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ANTOLOGÍA DE POESÍA ARGENTINA

entre 1980 y 2001

7- poetas -7

PRÓLOGO Y SELECCIÓN DE OSVALDO GALLONE

Buenos Aires, 2006


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LA POESÍA EN SOLEDAD

Presumo que uno de los imperativos, concernientes a su atareado oficio, que


solía aprender un editor, rezaba: “La poesía no se vende” (la frase ha hecho historia,
ganado su condigna fama y dado pie a un memorable poema de Boido). Discurro en
tiempo pretérito a causa de una razón excluyente: habida cuenta de la progresiva
pauperización argentina en todos los planos y, en especial, en el relacionado con la
cultura, ya no sólo la poesía no se vende; tampoco el cuento, el ensayo, la novela o la
viñeta (y el editor, por consiguiente, ha debido ampliar los alcances de su resignada
negativa). Tal lánguida comprobación puede dar pábulo al lamento, me permito postular
que también al énfasis celebratorio: quienes aún se obstinan en escribir no lo hacen –no
lo pueden hacer- movidos por el afán de gloria o de fama (el módico sucedáneo de las
mismas es alguna indigente mención en los no menos indigentes suplementos
culturales), por dinero, prestigio o narcisismo; escriben sostenidos por su propio deseo,
escriben por la razón más legítima sobre la que se puede sustentar una práctica: porque
quieren. Es el caso de los siete poetas antologados en este volumen.
El prólogo a una antología puede ser, en el mejor de los casos, un señalamiento;
en el peor –más tratándose de una antología poética-, un ripio. Las líneas que siguen
pretenden señalar algunas características singulares y compartidas; si logran tal
propósito, el presente prefacio se salvará, acaso, de su destino de ripio.

Creo que se puede advertir en Benítez la resonancia de dos características del


verso gaélico de Dylan Thomas: la sonoridad de la letra y la reflexión especulativa;
deliberadamente omito el concepto de “influencia” y el término aparentemente original
del sobrevalorado Harold Bloom “angustia de las influencias”: en Benítez resuena
Dylan Thomas, una resonancia que no le impide -más bien lo contrario- seguir siendo
Benítez. Emergen aquí los temas que informan su poesía: la fluencia en la aparente
inmovilidad, la estética de los fragmentos (ya que no de los despojos), la temblorosa
cristalización de una identidad intransferible (el poema “John Keats” es harto
representativo en este aspecto).

La singularísima voz de Miguel Espejo no sólo da forma poética a sus conocidas


inquietudes filosóficas (“Corán”, “Buda”, “Autismo”), sino que también refunde (y
define) poéticamente otras formas de su vasta producción: su novela El círculo interno
puede ser definida, por ejemplo, con las palabras de su poema “Entre círculos”: es un
texto que se ubica “en el límite de las cosas/en el límite de los actos”. Su paradigmático
denuedo se resume de modo ejemplar en “Angustia”: “con los brazos en
cruz/corriendo/desesperadamente/hacia una página en blanco/para expresar/lo
inexpresable”.

No resulta gratuito que los títulos de los poemas de Kofman vengan


acompañados por la aclaración entre paréntesis del movimiento que les corresponde
(1ro., 2do., 3ro., etc.): su poesía arborece a partir de la cadencia reiterada y musical (en
“Molina (5to. movimiento)” se declara: “se repite/se repite/se repite/el tema que
inicia/cada mañana”), en la cotidianeidad mixturada con la cadencia y hasta en la
plasticidad musical del horror, lo que da como resultado uno de sus poemas más
notables: “El fusilamiento (7mo. movimiento)”.

Freire se detiene en el silencio mineral del liquen que transmite “la duración
convertida en mutismo”. Pero me atrevo a barruntar que su estética descansa (o, mejor
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dicho, “vibra”) sobre dos tensiones: tiempo y silencio, fugacidad y cristalización; lo que
equivale a decir: poesía. Freire alude a esa palabra que está en la punta de la lengua pero
detrás de la palabra, a ese sonido que está a punto de ser articulado pero que se resiste a
la articulación, a lo que parece hecho para ser dicho pero que el decir no alcanza; en
suma, a la desesperación de todo escritor que prefiere la interrogación a la pobreza
asertiva: la inefabilidad del lenguaje, ese núcleo inexpresable que, sin embargo, todo
legítimo escritor asedia en el plano de la escritura.

La poesía de Picardo es una trama trenzada con la delgada aguja de la


cotidianeidad, tejido donde el gesto nimio cobra estatura inesperadamente poética
(pienso en un poema como “Picaflores” o, más ilustrativo aún, “El higo”: “y el rumor
orgiástico de las abejas/ensañadas en la minúscula gota”); acompañado por otro tema
que se quiebra en el desgarro reiterado, exento de patetismo: el amor destituido
(“Declaración”, “Esta humilde manera”).

Leyendo (releyendo) a Moore no puedo menos que remitirme a ciertos pintores


cuyo epítome son Rembrandt o Vermeer, encuentro en Moore la misma afortunada
inclinación a resolver claroscuros mediante expresiones luminosas. De su poesía dimana
la fulguración de la luz, el estallido y también –y necesariamente- la “sombra hecha de
luz”; hasta en el estallido de un vidrio, hay restos en lo que sin embargo serpean “las
sombras de la luz”. Y presiento que en “El viejo Bill explica un poema” se encierra una
de las claves de su aliento poético: “la música de la cifra”.

La singularidad de Sampaolesi reconoce recortes muy precisos. Me permito


transcribir uno de sus poemas: “La cueva debe ser abandonada, me digo./Pero antes
debo hallar un camino./La cueva no es un lugar./Pero antes debo hallar un
camino./Debo abandonar el camino.” Y a mayor abundamiento: “En aquello existe lo
otro” o “En la quietud se espera la irrupción del acontecimiento./En la acción se espera
la llegada al punto de inercia.” Creo que pocos poetas han refundido con mayor
provecho l’un dans l’autre bretoniano derivado de la confluencia de opuestos de la
especulación filosófica oriental, de la que la poesía de Sampaolesi está tan cercana. En
la cueva o en el bosque (figura recurrente en su poesía), el sujeto que delinea
Sampaolesi debe internarse a riesgo de perderse para hallar, al fin, una vislumbre de
claridad, un camino.

Si el cinismo fuera un vehículo apto para abordar la realidad, se podría concluir


que el ambiente intelectual argentino se caracteriza por ser profundamente religioso,
habida cuenta de la cantidad de iglesias, capillas y tertulias cuasisacramentales que lo
inficionan; jardines en los cuales se cultiva la flor de la validación recíproca y el
ditirambo mutuo. Los poetas aquí antologados se abocan a una única liturgia: la de los
gestos que construyen el poema. No es un dato menor.

Osvaldo Gallone
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1. LUIS BENITEZ

Luis Benítez nació en Buenos Aires en 1956, donde reside actualmente.


Obras publicadas: Poemas de la Tierra y la Memoria (poesía, Ed. Stephen and Bloom,
Bs. As., 1980). Mitologías/La Balada de la Mujer Perdida (poesía, Ultimo Reino, Bs.
As., 1983). Poesía Inédita de Hoy (Un panorama contemporáneo de la poesía inÉdita
argentina) (introducci—n, notas y selecci—n de 100 autores, Ed. NOUS, Bs. As.,
1983). Juan L. Ortiz: El Contra-Rimbaud (ensayo, 1ra. ed. Ed. Filofalsía, Bs. As., 1985,
2da. ed. Ed. Filofalsía, Bs. As. 1986). Behering y otros poemas (poesía, 1ra. ed., Ed.
Filofalsía, Bs. As., 1985, 2da. Ed. Cuadernos del Zopilote, México D.F., 1993).
Guerras, Epitafios y Conversaciones (poesía, Ed. Satura, Bs. As., 1989). Fractal (poesía,
Ed. Correo Latino, Bs. As., 1992).El Pasado y las Vísperas (poesía, Ed. de la
Universidad de los Andes, Venezuela, 1995).El Horror en la Narrativa de Alberto
Jiménez Ure (ensayo, Ed. de la Universidad de los Andes, Venezuela, 1996). Selected
Poems (antología poética, selección y traducción de Verónica Miranda, Ed. Luz
Bilingual Publishing, Inc. Los Angeles, USA, 1996). La Yegua de la Noche (poesía, Ed.
Ediciones Del Castillo, Santiago de Chile, Chile, 2001). Tango del Mudo (novela. Ed.
Piel de Leopardo/Wordtheque, Bs. As., 2003).
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DEL UTERO A LA TUMBA UN SUEÑO TE LLEVARA


Del útero a la tumba un sueño te llevará,
desnudo, el escarpín y la mortaja hechos de la misma
seda.
Un sueño con mejillas de pétalos que martillea en tu
mente,
un beso helado, un golpe en la nuca dado
por un desconocido con guanteletes de hierro,
sonando tras tu puerta en el cerrojo.
Fantasma de metal tu cuerpo,
desde los cortos pantalones al bastón del viejo
transitado por extranjeros que se acercan a escrutar
tus vísceras
y las señales del cielo con sus dedos de muerte,
verás asombrado cómo la cuchara colmada
deposita por igual besos y mordiscos en tu alma
cóncava.
Del útero a la tumba,
clavado a la tierra que sólo se abre dos veces,
tus ojos noviando con las fotografías
verán al niño libre de pecado y cicatrices,
diáfano, aunque su llanto presienta
y al hierro del amor marcándote la ingle
y al molino del olvido girando, por un viento de huesos.
Del útero a la tumba un sueño te llevará,
las riendas hechas trizas en ese torbellino,
en dos segundos de setenta años,
sólo una muesca, en un reloj enorme.

ALGO FLUYE, CUANDO YA NADA SE AGITA


Algo fluye cuando ya nada se agita.
Y su paso inadvertido por las tinieblas que duermen
con nosotros
trocará en una luz exasperada cuanto de ciega tiene
la miseria.
Desde el fondo, pozo o pantano de números,
donde hostigados por el mundo y sus miles de cabezas
caímos quince lenguas dentro de la carne,
algo que sólo puede tocarse munido de los guantes de
la desesperación,
algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita.
Obliga al dolorido músculo del corazón
y al cerrado hueso de la mente
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a comer y beber, aún dentro de sus celdas.


Es una fuerza que nos lleva rudamente de la mano
e inventa un camino de color insólito,
por donde huimos desnudos de los ciegos.
Obediente, ella agitará los párpados de los muertos
y hará huir a la mosca-heraldo, que espera paciente,
colgada de la gula.
Colgará de nuevo el sol, cuando la luna caiga.
Podremos verla latir en medio de nuestras negras
sombras,
aún cuando boquiabiertos, observemos día a día
pasar nuestros propios funerales.
Algo fluye cuando ya nada se agita.
Por su gracia habrá fruto en las flores marchitas
(su magia gruñirá en la vértebra)
lanzará por el aire ancianos y guadañas con pasos de
diluvio;
nuestras jóvenes canas se ennegrecen,
ante el silbato de plata besado a último momento
con manos temblorosas que arrojan al viento de los
lechos.
Y cuando nuestros pálidos huesos
den fuerza y vigor a las margaritas, aún palpitarán
desde la tumba.
Porque algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita.

LOS MIEDOS
ah los terrores que nos visitan de noche
que no se ocultan del día
los que no inspira ninguna cosa grande
ningún desconocido continente pisado recién el
borde
ni tampoco un leal enemigo
francamente buscado en una tapia
ni el asombroso eclipse que deja el mediodía en
sombra
ni un terrible Señor de los Ejércitos
en desiertos abrasados por el sol de los pueblos
aventureros
ah los miedos los pequeños miedos de pequeños
hombres
no los miedos que eran a su modo honra de un
animal
desnudo en la enorme extensión de cosas que no
tenían nombre
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no a estar solo y de pie


entre un inmenso campo y un inmenso cielo
no a la sombra adornada de ojos fosforescentes
a la muerte de noche
entre los dientes del animal más bello de la tierra
una muerte de hombre
no a la caída propiciada por el rayo
al torrente al alud al fuego de la tierra
ni al otro fuego prometido debajo de la tierra
ah los miedos que no origina
un dios terrible salido de la foresta
ni un pariente medieval con su cohorte de brujas
y de fetos
no el sudor frío frente a frente espada contra
espada
flecha contra winchester dardo contra lanza
ha cambiado la muerte de palabras
no es la certeza de una lluvia ardiente
ni el pronóstico que un insecto lleva entre raíces
al fin también una buena causa como la antigua
peste
ah los miedos que tú conoces
y que son los míos exactamente ésos
no se ocultan debajo de la cama
no precisan el crujir de la madera el aullido de
nada
pueblan nuestros sueños de rostros y de notas
ellos duermen y caminan con nosotros
beben se alimentan vuelven siempre.

BEHERING
En cada uno de ellos era muchos un hombre.
Eran más todavía. Traían la industria de las armas
y el reno rojo, como un bosque ondulante
y detrás el lobo que, en una mañana ya añejo,
sería el perro de la hoguera y de las sobras,
el sirviente blanco.
Eran muchos, no un hombre.
Vagos sus nombres
se referían al viento y a los tótems,
a un hecho que pasó en un nacimiento,
el deshielo que ahogó
o el meteoro fugaz que ardió en la tundra
o la muchacha audaz que en mar abierto,
salvó a su hijo de la cólera brutal de la ballena.
Sus dioses eran el salmón
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que cada año retorna como el año


y que va al mar y el oso pardo,
una montaña que muge
y que el filo de lanza abate,
y el pesado bisonte y el tigre rayado,
que se quedó en Siberia
y que la manta del navajo evoca:
extranjeros, ellos serían América,
la múltiple figura que no supo Balboa y que Pizarro
abandonó a la imaginación de un franciscano.
De hueso, no de madera y de noche
serían sus dioses ni de la piedra
que labran los pueblos de una tierra supuesta,
entre la niebla de sus transmigraciones.
Eran crueles y antiguos como el Asia;
fundarían imperios en la aurora y en México,
reinos en Bolivia, fortalezas
donde un signo inequívoco mostrara
la voluntad de sus dioses:
un águila en el aire arrebatando la serpiente,
un árbol singular, como un recuerdo
de las llanuras heladas y el Mar Blanco,
que ya sólo evocaban los viejos moribundos
y el Sueño, que es eterno.
Alzarían Tenochtitlán, el Cuzco
y el enigma silencioso, Tiahuanaco,
en la isla de Pascua graves rostros
que contemplan todavía su gran marcha;
otros, sin embargo, volverían
al corazón de las selvas y al olvido,
como los muertos al pasado,
al país de la cuna y de las tumbas.
Mañana, todavía, aún faltaba,
nuevos extranjeros alzarían
ferrocarriles, calles, edificios,
calendarios regidos por el sol y no la luna,
venidos de otros Beherings y otras fechas,
en nuestras claras ciudades, oh ingenuas tierras,
seremos siempre dobles:
uno solo y muchos, hombres de ninguna parte.

JOHN KEATS
Caen sobre él los actos inútiles del día.
John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:
humillaciones, rostros y palabras
hacen de un pozo la noche repetida.
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”Fanny Brawne me has alejado,


tú me has acercado a Keats y era lo mismo”.
Suena tan distante el Mar del Norte
para ser cada segundo todos los mares,
pero si lo que fue y será mañana brilla
en su oscura hora presente, ese hombre pequeño,
inclinado sobre el verso, lo adivina.
Presiente que será uno y va a ser todos
cuando es tan caro el precio de eso múltiple:
ya no lo amparará el primer fervor por las palabras,
no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo
ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido;
nada lo salvará de tanto
que es, en su medida, tan un poco.
John Keats será John Keats, será nosotros.

LAO-TSE PREPARA UNA SENTENCIA


Nada de lo que diga
Puede desviar la caída de una hoja.
Una palabra no
Frenar‡ la otra.
Es inœtil que a Éstos
Que me escuchan dedique
Una verdad: la har‡n pedazos.
De sus pedazos nacer‡ Lao-TsÉ.

EL PESCADOR DE PERLAS
Esta tarde y parte de la noche
volví a sumergirme en el espeso mar
donde flotamos los seres y las cosas.
BajÉ por perlas que mostrar a los hombres
que temen siquiera el riesgo de la orilla.
Esta tarde y parte de la noche
estuve en ese silencio, en esas profundidades
donde el m‡s infinito placer sería disolverse
y supe que en todos los caminos
hay monstruos para quien los teme.
LleguÉ nadando adonde no se ama ni se odia,
sencillamente se flota sobre un eterno presente
y todo lo que miras es tu contempor‡neo:
nada m‡s traen las olas del atr‡s y el adelante.
TomÉ allí esta perla y ahora te la ofrezco.
Pero cuando quise volver,
no vi a ningœn hombre en la orilla.
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No vi orilla.Todo es el mar.
Esos que temen la orilla
no saben que caminan en el mar.

POR QUITARLE A LA MUERTE SU SOBERBIA


Un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, golpea sobre el mundo:
en el más humilde y en el más soberbio
canta la canción del hombre.
Bajo las máscaras vacías e intermedias
un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, resuena escondido,
más allá de los gritos
y la apretada melodía de la desesperación.
Aún más allá. Es el eje íntimo y viviente
el que canta, el que musita las palabras
como un talismán sonoro,
una pedrada en la frente
de los desmoronados mundos.
Un amor absoluto,
para el que no existe
primero ni último,
anima estos silencios,
estas ficciones que tan sólo intento
por quitarle a la muerte su soberbia.

DE LO QUE HUYE
Pensar que Spinoza murió puliendo lentes.
Que Blake se fatigaba en una imprenta
esperando la conversación de ese día con los ángeles.
Que por vivir Baudelaire se humillaba ante su madre.
Que Rimbaud fue silenciado por Rimbaud,
para que este ingenuo me hable de la literatura.
Como si posible fuera otra cosa que inventar
ante otros la forma de lo informe
y cobrar un salario. Qué persuadido está
de lo improbable. Esas palabras
han erigido congresos y simposios
y prestigios y famas quizá más perdurables.
Y en el centro, el errante, de esta cosa mundana,
ese brillo salvaje que por disfraz,
por burlarse o por escapar aun más
del terco intento, ha inventado
también estas criaturas, seguro
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ríe en alguno desde el fondo de la sala.


O mira con piedad su simulacro.

LA YEGUA DE LA NOCHE

”The nightmare, mare of the night...”

”La pesadilla, yegua de la noche...”


Robert Graves

Carne que carne fue


Y amada fue
Y hoy es literatura.

Muerte que pudo ser


Y no llegó, al menos hasta ahora
Que su dibujo hago
Sobre este papel, efímero.

Esplendor que no me estaba destinado.


Hombres que no fui y no seré ya nunca,
Horas que sin venir me habían antes abandonado.

De día y de noche veo el alto caballo,


Negro de tanto contener estas cosas,
Que me observa y lo hace sin cuidarse
De papeles y de manos.

La franca pesadilla, su yegua pasta en mí


Y tú me entiendes, Robert Graves,
Bajo el suelo que guarda tu apellido.

KUSTENDJE, A ORILLAS DEL MAR NEGRO

A José Kozer

Me decías en tu carta que es bella Kustendjé,


cuando los chinos y el viento llegan del Mar Negro
y que no lejos de la estación de ómnibus
hay una piedra donde -te dijeron- se sentaba Ovidio
cuando se llamaba Tomis y era su destierro.

Nadie, la divinidad, nos salve del favor de los poderosos,


que de los cambios no se salva nadie.
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Que ayer demolieron la última estatua de Lenín


y que en Tomis él lloraba la Roma nocturna,
risueña, la frívola lectura de poemas de amor,
la arrepentida resaca del mediodía siguiente,
cuando con otros ociosos comentaba licencias,
conquistas o rechazos, en los baños o en las calles
de un mundo que reía para siempre.

Me decías en tu carta que todavía murmuran poco inglés


y que mientras hablaba solo y espantaba las gallinas
con la voz de sus hexámetros, seguía siendo Ovidio
aquel viejo andrajoso, el mismo que otras ropas
y cabellos y perfumes presentaron a Augusto.

Que ya sabías por qué las piedras y los versos


cambian, cuando cambia la mirada, así como
-antes de la metamorfosis- Ovidio supo
por qué la poesía le interesa a nadie.
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2.MIGUEL ESPEJO
Selección para Antología

Nació en Ledesma, Jujuy, en 1948. Es poeta, narrador y ensayista. Entre 1976 y 1983
residió primero en Canadá y luego en México. Allí publicó sus primeros libros de
poesía: ''Fragmentos del Universo'' (1981) y ''Mundo'' (1983). Por ''La brújula rota''
(Córdoba, 1996) obtuvo el Premio Único a obra inédita de la Municipalidad de Buenos
Aires y el Primer Premio Regional de Literatura. Asimismo, es autor de las novelas ''El
círculo interno'' (1990). Sus cuentos han sido reunidos en el volumen ''Dispersiones'' y
algunos de ellos incluídos en diferentes antologías. Entre sus libros de ensayo se
cuentan: ''El jadeo del infierno'' (México, 1983), ''La ilusión lírica'' (Buenos Aires y
México, 1984) y ''Heidegger. El enigma de la técnica'' (México, 1988). Fue director de
''El Tribuno de jujuy'' desde el 2000 al 2002.
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CORÁN

Nos sentamos a orillas de un río


para ver pasar el cadáver
de nuestro enemigo,
pero, detrás de él
pasa también nuestra vida.

ANGUSTIA

con los brazos en cruz


corriendo
desesperadamente
hacia una página en blanco
para expresar
lo inexpresable

PETRÓLEO

antes que la tierra caiga


al centro de la nada
lo que reste de nuestros cuerpos
será alimento
de máquinas y de hijos desconocidos

BUDA

Los cuatro dolores de la vida


son, en realidad, un solo dolor:
la vida.

AUTISMO

En dónde me encontraba yo
no lo supe un solo instante de mi vida.
En el fondo, no sabía qué era yo
qué era dónde.
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LA ÚLTIMA ESTACIÓN

Si nos preguntamos para qué


nos detenemos
y dejamos una página en blanco.

A veces sentimos
que toda nuestra vida
es una página en blanco.

REPRODUCCIÓN

atravesamos el tiempo
por inmensos desiertos de carne

VIDAS PARALELAS

“Ya verán de lo que soy capaz”,


dijo un niño la víspera de su muerte.
“Cuando uno está abatido
hay que mirar hacia las cumbres:
allí no hay obstáculos”, dijo un general
que estuvo a veces en el corazón de la historia.
Tal vez, en el fondo de los tiempos,
las huellas del niño y del general
serán las mismas.

LA ENEIDA

escribir poemas inconclusos


es la tarea de todo poeta
de todo hombre

PARAÍSO

Lloramos un mundo perdido


un mundo que no tuvimos.

LUCIDEZ
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Si miramos al mundo
de frente
nos deslumbramos
por su ceguera.

HERMANA LA VIDA HERMANA LA MUERTE

el horror
el horror nos une
la espantosa inocencia
y el tormento de no haber previsto
el horror del hombre

los múltiples conciertos de la muerte


su triunfo sobre manos inermes
son sustitutos
de esta época turbia
donde amanece la noche constante
y el fulgor del crepúsculo
es apenas
la bienvenida de un día viejo

oh el mundo
para sí inadmisible
que no ha aceptado
el encantamiento de la música
las fugas y los preludios
deslizados entre tus dedos

en qué sitios, en qué planos o círculos


recomponer el suplicio
la sistemática caída
a un valle sin dioses

la negación de la poesía
en el furor de la historia
funda toda negación

traicionero es el arte
que emerge del dolor
y más aún
cuando él te pertenecía
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un torrente de lava te cubrió por entero


cubría nuestro siglo
el cielo apesadumbrado
por nubes de terror
saquearon tus tesoros
esparcieron cenizas sobre tus piedras negras
arrancaron las páginas de tus libros
y el horizonte desde Tiahuanaco
-hay una foto, lo recuerdo-
se convirtió en un estercolero de fantasmas

los guardianes (estoy viéndolos) te acechaban


hundían tu cuerpo en la miseria extrema
apagaban tus ojos
para dejarte
en el abismo sin fin de la conciencia

cómo pensar
que todo esto ocurriría
que el amor por Machu Picchu
y por la primavera de los ciegos
se transmutaría en gangrena

ojos purulentos
buscando algo para reposar
en un fondo humano

dialogo con los muertos


con esa sombra y sueño que ahora eres

adivino no sé bien qué gestos últimos


qué parpadeo en una cultura humillante

veo la fosa cavada para tu cuerpo


la comunión con las estrellas
en la noche infinita de los verdugos

veo y siento crecer el ahogo


en los instantes previos a la masacre
los cuerpos sacudidos por un temblor de impotencia
y una cruz dibujada en el aire sobre las tumbas

cómo cuidar tus pulmones


agobiados por el asma y la bruma
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en esas furtivas celdas


preparadas para triturar los huesos
o desollar los aconteceres adheridos a la piel

vislumbro el incomprensible transcurso de los hombres


sin mártires ni héroes
sin héroes ni mártires

fatigada está la historia


y el habla intermitente
que balbucea estas miserias

recuerda con lealtad y firmeza


el padre que aún teníamos
y presenció tu viaje hacia la nada
ahora vive en el templo de la muerte
donde ambos me reprochan un altar vacío

mis sueños se unen a los tuyos


no los escondo
no puedo evitarlos
llegan con el sigilo de la aurora
y sin embargo es como un cielo en el alma
no un infierno
sino un rumiar de pájaros
en una selva inexistente

ni ángeles ni duendes
gimen por esta tierra asolada
únicamente el hálito de los vivos
el soplo de los recuerdos

hermana la vida
hermana la muerte
somos náufragos
de un barco que ya no titila
ni siquiera a lo lejos

Buenos Aires, julio de 1985

ENTRE CÍRCULOS

sí, siempre, uno se encuentra


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en el centro de la pérdida de las cosas


en el centro de la pérdida de la gente
la pérdida de los padres y de la patria
de un hijo o de un hermano
de una esposa o de una amante
que escapa lejos, muy lejos
adonde nace el lenguaje del viento
y se hunde muy hondo
donde se agita el murmullo del mar
escapa indefectible, irrevocablemente
sin que haya nada –en nuestras manos
en nuestro corazón-
lo suficientemente fuerte para retenerla

hay que alimentar una grave y terrible tristeza


para soportar tanto vacío
una ilusión inmersa en el torbellino de la nada
una sensación de angustia y penuria
equidistante del amor
tan fuerte como el amor
y tan privado de fuerzas

en el límite de las cosas


en el límite de los actos
sólo encontramos una gran desolación
y algunas palabras para expresarla

cómo hubiese querido ser todas las cosas


todos los sentimientos
no traicionar ninguno
ni en la intimidad ni en la elocuencia
ni en la sorpresa ni en la cautela
ser todas las cosas como lo deseaba Pessoa
escondiéndose detrás de sucesivas máscaras
ocultando las carencias, el dolor
la cercanía del pensamiento
y, sobre todo, una profunda nada

ah, qué sorpresiva nuestra condición, nuestro destino


donde nos es dado lamentar todo
imaginar aquello que puede faltarnos
acompasando lo que verdaderamente se ha ido

¿de dónde sacar ahora auténticos impulsos


de qué sombrero extraer algún garbo
alguna inédita ternura?

ni las más plenas palabras bastan para expresar nuestras pérdidas


ni los interminables corredores de un laberinto
ni las dudas que brotan intermitentemente del alma
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mi corazón es un río extraviado en los mares de la ausencia


en los atardeceres donde la tristeza reina
y donde ningún calmante basta para aquietarla

yo hubiese querido tantas cosas


tantas situaciones y tantos actos
hasta cien muertes distintas
pero soy apenas esta trizteza sin patria
sin ilusiones, sin vértigos
como un péndulo que se encuentra al borde apagarse
y no quiere sino repetirse a sí mismo

mi corazón es apenas el símbolo de una fuga


el ritual desgastado de un mundo
en donde ocurren todas las faltas
todos los pesares, los agobios
y la llama que incinera el resplandor y la alegría

yo hubiese querido tantas cosas para mi vida


tantos sentimientos para mi corazón
tantos fervores para mi alma
pero sólo encuentro esta crucifixión diferida
esta noche, este tormento sin gloria

ni un muelle, ni una estación de trenes


pueden reflejar la intensidad de este vacío
que todavía siente
la pérdida de las cosas
la pérdida de la gente
la pérdida de la pérdida

México D.F., 12 de setiembre de 1981


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3. HÉCTOR J. FREIRE

Es profesor en letras, crítico literario y de cine. Fundador de la Primera Escuela


Literaria del Teatro IFT. Fue Jurado del Fondo Nacional de las Artes (género ensayo).
Forma parte del consejo de redacción de la revista Topía (Psicoanálisis, Sociedad y
Cultura). Es jefe de redacción de la revista de poesía Barataria. Es jefe de redacción
de la revista cultural La Pecera (Mar del Plata). Fue guionista del programa televisivo
DNI. Fue coordinador de los talleres literarios del Centro Cultural Gral. San Martín, y
de la Dirección Gral. de Bibliotecas. Es docente e investigador del CEPA (Capacitación
Docente. Centro de Pedagogías de Anticipación, Secretaría de Educación Gob. De la
Ciudad de Bs.As.). Dictó seminarios sobre Literatura y Cine en la UBA, y la
Universidad del Salvador.
Textos suyos han sido incluidos en diversas antologías como así también en
publicaciones del país y del extranjero. Recibió el Premio y la Beca a la Investigación
Literaria Ciclo 2002, otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, por su proyecto
Poesía Buenos Aires (1980/1990). Publicó en colaboración Literatura y Cine (1997) y
Sostiene Tabucchi (1999). Escribió el libro de ensayo El Minotauro y el Laberinto de
próxima aparición. Y El enigma de la mirada: pre-textos desde el cine (2004). En
poesía, ha publicado los siguientes títulos: Quipus (1981), Des-Nudos (1984), Voces
en el sueño de la piedra (1991), Poética del tiempo (1997) y Motivos en color de
perecer (2003), que obtuvo la Mención de Honor (Fondo Nacional de las Artes), en el
concurso Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la
Industria Editorial, Año 2001.
24

LÍQUENES
“Callarse, ¡qué lección!. Qué noción
más inmediata de la duración.”
Paul Valéry

Los líquenes son “plantas” sin memoria,


el gesto oprimido por la sed
ante las huellas de una existencia que se pierde:
sólo una mancha sin aroma
sobre el tronco angular del jardín vacío.

Sin embargo, esa mezcla de alga y hongo


empuja secretamente con todo el peso de su cuerpo
una expresión material de pensamiento
que dispone del sueño de la noche
para acrecentar su felicidad
que no es flor ni fruta
sino reflejo moribundo de la audacia vegetal
por sobrevivir.
Contra su radical estático,
sus opresores no son aquí severos,
de ahí que atraviesen la estación peligrosa
envolviendo al árbol para caer de sus ramas
como barbas venerables.
También están los otros, líquenes sin apetito de espacio
que crecen y subsisten en las paredes desnudas de la piedra:
son los que suspenden todas las funciones vitales
y gracias a su original soporte mineral
tienen el poder de disgregar las rocas.
Su “denuncia” de silencio es la noción más inmediata
de la duración convertida en mutismo.

- “Decir y callarse son al sonido


lo que mostrar y esconder son a la visión”-

El grisado de los líquenes, el negro, pero también el blanco


ya no son más que los rastros de una degradación,
de una ruina prematura.
Como la foto amarillenta sobre la tumba del muerto
señalan la oscuridad de una infancia pasada,
la noche de un período heroico.
Todo lo que los líquenes callan deben consentir,
aceptar sin discusión los colores de fondo
de la intemperancia, vale decir, de lo “ópticamente correcto”.

¿Pero qué esconde esta “situación”, sino la contracción del tiempo?


25

De ese tiempo real que borra toda duración,


para único provecho del presente, de la inmediatez
de un “tiempo cero”: de la aparición de una estática.
Los líquenes tienen el poder de irse sin moverse.
Cuanto menos representan, más se proponen
el simulacro de la representación.

-¿Qué es lo que hay entonces del silencio de lo visible?-

Los líquenes no se niegan a contar su historia,


pero quieren llegar a dar la sensación sin caer
en el aburrimiento de tener que comunicarla.

THALASSA

“Lo que dice la arena al mar es acaso:


- No te serenes nunca. Tu belleza
es tu absoluto desconsuelo-”
José E. Pacheco

El trabajo del mar


hace de los oscuros animales
un arabesco secreto,
y del silencio de la piedra
un agua de palabras.

La corrosiva escritura grabada


en la íntima superficie de la arena.

Su húmeda luz deshace la simetría del día.


“-Nadie puede encender el sol
sin antes soñar la noche-”

El fuego del mar:


¡un árbol tallado en el hueso de los pájaros;
un pequeño gigante bajo la eternidad de la lluvia.

Encadenado, el mar
se asfixia en el reverso de su espejo.
26

¡De espuma inconsolable,


tanta inmovilidad de pez
bajo la luna!

Lugar común del mar:


¿Un movimiento que no se detiene nunca,
no es, acaso, una quietud?
Lo más sabio es también lo más obvio.

Playa de luz,
la noche interminable del mar.
Una insidiosa red
donde el olvido hace del hombre
un extraño esqueleto de pescado.

El ojo inocente del mar


brilla de pavor en el sueño de la arena,
traza un paisaje plano
sobre el papel del día.

BELLA Y TRISTE

“...estas que ahora nacen son las glicinas muertas”


Pier Paolo Pasolini

Bajo el sol itálico la irreductible glicina de Pasolini


es una plenitud dorada demasiado femenina
para ser una simple flor: un letargo de siesta encumbra
con calma su tiempo frágil exento de presentimientos,
neto fruto fugaz lanzado por la luz .
Cuervos cuerpos anodinos: picos invadiendo
curvados soles hasta agotar sus días de horizonte rojo.
Su apremiante cuerpo desnudo es el espejismo del recuerdo
que se disipa en un frágil pacto cuerpo con cuerpo.

Bajo la cegadora luz del mediodía la glicina de Pasolini


quedó sorprendentemente blanca, parece una ciudad de hielo
en las nubes, una luminosa lámina de agua clara dividida en franjas
tan nítidas bajo el cielo blanco las transformó en campo de hielo
cortado por acequias. La luz, la desolación, los pájaros,

la magia boreal del color. Todo parece boreal en su tragedia de silencio.


Y aquí entre las glicinas la realidad satisface la imaginación:
27

resplandecen, diríase como un dolmen marino en una niebla de incendio.


Un resorte pronto a saltar en cada pliegue de su inefable anatomía
al antojo de las lluvias embalsamadas en su memoria.
Ahora las moscas se detienen frente a su espejo de sombras,
inmóvil el sol conduce al pájaro sobre ese mar de flores:
es un pequeño bote, también una soberbia roca de seda,
mientras el aire se derrite liberando su vestido transparente.
Todo es feroz e impecable, mientras siga el sol el fervor adorable
de las glicinas abriéndose suaves y lentamente en una danza
de sangre y latidos, ardientes sus pezones se erigen como cuerpos
torpes y magníficos, y lanzan una sombra para desplazar
los espacios libres donde se ocultaban. -¿Cómo harán eso?-,
y dejan una estela de plata como pequeño gesto a la noche.

CRISTO FLOTA EN LA BASÍLICA DE STA. MARÍA NOVELLA

Entre las dos columnas de mármol


la elasticidad del aire mata y corona con sutiles colores
el rostro aureolado de cenizas,
y perfora la ilusión de las miradas
que yacen suspendidas como un triángulo en flor.

Ahora “algo” se mueve en el rescoldo,


y el primer golpe de luz de la mañana
seca de vacío su deslumbre
como si una mano gigantesca
perfeccionando su contorno
hiciera que la muerte sólo quiera ser vida.

El brillo de los ojos abiertos agita su mirada de polvo


sobre los pies irisados y surcados de estrías.
La cruz de los clavos parece un andamio de sol
pesado que se hunde en el aire desclavando la noche.

Este cuerpo herido inexplicable y cotidiano flota.


Así como anuncia calla:
es una modalidad del tiempo que se sostiene en el espacio.

El Cristo de Masaccio solo vive por los ojos que lo miran,


apartado de ellos una pasmada figura borrosa
descentra señales y no propósitos.
Su júbilo es igual a la tristeza y su dolor es tierno.

NIGHT WINDOWS
28

(sobre una pintura de Edward Hopper)

Una vez más desde el ligero color plomizo de la habitación


borrada por un fondo negro ve alzarse su imagen intermitente
ante el efecto de la luz roja del cartel luminoso.
Ahora se desata y una vez más emerge de los últimos rayos
cada vez más brillante. Cruzada por barras y sin brazos
esa imagen sentada se mantiene rígida ante la ventana.
Y una vez más permanece allí en la sombra creciente
toda vestida de negro: es un punto preciso más fuerte
que ella misma. De rodillas las manos una encima de la otra
sobre el pie y su cabeza convertida en piedra de cara a la noche.
Salvo el blanco de sus cabellos y el blanco azulado del rostro
todo es oscuridad, centro inexistente de un espacio sin forma.
Un enclave calizo con efecto extraño bajo la luz artificial.
Es como si una implacable fatalidad la protegiese.
Ahora la imagen es cada vez más blanca a medida que se eleva
de la invisible silla contra el cristal de la ventana.
Ella, la anciana, se maravilla durante largo tiempo,
un lugar la atrae, inaudible aunque próximo:
nunca lo vio venir hacia ella. Imagina que un desierto.

Habría solucionado mejor la cuestión. Y piensa que un desierto


no la habría excluido.- Lejos de excluirnos, el desierto nos abriga.
La insipidez de su paisaje, solo puntuado por palmeras
que se elevan al cielo, abre a una percepción del tiempo más vasta.
En ninguna parte hay interrupción, todo continúa siempre.
El tiempo es, allá, una noción artificial. Es lo artificial dispuesto
sobre lo real. Lo real hecho de gestos pacientemente recomenzados.
Un azul indefinible dentro del inmóvil azul del cielo.-

Ese lugar la atrae. En él se yergue una piedra. Blanca desde lejos.


Ella es lo que la atrae, vigilada sin cesar no traiciona ninguna presencia.
Los ojos pegados a la ventana espían en vano. Su nuevo lugar, y confiesa:
“En el desierto, uno se vuelve otro, devenimos inmensidad de arena.
Sin embargo, Nadie. Aunque hubo un tiempo...........”

Poco a poco empiezan a aparecer allí nítidamente otros objetos


y unos viejos dedos que salen de la sombra.
A fuerza de fracaso todo el pesado cuerpo se inmiscuye.
Temor del negro. Del blanco. Del vacío. Que ella desaparezca
y lo demás: y el sol. Los últimos rayos. Y nada más que el presagio
del cielo negro de la gran ciudad. Es imposible, se dice con estas palabras:
No pienses en la muerte. No llores. Nadie se escapa de su destino.”

Pasado este temor, sus manos vistas en picado son de un blanco estridente,
sospecha de encaje en los puños que se aprietan alrededor del cuello.
Luego se relaja sobre la silla. De repente, con suavidad todo el cuerpo,
ese miserable, deshaciendo su maleficio de inmovilidad,
29

se yergue como un junco y desaparece para siempre.

OBSTINACIÓN POR EL REPOSO

“Pero la Belleza se muestra y no se dice.”


Roland Barthes

La cortina de árboles que el invierno desnuda


crea en el encuadre una identidad
más “rigurosa” que “natural”:
sutil camafeo óptico que no está presente
en lo que la mirada construye,
sino en lo que ésta rechaza.

Sin embargo, esa masa vegetal


desea lo que representa:
cierta austeridad neutral
que hace de la simple y fina imagen
el signo de un paisaje más complejo.

Sin duda, el prado, los árboles y los animales


no suman más que una pequeña parte de mi deseo,
dicen ese tiempo difícil: el presente
como una memoria confusa.

Sin obligación de exactitud esa fotografía


en su obstinación por el reposo
me ensancha, me exagera.

EL ESPEJO MÁGICO DE M.C.ESCHER

Descubierta la mirada, sólo queda el embuste de los ojos


desconfiados de sí mismos y la luz exiliada que da un salto
en el espacio e impide el desamparo: la luz en el espejo
es un trazo de ámbar que matiza su tristeza con la sombra
a pesar que el día es el recuerdo de la noche y un reflejo
que se repite revela toda su fatiga en un instante.

“-¿Quiere decir que el secreto del durar está en la redundancia?-“

Y una vez más la luz se vuelve una hoja en el crepúsculo,


30

sombra en el agua que tejió su mirada.


Y así como todo espejo necesita de la forma que lo habita,
sólo miramos por las huellas que dejamos.

Falsamente claro, mal espejo del cielo que el tiempo


hizo cándido como una alba.

IMPRESIONISMO

El placer de la madera muerta


rectifica el gusto por la botánica:
un tapiz de flores bajas “amuebla” de atmósfera sana
la discreta anarquía de los árboles.

Hay en este porvenir de hierbas un perfume de música vibrante


y entre las cortezas desgajadas por la lluvia
ramas flexibles como cuerdas de caucho,
y hongos de bronce temerarios del día
rizados por el suelo espeso y devastado de líquenes.

Entre la profusión de verdes y amarillos


los efectos del viento despiertan en los pájaros
un súbito y silencioso interés vegetal,
ritual de insectos ante la santidad del pino:
tronco senil o jade perforado por la luz,

mástil que atraviesa el cielo como un sombrero cónico.

- ¿En qué consiste este placer de frutas apretadas? -

Definitivamente en que este lugar


es un refugio abierto y no disimulado
relativo de ramajes contra la visibilidad del sol.

Nada retiene en su holgura de molicie,


nada distrae la mirada, no hay anécdota.
Todo aquí es sin quererlo, natural y discreta
caducidad relegada, un orden fuera de su lugar
que la mirada sostiene y perfecciona.

Aquí cada signo es un exorcismo de cultura,


y mirar es poseer. Sin embargo, esta “locura vegetal”
es en sí misma insípida y monótona.
Y entre la tierra y el cielo hay tal vacío
que el horizonte se diría circular:
cualquier acción es, en él, abolida
31

y al mismo tiempo una opulencia de sensaciones


hace del silencio de la luz una fértil llanura.

Mejor aún: su secreto es que no suscita en nosotros


ninguna reacción duradera.

EXPRESIONISMO

La sombra de un punto litigioso,


voraz consagra su nada
a la luz tamizada de la lámpara.

Ahora estoy seguro de ello:


su espectacular victoria
consiste en dejar un “ cuerpo “
en prenda al día que no puede seguir.

En este punto de suave discreción


nada se dice. La Nada se dice.

Todo sucede, pues,


en el silencio de una renuncia
que tiene la capacidad de imaginar
una presencia última.
32

4.FERNANDO KOFMAN

Fernando Kofman nació en Misiones, Argentina, en 1947. Destacado poeta y autor de


obras teatrales, publicó cuatro libros de ensayos: Poesía entre dos épocas (1985),
Polifonía en el páramo (1990), La cultura depende del lenguaje (1997, Ediciones Tres
Haches), traducido al inglés, y Poesía para la arquitectura (2000). Fue co-fundador en
1980 de la revista de literatura Satura, que dirigió hasta su último número, publicado en
1985. Entre sus libros de poemas hay que citar: Diez poemas y un aporte (1979),
Tiempo de convulsión (1982), Caída de la Catedral (1987), Zarza remueve (1992), De
Bell a Campana (1995). El penúltimo fue traducido al inglés. Tiene dos obras de teatro
en verso inéditas: La tempestad en Florida y El Ferry, además de La insolación, ensayo
que explora la inexistencia en nuestros medios masivos de la reseña de poesía como
gran creación, y la oposición que se instaura con su ocultamiento.
33

LA AVENIDA (1º MOVIMIENTO)

Desde un punto,
la avenida
desciende como un tobogán.
Casi, como un barranco.
Por la ventana
de su departamento
Colina ve pasar el tren.

Le impacta el rostro de una


chica rubia,
con su mirada vacía
puesta en algunos árboles,
en el ronroneo de los motores
de autos y motos,
que esperan que
cambie la luz del semáforo.

El bar sobre esa calle


de Once,
tiene sus vidrios empañados.

Cambia la luz,
y todos parten corriendo
(motos y autos)
ansiosos por llegar
a los suburbios.

Colina se queda detenido


en la mirada de la chica.

A veces el fulgor del neón


en la tarde de invierno
lo vuelve todo
irreal.
El tren zumbando entre los árboles.
La gente inmóvil en sus pensamientos.

Colina
visitador médico
cincuentón,
vuelve a su periódico.

En el atardecer,
las pocas islas de luz
son:
34

el interior del bar


los inquietos focos
de los autos.
Los setos de ligustro
prolijamente
verdes.

LA JOVEN JAPONESA (3º MOVIMIENTO)

Cerca de la verja
del mausoleo a Rivadavia
la joven japonesa
mira,
se sostiene en su bicicleta,
atiende apenas
las palabras de un predicador.

Cruza por una hilera


de mendigos
volcados sobre los
canteros
o recostados sobre los
árboles.

Le gusta atravesar
el túnel
debajo de las vías.
El traqueteo del tren
en ll penumbra del túnel
suena enigmático,
como una música incierta
de tornillos desparramados.

Antes de entrar
en el bar
y de cambiarse,
le gusta mirar
la estación de micros,
ver aquellos que van
hasta Mercedes
pasando por Moll.

¿Qué resonancias le
trae ese sitio?
No lo sabe.
35

Se pone su ropa
de camarera
y empieza a atender.

MOLINA (5º MOVIMIENTO)

Hace un rato que


ha dejado de escuchar
el disco.
Molina entra en el sendero
de los árboles,
cruza la calle delante
de un largo muro
que deja ver unos
naranjos.

Se repite

se repite

se repite

el tema con que inicia


cada mañana.

Puede ser Boulez.


No lo sabe.

Delante de la zanja
con altas hierbas
ve la planicie de Moll,
algunas vacas pastando,
el sonido de un silbato
de tren
a lo lejos.

En la tarde, volverá
a tocar el piano.

¿Tuvo alguna vez


una hija?
No lo sabe.

¿Formó alguna vez


un dúo?
36

Tal vez.

Prefiere ver los


filamentos del sauce
contrastados
con el muro blanco
y piensa:

tal vez con Colina.

SITIOS MUSICALES (6º MOVIMIENTO)

En el momento que deja


el consultorio de ese
médico en Villa Urquiza

¿por qué se le ocurre


pensar en algunos sitios
como “Ciudad de la Música”?

Tal vez
porque algún ruido apareció
en el instante de su recuerdo
de Moolina.

Un inventario podría ser:

la cucharita que se cayó


cerca
del edificio de la T.V.

su mirada de un violoncelo
en Puerto Madero

la silueta oscura del tren


al cruzar Agronomía

el goteo de una canilla


en San Isidro

un triciclo en Once
que vende palomas de maíz
y se anuncia
con una campana.
37

EL FUSILAMIENTO (7º MOVIMIENTO)

Viajando
entre Navarro y Moll
Molina lee
En el pequeño diario local,
Cómo fue fusilado
Un hombre joven.

Iba en su Citröen,
perseguido por dos
policías en moto,
que lo confundieron
con un asaltante.

No le preguntaron
nada.

No le dijeron
¡deténgase!

Se arrimaron a su
pequeño auto verde,
pura hojalata

y descargaron allí

sus armas.

El Citröen se desvió
de la ruta,

embistió un pequeño
arroyo

y dando un vuelco

terminó cerca

de unos sauces.

Los mismos árboles


que Molina
admira en Moll,
38

con las mismas sombras


deformes

sobre un cuerpo y un auto


deformes.

LAS MISMAS NOCHES (9º MOVIMIENTO)

La ciudad está desierta


las calles abandonadas,
los faroles lanzan
todo el resplandor
del neón
sobre el oscuro asfalto.

Colina siente,
tiene recuerdos,
de esas noches de
estado de sitio
donde nadie caminaba
por la ciudad,
casi todos estaban
en sus habitaciones
siguiendo las imágenes
de un televisor.

Ahora sucede lo mismo.


Cruza la plaza Once
desierta.

Ve el mausoleo como
un buque varado.

Se interna por el túnel


debajo del ferrocarril,
y sólo ve un patrullero
policial
deambulando.

Detrás de las ventanas


la gente sigue al equipo
39

nacional, que disputa


la copa del mundo.

Y cuando todo termina


y el equipo nacional
carga con su derrota,

la ciudad sigue vacía

como si hubiera

estado de sitio

LA JOVEN JAPONESA (12º MOVIMIENTO)

En el crepúsculo,
volviendo de Parque Chacabuco,
Colina se cruza
Con la joven japonesa.
Es en el túnel.
Encima pasan los trenes.
El ruido es ensordecedor.

Poco después
una vez bañado,
baja de su departamento
al bar rojo
pide una cerveza
y examina un diccionario.

Cuando alza los ojos,


a cada rato
se siente mirado.
Una mirada especial.
Es la joven japonesa,
ahora camarera.

Ella va entre las mesas


atiende a los parroquianos
y luego
al pasar el trapo
lo mira.
40

Colina quisiera ver


en ella a una hija,
la que no ve
desde que tenía dos años.
Pero ¿es ella o
es pura imaginación?

No quiere pensar.
Sólo rastrear las raíces
de las palabras
en el diccionario.

A su hija la vio una


sola vez en Olivos,
junto a su madre.
Tenía un vestidito púrpura
y cargaba una abeja
de peluche.

¿Para qué pensar?


Su trabajo no le permitía
estas distracciones.
El laboratorio le pagaba
bien, si no se distraía.

LA AVENIDA (14º MOVIMIENTO)

Un largo manto de
hojas
color cobre,
color bermellón,
interceptan
a Colina.

Él no pone atención
en la quietud del otoño,
en ese bosque;
va en busca de la
estación de tren
y atraviesa esa avenida
rodeada de
árboles,
de hojas secas,
41

de trinos de pájaros

........................................

hasta que pasa


frente a un bulto

........................................

no sabe qué es
cubierto por ramas
y una lona verde.

Más adelante ve
semienterrada entre
las hierbas
una motoneta.

Pero está cayendo


la tarde,
puede perder el tren,
tiene que llegar
cuanto antes
a la estación del bosque.
42

5. OSVALDO PICARDO

Osvaldo Picardo, docente y escritor, Mar del Plata, 1955. Reside actualmente en Mar
del Plata, donde dirige la revista La Pecera.
Obra poética: Apenas en el mundo (1988), Poemas con tu altura (1989), Letras en una
esfera armilar (1991), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi (1997),
Una complicidad que sobrevive (2001) y Mar del Plata (2005).
Otros Libros publicados: Primer Mapa de Poesía Argentina : La Carpa Y Tarja.
Solicitudes y Urgencias. Editorial Martin Colección-La pecera, 2000, Mar Del Plata.
Tradujo junto a Fernando Scelzo y Esteban Moore The love poems de James Laughlin
(2001).
43

EL ÁRBOL, LA SOMBRA.

Ahora en la siesta, densa, la chicharra


y el árbol, en medio de nada,
hacen una isla de sombra.

Sobreviviendo a la modorra, el pibe,


está ahí sobre el pastito, leyendo
el poema de un ciego.

Y lo de más allá de Ogigia,


debió oir en sus propios labios
cuando todos dormían.

Sin esta persistencia de páginas dobladas,


de todo lo que creímos cerrado
y desaparecido,

sin esto ¿dónde habrías de reanudar


el viejo relato de lo que fue de nosotros?

LAS MANZANAS

¿Qué hay?

La tierra sin su sentido:


Cae desde la noche, la blancura
de los huesos,
cuando la ciudad ya no los oculta
con tanto “prohibido detenerse” y tanto
nombre doble de militar sin historia.

Ahora, es blanca de leche como una mujer


echada en los pastos.

Por la mañana,
mientras la memoria del árbol
redondea la cáscara del año, algunos chicos
volverán a robarse las manzanas.

Nada de la noche ni de la tierra,


nada hay para los que vienen.
Sólo manzanas
donde hubo huesos y cadáver.
44

de Apenas en el mundo
(poemas de1980 a 1987)
La Plata, 1988

DECLARACIÓN

Decir amor es como decir nada,


sólo ruido mintiendo,
como una voz en la casa vacía,
repetida, allanada.

Aunque lo dicho sea lo no dicho,


como el partenon en la foto,
amor tiene siglos de usura,
de cadáveres sin tumbas.

Es imperdonable, entonces,
descubrirse un día, diciendo amor,
que nos toca, cierto,
del todo amor, que no se repite,
amor, pájaro amor, pulmón herido,
corazón, mi vida.

Nadie nos perdone, nadie


crea hacerlo.
Lo amorosamente nuestro,
apenas en esta cárcel ha nacido
y no debería tener historia en la muerte.

EL GIRASOL

30 años son la historia,


inexplicablemente desiertos,
una historia que no tuvo en cuenta
las esperanzas

y donde un girasol que nadie plantó,


surgió un día y fue trepando
solo en la tierra baldía.

30 años después dobló la cabeza:


de este a oeste siguió el centro preciso
de su obstinación
y al fin, miró sus uñas sembradas en la tierra.

Un árbol y un basural se extienden,


un gato místico y apenas un hombre
45

han quedado.
de Letras en una esfera armilar
( poemas entre 1989 y 1990,
Mar del Plata, 1991)

PICAFLORES

Antes de correr la cortina frente a las calas


la velocidad se congeló en el aire.
Primero fue uno borroneando las alas
en el hilo desatado ante un gladiolo.
El otro cayó al lado en rebote pausado
y giraron trenzando el tallo de la tarde.

No los habías visto hasta entonces.Luego


leíste/ que tienen corazones enormes
para el tamaño diminuto de sus cuerpos.
Y también
que mueren de quietud durante el sueño.

EN UN VIEJO LABORATORIO DE FOTOGRAFIA

Hay una suma de cosas en la sombra que las ventanas clausuradas


dejan crecer desde hace años. Además del piletón, la ampliadora,
el abrillantador, los frascos de ácido y la luz inactiva.Hay además
ese presentimiento, el mismo de la primera revelación
cuando la inexistencia tuvo un colapso y mil partículas
se concentraron en la historia de una sonrisa .
No es algo nuevo sino todo lo contrario, apenas si es algo.
Se parece a los bares oscuros del puerto entre putas
y algún extranjero. No se trata de palabras ni de costumbres,
hay una suma de cosas flotando como cadáveres
que nadie podrá identificar.

PERSPECTIVAS

Entre ese pedazo de madera encendido y yo


hay aire atrapado en los ojos del que mira,
aire encendido como en una fotografía vieja.
Entre ese pedazo de carbón humeante y yo
hay tiempo que de pronto sucede y desconcierta.
(Era de los cajones de durazno del último verano
46

con el tacto de la pelusa y la viruta amarilla,


estaca para los plantines de albahaca y tomate,
estante para los frascos de conservas
y leña para el asado que hemos terminado).
El que mira no puede reconocer ciertas cosas,
se escapa en el último tren y abre su libro,
(una traducción de las Intituciones de Quintiliano
en la colección de “los sucesores de Hernando”)
Una manera del mundo se escapa en el tren.
Entre ese pedazo de conciencia y su cabeza
se extiende simultáneamente lo desacostumbrado
y hay entonces una perspectiva que nos separa
una continuidad en que lo conocido se evapora.
Yo y él somos extremos de una contradicción
que miro alejarse de la madera como una chispa,
que mira alejarse del libro como una idea,
en la niebla que ahora se levanta afuera
y que ahora mira de reojo por la ventanilla
cubriendo allá arriba la luna y aquí abajo
la cárcel de la palabra, un relato ausente
entre este yo que se queda y este él que parte.

Nada más se debe decir ahora que la distancia


abre su abanico de posibilidades diversas
y aleja mi mano levantada en el fondo último
de una estación abandonada,
de un renglón
en un libro que está contando otra historia.

de Del libro “Quis Quid Ubi”Poemas de Quintiliano


(Editorial Martin, Mar del Plata,1998)

ESTA HUMILDE MANERA

Conversás con el vacío


del otro lado del teléfono. Igual
precisión depositan tus manos en el papel
y“con todo combatimos
esta humilde manera de morirnos
día a día”.
Hemos ido vistiendo de apuro
la desnudez con que el placer nos abría
47

la boca.
Y esta charla ahora avanza sin propósito
hacia la oscuridad. Son faros de auto
despertando en un extremo de la ruta
y pronto en el carbón de la noche
desapareciendo.

-¿Quién habla ahora y dice: despacio,


no te comprendo?

II

Lo mejor -veo- es tener la tranquilidad


de haberte perdido. De tener el alma
en silencio, sin ser visto.
En tus ojos se revolvía mi muerte:
El simulacro en que has querido verme.
Tu pelo enredado en la almohada,
el perfume acostumbrado, el tono
de palabras inventadas...
me recuerdan a alguien muy lejano.
Y no sé a quién.

-¿Quién habla ahora y dice:


De nuevo, vos?

III

No es más que inventarse una vida,


una historia bajo esa luna llena
de publicidad lujosa para turistas.
No hay verdad en todo esto
pero vos, de nuevo, me lo hacés creer.

Estás recordando tantas cosas


que nos pasaron. Aterrizajes
forzosos en el corazón del otro,
el olvido de una calle en otro país
y el lacre tibio donde el amor calla
lo que sin remedio hace falta.

Descubro cómo me gusta creer


en esta clase de mentiras.

-¿Quién habla ahora y dice:


Había una vez, vos y yo?
48

HOCINOS-OTOÑO VI,
MUSEO DE ARTE ABSTRACTO, CUENCA, 1986

Un cuadro hay sobre la pared blanca,


a cierta altura, a un costado de la mesa
donde comemos y escribimos.
Los ocres difusos
como desde una ventanilla de auto,
un día de llovizna, y el verde aguándose
en grises, y también los trazos en carbón,
finos y quebrados.
Mis movimientos acompañan a los suyos:
vienen y van conmigo de la silla a la puerta,
del libro a la ventana. Luego, vuelve a su lugar.
Nunca, en realidad, su quietud ha dejado.
Lo colgaste hace años,
cuando nos mudamos a esta casa,
y como testimonio de su inmovilidad lapidaria
quedará detrás un signo
enmarcado por este tiempo. Está a tu espalda
mientras planchás mi camisa
y al margen de nuestras charlas.
Una superficie abstracta
en que la memoria de su materia
no halla sino formas interminables.
Sólo una copia
que contraviniendo acaso el inacabado tema,
ha logrado un modo de liberarse del original.
Huella de otra huella
que contiene el pie y su peso
en la velocidad de otro instante y otra ausencia.

Conocí Cuenca
colgada de las rocas sobre el color del Júcar.
Aquel río atrapó los últimos años de Zóbel
hasta el punto de escribir el Diario de un Cuadro:
“La trama agua-vegetación-ritmos-espacios”
cuando pasa por la garganta de la ciudad
y elige el otoño.
Allá otro cuadro colgaba de las paredes
con una verdad torcida de ojos y manos
jugando un acto de magia.
La estructura de una abstracción donde se oye
“poco a poco
fui perdiendo el interés por el colorido del río”
y aparecen los contrastes de la luz y el vértigo
enredados a la calma de un observador.

Abandonados en otro reino


donde el polvo se limpia todos los días,
49

el río y la ciudad que ambos conocimos,


miran para volver a ser mirada.
Y mientras la sopa se enfría,
el cuadro se nos abre como tus párpados.
Lo trajiste con vos, entonces.
Y de vos no ha dejado de hablar.

LA ABEJA

La abeja sobrevuela la caléndula amarilla


con un acento agudo de presente.
Y en realidad, su vuelo enroscado a un poder invisible
no cesa de inventar la vieja y terrible mentira
en que nos ponemos de acuerdo. Es hermosa.

¿Habrá pensado en tu mirada?


¿Tendrá tus ojos su viaje por el jardín de la tarde?
No hay límite. Todo es interrupción entre las flores
y también diálogo
que se quiebra, donde aparece.

EL HIGO

“Every fruit its secret...”


D.H. Lawrence

Hay brevas bajo las hojas ásperas.


No importa que mi mano de ahora
no pueda robarlas de la sombra moteada
que le cae sobre aquellos techos viejos.

Continúa hinchando sus frutos prohibidos,


con el sabor que el tiempo tenía:
Ahí donde leemos oscuros las cosas
que merecen conocerse.

“El secreto florecido hacia adentro”


y el rumor orgiástico de las abejas
ensañadas en la minúscula gota.

Abrir la breva
que reclama una nueva lengua.

“Una complicidad que sobrevive”


(Editorial Martin, Mar del Plata, 2001)
50

6. ESTEBAN MOORE

Esteban Moore nació en Buenos Aires en 1952. Poeta, traductor y periodista. En poesía
ha publicado: La noche en llamas (1982), Providencia terrenal (1983), Con Bogey en
Casablanca (1987), Poemas 1982-1987 (1988), Tiempos que van (1994), Instantáneas
de fin de siglo ( Mención de Honor, premio municipal de poesía ciudad de Buenos
Aires, Montevideo 1999), Partes Mínimas (Mar del Plata, 1999), Partes Mínimas y
otros poemas, Segundo Premio de Poesía-Fondo Nacional de las Artes, 2002, Buenos
Aires 2003).
51

partes mínimas

“Strahlenwind deiner spragge” 1

el viento que sopla desde el desierto cristalino


tan blando como un terso cielo –anunciará del
universo, infinitas desconocidas geometrías/el
más pequeño de sus detalles / los dominios de
una agregada luminosidad

“not things but minds”2

los glaciares en la lejana patagonia impulsan/ el


tamaño -de su acumulado volumen/-- recreando
bajo la magnitud de sus formas/--una música de
aguas

“confondant la nuit et le jour”3

la naturaleza de las ciudades / que despliegan en


la planicie desolada --sus abanicos circulares/ no
será nunca correspondida/ de la vibración íntima
que irradia del fuego -esta ceniza calcinada

“Piedra como tú”4

esta enlodada piedra de metal/ del tamaño ---de una ciruela


del Alto Valle -que comparte con la roca gris y los arbustos
secos/ las arenas de este territorio -a tus ojos en la distancia
tendido/ no recuerda sus orígenes ---sin embargo cuando tu
boca pronuncia la palabra “meteoro”, fulgirá ella de la fosa
profunda de tu voz/ constelaciones numerosas
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“Aquí en el silencio,/ oigo” 5

una brisa nocturna ---atraviesa los campos roturados


agita las hojas del eucalipto -el crecido follaje de los
cañaverales/ roza sonora ---las grandes ruedas de un
tractor detenido

“The pebble/ is a perfect creature”6

ese canto rodado -que se desplaza lento en el repetido


ciclo de las aguas / podrá exponer en la palma de una
mano / el mudo resplandor de su apariencia / -al tacto
inseguro de tus dedos –una estructura única

“al sonido de su nombre” 7

el nombre arbitrario de este objeto que te desvela


botella, tornillo, o piedra/ que si lanzado de voces
declina la invisible trayectoria de alturas/ entrega
al esfuerzo de tu oído/ el hueco eco de la colisión
la característica de los cuerpos, peso, tamaño, etc.

“In the main of light”8

en un escenario dispuesto por la luz/ -las rocas extienden


en sombras alargadas su inmensa redondez/ -en el aire al
zumbido en vuelo de los insectos/ -el escape de un motor
señala con el agobiado paladeo de furiosas erres flotantes
53

dilatadas en una nube ácida de combustible quemado/ -el


ritmo de la sierra mecánica/ la tala de los árboles

“like a thunderbolt he falls”9

la onda de aire cálido/ que flota el cielo del pequeño


valle/ sostiene al halcón en magnífico planeo de alas
abiertas/ y de él -el ojo atento/ que mide la distancia
que separa la presa elegida de sus garras/ ojo certero
que dirige preciso/ los relámpagos del instinto

“all is emptiness”10

la curvada línea de fuego/ el rastro de este cometa


que -con trazos de luz explosiva, ilumina el oscuro
plano cóncavo del firmamento/ describe la cadena
encendida de su recorrido/ huella instantánea –que
al consumirse elude toda referencia orbital
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Data

1-“Strahlenwind deiner Spragge”; “La ráfaga de viento de tu lenguaje”


Paul Celan, Sprachgitter, 1959.

2-“Not things but minds”; “No cosas sino mentes”


John Cage, Themes & Variations, 1982.

3- “confondant la nuit et le jour”; “confundiendo la noche y el día”


Jules Supervielle, Prophétie, 1925.

4-“Piedra como tú”


León Felipe

5-“Aquí en el silencio/oigo”
Eugenio Guasta, Papeles sobre ciudades, 1995.

6-“The pebble/is a perfect creature”, “Este canto rodado es una perfecta


criatura”
Zbignew Herbert, Selected Poems, 1968. Traducción al inglés de
Czeslaw Miloz y Peter Dale Scott.

7-“al sonido de su nombre”


Rodolfo Alonso
“El paseo”, revista Ficción (43/44), 1963.

8-“In the main of light”, ”En lo principal de la luz”


Seamus Heaney, “The goverment of the tongue”,1988.

9-“Like a thunderbolt he falls”; “Él cae como un rayo”


Lord Tennyson, “The Eagle”.

10-“all is emptiness”; “ todo es vacío”


Thomas Kinsella, New Poems, 1973.
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7. MARIO SAMPAOLESI

Mario Sampaolesi nació el 16 de junio de 1955 en Buenos Aires. Ha colaborado en


numerosas publicaciones del país y del extranjero. Entre los años 1989 y 1991 residió
en París, Francia. Actualmente dirige la revista de poesía Barataria.
Ha editado los siguientes libros de poesía: Cielo Primitivo (1981) - Edic. Sociedad
Argentina de Escritores; La Belleza de lo Lejano (1986) Edic. Amaru; La Lluvia sin
Sombra (1992) - Edic. La Guillotina; El Honor es Mío (1992) - Edit. Vinciguerra;
Puntos de Colapso (1999) - Edic. del Dock; Miniaturas Eróticas (2003) – Alción Ed.
Ha traducido del francés el poema El Cementerio Marino de Paul Valéry (1998) Edic.
La luna que, y El monje loco está de regreso una selección de poemas de Ryokan,
(1993), Barataria.
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PUNTOS DE COLAPSO

(Selección)

Buceada por la claridad, la penumbra opone a la luz desplazamientos oscuros;


estremecimientos de una esclavitud, de una condena a la posibilidad del tacto, del
encuentro.
Acosos, intimidades, túneles, rincones aislados y húmedos; muros sobre los cuales se
descifran descifrarán nombres como llamados, como plegarias.

Siento el frío.
Respiro y siento el frío.
Sus puntas de vidrio raspan los pulmones.
Regreso por donde vine. Pienso volver a la cueva que vi ayer y en la que tuve miedo de
entrar.
Debo ser fuerte me digo. Debo entrar y quedarme.
Tomar fotografías.
Siento el frío.
Trago luz para calentarme.

Las pulsaciones de esa voluntad conforman el aspecto difuso de algún secreto. Sin
embargo, una llamada, una agitación sucede en la quietud: detenido en su propio
movimiento el péndulo se vuelve incapaz de toda inmovilidad.
La idea de lo estático se suma ahora a esta emoción aborigen del susurro, del murmullo
oído entre las hojas, entre el follaje.
Habla de ardores, de despojos, de búsquedas y también de regresos.
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Oigo el ruido de la nieve al romperse contra las piedras.


De noche en la montaña sólo existe el ruido de la nieve al romperse contra las piedras.

La cueva debe ser abandonada, me digo.


Pero antes debo hallar un camino.
Todavía no sé, ni entiendo por qué antes debo hallar un camino.
No hay lugar adónde ir, ni sitio qué encontrar, ni ciudad en qué vivir.
Estoy en la montaña y eso es todo, y todo lo que hay a mí alrededor es la montaña.

Debo hallar un camino.

Lo extraño de este paisaje alimenta lo fatal; sobrevive en una secuencia repetida día
tras día: su carga emociona y de tan riesgosa forma parte de la desesperación.
Porque ha quedado atrás un precipicio y otro y otro y otro más.
El desaprovechamiento de la vida se convierte entonces en la culminación de una vejez:
asusta, clama por su espacio de felicidad, por su nevado refugio.

La cueva debe ser abandonada, me digo.


Pero antes debo hallar un camino.
La cueva no es un lugar.
Pero antes debo hallar un camino.

Debo abandonar el camino.

Algo se extravía de la mente: un pensamiento o apenas la sensación de haber tenido un


pensamiento. Esa impresión de revivir ciertos sucesos, guardaría su conexión con el
58

olvido (la última piedad sería el recuerdo, el recuerdo como secreto refugio contra la
pérdida.)
(Esta acumulación que es la memoria si perdurara quebraría quiebra un orden, destruiría
destruye toda organización.)
¿Cómo amar la visión del cadáver comido por los gusanos? ¿Cómo amar la visión de la
enfermedad coagulando los movimientos? ¿Cómo amar la contemplación de aquello
que se destruye?

Alguien besará nuestro dolor.

Veo
escucho
respiro.
Miro las rocas y descubro paisajes, figuras, animales, formas.
Todo estuvo y no estuvo desde siempre allí; pero nunca antes pude percibirlo, ni dejar
de percibirlo.
Veo
respiro
escucho.

En aquello existe lo otro.

Furor, estrépito de páginas, de escrituras crujientes como luces quebradas, como


mentiras.
Podría amarse el huracán sólo por ese sentido de belleza que posee su enorme
devastación.
Podría odiarse el cielo límpido y puro sólo por el desequilibrio que encierra todo paisaje
perfecto.
Calma, quietud de respiración, silencio de lecturas serenas como tenebrosas deidades,
como sirenas.
59

Objetos esparcidos, desperdicios, nylon, sachets de polietileno llenos de sangre,


hipodérmicas: la vestal, esculturalmente virgen y joven frota su cuerpo contra el
manzano en flor. Ignora al hombre desnudo descansando bajo la fronda. Ignora a la
serpiente e incluso a la idea de existencia de una serpiente.
Papeles quemados, el ruido del paso del tren sobre los puentes, lamparitas rotas,
maderas, hierros, la hipocresía de la civilización asfixiante y perversa.
Te amo Eva.

Pronto será época de deshielo.


Una finita y cristalina serpentina de agua lo anuncia.
Me arrodillo y comienzo a vaciar mi mochila.
Plato y vaso de aluminio, cubiertos de plástico y acero, restos de chocolate envueltos
en papel celofán, un libro que no pienso leer, una botella de cognac, otro par de
guantes, etc.
El viento escarcha algunas piedras humedecidas por el agua de la vertiente.
Me levanto.
Decido abandonar todo aquí.

También la mochila.

Sufrimiento crepuscular, estoico, enriquecido por los vaivenes de los impulsos, de los
deseos, por los restos de aquellos sentimientos que se acumulan como basura; desde allí
emigrará emigra el dolor dejando un hueco, una exhalación de ausencia, una necesidad
insatisfecha que perecerá posteriormente por su propia atrofia: su asfixia neurótica
tosiendo un pus negro y amargo, salado por la metamorfosis, por la escisión del dolor.

Comprender súbitamente las grietas sangrantes de la tierra, sus selvas.

Hago pequeñas expediciones. Exploro.


Tomo fotografías.
Poco a poco el tiempo mejora.
Hace muchos días que estoy aquí.
Perfumes
sonidos
60

colores que antes no percibía comienzan a invadirme.


Es extraño.
Siempre pensé que era yo el invasor.
Sin embargo, la montaña crece, es muy grande dentro de mí.

Tomo fotografías.

Estoy frente a un gran peñasco cubierto de nieve.


Al fondo del precipicio un bosquecillo de pinos.
En esta época las avalanchas son frecuentes (el deshielo, etc.)
Grito.
AHOEEEEEEEEEEE...AHHHHOOOOOEEEEEE.
Grito más fuerte.
AAAAAAHHHHHHHOOOOOOOOOOEEEEEE.
Apunto mi máquina y disparo, disparo antes del derrumbe.
Cambio la lente...
Tomo fotografías mientras escucho el temblor, el rugido.
Cae el alud.
Disparo, disparo, disparo.
La avalancha se desliza vertiginosamente al vacío; arrasa el bosquecito de pinos tres
mil metros abajo.
Lo tapa.
Se oye el crac a repetición de los árboles.
Huevos de pájaros, insectos, ardillas y otros muchos animalitos desconocidos para mí
deben estar heridos o muertos.
Tomo panorámicas y acercamientos con el teleobjetivo.
También del peñasco sin su carga de nieve.

No matarás, me digo.

Esta tarde luce la imposibilidad de toda acción. Nada puede reparar este estado de
desolación, de solsticio, de nervadura.
En la quietud se espera la irrupción del acontecimiento.
En la acción se espera la llegada al punto de inercia.
Sería necesario no intervenir en el curso de este espacio absorbido al tiempo.
Esta succión de la tarde desde la contemplación posee la virtud de despojar al día de su
connotación de carne, de provecho.
Realidad humectada por lloviznas.
Tótems.
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La montaña me contiene.
A pesar de mí mismo, de mi egoísmo atroz, de tanta soledad que pesa como algo
inefable, la montaña me contiene.
Su dureza dulce abre y refugia; me cubre, me alimenta.
Voy por la montaña como por sobre el cuerpo de un gigante que me soporta, me
comprende, me calma.
A pesar de mí mismo, de mi egoísmo atroz, de tanta soledad que duele como un peso
inefable.

Confesiones de criptas; misterios sellados, cerraduras, cifras de una clave que develaría
develará el sentido de la vida, monolitos: desfigura su rostro con una punta de marfil
labrada.
Él se hiere para no pensar, para no soñar.
La irritada veladura de su soledad se mueve en la tiniebla como un velamen, casi una
textura de seda, de púrpura, mojándose bajo la lluvia.
Sueña con objetos sagrados, con aparatos sexuales, con piedras humedecidas por la
perfidia, con el comienzo de toda deformación.

La naturaleza es la verdadera naturaleza de la montaña.


La naturaleza es mi verdadera naturaleza.
La montaña me contiene.
Yo contengo a la montaña.
Y, sin embargo, la montaña no es yo.
Y, sin embargo, yo no soy la montaña.

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