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La poesía pertenece a El libro de los paisajes (1917), obra que actúa como intercesión
entre la etapa modernista-costumbrista y la clásica-conservadora del final de Lugones.
En “Salmo pluvial” está presente el vigor poético lugoniano, que conjuga la maestría
léxica con la precisión del detalle y el virtuosismo técnico-retórico.
El poema se estructura en cuatro partes de longitud decreciente, de acuerdo con los
motivos que encierra cada una, y con el desarrollo del fenómeno atmosférico que
constituye el tema central, en su proceso de gestación, estallido y conclusión.
Él tema es un hecho cotidiano: una tormenta en el campo, desprovista de la
grandiosidad que adquiriría ese mismo hecho si ocurriera en el mar, por ejemplo. Sin
embar-go, el poeta consigue convertir esa simple realidad en un espectáculo de
singular be-lleza, en el que juegan distintas imágenes.
Aparecen dos planos bien diferenciados: el cielo y la tierra y, entre medio, el aire. El
agua, a través del aire, pone en contacto el cielo con la tierra.
Primera parte: "Tormenta". El agua se mueve en dos direcciones: del cielo hacia la
tierra y de la tierra al cielo. En la dirección descendente, el cielo, al prin-cipio "caverna
de agua sombría", se dispone a descargar el contenido de esas nubes plomizas sobre la
tierra. Se anuncia por el retumbar del trueno, cuyo sonido se transmite por el aire; por
"una remota brisa de conturbado vuelo", y por el rayo, "fulmínea verga" que también
se manifiesta en el aire que rompe "al soslayo" al tiempo que se precipita sobre la
tierra. En la dirección ascendente, "como caliente polen exhaló el campo seco / un
relente de trébol lo que empezó a llover".
El poeta se vale de distintos recursos para lograr el efecto deseado. Acumula imágenes
sensoriales por medio de metáforas, como en el primer tramo.
Visuales: "Se vio al cardal con vividos azules florecer".
Auditivas: "El trueno, a la distancia, rodaba su peñón". Un caso especial es el de estos
versos: "Y el firmamento entero se «derrumbó en un rayo, / como un inmenso techo
de hierro y de cristal". Con una imagen visual, y por medio de una comparación, se
está dando una impresión auditiva, la que se pro-duce al caer un rayo, como de hierro
y cristales rotos. Imágenes olfativas se entre-cruzan con sinestesias: "Una remota brisa
de conturbado vuelo, / se acidulaba en tenue frescura de limón".
Los cuartetos de "Lluvia" presentan una sucesión de imágenes visuales sumamente
dinámicas. Como antes personificó a la tierra —"Sobre la tierra atónita cruzó un pavor
mortal"—, ahora el poeta personifica a la lluvia: "Y luego, allá a lo lejos, se desnudó en
los sauces, / transparente y dorada como un rayo de sol".
El único cuarteto de "Calma" se desenvuelve en paralelismos combinados con anáfora:
"Delicia de los árboles que abrevó el aguacero. / Delicia de los gárrulos raudales en
desliz".
"Plenitud", en su brevedad, concentra tres imágenes sensoriales: una visual, "El cerro
azul"; una olfativa, "fragante de romero"; y una auditiva, "silbaba la perdiz".
Las tres primeras partes están compuestas en cuartetos alejandrinos, con rima consonante
entre el primero y el tercer verso y el segundo y el cuarto. En el dístico final con que se cierra la
composición, también en alejandrinos, rima el primer verso con el primero y el tercero del
cuarteto anterior; y el segundo, con el segundo y el cuarto del mismo cuarteto. Se producen
casos de aliteración en i en "Lluvia": "mimbreral vibran-te", "líquidas varillas". Y en "Calma":
"Cristalina delicia del trino del jilguero., Delicia serenísima de la tarde feliz".
Poema Salmo Pluvial de Leopoldo Lugones
Tormenta
Lluvia
Calma
Plenitud