara
todavía está ardiendo, la piel roja y caliente. Escucho murmullos cuando entro,
Sandra y la perra gótica están hablando entre sí, un hombre muy raro mezcla
varios productos químicos, levantando el resultado para mirarlo a la luz
brillante del sol.
—Oh Dios. Le diste la crema. —Mi cabeza se sacude cuando escucho la voz
de Sandra. Ella y la chica gótica, me están mirando. Sandra se acerca a mí,
caminando lentamente a mi alrededor en un círculo. Al principio intento
seguir su progreso, pero con un suspiro irritado, ella pone una mano firme en
mi hombro para detenerme, y continúa haciéndolo.
A medida que las mediciones se llevan a cabo, cierro los ojos, tratando de
pretender que esto no está sucediendo. De repente me parece que estoy
sola, las tres cabezas estaban inclinadas sobre la página donde mis medidas
fueron escritas.
—¡Arréglalo! ¿Para qué demonios te estoy pagando? —Bob miró hacia mí,
echando un vistazo, a continuación, giró de nuevo al trio de estilistas. ¿Y por
qué mierda el tipo de cabello raro, no importa lo extraño que sea, no lo golpea
por tratarlo como una mujer?
* * *
Había sido un día increíble. Willow se regocijó, con una brisa fría de verano que
sopló para refrescarle la piel caliente. A veces deseaba tener una casa de
verano en Montana y así poder escapar del calor sofocante.
Una cabeza rubia se reunió con la suavidad de la almohada, con los ojos
verdes cerrados. Sólo para abrirlos unos segundos más tarde.
La mente de Willow era un hervidero por los acontecimientos del día, tan
inesperados y muy divertidos. ¡Christine Gray, la hermosa, talentosa, y famosa
cantante, estaba en su rancho!
Willow insistió que Christine se relajara mientras hacía la cena que consistía en
una maravillosa ensalada de pasta con verduras cultivadas en su propio
jardín.
Ella se dirigió a una pequeña habitación fuera de la sala principal, donde una
chimenea estaba incrustada en una esquina diagonal, con un sofá frente a
ella, y un piano en la pared opuesta.
—Bueno. Yo diría que han tenido este piano toda su vida, también —Se
arrodilló, mirando debajo del teclado, con un dedo trazó una inscripción en la
madera—. Lo que pensé —Poniéndose de pie, le dijo a Willow de su hallazgo—
. Esto, querida Willow, es un Pleyel, supongo que es de mediados del siglo XIX.
—Acarició amorosamente la madera—. Estás sentada en una pequeña mina
de oro con este bebé.
—Por favor.
Willow nunca había visto a alguien comer tanto, pero estaba contenta de
poder ofrecer lo que tenía. Ella animó tímidamente a Christine para que
tomara tantas porciones como ella deseara.
—Gracias.
—Yo te vi en ese escenario, chica, como te había visto en las calles con el
resto de nosotros. Vi a los chicos en el público que te observaban, con una
mano alrededor de su chica, la otra en su entrepierna, esperando su
oportunidad de follar a la artista. —Con una sonrisa amarga, exhaló una nube
de humo—. Supéralo. Eres una puta, siempre has sido una puta, y siempre serás 105
una puta.
Sacudiendo la cabeza para borrar los recuerdos, ella se miró las manos, que
aun descansaban sobre el teclado.
Willow se dio cuenta de que había algo más que eso, pero decidió no
presionar o preguntar.
* * *
Pasó por el pasillo que conducía a la cocina, ella buscó a tientas hasta que
encontró los vasos, a continuación, agradeció la poca luz que salía de la
nevera. Acercó el vaso debajo de la ranura de cubitos de hielo, se encogió
de nuevo cuando el hielo tintineó en el vaso, y el motor del refrigerador se
quejó en actividad. Finalmente, al llenar el vaso con agua, as burbujas de aire
rompieron el agua.
Al poner atención, no oyó nada. Con la costa despejada, se llevó el vaso a los
labios.
—¿Christine?
—¡Mierda!
Ambas mujeres saltaron y gritaron cuando el vaso se deslizó de los dedos de 107
la cantante, cayendo al suelo con estrépito, Christine boqueaba mientras el
agua fría y el hielo cubrían sus pies descalzos y salpicaba sobre sus piernas.
—¡Oh!, ¡Dios mío, lo siento tanto! —exclamó Willow—. ¿Estás bien? —Al
presionar la luz encima de la estufa, se quedó sin aliento—. Oh, Christine, lo
siento mucho —colocándose de rodillas, recogió los pedazos de vidrio roto
que cubrían los pies de la cantante, conteniendo el aliento cuando vio una
pequeña línea roja que sobresalía de la parte superior del pie derecho de
Christine.
—No, no, espera —la rubia se puso de pie, corriendo a través de la cocina,
teniendo cuidado de evitar las pequeñas dagas de cristal increíblemente
nítidas repartidas por todo el suelo de baldosas. Tomó rápidamente el kit de
primeros auxilios del baño de abajo, y regresó para encontrar a Christine de
rodillas, recogiendo los trozos de cristal en la palma de su mano—. ¡No!. No te
atrevas a limpiar eso.
Christine levantó la vista, observando como la frenética rubia traía el kit de
primeros auxilios que estaba apoyado en el mostrador junto al fregadero.
—Creo que las puntadas de mariposa serán suficiente. —Al encontrarse con
los ojos azules, Willow vio la ligera inclinación de cabeza, y se volvió hacia la
herida. Al darse cuenta que Christine no había estado durmiendo, sino
despierta, una línea de preocupación se alojó entre sus ojos. —¿Estás bien,
Christine? ¿La cama es incómoda?
—No, es genial. Estoy bien, sólo que no podía dormir —explicó en voz baja la
cantante—. Mi mente no siempre se apaga, ¿sabes?
—No —Willow sonrió, colocando un trozo de gasa sobre la herida, y una cinta
adhesiva en su lugar. —Me antojé de galletas Oreo—. Ella se arriesgó a mirar
a los entretenidos ojos azules—. Y no podía dormir.
Christine bajó la mirada hacia el vendaje limpio y dio a la rubia una sonrisa de
lado.
—Oh Dios. Ya sabes, ¿no tendré que correr alrededor del escenario con un
andador o muletas?
—No, pero si no tienes cuidado, rodaras por el escenario en una silla de ruedas.
— Willow levantó una ceja ante su amenaza vacía, sonriendo con la otra mujer 109
que echó la cabeza hacia atrás riendo.
* * *
Unos dedos fuertes y curtidos sostenían la pequeña galleta marrón, otro par
de dedos las separaban, lenta y deliberadamente. Por último, en una pieza
sólida, la crema blanca fue expuesta.
—¿Están tus padres todavía allí? Deben sentirse muy orgullosos de ti. —Willow
sonrió, tomando otra galleta del paquete blanco, y azul.
—No he visto a mis padres desde que tenía nueve años de edad.
Willow miró la cara de su amiga, y vio dolor en los ojos azules. La voz era tan
suave, casi un susurro, era como si Christine no pudiera pronunciar las palabras.
No dijo nada, esperando que la cantante siguiera hablando. Tenía la extraña
sensación de que Christine quería sacar algunas cosas.
—¿Ellos…?
—Sí. Su pareja, Karen, me dio a luz. Y, a la larga, creo que empacaron toda su
mierda y se fueron.
—¡Te dejaron! —La voz de Willow chirriaba por la indignación. Christine sonrió
suavemente. Ella había tenido veintidós años para acostumbrarse.
—Todo salió bien, Willow —dijo en voz baja, con la misma sonrisa en los labios.
Willow la miró fijamente durante un largo instante, asimilando todo lo que le
había dicho, además de añadir pequeños detalles de su propia imaginación.
Al percibir que la conversación ahora estaba cerrada, bajó los ojos y asintió.
111
—Sólo diré una cosa —levantó la vista a través de su flequillo. Christine la miró
expectante—. Lo siento mucho.
—Gracias.
* * *
El apartamento estaba vacío, y acabo de ver un cartón medio vacío de jugo
de naranja en el suelo cubierto de polvo. Me acerco a él, dejando caer mi
mochila de color rosa en el piso a medida que avanzo. El jugo no está frío.
Tengo un mal presentimiento.
Al ir a la otra habitación sólo veo la cama, no hay nada. Tampoco está ese
crucifijo grande que estaba por encima de ella.
—Tenemos que limpiar esta mierda. Tengo otro inquilino —dijo la voz de un
hombre, profunda y áspera.
—Voy por la derecha —Alguien se va, las pesadas pisadas se sienten a través
de los pisos de madera. Miro a la puerta, esperando a quien sea. Siento el
sudor bajo mi pelo. No tengo que esperar mucho tiempo.
La panza del hombre apareció antes que él. Parecía que estaba 112
embarazado, y no puedo parar de reír ante la idea. Está en una de esas
camisas que Gary llama —un enganche para mujeres—, y pantalones negros
sucios que llegan debajo de su panza.
Hace calor y tengo miedo. Voy por la calle, mirando a cada persona que
pasa, desesperada por una cara amable.
Camino los tres bloques hasta el parque casi inexistente que no está lejos de
mi escuela. Escucho risas, risas de niños. Entrelazando los dedos en la cadena
que rodea el área pequeña, cubierta de césped con un banco y un aro de
baloncesto, observo a los niños jugar. Hay alrededor de seis o siete de ellos, y
todos parecen un poco mayor que yo, como de once o doce años. Todos
chicos.
Hay un niño, más pequeño que los otros. Él está siendo molestado, y
empujado.
—Vamos pequeña rata. ¡Ven a buscar la pelota! —Un niño grita, sosteniendo
la pelota de baloncesto sobre su cabeza. El chico de las gafas trataba de
apoderarse de ella. Estoy impresionada de que él no renuncie.
Con los puños apretados, camino hacia la puerta abierta y corro hasta los
muchachos, empujando al que lanzó la pelota.
—Que…
Nos tiramos al suelo entre gruñidos y empecé a llorar sobre él. Sus ojos se
cerraron con fuerza, agitando la cabeza hacia atrás y adelante para tratar
de evitar mis golpes de puños.
—¡Jesús! ¡Esta perra, está loca! —Víctor dice, saltando hacia atrás lejos de mí.
Lo miro, con el pecho agitado por la ira y la frustración—. Vamos salgamos de
aquí —dice, dándose la vuelta y alejándose. Los otros chicos me miran
cuando pasan, uno por uno, incluyendo el niño al que acabo de sacarle la
mierda. Pasa la parte posterior de su mano por la nariz ensangrentada, con
los labios rotos y temblorosos. Me satisface ver cómo tiembla. Le sonrió, como
he visto hacerlo a Gary después de golpear a Karen.
Una vez que se fueron todos, me vuelvo y veo al chico de las gafas rotas
sentarse en el cemento, con la cabeza agachada.
Veo las gafas todas torcidas y en mal estado, situadas cerca de la banca.
—Aquí. —El chico me mira, con la cara llena de lágrimas, y toma las gafas con
los dedos.
—Gracias —dice en voz baja. Dejándome caer junto a él, doblo mis rodillas y
envuelvo mis brazos alrededor de ellas—. ¿Cuál es tu nombre? —pregunta,
girando las gafas rotas de un lado a otro con el cabello oscuro y rizado, sobre
el rostro.
—Christine.
—Soy Adam. —Me mira, con una pequeña sonrisa en su rostro—. Realmente
pateaste algunos traseros.
114
Sonrío, mirando hacia abajo, al cemento pintado bajo nosotros.
Había pasado un largo tiempo desde que ella pensara en Gary y Karen.
Parecía toda una vida, y en muchos aspectos lo era. Eran cosas en las que no
le gustaba pensar. Desafortunadamente su conversación con Willow horas
antes había traído todo de vuelta. Ahora estaba siendo perseguida. Por viejos
fantasmas que creía muertos hace mucho tiempo, o al menos olvidados.
El sol saldría pronto, y la cantante sintió frío. Las emociones de la noche
enfriaron su interior, ese tipo de frío que una manta o una taza de café
simplemente no pueden calentar. Todavía no encontraba nada que pudiera
hacerla entrar en calor.
* * *
—Gracias, Willow. Este ha sido uno de los fines de semana más maravilloso que
he tenido en mucho tiempo —.
Willow sonrió en el abrazo, apretando un poco antes de ser soltada.
—Sí. Incluso con mi cicatriz de batalla. —Dejó su bolso en la parte trasera del
Jeep.
—Lo haré. Que tengas un vuelo seguro. —Willow observó como la cantante
subió al jeep y se alejó en una nube de polvo.
Capítulo 6
K
evin jadeó una vez más, y luego bajó lentamente su cuerpo sudado de
la piel humedecida de su esposa. Willow envolvió sus brazos alrededor
de su cuello, besando el costado de su cabeza cuando su ritmo
cardíaco comenzó a disminuir, y su cuerpo se relajó.
—Te amo —susurró, poniendo un suave beso en los labios de Willow. Ella sonrió.
Luego del baño, se dirigió de nuevo a la cama, para encontrarse con los
fuertes brazos, de su esposo. Ella cayó en un sueño profundo y tranquilo. 116
* * *
—¡Está bien, niños! ¡Tiempo del pastel! —La madre de la pequeña Amanda
llamó desde el porche de atrás. Una docena de niños, gritando y riendo de
cinco y seis años de edad corrieron hasta donde estaba colocada la gran
tarta de cumpleaños.
Willow se alejó de la atención de los niños, y se dirigió hacia el interior de la
casa donde el padre de Amanda estaba esperando para pagarle.
El payaso se volvió para irse cuando vio los restos de hamburguesas y perritos
calientes del almuerzo de los niños.
Al sentir que las náuseas remitían, ella buscó sus llaves, con manos temblorosas.
117
Introdujo la llave en la cerradura plateada, se sentó al volante, sacando la
rizada peluca roja de su cabeza. La poca ropa que tenía le hizo hervir la
sangre, y aumentar su calor corporal.
—Dije que estás bien —Mamá se acerca a mí, con las manos en las caderas—
. Todo el mundo se enferma. Ya lo has sacado fuera de tu sistema, ahora no
seas un bebé. —Con eso, me deja sola en el piso del baño.
Trato de no llorar, sabiendo que tiene razón y que estoy haciendo una gran
cosa de la nada. Es decir, todo el mundo vomita. ¿Por qué debería ser
diferente? ¿Especial?
—Estoy bien —susurró, tomando varias respiraciones profundas.
* * *
—Así que tenías que asegurarle que le gustaría, ¿eh? —Rachel sonrió,
cerrando la puerta del horno y sacándose el guante de cocina.
—Sí. Le prometí a él que no habría, ¿cómo los llama? Oh si, vegetales extraños.
—Ella rio entre dientes, luchando por sacar el corcho de la botella de vino.
—¡Sin duda!
—No es difícil. El chico come cualquier cosa. —Ella le guiño un ojo a la rubia—
. Y yo soy cualquier cosa.
—Sí, bueno, es fácil decirlo para alguien que nunca lo ha probado. —Al
apagar el horno, colocó la ensalada sobre la mesa revolviéndola con un par
de pinzas.
—No sé. Es lo justo, Rach. Si no voy a caer sobre él, ¿por qué debería hacerlo
conmigo? —Tuvo nauseas una vez, cuando un ex novio había empujado su
cosa por su garganta. De todos modos, ella pensó que era una de las cosas
más repugnantes que había sentido. Afortunadamente, a Kevin no parecía
importarle mucho.
—No lo entiendo.
—Pero ¿ha pasado que, un mes o algo así? aquí, toma esto.
—Sí. Eso fue muy embarazoso. —Con eso, abrió la puerta, y la cena fue servida.
—¿Cariño? —Kevin dijo en voz baja, al ver que el rostro de su esposa se había
tornado de repente muy pálido.
Al cerrar la puerta del baño detrás de ella, cerró los ojos verdes con fuerza
mientras trataba de controlarse a sí misma.
—Estoy bien, estoy bien —susurró una y otra vez—. No voy a vomitar, no voy a
vomitar. Mierda, voy a vomitar —corriendo hacia el baño, abrió la tapa y todo
lo que había comido ese día salió fuera, incluyendo el vino que bebió esa 120
noche, que le quemó la garganta. El sabor solo hizo que sintiera nauseas de
nuevo.
—Sí —Abrió la puerta, Kevin estaba de pie muy preocupado al otro lado.
—¿Estás enferma?
—No lo sé. —Al apagar la luz, dio un paso hacia el pasillo, su marido colocó su
mano en la espalda—. Supongo que tengo un poco de molestia estomacal.
—O tal vez te tocó el plato que Rachel tenía destinado para mí —susurró,
mordiendo el lóbulo de la oreja con los dientes. La rubia se rio, dándole un
empujón en broma.
—Detente. Vosotros dos sois como niños, lo juro. —Ella lo abrazó con un solo
brazo, antes de dirigirse hacia el comedor—. Además, no he comido nada,
todavía.
—Voy a vivir —Willow dijo entre dientes, sin querer hablar con nadie. Se sentía
cohibida por como olería su aliento.
—Vamos, Wills. Vamos a ver lo que tengo para tu estómago —dijo Rachel,
tomando la mano de su amiga.
—Rachel, no tengo cuatro años —se quejó la rubia, sintiéndose menos lúdica.
—Está bien, hmm —la pelirroja se llevó los dedos a los labios, mirando a través
del gabinete de la medicina. Willow se dejó caer sobre la tapa del inodoro.
Willow se sentó en su coche, las llaves estaban colgadas, sin girar. Miró por el
parabrisas, el pequeño edificio de un piso frente a ella.
Sin previo aviso, ella comenzó a llorar con la cara entre las manos. El malestar
incontrolable se acumuló en todo su cuerpo; lágrimas de alegría, lágrimas de
dolor y lágrimas de miedo.
Volvió a respirar profundamente, pasándose las manos por el pelo, los ojos
lentamente bajaron por su propio cuerpo, las manos cayeron en su vientre
plano.
—Un bebé —susurró, un repentino mareo la hizo reír casi como una maníaca.
El regreso a casa fue en un sueño. Ella sabía que Kevin no estaría en casa
cuando llegara allí, y eso la molestó. Deseaba tanto contarle la noticia. Al ver
el desvío que la conduciría hacia el rancho, tuvo un repentino estallido de
inspiración y giró la camioneta en otra dirección, de vuelta hacia la ciudad, a
continuación, a través de ella, a la vecina ciudad de Gail.
Ella sonrió cuando vio los signos anaranjados con forma de diamantes, con las
palabras: HOMBRES TRABAJANDO. Pasando por delante de ellos, condujo por
la berma de tierra, y al ver el camión de Kevin se estacionó detrás de él.
Cerrando la puerta del coche, ella notó las filas de madera contrachapada
distribuidas al azar, así como una carretilla, y restos secos de cemento
formando costras en los bordes.
—¡Ey, Johnny! ¿Has visto a Kevin? —-gritó hacia arriba, uno de los hombres
mirando por encima de él, señaló con el pulgar hacia el otro lado de la casa.
Miró por encima, sintiendo que alguien lo observaba, una enorme sonrisa se
extendió por su atractivo rostro al ver a su esposa.
—Espera un segundo, Norman —dijo al fontanero, luego, se acercó a su
esposa, empujando sus gafas de sol a la parte superior de la cabeza—. Ey —
besándola rápidamente, bajó la mirada hacia ella—. ¿Qué pasa? —Su
expresión era una mezcla de alegría por la visita inesperada de Willow, pero
también preocupación. Ella por lo general no lo visitaba en su trabajo a menos
que hubiera una buena razón.
—Fui al médico hoy —Willow comenzó, su voz era tranquila, los ojos estaban
ocultos por sus gafas de sol, a pesar de que estudiaba los de su marido de
cerca.
—Cierto. El estómago. ¿Estás bien? —Se metió los pulgares en los bolsillos
traseros de sus vaqueros.
—Bueno, sí. Y no —Sonrió, pero sintió que su corazón empezó a martillar contra
su caja torácica.
—No entiendo.
—Oh, vamos, Kevin. Yo doy por hecho que sabes sobre los pájaros y las abejas
—Willow dijo en broma, aunque sentía que su alegría comenzaba a filtrarse.
—Pero estás tomando la píldora —dijo. Sí, su globo feliz sin duda estaba
empezando a desinflarse.
—Sí, estoy tomando la píldora, Kevin, pero aun así este bebe ya está aquí.
—¿Así que vas a tenerlo? —Las palabras salieron de su boca antes de que
pudiera pensarlas, y supo de inmediato que esa era la última cosa que debió
haber dicho.
—¡Willow! ¡Espera!
Siguió su camino, al llegar a su coche, con las manos temblorosas dejó caer la
llave antes de conseguir introducirla en la cerradura. Una mano se posó en su
hombro, pero se apartó de ella, abrió la puerta y escuchó el ronco gruñido de
Kevin, cuando le dio un golpe en sus partes bajas.
La rubia se limpió con enojo la nueva oleada de lágrimas, que hacían que sus
mejillas se sintieran apretadas y pegajosas.
Condujo por un largo tiempo, no sabía a dónde ir. No quería ir a casa ya que
sabía que Kevin probablemente estaría llamando a cada momento. Sabía
que no fue su intención decirlo de esa manera, pero aun así...
Secándose los ojos y la nariz, la rubia se sonó una vez más y luego salió de la
camioneta.
El césped estaba impecable, por supuesto, al igual que las flores que se
alineaban en el camino de entrada, el césped había sido recientemente
regado.
La casa blanca de piedra arenisca parecía brillar bajo el sol de la tarde, una
música suave provenía del interior, la puerta doble para nada ayudaba a
mitigar el sonido.
—Ey, abuela. —Cerró los ojos, disfrutando de la cálida seguridad de los brazos
de la mujer mayor. La abuela siempre podía hacerla sentir que todo estaría
bien.
—Ven, mi amor, voy a hacer un poco de té. —Willow la siguió a través del
amplio y abierto adosado, a la cocina en la parte trasera.
Willow estudió una gota de condensación que se deslizó hacia abajo del vaso,
tratando de poner sus pensamientos y emociones en orden.
—¡Oh, cariño! ¡Eso es una noticia maravillosa! —Myra Wahl se inclinó sobre la
mesa, tomando la mano de la rubia en la suya. Estaba feliz.
—Lo sé. —Willow sorbió las lágrimas inminentes—. No sé. Hemos hablado de
ello, de los niños, y decidimos esperar. —Las lágrimas comenzaron a caer—.
No lo hice a propósito, abuela —Miró a la mujer mayor con los ojos llenos de
dolor. 127
—Yo sé que no amor. Kevin lo sabe, también.
—Oh mi amor. —Myra suspiró, mirando hacia fuera a las preciosas aves que se
bañaban y bebían agua del bebedero de aves colocado en el pequeño
patio trasero. Las observó aletear sus alas para eliminar el exceso de agua y
luego pavonearse. Amaba tanto a las aves—. Es joven, cariño. Ambos lo son,
y tiene miedo. Tu abuelo era de la misma manera.
—No, sólo tú y Kevin lo saben —Se sonó la nariz, luego tomó un sorbo de té. 128
—Bueno, creo que debes quedarte aquí conmigo y hacerlo sudar un poco —
Myra hizo un guiño, haciendo sonreír a su nieta. Eso fue realmente una de las
más bellas imágenes en la mente de la mujer mayor. Su nieta era una niña
inusualmente hermosa con una igualmente hermosura por dentro. Kevin no
tenía ni idea de lo que tenía.
* * *
—Lo siento, Sandra. Tuve una sesión de fotos esta mañana. —Christine echó el
abrigo en el brazo de uno de los muchos sillones de felpa que la diseñadora
tenía repartidos por todo su estudio. —¿Qué tienes para mí hoy? —preguntó,
mirando a la rubia, que estaba impecable como siempre. Su cabello, como
de costumbre, estaba fijado en un estilo intrincado en la parte superior de la
cabeza, su ropa, libre de arrugas y ajustada como si hubiera nacido con ella
puesta.
—Bueno —dijo desde atrás de la mesa de dibujo—. Al menos podrías haber
llamado —Mirando hacia arriba a la cantante, que se burlaba de ella con sus
ojos azules—. Ahora —dibujando unas pocas líneas sobre su nuevo diseño,
arrojó el lápiz sobre la mesa y se acercó a su cliente favorita—. Robert ha
enviado algunas —hizo una pausa, buscando la palabra correcta—, ideas
interesantes...
—Dios. ¿Y ahora qué? —la cantante suspiró, pasándose una mano por el pelo
salvaje.
—Bueno, a veces pienso que sería más fácil y mucho más barato para ti, si sólo
salieras desnuda.
—Ya le dije que no. Le dije que no estaba dispuesta a convertir mis creaciones
en algo que encontrarías en la franja nocturna a las dos de la madrugada —
volteando una última página, mostró a la cantante lo que pretendía crear en
su lugar—. Tienes un cuerpo maravilloso, Christine, eso tampoco es un secreto,
y creo que Robert es inteligente en mostrar eso. Tienes un ejército de fans
lesbianas que les encantaría nada más que ver algo de piel. Los hombres
también, obviamente.
Se fijó en los diseños, la mayoría de los cuales eran impresionantes.
—Me imagino que este vestido puede ser usado para los premios MTV más
adelante, y esto es para los Grammy.
—Sin embargo. Tú y yo sabemos que lo serás. Ahora, boca cerrada, y los ojos
abiertos.
Fue un día largo y Christine estaba harta de todo y de todos. Quería ir a casa
y descansar, relajarse, escribir algo de música y estar sola.
Después de que Sandra terminara con ella, se dirigiría al valle para algunas
entrevistas y luego a LAX (Aeropuerto Internacional de los Ángeles) para coger
un avión e ir a promocionar el nuevo álbum.
Al que se le ocurrió eso de “no hay descanso para los malvados” sin duda
tenía razón.
—¿Es ese día del mes? —Arqueó una ceja perfectamente depilada.
—Ah. No digas más, y sí. Hemos terminado. —De pie, Sandra puso la cinta de
medir alrededor de su cuello y arrojo su libreta de notas sobre a una mesa.
Miró a la cantante. —Has cambiado desde que llegaste a nosotros, Christine—
—dijo en voz baja, mirando profundamente los ojos más bellos que jamás
había visto. Y en su negocio, con su clientela eso decía mucho.
Christine miró a esta mujer a la que había conocido durante diecisiete años, y
con quien tenía una relación de amor y odio, aunque respetaba su talento y
visión. El cuidado inusual y el toque casi personal trajeron una opresión a la
garganta de la cantante que no se atrevió a dejar libre.
—Tengo que irme —Se alejó de los dedos de la otra mujer, agarrando su bolso
y dirigiéndose hacia la puerta—. Llámame cuando tengas listos los accesorios
—dijo ella para luego marcharse.
* * *
—¡Christine! ¡Por aquí, por favor! ¡Mire aquí, señorita Grey!
Lo que querían los paparazzi, los paparazzi lo conseguían. Que Dios no permita
ser en realidad ella misma.
Enganchó los pulgares en los bolsillos de sus vaqueros ajustados, tenía agujeros
en todos los lugares correctos, y se volvió hacia uno y otro lado, casi cegada
por un verdadero mar de flashes. Reconoció a todos los reporteros regulares
de ET, E!, People y US Weekly, estaciones de noticias locales y por supuesto a
las pirañas de ese mar, los fotógrafos free-lance. Ellos eran los más peligrosos y
atrevidos.
—¡Ey, ahí está Lindsay Lohan! —alguien gritó, haciendo que Christine se sintiera
agradecida de no ser por ahora el foco de atención. Manteniendo la
fachada en su lugar hasta que fue colocada a buen resguardo en la parte 132
trasera de la limusina, suspiró, tomando una botella de agua fría de la nevera
pequeña.
Sacó su teléfono celular de la consola, ella vio que tenía seis mensajes
perdidos. Rodando los ojos, arrojó el teléfono de nuevo sin tener interés en
tratar con Bob.
* * *
Moqueando, una vez más, recogió todas sus cosas y cerró el coche, haciendo
malabares con su llavero para encontrar la llave de la casa. La camioneta de
Kevin no estaba, por lo que tendría unos pocos minutos más para recuperarse.
Dándose unos golpecitos en la cara con la toalla, Willow se quedó mirando su
reflejo en el espejo del baño. Definitivamente se veía como el demonio, y se
sentía cansada, los ojos le ardían por el llanto. Mientras se miraba, no pudo
evitar preguntarse si había reaccionado exageradamente en lo que respecta
a Kevin.
Willow se echó a llorar de nuevo, dejándose caer con fuerza sobre la tapa del
inodoro. ¿Y si fuera una horrible madre? ¿Y si ella no era adecuada y el niño
se convertía en un asesino en serie o una loca de atar?
—Shh —él susurró dándose patadas, mentales, a sí mismo una y otra vez por
hacerle esto a ella. Estaba atónito con las palabras que llegaron a sus oídos.
—¿Qué? —Durante un breve instante, Kevin se sintió aliviado de que tal vez no
había causado tal malestar después de todo. Eso terminó rápidamente
cuando la pequeña rubia lo rechazó, limpiándose las lágrimas que salían de
forma continua de sus ojos.
—¿Por qué te digo esto? No te importa. —Se puso de pie, soplando su nariz,
furiosa, lanzando de paso la tolla al cuarto de baño.
—Es tu bebé, también, Kevin —Se dio la vuelta en sus brazos, mirando hacia él
con ojos suplicantes.
—Nosotros hablamos de esto, Kevin —Ella se movió de sus brazos, mirando las
rosas, pero no reaccionando ante sus flores favoritas—. ¿De verdad crees que
planeé esto a tus espaldas? —dije. Está bien, esta noche es la noche, Dios,
¿me ayudaras? Su furia regresaba.
—¿Por qué tiene que ser un error, Kevin? —ella se volvió hacia él—. Este es
nuestro hijo —Se agarró el estómago inexistente—. Y me niego a ver este
milagro como un error. Así, que con o sin ti, voy a tener a este bebé. 134
La miró, aturdido y sin habla. Parpadeó varias veces, y dejó escapar un suspiro.
—¿Me estás amenazando? —preguntó, con voz suave, la ira desapareció con
el golpe de sus palabras y el significado detrás de ellas. Ella no dijo nada, sólo
lo miró directamente a los ojos, con la mandíbula tan firme como su
determinación.
* * *
La suite del hotel era como cualquier otra donde Christine había estado;
hermosa, opulenta y asquerosamente cara. Esta vez, sin embargo, la factura
correspondía a los promotores, así que todo estaba claro y libre.
Con amor,
Se sacó la chaqueta de cuero que llevaba sobre los hombros, la tiró a la cama
de matrimonio y se acercó a las puertas francesas, que llevaba al balcón que 135
daba a Denver. No venía a menudo, pero siempre disfrutó de su tiempo en la
ciudad cuando estaba allí. Sin embargo, la forma en que estas personas
vivían a tal atura no le permitía quedarse por mucho tiempo.
—¿Sí?
—¡Jesús, Christine! ¿Dónde has estado? He estado tratando de comunicarme
contigo desde que dejaste, ayer a Sandra.
—He estado un poco ocupada, Bob. Tal vez si no llenaras tanto mi agenda
tendría el tiempo y la cordura para responder a tus llamadas.
—Está bien. Bueno escucha los mensajes que te dejé, tienen más información.
Sin embargo, pero en un rápido resumen te diré que no vas a Filadelfia, sino
que estarás Baltimore. Además, la gente de Kodak te quiere en Nueva York el
lunes por la noche.
—Me haces sonar como una inválida, Bob. ¿Alguna razón en particular? —su
voz era peligrosamente calmada, desmintiendo sus fluidos corporales que
estaban ahora en ebullición.
* * *
Willow se quedó mirando el fin del día, el crepúsculo sobre la tierra. Los árboles
empezaron a parecer gigantes monstruos negros, contra el cielo púrpura, con
sus brazos extendidos hacia arriba por salvarse de otro día que terminaba y
de la noche que invadía.
Pasó una mano por el cuello de Star, el pelo grueso de la yegua le hizo
cosquillas en la palma.
—No estoy segura de cuánto tiempo más voy a ser capaz de hacer esto, chica
—dijo en voz baja, el caballo resopló en respuesta.
La brisa de la tarde sopló aire caliente sobre ella, agitando su pelo corto.
Inhaló los olores que sólo se encontraban en un Rancho; animales, tierra,
alimentos y naturaleza. A ella le encantaba, dándole seguridad y paz. 137
Siempre le divertía cómo los olores que tanto le gustaban hacían que los
recién llegados arrugaran la nariz en disgusto.
* * *
—¿Qué? Deja de hacer eso —Willow golpeó con fuerza la mano de Rachel
lejos de su estómago—. Sigue adelante. No hay nada que ver aquí. —Se puso
rápidamente la camisa del uniforme sobre su cabeza.
—¡No puedo creer que hay un bebé ahí dentro! —La pelirroja se abalanzó,
dando a su amiga un abrazo por enésima vez.
—Um, siento molestarlas chicas, pero Willow, tiene una visita —dijo la joven
voluntaria, con las mejillas encendidas.
—Gracias, Lindsey. Voy a estar allí en… —La rubia se detuvo, al ver a su
visitante en la puerta de los vestuarios, donde había estado la voluntaria.
—Hola —Willow se acercó a la mujer más alta, con una sonrisa iluminando su
rostro. Christine le devolvió la sonrisa.
—Estaba en el vecindario. —Levantó dos grandes osos de peluche marrón,
uno con un lazo rosa alrededor de su cuello, el otro azul—. Nunca se sabe.
—Oh —al instante la emoción brotó en el pecho de Willow, y le echó los brazos
alrededor del cuello a la cantante, abrumada por lo dulce que era el gesto.
Sólo Dios sabía lo ocupada que estaba la cantante, y el hecho de que en
realidad escuchara su mensaje, y haber venido de Dios sabe dónde, ¡sólo por
ella!
—Está bien. Estoy feliz de verte, también. —Christine dio a la pequeña rubia la
mejor sonrisa que tenía, queriendo saber si sus exuberantes regalos eran bien
recibidos—. Aquí. —Le tendió los osos de nuevo, y la rubia se abrazó a ellos. 139
—Esto es tan dulce, Christine, gracias.
—Oh —Willow apartó la vista, dándose cuenta de repente que dos pares de
ojos estaban muy interesados en ellas. Miró a su alrededor, al ver a Rachel
sentada en el banco, y Lindsey parada en el pasillo—. ¿Quieres un café?
Tengo unos treinta minutos antes de comenzar mi turno.
—Absolutamente.
Con los osos de peluche en los brazos, Willow la condujo hacia la cafetería.
—¿Estaremos bien? —preguntó en voz baja, al ver que la gente ya empezaba
a mirar. No tenía ninguna duda de que Lindsey estaba diciéndole a cuanta
persona le sea posible quien se encontraba en su hospital.
—Debemos estar bien. Y, si las cosas se ponen mal Anne y Andy estarán ahí —
tiró de la oreja de uno de los osos. Willow la miró, ganándose una sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Willow, con voz baja mientras retiraba la tapa
de su sidra caliente, soplando a través de la superficie del líquido ámbar.
—Recibí tu mensaje. Lo siento no pude estar allí para ti. —Christine parecía tan
sincera que Willow quería llorar de nuevo—. Yo solo, bueno, he estado muy
ocupada y todo ha sido una locura, por eso deje olvidado mi celular a
propósito. —Sonrió con timidez—. Estaba tratando de evitar a Bob.
—¿Bob?
140
—Knowles. Mi jefe.
—Oh. No puedo decir que te culpe —murmuró la rubia, luego miró a su amiga
con timidez—. Lo siento.
—Está bien. Así que, de todos modos, ¿qué está pasando? —Christine envolvió
sus manos alrededor de su taza de café, ya había notado que Willow la miró
dos veces con codicia.
—Oh Dios, estás tan ocupada y sin embargo estás aquí. Lo siento mucho. Por
favor, Christine, No alteres tu horario o empeores las cosas por mí, por favor.
—Bueno, ¿qué está pasando? ¿Por qué tu horario está tan ocupado? Debes
de estar exhausta.
—Sí, sin embargo —La cantante puso una mano tibia sobre Willow—. No
estamos aquí para hablar de mí. Vine aquí para hablar de esta maravillosa
noticia. No cambies el tema.
—Estoy bien, Christine. En realidad —la tristeza en esos expresivos ojos verdes
contó una historia muy diferente. Christine decidió intentar una táctica
diferente.
—Me enteré de esto el día que te llamé. Yo tenía cinco semanas de embarazo,
y muy emocionada por el bebé...
—¿Pero? 141
—Pero —ella suspiró—. Kevin...
—Lo siento —Christine apretó la mano que ella todavía tenía cubierta. Willow
se encogió de hombros, tomando varias respiraciones profundas.
—Por supuesto. —La cantante empujó la silla hacia atrás, dando un paso a los
lados para quedar de pie junto a la mesa. Willow hizo lo mismo, sonriendo con
timidez a su amiga.
—Adiós, Christine. —La rubia vio como la cantante se colocaba una gorra de
béisbol, tirando de su cola de caballo a través de la parte posterior. Se dirigió
hacia las puertas de cristal de la entrada del hospital, y tragada por la noche
desapareció.
142
* * *
Las hojas del papel llenaron el salón del desayuno con sonidos mientras daba
vueltas las páginas y luego sorbía el café cuando un nuevo día amanecía.
—Hmm. Ese gran show de coches grandes va a volver este año —Kevin
murmuró, bebiendo distraídamente de su taza, hecha a mano por un alfarero
local.
—Sí, lo estábamos.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué estaba haciendo aquí? —Él la miró con el
ceño fruncido.
—¿Cómo?
—Le salvé la vida. —Ella lo miró, viendo la lenta sonrisa de incredulidad que se
extendía por sus facciones. La gravedad de su mirada detuvo esa sonrisa.
—Hablas en serio.
—¿Qué? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Hace cuánto tiempo pasó esto?
—Sí. Fui a cenar con ella y su banda, y antes de entrar en la casa ella me dio
su número de teléfono. La llamé por curiosidad, y la invité a pasar unos días
aquí.
—Ya veo. —Suspiró, mirando por la ventana—. Ese fue el fin de semana que tu
amiga, Marion vino a quedarse, ¿verdad? —La miró de nuevo, con los ojos
azules ardiendo—. Marion la que está en medio de un divorcio con su marido
y necesitaba alejarse. ¿Esa Marion? —Willow abrió la boca para hablar, pero 144
fue interrumpida por el chirrido de la silla. Que casi se volcó hacia atrás
cuando Kevin se apartó de ella y salió de la casa.
La rubia pasó una mano por el pelo, se puso de pie, empujando tanto la de
ella como la silla de Kevin debajo de la mesa.
No fue difícil encontrar al hombre que se había retirado a su cueva para jugar
en el garaje. Lo oyó aserrando algo, y se preguntó qué tan bueno era hablar
con él cuando no sólo estaba enojado con ella, sino también tenía un arma
en su mano. Decidió correr el riesgo, ella entró en su dominio.
—Kevin —dijo en voz baja mientras recogía los materiales repartidos en el suelo
de cemento de su Taller de madera; trozos de metal, herramientas y cubos de
diversos tipos y tamaños llenos de tornillos y clavos. Él no respondió—. Lo siento.
—Tienes razón.
—Y el resto. ¡Es decir, esta mujer estuvo en la casa! No hay nada más personal
que eso. —Suspiró de nuevo, renunciando al aserrado. Dejó la cuchilla en el
mostrador de su banco de trabajo, con una mano en la cadera, la otra
tocando algunas virutas de madera. No miró a su esposa—. Siempre has sido
una persona abstraída, y realmente he intentado hacer lo mejor posible para
entenderlo, para tratar de respetar eso—. Él la miró.
—¿Por qué me ocultas cosas? —Su voz estaba afligida ahora—. Respetar tu
privacidad y ocultarme las cosas son dos cosas muy diferentes. Esta no es la
primera vez, Willow. ¿Por qué fue Rachel lo suficientemente buena para ir al
concierto?
—Ella estaba allí esa noche, Kevin. Estaba trabajando en la sala de 145
emergencia.
—¿Qué pasó? ¿Por qué estaba Christine Gray, en primer lugar, aquí, y en
segundo lugar, ¿por qué estaba en el hospital?
—No, el hecho de que puedo hacer esto hasta el final, justo antes de dar a luz
—Le ronroneo. Él se pone rígido, y no en el buen sentido. Siento el cambio en
él, me siento a horcajadas sobre su cuerpo, justo en frente de su pene erecto.
Miro hacia él, con el ceño fruncido. Ha vuelto el rostro hacia un lado, una
mano apoyada en la nuca—. ¿Qué pasa?
146
—Supongo que estoy muy cansado —dice, con una fría sonrisa en sus labios.
—Estupideces —La ira estaba burbujeando dentro de mí—. Vaya ¿la mención
de nuestro bebé te suavizó? —Sonreí ante mi pequeña broma, señalando que
era exactamente lo que estaba ocurriendo.
—¿No te gusta nuestra vida tal como es? —me pregunta, de pie y frente a mí.
—Sí, por supuesto que sí—, le digo, sin entender que me quiere decir.
—Entonces, ¿por qué cambiarlo, Willow? ¿Por qué traes un estrés que no
necesitamos? —Me mira, con los ojos clavados en los míos, exigiendo una
respuesta.
—No lo odio, pero siento que no lo necesitamos. Tenemos una buena vida, y
podemos ir donde queramos a voluntad, por fin estamos financieramente bien
—su voz se apaga, al ver la expresión de disgusto que no tengo ninguna duda 147
está en mi cara—. Es sin duda lo que estoy sintiendo.
—Bastardo egoísta. —Él parpadea, sorprendido, pero no dice nada—. Los dos
tenemos casi treinta años, y es el momento de ser adultos. Hemos tenido siete
años maravillosos juntos, y ahora estoy lista para una familia.
—Bueno, yo no lo estoy.
—Hola, bebé —la rubia susurró, besando la nariz de la yegua—. ¿Qué vamos
a hacer, niña? ¿Eh? —El caballo balanceó la cabeza y resopló de nuevo,
provocando la sonrisa de su dueña—. Sí, sé que estamos jodidas.
* * *
—¡Jesús!
—¿Corrí hasta acá para eso? —Sandra desató el cinturón de su bata de seda,
dejó que la prenda se deslizara al suelo, y tomó su lugar en la cama, con un
pequeño vaso de licor de avellana en la mano—. Y yo pensaba que era algo
importante —murmuró.
—¿Te dijo que iba a Oklahoma? —preguntó Bob, volviéndose hacia la
diseñadora, con las cejas oscuras fruncidas formando una línea
perfectamente arqueadas por encima de sus ojos oscuros.
—¿Para quién, amor? —Le dio un sorbo a la rica bebida, cerrando los ojos con
satisfacción.
—Hmm. Estoy segura. Pero debes saber que ella está mordiendo el freno. Es
una mujer adulta ahora, y ya no necesita un papá para guiar todos sus
movimientos o una sombra detrás de ella sólo para interrogarla. Robert, has
hecho todo lo que puedes hacer por ella, por lo que ahora sólo debes sentarte
y cosechar los frutos de veinte años de trabajo duro.
—¿Es así? —Sus ojos se estrecharon aún más—. Si no te gusta la forma en que
manejo mi negocio entonces ¿por qué no te vas? Recuerda, Sandra, Yo te
hice y puedo deshacerme de ti.
—Oh no. —No se limitó a hacer una amenaza— Por lo que recuerdo, Bob,
Christine me hizo. Y ella te hizo, también.
Con eso, echó a un lado las sabanas e irrumpió en el enorme cuarto de baño.
Con furia tomó, la ropa que usó la noche anterior. Con los dedos se peinó el
pelo, mirando al hombre que todavía estaba sentado en la cama.
* * *
Mi corazón sangra.
150
De hecho, lo hizo. Esto puso triste a la rubia ella estaba escribiendo de nuevo
después de tantos años; sólo escribía cuando estaba en el más profundo
dolor, o confusión. Ella ahora tenía ambos.
Ajustó las lentes hacia abajo, suspiró y cerró el cuaderno, sosteniéndolo contra
su pecho mientras miraba por la ventana de la sala de estar, viendo como el
sol empezó a asentarse sobre el paisaje. Las puntas de los árboles eran
doradas, hermosas. En la carretera principal que conducía al rancho, vio un
par de faros, rebotando en el desigual camino de tierra.
Willow se sentó en la gran silla mecedora que su abuelo había construido hace
más de treinta años. Esperó, un tanto nerviosa mientras el camión de Kevin se
acercaba para detenerse frente al sendero que llevaba al porche, donde la
rubia estaba sentada observando.
Saltando de la silla, Willow bajó trotando las pocas escaleras hacia el sendero,
luego alrededor de la camioneta y se deslizó junto a su marido. Se preguntó
lo que pasaba por su cabeza.
—Con Joe.
* * * 151
Christine rio mientras observaba al chico intentar reproducir una vieja canción
de Hendrix. Su concentración era tan completa que parecía olvidar que su
lengua salía por la comisura de la boca.
—Ey, puedo rapear como el mejor de ellos, palabra —Christine lanzó una señal
de rapero a su amigo, haciéndolo reír—. Me alegro que se divirtieran. Y si crees
que esos tipos serán bien recibidos... —dejó que su pensamiento fuera a la
deriva en su imaginación. Se detuvo por un momento, pensando, y luego se
volvió hacia ella.
—De ninguna manera. Se podría conseguir que esas personas hicieran algo
como esto —extendió la mano para indicar el pequeño edificio, en mal
estado, donde se reunían sus “chicos” cada semana, o simplemente pasaban
el rato, manteniéndolos fuera de los problemas.
—¿Seguro? ¿Por qué no? Sé de alguna gente. —Adam rio, haciendo que
Michael levantara la vista de sus intentos en la guitarra de Christine.
—Estoy seguro que sí. Vamos. —Llevó a su vieja amiga a la pequeña oficina,
que compartía con la pequeña bola de fuego que entró por la puerta
delantera.
—Maika'i!
—Bueno, creo que estás llena de mierda, pero siempre y cuando no me llames
pupuka (whisky), te creeré. —Ella sonrió mientras que Alice dejó escapar una
risa estruendosa, que sacudió su metro cincuenta, y cincuenta kilos de peso.
Adam le entregó las riendas del club a uno de los empleados, y los tres se
dirigieron a las escaleras de su apartamento.
—Eso fue maravilloso, Alice, gracias. —Christine se echó hacia atrás en su silla,
masticando el último bocado de la lasaña, con la mano cubriendo su
estómago.
—No, Christine. Ve a pasar tiempo con él. —Ella sonrió, aunque débilmente.
Christine tuvo la sensación de que no debía hacer preguntas, sólo obedecer.
Tratando de sacudirse la sensación de aprensión que se arrastraba alrededor
de su corazón, Christine siguió a Adam hacia el viejo y destartalado edificio.
—Está muy clara. —Christine se sentó con las piernas colgando fuera del
balcón, los brazos descansando a lo largo de la baranda—. Es curioso, no 153
tengo ningún deseo de vivir aquí de nuevo, pero cada vez que estoy aquí, lo
echo de menos, ¿sabes?
—Lo sé. Este lugar se lleva en la sangre. Nunca lo perderás, amiga. —Miró a sus
ojos oscuros que brillaban en la oscuridad de la noche, a pesar de que se
reflejaba parte de la luz de las viviendas a su alrededor.
—Mujer loca —la cantante murmuró, luego tomó una larga, y satisfactoria
calada.
—Ella está en lo correcto. Estas hermosa —dijo Adam, con una suave sonrisa
curvando sus labios. Christine le dio una mirada de soslayo.
Él rio.
154
—Nada. Sólo estoy de acuerdo con Alice.
—Sí, bueno y tú te ves como una mierda, hombre —lo miró, de arriba abajo,
su cuerpo delgado y la ropa colgando de él.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo van las cosas, Chris? —Le preguntó Adam, botando un poco de
ceniza sobre el rellano de la escalera de incendios. Una vez más, se mostró
sorprendida por el repentino cambio de tema, pero le siguió el juego.
Christine suspiró, sabiendo muy bien a lo que se refería. Se pasó una mano por
el largo cabello, sintiendo las hebras frías a través de su piel.
—Tengo que decirte algo, Chris —dijo, en voz muy baja. Él no la miraba, en
cambio fijó la vista en el cigarro que tenía en la mano—. Este ha sido el único
mal hábito que he tenido, que me ayudaba a sentirme un poco normal, como
si tuviera un poco de control, ¿entiendes? —Miró hacia ella, al verla negar con
la cabeza. 155
—No. Explícame. — Ella levantó las piernas, cruzándolas y girando hacia él—.
¿Qué está pasando, Adam? —preguntó, con voz suave.
Él suspiró.
—Bueno.
Christine sintió que el aliento era aspirado de sus pulmones, una ola de temor
tan feroz rompió a través de su cuerpo, que se sentía como si fuera a vomitar.
—¿Por qué no me dijiste esto hace ocho años, Adam? —Su voz era temblorosa
y baja.
—Debido a que estabas ocupada con tu propia mierda y yo no quería que te
preocuparas.
—Te lo digo ahora porque estoy hasta el tope de SIDA. —Era su turno para
sujetarla con la mirada. Ella se congeló, las palabras de recriminación se
perdieron para siempre en sus labios. No tenía sentido ahora.
—¿Cuando?
* * *
El silencio sólo fue roto por el zumbido tranquilo de la radio, con una melodía 156
campirana que Willow prefería escuchar ahora de todos modos. Miró por la
ventana, descansando contra el frío cristal.
—Me imagino que tal vez el próximo fin de semana podemos ir a comprar
muebles o algo — Kevin dijo en voz baja, mirando a la rubia.
—Bueno, cosas de bebé. Cunas y esas cosas. —Él sonrió, a pesar de que se vio
forzado, y ambos lo sabían. Willow se dio cuenta de que estaba tratando de
compensarla de alguna manera, pero todo era tan artificial que la dejó fría.
—¡Tú no eres mi mascota, eres mi marido y el padre de este bebé! —Ella puso
su mano sobre su vientre, sintiéndose muy protectora de lo que había en su
interior—. No hagas lo que crees que quiero que hagas. ¡Dios mío! ¿Qué clase
de lógica es esa? —Su voz se elevaba al igual que su nivel de frustración—.
¿Por qué no puedes simplemente entenderlo?
—Reaccioné de una manera que era natural para mí, eso no es correcto. ¡Te
digo lo que pienso y siento, todo el maldito tiempo como me lo has pedido,
así que lo hago, y tampoco está bien! —Él golpeó la palma de la mano contra
el volante, por lo que desvió la camioneta ligeramente—. ¿Qué quieres de mí?
—Él la miró, con una intensidad en sus ojos que daba miedo.
—Quiero que seas feliz con lo que has ayudado a crear, y yo quiero que seas
parte de ello, porque desees hacerlo y no porque te sientas obligado.
—Lo he intentado-.
—¿Quieres que sea honesto? ¿Quieres que te diga cómo me siento y toda esa
mierda de balbuceo psicológico? Muy bien, muy bien —su voz era tan
calmada, que envió un escalofrío por la espalda de Willow—. Te lo diré. —Su
respiración era inestable, pesada e irregular. La miró, con los ojos en llamas—.
No quiero a este puto niño, nunca lo hice. No quiero que interrumpa nuestras
vidas. ¡No quiero ser padre! —Esto último lo gritó, casi metiendo a Willow en la
esquina de la cabina.
Ella apartó los ojos de él, volviéndose a la carretera, justo a tiempo para ver
un par de luces de freno de color rojo brillante, a no más de dos metros de
distancia.
* * *
158
Con las manos en los bolsillos de sus vaqueros, Christine caminaba por las
calles, la ciudad se sentía viva a su alrededor. En verdad era la ciudad que
nunca duerme. Con la gorra calada hasta abajo, la cantante se mezclaba
bien. No quería ser molestada esta noche. No, no esta noche.
Adam y Alice estaban dormidos cuando ella salió de la vivienda, cerrando las
muchas cerraduras con el conjunto de llaves que le habían dado hace años.
Más de una vez había sido capaz de escapar del ojo público dentro de la
seguridad de esas paredes.
Esta noche sentía cualquier cosa menos seguridad; se sentía como en una
cárcel y ella su prisionera que se revolcaba en su dolor por la sentencia de
muerte dada a su mejor amigo.
Willow. El nombre era como un faro, una luz que guiaba a su salvación
emocional.
* * *
El tiempo se detuvo, las luces traseras se acercaban más y más hasta que ya
no pudo verlas, sólo el haz de los faros de la camioneta que iluminaba todo el
interior del coche, con dos ocupantes al momento de estrellarse contra ellos.
El cinturón de seguridad se clavó en medio de Willow, haciéndola gritar de
dolor cuando sintió como si sus entrañas estuvieran siendo exprimidas por un
tornillo de acero. Escuchó un terrible golpe de coche y se dio cuenta que el
parabrisas se rompía cuando el marco de la ventana trasera del otro coche
lo golpeó.
—¡Mi bebé!
* * *
—Oye. Uh, bueno, sé que es tarde y lo siento mucho. Um, supongo que sólo
necesitaba hablar. Lo siento si te molesté o te desperté o algo así. Um, estoy
bien, así que no te preocupes. Supongo que es lo de siempre. Yo eh, voy a
hablar contigo más tarde.
161
Capítulo 8
Estaba sentado en una de las sillas de plástico duro, con la cabeza hacia atrás
contra la pared, y una tirita cubriendo una pequeña herida en su frente.
Aunque Rachel tuvo que sonreír al pensar en el dolor que debía tener por
golpear el volante con su insignificante cabeza.
Kevin levantó la vista, para ver a la enfermera pelirroja con las manos en las
caderas, buscando pelea.
Por un momento, aunque sea un momento muy corto, Rachel casi se sintió mal 162
por el aspecto completamente lamentable de su rostro. Por suerte pasó
rápidamente.
Se dirigió por el pasillo, al oír el caos de una nueva llegada en progreso. Al ver
que tenían todo bajo control, se dirigió a la cortina, donde Willow dormía.
Ella sintió su ira crecer cuando pensó en lo histérica que Willow había estado,
aterrada de que su bebé no lo hubiera logrado, que hubiera muerto por el
impacto del cinturón de seguridad contra su vientre.
* * * 163
—Sí. Estamos seguros, cariño. ¿Cómo te sientes? —Rachel llevó su otra mano,
para controlar la temperatura de la rubia, mientras todavía estaba
mortalmente pálida.
—Por supuesto que puedes, cariño. Iba a insistir en ello, en realidad. —La
pelirroja esbozó una sonrisa brillante a su amiga, quien la devolvió débilmente.
—Gracias, Rachel.
—No quiero a este puto niño, nunca lo quise... ¡Yo no quiero ser un padre! —El
aguijón de las lágrimas le hizo apretar los ojos, una vez más, cansada de llorar.
Sus ojos dolían y la piel de su cara estaba rígida y apretada, todavía podía
sentir los senderos de sal.
* * *
—¿Hay algo más que necesites, cielo? —preguntó Rachel, a punto de sentarse
en el borde de la cama. Willow parecía una niña, cubierta hasta la barbilla.
Rachel pensó que era adorable.
—Sí, que me dejes devolverte tu cama —la rubia se quejó.
No se había dado cuenta que había dormido tanto tiempo, finalmente cerró
los ojos alrededor de las once. Bebiendo del agua fría sobre la mesilla de 165
noche, sus dedos chocaron con el control remoto de la televisión montada en
la pared, por lo que lo tomó.
—Eh, deja de lloriquear. Un ambiente frío es mejor para ti, así que
acostúmbrate a ello. —Rachel sonrió, aunque vaciló al oír los comentarios en
voz baja de Willow acerca de los osos polares. Observando que su amiga 166
obviamente estaba en una misión, mirando debajo de los almohadones del
sofá, en la despensa e incluso mirando por la ventana—. Uh, cariño, ¿qué estás
buscando?
—Mi bolso —murmuró la rubia mientras abría la puerta mosquitera una vez
más.
—Sí, porque yo siempre tengo el mío en la despensa —Rachel rio mientras ella
se levantó y entró en la pequeña oficina fuera de la sala. Al regresar, le
entregó la bolsa pequeña, de color marrón a su amiga—. ¿Qué pasa? ¿Estás
bien?
—No sé. Creo que ha ocurrido algo. Vi en la televisión que, ¡eh! —fue
interrumpida cuando la llamada fue recogida.
* * *
167
Con los ojos cerrados, Christine extendió las manos hacia fuera, tocando la
superficie lisa, pulida bajo sus palmas mientras apoyaba su peso en el piano.
Con los hombros encorvados, ella bajó la cabeza.
—En efecto.
Christine se volvió, sus ojos se llenaron de lágrimas, tenía la cara roja con una
mezcla de malestar y rabia por la invasión de su privacidad.
—Ahora no, Bob. Si sabes lo que es bueno para ti, me dejarás sola —gruñó ella,
con el cuerpo tenso, a punto de saltar. El manager se detuvo dónde estaba,
congelado a medio camino, pero siguió. Continuó, aunque no tan cerca
como era su intención.
—No creo que sea prudente que me amenaces en este momento, Christine—
dijo, casi ronroneando.
—¿Qué vas a hacer, Bob? —preguntó ella, dando un paso hacia él, satisfecha
cuando él dio un paso atrás. Necesitaba ver un atisbo de miedo en sus ojos
duros y fríos. Necesitaba sentir que había algo de control para ella, que le
afectaba de alguna manera, aparte de ser sólo un banco viviente.
—¿Qué sabes tú, Bob? No eres más que un bastardo sin corazón —dijo entre
dientes.
—¡Christine!
—¡No! —ella se puso entre Robert, que sostenía su nariz, chorreando de sangre
entre sus dedos—. No —repitió ella, poniendo una mano sobre el brazo de
Christine—. Esta no es la manera de solucionar esto. Por favor, detente —dos
pares de ojos azules se encontraron, unos suplicantes, los otros llenos de un
odio ardiente—. Por favor —susurró Sandra, rogando a Dios que pudiera
tranquilizar a la cantante. Ella sabía que Robert encontraría una manera para
arruinarla y compensar su humillación.
Parpadeando varias veces, Christine volvió en sí, temblando visiblemente,
corrió fuera de la habitación.
—Espero que no hayas pagado mucho por ese trabajo de la nariz, o por lo
menos tengas una cobertura total en esa cosa —sonrió la diseñadora.
—Es bueno saber en qué rango estoy en el esquema de tus cosas —murmuró
Sandra mientras hizo lo que se le pidió. Robert cogió una toalla blanca, dejó
correr el agua fría, a continuación, puso la nariz. El sabor cobrizo de la sangre
en la boca le produjo náuseas, así como el dolor. 169
Miró hacia arriba, para ver su reflejo en el espejo sobre el fregadero de acero.
La camisa blanca de Prada estaba arruinada, la corbata, de color rosa,
anudada “casualmente” en el cuello abierto estaba manchada con sangre
diluida y agua. Una mancha pegajosa de color marrón rojizo estaba en el lado
de su cuello, haciendo que su piel se sienta tirante.
—¡Puta!
—¡No! ¡Estarán los malditos fotógrafos y sabrán que mi puta cliente rompió mi
puta nariz!
Poniendo los ojos en blanco, ella lo agarró por el brazo, sólo para zamarrearlo.
—Deja de ser un bebé —Lo tomó de nuevo, esta vez clavándole las uñas
perfectamente cuidadas en el brazo, y lo condujo hasta el coche.
* * *
—Bueno. Empaca para unos días, un poco de todo, pantalones cortos, largos,
pero que sea casual. Un coche estará ahí para recogerte en
aproximadamente —Christine miró el reloj del vestíbulo— cuatro horas.
—Oh, bueno, está bien. Oh, espera, no estaré en la casa. Tendrás que venir a
casa de Rachel.
* * *
—Tengo que salir de aquí por un tiempo, Rachel. Cariño, has sido tan buena
conmigo, pero necesito un cambio de escenario. —Willow se dejó caer en la
cama detrás de ella—. He estado tan estresada las últimas semanas desde
que descubrí que estoy embarazada.
171
—¿Y tú confías en esta mujer? —Rachel se sentó junto a ella.
—Sí, lo hago. No puedo explicar por qué, pero confío en ella de manera
implícita. Y —se rio suavemente—. Parece que ella necesita alejarse tanto
como yo.
—Mierda —susurró Rachel, su amiga miraba con los ojos muy abiertos el
pequeño convertible rojo—. Parece un Porsche de algún tipo.
La puerta del conductor se abrió y una figura alta salió de él. Willow rio,
preguntándose por qué en la tierra Christine tendría un coche tan pequeño.
—Bueno, creo que esto es todo. ¿Llevas todo? —Rachel preguntó, volviéndose
hacia su amiga, que le sonreía.
—Se buena.
—Lo haremos —Willow rio, volviendo los ojos ante las payasadas de su amiga.
Una vez fuera, Christine cogió la bolsa del hombro de Willow. Por la extraña
mirada que recibió, ella sonrió un poco avergonzada.
—Ey, ahora, que serás mamá no puedes hacer el trabajo duro. —Christine
abrió el maletero pequeñito, dejando suavemente la bolsa de lona en el
interior, a continuación, la cerró de golpe. Riendo, Willow se introdujo en el
coche, hundiéndose en el cuero negro, casi con miedo de respirar.
—Lo tengo. Mi bebé es un Porsche 911 Carrera S Coupé, 2005. Va desde cero
a sesenta y dos kilómetros en cinco puntos dos segundos. —Ella sonrió con
orgullo, mirando a su acompañante, que parecía un poco asustada.
—Si me gusta.
—Excelente. Espero que te guste el sol, la arena y el surf. —El Porsche se puso
en marcha, y zumbó a través de la luz verde, girando hacia la carretera donde
Christine mostraría a Willow lo que el pequeño coche realmente podía hacer. 173
—¿Dónde vamos? ¡Eso suena maravilloso!
—¡Bueno! —la cantante gritó por encima del aullido del viento—. Vamos a mi
casa de verano.
—¿En serio? ¿Dónde está? —Willow estaba más que agradecida de tener el
pelo corto mientras observaba el baile del oscuro y largo cabello de Christine,
alrededor como si fueran llamas negras. Podía imaginar la masa enmarañada
que tendría una vez que se detuvieran.
—No puedo creer que tengas una segunda casa ¡Rayos! ¡Y yo estoy contenta
por tener sólo una!
—¿Te molesta?
—¿Qué?, ¿que tengas más dinero que Dios? No. Mientras que no te moleste
a ti, por mí no hay problema. —La cantante se detuvo frente a otro semáforo
en rojo, mirando a su amiga por encima de las lentes de sus Ray Ban.
—Entonces, ¿por qué necesitas una casa de verano? Quiero decir, vives en
California, ¿verdad? No es como que necesites escapar de la nieve —dijo la
rubia.
—Creo que tienes razón —dijo finalmente—. Vi algo en las noticias sobre ti. He 174
estado preocupada por tu persona, Christine—. Miró el perfil de su amiga, las
líneas elegantes, clásicas y los rasgos perfectos. ¿Cómo era posible que
alguien sea tan hermosa y asombrosamente talentosa? Y el ojo inexperto de
Willow podría decir que la belleza de Christine Gray no tenía nada que ver con
el maquillaje o el dinero, sino puramente por el lado de la genética.
—Willow, por favor no te ofendas, pero ¿podemos tal vez tener esta
conversación otro día? Hoy sólo quiero disfrutar un poco de la libertad y tu
compañía. ¿Te parece bien? —Sus miradas se encontraron, reflejadas en dos
juegos de gafas de sol. Willow asintió con una sonrisa.
Willow miró a su alrededor, con grandes ojos verdes mientras se fijaba en todo.
El largo vuelo en un lujoso jet privado, aterrizó en una pequeña isla que vista
desde el aire era como si saltara de un lado a otro. Una vez que el avión
aterrizó, fueron rodeados por un pequeño ejército de ayudantes y el equipo
para el pequeño hangar.
—Oh, sí, muy bien. —Willow estaba haciendo todo lo posible para no inclinar 175
la cabeza por la ventana abierta y vomitar a lo largo de la ruta. Desde que
estaba embarazada, su estómago una vez de hierro se había convertido en
porcelana fina.
—Puedo decir, por el color verde claro de tu cara que te estas divirtiendo. —
Christine se rio en voz alta ante el brillo furioso que recibió en respuesta a su
fina observación. Estaba de un humor maravilloso, que no era difícil de
obtener cuando estaba en Quenby Island, frente a las costas de Belice.
—¿Así que ahora me puede decir dónde estamos? —Como si hubiera leído la
mente de la cantante, Willow comenzó a tratar de averiguar dónde ese vuelo
tan largo había terminado.
—Estamos en una isla privada llamada Quenby o femenina, por así decirlo. No
estamos lejos de Belice, que está en el Caribe.
—¿Eres dueña de esta isla? —Willow preguntó, sosteniéndose con más fuerza
cuando el Jeep brincó sobre un enorme conjunto de surcos en el camino.
—Bueno, digamos que soy dueña de una pequeña parte del paraíso.
Willow se inclinó hacia delante en su asiento, con los ojos una vez más
asombrosamente abiertos mientras observaba la vista delante de ella.
La casa era de dos pisos, frente al mar. El largo sendero se curvaba hasta unas
puertas francesas inusualmente altas, pintadas de blanco que coincidían con
el acabado. No había ningún patio a la vista, todo era natural y muy tropical.
Con palmeras enormes y flores de colores que cubrían todo.
176
—Dios, es hermosa —susurró Willow, ansiosa por que Christine detuviera el jeep
para poder explorar.
Willow corrió hasta el borde del acantilado, sin llegar a mirar hacia abajo, la
caída de nueve metros, y el rugido del mar contra las rocas.
—¿Alguien más vive aquí? ¿En la isla? —Willow preguntó, esperando mientras
Christine abría la segunda puerta, a continuación, le indicó a la rubia que
entrara.
177
Una vez más, la boca de Willow estaba abierta cuando vio los seis metros de
techos, las paredes de cristal desde el suelo al techo, blancos por todas partes,
azulejos, pintura y mármol.
—Ey, hace calor aquí. Hay que hacer todo lo posible. Vamos.
Willow fue conducida a través de la planta baja, que no era muy grande, pero
hermosa. Cocina, sala, baño y una sala de juegos en la planta principal. Arriba
había cuatro dormitorios y tres baños.
—Y, si todo te parece bien, supongo que puedes quedarte aquí. —Christine
entró en el segundo dormitorio, el cual tenía su propio baño. La habitación era
fácilmente más grande que el dormitorio principal de Willow y Kevin en el
rancho.
—Sí, creo que puedo quedarme. Es decir, será sólo por unas pocas noches —
dramatizó, deslizando un dedo por la impecable, y brillante superficie de la
cómoda. Christine volteó los ojos.
—Oh, muchas gracias —inclinándose profundamente, ella saltó hacia atrás,
riendo mientras evitaba el pequeño ataque de la rubia luchadora.
* * *
—Eso es cierto. Lo mismo pensé la primera vez que lo vi. Pero —Christine
levantó un dedo para mostrar la importancia de su punto—. Para mí la mayor
razón por la que compré el lugar es por la tranquilidad. El aeropuerto es
propiedad de los isleños que entienden, la importancia de la privacidad para
nosotros aquí. Ellos vuelan los aviones todo el tiempo.
—¿Dura?
—Oh, sí. Ella no acepta ninguna mierda. —La cantante suspiró y se apartó de
la mesa—. Lo siento, Willow, pero estoy agotada. —Ella comenzó a retirar los
platos de la mesa.
Christine resopló.
—Gracias. —Willow metió los platos en sus brazos, una suave sonrisa adornaba
sus rasgos que hicieron derretir a Christine.
—Si necesitas algo, cualquier cosa, por favor, no dudes en despertarme, ¿de
acuerdo? Quiero decir, que realmente quiero que vengas a buscarme. Me da 179
la sensación de que eres una chica fuerte que puedes arreglártela por ti
misma —Christine sonrió ante el rubor que hizo a la rubia aún más adorable—
. No aquí. ¿Me entiendes?
Willow asintió.
—Lo entiendo.
—Bien. Buenas noches, Willow. —Ella se giró para irse, luego se detuvo, miró a
la rubia—. Hablaremos mañana. —Entonces ella se fue. Willow se puso de pie,
con los platos todavía en la mano, mirando alrededor de la gran terraza,
iluminada con pequeñas luces Tiki que estaban adornando la parte superior
de la terraza. Se encendieron por si solas, por lo que Willow supuso que debían
utilizar gas.
Paseando por el nivel principal de la hermosa casa, busco ideas para lo que
le gustaría hacer con el rancho, pasó los dedos sobre el blanco, sofá de cuero,
el material era suave, pero con textura que hizo que la delicada punta de sus
dedos hormigueara. No podía creer dónde estaba, y tuvo la intención de
llamar a Kevin y contarle todo sobre ella.
—Estoy bien —susurró, presionando los ojos húmedos con las palmas de sus
manos—. Estoy bien.
Sus dedos morían de ganas por golpear las paletas, y deslizar hacia atrás la
pelota sólo para disparar como un cañón. Pero, por desgracia, pasó de él,
para no despertar a su anfitriona. Las dos paredes finales se alineaban de
arriba a abajo con estanterías llenas de libros.
No era una gran lectora, pero Willow tenía sus favoritos, y cuando ella pasó los
dedos por las cubiertas, alineadas como soldados, se encontró con unos
cuantos de ellos.
Los ojos verdes bajaron hasta la biografía, donde se leía que Parker y su hijo
vivían en el área de Boston. La decisión fue tomada, Willow llevó el libro contra
su pecho, apagó las luces y subió las escaleras para llegar a su dormitorio.
* * *
¿Que podría ser mejor? Con el paraíso a su alrededor, se sentía viva y lista
para hacer lo que su cuerpo le pidiera.
Christine equilibró la bandeja en una mano mientras que con la otra golpeaba
ligeramente la puerta del dormitorio de Willow. Después de un momento
escuchó un sonido desde el otro lado, a continuación, un suave
—Buenos días —dijo Willow, su voz era pesada y gruesa por el sueño. Parpadeó
los somnolientos ojos varias veces, encantando, sin saberlo, a su amiga con su
pelo desordenado y la camiseta que llevaba torcida alrededor de su
pequeño cuerpo.
—Fue un placer. —De pie junto a la cama, con las manos en las caderas, la
cantante miró a su alrededor, viendo si había algo más que pudiera hacer. —
Bueno, entonces que lo disfrutes. —Se volvió para marcharse, pero fue
detenida por una mano cálida en su brazo.
—¿Te vas?
Miró a la rubia, con las cejas fruncidas que casi la hicieron parecer petulante.
Demasiado linda.
—Unh uh, no. Sienta tu culo aquí y únete a mí. —Willow se apartó un poco,
palmeando la cama junto a ella—. Hay mucho aquí.
Feliz de aceptar la invitación que secretamente esperaba, Christine se
acomodó en la cabecera y sonrió mientras la bandeja era colocada sobre
sus muslos.
—Entonces, veo que te gusta Parker Davies-Dubois —la cantante dijo, mirando
a su amiga mientras metía un poco de kiwi en su boca. Willow, masticando
con satisfacción un poco de melón, asintió.
—Sí. Ella es mi vecina. Y se queda aquí todo el verano, mientras su hijo está
con su padre en Boston.
—Me estás tomando el pelo, ¿verdad? —Willow podía sentir crecer su nivel de
excitación, aunque no estaba segura.
—No. Estoy hablando en serio. —Los ojos azules se encontraron con los verdes,
firmes y sinceros.
—¡Santo cielo! —Willow susurró, dándose cuenta de que no era una broma.
—¿Tienes más sorpresas bajo esa manga tuya? —preguntó Willow, tomando
un largo trago de su jugo.
—Supongo que tendrás que esperar y ver, ¿verdad? —Ella empujó a la rubia
con su hombro.
Willow sabía que su bebé no media más de 15 mm de largo, con sólo ocho
semanas de embarazo, pero ella estaba allí. Sí ella. Willow no podía evitar
pensar que ella estaba esperando una hija.
La sonrisa que se extendió por su cara era de absoluta belleza, del tipo que
sólo puede dar la delicadeza del instinto maternal. Su bebé. Su hija.
¿Alguna vez Kevin entraría en razón? ¿Alguna vez aceptaría el hecho de que
él era el padre de un niño?
El accidente.
No. Eso eran las reflexiones sin sentido de una mujer que estaba asustada y
tenía su mundo sacudido hasta la médula.
Finalmente se sintió limpia y capaz de hacer frente al día, Willow cerró el agua,
limpiando automáticamente el interior del pequeño cubículo.
Llevó los tirantes sobre su cuello, estiró los brazos para atar los lazos en medio
de la espalda. Las cejas se estrecharon mientras tiraba de la parte superior, los
lazos eran más corto de lo que recordaba. Es cierto que ella no se había
puesto la parte superior en más de un año, pero aun así...
Al volverse, estaba contenta de haberse puesto las gafas de sol, así podría
ocultar la expresión de su mirada. Sus ojos viajaron por todo el cuerpo fuerte y
compacto de Willow. El físico de la rubia estaba bien esculpido gracias a las
horas de trabajo duro en el rancho y el trabajo con esos animales gigantescos
llamados caballos.
—¿Qué? —La rubia se miró a sí misma, pasando la mano por su torso desnudo,
preocupada por parecer mucho más horrible de lo que pensaba.
—Sí. ¡Estoy muy emocionada! —Willow siguió a su amiga por las escaleras
hasta donde estaba estacionado el jeep. 186
—¿Quieres caminar o conducir? —Christine preguntó, poniendo su mano en
el guardabarros delantero. Mirando hacia los acantilados, escuchó el mar más
allá, Willow se mordió el labio inferior pensando por un momento, luego se
volvió a la morena.
—Caminemos.
Tomando las dos toallas que llevaba sobre su hombro, Christine bebió el resto
de su bebida, aplastó la lata en la mano y luego la tiró a la papelera de metal
que estaba al final de la escalera.
La playa estaba vacía, por supuesto, ya que ese tramo era el parque privado
de la cantante. Llevó a su amiga a la playa de arena blanca, lejos de donde
las rocas se deslizaban eventualmente en la base de los acantilados.
Willow sintió la arena caliente bajo sus sandalias, tan perfectamente blanca
que casi cegaba.
Willow puso sus gafas de sol hacia abajo, mirando por encima de ellas. Luego
colocó las gafas en su lugar, y ella volvió la cara hacia el sol, una nueva capa
de protector solar le daba a la cara una ligera palidez fantasmal.
—¿Tú y el bebé estáis bien? —preguntó, con voz tranquila. Se sintió aliviada
ante el movimiento de cabeza que recibió.
—Él no quiere a su propio hijo, Christine —gritó Willow, las lágrimas caían ahora
de una manera que era imposible detenerlas—. ¿Cómo no quiere a su propia
sangre?
—Ya sabes —ella comenzó a decir, su voz era suave, pero gruesa debido a las
lágrimas— solía fantasear sobre lo que sería tener un hijo, ¿sabes?
—Cuando era una niña, era difícil. Mi madre estaba tan absorta en sí misma,
en mi padre o cualquier novio que se encontrara después que se divorciaron.
Incluso además de eso, lo pasé muy mal cuando era una niña, y no creo que
ella realmente me amara, ¿sabes? —Willow sorbió una vez más, y luego
continuó—. Creo que ella lo hizo lo mejor que pudo, pero simplemente no
estaba emocionalmente involucrada
—Tener a mi bebé. Sacarlo adelante a él o ella, aunque creo que será una
ella, entregándole lo mejor de mí.
—Gracias.
—Te dije acerca de mis padres cuando tenía nueve años —sintió una
inclinación de cabeza—. Bueno, aunque pude quedarme con Adam y su
madre de vez en cuando, todavía necesitaba dinero, y siendo la estúpida
joven que era, decidí añadir un poco de aventura para hacerme de dinero.
—Ella sonrió ante lo ridículo de la idea. 191
—Vamos, Adam. ¡Será divertido! —Le rogué, tirando de su brazo. Parecía
escéptico en el mejor de los casos, mordiéndose el labio, me mira sobre la
parte superior de las gafas—. Piensa en ello; un montón de dinero, y sexo. —
No sé, Chris. Suena un poco peligroso.
Willow cerró los ojos, instintivamente contra lo que ella podría oír a
continuación. Su corazón se rompió por la joven, por lo pérdida que Christine
Gray debió haberse sentido.
—Teníamos una cosa por vender, y eso era a nosotros mismos. —Ella suspiró,
apoyando la barbilla en la cabeza de Willow—. Hablé con Adam para que se
uniera a mí en las calles, Willow. Nos vendimos al mejor postor en un primer
momento. Luego, cuando nos dimos cuenta de que había demasiada
competencia para ser exigentes, simplemente nos íbamos con el que tenía
el dinero en efectivo.
—Mira, hay un cierto grupo de hombres por ahí que aman la compañía de un
joven —susurró ella, sintiendo un escalofrío pasar a través de su amiga—.
Adam es un hombre guapo, y se convirtió en un chico muy guapo. Era
bastante popular —su voz se quebró—. Y ahora, gracias a mí, él está pagando
con su vida por esa popularidad.
—De Sida. Se le diagnosticó el VIH hace ocho años. Sólo que no se molestó en
decírmelo. —Su cabeza cayó, su pelo cayó hacia adelante para crear una
cortina protectora. Willow salió a gatas de entre las piernas de la cantante,
para colocarse de rodillas y llevar a la mujer que lloraba a sus brazos.
El sol siguió brillando, las olas golpeaban la arena. El mundo seguía girando, y
los corazones seguían latiendo.
* * *
Willow estaba extremadamente sorprendida por las dotes culinarias de
Christine. Juntas prepararon una comida maravillosa para su invitada, que
debía llegar en menos de dos horas.
El día había sido perfecto, el lugar era increíble, todo era como un sueño.
Sentía una conexión y un vínculo con la bella cantante que nunca había
conocido antes, y era maravilloso, y muy necesario en este momento, para
ambas, ella pensó.
—Bien, bien. Jefa. —Rodando los ojos, Willow corrió escaleras arriba. Estaba
nerviosa esta noche estaría sentada en la cena junto a Parker Davies-Dubois—
. Oh, Dios mío —murmuró, corriendo a la habitación que estaba usando,
hurgando a través de su ropa. No tenía nada remotamente agradable, a
pesar de que Christine intentó decirle una y otra vez que se trataba de una
cena informal, entre amigos. 193
Quedándose finalmente con un par de pantalones cortos de color caqui y
una camisa manga corta de color verde claro, saltó a la ducha, tomándose
su tiempo. Se sentía como una tonta tratando de impresionar a una mujer que
probablemente no le importa un comino de todos modos. Riéndose de sí
misma y de su propio vértigo infantil, terminó de vestirse y se miró a sí misma en
el espejo. Estaba contenta con el bronceado, su piel tenía un agradable color
marrón dorado.
—Está bien —ella sopló fuera—. Puedo hacer eso. —Aun así, cuando el timbre
de la puerta sonó, la rubia saltó y sintió sus palmas húmedas de sudor.
Limpiándolas en los muslos de sus pantalones cortos, tomó varias respiraciones
profundas.
Christine abrió la puerta, una ola de aire con olor a sal entró junto con su
invitada.
—Hola, Willow. Qué nombre tan bonito. —Parker sonrió, sus grandes ojos azules
parpadeaban alegres. Tenía sus largos rizos rubios atados en una cola gruesa.
—Oh, uh, gracias —Willow sonrió con timidez, tomando la mano extendida, la
envolvió en un suave, pero firme apretón de manos.
Una vez que la enfermera miró hacia ese rostro inocente, y sincero, sintió que
sus nervios cedían, y una lenta sonrisa comenzó a formarse.
—Bueno.
* * *
195
Willow se secó los ojos una vez más, recuperándose de la última anécdota que
la escritora les había contado. ¿Quién se imaginaría que era tan divertida?
—Oh, detente —rogó ella, usando su servilleta para secarse los ojos, haciendo
que las otras dos rieran aún más fuerte.
—Arriba, arriba —Willow se puso de pie, y luego gritó ligeramente mientras era
atrapada en un abrazo igual de apretado—. Fue un placer conocerte —dijo
Parker, sonriendo de oreja a oreja.
—Vamos. Salgamos —dijo Christine, con un brillo juguetón en sus ojos. Willow
bebió rápidamente el resto de su vino, y luego se unió a la cantante en la
puerta.
—Increíble —Willow susurro, mirando hacia arriba para ver los millones de
estrellas—. Ni siquiera en el rancho puedo ver estas estrellas.
Christine miró a la mujer hermosa, los ojos se volvieron de un color gris oscuro
en la noche casi sin luna, pequeñas líneas comenzaban aparecer en sus
esquinas. Una suave sonrisa curvaba sus labios llenos. Los ojos azules estudiaron
los labios, las líneas suaves de la barbilla y la mandíbula, que conducía a un
cuello suave, y blanco como la nieve.
Sus ojos parpadearon de nuevo para ver a Willow, luego regresaron a sus
labios. Como si estuviera en un sueño, la distancia se cerró, aunque ella no
tenía idea de cómo, pero de repente sintió esos labios contra los suyos, tan
suaves como parecían.
El sueño continúo cuando Christine llevó una mano, rozando el dorso de sus
dedos contra la mejilla fresca, y suave.
La boca debajo de ella se movió con ella, los labios rozaron los suyos. Así como
de repente ya no estaban.
* * *
—No quiero hablar de eso. Sólo por favor, ¿haz esto por mí? —Suplicantes ojos
azules se encontraron con los de Parker. Buscando esa mirada, la escritora
finalmente accedió.
—Bueno.
—Gracias. —Apretó a la escritora en un abrazo doloroso, quien salió volando
de la cabaña.
198
Capítulo 9
L
os ojos verdes se abrieron, observando alrededor de la habitación. La luz
era tenue, todas las persianas y cortinas estaban cerradas
herméticamente, dejando fuera el mundo y los miedos de Willow.
Al sentarse, los ojos al instante se cerraron ante el golpeteo en las sienes. Tomó
respiraciones lentas y profundas, intentó controlar el pulso, lo sentía golpear
fuerte en su cuello, provocándole dolor. Sabía que tendría que deshacerse de
esto por ella misma, la medicina no era una opción en este momento.
—Está bien —gimió ella, empujando lentamente las mantas y lanzando las 199
piernas por el lado de la cama, los pies descalzos hicieron contacto con la
alfombra colocada sobre la baldosa debajo de su cama. Avanzó lentamente
al baño, metió una toalla bajo el agua fría, colocándola alrededor de su
cuello. Hizo una mueca por la sensación de frío, pero rápidamente la dejó,
dando paso a un alivio leve.
Willow tuvo mucho tiempo para pensar en las cosas de la noche anterior. Su
estómago estaba lleno de náuseas y de emociones inestables. Sí, ella se había
enfadado con Christine por hacer eso, el beso inesperado, el cosquilleo
inesperado, por la pérdida del mismo.
¿Por qué Christine había hecho eso? ¿Qué esperaba de esto? Willow repasó
los eventos en su cabeza una y otra vez hasta que logró ganarse la migraña
que la tuvo en vigilia. Era una noche perfecta, se había divertido, se habían
sentido cómodas. La playa, la luna, el océano. ¿Había actuado bajo el influjo
de todo eso, o la cantante la llevó a la isla con la esperanza de hacer una
cosa así? ¿Todo había sido orquestado? ¿Es por eso que una mujer hermosa,
rica y famosa como Christine Gray, que tenía todo lo que quisiera, se había
interesado en una enfermera sin rostro de Oklahoma? Lejos de la ostentación
y el glamour de Hollywood.
—Uh, detente —Willow se quejó, apoyada contra una pared del pasillo,
sosteniendo la cabeza en sus manos. La marcha de los pensamientos a través
de su cabeza le estaba dando ganas de vomitar.
Al bajar por las escaleras, sólo escuchó el tictac del enorme, y redondo reloj
que adornaba la pared de la cocina. El café estaba hecho, y la pequeña luz
verde brillaba invitándola. Por suerte Christine sólo bebía café descafeinado,
por lo que todo estaba bien.
Un lado de la mampara de vidrio, estaba abierta, permitiendo oír los sonidos 200
que el océano producía, cuanto más cerca estaba la rubia de la puerta.
—Está bien —ella respiró, sintiendo que todo volvía asentarse de nuevo, y ella
comenzó a moverse hacia adelante una vez más.
Willow se volvió hacia ella, con el ceño fruncido. Algo andaba mal.
—¿Dónde está ella? —La rubia recordó haber visto la puerta de la habitación
abierta lo que significaba que la cantante no estaba en ella.
—Por favor, siéntate —dijo Parker, sus pies calzados con sandalias golpearon
la cubierta. Cautelosa, Willow sacó una silla a la izquierda de la escritora. Se
sentó y colocó la taza sobre la mesa.
—¿Qué está pasando, Parker? —la rubia más pequeña preguntó, su voz era
grave.
201
—Christine se marchó.
—¿¡Qué!?
—Espera —Parker levantó una mano—. Déjame terminar. ¿Está bien? —Willow
asintió de mala gana, la cabeza le dolió aún más—. Vino a mí esta mañana
temprano, bastante intranquila. No sé lo que pasó, no quiso hablar de ello,
pero se sentía muy mal.
Willow se encontró con los ojos de la otra mujer, sin ver nada, más que
verdadera compasión y preocupación allí. Lo pensó por un momento, luego
sacudió la cabeza.
—Si no te importa, Parker, creo que quiero estar sola por un tiempo. —Sonrió
como disculpándose, y encontró su mano envuelta en dos cálidas.
—Bien.
—Christine se preocupa por ti, y sé que ella nunca haría nada que pudiera
perjudicarte intencionadamente. Te considera una verdadera amiga, y por
desgracia para ella, amigos de verdad tiene muy pocos, así que sé que ella
nunca haría nada para poner en peligro eso. —dicho esto y con una sonrisa 202
amable, Parker se puso de pie, agarrando su taza de café se dirigió al interior,
sólo para regresar unos momentos después para bajar por las escaleras. Desde
abajo, miró a la enfermera que no se había movido.
Willow sentada, bebía su café con aire ausente, preguntándose qué debía
hacer. Internamente, también estaba luchando con sus emociones. ¿Debería
estar enfadada con Christine por el beso o por abandonarla en el paraíso?
Tal vez ella también estuvo despierta toda la noche. ¿Cuándo se había ido?
Willow no pudo evitar sentirse traicionada por la partida de Christine. ¿Por qué
no pudo quedarse para hablar de lo sucedido? Sí, Willow había oído la
explicación de Parker, y entendió bastante bien, demasiado bien, tal vez.
Después de todo, ella estaba en la isla Quenby, ¿no? Pero aun así...
* * *
El fin del desvelo fue rápido y sorprendente. Willow miró a su alrededor, sin
saber dónde demonios estaba, y por qué se había despertado. Se dio cuenta
que estaba en uno de los sillones de cuero blanco en la sala de estar, una
cadena de baba iba desde los labios a la almohada bajo su cabeza.
—Mierda —lo limpió con la mano. Parpadeando en rápida sucesión, también 203
se dio cuenta que había alguien en la puerta.
—Si usted es Willow Bowman, sin duda puede. —Su sonrisa era radiante,
brillante como su ropa, que casi reflectaba el intenso sol, de mediodía.
—Soy yo.
—Cariño, no voy poner mis manos sobre tu piel dulce de algodón, lo siento —
La miraba con ojos acusadores, y las manos en la cadera. Comprendiendo al
fin, Willow suspiro de alivio.
—Parker, por supuesto. ¿No es ella una muñeca? La amo. Y su hijo va a ser un
rompecorazones al igual que su padre, algún día. —Freddie había 204
comenzado a destapar algunas de las botellas, vertió algún tipo de líquido
verde, fragante y espeso en sus palmas, y luego se las frotó vigorosamente—.
Vamos, cariño, muévete —ordenó, dándole la espalda a ella para darle un
poco de privacidad.
—Mm, mm. Fabuloso. —Sonrió, grande y desarmado. Dando pasos hacia ella,
levantó la mano fuerte y bien cuidada, frotando un mechón de la rubia entre
pulgar e índice—. ¿Quién te corta el pelo, dulzura? —preguntó, pasando la
mano por los filamentos gruesos.
—Uh, Cost Cutters, por lo general —Willow murmuró, frunciendo las cejas
mientras se preguntaba qué demonios iba a hacer ahora. No estaba
acostumbrada a una atención tan centrada, y no estaba del todo segura de
qué hacer con ella.
—No —soltó, inclinándose para mirarla a los ojos—, ¡No, dejas que esos
zoquetes toquen este magnífico vellocino de oro! —Ella se rio, asintiendo—.
Oh, cariño. Eso es un pecado muy malo. —Dejando caer su mano, él le golpeó
el culo—. Está bien, amiga, salta sobre la mesa para mí, por favor.
—Vuélvete, dulzura —le dio instrucciones en voz baja, él ajustó la sabana para
ella, manteniendo su privacidad tanto como era posible.
—Hmm —respondió ella, con los ojos cada vez más pesados, la mente vagaba
más y más lejos en el espacio. Los hombros estaban relajados, los dedos
seguían masajeando los costados, y su respiración era tranquila. Paz.
El sonido del mar que golpea las olas es maravilloso, estrellándose contra mis
oídos, el aire salado llena mi nariz. Todo lo que puedo hacer es suspirar de
satisfacción.
La arena se filtra entre los dedos de mis pies, una sensación que no me había
dado cuenta que me gustaba tanto hasta que llegué al paraíso.
Las palmeras se mecen, las flores silvestres hacen que el aire sea fragante. En
la playa veo a alguien, y sonrío, reconociendo la naturaleza del movimiento.
—¡Kevin! —le grito, corro con mis pies descalzos en su dirección, a pesar de
que todavía es sólo un reflejo en el calor. Comienzo a correr, extrañada de por
qué no se ha aproximado más cerca, y estoy impaciente por contarle mi gran
noticia. No sé qué noticia es, pero sé que es importante, y sé que necesita
saberla.
—¡Empuja, Willow! ¡Empuja! —grita, pero estoy teniendo problemas con ello.
Mi cuerpo está demasiado relajado, no me puedo mover, no puedo empujar.
Buscando entre mis piernas abiertas, veo unos ojos azules que miran hacia mí
desde el vértice.
—Christine —le suplico, el miedo aprieta mis entrañas cuando Kevin camina
inquieto detrás de ella, sus ojos nunca dejaron de mirar entre mis piernas—.
Salva a mi bebé. 206
Como un león listo para saltar, Kevin da pasos más cerca de mí, acortando la
distancia, flexionando los dedos y los nudillos a punto de estallar.
Inhalo una vez, tratando de detener el flujo de las emociones, aunque lo hizo
sólo a medias.
—No lo sé —sollozó ella, luego rio nerviosa de nuevo—. Apuesto a que soy la
primera en llorar en tu mesa, ¿eh?
—Bueno, en realidad no. No es muy común, pero por lo general son lágrimas
de liberación —limpió suavemente una lágrima que caía, con la punta del
dedo—. ¿Lágrimas de dolor o angustia? No te hice daño, ¿verdad?
—Gracias.
—No te preocupes, hermosa. Digamos que terminó, ¿eh? —Él la empujó con
el hombro, y ella lo empujó hacia atrás, moviendo la cabeza.
* * *
También tenía que reunirse con Kevin para que pudieran elaborar un plan de
acción. Creía firmemente que necesitaban separarse hasta que él dejara de
comportarse como un idiota, o ella pudiera reunir el valor para tomar una
decisión sobre el destino de su matrimonio.
Suspirando, cogió el teléfono inalámbrico del grueso brazo de la silla y marcó 208
el número que acababa de memorizar de la pizarra en la cocina.
* * *
—Gracias, doc.
—Tu cirujano plástico tiene un buen culo —dijo Sandra, cruzando las piernas y
ajustando los pantalones para cubrirse la parte superior de la bota.
Bob la miró a través del espejo, luego se volvió hacia su propio reflejo.
—Es mejor que sane bien o juro que le quitaré todo lo que tiene —murmuró,
para sí mismo. De pie, se puso la chaqueta ligera que abrazó sus anchos
hombros a la perfección.
—Vamos —dijo, odiando que el vendaje en su nariz llamara tanto la atención
sobre su bronceado, lo hacía aún más evidente. Sandra se puso de pie,
tirando de las correas delgadas de su bolso sobre su hombro, buscando las
llaves del coche.
—Está bien. Se siente como un jodido melocotón. —Él se quejó, siguiendo por
el pasillo que conducía a la salida privada de la oficina del Dr. Rae, para
clientes importantes como él, que no querían que los malditos diarios los
salpicaran al día siguiente, por haber recibido un poco de ayuda médica.
—Bueno, tal vez puedas aprender a mantener los comentarios indiscretos para
ti mismo —sugirió Sandra, tocando el botón del ascensor privado, y mirando
por encima del hombro al hombre iracundo a su lado. Observó sus ojos oscuros
llenos de fuego.
—Ey, Bob. ¿Cómo estás? —preguntó Dennis Weinz, con las espesas cejas
fruncidas formando una oruga peluda en el puente de la nariz. —¿Qué pasó?
—Kat —El manager recordó cuando esas largas piernas estuvieron envueltas
alrededor de él. Es posible que ella no fuera capaz de cantar, pero era muy
buena follando.
Con los ojos todavía sobre el número, cogió el teléfono y marcó rápidamente.
—Señor Brine —Bob se echó hacia atrás en su silla—. Soy Robert Knowles del
Grupo Knowles.
—Bien, bien. Muy bien, en realidad. ¿Qué tan rápido puede reunirse conmigo
en mi oficina del centro?
—Ahí estaré.
* * *
Las calles estaban tranquilas, muchos de los turistas regresaron a casa para el
fin de semana, los lugareños estaban en sus hogares. Las noches de Aspen
eran frías al final del verano. De todos modos, Christine paseaba, con las
manos en los bolsillos de sus pantalones sueltos, y la camisa desabrochada.
Continuando, Christine pasó una mano por su pelo, los gruesos y oscuros 211
mechones caían en su lugar sin frizz. Eso era lo bueno de tratar su cabello
profesionalmente una vez a la semana. Se acordó de los días en que después
de una buena lluvia su cabello parecía un rosal.
Con una bolsa blanca de croissants en una mano, y un moka con crema
batida extra en la otra, Christine se dirigió de nuevo a la calle donde había
dejado el Hummer alquilado. Se desplazó dentro del enorme vehículo, puso la
bolsa en la consola entre los dos asientos delanteros y tomó un sorbo de la
bebida, haciendo una mueca cuando se quemó la lengua.
—Maldita sea —dijo entre dientes, aspirando bocanadas de aire fresco para
enfriar la lengua—. Bueno, ahí va un centenar de papilas gustativas —
murmuró, dejando el vaso grande en uno de los muchos portavasos de la gran
camioneta. Giró el encendido, la bestia rugió debajo de ella, y se alejó de la
acera.
El tráfico era escaso, ya que era después de las diez. Christine subió el volumen
del reproductor de CD a niveles ensordecedores y cantó junto a quien lo hacía
en su MP3, que tenía más de cien canciones de varios artistas y estilos.
Con dedos torpes buscó en el GPS, un mapa de los Estados Unidos, la cámara
hizo un zoom en dónde estaba, enumerando los estados vecinos. Oklahoma
apareció en la pantalla por un segundo, y luego desapareció.
Christine esperó un segundo, y luego habló. —¿Willow? ¿Estás ahí? Si es así, por
favor coge el teléfono. —Ella esperó, un latido, dos. Con un suspiro, sus
hombros se desplomaron—. Creo que te he echado de menos. —Cerrando el
celular, lo arrojó al asiento junto a ella, sin importarle que se estrellara en la
bolsa de croissants. Pensó en lo que la había perseguido en cada paso de su
viaje durante la semana pasada. ¿Cómo había logrado fastidiar las cosas tan
terriblemente? Ella pudo hacerlo mejor y, sin embargo, había dejado que sus
emociones la controlaran.
—Estúpida —dijo entre dientes por enésima vez. Willow tenía razón toda esa
mierda por la que estaba pasando y Christine sólo logró empeorar las cosas.
¿Cómo pudo haberla besado!? Sabía que Willow no estaba interesada, e
incluso si lo estuviera, estaba casada, ¡por todos los demonios!
Christine levantó una mano, limpiándose la lágrima que le hizo cosquillas en el
rostro. Le preocupaba haber arruinado lo que sabía intuitivamente habría sido
una amistad maravillosa, de toda la vida, del tipo que nunca había pensado
volver a encontrar de nuevo. Cuando conoció a Adam la inocencia de la
juventud y la desesperación había sido como el pegamento para ellos. Siendo
adultos, las amistades como esa eran casi imposibles. De adultos aprendieron
a no confiar, y no dejaron que nadie entrara a ese nivel emocional.
Willow era diferente. La cantante sabía que podía confiarle cualquier cosa,
desahogarse de un pasado que aun obstaculizaba sus pasos. Un pasado
sobre el que tuvo que mentir en casi todas las entrevistas cuando se le
preguntó de dónde venía, preguntas sobre sus padres, hermanos.
Era mejor así, Christine dijo, sollozando empujando hacia atrás las lágrimas que
amenazaban con salir. Willow podía volver a su vida en Oklahoma, resolver las
cosas con Kevin, o seguir adelante y no tener en su vida una carga tan
problemática como ella. Con amigos así... 213
Christine subió la música hasta un nivel que casi le hizo doler la cabeza, el
sonido alejaba sus pensamientos.
* * *
—Kevin, lo digo en serio. —Rachel miró al hombre que había aparecido en las
últimos tres noches, con la mano presionando firmemente contra su pecho—.
Está tratando de trabajar y la meterás en problemas si sigues viniendo hasta
aquí, con la esperanza de verla.
—No me devuelve las llamadas, Rachel —dijo, con el ceño fruncido—. Maldita
sea, ¿cómo se supone que vamos a arreglar esto si ella no quiere hablar
conmigo? —Alzó los brazos con exasperación. Rachel se sintió mal por lo que
estaba a punto de decir, pero necesitaba decirlo.
—Tal vez ella no quiera solucionarlo, Kevin. —Su voz era tranquila, casi amable.
Su cara se desmoronó, pero él tomó una respiración profunda, manteniéndose
firme.
—Ya veo. —Se puso de pie, alejándose de la pelirroja—. Bueno, ella tiene que
escucharme. Ella y yo tenemos que hablar, sin importar que.
Rachel asintió.
—Hazlo. —Con esto, se volvió y salió por la entrada principal, mientras Rachel
lo veía marcharse. Ella suspiró, odiando que la pusieran en esta posición. No
era justo para ella, o para Kevin, en este caso. Se fue en busca de su cobarde
amiga.
Su día fue largo, pero finalmente llegó a su fin. Encontró a Rachel y se dirigieron
juntas a casa. Sentadas en la camioneta de Willow, ambas estaban tranquilas,
la pelirroja mirando por la ventana, observando el amanecer de un nuevo día.
Willow la miró un par de veces, tratando de decidir qué decir. Sabía que tenía
que decir algo.
—Está bien. Tienes razón, te mereces una explicación. —Rachel la miró, con 215
los ojos en blanco. Willow se mordió el labio por un momento, mirando a través
del parabrisas, tratando de decidir por dónde empezar.
—Lo que voy a decirte no puede salir de esta camioneta, Rachel. —En un
semáforo en rojo, la rubia miró a su amiga, con la expresión absolutamente
seria, exigiendo la aceptación de estos términos.
—Está bien. Lo prometo. —Ella se mantendría fiel a esa promesa, pero la parte
chismosa en ella ahora estaba de pie en alerta total, la curiosidad la tenía en
ascuas.
—Está bien. Aquí va. Christine me llevó a una isla de la costa de Belice, una isla
privada que ella y algunas otras personas muy ricas compraron para su
tranquilidad.
—En el Caribe.
—¡Ella te llevó a una maldita isla tropical!?
—Guau.
—Fue perfecto, Rachel —Su amiga tuvo que prestar atención de verdad, la
voz de Willow era casi un susurro—. Romántico, como si ya lo hubiera vivido. —
Suspiró de nuevo, mirando a la pelirroja—. Me dio un beso.
—Hmm —dijo Rachel con aire ausente, entonces entendió. Su cabeza giró
bruscamente—. ¡¿Qué?!
—Sí. Dije algunas cosas malas, Rach. Algunas cosas que lamento ahora.
—¿Qué dijo ella? —La voz de Rachel también fue un susurro, sintiendo que
esto era una enorme joroba en la floreciente amistad.
—No mucho, la verdad. Pero pude ver en sus ojos, Rach. —Se arriesgó a otra
mirada a su amiga—. Ella estaba tan desconcertada de sus acciones como
yo.
—Me enojé porque reaccioné visceralmente. Creo que dejé que todo lo que
había estado hirviendo durante las últimas semanas se derramara contra ella.
No se merecía eso. Y en cuanto a por qué, como he dicho, fue una hermosa,
y romántica noche; creo que quedó atrapada en ella.
—No, no puedo. Es como es, y ahora tengo que vivir con eso. —Acercándose
al camino de entrada, la rubia tiró del freno y apagó el motor. Se giró para
encontrar la mirada de su amiga en ella—. ¿Qué?
—No, ¿que hay en tu mente? —preguntó la rubia, tras ella, cerrando la puerta
frontal de nuevo detrás de ellas—. Vamos, Rachel, suéltalo.
—Está bien, está bien. —La enfermera dejó el bolso en el sofá luego se volvió
hacia su amiga, con la mano en la cadera—. Creo que Christine resultó ser
una gran amiga para ti, intuitivamente creo que ella habría sido una gran
parte en tu vida. Creo que lo estás tirando a la basura, y todo por terquedad.
—¿No lo estás?
* * *
El hombre del traje gris barato, con la corbata negra y verde suelta bajo el
cuello, libreta en mano, sobresalía como un pulgar verde.
Al oírlo caminar hasta ella, la mujer conocida en la calle como Molly Tamale,
se volvió y miró al chico blanco de arriba abajo llevaba un traje barato que
colgaba de los hombros delgados al igual que una camisa colgaba de una
percha de alambre. Su pelo, rubia fresa, estaba peinado hacia atrás de
manera pulida y sofisticada, en lugar de verse como Rick Astley parecía un
mafioso de poca monta.
Ella se dio la vuelta. De ninguna manera ella podría dormir con eso.
—Disculpe —dijo, con voz suave y llena de sol de California. Ella lo valoró con
otra mirada de sus ojos oscuros—. Hola —extendió una mano con dedos
delgados, muy pálida y pecosa—. Soy Kenneth Brine, y me gustaría hacerle
algunas preguntas si me lo permite.
—Uh, bueno, eh, señorita Tamale, ¿verdad? Puedo compensar su tiempo —Un
destello de color verde llamó la atención de Molly. Tenía toda su atención
ahora. Con un suspiro de alivio, Kenneth continuó.
—¿La conoces? —sacó una imagen de cinco por siete. Los ojos oscuros se
movieron sobre las características, tan familiares para todos en el vecindario
por una razón u otra.
* * *
Willow pasó los dedos por el pelo, con un nudo en el estómago, con el
almuerzo listo para hacer una segunda presentación. Levantando su rostro a
la luz que entraba por las claraboyas de la cocina, se sorbió los mocos, las
lágrimas brillaban en el sol de la tarde.
Caminando hacia la ventana encima del fregadero, miró hacia los establos,
observó al caballo solitario, con la cabeza inclinada, comiendo heno.
220
—Lo siento, chica —susurró, tocando una vez más sus húmedas mejillas.
—Gracias por venir —dijo Kevin, de pie cerca del sillón reclinable junto a la
chimenea. Él se veía bien, aunque cansado.
—Es mi casa, Kevin. —le digo, mi voz probablemente es más dura de lo que
pretendo. Puedo notar que mi comentario le molesta, pues los músculos de su
mandíbula se tensan.
—Estoy viva —me defiendo—. ¿Y tú? —Se encoge de hombros, mirando por
la ventana, y luego hacia abajo a sus manos, que se mueven nerviosas en las
rodillas.
—Estoy bien. Ha sido duro, tratando de seguir con el ritmo de trabajo y este
lugar —indica la casa que nos rodea.
—¿Vas a volver a casa? No veo ningún bolso contigo —dice en cambio, con
los ojos fijos en mi asiento. Cuando miro hacia atrás de él se me ocurre que no
ha hecho una sola pregunta sobre el bebé, preguntas como ¿Estás bien?
¿cómo va el embarazo?
221
—¿Todavía piensas lo mismo? —le pregunto mirándolo con la misma
intensidad. Su frente se arruga en confusión.
—Lo que has dicho sobre el bebé, que no lo quieres, y que no quieres ser
padre.
Suspira, se pasa una mano por el pelo recién cortado. Suspiró, la manzana de
Adán se mueve al tragar duro.
—Puedo probar…
—Trataste tres meses, Kevin —digo, levantando un poco mi voz—. Has sabido
de este niño durante tres meses y sin embargo no te preocupaste por él y
mucho menos te convertirás en el padre del año.
—No, no te importa.
—Maldita sea, Te amo, Willow. He estado en el puto hospital todos los días para
ver si estabas bien, o si podía hablar contigo. —Sus ojos son de un azul vibrante
cuando su cólera se eleva.
—No nos hagas esto —dice, con voz temblorosa. Por un momento me da
vergüenza lo tranquila que me siento, lo acertada de esta decisión. Lo que
dije es cierto; que no se trata sólo de mí.
—Yo no provoqué esto. —No digo nada más, dejando que mis palabras
calaran y las pudiera comprender. No quiero hacerle daño, no es mi intención
ser una mujer cruel, indiferente. Sólo necesito que él entienda la amplitud de
lo que ha hecho, y su profunda traición.
Todo había comenzado a desaparecer lentamente. En primer lugar, Buster
había sido vendido como caballo semental. Después fue vendiendo
pequeñas parcelas de tierra, luego terrenos más grandes, y otro caballo. A
continuación, Willow tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida; vender
el rancho.
—Gracias, Mac.
—Te vas a morir cuando veas quien está interesada en tu venta —le guiñó un
ojo, luego se puso a su altura—. Willow Bowman, te presento a Christine Gray.
Una alta figura entró en la entrada, vestida informalmente, en pantalones
vaqueros, botas cómodas, y una camiseta de color amarillo primavera. El pelo
oscuro echado hacia atrás sobre sus hombros, Christine sonrió con timidez.
224
Capítulo 10
W
Illow parpadeo un par de veces, mirando estupefacta a la mujer
que ahora estaba caminando hacia ella, con una sonrisa cautelosa
sobre su rostro.
—Señorita Gray, oh al infierno con esto —Se volvió hacia el agente que
parecía más sorprendido aun por su arrebato—. Mac, necesitamos unos
momentos.
—¿Por qué? ¿Cómo pudiste?! —Se enojó Willow más de lo que podía soportar,
a sabiendas de que ¡estaba perdiendo su casa, su santuario, a un amigo!
—Yo nunca haría eso, Willow —dijo en voz baja—. Yo nunca he...
—Lo siento.
—Piénsalo de esta manera —dijo Christine, empujándose a sí misma más allá
del comentario hiriente, e iluminando la habitación con su sonrisa—. Piensa en
ello como un regalo para el bebé, la cuna final. —Sonrió, con los ojos brillantes.
Willow cogió la chispa y le devolvió la sonrisa—. Todo reembolsable, por
supuesto. Diez dólares, pagados en su totalidad, con cheque a mí nombre,
por favor.
—Christine, no puedo…
—Gracias —susurró.
—De nada. —Christine susurro, cerrando los ojos de alivio por los
acontecimientos del día—. Lo siento tanto, Willow.
—No, lo siento. —Tirando hacia atrás un poco, los ojos verdes empañados
miraron hacia arriba a los azules—. Yo fui cruel, lo siento tanto…
Se firmó el papeleo, y un muy confuso, pero feliz, Mackenzie Deaton dejó a las
dos damas solas.
—Lo siento, no pude llegar antes de que se vendieran los otros caballos —dijo
Christine, apoyada contra la valla de madera junto a la rubia, que vio
retozando a su Star.
* * *
227
Girando a la izquierda, luego a la derecha, los ojos oscuros nunca dejaron el
espejo de mano.
—Tengo que decirte, Joel, eres es un artista de las cirugías. —Sonrió ante el
médico de buen aspecto, que dio un paso atrás, con los brazos cruzados
sobre el pecho bien desarrollado.
—Te ves fabuloso, Bob —dijo el cirujano plástico, su ligero acento brasileño
suavizaron sus palabras—. Mejor que antes.
—¿Cuando voy a poner mi bisturí sobre la hermosa Christine Gray? —el doctor
le preguntó, moviendo las cejas oscuras.
Bob rio, apartando un mechón de cabello que había caído sobre la frente.
—Bueno, ya sabes lo que dicen, hay algo de verdad en todos los rumores
.
—¿De Verdad? —intrigado, Joel Rae se inclinó hacia delante en el taburete
que estaba posado—. Tal vez algo ¿se podría hacer...? —una elegante ceja
se elevó en cuestión.
—Hmm —no lo creo—. ¿Qué tal una copa entre viejos amigos, ¿eh? —El Dr. 228
Rae cuestionó.
—Te sigo.
* * *
Trista Metzger corrió tan rápido como sus piernas cortas lo permitían, un pelo
largo y oscuro detrás de ella. Casi se torció un tobillo mientras giraba la
esquina, la bota se deslizó sobre la alfombra Barbur, la mano golpeó la pared
enyesada con un sólido golpe para mantener el equilibrio, y luego corrió por
el pasillo, dirigiéndose a la puerta del final.
—¿Qué han hecho? —leyó el titular: ¿POLLUELA ROCKERA POR HORA? Había
una imagen borrosa, y obviamente trucada, de ella mucho más joven,
Christine estaba pie en una esquina de la calle con un vestido pequeño, la
mano en la cadera, ligeramente inclinada hacia adelante mientras hablaba
con alguien en un coche.
Christine leyó un comentario “de primera mano” de una mujer llamada Molly
Tamale que recordaba a la cantante como una joven que trabaja en las
calles, yendo a John’s cuando tenía tan sólo siete años.
Una vez a solas de nuevo, Christine se levantó, pasando las manos por el pelo,
moviendo los hilos largos.
—Mierda, mierda, mierda. —Esto podría arruinarla. La historia era muy mala, y
probablemente no la creerían, pero ¡mierda! Estaba muy, muy cerca de la
verdad. ¿Quién podría haber averiguado sobre esto? ¿De dónde vino?
—Sí, ¿Trista? —Ella tuvo que forzar la voz para estar tranquila.
—Está bien. Pincha la línea. —Christine se dejó caer en su silla, con la cara
convertida en piedra.
—Señorita Gray, que placer hablar con usted —entonó una voz profunda. La
cantante ignoró sus cumplidos. Había publicado un montón de críticas sobre
ella antes, al infierno, eran gajes del oficio. Pero esto era un ultraje.
—Estoy de acuerdo con el artículo, señorita Gray. —Su voz y su actitud había 230
cambiado en un abrir y cerrar de ojo. Todo un negociador duro y tan inmóvil
como una piedra—. Tenemos fuentes fiables y de buena reputación, se lo
aseguro.
—¡¿Quién?! —Ella había terminado con sus putos juegos. Tenía la sensación de
frío en las entrañas que el Enquirer había creado.
—Voy a tomar todo lo que tienes por esto, Reyes. Apuesta tu culo en ello —su
voz era como una navaja de afeitar. El eco del timbre, llenó el espacio. Los
ojos azules estaban electrificados de rabia y dolor. ¿Quién podría haberle
hecho esto a ella? Pocos conocían su pasado. Sí, era cierto el Enquirer pudo
haberlo averiguado, pero estaba tan profundamente enterrado, nadie
sabía…
—Está bien, Katrina. Lo tomaré desde aquí —dijo Bob Knowles, con el teléfono
todavía en sus manos. Sus oscuros ojos no se apartaban de la bestia en frente
de él, murmurando su adiós, a continuación, dejó suavemente el receptor en
su base.
Katrina estaba casi temblando en los tacones de aguja que Robert tanto
amaba, cuando ella regresó a su escritorio.
—No intentes mentirme, Bob. Sé que tú lo hiciste. Sólo quiero saber por qué. —
Él le devolvió la mirada, con los ojos oscuros frescos y tranquilos, aunque
Christine sabía que era un cobarde en el fondo y que estaba temblando en
sus Gucci perfectamente lustrados. No dijo nada, y ella sabía que nunca lo
admitiría. En este caso, su silencio lo decía todo.
—No te saldrás con la tuya —dijo entre dientes, de pie con la espalda recta
de nuevo—. Recuerda mis palabras, Bob. —Estaba retrocediendo lentamente
fuera de la oficina—. Si me arruino pasará lo mismo contigo. Estás despedido.
Con eso, se dio la vuelta y se alejó por el pasillo.
232
* * *
* * *
—¿No debería ser la mujer lobo se come a su marido? —Digo, ambas reímos.
Estoy tocando un recipiente de goma de mascar, las pequeñas piezas de
chicle en el interior tienen la forma de delfines. Estoy intrigada, al igual que un
niño.
—Mira, Wills —Rachel empuja la revista en frente de mi cara y mis ojos se fijan
inmediatamente en lo que parece ser una muy joven Christine Gray: ¿Polluela
rockera por horas? Siento que mi sangre se hiela.
—¿Quién pudo hacer una cosa así? —Willow susurró, rozando suavemente los
mechones de pelo oscuro de una pálida frente, con ligeros toques, para no
despertar a la atormentada mujer. Con un suspiro triste, se puso de pie, en
dirección a la planta baja, donde Rachel estaba haciendo café para ellas.
—Sí, pero ¿de dónde sacas tu fuerza extra? —las mujeres se sentaron en el 234
rincón del desayuno, las uñas pintadas de Rachel tintineaban ligeramente
contra la taza de cerámica.
—Todavía está dormida. Dios, Rachel, la deberías haber visto. —Willow negó
con la cabeza, mirando hacia la mañana fangosa—. Empapada hasta los
huesos, juro que fue como si el cielo estuviera llorando por ella. Estaba
devastada.
—El cielo estaba llorando por ella, ¿eh? —Rachel sonrió—. Creo que has
estado pasando demasiado tiempo con la cantante.
—Eso espero. Así puedo mantenerla fuera de la vista del público, incluso por
sólo unos pocos días, ¿sabes? —Willow agitó una bolsita de Splenda.
—No tengo ni idea. Se durmió a los veinte minutos de aparecer. Todo lo que
sabía era que había conducido hasta aquí desde Los Ángeles —Willow se puso
de pie y se dirigió a la nevera, sacando un par de envases de yogur.
—Eh, tú. —Willow sonrió, de pie—. ¿Tienes hambre? ¿Puedo traerte algo? —
Ella se detuvo con una mano en su brazo y una sonrisa suave.
—Déjate ayudar, ¿de acuerdo? —Willow dijo en voz baja, consiguiendo una
inclinación de cabeza.
—¿A las damas les gustan las tortillas? —Christine preguntó, mirando a las dos
enfermeras.
—¿Eres buena con ellas? —Rachel bromeó—. Soy muy muy exigente cuando
se trata de mis huevos.
—Bueno, por suerte; yo también —La cantante hizo un guiño, y luego comenzó
a quebrar algunos huevos.
Una hora y ocho huevos después, las tres se sentaron en la sala de estar, cada
uno con una taza de café descafeinado caliente.
—Necesito que ambas entiendan que ahora esta historia ha estallado, no se 236
detendrán ante nada para encontrar más, lo que en última instancia los
conducirá hasta aquí —señaló hacia abajo— a su hospital, y a los eventos que
ocurrieron en febrero pasado.
—Di lo que quieras, Rachel. Eso es lo que estos hijos de puta hacen para
ganarse la vida: Encuentran la suciedad. Recuerda mis palabras —bebía de
su cerveza—. El hospital va a ser bombardeado a preguntas. —Suspiró, la
tristeza nubló sus facciones de nuevo—. Siento mucho hacerlas pasar por esto
—dijo casi en un susurro.
Christine levantó los ojos tristes para satisfacer a los de la hermosa enfermera.
—Hice todo esto, Willow. De lo que me están acusando, lo hice.
—Ya lo sé. Pero mira lo que has hecho con tu vida desde entonces. Mira
cuánta gente has tocado por todo el mundo. Con tu música y tu talento has
alcanzado a millones de personas y las hiciste sonreír, has hecho que se olviden
de sus problemas, aunque sólo sea por un corto tiempo. —Sonrió—. Hablo por
experiencia personal, ¿de acuerdo?
Christine estudió los ojos, sin ver nada más que la verdad. Rachel asintió con
la cabeza, aunque la cantante nunca lo vio. Finalmente, ella accedió.
La cantante sonrió.
* * *
Dejando la brocha entre los dientes, Christine reajustó el pañuelo cubriendo su
cabello oscuro, y luego tomó el mango entre los dedos ágiles y comenzó a
trabajar en la pintura azul delicadamente en la pared.
—Me sorprende que comiences con esto tan pronto —Christine bajó la mirada
hacia Willow, que trabajaba en las tablas cerca del suelo mientras ella lo hacía
por todo el techo, no quería que la rubia subiera la escalera.
—No, si puedo hacer algo al respecto —Willow la miró a los ojos de nuevo, las 238
cejas fruncidas en cuestión.
—¿Oh?
—Oh, bueno muchas gracias —Willow movió las cejas hacia la cantante,
haciéndola reír.
—Bob Knowles.
—Lo siento.
—Bueno —dijo Willow, arrastrando las palabras, cruzando los brazos sobre el
pecho cada vez más grandes—. Juega a su juego, Christine. Tienes toneladas
de amigos en las altas esferas. Haz que funcionen para ti. Envía tu historia. La
historia verdadera. —Ella levantó la mirada hacia ella, dejando que sus
palabras se asentaran—. La verdad os hará libres. —Ella sonrió, con los ojos
verdes centelleando bajo la luz del sol.
* * *
—Él es tan presumido como un error en una alfombra, Chris —dijo Trista,
dejándose caer a sí misma en una de las sillas frente al escritorio de la
cantante.
—Sí. ¡Oh! ¡Dios mío, sí! Su gente casi se hicieron pis en los pantalones por la
emoción de obtener una exclusiva. —Ella rodó los ojos— Debes escuchar lo
que dice Katrina sobre él. El tipo va muy por encima de esto. Ese hijo de puta
está hablando con cualquiera que esté dispuesto a escuchar su basura. —
Cruzó una rodilla desnuda sobre la otra, balanceando perezosamente su pie 240
de tacón alto.
La cantante asintió.
—Bueno.
* * *
—Y en cinco —el productor, con el auricular en su lugar, contó hacia atrás tres,
luego se quedaron en silencio, con los dedos contando el resto del camino.
—¡Dímelo a mí! —Christine dijo, volteando los ojos, seguido por una sonrisa
juguetona, ganando, así, una pequeña risa de la periodista.
* * *
***
—La verdad del asunto es, Bárbara, que la historia es verdadera —la cantante 242
notó el ligero ensanchamiento en los ojos de la periodista, pero nada más—.
Fue un momento muy doloroso para mí, y sin duda uno que querría olvidar. —
Se encogió de hombros, con una triste sonrisa tirando de sus labios—. No fue
así.
—Sí. Ese periódico sensacionalista se basa en la verdad, sí, pero se burla del
dolor humano. Ese dolor era mío, así que ahora estoy aquí para aclararlo.
* * *
Alice tomó la mano de Adam con fuerza, su otra mano cepillaba el pelo
oscuro que descansaba en su regazo.
—Es muy valiente —dijo, hipnotizado por la mujer más fuerte que dominaba su
pantalla de veintisiete pulgadas.
—Sí, lo es —Alice dijo en voz baja, inclinándose para besar suavemente la sien,
ligeramente humedecida por el sudor—. ¿Cómo te sientes, mi amor?
—Estoy bien —dijo Adam ausente, esperando casi sin aliento a que Christine
hablara.
* * *
Sabiendo que esta era una batalla perdida, él chasqueó la lengua como un
niño haciendo pucheros, y subió al piso de arriba.
* * *
—No puedo, Adam —dije entre dientes, siendo arrastrada por mi muñeca, el
tercer tramo de escaleras frente a nosotros.
—¿Rosco?
—Cállate —sisea. Reprimo una risita. La mujer entra en la sala de estar, que
funciona como una cocina. Dejándose caer en el sofá, ella corre los dedos
fuertemente anudados a través de una mata de pelo negro y salvaje,
apartándolo de la cara. No es lo que yo llamaría bonita, pero yo no la llamaría
un culo feo, tampoco. Ella se ve más vieja que sus veinticuatro años, el rostro
estaba marcado por años de beber y fumar duro. Sus ojos son de un color gris
oscuro, que probablemente se verían muy bien si no estuvieran tan
enrojecidos e inyectados en sangre. Parches individuales de acné acribillaban
sus sienes. Mi madre diría que era por todo ese pelo.
—Ma, esta es Christine, esa chica de la que te hablé. —Adam dice, de pie
junto a mí. Su madre me mira, inhalando otra calada, entrecerrando los ojos
cuando ella lo hace.
—Sí, está bien. ¿Puede permanecer con nosotros durante un tiempo? —le
pregunta, la voz joven con esperanza.
—Cierra la boca, hijo —dice Toni, señalándolo con los dedos de cigarrillos—. Él
ha sido amable contigo.
—Sí, hasta que se vuelve loco —murmura él, tirando de mí por la manga hacia
la puerta.
Y así fue. Toni todavía me asusta. ¡Es una mujer bastante agradable, pero no
la hagas enojar! Whoa, muchacho. Mala idea. Llegué a la vivienda más de
una vez para escuchar una pelea a gritos entre el chico y su madre.
Nunca me dijo de donde venía el apodo de Rosco. Creo que tiene algo que
ver con algún pariente muerto.
A los once años es cuando las cosas cambiaron para mí para siempre.
Verás, yo crecí un montón, era muy alta para mi edad entonces. Adam y yo
estábamos sentados en el piso de la sala, luchando por quién sería el siguiente
en jugar Nintendo. Tenía sólo un control. Era muy frustrante.
—Hey —Bernie, el último desliz de Toni, golpea al niño en la cabeza—. Que es 246
ese agujero tuyo. —Los dos miramos hacia él, sorprendidos. Él me mira y me
guiña un ojo. Me estremezco con disgusto.
Bueno, el infierno se desató un día, cuando Toni llegó a casa para encontrar
a Bernie en una posición muy comprometida. ¡Yo estaba sentada en el sofá,
pensando en mis malditos asuntos cuando el chico saltó sobre mí! Empieza a
besarme, su gran mano, grasienta de un día de trabajo en el taller, cubre mi
pecho y lo aprieta. Duro.
—¿Qué mierda! —Antes de que sepa lo que está pasando, aparte que quiero
a este idiota fuera de mí, soy agarrada por la oreja y alejada del sofá. ¡No
puedo creer que mi oreja no se haya desprendido!
Toñi empieza a gritarme, me llama perra y puta, mientras tanto estoy gritando,
tratando de explicar que era su bufón de novio, no yo. No está escuchando,
y, finalmente, grita,
—¡Fuera! ¡Fuera de mi puta casa ahora mismo! —Marcha hacia mí, pero yo
me escabullí, no dejando que agarrara mi maldita oreja de nuevo. Mi espalda
golpea la puerta, las cerraduras se incrustan en mi hombro—. Yo te acepté en
mi casa, pequeña zorra, y mira como me pagas —sisea, el aliento apestaba a
jugo de uva con ron, le gustaba mucho ese brebaje.
—¡Vaya cogida, Chris! —gritó, recogiendo su propio culo del suelo. 247
—Lo siento —me quejo, salto de nuevo en mis pies, corro por el pasillo, sin pasar
por el antiguo ascensor, y bajo las escaleras.
—¡Ey, espera! —oigo gritar tras de mí. Sigo adelante, sin querer que vea las
lágrimas que caen libremente ahora—. ¡Maldita sea, espera, Chris! —La puerta
en la parte superior de la escalera se abrió de golpe, las pisadas producían
eco en la parte de arriba.
Empujo la puerta que conduce a la sala principal, con mis largas piernas a mi
favor. Adam está prácticamente atrás de mí ahora, finalmente me alcanza,
sin aliento, cuatro puertas más abajo.
—¿Qué pasó? —jadea, con las manos en las rodillas, tratando de recuperar el
aliento.
* * *
248
* * *
Una rubia en Oklahoma se sentó con las piernas encogidas, los brazos
envueltos alrededor de sus espinillas, los ojos muy abiertos, las lágrimas caían
suavemente por la tersa piel de sus mejillas.
***
* * *
Una joven pareja está abrazada en un sofá de color verde oliva, una ligera
brisa entra por la ventana que permanece abierta a su salida de incendios, o
a la “puerta trasera”. Una peina suavemente con sus dedos el cabello suave,
y grueso, mientras que el otro siente que su estómago se revuelve por lo que
sabe está por venir.
* * *
—No —sonrió débilmente, luego tomó un sorbo de la copa de agua que fue
colocada sobre la pequeña mesa ovalada, junto a la silla. Tomando varias
respiraciones profundas, continuó. 249
Bueno, me metí en este lío, tenía que pasar por ello. De ninguna manera
quería que Adam pensara que yo era una idiota o una perdedora.
Por último, el botón se retira con éxito a través de la rendija del agujero,
seguido por el siguiente. El blanco de mi primer sujetador está a la vista. Había
pertenecido a Toñi, pero dijo que le supo a poco, por lo que me lo dio. Creo
que podría ser un poco grande, pero creo que servirá por ahora.
El satén blanco hace que mi piel se vea más oscura, como si tuviera un
bronceado o algo así. Mi mente me muestra un destello del tipo en la otra
habitación, incapaz de recordar realmente qué aspecto tiene. ¿Tiene el pelo
claro u oscuro? No lo sé. Lo único que recuerdo haber visto claramente es el
cinturón de hebilla de oro macizo con una llamativa J escrita en diamantes
de imitación. Probablemente es de fuera de la ciudad.
—Sí —le susurro, mirando a los ojos, la cara, tratando de verme más madura,
más grande. Tomando varias respiraciones profundas, abro y cierro las manos,
me desabrocho el resto de mi camisa, dejando que se deslizara por los
hombros, dejándola allí, con la esperanza de parecer atractiva—. Aquí vamos.
250
Capítulo 11
J
ack Renovich miró a su cliente, y, básicamente jefe, la boca se abrió, la
mandíbula se aflojó y los ojos se nublaron.
Los ojos oscuros se volvieron para mirar al hombre delgado en traje de Armani.
—Bob, esto es una locura —Jack trató de razonar con el hombre, y estaba
teniendo dificultades para mantener sus ojos de nuevo en la nariz de Bob. Le
cambió toda su cara. Había oído una versión muy edulcorada de la historia
detrás de él, pero no eran del todo claras las circunstancias reales. Se aclaró
la garganta, se aclaró la mente, una técnica que había aprendido en 251
Harvard—. Estás arriesgando el suicidio de carrera.
—¡Maldita sea, Jack, a la mierda con todo sólo hazlo! —Knowles tronó,
golpeando una mano bien cuidada sobre el escritorio de caoba, el ruido
sordo dejó un eco en el amplio despacho. Los dos hombres se miraban, era
una pelea de voluntades.
Por último, con un profundo suspiro, Renovich asintió, mirando hacia abajo sus
manos que fueron metidas en los amplios bolsillos delanteros de su pantalón.
—Está bien, Bob. Sin embargo —Levantó los ojos y un dedo de advertencia—
. Habrá repercusiones, y la responsabilidad será sólo tuya.
—Uh, sí, seguros que sí. —Jack trató de sonreír y no mirar al hombre de pie
delante de su escritorio como si no fuera el bastardo que era en realidad. Se
estaba haciendo más y más difícil seguir trabajando con Bob Knowles. Incluso
el dinero que había ganado con el exitoso manager musical casi no era
suficiente. Casi.
* * *
Esta clase de música para Christine era como hacer el amor. La caricia de los
dedos tocando el cuerpo de la música viva, empezando lenta y dulce,
trabajando hacia un nivel de excitación más caótico que sólo la liberación de
la intensidad podría producir, enviando un flujo de emociones y sensaciones
a través de todo el mundo que tuviera la suerte de estar ahí, escuchando y 252
sintiéndola.
Esos mismos dedos largos se deslizaron a través de las ondas de su pelo oscuro,
Christine se puso de pie, yendo hacia el bar que estaba a lo largo de la pared
trasera de la sala de música. Esta era su tercera visita en muchas horas, y sus
ojos se acercaron a la misma pared de espejo, que reflejaba los estantes de
cristal con varias botellas de licor. Su lengua se deslizó hacia fuera, el ansia por
un tequila le aguaba la boca. Por tercera vez, ella se sacudió la necesidad,
en su lugar agarró una botella de fruta de frambuesa 2 O.
Caminando hacia las puertas francesas que se abrían a los terrenos de su
finca, la cantante desenroscó el capuchón blanco, tomando un largo trago
de agua saborizada, sonriendo al sabor, y al orgullo que sentía por que una
vez más se negó a los demonios que ella sabía la perseguirían por el resto de
su vida. Hubo un tiempo, no hace mucho, donde hubiera estado feliz de tener
un amanecer con tequila en vez de jugo de frutas.
Pequeños pasos.
—Oh, Adam —susurró ella, quitando el cigarro de la boca. Lo sostuvo entre sus
dedos, haciéndolo girar, pensando en el hecho de que Adam, siendo un
fumador empedernido, había abandonado el hábito con el fin de disfrutar la
preciosa vida que le quedaba.
Echó las piezas quebradas del cigarrillo sobre la superficie de la mesa donde
estaba sentada. Suspirando, colocó sus pies calzados con botas en la mesa,
las manos detrás de la cabeza y miró la luz del nuevo día que amanecía.
Debía quedarse en California unos días más, asegurarse de que no la
necesitaran en algún lugar, o no tuviera que arreglar más problemas,
entonces tal vez ella haría un viaje hacia el sureste.
Tenía programado regresar al estudio en tres semanas para grabar el último
disco que estaba obligada por contrato, y por primera vez en su carrera, lo
temía. Se sintió sofocada en su creatividad, su audiencia y sus fans esperaban
un cierto tipo de música, que ella había proporcionado felizmente durante
casi dos décadas, sólo ligeras variaciones de un mismo tema. Christine tenía
la clara sensación de que sus fans no estaban recibiendo suficiente crédito, y
probablemente estarían felices de seguirla a lo largo de un recorrido creativo.
Suspiró desconcertada. Algo había que hacer antes de que su musa la dejara
para siempre. La adoración y el dinero fueron fantásticos, a ciencia cierta, 254
pero todo eso era por la imagen de Christine Gray, no Christine Gray la
persona.
—Un cambio sin duda está en proceso —murmuró ella, con la botella en los
labios.
* * *
—Está bien, cariño, sabes que te amo, pero ¿vas a irte en algún momento o
Connor y yo tendremos relaciones sexuales frente a ti?
Que patético. Cuando era una niña, como hija única, tuvo que encontrar la
manera de mantenerse entretenida a sí misma, y había hecho un buen
trabajo, era amante de la soledad y el tiempo a solas. Demonios, incluso
cuando estuvo en la universidad y ella y Kevin habían conseguido por primera
vez estar juntos, solían pelear porque aun quería un tiempo a solas, y él quería
pasar todo el tiempo con ella.
Willow suspiró. ¿Cuándo había cambiado todo? Tal vez fue porque con Kevin 255
sabía que tenía la opción de tener compañía si hubiera querido, y había dado
esa opción por sentado. Ahora estaba sólo ella. Recogiendo sus pertenencias,
metió todo en la cesta de mimbre, y se dirigió a su camioneta.
Willow había estado meditando en intentar tener otro turno en el trabajo, ver
si podía conseguir el turno de día, o por lo menos la mitad. No pensaba que
fuera muy inteligente volver a casa a las seis de la mañana en un frío invierno,
estando embarazada.
La casa parecía estar aún más tranquila y oscura hoy, Willow encendía las
luces a medida que avanzaba, incluso las que no eran necesarias para
moverse alrededor. Encendió la televisión en la cocina y luego la de arriba en
su dormitorio mientras recogía el resto de su ropa del cesto de la casa. No
tenía idea de lo que estaba pasando, sólo que ella necesitaba sentir como si
no hubiera otra persona en la casa con ella, alguien que supiera que estaba
allí, que estaba viva y se preocupara lo suficiente para pasar tiempo con ella.
Trató de aclarar su mente y sus emociones. Eso era algo que tenía ganas de
perder después de tener el bebé. Odiaba sentirse como si tuviera el PMS
(Síndrome Pre Menstrual) todo el tiempo, las emociones y sentimientos en
todas direcciones, golpeando cada extremo del espectro, y volviendo a la
normalidad. Sus períodos del PMS no fueron malos, pero si algo la estaba
molestando, o si estaba emocionada por algo, ¡cuidado con el mundo! Las
mujeres embarazadas eran diez veces peor.
Furiosa empujó todo en la cesta de mimbre, gimió de frustración una vez que
se dio cuenta de que acababa de aplastar su placa, llaves y gafas de sol.
Le pregunté a mi madre por una luz o algo así que pudiera usar abajo, porque
el interruptor de la luz en la parte superior de la escalera no funcionaba. Dijo
que estaba bien, para llegar ahí abajo, y que dejara de comportarme como
un bebé. Me trago mis lágrimas, mis ojos arden de miedo, pero hago lo que
me ordenaron.
Mi respiración se hace eco en mis oídos, aumentando con cada segundo que
estoy a oscuras, la piel de las palmas de las manos y los dedos son devorados
por las uniones ásperas. Yo grito, luego mi alarido se convierte en un gemido
cuando juraría que escuche al monstruo negro, venir a mí para engullirme.
Todo el asunto era ridículo ahora, veinticuatro años más tarde, pero fue
aterrador en su momento, y había marcado su barbilla.
Kevin le había prometido hace dos años terminar el sótano para ella, pero
nunca llegó a hacerlo. Sus abuelos no lo habían hecho años antes porque la
abuela de Willow lo utilizaba como una bodega. Sonrió a los estantes que se
alineaban en todas las paredes del gran sótano, algunos todavía con grandes
frascos sellados, sólo Dios sabía de qué.
Su sonrisa se hizo aún más amplia, recordando aquellos veranos que pasó en 258
el rancho, ayudando a conservar los melocotones y ciruelas, luego los tomates
y los encurtidos. Mientras su abuela sacaba su enorme y brillante olla a presión,
de acero inoxidable.
Durante los dos primeros años después que Kevin y Willow habían llegado al
rancho, ella había enlatado tomates y melocotones para hacer la famosa
jalea de melocotón de su abuela, pero después de un tiempo, no tuvo tiempo
de hacer más. Tal vez era el momento de retomarlo de nuevo.
* * *
Christine caminaba, a la espera, con las manos metidas en los bolsillos de sus
pantalones. Miró los mismos bloques de insonorización, el mismo conjunto de
tambores, de color rojo, con bandas de cromo.
—Bien, chicos, tranquilícense. Necesito hablar con ustedes. —Se apoyó contra
la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando como sus queridos
amigos se sentaban.
—Bueno —suspiró Christine—, tengo buenas y malas noticias. Esta vez daré la
buena noticia primero. Se darán cuenta caballeros, que detrás de mí, alguien
falta en la cabina del ingeniero —Señaló con el pulgar hacia la enorme
ventana de cristal detrás de ella. En el otro lado dos hombres estaban
sentados hablando, el movimiento de la boca era la única indicación de que
estaban conversando, todos los micrófonos estaban apagados a petición de
Christine. Necesitaba un poco de privacidad para esto—. Sólo están Ronny y
Evan —sonrió ella, volviéndose con una sonrisa mientras sus chicos se daban
cuenta.
—Sí, sí, lo sé. Está bien, ahora las malas noticias. —Christine hizo contacto visual
con cada uno de los hombres, asegurándose de que ella tenía su atención
completa e indivisible—. Como saben, este disco es el último que necesitamos
para cumplir con nuestro contrato —Se detuvo de nuevo, una vez más,
observando a sus compañeros de banda—. Después de que termine de
grabar esto, y luego de hacer toda la mierda de gira, me retiro.
Christine no estaba sorprendida por el revuelo que se produjo después de esa 260
revelación. Permaneció en silencio, dejando que lo peor de la tormenta
pasara. Miró a Joey mientras se levantaba de su taburete, se acercó a ella.
No dijo nada al principio, apoyando su hombro contra la pared, mirando
hacia el suelo, mordiéndose el labio inferior pensando. Finalmente se aclaró la
garganta y miró a su perfil.
—¿Por qué haces esto, Chris? —la pregunta era suave, aunque el dolor era
evidente. Lo miró a los ojos, las cejas rubias estaban fruncidas por la
preocupación y confusión.
—Sí. Lo sé. Es sólo que es tan difícil de escuchar. Una época llega a su fin —
negó con la cabeza—. Sólo es muy duro de tragar.
—Lo sé, Joey. Lo sé. —Cogió al guitarrista en un abrazo rápido, pero estrecho.
* * *
Eli y Davies se negaron a hablar con Christine una vez que la reunión había
finalizado, los instrumentos fueron guardados y cargados en la furgoneta de
Eli.
261
Christine estaba triste por esto, pero sobre todo porque fue superada por la
gran cantidad de sentimientos y emociones que la inundaron mientras
transitaba en el caótico tráfico de Los Ángeles. Sentía una combinación de
euforia y tristeza profunda. Todo por lo que había trabajado tan duro,
dedicando casi veinte de sus treinta y dos años, pasó, se terminó, con un
chasquido de sus dedos.
Christine sabía que una vez que la prensa se enterara de su retiro, lo vincularían
al reciente escándalo iniciado por Knowles. Entonces se vería como si
estuviera huyendo. Simplemente no le importaba. Estaba cansada de vivir su
vida a la vista del público, haciendo lo que funcionaba mejor para ellos, y no
lo que ella misma necesitaba hacer.
—Que se jodan —murmuró.
* * *
Con un suspiro de frustración, Willow enseñó los dientes mientras ella gruñía,
tirando de los extremos de la camisa, tratando de juntar el botón de la maldita
cosa.
—Encajabas hace dos semanas —dijo entre dientes, finalmente renunció al oír
la tensión que se ejercía sobre las costuras—. Maldita sea —ella se miró a sí
misma, la camisa burdeos colgaba abierta, exponiendo sus senos
exageradamente grandes dentro del blanco sujetador de satén, los
pantalones comenzaban a incomodarla también—. Tendré que ir a la maldita
tienda para gordos —dijo ella haciendo un puchero, no le gustaba la idea en
absoluto. Caminando hacia el armario, se sacó la camisa, para volver a
colgarla y tomar una camiseta de algodón de manga larga y holgada.
Caminando de regreso hacia el espejo, Willow se volvió hacia uno y otro lado,
estudiando su perfil, así como su trasero, quedó conmocionada. 262
—Dios mío —murmuró. Su miseria se vio interrumpida por el timbre del teléfono.
—Sí, lo siento. ¡No puedo encontrar una maldita cosa para ponerme!
—¡Qué! ¿Con los dos armarios que tienes, llenos hasta el tope? Sólo vente ya,
Wills. No es como si tuvieras que vestirte para un maldito cóctel.
—Ah, ¿te refieres a que tus pechos son enormes ahora? —La pelirroja rio ante
el gemido que escuchó—. Vamos, Willow. Todo esto es parte de ello. Te ves
hermosa.
—¡Me veo como una puta! —La rubia se echó hacia atrás, cubriendo parte
de su cara, la otra sosteniendo el teléfono inalámbrico al oído. Hizo una mueca
ante la risa al otro lado de la línea.
—Ey, la mayoría de las mujeres matarían por tener pechos como los tuyos,
incluso antes de quedar embarazada. Disfrútalo mientras dure. Por lo que sé,
es todo cuesta abajo desde aquí. —Ella hizo una mueca ante el fuerte grito
que llenó su cabeza—. ¡Vaya! Va en serio —Rachel suavizó su voz—. Willow, lo
siento, cariño. Yo sólo estaba bromeando. Eres una mujer hermosa, y el tener
a ese bebé dentro de ti te hace mucho más bella aún.
—No, lo sé Rachel. Me siento como la mujer más fea, y voluble que camina
por la tierra. —Willow se sentó, pasó una mano por los ojos cada vez que
lloraban. 263
—Lo sé, y yo podría matar a Kevin por hacerte esto. Pero sabes que pienso
que eres hermosa, y siempre lo he hecho. Demonios, incluso Connor lo ha
mencionado.
—No, de verdad. Es verdad. Tuve que golpearlo para que dejara de mirar tus
pechos.
—Está bien. ¿Por qué estáis haciendo una barbacoa a mediados de octubre?
El trayecto fue lento, el viento soplaba fuerte por todo el camino. Se agarró al
volante con las dos manos, con los dedos firmemente envueltos alrededor del
volante forrado en cuero. Avanzó hacia la carretera principal que la llevaría a
la casa de Rachel, frenó, mirando sobre su hombro, avanzando
cuidadosamente hacia adelante cuando un gran remolque se precipitó,
moviendo al camión aún más en un frenesí oscilante. Siguiendo su paso, se
fusionó.
—Estoy muy bien. Pero ¿sabes?, tengo una amiga, ella ha estado un poco
alejada. ¿Crees que puedes ayudarme a encontrarla?
—Lo sé, lo sé. Lo siento. Sólo he tenido tiempo para escribir esos pocos correos
electrónicos. Perdóname.
—Oh dios —Willow sabía que esos increíbles ojos estaban mirando hacia
arriba—. La gente loca, que dice eso.
—Oh, sí, estoy segura de que es horrible ser tan amada y adorada. Por favor,
por favor, ¿qué puedo hacer para ayudarte?
Christine se rio del sarcasmo en la voz de su amiga.
—Sí, lo sé. Es una vida dura, pero por desgracia, he decidido a acabar con
ella.
—La vida da vueltas, Willow. Sólo gira —la voz de Christine era suave,
comprensiva. Willow llevó una mano temblorosa a la cabeza, suspirando
profundamente—. No fue mi intención asustarte, cariño. —La cantante sabía
lo fácil que era molestar a la rubia ahora que estaba embarazada, y muchas
veces sentía como si estuviera caminando sobre cáscaras de huevo. Trató de
ser tan comprensiva como le fue posible. No siempre ha sido fácil.
—Dios, no sé, supongo que sólo tuve un flashback o algo así. —Tomando varias
respiraciones, se rio de sí misma—. Eso fue bastante tonto. Lo siento.
—No lo es. Esa fue una noche de miedo. Debí haberme expresado de manera
diferente. 265
—Espera un segundo —La mente de Willow finalmente comenzó a ponerse al
día con las noticias—. ¿No vas a hacer más giras? —Apoyó el codo en la repisa
de la ventana, con las cejas fruncidas por la preocupación.
—Sí. Hicimos nuestro último álbum como Crepúsculo, Willow. —Christine miró
por la ventana de su habitación en el hotel, vio las luces de la ciudad de Miami
por debajo de ella—. Lo he decidido. Me retiro.
—Oh, Christine —Willow se estiró, rozando sus dedos por la superficie lisa del
pequeño teléfono, como si fuera un sustituto de la mano de su amiga—. No
me cabe duda de que has pensado muy bien esto, pues sólo tú sabes lo qué
es lo mejor para ti. Pero espero que funcione como lo deseas.
—Bueno, algo así. Estaba pensando en realidad que podrías recorrer Texas
con nosotros. Sólo estaremos en el estado de Texas por el fin de semana, por
lo que —su voz se fue apagando, esperando que la rubia dijera que sí.
—Sí.
—Oh dios —Willow exclamó con exasperación—. Mis tetas son del tamaño de
una maldita casa.
—Bueno, no puedo esperar para verte. —Christine hizo una pausa, pensando
si ella debía decir la siguiente parte—. Te extraño, Willow.
—Bueno, felices sueños para ti, y espero que disfrutes de tu gira. Compra algo
por mí, ¿quieres? Nunca he estado en Florida.
—Lo haré. Buenas noches. —Con un suspiro, de felicidad y tristeza dijo adiós,
Willow puso el teléfono en el soporte, y tarareó el resto del camino a casa de
Rachel.
* * *
Esa ansiedad no terminó hasta el día que atravesó la puerta en Beverly Hills.
—Te pregunté si querías poner esa última canción esta noche o no.
—Oh, lo siento. Uh, sí. Lo haré. —Por un momento se enfadó consigo misma por
su indecisión. Sólo en el último año había empezado a cuestionar los planes
de Bob para las giras, e incluso menos tiempo, desde que había tomado la
decisión de tocar lo que ella quería. Ahora, con Bob desaparecido, era un
hábito difícil de romper, decidir por sí misma, esperando que Knowles
apareciera gritándole desde las habitaciones por las ideas estúpidas que
tenía. Ansiaba la libertad creativa, pero aún tenía que acostumbrarse a ella.
—Bueno. Fue un gran éxito en el Domo. —El hombre calvo y bajito se volvió,
cubriendo la boca con la mano—. ¡Prepara las luces para este número, Roger!
—gritó hacia el ingeniero de iluminación, que estaba en la parte de atrás del
gran auditorio. Una luz parpadeó brevemente para permitir a Taylor entender
que su orden había sido escuchada y ejecutada.
Christine pronto se aburrió con el espectáculo de luces de las cuales ella había
sido parte todas las noches durante los últimos tres meses. En cambio, volvió a
pasearse.
—Me pregunto cuántos pasos más darás antes de que te caigas de cabeza.
—Los pasos se detuvieron bruscamente, con el pie derrapando sobre la pulida
madera del escenario. Christine llevó una mano para tratar de ver a través de 268
la oscuridad, y las luces que la cegaban.
De la oscuridad surgió una pequeña, y sonriente rubia, con una bolsa de viaje
en una mano, y la otra sosteniendo un frasco de conservas.
Con los ojos abiertos como un niño pequeño, Christine bajó de un salto desde
el escenario, corriendo junto a las filas de sillas plegables y acolchadas hasta
que llegó donde su amiga, envolviéndola en un apretado abrazo. Willow casi
dejó caer la preciada mermelada de melocotón de su abuela por la
exuberante muestra de afecto, pero no le importó.
—¡Te ves maravillosa! —Christine dijo finalmente, sosteniendo a la rubia con los
brazos extendidos—. ¿Cómo estuvo tu vuelo? ¿Está todo bien con la
pequeña? —su mirada se posó por unos segundos en el escote de la camisa
de Willow, y luego se reunió con los divertidos ojos verdes de nuevo—. ¿Qué?
—Nada. —Willow estaba emocionada, no sólo por las luces del escenario, sino
también por la preocupación y el cuidado genuino de la notable mujer que
todavía la miraba con ojos sospechosos—. El vuelo estuvo bien. Es decir, ¿qué
tan malo puede ser viajar en un avión privado? —Levantó una ceja
acusadora. Christine la miró con timidez.
—Sí, bueno, si crees que voy a dejar que vueles en cualquier cosa, estás fuera
de tu árbol.
—Yo ya estoy fuera de mi árbol. Pero, sin embargo, la pequeña, como insistes
en llamarla, está haciéndolo muy bien. Y aquí —Levantó la mano que sostenía
el frasco de conservas—. Mi abuela dice hola.
Christine tomó el frasco, sonriendo por el detalle de una mujer que nunca
había conocido.
—Más vale que sea tan buena como dices —advirtió, moviendo el dedo.
—Oh, no tienes idea de lo buena que es. Voy a hacerte unas tostadas
francesas, con la receta de la abuela, y luego —dijo con un pinchazo del
dedo en el pecho de Christine—, vas a alucinar absolutamente con esto, y
entonces sabrás lo que es el cielo en la tierra.
—¿Qué? —La cantante la miró como si hubiera perdido el juicio—. ¿Qué 269
diablos tienen de bueno la mermelada de melocotón y las tostadas
francesas?
Christine sabía que no debía discutir con la pequeña rubia, así que asintió
como niña buena, y abrazó a su amiga con un brazo, luego la condujo hacia
el escenario.
—Así que ¿aquí es donde estarás esta noche? —preguntó Willow, observando
la pantalla gigante instalada detrás de donde se estaba construyendo la
plataforma para la batería. Dos hombres gritaban instrucciones de un lado a
otro a través de la impresionante estructura, retocando aquí y allá,
asegurándose de que la pantalla era segura y operable.
—Seguro que sí. —Christine también miró a su entorno, viéndolo a través de los
ojos de Willow. Realmente era bastante impresionante. Se volvió para ver la
rubia haciendo gestos hacia ella—. ¿Qué?
—Estoy tan emocionada por ver el espectáculo —dijo Willow, su pecho estaba
a punto de estallar de orgullo.
—Me alegra oír eso. ¿Por lo tanto, lista para instalarte? Voy a estar atrapada
aquí por un tiempo, así que ¿qué tal si te diriges al hotel, te pones cómoda y
te veo más tarde?
—Suena genial.
Chuck Maggio miró por el espejo retrovisor, por tercera vez en la parada de
semáforos. Su acompañante, en la parte de atrás del coche, con seguridad
era todo un bombón. Tenía el mejor par de tetas que había visto en mucho
tiempo, y las mejores curvas. Podía imaginarse agarrando un puñado de
cabello rubio mientras la tomaba por detrás.
Los ojos oscuros se centraron en el camino otra vez, sin querer chocar la
limusina de nuevo. Frank le daría una patada en el culo. Además, estaba
trabajando para Christine Gray este fin de semana, y quería una buena
recomendación. ¿Quién era este pequeño trozo de tarta para la cantante,
de todos modos? Chuck había oído muchos rumores, demonios, ¿quién no?
Tal vez esta chica era su amante o algo así. 270
Miró a su pasajera de nuevo. Sacudiendo la cabeza, se centró en la calle otra
vez. Que desperdicio.
—¿Puedo tomar eso por usted, señora? —el conductor indicó la bolsa que
sostenía.
—No, estoy bien, gracias. —Willow se sorprendió de lo amable y cortés que era
el conductor.
—Disculpe.
Chuck Maggio vaciló, con la mano en la manija de la puerta pulida. Miró por
encima del hombro para ver a un hombre corriendo hacia él.
—Sí. ¿Y qué?
—Bueno, mi nombre es David Sumter. Vera, señor, mi jefe quiere una historia
de la señorita Gray, en nuestra ciudad.
—¿Y quién podría ser su jefe, Sr. Sumter? —preguntó Chuck, ya que tenía una 271
idea de lo que estaba tratando.
—Bueno, digamos que mi jefe está dispuesto a pagar por una buena
información para nuestros lectores.
—Oh sí.
—¡Sí señor!
* * *
Willow estaba aturdida, con la boca abierta mientras estaba de pie en la sala
principal, que el botones le informó era la sala de estar, de la suite que estaría
compartiendo con Christine.
La zona de estar era casi tan grande como todo el primer piso de la casa de
Willow en Oklahoma. La decoración era hermosa, aunque no llamativa u
ostentosa, aunque el tamaño hablaba por sí solo.
Había tres baños en la planta principal, así como una cocina totalmente
equipada con despensa surtida, un comedor grande, y bien equipado. Arriba
había dos dormitorios, tan grandes como un departamento. Era fácil averiguar
cuál era el de Willow.
Willow:
Bienvenida, espero que te gusten las habitaciones. Siéntete libre de utilizar
todo el lugar, y no dudes en pedir algo.
Me alegro que estés aquí. 272
Tocada por el gesto, Willow se puso de pie, dejando el fragante ramo sobre
una mesa cercana, donde ella sería capaz de verlo y olerlo todos los días.
Una vez instalada, Willow exploró el hermoso hotel.
* * *
El pelo rubio voló a los ojos una y otra vez mientras observaba los miles de
personas que llenaban el auditorio. Había oído la música cientos de veces
antes y, aun así, las palabras y las melodías la llenaban de una alegría que
ningún otro artista había sido capaz de producir en ella.
Willow abrió los ojos, una vez que terminó la introducción, y se asomó al
escenario a oscuras. Cientos de mecheros comenzaron a encenderse cuando
las luces del escenario se apagaron, y Christine se vio reducida a humo
respaldada por la luz púrpura.
Crepúsculo.
Finalmente cediendo, se echó hacia atrás, cerrando los ojos, con la cabeza
inclinada hacia atrás contra el acolchado posterior, permitiendo que la voz la 273
llenara, alcanzando y tocando, los lugares más vulnerables y profundos. No
pasó mucho tiempo antes de que ella sintiera la humedad haciendo cosquillas
por la esquina de sus ojos, la emoción amenazaba con escapar; todo lo que
necesitaba hacer era abrir y cerrar los ojos verdes.
La rubia abrió los ojos, que derramaban lágrimas errantes por sus mejillas, pero
a ella no le importaba. Miró la causa de esa preciosa emoción, vio a Christine
en el centro del escenario, sentada en un taburete, con una bota en el piso
del escenario, mientras que la otra descansaba en el peldaño inferior del
asiento. Sostenía el micrófono con su mano izquierda, entre tanto la derecha
estaba apoyada casualmente en el muslo vestido de cuero.
En ese momento, esos hermosos ojos azules estaban cerrados, los dedos de la
mano derecha golpeaban suavemente al compás.
Willow nunca se sintió más orgullosa de conocer a alguien así en su vida. Una
serie de escalofríos se extendieron por todo su cuerpo, llevando una sonrisa a 274
los labios y paz a su corazón. Estaba agradecida de tener a una persona tan
increíble en su vida, y haría todo lo que estuviera a su alcance para asegurarse
de que ella se quedara de esa manera.
* * *
Las dos mujeres se dirigieron por el pasillo principal, a través de las puertas
dobles, y salieron a la noche de Houston. Los coches de todo el mundo, y miles
de personas trataban de salir al mismo tiempo, aunque la mayoría de la gente
ya se había ido, y ahora era seguro para Christine y su banda salir.
—Sí. Fue el mejor concierto que he visto en mi vida. De verdad. Realmente fue
increíble. Y me encantaron esas canciones nuevas que tiraste al final.
—Gracias —la cantante sonrió con orgullo mientras miraba por la ventana, las
luces de la ciudad pasaban rápidamente. Observó los coches a su alrededor,
junto a ellas, y los que las pasaban. Cuando era niña solía ver limusinas pasar
por la ciudad todo el tiempo, y siempre se preguntó quién estaría sentado
detrás de esas ventanas oscuras, que celebridad o persona de poder. Ahora,
por el aspecto que ahora tenía, ella sabía que otros estaban pensando las
mismas cosas de ella, y eso la hizo sonreír.
—He estado trabajando en este nuevo material, con ganas de ponerlo en los
conciertos, pero Bob nunca me lo permitió —explicó.
—Eres bienvenida.
* * *
276
Willow comenzó de nuevo, volviéndose de nuevo con un profundo suspiro,
luego se volvió hacia su otro lado, tratando de rodar sobre su espalda, cuando
sus ojos se abrieron. ¿Qué demonios fue eso?
Los pies pisaron con firmeza la alfombra gruesa, se encogió de hombros, con
una sudadera y pantalones cortos de malla, caminó a la sala de estar de su
suite, presionando su oreja en la puerta. Escuchó. Efectivamente era música.
Las luces ardían en la planta baja, junto con la conversación, la risa y el olor a
humo, y no todo era de cigarrillo.
Con los ojos muy abiertos, Willow observó a los miembros de la banda de
Christine en varios estados de desnudez, las chicas estaban por todas partes,
latas aplastadas de cerveza dispersadas a través de toda la superficie, así
como botellas, algunas vacías, algunas llenas, la mayoría a la mitad, en las
manos, en el suelo, en el bar y en el suelo.
Lo que más llamó la atención de la rubia fue la mesa de cristal en el centro de
toda la actividad, y los restos de líneas en su superficie reflectante, así como
una navaja de afeitar.
—No puedo creer que estés haciendo esto —susurró, con voz conmocionada.
La cantante se volvió lentamente la cabeza, mirando a su huésped por
encima del hombro.
—¡Por eso! —la rubia dijo entre dientes, señalando de nuevo hacia la fiesta—.
No puedo creerlo —ella negó con la cabeza, con la acusación escrita por
todas partes en sus facciones.
—Ya veo —dijo Christine, su voz fue seca mientras se giraba hacia las puertas
del balcón.
—No, no hago esa mierda más, Willow. No, no me gusta nada, y ellos no son
unos niños. No puedo controlar lo que hacen, pero al menos ellos no están ahí
fuera, sería peligroso y estúpido que estén en un ambiente peligroso en el que
podrían hacerse daño, detenidos, o reconocidos —su voz era un susurro bajo,
y peligroso—. No te traje como dama de compañía, Willow. Sería prudente
que recordaras eso. —Y con eso, Christine se fue.
Willow se quedó allí, sola en el balcón, congelada en el lugar. La ira y el dolor
eran dolorosamente evidentes en la voz de Christine, los ojos como el láser,
quemaron el alma de la rubia.
* * *
Christine asintió con la cabeza al portero, temblando cuando ella llegó. Puede
ser Texas, pero el invierno golpeaba fuerte allí, también.
Pulsando el botón que la llevaría a su piso, espero a que las puertas del
ascensor se abrieran, miró su reflejo en el pulido acero inoxidable de las
puertas exteriores. Había escapado de su suite con lo que llevaba puesto; los
pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga. Su cabello era menos
que perfecto, el zapato de tenis en su pie derecho estaba desatado.
Cuando se arrodilló para anudarlo, pensó en lo que la había pasado en sus 279
habitaciones, para empezar.
Dejó que su mente vagara, sin pensar en nada en particular. El concierto fue
un éxito. Las cosas habían ido mejor de lo que había esperado o pensado.
También pensó en su amiga, y lo linda que se veía dormida en esa silla grande,
con la boca ligeramente abierta.
Christine había trabajado tan duro para superar sus adicciones y permanecer
limpia en un mundo donde estaba en todas partes, ofrecida por todo el
mundo. En la industria del entretenimiento, era más probable que te ofrecieran
una nariz llena de polvo que un vaso de agua. Ella se había negado, se las
arregló para mantenerse fuerte y no ceder a un hábito que había tenido la
mayor parte de su vida.
Todas las luces estaban encendidas, pero la música estaba apagada, y las
drogas, y cualquier rastro de ellas, se habían ido. Sin embargo, por el aspecto
de todo lo demás, habría otra historia interesante sobre las fiestas de Christine
Gray.
Al subir por las escaleras, Christine se frotó los ojos, el sol naciente fuera la hizo
darse cuenta de cuánto tiempo estuvo levantada, y lo agotada que en
realidad estaba.
—No fui yo. Diablos, yo sólo quería irme a la cama —Sonrió con tristeza,
mirando hacia abajo a la otra mano que descansaba sobre su pierna—. No
debí haber permitido que pasara eso. Te expuse a una situación de riesgo. Lo
siento.
—Está bien —Willow susurró, tirando del brazo que la sostenía. Christine la miró,
con el ceño fruncido—. Acuéstate conmigo. Te ves muy cansada.
—¿Hmm?
—¿Por qué?
B
ob Knowles llevó con aire ausente el vaso a los labios, mirando
solamente el vaso cuando el hielo chocó contra el cristal, pero no pasó
nada más. Olvidando que había bebido lo último del whisky diez minutos
antes, él dejó el pesado vaso sobre la mesa de su oficina central en San
Francisco.
La llamada telefónica que había tenido con Jack temprano pesaba sobre sus
hombros, haciendo que se desplomaran, estaba vestido con una crujiente, y
almidonada camisa de Prada, diseñada a su gusto. Una camisa que incluso 283
llevaba su nombre.
Preocupados que los traicionara y abriera sus armarios para dejar que sus
esqueletos bailaran como un pollo vivo en una sartén.
* * *
Un ojo verde se abrió, unos susurros la sacaron del cálido y tranquilo sueño.
A medida que la bruma del sueño se disipó un poco más, se dio cuenta de
que seguía acurrucada junto a Christine, la cabeza de la rubia estaba
apoyada en un pecho que constantemente subía y bajaba, con el brazo
cerca de la cara, y la mano a lo largo de una fuerte y pronunciada caja
torácica.
—Y que lo digas.
—Sin embargo, eso fue muy dulce por parte de ellos —Willow levantó la
cabeza para ver una pequeña sonrisa en los labios de Christine, con los ojos
cerrados. Ella asintió.
—Sí.
Willow bajó la cabeza otra vez. Cielo. Esto era el cielo puro. Todos esos meses
que había estado sin contacto humano, quedaron olvidados. Se sentía muy
segura, muy cuidada. Casi se atrevería a decir que ¿feliz?
—Entonces, ¿cuál es el plan para hoy? —preguntó ella, abriendo los ojos para
obtener una vista muy cercana de la camiseta de Christine—. Miró las fibras
de algodón a un nivel casi microscópico, viendo las fibras diminutas que se
cruzaban, y una pelusa ocasional, que sacó fuera.
Christine resopló.
—Bueno, ahora ya lo sabes, así que trata de vivir con ello. Y estoy bien. ¿Y tú? 285
—Las sonrisas se habían ido, la gravedad de la noche anterior regresó.
Christine miró profundamente a los ojos de Willow, intentando leer en ella, ver
si realmente estaba bien. Al no ver nada más que la verdad, su sonrisa volvió,
aunque a medias.
—Estoy bien.
—En ese caso —Christine se dirigió hacia su amiga antes de reír de nuevo
mientras ella comenzó a correr, una Willow gruñona la perseguía.
—Algunas personas son como niños —Willow murmuró mientras volvía hacia su
dormitorio.
* * *
286
Samantha Cox acercó sus gafas con montura oscura a la nariz, con un suspiro
mientras volvía a leer su copia para el periódico del día siguiente. La historia
era una mierda, y lo sabía. El editor era un culo machista, y cada mujer en el
edificio lo sabía. Debió haber tomado ese trabajo como corresponsal para el
Times.
Finalmente se dio por vencida, decidió que la historia del cerdo fuera de
control era lo mejor que podía conseguir, ella hizo clic en el ratón, enviando la
historia al editor, y se alejó de su escritorio.
—Sí. Tráeme un moka con extra de chocolate y crema batida. ¡Grande! —La
fotógrafa gritó a la espalda de la joven reportera.
Una de las únicas cosas buenas sobre el trabajo era la vista. El puente Golden
Gate estaba justo a la izquierda, y era increíble. Samantha sólo se había
trasladado a la zona hace unos meses, después de haber crecido al sur de
San Diego. Ciertamente le encantó la zona, incluso si a ella le costaba un
brazo y una pierna para vivir allí.
—¡Sí!
***
—Imbécil
Joey se levantó de un salto, su teléfono celular estaba sonando en la parte
trasera del autobús. Mientras corría por el pasillo principal, le quitó de la mano
la púa a Eli.
—¿Hola?
288
—Christine, soy Kat —la mujer en el otro extremo de la línea, dijo, en voz baja
y ligeramente gruesa.
—Está bien. Escucha, jefa, el cuerpo de Bob Knowles fue encontrado fuera de
la bahía, esta mañana.
—Sí —Christine sintió una desazón muy incómoda que empezó a envolverla—
. Gracias por avisarme. —Con eso, cerró el teléfono, lo pasó de nuevo a Joey,
y se dirigió hacia su dormitorio en la parte trasera del autobús.
—Knowles se suicidó en el Golden Gate esta mañana —Joey dijo en voz baja,
mirando como sus dedos inútilmente trataban de ajustar las clavijas de la
guitarra perfectamente afinada.
—Se lo merecía el maldito cabrón —Eli dijo, sonriendo a todos, pero sólo 289
recibió una mirada de desaprobación de sus compañeros de banda.
—¿Qué? El tipo fue un idiota desde el primer momento. ¡Que tenga buen viaje!
—respondió negándose a sentirse mal, o retractarse de su comentario, Eli se
puso de pie, caminando hacia la barra—. Oye, ¿dónde está el ron? —Miró por
encima del hombro, en busca de una respuesta, que no llegó—. ¿Acabaron
con el alcohol? —él intentó de nuevo.
—Voy a asegurarme de que está bien —dijo Willow, cortando los comentarios
mal intencionados de Eli. No soportaba escucharlo hablar mal de la cantante
que sólo trataba de vivir mejor. Ella sentía que no era el momento para hacerle
un llamado de atención al amigo de Christine, por lo que prefirió callarse.
Combatiendo las náuseas ya que el autobús tiraba de ella de un lado a otro,
Willow finalmente caminó por el pasillo, hasta la puerta cerrada de la
habitación de Christine. Se acercó a los paneles oscuros, deslizando los dedos
suavemente sobre la madera lisa. Por un momento pensó en alejarse, y dejar
a la cantante sola, pero luego cambio de opinión. Necesitaba estar allí para
ella.
—¿Sí? —Willow respondió en voz baja, con los dedos peinando el pelo de
Christine.
—¿Tú crees que despedir a Bob tuvo algo que ver con la decisión de... con lo
que hizo? —Se apartó de Willow, mirándola con la expresión más triste en su
rostro. El corazón de la rubia se rompió ante la vista. Sonrió con dulzura,
moviendo la cabeza.
—No, cariño, no. Creo que lo hizo por sí mismo —dijo Willow, con voz suave, sin
malicia en sus palabras. Ella pensó si debía decirle a su amiga lo que había
oído en el hospital, y decidió que sería lo mejor. Christine merecía saber toda
la verdad—. Cariño, él estaba tratando de arruinarte.
—Debido a que nadie quiso hablar. —Christine levantó la vista de nuevo, para
encontrar la mirada de Willow. La rubia sonrió—. No íbamos a volvernos contra
nuestro héroe local.
Christine se echó a reír, y luego atrajo a la rubia con ella de nuevo, la abrazó
rápido y apretado, entonces la soltó.
—Tengo que hacer algunas llamadas —dijo ella, alejándose, y pasando las
manos temblorosas por el pelo.
—Está bien. Si necesitas algo, no dudes ¿de acuerdo? —Willow dijo, a medio
camino de la puerta. La cantante asintió y sonrió. Willow oyó el teléfono celular
mientras cerraba suavemente la puerta.
* * *
Christine se apartó del avión, que se estaba preparando para rodar por la
pista. Vio acomodarse a su amiga, a través de las pequeñas ventanas ovales.
Hizo un gesto con una sonrisa cuando la rubia la vio. No sentía la sonrisa, sin
embargo, lo hizo. Fue puramente para el beneficio de Willow. Extrañaba a su
amiga a un nivel que no podía creer. Tan sólo tenerla a su alrededor hacía
que Christine se sintiera mejor, sintiéndose conectada a tierra.
Sacudiendo esos pensamientos de su mente, ella saludó una última vez, luego
se volvió y se dirigió a la limusina para tomar su propio vuelo. 293
Willow vio cuando su amiga se alejaba, agachándose en la parte posterior de
la limusina. El avión comenzó a alejarse, y torció la cabeza para ver como el
coche se perdía de vista.
* * *
—Por supuesto que puedes venir. Ya lo sabes —Willow rodó los ojos, secándose
las manos en sus muslos mientras terminaba el cepillado de Star. Cerrando el
teléfono, lo metió en el bolsillo, hablándole dulcemente a su caballo unos
cuantos minutos más, y luego se dirigió hacia el interior. No pasó mucho
tiempo antes de oír el SUV de Rachel llegar al patio.
—¡Cierra la puerta! Hace mucho frío ahí fuera —murmuró mientras ella
entregaba una taza de café a una congelada Rachel.
—No vas a creer esto —dijo ella, hurgando hasta que encontró lo que estaba
buscando. Tirando de la revista, ella frenéticamente hojeó hasta que encontró 294
la página y luego la sostuvo delante de la cara de Willow.
—¿Qué es esto? —la rubia tomó la revista, con el ceño fruncido mientras
miraba hacia abajo su propia cara—. Oh mi dios —respiró cuando leyó los
titulares—. Ellos piensan —miró a su amiga, que parecía muy preocupada—.
Piensan que Christine y yo... ¿amantes?
—¿Por qué dirán tal cosa? —Rachel susurró, recogiendo su café de nuevo,
sosteniéndolo entre sus manos todavía congeladas.
—No lo sé —dijo Willow con aire ausente, leyendo la historia. Las fotos fueron
tomadas en Houston, y unas pocas que Willow pensó habían sido tomadas en
Dallas—. No puedo creer esto —se horrorizó al ver una foto de Christine y ella
en las calles de Houston juntas, con los brazos de la cantante a su alrededor,
y sus frentes juntas. Era la imagen principal, sin duda la más grande. El subtítulo
debajo decía: Christine Gray y esta mujer no identificada se pasean por las
calles de Houston juntas, riendo y abrazadas.
* * *
No había ninguna razón para que la ama de llaves se quedara en una casa
vacía. Sólo debía venir dos veces a la semana para asegurarse de que todo
estuviera bien, y para ver la caducidad de los alimentos.
Trotando por las escaleras, corrió cuando oyó el timbre del teléfono.
—¿Eres lesbiana? —preguntó una voz seria al otro extremo del teléfono.
Christine hizo girar sus dedos en el cable del teléfono, al oír el dolor en la voz
de Willow. ¿Qué estaba pasando?
—De la revista Screen —Willow dijo, en voz baja y algo más que Christine no
pudo entender.
—Entonces, ¿qué es verdad? ¿Por qué dirían algo como esto? —Willow pasó
una mano por el pelo, sintiendo los mechones, largos caer a través de sus
dedos. Se apoyó en el mostrador.
—Quiero decir que yo no les doy detalles de mi vida. Ellos no me ven en las
entregas de premios acompañada de alguien, y no ando ventilando mi vida
amorosa. —Se puso de pie, caminando con nerviosismo—. No puedo
disculparme lo suficiente, Willow. Nunca quise que algo como esto sucediera. 296
—Lo sé —susurró Willow—. Lo sé.
Willow sonrió.
* * *
Caminar por los pasillos del Mercy era una experiencia interesante por decirlo
de alguna manera. En realidad, nadie dijo nada, pero las miradas que Willow
recibió decían suficiente. No trató de defenderse, pensando que tocar el
tema, sería empeorar las cosas. Si alguien realmente tenía las pelotas para
preguntarle, entonces ella lo aclararía. Sin juego de palabras. En este
momento sólo estaba tratando de concentrarse en tenerlas cosas listas para
la visita de Christine. Estaba encantada cuando la cantante dijo que
planeaba quedarse por un par de semanas. Incluso pensó en la contratación
de seguridad para su rancho, pero luego decidió que era ridículo. Si se
necesitaba ese tipo de cosas, Christine lo sabría, y probablemente sabría qué
hacer con ello, también.
Willow pasó una mano por el pelo. Una parte de ella odiaba a Bob Knowles
por lo que le hizo a Christine, de muchas maneras. Él había llevado a los
sabuesos de los medios sobre ella, destapando aspectos ocultos en la vida de
la cantante, incluso yendo tan lejos como para hacer algo de la nada. Se
estremeció, pensando en ese artículo de nuevo. También lo odiaba por ser
tan cobarde, y hacer sentir culpable a alguien tan sensible como Christine.
—Puto egoísta —murmuró ella, dirigiéndose a los vestuarios para cambiarse y 297
volver a casa.
¿Por qué estaba tan nerviosa? Después de estar de gira con Christine por esos
pocos días, al ver cómo la gente, literalmente, se arrojaba a sus pies, viendo
todas las cosas que Christine podía permitirse comprar, y a todo lo que la
cantante estaba acostumbrada, Willow no podía dejar de preguntarse si tal
vez su modesto hogar le parecería una choza, incluso la suite donde se había
quedado era más grande que toda su casa. ¡Casi!
—¿Qué diablos estás haciendo? Y ¿qué crees que estás haciendo al entrar
aquí? Dame la llave, Kevin.
—Claro —dijo el rubio, con los ojos azules ardiendo—, tan pronto como me
expliques esta mierda —le tiró la revista, la cual cayó al suelo delante de sus
pies—. ¿Qué es esta mierda, Willow? ¿Es por eso que me dejaste? ¿Por esa
puta lesbiana? —Había veneno en su voz.
Willow echó un vistazo a la revista, sabía muy bien cuál era. Los ojos verdes
miraron con pereza hacia él, con los brazos cruzados sobre ahora sus
voluptuosos pechos, lo que hizo que se detuviera por un momento,
capturando la atención de los ojos del rubio. Rápidamente su ira regresó, sin
embargo.
—¿Cómo te atreves a acusarme de eso, Kevin, cuando sabes muy bien por
qué fracasó este matrimonio? —Willow se sorprendió al ver lo calmada que se
sentía. Estaba orgullosa de sí misma por no explotar, que era lo que
habitualmente hacía. Estaba tratando de trabajar en su temperamento, sabía 298
que no era bueno para ella o para el bebé.
Kevin la miró por un momento, sin saber qué decir. Él sabía que tenía razón,
pero no había manera de que se lo dijera a ella.
—¿Es verdad? —él señaló con la cabeza hacia la revista tirada en el suelo,
con los brazos cruzados en postura defensiva.
—¡Es verdad! —su cara estaba roja ahora, toda pretensión de una discusión
civilizada se fue. La vena se hinchó en el centro de la frente, golpeando al
ritmo de su corazón.
—Entonces explica esas imágenes, Willow. Abrazadas, con las cabezas unidas
—estaba temblando ahora.
—Voy a responder a tus preguntas, Kevin, aunque el Señor sabe por qué, pero
te lo advierto — señaló con el dedo—. Si explotas, si pierdes los estribos, te vas
de aquí. ¿Lo entiendes? No es bueno para mí o para mi bebé que me enfade.
—¿En serio? Bueno, parece que soy la única que asumió la responsabilidad de
ello, así que ella es mía. Ahora te diré la información que viniste a buscar, Kevin,
porque eso es todo lo que vas a tener.
—A tomar un café. Son las seis y media de la maldita mañana, y estoy cansado
—explicó él, deteniéndose para mirar donde descansaba la mano de la rubia,
de manera nada suave, sobre su brazo.
—¿Me veo como que estoy bromeando? —preguntó con una ceja
levantada. Resoplando, él, murmuró mientras seguía sus órdenes.
—Eso es lo que sucede cuando actúa como tal. ¿Ves? Estoy practicando para
ser madre ya. —Willow sonrió con dulzura. Él sólo la miraba.
—Willow —suspiró él con tristeza— no nos hagas esto. —Dio un paso hacia ella.
Ella no retrocedió, y él lo tomó como una buena señal—. Realmente nos
amábamos, tú y yo —sonrió, de nuevo, el hombre con el que se había casado
apareció nuevamente—. Todavía te amo. El divorcio aun no es definitivo, ca…
Willow —tragó saliva—. Podemos hacer retroceder el reloj, volver a lo que
hemos perdido. —Se puso de pie justo en frente de ella. Ella lo miró suavizando
la mirada—. ¿Qué dices? 300
—Hacer retroceder el reloj —murmuró, la rubia buscando sus ojos.
—Sí. Regresar el reloj —se acercó más, aspirando el olor que conocía tan bien.
El olor de su cabello, estaba contento de ver que lo dejó crecer. Tenía el pelo
largo cuando se habían juntado, y amaba pasar los dedos a través de él—.
Encontremos lo que solíamos tener —continuó.
—Dime algo, Kevin —Willow preguntó, con voz suave, gentil. El corazón del
rubio latió con fuerza.
—Cualquier cosa.
—Sí, lo recuerdo —casi tuvo una erección al pensar en esa noche. Él había
sugerido esa cosa del fuego, sabiendo lo mucho que le gustaban a ella las
tonterías románticas.
—¿Recuerdas lo duro que te pusiste? —pregunto, más suave aun, Kevin casi
tuvo que agacharse más cerca para escucharla.
—Por supuesto. Eres tan hermosa, Willow, tan atractiva, ¿cómo no iba a
hacerlo? —Él llevó una mano, deslizando el dorso de sus dedos por los
costados de sus pechos, sólo un toque ligero—. Todavía lo eres. Dios, Willow
eres tan sexy
—Llévate esa basura contigo —dijo por encima del hombro, mirando la revista
aun en el suelo—. ¡Y deja tu llave! —gritó, fuera de vista.
Kevin se quedó allí, aturdido, por unos minutos, y finalmente se movió. 301
Tomando la revista, bajó la mirada hacia ella, a continuación, en silencio, dejó
la llave en el pasamano, y se fue.
* * *
—¿Cómo estuvo? —Esto llamó la atención de la rubia. Sus ojos afilados se 302
alzaron, dando a Christine una mirada brutal.
Los ojos de la diseñadora encontraron los de ella otra vez, estudiándola, casi
hasta el punto de hacer sentir incomoda a Christine.
—Él te quería, ¿sabes? —ella miró por encima del hombro, a la hermosa mujer
de pie cerca de ella. Christine se limitó a mirarla, sin revelar nada. Sandra se
volvió hacia la ventana—. No te sientas culpable, Christine. No tienes
absolutamente ninguna razón para hacerlo. Robert se hizo esto a sí mismo. Él
trató de arruinarte por despecho, y al hacerlo, se arruinó a sí mismo. 303
—¿Qué pasó? —Christine preguntó, su voz tembló, casi con miedo de oír la
respuesta.
—Perdió todos los clientes que tenía. Hasta el último —rio con amargura—.
Todos tenían miedo de correr la misma suerte que había creado para ti. —Ella
suspiró profundamente—. Supongo que pensó que como ya había cometido
un suicidio profesional, bien podría acabar con él —su voz se quebró un
poco—. Si vas a hacerlo, hazlo bien y sin vuelta a tras, solía decir.
—Yo no fui —explicó en voz baja —porque sabía que se esperaba que dijera
algo que no era mi intención decir.
—Es por la pequeña rubia de Texas, ¿verdad? —finalmente logró decir. Sus
emociones y su cuerpo se vieron atrapados en un torbellino, y a ella no le gustó
en absoluto.
—Tienes razón. Lo hago. —Sandra levantó las manos, tocando su cabello para
asegurarse de que todavía se veía fabulosa, luego, enderezó su vestido. Se
veía tan hermosa y escultural como siempre—. Lo siento, Christine. —Ella
apartó la mirada. Por primera vez en mucho tiempo, sintió pena. Christine Gray
era una de las pocas personas en el planeta que habían logrado ganar su
respeto y verdadera admiración—. Tal vez deberías irte.
—Sí, creo que debería. —Christine se dirigió de nuevo hacia el sofá donde
había estado sentada, recogió su abrigo. Con la mano en el pomo, se detuvo
cuando la voz de Sandra la llamó. Ella no miró a la diseñadora mientras
hablaba.
305
Capítulo 13
W
Illow estaba casi histérica cuando vio el Jeep Wrangler abrirse
camino a través de su maravillo e invernal rancho. Corrió al porche,
con el aliento congelado por la fría noche, pero eso no le
importaba.
—¡Te extrañe! —Willow exclamó, casi exprimiendo el aire de la mujer más alta,
que rio y le devolvió el apretón.
—Ja, ja, muy divertida. Este pequeño diablillo se va a morir de frío si no te metes
en la casa. Eres bienvenida a quedarte aquí si quieres... — la voz de Willow se
apagó mientras se giraba hacia la casa.
—Por supuesto que estoy bromeando, tonta! —Willow corrió escaleras abajo,
golpeando juguetonamente el brazo de su amiga. Juntas arrastraron las
maletas de Christine por las escaleras, dos de ellas tenían ruedas. Una vez
instalada en su habitación, la cantante empezó a desempaquetar mientras
Willow corría para hacer un poco de chocolate caliente para la pobre mujer
congelada.
—Ah. Veo que has descubierto mi nueva afición. —Willow dijo en voz baja
desde la puerta, con dos tazas humeantes en sus manos—. No es bueno para
mí pasar demasiado tiempo sola; comienzo a ser creativa. —Sonrió, entrando
en la habitación y entregando a Christine una de las tazas—. Con malvaviscos,
como a ti te gusta. 307
—Gracias —Bebiendo, la cantante cerró los ojos de placer al sentir el sabor
del rico chocolate—. Extrañaba esto. —Levantó la taza— En California no hay
necesidad de hacerlo. —Se acercó a una de las fotografías—. ¿Esta eres tú?
—Willow asintió—. Sí. Mi mejor amiga y yo, de la escuela primaria y la
secundaria, Scarlet.
—No, ella se mudó en octavo grado. Estábamos en una obra de teatro en esa
imagen. —Willow rio entre dientes ante el recuerdo—. Fue una de esas cosas
ridículas, donde nadie tenía realmente un papel, determinado. Se suponía
que todos éramos panaderos. O eso es lo que creo —dio unos golpecitos en
el cristal mirando los divertidos sombreros blancos— sombreros de Tortuga.
—Ah. Difícil de adivinar, —Christine sonrió, y luego guiñó un ojo a la rubia de
ojos verdes.
—¿Tienes alguna foto tuya? ¿De cuando eras más joven? —Willow se sentó
en el borde de la cama, con las manos alrededor de su taza, calentándolas.
Christine resopló, mirando una foto de la rubia con sus abuelos, durante su
graduación de la secundaria.
—La primera imagen tomada de mí fue para una ficha policial cuando tenía
once años —dijo ella con aire ausente.
—Sí, supongo que tienes razón, ¿verdad? Bueno —dijo la rubia, sonriendo de
oreja a oreja—. Cuando nazca la bebé, va a tener una cámara en su cara
todo el tiempo. Voy a llenar toneladas de álbumes con fotos de ella. —Se 308
quedó mirando hacia el espacio, imaginando.
* * *
—Mm, esto está bueno —Christine suspiró, bajando la taza para apoyarla en
su regazo.
—No.
—¿Que deseaba? —Tomó un sorbo del rico chocolate, cerrando los ojos de
placer.
309
Willow sonrió.
—Sí y no. Me dolió, pero supongo que de alguna manera extraña fue bueno
ver que está bien. ¿Sabes? Dios, ¿Tiene esto algún sentido? —Pasó una mano
por el pelo, volviéndose de espaldas al fuego.
—Sin duda.
—No, no lo hice. Pero eso afecta, sin duda, nuestra vida, amigos, familia.
—Ya sabes que, este mundo ama las etiquetas. Los seres humanos sienten la
necesidad de etiquetar todo, supongo que, para relacionarse, no estoy
segura. Nuestra cultura y el lenguaje es interesante de esa manera, supongo,
—ella divagaba con aire ausente—. De todos modos —moviendo la cabeza,
se centró en el tema en cuestión—. Desde que llegué a la escena musical
cuando tenía quince años, el mundo ha querido que me meta en alguna
parte, y realmente no encajaba de ninguna forma, ¿sabes? Yo no era
exactamente una princesa del pop, o una diva. Por lo tanto, cuando no
pudieron encasillarme en una categoría musical, quisieron hacerlo en mi vida
privada.
311
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, tuve a la comunidad gay tratando de meterme bajo sus alas como
la próxima Melissa Etheridge, a pesar de que salimos al mismo tiempo —se rio
suavemente—. Pero también tenía a la comunidad heterosexual que me
vinculaba con Sheryl Crow o Alannah Myles, o cualquier otro que puedas
imaginar. Confía en mí, los escuché a todos.
—¿Por qué hicieron eso? —Willow estaba fascinada, sin siquiera darle un
segundo pensamiento, a lo que había oído acerca de las celebridades.
Aunque no conociera mucho de ellas.
—Debido a que todo el mundo necesita para hacer valer sus pretensiones. Al
igual que Bob, por ejemplo. Él me hizo, me descubrió, no importa si fue mi
talento el que me llevó hasta allí.
—¿Qué, y arruinar el misterio? Esto puede parecer frío, Willow, pero el misterio
vende.
—Oh, sí. Y qué mejor historia entonces que una cantante que ha construido su
carrera a base del misterio, la sexualidad pura, pero que aun así es asexuada.
Ellos me perseguían, nunca fue suficiente. Por desgracia —suspiró ella,
agarrando su taza de nuevo, y bebiendo—. Resultó contraproducente. Con
cada mujer extraña que me vieron, automáticamente se convirtió en mi más
reciente conquista. —La amargura era inconfundible.
312
—¿Christine? —Willow dijo en voz baja, apoyando la mano en el tobillo de la
cantante—. Todavía no has respondido a la pregunta.
Christine pensó en lo que debía decir, mientras tomaba otro sorbo, luego
mantuvo la taza entre sus manos, de vuelta en su regazo. Se quedó mirando
el líquido oscuro, que capturaba la luz del fuego de color naranja.
—Claro, tienes a algunos locos por ahí que dicen que es mucho más que eso,
pero cuando se llega a los detalles prácticos, todo es acerca de si disfrutas de
un pene o una vagina.
—¿Espera, que? —La rubia se inclinó hacia delante, cruzando las piernas al
estilo indio, con los codos apoyados en las rodillas—. No entiendo…
—Willow, para mí, el sexo es una mala palabra. Es algo que vendía en la calle,
algo que está matando a mi mejor amigo— explicó, con voz suave.
—Cariño, no tiene por qué ser así —dijo Willow, entristecida por su amiga, que
merecía todo lo que era bueno en la vida además del amor, y ella se lo
negaba a sí misma a causa de un pasado, plagado de imperfecciones.
—Lo hago por mí. Sé que lo que hice es sólo sexo. Confía en mí, he oído este
argumento antes, pero nunca, he hecho el amor. Siempre ha sido algo
retorcido, contra una pared en un callejón oscuro, sucio, o en alguna
habitación mal oliente de un motel.
—Está bien, déjame entender esto —Willow acomodó su cuerpo una vez más,
porque se imaginó que sería una conversación larga y profunda—. ¿No has 313
tenido relaciones sexuales con nadie desde tus días en las calles? ¿Nunca has
hecho el amor con alguien? ¿Nunca te han hecho el amor? —Sus cejas se
levantaron ante la última pregunta. Christine sacudió la cabeza, bajó los ojos,
y sintió que la vergüenza le encendía las facciones.
—Desde que empecé en todo esto, he tenido personas que se han arrojado
sobre mí, ¿sabes? Todos lo que deseaban era un pedazo del pastel, por así
decirlo. —suspiró profundamente, luego miró a su amiga con los ojos
torturados—. No es que alguno de ellos me quisiera a mí. —Se golpeó a sí
misma en el pecho—. Se trataba de la imagen, y lo que podía hacer por ellos.
—No solía hacerlo. Esto empezó a ocurrir desde los últimos cinco años más o
menos. Estoy tan cansada, ¿sabes?
—No puedo estar en tus zapatos, pero puedo ver el desgaste, en tus ojos —
Apretó la mano de Christine—. Espero que este pequeño viaje aquí te dé un
poco de paz. Es decir, sin duda vas a encontrar tranquilidad aquí. —Ambas
rieron. A Willow no se le escapó que Christine realmente no había respondido
a su pregunta, pero ella decidió dejarlo pasar. Por esta noche.
—Bueno —dijo Christine, moviendo rápidamente sus piernas para que sus pies
tocaran el suelo. Apuró su chocolate, luego se limpió la parte posterior de la
boca—. Estoy agotada. —Se inclinó y le dio un abrazo de buenas noches a
Willow.
Willow vio cómo su amiga agarró su taza, y la casi vacía de Willow, entró en la
cocina, y luego se dirigió hacia las escaleras, subiendo lentamente, con la
mano en la barandilla, casi como si estuviera tirando de ella hacia arriba.
* * *
—Connor, basta. —Rachel le dio a Christine una sonrisa con dientes apretados,
luego golpeó a su novio en la pierna de nuevo.
—Lo siento —bajó los ojos, mirando su mano de cartas, aunque tardó sólo unos
momentos para mirar de nuevo a la mujer sentada en la mesa frente a ella.
Por su parte, la cantante básicamente ignoró sus miradas, pero no fue fácil.
Especialmente cuando era el turno del hombre para robar una carta, y,
Rachel o Willow tenían que golpearlo para traerlo de vuelta al juego.
—Una —dijo Christine, moviendo la tarjeta en la mano izquierda. Las otras dos
mujeres gruñeron, mientras el hombre del grupo sonreía como un tonto.
—¡Oye! —Connor gritó, viendo el robo de la carta cuatro que acababa de ser
dejada para él.
—Lo siento, muchacho —Willow se rio—. Eso es lo que obtienes por estar
sentado ahí con tu lengua fuera toda la noche. —Él la fulminó con la mirada
mientras obstinadamente sacaba sus cartas.
—Deberías haber ido por el amarillo —susurró Rachel—. Tengo una tarjeta
amarilla con el dos—. Ella arrojó un dos verde. Todos los ojos se volvieron hacia
la cantante, quien se veía desdichada cuando vio dos pares de ojos
expectantes, y un par de ojos de cachorro que le dieron ganas de rodar los
ojos. Ella se resistió, por el bien de Willow. Finalmente ella suspiro.
—Sí, deberías haber ido por el amarillo. —Christine dio a cada uno de ellos otra
mirada, luego se volvió a Willow, su boca se curvó en una sonrisa torcida. Sin
apartar su mirada, ella tiró su tarjeta.
—¡Willow! — Rachel exclamó, mirando boquiabierta a los dos de color rojo que
encabezaban la pila de tarjetas.
—Estoy fuera —dijo Christine suavemente. Willow la fulminó, con sus dagas
esmeraldas. Con eso, Christine levantó las manos en el aire, con un puño
victorioso.
—Todavía no puedo creer que nunca hayas jugado al Uno antes. —Rachel
negó con la cabeza mientras colocaba su mano de cartas sobre la mesa—.
Connor, basta.
—Eso fue divertido —dijo Christine, los vasos tintinearon mientras ella los
recogía entre sus dedos, en dirección a la cocina.
—Eres un tiburón con las cartas, ¿eh? —dijo Willow, apoyada en el arco entre
el comedor y la sala. Christine sonrió.
—UH Huh.
—Mira, uh, creo que voy a volver a Los Ángeles este fin de semana —Christine
retorció el trapo alrededor de su mano, sintiéndose repentinamente nerviosa.
Willow luchó por mantener la decepción profunda lejos de su cara, aunque
no estaba segura de qué tan exitosa era.
—Oh. Uh, está bien. —Se volvió hacia el gabinete, abriendo una de las puertas
con paneles de vidrio, reordenando algunas piezas de plata, sólo para
mantener las manos ocupadas.
—Me he quedado sin ropa. Yo sólo empaqué lo suficiente para dos semanas.
—Miró a su amiga, la vio mirando el plato de plata, para la mantequilla, que
tenía en sus manos. Willow estaba golpeando suavemente la parte superior, a
continuación, lo dejó de hacer, sólo para empezar todo de nuevo.
—Pienso que podría volver, por algo más de ropa —la voz de Christine se 317
apagó, al ver que Willow no hablaba. Sin decir una palabra, la rubia se dirigió
hacia las escaleras, irrumpiendo en la habitación que Christine estaba usando.
Miró a su alrededor, vio la bolsa de basura negra abandonada en un rincón,
llena de ropa sucia. Tomándola, la alzó por encima del hombro, cual Santa
Claus, mientras se dirigía escaleras abajo, pasando frente a una aturdida
Christine, y bajando el segundo tramo de escaleras, que le llevaría a la
cisterna.
* * *
La transformación del invierno fue completa. Los días eran más cortos, más 318
tranquilos, la vida, y los sonidos eran amortiguados por los mantos de nieve,
mientras que la luz se amplificaba en un brillo cegador. Los notorios vientos de
Oklahoma soplaban la nieve en capas, que fluían a través de la tierra, casi
como una tormenta de arena.
—¡Willow! —gritó, asustando de muerte a la pequeña rubia, que casi deja caer
la pesada caja. Ella se salvó cuando la cantante la arrancó de sus brazos.
—Maldita sea, Willow. Sabes lo que dijo el médico —La cantante dejó la caja
en el suelo al pie de la escalera. Subió los pocos escalones hasta la rubia que
estaba haciendo pucheros—. Cariño, no hagas nada que pueda lastimarte a
ti o al bebé —dijo suavemente, colocando una mano protectora sobre la
panza de Willow.
Willow suspiró, sentándose en la escalera donde estaba de pie.
—Lo sé. Pero es temporal. —Christine se sentó junto a ella—. Úsame a mí para
este tipo de cosas —señaló la caja—. Eso es para lo que estoy aquí. —Unos
ojos verdes la miraron—. ¿Bueno? —Willow suspiró.
—Lo haría si pudiera. Ahora —Se puso de pie, tirando de la rubia con ella—.
Dime donde deseas esto, y luego puedes desempacarlas mientras yo consigo
el resto de ellas. ¿De acuerdo?
—Supongo. —Willow sabía que se trataba de un compromiso serio, pero ella
odiaba sentirse inútil. A decir verdad, estaba muy agradecida de que Christine 319
estuviera allí durante el mes pasado. Se había hecho más grande de la noche
a la mañana, su vientre parecía haber explotado, y estaba empezando a
encontrar la más simple de las cosas difíciles de hacer.
Fiel a su palabra, durante veinte minutos, todas las cosas navideñas fueron
sacadas del ático, y ambas mujeres las estaban clasificando, viendo lo que
estaba roto, y lo que podría usarse.
—Un poco a la izquierda. No, más a la derecha. Hasta arriba. No, abajo…
—Mujer, ¡decídete! —Christine miró hacia abajo a la rubia, que tenía un ángel
de porcelana y encaje en la mano, mientras se balanceaba sobre el árbol
artificial, tratando de colocar otro ángel en la rama superior.
—Bueno, mientras estás tratando de hacer eso, voy a dejar caer el árbol, y
entonces no importará dónde vaya.
—Está bien, está bien. Ponlo donde lo dejaste hace unos momentos.
Christine volteó los ojos, sin tener absolutamente ninguna idea de a cuál de las
docenas de posiciones que había hecho momentos atrás se refería la rubia.
—¿Podrías ser sólo una pizca más específica?
—Guau.
—Oh, espera —Christine corrió hacia el árbol, cayendo de rodillas, junto a él, 320
luego arrastrándose por la parte de atrás, y con un gruñido, enchufó las luces.
Sonrió ante el grito que escuchó de su amiga, a continuación, la sala quedó
a oscuras, los bulbos diminutos que rodeaban el árbol era la única luz.
—¿Quieres saber algo? —Christine dijo, mientras tiraba a la rubia contra ella.
—¿Entonces qué hacías? —Willow dijo, con voz soñadora mientras estudiaba
las luces parpadeantes, casi adormeciéndola.
—Por lo general sólo me quedaba en casa, escribiendo. Millie es testigo de
Jehová, ella, su marido y sus hijos no lo celebran. Ella y yo conversábamos, o
tal vez horneábamos algo. —Se encogió de hombros—. Eso es todo.
—Por supuesto.
—Bueno, esto no es Los Ángeles o Nueva York. No tenemos las luces brillantes
y una gran ciudad para mantenernos ocupados. ¿Sabes? —levantó la mirada
hacia la cantante, observando cómo el brillo de las luces del árbol de
Navidad se reflejaba en sus bellos ojos.
—¿Piensas que va a tratar de luchar por la custodia? —Christine tuvo que 322
sonreír para sí misma, mientras su mano se había alejado ausente para cubrir
el vientre grande de Willow. Se sintió tan protectora por lo que había debajo.
El calor se reunió con la mano llenando su corazón.
—No lo sé.
—Supongo que tendremos que cruzar ese puente cuando lleguemos a él,
¿eh? —Christine dijo en voz baja, sintiendo el movimiento de cabeza de
Willow. Se detuvo en seco, dándose cuenta de lo que había dicho. Sintiéndose
tonta, cerró los ojos, pero no dijo nada. Rectificar sólo sería llevar a la luz su
error, ya que al parecer Willow no se había dado cuenta. Cómo se atrevía a
sumarse a sí misma a una simple ecuación donde uno más uno era igual a
Willow y Kevin.
—¿Christine?
—¿Sí?
—Tengo que empezar las clases de parto sin dolor pronto. —Se apartó,
aunque le tomó un poco de esfuerzo, su vientre no le permitía moverse tan
bien como antes. Después de algunos gruñidos, se volvió y miró a su amiga—.
¿Quieres ser mi compañera?
* * *
—Es un placer conocerlas a las dos. —Heather tomó las manos de ambas, e
hizo que Casey firmara—. Está bien, señoras, encuentren un lugar, que vamos
a empezar.
Parpadeando varias veces, Christine miró sus ojos enrojecidos a través del
espejo, levantando su mano para frotarlos con los dedos. Parpadeó varias
veces más, ella agarró la botella de Visine, dejando caer una docena de
gotas frías en el pelo antes de que ella finalmente lo hiciera en los ojos.
Lo que no podía imaginar era como la gente llevaba esas malditas cosas día
tras día.
Cerrando el estuche de los lentes de contacto, apagó la luz del baño, deslizó
los dedos sobre la peluca rubia de poliestireno, que usó en su cabeza, mientras
pasaba cerca de ella. Agradeció a Dios por tener conexiones. Fue capaz de
conseguir su disfraz via FedEx'd durante la noche. No hubo gritos de sorpresa
o deleite, ni murmullos de reconocimiento. Christine pensaba que todo había
salido muy bien.
324
Además, ¿quién estaría esperando ver a Christine Gray en Oklahoma?
A punto de llegar por el pasillo hacia la escalera, se detuvo, con la mano aún
en el marco de la puerta de su habitación. Se detuvo, escuchando.
En las cinco semanas que Christine había estado allí, vio a menudo episodios
de llanto, pero por lo general era como el llanto de un niño, siempre podía
saber lo que era; producto de las hormonas o algo real. Este era uno de esos
momentos reales.
—Ey —dijo Christine, con voz tan suave como su toque, mientras se deslizaba
sobre la cama, se abrazó al cuerpo de la mujer más pequeña. Willow no
respondió, simplemente lloró con más fuerza.
Dejó que la rubia se desahogara, ella la contuvo, con un brazo escondido
debajo de su almohada, y de Willow, tomó una mano de la rubia en la suya,
acercando a la rubia de nuevo a ella, su brazo se apoyó entre los pechos de
la rubia y la panza.
Willow permitió que el calor del cuerpo detrás de ella la envolviera, llenándola
de paz. Las lágrimas comenzaron a disminuir, pequeños estornudos tomaron
su lugar.
—¿Por qué lloras, Willow? —Christine susurró en el oído de la rubia, una vez que
sintió que su amiga había tomado el control de sus emociones.
—Es lo que dijo esa mujer, Heather, esta noche. Sobre tener que levantar a
estos bebés, teniendo toda la responsabilidad sobre nuestras cabezas. Dios,
Christine, ¿cómo voy a hacer esto? —Sus ojos comenzaron a llorar de nuevo,
y ella se los limpió con rabia—. Creo que no puedo hacerlo por mi cuenta. 325
—No estás sola, cariño —Christine trató de razonar con ella—. Tienes tanta
gente aquí que te quiere y que desea ayudarte. La semana pasada Rachel
me dijo que estaba más que dispuesta a quedarse con el bebé durante unos
días para darte un descanso. —Apretó a la rubia—. Su única petición fue que
le hicieras esos brownies de chocolate doble.
—Supongo que una vez que decidí que quería tener hijos, tuve esta imagen
en mi cabeza, una casa, los padres, perro, todos a la vez. Yo quería ser capaz
de darle a mi hijo, todo lo que mis padres no me dieron, o no pudieron darme.
Lo arruiné —Comenzó a llorar de nuevo.
—Sabes, cariño, hay todo tipo de familias ahí afuera. A veces, cuando la
sangre te vuelve la espalda, tienes que hacer una nueva. Tú la tienes. Nadie
va a dejar que hagas esto sola, y Willow, todo es temporal en la vida.
Recuerda eso. No será así para siempre, te prometo eso. Eres una mujer joven,
hermosa, con mucho que ofrecer. Sé de hecho que alguien vendrá y verá la
gran mujer que eres.
—Debido a que no eres así. No sabes lo que es ser egoísta. Eres de esas
personas que dan todo de sí.
Estornudo.
—Bueno.
327
Capítulos 14
—¡Que! ¿Piensan que soy una ballena varada? —Willow maldijo, con una
bolsa de plástico en la mano. Oh, tengo que sentarme. Ella se sentó en el sofá,
sintiéndose como un hombre de ochenta años—. Me refiero, a que ¡utilizó la
mitad del maldito rollo de papel higiénico! —continuó su diatriba, las tres
mujeres restantes ocultaron sus sonrisas.
—¿Qué voy a hacer con todo esto? —Willow suspiró, mirando la pila de cajas
y paquetes, todos ellos envueltos en rosa y azul. 328
—Agradecer a tu buena suerte, mi amor —dijo Myra, sentada junto a su nieta,
acariciando su muslo—. Cuando tuve a tu padre, no teníamos todas estas
cosas —ella agitó la mano en la sala—. Vas a hacerlo muy bien, mi amor.
—Oh, cariño, este será mi primer bisnieto —dijo Myra en voz baja, corriendo los
viejos dedos a través del espeso, y abundante cabello rubio que adoraba
peinar cuando Willow era una niña, hace muchos años. La chica lo tenía hasta
la cintura, solía llevar una trenza dorada. Casi se le rompió el corazón cuando
todo ese oro fue cortado en favor de los nuevos estilos, más cortos, de hoy.
¿Qué pensaban estas mujeres jóvenes, al querer parecerse a los chicos?
—Willow, a las tres nos gustaría darte nuestros regalos, ahora —indicó a Rachel,
Myra y a ella misma. Willow levantó la cabeza del hombro de su abuela
parecía confundida.
—Sólo fue una cortina de humo, mi amor —dijo Myra, continuando con las
sonrisas secretas y guiños de las otras dos.
—¡Gracias, Sra Wahl —dijo la cantante, con una suave sonrisa adornando su
rostro!
—Buena niña.
—Ya sabes —dijo Rachel, una vez que se habían detenido ante la puerta
cerrada del tercer dormitorio en la parte de arriba—. Gracias a Dios que has
estado demasiado agotada para poder entrometerte —sonrió a su amiga,
apretando su mano mientras giraba el pomo, empujando lentamente la
puerta.
—Imagino que a medida que el bebé crezca, se puede pintar con el color
que quiera —explicó Christine.
6
Ositos Cariñositos: En España Los Osos Amorosos. Una serie de televisión y una línea de
juguetes estadounidenses que fueron muy populares en los años 1980.
Rachel se quedó cerca de la puerta, con el hombro apoyado contra el
interruptor de la luz de osito, y las observó a las dos. Su cara mostró una mezcla
de reacciones. Una pequeña parte de ella estaba celosa, ya que siempre
recibió los abrazos de Willow cuando estaba cerca. Pero de alguna manera
los celos fueron olvidados ya que tenía el presentimiento de que su vínculo iba
mucho más allá de lo que Willow había compartido con la pelirroja. No podía
entenderlo aún, pero era alentador ver que Willow tenía un fuerte pilar en el
que apoyarse.
Willow gritó cuando sus entrañas se retorcieron, una vez más, otra contracción
se apoderó de ella, dejándola sin aliento. Christine comprobó su reloj; cuatro
minutos de diferencia. Dejó de tararear, animando en voz baja a su amiga a
respirar por el dolor, manteniendo la concentración.
Rachel corrió por las escaleras, sin molestarse con el ascensor, agitada por el
esfuerzo y la emoción. Atravesando la puerta de la escalera hasta el quinto
piso, miró a su alrededor, viendo a Cameron Dawes, una enfermera de día
con quien solía trabajar antes de que ella se trasladara a maternidad.
—La acaban de subir. Ha dilatado ya ocho centímetros y medio, así que está
casi lista. —Su sonrisa era contagiosa, Rachel tomó las manos de la mujer, las
dos reían como niñas pequeñas por su compañera de trabajo y buena amiga.
—Bastante restringida. Nadie entrará en esta sala sin que nosotros lo sepamos
—dijo orgullosamente Cameron, tomando personalmente la responsabilidad 332
para asegurarse de que todo estuviera en su lugar. Rachel miró alrededor de
la sala, viendo agentes de uniforme en todas partes, haciendo todo lo posible
para mantener a la prensa alejada—. ¿Cómo diablos esa pequeña bola de
fuego hizo que una famosa cantante fuera su compañera de parto sin dolor?
—Hmm. ¿La ves a menudo? Quiero decir, ¿es toda estirada y poderosa?
—Vamos, Willow danos un buen empujón —dijo la médica entre las piernas de
la rubia—. Ya se ve la cabeza, empuja una vez más, y yo podré hacer el resto
—alentó.
Arrugando toda la cara, apretando intensamente los ojos, usó hasta el último
poco de energía que tenía, gritando mientras se abría, mostrando los dientes,
la boca se abrió lentamente en un grito cuando sintió una liberación
repentina, un dolor adormecedor, seguido por el llanto de un bebé no muy
feliz.
—¡Tienes una niña sana! —la médica proclamó, sosteniendo unas tijeras muy
largas—. Christine, ¿te gustaría hacer los honores? —preguntó con los ojos
sonriendo detrás de su máscara.
Una ola de orgullo se extendió por la cantante cuando tomó la herramienta
en las manos temblorosas, teniendo que ser guiada al cordón por la doctora
un par de veces.
Su corazón, estaba lleno de vida por el bebe en sus brazos, pero de alguna
manera esas paredes se expandieron al punto de romperse cuando sintió el
amor de Christine para su hija. No pudo evitar pensar en cuan incompleto
hubiera sido el día sin ella.
—Hola —dijo Willow, sonriendo de igual manera. Se sintió tan mal cuando vio
el color rojo en los ojos de Christine, sabía que la mujer tenía que estar
completamente agotada.
—¿Dónde está todo el mundo? —Se puso de pie, estirándose con un gemido,
con los brazos levantados sobre su cabeza antes de acercarse a la cama.
Mirando hacia abajo a las dos, Christine alzó su mano, rozando suavemente 336
un mechón de color marrón que cubría la diminuta cabeza del bebé.
—Te presento a Emma Christine Bowman —Willow dijo en voz baja, mirando a
los ojos de su amiga. Christine sintió el aguijón de la emoción detrás de sus ojos,
y parpadeó—. Pareces sorprendida —Willow sonrió—. Sin ti, muy poco de esto
habría sido posible.
* * *
El mes pasó rápidamente para las dos, un constante ir y venir, tratando de criar
a un bebé recién nacido.
Christine no tenía idea de que algo tan pequeño podía oler tan mal.
Conteniendo la respiración mientras, echaba otro pañal en el contenedor, se
dirigió al piso de arriba, Willow seguía pidiendo que le llevara el nuevo tubo de
Desitin de la bolsa de pañales.
—Voy —gritó, subiendo las escaleras de dos en dos, finalmente dejó el tubo
en la mano de la madre que aguardaba.
—¿Christine?
Dio un salto, con el corazón palpitante, cuando oyó un fuerte estallido, y luego
otro, un chasquido, a continuación, más golpes.
Corriendo por las escaleras, corrió a la cocina, donde ella vio algunos trozos
de algo volando, luego se dio cuenta que eran del teléfono, Christine lo
golpeaba contra el mostrador frenéticamente, dejándolo destrozado.
Willow se quedó allí de pie, sacudida hasta la médula. Sus nervios se alteraron
aún más cuando se dio cuenta de que Emma estaba llorando arriba.
—¡No!
Willow miró por encima de sus gafas de lectura, y escuchó suaves pasos en el
pasillo. Dejo la novela, y escuchó. La puerta de Emma se abrió ligeramente,
pasos más suaves, palabras susurradas, entonces la puerta se cerró
suavemente. Los pasos se detuvieron delante de la puerta de Willow, el suelo
crujía bajo el peso, entonces los pasos siguieron adelante, al final del pasillo,
donde una puerta se cerró.
—Lo siento —susurró Christine, con los ojos mirando hacia fuera, sin parpadear.
Willow tomó su perfil, su dedo llegó a coger la lágrima brillante que lentamente
rodaba por su mejilla.
—Oh, cariño —dijo— ¿qué está pasando? —Su corazón se rompió cuando
otra lágrima hizo un rastro vago después de la primera, seguida de otra.
Willow arqueó su espalda, la mente explotó una vez más por las sensaciones
increíbles que corrían a través de su cuerpo. No era suficiente. Bajando la
mano, soltó los pantalones vaqueros de Christine, al ceder el botón, los empujó
hacia abajo de las caderas de la morena. Una vez más, Christine era de ella,
esta vez de pie, tirando su ropa, una bota golpeó la pared. Agarró los extremos
de los pantalones cortos de Willow, tirándolos, Willow apenas tuvo la
oportunidad de levantar sus caderas cuando la prenda casi fue arrancada.
Empujó sus propias bragas hacia abajo, a patadas, luego tomó a Christine de
la parte posterior de su cuello, tirándola fuertemente de espalda sobre la
cama.
—Te necesito —Christine gimió, su boca estaba en todas partes, besando, 342
lamiendo, chupando. Willow no podía mantener el ritmo, sin tener idea de a
donde iría la morena. Decidió sólo dejarse ir, sus caderas chocaban al ritmo
de las embestidas de Christine, su cuerpo estaba en llamas, y el clímax no muy
lejos.
—Déjame abrazarte, cariño— susurró ella, tirando de la mujer más alta hacia
ella, Christine apoyando su cabeza sobre el pecho de Willow, mojó la piel con
su profundo dolor. Willow todavía no tenía idea de lo que había sucedido,
pero pensó que lo sabría a su tiempo.
* * *
El sol de la mañana era fuerte. Willow trató de cerrar los ojos nuevamente, pero
era inútil, no había manera de volver a dormir.
—Hola —Willow dijo en voz baja, alzando la sábana para cubrir sus pechos
desnudos.
—Supongo que el extractor de leche fue útil, ¿eh? —Willow dijo, sintiéndose
cohibida a la luz del día. Sus ojos recorrieron la habitación, tratando
discretamente de buscar su ropa. Se sonrojó cuando vio que estaban
perfectamente doblada, y colocada en el extremo de la cama.
Alcanzándola, se puso su camiseta, luego se apoyó contra las almohadas. No
sabía que decir, no estaba segura de que decirle a Christine cuando ella no
tenía idea de cómo sentirse.
—Tendré que ir a Nueva York por unos días, a hacerme cargo de algunas
cosas —dijo Christine en voz baja, interrumpiendo los pensamientos confusos
de Willow.
—Adam.
—Lo siento.
—Yo también.
—¿Cuándo te vas?
—¿Quieres que vaya contigo? —se encontró con los ojos azules que había
llegado a adorar. Le dolía verlos tan ausentes. Christine negó con la cabeza.
—No, sería demasiado difícil viajar con Emma —de nuevo bajó la mirada
hacia la bebé, cepillando el cabello suave y sedoso de la cabeza de la
pequeña.
* * *
—Lo haré —prometió. Alejándose suavemente, la miró a los ojos verdes, dando
a Willow la sonrisa más tranquilizadora que pudo, aunque no se sentía así. No
sentía nada. Entumecida. Esa era la única forma en que podía describirlo—.
Te veo pronto.
Con eso, Christine subió a su jeep, y encendió el motor. Con un giro, salió del
patio en una nube de polvo.
Willow observó, con el corazón en la garganta. Por último, sólo con el eco del
motor del jeep, cerró la puerta, apoyándose en ella. Tenía una sensación de
temor pulsando a través de ella, y lo odiaba.
Caminó por el resto del día como en un sueño, haciendo lo que había que
hacer en la casa, en realidad sólo volvía a la vida cuando tenía que asistir a
Emma, que estaba de mal humor. Era casi como si pudiera sentir que algo no
iba bien. Willow deseaba tanto que Christine estuviera allí para cantarle y así
la calmara.
Más tarde esa noche, Emma estaba alimentada, cambiada, y con sueño,
Willow se sentó en la enorme bañera, del baño principal. Con el cuerpo
reclinado, y los ojos apenas abiertos, miraba hacia el techo, el vapor la hacía
sentir como si estuviera mirando a través de una gasa.
Es cierto, que haría cualquier cosa por la cantante, darle todo lo que ella
pidiera. Pero eso no.
Willow sabía que no era una cuestión de ser gay o heterosexual, ni ella se veía
como una. Nunca lo hizo. Pero ¿por qué tuvo que dejar que la situación
cruzara los límites de la amistad, independientemente de cuan cercana y
profunda era la amistad? ¿Que había poseído a Willow para dejar que
sucediera?
Suspiró, cerrando los ojos. Sabía que podía darle vueltas en su mente toda la
noche. Lo que sucedió, ya ocurrió, y aunque no podía decir que se arrepentía,
le preocupaba que pasaría de ahora en adelante. Le preocupaba que se
convirtiera en un problema, entre ellas.
Cuando Christine regresara iban a hablar de ello, tal vez. Pero no importa qué,
Willow no permitiría que afectara lo que habían construido. Christine era parte
de la familia de Willow, y formaba parte de su vida cotidiana, y ya se sentía
perdida y sola, tan sólo nueve horas después de que la cantante se había ido.
Cuando Willow se permitió relajarse totalmente, las burbujas en el agua
aliviaron los músculos doloridos, se olvidó de recordarse a sí misma lo
increíblemente maravilloso que se había sentido al tener las manos de
Christine en ella, su boca sobre ella, su cuerpo encima de ella. También se
olvidó de recordarse a sí misma que, aunque se trató de un breve encuentro, 347
su cuerpo todavía ardía, y nunca, en todos sus años sexualmente activa, se
había sentido tan mujer.
* * *
—Siii —Willow gimió, sintiendo los dedos deslizarse hacia abajo entre sus
pechos, sobre su abdomen, haciendo que los músculos se contrajeran, y
finalmente se relajaran. Se quedó sin aliento, arqueando la espalda cuando
los dedos se introdujeron entre los pliegues de su sexo llenándolo, el calor
húmedo, se acumulaba desbordándose—. Oh, sí, cariño —gimió de nuevo,
moviendo las caderas para profundizar aún más y así aliviar el dolor.
Los ojos de Willow se abrieron con un grito ahogado, el aire fresco de la noche
rozó su cuerpo medio desnudo, los pechos estaban expuestos, uno cubierto
por su mano. La otra estaba situada entre sus piernas.
Gimiendo, ella cerró los ojos de nuevo, levantando sus manos para cubrir su
rostro. Gimiendo de nuevo cuando se olió a sí misma en sus dedos.
Dejó caer el agua sobre su piel, los ojos de Willow se cerraron cuando levantó
la cara hacia el chorro, y el último poco de jabón se desvaneció en el desagüe
a sus pies.
Retiró el pelo de la cara, abrió los ojos y cerró los grifos. Deslizando las puertas,
salió a la alfombra de baño, tratando de alcanzar su toalla.
348
Estaba deseando que llegara el día. Rachel acabaría pronto, y planeaba salir
para la casa. Willow estaba en las últimas dos semanas de descanso por
maternidad, y no había salido mucho, disfrutando de su tiempo con Christine
y la bebé. Christine se había ido, por lo que ahora era el momento de sacar a
Emma al mundo exterior.
—¿Qué? Espera, ¿de qué estás hablando? —la preocupación fue inmediata
en la voz de Christine.
—¿Qué? ¿Quien?
—Lo siento. Dios, lo siento —susurró Christine—. Prometo que me haré cargo de
ello en este momento. ¿De acuerdo?
—No. Tú me necesitas allí. Yo estaré en casa tan pronto como pueda, ¿de
acuerdo?
—Está bien —dijo Willow, más tranquila, y aliviada. Dios, la echaba de menos—
. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Revisamos los papeles de Adam anoche, y hoy resolveré algunas
cosas para él. A Alice no le está yendo muy bien.
350
—¿Pero, como estas? —Willow agarró el teléfono con más fuerza, deseando
poder estar allí para Christine.
—Sí. Supongo que sí. Mira, Willow, sobre la noche antes de irme.
Willow podría decir que el tema había sido cambiado de manera efectiva.
—Por favor, quédate hoy. ¿Por mí? Me siento mucho mejor sabiendo que tú y
Emma estarán a salvo dentro de la casa. No es que no estés a salvo, pero no
sé si esos idiotas intentaran seguirte o algo así. No quiero hacerte pasar por
eso.
—La extraño, también. Tengo que irme, así que cuídate, y dale un gran abrazo
y un beso por mí, ¿de acuerdo?
—Lo haré.
—¿Sí?
—Te extraño.
352
Capítulo 15
—Así que, vamos a disfrutar de nuestro día con la tía Rachel, no hablaremos
de nada más que de ti, y sólo pasaremos un buen momento. ¿Qué opinas? —
Emma pedorreó con la boca cuando Willow le llevó por las escaleras,
haciendo reír a la joven madre—. Bien dicho, pequeña.
La rubia llevó a la bebé a la cocina, y le preparó una botella. Sabía que tenía
que destetar a Emma de su pecho, ya que cuando volviera al trabajo Emma
se quedaría con la niñera.
Emma se quejó un poco, no estaba muy segura con este asunto de la botella,
pero con el tiempo su hambre superó la molestia, y comenzó a mamar.
Sentada en el sofá, Willow observó a su hija, que la miraba, con los ojos del
mismo color que su mamá. Su corazón se calentó cuando Emma ciegamente
agarró el meñique de Willow, los cinco dedos se envolvieron alrededor de ella.
El timbre sonó, y Willow reacomodó cuidadosamente a Emma en sus brazos a 353
fin de no interrumpir su alimentación, pero siendo capaz de desbloquear y
abrir la puerta.
—No voy a tocar el tema, no voy a tocar el tema. No hay razón para hacerlo
—murmuró para sí misma, y luego abrió la puerta. Rachel sonrió de oreja a
oreja, dando un rápido abrazo a Willow, a continuación, retiró a Emma de sus
brazos—. Uh —dijo la rubia, aturdida— es bueno verte, también.
—¿Qué pasa con las cerraduras? ¿Soy una cautiva aquí, o qué? —Sentada
en la mesa de la cocina, Rachel sonrió a la bebé, pasando un dedo sobre la
piel increíblemente suave, los dedos pequeños, y la pequeña nariz de botón,
mientras sostenía la botella con la otra mano. Willow la observaba desde la
puerta, apoyándose en el arco de la puerta, sonriendo.
—No, es que no quiero que algún periodista estúpido haga algo... bueno...
estúpido —explicó en voz baja.
—No es tonto. Mira lo que le pasó a la princesa Di. Esos idiotas han hecho cosas
locas. ¿Qué va a hacer, Christine?
—Ni idea. Estoy segura que sabrá qué hacer. Quiero decir, ha tratado con esta
basura desde hace casi veinte años.
—Me pregunto cómo será eso —dijo Rachel con aire ausente, rozando sus
dedos sobre el cabello suave y sedoso—. Parece que tendrás el pelo más
oscuro que tu mamá y papá.
—Hmm
Willow se rio.
—Es agradable.
—Huh?
Willow pensó por un momento, y pudo ver a donde Rachel quería llegar. La
figura de un papá. Ella apartó la mirada, sintiendo el rubor aumentar en su
cuello y las mejillas. Algunas veces su amiga tenía ojos de águila, Rachel
levantó una ceja.
—Mentirosa. —El humor de Rachel murió cuando ella vio cuan seria se había
vuelto la rubia. Permaneció en silencio, no quería asustar a Willow por si
necesitaba hablar.
Finge que no es nada. No es nada. Estás bien, Christine está bien, todo el
maldito mundo está bien.
—Esa noche, la noche que Adam murió, Christine estaba tan devastada —
comenzó a decir en voz baja, al recordar la angustia en esos hermosos ojos
azules de nuevo.
—Ella destruyó el teléfono, luego se fue afuera. Estuvo allí mucho tiempo. Al 355
final, puse a Emma en la cama, y me quedé allí mismo, tratando de distraerme,
preocupada por todo eso.
—Se hizo más tarde, más oscuro. Supuse que había ido a alguna parte, porque
sus llaves estaban todavía colgando de la puerta. No tenía idea de dónde
había ido, pero sabía que no debía estar lejos. No tienes idea de lo difícil que
fue para mí —Se rio entre dientes, mirando de reojo a su amiga.
—De todos modos, finalmente ella entró. Escuché. Reviso a Emma, a mí, y
luego se fue a su habitación. La seguí. —Saliendo del mostrador, se sentó y
decidió que tenía que ser lo más honesta y abierta como sea posible con
Rachel, y manteniendo su distancia, parecía como si tuviera algo que ocultar,
o tal vez avergonzarse—. Ella estaba tan molesta —Willow susurró, viendo a
Christine de pie junto a la ventana, mirando como una niña tan perdida—. Fue
difícil de ver. Es normalmente tan estoica acerca de lo que le pasa a ella
misma. Ya sabes, ha sido increíble para mí, con Emma es tan perceptiva como
si supiera lo que necesita —Se vio perdida en el espacio por un momento,
pensando en los meses que había pasado con la cantante.
—Es una mujer increíble —dijo Rachel en voz baja, mirando a su amiga. Tenía
la sensación de que algo grande estaba a punto de ser revelado, pero no
tenía idea de qué.
—Sí, lo es. —Los ojos de Willow se reunieron con los de Rachel por primera vez
desde que había empezado la conversación—. Se quedó allí, abatida,
aunque en ese momento yo todavía no tenía idea de lo que había sucedido.
—Se puso de pie de nuevo, al oír la cafetera hirviendo. Sabía que iba a ser
cuestión de minutos antes de que terminara.
Caminó hasta el mueble, sacó dos tazas, la crema, el azúcar, todo servía para
retardar el momento. Para retrasar lo que tenía que decir.
—¿Café?
—Por favor.
Suspirando, Willow llenó dos tazas, las trajo y todo lo que necesitaban para la
mesa. Se sentó una vez más, continuó, con voz tranquila, y soñadora.
Rachel preparó su taza con una mano, mientras que con la otra sostenía a
Emma que dormía segura en su regazo.
—Creo que necesitaba llegar de la única manera que podía, era la única
forma que tenía para sacarla de su universo devastado —ella buscó los ojos
de Rachel, en busca de comprensión. Los preocupados ojos azules no
parecían juzgarla, simplemente escuchaba—. Creo que ella necesitaba
hablar con su corazón esa noche, incapaz de hablar conmigo, y decirme
porque sufría.
Willow parpadeó, haciendo que Rachel se preguntara si ella había oído mal,
cuando finalmente la rubia asintió.
—Creo que se puede decir que, sí. Entonces la sostuve, lloró hasta quedarse 357
dormida.
Rachel no podía apartar los ojos de su amiga, su cabeza daba saltos mortales
por lo que acababa de oír. No tenía idea de cómo reaccionar, su mente era
una mezcla de pensamientos y emociones ante la noticia. Más tarde se
sorprendería que su primer instinto no hubiese sido la de una adolescente, con
ganas de saber cómo fue. No se le ocurrió nada en ese momento.
—Di algo —susurró Willow, aterrada por lo que su amiga estaba pensando.
—¿Te arrepientes?
—No.
—Ey —Rachel la regaño ligeramente—. No creo que sus acciones de ese día
sean indicativos de algo. Trata de ponerte en su lugar. Y si dice que se siente
de esa manera sobre el sexo, entonces puedes imaginar el tipo de confianza
que debe tener para pedirte eso.
—¿Crees eso?
—¡Por supuesto! Teniendo en cuenta la última vez que algo así ocurrió, cuando
ella te dio un beso ¿Estabas asustada? Acudió a ti en un acto de
desesperación, Willow. No hay duda de que estaba tratando de mantenerse
por encima del agua, aferrándose a ti.
—Willow —dijo Rachel en voz muy baja—. No estoy tratando de forzar nada
sobre ti, o ponerlo en un determinado campo, de ninguna manera. Lo que
digo es que no se trata de homosexuales, heterosexuales o lo que sea. Esto fue
sobre el amor. Así de simple. Quiero decir, no soy una experta en los asuntos
de lesbianas, no más que tú. Pero sé del amor cuando lo veo, y lo veo cada
vez que las miro a los dos. —Hizo una pausa, esperando a que sus palabras
fueran asimiladas—. ¡Vosotras estáis criando a una hija juntas! —indicó a la
niña, dormida en sus brazos.
Willow sólo podía mirarla, no tenía absolutamente idea de cómo responder a
eso. No se había dado un segundo para pensar en lo que ella y Christine
estaban haciendo. Eran simplemente felices; eso era todo lo que sabía.
—En pocas palabras —dijo Rachel, por fin— Me preocupo por ti, y quiero verte
feliz. Si Christine es tu felicidad, ¿a quién diablos le importa?
—No es tan fácil, Rachel —dijo Willow, en su interior estalló una tempestad, sin
saber a dónde ir, o donde estar segura.
—¿Te das cuenta que Emma nació un año después, en la misma noche que
saqué a la gran Christine Gray del río Dittman?
Willow volteó los ojos, levantándose para volver a llenar su taza. Y la de Rachel,
luego se sentó de nuevo.
—No sé. Sí, Christine es una parte importante, muy importante de mi vida, y
quiero que participe en ella. Yo simplemente no sé, honestamente, que parte
quiero que interprete.
—Bueno, algo me dice que será una acción decisiva —Agitó un poco la
crema—. Creo que simplemente va a suceder, Wills.
* * *
No mucho tiempo después de que Rachel la había dejado, el timbre volvió a
sonar. Secándose las manos con un trapo de cocina, Willow abrió la puerta y
la abrió con cuidado, mirando a su alrededor, sin esperar a nadie.
—Oh, uh, está bien —dando un paso atrás y sintiendo como si estuviera en un
sueño, Willow notó que el hombre, estaba vestido con un traje negro, y el pelo
peinado hacia atrás a la perfección. Dos miembros del equipo lo siguieron al
interior, tanto el hombre como la mujer saludaron cortésmente a la rubia. Los
tres murmuraban entre sí, mientras observaban la casa, Willow fue a la cocina 361
donde sus macarrones con queso estaban a punto de quemarse.
Tres horas, cinco cámaras, y un nuevo portón eléctrico, más tarde, Willow una
vez más fue dejada sola en su casa. Se aseguró de que ninguna de las
imágenes proviniese del interior de la casa, todas las cámaras estaban
orientadas a diferentes lugares de la propiedad, los monitores estaban
alojados en la furgoneta. También se dejó un monitor en la habitación de
Willow, donde podría fácilmente mirar a través de los canales, ver a todo color,
las imágenes en directo en cualquier momento.
Ella pensó que esto debió costarle a Christine una pequeña fortuna, y se sintió
mal porque se había convertido en una necesidad.
Se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, y observó como la imagen del
monitor saltaba a medida que cambiaba el canal y veía aparecer varias
partes del rancho. Su frente se frunció mientras miraba la camioneta negra
estacionada a una distancia discreta, monitoreo lo que ella estaba
observando.
Willow apretó el botón, una vez más para cambiar el objetivo. Esta vez, fue
capaz de ver el portón eléctrico, y el letrero que decía: NO TRASPASAR,
PROPIEDAD PRIVADA pegado en su frontis, cambió en dirección al camino.
Mariposas azotaron al instante en su estómago cuando se dio cuenta que un
Jeep muy familiar se acercaba por la curva. El conductor abrió su ventana,
mostrando desde el interior un plástico cuando Troy se acercó al vehículo.
Observó cómo Christine y Troy hablaban, el enorme hombre con los brazos
apuntaba varias cosas alrededor de la propiedad.
Sintiéndose como una adolescente estúpida, trataba de decidir qué hacer. 362
Verse bien, actuar con normalidad, sentarse y comenzar a leer una revista. Tal
vez encender el televisor, como si hubiera estado sentada allí todo el tiempo.
¿Qué?
Dando un paso atrás hacia la escalera, Willow subió al primer paso, para que
al menos no se viera como si hubiera estado esperando a Christine. Ya se
sentía como una idiota.
Christine cerró la puerta detrás de ella, y luego se volvió para ver a Willow pisar
lentamente sobre el piso principal. La cantante estaba a punto de decir hola,
pero estaba demasiado abrumada por el alivio cuando vio a Willow allí
esperando por ella, caminando hacia ella.
Sin decir una palabra, cogió a la pequeña rubia en sus brazos, cerrando los
ojos. Ella estaba en casa.
—Estás en casa temprano —Willow finalmente dijo, dando un paso hacia atrás
para poder mirar el rostro somnoliento de la morena.
—Sí. Vine a casa esta noche porque me marcho de nuevo en unos días. —
Christine caminó hacia la sala donde se dejó caer en el sofá.
—¿Qué? ¿Por qué? —Willow se sentó junto a ella, metiendo las piernas debajo
de ella.
—Tengo que ir a Los Ángeles, hablar con mi publicista. Necesito que haga un 363
catastro de daños antes de que las cosas se salgan de control —explicó en
voz baja. Willow asintió sabiamente.
—Largo. Agotador. Pienso que fueron los dos días más largos de mi vida.
Miró a la rubia.
—No hay duda. Está creciendo como una mala hierba. —Willow se acercó
para tirar suavemente hacia abajo la manga de Emma, que se había
levantado hacia arriba durante el transporte del bebé a la planta baja.
—Sí lo está —dijo ella con aire ausente, apoyando la cabeza en el respaldo
del sofá—. Willow —dijo, abriendo los ojos y mirando a la rubia.
—¿Hmm?
—Realmente lo siento.
—¿Sientes lo que sucedió, o sientes haberlo iniciado? —La cabeza de Christine 364
volvió al respaldo del sofá, con los ojos muy abiertos en estado de shock.
Willow casi tuvo ganas de reír por ver su boca abierta—. Cuidado, Christine —
dijo suavemente—, te van a entrar moscas.
—Willow, no, no era una playa oscura, pero dejaste muy claros tus sentimientos
en esa playa oscura. No debí haber…
—Cariño, lo que pasó la otra noche no fue sólo sexo. —Los ojos verdes
buscaron los azules, tratando de encontrar un poco de comprensión—. No se
trataba de eso. Sé que es eso. Créeme, he pensado mucho en esto durante
los últimos dos días, tratando de decidir si debería dejarlo pasar, no volver a
tocar el tema de nuevo, o qué. —Ella sacudió su cabeza—. Me preocupo
demasiado por ti, para barrerlo debajo de la alfombra así. Yo diría que lo
haces, también, ya que has sacado el tema.
Christine asintió.
—Guau —la morena dijo en voz baja, mirando hacia abajo a Emma—. Bueno.
La bebé suspiró medio dormida, sin abrir los ojos mientras fue colocada de
nuevo en su cuna, con una manta cuidadosamente metida debajo de la
barbilla. Ambas de pie, la miraban, observándola dormir.
—Sabes, una parte de mí la mira y piensa lo afortunada que es, con toda una
vida por delante, con muchas cosas que ver y hacer. Todo el potencial que
tiene, ¿sabes? —Christine suspiró y luego continuó—. La otra parte de mí siente
pena por ella. Todas las cosas que tendrá que hacer, todas las cosas que
tendrá que vivir, pasar angustias, decepciones.
—Sí. Pienso mucho en eso. No puedo dejar de preguntarme lo que va a ser,
que será de ella. ¿He dado a luz a la primera mujer presidente? O ¿a la mejor
maestra de segundo grado que haya existido jamás?
—De cualquier manera, va a ser muy querida. —Christine dijo en voz baja, con
las manos apoyadas en la barra superior de la cuna blanca.
—Sí, lo será —Willow miró a su amiga—. Por las dos. —Christine sonrió, grande
y brillantemente—. ¿Sabes?, puedo ver que es a ti a quien acudirá cuando la
deje su primer novio, o saque su primera B en una prueba.
—Bueno, vosotras dos pueden hacer toda esa tontería de las compras.
—Buenas noches.
—Buenas noche, Christine. Me alegro de que estés en casa, aunque sea por
un par de días.
Christine sonrió.
—Yo también.
* * *
—¿Es difícil ser famosa?
—¿Qué?
—¿Es difícil ser famosa? —Willow preguntó de nuevo, dejando la revista boca
abajo en su regazo, reacomodando las almohadas detrás de ella, y mirando
a su amiga que estaba sentada con la espalda apoyada en el brazo opuesto
del sofá.
—Por supuesto. Tengo una señora que vive en una pequeña ciudad en
Oregón, que lo resuelve todo, las clasifica, las lee, ese tipo de cosas. Ella
recoge las cartas que ella piensa me gustaría leer, y me las envía.
—Ella les envía una carta con formato que tiene mi firma en la parte inferior —
Christine se encogió de hombros, moviendo los dedos de los pies.
—¿Estás bromeando? Todos aquellos fanáticos por ahí, súper emocionados
por tener una respuesta de la gran Christine Gray, ¿están recibiendo en
realidad una carta de alguna espeluznante señora?
—Haces que suene muy duro. No tengo el tiempo para pasar por todo ese
correo. Sería imposible. Solía —levantó un dedo—, de hecho, solía leer cada
una de ellas, personalmente respondía la mayoría.
—¿Porque te detuviste?
—Bueno, eso fue en los primeros días. Demonios, estaba tan sorprendida que
alguien se hubiera tomado el tiempo para escribirme que yo estaba feliz de
responder, ¿sabes? Pero a medida que fui estando más ocupada, mi horario
era de locos, y los fanáticos crecían en gran número, simplemente no me fue
posible más, y contrataron a Lindy.
—Bueno, eso dependen con quién se hable. —Willow levantó una ceja
desafiante. Christine volteó los ojos.
—Bueno, si vives en medio de la nada con un caballo llamado Star con quien
hablas, sí, estoy segura de que soy todo eso y una bolsa de donuts.
—Eres un tiro.
—¿Sabes?, sigue golpeándome así y tendré que presentar una demanda por
violencia doméstica —Christine levantó una ceja y Willow se sonrojó.
—Uh, sí. Supongo que sí. —Willow estaba confundida, y ligeramente herida.
Habían estado jugando, haciéndose bromas divertidas, y así de simple ella lo
había olvidado. Con un suspiro triste, tomó su revista de nuevo, y simuló leer.
* * *
—Oh —sorprendido, miró el garaje para dos coches, calculando los costos en
su mente—. Varios miles de dólares, señora. Yo diría que más de un par de
cientos.
—Pero eso es con todo el equipo, también, señora. Asumo que querrá equipos
de grabación —dijo rápidamente, sin querer estallar su burbuja. 370
—Bueno, sí. Bueno, ¿cuánto sin todo eso? Tal vez sólo, ese tipo de cosas de
insonorización. —lo miró, esperando realmente que tuviera mejores noticias
para ella. Suspiró, mirando hacia atrás en el edificio.
El cajón estaba abierto, dos manos al instante entraron en él, hurgando en los
montones de papeles desorganizados.
—¡Sí!
* * *
No quería estar allí. Sabía dónde deseaba estar, pero se asustó casi hasta la 371
muerte. No podía entender por qué Willow se lo tomaba tan bien, teniendo
en cuenta lo mucho que se había asustado por un simple beso hace meses.
A pesar de todo lo que la rubia había dicho, quería creer, pero estaba
teniendo dificultades con eso. La idea que se le había ocurrido más de una
vez era que quizás Willow estaba barriendo todo bajo la alfombra por
compasión ya qué Christine estaba hecha un desastre esa noche. ¿Y si en su
interior Willow realmente la odiaba? ¿Y si estaba esperando que la cantante
superara la muerte de Adam, luego, sus verdaderos sentimientos saldrían a la
luz?
¿Miedo a qué?
Eso era algo con lo que estaba teniendo dificultades. Su música. No, ella no
extrañaba la multitud y la locura, incluso si la había llevado a una vida
tranquila; pero extrañaba la música. Oh, cuanto la echaba de menos.
Limpiando sus dedos y las manos, los deslizó por sus notas, arriba y abajo, los
bajos, los agudos, y de vuelta otra vez. Flexionando sus nudillos y
escuchándolos crujir, ella comenzó a tocar de verdad.
* * *
—Este es el lío en que nos has metido. —La revista se deslizó a través del
escritorio, sin llegar a caer por el borde y en el regazo de Christine. ¿AMOR EN
EL RANCHO?
—No voy a mentir y a decir que estoy con alguien que no estoy. —Christine
podía sentir su ira aumentar. Roxanne Mills se detuvo, con los ojos oscuros
taladrando a la cantante.
—Está bien. Así que metí la pata. ¿Ahora qué? ¿Se puede solucionar esto? —
Christine miró tan profundamente a esos ojos negros aparentemente
impenetrables de su publicista que hizo que la mujer se retorciera.
—No lo sé —Roxanne dijo finalmente. Cruzó una pierna sobre la rodilla, tirando
con cuidado de su falda, era la imagen perfecta de la moda. Estaba muy
agradecida a Christine de que le hubiera presentado a Sandra hace años
atrás—. En lo personal creo que debes casarte con la chica y hacerlo todo
público.
—¡Entonces haz que sea así, Christine! —La publicista casi gritó, sentándose de
nuevo—. No se puede volver atrás. Una vez que “esas mierdas” van detrás de
una historia, no hay forma de eliminarlos. Vosotras estáis jugando a las casitas
allá en Bumbfuck, Oklahoma. ¿De verdad crees que la gente va creer que es
platónico? ¿Las dos tienen habitaciones separadas, no eructan o ni se tiran un
pedo alrededor de la otra? Estupideces. Yo no lo creo —Plantó su mano en el
pecho— y estoy segura que ellos tampoco lo creen.
—La forma en que lo veo es la siguiente: Si tú y la linda rubia no pueden estar 374
juntas, entonces tendrás que dejar que el alboroto desaparezca. Con el
tiempo, una nueva idiota será el centro de atención, hablará con ellos, y hará
algo estúpido, como convertirse en basura blanca después de casarse con un
perdedor con el pelo grasiento y zapatos grandes. —Rodó los ojos oscuros—.
Una pesadilla pública.
—Mierda.
—Quédate con ella, Christine. Al menos de esa manera puedes evitar que la
persigan hasta que todo esto termine.
Christine sintió una sensación de pavor caer sobre ella mientras tocaba esa
noche. Los ojos cerrados, la cabeza balanceándose con sus manos mientras
se deslizaban a través de las teclas. Se sentía muy mal por arrastrar a estas
personas inocentes a esto: Willow, Emma, diablos, incluso a la gente de
Lamont, la pequeña ciudad cerca del rancho de la rubia. No había duda de
que los hijos de puta se alojaban allí, perforando a preguntas a las personas
confiadas sobre ella y Willow.
Las imágenes de esa pequeña rubia comenzaron a flotar delante de sus ojos
cerrados. Sus ojos, su sonrisa, su cuerpo. La forma en que la luz de la luna la
acariciaba a través de la ventana esa noche. La forma en que la piel de
Willow se había sentido, cálida, suave, y tan sensible. Los pequeños ruidos que
hacía, el éxtasis en sus ojos mientras descubría el placer supremo.
Los dedos de Christine se movían más y más rápido, junto con los latidos del
corazón, sintiendo cada suspiro, cada beso, cada aliento susurrado de nuevo.
¿Era eso lo que sentías con alguien que amabas? ¿Era eso lo que era sentirse
amado? ¿Es así como se sentía estar enamorada?
Sacudiendo ese último pensamiento fuera tan rápido como le fue posible, los
dedos de Christine se detuvieron, abriendo los ojos para ver la oscuridad más
allá de los cristales de las puertas grandes. No, no. No regresaría allí. Nunca
podría volver.
375
* * *
Willow paseaba, agitada, moviendo sus manos sin parar, haciéndolas correr
por el pelo. Al mirar por la ventana, vio el camión estacionado en frente, con
los motores apagados. Se detuvo, con la mano en el pomo de la puerta, pero
entonces vio a Howard mirándola.
Un golpe en la puerta principal la hizo correr hacia ella, abriéndola tirando tan
rápido que sobresaltó al chico que movía la cabeza.
—Está todo hecho, señora —dijo con orgullo—. Tengo que decir, que era un
espacio reducido.
—¿Está todo bien? ¿Cómo se ve? —preguntó, tratando de ver a su alrededor,
como si eso fuera a hacer alguna diferencia.
Willow corrió por las escaleras, entrando a la habitación a toda velocidad, 376
desnudándose mientras lo hacía. Fue la ducha más rápida en la historia de la
mujer, después, ella estaba vestida, y cuidando de Emma, para que la bebé
estuviera lista.
—Ey —pasó raudamente más allá de la rubia—. Tengo las manos ocupadas.
A ver si me deshago de estas cosas —dijo sonriendo tímidamente, Christine
subió corriendo las escaleras. Willow la observó marcharse, conmocionada y
con dolor en sus ojos.
Capítulo 16
—¡Guau! Está bien. Mal vuelo, supongo —Willow dijo entre dientes, sin saber
qué hacer. ¿Debería seguirla y preguntar? ¿Dejarla sola? La decisión fue
tomada por ella, ya que, en cuestión de minutos, Christine estaba de regreso
por las escaleras, con Emma. La cantante besaba a la bebé haciéndole caras
y voces locas.
—Creo que ha ganado otros dos kilos desde que he estado fuera —dijo
distraídamente a la rubia mientas llegaba al rellano— ¿no es así, gran cosa?
—Emma chilló y gorgoteó.
Aunque tocada por la escena delante de ella, era difícil para Willow entrar en
ella, o incluso responder, el dolor seguía lastimando. Cuando no obtuvo
respuesta, Christine miró a su amiga, sonriendo.
—¿Y cómo estuvo tu viaje? ¿Pasó algo productivo? ¿Alguna cosa que puedas
hacer? —Willow se sentó en un taburete, con Emma, mientras miraba a su
amiga conseguir los ingredientes para un sándwich.
—Yo sé que, no. —Willow dijo en voz baja, aunque una arruga se formó entre
los ojos, sumida en sus pensamientos.
—¿Qué estás pensando?
—Nada en realidad. —La rubia suspiró, mirando a Emma, que había sido
colocada en una manta en el suelo—. Es difícil, Christine. No voy a mentirte. A
veces, cuando abro la puerta de entrada, veo la furgoneta, o veo a Troy y
Howard hablando por allí, caminando por el perímetro del lugar, me siento
como si estuviera prisionera en mi propia casa.
—Lo sé. Lo siento mucho —Quería llegar al otro lado de la mesa y tomar la
mano de la rubia, pero se resistió. No, no podía ser capaz de alejar a la
pequeña rubia, pero no iba a torturarse, tampoco—. La única otra cosa que
puedo hacer es irme —Estudió los ojos verdes, en busca de cualquier tipo de
respuesta silenciosa.
—Bueno, mientras tanto —Willow se puso de pie, caminando hacia una Emma
dormida, y la tomó en sus brazos—. Deja que la acueste, y te enseñare algo
que he preparado.
—Uh, Willow, te das cuenta de que estamos fuera, ¿verdad? —Christine dijo,
con sus palabras llena de sarcasmo.
—Muy bien. —Willow respondió. Ella la condujo hasta el garaje, su corazón latía
con fuerza. Introdujo la llave en la cerradura nueva, extremadamente
resistente, girando hasta que dio en el blanco. Con el pomo en la mano, se
volvió a mirar a una muy confundida Christine—. Espero que no te enojes
conmigo —dijo en voz baja antes de empujar la puerta con la cadera.
—No había manera para mí de comprar uno nuevo, o incluso uno usado, para
el caso, por lo que —explicó Willow rápidamente, tratando de pronunciar las
palabras antes de Christine pudiera enojarse—. Joey me ayudó a conseguir el
tuyo enviándolo aquí.
—¿Cómo lo hiciste? Yo estaba allí, he tocado hasta la noche que me fui... — 380
Las palabras de Christine fueron interrumpidas por el asombro.
—Lo sé —Willow puso los ojos en blanco—. Fue una pesadilla. La novia de Joey
estaba espiando, haciéndonos saber cuándo ibas y venías —Sonrió ella,
orgullosa de lo que habían logrado—. Por favor, dime que no estás enojada.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto —murmuró ella con aire
ausente, entonces recordó que había una pregunta no formulada sobre la
mesa—. No, no, no estoy enojada. —Ella tomó a Willow en un abrazo tan
fuerte, tan profundo, que la rubia casi no podía respirar de alivio y felicidad—
. No puedo creer que hayas hecho esto —Christine susurró en la parte superior
de su cabeza. Suavemente se apartó un poco, con el ceño fruncido—.
¿Cómo hiciste esto? Esto no es barato. ¿Cómo lo pagaste? Por favor, dime
que no te endeudaste.
—Shh —Willow cubrió suavemente los labios de Christine con sus dedos—. En
honor a la verdad, tu pagaste por todo.
—¿Yo? —Estaba totalmente desconcertada ahora.
Echando la cabeza hacia atrás, una profunda y fuerte risa salió de la garganta
de Christine mientras acercaba a la rubia para otro abrazo. Willow se rio junto
con ella, finalmente sintiéndose más tranquila.
—No puedo creer que hayas hecho esto —dijo de nuevo Christine. Al salir del
abrazo, mientras caminaba por la habitación grande, arrastrando los dedos
por todo, asombrada de que Willow hubiera logrado hacer todo esto en unos
pocos días—. Casi me siento como si estuviera en un episodio de While You
Were Out7 —bromeó ella, tocando algunas teclas antes de continuar.
—Eso explicaría por qué tu cabello todavía está húmedo —La cantante sonrió, 381
haciendo un circuito completo alrededor de la habitación, deteniéndose al
lado de su amiga.
—Toca algo para mí. Es decir, si no estás muy cansada después de un largo
viaje.
7
While You Were Out: era un programa televisivo americano estilo 'reality' donde se realizan
trabajos de redecoración en secreto para dar una sorpresa a algún miembro de la familia.
Willow se acercó lentamente al banco, y se sentó junto a la cantante, casi
hipnotizada, por la música y la voz suave. En ese momento supo que había
hecho lo correcto. Mantener alejada a esta hermosa y talentosa criatura, de
su música era un delito.
—Está resuelto —dijo ella, con la voz de ensueño—. Nunca podré salir de esta
habitación.
* * *
—¡Ahí está ella! ¡Oh, dame a esta dulzura, cariño! —Mary Washington se llevó
a Emma con cuidado lejos de una sonriente Willow, llevó a la bebé al final del
pasillo para mostrarlo a cada miembro del personal en el piso.
—Sabes que nunca vas a ver a Emma de nuevo, ¿verdad? —El doctor
Benjamin Keele rio.
—Veintidós —susurró con aire ausente, mirando como su bebé era pasada a
otros brazos, mientras más personal se reunía—. Guau. No me puedo imaginar
eso.
—El tiempo se va rápido. Confía en mí. —Ben miró su localizador, que vibraba
contra su cadera—. Tengo que correr. Fue genial ver a la bebé una vez más,
Willow. Nos vemos el lunes.
—Adiós, Ben.
—¡No!
—Sí. Es tan hermosa. Se llama 'Beautiful Girl'. Empecé a llorar. No sé —se llevó
una mano al pecho, tratando de encontrar las palabras—. Nada me ha
tocado así. Realmente quiere a mi bebé, y eso me hace muy feliz, y tan
aliviada ¿sabes? Si algo me pasara, sé que Christine se haría cargo de Emma.
—Oh —Willow puso la botella sobre la mesa, bebió el agua antes de contestar
la pregunta—. Hemos hablado de ello. Le dije que sólo estaba siendo una
amiga para ella, que no había ningún problema, ni razón para tener miedo.
Que no la odiaba, ni la juzgo. Le dije que fue hermoso y que dejaríamos las
cosas así.
—¿Cómo qué?
—Bueno, ella ha regresado de California por unas pocas semanas, y las cosas
están muy bien. Es decir, nos llevamos maravillosamente como siempre lo
hicimos, y ella adora a Emma, juega con ella, se ofrece para darle de comer,
mudarla. Juega mucho, en su pequeña sala de música. Es tan linda —Le
devolvió la sonrisa. Rachel la observó detenidamente. Algo le faltaba a la
rubia, y ella no podía entender lo que era.
—No lo sé. —Willow miró hacia abajo, observando a María y a otra enfermera
sostener a Emma, conversando en voz baja. No había requerido de una gran
coerción para que las otras dos mujeres se hicieran cargo de su hija—. Está
distante —dijo Willow, casi en un susurro apresurado, cayendo de su boca
antes de que ella tuviera tiempo de pensar en ello.
385
—¿Qué quiere decir con, “distante”? —Rachel apretó el recipiente de plástico
de su ensalada, sacando una la galleta.
—No, más bien cuando regresó de Los Ángeles. No sé. Esa primera noche fue
muy mala. Es decir, quería llorar, pero fue como si algo hiciera clic en su
cabeza, y estaba básicamente normal. Pensé que tal vez había tenido una
mala cita con su publicista, quiero decir que las noticias no eran buenas.
—Sigue.
—Ella fue maravillosa cuando le enseñe la sala de música, fue muy efusiva
llena de abrazos —sonrió ante el recuerdo—. ¡Dios, esa mujer sabe abrazar!
—Sin embargo, después de esa noche, de nuevo, como si algo dentro de ella
la detuviera, mantuvo su distancia. Los abrazos son muy pocos. Se sienta en el
sofá conmigo, pero acurrucada al otro lado del sofá.
—Lo hice una vez, y ella me dejo, no se alejó, colocó su brazo por encima del
hombro. Pero ya no lo hago.
—¿Crees que tal vez ella no quiere estar allí? ¿Tal vez ella quiera irse, pero no
sabe cómo decirte?
—No, no. He pensado en eso, también. Mucho. Pero la observo, veo cómo es
con la bebé, con el rancho, con Star. Diablos, incluso conmigo. Sinceramente,
no creo que sea eso. Yo no lo sé. Es como si se tratara de mí específicamente.
—¡Ajá!
—Yuck.
—Estás loca.
—No, yo realmente creo que es eso. Creo que te quiere, y eso le da un miedo
de muerte.
—No creo que sea eso —Willow insistió. La pelirroja se encogió de hombros.
—Te dije, ¿cómo te sientes? ¿Qué deseas para esta pequeña, aunque extraña
familia feliz?
—No sé —Willow dijo miserablemente, caminando al lado de su amiga, se
dirigió de nuevo a la sala de emergencias—. Para ser honesta, estoy muy
confundida. —Empujó una puerta, haciéndose a un lado para dejar pasar a
su amiga—. A veces pienso en esa noche, Rachel. Yo sé que fue bajo
circunstancias extremadamente dolorosas y estresantes para ella, pero nunca
me había sentido tan amada durante un acto sexual en toda mi vida. Era
como, sí, mi cuerpo hubiera sido amado por primera vez, y se sintió tan bien.
Pero, —hizo una pausa, una vez más tratando de encontrar las palabras que
tan fácilmente se le escapaba, en lo que a Christine se refería—. Era todo
sobre mí, como si buscara dentro de mi pecho, agarrara mi corazón y lo
apretara tan fuerte que casi dolía. De alguna manera no creo que mi corazón
vaya a ser el mismo.
Rachel estudió a Willow por varios segundos, mirándola fijamente a los ojos,
casi como si viera su alma.
—Willow, quiero que pienses en esto, y quiero que lo pienses largo y tendido.
En mi opinión personal, profesional, y médica, tu corazón duele porque estás
enamorada de ella, y tienes miedo, por eso eres incapaz de decirle cómo te
sientes. Yo ni siquiera sé si lo entiendes completamente. También en mi opinión 388
personal, profesional y médica, creo que vosotras debéis estar juntas. —Hizo
una pausa, esperando la reacción de la rubia, tratando de recordar,
mentalmente, cuántas vendas y frascos de aspirina tenía en su estación en
caso que llegara a necesitarlos. Cuando la rubia no dijo nada, y ninguna parte
del cuerpo se movió, continuó—. Creo que, si algo ha de suceder, va a ser
porque tú lo inicies. No sé cuándo, eso debes averiguarlo y decidirlo por ti
misma. Pero ella tiene miedo y no creo que alguna vez admita lo que significas
para ella.
—Completamente.
—He oído, todo lo que dijiste. Es sólo que no sé. No es algo que puedo pensar
o decidir ahora.
Willow utilizó los pocos minutos que tenía a solas para pensar, caminando por
los pasillos, con las manos metidas en los bolsillos.
En cuanto a lo físico.
Willow, por naturaleza, era una persona muy cariñosa. No podía vivir sin eso, y
lo sabía. Muy bien, si Christine empezaba a actuar de la misma manera que
solía hacerlo al día siguiente, y la rubia conseguía su dosis diaria de abrazos,
caricias y palmaditas. ¿Era suficiente para sostenerla a ella?
Esta era una pregunta persistente. No, no lo era, pero al mismo tiempo, no
podía verse a sí misma salir y encontrar un tipo al azar relacionarse con él y
sacarse las ganas. ¿Tenía eso que ver con Kevin? ¿Tal vez no era totalmente
sobre él?
De acuerdo, entonces lo físico fue resuelto. ¿Qué pasa con el resto? ¿Era algo
que podía manejar? ¿Lo que la gente pensara de ella? No era tonta, y sabía
que la gente podría llegar a ser cruel. Sí, tenía miedo de lo que la gente
pudiera pensar de ella. Había trabajado mucho y duro por ser un respetado
miembro de la comunidad y el hospital. ¿Cambiaría eso?
Pensó en llamar a la casa, pero no quería atraer mucha atención después del
reciente desastre que la prensa había causado. En cambio, se fue a casa.
* * *
Christine apoyó las manos sobre los muslos, con la cabeza inclinada en
derrota. La música no llegaba a ella esta noche. No, no sólo eso; la música
estaba atormentándola, sintiéndola al alcance de sus dedos creativos y luego
burlándose maliciosamente al caer de nuevo en la oscuridad.
Gruñó, el banco chilló cuando ella lo empujó hacia atrás, poniéndose de pie.
—Está bien —respiró ella, sentándose frente al teclado una vez más—. Puedo
hacer esto.
Willow miró a su hija, metida en el asiento del bebé en la parte posterior del
coche de Rachel.
—¿Sabes? podemos hacer esto en otro momento —aseguró la pelirroja.
—No —tomando una respiración profunda, la rubia dio un paso atrás, el aire
de la noche fresca acarició su rostro—. Puedo hacer esto.
—Por supuesto que estará bien. —Willow sonrió, aunque ella no lo creyó por
un momento—. ¿Tienes todas las botellas preparadas? Recuerda probarlas en
tu muñeca, no se la des demasiado caliente.
—Bueno. —Willow corrió con nerviosismo las manos por el cabello—. Puedo
hacer esto, y Emma va a estar bien. —Rachel sonrió, tomando a su amiga en
un abrazo. Willow se quedó con ella por un momento, temblando. Rachel no
estaba segura de sí era por el aire frío de la noche, o por otra cosa.
—Yo te apoyo —dijo en el oído de la rubia antes de darle un suave beso en la 392
mejilla.
—Gracias. —Willow le dio una sonrisa genuina por primera vez—. Ahora vete
antes de que cambie de opinión.
—Tú puedes. —Rachel cerró la puerta de atrás, luego dio la vuelta al coche
por el lado del conductor, Willow saludó a su hija durmiendo a través de la
ventana. Al deslizarse detrás del volante, Rachel llamó en voz baja a su amiga.
Willow miró—. ¡Quiero un informe completo! —dijo entre dientes. Willow volteó
los ojos y despidió a su amiga.
Con la mano izquierda apoyada en las teclas, Christine levantó la mano e hizo
un par de notas en el marcador, dio la vuelta al lápiz para borrar un par de
errores, y luego le dio la vuelta de nuevo para escribir más notas.
Apretando el lápiz número dos entre los dientes, bajó la mano derecha hacia
abajo para unirse a su gemela, tocó todo lo que había escrito todo de una
sola vez. Deteniéndose a mitad de camino, ella llevó el borrador al papel una
vez más.
Mientras borraba una nota realmente mala, oyó el monitor de bebé que
descansaba junto a su partitura.
Asintiendo con la cabeza, Christine subió por las escaleras que crujían bajo sus
pies. Preguntándose si habría alguna manera de arreglar eso sin reconstruir la
mitad de la casa. Pero, sería muy útil cuando Emma se hiciera mayor.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, empujando la puerta del baño, que estaba
medio cerrada. La pregunta murió en sus labios cuando vio el destello de luz
de las velas. La habitación estaba llena de velas, todas encendidas, la única
luz en la habitación. También se dio cuenta que olía a rosas, lo que dirigió su
atención a la bañera romana. Estaba llena de agua humeante, pétalos de
rosa flotaban en su superficie brillante.
Suavemente la puerta se cerró tras ella. Se volvió y vio a Willow, que tenía
toallas blancas muy suaves en sus brazos, y una sonrisa en su rostro.
—Muy bien —dijo ella, colocando las toallas en la tapa del inodoro, y
acercándose a la aturdida cantante—. Quiero que entres en esa bañera,
cierres los ojos y te relajes. —Ella tomó el lápiz de la mano inerte de Christine,
lo puso suavemente sobre el mostrador junto al lavabo—. Vamos —animó
cuando Christine no se movió. Empujó suavemente a la cantante hasta el
borde de la bañera. Christine se sentó, mirando a la rubia como si estuviera
loca.
Willow se arrodilló, le quitó ambos zapatos, y los tiró al suelo, seguido de sus
calcetines. De pie, hizo que Christine se pusiera también en pie.
Hasta esa noche. Después de esa noche, todo cambió. Todo. Ahora ella no
podía sacar a Willow fuera de su mente. Estaba aterrorizada por la pequeña
rubia, y no tenía idea de qué hacer con esto. Estas sensaciones eran nuevas 395
para ella, y estaba tratando de huir de ellas.
Pero Dios, la forma en que el cuerpo de Willow se había sentido contra el suyo.
Una hora y diecisiete minutos más tarde, Christine se envolvió en una de las
enormes toallas, que Willow había dejado para ella, el cabello húmedo
estaba peinado hacia su espalda. Sopló las velas, la pequeña habitación se
llenó con humo, abrió la puerta del baño. Sintiendo algo suave y fresco bajo
su pie desnudo, ella bajó la mirada, para ver más pétalos de rosa. Después de
un momento, se dio cuenta de que formaban una flecha, y apuntaba hacia
el dormitorio de la rubia.
—Uh, ¿qué está pasando? —Christine preguntó finalmente, mirando a los ojos
de Willow.
Christine trató de hacer precisamente eso, pero estaba resultando difícil estar
tranquila. Sintió el colchón bajo el peso de Willow mientras se arrodillaba junto
a ella.
—Levántate un poco.
—Has estado tan tensa últimamente —Willow dijo en voz baja, desmintiendo
la fuerza en sus manos, ya que frotaba y presionaba, incluso sacando un
pequeño gemido a la cantante.
Willow miró hacia abajo, la magnífica piel bajo sus manos, los músculos que
cubrían la espalda superior de Christine, sus manos errantes sobre ellos,
sintiéndolos, acariciándolos. Sus ojos y sus manos vagaron un poco más bajo,
concentrándose en la parte baja de la espalda de la cantante, empujando
la toalla hasta justo por encima de su hermoso y maravilloso trasero.
—Dios, se siente tan bien —Christine susurró en la almohada, ahora con sus
dedos relajados.
—Estoy contenta —susurró Willow, moviendo las manos por los costados de
Christine, las yemas de los dedos apenas rozando la piel, en la búsqueda de
los brazos de la morena, y empujando suavemente hacia arriba y hacia fuera,
la longitud de Christine casi reclamando el ancho de la cama. Sus ojos
recorrieron descaradamente la espalda, y luego se encontraron con sus
propias manos, que habían subido a los hombros de Christine de nuevo—.
Relájate —susurró—. Las palabras erizaron la piel de Christine, haciéndola
temblar.
Las manos de Willow, masajeaban la piel de los hombros de Christine y la parte
superior de los brazos, descendieron, sobre la parte inferior de la espalda, las
uñas se arrastraban hacia la columna vertebral, luego volvieron lentamente
hasta los hombros y al otro lado. Sonrió cuando oyó otro gemido suave, las
caderas de la morena se acomodaron a sí mismas un poco.
Tomando esto como una buena señal, sus dedos se deslizaron sobre la piel
resbaladiza, atreviéndose a rozar ligeramente la curva redondeada de la
parte exterior de los senos de la morena, por lo que la cantante jadeó en voz
baja.
Willow se movió hacia abajo de la cama, con los dedos masajeando hacia
abajo, deslizándose sobre el trasero cubierto de Christine, hasta llegar a la
parte posterior de los muslos, las manos finalmente llegando a ponerse en
contacto con la piel desnuda de la cantante. Frotó más aceite en sus manos,
Willow las llevó a las pantorrillas, flexionando los músculos debajo de la piel
cuando el cuerpo de Christine se tensaba y se soltaba.
—Eres una mujer tan hermosa, Christine —dijo suavemente, moviéndose al otro
pie, sus movimientos lentamente, se convirtieron en más caricias.
—Recuerdo ese primer concierto tuyo, al que fui con Rachel —sus manos se
deslizaron hasta la pantorrilla derecha, los dedos presionando aquí y allá, el
pulgar acariciando a su paso—. Al verte en ese escenario, observé cómo
todas las mujeres se volvían locas, guau —Respiró—. Increíble. Entendí por qué
gritaban histéricamente. —Willow sonrió ligeramente, clavando las uñas en la
parte posterior de las rodillas de Christine. La cantante se quejó en voz baja,
abriendo los ojos—. Tan hermosa. Tan sexy.
Las manos de Willow encontraron las partes posteriores de los muslos de la
cantante, sintiendo su fuerza mezclada con suavidad, corriendo más arriba,
rozando debajo de la toalla, ascendiendo con dedos exploradores por el
hermoso trasero. Por último, se llenaron de la carne, Willow observó el
movimiento bajo la tela de toalla, apretando, amasando, ahuecando.
Christine dejó escapar un largo suspiro, haciendo todo lo posible para no abrir
sus muslos. De repente se dio cuenta de que la toalla se había ido, el aire frío
en la habitación golpeó la totalidad de su cuerpo desnudo.
—Tan preciosa —susurró Willow, con las manos acariciando la piel de las
caderas de la cantante, volviendo a subir por los costados, las uñas hacían un
rastro a través de los lados de sus pechos de nuevo. Se inclinó hacia abajo, los
pechos cubiertos de raso rozaban la espalda de Christine, los pezones se
endurecieron ante el contacto—. Date la vuelta cariño —susurró en el oído de 399
la cantante antes de colocar un suave beso en la parte posterior de su cuello.
Willow se alzó ligeramente cuando sintió que el cuerpo debajo de ella se volvía
a su vez. Acostada sobre su espalda ahora, Christine miró a la diosa que era
Willow, sentada a horcajadas sobre ella, los pesados pechos se movían con
cada respiración excitada que tomaba.
Su mirada viajó por ese cuerpo cubierto de satén, viendo los muslos desnudos,
sobre los que descansaban sus manos calientes.
—Eres hermosa —susurró, sabiendo muy bien que había perdido la batalla, la
guerra, todo. No había nada que pudiera negarle a Willow, y estaba cansada
de tratar.
Al llevar su cabeza hacia abajo, ella cogió la boca de Christine, con ganas de
devorarla, pero se detuvo. Quería que esto fuera algo especial, algo que
ambas recordaran mientras vivieran, sin importar lo que pasara mañana.
400
Ella contuvo la frente contra Christina.
—Te amo, Christine —dijo, sus manos moviéndose hacia arriba en el pelo de la
cantante—. Estoy enamorada de ti.
—¿No?
Willow sonrió contra sus labios, sintiendo que el gesto era devuelto, luego
suavemente rozó los labios de Christine, sintiendo que ellos respondían,
moviéndose juntos. Con lentos movimientos de sus bocas, los senos se
tocaban, Christine acercó las caderas de Willow a las suyas, haciendo que la
rubia jadeara, sus caderas comenzaron a oscilar ligeramente.
El aire fresco de la noche besó su piel, mientras el camisón era levantado sobre
los brazos, sus pechos desnudos se presionaron contra los de Christine.
Christine volvió a caer sobre la cama, llevándose a la rubia con ella, sin romper
el beso. Haciéndola rodar, se introdujo entre las piernas de Willow, que la
envolvió inmediatamente con ellas.
Moviendo una mano, Christine cogió uno de los pechos de la rubia, haciendo
gemir a Willow. Moviendo las caderas un poco, Willow gimió de nuevo.
Christine se agachó, separando suavemente las piernas de la rubia, entonces
extendió su mano entre sus cuerpos, acariciando suavemente el sexo de
Willow con los dedos, los cuales fueron cubiertos al instante. Se abrió,
moviéndose hasta que su hinchado clítoris se rozó contra el de Willow. 401
La rubia se quedó sin aliento, acercando a Christine hacia ella. Nunca había
sentido nada igual, ese placer que la atravesaba, intenso y húmedo.
Christine levantó su mano, y jugó con el pezón de Willow que luego apretó
con sus dedos. Con las caderas moviéndose lentamente, ella se inclinó hacia
abajo, deslizando la lengua a través del pezón erecto, haciendo que Willow
gritara. Tuvo cuidado de no succionar, ya que la rubia todavía estaba
amamantando, pero ella lamió hasta la última gota de deseo de la rubia.
Al abrir los ojos y tirando hacia atrás un poco, Christine miró a Willow, viendo
su cara enrojecida, los labios brillantes, la boca abierta. Los ojos verdes se
abrieron lentamente, y vio tan profundamente en Christine que la cantante lo
sintió en su corazón.
El aliento de Willow estalló en ráfagas cortas cuando sintió que su cuerpo era
envuelto por el placer, y luego explotó. Gritó, aferrándose a la cantante,
incapaz de recuperar el aliento. Christine enterró el rostro en el cuello de
Willow mientras ella también se perdía.
Sus caderas se detuvieron, y Willow echó los brazos y las piernas alrededor de
Christine, dejando pequeños besos en la cabeza y la cara, su cuerpo todavía
palpitaba.
Los ojos verdes se abrieron cuando sintió que sus piernas eran colocadas 402
suavemente sobre los hombros fuertes. Miró hacia abajo la longitud de su
cuerpo, vio la cabeza de Christine, y sintió besos suaves en el interior de sus
muslos.
Ella esperó nerviosa al sentir que esos labios se acercaban a su sexo, que aún
estaba caliente por lo de hace unos momentos. Jadeando en voz alta, la
cabeza de Willow volvió a caer en las almohadas cuando una lengua se
deslizó por su humedad, terminando en su clítoris, que fue succionado por una
boca caliente.
—¡Oh Dios! —gimió ella, las manos buscaron el pelo de la morena. Estaba
perdida, sentía cosas que nunca había creído que era posible sentir. Era tan
intenso, casi doloroso. Gritó mientras los dedos de Christine entraron en ella, la
lengua siguió trabajando a través de su humedad.
Christine murmuró feliz mientras prodigaba a Willow tanto placer como le era
posible. Estaba empezando a tener problemas para mantener a la rubia bajo
su control, sus caderas se movían, su cuerpo se movía. Willow estaba cerca,
así que Christine decidió dejarla ir.
Concentrándose por completo en el clítoris de la rubia, utilizó ambas manos
para sujetarla, y abrazarla.
—No más. Estoy aterrada, y espero que seas paciente conmigo, pero yo no
quiero huir más. —Se trasladó a su lado, sosteniendo su cabeza en su mano,
con la otra trazaba patrones perezosos en el estómago de Willow.
—¿Qué pasa con la vida que has conocido? Los fans, la adoración, la gran
ciudad ¿No extrañaras tu vida?
—Cariño, esto, estar aquí con vosotras, ha sido la vida más normal que he
tenido, y me da paz. Yo sería una tonta si renunciara a esto —susurró, besando
a la rubia, quien perezosamente corría la mano por el pelo de Christine.
Los ojos de Christine se cerraron, un suave gemido escapó cuando Willow dejó
su boca, los labios y la lengua saborearon su garganta, la lengua dejaba un
rastro de fuego entre sus pechos.
—Sí, cariño. Ve adentro, por favor —la cantante jadeo, casi conteniendo la
respiración mientras esperaba a ver lo que la rubia haría a continuación.
Willow gimió de nuevo cuando su dedo casi fue aspirado dentro, rodeado por
el calor apretado, tan caliente.
Al levantar la cabeza del pecho de Christine, bajó la mirada hacia su mano,
asombrada al ver su dedo deslizarse hacia afuera, luego de vuelta otra vez,
pasando a través de la humedad.
Se quedó allí, con la mano sobre los ojos mientras trataba de recuperarse.
Sintió a Willow subir a su lado y abrazarla. Prodigándole pequeños besos en la
cara, los labios, el cuello, Christine se sentía cálidamente segura.
—El sol está saliendo —dijo Christine, mirando por la ventana. Pasó la mano
con aire ausente por el cabello de Willow. La rubia estaba entre sus piernas,
con la cabeza apoyada en el estómago de la cantante.
—Curiosamente, no.
—Yo tampoco.
—Sé lo que quieres decir. No estoy del todo segura de lo inteligente que sería,
pero entiendo. Ven aquí —Acercó aún más a la rubia, envolviendo sus brazos
alrededor de ella, tirando del cuerpo de Willow lentamente sobre el suyo, la
cabeza de la rubia quedó debajo de su barbilla. Christine sonrió, incapaz de
detenerse. Se sentía como una persona diferente, renovada. Sintió ganas de
escribir todas esas canciones de amor cursi que a las personas les gustaba
escuchar, finalmente fue capaz de entender las letras detrás de ellas.
—No, es nada.
—Está bien. Estaba pensando que, finalmente, todas esas canciones tontas
tienen sentido. Y todas esas películas de Meg Ryan que odiaba ver. Ahora me
siento como en “Cuando Harry conoció a Sally”
—Dios te amo.
—Ah, bueno —Willow echó la cabeza hacia abajo, con un suspiro de felicidad
absoluta—. El mundo sólo tendrá que acostumbrarse a nosotras.
—Sí, bueno, Rachel vino a recoger a Emma para que pudiéramos estar solas
mientras te seducía, ¿ahora podría?
—¿Ves? Ahí está otra vez. —La médica se apoyó contra el mostrador de
enfermeras, realmente curiosa y feliz por la dulce enfermera.
—Bueno, es. Es sólo que estoy feliz, supongo —dijo Willow, radiante.
—Eso es obvio. Creo que podrías iluminar a toda la ciudad de Oklahoma con
esa sonrisa de mega vatios que tienes adelante. Vamos, dime tu secreto. —
Willow miró a su alrededor, asegurándose de que nadie estaba escuchando,
y luego se volvió hacia la mujer de más edad que la había ayudado en
muchas cosas, tanto personal como profesionalmente.
—Oh, no —Willow rechazó esa idea—. Ese barco ya ha navegado. No, es con
alguien que es la persona más maravillosa, amable, y generosa que he
conocido —no pudo evitar la sonrisa de sus labios. Sólo el mero pensamiento
de Christine la hacía sentirse cálida y confusa por dentro.
409
—Eso es difícil de encontrar.
—¿Ella?
—Sí —dijo Willow efusivamente—, ¿recuerdas a Christine Gray, esa amiga mía
que estaba aquí cuando nació Emma?
—La cantante
—Correcto.
—Bueno, eh, Willow, debo decir que estoy feliz por ti. —Dio a la rubia otro
abrazo, y luego se alejó cuando su localizador vibró contra su pierna.
—Gracias —Willow sonrió, casi saltando mientras se dirigía a la habitación del
pequeño niño de siete años, Alex, que había estado cuidando durante los
últimos días. Incluso al ver al pequeñito, en una cama tan grande, no
apaciguó su ánimo. No, ella no había encontrado la fuente de la juventud,
pero sí la fuente de la felicidad eterna, y ¡oh se sentía tan bien!
* * *
—No puedo creer que estés haciendo esto, Christine —dijo Rachel,
sosteniendo una andrajosa y vieja camiseta. Arrugando la nariz, la arrojó a la
pila de basura.
—Bueno, eso puede ser cierto para ti, pero para algunos fanáticos por ahí, no 410
tanto.
—Cariño, dime ¿por qué cuando miro esto veo a Tiffany cantando 'I Think
We're Alone Now' en un centro comercial de alguna parte? —preguntó la
rubia, sosteniendo la vieja chaqueta de mezclilla, con unos agujeros en ella.
—¿Quién diablos es NKOTB? —preguntó Willow, con las manos en las caderas
mientras miraba de una mujer a la otra.
—Oh.
—Oh, no hablaría, rubia. Con cuál te sentías más atraída: ¿Gunner o Matthew?
—preguntó la pelirroja, con la ceja levantada.
—Entonces yo también —dijo Christine, con los ojos clavados en los de la rubia,
desafiándola a tratar de tomarla de nuevo. Willow suspiró, levantando las
manos hacia arriba.
—Bueno, todavía pienso que es maravilloso que estés dispuesta a donar todas
estas cosas a la subasta del hospital, cariño. —Willow se acercó a la morena,
moviendo la pila de su regazo, y sentándose en su lugar. Christine envolvió sus
brazos alrededor de ella.
—Gracias, nena —dijo sobre los labios de la rubia antes de besarlos con un
beso suave. Rachel volteó los ojos.
—Saben, al principio era lindo, pero ahora ustedes dos me cabrean —dijo ella,
abriendo las solapas de su nueva caja. Christine y Willow se volvieron hacia
ella.
—¿Por qué? —preguntó la rubia, tocando distraídamente el cuello de la
camisa de Christine.
—¡Debido a que Connor no es así conmigo! ¿De verdad crees que él y yo nos
besamos todo el tiempo? Diablos, incluso cuando estábamos juntos por
primera vez no lo hacíamos tan a menudo como ustedes lo hacen.
—No estoy segura. Ya vuelvo. —La rubia caminó hacia fuera, sabiendo que
Troy y sus agentes no habrían permitido la entrada a este tipo, en el Cadillac,
si no fuera importante.
—Por supuesto.
Arrojó algo en el suelo, con la cara roja, lágrimas de rabia comenzaban a salir.
—¿Qué es? Cariño, ¿qué pasa? —Christine estaba inmediatamente de pie,
corriendo hacia la rubia furiosa, tomándola en sus brazos.
—Oh, Wills —Rachel suspiró, con las cejas fruncidas mientras leía los papeles
que había recogido—. No puedo creer que esté haciendo esto.
—¿Cómo puede hacer esto? —Willow gritó, tomando los papeles de las
manos de la pelirroja, para volver a leerlos.
—No lo hará. Vamos a luchar contra esto —dijo la cantante, asegurándose de 414
que la rubia viera su determinación.
—No puedo creer esto —susurró Willow, con lágrimas en los ojos—. Me está
citando como una mala madre por razones morales.
—¿Qué? —Rachel voló hacia su amiga, leyendo por encima del hombro—.
Eso es una locura.
—Tengo que hacer algunas llamadas —dijo la cantante, con voz fría, y aguda.
Con eso, se acercó a una de las cajas, de forma rápida hurgando a través de
ella, sacando un pequeño libro, negro, y luego se fue.
—¿Cómo puede hacerme esto a mí, Rachel? Ni siquiera quería este bebé.
—Lo sé, cariño. Estoy sorprendida. En verdad, lo estoy. Nunca pensé que Kevin
cayera tan bajo. Y motivos morales —las cejas de Rachel se fruncieron, en una
mirada confundida—. No entiendo.
* * *
Willow sintió sus palmas sudando y las secó en sus pantalones vaqueros. Tragó,
echando un vistazo a su reloj. Eran las once y trece, y el avión llegaría un cuarto
de hora después. Pronto.
—Hola —La cabeza de Willow se movió hasta que vio una hermosa mujer de
pie delante de ella. Su cabello oscuro era largo, con un rizado natural, se
extendía sobre sus hombros. Sus grandes ojos marrones, estaban adornados
por unas cejas finamente arqueadas, que enmarcaban bellamente su rostro.
Su blanca camisa, con cuello abierto estaba parcialmente oculta debajo de
una ligera y ajustada, chaqueta gris.
—Hola. Soy Willow Bowman —la rubia tendió la mano, que fue tomada
rápidamente por una fresca y bien cuidada.
—Jennifer Barnes.
—De acuerdo —dijo ella, inclinándose hacia atrás en su silla, pasando una
mano por el pelo corto, negro.
—Bien. Kevin suena como un príncipe real, y creo que va a tomar el ángulo
lésbico en esto, utilizará eso para tratar de quedarse con Emma. Pero —ella
levantó un dedo bien cuidado, mientras una sonrisa se extendía por su rostro— 416
, él no contaba conmigo
Willow miró a Christine, preocupada, pero recibió un apretón tranquilizador de
mano a cambio.
—Quiero que me cuentes todo sobre este chico. Y me refiero a todo. Quiero
saber cómo era en la cama. Quiero saber cuántas veces al día cagaba. Los
argumentos que tenía, y sus temas de conversación. Quiero saber sus lazos
familiares, todo eso.
—Bien. Nicole habló con su abogado esta tarde, y parece que quieren ir a los
tribunales a finales del mes. Eso nos da tres semanas para prepararnos y
defender el futuro de su hija, señoras. —Jennifer se puso de pie, sacándose el
pelo de la cara. Una muy lenta, y astuta sonrisa apareció en sus labios—. Otra
cosa, señoras —miró a Willow y Christine, asegurándose de tener toda su
atención—. Necesito conocer todos los pequeños esqueletos que tengan en
sus armarios. No quiero sorpresas de este idiota, ¿me entienden?
—¿Qué estás pensando? —Christine preguntó, después de conducir durante
quince minutos en completo silencio. Miró a través del Jeep a la rubia antes
de volver sus ojos a la carretera.
—Lo sé —la rubia dejó escapar, echando un vistazo a la cantante—. ¿Por qué
tiene que ser así? ¿Cómo es que ahora detesto a alguien que me gustaba
tanto? —En realidad no era una pregunta más bien era un pensamiento en
voz alta. Se sentía tan triste, con el corazón tan pesado. Y enojado.
—No sé, cariño. Realmente no lo sé. Es egoísmo por parte de Kevin. Tal vez
incluso una forma de volver a ti. —Christine se encogió de hombros, llegando
a tomar la mano de la rubia, dedos fríos de forma rápida se envolvieron
alrededor de los suyos—. Lamento mucho que esté haciéndote esto. 417
—Yo también. ¿Qué pasa si gana? Entonces, ¿qué? Él no sabe nada sobre
bebés. —Rio con amargura—. Emma tiene ahora casi cuatro meses de edad,
los cuales cumplirá el veintidós de este mes, y ¡él nunca la ha visto! Su maldita
madre me envió una tarjeta de felicitaciones, pero ¿crees que supe algo de
él? ¡No, eso habría sido un maldito problema! —sus palabras se hicieron más
fuertes con cada pensamiento que desfilaba por su mente perturbada—. Él
no quiere ser el padre de Emma, ¡quiere controlarme! ¡A la mierda!
Pasó un momento antes de que Willow notara que no se movían más, y que
Christine se había detenido a un lado de la carretera.
—Ey, Ey —dijo la cantante, tirando de Willow en sus brazos. Tan pronto como
la rubia se dio cuenta que estaba en los brazos de Christine, se quebró. Las
lágrimas cayeron duras y pesadas, todo su cuerpo tembló casi fuera de
control. Estaba tan devastada y asustada—. Shh, cariño, lo sé. —Christine cerró
los ojos, sus propios miedos pululaban en su cabeza. En el fondo sabía que
Kevin no tendría ninguna posibilidad de llevarse a la bebé, aunque... ¿y sí?
No podía pensar en eso ahora. Tenía que estar allí para Willow, y mantenerse
fuerte. Acarició el suave pelo rubio, esperando a que las lágrimas
disminuyeran.
—Te juro, Willow, no dejaré que te la quite. Voy a hacer cualquier cosa que
esté en mi poder para impedirlo, cualquier cosa. —Se apartó ligeramente de
la rubia, secándole las lágrimas con sus pulgares, agachándose un poco para
que los ojos tan verdes se vieran en los azules—. Cualquier cosa. No me importa
cuánto cueste, lo que se necesite, ¿entiendes? La quiero también —susurró
ella, depositando un beso suave, y gentil en los labios llenos de lágrimas. Ella
pudo saborear el dolor salado de Willow—. Cualquier cosa.
—Bueno.
—Te amo.
—Yo también te amo. —Willow la abrazó, tomando toda la fuerza que le fue
ofrecida, sosteniéndola cerca de su corazón—. No puedo perderla, Christine. 418
No puedo.
* * *
—¿Hay algún problema? —preguntó ella, con una mano en la cadera, la otra
descansando sobre la mesa de Nicole.
—No puedo hacer eso —dijo Willow, con voz apagada—. Que el padre de
Kevin bebiera le provocó mucho dolor. No le puedo tirar eso a la cara, Jennifer
—Negó con la cabeza—. No puedo.
—Hmm, bueno, déjame decirte algo —la morena se puso delante de ella, a
pulgadas de distancia—. Mientras tu conciencia te está consumiendo por
traer un poco de ropa sucia sobre el padre de tu ex marido, tu ex marido está
tratando de enlodar tu nombre, cuestionar tu estilo de vida y tu carácter. Sí,
señora Bowman, eso es en lo que su caso se basa —dijo, al ver el choque en
los ojos de su cliente—. De alguna manera ha oído hablar de tu relación con
Christine, y está cabreado. Está molesto porque eso es un crimen contra su
virilidad, y ahora quiere venganza. ¿He mencionado que está enojado? —
Levantó una ceja—. ¿Cuánto? —Se inclinó aún más cerca—. Lo
suficientemente enojado como para alejar a tu hija de ti.
Willow se quedó sin aliento, con el estómago revuelto por la repulsión, aunque 419
no estaba segura de a quién estaba dirigida a Kevin, o Jennifer Barnes.
—Cariño, ¿qué pasa? ¿Qué pasó ahí? —Christine dijo, molesta tras los talones
de la rubia—. ¿Qué pasa?
—No me gusta ella, Christine —Willow casi gritó, girando sobre la cantante—.
Es tan, tan... mala. —Sonaba infantil, pero era la única palabra que se le vino
a la mente.
—Pero tiene razón, Willow —dijo Christine en voz baja, apoyando la mano en
el hombro de la rubia, Willow se encogió de hombros.
—No, no, mi moral será puesta aún más en tela de juicio —dijo furiosa. Christine
se sintió herida, mirando como si acabara de ser abofeteada.
—¿Qué he hecho?
—¡Es debido a esos malditos artículos de revistas! —Willow dijo entre dientes,
inclinándose hacia la morena—. Él los vio. ¡Él me confrontó por lo de Texas, y
sin ninguna duda, vio que estaba medio desnuda!
Christine se quedó de piedra, dando un paso atrás de la rubia, sin saber qué
hacer ni qué decir.
—¿No fue? —Sus ojos se encontraron en una batalla de voluntades hasta que
finalmente Christine sacudió lentamente la cabeza, desconsolada.
—Y dices que Jennifer es mala. —Con eso, se dio la vuelta y se alejó, se dirigió 420
hacia el estacionamiento, clavándose las llaves mientras se dirigía a él. Willow
quedó congelada, con miedo y odio a sí misma. No podía decir las palabras
que tanto necesitaba decir, ni podía moverse para evitar que Christine se
fuera.
Así que se sentó, allí mismo, en el plantador de piedra fuera del edificio de las
oficinas de Nicole. Vio el Jeep rugir fuera del estacionamiento, todavía
incapaz de moverse.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado allí cuando sintió más que
oyó, que alguien se sentaba a su lado.
—¿No has dicho suficiente por un día? —Sentía que su sangre hervía por la
expresión impávida en el rostro de esa mujer. Los ojos marrones se reunieron
con pereza con los de ella.
Estaba demasiado aturdida para hacer otra cosa. Una vez que la abogada
vio que tenía toda la atención de la pequeña rubia, continuó.
—No estoy tratando de hacerte enojar, Willow. Sólo necesito que entiendas la
gravedad de esto.
—¿Va a alejarla de mí, Jennifer? —la pregunta fue muy suave, llena de miedo
ante la respuesta. Jennifer sonrió, blanca y brillantemente, tornando su cara
de hermosa a impresionante.
—Sí, lo haremos. —La rubia miró sus zapatos, raspando en la acera. Jennifer,
por supuesto, no se perdía esto.
—¿Metiste la pata? —preguntó, la voz volvió a ser seca.
El Jeep era conducido a través de nubes de polvo por los caminos en las
afueras de la ciudad. Pasó un campo tras otro, los cultivos pasaban raudos
por la parte superior abierta, su pelo volaba, azotándole la cara. Avanzó por
esos caminos, el Jeep se deslizaba sobre grandes rocas incrustándose en ellos,
con las manos agarraba el volante con puños de hierro.
Había cerrado su mente, actuando por puro instinto, que le decía que
manejara como una loca, aumentando a velocidades peligrosas, dos de las
ruedas se levantaron en un punto. Lo que había llamado la atención de la 422
morena, y por lo mismo tomó la siguiente curva un poco más lento, pero sólo
un poco.
¿Era sólo su miedo hablando por ella? Aun así, había golpeado a Christine
como ninguna otra cosa. No tenía idea de qué pensar. Estaba haciendo todo
lo que estaba en su poder para estar allí para la rubia, contrató al mejor
abogado, y ayudar a Willow a superar esto. ¿Todo para qué? ¿Para tener toda
su vida echada en cara?
Sí, Willow estaba enfadada y asustada, pensó de nuevo, pero, le hizo mucho
daño.
—Ni siquiera me detuvo —Christine gruñó, girando el volante de nuevo, el
Jeep se estremeció por la nueva dirección. No había sido un acto de
manipulación irse, pero si solamente Willow hubiera hecho algo, cualquier
cosa. ¿Seguro que ella realmente no la culpó por esto?
No tenía idea de qué hacer, ir a ella, dejarla sola, ir a la cama. No, eso no era
una opción. Los ojos verdes se lanzaron a la gran cama que ella sabía estaría
vacía esa noche. Suspirando de nuevo, se enderezó, se levantó y salió por la
puerta de la habitación. Oyó pequeños ruidos procedentes de la habitación
de Emma, así que empujó la puerta de la habitación aún más, ampliando la
franja de luz en la pared opuesta.
—Oye, cariño —susurró ella, mirando hacia abajo a su hija muy alerta,
poniéndose boca abajo, con la cabeza y los hombros levantados del colchón,
haciendo lo posible para mantenerse a sí misma con sus brazos—. ¡Mírate! —
Willow dijo impresionada, e inspirada de nuevo, por billonésima vez ese día—.
La chica fuerte de mamá.
Riéndose, Willow limpió la cadena de baba que iba desde la boca de Emma
a la cama. Limpiando la boca de la bebé con la manga de su camisa, se
dirigió fuera de la habitación, hacia su propio dormitorio. Necesitaba a Emma
cerca cuando la soledad se cerró en torno a ella.
Había conseguido lo que quería; tocar hasta que ella estuviera demasiado
agotada para pensar. Su cuerpo tembló; amenazando con caerse de la
escalera subió, apoyándose en la robusta barandilla. La casa estaba en 424
silencio, ya que eran pasadas las tres de la mañana. Sin duda Willow se había
ido a la cama hace horas, y ahora Emma estaría durmiendo toda la noche.
Willow parecía tan dulce, la mujer de la que se había enamorado, pero sus
palabras duras regresaron a su mente otra vez.
Sacudiendo la cabeza, Christine tomó una respiración profunda, dio una
última mirada a las dos personas más importantes en su vida, luego se volvió
lentamente, en dirección a la habitación de invitados.
425
Capítulo 18
A
tontados ojos verdes se abrieron, entrecerrándolos ante la luz de la
luna que entraba con toda su fuerza. Al sentir un cuerpo caliente
acurrucado cerca del suyo, Willow miró, viendo a Emma durmiendo
tranquilamente, las respiraciones lindas del bebé eran constantes y uniformes.
Mirando a su alrededor, se dio cuenta que eran las únicas en la cama grande,
y se sintió presa del pánico por un momento. Entonces se acordó.
Christine estuvo en silencio durante un largo rato, lo que hizo pensar a la rubia
que se había dormido de nuevo.
—Realmente me hiciste daño —dijo finalmente, los dedos jugaban con el pelo
grueso, rubio.
—Lo sé. Dios, lo sé, y me odio por ello. —Se echó hacia atrás, lo suficiente como
para ser capaz de mirar el rostro de Christine, con las cejas fruncidas—. Estaba
tan preocupada cuando no te encontré después de que Jennifer me dejó.
Incluso corrí hasta aquí para ver si tus ropas aún estaban en la habitación. —
Christine sonrió suavemente, sacudiendo la cabeza.
427
—No. Todavía sigo aquí. Pensé en irme, para ser honesta —levantó una mano
hasta el rostro Willow, para calmarla al ver las lágrimas en sus ojos verdes—. No
porque yo quiera. Pensé que a lo mejor todo esto sería más fácil si yo no
estuviera aquí, y, bueno —suspiró—. Es por mí que él está haciendo esto. Tal
vez soy mala para ti y Emma. —Se rompió el corazón de la cantante al decir
todo eso, pero en el fondo sabía que era verdad.
—No vuelvas a decir eso —dijo Willow, con fuerza, su corazón comenzó a latir
de nuevo, después de detenerse en seco ante lo que Christine acababa de
decir—. Eres lo mejor que me ha pasado, no te olvides nunca de eso. ¿Está
bien? ¿Está bien? —dijo de nuevo, más fuerte, cuando la cantante no
respondió.
—Está bien.
—Realmente eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. —Se inclinó,
colocando un suave beso en los labios que tanto le gustaban—. Te amo, y
realmente lo siento —dijo contra de ellos, sintiendo la inclinación de cabeza
de Christine.
—Está bien. Y gracias —Se puso de espaldas, tirando de la rubia con ella. Miró
hacia arriba la cara de la mujer que había salvado su vida y luego su
corazón—. Sabes —dijo con un tono serio—, tenemos que trabajar juntas en
esto, Willow. Tenemos que permanecer fuertes para salir de esto.
—¿Hmm?
—Hazme olvidar que esto sucedió hoy. Necesito saber que estamos bien —La
súplica en la voz de la cantante rompió el corazón de Willow, entendiendo
que ella había puesto la duda allí. Sólo habían estado juntas durante unas
pocas semanas, desde luego, no era suficiente tiempo como para consolidar
el tipo de vínculo que fácilmente podría soportar tal argumento. Las acciones
de Willow las habían asustado a ambas, y la rubia estaba ansiosa por sentir
esa seguridad de nuevo.
Sin decir una palabra, movió la mano que había estado en el rostro de
Christine, la introdujo en el cabello oscuro, profundizando el beso aún más.
Christine jadeó en voz baja por el beso, su cuerpo comenzaba a inflamarse.
—Te amo.
Los ojos de Christine se cerraron cuando sintió que su camisa era levantada,
las manos corrían sobre la piel caliente de su estómago, luego por sus pechos.
Levantó la parte superior del cuerpo, y la camisa voló en la oscuridad.
Inmediatamente una boca caliente estaba sobre su pecho, sus manos
encontraron la cabeza de Willow, sujetándose a ella, necesitando sentir la
conexión entre las dos.
429
Fue una tortura absoluta, sentirse tan sola y solitaria. La mayor parte de su vida
se las había arreglado sola, a pesar de que constantemente estaba rodeada
de gente.
Christine ayudó de nuevo, levantando sus caderas mientras sus bragas eran
sacadas por sus piernas, luego se unieron a su camisa. Levantó las piernas,
sintiendo que Willow se posicionaba a sí misma allí.
—Oh nena —susurró cuando sintió que la abrieron para introducir los dedos y
la lengua—. Sí.
Sabía que no sería fácil para Willow amarla. La confianza era un gran
problema en las relaciones, y Christine tuvo muy poco de eso, además que
corrió a la primera desavenencia, sin embargo, en lo más profundo de su
corazón sabía que eso sucedería de nuevo, ya que era la naturaleza humana.
Christine gimió, sintiendo a Willow moverse dentro de ella, a un ritmo lento y
constante que la hizo hervir.
A veces no podía evitar preguntarse si tal vez ella era realmente mala para
Willow. ¿Era justo esperar que la rubia caminara sobre cáscaras de huevo
siempre? Christine, temía y esperaba salir herida.
Las lágrimas seguían llegando sin detenerse, con cada minuto que pasaba.
Willow no tenía idea de qué hacer, o que había hecho. No sabía lo que estaba
ocurriendo.
—Oh no. No vas a ninguna parte hasta que me digas lo que está pasando. —
Willow la miró a los ojos, suplicando—. Por favor habla conmigo, Christine.
—¿Qué pasa si no soy buena en nada de esto, Willow? Tengo miedo. Tengo
tanto miedo de no ser lo suficientemente buena para ti y Emma. ¿Qué pasa si
no soy mejor que mi madre? ¿O si soy como mi padre fue con mi madre? —
Willow podía sentir el miedo en la voz de la morena, y esto la entristeció.
¿Cómo podía alejar ese tipo de miedo?
—¿De mí?
—Sí. Y creo que tendrás algunas lecciones para Emma, también. Has estado
allí, de hecho, y eres muy sabia por ello. —Tomó el rostro de Christine—. Estoy
en esto a largo plazo, cariño, pero si no estás segura —Willow tuvo que tragar
varias veces con el fin de mantener sus propias emociones a raya—, no eres
una prisionera aquí. Puedes, bueno, puedes irte en cualquier momento. No
voy a detenerte.
—¿Me dejarías ir? ¿Sólo así? —Christine se sorprendió, y parte de ella quería
hacer pucheros como un niño.
—Tendría que hacerlo, Christine. Si eres más feliz lejos de nosotras, entonces yo
tendría que decirte adiós.
—Guau —la cantante dijo en voz baja, aturdida—. Creo que estoy
confundida, porque tengo que decirte, que no sé si podría ser tan generosa.
—Bueno, ¿ya sabes lo que dice el cursi refrán? Si amas algo, déjalo libre, si
regresa, es que estaba destinado a ti, o algo por el estilo. Eres tú la que hace
rimas, no yo.
—Yo también. Sólo habla conmigo, cariño. No dejes que tus temores crezcan,
por favor. —Willow sintió el asentimiento de cabeza de la cantante, mientras
sus frentes se tocaban.
—¿Intentarlo de nuevo?
* * *
Algo estaba mal aquí. Mirando hacia atrás a los chicos de nuevo, vio caer las
cabezas de ambos, la risa llenaba el pequeño espacio.
—Está bien —respiró ella, con una sensación de miedo en su intestino. Se volvió
de nuevo a la barra montada junto a la nevera, agarrando su mochila que
había dejado allí.
La rubia fue llevada de vuelta a su infancia, sus padres se mudaban cada seis
meses, era cambiada de una escuela a otra. Había sido difícil, incluso doloroso
a veces, nunca pudo hacer buenos amigos no tenía suficiente tiempo para
ello. Willow a menudo se sentía marginada, siempre era la “chica nueva”. Esa
era una sensación que odiaba, pero que volvió a sentir en la sala de descanso.
Si tan sólo se hubiera dado cuenta entonces que su día iba a empeorar al
escuchar, murmuraciones como; lo dejó por una mujer… ¡están viviendo en
el pecado! ... pobre bebé...
A Willow le dolía más de lo que podía decir. Había trabajado con todas esas
personas por tanto tiempo, la conocían, y ella pensaba que eran sus amigos.
Con ganas de llorar, la rubia se escondió en el baño durante unos momentos
antes de la comida. Miró a su reflejo y vio la tensión en su rostro. Su mente
daba vueltas, tratando de averiguar de dónde la información había salido, y
por qué estaban siendo tan malvados.
* * *
—Pensé que eran mis amigos —lloró Willow, sintiéndose como una niña
aferrándose a la cantante, mientras era mecida suavemente en el regazo de
Christine.
—Me siento muy estúpida. —La rubia se apartó, lloriqueando mientras pasaba
la mano por la nariz. Sonrió con amargura—. Estaba tan emocionada por
decirle a alguien sobre nosotras, lo feliz que soy, y realmente pensé que podía
contar con Maureen que estaría feliz por mí. Fui tan estúpida —sacudió la
cabeza con consternación.
—Lo sé. Hay algunas personas en el mundo que te juzgarán sin importar qué,
Willow —Christine apartó suavemente el pelo de la cara llena de lágrimas de
la rubia antes de acariciar la mejilla. Sabía cuan sensible era Willow, y sabía
que tenían que estar comiéndose viva a la mujer. Todo lo que quería hacer
era ir a ese hospital y golpear a esos bastardos de mierda. ¿Cómo podían ser
tan crueles con una de las almas más amables en el mundo? No eran
merecedores de la enfermera.
—Fue tan horrible, Christine. Sentí que a donde fuera que iba, me miraban y
se reían de mí. Es decir, no todos lo hacían. Pero la mayoría sí. —Sintió que las
lágrimas volvían de nuevo, apoyó su cabeza en el hombro de la cantante—.
Me siento traicionada. Sé que es estúpido, pero es la verdad.
—No eres estúpida, cariño. No lo eres. Pero tienes que saber que esto se hará
más grande. No puedes dejar que ellos ganen. Te conozco —Sonrió—, eres
más fuerte que eso. —Christine observó mientras Willow se apartó de nuevo,
mirándola a los ojos—. Cuando se trata de cosas como esta, puede ser crudo
y doloroso, pero sólo tienes que decir que se vayan a la mierda.
—A la mierda —Willow repitió, asintiendo—. Tienes razón. —Se secó los ojos,
luego tomó el pañuelo de papel que le fue ofrecido y se sonó la nariz.
Lanzando la bola a la mesa de café para unirse a todas las demás, ella asintió
de nuevo, sintiendo que su resolución se fortalecía—. A la mierda con ellos.
435
—No será fácil, pero al final, valdrá la pena. Si dejas que este tipo de personas
te afecte, te volverás loca.
Willow estudió a la cantante, mirándola a los ojos y vio la verdad en ellos, así
como una profunda comprensión.
—No hay diferencia para mí —Willow le dio un beso—. Te amo por ello.
—¿Quién eres? —Se incorporó del sofá, con las cejas fruncidas en alarma.
—¿Larry?
—¿Cómo estás, chica? —dijo él, una risa se escuchó a través del teléfono.
—¡Estoy muy bien! Mi dios, ha pasado mucho tiempo. —Se puso de pie, una
avalancha de recuerdos vino a su mente.
—Wow. ¿Ha sido tanto tiempo? —Se paseó por la habitación, mirando por una
ventana antes de girar y caminar el circuito de nuevo.
436
—No te he visto el pelo desde que trabajaste para mí. Entonces, todo lo que
he oído sobre ti es que estas jugando al papá con una linda rubia —respondió
el productor. Christine sonrió, casi era capaz de ver a Larry Tippen
descansando en la silla de cuero de su oficina. Sus pies estarían apoyados en
el enorme escritorio, con bordes plateados capturando la luz de la lámpara
Tiffany. Calculó que serían algo más de las ocho allí, sus gafas oscuras estarían
en su cabeza, y un jersey de cuello, de color gris o negro, metido en sus Levis.
—Me alegra oír eso, Grey. Eso no es tan fácil de hacer en este negocio.
Hablando de eso, ¿Escuché que te retiraste? —preguntó un tanto enojado.
—Ya tuve suficiente, hombre. No podía hacerlo más. Di todo lo que tenía para
dar, mi tiempo, terminó. —Christine dijo, esperando la diatriba que sin duda
seguiría a su sencilla explicación.
—Hmm. Bueno, tengo que admitir que estoy contento de verte alejada de esa
mierda de rock and roll que solías hacer. No eras tú, nunca lo fuiste. No,
después de lo que compusiste para mí, nunca entendí por qué no seguiste lo
que tu corazón te pedía. Infierno, me ayudaste a ganar en Sundance, por el
amor de Cristo.
—Lo sé, Larry. Lo sé. —Sonrió al recordar, la cara de su amigo cuando se llevó
a casa el prestigioso honor.
—Oh, Larry, no sé —Christine sacudió la cabeza, se pasó una mano por el pelo.
—Claro que sí. Puedes trabajar desde tu pequeño nido de amor, y de hecho
crear algo con un poco de sentido.
—¡Estupideces, Christine!
Christine sacó el teléfono de la oreja, y lo cerró. Ella siempre había odiado que
Larry nunca dijera adiós. Cuando acabó de hablar, la conversación había
terminado.
Lanzando el teléfono pequeño al sofá, suspiró, mirando hacia la noche. Tenía
una gran decisión que tomar, y ya sabía lo que su corazón quería como
respuesta. Lo pensaría, se tomaría unos días para pensar. Esto sería bueno para
ella, lo sabía, pero también significaba exponerse a sí misma por ahí
nuevamente. Se sentía vulnerable sólo de pensarlo.
* * *
Echando un vistazo rápido a la otra mesa, Willow vio a Kevin sentarse, alisando
la corbata mientras lo hacía. Miró a su abogado, y se encontró con su mirada.
Ella se sorprendió por el odio que vio arder en los ojos que una vez la miraron
con amor.
—Todos de pie, el honorable juez Malcolm Howard preside —el alguacil dijo
con sequedad. Las siete personas en la sala del tribunal se levantaron cuando
un hombre corpulento, vestido de negro, se paró tras su escritorio, indicando
a todos que tomaran asiento, mientras él mismo lo hacía.
—Muy bien, vamos a ver lo que tenemos aquí —dijo el juez, usando una mano
para tirar de sus gafas sobre su nariz bulbosa, mientras que con la otra abrió el
expediente ante él—. Kevin Bowman frente Willow Bowman por la custodia de
Emma Christine Bowman, de cuatro meses y medio. — Miró hacia arriba—.
¿Ambas partes están en la sala?
—Sí, su señoría. —La mujer mayor con el pelo gris se puso de pie, mirando hacia
abajo al ordenador portátil que estaba abierto sobre la mesa delante de
ella—. Su señoría, mi cliente está pidiendo la custodia total de su hija, Emma
Bowman. Siente que es un padre mucho más estable, y puede proporcionar
un ambiente cariñoso, y moral, para la niña.
—Continúe —el juez animó. Hubo una pausa dramática, el único sonido que
se escuchaba era el producido por el secretario de la corte terminando sus
últimos clics antes de que sus manos descansaran a milímetros de su teclado.
—Gracias, Sra. Jamison. ¿Señorita, Martínez? —Los ojos del juez se trasladaron
a la mesa de Willow, mirando expectante a su “abogada principal”.
Willow sintió que temblaba, el miedo, la ira y el dolor corrían por sus venas,
volviéndole fría la sangre. Alzó la mano, agarrando el medallón de oro en
forma de corazón que Christine le había dado la noche anterior, con la
imagen de Emma escondida en el interior. 440
—Sí, su señoría, es de registro público y para esta corte que Christine Gray,
amante y contribuyente miembro de la familia, ha tenido problemas en su
pasado. También debe ser de conocimiento público que la señorita Gray llevó
una vida destructiva en las calles para luego convertirse en una reconocida
artista de nivel mundial, que no sólo es emocionalmente capaz y está
dispuesta a ayudar a la bebé y a la madre de Emma, también es
económicamente estable.
—A lo que iba su señoría —Nicole dijo con sequedad, evitando una mirada
fugaz sobre la abogada de Kevin—. Incluso sin el apoyo emocional o
financiero de la señorita Grey, Willow es capaz y responsable en sus deberes
como madre de Emma. Tiene una carrera en el campo de la medicina, y es
propietaria de su propio hogar. —Nicole hizo una pausa, mirando al juez a los
ojos—. Se quedó con la niña, a pesar de que el Sr. Bowman le pidió que la
abortara. Crio a Emma lo mejor que pudo, y continuará haciéndolo. Willow
siempre ha querido a esta niña, su señoría, y optó por separarse de su marido
en lugar de renunciar a la vida de su hija.
—Su señoría —continuó, con voz suave—. He estado allí desde el momento en
que esa niña hermosa nació. Estuve allí para su primer llanto, su primer aliento,
su primera sonrisa. Yo he estado con ella cuando estuvo enferma, y he
cambiado todos sus pañales sucios. Por favor, no la aleje mí sin una buena
razón, señor. Eso sería un crimen. Gracias.
Fue el tiempo de espera más largo de su vida, cada segundo que marcaba
el reloj era otro día perdido de su tiempo.
Willow se paseaba nerviosa, los tacones resonaban en el linóleo muy pulido 442
de la cámara exterior. Las grandes puertas dobles, se abrieron y apareció el
oficial de justicia.
—Por favor, vuelva dentro —dijo desapareciendo de nuevo en la sala. Fue casi
una carrera entre Kevin y Willow para poder pasar por esas puertas por primera
vez. Se había quedado cerca de los ascensores, evitando cualquier contacto
visual con la rubia.
Willow sintió que su respiración se detenía junto con su corazón, con miedo a
que el juez dijera lo que ella estaba pensando que diría.
—Sin embargo, usted es el padre legal de esta niña, y como tal tiene derecho
legal a pasar tiempo con su hija. —El juez tomó su martillo, Willow a punto de
romperse en pedazos—. Este tribunal concede la custodia completa de Emma
Christine Bowman, de cuatro meses y medio, a Willow Bowman, madre legal y 443
tutora de la niña, Kevin Bowman como padre de la niña, tendrá el derecho
de visita cada fin de semana. Willow Bowman también tiene derecho a pagos
de manutención infantil, una cantidad que se ha de determinar en una fecha
posterior.
Willow gritó con el sonido del martillo golpeando la mesa. Estaba anonadada,
las lágrimas escocían detrás de sus ojos con alegría y gratitud absoluta.
—Y sólo un consejo, Sr. Bowman —el juez continuó—: Por el amor de Dios,
hombre, apréndase la fecha de nacimiento de su hija. La corte ha hablado.
—Lo hiciste, cariño —le susurró en su oído, suaves labios rozaron su frente.
—No puedo agradecerte lo suficiente, Jennifer —dijo ella, tomando las manos
de Jennifer en las suyas. La abogada sonrió.
—No tienes que hacerlo. Sólo tienes que esperar hasta que llegue la factura.
—Le hizo un guiño, apretó las manos de Willow, y se apartó, tomando su
maletín—. Me voy de vuelta a la civilización. —Se volvió a Christine—. Saluda
a Sandra por mí.
—¡CHRISTINE! ¡AQUI! Christine, ¿que llevas puesto? ¡Por aquí por favor! —
Christine entrecerró los ojos ligeramente, los flashes de tantas cámaras que se
encendían inmediatamente le daban la bienvenida. Al menos esta vez se
suponía que debían estar allí, y fue agradable saber que todavía la buscaban.
—¡Oh gracias! —directa al grano—. Así que esto debe ser un poco surrealista
para ti. Del Grammy a ser nominada al Oscar a la mejor música en una
película. ¿Cómo te siente acerca de todo esto? —La reportera agitó su brazo
hacia los fans gritando, y a otras celebridades que caminaban por la alfombra
roja.
—Bueno, ya sabes, sólo otro día en la oficina —dijo Christine con una sonrisa.
Melissa rio entre dientes.
—En efecto. Buena suerte esta noche.
—Gracias.
Willow observó con asombro como Christine manejaba a la prensa y a los fans
con gracia y aplomo. Sin mencionar, que estaba impresionante con su vestido
negro, sin espalda, ajustado hasta abajo. Cuando la cantante entró con en
ese vestido, pidiendo a la rubia que subiera la cremallera para ella en la
habitación de hotel, la boca de Willow se secó. Nunca se había quedado sin
palabras antes de ese momento.
Nunca en toda su vida la frase “fuera de su liga” fue más acertada en esta
noche para la rubia. Se sentía como un pez fuera del agua, mientras que 446
Christine derrochaba encanto al hablar con gente, que Willow había visto en
la pantalla toda su vida.
Desde su primer triunfo en los Grammy, hace más de una década, Christine
no se había sentido tan nerviosa en una entrega de premios. En su mayor
parte, pensó porque eran pomposas y ostentosas. Pero esta noche, bueno,
por alguna razón, estaba nerviosa y con náuseas. No estaba segura de por
qué. No era como si quisiera realmente ganar, tal vez sólo quería que Willow
se sintiera orgullosa de ella.
—Guau —exhaló en voz baja, aunque sonó como una en erupción desde el
micrófono ante ella, llenando el teatro. Se escucharon risas educadas—. Um,
sé que todo el mundo por lo general se levanta aquí con una lista tan larga
como mi brazo de las personas a las cuales darle gracias —Más risas—. Yo me
temo, que no la tengo. La gente a la cual debo agradecerle ya saben que lo
estoy, porque todavía están vivos después de todo este proceso —Se inclinó
hacia el micrófono—, Larry.
Fin
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Biografía de la autora
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